H. M. Ward - Saga Secrets & Lies - Vol. 07

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 82

Table of Contents

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Sobre la Autora
Créditos
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes
sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso
haciendo una reseña en tu blog o foro.
Sinopsis
Dicen que la mejor manera de superar un corazón roto es un ligue al
azar. Así que mi nueva mejor amiga me está arrastrando a un bar. Todo lo que
tengo que hacer es usar un vestido de puta, elegir a un tipo, y hacer el acto,
¿verdad? La cosa es que, esta no soy yo. Soy la chica buena; la que tiene
relaciones sexuales por amor. Pero, dado que el amor de mi vida está enredado
con otra persona, creo que es hora de seguir adelante.
Una noche, una vez. Eso es todo. Borrón y cuenta nueva.
Un tipo con un bloc de dibujo, sentado solo, me llama la atención. Tengo
una atracción por el tipo artístico con cabello oscuro y ojos azules brillantes.
Pronto estamos en su habitación de hotel haciendo cosas que nunca he hecho.
Su cuerpo ardiente, perfectamente tonificado con piel cálida y un toque firme,
tiene mi mente tambaleándose con las cosas por venir. Ambos estamos
desnudos y brillando de sudor, sin aliento.
Y luego se va, justo antes de hacer el acto, abandonándome en su
habitación. No regresa.
Una semana después lo veo de nuevo, y me doy cuenta que no era solo
un tipo al azar… es mi profesor. Mi corazón se aferra al enorme error, y todavía
no entiendo la extensión del mismo. Debería haber corrido y nunca mirar hacia
atrás.

