Alejandra Tesina
Alejandra Tesina
Alejandra Tesina
FEMENINA”
TESINA
Los síntomas suelen presentarse a una edad temprana, los estándares antiguos dicen que
antes de los siete años, y ahora estamos hablando de un rango más amplio, antes de los 12
años. (1). Los síntomas cardinales son la inatención, la hiperactividad y la impulsividad.
Sin embargo, encontramos detrás de ellos diversas dificultades en las funciones ejecutivas.
Esto quiere decir, dificultad para: atender a determinados estímulos; planificar y organizar
una acción; reflexionar sobre las posibles consecuencias de cada acción; inhibir la primera
respuesta automática para cambiarla por otra más apropiada (2). Así también encontramos
alterados los procesos relacionados a la motivación y la recompensa y una disfunción en las
redes neuronales relacionadas a la capacidad de introspección y conciencia de sí mismo
(esta última llamada en inglés “default mode network”) (3).
Varios autores mencionan que el TDAH supone un 50% de las consultas en psiquiatría
infantil, justifica un 10% de problemas disruptivos y suele requerir el doble de recursos
médicos por accidentes y traumatismos (2).
Etiología
La investigación sobre la etiología del TDAH respalda que éste posiblemente está
determinado por causas de naturaleza biológica; sin embargo, para obtener una
comprensión adecuada de este trastorno, resulta imprescindible contemplar las influencias
biológicas desde un enfoque interactivo, valorando el papel modulador que ejerce el
ambiente psicosocial sobre la predisposición biológica al TDAH. (Asherson, Kuntsi y
Taylor, 2005). Los factores relativos a los microsistemas sociales, familia y escuela, donde
se desarrolla el niño son los que tienen una mayor influencia tanto en el curso del TDAH,
como en el desarrollo de problemas asociados al trastorno. Si la familia, la escuela y el
grupo de compañeros son conscientes de las dificultades que presentan los niños con
TDAH y le ofrecen suficientes oportunidades para desarrollar habilidades de
autorregulación están facilitando la evolución positiva del trastorno. Por el contrario, si no
son sensibles a las necesidades del niño y/o no poseen las habilidades para responder
adecuadamente a las manifestaciones conductuales del TDAH, pueden empeorar los
síntomas del trastorno o incluso potenciar su severidad.
Las causas del TDAH son multifactoriales, son una confluencia de factores genéticos y
ambientales. En cuanto a la herencia genética de los padres, sabemos que la correlación va
de 70 a 90% (4). Si un padre tiene TDAH el riesgo en el niño aumenta entre 2 y 8 veces.
Para un hermano, el riesgo aumenta entre 3 y 5 veces. En un gemelo homocigoto (con
idéntico ADN) el riesgo aumenta entre 12 y 16 veces (2). Factores ambientales van a
funcionar como desencadenantes o moduladores de la carga genética. Los siguientes
factores predisponen el desarrollo de TDAH: exposición intrauterina al tabaco, al alcohol o
a tratamiento farmacológico (benzodiacepinas o anticonvulsivantes); prematuridad; bajo
peso al nacer; complicaciones perinatales; edad materna avanzada al momento del parto;
conflicto familiar severo o crónico; familia numerosa; antecedentes psiquiátricos en padres;
institucionalización; infra estimulación por un largo período de tiempo; clase social baja
(2,6). En la etapa postnatal, una dieta inadecuada, deficiencia de yodo y de vitaminas del
complejo B (3); exposición temprana al plomo o a los bifenilos policlorados (PCB).
Algunos estudios demuestran la implicancia de preservantes y colorantes artificiales de
alimentos como factores de riesgo (3). Debido a los síntomas nucleares que definen un
TDAH -hiperactividad, desatención e impulsividad-, y a las manifestaciones relacionadas
con la escasa autorregulación, tales como irritabilidad, labilidad emocional, dificultad para
seguir órdenes y baja tolerancia a la frustración, los niños que sufren este problema
necesitan cuidadores especialmente sensibles y pacientes. Criar y educar niños con un
trastorno de atención es una tarea que conlleva considerables recursos y tiempo, hasta el
punto que las demandas excesivas que plantean en su crianza van a ocasionar
probablemente un aumento del estrés en el ejercicio del rol parental.
CAPITULO I
Algunos de los trastornos del desarrollo neurológico implican disfunción en una o más de
las siguientes áreas: la atención, la memoria, la percepción, el lenguaje, la resolución de
problemas o la interacción social. Otros trastornos del neurodesarrollo comunes
incluyen trastornos del espectro autista, trastornos del aprendizaje (dislexia) y discapacidad
intelectual. La mayoría de los expertos en el tema consideraban previamente al TDAH un
trastorno del comportamiento, probablemente debido a otros trastornos de la conducta
comórbidos, en particular porque los trastornos de comportamiento desafiante y el trastorno
de conducta, son comunes. Sin embargo, el TDAH tiene fundamentos neurológicos bien
establecidos y no es simplemente "mala conducta".
Estudios afirman que afecta al 8-11% de los niños en los primeros años escolares (5). Sin
embargo, muchos otros expertos opinan que se hacen diagnósticos erróneos de TDAH, en
gran medida por aplicación inexacta de los criterios. Según el Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders, quinta edición (DSM-5), existen 3 tipos:
En la población mundial, el TDAH es 2 veces más común en los varones, aunque las
proporciones varían según el tipo. El tipo con predominio de hiperactividad/impulsividad es
de 2 a 9 veces más frecuente en los varones; el tipo con predominio de déficit de atención
se observa con igual frecuencia en ambos sexos. El TDAH tiende a agruparse en familias.
La característica esencial del TDAH es un patrón persistente de desatención y/o
hiperactividad-impulsividad, más frecuente y grave que el observado habitualmente en
sujetos de un nivel de desarrollo similar.
