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La Ilustración

María Jimena Solé

Objetivos
• Reconocer las ideas y problemáticas que caracterizan la filosofía de la era de la
Ilustración.
• Familiarizarse con el vocabulario técnico propio de la filosofía moderna.
• Acceder a las diferentes concepciones que se dieron en la Modernidad y en la
actualidad acerca de la pregunta qué es la Ilustración.
• Evaluar las distintas posiciones asumidas por los pensadores ilustrados, realizar
objeciones y detectar sus consecuencias.
• Adquirir herramientas conceptuales que permitan adoptar una actitud crítica frente a los
distintos aspectos de la realidad.

3.1. ¿Qué es la Ilustración?


Ilustración es una categoría que se utiliza tanto para referirse a una época histórica
como a un conjunto de ideas y valores. En el primer sentido, si bien las
periodizaciones son siempre controversiales, se suele admitir que la Ilustración
tiene su inicio a finales del siglo XVII y se desarrolla durante todo el siglo XVIII.
Coincide, por lo tanto, con el último tramo de la Edad Moderna, que comienza en
1453, con la caída del Imperio romano de Occidente luego de la toma de
Constantinopla por parte de los turcos –hecho que marca el fin de la Edad Media– y
concluye con la Revolución francesa en 1789, dando lugar a la Edad
Contemporánea.
Considerada en el segundo sentido, como un conjunto de ideas y valores, la
Ilustración se revela como una orientación general del pensamiento que tiene su
expresión en todos los ámbitos de la cultura: el arte, la religión, la educación, la
política, las ciencias. Se inscribe, por lo tanto, en la era de la Filosofía moderna,
periodo inaugurado por René Descartes a comienzos del siglo XVII y llevado a su
máxima expresión por G. W. F. Hegel a comienzos del siglo XIX. Así pues, en
tanto que designa un momento de la historia de la filosofía y la cultura, la
Ilustración es inmediatamente precedida por las corrientes del Racionalismo y el
Empirismo modernos, que florecieron en siglo XVII luego del Renacimiento (siglos
XV y XVI) y entre sus principales secuelas se destacan el Romanticismo y el
Idealismo.
Pero la tarea de dar con una definición exacta de la Ilustración, considerada
como una época histórica o como un movimiento cultural, se presenta como
sumamente compleja. Desde finales del siglo XVIII, cuando se planteó
explícitamente la necesidad de responder al interrogante “¿Qué es la Ilustración?”,
los filósofos han propuesto diferentes respuestas sin alcanzar el consenso. Además,
las doctrinas que suelen ser incluidas bajo esta denominación presentan muchas
diferencias entre sí, al punto que algunas parecen irreconciliables. Esta situación
conduce, por lo tanto, a preguntarse si es posible hablar de una Ilustración, o si hay
que hablar de numerosas Ilustraciones. Lo que se discute es, pues, si existe un
núcleo esencial de ideas que caracterizaría a todos los ilustrados y que permitiría
hablar de la Ilustración como un movimiento único, coherente, cohesionado.

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Si bien esto puede desanimar al investigador, el desacuerdo a la hora de definir
la Ilustración pone de manifiesto algunas de las características más interesantes de
este momento fundamental de la historia de nuestra cultura. Pues las muchas
dificultades a las que se enfrentan, desde hace más de dos siglos, quienes intentan
explicar qué es la Ilustración evidencian no solo la riqueza y la complejidad que la
caracterizan, sino también su actualidad y vigencia.