Secrets & Lies #7


Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Sobre la Autora
Créditos
Capítulo 1
No hay discusión con Ferro. El hombre estaba furioso con este giro de los
acontecimientos. Al parecer, Nate es anti-extracción. ¿O tal vez solo odia a su
padre y quiere joderlo? ¿Quién sabe? No me ha dicho nada sobre eso. Mientras
conduzco de regreso al campus, mi estómago está anudado. Ferro no dio más
detalles sobre lo que le ocurriría a Nate si no estuviera de acuerdo en vender la
casa, pero no necesitaba hacerlo. Hay una oscuridad succionadora del alma en
ese hombre que me pone al límite. Es como estar de pie junto a un monstruo
domesticado disfrazado por un traje de diseñador y una sonrisa plácida. El
largo y perezoso movimiento de sus extremidades y los tonos relajados con los
que Ferro habla pueden acallar a una persona en un sentido de seguridad.
Pero alrededor de ese tipo, una vez que tu guardia cae, estás frita. No tengo
duda de que la vida humana es barata a sus ojos, y la sangre no tiene relación
con sus acciones. Mataría a su hijo si fuera necesario para conseguir lo que
quiere.
¿En qué diablos me metí? Estoy tan lejos de mi mente que no puedo
respirar. Me estoy ahogando y no tengo ni idea de a quién pedirle ayuda. Si le
digo a Nate, se plantará en sus talones. Si no lo hago, y se entera por otra
persona… eso es aún peor. No hay una opción segura aquí, ningún camino
claro que conduzca en dirección a donde quiero ir. Golpeo mi palma contra el
volante y maldigo.
Pita sisea desde la parte trasera del autobús.
—No estoy de humor para tu mierda ahora —regaño.
Más siseos salen de algunos asientos detrás de mí. Es como si la bestia
intentara decirme algo. Lástima que no hablo mapache.
—Eso está bien, bola de pelos, pero necesito un plan. ¿Cómo puedo
superar a Ferro? —Cuando la luz se vuelve roja, freno y llevo el autobús grande
y oxidado a una parada.
Un elegante convertible negro lleno de chicos se detiene en el carril a mi
lado. El cabello del conductor tiene el color de la miel. Junto con su piel oliva y
sombras oscuras, luce totalmente rudo.
El pasajero directamente detrás de él es súper pálido, con un lío de
cabello oscuro parado en todas direcciones. Él es el único en el grupo que no
usa gafas de sol. Puedo ver sus ojos oscuros mirándome. La sorpresa se desliza
por su cara, y luego sus labios se curvan en una sonrisa tímida.
Levanta su barbilla y grita:
—¡Hola, nena! Lindo vehículo. —El tipo ríe y golpea puños con el hombre
a su lado. Claramente son chicos universitarios que creen que son el regalo de
Dios para el sexo opuesto. Ricos, mimados, mocosos que nunca tuvieron que
trabajar duro para nada. Todos me miran mal, el conductor incluido.
Tiro de la manija que abre la puerta, presiono mi mano contra mi pecho,
y aleteo mis pestañas.
—¿De verdad? —Mi voz es melosa y dulce. Sonrío como si no hubiera un
pensamiento en mi cabeza.
El tipo con el cabello parado, continúa diciendo:
—Sí, es jodidamente caliente. Oye, si quieres algo un poquito menos
oxidado entre tus piernas, estoy aquí para ti.
Inclino mi barbilla hacia abajo, dejo caer mi sonrisa falsa, y lo fulmino
con la mirada.
—Vaya, eso suena increíble —le digo, sin rodeos—. Un tipo estelar como
tú empujando su pequeñito pene oxidado dentro de mí sería increíble. La mejor
línea de levante jamás.
Los otros chicos del auto comienzan a reír mientras su amigo frunce el
ceño.
—¡No dije pequeñito!
—¿Sí? Porque esa es la única razón por la que no voy a dejar caer mis
bragas por ti. No tuvo nada que ver con el hecho de que inferiste que tu
soldadito estaba enfermo por el mal uso. ¿O lo dejaste en la lluvia? De
cualquier manera, nada atractivo. En el próximo semáforo, realmente deberías
apegarte a los clásicos. Intenta: ¡Hola, nena! Quiero derretirme en tu boca, no
en tu mano.
Los chicos me miran fijo, con los ojos muy abiertos, las lenguas colgando
como si fuera una diosa del sexo. Idiotas. La luz cambia a verde, y destello
hacia ellos, agito las puntas de mis dedos, y me alejo con la puerta del autobús
todavía abierta.
El auto pasa más allá de mí, desapareciendo de la vista. Imbéciles. ¿Por
qué hacen eso? ¿Alguna vez funcionó levantarse a una chica en un semáforo?
Quiero decir, ¿qué piensan que va a pasar? Incluso si lo deseaba, ¿dónde se
supone que deje mi autobús?
Meh. Continúo conduciendo, maniobrando el autobús por las calles
estrechas cerca del campus. Mientras merodeo por un lugar de
estacionamiento (o cinco) para atravesar el autobús, veo a Carter cruzando el
estacionamiento. Estoy tan enojada con él. Todo lo que dijo desde el primer día
fue una pila de mierda. No me doy cuenta que lo estoy haciendo, pero el
autobús se arrastra detrás de él. Se arrastra hacia adelante en neutral,
acechándolo a través del asfalto.
Cuando Carter mira detrás de su hombro, se estremece y frunce el ceño.
Acerco el autobús un poco más, haciéndolo caminar más rápido. Ahora está
caminando a velocidad, mirando frenéticamente por encima de su hombro.
—¡Córtalo, Kerry!
En respuesta, me acerco más. Carter grita y despega a toda velocidad,
arrojando maldiciones hacia mí. Detengo el autobús, ocupando toda una fila de
espacios en el estacionamiento de los profesores. Voy a recibir una multa, pero
siempre y cuando no me den cinco multas, una por cada lugar de
estacionamiento, no me importa. No había nada junto al dormitorio. Apago el
motor, meto las llaves bajo el asiento, y salto por los escalones para ver a Emily
corriendo hacia mí.
Ella está emocionada, su rostro brillante.
—¡Santa mierda! —Me da una palmada en el brazo—. ¿Por qué no me lo
dijiste?
—¿Decirte qué?
—¿Qué te has hecho cargo de la bestia? ¡Y qué has conseguido una
pasantía en Le Femme! Santa mierda, ¿sabes lo difícil que es entrar allí?
Acaban de abrir esa sucursal, también. Oí que todo el personal fue trasladado
desde Nueva York. Son tu gente, Kerry. ¡La nave madre ha aterrizado! —Suelta
una risa y golpea su hombro con el mío.
—¿Le Femme? ¿Quién te dijo que estaría trabajando allí? —Le hago una
mueca y la miro cautelosamente.
—Primero, ataste o no a tu compañera de cuarto en el patio esta
mañana.
—Sí, lo hice.
—¡Asombroso! En segundo lugar, las pasantías acaban de publicarse, y
obtuve Le Femme. Jax dijo que estarías allí, también. ¿No aplicaste?
Frunzo el ceño, tratando de descubrir lo que pasó.
—No, no lo hice. Planeaba seguir modelando aquí, pero el doctor Jax dijo
que estaba trasladándome, que me consiguió un trabajo.
—¡Santa mierda! ¿Estás modelando para Cole Stevens? —Su rostro está
más expresivo de lo que lo he visto.
—No. Bueno, no tengo ni idea. —La miro fijamente, preguntándome qué
hizo Jax. El viejo es astuto. No me sorprendería si me contrataran como
modelo.
—Bueno, tienes que averiguarlo. Si modelas para Le Femme, tu rostro
estará en todas partes. Tacha eso. No tu rostro. Tus tetas y tus caderas; ¡nadie
se preocupará por tu rostro para el momento en que ese tipo haya terminado
contigo! —Emily menea las cejas hacia mí.
Gimo internamente. Necesito reagrupar mi vida. De alguna manera todo
pasó de ser perfecto a ser insanamente difícil de nuevo. Es como tratar de
atrapar a una horda de gatos. Los bastardos no se quedarán quietos. Estoy
mirando fijo hacia adelante, perdida en mi propia vida miserable.
Emily sigue hablando, pero cuando no respondo, me regaña:
—¿Hola? ¿Qué te pasa? ¿Estás enfadada porque también estoy
trabajando allí?
—No —digo, rodando mis ojos involuntariamente. Emily cruza los brazos
sobre el pecho, arquea su cadera y me mira—. Emily, no sabía que es donde
Jax me envió. Me alegra que estés allí conmigo. Tengo demasiada mierda
pasando en este momento. Siento como que voy a perderlo. —La universidad y
el trabajo son lo bastante loco. Agrega a Ferro, Nate, y Carter; y si sigo
despotricando, mi voz será tan aguda que solo los perros la oirán.
Ella deja caer sus brazos y suaviza su expresión.
—Lo siento, no quise saltar por tu garganta.
—No te preocupes por eso. Solo tengo mucho en mi mente. Lo siento,
estaba pensando en otra cosa. —Charlamos de la pasantía y Emily comienza a
contarme sobre sus planes para después de la graduación. La pasantía es un
peldaño; uno que necesitaba para llegar a donde quiere ir.
Ojalá tuviera una visión tan clara de lo que quiero hacer con mi vida.
Últimamente, se siente como si estuviera tropezando alrededor como una cabra
borracha con el estómago lleno de basura. Cosas que no deberían llegarme. Se
siente como si hubiese demasiada presión y estoy lista para romperme. Quiero
ir a Nate, pero Carter lo sabrá. Tres días. ¿Cómo voy a conseguir que Nate haga
algo en tres días? Esa línea de tiempo es una locura. Es hora de ponerse por
encima de la locura, y dejar que las piezas caigan donde puedan. Si estoy sola
al final de esto, que así sea.
Capítulo 2
La noche del domingo se acerca cada vez más. A medida que el cielo
nocturno se traga el sol, me dirijo al aula una última vez para ver si hay algo
más que debería hacerle a mi pintura. La estoy entregando esta semana, y la
verdad es que estoy preocupada de haberla arruinado; y todo lo demás en mi
vida. No es la duda al azar que a veces me inunda. Esta vez es diferente. Me
siento como si hubiese caminado sobre una pendiente resbaladiza en algún
momento y caí de culo. He estado rodando por el lado de un barranco a toda
velocidad. El malestar arremolinándose incesantemente en mí interior es la
verdadera aprehensión hacia mi inminente impacto.
Los pasillos están vacíos, y el edificio está rayado con largas sombras
derramándose a través del piso en tonos de naranja y rosa. Subo las escaleras
de dos en dos, y cuando paso por la oficina de Nate, desacelero, me detengo y
doy un círculo hacia atrás. Si está aquí… podría hablar con él sin que Carter lo
descubra.
Golpeo mis nudillos en su puerta.
—¿Profesor Smith? —Ese no es su verdadero nombre. Es un Ferro.
¿Cuán extraño es eso? Me pregunto si él va a decirle a alguien o si seguirá
siendo su profundo y oscuro secreto.
No hay respuesta. Me doy la vuelta y continúo por el pasillo. Cuando
llego al aula, abro la puerta de un tirón, entro y enciendo las luces antes de
dirigirme hacia mi cubículo y sacar mi pintura. La pongo sobre un caballete y
me alejo. Mi mano se levanta hasta mi barbilla mientras barro mis ojos por mi
trabajo. Tenía miedo de que las pinceladas me parecieran un error después de
unos días, pero ahora me gustan más.
Mezclo unos colores para añadir algunos toques de luz al cabello de la
niña y al borde de su vestido. Tirando mi cabello hacia atrás, lo tuerzo en un
bollo y lo apuñalo con un pincel. Después de unos minutos el silencio llega a
mí, así que enciendo algo de música y subo el volumen. Me encuentro
cantando suavemente al principio, dando golpes cuidadosos con el pincel. Pero
después de un tiempo, me relajo, y mi voz ya no es suave, mis pies ya no están
quietos, y mi culo comienza a oscilar mientras canto sobre el hijo de un
predicador, balanceando mi cabeza y agitando mis brazos rítmicamente con
una gran sonrisa en mi cara.
Me olvido de la pintura, atrapada en el baile, los ojos cerrados, el cuerpo
balanceándose al ritmo, y cantando como si estuviera totalmente enamorada
del dulce hijo de un predicador. Cuando la canción culmina, tengo un pincel
en mis labios y cito las palabras como si fuera un micrófono. Sacudo mis
caderas, balanceándome y girando en un círculo completo mientras sostengo el
pincel en mis labios, mi cabeza inclinada hacia atrás, y mis ojos cerrados.
Ahí es cuando un pequeño sonido atrapa mi oído; el roce de un zapato.
Un escalofrío recorre mi piel y mis ojos se abren. Nate está allí de pie, con las
manos en los bolsillos, una sonrisa fascinada en su rostro mientras se inclina
en el marco de la puerta. Sus ojos brillan azules con demasiado afecto, llenos
de emoción que es demasiado fuerte para alguien con quien no está
involucrado.
Me congelo, mano sobre mi cabeza, boca abierta de par en par en medio
de una larga nota con mi culo sobresaliendo. Es una pose increíblemente
incómoda para sostener. Me detengo y me estiro como si no estuviera haciendo
nada.
—¿Cómo va?
Capítulo 3
La risa en ciernes de Nate suena, calentando la habitación. Sus ojos
parpadean para encontrarse con los míos, luego caen al suelo cuando cruza el
umbral y cierra la puerta detrás de él.
—Creí oír a alguien, así que vine a ver quién era. No me di cuenta que
podías cantar.
No he hablado con él desde que se marchó la otra noche. Está actuando
como si eso nunca sucedió, como si no hubiéramos peleado. Bien por mí. Agito
una mano hacia él y me burlo.
—No puedo cantar.
—Estás equivocada sobre eso. —Sonríe, revelando un hoyuelo en su
mejilla—. Si no pudieras, te habría ofrecido un calcetín, porque ya sé que
montas un gran espectáculo de títeres, ¿pero esto? ¡Maldición, mujer! Tienes
un conjunto de tubos por los que el departamento de música mataría.
Mi cara está de color rojo brillante y ardiente.
—Sí, seguro.
—Suenas como Aretha Franklin. Tú. La pequeña niña blanca con un
autobús. —Me observa por un momento, esos ojos azules buscando en mi cara
algo que no puedo entender.
—Te gusta mi autobús —bromeo.
—Eso sí —dice Nate, sonriendo mientras se acerca—. Me gustan muchas
cosas sobre ti.
—Sí, tengo habilidades locas —bromeo, pero él me toma en serio.
—Las tienes, y subestimas lo que eres capaz de lograr. Kerry —mira
hacia mi pintura—, eres la persona más talentosa que conozco.
Esas palabras me derriban, sobre todo después de la forma en que dejó
las cosas la última vez. Estoy parada allí con mi corazón abierto, aterrorizada.
Nadie ve a la verdadera yo. Ven a una niña tratando de ser más mayor de lo
que es, o una estudiante demasiado inmadura para manejar las cosas. Soy
alguien que siempre está intentando pero no ha llegado. Cuando la gente me
considera, siempre me encuentro carente. Durante mucho tiempo, he esperado
encajar en alguna parte. ¿Por qué tengo que encajar tan bien con él? Nate se
siente como casa. Es todo lo que quiero, pero no puedo tenerlo. No hay final
feliz para nosotros.
Fuerzo una sonrisa y empujo el pensamiento lejos. Nate no es mío y
nunca lo será. Somos dos personas que pasan por la noche en caminos
diferentes, yendo direcciones diferentes.
—Qué bueno que tu padre no era un predicador, ¿eh? —bromeo. Le
guiño un ojo y me vuelvo—. Porque entonces estaríamos en serios problemas.
—Estoy a punto de volver hacia mi pintura cuando siento su presencia detrás
de mí.
Su cálido aliento está junto a mi oreja, y su cuerpo está tan cerca de mí
que puedo sentir el calor de su cuerpo.
—Estoy empezando a pensar que te gustan los problemas, Kerry.
—Tanto como a la chica de al lado, sí, claro.
—Nada en ti es como en la chica de al lado. —Su voz es firme, poderosa.
Es una declaración, un complemento que él cree plenamente.
—Piensas demasiado de mí.
—Tú no piensas lo suficiente de ti misma.
—Sé lo que soy, quién soy. —Me vuelvo lentamente hacia él con mi
corazón golpeando rápidamente en mis costillas. Odio cuando está tan cerca.
Es difícil no tocarlo, fingir que no hay nada entre nosotros—. No mucha gente
me ve.
—Solo porque no los dejas. Tu guardia siempre está levantada, y, aunque
impide que tus luces se apaguen, también mantiene a todos los demás a
distancia. Nadie te conoce realmente.
—¿Excepto tú?
—No estoy seguro de cuán bien te conozco, tampoco. A veces creo que
veo todo de ti, pero siempre hay más, algo más para hacerme sonreír. Las
aguas calmas corren profundamente; no tenía idea de lo que eso significaba
hasta que te conocí. Siempre hay otra capa, más que descubrir sobre ti. —Sus
ojos se traban en los míos, y su cuerpo está tan cerca que puedo captar su
olor.
Un escalofrío lame mi columna vertebral, y quiero reír nerviosamente, o
bailar, o gritar. Como no puedo hacer nada de eso, me alejo. La distancia entre
nosotros hace poco para aliviar la tensión. El aire está cargado de electricidad
cuando Nate está cerca. Es la manera en que se para, la forma en que su
hermoso cuerpo me llama como si fuera mío. Él nunca será mío. Incluso si la
cosa del profesor-estudiante no importara, cuando se entere de lo que hice
para recuperar su casa y cómo planeo hacer que la venda… no me perdonará.
Tengo tres días para mantener a este hombre a salvo. El único plan que
se me ocurrió hasta ahora garantiza la seguridad de Nate, pero yo obtengo el
peor extremo de la vara cuando todo esté dicho y hecho. Necesito un plan
diferente, que no termine tan mal, pero nada viene a mi mente.
Nate me observa, sus labios lo suficientemente cerca como para besar mi
piel. Pienso en su boca y esas manos. Las mariposas revolotean en mi interior,
recordándome lo maravilloso que se siente y cuán perfectamente encajamos.
Cada vez que hemos estado juntos, ha sido duro y rápido, incluso frenético. No
ha habido ningún beso lento desenrollándose desde el interior para hacer que
mis dedos se curven. No ha habido trazado perezoso de curvas, ninguna
exploración de su cuerpo debajo de mis palmas. Quiero eso. Quiero la
sensación de que tenemos todo el tiempo del mundo, pero no lo tenemos.
Arranco mi mirada de la suya y retrocedo de nuevo, forzando una sonrisa en
mi rostro. Se siente mal.
—No hay nada más, Nate. Te equivocas sobre eso.
—¿Lo estoy? —Me sigue, acercándose cada vez que me alejo hasta que
estoy contra la pared en la parte posterior de la sala. El alfeizar está a mi
izquierda, y la línea de gabinetes está a la derecha, bloqueando nuestra vista
de la puerta. Presiona su cuerpo contra el mío.
—Sí, te equivocas. No hay nada más para ver.
Sus labios están junto a mi oreja cuando habla:
—Siempre hay más de ti; más para ver, más para probar y tocar, más
risas y más sonrisas. —Su dedo toca la punta de mi nariz ligeramente, y mi
corazón late más rápido en respuesta.
—No hay nada más.
—Ahí está. —Levanta su mano a mi mejilla, acariciando suavemente a lo
largo de mi piel y haciéndome temblar—. Tienes más talento en un dedo de lo
que la mayoría de la gente tiene en todo su cuerpo. Lo tocas, lo pruebas y no
dejas que el miedo te impida hacerlo.
Doy una carcajada.
—¿Yo? ¿No tengo miedo? Adivina otra vez.
Su rostro está por encima del mío, mirando hacia abajo, observándome
mientras su cuerpo me presiona a la pared. El peso de él es perfecto, y, si
puedo evitar sus ojos, no cederé. No pensaré en sus labios sobre los míos. No
recordaré la forma en que me besa, usando su cuerpo entero, como si fuera el
aire, y nunca tendrá suficiente de mí.
—Eso es lo que te hace increíble. Puedes sentir miedo, pero no te detiene.
Sigues adelante. Sigues intentándolo. Es impresionante de ver. Es imposible
estar cerca de ti y no quedar atrapado en ti; cada mujer en la habitación quiere
ser tú, cada hombre te desea. Todos se maravillan de tu talento. Todos están
sorprendidos por la forma innata en que parecen ser uno contigo.
Mira fijo hacia su camisa. No levantes la vista más allá de los botones.
No levantes los ojos por encima del cuello. Mantén tu barbilla hacia abajo y
apártalo. Di que no lo deseas. Vas a arrancarle el corazón pronto. Cuanto más
lejos vaya esto, peor será para él; peor será para ti. Pero no puedo ignorar el
tirón magnético hacia él. Estoy a punto de temblar, tratando de quedarme allí
sin moverme, sin tocarlo. Cuando mi cabeza se inclina hacia atrás y atrapo su
