Resumen FINAL Adultos.

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UNIDAD 1 : FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

PSICOANALÍTICA

Concepto de inconsciente. El conflicto psíquico. El síntoma analítico.

1) Freud (1895). ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA


El valor de la hipnosis para facilitar curas catárticas se me ha vuelto dudoso tras vivenciar ejemplos
de indocilidad terapéutica absoluta, no obstante existir, en sonambulismo profundo, una notable
obediencia en otros terrenos.

En lo que va de mi exposición se nos ha situado en el primer plano la idea de la resistencia, he


demostrado como a raíz del trabajo terapéutico uno se ve llevado a la concepción de que la histeria se
genera por la represión desde la fuerza motriz de la defensa, de una representación inconciliable; de que la
representación reprimida permanece como una huella mnémica débil (menos intensa), y el afecto que se
le arranco es empleado para una inervación somática: conversión de la excitación. Entonces, justamente
en virtud de su represión, la representación se vuelve causa de síntomas patológicos, vale decir, patógena
ella misma. A una histeria que muestre mecanismo psíquico se le puede adherir la designación de histeria
de defensa. Breurer y yo, hemos hablado de otras dos variedades de histeria: histria hipnoide e histeria de
retención.

El material psíquico patógeno , supuestamente olvidado, no está a disposición del yo ni desempeña


papel alguno en la asociación y el recuerdo, a pesar de lo cual, se encuentra aprontado de alguna manera ,
y por cierro en buen y correcto orden. Por eso se trata solo de eliminar resistencias que bloquean su
camino

Las más de las veces no se tiene un síntoma histérico único, sino un conjunto de ellos en parte
independientes entre si, en parte enlazados. No se debe esperar un único recuerdo traumático y, como su
núcleo, una única representación patógena, sino que es preciso estar preparado para encontrarse con series
de traumas parciales y encadenamientos de ilaciones patógenas de pensamiento.

El material psíquico de una histeria así se figura como un producto multidimensional de por lo
menos una triple estratificación. Primero esta el núcleo de recuerdos (recuerdos de vivencias o de
ilaciones del pensamiento) en los cuales ha culminado el momento traumático o halló su plasmación más
pura la idea patógena. En torno de este núcleo hallamos una muchedumbre, a menudo de increíble
riqueza, de un material mnémico de adversa índole que en el análisis es preciso reelaborar y presenta un
triple ordenamiento.

Primero es inequívoco un ordenamiento lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada tema
singular. La secuencia de su génesis: la vivencia más fresca y reciente del fascículo aparece primero domo
“hoja” de cubierta” y la hoja de cierre esta constituida por aquella impresión con que en realidad se
empezó la serie.

La segunda manera de ordenamiento: están estratificados de manera concéntrica en torno al núcleo


patógeno. Son estratos de resistencia creciente esta ultima hacia el núcleo, y con ello zonas de igual
alteración de conciencia dentro de las cuales de extienden los tema singulares.

El tercer tipo de ordenamiento es el de según el contenido del pensamiento, el enlace por los hilos
lógicos que llegan hasta el nucelo, enlace al cual en cada paso puede corresponderle un camino irregular y
de múltiples vueltas. Ese ordenamiento posee un carácter dinámica.

El nexo lógico no se corresponde con una línea quebrada en zigzag, sino más bien con un sistema
de líneas ramificadas, y muy en particular convergentes. Tiene puntos nodales en los que coinciden dos o
más hilos, que desde ahí vuelven a devanarse unidos; y en el nucleo desembocan por regla general varios
hilos de trayectorias separadas o que muestran a trechos conexiones laterales. Es decir, un síntoma es de
determinismo múltiple.

Puede ocurrir que en el material patógeno haya un juego más de un núcleo, por ejemplo, cuando
toca analizar un segundo estallido histérico que tiene su propia etiología, pero se entrama con un primer
estallido de histeria aguda, superado años atrás.

La terapia no consiste en extirpar algo, sino en disolver la resistencia y así facilitar a la circulación
el camino por un ámbito antes bloqueado.

El estrechamiento de la conciencia: nunca puede ingresar en el yo-conciencia más que un único


recuerdo; el enfermo ocupado en la reelaboración de ese solo, no ve nada de lo que esfuerza detrás y
olvida lo que ya ha pasado. Y si el dominio sobre este solo recuerdo patógeno tropieza con dificultades,
Por ejemplo si el enfermo no relaja la resistencia a él, siquiera reprimirlo o mutilarlo; entonces ese paso
de etsrechura, por así decir, se obstruye; el trabajo se atasca, nada más puede pasar por ahí, y ese recuerdo
solo que se encuentra en el pasadizo permanecerá ante el enfermo hasta que lo haya aceptado en la
anchura del yo. De tal suerte, toda la masa, espacialmente extensa, del patógeno se filtrará Como por una
estrecha hendidura, Y así alcanzará la conciencia como descompuesta en fragmentos O jirones. Es tarea
de psicoterapeuta recomponer desde ahí la organización conjeturada. Es totalmente infructuoso avanzar
en forma directa hasta el núcleo de la organización patógeno. Y aunque uno fuera capaz de colegirla
Como el enfermo no sabría qué hacer con el esclarecimiento que se le obsequia, ni sería alterado
psíquicamente por este último.

No tenemos más remedio que mantenernos al comienzo en la periferia del producto psíquico
patógeno. Uno empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda, en lo cual uno ya dirige
su atención Y supera resistencias leves aplicando el procedimiento de la presión. Toda vez que por el
medio del presionar uno haya abierto un nuevo camino , puede esperar que durante un trecho el enfermo
avanzara libre de nueva resistencia.

Si los enlaces entre representaciones de los neuróticos y, En especial, de los histéricos causan una
impresión diversa; si aquí la relación entre las intensidades de diferentes representaciones no parece
explicable a partir de condiciones psicológicas solamente, ya nos hemos anoticiado de la razón de esa
apariencia Y sabemos nombrarla Como existencia de motivos escondidos, Inconscientes.

De esta manera, Por las pistas que ofrecen unas lagunas en la primera exposición del enfermo, a
menudo encubiertas por “enlaces falsos”, pilla uno cierto tramo del hilo lógico en la periferia Y desde ahí
mediante el procedimiento de la presión facilita el ulterior camino.
Se puede aseverar que en el curso un análisis así no aflora ninguna reminiscencia singular que no
posea su significado. En verdad nunca se produce la intromisión de imágenes mnémicas carentes de toda
pertinencia, que estuvieran solo asociadas de algún modo con las importantes

Cuando entre las tareas de análisis se encuentra la eliminación de un síntoma susceptible de


acrecentamiento en su intensidad o de retorno, durante el trabajo se observa, de ese síntoma, el interesante
y no indeseado fenómeno de la intromisión. El síntoma en cuestión reaparece, o surge con intensidad
reforzada, tan pronto como uno ha entrado en la región de la organización patógena que contiene la
etiología de este síntoma, y entonces sigue acompañado al Trabajo con unas oscilaciones características e
instructivas para el medico. La intensidad del síntoma se incrementa cuanto más hondo se entre en uno de
los recuerdos patógenos pertinentes, alcanza la altura máxima poco antes de que estos últimos sean
declarados, y desciende de repente tras una declaración completa, o aun desaparece por entero durante un
tiempo.

En relación al enfermo en el análisis: las representaciones que vienen de la profundidad máxima,


las que constituyen el núcleo de la organización patógena, son las que con mayor dificultad reconoce el
enfermo como recuerdos.

Y no pocos casos, en particular en mujeres Y donde se trata de aclarar unas ilaciones de


pensamiento eróticas, la colaboración de los pacientes pasó hacer un sacrificio personal qué tiene Que ser
recompensado mediante algún subrogado del amor. Cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea
patógena, al enfermarse le cruzara la conciencia de los cargos que se han acumulado Contra aquel. Hasta
donde llega mi experiencia, es obstáculo sobreviene en tres casos principales:
• el de una enajenación personal, cuando la enferma se cree relegada, Menospreciada, afrentada O ha
escuchado cosas desfavorables sobre el médico Y el método de tratamiento
• Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado la persona del médico, perder su
autonomía frente a el Y hasta caer en dependencia sexual de el.
• Cuando el enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones penosas que
afloran del contenido del análisis. Eso es frecuente, Y aún de ocurrencia regular en muchos análisis. La
transferencia sobre el médico acontece por enlace falso
No se puede llevar a término ningún análisis si uno no sabe habérselas con la resistencia que resulta
de los tres hechos mencionados. Ahora bien, uno halla camino apropiado si se forma el designio de tratar
a este síntoma, neo producido según un modelo antiguo, Lo mismo que a un síntoma antiguo. La primera
tarea es volverle consciente al enfermo ese obstáculo.

2) Freud, (1916) CONFERENCIA 16: PSICOANÁLISIS Y PSIQUIATRÍA. (PR A-


1)
En esta conferencia, Freud cuestiona la posición de la psiquiatría frente a su renuencia por tomar en
cuenta al psicoanálisis. Dice que los médicos se comprometen muy poco con los neuróticos, que prestan
poca atención a lo que ellos tienen por decir de su propio malestar y así se pierden de hacer valiosas
intelecciones en profundidad.
Plantea el caso de una mujer de unos 50 años que sufre delirio de celos hacia su marido. Postula
que la psiquiatría poco tiene que hacer frente a este caso, y que sólo se remitiría a buscar razones que den
cuenta de un factor hereditario y se detendría allí. Pues bien, Freud encuentra en el discurso de la propia
paciente que su delirio de celos no sólo puede deberse a factores hereditarios, sino que lo que sucede allí
es un mecanismo de desplazamiento en la persona del marido acerca de sus propias mociones de
infidelidad. No contradice la hipótesis médica, más bien la complementa.
El psicoanálisis es a la psiquiatría lo que la histología a la anatomía: ésta estudia las formas
exteriores de los órganos; aquella, su constitución a partir de los tejidos y de las células. Es inconcebible
una contradicción entre estas modalidades de estudio, una de las cuales continúa a la otra. Freud confía en
que en una época no muy lejana comprenderemos que no es posible una psiquiatría profundizada en
sentido científico sin un buen conocimiento de los procesos de la vida del alma que van por lo profundo,
de los procesos inconscientes.

3) Freud (1916) CONFERENCIA 17: EL SENTIDO DE LOS SÍNTOMAS


En esta conferencia Freud hace una clara distinción entre el enfoque de la psiquiatría clásica de su
época y la del psicoanálisis. El describe a la sintomatología de la llamada Neurosis Obsesiva, en donde
hay conductas para muchos irracionales, y a diferencia de la psiquiatría que los consideraban como
“degenerados” y no trataban de explicar estas conductas, el plantea que hay un sentido oculto detrás de
cada síntoma.
Para esto el narra dos casos de su propia clínica en dónde quiere demostrar que siempre hay un
suceso precedente y desencadenante que está oculto a la conciencia del paciente. Él dice que el síntoma es
individual y Rico en sentido, y este sentido se entrama con la historia del enfermo. Coincide en este punto
con Janet al considerarlos “exteriorizaciones del Inconsciente”.
También hace una diferencia entre la sintomatología de la neurosis obsesiva y la de la histeria de
conversión. En esta última la angustia se aloja en el cuerpo y en la Neurosis Obsesiva el sufrimiento está
en el alma, caracterizada por pensamientos recurrentes que el enfermo no puede refrenar y son movidos a
realizar acciones que no le dan satisfacción alguna. Estos pensamientos son el disparador de una
esforzada actividad de pensamiento que deja exhausto al enfermo. Hay impulsos en estos pensamientos
que no puede materializar entonces realiza un montón de actividades para evitar llevar a cabo esas
atrocidades para la conciencia. El resultado es el triunfo de la huida y la precaución. El enfermo no puede
dejar de hacer estas rutinas, porque en ellas desplaza la pulsión que lo atormenta, pero no las suprime. Él
lo describe como un penar estrafalario. El plantea que analizar el síntoma te lleva al núcleo más íntimo de
un caso.
“El primer caso que plantea es el de una mujer de 30 años cuya acción obsesiva más recurrente era
la de correr de una habitación a la otra, detenerse en el medio frente a una mesa, llamar a la mucama por
cualquier tontería, despedirla y luego corría a la habitación siguiente. Al preguntarle por qué lo hacía
decía “no saber”, pero de pronto supo porque lo hacía. Relato que en la noche de bodas su marido resulto
impotente. Este había corrido de una habitación a las otras reiteradas veces para intentar concretar el acto
sexual sin éxito alguno; y este exclamo que era “como para avergonzarse ante una mucama”. Por eso
tomó un frasco con tinta roja y manchó en vez de las sábanas, un mantel, para simular que había
desvirgado a su mujer. Freud hace un paralelismo entre mesa y cama. En este caso la paciente se
identifica con su marido, representa su papel. El núcleo de esta acción es el llamado a la mucama a quién
le pone la mancha ante los ojos y de esta manera salva al marido de la vergüenza.”
Con este caso Freud insinúa que detrás de estas acciones repetitivas hay algo oculto que casi
siempre seria de carácter sexual. Para demostrarlo plantea el siguiente caso.
“Cuenta el caso de una señorita de 19 años que tenía una molesta rutina a la hora de acostarse. Digo
molesta porque su ritual le llevaba casi 2 horas en realizarse y era un hecho inevitable si quería dormir.
Ella exigía que parasen todos los relojes de péndulo de la sala, y sacar hasta el pequeño reloj de pulsera de
su mesita de noche, porque no la dejaban dormir con el tic-tac. También exigía que retirasen todos los
floreros y jarrones de su dormitorio por miedo a que se cayeran y también tenía un modo particular de
acomodar sus almohadas, en donde no podían tocar el respaldo, y ella debía acomodar la cabeza
exactamente en el centro del rombo que formaba el almohadón. Además exigía que sus padres dejaran la
puerta entornada de su dormitorio. Freud interroga en varias oportunidades a la paciente y después de
muchas resistencias de ella a asociar su sintomatología, descubren la relación que tienen los relojes con el
“latir” involuntario del clítoris en las noches. También al obligarlos a los padres a dejar su puerta
entreabierta exige que estos no tengan intimidad sexual. Freud analiza cada detalle narrado por ella como
si fuera un sueño desde su simbología, y vuelve a demostrar que lo oculto y reprimido es de índole
sexual.”
Freud concluye que los síntomas neuróticos tienen un sentido similar al de las operaciones fallidas
y los sueños y que están en vinculación directa con el paciente. El plantea que la tarea del analista es
descubrir esta situación del pasado en la que la idea estaba justificada y la acción respondía a su fin. El
habla de que los síntomas tienen rasgos “típicos” y rasgos “particulares”. Es estos que se va a poder
investigar la historia que los desencadeno. Los rasgos típicos son los que van a ayudarnos para enmarcar
al paciente en un diagnóstico, y los “singulares” sirven de material para desentramar la vivencia
particular.

4) Freud (1916) CONF 23: LOS CAMINOS DE LA FORMACIÓN DE SÍNTOMA

Importa distinguir los síntomas de la enfermedad, tras la eliminación de aquellos la enfermedad es


la capacidad para formar nuevos síntomas. Los síntomas son actos perjudiciales o inútiles, que la persona
realiza contra su voluntad, y conllevan displacer o sufrimiento. Su perjuicio es el gasto anímico que ellos
cuestan y que se necesitan para combatirlos. Sí la formación de síntoma es extensa puede empobrecer a la
persona en cuanto a energía anímica disponible. Interesa la cantidad de energía requerida, por lo que
"estar enfermo" es un concepto práctico. Desde el punto de vista teórico todos somos neuróticos, pues las
condiciones para la formación de síntomas también están en las personas normales.
Los síntomas neuróticos resultan de un conflicto en torno a una nueva modalidad de satisfacción
pulsional. Las dos fuerzas opuestas coinciden en el síntoma (compromiso de la formación) por eso es tan
resistente. Una de las dos partes es la libido insatisfecha, denegado (frustrado) su objeto en la realidad,
busca otros caminos para su satisfacción. Emprende el camino de la regresión y aspira a satisfacerse en
una de las organizaciones superadas o por medio de uno de los objetos resignados. La libido es cautivada
por la fijación que ha dejado tras de su desarrollo.
Sí las regresiones no despiertan contradicción del yo, no sobrevendrá la neurosis, y la libido
alcanzará una satisfacción real no normal (perversión) El conflicto se plantea si el yo no acuerda con estas
regresiones. La libido intenta drenar su investidura energética, según el principio de placer, y tiene que
sustraerse del yo. Las fijaciones que recorre en sentido regresivo y de las cuales el yo se protegió a través
de represiones, le permiten drenaje. La libido inviste las posiciones reprimidas y se sustrae del yo y de sus
leyes, bajo la frustración externa e interna. Las representaciones sobre las cuales la libido transfiere su
investidura pertenecen al sistema Inconscientey están sometidas a los procesos de condensación y
desplazamiento. Se establecen formaciones similares a las de la formación del sueño. El sueño es el
cumplimiento de una fantasía Inconscientede deseo que entra en transacción con un fragmento de
actividad Pre-cc, esta ejerce la censura y permite la formación del sueño manifiesto como compromiso.
La subrogación de la libido en el interior del Inconscientetiene que contar con el poder del yo Pre-cc. La
contradicción del yo contra ella la persigue como "contrainvestidura" y la fuerza a escoger una expresión
que al mismo tiempo sea la suya. El síntoma se engendra como un retoño del cumplimiento de deseo Icc,
desfigurado y provisto de dos significados que se contradicen. La diferencia entre la formación de sueño y
la del síntoma es que el propósito Pre-cc del sueño es preservar el dormir y tolera más la moción de deseo
Inconscienteporque el estado del dormir bloquea la salida a la realidad.
La libido escapa en el conflicto gracias a la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva de
estas lleva a sortear la represión y a la satisfacción de la libido bajo las condiciones del compromiso. Por
el rodeo a través del Inconscientey las fijaciones, la libido logra alcanzar una satisfacción real, aunque
restringida y apenas reconocible. Lo dicho vale exclusivamente para la formación de síntoma en el caso
de la neurosis histérica.
Las prácticas y vivencias sexuales infantiles pueden dejar fijaciones libidinales en los afanes
parciales abandonados y en los objetos resignados. Hacia ellos revierte la libido. En la infancia se
manifestaron por primera vez las orientaciones pulsionales que el niño traía en su disposición innata y las
vivencias infantiles le activaron por primero vez otras pulsiones. Unas vivencias de la infancia son
capaces de dejar como secuela fijaciones libidinales y las disposiciones constitucionales son la secuela
que dejaron las vivencias de nuestros antepasados.
La predisposición por fijación libidinal del adulto se nos descompone en constitución sexual
hereditaria y en predisposición adquirida en el vivenciar infantil. La constitución sexual forma con el
vivenciar infantil otra "serie complementaria" semejante a la formada entre predisposición y vivenciar
accidental del adulto. Las regresiones vuelven a etapas más tempranas de la organización sexual.
La libido de los neuróticos vuelve a las vivencias sexuales infantiles regresivamente después que
fue expulsada de sus posiciones tardías. Pero estas vivencias libidinales no tuvieron en su momento
importancia alguna y sólo la cobraron regresivamente. La investidura libidinal de las vivencias infantiles
es reforzada por la regresión de la libido. Existen neurosis infantiles en las que el diferimiento temporal
no cumple ningún papel y la enfermedad se contrae como consecuencia directa de vivencias traumáticas.
Las neurosis de los niños son muy frecuentes y en la mayoría de los casos se presentan como una histeria
de angustia. Sí en períodos más tardíos estalla una neurosis, el análisis revela, que es la continuación
directa de aquella enfermedad infantil velada. Hay casos en los que esa neurosis infantil prosigue como
un estado de enfermedad que dura toda la vida. A menudo el análisis de una neurosis contraída en la
adultez nos permite reconstruir la neurosis infantil de esa persona.
La fijación en determinados puntos del desarrollo sólo cobra valor en la inmovilización de un
determinado monto de energía libidinosa. Hay casos en los que el peso de la causación recae en las
vivencias sexuales infantiles, sin necesidad del apoyo de la constitución sexual y su inmadurez. Hay otros
casos en los que el acento recae sobre los conflictos posteriores y la insistencia en las impresiones
infantiles, obra de la regresión. En un extremo la "inhibición del desarrollo" y en el otro la "regresión" y
entre ellos todos los grados de conjugación de ambos factores.
Los síntomas crean un sustituto para la satisfacción frustrada, por medio de la regresión de la libido
a estadios anteriores del desarrollo, en la elección de objeto o en la organización. El neurótico quedó
adherido a un punto de su pasado, a un período en donde satisfacía su libido, aunque para ello tenga que
retroceder hasta su lactancia. El síntoma repite aquella modalidad de satisfacción de su temprana infancia,
desfigurada por la censura que nace del conflicto y mudada en sufrimiento que lleva a contraer la
enfermedad. La modalidad de satisfacción que el síntoma aporta es irreconocible para la persona, pues
siente la presunta satisfacción como sufrimiento, y esta mudanza es parte del conflicto psíquico bajo cuya
presión se formó el síntoma. Lo que fue para el individuo satisfacción está destinado a provocar hoy su
resistencia o repugnancia. P.e. el niño que ha mamado del pecho materno años más tarde manifiesta una
fuerte renuncia a beber leche o repugnancia cuando la leche se halla cubierta de nata.
Los síntomas como medio de satisfacción libidinosa prescinden del objeto y resignan el vínculo
con la realidad exterior, consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad y del retroceso
al principio de placer. También hay un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado, como el que
ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual. Reemplazan una modificación en el mundo
exterior por una modificación en el cuerpo, vale decir, una acción exterior por una interior. El síntoma
figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo infantil, por medio de la condensación esa
satisfacción puede comprimirse en una inervación única y por medio de desplazamiento puede
circunscribirse a un pequeño detalle del complejo libidinoso.
Las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas no
siempre son verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis o recordadas son una mezcla de
verdad y falsedad. Los síntomas son ora la figuración de vivencias reales y a las que puede atribuirse una
influencia sobre la fijación de la libido, ora la figuración de fantasías del enfermo.
Cuando el enfermo nos presenta el material que, por detrás de los síntomas, lleva hasta situaciones
de deseo calcadas de las vivencias infantiles, al comienzo debemos dudar si se trata de realidades o
fantasías. Durante largo tiempo no comprenderá el designio de equiparar fantasía y realidad y de no
preocuparnos por saber si esas vivencias son lo uno o lo otro. El enfermo se ha ocupado de esas fantasías,
ese hecho no tiene menor importancia para su neurosis que si hubiera vivenciado en la realidad el
contenido de sus fantasías. Ellas poseen realidad psíquica, en oposición a una realidad material, en el
mundo de las neurosis la realidad psíquica es la decisiva.
Entre los acontecimientos que retornan en la historia del neurótico hay algunos de particular
importancia: la observación del comercio sexual entre los padres, la seducción por una persona adulta y la
amenaza de castración. El niño pequeño puede ser testigo del comercio sexual entre adultos y comprender
con posterioridad esta impresión. Pero cuando este acto es descrito con detalles precisos o como
ejecutado por atrás, esa fantasía se apuntala en la observación del comercio sexual entre animales y en su
insatisfecho placer de ver. La seducción entre niños es más frecuente que la seducción por un adulto y en
el caso de las niñas aparece con regularidad el padre. Con la fantasía de seducción el niño encubre el
período autoerótico de quehacer sexual y se ahora la vergüenza de la masturbación fantaseando un objeto
anhelado. El niño se compone esa amenaza de castración sobre la base de indicios, ayudado por su saber
de qué la satisfacción autoerótica está prohibida, y bajo la impresión de su descubrimiento de los genitales
femeninos.
Estos hechos de la infancia pertenecen al patrimonio de las neurosis, si la realidad no los ha
concedido se los establece a partir de indicios y se los completa mediante fantasía. No hay diferencia
alguna por el hecho de que en esos sucesos infantiles tenga mayor participación la fantasía o la realidad.
La fuente de tales fantasías está en las pulsiones y en todos los casos tienen idéntico contenido porque
estas fantasías primordiales son un patrimonio filogenético. El individuo rebasa su propio vivenciar hacia
el vivenciar de la prehistoria. Es posible que lo que hoy es fantasía haya sido realidad en los tiempos
originarios humanos y que el niño fantaseador haya llenado las lagunas de la verdad individual con una
verdad prehistórica.
El hombre es educado para apreciar la realidad y obedecer al principio de realidad por influencia
del apremio exterior. Tiene que renunciar a diversos objetos y metas de su aspiración sexual -no sólo
sexual- Pero es difícil para el hombre abandonar ese placer y por eso en el fantasear concede a estas
fuentes de placer resignadas y a estas vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia
(existencia emancipada de la realidad y del "examen de realidad") El demorarse en los cumplimientos de
deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque se sabe que no se trata de una realidad. En el
fantasear el hombre sigue gozando de la libertad de la compulsión exterior, esa libertad a la que renunció
en la realidad.
Las producciones de la fantasía son los "sueños diurnos", unas satisfacciones imaginadas de deseos
eróticos, que florecen más cuanto más la realidad llama a moderarse. Su esencia es la ganancia de placer
con independencia de la aprobación de la realidad. Los sueños diurnos pueden ser cc o Icc, estos últimos
son fuente tanto de los sueños nocturnos como de los síntomas neuróticos.
La importancia de la fantasía para la formación de síntoma. Con la frustración la libido inviste
regresivamente las posiciones abandonadas, a las que quedaron con ciertos montos. Los objetos y
orientaciones de la libido resignada, ellos o sus retoños, son retenidos en representaciones de la fantasía
con cierta intensidad. La libido vuelve a las fantasías para hallar desde ellas el camino a cada fijación
reprimida. Esas fantasías son toleradas porque, aunque sean opuestas al yo, cumplen con una
condición cuantitativa. Pero el aflujo libidinal eleva la investidura energética de las fantasías (exigen su
realización) y se produce el conflicto entre ellas y el yo. Si estas eran Pre-cc o cc son reprimidas por el yo
y atraídas al Icc. Desde las fantasías Inconscientela libido vuelve a migrar hasta sus propios puntos de
fijación.
La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio en el camino hacia la formación de
síntoma. La introversión es el extrañamiento de la libido respecto de la satisfacción real y la
sobreinvestidura de las fantasías que hasta entonces eran inofensivas. El carácter irreal de la satisfacción
neurótica y la indiferencia entre fantasía y realidad están determinados por la permanencia en el estadio
de la introversión.
Desde el punto de vista económico, el conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes de que hayan
alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistan las condiciones de contenido. La
importancia patógena de los factores constitucionales depende de cuánto más de una pulsión parcial
respecto de otra esté presente en la disposición, en términos de proporciones cuantitativas. Interesa
el monto de libido que la persona puede conservar flotante y la cuantía de la fracción de su libido que es
capaz de desviar de lo sexual hacia metas de sublimación. La meta final, que desde lo cualitativo aspira a
la ganancia de placer y a evitar el displacer, desde lo económico consiste en dominar los volúmenes de
excitación que operan en el aparato psíquico e impedir su estasis generadora de displacer.
Todo hasta aquí se refiere a la formación de síntoma en el caso de la histeria. Las
contrainvestiduras frente a las exigencias pulsionales pasan a primer plano en la neurosis obsesiva y, por
medio de las "formaciones reactivas", dominan el cuadro clínico.
Existe un camino de regreso de la fantasía a la realidad y es el arte. El artista, como cualquier
insatisfecho, se extraña de la realidad y transfiere su libido a las formaciones de deseo de su fantasía. Es
probable que su constitución incluya una vigorosa facultad para la sublimación y cierta flojera de las
represiones para el conflicto. El artista elabora sus sueños diurnos de modo que pierdan lo personal y
chocante, para que los extraños puedan gozarlos, y no deja traslucir sus fuentes prohibidas. Da forma al
material hasta que se convierte en reflejo de la representación de su fantasía y después anuda a esta
figuración de su fantasía Inconscienteuna ganancia de placer tan grande que doblega temporalmente a las
represiones. Posibilita a los otros que extraigan alivio de las fuentes de placer de su propio Icc.

UNIDAD 2 : INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO


El proceso diagnóstico. Diferencias entre escucha analítica y psicoterapéutica. Entrevistas
preliminares. Del padecimiento a la queja y de la queja a la implicación subjetiva. Método
analítico: asociación libre, atención parejamente flotante, abstinencia, neutralidad.

5) Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo. Parte 3. LAS


ENTREVISTAS PRELIMINARES Y LOS MOVIMIENTOS DE APERTURA: A y
B. (PR a 4)

• Dice que es imposible separar lo “efectos de sentido” de su “carga afectiva” (fuerza). Ambos
son responsables de la organización del espacio/tiempo que encuadra nuestros encuentros.
• Habla de un doble movimiento que está en la base que es el soporte de la relación analítica y de la
relación transferencial, se refiere al “intercambio de conocimientos” y el “intercambio de
afectos”.
• El psicoanálisis, no es una terapia de la urgencia, aunque en todo análisis se pueden presentar
situaciones a las que tendremos que responder con urgencia.
• Hay una diferencia entre tiempo de interpretación y tiempo de decidir si queremos ocupar el
puesto de analista.
Se debe reservar una libertad muy grande al tiempo de la interpretación. No podemos prever cuando ésta
se hará posible, ni que trabajo de preparación, de elaboración hará falta para que el Sujeto pueda
apropiarse de ella.
El tiempo que se dispone para hacer una indicación de análisis, para decidir si aceptamos ocupar el puesto
de analista con el sujeto, para elegir los movimientos de apertura, está contado.
No se puede acrecentar demasiado la cantidad de las entrevistas preliminares, sin correr el riesgo de que
nuestra negativa se produzca demasiado tarde.
• La problemática psíquica de un sujeto puede escapar de nuestro método y aún puede estar
contraindicado, cuando sin embargo ese mismo sujeto está dispuesto a hacer muy rápido de
nuestra persona el soporte de sus proyecciones con mayor carga afectiva.
Una vez instalado ese mecanismo proyectivo, la ruptura de la relación se vivirá con toda probabilidad,
como la repetición de un rechazo, la confirmación de la existencia de un perseguidor, la reapertura de una
herida… Reacciones que pueden tener un efecto desestructurante y provocar la descompensación de un
frágil equilibrio.
Entrevistas preliminares:
• Diagnóstico si el sujeto es analizable o no.
• ¿Tiene interés el analista en proponerse como su eventual analista? (autodiagnóstico sobre su
capacidad de investir y de preservar una relación transferencial con la singularidad del sujeto a
quien se enfrenta, más allá del síntoma. Se puede estar siempre en entrevista y no entrar en el
análisis (interrogación sobre el síntoma dirigido al analista, y que el paciente se sienta implicado
con ese síntoma).
• Deberán proporcionarle los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen puerto ese trabajo
de auto interrogación.
• Corolario de su concepción del objetivo que asigna a la experiencia analítica.
“Analizable”: creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto
inconsciente que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el fracaso de las
soluciones que él había elegido y creído eficaces. Es preciso que las deducciones que se puedan extraer de
las entrevistas preliminares hagan esperar que el sujeto sea capaz de poner aquella iluminación al servicio
de modificaciones orientadas de su funcionamiento psíquico. Facilitar un trabajo de sublimación que
permita al sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado caro, a ciertas satisfacciones pulsionales.
Movimientos de apertura: son en función de lo que el analista prevé y anticipa sobre la relación
transferencial futura. Es un modo de entablar el diálogo con el paciente. Se trata de reducir lo que va a
aparecer en la transferencia como resistencia. Se ubica después de las entrevistas preliminares en función
de la transferencia que va a venir.

6) Clase Gilberto Simoes PR A- 2

7) Freud (1912). CONSEJOS AL MÉDICO SOBRE EL TRATAMIENTO


PSICOANALÍTICO

El médico deberá guardar en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles de recuerdos,
ocurrencias y producciones patológicas del paciente sin confundirlo con un material parecido proveniente
de otro paciente. Para lograr esto, el médico no debe fijarse en nada en particular y prestar a todo lo que
escucha la misma “atención parejamente flotante”, ya que tan pronto como uno tensa adrede su atención,
empieza también a escoger entre el material ofrecido, guiado por expectativas e inclinaciones propias. El
médico deberá abandonarse por entero a sus memorias Inconscientes, deberá volver “hacia el
Inconsciente emisor del enfermo su propio Inconsciente como órgano receptor”. Por su parte, el
analizado deberá atenerse a una particular exigencia, considerada la regla fundamental del psicoanálisis:
referir todo cuanto se le ocurra, sin críticas ni selección previa (asociación libre).
Desaconseja que en el curso de las sesiones se tomen notas extensas, se redacten protocolos, etc.,
ya que de esta manera se practicaría una dañina selección del material. No hacer anotaciones, privilegiar
la escucha.
Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado no es bueno elaborarlo científicamente. La
conducta correcta del analista consistirá en no especular ni cavilar mientras se analiza, someter el
material adquirido al trabajo de pensamiento sólo después de concluido el análisis. No hacer hipótesis
mientras analiza, hacerlo luego de concluido el análisis.
El médico no puede tolerar aquellas resistencias que aparten de su conciente lo que su inconsciente
ha discernido, para ello es lícito exigirle que se someta él mismo a un tratamiento psicoanalítico que le
permitirá tomar conciencia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo, para aprehender lo que el
analizado le ofrece. Supervisión.
Abstinencia: Frialdad de sentimientos exigible al analista, crea condiciones más ventajosas. Para
el médico el cuidado de su propia vida afectiva y para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy
nos es posible prestarle. No otorgarle al paciente una satisfacción sustitutiva, no otorgarle un amor que
está pidiendo, que en realidad se lapide a otro (transferencia) motor del tratamiento: dejar subsistir la
angustia.
Neutralidad: No interviene la persona del analista, sino el analista como función. Sus valores y
creencias no tienen lugar. No omitir juicios de valor, ya que no somos nosotros ante el paciente sino que
estamos en el lugar de los primeros objetos todo poderosos. (imagos parentales). El paciente está atento a
nuestras opiniones.

8) Freud (1912). SOBRE LA INICIACIÓN DEL TRATAMIENTO


En “Sobre la Iniciación del Tratamiento”, Freud plantea una serie de reglas (que no adquieren
carácter de obligatoriedad), sino que han sido fruto de su experiencia y que han resultado les más
adecuadas para su individualidad.
1- Aceptar a los enfermos primero solo provisoriamente, por una o dos semanas. Durante ese lapso
se toma conocimiento del caso y se decide si es apto para el psicoanálisis. La interrupción dentro de ese
lapso ahorra al enfermo la impresión de un intento de curación fallido. La iniciación del tratamiento con
un período de prueba tiene además una motivación diagnóstica.
2- Prolongadas entrevistas previas antes de comenzar el tratamiento, así como un conocimiento
anterior entre el médico y la persona por analizar, traen consecuencias desfavorables: hacen que el
paciente enfrente al médico con una actitud transferencial ya hecha.
3- Con respecto a la transferencia, Freud asignaba a cada paciente una determinada hora. La
misma era suya y permanecía destinada a él aunque no la utilice. Consideraba que tomar una actitud más
tolerante, las inasistencias ocasionales se multiplicaban. Creía que aún interrupciones breves implicaban
un prejuicio para el trabajo.
Una de las preguntas más desagradables que debía enfrentar el médico era: ¿Cuánto durará el
tratamiento? Esta pregunta es de difícil respuesta ya que:
• Es frecuente que el neurótico en ciertos períodos solo haga progresos muy lentos
• Las alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con lentitud debido a la
atemporalidad de los procesos inconscientes
• El analista introduce un proceso (la resolución de las represiones existentes), puede
supervisarlo, promoverlo, quitarle obstáculos del camino, pero una vez iniciado sigue su propio
camino.
4- El psicoanálisis requiere de lapsos más prolongados de los que el paciente espera. Esto debe ser
informado al enfermo antes de iniciar el tratamiento.
5- Respecto al dinero: consideraba que en la estima de dinero coparticipan poderosos factores
sexuales. Veía que la estima del enfermo por el tratamiento no se elevaba brindándoselo demasiado
barato. El analista tendría derecho a negar asistencia gratuita, ya que la misma le sustrae una fracción
considerable de tiempo de trabajo, además muchas resistencias del neurótico se acrecientan por el
tratamiento gratuito. La relación toda se traslada fuera del mundo real y el paciente pierde un buen motivo
para aspirar al término de la cura.
6- Aconseja hacer que el enfermo se acueste en un diván mientras el médico se sienta detrás de
modo que él no lo vea, a fin de no influir con ningún gesto en sus interpretaciones o comunicaciones.
7- ¿En qué punto y con qué material se debe comenzar el tratamiento? No interesa con qué
material se empiece, con tal que se deje al paciente hacer su relato y escoger el punto de partida.
Hay que sancionar la conducta de aquellos pacientes que preparan su relato, supuestamente para
asegurarse un mejor aprovechamiento del tiempo, ya que detrás de su conducta se esconde una actitud
resistencial que le permite protegerse del afloramiento de ocurrencias indeseadas.
Ante aquellos pacientes que empiezan su cura diciendo que no se les ocurre nada de qué hablar, por
ninguna razón debe cederse a su ruego de que se les indique aquello sobre lo cual debe hablar.
8- ¿Cuándo se debe empezar a hacer comunicaciones al analizado? Sólo cuando se haya
establecido en el paciente una transferencia operativa (buen rapport). La primera meta del tratamiento
sigue siendo allegarlo a éste y a la persona del médico.
Es necesario proceder con cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de un
deseo antes de que el paciente esté próximo a ello, de suerte que solo tenga que dar un corto paso para
apoderarse él mismo de esa solución.
9- Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar
el tema de la transferencia, hay que esperar hasta que haya devenido resistencia. La transferencia a
menudo basta por sí sola para eliminar los síntomas del padecer, pero ello de manera solo provisional,
mientras ella misma subsista. Así sería sólo un tratamiento sugestivo, no un psicoanálisis. Adquiriría este
último nombre si la transferencia ha empleado su intensidad para vencer las resistencias.