3.1.1. Surgimiento y propagación de la Ilustración


en Europa
Tal como adelantamos, en cuanto se la considera como una época histórica, se suele
indicar que la era de la Ilustración comienza en Inglaterra en 1688, con la
denominada “Revolución gloriosa”, que puso fin a 150 años de luchas religiosas y
políticas al derrocar al rey católico Jacobo II, y que instituyó una monarquía
parlamentaria con Guillermo de Orange en el trono. Con el Acta de Tolerancia de
1690, esta revolución marcó el inicio de una nueva época de libertad religiosa para
las sectas protestantes. Sin embargo, la tolerancia no se extendió a los católicos,
cuya obediencia al Papa era vista como incompatible con la fidelidad a la corona
británica.
En el plano de las ideas filosóficas –que es el que aquí nos interesa– puede
decirse que la Ilustración en Inglaterra fue impulsada por las idea del filósofo John
Locke (1632-1704) y del matemático Isaac Newton (1642-1727), que se opusieron
a algunas de las posturas fundamentales del racionalismo inaugurado por René
Descartes (1596-1650) y establecieron una nueva concepción del ser humano y sus
facultades cognoscitivas, así como un nuevo método para la investigación
científica. Con las obras de Anthony Ashley Cooper, tercer conde de Shaftesbury
(1671-1713) y de David Hume (1711-1776), las tendencias ilustradas tuvieron en
Inglaterra su máxima expresión.
A principios del siglo XVIII, esa nueva manera de hacer ciencia, de considerar
al hombre y a la naturaleza que estaba implicada en las ideas de Locke y Newton,
comenzó a propagarse por diferentes regiones de Europa, especialmente en Francia
y Alemania.
En Francia, las ideas de los ilustrados ingleses fueron difundidas por François-
Marie Arouet (1694-1778), conocido como Voltaire, con sus Cartas filosóficas o
cartas sobre los ingleses, de 1734, y los Elementos de la filosofía de Newton, de
1738, que adquirieron gran popularidad. Entre los principales representantes del
Siglo de las Luces se destacan Denis Diderot (1713-1784) y Jean Le Rond
D’Alembert (1717-1783), responsables de llevar adelante el proyecto que
caracteriza a la ilustración francesa: la Enciclopedia o Diccionario razonado de las
ciencias, las artes y los oficios.
La situación política en Francia a comienzos del siglo XVIII era muy diferente a
la de Inglaterra. Con Luis XIV (1643-1715), apodado el “Rey Sol”, el absolutismo
monárquico alcanzó su punto más alto y su estrecho vínculo con la Iglesia católica
motivó el fin de la relativa tolerancia a los protestantes, vigente desde el Edicto de
Nantes de 1598. Los reyes Luis XV (1715-1774) y Luis XVI (1774-1792) reinaron
en continuidad con el absolutismo político y religioso instaurado por su antecesor.
El desarrollo económico hizo que la antigua sociedad estamental se transformara
paulatinamente en una nueva sociedad de clases, en la que la burguesía adquirió
cada vez más poder y más protagonismo. La nueva clase emergente comenzó a
percibir las estructuras políticas, cada vez más, como trabas y obstáculos para sus
intereses y negocios. Paralelamente, florecieron las artes plásticas y decorativas,

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fomentadas por el mecenazgo de la corona, los nobles y la creciente burguesía. La
literatura cobró gran impulso, y en la pujante ciudad de París se multiplicaron los
Salones donde se reunían artistas e intelectuales. También se acrecentó el interés
por las ciencias naturales y se fomentó la investigación científica. Así, durante el
siglo XVIII Francia se transformó en el Estado más poderoso de Europa, dominante
tanto en el plano político como cultural.

Lectura de la tragedia de Voltaire L’Orphelin de la Chine, en el Salón de


Madame Geoffrin, en 1755. Anicet Charles Gabriel Lemonnier (1812).

En este contexto, los escritores y filósofos de la Ilustración francesa se posicionaron


contra el sistema social, religioso y político imperante, denunciaron sus injusticias y
arbitrariedades en total armonía con el clima general de oposición y crítica que se
respiraba en la París burguesa. Es por ello que se suele considerar que la
Revolución francesa, y especialmente la Declaración de los Derechos del Hombre y
el Ciudadano (1789), fueron el resultado de las ideas y los valores propios de la
Ilustración.
En Alemania, que durante el siglo XVIII era parte del reino de Prusia, la
Ilustración también tuvo grandes representantes, como Gotthold Ephraim Lessing
(1729-1781) y Moses Mendelssohn (1729-1786). Incluso puede decirse que fue en
ese territorio donde este movimiento fue llevado a su máxima expresión por el
filósofo Immanuel Kant (1724-1804). Sin embargo, los especialistas concuerdan en
que el fenómeno ilustrado presenta en Alemania ciertas diferencias respecto de los
casos de Inglaterra y Francia, donde existía una burguesía emergente con rasgos
más nítidos y donde ciertas reformas políticas y económicas acompañaron desde lo
material la transformación espiritual que este movimiento implicó.
Por un lado, la guerra de los Treinta Años, que se había librado entre 1618 y 1648 casi totalmente en el
territorio alemán, había tenido efectos devastadores para la región que, empobrecida y despoblada, aún no
se había recuperado totalmente a principios del siglo XVIII. Por otro lado, el reino de Prusia estaba
políticamente organizado como un conglomerado de reinos pequeños, con escaso poder y escasas riquezas,
motivo por el cual no existía una clase aristocrática ni burguesa que pudiera oponerse al poder absoluto de
los reyes. Además, a diferencia de Francia e Inglaterra, y de otros muchos lugares de Europa, en el
territorio alemán la Iglesia católica no poseía un poder hegemónico, sino que luego de la Reforma de
Lutero el protestantismo en alguna de sus variantes se había impuesto en la mayoría de los reinos alemanes.
(Este tema es objeto de análisis más adelante, en 3.6.1). Estos factores explican, al menos en parte, que los
ilustrados alemanes presentaran, tanto en el ámbito religioso como político, posiciones más moderadas en

