Resumen FINAL Adultos.
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PSICOANALÍTICA
Las más de las veces no se tiene un síntoma histérico único, sino un conjunto de ellos en parte
independientes entre si, en parte enlazados. No se debe esperar un único recuerdo traumático y, como su
núcleo, una única representación patógena, sino que es preciso estar preparado para encontrarse con series
de traumas parciales y encadenamientos de ilaciones patógenas de pensamiento.
El material psíquico de una histeria así se figura como un producto multidimensional de por lo
menos una triple estratificación. Primero esta el núcleo de recuerdos (recuerdos de vivencias o de
ilaciones del pensamiento) en los cuales ha culminado el momento traumático o halló su plasmación más
pura la idea patógena. En torno de este núcleo hallamos una muchedumbre, a menudo de increíble
riqueza, de un material mnémico de adversa índole que en el análisis es preciso reelaborar y presenta un
triple ordenamiento.
Primero es inequívoco un ordenamiento lineal cronológico que tiene lugar dentro de cada tema
singular. La secuencia de su génesis: la vivencia más fresca y reciente del fascículo aparece primero domo
“hoja” de cubierta” y la hoja de cierre esta constituida por aquella impresión con que en realidad se
empezó la serie.
El tercer tipo de ordenamiento es el de según el contenido del pensamiento, el enlace por los hilos
lógicos que llegan hasta el nucelo, enlace al cual en cada paso puede corresponderle un camino irregular y
de múltiples vueltas. Ese ordenamiento posee un carácter dinámica.
El nexo lógico no se corresponde con una línea quebrada en zigzag, sino más bien con un sistema
de líneas ramificadas, y muy en particular convergentes. Tiene puntos nodales en los que coinciden dos o
más hilos, que desde ahí vuelven a devanarse unidos; y en el nucleo desembocan por regla general varios
hilos de trayectorias separadas o que muestran a trechos conexiones laterales. Es decir, un síntoma es de
determinismo múltiple.
Puede ocurrir que en el material patógeno haya un juego más de un núcleo, por ejemplo, cuando
toca analizar un segundo estallido histérico que tiene su propia etiología, pero se entrama con un primer
estallido de histeria aguda, superado años atrás.
La terapia no consiste en extirpar algo, sino en disolver la resistencia y así facilitar a la circulación
el camino por un ámbito antes bloqueado.
No tenemos más remedio que mantenernos al comienzo en la periferia del producto psíquico
patógeno. Uno empieza por hacer que el enfermo cuente lo que sabe y recuerda, en lo cual uno ya dirige
su atención Y supera resistencias leves aplicando el procedimiento de la presión. Toda vez que por el
medio del presionar uno haya abierto un nuevo camino , puede esperar que durante un trecho el enfermo
avanzara libre de nueva resistencia.
Si los enlaces entre representaciones de los neuróticos y, En especial, de los histéricos causan una
impresión diversa; si aquí la relación entre las intensidades de diferentes representaciones no parece
explicable a partir de condiciones psicológicas solamente, ya nos hemos anoticiado de la razón de esa
apariencia Y sabemos nombrarla Como existencia de motivos escondidos, Inconscientes.
De esta manera, Por las pistas que ofrecen unas lagunas en la primera exposición del enfermo, a
menudo encubiertas por “enlaces falsos”, pilla uno cierto tramo del hilo lógico en la periferia Y desde ahí
mediante el procedimiento de la presión facilita el ulterior camino.
Se puede aseverar que en el curso un análisis así no aflora ninguna reminiscencia singular que no
posea su significado. En verdad nunca se produce la intromisión de imágenes mnémicas carentes de toda
pertinencia, que estuvieran solo asociadas de algún modo con las importantes
• Dice que es imposible separar lo “efectos de sentido” de su “carga afectiva” (fuerza). Ambos
son responsables de la organización del espacio/tiempo que encuadra nuestros encuentros.
• Habla de un doble movimiento que está en la base que es el soporte de la relación analítica y de la
relación transferencial, se refiere al “intercambio de conocimientos” y el “intercambio de
afectos”.
• El psicoanálisis, no es una terapia de la urgencia, aunque en todo análisis se pueden presentar
situaciones a las que tendremos que responder con urgencia.
• Hay una diferencia entre tiempo de interpretación y tiempo de decidir si queremos ocupar el
puesto de analista.
Se debe reservar una libertad muy grande al tiempo de la interpretación. No podemos prever cuando ésta
se hará posible, ni que trabajo de preparación, de elaboración hará falta para que el Sujeto pueda
apropiarse de ella.
El tiempo que se dispone para hacer una indicación de análisis, para decidir si aceptamos ocupar el puesto
de analista con el sujeto, para elegir los movimientos de apertura, está contado.
No se puede acrecentar demasiado la cantidad de las entrevistas preliminares, sin correr el riesgo de que
nuestra negativa se produzca demasiado tarde.
• La problemática psíquica de un sujeto puede escapar de nuestro método y aún puede estar
contraindicado, cuando sin embargo ese mismo sujeto está dispuesto a hacer muy rápido de
nuestra persona el soporte de sus proyecciones con mayor carga afectiva.
Una vez instalado ese mecanismo proyectivo, la ruptura de la relación se vivirá con toda probabilidad,
como la repetición de un rechazo, la confirmación de la existencia de un perseguidor, la reapertura de una
herida… Reacciones que pueden tener un efecto desestructurante y provocar la descompensación de un
frágil equilibrio.
Entrevistas preliminares:
• Diagnóstico si el sujeto es analizable o no.
• ¿Tiene interés el analista en proponerse como su eventual analista? (autodiagnóstico sobre su
capacidad de investir y de preservar una relación transferencial con la singularidad del sujeto a
quien se enfrenta, más allá del síntoma. Se puede estar siempre en entrevista y no entrar en el
análisis (interrogación sobre el síntoma dirigido al analista, y que el paciente se sienta implicado
con ese síntoma).
• Deberán proporcionarle los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen puerto ese trabajo
de auto interrogación.
• Corolario de su concepción del objetivo que asigna a la experiencia analítica.
“Analizable”: creer o esperar que la experiencia analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto
inconsciente que está en la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el fracaso de las
soluciones que él había elegido y creído eficaces. Es preciso que las deducciones que se puedan extraer de
las entrevistas preliminares hagan esperar que el sujeto sea capaz de poner aquella iluminación al servicio
de modificaciones orientadas de su funcionamiento psíquico. Facilitar un trabajo de sublimación que
permita al sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado caro, a ciertas satisfacciones pulsionales.
Movimientos de apertura: son en función de lo que el analista prevé y anticipa sobre la relación
transferencial futura. Es un modo de entablar el diálogo con el paciente. Se trata de reducir lo que va a
aparecer en la transferencia como resistencia. Se ubica después de las entrevistas preliminares en función
de la transferencia que va a venir.
El médico deberá guardar en la memoria los innumerables nombres, fechas, detalles de recuerdos,
ocurrencias y producciones patológicas del paciente sin confundirlo con un material parecido proveniente
de otro paciente. Para lograr esto, el médico no debe fijarse en nada en particular y prestar a todo lo que
escucha la misma “atención parejamente flotante”, ya que tan pronto como uno tensa adrede su atención,
empieza también a escoger entre el material ofrecido, guiado por expectativas e inclinaciones propias. El
médico deberá abandonarse por entero a sus memorias Inconscientes, deberá volver “hacia el
Inconsciente emisor del enfermo su propio Inconsciente como órgano receptor”. Por su parte, el
analizado deberá atenerse a una particular exigencia, considerada la regla fundamental del psicoanálisis:
referir todo cuanto se le ocurra, sin críticas ni selección previa (asociación libre).
Desaconseja que en el curso de las sesiones se tomen notas extensas, se redacten protocolos, etc.,
ya que de esta manera se practicaría una dañina selección del material. No hacer anotaciones, privilegiar
la escucha.
Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado no es bueno elaborarlo científicamente. La
conducta correcta del analista consistirá en no especular ni cavilar mientras se analiza, someter el
material adquirido al trabajo de pensamiento sólo después de concluido el análisis. No hacer hipótesis
mientras analiza, hacerlo luego de concluido el análisis.
El médico no puede tolerar aquellas resistencias que aparten de su conciente lo que su inconsciente
ha discernido, para ello es lícito exigirle que se someta él mismo a un tratamiento psicoanalítico que le
permitirá tomar conciencia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo, para aprehender lo que el
analizado le ofrece. Supervisión.
Abstinencia: Frialdad de sentimientos exigible al analista, crea condiciones más ventajosas. Para
el médico el cuidado de su propia vida afectiva y para el enfermo, el máximo grado de socorro que hoy
nos es posible prestarle. No otorgarle al paciente una satisfacción sustitutiva, no otorgarle un amor que
está pidiendo, que en realidad se lapide a otro (transferencia) motor del tratamiento: dejar subsistir la
angustia.
Neutralidad: No interviene la persona del analista, sino el analista como función. Sus valores y
creencias no tienen lugar. No omitir juicios de valor, ya que no somos nosotros ante el paciente sino que
estamos en el lugar de los primeros objetos todo poderosos. (imagos parentales). El paciente está atento a
nuestras opiniones.
PSICOTERAPIAS PSICOANALISIS
Son más fenomenológicas en la captación del Se propone una disección de las estructuras
síntoma productoras de conflicto
Propone problematizar, Recuperar en toda su amplitud el conjunto de factores que determinan los
modos en que se plantean los problemas de la Salud Mental, la manera de comprenderlo y las respuestas
políticas que se efectúan. Se trata de potenciar el análisis para mejorar las respuestas prácticas.
Abordar las cuestiones relativas al tratamiento analítico en una institución es preguntarse por la
transferencia, ya que es su despliegue en locura lo que define las características y posibilidades de un
análisis. La cuestión es preguntarse que agrega la institución psiquiátrica a estos tratamientos. No nos
parece que ciertas cuestiones del encuadre sean lo esencial: el pago, en numero de sesiones, la
disponibilidad del lugar, el diván, horarios, etc. Sí nos parece importante contar con la aceptación por la
institución de ciertos requerimientos que tiene un tratamiento analítico: elección mutua entre analista y
paciente, cuestiones de respeto por la privacidad de la relación analítica, aceptación del tiempo de
duración del tratamiento y frecuencia necesaria de sesiones, que no pueden fijarse administrativamente,
respetar que es el analista quien dirige la cura y no los criterios administrativos. La singularidad de cada
análisis es esencial, es siempre “caso por caso”.
Las instituciones tienen requerimientos de diagnostico, clasificaciones y generalizaciones que
suelen hacer conflicto con este requerimientos de singularidad. Lo que nos parce que la institución agrega
a estos tratamientos es justamente la presencia de la institución en la transferencia.
En al creación del espacio clínico que necesita el análisis, la institución emerge como fuerza
instituyente de una relación con el analista que hace obstáculo a la configuración de la relación de
análisis. Esta transferencia es previa a la transferencia analisitca propiamente dicha, y suele permanecer
como obstáculo, telón de fondo de todo tratamiento en las instituciones, con frecuencia como un aspecto
no analizable. Esta transferencia esta configurada por la relación regresiva que el paciente mantiene con la
institución médico-asistencial y que suele expresarse tanto bajo formas de sometimiento como de
exigencias despóticas de cuidados y atenciones. Sabemos por Freud la función sofocante de la
subjetividad que toda institución mantiene con los individuos.
Según Bleger toda institución es, además, lugar priviliegiado de deposticacion y fijación de los
aspectos ambiguos de la personalidad, indiferenciados. Hay una impregancion identificatoria en la
relación del sujeto con la institución. Ddesde otro angulo: la consciencia, la representación, que el
enfermo tiene de su padecimiento, incluye las de la institución medica; ésta forma parte de sí mismo.
La instancia subjetiva que sostiene esta identificación es el yo ideal; de el parten los fantasmas
omnipotentes de control de la muerte y el sufrimiento a través de una recuperación regresiva de la fusión
con la madre: exigencia de ser cuidado, protegido, dependencia extrema idealización. Por otra parte esta
transferencia con la institución esta infiltrada por la compulsión de repetición.
La transferencia, en todo análisis, tiene una dimensión de repetición, en tanto reactualiza en la
relación al analista alfo de los vínculos primarios. La transferencia a la institución busca repetir de modo
compulsivo el vinculo simbiótico, materno, sostenido en el yo ideal y difícilmente analizable. Su
dimensión compulsiva nos aparece en lo altamente ritualizado en la relación con el medico y en el
requerimiento repetido del acto sometimiento/cuidado.
La exigencia de ser atendido y curado en su condición de enfermo, es una fuerza homogeneizante
que aplasta las singularidades de su historia personal, o los recuerdos en donde sus síntomas podrían
desplazar sentido. Toda institución afecta al ser de sus miembros a la homogeneización que produce,
borrando las diferencias subjetivas. Ambas, instituciones y transferencia del sujeto, se constituye en
resistencia al análisis que requiere el despliegue de una singularidad plena.
Si, como pensamos la institución forma parte por impregnación identificatoria, del yo arcaico,
escindido y fijado en la relación de asistencia, también es frecuente que los analistas depositen en la
institución sus propias demandas regresivas de protección-seguridad-cuidados. Suele ocurrir que el
analista recurra a la institución como defensa, poniéndose en función resistencial. Si la institución sirve al
analista para protegerse de la transferencia del paciente y al mismo tiempo o simultáneamente sirve al
paciente como resistencia para el análisis, la institución, en su reinado absoluto logra impedir el análisis.
Se recetan fármacos, se interna, etc.
También interesa la manera en que la institución instituye un modo de relación social. Se toma a
ésta como síntoma: en el paciente, en los terapeutas, en el personal no asistencial. El analista interroga
sobre la demanda de la institución. Recordemos que la relación que instituye el psiquiatra es
objetivamente del enfermo; esto se expresa en el diagnostico que al nombrar al paciente afecta a sus ser en
lo simbólico (esto es, define su lugar en los intercambios sociales). Ejemplo: paciente = número. Una
interrogación psicoanalítica sobre esta demanda, encarnada en el paciente, apunta a interrumpir la ley
ritual de repetición-clasificación que la institución efectúa y permite acceder al sentido de su
organización.
El método analítico, cuya aplicación califica de análisis a un tratamiento, requiere de una clínica en
la que el padecimiento del sujeto sea abierto a la complejidad sobredeterminada de su historia, sus
relaciones actuales, la demanda que sitúa a un otro (terapeuta) y un lugar. Un analista frente a un síntoma
lo interroga: a que sirve el síntoma? Porque en este momento? Que quiere del medico? Etc.
La institución no se plantea interrogantes, tiende a responder con su propia red de sentido,
incorporando y significación a ese sujeto desde sus saberes y funcionamientos establecidos. En este
sentido, los encuadres de las institución y del analista son antagónicos.
Suele pensarse que se debe intentar adaptar los tratamientos a los requerimientos de la institución
asistencial (lugar, tiempos requeridos, frecuencia de sesiones, etc.)
Desde la admisión misma del paciente se debe generar un espacio analítico, en el que la demanda
pueda ser escuchada con el mínimo de interferencia institucional. El modelo de intervención analítica no
tiene porque ser diferente al que se hace en la practica privada.
Con frecuencia surge con los médicos que suelen manejar la transferencia para reforzar su prestigio
narcisista o su poder sobre el enfermo. El analista se sirve de ella para otros fines: la detecta para facilitar
la relación del paciente con su propio saber y su verdad. En la convivencia entre analistas y otros técnicos
de la Salud Mental en las instituciones, el manejo de la transferencia por los analistas, que supone un
modo de relación nueva y diferente con los enfermos, repercute sobre el conjunto de la institución y tiene
en cuanto a esto, un valor critico sobre los vínculos que la institución propone. Es necesario partir de la
idea de que en el momento actual la institución de Salud Mental no es en si un instrumento terapéutico,
sino el lugar donde se implante una relación nueva que quiere ser terapéutica.
Tiende a la exclusión, segregación y encierro del loco No avala la exclusión y custodia de los enfermos,
y su custodia en los manicomios. siempre sostuvo una práctica de respeto por la
palabra del enfermo y una ética de la verdad y el
deseo
Establece una relación de asistencia No establece una relación de asistencia
Busca lo patológico en el signo biológico para lo cual Centra la cuestión de la producción de lo patológico en
necesita excluir al sujeto el seno mismo de la estructura de producción subjetiva
Responde a la demanda. Presenta una relación
asimétrica de poder. El poder está en posición del
psiquiatra (sujeto de la enunciación que tiene la No responde a la demanda sino que lo interroga
palabra), el sujeto es hablado por el saber psiquiátrico
(sujeto del enunciado)
Coloca al individuo en el lugar de objeto natural por su
condición de enfermo. El sujeto ya no es más objeto de Su intervención es singularizante, tiende a resituar en
esta medicina, es solo terreno, hábitat en el que la el sujeto su relación con lo colectivo
enfermedad evoluciona
Se caracteriza por su capacidad de problematizar la
Presenta modelos clasificatorios y objetivantes.
realidad sobre lo que piensa, mostrar su complejidad,
Nombra por sus diagnósticos y hace entrar al enfermo
tensiones, fuerzas y los caminos de resolución de sus
en sus categorías. Generaliza
conflictos
10) Miller (2005). INTRODUCCIÓN AL MÉTODO PSICOANALÍTICO (PR A-3)
ENTREVISTAS PRELIMINARES umbral del análisis, en el límite, en la frontera a partir de la
cual estamos en el discurso analítico.
La importancia del diagnostico:
Diagnostico psiquiátrico: constituido a nivel de la objetividad y puede parecer mecanicista.
Diagnostico en el campo analítico: está del lado del sujeto. La cuestión que se plantea es si hay o
no un diagnostico del sujeto, un diagnostico constituido no solo en la pura objetividad sino a nivel del
sujeto.
La IGNORANCIA tiene una función operativa en la experiencia analítica. La ignorancia de alguien
que sabe cosas, pero que ignora voluntariamente hasta cierto punto su saber para dar lugar a lo nuevo que
va a ocurrir.
Distinguir la posición del analista antes y después del umbral del análisis, antes y después de la
frontera del discurso analítico. La función operativa de la ignorancia es la misma que la de la tr.
El SSS no se constituye a partir del saber sino que se constituye a partir de la ignorancia. A partir
de esa posición el analista puede decir o hacer entender, que no sabemos con anterioridad lo que el pte
quiere decir, pero suponemos que quiere decir otra cosa. Hay suposición de ignorancia.
Tres niveles de entrada al análisis:
• Avaluacion clínica
• Localización subjetiva
• Introducción al inconsciente.
Los dos primeros se vinculan a la subjetivación y los dos últimos a la rectificación.
La subjetivación:
Hay un vector que soporta todo esto, el vector del propio acto analítico, el vector del sí o del no del
analista avalando o rechazando la demanda de su paciente. Un vector donde el pte es un candidato y el
analista un jurado.
Avaluacion clínica en la experiencia analítica, no está constituida por objetividad. El sujeto es una
referencia ineludible en el diagnostico. La avaluacion es un diagnostico preliminar de la estructura clínica
que demanda un análisis. Está constituida por entrevistas preliminares que dejan ver la estructura clínica
del pte; son un medio para realizar un diagnostico.