9) Galende: LOS TRATAMIENTOS ANALÍTICOS EN LAS INSTITUCIONES

PSICOTERAPIAS PSICOANALISIS

Son más fenomenológicas en la captación del Se propone una disección de las estructuras
síntoma productoras de conflicto

Parten de y tienden a la unidad del sujeto; el Su sujeto es estructuralmente escindido, tópico y el


humanismo que las sustenta se expresa en sus ideas conflicto y la adaptación son de naturaleza
de adaptación y equilibrio irreductible

Devela la relación entre síntoma y verdad histórica


Se proponen la resolución del síntoma, en lo cual
del sujeto. La disolución del síntoma sobreviene por
basan su eficacia
añadidura, por develamiento de esa unidad
Responden a la demanda del paciente, tendiendo a
Interroga la demanda sin satisfacerla
reunir, aglutinar, loque éste separa
Autorizan en el terapeuta la utilización de su propia Se rige por el principio de abstinencia y la relación
persona para lograr la cura exclusiva con la palabra
Utilizan un saber y una experiencia que hacen de su
Se evita toda intención pedagógica
acción una pedagogía subyacente

Propone problematizar, Recuperar en toda su amplitud el conjunto de factores que determinan los
modos en que se plantean los problemas de la Salud Mental, la manera de comprenderlo y las respuestas
políticas que se efectúan. Se trata de potenciar el análisis para mejorar las respuestas prácticas.
Abordar las cuestiones relativas al tratamiento analítico en una institución es preguntarse por la
transferencia, ya que es su despliegue en locura lo que define las características y posibilidades de un
análisis. La cuestión es preguntarse que agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. No nos
parece que ciertas cuestiones del encuadre sean lo esencial: el pago, en numero de sesiones, la
disponibilidad del lugar, el diván, horarios, etc. Sí nos parece importante contar con la aceptación por la
institución de ciertos requerimientos que tiene un tratamiento analítico: elección mutua entre analista y
paciente, cuestiones de respeto por la privacidad de la relación analítica, aceptación del tiempo de
duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones, que no pueden fijarse administrativamente,
respetar que es el analista quien dirige la cura y no los criterios administrativos. La singularidad de cada
análisis es esencial, es siempre “caso por caso”.
Las instituciones tienen requerimientos de diagnostico, clasificaciones y generalizaciones que
suelen hacer conflicto con este requerimientos de singularidad. Lo que nos parce que la institución agrega
a estos tratamientos es justamente la presencia de la institución en la transferencia.
En al creación del espacio clínico que necesita el análisis, la institución emerge como fuerza
instituyente de una relación con el analista que hace obstáculo a la configuración de la relación de
análisis. Esta transferencia es previa a la transferencia analisitca propiamente dicha, y suele permanecer
como obstáculo, telón de fondo de todo tratamiento en las instituciones, con frecuencia como un aspecto
no analizable. Esta transferencia esta configurada por la relación regresiva que el paciente mantiene con la
institución médico-asistencial y que suele expresarse tanto bajo formas de sometimiento como de
exigencias despóticas de cuidados y atenciones. Sabemos por Freud la función sofocante de la
subjetividad que toda institución mantiene con los individuos.
Según Bleger toda institución es, además, lugar priviliegiado de deposticacion y fijación de los
aspectos ambiguos de la personalidad, indiferenciados. Hay una impregancion identificatoria en la
relación del sujeto con la institución. Ddesde otro angulo: la consciencia, la representación, que el
enfermo tiene de su padecimiento, incluye las de la institución medica; ésta forma parte de sí mismo.
La instancia subjetiva que sostiene esta identificación es el yo ideal; de el parten los fantasmas
omnipotentes de control de la muerte y el sufrimiento a través de una recuperación regresiva de la fusión
con la madre: exigencia de ser cuidado, protegido, dependencia extrema idealización. Por otra parte esta
transferencia con la institución esta infiltrada por la compulsión de repetición.
La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la
relación al analista alfo de los vínculos primarios. La transferencia a la institución busca repetir de modo
compulsivo el vinculo simbiótico, materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. Su
dimensión compulsiva nos aparece en lo altamente ritualizado en la relación con el medico y en el
requerimiento repetido del acto sometimiento/cuidado.
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza homogeneizante
que aplasta las singularidades de su historia personal, o los recuerdos en donde sus síntomas podrían
desplazar sentido. Toda institución afecta al ser de sus miembros a la homogeneización que produce,
borrando las diferencias subjetivas. Ambas, instituciones y transferencia del sujeto, se constituye en
resistencia al análisis que requiere el despliegue de una singularidad plena.
Si, como pensamos la institución forma parte por impregnación identificatoria, del yo arcaico,
escindido y fijado en la relación de asistencia, también es frecuente que los analistas depositen en la
institución sus propias demandas regresivas de protección-seguridad-cuidados. Suele ocurrir que el
analista recurra a la institución como defensa, poniéndose en función resistencial. Si la institución sirve al
analista para protegerse de la transferencia del paciente y al mismo tiempo o simultáneamente sirve al
paciente como resistencia para el análisis, la institución, en su reinado absoluto logra impedir el análisis.
Se recetan fármacos, se interna, etc.
También interesa la manera en que la institución instituye un modo de relación social. Se toma a
ésta como síntoma: en el paciente, en los terapeutas, en el personal no asistencial. El analista interroga
sobre la demanda de la institución. Recordemos que la relación que instituye el psiquiatra es
objetivamente del enfermo; esto se expresa en el diagnostico que al nombrar al paciente afecta a sus ser en
lo simbólico (esto es, define su lugar en los intercambios sociales). Ejemplo: paciente = número. Una
interrogación psicoanalítica sobre esta demanda, encarnada en el paciente, apunta a interrumpir la ley
ritual de repetición-clasificación que la institución efectúa y permite acceder al sentido de su
organización.
El método analítico, cuya aplicación califica de análisis a un tratamiento, requiere de una clínica en
la que el padecimiento del sujeto sea abierto a la complejidad sobredeterminada de su historia, sus
relaciones actuales, la demanda que sitúa a un otro (terapeuta) y un lugar. Un analista frente a un síntoma
lo interroga: a que sirve el síntoma? Porque en este momento? Que quiere del medico? Etc.
La institución no se plantea interrogantes, tiende a responder con su propia red de sentido,
incorporando y significación a ese sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos. En este
sentido, los encuadres de las institución y del analista son antagónicos.
Suele pensarse que se debe intentar adaptar los tratamientos a los requerimientos de la institución
asistencial (lugar, tiempos requeridos, frecuencia de sesiones, etc.)
Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico, en el que la demanda
pueda ser escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención analítica no
tiene porque ser diferente al que se hace en la practica privada.
Con frecuencia surge con los médicos que suelen manejar la transferencia para reforzar su prestigio
narcisista o su poder sobre el enfermo. El analista se sirve de ella para otros fines: la detecta para facilitar
la relación del paciente con su propio saber y su verdad. En la convivencia entre analistas y otros técnicos
de la Salud Mental en las instituciones, el manejo de la transferencia por los analistas, que supone un
modo de relación nueva y diferente con los enfermos, repercute sobre el conjunto de la institución y tiene
en cuanto a esto, un valor critico sobre los vínculos que la institución propone. Es necesario partir de la
idea de que en el momento actual la institución de Salud Mental no es en si un instrumento terapéutico,
sino el lugar donde se implante una relación nueva que quiere ser terapéutica.

RESPUESTA PSIQUIATRICA RESPUESTA PSICOANALITICA

Tiende a la exclusión, segregación y encierro del loco No avala la exclusión y custodia de los enfermos,
y su custodia en los manicomios. siempre sostuvo una práctica de respeto por la
palabra del enfermo y una ética de la verdad y el
deseo
Establece una relación de asistencia No establece una relación de asistencia
Busca lo patológico en el signo biológico para lo cual Centra la cuestión de la producción de lo patológico en
necesita excluir al sujeto el seno mismo de la estructura de producción subjetiva
Responde a la demanda. Presenta una relación
asimétrica de poder. El poder está en posición del
psiquiatra (sujeto de la enunciación que tiene la No responde a la demanda sino que lo interroga
palabra), el sujeto es hablado por el saber psiquiátrico
(sujeto del enunciado)
Coloca al individuo en el lugar de objeto natural por su
condición de enfermo. El sujeto ya no es más objeto de Su intervención es singularizante, tiende a resituar en
esta medicina, es solo terreno, hábitat en el que la el sujeto su relación con lo colectivo
enfermedad evoluciona
Se caracteriza por su capacidad de problematizar la
Presenta modelos clasificatorios y objetivantes.
realidad sobre lo que piensa, mostrar su complejidad,
Nombra por sus diagnósticos y hace entrar al enfermo
tensiones, fuerzas y los caminos de resolución de sus
en sus categorías. Generaliza
conflictos
10) Miller (2005). INTRODUCCIÓN AL MÉTODO PSICOANALÍTICO (PR A-3)
ENTREVISTAS PRELIMINARES umbral del análisis, en el límite, en la frontera a partir de la
cual estamos en el discurso analítico.
La importancia del diagnostico:
Diagnostico psiquiátrico: constituido a nivel de la objetividad y puede parecer mecanicista.
Diagnostico en el campo analítico: está del lado del sujeto. La cuestión que se plantea es si hay o
no un diagnostico del sujeto, un diagnostico constituido no solo en la pura objetividad sino a nivel del
sujeto.
La IGNORANCIA tiene una función operativa en la experiencia analítica. La ignorancia de alguien
que sabe cosas, pero que ignora voluntariamente hasta cierto punto su saber para dar lugar a lo nuevo que
va a ocurrir.
Distinguir la posición del analista antes y después del umbral del análisis, antes y después de la
frontera del discurso analítico. La función operativa de la ignorancia es la misma que la de la tr.
El SSS no se constituye a partir del saber sino que se constituye a partir de la ignorancia. A partir
de esa posición el analista puede decir o hacer entender, que no sabemos con anterioridad lo que el pte
quiere decir, pero suponemos que quiere decir otra cosa. Hay suposición de ignorancia.
Tres niveles de entrada al análisis:
• Avaluacion clínica
• Localización subjetiva
• Introducción al inconsciente.
Los dos primeros se vinculan a la subjetivación y los dos últimos a la rectificación.
La subjetivación:
Hay un vector que soporta todo esto, el vector del propio acto analítico, el vector del sí o del no del
analista avalando o rechazando la demanda de su paciente. Un vector donde el pte es un candidato y el
analista un jurado.
Avaluacion clínica en la experiencia analítica, no está constituida por objetividad. El sujeto es una
referencia ineludible en el diagnostico. La avaluacion es un diagnostico preliminar de la estructura clínica
que demanda un análisis. Está constituida por entrevistas preliminares que dejan ver la estructura clínica
del pte; son un medio para realizar un diagnostico.
Un pte, según lacan, no puede estar ubicado en dos estructuras al mismo tiempo. El analista deberá
ser preciso con el fin de orientar las acciones a la cura y es complicado porque se puede encontrar con
neuróticos con rasgos perversos o perversión más del lado del psicótico, etc.
La dura que puede darse en un analista, puede resolverse: recusando la demanda o prolongando
entrevistas hasta que el analista este seguro.
Las entrevistas son como la estructura de bienvenida para el psa. No tienen tiempo definido y son
un principio lacaniano. El analista puede darse el tiempo necesario en estas sesiones que no tienen una
estructura estándar.
Miller: plantea que en el análisis la cuestión del derecho es esencial, mucho más que la cuestión de
los hechos. Las personas quieren el análisis, se sienten “mal hechos”, lo cual es propio de la condición
humana.
La cuestión fundamental del sujeto en análisis es: a que cosa tengo derecho? Un neurótico puede
negarse a abandonar las cosas que le impiden gozar porque icc no tiene derecho a eso. El derecho es
siempre una ficción, simbólica y que estructura el mundo siendo operativa.
El sujeto en la clínica es un sujeto de derecho, un sujeto que establece su posición con relación al
derecho, no se trata de un sujeto de hecho. Y si alguien va a observar al sujeto buscándolo en la
objetividad, jamás lo encontrara.
Decir que el sujeto en la clínica no es un sujeto de hecho sino un sujeto de derecho, equivale a decir
que no se puede separar la clínica analítica de la ética, de la ética del psa. Es la ética del psa la que
constituye, en la experiencia analítica, al sujeto. La primera incidencia clínica de la ética del psa es el
propio sujeto.
Localización subjetiva:
Lo esencial es lo que el pte dice significa separarnos de la dimensión del hecho para entrar en la
dimensión del dicho, que no está muy lejos de la dimensión del derecho pero: ir de los hechos a los dichos
no es suficiente. También es necesario cuestionarse la posición que toma el que habla en relación a sus
dichos. Lo esencial es a partir de los dichos, localizar el decir del sujeto (localización subjetiva, introduce
al sujeto en el icc), lo que lacan llamaba: ENUNCIACION la posición que aquel que enuncia toma con
relación al enunciado.
MODALIZACION MODULACION DEL DICHO palabras que indican en el dicho, la posición
que el sujeto asume ante el. (el tono, por ejemplo, también es una modalizacion).
• Alguien puede decir una cosa sin creer en lo que dice.
• En el análisis, hay un esfuerzo de decir la verdad, pero esta no podemos conocerla y es
con la regla analítica que esto aparece. La verdad no puede ser dicha porque no la conocemos y la
única cosa que se puede hacer es decirla. Hay sujeto que el esfuerzo de decir la verdad los lleva a
la imposibilidad de decirla y conlleva sufrimiento.
Miller habla de la CAJA VACIA DEL SUJETO: distinguir entre el dicho y una posición con
relación al dicho, siendo esa posición el propio sujeto. Es decir, tenemos siempre que inscribir algo, en
segundo lugar, como un índice subjetivo del dicho. En la caja vacía es donde vamos a escribir las
variaciones de la posición subjetiva.
Es importante para el analista distinguir el enunciado de la enunciación, el dicho del decir. Una
cosa es el dicho, el dicho como hecho y otra lo que el sujeto hace de lo que dice: hay una posición
subjetiva con relación a lo dicho.
Atribución subjetiva:
El analista jamás sabe lo que el otro realmente le demanda. Ya que se puede hacer una demanda de
análisis a través de una medicación, una demanda de supervisión puede ser una demanda de análisis, etc.
Miller hace un paralelismo de esto con una frase de lacan en cuestión preliminar: “en cada cadena
significante se sitúa la cuestión de la atribución subjetiva” no hay una sola cadena ste sin que se plantee
la cuestión del sujeto, de quien habla y desde que posición habla. En toda cadena ste la cuestión es de
atribución al sujeto, al sujeto del dicho.
Cadena ste no hay una unidad de la cadena ste desde el punto de vista de la enunciación. Una
palabra es la repetición del discurso del otro. Es polifónica, hablamos a varias voces modificando
continuamente la posición del sujeto.
Importancia de la PUNTUACION como método analítico la puntuación justa depende de cómo el
analista fija la posición subjetiva palabra del analista, palabra de verdad.
Evolución de la modalidad del dicho:
El dicho puede modalizarse de tal modo que una demanda de cambio “quiero cambiar”, puede
revelarse como una demanda de no cambiar. A veces el pte busca un analista para saber si alguien puede
entender lo que dice. La pregunta clave que debe hacer el analista a su pte: “pero, que quiere decir con
eso?”
El diagnostico se hace por un motivo de racionalidad pero es un poco homologo a lo que se hace
cuando se clasifican animales. Para el psa, el síntoma que puede tratarse es un auto diagnostico, es un
síntoma aquello que el sujeto considera como tal. Solo es un síntoma tratable aquel que se presenta como
un ste de la tr, que suponga un sujeto. (Diferente al síntoma en psiquiatría que tiene que ver con la
observación).
La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa. Solo
el sujeto puede decir lo que no marcha para el aunque ignore la causa.

11) Rubinstein: ALGUNAS CUESTIONES RELATIVAS AL DIAGNÓSTICO EN


PSICOANÁLISIS. (PR A 4)

12) Soler: DEL DIAGNÓSTICO EN PSICOANÁLISIS

Lucha para precisar el lugar, el papel del psa en el campo de la salud mental y de la medicina. Pero
también dentro del psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas:
• “el psa no es una psicoterapia” es verdad, no es una psicoterapia, sin embargo los
psicoanalistas reciben las mismas demandas que los psicoterapeutas, las demandas generadas por
los síntomas y el sufrimiento que produce el malestar. El psa transforma estas demandas en otra
cosa, pero son las mismas.
Por otra parte, muchos analistas no solamente analizan sino que trabajan en instituciones.
• Lacan: “el psa no es una terapéutica como las demás” no vendemos psicoterapia, pero
aceptamos demandas terapéuticas, tratamos las demandas terapéuticas. El psicoanálisis presenta
dos aspectos indisociables.
-es una exploración del icc que consiste en construir con la palabra, explorar los
significantes, las palabras, los deseos que circulan en el icc.
-Al mismo tiempo obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos
TERAPEUTICA.
Las dos vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan los síntomas por la exploración
del inconsciente .
No se puede prescindir del DIAGNOSTICO. En general lo justificamos en función de la posible
psicosis del pte que consulta.
Recorrido por las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis :
Los síntomas cambian según el contexto de discurso, son históricos.
Desde los inicios del psicoanálisis, se trataba de saber si había una clínica psicoanálisis propia del
discurso analítico, que no fuera simplemente la clínica psiquiátrica de ese tiempo. Suponía una nosografía
propia (id de los síntomas propia) y teorías explicativas propias.
Freud y lacan retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por
la psiquiatría, y procuraron construir una teoría psicoanálisis de esa nosografía. Retomaron las categorías
diagnosticas de la psiquiatría: psicosis, neurosis, perversión.
En contra de lo que se cree, la psiquiatría clásica y la clínica del DSM no son tan heterogéneas
como se imagina. La diferencia es que la clínica del DSM es descriptiva que pasa por la estadística,
mientras que la clínica clásica, la de los psiquiatras, era una clínica basada en el interrogatorio de los ptes
uno por uno, era más acorde al método psicoanalítico que la vía estadística y la respuesta a los
cuestionarios anónimos.
Hoy se hace hincapié en nuevos síntomas en la serie de depresión, abulia, toxicomanía, etc.
Uso del diagnostico: uso práctico ante el pte.
Algunos pensamientos piensan que el diagnostico es inútil en el discurso psicoanálisis . Pero
también están quienes denuncian el uso del diagnostico como un abuso.
La época actual es diagnosticista. Los mismos pacientes lo demandan, quieren etiquetas.
Foucault: diagnosticar es hacer entrar el caso singular en una especie general.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del otro, establecida por el médico.
En su palabra no se buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad. Es por lo tanto un
hetero diagnostico, un diagnostico que viene del otro y en el cual la palabra en absoluto es constituyente,
simplemente es el vehículo de los signos.
En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. Lo denominada
síntoma en la clínica de la observación no se denomina síntoma en la clínica auto diagnosticada del
sujeto. O incluso lo que el otro social no soporta o lo estigmatiza, no siempre coincide con lo que no
soporta un sujeto dado. La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede
tratarse con el psa. Solo el sujeto puede decir lo que no marcha para el, aunque ignore su causa.
Frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios.
Un ENFERMO IMAGINARIO es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de el
“lo tiene todo para ser feliz” pero no, algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el
síntoma visible, aquel que el psiquiatra puede diagnosticar y el síntoma invisible, aquel que el sujeto vive,
o sea entre el síntoma observado y el síntoma subjetivo.
Existe un problema de ética en los diagnósticos. Para algunos, el diagnostico seria una especie de
abuso del saber en provecho de otra cosa.
Para Foucault: estigmatiza la posición del poder del psiquiatra.
Nosotros, en tanto alumnos de lacan, estamos persuadidos de la necesidad del diagnostico previo
para saber si la persona que recibimos puede o no beneficiarse con el proceso analítico y de qué modo.
Para Freud, el psa es inoperante para la psicosis.
La posición de lacan: el saber clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está construida una
psicosis, cuáles son sus condiciones, y la naturaleza de sus fenómenos, entonces se remara sobre arena,
entraremos en actividad en vano, y puede ser peligroso.
La localización subjetiva: consiste en hacer aparecer la caja: la caja vacía donde se inscriben las
variaciones de la posición subjetiva: hacerlo percibir al sujeto que toma distintas posiciones con relación
al dicho.
Que es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, es el lugar vacio donde se inscriben las
modalizaciones. El vacio encarna el lugar de su propia ignorancia, encarna el hecho de que la modalidad
fundamental que se debe hacer surgir: “yo, el pte, no sé lo que digo”. En este sentido el lugar de la
enunciación es el lugar del inconsciente

UNIDAD 3 : TRANSFERENCIA
Sugestión, resistencia, repetición. Instalación de la transferencia. Transferencia como motor y
obstáculo a la asociación libre: de la repetición en acto al manejo de la transferencia.
Transferencia tierna. Erótica. Hostil. Actuar en vez de recordar. Neurosis de transferencia.
Bibliografía:
13) Freud (1912) SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA

Disposiciones innatas e influjos durante la niñez determinan una forma de relación amorosa que
determinarlas condiciones de amor, las pulsiones a satisfacer y las metas que se fijaran, que se pondrán
en juego siempre, como un clisé, durante la trayectoria dese vida. Parte de las mociones amorosos se
volcaran hacia la realidad objetiva, y otra parte se desplegara en la fantasía, en el inconsciente. Cuando la
persona intente satisfacer su amor, van a participar ambas corrientes de las mociones para el
acomodamiento con un objeto (persona). Una de estas personas es la del médico, que será insertado en la
serie psíquica de objetos de amor del paciente.
Esta transferencia de amor consciente/inconsciente se produce no solo en personas neuróticas bajo
tratamiento, sino que se dan también en personas no analizadas, por lo cual no es culpa del psicoanálisis
que esta aflore. Sucede también que esta transferencia, palanca del éxito, salga como la más fuerte
resistencia. Para esclarecer esto vemos el camino a la neurosis: hay introversión de la libido a estadios
infantiles a causa de una frustración en la vida real de la satisfacción, lo que sale a luz en el análisis como
una resistencia. A estas mismas fuerzas que llevan a la represión, se le suma, también una atracción que
ejerce el inconsciente sobre la libido. Dos fuerzas: la que empuja a lo inconsciente, y la que ejerce el
inconsciente mismo. Va a haber un punto donde, persiguiendo el material inconsciente desde uno
consciente, se va a ver claramente una ocurrencia como un compromiso entre ambas partes y es ahí donde
sobreviene la transferencia: si algo del material del complejo es apropiado para transferir sobre el médico
se genera una formación de compromiso.
Para entender porque la transferencia es también resistencia Freud separa la transferencia positiva
de la negativa. La primera tiene 2 partes: una de sentimientos amistosos y tiernos susceptibles de
conciencia y otra parte erótica inconsciente. Estos dos partes están enlazados y la tierna se genera a
expensas de un debilitamiento de la erótica. Esta parte positiva erótica, junto con la transferencia
negativa son las que forman la resistencia en el análisis. La parte tierna de la transferencia positiva es la
que lleva al éxito de la cura.
Cuando se detiene la asociación libre del paciente, puede ser porque entra en juego la transferencia
con el médico.
¿Por qué en el análisis la Transferencia sale al paso como la más fuerte resistencia?
Cuando las asociaciones libres del paciente se deniegan, es posible eliminar esa parálisis
aseverándole que ahora él está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a algo
perteneciente a él. Para explicar la transferencia devenida resistencia, Freud evoca la condición
psicológica del tratamiento: una condición previa, regular e indispensable de toda contracción de una
psiconeurosis, es el proceso que Jung denominó “Introversión de la libido”. Disminuye el sector de la
libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad objetiva y aumenta el sector de la libido extraña
a la conciencia. La libido se interna en el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles.
Hasta allí sigue la cura analítica que quiere volverla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla
al servicio de la realidad objetiva. Ahora todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevan
como unas resistencias al trabajo para conservar ese nuevo estado.
Las resistencias acompañan todos los pasos del tratamiento. Si se persigue un complejo patógeno
desde su subrogación en lo consciente (síntoma) hasta su raíz en lo inconsciente, enseguida se entrará en
una región donde la resistencia se hace valer con nitidez. En este punto sobreviene la transferencia. Si
algo del material del complejo es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico, ésta
transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de
una resistencia (ejemplo: detención de las ocurrencias).
14) Freud (1914). RECORDAR, REPETIR Y REELABORAR
Etapas de la técnica psicoanalítica:
• Catarsis bequeriana: Se enfocaba en el momento de la formación del síntoma,
reproduciendo los procesos psíquicos deshabituación para que tuvieran una resolución a nivel
consciente. Se recordaba y abre accionaba.
• Renuncia a la hipnosis: se pasa a primer plano las ocurrencias libres del paciente para
llegar a lo que no se podía recordad, que eran interpretadas para vencer la resistencia. Seguía el
enfoque sobre el momento de la formación del síntoma, y se tenían en cuenta otras situaciones
detrás de ésta. Se deja la abre acción por la regla fundamental.
• Se renuncia a enfocarse a un momento y problema determinado. Se analiza lo que
muestra el paciente para discernir las resistencias y hacerlas consientes. La meta erala misma que
antes, vencer las resistencias. El médico renuncia a enfocar un momento o un problema
determinados, se conforma con estudiar la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez,
y se vale del arte interpretativo para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y
hacérselas conscientes. Se establece una nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone
en descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra
con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados. La meta de estas técnicas ha
permanecido idéntica: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las
resistencias de represión.
El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un «bloqueo» de
ellas. Los otros grupos de procesos psíquicos que como actos puramente internos (fantasías, procesos de
referimiento, mociones de sentimiento, nexos) se pueden oponer a impresiones y vivencias deben ser
considerados en modo distinto en su relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, que se «recuerde»
algo que nunca pudo ser «olvidado» porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente. Para
ciertas vivencias, sobrevenidas en épocas tempranas de la infancia, la mayoría de las veces es imposible
despertar un recuerdo (pero se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños, y a través del análisis de
neuróticos).
El signo distintivo de esta nueva técnica respecto del tipo anterior, se puede resumir en que el
analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce
como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, que lo hace. El paciente empieza la cura con una
repetición. Y durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de
repetición; se comprende que esta es su manera de recordar.
Relación de esta compulsión de repetir con la trasferencia y la resistencia:
La trasferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la trasferencia del
pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico sino también sobre todos los otros ámbitos de la
situación presente. Tenemos que prepararnos para que el analizado se entregue a la compulsión de
repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo en la relación personal con el médico,
sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida -p. ej., si durante la cura elige un
objeto de amor, toma a su cargo una tarea, inicia una empresa-. Tampoco es difícil discernir la
participación de la resistencia. Mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el recordar por el
actuar (repetir). Si la cura empieza bajo el patronazgo de una trasferencia suave, positiva y no
expresa, esto permite, como en la hipnosis, una profundización en el recuerdo, en cuyo trascurso
hasta callan los síntomas patológicos; pero si en el ulterior trayecto esa trasferencia se vuelve hostil o
hiperintensa, necesitando por eso de represión, el recordar deja sitio enseguida al actuar. Y a partir de
ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá. El enfermo extrae del arsenal
del pasado las armas con que se defiende de la continuación de la cura, y que nos es preciso
arrancarle pieza por pieza.
El analizado repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la resistencia. ¿Qué repite o
actúa? Repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su ser manifiesto (sus
inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además, durante el tratamiento
repite todos sus síntomas. Debemos tratar su enfermedad como un poder actual. Esta condición patológica
va entrando progresivamente dentro d del campo de acción de la cura, y el enfermo lo vivencia como algo
real-objetivo y actual, mientras el analista tiene que realizar el trabajo terapéutico que en parte consiste en
reconducirlo al pasado.
El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica, equivale a convocar un
fragmento de vida real, y eso no puede ser inofensivo y carente de peligro.
Justificación de la táctica que el médico sigue: Para él, el recordar a la manera antigua, el
reproducir en un ámbito psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa que con la nueva técnica no se lo
puede lograr. Se dispone a librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito
psíquico todos los impulsos que él querría guiar hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el trabajo
del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de una acción, lo celebra como un triunfo
de la cura. Cuando la ligazón trasferencial se ha instalado, el tratamiento logra impedir al enfermo todas
las acciones de repetición más significativas y utilizarlas como un material para el trabajo terapéutico.
Ahora bien, el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y
transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Volvemos esa
compulsión inocua y, más aún, aprovechable si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito:
le abrimos la trasferencia como la palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y
donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en
la vida anímica del analizado. En este marco, los síntomas de la enfermedad cobran un nuevo significado
trasferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de trasferencia, de la que
puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La trasferencia crea así un reino intermedio entre la
enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito de aquella a esta. El nuevo estado ha
asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible por
doquiera a nuestra intervención. De las reacciones de repetición, que se muestran en la trasferencia, los
caminos del tratamiento llevan luego al despertar de los recuerdos, que vencidas las resistencias,
sobrevienen con facilidad.
El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto el médico, pues el
analizado nunca la discierne, y comunicársela a este. Pero nombrar la resistencia no puede producir su
cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo y
obedeciendo a la regla analítica fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del
trabajo con el analizado, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y
poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. Se tiene que esperar y consentir un decurso que
no puede ser evitado y aún menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el
analizado y en una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el
máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo
sugestivo. En teoría se la puede equiparar a la «abreacción» de los montos de afecto estrangulados por la
represión, abreacción sin la cual el tratamiento hipnótico
15) Freud (1914). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia.
¿A qué debe la transferencia el servir como medio de resistencia?
Se vuelve muy difícil confesar una moción de deseo prohibida ante la misma persona sobre quien
esa moción recae. Uno no puede comprender el empleo de una transferencia como resistencia mientras
piense en una transferencia a secas. Es preciso separar una transferencia positiva, que se divide en
sentimientos tiernos/amistosos y eróticos, y por otro lado una transferencia negativa (sentimientos
hostiles). (Ver ejemplo parcial domic. – ambivalencia)
La transferencia sobre el médico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando
es una transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas.
Cuando se cancela la transferencia, haciéndola consciente, solo hacemos desasirse de la persona del
médico esos dos componentes del acto de sentimientos, en cuanto al otro componente, susceptible de
conciencia y no chocante, subsiste y es el portador del éxito.
En la pesquisa de la libido extraviada de lo consciente, una ha penetrado en el ámbito de lo
inconsciente. Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura desea, sino que
aspiran a reproducirse.
El analizado no recuerda nada de lo reprimido y olvidado, sino que lo actúa. No lo reproduce como
recuerdo sino como acción.
La técnica analítica impone al médico denegar a la paciente la satisfacción apetecida (cura
realizada en abstinencia).
Postular este principio: hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como fuerzas
pulsionantes de trabajo y no apaciguarlas. Uno no podría más que ofrecer subrogados.
Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota
para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar,
repetir en la vida algo que solo deben recordar, reproducir como material psíquico.
Consentir la apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla.
El amor se compone por entero de repeticiones y calcos de reacciones anteriores, infantiles.
Amor de Transferencia consta de reediciones de resgos antiguos y repite reacciones infantiles.
Justamente, lo compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil.
Transferencia como el proceso por el cual deseos Inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos.
Carácter del amor de transferencia:
1) Provocado por la situación analítica
2) Empujado hacia arriba por la resistencia. Esta no lo crea, sino que se sirve de él y gobierna la
situación.
3) Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva. Más ciego en la apreciación de la
persona amada.

16) Freud (1916). CONFERENCIA 27: LA TRANSFERENCIA. PR A 5


Freud indica que para sustituir en el paciente lo inconsciente por lo consciente, debemos
representarnos a lo inconsciente tópicamente; se debe rebuscar en su recuerdo el lugar en que eso se
produjo por obra de una represión, y si esta represión se elimina, la sustitución de lo inconsciente por lo
consciente se consuma. Pero ¿cómo se remueve una resistencia que mantiene en pie a una represión?
Coligiéndola y presentándosela al paciente, recordemos que esta resistencia no pertenece al inconsciente,
si no al YO.
Freud llama transferencia al fenómeno que está en la más íntima relación con la naturaleza de la
enfermedad misma. Toda la proclividad de afecto del paciente estaba ya preparada en la enferma y con el
tratamiento psicoanalítico se transfirió sobre la persona del médico. Esta transferencia puede presentarse
como un tormentoso reclamo de amor o en formas más atenuadas. Sin embargo Freud observo que en los
pacientes masculinos la transferencia negativa.
La transferencia surge en el paciente desde el comienzo del Tx. Y durante un tiempo constituye el
más poderoso resorte impulsor del trabajo; pero si después se muda en resistencia es preciso prestarle
atención y ver que modifica su relación con la cura bajo 2 condiciones: 1) Cuando como inclinación
tierna ha dejado ver los signos de su procedencia de la necesidad sexual, que suscita entonces una
resistencia interior contra ella, y 2) Cuando surgen los sentimientos hostiles que importan un vínculo
afectivo al igual que los tiernos.
Freud señala que queda prohibido ceder a las demandas del paciente derivadas de su transferencia y
que sería absurdo rechazarlas con indignación, se supera la transferencia cuando se demuestra al paciente
que sus sentimientos no provienen de la situación presente y no son válidas para la persona del médico; si
no que repiten lo que a él le ocurrió con anterioridad y de esta forma lo forzamos a mudar su repetición en
recuerdo.
Los que adolecen de neurosis narcisistas no tienen capacidad e transferencia, rechazan al médico
con indiferencia y debido a esto no es posible curarlos.

17) Freud (1916). CONFERENCIA 28: LA TERAPIA ANALÍTICA. PR A 5

La terapia hipnótica usa la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza la represión, deja intactos
los procesos que han llevado a la formación de síntoma; la terapia analítica llega hasta los conflictos de
donde nacen los síntomas, se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de ellos; impone un difícil
trabajo para cancelar las resistencias internas. Se trabaja con la transferencia resolviendo lo que se
contrapone. La superación de los conflictos se logra si se le han dado las representaciones-expectativa que
coinciden con su realidad interior. La transferencia es objeto de tratamiento, es descompuesta en su
manifestación. El éxito del tratamiento se produce por superación de las resistencias.
Teoría de la libido: el neurótico es incapaz de gozar y producir porque la libido no está dirigida a
objetos reales, y porque tiene que gastar gran parte de la energía en mantener la libido reprimida y
defenderse de ella. La terapia consiste en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al Yo
para ponerla al servicio de él. La libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la
satisfacción sustitutiva. Por eso es necesario resolverlos; para esto hay que remontarse hasta su génesis,
renovar el conflicto del que surgieron, llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas no disponibles en
ese momento, pero no en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión sino en
transferencia, creando versiones nuevas del viejo conflicto. La transferencia es el campo de batalla en el
que se reencuentran las fuerzas que combaten. Toda la libido converge en la relación con el médico, los
síntomas quedan despojados de libido. La transferencia aparece en lugar de la enfermedad. En lugar de
los objetos libidinales irreales, aparece un único objeto fantaseado: el médico. Cuando la libido vuelve a
desasirse del objeto provisional no puede volver atrás a sus primeros objetos, sino que queda a
disposición del Yo. Se libró batalla con la repugnancia del Yo hacía ciertas orientaciones de la libido
(inclinación a reprimir).
Hay dos fases en el tratamiento: de los síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto de la
libido, para eliminar la represión, de suerte que no pueda sustraerse más la libido del Yo. Bajo la
influencia de la sugestión se produce un cambio en el Yo; el Yo es engrosado por lo inconsciente que se
hace consciente, se reconcilia con la libido, se le concede alguna satisfacción y se reduce el horror ante
sus reclamos por la posibilidad de neutralizar un monto de ella por sublimación.
Los límites están en la falta de movilidad de la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en la
rigidez del narcisismo, que no permite que la transferencia sobrepase cierta frontera.
Los sueños, así como los actos fallidos y ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los
síntomas y descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la represión y
los objetos a los cuales quedó aferrada la libido sustraída al Yo.
El sano también ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta
mociones reprimidas, investidas de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La
persona sana es virtualmente neurótica. La diferencia entre salud y neurosis se circunscribe a lo práctico,
y se define por el resultado, si le ha quedado a la persona capacidad para gozar y producir; el sano puede
poseer innumerables formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia práctica. La
diferencia es de índole cuantitativa, los montos de energía que han quedado libres y ligados por
represión. 

18) Freud (1938). Esquema del psicoanálisis.

El yo tiene como tarea obedecer a sus 3 vasallajes: el ello, la realidad objetiva, y el superyó. Y
mantener pese a todo, su autonomía. El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias pulsionales
del ello, para lo cual tiene que solventar grandes gastos de contrainvestidura. También la exigencia del
superyó puede volverse intensas. Ello y superyó hacen causa común contra el oprimido yo, quien para
conservar su norma quiere aferrarse a la realidad objetiva.
PLAN TERAPEUTICO: el yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que
acudir en su ayuda. FORTALECER EL YO DEBILITADO + VENCER LAS RESISTENCIAS.
El médico y el yo debilitado del enfermo, deben formar un bando contra los enemigos: PACTO. El
yo del enfermo nos promete la más cabal sinceridad y nosotros le aseguramos discreción y ponemos a su
servicio nuestra experiencia. Nuestro saber debe remediar su no saber, debe devolver al yo del pte el
imperio sobre jurisdicciones perdidas de la vida anímica.
Lo comprometemos a observar la REGLA FUNDAMENTAL DEL PSA, que en el futuro debe
gobernar su conducta hacia nosotros. Todo cuanto le acuda a la mente, aunque sea desagradable, debe
decirlo, aunque le parezca sin importancia y hasta sin sentido. Así, nos permite colegir lo icc reprimido en
el, y por medio de nuestra comunicación, ensanchar la noticia que su yo tiene sobre su icc.
PERO el pte ve en el analista un RETORNO, una reencarnación de una persona importante de su
infancia, de su pasado, y por eso transfiere sobre él sentimientos y reacciones que sin duda se referían a
ese arquetipo. Este hecho de la TR pronto demuestra ser: por un lado, un recurso auxiliar de valor
insustituible, por el otro, una fuente de peligros serios. Esta TR es ambivalente, incluye actitudes
positivas, tiernas, así como negativas y hostiles hacia el analista, quien por lo general es puesto en el lugar
de un miembro de la pareja parental. Mientras es positiva nos presenta los mejores servicios, resorte que
pulsiona la colaboración del pte.
La relación transferencial conlleva, además, otras dos ventajas. Si el pte pone al analista en el lugar
de su padre o su madre, le otorga también el poder que su superyó ejerce sobre su yo, puesto que estos
progenitores han sido el origen del superyó. Y entonces el nuevo superyó tiene oportunidad para una
suerte de pos educación del neurótico.
Otra ventaja de la TR es que en ella el pte escenifica ante nosotros, un fragmento importante de su
biografía, sobre el cual es probable que en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Actúa en lugar
de informarnos.
Puesto que la TR reproduce el vínculo con los padres, asume también su ambivalencia.
Difícilmente se pueda evitar que la actitud positiva hacia el analista se trueque de golpe en negativa
hostil. También esta es de ordinario una repetición del pasado.
Los resultados curativos producidos bajo el imperio de la TR positiva están bajo sospecha de ser de
naturaleza sugestiva. Si la TR negativa llega a prevalecer. Uno repara, en que fueron vanos todo el
empeño y trabajo anteriores.
Es muy indeseable para nosotros que el pte fuera de la TR actúe en lugar de recordar: la conducta
ideal para nuestros fines seria que fuera del tto el se comportara de la manera más normal posible y
exteriorizara sus reacciones anormales solo dentro de la tr.
Si lo asaltáramos con nuestras interpretaciones antes que el estuviera preparado, la comunicación
provocaría un estallido de resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o la haría peligrar. En
cambio, si lo hemos preparado todo de manera correcta, a menudo conseguimos que el pte corrobore
nuestra construcción y el mismo recuerde el hecho íntimo o externo olvidado.
Con la mención de la resistencia hemos llegado a la segunda parte. El yo se protege mediante unas
constrainvestiduras de la intrusión de elementos indeseados oriundos del ello icc y reprimido: que estas
constrainvestiuras permanezcan intactas es una condición para la función normal del yo.
Queremos que el yo, tras cobrar osadía por la seguridad de nuestra ayuda, arriesgue el ataque para
reconquistar lo perdido. Y en este empeño registramos la intensidad de esas contrainvestiduras como unas
resistencias a nuestro trabajo. Resistencia de represión.
Debemos mover al yo para que venza esas resistencias. Vencer las resistencias es la parte e nuestro
trabajo que demanda el mayor tiempo y la máxima pena.

