CC081 Art 5 Ocr
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EN LA CULTURA EUROPEA *
UmbertoECO
Universidad de Bolonia. Italia.
Mis indagaciones de los últimos años tienen que ver con la búsqueda de una
lengua perfecta en la cultura europea. Similar a la "Isla Perdida" o a la "Tierra
Ignota", a un Graal siempre prometido y nunca encontrado, la búsqueda de una
lengua perfecta no ha dejado nunca de fascinar a los más grandes espíritus de la
cultura europea; y sin embargo, mientras evoco aquí el sueño de una lengua
única capaz de hermanar a todos los hombres, y mientras los pueblos de Euro-
pa están discutiendo acerca de su posible unión política, militar y comercial,
hablan todavía distintas lenguas, es más, hablan un número mayor de cuantas
hablaron hace diez años, y en ciertos lugares, bajo la bandera de la diferencia
étnico-lingüística, luchan unos contra otros.
Historia de una utopía, de un sueño imposible, ¿qué sentido puede tener
todavía para nosotros la historia que comienzo a contar, teniendo en cuenta que
esta historia nos revela la imposibilidad de huir de la maldición babélica? Sin
embargo, esto no quiere decir que la historia de un fracaso sea necesariamente
negativa. Se trata de la historia de la obstinada persecución de un sueño irreali-
zable' y es necesario conocer los orígenes y las motivaciones que lo han man-
tenido vivo con el paso del tiempo. No se trata solamente de escribir un capítu-
lo de la historia de nuestra cultura, sino de comprender también el sentido par-
ticular que esta investigación tiene hoy para nosotros.
Además, a cada intento fallido le sigue lo que podríamos llamar un efecto
colateral: las diferentes propuestas no han sido definitivas, pero han dejado una
serie de consecuencias beneficiosas en la historia de las ciencias y de la civili-
zación. Cada uno de los proyectos debe, por tanto, ser visto como un ejemplo
defelix culpa: muchas de las teorías que hoy ponemos en práctica, y las prácti-
cas que conocemos, han nacido de la quete de una lengua perfecta, y de este
* La traducción del texto fue realizada por Cristina Hernández y Ana María Vázquez, de ITT (Intérpre-
tes-Traductores de Italiano) y revisada por el Editor.
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modo hoy podemos hablar de lógica, química o zoología, o podemos hacer uso
del Minitel. Es justo reconocer a algunos pioneros el mérito de habemos apor-
tado algo, aunque lo que nos hayan aportado no fuera lo que nos prometían. En
especial si tenemos en cuenta que la búsqueda de la lengua perfecta está cada
vez más entrelazada con las reflexiones sobre el origen del lenguaje, sobre la
gramática universal, sobre las estructuras biológicas que presiden la facultad
del lenguaje y sobre la relación arbitraria o motivada entre palabras y cosas.
eran Bárbaros, esto es, etimológicamente, criaturas que balbucean. Ahora, sin
embargo, es justamente ese presunto balbuceo del extranjero el que aparece lle-
no de promesas y de revelaciones ocultas.
Los Padres de la Iglesia, excepto Gregorio de Nisa, habían asumido como
dato irrefutable que el hebreo había sido, antes de la confusión, la principal len-
gua de la humanidad. Orígenes y San Agustín recordaban cómo después de la
Torre el hebreo había sido preservado por el pueblo elegido, y San Jerónimo lo
consideraba origen de cada una de las diferentes lenguas humanas.
Eusebio interpreta el pasaje bíblico de la nominatio rerum en el sentido de
que cada nombre dado por Adán representaba la verdadera naturaleza del ani-
mal nombrado. Casualmente nace pronto una controversia que continuará has-
ta el siglo XVIII: si Adán había dado, o no, un nombre a los peces, dado que el
texto bíblico no los menciona y Dios -se supone- no podía llevar los peces al
jardín del Edén.
