Historia de La Prueba Pericial

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HISTORIA DE LA PRUEBA PERICIAL

La prueba pericial, tal como la entendemos actualmente, tiene su origen en


el derecho romano, como consecuencia directa de la expansión territorial del
Imperio.

Roma fue la potencia expansiva y colonizadora por excelencia del mundo


antiguo. La base de su civilización fue el derecho romano, a tal punto que cuando
empieza a anexar territorios por las armas, se encuentra con dos situaciones:
carencia casi total de derecho (derecho escrito) o aplicación de un derecho casi
tribal o de leyenda.

Roma crea el derecho romano entendiendo que el derecho debía ser igual
para todos –al mismo tiempo que aplicable y entendido por todos-. Con anterioridad
ya otros países o razas tenían derecho escrito, por ejemplo Babilonia y el pueblo
hebreo; pero no alcanzaron a ser como el derecho romano que llegó a trasladarse al
derecho positivo actual.

Cuando Roma empieza a conquistar territorios, empiezan a presentarse


problemas inherentes a esas conquistas. Se presentan problemas de índole social,
de retribución, etc., que finalmente caen en la juricidad.

Cuando un ejército conquistaba un territorio –con o sin derecho propio del


lugar- tenía derecho al saqueo absoluto, total e irrestricto. Pero Roma puso freno a
todo esto, ya que los únicos que podían decir qué correspondía a cada uno según su
mérito y jerarquía eran los jefes militares de Roma. Ellos generalmente retribuían
con tierras.

Esa acción de distribución de las tierras de acuerdo al mérito no tuvo ninguna


objeción. En cuanto a la retribución que se hacía teniendo en cuenta la situación
jerárquica de los militares también era lógica, porque los de mayor jerarquía
generalmente eran los que tenían mayor capacidad para dirigir. Nunca se
produjeron rebeliones por la aplicación de esos criterios., todos los aceptaban. Otro
criterio que se aplicaba para retribuir, eran las heridas recibidas en guerra o
combate.
Cuando Roma conquistaba un país o región, lo dividía en parcelas, y éstas
eran distribuidas de acuerdo a los criterios antedichos. Pero allí es cuando
comienzan los problemas, porque quizás a un decurión se le asignaba un pedazo de
tierra más árido que el que le tocó al decurión de al lado, que tenía su misma
jerarquía. Es decir, a igual mérito, los dos merecían la misma retribución. Incluso a
veces a uno le tocaba un pedazo de tierra arable y a otro una determinada cantidad
de cabezas de ganado. Aquí empiezan los problemas de litigio.

Entonces, como a lo mejor los jefes militares ya no estaban en el lugar


porque habían seguido con la conquista, se hizo necesario contar con alguien que
dijera quién tenía razón en dichos litigios. Para ello se recurrió a personas que
supieran dar valor a la tierra de acurdo a la capacidad de producción y al trabajo de
producción que costaba la tierra. No sólo las tierras sino también cualquier otro bien
mueble o inmueble.

En ese momento los jefes militares o los jueces que los reemplazaban,
comienzan a llamar a los que conocen determinadas materias, es decir, a los peritos.
El primer perito que aparece es el que en la actualidad conocemos como
agrimensor, que era quien medía el valor de las tierras. Pero a éste se sumó el perito
hortelano que al ese valor sumaba el valor de producción de la tierra y lo que
correspondía pagar de impuestos ya que no debía pagarse lo mismo por una tierra
árida que por una fértil.

Como ya se dijo, también se tenían en cuenta las heridas recibidas en


combate, a raíz de ello aparece el perito médico. Por otra parte, también se
reconoció retribución a las mujeres que quedaron embarazadas por soldados
romanos que pasaron en una campaña militar. El estado romano no desamparaba a
estas mujeres sino que por el contrario, las amparaba con una retribución. Pero era
necesario determinar si realmente el hijo concebido podía ser de un soldado
romano, y para eso era necesario examinar a la mujer embarazada y determinar el
tiempo de embarazo. Así es como aparece la perito comadrona. Con esta figura
aparece también la noción de la necesidad de pluralidad de peritos intervinientes
en cada caso. Debían ser tres. Esto apuntaba tanto a cubrir el asesoramiento al juez
como a defender a la embarazada.

