La Profesion Jurídica Xii

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18

LA PROFESION JURÍDICA, JUECES,

JUSTICIA Y PODER

Introducción

En el capítulo XII presentamos los siguientes temas: la profesión jurídica, los jueces,
el sistema de justicia en el Perú; el Poder Judicial en el Estado legal de Derecho; el Poder
Judicial en el Estado legal de derecho.

La profesión jurídica

Según Silva García,1 “la profesión jurídica ha sido materia especial de inspección
teórica, tanto por la sociología de las profesiones, como por la sociología jurídica y, para
ese efecto, las dos especialidades han bebido de las fuentes de la sociología general. Aun
cuando hoy, en parte, varios sectores de la sociología de las profesiones optaron, después
de años de discusión, por abandonar la tarea de conceptualización teórica sobre qué es
una profesión, al considerarla, finalmente, un asunto estéril; a pesar de encontrarse, así
mismo, opiniones en el campo de la sociología jurídica, como la expresada por Niklas
Luhmann, que consideraba la cuestión de la profesión de abogado como un asunto ajeno
a la sociología del derecho.”
Al referirse a los abogados en Lima Metropolitana, en las hipótesis de las que partió
el estudio de Pásara2, sostiene que por una parte, la existencia de dos estratos claramente
diferenciados en la profesión legal y, por otra, las deficientes calidades del ejercicio
desarrollado por los abogados mayoritarios, llega a las siguientes conclusiones:
Conocimiento superficial del caso a su cargo, falta de solidez del razonamiento
jurídico, dificultades para redactar con claridad y precisión un escrito, poca disposición o
incapacidad para negociar como solución de un conflicto y escasa preocupación por servir
el interés del cliente
En cuanto al primer aspecto, el único instrumento que permitió afinar la hipótesis
inicial fueron las reuniones convocadas separadamente con abogados y con
magistrados para discutir el asunto. Estas reuniones confirmaron, como impresión
generalizada, las existencias de los dos estratos profesionales, aunque se introdujo
algunos matices de interés.
Se caracterizó al estrato profesional alto no sólo como mejor formado en derecho
sino como detentador de una mayor capacidad relacional que pone al servicio del cliente
que, en efecto, corresponde a los sectores socioeconómicos más altos. Pero se completó
sustantivamente la formulación de la hipótesis en el sentido de que entre ambos estratos
no existen diferencias en cuanto al uso de medios para obtener el fin
perseguido: ganar el caso. Quizá el énfasis dado a este aspecto por los propios abogados
fue mayor, pero ambos grupos concordaron en que aquello que diferencia a un estrato
profesional del otro no es el echar mano a cualquier medio útil sino el acceso que unos y
otros tienen a determinados medios contactos sociales y de otra naturaleza a diversas
instancias con capacidad de incidir sobre la decisión del caso que tienen bajo su
patrocinio. En segundo lugar, y como factor derivado de los anteriores, las diferencias se
expresarían en el nivel económico de la clientela que pueden obtener.

Al segundo aspecto, referido a las características del ejercicio del abogado litigante
mayoritario, se destinó la mayor carga de los instrumentos utilizados por este estudio. En
esa dirección se constató varios de los rasgos atribuidos por las hipótesis a este ejercicio,
no se pudo verificar algunos y se matizó otros. Según los resultados del estudio, el
abogado no desaconseja ir a juicio, pero tampoco se ha encontrado evidencias suficientes
a favor de la hipótesis de que induce a empezar o mantener procesos.69 Lo que sí ofrecen
es ganar. Además, tanto la encuesta general como, en menor proporción, las entrevistas a
condenados, sugieren que el cliente recibió información legal sobre su caso. Cuán
relevante o precisa era devino en algo que no pudo ser establecido, pero sí se determinó
que su asimilación por los clientes no era muy grande y, en todo caso, se hallaba en razón
directa del nivel socioeconómico, hasta llegar al desconcierto en los sectores más bajos,
tal como ha retratado la narrativa peruana en ellos.

Los jueces

Para Soriano,459 los jueces aparecen como los órganos natos de la eficacia jurídica,
porque constituyen poder del Estado (uno de los tres poderes del Estado), cuya misión es
la protección de las normas de derecho y su reparación, cuando son infringidas. Los jueces
interpretan las normas, antes de aplicarlas, siendo su tarea tan importante en este capítulo
que algunos no dudan en decir que los jueces son cuasi- legisladores, puesto que muchas
normas son imprecisas y ambiguas, y otras remiten al criterio judicial para su
determinación. Los jueces realizan constantemente una doble función interpretativa e
integradora de las normas, que les ponen en el lugar de directos colaboradores de los
legisladores.
Continúa Soriano y afirma que, en efecto, el juez es un órgano de última instancia,
sostiene Soriano,460 que interviene cuando ya se han agotado todos los recursos para
dirimir los conflictos de derecho. Al prestigio cualitativo de las decisiones de los jueces
no acompaña la dimensión cuantitativa de su función resolutoria de conflictos. Son los
jueces órganos residuales con facultades para solucionar los conflictos de derecho. El
ciudadano acude al juez en último extremo, cuando no tiene más remedio, porque le han
fallado otros sistemas de justicia privada y no formalizada: la mediación, la adjudicación,
el arbitraje, etc.
Por otro lado, Pásara461 explica en su primer estudio publicado en el año de 1979,
que la administración de justicia, como objeto de estudio, ha empezado a ser abordada
muy recientemente. La reforma judicial ha sido la ocasión y la posibilidad de enfocar
científicamente el ámbito del aparato del Estado en el cual éste resuelve instituciona-
lizadamente los conflictos sociales. Sin embargo, una de las mayores dificultades al
trabajar sobre esta área es el problema de las fuentes a utilizar: casi ningún análisis previo,
casi ninguna información cuantitativa recogida y ordenada por los propios
administradores de justicia; en mucho, el investigador tiene que construir sus propios
datos para, luego, analizarlos.
El sistema de justicia en el Perú
El sistema de justicia peruano requiere fortalecerse democrática- mente-sostiene
Landa Arroyo,-“que por medio de los mecanismos de selección de los magistrados, pero
también mediante la reorganización funcional de su labor judicial, debido a la crisis de
legitimidad de sus resoluciones jurisdiccionales y a la desconfianza ciudadana. En parti-
cular, la legitimidad del Tribunal Constitucional se gana o se pierde en el proceso de
control constitucional de los actos de los poderes públicos y de la tutela de los derechos
fundamentales. En esta tarea, la naturaleza política del Tribunal Constitucional está
determinada porque sus decisiones tienen efectos políticos, y, porque cabe la posibilidad
de someter a control constitucional las cuestiones políticas. Pese a ello, resulta necesario
que en el Perú, el Tribunal Constitucional reconstruya legítimamente un espacio propio
de competencias como árbitro final y respetando a sus minorías. Por otro lado, el Poder
Judicial carece episódicamente de independencia frente al poder político y los grupos
económicos, así como de la legitimidad ciudadana. Entonces, se torna indispensable
contar con jueces ordinarios con vocación democrática, lo cual implica independencia e
imparcialidad en la toma de decisiones, para respetar la supremacía constitucional y
proteger los derechos fundamentales.”