Algunos autores, destacan las dificultades de autocontrol como eje central del trastorno. En
este sentido, se describe el TDAH como un “déficit para inhibir la conducta prepotente”
(Barkley 1995). Principalmente, hay que distinguir el TDAH de comportamientos propios
de la edad en niños activos, retraso mental, situaciones de ambiente académico poco
estimulante y sujetos con comportamiento negativista desafiante.
El déficit atencional se puede definir como la dificultad para mantener la atención durante
un determinado periodo de tiempo. La hiperactividad como una excesiva actividad motora
y la impulsividad como la falta de control o la capacidad para inhibir una conducta. Todos
esos síntomas aparecen durante la infancia del individuo, aparecen de manera crónica y
muchas veces no pueden atribuirse a alteraciones neurológicas, ni sensoriales, ni de
lenguaje, ni se puede atribuir a un retraso mental ni mucho menos a problemas emocionales
importantes. Por lo regular el déficit por sí solo ya sea atencional y/o de hiperactividad se
originan por conductas gobernadas por reglas impuestas y un patrón de rendimiento
determinado.
Estas deficiencias de atención y/o inatención o la incapacidad de conservar el nivel de
atención por largos periodos de tiempo, son manifestaciones del TDAH, se caracteriza
además por atención fugaz e impulsos desinhibidos en estados de vigilia. Las personas que
son desatentas se pueden aburrir con una tarea, luego de sólo unos pocos minutos. como
ocurre, por ejemplo, si un niño no se mantiene realizando una tarea durante el tiempo
requerido, tarea que está al alcance de otros niños de la misma edad, inteligencia y
escolarización, de los que se diferencia (6). El déficit mencionado se manifiesta tanto en
actividades académicas, como sociales o laborales. En el desempeño escolar, los niños
tienden a cometer errores por descuido, su trabajo puede ser sucio lugar a que, con
frecuencia, el sujeto no concluya sus tareas. Los cambios de una tarea a otra sin terminar
ninguna de ellas, el no seguimiento de las instrucciones, el hecho de dar la impresión de no
escuchar y tener la mente algunas de las respuestas típicas de los sujetos con este trastorno.
Como consecuencia, los sujetos tienden a evitar las tareas que exigen esfuerzo mental. Sin
embargo, es preciso determinar que el rechazo a este tipo de actividades sea debido a las
deficiencias del funcionamiento atencional y no a una actitud negativista. El negativismo
puede estar presente en los sujetos con este trastorno, pero con carácter secundario.
Los primeros datos oficiales datan de 1775 cuando Melchor Adam Weimar describió el
trastorno de la atención, considerando a estas personas como fácilmente distraibles e
hiperactivas. Sin embargo, fue Alexander Crichton (1798), quién describió las
características de lo que se entiende hoy en día por TDAH.
PUNTOS CLAVE
Primer periodo: Los orígenes del síndrome (1775-1914)
1775 Melchor Adam Weikard Der Philosophische Arzt. Inatencion
1798 Alexander Crichton Inatencion
1895 Heinrich Hoffman el niño hiperactivo
1896 Bourneville “el niño inestable”
1902 George Still defectos del control moral
1914 Heuyer Trastornos de conducta relacionados con el ambiente
Se puede confirmar por primera vez de manera crónica según Tubert (2010) y Cristóforo
(2012) que los primeros antecedentes sobre el TDAH se remontan a 1902 cuando el
pediatra Británico George Still realiza tres conferencias en el Royal College of Physicians
de Londres, bajo el título “Goulstonian lectures”.
En las siguientes décadas, diversos autores evidenciaron que existía un grupo de niños que
sufrían un daño cerebral y manifestaban síntomas similares a los descritos por Still. Esta
circunstancia provocó que el trastorno comenzara a entenderse como una alteración
neurológica. En esta línea, entre otras, se sitúan diversos estudios que se refieren al
síndrome como “trastorno de comportamiento postencefálico” y “síndrome orgánico
cerebral”. En 1935 Childers realiza una división entre niños hiperactivos y niños con
lesiones cerebrales, ya que sólo un número mínimo de niños hiperactivos presentan tales
lesiones (Tubert, 2010). Hacia 1937 según Aguilar (2014) se produce un antes y un después
en la manera de tratar la hiperactividad, ya que se comienza a utilizar la bencedrina
(anfetamina). Según Aguilar (2014), Bradley “sería considerado el primero en observar el
efecto paradójico de los psicoestimulantes en menores con dichos síntomas”. Es en 1940
donde aparece la tesis de J. Abramson “El niño y el adolescente inestable”, según Janin
(2004) se comienza denominar la hiperquinesia como “síndrome hiperquinético” siendo el
exceso de movimiento el pilar de dicha clasificación. Para Tallis (2004): Strauss y Lethinen
tuvieron el mérito de asociar las descripciones de los trastornos de la conducta emocional y
motriz, los señalamientos de docentes sobre el fracaso escolar y los síntomas encontrados
en secuelas de enfermedades neurológicas, para realizar un primer acto fundacional del
síndrome bajo la denominación “Lesión Cerebral Mínima”.