Un pte, según lacan, no puede estar ubicado en dos estructuras al mismo tiempo. El analista deberá
ser preciso con el fin de orientar las acciones a la cura y es complicado porque se puede encontrar con
neuróticos con rasgos perversos o perversión más del lado del psicótico, etc.
La dura que puede darse en un analista, puede resolverse: recusando la demanda o prolongando
entrevistas hasta que el analista este seguro.
Las entrevistas son como la estructura de bienvenida para el psa. No tienen tiempo definido y son
un principio lacaniano. El analista puede darse el tiempo necesario en estas sesiones que no tienen una
estructura estándar.
Miller: plantea que en el análisis la cuestión del derecho es esencial, mucho más que la cuestión de
los hechos. Las personas quieren el análisis, se sienten “mal hechos”, lo cual es propio de la condición
humana.
La cuestión fundamental del sujeto en análisis es: a que cosa tengo derecho? Un neurótico puede
negarse a abandonar las cosas que le impiden gozar porque icc no tiene derecho a eso. El derecho es
siempre una ficción, simbólica y que estructura el mundo siendo operativa.
El sujeto en la clínica es un sujeto de derecho, un sujeto que establece su posición con relación al
derecho, no se trata de un sujeto de hecho. Y si alguien va a observar al sujeto buscándolo en la
objetividad, jamás lo encontrara.
Decir que el sujeto en la clínica no es un sujeto de hecho sino un sujeto de derecho, equivale a decir
que no se puede separar la clínica analítica de la ética, de la ética del psa. Es la ética del psa la que
constituye, en la experiencia analítica, al sujeto. La primera incidencia clínica de la ética del psa es el
propio sujeto.
Localización subjetiva:
Lo esencial es lo que el pte dice significa separarnos de la dimensión del hecho para entrar en la
dimensión del dicho, que no está muy lejos de la dimensión del derecho pero: ir de los hechos a los dichos
no es suficiente. También es necesario cuestionarse la posición que toma el que habla en relación a sus
dichos. Lo esencial es a partir de los dichos, localizar el decir del sujeto (localización subjetiva, introduce
al sujeto en el icc), lo que lacan llamaba: ENUNCIACION la posición que aquel que enuncia toma con
relación al enunciado.
MODALIZACION MODULACION DEL DICHO palabras que indican en el dicho, la posición
que el sujeto asume ante el. (el tono, por ejemplo, también es una modalizacion).
• Alguien puede decir una cosa sin creer en lo que dice.
• En el análisis, hay un esfuerzo de decir la verdad, pero esta no podemos conocerla y es
con la regla analítica que esto aparece. La verdad no puede ser dicha porque no la conocemos y la
única cosa que se puede hacer es decirla. Hay sujeto que el esfuerzo de decir la verdad los lleva a
la imposibilidad de decirla y conlleva sufrimiento.
Miller habla de la CAJA VACIA DEL SUJETO: distinguir entre el dicho y una posición con
relación al dicho, siendo esa posición el propio sujeto. Es decir, tenemos siempre que inscribir algo, en
segundo lugar, como un índice subjetivo del dicho. En la caja vacía es donde vamos a escribir las
variaciones de la posición subjetiva.
Es importante para el analista distinguir el enunciado de la enunciación, el dicho del decir. Una
cosa es el dicho, el dicho como hecho y otra lo que el sujeto hace de lo que dice: hay una posición
subjetiva con relación a lo dicho.
Atribución subjetiva:
El analista jamás sabe lo que el otro realmente le demanda. Ya que se puede hacer una demanda de
análisis a través de una medicación, una demanda de supervisión puede ser una demanda de análisis, etc.
Miller hace un paralelismo de esto con una frase de lacan en cuestión preliminar: “en cada cadena
significante se sitúa la cuestión de la atribución subjetiva” no hay una sola cadena ste sin que se plantee
la cuestión del sujeto, de quien habla y desde que posición habla. En toda cadena ste la cuestión es de
atribución al sujeto, al sujeto del dicho.
Cadena ste no hay una unidad de la cadena ste desde el punto de vista de la enunciación. Una
palabra es la repetición del discurso del otro. Es polifónica, hablamos a varias voces modificando
continuamente la posición del sujeto.
Importancia de la PUNTUACION como método analítico la puntuación justa depende de cómo el
analista fija la posición subjetiva palabra del analista, palabra de verdad.
Evolución de la modalidad del dicho:
El dicho puede modalizarse de tal modo que una demanda de cambio “quiero cambiar”, puede
revelarse como una demanda de no cambiar. A veces el pte busca un analista para saber si alguien puede
entender lo que dice. La pregunta clave que debe hacer el analista a su pte: “pero, que quiere decir con
eso?”
El diagnostico se hace por un motivo de racionalidad pero es un poco homologo a lo que se hace
cuando se clasifican animales. Para el psa, el síntoma que puede tratarse es un auto diagnostico, es un
síntoma aquello que el sujeto considera como tal. Solo es un síntoma tratable aquel que se presenta como
un ste de la tr, que suponga un sujeto. (Diferente al síntoma en psiquiatría que tiene que ver con la
observación).
La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psa. Solo
el sujeto puede decir lo que no marcha para el aunque ignore la causa.
Lucha para precisar el lugar, el papel del psa en el campo de la salud mental y de la medicina. Pero
también dentro del psa existe una lucha de opciones entre las dos posiciones extremas:
• “el psa no es una psicoterapia” es verdad, no es una psicoterapia, sin embargo los
psicoanalistas reciben las mismas demandas que los psicoterapeutas, las demandas generadas por
los síntomas y el sufrimiento que produce el malestar. El psa transforma estas demandas en otra
cosa, pero son las mismas.
Por otra parte, muchos analistas no solamente analizan sino que trabajan en instituciones.
• Lacan: “el psa no es una terapéutica como las demás” no vendemos psicoterapia, pero
aceptamos demandas terapéuticas, tratamos las demandas terapéuticas. El psicoanálisis presenta
dos aspectos indisociables.
-es una exploración del icc que consiste en construir con la palabra, explorar los
significantes, las palabras, los deseos que circulan en el icc.
-Al mismo tiempo obtiene modificaciones en los síntomas: es lo que llamamos
TERAPEUTICA.
Las dos vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan los síntomas por la exploración
del inconsciente .
No se puede prescindir del DIAGNOSTICO. En general lo justificamos en función de la posible
psicosis del pte que consulta.
Recorrido por las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis :
Los síntomas cambian según el contexto de discurso, son históricos.
Desde los inicios del psicoanálisis, se trataba de saber si había una clínica psicoanálisis propia del
discurso analítico, que no fuera simplemente la clínica psiquiátrica de ese tiempo. Suponía una nosografía
propia (id de los síntomas propia) y teorías explicativas propias.
Freud y lacan retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por
la psiquiatría, y procuraron construir una teoría psicoanálisis de esa nosografía. Retomaron las categorías
diagnosticas de la psiquiatría: psicosis, neurosis, perversión.
En contra de lo que se cree, la psiquiatría clásica y la clínica del DSM no son tan heterogéneas
como se imagina. La diferencia es que la clínica del DSM es descriptiva que pasa por la estadística,
mientras que la clínica clásica, la de los psiquiatras, era una clínica basada en el interrogatorio de los ptes
uno por uno, era más acorde al método psicoanalítico que la vía estadística y la respuesta a los
cuestionarios anónimos.
Hoy se hace hincapié en nuevos síntomas en la serie de depresión, abulia, toxicomanía, etc.
Uso del diagnostico: uso práctico ante el pte.
Algunos pensamientos piensan que el diagnostico es inútil en el discurso psicoanálisis . Pero
también están quienes denuncian el uso del diagnostico como un abuso.
La época actual es diagnosticista. Los mismos pacientes lo demandan, quieren etiquetas.
Foucault: diagnosticar es hacer entrar el caso singular en una especie general.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del otro, establecida por el médico.
En su palabra no se buscan las huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad. Es por lo tanto un
hetero diagnostico, un diagnostico que viene del otro y en el cual la palabra en absoluto es constituyente,
simplemente es el vehículo de los signos.
En el psicoanálisis es un síntoma aquello que el sujeto considera como síntoma. Lo denominada
síntoma en la clínica de la observación no se denomina síntoma en la clínica auto diagnosticada del
sujeto. O incluso lo que el otro social no soporta o lo estigmatiza, no siempre coincide con lo que no
soporta un sujeto dado. La palabra, los dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede
tratarse con el psa. Solo el sujeto puede decir lo que no marcha para el, aunque ignore su causa.
Frecuentemente los neuróticos se hacen tratar como enfermos imaginarios.
Un ENFERMO IMAGINARIO es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de el
“lo tiene todo para ser feliz” pero no, algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el
síntoma visible, aquel que el psiquiatra puede diagnosticar y el síntoma invisible, aquel que el sujeto vive,
o sea entre el síntoma observado y el síntoma subjetivo.
Existe un problema de ética en los diagnósticos. Para algunos, el diagnostico seria una especie de
abuso del saber en provecho de otra cosa.
Para Foucault: estigmatiza la posición del poder del psiquiatra.
Nosotros, en tanto alumnos de lacan, estamos persuadidos de la necesidad del diagnostico previo
para saber si la persona que recibimos puede o no beneficiarse con el proceso analítico y de qué modo.
Para Freud, el psa es inoperante para la psicosis.
La posición de lacan: el saber clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está construida una
psicosis, cuáles son sus condiciones, y la naturaleza de sus fenómenos, entonces se remara sobre arena,
entraremos en actividad en vano, y puede ser peligroso.
La localización subjetiva: consiste en hacer aparecer la caja: la caja vacía donde se inscriben las
variaciones de la posición subjetiva: hacerlo percibir al sujeto que toma distintas posiciones con relación
al dicho.
Que es el sujeto? El sujeto es esa caja vacía, es el lugar vacio donde se inscriben las
modalizaciones. El vacio encarna el lugar de su propia ignorancia, encarna el hecho de que la modalidad
fundamental que se debe hacer surgir: “yo, el pte, no sé lo que digo”. En este sentido el lugar de la
enunciación es el lugar del inconsciente
UNIDAD 3 : TRANSFERENCIA
Sugestión, resistencia, repetición. Instalación de la transferencia. Transferencia como motor y
obstáculo a la asociación libre: de la repetición en acto al manejo de la transferencia.
Transferencia tierna. Erótica. Hostil. Actuar en vez de recordar. Neurosis de transferencia.
Bibliografía:
13) Freud (1912) SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA
Disposiciones innatas e influjos durante la niñez determinan una forma de relación amorosa que
determinarlas condiciones de amor, las pulsiones a satisfacer y las metas que se fijaran, que se pondrán
en juego siempre, como un clisé, durante la trayectoria dese vida. Parte de las mociones amorosos se
volcaran hacia la realidad objetiva, y otra parte se desplegara en la fantasía, en el inconsciente. Cuando la
persona intente satisfacer su amor, van a participar ambas corrientes de las mociones para el
acomodamiento con un objeto (persona). Una de estas personas es la del médico, que será insertado en la
serie psíquica de objetos de amor del paciente.
Esta transferencia de amor consciente/inconsciente se produce no solo en personas neuróticas bajo
tratamiento, sino que se dan también en personas no analizadas, por lo cual no es culpa del psicoanálisis
que esta aflore. Sucede también que esta transferencia, palanca del éxito, salga como la más fuerte
resistencia. Para esclarecer esto vemos el camino a la neurosis: hay introversión de la libido a estadios
infantiles a causa de una frustración en la vida real de la satisfacción, lo que sale a luz en el análisis como
una resistencia. A estas mismas fuerzas que llevan a la represión, se le suma, también una atracción que
ejerce el inconsciente sobre la libido. Dos fuerzas: la que empuja a lo inconsciente, y la que ejerce el
inconsciente mismo. Va a haber un punto donde, persiguiendo el material inconsciente desde uno
consciente, se va a ver claramente una ocurrencia como un compromiso entre ambas partes y es ahí donde
sobreviene la transferencia: si algo del material del complejo es apropiado para transferir sobre el médico
se genera una formación de compromiso.
Para entender porque la transferencia es también resistencia Freud separa la transferencia positiva
de la negativa. La primera tiene 2 partes: una de sentimientos amistosos y tiernos susceptibles de
conciencia y otra parte erótica inconsciente. Estos dos partes están enlazados y la tierna se genera a
expensas de un debilitamiento de la erótica. Esta parte positiva erótica, junto con la transferencia
negativa son las que forman la resistencia en el análisis. La parte tierna de la transferencia positiva es la
que lleva al éxito de la cura.
Cuando se detiene la asociación libre del paciente, puede ser porque entra en juego la transferencia
con el médico.
¿Por qué en el análisis la Transferencia sale al paso como la más fuerte resistencia?
Cuando las asociaciones libres del paciente se deniegan, es posible eliminar esa parálisis
aseverándole que ahora él está bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico o a algo
perteneciente a él. Para explicar la transferencia devenida resistencia, Freud evoca la condición
psicológica del tratamiento: una condición previa, regular e indispensable de toda contracción de una
psiconeurosis, es el proceso que Jung denominó “Introversión de la libido”. Disminuye el sector de la
libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad objetiva y aumenta el sector de la libido extraña
a la conciencia. La libido se interna en el camino de la regresión y reanima los imagos infantiles.
Hasta allí sigue la cura analítica que quiere volverla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla
al servicio de la realidad objetiva. Ahora todas las fuerzas que causaron la regresión de la libido se elevan
como unas resistencias al trabajo para conservar ese nuevo estado.
Las resistencias acompañan todos los pasos del tratamiento. Si se persigue un complejo patógeno
desde su subrogación en lo consciente (síntoma) hasta su raíz en lo inconsciente, enseguida se entrará en
una región donde la resistencia se hace valer con nitidez. En este punto sobreviene la transferencia. Si
algo del material del complejo es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico, ésta
transferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de
una resistencia (ejemplo: detención de las ocurrencias).
14) Freud (1914). RECORDAR, REPETIR Y REELABORAR
Etapas de la técnica psicoanalítica:
• Catarsis bequeriana: Se enfocaba en el momento de la formación del síntoma,
reproduciendo los procesos psíquicos deshabituación para que tuvieran una resolución a nivel
consciente. Se recordaba y abre accionaba.
• Renuncia a la hipnosis: se pasa a primer plano las ocurrencias libres del paciente para
llegar a lo que no se podía recordad, que eran interpretadas para vencer la resistencia. Seguía el
enfoque sobre el momento de la formación del síntoma, y se tenían en cuenta otras situaciones
detrás de ésta. Se deja la abre acción por la regla fundamental.
• Se renuncia a enfocarse a un momento y problema determinado. Se analiza lo que
muestra el paciente para discernir las resistencias y hacerlas consientes. La meta erala misma que
antes, vencer las resistencias. El médico renuncia a enfocar un momento o un problema
determinados, se conforma con estudiar la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez,
y se vale del arte interpretativo para discernir las resistencias que se recortan en el enfermo y
hacérselas conscientes. Se establece una nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone
en descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo; dominadas ellas, el paciente narra
con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados. La meta de estas técnicas ha
permanecido idéntica: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las
resistencias de represión.
El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un «bloqueo» de
ellas. Los otros grupos de procesos psíquicos que como actos puramente internos (fantasías, procesos de
referimiento, mociones de sentimiento, nexos) se pueden oponer a impresiones y vivencias deben ser
considerados en modo distinto en su relación con el olvidar y el recordar. Aquí sucede, que se «recuerde»
algo que nunca pudo ser «olvidado» porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente. Para
ciertas vivencias, sobrevenidas en épocas tempranas de la infancia, la mayoría de las veces es imposible
despertar un recuerdo (pero se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños, y a través del análisis de
neuróticos).
El signo distintivo de esta nueva técnica respecto del tipo anterior, se puede resumir en que el
analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce
como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, que lo hace. El paciente empieza la cura con una
repetición. Y durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de
repetición; se comprende que esta es su manera de recordar.
Relación de esta compulsión de repetir con la trasferencia y la resistencia:
La trasferencia misma es sólo una pieza de repetición, y la repetición es la trasferencia del
pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico sino también sobre todos los otros ámbitos de la
situación presente. Tenemos que prepararnos para que el analizado se entregue a la compulsión de
repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no sólo en la relación personal con el médico,
sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida -p. ej., si durante la cura elige un
objeto de amor, toma a su cargo una tarea, inicia una empresa-. Tampoco es difícil discernir la
participación de la resistencia. Mientras mayor sea esta, tanto más será sustituido el recordar por el
actuar (repetir). Si la cura empieza bajo el patronazgo de una trasferencia suave, positiva y no
expresa, esto permite, como en la hipnosis, una profundización en el recuerdo, en cuyo trascurso
hasta callan los síntomas patológicos; pero si en el ulterior trayecto esa trasferencia se vuelve hostil o
hiperintensa, necesitando por eso de represión, el recordar deja sitio enseguida al actuar. Y a partir de
ese punto las resistencias comandan la secuencia de lo que se repetirá. El enfermo extrae del arsenal
del pasado las armas con que se defiende de la continuación de la cura, y que nos es preciso
arrancarle pieza por pieza.
El analizado repite en vez de recordar, y repite bajo las condiciones de la resistencia. ¿Qué repite o
actúa? Repite todo lo que desde las fuentes de su reprimido se ha abierto paso hasta su ser manifiesto (sus
inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter). Y además, durante el tratamiento
repite todos sus síntomas. Debemos tratar su enfermedad como un poder actual. Esta condición patológica
va entrando progresivamente dentro d del campo de acción de la cura, y el enfermo lo vivencia como algo
real-objetivo y actual, mientras el analista tiene que realizar el trabajo terapéutico que en parte consiste en
reconducirlo al pasado.
El hacer repetir en el curso del tratamiento analítico, en nuestra técnica, equivale a convocar un
fragmento de vida real, y eso no puede ser inofensivo y carente de peligro.
Justificación de la táctica que el médico sigue: Para él, el recordar a la manera antigua, el
reproducir en un ámbito psíquico, sigue siendo la meta, aunque sepa que con la nueva técnica no se lo
puede lograr. Se dispone a librar una permanente lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito
psíquico todos los impulsos que él querría guiar hacia lo motor, y si consigue tramitar mediante el trabajo
del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de una acción, lo celebra como un triunfo
de la cura. Cuando la ligazón trasferencial se ha instalado, el tratamiento logra impedir al enfermo todas
las acciones de repetición más significativas y utilizarlas como un material para el trabajo terapéutico.
Ahora bien, el principal recurso para domeñar la compulsión de repetición del paciente, y
transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Volvemos esa
compulsión inocua y, más aún, aprovechable si le concedemos su derecho a ser tolerada en cierto ámbito:
le abrimos la trasferencia como la palestra donde tiene permitido desplegarse con una libertad casi total, y
donde se le ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido en
la vida anímica del analizado. En este marco, los síntomas de la enfermedad cobran un nuevo significado
trasferencial, y se consigue sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de trasferencia, de la que
puede ser curado en virtud del trabajo terapéutico. La trasferencia crea así un reino intermedio entre la
enfermedad y la vida, en virtud del cual se cumple el tránsito de aquella a esta. El nuevo estado ha
asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible por
doquiera a nuestra intervención. De las reacciones de repetición, que se muestran en la trasferencia, los
caminos del tratamiento llevan luego al despertar de los recuerdos, que vencidas las resistencias,
sobrevienen con facilidad.