mirada, Nate desliza su mano por el lado de mi cara y alrededor de la parte
posterior de mi cuello. Sus pestañas oscuras bajan y sus ojos se sumergen
entre mis labios y mis ojos.
—Bésame, Kerry.
—No deberíamos.
—Bésame. —Su voz es un susurro, pero la forma en que lo dice se siente
como una orden. Se mantiene allí, tan cerca de mí, sus labios entreabiertos,
respirando tan cerca que puedo sentir el calor de su aliento en mi piel.
Con mi corazón martillando, me inclino más cerca y siento mis pestañas
más bajas. Es solo un beso. No se convertirá en más. Puedo decir que no.
Puedo alejarme. La cosa es que, no quiero alejarme de él. No quiero dejarlo, y
ese es el problema. Los pensamientos de su cuerpo resbaladizo enredado
debajo del mío se reflejan detrás de mis ojos. Lo deseo demasiado. Ya puedo
probar su beso y sentir sus manos ahuecándome, sujetándome y presionando
dentro de mí.
Nate no se mueve. No lo iniciará. Cada vez que me dice que lo bese, lo
hago. Esperará pacientemente que yo haga el primer movimiento. Meto mi
barbilla, presiono mis labios juntos e inhalo profundamente, liberando el
aliento lentamente. Esto obliga a mis pechos a aplastarse contra su pecho, y
casi me ahogo.
Estoy a punto de decirle que no, que esto no puede ser, pero no tengo la
oportunidad. Sus manos están en mi cabello, y ahueca mi cara, inclinando mi
cabeza hacia atrás, deleitándome con su cálida y deliciosa boca en la mía. Su
lengua barre más allá de la costura de mis labios. Me besa lentamente,
profundamente, tomándose su tiempo. Cuando se retrasa, sostiene mis
mejillas y se queda allí, a un susurro de distancia.
—Lo siento, no era mi intención…
—¿Besarme?
Él sonríe, me suelta y retrocede.
—No, quería hacer eso. Solo que no quería presionarte. —Me observa de
cerca, su mirada azul hundiéndose en la mía—. ¿Por qué te alejas de los besos
más lentos?
Su pregunta me sorprende.
—¿Qué? No lo hago.
—Sí, lo haces. Coges rápido y duro. Besas rápido y duro también. Es casi
como... —Deja de hablar y presiona su boca cerrada, sacudiendo su cabeza.
—¿Como qué?
Las comisuras de su boca se contraen como si no pudiera decidir si
debiera sonreír o no. Esos hoyuelos parpadean y desaparecen una y otra vez.
—Como si fuera un mecanismo de defensa. Si mantenemos las cosas
rápidas y divertidas, no hay nada de qué preocuparse. Nadie sale lastimado.
—¿Qué está mal con eso?
—Nada. Si esa es la única manera en que puedo tenerte, la tomaré.
Pero...
—¿Pero qué?
Vacila, luego se acerca a mí, susurrando en mi oreja:
—Pero si hubiera más, si me lo permitieses, aprendería cada centímetro
de tu cuerpo y cada curva de tu rostro. Quiero probarte, quiero lamerte, y
quiero que te recuestes y me dejes estar contigo; sin paredes, sin huir. Solo tú
y yo.
Mi pecho se eleva y cae rápidamente mientras habla. Se siente como si él
me sostuviese por el cuello mientras estoy colgando sobre un cañón. Es
aterrador y estimulante al mismo tiempo.
—Mis paredes no han estado altas contigo —protesto.
—Pero tampoco están totalmente bajas. ¿No tienes curiosidad? ¿No te
preguntas cómo sería si lo estuvieran?
Me pongo rígida, pensando en ello. Sería maravilloso y estimulante. Es
loco e imprudente; como deshacerse del preservativo. Quiere probarme,
hacerme cosas que aún no hemos hecho. No le he hecho el amor, y suena
como si eso es lo que él quiere. Cogimos, jugamos duro, nos divertimos, pero
ahora quiere más.
Una parte de mí quiere tomarlo y correr. ¿Es posible estar así con él,
sabiendo que todo terminará en unos pocos días? El para siempre no es real.
Matt me enseñó eso. Mamá cimentó el concepto en mi mente. Todo lo que
tenemos es hoy, ahora mismo. Así que, ¿por qué no? Entregarle mi cuerpo será
fácil. Es mi corazón lo que está teniendo problemas. Pero eso es lo que él está
pidiendo; yo, totalmente dócil, sin guardia.
Cuando no respondo, la expresión de Nate se oscurece.
—Cuando cambies de opinión, sabes dónde encontrarme. —Se da la
vuelta y se aleja, dejándome con una boca abierta.
Capítulo 4
¿En serio dijo eso? Quiero pelear con él, pero no debería alejarme de la
pintura. Apresuradamente, empaco mis cosas y dejo el lienzo sobre el caballete
para que seque. Arrastro mi palma sobre los interruptores de la luz y la
habitación se inunda de oscuridad. Cierro la puerta y paso por el pasillo hasta
la oficina de Nate, planeando levantarme en su cara. Tengo un millón de cosas
que decir. Mi cuerpo está sobrecargado y zumbando. Él se mete bajo mi piel, y
ya es bastante malo que no pueda dejar de pensar en él.
Cuando llego a su oficina, la puerta está cerrada, y no hay ninguna luz
derramándose por debajo de la grieta bajo la puerta. Se ha ido a casa por la
noche. Maldición. Suspiro, molesta, sin querer irme a casa. En realidad, no sé
lo que quiero. Estoy caliente y molesta, pero Nate se está volviendo demasiado
serio.
Miro fijo hacia su puerta y me pregunto si debería ir a buscar a Josh. Me
gusta y si lo deseo, ¿importa lo que haya hecho? Parte de mí piensa que es
estúpido. La otra parte dice que Josh tuvo su oportunidad de abusar de mí,
pero no lo hizo. Me protegió en su lugar. Suspirando, me vuelvo e inclino mi
espalda contra la puerta de Nate comenzando a deslizarme hacia abajo,
planeando sentarme sobre mi trasero. La puerta no está trabada, y cuando
presiono mi espalda contra esta, la puerta cede y se abre. Ya estoy fuera de
juego habiendo pensado en sentarme. El resultado es embarazoso. Caigo hacia
atrás en la oficina de Nate, estrellando la puerta de golpe en la pared y
sacudiendo los marcos colgados por encima de mi cabeza mientras caigo de
culo. No puedo detener el impulso, continuando hasta que estoy sobre mi
espalda, mirando fijamente el techo.
—Jodido infierno.
Una voz divertida corta a través de la oscuridad.
—¿Estás en inglés ahora?
No me muevo. Solo me quedo ahí, frunciendo el ceño. Bien, estoy
haciendo muecas. ¿Qué diablos está haciendo aquí sentado en la oscuridad?
Dos segundos más tarde, Nate está de pie sobre mí, su cabeza inclinada hacia
un lado y una sonrisa en esos deliciosos labios.
—¿De regreso tan pronto?
Lo fulmino con la mirada y cruzo mis brazos sobre mi pecho.
—Eres un imbécil arrogante si crees que estoy aquí porque no puedo
respirar sin ti. Nunca haré eso de nuevo.
La sonrisa se desvanece del rostro de Nate.
—No todos los tipos son como él, ¿sabes?
—No lo sé. No te conozco, y no voy tener mi corazón arrancado de mi
pecho de nuevo.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Por la vista, obviamente. Tu techo es sublime bajo esta luz. —Me
detengo y lo miro por el rabillo de mi ojo—. ¿Por qué estás sentado en la
oscuridad?
Él suspira, pasándose una mano por su nuca y volviéndose hacia su
escritorio. Avanza y arranca un papel de la parte superior, luego me lo lanza.
La nota cae sobre mi cara. La levanto y escaneo para ver qué lo tiene tan
molesto.
Es una carta de la empresa extractora. Sostengo la carta sobre mi cara
mientras leo y exploto:
—¡Santa mierda! ¡Te han ofrecido más de medio millón de dólares! —Me
doy vuelta sobre mi trasero y cruzo mis piernas. Miro fijamente la carta por un
momento más y luego la levanto hacia él.
Nate está apoyado en su escritorio, sus largas piernas cruzadas en los
tobillos, sus manos apoyadas a cada lado de sus ajustadas caderas.
—¿Qué harías?
—¿Con medio millón de dólares? Le diría a mi familia que se fuera a la
mierda y terminaría la universidad. Podría hacer lo que quisiera. Ese dinero es
libertad.
Él sacude su cabeza.
—Ese dinero está contaminado.
—¿Qué quieres decir? —Bajo mi mano cuando no toma la nota y miro el
papel.
—Es de la extracción. Están destruyendo el mundo y despreciando
completamente a las futuras generaciones. Solo dos estados lo han prohibido,
pero el daño que hace es horrendo. Incluso aunque no rompiera el suelo y
creara terremotos, mira lo que pasó en San Antonio. Una máquina falló,
llenando las calles de un vecindario con fluido de extracción hidráulica. Es
venenoso, Kerry. No puedo mirar hacia otro lado. Aceptar este dinero es como
formar parte de ello. —Las líneas del ceño arrugan su frente mientras se aleja
de mí.
—¿Pero quieres vender? —No soy estúpida. Le debo a Ferro una deuda y
Nate está en su mira. Necesito asegurarme de que entregue esa casa.
—Podría necesitar el dinero. Gasté mis ahorros en el funeral de papá y
pagando el resto de sus cuentas. No tengo nada. —Levanta su mirada azul y se
encuentra con la mía—. ¿Qué harías?
Trago con dificultad, atrapada entre una deuda y la verdad.
—No lo sé. No puedo decirte. No he estado en tu posición.
Patea la punta de su zapato contra la alfombra y cruza los brazos sobre
su pecho.
—Es mucho dinero, más de lo que necesito.
Estoy callada, escuchándolo tropezar con sus pensamientos.
—Tengo un trabajo. Con el tiempo, seré capaz de ahorrar de nuevo.
—Sí, pero tu casa estará en medio de una zona de extracción.
—No pueden comenzar a perforar hasta que me haya ido. El área tiene
que ser rezonificada, y la ciudad no lo hará si todavía hay un residente en el
área.
—Nate, ¿en serio quieres ser el último hombre de pie? ¿No hay otra
manera de ir contra ellos?
Me frunce el ceño.
—¿Entonces eres pro-extracción?
Me burlo.
—No soy pro nada. No me gusta la idea de la extracción. Dallas ha tenido
terremotos por eso. Pienso que es peligroso y desearía que el gobierno tuviese
bolas e hiciese lo que se debe hacer, no solo con esto, sino también con
muchas otras cosas. Sinceramente, no sé qué haría en tus zapatos.
Nate me observa por un momento, pero no se mueve del escritorio. Me
levanto y camino hacia él, ofreciendo la carta de vuelta. La agarra y la coloca
sobre el escritorio detrás de él. Cuando se vuelve hacia mí, está a centímetros
de distancia. Mis dedos están ardiendo, queriendo tocarlo. El deseo de sentir
su piel debajo de mis palmas se precipita a través de mí, poniéndome caliente.
—Desearía que las cosas fueran más simples. —La declaración cuelga en
el aire, y sé que no está hablando de la oferta.
—Yo también.
Su mirada se traba en mis ojos, y la intensidad de su mirada fija hace
que mi estómago se voltee. Retrocedo y aclaro mi garganta, logrando evitar sus
ojos.
—Será mejor que me vaya.
—¿Ir a casa?
Quiero mentir y decir que sí, que voy a volver a la residencia. Lo miro con
cuidado y sacudo mi cabeza.
—No. Iba a buscar a un amigo.
Nate presiona sus labios en una línea delgada y asiente. Amargamente
escupe el nombre:
—Josh. Vas a conectar con él.
No lo corrijo. No le digo que no puedo hacer nada con Josh por causa de
Beth. Ni siquiera tengo idea si quiero hacerlo, porque cuando estoy con Nate,
no quiero a nadie más. Al mismo tiempo, ese pensamiento me aterra. No puedo
dejar que alguien se acerque tanto a mí otra vez. No lo haré.
Nate se empuja del escritorio y camina hacia mí, cerrando la distancia
entre nosotros. Baja su cara hacia la mía. Su aliento barre sobre mí cuando
pregunta suavemente:
—¿Lo amas?
La pregunta me sorprende y me golpea. No tenía expresión en mi cara
hasta entonces, pero no puedo suprimir estas emociones. Ellas burbujean,
pintando mis rasgos con sorpresa.
—No. ¿Por qué siquiera lo preguntarías?
—Porque hablas de él con frecuencia. Parece que quieres estar con él,
pero hay algo en el camino. ¿Soy yo? —Su nariz está junto a la mía, sus labios
tan cerca. Siento su mirada en mi boca antes de que retroceda a mis ojos.
—No eres tú.
—Entonces, ¿qué es? ¿Por qué no puedes estar con él, Kerry? Quiero
decir, si es él lo que quieres, ¿por qué no vas a follártelo ahora mismo? ¿O ese
era tu plan para esta noche y caer en mi oficina fue un accidente?
—Nate, córtalo.
—No, dime. Quiero saber dónde estoy parado. ¿Con quién más has
estado?
—No tengo que decirte nada.
Nate envuelve sus dedos alrededor de mi antebrazo y camina hacia mí al
mismo tiempo. Usa su cuerpo para presionarme contra la pared y deja caer su
mano, enredando nuestros dedos juntos.
—No, no tienes que decirme nada. Solo desearía que lo hicieras. Desearía
que me eligieras a mí. Desearía que vinieras a mí en lugar de a él. —Suspira
profundamente luego se aleja, liberándome—. Lo siento. No quise hacer eso.
Estoy allí parada incapaz de hablar.
La espalda de Nate está hacia mí, y observo cuando respira
profundamente y su espalda se expande. Suelta la respiración rápidamente y
sacude su cabeza.
—Buenas noches, Kerry. —Se acerca al escritorio, agarra un juego de
llaves, y se dirige hacia la puerta.
En el último segundo, doy un paso delante de él, deteniéndolo en su
camino. Su cuerpo se detiene en seco, casi chocando con el mío.
—No te vayas.
Él vacila. Levanto una mano y presiono mi dedo en la piel desnuda en la
parte inferior de su cuello, arrastrando el dedo por su camisa tan ligeramente
que apenas lo toco.
—¿Por qué debería quedarme?
—Porque vine a buscarte. —Levanto mis ojos y encuentro los suyos.
—¿Qué hay de él?
—Estoy aquí contigo, ¿realmente importa él?
Nate me mira, y puedo decir que sabe lo que pasará si me presiona sobre
Josh. Dejo la pregunta colgando entre nosotros, sin respuesta. Nate quiere
saber si somos exclusivos, y no se lo diré. No puedo decirle que esto es algo
especial o serio. Incluso si lo quisiera, estoy demasiado asustada para
admitirlo.
—No. —Su voz es profunda, y su tono es certero. Nate desliza sus manos
alrededor de mi cintura y me jala firmemente contra su cuerpo—. Eres mía
ahora mismo. Eso es todo lo que importa.
La expresión angustiada de su rostro se desvanece, borrada por la
lujuria. Sus ojos se oscurecen mientras baja su cabeza hacia la mía, y presiona
sus labios contra mi boca. Una chispa brota a través de mi cuerpo, y estoy
envolviendo mis manos alrededor de su cuello y gimiendo en su boca antes de
que pueda pensar. Nate me empuja hacia atrás, golpeando la puerta cerrada
mientras camina. Esta se cierra detrás de mí.
El cuerpo de Nate es firme, y me encanta la forma en que me presiona.
Sus besos son embriagantes y hacen que mi cabeza se sienta ligera. Mis
temerosos pensamientos sobre Ferro, rebotando en mi cerebro hace unos
minutos, son desterrados por mi proximidad a Nate. Somos solo nosotros,
nada más.
Sus manos están en mi rostro mientras su cuerpo me empuja contra la
pared, sosteniéndome mientras su beso se profundiza y se vuelve más caliente.
Sus manos se deslizan por mi cuello, y me deja jadeando por aire cuando
palmea mis pechos. Cuando repentinamente sus manos se sumergen a mi
espalda baja y más allá para agarrar mi culo, Nate baja sus labios a mi cuello.
Presionando mi cara hacia un lado, arrastra su boca a lo largo de mi piel
sensible, lamiéndome y chupándome mientras tira de mis caderas hacia las
suyas. Lo siento allí, duro y listo. Me desea, y yo, seguro como el infierno, lo
deseo.
La forma en que me hace sentir es indescriptible. Mi cabeza está ligera, y
mi corazón está lleno. Mi espalda se arquea hacia él, y me gustaría que
lleváramos menos ropa. Es como si estuviera dentro de mi mente, porque Nate
retrocede repentinamente y alcanza el borde de mi camiseta. La quita,
desengancha mi sostén, y quita el resto de mi ropa rápidamente así que estoy
completamente expuesta. Nate retrocede y me admira, paseándose a mi
alrededor en un círculo lento como si estuviera tratando de decidir qué quiere
hacer a continuación.
Mi pecho sube y baja, cada centímetro de mi piel hormiguea de
anticipación. ¿Está mal me que me encante estar desnuda frente a este
hombre? Me encanta la forma en que sus ojos acarician mi cuerpo, la forma en
que sus labios se separan y se lame los dientes mientras me mira. Sus dedos
se flexionan a sus costados, y sé que quiere cogerme rápido y duro. Es lo que
quiero, pero por un momento fugaz, me pregunto cómo sería Nate con besos
suaves y toques persistentes. El pensamiento me pone tan alto que no creo que
nada más sea posible, pero él está seguro que hay más que esto. De cualquier
manera, no estoy lista para ello. No esta noche.
Nate se estira por mí, tirando de mi espalda hacia su frente. Agarra mi
pecho con una mano mientras me sujeta contra él con la otra. Su brazo está
envuelto en mi cuello mientras sus labios descansan en el punto blando donde
mi hombro se une con mi cuello. Succiona bruscamente y trato de alejarme de
él, pero Nate me fija en el lugar. Las sensaciones se disparan a través de mi
cuerpo instantáneamente sobrecargándome.
Con el corazón palpitando fuerte, grito suavemente, pero él no se detiene.
La prisa aumenta hasta que mi mente está en blanco y todos mis
pensamientos se centran en conseguir a Nate en mi interior, presionando en
mí, y cogiéndome duramente. Una cinta se despliega profundamente dentro de
mí, y es cálida y deliciosa. Vierte calor en todo mi cuerpo, haciendo que mis
senos y la V en la parte superior de mis piernas palpiten.
Nate se adelanta y me empuja hacia su escritorio. Su mano está en mi
espalda, y me obliga a bajar, de cara, enredando su mano en el cabello en la
base de mi cuello. Oigo una cremallera, y entonces él está allí, presionando
contra mí, prometiendo éxtasis.
Meneo mis caderas contra él, pero Nate no se mueve. Sostiene una mano
a cada lado de mis caderas y me dice:
—Ruega por ello, Kerry.
Me niego, mordiéndome el labio inferior mientras me muevo contra él,
pero Nate no se moverá. Está tan cerca, y es tan fastidioso tenerlo allí, justo
afuera, presionando contra mí sin empujarse dentro. Nate desliza su longitud a
lo largo de mis labios inferiores lentamente, haciéndome jadear y corcovear
contra él.
Nate tira de mi cabello, inmovilizándome.
—Ruégame.
—No.
Tira de mi cabello más fuerte, jalando mi cuello hacia atrás, y azotando
mi culo con su otra mano. El aguijón me sacude, haciendo que me sacuda lejos
de él. Pero Nate me sostiene en el lugar, clavándome a su escritorio.
—Ruega por ello. Dime cuánto quieres que mi pene esté dentro de ti.
Dilo.
Inclina sus caderas, y el movimiento es divino. Su eje duro está
presionando en mi clítoris, frotando contra mí sin presionarse dentro. Me
vuelve loca, y trato de mover mis caderas, pero él me aplasta hacia abajo.
Inclinándose hacia delante, susurra en mi oreja:
—Dilo.
—No. —Quiero decirlo. Quiero rogarle que me haga todo tipo de cosas,
pero quiero ver lo que hará cuando lo desafío. Su mano se desliza entre mis
piernas, y me toca como lo hizo esa única vez. Inhalo una respiración irregular
ante su toque y siento la presión de sus dedos en mi clítoris, junto con la
presión de su pene.
Me estremezco y trato de no moverme, pero no puedo evitarlo. El
movimiento es instintivo, como si no pudiera hacer nada más, aunque quisiera.
Empujo mis caderas hacia él, y empiezo a decir las cosas más sucias,
suplicando, rogando que me tome. Soy un desastre de impulsos carnales, sin
idea de lo que estoy diciendo, y no me importa. Me encanta la forma en que me
hace sentir como si fuera salvaje, y solo él me puede saciar. Gimo y corcoveo
contra él. Nate no mueve su mano de entre mis piernas mientras se desliza en
mi interior. Ronroneo de placer cuando presiona su otra mano hacia el centro
de mi espalda. Descanso mi rostro sobre su escritorio y continúo implorando
que me coja, me penetre y me haga acabar.
Nate trabaja sus dedos mientras empuja hacia adelante y luego se retira
casi todo el camino. Es jodidamente perfecto. Los movimientos más lentos me
hacen sentir todo, cada centímetro de su pene perfecto. Se desliza dentro de