UNIDAD 4 : CONTRATRANSFERENCIA
Diferentes concepciones de la contratransferencia. Transferencias cruzadas. Deseo del analista.

19) Korman (1996) El oficio de analista: TRANSFERENCIAS CRUZADAS

El psicoanálisis no es una actividad contemplativa sino transformativa y el analista no es el agente


de esas modificaciones subjetivas sino el propio analizante, mediante su trabajo en sesión. La tarea
analítica, si bien es compartida por ambos, tiene su epicentro en el analizante. No se planifican ni
preestablecen metas.

PRIMER PASAJE POR LA ASOCIACION LIBRE la regla fundamental y el contexto analítico


estimulan a que el lenguaje sea utilizado de forma diferente al habitual y que el paciente se vea entonces
arrastrado por sus palabras. Ellas dirán mas de lo que el supone y también, algo distinto de lo que
nosotros esperábamos.
El estado de asociación libre, que no es permanente en sesión, constituye una especie de trance en
el que suele haber un decir disperso, deshilvanado, pero con anudamientos posibles en distintos niveles.
Reubicación de elementos conocidos y nuevos en una trama que se va recreando, con la
consiguiente producción de efectos de verdad que entrañan modificaciones subjetivas. Se produce la
irrupción de aquello que no se preveía.
Si pedimos al paciente asociar libremente no es por puro formalismo, es para que surja lo propio, lo
singular. Hay que poner a trabajar este material. Y ahí está uno de los meollos de la instrumentación de la
TR. El manejo de ella no puede reducirse a sugerir indicaciones técnicas generalizadas, ya que la
conducción de un análisis depende de cada paciente y de aquel que conduce una cura. En sentido estricto,
no hay normas técnicas universales.

EL ANALISIS: UNA REESCRITURA DE LA NOVELA FAMILIAR en el seno de la relación


transferencial, el analizante escribe una nueva novela familiar. El saber hacer del analista consistiría en
sostener un contexto que posibilite al analizante la escritura de los borradores de dicha novela; en sostener
el trabajo de hacer y rehacer ese texto invisible, con sus raspaduras, borrones; permitir, fomentar que forje
nuevos mitos y leyendas sobre si mismo. Se trata de una elaboración permanente del material asociativo.
Acompañar este proceso implica para mi crear y recrear en cada caso, una forma de estar presente
que condicione lo menos posible esta tarea de asociación y elaboración del paciente. Nuestra escucha
nunca es pasiva.
Lo más difícil es inventar formas de estar presente en la sesión de manera tal de no distorsionar el
trabajo del paciente mediante inducciones de sentido, mas propias del analista que de su analizante.
El analizante me supone un saber (sobre sus síntomas); yo, en cambio, supongo que ese saber
(inconsciente) reside en el y que será también en el mismo donde se habrán de encontrar las fuerzas que le
permitan salir de su situación actual.
Mi silencio no es táctico, es la condición misma para que un trabajo de este tipo pueda ser
realizado. Si el paciente labora con ellos, se suelen operar fenómenos de reacomodamiento subjetivos sin
que muchas interpretaciones de mi parte hayan sido necesarias. De todas formas, no hay que generalizar:
los psicóticos y los borders plantean un abordaje diferente, algunos neuróticos también, ya que en
determinados casos se requiere de una mayor participación del analista.

MARCO AMPLIO MAS QUE ENCUADRE RIGIDO para el trabajo de análisis con un paciente
neurótico, no es un cuadro rígido, inmodificable e inflexible. Todo lo contrario: varia con cada analizante
y también con las distintas etapas de un análisis. Así como cada paciente es absolutamente singular,
también el analista lo es, y tendremos que ir acuñando un estilo propio, un modo original de ejercer
psicoanálisis. El dispositivo analítico, además de adecuarlo a cada analizante, cabe adaptarlo también a la
medida del analista.

RETORNO A LA ASOCIACION LIBRE la asociación libre no está pensada como una fuente de
recuerdos ni para rememorar acontecimientos vividos. Funciona como una musa inspiradora: aporta
ideas, ocurrencias para que luego sean procesadas. La asociación libre no es sinónimo de halar en sesión,
se puede llenar horas con un discurso vacío.
En cambio, hay una exigencia de trabajo implícita en esta visión de la asociación libre y de la
elaboración posterior de aquello que esta aporta.
Hay que suponer que algo ligado a la pulsión de vida, permite la emergencia de un soplo nuevo,
una bocanada de aire fresco. Yo no actúo ahí por sola presencia. Acompaño esa tarea. Acompañar a veces
con un sí..Si... o un ahá.. hacer una acotación o señalar un aspecto especifico a interpretar.

INTERPRETACION Y VERDADES SUBJETIVAS de tanto en tanto acontecen en un análisis


aquellas situaciones particularmente fecundadas en las que en el paciente se produce un shock frente a lo
dicho que hace que el analizante ya no sea el mismo que antes. Es un estado mezcla de dolor y alborozo,
cada vez que se producen efectos de verdad subjetiva. El paciente necesita un tiempo para poder encajar
una verdad de ese orden que lo ubica en un punto de no retorno. Ya no será el mismo que antes y busca
apenas surgen rechazarlas. Pero las cosas ya han sido dichas, no hay marcha atrás.

EL PASADO un psa no apunta reconstruir el pasado del sujeto, sino que punta mas a la
resignificación. Sabemos que en un análisis se producen con cierta frecuencia revivencias de aspectos de
la historia personal. A mí me interesa poner ese movimiento mas al servicio de la RESIGNIFICACION de
aquella que a los efectos de una minuciosa reconstrucción de los tiempos y contextos anteriores.
Más que reconstruir el pasado se trata de construir una historia que no ha tenido jamás lugar
anteriormente, en tanto se la edifica con elementos que recién ahora empiezan a ver la luz. Por eso es que
hay una creación en la transferencia, no solo repetición: surge algo nuevo.
La emergencia de verdades subjetivas instaura un saber, pero la modificación del sujeto no es por
ese plus de conocimientos.
Es fundamental distinguir lo que constituye un epifenómeno de las modificaciones psíquicas de
aquello que serian las causas de los cambios.

INVOCANDO LA PULSION DE VIDA sostengo que en un momento determinado del análisis


aparece en el campo transferencial algo que viene muy de adentro del paciente, un deseo profundo de
cambiar la forma de vivir. El análisis tiene algo que ver con esto, en tanto ha preparado el terreno para
que tales cimbronazos acontezcan. El trabajo analítico fue despejado toda la gama de coberturas y de
hojarascas que mantenían embotadas esas fuerzas, ese empuje.

DESCONECTAR EL DOLOR DE SU LIGAZON EROGENA el padecimiento psíquico, el


sufrimiento tiene que llegar a un punto tal que de el mismo nazca ese acicate, esa fuerza que se oponga a
aquella otra que encadena a las repeticiones. Condición previa: desconectar el dolor del circuito
masoquista.
El peso de la tarea analítica recae fundamentalmente sobre ellos (pacientes). Permitirles trabajar
significa que el análisis no gira en torno a mis interpretaciones. En tanto analista tratare de abrirles
interrogantes más que darles respuestas.
La tarea analítica no consiste en orientar la vida del analizante, sino en dirigir la cura de manera tal
que, respetando su singularidad este tenga más posibilidades de tomar sus propias decisiones.

POSICIONAMIENTOS PERSONALES son más útiles las interpretaciones y construcciones que


el propio paciente haga que las mías. El determinismo infantil, aunque es importante, no es absoluto. Dejo
trabajar, intervengo poco, pero estoy presente. Trato de favorecer al máximo la tarea de asociación libre
del paciente y sus efectos.
Pienso que el analizante requiere un tiempo de sesión para poder explayarse, para que pueda
asociar, para tener una oportunidad de que algo del orden de lo inconsciente pueda manifestarse,
producirse.
Allí donde la pulsión de muerte habita no hay tregua para el analista. Debemos saber que ser
soporte de la transferencia implica que su peso recaerá sobre nosotros, que estaremos sometidos a ella.
Tener presente que la transferencia va más allá de las cuatro paredes del consultorio, y que invade
la vida del analizante y su entorno. Es conveniente saber que ser analista es un oficio y no un modo de
vida que se extiende más allá del consultorio. Tampoco es necesario prolongar excesivamente los análisis.
TRANSFERENCIAS CRUZADAS Se supone que el campo analítico está saturado por el discurso
del paciente, pero el analista esta también formando parte del mismo campo. En cada momento operamos
sobre la TRANSFERENCIA con todo aquello que hemos ido decantando, de nuestra historia como psas.
Todos otorgan importancia al TRIPODE: ANALISIS – SUPERVISION – FORMACION TEORICA.
En la conducción de la cura influye asimismo también lo que uno es en tanto sujeto. Como analista,
es imposible borrarnos completamente del campo analítico, me incluyo (soy incluido en la tr) y opero
desde dentro de ella. Proponemos el paradigma del borramiento para que las sesiones puedan estar
saturadas por el material que aporta el analizante. Pero a ese ideal solo podemos acercarnos
asintóticamente. El análisis de un paciente con una analista no seria igual al análisis de ese mismo
paciente con otro analista.

LA SUBJETIVIDAD DEL ANALISTA la implicancia de la subjetividad del analista en todo


análisis que conduce. El espacio queda configurado por ambos.
Pienso que las particularidades del analista entran en juego, en tanto en la situación analítica no
funcionamos como puro espejo ni somos solo receptores o pantalla de lo que el analizante pone en
nosotros. Nuestra presencia no es solo en el plano consciente. La transferenciaes la heredera de la
sugestión.

DESEO DEL ANALISTA Lacan habla de la presencia del analista en la trama transferencial. La
transferenciase origina a partir del analista. Es este quien la provoca, la dispara, poniendo en juego el
deseo del analista, que tendría como función hacer emerger el deseo del analizante. Cuando lacan habla
del deseo del analista se esta refiriendo a un deseo que permite sostener la función analítica.
Al sostener la idea de TRANSFERENCIACRUZADAS, subrayo que tanto analista como
analizantes en el campo transferencial, cada uno con sus propias repeticiones, fantasmas, deseos,
síntomas, y entre ambos configuran una relación única. La transferenciaademás de producirse
espontáneamente, es activada, potenciada por el dispositivo y las interpretaciones analíticas.
Hablar de TRANSFERENCIACRUZADAS no significa que las posiciones y funciones de ambos
sean simétricas. Tampoco otorgar vía libre a la subjetividad del analista, a la sugestión, al uso de los
sentimientos del analista para precisar mejor los de su paciente, ni hacer de los afectos la brújula para
comprender al analizante.

LA FUNCION DELANALISTA Existe una función del analista, lo que no existe es esa función en
abstracto, disociada de un sujeto de carne y hueso que la lleva adelante. Ella se encarna siempre en tal o
cual analista. No es indiferente de quien ocupe ese lugar, quien se hace cargo de dicha función. Teniendo
en cuenta la incidencia personal del analista, es como podrían en la práctica limitarse o controlarse estas
influencias. Cada analista está metido en el análisis de sus pacientes y lo está con sus características
propias.
Pretender que es posible borrarnos completamente para que el espacio transferencial sea ocupado
solo por el analizante, sosteniendo que lo único que estaría en juego es la subjetividad del paciente y
queriendo de paso fundar en ello la objetividad, es una opción que entraña sus riesgos. El analista no es
jamás un observador neutro, sino que forma parte de la situación analítica y que, sus vacilaciones respecto
de la neutralidad no suelen ser excepcionales.
Estoy convencido de que el reconocimiento de estos hechos permitiría limitar esa incidencia, tanto
por parte del analista como del analizante. El primero está obligado a tomar los cuidados necesarios para
evitar dirigir la vida de su paciente; al segundo le cabe la posibilidad de no tomar las intervenciones de su
analista como si fuera palabra santa.
20) Lacan (1953). SEMINARIO I. LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD

Toma un caso clínico:

El analizado fue invitado a dar una disertación a la radio sobre un tema que interesaba a la analista.
Esta disertación fue realizada unos días después de la muerte de la madre del analizado. A pesar de estar
afectado sigue con sus obligaciones.  Llega a la sesión siguiente en un estado de estupor y confusión y la
analista interpreta: “usted está así porque piensa que estoy muy resentida por el éxito que tuvo en la radio
hablando de este tema que me interesa”.

Para Lacan, esta fue una interpretación choque. El hecho que el sujeto haya salido de su estado tras
esta intervención no prueba la justeza de la misma.

Al cabo de un año el sujeto se da cuenta que su estado de confusión era consecuencia de sus
reacciones de duelo,  que solo invirtiéndolas había podido superar.

La analista se cree aquí autorizada para hacer lo que se denomina una interpretación de ego a
ego (que no se distingue de la proyección). Conviene abstenerse de estas interpretaciones. Se trata de
intervenciones del eje de lo simbólico, no desde el eje de lo imaginario. 

Escritos Técnicos. Lacan

• Los escritos técnicos, son un cierto número de escritos de Freud entre 1904 y 1919, cuyo
título, presentación y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico (Freud no habla en
ellos exclusivamente de técnica). En ellos hay nociones fundamentales para comprender el modo de
acción terapéutica analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de
acción e intervención en la transferencia y el papel esencial de la neurosis de transferencia.

• Estos textos constituyen una etapa intermedia, preceden a la elaboración de la teoría


estructural (neurosis, psicosis, perversión) de las instancias, la que Freud llamó metapsicología.

• La experiencia analítica debe formularse en una relación de tres (la palabra) y no de dos.

• Para Freud, la dimensión propia del análisis es la reintegración por parte del sujeto de su
historia hasta sus últimos límites sensibles.

• La historia no es el pasado, es el pasado historizado en el presente.

• Que el sujeto reviva, rememore, los acontecimientos formadores de su existencia, no es


tan importante lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.

• El acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de
reviviscencia en el sentido afectivo.

• La teoría no coincide con la práctica, pero la estructura.

• El problema del sujeto es el rechazo del sentido de sus síntomas. Este sentido no debe
serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que respeta a la
persona humana. A eso es ilógico plantear que el objetivo es forzar la resistencia del sujeto. (escuela
inglesa).

• Freud considera al discurso como una realidad en tanto tal, haz de discursos yuxtapuestos
que se recubren unos a otros, se suceden. Él no disponía de la noción de “soporte material de la
palabra”, Hoy habría tomado como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que componen
parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto mayor a medida que el
sujeto se aproxima a un discurso que sería el último y el bueno, pero que rechaza de plano.

• Todo lo que suspende, destruye, interrumpe la continuidad del tratamiento es una


resistencia.

• No es ajeno a la esencia de la palabra, engancharse en el otro. La palabra es sin duda


mediación entre el sujeto y el otro, e implica la realización del otro en la mediación misma. Un
elemento esencial de la realización del otro es que la palabra puede unirnos a él. Pero existe otra
faceta de la palabra que es revelación. Revelación y no expresión: el inconsciente sólo se expresa
mediante una deformación.

• La resistencia se produce en el momento en que la palabra de revelación no se dice, no


aparece.

• Palabra plena: donde se dice lo que no se quiere decir y aparece el Sujeto. Aparece la


verdad del sujeto.

• Palabra Vacía: el conocimiento, Comunica los acontecimientos.

21) Paz (1995) PRELIMINARES SOBRE LA CONTRATRANSFERENCIA

La contratransferencia se muestra como un concepto subordinado de aquellos que se consideran


nucleares en la teoría psicoanalítica, es algo evidente si se lo define como: “la respuesta del analista a la
transferencia del paciente”, el problema de aceptar esta definición es que podría no tener lugar o
acontecer de manera episódica, trabando el sostenimiento adecuado de la atención flotante
La contratransferencia debe ser tomada como: “un emergente intrínseco y constante de la estructura
básica del campo transferencial”, desde el ángulo de la contratransferencia se pude indagar en las
configuraciones propias y especificas del proceso y del campo analítico. Así el compromiso personal y los
modos de exposición del analista en el movimiento transferencial son circunstancias sobredeterminadas
que devienen en instrumentos personales de operación clínica.
Se entiende por contratransferencia la activación de vínculos y fantasías primarias suscitada en el
analista a partir de lo manifestado por el analizado en un proceso analítico.
Esto supone varias cosas:
• La contratransferencia no es circunstancial ni excepcional, trata de la
movilización aleatoria de aspectos disociados del analista situado en una posición
regresiva potencial, producto de la situación y favorecida por la atención flotante.
• Si bien inicia como una dificultad su destino dependerá del modo en que se tramite. Pensar que es
una complicación indeseada lleva a pensar la postura del analista como un intérprete robotizado.
• Es inevitable porque siempre las comunicaciones del paciente afectan al analista de alguna
manera. Pero no toda respuesta emocional es contratransferencia.
• Puede desestructurar tramas sublimatorias que necesita el psicoanálisis para el encuadre. Por eso
hay que estar atentos a sus efectos.
• Se usa solo como instrumento en una segunda instancia, porque en una primera instancia es algo
sorpresivo de lo que hay que recuperarse para que no provoque una ruptura de la situación analítica o
a un trabajo psíquico fuera del lugar en el analista.
• Respuesta esquemática:
• Respuesta emocional profunda
• Sentimiento y representaciones suscitados conmueven, perturban
• Se hace necesario elaborar algún tipo de intervención para recobrarse del
involucramiento
• Cuando se recupera se evidencia un avance y consolidación de todo lo que
sostiene el proceso analítico.
• No se trata de agregar nada, sino de permitir que lo existente dentro de uno se manifieste también,
en el ámbito peculiar de una interioridad personal elaborativa especifica.
• Evitar la perentoniedad para sacar de si aunque sea bajo formas interpretativas lo que pulsa a
partir de impregnaciones masivas o sutilmente penetrantes.
• Recuperar la asimetría
Este doble carácter de algo inherente a la situación analítica pero deslizable hacia el polo de la liquidación
de la misma es característico de momentos contra transferenciales.
Estas experiencias contra transferenciales como complicación fecunda, no supone invertir el sentido
del proceso, sino favorecer un salto cualitativo en el balance regresivo del analista

UNIDAD 5 : OBSTÁCULOS AL TRABAJO DE LA ASOCIACIÓN


LIBRE:
Las distintas formas de resistencia.
Resistencias del yo: represión, beneficio secundario del síntoma, transferencia.. Resistencia del
ello: compulsión de repetición. Pulsión de muerte y Más allá del principio del placer..
Resistencia del superyó: reacción terapéutica negativa. Sentimiento inconciente de culpa y
necesidad de castigo.. Resistencias del analista. Bibliografía:
22) Freud (1916). CONFERENCIA 19: RESISTENCIA Y REPRESIÓN.

Cuando emprendemos un análisis para liberar al paciente de sus síntomas patológicos, se supone
una fuerte y tenaz resistencia, que se mantiene durante todo el tratamiento. El enfermo produce todos los
fenómenos de esta resistencia sin reconocerlos como tales, y es un gran éxito que logremos inducirlo a
aceptar esta concepción y contar con ella. ¿se revelan acaso contra su auxiliador beneficio de su
enfermedad? Si.
La resistencia de los enfermos es:
• Diversificada
• Refinada
• Difícil de reconocer
• Variadas y proteicas las formas de manifestación.
Cuando se fija la regla analítica fundamental, decir todo lo que se le cruce por la cabeza y omitir
toda crítica y reparo; se le pide que comunique todas las percepciones interiores en la secuencia que
emerjan de el, sin hacer selección o exclusión de ocurrencias, sin censura ni critica. El resultado del
tratamiento dependerá de la escrupulosidad con que obedezca esta regla. Al fijarla, lo primero que
conseguimos es que se convierta en el blanco de ataque de la RESISTENCIA. Asevera que no se le
ocurre nada. Es raro encontrarse con un enfermo que no intente reservar para si algún ámbito a fin de
defenderlo de la cura. Al final se logra arrancarle a la resistencia una cierta cuota de obediencia a la regla
técnica fundamental y se vuelca hacia otro ámbito. Aparece como RESISTENCIA INTELECTUAL,
lucha con argumentos, se hace fuerte en las dificultades de las doctrinas analíticas, aparecen las críticas y
objeciones hacia la técnica. Empero, el paciente admite razones: le gustaría que lo instruyéramos, lo
aconsejemos, esta dispuesto a hacerse partidario del psicoanálisis bajo la condición de que el análisis deje
a salvo su persona.
Pero nosotros visualizamos este apetito de saber como resistencia, como distracción de nuestra
tarea y lo rechazamos.
Las resistencias intelectuales no son las peores, siempre se puede salir vencedor de ellas. Pero el
paciente durante el análisis se las arregla para producir resistencias cuyo vencimiento se encuentra entra
las tareas mas difíciles.
• En lugar de recordar, repite unas actitudes y mociones afectivas de su vida que por medio
de la transferencia pueden emplearse para resistirse al médico y a la cura.
• Si se trata de un hombre, por lo general tomara este material de su relación con el padre,
en cuyo lugar pone al médico y entonces sus resistencias parten del afán de afirmar su
autonomía personal y de juicio.
• Las mujeres se las componen para hacer sobre el médico una transferencia tierna, de tinte
erótico y explotarla a los fines de la resistencia. Esta simpatía, llegada a cierta altura, hace
que se pierda todo interés por la cura.
Las resistencias de esta clase contienen tanto del material más importante del pasado del paciente, y
lo espejan de manera tan convincente que se convierten en los mejores soportes del análisis si una técnica
diestra sabe darle el giro correcto. Pero, el enfermo las utiliza para ceder en su empeño sobre cualquier
mejoría d su estado.
Estas resistencias tienen que salir a la luz y quedamos insatisfechos cuando no lo provocamos con
nitidez suficiente y no podemos aclararlo al enfermo.
El vencimiento de estas es una operación esencial del análisis y la única pieza del trabajo que nos
asegura que hemos conseguido algo con el paciente.
Estas resistencias que oponen los neuróticos a la eliminación de sus síntomas, se convirtió en la
base de concepción dinámica de la neurosis.
En el curso del tratamiento la intensidad de la resistencia varia de continuo, aumenta cada vez que
nos aproximamos a un tema nuevo y llega a su máxima fuerza en el ápice de la elaboración de este y
vuelve a desbaratarse cuando se lo finiquita. Nunca nos encontramos con la total dimensión de la
resistencia que un paciente puede desplegar. Si estamos a punto de promover a su cc un fragmento nuevo
del material icc, particularmente penoso para el, se vuelve critico al extremo.
¿De que manera aplicamos esto de que el enfermo se defiende con tanta energía contra la
eliminación de sus síntomas y el restablecimiento de un discurrir normal de sus procesos anímicos?
Se registran fuerzas poderosas que se oponen a un cambio de estado, tiene que ser las mismas que
en su tiempo lo impusieron.
En la formación del síntoma tiene que haber ocurrido algo que ahora podemos reconstruir. La
existencia del síntoma tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado hasta el final
normalmente, de manera que pudiera devenir consciente. El síntoma es un sustituto de lo que se
interceptó. Debe de haberse producido una violenta renuencia a que el proceso anímico cuestionado
penetrase hasta la cc, por eso permaneció icc, en cuanto inconsciente tuvo el poder de formar un síntoma.
Esa misma renuncia se opone durante la cura analítica al esfuerzo por volver a transportar lo inconsciente
a lo consciente. Esto es lo que sentimos como RESISTENCIA. El proceso patógeno que la resistencia nos
revela ha de recibir el nombre de REPRESION.
• Es la precondición de la formación de síntoma, pero es también algo que no se parece a
nada de lo que conocemos.
• Si un impulso fue sometido a la represión entonces conservaría su energía y no restaría
recuerdo alguno de el, el proceso de la represión se consumaría sin que el yo lo notase.
• Las mociones que están dentro del vestíbulo del inconsciente quedan sustraídas a la
mirada de la conciencia, que se encuentra en el otro espacio: por fuerza tienen que permanecer al
principio inconsciente. Cuando ya se abrieron paso hasta el umbral y fueron refrenadas por el
guardián son inadmisibles en la conciencia: las llamamos reprimidas. Pero las mociones a las que
el guardián dejo pasar el umbral no por eso han devenido necesariamente conscientes, meramente
pueden llegar a serlo si logran atraer sobre ellas la mirada de la conciencia. Por eso, ese sistema
es el preconsciente. El destino de la represión para una moción singular consiste en que el
“guardián” no la deje pasar del sistema inconsciente al preconscientes. Es el mismo guardián con
quien tomamos conocimiento en calidad de resistencia cuando procuramos cancelar la represión
mediante el tratamiento analítico.
Los restos diurnos, en los que individualizamos a los incitadores del sueño, eran un materia
preconsciente que durante la noche, en el estado del dormir, había podido experimenta la influencia de
unas mociones de deseo inconscientes y reprimidas, y formar el sueño latente en comunidad con estas
mociones y merced a la energía de ellas. Bajo el imperio del sistema inconsciente, ese material había
recibido un tipo de procesamiento (la condensación y el desplazamiento) que en la vida anímica normal,
es decir, dentro del sistema preconsciente, es desconocido o se admite solo por excepción.
Los síntomas sirven a la satisfacción sexual de los enfermos, son un sustituto de esa satisfacción
que les falta en la vida. Los neuróticos son aquellos que enferman a raíz de una frustración cualquiera,
cuando la realidad les escatima la satisfacción de sus deseos.

23) Freud (1920). MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER. Cap II al IV


Cap. III: En una primera época el análisis se basaba en la intelección, reconstrucción y
comunicación de lo inconsciente al paciente. Posteriormente se buscaba que el enfermo recuerde
mediante la construcción que se le corroboraba. Se luchaba contra las resistencias que imposibilitaban el
recordar poniendo asen descubierto en la transferencia.
Pero luego se vio que no bastaba solamente con hacer consciente lo inconsciente (ya sea recuerdo o
resistencia), ya que no todo lo reprimido se podía recordar. Antes que recordar, el sujeto repite lo
reprimido en transferencia. Lo que se repite tiene que ver con un fragmento de la sexualidad infantil y por
lo tanto con el Edipo. Cuando se repite, se traduce una neurosis infantil en una neurosis de
transferencia. Hay una compulsión de la repetición. Freud aclara que no se lucha contra lo reprimido,
porque lo reprimido busca acceder a la conciencia más que resistirse. La resistencia se da contra los
estratos más altos de la conciencia que buscan que lo reprimido se mantenga como tal. Otra aclaración es
que la oposición no es Yo vs. Inconsciente, porque hay partes del Yo que no son conscientes. La oposición
es Yo vs reprimido (ello). La resistencia si bien es inconsciente, parte del Yo. La compulsión a la
repetición vendría de parte de lo reprimido inconsciente.
Por un lado tenemos el Yo, que en su parte inconsciente resiste, y por el otro lado lo inconsciente
reprimido que insiste en una compulsión a la repetición.
Esta resistencia del Yo estaría del lado del principio de placer, porque busca evitar el displacer de
la liberación de lo reprimido. Si bien la descarga pulsional siempre es placentera, lo sería solo para el
Ello, no para el Yo, y por eso la resistencia está al servicio del principio de placer. La compulsión a la
repetición pareciera entonces buscar el placer del Ello. Pero lo que señala Fraudes que a veces la
compulsión de la repetición intenta mostrar algo que bajo ningún punto de vista provocaría placer,
incluso en la infancia. Es decir que no siempre se repiten mociones pulsionales sexuales infantiles
edificas. La vida sexual infantil tuvo que ser reprimida porque en ese momento sus deseos eran
inconciliables con la realidad. Se repiten todas esas frustraciones de la vida sexual infantil, que ni
antes ni ahora generarían placer. Esto hace suponer una compulsión a la repetición que está más
allá del principio de placer. La compulsión a la repetición sería previa al principio de realdad en la
constitución del aparato psíquico.
Cap. IV: La conciencia es una operación de un sistema psíquico particular (CC.), y brinda las
percepciones que vienen del mundo exterior y las sensaciones de placer displacer del mundo interior. Por
lo tanto se encuentra entre el límite del mundo exterior y el mundo interior. En el sistema CC., no hay
ninguna huella de las percepciones consientes, sino que las huellas se almacenan en sistemas contiguos al
CC. El CC. Se agota en el “devenir consciente”, por su ubicación espacial. El CC. Tiene una barrera anti
estimulo que protege contra las excitaciones del exterior, pero esa barrera no acciona contra excitaciones
del interior del aparato. Todo esto provoca: la prevalencia de las sensaciones desplacer-displacer que son
captadas por el CC. 2. Una orientación conductual hacia estímulos internos que generan displacer. Estos
estímulos serán tratados como externos para poder defenderse de ellos (origen de la proyección).
Las situaciones traumáticas, provocadas por excitaciones externas (que rompen la barrera anti
estimulo), provocan un desequilibrio económica en el aparato psíquico. En este momento, el principio de
placer queda abolido, porque el sistema no puede evitar el ingreso desmedido de excitación. Lo que
buscará el aparato psíquico será dominar el estímulo, ligarlo psíquicamente, para luego tramitarlo. El
aparato pondrá una investidura energética contra esa energía que irrumpe, una enorme contra
investidura, que quita energía a todos los otros sistemas psíquicos para ser posible, lo que resulta en una
parálisis.
En las neurosis traumáticas, los sueños no están al servicio del cumplimiento del deseo, sino que
reconducen a la situación traumática, algo que no genera placer. Estos sueños buscan recuperar el
dominio sobre el estímulo traumático por medio de la angustia cuya omisión propicio la neurosis. Esta
función de “ligazón” sería más originaria que la de genera placer o evitar displacer. Entonces no todo
sueño es un cumplimiento del deseo, sino que es la manifestación de una compulsión a la repetición.
Cap. V. Se había dicho que no hay barrera anti estimulo contra las excitaciones internas, cuya
fuente es la pulsión, por lo tanto estas pulsiones pueden provocar neurosis económicamente equiparables
a las neurosis traumáticas. Las mociones pulsionales tiene la característica de ser “energía no ligada”, lo
que permite la condensación y el desplazamiento característico del inconsciente, es decir que son partes
del proceso primario. Los estratos superiores del aparato psíquico lo que buscarían es ligar la excitación
que proviene de las pulsiones, tras lo cual se podrá implementar el principio de placer. (Primero ligarla
excitación, para luego tramitarla según el principio de placer). Las exteriorizaciones de la compulsión de
la repetición tendrían entonces un “carácter pulsional” y demoniaco, opuesto al del principio de placer.
El niño repite, al servicio del principio de placer. Pero el analizado no. las repeticiones de éste
último están más allá del principio de placer. Esto demuestra que las huellas mnémicas de su pasado
infantil están en el interior del aparato como fuerza no-ligada.
Relación pulsión-compulsión a la repetición. Toda pulsión tendría como meta la
reproducción de un estado anterior, inherente a todo lo orgánico vivo. No habría pulsiones de
perfeccionamiento, o desarrollo, sino que estos serían causados por influjos exteriores al organismo. La
meta de toda la vida es a muerte, toda pulsión aspira a una vuelta a lo inanimado. Las pulsiones de “auto
conservación” serían pulsiones parciales que buscan asegurar el camino hacia la muerte. Paradójico es
el accionar pulsional, ya que el organismo lucha contra influencias que podrían ayudarlo a alcanzar su
meta vital.
El camino hacia el perfeccionamiento que parece contrariar las pulsiones como destinadas a llegar
a la muerte, nace en realidad de la represión de las pulsiones, por la sublimación.
La pulsión busca satisfacerse repitiendo una vivencia primaria de satisfacción. Ninguna
satisfacción sustitutiva o reactiva, o sublimación puede cancelar la tensión que genera esa pulsión, y lo
que no se contiene de ella genera el “factor pulsionante”, que al no poder “regresar” obstruido por las
resistencias, tiene una vía de escape hacia adelante.
Cap. VII. Si la pulsión busca la vuelta a un estado anterior, a la muerte, es claro que hay procesos
más allá del principio de placer.
El aparato psíquico tiene como función primordial la de ligar energía, ligar las mociones
pulsionales. Una vez ligada la energía se puede imponer el principio de placer. El principio de placer es
una tendencia al servicio de la función mantener al mínimo la excitación en el aparato psíquico. Esta
función participa de la aspiración más universal de volver al reposo del mundo inorgánico. Se liga la
moción para acomodar la excitación y luego descargarla. El placer o displacer neos basa en ser un proceso
primario secundario, sino que en los procesos primarios hay placer y displacer, siendo estas sensaciones
más intensas que en los procesos secundarios.
El principio de placer está directamente al servicio de las pulsiones de muerte.

24) Freud (1923). EL YO Y EL ELLO. Cap. III: El yo y el superyó. Cap. V: Los


vasallajes del yo.
Cap. III. El yo y el SuperYo (Ideal del yo): El Yo es una parte del Ello modificada por el sistema
de la percepción. Pero dentro del Yo también está el Súper Yo, pero mantiene un vínculo menos firme con
la conciencia que el Yo.
Dentro del Yo se erige un objeto perdido por identificación con este. Esto contribuye a su
conformación y su carácter. En la fase oral, las investiduras de objeto parten del Ello, pero el Yo luego las
admite o las reprime. Si se resigna ese objeto sexual, se erige dentro del Yo, que sería una sedimentación
de investiduras de objeto resignadas. Por esta vía el yo puede dominar al Ello, ofreciéndose el mismo
como objeto de amor, porque ha adquirido por identificación las características del objeto amado
(“ámame que soy igual ;)”). La libido objetar entonces se vuelve libido narcisista y sobreviene una
desexualización y una capacidad para sublimar. Si el yo se identifica conmutables objetos, puede
sobrevenir una fragmentación del mismo.
Las primeras identificaciones del yo tienen efectos duraderos y universales y son las que
contribuyen a la formación del Súper Yo. El niño en una primera instancia, antes de investir la figura del
padre, crea una fuerte identificación con él. Luego la elección de sexual parental fuerza esa identificación.
Hay 2 factores que juegan en las identificaciones y elecciones objétales que conformarán el Súper Yo. El
primer es la disposición triangular del complejo de Edipo y el segundo factor es la bisexualidad
constitucional del ser humano.
En el caso del varón, junto con la identificación con el padre hay una elección de la madre como
objeto de amor, relaciones que van juntas, hasta que el chico percibe que el padre es una amenaza para su
relación con la madre, y la relación con él se vuelve ambivalente. Se conforma así el Edipo Simple,
positivo... Cuando este termina el varón tiene que resignar a la madre, y lo hace identificándose con ella,
o reforzándose la identificación con el padre, opción más frecuente que reafirma la masculinidad del
niño. La elección de la identificación en el padre o en la madre se relaciona cola disposición bisexual
infantil ya que depende de la intensidad relativa de las dos disposiciones sexuales. La bisexualidad
también se juega en el Edipo Negativo, un duplicado del positivo, donde se comporta con una actitud
ambivalente hacia la madre tierna hacia el padre. En general se juega el Edipo completo en el neurótico.
Una vez enterrado el complejo de Edipo, las 4 relaciones (amor-odio hacia padre y madre) se
desmontan y conforman una identificación padre-madre. La disposición sexual depende de la intensidad
relativa de la identificación con una y otra figura. El resultado del complejo de Edipo es una
sedimentación de ambas identificaciones unificadas entre sí: el Súper Yo. Pero este Súper Yo, no es
solo el resto de las identificaciones, sino que también se opone a ellas. Dice como se debe, y qué no se
puede ser, porque las causas de la represión fue el amor sexual infantil que se tenía antes esas figuras.
(Algo así con ser como el padre por “x” motivo, pero no ser como por qué no puedes tener tu madre).
Cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido sobrevino la represión más severo será ese
súper yo, como conciencia moral y como sentimiento inconsciente de culpa.
El Súper Yo tiene como causa de origen 2 factores biológicos: el desvalimiento/dependencia del ser
humano (que tiene como consecuencia la elección de objeto de amor a la madre e identificación con el
padre, base del complejo de Edipo) y la acometida en 2 tiempos de la sexualidad humana.
El súper Yo es entonces heredero del complejo de Edipo, expresión de las mociones y destinos
libidinales del Ello, figurando como abogado del Ello ante el Yo, que representa al mundo exterior. Es la
relación del Súper Yo con el Ello lo que hace que quede en gran parte inconsciente.
Cap. V. Los vasallajes del Yo: Retomando, el yo se conforma en parte por las identificaciones que
reemplazan las investiduras de objeto. Estas primeras identificaciones se contraponen al Yo como Súper
Yo. La posición del Súper Yo se debe entonces que parte de identificaciones primordiales, que tuvieron
lugar cuando el yo era débil, y por serle heredero del complejo de Edipo. Conserva el carácter del
complejo paterno de dominar al Yo. Como el súper yo desciende de esas primeras investiduras resignadas,
reprimidas, el superyó mantiene una estrecha relación con el Ello y lo subroga frente al Yo.
En la clínica. Hay personas que ante las señales de mejoría, empeoran. Ante cada progreso parcial,
parece se esfuerzan en padecer. Esta es la reacción terapéutica negativa. Esta se opone a la curación que
pareciera ser un peligro. Ésta va más allá del desafío al analista o de la ganancia de la enfermedad,
persistiendo como el obstáculo más poderoso. Parece un factor “moral” que encuentra satisfacción en la
enfermedad. Pero el enfermo no siente culpa alguna, sino que se siente enfermo. Es inútil pelear de forma
directa con esta culpa, solo de forma indirecta poniendo poco a poco al descubierto sus fundamentos
inconscientes. Es quizás esta característica del Súper Yo, lo que podría definir la gravedad de la neurosis.
La culpa “norma” es el resultado de la tensión entre el Yo y el Súper Yo, y es consciente. La culpa
neurótica no puede ser justificada por el enfermo, yole pide al analista que cela ratifique, para
desautorizarla. Pero esto no sirve, porque hay procesos del Súper Yo que el Yo no conoce. A veces se
reprime una percepción penosa con la que amenaza el Súper Yo, y el sentimiento de culpa permanece
inconsciente. Gran parte del sentimiento de culpa es en realidad inconsciente, porque la génesis de la
conciencia moral se relaciona con e Edipo que sufre represión. (Esta culpa Icc, si es desmedida puede
llevar a un acto delictivo para justificarla). Si bien el Súper yo parte también de las percepciones, su
energía de investidura parte del Ello.
El súper Yo es un “cultivo” de la pulsión de muerte, y deposita toda su agresividad en el Yo, en los
casos de sadismo, llegando incluso a dar muerte al Yo.
En la neurosis obsesiva no habría peligro de suicidio, pero hay una regresión a etapas pre-genitales
que hace que los impulsos de amor se traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto. Estas mociones
agresivas permanecen en el Ello, y el Yo las combate con formaciones reactivas, etc. Pero el Súper Yo, se
comporta como si el Yo fuera responsable de esas mociones y lo castiga. El Es atacado por el Ello y el
Súper Yo, lo que da por resultado un autor martirio y una tartarización del objeto siempre que esté a
mano.
La pulsión de muerte puede tener varios destinos: 1. puede ser inoculada por mezcla con la pulsión
de vida. 2 puede ser desviada hacia fuera, hacia los objetos del mundo exterior. 3. pueden permanecer
obrando en el interior. Entre más se limita la salida al exterior, más severo se torna el Súper Yo.
Al formarse el Súper Yo por identificación, hay una desexualización del vínculo con la figura
parental, lo que con lleva a una desmezcla pulsional, en la cual la pulsión de muerte queda en manos del
Súper Yo. En el caso de la neurosis obsesiva, la desmezcla pulsional se da por una regresión en el Ello a
etapa pre genitales donde el amor se expresaba en términos agresivos. Pero la agresión queda también del
lado del Súper Yo.
El Ello tiene 2 formas de llegar al Yo: de forma directa, y a través del Súper Yo. Y sirve al Ello, al
Súper Yo y a la realidad.
La angustia moral es la continuación de la angustia de castración, ya que la castración era antes
función del Súper Yo.

