Libro Central de Bordes, Modulos Conceptuales
Libro Central de Bordes, Modulos Conceptuales
Libro Central de Bordes, Modulos Conceptuales
Prefacio
Como amante de toda la vida de la música de Paul Simon, todavía encuentro divertido que cuando tenía 13
años, un amigo comentó que la canción "Think Too Much" me describía acertadamente. La esencia básica de
la canción se refleja en el estribillo, que es la línea "tal vez pienso demasiado" repetida cuatro veces. Para
subrayar la naturaleza de este tipo de pensamiento repetitivo, Simon escribió no una, sino dos canciones con
el mismo título y estribillo (las cuales están en su álbum Hearts and Bones). La primera de estas dos canciones
es ligera y alegre, centrándose en pensar en una chica que amaba. Pero la segunda canción es más oscura y
triste, ya que trata desesperadamente de entender dónde salió mal la relación y se siente agotado por todos sus
pensamientos.
Este libro trata sobre el tipo de pensamiento que describe Paul Simon: el tipo de pensamiento que es repetitivo,
difícil de detener, agotador e improductivo. Es algo que casi todo el mundo hace. La mayoría de las personas
saben lo que es reflexionar sobre cómo no pueden lidiar con el estrés laboral, repetir las razones por las que
terminó una relación, concentrarse en todas las cosas que podrían salir mal en una próxima presentación y
fijarse en cómo responderán a un insulto percibido. Este tipo de pensamiento repetitivo se llama rumiación y
ha sido un foco de investigación por parte de psicólogos clínicos, sociales, cognitivos y de la salud desde
principios de la década de 1990.
Sabemos que la mayoría de las personas, tanto jóvenes como mayores, reflexionan cuando se sienten alteradas
(Garnefski y Kraaij, 2006; Siewert, Kubiak, Jonas y Weber, 2011; Siewert, Kubiak, Jonas y Weber, 2013).
Desafortunadamente, aunque es un proceso cognitivo normativo, los altos niveles de rumiación contribuyen a
una amplia gama de resultados dañinos para la salud mental y física, desde depresión y ansiedad hasta
trastornos alimentarios, abuso de sustancias, comportamiento agresivo y mala salud. Las personas también
rumian con los demás, con resultados tanto positivos como negativos. Las teorías y la evidencia proponen
varias razones por las que las personas se involucran en este tipo de proceso de pensamiento, a pesar de sus
muchas consecuencias negativas. Los investigadores también han explorado los correlatos cognitivos y
neurales de la rumia. Finalmente, varios tipos de intervenciones disminuyen con éxito la rumia. En un
momento en que hay tantas razones para cavilar y preocuparse, comprender lo que los psicólogos saben sobre
la rumiación puede ayudar a las personas a llevar vidas más productivas y reducir la angustia emocional
innecesaria. El libro más reciente que resume el campo de la rumia se publicó hace más de 15 años y se centró
exclusivamente en la rumia en el contexto de la depresión (Papageorgiou & Wells, 2004). Por lo tanto, el
campo necesita una descripción general actualizada y más completa y la integración de los cientos de estudios
sobre la rumia y construcciones relacionadas.
Este libro comprende una revisión exhaustiva de investigaciones psicológicas, teorías y tratamientos
relacionados con la rumia. Como tal, debería ser un recurso académico útil para psicólogos (tanto
investigadores como clínicos) y otros científicos sociales. En segundo lugar, podría servir como un libro de
texto adecuado para cursos avanzados de pregrado y posgrado sobre rumiación, afrontamiento y/o regulación
emocional. Dada la escasez de libros sobre este tema y lo omnipresente que es la rumiación en la vida de las
personas, también espero que este libro sea accesible para cualquier persona que tenga curiosidad por
comprender las razones por las que se involucran en la rumiación frecuente, qué consecuencias podría tener y
qué pueden hacer para detener este proceso (los lectores interesados pueden consultar el Recuadro 1 para
obtener breves explicaciones de los términos y conceptos importantes de la investigación). Aunque este no es
un libro de autoayuda, los capítulos 10 a 12 proporcionan referencias para manuales de tratamiento y libros
de autoayuda.
Caja 1
Para los lectores que no estén tan familiarizados con los conceptos y términos de la investigación psicológica,
ofrezco algunas definiciones y explicaciones breves que pueden ayudar a comprender el lenguaje de
investigación utilizado en este libro.
Los constructos son los conceptos psicológicos complejos que los investigadores están interesados en estudiar
(por ejemplo, rumiación, ansiedad, felicidad y evitación). Cuando los investigadores miden o manipulan un
constructo en un estudio de investigación, se denomina variable.
A veces, los investigadores están interesados en comprender las tendencias o disposiciones estables de las
personas; estos se llaman rasgos. Otras veces, los investigadores quieren entender cómo piensan y sienten las
personas en el momento, o su estado actual. Muchas variables, como la rumiación, se estudian a nivel de rasgo
(p. ej., ¿cómo es usted en general?) y de estado (p. ej., ¿cómo está ahora mismo?).
• En los estudios experimentales, los investigadores manipulan una o más variables independientes (IV) y
examinan su efecto sobre una o más variables dependientes (DV). La manipulación significa que los
investigadores varían sistemáticamente el nivel (es decir, la condición) de la IV (por ejemplo, las condiciones
de rumiación o distracción). A menudo, se dice que una variable que ha sido manipulada es inducida (p. ej.,
rumia inducida). Los experimentos entre sujetos requieren que los participantes sean asignados al azar para
recibir solo una condición. El fundamento de estos experimentos es que si los investigadores pueden controlar
otras variables que podrían influir en el DV (incluidas las diferencias individuales entre personas, mediante
asignación aleatoria), cualquier diferencia en el DV entre condiciones debe deberse al efecto del IV. Debido
a que pueden determinar asociaciones causales, los experimentos a menudo se consideran el estándar de oro
en la investigación.
• En los estudios no experimentales (es decir, correlacionales y de encuesta), los participantes generalmente
completan varios cuestionarios (por ejemplo, un conjunto de preguntas escritas), cada uno de los cuales mide
un constructo de interés. Luego, los investigadores examinan las asociaciones estadísticas entre varios
constructos. Aunque la investigación no experimental no puede determinar la causalidad, puede establecer
asociaciones iniciales entre constructos. Además, muchos constructos de interés en la psicología clínica (por
ejemplo, los síntomas psicológicos) no se pueden manipular éticamente, lo que deja a la investigación no
experimental como única opción.
• Los estudios de investigación pueden ser transversales (es decir, los participantes participan en la
investigación solo una vez) o longitudinales (es decir, los participantes participan en la investigación más de
una vez). Ya sean experimentales o no experimentales, los estudios transversales brindan instantáneas de un
punto dado en el tiempo. Los estudios longitudinales permiten a los investigadores examinar los cambios que
ocurren naturalmente en los individuos, o el efecto de una variable manipulada, a lo largo del tiempo.
• Los estudios de muestreo de experiencia son un tipo particular de estudio longitudinal en el que los
participantes proporcionan datos con frecuencia y repetidamente durante un período de tiempo determinado
(p. ej., todas las noches durante 2 semanas; varias veces al día durante 1 semana). Este diseño permite a los
investigadores determinar la direccionalidad de las asociaciones (por ejemplo, si el estado de ánimo negativo
está asociado con una mayor rumia en la siguiente evaluación y viceversa). También permite la evaluación de
variables a nivel estatal en contextos distintos a un entorno de laboratorio.
• Los metaanálisis son tipos especiales de revisiones de la literatura que combinan resultados estadísticos (p.
ej., correlaciones y tamaños del efecto) de muchos estudios anteriores y usan estos "datos" para sacar
conclusiones con base estadística sobre un cuerpo de investigación. Los metanálisis agregan los resultados de
muchos estudios individuales, a veces incluso de los que no han sido publicados, y por lo tanto pueden
identificar consistencias y/o inconsistencias importantes en la literatura, así como también determinar los
tamaños de efecto promedio de asociaciones importantes.
Términos estadísticos:
• Correlación significa que dos variables están asociadas entre sí de manera lineal, de modo que las personas
que obtienen una puntuación alta (o baja) en una variable probablemente obtendrán una puntuación alta (o
baja) en la otra variable. El hecho de que dos variables estén correlacionadas no significa que una sea la
causa de la otra.
• El término predecir se usa de muchas maneras en la escritura popular e incluso científica. En este libro, lo
uso para referirme a asociaciones para las que existe cierta precedencia temporal. En otras palabras, si una
variable (por ejemplo, la rumiación) predice otra (por ejemplo, la ira), esto significa que la rumiación no solo
está asociada con la ira, sino que la precede. Este tipo de conclusión es posible en diseños de estudios
longitudinales y/o experimentales.
• El análisis factorial es un procedimiento estadístico que descubre o confirma patrones de asociaciones entre
ítems en uno o más cuestionarios. Según las interrelaciones entre los elementos, pueden surgir uno o más
factores (es decir, variables subyacentes). Por ejemplo, los ítems de la escala de rumia enojada están
interrelacionados de tal manera que sugieren 4 factores separados pero relacionados (a veces llamados
subescalas o facetas) de la rumia enojada.
• La moderación ocurre cuando una variable influye en la fuerza de la asociación entre otras dos variables.
Por ejemplo, el estrés modera la asociación entre la rumiación y los síntomas depresivos, de modo que la
rumiación se asocia solo, o más fuertemente, con síntomas depresivos en personas con mucho estrés. Cuando
una variable (por ejemplo, el estrés) modera el efecto de otra (por ejemplo, la rumia), se dice que interactúan.
• La mediación ocurre cuando una variable representa estadísticamente la asociación entre otras dos variables.
Conceptualmente, un modelo de mediación afirma que una variable (p. ej., rumiación) provoca el mediador
(p. ej., ira), que a su vez provoca otra variable (p. ej., agresión); en otras palabras, el IV tiene un efecto indirecto
sobre el DV a través del mediador. Estadísticamente, la mediación se sugiere cuando la asociación entre dos
variables disminuye cuando se controla por un mediador potencial.
¿Qué es la rumiación?
La rumiación tiene múltiples definiciones, lo que refleja el hecho de que a menudo se estudia en el contexto
de determinados trastornos mentales. Este libro presenta las siguientes formas de pensamiento repetitivo:
rumiación depresiva, melancolía, reflexión recursiva, rumiación reactiva al estrés, rumiación positiva,
preocupación, rumiación anticipatoria, rumiación posterior al evento, rumiación centrada en el trauma,
rumiación intrusiva, rumiación deliberada, rumiación enojada, pensamiento de deseo., rumiación centrada en
comer y coruminación. Como veremos en los capítulos 1 a 6, cada uno de estos términos tiene una definición
estricta.
Las definiciones generales de rumia también varían en alcance. Martin y Tesser (1996) definieron la rumia
como pensamientos conscientes y repetitivos centrados en un tema particular que ocurren en ausencia de una
necesidad ambiental para ellos. Sugirieron que la rumia puede ser negativa o positiva (como cuando las
personas recuerdan, disfrutan o anticipan algo positivo). De manera similar, Segerstrom, Stanton, Alden y
Shortridge (2003) definieron el pensamiento repetitivo como pensar con atención, de manera repetitiva o
frecuente sobre uno mismo y el mundo. Argumentaron que las formas positivas de pensamiento repetitivo
pueden incluir el procesamiento emocional y la búsqueda de beneficios (ver también Watkins, 2008). Sin
embargo, otras definiciones generales se centran en la rumiación sobre experiencias internas o externas
negativas. Brosschot, Gerin y Thayer (2006) definieron la cognición perseverante como cualquier tipo de
cognición, consciente o inconsciente, que es repetitiva, de duración prolongada y se enfoca en un factor
estresante en particular. De manera similar, Ehring y Watkins (2008) definieron el pensamiento negativo
repetitivo como un proceso de pensamiento repetitivo, pasivo y/o relativamente incontrolable sobre contenido
negativo. Todos estos investigadores han hecho contribuciones notables al campo. Y aún así, no se ha llegado
a un consenso sobre la definición e incluso el nombre de este constructo.
Mi propósito no es proponer la definición correcta. En cambio, este libro revisa las diversas literaturas sobre
rumiación y construcciones relacionadas. Uso la frase “rumia y construcciones relacionadas”
intencionalmente. Debido a que incluyo investigaciones sobre formas más positivas de pensamiento repetitivo
(p. ej., rumiación positiva y rumiación deliberada), las frases pensamiento repetitivo negativo y cognición
perseverante no son lo suficientemente inclusivas. Al mismo tiempo, este libro no revisa la literatura sobre
divagación mental, soñar despierto, pesimismo defensivo o formas repetitivas de resolución de problemas (p.
ej., ensayo), que también pueden ser formas de pensamiento repetitivo general (Watkins, 2008). Al decidir
qué constructos incluir en este libro, seleccioné los tipos de pensamiento repetitivo que están claramente
asociados con los resultados clínicos o los constructos asociados con los resultados clínicos. No incluyo formas
de pensamiento repetitivo que se asocian principalmente con el bienestar o el funcionamiento académico.
Dicho esto, puede haber literatura no incluida aquí que eventualmente aprendamos que es clínicamente
relevante.
Estructura del libro
Organizó la literatura sobre rumiación y construcciones relacionadas en tres partes. En la Sección 1, seis
capítulos describen las definiciones, la naturaleza y los resultados de la rumia en sus muchas formas, así como
las teorías específicas del trastorno. El Capítulo 1, Rumiación y trastornos del estado de ánimo, cubre la teoría
de los estilos de respuesta y la extensa literatura sobre la rumiación y la depresión, así como la incipiente
investigación sobre la rumiación y el trastorno bipolar. El Capítulo 2, Rumiación y trastornos relacionados
con la ansiedad, revisa la evidencia y las teorías sobre cómo la rumiación, la preocupación y otros constructos
relacionados se asocian con una variedad de trastornos relacionados con la ansiedad. El Capítulo 3, Rumiación,
ira y agresión, incluye investigación y teoría sobre rumiación, ira y agresión. El Capítulo 4, Rumiación y
comportamientos desregulados, cubre varias publicaciones relacionadas con comportamientos desregulados,
a saber, abuso de sustancias, trastornos alimentarios, autolesiones y suicidio, personalidad límite y psicosis.
El Capítulo 5, Rumiación y funcionamiento físico, revisa la extensa investigación que vincula la rumiación
con varios resultados fisiológicos, como el funcionamiento cardíaco, endocrino e inmunológico, así como
problemas de sueño, dolor y comportamientos relacionados con la salud. El capítulo 6, Consecuencias de la
rumiación expresada, presenta a los lectores varios textos sobre la expresión de la rumiación, tanto por escrito
como para otras personas, así como sus consecuencias. En cada uno de estos capítulos, las notas al pie brindan
información a los lectores interesados acerca de los cuestionarios que evalúan formas específicas de rumia.
En la Sección 2, tres capítulos describen las causas y los correlatos de la rumia. El Capítulo 7, Desencadenantes
de la rumia, revisa la teoría del control y la investigación sobre los desencadenantes emocionales y
relacionados con el estrés de la rumia. El Capítulo 8, Creencias, rasgos y motivaciones subyacentes a la rumia,
cubre varias variables de diferencias individuales que pueden influir en si las personas rumian, como las
creencias sobre la rumia, la evitación y la represión, el neuroticismo y los rasgos de personalidad relacionados,
y los déficits y motivos de regulación emocional. El Capítulo 9, Rumiación, cognición y el cerebro, incluye
investigaciones sobre los correlatos cognitivos y neurales de la rumiación.
En la Sección 3, tres capítulos describen tratamientos y teorías relacionadas. El Capítulo 10, Terapias
cognitivo-conductuales, cubre la terapia cognitivo-conductual basada en la rumiación, así como la evidencia
que respalda varias intervenciones de modificación del sesgo cognitivo. El Capítulo 11, Terapias basadas en
la atención plena, revisa la teoría y la investigación básica sobre la eficacia de los tratamientos relacionados
con la atención plena para reducir la rumiación y los constructos relacionados. El Capítulo 12, Terapia
metacognitiva, presenta a los lectores la teoría, el tratamiento y la investigación que respaldan la terapia
metacognitiva. En el Epílogo, reflexiono brevemente sobre dos preguntas que creo que constituyen cuestiones
importantes que el campo debe abordar. Para que los lectores puedan reflexionar sobre estas preguntas
mientras leen el libro, las planteo aquí: (1) ¿Son significativas las diferencias entre los diversos tipos de
rumiación? y (2) ¿Por qué la gente rumia?
Capítulo 1
Resumen
Este capítulo revisa la literatura sobre la rumiación depresiva o el pensamiento repetitivo sobre la naturaleza,
las causas y las consecuencias de los síntomas depresivos. Después de describir el desarrollo de este constructo
y la teoría de los estilos de respuesta asociados, se revisa la evidencia empírica que relaciona la rumia depresiva
con el mantenimiento o la exacerbación del estado de ánimo triste y los síntomas depresivos. Luego se explora
la evidencia empírica de los mecanismos propuestos de la rumiación depresiva: pensamiento negativo,
resolución de problemas deteriorada, evitación conductual y apoyo social deficiente. Después de un examen
del campo naciente de la rumiación y el trastorno bipolar, se explora la investigación sobre las diferencias de
género en la rumiación depresiva. El capítulo termina con una discusión de los moderadores de la rumiación
depresiva y una teoría propuesta que integra la literatura de la rumiación con otros predictores conocidos de
depresión.
Palabras clave
Rumia; depresión; teoría de los estilos de respuesta; bipolar; diferencias de género; mecanismos; moderadores.
Visión general
Este capítulo revisa la literatura sobre la rumiación depresiva o el pensamiento repetitivo sobre la naturaleza,
las causas y las consecuencias de los síntomas depresivos. Después de describir el desarrollo de este constructo
y la teoría de los estilos de respuesta asociados, se revisa la evidencia empírica que relaciona la rumia depresiva
con el mantenimiento o la exacerbación del estado de ánimo triste y los síntomas depresivos. Luego se explora
la evidencia empírica de los mecanismos propuestos de la rumiación depresiva: pensamiento negativo,
resolución de problemas deteriorada, evitación conductual y apoyo social deficiente. Después de un examen
del campo naciente de la rumiación y el trastorno bipolar, se explora la investigación sobre las diferencias de
género en la rumiación depresiva. El capítulo termina con una discusión de los moderadores de la rumiación
depresiva y una teoría propuesta que integra la literatura de la rumiación con otros predictores conocidos de
depresión.
Ann fue cliente mía durante casi 2 años. Llegó a terapia un año después de la muerte de su esposo de 47 años.
Ahora con 69 años, nunca había vivido sola y se sentía asustada y a la deriva. Lloraba a menudo, dormía mal
y tenía problemas para encontrar la energía para hacer casi cualquier cosa. Solía ser pintora, pero parecía haber
perdido interés en lo que alguna vez fue una gran pasión. Ann y su esposo no tenían hijos y ella no devolvía
las llamadas de sus amigos por un tiempo, por lo que nadie la visitaba con regularidad. Al principio de
conocernos, compartió que había dado a luz a un hijo antes de casarse, pero que lo había dado en adopción.
Ahora se encontraba preguntándose constantemente acerca de su hijo y lamentando esa decisión precipitada
de su yo de 19 años. Cuando Ann tenía 16 años, su madre había sido asesinada a tiros accidentalmente por su
padre durante una de sus habituales peleas a gritos. Poco tiempo después, Ann dejó su hogar en Missouri y se
mudó a Los Ángeles, tratando de escapar de su dolor perdiéndose en la emoción de una vida de Hollywood.
Ahora, sin embargo, se encontró reviviendo ese horrible episodio, añorando a su madre y sintiéndose culpable
por dejar atrás a su hermana menor.
Las teorías cognitivas proponen que el contenido de los pensamientos de las personas contribuye a los
síntomas depresivos. Por ejemplo, Beck (1967) señaló que las personas deprimidas tienen una visión
excesivamente negativa de sí mismos, de los demás y del futuro. Estas creencias negativas generalmente no
son precisas, pero contribuyen a que las personas se sientan desesperanzadas e indefensas. Beck también
propuso que todos tienen creencias fundamentales profundamente arraigadas y, a menudo, inconscientes sobre
sí mismos y el mundo. Estas creencias o esquemas centrales a menudo se originan en la niñez y están
moldeados por personas importantes y/o eventos de la vida. Por lo tanto, las frecuentes discusiones de sus
padres sobre sus hijos y la muerte repentina de su madre pueden haber contribuido a las creencias
fundamentales de Ann de que ella era defectuosa y que el apoyo y el amor de los demás eran fugaces y poco
confiables. Los esquemas negativos como este hacen que las personas sean más vulnerables a la depresión si
más adelante se encuentran con eventos negativos de la vida que activan esquemas relevantes. Los esquemas
activados sirven entonces como filtros a través de los cuales las personas perciben el mundo. Para Ann, la
muerte de su marido activó sus esquemas negativos, que a su vez influyeron en la forma en que percibía los
acontecimientos de su vida. Por ejemplo, su observación de que pocos amigos la llamaban desencadenó
pensamientos automáticos de que no podía ser amada, en lugar de la conclusión más precisa de que podrían
pensar que quería que la dejaran sola.
Esta teoría cognitiva de la depresión se ha ampliado a lo largo de los años y se han identificado muchos otros
tipos de pensamientos inútiles, pero la premisa básica sigue siendo la misma: el contenido específico de los
pensamientos que surgen en respuesta a los acontecimientos negativos de la vida explica el inicio y el
mantenimiento de la depresión. Hay, sin embargo, un segundo grupo de modelos cognitivos. Estos modelos
se centran menos en el contenido del pensamiento y más en el proceso de volver la atención hacia adentro,
una construcción llamada atención centrada en uno mismo.
Sin embargo, el enfoque interno en sí mismo también provoca emociones negativas, particularmente cuando
existe una discrepancia negativa y cuando uno no puede resolver tal discrepancia. Cuando ocurren
discrepancias irresolubles (p. ej., la muerte del esposo de Anne), la respuesta adaptativa podría ser evitar un
mayor enfoque en sí mismo y pasar a objetivos alternativos (p. ej., encontrar nuevos amigos). En algunos
casos, sin embargo, las personas no quieren o no pueden seguir adelante y continuar enfocando su atención
internamente. Esta atención autocentrada sostenida intensifica el afecto negativo y la autocrítica, lo que
conduce a la depresión (Pyszczynski y Greenberg, 1987). Una vez que se encuentran en un estado de ánimo
deprimido, las personas pueden desarrollar un estilo de autoenfoque depresivo, en el que su modo
predeterminado es el enfoque hacia adentro. Estos individuos ahora tienen un bucle de retroalimentación
negativa defectuoso, en el que el enfoque en sí mismos nunca se apaga, incluso cuando la situación exige
atención en otra parte (Ingram, 1990). En el caso de Anne, la atención centrada en sí misma desencadenada
por la muerte de su marido contribuyó a su estado de ánimo deprimido sostenido, lo que a su vez provocó una
atención más centrada en sí misma. Y ahora se centró no solo en este incidente negativo, sino también en otras
experiencias negativas de su pasado. Estaba atrapada en un proceso de pensamiento repetitivo y enfocado
internamente, en esencia, atrapada en su propia mente.
En resumen, dos teorías cognitivas bastante separadas propusieron que tipos específicos de contenido de
pensamiento y el grado en que las personas participan en un proceso de atención interna contribuyen a la
depresión (Robinson & Alloy, 2003). Susan Nolen Hoeksema propuso y pasó años desarrollando una teoría
que integraba estos dos enfoques cognitivos (Nolen-Hoeksema, 1991; Nolen-Hoeksema, Wisco y
Lyubomirsky, 2008). Su definición de rumiación depresiva combina contenido de pensamiento negativo y
autoenfoque sostenido.
Teoría de los estilos de respuesta: definiciones y medición
Curiosamente, el ímpetu de la teoría de los estilos de respuesta (RST) no fue la fusión de dos teorías cognitivas
separadas de la depresión, sino más bien la explicación de las diferencias de género en la prevalencia de la
depresión. Después de revisar y refutar otras explicaciones propuestas (p. ej., genética, hormonas y roles
sexuales) de por qué a las mujeres se les diagnostica depresión con el doble de frecuencia que a los hombres,
Nolen-Hoeksema (1987) argumentó que las mujeres y los hombres tienen diferentes formas de responder o
hacer frente a estados de ánimo depresivos. Su hipótesis básica era que las mujeres son más propensas a
involucrarse en un estilo de respuesta pasivo y rumiante, mientras que los hombres son más propensos a
involucrarse en un estilo de respuesta activo y que distrae, cuando experimentan un estado de ánimo triste. Un
estilo de respuesta rumiante amplifica y prolonga los estados de ánimo tristes transitorios, lo que hace más
probable un episodio depresivo más largo. Por el contrario, participar en actividades que distraen amortigua y
acorta el estado de ánimo depresivo.
Como evidencia de las diferencias de género en los estilos de respuesta, Nolen Hoeksema (1987) presentó a
estudiantes universitarios una lista de cosas que la gente hace cuando está deprimida y les pidió que calificaran
la probabilidad de que participaran en cada una de las actividades. Los hombres puntuaron significativamente
más alto que las mujeres en "Evito pensar en las razones por las que estoy deprimido", "Hago algo físico",
"Hago un deporte" y "Tomo drogas", todas actividades que distraen a las personas de los estados de ánimo
tristes. Las mujeres, por otro lado, obtuvieron puntajes significativamente más altos en "Trato de determinar
por qué estoy deprimida", "Hablo con otras personas sobre mis sentimientos" y "Lloro para aliviar la tensión",
respuestas que enfocan y mantienen la atención sobre el estado de ánimo triste.
Sobre la base de estos resultados, Nolen-Hoeksema (1991) definió la rumiación depresiva como pensamientos
pasivos y repetitivos que centran la atención en los síntomas, las causas y las consecuencias de la depresión.
Reconoció que el contenido de la rumiación depresiva puede parecerse a los pensamientos negativos que
identificaron Beck y otros psicólogos cognitivos. Sin embargo, el estilo o proceso del pensamiento repetitivo
hace que este constructo sea único. Similar a la atención rígida centrada en uno mismo, la rumiación enfoca
la atención de las personas en su estado emocional y, por lo tanto, inhibe las acciones o pensamientos que
podrían ser más adaptativos. Sin embargo, a diferencia de las teorías de la atención centrada en uno mismo,
Nolen-Hoeksema argumentó que la rumiación depresiva no tiene que estar precedida por un evento de vida
negativo, porque a veces los estados de ánimo deprimidos no tienen una causa desencadenante clara. En
cambio, la rumiación depresiva enfoca la atención en un estado emocional negativo. También argumentó que
la atención centrada en uno mismo se conceptualizó como una respuesta automática, mientras que la rumiación
depresiva es un esfuerzo de afrontamiento con un propósito.
La hipótesis básica de RST (Teoría de los estilos de respuesta) es que las respuestas rumiativas al estado de
ánimo deprimido amplifican los estados de ánimo tristes y conducen a períodos más prolongados de depresión.
Por el contrario, la distracción en respuesta a un estado de ánimo deprimido disminuye los estados de ánimo
tristes. Nolen Hoeksema también propuso varios mecanismos de rumiación depresiva, que trataré más adelante
en este capítulo.
Para probar sus hipótesis, Nolen-Hoeksema desarrolló una medida para evaluar las tendencias a la rumiación
depresiva llamada Escala de respuestas rumiantes (RRS: Nolen-Hoeksema & Morrow, 1991). Esta medida era
originalmente una subescala de una medida más grande llamada Cuestionario de estilo de respuesta, que
también incluye subescalas que miden la distracción, la resolución de problemas y las actividades peligrosas.
El RRS de 22 ítems evalúa la rumia sobre los estados de ánimo depresivos ("Cuando te sientes triste, apagado
o deprimido, ¿con qué frecuencia...: piensas en lo solo que te sientes, piensas cosas como '¿Por qué siempre
reacciono de esta manera?'"). Esta medida se ha utilizado en cientos de estudios publicados y se ha adaptado
para niños (Abela, Brozina y Haigh, 2002). Sin embargo, la medida ha sido criticada por su superposición con
síntomas de depresión (Roberts, Gilboa y Gotlib, 1998; Treynor, Gonzalez y Nolen-Hoeksema, 2003). Para
abordar este problema, Nolen Hoeksema y sus colegas eliminaron los elementos de la medida original que
evalúan los síntomas depresivos (Treynor et al., 2003). Los 10 elementos restantes se cargan en dos factores:
la reflexión melancólica "una comparación pasiva de la situación actual de uno con algún estándar no
alcanzado", mientras que la reflexión recursiva evalúa los esfuerzos de resolución de problemas centrados en
uno mismo para comprender y aliviar el estado de ánimo deprimido (Treynor et al., 2003). , p.256).¹ Como
veremos, muchos estudios han comparado estas dos subescalas.
Hay varias formas en que se han estudiado los efectos de la rumia depresiva. Los estudios transversales
examinan si las medidas de la rumiación como rasgo se correlacionan con los síntomas depresivos en ese
mismo momento. Los estudios longitudinales prospectivos evalúan si la rumiación en una evaluación inicial
predice síntomas depresivos en un momento posterior. Estos tipos de diseños no experimentales abordan
preguntas sobre el inicio y la duración de la depresión diagnosticada, además de los síntomas depresivos
autoinformados. Por el contrario, los estudios experimentales suelen manipular la rumia y examinar su efecto
causal sobre el estado de ánimo triste. Estos diseños no pueden proporcionar información sobre la depresión
diagnosticada o incluso sobre muchos de los síntomas de la depresión, porque es poco probable que estos
síntomas cambian en respuesta a una breve manipulación de laboratorio. Aún así, como veremos, la
investigación experimental ha podido probar si la rumiación aumenta el estado de ánimo triste.
Rumiación y estado de ánimo triste
Alrededor de la época en que desarrolló RST, Nolen-Hoeksema también desarrolló una técnica de
investigación para la manipulación de la rumia que sigue siendo el estándar de oro en la literatura más amplia
sobre la rumia. En esta, se pide a los participantes que lean y reflexionen sobre una serie de 45 afirmaciones
autorreferenciales durante 8 minutos (Lyubomirsky & Nolen-Hoeksema, 1993; Nolen-Hoeksema & Morrow,
1993). Las afirmaciones se centran en las emociones, en los síntomas y en uno mismo, pero no especifican
ninguna emoción en particular (p. ej., "Qué podrían significar mis sentimientos", "el tipo de persona que soy",
"las sensaciones físicas en mi cuerpo ” y “por qué reaccionas como lo haces”). La condición de control o
distracción implica pensar en declaraciones que están enfocadas externamente y no relacionadas con síntomas
o emociones (por ejemplo, "un barco que cruza lentamente el Atlántico", "la expresión en el rostro de la Mona
Lisa" y "el diseño de la oficina de correos local”). Se instruye a los participantes en ambas condiciones para
que centren su atención intensamente en las indicaciones durante 8 minutos (Nolen-Hoeksema & Morrow,
1993). En esencia, esta manipulación induce la atención centrada en uno mismo al dirigir la atención de los
participantes a cómo se sienten, por qué y qué significa esto para ellos. Esto refleja la definición de rumiación
depresiva de Nolen-Hoeksema como atención centrada en uno mismo específicamente sobre los síntomas
depresivos. La única pieza que no se incluye en la manipulación es un enfoque específico sobre la depresión.
De hecho, las declaraciones en ambas condiciones son igualmente neutrales en términos de tono afectivo. Esto
se hizo intencionalmente, para separar los efectos de la rumiación y la depresión.
Esta manipulación se ha utilizado de varias maneras para demostrar que la rumia inducida aumenta el estado
de ánimo triste. En un experimento inicial, Nolen-Hoeksema incluyó participantes con puntajes altos o bajos
en una escala de autoinforme de depresión (Nolen-Hoeksema & Morrow, 1993). Fueron asignados
aleatoriamente a la manipulación de rumiación o distracción. Los participantes disfóricos que rumiaron
mostraron un aumento en su estado de ánimo triste, mientras que los participantes disfóricos en la condición
de distracción mostraron una disminución significativa en su estado de ánimo triste, al mismo nivel de tristeza
informado por los participantes no disfóricos. Ni la rumiación ni la distracción afectaron el estado de ánimo
triste en los participantes no disfóricos. Estos hallazgos se han replicado en otros estudios similares
(Lyubomirsky, Caldwell y Nolen-Hoeksema, 1998; Lyubomirsky, Kasri y Zehm, 2003; Lyubomirsky y
NolenHoeksema, 1993, 1995; Lyubomirsky, Tucker, Caldwell y Berg, 1999; Watkins & Teasdale, 2001). Al
comparar participantes diagnosticados con trastorno depresivo mayor con participantes de control no
deprimidos, la rumiación manipulada también aumenta el estado de ánimo triste, en relación con la distracción
manipulada (Donaldson y Lam, 2004; Lavender y Watkins, 2004; Park, Goodyer y Teasdale, 2004).
Alternativamente, los investigadores han inducido un estado de ánimo triste en los participantes antes de la
manipulación de la rumia. En el primer experimento que utilizó este procedimiento, los participantes leyeron
una historia triste mientras escuchaban música triste (Adagio para cuerdas de Barber) de fondo (Morrow &
Nolen-Hoeksema, 1990). Como era de esperar, la rumia mientras se estaba de un humor triste condujo a un
estado de ánimo más triste que la distracción. Versiones posteriores del mismo diseño de investigación
también encuentran que la rumia manipulada después de la inducción de un estado de ánimo triste provoca un
estado de ánimo más triste que la distracción (Ciesla & Roberts, 2007).
Un equipo de investigación en Alemania desarrolló una forma novedosa de utilizar la inducción de rumiación
de NolenHoeksema en la vida diaria (p. ej., Huffziger, Ebner-Priemer, Koudela, Reinhard y Kuehner, 2012).
A los estudiantes universitarios sanos se les proporcionaron tabletas electrónicas durante 2 días y se les llamó
10 veces al día durante un período de 12 horas. En cada página, se instruyó a los participantes para que
calificaran su rumiación y estado de ánimo momentáneos. En uno de los 2 días (es decir, el día de inducción),
los participantes realizaron una inducción de rumia de 3 minutos después de cada una de las 10 evaluaciones,
seguida de una segunda calificación de rumia momentánea y estado de ánimo. En el día de no inducción, los
participantes simplemente proporcionaron 10 calificaciones después de cada página. La inducción a la rumia
implicó leer y concentrarse en 10 declaraciones de rumia durante un total de 3 minutos. En cada momento, la
inducción de la rumiación aumentó inmediatamente la rumiación momentánea, el estado de ánimo negativo y
la agitación. Mayores aumentos en el estado de rumiación se asociaron con mayores aumentos en el estado de
ánimo negativo. A diferencia de los experimentos de laboratorio descritos anteriormente, el nivel inicial de
síntomas depresivos no moderó el efecto de la rumia inducida.
Finalmente, los investigadores han estudiado el efecto de la rumia natural en el estado de ánimo triste. En dos
estudios, a algunos participantes se les dio un período de retraso de 8 minutos después de la inducción de un
estado de ánimo triste, presumiblemente durante el cual los rumiadores de alto rasgo rumiaban
espontáneamente (Ciesla & Roberts, 2007; Conway et al., 2000). Como era de esperar, los rumiadores de
rasgos altos a los que se les dio la oportunidad de rumiar mientras estaban de mal humor informaron más
angustia emocional posterior. Los rumiadores altos a los que no se les dio el retraso de 8 minutos no
informaron más angustia que los rumiadores de rasgos bajos en cualquiera de las dos condiciones (Conway et
al., 2000). Los investigadores también han utilizado diseños de muestreo de experiencia para estudiar el efecto
longitudinal de la rumia en el estado de ánimo triste. En un estudio de un mes de duración, cuanto más
rumiaban los participantes en un día en particular en respuesta a un estado de ánimo deprimido, más duraba
ese estado de ánimo ese día (Nolen-Hoeksema, Morrow y Fredrickson, 1993). Además, la cantidad de
rumiación en el primer día de un estado de ánimo deprimido moderadamente severo predijo cuánto duraría
ese estado de ánimo. Del mismo modo, cuanto más reflexionaban los participantes sobre sus problemas y
sentimientos en un momento dado, más tristes se sentían poco después, aproximadamente 90 minutos después
(Moberly & Watkins, 2008).
La investigación longitudinal indica claramente que la rumiación predice peores síntomas depresivos. En un
estudio, estudiantes universitarios inscritos en un curso de introducción a la psicología completaron
cuestionarios que evaluaban la rumiación depresiva y los síntomas depresivos (Nolen-Hoeksema & Morrow,
1991). En un giro del destino, un terremoto de 7.1 golpeó el área 2 semanas después. Los investigadores
actuando rápidamente midieron la rumiación depresiva y los síntomas depresivos en estos estudiantes 10 días
y 7 semanas después del terremoto. Los estudiantes que típicamente usaban más rumiación depresiva, según
lo evaluado antes del terremoto, mostraron síntomas depresivos más severos 10 días y 7 semanas después del
terremoto, incluso después de controlar los síntomas depresivos iniciales. Se han encontrado resultados
similares con personas que recientemente experimentaron la muerte de un familiar o pareja (Nolen Hoeksema,
McBride, & Larson, 1997; Nolen-Hoeksema, Parker, &Larson, 1994). Por lo tanto, la rumiación depresiva se
relaciona con síntomas depresivos más severos después de una variedad de eventos negativos y estresantes.
Desde estos estudios iniciales, muchos otros investigadores han demostrado que la rumiación predice la
gravedad de los síntomas depresivos en una amplia gama de marcos de tiempo, en personas con y sin
diagnóstico inicial de depresión, y en niños y adolescentes, así como en adultos (para revisiones, ver Aldao ,
Nolen-Hoeksema & Schweizer, 2010; NolenHoeksema et al., 2008; Papageorgiou & Wells, 2004; Rood,
Roelofs, Bögels, Nolen-Hoeksema & Schouten, 2009). De particular interés han sido los efectos únicos de la
reflexión melancólica frente a la reflexión recursiva. En muchos estudios, la reflexión melancólica predice de
forma única los síntomas depresivos entre varios meses y un año después, tanto en adolescentes como en
adultos (Barnum, Woody y Gibb, 2013; Burwell y Shirk, 2007; Hasegawa, Koda, Kondo, Hattori y
Kawaguchi, 2013; Padilla Paredes & Calvete Zumalde, 2015; Raes, Smets, Nelis & Schoofs, 2012; Treynor
et al., 2003). Por el contrario, los efectos de la reflexión recursiva son mixtos. Algunos estudios encontraron
que predijo de manera única el aumento de los síntomas depresivos con el tiempo, controlando la melancolía
(Hasegawa et al., 2013; Padilla Paredes & Calvete Zumalde, 2015), mientras que otros no encontraron tal
efecto único (Barnum et al., 2013; Pearson, Watkins y Mullan, 2010; Raes et al., 2012). Además, en otros
estudios, la reflexión recursiva predijo de forma única menos síntomas depresivos a lo largo del tiempo
(Arditte & Joormann, 2011; Eisma et al., 2015; Treynor et al., 2003).
Estos resultados mixtos pueden ser explicados por los moderadores. Por ejemplo, la reflexión recursiva
interactuó con la edad y el sexo para predecir cambios en los síntomas depresivos un año después (Verstraeten,
Vasey, Raes y Bijttebier, 2010). Específicamente, para los niños más pequeños, la reflexión recursiva predice
aumentos en los síntomas depresivos; sin embargo, para los niños algo mayores, la reflexión recursiva predijo
una disminución de los síntomas depresivos. Además, la reflexión recursiva predijo una disminución de los
síntomas depresivos en general para los niños, pero no para las niñas. Los estudios transversales también
encontraron que la reflexión recursiva predijo más síntomas depresivos solo para los participantes con
habilidades de afrontamiento deficientes (Brennan, Barnhofer, Crane, Duggan y Williams, 2015; Marroquín,
Fontes, Scilletta y Miranda, 2010). Por lo tanto, la reflexión recursiva puede ser adaptativa para algunas
personas pero no para otras. Otra posibilidad es que la reflexión recursiva se asocie indirectamente con los
síntomas depresivos a través de una mayor cavilación. De hecho, un estudio encontró que la reflexión predijo
un aumento de la rumia negativa durante 3 semanas, pero la rumia negativa no predijo la reflexión posterior
(Takano & Tanno, 2009). La implicación es que la reflexión recursiva puede hacer que las personas comiencen
a meditar, tal vez si experimentan eventos o efectos negativos. Se necesita más investigación para examinar
los moderadores y los efectos indirectos de la reflexión recursiva sobre los síntomas depresivos.
La rumiación depresiva también está relacionada con la depresión diagnosticada, así como con la aparición
futura de episodios depresivos mayores. Las personas con depresión diagnosticada actualmente, así como
antecedentes de depresión, informan más tendencias de rumiación depresiva que las personas sin antecedentes
de depresión (NolenHoeksema, 2000). La rumiación depresiva también predice la aparición de un futuro
diagnóstico de depresión en adultos (Just & Alloy, 1997; Nolen-Hoeksema, 2000). Sin embargo, no está claro
si la rumiación depresiva contribuye a episodios más prolongados de depresión. Varios estudios encontraron
que en adultos que comenzaron con una diagnóstico de depresión mayor, la rumiación depresiva no predijo la
depresión diagnosticada entre 6 y 18 meses después (Just & Alloy, 1997; Lara, Klein & Kasch, 2000; Nolen-
Hoeksema, 2000). En muestras clínicas de pacientes tratados por depresión mayor, la rumiación depresiva por
sí sola no predijo la duración de los episodios depresivos. Sin embargo, para los pacientes al final de su
tratamiento para la depresión, la rumiación depresiva predijo la recurrencia de un episodio depresivo 3 meses
después (Kuehner y Weber, 1999). Además, los estudiantes de pregrado que tenían una disforia previa más
prolongada reportaron más rumiación depresiva que aquellos con una disforia previa breve (Roberts et al.,
1998). Por lo tanto, la evidencia sugiere que la rumiación depresiva aumenta la probabilidad de futuros
episodios depresivos nuevos y recurrentes, pero puede no estar relacionado con la duración de un episodio
depresivo. Nolen-Hoeksema sugiere que la rumiación contribuye a que las personas crucen el umbral del
estado de ánimo triste al diagnóstico de depresión, pero que una vez deprimidas, otros factores determinan la
duración del episodio (Nolen-Hoeksema et al., 2008).
