Pettinato - Cap 12 LISTO

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GIOVANNI PETTINATO: EBLA, UNA CIUDAD OLVIDADA

Capítulo 12 “Economía”

Repasando los textos de los Archivos Reales, que registran enormes cantidades de cereales, de
ganado menor y mayor y, sobre todo, de plata, podríamos vernos tentados de suponer que los
habitantes de la ciudad siria del III milenio tuvieron una vida fácil, como si la riqueza le hubiera
llovido del cielo. Sin embargo, Ebla hizo un extraordinario esfuerzo para llegar a la cima del éxito
económico.
De la Ebla del III milenio se deduce que los eblaítas no solo tenían un excedente de plata-
moneda, sino una abundancia tal de productos agrícolas que podían permitirse utilizarlos para el
intercambio y dar así comienzo a un proceso de acumulación de riquezas. Pero una deducción
semejante nos desvía de la cuestión principal, ya que nada nos dice de las condiciones iniciales
con las que partieron los eblaítas: baste pensar que el reino de Ebla se identifica con una región
pobre en metales preciosos como la plata, el oro y el cobre, por lo que tenían que importarlos.
De ahí la pregunta sobre las fuentes de la economía eblaíta y sobre la política emprendida por el
reino de Ebla para llegar a controlar todas las operaciones comerciales del área del Próximo
Oriente Antiguo.
AGRICULTURA Y PASTOREO
Es seguro que no partieron con ventaja, pues si carecían de metales preciosos tampoco eran muy
afortunados ni tenían fácil la obtención de bienes primarios de subsistencia.
Ebla se halla en el centro de la parte meridional de la cuenca de Alepo. La baja pluviosidad media
anual en la cuenca, la distribución desigual de las precipitaciones en el transcurso del año,
revelan de inmediato un ciclo hídrico condicionado por un clima semiárido.
Así pues, la región de Ebla no se prestaba a una agricultura intensiva, esto es, de regadío; la
producción se basaba más bien exclusivamente en una economía agrícola de secano. Por otra
parte, la región de Ebla presentaba otras posibilidades de explotación, pues estaba circundada
por amplios y vastos pastos, de modo que era posible la cría de ganado. Y he aquí que los
eblaítas, inteligentemente, sacaron del terreno todo lo que este podía dar.
Los documentos que mencionan solo cebada, pero obciamente la producción agrícola en la época
de los Archivos no se limitaba únicamente a ella, pues sabemos que se cultivaban también otros
tipos de gramíneas, como por ejemplo el trigo, la espelta y la malta.
También se cultivaba un tipo de aceite vegetal. Además, sabemos que los eblaítas cultivaron la
vid y el olivo. En Ebla se practicaba la viticultura y el vino era muy apreciado.
En Ebla había, en la época de los Archivos Reales, un excedente real de bienes primarios y que
esta era autosuficiente.
Tenemos noticias de adquisición de productos agrícolas procedentes de otros reinos; o bien de
acuerdos internacionales con otros soberanos para la utilización de terrenos agrícolas fuera del
reino de Ebla que comportan un contrato de arrendamiento regular, como el “Tratado entre Ebla
y Emar”; o de confiscaciones de la recolección en ciudades seguramente no pertenecientes al
reino de Ebla. Ebla dependía del exterior en este delicado sector de la agricultura, de modo que
la riqueza alcanzada en el periodo de los Archivos había sido fatigosamente construida y
sabiamente administrada.
Un sector con el que Ebla siempre había podido contar era el de la cría de ganado mayor y
menor, y ello gracias a las tierras de pasto. La cría de ovinos, además de garantizar el consumo de
carne necesario para la alimentación, proporcionaba una cantidad de lana suficiente para la
industria textil, en la que los eblaítas debían ser realmente ricos. También los bovinos se
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mostraban útiles no solo para la carne, sino como animales de transporte para las numerosas
caravanas.
Ebla gastaba mucha plata en la compra de animales a otros países, seguramente para aumentar y
mejorar la calidad del propio.
Llegados a este punto, se suscita el problema de la extensión del reino de Ebla. Más arriba he
dicho que Ebla debía de abarcar un territorio similar al de la gran Siria, algo que los responsables
de la misión arqueológica han rechazado.
Hay que admitir ineludiblemente que el reino de Ebla tenía que extenderse, por fuerza, a otras
regiones que le permitieran una producción agrícola adecuada a sus propias necesidades. Ebla
habría ocupado no solo la Siria septentrional, sino también la región eufrática y transeufrática.
Sabemos con seguridad que precisamente en esa dirección había otros poderosos reinos que,
aun siendo amigos, tenían las mismas exigencias de terreno agrícola que Ebla, razón por la cual la
expansión hacia el este estaba seguramente muy limitada. De ahí mi conclusión lógica de que
Ebla tendió sus lazos hacia el sur, no solo hacia la Siria meridional, sino también hacia Palestina,
que por lo que parece no estaba tan poblada, en torno al 2500 a.e., como la región del alto
Éufrates y de la Gezira.