El Poder Judicial en el Estado legal de derecho3


El Poder Judicial en el Estado legal de Derecho —como plantea Gascón Abellán4—
se expresa en la vinculación del Juez con la Ley, la cual se postula en términos de
subordinación: frente al legislador, que posee una legitimidad política o de origen, los
Jueces tan solo tienen legitimidad técnica o de oficio; es decir, su aceptación puede ser
aceptada en la medida en que sea posible apreciarse como la exacta aplicación de la Ley.
En tal sentido, el recurso de casación-inicialmente concebido para evitar el peligro de
manipulación judicial de la Ley a través de su interpretación-constituye una prueba clara
de este esfuerzo por garantizar la primacía del Poder Legislativo sobre el titular de la juris
dictio.
En este respecto y de modo especial, López Guerra5 afirma que la justificación
clásica del poder del juez sigue representando el núcleo central de su legitimación en el
Estado democrático, la cual se desprende de la exposición realizada por Montesquieu en
1748 en la que afirma que “... los Jueces de la Nación no son más que el instrumento que
pronuncia las palabras de la Ley, seres inanimados que no pueden moderar ni la fuerza ni
el rigor de las Leyes.”
La asunción de esta opción significa identificar la legitimidad del juez con la
legitimidad misma de la Ley. De este modo, mediante esta construcción jurídico-política
se suprime de raíz el problema de la legitimación del juez, al eliminar cualquier función

3 F. CARRUITERO LECCA, Los fundamentos históricos y constitucionales de la jurisdicción militar


en España Tesis para optar el grado de doctor en derecho, Universidad Castilla La Mancha, Toledo,
p. 38 y ss.
4 M. GASCÓN ABELLÁN, “El papel del juez en el Estado de derecho”, en VV.AA., La
Argumentación en el Derecho. Algunas cuestiones fundamentales.
5 L. LÓPEZ GUERRA, El Poder Judicial en el Estado Constitucional, Palestra Editores, Lima,
2001, p. 44.
innovadora o creadora del mismo relativa a la Ley. De hecho, desde sus inicios, fue
adoptada por el constitucionalismo europeo continental especialmente en Francia,
Alemania y España.
En ese mismo sentido, Blanco Valdés6 nos ilustra en torno a las conocidas historias
del desarrollo del famoso “referee” legislativo, las cuales reflejaban la preocupación de
este Poder del Estado sobre los tribunales de casación ya que los Jueces no moderaron ni
la fuerza ni el rigor de las Leyes.
Asimismo, para Gascón Abellán7, lo manifestado con anterioridad nos enseña que:
Históricamente en Europa el Estado legal de derecho es la forma de Estado que nace de
la Revolución Francesa, cuyo objetivo había sido garantizar la libertad y la igualdad de
los ciudadanos y acabar con los privilegios del clero y la nobleza. Este programa se lleva
a cabo mediante el reconocimiento de un catálogo de derechos y libertades de los
ciudadanos, las Declaraciones de derechos y mediante una determinada forma de
organizar el Estado: separación de poderes y sumisión del poder al derecho para la
garantía de los derechos.
Ahora bien, esta autora8 sostiene que motivos políticos-entre los que jugó un papel
importante la existencia de monarquías-unidos a la ideología legalista, que concebía a la
Ley como norma esencialmente justa, impidieron que en Europa se desarrollaran tanto la
idea de la Constitución como norma jurídica vinculante para todos los poderes, como la
de separación de poderes en tanto principio para limitar el potencial abuso de cualquiera
de ellos. La sumisión del poder al Derecho se construye sobre la concepción unitaria de
la soberanía como poder legibus solutus-, de manera que la Ley, expresión de esa
soberanía, debe quedar al margen de cualquier límite o control.
Como lo destaca Cappelletti9 10, Francia e Inglaterra son los países que han sido y
todavía lo son, en Europa, los más reticentes a participar en la “revolución
constitucional”. La supremacía parlamentaria ha sido durante mucho tiempo su credo
político: el Parlamento Nacional era, y es en cierto modo hasta ahora, personificación de
la voluntad democrática e inmune al control judicial. Esta ha sido la tradición y también
el mito de Inglaterra, desde la Revolución Gloriosa de 1688, y la de Francia de 1789, un
siglo después; tradición y mito no compartidos por la revolución americana.

Sin embargo, cada una de estas naciones europeas posee una historia diferente de la
supremacía parlamentaria. En Francia, habría que remontarla, en parte, a un rechazo
popular profundamente sentido contra el abuso del oficio judicial por los altos tribunales
de justicia bajo el Antiguo Régimen. Estos tribunales —cuyo nombre irónicamente era
“Parlamentos”— imponían su poder de revisión sobre los decretos del soberano,
rehusando

6 R. BLANCO VALDÉS, El valor de la Constitución, Alianza Editorial, Madrid,


7 M. GASCÓN ABELLÁN, “El papel del juez en el Estado de derecho”, op. cit., p. 16.
8 M. GASCÓN ABELLÁN, “El papel del juez en el Estado de derecho”, op. cit., p. 16.
9 M. CAPPELLETTI, “¿Renegar de Montesquieu?, La expansión y la legitimidad
de la Justicia constitucional”, en Revista Española de Derecho Constitucional,
aplicar que eran incompatibles con las Leyes fundamentales del reino.469

Sobre el mismo tema, en Inglaterra —arguye también Cappelletti470— se presenta


una historia diferente a la de Francia. En la Bella Albión no hubo pasiones hondamente
sentidas en contra de la judicatura. Esta, cuyo papel histórico fue y es la protección de las
libertades individuales, gozó siempre de un amplio respeto. Esto puede explicar por qué
la revisión judicial de la actuación administrativa nunca ha tropezado con serios
obstáculos en Gran Bretaña. Así, pues, en dicha Monarquía Constitucional, la doctrina de
la separación de poderes nunca fue totalmente adoptada en su versión francesa.