Pero sin lugar a dudas fueron el psiquiatra infantil Lauder y el neuro pediatra Denhoff
(1957) quienes realizaron por primera vez una descripción sistemática del síndrome
hipercinético. Estos investigadores consideraron que, a pesar de que la causa de los
síntomas primarios residía en deficiencias en las estructuras talámicas, otros síntomas
secundarios como la tendencia al robo o a la destrucción eran producto de una interacción
entre factores biológicos y sociales. En el año de 1962 Clements y Peters consideraron que
la hiperactividad no era suficiente para declarar la existencia de lesión cerebral ya que
encontraron niños hiperactivos sin lesión cerebral, por lo que el término se suavizó y se
pasó a llamar disfunción cerebral mínima. Más adelante se vuelve a modificar la
denominación de este trastorno y se pasó a nombrar síndrome de hiperactividad del niño,
hasta que en 1968 sale la versión II del DSM donde se hace énfasis en la hiperactividad
como eje fundamental del Trastorno de Reacción Hipercinética en la infancia. En su tercera
versión en 1980 el Manual de Estadística y Diagnóstico de Desórdenes Mentales (DSM III)
incluye al trastorno como Trastorno por Déficit Atencional con y sin Hiperactividad, según
Carretero (2011), incluyendo la inatención como síntoma fundamental, hasta que en su
versión revisada del año 1987 pasó a denominarse Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad como hoy se lo conoce. En el manual antes mencionado, la reacción
hiperkinética estaba caracterizada por un exceso de actividad, de inquietud, y distraibilidad,
especialmente en niños pequeños. Además, se consideraba que estas conductas disminuían
en la adolescencia.
En cuanto al DSM IV-TR (2002) se encuentran tres subtipos, uno con predominio de
inatención, otro con predominio de hiperactividad-impulsividad y un tercer subtipo de
predominio combinado y que deben ser detectadas en espacios como la casa o la escuela.
Aún más reciente es la versión del DSM V que data del año 2013, no se aprecian grandes
diferencias con su antecesor en cuanto a los criterios diagnósticos, lo que sí cambia es que
se pasa de un paradigma categorial con fronteras nítidas entre los cuadros clasificados, por
otro dimensional con límites más borrosos y gradientes de gravedad tal como ocurre con el
espectro autista” (Vasen, 2013, p 47). También se amplía la edad en la cual se deben
apreciar los síntomas del TDAH, en el DSM IV -TR era hasta los 7 años, ahora en el DSM
V es hasta los 12. Otra modificación con su antecesor, es que el TDAH fue separado de los
trastornos de conducta perturbadora (trastorno negativista desafiante y trastorno disocial),
creándose en esta nueva versión del DSM un grupo específico sobre TDAH, que se
encuentra clasificado dentro de los llamados “Trastornos del Neurodesarrollo” y que
incluye tres trastornos: Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad; Otro
Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad y Trastorno por Déficit de Atención
con Hiperactividad no especificado.
Las grandes diferencias que existente en los estudios realizados en Estados Unidos y
Europa parece surgir del uso diferencial de estas dos clasificaciones, así como de diferentes
umbrales diagnósticos. Usando los criterios diagnósticos de la DSM-IV-TR existe la
posibilidad (no contemplada en la ICD-10) de que un niño pueda ser diagnosticado como
TDAH sin manifestar problemas importantes de hiperactividad/impulsividad (TDAH tipo
inatento). Siguiendo los criterios ICD-10, es más probable que los niños con el tipo inatento
no sean diagnosticados.
En la actualidad, tal como se desprende de las indicaciones que aparecen en las recientes
guías de la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (1997) y de la
American Academy of Pediatrics (2001), se recomienda para el diagnóstico de un niño con
TDAH realizar una evaluación comprehensiva, que incluya además de los criterios del
DSM-IV o ICD-10, un examen médico minucioso, escalas de estimación conductual
(realizadas por padres y profesores), evaluación psicoeducativa y observaciones en la
escuela.
1.3 Hiperactividad
Según Still, estos niños son especialmente problemáticos, poseen un espíritu destructivo,
son insensibles a los castigos, inquietos y nerviosos. También son niños difíciles de educar,
ya que pocas veces pueden mantener durante mucho tiempo la atención puesta en algo, con
lo que suelen tener problemas de rendimiento escolar a pesar de tener un cociente
intelectual normal. Son muy impulsivos y desobedientes, no suelen hacer lo que sus padres
o maestros les indican, o incluso hacen lo contrario de lo que se les dice. Son muy tercos y
obstinados, a la vez que tienen un umbral muy bajo de tolerancia a las frustraciones, con lo
que insisten mucho hasta lograr lo que desean. Esto unido a sus estados de ánimos bruscos
e intensos y a su temperamento impulsivo y fácilmente excitable, hace que creen frecuentes
tensiones en casa o en el colegio.
En general, son niños incapaces de estarse quietos en los momentos que es necesario que lo
estén. Un niño, que se mueva mucho a la hora del recreo y en momentos de juego, es
normal. A estos niños, lo que les ocurre es que no se están quietos en clase o en otras tareas
concretas.
De 0 a 2 años
Descargas clónicas durante el sueño, problemas en el ritmo del sueño y durante la comida,
períodos cortos de sueño y despertar sobresaltado, resistencia a los cuidados habituales,
reacción elevada a los estímulos auditivos e irritabilidad.
De 2 a 3 años
Inmadurez en el lenguaje expresivo, actividad motora excesiva, escasa conciencia de
peligro y propensión a sufrir numerosos accidentes.
De 4 a 5 años
Problemas de adaptación social, desobediencia y dificultades en el seguimiento de normas.
A partir de 6 años
Impulsividad, déficit de atención, fracaso escolar, comportamientos antisociales y
problemas de adaptación social.
Los niños hiperactivos presentan dificultad para mantener la atención en una tarea larga y
dificultad para atender selectivamente.
6. Niño movido
Son niños que dicen siempre lo que piensan, sin filtros. Niños que no se reprimen.
9. Niño con incapacidad para aplazar las cosas gratificantes
Se trata de niños que no pueden dejar de hacer las cosas que les gusta en primer lugar y
aplazan todo lo que pueden los deberes y obligaciones. Siempre acaban haciendo primero
aquello que quieren.