El vencimiento de la resistencia comienza con el acto de ponerla en descubierto el médico, pues el
analizado nunca la discierne, y comunicársela a este. Pero nombrar la resistencia no puede producir su
cese inmediato. Es preciso dar tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo y
obedeciendo a la regla analítica fundamental. Sólo en el apogeo de la resistencia descubre uno, dentro del
trabajo con el analizado, las mociones pulsionales reprimidas que la alimentan y de cuya existencia y
poder el paciente se convence en virtud de tal vivencia. Se tiene que esperar y consentir un decurso que
no puede ser evitado y aún menos apurado.
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el
analizado y en una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el
máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo
sugestivo. En teoría se la puede equiparar a la «abreacción» de los montos de afecto estrangulados por la
represión, abreacción sin la cual el tratamiento hipnótico
15) Freud (1914). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia.
¿A qué debe la transferencia el servir como medio de resistencia?
Se vuelve muy difícil confesar una moción de deseo prohibida ante la misma persona sobre quien
esa moción recae. Uno no puede comprender el empleo de una transferencia como resistencia mientras
piense en una transferencia a secas. Es preciso separar una transferencia positiva, que se divide en
sentimientos tiernos/amistosos y eróticos, y por otro lado una transferencia negativa (sentimientos
hostiles). (Ver ejemplo parcial domic. – ambivalencia)
La transferencia sobre el médico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando
es una transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas.
Cuando se cancela la transferencia, haciéndola consciente, solo hacemos desasirse de la persona del
médico esos dos componentes del acto de sentimientos, en cuanto al otro componente, susceptible de
conciencia y no chocante, subsiste y es el portador del éxito.
En la pesquisa de la libido extraviada de lo consciente, una ha penetrado en el ámbito de lo
inconsciente. Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura desea, sino que
aspiran a reproducirse.
El analizado no recuerda nada de lo reprimido y olvidado, sino que lo actúa. No lo reproduce como
recuerdo sino como acción.
La técnica analítica impone al médico denegar a la paciente la satisfacción apetecida (cura
realizada en abstinencia).
Postular este principio: hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como fuerzas
pulsionantes de trabajo y no apaciguarlas. Uno no podría más que ofrecer subrogados.
Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota
para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar,
repetir en la vida algo que solo deben recordar, reproducir como material psíquico.
Consentir la apetencia amorosa es tan funesto como sofocarla.
El amor se compone por entero de repeticiones y calcos de reacciones anteriores, infantiles.
Amor de Transferencia consta de reediciones de resgos antiguos y repite reacciones infantiles.
Justamente, lo compulsivo, que recuerda a lo patológico, procede de su condicionamiento infantil.
Transferencia como el proceso por el cual deseos Inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos.
Carácter del amor de transferencia:
1) Provocado por la situación analítica
2) Empujado hacia arriba por la resistencia. Esta no lo crea, sino que se sirve de él y gobierna la
situación.
3) Carece en alto grado del miramiento por la realidad objetiva. Más ciego en la apreciación de la
persona amada.
La terapia hipnótica usa la sugestión para prohibir los síntomas, refuerza la represión, deja intactos
los procesos que han llevado a la formación de síntoma; la terapia analítica llega hasta los conflictos de
donde nacen los síntomas, se sirve de la sugestión para modificar el desenlace de ellos; impone un difícil
trabajo para cancelar las resistencias internas. Se trabaja con la transferencia resolviendo lo que se
contrapone. La superación de los conflictos se logra si se le han dado las representaciones-expectativa que
coinciden con su realidad interior. La transferencia es objeto de tratamiento, es descompuesta en su
manifestación. El éxito del tratamiento se produce por superación de las resistencias.
Teoría de la libido: el neurótico es incapaz de gozar y producir porque la libido no está dirigida a
objetos reales, y porque tiene que gastar gran parte de la energía en mantener la libido reprimida y
defenderse de ella. La terapia consiste en desasir la libido de sus provisionales ligaduras sustraídas al Yo
para ponerla al servicio de él. La libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la
satisfacción sustitutiva. Por eso es necesario resolverlos; para esto hay que remontarse hasta su génesis,
renovar el conflicto del que surgieron, llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas no disponibles en
ese momento, pero no en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión sino en
transferencia, creando versiones nuevas del viejo conflicto. La transferencia es el campo de batalla en el
que se reencuentran las fuerzas que combaten. Toda la libido converge en la relación con el médico, los
síntomas quedan despojados de libido. La transferencia aparece en lugar de la enfermedad. En lugar de
los objetos libidinales irreales, aparece un único objeto fantaseado: el médico. Cuando la libido vuelve a
desasirse del objeto provisional no puede volver atrás a sus primeros objetos, sino que queda a
disposición del Yo. Se libró batalla con la repugnancia del Yo hacía ciertas orientaciones de la libido
(inclinación a reprimir).
Hay dos fases en el tratamiento: de los síntomas a la transferencia, y librar a éste nuevo objeto de la
libido, para eliminar la represión, de suerte que no pueda sustraerse más la libido del Yo. Bajo la
influencia de la sugestión se produce un cambio en el Yo; el Yo es engrosado por lo inconsciente que se
hace consciente, se reconcilia con la libido, se le concede alguna satisfacción y se reduce el horror ante
sus reclamos por la posibilidad de neutralizar un monto de ella por sublimación.
Los límites están en la falta de movilidad de la libido que no quiere abandonar sus objetos, y en la
rigidez del narcisismo, que no permite que la transferencia sobrepase cierta frontera.
Los sueños, así como los actos fallidos y ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los
síntomas y descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo la represión y
los objetos a los cuales quedó aferrada la libido sustraída al Yo.
El sano también ha realizado represiones y hace un cierto gasto para mantenerlas, su Icc oculta
mociones reprimidas, investidas de energía y una parte de su libido no está disponible para su Yo. La
persona sana es virtualmente neurótica. La diferencia entre salud y neurosis se circunscribe a lo práctico,
y se define por el resultado, si le ha quedado a la persona capacidad para gozar y producir; el sano puede
poseer innumerables formaciones de síntoma, aunque mínimas y carentes de importancia práctica. La
diferencia es de índole cuantitativa, los montos de energía que han quedado libres y ligados por
represión.
El yo tiene como tarea obedecer a sus 3 vasallajes: el ello, la realidad objetiva, y el superyó. Y
mantener pese a todo, su autonomía. El más duro reclamo para el yo es sofrenar las exigencias pulsionales
del ello, para lo cual tiene que solventar grandes gastos de contrainvestidura. También la exigencia del
superyó puede volverse intensas. Ello y superyó hacen causa común contra el oprimido yo, quien para
conservar su norma quiere aferrarse a la realidad objetiva.
PLAN TERAPEUTICO: el yo está debilitado por el conflicto interior, y nosotros tenemos que
acudir en su ayuda. FORTALECER EL YO DEBILITADO + VENCER LAS RESISTENCIAS.
El médico y el yo debilitado del enfermo, deben formar un bando contra los enemigos: PACTO. El
yo del enfermo nos promete la más cabal sinceridad y nosotros le aseguramos discreción y ponemos a su
servicio nuestra experiencia. Nuestro saber debe remediar su no saber, debe devolver al yo del pte el
imperio sobre jurisdicciones perdidas de la vida anímica.
Lo comprometemos a observar la REGLA FUNDAMENTAL DEL PSA, que en el futuro debe
gobernar su conducta hacia nosotros. Todo cuanto le acuda a la mente, aunque sea desagradable, debe
decirlo, aunque le parezca sin importancia y hasta sin sentido. Así, nos permite colegir lo icc reprimido en
el, y por medio de nuestra comunicación, ensanchar la noticia que su yo tiene sobre su icc.
PERO el pte ve en el analista un RETORNO, una reencarnación de una persona importante de su
infancia, de su pasado, y por eso transfiere sobre él sentimientos y reacciones que sin duda se referían a
ese arquetipo. Este hecho de la TR pronto demuestra ser: por un lado, un recurso auxiliar de valor
insustituible, por el otro, una fuente de peligros serios. Esta TR es ambivalente, incluye actitudes
positivas, tiernas, así como negativas y hostiles hacia el analista, quien por lo general es puesto en el lugar
de un miembro de la pareja parental. Mientras es positiva nos presenta los mejores servicios, resorte que
pulsiona la colaboración del pte.
La relación transferencial conlleva, además, otras dos ventajas. Si el pte pone al analista en el lugar
de su padre o su madre, le otorga también el poder que su superyó ejerce sobre su yo, puesto que estos
progenitores han sido el origen del superyó. Y entonces el nuevo superyó tiene oportunidad para una
suerte de pos educación del neurótico.
Otra ventaja de la TR es que en ella el pte escenifica ante nosotros, un fragmento importante de su
biografía, sobre el cual es probable que en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Actúa en lugar
de informarnos.
Puesto que la TR reproduce el vínculo con los padres, asume también su ambivalencia.
Difícilmente se pueda evitar que la actitud positiva hacia el analista se trueque de golpe en negativa
hostil. También esta es de ordinario una repetición del pasado.
Los resultados curativos producidos bajo el imperio de la TR positiva están bajo sospecha de ser de
naturaleza sugestiva. Si la TR negativa llega a prevalecer. Uno repara, en que fueron vanos todo el
empeño y trabajo anteriores.
Es muy indeseable para nosotros que el pte fuera de la TR actúe en lugar de recordar: la conducta
ideal para nuestros fines seria que fuera del tto el se comportara de la manera más normal posible y
exteriorizara sus reacciones anormales solo dentro de la tr.
Si lo asaltáramos con nuestras interpretaciones antes que el estuviera preparado, la comunicación
provocaría un estallido de resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o la haría peligrar. En
cambio, si lo hemos preparado todo de manera correcta, a menudo conseguimos que el pte corrobore
nuestra construcción y el mismo recuerde el hecho íntimo o externo olvidado.
Con la mención de la resistencia hemos llegado a la segunda parte. El yo se protege mediante unas
constrainvestiduras de la intrusión de elementos indeseados oriundos del ello icc y reprimido: que estas
constrainvestiuras permanezcan intactas es una condición para la función normal del yo.
Queremos que el yo, tras cobrar osadía por la seguridad de nuestra ayuda, arriesgue el ataque para
reconquistar lo perdido. Y en este empeño registramos la intensidad de esas contrainvestiduras como unas
resistencias a nuestro trabajo. Resistencia de represión.
Debemos mover al yo para que venza esas resistencias. Vencer las resistencias es la parte e nuestro
trabajo que demanda el mayor tiempo y la máxima pena.
UNIDAD 4 : CONTRATRANSFERENCIA
Diferentes concepciones de la contratransferencia. Transferencias cruzadas. Deseo del analista.
MARCO AMPLIO MAS QUE ENCUADRE RIGIDO para el trabajo de análisis con un paciente
neurótico, no es un cuadro rígido, inmodificable e inflexible. Todo lo contrario: varia con cada analizante
y también con las distintas etapas de un análisis. Así como cada paciente es absolutamente singular,
también el analista lo es, y tendremos que ir acuñando un estilo propio, un modo original de ejercer
psicoanálisis. El dispositivo analítico, además de adecuarlo a cada analizante, cabe adaptarlo también a la
medida del analista.
RETORNO A LA ASOCIACION LIBRE la asociación libre no está pensada como una fuente de
recuerdos ni para rememorar acontecimientos vividos. Funciona como una musa inspiradora: aporta
ideas, ocurrencias para que luego sean procesadas. La asociación libre no es sinónimo de halar en sesión,
se puede llenar horas con un discurso vacío.
En cambio, hay una exigencia de trabajo implícita en esta visión de la asociación libre y de la
elaboración posterior de aquello que esta aporta.
Hay que suponer que algo ligado a la pulsión de vida, permite la emergencia de un soplo nuevo,
una bocanada de aire fresco. Yo no actúo ahí por sola presencia. Acompaño esa tarea. Acompañar a veces
con un sí..Si... o un ahá.. hacer una acotación o señalar un aspecto especifico a interpretar.
EL PASADO un psa no apunta reconstruir el pasado del sujeto, sino que punta mas a la
resignificación. Sabemos que en un análisis se producen con cierta frecuencia revivencias de aspectos de
la historia personal. A mí me interesa poner ese movimiento mas al servicio de la RESIGNIFICACION de
aquella que a los efectos de una minuciosa reconstrucción de los tiempos y contextos anteriores.
Más que reconstruir el pasado se trata de construir una historia que no ha tenido jamás lugar
anteriormente, en tanto se la edifica con elementos que recién ahora empiezan a ver la luz. Por eso es que
hay una creación en la transferencia, no solo repetición: surge algo nuevo.
La emergencia de verdades subjetivas instaura un saber, pero la modificación del sujeto no es por
ese plus de conocimientos.
Es fundamental distinguir lo que constituye un epifenómeno de las modificaciones psíquicas de
aquello que serian las causas de los cambios.
DESEO DEL ANALISTA Lacan habla de la presencia del analista en la trama transferencial. La
transferenciase origina a partir del analista. Es este quien la provoca, la dispara, poniendo en juego el
deseo del analista, que tendría como función hacer emerger el deseo del analizante. Cuando lacan habla
del deseo del analista se esta refiriendo a un deseo que permite sostener la función analítica.
Al sostener la idea de TRANSFERENCIACRUZADAS, subrayo que tanto analista como
analizantes en el campo transferencial, cada uno con sus propias repeticiones, fantasmas, deseos,
síntomas, y entre ambos configuran una relación única. La transferenciaademás de producirse
espontáneamente, es activada, potenciada por el dispositivo y las interpretaciones analíticas.
Hablar de TRANSFERENCIACRUZADAS no significa que las posiciones y funciones de ambos
sean simétricas. Tampoco otorgar vía libre a la subjetividad del analista, a la sugestión, al uso de los
sentimientos del analista para precisar mejor los de su paciente, ni hacer de los afectos la brújula para
comprender al analizante.
LA FUNCION DELANALISTA Existe una función del analista, lo que no existe es esa función en
abstracto, disociada de un sujeto de carne y hueso que la lleva adelante. Ella se encarna siempre en tal o
cual analista. No es indiferente de quien ocupe ese lugar, quien se hace cargo de dicha función. Teniendo
en cuenta la incidencia personal del analista, es como podrían en la práctica limitarse o controlarse estas
influencias. Cada analista está metido en el análisis de sus pacientes y lo está con sus características
propias.
Pretender que es posible borrarnos completamente para que el espacio transferencial sea ocupado
solo por el analizante, sosteniendo que lo único que estaría en juego es la subjetividad del paciente y
queriendo de paso fundar en ello la objetividad, es una opción que entraña sus riesgos. El analista no es
jamás un observador neutro, sino que forma parte de la situación analítica y que, sus vacilaciones respecto
de la neutralidad no suelen ser excepcionales.
Estoy convencido de que el reconocimiento de estos hechos permitiría limitar esa incidencia, tanto
por parte del analista como del analizante. El primero está obligado a tomar los cuidados necesarios para
evitar dirigir la vida de su paciente; al segundo le cabe la posibilidad de no tomar las intervenciones de su
analista como si fuera palabra santa.
20) Lacan (1953). SEMINARIO I. LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD
El analizado fue invitado a dar una disertación a la radio sobre un tema que interesaba a la analista.
Esta disertación fue realizada unos días después de la muerte de la madre del analizado. A pesar de estar
afectado sigue con sus obligaciones. Llega a la sesión siguiente en un estado de estupor y confusión y la
analista interpreta: “usted está así porque piensa que estoy muy resentida por el éxito que tuvo en la radio
hablando de este tema que me interesa”.
Para Lacan, esta fue una interpretación choque. El hecho que el sujeto haya salido de su estado tras
esta intervención no prueba la justeza de la misma.
Al cabo de un año el sujeto se da cuenta que su estado de confusión era consecuencia de sus
reacciones de duelo, que solo invirtiéndolas había podido superar.
La analista se cree aquí autorizada para hacer lo que se denomina una interpretación de ego a
ego (que no se distingue de la proyección). Conviene abstenerse de estas interpretaciones. Se trata de
intervenciones del eje de lo simbólico, no desde el eje de lo imaginario.
• Los escritos técnicos, son un cierto número de escritos de Freud entre 1904 y 1919, cuyo
título, presentación y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico (Freud no habla en
ellos exclusivamente de técnica). En ellos hay nociones fundamentales para comprender el modo de
acción terapéutica analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de
acción e intervención en la transferencia y el papel esencial de la neurosis de transferencia.
• Para Freud, la dimensión propia del análisis es la reintegración por parte del sujeto de su
historia hasta sus últimos límites sensibles.
• El acento cae cada vez más sobre la faceta de reconstrucción que sobre la faceta de
reviviscencia en el sentido afectivo.
• El problema del sujeto es el rechazo del sentido de sus síntomas. Este sentido no debe
serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que respeta a la
persona humana. A eso es ilógico plantear que el objetivo es forzar la resistencia del sujeto. (escuela
inglesa).
• Freud considera al discurso como una realidad en tanto tal, haz de discursos yuxtapuestos
que se recubren unos a otros, se suceden. Él no disponía de la noción de “soporte material de la
palabra”, Hoy habría tomado como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que componen
parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto mayor a medida que el
sujeto se aproxima a un discurso que sería el último y el bueno, pero que rechaza de plano.
Cuando emprendemos un análisis para liberar al paciente de sus síntomas patológicos, se supone
una fuerte y tenaz resistencia, que se mantiene durante todo el tratamiento. El enfermo produce todos los
fenómenos de esta resistencia sin reconocerlos como tales, y es un gran éxito que logremos inducirlo a
aceptar esta concepción y contar con ella. ¿se revelan acaso contra su auxiliador beneficio de su
enfermedad? Si.
La resistencia de los enfermos es:
• Diversificada
• Refinada
• Difícil de reconocer
• Variadas y proteicas las formas de manifestación.
Cuando se fija la regla analítica fundamental, decir todo lo que se le cruce por la cabeza y omitir
toda crítica y reparo; se le pide que comunique todas las percepciones interiores en la secuencia que
emerjan de el, sin hacer selección o exclusión de ocurrencias, sin censura ni critica. El resultado del
tratamiento dependerá de la escrupulosidad con que obedezca esta regla. Al fijarla, lo primero que
conseguimos es que se convierta en el blanco de ataque de la RESISTENCIA. Asevera que no se le
ocurre nada. Es raro encontrarse con un enfermo que no intente reservar para si algún ámbito a fin de
defenderlo de la cura. Al final se logra arrancarle a la resistencia una cierta cuota de obediencia a la regla
técnica fundamental y se vuelca hacia otro ámbito. Aparece como RESISTENCIA INTELECTUAL,
lucha con argumentos, se hace fuerte en las dificultades de las doctrinas analíticas, aparecen las críticas y
objeciones hacia la técnica. Empero, el paciente admite razones: le gustaría que lo instruyéramos, lo
aconsejemos, esta dispuesto a hacerse partidario del psicoanálisis bajo la condición de que el análisis deje
a salvo su persona.