Una pequeña literatura examina el papel de la rumiación en el trastorno afectivo estacional, una variante de la
depresión en la que las personas experimentan episodios depresivos que comienzan en otoño o invierno y
terminan en primavera. En este trastorno, la depresión suele caracterizarse por fatiga, aumento del sueño y
aumento del apetito/peso, además de síntomas afectivos y cognitivos típicos. El modelo de vulnerabilidad dual
propone que el trastorno afectivo estacional es el resultado de una vulnerabilidad fisiológica para experimentar
síntomas vegetativos en respuesta a los cambios estacionales en el entorno físico, así como una vulnerabilidad
psicológica para desarrollar síntomas depresivos afectivos y cognitivos en respuesta a los síntomas vegetativos
(Enggasser & Joven, 2007). De hecho, la rumia depresiva rasgo medida en verano u otoño predice
prospectivamente la gravedad de este tipo de depresión vegetativa “invernal” (Rohan, Sigmon y Dorhofer,
2003; WhitcombSmith et al., 2014). Además, este modelo sugiere que la rumiación (es decir, una
vulnerabilidad psicológica) se combina, o interactúa, con los síntomas vegetativos para predecir los síntomas
afectivos y cognitivos de la depresión estacional. En apoyo de esta teoría, la rumiación depresiva predice
prospectivamente la gravedad de los síntomas depresivos cognitivos y afectivos en individuos con
antecedentes de síntomas vegetativos estacionales (Enggasser & Young, 2007). Además, en los participantes
con síntomas clínicos y subclínicos del trastorno afectivo estacional, tanto el rasgo como el estado de
rumiación interactúan con los síntomas vegetativos diarios o semanales para predecir los síntomas cognitivos
y afectivos diarios o semanales (Whitcomb-Smith et al., 2014; Young, Reardon, & Azam, 2008).
Mecanismos de la rumiación depresiva
El RST propone varios mecanismos de los efectos de la rumiación depresiva sobre los síntomas depresivos.
Específicamente, se teoriza que la rumiación aumenta el pensamiento negativo, interfiere con la resolución
efectiva de problemas, promueve la conducta de evitación y disminuye el apoyo social (Nolen-Hoeksema,
1991; NolenHoeksema et al., 2008). Existe evidencia de todos estos mecanismos.
Nolen-Hoeksema propuso que la rumiación potencia los efectos del estado de ánimo depresivo sobre el
contenido del pensamiento. De hecho, la investigación muestra que la rumiación depresiva está asociada con
varios tipos de pensamientos negativos. En un experimento inicial, los estudiantes universitarios leyeron sobre
varias situaciones problemáticas hipotéticas (p. ej., amigos los alentaron a postularse para presidente de una
organización pero luego perdieron las elecciones) y se les pidió que informaran sobre sus pensamientos y
sentimientos sobre la situación, a fin de revelar los tipos de interpretaciones que hicieron (Lyubomirsky &
Nolen-Hoeksema, 1995). Los participantes disfóricos en la condición de rumiación hicieron interpretaciones
más negativas, pesimistas y sesgadas (p. ej., minimizando los éxitos y sobregeneralizando los fracasos) que
los individuos disfóricos en la condición de distracción. De manera similar, cuando los participantes
expresaron sus pensamientos en voz alta durante la rumiación estándar frente a la manipulación de distracción,
los pensamientos de los rumiadores disfóricos fueron más negativos, autocríticos, pesimistas y reflejaron un
bajo control percibido (Lyubomirsky et al., 1999). Por el contrario, los pensamientos de las personas no
disfóricas que rumiaban, así como los participantes en la condición de distracción, eran más positivos,
optimistas y menos centrados en el problema. En estudios correlacionales, la rumiación depresiva se asocia
con tendencias a actitudes disfuncionales, inferencias pesimistas, autocrítica, desesperanza, disminución de la
confianza en uno mismo, autoestima y bajo control percibido (Abela, Brozina, & Haigh, 2002; Lam, Schuck,
Smith, Farmer y Checkley, 2003; Lo, Ho y Hollon, 2008; Nolen-Hoeksema et al., 1994; Sarin, Abela y
Auerbach, 2005; Smith, Alloy y Abramson, 2006; Weir y Jose, 2008 ). Varios de estos constructos, por
ejemplo, pesimismo, desesperanza, baja autoestima y control percibido deficiente, median los efectos de la
rumiación depresiva sobre los síntomas depresivos.
La rumiación depresiva también se asocia con hacer interpretaciones más negativas de información ambigua.
En un experimento, los participantes completaron fragmentos de palabras benignas o negativas al final de
escenarios breves como este: “Mientras haces tu tarea de cálculo, te encuentras con un problema que no pudiste
resolver. Al día siguiente, vas a clase y lo entregas. Más tarde, sigues pensando en ello y te das cuenta de que,
durante la clase, todos los demás parecían in_eg_ro (inseguro—interpretación benigna)/co_fi_a_o (confiado—
interpretación negativa)” (Hertel, Maydon , Cottle y Vrijsen, 2017). Los rumiadores de alto rasgo que fueron
inducidos a rumiar completaron fragmentos negativos más rápidamente que los fragmentos benignos, lo que
sugiere un sesgo de interpretación negativo. No surgieron diferencias para los rumiadores de rasgos bajos o
los participantes en una condición de distracción. De manera similar, los estudiantes universitarios con alto
rasgo de rumiación depresiva mostraron un sesgo de interpretación negativo en una tarea de decisión léxica
(Mor, Hertel, Ngo, Shachar y Redak, 2013).
La rumiación también hace que las personas disfóricas sean más pesimistas sobre su futuro. Los individuos
disfóricos en estado de rumia generaron más eventos futuros negativos que les podrían ocurrir en las próximas
semanas y años que los individuos disfóricos en estado de distracción (Lavender & Watkins, 2004). En un
estudio diferente, los participantes disfóricos que rumiaron generaron tantos eventos felices que les podrían
pasar a ellos como a otros participantes; sin embargo, tenían menos esperanzas de que estos eventos realmente
les sucedieran (Lyubomirsky & Nolen-Hoeksema, 1995). Finalmente, los participantes disfóricos en una
condición de autoenfoque calificaron los eventos hipotéticos negativos como más probables de sucederles a
ellos mismos y los eventos hipotéticos positivos como más probables de sucederles a otros, en comparación
con los participantes disfóricos con un enfoque externo (Pyszczynski y Greenberg, 1987).
De manera similar, la rumiación y la atención centrada en uno mismo hacen que las personas disfóricas sean
más propensas a recordar eventos negativos de su pasado. Después de una manipulación de enfoque en sí
mismo en la que los participantes escribieron una historia con pronombres en primera o tercera persona, los
participantes disfóricos en la condición de enfoque en sí mismos recordaron más eventos negativos que les
habían sucedido recientemente que los participantes disfóricos en la condición de enfoque externo (
Pyszczynski, Hamilton, Herring y Greenberg, 1989). Se encontraron resultados similares usando la
manipulación de rumiación depresiva de NolenHoeksema (Lyubomirsky et al., 1998) y usando una
manipulación que contrastaba el pensamiento rumiante con el reflexivo (McFarland & Buehler, 1998). Estos
estudios también encontraron que las personas disfóricas en condiciones de distracción no recordaban más
recuerdos negativos que las personas no disfóricas, lo que sugiere que la distracción disminuye el sesgo de las
memorias negativas.
La rumiación depresiva parece aumentar la recuperación de un tipo particular de memoria llamada memorias
sobregenerales. Cuando se les pide a las personas deprimidas que recuerden recuerdos personales específicos,
es más probable que recuperen resúmenes categóricos de eventos repetidos (p. ej., “Perdí partidos de tenis”)
en lugar de eventos individuales en un momento y lugar específicos (p. ej., “Perdí contra mi amigo Juan al
tenis el domingo pasado”) (Williams et al., 2007). Este sesgo de memoria se asocia con el mantenimiento de
los síntomas depresivos y sugiere un mal pronóstico. Por lo tanto, los investigadores han investigado si rumiar
mientras se está deprimido se asocia con recuerdos generales. Tanto en individuos disfóricos como
clínicamente deprimidos, las inducciones de rumiación conducen a más recuerdos generales, mientras que las
inducciones de distracción disminuyen los recuerdos generales (Park et al., 2004; Watkins y Teasdale, 2001;
Watkins, Teasdale y Williams, 2000). Los resultados correlacionales sugieren que la melancolía en particular
está asociada con recuerdos generales, particularmente en individuos disfóricos (Debeer, Hermans y Raes,
2009; Raes et al., 2005; Romero, Vazquez y Sanchez, 2014; pero ver Hamlat et al., 2015). La idea es que la
rumiación centrada en uno mismo, particularmente cuando se está deprimido, hace que las representaciones
abstractas de uno mismo sean más destacadas (p. ej., "soy un fracaso"), lo que fomenta la elaboración de
recuerdos generales (p. ej., "siempre pierdo en el tenis").
La rumiación también interfiere con la resolución efectiva de problemas. Los psicólogos a menudo identifican
tres etapas de resolución de problemas: (1) definición o evaluación del problema, (2) generación y selección
de soluciones alternativas, y (3) implementación de la(s) solución(es) elegida(s) (por ejemplo, D'Zurilla &
Goldfried , 1971). La evidencia sugiere que la rumia depresiva afecta las tres etapas. En un estudio, luego de
una rumiación o manipulación de distracción, se pidió a los participantes que enumeraran sus tres mayores
problemas actuales (p. ej., con la familia, los amigos, el trabajo, la escuela y las finanzas) y luego
proporcionaran evaluaciones de la gravedad de cada problema y si podrían solucionarlo. (Lyubomirsky et al.,
1999). Los participantes disfóricos que rumiaron calificaron sus problemas como más graves y menos
solucionables que los participantes disfóricos en la condición de distracción o los participantes no disfóricos.
Por lo tanto, la rumiación depresiva condujo a valoraciones más negativas y desesperadas de los problemas
percibidos.
Varios estudios examinaron las soluciones que generaron los participantes a problemas interpersonales
hipotéticos. Específicamente, a los participantes se les presentaron cuatro problemas comunes de estudiantes
de pregrado: “(a) te das cuenta de que un amigo te está evitando, (b) tu novio/a te dice que está muy enojado
contigo, (c) tu profesor le escribe que puede reprobar una clase y (d) Te das cuenta de que las sugerencias de
un comité no funcionarán” (Lyubomirsky & NolenHoeksema, 1995, p. 184). Para cada escenario, a los
participantes se les proporcionó el comienzo (p. ej., “Te das cuenta de que uno de tus amigos parece estar
evitándote”) y el final (“La situación termina cuando le gustas nuevamente”) de la historia y se les pidió que
escribe lo que sucede en el medio. Posteriormente, los jueces calificaron las historias de los participantes por
su eficacia en la resolución de problemas. Tanto en participantes disfóricos como clínicamente deprimidos, la
rumia inducida condujo a soluciones menos efectivas que la distracción (Lyubomirsky & Nolen-Hoeksema,
1995; Lyubomirsky et al., 1999). Los participantes disfóricos en la condición de distracción generaron
soluciones tan efectivas como los participantes no disfóricos.
Conductas evitativas
Nolen-Hoeksema (1991) propuso originalmente que la rumiación interfiere con la motivación para iniciar un
comportamiento instrumental o constructivo. Una consecuencia del pensamiento negativo causado por la
rumiación puede ser que las personas sientan que les falta la energía para actuar. Falta evidencia clara para
esta hipótesis inicial. En una reconceptualización más reciente de la RST, Nolen-Hoeksema propuso que la
rumiación depresiva promueve el aislamiento conductual (Nolen Hoeksema et al., 2008). Específicamente, la
rumiación depresiva podría funcionar inconscientemente para convencer a las personas de que se enfrentan a
una situación irremediablemente incontrolable y que cualquier intento conductual de actuar es inútil. Esta
mayor certeza en su impotencia les da permiso a las personas para retirarse y evitar tratar de cambiar una
situación difícil. Las reducciones en la angustia que ocurren después de retirarse de situaciones aversivas y
"renunciar" a la propia responsabilidad solo sirven para reforzar la rumiación. Sin embargo, la consecuencia
del retraimiento conductual es que las personas se pierden experiencias significativas y potencialmente
placenteras. En otras palabras, las personas desarrollarán una falta de refuerzo positivo (por ejemplo, abrazos
y amistad), una importante causa propuesta de depresión en la teoría del comportamiento.
Nolen-Hoeksema también propuso que la rumiación depresiva es contraproducente para las relaciones y
probablemente resulte en una disminución del apoyo social (Nolen-Hoeksema et al., 2008). De hecho, los
rumiadores depresivos generalmente reportan menos o peor apoyo social percibido, así como un mayor
aislamiento social (Abela, Vanderbilt, & Rochon, 2004; Nolen-Hoeksema & Davis, 1999; Nolen-Hoeksema
et al., 1994; Puterman, DeLongis , & Pomaki, 2010). En un estudio, la rumiación depresiva predijo un mayor
descontento con el apoyo social durante los siguientes 9 meses, lo que a su vez predijo síntomas depresivos 9
meses después (Flynn, Kecmanovic y Alloy, 2010). ¿Por qué la rumiación depresiva podría contribuir a un
pobre apoyo social percibido? La evidencia empírica sugiere varias razones posibles.
Curiosamente, la rumiación está relacionada con una mayor búsqueda de apoyo social. Por ejemplo, en
personas que recientemente perdieron a un familiar o amigo cercano a causa de una enfermedad terminal, la
rumiación depresiva se asocia con una mayor búsqueda de apoyo por parte de los demás (Nolen Hoeksema y
Davis, 1999; pero véase Hong, 2007). Además, la rumiación depresiva se asocia con una búsqueda excesiva
de tranquilidad (Oppenheimer, Technow, Hankin, Young y Abela, 2012; Weinstock y Whisman, 2007).
Aunque la búsqueda de apoyo social ciertamente puede ser adaptativa, eventualmente puede agotar los
recursos sociales y/o generar conflictos interpersonales, especialmente si no se combina con intentos activos
de resolver la angustia. Si esto sucede, el riesgo de depresión en realidad aumenta (Joiner & Metalsky, 2001).
Resumen
En resumen, generalmente hay un fuerte apoyo para los mecanismos propuestos por RST, aunque la imagen
emergente tiene más matices de lo que se sugirió originalmente (ver Fig. 1.1). La rumiación depresiva se
asocia con varios tipos de pensamiento negativo, como la autocrítica, la desesperanza, la baja autoestima y la
confianza en sí mismo, la baja percepción de control, las interpretaciones negativas de información ambigua,
el pesimismo sobre el futuro, el sesgo de memoria negativa y los recuerdos generales. Estos tipos de
pensamiento negativo parecen mediar en la asociación entre la rumiación depresiva y los síntomas depresivos.
Un puñado de estudios sugiere que la rumiación depresiva se asocia con déficits en la resolución de problemas,
como evaluaciones más negativas de los problemas, soluciones menos efectivas y menor disposición a
implementar soluciones. Si esta baja voluntad de implementar soluciones refleja una menor confianza en las
propias soluciones necesita un examen más detenido. Aunque el mecanismo original propuesto por RST de
baja motivación para el comportamiento instrumental tiene poco respaldo empírico, los datos confirman la
sugerencia más reciente de que la rumiación está asociada con la conducta de evitación y retraimiento. La
investigación futura deberá examinar si esta asociación refleja los esfuerzos para evitar la responsabilidad de
cambiar la situación de uno, como sugiere NolenHoeksema. Finalmente, el vínculo entre la rumiación
depresiva y el apoyo social percibido deficiente puede reflejar una combinación interesante de una mayor
búsqueda de apoyo social junto con comportamientos de relación desadaptativos, lo que quizás contribuya a
un mayor conflicto interpersonal y/o victimización.
Figura 1.1 Mecanismos del efecto de la rumiación sobre la depresión. Nota: Los cuatro mecanismos están interrelacionados
(algunas de estas asociaciones no se muestran aquí por simplicidad). Fuente: Adaptado de Nolen-Hoeksema, S., Wisco, B. y
Lyubomirsky, S. (2008). Repensar la rumiación. Perspectivas sobre la ciencia psicológica 3 (5), 2008, 400–424.
https://ezproxy.tcnj.edu:2083/10.1111/j.1745 6924.2008.00088.x.
Presumiblemente, estos mecanismos están relacionados y se influyen entre sí, aunque los investigadores de la
rumia no se han centrado en este punto. Por ejemplo, es probable que el pensamiento negativo perjudique la
resolución de problemas, lo que a su vez puede contribuir a las tendencias a evitar o retirarse de situaciones
difíciles. De manera similar, el rechazo o el conflicto social pueden desencadenar varios tipos de pensamientos
negativos, así como también retraimiento conductual. Para comprender mejor los efectos perjudiciales de la
rumia depresiva, los investigadores deberían explorar la interacción de sus diversos mecanismos.
Rumiación y trastorno bipolar
Los investigadores están comenzando a examinar el papel de la rumiación depresiva en el trastorno bipolar
(para una revisión, consulte Silveira & Kauer-Sant'Anna, 2015). Las personas con trastorno bipolar informan
más rumiación negativa general y depresiva que los participantes no clínicos y psiquiátricos generales (Green
et al., 2011; Gruber, Eidelman, Johnson, Smith y Harvey, 2011; Jones, Tai, Evershed, Knowles y Bentall,
2006; Pavlickova, Turnbull, Myin-Germeys y Bentall, 2014). Algunos estudios encontraron niveles similares
de rumiación en pacientes con trastorno bipolar en comparación con aquellos con trastorno depresivo mayor
(Kim, Yu, Lee y Kim, 2011; Wolkenstein, Zwick, Hautzinger, Joormann, 2014). Sin embargo, cuando solo se
consideran los pacientes que actualmente están deprimidos, aquellos con trastorno bipolar reportan una mayor
rumiación que aquellos con depresión mayor (Kim et al., 2011). Por lo tanto, la depresión bipolar puede estar
asociada con más rumiación que la depresión unipolar.
Una pregunta importante es si la asociación entre la rumiación y el trastorno bipolar está impulsada por
síntomas maníacos o depresivos, o por ambos. La rumiación depresiva está claramente asociada con síntomas
depresivos en pacientes bipolares (Simon et al., 2006; Stange et al., 2015). De hecho, aunque la rumiación
está correlacionada con rasgos hipomaníacos tanto en muestras de estudiantes universitarios como bipolares,
está mucho más fuertemente asociada con síntomas depresivos (Bentall et al., 2011; Green et al., 2011;
Knowles, Tai, Christensen, & Bentall, 2005). Además, otros estudios encontraron que solo los síntomas
depresivos actuales, pero no los maníacos, están asociados con la rumiación depresiva (Johnson, McKenzie y
McMurrich, 2008; Pavlickova et al., 2013). En los participantes con trastorno bipolar pero que actualmente
no están en un episodio maníaco o depresivo, la rumiación depresiva se asocia con una mayor frecuencia de
episodios depresivos por año, pero no de episodios maníacos (Gruber et al., 2011; Thomas y Tai, 2007).
Aunque la evidencia es mixta, no hay evidencia sólida de una asociación única entre la rumiación depresiva y
síntomas maníacos mayores. En cambio, las mayores tendencias a la rumiación depresiva en personas con
trastorno bipolar pueden estar relacionadas en gran parte con el vínculo entre la rumiación y los síntomas
depresivos.
Curiosamente, un trabajo reciente sugiere que los síntomas maníacos están asociados con tendencias a
reflexionar sobre las emociones positivas. Visto como un método para amplificar las emociones positivas, la
rumiación positiva implica pensamientos recurrentes sobre las cualidades positivas de uno mismo, la
experiencia afectiva positiva y las circunstancias de vida favorables de uno. En estudiantes universitarios, la
rumia positiva se asocia con más rasgos y síntomas hipomaníacos, incluso controlando los síntomas depresivos
(Feldman, Joormann y Johnson, 2008). De manera similar, las personas con antecedentes de manía y/o
síntomas maníacos actuales informan una rumia más positiva que los controles sanos o las personas con
depresión mayor (Gruber et al., 2011; Johnson, et al., 2008; Shapero et al., 2015; Weinstock, Chou, Celis-
deHoyos, Miller y Gruber, 2018). La rumia positiva se correlaciona con una mayor rumia depresiva en estas
muestras clínicas y no clínicas. Sin embargo, tuvo un efecto único sobre los síntomas hipomaníacos en el
único estudio que probó esto (Feldman et al., 2008). Por lo tanto, parece plausible que la rumiación sobre
emociones negativas prediga peores síntomas depresivos, mientras que la rumiación sobre emociones
positivas prediga peores síntomas maníacos en individuos con trastorno bipolar. Se necesita mucha más
investigación para comprender mejor el papel de la rumiación en el trastorno bipolar.
Ahora vuelvo a la pregunta que originalmente inspiró a Nolen-Hoeksema a iniciar el campo de la rumiación
depresiva: ¿explica las diferencias de género en la depresión? En varios estudios iniciales, Nolen-Hoeksema
encontró que las mujeres adultas reportan una rumiación depresiva mayor que los hombres (Butler & Nolen-
Hoeksema, 1994; NolenHoeksema & Jackson, 2001; Nolen-Hoeksema, et al., 1993). La rumiación depresiva
también explica el efecto del género en los síntomas depresivos (ver también Nolen-Hoeksema, Larson y
Grayson, 1999).
Desde estos primeros estudios, docenas más han probado las diferencias de género en la rumia depresiva en
niños, adolescentes y adultos. Metanálisis recientes combinaron los resultados de todos esos estudios para
determinar qué tan fuerte es el efecto promedio del género en la rumia depresiva. Sus resultados sugieren que,
en todas las edades, las mujeres reportan una rumia más depresiva que los hombres (Johnson & Whisman,
2013; Rood, et al., 2009). Sin embargo, la diferencia es un tamaño de efecto de pequeño a mediano. Además,
la diferencia de género parece ser más débil en niños (d=.14) que en adolescentes (d=.36) y adultos (d=.24),
y muchos estudios individuales no encontraron diferencias de género en la rumia de los niños. Esto no es
sorprendente, ya que las diferencias de género en la depresión solo se vuelven evidentes a partir de la
adolescencia (Hankin et al., 1998). De hecho, un estudio encontró que las diferencias de género en la rumia
aparecen alrededor de los 12 años, y las diferencias de género en los síntomas depresivos aparecen alrededor
de los 13 años (José & Brown, 2008). La asociación entre rumiación y síntomas depresivos también es más
fuerte y robusta en adolescentes que en niños (Rood, et al., 2009). Varios investigadores han planteado la
hipótesis de que las respuestas de afrontamiento pueden estar menos desarrolladas en la infancia (p. ej., Abela
et al., 2002). Además, las respuestas como la rumia en particular pueden requerir habilidades metacognitivas
que normalmente no se establecen hasta la adolescencia.
En resumen, parece haber diferencias de género significativas en la rumia depresiva, al menos en adolescentes
y adultos. Además, estas diferencias explican al menos parte del hecho de que las mujeres tienen el doble de
probabilidades de sufrir depresión que los hombres. Sin embargo, las diferencias de género en la rumia no
parecen ser abrumadoramente grandes, lo que sugiere que otros constructos también contribuyen a las
diferencias de género en la depresión. Esto nos lleva a otras investigaciones que sugieren que la rumiación
depresiva no actúa sola sino en combinación con otros constructos relevantes.
Como se discutió al comienzo del capítulo, todas las teorías cognitivas anteriores de la depresión incorporaron
la existencia de eventos negativos o factores estresantes. Los eventos negativos pueden activar las creencias
fundamentales negativas existentes, desencadenar una atención autocentrada inflexible y/o brindar
oportunidades para que las personas con estilos cognitivos negativos hagan atribuciones e inferencias
negativas. Como tal, todos estos modelos son modelos de vulnerabilidad cognitiva-estrés de la depresión, en
el sentido de que sugieren que las personas cognitivamente vulnerables tendrán más probabilidades de
deprimirse y/o permanecer deprimidas cuando enfrenten eventos negativos. Por el contrario, RST no se
conceptualizó originalmente como un modelo de vulnerabilidad-estrés. De hecho, Nolen Hoeksema (1991)
argumentó que la rumiación depresiva no tiene por qué estar precedida por un evento vital negativo, sino
simplemente por un estado emocional negativo. Esta teoría, sin embargo, pasó por alto toda una literatura que
sugería que la combinación de pensamiento desadaptativo y factores estresantes predice la depresión. No es
sorprendente que algunos investigadores han sugerido formas de incorporar RST con modelos de depresión
de vulnerabilidad cognitiva-estrés.
La rumiación interactúa con varios índices de estrés para predecir la depresión. Por ejemplo, la asociación
entre el estrés percibido y los síntomas depresivos es más fuerte para las personas con tendencias a la
rumiación general y depresiva, particularmente melancólica (Kraaij et al., 2003; Morrison & O'Connor, 2008).
La rumiación depresiva también amplifica los efectos de la tensión crónica, evaluada como falta de afirmación
en las relaciones cercanas, carga de roles, desigualdades en el trabajo doméstico, desigualdades en el cuidado
de los niños y otras tensiones en la crianza, sobre los síntomas depresivos 1 año después (Nolen-Hoeksema,
et al., 1999) . En estudios que evalúan eventos negativos específicos, la asociación entre los factores
estresantes de la vida y los síntomas depresivos durante varias semanas a 1 año es más fuerte para los
adolescentes con mayor tendencia a la rumiación (Bastin, Mezulis, Ahles, Raes y Bijttebier, 2015; Cox,
Funasaki, Smith y Mezulis, 2012; Kercher y Rapee, 2009; Stange, Hamilton, Abramson y Alloy, 2014).
Además, la frecuencia de eventos vitales negativos solo predice la aparición futura de episodios depresivos en
adolescentes con alta rumiación depresiva (Abela & Hankin, 2011). Un estudio encontró que la rumia
específicamente sobre eventos controlables o sociales predecía síntomas depresivos, mientras que la rumia
sobre eventos incontrolables o no sociales no lo hacía (Nicolai, Laney, & Mezulis,2013). Tal vez la rumiación
sobre eventos controlables se caracterice por un mayor autorreproche sobre cómo uno podría haberse
comportado de manera diferente. Por lo tanto, es más probable que ciertos tipos de factores estresantes
interactúen con las tendencias de rumiación para predecir la depresión.
En resumen, muchos estudios han encontrado que la rumiación y el estrés en combinación predicen peores
síntomas depresivos. Sin embargo, otros estudios similares no lograron encontrar tal interacción (Abela,
Parkinson, Stolow, & Starrs, 2009; Jose & Brown, 2008; Padilla Paredes & Calvete Zumalde, 2015; Sarin et
al., 2005; Weir & Jose, 2008) . Estos resultados mixtos sugieren que puede haber otras construcciones en
juego. Recuerde que las manipulaciones de la rumia solo obtienen resultados predichos cuando las personas
comienzan con un estado de ánimo triste. Por lo tanto, los eventos estresantes solo pueden interactuar con la
rumiación en la medida en que estén asociados con estados de ánimo negativos. De hecho, los modelos de
vulnerabilidad cognitiva-estrés de la depresión enfatizan que la interpretación cognitiva de los eventos
negativos, en lugar de los eventos mismos, predice el riesgo de depresión. En consecuencia, los investigadores
han examinado la cognición negativa como un moderador adicional.
Pensamiento negativo
Robinson y Alloy (2003) argumentaron que mientras la rumiación depresiva enfoca la atención en los estados
de ánimo deprimidos existentes, la rumiación sobre las cogniciones negativas en torno a los eventos estresantes
de la vida podría contribuir al inicio de los estados de ánimo deprimidos. Basándose en la evidencia de que la
depresión se desarrolla a partir de una tendencia a hacer inferencias negativas (p. ej., todo es mi culpa, siempre
me pasan cosas como esta) cuando ocurre un evento estresante en la vida, sugirieron que tener una tendencia
a rumiar sobre esas inferencias negativas aumenta la probabilidad de depresión. Por lo tanto, Alloy y sus
colegas (Alloy et al., 2000; Robinson & Alloy, 2003) definieron la rumia reactiva al estrés como la tendencia
a centrarse en inferencias negativas después de eventos estresantes de la vida.² Encontraron que la interacción
entre estilos cognitivos negativos y la rumiación reactiva al estrés predijo informes retrospectivos de episodios
depresivos mayores. Además, esta interacción entre los pensamientos negativos y la tendencia a reflexionar
sobre los pensamientos negativos predijo el inicio, la duración y la frecuencia de futuros episodios depresivos
mayores (Robinson & Alloy, 2003).
Vale la pena señalar que la medida de rumiación reactiva al estrés comparte casi el 50% de su varianza con la
medida de rumiación depresiva. Como era de esperar, en el estudio que acabamos de describir, los
pensamientos negativos y la rumiación depresiva interactuaron para predecir el número y la duración de
futuros episodios depresivos (Robinson & Alloy, 2003). De manera similar, en individuos con cognición
negativa alta, la rumiación depresiva se asoció con una peor respuesta al tratamiento para la depresión (Ciesla
& Roberts, 2002). En un raro experimento que probó esta teoría, los participantes se pusieron de mal humor
y luego se sometieron a las típicas manipulaciones de rumiación o distracción (Ciesla & Roberts, 2007). La
autoestima y las actitudes disfuncionales predijeron con mayor fuerza el estado de ánimo disfórico al final del
experimento para los participantes en la condición de rumiación. Se encontraron los mismos resultados cuando
los investigadores midieron la rumia característica y les dieron a los participantes un período de retraso
después de la inducción del estado de ánimo triste (presumiblemente induciendo la rumia natural).
Por lo tanto, no importa qué medida de rumiación se utilice, la evidencia es bastante clara de que la rumiación
interactúa con el pensamiento negativo para predecir los síntomas depresivos, al menos en adultos. Algunos
investigadores argumentan que el quid de la rumiación es el proceso (frente al contenido) del pensamiento
repetitivo, y que este pensamiento repetitivo sirve como catalizador en la asociación bidireccional entre
pensamientos negativos y depresión (Ciesla, Felton y Roberts, 2011). En otras palabras, el poder del
pensamiento negativo para causar depresión aumenta con la rumiación, y del mismo modo, el grado en que la
depresión elabora y exacerba el pensamiento negativo aumenta con la rumiación. En un estudio poco común
que combinó a varios moderadores, estos investigadores encontraron que las personas que tenían tanto un
estilo cognitivo negativo como una alta tendencia a la rumiación mostraban una asociación especialmente
fuerte entre los eventos estresantes de la vida y los síntomas depresivos.
Integración
Abramson y sus colegas desarrollaron un modelo que integra todos estos factores (Hankin y Abramson, 2001;
Hyde, Mezulis y Abramson, 2008). Reconocen el papel de la cognición negativa, las tendencias rumiantes y
la ocurrencia de eventos estresantes negativos en el inicio y mantenimiento de la depresión. Su modelo
comienza con una cadena causal en la que los eventos negativos provocan afecto negativo, que a su vez puede
conducir a síntomas depresivos (ver Fig. 1.2). Las vulnerabilidades cognitivas interactúan con los eventos
negativos y/o el efecto negativo resultante para aumentar la probabilidad de experimentar una depresión
eventual. Tanto los estilos cognitivos negativos (actitudes disfuncionales y atribuciones negativas) como las
tendencias rumiantes constituyen vulnerabilidades cognitivas, y pueden influirse entre sí y operar en
combinación. Los síntomas depresivos y la reflexión sobre ellos pueden, a su vez, generar nuevos factores
estresantes que mantienen la depresión.
Figura 1.2 Modelo integrado que destaca la combinación de rumiación, eventos estresantes y
pensamiento negativo en la predicción de la depresión. Fuente: Adaptado de Hankin, B.L. y Abramson,
L.Y. (2001). Desarrollo de las diferencias de género en la depresión. Boletín Psicológico, 127 (6), 773–
796. Disponible en https://doi.org/10.1037/0033-2909.127.6.773.
Yendo un paso más allá, Abramson y sus colegas sugieren que este modelo puede explicar las diferencias de
género en la depresión. Señalan la evidencia de que las mujeres no solo tienen una mayor vulnerabilidad
cognitiva (p. ej., más rumiación y estilos cognitivos negativos), sino que también experimentan eventos de
vida más negativos (en particular, abuso y acoso sexual). Además, algunos estudios encontraron que la
rumiación interactúa con los factores estresantes para predecir los síntomas depresivos solo o con mayor fuerza
en las mujeres (Hamlat et al., 2015; Hankin, 2009; Jose & Brown, 2008; Stange et al., 2014). Por lo tanto, la
combinación de la rumiación, el estilo cognitivo negativo y los factores estresantes pueden explicar mejor la
diferencia de género en la depresión que la rumiación por sí misma.
Conclusión
En este capítulo, revisé la investigación sobre la rumiación y los trastornos del estado de ánimo, principalmente
la depresión. La literatura muestra contundentemente que la rumiación mantiene y exacerba los estados de
ánimo tristes y los síntomas depresivos. Los mecanismos propuestos de rumiación depresiva también han
recibido apoyo empírico. Los resultados iniciales que sugieren que la rumiación negativa contribuye a la
depresión bipolar, mientras que la rumiación positiva contribuye a los síntomas maníacos, son fascinantes y
merecen más atención en este campo. De manera similar, la investigación futura debe continuar desarrollando
y probando modelos que integren la rumiación con otros predictores conocidos de depresión.
La influencia de Susan Nolen-Hoeksema es obvia a lo largo de todo este capítulo, como lo será en varios
capítulos posteriores. Su conceptualización, medición y manipulación de la rumiación depresiva, así como el
RST, siguen siendo contribuciones fundamentales y relevantes al campo de la rumiación. Tuvo una muerte
trágicamente prematura en 2013, a la edad de 54 años, cuando aún era una académica preeminente y activa en
este campo que ella ayudó a crear. Se la echa mucho de menos, y muchos de sus antiguos alumnos de posgrado
continúan contribuyendo con investigaciones significativas en el campo de la rumia.
Debido al tamaño de la literatura revisada en este capítulo, así como a la solidez de la investigación y los
hallazgos, las personas podrían suponer que la rumiación es exclusiva de la depresión. Como veremos en
próximos capítulos, este no es el caso. La rumiación depresiva predice varios otros resultados clínicos.
Además, la rumia depresiva es solo un tipo de rumia, con mecanismos únicos. De hecho, las diferencias de
género que son tan evidentes en la rumiación depresiva no siempre surgen en otros tipos de rumiación.
Además, RST se aplica principalmente a la depresión, no a todos los demás resultados que cubre este libro.
Existen varias otras teorías importantes de la rumia. Por lo tanto, la literatura sobre la rumiación depresiva es
solo una parte de un campo de rumiación mucho más amplio.
Capítulo 2
Resumen
Este capítulo explora la literatura que relaciona la rumiación y la preocupación con los trastornos relacionados
con la ansiedad. Comenzando con el trastorno de ansiedad generalizada, primero abordaré las similitudes y
diferencias entre la preocupación y la rumiación antes de describir las teorías de evitación de la preocupación.
Luego, el capítulo revisa la teoría y la evidencia de los roles de la rumiación previa y posterior al evento en el
trastorno de ansiedad social, así como la rumiación centrada en el trauma en el trastorno de estrés
postraumático. Concluyó mencionando la literatura naciente sobre la rumiación tanto en el trastorno obsesivo
compulsivo como en el trastorno de ansiedad por enfermedad.
Palabras clave
Rumia; preocuparse; TAG; ansiedad social; TEPT; TOC; ansiedad por enfermedad
Visión general
Este capítulo explora la literatura que relaciona la rumiación y la preocupación con los trastornos relacionados
con la ansiedad. Comenzando con el trastorno de ansiedad generalizada, primero abordaré las similitudes y
diferencias entre la preocupación y la rumiación antes de describir las teorías de evitación de la preocupación.
Luego, el capítulo revisa la teoría y la evidencia de los roles de la rumiación previa y posterior al evento en el
trastorno de ansiedad social, así como la rumiación centrada en el trauma en el trastorno de estrés
postraumático. Concluyo describiendo la literatura naciente sobre la rumiación tanto en el trastorno obsesivo
compulsivo como en el trastorno de ansiedad por enfermedad.
Dada la frecuente comorbilidad entre la depresión y los trastornos de ansiedad, los investigadores no tardaron
mucho en cuestionar si la rumia podría tener efectos similares sobre los síntomas de ansiedad como los que
tiene sobre los síntomas depresivos. Uno de los primeros experimentos utilizó un procedimiento casi idéntico
a la manipulación clásica de Nolen-Hoeksema (Blagden & Craske, 1996). En él, los estudiantes primero
pasaron por una inducción ansiosa del estado de ánimo y luego leyeron indicaciones de rumia centradas en sí
mismas (p. ej., "Tengo miedo de fallar") o indicaciones de distracción (p. ej., "Harley Davidson es un tipo de
motocicleta") durante 10 minutos. Aunque el estado de ánimo ansioso disminuyó considerablemente después
de la distracción, se mantuvo estable después de la rumiación, lo que sugiere que la rumiación mantiene la
ansiedad preexistente. De manera similar, algunos estudios encontraron que la rumia depresiva como rasgo se
asoció con un mayor estado de ánimo ansioso, tanto de forma concurrente como prospectiva (Nolen-
Hoeksema, 2000; Nolen-Hoeksema y Morrow, 1991; Ward, Lyubomirsky, Sousa y Nolen Hoeksema, 2003).
Por supuesto, la asociación entre la rumiación depresiva y los síntomas ansiosos podría reflejar simplemente
la superposición de los síntomas depresivos y ansiosos. De hecho, algunas investigaciones encontraron que
cuando se controlaban los síntomas depresivos, la rumiación depresiva ya no predecía los síntomas ansiosos
(Hong, 2007; pero véase NolenHoeksema, 2000). En un intento por diferenciar la rumiación depresiva y la
ansiosa, algunos psicólogos propusieron que la rumiación ansiosa se centra en la incapacidad percibida para
hacer frente a la ansiedad y las consecuencias de no controlar la ansiedad, más que en las causas y
consecuencias percibidas del estado de ánimo deprimido (Rector, Antony, Laposa, Kocovski y Swinson,
2008).
Sin embargo, en lugar de ser simplemente una rama de la rumiación depresiva, el campo actual de la rumiación
relacionada con la ansiedad refleja principalmente el trabajo independiente de estudiosos de trastornos de
ansiedad particulares. Por ejemplo, casi al mismo tiempo que Nolen-Hoeksema (1991) estaba desarrollando
su teoría de la rumiación depresiva, Tom Borkovec propuso una teoría de la preocupación y el trastorno de
ansiedad generalizada (TAG) que sigue teniendo mucha influencia en el campo de la rumiación (Borkovec,
Alcaine , y Behar, 2004). Asimismo, Clark y Wells (1995) desarrollaron una teoría del trastorno de ansiedad
social que incorporó la rumiación previa y posterior al evento. Como veremos en este capítulo, el campo
resultante ha producido varios constructos, todos los cuales están relacionados con la rumiación depresiva
pero son únicos (Siegle, Moore y Thase, 2004). Aunque la investigación puede parecer un poco desordenada,
es al mismo tiempo apropiadamente compleja y enriquece nuestra comprensión de la rumia en general.
Trastorno de ansiedad generalizada
Las personas con TAG experimentan una preocupación excesiva y frecuente por una variedad de actividades
y eventos cotidianos. Definida como pensamientos repetitivos e incontrolables acerca de eventos de vida
futuros negativos percibidos, la preocupación se caracteriza por una aprensión ansiosa (Borkovec & Roemer,
1995). La mayoría de la gente sabe lo que es preocuparse ocasionalmente por el trabajo o la escuela, las
finanzas, las relaciones, la salud y muchos otros temas. Por el contrario, las personas con TAG se preocupan
todo el tiempo, incluso cuando no hay nada malo. Debido a que no pueden controlar su preocupación, tiende
a interferir con el funcionamiento diario. Como reflejo de las diferencias de género en TAG, las mujeres
reportan más preocupación que los hombres (Robichaud, Dugas y Conway, 2003; Zlomke y Hahn, 2010).
Evidencia sustancial sugiere que la preocupación se asocia con más emociones negativas (para una revisión,
ver Newman & Llera, 2011). Las medidas de autoinforme del rasgo de preocupación¹ se asocian con más
estados y rasgos de ansiedad y síntomas depresivos, tanto simultáneamente como a lo largo del tiempo (p. ej.,
Borkovec, Robinson, Pruzinsky y DePree, 1983; Calmes y Roberts, 2007; Davey, Hampton, Farrell, &
Davidson, 1992; Meyer et al., 1990; Segerstrom, Tsao, Alden & Craske, 2000). Además, la preocupación
inducida en el laboratorio aumenta las emociones negativas autoinformadas. En un procedimiento
experimental común, se les pide a los participantes que se relajen (la condición de control) o que se preocupen
intensamente, en la forma en que normalmente se preocupan, por un tema que les preocupa (p. ej., Borkovec
e Inz, 1990). La preocupación inducida conduce a un mayor afecto negativo y ansiedad, particularmente para
las personas con TAG (Behar, Zuellig y Borkovec, 2005; Hofmann et al., 2005; Llera y Newman, 2010;
Stapinski, Abbott y Rapee, 2010).
Además, debido a que la preocupación en sí misma es un evento desagradable, las personas comienzan a
preocuparse por cuánto se están preocupando. Esta metapreocupación intensifica tanto la ansiedad como la
preocupación y también conduce a esfuerzos para controlar la preocupación y evitar situaciones que
desencadenan la preocupación (Wells, 2005). Además, la metapreocupación predice peores síntomas de TAG
tanto en participantes jóvenes como mayores, incluso después de controlar la ansiedad rasgo y la preocupación
básica (Nuevo, Montorio y Borkovec, 2004; Wells y Carter, 1999). En las siguientes secciones, abordo las
similitudes y diferencias entre la preocupación y la rumiación depresiva, así como las teorías predominantes
sobre las funciones de la preocupación.
Preocupación y rumiación
Los investigadores han notado durante mucho tiempo las similitudes entre la preocupación y la rumiación, ya
que ambos procesos implican pensamientos negativos repetitivos e incontrolables. De hecho, la preocupación
se caracteriza tanto por un afecto ansioso como depresivo, lo que lleva a algunos investigadores a concluir
que, aunque la preocupación se centra en resultados futuros inciertos, también debe contener alguna reflexión
depresiva sobre eventos pasados (Andrews & Borkovec, 1988). Sin embargo, existe desacuerdo en la literatura
acerca de cuánto se superponen la preocupación y la rumiación depresiva.