Pero el conocimiento del hebreo ya se había debilitado en los tiempos de
San Agustín, quien testimonia una situación lingüística paradójica. El pensa-
miento cristiano se basa en un Antiguo Testamento escrito en hebreo y en un
Nuevo Testamento escrito, en su mayor parte, en griego. San Agustín descono-
ce el hebreo y tiene un conocimiento vago del griego. Su problema, como intér-
prete de las Escrituras, está en comprender qué quería decir verdaderamente el
texto divino, y del texto divino sólo conoce traducciones latinas. La idea de que
podría recurrir al hebreo original apenas se le pasa por la cabeza, pero la recha-
za porque no se fía de los hebreos, que podrían haber corrompido las fuentes
para borrar las referencias al Cristo venidero. La única profundización que
aconseja es la comparación de varias traducciones, para elegir la lección más
digna de consideración (y, por 10 tanto, los criterios que sugiere son hermenéu-
ticos, no filológicos).
San Agustín presenta en el medioevo la idea de una lengua perfecta que, sin
embargo, no es lengua de palabras sino de cosas, lengua del mundo, de un mun-
do -como se dirá más tarde- que es quasi líber scriptus digito Dei. Pero esta
lengua sirve solamente para interpretar los pasajes no literales de la Escritura,
donde ésta habla nombrando elementos contenidos en el mundo (piedras, hier-
ba, animales) que adquieren un significado simbólico. Y si la idea tendrá una
influencia sobre la historia de las lenguas perfectas, esto sucederá solo cuando
la cultura europea fije su atención en los jeroglíficos egipcios o en otros ideo-
gramas exóticos, obteniendo la idea de que la verdad puede ser expresada por
emblemas, empresas, símbolos, sellos.
Por otra parte, la cultura medieval trata de la multiplicación de las lenguas
en un modo bastante académico, sin escandalizarse: la Iglesia o la Universidad
tienen su propia lengua perfecta, el latín eclesiástico y escolástico, y ni se plan-
tean la sospecha de que, para llegar a la verdad, sea necesaria una lengua dife-
rente.
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inventar las lenguas, lo más fundamental, más abstracto y más primitivo de una
lengua, una forma locutionis, que constituye a su vez una gramática universal.
Se reconocerán aquí los orígenes de una discusión que desde los Modistas con-
tinúa a través de Port-Royal, Du Marsais y otros autores de la Encyclopédie,
hasta Chomsky. Ciertamente, en este texto dantesco se presenta por primera
vez el problema de una competencia generativa universal que predecería, filo-
genéticamente y ontogenéticamente, a la adquisición de una lengua natural. La
mayor sorpresa que he tenido en el curso de mi investigación ha sido el descu-
brir, a través de la traducción (debida a Moshe Idel) de textos cabalísticos has-
ta hoy inéditos, que una idea similar había sido sostenida también por Abula-
fia. De esta gramática universal dada por Dios a Adán nacen varias lenguas,
incluida la hebrea, y el mismo hebreo de Adán cambia y se desarrolla en el
transcurso de su descendencia. Abulafia escribe y viaja por Italia cuando Dan-
te es todavía joven, de todos modos no existen pruebas de queDante estuviera
al corriente de estas teorías. Pero Dante era un hombre informado, y tanto él
corno Abulafia eran sensibles a la teoría averroísta de un Intelecto Activo
común a toda la especie humana, y esta coincidencia es digna de comentari033 •
33. En el curso de mis clases en el College de France he recibido interesantes sugerencias por parte de
algunos colegas, que muestran cómo la coincidencia tendría algunas bases documentales. Acerca de
esto hablaré en el libro que sobre el mismo tema ha sido remitido al editor Laterza (NdA, 1993).
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4. Sin embargo, nos lo había hecho ver Dante: quizás Dios no dio a Adán el
hebreo primordial, pero sí le dio una gramática general, una forma trascenden-
tal con la cual podría construir todas las lenguas posibles. En este caso debería
también haberle dado unos universales semánticos, es decir, un sistema de
nociones atómicas mediante las cuales se consigue explicar todo el contenido
del universo. Hasta Humboldt, aunque se aceptaba la hipótesis epicúrea por la
cual cada pueblo inventa su propia lengua para dar cuenta de su propia expe-
riencia, nadie se atrevía a imaginar algo parecido a la hipótesis de Sapir-Wholf,
esto es, que es la lengua la que da forma a nuestra experiencia del mundo. En
general se mantenía la esperanza de que existiese una gramática universal de
las ideas que reflejara el ordenamiento mismo del universo.