Pero nosotros visualizamos este apetito de saber como resistencia, como distracción de nuestra
tarea y lo rechazamos.
Las resistencias intelectuales no son las peores, siempre se puede salir vencedor de ellas. Pero el
paciente durante el análisis se las arregla para producir resistencias cuyo vencimiento se encuentra entra
las tareas mas difíciles.
• En lugar de recordar, repite unas actitudes y mociones afectivas de su vida que por medio
de la transferencia pueden emplearse para resistirse al médico y a la cura.
• Si se trata de un hombre, por lo general tomara este material de su relación con el padre,
en cuyo lugar pone al médico y entonces sus resistencias parten del afán de afirmar su
autonomía personal y de juicio.
• Las mujeres se las componen para hacer sobre el médico una transferencia tierna, de tinte
erótico y explotarla a los fines de la resistencia. Esta simpatía, llegada a cierta altura, hace
que se pierda todo interés por la cura.
Las resistencias de esta clase contienen tanto del material más importante del pasado del paciente, y
lo espejan de manera tan convincente que se convierten en los mejores soportes del análisis si una técnica
diestra sabe darle el giro correcto. Pero, el enfermo las utiliza para ceder en su empeño sobre cualquier
mejoría d su estado.
Estas resistencias tienen que salir a la luz y quedamos insatisfechos cuando no lo provocamos con
nitidez suficiente y no podemos aclararlo al enfermo.
El vencimiento de estas es una operación esencial del análisis y la única pieza del trabajo que nos
asegura que hemos conseguido algo con el paciente.
Estas resistencias que oponen los neuróticos a la eliminación de sus síntomas, se convirtió en la
base de concepción dinámica de la neurosis.
En el curso del tratamiento la intensidad de la resistencia varia de continuo, aumenta cada vez que
nos aproximamos a un tema nuevo y llega a su máxima fuerza en el ápice de la elaboración de este y
vuelve a desbaratarse cuando se lo finiquita. Nunca nos encontramos con la total dimensión de la
resistencia que un paciente puede desplegar. Si estamos a punto de promover a su cc un fragmento nuevo
del material icc, particularmente penoso para el, se vuelve critico al extremo.
¿De que manera aplicamos esto de que el enfermo se defiende con tanta energía contra la
eliminación de sus síntomas y el restablecimiento de un discurrir normal de sus procesos anímicos?
Se registran fuerzas poderosas que se oponen a un cambio de estado, tiene que ser las mismas que
en su tiempo lo impusieron.
En la formación del síntoma tiene que haber ocurrido algo que ahora podemos reconstruir. La
existencia del síntoma tiene por premisa que algún proceso anímico no fue llevado hasta el final
normalmente, de manera que pudiera devenir consciente. El síntoma es un sustituto de lo que se
interceptó. Debe de haberse producido una violenta renuencia a que el proceso anímico cuestionado
penetrase hasta la cc, por eso permaneció icc, en cuanto inconsciente tuvo el poder de formar un síntoma.
Esa misma renuncia se opone durante la cura analítica al esfuerzo por volver a transportar lo inconsciente
a lo consciente. Esto es lo que sentimos como RESISTENCIA. El proceso patógeno que la resistencia nos
revela ha de recibir el nombre de REPRESION.
• Es la precondición de la formación de síntoma, pero es también algo que no se parece a
nada de lo que conocemos.
• Si un impulso fue sometido a la represión entonces conservaría su energía y no restaría
recuerdo alguno de el, el proceso de la represión se consumaría sin que el yo lo notase.
• Las mociones que están dentro del vestíbulo del inconsciente quedan sustraídas a la
mirada de la conciencia, que se encuentra en el otro espacio: por fuerza tienen que permanecer al
principio inconsciente. Cuando ya se abrieron paso hasta el umbral y fueron refrenadas por el
guardián son inadmisibles en la conciencia: las llamamos reprimidas. Pero las mociones a las que
el guardián dejo pasar el umbral no por eso han devenido necesariamente conscientes, meramente
pueden llegar a serlo si logran atraer sobre ellas la mirada de la conciencia. Por eso, ese sistema
es el preconsciente. El destino de la represión para una moción singular consiste en que el
“guardián” no la deje pasar del sistema inconsciente al preconscientes. Es el mismo guardián con
quien tomamos conocimiento en calidad de resistencia cuando procuramos cancelar la represión
mediante el tratamiento analítico.
Los restos diurnos, en los que individualizamos a los incitadores del sueño, eran un materia
preconsciente que durante la noche, en el estado del dormir, había podido experimenta la influencia de
unas mociones de deseo inconscientes y reprimidas, y formar el sueño latente en comunidad con estas
mociones y merced a la energía de ellas. Bajo el imperio del sistema inconsciente, ese material había
recibido un tipo de procesamiento (la condensación y el desplazamiento) que en la vida anímica normal,
es decir, dentro del sistema preconsciente, es desconocido o se admite solo por excepción.
Los síntomas sirven a la satisfacción sexual de los enfermos, son un sustituto de esa satisfacción
que les falta en la vida. Los neuróticos son aquellos que enferman a raíz de una frustración cualquiera,
cuando la realidad les escatima la satisfacción de sus deseos.
El masoquismo contradice el principio de placer porque el displacer mismo se vuelve meta. Hay
que indagar las pulsiones de vida y muerte en relación con el principio de placer.
Hemos concebido al principio que gobierna todos los procesos anímicos como un caso especial de
la tendencia a la estabilidad, así atribuimos al aparato anímico el propósito de reducir a la nada las sumas
de excitación que le afluyen, o al menos mantener al en el mínimo grado posible. Se propuso el termino
de principio de nirvana. Pero identificamos apresuradamente el principio de placer displacer con este
principio de Nirvana. De ser idénticos, todo displacer debería coincidir con una elevación, y todo placer
con una disminución de la tensión de estimulo presenten en lo anímico; el principio de Nirvana estaría por
completo al servicio de las pulsiones de muerte, cuya meta es conducir la inquietud de la visa a la
estabilidad de lo inorgánico, y tendría por función alertar conra las exigencias de las pulsiones de vida (de
la libido), que procuran perturbar el ciclo vital a cuya consumación se aspira. Por ende, esta concepción
no puede ser correcta. Es indudable que existen tensiones placenteras y distenciones displacenteras. Es
decir que el placer/displacer no se refiere al aumento o disminución de una tensión (carácter cuantitativo).
El placer-displacer dependería de algo cualitativo.
El principio de Nirvana sufrió una modificación por la cual devino principio de placer,
modificación impulsada por la pulsión debida. El principio de nirvana expresa la pulsión de muerte.
El principio de placer subroga la exigencia de la libido y su modificación, el principio de realidad
expresa el mundo exterior. Ninguno de los tres es destituido por los otros. En general saben conciliarse
entre si. Se concluye que el principio de placer no es el principio rector de la vida.
REPRESION esfuerzo de desalojo. No consiste en un proceso que se cumple de una vez y para
siempre, sino que reclama un gasto permanente. Si este faltara, la moción reprimida que recibe continuos
aflujos desde sus fuentes, retomaría el mismo camino que fue esforzada a desalojar, la represión quedaría
despojada de su éxito o debería repetirse indefinidamente.
La naturaleza continuada de la pulsión exige al yo asegurar su acción defensiva mediante un gasto
permanente. Esta acción en resguardo de la represión es la RESISTENCIA presupone la
contrainvestidura. En la neurosis obsesiva es palpable una contrainvestidura así. Se manifiesta como
alteración del yo, como formación reactiva en el interior del yo, estas formaciones son exageraciones de
rasgos de carácter normales.
En la histeria resulta más difícil pesquisar la contrainvestidura, pero es igualmente indispensable.
La RESISTENCIA que debemos superar en el análisis es operada por el YO, que se afirma en sus
contrainvestiduras. Hacemos cc la resistencia toda vez que ella misma es icc a raíz de su nexo con lo
reprimido. Si ha devenido cc le contraponemos argumentos lógicos y prometemos al yo ventajas y
premios si abandona la resistencia. En cuanto a la resistencia del yo, entonces, no hay nada que poner en
duda o rectificar. Pero el yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones aun después que se
formo el designio de resignar sus resistencias, y llamamos REELABORACION a la fase de trabajoso
empeño que sigue a ese loable designio. Tras cancelar la resistencia yoica, es preciso superar el poder de
la compulsión de repetición.
Freud retrabaja las resistencias:
• Resistencia de asociación resistencia radial, que implica que cuanto más cerca nos encontramos
del núcleo patógeno, mayor resistencias se encuentran.
• Resistencia en la transferencia la transferencia tiene una cara motora que permite el circuito
asociativo, y también una cara como obstáculo que implica que en determinado momento se produce una
falta de asociación.
• Resistencia en la ganancia secundaria de la enfermedad Hasta aquí, lo inconsciente era igual a lo
reprimido, pero ya no piensa SOLO en la concepción dinámica lo cual implica la represión y el retorno de
lo reprimido.
• Compulsión a la repetición con mas allá del principio de placer, Freud se pregunta qué es lo que
no se puede tramitar? Piensa en resistencias estructurales con incidencias en la teoría analítica. Existen
resistencias que la interpretación no puede levantar.
En el análisis hay que combatir con 5 clases de resistencias: todo aquello que impide y obstaculiza
el trabajo analítico
Resistencias el yo:
• Represión: mecanismo fundamental de la neurosis y de división entre cc e icc, la represión sustrae
la representación de la cc y como consecuencia surge el olvido.
• Transferencia: es una resistencia en tanto impide la asociación libre.
• Beneficio secundario de la enfermedad.
Resistencias del ello:
• Compulsión de repetición
Está en juego una satisfacción pulsional, una compulsión de repetición que no quiere resignarse.
No puede ser trabajada en análisis como interpretación, sino que debe trabajarse como una reelaboración
(vuelta del análisis)
Esta satisfacción no se liga a representaciones, es decir, no puede ponerse en palabras, solo se
recorta la estructura de la satisfacción parcial en la reelaboración que se produce en el análisis.
Resistencias del superyó:
• Reacción terapéutica negativa: parece brotar de la cc de culpa o necesidad de castigo, se opone al
éxito y a la cura.
Las resistencias del superyó están vinculadas a la necesidad de castigo, a la RTN, es decir, el sujeto
no quiere abandonar la satisfacción que le otorga la enfermedad, por lo tanto no quiere abandonar su
posición de enfermo, no quiere curarse.
El neurótico común
Esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las neurosis actuales. Freud reconoce que el yo
puede aprobar y conservar la enfermedad en la medida en que aporta satisfacción pero recordemos también que más
adelante en 1920, las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia inconsciente a volver al trauma
como satisfacción vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio del placer. Dos vertientes de
ganancia en el síntoma, ambas contrarias a su resolución transferencial. Lo crucial es la idea de que el síntoma como
tal, el de siempre el que anuda una ganancia primaria en el borde del trauma más singular, en el desamparo más
solitario de cada sujeto, impone su lógica y su saber hacer hecho satisfacción en la trama misma de los vínculos
sociales y que así también persiste y se hace crónico fuera de todo desciframiento. La satisfacción primaria es
interna, enraizada en las mociones pulsionales del propio cuerpo. La satisfacción de la ganancia secundaria seria
externa, proveniente del mundo.
Quien aborde el tratamiento analítico partiendo de la interpretación de sueños, retendrá su interés por el
contenido de estos y querrá obtener la interpretación más completa posible de cada sueño que el enfermo
le cuente. Pero no es fácil.
Si el médico prosigue ese trabajo interpretativo en las sesiones siguientes, se le acumularán entretanto
nuevos sueños, que deberá posponer hasta que pueda dar por tramitado el primero.
Para el tratamiento es de máximo valor tomar noticia CADA VEZ de la superficie psíquica del enfermo, y
mantenerse orientado hacia los complejos y resistencias.
QUE HACER CON LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS DENTRO DEL ANALISIS?
• Conformarse con los resultados que pueda obtener en una sesión y si no alcanzó a discernir por
completo el contenido del sueño, no anota esto como una deuda.
• A la sesión siguiente no se prosigue el trabajo interpretativo. Solo si se nota que ninguna otra cosa
se ha esforzado en el enfermo hacia el primer plano.
• Si se advierten sueños nuevos antes que se haya acabado con el anterior, uno se volverá a esas
producciones mas recientes y no se reprochara por abandonar las más antiguas.
• Cuando los sueños se vuelvan demasiado extensos, uno renunciara de antemano a una solución
completa.
• Hay que guardarse de mostrar un interés muy especial por la interpretación de los sueños y evitar
despertar en el enfermo la creencia de que el trabajo se quedara detenido si el no aporta sueños.
Hay que educar al analizado mas bien con la convicción de que el análisis en cualquier caso
hallara material para continuar.
• Cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornara en otro mientras no sea entendida ni
se sustraiga del imperio de lo icc. Asi, el mejor camino para completar la interpretación de un
sueño consistirá en dejarlo para consagrarse al nuevo sueño, que retoma el mismo material en una
forma quizá mas accesible.
• Debe el medico comunicar al enfermo enseguida todo lo que el ha desentrañado del sueño? No.
Sueños confirmatorios solo pueden presentarse en una cura psicoanálisis. Son fáciles de interpretar y su
traducción no arroja mas que aquello que la cura había inferido del material de las ocurrencias diurnas en
las ultimas sesiones. Como si el paciente hubiera tenido la amabilidad de brindar en forma onírica eso
mismo que inmediatamente antes se le sugirió. Solo se observan bajo determinadas condiciones de influjo
por la cura. La gran mayoría de los sueños se anticipan a la cura.
El otro significado de “término” de un análisis es mucho más ambicioso. En nombre del se inquiere
si se ha promovido el influjo sobre el paciente hasta un punto en que la continuación del análisis no
prometiera ninguna ulterior alteración.
El yo de los pacientes no esta alterado de una manera notable, y la etiología de la perturbación era
esencialmente traumática. Es que la etiología de todas las perturbaciones neuróticas es mixta; o se trata de
pulsiones hipertensas, esto es, refractarias a su domeñamiento por el yo, o del efecto de unos traumas
tempranos, prematuros, de los que un yo inmaduro no pudo enseñorearse. Por regla general, hay una
acción conjugada de ambos factores, el constitucional y el accidental. Mientras más intenso sea el
primero, tano más un trauma llevará a la fijación y dejara como secuela una perturbación del desarrollo; y
cuanto más intenso el trauma, tanto más seguramente exteriorizará su perjuicio, aun bajo constelaciones
pulsionales normales. No hay ninguna duda de que la etiología traumática ofrece al análisis, con mucho,
la oportunidad más favorable. Solo en el caso con predominio traumático conseguirá el análisis aquello de
que es magistralmente capaz: merced al fortalecimiento del yo, sustituir la decisión deficiente que viene
de la edad temprana por una tramitación correcta. Solo en un caso así se puede hablar de un análisis
terminado definitivamente. Aquí el análisis ha hecho su menester y no necesita ser continuado.
La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial del yo, adquirida en la lucha
defensiva, en el sentido de un desquicio y una limitación, son los factores desfavorables para el efecto del
análisis y capaces de prolongar su duración hasta lo inconcluible.
De los tres factores que hemos reconocido como decisivc para las posibilidades de la terapia
analítica (influjo de trauma, intensidad constitucional de las pulsiones, alteración del yo ) nos interesa
solo el del medio, la intensidad de las pulsiones.
Ahora bien, en el sano, toda decisión de un conflicto pulsional vale solo para una determinada
intensidad de la pulsión; mejor dijo, solo es valida dentro de la un determinada relación entre robustez de
la pulsión y robustez del yo. Si esta ultima se relaja, por enfermedad, por agotamiento, etc., todas las
pulsiones domeñadas con éxito hasta entonces volverán a presentar de nuevo sus títulos y pueden aspirar
a sus satisfacciones sustitutivas por caminos anormales.
Tampoco da lugar a dudas el material del otro lado: la intensidad pulsional. Dos veces en el curso
del desarrollo individual emergen refuerzos considerables de ciertas pulsiones; durante la pubertad y, en
la mujer cerca de la menopausia. En nada nos sorprende que personas que antes no eran neurtoicas
devengan tales hacia esas épocas. El domeñamiento de las pulsiones que habían logrado cuando estas
eran de menor intensidad, fracasa ahora con su refuerzo. Las represiones se comportan como unos diques
contra el esfuerzo de asalto de las aguas. Lo mismo que producen aquellos dos refuerzos pulsionales
puede sobrevenir de manera irregular en cualquier otra época de la vida por obra de influjos accidentales.
Se llega a refuerzos pulsionales en virtud de nuevos traumas, frustraciones impuestas, influjos colaterales
recíprocos de las pulsiones. El resultado es en todos los casos el mismo confirma el poder incontrastable
del facto cuantitativo en la causación de la enfermedad.
¿acaso nuestra teoría no reclama para si el titulo de producir un estado que nunca preexistió de
manera espontanea en el interior del yo, y cuto neo-creación constituye la diferencia esencial entre el
hombre analizado y el no analizado?. Todas las represiones acontecen en la primera infancia; son unas
medidas de defensa primitivas del yo inmaduro, endeble. En años posteriores no se consuman represiones
nuevas, pero son conservadas las antiguas, y el yo recurre en vasta medida a sus servicios para gobernar
las pulsiones. En nuestra terminología, los conflictos nuevos son tramitados por una pos-represión.
Acerca de las represiones infantiles acaso valga lo que hemos sostenido con carácter universal, a saber:
que dependen enteramente de la proporción relativa entre las fuerzas y no son capaces de sostenerse
frente a un acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones. Y bien, el análisis hace que e l yo madurado
y fortalecido emprenda una revisión de estas antiguas represiones; algunas serán liquidadas y otras
reconocidas, pero a estas de las edificará de nuevo sobre un material más solido. Estos nuevos diques
tienen una consistencia por entero diversa que los anteriores; es licito confiar en que no cederán tan fácil a
la pleamar del acrecentamiento de las pulsiones. La rectificación, con posterioridad, del proceso represivo
originario, la cual pone en termino al hiperpoder del factor cuantitativo, seria entonces la operación
genuina de la terapia analítica.
En nuestra primera descripción del desarrollo libidinal dijimos que una fase oral originaria deja
sitio a la fase sádico anal y esta a la fálico genital; la investigación ulterior no lo ha contradicho, pero ha
agregado a modo de enmienda, que estas situaciones no se producen de manera repentina, sino poco a
poco de suerte que en cada momento unos fragmentos de la organización anterior persisten junto a la más
reciente, y aun en el caso del desarrollo normal la trasmudación nunca acontece de modo integral; por
eso, en la plasmación definitiva pueden conservarse unos restos de las fijaciones libidinales anteriores.
Opino que la respuesta a la pregunta sobre como se explica la inconstancia de nuestra terapia
analítica bien podría ser esta: no hemos alcanzado siempre en toda su extensión, o sea, no lo bastante a
fondo, nuestro propósito de sustituir las represiones permeables por unos dominios confiables y acordes al
yo. La trasmudación se consigue, pero a menudo solo parcialmente; sectores del mecanismo antiguo
permanecen intocados por el trabajo analítico.