25) Freud (1924). EL PROBLEMA ECONÓMICO DEL MASOQUISMO.

El masoquismo contradice el principio de placer porque el displacer mismo se vuelve meta. Hay
que indagar las pulsiones de vida y muerte en relación con el principio de placer.
Hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial de
la tendencia a la estabilidad, así atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las sumas
de excitación que le afluyen, o al menos mantener al en el mínimo grado posible. Se propuso el termino
de principio de nirvana. Pero identificamos apresuradamente el principio de placer displacer con este
principio de Nirvana. De ser idénticos, todo displacer debería coincidir con una elevación, y todo placer
con una disminución de la tensión de estimulo presenten en lo anímico; el principio de Nirvana estaría por
completo al servicio de las pulsiones de muerte, cuya meta es conducir la inquietud de la visa a la
estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función alertar conra las exigencias de las pulsiones de vida (de
la libido), que procuran perturbar el ciclo vital a cuya consumación se aspira. Por ende, esta concepción
no puede ser correcta. Es indudable que existen tensiones placenteras y distenciones displacenteras. Es
decir que el placer/displacer no se refiere al aumento o disminución de una tensión (carácter cuantitativo).
El placer-displacer dependería de algo cualitativo.
El principio de Nirvana sufrió una modificación por la cual devino principio de placer,
modificación impulsada por la pulsión debida. El principio de nirvana expresa la pulsión de muerte.
El principio de placer subroga la exigencia de la libido y su modificación, el principio de realidad
expresa el mundo exterior. Ninguno de los tres es destituido por los otros. En general saben conciliarse
entre si. Se concluye que el principio de placer no es el principio rector de la vida.

Masoquismo: tiene 3 formas:


• Masoquismo erógeno: Éste placer de recibir dolor es el fundamento de los otros dos tipos de
masoquismo. En la vida sexual infantil, la excitación se genera por una intensidad fisiológica que rebasa
cierto límite. El dolor probaría entonces también excitación. Esa excitación por dolor luego se extinguiría
pero deja una base fisiológica para el masoquismo erógeno.
Sin embargo, esta explicación es insuficiente, por ende se le agrega esta explicación. En el ser vivo
la libido se enfrenta con la pulsión de destrucción o de muerte; esta que impera dentro de el, querría
desagregarlo y llevar a cada uno de los organismos elementales a la condición de la estabilidad
inorgánica. La tarea de la libido es volver inocua esta pulsión destructora; la desempeña desviándola en
buena parte hacia fuera, dirigiéndola hacia los objetos del mundo exterior. Recibe el nombre de pulsión de
destrucción . Parte de esa pulsión de muerte desviada es puesta al servicio de la sexualidad (seria el
sadismo), y otra parte queda en el interior ligándose gracias a la base fisiológica de excitación de dolor,
que sería el masoquismo erógeno, originario. Se mezclan entonces las dos clases de pulsión.
Esa mezcla pulsional puede deshacerse luego. Después de que su parte principal fue trasladada
afuera, sobre los objetos, en el interior permanece como su residuo, el genuino masoquismo erógeno, que
por una parte ha devenido un componente de la libido, pero por la otra sigue teniendo como objeto al ser
propio. Así, ese masoquismo seria un testigo y un relicto de aquella fase de formación en que aconteció la
liga, tan importante para la vida entre Eros y la pulsión de muerte. El sadismo proyectado, vuelvo hacia
fuera, o pulsión de destrucción puede ser introyectado de nuevo, vuelto hacia adentro, regresando así a su
situación anterior. En tal caso da por resultado el masoquismo secundario, añadiéndose al primario.
• Masoquismo femenino: Es el más accesible a la observación. Las fantasías perversas
desembocan en actos onanistas o ella escenificación misma de la escena como placer sexual. El contenido
manifiesto es: ser amordazado, atado, golpeado, azotado, sometido a obediencia. El significado de esta
fantasía es que el sujeto quiere ser tratado como un niño desvalido, dependiente, pero en particular como
un niño díscolo. El sujeto se pone en una situación femenina, porque la sumisión masoquista significa ser
castrado o poseído sexualmente o parir. Pero la condición es que los genitales no sufran un daño efectivo.
En esta fantasía se pone de manifiesto también un sentimiento de culpa, porque se supone que la persona
hizo algo malo (relacionado con el onanismo infantil esto). Este tipo de masoquismo se basa enteramente
en el masoquismo erógeno, primario, el placer en el recibir dolor.
• Masoquismo moral: Se aprecia como sentimiento de culpa inconsciente. Este masoquismo no
se relaciona con la sexualidad como las otras formas. En las otras dos formas, el padecer suele surgir de la
persona amada, ser tolerado por orden de ella, mientras que aquí importa el dolor en sí.
Hay una forma patológica, extrema, de este masoquismo se da en pacientes que ante la mejoría en
el análisis, sufren de cierto sentimiento inconsciente culpa y se los reconoce por la reacción terapéutica
negativa. Este sentimiento inconsciente de culpa es parte de la ganancia de la enfermedad y el que más
resiste a la cura. Se propone cambiar el nombre “sentimiento inconsciente de culpa” por el de “necesidad
de castigo”.
Hemos atribuido al superyó la función de la consciencia moral, y reconocido en el sentimiento de
culpa la expresión de una tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con sentimiento de culpa
(angustia de la conciencia moral) ante la percepción de que no esta a la altura de los reclamos que le
dirige su ideal, sus superyó
El yo encuentra su función en conciliar entre sí, En reconciliar, las exigencias de las tres instancias
a las que sirve, podemos agregar que para esto tiene en el superyó el arquetipo al que puede aspirar. en
efecto, este superyó es el subrogado tanto del ello Como del mundo exterior. Debe su génesis a que los
primeros objetos de las mociones libidinosas del ello, la pareja parental fueron introyectados en el yo, a
raíz de lo cual el vinculo con ellos fue desexualizado, experimento un desvío de las metas sexuales
directas. Solo de esta manera se posibilitó la superación del complejo de Edipo. Ahora bien, el superyó
conservo caracteres esenciales de las personas introyectadas; su poder, su severidad, su inclinación a la
vigilancia y el castigo. La severidad resulta acrecentada por la desmezcla de pulsiones que acompaña a
esa introducción en el yo. Ahora el superyó, la consciencia moral eficaz dentro de el, puede volverse duro,
cruel, despiadado hacia el yo a quien tutela.
Pero esas mismas personas que, como instancia de la consciencia moral siguen ejerciendo una
acción eficaz dentro del superyó después que dejaron de ser objetos de las mociones libidinosas del ellos,
pertenecen, además, al mundo exterior real. De este fueron tomadas; su poder tras el que se ocultan todos
los influjos del pasado y de la tradición, fue una de las exteriorizaciones más sensibles de la realidad.
Merced a esta consciencia, el superyó, el sustituto del complejo de Edipo, deviene también representante
del mundo exterior real y, así, el arquetipo para el querer alcanzar del yo. El complejo de Edipo demuestra
ser la fuente de nuestra eticidad individual.
Hay una diferencia esencial entre inconciencia moral y masoquismo moral. En la inconciencia
moral el acento está en el sadismo acrecentado del súper yo al cual el yo se somete. En el masoquismo
moral es el Yo el que pide castigo, sea del súper Yo o de objetos externos. En los dos casos se trata de una
relación entre el yo y el superyó o poderes equiparables a este ultimo, y en ambos el resultado es una
necesidad que se satisface mediante castigo y padecimiento. A su vez el sadismo del súper yo puede
hacerse consciente, mientras que el masoquismo del yo permanece por lo general oculto a la conciencia.
La consciencia moral y la moral misma nacieron por la superación, la desexualización, del
complejo de Edipo, mediante el masoquismo moral, la moral es resexualizada el complejo de Edipo es
reanimado, se abre la vía para una regresión de la moral al complejo de Edipo. El masoquismo moral es
inconsciente. Este masoquismo moral re-sexualiza la relación con el objeto introyectado, reanimando el
Edipo, ya que el deseo de ser golpeado se relaciona con una vinculación sexual pasiva que el niño tuvo
para con el padre. Para provocar el castigo por parte de esta ultima subrogación de los progenitores, el
masoquista se ve obligado a hacer cosas inapropiadas, a trabajar en contra de su propio beneficio, destruir
las perspectivas que se le abren el mundo real, y eventualmente aniquilar su propia existencia real
La vuelta del sadismo al interior de la persona es propiciada por una sofocación cultural de las
pulsiones, esto es lo que genera el acrecentamiento del masoquismo en el interior del yo. El sadismo del
súper yo se complementa con el masoquismo del yo. Es por esto que la sofocación pulsional genera culpa
y que un aumento en la abstención de agredir, aumente la severidad de la conciencia moral: porque se
vuelve hacia adentro la pulsión de muerte.
Primero hay renuncia de lo pulsional por influjo de poderes exteriores, creando la etnicidad que
luego proclama nuevas renuncias pulsionales.
El masoquismo moral testimonia la mezcla y desmezcla pulsional, pero desciende de la pulsión de
muerte y de ahí su peligrosidad. Pero a su vez tiene el valor psíquico de un componente erótico, y por eso
produce satisfacción libidinosa.
26) Freud (1925). INHIBICIÓN, SÍNTOMA Y ANGUSTIA.

REPRESION esfuerzo de desalojo. No consiste en un proceso que se cumple de una vez y para
siempre, sino que reclama un gasto permanente. Si este faltara, la moción reprimida que recibe continuos
aflujos desde sus fuentes, retomaría el mismo camino que fue esforzada a desalojar, la represión quedaría
despojada de su éxito o debería repetirse indefinidamente.
La naturaleza continuada de la pulsión exige al yo asegurar su acción defensiva mediante un gasto
permanente. Esta acción en resguardo de la represión es la RESISTENCIA presupone la
contrainvestidura. En la neurosis obsesiva es palpable una contrainvestidura así. Se manifiesta como
alteración del yo, como formación reactiva en el interior del yo, estas formaciones son exageraciones de
rasgos de carácter normales.
En la histeria resulta más difícil pesquisar la contrainvestidura, pero es igualmente indispensable.
La RESISTENCIA que debemos superar en el análisis es operada por el YO, que se afirma en sus
contrainvestiduras. Hacemos cc la resistencia toda vez que ella misma es icc a raíz de su nexo con lo
reprimido. Si ha devenido cc le contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas y
premios si abandona la resistencia. En cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay nada que poner en
duda o rectificar. Pero el yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones aun después que se
formo el designio de resignar sus resistencias, y llamamos REELABORACION a la fase de trabajoso
empeño que sigue a ese loable designio. Tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar el poder de
la compulsión de repetición.
Freud retrabaja las resistencias:
• Resistencia de asociación resistencia radial, que implica que cuanto más cerca nos encontramos
del núcleo patógeno, mayor resistencias se encuentran.
• Resistencia en la transferencia la transferencia tiene una cara motora que permite el circuito
asociativo, y también una cara como obstáculo que implica que en determinado momento se produce una
falta de asociación.
• Resistencia en la ganancia secundaria de la enfermedad Hasta aquí, lo inconsciente era igual a lo
reprimido, pero ya no piensa SOLO en la concepción dinámica lo cual implica la represión y el retorno de
lo reprimido.
• Compulsión a la repetición con mas allá del principio de placer, Freud se pregunta qué es lo que
no se puede tramitar? Piensa en resistencias estructurales con incidencias en la teoría analítica. Existen
resistencias que la interpretación no puede levantar.

En el análisis hay que combatir con 5 clases de resistencias: todo aquello que impide y obstaculiza
el trabajo analítico
Resistencias el yo:
• Represión: mecanismo fundamental de la neurosis y de división entre cc e icc, la represión sustrae
la representación de la cc y como consecuencia surge el olvido.
• Transferencia: es una resistencia en tanto impide la asociación libre.
• Beneficio secundario de la enfermedad.
Resistencias del ello:
• Compulsión de repetición
Está en juego una satisfacción pulsional, una compulsión de repetición que no quiere resignarse.
No puede ser trabajada en análisis como interpretación, sino que debe trabajarse como una reelaboración
(vuelta del análisis)
Esta satisfacción no se liga a representaciones, es decir, no puede ponerse en palabras, solo se
recorta la estructura de la satisfacción parcial en la reelaboración que se produce en el análisis.
Resistencias del superyó:
• Reacción terapéutica negativa: parece brotar de la cc de culpa o necesidad de castigo, se opone al
éxito y a la cura.
Las resistencias del superyó están vinculadas a la necesidad de castigo, a la RTN, es decir, el sujeto
no quiere abandonar la satisfacción que le otorga la enfermedad, por lo tanto no quiere abandonar su
posición de enfermo, no quiere curarse.

27) Freud (1929). EL MALESTAR EN LA CULTURA. Cap VII y VIII. (PR A- 8)


¿Qué le pasa para que se vuelva inocuo su gusto por la agresión?
La agresión es introyectada, interiorizada, pero en verdad es reenviada a su punto de partida. Vuelta
hacia el yo propio; es recogida por una parte del yo que se contrapone al resto como superyó y entonces
como cc moral. (Ejercer contra el yo la misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho de buena
gana en otros individuos).
Cc de culpa tensión entre el syo que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido.
La cultura interrumpe el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmándolo y
vigilándolo mediante una instancia situada en su interior.
No se considera solo culpable el que hizo al que se discierne como malo, también el que no ha
hecho nada malo pero se discierne el mero propósito de obrar de ese modo. En ambos casos ya se ha
discernido al mal como reprobable como algo que no debe ejecutarse.
¿Qué es lo malo? No es lo dañino o perjudicial para el yo, al contrario, puede ser lo que anhela y le
depara contento: una influencia ajena delimita lo que debe llamarse malo y lo bueno.
El hombre se sometió a este influjo por su desvalimiento y dependencia de otros. Angustia frente a
la perdida de amor. Lo malo es en un comienzo aquello por lo cual uno es amenazado con la perdida de
amor y es preciso evitarlo po la angustia frente a la perdida.
La cc de culpa no es sino angustia frente a la perdida de amor, angustia social. Se les permite
ejecutar lo malo que les promete cosas agradables cuando están seguros que la autoridad no se enterara o
no podrá hacerles nada y su angustia se dirige solo a la posibilidad de ser descubiertos.
Cuando la autoridad es introyectada por la instauración del SUPERYO, ante el nada puede
ocultarse, ni siquiera los pensamientos. El superyó para al yo pecador con los mismos sentimientos de
angustia y acecha oportunidad de hacerlo castigar por el mundo exterior. En el fondo las cosas quedaron
como antes.
Acá la cc moral se comporta con severidad y desconfianza mayor cuanto más virtuoso es el
individuo. Aquellos que se han acercado más a la santidad son los que más se reprochan su conducta
pecaminosa.
Dos orígenes diferentes del sentimiento de culpa:
• Angustia frente a la autoridad: compele a renunciar a la satisfacción pulsional. Se
renuncia a satisfacción para no perder el amor
• Angustia frente al superyó: esfuerza además a la punición puesto que no se puede ocultar
ante el superyó la persistencia de los deseos prohibidos

¿Cómo se entiende la severidad del superyó?


Es continuación de la severidad de la autoridad externa.
La renuncia de lo pulsional no es suficiente, pues el deseo persiste y no puede esconderse ante el
superyó. Pese a la renuncia consumada sobrevendrá un sentimiento de culpa.
Una desdicha que amenazaba desde afuera (perdida de amor y castigo por parte de la autoridad
externa), se ha trocado: ahora es desdicha interior permanente, la tensión de la cc de culpa.
La secuencia temporal seria:
• Renuncia de lo pulsional como resultado de la angustia frente a la agresión de la
autoridad externa, angustia frente a la pérdida del amor.
• Instauración de la autoridad interna, renuncia de lo pulsional a consecuencia de la
angustia frente a ella, angustia de la cc moral.
Hay igualación entre la mala acción y el mal propósito: de ahí la cc de culpa, la necesidad de
castigo.
El sentimiento de culpa de la humanidad desciende del C de Edipo y se adquirió a raíz del
parricidio perpetrado por la unión de hermanos. Y en ese tiempo no se sofoco la agresión, sino que la
ejecutó: la misma agresión suya sofocación en el hijo está destinada a ser la fuente del sentimiento de
culpa.
-participación del amor en la génesis de la cc moral
-el carácter fatal e inevitable del sentimiento de culpa
En la neurosis obsesiva, el sentimiento de culpa se impone expreso a la cc, gobierna el cuadro
patológico y la vida del enfermo. Pero en los otros casos aparece el icc (¿)
Sentimiento de culpa:
• Necesidad icc de castigo en que se exterioriza
• Variedad tópica de la angustia y que en sus fases mas tardías coincide con la angustia
frente al superyó
• La dureza del superyó, lo mismo que la severidad de la cc moral (vigilar y enjuiciar las
acciones y propósitos del yo), es la percepción de ser vigilado, tensión entre sus aspiraciones y las
de su superyó.
• Necesidad de castigo: exteriorización pulsional del yo que ha devenido masoquista bajo
el influyo del yo sádico, emplea un fragmento de la pulsión de destrucción interior en una ligazón
erótica con el superyó.
• No debería hablarse de cc moral antes del momento en que pueda registrarse la presencia
del superyó; en cuanto a la cc de culpa existe antes que el superyó y antes que la cc moral.

28) Indart. LOS SÍNTOMAS FUERA DE LA TRANSFERENCIA. En: El síntoma


charlatán
Un Descubrimiento esencial de Freud fue hallar y probar que los síntomas tienen un sentido ligado a la
transferencia. Hay una estructuración como tal del síntoma a una adherencia libidinal, una satisfacción que lo habita,
en principio irreductible a la eficacia transferencial. La formación del síntoma ha sido siempre el modo más
económico de tramitar una satisfacción traumática de origen sexual. El yo se defiende de aquellos retoños del
recuerdo inicialmente reprimido y en esta lucha crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de defensa
secundaria. Ganancia secundaria de la enfermedad está relacionado con el sostenimiento de los más altos valores
acordes con un estado social. El yo y sus valores más elevados como refuerzo de la fijación al síntoma, en todos los
casos esa ganancia secundaria es el obstáculo para el establecimiento del síntoma obsesivo como analítico.

El neurótico común
Esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las neurosis actuales. Freud reconoce que el yo
puede aprobar y conservar la enfermedad en la medida en que aporta satisfacción pero recordemos también que más
adelante en 1920, las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia inconsciente a volver al trauma
como satisfacción vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio del placer. Dos vertientes de
ganancia en el síntoma, ambas contrarias a su resolución transferencial. Lo crucial es la idea de que el síntoma como
tal, el de siempre el que anuda una ganancia primaria en el borde del trauma más singular, en el desamparo más
solitario de cada sujeto, impone su lógica y su saber hacer hecho satisfacción en la trama misma de los vínculos
sociales y que así también persiste y se hace crónico fuera de todo desciframiento. La satisfacción primaria es
interna, enraizada en las mociones pulsionales del propio cuerpo. La satisfacción de la ganancia secundaria seria
externa, proveniente del mundo.

UNIDAD 6 : INTERVENCIONES EN LA CLÍNICA


6.1 En neurosis:
Lugar del analista.. Diferentes modos de intervención.. Función de la interpretación. Sus
alcances y límites. Su ocasión, tiempo y destiempo.. Interpretación y transferencia: de la
repetición en acto al manejo de la transferencia y el uso de la interpretación.. Construcciones en
el análisis.. Variedades indirectas de corroboración de la construcción. Bibliografía:

29) Freud (1911). EL USO DE LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS


EN PSICOANÁLISIS.

Quien aborde el tratamiento analítico partiendo de la interpretación de sueños, retendrá su interés por el
contenido de estos y querrá obtener la interpretación más completa posible de cada sueño que el enfermo
le cuente. Pero no es fácil.
Si el médico prosigue ese trabajo interpretativo en las sesiones siguientes, se le acumularán entretanto
nuevos sueños, que deberá posponer hasta que pueda dar por tramitado el primero.
Para el tratamiento es de máximo valor tomar noticia CADA VEZ de la superficie psíquica del enfermo, y
mantenerse orientado hacia los complejos y resistencias.
QUE HACER CON LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS DENTRO DEL ANALISIS?
• Conformarse con los resultados que pueda obtener en una sesión y si no alcanzó a discernir por
completo el contenido del sueño, no anota esto como una deuda.
• A la sesión siguiente no se prosigue el trabajo interpretativo. Solo si se nota que ninguna otra cosa
se ha esforzado en el enfermo hacia el primer plano.
• Si se advierten sueños nuevos antes que se haya acabado con el anterior, uno se volverá a esas
producciones mas recientes y no se reprochara por abandonar las más antiguas.
• Cuando los sueños se vuelvan demasiado extensos, uno renunciara de antemano a una solución
completa.
• Hay que guardarse de mostrar un interés muy especial por la interpretación de los sueños y evitar
despertar en el enfermo la creencia de que el trabajo se quedara detenido si el no aporta sueños.
Hay que educar al analizado mas bien con la convicción de que el análisis en cualquier caso
hallara material para continuar.
• Cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornara en otro mientras no sea entendida ni
se sustraiga del imperio de lo icc. Asi, el mejor camino para completar la interpretación de un
sueño consistirá en dejarlo para consagrarse al nuevo sueño, que retoma el mismo material en una
forma quizá mas accesible.
• Debe el medico comunicar al enfermo enseguida todo lo que el ha desentrañado del sueño? No.
Sueños confirmatorios solo pueden presentarse en una cura psicoanálisis. Son fáciles de interpretar y su
traducción no arroja mas que aquello que la cura había inferido del material de las ocurrencias diurnas en
las ultimas sesiones. Como si el paciente hubiera tenido la amabilidad de brindar en forma onírica eso
mismo que inmediatamente antes se le sugirió. Solo se observan bajo determinadas condiciones de influjo
por la cura. La gran mayoría de los sueños se anticipan a la cura.

-Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar. PR A- 6 y 7


30) Freud (1916). Conf 6: PREMISAS Y TÉCNICA DE LA INTERPRETACIÓN.
Premisas y técnicas de interpretación
Necesitamos un método si queremos avanzar en la exploración del sueño. Supongamos que el
sueño no es un fenómeno somático, sino psíquico. Supuesto de que el sueño es un fenómeno psíquico.
Por tanto, es una operación y una manifestación del soñante. El propio soñante debe decirnos lo que el
sueño significa.
Pero las cosas no son tan simples. El soñante dice que no sabe nada. Yo les digo, que es muy
posible que el soñante a pesar de todo sepa lo que su sueño significa, solo que nos abe que lo sabe y por
eso cree que no lo sabe.
Si alguien cree no saber nada de ciertas vivencias cuyo recuerdo, no obstante, lleva en el interior de
si, ya no es tan improbable que tampoco sepa nada de otros procesos anímicos que ocurren en su interior.
Existe un nítido parentesco entre el estado hipnótico y el estado del dormir, que es la condición del
soñar. En el dormir natural, retiramos nuestro interés de todo el mundo exterior, en el hipnótico también,
pero con excepción de una persona, el hipnotizador.
La tr en una situación de la hipnosis al dormir natural no parece tan aventurado. La suposición de
que también en el soñante esta presente un saber acerca de su sueño, solo que no le es accesible, de suerte
que no cree tenerlo, no es un invento.
Es entonces muy probable que el soñante tenga un saber sobre su sueño, se trata de posibilitarle que
descubra su saber y nos lo comunique.
Le preguntaremos también por el modo en que ha llegado al sueño, y lo que el enuncie deberá
considerarse como esclarecimiento. Un sueño no es una única palabra fallida, sino que consta de muchos
elementos.
Un sueño se diferencia de un desliz en el habla también por la multiplicidad de sus elementos.
Descompongamos el sueño en sus elementos y abordemos la indagación para cada uno de ellos por
separado.
Contradiremos al soñante si asevera no tener ninguna ocurrencia, le aseguraremos que tiene que
tener una ocurrencia y la obtendremos.
Cuando exhorto a alguien a decir lo que se le ocurre sobre un elemento determinado del sueño, le
estoy pidiendo que se abandone a la asociación libre reteniendo una representación de partida.
Por tanto, si las ocurrencias que emergen de manera libre están condicionadas, y se insertan dentro
de un contexto determinado, con derecho inferiremos que ocurrencias con una ligazón única, a saber, la
ligazón con una representación de partida, no pueden estar menos condicionadas.
Instruidos de esta manera, podrán decir ustedes: ahora admitimos que las ocurrencias libres estar
determinadas y no son arbitrarias como habíamos creído. Lo aceptamos también respecto de las
ocurrencias sobre los elementos del sueño.

31) Freud (1916) Conf. 7: CONTENIDO MANIFIESTO Y PENSAMIENTOS


ONÍRICOS LATENTES
ELEMENTO ONIRICO – es algo no genuino, un sustituto de otra cosa, de algo desconocido para
el soñante, como lo era la tendencia de la operación fallida. Es un sustituto de algo cuyo saber esta
presente en el soñante, pero le es inaccesible.
TECNICA – que emerjan por asociación libre sobre estos elementos, otras formaciones sustitutivas
desde las que podamos colegir lo oculto.
En vez de oculto, inaccesible, no genuino: digamos INACCESIBLE A LA CC del soñante, o ICC.
SUEÑO – sustituto desfigurado de algo diverso, de algo icc, y la tarea de interpretación del sueño
consiste en hallar eso icc.
Tres importantes reglas que debemos observar en el curso del trabajo de interpretación del sueño:
• No hay que hacer caso de lo que el sueño parece querer decir, pues nunca será eso lo icc que
buscamos
• Hay que limitar el trabajo a evocar, para cada elemento, las representaciones sustitutivas sin
reflexionar sobre ellas.
• Hay que esperar hasta que lo icc oculto, buscado, se instale por si solo
El sueño recordado no es lo genuino, sino su sustituto desfigurado.
Es posible realizar un trabajo de interpretación sobre los sueños. Uno nota que algo opone
dificultades al trabajo. Uno obtiene por cierto ocurrencias, pero no todo se tolera.
Cuando se interpreta el sueño de otro, indicándole la regla inquebrantable que no le es licito excluir
de la comunicación ocurrencia alguna por mas que contra ella se eleve una de las cuatro objeciones, a
saber, que es demasiado trivial, demasiado disparatada, que no viene al caso o es demasiado penosa para
comunicarla.
Comprendemos que el trabajo de interpretación del sueño se cumple en contra de una
RESISTENCIA que le es contrapuesta y cuyas exteriorizaciones son aquellas objeciones críticas.
Las ocurrencias que así querrian sofocarse se revelan sin excepción como las mas importantes, las
decisivas para descubrir lo inconsciente.
Tendríamos derecho a pensar entonces que tras el sustituto tiene que haber algo significativo.
Muchas veces se necesita una única ocurrencia o pocas para llevarnos desde el elemento onírico
hasta su icc, mientras que otras veces se requieren para ello largas cadenas de asociaciones y el
vencimiento de muchas objeciones criticas.
Cuando la resistencia es escasa, el sustituto no esta muy alejado de lo icc, pero una resistencia
mayor conlleva mayores desfiguraciones de lo icc y una distancia mayor desde el sustituto hasta lo
inconsciente.
CONTENIDO MANIFIESTO – lo que el sueño cuenta.
PENSAMIENTOS LATENTES – aquello oculto a lo cual debemos llegar persiguiendo las
ocurrencias.

32) Freud (1937). Construcciones en el análisis

cancelar las represiones de su desarrollo temprano y las sustituya por unas


reacciones de un estado de madurez psíquica. Para ello debe volver a recordar ciertas
vivencias, así como las mociones de afecto por ellas provocadas. Sus síntomas e
inhibiciones presentes son las consecuencias de esas represiones, el sustituto de eso
olvidado. Nos ofrece jirones de esos recuerdos en sus sueños, ocurrencias que
produce cuando se entrega a la asociación libre, indicios de repeticiones de los afectos
pertenecientes a lo reprimido en las acciones más importantes o ínfimas.
El trabajo analítico consta de dos piezas por entero diferentes, se cumple en dos
personas con cometidos diversos. El analizado debe ser movido a recordar algo
vivenciado y reprimido por él, el analista tiene que colegir lo olvidado desde los indicios
que esto ha dejado tras sí, tiene que construirlo. Cómo habrá de comunicar sus
construcciones al analizado, cuándo y con qué elucidaciones, he ahí lo que establece
la conexión entre ambas piezas. Su trabajo de construcción o reconstrucción muestra
coincidencias con el del arqueólogo: así como el arqueólogo a partir de unos restos de
muros que han quedado en pie levanta las paredes, del mismo modo procede el
analista cuando extrae sus conclusiones a partir de unos jirones de recuerdo, unas
asociaciones y unas exteriorizaciones activas del analizado. Para la arqueología la
reconstrucción es la meta y el término del empeño, mientras que para el análisis la
construcción es solo una labor preliminar. El analista da cima a una pieza de
construcción y la comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él; luego
construye otra pieza a partir del nuevo material que afluye, procede con ella de la
misma manera y en esta alternancia sigue hasta el final. Interpretación se refiere a lo
que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia, una
operación fallida, etc. Es construcción que al analizado se le presente una pieza de su
prehistoria olvidada. La experiencia analítica nos enseña que no produce daño alguno
equivocarnos en alguna oportunidad y presentar al paciente una construcción
incorrecta como la verdad histórica probable. Lo que sucede es que el paciente queda
como no tocado, no reacciona a ello ni por sí ni por no. En la ocasión apropiada se lo
confesaremos al paciente, cuando sale a la luz un material nuevo que permite una
construcción mejor. El “Si” del analizado es multívoco, puede indicar que reconoce la
construcción oída como correcta pero también puede carecer de significado. Este si
sólo posee valor cuando es seguido por corroboraciones indirectas; cuando el paciente
produce, acoplados a su sí recuerdos nuevos que complementan y amplían la
construcción. El “no” es igualmente multívoco, exterioriza una resistencia que es
provocada por el contenido de la construcción que se ha comunicado, pero que de
igual manera puede provenir de otro factor de la situación analítica compleja. La única
interpretación segura de su “no” es que aquella no es integral, la construcción no se lo
ha dicho todo. Una confirmación valiosa de expresión positiva es que el analizado
responda con una asociación que incluya algo semejante o análogo al contenido de la
construcción. Sólo la continuación del análisis puede decidir si nuestra construcción es
correcta o inviable, y a cada construcción la consideramos apenas una conjetura, que
aguarda ser examinada, confirmada o desestimada. El camino que parte de la
construcción del analista debía culminar en el recuerdo del analizado pero no siempre
lleva tan lejos. Las formaciones delirantes aparecen como unos equivalentes de las
construcciones, unos intentos de explicar y restaurar.

6.2 En psicosis y situaciones clínicas diversas:


Lugar del analista.
Diferencias con respecto a la analizabilidad en distintos autores. Psicosis subclínicas.
Descompensación, delirio, pasaje al acto. El soporte del diálogo terapéutico. Transferencia e
intervenciones. Uso de psicofármacos.
Intervenciones en pacientes de borde, narcisistas, fronterizos. Bibliografía:

-Aulagnier, P. (1992). El aprendiz de historiador y el maestro-brujo . Apartado: La


apertura de partida en la psicosis. pp. 178-185. Buenos Aires: Amorrortu editores.
(practico B)
-Freud, S. (1923). Neurosis y psicosis. (practico B)
-Freud, S. (1924). La pérdida de realidad en neurosis y psicosis (practico B)
-Iunger, V. (1993). Clínica del pasaje al acto en la neurosis. (practico B)
-Muñoz, P. D. (2009). La invención lacaniana del pasaje al acto: de la psiquiatría al
psicoanálisis. Capítulo XIV: El pasaje al acto en la obra freudiana. pp.179-188 (practico
B)
-Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. Apartado: ¿Qué lugar para el analista?
pp.7- 14. (practico B)
- Ulanosky, P. (2009). Fronteras, bordes, límites. (practico B)

UNIDAD 7: TERMINACIÓN DEL TRATAMIENTO


Consideraciones acerca de la terminación de un análisis.. Eficacias y límites.. Obstáculos a la
finalización: hiperintensidad pulsional, alteración del yo, roca de base de la castración.

33) Freud (1937): ANÁLISIS TERMINABLE E INTERMINABLE


La fijación es eficaz, bajo la premisa de que se la adopte en el momento justo, Pero no puede dar
ninguna garantía de la tramitación completa de la tarea. Al contrario, se puede estar seguro de que
mientras una parte del material se vuelve asequible bajo la compulsión de la amenaza, otra parte
permanece retenida y en cierto modo enterrada; así se pierde para el empezó terapéutico. En efecto, No es
lícito extender el plazo una vez que se fijó; De lo contrario el paciente no presentaría crédito alguno a la
continuación.

El análisis ha terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de trabajo


analítico. Esto ocurrirá cuando estén aproximadamente cumplida no condiciones: la primera, que el
paciente ya no padezca a causa de sus síntomas Y haya superado sus angustias así como sus inhibiciones,
Y La segunda, que el analista juzgue haber hecho consciente en el enfermo tanto lo reprimido,
Esclarecido tanto de lo incomprensible, Eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa temer
que se repita los procesos patológicos en cuestión.

El otro significado de “término” de un análisis es mucho más ambicioso. En nombre del se inquiere
si se ha promovido el influjo sobre el paciente hasta un punto en que la continuación del análisis no
prometiera ninguna ulterior alteración.

El yo de los pacientes no esta alterado de una manera notable, y la etiología de la perturbación era
esencialmente traumática. Es que la etiología de todas las perturbaciones neuróticas es mixta; o se trata de
pulsiones hipertensas, esto es, refractarias a su domeñamiento por el yo, o del efecto de unos traumas
tempranos, prematuros, de los que un yo inmaduro no pudo enseñorearse. Por regla general, hay una
acción conjugada de ambos factores, el constitucional y el accidental. Mientras más intenso sea el
primero, tano más un trauma llevará a la fijación y dejara como secuela una perturbación del desarrollo; y
cuanto más intenso el trauma, tanto más seguramente exteriorizará su perjuicio, aun bajo constelaciones
pulsionales normales. No hay ninguna duda de que la etiología traumática ofrece al análisis, con mucho,
la oportunidad más favorable. Solo en el caso con predominio traumático conseguirá el análisis aquello de
que es magistralmente capaz: merced al fortalecimiento del yo, sustituir la decisión deficiente que viene
de la edad temprana por una tramitación correcta. Solo en un caso así se puede hablar de un análisis
terminado definitivamente. Aquí el análisis ha hecho su menester y no necesita ser continuado.

La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial del yo, adquirida en la lucha
defensiva, en el sentido de un desquicio y una limitación, son los factores desfavorables para el efecto del
análisis y capaces de prolongar su duración hasta lo inconcluible.

De los tres factores que hemos reconocido como decisivc para las posibilidades de la terapia
analítica (influjo de trauma, intensidad constitucional de las pulsiones, alteración del yo ) nos interesa
solo el del medio, la intensidad de las pulsiones.

En términos aproximados se puede designar como el “domeñamiento” de la pulsión; esto quiere


decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de al armonía del yo, es asequible a toda clase de
influjos por las otras aspiraciones que hay en el interior del yo y ya no se sigue más su camino propio
hacia la satisfacción.

Ahora bien, en el sano, toda decisión de un conflicto pulsional vale solo para una determinada
intensidad de la pulsión; mejor dijo, solo es valida dentro de la un determinada relación entre robustez de
la pulsión y robustez del yo. Si esta ultima se relaja, por enfermedad, por agotamiento, etc., todas las
pulsiones domeñadas con éxito hasta entonces volverán a presentar de nuevo sus títulos y pueden aspirar
a sus satisfacciones sustitutivas por caminos anormales.

Tampoco da lugar a dudas el material del otro lado: la intensidad pulsional. Dos veces en el curso
del desarrollo individual emergen refuerzos considerables de ciertas pulsiones; durante la pubertad y, en
la mujer cerca de la menopausia. En nada nos sorprende que personas que antes no eran neurtoicas
devengan tales hacia esas épocas. El domeñamiento de las pulsiones que habían logrado cuando estas
eran de menor intensidad, fracasa ahora con su refuerzo. Las represiones se comportan como unos diques
contra el esfuerzo de asalto de las aguas. Lo mismo que producen aquellos dos refuerzos pulsionales
puede sobrevenir de manera irregular en cualquier otra época de la vida por obra de influjos accidentales.
Se llega a refuerzos pulsionales en virtud de nuevos traumas, frustraciones impuestas, influjos colaterales
recíprocos de las pulsiones. El resultado es en todos los casos el mismo confirma el poder incontrastable
del facto cuantitativo en la causación de la enfermedad.