Una forma de examinar las similitudes y diferencias entre estos constructos es evaluar las características
autoinformadas de preocupación y rumiación depresiva. En estos estudios, los participantes califican sus
pensamientos rumiantes y relacionados con la preocupación típicos en varias dimensiones, y los investigadores
buscaron diferencias significativas (Hoyer, Gloster y Herzberg, 2009; Kircanski, Thompson, Sorenson,
Sherdell y Gotlib, 2015; McLaughlin, Borkovec , & Sibrava, 2007; Papageorgiou & Wells, 1999; Watkins,
2004; Watkins, Moulds & Mackintosh, 2005). Las dimensiones comunes incluyen la frecuencia, la duración,
la evaluación (p. ej., la capacidad de control y el grado de perturbación), la naturaleza de los pensamientos (p.
ej., orientados al futuro frente al pasado, basados en imágenes verbales frente al contenido de los pensamientos
(p. ej., internos frente a externos, evento real vs hipotético, causas/significado vs consecuencias vs solución)
y emociones asociadas (por ejemplo, tristeza y miedo). La diferencia más consistente, tanto en las muestras
clínicas como en las no clínicas, es que la rumiación depresiva está orientada al pasado, mientras que la
preocupación está orientada al futuro. La preocupación también se asocia más fuertemente con sentimientos
de incertidumbre e inseguridad. Un estudio encontró que la preocupación se asoció con insistir en las posibles
consecuencias de la ansiedad, mientras que la rumiación depresiva se asoció con insistir en las causas y los
significados de la tristeza (Watkins, 2004). Aparte de estas diferencias, la preocupación y la rumiación se
evalúan como incontrolables, automáticas, difíciles de descartar y orientadas internamente. Existe evidencia
contradictoria acerca de si los pensamientos preocupantes son más verbales (vs. basados en imágenes) que
rumiantes, y si la rumiación se enfoca más en un problema real que en la preocupación. En resumen, los pocos
estudios que comparan directamente la preocupación con la rumiación encuentran que ambos procesos son
repetitivos, intrusivos y centrados en uno mismo. Las diferencias aparentes parecen involucrar el contenido.
La rumiación se enfoca en el pasado, quizás para comprender las causas y el significado de los eventos
perturbadores. Por el contrario, la preocupación se centra en el futuro, quizás en un esfuerzo por anticipar las
consecuencias y disminuir la incertidumbre. Sin embargo, incluso estas distinciones son probablemente
fluidas. Por ejemplo, el contenido de la preocupación a menudo también incluye reflexionar sobre los aspectos
negativos de una situación pasada y, por lo tanto, puede volverse más como una rumiación (Szabó &
Lovibond, 2002). Otro estudio encontró que la rumia comienza con un enfoque pasado pero se vuelve más
enfocado en el futuro con el tiempo (McLaughlin et al., 2007). Por lo tanto, la preocupación y la rumiación
pueden, de hecho, generarse mutuamente.
El análisis factorial es otro enfoque utilizado para examinar la superposición de la preocupación y la rumiación
depresiva. Una vez más, los resultados son mixtos. Algunos estudios encuentran que la rumiación depresiva
y la preocupación se cargan en factores separados (D'Hudson y Saling, 2010; Fresco, Frankel, Mennin, Turk
y Heimberg, 2002; Goring y Papageorgiou, 2008; Muris, Roelofs, Meesters y Boomsma, 2004) ; Rood, Bögels
y Roelofs, 2010; Yang et al., 2014). Sin embargo, otros estudios encuentran evidencia de un factor general de
pensamiento repetitivo negativo (NRT). Por ejemplo, Segerstrom et al. (2000) mostró que el pensamiento
repetitivo explicaba la variación común en las medidas tanto de rumiación depresiva como de preocupación.
En línea con los resultados resumidos en el párrafo anterior, estos autores argumentaron que aunque el
contenido y la motivación de la rumiación depresiva y la preocupación pueden diferir, el proceso de
pensamiento básico es el mismo. Específicamente, propusieron que la preocupación surge de metas de
seguridad no resueltas, mientras que la rumiación ocurre en respuesta a metas de comprensión e identidad
propia no resueltas.
Los investigadores también han explorado las contribuciones únicas de la preocupación y la rumiación
depresiva a síntomas relevantes, con hallazgos mixtos. En adultos y niños, muchos estudios muestran que la
rumiación depresiva (específicamente melancólica) y la preocupación predicen de manera única tanto los
síntomas depresivos como los ansiosos, con tamaños de efecto comparables (Broeren, Muris, Bouwmeester,
Heijden y Abee, 2010; Fresco et al., 2002; Goring y Papageorgiou, 2008; Kircanski et al., 2015; McEvoy y
Brans, 2013; Muris, Roelofs, Rassin, Franken y Mayer, 2005; Rood et al., 2010; Segerstrom et al., 2000;
Segerstrom, Stanton, Alden y Shortridge, 2003; Verstraeten, Bijttebier, Vasey y Raes, 2011; Watkins, 2004).
Otros estudios, sin embargo, han encontrado diferencias en los resultados (Calmes & Roberts, 2007; Ciesla,
Reilly, Dickson, Emanuel & Updegraff, 2012; D'Hudson & Saling, 2010). Por ejemplo, en algunas muestras
no clínicas, la preocupación predijo los síntomas depresivos y ansiosos con más fuerza que la rumiación
(Hong, 2007; Hoyer et al., 2009; Muris et al., 2004; Olatunji, Naragon-Gainey y Wolitzky-Taylor, 2013). En
varias muestras clínicas, por el contrario, solo la preocupación predijo de manera única un diagnóstico y
síntomas de TAG, mientras que la rumiación depresiva predijo de manera única un diagnóstico y síntomas de
depresión mayor (Hendriks et al., 2014; Yang et al., 2014; Yook, Kim, Suh, y Lee, 2010). En un experimento,
los participantes universitarios se preocuparon y rumiaron intensamente durante 5 minutos cada uno en un
orden equilibrado (McLaughlin et al., 2007). Debido al diseño con los sujetos, se pudieron examinar los
efectos del orden. Aunque la rumiación aumentó la ansiedad, la preocupación posterior aumentó aún más la
ansiedad. Del mismo modo, aunque la preocupación aumentaba los sentimientos depresivos, la rumiación
posterior los aumentaba aún más. Por lo tanto, las contribuciones únicas de la rumiación depresiva y la
preocupación a diagnósticos particulares siguen sin estar claras, con diferencias potenciales entre muestras
clínicas y no clínicas.
Ehring y Watkins (2008) argumentaron que cualquier resultado que utilice medidas comunes de autoinforme
de preocupación y rumiación depresiva puede sufrir metodológicamente debido a confusiones en la redacción
de los ítems. Por ejemplo, todos los elementos del Cuestionario de preocupación de Penn State hacen
referencia a la palabra "preocupación". Además, muchos de los ítems de la Escala de respuestas rumiantes
hacen referencia a la depresión, y las instrucciones para la medida dirigen a los encuestados a responder sobre
momentos en los que están tristes. Estos problemas metodológicos pueden explicar por qué los elementos de
estas medidas se cargan en diferentes factores en algunos estudios, y también por qué cada medida a veces se
asocia de manera única con sus síntomas relacionados.
Unos pocos estudios intentaron reducir esta amenaza metodológica al excluir elementos de estos cuestionarios
que se confunden con los síntomas. Uno de esos estudios encontró que las medidas de rumiación depresiva y
preocupación sin elementos específicos de síntomas se cargaron en un solo factor de NRT en estudiantes
universitarios (McEvoy, Mahoney y Moulds, 2010). Yendo un paso más allá, Topper, Molenaar, Emmelkamp
y Ehring (2014) encontraron apoyo para un modelo bifactorial, en el que los elementos específicos de la
medida se cargaban en factores de preocupación y melancolía, y todos los elementos también se cargaban en
un factor NRT general. Es importante destacar que los factores de melancolía y preocupación no estaban
correlacionados, lo que sugiere que el factor NRT contenía toda su varianza compartida. Además, solo el
factor NRT predijo aumentos en la ansiedad y los síntomas depresivos sobre un examen importante.
Finalmente, en una muestra clínica de pacientes que buscaban tratamiento para trastornos del estado de ánimo
y de ansiedad, se apoyó nuevamente un modelo bifactorial, en el que los ítems específicos de la medida se
cargaron en factores melancólicos, de reflexión reflexiva y de preocupación y todos los ítems también se
cargaron en una NRT general. (McEvoy & Brans, 2013). Esta vez, sin embargo, tanto la NRT como la
cavilación predijeron de forma única y sólida la ansiedad y los síntomas depresivos (la preocupación fue un
predictor mucho más débil). En todos estos estudios, la preocupación influyó un poco más en el factor NRT
que la rumia depresiva. Tomados en conjunto, los resultados sugieren que la NRT general puede explicar tanto
la ansiedad como los síntomas depresivos en poblaciones no clínicas. Sin embargo, en pacientes clínicos, la
cavilación (es decir, preguntar por qué) puede constituir un factor adicional que contribuye al estado de ánimo
y los síntomas de ansiedad.
En resumen, a pesar de los hallazgos mixtos revisados en esta sección, surge una imagen borrosa.
Específicamente, la rumiación depresiva y la preocupación parecen compartir un proceso común de
pensamiento repetitivo, incontrolable, egocéntrico y negativo. La preocupación puede ser un poco más
repetitiva y la rumiación depresiva un poco más negativa, pero cualquier diferencia en los componentes
relacionados con el proceso es probablemente solo una cuestión de grado. Por el contrario, la rumiación
depresiva y la preocupación probablemente difieran de manera significativa tanto por el contenido como por
la motivación. Mientras que la rumiación depresiva involucra la atención a pérdidas o amenazas pasadas, la
preocupación enfoca la atención en futuras amenazas percibidas. De manera relacionada, la rumiación
depresiva puede reflejar un deseo de comprender las causas de los eventos perturbadores y su significado para
la identidad de uno, mientras que la preocupación puede surgir del deseo de identificar, prevenir y/o resolver
las amenazas percibidas. Debido a la evidencia de un proceso común que subyace tanto a la rumiación
depresiva como a la preocupación, a lo largo de este libro reviso a menudo la literatura relevante sobre la
preocupación. Como veremos, la preocupación comparte muchos resultados similares. Además, las teorías de
evitación de la preocupación que reviso a continuación han informado investigaciones y teorizaciones
sustanciales sobre las funciones de la rumia.
En las décadas de 1980 y 1990, Borkovec y sus colegas fueron algunos de los primeros investigadores en
estudiar la preocupación en participantes con TAG. Hicieron varios descubrimientos interesantes. En primer
lugar, la preocupación se caracterizó predominantemente por el pensamiento verbal/lingüístico, más que por
las imágenes (Borkovec e Inz, 1990). En segundo lugar, los participantes con fobia al habla que fueron
inducidos a preocuparse antes de imaginarse dando un discurso mostraron muy poca reactividad
cardiovascular (p. ej., aumento del ritmo cardíaco) a la tarea, en comparación con los participantes que se
relajaron antes de la tarea imaginaria (Borkovec & Hu, 1990; Borkovec, 1990). Lyonfields, Wiser y Deihl,
1993). Junto con otros hallazgos de que la articulación verbal de una situación temida conduce a una respuesta
cardiovascular menor que la imaginería (Vrana, Cuthbert y Lang, 1986), estos resultados sugirieron que la
preocupación suprime la reactividad fisiológica a un estímulo temido. Finalmente, en comparación con los
participantes sin TAG, aquellos con TAG eran más propensos a respaldar que usan la preocupación para
distraerse de temas más emocionales y perturbadores (Borkovec & Roemer, 1995).
Sobre la base de estos hallazgos, Borkovec desarrolló el modelo de evitación cognitiva de la preocupación y
el TAG, que propone que la preocupación funciona como una respuesta de evitación a las amenazas futuras
percibidas (Borkovec et al., 2004). Esto puede suceder de dos maneras. Primero, la preocupación implica
pensar en formas de prevenir o evitar futuros eventos temidos y prepararse cognitivamente para los eventos
temidos (Borkovec y Roemer, 1995). Además, la cualidad predominantemente verbal de la preocupación
silencia las respuestas emocionales y fisiológicas a las imágenes que provocan miedo. Por lo tanto, la
preocupación se refuerza negativamente porque reduce la excitación emocional y somática desagradable. Es
probable que esta activación restringida impida el procesamiento emocional de los estímulos temidos. En otras
palabras, la preocupación cumple la misma función para alguien con TAG que evitar los puentes para una
persona con fobia a las alturas. Desafortunadamente, debido a que interfiere con el procesamiento emocional
que es necesario para una habituación y extinción exitosas, la preocupación y la ansiedad subsiguiente se
mantienen. Versiones posteriores de esta teoría argumentaron que las personas con TAG se preocupan para
evitar la experiencia de emociones negativas en general, y no solo el procesamiento emocional de los estímulos
temidos (Roemer, Salters, Raffa y Orsillo, 2005).
Como veremos a lo largo de este libro, el modelo de evitación cognitiva de la preocupación ha informado la
teoría y la investigación en varias áreas de la literatura sobre rumiación. Sin embargo, algunos investigadores
cuestionan si los primeros experimentos realmente respaldan la idea de que la preocupación permite la
evitación emocional. Por ejemplo, los participantes en la condición de preocupación también reportaron más
miedo subjetivo después de la tarea imaginal, lo que contrasta con los resultados fisiológicos (Borkovec &
Hu, 1990; Borkovec et al., 1993). Además, estos estudios compararon la excitación que sigue a la inducción
de la preocupación con la excitación que sigue a la tarea imaginal (Borkovec et al., 1993; p. ej., Borkovec y
Hu, 1990). No se evaluaron la excitación inicial y la emocionalidad antes de la condición de preocupación.
Dados los hallazgos revisados anteriormente de que la preocupación en sí misma aumenta el afecto negativo,
estos experimentos iniciales solo pueden sugerir que la preocupación previa previene un mayor aumento de la
ansiedad.
Un equipo de investigación ha intentado separar los efectos inmediatos de la preocupación frente a los efectos
posteriores a un estímulo temido. En experimentos inteligentes, los participantes con y sin TAG participaron
en inducciones neutrales, de relajación o de preocupación antes de ver clips de películas que inducían
emociones (Llera & Newman, 2010, 2014). La emoción autoinformada y la excitación fisiológica se evaluaron
al inicio del estudio, después de las inducciones y después de las películas. Inmediatamente después de las
inducciones, los participantes que se preocuparon informaron mayores aumentos en el afecto negativo que los
participantes en las condiciones de relajación y neutrales. Los participantes con TAG que se preocupaban
también tenían una mayor activación fisiológica, en comparación con la relajación. Por el contrario, después
de las películas que inducían miedo y tristeza, los participantes en la condición de preocupación mantuvieron
o incluso redujeron sus niveles de excitación fisiológica y afecto negativo, mientras que los participantes en
la condición de relajación se volvieron más molestos emocional y fisiológicamente. Curiosamente, los
participantes en las tres condiciones mostraron cambios similares en las emociones negativas desde el inicio
hasta después de la película. Es solo que las personas en la condición de preocupación se enojaron antes (por
ejemplo, después de preocuparse), mientras que otros participantes se enojaron solo después de ver las
películas negativas. con TAG. También cuestionan la teoría de que la preocupación permite evitar las
emociones negativas. En cambio, la preocupación parece aumentar la emocionalidad negativa de tal manera
que no se producen aumentos adicionales en la emocionalidad negativa en respuesta a un estímulo de miedo.
Figura 2.1 Representación gráfica de la teoría contrastada de la preocupación como evitación. Fuente:
Crédito: Samuel Bucek. Reimpreso con permiso.
Este nuevo modelo argumenta en contra de la idea de que la preocupación permite evitar las emociones
negativas. Sin embargo, el modelo no contradice la afirmación original de Borkovec de que la preocupación
impide el procesamiento emocional de los eventos temidos. De acuerdo con la teoría del comportamiento (Foa
& Kozak, 1986), el procesamiento emocional ocurre cuando las personas experimentan el aumento de la
emoción ansiosa y la excitación que sigue a la exposición a un estímulo temido. Al prevenir esa oleada
emocional, la preocupación también previene la habituación a los miedos que están impulsando la
preocupación y la ansiedad en primer lugar. De hecho, Newman y Llera (2011) argumentan que aunque las
personas con TAG no evitan experimentar emociones negativas, sí evitan procesarlas. Por lo tanto, incluso
este modelo revisado de preocupación sugiere que la preocupación funciona principalmente como una forma
de evasión.
Trastorno de ansiedad social
El trastorno de ansiedad social se caracteriza por el miedo persistente a una o más situaciones sociales o de
desempeño en las que alguien está expuesto a un posible escrutinio y/o personas desconocidas. Las personas
con ansiedad social temen comportarse de manera vergonzosa, lo que generará críticas y rechazo social. En
un modelo cognitivo integral de ansiedad social, Clark y Wells (1995) propusieron que la rumiación tanto
antes como después de las situaciones sociales temidas contribuye al mantenimiento de la ansiedad social. La
rumiación previa al evento, también llamada procesamiento anticipatorio, implica pensar en un encuentro
social futuro. Es probable que esto implique pensar en los fracasos del pasado, imaginar el fracaso en la
situación que se avecina y anticipar la evaluación negativa y el rechazo social subsiguientes. Este tipo de
pensamiento aumenta la ansiedad antes y durante el encuentro. Después del evento social, las personas pueden
participar en la rumiación posterior al evento, a menudo denominada procesamiento posterior al evento,
especialmente si no recibieron signos inequívocos de aprobación social. Es probable que esta revisión
detallada del evento esté dominada por sentimientos negativos y percepciones de uno mismo experimentados
durante el evento en sí, lo que contribuye a que la situación se recuerde de manera más negativa de lo que
realmente fue. Es probable que la rumiación posterior al evento también provoque recuerdos de fracasos
sociales pasados, que a su vez pueden mantener el afecto negativo y las autopercepciones negativas.
Una gran cantidad de literatura ha explorado la naturaleza y las consecuencias de la rumiación posterior al
evento.² Muchas personas, incluso aquellas sin ansiedad social, se involucran en la rumiación posterior al
evento después de situaciones sociales angustiosas (Fehm, Schneider y Hoyer, 2007; Kocovsky y Rector,
2007). ). Sin embargo, las personas con ansiedad social informan constantemente que participan en más rumias
posteriores al evento que las personas sin ansiedad social (para revisiones, consulte Brozovich & Heimberg,
2008; Hofmann, 2007; Norton & Abbott, 2016; Penney & Abbott, 2014). La rumiación posterior al evento en
personas socialmente ansiosas a menudo se enfoca en querer "retroceder el reloj", reflexionar sobre cómo una
situación podría haber ido mejor (llamados pensamientos contrafactuales ascendentes o "si tan solo") y desear
evitar situaciones similares en el futuro (Kocovski, Endler, Rector y Flett, 2005; Rachman et al., 2000). Las
personas socialmente ansiosas también informan que este tipo de pensamientos rumiantes son intrusivos y
perjudican su capacidad de concentración.
Los estudios de laboratorio han creado situaciones sociales simuladas para provocar la rumiación posterior al
evento. Por ejemplo, se pidió a los participantes que dieran un discurso improvisado de 3 minutos sobre un
tema de su elección (Abbott y Rapee, 2004; Edwards, Rapee y Franklin, 2003; Perini, Abbott y Rapee, 2006;
Rap y Abbott, 2007). ). Una semana después, informaron cuánto rumiaron sobre el discurso durante la última
semana. Tanto en muestras clínicas como no clínicas, los participantes con mayor ansiedad social informaron
una rumiación posterior al evento más negativa en la semana posterior al discurso. Se encontraron los mismos
resultados cuando los participantes tuvieron que entablar conversaciones de 5 a 10 minutos con un asistente,
en lugar de dar un discurso (Dannahy & Stopa, 2007; Mellings & Alden, 2000). Curiosamente, en todos estos
estudios, los participantes socialmente ansiosos informaron la misma cantidad de pensamientos rumiantes
positivos posteriores al evento (por ejemplo, "Mi discurso fue bueno") que los participantes no ansiosos. Por
lo tanto, la ansiedad social parece estar caracterizada por una cantidad excesiva de procesamiento negativo
posterior al evento.
La rumiación posterior al evento está, a su vez, asociada con pensamientos y sentimientos más negativos.
Después de una conversación con un extraño, la rumiación posterior al evento se asoció con un mayor recuerdo
de información negativa relacionada con uno mismo tanto en participantes socialmente ansiosos como no
ansiosos (Mellings y Alden, 2000). La rumiación posterior al evento también predijo recordar un discurso de
forma más negativa una semana después (Rapee & Abbott, 2007). En un experimento, los participantes dieron
un discurso improvisado de 3 minutos y luego pasaron por una rumiación centrada en sí mismos o una
manipulación de distracción (Wong & Moulds, 2009). La distracción condujo a una disminución de la
ansiedad, mientras que la rumiación posterior al evento mantuvo la ansiedad en los participantes con niveles
altos y bajos de ansiedad social. Además, solo en los participantes socialmente ansiosos, la rumia inducida
mantuvo las creencias negativas sobre uno mismo, mientras que la distracción disminuyó estas creencias. De
manera similar, los participantes socialmente ansiosos que reflexionaron sobre un evento social hipotético
(por ejemplo, el primer día en un nuevo trabajo) recordaron recuerdos autobiográficos caracterizados por
ansiedad más que los participantes ansiosos que reflejaron o los individuos no ansiosos (Morgan & Banerjee,
2008).
Algunos investigadores han explorado moderadores de estas asociaciones. Por ejemplo, un estudio diario
encontró que los síntomas de ansiedad social se asociaron con una mayor rumiación posterior al evento solo
después de eventos sociales angustiosos que involucraron una evaluación negativa (Lundh & Sperling, 2002).
En un experimento interesante, los participantes interactuaron con un participante del género opuesto en una
conversación estructurada de 45 minutos (Kashdan & Roberts, 2007). Algunas parejas se hacían preguntas
cada vez más personales (p. ej., "¿Cuál es su recuerdo más preciado?") para fomentar la revelación personal
íntima. Otras parejas hicieron preguntas generales y no personales, como "Si pudieras inventar un nuevo sabor
de helado, ¿cuál sería?", para simular una pequeña charla. Al día siguiente, los participantes informaron sobre
sus estados de ánimo y rumiación negativa posteriores al evento. Primero, la asociación general entre la
ansiedad social y la rumiación posterior al evento solo fue significativa para los participantes con altos
síntomas depresivos. Además, en individuos con alta ansiedad social que compartieron información personal,
la rumiación posterior al evento predijo aumentos en el afecto negativo. Por el contrario, para los participantes
ansiosos que participaban en una pequeña charla, la rumiación se asoció con una disminución del afecto
negativo. Los autores sugirieron que la divulgación personal es especialmente amenazante para las personas
con ansiedad social, porque abre la puerta a la evaluación de información íntima. Por el contrario, la reflexión
sobre interacciones sin importancia puede haber hecho que las personas se sintieran mejor. En resumen, parece
que el estado de ánimo deprimido y los contextos sociales caracterizados por una evaluación negativa
fortalecen las asociaciones entre la ansiedad social, la rumiación posterior al evento y el estado de ánimo
negativo.
Hay menos investigación sobre el papel de la rumiación previa al evento o anticipatoria en la ansiedad social.
Sin embargo, la investigación que existe respalda la importancia hipotética de este constructo.³ Los estudios
correlacionales encuentran que las personas socialmente ansiosas se involucran más en la rumiación previa al
evento antes de situaciones sociales o de desempeño que las personas no ansiosas (Hinrichsen & Clark, 2003;
Laposa &
Rectoría, 2016; Penney y Abbott, 2015; Vassilopoulos, 2004, 2008). Específicamente, las personas
socialmente ansiosas reflexionan sobre los fracasos sociales pasados, catastrofizan sobre lo que podría
suceder, ensayan lo que dirán, insisten en las imágenes negativas distorsionadas de sí mismos desde la
perspectiva del observador, planifican cómo ocultarán su ansiedad y reflexionan sobre las formas de escapar
o evitar el encuentro social (Hinrichsen & Clark, 2003; Vassilopoulos, 2004, 2008). Además, las personas
socialmente ansiosas se involucran en una deliberación más estancada o en una insistencia repetitiva en un
problema estresante sin llegar a nada productivo (Vassilopoulos, 2008). Los pensamientos rumiantes previos
al evento se perciben como intrusivos y repetitivos (Vassilopoulos, 2004).
La investigación experimental toma prestada la metodología de la literatura sobre la depresión para manipular
la rumiación previa al evento. Por ejemplo, generalmente se les dice a los participantes que participarán en
algún tipo de interacción social, como dar un discurso o interactuar con un investigador que evaluará sus
habilidades sociales (Hinrichsen & Clark, 2003; Mills, Grant, Judah, & White, 2014 ; Vassilopoulos, 2005;
Wong & Moulds, 2011). Luego se les pide que piensen en indicaciones específicas en preparación para la
interacción. Los participantes en la condición de rumiación previa al evento piensan en cosas como "sus
sentimientos sobre el discurso", "cómo se verá durante la próxima situación social" y "lo peor que podría
pasar". Los participantes en la condición de distracción piensan en indicaciones neutrales y no relacionadas
(p. ej., un barco que cruza lentamente el Atlántico) o se involucran en tareas no relacionadas (p. ej., ver una
película sobre insectos). Independientemente de los síntomas de ansiedad social autoinformados, los
participantes en la condición de rumiación previa al evento exhibieron una mayor activación ansiosa
autoinformada y medida objetivamente, en comparación con la condición de distracción. La rumiación previa
al evento también predijo expectativas de un peor desempeño, nuevamente independientemente del nivel de
ansiedad social (Mills, Grant, Judah y Lechner, 2014; Vassilopoulos, 2005). Los participantes socialmente
ansiosos reportaron más autoimágenes negativas después de la rumiación previa al evento, en comparación
con los participantes no ansiosos (Brown & Stopa, 2006). La rumia previa al evento también se asoció
indirectamente con un peor desempeño del habla debido a mayores niveles de ansiedad (pero ver Brown &
Stopa, 2006; Wong & Moulds, 2011).
Algunas investigaciones longitudinales examinaron las asociaciones entre la rumiación previa al evento, la
ansiedad social y el procesamiento posterior al evento. Un estudio encontró que la rumiación previa al evento
no predijo los síntomas de ansiedad social 5 semanas después, sino que los síntomas de ansiedad social
predijeron la rumiación previa al evento en el futuro (Mills, Grant, Lechner y Judah, 2014). Además, la
rumiación previa al evento se asoció con más rumiación posterior al evento la semana siguiente a un encuentro
social, lo que, a su vez, predijo una mayor rumiación previa al evento antes de otro encuentro varias semanas
después (Laposa & Rector, 2016). Por lo tanto, la rumiación previa al evento probablemente sirve como un
factor de mantenimiento en la ansiedad social al aumentar la excitación ansiosa y la rumiación posterior al
evento después de un evento social temido, lo que, a su vez, desencadena pensamientos negativos y rumiación
previa al evento antes de otro evento.
Resumen
A diferencia del campo de la depresión, en el que la rumiación generalmente solo mantiene o exacerba el
estado de ánimo deprimido en los participantes que comienzan tristes o deprimidos, la especificidad de la
rumiación previa y posterior al evento en la ansiedad social es menos clara. La rumiación previa y posterior
al evento predice un aumento de la ansiedad antes y después de las experiencias sociales estresantes para la
mayoría de las personas, independientemente de los niveles de ansiedad social. Sin embargo, las personas
socialmente ansiosas se involucran más en la rumiación previa y posterior al evento que las personas no
ansiosas. Además, en individuos socialmente ansiosos, la rumiación posterior al evento es más negativa e
intrusiva, y es más probable que ambos tipos de rumiación provoquen autoimágenes negativas y recuerdos
autobiográficos. Por lo tanto, aunque el pensamiento repetitivo sobre situaciones sociales temidas puede hacer
que cualquiera se sienta más ansioso, la rumiación en las personas con trastorno de ansiedad social
probablemente refuerza las creencias negativas que caracterizan la ansiedad social.
Trastorno de estrés postraumático
El TEPT involucra cuatro grupos de síntomas (p. ej., reexperimentación, evitación, aumento de la excitación
fisiológica y cambios negativos en los pensamientos y el estado de ánimo) que resultan de la exposición a un
evento traumático. Debido a que no todas las personas que experimentan un trauma desarrollan TEPT, los
investigadores estudian los factores que hacen que las personas sean más vulnerables al trastorno. Varias
teorías proponen que diversas vulnerabilidades cognitivas se activan por eventos traumáticos e influyen en
cómo las personas entienden, recuerdan y afrontan estos eventos (para una revisión, consulte Elwood, Hahn,
Olatunji y Williams, 2009). De relevancia, Anke Ehlers propuso que la rumiación específicamente sobre el
trauma y las reacciones al trauma mantiene los síntomas del TEPT (Ehlers & Clark, 2000; Ehlers & Steil,
1995).
La rumiación relacionada con el trauma implica pensar en las causas y consecuencias del trauma, por qué
sucedió, cómo podría haberse evitado y cómo se puede lograr la justicia. El enfoque en los contrafactuales (es
decir, declaraciones de "qué pasaría si") ocurre a expensas de enfocarse en los detalles específicos del trauma
mismo. Como tal, la rumiación relacionada con el trauma se conceptualiza como una estrategia de evitación
cognitiva, al igual que la preocupación, en la que los individuos rumian en un intento de evitar procesar
recuerdos o emociones traumáticas específicas. Sin embargo, debido a que proporciona señales internas de
recuperación para los recuerdos traumáticos, la rumiación relacionada con el trauma, irónicamente, puede
conducir a recuerdos más intrusivos y a la subsiguiente excitación y ansiedad (Michael, Ehlers, Halligan y
Clark, 2005). Además, la rumiación puede mantener pensamientos negativos y distorsionados sobre uno
mismo y el mundo, lo que lleva a emociones secundarias como tristeza, vergüenza y culpa. Dados los vínculos
conocidos entre la rumiación y la ira (consulte el Capítulo 3: Rumiación, ira y agresión), la rumiación
relacionada con el trauma también puede explicar en parte por qué la ira y la agresión son tan comunes en las
personas con TEPT.
Podría parecer que la rumiación es un tipo de síntoma de reexperimentación. Sin embargo, Ehlers argumentó
que recordar (es decir, volver a experimentar) un evento traumático es diferente de pensar (es decir, rumiar)
sobre él (Ehlers & Clark, 2000). Específicamente, la reexperimentación intrusiva es un proceso no consciente
y probablemente refleja formas incompletas en las que se codificó el recuerdo del trauma. Por el contrario, la
rumiación relacionada con el trauma es un intento consciente y cognitivo de controlar la amenaza percibida y
los síntomas postraumáticos. Algunos estudios han utilizado entrevistas estructuradas para evaluar la
fenomenología de la rumia frente a los recuerdos intrusivos. En pacientes con TEPT diagnosticado, los
recuerdos intrusivos tendían a ser breves experiencias sensoriales, mientras que la rumia se describía
principalmente como un proceso de pensamiento verbal que puede durar horas (Speckens, Ehlers, Hackmann,
Ruths y Clark, 2007). De manera similar, en presos varones a quienes se les preguntó acerca de un delito
violento que habían cometido, la rumiación se describió como una cadena de pensamientos de contenido
cambiante, a diferencia de los recuerdos sensoriales intrusivos que no cambiaron mucho con el tiempo (Evans,
Ehlers, Mezey y Clark, 2007). Estas entrevistas estructuradas también ayudaron a identificar las cualidades de
rumiación que parecen ser las más desadaptativas. Por ejemplo, la rumiación caracterizada por el pensamiento
“qué pasaría si” y “por qué” predijo síntomas de estrés postraumático más severos (Michael, Halligan, Clark
y Ehlers, 2007). Además, la rumia que los participantes sintieron como más angustiosa, menos productiva y
más compulsiva predijo peores síntomas (Evans et al., 2007; Michael et al., 2007).
Los estudios empíricos que prueban el papel de la rumia en el mantenimiento del TEPT se dividen en dos
categorías amplias (Ehring, Kleim y Ehlers, 2011; Elwood et al., 2009). Los estudios correlacionales permiten
explorar las asociaciones entre la rumiación y el TEPT en sobrevivientes de muchos tipos de trauma,
idealmente utilizando diseños longitudinales que permiten la predicción de futuros síntomas de TEPT
controlando los síntomas iniciales.⁴ Sin embargo, además de no poder mostrar causalidad, la investigación con
sobrevivientes de trauma se basa en informes retrospectivos, que pueden estar sesgados por los síntomas
actuales. Por el contrario, los estudios experimentales analógicos con poblaciones sanas no traumatizadas
exponen a los participantes a una película angustiosa o imágenes que representan la violencia. Luego, los
investigadores manipulan experimentalmente la rumia antes o después del factor estresante y examinan los
resultados resultantes. Por supuesto, es cuestionable si las reacciones a estos estresores análogos son
comparables a las de los traumas reales. La información aprendida de estos dos tipos de diseños de
investigación se combinan para crear una comprensión más completa del papel de la rumiación en el TEPT.
Los estudios correlacionales indican claramente que la rumiación relacionada con el trauma se asocia con
peores síntomas y una mayor probabilidad de un diagnóstico de TEPT. Esta asociación se ha encontrado
transversalmente en veteranos de guerra, personas con cáncer o VIH, socorristas, médicos de emergencia,
personas en duelo, mujeres que recientemente tuvieron un mortinato y sobrevivientes de agresiones, desastres
naturales y accidentes automovilísticos (Blackburn & Owens, 2016 ; Borders, Rothman y McAndrew, 2015;
Chan, Ho, Tedeschi y Leung, 2011; Clohessy y Ehlers, 1999; Ehring et al., 2006; Horsch, Jacobs y McKenzie-
McHarg, 2015; Michael et al., 2007; Nightingale, Sher y Hansen, 2010; Normann, van Emmerik y Morina,
2014; Taku, Calhoun, Cann y Tedeschi, 2008; Turliuc, Măirean y Turliuc, 2015; Zhou, Wu, Fu y An, 2015).
En un giro interesante, la rumiación también se relacionó con la gravedad del PTSD en los hombres agresores
de violencia grave (Evans et al., 2007). Los estudios longitudinales también indican que la rumiación
relacionada con el trauma predice síntomas de TEPT entre 3 meses y 3 años más tarde en sobrevivientes de
cáncer, agresiones, desastres naturales y accidentes automovilísticos (Ehlers, Mayou y Bryant, 1998; Ehring,
Ehlers y Glucksman , 2008; Kleim, Ehlers y Glucksman, 2007; Mayou, Ehlers y Bryant, 2002; Salsman,
Segerstrom, Brechting, Carlson y Andrykowski, 2009; Zhou y Wu, 2015).
Aunque la mayoría de los estudios examinan solo a adultos, se han encontrado efectos similares con niños
sobrevivientes de accidentes y agresiones (Ehlers, Mayou y Bryant, 2003; Meiser-Stedman et al., 2014). Un
metaanálisis reciente mostró que el efecto de la rumiación sobre los síntomas del TEPT no está moderado por
el tipo de trauma (Seligowski, Lee, Bardeen y Orcutt, 2015). Un grupo de investigadores ha propuesto que la
rumiación relacionada con el trauma no es una construcción unidimensional (Calhoun, Cann, Tedeschi y
McMillan, 2000; Taku, Cann, Tedeschi y Calhoun, 2009). En cambio, al igual que la rumiación depresiva
puede separarse en melancolía y reflexión, la rumiación relacionada con el trauma puede tomar dos formas.
Específicamente, la rumia intrusiva involucra pensamientos repetitivos no controlados y no deseados sobre el
evento traumático, mientras que la rumia deliberada involucra pensamientos repetitivos controlados y
reflexivos enfocados en dar sentido al evento. Tedeschi y Calhoun (2004) propusieron además que la
rumiación intrusiva después de un trauma eventualmente se transforma en rumiación deliberada, con
diferentes resultados. Inicialmente, la rumiación intrusiva sobre el trauma contribuye a los síntomas del PTSD.
Sin embargo, con el tiempo, las personas comienzan a dedicar tiempo intencionalmente a reflexionar sobre
los cambios que ocurrieron debido al trauma, lo que han aprendido y cómo su vida puede ser diferente en el
futuro. Esta rumiación deliberada contribuye al crecimiento postraumático, o cambios positivos que resultan
de luchar con las principales crisis de la vida o eventos traumáticos.
Los investigadores también están comenzando a examinar si la rumiación está relacionada con síntomas
particulares de TEPT, dada la evidencia de que el TEPT se entiende mejor como un conjunto de grupos de
síntomas relacionados pero distintos (Miller et al., 2010). La mayor parte de la investigación se ha centrado
en el grupo de reexperimentación y, específicamente, en los recuerdos intrusivos. Los sobrevivientes de
traumas informan que la rumiación desencadena recuerdos intrusivos y flashbacks (Birrer y Michael, 2011;
Birrer, Michael y Munsch, 2007; Evans et al., 2007; Michael et al., 2007). Una semana después de ver una
película angustiosa, la rumia específica sobre la película predijo más recuerdos intrusivos durante la semana
y mayor angustia por las intrusiones (Kubota, Nixon y Chen, 2015; Laposa y Rector, 2012). La rumiación
relacionada con el trauma se asocia no solo con la frecuencia de los recuerdos intrusivos sino también con su
viveza y percepciones de que son dañinos (Clohessy & Ehlers, 1999; Ehlers et al., 1998; Schönfeld & Ehlers,
2006).
Los estudios experimentales también examinan el efecto de la rumia inducida en los recuerdos intrusivos, con
resultados mixtos. En dos estudios, después de ver un video angustioso de imágenes de la vida real de
accidentes automovilísticos (por ejemplo, personas lesionadas, cadáveres y personal de emergencia), los
participantes en la condición de rumiación pasaron varios minutos pensando en "por qué" y "qué pasaría si"
indicaciones (p. ej., “¿Por qué la gente tiene que conducir tan imprudentemente?”, “¿Podré volver a ser la
misma persona que antes?”) (Ehring, Szeimies, & Schaffrick, 2009; Zetsche, Ehring, & Ehlers, 2009). A los
participantes en la condición de distracción se les dieron tareas de recuerdo no relacionadas. En uno de estos
estudios, no hubo efecto de la rumia manipulada en los recuerdos intrusivos (Ehring, Szeimies, et al., 2009).
En el otro estudio, los hombres, pero no las mujeres, en la condición de rumiación informaron más recuerdos
intrusivos del video que los hombres en la condición de distracción (Zetsche et al., 2009). Sin embargo, tanto
para hombres como para mujeres y en todas las condiciones, una mayor rumiación del estado autoinformado
después del video predijo más recuerdos intrusivos. Otro estudio seleccionó participantes con altas tendencias
de rumiación e hizo que algunos de ellos reflexionaran sobre el angustioso video durante 5 minutos
inmediatamente después del video y luego todos los días durante la semana siguiente (Ball & Brewin, 2012).
Los participantes que rumiaron reportaron recuerdos más intrusivos durante la semana. De manera similar, los
participantes brindaron una narración detallada de un evento negativo pasado en sus vidas y luego
reflexionaron sobre el evento (o se distrajeron) durante 10 minutos (Ehring, Szeimies, et al., 2009). La rumia
inducida condujo a recuerdos intrusivos más frecuentes y angustiosos que la distracción. Por lo tanto, es más
probable que la rumia inducida conduzca a recuerdos intrusivos cuando se trata de algo que realmente les
sucedió y para las personas que tienen tendencias de rumia preexistentes.
Finalmente, tanto los estudios longitudinales como los experimentales han examinado el efecto de la
rumiación relacionada con el trauma en el grupo de síntomas de TEPT que incluye problemas de memoria y
estado de ánimo negativo. La rumiación relacionada con el trauma se asocia con una menor especificidad en
la recuperación de recuerdos autobiográficos, una construcción que se asocia con el mantenimiento tanto del
TEPT como de los síntomas depresivos en los sobrevivientes de trauma (Kleim & Ehlers, 2008; Schönfeld &
Ehlers, 2006). Además, la rumiación inducida después de un video angustioso condujo a una menor
recuperación del afecto negativo, en comparación con la distracción (Ehring, Fuchs y Kläsener, 2009; Ehring,
Szeimies y Schaffrick, 2009; Zetsche et al., 2009). La rumiación inducida sobre eventos negativos del mundo
real (por ejemplo, la ruptura de una relación y la muerte de un ser querido) también mantuvo el estado de
ánimo negativo en comparación con la distracción. Al analizar estados de ánimo negativos específicos, los
efectos de la rumia inducida aparecieron para estados de ánimo tristes pero no temerosos. En un estudio
longitudinal, la rumiación relacionada con el trauma predijo un estado de ira mayor 2 meses después en los
sobrevivientes de agresiones (Orth, Cahill, Foa y Maercker, 2008). Por lo tanto, la rumiación relacionada con
el trauma puede generar un aumento de los estados de ánimo tristes y enojados.
En resumen, la rumiación centrada en el trauma predice mayores síntomas de TEPT, particularmente recuerdos
intrusivos y estados de ánimo negativos, después de una variedad de traumas. Además de la rumiación después
de un trauma, las tendencias preexistentes a la rumiación también predicen peores síntomas. Cierta evidencia
sugiere que la rumiación intrusiva sobre los traumas, caracterizada por pensamientos de "qué pasaría si" y
"por qué", puede predecir con el tiempo una mayor rumiación deliberada, que implica esfuerzos controlados
y reflexivos para dar sentido al evento y está asociada con el crecimiento postraumático.
Trastorno obsesivo compulsivo
Solo unos pocos estudios han examinado las asociaciones entre la rumiación, la preocupación y los síntomas
del TOC. En dos muestras de estudiantes de secundaria y universitarios, la rumia depresiva se asoció con
síntomas de TOC más graves, incluso controlando los síntomas depresivos (Wahl, Ertle, Bohne, Zurowski y
Kordon, 2011). Al analizar la medida por sus subescalas, melancólico pero no reflexivo
la ponderación se correlacionó con peores síntomas del TOC después de controlar los síntomas de
internalización (Grisham & Williams, 2009). En una muestra clínica de pacientes con TOC, la rumiación
depresiva y la preocupación se correlacionaron con la gravedad de los síntomas del TOC, aunque el efecto de
la preocupación fue más fuerte (Dar & Iqbal, 2015). De manera similar, los pacientes con TOC y TAG
diagnosticados informaron niveles más altos de preocupación y rumiación general que los controles no clínicos
(Armstrong, Zald y Olatunji, 2011).