nuevo, cada nuevo empuje más fuerte y más profundo. Me aferro al escritorio,
sosteniéndome fuerte mientras él me coge duro. Mi cuerpo está enroscado y,
mientras subo más y más alto, ruego por más. Quiero que me coja, que se
meza en mí con rapidez y dureza. Se lo digo, le suplico que lo haga.
Nate se aferra a mi clítoris mientras me coge, haciéndome sentir todo
como si fuera diez veces más caliente y húmedo que antes. Dijo que tocarme
así era hacer trampa, pero me encanta. Espero que me engañe repetidamente.
Cuando no lo suelta, me alegro. Lo quiero. Lo deseo. Agarrando el escritorio,
me coge, golpeando violentamente contra mi trasero mientras aporrea en mí.
Mi corazón corre, y mi mente se ha ido. Lo tomo, todo lo que tiene para ofrecer,
subiendo más y más alto hasta que siento que me rompo. Gritando, corcoveo
contra él. Nate mueve sus manos, así ambas están en mi cintura. Tira hacia
abajo con fuerza mientras me penetra más fuerte y más rápido, bombeando y
gimiendo hasta que pierde el control y acaba en mi interior.
Capítulo 5
Saciada, me tiendo desnuda sobre su escritorio, boca abajo, mi brazo
colgando por el costado. Debería estar avergonzada de mí misma, diciendo las
cosas que he dicho, haciendo las cosas que hicimos; pero no lo estoy. Me siento
perfecta, sexy, y caliente por todas partes. Nate está sentado en su silla, con
sus dedos juntos, observándome con esos profundos ojos azules. Es como si no
tuviera suficiente de mí, y la forma en que bebe cada centímetro de mi cuerpo
me hace sentir hermosa.
—Tengo un trabajo nuevo —ofrezco conversación mientras me pongo de
lado y doblo una mano bajo mi cabeza. Mi cuerpo está brillante, cubierto en
sudor.
Los ojos de Nate todavía están llenos de lujuria, como si quisiera más.
—¿En serio? ¿Dónde?
—Le Femme.
Nate no dice nada, pero la mirada en sus ojos habla por él. No le gusta.
—Felicitaciones.
Le sonrío.
—No lo apruebas.
—Corrección, no comparto. Ya te lo dije. Si estás conmigo, solo estás
conmigo.
—No es como si Cole Smith me estuviese consiguiendo, así que, ¿por qué
te molesta?
—No estoy molesto. Estoy celoso, y no me gusta la idea de que otros
hombres vean tu hermoso cuerpo desnudo. Es mío. —Prácticamente gruñe las
palabras.
Debería enojarme pero, en este momento, me excita.
—¿Piensas que soy hermosa?
Él sonríe.
—¿Está buscando halagos, señorita Hill?
—Tal vez.
Se inclina hacia delante y pone sus manos sobre sus rodillas. Está en mi
cara, sus ojos clavados en los míos.
—Cada centímetro de tu cuerpo perfecto es completamente hermoso. No
hay comparación.
Sonrío duro y ruedo sobre mi estómago. Alcanzo los pantalones de Nate,
que están abrochados. Lo libero e inclino sus caderas hacia mi cara. Me inclino
y rozo su dura longitud a través de mi mejilla, disfrutando de la sensación de
su piel aterciopelada sobre la mía. Nate se tensa y deja de respirar cuando bajo
mis labios sobre su pene, succionándolo en mi boca, chupándolo lentamente
desde la base a la punta. El sonido que hace mientras lo hago es hipnótico. Es
un gemido profundo y gutural enlazado con placer tan profundo que me hace
sentir más sexy. Repito el movimiento, y el sonido vuelve a salir.
Nate intenta alejarse, pero agarro sus caderas. Lo beso lentamente,
envolviendo mi lengua alrededor de su eje mientras se retira de mi boca. Los
movimientos están poniéndome caliente de nuevo, más húmeda que antes.
¿Cómo es eso posible? Cuando me retiro la última vez, ruedo sobre mi espalda
y cuelgo mi cabeza fuera del escritorio.
—Ven acá —ordeno, sosteniendo sus caderas mientras se acerca.
—Eres jodidamente increíble, pero no tengo tanto control de mí mismo
como crees, Kerry. No puedo prometer que no lo perderé y trataré de coger tu
cara si sigues haciendo eso. —Está serio, y el orgullo me ilumina de la cabeza a
los pies. Me gusta hacerlo sentir tan salvaje y hambriento de sexo como me
hace sentir.
—Entonces hazlo. Te deseo. Quiero probarte y tragar cada gota.
Gime mi nombre cuando se acerca, empujando su pene sobre mis labios
y en mi boca. Lo tomo todo, succionándolo, y envolviendo mi lengua alrededor
de su eje. Él es cuidadoso al principio, sin empujar fuerte o profundo,
moviéndose lentamente, empujando y retirando. Quiero que me desee tan
desesperadamente que pierda el control. Quiero que sienta esa libertad que me
dio, así que lo agarro del culo y lo empujo con fuerza. Su pene se desliza por mi
garganta, y yo inhalo bruscamente para asegurarme de no atragantarme. Nate
gime, diciendo todo tipo de cosas que me hacen volver a hacerlo, una y otra
vez. Lo tomo todo el camino dentro, más profundo, succionándolo y lamiéndolo
hasta que él está tan frenético que sostiene mi cara entre sus palmas. Coge mi
cara, forzando su pene abajo por mi garganta. La primera vez que lo hace, se
congela e intenta alejarse, pero me aferro a él, gimiendo y chupando más
fuerte.
Una vez que sabe que estoy bien, sigue adelante, empujando su hermoso
pene en mi boca, sobre mis labios, y por mi garganta. Lo succiono hasta que es
tan duro que no puedo soportarlo. Pensar en lo que le estoy haciendo, y
escuchar lo mucho que me desea, me pone demasiado húmeda. Mi núcleo está
palpitando, exigiendo ser tocado pero no hay alivio. Dije que quería probarlo, y
lo dije en serio. Perfecciono mis movimientos hasta que pulsa. Lo siento, y de
repente mi boca está llena de su sabor dulce y caliente. Trago, suavemente
succionando mientras acaba, sintiéndolo escurrirse por mi garganta y
lamiéndolo como si no pudiera obtener suficiente.
Cuando ha terminado, se retira y se tambalea hacia atrás, cayendo en su
silla. Su rostro se sonroja, y sus ojos lo dicen todo.
—¡Santa mierda, Kerry! ¿Cuándo aprendiste a hacer eso?
—Ahora, contigo y solo a ti. —Ruedo sobre mi estómago, levanto mis
tobillos detrás de mí, y bato mis pestañas hacia él.
—Eres perfecta, jodidamente perfecta. —Inhala profundamente y se
levanta antes de besarme suavemente. Ruedo sobre mi costado, y luego sobre
mi espalda cuando su cara permanece tan cerca de la mía. Mis rodillas se
desmoronan separadas, y Nate hunde su mano en medio, sintiéndome,
presionando dentro. Él articula: Oh, Dios mío. —Y mira abajo hacia mí.
Le sonrío.
—Eso estuvo muy caliente.
—¿Acabar en tu boca te puso así de mojada?
Asiento y tiro de su cintura.
—¿Puede ser mi turno de nuevo?
Nate se sube encima del escritorio y me fija abajo. Con sus manos en mis
muñecas, hunde su cara en la mía, barriendo sus labios a través de los míos.
—Mierda, sí. Puede ser tu turno por el resto de la noche.
Capítulo 6
Para cuando dejo la oficina de Nate, hemos conseguido coger sobre el
escritorio, en el piso, la silla, y contra la biblioteca. No hay ningún lugar allí
donde pueda mirar y no pensar en mí. Esa no era mi intención, pero me hace
sonreír cuando me despierto a la mañana siguiente. El sol llena la habitación,
y envuelvo mi brazo sobre mi cara.
Chelsey se está rizando el cabello frente al espejo.
—Llegaste tarde anoche —dice categóricamente. Las cosas han sido
extrañas desde que la até y luego le salvé el culo. No es mezquina, pero es
como si no supiera cómo ser amable. Es brusca y suena molesta.
—Así es.
—¿Novio nuevo?
—No.
—Eso es malo. Ese otro era un idiota. No puedo creer que te haya hecho
eso. Lo siento, por cierto… por invitarlo aquí. No debería haberlo hecho. —Baja
el rizador y me mira, su maquillaje completamente aplicado. Es una mujer
hermosa cuando no está siendo malintencionada.
—Gracias. —Significa mucho que se esté disculpando.
—Te mereces a alguien grandioso. Realmente lo haces. No estoy solo
diciéndolo.
—Lo sé, Chelsey. —Me siento y me estiro. Llevo una camiseta y
pantalones cortos del departamento de educación física.
Me sonríe cautelosamente, luego señala hacia mi armario.
—Quería hablar contigo anoche, pero no estabas aquí, así que me
adelanté y lo hice.
—¿De qué estás hablando?
—Mira en tu armario. —Se arregla y recoge sus libros—. Tengo que irme.
Es un regalo de lo siento. No puedes decir que no. —Está fuera de la puerta
antes de que pueda cruzar la habitación.
Cuando abro las puertas de mi armario, está lleno de ropa. Levanto un
solero de diseñador, las etiquetas todavía puestas. Es de mi tamaño, en mi
color favorito. Paso a través de las perchas y noto que estas son todas las cosas
que me pondría, en los estilos que me gustan, hechas de tela que adoro.
Chelsey no lo hizo de manera fortuita. Debió haber mirado mi página de
Pinterest y haber sacado ideas antes de ir de compras. Hay fácilmente cinco
grandes de ropa aquí, además de los zapatos.
Abro un cajón de la cómoda y encuentro sostenes y bragas; a juego.
Algunos son altamente funcionales, mientras que otros son suaves y bonitos.
En la parte superior hay una tarjeta. La recojo y la abro.
Siento haber sido una perra. Esto no lo compensa, pero sé que
perdiste tu ropa, y destruí lo que te quedaba. Espero que podamos
empezar de nuevo. Si no, lo entiendo. Solo sé que estoy empezando de
nuevo con todo el mundo. Gracias por presentarme a Kevin. Eso solo ha
cambiado mi vida.
Chelsey
Parpadeo ante la carta, sorprendida.
—¡Santa mierda! ¿Los cerdos voladores están esquiando en el infierno
hoy o qué?
Sonrío y agarro mi cubo de baño. Mientras camino por el pasillo, tropiezo
con Beth. Ella está saliendo del cuarto de baño mientras yo entro. Alza una
ceja y dice cautelosamente:
—Hola.
—Hola —repito suavemente, dejando mi cabeza inclinada hacia un lado
—. ¿Cómo estás?
Se encoge de hombros.
—Bien, supongo. —Beth empieza a alejarse.
Me vuelvo y la llamo:
—¿Pastel y bebidas esta noche? ¿Yo invito?
Beth se tensa y gira lentamente. Su rostro es ilegible. No estoy segura si
va a masticarme o atropellarme con su carrito de baño de diseño. Asesinada
por un carrito apestaría. Es una manera súper floja de morir.
Ella asiente lentamente.
—De acuerdo.
—Lo siento —digo, suavemente.
—Lo sé. Es posible que haya reaccionado exageradamente. —Camina
hacia mí, evitando mi mirada—. He visto a Josh en su mejor momento y en su
peor. Aún no puedo creer que haya lastimado a nadie, pero él dice que lo hizo.
No quiero verlo herido de nuevo, y no quiero perder a otra amiga cuando
ustedes rompan.
—Fue estúpido. No debería haber...
Beth levanta su mano, silenciándome.
—No era mi lugar, y trataste de respetar mis deseos, pero ¿quién soy yo
para interponerme en su camino? Si ustedes quieren involucrarse, estoy bien
con ello.
Parpadeo hacia ella.
—Beth, eso no es...
—Está bien, Kerry. Sé que la cosa con Nate no es seria, y pareces seria
con Josh. Solo no le hagas daño. Ya ha pasado por bastante, ¿de acuerdo? —
Espera una respuesta, sus ojos llenos de preocupación.
—No le haré daño. Tampoco te haré daño. —Le sonrío.
Beth asiente.
—Entonces pastel y bebidas esta noche. Yo conduciré; a menos que
tengas un bozal para ese mapache.
—No voy a amordazar a Pita.
Ella ríe.
—¿Lo has nombrado como el chico de los Juegos del Hambre? ¿El
mapache es Peeta Bread?
Eso es gracioso. Sonrío y me rio.
—No. Su nombre es Pita, como en DOLOR EN EL CULO. Peeta Bread.
—¿Qué? ¡Ese tipo es sexy!
Azoto una mano hacia ella y empujo la puerta del baño abierta. Tal vez
hoy no apestará después de todo. Las cosas con Beth están en reparación.
Conseguir permiso para follar a su hermano es muy raro, pero ese problema
debería desaparecer. Ahora solo necesito conseguir que Nate venda su casa,
tomando una decisión moral que hará que me odie por el resto de su vida.
Entonces puedo golpear a Josh para superar a Nate. Y hemos completado el
círculo de necesitar un ligue aleatorio para superar a un tipo.
Perfecto.
Capítulo 7
Me siento en clase pensando hasta que me duele la cabeza. Siento la
mirada de Carter en el costado de mi cara, pero cuando lo miro, se da la vuelta.
No estaba con Nate anoche hasta donde Carter sabe. Mantuve el Fitbit
encendido, y las únicas anomalías en mis datos fueron mi ritmo cardíaco
elevado hasta el cielo. No registró movimiento desde que Nate sostuvo mis
muñecas fijas la mayor parte del tiempo. Carter probablemente piensa que
estoy estresada. Sabe que estuve en el edificio de arte, y eso es todo. Necesito
deshacerme de esta estúpida cosa sin que Carter lo sepa.
No tengo idea de cómo hacer eso. El resto del día se pasa arrastrándose
y, alrededor de las tres, estoy dirigiéndome a través del campus cuando
tropiezo con Josh. Está solo, cabeza abajo, cabello cubriendo sus ojos. Me
detengo delante de él.
—Hola.
Levanta la vista, sorprendido. Retira un par de auriculares de sus orejas
y me sonríe.
—Hola, no te vi allí.
—Vaya, una sonrisa. ¿Estoy perdonada?
Inclina su cabeza hacia un lado.
—No, pero estoy harto de estar enojado contigo. —Empieza a alejarse,
pero agarro su muñeca. Mariposas susurran dentro de mi estómago, y lo
suelto. La forma en que mira hacia mi mano me hace pensar que él también lo
notó.
—Beth me perdonó.
—Bien por ti.
—¿Hablaste con ella? —Estoy a punto de rendirme y alejarme cuando
contesta.
—Sí, ella dijo que yo tenía su permiso para clavarte. ¿No es eso lindo?
Las hermanas son tan atentas. —Su tono cáustico coincide con la sonrisa en
su rostro. Empieza a caminar más allá de mí, pero agarro su codo y lo giro.
—Ya he tenido suficiente de tu súper síndrome premenstrual, Josh.
Somos amigos, o no lo somos. —Me mira fijamente. Miro hacia un lado,
molesta y suelto un bufido. Levanto mi mano, presiono mi palma contra su
frente y empujo.
—¡Oye! ¿Por qué fue eso? —Me golpea.
—Por ser un idiota. No me importa quién eras o lo que hiciste antes. Ya
te lo dije. Si no me condenas, no te condenaré. —Cruzo mis brazos sobre mi
pecho e intento no golpetear con mi pie.
—No has hecho nada malo.
—No lo sabes. Lo hice, y es malo. Tómame o déjame, pero ya no voy a
hacer este maldito festival de perras contigo.
Me estudia, tratando de averiguar si estoy diciendo la verdad. Cuando
decide que lo estoy, parece impresionado.
—Kerry Hill, una puta, tú. ¿Engañaste a alguien? ¿Conectaste con un
hombre casado?
Parte de eso es técnicamente cierto. Me encojo de hombros.
—Chico de rebote.
Se estremece.
—Te dije que te alejaras de él. ¿Te lo clavaste?
Oculto mi cara y me siento escandalizada.
—Tal vez, y luego te besé. Beth enloqueció, y aquí estamos.
—Yo te besé, así que no engañaste.
—No te aparté.
No refuta mi afirmación ni sonríe. Es un hecho que ninguno de nosotros
quiere tocar, yaciendo entre nosotros como un cadáver manchado en el
pavimento. Josh patea la punta de sus mocasines italianos en el barro,
moviendo una roca con esta.
—¿Es serio? ¿Con él?
Apartando la vista, me encojo de hombros y confieso:
—No sé lo que quiero.
Su cabeza se mueve arriba y abajo como si entendiese.
—Te entiendo.
—¿Lo haces? —Tengo mis pies plantados delante de él y me pregunto
qué estoy diciendo. Va a pensar que quiero estar con él. Tal vez lo haga, un
poco. Tal vez quiera saber cómo sería estar con Josh, sobre todo para saber
qué demonios siento por Nate. Eso me hace un poco loca. Debería saber cómo
me siento, pero no lo sé.
Desde que llegué aquí, mi vida ha estado en picada. Todo lo que pensaba
que sabía se fue volando por la ventana, y todavía estoy en la turbulencia. Las
réplicas posteriores al impacto me han hecho actuar como una víctima de
trastorno de estrés post traumático. Me alejé de un accidente total sin una
marca. La culpa perdura dentro de mí, haciéndome sentir sin dirección, como
si ya no diferenciase la realidad de la ficción. No reconocería el amor si me
mordiera en el culo. Estoy tan volteada y enfundada que solo quiero que se
detenga y se establezca. Quiero ver quién soy y lo que quiero de la vida, de un
hombre.
Josh me mira cuidadosamente y luego baja sus ojos.
—Tenemos el mismo problema, ¿verdad?
Estoy muda por un momento, luego trago con fuerza, tratando de
suprimir todo lo que acaba de pasar por mi cara. Cruzo mis brazos sobre mi
pecho e inhalo profundamente, liberando el aire en una corriente lenta y
constante.
—¿Cuál es ese?
—Ninguno de nosotros confía en sí mismo. Tú no puedes decir cómo te
sientes, y yo no puedo prometer que me detendré. —Presiona sus labios juntos
y luego extiende una mano hacia mí—. Ven.
—¿A dónde vamos? —Deslizo mi palma en la suya.
—Vamos a averiguar cómo superar esto. Confío en ti, y, por alguna razón
inexplicable, confías en mí. Además, sé que puedes manejarte a ti misma, eres
sexy, y tienes un aerosol.
Arranco mi mano de un tirón, deteniéndome en la acera. Boqueando
hacia él, pregunto:
—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
—¿Qué? ¿Necesitas una invitación? Sí, estoy diciendo que nos
desnudemos y veamos qué sucede. De cualquier manera, ambos tendremos
respuestas a las preguntas que respectivamente nos han estado asustando.
¿Tienes una mejor idea?
Sacudo mi cabeza y miro nerviosamente a un lado.
Josh permanece a un paso de distancia. Su mirada es cautelosa, casi
como si se arrepintiese de hacer la oferta, pero ya es demasiado tarde. Sus
palabras cuelgan entre nosotros como un carrito de compras lleno de monos
congelados precariamente en un alto alambre, listos para caer. Nadie podría
ignorar algo así. Traga con fuerza y escupe la pregunta.
—Entonces, esta cosa... la oferta. —Gesticula entre nosotros—. ¿Estás
dentro o fuera?
Dudo por un momento y sonrío.
—Eso es lo que ella dijo. Para que conste, no quieres que una chica te lo
pregunte.
Josh se ríe, y nos dirigimos a su auto. Me salteo mi última clase del día
para ver cómo realmente me siento sobre las cosas. Él abre mi puerta, y me
deslizo dentro.
Capítulo 8
Josh está inusualmente callado. Cuando nos detenemos delante de un
hotel elegante, lo sigo dentro mientras el valet se lleva su auto deportivo. Los
nervios burbujean en mi estómago, y no sé qué hacer con mis manos. Las meto
en mis bolsillos y miro alrededor del vestíbulo. Los amplios pisos de mármol
están salpicados de grandes pilares que se extienden hasta la parte superior de
la sala cavernosa. Ornamentos de hojas y otro follaje alinean el techo en el
hábilmente tallado en volutas al estilo románico, formando intrincados diseños.
Mi corazón late como un neumático desinflado, y juro que saldrá de mi pecho y
huirá gritando. No es miedo, pero ¿qué es?
Deslizo mi mirada sobre la espalda de Josh, admirando la forma de su
cuerpo, la manera en que sus amplios hombros se encuentran con su cintura y
sus estrechas caderas. La curva de su trasero es seductora, pero la parte
atractiva de Josh es más su personalidad que cualquier otra cosa. El tipo
denota completo poder todo el tiempo, así que cuando es recatado, me enerva.
La seriedad no es una de sus cualidades. Un escalofrío se desliza sobre mí,
haciendo que mi piel pique con piel de gallina. La froto, pensando en cómo será
estar con Josh.
Hay una atracción entre nosotros. Ha estado allí desde el primer día,
pero hablaba en serio cuando le dije que no era mi tipo. Josh es bullicioso,
cuando yo prefiero a los chicos callados y tímidos. Pero si este hombre es lo
contrario de todo lo que quiero en un chico, ¿por qué estoy aquí? Trago con
dificultad, pensando en las cosas que he hecho con Nate, la forma en que mi
cuerpo se derrite en el suyo. Si puedo hacer eso con Josh, entonces las cosas
que hice con Nate fueron por mi culpa. Tal vez encontré mi libertad sexual con
Nate. ¿O tal vez es más que eso, y mi facilidad con el profesor no tiene nada
que ver conmigo y todo que ver con él? ¿Y si me enamoré de él? ¿Es esta la