Cabe afirmar que el titulo reinvindicado por el análisis, de que él cura las neurosis asegurando el
gobierno sobre lo pulsional, es siempre justo en la teoira, pero no siempre lo es en la practica. Y ello
porque no siempre consigue asegurar en medida suficiente las bases para el gobierno sobre lo pulsional.
Es fácil descubrir la razón de este fracaso parcial. El factor cuantitativo de la intensidad pulsional se habia
contrapuesto en su momento a los empeños defensivos del yo; por eso debimos recurrir al trabajo
analítico y ahora aquel mismo factor pone un limite a la eficacia de este nuevo empeño. El gobierno sobre
lo pulsional mejor, pero sigue incompleto, porque la trasmudacion del mecanismo de defensa ha sido
imperfecta. Nada hay de asombro en ello, pues el análisis no trabaja con recursos ilimitados, sino
restringidos y el resultado final depende siempre de la proporción relativa entre las fuerzas de las
instancias en reciproca lucha
Es sin duda deseable abreviar la duración de una cura analítica, pero el camino para el logro de
nuestro propósito terapéutico solo pasa por el robustecimiento del auxilio que prtendemos aportar con el
análisis del yo.
……………
En términos muy amplios, una vez efectuado el desbrozamiento inicial del terreno psíquico,
trabajados ciertos paquetes sintomáticos, puestos de relieve los guiones primordiales de las formaciones
fantasmática, retirados los escombros de antiguas construcciones narcisistas venidas abajo, puesto un tope
a la desenfrenada compulsión repetitiva, trabajada la problemática de la castración… suele suceder
entonces algo ligado a la pulsión de vida (cierta fertilidad del terreno psíquico del analizante) permita la
emergencia de un soplo nuevo: llamémosle rebrotamiento de Eros o activación de la dimensión deseante.
Estos efectos de la larga tarea de movilización de la estructura psíquica del analizante suelen
conlleva una serie de modificaciones subjetivas; entre ellas, una desaparición o mutación de los síntomas
iniciales; al menos, de aquellos que le eran más perturbantes. Se asocia a esto cierto alivio del sufrimiento
y una mejor relación consigo mismo y con los demás. Un ligero tinte hipomaniaco suele estar presente.
Llegados a ese punto, algunos pacientes piensan que ya esta bien y se van. Sin embargo, no es éste el
momento del fin del análisis. Prefieren lo bueno a lo mejor, y quieren ahorrarse cierto color-placer, ciertos
calvarios y conmociones propios de esta ultima etapa.
Para estudiar mejor los avatares de estos casos (los que llegan al final de análisis) lo haré desde
aquellos ángulos que para mi son especialmente importantes desde la perspectiva de la metamorfosis de la
neurosis (= implica que el psicoanálisis produce cambios de forma de ella sin que exista una variación de
la estructura neurótica). Me referiré a los siguientes puntos
• Los síntomas
• El fantasma
• El trabajo en torno a las identificaciones
• El Ideal del yo y el tener proyectos
• La transformación de las instancias narcisistas (yo idea, ideal del yo, etc.) en el registro de la
castración
• La tarea respecto de las pulsiones. Sublimación
• El superyó
Este cuadro esta inspirado en la metáfora del ajedrez y representa los momentos iniciales de un
análisis (sector izquierdo) , los finales (circulo derecho), así como también el incierto periodo intermedio,
bosquejado mediante el cuadro central.
1) SÍNTOMAS
Ellos suelen ser los determinantes principales de la demanda inicial, que habitualmente es de alivio
del padecimiento psíquico. Se impone transformar esta demanda inicial en demanda analítica. Si tenemos
éxito en este cambio de juego, es decir, si logramos que el analizante (que viene frecuentemente a ser
curado según el modelo medico) postergue su demanda inicial y acepte un trueque de cartas, es posible
que suceda algo inaudito: que él sea llevado, arrastrado, por su palabra y pueda emerger y desplegarse la
otra escena, activación de lo inconsciente, surgimiento del oscuro mundo pulsional. En fin, la trama de
delgados hilos inconscientes que han bordado la historia de todo ser humano. Si todo esto comienza a
desplegarse, la queja inicial, ligada a los síntomas, suele entonces desaparecer del primer plano de las
asociaciones libres y son otras cuestiones las que ocupan su lugar.
Lo engañoso y la candidez: la dupla necesaria
• El síntoma es hipócrita: la cara que más muestra (la sufriente) clama desesperación, pero sus
otras facetas se oponen a ella. Esta impostura del síntoma pide una cierta credulidad en la escucha.
• Los síntomas conforman la hendidura por donde se cuela la transferencia posibilitando iniciar
una tarea de largo aliento sobre el terreno psíquico. Operamos sobre la neurosis de transferencia creada y
propenderemos a la desaparición o mutación de ellos, mediante la transformación de la dinámica psíquica
del sujeto. Solo si se cambia la neurosis preanalítica por una neurosis de transferencia es posible un psa.
• El más allá del principio de placer que habita en cada síntoma hace que la tarea sobre ellos no
sea fácil. Transformar en analítico un síntoma para luego hacerlo desaparecer operando sobre el goce y
los determinantes inconscientes de los mismos, tal es el contradiabolismo que opone el analista a la
pulsión de muerte.
Los síntomas irreductibles
La idea de metamorfosis de la neurosis implica que lo terapéutico, es decir, la modificación
favorable de los sufrimientos ligados a los síntomas, es consecutiva a la transformación global de la
dinámica psíquica del analizante. Aunque se trabaja sobre los síntomas hasta las ultimas sesiones, en los
periodos finales del análisis comienza a ocupar un cierto espacio el qué hacer con los irreductibles
analiticiso. Tiene que quedar abierta la posibilidad de nuevas resignificaciones ya lejos del analista. Al
analizante se le impone la tarea de hacer algo interesante con los síntomas que persisten.
No me parece poca cosa que el analizante se descubra viviendo mejor, al haber cambiado unos
síntomas insufribles por otros más tolerables.
2) EL FANTASMA
Su reiterada puesta en escena va posibilitando el conocimiento de su contenido argumental, que
puede pensarse como una condensación simbólica expresable mediante una frase concisa. En tanto lo
Real insiste, el fantasma despliega en lo imaginario sus múltiples formas de manifestación. A veces suelen
escenificarse partes de él, y sucede también que ciertos componentes de esos fragmentos pueden
deslizarse por el desfiladero regresivo, razón por la cual adquieren ropajes más arcaicos. Ello supondrá la
emergencia de escansiones primarias, que nos muestran la presencia actualizada del pasado: sombras de
anudamientos y separaciones con los objetos primordiales, marcas de encuentros con otros cuerpos en
historias libidinales y libidinizantes. Asimismo, percibiemos las huellas de los cortes que transformaron
dichas relaciones.
Clínica del fantasma
El trabajo en filigrana sobre las múltiples y variadas formas de expresión fantasmática permite la
construcción del fantasma habitualmente llamado fundamental; la formula condensada del contenido
argumental, básico, del fantasma. Pero éste no existe como tal en la psoquie del analizante puesto que se
trata de una abstracción, de una construcción del analista.
Al descubrir esta clave matriarcal puedo guiarme mejor en la frondosidad de las escenificaciones,
pero evito hacer una rápida reducción de estas formas imaginarias a su mínimo común denominador.
Dicho en otros términos, prefiero revelar las variantes, los tintes, los armónicos y disarmónicos, las
escenificaciones parciales o regresivas de los fantasmas. Además se du fijeza me interesa subrayar su
carácter proteiforme . tener presente esto ultimo me permite descubrir y hacer descubrir al analizante los
diferentes modos que tiene de relacionarse desde matices circunscritos y desde las tonalidades e los
fantasmas que le son constitutivos. En otro términos, que pueda percibir que la construcción de la realidad
que él hace esta determinada por su condición de sujeto deseante, deseo cuyo código es transportado por
sus fantasmas.
Debería darse un cambio en la posición subjetiva en el fantasma un mayor libre juego en la escena
fantasmática; es decir, la creación de guiones inéditos o la representación de otros roles. Esto implica un
paso, un corte, un acto. Hace falta un salto, un efecto de innovación, que probablemente consista en
trascender la identificación imaginaria que condenaba al sujeto a representar siempre el mismo papel en la
película.
El fantasma fundamental es teórico; en lo psíquico; complejo fantasmatico, multiplicidad. Hay
ciertos reduccionismos teóricos que no son compatibles con las formas que los fantasmas tienen qhabitar
en lo psíquico. Si algo aporta la cura al analizante, ésta nos e expresa a través de efectos de reducción
sino por la creación y recreación de nuevos circuitos.
Cura psicoanalítica y fantasma
Señalaría como efectos del análisis un relajamiento de la fijeza del fantasma. En otra palabras, que
el analizante pueda dejar de estar capturado, cometido y obligado a “actuar” por el fantasma siempre e
inexorablemente de la misma manera.
El lugar que permite incidir la operación analista es aquel en el cual se posibilita la separación de
este objeto incorporado con el que se sostenía ese vinculo narcisista. Se trata de un complejo proceso de
reobjetalización; una verdadera “puesta afuera” del objeto, lenta, fraccionada. Quizá sean estos los
momentos más álgidos y peligrosos del análisis que algunos pacientes quieren evitar yéndose tras las
primeras mejorías sintomáticas.
La identificación narcisista es productora de una seguridad ilusoria, pero seguridad al fin: la que
otorga el seguir portando el objeto dentro de si. Aunque esto perpetua la conflictividad (agresividad
enorme, ambivalencia hacia el objeto, satisfacción de las tendencias sadomasoquistas) se siente esto como
más tolerable que la supuesta orfandad que conllevaría el distanciamiento.
Mi trabajo interpretativo respecto de estas identificaciones (que es también una forma de procesar
psicoanalíticamente el narcisismo) evita insistir en aquellos aspectos que remiten a las semejanzas entre el
sujeto y el objeto incorporado Por el contrario, apunto más bien a las diferencias con él porque creo que
esto facilita las separaciones puntuales respecto del objeto incorporado. Como casi nunca acontece una
caída masiva de tal identificación tendrán necesariamente que reiterarse estos despegues parciales. Se van
produciendo así desoldaduras focales con el objeto, simultaneas a su “externalización” progresiva. En el
mejor de los casos, se reconstruye fuera del objeto y este comienza a adquirir volumen y consistencia
propia. Este proceso conlleva cierta recuperación de los fragmentos de historia que quedaron aplastados
por la identificación.
Esta labor suele tener efectos desalienantes. Se abre así la posibilidad de atenuar las repeticiones de
la conflictiva expuesta y permite ganar para la dimensión del deseo lo que está más allá del principio de
placer, arrebatando territorio del narcisismo fallido, engrosando el narcisismo trófico y los procesos
simbolizantes.
Esta soldadura al objeto especifico de las identificaciones narcisistas podrá resolverse mejor o peor
según el grado de simbolización de lo imaginario que pueda obtenerse en la tarea clínica. Siempre se
requiere trabajar la problemática del desamparo y las idealizaciones arcaicas que están en juego.
La tarea analítica no tiene solo como objeto el desmantelamiento de los soportes yoicos. Es
necesario otorgar siempre un tiempo para el siguiente reacomodo, para una posterior restitución
diferenciada. De lo contrario, el sujeto puede quedar en estado de destitución subjetiva, de errancia. La
perdida de los soportes imaginarios ha de ser la necesaria antesala para su reorganización. Si bien el
análisis pretende un quebrantamiento de los espejismos en los cuales ha quedado capturado un sujeto, no
debería, sin embargo tender a la exoneración de toda función imaginaria. No se trata de barrer el
narcisismo sino de transformarlo, destilarlo
La tarea clínica esta en las antípodas de una búsqueda de la identificación del analizante con el
analista. En un contexto como el transferencial, la idealización (denigración) funciona a tambor batiente y
esto empuja a la identificación con el analista. Este tipo de análisis puede producir como efecto un sujeto
desubjetivado, errático, desengañado, a merced de un destino incierto, con un sentido de lo trágico
aguzado y que hace del pesimismo la única verdad de su exigencia.
en tanto ha habido interpretación de los deseo inconscientes y los sueños, en tanto hubo una tarea
analítica con relación al complejo fantasmático, en tanto se amplio la capacidad sublimatoria, el
descubrimiento e implementación de ciertos aspectos antes reprimidos ante las puertas a la creatividad y
por ende, a tener algo para transmitir a los demás.
Esto implica que parte de las energías robadas por la neurosis de transferencia, por el investimento
libidinal del analista y de la tarea analítica, comienza a estas más disponible para empresas y proyectos
personales. Se esta elaborando silenciosamente el duelo del fin del análisis. Lo esencial de todo trabajo de
duelo esta en marcha: retiro de catexias (en este caso investidas por el analista) para dedicarlas a otros
objetos y actividades.
La idealización es un proceso subjetivo que produce una sobrevaloración del objeto. Se trata de un
narcisismo proyectado. La idealización convierte el narcisismo en una tierra sin fronteras; se sostiene a un
Otro omnipotente, omnisciente, todopoderoso; un todopoderoso; un Otro no castrado, según Lacan.
Desde esta dimensión el neurótico engendra como si fuera su propia sombrea, una imagen de
gigante que lo acompaña a todas partes. Es un apasionado de esta figura que él segrega, que el construye.
Se sostiene otro omnipotente para no asumir lo que significa reconocerlo castrado: mientras exista un
Otro así, habrá siempre un causante de sus males.
Reconocer al Otro castrado implicaría aceptar de alguna manera la propia castración; sería dejar de
buscar culpables externos, que el victimismo se acaba y se que deben tomar las riendas de su propia vida.
Quizás este aquí otro de los momentos durísimos del análisis; caer en la cuesta de que el peor enemigo
esa dentro de uno mismo.
Deshacer los ídolos requiere tanto más tiempo del que se necesitó para construirlos y adorarlos,
pues no basta con desbaratar su encarnación temporal en tal persona, institución, teoría u objeto, sino
desvanecer las raíces narcisistas de estos sistemas idealizantes arcaicos, con punto de partida en el yo
ideal o en un Ideal del Yo tiránico. No se trata de una abolición de los ideales sino de un pasaje de ellos
por el registro de la castración
De todas formas, conviene estar atentos para no confundir una decepción respecto de un objeto
sobrevalorado con la transformación de las fuentes psíquicas de donde brota la idealización. Si esto
ultimo no acontece, el desengaño habido suele ser velozmente sustituido con una nueva idolatría.
El humor
Dos aspectos polares ligados a las transformaciones del narcisismo que suelen aparecen al fin den
análisis: uno, el humor, la risa. Otro; la muerte, la percepción más clara de la finitud de la vida. Solo
cuando la sensación de la injuria narcisista o su riesgo se atenúan es posible que el analizante pueda reírse
de sí mismo, aceptar que le caricaturicen o ironizar. Ha disminuido la sensibilidad a la burla.
En las postrimerías del análisis, al descubrir que se acabaron los nunca, los jamases son relativos y
los siempre imperfectos, el analizante se aproxima, se pone en contacto con el corazón paradójico que late
en cada recodo de la vida. Suele encontrar ahí una fuente importante de humor. Percibe también que las
palabras, mucho más intensamente que antaño pueden querer decir otra cosa de las que dicen, que tienen
facetas ocultas.
El siniestrar también acaba produciendo hilaridad: no hay nada que esté más cerca de lo cómido
que la angustia horrenda de haber perdido las referencias del ser. Sentir que las garantías de existencia
que pedía nadie se las puede dar y aunque se la dieran no le serviría de nada. Hay otra risa: la que aparece
después de haberles dado muchas vueltas a las situaciones y ya no necesitar hacerlo como antes.
La muerte
6) LA SUBLIMACIÓN
7) SUPERYÓ
En la instancia donde se origina tano el sentimiento de culpa, el estar en falta, como los
autocastigos y autorreproches. A través de el y sus efectos vemos claramente que hay algo en cada ser
humano, en lo más intimo de si mismo, que no colabora ni batalla a favor del bienestar y se construye en
una fuente inagotable de remordimientos, puniciones, autoinculpaciones.
La puesta en transferencia y movilización de toda la estructura psíquica tendrá efectos sobre esta
instancia insensata e insaciable; podríamos decir que las representaciones imaginarias del superyó
(figuras persecutorias, severísimas, cargadas de enorme autoridad) van adquiriendo rostros más
benévolos, permisivos.
Hay también una visión más clara de las identificaciones que han constituido esta instancia, y como
efecto del siniestrar, acontece un retejido de sus rasgos constitutivos. Se abre, además, la posibilidad de
actuar sin tanta necesidad de la aprobación o desaprobación ajenas.
Lo esperable que al final del análisis , el “dolor de vivir” se haga más soportable (Lacan). Si algo
creativo, productico, pudo hacerse con el sufrimiento se habrá ampliado la posibilidad de ver la vida
como una aventura. Todo ello implico, además de otros duelos, uno por ese largo periodo en que los
síntomas mantenían un cierto acorralamiento de la existencia. Ahora, en las postrimerías del análisis, el
sufrimiento no desaparece del todo, pero es quizás más tolerable; se puede maniobrar mejor con el.
El temple analítico incluye haber perdido la ilusión de marcharse del análisis con inmunidad contra
todas las algias. Comprende, igualmente, el poder aceptar las miserias, las propias, las ajenas las de la
humanidad; que estas no pesen tanto, pero que tampoco sean ignoradas, que duelas, si, pero que puedan
ser soportadas.
La cura reproduce, en efecto, la enfermedad que debe tratar. Así pued, el análisis constituye pura y
simplemente, una histeria artificial que el analizado y el anaslista deberán resolver juntos. Por
consiguiente, el mejor método de que dispondremos para comprender lo esencial del tratamiento
psicoanalítico de la histeria será examinar precisamente el hecho capital de la resolución de esta histeria
de transferencia.
El análisis es un largo esfuerzo por desembocar en la única experiencia que en verdad cuenta: la
experiencia de angustia.
En una cura el analizado se separa dos veces: primero de el mismo y después de su analista
Hay 2 clases de separaciones: una que corresponde al final de la relación analista/paciente y que
concluye con la ultima sesión, esta dentro del registro temporal. La otra consiste también en un
desprendimiento, pero es uno muy particular que se enfrenta dentro del espacio intrapsíquico del
analizado y que tiene lugar mucho antes y muy después de la ultima sesión. Es más bien una
autoseparación, un corte de una parte de uno mismo. No se produce de una vez, sino que se engendra
lenta y progresivamente a partir del atravesamiento de una prueba singular, y continúa indefinidamente
mucho más allá del día final. Es una separación al margen del tiempo, concebible no como un
acontecimiento momentáneo sino como un largo proceso que se inaugura con la experiencia de una
prueba dolorosa en el punto culminante del análisis y, continua como un trabajo de duelo, que en lo
temporal, va mucho más allá del ultimo día de diván. Entonces, al distinguir dos clases de separación
diferenciamos implícitamente dos registros diferentes de la cura: el primero registro temporal, es aquel
por el que la cura se desenvuelve cronológica-mente en tres fases que van marcando la evolución de la
neurosis de transferencia: una fase inicial en la que la histeria de transferencia se instala gradualmente.