Quizás una pregunta más importante es si la rumiación, la preocupación y las obsesiones constituyen
construcciones únicas. Al igual que la rumiación, las obsesiones involucran pensamientos repetitivos que se
perciben como fuera de control. De hecho, en las décadas de 1970 y 1980, los investigadores a menudo
llamaban a las obsesiones “rumia obsesiva” (p. ej., Rachman, 1971). Además, una de las medidas de síntomas
obsesivo-compulsivos más utilizadas, el Inventario de Padua, revisado (Van Oppen, Hoekstra y Emmelkamp,
1995), tiene una subescala llamada rumia. Quizás no sea sorprendente que la subescala de rumiación se
superponga considerablemente con la preocupación (Gönner, Ecker y Leonhart, 2010), lo que plantea la
cuestión de si las obsesiones difieren de la preocupación y cómo.
de Silva (2003) propuso que la rumiación en el contexto del TOC debería referirse a un comportamiento
compulsivo encubierto o interno, generalmente desencadenado por una obsesión. Específicamente, la
rumiación obsesiva es el impulso compulsivo de pensar, de manera prolongada y con esfuerzo, algunos temas
planteados por una obsesión. Por ejemplo, alguien con TOC podría tener pensamientos e imágenes intrusivos
(es decir, obsesiones) sobre la muerte de su familia; luego podría reflexionar sobre esos pensamientos durante
horas seguidas. Un caso descrito en la literatura es el de un joven que tenía obsesiones frecuentes acerca de si
tenía fallas genéticas (De Silva & Rachman, 1992). “Cuando llegaba esta intrusión, comenzaba su
pensamiento rumiante, tratando cuidadosa pero improductivamente de pensar en el asunto. Esto incluiría
pensamientos sobre sus padres, abuelos y otros parientes, la evidencia de su cordura o no, ideas sobre la
herencia de la enfermedad mental, qué tipo de pruebas se pueden hacer para encontrar la respuesta a estas
preguntas, etc. El pensamiento tomó bastante tiempo y fue bastante confuso. Nunca arrojó ninguna solución”
(p. 36-37). Estas descripciones diferencian claramente las obsesiones y la rumiación, de manera similar a
como los investigadores del TEPT distinguen entre los recuerdos intrusivos y la rumiación. De hecho, algunos
investigadores crearon una revisión del Inventario de Padua que incluía una subescala de rumiación que
evaluaba la rumiación según la definición de de Silva (Gönner et al., 2010). En pacientes con TOC y controles
ansiosos y deprimidos, esta subescala de rumiación se asoció con todos los síntomas del TOC, pero
especialmente con las obsesiones. Desafortunadamente, esta revisión particular no ha sido ampliamente
utilizada por otros investigadores.
Los investigadores también han propuesto que las obsesiones y las preocupaciones difieren de manera
significativa (Burns, Keortge, Formea y Sternberger, 1996; Purdon y Clark, 1999). Específicamente, las
obsesiones se perciben como egodistónicas o contrarias al sistema de creencias de uno (p. ej., dañar a los
demás), mientras que la preocupación suele tratarse de preocupaciones cotidianas de la vida real (p. ej.,
finanzas, relaciones y trabajo) y, por lo tanto, es más egosintónica y aceptable. También se propone que la
preocupación ocurra como pensamiento verbal, mientras que las obsesiones pueden ocurrir como
pensamientos, imágenes o impulsos. De hecho, la investigación con muestras no clínicas encontró que las
preocupaciones son más verbales (vs. basadas en imágenes), egosintónicas y basadas en la realidad que las
obsesiones (Langlois, Freeston y Ladouceur, 2000; Wells y Morrison, 1994). Con base en estas diferencias
propuestas entre obsesiones y preocupaciones, algunos investigadores crearon otra revisión del Inventario de
Padua (Burns et al., 1996). Reescribieron o excluyeron elementos sin contenido específico y asignaron todos
los elementos a una de las cinco subescalas de contenido relevantes tanto para las obsesiones como para las
compulsiones. Esta revisión en particular mostró una superposición considerablemente menor con la
preocupación.
En resumen, la limitada literatura existente sugiere que tanto la rumiación como la preocupación se asocian
con peores síntomas del TOC, evaluados a través de varias medidas. Los investigadores han propuesto
diferencias teóricas entre la rumiación, la preocupación y las obsesiones que podrían probarse fácilmente
utilizando algunas de las mismas metodologías empleadas en los estudios de TAG y TEPT. Por ejemplo, las
entrevistas estructuradas podrían evaluar la fenomenología de las obsesiones frente a la rumiación. Otra tarea
para los futuros investigadores es teorizar sobre las funciones y consecuencias de la rumia para las personas
con TOC. Si la rumiación es más una compulsión que una obsesión, entonces podría funcionar como un intento
de hacer frente o evitar los pensamientos obsesivos que se perciben como peligrosos. Tal vez la gente crea
que la rumiación evitará que un pensamiento obsesivo se haga realidad. Al igual que con todos los
pensamientos repetitivos negativos, es probable que la rumiación sobre las obsesiones aumente la ansiedad y
otras emociones negativas. Además, el enfoque en la comprensión y la prevención de los pensamientos
obsesivos probablemente mantiene las obsesiones activadas por más tiempo de lo que lo estarían de otra
manera. Más adelante en este libro (Capítulo 12, Terapia metacognitiva), describo un modelo metacognitivo
de cómo la rumiación y la preocupación contribuyen a los síntomas del TOC. Este modelo necesita muchas
más pruebas empíricas. Además, también se podría desarrollar un modelo de evitación que resalte el potencial
de la rumiación y/o la preocupación para prevenir el procesamiento emocional de los pensamientos obsesivos
perturbadores.
Trastorno de ansiedad por enfermedad
La ansiedad por la salud surge cuando las sensaciones o síntomas corporales inofensivos se malinterpretan
como un signo de un problema médico (Fergus, 2013). La ansiedad grave por la salud y la preocupación por
la salud que la acompaña pueden contribuir a una angustia y un deterioro significativos, lo que justifica un
diagnóstico de trastorno de ansiedad por enfermedad (anteriormente hipocondriasis). Al igual que con el TOC,
la teoría y la investigación sobre los roles de la rumiación y la preocupación en la ansiedad por la salud están
en pañales. La preocupación por la salud se conceptualiza como un componente clave de la ansiedad grave
por la salud (Asmundson, Abramowitz, Richter y Whedon, 2010). Específicamente, las personas se preocupan
por las consecuencias de tener un problema médico. También se teoriza que la rumiación sobre eventos o
información relacionada con las amenazas percibidas para la salud contribuye a la ansiedad por la salud (Fink
et al., 2004). Finalmente, se propone que los pensamientos intrusivos no deseados sobre posibles amenazas
para la salud y las consecuencias temidas de los problemas médicos, similares a las obsesiones, exacerban la
ansiedad por la salud (Rachman, 2012).
La evidencia empírica apoya estas teorías. Las medidas de preocupación, rumiación inquietante y
pensamientos intrusivos no deseados fueron predictores únicos de ansiedad por la salud en adultos sanos
(Fergus, 2013). En adultos sanos y estudiantes universitarios, la rumia se asoció con una mayor ansiedad por
la salud (Görgen, Hiller y Witthöft, 2014; Marcus, Hughes y Arnau, 2008; Wolfradt, Oemler, Braun y
Klement, 2014). Esta asociación estuvo mediada por el afecto negativo. El trabajo limitado ha incluido
pacientes con trastorno de ansiedad por enfermedad diagnosticado. Un estudio cualitativo encontró que los
pacientes tenían tendencias a rumiar en respuesta a imágenes intrusivas relacionadas con la enfermedad (Muse,
McManus, Hackmann, Williams y Williams, 2010). En una población de búsqueda de tratamiento de
diagnóstico mixto, la rumiación fue el síntoma que mejor diferenció un diagnóstico de ansiedad por
enfermedad de otros diagnósticos somatomorfos o diagnósticos no somatomorfos (Fink et al., 2004).
Dos experimentos examinaron el efecto de la rumia en los recuerdos relacionados con la enfermedad.
Estudiantes universitarios con diferentes niveles de ansiedad por la salud involucrados en manipulaciones de
rumiación o atención plena (Sansom-Daly, Bryant, Cohn y Wakefield, 2014, 2016). En un estudio, se les pidió
a los participantes que recordaran tres recuerdos autodefinidos que estaban fuertemente relacionados con
quienes son como personas (Sansom-Daly et al., 2016). La rumiación condujo a un mayor recuerdo de los
recuerdos relacionados con la enfermedad que la atención plena. En otro experimento, se pidió a los
participantes que recordaran recuerdos específicos o que imaginaran eventos futuros específicos en respuesta
a palabras clave positivas, negativas o somáticas (Sansom-Daly et al., 2014). Los participantes en la condición
de rumiación informaron recuerdos más específicos relacionados con la enfermedad pero imaginaciones
futuras menos específicas relacionadas con la enfermedad. Estos resultados sugieren que los pensamientos
repetitivos sobre el pasado y el futuro juegan diferentes roles en la ansiedad por la salud. Quizás
Debido a que los recuerdos relacionados con la enfermedad juegan un papel tan importante en la ansiedad por
la salud actual de las personas, que se elaboran con gran detalle. Por el contrario, los pensamientos repetidos
sobre posibles enfermedades futuras pueden ser tan amenazantes que solo se imaginan vagamente, una
manifestación de evitación emocional que probablemente sirve para mantener la ansiedad por la salud.
Conclusión
En este capítulo, revisé la literatura, en su mayoría separada, sobre la rumiación y varios trastornos
relacionados con la ansiedad, específicamente el TAG, el trastorno de ansiedad social, el TEPT, el TOC y el
trastorno de ansiedad por enfermedad. Vale la pena destacar varios puntos porque amplían nuestro alcance de
la rumiación depresiva y se convierten en temas importantes para comprender el campo más amplio. En primer
lugar, la teoría de la evitación de la preocupación impregna gran parte de la literatura más amplia sobre la
rumia. Exploro las posibles funciones de evitación de la rumia en capítulos posteriores (ver Capítulo 8,
Creencias, rasgos y motivaciones subyacentes a la rumia). Además, una terapia cognitiva conductual que se
enfoca específicamente en la rumia asume que la evitación subyace a la rumia (consulte el Capítulo 10:
Terapias cognitivas conductuales). Por último, varias teorías de rumiación específicas del trastorno que se
tratan en este capítulo y en los siguientes se basan en la teoría de la evitación.
La construcción de pensamientos negativos y repetitivos ( NRT por su siglas en inglés) es una que mencionaré
repetidamente a lo largo de este libro. Los investigadores han sugerido que la NRT abarca tanto la rumiación
como la preocupación, así como la rumiación previa y posterior al evento y la rumiación centrada en el trauma
(p. ej., Ehring & Watkins, 2008). Debo señalar que las obsesiones y los recuerdos intrusivos generalmente no
se incluyen como formas de NRT, por razones teóricas y empíricas discutidas anteriormente. En los próximos
capítulos, presento otras variantes de la rumiación que probablemente caigan bajo el paraguas de la NRT.
Un último punto importante es que la rumia puede ser adaptativa en ciertas formas y para ciertas personas
(Watkins, 2008). Por ejemplo, la rumiación deliberada después de un trauma conduce a un mayor crecimiento
postraumático. Además, un estudio encontró que en veteranos de combate sin TEPT, una mayor rumia
negativa diaria predecía menos afecto negativo al día siguiente (Kashdan et al., 2012). Los autores especularon
que en el transcurso de un día, la rumiación puede motivar a las personas que funcionan bien a participar en
la reparación del estado de ánimo, lo que lleva a un estado de ánimo menos negativo posterior. Por lo tanto,
quizás durante períodos de tiempo más cortos (p. ej., unas pocas horas), la rumiación mantiene estados de
ánimo negativos, mientras que durante períodos de tiempo más largos, la rumiación fomenta un afrontamiento
efectivo en individuos con un funcionamiento psicológico saludable. Los estudios no han probado
explícitamente esta hipótesis. Además, algunos investigadores especulan que la preocupación en individuos
sanos proporciona una motivación importante para los comportamientos de adaptación. De hecho, la
preocupación predijo un mejor desempeño académico en estudiantes de primer año de derecho (Siddique,
LaSalle-Ricci, Glass, Arnkoff, & Díaz, 2006) y desempeño laboral para individuos con mayores habilidades
de razonamiento (Perkins & Corr, 2005). Estos resultados adaptativos pueden ocurrir porque la preocupación
se enfoca más en la resolución de problemas orientada al futuro (Davey et al., 1992; Segerstrom et al., 2003),
otra especulación que no ha sido probada empíricamente. La idea de que la rumia puede tener resultados
adaptativos se introdujo brevemente (consulte el Capítulo 1, La rumia y los trastornos del estado de ánimo)
con los hallazgos de que la reflexión recursiva predice menos síntomas depresivos para algunas personas pero
no para otras. Los capítulos posteriores introducen otros tipos de rumia que tienen resultados positivos (p. ej.,
rumia, Capítulo 6: Consecuencias de la rumia expresada) y personas para quienes la rumia puede ser útil (p.
ej., individuos con bajo riesgo percibido de enfermedad, Capítulo 5: Rumiación y funcionamiento físico).
Capítulo 3
Rumia, ira y agresión
Resumen
En este capítulo se revisa la literatura sobre la rumia de ira (angry rumination), o el pensamiento repetitivo
sobre los acontecimientos que provocan ira. Luego de describir el desarrollo inicial del constructo, se revisa
la evidencia que relaciona la rumia con la ira. Luego, se explora cómo la rumia puede incorporarse a las teorías
relevantes de la agresión, así como la gran cantidad de literatura sobre la rumia y los diversos tipos de agresión.
El capítulo también aborda varios mecanismos de la rumia de ira, como el aumento del deseo de venganza y
de la activación fisiológica, así como la disminución del interés por el perdón y de las prohibiciones morales.
Tras un examen de los posibles moderadores del efecto de la rumia de ira, se finaliza revisando una hipótesis
evolucionista sobre las posibles funciones sociales -tanto negativas como positivas- de la rumia de ira.
Palabras clave
Rumia, ira, agresión, mecanismos, moderadores
Panorama general
En este capítulo se revisa la literatura sobre la rumia de ira (angry rumination), o el pensamiento repetitivo
sobre los acontecimientos que provocan ira. Luego de describir el desarrollo inicial del constructo, se revisa
la evidencia que relaciona la rumia con la ira. Luego, se explora cómo la rumia puede incorporarse a las teorías
relevantes de la agresión, así como la gran cantidad de literatura sobre la rumia y los diversos tipos de agresión.
El capítulo también aborda varios mecanismos de la rumia de ira, como el aumento del deseo de venganza y
de la activación fisiológica, así como la disminución del interés por el perdón y de las prohibiciones morales.
Tras un examen de los posibles moderadores del efecto de la rumia de ira, se finaliza revisando una hipótesis
evolucionista sobre las posibles funciones sociales -tanto negativas como positivas- de la rumia de ira.
A Evan, un niño de tres años, le encantan los caramelos de menta. En cuanto su madre entra en el garaje
después del trabajo, sale corriendo y pregunta: "Mami, ¿me das un caramelo de menta?". Él sabe que se le
permite comer un caramelo de menta al día. Así que se siente abrumado por la ira y la decepción cuando un
día su madre no tiene un caramelo de menta para él. Grita, pisa el suelo y golpea repetidamente a su madre
(que está cansada) antes de tirarse en la entrada llorando. Después de un breve tiempo fuera, muchos abrazos
y el descubrimiento de una oruga en el jardín, el pequeño Evan interactúa felizmente con su madre. Ahora, se
avanza rápidamente 7 años. Evan, de diez años, está obsesionado con el béisbol, y su hermana Julia, de siete
años, también es una atleta en ciernes. Un día, Julia derrama accidentalmente su zumo de manzana sobre el
nuevo guante de béisbol de Evan, justo antes de un partido. A pesar de los intentos frenéticos por limpiar el
guante, se encuentra demasiado pegajoso y húmedo para usarlo. Evan se resigna furiosamente a utilizar su
viejo guante para el partido. Lo único en lo que piensa es en lo enfadado que está con su hermana por haber
estropeado su preciado guante. Dos días después, Julia entra en su habitación y encuentra su propio guante de
béisbol nuevo cubierto de crema batida. Corre sollozando hacia su madre, mientras Evan la observa,
sintiéndose victorioso y culpable a la vez.
Desde el punto de vista evolutivo, la mayoría de los niños de 3 años reaccionan automáticamente -y a menudo
agresivamente- contra alguien que les niega un premio deseado. Por suerte, a esta edad el enfado desaparece
de la memoria con bastante rapidez, y la cercanía se recupera pronto. Por el contrario, la mayoría de los adultos
probablemente puedan identificarse con el impulso, si no con el comportamiento, de Evan a los 10 años.
Alguien nos molesta y esperamos el momento oportuno para tomar represalias. A lo largo de los años, los
psicólogos han ofrecido varias explicaciones para este tipo de agresión postergada (delayed aggression). Según
la teoría conductista, la única razón por la que Evan no era agresivo en el momento es porque anticipaba el
castigo por tal comportamiento (Dollard, Miller, Doob, Mowrer y Sears, 1939). Sin embargo, esta teoría no
explica adecuadamente por qué Evan tomó represalias dos días después (acto por el cual fue seguramente
castigado). Una explicación algo mejor de la agresión postergada implica la transferencia de la excitación
fisiológica (physiological arousal, Zillmann, 1983). La gente se enfada tras una provocación, y el aumento de
la frecuencia cardíaca, la respiración y la energía que la acompañan hacen más probable la agresión posterior.
El problema de esta explicación es que la excitación relacionada con la ira no dura mucho tiempo. Las
investigaciones en las que los participantes vieron una película violenta y luego tuvieron la oportunidad de
agredir en un momento posterior sugieren que la excitación provocada por las imágenes violentas se disipa en
15 minutos, si es que no es en menos (Doob y Climie, 1972). Está claro que la excitación fisiológica asociada
a la ira no puede explicar un lapso de dos días entre la provocación y la represalia. Entonces, ¿qué lo puede
hacer?
En Italia, en la década de 1980, Gian Vittorio Caprara se dedicó a la rumia como explicación. En concreto,
Caprara (1986) escribió que la disipación y la rumia eran los extremos opuestos de un continuo, que
correspondían a una disminución o un aumento, respectivamente, de la agresividad (aggression) a lo largo de
un lapso de tiempo. Además, propuso que este continuo describía un rasgo de personalidad duradero. Los
disipadores (dissipators) eran personas que superaban rápidamente los sentimientos de ira y para quienes el
impulso de buscar venganza se desvanecía rápidamente. Los rumiantes (ruminators), por el contrario,
albergaban e incluso potenciaban los sentimientos y el deseo de venganza.
Después de crear un cuestionario para medir el rasgo de disposición-rumia, Caprara (1986) realizó varios
experimentos para poner a prueba sus hipótesis. Sometió a sus participantes a un paradigma de investigación
de provocación-agresión bastante común. En él, un participante estaba sentado en una habitación con otro
supuesto participante. Se les indicaba que no hablaran ni se comunicaran directamente, pero se les dejaba
tiempo para observarse mutuamente. A continuación, se pedía al participante y al cómplice que informaran de
sus impresiones sobre el otro seleccionando elementos de una lista de adjetivos, y luego que intercambiaran y
leyeran la lista de adjetivos del otro. Un grupo de participantes recibió una lista de adjetivos mayoritariamente
negativos (la condición de provocación) por parte del cómplice y el otro recibió una lista de adjetivos
mayoritariamente positivos (la condición de control). El participante se sentaba en una consola y el cómplice
era llevado a una sala contigua. En una tarea supuestamente de percepción extrasensorial, se pedía al
participante que se concentrara en el color de varias tarjetas y que el confederado adivinaría el color. El
participante informaría al cómplice si había acertado pulsando un interruptor de luz (adivinación correcta) o
dándole una descarga eléctrica (adivinación incorrecta). El participante podía elegir entre 24 niveles de
descargas, desde leves hasta "bastante fuertes". Por supuesto, el cómplice no recibía realmente ninguna
descarga, solamente registraba el nivel de descarga seleccionado por el participante. En 30 ensayos, el
cómplice se equivocó 21 veces, lo que significa que el participante tuvo 21 oportunidades de elegir la
intensidad de las decargas eléctricas. No es sorprendente que los participantes insultados (por ejemplo, en la
condición de provocación) administraran descargas eléctricas más fuertes que los participantes no insultados
(Caprara, 1986; Caprara et al., 1987). Entre los que fueron insultados, los rumiantes fueron más agresivos que
los disipadores.
Basándose en estos resultados, Caprara defendió la importancia de los rasgos de personalidad, como la rumia,
para entender la agresión (Caprara y Pastorelli, 1989). En 10 años, otros investigadores se dieron cuenta del
potencial de la rumia para influir en la ira y la agresión. Desde entonces, el campo de la rumia de ira ha
florecido, aportando información oportuna y que invita a la reflexión (para una revisión, véase Denson, 2013).
La rumia de ira se define como "procesos cognitivos involuntarios y recurrentes que surgen durante y
continúan después de un episodio de experiencia de ira" (Sukhodolsky, Golub y Cromwell, 2001, p. 690). Se
hace hincapié en la tendencia a la rumia relacionada con la ira (anger-related brooding), una actividad
cognitiva que es diferente de la experiencia y la expresión de la ira. La rumia de ira implica recordar
experiencias pasadas de enfado, prestar atención y revivir experiencias de enfado, y meditar sobre las causas
y consecuencias de una experiencia de enfado, incluyendo pensamientos de represalia. Un ejemplo útil
(adaptado de Sukhodolsky et al., 2001), en forma de monólogo interior de alguien que acaba de ser plantado
en una cita, es el siguiente: "No puedo creer que me haya plantado esta #$%& - ¡estoy realmente enfadado
(atención a la experiencia de ira)! Esto es justo el tipo de cosas que solía hacer mi ex (recuerdos de experiencias
pasadas similares). No me importa si está enfermo - no voy a devolver su próxima llamada (causa y
represalia)".
En este capítulo, reviso la evidencia de las asociaciones entre la rumia y la ira, la agresión y los resultados
relacionados. También exploro los posibles moderadores y mediadores de estas asociaciones, así como las
teorías relevantes sobre la agresión y las funciones de la rumia de ira. Por el camino, tocaremos la agresión en
los deportes, la ira en la carretera, la violencia de pandillas y las guerras, así como la ocurrencia más común
de ira y agresión entre dos personas.
Rumia e ira
Otros investigadores probaron la misma asociación utilizando manipulaciones que no fueron tomadas de la
investigación sobre la depresión. Durante muchos años, Walter Mischel y sus colegas estudiaron la diferencia
entre el foco atencional "caliente" y el "frío" (por ejemplo, Metcalfe y Mischel, 1999). Un foco "caliente"
implica dirigir la atención a los aspectos excitantes y emocionales de las situaciones, mientras que las
estrategias de "enfriamiento" incluyen la distracción y las reflexiones cognitivas. Mischel hipotetizó de que el
sistema emocional caliente dificulta la autorregulación efectiva y conduce a respuestas reflexivas. Por el
contrario, el sistema frío facilita la regulación emocional y el control de las tendencias impulsivas. Aunque el
foco caliente no implica explícitamente pensamientos repetitivos e incontrolables, parece claramente similar
a la rumia en su atención a los eventos que generaron enojo. En un experimento, se pidió a los participantes
que recordaran una experiencia de su pasado que les hubiera hecho sentirse intensamente rechazados,
excluidos o abandonados (Ayduk, Mischel y Downey, 2002). A continuación, centraron su atención en sus
reacciones fisiológicas y emocionales a la experiencia (por ejemplo, "¿Cómo latía tu corazón? ¿Cómo sentías
tu cara?"), o en las características del entorno físico de la experiencia (por ejemplo, "¿Dónde estabas con
respecto a las personas y los objetos que te rodeaban?"). Como se esperaba, los participantes en la condición
de foco caliente reportaron más ira y hostilidad tanto en las medidas implícitas y de auto-reporte que en la
condición de foco frío. Estudios posteriores realizados por estos investigadores también encontraron que el
foco caliente conduce a una mayor ira, tanto en niños como en adultos, simultáneamente e incluso 7 semanas
después (Ayduk & Kross, 2008, 2010; Kross, Ayduk, & Mischel, 2005; Kross, Duckworth, Ayduk,
Tsukayama, & Mischel, 2011).
Bushman (2002) creó una manipulación experimental destacable para investigar el efecto de rumiar mientras
la ira se desahoga. La idea era que rumiar mientras se expresaba la ira (por ejemplo, golpear un saco de boxeo)
provocaría más ira que estar distraído. Los participantes recibieron una retroalimentación negativa por parte
de un cómplice, en forma de malas calificaciones de un ensayo que acababan de escribir argumentando su
posición sobre el aborto. Luego, los participantes se sometieron a manipulaciones de rumia, distracción o
control. En la condición de rumia, los participantes se ponían los guantes de boxeo y se les indicaba que
golpearan un saco de boxeo tan fuerte y tantas veces como quisieran y que, al mismo tiempo, pensaran en el
otro estudiante que había criticado su trabajo. Los participantes en la condición de distracción centraron sus
pensamientos en ponerse físicamente en forma mientras golpeaban el saco de boxeo. Por último, los
participantes en la condición de control se sentaron en silencio durante 2 minutos. Bushman descubrió que
rumiar mientras se golpeaba el saco de boxeo provocaba más ira que pensar en ponerse en forma o no hacer
nada. Por desgracia, el efecto de la rumia no pudo separarse del efecto de golpear el saco. Aun así, las
instrucciones de pensar en alguien que acaba de criticarte parecen captar la esencia de la rumia de ira.
En resumen, la rumia -manipulada de diferentes maneras y sobre diferentes tipos de eventos perturbadores-
conduce a más ira que la distracción. Estos resultados experimentales están respaldados por estudios
correlacionales que demuestran que las personas con mayor rasgo de rumia de ira1 experimentan más estados
de ánimo de ira, expresan más ira, se frustran más al perder partidos deportivos y tienen más pensamientos
hostiles (Anestis, Anestis, Selby y Joiner, 2009; Sukhodolsky et al., 2001). En un estudio de muestreo de
experiencias, la rumia momentánea predijo un aumento de la ira varias horas después (Borders & Lu, 2017).
Las medidas de rumia general y de rumia de ira también se correlacionan con el aumento de la venganza, o la
tendencia a buscar venganza después de sufrir una ofensa interpersonal (Barber, Maltby y Macaskill, 2005;
McCullough, Bellah, Kilpatrick y Johnson, 2001). Un estudio incluso encontró que la rumia está más
fuertemente asociada con eventos que provocan sentimientos de venganza que con eventos que provocan ira
(Elshout, Nelissen y van Beest, 2015). Dado que la venganza es un robusto predictor de la conducta agresiva
(véase McCullough et al., 2001), estos resultados proporcionan una excelente transición a la literatura sobre
la rumia y la agresión. Comienzo revisando algunas de las principales teorías de la agresión, para destacar las
formas en que tanto la ira como la rumia contribuyen al comportamiento agresivo.
La agresión es cualquier forma de comportamiento dirigido hacia otro individuo con la intención de causar
daño o lesión (Anderson y Bushman, 2002). Los investigadores suelen distinguir entre agresión hostil e
instrumental. La agresión hostil es una respuesta impulsada por la ira, no planificada, de represalia a una
provocación percibida que en última instancia tiene la intención de dañar a otra persona. También se ha
denominado agresión reactiva, afectiva, "en caliente" e impulsiva. Por el contrario, la agresión instrumental
(o proactiva) es un comportamiento premeditado y "a sangre fría" que tiene un objetivo final distinto al de
dañar a la víctima (es decir, obtener dinero o justicia). Esta distinción ha sido cuestionada en los últimos años
por quienes sostienen que la agresión hostil puede implicar planificación, al igual que la agresión instrumental
puede implicar cierto grado de impulsividad (Bushman y Anderson, 2001). Además, muchos actos de agresión
tienen múltiples objetivos. Por ejemplo, el robo puede implicar un objetivo inmediato de dañar a la persona
que está detrás de la caja registradora con el objetivo final de obtener un beneficio económico (Anderson y
Bushman, 2002). Aunque la distinción entre agresión hostil e instrumental tiene defectos, la mayoría de las
teorías e investigaciones sobre la agresión que analizo se refieren a la agresión hostil.
El modelo neoasociativo cognitivo (Cognitive Neoassociationistic Model; Berkowitz, 1990) propone que
muchos tipos de acontecimientos aversivos (por ejemplo, provocaciones interpersonales, frustración, calor,
dolor, malos olores) producen un afecto negativo. Este afecto negativo desencadena automáticamente
pensamientos, recuerdos, reacciones fisiológicas y comportamientos que se asocian con tendencias de lucha
(es decir, agresivas) o de huida (es decir, de escape). Tanto las reacciones de lucha como las de huida se
desencadenan automáticamente, pero la fuerza relativa de cada reacción depende de una serie de factores
genéticos, aprendidos y situacionales. Esta teoría se basa en la idea de que la información congruente con el
estado de ánimo se organiza conjuntamente en la memoria de largo plazo. Las redes asociativas vinculan
recuerdos, pensamientos, sentimientos y tendencias de comportamiento relacionados. Así, la red de lucha
vincula el estado de ánimo enojado, los pensamientos hostiles, los recuerdos de enojo y varios
1
El cuestionario estándar de referencia de la rumia de ira es la escala de rumia de ira de 19 ítems (ARS; Sukhodolsky et al.,
2001), que evalúa los pensamientos posteriores de ira (p. ej., "Siempre que experimento ira, sigo pensando en ella durante un
tiempo"), los pensamientos de venganza (p. ej., "Cuando alguien me hace enfadar, no puedo dejar de pensar en cómo vengarme
de esa persona") y la comprensión de las injusticias que se han cometido (p. ej. "Cuando alguien me hace enfadar no puedo
dejar de pensar en cómo vengarme de esa persona"), los recuerdos de enfado (p. ej., "Reflexiono sobre las injusticias que me
han hecho") y la comprensión de las causas (p. ej., "Pienso en las razones por las que la gente me trata mal"). El ARS ha sido
adaptado para su uso con niños (Smith, Stephens, Repper y Kistner, 2016). La medida de 20 ítems de disipación-rumia de
Caprara (1986) no evalúa explícitamente el pensamiento repetitivo, aunque muchos de los ítems indagan sobre cuáles podrían
ser las consecuencias de pensar repetidamente en los insultos (por ejemplo, "A veces no puedo dormir por un mal que me han
hecho", "Si alguien me hace daño, no estoy en paz hasta que pueda tomar represalias"). Otras medidas que evalúan la rumia de
ira incluyen la subescala de 13 ítems de Ensayo (Rehearsal) del Cuestionario de Control Emocional (Roger y Najarian, 1989), la
subescala de 10 ítems de Rumia de Ira del Cuestionario de Agresión Desplazada (Denson, Pedersen y Miller, 2006), el Inventario
de Rumia de Tristeza e Ira de 22 ítems (Peled y Moretti, 2007), la subescala de Intrusividad de la Escala de Impacto de Eventos
(Horowitz, Wilner y Álvarez, 1979; McCullough, Bono y Root, 2007), y la Escala de 6 ítems de Rumia sobre una Ofensa
Interpersonal (Wade, Vogel, Liao y Goldman, 2008).
comportamientos agresivos. La activación de cualquier parte de una red asociativa activa otros componentes
almacenados en esa red. Esta teoría puede explicar por qué un niño pequeño que derrama yogur sobre los
pantalones nuevos de trabajo de su padre puede llevar a este último a que se sienta enfadado, recuerde
incidentes similares anteriores, maldiga y tire el yogur sin terminar del niño a la basura.
Sin embargo, Berkowitz también propuso que, inmediatamente después de que se activen las redes de forma
automática, las personas tienen la oportunidad de participar en procesos cognitivos de orden superior; pueden
reflexionar sobre cómo se sienten y considerar las consecuencias de actuar según sus sentimientos. Estos
procesos deliberados pueden intensificar o suprimir la activación de la red. Así, ese mismo padre podría, si ha
dormido lo suficiente la noche anterior, sorprenderse a sí mismo antes de maldecir y destrozar el yogur,
respirar profundamente, recordarse a sí mismo que sabe lavar los pantalones, acariciar la cabeza del niño y
subir a cambiarse. Aunque este modelo no incorporaba explícitamente la rumia, Miller, Pedersen, Earleywine
y Pollock (2003) propusieron que la rumia sobre una provocación puede mantener la activación de la red
agresiva a lo largo del tiempo, haciendo que sus componentes sean más accesibles y que la conducta agresiva
posterior sea más probable. Por lo tanto, si el padre pasara la mañana rumiando sobre lo torpe y desconsiderado
que es su hijo, mantendría su red de agresión activada y sería más probable que perdiera la paciencia con su
hijo después de la escuela.
El Modelo General de Agresión (General Aggression Model - GAM; Anderson y Bushman, 2002) integra el
modelo basado en redes de Berkowitz con enfoques de aprendizaje social. El GAM propone que las diferencias
individuales (por ejemplo, la personalidad, las creencias aprendidas y los valores) interactúan con los factores
situacionales (por ejemplo, la frustración, la provocación, el dolor, el alcohol y las señales de agresión) para
influir en el estado interno de alguien. Este estado interno está compuesto por el afecto (ira), la cognición
(pensamientos agresivos) y la excitación fisiológica (aumento del ritmo cardíaco y de la presión arterial). Estos
tres aspectos del estado interno están interconectados, como las redes asociativas. Ampliando el modelo de
redes, la GAM propone que el estado interno de una persona también está influenciado por las interpretaciones
cognitivas de las situaciones y las influye. Estas interpretaciones están influidas por el aprendizaje anterior,
los recursos actuales y las expectativas futuras. Volviendo al incidente del yogur, es posible que el padre se
enfade de verdad cuando su hijo derrame el yogur si su historia de aprendizaje pasada le ha enseñado a
interpretar los accidentes de forma hostil (es decir, atribución hostil), como indicativo de que el niño intenta
ser hiriente o molesto. Además, si el padre se siente distraído y estresado, es menos probable que busque
explicaciones alternativas (es decir, reevaluar la interpretación), como recordar que el niño sigue manipulando
la cuchara de manera torpe. Por último, esta interacción entre el estado interno, los rasgos de personalidad
predisponentes y las atribuciones y reevaluaciones cognitivas influye en la probabilidad del comportamiento
agresivo. A diferencia de los modelos de red, en los que la agresión y la ira se desencadenan simultáneamente,
el GAM afirma que la historia de aprendizaje pasada, los recursos cognitivos actuales y un estado interno de
ira influyen en que los individuos se involucren en la agresión. Parte de esta historia de aprendizaje puede
incluir las creencias sobre cuándo es y no es aceptable la agresión, los resultados esperados de la agresión y
la experiencia previa con la agresión. Debido a su énfasis en la historia del aprendizaje y el procesamiento de
la información, el GAM puede explicar tanto la agresión hostil como la instrumental.
Hay varios lugares para la rumia en el GAM. En primer lugar, las tendencias a la rumia pueden contribuir a
aumentar la ira, los pensamientos agresivos y/o la excitación fisiológica. Esta es la misma idea que la rumia
manteniendo una red asociativa. La rumia también puede reforzar las atribuciones hostiles al fomentar la
atención selectiva a los estímulos hostiles, a expensas de la atención a otras señales no hostiles (Wilkowski y
Robinson, 2010). La atención selectiva rumiante de los estímulos hostiles a su vez exacerbará y prolongará la
ira, haciendo más probable la agresión. Esta noción de que la rumia conduce a una especie de miopía proviene
de la literatura sobre el alcohol (Giancola, Josephs, Parrott y Duke, 2010). La analogía es que, de forma similar
al efecto de la intoxicación, la rumia reduce la atención de las personas sólo al suceso de la ira, por lo que es
menos probable que se fijen en otra información relevante. Así, si el padre está rumiando sobre la
desconsideración de su hijo, puede que sólo recuerde que acaba de pegar a su hermana pequeña, pero no se dé
cuenta de que está moqueando y tosiendo por un incipiente resfriado. En esencia, la rumia puede perjudicar el
funcionamiento cognitivo de orden superior, de forma parecida a como lo hace estar borracho.
Por último, un modelo teórico más reciente organiza los numerosos factores de personalidad y situacionales
que influyen en la agresión. La teoría I3 (que se pronuncia "I-cubed") enfatiza el papel de un pobre autocontrol
en la comprensión de la agresión (Finkel et al., 2012). En concreto, esta teoría propone que la agresión se
desarrolla a partir de una combinación de factores instigadores, impulsores e inhibidores. La instigación
(instigation) es la exposición a provocaciones que crean un impulso de agresión. La impulsión (impelling)
implica factores disposicionales o situacionales que aumentan el impulso de participar en la conducta agresiva
después de una instigación. Cuando tanto la instigación como la impulsión son altas, la agresión es probable.
Por el contrario, la inhibición (inhibition) implica factores disposicionales o situacionales que anulan el
impulso de agredir. Cuando la inhibición es más fuerte que el impulso de agredir, las personas se comportan
de forma no agresiva. Hay muchas fuentes de inhibición (por ejemplo, la reevaluación, las creencias sobre la
inmoralidad de la violencia, el buen funcionamiento ejecutivo, el deseo de que la relación sea duradera) y, por
otro lado, la desinhibición (por ejemplo, la fatiga, el alcohol). Del mismo modo, hay muchos factores
impulsores posibles, como las tendencias a la agresión y las atribuciones hostiles y la rumia.
Como veremos, los investigadores se han basado en estas tres teorías para desarrollar hipótesis sobre la
relación entre la rumia y la conducta agresiva. Volveré a hablar de los modelos teóricos más adelante, cuando
discuta los posibles moderadores y mecanismos del efecto de la rumia sobre la agresión.
Rumia y agresión
Los primeros experimentos mostraron que la rumia de ira conduce a una agresión más hostil. Collins y Bell
(1997) asignaron aleatoriamente a participantes con niveles altos y bajos de rumia a condiciones de
provocación (por ejemplo, retroalimentación negativa) o de control. La agresión se midió utilizando el popular
"paradigma Buss", en el que los participantes competían con un "oponente" para conseguir el mayor número
de puntos. Los participantes podían elegir entre aumentar su propio número de puntos, restar puntos a su
oponente o emitir un fuerte ruido blanco al oponente. El número total de ruidos emitidos al oponente
constituyó la medida de agresión. Los resultados indicaron que los participantes con niveles altos de rumia
que fueron provocados mostraron más agresión que los participantes con niveles bajos de rumia en la misma
condición. De hecho, la provocación no afectó al nivel de agresión mostrado por los participantes con niveles
bajos de rumia; este grupo mostró la misma cantidad de agresión tanto en la condición de provocación como
en la de control. La provocación sólo afectó al nivel de agresión de los participantes con niveles altos de rumia.
De forma similar, en el experimento de Bushman (2002) que he descrito antes, después de ser insultados y
golpear una bolsa, los participantes se involucraron en una tarea competitiva similar con el cómplice. Los
participantes que rumiaban emitían ráfagas de ruido blanco más largas y fuertes que los demás participantes.
Bushman también descubrió que la rumia podía aumentar la agresión 24 horas después. En este estudio
(Bushman y Gibson, 2011), los participantes pasaron 20 minutos jugando a videojuegos violentos o no
violentos (por ejemplo, Mortal Combat o Guitar Hero). A los participantes en la condición de rumia se les dijo
entonces: "En las próximas 24 horas, piense en su juego y trate de identificar las formas en que su juego podría
mejorar cuando vuelva a jugar" (p. 30). Un día después, los hombres que habían jugado a videojuegos
violentos y habían estado en la condición de rumia lanzaron más ruido blanco a un compañero, en comparación
con los hombres a los que no se les instruyó para rumiar. Curiosamente, no hubo ningún efecto del videojuego
violento o de la rumia para las mujeres. Dado que los experimentadores no hicieron nada para amañar el
videojuego o hacer que los participantes fallaran, es difícil argumentar que este estudio manipuló la rumia
específicamente sobre una provocación. Prefiero interpretar este estudio en el contexto de la teoría I3: la
exposición a videojuegos violentos y la rumia pueden considerarse factores impulsores que, combinados,
aumentan la probabilidad de un comportamiento agresivo.
Todos estos experimentos midieron el efecto de la rumia en la agresión hostil en el laboratorio, medida por la
intensidad de los ruidos blancos emitidos a un extraño. Es justo preguntarse hasta qué punto estos resultados
se aplican a la vida real. Afortunadamente, otros estudios han investigado diferentes tipos y entornos de
comportamiento agresivo. Por ejemplo, tanto el rasgo de ira como la rumia depresiva se correlacionan con
mayores tendencias generales de agresión física (por ejemplo, golpear, empujar y lanzar algo) y verbal (por
ejemplo, gritar, insultar y amenazar), tanto en niños como en adultos (Anestis et al., 2009; McLaughlin, Aldao,
Wisco y Hilt, 2014; Smith et al., 2016). La rumia de ira disposicional y manipulada también están relacionadas
con una conducción más agresiva (Denson et al., 2006; Suhr & Nesbit, 2013). En un estudio poco frecuente
con varones adolescentes de alto riesgo, la rumia de ira predijo el comportamiento agresivo en el primer mes
de encarcelamiento en un centro de justicia juvenil (Smith et al., 2016). El efecto de la rumia de ira se ha
demostrado también en otras culturas: los adolescentes italianos que rumian son más propensos a ser agresivos
y a provocar incendios (Del Bove, Caprara, Pastorelli y Paciello, 2008), y los atletas del Reino Unido y Hong
Kong que rumian muestran una mayor agresividad relacionada con el deporte (Maxwell, Moores y Chow,
2008). En un área muy poco investigada, los adultos con mayor rumia de ira se involucraron en más abuso
doméstico, o comportamientos agresivos dirigidos a sus parejas románticas (Denson et al., 2006; Sotelo &
Babcock, 2013). Del mismo modo, la subescala de rumia depresiva predijo la agresión física dentro de las
relaciones íntimas entre las mujeres lesbianas (Lewis, Milletich, Derlega y Padilla, 2014). En resumen, tanto
la rumia de ira como la depresiva están relacionadas con el comportamiento agresivo contra extraños,
competidores y seres queridos.