mejor manera de saberlo?
Enamorarse de Nate es lo más estúpido que podría haber hecho. No hay
futuro allí, de ninguna manera podemos tener cualquier tipo de relación.
Puesto que nunca quise emparejarme y caminar de la mano en la puesta del
sol, me preocupa eso. Nate quiere más de mí, pero cuando descubra lo de
Josh, que hicimos esto, habré pasado el punto de no retorno.
No importa de todos modos. Lo que sea que haya entre Nate y yo
desaparecerá tan pronto como lo haga vender su casa. No hay manera de
regresar de eso. Nate lamentará esa decisión todos los días por el resto de su
vida. No me sorprendería si él tomara todo ese dinero para usarlo contra la
compañía de extracción.
Josh se vuelve hacia mí e inclina su cabeza hacia un lado, indicando que
debería seguirlo. Extiende una mano para mí, y camino hacia él, deslizando mi
palma en la suya. Mi estómago se llena de olas turbulentas de emoción. Es
demasiado complejo para separar la excitación del presentimiento, así que no
lo intento.
Las cosas han terminado con Nate. Fue una aventura, y Josh es el
rebote. La verdad de la situación es como una bofetada en la cara. Es
sorprendente, y no importa lo mucho que deseo que los recuerdos con Nate no
importen, son agridulces.
Josh me lleva hacia un pequeño ascensor en la esquina trasera del
vestíbulo, detrás del mostrador de reservas. No lo vi inicialmente. Cuando la
puerta se cierra, se aclara la garganta y ofrece una sonrisa nerviosa.
—Elevador privado.
—¿Por qué es privado? —Antes de que pueda responder, las puertas se
abren a una habitación opulenta que se extiende por todo el piso. Un banco de
ventanas domina el edificio capital y su techo abovedado. Una enorme cantidad
de orgullo estuvo puesta en la creación de ese edificio, y cualquier habitación
con una vista tan grande de ello, y del lago Ladybird, tiene que costar una
fortuna. La otra fila de ventanas se extiende del piso al techo y mira hacia el
otro lado, mostrando el flujo perezoso del río. Mi mandíbula colgando está
raspando el suelo cuando Josh presiona un dedo en mi barbilla y la cierra.
—Boquear no es un rasgo favorecedor. Quiero decir, estaría bien con este
cuando me desnude por primera vez, pero ahora no. Es una habitación con
una vista.
—Es una habitación del tamaño de un campo de fútbol —digo, ignorando
su fanfarronada y cebo verbal—. Josh, es precioso. ¿No lo ves?
Él mira a su alrededor y se encoge de hombros.
—Me gusta la privacidad y las comodidades. Ya no noto la vista. Mis
padres nos han llevado a lugares como este desde que éramos niños. Esta
ubicación es mansa en comparación con algunas. —Hay un vacío en su voz
diciéndome que hay más historia allí, pero decido no presionar. No ahora.
—Es una habitación preciosa.
Me mira con esos ojos verdes.
—Tú eres una mujer hermosa. —Me observa por un momento, su mirada
fija en mi rostro cuando pregunta—: ¿Estás segura sobre esto Kerry? Podemos
pasar el rato, mirar la televisión, y pedir servicio a la habitación. —Hay más
que quiere decir, pero cierra su boca y traga con fuerza, cortándolo.
Casi acepto su oferta, pero necesito saber en quién me estoy
convirtiendo. Tengo que saber si me he enamorado de Nate o si puedo estar así
con cualquiera. Hubo un tiempo en que me conocía de adentro hacia afuera.
Ahora ni siquiera estoy segura de qué me gusta más o quiénes son mis
verdaderos amigos; sospecho que uno de los mejores amigos que tengo está
parado frente a mí.
Me acerco a él y arrojo mis brazos alrededor de su cuello. Mirándolo a los
ojos, me inclino y presiono mis labios contra los suyos. Esa chispa está ahí, el
tirón magnético de la atracción física. Se arremolina en mi vientre y se dispara
a mis miembros haciendo que me sienta excitada y ligera. Su beso es suave y
cuidadoso, como si lo hubiera drenado de pasión en su esfuerzo por mantener
el control. No confía en sí mismo, ni siquiera con un beso. Mi corazón se hunde
cuando pienso en lo solitario que debe sentirse. Lo mantengo cerca,
envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, y jugando con mis dedos sobre
un punto en la parte posterior de su cuello mientras el beso se profundiza.
Las mariposas en mi estómago vuelan lejos, y tomo el control del beso,
empujándolo hacia la pasión y alejándolo del paso lento y cuidadoso que puso
cuando sus labios se encontraron con los míos. Barro mi lengua dentro de su
boca y luego me alejo, sin aliento, para morder su labio inferior, antes de
aplastar mi boca contra la suya. El cuerpo de Josh se tensa contra el mío, y su
columna se pone recta mientras cada músculo de su cuerpo se enrosca. Sus
manos se mueven suavemente, con cautela por mis costados y permanecen en
zonas amigables hasta que las muevo. Empujo una mano hasta mi trasero y
coloco la otra en mi pecho.
Josh rompe el beso y jadea con dificultad, sus manos apenas tocándome.
—Kerry, no creo que pueda hacer esto.
Le pregunto porque necesito saber:
—¿Cuándo fue tu última vez con alguien? —Algo me dice que ha pasado
mucho tiempo. Lo siento por la forma en que está en conflicto, dividido entre
perderse en un beso y tratar de retener el control.
—Kerry, yo...
Lo corto, suavemente. Cuidadosamente, toco su rostro y paso mis dedos
a lo largo de su mandíbula sintiendo su piel cálida y suave bajo mis dedos.
—Josh, sé que tienes más experiencia que yo, pero parece que ha pasado
un tiempo. No porque sea malo, sino porque estás dudando. Tienes las manos
clavadas en el lugar, y me besas como si pudiera romperme. No lo haré. Confía
en ti mismo. Puedo hacerte parar si tengo que hacerlo.
Me está observando atentamente, evaluando lo que estoy diciendo. Josh
traga con fuerza, como si su boca estuviera seca, y desbloquea su rígida
mandíbula. Si no lo supiera mejor, pensaría que estaba aterrorizado en este
momento. Cuando habla, su voz es firme, uniforme.
—¿Cómo? Yo puedo dominarte.
—Un golpe en la garganta, una patada en la ingle y gas pimienta en tu
cara. Crecí en un barrio rudo, así que no tienes que preocuparte por mí. Puedo
con esto.
—¿Dónde está el gas pimienta?
—En mi bolso.
—Agárralo. Ponlo donde puedas alcanzarlo y si no puedo parar,
prométeme que no te contendrás; tienes que detenerme. —La desesperación
llena su voz cuando un temblor se abre paso en sus músculos.
Hago lo que pide, sacando la botella de mi bolso y colocándola sobre una
mesa junto al sofá. Cuando vuelvo a él, pregunto sin rodeos:
—¿Quieres estar conmigo?
Asiente y no dice nada más. Es como si no tuviera palabras, lo cual es
realmente extraño para Josh.
Inhalando aire, me doy cuenta que soy la que va a tomar la iniciativa.
Josh parece estar luchando contra el miedo que lo mantiene congelado en su
lugar. Quiero derretirlo, hacerle ver que no es el tipo que violó a esa chica. No
sé exactamente qué pasó esa noche, pero está claro que él no es ese hombre
ahora. Me quito mis zapatos primero, saliendo de ellos mientras camino hacia
Josh. A continuación, tiro de mi camiseta por encima de mi cabeza y la arrojo
al suelo. Luego desabrocho mis vaqueros y los pateo a un lado. Estoy usando
uno de mis conjuntos de sujetador y bragas de encaje nuevo. Es rosa claro con
un diseño floral en el encaje. Me siento bonita, confiada, y completamente sexy.
Mi cuerpo cálido cuando me acerco a él. Considero desnudarme, pero eso sería
demasiado rápido para él.
Cuando me detengo delante de Josh, tiro de su camiseta y la saco de su
cuerpo antes de extender mis manos sobre su pecho bronceado. Permanece
perfectamente quieto hasta que me inclino y presiono mis labios contra los
suyos. Lo beso con fuerza y lo empujo hacia el sofá hasta que caemos sobre los
almohadones conmigo en la parte superior. Su cuerpo se siente bien debajo del
mío, cálido y duro. Sus manos tocan mi piel vacilantes al principio, pero luego
más firmemente. Sus dedos se deslizan desde mi cintura hacia arriba hasta
mis pechos. Me ahueca, sosteniéndome suavemente. No hace mucho tiempo
atrás, eso me habría satisfecho, pero ahora no. Quiero pasión áspera. Quiero
olvidarme completamente de mí misma cuando estoy con él. Comienzo a
retorcer mi trasero contra sus caderas y siento la presión de su duro paquete
debajo de sus vaqueros.
Las manos de Josh aprietan en mi cuerpo cuando gime en mi boca.
Cuando se relaja, el beso cambia. Una de sus manos se levanta y encuentra mi
cara. Barre sus dedos a lo largo de mi mejilla, los enreda en mi cabello, y tira
mi cuello hacia abajo con fuerza, sosteniéndome en el lugar.
Mi mente se desvía a pensamientos de los labios de Nate, a la forma en
que sus manos se sienten contra mi piel. Todo lo que Josh hace es comparado
con Nate. No puedo evitarlo. Esto no es lo mismo, y necesito desesperadamente
que sea más. Separo mis muslos, poniéndome a horcajadas sobre sus caderas,
y me siento. Me estiro detrás de mi espalda y desabrocho mi sostén, liberando
mis doloridos pechos. Quieren ser tocados. Desean ser sostenidos y besados.
La mirada verde de Josh persiste sobre mi pecho desnudo mientras sus manos
se elevan lentamente desde mis caderas hasta mi pecho. Cuando sus manos
me cubren, aprietan posesivamente. Inclino mi cabeza hacia atrás y respiro
lentamente, disfrutando de la sensación y tratando de desterrar los
pensamientos de Nate, de la forma en que me tocó allí
, de cómo era diferente, mejor.
Necesito perderme en Josh. Me pregunto si puedo. Mirándolo, alcanzo su
botón y luego bajo la cremallera. Me aparto de él y le quito los pantalones,
arrojándolos a un lado antes de volver a subir a su regazo. Todavía lleva bóxer,
pero no hay nada que nos separe ahora. Si me desea, puede tenerme.
La luz de la tarde se siente cálida y maravillosa en mi piel. Josh observa
la forma en que la luz del sol cae sobre mí, y cuando me inclino para besarlo,
las cosas cambian. El control que poseyó antes se desvanece cuando el beso se
vuelve más caliente. Sus manos recorren mi cuerpo, una se desliza debajo de
mis bragas para ahuecar mi culo mientras me muevo contra él.
Nos quedamos así hasta que Josh se pierda en los besos, en el calor del
momento. Sigo esperando que llegue, pero no lo hace. Mi mente me está
saboteando. Los labios de Josh son agradables, pero no son de Nate. No son
tan carnosos como los de Nate, y no se mueven de la misma manera. El cuerpo
de Josh es firme, y sus músculos se sienten poderosos debajo de los míos. Me
gusta la forma en que se mueve contra mí, y estoy excitada, lo siento; pero hay
algo que anhelo permaneciendo en el fondo de mi mente. Hay algo más que
realmente quiero que no está aquí.
A la mierda. Nate no es mío, y no voy a desperdiciar esta oportunidad
con Josh. Es un buen tipo, no importa lo que el informe de la policía dice.
Ruedo y tiró de él encima de mí, permitiéndole aplastarme en el sofá. Sus
labios caen a mi cuello, y miro fijamente el techo, concentrándome en su boca
y el calor cada vez más bajo en mi estómago. La forma en que este lame mi
interior con el calor del deseo. Presiono mi cuerpo en el suyo y trato de dejar de
pensar. Quiero sentir sensaciones y convertirme en una cosa salvaje.
Arqueo mi espalda hacia él cuando sus labios encuentran mi pecho. Él
tira y se burla, los besos poniéndose cada vez más calientes a cada momento.
La urgencia del beso es cegadora, y sé lo que viene a continuación. Su mano
baja a través de mi estómago y se sumerge en mis bragas. Lo siento allí, listo
para ver lo húmeda que estoy, cuánto lo deseo (y lo hago) esa parte está ahí. Es
el resto de mí lo que está completamente loco. Nuestros cuerpos están
cubiertos de sudor. He estado intentando tanto seguir adelante, seguir
empujando a Josh, pero ahora quiero alejarme. Me siento como una
provocación, pero esto fue un error.
No puedo. Mi mente me arroja pensamientos fragmentados,
tartamudeando internamente en un espasmo asustado.
Finalmente escupo:
—¡DETENTE! No puedo hacer esto. No puedo. Lo amo. —La comprensión
es como ser rociada con agua helada. Jadeo y me congelo en sus brazos.
La mano de Josh se detiene y levanta su cuerpo del mío para mirarme.
—Kerry, ¿lo amas?
Asiento rápidamente y siento lágrimas pinchando las esquinas de mis
ojos. ¿Qué demonios es lo que me pasa? ¿Cómo puedo decirle eso a otro tipo?
Horrorizada, trato de apretar sus labios contra los míos. Fingiré que nunca
sucedió, pero Josh se aleja con una sonrisa en su rostro.
—¿Estás intentando evitar tus sentimientos por este tipo al follarme? —
Josh alza una sola ceja y luego ríe cuando no contesto. Se quita de encima de
mí y me ofrece una mano, jalándome hacia arriba en una posición sentada.
Mi corazón está martillando duro en mi pecho y en algún momento, mis
brazos se mueven para cubrir mi pecho. Josh sale de la habitación, casi de
inmediato regresando vestido con una bata blanca esponjosa y ofreciendo una
bata idéntica para mí.
—Toma, ponte esto.
Envuelvo la tela esponjosa a mi alrededor y ato el cinturón apretado
antes de desplomarme en el sofá al lado de Josh. Me inclino a un lado y apoyo
mi cabeza en su hombro.
—Quiero llorar.
—Adelante. No puedo imaginar cuán desgarrada tienes que sentirte por
dentro para hacer algo como esto.
Aprieto mis párpados con fuerza y trato de hablar. Me toma unos
cuantos intentos, pero lo logro:
—No sabía cómo me sentía. Pensé que era una aventura. Éramos amigos
con beneficios, Josh. ¿Cómo pasó esto?
Lo siento reír ligeramente, y su mano acaricia mi cabello.
—No lo sé. —Su voz es suave, y sé que él quería esto; me deseaba. En
cambio, besa la parte superior de mi cabeza como un hermano y toma una
respiración profunda, dejándola salir lentamente—. Por cierto, gracias.
Lo miro, perpleja.
—¿Por qué? ¿Por burlarme de ti y no seguir adelante? —Me siento muy
mal por eso. Frunzo el ceño sin querer.
Me sonríe y sacude su cabeza.
—No, por mostrarme que puedo parar incluso cuando estoy listo para,
bueno, ya sabes.
—¿Follarme?
—Eres tan grosera. —Su sonrisa se desvanece, y se aleja de mí, mirando
hacia abajo en mi cara—. ¡Oh, Dios! Por eso estás tan confundida. Pensaste
que estabas tonteando con ese tipo, pero no lo estabas, ¿verdad? No fue follar.
Fue mucho más... ustedes han estado haciendo el amor.
Me estremezco.
—Odio esa frase.
—Eso lo que es, Kerry. ¿En serio no lo sabías?
Sacudo mi cabeza.
—Pensé que solo era apasionado y por encima de todo. Me aseguré que
nada fuera lento. No había tiempo para pensar en nada. Cuando estoy con él,
no puedo pensar en absoluto.
Josh ríe como si supiera algo que yo no.
—¿Pensé que habías estado enamorada antes? ¿Cómo te perdiste esto?
No es lujuria cuando tu mente persiste en una persona, y es en todo lo que
puedes pensar, incluso cuando estás cogiendo a alguien más.
Un rubor me vuelve de color rojo brillante.
—No lo sabía. Nunca fue así con Matt. Era agradable, reconfortante, y
dulce. Esto es totalmente diferente, así que no lo vi venir.
Josh asiente.
—Sí, el amor es una perra. Se escabulle en ti cuando menos lo esperas.
Mirando hacia él, puedo ver esa expresión perdida en el rostro de Josh
como si estuviera recordando algo de hace mucho tiempo.
—Tú la amabas, ¿verdad?
Asiente.
—Las historias sobre nosotros son solo eso; cuentos para encubrir lo que
realmente ocurrió. Ella conoció a Carter primero, y ellos empezaron a salir. No
era serio al principio. Cuando venía a esperar a que Carter saliera de clase o lo
que sea, charlábamos. Me encontré deseando hablar con ella más y escuchar
sus opiniones sobre casi todo. Esa mujer era una chispa de luz en una
existencia sin sentido. Carter no se dio cuenta de eso.
—Pero tú sí.
Asiente lentamente, con cuidado de no mirar en mi dirección. Mira
fijamente sus manos mientras habla.
—Su afecto cambió en algún momento, y dije que no. No quería ser el
tipo que roba la chica de su mejor amigo. Tratamos de permanecer separados,
pero, una noche, las cosas se fueron de las manos. Yo había estado en una
fiesta y regresé a casa para encontrarla borracha esperando a Carter. Caí a su
lado en el sofá y empezamos a hablar como siempre lo hacíamos. —De repente
deja de hablar y traga con fuerza.
—¿La besaste?
—Ella me besó, pero no la detuve. Carter nos encontró con los labios
trabados, y parecía mucho peor de lo que era. Fue solo un beso, pero la tensión
entre nosotros estaba por encima. No había manera de no notarlo, así que
asumió que había habido más. Carter salió disparado, y me dejó con su novia
llorando en mi sofá. ¿Que se suponía que debía hacer? ¿Echarla?
—Entonces, ¿qué pasó?
—Dejé que se quedara, escuché su charla, y se puso más sobria. Carter
volvió al día siguiente mientras yo estaba en clase, se llevó toda su mierda, y se
mudó sin una palabra. Alrededor de una semana después, estaba en una fiesta
diferente, y ahí fue cuando las cosas se fueron al infierno. Ella estaba allí, y yo
estaba enojado con Carter. Ni siquiera me escuchaba cuando intentaba
explicar lo que pasó. Al final, era mi culpa, así que no importaba.
—¿Esa es la fiesta donde ocurrió la violación? —Sé que realmente no
debería preguntar, pero quiero saber. Toda la situación suena tan jodidamente
extraña. ¿Cómo Josh va a pasar de nunca romper el código de hermanos a
violar a la chica de su mejor amigo? Hay algo que falta, un pedazo de la
historia que Josh no me ha dicho todavía.
Su mirada esmeralda se eleva, exhala una ráfaga de aire, y asiente una
vez. Su cara está floja, sus rasgos totalmente drenados de alegría, orgullo y
autoestima.
—Sí, ella me encontró y todavía estaba enojada con Carter. Quería
mostrarle que ella no le pertenecía, pero no era así para mí. Creía que aún
podríamos arreglar ese maldito lío si Carter dejara de gritar y me escuchara.
Pero no lo hizo. A medida que avanzaba la noche, terminó en mis brazos. Antes
de la mañana, estaba en mi cama. La obligué allí.
Eso no suena bien.
—Josh, ¿cómo iría de desearte a rehusarse a ti?
Se encoge de hombros y se pasa una mano por el cabello.
—La prerrogativa de una mujer es cambiar de opinión. Yo no escuché.
—Ya dijiste eso.
Molesto, sacude su cabeza y me silba.
—Kerry, no estabas allí. Fue jodidamente obvio, de acuerdo. Estaba
llorando, y no me detuve.
—¿Cuándo? ¿Durante? ¿Después?
Ahora está enojado y se pone de pie. Da dos pasos delante de mí, gira y
lo hace de nuevo.
—¡No importa!
—Tienes razón. No lo hace. Ella no te deseaba, y se lo hiciste de todos
modos, ¿verdad?
—Sí —chasquea hacia mí, su cuerpo alineado con tensión.
—¿No te molesta que suene tan fuera de carácter para ti? Quiero decir,
¿siquiera recuerdas haberla metido en la cama? Eres un hablador tan dulce
que no puedo imaginarte necesitando forzarla.
Se detiene y se calla.
—Recuerdo las escaleras hasta las habitaciones. Ella estaba riendo y se
apoyaba en mí. Me sentía raro esa noche, como si estuviera incubando algo.
En realidad no recuerdo el acto. Está fragmentado, ¿de acuerdo? Recuerdo las
escaleras, las sábanas, y luego la expresión horrorizada en su rostro a la
mañana siguiente. Ese grito agudo cuando se despertó, todavía atada a la
cabecera. Kerry, ¿qué carajo hice?
El dolor en su voz es real. No recuerda, eso es obvio. Se sienta con fuerza
y lanza su cabeza entre sus manos, agarrándose el cabello. Los músculos de su
cuello están tensos, y su voz suena estrangulada.
—Nunca antes había hecho algo así.
—¿Dónde estaba Carter?
No mira hacia arriba.
—No lo sé. ¿En la residencia? No estaba cerca a la mañana siguiente.