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comparación con los franceses y los ingleses, y que fuesen también más moderadas sus intenciones de
lograr cambios efectivos en la realidad.
De modo que la Ilustración alemana no se caracteriza, como la francesa y la
inglesa, por la oposición a la Iglesia ni al poder monárquico. Al contrario, se suele
indicar que la era de la Ilustración se inaugura en Prusia, con la llegada al trono
en 1740 de Federico II, llamado el Grande.

Federico II (1712-1786).

Concierto de flauta de Federico el Grande en Sanssouci, Adolph


Von Menzel (1852).

Su inclinación por el arte, las letras y la filosofía hizo que pronto se transformara en
impulsor de las ideas y valores ilustrados. Admiraba la cultura francesa y convocó a
Voltaire para que se desempeñase como su maestro. Con París como modelo,
Federico transformó a Berlín en el centro geográfico y cultural del reino, fundando
allí la Academia de Ciencias y Letras, que atrajo a científicos y literatos tanto
alemanes como extranjeros y cumplió la función de difundir en territorio prusiano
las nuevas ideas importadas de Inglaterra y Francia. Además, Federico introdujo
leyes que tendían a ampliar la tolerancia religiosa y a suavizar la censura; y realizó
ciertas reformas en el plano económico y educativo, acordes al espíritu ilustrado.
Puede decirse, pues, que en cuanto a su extensión en el tiempo, la era de la
Ilustración se inaugura a finales del siglo XVII y abarca todo el siglo XVIII. En
cuanto a su extensión geográfica, la Ilustración encuentra sus expresiones más
nítidas en Inglaterra, Francia y Alemania, tanto el plano de las obras filosóficas y
científicas como en el plano de las reformas de las instituciones políticas.
Sin embargo, algunos especialistas sostienen que la Ilustración se extendió
también durante las primeras décadas del siglo XIX y otros afirman que todavía
hoy siguen vigentes muchos de los valores ilustrados, considerando que no se trata
de una época superada. Por otro lado, la restricción geográfica también puede
ponerse en duda, pues, con ciertas particularidades, la Ilustración floreció
igualmente en otras regiones de Europa, como España e Italia, así como en
Norteamérica e incluso en las colonias hispánicas de América del Sur. Existió,
pues, una Ilustración en el Río de la Plata, entre cuyos principales representantes se
encuentran Juan Baltazar Maziel (17271788), Manuel José de Lavardén (1754-
1809), Mariano Moreno (1778-1811), Juan Hipólito Vieytes (1762-1815) y Manuel
Belgrano (1770-1820).

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K1.

A partir de lo expuesto hasta aquí, realice un cuadro sinóptico que


exponga la demarcación temporal y geográfica de la Ilustración,
las particularidades del contexto político y social de los lugares en
que se propagó y las principales figuras que impulsaron su
desarrollo.

3.1.2. El espíritu de la Ilustración


Los desacuerdos y las dificultades que se presentan al intentar definir la Ilustración
se agravan cuando se la considera netamente como una tendencia general del
pensamiento, que encuentra su expresión en todos los ámbitos de la cultura.
Muchos especialistas han afirmado la existencia de una filosofía propiamente
ilustrada, que permitiría hablar de la Ilustración como una corriente filosófica
coherente y unificada. Otros, en cambio, destacan las diferencias que alejan e
incluso enfrentan a los pensadores ilustrados entre sí y, consecuentemente, niegan
que se pueda hablar de una Ilustración.