En ese mismo sentido —desestimando precedentes judiciales como la famosa


decisión de Lord Colee en el caso del Dr. Bonham en 1610— la hegemonía parlamentaria
plasmó, tres consecuencias: la omnipotencia de la Ley positiva; la imposibilidad de
revisar la

469 M. CAPPELLETTI, “¿Renegar de Montesquieu?..., op. cit., p. 19. 41Ci A A r A


DDLT T rmTT «. T» ------------------

legislación parlamentaria; y la carencia de competencia por parte de la autoridad judicial


para controlar la validez de la Ley.

El Poder Judicial en el Estado constitucional de derecho11

Hoy, es difícil negar que el derecho plasmado en la Constitución sea un derecho


basado en “principios”, lo cual ha generado grandes consecuencias como un mayor
margen de discrecionalidad en la interpretación jurídica y un reforzamiento de la
importancia del papel de los Jueces en el Estado de derecho.
Todo ello es, sin duda alguna, positivo para la libertad e igualdad de los ciudadanos.
No hay derecho sin jurisdicción, ni Estado de derecho sin independencia judicial, ni
derechos sin Jueces. La función judicial es, en consecuencia, una de las actividades
públicas fundamentales.12
En un sentido similar, Balaguer Callejón13 sostiene que, desde la teoría
constitucional, la pérdida de importancia de la Ley en favor de la jurisdicción obedece a
dos razones básicas: la irrupción de un nuevo sentido constitucional, a partir del período
de entreguerras, sobre la base de una normatividad constitucional; y el desarrollo
pluralista, articulado en torno a los partidos políticos.
El pluralismo político pone en crisis el principio liberal de la Ley, en razón de que
los partidos quiebran esa idea de una voluntad general única. Dicho pluralismo es
incompatible con la idea kantiana de que la Ley es siempre una expresión razonada de

11 F. CARRUITERO LECCA, Los fundamentos históricos y constitucionales de la jurisdicción


militar en España, op.cit., p. 42 y ss.
12 M. ARAGÓN REYES, “El Juez ordinario entre legalidad y constitucionalidad”, en Anuario de la
Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1997, p. 189.
13 M. L. BALAGUER CALLEJÓN, La interpretación de la Constitución por la
’■ ■- 1 QOO n 77
la voluntad general.
Por ello, en esta misma línea, el profesor García de Enterría14 afirma que la
Constitución, en el Estado constitucional de Derecho, no es solo una norma sino,
precisamente, la primera de las normas del ordenamiento en su totalidad, la norma
fundamental, la lex superior. Y ello, por varias razones: primero, porque la Constitución
define el sistema de fuentes formales del Derecho, de modo que, sólo por dictarse, lo
dictado debe ser conforme a lo dispuesto en la Constitución; segundo, porque en la
medida en que la Constitución es la expresión de una intención fundacional,
configuradora de un sistema total basado en ella, posee una pretensión de permanencia.
El Estado constitucional de Derecho, en consecuencia, se orienta hacia a la
protección de los derechos al margen de la Ley, ya que la eficacia del ejercicio de los
derechos se da en la medida y en los términos establecidos en la Constitución. En palabras
autorizadas de Aragón Reyes15, la consideración de la Constitución —como norma
suprema del ordenamiento— y, en consecuencia, en el entendimiento del Estado de
derecho como el sometimiento de todos los poderes públicos a la Constitución y, bajo
ella, a las demás normas jurídicas- será una novedad en Europa y sólo se producirá de
manera plena a mediados del siglo XX. El Estado de derecho, en consecuencia, ya no se
identificará exclusivamente en el principio de legalidad como había ocurrido en el siglo
XIX. Los Jueces, por su parte, en el Estado constitucional de Derecho, pueden hacer valer
la Constitución en detrimento de la Ley.
En esta instancia, es importante afirmar que hoy estamos frente al modelo de una
Constitución principista en el cual se permite al juez contar con un mayor margen de
discrecionalidad en la interpretación jurídica, en el marco de un Estado jurisdiccional de
derecho, en cuyo ámbito se protegen de manera directa la libertad e igualdad de los
ciudadanos.
Sobre este tema, Aragón Reyes16 argumenta que los derechos fundamentales son
derechos directamente aplicables. Planteado de este modo, el papel de los Jueces queda
reforzado, toda vez que los derechos fundamentales en tanto constitucionales no
dependen de la Ley para lograr su efectividad. Por ello, las normas constitucionales sobre
derechos son inevitables por más genéricas que sean y el campo de la jurisdicción en la
aplicación de los derechos alcanza una notable amplitud.
En ese mismo sentido, para Grández Castro17 el principio de la supremacía
constitucional es consustancial al Poder Judicial. Capaz de defender dicha supremacía, el
constitucionalismo reivindica la obra de los Jueces; y, asimismo, fiel a su origen
norteamericano, el constitucionalismo de los derechos reclama como aliada natural la
presencia de una judicatura que no sea servil a la legislación sino por el contrario, esté

14 E. GARCÍA DE ENTERRÍA, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, Editorial


Civitas, Madrid, 1988, pp.49-50.
15 M. ARAGÓN REYES, “La vinculación del Juez a la Ley”, en Anuario de la Facultad de Derecho
de la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1997, p. 180. Destaca este autor que, en los
primeros decenios del siglo XX, la idea de que la Constitución era no sólo norma política (como en
siglo XIX) sino también norma jurídica se había extendido en Eurooa como c.nnserHpnría
16 M. ARAGÓN REYES, “La vinculación del Juez a la Ley”, op.cit., p. 190.
17 P. GRÁNDEZ CASTRO, Tribunal Constitucional y argumentación jurídica,
atenta a sus excesos para controlarlos.

Así, pues, en el Estado constitucional, los Jueces— al momento de resolver los


casos — tienen, a nuestro juicio, la obligación de respetar los cánones de la
interpretación constitucional. Esta posee una metodología especial y se expresa con
carácter creativo, toda vez que dicha norma, en tanto integrante del texto constitucional,
se perfecciona y es dotada de sentido de justicia en el mismo acto de la interpretación.
Análisis de una sentencia expedida por el Poder Judicial

Sentencia de la cuarta sala penal especial de la corte superior de justicia de lima


sobre el caso Jalilie expediente n° 39-02 del 23 de junio de 2006.