Niño que suele ser precipitado, incluso a nivel de pensamiento. En los juegos es fácil
ganarle por este motivo, pues no piensa las cosas dos veces antes de actuar, no prevé, e
incluso contesta a las preguntas antes de que se formulen.
Pero los niños que padecen el tipo de TDAH de inatención no son los únicos cuyos
trastornos pueden pasar inadvertidos. Por ejemplo, los adultos pueden pensar que los niños
con los tipos de hiperactividad e impulsividad solo tienen problemas emocionales o de
disciplina.
En la práctica diaria nos enfrentamos a distintas situaciones, desde adolescentes que se les
realizó el diagnóstico de TDAH en educación básica hasta adolescentes a quienes no se le
ha hecho el diagnóstico a pesar de presentar dificultades, debido a que fueron atribuidas a
otras causas como dificultades de aprendizaje, desmotivación, arrastrando años de
frustración y baja autoestima. En otros adolescentes, su alto nivel cognitivo y/o destrezas
académicas superiores les han permitido estrategias de compensación, pero la mayor
demanda académica propia de este período deja en evidencia sus falencias. La ampliación
de la edad de inicio de 7 a 12 años da la posibilidad de un mayor período de observación,
pero introduzca una expansión en el diagnóstico diferencial con otros cuadros que se
inician en esta edad y que presentan dificultades atencionales como leucodistrofias,
consumo de sustancias, trastorno del ánimo, ansiedad, trastorno del sueño, especialmente si
no existe historia previa. En adolescentes es fácil atribuir las conductas que presentan a
conductas propias de la edad, posponiendo el diagnóstico de TDAH. Otras causas de
distracción importante en adolescentes están dadas por el exceso y diversidad de
implementos tecnológicos existentes al alcance de su mano, como navegar en la red, recibir
o escribir mensajes, jugar con dispositivos electrónicos y ver TV abierta, que les da una
satisfacción inmediata y les impone un reto considerable para focalizar su conducta hacia el
estudio trastorno del ánimo, ansiedad, matonaje, trastorno del sueño, especialmente si no
existe historia previa. En adolescentes es fácil atribuir las conductas que presentan a
conductas propias de la edad, posponiendo el diagnóstico de TDAH. Los trastornos del
sueño son frecuentes a esta edad, dado que muchos adolescentes sobre extienden o no
manejan sus tiempos, resultando en déficit de sueño, a lo que se suma el efecto biológico de
retraso de la fase de sueño que se da en este periodo. La falta de sueño disminuyendo los
períodos de atención, pudiendo afectar el rendimiento académico. El motivo de consulta en
adolescentes a veces no apunta directamente a los síntomas cardinales de inatención,
inquietud e impulsividad. En ellos es frecuente encontrar dificultad para organizarse, iniciar
y completar tareas, inhibir conductas con recompensa inmediata, dificultad para seguir las
reglas de la clase o regular su conducta y emociones, hacer o mantener amigos, resolución
de problemas y flexibilidad cognitiva disminuida, lo que afecta su desempeño y relaciones
sociales. El adolescente procrastina y una vez iniciado el trabajo se distrae fácilmente o
tiene dificultad para completar el proyecto especialmente si es extenso o requiere mucho
esfuerzo. Los adolescentes con TDAH a menudo despliegan afectos, tanto positivos como
negativos, en forma excesiva a la situación. Estos síntomas incluyen frustración fácil con
explosiones de rabia. Otra característica de los adolescentes con TDAH es que a menudo
parecen emocionalmente inmaduros comparados con sus pares.
Los expertos no encuentran con exactitud qué es lo que causa las diferencias cerebrales
propias del TDAH. Existen pruebas claras de que el TDAH es en gran medida hereditario.
Muchos niños con TDAH tienen un padre o un pariente con TDAH. Los niños también son
más proclives a tener un TDAH cuando nacen antes de tiempo, se exponen a toxinas
ambientales o sus madres consumen drogas durante el embarazo. Además de la genética,
los investigadores están tratando de encontrar posibles factores medioambientales y están
estudiando de qué manera las lesiones cerebrales, la nutrición y el entorno social podrían
contribuir al desarrollo del TDAH. Se considera que el TDAH es un síndrome
neurobiológico, de etiología compleja, debido a un fallo en el desarrollo de los mecanismos
cerebrales que regulan el autocontrol. Esta pérdida de autorregulación afecta a otras
funciones del cerebro que son importantes para mantener la atención y las funciones
ejecutivas que posibilitan la integración y regulación de las funciones mentales.
La
investigación muestra que algunas partes del cerebro suelen ser un poco más pequeñas o
tardar más tiempo en madurar en los niños que tienen TDAH. Esto no significa que los
niños con TDAH no sean inteligentes. Significa que algunas partes de su cerebro se
desarrollan más lentamente. Estos retrasos en el desarrollo ocurren en partes del sistema de
autocontrol del cerebro. Esto incluye estructuras que juegan un papel importante en el
control emocional y en una habilidad llamada memoria funcional.
En la edad adulta, estas estructuras cerebrales tienden a ser similares en tamaño a las de los
adultos sin TDAH. Sin embargo, esto no significa que el TDAH desaparezca después de la
adolescencia. Los síntomas del TDAH pueden cambiar conforme los niños van creciendo,
pero el TDAH es una condición de por vida.
El TDAH también afecta otras rutas como la red frontoparietal. Esta juega un papel clave
en la toma de decisiones y el aprendizaje de nuevas tareas. (Es por eso que a menudo se le
conoce como “circuito de control ejecutivo”). Las diferencias en esto y en otras redes
neuronales pueden ayudar a explicar los síntomas del TDAH como la divagación mental y
los problemas con el control de impulsos.
as redes del cerebro están hechas de células cerebrales que pasan información de neurona
en neurona. Para hacerlo, del extremo de una neurona se liberan pequeñas cantidades de
químicos llamados neurotransmisores. Estos químicos tienen que cruzar un pequeño
espacio llamado sinapsis para llegar al extremo de la siguiente neurona.