LEER CON ATENCIÓN

La dificultad de dar con una definición que exprese algo así

L como la esencia inmutable de la Ilustración reside en el

hecho de que esta no tuvo explícitamente una constitución formal, un


manifiesto, una ideología o programa. Los pensadores que suelen ser
clasificados como ilustrados han producido obras y doctrinas tan
diferentes, que a veces resulta difícil reconocer el elemento común que
permitiría agruparlos bajo la misma rúbrica.
Entre aquellos que suelen ser considerados como los protagonistas de este
movimiento existen grandes diferencias: algunos fueron convencidos defensores
del racionalismo mientras que otros denunciaron los peligros a los que conducía la
absolutización de la razón; algunos defendieron posiciones ateas mientras que otros
fueron profundamente religiosos; algunos abogaron por una moral de validez
universal mientras que otros fomentaron un escandaloso inmoralismo; algunos
sostuvieron un radical materialismo mientras que otros defendieron la
imposibilidad de reducir lo espiritual a lo meramente físico.

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Experimento de los hermanos Montgolfier a finales del siglo
XVIII. Se muestra que un globo de papel lleno de aire caliente
flota.

Además, todas las ideas y valores usualmente considerados como propios de la


Ilustración, en el mismo momento en que eran enunciados y defendidos por sus
protagonistas, fueron criticados y puestos en discusión por otros pensadores.
Figuras como Rousseau o Hume, por ejemplo, defienden ciertas posturas que los
distinguen de sus contemporáneos y que han conducido incluso a poner en duda su
pertenencia a este movimiento. Además, una serie de pensadores usualmente
identificados como antiilustrados se encargaron de explicitar, en pleno auge de la
Ilustración, muchos de los reproches que les harían los pensadores posteriores.
Entre ellos, se destacan Friedrich Heinrich Jacobi (1743-1819), Johann Georg
Hamann (1730-1788) y Johann Gottfried Herder (1744-1803). Sin embargo, estos
enemigos de la Ilustración también compartieron algunos puntos de vista
fundamentales con sus adversarios, y el impulso que sus críticas imprimieron en el
ulterior desarrollo y, en definitiva, maduración de muchas de las ideas ilustradas
permite poner en duda si es lícito considerarlos como ajenos a este movimiento.
La Ilustración se revela, por lo tanto, como un movimiento cuya forma
determinada es difícil de delinear. No solo sus protagonistas presentan grandes
diferencias en cuanto a sus posturas metafísicas, políticas, morales y religiosas, sino
que además se suelen enfatizar las innegables diferencias que el movimiento
ilustrado asumió en los distintos lugares geográficos y en los diversos momentos
del tiempo en que se desarrolló. Ciertamente, el tono, la orientación y las
reivindicaciones de la Ilustración variaron según las particularidades propias del
contexto social, cultural, político y económico del territorio así como del momento
histórico. De modo que, por un lado, es frecuente distinguir entre el Enlightenment
inglés, el Siècle des Lumières en Francia, la Aufklärung en Alemania, el
Illuminismo italiano, etc. Por otro lado, suele hablarse de diversas etapas en su
desenvolvimiento: el momento de su conformación, un periodo de consolidación y
madurez, y finalmente un momento de crisis, en el cual las tendencias contrarias a
la Ilustración –que ya se manifestaban y eran representadas por diversos
pensadores– adquieren más fuerza.
Además, en los últimos años se ha difundido la tesis según la cual hay que
diferenciar, al interior de la Ilustración, una corriente radical y una corriente
moderada. Mientras que la corriente moderada –representada, por ejemplo, por

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Voltaire y Kant– impulsa algunas reformas sin intentar modificar ciertos elementos
de la antigua estructura de poder considerados como fundamentales para mantener
el orden político y social, la corriente radical –encarnada en autores a los que
tradicionalmente se les ha prestado menos atención– propone un corte total con el
pasado.
Si bien todas estas consideraciones podrían convencernos de la imposibilidad de
continuar hablando de la Ilustración como un movimiento unitario, existen
renombrados especialistas que han defendido esa posición. Quizás el exponente más
relevante de esta línea de interpretación sea Ernst Cassirer, quien en uno de los
textos más relevantes para el estudio de este movimiento, titulado Filosofía de la
Ilustración y publicado por primera vez en 1932, sostiene que es posible encontrar
una filosofía de la Ilustración como “un bloque firmemente articulado” (Cassirer,
[1932] 1993: 13). En esta misma línea, Peter Gay, por ejemplo, sostiene que
“existió solo una Ilustración” (Gay, 1966: 3).
Teniendo todo esto en cuenta, en las próximas páginas consideraremos la Ilustración como un movimiento que,
a pesar de incluir entre sus representantes a pensadores de opiniones muy diversas y de asumir diferentes
manifestaciones en relación con el contexto sociopolítico, el lugar geográfico y el momento histórico en que se
desarrolló, presenta ciertos rasgos fundamentales que hacen posible delinear sus contornos. Así pues, sin negar la
diversidad de posiciones que surgen e interactúan en su interior, sin desatender las diferencias doctrinales que
existen entre sus protagonistas, afirmamos que, si bien es imposible hablar de una esencia inmutable de la

