Espiritualidad Del Mec

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sábado, 28 de marzo de 2020

LA ESPIRITUALIDAD DE LOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA


COMUNIÓN EUCARÍSTICA*...

Una espiritualidad laical que sea auténtica, no puede ser


sino una espiritualidad que tenga su centro en Jesús Eucaristía. Aunque el tema de la
formación y espiritualidad es para todos los fieles cristianos, de una manera muy
particular, es para el Ministro Extraordinario de la Comunión Eucarística (MECE).

«Inmensae Caritatis» de san Pablo VI, (29 de enero de 1973), es el documento de


la Iglesia que permite la institución de MECES (Ministros Extraordinarios de la
Comunión Eucarística), sin embargo, se debe complementar con el documento de
san Juan Pablo II «Christifideles Laici» que habla de la misión del laico en la Iglesia
y en el mundo, evitando la clericalización de los MECES, y recordándoles su
identidad laical secular que exige una espiritualidad o estilo o forma de vivir según
las exigencias cristianas, la cual es «la vida en Cristo» y «en el Espíritu», que se
acepta por la fe, se expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vida
dentro de la comunidad eclesial.

Entre los elementos de espiritualidad que todo MECE tiene que hacer suyos
sobresale la oración. La oración tanto personal como litúrgica y de grupo, es un
deber de todo MECE. Jesucristo, evangelio del Padre, nos advierte que sin Él no
podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5). Él mismo en los momentos decisivos de su vida,
antes de actuar, se retiraba a un lugar solitario para entregarse a la oración y la
contemplación, y pidió a los Apóstoles que hicieran lo mismo. Esta vida intensa de
oración debe adaptarse a la capacidad y condición de ministro, de modo que en las
diversas situaciones de su vida pueda ir siempre «a la fuente de su encuentro con
Jesucristo para beber el único Espíritu» (1 Co 12,13). En este sentido, la dimensión
contemplativa no es un privilegio de unos cuantos en la Iglesia; al contrario, los
MECES deben tener una espiritualidad orientada a la contemplación de las
verdades fundamentales de la fe: los misterios de la Trinidad, de la Encarnación
del Verbo, de la Redención de los hombres, y las otras grandes obras salvíficas de
Dios.

La espiritualidad cristiana se alimenta ante todo de una vida sacramental asidua,


por ser los Sacramentos raíz y fuente inagotable de la gracia de Dios, necesaria para
sostener al creyente en su peregrinación terrena. Así, la espiritualidad del MECE se
alimenta ante todo de una vida sacramental asidua, por ser los sacramentos raíz y
fuente inagotable de la gracia de Dios, necesaria para sostener al ministro en su
peregrinación terrena. Esta vida ha de estar integrada con los valores de su piedad
popular. El MECE, a través de un camino de oración, se hace más consciente de las
exigencias del Evangelio y de sus obligaciones con los hermanos, alcanzando la fuerza
de la gracia indispensable para perseverar en el bien.

¿Hacia dónde le conduce la vivencia espiritual al MECE?


Primeramente, podemos decir que la vida espiritual lleva al MECE a ser un católico
optimista, paciente, lleno de esperanza y de alegría, discreto, sigiloso,
misericordioso, buen samaritano, persona de perdón y misericordia. 

A tener una gran vocación altruista de servicio hacia quien sufre que le hace
buscar tener tiempo disponible, sin excesos en los compromisos pastorales, con una
formación adecuada y conocimiento de la vida de los enfermos.

A una gran intimidad personal con Cristo muerto y resucitado, vivo en la


Eucaristía.
      
A una oración constante, con hambre de la Palabra de Dios y de la misericordia
divina. Impregnado de una espiritualidad eucarística que contagia.

A una comunión de la Iglesia, con gran creatividad en un apostolado en equipo,


considerando este ministerio no como una promoción u honor sino como un
servicio humilde que se comparte en equipo sintiéndose corresponsables de la
salvación de las almas.

¿Debe vivir una dimensión penitencial el MECE?

La dimensión penitencial es algo que está muy presente en la celebración


eucarística y en el culto eucarístico fuera de la Misa. La Eucaristía estimula a la
conversión y purifica el corazón penitente, consciente de las propias miserias y
deseoso del perdón de Dios, esto constituye un privilegio para el MECE, que
constantemente está en relación con la Eucaristía, ya sea en oración, distribuyéndola
en Misa o llevándola a los enfermos. La llamada de san Pablo a examinar nuestra
conciencia antes de participar en la Eucaristía es algo que debe vivir siempre el
MECE. Dice san Pablo: «cada uno se examine a sí mismo y después coma el pan y
beba el cáliz» (1Cor 11,28).

¿Cómo experimenta espiritualmente el MECE la presencia de Cristo?

Por ser la Eucaristía el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos
ama, el MECE ha de ser testigo fervoroso de la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Que la Eucaristía, presencia viva y real del amor trinitario de Dios, les inspire ideales
de solidaridad y los haga vivir en comunión con sus hermanos más necesitados.
El concilio Vaticano al respecto enseña que «Cuando la Iglesia suplica y canta
salmos, está presente Él mismo, que prometió: “Donde están dos o tres
congregados en mi nombre ahí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20; Cfr.  SC
7)».

En resumen:
¿cuáles son los elementos indispensables para mantener la
espiritualidad del MECE?

1. La Eucaristía.

Cuidar que no falte la participación consciente y activa del Domingo y las más veces
que se pueda entre semana.

La participación asidua en la Hora Santa.

La visita personal y comunitaria al Santísimo.


El buen trato a Jesús sacramentado.

El debido cuidado de relicarios y purificadores.

2. La Palabra de Dios.

La lectura continua de la Sagrada Escritura.

El seguimiento de la lectura litúrgica en Misa.

El estudio y manejo de la Sagrada Escritura.

3. El sacramento de la reconciliación.

Mantenerse en gracia.

Buscar el sacramento.

Cuidar de que los enfermos estén confesados según ellos mismos lo soliciten.

Impulsar la participación en el sacramento de la reconciliación.

4. El amor a María.

Rezo del Santo Rosario.

Promover el amor y las devociones a María.

Conocer el mensaje de Fátima y promoverlo.

Vivir intensamente el mensaje guadalupano.

5. El testimonio de vida cristiana.

Un buen comportamiento en todo tiempo y lugar.

Una buena relación entre los miembros del equipo de ministros.

Buen trato con los miembros de la Iglesia.

Servicialidad para con todos.

Con todo esto, creo que no hay nada más que añadir.

P. Alfredo

* Basado en una de las reflexiones mensuales que tenía para los MECES de la
parroquia de Fátima en Cd. de México.
en marzo 28, 2020 
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Etiquetas: Espiritualidad, Reflexión

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