Para muchas personas con TDAH, el tratamiento puede mejorar estas conexiones.
Aprovechar los intereses de las personas también puede ayudar. Los investigadores del
cerebro están aprendiendo cada vez más acerca del TDAH. Pero hay que tener en cuenta
que todavía no se ha llegado al punto en que los escáneres del cerebro se puedan usar para
diagnosticar el TDAH.
Factores ambientales
Factores neuroquímicos
Factores psicosociales
Más allá de los agentes ambientales que no parecen implicados en el origen del trastorno
(aditivos, determinados alimentos) algunos estudios si relacionan algunos agentes externos
como precipitantes o contribuyentes a la aparición del TDAH durante la etapa gestacional
(factores Prenatales) o cerca del nacimiento (perinatales) como: el tabaquismo (Langley,
2005 y Thapar, 2009) y el estrés y ansiedad maternas durante el embarazo (Rice 2010, Van
der Bergh y Marcoen, 2004,2005). Pero no existen evidencias científicas concluyentes
acerca de que exista una relación directa de causa efecto sobre estas variables.
Aditivos de alimentos
Alergias
Vacunas
A medida que los niños crecen, todos los síntomas suelen ir disminuyendo, especialmente
los de hiperactividad. La intensidad de los síntomas es contexto-dependiente, esto quiere
decir que disminuye en situaciones muy estructuradas y organizadas o novedosas e
interesantes (2). Es por esto último que muchos padres dudan de que su hijo/a pueda tener
el diagnóstico, alegando que logra permanecer por horas muy concentrado en sus
videojuegos, navegando por internet, etc. El problema surge cuando deben atender en
contextos poco motivadores para ellos. Les es difícil poder asumir que deben hacerlo, a
pesar de no ser de su agrado, y vemos una diferencia muy marcada con los niños sin TDAH
(2). Los síntomas mejoran con supervisión personal o gratificación frecuente y empeoran
en contextos grupales (2). Es por esto que obtener información del desempeño del niño
dentro de la escuela es muy valioso. Entre las diferentes presentaciones del TDAH,
tenemos: la presentación combinada, que es la más frecuentemente diagnosticada y en la
que los 3 síntomas cardinales confluyen y pueden asociarse a otros problemas
externalizantes (conductuales); la presentación predominantemente inatenta, que es más
diagnosticada en niñas y se asocia más a otros problemas externalizantes (ansiedad,
depresión); la presentación predominantemente hiperactiva/impulsiva que es la menos
frecuentemente diagnosticada (1,2). Los síntomas cardinales se verán en la práctica de
diversas formas. Mencionaremos las características más frecuentes para cada síntoma.
Inatención: dificultad o incapacidad para mantener la atención de manera continuada en
tareas que no son altamente motivadoras; olvidos, despistes, pérdidas de objetos; dificultad
para seguir órdenes o instrucciones; dificultad para terminar tareas sin supervisión;
interrupción de conversaciones; cambios de tema de manera brusca (9); no atender a
detalles como signos de operaciones matemáticas o enunciados; rendimiento inferior a su
capacidad por cometer errores por descuido; cambio frecuente de juego; dificultad para
organización y planificación; rechazo de tareas que exijan esfuerzo mental; distracción fácil
ante estímulos externos (2).
En general se considera que el 80 % de los niños con TDAH tienen un pronóstico favorable
a largo plazo, siempre y cuando antes de la adolescencia se corrijan los problemas
comportamentales y académicos asociados. Si esto se realiza, la literatura habla de que sólo
el 20 %, un grupo conformado por los casos más severos, tendrán dificultades en la edad
adulta con persistencia de los síntomas del trastorno (32). De los niños que no reciben
ningún tratamiento o lo reciben incompleto, el 80 %, tienen un mal pronóstico a largo
plazo, con aparición de trastornos explosivos de la conducta en la adolescencia, trastorno
disocial de la conducta, trastorno de la personalidad de tipo delictivo, alcoholismo,
farmacodependencia, inestabilidad laboral y dificultades en las relaciones personales.
En la edad adulta alrededor del 15 al 20 %, de los niños con desorden de este desorden y
otro tercio presenta síntomas de desorden de personalidad
Existe una aceptación general en relación a que aproximadamente la mitad de todos los
niños con TDAH tendrían dificultades motrices, que en muchos casos se subestiman (14-
15), reflejadas en un movimiento motriz por debajo de lo normal esperado de la misma
edad (16). Estos problemas motrices están correlacionados principalmente al subtipo
combinado y en el que predomina la inatención. La evaluación cuidadosa de las funciones
motrices básicas del niño puede revelar leves déficits, denominados signos neurológicos
leves los cuales incluyen: movimientos desbordantes, movimientos involuntarios,
disritmias, impersistencia motriz, diadococinesia, incoordinación o ataxia, entre otros (17-
18). Los movimientos desbordantes motrices son definidos como un co-movimiento de
partes del cuerpo, no específicamente necesarios para completar una tarea de manera
eficiente.
Otros autores indican que estos niños experimentan más dificultades con movimientos
motores finos que con los gruesos y alteraciones en la coordinación global y en la
orientación espacio temporal. Aunque la alteración en la corteza prefrontal contribuye a los
signos conductuales observados en el TDAH, sus conexiones íntimas con el cerebelo y el
núcleo caudado podrían explicar parcialmente la coexistencia de déficits sensorio motrices
y signos conductuales en niños con TDAH (19).
Los niños con TDAH suelen tener problemas en las relaciones con los compañeros, tienden
a tener pocos amigos y las relaciones son menos estrechas. También se puede producir una
disminución del rendimiento académico que suele desembocar en fracaso escolar.