Este sistema de ideas debería haber sido igual para todos los hombres, aun-
que en cada pueblo, después de la confusio, a una misma idea se le daban nom-
bres diferentes. Lo mismo, se decía, ocurría con los números, en los cuales dis-
tintas palabras nos remiten a la misma entidad matemática. Pero los números
presentaban otro aspecto interesante: independientemente de la variedad de las
lenguas, todos los pueblos los indican con la misma cifra o carácter.
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Al final del siglo XVIII Degerando, en su Des signes identificará la oculta car-
coma que corroía a todos los sistemas precedentes: la confusión entre clasifi-
cación (donde las ideas se organizan según el orden y la lógica de sus compo-
nentes internos) y división (donde el sistema depende de las prospectivas prác-
ticas de quien debe ordenar el panorama del saber). En otros términos, o se
tendrá un diccionario lógico restringido a un campo nocional muy limitado, o
una enciclopedia de todos nuestros conocimientos; o un orden necesario de los
conceptos o el orden flexible de una biblioteca.
Las dos concepciones pugnan en Leibniz. Él todavía piensa en una lengua
perfecta cuando redacta su Characteristica Universalis: fijadas las unidades
semánticas, establecidas las reglas de computación según sus recíprocas rela-
ciones, podremos un día ver que la comunidad de los sabios se sienta a la mesa
y diciendo Calculemus, llega sin error a la verdad. Será el mismo Leibniz quien
reconocerá que esta utopía se aplica sólo a la pensée aveugle de un cálculo
puramente formal, siendo la lengua perfecta la lengua de la lógica matemática
y del cálculo binario. .
Por otra parte, Leibniz reconocerá (en los Nouveaux Essais sur l' entende-
ment humain) que, debiendo diseñar el sistema completo de nuestro saber, ten-
dremos una enciclopedia cuyas partes estarán en guerra continua porque "una
misma verdad puede ser colocada en lugares distintos, según los términos que
ésta contiene, y también según los medios y las causas de la cual depende, y
según los efectos que pueda tener... los que organizan una biblioteca a menudo
no saben dónde guardar algunos libros, y dudan entre dos o tres sitios igual-
mente convenientes".
Así Leibniz anticipa e inspira el Discours Préliminaire de D' Alembert en la
Encyclopédie, donde se hablará del Sistema general de las ciencias y de las
Artes como de un laberinto, "de un camino tortuoso donde el espíritu se aven-
tura sin conocer demasiado bien la dirección que debe seguir; un sistema com-
puesto por diversos ramales, muchos de las cuales se reúnen en un mismo pun-
to; y así como partiendo de este punto no es posible tomar en un mismo
momento todas las direcciones, es la naturaleza de los diversos espíritus la que
determina la elección ... Pero, como ocurre en los mapas generales del globo
que habitamos, los objetos son más o menos aproximados y presentan un efec-
to óptico diferente según el punto de vista desde el cual se pone el Geógrafo que
dibuja el mapa, del mismo modo, la forma del árbol enciclopédico dependerá
del punto de vista en cual nos pongamos ... Se pueden, por consiguiente, conce-
bir tantos y tan diversos sistemas del conocimiento humano como mapamun-
dis desde distinas perspectivas".
La critica de la Encyclopédie pone fin al sueño de la gramática de las ideas,
aunque seguirán a éste otros intentos, hasta nuestros días, cuando aún se estu-
dia la posibilidad de un llamado mentalese, una lengua escrita en las circunvo-
luciones mismas de nuestro cerebro, capaz de proporcionar la estructura pro-
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7. Si Dante pensaba que sobre los restos, sobre los detritus de las lenguas
naturales se podía construir una lengua vulgar ilustre de alcance universal y si
en un bricolaje parecido pensaban los gramáticos irlandeses ¿porqué no inten-
tar construir una lengua internacional que se basase en las raíces semánticas y
estructuras sintácticas comunes a todas o a algunas lenguas existentes? Es el
camino seguido por innumerables constructores de lenguas internacionales en
el siglo XIX, o de lenguas a posteriori, de las cuales el esperanto es el ejemplo
más conocido y respetado.