La agresión relacional abarca métodos para dañar a alguien socialmente, como la difusión de rumores, los
chismes, la exclusión de alguien de un grupo o los insultos anónimos en las redes sociales. Este tipo de agresión
es más frecuente que la agresión abierta (por ejemplo, física y verbal) en niños, adolescentes y adultos, quizás
porque suele tener consecuencias menos graves para los agresores (Archer y Coyne, 2005). A pesar de los
argumentos de base biológica y social de que las mujeres probablemente se involucran en más agresión
relacional que los hombres, los datos empíricos no apoyan esa hipótesis (Card, Stucky, Sawalani, & Little,
2008). Por el contrario, tanto las mujeres como los hombres se involucran en cantidades similares de agresión
relacional, que está fuertemente asociada con los síntomas depresivos y ansiosos. La rumia de ira se asocia
con una mayor agresión relacional en niños y estudiantes universitarios (García-Sancho, Salguero, &
Fernández-Berrocal, 2016; Mathieson, Klimes-Dougan, & Crick, 2014; Smith et al., 2016). En adultos
jóvenes, la rumia depresiva como rasgo también predijo la agresión relacional dentro de las relaciones
románticas (Goldstein, 2011). Se necesita una investigación experimental para determinar la dirección de la
asociación entre la rumia y la agresión relacional.
Mientras que la agresión directa se dirige a la fuente de un insulto o una provocación, la agresión desplazada
se dirige a una persona inocente que simplemente está en el lugar y el momento equivocados. Hay tres razones
principales por las que la gente puede participar en la agresión desplazada (Dollard et al., 1939). A veces,
tomar represalias directamente contra un provocador simplemente no es factible, como podría ocurrir si la otra
persona abandonara la situación, se alejara o muriera. Alternativamente, la represalia directa puede suponer
demasiado peligro para el perpetrador, si por ejemplo se dirige a un jefe o a una persona realmente grande y
fuerte. La provocación inicial también puede ser una entidad intangible, como el calor o un ruido fuerte o algo
que huele horrible. En todas estas situaciones, los individuos pueden mostrar una agresión desplazada hacia
cualquier persona con la que se crucen en el curso de su vida cotidiana. En un trabajo fascinante, Edward
Vásquez argumentó que los miembros de las bandas y sus afiliados son propensos a la agresión desplazada,
en parte porque pueden encontrarse con provocadores (por ejemplo, la policía y los miembros violentos de la
familia) contra los que no quieren o no pueden tomar represalias (Vásquez, Lickel y Hennigan, 2009).
También sugirió que los miembros de las bandas son más propensos a participar en la rumia debido a las
normas de honor, la reputación y la reciprocidad de la agresión que pueden motivarles a pensar más en la
venganza. En una muestra de adolescentes de Inglaterra, la afiliación a una pandilla se asoció con una mayor
tendencia a la agresión desplazada y a la rumia de ira (Vásquez, Osman y Wood, 2012). Además,
particularmente en aquellos adolescentes que tenían asociaciones con pandillas, la rumia de ira se relacionaba
con más agresión desplazada.
Hay incluso más investigaciones sobre un constructo llamado agresión desplazada desencadenada. Este es
similar a la agresión desplazada, en el sentido de que se dirige a alguien que no es el provocador original. Pero
esta vez, el objetivo de la agresión proporciona algún tipo de molestia trivial, o "desencadenante". Yo lo llamo
el fenómeno de la patada al perro. Por ejemplo, digamos que estoy enfadado por haber recibido unas críticas
que percibo como injustas. No sería un movimiento profesional inteligente tomar represalias contra los autores
de las críticas. En cambio, una hora más tarde, cuando mi perro vuelve a vomitar sobre nuestra única alfombra
blanca, le grito con mucha más fuerza de la que se merece, y más de la que normalmente le gritaría si no
estuviera enfadado por otra cosa. Las investigaciones demuestran que incluso las molestias menores pueden
desencadenar niveles relativamente altos de agresión en individuos previamente provocados, una agresión que
supera con creces lo que cabría esperar en interacciones normales, interacciones de ojo por ojo. Miller et al.
(2003) argumentaron que, excepto en aquellos casos en los que la provocación inicial precede al
desencadenante menor por sólo unos minutos, la agresión desplazada desencadenada refleja el efecto de la
rumia de ira. En otras palabras, se trata de la aplicación perfecta del fenómeno que Caprara quería comprender
inicialmente: cómo la agresión hostil, de represalia, puede retrasarse más de lo que la excitación de ira
persistiría de forma realista.
Varios estudios apoyan el papel propuesto de la rumia en la agresión desplazada desencadenada. Bushman,
Bonacci, Pedersen, Vásquez y Miller (2005) pidieron a los participantes que completaran varios anagramas
realmente difíciles (por ejemplo, NVTNIMEREON) mientras escuchaban una música de fondo que les
distraía. A continuación, el experimentador se irritó con el participante por hacerlo tan mal, diciendo con voz
exasperada que los datos no eran utilizables y que el participante debía hacerlos de nuevo, pero que el
experimentador no quería perder su tiempo, así que debían seguir adelante. Esta bonita actuación constituyó
la provocación. A continuación, se realizaron manipulaciones de 25 minutos de rumia o de distracción, que
de nuevo se basaron en las manipulaciones de rumia enfocada en uno mismo de Nolen-Hoeksema. Por último,
los participantes vieron un vídeo de un asistente de investigación que planteaba preguntas de trivia y debían
responder al mayor número posible de preguntas. El experimentador dijo que el asistente de investigación de
la cinta había solicitado un codiciado puesto de investigador remunerado en el laboratorio de un miembro de
la facultad y que éste quería que los participantes evaluaran a los solicitantes. En una versión de la cinta, el
asistente de investigación leía las preguntas de trivia demasiado rápido y pronunciaba mal algunos nombres
(por ejemplo, Leonardo da Vinci se pronunciaba León Divinsky). En otra versión de la cinta, el asistente de
investigación se mostraba sereno y preciso. El asistente de investigación torpe pretendía ser el desencadenante,
una molestia menor que normalmente no provocaría una respuesta agresiva fuerte. Sin embargo, los
participantes que rumiaron durante 25 minutos después de la provocación inicial se mostraron más molestos
por el asistente de investigación torpe y le dieron más evaluaciones negativas (la medida de la agresión) que
los participantes en la condición de distracción. Curiosamente, la rumia no aumentó la agresión en ausencia
de un desencadenante, lo que sugiere que la rumia no aumentó la mera agresión desplazada.
Las variantes posteriores de este paradigma de estudio replicaron los resultados principales con diferentes
medidas de agresión. Por ejemplo, los participantes que rumiaron tras una provocación también dieron de
comer a un compañero ligeramente insultante más salsa picante (sabiendo que esta persona odiaba la comida
picante) que los participantes en la condición de distracción (Bushman et al., 2005). La rumia después de ver
un vídeo de un asesinato relacionado con un robo también condujo a penas de prisión más largas después de
la frustración menor de tener que lidiar con un reproductor de vídeo malogrado (Vasquez, Bartsch, Pedersen,
& Miller, 2007). Incluso 8 horas después de una provocación inicial, los participantes a los que se les pidió
que rumiaran una evaluación negativa que habían recibido emitieron más ráfagas de ruido blanco a un
compañero ligeramente molestoso que los participantes a los que no se les pidió que rumiaran (Bushman et
al., 2005). En todos estos experimentos sobre agresión desplazada desencadenada, la rumia manipulada sólo
producía resultados agresivos si seguía a una provocación o evento de enfado (Bushman, 2002; Bushman et
al, 2005). La rumia por sí misma, sin ninguna experiencia precipitante de ira, no condujo a un aumento de la
agresión. Curiosamente, la rumia después de provocaciones más severas condujo a una agresión desplazada
más desencadenada que la rumia después de provocaciones moderadas (Vásquez et al., 2013). Esto sugiere
que la rumia puede estar particularmente asociada con la agresión hostil o de represalia.
¿Y el otro tipo de agresión? ¿No es posible que los pensamientos repetidos sobre las experiencias de ira
contribuyan también a una agresión instrumental más calculada y de "sangre fría"? White y sus colegas han
investigado esta cuestión. En dos de tres estudios con estudiantes universitarios, la rumia de ira predijo una
mayor agresión instrumental incluso después de controlar la agresión hostil (Guerra y White, 2017; Turner y
White, 2015; White y Turner, 2014). La agresión instrumental era más probable para los hombres con baja
autoestima que tenían altas tendencias de rumia (Turner & White, 2015). Por supuesto, predecir la agresión
instrumental tal y como la auto-reportan los estudiantes universitarios parece estar muy lejos de comprender
qué impulsa a los ladrones armados o a los asesinos en masa o incluso a los niños que intimidan a otros niños.
Esta es claramente una brecha importante que la investigación futura debe abordar.
En resumen, la investigación indica claramente que la rumia de ira predice un aumento de la agresión. Esta
asociación surge para la agresión inducida en el laboratorio y la agresión reportada de muchos tipos. Ahora,
paso a preguntar cómo y para quién. Es decir, ¿qué tiene la rumia de ira que contribuye al comportamiento
agresivo? ¿Hay algunas personas para las que el vínculo rumia-agresión es más fuerte o más débil?
La explicación más básica del efecto de la rumia sobre la agresión es que prolonga y exacerba la ira. Ya he
revisado la literatura que relaciona la rumia con la ira, así como las principales teorías de la agresión, todas
las cuales sugieren que los estados de ánimo de ira pueden desencadenar la agresión. Sin embargo, la ira
prolongada por sí misma no es una explicación satisfactoria de la relación entre rumia y agresión. Todos nos
enfadamos a menudo, quizás incluso varias veces al día, pero la mayoría de nosotros no somos agresivos cada
vez que sentimos ira. Por lo tanto, la cuestión más interesante a explorar es qué características o consecuencias
de la rumia hacen que las personas sean más propensas a responder a la ira con agresión. En el lenguaje de la
teoría I3, ¿cómo supera la rumia sobre un suceso de ira todos los factores inhibitorios que evitan que la mayoría
de nosotros actuemos de forma agresiva la mayor parte del tiempo? En una revisión integradora, Denson
(2013) sugirió varios mecanismos potenciales que abordan esta cuestión más matizada.
En primer lugar, la rumia permite a las personas ensayar mentalmente la venganza e impide el perdón. Ya he
mencionado que la rumia predice el aumento de la venganza, o la tendencia a buscar venganza después de
sufrir una ofensa interpersonal. La venganza puede verse como la contraparte del perdón, que implica la
reducción de la motivación para la venganza y el aumento de la motivación para la mejora de la relación
(McCullough et al., 2001). Una literatura considerable muestra que la rumia de ira y depresiva está asociada
con menos perdón, tanto a nivel de rasgos como en relación con ofensas e individuos particulares,
transversalmente y a lo largo del tiempo (Burnette, Taylor, Worthington, & Forsyth, 2007; Fatfouta, 2015;
Lucas, Young, Zhdanova, & Alexander, 2010; McCullough et al., 1998, 2007; Thompson et al., 2005).
Curiosamente, la subescala de pensamientos de venganza de la escala de rumia de ira está particularmente
relacionada con un menor perdón (Barber et al., 2005). Del mismo modo, la rumia de ira está particularmente
relacionada con una mayor motivación para la venganza. Por lo tanto, la rumia puede conducir a un mayor
comportamiento agresivo cuando las personas están enojadas porque aumenta el deseo de venganza, lo que
intrínsecamente reduce la probabilidad de perdonar, un importante factor de inhibición.
La rumia también conduce a la creencia de que la agresión es legítima. Caprara et al. (2013, 2014) estudiaron
un constructo llamado desvinculación moral, que abarca la justificación de dañar a otros (por ejemplo, "está
bien volar para proteger a mis amigos"), la comparación ventajosa (por ejemplo, "Dañar la propiedad no es
gran cosa si se tiene en cuenta que otros están golpeando a la gente"), la distorsión de las consecuencias (por
ejemplo, "burlarse de alguien no le hace realmente daño"), el etiquetado eufemístico (por ejemplo, "Abofetear
a alguien es sólo una forma de bromear") y la atribución de la culpa (por ejemplo, "La gente que es maltratada
suele hacer cosas para merecerlo"). Este tipo de distorsiones cognitivas permiten, presumiblemente, que las
personas se involucren en comportamientos egoístas que normalmente no aprobarían. De hecho, Caprara
descubrió que la rumia contribuyó a la falta de compromiso moral dos años después, lo que a su vez predijo
el compromiso con la conducta agresiva. En relación con esto, cuando se preguntó a los individuos sobre las
razones por las que se involucraban en la rumia de ira, una respuesta común fue que justifica cualquier acción
que realicen en respuesta a la ira (Simpson y Papageorgiou, 2003). Hay que tener en cuenta que la propio ira
aumenta la justificación (Anderson y Bushman, 2002), por lo que el efecto de la rumia sobre la ira puede
explicar en parte estos resultados. Está claro que la moral es una fuente importante de inhibición cuando se
trata de actuar de forma agresiva. Si la rumia puede superar o desactivar la moral de las personas y les permite
justificar un comportamiento dañino, será más probable que se involucren en la agresión.
En tercer lugar, la rumia parece disminuir el autocontrol, un factor que contribuye al comportamiento agresivo
(Denson, DeWall y Finkel, 2012). El apoyo a este mecanismo proviene de varias líneas de investigación.
Utilizando el conocido procedimiento de retroalimentación negativa sobre anagramas difíciles seguido de 20
minutos de una manipulación de rumia o de distracción, Denson, Pedersen, Friese, Hahm y Roberts (2011)
encontraron que los participantes provocados que rumiaban informaron de menos autocontrol y
proporcionaron más evaluaciones negativas. La reducción del autocontrol medió estadísticamente la
asociación entre la rumia y la agresión. La rumia también está relacionada con la tendencia a comportarse
precipitadamente en respuesta a las emociones negativas, un constructo llamado urgencia negativa (negative
urgency) que se considera un tipo de comportamiento impulsivo (Peters, Eisenlohr-Moul, Upton y Baer,
2013). Las personas con un alto nivel de urgencia negativa tienden a perder el control de su comportamiento
cuando experimentan tristeza, miedo, ira u otras emociones desagradables. De hecho, la urgencia negativa
medió en la asociación entre la rumia y el comportamiento agresivo (Kiselica y Borders, 2012). En un capítulo
posterior (véase el capítulo 9, "Rumia, cognición y cerebro"), se analiza la amplia investigación que vincula
la rumia con los índices cognitivos de autocontrol (por ejemplo, el funcionamiento ejecutivo).
Por último, la rumia también puede preparar al cuerpo para la acción física. Esta hipótesis está respaldada por
investigaciones que muestran vínculos entre la rumia y el aumento de la presión arterial y la frecuencia
cardíaca (Ottaviani et al., 2016). La rumia después de una provocación también se asocia con el retraso en la
recuperación cardiovascular. Exploro esta literatura en detalle en el Capítulo 5, Rumia y funcionamiento
físico.
En conjunto, la investigación sobre los mecanismos sugiere que la rumia supera las inhibiciones típicas contra
la agresión al mantener la ira, aumentar el deseo de venganza, disminuir el interés por el perdón y desactivar
las prohibiciones morales. Estos factores cognitivos pueden ir acompañados de una disminución del
autocontrol y un aumento de la activación física. Así, la rumia parece funcionar a nivel cognitivo, físico y
conductual para aumentar la probabilidad de que las personas actúen de forma agresiva en respuesta a la ira
(véase la Fig. 3.1).
Género
La primera pregunta es si las mujeres y los hombres experimentan diferentes niveles de rumia de ira. A
diferencia de lo que ocurre con la rumia depresiva, la bibliografía al respecto es mixta y compleja. La gran
mayoría de las investigaciones sugieren que los hombres y las mujeres informan por sí mismos de niveles
similares de rumia de ira, a través de diferentes cuestionarios (Barber et al., 2005; Burnette et al., 2007; Denson
et al., 2006; Maxwell, 2004; McCullough et al., 2001; Peled & Moretti, 2010; Sukhodolsky et al., 2001). Sin
embargo, existen resultados contradictorios con un par de estudios que encuentran una mayor rumia de ira en
los hombres (Guerra & White, 2017; Maxwell, Sukhodolsky, Chow, & Wong, 2005) pero otro que encuentra
más rumia de ira en las mujeres (Peled & Moretti, 2007).
Curiosamente, algunos experimentos examinaron si existen diferencias de género en cuanto a si las personas
deciden rumiar cuando están enfadadas. Un primer experimento hizo que hombres y mujeres escribieran o no
sus pensamientos tras una provocación (Frodi, 1978). Los hombres que escribían sus pensamientos tendían a
centrarse en pensamientos de ira y venganza y, por tanto, eran más agresivos. Por el contrario, las mujeres que
escribieron sus pensamientos restaron importancia a la ira y, a su vez, mostraron menos agresividad posterior.
En un intento de replicar estos resultados específicamente con la rumia, Rusting y Nolen-Hoeksema (1998)
pusieron primero a los participantes en un estado de ánimo enojado o neutral y luego les pidieron que eligieran
rumiar o distraerse durante 5 minutos. A través de dos procedimientos diferentes de manipulación del estado
de ánimo, las mujeres eran más propensas a distraerse cuando estaban enfadadas y a rumiar cuando estaban
en un estado de ánimo neutro. Los hombres eran igualmente propensos a elegir la rumia o la distracción,
independientemente de su estado de ánimo. Así, dos experimentos sugieren que las mujeres intentan distraerse
o evitar la ira y la agresión.
Un estudio más reciente operacionalizó la elección de rumiar tras una provocación como la selección de
historias negativas en los medios de comunicación (Knobloch-Westerwick & Alter, 2006). La teoría
subyacente es que la gente elige su consumo de medios de comunicación de forma que ayude a establecer el
estado de ánimo deseado. La selección de noticias alegres serviría para disipar los estados de ánimo de enfado,
mientras que la selección de noticias negativas mantendría los estados de ánimo de enfado, de forma similar
a las supuestas funciones de la distracción y la rumia respectivamente. Se suponía que mantener el estado de
ánimo de enfado era necesario, o al menos útil, para tomar represalias posteriormente. En este experimento,
después de experimentar una falsa retroalimentación negativa en el desempeño de una prueba, se hizo creer a
algunos participantes que evaluarían al experimentador más adelante en el estudio. A continuación, todos los
participantes hojearon una "revista virtual de noticias experimental", con titulares en los que podían hacer clic
para leer. Sabiendo que sólo tendrían tiempo para leer algunas de las historias, los participantes tenían que
seleccionar entre 12 noticias: 6 positivas y 6 negativas. En consonancia con los resultados anteriores, las
mujeres que anticiparon la posibilidad de tomar represalias dedicaron más tiempo a leer noticias positivas, lo
que se tradujo en menos agresiones. En cambio, los hombres que anticiparon la posibilidad de tomar
represalias pasaron más tiempo leyendo noticias negativas, lo que dio lugar a más evaluaciones negativas.
En resumen, aunque la mayoría de la evidencia sugiere que las mujeres y los hombres manifiestan tendencias
similares a rumiar sobre el enfado; los hombres, en entornos de laboratorio, eligen rumiar más que las mujeres.
Por el contrario, cuando se les da a elegir, las mujeres prefieren no rumiar los sucesos de ira. Esto puede
reflejar un mayor conflicto en las mujeres a la hora de experimentar y expresar la ira y la agresión. Una
pregunta que plantean estos resultados es si las mujeres experimentan la rumia del enfado como algo más
incómodo o egodistónico que los hombres. También sugiere que las mujeres son más propensas a percibir la
rumia de ira como algo incontrolable, porque si se les da la opción, preferirían distraerse. Las investigaciones
futuras tendrán que examinar estas y otras cuestiones sobre las diferencias de género en la experiencia de la
rumia de ira.
Otra pregunta es si los efectos de la rumia sobre la ira y la agresión varían entre las mujeres y los hombres.
Una vez más, los resultados son contradictorios. La mayoría de los estudios generalmente no encuentran
ninguna interacción entre la rumia y el género al predecir la ira y la agresión (Guerra & White, 2017; Peled &
Moretti, 2007, 2010; Smith et al., 2016; Turner & White, 2015; Verona, 2005). Sin embargo, de nuevo existen
resultados contradictorios, ya que un estudio encontró que la rumia depresiva predijo la agresión futura sólo
para los niños, pero no para las niñas (McLaughlin et al., 2014). Del mismo modo, el rasgo rumia predijo un
aumento de la hostilidad en los hombres, pero una disminución de la hostilidad en las mujeres (Verona, 2005).
Por el contrario, en un experimento de agresión desplazada desencadenada, aunque los hombres fueron
generalmente más agresivos que las mujeres, no hubo diferencias de género en la agresión en la condición de
rumia (Bushman et al., 2005). Estos resultados sugieren que la rumia puede haber borrado las diferencias de
género en la agresión al tener presumiblemente efectos más fuertes para las mujeres. Así, aunque la mayoría
de los estudios no suelen encontrar diferencias de género en el efecto de la rumia de ira, existen resultados
mixtos. Una mejor comprensión de las diferencias de género en la experiencia de rumia de ira de las mujeres
y los hombres puede arrojar luz sobre las diferencias en los efectos de la rumia de ira. Además, la presencia
de resultados mixtos sugiere, como siempre, que otros constructos pueden moderar el efecto del género.
Desinhibición
El posible papel moderador de la desinhibición proviene de algunas investigaciones. En primer lugar, varios
estudios sugieren que el consumo de alcohol potencia el vínculo rumia-agresión. La intoxicación alcohólica
por sí misma es un sólido contribuyente a la agresión (Ito, Miller y Pollock, 1996). Un estudio inicial encontró
que la rumia estaba más fuertemente asociada con la agresión en los últimos 6 meses para los individuos que
bebían mucho (Borders, Barnwell, & Earleywine, 2007). En un experimento de seguimiento, los participantes
bebieron una bebida alcohólica o una bebida placebo que parecía y olía como si tuviera alcohol y luego
participaron en una tarea competitiva con un cómplice (Borders y Giancola, 2011). La asociación entre la
rumia de ira y el comportamiento agresivo fue mucho más fuerte en los participantes que estaban intoxicados
que en los sobrios. En un experimento similar con parejas heterosexuales, los participantes fueron asignados
al azar a beber una bebida alcohólica o un placebo (Watkins, DiLillo y Maldonado, 2015). A continuación,
los participantes identificaron un problema no resuelto en su relación que les hacía enfadar y se les indicó que
rumiaran o reevaluaran (reappraise) el problema durante 2 minutos. A continuación, los participantes
realizaron una tarea competitiva con su pareja. Una vez más, la rumia interactuó con el consumo de alcohol
para predecir una mayor agresividad. Por el contrario, Denson no encontró una interacción entre la rumia
manipulada y el consumo de alcohol en dos estudios de agresión desplazada desencadenada (Denson,
Spanovic y Miller, 2009; Denson, White y Warburton, 2009). La investigación futura tendrá que examinar
por qué el consumo de alcohol parece moderar el efecto de la rumia en la agresión directa pero no en la
desencadenada.
Otra evidencia adicional del efecto moderador de la desinhibición proviene de los estudios que examinan la
psicopatía. La psicopatía, un factor de riesgo para las conductas agresivas, describe un grupo de rasgos que
incluyen insensibilidad, falta de empatía o remordimiento, irresponsabilidad, impulsividad y conductas
antisociales. Un experimento descubrió que el efecto de la rumia sobre una provocación en la agresión
desplazada desencadenada era más fuerte en los niveles más altos de psicopatía (Denson, Spanovic, et al.,
2009; Denson, White, et al., 2009). Del mismo modo, un estudio basado en encuestas encontró que la
asociación entre la rumia de ira y la agresión hostil era mucho más fuerte para los individuos con altos rasgos
impulsivos y antisociales de psicopatía (Guerra y White, 2017). En relación con esto, la asociación entre la
rumia y la frecuencia de violencia de pareja en el último año fue más fuerte para los hombres con rasgos altos
de impulsividad (Sotelo y Babcock, 2013). En resumen, la rumia puede interactuar con un control de impulsos
reducido, el desprecio por las normas sociales y la crueldad, haciendo que la agresión sea más probable.
Por último, algunos trabajos se han centrado en la rumia de ira y el autismo. Los individuos del espectro autista
pueden obsesionarse con un estímulo concreto y tener dificultades para desvincularse e inhibir el
comportamiento relacionado con ese estímulo. También tienen dificultades para comprender las emociones y
perspectivas de otras personas, un componente clave de la empatía. Curiosamente, un estudio descubrió que
tener características del espectro autista reforzaba las asociaciones entre la rumia de ira y la agresión física
(Pugliese, Fritz y White, 2015).
Tipo de rumia
En secciones anteriores, he revisado las pruebas de que los instrumentos que evalúan la rumia de ira y la rumia
depresiva predicen una mayor ira y agresividad. Una pregunta comprensible es si la rumia de ira está más
fuertemente asociada a la agresión que otros tipos de rumia. Tiene sentido intuitivo que el pensamiento
repetitivo específicamente sobre estar enojado y los insultos pasados pueda predecir más fuertemente la
conducta agresiva. Unos pocos investigadores han comparado directamente los efectos de los diferentes tipos
de rumia sobre la agresión.
Maya Peled y Marlene Moretti (2007, 2010) llevaron a cabo dos estudios basados en encuestas en los que
compararon medidas de autoinforme paralelas de rumia de ira y depresiva. En estudiantes universitarios, así
como en adolescentes con problemas de salud mental o de conducta, la rumia de ira, pero no la rumia
depresiva, predijo de forma única una mayor ira, agresión relacional y agresión física y verbal. Del mismo
modo, la rumia depresiva predijo de forma única los síntomas depresivos. Curiosamente, la rumia depresiva
predijo menos agresión física y verbal cuando se controló la rumia de ira. Esto contrasta con las correlaciones
positivas de orden cero que ellos y otros encontraron entre la rumia depresiva y la agresión (por ejemplo,
Goldstein, 2011; Lewis et al., 2014; McLaughlin et al., 2014). Sin embargo, al controlar la rumia de ira cuando
se examina el efecto de la rumia depresiva, básicamente se elimina el proceso de rumia y se dejan sólo los
síntomas depresivos. En otras palabras, la rumia depresiva se correlacionó con más agresión, pero los síntomas
depresivos sin rumia predijeron menos agresión. Esto sugiere que el proceso de rumia -no el contenido de los
pensamientos depresivos- alimenta la asociación de la rumia depresiva con la agresión.
Ningún experimento ha contrastado aún los efectos de la rumia sobre un acontecimiento de enfado frente a la
rumia sobre un estado de ánimo triste en la agresión posterior. Este tipo de diseño ayudaría a responder a la
pregunta en cuestión. Sin embargo, Pedersen et al. (2011) compararon dos tipos de rumia manipulada tras una
provocación. La rumia enfocada en la provocación implicaba que los participantes escribieran durante 20
minutos sobre lo que había ocurrido hasta el momento en el experimento (por ejemplo, la provocación). En
cambio, la rumia enfocada en uno mismo implicaba la clásica manipulación de rumia de Nolen-Hoeksema (es
decir, escribir sobre frases enfocadas en uno mismo como "qué clase de persona eres"). Curiosamente, tanto
la rumia enfocada en la provocación como la enfocada en uno mismo condujeron a un mayor nivel de agresión
desplazada desencadenada que la distracción (véase también Denson et al., 2006). Sin embargo, las vías de
agresión variaron un poco para cada tipo de rumia. En concreto, la rumia enfocada en la provocación condujo
a la agresión porque aumentó el afecto de ira. Por el contrario, la rumia enfocada en uno mismo condujo a la
agresión a través del afecto de ira y del afecto negativo autocrítico (por ejemplo, arrepentimiento y deshonra).
Además, sólo la rumia enfocada en la provocación condujo a un aumento de la presión arterial. En resumen,
el proceso de rumiar tras un suceso de enfado puede ser el factor impulsor para predecir la agresión, en gran
medida porque mantiene el enfado. Al mismo tiempo, el contenido de la rumia parece influir de forma
diferencial en las emociones experimentadas y en los cambios fisiológicos.
Conclusiones
En este capítulo, revisé la literatura que muestra que la rumia está asociada con el mantenimiento o el aumento
de la ira, así como con varios tipos de comportamiento agresivo. La mayor parte de esta literatura evaluó la
rumia de ira, o el pensamiento rumiativo específicamente sobre la ira y los eventos que producen ira. La rumia
encaja perfectamente en las principales teorías de la agresión, ya que mantiene la ira y funciona como un factor
impulsor que supera las inhibiciones existentes contra la agresión. En concreto, la investigación revisada sobre
los mediadores y moderadores puede integrarse para sugerir que el proceso de pensamiento repetitivo facilita
la agresión vengativa al reducir el autocontrol, aumentar la excitación fisiológica y estrechar la atención de
las personas en los estímulos hostiles en detrimento de enfocarse en la información inhibidora, como las
razones para el perdón y las prohibiciones morales contra la agresión. Los efectos de la rumia sobre la agresión
pueden ser particularmente fuertes para las personas que ya están menos inhibidas (por ejemplo, la
intoxicación y la psicopatía). La investigación futura debería seguir explorando las diferencias de género en
las experiencias y el efecto de la rumia de ira.
La investigación también debe examinar más a fondo las similitudes y diferencias entre la rumia de ira y otros
tipos de rumia. Es probable que compartan un proceso común, pero difieren en el contenido del pensamiento.
Naturalmente, la rumia de ira se centra en otra persona o en el suceso del enfado aproximadamente el 73% de
las veces; se enfoca en uno mismo solo el 27% de las veces (Siewert, Kubiak, Jonas y Weber, 2011). En otras
palabras, la rumia de ira puede no ser naturalmente un proceso de pensamiento enfocado en uno mismo, de la
manera en que lo es la rumia depresiva. También es probable que la rumia de ira esté enfocada tanto en el
pasado como en el futuro, ya que implica pensamientos sobre acontecimientos de ira pasados, así como planes
de represalias futuras. La rumia de ira y la rumia depresiva comparten aproximadamente el 25% de su varianza
(por ejemplo, Gilbert, Cheung, Irons y McEwan, 2005), lo que sugiere que son constructos relacionados pero
distintos. Lamentablemente, la literatura sobre la rumia de ira ha permanecido casi totalmente separada de la
literatura sobre la rumia/preocupación depresiva y ansiosa. Una de mis esperanzas con este capítulo es animar
a los investigadores a empezar a incluir la rumia de ira como un tipo de pensamiento negativo repetitivo.
Hacerlo podría ayudar a arrojar luz sobre la importante cuestión del papel relativo del proceso frente al
contenido en el pensamiento repetitivo.
Otra pregunta interesante que se desprende de algunos de los estudios aquí reseñados es la duración de la
rumia de ira y sus efectos. Por ejemplo, algunos experimentos probaron el efecto de la rumia de ira manipulada
8 horas, e incluso 24 horas, después (Bushman et al., 2005; Bushman y Gibson, 2011). Sin embargo, los
estudios sobre la rumia ocurriendo de manera natural descubrieron que la duración media de los episodios de
rumia de ira era de aproximadamente 30 minutos, y que el 80% terminaba en una hora (Siewert et al., 2011).
Si podemos suponer que las personas no rumian durante 8 o 24 horas sin parar, entonces ¿qué predice el efecto
retardado observado de la rumia de ira? Los hallazgos de que la rumia de ira aumenta la disposición al perdón
y la percepción de legitimidad de la agresión sugieren que la rumia puede influir en factores cognitivos que
duran mucho más allá de que el proceso de rumia termine. La investigación futura debería explorar esta
posibilidad, no sólo con la rumia de ira sino con otras formas de pensamiento negativo repetitivo.
Por último, quiero revisar algunas propuestas fascinantes sobre la función evolutiva de la rumia de ira. Denson
(2013) señaló el valor funcional de la ira como fuerza motivadora de la agresión, que a veces es necesaria para
obtener recursos suficientes para la supervivencia. Dado que la ira es una emoción relativamente efímera, la
agresión llevada a cabo en respuesta a un suceso de ira inmediato podría conllevar el riesgo de una costosa
confrontación. Por el contrario, la rumia de ira puede persistir durante largos periodos de tiempo. Por lo tanto,
la rumia de ira podría servir para mantener la ira hasta un momento más oportuno, cuando la agresión sería
más eficaz y conllevaría menos riesgos. La investigación antropológica sobre la venganza de sangre sugiere
que la retribución puede producirse décadas o incluso generaciones después de la provocación inicial. Para
mantener la indignación a lo largo de los años, los grupos pueden dedicarse a la rumia colectiva de ira, en la
que vuelven a contar la provocación e insisten en la injusticia percibida y en los medios de represalia. Una de
las implicaciones de esta teoría es que la rumia de ira, tanto a nivel individual como colectivo en un grupo,
podría explicar la existencia de reclamos nacionales de larga duración que en última instancia conducen a las
guerras (Denson, 2013). Muchas guerras son ejemplos tanto de retribución vicaria como de agresión
desplazada, porque los miembros de un grupo luchan contra los miembros de otro grupo por una provocación
inicial que no les perjudicó realmente y que no fue perpetrada por los individuos concretos que libran la guerra
(Lickel, Miller, Stenstrom, Denson y Schmader, 2006). Si los individuos y/o los grupos rumian con rabia a lo
largo del tiempo las provocaciones percibidas, este proceso puede explicar el odio intergeneracional, los
prejuicios hacia el endogrupo y los actos de venganza por daños ocurridos hace décadas. Al mismo tiempo, la
rumia de ira también puede motivar a las personas a participar en esfuerzos constructivos para combatir la
injusticia. En varios estudios, mi colega y yo evaluamos si la rumia de ira se asociaba con una mayor
disposición a participar en la acción colectiva, o en esfuerzos como la firma de peticiones y la asistencia a
concentraciones cuyo objetivo es mejorar la posición del propio grupo en la sociedad (Borders y Wiley, 2019).
Uno de los principales predictores de la acción colectiva es la ira por la injusticia percibida (van Zomeren,
Postmes, & Spears, 2008). Sin embargo, la ira no es una explicación satisfactoria de cómo la injusticia
percibida se traduce en acción colectiva. La ira puede ser fugaz, mientras que la acción colectiva es un
comportamiento planificado a largo plazo. Requiere no sólo que los individuos se sientan enfadados en un
momento, sino también que mantengan el enfado durante un periodo de tiempo. Por lo tanto, una comprensión
más completa de la acción colectiva puede requerir un énfasis en las estrategias que sostienen la ira ante la
injusticia. En estudios basados en encuestas con minorías étnicas, minorías sexuales y mujeres, la rumia sobre
la discriminación percibida medió la asociación entre el enfado por la discriminación y la disposición a
participar en la acción colectiva. Un experimento de seguimiento indujo la ira pidiendo a las mujeres que
leyeran un artículo sobre el acoso basado en género y luego manipuló la rumia frente a la distracción. Como
se esperaba, la rumia mantuvo el enfado por el acoso basado en género, mientras que la distracción disminuyó
el enfado. Además, la condición de rumia predijo indirectamente mayores intenciones de acción colectiva a
través de la ira, incluso controlando otros predictores conocidos de la acción colectiva. En resumen, las
consecuencias de la rumia sobre los sucesos que generan enfado pueden no ser todas negativas.
Breve diccionario del capítulo Rumia y problemas de IRA:
Abstracto
Este capítulo explora la literatura que vincula la rumiación con los desórdenes mentales y conductuales caracterizados
por desregulación e impulsividad. Primero describo la evidencia que muestra que la rumiación predice el uso de
sustancias y los problemas asociados a sustancias, así como posibles mecanismos de estas asociaciones. El capítulo
después revisa la teoría y el apoyo que tienen los vínculos entre rumia y personalidad límite, así como desórdenes
alimenticios. Después de atender el efecto de la rumia sobre la suicidalidad y la autolesión, concluyo describiendo la
nueva literatura sobre rumia y síntomas psicóticos.
Palabras clave
Rumia, problemas relacionados a sustancias, personalidad límite; alimentación desordenada; suicidalidad, autolesión;
psicosis.
Visión general
Este capítulo explora la literatura que vincula la rumiación con los desórdenes mentales y conductuales caracterizados
por desregulación e impulsividad. Primero describo la evidencia que muestra que la rumiación predice el uso de
sustancias y los problemas asociados a sustancias, así como posibles mecanismos de estas asociaciones. El capítulo
después revisa la teoría y el apoyo que tienen los vínculos entre rumia y personalidad límite, así como desórdenes
alimenticios. Después de atender el efecto de la rumia sobre la suicidalidad y la auto-lesión, concluyo describiendo la
nueva literatura sobre rumia y síntomas psicóticos.
La agresión hostil puede ser conceptualizada como una forma de conducta impulsiva. Las claras asociaciones entre la
rumia y la agresión hostil cubiertas en el capítulo anterior generan la pregunta sobre si la rumia está implicada en otros
desórdenes mentales y conductuales caracterizados por la impulsividad. Sorprendentemente, la asociación entre rumia
e impulsividad no ha sido estudiada con gran detalle. La rumia de rasgo* e impulsividad general muestra pequeñas
correlaciones (Boschloo et al., 2013; Dvorak, Simons, & Wray, 2011; Lucas, Young, Zhdanova, & Alexander, 2010). Sin
embargo, los investigadores ahora están de acuerdo en que la impulsividad engloba varias facetas a veces no-
relacionadas entre sí (Cross, Copping, & Campbell, 2011).
Los psicólogos estudian diferentes resultados relacionados a sustancias. El uso de sustancias se refiera a la frecuencia
y cantidad de consumo. Los investigadores frecuentemente evalúan cuántos días beben o consumen drogas los
participantes dentro de un periodo de referencia así como la cantidad usual de sustancias consumidas en esos días.
Adicional al uso típico de sustancias, muchos estudios evalúan la frecuencia del consumo excesivo (atracón). Para el
alcohol, un atracón de bebida se define generalmente como cinco bebidas o más para hombres y cuatro bebidas o más
para mujeres en una sola sentada.
El uso de sustancias difiere el los problemas relacionados a sustancias, o los usos dañinos y consecuencias negativos,
mismos que están codificados en el DSM-5 como un desorden de uso de sustancias. Los patrones dañinos comunes
incluyen utilizar más de lo que se tenía pensado, intentos fallidos por controlar o reducir el uso, fuerte deseo de consumir
al punto que es difícil pensar en otra cosa, necesitar mayor cantidad de la sustancia a lo largo del tiempo para lograr el
mismo resultado y síntomas de abstinencia ( por ejemplo, temblores, náusea, fatiga, sudoración y palpitaciones) cuando
la intoxicación acaba. Las consecuencias negativas comunes incluyen problemas en la escuela o el trabajo y con amigos
o familia, participar en actividades peligrosas (manejar en estado de ebriedad y sexo sin protección) así como ansiedad
o depresión. Debido a que el alcohol es una sustancia legal, la mayoría de la investigación se centra el resultados
relacionados al alcohol.
La asociación entre rumiación y uso de sustancias es mixta en la literatura. Varios estudios encontraron una asociación
positiva. Por ejemplo, tanto en bebedores sanos como en pacientes con trastorno por consumo de alcohol, el rasgo
depresivo y rumia de enojo se relacionaron con un mayor consumo de sustancias (Caselli, Bortolai, Leoni, Rovetto y
Spada, 2008; Ciesla, Dickson, Anderson y Neal, 2011).
De manera similar, la rumiación diaria sobre un evento estresante predice más consumo de alcohol ese día (Aldridge-
Gerry et al., 2011), y la rumia sobre las experiencias laborales negativas se asoció con un mayor consumo de alcohol y
borracheras después del trabajo (Frone, 2015). La rumiación depresiva inicial también predijo un mayor consumo de
alcohol 3, 6 y 12 meses después de una terapia cognitivo-conductual breve para problemas relacionados con el alcohol
(Caselli et al., 2010), lo que sugiere que las tendencias a la rumiación depresiva hacen que la recaída sea más probable
después del tratamiento. Por otro lado, varios estudios con estudiantes de secundaria y universitarios no han logrado
encontrar asociaciones entre la rumiación y el consumo de alcohol, drogas y cigarrillos (Adrian, McCarty, King, McCauley,
& Stoep, 2014; Ciesla et al., 2011; Dvorak et al., 2011; Goldstein, 2006; Richmond, Spring, Kaplan Sommerfeld y
McChargue, 2001; Willem, Bijttebier, Claes y Raes, 2011; Willem, Bijttebier, Claes, Vanhalst y Raes, 2014). Además,
otros estudios encontraron que la rumiación depresiva se asoció con un menor consumo de sustancias y consumo
excesivo de alcohol (Ciesla et al., 2011; Willem et al., 2011, 2014). Por lo tanto, las asociaciones entre la rumia y el uso
de sustancias varían de positivas a no significativas a negativas.
Las asociaciones entre la preocupación y los resultados del uso de sustancias tampoco son sólidas. Por ejemplo, la
preocupación predijo más borracheras en respuesta a situaciones interpersonales e intrapersonales desagradables
(Goldsmith, Tran, Smith y Howe, 2009), así como un mayor consumo de drogas (Shoal, Castaneda y Giancola, 2005).
Por el contrario, la preocupación se asoció con menos consumo semanal de alcohol en hombres y mujeres universitarios,
así como menos consumo excesivo de alcohol en mujeres (Ciesla et al., 2011). Varios estudios también encontraron
asociaciones no significativas entre la preocupación y el consumo de cigarrillos (Dijkstra y Brosschot, 2003;
Swayampakala et al., 2012; Yong et al., 2014; pero véase Finney Rutten, Blake, Hesse, Augustson y Evans, 2011). De
hecho, un metaanálisis reciente concluyó que, en general, la preocupación no se asociaba con un mayor riesgo de
consumo de sustancias (Clancy, Prestwich, Caperon y O’Connor, 2016).
La rumiación se asocia más consistentemente con peores problemas relacionados con las sustancias. En estudios
transversales, las personas con un diagnóstico de trastorno por consumo de alcohol o aquellos con mayores problemas
relacionados con sustancias reportan más rasgos de rumiación depresiva (particularmente la sub-escala melancólica),
rumiación general y preocupación (Boschloo et al., 2013; Caselli et al., 2008; Willem et al., 2011).
En investigaciones longitudinales, la rumiación depresiva de rasgo predijo aumentos en los problemas relacionados con
el alcohol 1 año después en mujeres adolescentes y adultas, así como el inicio del trastorno por uso de sustancias 3
años después (Nolen-Hoeksema & Harrell, 2002; Nolen-Hoeksema, Stice, Wade y Bohon, 2007). No se encontraron los
mismos resultados con los hombres (Nolen-Hoeksema & Harrell, 2002). Así, la rumiación parece predecir futuros
problemas relacionados con las sustancias para las mujeres, aunque no está claro si esta asociación existe para los
hombres.