Una mayor necesidad de territorio por parte de Ebla, o de cualquier otro Estado, es causa de
inestabilidad y de conflictos latentes que pueden explotar en cualquier momento. El peligro de
conflictos era objetivamente muy grande, y el riesgo muy alto; y aun así sabemos que la región
que ocupaba Ebla gozaba de una cierta paz y tranquilidad.
INDUSTRIA TEXTIL, METALÚRGICA Y DE LAS PIEDRAS PRECIOSAS
Volviendo ahora a las fuentes de riqueza de Ebla, no hay que pensar que la economía eblaíta era
esencialmente agrícola o pastoral. La Ebla de mediados del III milenio se nos presenta ya como
una sociedad que obtiene sus ganancias del comercio de productos industriales, sobre todo de la
tejeduría y de la elaboración de los metales y las piedras preciosas.
Ebla tenía abundantísimas manufacturas de los más variados tipos de tejidos, tanto de lana como
de lino, que exportaba a todos los otros reinos. Además de telas, en Ebla se tejían prendas de
vestir que iban desde las túnicas a los abrigos, desde el calzado a las gasas más delicadas. Entre
los tipos de telas producidas en Ebla estaba el damasco.
La otra fuente principal de la economía eblaíta la constituía la elaboración de los metales
preciosos y semipreciosos con los más variados fines. En Ebla se traficaba con oro y plata, e
incluso esta última servía como medio de pago habitual. Los eblaítas apreciaban también otros
tipos de metales, como el cobre y el plomo, así como el estaño y los derivados de aleaciones, el
bronce y el electro. En cuanto a los objetos preciosos realizados con estos materiales, hay que
citar colgantes masculinos y femeninos, yelmos, cinturones, puñales, pendientes, distintos tipos
de brazaletes, cadenitas y broches, diversos tipos de vasijas, copas, vasos y platos.
Por otra parte, se había progresado mucho en las técnicas de fundición de los distintos metales.
Una de las revelaciones de Ebla en este sector ha sido la aleación de bronce, obtenida mediante
la fusión del cobre y el estaño. La progresiva adición de estaño al cobre permite operar una serie
de cambios físicos en el bronce, desde el color de la aleación hasta su dureza y densidad.
Se advierte entonces el grado de civilización alcanzado por la Ebla del Bronce Antiguo.
Además de las aleaciones de bronce, un texto nos ofrece dos pasajes que atestiguan en Ebla la
fusión entre la plata y el oro. Una cantidad X de oro sirve para adquirir una cantidad Y de oro que
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es mayor, un oro por tanto impuro, pero más duro y menos dúctil que el oro puro, adecuado
para un brazalete.
El peso de un objeto manufacturado debía de resultar menor que el del metal necesario para
hacerlo, ya fuese por una pérdida originada durante el proceso de fundición (escorias), o por la
que se producía en el transcurso de la elaboración del objeto. La media de las pérdidas, estimable
en un porcentaje del 16,9%.
Los productos de la metalurgia de Ebla eran muy apreciados también en el exterior, pues eran
una parte nada despreciable de las exportaciones del reino. Además, se distribuían también entre
los ciudadanos, contribuyendo a la riqueza de las personas y de los núcleos familiares.
En Ebla, lamentablemente, no se han encontrado los tesoros descritos en los documentos
económicos, pero podemos hacernos una idea del lujo y la magnificencia de los ciudadanos de
Ebla recordando los hallazgos sacados a la luz en las tumbas reales de Ur.
Los eblaítas eran expertos en el trabajo sobre distintos tipos de madera, entre las que destacan el
cedro de Líbano y el ébano de los países del Golfo Pérsico.
LA RIQUEZA DE EBLA Y EL COMERCIO: LA GRAN INVENCIÓN DE LOS EMPORIOS COMERCIALES
La acumulación de riquezas del reino de Ebla no tiene nada que envidiar al bien conocido reino
de Midas o al Imperio Persa. Empezando por el oro, se distinguen dos calidades del mismo.
También hay dos calidades de plata, una más pura y otra que estaba unida al plomo.
Ya expliqué lo que entendía con el término “imperio” atribuido a Ebla: no un sistema político-
militar, sino un reino con relaciones tan extensas e intensas desde el punto de vista comercial,
que perfectamente podía parangonarse con un imperio. Su riqueza económica y su aparato
burocrático son inconcebibles para el III milenio, y sus ramificadísimas transacciones comerciales
no hacen más que sorprendernos.
Ebla mantenía constantes relaciones con unos 80 estados independientes, que sus caravanas
circulaban libremente por toda el área del Próximo Oriente Antiguo, que las arcas de Ebla
estaban a rebosar de todo tipo de bienes.