Ante estas lenguas, cuando están bien construidas, no hay razones de dere-
cho para pensar en su fracaso. Si muchas han desaparecido, se debe a razones
de hecho. Si una de ellas terminara afirmándose, ello dependería de un hecho y
de una decisión política.
Pero desde finales del siglo XVIII ya se exponían argumentaciones políti-
cas contra una lengua universal unificadora. Degerando, en su Des Signes,
recordaba que los viajeros, los científicos y los comerciantes (aquellos que tie-
nen necesidad de un idioma común) son una minoría, mientras la gran mayoría
de los ciudadanos, que pertenecen a las clases inferiores, vive muy bien expre-
sándose en su propia lengua. Le beso in du voyageur est continuel, celui de
l' habitant n' est qu' accidentel et passager. Por otra parte, el viajero tiene inte-
rés en entender a los indígenas pero los indígenas no tienen necesidad de enten-
der al viajero que, al contrario, puede aprovechar la diferencia lingüística para
ocultar sus intenciones a los pueblos que visita.
Si fuese usada para fines científicos, la lengua universal se encontraría
divorciada de la lengua literaria, y "privada del apoyo de la literatura, la cien-
cia perdería gran parte de su encanto". Además, "¿Qué importa a la sociedad
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(1675) demuestra que en Suecia (que no era otra que la mítica Atlántida y la tie-
rra de las Hespérides) se había asentado J afet y su descendencia y que de aquel
tronco racial y lingüístico habían nacido todas las lenguas góticas.
En los Prolegomena de su Biblia políglota de 1657, William Walton cita
varios intentos para demostrar que las lenguas originarias habían sido el galés,
el danés y el alemán, pero tenemos también la tesis húngara, polaca y bretona.
También en el período barroco, el alemán Georg Philipp Harsdorffer (Frauen-
zimmer Gesperachspiel, 1644, Niemayer, Tubingem, 1968, p.12) afirma que la
lengua alemana
"habla con las lenguas de la naturaleza, expresando perceptiblemente todos
los sonidos ... Esa tormenta en el cielo, relampaguea con las nubes veloces,
reluce con el granizo, silba con los vientos, produce espuma con las olas, chi-
rría con las cerraduras, suena con el aire, explota con los cañones, ruge como el
león, muge como el buey, gruñe como el oso, brama como el ciervo, bala como
la oveja, gruñe como el cerdo, ladra como el perro, relincha como el caballo,
silba como la serpiente, maúlla como el gato, aletea como la oca, grazna como
el pato, zumba como el abejorro, cacarea como la gallina, picotea como la
cigüeña, grazna como el cuervo, chilla como las golondrinas, gorjea como el
gorrión ... la naturaleza habla en nuestra lengua alemana mediante todas las
cosas que producen sonidos por sí mismas, y por esto muchos han querido afir-
mar que el primer hombre, Adán, no pudo llamar a los pájaros y a todos los ani-
males de la tierra sino con nuestras palabras, porque él expresaba, de acuerdo
con la naturaleza, cada una de las propiedades innatas y de por sí sonoras; y por
esto no hay por qué maravillarse de que todas las radicales de nuestras palabras
coincidan en gran parte con el lenguaje sagrado".
Naturalmente, en el ambiente británico, la defensa de la lengua celta asumirá
otras connotaciones de oposición a la tradición germánica. Así en el siglo
siguiente Rowland Jones sostendrá que "ningún lenguaje excepto el inglés se
muestra tan cercano al primer lenguaje universal, y a su natural precisión y
correspondencia entre palabras y cosas". La lengua inglesa es "la madre de todos
los dialectos occidentales y del griego, hermana antigua de las lenguas orientales
y, en su forma concreta, la lengua viva de los Atlantes y de los aborígenes de Ita-
lia, de los galos y de los bretones, que proveyó a los romanos de tantos de los
vocablos que no son de origen griego ... " (The circles ofGomer, 1771).
Las hipótesis nacionalistas son típicas de un siglo como el XVII en el cual
toman forma definitiva los grandes estados europeos, y la Guerra de los Trein-
ta Años introduce el problema de la hegemonía en el continente. Pero ya desde
el renacimiento, Guillaume Postel, también movido por el fuego sagrado de la
concordia universal y después de haber dedicado su vida a la investigación
sobre el hebreo, sostenía la idea de una descendencia directa de las lenguas cél-
ticas del hebreo, como argumento en favor de una concordia universal que
habría debido realizarse bajo el control del rey de Francia.