¿acaso nuestra teoría no reclama para si el titulo de producir un estado que nunca preexistió de
manera espontanea en el interior del yo, y cuto neo-creación constituye la diferencia esencial entre el
hombre analizado y el no analizado?. Todas las represiones acontecen en la primera infancia; son unas
medidas de defensa primitivas del yo inmaduro, endeble. En años posteriores no se consuman represiones
nuevas, pero son conservadas las antiguas, y el yo recurre en vasta medida a sus servicios para gobernar
las pulsiones. En nuestra terminología, los conflictos nuevos son tramitados por una pos-represión.
Acerca de las represiones infantiles acaso valga lo que hemos sostenido con carácter universal, a saber:
que dependen enteramente de la proporción relativa entre las fuerzas y no son capaces de sostenerse
frente a un acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones. Y bien, el análisis hace que e l yo madurado
y fortalecido emprenda una revisión de estas antiguas represiones; algunas serán liquidadas y otras
reconocidas, pero a estas de las edificará de nuevo sobre un material más solido. Estos nuevos diques
tienen una consistencia por entero diversa que los anteriores; es licito confiar en que no cederán tan fácil a
la pleamar del acrecentamiento de las pulsiones. La rectificación, con posterioridad, del proceso represivo
originario, la cual pone en termino al hiperpoder del factor cuantitativo, seria entonces la operación
genuina de la terapia analítica.

En nuestra primera descripción del desarrollo libidinal dijimos que una fase oral originaria deja
sitio a la fase sádico anal y esta a la fálico genital; la investigación ulterior no lo ha contradicho, pero ha
agregado a modo de enmienda, que estas situaciones no se producen de manera repentina, sino poco a
poco de suerte que en cada momento unos fragmentos de la organización anterior persisten junto a la más
reciente, y aun en el caso del desarrollo normal la trasmudación nunca acontece de modo integral; por
eso, en la plasmación definitiva pueden conservarse unos restos de las fijaciones libidinales anteriores.

Opino que la respuesta a la pregunta sobre como se explica la inconstancia de nuestra terapia
analítica bien podría ser esta: no hemos alcanzado siempre en toda su extensión, o sea, no lo bastante a
fondo, nuestro propósito de sustituir las represiones permeables por unos dominios confiables y acordes al
yo. La trasmudación se consigue, pero a menudo solo parcialmente; sectores del mecanismo antiguo
permanecen intocados por el trabajo analítico.

Cabe afirmar que el titulo reinvindicado por el análisis, de que él cura las neurosis asegurando el
gobierno sobre lo pulsional, es siempre justo en la teoira, pero no siempre lo es en la practica. Y ello
porque no siempre consigue asegurar en medida suficiente las bases para el gobierno sobre lo pulsional.
Es fácil descubrir la razón de este fracaso parcial. El factor cuantitativo de la intensidad pulsional se habia
contrapuesto en su momento a los empeños defensivos del yo; por eso debimos recurrir al trabajo
analítico y ahora aquel mismo factor pone un limite a la eficacia de este nuevo empeño. El gobierno sobre
lo pulsional mejor, pero sigue incompleto, porque la trasmudacion del mecanismo de defensa ha sido
imperfecta. Nada hay de asombro en ello, pues el análisis no trabaja con recursos ilimitados, sino
restringidos y el resultado final depende siempre de la proporción relativa entre las fuerzas de las
instancias en reciproca lucha

Es sin duda deseable abreviar la duración de una cura analítica, pero el camino para el logro de
nuestro propósito terapéutico solo pasa por el robustecimiento del auxilio que prtendemos aportar con el
análisis del yo.

……………

34) Korman: CONSIDERACIONES SOBRE EL FINAL DE ANÁLISIS


El amplio juego medio del análisis que conduce a su fin

En términos muy amplios, una vez efectuado el desbrozamiento inicial del terreno psíquico,
trabajados ciertos paquetes sintomáticos, puestos de relieve los guiones primordiales de las formaciones
fantasmática, retirados los escombros de antiguas construcciones narcisistas venidas abajo, puesto un tope
a la desenfrenada compulsión repetitiva, trabajada la problemática de la castración… suele suceder
entonces algo ligado a la pulsión de vida (cierta fertilidad del terreno psíquico del analizante) permita la
emergencia de un soplo nuevo: llamémosle rebrotamiento de Eros o activación de la dimensión deseante.

Estos efectos de la larga tarea de movilización de la estructura psíquica del analizante suelen
conlleva una serie de modificaciones subjetivas; entre ellas, una desaparición o mutación de los síntomas
iniciales; al menos, de aquellos que le eran más perturbantes. Se asocia a esto cierto alivio del sufrimiento
y una mejor relación consigo mismo y con los demás. Un ligero tinte hipomaniaco suele estar presente.
Llegados a ese punto, algunos pacientes piensan que ya esta bien y se van. Sin embargo, no es éste el
momento del fin del análisis. Prefieren lo bueno a lo mejor, y quieren ahorrarse cierto color-placer, ciertos
calvarios y conmociones propios de esta ultima etapa.

Para estudiar mejor los avatares de estos casos (los que llegan al final de análisis) lo haré desde
aquellos ángulos que para mi son especialmente importantes desde la perspectiva de la metamorfosis de la
neurosis (= implica que el psicoanálisis produce cambios de forma de ella sin que exista una variación de
la estructura neurótica). Me referiré a los siguientes puntos
• Los síntomas
• El fantasma
• El trabajo en torno a las identificaciones
• El Ideal del yo y el tener proyectos
• La transformación de las instancias narcisistas (yo idea, ideal del yo, etc.) en el registro de la
castración
• La tarea respecto de las pulsiones. Sublimación

• El superyó

• La relación del sujeto con el tiempo

Un esquema de la operación analítica

Este cuadro esta inspirado en la metáfora del ajedrez y representa los momentos iniciales de un
análisis (sector izquierdo) , los finales (circulo derecho), así como también el incierto periodo intermedio,
bosquejado mediante el cuadro central.

1) SÍNTOMAS

Ellos suelen ser los determinantes principales de la demanda inicial, que habitualmente es de alivio
del padecimiento psíquico. Se impone transformar esta demanda inicial en demanda analítica. Si tenemos
éxito en este cambio de juego, es decir, si logramos que el analizante (que viene frecuentemente a ser
curado según el modelo medico) postergue su demanda inicial y acepte un trueque de cartas, es posible
que suceda algo inaudito: que él sea llevado, arrastrado, por su palabra y pueda emerger y desplegarse la
otra escena, activación de lo inconsciente, surgimiento del oscuro mundo pulsional. En fin, la trama de
delgados hilos inconscientes que han bordado la historia de todo ser humano. Si todo esto comienza a
desplegarse, la queja inicial, ligada a los síntomas, suele entonces desaparecer del primer plano de las
asociaciones libres y son otras cuestiones las que ocupan su lugar.
Lo engañoso y la candidez: la dupla necesaria
• El síntoma es hipócrita: la cara que más muestra (la sufriente) clama desesperación, pero sus
otras facetas se oponen a ella. Esta impostura del síntoma pide una cierta credulidad en la escucha.
• Los síntomas conforman la hendidura por donde se cuela la transferencia posibilitando iniciar
una tarea de largo aliento sobre el terreno psíquico. Operamos sobre la neurosis de transferencia creada y
propenderemos a la desaparición o mutación de ellos, mediante la transformación de la dinámica psíquica
del sujeto. Solo si se cambia la neurosis preanalítica por una neurosis de transferencia es posible un psa.
• El más allá del principio de placer que habita en cada síntoma hace que la tarea sobre ellos no
sea fácil. Transformar en analítico un síntoma para luego hacerlo desaparecer operando sobre el goce y
los determinantes inconscientes de los mismos, tal es el contradiabolismo que opone el analista a la
pulsión de muerte.
Los síntomas irreductibles
La idea de metamorfosis de la neurosis implica que lo terapéutico, es decir, la modificación
favorable de los sufrimientos ligados a los síntomas, es consecutiva a la transformación global de la
dinámica psíquica del analizante. Aunque se trabaja sobre los síntomas hasta las ultimas sesiones, en los
periodos finales del análisis comienza a ocupar un cierto espacio el qué hacer con los irreductibles
analiticiso. Tiene que quedar abierta la posibilidad de nuevas resignificaciones ya lejos del analista. Al
analizante se le impone la tarea de hacer algo interesante con los síntomas que persisten.
No me parece poca cosa que el analizante se descubra viviendo mejor, al haber cambiado unos
síntomas insufribles por otros más tolerables.

2) EL FANTASMA
Su reiterada puesta en escena va posibilitando el conocimiento de su contenido argumental, que
puede pensarse como una condensación simbólica expresable mediante una frase concisa. En tanto lo
Real insiste, el fantasma despliega en lo imaginario sus múltiples formas de manifestación. A veces suelen
escenificarse partes de él, y sucede también que ciertos componentes de esos fragmentos pueden
deslizarse por el desfiladero regresivo, razón por la cual adquieren ropajes más arcaicos. Ello supondrá la
emergencia de escansiones primarias, que nos muestran la presencia actualizada del pasado: sombras de
anudamientos y separaciones con los objetos primordiales, marcas de encuentros con otros cuerpos en
historias libidinales y libidinizantes. Asimismo, percibiemos las huellas de los cortes que transformaron
dichas relaciones.
Clínica del fantasma
El trabajo en filigrana sobre las múltiples y variadas formas de expresión fantasmática permite la
construcción del fantasma habitualmente llamado fundamental; la formula condensada del contenido
argumental, básico, del fantasma. Pero éste no existe como tal en la psoquie del analizante puesto que se
trata de una abstracción, de una construcción del analista.
Al descubrir esta clave matriarcal puedo guiarme mejor en la frondosidad de las escenificaciones,
pero evito hacer una rápida reducción de estas formas imaginarias a su mínimo común denominador.
Dicho en otros términos, prefiero revelar las variantes, los tintes, los armónicos y disarmónicos, las
escenificaciones parciales o regresivas de los fantasmas. Además se du fijeza me interesa subrayar su
carácter proteiforme . tener presente esto ultimo me permite descubrir y hacer descubrir al analizante los
diferentes modos que tiene de relacionarse desde matices circunscritos y desde las tonalidades e los
fantasmas que le son constitutivos. En otro términos, que pueda percibir que la construcción de la realidad
que él hace esta determinada por su condición de sujeto deseante, deseo cuyo código es transportado por
sus fantasmas.
Debería darse un cambio en la posición subjetiva en el fantasma un mayor libre juego en la escena
fantasmática; es decir, la creación de guiones inéditos o la representación de otros roles. Esto implica un
paso, un corte, un acto. Hace falta un salto, un efecto de innovación, que probablemente consista en
trascender la identificación imaginaria que condenaba al sujeto a representar siempre el mismo papel en la
película.
El fantasma fundamental es teórico; en lo psíquico; complejo fantasmatico, multiplicidad. Hay
ciertos reduccionismos teóricos que no son compatibles con las formas que los fantasmas tienen qhabitar
en lo psíquico. Si algo aporta la cura al analizante, ésta nos e expresa a través de efectos de reducción
sino por la creación y recreación de nuevos circuitos.
Cura psicoanalítica y fantasma
Señalaría como efectos del análisis un relajamiento de la fijeza del fantasma. En otra palabras, que
el analizante pueda dejar de estar capturado, cometido y obligado a “actuar” por el fantasma siempre e
inexorablemente de la misma manera.

3) EL TRABAJO EN TORNO A LAS IDENTIFICACIONES


Los efectos del análisis sobre la trama identificatoria consisten en una reorganización de la misma
como producto del desprendimiento de los aspectos alienantes de lagunas identificaciones y de haber
logrado establecer nuevas relaciones intrapsíquico con los rasgos y detalles de los objetos hechos propios.
La tarea analítica respecto de la castración, el fantasma, la compulsión repetitiva, el deseo, el
narcisismo, etc., coadyuva indirectamente al retejido de la red de identificaciones, en tanto que aquellos
que dejaron inscripciones estructurante en el aparato psíquico han sido objetos de amor y/o deseo, fueron
incluidos en las producciones fantasmáticas del sujeto y sobre ellos recayeron también las idealizaciones
que están en la base del movimiento que lleva a la identificaciones. Por lo tanto, las transformaciones
acaecidas en todas estas dimensiones del psiquismo repercutirán de manera necesaria sobre la trama
identificatoria.
La creencia de que la toma de consciencia es sinónimo de deshacer una identificación no es más
que una vana ilusión. Tampoco se trata de romper las identificaciones . Si esas son las que constituyen al
sujeto, se deduce que identificaciones de esta índole no pueden abolirse porque ello acarrearía la
cancelación del S. Es modificable, en cambio, la relación que se ha establecido internamente con y entre
los rasgos de los objetos introyectados y apropiados.
Aquí nos topamos con los limites de nuestro accionar: el núcleo duro de identidad generado por las
identificaciones es in duda transformable pero dentro de ciertas cotas; no hay renacimiento del sujeto sino
recomposición del mosaico identificatorio. Esto ultimo aporta sustancialmente a la metamorfosis de la
neurosis y a su temple analítico.
Una seducción duradera
Freud plantea que el yo ( identificado los ramos del objeto) envía al ello el siguiente mensaje:
“puedes amarme pues soy parecido al objeto”.
Buena parte del trabajo analítico sobre las identificaciones edipicas pasa,, justamente, por modificar
ese encantamiento con el que el yo captura al ello. Es la condición necesaria para que pueda aflojarse la
firmeza de estas trazas constitutivas del yo O del sujeto.
Siniestrar
Siniestrar significa hacer que lo propio, lo absolutamente familiar y personal, comience a devenir
extraño. Lograr que lo que ha sido tan consustancial al analízante empiece a producirle el horror necesario
como para que pueda desprenderse de estos rasgos y abandonar las delicias de la endogamia.
Clínica de las identificaciones narcisistas
Además del mecanismo incorporativo que predice su consumación, las identificaciones narcisistas
se caracterizan por la soldadura, por el imantamiento del yo al objeto de identificación, con el cual se
establece una relación absoluta, total. Esta última es producto del desamparo y la angustia de separación
exacerbados. La identificación narcisista tiende a unificar, a hacer uno de lo diferente, propende a un
uniformar, lleva justamente a no crear la diferencia, fomentar y refuerza una dependencia del objeto, a
diferencia de lo que sucede con las secundarias edípicas.
La identificación narcisista habla más de la capacidad (fantasmática en la neurosis, alucinatoria en
la psicosis) de mantener vivo dentro de si al objeto (supuestamente) perdido.

Una alternativa: duelo o identificación narcisista

Al conservar(internamente) al objeto no hay duelo posible. La identificación narcisista no es ni


compensatoria de una perdida ni la respuesta ante la misma. Más bien es una nota perdida evidenciada
por la sobrevivencia intra-psíquica del objeto y de su relación con el. Justamente por eso no hay duelo.
Este último implica una elaboración simbólica de la pérdida, fenómeno que no ocurre cuando ella se salda
con una identificación narcisista. Deshacerse de esta identificación es la verdadera amenaza de perdida,
porque reactiva el desamparo Y las angustias a él asociadas. Por eso el sujeto parece preferir el eterno
combate sadomasoquista intra psíquico con el objeto de renunciar a él. Mantiene la ilusión de
“amamantarse” de ese objeto perdido (a medias) y revivido en la mente,, Y evita así la angustia
aniquilación que este desprendimiento podría despertar. Por medio de de este tipo de identificación el
sujeto ha establecido una solución incestuosa (soldarse al objeto) frente a una angustia separación
exacerbada.

Identificación narcisista y metamorfosis de la neurosis

El lugar que permite incidir la operación analista es aquel en el cual se posibilita la separación de
este objeto incorporado con el que se sostenía ese vinculo narcisista. Se trata de un complejo proceso de
reobjetalización; una verdadera “puesta afuera” del objeto, lenta, fraccionada. Quizá sean estos los
momentos más álgidos y peligrosos del análisis que algunos pacientes quieren evitar yéndose tras las
primeras mejorías sintomáticas.

La identificación narcisista es productora de una seguridad ilusoria, pero seguridad al fin: la que
otorga el seguir portando el objeto dentro de si. Aunque esto perpetua la conflictividad (agresividad
enorme, ambivalencia hacia el objeto, satisfacción de las tendencias sadomasoquistas) se siente esto como
más tolerable que la supuesta orfandad que conllevaría el distanciamiento.

Mi trabajo interpretativo respecto de estas identificaciones (que es también una forma de procesar
psicoanalíticamente el narcisismo) evita insistir en aquellos aspectos que remiten a las semejanzas entre el
sujeto y el objeto incorporado Por el contrario, apunto más bien a las diferencias con él porque creo que
esto facilita las separaciones puntuales respecto del objeto incorporado. Como casi nunca acontece una
caída masiva de tal identificación tendrán necesariamente que reiterarse estos despegues parciales. Se van
produciendo así desoldaduras focales con el objeto, simultaneas a su “externalización” progresiva. En el
mejor de los casos, se reconstruye fuera del objeto y este comienza a adquirir volumen y consistencia
propia. Este proceso conlleva cierta recuperación de los fragmentos de historia que quedaron aplastados
por la identificación.

Esta labor suele tener efectos desalienantes. Se abre así la posibilidad de atenuar las repeticiones de
la conflictiva expuesta y permite ganar para la dimensión del deseo lo que está más allá del principio de
placer, arrebatando territorio del narcisismo fallido, engrosando el narcisismo trófico y los procesos
simbolizantes.

Esta soldadura al objeto especifico de las identificaciones narcisistas podrá resolverse mejor o peor
según el grado de simbolización de lo imaginario que pueda obtenerse en la tarea clínica. Siempre se
requiere trabajar la problemática del desamparo y las idealizaciones arcaicas que están en juego.

Caída de lo imaginario con reacomodo siguiente

La tarea analítica no tiene solo como objeto el desmantelamiento de los soportes yoicos. Es
necesario otorgar siempre un tiempo para el siguiente reacomodo, para una posterior restitución
diferenciada. De lo contrario, el sujeto puede quedar en estado de destitución subjetiva, de errancia. La
perdida de los soportes imaginarios ha de ser la necesaria antesala para su reorganización. Si bien el
análisis pretende un quebrantamiento de los espejismos en los cuales ha quedado capturado un sujeto, no
debería, sin embargo tender a la exoneración de toda función imaginaria. No se trata de barrer el
narcisismo sino de transformarlo, destilarlo

No a la identifiacion con el analista

La tarea clínica esta en las antípodas de una búsqueda de la identificación del analizante con el
analista. En un contexto como el transferencial, la idealización (denigración) funciona a tambor batiente y
esto empuja a la identificación con el analista. Este tipo de análisis puede producir como efecto un sujeto
desubjetivado, errático, desengañado, a merced de un destino incierto, con un sentido de lo trágico
aguzado y que hace del pesimismo la única verdad de su exigencia.

Resignificación de la historia personal

Si el de desmontaje-remontaje puede realizarse con el tiempo necesario, si se acompaña al


analizante en las recomposiciones calidoscópicas de su batería identificatoria, ce va creando un espacio
para nuevas ópticas, se va armando otro andamiaje simbólico que da al sujeto una consistencia distinta.
En fin, se elabora, se escribe una historia que no ha tenido jamás lugar anteriormente en tanto se
construye con elementos que recién ahora empiezan a ver la luz del día.

4) EL IDEAL DEL YO Y EL TENER PROYECTOS

en tanto ha habido interpretación de los deseo inconscientes y los sueños, en tanto hubo una tarea
analítica con relación al complejo fantasmático, en tanto se amplio la capacidad sublimatoria, el
descubrimiento e implementación de ciertos aspectos antes reprimidos ante las puertas a la creatividad y
por ende, a tener algo para transmitir a los demás.

Esto implica que parte de las energías robadas por la neurosis de transferencia, por el investimento
libidinal del analista y de la tarea analítica, comienza a estas más disponible para empresas y proyectos
personales. Se esta elaborando silenciosamente el duelo del fin del análisis. Lo esencial de todo trabajo de
duelo esta en marcha: retiro de catexias (en este caso investidas por el analista) para dedicarlas a otros
objetos y actividades.

5)TRANSFORMACIÓN DE LAS INSTANCIAS NARCISISTAS EN EL REGISTRO DE LA


CASTRACIÓN

La idealización es un proceso subjetivo que produce una sobrevaloración del objeto. Se trata de un
narcisismo proyectado. La idealización convierte el narcisismo en una tierra sin fronteras; se sostiene a un
Otro omnipotente, omnisciente, todopoderoso; un todopoderoso; un Otro no castrado, según Lacan.

Desde esta dimensión el neurótico engendra como si fuera su propia sombrea, una imagen de
gigante que lo acompaña a todas partes. Es un apasionado de esta figura que él segrega, que el construye.
Se sostiene otro omnipotente para no asumir lo que significa reconocerlo castrado: mientras exista un
Otro así, habrá siempre un causante de sus males.

A “su majestad el bebe” se le cae la corona

Reconocer al Otro castrado implicaría aceptar de alguna manera la propia castración; sería dejar de
buscar culpables externos, que el victimismo se acaba y se que deben tomar las riendas de su propia vida.
Quizás este aquí otro de los momentos durísimos del análisis; caer en la cuesta de que el peor enemigo
esa dentro de uno mismo.

Deshacer los ídolos requiere tanto más tiempo del que se necesitó para construirlos y adorarlos,
pues no basta con desbaratar su encarnación temporal en tal persona, institución, teoría u objeto, sino
desvanecer las raíces narcisistas de estos sistemas idealizantes arcaicos, con punto de partida en el yo
ideal o en un Ideal del Yo tiránico. No se trata de una abolición de los ideales sino de un pasaje de ellos
por el registro de la castración

De todas formas, conviene estar atentos para no confundir una decepción respecto de un objeto
sobrevalorado con la transformación de las fuentes psíquicas de donde brota la idealización. Si esto
ultimo no acontece, el desengaño habido suele ser velozmente sustituido con una nueva idolatría.

El humor

Dos aspectos polares ligados a las transformaciones del narcisismo que suelen aparecen al fin den
análisis: uno, el humor, la risa. Otro; la muerte, la percepción más clara de la finitud de la vida. Solo
cuando la sensación de la injuria narcisista o su riesgo se atenúan es posible que el analizante pueda reírse
de sí mismo, aceptar que le caricaturicen o ironizar. Ha disminuido la sensibilidad a la burla.

En las postrimerías del análisis, al descubrir que se acabaron los nunca, los jamases son relativos y
los siempre imperfectos, el analizante se aproxima, se pone en contacto con el corazón paradójico que late
en cada recodo de la vida. Suele encontrar ahí una fuente importante de humor. Percibe también que las
palabras, mucho más intensamente que antaño pueden querer decir otra cosa de las que dicen, que tienen
facetas ocultas.
El siniestrar también acaba produciendo hilaridad: no hay nada que esté más cerca de lo cómido
que la angustia horrenda de haber perdido las referencias del ser. Sentir que las garantías de existencia
que pedía nadie se las puede dar y aunque se la dieran no le serviría de nada. Hay otra risa: la que aparece
después de haberles dado muchas vueltas a las situaciones y ya no necesitar hacerlo como antes.

La muerte

La relación con la muerte, o si quieren, con mayor eufemismo, la percepción de la finitud de la


vida. En tanto se descubrió que ella es ya una realidad en nuestro presente, la muerte no sólo nos aguarda
sino que nos preexiste, nos habita. En el análisis se desentierra los muertos de cada quien, se dialoga con
ellos; quizá se les dice lo que no se les pudo expresar antes. Luego, se los vuelve a enterrar.

6) LA SUBLIMACIÓN

En los períodos de terminación de un proceso analítico se producen un conjunto de fenómenos que


en cierto sentido podrían se considerados como un aumento de la capacidad de sublimar; es decir, cambiar
un fin que es originariamente sexual por otro no sexual, pero emparentado con el primero.

7) SUPERYÓ

El superyó es un ligar de cultivo de la pulsión de muerte y origen de un empuje hacia el


masoquismo primario. El superyó nos habla de la tiranización que el inconsciente ejerce sobre el sujeto, a
nivel del síntoma y más allá de él. Una fuerza constante que se impone como ley, como imperativo
categórico, goza!

En la instancia donde se origina tano el sentimiento de culpa, el estar en falta, como los
autocastigos y autorreproches. A través de el y sus efectos vemos claramente que hay algo en cada ser
humano, en lo más intimo de si mismo, que no colabora ni batalla a favor del bienestar y se construye en
una fuente inagotable de remordimientos, puniciones, autoinculpaciones.

La puesta en transferencia y movilización de toda la estructura psíquica tendrá efectos sobre esta
instancia insensata e insaciable; podríamos decir que las representaciones imaginarias del superyó
(figuras persecutorias, severísimas, cargadas de enorme autoridad) van adquiriendo rostros más
benévolos, permisivos.

Hay también una visión más clara de las identificaciones que han constituido esta instancia, y como
efecto del siniestrar, acontece un retejido de sus rasgos constitutivos. Se abre, además, la posibilidad de
actuar sin tanta necesidad de la aprobación o desaprobación ajenas.

8) RELACIÓN CON EL TIEMPO


Producto del trabajo analítico, el pasado resignificado se aligera, pierde su carácter de pesada carga
y se diluye la letanía quejosa con él relacionada. Puede entonces pasar de la represión al olvido.
Concomitantemente, a dimensión de futuro queda más abierta. Suele haber una mejor relación del sujeto
con la soledad. No se la vive ya como una maldición ni como un estigma.
CLINICA DE LOS FINALES DE ANÁLISIS: TEMPLE ANALITICO
Los efectos del psicoanálisis en un sujeto serian: el movimiento que transforma la neurosis inicial
(aquella con la que vino el analizante a la consulta por primera vez( en neurosis al “temple analítico”.
Esta ultima es una expresión que pretende nominar un estado peculiar de la psique, que surge como
producto de una tarea psicoanalítica efectiva, exitosa. Dicho en otros términos, es un giro lingüístico que
intenta reflejar la configuración de la subjetividad y de la dinámica psíquica en los finales de análisis y
que esperamos pueda conservarse de manera duradera, aunque la palabra temple posee como una de sus
orlas semánticas la idea de algo que puede oscilar, sufrir modulaciones, caracteres estos que también son
validos para las adquisiciones del proceso analítico
Neuróticos no dejamos de ser nunca. Se la escisión que nos hace ser sujeto divididos no nos
curamos; al contrario: después de un análisis la percibimos más netamente.
Este viraje, que le coloca en el camino de salida, coincide en términos generales con la disminución
en el analizante de su necesidad de venir y hacerse escuchar en sesión, cosa que habiualmente, va
asociada al reconocimiento de la falta en el propio analista. Según Lacan: caída del sujeto supuesto Saber.
La entrada en la “rampa de despegue” ha implicado un progresivo (y generalmente silencioso)
movimiento de eferentización de la transferencia analítica, la cual ha podido desplazarse, derivarse y por
lo tanto, dejar de estar concentrad en el analista. En otras palabras, se ha producido lo que suelo llamar
“centrifugación de la transferencia”, términos con los que intento explicar el hecho de que el circulo de
intereses y de investimentos libidinales del analizante se ha ido alejando del analista, cosa que no quiere
decir borramiento de las huellas de este vinculo ni desaparición de la capacidad transferente del sujeto.
Esta modificación cuanti y cualitativa de la transferencia es un elemento fundamental para la
conformación del “temple analítico”.
Me referiré a continuación a aquellos componentes del temple analítico de los que no hable hasta
ahora:
• Relación del sujeto con la asociación libre: mantiene un vinculo especial respecto de lo
inconsciente, respecto de sus fantasmas, sueños, actos fallidos, etc., y que remeda de alguna manera
la tarea asociativa y elaborativa de las sesiones. En otras palabras: se mantiene abierto el
expediente de los inconsciente y ante la emergencia de un material que retorna de lo reprimido, el
analizante pueda reconocerlo como algo propio y darle, todavía, otra vuelta más de tuerca. Quizás
en esto radique lo que Freud consideraba como la interminabilidad del análisis. En el psicoanálisis
a la mayor “porosidad” para la emergencia de lo inconsciente se le pude repsonder mediante
procedicimientos psíquicos que no impliquen necesariamente a la represión.
• Capacidad para la acción: supone una actitud más resuleta en el actuar, valor; la valentía el
tener genio y nervio. Supone estar tensado, preparado, para el acto, cosa que requiere del
desvanecimiento, al menos en una dosis importante, de las dudas, las vacilaciones extenuantes y/o
las inhibiciones del neurótico. Esto le otorga una mayor capacidad de decisión y presteza. En otro
plano, supone haber integrado para accionar en la vida cotidiana una dosis adecuada de la
agresividad que otrora se manifestaba de manera explosiva o era controlada y contenida.
• Talento para vivir: capacidad de poder precisar las actividades, personas o cosas que a cada uno
le van (aludo al deseo) y saber, además luchar por conseguirlas, sorteando los obstáculos propios y
ajenos que inveteradamente se opondrán a la obtención de tales metas.
• Me duele la vida-me gusta la vida: el inevitable dolor de existir y sus renovadas ganas de vivir
de disfrutar de la vida.

Lo esperable que al final del análisis , el “dolor de vivir” se haga más soportable (Lacan). Si algo
creativo, productico, pudo hacerse con el sufrimiento se habrá ampliado la posibilidad de ver la vida
como una aventura. Todo ello implico, además de otros duelos, uno por ese largo periodo en que los
síntomas mantenían un cierto acorralamiento de la existencia. Ahora, en las postrimerías del análisis, el
sufrimiento no desaparece del todo, pero es quizás más tolerable; se puede maniobrar mejor con el.
El temple analítico incluye haber perdido la ilusión de marcharse del análisis con inmunidad contra
todas las algias. Comprende, igualmente, el poder aceptar las miserias, las propias, las ajenas las de la
humanidad; que estas no pesen tanto, pero que tampoco sean ignoradas, que duelas, si, pero que puedan
ser soportadas.

35) Nasio: EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO DE LA HISTERIA Y EL FIN


DE ANÁLISIS
El tratamiento de la histeria consiste en conducir al analizado a atravesar con éxito la prueba de
angustia de castración

La cura reproduce, en efecto, la enfermedad que debe tratar. Así pued, el análisis constituye pura y
simplemente, una histeria artificial que el analizado y el anaslista deberán resolver juntos. Por
consiguiente, el mejor método de que dispondremos para comprender lo esencial del tratamiento
psicoanalítico de la histeria será examinar precisamente el hecho capital de la resolución de esta histeria
de transferencia.

En un momento de la cura, en el punto culminante de la neurosis de transferencia, el paciente se


encuentra ante la alternativa de aceptar o de negarse a atravesar o que llamamos prueba de angustia de
castración. El desenlace de esta prueba decidirá el fin de analista y la curación del S. si este pase se
realiza, tendremos razones para creer que la cura llegará a su termino y que el sufrimiento neurótico
amainará. Esta prueba es entendida como la desatadura decisiva de la neurosis de transferencia.

El análisis es un largo esfuerzo por desembocar en la única experiencia que en verdad cuenta: la
experiencia de angustia.

En una cura el analizado se separa dos veces: primero de el mismo y después de su analista

Hay 2 clases de separaciones: una que corresponde al final de la relación analista/paciente y que
concluye con la ultima sesión, esta dentro del registro temporal. La otra consiste también en un
desprendimiento, pero es uno muy particular que se enfrenta dentro del espacio intrapsíquico del
analizado y que tiene lugar mucho antes y muy después de la ultima sesión. Es más bien una
autoseparación, un corte de una parte de uno mismo. No se produce de una vez, sino que se engendra
lenta y progresivamente a partir del atravesamiento de una prueba singular, y continúa indefinidamente
mucho más allá del día final. Es una separación al margen del tiempo, concebible no como un
acontecimiento momentáneo sino como un largo proceso que se inaugura con la experiencia de una
prueba dolorosa en el punto culminante del análisis y, continua como un trabajo de duelo, que en lo
temporal, va mucho más allá del ultimo día de diván. Entonces, al distinguir dos clases de separación
diferenciamos implícitamente dos registros diferentes de la cura: el primero registro temporal, es aquel
por el que la cura se desenvuelve cronológica-mente en tres fases que van marcando la evolución de la
neurosis de transferencia: una fase inicial en la que la histeria de transferencia se instala gradualmente.
Una fase media caracterizada por un estado de crisis aguda en el analizado y que marca el punto de
exacerbación paroxístico de la neurosis transferencial. En este preciso momento se produce ese hecho
capital de la cura que es la confrontación del analizando con la prueba de angustia. Una ultima fase, la
final, donde se elaboran el duelo y el proceso de autoseparación surgidos de la prueba. En esta se
confirma como tal a partir del momento en que el psicoanalista y el analizado acuerdan concluir, en un fin
cercado, su trabajo común de análisis.

El segundo registro de la cura es el del proceso psíquico del análisis. Se despliega en un tiempo
ilimitado (pero igualmente cíclico) que naco con el primer germen de la idea de consultar a su
psicoanalista y se aleja, terminando ya el análisis, hacia otra parte desconocida.

La forma en que el analizado de despedirá de su análisis y de su analista depende directamente de


las modalidades con las que este mismo analizado haya remontado la prueba singular y efectuado su
autoseparación. No hubo análisis acabado porque lo esencial de un análisis, es decir, esa prueba dolorosa
cuyo atravesamiento hace posible el trabajo de autoseparación, no tuvo lugar.

Esta posición es necesariamente ideal y debe ser entendida como un fecundo punto de referencia
para nuestro trabajo clínico y no como una ley imperativa.

La histeria de transferencia, las condiciones que conducen al analizado a las puertas de la prueba de
angustia
El sufrimiento neurótico que condujo al paciente histérico a entrar en análisis es la expresión
dolorosa de una mala defensa (la represión y la conversión) que el yo emplea para poner un dique a la
angustia del fantasma inconsciente de castración. Esta angustia es intolerable y para deshacerse de ella, el
histérico no ha encontrado más solución que transferirla a los sufrimientos corporales o más generalmente
a los sufrimientos neuróticos. El mecanismo de conversión transforma a la insoportable angustia de
castración en cuerpo-falo. La conversión redujo quizás el inconsciente el exceso angustia, pero ahora se
ha transformado en otro exceso, el de la erotización/ inhibición dolorosa del cuerpo. El tratamiento
analítico de neurosis, entendido a su vez como reactualización del fantasma de castración por medio de la
tranferencia.
En efecto, de lo que se trata en un análisis es de volver al punto de partida, quiero decir al punto de
origen fantasmático de la neurosis, y de reproducir en el seno de la cura la misma situación de peligro
que, el inconsciente, provoca angustia. En una palabra, se trata de crear la angustia para resolverla; se
trata de instituir una nueva neurosis, E intentar hallar entonces una salida mejor que la de la conversión.
Atravesar la angustia. El psicoanalista apunta a crear las condiciones para que el analizado afronte, por
fin, su miedo. Hay que reactivar la angustia que antes se había convertido en los síntomas por lo que el
paciente vino a consultar. ¿Cuáles son esas condiciones? Se reducen principalmente a tres ficciones
peligrosas, a tres máscaras amenazadoras del Otro que suscitan angustia y el psicoanalista habrá de
revestir:

• El Otro castrado: la figura más amenazadora. Se yergue Como una figura de horror cuando el
niño descubre, súbitamente, la imagen del cuerpo desnudo, castrado de la madre. Esta falta, sombra
opaca en un cuerpo luminoso, significa que yo también corro el riesgo de sufrir algún día la
mutilación. Y sin embargo, horrorizado Y paralizado por la amenaza, el niño se empeña
paradójicamente en seguir bajo el dominio del peligro, hasta el punto tal de demandar que el Otro le
exhiba la grieta de su castración, y lo asuste. El otro castrado representa para el neurótico no sólo una
amenaza que espanta, si no también una llamada que seduce y tranquiliza. Pero no olvidemos su
condición primera de garantía que protege al niño fálico del peligro absoluto, El de experimentar un
goce sin límites.

• El Otro de la Ley: es una de las versiones paternas del Otro. Su función, prohibir y castigar
severamente el deseo incestuoso, está representada por una voz que hace restallar la ley de
prohibición del incesto. Es la figura principal, Sonora y peligrosa, del fantasma de castración en El
origen de la neurosis obsesiva. Como lo hizo antes frente al Otro castrado, El niño escapa y persigue
al mismo tiempo, la presencia amenazadora que asústa y tranquiliza. “tengo miedo de la ley, pero no
dejes de recordarme la constantemente; te pido que me mandes, me prohíbas Y de ser necesario me
castigues”

• El Otro del deseo perverso: es una figura eminentemente paterna, la de un padre gozador Y que
goza de todas las mujeres, un padre capaz de abusar de mí, de violarme Y gozar de mi sufrimiento.
El neurótico se angustia, pero prefiere vivir el horror y la angustia de un niño asustado antes que
asumir trabajosamente su límites de ser hablante Y sexuado. Sin mirar nunca los ojos a su padre
amado le pediría: “tengo mucho miedo de ti, pero tómame en tu brazos y haz de mí la presa de tu
deseo perverso”. Sólo se trata una perversión soñada; el neurótico no es un perverso sino alguien
que sueña con serlo. El fantasma neurótico es solamente el fantasma perverso de un neurótico que se
aferra su angustia y suela con ser un nuño angustiado frente a una madre monstruoasamente bella
(Otro castrado) , a un padre terriblemente protector (Otro de la Ley) y a otro padre, perversamente
amante (Otro del deseo perverso).