Estos resultados mixtos sugieren que la rumia puede estar asociada con resultados relacionados con las sustancias más
para algunas personas que para otras. Un moderador potencial es el género, ya que un par de estos estudios encontraron
resultados diferentes para mujeres y hombres. Específicamente, la preocupación predijo menos atracones de bebida en
las mujeres (Ciesla et al., 2011), mientras que la rumiación depresiva predijo un aumento de los problemas relacionados
con el alcohol en las mujeres (Nolen-Hoeksema & Harrell, 2002). El hecho de que la preocupación y la rumiación
predijeran diferentes resultados para las mujeres es difícil de interpretar basándose en solo dos estudios. Sin embargo,
una conclusión provisional es que el pensamiento repetitivo predice con más fuerza los resultados relacionados con las
sustancias en general para las mujeres que para los hombres. Esta hipótesis se alinea con los hallazgos de que la
depresión y otros estados de ánimo negativos predicen más el consumo de alcohol entre las mujeres (Nolen-Hoeksema,
2004). Los resultados relacionados con las sustancias de los hombres pueden reflejar otros predictores, como
expectativas positivas y tendencias de afrontamiento evitativo.
Algunos estudios han examinado explícitamente a otros moderadores. Por ejemplo, la rumiación depresiva predijo más
intentos fallidos de dejar de fumar solo para los participantes con un rasgo de impulsividad alto (Dvorak et al., 2011). En
otro estudio, la rumiación predijo un peor uso de sustancias y problemas para los adolescentes con mucho estrés, pero
menos resultados relacionados con las sustancias para los adolescentes con poco estrés (Skitch & Abela, 2008). Por lo
tanto, la alta impulsividad y el estrés pueden fortalecer la asociación entre la rumiación y los resultados relacionados con
las sustancias. Otro posible moderador de la asociación entre rumiación y consumo de sustancias es tener un trastorno
por consumo de sustancias. Así como la rumia predice un peor estado de ánimo negativo, particularmente para las
personas que comienzan con un estado de ánimo negativo (por ejemplo, Watkins, 2008), la rumia también puede predecir
un mayor uso de sustancias para las personas que ya tienen problemas de uso de sustancias. Por otro lado, las
tendencias de rumiación existentes pueden interactuar con el uso de sustancias para predecir peores problemas
relacionados con las sustancias. La investigación futura tendrá que probar estas y otras posibles hipótesis de moderación.
Una conclusión final de esta sección es que la rumia parece ser más predictiva de los problemas relacionados con las
sustancias que del consumo de sustancias. La rumiación frecuente puede reflejar otros problemas de salud mental, que
es más probable que estén asociados con el uso problemático que con el uso recreativo o social de sustancias (Nolen-
Hoeksema, 2004). ¿Por qué la rumiación podría contribuir a empeorar los problemas relacionados con las sustancias?
Los investigadores han examinado dos mecanismos prometedores.
Lidiando con el afecto negativo
La teoría del escape afirma que los comportamientos desregulados son un intento de escapar de los sentimientos
negativos asociados con la autoconciencia aversiva. Por ejemplo, Baumeister (1991) sugirió que el consumo excesivo
de alcohol puede ser un intento de escapar de la atención centrada en uno mismo. El consumo de alcohol probablemente
previene tanto la atención sostenida centrada en uno mismo como los aumentos resultantes en la emoción negativa, lo
que sirve para reforzar negativamente el consumo de alcohol. Por lo tanto, los rumiantes pueden beber para escapar de
sus pensamientos rumiantes y/o para escapar de las emociones negativas que se ven exacerbadas por la rumiación. Los
modelos motivacionales del consumo de alcohol se refieren a esta motivación particular como beber para hacer frente a
la situación (Cooper, 1994). En particular, las motivaciones de regulación de las emociones del alcohol involucran ya sea
mejorar las emociones positivas o reducir las emociones negativas. Las motivaciones de mejoría generalmente se
asocian con la búsqueda de sensaciones y el consumo de alcohol, mientras que beber para hacer frente al afecto negativo
se asocia con síntomas depresivos, afrontamiento por evitación y problemas relacionados con el alcohol (Cooper, 1994;
Cooper, Frone, Russell y Mudar, 1995). Por lo tanto, se ha teorizado que la rumia está relacionada con beber para
afrontar.
Anhelo (Craving)
Otros investigadores estudian el síntoma específico de ansia o deseo de sustancias particulares. Se sabe que los antojos
más intensos predicen el consumo de sustancias y los problemas relacionados con las mismas (Hartwell & Ray, 2018).
Gabriele Caselli se ha centrado en la asociación entre un tipo único de pensamiento repetitivo y deseo. De acuerdo con
la teoría elaborada de la intrusión del deseo, la intensidad y la duración de los antojos aumentan mediante un proceso
de elaboración cognitiva llamado pensamiento del deseo (Kavanagh, Andrade y May, 2005). Este proceso voluntario y
perseverante implica la perseverancia verbal sobre la necesidad de lograr el objeto deseado (p. ej., pensar en lo que se
podría hacer para beber, pensar repetidamente en la necesidad de probar el alcohol). También involucra imágenes
mentales (p. ej., imaginar detener el auto para pedir una bebida en el bar local, imaginar el sabor de una bebida
alcohólica). Claramente, el componente de perseveración verbal es similar a la rumiación y constituye una forma de
pensamiento repetitivo. Además, las personas diagnosticadas con trastornos por consumo de alcohol o tabaco informaron
que su deseo de pensar se sentía incontrolable (Caselli & Spada, 2010), similar a cómo las personas reportan sus
experiencias de rumiación y preocupación (consulte el Capítulo 2: Rumiación y trastornos relacionados con la ansiedad).
Debido a que elaboran sobre un objetivo deseado, tanto el pensamiento de deseo como la rumiación probablemente
exacerben y mantengan el ansia de consumo.
En apoyo de esta teoría, el pensamiento de deseo y la rumiación se asocian empíricamente con una mayor ansia de
alcohol. En una muestra de bebedores problemáticos que buscaban tratamiento, el pensamiento de deseo se
correlacionó con un mayor deseo (Caselli & Spada, 2010). De manera similar, las personas diagnosticadas con trastornos
por consumo de alcohol o tabaco informaron que el pensamiento de deseo aumentaba el deseo, y la mayoría de los
participantes dijeron que la única forma de interrumpir el pensamiento de deseo era participar en el comportamiento
objetivo (Caselli & Spada, 2010). En un experimento, se pidió a los participantes que pensaran en una actividad específica
(excluyendo el alcohol o las drogas) por la que normalmente sentían un nivel moderado o alto de deseo, actividades
como comer, sexo, ejercicio físico o uso de Internet (Caselli, Soliani y Spada, 2013). Luego se les asignó aleatoriamente
para participar en 8 minutos de distracción (p. ej., “Piensa en el diseño del campus de tu escuela”), pensamiento genérico
y abstracto sobre la actividad (p. ej., “Piensa en por qué a la gente le gusta hacer esta actividad”), o pensamiento de
deseo (por ejemplo, “Trata de imaginarte mientras haces la actividad” o “Trata de planificar todo lo que podrías hacer
para practicar esta actividad lo antes posible”). El ansia del momento presente aumentó significativamente en la condición
de pensamiento de deseo, pero no en las otras condiciones. En otro experimento, los bebedores problemáticos que
buscaban tratamiento, así como un grupo de control no clínico, participaron en las clásicas manipulaciones de rumiación
o distracción de Nolen-Hoeksema (Caselli et al., 2013). Como se planteó como hipótesis, la rumia inducida aumentó el
ansia actual de alcohol solo en los bebedores problemáticos, en comparación con la distracción. Los autores especularon
que la rumiación puede aumentar el pensamiento de deseo, que se asocia más proximalmente con el deseo. La
investigación futura tendrá que probar esta hipótesis.
El pensamiento de deseo, particularmente el componente de perseveración verbal, también está asociado con el uso de
sustancias y problemas. Por ejemplo, las personas que cumplían los criterios para el trastorno por consumo de alcohol
informaron más pensamientos de deseo que los bebedores sociales que no buscaban tratamiento (Caselli, Ferla,
Mezzaluna, Rovetto y Spada, 2012). Sin embargo, solo la perseverancia verbal (no las imágenes mentales) diferenciaba
a los individuos con trastorno por consumo de alcohol de los bebedores problemáticos que no cumplían con los criterios
para el trastorno. De manera similar, la perseverancia verbal se asoció con problemas más graves relacionados con la
nicotina (Caselli, Nikcevic, Fiore, Mezzaluna y Spada, 2012). Finalmente, en un estudio, la asociación entre la
perseveración verbal y el consumo de alcohol desapareció cuando se controló para el ansia, lo que sugiere que el ansia
puede mediar en el vínculo entre el pensamiento de deseo y el consumo de alcohol (Caselli & Spada, 2011).
Resumen
En resumen, la rumia parece estar asociada de manera más sólida con los problemas relacionados con las sustancias
que con el consumo de sustancias. Los efectos de la rumia en los resultados relacionados con las sustancias pueden ser
más fuertes para las mujeres y para las personas con alto rasgo de impulsividad y estrés. En apoyo de la teoría de
escape, la rumiación predice una mayor motivación para beber y hacer frente a las emociones negativas, lo que a su vez
predice peores resultados relacionados con el alcohol. Finalmente, la rumiación y la construcción relacionada del
pensamiento de deseo pueden aumentar el deseo de sustancias al mantener la sustancia deseada destacada, lo que a
su vez hace que el uso de sustancias y los problemas sean más probables.
Personalidad Límite
El trastorno límite de la personalidad (TLP) se caracteriza por inestabilidad afectiva crónica y severa, relaciones
interpersonales caóticas, un sentido inestable de sí mismo y varios comportamientos impulsivos. Las personas con TLP
a menudo se sienten vacías, ansiosas y deprimidas; temen al rechazo o abandono de los demás; y experimentan una
fuerte ira hacia los demás por insultos percibidos. Las relaciones interpersonales están marcadas por intensidad e
inestabilidad. Esta montaña rusa emocional e interpersonal está asociada con una variedad de comportamientos de
riesgo, desde aquellos que dañan al individuo (p. ej., autolesiones, consumo de alcohol/drogas y atracones) hasta
comportamientos que dañan a otros (p. ej., agresión). Las personas que no cumplen con los criterios para un diagnóstico
formal de TLP aún pueden mostrar niveles de características limítrofes que están asociadas con disfunción.
Consecuentemente, los investigadores estudian poblaciones clínicas con diagnóstico de TLP o individuos no clínicos con
características limítrofes.
Quizás no sea sorprendente que el campo de la rumiación y el TLP comenzó con los investigadores de la depresión. La
depresión mayor y el TLP a menudo ocurren juntos y contribuyen a peores resultados que la depresión mayor por sí sola.
En consecuencia, los investigadores han examinado si esta vulnerabilidad cognitiva podría explicar la susceptibilidad a
la depresión y el TLP co-mórbidos. Un estudio inicial encontró que las personas con TLP co-mórbido y depresión mayor
reportaron más rumiación depresiva que las personas que solo tenían depresión mayor o solo TLP (Abela, Payne y
Moussaly, 2003). Investigaciones posteriores encontraron que las personas con TLP diagnosticado informaron más
pensamiento rumiante negativo (brooding) que los controles sanos (Bayes, Parker y McClure, 2016; Zaki, Coifman,
Rafaeli, Berenson y Downey, 2013). La rumiación depresiva también se asoció con síntomas de TLP más graves, incluso
controlando los síntomas depresivos (Selby, Anestis, Bender y Joiner, 2009; Watkins, 2009). Finalmente, la rumiación
depresiva se relacionó más fuertemente con el TLP que con cualquier otro trastorno de la personalidad, incluso después
de controlar la depresión actual y pasada (Smith, Grandin, Alloy y Abramson, 2006; Watkins, 2009). Por lo tanto, la
evidencia inicial sugirió una relación única entre la rumiación depresiva y el TLP.
Sin embargo, las personas con un diagnóstico de TLP o características de TLP también muestran otros tipos de rumia
(como se revisa en Baer, Peters, Eisenlohr-Moul, Geiger y Sauer, 2012). En particular, la rumia enojada se asocia con
mayores síntomas de TLP (Peters & Geiger, 2016; Peters, Smart, & Baer, 2015; Selby et al., 2008; Zielinski, Borders, &
Giancola, 2015). En los delincuentes varones adultos, la rumiación enojada se asoció más fuertemente con las
características límite que la rumiación melancólica o general (Gardner, Dodsworth y Selby, 2014). En los estudiantes
universitarios, la rumiación enojada se asoció más fuertemente con características limítrofes que la rumiación depresiva,
incluso controlando la ansiedad, los síntomas depresivos y el afecto negativo (Baer & Sauer, 2011). Además, solo la
rumiación de enojo, pero no la rumiación depresiva, predijo de manera única las características limítrofes después de
controlar para el afecto negativo, el contenido cognitivo negativo y la supresión del pensamiento (Geiger, Peters, Sauer-
Zavala y Baer, 2013).
Edward Selby desarrolló el modelo de cascada emocional para explicar el proceso por el cual la rumiación contribuye a
la desregulación del comportamiento en individuos con TLP (Selby et al., 2008; Selby & Joiner, 2009). Una cascada
emocional ocurre cuando las tendencias de las personas a reflexionar sobre las experiencias negativas conducen a un
aumento de la emoción negativa, lo que a su vez desencadena una mayor reflexión, lo que conduce a una emoción aún
más negativa. De esta manera, se produce un ciclo recíproco y progresivamente creciente de emoción negativa y
rumiación (es decir, una cascada emocional) que contribuye a un estado psicológico altamente aversivo. Este proceso
puede ayudar a explicar las intensas emociones negativas y la dificultad para volver a la línea de base emocional que
experimentan las personas con TLP, así como por qué un evento aparentemente trivial puede desencadenar estados de
ánimo intensamente negativos. Siguiendo una cascada emocional, los individuos están altamente motivados para
escapar o disminuir el estado aversivo. Sin embargo, la distracción normalmente adaptativa o las estrategias de
afrontamiento (p. ej., re-evaluación, hablar con un amigo, salir a caminar) pueden no ser lo suficientemente fuertes como
para detener el ciclo. En cambio, puede requerir fuertes sensaciones físicas (p. ej., dolor por autolesiones, atracones o
peleas; un subidón de adrenalina por participar en comportamientos impulsivos; efectos fisiológicos de la intoxicación)
para distraer la atención de las personas de su estado mental aversivo. Por lo tanto, los comportamientos des-regulados
se refuerzan negativamente. Por supuesto, la participación en este tipo de comportamientos puede desencadenar el
auto-reproche, la vergüenza y otras emociones negativas, desencadenando otra cascada emocional.
El modelo de cascada emocional ha sido probado de varias maneras. Primero, algunos experimentos han examinado el
efecto de la rumia inducida sobre el afecto negativo general en individuos con TLP. En un estudio, se instruyó a los
participantes para que pensaran sobre algo molesto y pasar 5 minutos enfocándose en los sentimientos sobre el
problema, considerando lo que significan estos sentimientos y analizando los eventos que rodean el problema que
contribuyen a sus sentimientos (Selby et al., 2009). Incluso controlando los síntomas depresivos, los participantes
diagnosticados con TLP mostraron un aumento significativamente mayor en el estado de ánimo negativo después de la
rumia inducida, en comparación con aquellos sin dicho diagnóstico. Por lo tanto, las personas con TLP eran más
emocionalmente reactivas a la rumia. En un experimento diferente, los participantes con TLP diagnosticado escribieron
sobre un evento personal que los hizo enojar durante 10 minutos (Sauer & Baer, 2012). Luego se concentraron en
indicaciones de rumiación o de atención plena durante 8 minutos. Como era de esperar, la inducción de rumiación
contribuyó a una ira significativamente mayor que la inducción de atención plena.
Varios estudios también han examinado la rumia como un mecanismo de efecto del TLP en los comportamientos
desregulados. Por ejemplo, una variable latente de pensamiento repetitivo medió las asociaciones entre las
características límite y la desregulación del comportamiento, incluidas las conductas auto-lesivas (Gardner et al., 2014;
Selby et al., 2009). De manera similar, la rumiación depresiva medió en la asociación entre los síntomas del TLP y los
atracones y las autolesiones no suicidas (Selby, Franklin, Carson-Wong y Rizvi, 2013). En pacientes con TLP, la rumia
enojada medió la asociación entre un diagnóstico de TLP (frente a otros trastornos de la personalidad) y tendencias
agresivas (Martino et al., 2015). Por lo tanto, varios tipos de rumia contribuyen tanto al afecto negativo como a los
comportamientos des-regulados en personas con TLP.
Para probar más directamente si los ciclos de rumiación y emoción negativa conducen a comportamientos des-regulados,
Selby utilizó estudios de muestreo de experiencia. En un estudio, reclutaron personas con problemas auto-informados
de desregulación del comportamiento (Selby, Joiner y Thomas, 2013).
Después de completar las medidas de referencia, se llamó a los participantes cinco veces al día durante 2 semanas. En
cada llamada, registraron sus emociones y rumiaciones actuales, así como si habían tenido algún comportamiento des-
regulado desde la última llamada (por ejemplo, autolesiones, consumo de alcohol, conducción temeraria, atracones y
agresión). Los resultados indicaron que la rumiación del estado y la emoción negativa interactuaron para predecir niveles
totales más altos de comportamientos desregulados, particularmente para las personas con diagnóstico de TLP. Usando
una metodología similar, análisis más sofisticados indicaron que la rumiación y la emoción negativa elevadas en un
momento dado predijeron niveles exponencialmente mayores de rumiación, emoción negativa y comportamientos
impulsivos en el futuro (Selby, Kranzler, Panza y Fehling, 2016).
En otras palabras, un modelo exponencial, en lugar de lineal, se ajusta a los datos. Además, la rumiación y la emoción
negativa interactuaron para predecir elevaciones en la rumiación posterior, la emoción negativa y los comportamientos
impulsivos. Estos resultados proporcionan una buena evidencia para el concepto de cascadas emocionales, en las que
la rumiación y la emoción negativa crean un ciclo recíproco cada vez peor que contribuye al aumento de los
comportamientos desregulados.
En resumen, las personas con rasgos o trastornos de personalidad limítrofe se involucran con altos niveles de rumiación
depresiva y colérica. El modelo de cascada emocional propone que los ciclos recíprocos de rumiación y emoción negativa
crean un estado psicológico cada vez más aversivo que solo puede ser apagado por las fuertes sensaciones físicas y la
distracción asociada con los comportamientos desregulados. La evidencia empírica confirma que la rumiación contribuye
a las emociones negativas y las conductas desreguladas en personas con TLP, y que la interacción de la rumiación
momentánea y la emoción negativa predicen mayores conductas desreguladas. Como veremos en las siguientes
secciones, los investigadores han aplicado el modelo de cascada emocional a otros tipos de comportamientos
desregulados.
Alimentación desordenada
Actualmente hay tres trastornos alimentarios principales en el DSM-5: anorexia, bulimia y trastorno por atracón. Una
preocupación adicional para los psicólogos son los trastornos alimentarios sub-clínicos, como el ayuno, los atracones, el
vómito auto-inducido o el uso de supresores del apetito o diuréticos. Más de la mitad de las mujeres universitarias se
involucran en este tipo de comportamientos alimentarios desordenados (Clemens, Thombs, Olds y Gordon, 2008). Para
algunas personas, estos comportamientos pueden progresar a trastornos alimentarios clínicamente significativos con el
tiempo (Neumark-Sztainer, Wall, Larson, Eisenberg y Loth, 2011). La insatisfacción corporal también es un riesgo central
y un factor de mantenimiento de la anorexia y la bulimia. En consecuencia, los investigadores han examinado las
asociaciones entre la rumiación y la insatisfacción corporal y los trastornos alimentarios sub-clínicos, así como el efecto
de la rumiación en los tres trastornos alimentarios.
La rumiación está fuertemente asociada con una mayor insatisfacción corporal. Por ejemplo, la rumiación depresiva se
correlaciona con una mayor insatisfacción corporal, vergüenza y auto-vigilancia (p. ej., pensar en cómo se ve uno) en
mujeres adolescentes y adultas no clínicas (Grabe, Hyde y Lindberg, 2007; Maraldo, Zhou, Dowling y Vander Val, 2016).
Varios experimentos examinaron el efecto de la rumia manipulada sobre la insatisfacción corporal en las mujeres. En el
experimento típico, se inducía la insatisfacción corporal mostrando a los participantes anuncios de ropa tipo revista de
mujeres atractivas y delgadas y pidiéndoles que respondieran preguntas comparando sus cuerpos con los cuerpos de
las modelos (Wade, George y Atkinson, 2009). Luego, se instruyó a los participantes para que pensaran repetitivamente
sobre cómo los hizo sentir la inducción (es decir, rumiación) o experimentar cualquier pensamiento y emoción sin
juzgarlos (es decir, aceptación). En mujeres de peso normal, mujeres con sobrepeso y mujeres con diagnóstico de
anorexia o bulimia, la rumia manipulada contribuyó a una mayor insatisfacción corporal, en comparación con la
aceptación (Etu & Gray, 2010; Naumann & Svaldi, 2016; Svaldi, Naumann, Trentowska, Lackner, & Tuschen-Caffier,
2013; Wade et al., 2009).
La rumiación también se asocia con conductas alimentarias desordenadas sub-clínicas. La rumiación depresiva y enojada
se asocia con trastornos alimentarios generales en muestras no clínicas de adultos y adolescentes jóvenes (p. ej., Aldao
& Nolen-Hoeksema, 2010; Hilt, Roberto & Nolen-Hoeksema, 2013; Wang & Borders, 2018). Un meta-análisis encontró
una correlación promedio de 0,26 entre la rumia y los trastornos alimentarios (Aldao, Nolen-Hoeksema y Schweizer,
2010). Al igual que en la literatura sobre la depresión, la asociación parece ser más fuerte para el sobre-pensamiento
negativo (brooding) que para la reflexión (Rawal, Park y Williams, 2010). La rumiación específica sobre las
preocupaciones relacionadas con la alimentación también se asoció con una mayor alimentación desordenada en
mujeres universitarias (Bybee, Zigler, Berliner y Merisca, 1996). De manera similar, en una muestra de adolescentes
sanos, el pensamiento habitual sobre la imagen corporal negativa predecía un peor trastorno alimentario (Verplanken &
Velsvik, 2008). Por lo tanto, varios tipos de rumiación predicen peores conductas alimentarias desordenadas subclínicas.
Anorexia
La anorexia se caracteriza por la restricción de la ingesta de alimentos hasta tal punto que las personas tienen un bajo
peso drástico y peligroso. La pérdida de peso se acompaña de un miedo intenso a aumentar de peso y alteraciones en
la forma en que se experimenta el peso o la forma del cuerpo. Los comportamientos comunes que se observan en las
personas con anorexia incluyen controles de peso frecuentes, controles corporales (p. ej., mirarse en un espejo, medir
partes específicas del cuerpo), contar calorías de manera obsesiva, desarrollar rituales alimentarios (p. ej., comer los
alimentos en un orden determinado, masticar en exceso, reorganizar los alimentos). en un plato), y excusas para evitar
las comidas o situaciones que involucren comida.
Es probable que las personas con anorexia diagnosticada o síntomas de anorexia participen en la rumiación. Por ejemplo,
las personas con anorexia informan más preocupación, rumiación general y rumiación depresiva, en comparación con
los controles sanos (Naumann, Tuschen-Caffier, Voderholzer, Schäfer y Svaldi, 2016; Oldershaw, Lavender, Sallis, Stahl
y Schmidt, 2015; Rawal et al., 2010; Sassaroli et al., 2005; Startup et al., 2013; Sternheim et al., 2012; Troop, Holbrey y
Treasure, 1998). Las personas con anorexia también meditan más específicamente sobre el peso, la comida y la forma
del cuerpo que las personas sin anorexia (Cowdrey & Park, 2011; Seidel et al., 2016).2 En términos de síntomas
específicos de anorexia, la rumiación depresiva y de enojo predicen comportamiento más restrictivo en muestras
universitarias no clínicas (Harrell & Jackson, 2008; Wang & Borders, 2018). En mujeres con anorexia,
la rumiación también predice una mayor gravedad de los síntomas de trastornos alimentarios al mismo tiempo y a lo largo
del tiempo (Gilboa-Schechtman, Avnon, Zubery y Jeczmien, 2006; Rawal et al., 2010; Startup et al., 2013). Finalmente,
un estudio de muestreo de experiencia encontró que la rumia relacionada con la comida estaba más fuertemente
asociada con el afecto negativo para las mujeres con anorexia que para los controles sanos (Seidel et al., 2016). Por lo
tanto, la rumiación ocurre con más frecuencia y predice peores resultados para las personas con anorexia. Las mujeres
con anorexia también tienen creencias más positivas sobre los beneficios de la rumia, creyendo que la rumia es útil para
obtener información, resolver problemas y hacer frente a eventos difíciles (Rawal et al., 2010).
Los investigadores han comenzado a incorporar la rumiación en las teorías de mantenimiento de la anorexia. Estas
teorías se basan en el hecho de que, a pesar de su resistencia a comer, las personas con anorexia piensan
obsesivamente en la comida y en los rituales alimentarios (Park, Dunn y Barnard, 2011; Schmidt y Treasure, 2006). Esto
parece ser un resultado natural del hambre, así como la re-experimentación es una respuesta natural al trauma. Sin
embargo, cuanto más experimentan las personas pensamientos excesivos sobre la comida y el comer, más vigilantes se
vuelven para no ceder al impulso de comer. Irónicamente, entonces, un enfoque rumiante en los pensamientos
relacionados con la comida puede ayudar a las personas a ignorar el hambre y otras señales de su cuerpos.
La rumiación se relaciona consistentemente con peores síntomas bulímicos. En muestras no clínicas, tanto la rumiación
depresiva como la ira predicen mayores síntomas bulímicos al mismo tiempo y aumentos de estos síntomas con el tiempo
(Holm-Denoma & Hankin, 2010; Nolen-Hoeksema et al., 2007; Selby et al., 2008). Un estudio encontró que la asociación
entre la rumiación y los síntomas bulímicos solo fue significativa para las personas con bajo autocontrol (Breithaupt,
Rallis, Mehlenbeck y Kleiman, 2016). En muestras clínicas, las mujeres con bulimia diagnosticada reportan más rumiación
y preocupación, en comparación con las mujeres sin trastornos alimentarios (Naumann, Tuschen-Caffier, Voderholzer y
Svaldi, 2016; Sassaroli et al., 2005; Sternheim et al., 2012; Troop et al. ., 1998). La rumiación también predice síntomas
de trastornos alimentarios más graves en mujeres con bulimia (Gilboa-Schechtman et al., 2006). Un estudio experimental
encontró que, en mujeres con bulimia, la rumia inducida mientras estaban tristes aumentó su deseo de atracones, en
comparación con la distracción (Naumann et al., 2015).
Por el contrario, la asociación entre la rumiación y los atracones es mixta. Algunos estudios transversales con estudiantes
universitarios encontraron que la rumiación predijo más atracones en la última semana o 3 meses, así como
comportamientos y pensamientos generales de atracones (Connolly, Rieger, & Caterson, 2007; Gordon, Holm-Denoma,
Troop-Gordon , & Sand, 2012; Harrell & Jackson, 2008; Mason & Lewis, 2015; Wang & Borders, 2018).
Longitudinalmente, la rumia depresiva predijo el inicio de atracones recurrentes durante 3 años en mujeres adolescentes
(Nolen-Hoeksema et al., 2007). Por el contrario, en mujeres lesbianas sin comportamientos compensatorios actuales, la
rumia no se asoció con atracones (Mason & Lewis, 2015). La rumiación tampoco se asoció con la frecuencia de episodios
de atracones en el último mes en mujeres universitarias (Connolly et al., 2007; Kelly, Lydecker y Mazzeo, 2012).
Finalmente, en individuos obesos con trastorno por atracón, la rumiación depresiva se asoció con una mayor gravedad
de la psicopatología del trastorno alimentario, pero no con el número de episodios de atracón (Wang, Lydecker y Grilo,
2017).
De manera relacionada, los investigadores han examinado el papel de la rumiación en la alimentación por razones
emocionales, nuevamente con resultados mixtos. En una muestra de la comunidad, la rumiación depresiva predijo el
consumo de afrontamiento (es decir, comer, beber o usar otras sustancias cuando estaba molesto) 1 año después (Sarin
y Nolen-Hoeksema, 2010).
Por el contrario, los experimentadores pidieron a los participantes con peso normal y obesos que revivieran un recuerdo
de ira y un recuerdo neutral durante 7 minutos (Appelhans, Whited, Schneider, Oleski y Pagoto, 2011). Después de cada
inducción del estado de ánimo, se les presentaron seis tipos diferentes de alimentos, todos los cuales habían indicado
previamente que les gustaban, y se les indicó que probaran cada alimento y comieran todo lo que quisieran. El rasgo de
rumiación depresiva no predijo el cambio en el consumo de alimentos cuando estaba enojado para los participantes con
peso normal u obesos.
En resumen, la rumiación parece fuertemente relacionada con los síntomas bulímicos en general, pero menos
consistentemente relacionada con los atracones o con comer por razones emocionales. Los resultados mixtos pueden
reflejar la presencia de moderadores. Un estudio encontró que el efecto de la rumiación sobre los atracones era más
fuerte para los participantes con mayor insatisfacción corporal (Gordon et al., 2012). Además, en adolescentes obesos
que participaban en un programa de control de peso para pacientes hospitalizados de 6 semanas, la rumia momentánea
interactuó con el estrés para predecir un mayor deseo de comer (Kubiak, Vögele, Siering, Schiel y Weber, 2008). Por lo
tanto, la asociación entre la rumiación y los atracones puede ser más fuerte para las personas bajo estrés y aquellas con
una visión negativa de sus cuerpos.
Otra posibilidad es que la rumia prediga solo indirectamente, en lugar de directamente, los atracones. Unos pocos
estudios han examinado los mecanismos del efecto de la rumiación sobre los síntomas bulímicos. En mujeres
adolescentes, una peor auto-competencia percibida en la apariencia física explicaba la asociación entre rumiación
depresiva y síntomas bulímicos (Holm-Denoma & Hankin, 2010). La rumiación también está relacionada con la
sensibilidad al hambre, o una mayor angustia ante las sensaciones de hambre, un constructo que a su vez está
relacionado con los síntomas de la bulimia (Walker, Hadjistavropoulos, Gagnon y MacNab, 2015). Finalmente, una
variable latente de afrontamiento centrado en la emoción (que incluye la rumiación, el catastrofizar y la auto-inculpación)
predijo indirectamente los atracones a través del afecto negativo (Mason y Lewis, 2015). Por lo tanto, la rumia puede
predecir indirectamente los atracones a través de pensamientos y creencias más negativos.
La teoría del escape se ha aplicado a los trastornos alimentarios, en particular a los atracones. Específicamente, las
personas con trastornos alimentarios son más propensas a tener estándares internos elevados y exagerados no solo
para la delgadez corporal sino también en otras áreas de sus vidas (Heatherton & Baumeister, 1991). Estos altos
estándares tienden a hacer que el "Yo" (auto-concepto de la persona) se vea mal en comparación. La rumiación centrada
en uno mismo sobre discrepancias negativas (por ejemplo, insuficiencias percibidas en peso, forma y hábitos
alimenticios) a su vez provoca emociones negativas. Para escapar de esta rumiación desagradable y las emociones
desagradables relacionadas, las personas pueden involucrarse en una variedad de comportamientos orientados a reducir
su atención al pensamiento inmediato, concreto y de bajo nivel. Básicamente, la idea es acabar con los pensamientos
repetitivos y abstractos como "¿Soy lo suficientemente bueno/delgado?" re-enfocándose en sensaciones más concretas.
En el caso de los atracones, esto puede ocurrir prestando atención a las sensaciones físicas de comer (p. ej., masticar,
saborear). Este enfoque en comportamientos concretos e inmediatos también disminuye la atención a las inhibiciones
que normalmente existen, como la idea abstracta de que comer demasiada comida chatarra no es saludable. La
combinación de obstáculos internos reducidos para comer en exceso más una atención motivada a las sensaciones
físicas de comer aumenta la probabilidad de un episodio de atracón. Además, si cierra con éxito los pensamientos
rumiantes y las emociones relacionadas, se refuerza negativamente, lo que hace que sea más probable que se use
nuevamente como un comportamiento de escape. Gibson (2012) incluso sugiere que los atracones y las comidas
reconfortantes funcionan más para evitar la rumia negativa que el afecto negativo. Por lo tanto, se teoriza que la rumia
es un contribuyente clave para el inicio y mantenimiento de la bulimia y el trastorno por atracón.
El modelo de cascada emocional también se aplica a los atracones (Selby et al., 2008). De acuerdo con este modelo, los
eventos negativos desencadenan un ciclo de estado de ánimo negativo y rumiación, que se amplifican entre sí hasta que
el estado de ánimo negativo se vuelve tan poderoso que participar en un comportamiento igualmente intenso (por
ejemplo, atracones) es la única forma percibida de distraerse. Un estudio examinó la teoría de las cascadas emocionales
en estudiantes universitarios con antecedentes de conductas de trastornos alimentarios (Arbuthnott, Lewis y Bailey,
2015). Los experimentadores indujeron la rumiación tres veces al pedirles a los participantes que pasaran 3 minutos
analizando y pensando en un evento perturbador en sus vidas. Las emociones positivas y negativas se evaluaron
después de cada inducción a la rumia.
Los participantes con antecedentes de comportamientos de trastornos alimentarios informaron mayores disminuciones
en las emociones positivas después de la inducción inicial a la rumia, en comparación con los participantes sin dichos
antecedentes. Para la tercera inducción a la rumia, esta diferencia en la emoción positiva había desaparecido, lo que
sugiere que los participantes con trastornos alimentarios tenían reacciones iniciales más fuertes a la rumia. El efecto de
la rumiación sobre el estado de ánimo se explica en parte por la mala regulación de las emociones.
Resumen
En resumen, la rumiación muestra asociaciones robustas con una mayor insatisfacción corporal y trastornos alimentarios
sub-clínicos, así como síntomas de anorexia y bulimia. El efecto de la rumiación sobre los atracones es más mixto y
puede reflejar una asociación indirecta y/o la presencia de moderadores. La creación de una medida de rumiación
específicamente sobre las preocupaciones alimentarias es una contribución notable a esta literatura y se espera que se
utilice más en el futuro. Además, las convincentes teorías sobre el papel de la rumiación tanto en la anorexia como en la
bulimia deberían ayudar a guiar investigaciones futuras.
Tendencia suicida y autolesiones
Aunque las tendencias suicidas y las autolesiones son síntomas de depresión, también son comunes entre las personas
con trastornos alimentarios y TLP. Además, las conductas suicidas y autolesivas son predichas por la impulsividad
(Anestis, Soberay, Gutierrez, Hernández, & Joiner, 2014). Por lo tanto, exploro los efectos de la rumiación sobre las
tendencias suicidas y las autolesiones separadas de su asociación con un trastorno en particular.
Tendencia suicida
La tendencia suicida incluye tanto la ideación suicida como los intentos reales de suicidio. La ideación suicida se refiere
a los pensamientos de muerte. La gravedad de la ideación suicida puede variar, desde pensamientos fugaces e
indeseados hasta una preocupación por la muerte que puede implicar una planificación detallada. Aproximadamente el
70% de las personas con ideación suicida no realizan intentos de suicidio, aunque la ideación suicida es ciertamente un
factor de riesgo para los intentos de suicidio (Nock et al., 2008).
Hay literatura considerable sobre las asociaciones entre la rumiación depresiva y la ideación suicida (para una revisión,
ver Morrison & O'Connor, 2008). En estudios transversales, la rumiación depresiva se asocia con una ideación suicida
más grave (Miranda, Tsypes, Gallagher y Rajappa, 2013; Tucker et al., 2013). La rumiación depresiva también predice
la presencia y el aumento de la ideación suicida a lo largo del tiempo en adultos y adolescentes (Burke et al., 2016;
Miranda & Nolen-Hoeksema, 2007; Smith et al., 2006). Varios estudios han examinado las subescalas separadas de
pensamiento rumiante negativo (brooding) y ponderación reflexiva. El pensamiento rumiante negativo (brooding)
generalmente se asocia con una mayor ideación suicida, tanto en muestras comunitarias como clínicas, transversalmente
y a lo largo del tiempo (Miranda & Nolen-Hoeksema, 2007; O'Connor, O'Connor, & Marshall, 2007; O'Connor & Noyce,
2008; Polanco-Roman, Gómez, Miranda y Jeglic, 2016; Surrence, Miranda, Marroquín y Chan, 2009; Tucker et al., 2013;
pero ver Cole et al., 2015; Stange et al., 2015). Por el contrario, algunos estudios encontraron que una mayor ponderación
reflexiva predice una peor ideación suicida (Cheref, Lane, Polanco-Roman, Gadol, & Miranda, 2015; Miranda & Nolen-
Hoeksema, 2007; Polanco-Roman et al., 2016), mientras que otros no encontraron relación entre estos constructos
(O'Connor & Noyce, 2008; Stange et al., 2015).
Hay menos investigación sobre personas que han intentado suicidarse y los resultados son mixtos. En estudiantes
universitarios y pacientes adultos hospitalizados, algunos estudios encontraron que las personas con antecedentes de
intentos de suicidio reportan más pensamiento rumiante negativo (brooding) en comparación con las personas sin tales
antecedentes (Grassia & Gibb, 2009; Polanco-Roman, Jurska, Quiñones, & Miranda, 2015; Surrence et al. al., 2009).
Otros estudios no lograron encontrar una asociación entre la rumiación depresiva y los intentos de suicidio (Batterham y
Helen, 2012; Crane, Barnhofer y Williams, 2007). De manera similar, los investigadores han encontrado asociaciones
positivas, negativas y no significativas entre la ponderación reflexiva y el historial de intentos de suicidio (Crane et al.,
2007; Grassia & Gibb, 2009; Polanco-Roman et al., 2015; Surrence et al., 2009) .
Los investigadores han examinado los efectos de varios moderadores en la asociación entre rumiación y tendencias
suicidas. Por ejemplo, la rumiación depresiva se asocia con ideación suicida más fuertemente en individuos con mucha
autocrítica y poca esperanza y optimismo (Stange et al., 2015; Tucker et al., 2013). El pensamiento rumiante negativo
(brooding) también está más fuertemente asociado con la ideación suicida para las personas que reportan altos niveles
de estrés percibido (Cole et al., 2015). De manera similar, la ponderación reflexiva predice más ideas suicidas para
personas con síntomas depresivos más altos y solo entre individuos con antecedentes de intentos de suicidio o
autolesiones (Cheref et al., 2015; Polanco-Roman et al., 2015; Surrence et al., 2009). Asimismo, la rumia enojada predice
ideación suicida solo para personas con síntomas depresivos altos (Selby, Anestis, & Joiner, 2007). En resumen, de
acuerdo con los hallazgos revisados en capítulos anteriores, la rumiación parece predecir la tendencia suicida,
particularmente para las personas que ya se sienten deprimidas o estresadas y tienen un historial previo de tendencias
suicidas.
Autolesiones
La autolesión no suicida (NSSI, por sus siglas en inglés) en lo sucesivo ALNS implica daño directo e intencional al tejido
corporal de la propia persona sin intención suicida. Incluye cortar la piel, tallar, quemar, arañar, golpear partes del cuerpo
e interferir con la cicatrización de heridas (Adler & Adler, 2007). Aunque la ALNS es un síntoma del TLP, también puede
ocurrir en el contexto de otros trastornos mentales, así como en poblaciones no clínicas. En consecuencia, los psicólogos
a menudo estudian la ALNS () como una conducta de resultado independiente. La evidencia de la investigación sugiere
que una de las funciones principales de ALNS es la regulación del afecto (Klonsky, 2007). Cuando se les pregunta por
qué participan en ALNS, la mayoría de las personas identifican el deseo de disminuir o escapar del afecto negativo.
Además, el afecto negativo agudo suele preceder a los actos de ALNS y disminuye después de ALNS. En consecuencia,
gran parte de la investigación y el tratamiento de ALNS se ha centrado en los déficits en la regulación de las emociones,
y no sorprende que la rumiación haya sido una estrategia popular para investigar.
La evidencia de las asociaciones entre la rumiación de rasgos y ALNS es mixta. En estudios transversales, los estudiantes
universitarios y de secundaria con un historial de ALNS de por vida reportaron una rumiación más general y depresiva
que aquellos sin tal historial (Armey & Crowther, 2008; Borrill, Fox, Flynn, & Roger, 2009; Hoff & Muehlenkamp, 2009;
Polanco-Roman et al., 2015; Voon, Hasking y Martin, 2014). En las adolescentes, el pensamiento rumiante negativo
(brooding) se asoció con ALNS específicamente con el fin de evitar sentimientos negativos y evitar encuentros sociales
aversivos (Hilt, Cha y Nolen-Hoeksema, 2008). Sin embargo, la investigación longitudinal ha arrojado resultados mixtos.
En algunos estudios de muestreo de experiencia con estudiantes universitarios, el rasgo general y la rumia depresiva
predijeron la presencia y frecuencia de episodios de ALNS durante varias semanas (Nicolai, Wielgus y Mezulis, 2016;
Selby et al., 2013). De manera similar, la rumiación general del rasgo predijo ALNS 2 meses después en estudiantes de
séptimo y octavo grado (Bjärehed & Lundh, 2008). Sin embargo, en dos estudios con estudiantes de secundaria, la rumia
característica no predijo la gravedad de la ALNS o la primera aparición de la ALNS durante 3 años (Voon, Hasking y
Martin, 2014b, 2014c). De manera similar, la rumiación depresiva de rasgo no predijo el curso longitudinal de ALNS de
los grados 10 a 12 (Barrocas, Giletta, Hankin, Prinstein y Abela, 2015). Por lo tanto, parece que las tendencias de
rumiación predicen el comportamiento de ALNS hasta 2 meses pero no varios años en el futuro.
Los investigadores han examinado los factores que fortalecen la asociación entre la rumia y el ALNS. No es de extrañar
que la rumia prediga más ALNS, en particular para las personas que experimentan altos niveles de afecto negativo y
angustia psicológica (Nicolai et al., 2016; Selby et al., 2013; Voon, Hasking y Martin, 2014a; pero véase Tanner, Hasking
y Martín, 2014).