Gracias también a algunos tratados bilaterales, sobre todo al que estipularon Ebla y Assur,
estamos en condiciones de argüir la existencia de agencias comerciales diseminadas por todos los
reinos del Creciente Fértil.
El texto en cuestión pertenece al tipo de documentos por mi definido como “Comercio con el
exterior”, pues los destinatarios de los bienes son en su mayoría ciudades y estados extranjeros.
Aunque pueda parecer extraño, este tipo de documentos no registran las transacciones
comerciales efectuadas, sino que enumeran los “regalos” que las caravanas eblaítas llevaban a
los distintos estados a los que llegaban. Los destinatarios de los “regalos” son soberanos o
miembros de las familias reales de estados amigos.
No hemos exagerado en absoluto al afirmar que la Biblioteca de Ebla es un instrumento esencial
para la reconstrucción de la geografía política del Creciente Fértil. No solo sabemos de la
existencia de ciudades hasta ahora totalmente desconocidos, sino que estamos en condiciones
de comprender su estructura política y sus intereses económico-comerciales.
En lo que respecta a los asuntos puramente económicos, vemos que los mercaderes eblaítas
podían circular sin dificultad alguna por la vastísima área del Creciente Fértil, del mismo que
advertimos que no se les negaban las mismas posibilidades a los mercaderes de las otras
ciudades. Esta es sin duda una de las revelaciones más fascinantes de los Archivos Reales de Ebla,
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sobre todo si se tiene en cuenta que ello ocurría a mediados del III milenio. La existencia de
tantos reinos tan celosos como Ebla de su independencia política y territorial debía de constituir,
sin duda, un impedimento para el libre movimiento comercial, de modo que, si ello era posible,
hay que atribuirlo a acuerdos bilaterales de los que se han encontrado huellas en nuestros textos.
El área geográfica interesada sin duda comprendía territorios más allá del Éufrates: en efecto, las
ciudades de Harran e Irritum, ubicadas entre el Balikh y el Khabur, nos conducen ya a 500km de
distancia de la capital siria. Podemos concluir que los eblaítas tenían relaciones comerciales con
reinos localizados en la propia Siria, en Palestina y en Líbano, además de en el área comprendida
entre el Éufrates y el Tigris, y quizá más allá. Se trata de un radio de acción de 1000km de
distancia, hasta de 2000km, y esto es una época en la que los medios de transporte no podían ser
rápidos. Ebla llegó hasta el norte de Anatolia, al este seguramente hasta Irán y al sureste hasta el
golfo Pérsico. También se encontraron vasijas en el Palacio G provenientes de Egipto.
Sobre la organización comercial de Ebla, hay datos sobre los operadores comerciales y las
modalidades de transacción. Sobre el tratado entre Ebla y Assur, podemos saber de la existencia
de agencias comerciales dispersas por todos los reinos y que servían como punto de referencia a
los mercaderes eblaítas. La existencia de centros comerciales eblaítas fuera del reino de Ebla
documenta el alto sentido de los negocios de esta población semítica y esa necesaria apertura
que le permitió controlar de tal modo todo el comercio en el área del Creciente Fértil. Ebla
mantenía relaciones comerciales estables con los mayores reinos de la época. En un área tan
vasta como el Creciente Fértil, es posible que hubieses unidades estatales identificables como
reinos, pero que un reino controlase económica y totalmente la región es un hecho de tal
relevancia política y económica que pone verdaderamente en tela de juicio no solo todos los
modelos de desarrollo económico de la antigüedad, sino también nuestras concepciones sobre el
origen de la misma civilización del hombre.
Los mercaderes eran agentes y representados del Estado Eblaita, “mensajeros”. Como
funcionarios del Estado, esos mensajeros están sometidos al poder central del soberano y del
tesorero y dependen directamente de uno de los cuatro palacios de la ciudad. Los
superintendentes de los mercados eran los ugula, y más concretamente los maskim (comisario).
En Ebla parece conservar su significado original de “superintendente de los mensajeros”.
Ebla con su diplomacia había conseguido sembrar todos los reinos importantes de la época de
centros que gozaban de la extraterritorialidad, pues estaban sujetos a la autoridad del soberano
de Ebla. Se trataba de unidades municipales comúnmente llamadas bad, “centro fortificado”,
dado que estaban circundados por muros defensivos y se hallaban sometidos al soberano de
Ebla, representado por un funcionario eblaita llamado lugal bad, “gobernador del centro
comercial”. Con una vastísima red de centros comerciales diseminados, los mercaderes estaban
seguros en cualquier parte, y así florecía el tráfico, se cruzaban las caravanas y no había espacio
para los salteadores de caminos. No había escasez de bienes, la moneda-plata circulaba
ampliamente e incluso había estabilidad en los precios.
Ebla dictaba la ley, establecía los precios y controlaba los mercados, pero ello fue posible gracias
a los acuerdos internacionales y, sobre todo, a sus desmesuradas riquezas de oro y plata, que
constituían un incentivo para los intercambios.

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