El deseo neurótico es un deseo de angustia


Es indudable que la angustia hace sufrir al analizado pero, paradójicamente también lo tranquiliza.
Constituye un serio obstáculo para el progreso de la cura pues, para romper la dinámica mórbida de la
neurosis, el practicante deberá romper primer esa aradura inaudita del analizado a su angustia . lo más
difícil en la labor del analista es, conjuntamente, recrear un estado de peligro dentro de la cura, suscitar la
eclosión de una angustia nueva del analizado y lograr que este renuncie a la angustia con la que convivía
desde siempre.
Embargado por la angustia, el neurótico tiene una reacción completamente natural: convertirla. En
su intento de sacársela de encima, la convierte en síntomas; y proponiéndose escapar a la castración,
deviene el mismo el objeto imaginario que le falta al Otro. Sea que transforme la angustia de castración
en sufrimiento neurótico o que él mismo devenga el objeto fálico del Otro, los dos son movimientos que,
lejos de desembarazarlo de su angustia, fijan al sujeto a ella. La solución histérica al problema de la
angustia es amar la angustia , atarse a ella en cuerpo y alma hasta volverse cosa; y ello a pesar del
sufrimiento de los síntomas. La conversión histérica que conceptualizábamos primero como fracaso de la
represión y después como falización del cuerpo no genital/inhibición genital, se presenta ahora como una
fijación irresistible del neurótico de angustia.
Para desembarazarse de ella radicalmente, debe conocer primero una angustia nueva producida por
el análisis, atravesarla y entonces si, dejarla.
Antes de atravesar la prueba de angustia: reconocemos aquí un estado de peligro creado por la
triple amenaza bajo las especies del agujero , la ley y el deseo perverso. “estoy angustiado y no tengo más
salida que transformar mi angustia en síntomas y transformarme a mi mismo en el objeto que le falta al
Otro; yo paso a ser su objeto y al hacerlo, lleno su agujero y me aseguro de que el Otro sigue castrado y
frágil”. “en la angustia , soy una cosa inmóvil que ya no piensa y que goza de un goce que es dolor tanto
como placer narcisista”.
La acción del psicoanalista apunta a resolver la histeria de transferencia
¿Cómo sebe intervenir para que su analizado trate la angustia de otra manera y no convirtiéndola
en refugio narcisista? Los consejos dados por Freud se mantienen en los limites de una gran prudencia, ya
que reglas técnicas excesivamente definidas pueden llevar a intervenciones apresuradas e inoportunas. El
practicante correría el riesgo de alcanzar un resultado contrario al que se persigue, reforzando aun más la
histeria de transferencia, haciendo interminable el análisis.
Las intervenciones del analista procurarán primero volver a hallar en su analizado al niño
angustiado, arrinconando frente al obstáculo insuperable del horror de la castración. La acción analítica
debiera cuajar justo en el momento en que la angustia va a transformarse en sufrimiento neurótico y justo
antes de que el sujeto se identifique con el objeto. El psicoanalista cambia de lugar porque ha
comprendido que es el momento de modificar su posición: deja caer sus mascaras de Otro de la
castración, da un paso al costado y se instituye como testigo simbólico de una prueba que el sujeto puede
cumplir ahora solo.
El terapeuta debiera captar este instante naciente de la angustia , este momento en que el sujeto se
encuentra ante la alternativa siguiente: o contener esta angustia naciente y asumirla, y será entonces la
apertura a la prueba; o convertir la angustia en sufrimiento y será entonces el mal camino que cristaliza la
neurosis.
Para Freud, la negativa a abrirse a la angustia suele desembocar en la interrupción brusca de la
cura. En su comentario, Freud explica la begativa del paciente a entrar en la prueba de angustia como una
repulsa de la castración, en sus palabras: repulsa a la feminidad. Le ngativa a atravsar la prueba, es un
“no” que el neurtoico angustiado opone a la idea fantasmática de dejarse castrar (en el caso del hombre) o
la idea fantasmática de no obtener el falo codiciado (en el caso de la mujer). Precisamente en este punto el
analizado interrumpe bruscamente la cura y abandona furioso e indignado a su analista. “El analista choco
con el escollo de la roca de castración”.
Descripción del atravesamiento de la prueba de angustia
Acercarse lentamente a la angustia hasta la más extrema inmediatez, contenerla en su punto de
máxima tensión y entonces a travesarla. En el instante mismo de pasar, se redujera a una fina lamina
acerada que nos atravesara el cuerpo por el centro, dejando la huella umbilical de una límpida hendidura.
Atravesar la angustia significa ser atravesado por ella.
Comprendí, no mentalmente sino en acto, que cualquiera que sea el desenlace final de este
atravesamiento de la angustia , el riesgo será necesariamente parcial y la perdida inevitable. Comprendí,
mi cuerpo comprendió que nunca perderé todo y que, si gano, no ganaré nunca sin perder.
El duelo de un análisis terminado no es el duelo de mi analista, sino el duelo de una ficción y de una
angustia
Es una perdida de una ilusión, la ilusión de un todo (mi ser-falo) y del monstruo amenazador que
me hacia sufrir (el Otro castado). Al comprender que nunca expongo todo, que el riesgo es parcial y la
perdida inevitable, descubro la ficción de la que me hallaba prisionero y, al descubrirla, la pierdo. Sí,
aceptando perder una parte de mi, pueso la omnipotencia fictia del Otro y, junto con ella, lo que estaba en
juego: mi supuesta potencia fálica. Así, mi angustia se devanece. Ya no tengo angustia , es verdad, pero
me pongo a lemantar la desaparición del peligro ficticio, de una potencia infantil, el falo, y de una
angustia ahora disipada que, en definitiva, no era más que una manerda segura de existir.
Ahora con esta comprobación dolorosa pero serenca comienza el trabajo de duelo por la muerte de
una ficción transferencial, trabajo que conducirá primero a la separación concreta y efectiva con el
psicoanalista, y que se prolongará después, más alla de la cura, en un proceso interminable. Se advierte de
este modo que el duelo de un análisis acabado no es el de mi psicoanalista, sino el duelo de una ficción y
de una angustia .
El signo incontestado que señala la entrada de la cura en su fase terminar es el siguiente: el
paciente, en un estado de gran serenidad, ha cesado de hallarse en espera de amor, o sea que ha cesado de
demandar al Otro, recibir su amor alguna vez. El analizado ha comprendido que su analista no le dio
ninguna otra cosa porque ninguna otra cosa que dar, salvo esta “promesa”, esta esperanza de alcanzar las
puertas de la prueba de angustia. Otros signos: por ejemplo, en este periodo es frecuente comprobar la
aparición en el relato del paciente recuerdos vinculados a los momentos iniciales del análisis; también, la
presencia de sueños singularísimos relacionados con el nacimiento, con movimientos de partida,
estaciones y transportes, aviones, barcos, gente que se marcha y cosas que llegan.
El fin de la cura no es el levantamiento de los síntomas. Los síntomas parecen tener vida propia,
una vida que no depende de la evolución del análisis. El hecho que los síntomas desaparezcan no autoriza
al practicante a imaginar y esperar un fin próximo de la cura. Es mucho más importante que el
psicoanalista preste atención a los cambios de posición subjetiva en el analizado. Este una vez que ceso
de dirigir su demanda de amor al Otro de la neurosis transferencial, toma una distancia más serena
respecto de su analista.
La manera de terminar una cura da fe de su fecundidad o su fracaso. La manera en que una cura se
detiene decide no solo sobre la continuación postanalítica sino también sobre el periodo de analítico
mismo, la cura etenra. La detención de un análisis es la causa final que determina a posteriorn la
fecundidad o, por el contrario, la esterilidad de la andadura analítica. No hemos sabido (analista y
paciente) crear conjuntamente las condiciones de un paso exitoso de la angustia y evitar entonces que el
analizado se marchase con su sufrimiento intacto.
El caso de la reanudación de un nuevo análisis tras haber interrumpido el primero. El problema de
los tramos. Cuando un analizado toma la decisión de emprender un segundo tramo de análisis, a nuestro
modo de ver esto corrobora el carácter inacabado de su primer recorrido analítico. El psicoanalista no
debe trabajar con la idea de que el segundo tramo de su analizando completa con fortuna al primero. Por
el contario, el análisis en curso, aquí y ahora, es el único análisis en juego. Porque la demanda de un
nuevo tramo muestra claramente que la finalización del precedente no sanciono la separación que debió
producirse. Si a la interrupción de un análisis le sucede la iniciación de otro, esto indica que el analizado
no efectuó, el paciente no efectuó la autoseparación, no logro separarse de cierta parte de el mismo (su
fantasma neurótico de castración) y, sobre todo, no supo despegarse de la figura ficticia del Otro y
abandonar así su angustia. Cuando un paciente decide emprender el segundo tramo, se deduce que el
Otro de su neurosis sigue representando por uno y otro de los psicoanalistas sucesivos, o sea que el lugar
del Otro continua ocupado por el interlocutor analítico.
Terminar un análisis consiste, justamente en separarme psíquicamente del Otro analítico, en cesar
de dirigirle mi demanda de amor y en trasladar esta demanda al exterior de la cura. El segundo tramo
constituye a mi juicio una nueva ocasión para reinstalar tal vez las condiciones de la histeria de
transferencia, para intentar de nuevo la experiencia que no se pudo llevar a cabo (atravesamiento de la
angustia) y para concluir finalmente el análisis.
Atravesar la angustia es dar un paso al dolor del duelo
¿qué consecuencias resultaran para la vida del analizado? Son tres: la aparición del dolor del duelo,
el surgimiento del sujeto del inconsciente, un cambio en la percepción de s identidad sexual por el sujeto
cuando un histérico atraviesa la prueba de angusia se separa del niño fálico que habita en su
inconsciente. Pero tal separación no es nunca una perdida definitiva, ya que en el curso de su existencia el
histérico perderá y reencontrará miles de veces al niño de su fantasma. El hecho de haber temrinado una
cura analítica y de haber pasado con éxito la prueba de la angustia de castración otorga al analizado una
única conquista: la de aprender a perder y a encontrar indefinidamente a su niño fálico, pero siento cada
vez menos afectado por la pasión de la angustia . Menos afectado por la angustia pero invadido por un
nuevo afecto que entonces se impone, el del dolor. La angustia de la neurosis, que ahora ha desaparecido,
da paso al dolor del duelo
El dolor del duelo no es dolor de haber sufrido una perdida, sino dolor de reencontrar lo que se
perdió sabiéndolo uno irremediablemente perdido.
El dolor de duelo no es dolor de perder, sino dolor de reencontrar lo que se perdió sabiéndolo
uno irremediablemente perdido
El analizado ha logrado atravesar la prueba de angustia e ingresar en la fase terminar, aquella
donde de despliega el proceso de duelo de una parte que es el niño fálico. Son los reencuentros mil veces
repetidos con el niño fálico mil veces perdido, los que engendran cada vez, el dolor.

Freud intento dilucidar un enigma: ¿por qué hay dolor cuando perdemos un ser amado? Para
muchos anglosajones el dolor resulta directamente de la separación. Yo no pienso así, por el contrario, el
dolor que surge en el momento en que hay una sobreinvestidura de la representación del objeto amado y
hoy perdido. Lo que duele en el trabajo de duelo no es tanto la auscencia del ser querido, como el
encuentro, la investidura y la sobreinvestidura de la representación psíquica que tenemos del ser amaso y
perdido. El dolor de produce cuando, psíquicamente, localizacmos y cercamos al máximo la
representación del objeto perdido.
Lo que duele es encontrarse de nuevo con la cosa amada para al final poder desprendeser de ella en
forma definitiva. Lo que duele es amar de nuevo, si, pero sin que esté la persona imaginaria que sostiene
ese amot.
¿Qué perdemos cuando alguien muere? Cuando alguien muere perdemos fundamentalmente la
armazón imaginaria que nos permitía amarlo mientras vivía. Aunque esta perdida no suscita el dolor del
duelo. El dolor esta en encontrarnos miles de veces con la representación del objeto amado y perdido,
pero sin el sostén imaginario que el otro significaba cuando vivía. Este sostén es mi propia imagne
devuelta por el otro vivo y amado. Según lacan: en el trabajo de duelo, tengo que amar al otro sin yo
ideal, sin la imagnen del otro y sin mi propia imagen.
“Estamos de duelo porque para quien ocupábamos, sin saberlo, el lugar de su falta”. Precisamente,
el otro (hoy desaparecido) importaba en el registro de lo imaginario como superficie especular porque yo
ocupaba, en uno u otro momento, el lugar de su falta., ocupar el lugar del objeto de deseo.
Para que hagamos el duelo de una persona desaparecida se necesitan dos condiciones: que ella haya
contado para nosotros como un sostén imaginario; y que hayamos ocupado para ella el lugar del objeto de
su deseo. Estamos de duelo por aquel que imaginariamente conto para nosotros y esto lo sabíamos, y para
el cual hemos sido el objeto fantasmático de su deseo, y eso no lo sabíamos. Finalmente, la proposición
de Lacan podría enunciarse así: para que haya duelo de un ser desaparecido, es preciso que con este ser
haya habido una doble relación, de amor y de su fantasma.
¿Qué hace que un duelo no se elabore? La falta de tiempo y la ausencia del ritual ¿Y que es un
ritual? Un ritual es el tiempo necesario para retomar la representación del objeto perdido, sobreinvestirla
y poco a poco separarse de ella.

Al final del análisis, el analizado que ha perdido al niño de su fantasma siente el dolor, no de
haberlo perdido, sino de reencontrarlo sabiéndolo irremediablemente perdido. El atravesamiento de la
angustia ha dado paso así al dolor del duelo.
Atravesar la angustia es reencontrar el lugar de nacimiento de aquel que nunca deje de ser
A la salida de la prueba, su voz nos diría “he comprendido que nunca perderé todo y que
inevitablemente perderé una parte de mi mismo. Y, al comprenderlo, he perdido la ficción ¿Pero, que
queda entonces? Nada, ya no hay nada de la totalidad ficticia, del fantasmático peligro y de la angustia ,
no quedo más que yo. Yo es el sujeto, quiero decir, el mero sujeto absoluto, único, el del inconsciente, el
sujeto que nunca dejamos de ser puesto que estaba ya mucho antes, sin que lo superamos.
Precisamente en el orden de la constitución del sujeto, el término y el punto de partida del análisis
coinciden; en la cura no hay futuro ni porvenir, pues el ir hacia delante es en realidad un retorno, no al
pasado, sino a lo más inicial y autentico en mi.
Percibimos ahora claramente que el camino de un análisis describe el trayecto circular de dos giros
que enazan en espiral el punto terminal con el punto inicialr de un proceso cilciico e indefinito y siempre
abierto. Estos dos registros se complementan y describen un movimiento general del análisis según un
tiempo ilimitado y cilcioco.
¿Cuál es ese cicli abierto e ilimitado de una cura analítica? Comprende dos giros circulares que no
se cierran sino que describen una curva espiral y tres moemtnos singulares: la primera entrevista (M1), la
prueba de angustia (M2) y el nacimiento del sujeto (M3).
El primer giro comienza con el aconecimiento de la primera entrevista (M1) y temina, después de
formar un rizo, con el acontecimiento de la prueba de angustia (M2). Estos dos momentos se superponen,
por caudno en la primera entrevista el analizadodice su sufrimiento y en la prueba de angustia atraviesa
el fantasma que dio origen a este sufrimiento.
El segundo giro describe también un rizo que queda igualmente abierto. Comienza con la salida
exitosa de la prueba de angustia (M2) y termina, después del rizo, con el surgimiento del sujeto absoluto
(M3) que el sujeto llevaba en su desde siempre y que el pase de la angustia permitio revelra. Estos dos
momentos también se superponen por cuanto el pase exitoso significa que el analizado se ha desligado de
su neurosis y ha reecontrado por fin al sujeto verdadero que él nunca habia dejado de ser.
Los 4 términos sucesivos que jalonan el cilo de un análisis: sujeto del inconsciente imperceptible
yo neurótico atravesamiento de la prueba de angustia encuentro con el sujeto del innc imperceptible. El
tiempo exigido para hacer un análisis y terminarlo es el tiemo de una prueba difícil y de una revelación
singular y repetida. El tiempo analítico se contrae como el momento puntual de emergencia en acto de la
verdad.
El atravesamiento de la angustia modifica la percepción de mi propia identidad sexuada
¿Que nuevo estado tiene el inconsciente en un sujeto que concluyo su análisis? Es un inconsciente
más el atravesamiento de la prueba de angustia . es un inconsciente modificado, suavizado por el
atravesamiento de un pase doloroso; un inconsciente más maleable en su capacidad de ejercer la
autopercepción inconsciente.
¿Qué es lo cambio en el inconsciente? La cualidad de la percepción de nuestra propia identidad
sexuada. Antes de atravesar la prueba el sujeto ignoraba (represión) la diferencia de sexos y percibida la
falta de falo como la falta de un Todo absoluto, de una fuerza absoluta. Pues bien ¿Qué sucede después de
la prueba? Hará otra que reconocer la existencia de la diferencia sexual: sabrá interrogarla. Esta distinción
no será ni reprimida ni dogmatizada, sino reconocida, y de inmediato, cuestionada. La percepción del
sujeto que el atravesamiento del pase modifico ya no será inspirada por el afuera sino que se volverá al
adentro. Antes de la prueba, orientada hacia el exterior, la percepción se hallaba al acecho de la castración
del Otro, interpretada como la falta de un Todo; después de la prueba, vuelta hacia adentro, la percepción
aprehende el enigma del ser sexuado.

TRABAJOS PRÁCTICOS B
Práctico 1 : Psiquiatría y psicoanálisis
Freud, S. (1916). Conferencia 16: Psicoanálisis y psiquiatría (ANTES)
36) Rubinstein. LA PRÁCTICA DEL PSICOANÁLISIS EN EL HOSPITAL

¿Tiene alguna especificidad el psicoanálisis en los hospitales? ¿Cuáles son las condiciones de la
práctica? ¿Qué consecuencias tiene al quedar inscripta bajo el marco de la salud pública? No puede
hablarse de un psa diferente al del consultorio una vez recortado el espacio analítico en el hospital, sin
embargo, hay ciertas condiciones de la práctica profesional que se presentan allí: la coexistencia de
discursos, el trabajo con los otros profesionales de la salud, la incidencia de la idiosincrasia de la salud
pública, las condiciones de tiempo y dinero y la variabilidad de las demandas que allí se presentan que
hacen que no todo allí pueda ser psa.
Psicoanálisis y salud pública: La OMS define a la salud “como el estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición
impregnada de “felicidad”, que supone restaurar una armonía entre sujeto y su ambiente, obtura las
condiciones de estructura que el psa descubre: “un sujeto disarmónico con la realidad”. Entonces, ¿Cuál
es el lugar del analista en este marco? El analista ocupa el lugar de “saber” al que es confinado el médico
por ser parte de esa institución de salud, pero como terapeuta debe tomar allí su lugar proponiendo una
cura que rompa con los criterios de salud por los cuales es llamado, ofreciendo una alternativa al sujeto:
abrir un espacio a la dimensión subjetiva del paciente abolida por los permanentes intentos de
objetivación del modelo médico hegemónico, dando cabida a una demanda de saber, y con ello dando un
lugar para que el deseo pueda desplegarse.
No todo Psicoanálisis: Sólo es posible sostener el discurso psicoanalítico en este lugar si se
reconoce que en el hospital no todo es psicoanálisis. El discurso analítico y el discurso universitario son
diferentes, pero no por eso irreconciliables. El Psicoanálisis surge en el límite de la medicina, no en su
reemplazo y es un hecho que en los hospitales que los médicos llaman, en su límite, al analista. También
ocurre lo mismo a la inversa. Se trata de reconocer las diferencias. Se trata de ver hasta qué punto es
posible generar un espacio dónde haya una lógica que opere diferente al discurso médico, que sostenga
otra ética, que despliegue la subjetividad del que consulta, sin confundir el espacio físico en que ambos
discursos se producen.
Las demandas y la posición del analista: Las demandas hospitalarias se caracterizan por su
enorme variabilidad y el acceso a una población a veces muy alejada de los principios del análisis. Las
personas que llegan a una entrevista puede que no estén demandando análisis, por lo que las entrevistas
son un momento valioso para decidir qué tipo de intervención realizar: medicación, internación,
interconsulta. El analista, entonces, lo primero que hace es ofrecer un espacio de escucha, A veces, se
deriva un trabajo analítico, otras, el paciente sólo consigue aplacar su sufrimiento.
Por otra parte, el analista, dadas las condiciones del caso por caso, se ve precisado a recurrir a
intervenciones que podrían no considerarse estrictamente psicoanalíticas, pero que pueden convertirse en
un paso necesario para establecer transferencia. Si bien es fundamental que el analista no ocupe la
posición de un gran Otro, a veces es necesario ante emergencias subjetivas que el analista deba recurrir a
ese poder (ya que la cura por sugestión no es la cura psicoanalítica), pero sin modificar los principios ni
fundamentos del método.
Por último, es harto importante que no se establezca como una regla fuera del caso por caso el
hecho de que “si no hay demanda de análisis, lo mejor es que el paciente se vaya”. Es preciso que en el
ámbito hospitalario se reformule lo que se piensa como “demanda de análisis”, ya que el hecho de que un
paciente no venga decidido buscando un analista para analizarse, no significa que en el transcurso de las
entrevistas, el analista pueda reformular esa demanda sin rechazar al sujeto. Puede que finalmente no se
dé un análisis, pero hay que dar razones para ello. Muchas veces puede suceder que el deseo del analista
de hacer surgir una implicación subjetiva impida al mismo analista a seguir paso a paso las condiciones
singulares del caso y se impida la instalación de la transferencia.
Si el analista toma al psicoanálisis como un ideal, aplicable de un modo universal y estandarizado,
no podrá escuchar el decir del sujeto. En ese caso no es el deseo del analista el que se pone en juego, sino
el intento de sostenerse como analista por la vía de la identificación.
La instalación de la transferencia y el comienzo del trabajo analítico se producen a partir del
funcionamiento del dispositivo que da lugar a la apertura del inconsciente y eso no depende del pago en
dinero. El momento en que pueda sancionarse una entrada en análisis o un pasaje a privado debe ser
evaluado caso por caso
Tiempo y dinero: El límite del tiempo definido por criterios institucionales resulta ajeno a la
singularidad del caso por caso. Este tiempo acotado puede introducir la dimensión de un real que como
tal anticipa un efecto de castración, que si es bien utilizado puede operar analíticamente.
El tema del dinero introduce un punto problemático. Si el analizante debe pagar con algo, es con
su goce. Y el dinero está intrínsecamente ligado a la dimensión del goce, pero esto debe ser tomado caso
por caso y no debe ser considerado una imposibilidad a priori. Por ejemplo, cuando un paciente demanda
gratuidad de tratamiento o pide pagar menos, hay que ver si efectivamente hay una imposibilidad real de
continuar el tratamiento por este motivo, o si no pueden hacerlo por las condiciones de su propia
neurosis. Hay casos en los que los analizantes no pagan el tratamiento (niños, adolescentes, adultos que
no trabajan) y hay otros en los que el pago de dinero no implique una cesión de goce.

Práctico 2 y 3 : Clínica en la psicosis


37) Freud (1923). Neurosis y psicosis. Freud. NEUROSIS Y PSICOSIS.
Una fórmula simple sobre la diferencia genética más importante entre neurosis y psicosis es la
siguiente: la neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, en tanto que la psicosis es el
desenlace análogo de una similar perturbación en los vínculos entre el yo y el mundo exterior.
El YO ha entrado en conflicto con el ELLO, al servicio del SUPERYÓ Y DE LA REALIDAD,
he ahí la descripción válida para todas las neurosis de transferencia.
Acerca de las esquizofrenias, se sabe que tienden a desembocar en la apatía afectiva, vale decir, la
pérdida de toda participación en el mundo exterior. Con relación a la génesis de las formaciones
delirantes, algunos análisis nos han enseñado que el delirio se presenta como un parche colocado en el
lugar donde originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del YO CON EL MUNDO
EXTERIOR.
La etiología común para el estallido de una PSICONEUROSIS O DE UNA PSICOSIS sigue
siendo la frustración, el no-cumplimiento de uno de aquellos deseos de la infancia, eternamente
indómitos, que tan profundas raíces tienen en nuestra organización comandada filogenéticamente. Esa
frustración siempre es una frustración externa. El efecto patógeno depende de lo que haga el YO en
semejante tensión conflictiva: si permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al
ELLO, o si es avasallado por el ELLO y así se deja arrancar de la realidad. Pero esta situación se
complica por la existencia del SYÓ, quien reúne en si influjos del ELLO tanto como del mundo exterior y
es, por así decir, un arquetipo ideal de aquello que es la meta de todo querer alcanzar del Yo, la
reconciliación entre sus múltiples vasallajes.
La Neurosis de Transferencia corresponde al conflicto entre el YO y el ELLO, la Neurosis
Narcisista al conflicto entre el YO y el SYO, la Psicosis, al conflicto entre el YO y el MUNDO
EXTERIOR.
Entonces, NS y PSICOSIS son generadas por los conflictos del YO con las diversas instancias
que lo gobiernan, y por tanto corresponden a un malogro en la función del yo, quien, empero, muestra
empeño por reconciliar entre sí todas esas exigencias diversas.
¿Cuáles son las circunstancias y los medios con que el YO logra salir airoso, sin enfermar, de
esos conflictos que indudablemente se presentan siempre? Es indudable que el desenlace de tales
situaciones dependerá de constelaciones económicas de las aspiraciones en lucha recíproca. Y además: el
YO tendrá la posibilidad de evitar la ruptura hacia cualquiera de los lados deformándose a sí mismo,
consistiendo menos cabos a su unicidad y eventualmente segmentándose y partiéndose.

38) Freud (1924). LA PÉRDIDA DE REALIDAD EN NEUROSIS Y PSICOSIS


Indagué como uno de los rasgos diferenciales entre NS Y PSICOSIS que en la NS el YO, en
vasallaje a la realidad, sofoca un fragmento del ELLO (vida pulsional) mientras que en la PSICOSIS, ese
mismo YO, al servicio del ELLO, se retira de un fragmento de la realidad.
La pérdida de realidad (objetividad) estaría dada de antemano en la psicosis, en cambio, se creería
que la neurosis la evita.
La Neurosis como resultado de una represión fracasada. La contradicción sólo subsiste mientras
tenemos en vista la situación inicial de la Neurosis, cuando el YO, al servicio de la realidad, emprende la
represión de una moción pulsional. Pero eso no es todavía la Neurosis misma. La Neurosis consiste en los
procesos que aportan un resarcimiento a los sectores perjudicados del ello, por tanto, en la reacción contra
la represión y el fracaso de esta. El aflojamiento del nexo con la realidad es entonces la consecuencia de
este segundo paso en la formación de la Neurosis.
También en la PSICOSIS se perfilarán dos pasos: el 1ro de los cuales, esta vez, arrancara al yo de
la realidad, y el 2do presenta el carácter de reparación, quiere compensar la pérdida de realidad, más no a
expensas de una limitación del Ello, sino por otro camino, por la creación de una realidad nueva, que ya
no ofrece el mismo motivo de escándalo que la abandonaba. En consecuencia, el 2do paso tiene por
soporte las mismas tendencias en las Neurosis y en las Psicosis, en ambos casos sirve el afán de poder del
Ello, que no se deja constreñir por la realidad. Tanto Neurosis como Psicosis expresan la rebelión del
Ello contra el mundo exterior, su displacer, y su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad.
Ambas se diferencian mucho más en la 1ra reacción, que en el subsiguiente ensayo de reparación.
Esa diferencia inicial se expresa en el resultado final del siguiente modo: en la Neurosis se evita,
al modo de una huida, un fragmento de la realidad, mientras que en la Psicosis se lo reconstruye. O
sea, en la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción; en la Neurosis, la obediencia
inicial es seguida por un posterior intento de huida. La Neurosis no desmiente la realidad, se limita a no
querer saber nada ella, la psicosis la desmiente y procura sustituirla.
A la psicosis se le plantea la tarea de procurarse percepciones tales que correspondan a la realidad
nueva, lo que se logra de la manera más radical por la vía de la alucinación.
Otra analogía entre Neurosis y Psicosis es que en ambas la tarea que debe acometerse en el 2do
paso fracasa parcialmente, puesto que no puede crearse un sustituto cabal para la pulsión reprimida
(Neurosis) y la subrogación de la realidad no se deja verter en los moldes de formas satisfactorias. Pero
en uno y otro caso los acentos se distribuyen diversamente.
En la Psicosis, el acento recae íntegramente sobre el 1er paso, que es en sí patológico y sólo
puede llevar a la enfermedad, en la Neurosis, en cambio, recae en el 2do, el fracaso de la represión,
mientras que el 1er paso puede lograrse y en efecto se logra innumerables veces en el marco de la salud.
Estas diferencias son consecuencia de la diversidad típica en la situación del conflicto patógeno a
saber, que en ella el Yo rinda vasallaje al mundo real o al Ello.
Tampoco en la Neurosis faltan intentos de sustituir la realidad indeseada por otra más acorde al
deseo. La posibilidad de ello la da la existencia de un mundo de la fantasía, este es un ámbito que fue
segregado del mundo exterior real por la instauración del principio de realidad. El mundo de la fantasía
desempeña el mismo papel en la Psicosis, constituye el lugar de donde se recoge el material para edificar
la nueva realidad. Pero el nuevo mundo exterior, fantástico de la Psicosis quiere reemplazar a la realidad
exterior, en cambio, el de la Neurosis gusta de apuntalarse en un fragmento de la realidad, le presta un
significado particular y un sentido secreto, que llamamos simbólico. Así para ambas, no solo cuenta el
problema de la pérdida de realidad sino el de un sustituto de realidad.

39) Freud (1911). PUNTUALIZACIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE UN CASO


DE PARANOIA DESCRITO AUTOBIOGRÁFICAMENTE
En Tres Ensayos de Una teoría Sexual Freud formula la opinión de que cada estadio del
desarrollo de la psicosexualidad ofrece una posibilidad de fijación o predisposición patológica. En el caso
de la paranoia, Freud sostiene que este punto de fijación ha de buscarse en el tramo entre autoerotismo,
narcicismo y homosexualidad. Freud sostiene la hipótesis que el núcleo de conflicto en la paranoia
masculina, es la fantasía de deseo homosexual, siendo que todas las variaciones de paranoia pueden
resumirse a la contradicción de una sola frase: “Yo [Un Varón] lo amo [a un varón]”. A esta frase la
contradice:
• El delirio de persecución: “Yo no lo amo – pues yo lo odio”. Esta contradicción en lo
inconsciente no puede devenirle a la consciencia del paranoico de esta forma. El mecanismo de
formación de síntomas de la paranoia exige que la percepción interna sea sustituido por una percepción
de afuera. Así, la frase se muda por Proyección en la frase “El me odia (me persigue), lo cual me
justificará después odiarlo”. Entonces, el sentimiento inconsciente que pulsiona aparece como una
percepción exterior: “Yo no lo amo – pues yo lo odio – porque él me persigue”. Entonces, el perseguidor
es en realidad la persona amada.

• Otro punto de ataque para la contradicción lo registra la erotomanía: “Yo no lo amo – pues yo la
amo”. Y aquella compulsión a proyectar imprime la mudanza: “Yo no lo amo – yo la amo – porque ella
me ama”.

• Delirio de celos.

• Delirio de grandeza: La cuarta variedad de contradicción es la desautorización de la frase


integra: “Yo no amo en absoluto, y no amo a nadie” psicológicamente equivalente a “Yo me amo solo a
mí”. Este delirio de grandeza se puede percibir como una sobreestimación sexual del yo propio.

Además de la proyección, Freud ubica al mecanismo de formación de síntomas y al de la


represión como dos factores característicos de esta forma patológica.
• En la formación de síntomas de la paranoia es llamativo el mecanismo de proyección. Una
percepción interna es sofocada, y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de
experimentar cierta desfiguración, como una percepción de afuera. En el delirio de persecución, lo que
estaba destinado a ser sentido como amor desde adentro, es percibido como odio desde afuera. Freud
aclara que hasta aquí pareciera que la proyección seria el mecanismo patognomónico de la paranoia, pero
postula que 1) la proyección no desempeña el mismo papel en todas las formas de paranoia y 2) no
ocurre solo en la paranoia sino bajo otras constelaciones de la vida anímica.

• La modalidad del proceso represivo se entrama de manera más íntima que la modalidad de
formación del síntoma con la historia del desarrollo de la libido y con la predisposición dada en ella.
Freud divide a su vez a la represión en tres fases conceptuales: 1) La fijación precursora y condición de
cada represión. La corriente libidinosa respectiva pertenece al sistema inconsciente como una reprimida.
2) La represión propiamente dicha: a la represión sucumben los retoños psíquicos de aquellas pulsiones
que primariamente se retrasaron, cuando por su fortalecimiento se llega a un conflicto entre ellas y el yo.
3) El retorno de lo reprimido. Tal irrupción se produce desde el lugar de la fijación y tiene por contenido
una regresión al desarrollo libidinal a ese lugar.

En el caso de la Paranoia, Freud había dicho anteriormente que la fijación se ubicaba en el estadio
libidinal entre autoerotismo, narcicismo y sexualidad [que luego corrige diciendo que el estadio de
fijación libidinal de la paranoia es propiamente el narcicismo porque la libido liberada vuelve al yo
magnificándolo (de aquí se desprende su explicación sobre el delirio de grandeza y persecución y la
imposibilidad del psicótico de establecer transferencia)], por lo que frente a una fantasía homosexual, la
represión actúa sobre ella de la siguiente manera: El enfermo sustrae de las personas de su entorno y del
mundo exterior en general la investidura libidinal que hasta entonces se le había dirigido; con ello, todo
se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él, y tiene que explicarlo mediante una
racionalización secundaria. El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior;
su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le sustrajo su amor. Y el paranoico reconstruye este
mundo, no de la misma manera en que estaba establecido anteriormente, sino sustrayendo esa moción
insoportable que provocó la represión y la posterior regresión libidinal, que se explica mediante el delirio.
Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante, es en realidad, el intento
de restablecimiento, la reconstrucción. Tras la catástrofe, ella se logra más o menos bien, nunca por
completo.
Freud dice entonces: el proceso de represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la
libido de personas y cosas antes amadas. Se cumple mudo, no tenemos noticias sobre él. Lo que se hace
notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce a la libido a
las personas por ella abandonadas. En la paranoia, este proceso se cumple por el camino de la
proyección. No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia
afuera: más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera. [Este es el pie para
Lacan para hablar sobre el retorno desde lo real].

40) Fernández. (1999). Diagnosticar la Psicosis. Teórico 1: Fenómenos elementales.


De Clerambault. Puntuaciones freudianas. Lacan en el Seminario 3. pp. 25-46.

41) Lacan, J. ( ). Seminario 3. LAS PSICOSIS.