Del mismo modo, este la asociación es especialmente fuerte para las personas con antecedentes de experiencias
dolorosas o traumáticas (Selby, Connell y Joiner, 2010). La rumiación también puede interactuar con otros déficits de
regulación emocional y con antecedentes de ALNS previo. En los participantes con antecedentes de ALNS, por ejemplo,
el pensamiento rumiante negativo de rasgo predijo una mayor frecuencia de ALNS solo para las personas que tenían
dificultades para distinguir entre emociones de valencia similar (p. ej., tristeza frente a ira), un aspecto importante de la
regulación de las emociones (Zaki et al., 2013). De manera relacionada, un experimento indujo la rumia en tres momentos
diferentes al pedirles a los participantes que pasaran 3 minutos analizando y pensando en un evento perturbador
(Arbuthnott et al., 2015). La primera inducción de rumiación condujo a un aumento de la emoción negativa inicial solo en
los participantes con antecedentes de ALNS, pero no en los participantes sin dicho historial. Este efecto de la rumia
inducida en participantes con antecedentes de ALNS se explicó por un estado de ánimo inicial más negativo y mayores
dificultades en la regulación de las emociones. Por lo tanto, la asociación entre la rumiación y la ALNS puede ser
particularmente fuerte para las personas con angustia psicológica existente, déficits en la regulación de las emociones y
antecedentes de ALNS.
Psicosis
Finalmente, los investigadores han comenzado a examinar los efectos de la rumiación y la preocupación sobre las
alucinaciones y los delirios, los dos sellos distintivos de la psicosis. Las alucinaciones son experiencias perceptivas que
ocurren en ausencia de una estimulación externa correspondiente. Los delirios son creencias falsas o distorsionadas que
persisten a pesar de las pruebas y opiniones contrarias. Aunque las alucinaciones y los delirios ocurren en muchos
trastornos mentales, particularmente en la esquizofrenia, también son informados por miembros de la población general.
La teoría y la evidencia se centran en la asociación entre la rumiación y las alucinaciones auditivas en particular. Por
ejemplo, Morrison, Haddock y Tarrier (1995) propusieron que las alucinaciones auditivas ocurren cuando los
pensamientos intrusivos se atribuyen a una fuente externa. Otros investigadores teorizaron que la rumiación
específicamente sobre las interacciones con personas asociadas con traumas o eventos negativos puede proporcionar
materia prima para las alucinaciones auditivas percibidas (Fowler et al., 2006). En estudiantes de pregrado y posgrado
saludables, las tendencias de rumiación se asocian con una mayor propensión a las alucinaciones (Allé, Berna y
Berntsen, 2018; Jones y Fernyhough, 2009). Además, esta asociación está mediada por una mayor intrusión de
pensamientos no deseados. Otros estudios también han encontrado correlaciones entre pensamientos intrusivos y
alucinaciones auditivas (Morrison, Wells y Nothard, 2000). Los pacientes con esquizofrenia informan más rumiación y
preocupación que los controles no clínicos, y la rumiación se asocia con más angustia por las alucinaciones (Badcock,
Paulik y Mayry, 2010). Finalmente, un estudio de muestreo de experiencias de adultos jóvenes con psicosis mostró que
la rumiación de estado y la preocupación predijeron alucinaciones auditivas posteriores, así como el nivel de angustia
asociado con estas experiencias (Hartley, Haddock, Vasconcelos, Emsley y Barrowclough, 2014).
Incluso más investigaciones han examinado los efectos de la rumiación y la preocupación sobre los delirios. En adultos
sanos, las tendencias de rumiación se asocian con una mayor propensión a delirios (Carse & Langdon, 2013). La mayor
parte de la investigación sobre la rumiación y los delirios se ha centrado en la paranoia o creencias falsas sobre la
persecución o victimización por parte de otros. Modelos cognitivo-conductuales de paranoia han enfatizado el papel de
la rumiación y la preocupación en el mantenimiento de las creencias paranoicas.
De manera similar, los pacientes con delirios paranoides reportan más rumiación y preocupación que los controles no
clínicos (Černis et al., 2016; Morrison, & Wells, 2007). Longitudinalmente, la rumiación y la preocupación predicen más
paranoia, nuevos casos de paranoia y una mayor duración de los episodios paranoicos existentes (Freeman et al., 2012;
Startup et al., 2007; Vorontsova, Garety y Freeman, 2013). En un experimento con estudiantes universitarios no clínicos,
la rumia manipulada después de una inducción de paranoia mantuvo los niveles de paranoia, mientras que la distracción
los redujo (Martinelli, Cavanagh y Dudley, 2013). En otro experimento, los pacientes con delirios paranoides que pasaron
por una inducción de preocupación informaron un aumento de las anomalías perceptivas y sentimientos de irrealidad, en
comparación con los participantes en una condición de control (Freeman et al., 2013). Finalmente, las intervenciones
dirigidas a la preocupación reducen los delirios y la angustia de los delirios en pacientes con delirios paranoides (Foster,
Startup, Potts y Freeman, 2009; Hepworth, Startup y Freeman, 2011).
Conclusión
En este capítulo, revisé la literatura sobre la rumiación y los resultados relacionados con las sustancias, la personalidad
límite, los trastornos alimentarios, las tendencias suicidas y las autolesiones así como los síntomas psicóticos. En
conjunto con la extensa literatura sobre rumiación y agresión (ver Capítulo 3: Rumiación, ira y agresión), parece claro
que la rumiación está asociada con trastornos mentales o comportamientos caracterizados por desregulación e
impulsividad. Como he señalado en capítulos anteriores, estas literaturas están en gran medida separadas entre sí,
aunque estos comportamientos suelen coexistir. Una excepción es un puñado de estudios que muestran que la rumia se
asocia con una mayor participación en comportamientos de riesgo, un constructo que incluye comportamiento agresivo,
comportamientos autolesivos, uso de alcohol/drogas, sexo inseguro y actividades ilícitas/quebrantadoras de reglas
(Auerbach, Claro , Abela, Zhu y Yao, 2010; Borders y Hennebry, 2015; Borders, McAndrew, Quigley y Chandler, 2012).
La investigación futura podría explorar si la rumiación puede ayudar a explicar parte de la comorbilidad entre varias
formas de desregulación.
La teoría del escape y el modelo de la cascada emocional han sido influyentes en el campo de la rumiación, inspirando
a los investigadores que generalmente solo estudiaban los efectos de la rumiación en la depresión para ramificarse a
comportamientos desregulados. Queda pendiente estudiar si los comportamientos desregulados realmente proporcionan
un escape o un alivio de la rumiación y la emoción negativa relacionada. Los investigadores también podrían examinar
por qué algunos rumiadores recurren a comportamientos escapistas y desregulados y otros no (Nolen-Hoeksema, Wisco
y Lyubomirsky, 2008).
Otra pregunta importante para explorar es cómo la rumiación predice trastornos y comportamientos tanto en el espectro
de internalización como en el de externalización. A pesar de la alta comorbilidad entre la depresión y los trastornos de
ansiedad por un lado (es decir, síntomas de internalización) y los trastornos alimentarios, el trastorno por uso de
sustancias y el TLP por el otro (es decir, síntomas de externalización), los comportamientos asociados con estas dos
clases de trastornos parecen significativamente diferente. Las personas con depresión y/o trastornos de ansiedad a
menudo parecen retraídas e inhibidas, lo que parece lo contrario de las acciones impulsivas y, a veces, dramáticas de
las personas con síndromes de externalización. ¿Cómo puede la rumiación contribuir a todos estos
comportamientos?
Las razones de la comorbilidad entre los síntomas de internalización y externalización pueden proporcionar cierto
entendimiento (Lilienfeld, 2003). Una posibilidad es que los síntomas de internalización provoquen el desarrollo de
síntomas de externalización. Por ejemplo, la depresión puede afectar la capacidad de las personas para preocuparse por
las consecuencias negativas de sus acciones y limitar su atención, lo que lleva a una disminución de las inhibiciones y
una mayor participación en la agresión. Una segunda posibilidad es que los problemas de externalización contribuyan a
los síntomas de internalización, como cuando el consumo descontrolado de alcohol genera ansiedad acerca de sus
consecuencias negativas posibles o reales. De manera similar, el comportamiento agresivo podría provocar depresión o
ansiedad a través del rechazo social de los pares (Keiley, Lofthouse, Bates, Dodge y Pettit, 2003). Para estas dos posibles
explicaciones, la rumiación podría jugar un papel al exacerbar el problema inicial y/o mantenerlo por más tiempo del que
hubiera ocurrido de otra manera, aumentando así la probabilidad del resultado en cuestión.
Finalmente, una tercera sugerencia es que tanto los síntomas de internalización como los de externalización comparten
características comunes que los distinguen de los estados no sintomáticos (Weiss, Süsser y Catron, 1998). De hecho,
estos investigadores sugirieron que el enfoque excesivo en uno mismo podría ser una característica común. Otra posible
característica común puede ser la emotividad negativa o neuroticismo (Keiley et al., 2003), una construcción que está
relacionada con la rumiación de muchas formas (consulte el Capítulo 8: Creencias, rasgos y motivaciones subyacentes
a la rumiación). Finalmente, los bajos niveles de funcionamiento de la serotonina en el cerebro pueden explicar tanto los
síntomas de internalización como los de externalización (Carver, Johnson y Joormann, 2009) y se asocian con una mayor
rumia (Schepers y Markus, 2015). Por lo tanto, se ha propuesto que la rumia y las construcciones relacionadas son
características comunes que subyacen a los síntomas tanto de externalización como de internalización.
CAPÍTULO 5
Abstracto
Este capítulo revisa la literatura que vincula la rumiación y otros tipos de pensamiento repetitivo con resultados
psicológicos. Después de describir dos sistemas corporales implicados en las respuestas de estrés, explico la hipótesis
de perseverancia cognitiva, la teoría predominante que describe el rol de la rumiación en el funcionamiento psicológico.
Después reviso la evidencia empírica que implica la rumiacion y otros tipos de pensamiento repetitivo en el
funcionamiento cardiovascular, endocrino e inmune. Este capítulo también considera la literatura de investigación sobre
los efectos de la rumiación y preocupación en los problemas de sueño, dolor y conductas relacionadas con la salud.
Palabras clave
Visión general
Este capítulo revisa la literatura que vincula la rumiación y otros tipos de pensamiento repetitivo con resultados
psicológicos. Después de describir dos sistemas corporales implicados en las respuestas de estrés, explico la hipótesis
de perseverancia cognitiva, la teoría predominante que describe el rol de la rumiación en el funcionamiento psicológico.
Después reviso la evidencia empírica que implica la rumiacion y otros tipos de pensamiento repetitivo en el
funcionamiento cardiovascular, endocrino e inmune. Este capítulo también considera la literatura de investigación sobre
los efectos de la rumiación y preocupación en los problemas de sueño, dolor y conductas relacionadas con la salud.
Una vez al año, viajo con mi familia a través del país para visitar a mis padres. Para mí, es volver al hogar de mi infancia.
La gente que hace esto, probablemente está familiarizada con las emociones mixtas e inundación de recuerdos que
acompañan la visita. Adicionalmente, hay una diferencia horaria de 3 horas, hogares no adecuados a prueba de niños y
dinámicas familiares extensivas que manejar. Poco sorprendentemente, paso los días y noches previos al viaje
preocupándome sobre cómo saldrán las cosas y rumiando recuerdos viejos o interacciones recientes. Durante este
periodo tiendo a sentirme preocupada y exhausta. Estoy activada fisiológicamente, como y duermo mal y soy más
propensa a tener dolores agudos de espalda. Esta conexión entre los eventos estresantes y una salud física debilitada
se ha entendido desde hace un largo tiempo. Los científicos han identificado sistemas en nuestros cuerpos que se
"encienden" cuando percibimos estímulos estresantes. Aunque la activación a corto plazo de estos sistemas es necesaria
para la supervivencia, sabemos que la activación sostenida pone una carga dañina sobre el cuerpo. Dos sistemas
fisiológicos en particular están implicados en la respuesta al estrés.
El sistema nervioso autónomo modula, o controla, los procesos corporales sobre los que generalmente no tenemos
control voluntario (por ejemplo la frecuencia cardiaca, la presión arterial, tasa respiratoria y la digestión). El SNC genera
la reacción más inmediata del cuerpo al estrés, a través sus dos grandes ramas. Primero, el sistema nervioso simpático
prepara a los organismos para luchar o huir energizando el cuerpo. Específicamente, incrementa la frecuencia cardiaca,
presión arterial y fuerza muscular, relaja las vías aéreas en los pulmones y dispara en el cuerpo la liberación de energía
acumulada; también, disminuye los procesos innecesarios como la digestión y el funcionamiento inmune. Algunos
cambios pueden ocurrir en segundos, antes incluso de que las personas se hagan conscientes de que hay una amenaza.
Contrarrestando esta activación simpática está el sistema nervioso central parasimpático que regresa al cuerpo a la línea
base. Hace esto reduciendo la frecuencia cardiaca, disminuyendo la presión arterial, constriñendo las vías aéreas y
estimulando la digestión de modo que las reservas de energía se recuperen. El sistema nervioso parasimpático es
necesario para la supervivencia, porque los organismos no prosperan en un estado crónico de ataque-huída. De hecho,
la excitación simpática típicamente se desvanece rápidamente , porque los efectos del sistema parasimpático que
desaceleran ocurren en meros milisegundos.
Idealmente, los sistemas simpático y parasimpático se encuentran en un balance dinámico, permitiéndole a los individuos
responder flexiblemente a situaciones externas cambiantes. En situaciones "normales" (asumiento que las personas no
están bajo constante amenaza del peligro) el sistema parasimpático debería ser dominante, es decir, manteniendo una
frecucencia cardiaca y presión arterial saludable. Cuando se encuentran estímulos estresantes agudos la activación
simpática llena de energía a las personas para lidiar con el peligro y el sistema parasimpático les calma una vez que hay
seguridad. Éste "toma y da" flexible ocurre porque varios órganos internos tales como el corazón tienen entradas de
información de ambos sistemas. En contraste, el desbalance autonómico ocurre cuando uno de los sistemas -
generalmente el simpático- es demasiado poderoso. La excitación simpática prolongada refleja un fallo del parasimpático
de controlar o tener suficiente actividad. La híper-activación simpática crónica está asociada con hipertensión y un riesgo
incrementado de enfermedad cardiovascular (Thayer & Lane, 2007) así como con desórdenes depresivos y ansiosos,
que son, en sí mismos factores de riesgo de enfermedades (Beauchaine & Thayer, 2015).
Los cambios corporales que ocurren durante la excitación simpática son fortalecidos y mantenidos por un circuito neuro-
endócrino más lento conocido como el eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA por sus siglas en inglés). En términos
simples, si el cerebro detecta peligro continuo, el hipotálamo alerta a la glándula pituitaria (ambos están en el cerebro)
que a su vez alerta a las glándulas adrenales (en los riñones) para que liberen adrenalina y cortisol al torrente sanguíneo.
La adrenalina hace que el corazón lata más rápido y abre las vías aéreas. El cortisol dispara la liberación de glucosa
almacenada en el cuerpo. La liberación de cortisol es increíblemente adaptativa en el corto plazo, ya que permite que
permite al cuerpo responder por tanto tiempo como sea necesario a una amenaza aguda y percibida. El cortisol
crónicamente elevado, en cambio, está asociado con enfermedad cardiovascular y supresión del sistema inmune
(Dickerson & Kemeny, 2004). Afortunadamente el eje HPA tiene su propio botón de apagado integrado en el cerebro: el
hipocampo es un área muy sensible a los niveles de cortisol en la sangre y típicamente inhibe el eje HPA cuando detecta
cortisol elevado. Desafortunadamente, la exposición prolongada al cortisol por estrés repetido o prolongado puede dañar
el hipocampo llevando a una desregulación del eje HPA y niveles crónicamente elevados de cortisol en reposo.
En resumen, aunque la activación simpática y del HPA en el corto plazo es evolutivamente adaptativa, la excitación
crónica de estos sistemas no es saludable. Más aún, la investigación indica claramente que los estresores específicos
producen activación fisiológica prolongada (para una revisión, ver Pieper & Brosschot, 2005). Un equipo de investigación
lidereado por Jos Brosschot pasó varios años tratando de comprender mejor los factores psicosociales que contribuyen
a la activación fisiológica sostenida, y el constructo en el que se enfocaron fue el pensamiento repetitivo.
La hipótesis de cognición perseverante define la cognición perseverante como cualquier tipo de cognición que es
repetitiva y se enfoca en un estresor particular ( Brosschot et al., 2006) Los tipos de cognición perseverante incluyen
rumiación, preocupación, intrusiones cognitivas, así como procesamiento anticipatorio y post-evento. Este modelo
argumenta que la cognición perseverante convierte las consecuencias fisiológicas inmediatas de los estresores en
activación fisiológica prolongada, lo que incrementa el riesgo de enfermedad crónica. Como tal, una cognición
perseverante se conceptualiza como un mediador, o "el camino final" mediante el cual un estresor influencia el
funcionamiento corporal (ver figura 5.1). Brosschot también propone que la cognición perseverante ocurre cuando los
estresores son juzgados como incontrolables y amenazantes. Si la gente cree que puede manejar y/ controlar
efectivamente un estresor, no hay necesidad de preocupación o rumiación. Sin embargo la indefensión, desesperanza
y/o baja auto-eficacia en la capacidad de manejar una situación estresante no solo lleva a respuestas agudas de estrés
sino también a esfuerzos prolongados e ineficientes de solución mental de problemas o cognición perseverante. A
diferencia de los estresores agudos, que pueden disparar incrementos extremos de activación fisiológica, la cognición
perseverante produce una activación del sistema cardiovascular, HPA e inmune moderada pero de mayor duración. De
hecho, las respuestas de estrés agudo (ej. picos en la activación fisiológica) no llevan automáticamente a respuestas
prolongadas de estrés. En cambio, las respuestas de estrés prolongado resultan de representaciones cognitivas
prolongadas de estresores, como ocurre con la cognición perseverante.
RESPUESTA
CORTA DE
ESTRÉS
Controlable
ESTRESOR EVALUACIÓN
Incontrolable
Amenazante
RESPUESTA DE CONSECUENCIAS
COGNICIÓN
ESTRÉS NEGATIVAS
PERSEVERANTE
PROLONGADA SOBRE LA SALUD
Figura 5.1 La hipótesis de cognición perseverante. Fuente: Adaptado de Brosschot, J.F., Gerin, W., & Thayer, J.F. (2006). La
hipótesis de la cognición perseverante: Una revisión de la preocupación, la activación fisiológica relacionada con el estrés
prolongada y salud. Revista de Investigación Psicosomática 60(2), 113-124 disponible en:
https://doi.org/10.1016/j.jpsychores.2005.06.074.
La hipótesis de la cognición perseverante ha influenciado una gran cantidad de investigación que examina los efectos de
la rumiación y preocupación sobre el funcionamiento físico. En este capítulo, primero, reviso la evidencia que vincula la
rumiación y otros tipos de cognición perseverante con el funcionamiento cardiovascular, endocrino e inmune, tres
indicadores de activación simpática. Después voy a los vínculos entre rumiación y otros indicadores de funcionamiento
físico, específicamente problemas de sueño, dolor y conductas de salud.
Funcionamiento Cardiovascular
Amplia literatura se enfoca en las asociaciones entre rumiación y el funcionamiento cardiovascular. Dos indicadores
comunes del funcionamiento cardiovascular incluyen la presión arterial y la frecuencia cardiaca (latidos por minuto).
Además de la frecuencia cardiaca, los investigadores se han enfocado cada vez más en un constructo llamado
variabilidad de frecuencia cardiaca (HRV), o la variación en frecuencia cardiaca que se da entre un latido y otro.
Recordemos que el corazón está inervado tanto por el sistema nervioso simpático como el parasimpático. Incrementos
en la activación simpática lleva a incrementos relativos en la frecuencia cardiaca, provocando que los intervalos entre los
latidos cardiacos se hagan más cortos. Por el contrario, incrementos en la activación parasimpática producen reducciones
relativas en la frecuencia cardiaca e intervalos más largos entre latidos. Debido a que los efectos parasimpáticos son
más rápidos que los simpáticos, las influencias parasimpáticas son la fuente principal de cambio en la variación entre
latido y latido del corazón. Por lo tanto, VFC se entiende principalmente como una medida de la actividad parasimpática,
con baja VFC indicando bajo control parasimpático del corazón. Déficits en la actividad parasimpática dejan a los
individuos crónicamente activados. Un reciente meta-análisis de 60 estudios empíricos encontró que la cognición
perseverante está asociado con los tres indicadores cardiovasculares: presión arterial y frecuencia cardiaca elevadas
así como baja VFC (Ottaviani, Thayer, et al., 2016) Para ayudar a hacer sentido de la literatura, discuto diferentes
maneras en las que se mide el funcionamiento cardiovascular.
La manera más fácil de evaluar el funcionamiento cardiovascular es obtener la presión arterial y/o la frecuencia cardiaca
cuando las personas están sentadas (ej. en reposo) de manera similar a lo que ocurre en una visita al doctor. De hecho,
una mayor rumiación depresiva de rasgo y preocupación están asociadas con una menor VFC en reposo (Thayer,
Friedman, & Borkovec, 1996; Williams et al., 2015) Desafortunadamente, registros aislados en un contexto de laboratorio
pueden ser influenciados por el nerviosismo. Una mejor manera de examinar el efecto de la rumiación sobre el
funcionamiento cardiovascular es evaluar los indicadores durante un periodo de 24 horas mientras la gente está
realizando las actividades de su vida cotidiana. Para lograr esto, los participantes utilizan esposas ambulatorias de
frecuencia cardiaca y/o electrocardiograma, y los registros se toman en intervalos regulares durante el día e incluso por
la noche.
La cognición perseverante, particularmente cuando se mide a nivel de estado, está generalmente asociada con mayor
frecuencia cardiaca ambulatoria y menor VFC ambulatoria. En un estudio, durante cuatro días por cada hora de vigilia,
maestros reportaron si se habían involucrado en pensamiento perseverante y/o experimentado un evento estresante en
la última hora (Pieper, Brosschot, Van Der Leeden & Thayer, 2007). En cada punto de tiempo, más pensamiento
perseverante y eventos estresantes fueron asociados de manera única con mayor frecuencia cardiaca y menor VFC.
Interesantemente, sólo el pensamiento perseverante predijo de manera única los cambios en frecuencia cardiaca y VFC
2 horas después, mientras que el efecto de los efectos estresantes no duró más de una hora (Pieper, Brosschot, van der
Leeden & Thayer, 2010). En estudios similares que duraron sólo un día, el pensamiento perseverante de estado se asoció
con menor VFC ambulatoria (Ottaviani, Medea, Lonigro, Tarvainen & Couyoumdjian, 2015; Ottavani, SHahabi, et al.,
2015; Ottaviani, Shapiro & Fitzgerald, 2011 ). Interesantemente, algunos investigadores encontraron que la duración de
la preocupación de estado, más que la frecuencia de preocupación, predijo mayor frecuencia cardiaca y menor VFC
(Brosschot, Van Dijk, Thayer, 2007). Los resultados con medidas de rasgo son más mixtos, con algunos estudios
encontrando que el pensamiento perseverante de rasgo está asociado con mayor frecuencia cardiaca y menor VFC
(Brosschot et al., 2007; Ottaviani, Shahabi, et al., 2015) pero otros estudios fallaron en encontrar tal efecto (Gerteis &
Schwerdtfeger, 2016; Johnson, Key, Routledge, Gerin & Campbell, 2014).
La evaluación ambulatoria también le permite a los investigadores tomar en cuenta las variaciones normales que ocurren
a lo largo del día. La presión arterial y frecuencia cardiaca típicamente disminuyen y la VFC aumenta del medio día a la
media noche, reflejando la prevalencia de la activdad simpática durante las horas de vigilia y la actividad parasimpática
durante el descanso y el sueño. En un estudio con estudiantes de licenciatura sanos, estos cambios típicos de mañana
a tarde (ej. frecuencia cardiaca disminuida y VFC aumentada) solo apareció para participantes con bajos niveles de
rumiación de estado (Takano, Ueno, & Tanno, 2014). Para los participantes con altos niveles de rumiación de estado, la
VFC y la frecuencia cardiaca cambiaron poco durante el día. De manera similar, mayor rumiación de rasgo en mujeres
de licenciatura se asoció con un grado menor de la disminución típica en presión arterial durante el sueño nocturno
(Johnson et al., 2014). Entonces, la rumiación puede prevenir los declives diarios en excitación autonómica en el
funcionamiento cardiaco ambulatorio. Por ejemplo, en hombres con hipertensión arterial, la rumiación enojada predijo
mayor presión arterial ambulatoria sólo en participantes que tenían tendencias de evitar el enojo (Hogan & Linden, 2004).
Otro estudio con adultos sanos encontró que la rumiación de estado está asociado con menor VFC y mayor frecuencia
cardiaca solo cuando los participantes estaban involucrados en interacciones sociales insolidarias (Gerteis &
Schwerdtfeger, 2016). Por tanto, como hemos visto antes, el efecto de la rumiación es más prominente cuando las
personas están bajo estrés y/o utilizan otras estrategias de afrontamiento mal-adaptativas.
Reactividad
La reactividad cardiovascular involucra cambios (ej. aumento en la presión arterial, frecuencia cardiaca y reducción en la
VFC) que ocurren como reacción a estresores agudos. Estos cambios frecuentemente son parte de una respuesta natural
y adaptativa que prepara al cuerpo para tomar acción inmediata. Sin embargo, cuando los individuos responden de una
manera exagerada dadas las demandas de la situación, una cascada de eventos fisiológicos pueden resultar en daño de
tejidos, des-regulación del sistema, y enfermedad (Lovallo, 2010). De hecho, la reactividad cardiovascular exagerada ha
sido implicada en el desarrollo de la hipertensión, diabetes y enfermedad cardiovascular (Chida & Steptoe, 2010). En la
investigación que evalúa estos parámetros, la reactividad cardiovascular, frecuencia cardiaca y presión arterialson
medidos antes, durante y a veces después de una tarea estresante.
Los efectos de varios tipos de rumiación sobre la reactividad cardiovascular no son claros. Por ejemplo, en mujeres y
niños que imaginan escenarios hipotéticos tristes, una mayor rumiación depresiva de rasgo se asoció con mayores
reducciones en la VFC (Borelli, Hilt, West, Weekes, & Gonzalez, 2014; Woody, Burkhouse, Birk & Gibb, 2015). Por
contraste, un experimento donde participantes disfóricos y no-disfóricos se sometieron a las manipulaciones clásicas de
rumiación y distracción falló en encontrar efectos de la rumiación depresiva sobre la presión arterial o frecuencia cardiaca
(Vickers & Vogeltanz-HOlm, 2003). De manera similar con la rumia relacionada con trauma, los estudios han encontrado
tanto efectos positivos como no significantes en la frecuencia cardiaca de la rumiación manipulada de eventos
perturbadores (Ehring, Fuchs, & Kläsener, 2009; Ehring, Szeimies, & Schaffrick, 2009) . En relación con la rumiación
enojada un reciente meta-análisis encontró que la rumia enojada inducida tiene grandes y significativos efectos en la
reactividad cardiovascular - particularmente en la presión arterial (Busch, Pössel, & Valentine, 2018). Los efectos de la
rumiación enojada de rasgo, sin embargo, son mixtos. En pacientes con enfermedad cardiovascular que recordaron un
recuerdo de enojo, la rumiación enojada de rasgo predijo un incremento en endotelina, un péptido corporal que constriñe
los vasos sanguíneos y contribuye a la hipertensión arterial y la enfermedad cardiaca (Fernandez et al., 2010). Por
contraste, la rumia enojada de rasgo no se asocio con cambios en la presión arterial después de ser insultados o mirar
videoclips violentos (Bushman & Geen, 1990; Caprara et al., 1987) En suma, la literatura que vincula los diferentes tipos
de rumiación con reactividad cardiovascular tiene resultados mixtos.
Una cantidad grande de la literatura examina los efectos de la preocupación en la actividad cardiovascular. Algunos
estudios encontraron que la VFC se reduce significativamente -para participantes con y sin Trastorno de Ansiedad
Generalizada (TAG) - después de inducción de preocupación sobre un asunto personal, comparado con la línea base
(Meeten et al., 2016; Ottaviani, Watson et al., 2016). Sin embargo, otra investigación encontró que la preocupación
inducida, comparada con la relajación o la distracción llevó a una menor VFC sólo en personas con alta preocupación de
rasgo o en participantes diagnosticados con TAG. (Llera & Newman, 2010; Ottaviani e al., 2014). En un experimento, se
pidió a estudiantes de licenciatura sanos que hablaran de un evento personal estresante que ocurrió en el pasado o que
ocurrirá en el futuro, después de lo cuál se involucraron en una tarea de rastreo de 20 minutos donde tenían que mantener
el cursos en un círculo de movimiento lento (Ottaviani, Shapiro, & Couyoumdjian, 2013). En intervalos intermitentes
durante esa fácil tarea de rasteo los participantes reportaron si estaban enfocados en la tarea, distraídos por estímulos
externos, rumiando/preocupándose o involucrándose en soñar despiertos. El pensamiento perseverante (ej. rumiación y
preocupación) se asoció con la mayor frecuencia cardiaca y la más baja VFC, comparado con enfocarse en la tarea y el
soñar despiertos.
Importantemente, el efecto de la cognición perseverante sobre la frecuencia cardiaca fue especialmente alta para
personas con elevada preocupación de rasgo. Por tanto, la literatura sobre preocupación sugiere que el pensamiento
perseverante sobre un estresor puede incrementar la reactividad cardiovascular sólo o particularmente para individuos
que tienen tendencias hacia el pensamiento perseverante.
Una posibilidad es que la preocupación predice la reactividad cardiovascular más que la rumiación. De hecho, un
metaanálisis encontró que la preocupación inducida produce más reactividad en la frecuencia cardiaca que la rumiación
inducida. (Ottaviani, Thayer, et al.,2016). En un experimento que compara directamente los efectos de la preocupación
y rumiación, los participantes adultos con depresión o TAG miraron varios videoclips evocadores de emoción, después
de lo cual evaluaron su preocupación y rumación (Aldao, Mennin & McLaughlin, 2013) La preocupación de estado predijo
menos VFC durante los videoclips atemorizantes y felices (pero no los tristes), mientras que la rumiación no se asoció
con la VFC durante ninguno de los videos. Los autores sugieren que la preocupación puede estar más fuertemente
asociada con la reactividad cardiovascular porque está caracterizada por una amenaza percibida más que la rumiación.
Recuperación
Los investigadores también estudiaron cuánto tiempo toma a la frecuencia cardiaca y la presión arterial volver a sus
valores normales después de un estresor, un constructo llamado recuperación cardiovascular. Aquí, lo que importa no
es qué tan por encima de la media está el pico de reactividad sino por cuánto tiempo están elevados los niveles arriba
de lo normal. Aunque las personas con niveles exagerados de reactividad también tienen alta probabilidad de tardar más
tiempo en regresar a la línea base, la evidencia sugiere que estos constructos tienen efectos únicos en la salud
cardiovascular (e.g., Stewart & France, 2001). De hecho, la recuperación retardada predice los resultados de salud
cardiovascular muchos años después (para una revisión, ver Larsen & Christenfeld, 2011). La hipótesis de la cognición
perseverante argumenta que la rumiación y la preocupación principalmente tienen un efecto en la recuperación, más que
en la reactividad, y que la cantidad total de tiempo que la gente pasa experimentando activación autónoma es el principal
predictor de estados de enfermedad. La recuperación cardiovascular usualmente se evalúa midiendo la frecuencia
cardiaca y la presión arterial durante el periodo de descanso y recuperación que sigue a un estresor.
La rumiación está asociada con un tiempo de recuperación cardiovascular retrasado. en algunos experimentos (Glynn,
Christenfeld, & Gerin, 2002; Radstaak, Geurts, Brosschot, Cillessen & Kompier, 2011), los participantes se involucraron
en dos condiciones: una actividad estresante mientras eran interrumpidos o insultados o amenazados (ej. la tarea
emocionalmente perturbadora) o caminar en el mismo sitio (ej. la tarea no-emocional). Varios minutos después, se pidió
a los participantes que rumiaran acerca de la tarea por 3 minutos. Los participantes que rumiaron acerca de la tarea
emocionalmente perturbadora mostraron presión arterial elevada durante la inducción de rumia y durante el periodo de
5 minutos de recuperación. Por lo tanto, la rumiación contribuyó tanto a una mayor reactividad como a una recuperación
retardada. Más aún, una medición más elevada de rumia al respecto de la tarea se asoció con una recuperación retardada
de presión arterial. Algunos estudios han examinado el efecto de la rumiación repetida. Por ejemplo, cuando los
participantes rumiaron sobre un evento provocador de enojo tres veces durante un periodo de 10 minutos, la activación
simpática aumento con cada repetición sucesiva, tanto durante la rumia (ej. reactividad) como durante el periodo
retrasado (recuperación) (Ray, Wilhem & Gross, 2008). Incluso los participantes que esperaron una semana entera para
rumiar mostraron niveles parecidos de presión arterial elevada a la de los participantes que rumiaron sólo 30 minutos
después de la tarea emocionalmente perturbadora (Glynn, Christenfeld, & Gerin, 2007). Al mostrar que la rumiación
separada de los estresores directos lleva a una mayor reactividad y recuperación retardada, estos estudios ofrecen
soporte empírico de la hipótesis de cognición perseverante.
Los investigadores también ha explorado los potenciales moderadores del efecto de la rumiación en la recuperación
cardiovascular. Primero, la distracción parece moderar el efecto de la rumiación. En un experimento, participantes
describieron situaciones provocadoras de enojo y después se sentaron en silencio durante 10-12 minutos en dos
condiciones: sin nada que ver o con tarjetas de distracción y revistas para leer (Gerin, Davidson, Christenfeld, Goyal &
Schwartz, 2006). En los participantes que no tenían distracción, la rumia enojada de rasgo se asoció con una
recuperación retardada en la presión arterial. En participantes que estaban distraídos, por contraste, no había efecto de
la rumiación enojada de rasgo sobre la recuperación cardiovascular (ver también Ottaviani et. al., 2011). Segundo, en
línea con la investigación pasada, los efectos en la recuperación cardiovascular de la rumiación sobre un evento que
causó enojo fueron más fuertes para participantes con altos síntomas internalizantes y peores tendencias de
afrontamiento (Ottaviani, Shapiro, Davydov, Goldstein, & Mills, 2009).
Resumen
En resumen, la rumiación y la preocupación, especialmente cuando se miden a nivel de estado, están asociadas con
mayor activación cardiovascular ambulatoria y en reposo. La rumia y preocupación también parecen predecir la
reactividad cardiovascular exagerada a los estresores, particularmente para personas con fuertes tendencias de
cognición perseverante. Finalmente, el pensamiento repetitivo predice una recuperación cardiovascular retrasada (ej.
activación prolongada) después de un estresor, especialmente para personas con estrategias de afrontamiento pobres y
mayor malestar psicológico existente.
Funcionamiento endocrino
Los niveles corporales de cortisol constituyen un buen indicador de la activación del eje HPA. Si la rumiación contribuye
a la activación fisiológica y al estrés, entonces debería estar asociada con niveles elevados de cortisol. Los
investigadores, típicamente miden el cortisol recolectando muestras de saliva, mediante el uso de un hisopado rápido de
la lengua. Al igual que con el funcionamiento cardiovascular, hay diferentes contextos en los que los niveles de cortisol
se estudian. Algunas veces los investigadores evalúan el cortisol en reposo en varios momentos del día. Sin embargo,
como el cortisol aumenta en respuesta al estrés percibido, la mayoría de los investigadores estudian la respuesta de
cortisol al estrés midiendo o manipulando estresores particulares así como la rumiación asociada y examinando los
cambios en las concentraciones de cortisol.
Cortisol en reposo
El cortisol en reposo tiene fluctuaciones predecibles a lo largo del día. La mayoría de ka gente experimenta un incremento
notable en el cortisol en los primeros 30-45 minutos después de haberse despertado por la mañana. A este incremente
se le llama la respuesta de cortisol al despertar (CAR por sus siglas en inglés en lo sucesivo RCD). Los niveles de
cortisol declinan durante el día, siendo los más bajos alrededor de la media noche. Aunque estos patrones de actividad
del cortisol son relativamente estables a lo largo de los días, hay diferencias individuales -tanto entre personas diferentes
como para la misma persona- que pueden ser explicadas por procesos psicosociales tales como el pensamiento
repetitivo.
La literatura sobre la asociación entre la cognición perseverante de rasgo y el cortisol matutino es mixtal. Por ejemplo,
en adultos sanos con mayor preocupación de rasgo se encontró que tenían mayores niveles de cortisol matutino y/o un
mayor RCD. (Schlotz, Hellhammer, Schulz, & Stone, 2004; Wüst, Federenko, Hellhammer & Krischbaum, 2000). Por
contraste, los estudios no han encontrado asociaciones o ni siquiera asociaciones negativas entre la rumiación de rasgo
y los niveles matutinos de cortisol (Backhaus, Junghanns, & Hohagen, 2004; Kuehner, HOlzhauer, & Huffziger, 2007;
Rydstedt, Cropley, Devereux, & Michalianou, 2009; Zocola, Diverson, & Yim, 2011). En investigación que examina los
moderadores entre estas asociaciones, la rumia negativa de rasgo predice una RCD más elevada sólo en mujeres con
bajo nivel de mindfulness de rasgo (Daubenmier, Hayden, Chang, & Epel, 2014). Adicionalmente, la rumiación de rasgos
sólo predice niveles elevados de cortisol matutinos para participantes que reportan un alto grado de estrés sobre su rol
en el trabajo (Rydstedt, Cropley, & Devereux, 2011). Entonces, la rumiación de rasgo podría solo predecir altos niveles
de cortisol matutino en individuos con mayores niveles de estrés y peores habilidades de afrontamiento. En adicción, la
preocupación de rasgo podría ser más predictiva del cortisol matutino que la rumiación de rasgo.
La rumia de estado o manipulada está más claramente asociada con mayores niveles de cortisol matutino. Por ejemplo,
en estudiantes de licenciatura saludables que se involucraron en rumia y/o preocupación de estado durante el día previo
tuvieron mayores nielves de cortisol la hora antes de despertar al día siguiente, así como un incremento en el cortisol en
los primeros 30 minutos después de despertar (Zoccola et al., 2011). En un experimento, adultos sanos fueron asignados
al azar a escribir sobre la experiencia más traumática de sus vidas, la experiencia más feliz de su vida o sobre sus
actividades del día anterior (O'Connor, Walker, Hendrickx, Talbot & Shcaefer, 2012). En las tres condiciones, los
participantes visitaron el laboratorio para escribir durante 20 minutos en tres días sucesivos. Al final del tercer día, los
participantes reportaron cuánto habían pensado al respecto de su tema asignado desde el principio del estudio y a lo
largo de sus vidas - un índice de rumiación. Los resultados indicaron que los participantes de la condición de escritura
estresante que pensaron más sobre el evento estresando exhibieron una más grande RCD 4 semanas después.
Algunos pocos estudios han medido el cortisol en otros momentos del día. Por ejemplo, la rumiación sobre una
transgresión percibida reciente predijo mayores niveles de cortisol durante el día, medidos en cinco visitas bi-semanales
al laboratorio entre las 10:00 am y las 4:00 pm (McCullough, Orsulak, Brandon & Akers, 2007). En pacientes deprimidos
en remisión y controles saludables, la depresión rumiante diaria fue asociada con niveles más elevados de cortisol diarios
(Huffziger et al., 2007). Finalmente, algunos investigadores encontraron que la rumiación de rasgo predice niveles más
elevados de cortisol (Cropley, Rydstedt, Devereux, & Middleton, 2015; Rydstedt et al., 2009).
Respuesta de cortisol al estrés
Varios estudios han examinado la asociación entre la rumiación y los cambios de cortisol en respuesta a los estresores.
Como se discutió previamente, el cortisol libera energía almacenada y modula otros sistemas (ej. reduce el
funcionamiento inmune) de modo que el cuerpo pueda responder de la manera más efectiva a las demandas de corto
plazo de una amenaza percibida. Se ha teorizado que el sistema de cortisol responde particularmente a las amenazas
de estatus social, debido a que el estatus social disminuido puede tener implicaciones para la supervivencia y la
capacidad de uno de efectuar cambios (Dickerson, & Kemeny, 2004). En soporte de ésta teoría, las tareas estresantes
que son incontrolables y están caracterizadas por evaluaciones sociales negativas evocan la mayor respuesta de cortisol
al estrés. Respectivamente, la mayoría de los estudio que examinan el efecto de la rumiación en la respuesta de cortisol
al estrés han utilizado estresores sociales-evaluativos.
La manipulación de estresor social-evaluativo más común se llama "La prueba de estrés social de Trier" (TSST por sus
siglas en inglés, en lo sucesivo PEST; Kirschbaum, Pirke & Hellhamer, 1993). En este procedimiento, se instruye a los
participantes a que den una charla de 5 minutos en donde explican por qué serían los candidatos ideales para un trabajo
hipotético. S les hace creer que darán la presentación a dos miembros de un comité de selección, y además que el su
desempeño será video grabado y evaluado después. Se le asigna a los participantes varios minutos para preparar
después de lo cual presentan su discurso a dos individuos y contestan dos varias preguntas de seguimiento. El cortisol
generalmente se mide antes e inmediatamente después de la tarea del discurso, así como varias veces en el periodo
subsecuente de 30-60 minutos de descanso. Los niveles de cortisol circulante en sangre típicamente llegan a su máximo
(ej. reactividad) 20-40 minutos después del comienzo de la PEST y después regresan a la línea base (ej. recuperación)
60 minutos después de la PEST (Dickerson & Kemeny, 2004). Tal como sucede con el funcionamiento cardiovascular,
una respuesta exagerada al cortisol se caracteriza por una reactividad aumentada y una recuperación prolongada.
Al igual que el cortisol matutino, el efecto de la rumiación de rasgo en la respuesta de cortisol al estrés después de la
PEST no es clara. Varios estudios utilizando controles sanos encontró que la rumiación depresiva de rasgo no se asoció
con la reactividad al cortisol o recuperación (Hilt, Aldao, & Fischer, 2015; Shapero, McClung, Bangasser, Abramson, &
Alloy, 2017; Stewart, Mazurka, Bond, Wynne-Edwards, Harkness, 2013). Interesantemente, la rumiación depresiva de
rasgo predijo menos recuperación del cortisol después de la PEST solo en adolescentes deprimidos (Stewart et al., 2013).
Por contraste, la rumiación enojada de rasgo generalmente se asoció con mayor reactividad al cortisol y una recuperación
más lenta (McCullough et al., 2007; Zoccola & Dickerson, 2015; Zoccola, Quas, & Yim, 2010). Por tanto, el efecto de la
rumiación de rasgo en la respuesta de cortisol al estrés puede depender del tipo de rumiación que se mide.
Específicamente, la rumiación enojada parece predecir mayores niveles de cortisol, mientras que la rumiación depresiva
puede únicamente afectar la recuperación para individuos que ya están deprimidos.