Introducción

En el Perú en la década de los noventa se puso al descubierto a través de los medios


de comunicación una gran red de corrupción en el más alto nivel, durante el gobierno del
Presidente Alberto Fujimori, que afectó directamente la vigencia del Estado de Derecho,
incluyendo graves violaciones a los derechos humanos, como los casos Barrios Altos y la
Cantuta, que a la fecha han merecido pronunciamientos por parte de órganos
internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que han
determinado la responsabilidad internacional del Estado peruano.
En efecto, en dicha red de corrupción se supo que en noviembre de
1998 Alfredo Jalilie, Vice Ministro de Hacienda de ese entonces, facilitó18 la
utilización ilegal fondos públicos asignados al Servicio de Inteligencia Nacional
(SIN), para pagar a la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria
(SUNAT) una deuda tributaria a favor de una empresa vinculada con el gobierno,
por un monto de 2 millones de nuevos soles.
Conocido el caso, el señor Jalilie fue procesado en la vía penal ante el Poder
Judicial, sin embargo, en el transcurso del proceso, el Presidente de la República
emite la Resolución Suprema N° 97-2006-JUS (14 de junio de 2006), concediéndole
el derecho de gracia. Ello, reflejó la total impunidad con que actuaba el gobierno de
turno al legitimar casos comprobados de corrupción de funcionarios públicos,
interfiriendo incluso en el ejercicio regular de la función jurisdiccional que le
correspondía al Poder Judicial.
Como es evidente, dicha situación, una vez restaurado el orden democrático, debía
ser corregida, por lo que el 23 de junio de 2006 la Cuarta Sala Penal Especial de la
Corte Superior de Justicia de Lima, mediante Resolución, declaró inaplicable, por
incompatibilidad constitucional, la Resolución Suprema N° 97-2.006-JUS en el
extremo que concede el derecho de gracia a Alfredo Jalilie, disponiéndose continuar
con la causa según su estado.

18 Alfredo Jalilie se encargó de gestionar el dinero y coordinar telefónicamente con personal de la


SUNAT para que reciba al personal del SIN. Su participación estriba en haber dispuesto la
ampliación de calendario presupuestal del SIN por el monto de un millón novecientos mil Nuevos
Soles, que habrían servido
Dicha sentencia, que será analizada en el presente trabajo, constituye una decisión
de especial importancia en materia de control jurisdiccional de actos discrecionales
de la Administración Pública (como el derecho de gracia) cuando se advierta la
contravención de principios constitucionales como la separación de poderes, la
igualdad y el debido proceso.

La sentencia
La sentencia contiene temas que integran un número determinado de fundamentos
(argumentos), luego de ello, culmina con un punto denominado “Aplicación del Control
Difuso”, que es propiamente la aplicación de los fundamentos precedentes al caso
concreto sobre el que resuelve. En ese sentido, se analizarán los argumentos utilizados
por la Sala agrupados por cada tema desarrollado. Ello, en función de identificar el
empleo de una correcta motivación de la decisión judicial.
El derecho de gracia
El primer argumento que utiliza la Sala es el 1.1 que desarrolla dos supuestos: 1) El
Derecho de Gracia es una supervivencia de la antigua monarquía en la que el Rey era el
soberano de todos los poderes del Estado y 2) Actualmente se cuestiona el ejercicio de tal
facultad por ser incompatible con un Estado de Derecho.
A partir de ambos supuestos antagónicos, la Sala da una solución “equilibrada” a la
que llama “concepción equilibrada” y que consiste en que el derecho de gracia
“debidamente administrado” puede servir para la realización de la justicia material en
aquellos casos en que la estricta e inevitable aplicación del derecho, dé lugar a
resoluciones materialmente injustas o político criminalmente inadecuadas.
Dicha solución, que es una consecuencia de “equilibrar” ambos supuestos, no
resulta coherente, pues desde que se afirma que el derecho de gracia es una
“supervivencia” de un sistema que no sólo no existe en la actualidad, sino que es
reconocido como un sistema negativo (en tanto su característica de concentración de
poder es contraria directamente con el principio elemental del Estado de Derecho de la
separación de poderes), se está determinando implícitamente que la razón de ser de este
derecho ya no es útil a la luz del nuevo modelo de organización democrática.
Entonces, el primer supuesto no resulta un apoyo útil para el argumento de la
solución equilibrada, sino todo lo contrario, es una premisa que apunta a la ausencia de
justificación de mantener una institución como el derecho de gracia.
Igualmente, cuando se hace referencia a que el derecho de gracia “debidamente
administrado” puede servir para la realización de la justicia material en determinados
casos, lo que se hace es utilizar un argumento ciertamente débil 19, ya que se plantea una
justificación “posible”, que no se encuentra comprobada, no al menos en algún punto de
la sentencia (como hubiera podido suceder en el supuesto de que la Sala hubiera citado
algunos casos concretos donde ello sucedió).
De otro lado, los argumentos 1.2 y 1.3 son el soporte del argumento 1.4. Así, el
argumento 1.2 se refiere a la norma constitucional que reconoce la atribución del

19 M. ATIENZA. “Un comentario al caso Kalanke”. en Dnra 19 MadriJ IOOA


Presidente de la República de ejercer el derecho de gracia y el argumento 1.3 se refiere a
la norma constitucional que reconoce al derecho de gracia como uno de los límites a la
función jurisdiccional. Es decir, ambos argumentos constituyen los fundamentos
constitucionales del derecho de gracia, que permiten concluir acertadamente el contenido
del argumento 1.4: a) En principio ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes
ante el órgano jurisdiccional y b) La excepción a dicha regla es el Derecho de Gracia, que
es una atribución presidencial reconocida en la Constitución, cuyo efecto es la extinción
de la acción penal (premisa implícita).
Sin embargo, el argumento adicional del argumento 1.2 que señala que el derecho
de gracia requiere, por su naturaleza programática, un desarrollo legislativo no es
apropiado. Ello, porque no se está discutiendo la naturaleza de la norma, ni mucho
menos se está tratando de llenar una laguna.
En conclusión, el argumento central de este punto es el i.4, que concluye que el
derecho de gracia es una institución excepcional con reconocimiento constitucional,
cuyos únicos apoyos reales son los argumentos 1.2 y 1.3, no así los 1.1 y 1.5. Por ello,
aun cuando existen algunos argumentos impertinentes, existen otros que sostienen
legítimamente el fundamento central, por lo que este último es válido.