Apartado 6: El fenómeno psicótico y su mecanismo:
1) Lacan retoma el texto de Freud sobre Schreber. Puntualmente la frase: “Algo que fue
rechazado del interior reaparece en el exterior” y articula el problema en términos de simbolización.
Previa a toda simbolización, hay una etapa donde puede suceder que parte de la
simbolización no se lleve a cabo. Esta primera etapa precede a toda dialéctica neurótica, fundada
en que toda neurosis es una palabra que se articula, en tanto que lo reprimido y el retorno de lo
reprimido son sólo y una única cosa. Puede suceder entonces que algo primordial en lo tocante al
ser del sujeto no entre en la simbolización, y sea no reprimido, sino rechazado [Neurosis represión;
Psicosis rechazo]
En la relación del sujeto con el símbolo, existe la posibilidad de una verwerfung primitiva, a
saber, que algo que no sea simbolizado, se manifestará en lo real. [Entonces, la verwerfung es el
mecanismo fundante de la psicosis, ya que se halla en el origen del hecho psicótico] A nivel de esa
bejahung (Simbolización primaria, pura, primitiva), que puede o no llevarse a cabo, se establece una
dicotomía: lo que caiga bajo esta bejahung, sufrirá diversos destinos: lo afectado por la verwerfung,
sufrirá otro destino completamente disímil.
2) ¿Qué es el fenómeno psicótico? ¿Qué es lo que sucede en el momento en que lo que no está
simbolizado reaparece en lo real? Lo que aparece, aparece bajo el registro de la significación que viene de
ninguna parte y no remite a nada, pero que es una significación esencial que afecta al sujeto. En este
punto, Lacan aclara que no es impreciso hablar de defensa y represión, pero que en el caso de la psicosis
a diferencia de la neurosis no encaja, no tiene los mismos resultados. En el caso de la neurosis, cuando
una pulsión pasiva o pasivizante aparece en un sujeto para quien dicha pulsión ya fue puesta juego en
diferentes puntos de su simbolización previa (digamos por ejemplo en su neurosis infantil), esta se
reprime y luego retorna lográndose expresar en uno o más síntomas. Esto quiere decir, que aunque
fallidamente, el sujeto vía represión tiene una manera de arreglárselas con lo que vuelve a aparecer. Pero
la verwerfung no pertenece al mismo nivel que la verneinung (represión), por lo tanto, cuando al
comienzo de la psicosis lo no simbolizado retorna desde lo real, hay respuestas desde la represión pero
son inadecuadas.
A diferencia de la neurosis, todo parece indicar en la psicosis que no hay prehistoria. Frente a
algo que aparece en el mundo exterior que no fue primitivamente simbolizado, el sujeto queda inerme,
incapaz de hacer funcionar mecanismos represivos. Por lo que la reacción se produce a nivel del registro
imaginario. Por no poder realizar mediación simbólica entre algo nuevo y él mismo, entra otro modo de
mediación que sustituye la mediación simbólica por un pulular, una proliferación imaginaria, donde el
significante mismo sufre profundos reordenamientos. Esto se ve a modo de ejemplo en la lengua
fundamental de Schreber. La relación con el mundo es una relación de espejo, donde hay un acoplamiento
con otro que es inseparable de uno mismo. La estructura subyacente que se presenta es la del estadio del
espejo, donde dentro del delirio, el sujeto recibe del otro su imagen invertida.
Una exigencia del orden simbólico, al no poder ser integrada en lo que ya fue puesto en juego en
el movimiento dialectico en que vivió el sujeto, acarrea una desagregación en cadena, una sustracción de
la trama en el tapiz, que se llama Delirio.
Apartado 7: La Disolución imaginaria: Lacan ubica que Freud describe la paranoia de Schreber
centrándose en el narcicismo como punto casi central: Lo que repugnaba al narcicismo del presidente era
la adopción de una posición femenina respecto a su padre, posición que implicaba la castración. En la
fórmula de Freud “Yo no lo amo, yo lo odio, él me odia” Lacan Ubica en el meollo de la cuestión que
todo el problema es ese “él” detenido, vaciado, neutralizado de su subjetividad. El fenómeno persecutorio
adquiere el carácter de signos indefinidamente repetidos, y el perseguidor, en la medida que es su sostén,
no es más que la sombra del objeto persecutorio. Lacan refiere que efectivamente la relación con el
objeto, y el objeto mismo, han sido modificados. Pero que no alcanza el mecanismo de retracción de la
libido presente en las neurosis para explicar los efectos de la paranoia, por lo que plantea el problema en
relación a los registros (I, S, R).
1) Lacan toma el caso de Dora para ejemplificar que si bien una histérica como ella, al romperse
el cuadrilátero amoroso en el que se hallaba como participante necesaria, también presentó una
reivindicación contra otros (“mi padre me prostituye entregándome al sr. K para poder estar con la Sra.
K”) como ocurre en el delirio de persecución de la paranoia, sin embargo, Dora no era una psicótica
porque no presentaba ningún trastorno del orden del lenguaje.
2) Lacan considera al narcicismo como la relación imaginaria central para la relación
interhumana. Ante todo, la relación narcisista es esencialmente ambigua por ser una relación erótica –
toda captura del otro por la imagen en una relación de cautivacion erótica, se hace a través de la relación
narcisista - y también es la base de una tensión agresiva. El estadio del espejo sirve para instalar esta
relación: si la relación agresiva interviene en esa formación que se llama el Yo, es porque le es
constituyente, porque el Yo es desde el comienzo en sí mismo otro y de esta manera se instaura una
dualidad interna en el sujeto, En toda relación con otro hay erotismo, pero también hay agresividad,
porque en el plano imaginario el sujeto está constituido de tal manera que el otro está siempre a punto de
retornar a su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que es siempre ajeno. Amo
implantado en el por encima del conjunto de sus tendencias. Y este amo está a su vez siempre dentro y
fuera, por esto el equilibrio imaginario siempre está marcado por una inestabilidad fundamental.
En la relación imaginaria hay una tensión constante, una sensación de aplastamiento donde hay
sentimiento de peligro de colisión, de “despachurramiento” general. El sentido mismo del complejo de
Edipo es mantener una hiancia en la relación imaginaria. Para que el ser humano pueda mantener una
relación más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero que sea la imagen
de algo logrado, modelo de armonía, más precisamente una ley, una cadena, un orden simbólico, la
intervención del orden de la palabra, es decir el padre. El orden que impide esa colisión está fundado
en la existencia del nombre del padre.
3) Para que todo no se reduzca a nada, pero que toda la tela de la relación lejos, es necesaria la
red de naturaleza simbólica que conserva cierta estabilidad de la imagen en las relaciones humanas.
Apartado 11: Del Rechazo de un Significante Primordial: La promoción, la valorización en la
psicosis de los fenómenos del lenguaje es para nosotros la más fecunda de las enseñanzas.
1) Lacan ubica que la cuestión del ego está siempre presente en la psicosis, ya que el ego, en su
relación con el mundo exterior, está en ella puesto en jaque. El ego hace surgir en el mundo exterior una
señal, destinada a prevenirlo, en forma de alucinación. Ahora bien, este ego no está sólo, está siempre
acompañado de un “mellizo” que es el Yo Ideal. El caso es que en las psicosis, ese Yo Ideal habla. Es una
fantasía o un fantasma, no al modo del fantasma en las neurosis, sino más bien una fantasía hablada.
Nombra al sujeto, hace eco de sus pensamientos, lo vigila, nombra a medida que se suceden las acciones
del sujeto, pero esto no se explica por la teoría de lo imaginario y del yo especular. Los mecanismos de la
psicosis no se limitan al registro de lo imaginario; ahora, ese Yo Ideal mellizo del ego que habla, no es ese
otro-reflejo que amenaza constantemente al yo. El mecanismo imaginario da forma a la psicosis, pero
no da cuenta de su dinámica. Encontramos la noción de que más allá del pequeño otro imaginario,
debe admitirse la existencia otro Otro.
2) Lacan formula como tesis que la realidad está marcada de entrada por el anonadamiento
simbólico. Es estructuralmente necesario postular una primera etapa primitiva en la cual aparecen en el
mundo los significantes en cuanto tales. Antes de que el niño aprenda a hablar, debe de suponerse que ya
hay significantes que aparecen que son del orden simbólico, como la regla de ausencia-presencia que
plantea Freud en Más Allá del Principio del Placer. Ahora bien, en este campo de articulación simbólica,
es donde se produce lo que Lacan denomina, tomando a Freud, como verwerfung. A propósito de la
verwerfung, Freud dice que el sujeto no quería saber nada de la castración, ni siquiera en el sentido de
la represión. Por lo tanto, esto supone otro mecanismo. La verwerfung se trata del rechazo, de la
expulsión, de un significante primordial a las tinieblas exteriores, significante que a partir de entonces
faltará en ese nivel. Este es el mecanismo primordial que se haya en la base de la paranoia. Se trata de un
proceso primordial de exclusión de un interior primitivo, que no es el interior del cuerpo, sino el interior
de un primer cuerpo significante.
¿Qué quiere decir significante primordial? Está claro con toda exactitud que no quiere decir nada.
Lacan no cree en modo alguno que haya algún momento o etapa, en la que el sujeto adquiere primero el
significante primitivo, introduciéndose luego en el juego de las significaciones y después habiéndose
tomado de la mano significante y significado, se entre en el dominio del discurso. Empero, hay una
representación necesaria en la que Freud avanza.
Apartado 14: El significante, en cuanto tal, no significa nada: Freud tiene esta fórmula: “Lo que
fue rechazado en el interior, reaparece en el exterior”. A lo Lacan retruca: “Lo que ha sido suprimido en la
idea reaparece en lo real” o “Lo que fue objeto de una verwerfung reaparece en lo real”. ¿Pero qué quiere
decir esto?
Lacan explica que durante la pre psicosis, no hay nada que de indicios de que se esté frente a una
neurosis o a una psicosis. En este nivel, frente a un hecho fortuito, se vive algo cuya índole es la
perplejidad. Schreber, frente a la idea inusitada para él “debe ser muy agradable ser una mujer sufriendo
una acoplamiento”, es presa de extraños presentimientos, es invadido bruscamente por esa imagen.
¿Cómo situar el límite entre ese momento de confusión y el momento en que su delirio terminó
construyendo que él era efectivamente una mujer, y no cualquier mujer, sino la mujer de Dios? Lacan
dice que esto no basta para ubicar la entrada en la psicosis: El punto esencial es que el delirio comienza
a partir del momento en que la iniciativa viene de otro, con O mayúscula, en la que la iniciativa está
fundada en una actividad subjetiva. En la psicosis se encuentra manifiestamente el mecanismo del
como si, de la compensación imaginaria del Edipo ausente, que en caso de haberse constituido le hubiera
permitido al sujeto el manejo de la virilidad bajo la forma, no de la imagen especular, sino del
significante, del nombre del padre.
En el fondo, se trata en la psicosis de un impasse, de una perplejidad respecto al significante.
Todo transcurre cual si el sujeto reaccionase a él mediante una tentativa de restitución, de compensación.
La crisis fundamentalmente se desencadena por una pregunta: “¿Qué es? No sé”. El sujeto
reacciona a la ausencia del significante por la afirmación tanto más subrayada de un otro, que como tal, es
esencialmente enigmático. El Otro con mayúscula está excluido en tanto portador de significante. Es
tanto más poderosamente afirmado, entre el sujeto y él, a nivel del otro con minúscula, del imaginario.
Allí ocurren todos los fenómenos de entre-yo que constituyen lo aparente en la fenomenología de las
psicosis: a nivel del otro sujeto, de ese que tiene la iniciativa en el delirio.
Es a nivel del entre-yo, vale decir del otro con minúscula, del doble del sujeto, que es y no es a la
vez su yo, donde aparecen palabras que son una especie de comentario corriente de la existencia. Este
fenómeno se ve en el automatismo mental.
Apartado 15: Acerca de los significantes primordiales y de la falta de uno: Lacan ubica que la
entrada a la psicosis está marcada anteriormente por una pregunta que se hace primero, antes de que el
sujeto se la haga a sí mismo. La sensación que le produce al sujeto de haber llegado al borde del agujero
se denomina perplejidad y aquí estamos en presencia de una pre psicosis. Se trata de concebir, de
imaginar, que sucede para un sujeto cuando la pregunta viene de allí donde no hay significante, cuando el
agujero, la falta, se hace sentir como tal. En la psicosis el significante está en causa, y como el
significante nunca está solo, como siempre forma algo coherente – es la significancia misma del
significante- la falta de un significante lleva necesariamente al sujeto a poner en tela de juicio del
conjunto del significante.
¿Qué ocurre cuando la verdad de la cosa falta, cuando ya no hay nada para representarla en su
verdad, cuando, por ejemplo el registro del padre está ausente? ¿Qué le queda al sujeto? Le queda una
imagen a la que se reduce la función paterna. Es una imagen que no se inscribe en ninguna dialéctica
triangular, pero cuya función de modelo, de alienación especular, le da pese a todo al sujeto un punto de
enganche que le permite aprehenderse en el plano imaginario. Esta verdadera desposesión primitiva del
significante, será lo que el sujeto tendrá que cargar, y cuya compensación deberá asumir, a través de una
serie de identificaciones conformistas a personajes que le darán la impresión de lo que hay que hacer para
ser un hombre.
Así es como el sujeto se sostiene largo tiempo. Al vivir compensados, los psicóticos tienen
comportamientos viriles aparentemente normales, y de golpe, algo sucede. Algo vuelve súbitamente
insuficiente la muleta imaginaria que permitía al sujeto compensar la ausencia de significante.
La aparición de la pregunta formulada por la falta de significante, se manifiesta como
fenómenos de franja donde el conjunto del significante está puesto en juego. Una gran perturbación
del discurso interior se produce, y el Otro enmascarado que siempre está en nosotros, se presenta
de golpe, revelándose en su función propia (Agrego yo: El Otro aparece sin barrar, el sujeto se
encuentra a merced del goce de este). Esta función es la única que retiene al sujeto a nivel del discurso,
el cual amenaza con faltarle por completo y desaparecer.
Apartado 16: Secretarios del Alienado: Lacan plantea el lugar del analista en el tratamiento de las psicosis
como “un secretario del alienado” que toma al pie de la letra lo que el psicótico dice. Propone que se
obtiene algo mucho más vivaz si en lugar de tratar de determinar si las alucinaciones son verbales,
sensoriales o no sensoriales, simplemente se escucha al sujeto.
Por perturbada que pueda estar la relación del psicótico con la realidad, su testimonio es cabal y
meramente original. Si se sabe escuchar el delirio de las psicosis alucinatorias, se manifiesta una relación
muy específica del sujeto respecto al conjunto del sistema del lenguaje en sus diferentes órdenes. En el
discurso de este sujeto, el mismo da fe efectivamente de cierto viraje en relación con el lenguaje, que se
puede llamar erotización o pasivizacion.
Metodológicamente, entonces el analista tiene derecho de aceptar el testimonio del alienado sobre
su posición respecto al lenguaje y se lo debe tomar en cuenta en el análisis del conjunto de las relaciones
del sujeto con el lenguaje.
Apartado 20: El Llamado, La Alusión: Lacan hace un contrapunto sobre la relación de la neurosis
con el significante y la relación de la psicosis con el significante.
¿La realidad es aprehensible fuera de los significantes que la aíslan? La noción que tenemos de la
realidad como aquello en torno a lo cual giran los fracasos y tropiezos de la neurosis, no debe desviarnos
del hecho de que la misma siempre está sostenida, tramada y constituida por una trenza de significantes.
Cuando el sujeto no atraviesa el complejo de Edipo, queda con cierto defecto, no puede precisar las justas
distancias que se llaman la realidad humana, porque justamente la realidad como la concebimos es una
integración del sujeto a determinado juego de significantes. En el caso de la neurosis, lo que caracteriza a
la posición histérica es una pregunta que se relaciona con los polos significantes de lo masculino y lo
femenino. Se pregunta cómo se puede ser varón y como se puede ser hembra. El obsesivo se deniega esta
posición, no quiere ser ni uno ni otro. El neurótico habita el lenguaje, el psicótico es habitado, poseído
por el lenguaje.
El psicótico presenta una exterioridad respecto al conjunto del aparato del lenguaje. Y en este
punto Lacan se pregunta si efectivamente el psicótico entró verdaderamente al lenguaje. Helen Deutsch
destacó cierto como sí que parece marcar las etapas de quienes, en cualquier momento, caerán en la
psicosis. Nunca entran en el juego de los significantes, salvo a través de una imitación exterior. (Agrego
yo: compensación imaginaria).
Lacan expresa que cuando se toma a pre psicóticos en el análisis el resultado siempre es el de una
psicosis, ya que cuando el análisis se pone arduo, la tarea que se le enfrenta al ser es la de tomar la
palabra (agrego yo: tarea imposible, ya que hay una falla estructural a nivel simbólico). Existe un
desfallecimiento del sujeto en el momento de abordar la palabra verdadera, el cual sitúa la entrada en el
fenómeno crítico, en la fase inaugural de la psicosis.

42) Aulagnier, P. (1992). LA APERTURA DE PARTIDA EN LA PSICOSIS


El movimiento de apertura se elige en base a las aperturas metodológicamente viables, y también
en base a la singularidad del analizado. La mejor apertura será, tanto en psicosis como en neurosis,
aquella que no deje al analista en un lugar fijo para el resto del análisis. En el caso de la psicosis es difícil,
ya que el psicótico ha dejado de creer que puede encontrar en su vida personas diferentes a las que ya ha
encontrado. Difícil es que el analista no caiga en el lugar de figura perseguidora que antes fueron los
padres, y de nada vale oponerse a esto. Pero lo que se intenta es de vez en cuando mostrarle al sujeto que
se puede salir de ese lugar. Esto será posible siempre y cuando el analista no quede de entrada en el
lugar de perseguidor. A veces se puede utilizar esa proyección de objeto omnipotente, pero deberá
prontamente ser relativizada, para no caer en el lugar de perseguidor. Funciona al contrario de la neurosis,
donde lo que se intenta es que el sujeto actualice los conflictos reprimidos a través de la actualización de
vínculos transferenciales. Aquí se intenta que el psicótico no establezca de forma fija esos vínculos. En la
neurosis se busca pasar la neurosis “infantil” por una neurosis de transferencia para trabajar con ella.

El neurótico puede acomodarse en el registro del ser y el tener, lo que le permite llevar una
“cuenta de lo perdido” (castración). El analista a veces es puesto en la liga de la persona que lleva esa
cuenta. En la psicosis el sujeto ya asume que es un otro siempre el que le llevas las cuentas y no se
permite cuestionamiento alguno de su sufrimiento su falta. El psicótico tiene el pasado ya armado y
asumido, y no hay reinterpretación del mismo como en la neurosis. El psicótico encuentra al sujeto-
supuesto-saber en los padres cuando es niño. Luego esa figura pasa a un perseguidor externo, porque la
realidad ha mostrado las falencias paternas. El psicótico inviste esas figuras en forma masiva y es con
ellas que se relaciona el sujeto. Pero en el análisis está la posibilidad de otro tipo de investidura, en la cual
se entabla un dialogo, y ya no es una charla sin “interlocutor” como en el delirio (donde al sujeto se le
imponen los pensamientos como si fueran del Otro omnisapiente). Es esto lo que posibilita el análisis en
la psicosis. Este dialogo con el otro, el analista, le permite al psicótico también dialogar consigo mismo y
hacerse dueño de sus pensamientos, que antes le era impuesto. Todo esto le permite sospechas al psicótico
que hay relaciones que no son la repetición del pasado.
Nada se lograra en el tratamiento del psicótico si no logramos que crea que ese espacio de análisis
no es idéntico al espacio que antes lo determinaba, ese espacio signado por el Otro, incuestionable.

43) Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. Apartado: QUÉ LUGAR PARA EL
ANALISTA?.
La autora toma de ejemplo un caso clínico de una mujer psicótica con delirio de persecución, cuyo
cuadro se ve actualmente estabilizado por verse su relación con la realidad bastante restablecida. Es una
psicosis revelada de 12 años de tratamiento, con automatismo mental marcado. Dicha estabilización fue
dada bajo transferencia.
La demanda de análisis se produce al estallar el primer episodio delirante. Pide ser curada, no de
su delirio, sino de una “desgarradura” evocada como una suerte de muerte subjetiva: “Yo no existo, yo
floto o duermo, soy pura ausencia, no tengo funciones, no tengo roles, ¿Quién soy?” Ella refiere que no la
han dado a luz. La autora reconoce en este punto lo que Lacan marcó en el caso Schreber como el
“asesinato del alma”, instalado según Lacan por la falla del significante. Se está hablando de una falta
del significante, pues hay una falta en la psicosis, pero no la falta neurótica que remite a la castración,
sino una falla a nivel significante que se traduce en un exceso de goce en lo real.
¿Cómo remedio ella ese estado hasta el delirio? La paciente se remedió de este estado de muerte
subjetiva hasta llegar al delirio mediante una suerte de relación de objeto real, persecutoria, mediante un
acoplamiento a otro único que “sabe lo que le hace falta” y se lo impone. De este otro ella ha sido la
masa, la marioneta, pasando de mano en mano a través de una serie de “vínculos pigmalionescos”. Todas
las figuras que han venido a ocupar este lugar han sido universitarios o médicos, es decir, figuras del
saber. Lejos de sentirse como un neurótico (musa inspiradora de estas figuras del saber), se siente como
un objeto de tormento de este saber gozoso del Otro. Efectivamente, dice sentirse petrificada y muda ante
un Otro del que ella se encuentra permanentemente pendiente. Este equilibrio dado por acoplamiento se
rompe y es ahí cuando aparece el primer episodio delirante. Esta ruptura se da en el marco de la
separación con su único partenaire amoroso (al que la autora llama “el ojo del saber”) y es allí cuando las
voces alucinatorias vienen a sustituir a la voz que hasta ese entonces se encarnó en otro se su
entorno, y en lo real, le dicen lo que es y lo que debe hacer.
El lugar al que es llamado el analista es a suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente
percibido por la forclusión. Es decir, que es llamado a constituirse como suplente y hasta como
competidor de las voces que hablan de ella y la dirigen. Dicho de otra manera, ella le ofrece al analista
el sitial del perseguidor, de aquel que sabe y que al mismo tiempo goza.
A continuación, la autora nombra y explica las maniobras que utilizó vía transferencia a modo de
intervención. Aclara que aquí no se puede dar paso a la interpretación porque la misma no tiene
cabida alguna cuando se está ante un goce no reprimido.
• El primer modo de intervención fue un silencio de abstención cada vez que la analista fue
solicitada como Otro primordial, es decir, cada vez que es invocada a saber en lo real. Esto coloca a la
analista como otro Otro, no un Otro del Otro, a saber, el que la paciente llamaba como “la fiera”, su
perseguidor. De esta manera, la analista quedó ubicada en el lugar de Testigo. Esto es harto importante,
ya que un testigo es un sujeto al que no se le supone un saber, ni un goce y presenta por lo tanto un vacío
en el que el sujeto podrá colocar su testimonio.

• El segundo modo de intervención fue una orientación del goce. Hubo una limitativa, cuando la
analista le puso obstáculos al momento en que la paciente se veía tentada a dejarse estrangular por un
hombre. Y la segunda, de carácter más positivo, fue alentar a la paciente a sostener un proyecto artístico
intentándola convencer de que este era su camino a seguir.

• La tercera intervención fue de carácter decisivo. Provocó un viraje en la relación transferencial


tanto como en la elaboración de la cura. El viraje consistió en que la cura nunca más volvió a
solicitar al analista como Otro, Paralelamente, a la desaparición de los episodios agudos, hubo una
nivelación entre la sensación de vacío experimentada por la paciente y de su delirio. A partir de este
momento, se entró en la reconstrucción del sujeto al bode del agujero en los simbólico.

La maniobra analítica consistió entonces, por un lado, abstenerse a ocupar el vacío de la


forclusión, y por otro, proliferando una función de límite al goce del Otro. A falta de una ley paterna, el
único camino que puede tomar el analista es apuntalar la posición del propio sujeto que no tiene más
solución que tomar el mismo a su cargo la regulación del goce.
La autora finaliza hablando sobre la culminación de este análisis que desembocó en una
estabilización aunque precaria. El goce demasiado real que se encontraba al principio de la cura, da lugar
hacia el final a la construcción de otro delirio que tiene como efecto una tranquilización manifiesta. Por
un lado, ella asegura que su perseguidor asesinó a su madre en su más temprana infancia, y por otro lado,
en lo que concierne a su padre, hay una culpa enorme que la transforma a ella misma en una deuda
viviente. Este delirio queda prendado a la presencia del perseguidor y a la figura del analista, ya que hay
un acoplamiento doble en la figura del analista y del perseguidor, por lo que no puede hablarse tampoco
de fin de análisis.

Intervenciones en psicosis
44) Fernández, E. (2005). Algo es posible. Clínica Psicoanalítica de locuras y
psicosis. Capítulo 7. Estabilizaciones y suplencias. pp 113-127. Capítulo 8. Intervenir en
el delirio. pp. 133-140.

Clínica en las instituciones de salud mental


Rubinstein. La práctica del psicoanálisis en el hospital. En: Un acercamiento a la
experiencia

45) Gamsie: LA INTERCONSULTA: UNA PRÁCTICA DEL MALESTAR


La interconsulta presenta ciertas dificultades a los psicoanalistas que trabajan en dispositivos no
psicoanalíticos, es decir, no basados específicamente en la asociación libre y la interpretación. En la
interconsulta somos llamados como “psicopatólogos” (es decir como representantes de una de las tantas
especialidades del hospital polivalentes). El pedido es el de ayudar a constituir o completar un
diagnóstico ahí donde el diagnóstico médico no cierra o falta; el pedido del médico es que lo ayudemos a
precisar si debe abandonar el caso y remitirlo a salud mental.
Ahora bien, en tanto psicoanalistas, lo que primero hacemos es escuchar quien , que y para quien
demanda. No cualquier cosa deviene síntoma, interrogando al sujeto y que para que lo haga, es necesario
una determinada puesta en forma del síntoma y de la demanda que lo vehiculiza.
En la interconsulta está en juego la restauración del saber médico. Ahí donde algo no funciona, los
psicoanalistas son llamados a contribuir a que el médico pueda tomar las decisiones que le competen.
Esto lleva a tener que situar algunos aspectos de la transferencia:
• Del lado de los pacientes: Tienen una transferencia masiva e indiferenciada a causa de los efectos
desubjetivantes inherentes a la propia institución; cualquier que lleve un delantal blanco o se figa
perteneciente a determinado servicio es pasible de representarla. Si llegaron a esa institución en
especial, es porque algún tipo de transferencia tienen, ya que le atribuyen un saber presumible
sobre la enfermedad.

• Del lado de los médicos: transferencia con el saber médico y el saber que este supone.
Transferencia con la propia institución, con el hospital elegido para realizar su formación.

• Transferencia interservicios: Frente a las crecientes condiciones de pobreza, marginalidad social,


violencia, estado de los servicios públicos, el médico no puede sostener la transferencia en tanto
agente ancestral de sabiduría sobre la vida y la muerte que suscita en sus pacientes. Por lo que
recurre a los servicios de salud mental para dirigir sus pedidos y pedir relevo. Existe en ellos una
ilusión fantasmática de saber total. Frente a la desilusión de que aquí no encuentran todas las
respuestas, en vez de interrogarse por sus propias prácticas, predomina la desazón y el enojo para
con el servicio de salud mental con la consecuente acusación de ineficacia y la acumulación de
impotencia.

¿Cuál debería ser nuestra posición frente a este tipo de demandas? Es necesario partir de la
negativa a resolver a aquellas situaciones que escapan a nuestras posibilidades, y reconocer que aceptarlas
llevaría al fracaso y a la frustración. Esto es porque nuestra función no es puramente asistencial, lo que no
implica desentenderse de la angustia de médicos y pacientes.
Es importante entender que interrogar lo que no funciona no significa identificarse a ello. Y que es
frecuente transponer imperceptiblemente ese limite impreciso de los imposible al que somos convocados
a través del pedido de hacernos cargo de algunas de las formas del horror: al extrema pobreza, el
abandono, los niños golpeados, etc.
Si en lugar de interrogar el malestar que motiva la demanda en interconsulta, aceptamos su
transferencia, el no poder darle una respuesta mínimamente satisfactoria, ns hará pasibles de una probable
acusación de ineficacia. Ya que al pretender hacernos cargo de la imposibilidad correremos más bien el
riesgo de ser identificados a la impotencia.

Apuntes de clase:
• Dar cuenta que el psi no tiene todas las respuestas (pensado desde la abstinencia)

• Trabajar la demanda del paciente a la institución (aquello que espera recibir de ésta)

• En la interconsulta se cambia el rol del psicólogo por “Psicopatologo” (Diagnosticar)

• No toda cosa deviene en síntoma, hay que hacer de ese síntoma con el que viene que sea
analizable. El síntoma pone en juego el fantasma (aquello que desea)

• En la interconsulta está en juego el saber del psicólogo

• 3 polos: Medico, Padres, Niños

• Transferencia: Del Paciente, De los Médicos.

• “El modo en que está relatado el pedido de consulta”, Posición Analítica

46) Ulloa. NOVELA CLÍNICA PSICOANALÍTICA


Un psicoanalista que pretenda trabajar en sectores sociales empobrecidos habrá de operar sobre el
tríptico salud mental/ ética/derechos humanos, como ruedas-engranajes del abordaje clínico. El
atascamiento de uno de estos engranajes altera los otros, y la dinamización de uno cualquier de ellos
dinamiza a los demás.
El psicoanálisis concebido como un disciplina, en la que teoría y practica se cierran sobre si
mismas, puede impulsar un proceso de mortificación que promueve formas rituales propias del “ianismo”,
entrando en la palidez mortecina de una practica retórica, e incluso vacía, incapaz de registrar los matices
que tiene enfrente y apagando el carácter revulsivo de los procesos inconscientes.
Lo anterior pretende ilustrar el modo como un psicoanalista que se proponga no retroceder frente a
las condiciones del sujeto en emergencia, sobre todo cuando se contextúan las distintas versiones de la
pobreza, deberá presentar un equipamiento conceptual y metodológico nada pobre, capaz de representar
alguna oportunidad para revertir la agonía del sujeto coartado.
Cultura de la Mortificación:
Si logramos con cierta justeza el matiz emocional de quien nos demanda, posiblmente los efectos
han de reflejarse en un dialogo que empieza a adquirir un animoso entendimiento mutuo, que no existía de
entrada; avanza entonces la impresión de algo distinto y auspiciosos que comienza a suceder.
La consciencia compartida de un sufrimiento reconocido abre la posibilidad de reducir los efectos
de la angustia toxica sobre el vegetativo corporal de quien demanda ayuda permitiéndole investir
libidinalmente una idea que se hará pensamiento y dialogo; a partir de ahí será viable, aun a distancia,
establecer una producción transferencial con expectativas de alivio. En ese estado, quizás llegue a
dibujarse un paso siguiente, por donde empiece a circular la inteligencia necesaria para buscar salida a los
infortunios de la vida y los avatares neuróticos que han paralizado al sujeto
Cuando nombré “cultura de la mortificación” debo haber nombrado, sin proponérmelo y bastante
ajustadamente, un matiz del sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores aun no del todo
sumergidos en la mudez sorda y ciega de la mortificación. Las gentes en esta situación son testigos, diría
en peligro, amenazados por esa mortificación en la que todavía no han zozobrado. Por eso aparecen
sensibles cuando se nombra el matiz del sufrimiento, advirtiendo en ello una salida, aunque sea
simplemente la de hacer inteligencia compartida sobre esa realidad.
Le asigno al termino “mortificación”, más que el obvio valor que lo liga a morir, el de mortecino,
por falta de fuerza, apagado, sin viveza, en relación con un cuerpo agobiado por la astenia cercano al viejo
cuadro clínico de la neurastenia, incluir el valor popular de este ultimo termino como malhumor.
La mortificación aparece por momentos acompañada de distintos grados de fatiga crónica, para la
que periódicamente se ensayan explicaciones etiológicas, que van desde formas ambiguas del stress hasta
patologías virales difusas o definidas.
Un cansancio sostenido parece haberse instalado en muchos cuerpos en este fin de milenio, que
actualiza una figura arqueológica de la psicopatología del fin del siglo pasado, descrita por Freud como
actual neurosis; sus formas más conocidas son la hipocondría, la neurosis de angustia y la neurastenia.
Se trata de sujetos coartados, al borde de la supresión como individuos pensantes.
Existen algunos indicadores típicos de esta situación, tales como: Desaparición de la valentía,
Resignación, merma de la inteligencia, incluso el establecimiento de una suerte de idiotismo (quien no
tiene ideas claras acerca de lo que le sucede en relación con lo que hace). Tampoco puede haber alegría en
la mortificación y es obvio el resentimiento de la vida erótica. En estas condiciones disminuye y aun
desaparece el accionar crítico y de la autocrítica. En su lugar se instala una queja que nunca asume la
categoría de protesta. No hará demasiadas trasgresiones, a lo sumo algunas infracciones. Tienden a
esperar soluciones imaginarias a sus problemas sin que estas dependan de su propio esfuerzo, quieren
obtener una mezquina ventaja aprovechando circunstancias propicias.
A este concepto de la contrasta con la Institución de la Ternura, que se identifica con la debilidad,
y no con la fortaleza, y se la refiere tanto a la invalidez infantil como a los aspectos fuertemente débiles
del amor. Sin embargo, la ternura es el escenario mayor donde se da el rotundo pasaje del sujeto a la
condición pulsional humana. Es motor primerísimo de la cultura y en sus gestos y suministros habrá de
comenzar a forjarse el sujeto ético. La ternura es un gesto transmisor de toda la cultura histórica que habrá
de imprimirse en el sujeto infantil.
De “buen trato” proviene “tratamiento”, en el sentido de “cura”, y esto por contraste nos lleva a
entender más la mortificación, sobre todo cuando nos enfrentamos con una de sus formas terminales, que
es paradigma de maltrato y máxima patología de los tratamientos cuando organizan el manicomio, no
necesariamente limitado a la institución hospitalaria.
Manicomialización: Es la forma clínica terminal de la mortificación. Su proceso central se
resume en la locura. Promueve con frecuencia reacciones de maltrato y el maltrato eleva el sufrimiento
de la locura. Este maltrato no solo esta referido al fastidio, el miedo, la rabia que suele despertar el traro
con la locura, sino que hay algo más especifico inherente a la locura misma, promotor de reacciones en
quienes tienen a cargo su cuidado. Ante las dificultades de diagnóstico, frecuentemente se encuadra al
sujeto en un modo estándar. El maltrato comienza por repudiar el por qué y el para qué de los síntomas. Al
mismo tiempo que el problema es diagnostico, también es pronostico, porque las dificultades que
provocan las incertidumbres del primero, sugieren conicidad o deterioro o al menos lo incierto. Entonces
aparecerán los tratamientos que cortan por lo sano, vale decir que cortan todo lo sano. El encierro
comienza por ser diagnóstico y pronostico y termina manicomial. Hay ocasiones en que es necesario
internar a un paciente, pero hacerlo resulta totalmente distinto al saber y expresar que se trata de un modo
de reconocida impotencia del operador, y no un proceder dictado desde la soberbia, para enmascarar una
eventual invalidez del clínico. Saberlo es de buen manejo clínico.
La ternura crea el alma como patria primera del sujeto, el manicomio, institución del maltrato por
excelencia, inspira desalmados, cuerpos apátridas de vida. Es en este sentido que la mortificación, bajo su
aspecto manicomial terminal o en las formas más leves que lo preceden, es el paradigma opuesto a la
ternura.
Pero la historia de la manicomialización no comienza en el manicomio; suele iniciarse en la cuna.
El manicomio es una obra de arte, un clásico en el arte del oprobio. Cada ciudad tiene sus talleres y
museos manicomiales, donde recrea y expresa las desvergüenzas de la mortificación.
Cada vez que arbitrariamente prevalece la ley del más fuerte, se instaura la protoescena
manicomial: la Encerrona Trágica. Los encierros de esta naturaleza ocurren en la familia, la escuela, el
trabajo, las relaciones políticas y en toda mortificación más o menos culturizada.
Una propuesta que pretenda preservar de de la degradación manicomializante debe ser
continuamente replanteada en su proceso, sometida a la producción critica colectiva, como intento de
verificar los conocimiento de esa propuesta y su relación con los objetivos, y preservada de las
desviaciones y los reciclajes del maltrato. Son los propios responsables de la salud, en el campo concreto
y no solamente en las instancias de planificación, quienes deben mantener la suficiente autogestión
correctora de su propio quehacer y defender los buenos tratamientos, una practica que comienza por
considerarlos a ellos mismos, en relación con el modo de maltrato que en ese programa puede llegar a
concernirlos. Hay varios intentos desmanicomializante que se realizan pero, también es un hecho el
carácter fragmentario y aislado de estas acciones.
Los procesos de desmanicomialización son urgentes en lo que concierne a las formas graves,
representadas no sólo por los manicomios sino por muchas otras configuraciones de encerronas trágicas
en los programas de salud y en los sociales. No siempre es sencillo vaciar un manicomio, pero el objetivo
perentorio es romper la anestesiada ideología manicomial. También es prioridad desarmar las estaciones
manicomiales previas, para no seguir alimentando esos museos del horror.
Síndrome de Violencia Institucional (SVI): La constitución de toda cultura institucional supone
cierta violentación legítimamente acordada, que permita establecer las normas indispensables para el
funcionamiento de las actividades de la institución. Constituye un justo precio, por tratarse del pasaje de
lo privado a lo publico. Cuando ésta violentación se hace arbitraria en grados y orígenes diferentes, se
configura el SVI.
Las personas que conviven con esta violentación verán afectados la modalidad y el sentido de su
trabajo; ese empieza por perder funcionalidad vocacional, a expensar de los automatismos sintomáticos
que nada tienen que ver con la economía técnica para desarrollar una actividad conocida. Es así como se
conjugan verdades caracteropatías, en las que los síntomas cobran valor de normalidad y expresan la
tórpida situación conflictiva en que vive el afectado. Éste perderá eficacia responsable y, sobre todo,
habilidad creativa. Es difícil que alguien a cargo de un paciente, pueda considerar la singularidad personal
y la particular situación de quien lo demanda sufriente, cuestión fundamental para que los cuidados de un
tratamiento se ajusten a lo que se denomina “buen trato”.
Es propio del SVI la perdida de funcionalidad de los operadores, degradados a funcionarios
sintomáticos. Esta violentación institucional implica la presencia de una intimidación, más o menos sorda
en función del acostumbramiento, que conspira contra la imprescindible intimidad para investir de interés
personal la tarea que desarrolla. Cuando la gente no se escucha, se ve favorecida la aparición de
predicadores en un desierto de oídos sordos, estado que puede corresponder a todo aquel que teniendo
algo que decir, al no encontrar escucha degrada su discurso a vana repetición.
El síndrome de violentación institucional, como todo sindroma, está integrado por una constelación
sintomática. En primer lugar, se advierte una tendencia a la fragmentación en el entendimiento, incluso en
la más simple comunicación entre las gentes de esa comunidad mortificada. Esta fragmentación conspira
contra la posibilidad de un acompañamiento solidario. Cada uno parece refugiado aisladamente en el
nicho de su quehacer. De este aislamiento se suele salir para organizar los clásicos enfrentamientos entre
“ellos” y “nosotros”, como una precaria y episódica organización de la fragmentación individual en
fracciones mayores.
Un mecanismo prevaleciente en esta situación es la renegación, repudio que impide advertir las
condiciones contextuales en las que se vive, por ejemplo, el clima de hostilidad intimatoria. Este repudio
de refuerza al negar que se esta negando, de modo que a la fragmentación de la comunicación y del
espacio se suma una verdadera fragmentación del aparato psíquico de los individuos. Esta renegación
constituye una amputación del pensamiento. En esta comunidad reina el empobrecimiento propio de la
alienación.
A la fragmentación y la alienación enajenante se agrega un tercer síntoma, que completa el
sindroma, con los distintos y grados de desadueñamiento del propio cuerpo, situación al parecer
relacionala con la falta de especularidad comunicacional y la merma de estímulos libidinales, efecto de la
enajenación. Un desadueñamiento corporal tanto para el placer como para la acción.
Ahora, consideramos lo que denomino “encerrona trágica”. El paradigma es el de la mesa de tortura
(en la tortura se organiza una situación de dos lugares, sin tercero de apelación). Es toda situación en
donde alguien, para vivir, trabajar, recuperar la salud, etc., depende de algo o de alguien que lo maltrata,
sin tomar en cuenta su situación de invalidez.
El afecto es lo siniestro, como amenazada vaga o intensa, que provoca una forma de dolor psíquico,
en la que se termina viviendo familiarmente aquello que por hostil y arbitrario es la negación de toda
condición familiar amiga. Este dolor siniestro es una situación sin salida, en tanto no se rompa el cerco de
los dos lugares por el accionar de un tercero que habrá de representar lo justo.
La encerrona trágica causa de la mortificación, es un cuadro inicialmente tumultuoso, pero
precisamente por no vislumbrarse una salida, salvo la que aportaría una situación mesiánica externa, suele
dar paso a la resignación. Lo ejemplifica un manicomio, donde le maltrato institucionalizado es
suficientemente escandaloso como para que se lo oculte tras los muros de un hospital; el manicomio,
como forma terminal de la mortificación esta internado en un hospital que se llama “hospicio”.
La calidad siniestra depende de ese accionar renegador, mediante el cual los afectados terminan
secreteando para si la situación negativa en la que conviven, pero la hostilidad repudiada como
conocimiento termina por infiltrarse tenazmente y provocar el sentimiento siniestro, que indica entonces
un fracaso de la renegación. Si esta es exitosa lo será al precio de la total coartación subjetiva y de una
forma de idiotez que se hace presente en el institucionalismo.
Las Neurosis Actuales permiten entender la patología institucional. Según Freud eran atribuidas a
trastornos de la economía libidinal. Lo interesante es que estas circunstancias propias del SVI, el grupo de
mayor presencia en una institución tiende a asumir en conjunto una actitud y una posición de sitiado
frente a los pacientes, visualizados como sitiadores. Como sitiados desarrollarán un comportamiento
semejante a lo que Freud describió como Neurosis Actuales. Algunos empiezan a trabajar a destajo.
También aparecen actividades ejecutadas con desgano, aun en el trabajo a destajo, causadas por la falta de
investimento e interés libidinal, ya que lo que se hace esta presidido por mecanismos automáticos, con
marcado desadueñamiento del cuerpo. Puede ocurrir que la morbilidad hipocondriaca aumente
sensiblemente, sobre todo frente a un trabajo que termina por producir efectos tóxicos. Otros, en cambio,
procurarán eludir las tareas, dibujando respuestas semejantes a las neurosis de angustia, en general de
modalidad depresiva.
Este incremente de la morbilidad en general origina al poco tiempo bajas en el personal, y afecta
principalmente a quienes asumen responsabilidades directivas.
La cultura de la mortificación bien podría ser denominada cultura de las neurosis actuales. Las
neurosis actuales tiene una importancia relevante, a titulo de obstáculo, cuando se intenta mostrar algún
dispositivo psicoanalítico para un intervención, sobre todo porque en la numerosidad social no estamos
asistidos por los clásicos pilares del análisis individual, que desde la abstinencia y la asociación libre,
organizan la captura de la transferencia.
El analista suele quedar atrapado en las neurosis actuales y corre el riesgo de desarrollar él mismo
un comportamiento semejante, sin poder hacer una exploración histórico-genética, cuando en la
mortificación prevalece la convicción de que “las cosas son así”; estas “cosas así” aíslan y esterilizan el
cometido de un analista, obstaculizando su llegada a los individuos y sus procesos de subjetividad.
Si el psicoanálisis es una disciplina idónea para abordar la subjetividad, no tiene sentido que deje de
operar allí donde el sujeto esta en emergencia
Así las personas que han permanecido aisladas buscarán agruparse y recuperar cierto sentido
gregario del oficio. Entonces, es posible que desde alguna instancia jerárquica intra o extrainstitucional
aparezca, bajo distintas modalidades, una calificación de este nuevo contexto; en tiempos fuertemente
represivos, el nuevo accionar grupal podrá ser denunciado como delito de asociación.