Una fase media caracterizada por un estado de crisis aguda en el analizado y que marca el punto de
exacerbación paroxístico de la neurosis transferencial. En este preciso momento se produce ese hecho
capital de la cura que es la confrontación del analizando con la prueba de angustia. Una ultima fase, la
final, donde se elaboran el duelo y el proceso de autoseparación surgidos de la prueba. En esta se
confirma como tal a partir del momento en que el psicoanalista y el analizado acuerdan concluir, en un fin
cercado, su trabajo común de análisis.
El segundo registro de la cura es el del proceso psíquico del análisis. Se despliega en un tiempo
ilimitado (pero igualmente cíclico) que naco con el primer germen de la idea de consultar a su
psicoanalista y se aleja, terminando ya el análisis, hacia otra parte desconocida.
Esta posición es necesariamente ideal y debe ser entendida como un fecundo punto de referencia
para nuestro trabajo clínico y no como una ley imperativa.
La histeria de transferencia, las condiciones que conducen al analizado a las puertas de la prueba de
angustia
El sufrimiento neurótico que condujo al paciente histérico a entrar en análisis es la expresión
dolorosa de una mala defensa (la represión y la conversión) que el yo emplea para poner un dique a la
angustia del fantasma inconsciente de castración. Esta angustia es intolerable y para deshacerse de ella, el
histérico no ha encontrado más solución que transferirla a los sufrimientos corporales o más generalmente
a los sufrimientos neuróticos. El mecanismo de conversión transforma a la insoportable angustia de
castración en cuerpo-falo. La conversión redujo quizás el inconsciente el exceso angustia, pero ahora se
ha transformado en otro exceso, el de la erotización/ inhibición dolorosa del cuerpo. El tratamiento
analítico de neurosis, entendido a su vez como reactualización del fantasma de castración por medio de la
tranferencia.
En efecto, de lo que se trata en un análisis es de volver al punto de partida, quiero decir al punto de
origen fantasmático de la neurosis, y de reproducir en el seno de la cura la misma situación de peligro
que, el inconsciente, provoca angustia. En una palabra, se trata de crear la angustia para resolverla; se
trata de instituir una nueva neurosis, E intentar hallar entonces una salida mejor que la de la conversión.
Atravesar la angustia. El psicoanalista apunta a crear las condiciones para que el analizado afronte, por
fin, su miedo. Hay que reactivar la angustia que antes se había convertido en los síntomas por lo que el
paciente vino a consultar. ¿Cuáles son esas condiciones? Se reducen principalmente a tres ficciones
peligrosas, a tres máscaras amenazadoras del Otro que suscitan angustia y el psicoanalista habrá de
revestir:
• El Otro castrado: la figura más amenazadora. Se yergue Como una figura de horror cuando el
niño descubre, súbitamente, la imagen del cuerpo desnudo, castrado de la madre. Esta falta, sombra
opaca en un cuerpo luminoso, significa que yo también corro el riesgo de sufrir algún día la
mutilación. Y sin embargo, horrorizado Y paralizado por la amenaza, el niño se empeña
paradójicamente en seguir bajo el dominio del peligro, hasta el punto tal de demandar que el Otro le
exhiba la grieta de su castración, y lo asuste. El otro castrado representa para el neurótico no sólo una
amenaza que espanta, si no también una llamada que seduce y tranquiliza. Pero no olvidemos su
condición primera de garantía que protege al niño fálico del peligro absoluto, El de experimentar un
goce sin límites.
• El Otro de la Ley: es una de las versiones paternas del Otro. Su función, prohibir y castigar
severamente el deseo incestuoso, está representada por una voz que hace restallar la ley de
prohibición del incesto. Es la figura principal, Sonora y peligrosa, del fantasma de castración en El
origen de la neurosis obsesiva. Como lo hizo antes frente al Otro castrado, El niño escapa y persigue
al mismo tiempo, la presencia amenazadora que asústa y tranquiliza. “tengo miedo de la ley, pero no
dejes de recordarme la constantemente; te pido que me mandes, me prohíbas Y de ser necesario me
castigues”
• El Otro del deseo perverso: es una figura eminentemente paterna, la de un padre gozador Y que
goza de todas las mujeres, un padre capaz de abusar de mí, de violarme Y gozar de mi sufrimiento.
El neurótico se angustia, pero prefiere vivir el horror y la angustia de un niño asustado antes que
asumir trabajosamente su límites de ser hablante Y sexuado. Sin mirar nunca los ojos a su padre
amado le pediría: “tengo mucho miedo de ti, pero tómame en tu brazos y haz de mí la presa de tu
deseo perverso”. Sólo se trata una perversión soñada; el neurótico no es un perverso sino alguien
que sueña con serlo. El fantasma neurótico es solamente el fantasma perverso de un neurótico que se
aferra su angustia y suela con ser un nuño angustiado frente a una madre monstruoasamente bella
(Otro castrado) , a un padre terriblemente protector (Otro de la Ley) y a otro padre, perversamente
amante (Otro del deseo perverso).
Freud intento dilucidar un enigma: ¿por qué hay dolor cuando perdemos un ser amado? Para
muchos anglosajones el dolor resulta directamente de la separación. Yo no pienso así, por el contrario, el
dolor que surge en el momento en que hay una sobreinvestidura de la representación del objeto amado y
hoy perdido. Lo que duele en el trabajo de duelo no es tanto la auscencia del ser querido, como el
encuentro, la investidura y la sobreinvestidura de la representación psíquica que tenemos del ser amaso y
perdido. El dolor de produce cuando, psíquicamente, localizacmos y cercamos al máximo la
representación del objeto perdido.
Lo que duele es encontrarse de nuevo con la cosa amada para al final poder desprendeser de ella en
forma definitiva. Lo que duele es amar de nuevo, si, pero sin que esté la persona imaginaria que sostiene
ese amot.
¿Qué perdemos cuando alguien muere? Cuando alguien muere perdemos fundamentalmente la
armazón imaginaria que nos permitía amarlo mientras vivía. Aunque esta perdida no suscita el dolor del
duelo. El dolor esta en encontrarnos miles de veces con la representación del objeto amado y perdido,
pero sin el sostén imaginario que el otro significaba cuando vivía. Este sostén es mi propia imagne
devuelta por el otro vivo y amado. Según lacan: en el trabajo de duelo, tengo que amar al otro sin yo
ideal, sin la imagnen del otro y sin mi propia imagen.
“Estamos de duelo porque para quien ocupábamos, sin saberlo, el lugar de su falta”. Precisamente,
el otro (hoy desaparecido) importaba en el registro de lo imaginario como superficie especular porque yo
ocupaba, en uno u otro momento, el lugar de su falta., ocupar el lugar del objeto de deseo.
Para que hagamos el duelo de una persona desaparecida se necesitan dos condiciones: que ella haya
contado para nosotros como un sostén imaginario; y que hayamos ocupado para ella el lugar del objeto de
su deseo. Estamos de duelo por aquel que imaginariamente conto para nosotros y esto lo sabíamos, y para
el cual hemos sido el objeto fantasmático de su deseo, y eso no lo sabíamos. Finalmente, la proposición
de Lacan podría enunciarse así: para que haya duelo de un ser desaparecido, es preciso que con este ser
haya habido una doble relación, de amor y de su fantasma.
¿Qué hace que un duelo no se elabore? La falta de tiempo y la ausencia del ritual ¿Y que es un
ritual? Un ritual es el tiempo necesario para retomar la representación del objeto perdido, sobreinvestirla
y poco a poco separarse de ella.
Al final del análisis, el analizado que ha perdido al niño de su fantasma siente el dolor, no de
haberlo perdido, sino de reencontrarlo sabiéndolo irremediablemente perdido. El atravesamiento de la
angustia ha dado paso así al dolor del duelo.
Atravesar la angustia es reencontrar el lugar de nacimiento de aquel que nunca deje de ser
A la salida de la prueba, su voz nos diría “he comprendido que nunca perderé todo y que
inevitablemente perderé una parte de mi mismo. Y, al comprenderlo, he perdido la ficción ¿Pero, que
queda entonces? Nada, ya no hay nada de la totalidad ficticia, del fantasmático peligro y de la angustia ,
no quedo más que yo. Yo es el sujeto, quiero decir, el mero sujeto absoluto, único, el del inconsciente, el
sujeto que nunca dejamos de ser puesto que estaba ya mucho antes, sin que lo superamos.
Precisamente en el orden de la constitución del sujeto, el término y el punto de partida del análisis
coinciden; en la cura no hay futuro ni porvenir, pues el ir hacia delante es en realidad un retorno, no al
pasado, sino a lo más inicial y autentico en mi.
Percibimos ahora claramente que el camino de un análisis describe el trayecto circular de dos giros
que enazan en espiral el punto terminal con el punto inicialr de un proceso cilciico e indefinito y siempre
abierto. Estos dos registros se complementan y describen un movimiento general del análisis según un
tiempo ilimitado y cilcioco.
¿Cuál es ese cicli abierto e ilimitado de una cura analítica? Comprende dos giros circulares que no
se cierran sino que describen una curva espiral y tres moemtnos singulares: la primera entrevista (M1), la
prueba de angustia (M2) y el nacimiento del sujeto (M3).
El primer giro comienza con el aconecimiento de la primera entrevista (M1) y temina, después de
formar un rizo, con el acontecimiento de la prueba de angustia (M2). Estos dos momentos se superponen,
por caudno en la primera entrevista el analizadodice su sufrimiento y en la prueba de angustia atraviesa
el fantasma que dio origen a este sufrimiento.
El segundo giro describe también un rizo que queda igualmente abierto. Comienza con la salida
exitosa de la prueba de angustia (M2) y termina, después del rizo, con el surgimiento del sujeto absoluto
(M3) que el sujeto llevaba en su desde siempre y que el pase de la angustia permitio revelra. Estos dos
momentos también se superponen por cuanto el pase exitoso significa que el analizado se ha desligado de
su neurosis y ha reecontrado por fin al sujeto verdadero que él nunca habia dejado de ser.
Los 4 términos sucesivos que jalonan el cilo de un análisis: sujeto del inconsciente imperceptible
yo neurótico atravesamiento de la prueba de angustia encuentro con el sujeto del innc imperceptible. El
tiempo exigido para hacer un análisis y terminarlo es el tiemo de una prueba difícil y de una revelación
singular y repetida. El tiempo analítico se contrae como el momento puntual de emergencia en acto de la
verdad.
El atravesamiento de la angustia modifica la percepción de mi propia identidad sexuada
¿Que nuevo estado tiene el inconsciente en un sujeto que concluyo su análisis? Es un inconsciente
más el atravesamiento de la prueba de angustia . es un inconsciente modificado, suavizado por el
atravesamiento de un pase doloroso; un inconsciente más maleable en su capacidad de ejercer la
autopercepción inconsciente.
¿Qué es lo cambio en el inconsciente? La cualidad de la percepción de nuestra propia identidad
sexuada. Antes de atravesar la prueba el sujeto ignoraba (represión) la diferencia de sexos y percibida la
falta de falo como la falta de un Todo absoluto, de una fuerza absoluta. Pues bien ¿Qué sucede después de
la prueba? Hará otra que reconocer la existencia de la diferencia sexual: sabrá interrogarla. Esta distinción
no será ni reprimida ni dogmatizada, sino reconocida, y de inmediato, cuestionada. La percepción del
sujeto que el atravesamiento del pase modifico ya no será inspirada por el afuera sino que se volverá al
adentro. Antes de la prueba, orientada hacia el exterior, la percepción se hallaba al acecho de la castración
del Otro, interpretada como la falta de un Todo; después de la prueba, vuelta hacia adentro, la percepción
aprehende el enigma del ser sexuado.
TRABAJOS PRÁCTICOS B
Práctico 1 : Psiquiatría y psicoanálisis
Freud, S. (1916). Conferencia 16: Psicoanálisis y psiquiatría (ANTES)
36) Rubinstein. LA PRÁCTICA DEL PSICOANÁLISIS EN EL HOSPITAL
¿Tiene alguna especificidad el psicoanálisis en los hospitales? ¿Cuáles son las condiciones de la
práctica? ¿Qué consecuencias tiene al quedar inscripta bajo el marco de la salud pública? No puede
hablarse de un psa diferente al del consultorio una vez recortado el espacio analítico en el hospital, sin
embargo, hay ciertas condiciones de la práctica profesional que se presentan allí: la coexistencia de
discursos, el trabajo con los otros profesionales de la salud, la incidencia de la idiosincrasia de la salud
pública, las condiciones de tiempo y dinero y la variabilidad de las demandas que allí se presentan que
hacen que no todo allí pueda ser psa.
Psicoanálisis y salud pública: La OMS define a la salud “como el estado de completo bienestar
físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esta definición
impregnada de “felicidad”, que supone restaurar una armonía entre sujeto y su ambiente, obtura las
condiciones de estructura que el psa descubre: “un sujeto disarmónico con la realidad”. Entonces, ¿Cuál
es el lugar del analista en este marco? El analista ocupa el lugar de “saber” al que es confinado el médico
por ser parte de esa institución de salud, pero como terapeuta debe tomar allí su lugar proponiendo una
cura que rompa con los criterios de salud por los cuales es llamado, ofreciendo una alternativa al sujeto:
abrir un espacio a la dimensión subjetiva del paciente abolida por los permanentes intentos de
objetivación del modelo médico hegemónico, dando cabida a una demanda de saber, y con ello dando un
lugar para que el deseo pueda desplegarse.
No todo Psicoanálisis: Sólo es posible sostener el discurso psicoanalítico en este lugar si se
reconoce que en el hospital no todo es psicoanálisis. El discurso analítico y el discurso universitario son
diferentes, pero no por eso irreconciliables. El Psicoanálisis surge en el límite de la medicina, no en su
reemplazo y es un hecho que en los hospitales que los médicos llaman, en su límite, al analista. También
ocurre lo mismo a la inversa. Se trata de reconocer las diferencias. Se trata de ver hasta qué punto es
posible generar un espacio dónde haya una lógica que opere diferente al discurso médico, que sostenga
otra ética, que despliegue la subjetividad del que consulta, sin confundir el espacio físico en que ambos
discursos se producen.
Las demandas y la posición del analista: Las demandas hospitalarias se caracterizan por su
enorme variabilidad y el acceso a una población a veces muy alejada de los principios del análisis. Las
personas que llegan a una entrevista puede que no estén demandando análisis, por lo que las entrevistas
son un momento valioso para decidir qué tipo de intervención realizar: medicación, internación,
interconsulta. El analista, entonces, lo primero que hace es ofrecer un espacio de escucha, A veces, se
deriva un trabajo analítico, otras, el paciente sólo consigue aplacar su sufrimiento.
Por otra parte, el analista, dadas las condiciones del caso por caso, se ve precisado a recurrir a
intervenciones que podrían no considerarse estrictamente psicoanalíticas, pero que pueden convertirse en
un paso necesario para establecer transferencia. Si bien es fundamental que el analista no ocupe la
posición de un gran Otro, a veces es necesario ante emergencias subjetivas que el analista deba recurrir a
ese poder (ya que la cura por sugestión no es la cura psicoanalítica), pero sin modificar los principios ni
fundamentos del método.
Por último, es harto importante que no se establezca como una regla fuera del caso por caso el
hecho de que “si no hay demanda de análisis, lo mejor es que el paciente se vaya”. Es preciso que en el
ámbito hospitalario se reformule lo que se piensa como “demanda de análisis”, ya que el hecho de que un
paciente no venga decidido buscando un analista para analizarse, no significa que en el transcurso de las
entrevistas, el analista pueda reformular esa demanda sin rechazar al sujeto. Puede que finalmente no se
dé un análisis, pero hay que dar razones para ello. Muchas veces puede suceder que el deseo del analista
de hacer surgir una implicación subjetiva impida al mismo analista a seguir paso a paso las condiciones
singulares del caso y se impida la instalación de la transferencia.
Si el analista toma al psicoanálisis como un ideal, aplicable de un modo universal y estandarizado,
no podrá escuchar el decir del sujeto. En ese caso no es el deseo del analista el que se pone en juego, sino
el intento de sostenerse como analista por la vía de la identificación.
La instalación de la transferencia y el comienzo del trabajo analítico se producen a partir del
funcionamiento del dispositivo que da lugar a la apertura del inconsciente y eso no depende del pago en
dinero. El momento en que pueda sancionarse una entrada en análisis o un pasaje a privado debe ser
evaluado caso por caso
Tiempo y dinero: El límite del tiempo definido por criterios institucionales resulta ajeno a la
singularidad del caso por caso. Este tiempo acotado puede introducir la dimensión de un real que como
tal anticipa un efecto de castración, que si es bien utilizado puede operar analíticamente.
El tema del dinero introduce un punto problemático. Si el analizante debe pagar con algo, es con
su goce. Y el dinero está intrínsecamente ligado a la dimensión del goce, pero esto debe ser tomado caso
por caso y no debe ser considerado una imposibilidad a priori. Por ejemplo, cuando un paciente demanda
gratuidad de tratamiento o pide pagar menos, hay que ver si efectivamente hay una imposibilidad real de
continuar el tratamiento por este motivo, o si no pueden hacerlo por las condiciones de su propia
neurosis. Hay casos en los que los analizantes no pagan el tratamiento (niños, adolescentes, adultos que
no trabajan) y hay otros en los que el pago de dinero no implique una cesión de goce.
• Otro punto de ataque para la contradicción lo registra la erotomanía: “Yo no lo amo – pues yo la
amo”. Y aquella compulsión a proyectar imprime la mudanza: “Yo no lo amo – yo la amo – porque ella
me ama”.
• Delirio de celos.
• La modalidad del proceso represivo se entrama de manera más íntima que la modalidad de
formación del síntoma con la historia del desarrollo de la libido y con la predisposición dada en ella.
Freud divide a su vez a la represión en tres fases conceptuales: 1) La fijación precursora y condición de
cada represión. La corriente libidinosa respectiva pertenece al sistema inconsciente como una reprimida.
2) La represión propiamente dicha: a la represión sucumben los retoños psíquicos de aquellas pulsiones
que primariamente se retrasaron, cuando por su fortalecimiento se llega a un conflicto entre ellas y el yo.
3) El retorno de lo reprimido. Tal irrupción se produce desde el lugar de la fijación y tiene por contenido
una regresión al desarrollo libidinal a ese lugar.
En el caso de la Paranoia, Freud había dicho anteriormente que la fijación se ubicaba en el estadio
libidinal entre autoerotismo, narcicismo y sexualidad [que luego corrige diciendo que el estadio de
fijación libidinal de la paranoia es propiamente el narcicismo porque la libido liberada vuelve al yo
magnificándolo (de aquí se desprende su explicación sobre el delirio de grandeza y persecución y la
imposibilidad del psicótico de establecer transferencia)], por lo que frente a una fantasía homosexual, la
represión actúa sobre ella de la siguiente manera: El enfermo sustrae de las personas de su entorno y del
mundo exterior en general la investidura libidinal que hasta entonces se le había dirigido; con ello, todo
se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él, y tiene que explicarlo mediante una
racionalización secundaria. El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior;
su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le sustrajo su amor. Y el paranoico reconstruye este
mundo, no de la misma manera en que estaba establecido anteriormente, sino sustrayendo esa moción
insoportable que provocó la represión y la posterior regresión libidinal, que se explica mediante el delirio.
Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante, es en realidad, el intento
de restablecimiento, la reconstrucción. Tras la catástrofe, ella se logra más o menos bien, nunca por
completo.
Freud dice entonces: el proceso de represión propiamente dicha consiste en un desasimiento de la
libido de personas y cosas antes amadas. Se cumple mudo, no tenemos noticias sobre él. Lo que se hace
notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce a la libido a
las personas por ella abandonadas. En la paranoia, este proceso se cumple por el camino de la
proyección. No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia
afuera: más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera. [Este es el pie para
Lacan para hablar sobre el retorno desde lo real].
El neurótico puede acomodarse en el registro del ser y el tener, lo que le permite llevar una
“cuenta de lo perdido” (castración). El analista a veces es puesto en la liga de la persona que lleva esa
cuenta. En la psicosis el sujeto ya asume que es un otro siempre el que le llevas las cuentas y no se
permite cuestionamiento alguno de su sufrimiento su falta. El psicótico tiene el pasado ya armado y
asumido, y no hay reinterpretación del mismo como en la neurosis. El psicótico encuentra al sujeto-
supuesto-saber en los padres cuando es niño. Luego esa figura pasa a un perseguidor externo, porque la
realidad ha mostrado las falencias paternas. El psicótico inviste esas figuras en forma masiva y es con
ellas que se relaciona el sujeto. Pero en el análisis está la posibilidad de otro tipo de investidura, en la cual
se entabla un dialogo, y ya no es una charla sin “interlocutor” como en el delirio (donde al sujeto se le
imponen los pensamientos como si fueran del Otro omnisapiente). Es esto lo que posibilita el análisis en
la psicosis. Este dialogo con el otro, el analista, le permite al psicótico también dialogar consigo mismo y
hacerse dueño de sus pensamientos, que antes le era impuesto. Todo esto le permite sospechas al psicótico
que hay relaciones que no son la repetición del pasado.
Nada se lograra en el tratamiento del psicótico si no logramos que crea que ese espacio de análisis
no es idéntico al espacio que antes lo determinaba, ese espacio signado por el Otro, incuestionable.
43) Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. Apartado: QUÉ LUGAR PARA EL
ANALISTA?.
La autora toma de ejemplo un caso clínico de una mujer psicótica con delirio de persecución, cuyo
cuadro se ve actualmente estabilizado por verse su relación con la realidad bastante restablecida. Es una
psicosis revelada de 12 años de tratamiento, con automatismo mental marcado. Dicha estabilización fue
dada bajo transferencia.
La demanda de análisis se produce al estallar el primer episodio delirante. Pide ser curada, no de
su delirio, sino de una “desgarradura” evocada como una suerte de muerte subjetiva: “Yo no existo, yo
floto o duermo, soy pura ausencia, no tengo funciones, no tengo roles, ¿Quién soy?” Ella refiere que no la
han dado a luz. La autora reconoce en este punto lo que Lacan marcó en el caso Schreber como el
“asesinato del alma”, instalado según Lacan por la falla del significante. Se está hablando de una falta
del significante, pues hay una falta en la psicosis, pero no la falta neurótica que remite a la castración,
sino una falla a nivel significante que se traduce en un exceso de goce en lo real.
¿Cómo remedio ella ese estado hasta el delirio? La paciente se remedió de este estado de muerte
subjetiva hasta llegar al delirio mediante una suerte de relación de objeto real, persecutoria, mediante un
acoplamiento a otro único que “sabe lo que le hace falta” y se lo impone. De este otro ella ha sido la
masa, la marioneta, pasando de mano en mano a través de una serie de “vínculos pigmalionescos”. Todas
las figuras que han venido a ocupar este lugar han sido universitarios o médicos, es decir, figuras del
saber. Lejos de sentirse como un neurótico (musa inspiradora de estas figuras del saber), se siente como
un objeto de tormento de este saber gozoso del Otro. Efectivamente, dice sentirse petrificada y muda ante
un Otro del que ella se encuentra permanentemente pendiente. Este equilibrio dado por acoplamiento se
rompe y es ahí cuando aparece el primer episodio delirante. Esta ruptura se da en el marco de la
separación con su único partenaire amoroso (al que la autora llama “el ojo del saber”) y es allí cuando las
voces alucinatorias vienen a sustituir a la voz que hasta ese entonces se encarnó en otro se su
entorno, y en lo real, le dicen lo que es y lo que debe hacer.
El lugar al que es llamado el analista es a suplir con sus predicaciones el vacío súbitamente
percibido por la forclusión. Es decir, que es llamado a constituirse como suplente y hasta como
competidor de las voces que hablan de ella y la dirigen. Dicho de otra manera, ella le ofrece al analista
el sitial del perseguidor, de aquel que sabe y que al mismo tiempo goza.
A continuación, la autora nombra y explica las maniobras que utilizó vía transferencia a modo de
intervención. Aclara que aquí no se puede dar paso a la interpretación porque la misma no tiene
cabida alguna cuando se está ante un goce no reprimido.
• El primer modo de intervención fue un silencio de abstención cada vez que la analista fue
solicitada como Otro primordial, es decir, cada vez que es invocada a saber en lo real. Esto coloca a la
analista como otro Otro, no un Otro del Otro, a saber, el que la paciente llamaba como “la fiera”, su
perseguidor. De esta manera, la analista quedó ubicada en el lugar de Testigo. Esto es harto importante,
ya que un testigo es un sujeto al que no se le supone un saber, ni un goce y presenta por lo tanto un vacío
en el que el sujeto podrá colocar su testimonio.
• El segundo modo de intervención fue una orientación del goce. Hubo una limitativa, cuando la
analista le puso obstáculos al momento en que la paciente se veía tentada a dejarse estrangular por un
hombre. Y la segunda, de carácter más positivo, fue alentar a la paciente a sostener un proyecto artístico
intentándola convencer de que este era su camino a seguir.
Intervenciones en psicosis
44) Fernández, E. (2005). Algo es posible. Clínica Psicoanalítica de locuras y
psicosis. Capítulo 7. Estabilizaciones y suplencias. pp 113-127. Capítulo 8. Intervenir en
el delirio. pp. 133-140.
• Del lado de los médicos: transferencia con el saber médico y el saber que este supone.
Transferencia con la propia institución, con el hospital elegido para realizar su formación.
¿Cuál debería ser nuestra posición frente a este tipo de demandas? Es necesario partir de la
negativa a resolver a aquellas situaciones que escapan a nuestras posibilidades, y reconocer que aceptarlas
llevaría al fracaso y a la frustración. Esto es porque nuestra función no es puramente asistencial, lo que no
implica desentenderse de la angustia de médicos y pacientes.
Es importante entender que interrogar lo que no funciona no significa identificarse a ello. Y que es
frecuente transponer imperceptiblemente ese limite impreciso de los imposible al que somos convocados
a través del pedido de hacernos cargo de algunas de las formas del horror: al extrema pobreza, el
abandono, los niños golpeados, etc.
Si en lugar de interrogar el malestar que motiva la demanda en interconsulta, aceptamos su
transferencia, el no poder darle una respuesta mínimamente satisfactoria, ns hará pasibles de una probable
acusación de ineficacia. Ya que al pretender hacernos cargo de la imposibilidad correremos más bien el
riesgo de ser identificados a la impotencia.
Apuntes de clase:
• Dar cuenta que el psi no tiene todas las respuestas (pensado desde la abstinencia)
• Trabajar la demanda del paciente a la institución (aquello que espera recibir de ésta)
• No toda cosa deviene en síntoma, hay que hacer de ese síntoma con el que viene que sea
analizable. El síntoma pone en juego el fantasma (aquello que desea)
El hospital es el lugar donde llega aquello de la sociedad que no anda bien, que no camina, que no
funciona, los restos, el resto.
Si el analista decide atender en el Hospital es porque le interesa interrogar esos restos, eso lo causa.
La historia del psicoanálisis y los psicoanalistas con el Hospital es compleja. Qué le ocurre a la
medicina con el psicoanálisis en este juego de convocarlo para rechazarlo apenas siente el
cuestionamiento. Además, de ser un problema de discursos, la relación dependió de la mayor o menos
tolerancia de los médicos a un saber que excede el discurso en que se sostienen.
En un momento había un psicoanálisis que se aproximaba tanto a la medicina en tanto cotizaba alto
el ideal de “la salud mental” y biologizaba los conceptos freudianos de pulsión y objeto se alejaban del
Hospital publico. Coexistía el alejarse del Hospital con el acerca el psicoanálisis a rama de la medicina.
A finales de los 60/70 los residentes médicos y psicólogos comienzan a invitar a los analistas que
se prestan a esta tarea de exponer en los hospitales, a supervisar su clínica, a realizar grupos donde pensar
la posición del analista en el hospital público.
Los analistas que se prestan a esta tarea están tomados por lectiras e ideas que los aleja de un
posicionamiento medico.
Para los analistas y el psicoanálisis surgen preguntan novedosas ¿Qué hacer con aquellos pacientes
que consultan precisamente en el Hospital y que no se presentan como síntomas neuróticos? Pero no
todos los pacientes que vienen al Hospital llegan con una pregunta. Aparecen inhibiciones, problemas de
carácter, adicciones, etc. que llegan con un padecer que no les hace pregunta. Para algunos la respuesta es
fácil y expulsiva: inanalizabilidad y derivación a quien los medique. Para otros, era la oportunidad de
investigar que demandaba, que buscaba, quien pedía hablar y no traía un pregunta explicita sobre su
padecer. Estos son quienes no se amparan en que psicoanálisis es tres veces por semana o en alguna
norma de encuadre; estos analistas parten de que un psicoanálisis es la cura que conduce un analista en las
condiciones que le es posible. La resistencia del analista llevo a declarar inviable la cura de quien no se
adaptaba a su esquema teórico. Ayer, era declarada intransitable la relación del psicoanálisis con el
Hospital porque no se podía sostener el encuadre. Hoy se amparan otros en similares argumentos
sostenidos en frases tomadas de otros discursos. Un analista no se define por una técnica sino por poder
ocupar un lugar que permite interrogar el saber del Otro, causando su palabra. Analistas so quienes
pueden sostener esa interrogación aquí y allá.
El psicoanálisis no se pasa las fronteras poniendo condiciones “si se llama Servicio de salud mental
no voy, o si tengo que escribir en la Historia Clínica me retiro”; el psicoanálisis atraviesa las fronteras al
modo del significante interrogando, subvirtiendo, transgrediendo.
El RSI de Lacan nos posibilita interrogar e intervenir en el discurso de pacientes que no consultan
solo por síntomas neuróticos y que nos ponen ante el desafío de estar a la altura de los problemas de
nuestro tiempo, ser creativos ante consultas que no interrogaron a los fundadores del psicoanálisis. Porque
el psicoanálisis es una practica que permite creatividad e invención cuando el analista se deja interrogar
por lo nuevo que le llega en el tiempo que le toca sostener esta practica, cabe diferenciarla de una predica.
Practicar no es predicar.
Estos sujetos no pueden disponer de los recursos del significante, en especial del síntoma. No
llegan a análisis representados por su síntoma y articulando una pregunta en relación a él. Es más, muchas
veces ni siquiera se quejan de algún síntoma. En su lugar, aparecen representaciones que pueden ir desde
la enfermedad psicosomática hasta la alucinación, desde el delirio hasta el alcoholismo, desde la anorexia
hasta el acting out, pasaje al acto o impulsión. En estos sujetos hay en común una “falta de confianza en
el significante”. No solo no hablan de lo que les pasa sino que tampoco se hacen representar por un
síntoma. Hay una llamativa ausencia de formaciones del inconsciente.
2) Trauma infantil no reprimido: Muchos de estos pacientes tienen una particular relación con
algún trauma infantil. No es extraño que aparezcan relatos de violaciones, agresiones,accidentes,
abandonos. Este trauma parece no estar reprimido, a diferencia de la histeria, por ejemplo. Hay un relato
dolido de un trauma infantil, que para el paciente tiene una actualidad acuciante, como si el tiempo no
hubiera transcurrido.
3) Acting out: En algunos cuadros se encuentra la prevalencia del acting out, la impulsión, de la
acción, casi como forma de vida.
Lacan se refiere al termino acting out para describir una respuesta que se produce en análisis. Una
mostración, un llamado de atención que se realiza al analista, allí donde ha fallado en su función. Es un
guiño que le hace el analizante al analista, insinuándole que su interpretación no fue buena, que erro el
blanco, es una respuesta que se produce en análisis. El acting out podría desembocar en dos salidas
posibles, el pasaje al acto (en que la escena mostrada se desgarra y el sujeto se arroja fuera de ella) y la
entrada en lo simbólico del análisis.
Lacan aclara además que puede haber un acting out fuera del análisis. Cuando el analista interviene
en la realidad, en vez de saber que la única realidad es la realidad psíquica, están dadas las condiciones
para provocar en el analizante un acting out. Cuando hay transferencia sin analista que la sostenga, se
produce también el acting out. Lacan define al acting out como transferencia sin análisis. Ante un acting
out, el analista está advertido que es una respuesta a una intervención fallida de su parte, entonces debe
reconducir el discurso al plano de las formaciones del inconsciente, al terreno de lo simbólico. El out del
acting sería un out de lo simbólico. El en acting out el sujeto deja de estar representado por un
significante, para estar mostrado por una escena.
En el acting out hay algo que ha sido forcluído de lo simbólico y retorna en lo real de la escena, de
la acción. Lacan analiza dos maneras del retorno de lo forcluído: actuado (acting out) o padecido
(alucinación). Además dice que podría haber una forclusión que no sea la verwerfung, es decir, la del
significante primordial, fundante, la del nombre del padre, sino otra clase. A esta la llama werfung. Esta
forclusión no es irreversible sino que es posible un regreso al terreno simbólico.
Entonces, el acting out sería una mostración, un llamado al Otro, para que vuelva a ocupar su lugar
de sostener la palabra cuando no hay nadie que lo sostenga, no tiene sentido hablar, sino que habrá que
encontrar otra forma de hacerse representar. Se necesita de un desfallecimiento estructural del Otro en un
momento instituyente.
En la neurosis siempre hay un borde real, concretamente el síntoma, tiene en el nudo una cara
significante y otra cara de goce, el goce del síntoma, que Lacan ubica entre simbólico y real.
Los pacientes que ubicamos en ese borde son aquellos que parecen no esta representados por el
síntoma y el significante, sino que funcionan, tanto en la vida como en el análisis con “falta de confianza
en el significante”.
Hay solidaridad estructural entre estas presentaciones actuadas y las dificultades de estos sujeto en
establecer transferencia en confiar en un Otro dispuesto a escuchar a la letra lo que tuviera para decir : la
presentación del sujeto en relación a un síntoma significante y se creencia en el sujeto supuesto Saber
responder a la misma estructura.
Podría decirse que en Freud hay un doble movimiento teórico con respecto al trauma. Por un lado
él comienza a teorizar el trauma como accidental hasta poder llegar a darle estatuto de estructural; y por
otro, respecto a los traumas relatados por sus pacientes, hace el pasaje que va del trauma realmente vivido
a lo que llamará luego “fantasía traumática”
En “Más allá…” habla de un momento constitutivo del sujeto, de un juego simbólico fundante; el
Ford-da, Al principio el juego trata en tirar lejos de su todos sus juguetes, juega a que los juguetes
desaparezcan. Luego se hace más sofisticado y tira un carretel y lo vuelve a atraer hacia si diciendo “o-o-
o” y cuando desaparece “a-a-a”. Freud interpreta este sueño y dice:” la interpretación del juego estaba
cerca. Tenia relación con el gran logro cultural del niño, con la renuncia pulsional que había logrado, de
aceptar sin protestar, que la madre se fuera”. Renuncia pulsional como logro pulsional, en tanto operación
fundante es homologable a la Represión Primeria, y del mismo modo que en esta habría que poder pensar
una renuncia pulsional primaria, fundante (estructuralmente necesaria) y otra secundaria, que alimentaría
al Superyó.
En términos e la metáfora paterna lo que moviliza la pregunta “¿qué quiere mi mama más alla de
mi?” es el hecho de que la mama se ausente. Que haya una alternancia entre la presencia y la ausencia de
la madre; que este y no este,, es lo que induce esta pregunta acerca del deseo de la madre. La respuesta
provendrá dese el significante del nombre del padre, desea al falo y el portador del falo es el padre.
Respuesta intranquilizadora, en tanto puede un lugar que definía en su ser: ser el objeto del Otro.
Respuesta tranquilizadora en tanto el sujeto ya no deberá preocuparse por el goce de la madre, podrá
dedicarse a hacer su vida, se constituye en un sujeto deseante.
La renuncia pulsional entonces habla de la renuncia a un goce: el nene logro una renuncia
pulsional; aceptar que la madre se vaya. Momento traumático de corte con el Otro primordial, traumático
y fundante al mismo tiempo.
Situamos el trauma en este primer tiempo de Renuncia Pulsional y leemos allí una primera eficacia
de la metáfora paterna. Y después tenemos el fort-da como segundo tiempo.
¿Por qué el nene repite en el juego el alejamiento de la madre? Para elaborarlo psíquicamente, para
ligarlo. Hay que elaborar psíquicamente lo que impresiona. A este hecho real, del alejamiento de la
madre, necesita inscribirlo para luego poder operar con el. Necesita hacerlo entrar en otro registro, en el
del principio de placer, del proceso primerio de lo simbólico, para luego poder operar con el con las leyes
del proceso primario: condensación, desplazamiento , transferencia.
La separación, el corte con la madre, va a adquirir una cobertura fantasmática y una articulación
significante. El lugar del niño en ese fantasma va a ser el de objeto, juega a ser él que desaparece para el
Otro es el primer objeto que ofrece para recubrir la carencia del Otro. La articulación significante y el
fantasma son maneras de hacer con la castración, con la renuncia pulsional fundante.
El niño ha logrado una importante renuncia pulsional al permitir sin protestar que la madre se vaya.
; al encuentro con este alternancia en la presencia-ausencia de la madre proponíamos pensarla como
indicador de que la metáfora paterna ha operado; el corto que introduce entre el nene y la madre puede
leerse como momento traumático, corte que instituye a un sujeto deseante.
Hay una apropiación que el sujeto hace de los significantes que le vienen del Otro, pero lo que es lo
más importante, hay una convalidación por parte del Orto, de que se trata de un registro compartido y en
talo tal, legible, interpretable. El sujeto también habla esperando que el analista interprete.
Entonces, si pensamos el trauma y el fort-da como momentos constitutivos podríamos decir que,
siguiendo a Freud, en la psicosis el corte con el Otro no se produjo, con lo cual tampoco se produce el
Fort-da. En la neurosis, el trauma actuó y el fort-da también y hay un borde, en el que tal vez el trauma se
hay producido y el fort-da no.