La separación de poderes
El primer argumento pese a tener reconocimiento positivo, contiene un principio
que trasciende al plano regulativo, por ser propiamente uno de los fundamentos del
modelo de Estado Democrático: 1- — J ]
Así, el argumento 2.1 se refiere a la regulación constitucional del principio de
separación de poderes. A dicho argumento la Sala adiciona uno: “en el principio de
corrección funcional reside esta disposición, donde cada poder realizar sus fines sin
interferir en los otros”.
Dicho argumento adicional resulta pertinente para efectos del análisis del caso, por
cuanto la separación de poderes entendida en su sentido literal no guardaría
correspondencia con el vigente modelo de Estado de Derecho, en tanto los fines
constitucionales de los Poderes del Estado hace que en algunas ocasiones realicen
funciones que clásicamente no le corresponderían (como por ejemplo que el Ejecutivo
pueda legislar). Bajo esa perspectiva si es pertinente establecer ciertos límites a dichas
nuevas facultades porque es evidente que en una organización funcional puede haber
conflicto entre los Poderes y también entre los diferentes órganos del Estado, y
precisamente para ello cobra sentido la aplicación del principio de corrección funcional
que se refiere a que el cumplimiento de los fines institucionales encuentra su límite en la
interferencia de otros fines legítimos.
No obstante, ambos principios se complementan480 y no es que la separación de
poderes está dentro de la corrección funcional, más aún cuando es harto conocido que el
primero es un principio históricamente aceptado, que como tal es un fin del modelo de
Estado, mientras el segundo es un principio de interpretación constitucional, que
precisamente adecúa al primero a las nuevas exigencias constitucionales del Estado
Democrático de Derecho.
De otro lado, el argumento 2.2 es un apoyo del argumento 2.1, en el sentido que
contiene el fundamento filosófico del principio de separación de poderes.
En consecuencia, en este punto se puede afirmar que el argumento central es el
reconocimiento constitucional del principio de separación de poderes (2.1), cuyos
argumentos de apoyo son su fundamento filosófico (2.2) y su complementación con el
principio de corrección funcional (argumento adicional).

El derecho a la verdad

El argumento 3.1 contiene la recurrencia a la jurisprudencia del Tribunal


Constitucional, que ha interpretado de acuerdo con el artículo 3o de la Constitución que
existe una “enumeración abierta” de derechos fundamentales no expresos. Ello, permite
reconocer un derecho a la verdad, que además se deriva de la obligación estatal de
proteger los derechos fundamentales y de la tutela jurisdiccional481. No obstante, debe
anotarse que se ha hecho uso de una analogía formal, pues no se ha aplicado la
jurisprudencia al fondo del asunto.
Dicho argumento guarda relación directa con el argumento subsecuente, que es el
3.2 que establece que el derecho a la verdad tiene rango constitucional por concretizar los
principios de la dignidad humana, del Estado democrático y social de derecho y de la
forma republicana de gobierno. Es claro que el argumento 3.1 y 3.2 tienen la misma idea,
diferenciándose en que el primero es sostenido por el Tribunal Constitucional y el
segundo por la Sala, que únicamente confirma lo sostenido por el primero.
A la luz de ello, la consecuencia vendría a constituir el argumento 3.3 que señala
que el derecho a la verdad es un derecho autónomo constitucional susceptible de
protección por parte del Estado. Es decir, a partir de los argumentos 3.1 y 3.2 se puede
concluir en el argumento 3.3.
En consecuencia, se puede concluir que el argumento central en este punto es el
3.3 (derecho a la verdad como derecho constitucional autónomo susceptible de
protección estatal) y sus apoyos directos son
los argumentos 3.1 (jurisprudencia sobre el derecho a la verdad del Tribunal
Constitucional) y 3.2 (reconocimiento de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional
por parte de la sala), los que a su vez se desprenden del argumento 3.4 (contenido del
derecho a la verdad) y del argumento adicional del argumento 3.3 (relación entre el
derecho a la verdad y el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva).

Principio de Igualdad

Sobre este se puede decir que no existe propiamente un argumento central en el


sentido que los tres argumentos se complementan en el mismo nivel: contenido y alcances
del principio de igualdad. Es decir, los tres argumentos no responden a un razonamiento
conse- cuencialista.
Sin embargo, consideramos que haber desarrollado este principio- derecho
constituye un fundamento pertinente, en el sentido que su utilización resulta aplicable
para el presente caso como se verá al momento que se analice la aplicación del control
difuso.
El argumento principal de este punto es: la exigencia internacional del Estado
peruano de combatir y juzgar la corrupción.
Así, el argumento 5.1 se refiere a la Convención Interamericana contra la
Corrupción, la que ha sido suscrita por el Perú. Del mismo modo, el argumento 5.2 se
refiere a la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción. Ambos argumentos
apuntan hacia una conclusión evidente: la existencia de la obligación internacional del
Estado peruano de combatir la corrupción.
A partir de lo descrito, se desprende que el argumento principal lo constituye el
argumento 5.3, que se refiere al Decreto Supremo N° 120- 2001-PCM, que es la eficacia
de la obligación internacional del Perú en materia de lucha contra la corrupción, en tanto
es una legislación nacional vigente sobre la materia.
La Motivación de las Resoluciones

El argumento 6.1 se refiere al contenido del artículo 139° inciso 5 de la Constitución


sobre que el deber de motivar, por escrito, las resoluciones judiciales es principio de la
función jurisdiccional. A este argumento se acompaña jurisprudencia del Tribunal
Constitucional en materia de motivación de resoluciones como expresión del debido
proceso, señalándose además que la decisión judicial debe ser una respuesta razonada,
motivada y congruente (argumento adicional 1). A ello, se suma un segundo argumento
adicional, sostenido en la fuente doctrinaria20, que se refiere a la consecuencia del respeto
al derecho de la motivación de resoluciones: permite al justiciable advertir posibles
errores en la emisión de toda resolución, siendo una garantía de defensa, que permite
conocer la ratio decidendi de la resolución.
Un tercer argumento adicional, aun cuando se encuentra en la doctrina citada, guarda
un contenido perfectamente diferenciable: el derecho a la motivación de las resoluciones
cumple una función extra procesal de garantía de publicidad y como tal de exclusión o de
interdicción de la arbitrariedad.
Este argumento adicional cumple un rol fundamental, porque identifica el
fundamento esencial del derecho a la motivación de las resoluciones, que es el principio
de interdicción de la arbitrariedad. Es decir, a través de este argumento encontramos la
justificación de exigir la motivación en las decisiones judiciales: evitar que se puedan
convalidar decisiones arbitrarias. Al respecto, es preciso tener en cuenta que la
arbitrariedad por ser un concepto tan amplio, no sólo implica la ausencia de motivación,
sino también cuando esta es insuficiente, contradictoria o parcializada.
Por otro lado, el argumento 6.2, que tiene base en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional483, refiere que la aplicación del principio de motivación de las resoluciones
se extiende al ámbito administrativo. Este argumento se apoya en un argumento de tipo
legal, ya que se trae a colación el artículo 6o de la Ley de Procedimiento Administrativo
General, Ley 27444, sobre la materia.