—¿Qué pasó después?
Él bizquea como si el sol estuviera en sus ojos y sacude su cabeza,
frunciendo el ceño.
—No lo sé. Había unas cuantas mujeres que aún estaban con ligues de la
noche anterior. Una oyó los gritos, entró corriendo y llamó a la policía del
campus.
—¿Y la novia de Carter? ¿Qué hizo ella?
—Vomitó y luego me evitó. La mirada en su rostro, la forma en que no se
acercaba a mí después de eso me mató.
Estoy en silencio por un momento. Algo de ello me hace ruido. No puedo
poner mi dedo en qué, pero me doy cuenta que Josh preferiría ser flameado
que contar este evento por otro segundo.
Se queda mirando fijo la pared y murmura:
—¿Cómo pude haber olvidarlo todo? La deseé durante tanto tiempo. Ella
me deseaba. Fui yo quien decía no, rechazándola... ¿Cómo podría hacer algo
así?
El color de su rostro se desvanece mientras permanece allí, rígido. Está
congelado en el pasado, atrapado en una pesadilla que nunca termina. Apuesto
a que él ve su rostro cada vez que coquetea, cada vez que cierra sus ojos, y el
remordimiento que fluye fuera de él es tan denso que puedo sentirlo. No es un
sentimiento intangible. Josh lo siente de pies a cabeza, todos los días.
Mi boca se está moviendo, dejando que el pensamiento caiga de mi mente
antes de que pueda detenerlo.
—¿Y si no la violaste?
—Kerry, lo hice. Vi la expresión en su rostro y las magulladuras en su
cuerpo donde la sostuve. Lo bloqueé. Ellos dijeron que estaba tan enojado con
Carter que me desquité con ella. —Se queda callado por un momento y luego
añade—: Lo hice, así que confesé. No podía dejarla viviendo su vida pensando
que ella tenía la culpa. No la tenía. Era mía. —Fue hacia la barra y sacó el
vodka del estante, abriendo la tapa—. Me gustaría que tuvieran una botella
diferente. Esta marca me recuerda a esa noche.
Estudio las letras azules y grises de la etiqueta.
—Esa es la misma marca que tuvieron en el grupo de estudio, del tipo
que me drogó a mí y a Beth en un abrir y cerrar de ojos. Ahora que lo pienso,
esa es la que iba en el cóctel de alquitrán de Emily, también.
Josh se gira lentamente y me mira, luego de nuevo hacia la botella
abierta en su mano. Sus pestañas bajan mientras la mira sin decir una
palabra.
Recordándolo, mentalmente imagino el licor en la casa.
—La botella que abrimos en la casa estaba sellada.
—También lo estaban las botellas en la fiesta.
Ambos dudamos, pero sé que estamos pensando lo mismo. Ponerse
totalmente drogado, hacer algo completamente fuera de carácter, la niebla
mental, el lapso de memoria… todo apunta a una cosa.
—Fuiste drogado como Beth y yo.
Josh sacude su cabeza.
—Eso no es posible. La botella estaba sellada.
—Alguien debe haberla abierto y resellado. —Me detengo un segundo y
pienso en eso. ¿No habríamos notado si había sido manipulada?
Honestamente, no miré tan de cerca. La botella estaba llena y parecía ser
nueva. Frunciendo el ceño, sacudo mi cabeza y siento mis brazos cruzarse en
mi pecho—. ¿Cómo es eso posible? ¿No habríamos notado si el cuello estaba
roto o faltaba?
—No faltaba. El plástico todavía estaba en su lugar alrededor de nuestra
botella esa noche. Tomé unas copas, y ella también. Ella bebió más que yo. —
Está en silencio por un momento y luego me mira—. La noche del grupo de
estudio, Jace y Justin querían matar a quien fuera que trajo esa botella, pero
resultó ser esa chica Sherry. Creo que ella habló con ustedes. Es dulce y se
comió todas las galletas de Beth. No haría algo así.
—¿Estaba en la fiesta la noche en que las cosas se fueron al infierno?
Él piensa en ello, explorando su memoria por ella y luego sacude su
cabeza.
—No, ella no salió esa noche. Solo estaba su hermano allí, colgando
alrededor de Carter.
—¿Quién es su hermano?
—Ese tipo de cabello azul, Scott. Nunca dice mucho, pero...
—Santa Mierda. —Mi corazón flota en mi pecho, y miro a Josh. Por un
momento, no puedo respirar. Tiene sentido ahora. ¿Por qué no lo vi antes?
Scott siempre está colgando alrededor de Carter, pero el tipo es tan tranquilo
que nadie lo nota—. Josh, ¿hay alguna posibilidad de que no recuerdes esa
noche porque te desmayaste?
—Lo hice, Kerry.
—Lo sé, pero compláceme por un segundo. —Me paro y comienzo a
caminar de un lado a otro. Hay un pensamiento emergiendo, piezas de un
rompecabezas cayendo en su lugar. Su recuerdo tiene agujeros. Se sentía
enfermo. La chica vomitó. A la mañana siguiente volvió a ser él mismo, y ella
también—. Ambos bebieron lo mismo.
—Kerry, he pasado por esto un millón de veces. Agarré una botella, y la
abrimos en la planta baja. Cuando las cosas se pusieron calientes y pesadas,
nos dirigimos al dormitorio. No estaba borracha en la escalera. Tampoco yo lo
estaba.
—¿Pero te sentías mal?
—Sí, ¿y?
—¿Se sintieron borrachos? ¿Las paredes nadaron y el piso se movió un
poco? ¿Sentías tu cabeza demasiado grande para tu cuerpo, como si pesara
demasiado para sostenerla derecha? —Las palabras salen en un spray, y no
puedo parar. Tal vez lo pensó en la parte de atrás de su cabeza, pero Josh no
estaba dispuesto a admitirlo. Por años, aceptó la culpa de sus acciones y cargó
el peso de esa noche en su conciencia.
Todavía está a la defensiva. Con sus ojos entrecerrados y su mandíbula
cerrada, sisea:
—No hay manera de que estuviera borracho.
—Lo sé. Josh, yo tampoco lo estaba. Beth tampoco. Tampoco lo estaba
Emily. Ninguno de nosotros estaba borracho, pero se sentía como si lo
estuviera y luego hay recuerdos dispersos hasta que todo se oscurece. Hay
horas de nada.
Mientras me observa, lo veo empujar la esperanza que intenta reflotar
dentro de él.
—De acuerdo, tú te desmayaste. Yo violé a una chica. No es lo mismo.
—Sí, ¡lo es!
—Era el único allí…
—¿Cómo sabes eso? —Ahora estoy prácticamente gritando. No es mi
intención, pero tiene más sentido—. Josh, ¿y si no lo fueras? ¿Y si Scott te
diera una botella contaminada? Ustedes dos se dirigen al piso de arriba para
besuquearse o lo que sea, y ambos se duermen.
—Eso es imposible. Alguien la ató a la cama. Alguien la violó. No solo nos
dormimos.
—Pero, ¿y si ese alguien no fuiste tú? Y si Scott hiciera toda esa mierda,
la violara y luego se fuera. Ella pensaría que tú lo hiciste. Tú pensarías que lo
hiciste también. Así como todos los demás. —Sigo pensando a través de esto y
buscando agujeros en mi teoría, sin encontrar muchos.
Se ríe amargamente.
—Eso es extraño.
—No, no lo es. Piensa en ello. Para todos los demás, parece que las cosas
se salieron de las manos, pero ninguno de ustedes recuerda nada.
—Ella recuerda.
—No, no lo hace. Te apuesto cualquier cosa a que ella no puede recordar
esa noche en absoluto porque se desmayó justo como tú lo hiciste. Si estuviera
lúcida, infiernos, si estuviera despierta, habría gritado lo suficiente como para
que alguien la oyera, pero no lo hizo. Así que ella lo quería, o… lo que estoy
empezando a pensar es la opción más probable… se desmayó al mismo tiempo
que tú, y una tercera persona estuvo allí.
—Kerry, incluso si fue Scott, ¿por qué? Esa es una acusación demente
para hacer de un tipo al azar.
—No sé por qué Scott haría cualquier cosa. El tipo es una sombra.
Siempre está ahí pero nunca dice mucho. Josh, no sé tampoco por qué él iría
tras Emily, Beth, y yo. Apenas lo conozco. —Recorro mis recuerdos de Scott,
tratando de encontrar un comentario malicioso, cualquier cosa que sugiera que
es malvado, pero no tengo nada—. La botella… averiguaremos cómo una
botella podría parecer sellada, incluso si fue manipulada.
Josh se frota el talón de su mano sobre su cara y suspira.
—No me des esperanza, Kerry. No podré soportar el dolor cuando
descubra que no es verdad.
—Hay un montón de cosas que no encajan. Por favor, compláceme. ¿Lo
averiguas por mí? —Le suplico por unos minutos.
Josh finalmente acepta y sacude su cabeza, con la sonrisa de marca
registrada de nuevo en su lugar.
—Bien, pero eso no significa que esté de acuerdo. Acepté lo que hice hace
mucho tiempo.
Mi teléfono zumba sobre la mesa. Me acerco y miro hacia abajo.
ENCUÉNTRAME EN LA CASA. Mi corazón se hunde y el hielo brota a través de
mis venas. Es de Ferro.
Josh pregunta:
—¿Quién es?
Mantengo mi voz y respondo:
—Nadie. Nada importante. —Sé que siente la mentira, así que continúo
—. Escucha, sé que no hiciste esto. Eres un buen hombre, Josh. Averigua lo
que puedas sobre la botella. Tengo que ocuparme de algo. ¿Puedes llevarme de
vuelta a mi autobús?
—¿Vas a ver al nuevo amor de tu vida?
Le sonrío.
—Tal vez.
O tal vez voy a hacer el trabajo del diablo. Mi jodida vida.
Capítulo 9
Ferro no me dejó tiempo de sobra. Detengo mi autobús frente a la casa
de Nate. Hay camiones de mudanza en dos casas en la cuadra, empacando, y
saliendo. Me verán si atravieso la puerta principal. Bien. Pita corre entre mis
piernas y desaparece en los arbustos del vecino.
Camino hasta la puerta principal y toco el timbre. Nate está en la
universidad, y sé que no está aquí, pero necesito comprobarlo.
Para mi sorpresa, Ferro abre la puerta y me hace señas para que entre.
—Señorita Hill.
Esto va a ser malo. Me muevo más allá de él, sintiendo mi piel pinchar
cuando entro en la casa de Nate.
—¿Qué desea? —Echo un vistazo por la puerta de entrada justo cuando
se cierra.
Nadie parece notarnos. Ni los hombres de la mudanza ni cualquiera de
los vecinos. Por una fracción de segundo, me preocupa que Ferro vaya a
matarme, pero esa sensación se desvanece después de un momento. Todavía
estoy viva, y una chica muerta no puede pagar un favor.
—¿Qué desea? —Todavía estoy usando vaqueros y una camiseta.
Necesitando desesperadamente una ducha y deseando que hubiese elegido otro
lugar para encontrarnos. Nate se enojará cuando se entere de que estamos
aquí sin su permiso.
—Un favor, querida. —Ferro está acicalado con un brillo en su mirada.
Hace que mi estómago se hunda. Extiende su mano, gesticulando para que me
siente en el sofá de Nate—. Seamos directos, nada de mentiras. Sin perder
tiempo.
Me siento lentamente pero permanezco tensa, lista para huir.
—De acuerdo.
Ferro se pasea mientras explica.
—Hay algunas cosas por las que la gente está dispuesta a morir, causas
que no conducen a ninguna parte. Los sueños débiles se funden en algo que se
asemeja a tomar una postura. Después de todo, si te paras por nada, entonces
caerás por todo. Sin embargo, ese tipo de vida es fugaz. La arrogancia juvenil
ciega a mi hijo así que no ve lo que realmente le está sucediendo.
—¿Y qué es eso? —Mi voz gotea con desdén. Esta es la única vez que le
he oído decir que Nate es suyo.
—Esa pasión equivocada está succionando cada gota de esperanza de su
cuerpo. Nate no va a vender, y estoy fuera de tiempo. Podría haber venido
anoche tarde y haber arreglado esto, pero él es pariente. —Ferro ofrece una
sonrisa lobuna y abre sus manos, con las palmas hacia arriba, hablando
casualmente como si el asesinato fuera normal.
—¿Qué quiere que haga?
La esquina de sus labios se alza en una sonrisa que envía un escalofrío
por mi columna vertebral.
—Quémela a cenizas.
Capítulo 10
Parpadeo hacia él, incapaz de responder o despegarme del sofá. Quiero
meterme en su cara y gritar. Quiero luchar, pero estoy jodida. No puedo. No
hay nada por lo que luchar.
Ferro desliza sus manos en los bolsillos de su traje e inclina la cabeza
hacia un lado, estudiándome.
—Puede salvar a Nathan si enciende el fuego. Podría hacerlo ahora, en
medio del día. Nadie va a decir nada. Tiene mi palabra sobre eso.
Me burlo:
—Como si eso importa.
—Es muy importante, suponiendo que le importa Nathan. Escuche
atentamente lo que quiero que haga. Si no logra el resultado deseado, mis
hombres regresarán y se asegurarán de que no quede más que cenizas. Si eso
ocurre, ya no puedo garantizar la seguridad de Nathan. Esta es su decisión. Su
elección. Puede salvarlo, o puede irse.
Mi mandíbula se cae. De repente estoy de pie apresurándome hacia él.
Me detengo en seco, lista para golpear mi puño en su sien, pero sus ojos me
enervan. Respirando con fuerza, mantengo mis puños a los costados.
—¿Mataría a su hijo? ¿Por un pedazo de tierra?
—La gente ha hecho cosas peores por mucho menos.
Me burlo de él.
—Es una desagradable excusa para un hombre.
—Las palabras, señorita Hill, hacen muy poco en el gran esquema de las
cosas. —Chasquea sus dedos e indica que debería seguirlo. Rechino mis
dientes y camino a regañadientes hacia la cocina. Señala hacia unas bolsas de
una ferretería en la mesada—. Todo lo que necesita está aquí.
Está hablando en serio. Ya está decidido. O inicio el fuego yo misma o le
dejo hacerlo y matar a Nate en el proceso.
—No puedo... no sé cómo iniciar un fuego.
Ferro me da una mirada que dice que no es tan estúpido y yo tampoco.
—Es bastante simple así que incluso usted entendería. Vierta el
acelerador en el piso, encienda un fósforo, y camine lejos.
—Pero, los vecinos, dirán que nos vieron aquí.
—Nadie me mencionará ni a mí ni a usted. Ese autobús amarillo suyo
está casi olvidado. Es increíble lo poco que se necesita para doblar la voluntad
de un hombre. Unos pocos dólares y de repente no tienen moral en absoluto.
Mi mandíbula está trabada, y no digo nada por unos instantes. Mi
mirada corta hacia la bolsa en la mesada. Hago esto y salvo a Nate, o no lo
hago y lo dejo morir. Ferro es un mentiroso, así que no hay garantías de que mi
culo no termine en la cárcel. Aún más inquietante es Nate. Si alguna vez se
entera. No me perdonará por esto.
—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Quemar la casa y luego comprar la tierra?
—No que le importe, pero sí.
—Eso dejará a Nate sin nada.
—Ese no es mi problema, señorita Hill. Su participación garantiza la vida
de Nathan. Su vida está en sus manos. Nada más importa en comparación con
eso, ¿verdad?
—Jódase —gruño, deseando poder hacerle daño. Pero no puedo hacer
nada. Estoy atrapada en el medio.
Ferro se acerca, elevándose por encima de mí, se pone tan cerca que
reflexivamente retrocedo contra los gabinetes. Está en mi cara, su voz baja y
seductora:
—He oído lo mucho que le gusta follar en la cocina, señorita Hill. Nunca
podría decir que no a una mujer de rodillas. Hágalo y ruégueme que la
perdone. Podría reconsiderar.
No lo dudo. Mi mano vuela, lista para golpear a Ferro en la sien. En el
último segundo, él se estira y agarra mi puño, aplastándolo en su mano.
—No joda conmigo, señorita Hill, a menos que quiera ser dominada.
Usted perderá.
Me retuerce la muñeca mientras aprieta mis nudillos. Dejo escapar un
grito mientras me obliga a arrodillarme. Sus ojos brillan como si estuviera
disfrutando mi dolor. Trato de alejarme, pero es demasiado fuerte. Estoy a
punto de hacer algo desesperado para que se detenga cuando Ferro me libera.
—Si no escucho que esta casa fue quemada a cenizas para la
medianoche, me encargaré de ello, y todavía me deberá un favor.
Capítulo 11
¿Cómo puede ese hombre ser el padre de Nate? Es malvado. Me quedo en
el piso durante varios minutos después de que Ferro se va, acunando mi
muñeca en mi mano. No la rompió, pero está gritando. Echo un vistazo
alrededor hacia todas las cosas que se quemarán. Cada último rastro de la vida
de Nate, de su madre y su padre, cualquier recuerdo feliz que tuviese se habrá
ido. Pero Nate vivirá. Eso es todo lo que importa. Esa es la parte que puedo
controlar, así que necesito tirar de mi mierda y ponerme de pie.
Me levanto, camino hasta las bolsas de la ferretería y saco los bidones. Si
quemo el lugar y se considera provocado, Nate no obtendrá nada del seguro;
especialmente si piensan que su novia lo hizo. Y no confío en Ferro. Todos los
vecinos ven ese autobús y saben que estoy aquí. Un plan se forma en mi
mente, y no puedo pensar en nada mejor, por lo que abro el gabinete al lado de
la cocina y saco una sartén. Después de llenarla con grasa, enciendo la
hornilla.
Mi conciencia muere en mi pecho cuando abro la botella de líquido verde
oloroso y salpico en el suelo junto a la cocina. Dejo un rastro a través de la
habitación sabiendo que se encenderá instantáneamente y subirá sin dejar
rastro. Pensarán que fue un fuego de grasa que se salió de control. También
creerán que una estúpida niña universitaria no sabía que arrojarle agua lo
empeoraría. En verdad, no puedo cocinar, pero incluso yo sé eso.
Pongo el bidón de aceite sobre la cocina, lo suficientemente cerca para
que el quemador se derrita, y retroceda. Está más de la mitad lleno. Mi corazón
late en mi garganta. No soy esta persona. ¿Cómo se supone que me quede allí y
vea cómo se quema la casa de Nate? Pero eso es exactamente lo que estoy
haciendo.
Temblando, saco mi teléfono celular y golpeo los tres dígitos, 911. No
presiono llamar. Pongo el teléfono en mi bolsillo de nuevo, agarro una caja de
fósforos de encima de la cocina y enciendo uno. La grasa está humeando, y la
botella junto a la sartén ya tiene un agujero en el lado. El aceite gotea por la
parte delantera del aparato y hacia el suelo. Estoy allí, esperando a que el
rastro de aceite se extienda hasta volverse más grande. Cuando no se mueve
más allá de la piscina inicial, agarro la escoba y golpeo la botella. Sale volando
y se estrella contra la pared donde Nate me clavó. El aceite raya a través del
empapelado cuando la botella golpea y entonces cae a través del linóleo,
derramando el resto del contenido por el suelo.
No soy esta persona. No lo soy. No puedo hacer esto, pero ya lo he hecho.
La grasa en la cocina atrapa el fuego, y una llama anaranjada oscila en la
cacerola, envolviendo toda la cosa. Las lenguas de fuego bailan, altas y
delgadas, extendiéndose cada vez más gruesas. Las llamas saltan de la
cacerola a la cocina, lamiendo las paredes. Ahora no tengo opción. La
habitación está llena de humo y apenas puedo respirar. Golpeo un segundo
fósforo y lo dejo caer al suelo delante de la cocina. Se enciende, corriendo
rápidamente por la habitación, quemando el líquido verde en un instante.
Antes de que pueda parpadear, las llamas están consumiéndolo todo. El fuego
en la cocina escupe, silbando a medida que crece. El líquido en el suelo se
encuentra con la grasa derramada, y la habitación se llena de denso humo
negro.
Salgo de la cocina y me muevo hacia el frente de la casa. Necesito
esperar unos minutos para asegurarme de que no se apague. Esta casa tiene
que quemarse a cenizas, o Ferro volverá. Cubro mi rostro con una toalla de
mano del baño y me alejo de las llamas extendiéndose. Cuando presiono mi
espalda en la puerta principal, trato de esperar, pero estoy aterrorizada. Las
llamas no quedan contenidas en la cocina. Se extendieron por el pasillo, a la
habitación de Nate, y ahora vienen por mí. El empapelado se derrite de las
paredes mientras el calor intenso rueda hacia mí. El fuego estalla y cruje a
medida que avanza, consumiendo todo en su camino. Arrojo la toalla en el
fuego por el pasillo.
Con mi espalda en la puerta, giro la perilla y salgo corriendo, tosiendo un
pulmón. Dejo la puerta abierta, alimentando las llamas, y tropiezo sobre el
porche con mi teléfono en la mano. No marco. En su lugar, lo presiono a mi
oreja y digo en voz alta a nadie:
—¡Hay un incendio! —Le doy la dirección y toso sin descanso,
quedándome demasiado cerca de la casa.
Cuando termino mi llamada falsa y deslizo mi teléfono de nuevo en mi
bolsillo, el tipo de la mudanza de enfrente se precipita y me saca de la casa. Es