Ilustración, sí puede decirse que existe un cierto espíritu que anima este movimiento.
Existen, según creemos, ciertos rasgos fundamentales, ciertas ideas y valores que caracterizan a la Ilustración en su conjunto como un
movimiento complejo pero coherente, y es a eso a lo que llamamos espíritu de la Ilustración.

LEER CON ATENCIÓN

Lo que proponemos es, por lo tanto, pensar la Ilustración más

L como una tendencia de pensamiento que como un conjunto

de doctrinas, recordando que la época de las Luces se parece más a una


continua puesta en discusión de sus propias tesis e ideas, que a un grupo
de personas en total acuerdo acerca de sus puntos de vista.
LECTURA RECOMENDADA

Ilustración”, Filosofía de la Ilustración, FCE, México, pp. 17-52.

R
Cassirer, E. [1932] (1993), “Cap. 1. La forma de pensamiento de la época de
la

3.2 . La Ilustración según sus protagonistas


Para comenzar a desentrañar este espíritu de la Ilustración, esta serie de ideas y
actitudes compartidas por sus representantes, podemos recurrir a los ilustrados
mismos. Como señalamos al comienzo, la cuestión de la definición, del sentido y
del alcance de la Ilustración es un problema al que sus propios protagonistas se
enfrentaron.

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3.2.1. La luz que disipa las tinieblas

“El sueño de la razón produce monstruos” (1799), Francisco de


Goya. Grabado que inaugura la serie Los Caprichos.

La Ilustración presenta la peculiaridad de haber sido un movimiento que se pensó a


sí mismo. Los ilustrados tuvieron plena consciencia de estar integrando las filas de
un movimiento que en muchos sentidos era revolucionario. Uno de los signos
distintivos de esta consciencia, y resultado de la persistente reflexión acerca del
significado, el alcance y las consecuencias de la transformación cultural, social y
política que el proyecto ilustrado impulsaba, fue el hecho de que por primera vez
una época histórica se dio su propio nombre. Esto lo señala muy bien Paul Hazard –
otro de los especialistas fundamentales de este movimiento– en un texto titulado El
pensamiento europeo en el siglo XVIII, de 1963.
La palabra con la que estos hombres bautizaron a su época y la mentalidad que
floreció en ella –“Ilustración” o “Iluminismo” (en inglés: Enlightenment, en
francés: Lumières, en alemán: Aufklärung)– remite, como es evidente, al concepto
de la luz, de la luminosidad. Tal como indica Hazard, se trata de una imagen
antigua, incluso bíblica. Sin embargo, los hombres del siglo XVIII se la apropiaron
para sí y le dieron un significado diferente. La empresa de una “ilustración” fue
referida a la aspiración de iluminar algo que, según consideraron sus protagonistas,
se encontraba sumergido en la oscuridad. La misión de la Ilustración sería, por lo
tanto, la de disipar las tinieblas e iluminar lo que hasta ese momento había
permanecido en penumbras.

LEER CON ATENCIÓN

No es difícil comprender que las ideas de la luz y la oscuridad

L son aquí metáforas que remiten a la oposición entre la

verdad y el error, a la oposición entre el conocimiento y la ignorancia. El


proyecto de la Ilustración consiste, por lo tanto, en primer lugar, en la
aspiración de conquistar la verdad, de iluminar la realidad y abrirse paso a
tra vés de los errores, confusiones y desaciertos heredados del pasado.
De manera que los representantes de la ilustración comparten, aunque con
diferentes matices, una misma opinión acerca de la situación en la que se
encontraba la humanidad en ese momento. Según ellos, la ignorancia, el error, la
confusión, estaban totalmente difundidos y reinaban en las mentes de los hombres.

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Pero además, todos ellos coinciden en denunciar ese estado de ignorancia como el
responsable de los males que aquejan a la humanidad y, por lo tanto, como algo que
debe ser dejado atrás. Eso es precisamente lo que la Ilustración se propone: sacar a
los seres humanos de la penosa situación de ignorancia y confusión en la que se
encontraban.
¿Cómo pretendían los ilustrados lograr esta iluminación? ¿Cuál era para ellos el
modo en que los seres humanos serían capaces de disipar las tinieblas en las que se
hallaban envueltos y conquistar la luminosa verdad? Los ilustrados consideraron
que el único instrumento, el único medio necesario y suficiente para conseguir esta
iluminación, era la razón.