20 E. ARIANO DEJO, en La Constitución Comentada Tnmn TT Garito


Entonces el razonamiento es el siguiente: Si por virtud de la Ley, la motivación
expresa se aplica en el ámbito administrativo, entonces el derecho a la motivación
reconocido en la Constitución se aplica en el ámbito administrativo. Esto no es adecuado,
por contravenir un apotegma jurídico ampliamente reconocido: “quien puede lo menos
no necesariamente puede lo más”. En el caso puntual, de acuerdo con el texto del
argumento, se tiene que se ha establecido que como la ley reconoce la exigencia de la
motivación de las resoluciones en el ámbito administrativo, entonces se aplica la norma
constitucional sobre la materia. Ello no es correcto por cuanto la Constitución es
suficiente para reconocer la motivación de las resoluciones en el plano administrativo, no
necesitando la habilitación de norma con rango legal alguno como es la Ley N° 27444,
para tener efecto. En todo caso, la referencia a la Ley N° 27444 debe ser tomada como un
argumento adicional útil, porque es la regulación especial pertinente.
El argumento 6.3 es aquel que indica que la motivación es especialmente necesaria,
cuando medie discrecionalidad por parte del funcionario, más aún si es tan amplia como
en el presente caso. Este argumento es el que constituye otro argumento que permite llegar
a la conclusión del argumento 1.5: La Resolución que concede el derecho de gracia a
Alfredo Jalilie al no enunciar cuáles son las motivaciones que conducen al ejercicio de
tal facultad, es arbitraria.
Por lo tanto, el argumento central válido de esta parte es el 1.5, cuyos apoyos son los
argumentos 6.1, (con sus dos argumentos adicionales), 6.2 y 6.3.

El control difuso

Terminando el análisis temático la Sala desarrolla el tema del Control Difuso. En ese
sentido, el primer argumento es el 7.1, que se refiere a la regulación constitucional sobre
la materia, que es una norma de carácter imperativo en el sentido que la preferencia
establecida no es una facultad de los jueces sino un deber, lo que guarda coherencia con
el principio de supremacía constitucional que se encuentra presente en el modelo de
Estado democrático de Derecho.
Dicho argumento contiene además dos argumentos adicionales que fortalecen la idea
central descrita: Es un deber del juez preferir la Constitución ante un conflicto con una
norma de rango legal. Los argumentos adicionales son: 1) La Ley Orgánica del Poder
Judicial señala que dicho control procede incluso respecto de normas de menor jerarquía
y 2) El control difuso ha sido ratificado por el artículo VI del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional. Ambos argumentos únicamente refuerzan la idea central, pues
se refieren a la regulación legal que “ratifica” o “confirma” lo que la Constitución ya ha
establecido, y que por tanto, se aplica directamente21.
Ahora bien, el argumento 7.2 es un argumento de apoyo, pues contiene
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, que es el órgano por excelencia de

21 AI respecto, debe recordarse que en el Estado Constitucional de Derecho una de las características
esenciales es que las normas constitucionales se convierten en normas directamente aplicables.
Siendo ello así, debe dejarse sentado que independientemente de que los argumentos adicionales
existan.
interpretación constitucional, por lo que a diferencia, de los argumentos adicionales
descritos en el párrafo anterior, sí constituye un argumento de refuerzo importante.
El argumento 7.3 es un argumento sostenido por el Tribunal Constitucional, pero
que no se refiere al tema de la confirmación de la norma constitucional o al contenido y
consecuencias del control difuso, sino que tiene que ver con la aplicación complicada de
esta institución por colisionar con el principio de constitucionalidad de las leyes. Sin
embargo, como toda regla, también tiene excepciones, y una de ellas es precisamente la
aplicación del control difuso, porque este tipo de control no se aplica en abstracto, sino
que pasa por un análisis (debidamente motivado) del caso concreto. Asimismo, es una
excepción, pues como se recuerda, la aplicación del control difuso no implica la
derogación de la norma, por no tener efectos generales.
Así, el argumento 7.3 es un argumento de apoyo del 7.1, pues determina los alcances
de la aplicación del control difuso.
No obstante, la coherencia de los argumentos anteriores, al final de esta parte la
Sala incluye el argumento 7.4: el control difuso constituye una facultad de
interpretación que tienen los jueces como inherente a su potestad de inaplicación de
normas. No es firmar como idea central (7.1) que es un deber de los jueces
"Constitución cuando haya conflicto con una norma con "negó señalar que el control
difuso es una potestad del 'te, ello es una contradicción, lo cual se grava con me emplea
la Sala en los siguientes argumentos fia de la potestad de inaplicar normas e 2) 'judicial,
argumentos que no contribuyen en mcia constitucional es una facultad y no además,
significaría la relativización fional, lo cual, como hemos visto, de Estado de Derecho
vigente.
La aplicación del control difuso