Con esta misa mecánica se van incorporando otros peritos al derecho


romano: el que tasa muebles, el que tasa inmuebles, etc.
En cuando a su derecho, Roma no pretende imponerlo a los pueblos
conquistados. Adapta su derecho al de ese lugar. Así iba amalgamando los dos
derechos: el del ocupante y el del ocupado. Así por ejemplo nació la “lex romanum
visigothorum”, que fue la ley de Roma en el reino visigodo de España. Ya en esta
ley aparece en forma incipiente la institución de la prueba pericial.

Siguen transcurriendo los siglos y el derecho español empieza a


transformarse con el “Liber Iudiciorum” que significa Libro de los juicios (código).
Luego aparece el Código de la siete partidas de Alfonso el Sabio, que es considerado
el monumento jurídico máximo de la historia. De este código surgieron los demás,
especialmente los de los países latinos. En España se reflejan las enseñanzas del
Código de las siete partidas, en las leyes de Indias, que son las que después pasan al
Virreinato del Río de la Plata. Ésta es la línea que sigue la prueba pericial, y por ese
camino llega a nuestros códigos actuales.

En el Código del Alfonso el Sabio se llega a detalles qe hasta hoy siguen


llamando la atención, si se tiene en cuenta que su redacción data del siglo XI, entre
los años 1000 y 1015. Alfonso el Sabio introduce en su código, un capítulo llamado
“La prueba de los escritos”, que se asemeja bastante a lo legislado actualmente en la
materia. En dicho código se llegó a determinar – en materia de pericia caligráfica-
cuáles eran los elementos indubitados y los dubitados, cómo debía hacerse la
pericia, quién debía ser el perito, qué se debía cotejar, e incluso se establecían en
detalle los elementos o aspectos a tener en cuenta en las letras de la escritura,
cuáles eran las letras importantes y qué recaudos tomar para evitar la falsificación.
Se instituye el concepto de que la prueba documental, es decir, la escrita, tiene más
valor que la testimonial, es decir que se establece una escala de valores en los
medios de prueba.

El primer perito que aparece individualizado en el código de Alfonso el Sabio


fue el obispo de cada ciudad, porque en esa época entre los pocos que sabían leer y
escribir se encontraban los sacerdotes. En el código siguiente ya se elige a un
funcionario menor: el alcalde. En ambos casos los que se perseguía era la capacidad
y honestidad, por eso la elección recaía sobre obispos y alcaldes, ya que ellos no sólo
representaban capacidad y conocimientos sino también una determinada conducta,
una noción de ética.

En esa época, como ya se dijo, eran muy pocos los que sabían leer y escribir,
y por lo tanto eran pocos los problemas que podían presentarse para determinar la
autoría de documentos. Pero cuando las ciudades empiezan a crecer en número de
habitantes, también se multiplican su problemas. Cuando la escritura comienza a
hacerse más popular, el obispo ya no da abasto con todos los problemas que se
presentan en materia de escrituras y entonces aparecen los alcaldes, porque eran
los depositarios de la fe pública. A medida que la escritura evoluciona llegan a cubrir
esa función los escribanos, notarios y maestros.

Los códigos posteriores fueron incorporando un mayo número de personas


capaces de analizar escrituras, pero juntamente con esa capacidad siempre se exigió
cierta conducta (que se presumía por la naturaleza de la profesión que ejercían). Esa
exigencia se debe a que la prueba pericial y el asesoramiento al juez, requieren
principalmente objetividad.

Este criterio es sostenido también por nuestro código procesal, por eso el
perito tiene que estar capacitado en la ciencia, arte, técnica o profesión para la cual
es llamado para asesorar al juez y debe basarse en la objetividad.

Por eso, de acuerdo a nuestro régimen legal el perito es un funcionario del


proceso, con categoría propia, en tanto que en el derecho sajón, como no existe la
figura de perito, es considerado un testigo calificado.

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