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versal y también como la lengua que habría podido reunir en Palestina al pue-
blo de Israel, en lugar de un hebreo ya arcaico y en desuso.
En los últimos años han aparecido lenguas destinadas a la comunicación con
posibles habitantes del espacio, como el Lineas de Freudenthal, y un proyecto
para una lengua de comprensión interespacial ha sido encargado por una agencia
gubernamental americana al lingüista Thomas Sebeok, para poder advertir
(durante los próximos 3.000 años) alos visitantes procedentes de las estrellas que
en ciertos lugares del planeta yacen depósitos de desechos radiactivos.
Como hemos podido ver, el sueño ha asumido en el transcurso de los siglos
aspectos diversos, y la historia reproduce una y otra vez la historia de las espe-
ranzas, de las virtudes, de los errores y de los crímenes de la civilización occi-
dental.
reforzar el vínculo social sino también a una celebración casi sagrada del tra-
bajo humano.
Para Dante la confusio linguarum no representaba el nacimiento de las len-
guas de diversos grupos étnicos. Durante la construcción de la torre, los arqui-
tectos hablaban la lengua de los arquitectos, los porteadores de piedras, su len-
gua propia, y parece que Dante pensaba en las jergas de las corporaciones de su
tiempo asociando la idea de una división del trabajo lingüístico a una vaga idea
de división del trabajo social. Por otra parte la iconografía medieval siempre
había puesto en primer o segundo plano albañiles, poleas, masas cuadradas,
compases, tomos, técnicas de amasijo y así sucesivamente (hasta el punto de
que ciertas informaciones sobre los modos de operar de los maestros albañiles
medievales se obtenían a menudo de las representaciones de la Torre). En la
Histoire Critique du Vieux Testament de Simon (1668) aparece la idea de que la
confusión babélica se habría debido al hecho de que los hombres debían nom-
brar los diversos instrumentos, y cada uno los denominaba a su modo, y así se
abría camino la idea de una organización del trabajo de la construcción.
Hacia fines del siglo XVI, la pintura holandesa se apodera del tema de la
Torre, del cual se ofrecerán innumerables variaciones (piénsese en Bruegel);
en algunos de estos artistas se multiplica el número de los accesorios técnicos,
y tanto en la forma como en la sólida robustez de la torre se manifiesta una
especie de confianza laica en el progreso. Incluso en la Turris Babel de Kircher
la atención se centra en los problemas estáticos que la torre planteaba y se ofre-
ce siempre una representación en términos de objeto finito, hasta tal punto que
también el autor jesuita parece fascinado por el prodigio tecnológico que está
sometiendo a acusación ..
Hegel ( Estética III, 1,1) nos recuerda:
"¿Qué es lo sagrado?" se pregunta en una ocasión Goethe en uno de sus
dísticos. Y responde: "Aquello que tiene unidas muchas almas. En la vasta lla-
nura del Éufrates el hombre construye una inmensa obra arquitectónica; todos
trabajan en común y la comunidad de la construcción se convierte al mismo
tiempo en el fin y contenido de la misma obra. Pero, precisamente, esa creación
de un vínculo social no queda como una unión simplemente patriarcal: sino que
es, al contrario, la disolución de la unidad familiar, la construcción que se ele-
va hasta las nubes es el objetivarse de esta unión precedente, ahora disuelta, y
la realización de una unión nueva y más amplia. Los pueblos de entonces tra-
bajaron juntos en ella y, de la misma manera que se habían reunido para llevar
a cabo esta obra desmesurada, el producto de su actividad debía ser el vínculo
que, por medio del terreno excavado, de las piedras superpuestas y del cultivo,
por así decirlo, arquitectónico de la tierra, los uniese entre ellos, del mismo
modo que en nuestros tiempos son las costumbres, los hábitos y la constitución
jurídica del Estado los que nos suministran tal unión".
En esta visión en la que la torre parece anunciar el nacimiento del Estado Éti-
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