un hombre grueso, todo músculo, y el tipo de hombre que corría dentro. Me
pregunta:
—¿Hay alguien más adentro?
—No. —Toso tanto que me doblo y agarro mi estómago.
Él está conmigo mientras más gente se reúne. Las llamas en la parte
posterior de la casa alcanzan hasta el techo ahora. Hay una fuerte explosión y
el sonido de vidrio rompiéndose cuando humo negro empieza a salir en espiral
desde las ventanas de la cocina.
—Voy a pedir ayuda.
—Ya lo hice. —Empiezo a llorar y le digo que estaba cocinando, y la grasa
se incendió. Miento a través de mis dientes mientras rezo que parezca una
estupidez y no un incendio provocado. Tal vez debería haber confiado en Ferro,
hecho las cosas a su manera, e irme. Pero no podía arriesgarme. Si Ferro
mintió sobre cualquier cosa, podría significar la cárcel para Nate y para mí. Al
menos si las cosas se van al infierno, sé que he intentado todo lo que pude.
Explicando al chico de la mudanza, logro decir entre toses:
—No pude apagarlo. Arrojar agua no funcionó. Eso casi como que lo
empeoró.
El hombre se ruboriza y mira hacia atrás a la casa.
—¿Arrojaste agua sobre un fuego de grasa? ¿Estás quemada? —No me
regaña por algo tan estúpido. Solo me mira.
—No, solo inhalé demasiado humo. Traté de apagarlo, pero no pude.
La gente se reúne, y todo el mundo empieza a decirles a todos que la
policía ya está llamada, que un camión de bomberos debería estar aquí en
cualquier segundo, pero no hay sirenas. No hay policías. No hay bomberos. No
hay ambulancia. Para el momento en que un camión llega, la casa está
consumida en una pared de llamas. Alguien debió haber llamado y reñido por
demorar tanto tiempo. Ellos evitan que el fuego se propague, pero es
demasiado tarde para la casa de Nate.
Después de que me examinan, me mandan en una ambulancia, incluso
después de protestar. Tragué mucho humo, y apenas puedo respirar. Quieren
mantenerme en observación. Quiero decir que no, pero es la mejor manera de
salir de aquí. Irme sabiendo que nunca volveré a ver a Nate. Pero está vivo y en
ese momento, eso es todo lo que importa.
Capítulo 12
Mientras estoy tendida en una cama en la sala de emergencias, miro
fijamente al techo con náuseas. No estoy segura si quiero vomitar por la culpa
o el humo, pero me siento enferma. Cuando oigo su voz, quiero morir. ¿Por qué
está aquí? Tuvieron que haberle contado lo que sucedió.
Nate abre la cortina de un tirón y corre hacia mí. No se detiene cuando
me ve cubierta de hollín, acostada. Lanza sus brazos alrededor de mí y me
abraza por un momento, y solo me libera cuando empiezo a toser de nuevo.
—Pensé que estabas quemada. Dios mío, Kerry, ¿qué demonios estabas
haciendo?
—Cocinando —miento. Mi mirada se desliza a través de él el tiempo
suficiente para ver que percibe la mentira.
Se inclina cerca, y susurra en mi oreja:
—Dime en este momento qué mierda estabas haciendo, y si dejas fuera el
más mínimo detalle, les diré que encendiste ese fuego a propósito. —Cuando
retrocede, sus ojos encuentran los míos.
Un miedo helado escurre por mi columna, y haría cualquier cosa para
evitar esta conversación. Me refugio:
—No fue mi intención...
—Mentira —sisea—. Primero, no sabía que estabas allí. En segundo
lugar, no eres tan estúpida como para lanzar agua en un fuego de grasa.
Tercero... —Alcanza mi teléfono sobre el mostrador y presiona el botón.
Destella el registro de llamadas y me muestra la pantalla—. Nunca pediste
ayuda.
—Nate…
No me deja hablar. En su lugar, avanza.
—Esto fue intencional, pero por mí vida, que no sé por qué. ¡Así que
explícalo! Dime por qué mierda has incendiado mi casa antes de que te haga
lamentar alguna vez haberte tropezado conmigo. —Está enojado, su cuerpo es
una masa de músculos, bien ajustada, lista para explotar. Parece como si
quisiera perforar un agujero en la pared.
No puedo dejar de temblar, pero logro decirlo.
—Ferro quiere tu prop...
Sus fríos ojos me miran con cansancio.
—¿Cuándo hablaste con él? ¿Cómo hablaste con él? Ni siquiera he
hablado con él, así que ¿cómo diablos has tenido una conversación con el
imbécil de mi padre antes que yo?
Me estremezco y trato de hablar en voz alta, para discutir, pero no
puedo. Empiezo a toser y luego logro decir a través de una garganta en carne
viva.
—Fue un accidente. Fui a ver al abogado que envió la carta y Ferro
estaba allí. Él que pensó que yo era peligrosa, y lo dejé pensarlo. Te devolvió tu
casa.
Nate gruñe:
—¿Por qué?
—Puede que lo haya amenazado.
—¿Lo amenazaste? —Asiento—. ¿Qué le dirías?
—Puedo haberme ofrecido a hacerlo un eunuco.
—¿Qué diablos estabas pensando? —Sus manos vuelan mientras intenta
mantener su voz en un susurro, pero no puede. En cambio, está en mi cara,
siseando mientras estoy atrapada en la cama del hospital.
—Nate —digo su nombre suavemente y trato de tocarlo, pero se aleja.
—Basta de mierda, Kerry. ¿Cómo eso condujo al fuego?
Explico la mayor parte de la historia tan pronto como puedo, borrando
intencionalmente algunas partes; como la parte de su padre amenazando con
matarlo. Ningún niño debería tener que oír eso. El hecho es omitido. Pero sin
esa información, me hace ver como que lo hice a propósito. Ningún Ferro
forzando mi mano, ni amenazas, ni chantajes. Luce como que su amiga con
beneficios encendió su casa en llamas.
—Nate, lo siento.
—No tanto como yo. Te amaba, Kerry. No puedo jodidamente creerlo,
pero sabía que me estaba enamorando de ti. Traté de alejarme y no pude.
Valías la pena arriesgarlo todo para mí. ¿Qué era yo para ti? ¿Solo otra
conquista? ¿Otra mente para joder antes de desgarrar toda mi vida de mierda
en pedazos? Me das asco.
—Nathan... —Me estiro por él y luego dejo caer mi mano. Mi rostro se
aprieta fuertemente, mientras trato de no llorar. Es mejor si piensa que no me
importa, pero cuando lo escucho decirme que me ama, estoy destruida. El
aliento sale de mi cuerpo, y quiero llorar—. ¿Me amas?
Su rostro se llena de desprecio.
—Lo hacía. Ahora no, y nunca lo volveré a hacer. No cometeré el mismo
error dos veces, y tú eras un error, Kerry. Quédate lejos de mí. Abandona mi
clase. Deja esta universidad. Si vuelvo a verte de nuevo, informaré esto.
Se da la vuelta y se va antes de que tenga la oportunidad de decir una
palabra. Puedo haber salvado al hombre que amo, pero lo perdí en el proceso.
Capítulo 13
Josh me recoge del hospital con Beth a cuestas.
—¿Estás bien? ¿Qué diablos pasó?
Les digo:
—Un accidente cocinando mezclado con estupidez. No terminó bien.
Beth parece preocupada.
—¿Nate está bien?
Es la primera vez que Josh escucha su nombre. Me estudia un momento,
poniendo las cosas en orden.
—¿Nathan Smith? ¿El profesor?
—Sí. —Le entrego a la enfermera los papeles que firmé, y se va.
—¿Tu amigo con beneficios era un profesor? —Me mira fijo como si no
me conociera en absoluto—. Pensé que era algún idiota del departamento de
arte. ¿Por qué no me lo dijiste?
Me encojo de hombros.
—No importa.
Josh mira a Beth y luego a mí.
—Kerry, tú lo amas. ¿Le dijiste?
Me levanto, agarro mis cosas, y me apresuro fuera de la habitación. Mi
garganta no está doliendo tanto ahora. Me dieron algo para calmarla, pero
todavía no le respondo. Beth corre tras de mí, preguntando:
—¿Lo amas? ¿Cuándo sucedió eso?
Josh se apresura detrás de mí, agarra mi codo y me da vuelta.
—Kerry, para.
Me derrumbo. Golpeo mi cabeza en su pecho y comienzo a llorar. Sus
brazos se levantan y me sostienen. Estamos frente a la entrada de la sala de
emergencias. Después de un estrecho apretón, Beth nos insta a un lado. Su
mano está en mi espalda, y el brazo de su hermano está a través de mi cintura,
conduciéndome hacia el auto.
—Dijo que me amaba. —Las lágrimas rayan mis mejillas, quitando la
suciedad y el hollín.
Josh suena emocionado por un momento:
—Bien, eso es algo bueno entonces.
—No, no lo es. Él sabe que el fuego no fue un accidente, pero no le dije
nada más.
Beth sabe sobre Ferro y el favor.
—Kerry, tienes que decirle que no fuiste tú.
—No. —La miro ferozmente—. No voy a decirle que el único padre que le
queda lo mataría para quitarle su maldita casa. No podría decirlo. Incluso si
Ferro es un idiota, al menos está vivo. Significa que Nate no está solo. Si le digo
la verdad, entonces lo estará. No puedo hacerle eso.
Beth y Josh se miran el uno al otro, dándose cuenta que ambos tienen
fragmentos de una historia fracturada. Suspiro interiormente, sabiendo que es
solo cuestión de tiempo hasta que resuelvan el rompecabezas y lo sepan todo.
Cuando entramos en el auto de Josh, nadie dice una palabra. Volvemos a la
casa de Josh en silencio.
Capítulo 14
Abandono la clase de Nate y lo evito tanto como es posible. Sin embargo,
no dejo el campus y lo veo pasar de vez en cuando. No sé dónde está viviendo,
pero no he oído nada más sobre el fuego o su propiedad. El jefe de bomberos
me habló una vez y me regañó por ser tan estúpida, pero consideró que el
incendio fue un accidente. Eso significa que Nate debería tener el dinero del
seguro, y Ferro tomará la tierra. Nate no pudo detener la excavación siendo un
resistidor, pero lo admiro por intentarlo. Me gustaría poder decirle lo mucho
que significa para mí. No es hasta que perdí a Nate que me doy cuenta de lo
que realmente siento.
Lo amo. Haría cualquier cosa para verlo sonreír, para oír su risa otra vez.
Me hace sentir viva y me hace querer ser una mejor persona, pero no soy una
buena persona. Yo soy yo. He hecho cosas deplorables, y no puedo ocultarlo.
Todavía me siento en carne viva, desnuda. Cada pensamiento de Nate duele,
cada recuerdo que despierta de sus labios en mi cuerpo, sabiendo que nunca
más lo besaré, me mata.
El silencio se ha convertido en mi mejor amigo, y evito a todos los demás.
Beth trata de hablar, pero soy una perra con ella. No coopero, y me voy en
medio de las oraciones. Me importa ella y sé que estoy siendo una amiga de
mierda. Podría hacerlo mejor. Finalmente, lo verá y me dejará sola.
Chelsey, por otro lado, todavía piensa que somos mejores amigas. No
puedo despacharla. Jalo mi bolsa de mensajero sobre mi hombro y me dirijo al
edificio de arte para evitarla a ella y a su nuevo novio. Kevin y Chelsey. ¿Quién
sabe?
Josh no acepta un no como respuesta. No ha hablado de nada
importante desde que me recogió en el hospital. Empiezo a llorar a veces, y él
me sostiene, sin decir nada. Es como si ambos estuviéramos atrapados en la
sala de espera al infierno.
Josh está esperándome fuera del edificio de arte. Nos dirigimos hacia el
interior y subimos la escalera hasta el aula. La puerta está desbloqueada, como
de costumbre, para que los estudiantes trabajen en sus pinturas. Son las
nueve de la noche, así que solo unas pocas personas están alrededor. En su
mayoría se han ido a casa, lo cual está bien para mí. Preferiría estar sola.
Mientras caminamos a través de por la puerta, Josh dice:
—Descubrí algo sobre las botellas.
Pongo mis cosas sobre un escritorio cerca de mi cubículo y me vuelvo a
mirarlo. Sus ojos están hinchados y oscuros. Privados de sueño como los míos.
—¿Qué es?
Está casi demasiado asustado para decirlo.
—Ese tipo de envoltorio, el collar en la botella, no puede ser manipulado
ni resellado. No es como un envoltorio. Se derretiría si alguien la abriese y
tratase de sellarla de nuevo.
Me detengo, una mano sobre mi pintura, y sacudo mi cabeza.
—Entonces, ¿cómo meterían drogas en la botella?
—Tuvo que hacerse antes de que se sellara, pero hay una planta de
embotellado para esa marca de vodka en la ciudad. ¿Puedes adivinar el padre
de quién es el gerente?
—¿De quién?
—El padre de Sherry.
Dejo la pintura en el cubículo y camino hacia Josh.
—Espera un segundo, ¿estás diciendo lo que creo que estás diciendo?
—¿Que Sherry drogó a todo el mundo? No, no fue ella. Le pregunté por
eso y ¿adivina de quién obtuvo su botella para el grupo de estudio?
—¿De quién?
—Su hermano, Scott.
—¿Por qué diablos Scott querría drogarme? ¿O a Beth? ¿O a ti?
Josh inhala una respiración profunda y se acerca a un escritorio, y se
sienta en la parte superior.
—No lo sé, pero tal vez deberíamos ir a descubrirlo.
—Está por el pasillo en otra aula. Lo vi entrar.
Josh asiente.
—Lo sé. Vamos a averiguar qué demonios está pasando.
Los dos pasamos unas cuantas puertas y nos deslizamos dentro. Scott
tiene la espalda hacia nosotros y está trabajando en rojo sobre una pintura que
grita AYÚDAME. Está llena de pinceladas violentas y finas capas de pintura
apiladas tan densamente en manchas que la imagen es casi tridimensional.
Junto a esta hay un segundo lienzo que está casi terminado. Monocromáticas
sombras de azul giran a través de la pintura para formar a un hombre con el
cabello oscuro colgando en sus ojos, ocultando su rostro. Es Carter.
—Scott —llamo mientras caminamos dentro con la intención de
preguntarle una cosa entonces somos cegados por las pinturas en contraste—.
¿Tú pintaste esa también? —Señalo hacia el retrato de Carter con las líneas
suaves y las pinceladas ligeras. La forma en que la cabeza de Carter se inclina
hacia adelante, la barbilla inclinada, lo hace parecer vulnerable.
Scott empuja su cabello azul fuera de su rostro, manchando rojo a través
de la parte superior. No parece importarle.
—Sí.
Josh inclina su cabeza hacia un lado.
—¿Ese es Carter?
—Sí, lo es. —La voz de Scott es tranquila pero obviamente molesta—.
¿Qué quieren?
Parpadeo ante la pintura de Carter, mis ojos chasqueando entre Scott y
el lienzo. Recuerdos pasan detrás de mis ojos como naipes, destellos de
imágenes de Scott detrás de Carter, siempre allí, siempre en silencio. Solía
pensar en el chico de cabello azul como un centinela, siempre de guardia, pero
eso no es todo. Eso nunca lo fue.
—Oh, ¡Dios mío! —Me vuelvo hacia Scott y no puedo dejar de mirar
fijamente—. Te gusta él, ¿no?
—¿Qué dices ahora? —Josh se inclina, con los brazos cruzados sobre su
pecho. Está parado en un pie, tratando de acercarse a mí. Me mira a la cara,
luego a la pintura de Carter y luego a Scott.
—Scott es un hombre de clase superior. Scott ha estado aquí todo el
tiempo. Antes que yo, antes que tú... —Mi voz se apaga y, por un segundo, creo
que lo he entendido mal, que no hay manera.
Pero Scott se eriza y se vuelve hacia mí, dejando su pincel en su
caballete.
—Estás equivocada.
¡Santa Mierda! ¡Tengo razón! Una sonrisa se extiende a través de mi cara
cuando las piezas del rompecabezas aterrizan perfectamente en su lugar.
—Estás enamorado de Carter. Lo has estado desde tu primer año. Se
mudó contigo después de todo lo de Josh y su novia. Lo sabías todo. Carter
confió en ti y te contó lo herido que estaba. No podías soportarlo, así que te
involucraste por él.
Josh se encoge como si le hubieran dado una bofetada.
—¿Qué hizo?
—Tu papá maneja la planta de embotellamiento. Meter drogas en una
botella de licor no sería un gran problema. Podrías romper el sello original,
abrir la botella, adulterarla, y utilizar la máquina para ponerle otro sello
plástico. Nadie lo sabría.
Scott ríe sombríamente.
—Sigue inventando historias, Kerry.
—Es así, ¿no? Una vez que el por qué está allí, se vuelve obvio.
Apuntaste a las dos personas que más dolor le causaron a Carter. Lo hiciste
parecer como si Josh violó a la novia de Carter, pero no lo hizo, ¿no? Tú
montaste toda esa escena entonces te quedaste atrás para observar.
—Mentira.
Josh tiene sus brazos cruzados sobre el pecho. Su mirada se mueve
entre Scott y yo.
—¿Montó la escena? ¿Por qué?
—Porque tú lastimaste a Carter. Ambos lo hicieron, así que les hizo
pagar, diez veces. Eso deja a Emily en el club. Ese también fuiste tú, ¿verdad?
Sabías que le gustaba Carter, así que te encargaste de ello. ¿Y las otras
víctimas de violación recientes? ¿También se metieron con Carter?
—¿Y la botella del grupo de estudio? —pregunta Josh.
—Eso fue un accidente. Sherry no le pidió a Scott la botella, robó una de
su escondite. Nos contó que las botellas eran caras mientras estaba comiendo
galletas, y que el grupo no trajo cosas baratas. Ella no tenía el dinero para
comprar la suya, así que agarró la de él. Beth y yo estábamos en el lugar
equivocado en el momento equivocado.
Las manos de Josh se apuñan a sus costados.
—Di algo, imbécil. Refútalo o di que es verdad, pero no decir nada solo te
hace ver culpable como el infierno.
Scott pone los ojos en blanco.
—No me digas que crees esta mierda.
—Tal vez no lo haría si no parecieras tan jodidamente tenso, como si ella
te hubiera descubierto.
Scott mira hacia otro lado, y se aclara la garganta.
—No lo habrías sabido nunca si no fuera por ella —se burla Scott
triunfalmente—. La venganza es una perra, ¿no es así? Tú lo arruinaste. Tenías
todo, y aun así no era suficiente. Te saliste del foco esa noche.
El cuerpo entero de Josh empieza a temblar.
—¿Me estás jodiendo?
Scott sostiene su cabeza alta.
—Te lo merecías, idiota. Eres un imbécil mimado y rico. Habrías violado
a alguien eventualmente.
—No, él no lo habría hecho ¿Qué demonios te pasa? —Me encuentro
gritando, luchando por Josh—. Solo porque el tipo viene de una casa
adinerada, no significa que sea un idiota.
—Todos ellos terminan igual al final. El privilegio les hace pensar que
pueden tomar y tomar, sin ningún castigo, nunca. Bueno, me aseguré de que
se sintiera tan miserable como Carter. —Scott ríe y sacude su cabeza, antes de
volver a su pintura.
Josh se acerca a Scott, con brazos trabados con músculos encadenados
listos para pelear.
—Eres un jodido idiota. Yo…
—No harás nada. No hay pruebas excepto la palabra de una puta que ha
estado cogiéndose a la universidad. Buena suerte con eso. —Scott está
completamente tranquilo, con una sonrisa perezosa y triunfante en su rostro.
Josh está listo para tomar una oscilación, cuando lo detengo. Lo agarro
por el codo y paso entre ellos, sacando mi teléfono de mi bolsillo.
—¿Puedes decir eso otra vez? Sería mejor con video.
Scott palidece.
—¿Me grabaste?
—Eres un tipo deshonesto, Scott. —Me alejo de él, sosteniendo mi
teléfono; que ahora está grabando video, así como sonido—. Sería una idiota
para entrar aquí, acusarte, y no registrarlo. No soy tan tonta.
Scott corre hacia mí, la mano extendida, listo para quitarme el teléfono.
Josh lo intercepta y deja salir una serie de juramentos mientras sus puños
colisionan con el costado de Scott. Dejo la grabadora en funcionamiento, y
vuelvo a meter el teléfono en mi bolsillo. Miro a mi alrededor por mi bolso, lista
para agarrar mi gas pimienta cuando me doy cuenta que todavía está en el otro
salón de clases.
Justo cuando miro a Josh para ver si puede aguantar su posición por un
segundo mientras lo agarro, grito. Scott tiene algo plateado en su mano, y
cuando azota el pecho de Josh, de repente hay demasiada sangre. Josh se
desmorona al suelo como una muñeca de trapo mojada.
Scott me sonríe.
—Tú eres la próxima, cariño.
—Estás loco. —Me aparto de él, de la hoja brillante en su mano. Parece
una trincheta, del tipo que utilizan para abrir los suministros de arte y cortar
lienzo.
—No, soy un hombre con un plan. Y para cada buen plan, siempre hay
un plan de respaldo. —Echa un vistazo a su pintura roja y luego a mí—. ¿Qué
tan difícil sería que la gente creyera que enloqueciste por completo y mataste a
Josh antes de matarte a ti misma? No muy difícil. Has dejado un rastro de
locura tan grueso que incluso un ciego puede verlo. Pero, una cosa que le dará
un toque final convincente es tu última pintura.