Todo ello, así como las discusiones con los padres por malas notas y mal comportamiento,
puede provocar síntomas depresivos y conductas negativas en los niños con TDAH.
Algunos pueden empezar con comportamientos negativistas, desobediencias cada vez
mayores, desafío de la autoridad y, poco a poco, con problemas de conducta mayores e
incluso abuso de alcohol y drogas.
Estos conflictos pueden aparecer de forma conjunta cuando se ha pasado mucho tiempo sin
haber tratado el TDAH correctamente. Sin embargo, muchas veces surgen por otras razones
y son confundidos con este trastorno. Por ello, a la hora de realizar un buen diagnóstico es
fundamental distinguir entre aquellos trastornos que se parecen al TDAH, pero que no lo
son, y que surgen como consecuencia o independientemente del mismo:
Trastorno de conducta
Otros trastornos
Trastorno oposicional/negativista desafiante
Hasta el 40% de los niños con trastorno oposicional desafiante desarrollan la forma más
severa de trastornos de comportamiento: el trastorno de la conducta.
Trastorno de conducta
Realizan al menos tres de los siguientes comportamientos durante un año, como mínimo:
agresión a personas o animales, destrucción de cosas, engaños o robos, violaciones serias
de las normas. Este patrón de conducta suele durar al menos un año. Los estudios indican
que entre un 1,5% y un 3,4% de los jóvenes pueden sufrir este problema, siendo entre 3 y 5
veces más frecuente en chicos que en chicas.
Los trastornos del humor, también conocidos como trastornos afectivos, son un grupo de
enfermedades que pueden aparecer en niños, adolescentes y adultos. Consisten en
alteraciones emocionales que provocan un estado de ánimo triste, deprimido, irritable o
eufórico.
También pueden generar ideas de inutilidad, de culpa, de muerte y de superioridad, así
como alteraciones físicas de la energía, sueño, apetito y actividad. Las enfermedades
conocidas como trastornos del humor son las siguientes:
Depresión: hay episodios cortos (de al menos dos semanas) de estado anímico muy
deprimido.
Distimia: hay períodos largos (de uno o dos años) de humor medianamente triste.
Los niños con TDAH suelen tener problemas para conciliar y mantener el sueño; les cuesta
dormirse, se despiertan de noche o muy temprano por la mañana. Pueden presentar también
somniloquia (hablan dormidos), terrores nocturnos, pesadillas, movimientos involuntarios y
sonambulismo. Sin embargo, parece que la calidad de su sueño es sustancialmente similar a
la de los niños sin TDAH.
Concretamente, los problemas más significativos aparecen en las capacidades lectoras. Los
niños tienen dificultad para descomponer las palabras en sonidos, en la lectura visual y en
la comprensión lectora, así como en la velocidad a la hora de leer.
Ansiedad por la separación
Otros trastornos
Algunos trastornos menos frecuentes en niños con TDAH son el síndrome de la Tourette
(emisión repetida de tics motores y verbales), el trastorno obsesivo-compulsivo, los
desórdenes en la comunicación (alteraciones en el desarrollo del lenguaje expresivo y
comprensivo) y trastornos de la coordinación.
A su vez, el niño con TDAH tiene cuatro veces más posibilidades de sufrir accidentes y
lesiones graves que el niño sin este trastorno (fracturas óseas, traumatismos cráneo-
encefálicos, rotura de dientes, etc.), debido a su impulsividad y a la presencia de trastornos
de la coordinación motora (20)
Los niños parten de unas creencias irracionales: "ser listo es bueno, ser tonto es malo", "los
listos son capaces de resolver cualquier problema, como yo no soy capaz soy tonto". Ante
la situación de resolver un problema presentando estas creencias, se genera indefensión y
frustración que dan lugar a ansiedad, y por lo tanto aún se empeora más el problema, dando
lugar a círculo vicioso ("no puedo y no podré, cada vez es más difícil, cada vez soy menos
capaz"). Los sentimientos que van tomando poder son los de minusvalía, impotencia y baja
autoestima.
Los niños con TDAH prácticamente desde la primera infancia manifiestan un deseo intenso
de agradar a los demás y de recibir aprobación social por lo que hace (necesidad de
refuerzo). Al no verse cumplidas todas estas expectativas éste sufre una gran ansiedad y
miedo al fracaso, por lo que no se les debe permitir establecer objetivos a medio y largo
plazo sino intentar que vayan consiguiéndolos y planteándolos progresivamente, de modo
que, al ir viendo que pueden aprender y mejorar y ser aceptados, su autoconcepto mejora y
su autoestima aumenta. Por otro lado, la familia puede representar un factor protector para
posibles dificultades de aprendizaje en los niños, pero también puede ser un factor de
interferencia para el aprendizaje de éstos. Los padres cuyos intereses y preocupaciones
están determinados por trabajos absorbentes, interfieren negativamente en el desarrollo de
estos niños. Si los niños son muy capaces, probablemente esta situación no les afecte y, por
el contrario, incluso estimule su autonomía, pero si los niños requieres apoyo adicional para
rendir de acuerdo a lo que se espera de ellos y no lo encuentran en sus padres, les marcará
el comienzo de dificultades escolares, fracasos, etc. (1).
No se conoce por completo de qué manera el TDAH contribuye a los problemas sociales.
Los niños que no prestan atención en ocasiones parecen tímidos o introvertidos a criterio de
sus pares. Los niños con síntomas de impulsividad/hiperactividad pueden ser rechazados
por sus pares por ser entrometidos, no poder esperar su turno o por actuar con agresividad.
Además, también hay más probabilidades de que los niños con TDAH, en comparación con
los que no tienen TDAH, presenten otros trastornos que interfieran con las buenas
relaciones con otras personas (20).