47) Zuberman. PSICOANÁLISIS Y HOSPITAL

El hospital es el lugar donde llega aquello de la sociedad que no anda bien, que no camina, que no
funciona, los restos, el resto.

Si el analista decide atender en el Hospital es porque le interesa interrogar esos restos, eso lo causa.

La historia del psicoanálisis y los psicoanalistas con el Hospital es compleja. Qué le ocurre a la
medicina con el psicoanálisis en este juego de convocarlo para rechazarlo apenas siente el
cuestionamiento. Además, de ser un problema de discursos, la relación dependió de la mayor o menos
tolerancia de los médicos a un saber que excede el discurso en que se sostienen.

En un momento había un psicoanálisis que se aproximaba tanto a la medicina en tanto cotizaba alto
el ideal de “la salud mental” y biologizaba los conceptos freudianos de pulsión y objeto se alejaban del
Hospital publico. Coexistía el alejarse del Hospital con el acerca el psicoanálisis a rama de la medicina.

A finales de los 60/70 los residentes médicos y psicólogos comienzan a invitar a los analistas que
se prestan a esta tarea de exponer en los hospitales, a supervisar su clínica, a realizar grupos donde pensar
la posición del analista en el hospital público.

Los analistas que se prestan a esta tarea están tomados por lectiras e ideas que los aleja de un
posicionamiento medico.

Para los analistas y el psicoanálisis surgen preguntan novedosas ¿Qué hacer con aquellos pacientes
que consultan precisamente en el Hospital y que no se presentan como síntomas neuróticos? Pero no
todos los pacientes que vienen al Hospital llegan con una pregunta. Aparecen inhibiciones, problemas de
carácter, adicciones, etc. que llegan con un padecer que no les hace pregunta. Para algunos la respuesta es
fácil y expulsiva: inanalizabilidad y derivación a quien los medique. Para otros, era la oportunidad de
investigar que demandaba, que buscaba, quien pedía hablar y no traía un pregunta explicita sobre su
padecer. Estos son quienes no se amparan en que psicoanálisis es tres veces por semana o en alguna
norma de encuadre; estos analistas parten de que un psicoanálisis es la cura que conduce un analista en las
condiciones que le es posible. La resistencia del analista llevo a declarar inviable la cura de quien no se
adaptaba a su esquema teórico. Ayer, era declarada intransitable la relación del psicoanálisis con el
Hospital porque no se podía sostener el encuadre. Hoy se amparan otros en similares argumentos
sostenidos en frases tomadas de otros discursos. Un analista no se define por una técnica sino por poder
ocupar un lugar que permite interrogar el saber del Otro, causando su palabra. Analistas so quienes
pueden sostener esa interrogación aquí y allá.

El psicoanálisis no se pasa las fronteras poniendo condiciones “si se llama Servicio de salud mental
no voy, o si tengo que escribir en la Historia Clínica me retiro”; el psicoanálisis atraviesa las fronteras al
modo del significante interrogando, subvirtiendo, transgrediendo.

El RSI de Lacan nos posibilita interrogar e intervenir en el discurso de pacientes que no consultan
solo por síntomas neuróticos y que nos ponen ante el desafío de estar a la altura de los problemas de
nuestro tiempo, ser creativos ante consultas que no interrogaron a los fundadores del psicoanálisis. Porque
el psicoanálisis es una practica que permite creatividad e invención cuando el analista se deja interrogar
por lo nuevo que le llega en el tiempo que le toca sostener esta practica, cabe diferenciarla de una predica.
Practicar no es predicar.

Aunque en el Hospital se tramiten análisis, supervisiones y seminarios, la formación del analista


excede el limite de la institución hospitalaria. Las preguntas que de él emergen se tramitan en los análisis,
los análisis de control, en fin, en la Escuela de analistas o quedan bloqueados.

Práctico 12 y 13: Clínica de borde


48) Henrich: BORDES DE LA NEUROSIS.

El borderline no se ubica entre la neurosis y la psicosis, sino en el borde de la neurosis. Lo que


caracteriza a la neurosis son las formaciones del inconsciente: lapsus, chiste, sueño y en especial síntoma.
La demanda de análisis generalmente la definiimos en relación a una puesta a punto del síntoma.

Estos sujetos no pueden disponer de los recursos del significante, en especial del síntoma. No
llegan a análisis representados por su síntoma y articulando una pregunta en relación a él. Es más, muchas
veces ni siquiera se quejan de algún síntoma. En su lugar, aparecen representaciones que pueden ir desde
la enfermedad psicosomática hasta la alucinación, desde el delirio hasta el alcoholismo, desde la anorexia
hasta el acting out, pasaje al acto o impulsión. En estos sujetos hay en común una “falta de confianza en
el significante”. No solo no hablan de lo que les pasa sino que tampoco se hacen representar por un
síntoma. Hay una llamativa ausencia de formaciones del inconsciente.

Hay tres características fundamentales en la clínica de los pacientes borderline:

1) Dificultades en la transferencia: La transferencia nunca termina de instalarse en el análisis de


estos pacientes, ya sea porque falta seguido, no tenga nada que contar, abandone el análisis, que no
entienda una interpretación o que reniegue de lo que dijo. El sujeto border no tiene confianza en el
significante, es decir, en otro que escuche lo que él tiene que decir. No se instala el Sujeto Supuesto Saber.
Estos sujetos no pueden llevar a cabo la regla fundamental de la asociación libre. No producen
formaciones del inconsciente, incluyendo síntomas, en transferencia en un análisis.

2) Trauma infantil no reprimido: Muchos de estos pacientes tienen una particular relación con
algún trauma infantil. No es extraño que aparezcan relatos de violaciones, agresiones,accidentes,
abandonos. Este trauma parece no estar reprimido, a diferencia de la histeria, por ejemplo. Hay un relato
dolido de un trauma infantil, que para el paciente tiene una actualidad acuciante, como si el tiempo no
hubiera transcurrido.

3) Acting out: En algunos cuadros se encuentra la prevalencia del acting out, la impulsión, de la
acción, casi como forma de vida.

Lacan se refiere al termino acting out para describir una respuesta que se produce en análisis. Una
mostración, un llamado de atención que se realiza al analista, allí donde ha fallado en su función. Es un
guiño que le hace el analizante al analista, insinuándole que su interpretación no fue buena, que erro el
blanco, es una respuesta que se produce en análisis. El acting out podría desembocar en dos salidas
posibles, el pasaje al acto (en que la escena mostrada se desgarra y el sujeto se arroja fuera de ella) y la
entrada en lo simbólico del análisis.

Lacan aclara además que puede haber un acting out fuera del análisis. Cuando el analista interviene
en la realidad, en vez de saber que la única realidad es la realidad psíquica, están dadas las condiciones
para provocar en el analizante un acting out. Cuando hay transferencia sin analista que la sostenga, se
produce también el acting out. Lacan define al acting out como transferencia sin análisis. Ante un acting
out, el analista está advertido que es una respuesta a una intervención fallida de su parte, entonces debe
reconducir el discurso al plano de las formaciones del inconsciente, al terreno de lo simbólico. El out del
acting sería un out de lo simbólico. El en acting out el sujeto deja de estar representado por un
significante, para estar mostrado por una escena.

En el acting out hay algo que ha sido forcluído de lo simbólico y retorna en lo real de la escena, de
la acción. Lacan analiza dos maneras del retorno de lo forcluído: actuado (acting out) o padecido
(alucinación). Además dice que podría haber una forclusión que no sea la verwerfung, es decir, la del
significante primordial, fundante, la del nombre del padre, sino otra clase. A esta la llama werfung. Esta
forclusión no es irreversible sino que es posible un regreso al terreno simbólico.
Entonces, el acting out sería una mostración, un llamado al Otro, para que vuelva a ocupar su lugar
de sostener la palabra cuando no hay nadie que lo sostenga, no tiene sentido hablar, sino que habrá que
encontrar otra forma de hacerse representar. Se necesita de un desfallecimiento estructural del Otro en un
momento instituyente.

Trauma y olvido del trauma

En la neurosis siempre hay un borde real, concretamente el síntoma, tiene en el nudo una cara
significante y otra cara de goce, el goce del síntoma, que Lacan ubica entre simbólico y real.

Los pacientes que ubicamos en ese borde son aquellos que parecen no esta representados por el
síntoma y el significante, sino que funcionan, tanto en la vida como en el análisis con “falta de confianza
en el significante”.

Hay solidaridad estructural entre estas presentaciones actuadas y las dificultades de estos sujeto en
establecer transferencia en confiar en un Otro dispuesto a escuchar a la letra lo que tuviera para decir : la
presentación del sujeto en relación a un síntoma significante y se creencia en el sujeto supuesto Saber
responder a la misma estructura.

Podría decirse que en Freud hay un doble movimiento teórico con respecto al trauma. Por un lado
él comienza a teorizar el trauma como accidental hasta poder llegar a darle estatuto de estructural; y por
otro, respecto a los traumas relatados por sus pacientes, hace el pasaje que va del trauma realmente vivido
a lo que llamará luego “fantasía traumática”

En “Más allá…” habla de un momento constitutivo del sujeto, de un juego simbólico fundante; el
Ford-da, Al principio el juego trata en tirar lejos de su todos sus juguetes, juega a que los juguetes
desaparezcan. Luego se hace más sofisticado y tira un carretel y lo vuelve a atraer hacia si diciendo “o-o-
o” y cuando desaparece “a-a-a”. Freud interpreta este sueño y dice:” la interpretación del juego estaba
cerca. Tenia relación con el gran logro cultural del niño, con la renuncia pulsional que había logrado, de
aceptar sin protestar, que la madre se fuera”. Renuncia pulsional como logro pulsional, en tanto operación
fundante es homologable a la Represión Primeria, y del mismo modo que en esta habría que poder pensar
una renuncia pulsional primaria, fundante (estructuralmente necesaria) y otra secundaria, que alimentaría
al Superyó.

En términos e la metáfora paterna lo que moviliza la pregunta “¿qué quiere mi mama más alla de
mi?” es el hecho de que la mama se ausente. Que haya una alternancia entre la presencia y la ausencia de
la madre; que este y no este,, es lo que induce esta pregunta acerca del deseo de la madre. La respuesta
provendrá dese el significante del nombre del padre, desea al falo y el portador del falo es el padre.
Respuesta intranquilizadora, en tanto puede un lugar que definía en su ser: ser el objeto del Otro.
Respuesta tranquilizadora en tanto el sujeto ya no deberá preocuparse por el goce de la madre, podrá
dedicarse a hacer su vida, se constituye en un sujeto deseante.

La renuncia pulsional entonces habla de la renuncia a un goce: el nene logro una renuncia
pulsional; aceptar que la madre se vaya. Momento traumático de corte con el Otro primordial, traumático
y fundante al mismo tiempo.

Situamos el trauma en este primer tiempo de Renuncia Pulsional y leemos allí una primera eficacia
de la metáfora paterna. Y después tenemos el fort-da como segundo tiempo.

¿Por qué el nene repite en el juego el alejamiento de la madre? Para elaborarlo psíquicamente, para
ligarlo. Hay que elaborar psíquicamente lo que impresiona. A este hecho real, del alejamiento de la
madre, necesita inscribirlo para luego poder operar con el. Necesita hacerlo entrar en otro registro, en el
del principio de placer, del proceso primerio de lo simbólico, para luego poder operar con el con las leyes
del proceso primario: condensación, desplazamiento , transferencia.

La separación, el corte con la madre, va a adquirir una cobertura fantasmática y una articulación
significante. El lugar del niño en ese fantasma va a ser el de objeto, juega a ser él que desaparece para el
Otro es el primer objeto que ofrece para recubrir la carencia del Otro. La articulación significante y el
fantasma son maneras de hacer con la castración, con la renuncia pulsional fundante.

El juicio del otro

El niño ha logrado una importante renuncia pulsional al permitir sin protestar que la madre se vaya.
; al encuentro con este alternancia en la presencia-ausencia de la madre proponíamos pensarla como
indicador de que la metáfora paterna ha operado; el corto que introduce entre el nene y la madre puede
leerse como momento traumático, corte que instituye a un sujeto deseante.

Podríamos reconocer un primer tiempo de renuncia pulsional, un segundo tiempo en que se


produce el “o-o-o” y un tercer tiempo de lo que llamaría el “Juicio del Otro”, Otro que interpreta lo que el
nene ha dicho. Tiene que operar esto para que constituya el fort-da como primera oposición simbólica,
que hablaría de la constitución del sujeto como deseante. No es lo mismo que este juicio se produzca o
no, la madre tiene que interpretarlo.

Hay una apropiación que el sujeto hace de los significantes que le vienen del Otro, pero lo que es lo
más importante, hay una convalidación por parte del Orto, de que se trata de un registro compartido y en
talo tal, legible, interpretable. El sujeto también habla esperando que el analista interprete.

Entonces, si pensamos el trauma y el fort-da como momentos constitutivos podríamos decir que,
siguiendo a Freud, en la psicosis el corte con el Otro no se produjo, con lo cual tampoco se produce el
Fort-da. En la neurosis, el trauma actuó y el fort-da también y hay un borde, en el que tal vez el trauma se
hay producido y el fort-da no.

Al introducir el “Juicio del Otro” como condición del Fort-da, estamos hablando de un tiempo
fundante en relación al Otro. Vemos que no son iguales la posición respecto al Fort-da en la psicosis y en
el Borde, en la primera hay una imposibilidad lógica, de entrada en el discurso en la medida en que la
metáfora paterna no ha operado. En los bordes, el fort-da se inscribe pero de manera insuficiente,
funcionando entonces con reservas con desconfianza.

Entonces, un trauma que no obtuvo una conveniente articulación significante, no tendrá la


posibilidad de caer bajo la barra de la represión, es decir, que no podrá retornar como formación del
inconsciente; tendrá que retornar de otra manera. Por otro lado, si el Otro no ha instaurado la dimensión
de la escucha, convalidando el fort-da, difícilmente pueda había una demanda de análisis dirigida a un
sujeto Supuesto de Saber.
49) Ulanosky: FRONTERAS, BORDES, LÍMITES

Algunos analistas se refieren a los inclasificables, otros consideran que son la mayor parte de la
demanda actual. Esto presupone que el buen neurótico, que se debate entre el deseo y la prohibición,
cedió parte de su protagonismo a los trastornos narcisistas, dentro de ellos las patologías fronterizas. Las
patologías de borde implican al analista, convocando no solo su saber sino su imaginación, intuición,
empatía y funcionamiento mental. El proceso terapéutico se evalúa in situ respecto a cada paciente.
Replanteo y modificación del dispositivo analítico clásico.

La realidad provoca rupturas o desorganiza solo cuando encuentra un terreno fértil. Es decir, un yo
con grietas y fallas en su constitución que le impiden defenderse y hacer frente a satisfactoriamente a los
vasallajes a los que está sometido. La asunción de la alteridad (yo- no yo), la diferencia sexual y entre la
vida y la muerte, son tres límites fundamentales, que ningún sujeto alcanza completamente ni de una vez
y para siempre. Sin embargo, un narcisismo aceptablemente configurado, con una matriz base de
identificaciones que le den soporte, tiene la plasticidad y los recursos necesarios para reconstituirse; se
desequilibra produciendo síntomas, pero sin desorganizarse.

Se denomina “fronterizos, borders, límites” aludiendo a su organización psíquica y a las fronteras


de la analizabilidad con las que se topa el analista y hasta las cuales ellos acceden. Son sujetos que
acarrean un enorme sufrimiento por sentirse inconsistentes, con poco valor, con dudas acerca de su propia
existencia e identidad. Desde su infancia han sido privados de un espejo, de una mirada y de un discurso
que les devolviera una imagen cohesiva y deseada de sí mismos con la cual identificarse, reconocerse y
quererse. Se han visto en la necesidad de sobrevivir y para ello han convocado a sus objetos, entre ellos al
analista, anhelando hallar una prótesis de sí mismos, incondicionalidad, sostén y un aparato para pensarse.
La sensación de vacío, las depresiones, los desbordes, las impulsiones, la intolerancia, no los definen sino
que están enraizados en las fallas primarias de su constitución psíquica. La dependencia a un objeto la
viven como una herida contra su integridad narcisista. Incluso muchas veces abandonan el análisis antes
de ser abandonados.

Es frecuente que el paciente border haga uso del discurso como acto, sin tener conciencia de ello.
Que el fin sea provocar sensaciones en el analista, para que sienta lo que no pueden sentir o representar,
más que el propósito de comunicar contenidos ya que lo que se pone en juego en la sesión ocurre “entre
dos objetos más que entre dos personas”.

La realidad los excede, los desorganiza y les provoca intensas angustias, no sólo por la dificultad
que encuentran en metabolizar y simbolizar las grandes magnitudes de estímulo, que les provoca un
efecto traumático, sino que eso conlleva el no poder hacerse responsable de sus propias acciones y las
consecuencias concomitantes que les vuelven como un boomerang. Son seres que sufren de excesos, tanto
del orden interno pulsional, como del afuera. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de
descargas en el cuerpo, actuaciones en el afuera y con otros. Los fines de estas impulsiones son diversos,
van desde aliviar estados afectivos intolerables hasta castigarse. Presentan dificultad en traducir las
cantidades de apremio en significaciones que adjudiquen un sentido a través de metáforas y
simbolizaciones. Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constituciones de su psiquismo por
defecto, de lo que no se inscribió, o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en quienes
el proceso secundario de pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario. Se defienden de
un temor a la fragmentación del yo.

El paciente border vive el objeto en función de la satisfacción de sus necesidades. Un rasgo que
presentan es la manipulación del otro para intentar dominarlo. En la transferencia esto se repite con
diversas técnicas: victimismo, conductas psicopáticas, seducción, etc. Cuando no lo logran pueden
aparecer reacciones agresivas. Esto pone a prueba la tolerancia a no “contra-actuar” y la plasticidad del
analista para no permitir ser manipulado y así poder dirigir la cura.

El paciente border siente que está amenazada su existencia psíquica. La angustia no puede ser
procesada como señal sino que se vive como amenaza de aniquilación y no logra ser canalizada. Hay en
estos pacientes una escisión entre lo psíquico y lo somático que los protege contra la destrucción absoluta
pero les impide el libre funcionamiento de la simbolización, la creatividad y la imaginación. Se instala el
vacío. Parte de su actuación es para paliar esto. Anhelarían experimentar emociones genuinas pero no las
toleran. Poseen una insatisfacción permanente, frustración constante. Sus objetivos son inalcanzables y si
los alcanzan pierden valor inmediatamente. Sus logros no son vividos como propios, los invade una
sensación de extrañeza. Buscan placer constantemente para evitar el displacer.

La transferencia es masiva. Un tema delicado es que estos pacientes pueden presentar el síndrome
de difusión de la identidad. Sus valores y opiniones pueden mimetizarse con los que los rodean. En la
relación terapéutica las intervenciones pueden ser vividas como órdenes, por ende su formulación debe
ser cuidadosa, intentando no aseverar ya que tienden a darle un carácter de certeza al discurso del otro. La
transferencia suele ser caótica y masiva, mostrando una alternancia entre idealización y devaluación.
Puede también darse una transferencia erótica.

En relación a la contratransferencia, estos pacientes pueden despertar sentimientos de enojo,


impotencia, frustración, hostiles, como así sentimientos de rescate y salvación que pueden llevar a una
sobre involucración y ruptura del encuadre psicoterapéutico. Es vital analizar la contratransferencia para
prevenir el acting-out del analista. En un primer tiempo del proceso analítico de estos pacientes no
funciona la asociación libre ni la atención parejamente flotante. Esto puede tornarse resistencial para el
analista intentando forzar situaciones. El analista debe tener un yo armado, que tolere los embates
pulsionales para poder afrontar estos pacientes.

El trabajo analítico consistirá en ir construyendo una relación objetal “posible” diferente, un


cambio en la organización psíquica, a través y por el vínculo. Si el analista interpreta demasiado rápido
intentando llenar el vacío puede ser confundido con la intrusión del objeto malo. Si queda en silencio,
repite la inaccesibilidad del objeto anhelado y frustrante. Lo que sostiene el tratamiento es la presencia del
terapeuta-objeto como forma de crear una nueva modalidad vincular, que permita lograr una mayor
confianza en el otro y en sí mismo. El analista regala representaciones-contenido al mismo tiempo que
ofrece un lugar-continente para albergarlas. La demanda tiene que ver con que el analista hable por él y se
funda en él. Por esto es que la demanda no es de análisis, sino podría decirse que lo que se demanda es a
un otro que hable por él y se funda en él, y la labor del analista consiste en que pueda reintroyectar
aquello que depositó en el analista.

El diagnóstico de estos pacientes no es fácil, salvo en casos de extrema gravedad. El paciente


border presenta una sintomatología polineurótica y puede esconderse. Pueden presentar fobias en especial
referidas al cuerpo y a la percepción del sujeto por el otro, la relación con el objeto está sometida a la
regulación con la distancia a través de mecanismos agora y claustrofóbicos que los pueden invalidar
socialmente. Además pueden presentar síntomas obsesivo-compulsivos que se vuelven sintónicos con el
yo. Además conversiones asociadas a manipulación. Preocupación invasora en forma de temores
hipocondríacos. Pese a presentar síntomas neuróticos las defensas son más primarias: escisión e
idealización. Además de negación e identificaciones proyectivas. Los border se diferencian de la psicosis
en que no está comprometido el juicio de realidad ni inventan una lengua personal como es la del delirio.

ULANOSKY – FRONTERAS, BORDES Y LÍMITES


Cada sujeto que consulta es portador de una organizació n psíquica singular, productora de síntomas
en particular, que tenemos que desentrañ ar.

LAS PATOLOGÍAS FRONTERIZAS

Patologías fronterizas → son sujetos que acarrean un enorme sufrimiento por sentirse
inconsistentes, con poco valor, con dudas acerca de su propia existencia e identidad. Déficit en la
simbolizació n, hay impulsiones que sustituyen (la descarga) la decisió n, lo que hay es acció n. Desde
su infancia han sido privados de un espejo, de una mirada y de un discurso que les devolviera una
imagen cohesiva y deseada de sí mismos con la cual identificarse, reconocerse y quererse; como
correlato se han visto en la necesidad de sobrevivir y para ello han convocado a sus objetos, entre
ellos el analista, anhelando hallar una pró tesis de sí mismos, incondicionalidad, sostén, y un aparato
para pensarse. La relació n con el objeto es de dependencia, si el objeto desaparece ellos también.
Son objetos muy fijos.
Son sujetos que sufren de excesos, tanto del orden interno pulsional, como del afuera, de la realidad
exterior. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de descargas, en el cuerpo como
actuaciones en el afuera y con los otros. Tienen fallas en la comunicació n.
Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constitució n de su psiquismo por defecto, de lo que
no se inscribió , o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en quienes el proceso
secundario de pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario.
Se defienden de un temor a la fragmentació n del yo.

En la primera infancia es la madre la encargada de dar sentido al llanto y a los gestos de su bebe. Es
en la decodificació n de los signos del bebé y en la codificació n que se irá n generando y entramando
significaciones y sentido con las cuales se identificara el niñ o. En los pacientes con estas
organizaciones psíquicas, el yo no ha podido internalizar dichas funciones. Han quedado a expensas
de la intensidad de los estímulos sin mediació n satisfactoria. Las consecuencias aparejadas en el
niñ o será n la desconfianza de sí mismo, la necesidad permanente de confirmació n y aprobació n del
otro, la incertidumbre acerca del propio sentimiento de existencia, baja autovaloració n, duelos de
difícil resolució n y angustias de fragmentació n, aniquilació n, fusió n y abandono. Esos yoes son muy
vulnerables.
El modelo psicoanalítico “asociació n libre-atenció n flotante” no funció n en un 1° momento. Las
interpretaciones no van dirigidas ú nicamente a los contenidos reprimidos del ello, sino
directamente al yo y a un superyó que esta frente a un yo tan débil. Nuestro trabajo es crear
representació n con las cuales el yo vaya lentamente adquiriendo consistencia y pueda identificarse.
Para estar en condiciones de emprender un psicoaná lisis, para desarticular, des-identificar y
desarmar tenemos que estar frente a un yo armado que tolere, a su manera, los embates
pulsionales. Va a tener que propiciar la autonomía y la autoestima.
Lo que el tratamiento debería proveer durante el proceso es, a través de la continuidad del mismo,
representaciones psíquicas que vayan reorganizando ese psiquismo fallido.
Como contrapartida de una transferencia masiva y caó tica, se presentan intensos sentimientos
contra-transferenciales que van desde el enojo, la impotencia, la frustració n, etc.
No van a ser pacientes de divá n porque requieren la mirada del otro, de la confirmació n para sentir
la propia existencia.

Clínica del pasaje al acto


50) Iunger: CLÍNICA DEL PASAJE AL ACTO EN LA NEUROSIS

Primero, hay que diferenciar “pasar al acto” del “pasaje al acto”. Hay ciertos autores que los
confunden, aunque hay un limite muy delgado entre ambas instancias. El pasar al acto y el pasaje al acto
tienen elementos estructurales en común: en ambos casos se trata de la conclusión de una escena, de una
escena que alcanza su punto final. En el Pasar al Acto: Hay un efecto de Sujeto. Hay un efecto de
máxima subjetividad. Hay un cambio de posición subjetiva. En cambio, en el Pasaje al Acto: Hay un
efecto de aniquilación del Sujeto en un intento fracasado de hacer surgir su subjetividad. Aniquilación que
deja, a lo sumo, una marca de ese acto que fracasa, en el cual converge la conmemoración de esa
aniquilación y al mismo tiempo del intento de subjetivación.

El pasaje al acto se diferencia también del Acting Out. Aquí un Sujeto le muestra al otro el objeto
de su deseo (objeto señuelo del deseo). Es una escena que se sostiene. El Sujeto está diferenciado del
objeto y se lo muestra al otro, otro que desfallece en su función de lectura e interpretación, otro que no
reconoce ese deseo del sujeto. Hay un fracaso en la articulación significante del deseo. Hay en ese punto
una fala en la cadena significante, y en vez de la articulación metonímica del deseo, hay una mera función
de señal. El deseo le es señalado al Otro, a través de esta mostración del objeto señuelo. El acting out
como el resultado de una operación de verwerfung, pero no del Nombre del Padre, sino como una
operación realizada sobre otro punto de la malla de la estructura significante.

En el caso del Pasaje al Acto, no se trata de una escena que se sostiene sino de una escena que
concluye. Es una escena en la que se diferencian dos momentos:

1- Se ve la instauración progresiva de una escena que avanza y abarca progresivamente más y más
aspectos de la vida del Sujeto. Es decir, gestación de la escena y amplificación tomando más aspectos de
la vida del sujeto.

2- La escena se corta repentinamente, haciéndola cesar. Este segundo momento es lo que se designa
como Pasaje al Acto.

En la situación analítica, el Sujeto va presentándose en posición de desecho, de resto identificado


con el objeto a, hasta llegar al punto en el cual el Sujeto es el objeto en tanto desecho, van desapareciendo
las instancias de clivaje del sujeto con relación a ese objeto. Nada del Ideal queda del lado del sujeto,
queda totalmente del lado del Otro.

¿Qué ocurre del lado del Otro? Va quedando configurado progresivamente como absoluto en un
borramiento cada vez más acentuado de su borradura. El Otro va presentándose cada vez más identificado
al Ideal del Yo, en una conjunción entre totalización del saber y totalización el goce. El Otro se totaliza en
una dimensión de goce y el Sujeto, en tanto objeto resto, es el objeto de ese goce.

En la neurosis, el Pasaje al Acto tiene la particularidad de irse anunciando por indicios que se
tornan más y más evidentes tendiendo a abarcar toda la escena del Sujeto.
El pasaje al acto puede ser el suicidio, el homicidio y otros modos de hacer cesar la escena en un
intento de cortar el goce del otro. No podemos dejar de lado la mención de los fenómenos imaginarios
que se dan en el pasaje al acto, por ejemplo, en algunos pacientes que se melancolizan en un duelo y en
quienes la fragmentación corporal se mostró de un podo particularmente patente, en otro casos, el pasaje
al acto deja como resto de la escena, un cuerpo despedazado, como huella de un exceso en la propia
escena de aniquilación del sujeto. También está la agresividad articulada a veces a la fragmentación del
cuerpo.

¿Cómo se dirige la cura frente al Pasaje al Acto? El analista debe anticiparse a la culminación de la
escena. Debe ofrecerse como el Otro barrado. Cortar la relación entre el sujeto identificado al objeto-resto
y el goce del otro. Se trata de romper, a través de la presencia del analista (en tanto Otro barrado) con la
instancia de otro absoluto. No hay que esperar a la configuración completa de la escena del pasaje al acto
para operar. Ofrecer el semblante del Otro barrado es una primera operación básica. Hay una relación
estrecha entre el sujeto identificado totalmente al objeto-resto y el goce del Otro que es necesario cortar. Y
ese mismo corte es un avance en la operación de la cura hacia la relación del sujeto con su verdad,
definida por la particularidad de la circunstancia en juego.

Muchas veces el Pasaje al Acto es una vicisitud necesaria de la cura, así como el acting out. Es el
arte del analista el que tiene que permitir un suficiente despliegue de la escena en la transferencia y al
mismo tiempo situar el tiempo en que se empieza a producir las distintas operaciones que tienen por
consecuencia el atravesamiento de este tiempo y corte de la escena desde el análisis. Es el acto del
analista el que tiene que cortar la escena y no dejar que sea la propia escena la que conduzca al analizante
a cortarla en la culminación del pasaje al acto.

¿Cuáles serian las operación que hacen a una estrategia de la dirección de la cura frente al pasaje al
acto? Primero el “semblante del Otro barrado”, allí donde el Otro esta totalizado el analista debe sostener
su presencia barrada, dando un lugar para el analizante como sujeto. En segundo lugar, se trata de poner
en continuidad la escena del análisis con la escena de la vida del analizante, tratando de esa manera de
sostener al limite la dimensión transferencial. Frente al pasaje al acto, no se puede dejar librado el sostén
de la transferencia solamente al analizante, pued precisamente por la propia estructura de la escena del
pasaje al acto, tiende a totalizar el analista, y a sustraerse de la escena del análisis. Es el analista quien
debe hacerse cargo, al menos provisoriamente, de sostener y activar la transferencia. Este paso se
denomina “operación mantenimiento de la transferencia”.

Otra operación tiene que ver con el objeto. El analista debe hacerse cargo de poner en juego el
objeto desde su costado. La mirada y la voz del analista, son particularmente aptas para esta operación.
Por ejemplo; pedir al sujeto que llame o llamar nosotros: el analista ofrece allí su mirada o su voz en tanto
objeto a para clivar al sujeto del objeto a en tanto desecho al cual esta identificado.

Por un lado se ofrece el soporte del sentido y de la imagen, soportes necesarios frente a ese punto
debacle simbólica que es el pasaje al acto. En tanto imagen, cuando se invita al analizante a situarse frente
a frente se le esta ofreciendo la unificación corporal del propio cuerpo del analista, como soporte frente a
la fragmentación, tendiendo a evitar el incremento de la sensación de estar a merced del goce terrorífico
del Otro que la fragmentación corporal provoca y que puede desencadenar por sí sola el pasaje al acto.

En relación a la palabra, ella también puede operar como corte simbólico en relación al goce del
Otro, Aunque por momentos la dirección de la cura tiene que sostenerse predominantemente desde lo real
y lo imaginario, hasta que la palabra recupera plenamente su eficacia. En la medida en que esta eficacia se
recupera, y el sujeto logra hablar del fantasma del pasaje al acto, de la escena que va preparando, el
propio hablar constituye una operación de corte. El discurso puede ser la encarnación del goce, pero el
discurso también corta el goce del Orto. O sea, que la propia palabra también hace de barrera.

Si las cosas van bien, el deseo del sujeto comienza a tener una presencia en el texto de la cura, que
en la situación del pasaje al acto es al principio esporádico y puntual, y debe ser sostenida por el analista.
Esta presencia del deseo es una barrera esencial frente al goce y por lo tanto un acotamiento estructural
del pasaje al acto.

Por otro lado, dado el carácter extendido de la presencia de un duelo melancolizado en el pasaje al
acto, el trabajo de duelo en el análisis se torna fundamental, trabajo en el cual el valor simbólico de la
palabra es esencial. Empieza con la restitución de la eficacia de la palabra. Es un trabajo sobre cada rasgo
del objeto perdido, precedido por la instancia de situar qué es lo que el sujeto perdió.

Si la operación de mantenimiento de la transferencia funciona, si la operación del semblante del


Otro barrado en la transferencia funciona, si la operación clivaje del sujeto y el objeto funciona, el
analizante podrá atravesar el tiempo del pasaje al acto, bajo transferencia sin necesidad de concluir la
escena del pasaje al acto propiamente dicha. Y en todo caso, si la concluye, que sea un pasar al acto y no
un pasaje.

51) Muñoz: EL PASAJE AL ACTO EN LA OBRA FREUDIANA.

El concepto de pasaje al acto no integra el corpus teórico elaborado por Freud. Es invención de
Lacan. Y lo distingue del acting out. La hipótesis es que el agieren de Freud es el antecedente de la
oposición lacaniana acting out-pasaje al acto.

El concepto freudiano del agieren

El agieren (acting out) son aquellas acciones motivadas inconscientemente fuera o dentro del marco
analítico que evitan la verbalización de un recuerdo reprimido. Esta concepción se asienta en “R,R,R”.

El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo


reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace. Para Freud
esto tiene estrecha relación la resistencia: a menor resistencia mayor recuerdo y posibilidad de discernir, y
viceversa, a mayor resistencia menor recuerdo y entonces repetición y actuación. El agieren es un modo
de recordad en acto y no lo que viene al lugar de la ausencia de recuerdo. Lo único que posibilitará el
dominio de esa repetición actuada para que devenga recuerdo es el manejo de la transferencia.

En conclusión, el agieren freudiano aparece como una resistencia al recuerdo, pues lo reprimido no
retorna allí por la vía del discernir, del pensamiento, sino por la vía de la acción, en el actuar. Pero como
concepto conlleva una ambigüedad en la medida en que, por un lado, asume la significación de moverse,
actuar, producir una acción y, por otro, la e la reactualización en transferencia de una acción anterior. Por
esta razón, entenderlo simplemente como un antecedente del acting out implica desconocer un aspecto
fundamental de la noción freudiana. Para Freud el problema del agieren se presentan alrededor de lo
reprimido y el retorno de lo reprimido por la vía del pensamiento o de la acción. En efecto, el escrito de
1914 deja claro que para él el agieren refiere a todo tipo de acciones, decisiones e intenciones que se
producen en el transcurso de la cura con la propensión a medir el proceso de rememoración.

El pasaje al acto lacaniano en el agieren freudiano

El agieren freudiano supera extensamente los marcos del acting out pues en rigor la conducta de
estos pacientes que se ven expulsados de la relación transferencial no responde a su definición, que
designa siempre acciones de carácter impulsivo que aparecen en el curso del análisis en su conexión con
la transferencia, es decir, acciones que no culminan en la ruptura del vinculo analítico. Aquí nuevamente
es esclarecedora la oposición entre acting out y pasaje al acto que produce Lacan a partir de la oposición
entre la escena y el mundo: la ruptura del vinculo analítico es salida de la escena.

El termino out refiere a la exteriorización de algo que supone oculto y se vincula con la dinámica
de la transferencia. No quiere decir “fuera del consultorio”. Lo out del acting no hace referencia a un
espacio físico ni a un marco de trabajo, sino a un “fuera de recuerdo”, “fuera de lo que se dice”. Una
segunda precisión que debemos hacer es que para Lacan la definición del acting out ligada a la
imposibilidad de rememorar, a recordar al pasado, si bien es correcta es incompleta porque ignora la
dimensión del Otro. Para él el recuerdo tiene una dimensión intersubjetiva ineludible; recordar no es solo
traer un recuerdo a la consciencia, sino saber sobre todo comunicarlo; no se trata de la memoria como
función psicológica sino de la transmisión en acciones de un mensaje que no se expresa en palabras.

Freud no distingue con términos diferentes los fenómenos de repetición dentro y fuera de la sesión
sino que ambos se ordenan por el termino agieren, abarcativo de estas formas de la acción: las
actuaciones fuera de la transferencia que luego el paciente relata al analista (acting out fuera de la sesión),
los enamoramientos demostrativos dirigidos al analista que posibilitan y a la vez obstaculizan el
tratamiento (acting out en la sesión) y las rupturas del vinculo analítico que conducen (pasaje al acto).

¿Acting out fallido o pasaje al acto?

La oposición lacaniana de acting out y pasaje al acto, podría equipararse al agieren freudiano, en el
sentido en que el acting out tiene más que ver con algo del orden de lo reprimido, no recordado, sino
actuado, mientras que el pasaje al acto seria de lo no ligado. Es la ruptura del vínculo analítico, el corte de
la escena, lo que produce el viraje del acting out al pasaje al acto. Justamente el pasaje al acto apunta al
quiebre de la escena y a la ruptura del marco analítico.

Se habla de acting out fallido cuando se produce una autolesión que no apunta al total
aniquilamiento de uno, pero lleva a la muerte involuntaria. Es una mostración fallida que lleva a la muerte
pero no era la voluntad. Dentro de esto entran los intentos suicidas no serios, que arman una escena al
Otro pero sin una efectiva determinación suicida. Pero cuando esto fracasa y se produce la muerte, es un
acting out fallido.

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