—¿De qué estás hablando? —retrocedo unos centímetros hacia la puerta,


lista para salir corriendo. Josh necesita ayuda antes de que se desangre y
muera en el suelo.
—Tuviste todo ese drama con tu madre robándote tu primer novio, y
luego te volviste una zorra. Tu comportamiento fue tan errático, tan
completamente desquiciado que esta última parte aturdirá a todos en silencio.
Ven aquí, Kerry. Tengo un lienzo en blanco para ti. Será tu último trabajo
antes de morir, y una de las notas suicidas más evocadoras jamás creadas.
Serás famosa en una forma desquiciada, pero ¿no es eso lo que quieren todos
los artistas? ¿Ser reconocidos?
Su voz es nivelada y sin miedo. Corro hacia la puerta, pero Scott la
bloquea y me agarra por el cuello. Me arrastra a través de la habitación, mis
brazos rasgando su agarre en mi cuello. Me deslizo en la sangre de Josh y la
desparramo por el suelo. Me empuja en un caballete y ordena:
—Agarra ese lienzo en blanco y ponlo en el caballete.
Lo hago, temblando tanto que casi dejo caer la cosa.
—Scott, no eres así. No quieres hacer esto. —Trato de convencerlo de que
salga de esto, pero estoy temblando tanto que apenas puedo hablar. Me siento
como si el tiempo se ralentizara a una velocidad sin prisa.
Mientras mis ojos barren la habitación buscando una salida, cualquier
medio para pedir ayuda, no consigo nada. Josh va a morir, y cuando
encuentren mi cadáver junto al suyo, todo el mundo pensará que yo lo hice.
Eso matará a Beth. Y a Nate... Nunca conseguí disculparme. Nunca tuve la
oportunidad de decirle que lo amo. Las lágrimas pican en mis ojos y ruedan
por mis mejillas aunque desearía que no lo hicieran. Quería ser fuerte, ser
audaz pero no lo soy. En el fondo, soy una cobarde.
Dedos cubiertos de pintura roja chasquean delante de mi cara.
—Kerry, muévete o te obligaré.
La realidad vuelve a entrar en foco y me pone enferma. Mi estómago se
revuelve nervioso, amenazando con vomitar su contenido. Cada pelo en mi
cuerpo está de punta, y mis músculos están gritando por correr o pelear.
Pararse aquí congelada, sin hacer nada, va en contra de sus deseos y los
pequeños movimientos bruscos que hago no forman parte del plan. Scott
agarra mi brazo y me empuja hacia los lienzos en blanco.
—Agarra uno —gruñe.
Coloco mi mano en una ranura vertical entre los gabinetes que contiene
los lienzos no utilizados y saco uno. La textura desigual del tejido de la tela se
siente como agujas en las almohadillas de mis dedos. Mi corazón golpea en mis
costillas rápidamente y suena en mis oídos. Saco el lienzo en blanco y lo pongo
donde quiere.
Sin previo aviso, Scott rompe un vaso que sostenía pinceles sucios. El
sonido me hace saltar, y no es hasta que veo el fragmento de vidrio y su mano
viniendo hacia mí que me doy cuenta de lo que está haciendo. Me vuelvo para
correr y huir por la puerta. Mi mano está en la manija, pero tan pronto como
arranco la puerta abierta, se cierra de golpe y soy empujada contra esta.
De espaldas a Scott, me fija en el lugar y sisea en mi oreja:
—Yo habría sido rápido sobre esto, después de todo, estabas en el lugar
equivocado en el momento equivocado, pero a la mierda con eso.
Sacude mis muñecas y me da vuelta, luego las amarra delante de mí.
—¿Qué estás haciendo? —Mi voz está tensa, tan ahogada que apenas
puedo oírla.
Scott recoge el trozo de vaso roto que puso en el mostrador, pero esta vez
no me suelta. Cuando lo tiene en la mano, viene hacia mí, pinchando el
fragmento en mi cara. Me estremezco esperando sentir dolor en mis ojos, pero
eso no es lo que sucede. Por un momento no hay nada y luego un goteo
caliente en mi mejilla seguido de dolor abrasador. Grito. No débil o apenas
audible. Es un chillido agudo, ensordecedor de perros, que rompe el cristal. La
sorpresa destella en los ojos de Scott. Murmura mientras agarra un trapo y lo
mete en mi boca, silenciándome.
No puedo respirar así. Voy a escupirlo, pero él me advierte:
—Juro por Dios, que encintaré tu boca y haré las cosas mucho peor si
haces un maldito sonido.
Con eso, agarra mi mano y azota el pedazo de vidrio a través de mis
dedos. Sangre roja brillante crece en cada uno entonces rueda abajo por mi
mano, en mi palma. Scott tira de mi brazo hacia el lienzo y pone mi dedo en la
tela.
Me dice qué escribir y cuando no me muevo, siento un pedazo de vidrio
en mi costado. Está detrás de mí, cerniendo sobre mí, presionando el
fragmento a mi lado.
—¿Quieres que lo empuje adentro? Puedo pensar en lugares peores,
lugares que nadie pensará en mirar. Dado que eres una puta total, tal vez te
guste. Quizás lo guardaré para el final.
Mi mano se estremece cuando empiezo a escribir cosas que nunca diría,
admitiendo actos que nunca haría. Las últimas palabras son horribles,
seguidas por lo más malvado que podría decirle a mi madre. Nunca le diría eso.
Nunca la heriría así. ¡Defiéndete! Mueve tus piernas, gira y patéalo en las
bolas. No te quedes ahí parada y mueras. Así no. No mientras hagas daño a
todos los que amas. ¡Muévete, Kerry!
Cuando empiezo a garabatear ADIÓS en sangre, lo cambio a SCOT antes
de que él me aparte. Caigo al suelo con un golpe, dejando una huella de mano
sangrienta, y escupo el trapo fuera de mi boca. Grito de nuevo y finalmente
encuentro el poder para luchar. Me empujo hacia arriba y me estrello en él, mi
cráneo directamente en su basura. Él creyó que iba a derribarlo, así que no
estaba listo para el impacto tan bajo. Scott cae hacia atrás, y nos deslizamos a
través del piso a la orilla de los gabinetes debajo de las ventanas. Se las arregla
para arrojarme a un lado mientras me lanza maldiciones.
Me doy vuelta sobre mi costado, me estiro por un armario, y tiro de la
puerta abierta. Jalo a Scott hacia mí, su cabeza de todos modos, y estrello la
puerta. Duro. Grita mientras la sangre rueda por su sien. Me levanto y corro
hacia la puerta de nuevo, pero no lo logro. Me hace tropezar y me agarra por
los tobillos, tirando de mí hacia él.
Voy a morir. Retorcerme no ayuda. Gritar no hace nada. No hay nadie
aquí. Ambos sabemos eso. No tengo gas pimienta ni armas. Scott se sienta
encima de mí, respirando con dificultad, derramando sangre sobre mí.
—Tú, perra estúpida. Te haré pagar. Te haré desear que estuvieses
muerta y, en poco tiempo, me pedirás que lo acabe y termine contigo.
El mundo es una mezcla borrosa de lágrimas y sangre que desenfoca las
sombras y la luz, haciendo todo turbio. Lo único claro de lo que estoy segura es
de la forma que se avecina detrás de Scott. Un hombre con un cuerpo fuerte y
un puño cerrado y apuñado hacia el costado de la cabeza de Scott. No hay
ningún sonido por un momento excepto un silbido audible seguido por el crack
de hueso fracturándose. Scott cae hacia adelante y es empujado a un lado.
Entonces Nate está allí, apoyándose su teléfono celular en la oreja. Habla
frenéticamente, diciendo algo sobre cuerpos y sangre. Mi cabeza se siente
caliente y pesada. El sueño se arrastra hacia mí, y mis párpados no quieren
permanecer abiertos. Su voz atraviesa la niebla mental que se cierne sobre mí.
—Kerry, quédate conmigo. No te vayas, Kerry.
El mundo se desvanece, y me siento cálida y segura. No moriré sola. La
habitación se encoge hasta un punto de luz. No oigo nada más que el distante
eco de la voz de Nate antes de que me envuelva el silencio.
Capítulo 15
La calidez y la oscuridad no parecen caminar de la mano, pero incluso
aunque no puedo ver nada, no tengo miedo. No tengo ni idea de dónde estoy.
Oigo un sonido agudo, irritante que hace que mi piel se arrastre. Trato de
sintonizarlo, pero no se detendrá. BEEP, BEEP, BEEP.
Hago una mueca cuando el dolor corre por mi cara y mi cuello,
extendiéndose en mi espalda y piernas. Los cortes gemelos en mis mejillas se
sienten como si estuvieran en llamas. Una sensación coincidente llega desde
las yemas de los dedos de mi mano izquierda. Gimo y luego oigo el sonido
molesto de nuevo, seguido por la voz más maravillosa, profunda y rica.
—Está despertando. —La esperanza de Nate es palpable. Está cerca.
Puedo sentirlo.
Cuando mis pestañas se separan, bizqueo. La habitación está llena de
luz solar, y no es hasta ese momento que siento cuánto me duele. Jadeo,
garganta seca como el desierto, y golpeo mi cuello para pedir agua.
—¿Quieres un trago? —pregunta Nate, se vuelve hacia la mesilla de
noche y me entrega una taza con un popote. La pone contra mis labios, y
cuando el agua fría se precipita por mi garganta, me doy cuenta de lo mucho
que estaba ardiendo. Cuando me detengo, Nate aparta la taza y la coloca de
nuevo en su lugar.
Parpadeo lentamente hacia él.
—¿Estás loco? —Las palabras son confusas y suenan como si salieran de
una vieja bruja.
Él está allí, sosteniendo su mano en mi frente, empujando mi cabello
suavemente fuera de mi cara, sonriendo hacia mí como si fuera la mujer
perfecta más hermosa que jamás haya visto. Sus ojos están vidriosos mientras
sacude su cabeza.
—No, en absoluto. No creía que fueras a despertar. Te golpeaste la
cabeza muy fuerte. Dios, Kerry... —Su voz se desvanece cuando baja su cara
hacia la mía e inhala una respiración temblorosa.
Echo un vistazo más allá de él y veo gente en el pasillo, enfermeras y
médicos, mi madre, y Beth. Me asusto y trato de sentarme, pero al instante lo
lamento. Mi costado se siente abierto. Presiono mis dedos y siento puntos de
sutura.
—¿Qué es esto?
—Te apuñaló. No sé si no lo sentías, pero seguiste luchando. Cuando te
encontré, había sangre por todas partes. Pensé que estabas muerta. Pensé que
te había perdido para siempre. —Toca mi cara suavemente y muerde sus labios
juntos para evitar decir más.
—¿Me salvaste?
Él asiente lentamente.
Miro a la gente de pie preocupada en el pasillo, cabezas bajas y brazos
doblados cerca de sus cuerpos. Falta una persona.
—¿Dónde está Josh?
—Está bien. —Nate habla lentamente—. Ellos llegaron justo a tiempo. Se
está recuperando. Déjame llamar a los médicos para que te vean, de acuerdo.
Has estado dormida por unos días.
—¿Días? —cuestiono. Cuando Nate se aleja, me doy cuenta que tengo
algo que decir antes de perder la oportunidad—. Te amo. Lamento mucho, si te
hice daño.
Nate se detiene y se vuelve hacia mí. Sus ojos están hinchados,
delineados con círculos oscuros. No se ha afeitado por días, así que oscuro
rastrojo bordea sus mejillas haciendo que sus ojos parezcan de un azul
brillante. El cuello de su camisa está desabrochado y la tela está arrugada.
Cuando regresa hacia mí, se inclina y se acerca a mi rostro, lo suficientemente
cerca como para besarme.
—No, yo lo lamento. Por todo. Beth me contó sobre Ferro y todo lo que
hiciste por mí. Kerry, soy un idiota. No tenía ni idea de que tú...
—¿Beth te contó? —Cuando chillo su nombre, es como una citación
porque ella aparece repentinamente.
—¡Está despierta! —Beth corre hacia el costado de la cama y lanza sus
brazos alrededor de mí en un enorme abrazo.
Nate se desliza lejos, mientras médicos, amigos y familiares me rodean.
Me informan, explicando lo que pasó después de que me desmayé. Josh estará
bien. Perdió mucha sangre, pero fueron capaces de salvarlo. Está en mi mismo
pasillo. Jace permanece en la ventana e inclina su cabeza cuando mis ojos se
cruzan con los suyos, antes de volver por el pasillo. Le contará a su hermano.
Ellos estarán bien.
Le pregunto a Beth:
—¿Te contó Josh? Él no le hizo daño a nadie. Él no lo hizo, Beth.
Ella sonríe suavemente hacia mí con verdadera felicidad en sus ojos.
—Lo sé. —Su voz es apretada, llena de emociones líquidas que amenazan
con derramarse por todas partes—. Nunca me sentí tan desequilibrada en mi
vida. Demasiadas noticias realmente buenas con demasiadas noticias
realmente malas casi me hicieron perderlo. Pero ahora estás a salvo. Josh tiene
la oportunidad de empezar de nuevo, y tú también.
Las enfermeras despejan la habitación, y estoy sola por un momento.
Hay una persona que permanece en el pasillo. Aún no me ha dicho nada.
—Mamá —susurro su nombre, y sus ojos encuentran los míos a través
del cristal de la ventana.
Le hago señas. Mamá se ve tan mal como me siento. Sus emociones
apenas están bajo control, y ella está temblando. Su labio inferior se estremece
y se abre.
—Lo siento mucho, bebé. —Está allí parada lista para irse, esperando
que la eche.
Si he aprendido algo de esto es que la vida es demasiado corta y no
siempre tendré la oportunidad de reparar las cosas. Esta vez, la tengo. Esta vez
depende de mí.
—Yo también, mamá. —Sostengo mis brazos hacia ella como lo hacía
cuando era una niña pequeña, y ella se descompone, corriendo hacia mí y
envolviéndome en un clásico abrazo de mamá. Me besa la frente y acaricia mi
cabello. Murmura disculpas y preocupaciones, retorciéndolos juntos hasta que
son lo mismo.
Dice:
—Pensé que podríamos resolverlo. Pensé que te perdería por un tiempo,
pero cuando llamaron y dijeron lo que pasó; ¡oh, Kerry! Y el mensaje escrito en
esa pintura —se aparta y me mira a los ojos—: No quiero que eso sea lo que
piensas de mí, nunca. Rompí con Matt. Te elijo a ti, y siempre lo haré.
Teniendo en cuenta que son las palabras que había querido oír, me
sorprende cuando de repente suenan huecas.
—Mamá, por favor no salgas con ninguno de mis novios de aquí en
adelante. Pero, si amas a Matt, y él te ama, ya no me comportaré como un
culo. Es incómodo, pero un día no lo será. Si es una cosa para siempre, te
amo, y lidiaré con ello. —Me encojo de hombros y sorbo por la nariz.
Mamá está sorprendida, o petrificada. Sus labios se retuercen,
cambiando entre una sonrisa y un ceño fruncido. Entonces comienza a llorar y
me abraza. Después de prometer no más Matt otra vez, dice:
—No podría haber soñado con una hija como tú. Eres todo lo que deseo
podría ser, diez veces. Estoy orgullosa de ti, Kerry.
No soy idiota. Sé que mis padres no serán los mismos después de eso,
pero el hecho de que mamá me puso primero no pasa desapercibido. Papá la
observa como si fuera alguien que conocía de hace mucho tiempo, alguien que
se deslizó entre sus dedos. Se pasan uno al otro sin decir una palabra,
arrepentimiento en sus ojos. Papá me sonríe, y hablamos hasta que estoy
demasiado cansada para permanecer despierta.
Los próximos días pasan así, con visitas de todos, incluso de Josh, pero
Nate no vuelve. Es como si se hubiera desvanecido, y eso me mata. Pensé que
arreglamos las cosas, pero supongo que no.
Después de mi alta, mis padres quieren llevarme a casa. No protesto. Es
casi el final del semestre, y no hay razón real para quedarme. Con la ayuda de
Chelsey y Kevin, empacan mi habitación por mí y cargan mis pertenencias
nuevas en la camioneta familiar.
Nate no llama ni escribe. Si me voy ahora, nunca lo volveré a ver. Saco
mi teléfono de mi bolsillo y le escribo:
GRACIAS. POR TODO.
Capítulo 16
Estoy de vuelta en Nueva Jersey entre mi gente en la tierra de los
altamente dogmáticos, donde la caballerosidad está muerta hace tiempo. Lo
admito; extraño a Texas. Extraño la manera en que los hombres sostienen las
puertas abiertas para las damas. Extraño el ritmo de vida más lento, donde no
todo está dictado por un reloj.
La curación apesta. He pasado semanas en el sofá, viendo televisión,
esperando sanar. No soy buena sentándome inmóvil. Me da demasiado en qué
pensar. Justo cuando estoy a punto de enloquecer por completo por el
aburrimiento, mi madre me lleva a un complejo de oficinas. Es un edificio de
ladrillo gris, de un piso, en el cuadrante feo de la ciudad.
Mamá se empuja a través de una puerta de vidrio y enciende las luces
mientras yo cojeo detrás. Estamos en medio de un espacio de oficinas sin
terminar con pisos de concreto y ningún techo. Las lámparas fluorescentes
parpadean desde vigas desnudas por encima de nuestras cabezas. Las paredes
están desnudas, y la sala está llena de lienzos en blanco de todos los tamaños
expuestos en caballetes. En el centro de la sala, el taburete de un artista está
al lado de una silla acolchada con ruedas y un cojín grande y cómodo. En una
pequeña mesa junto a la silla descansa una caja para pinturas rebosante de
demasiados tubos de color para contar. Una nueva paleta se equilibra
precariamente a la derecha, y, a la izquierda, cerdas de pinceles asoman por
encima de la parte superior de un vaso.
Mamá extiende sus manos en una pose de tah-dah.
—Todavía tienes unas semanas más de movimiento mínimo. Tu padre y
yo pensamos que estarías volviéndote loca pronto, así que pensamos en esto.
Espero que esté bien. —Está preocupada de que no me guste.
Admito que estoy aturdida. Es más que pensado, y está completamente
abastecido.
—Mamá, esto es increíble. Está más allá que bien. ¡Es impresionante! Y
está completamente abastecido. —Camino hacia las pinturas y levanto un tubo
—. Esta es la marca buena. Dios mío, ¿sabes cuánto cuesta esto?
Ella asiente ligeramente y sonríe suavemente.
—Lo sé. Pero no has pintado desde esa noche.
Lo admito:
—Sí, bueno, fue un poco traumático.
—Quería que encontrases la alegría que alguna vez tuvo para ti. Tal vez
no será lo mismo. Tal vez será mejor. Lo único que sé con seguridad es que
necesitas recoger un pincel. Necesitas una liberación creativa, Kerry. Siempre
lo has hecho. No dejes que ese imbécil te robe esto. —Vacila y añade—: Pero si
es demasiado ahora mismo, lo entiendo.
Sacudiendo mi cabeza, me siento en el taburete y sonrío.
—No, ma. Es perfecto.
Ella irradia.
—Es la primera vez que me llamas ma en mucho tiempo.
Miro por encima de mi hombro hacia ella.
—Solías odiarlo.
—Ya no me siento así. —Mira a su alrededor, tratando de esconder su
felicidad—. El cuarto de baño está ahí atrás, una mini-nevera está totalmente
abastecida por allí, y espero que hayas traído tu celular porque te estoy
dejando aquí para que pintes.
Sonriendo, rio ligeramente y le muestro mi teléfono.
—Sí, lo tengo. —Después de que le prometo que voy a llamar cuando
haya terminado por el día, me da un juego de llaves y se dirige hacia fuera.
Miro alrededor hacia mi primer estudio. La sensación es agridulce.
Selecciono un pincel del vaso y enrollo mi cabello en un bollo, luego lo apuñalo
con el pincel antes de ponerme a trabajar.
Capítulo 17
La soledad escapa de mi corazón y no se detiene sin importar lo que
haga. Lo extraño. Extraño a Nate. Otros pocos días pasan a la velocidad de la
pereza. Paso el día y la mayor parte de la noche pintando. He empezado a
llamar taxis cuando vuelvo a casa porque es más de medianoche. Mamá está
diferente. Ella cambió esa noche. Yo también.
Mis cuadros son oscuros y fragmentados. No hay flujo, ni vida. Es como
si mi alma estuviera seca. Exasperada, arrojo mi pincel a través de la
habitación. Salpica la pintura azul oscuro en el piso de concreto y patina hasta
detenerse.
Mi teléfono suena. Probablemente es Beth otra vez. Hemos estado
enviándonos mensajes casi sin parar. Ella conoció a un tipo y está decidida a
esconderlo de sus hermanos. Sonrío y alcanzo mi teléfono. Cuando veo el
nombre en la pantalla, mi pecho se aprieta.
NATE: ¿PUEDO VERTE?
—Quisiera, pero estoy a tres mil kilómetros de distancia —murmuro al
cuarto vacío.
Cuando empiezo a escribir la respuesta, siento ojos en la parte posterior
de mi cuello. Mientras me giro lentamente, sé que ya está aquí, de pie en la
puerta.
—¿Nate? —Digo su nombre como una pregunta, segura que no es él. No
puede ser.
Me sonríe tímidamente.
—Lamento la falta de aviso, y el movimiento totalmente idiota en Texas.
Pensé que tenía un poco de tiempo, y entonces te habías ido. No lo sabía hasta
que te fuiste.
Estoy congelada, las emociones cerradas, y nada se extiende a través de
mi rostro; ni felicidad ni odio. Estoy en blanco como los lienzos que me rodean.
Nate se acerca a mí, sus ojos clavados en los míos.
—Me arriesgué. Vine a buscarte, y tu mamá dijo que estabas aquí.
Espero que no te importe. —Es cuidadoso, cauteloso.
Estoy muda, los labios entreabiertos, silenciosamente mirando.
Continúa diciendo:
—Ya ves, estaba en Nueva York, y pensé en ver si estabas bien.
—¿Qué estabas haciendo allí? —La pregunta sale.
Él baja su cabeza y luego inhala lentamente, haciendo que sus ojos se
encuentran con los míos una vez más.
—Acabo de recibir dos pagos; uno de la compañía de extracción que
compró mi tierra por un dólar superior. El otro del agente de seguros que
estaba seguro que mi casa se había quemado hasta las cenizas porque mi
novia no sabía cocinar.
Resoplo una risa pequeña y aparto la mirada.
—Bueno, eso es casi cierto.
—Nunca te he agradecido por eso. Por protegerme, por ayudarme.
—Habrías hecho lo mismo por mí.
Él no dice nada, solo me observa con esos ojos de zafiro. Continúa:
—He dado el dinero de la compañía petrolera a un fondo ambiental que
solicitó una orden judicial esta tarde. Ferro no puede perforar hasta que la
corte escuche el caso. —Sonríe, revelando un hoyuelo en su mejilla izquierda—.
Y el resto de esto, bueno, estuve hablando con mi hermanastro, y resulta que
no es un imbécil. En realidad es un buen tipo.
—¿Peter?
Él asiente.
—Sí. Me ofreció un trabajo aquí.
Mi corazón late una vez y cae a mis zapatillas. Planeaba volver a Texas,
pero él no estará allí. Estará aquí arriba.
—¿Lo tomaste?
—Sí.
Mis ojos pican mientras se ponen brillantes con lágrimas. Las parpadeo y
sonrío falsamente, tratando de estar feliz por él.
—Entonces, ¿eres parte de la familia Ferro ahora? Me alegro. Apesta
estar solo.
Se adelanta, más cerca de mí, pero a un brazo de distancia.
—Sí, pensé en lo que dijiste. No soy como mi padre biológico, así que no
estaba bien asumir que mis hermanos serían como él tampoco. Todos
hablamos; bueno, hablé con Peter y Jon. Sean es otra historia. —Ríe
nerviosamente y levanta su mirada para encontrarse con la mía mientras
retuerce sus manos.
La conversación muere, y la sala queda en silencio, excepto por el
zumbido de las luces de arriba. No sé qué decir. No sé qué quiere. Es tan difícil
de leer. ¿Por qué iba a venir aquí si no quería tener nada que ver conmigo?
Logro soltar:
—¿Y ahora qué?
Él mira mi mano, luego mi rostro. Se acerca más, cerrando la distancia.
Está a un paso de distancia.
—Dime tú.
—No —susurro—. Si te importo, muéstramelo. No me hagas adivinar. No
salgas conmigo y entonces...
No tengo la oportunidad de terminar mi pensamiento porque sus labios
están en los míos. La presión es suave, y el beso es perfecto. Me sostiene
suavemente, y cuando el beso ha terminado, se aparta.
—Te quiero, Kerry. Texas, Nueva Jersey, o donde quieras ir. Te seguiré.
Quiero conocerte. Quiero ser parte de tu vida si me dejas. Sé que no lo
merezco. Fui un imbécil. No me di cuenta de por qué hiciste nada hasta que
Beth lo explicó. Debería haberlo visto, Kerry. Desearía haberlo hecho. Ojalá
hubiera sabido que hiciste toda esa mierda loca porque me amabas.
Inhala profundamente y presiona.
—La pregunta es, después de todo lo que te he hecho, ¿todavía me
amas? Si no lo haces, puedo irme. No te molestaré de nuevo. Pero si hay una
oportunidad para nosotros, bueno, tenía que tomarla. Te amo, Kerry Hill.
¿Todavía me amas?
El momento es surrealista. Su voz permanece en el aire como notas
musicales. Me inclino cerca y presiono mis labios suavemente a los suyos,
entonces susurro:
—Sí.

FIN
Sobre la Autora

H.M. Ward nació en Nueva York, y vive en Texas. Estudió teología,


ciencia que le fascina. Le encantan las historias que combinan la teología, la
cultura y la vida.
Siempre le ha gustado crear. Desde pequeña ama escribir y pintar. Opina
que ambas se complementan entre sí en su mente. Dice: “Mis palabras se
extienden como la pintura sobre el papel, y me gusta recrear un encuentro
emocional entre el lector y la experiencia”.
Es una romántica empedernida. Cree en el amor verdadero, y tuvo la
suerte de encontrarlo y mantenerlo. Le encantan las historias sombrías y
melancólicas y la música. Toca el violonchelo, y competía cuando era más
joven.
Créditos

Traducción
Pau Belikov

Corrección, recopilación y revisión


LizC y Nanis

Diagramación
Marapubs

También podría gustarte