El hecho de que un niño tenga TDAH no significa que no vaya a tener amigos.
No todas las personas que tienen TDAH tienen dificultades para llevarse bien con otros. En
el caso de los niños que sí tienen dificultades, se pueden hacer muchas cosas para ayudarlos
con sus relaciones. Cuanto más temprano se noten las dificultades de un niño con sus pares,
más exitosa puede ser la intervención. Aunque los investigadores no tienen respuestas
definitivas sobre qué funciona mejor para los niños con TDAH, a continuación, se incluyen
algunas de las cosas que los padres pueden tener en cuenta para ayudar a sus hijos a
construir y fortalecer relaciones con sus pares:
Prestar atención a cómo se lleva el niño con sus pares. Estas relaciones pueden ser
tan importantes como las notas para que le vaya bien en la escuela.
Hacer participar a su hijo en actividades con otros niños. Hablar con otros padres,
entrenadores de deportes y otros adultos involucrados en la vida del niño sobre
cualquier progreso o problema que pueda ocurrir con su hijo.
Los programas entre pares pueden ser útiles, particularmente para los niños más
grandes y los adolescentes. La capacitación relativa a las habilidades sociales por sí
sola no ha demostrado ser eficaz, pero los programas entre pares en los que los
niños practican cómo llevarse bien con otros pueden ayudar. A menudo las escuelas
y comunidades disponen de este tipo de programas. Puede comunicarse con su
proveedor de atención médica y con alguien de la escuela de su hijo para informarse
sobre programas que podrían ser de ayuda.
2.4 Problema de lenguaje y El TDAH
Alrededor de un 40-60% de los niños con TDAH tienen también trastornos del desarrollo
del lenguaje (Tannock y Brown, 2003) y casi un 20% de los niños hiperactivos tienen
problemas en el lenguaje oral.
En general, tal como se recoge en el DSM-IV-TR*, en los niños con TDAH en edad escolar
pueden presentarse síntomas relacionados con el lenguaje, la comunicación y el
aprendizaje.
Al inicio del desarrollo del lenguaje ya se encuentran diferencias entre los niños con TDAH
y aquellos que no padecen este trastorno. Entre un 6% y un 35% de niños con TDAH sufren
retraso en el comienzo del lenguaje -aparecen más tarde las primeras palabras y las
primeras combinaciones de palabras- mientras que esto sólo ocurre entre el 2% y el 6% de
niños sin TDAH. Pero no todos los niños con TDAH tienen dificultades importantes en la
adquisición de los niveles básicos del lenguaje, lo que hace suponer que ésta es una
condición añadida al trastorno que viene a agravar sus dificultades en el desarrollo
cognitivo y social, así como a acrecentar los habituales problemas para el aprendizaje que
se observan en estos niños (Ygual, 2012).
Los niños con TDAH tienen con más frecuencia trastornos en el procesamiento del habla –
entendiendo este término en un sentido general que comprendería todas las habilidades
implicadas en percibir y producir el habla, tanto cognitivas como periféricas. Estas
dificultades en el procesamiento del habla pueden tener un grado de severidad variable:
desde ligeros problemas de articulación hasta un habla ininteligible. Es frecuente observar
niños con TDAH que mantienen procesos de simplificación de habla hasta edades muy
avanzadas –ocho o nueve años- que se solucionan antes de los cinco años en el desarrollo
normal. Incluso, en ocasiones, procesos de simplificación de habla aislados de buen
pronóstico en la mayoría de los niños que no padecen TDAH. En los casos más graves se
han descrito en el habla características dispráxicas (Ygual, Miranda y Cervera, 2000). Este
es un aspecto importante a tener en cuenta cuando se realizan programas de intervención
dirigidos a niños con TDAH. Es muy probable que tanto las dificultades de atención
auditiva, los problemas en el control motor, las dificultades de memoria de trabajo verbal y
las dificultades en los procesos de análisis -que podrían manifestarse en los procesos de
análisis perceptivo y secuencial, imprescindibles durante el desarrollo del lenguaje-
supongan un riesgo mayor de sufrir trastornos en el procesamiento del habla.
Otro aspecto en el que se ha señalado cierta inmadurez en los niños con TDAH es en el
desarrollo de las habilidades metafonológicas –habilidades que implican el manejo
consciente de los segmentos sonoros que integran las palabras. Es necesario distinguir con
claridad entre habilidades fonológicas y habilidades metafonológicas. Las habilidades
fonológicas suponen el uso eficaz del sistema fonológico de una lengua –entender y que
nos entiendan cuando hablamos- mientras que las habilidades metafonológicas implican
reflexionar conscientemente sobre dicho sistema. Por esta razón podemos encontrar niños
que aunque hablan correctamente –sin problemas en la percepción y producción del habla-
tienen dificultades metafonológicas. Los niños con TDAH parecen tener más dificultad
para realizar tareas metafonológicas que los niños que no sufren el trastorno. Por ejemplo,
realizan peor tareas que suponen identificar segmentos comunes a dos palabras, tareas que
exigen aislar segmentos de las palabras, tanto sílabas como fonemas, tareas de omisión de
sílabas o de integración silábica (Miranda, Ygual, Mulas, Roselló y Bó, 2002). Debemos
recordar la importancia que tienen las habilidades metafonológicas en el aprendizaje de la
lectura y la escritura, fundamentalmente en los procesos de acceso al léxico. Tener buenas
habilidades metafonológicas es un prerrequisito fundamental para realizar un aprendizaje
correcto de la lectura y de la escritura. Por consiguiente, no tener buenas habilidades
metafonológicas supone un riesgo de dificultades de aprendizaje en este dominio.