En esta parte es de destacar el argumento 3: El derecho de gracia es un acto


administrativo atípico en el contexto de un Estado de Derecho por ser una prerrogativa
que incide negativamente en la pretensión punitiva y de resarcimiento del Estado.
Entonces, se debe encontrar sujeta a las exigencias de excepcionalidad, legalidad,
razonabilidad y discrecionalidad limitada.
Dicho argumento cobra especial importancia, pues en realidad constituye el
argumento central correspondiente al tema del Derecho de Gracia: en tanto facultad
excepcional, el derecho de gracia se encuentra sujeto a límites.
Así, el argumento 1.4, sostenido por los argumentos 1.2 y 1.3, genera como
consecuencia el argumento 3, por ser este el argumento que fundamenta la idea de que el
derecho de gracia no es una facultad absoluta.
El argumento anterior tiene apoyo en el argumento 4, que establece la idea de que si
bien no hay una regulación expresa del ejercicio del derecho de gracia corresponde a la
autoridad judicial que conoce del proceso materia de la gracia, el controlarlo a la luz de
las exigencias constitucionales.
Seguidamente la Sala evalúa en qué condiciones puede hacerse efectiva la función
contralora de la judicatura, la cual no es otra cosa sino los argumentos de apoyo del
argumento central 4: el derecho de gracia puede ser controlado por la judicatura bajo
determinadas condiciones.
Para ello el primer argumento es el 6, que dispone que el Derecho de Gracia está
sujeto, en la medida que pueda afectar el interés público, a la exigencia de motivación,
conforme a ley. Es decir, aquí ya se empiezan a definir los elementos que debe observar
el Poder siendo el primero de ellos, la motivación. Ello, porque a través de la motivación
los ciudadanos y los órganos estatales podrán controlar la racionalidad y legalidad de los
actos de una autoridad pública, con lo que se resguarda el principio de interdicción de la
arbitrariedad, lo cual es aceptado por consenso internacional22.
Después, la Sala expresa el argumento 7, que es propiamente una conclusión: la
Resolución Suprema N° 97-2006-JUS no se encuentra debidamente motivada, lo que es
incompatible con los principios constitucionales de separación de poderes, tutela
jurisdiccional, e igualdad ante la ley.
Consideramos que la conclusión es correcta por cuanto ha usado una estructura de
supuesto y consecuencia que resume en gran parte lo desarrollado hasta aquí: si no hay
motivación, entonces se contraviene principios constitucionales como el de separación de
poderes, tutela jurisdiccional e igualdad ante la ley. La separación de poderes porque no
se ha justificado la incidencia en la continuación regular de un proceso judicial; la tutela
jurisdiccional porque existe interés de la sociedad de conocer verdad de los hechos
materia del proceso; y la igualdad ante la ley porque existen muchas otras personas que
con igual o mayor razón pudieran verse beneficiadas con el ejercicio del derecho de
gracia.
Por otro lado, el primer apoyo utilizado no resulta útil, por cuanto tiende a justificar
la permanencia del derecho de gracia en la actualidad, sin embargo, en esta parte ya no se
está discutiendo ello, sino más bien la motivación que debe contener el ejercicio del
derecho de gracia.
En cambio, el segundo argumento de apoyo sí es útil, por cuanto define los límites
de la concesión del derecho de gracia: excepcionalidad, legalidad, razonabilidad y
discrecionalidad. Dichos límites constituyen la respuesta a la pregunta: ¿Cuándo deviene
el ejercicio del derecho de gracia en inconstitucional?
Ahora bien, el argumento 8 es otra conclusión: el acto de concesión del derecho de
gracia al señor Jalilie Awapara interfiere en la continuación de su proceso, al no ejercerse
en la forma y dentro los límites de excepcionalidad previstos en la Constitución. Dicho
argumento se sostiene en otros dos: 1) el principio de separación de poderes, del cual
deriva la potestad exclusiva y excluyente de administrar justicia por parte del Poder
Judicial y 2) vulneración del derecho de la sociedad a conocer la verdad: tutela
jurisdiccional efectiva.

22 Principios adoptados por el grupo de Bruselas por la Justicia Internacional en el año 2002, donde se
señala que las medidas de amnistía, de gracia y las demás medidas de perdón, no pueden perjudicar
a las obligaciones impuestas a los Estados por el Derecho Internacional de Investigar los crímenes
graves, de llevar a los presuntos autores ante la justicia y de conceder reparación a las víctimas.
Este principio, señala, no es ningún obstáculo para medidas
Ambos apoyos resultan coherentes porque, al igual que la conclusión anterior
(argumento 7), se reconoce la necesidad de respetar el principio de separación de poderes
y el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, los cuales son útiles para apoyar la idea
central: la interferencia (injustificada) del derecho de gracia en el proceso del señor Jalilie.
El argumento 11 es en realidad un apoyo al argumento de la importancia del respeto
a la tutela jurisdiccional efectiva, por cuanto hace referencia a que el Perú es signatario
de convenciones internacionales contra la corrupción.
Del mismo modo, el argumento 12 también refuerza la idea de la aplicación de la
tutela jurisdiccional efectiva, en tanto señala que la tutela jurisdiccional se concreta con
la sanción efectiva de las personas involucradas en actos de corrupción que hayan sido
declaradas responsables luego de un proceso penal, llevado a cabo con todas las garantías
propias de un Estado de Derecho. Es importante que se haya incluido la condición en la
que también debe llevarse a cabo i r . • • i i i ./ i i ...lili.-!
proceso, que además es el que sostiene a la exigencia de la motivación de las resoluciones.
Es decir, se ha identificado el límite de la aplicación de la sanción por actos de corrupción:
el respeto por el debido proceso.
Asimismo, se ha consignado un argumento de apoyo que constituye la razón de que
se sancionen los delitos de corrupción: Los delitos de corrupción afectan gravemente el
erario nacional, pues afectan la transparencia e igualdad de los ciudadanos en sus
relaciones con el Estado y disminuyen la capacidad competitiva del Estado en el mercado
internacional. Este es un argumento útil, ya que apunta a las graves consecuencias que
acarrea no sancionar los actos de corrupción, cuyos alcances implican la vulneración de
principios constitucionales como el de la igualdad y la seguridad jurídica (disminución
de la capacidad competitiva del Estado en el mercado internacional).
Por su lado, pensamos que el argumento 13 si bien no apoya el sentido de la decisión
final, sí constituye una aclaración pertinente: la sala no se pronuncia sobre la culpabilidad
o inocencia del procesado Jalilie Awapara, toda vez que la ampara el principio de
presunción de inocencia. Para ello, se precisa que únicamente se está cuestionando que
una decisión insuficientemente motivada afecta derechos como el de acceso a la verdad
y a la tutela jurisdiccional efectiva.
El argumento 14 desarrolla propiamente la afectación en el caso concreto del
principio de igualdad. Así, se refiere que la Resolución Suprema afecta el principio de
igualdad ante la ley, puesto que puede legítimamente aducirse que otros procesados se
encuentren en igual o mejor situación jurídica para obtener la gracia presidencial, pero
respecto a los cuales no se ejerce dicha prerrogativa presidencial. Este argumento ya se
encuentra implícito en el tercer apoyo del argumento 7, sin embargo, consideramos que
es adecuado traerlo a colación porque es propiamente en esta parte donde debe estar
ubicado. Cuando se refiere que existen otros procesados en igual o mejor situación
jurídica para obtener la gracia presidencial, en realidad se está planteando una riiPQtinn
nnlítirív nrwpr loe rnncprnpnriac /rno oí nmnnrn
de una gracia presidencial como la que es materia de análisis: un caso que es ciertamente
público (con gran repercusión en la prensa e incluso con procesos y sentencias por parte
de organismos jurisdiccionales internacionales de protección de derechos humanos) y
cuyo resultado en el proceso judicial que resuelve esta sentencia, se encuentra a la
expectativa de toda una población. Ello, lejos de constituir una presión para los
magistrados de la Sala, hace relucir que la Jurisdicción no sólo tiene valoraciones
jurídicas, sino también morales, como es el sentido de la justicia respecto de una situación
de equiparar dos situaciones: la discrecionalidad de la gracia presidencial, que además es
constitucional, y el hecho de que cientos procesados por afectación a bienes jurídicos de
menor intensidad (no delitos de corrupción o derechos humanos) pueden reclamar con
legítimo derecho el otorgamiento de la gracia presidencial.