PARA REFLEXIONAR

¿Considera usted que la ignorancia es un mal? ¿Cree que

P algunos de los males que aquejan a la humanidad tienen su

origen en la ignorancia?
La noción de “ilustración” refiere, en primer lugar, a una operación racional: la
“iluminación del entendimiento” que ha de conducir a la clarificación de los propios
conceptos, a la superación de la ignorancia y el abandono de los errores que, hasta
ese momento, se habían tenido por ciertos.
En segundo lugar, dado que la necesidad de “ilustrar” o “iluminar” es una
reacción contra la fuente de donde provienen todos esos errores y toda esa
confusión, el término “ilustración” refiere, asimismo, a una acción emancipadora.
Se trata de la aspiración compartida por todos los ilustrados de liberarse a sí mismos
y a su prójimo de las trabas, obstáculos y ataduras que impedían el pleno ejercicio
de la facultad racional.
Así pues, los conceptos de razón –la facultad espiritual presente en todos los
seres humanos y capaz de encontrar por sí misma la verdad– y de libertad –
entendida como autonomía, como la posibilidad de ejercer esa capacidad racional
por sí mismos, sin la guía ni la influencia de nada externo ni extraño– se revelan
como inseparables en el ideario de la Ilustración y pueden ser considerados como
los conceptos fundamentales para comprender el espíritu de este complejo
movimiento.
A pesar de las diferencias innegables que existieron entre ellos, tanto la
confianza en la razón como la aspiración a conquistar una mayor libertad aparecen
en las respuestas a la pregunta “¿Qué es la Ilustración?” de Mendelssohn y Kant,
dos de los principales exponentes de este movimiento.

K2.

Observe las distintas figuras representadas en el grabado de Goya


con que se inicia este parágrafo. Identifique tres ideas referentes a
la Ilustración, tal como ha sido caracterizada hasta aquí, que se
encuentren simbolizadas en esta obra y expóngalas brevemente en
el foro.

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3.2.2. Mendelssohn y la Ilustración como el conjunto
del saber racional
Si bien desde comienzos del siglo XVIII los hombres de letras de gran parte de
Europa sabían que eran testigos y protagonistas de una época que auspiciaba un
cambio radical en la cultura de Occidente y que se dio a sí misma el nombre de
“Ilustración”, fue a finales de ese siglo que se planteó de manera explícita la
necesidad de dar con una definición que permitiera comprenderla. En 1783, un
teólogo de apellido Zöllner incluyó en una nota al pie de página a un artículo suyo
publicado en la revista Berlinische Monatsschrift la siguiente frase:

C es la verdad? ¡Debería ser contestada, antes de que se empezara a ilustrar! ¡Y ¿Qué es la


Ilustración? Esta pregunta, que es casi tan importante como ¿qué
todavía no he encontrado la respuesta en ningún sitio (zöllner, [1783] 2007: 8-9).

Así pues, a pesar de que, tal como dijimos los principales exponentes de la
Ilustración alemana fueron más moderados que los free-thinkers ingleses y
estuvieron lejos del radicalismo crítico de algunos de los philosophes franceses,
fueron ellos quienes se enfrentaron de manera explícita al problema de definir el
sentido, la esencia y el destino de la Ilustración. Tanto Moses Mendelssohn como
Immanuel Kant, dos de las figuras de la Ilustración alemana, respondieron al
interrogante en artículos que aparecieron en esa misma
revista pocos meses más tarde.
Moses Mendelssohn (1729- Mendelssohn respondió primero, con un artículo titulado “Acerca de la
1786) pregunta: ¿A qué se llama ilustrar?” (Mendelssohn, [1784] 2007: 11-16) donde
presenta su concepción de la Ilustración (Aufklärung) en conexión con las nociones
de formación o educación (Bildung) y cultura (Kultur) y pone en evidencia las
tensiones que implicaba el proyecto ilustrado para sus propios protagonistas. Por un
lado, Mendelssohn afirma que al ser humano le es imposible renunciar a la
Ilustración. Pero por otro, debe reconocer que la Ilustración puede llegar a ser una
amenaza para el orden social. Dice Mendelssohn:

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