Las tareas metafonológicas son especialmente difíciles para los niños con TDAH por sus
demandas cognitivas. Por ejemplo, exigen memoria de trabajo verbal, así la identificación
de segmentos comunes a dos palabras requiere mantener las dos palabras activas en la
memoria en su forma completa, segmentarlas y comparar cada segmento hasta emitir un
juicio. Las dificultades en la función inhibitoria podrían explicar algunos errores curiosos
que con frecuencia cometen los niños con TDAH en estas tareas como, por ejemplo, el que
contesten bien a los tres primeros ítems y en el cuarto emitan un juicio relativo a la tarea
anterior. En este caso, lo que observamos es que el niño sabe realizar la tarea pero las
características cognitivas propias del TDAH interfieren en la realización de la misma. Otro
tipo frecuente de error son respuestas rápidas, equivocadas con, incluso, una rectificación
posterior. Este tipo de error está más relacionado con la impulsividad.
Las dificultades en la meta fonología pueden permanecer a lo largo de los años escolares y
se verán reflejadas en dificultades en el aprendizaje del código lector. Por tanto, cuando se
evalúan en niños con TDAH, es necesario observar cuidadosamente su ejecución con el fin
de poder determinar mejor cuáles son los posibles factores implicados en su pobre
rendimiento, ya que esto podría tener implicaciones clínicas motivando líneas de
intervención distintas. Si se observa que el niño no sabe realizar las tareas es indicativo de
que sus habilidades metafonológicas son insuficientes para un correcto aprendizaje de la
lectura y la escritura y se le debe entrenar en este dominio. Esto es más probable en
aquellos que tienen o han tenido dificultades en el desarrollo del lenguaje. Sin embargo, si
se observa que el niño sabe realizar la tarea, aunque cometa errores motivados por la
impulsividad o por la falta de atención, debiera optarse por implementar estrategias de
autorregulación sobre la ejecución de la tarea, tanto si son tareas que implican únicamente
el manejo de fonemas como si implican la utilización de fonemas y letras en el momento de
inicio del aprendizaje de la lectura y la escritura.
Implicaciones educativas e intervención en las dificultades de lenguaje en niños con
TDAH.
El trabajo de intervención logopédica con niños con TDAH debe estar bien estructurado y
ser muy sistemático. Son previsibles retrocesos momentáneos en los logros terapéuticos
debido a las dificultades propias del trastorno –dificultades en el control inhibitorio que
inciden en la aplicación consciente de lo aprendido- si bien, esto no debe desanimar al
terapeuta ya que, en la mayoría de los casos, la evolución a largo plazo suele ser buena si la
metodología es adecuada.
Los programas de intervención logopédica en el procesamiento de habla para los niños con
TDAH, en la mayoría de los casos, serán programas complejos formados por distintos
componentes que comprendan aspectos puramente periféricos de la expresión o recepción y
aspectos centrales que tienen que ver con la organización del sistema fonológico y la meta
fonología, que deberán ser conectados con el aprendizaje de la lectura y la escritura. Así
deberán integrar:
Tienen dificultades en la adquisición de una lectura adecuada, así como en captar las ideas
principales del texto cuando éstas no aparecen de forma explícita. Fracasan en la
composición escrita, lo que genera actitudes de rechazo hacia a la escritura. Las dificultades
cognitivas asociadas al TDAH interfieren en múltiples formas con el aprendizaje de las
matemáticas: la impulsividad los lleva a cometer errores en las operaciones debido a la
precipitación; no analizan los signos, pueden cambiar el algoritmo de la suma por el de la
resta o restar el número mayor del menos sin considerar si se corresponde con el
sustraendo. La impulsividad provoca la respuesta inmediata a los problemas antes de
haberlos leído y no aplican una estrategia organizada para resolverlos.
Alteraciones visuales.
Hipoacusias.
Trastornos endocrinos-nutricionales.
Trastornos del sueño.
Enfermedades crónicas.
Disfuncionalidades socioemocionales.
Nacimiento prematuro.
TDAH.
Trastornos específicos del aprendizaje.
Trastornos específicos del desarrollo del lenguaje.
Discapacidad intelectual.
Los trastornos específicos según el DSM - 5 que influyen en el rendimiento escolar de los
afectados por TDAH son los siguientes:
Tratamiento psicopedagógico
Para favorecer un mejor control motor, se emplean tareas como: recortar, pintar con los
dedos, colorear, pegar, calcar, hacer rompecabezas, jugar con palillos o canicas, y otras
técnicas pictográficas y escriptográficas. Es preciso tener en cuenta, que la escritura puede
verse afectada por numerosos factores incluyendo: impulsividad, ansiedad, fatiga,
alteraciones emocionales y motivación, además de déficit en la coordinación de la
motricidad fina. Los niños con TDAH suelen mostrar mayor número de errores ortográficos
que sus compañeros, debido a las dificultades para consolidar estas normas, así como por
dificultades atencionales para automatizar su uso.
Evitar una práctica inicial sin supervisión, que conduce a que se consoliden vicios
difíciles de corregir más tarde.
Evitar actividades poco valiosas como son la copia reiterada de las mismas palabras
o frases. Si le hacemos copiar más veces lo que podemos conseguir es el efecto
contrario; es decir, que se reduzca su atención y vuelva a cometer el mismo error.
Tratamiento psicopedagógico
segmentación de la práctica
utilización de cronocálculos
representaciones gráficas
uso de ordenadores
A pesar de que el peso del tratamiento de los trastornos específicos del aprendizaje está en
la intervención psicopedagógica, son numerosos los estudios que han demostrado que el
tratamiento con fármacos estimulantes produce efectos positivos sobre el rendimiento
académico de los niños con TDAH, al producir mejoría significativa en los procesos
cognitivos implicados (velocidad de procesamiento, memoria de trabajo e inhibición de la
respuesta impulsiva).
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