Al introducir el “Juicio del Otro” como condición del Fort-da, estamos hablando de un tiempo
fundante en relación al Otro. Vemos que no son iguales la posición respecto al Fort-da en la psicosis y en
el Borde, en la primera hay una imposibilidad lógica, de entrada en el discurso en la medida en que la
metáfora paterna no ha operado. En los bordes, el fort-da se inscribe pero de manera insuficiente,
funcionando entonces con reservas con desconfianza.
Algunos analistas se refieren a los inclasificables, otros consideran que son la mayor parte de la
demanda actual. Esto presupone que el buen neurótico, que se debate entre el deseo y la prohibición,
cedió parte de su protagonismo a los trastornos narcisistas, dentro de ellos las patologías fronterizas. Las
patologías de borde implican al analista, convocando no solo su saber sino su imaginación, intuición,
empatía y funcionamiento mental. El proceso terapéutico se evalúa in situ respecto a cada paciente.
Replanteo y modificación del dispositivo analítico clásico.
La realidad provoca rupturas o desorganiza solo cuando encuentra un terreno fértil. Es decir, un yo
con grietas y fallas en su constitución que le impiden defenderse y hacer frente a satisfactoriamente a los
vasallajes a los que está sometido. La asunción de la alteridad (yo- no yo), la diferencia sexual y entre la
vida y la muerte, son tres límites fundamentales, que ningún sujeto alcanza completamente ni de una vez
y para siempre. Sin embargo, un narcisismo aceptablemente configurado, con una matriz base de
identificaciones que le den soporte, tiene la plasticidad y los recursos necesarios para reconstituirse; se
desequilibra produciendo síntomas, pero sin desorganizarse.
Es frecuente que el paciente border haga uso del discurso como acto, sin tener conciencia de ello.
Que el fin sea provocar sensaciones en el analista, para que sienta lo que no pueden sentir o representar,
más que el propósito de comunicar contenidos ya que lo que se pone en juego en la sesión ocurre “entre
dos objetos más que entre dos personas”.
La realidad los excede, los desorganiza y les provoca intensas angustias, no sólo por la dificultad
que encuentran en metabolizar y simbolizar las grandes magnitudes de estímulo, que les provoca un
efecto traumático, sino que eso conlleva el no poder hacerse responsable de sus propias acciones y las
consecuencias concomitantes que les vuelven como un boomerang. Son seres que sufren de excesos, tanto
del orden interno pulsional, como del afuera. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de
descargas en el cuerpo, actuaciones en el afuera y con otros. Los fines de estas impulsiones son diversos,
van desde aliviar estados afectivos intolerables hasta castigarse. Presentan dificultad en traducir las
cantidades de apremio en significaciones que adjudiquen un sentido a través de metáforas y
simbolizaciones. Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constituciones de su psiquismo por
defecto, de lo que no se inscribió, o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en quienes
el proceso secundario de pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario. Se defienden de
un temor a la fragmentación del yo.
El paciente border vive el objeto en función de la satisfacción de sus necesidades. Un rasgo que
presentan es la manipulación del otro para intentar dominarlo. En la transferencia esto se repite con
diversas técnicas: victimismo, conductas psicopáticas, seducción, etc. Cuando no lo logran pueden
aparecer reacciones agresivas. Esto pone a prueba la tolerancia a no “contra-actuar” y la plasticidad del
analista para no permitir ser manipulado y así poder dirigir la cura.
El paciente border siente que está amenazada su existencia psíquica. La angustia no puede ser
procesada como señal sino que se vive como amenaza de aniquilación y no logra ser canalizada. Hay en
estos pacientes una escisión entre lo psíquico y lo somático que los protege contra la destrucción absoluta
pero les impide el libre funcionamiento de la simbolización, la creatividad y la imaginación. Se instala el
vacío. Parte de su actuación es para paliar esto. Anhelarían experimentar emociones genuinas pero no las
toleran. Poseen una insatisfacción permanente, frustración constante. Sus objetivos son inalcanzables y si
los alcanzan pierden valor inmediatamente. Sus logros no son vividos como propios, los invade una
sensación de extrañeza. Buscan placer constantemente para evitar el displacer.
La transferencia es masiva. Un tema delicado es que estos pacientes pueden presentar el síndrome
de difusión de la identidad. Sus valores y opiniones pueden mimetizarse con los que los rodean. En la
relación terapéutica las intervenciones pueden ser vividas como órdenes, por ende su formulación debe
ser cuidadosa, intentando no aseverar ya que tienden a darle un carácter de certeza al discurso del otro. La
transferencia suele ser caótica y masiva, mostrando una alternancia entre idealización y devaluación.
Puede también darse una transferencia erótica.
Patologías fronterizas → son sujetos que acarrean un enorme sufrimiento por sentirse
inconsistentes, con poco valor, con dudas acerca de su propia existencia e identidad. Déficit en la
simbolizació n, hay impulsiones que sustituyen (la descarga) la decisió n, lo que hay es acció n. Desde
su infancia han sido privados de un espejo, de una mirada y de un discurso que les devolviera una
imagen cohesiva y deseada de sí mismos con la cual identificarse, reconocerse y quererse; como
correlato se han visto en la necesidad de sobrevivir y para ello han convocado a sus objetos, entre
ellos el analista, anhelando hallar una pró tesis de sí mismos, incondicionalidad, sostén, y un aparato
para pensarse. La relació n con el objeto es de dependencia, si el objeto desaparece ellos también.
Son objetos muy fijos.
Son sujetos que sufren de excesos, tanto del orden interno pulsional, como del afuera, de la realidad
exterior. La manera que encuentran de tramitarlos es por medio de descargas, en el cuerpo como
actuaciones en el afuera y con los otros. Tienen fallas en la comunicació n.
Son sujetos que han tenido fallas primarias en la constitució n de su psiquismo por defecto, de lo que
no se inscribió , o por exceso, de lo que no pudo tramitarse adecuadamente, en quienes el proceso
secundario de pensamiento se ve interferido por el funcionamiento primario.
Se defienden de un temor a la fragmentació n del yo.
En la primera infancia es la madre la encargada de dar sentido al llanto y a los gestos de su bebe. Es
en la decodificació n de los signos del bebé y en la codificació n que se irá n generando y entramando
significaciones y sentido con las cuales se identificara el niñ o. En los pacientes con estas
organizaciones psíquicas, el yo no ha podido internalizar dichas funciones. Han quedado a expensas
de la intensidad de los estímulos sin mediació n satisfactoria. Las consecuencias aparejadas en el
niñ o será n la desconfianza de sí mismo, la necesidad permanente de confirmació n y aprobació n del
otro, la incertidumbre acerca del propio sentimiento de existencia, baja autovaloració n, duelos de
difícil resolució n y angustias de fragmentació n, aniquilació n, fusió n y abandono. Esos yoes son muy
vulnerables.
El modelo psicoanalítico “asociació n libre-atenció n flotante” no funció n en un 1° momento. Las
interpretaciones no van dirigidas ú nicamente a los contenidos reprimidos del ello, sino
directamente al yo y a un superyó que esta frente a un yo tan débil. Nuestro trabajo es crear
representació n con las cuales el yo vaya lentamente adquiriendo consistencia y pueda identificarse.
Para estar en condiciones de emprender un psicoaná lisis, para desarticular, des-identificar y
desarmar tenemos que estar frente a un yo armado que tolere, a su manera, los embates
pulsionales. Va a tener que propiciar la autonomía y la autoestima.
Lo que el tratamiento debería proveer durante el proceso es, a través de la continuidad del mismo,
representaciones psíquicas que vayan reorganizando ese psiquismo fallido.
Como contrapartida de una transferencia masiva y caó tica, se presentan intensos sentimientos
contra-transferenciales que van desde el enojo, la impotencia, la frustració n, etc.
No van a ser pacientes de divá n porque requieren la mirada del otro, de la confirmació n para sentir
la propia existencia.
Primero, hay que diferenciar “pasar al acto” del “pasaje al acto”. Hay ciertos autores que los
confunden, aunque hay un limite muy delgado entre ambas instancias. El pasar al acto y el pasaje al acto
tienen elementos estructurales en común: en ambos casos se trata de la conclusión de una escena, de una
escena que alcanza su punto final. En el Pasar al Acto: Hay un efecto de Sujeto. Hay un efecto de
máxima subjetividad. Hay un cambio de posición subjetiva. En cambio, en el Pasaje al Acto: Hay un
efecto de aniquilación del Sujeto en un intento fracasado de hacer surgir su subjetividad. Aniquilación que
deja, a lo sumo, una marca de ese acto que fracasa, en el cual converge la conmemoración de esa
aniquilación y al mismo tiempo del intento de subjetivación.
El pasaje al acto se diferencia también del Acting Out. Aquí un Sujeto le muestra al otro el objeto
de su deseo (objeto señuelo del deseo). Es una escena que se sostiene. El Sujeto está diferenciado del
objeto y se lo muestra al otro, otro que desfallece en su función de lectura e interpretación, otro que no
reconoce ese deseo del sujeto. Hay un fracaso en la articulación significante del deseo. Hay en ese punto
una fala en la cadena significante, y en vez de la articulación metonímica del deseo, hay una mera función
de señal. El deseo le es señalado al Otro, a través de esta mostración del objeto señuelo. El acting out
como el resultado de una operación de verwerfung, pero no del Nombre del Padre, sino como una
operación realizada sobre otro punto de la malla de la estructura significante.
En el caso del Pasaje al Acto, no se trata de una escena que se sostiene sino de una escena que
concluye. Es una escena en la que se diferencian dos momentos:
1- Se ve la instauración progresiva de una escena que avanza y abarca progresivamente más y más
aspectos de la vida del Sujeto. Es decir, gestación de la escena y amplificación tomando más aspectos de
la vida del sujeto.
2- La escena se corta repentinamente, haciéndola cesar. Este segundo momento es lo que se designa
como Pasaje al Acto.
¿Qué ocurre del lado del Otro? Va quedando configurado progresivamente como absoluto en un
borramiento cada vez más acentuado de su borradura. El Otro va presentándose cada vez más identificado
al Ideal del Yo, en una conjunción entre totalización del saber y totalización el goce. El Otro se totaliza en
una dimensión de goce y el Sujeto, en tanto objeto resto, es el objeto de ese goce.
En la neurosis, el Pasaje al Acto tiene la particularidad de irse anunciando por indicios que se
tornan más y más evidentes tendiendo a abarcar toda la escena del Sujeto.
El pasaje al acto puede ser el suicidio, el homicidio y otros modos de hacer cesar la escena en un
intento de cortar el goce del otro. No podemos dejar de lado la mención de los fenómenos imaginarios
que se dan en el pasaje al acto, por ejemplo, en algunos pacientes que se melancolizan en un duelo y en
quienes la fragmentación corporal se mostró de un podo particularmente patente, en otro casos, el pasaje
al acto deja como resto de la escena, un cuerpo despedazado, como huella de un exceso en la propia
escena de aniquilación del sujeto. También está la agresividad articulada a veces a la fragmentación del
cuerpo.
¿Cómo se dirige la cura frente al Pasaje al Acto? El analista debe anticiparse a la culminación de la
escena. Debe ofrecerse como el Otro barrado. Cortar la relación entre el sujeto identificado al objeto-resto
y el goce del otro. Se trata de romper, a través de la presencia del analista (en tanto Otro barrado) con la
instancia de otro absoluto. No hay que esperar a la configuración completa de la escena del pasaje al acto
para operar. Ofrecer el semblante del Otro barrado es una primera operación básica. Hay una relación
estrecha entre el sujeto identificado totalmente al objeto-resto y el goce del Otro que es necesario cortar. Y
ese mismo corte es un avance en la operación de la cura hacia la relación del sujeto con su verdad,
definida por la particularidad de la circunstancia en juego.
Muchas veces el Pasaje al Acto es una vicisitud necesaria de la cura, así como el acting out. Es el
arte del analista el que tiene que permitir un suficiente despliegue de la escena en la transferencia y al
mismo tiempo situar el tiempo en que se empieza a producir las distintas operaciones que tienen por
consecuencia el atravesamiento de este tiempo y corte de la escena desde el análisis. Es el acto del
analista el que tiene que cortar la escena y no dejar que sea la propia escena la que conduzca al analizante
a cortarla en la culminación del pasaje al acto.
¿Cuáles serian las operación que hacen a una estrategia de la dirección de la cura frente al pasaje al
acto? Primero el “semblante del Otro barrado”, allí donde el Otro esta totalizado el analista debe sostener
su presencia barrada, dando un lugar para el analizante como sujeto. En segundo lugar, se trata de poner
en continuidad la escena del análisis con la escena de la vida del analizante, tratando de esa manera de
sostener al limite la dimensión transferencial. Frente al pasaje al acto, no se puede dejar librado el sostén
de la transferencia solamente al analizante, pued precisamente por la propia estructura de la escena del
pasaje al acto, tiende a totalizar el analista, y a sustraerse de la escena del análisis. Es el analista quien
debe hacerse cargo, al menos provisoriamente, de sostener y activar la transferencia. Este paso se
denomina “operación mantenimiento de la transferencia”.
Otra operación tiene que ver con el objeto. El analista debe hacerse cargo de poner en juego el
objeto desde su costado. La mirada y la voz del analista, son particularmente aptas para esta operación.
Por ejemplo; pedir al sujeto que llame o llamar nosotros: el analista ofrece allí su mirada o su voz en tanto
objeto a para clivar al sujeto del objeto a en tanto desecho al cual esta identificado.
Por un lado se ofrece el soporte del sentido y de la imagen, soportes necesarios frente a ese punto
debacle simbólica que es el pasaje al acto. En tanto imagen, cuando se invita al analizante a situarse frente
a frente se le esta ofreciendo la unificación corporal del propio cuerpo del analista, como soporte frente a
la fragmentación, tendiendo a evitar el incremento de la sensación de estar a merced del goce terrorífico
del Otro que la fragmentación corporal provoca y que puede desencadenar por sí sola el pasaje al acto.
En relación a la palabra, ella también puede operar como corte simbólico en relación al goce del
Otro, Aunque por momentos la dirección de la cura tiene que sostenerse predominantemente desde lo real
y lo imaginario, hasta que la palabra recupera plenamente su eficacia. En la medida en que esta eficacia se
recupera, y el sujeto logra hablar del fantasma del pasaje al acto, de la escena que va preparando, el
propio hablar constituye una operación de corte. El discurso puede ser la encarnación del goce, pero el
discurso también corta el goce del Orto. O sea, que la propia palabra también hace de barrera.
Si las cosas van bien, el deseo del sujeto comienza a tener una presencia en el texto de la cura, que
en la situación del pasaje al acto es al principio esporádico y puntual, y debe ser sostenida por el analista.
Esta presencia del deseo es una barrera esencial frente al goce y por lo tanto un acotamiento estructural
del pasaje al acto.
Por otro lado, dado el carácter extendido de la presencia de un duelo melancolizado en el pasaje al
acto, el trabajo de duelo en el análisis se torna fundamental, trabajo en el cual el valor simbólico de la
palabra es esencial. Empieza con la restitución de la eficacia de la palabra. Es un trabajo sobre cada rasgo
del objeto perdido, precedido por la instancia de situar qué es lo que el sujeto perdió.
El concepto de pasaje al acto no integra el corpus teórico elaborado por Freud. Es invención de
Lacan. Y lo distingue del acting out. La hipótesis es que el agieren de Freud es el antecedente de la
oposición lacaniana acting out-pasaje al acto.
El agieren (acting out) son aquellas acciones motivadas inconscientemente fuera o dentro del marco
analítico que evitan la verbalización de un recuerdo reprimido. Esta concepción se asienta en “R,R,R”.
En conclusión, el agieren freudiano aparece como una resistencia al recuerdo, pues lo reprimido no
retorna allí por la vía del discernir, del pensamiento, sino por la vía de la acción, en el actuar. Pero como
concepto conlleva una ambigüedad en la medida en que, por un lado, asume la significación de moverse,
actuar, producir una acción y, por otro, la e la reactualización en transferencia de una acción anterior. Por
esta razón, entenderlo simplemente como un antecedente del acting out implica desconocer un aspecto
fundamental de la noción freudiana. Para Freud el problema del agieren se presentan alrededor de lo
reprimido y el retorno de lo reprimido por la vía del pensamiento o de la acción. En efecto, el escrito de
1914 deja claro que para él el agieren refiere a todo tipo de acciones, decisiones e intenciones que se
producen en el transcurso de la cura con la propensión a medir el proceso de rememoración.
El agieren freudiano supera extensamente los marcos del acting out pues en rigor la conducta de
estos pacientes que se ven expulsados de la relación transferencial no responde a su definición, que
designa siempre acciones de carácter impulsivo que aparecen en el curso del análisis en su conexión con
la transferencia, es decir, acciones que no culminan en la ruptura del vinculo analítico. Aquí nuevamente
es esclarecedora la oposición entre acting out y pasaje al acto que produce Lacan a partir de la oposición
entre la escena y el mundo: la ruptura del vinculo analítico es salida de la escena.
El termino out refiere a la exteriorización de algo que supone oculto y se vincula con la dinámica
de la transferencia. No quiere decir “fuera del consultorio”. Lo out del acting no hace referencia a un
espacio físico ni a un marco de trabajo, sino a un “fuera de recuerdo”, “fuera de lo que se dice”. Una
segunda precisión que debemos hacer es que para Lacan la definición del acting out ligada a la
imposibilidad de rememorar, a recordar al pasado, si bien es correcta es incompleta porque ignora la
dimensión del Otro. Para él el recuerdo tiene una dimensión intersubjetiva ineludible; recordar no es solo
traer un recuerdo a la consciencia, sino saber sobre todo comunicarlo; no se trata de la memoria como
función psicológica sino de la transmisión en acciones de un mensaje que no se expresa en palabras.
Freud no distingue con términos diferentes los fenómenos de repetición dentro y fuera de la sesión
sino que ambos se ordenan por el termino agieren, abarcativo de estas formas de la acción: las
actuaciones fuera de la transferencia que luego el paciente relata al analista (acting out fuera de la sesión),
los enamoramientos demostrativos dirigidos al analista que posibilitan y a la vez obstaculizan el
tratamiento (acting out en la sesión) y las rupturas del vinculo analítico que conducen (pasaje al acto).
La oposición lacaniana de acting out y pasaje al acto, podría equipararse al agieren freudiano, en el
sentido en que el acting out tiene más que ver con algo del orden de lo reprimido, no recordado, sino
actuado, mientras que el pasaje al acto seria de lo no ligado. Es la ruptura del vínculo analítico, el corte de
la escena, lo que produce el viraje del acting out al pasaje al acto. Justamente el pasaje al acto apunta al
quiebre de la escena y a la ruptura del marco analítico.
Se habla de acting out fallido cuando se produce una autolesión que no apunta al total
aniquilamiento de uno, pero lleva a la muerte involuntaria. Es una mostración fallida que lleva a la muerte
pero no era la voluntad. Dentro de esto entran los intentos suicidas no serios, que arman una escena al
Otro pero sin una efectiva determinación suicida. Pero cuando esto fracasa y se produce la muerte, es un
acting out fallido.