Por ello, creemos que es correcto haber afirmado como argumento de apoyo que la
discrecionalidad en el ejercicio del derecho de gracia no puede ser interpretada como una
autorización ilimitada siendo que el límite se encuentra en la exigencia de motivación de
la Resolución Suprema. Este límite permitirá resguardar el principio de igualdad, en tanto
los procesados administrados que quieran peticionar la concesión de una gracia podrán
determinar si están en similar situación jurídica que la de un agraciado anterior. Esto en
buena cuenta, es un argumento con contenido moral: la justicia que respalda la vigencia
del principio de igualdad.
Finalmente, la Sala, a partir de todo lo expuesto concluye que la Resolución Suprema es
incompatible con la Constitución y los Tratados Internacionales que amparan el derecho
a la verdad, a la igualdad ante la Ley, el derecho a la observancia del debido proceso y a
la Tutela Jurisdiccional y a la motivación de las resoluciones. Ello, como es lógico es una
conclusión coherente con todo lo anteriormente expuesto, y que responde a la
identificación de cada una de las condiciones en que debe de gracia, que como se ha visto,
implica una decisión jurisdiccional perfectamente legítima amparada en principios
constitucionales.
Por lo expuesto, se puede concluir que la resolución materia de análisis ha
justificado apropiadamente (mediante doctrina, jurisprudencia, legislación nacional e
internacional y un razonamiento coherente de acuerdo a los hechos del caso) cada uno de
los fundamentos que sustentan su decisión, habiendo aplicado un conjunto de normas y
principios jurídicos pertinentes de forma integral, lo que conlleva a determinar la
legitimidad de la resolución. Asimismo, ha tenido en cuenta valores sociales, como la
efectuada al momento de aplicar los principios de igualdad y de justicia, donde equiparó
al caso la situación de miles de presos que probablemente tengan mejor derecho que el
señor Jalilie. En todo caso, más allá de algunas contradicciones que no inciden en el
fundamento central (que se apoya como hemos visto en otras razones plenamente
justificadas), la sentencia ha respetado las reglas mínimas de la lógica deductiva,
cumpliendo además con la función pedagógica de la motivación, en el entendido que esta
decisión marca un precedente en el Perú de una decisión judicial en materia de límites a
una prerrogativa que históricamente se consideraba absoluta, como es el derecho de gracia
(donde no se exigía la motivación).

Conclusiones:

La sentencia del caso Jalilie constituye una decisión trascendental de la


jurisdicción peruana considerando los acontecimientos en que se produjeron
los hechos.
Es correcto señalar que el derecho de gracia es una excepción al principio de
que ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano
jurisdiccional, cuyo fundamento es el principio de separación de poderes.
Es pertinente concluir que el derecho a la verdad es un límite
combatir la corrupción, siendo la legislación nacional sobre la materia una expresión
de dicha obligación.
El argumento del respeto al principio de motivación de las resoluciones es un
fundamento sustancial para la resolución del caso, en tanto permite cumplir con el
principio de interdicción de la arbitrariedad.
Los argumentos que sostienen la legitimidad del control difuso de constitucionalidad
de las leyes es su reconocimiento constitucional y su legitimidad en todos los ámbitos
consagrada por el Tribunal Constitucional.
Es correcto haber concluido que el principio de motivación de las resoluciones es el
límite medular del control difuso.
El razonamiento de la Sala no es correcto cuando afirma que el control difuso es un
deber y una facultad a la vez. Es un argumento contradictorio.
Es coherente sostener que, en tanto facultad excepcional, el derecho de gracia está
sujeto a límites.
Es coherente afirmar que en tanto el Poder Judicial hace cumplir la tutela
jurisdiccional y el valor de la justicia, debe cumplir una función contralora del ejercicio
del derecho de gracia.
Dicho control debe ejercerse bajo ciertas condiciones como la exigencia de la
motivación, que además tiene consenso internacional.
Es correcto señalar que una resolución que no está debidamente motivada afecta: la
separación de poderes; la tutela jurisdiccional; y la igualdad ante la ley. Es correcto
señalar que la concesión del derecho de gracia al señor Jalilie Awapara interfiere
injustificadamente en la continuación de su proceso, al no ejercerse en la forma y dentro
los límites de excepcionalidad previstos en la Constitución.
La recurrencia a valoraciones morales como la justicia son importantes en la
motivación de la sentencia en el sentido que se equiparó dos situaciones claras: la
discrecionalidad de la gracia presidencial y el hecho de que cientos procesados también
pueden reclamar con mejor derecho el otorgamiento de la gracia presidencial.
No obstante, la identificación de algunas contradicciones o argumentos inútiles, la
conclusión de la Sala es jurídica y moralmente correcta. La Resolución Suprema que
otorgó el derecho de gracia es incompatible con la Constitución y los Tratados
Internacionales que garantizan el derecho a la verdad, a la igualdad ante la Ley, al debido
proceso, a la tutela jurisdiccional y a la motivación de las resoluciones, por lo que se
justifica la aplicación del control difuso.
La sentencia ha justificado apropiadamente (doctrina, jurisprudencia, legislación
nacional e internacional y un razonamiento coherente de acuerdo a los hechos del caso)
cada uno de los fundamentos que sustentan su decisión, recayendo su legitimidad en la
aplicación de un conjunto de normas y principios jurídicos pertinentes de forma integral.
La sentencia cumple la función pedagógica de la motivación, en tanto constituye un
precedente judicial en el Perú en materia de límites a una prerrogativa que históricamente
se consideraba absoluta, como es el derecho de gracia (que no exigía la motivación).

También podría gustarte