El efecto de la rumia de estado o manipulada sobre la respuesta de cortisol al estrés es más robusta (Denson, Spanovic,
&Miller, 2009). En general la rumia depresiva de estado predice mayor reactividad al estrés y menos recuperación
después de la PEST (Hilt et al., 2015; Zoccola, Dickerson, & Zaldivar, 2008). En un experimento, los niveles de cortisol
disminuyeron más lentamente para prticipantes en una condición de rumiación y se mantuvieron más elevados en
comparación con los participantes de la condición de distracción, incluso 1 hora después de la PEST (Zoccola, Rabideau,
Figueroa, & Woody, 2014). Similarmente, la rumiación enojada manipulada después de un insulto mantuvo niveles
elevados de cortisol a lo largo de todo el experimento (Denson et al., 2009). Un estudio examinó si la rumación de estado
sobre eventos perturbadores o provocadores de enojo previene la habituación a exposiciones repetidas de la PEST
(Gianferante et al., 2014). Los participantes completaron la PEST en dos días consecutivos, y tal como predice la
habituación, los incrementos de cortisol fueron menores en el segundo día que en el primero. Sin embargo, una mayor
rumiación de estado en el primer día predijo mayores respuestas al cortisol tanto en el primero como en el segundo día,
sugiriendo que la rumiación está asociada con una respuesta sostenida al estrés. Finalmente, varios estudios encontrar
que el efecto de la rumia manipulada en la respuesta de cortisol al estrés ocurre únicamente para individuos que están
deprimidos o tienen altos niveles de rumiación de rasgo (Kuehner, Huffziger, & Liebsch, 2009; LeMoult&Joormann, 2014;
Sullet al., 2016). Así, como hemos visto en otra parte, el efecto de la rumiación manipulada puede ser particularmente
fuerte en individuos que ya están deprimidos y que rumian frecuentemente.
Resumen
Un meta-análisis reciente encontró que la asociación general entre rumiación y funcionamiento del cortisol es robusta,
particularmente en estudios de mayor calidad ( Ottaviani, Thaye, et al., 2016). Sin embargo, la presencia de resultados
mixtos sugiere el rol de moderadores. Primero, la rumiación de estado y manipulada son más consistentemente
asociados con mayores niveles de cortisol que las medidas de rumiación de rasgo (para una revisión, ver Zoccola &
Dickerson, 2012). Más aún, la rumiación sobre eventos perturbadores o provocadores de enojo se asocia
consistentemente con niveles más elevados de cortisol, mientras que los efectos de la rumiación depresiva son mixtos.
Estos hallazgos pueden reflejar las diferencias naturales en el funcionamiento del cortisol en participantes deprimidos.
Por ejemplo, individuos con depresión diagnosticada tienen un nivel menor de cortisol en reposo en la mañana y mayores
niveles en la tarde en comparación con los individuos no deprimidos. Estas diferencias pueden contribuir a una variación
significativa entre los estudios que miden el efecto de la rumiación depresiva sobre la reactividad al cortisol. La literatura
también apunta a moderadores adicionales. Específicamente, la rumiación de estado parece predecir actividad elevada
de cortisol particularmente para individuos que ya están estresados, deprimidos o que típicamente utilizan estrategias
pobres de afrontamiento (ej rumia de rasgo).
Función inmune
La rumia también podría impactar los marcadores del funcionamiento del sistema inmune. Los investigadores han
estudiado esto midiendo los niveles de linfocitos, un tipo de célula sanguínea blanca (Segerstrom & Miller, 2004). Hay
tres grandes tipos de linfocitos: Células de timo (T) y de médula espinal (B) que detectan antígenos foráneos y generan
respuestas protectoras, tales como anticuerpos, mientras que las células asesinas naturales (NK) identifican y destruyen
células con virus o malignidad. Los estresores agudos están asociados con un incremento en células NK y un decremento
en células T y B, todas estas respuestas son evolutivamente adaptativas en respuesta a situaciones de ataque-huída
(Segerstrom & Miller, 2004). Por contraste, el estrés crónico está asociado con decrementos en todos los marcadores
inmunes, en parte debido a que el cortisol suprime el funcionamiento inmune.
La mayoría de los estudios han examinado el efecto de la cognición perseverante en los niveles de linfocitos y/o
anticuerpos en individuos estresados. Por ejemplo, la preocupación está asociada con un conteo menor de célulaas T
en mujeres con VIH (Rehm & Konkle-Parker, 2017). Similarmente, un meta-análisis de estresores sociales agudos de
laboratorio e inducciones de ánimo concluyeron que la rumiación está asociada con una reactividad suprimida de las
células T (Denson et al., 2009). En adultos mayores encargados de cuidar a su pareja con demencia, mayor pensamiento
negativo repetitivo predice menos anticuerpos después de la vacunación, sugiriendo menor activación de células B
(Segersrom, Schipper, & Greenberg, 2008). La rumiación y la preocupación también están asociadas con menor actividad
de células NK, tanto en cuidadores afligidos con una pérdida cercana como en individuos fóbicos que se expusieron al
animal que temían (Esterling, Kiecolt-Glaser, Bodnar, &Glaser, 199; Segerstrom, Glover, Craske, & Fahey, 1999).
Similarmente, mayor preocupación de rasgo se asoció con menores números de células NK después de un terremoto, y
el efecto incrementó a lo largo de unos pocos meses (Segerstrom, Solomon, Kemeny, &Fahey, 1998). En resumen,
mayor rumiación y preocupación predicen funcionamiento inmune suprimido para personas que experimentan estresores
agudos (ej. manipulaciones de laboratorio) o crónicos (ej. cuidadores, VIH).
Sin embargo, el efecto de la rumiación en el funcionamiento de linfocitos en individuos no estresados, es menos claro.
En un estudio con adultos mayores saludables, la rumiación de rasgo se asoció con mayores linfocitos totales y número
de células B (Thomsen, Jorgensen, Melsen, & Zacharie, 2004). En otra investigación con niños sanos, mayor
preocupación predijo mayores niveles de anticuerpos concurrentes pero menores niveles de estos anticuerpos 3 años
después (Ma, Serbin, Stack, 2018). Estos resultados sugieren que la cognición perseverante incrementa la respuesta
inmune en voluntarios sanos, quizá porque constituye un estresor moderado. A lo largo del tiempo, sin embargo, la rumia
crónica o preocupación podría funcionar como agente de supresión del sistema inmune.
El funcionamiento inmune también se refleja en las respuestas inflamatorias tales como fiebres e hinchazones. Aunque
la inflamación a corto plazo promueve la curación de las heridas o enfermedades, la inflamación excesiva y crónica puede
llevar a daño de tejidos. Las respuestas inflamatorias son promovidas por citocinas proinflamatorias, que generalmente
incrementan en respuesta al estrés (Segerstrom & Miller, 2004). Algunos investigadores han examinado la asociación
entre el pensamiento repetitivo y los marcadores inflamatorios. La rumiación de rasgo generalmente no correlaciona con
niveles altos de citocinas proinflamatorias (Newton et al., 2017; Segerstrom et al., 2008). Un experimento pidió a
participantes que se involucraran en la PEST y después los asignó al azar a condiciones de rumiación o de distracción
(Zoccola et al., 2014). La rumiación inducida llevó a más altos y sostenidos niveles de proteína C reactiva, un indicador
de inflamación, aún una hora después. Sin embargo, ambas condiciones llevaron a incrementos en citocinas
proinflamatorias. En un estudio similar, los participantes fueron asignados al azar a una condición de distracción o a una
condición de descanso diseñada para maximizar la oportunidad de rumiación de ocurrencia natural durante 40 minutos
después de la PEST (Newton et al., 2017). No hubo efecto de condición sobre las citocinas inflamatorias ni correlación
entre la rumiación de estado y la reactividad de citocinas. Por tanto, la mayoría de la evidencia existente no apoya una
asociación entre la rumiación y la reactividad de las citocinas proinflamatorias. Sin embargo, las respuestas inflamatorias
parecen llegar a su máximo 2 días después de un estresor (Pepys & Hirschfield, 2003). Futuras investigaciones quizá
incluyan mediciones más largas de seguimiento de citocinas proinflamatorias.
Problemas de sueño
Se cree que la desactivación fisiológica (ej. VFC elevada, frecuencia cardiaca aumentada) facilita el buen sueño, la
inhibición de este proceso normal puede contribuir a problemas de sueño (Espie, 2002). Poco sorprendentemente, los
teóricos del sueño sugieren que la cognición perseverante y la hiperactivación que le acompaña contribuyen a los
problemas de sueño. Por ejemplo, el modelo de Allison Havery (2002) del insomnio propone que el pensamiento repetitivo
excesivo antes de la cama dispara excitación autonómica y malestar emocional. Estos pensamientos repetitivos con
frecuencia giran en torno a preocupaciones sobre no dormir suficiente y no si será posible funcionar adecuadamente
durante el día mientras se sufre de fatiga, ánimo alterado, o poca concentración. La excitación aumentada y el malestar
resultante de estos pensamientos contribuyen a percepciones de sueño inadecuado, así como déficits objetivos de sueño.
En apoyo a esta teoría, la rumia se ha asociado con un rango de dificultades de sueño en individuos sanos. En un estudio,
la rumiación de rasgo predijo mayores pensamientos intrusivos en la noche justo antes de un examen (Guastella &
Moulds, 2007). A rumiadores de rasgo alto a quienes se les hizo una inducción de rumia también reportaron más sueño
alterado la noche antes de un examen parcial que los rumiadores de bajo rasgo. Adicionalmente, mayor rumiación de
estado y rasgo predijo un mayor tiempo para quedarse dormidos. (ej. latencia del sueño) la noche antes de un evento
estresante de laboratorio (Zoccola, Dickerson & Lam, 2009). Más aún, estudios transversales con participantes sanos
han encontrado consistentemente que una mayor rumiación de rasgo correlaciona con una peor calidad de sueño auto-
reportada, un constructo global que incluye la cantidad de sueño, la latencia, número de despertares en la noche, fuentes
de sueño perturbado (ej. ronquidos, problemas para respirar), dificultades para permanecer despiertos durante el día y
juicios subjetivos de la calidad de sueño (Borders, Rothman, & McAndrew, 2015; Slavish & Graham-Engeland, 2015;
Thomsen, Yung Mehlsen, Christensen, & Zachariae, 2003). En estudios de muestra de experiencia, el pensamiento
negativo repetitivo durante el día y en la tarde predice menor sueño total, más tiempo para quedarse dormido, peor
calidad se sueño en la noche, y cansancio durante el día (Ottaviani, Shahani, et al., 2015; Pillai, Steenburng, Ciesla,
Roth, & DRake, 2014; Takano et al., 2014).
Asociaciones similares se han encontrado en muestras clínicas. por ejemplo, los pacientes con insomnio rumian más
acerca de los problemas de sueño que los controles sanos (Backhaus et al., 2004). De hecho, la actividad cognitiva
previa a dormir de las personas con insomnio difiere de aquellas personas que duermen bien al estar más enfocada en
preocupaciones sobre no dormir, y esta actividad cognitiva dura más, se siente fuera de control y causa dificultad para
quedarse dormido (Harvey, 2000; Wicklow & Espie, 2000). En participantes con insomnio diagnosticado la rumiación
depresiva predijo auto-reportes prospectivos de la calidad y eficiencia del sueño (ej. porcentaje de tiempo en cama
durmiendo) aún controlando para síntomas ansiosos y depresivos (Carney, Harris, Moss & Edinger, 2010). En adultos
con insomnio, la rumiación se asoció con una actividad beta incrementada (ej. ondas cerebrales activas) durante el sueño,
sugiriendo que el pensamiento repetitivo durante el día contribuye a la hiperactivación durante el sueño. (Hall et al., 2000).
Dolor
La percepción y experiencia del dolor son infuenciados por muchos factores psicológicos. Específicamente los psicólogos
proponen la hipótesis que la gente que se involucra en pensamiento repetitivo sobre el dolor experimentará mayores
niveles de dolor subjetivo y mayor discapacidad relacionada con el dolor (Aldrich, Eccleston, & Crombez, 2000; Sullivan
et al., 2001). Esto puede ocurrir por el malestar emocional aumentado, una percepción exagerada de que el dolor es
amenazante y un incremento atencional de enfoque en el dolor. Los investigadores han definido la rumiación relacionada
con el dolor y la preocupación como constructos separados. La rumiación relacionada con el dolor involucra pensar una
y otra vez con el deseo de que el dolor desaparezca y lo mucho que duele (Sullivan et al., 1995). La preocupación
relacionada con el dolor gira en torno a las incertidumbres y las posibles consecuencias negativas del dolor en el futuro
(Lefebvre et al., 2017). Poco sorprendentemente, la rumiación relacionada con el dolor y la preocupación están altamente
correlacionadas (Lefebvre et al., 2017).
Alguna de la literatura sobre el pensamiento repetitivo se ha enfocado en los pacientes de dolor crónico. En un estudio
cualitativo, los pensamientos repetitivos de los pacientes de dolor crónico se enfocaban principalmente en la
incertidumbre ("¿Esto es nuevo?" y "Por qué ha empeorado el dolor?) las consecuencias negativas (ej. "No puedo
planchar") y el grado de dolor (ej. "Este dolor sólo sigue doliendo") (Eccleston, Crombez, Aldrich, & Stannard, 2001)
Comparado con los pensamientos repetitivos no relacionados con el dolor, los pensamientos repetitivos relacionados con
el dolor fueron más intrusivos, perturbadores, difíciles de desestima. En pacientes con dolor crónico, la rumiación y la
preocupación sobre el dolor correlacionar con mayor intensidad de dolor (Buenaver et al., 2012; Craner, Gilliam, & Sperry,
2016; Lefebvre et al., 2017; Sullivan, Lynch, & Clark, 2005; Sullivan, Sullivan, & Adams, 2002). La rumiación al respecto
del dolor también está asociada a mayores dificultades funcionando en varias áreas de la vida cotidiana (ej. trabajo,
hogar, social y auto-cuidado) y una calidad de vida más pobre (Craner et al., 2016; Sullivan et al., 2005). Un estudio
encontró que la rumia predice la discapacidad relacionada al dolor sólo en individuos que han tenido dolor crónico durante
2 o más años, pero no menos (Sullivan et al., 2002). Por tanto, la evidencia sugiere que el pensamiento repetitivo sobre
el dolor predice aún mayor dolor y discapacidad relacionada con el dolor en individuos con dolor crónico, particularmente
para personas que han sufrido por varios años.
El pensamiento repetitivo sobre el dolor también ha sido estudiado en individuos sin dolor crónico. En estudios de
encuesta con adolescentes saludables y adultos jóvenes, la rumiación y la preocupación sobre el dolor correlaciona con
un mayor auto-reporte del dolor en el mes anterior (Lefebvre et al., 2017; Tremblay & Sullivan, 2010). La mayoría de la
investigación con voluntarios sanos, sin embargo, ha medido evaluaciones subjetivas de dolor en respuesta a varios
estímulos. Por ejemplo, la rumia sobre el dolor fue asociada con mayor dolor auto-reportado durante una limpieza dental
(Sullivan & Neish, 1998) o 4 minutos de flexionar un bícep (Gilliam et al., 2010). Muchos otros estudios midieron la
evaluación de dolor en respuesta a una tarea de presión de frio. En este procedimiento los participantes sumergen un
brazo en agua fría (que se mantiene justo por encima de la temperatura de congelamiento, entre 4 y 1 grados centígrados)
y reportan evaluaciones de dolor durante o inmediatamente después de sumergir el brazo. En estudiantes de licenciatura,
la rumia y preocupacion por el dolor fueron asociadas con mayores reportes de intensidad de dolor después de un minuto
de la tarea de presión de frío (Lefebvre et al., 2017; Sullivan, Tripp, Rodgers, & Stanish, 2000). En un experimento, la
rumia inducida sobre la tarea de presión de frío (vs. distracción) llevó a una mayor percepción de dolor y mayor estrés
general al final de la tarea (Brookes, Sharpe, &Dear, 2017). En resumen, el grueso de la evidencia en adultos sanos
sugiere que el pensamiento repetitivo sobre el dolor está asociado con percepciones de dolor más intensas.
Comprender los mecanismos mediante los cuales el pensamiento repetitivo está asociado con la percepción de dolor es
importante. Como sabemos la rumiación incrementa el malestar emocional y el pensamiento negativo, ambos de los
cuales pueden contribuir a una mayor intensidad del dolor percibido (Aldrich et al., 2000; Sullivan et al., 2001). Apoyando
ésta hipótesis varios estudios encontraron que la asociación significativa entre rumia y los resultados relacionados con
el dolor desaparecen cuando la desesperanza se incluye como predictor (Craner et al.,2016; Sullivan et al., 2005;
Tremblay&Sullivan, 2010). Esto sugiere que un sentimiento de indefensión podría mediar el efecto de rumiación sobre el
dolor. Un estudio encontró que el vínculo rumiación-dolor está mediado por mala calidad del sueño (Buenaver et al.,2012).
La rumia relacionada con el dolor de rasgo se asoció también con mayores expectativas de que las señales de
anticipación llevaran a dolor, aun cuando la evidencia había refutado ésta expectativa (Van Damme, Crombez, &
Eccleston, 2002, 2004). En otras palabras, el pensamiento repetitivo sobre el dolor podría mantener creencias incorrectas
sobre las causas del dolor. Entonces, la evidencia inicial apoya la hipótesis de que la rumia sobre el dolor incrementa la
percepción de dolor debido a que incrementa el malestar emocional y el pensamiento negativo.
Los modelos teóricos también proponen que un mecanismo de efecto de la cognición perseverante sobre resultados
relacionados con el dolor es un incremento de la atención al dolor (Aldrich et al., 2000; Sullivan, Michael, et al., 2001).
Investigadores de los sesgos atencionales al dolor diferencian la orientación inicial de la atención sostenida a los
estímulos relacionados con dolor. La orientación inicial indica vigilancia a señales relacionadas con el dolor, mientras que
la atención sostenida sugiere una dificultad para desengancharse del dolor. Estos estudios típicamente muestran a sus
participantes estímulos neutrales y estímulos asociados con el dolor (ej. palabras, imágenes) y registran cuánto le toma
a los participantes responder a dichos estímulos. La orientación inicial al dolor está implicada cuando los participantes
atienden más rápidamente a las señales relacionadas con dolor que a las neutrales. La atención sostenida está implicada
cuando los participantes responden más lentamente a una señal neutral después de ver una señal de dolor, sugiriendo
que su atención aún se encuentra en la señal relacionada con el dolor.
La asociación entre rumia y la orientación inicial al dolor es mixta. Dos estudios encontraron que la rumia relacionada
con dolor estuvo asociado con menor orientación inicial a caras relacionadas con dolor (vs. neutrales) (Vervoort et al.,
2011; Vervoort, Trost, Prkachin, & Mueller, 2013). Por contraste, ni la rumia manipulada o de rasgo se asoció con atención
inicial a palabras relacionadas con dolor (Martin & Chapman, 2009; Van Damme et al., 2002, 2004). Estos resultados
divergentes podrían deberse a diferencias en las señales de dolor. Las imágenes de personas experimentando dolor
pueden ser interpretadas como más amenazantes que las palabras que indican dolor, y se tiene la hipótesis de que una
mayor amenaza lleva a una mayor orientación inicial (Todd et al., 2015). Es interesante, entonces, que para las personas
rumiadoras, señales más amenazantes de dolor son asociadas con menor orientación inicial. Puede ser que el malestar
disparado por la rumiación haga que la gente quiera evitar las señales relacionadas con el dolor. De hecho, el
pensamiento negativo de rasgo está asociado con menor aceptación del dolor crónico (McCracken, Barker, & Chilcot,
2014). Investigación futura debería examinar si la rumiación predice la evitación inicial particularmente para señales
relacionadas con el dolor que son más amenazantes.
En contraste, la rumia generalmente está asociada con una atención sostenida a las señales relacionadas con el dolor.
La rumia relacionada con el dolor de rasgo predice mayor dificultar para soltar la atención de las palabras relacionadas
con el dolor (Van Damme et al., 2002, 2004). Similarmente, las personas con alto nivel de rumiación que reportaron más
dolor en los últimos 3 meses demostraron una mirada sostenida por más tiempo tanto a las caras relacionadas con el
dolor como a las neutrales (Vervoort et al. 2013). Estos estudios pueden reflejar un sesgo implícito en rumiadores que
están experimentando dolor a interpretar estímulos neutrales como si fueran amenazantes. Adicionalmente, rumiar sobre
el dolor puede hacer difícil que las personas se alejen de las señales relacionadas con el dolor una vez que se han
enfocado en ellas. La evidencia sugiere que la dificultad para desengancharse del dolor puede ser un mejor predictor del
dolor crónico que la orientación inicia de atención (Schoth, Nunes, & Liossi, 2012). Por lo tanto, el vínculo rumia-dolor
puede ser explicado de mejor manera como una mayor dificultad para desenganchar la atención de las señales
relacionadas con el dolor.
Conductas de salud
Algunos investigadores han propuesto una extensión de la hipótesis de la cognición perseverante que incluye las vías
directas del pensamiento repetitivo a la enfermedad física a través de conductas de salud (Clancy, Prestwich, Caperon,
& O'Connor, 2016). Ese modelo revisado se basa en la literatura más amplia sobre el estrés, que encuentra que los
estresores influyen la salud física indirectamente a través de conductas de riesgo para la salud (ej. uso de sustancias,
elección de alimentos) y conductas que promueven la salud ( ej. actividad física, dejar de fumar, conductas relacionadas
con el tratamiento). Por lo tanto, los autores especulan que la cognición perseverante sobre un estresor puede impactar
negativamente las conductas de salud, lo que a su vez contribuye a la mala salud (ver figuraa 5.2). La asociación entre
rumiación y uso de sustancias está cubierta en un capítulo previo (Capítulo 4, rumiación y conductas des-reguladas) pero
aquí me referiré a otro tipo de conductas de salud.
RESPUESTA
CORTA DE
ESTRÉS
Controlable
Conductas
Negativas de
salud
EVALUACIÓ
ESTRESOR
N
Incontrolable
Amenazante
CONSECUENCIA
COGNICIÓN RESPUESTA
S NEGATIVAS
PERSEVERANT DE ESTRÉS
SOBRE LA
E PROLONGADA
SALUD
Figura 5.2 La hipótesis modificada de la cognición perseverante, incluyendo el rol mediador de conductas negativas de salud.
Fuente: Adaptado de Clancy F., Prestwich, A., Caperon, L., & O'Connonr, D.B. (2016). Cognición perseverante y conductas de
salud: Una revisión sistemática y meta-análisis. Fronteras en neurociencia humana, 10, 534. Disponible de
https://doi.org/10.3389/fnhum.2016.00534
La evidencia de la asociación entre pensamiento repetitivo y la elección de comida es mixta. Los adultos que reportaron
rumia negativa relacionada con el trabajo tuvieron más alta probabilidad de comer comida poco saludable después del
trabajo (Cropley, Chialianou, Prevettonia, & Milward, 2012). Similarmente, datos sobre la encuesta de actitudes y
conductas alimenticias del Instituto Nacional del Cancer mostró que la preocupación por la salud estaba relacionada con
conductas inhibidoras de la nutrición, tales como realizar más comidas frente a la televisión y ser menos proclive a
restringir comidas dulces o aucaradas (Ferrer, Bergman, & Klein, 2013). Por contraste, dos estudios fallaron en encontrar
asociaciones entre la rumación o preocupación y la probabilidad de ingerir alimentos poco saludables (Bowen, Alfano,
McGregor, & Andersen, 2004; Cropley et.al., 2012). Aún más conflictivo, es que la preocupación por la salud se asoció
con más consumo de frutas y vegetales (Ferrer, Bergman, et al., 2013). Entonces, el pensamiento repetitivo está
relacionado tanto a mayores como menores elecciones saludables de alimentación. Estos resultados mixtos podrían
explicarse mejor a través de moderadores. En un estudio, la preocupación sobre el cáncer predijo una probabilidad
aumentada de cumplir con la recomendación de cinco frutas/vegetales al día, pero solo en individuos que percibían que
tenían baja probabilidad de desarrollar cáncer en el futuro (Ferrer, Portnoy, & Klein, 2013). En contraste, individuos que
percibieron un alto riesgo y preocupación sobre el cáncer tenían menos probabilidad de comer frutas y vegetales.
El vínculo entre pensamiento repetitivo y ejercicio físico tampoco es claro. Por un lado, estudiantes mujeres de licenciatura
que tenían más preocupación de rasgo sobre el cáncer tenían más probabilidad de cumplir con la recomendación del
Instituto Nacional del Cáncer de 4 horas de actividad física por semana ( Bernat, Anderson, Parrish-Sprowl, & Sparks,
2015). En adultos mayores, por contraste, la preocupación general con la salud se asoció con menos ejercicio físico (Li,
Cardinal, & Vuchinich, 2009). En otro estudio, la preocupación por el cáncer de mama no se asoció con ejercicio físico
regular (Bowen, et al., 2004). Al igual que la elección alimenticia, el riesgo percibido podría moderar esta asociación. Por
ejemplo, la preocupación con el cáncer estuvo asociada con una mayor probabilidad de ejercitarse en el mes anterior,
pero sólo para individuos que también percibían que tenían un riesgo bajo de realmente desarrollar cáncer en el futuro
(Ferrer, Portnoy, et al., 2013). Los individuos que percibieron mayor riesgo y preocupación tenían menos probabilidad de
hacer ejercicio en el mes pasado. En suma, el pensamiento repetitivo puede impactar negativamente la elección de
alimentos y el ejercicio físico para las personas que experimentan aflicción sobre su salud.
Otra conducta de salud regularmente estudiada es la intención e intentos de dejar de fumar. Algunos estudios encontraron
que las preocupaciones relacionadas con la salud predicen una mayor intención de dejar de fumar y la probabilidad de
un intento, tanto retrospectivamente como prospectivamente (Swayampakala et al., 2012; Young et al., 2014). Por
contraste, otra investigación mostró que la rumiación de preocupación y depresiva no estuvieron relacionadas de manera
única con intenciones futuras o un intento previo (Dvorak, Simons, & Wray, 2011; Finney Rutten, Blake, Hesse, Agustson,
& Evans, 2011). Al examinar un potencial moderador, la preocupación predijo una probabilidad aumentada de intentar
dejar de fumar 8 meses después únicamente entre fumadores con elevada auto-eficacia (Dijkstra & Brosschot, 2003).
Otro estudio encontró que la preocupación relacionada con fumar predijo mayores intenciones de dejar de fumar en
fumadores adultos, particularmente en participantes con bajo riesgo percibido (Klein, Zajac, & Monin, 2009). Por
contraste, la preocupación predijo menos intención de dejar de fumar en adultos con alto riesgo percibido.
Por supuesto, un intento de dejar de fumar puede indicar el deseo de dejar de fumar o fallas de auto-control. ¿Qué hay
de la suspensión exitosa de fumar? En fumadores adultos, la preocupación relacionada a la salud no predijo suspensión
exitosa 14 meses después (Swayampakala et al., 2012). De hecho, entre ex-fumadores con baja auto-eficacia, la
preocupación se asoció con un aumento del riesgo de recaída en los 8 meses anteriores (Dijkstra & Brosschot, 2003).
Similarmente, la rumiación depresiva predijo un mayor número de intentos fallidos, particularmente en fumadores con
puntajes altos en impulsividad de rasgo (Dvorak et al., 2011). Entonces, aunque el pensamiento repetitivo puede predecir
intenciones aumentadas de dejar de fumar, particularmente para personas con alta auto-eficacia y bajo riesgo relacionado
con el cigarro, no hay evidencia de que predice la suspensión exitosa de fumar.
Varios estudios sugieren que el pensamiento repetitivo predice un involucramiento mayor en conductas relacionadas con
la prevención en individuos sanos. Por ejemplo, la preocupación relacionada con la salud predice mayor probabilidad de
obtener una vacuna contra la gripe, mayor uso de bloqueador sola e intenciones más fuertes de utilizar hilo dental
(Chapman & Coups, 2006; Kiviniemi & Ellis, 2014; Schmiege, Bryan, & Klein, 2009). En adultos mayores saludables, la
rumiación relacionada con el estrés está asociada con tener más consultas telefónicas con proveedores de servicios de
salud un año después (THomsen et al., 2004). Finalmente, una cantidad substancial de literatura ha demostrado como
la preocupación sobre el cáncer de mama generalmente está asociada con mayor probabilidad de realizar mamografías,
aunque el efecto promedio es pequeño (para una revisión ver Hay, McCaul, & Magnan, 2006).
Por contraste, la rumia podría predecir bajos niveles de adhesión y posposición en las personas que buscan tratamiento
que ya están enfermas. Por ejemplo, en pacieentes con cáncer, mayor rumiación de rasgo estuvo asociada con menor
adhesión al tratamiento evaluada por médicos (Aymanns, Filipp, &Klauer, 1995). En sobrevivientes femeninos de cáncer
de mama, mayor rumia depresiva de rasgo estuvo asociada con retrasos de más de un mes al buscar tratamiento
(Lyubomirsky, Kasri, Chang, & Chung, 2006). Estos autores encontraron el mismo patrón de resultados cuando le pidieron
a mujeres saludables que imaginaran encontrar una protuberancia en sus pechos y reportar la probabilidad que tenían
de llamar al médico inmediatamente. Los autores explicaron estos resultados notando que la rumia depresiva está
asociada con el pensamiento negativo, la indefensión, deficiencia en la solución de problemas, concentración y
motivación. Estos déficits cognitivos y motivacionales, en combinación con el estrés emocional, puede impedir la
conducta de búsqueda de ayuda de los individuos.
En suma, en la literatura sobre elección de alimentación, actividad física, suspensión de fumar y conductas de
tratamiento, todas sugieren que la cognición perseverante está asociada tanto con mejores como peores conductas de
salud. ¿Cómo podemos darle sentido a estos resultados divergentes? Existen varias posibilidades. Primero algunos
estudios encontraron que el riesgo percibido modera el efecto del pensamiento repetitivo (Ferrer, Portnoy, et al., 2013;
Ferrer, Bergman, et al.m 2013; Klein et al., 2009). Específicamente, para las personas que se perciben a sí mismas en
peligro alto, el pensamiento repetitivo está asociado con más elecciones insalubres de comida, menos ejercicio y menos
intención de dejar de fumar. Por contraste, el pensamiento repetitivo en personas que perciben su riesgo como bajo,
reportan mejor alimentación, más actividad física y más intención de dejar de fumar. Similarmente, el pensamiento
repetitivo predice conductas relacionadas con la prevención en individuos sanos pero baja adhesión al tratamiento en
personas con enfermedades existentes. Quizá cuando la gente está en riesgo de tener una enfermedad la rumiación
exacerba las emociones negativas a tal grado que presentan dificultades para tomar decisiones saludables por si mismas.
Pueden paralizarse con miedo y/o exhibir pobre auto-control frente a tal malestar. Por contraste, el pensamiento repetitivo
a niveles bajos o moderados de riesgo percibido puede proveer motivación para que la gente se involucre en conductas
saludables sin debilitar el auto-control.
Alternativamente, o adicionalmente, la asociación entre pensamiento repetitivo y conductas de salud puede no ser linear.
Alguna de la investigación ha encontrado apoyo para una relación en "u" invertida ( Andersen, Smith, Meischke, Bowen,
& Urban, 2003). Por ejemplo, niveles moderados de preocupación sobre el cáncer de mama predijo alta probabilidad de
involucrarse en exámenes regulares de pechos (Bowen et al., 2004). Sin embargo, mujeres con bajos y altos niveles de
preocupación tenían menos probabilidad de involucrarse en esta conducta de salud. Mientras que las mujeres con baja
preocupación pueden no percibir la importancia del chequeo, la preocupación extrema puede ser tan debilitante que
interfiere con la capacidad de las mujeres de llevar acabo chequeos y/o resulta en negación/evitación.
Algunos de los resultados divergentes en este campo podrían ser debido a una medición inconsistente del pensamiento
repetitivo. En la literatura de psicología de salud, la preocupación relacionada a la salud generalmente está
operacionalizada como una respuesta emocional a una amenaza percibida (eg., Schmiege et al., 2009). A esta
conceptualización de la preocupación le hace falta el énfasis en el pensamiento repetitivo. Como tal, algunas mediciones
de la preocupación relacionada con la salud pueden evaluar ansiedad y miedo más que el proceso de la cognición
perseverante. Las interacciones que se encuentran entre la preocupación de la salud y el riesgo percibido pueden, por
lo tanto, sugerir que el riesgo percibido contribuye a conductas saludables cuando la gente no está abrumada por miedo
y ansiedad - una conclusión interesante, pero que no ilumina mucho el tema del pensamiento repetitivo.
Interesantemente, un meta-análisis reciente de 19 estudios concluyó que la rumiación, pero no la preocupación
relacionada con la salud, está directamente asociada con más conductas de salud riesgosas (Clancy et al., 2016). Por lo
tanto, la investigación futura debería ser capaz de diferenciar los efectos del malestar emocional que provienen del
proceso de rumia, y quizá diferentes tipos de cognición perseverante, sobre las conductas de salud.
Conclusión
En este capítulo, revisé la hipótesis de la cognición perseverante (Brosschot et al., 2006) y varias literaturas que muestra
asociaciones entre la rumia o preocupación así como varios índices de funcionamiento físico. Brosschot afirmó que el
pensamiento repetitivo convierte las consecuencias inmediatas fisiológicas de los estresores en activación fisiológica
prolongada. En acuerdo con esto, los investigadores han examinado los efectos de la rumia y la preocupacioón sobre el
funcionamiento cardiovascular, inmune y del cortisol - tres indicadores comunes de excitación autónoma inducida por el
estrés. Los hallazgos pintan un panorama algo más complejo de lo que propone el modelo. Específicamente, el
pensamiento repetitivo -particularmente cuando se evalúa al nivel de estado- predice de manera robsuta más activación
autónima, así como mayor reactividad a y una recuperación prolongada de los estresores, en personas que ya están
experimentando malestar emocional, estrés de la vida, enfermead física y un afrontamiento pobre (ej. tendencias a la
rumia). Resultados similares emergieron con conductas de salud: el pensamiento repetitivo predice más conductas
riesgosas de salud principalmente para personas que se perciben a si mismas en mayor riesgo o quienes ya están
enfermas.
Vale notar que este patrón de resultados refleja aquellos presentados en capítulos previos, en que la rumiación contribuye
a resultados clínicos negativos como depresión particularmente para personas que ya están perturbadas o tienen pobres
habilidades de afrontamiento. Más aún estos resultados están alineados con la hipótesis de que el pensamiento repetitivo
exacerba el efecto fisiológico de los estresores. Los datos, sin embargo, sugieren más una moderación que un modelo
de mediación. De hecho, el pensamiento repetitivo sobre la salud cuando la gente no está excesivamente estresada
puede contribuir a mejores conductas de salud. Otros moderadores sugieren que los hallazgos revisados aquí incluyan
el tipo de pensamiento repetitivo (ej. depresivo vs. rumia enojada vs. preocupación) y si es que el pensamiento repetitivo
existe a nivel de estado o rasgo. Para poder revisar la teoría, los investigadores deberían continuar explorando estos y
otros moderadores de la asociación entre cognición perseverante y el funcionamiento físico.
Interesantemente, el pensamiento repetitivo está más consistentemente asociado con problemas para dormir y dolor
percibido que con conductas de salud o indicadores fisiológicos o activación simpática. Estos efectos podrían reflejar
emociones y pensamientos negativos exacerbados (ej. excitación cognitiva), más que una excitación fisiológica
aumentada. Alternativamente, los hallazgos más consistentes podrían reflejar el hecho de que los problemas de sueño
y el dolor son auto-reportados con más regularidad, mientras que la activación fisiológica se evalúa utilizando medidas
objetivas. Futura investigación debería examinar tanto mecanismos como moderadores del efecto del pensamiento
repetitivo sobre los problemas de sueño y el dolor, así como intentar medir estos resultados tanto subjetiva como
objetivamente.
Finalmente, la hipótesis de cognición perseverante argumenta que la activación fisiológica prolongada que resulta del
pensamiento repetitivo contribuye a consecuencias de salud de largo plazo. La cognición perseverante está asociada
con la percepción general de una salud pobre y quejas somáticas auto-reportadas, tanto en individuos sanos como en
pacientes con cáncer (Brosschot & van der Doef, 2006; Jellesma, Verkuil, & Brosschot, 2009; Segerstrom, Stanton, Alden,
& Shortridge, 2003; Slavish & Graham-Engeland, 2015; Thomsen et al., 2004; Verkuil, Brosschot, & Thayer, 2007, Verluis,
Verkuil, & Brosschot, 2016). Sin embargo, muy pocos estudios han examinado los efectos del pensamiento repetitivo en
medidas objetivas de padecimiento o enfermedad. En un estudio longitudinal de veteranos mayores saludables, los
hombres que reportaron preocupación tuvieron dos veces más probabilidad de tener un ataque cardiaco 20 años después
y una vez y media más probabilidad de tener enfermedad coronaria cardiaca (Kubzansky et al., 1997). Por contraste, en
pacientes que esperaban una angiografía, la rumia enojada de rasgo se asoció con con mayores síntomas cardiacos
auto-reportados pero no con una medida objetiva de severidad de enfermedad ( Closa León, Nouwen, Sheffield,
Jaumadally, & Lip, 2010). Similarmente, en estudiantes universitarios con resfriado, la rumia se asoció con síntomas
auto-reportados más severos en un periodo de 7 días, pero no estuvo asociado con la probabilidad de experimentar
fiebre (Devoulyte & Sullivan, 2003). Por supuesto, la asociación entre el pensamiento repetitivo y las enfermedades
objetivas puede ser indirecta, vía cualquiera de los constructos cubiertos en éste capítulo . Mucha más investigación es
necesaria sobre si la rumiación y/o la preocupación directa o indirectamente predicen consecuencias de salud a largo
plazo y estados objetivos de enfermedad.
Capitulo 6
Abstracto
Este capítulo revisa literaturas independientes que examinan las consecuencias negativas y positivas del pensamiento
repetitivo expresado. Después de describir brevemente la escritura expresiva, o repetidamente escribir sobre
pensamientos y emociones de eventos perturbadores, exploro los efectos interpersonales e intrapersonales de la co-
rumiación, o discusiones repetidas de un problema personal con una persona cercana. Después me dirijo a la extensa
literatura sobre el compartir social de la emoción. Finalmente, describo el constructo nuevo de la rumia colectiva, o
repetidamente hablar sobre un agravio compartido con otros similares. Concluyo explorando las similitudes y diferencias
de estos varios constructos, así como potenciales mecanismos de los efectos de la rumia expresada.
Palabras clave
Visión General
Este capítulo revisa literaturas independientes que examinan las consecuencias negativas y positivas del pensamiento
repetitivo expresado. Después de describir brevemente la escritura expresiva, o repetidamente escribir sobre
pensamientos y emociones de eventos perturbadores, exploro los efectos interpersonales e intrapersonales de la co-
rumiación, o discusiones repetidas de un problema personal con una persona cercana. Después me dirijo a la extensa
literatura sobre el compartir social de la emoción. Finalmente, describo el constructo nuevo de la rumia colectiva, o
repetidamente hablar sobre un agravio compartido con otros similares. Concluyo explorando las similitudes y diferencias
de estos varios constructos, así como potenciales mecanismos de los efectos de la rumia expresada.
Hasta ahora, me he referido a la rumiación, y todas las formas de pensamiento repetitivo como un proceso interno privado.
¿Qué pasa, en cambio, cuando la gente expresa verbalmente e contenido de su pensamiento negativo ruminativo? Esto
puede ocurrir tanto a través de la escritura, como en un diario, o en conversación con una o más personas. En años
recientes, los investigadores empezaron a explorar la rumiación como un proceso expresivo. Alguna literatura se enfoca
en expresar los pensamientos y emociones a través de la escritura; la mayoría (de la literatura) se enfoca en compartir
los pensamientos negativos con otras personas. En este capítulo, reviso tres literaturas bien establecidas y una naciente.
Después intento integrar estos campos dispares y considerar algunas de las preguntas aun no respondidas sobre la idea
de la rumia expresada.
Escritura expresiva
Desde los 1980's, el psicólogo social James Pennebaker ha estudiado qué sucede cuando las personas escriben
extensamente sobre sus pensamientos y emociones al respecto de eventos perturbadores en sus vidas. En su
experimento inicial, se asignó a estudiantes de licenciatura sanos escribir sobre uno o más eventos traumáticos durante
15 minutos por 4 días consecutivos (Pennebaker & Beall, 1986). Los participantes fueron asignados a escribir sólo los
hechos del trauma, sólo sus emociones, o una combinación de hechos y emociones. A lo largo de los 4 días, el escribir
sobre las emociones - especialmente cuando se pareó con escribir sobre los hechos- se asoció con mayor presión arterial
y un estado de ánimo más negativo, comparado con quienes escribieron sobre sólo los hechos y un grupo control que
escribió sobre eventos triviales. Sin embargo, 4 meses después, quienes escribieron sobre sus emociones reportaron
reducción en sus problemas de salud, comparados con los grupos de solo-hechos y los grupos control. Adicionalmente,
los participantes en el grupo de combinación emoción-hechos hicieron menos visitas al centro de salud y asesoramiento
que los participantes en cualquiera de las otras condiciones. Entonces, los incrementos inmediatos en afecto negativo y
activación fueron contrarrestados por beneficios de salud a largo plazo.
Este estudio inicial engendró una vasta cantidad de literatura sobre las consecuencias de la escritura expresiva (para
una revisión, ver Frattaroli, 2006). En estudiantes de universidad, éste procedimiento de escritura expresiva contribuyó a
una reducción de ausencias en el trabajo, mejoría en promedios (GPA's por sus siglas en inglés) y una mejor
funcionamiento del sistema inmune. En adultos, la escritura expresiva produce un amplio rango de beneficios, tales como:
encontrar trabajo más rápido, menos perturbación emocional en personas con migraña y menos visitas al médico tanto
en pacientes de cáncer de mama como en hombres encarcelados. Un meta-análisis de más de 100 estudios
experimentales encontró que la escritura expresiva tiene efectos benéficos significativos en medidas de funcionamiento
psicológico, tales como malestar general, depresión, ansiedad y enojo (Frattaroli, 2006). El beneficio de la escritura
expresiva es particularmente fuerte para pesimistas y personas que experimentan estrés. Interesantemente, la escritura
expresiva también muestra un efecto pequeño pero significativo en la mejoría de relaciones sociales.
Alguna de la investigación ha puesto a prueba de manera directa la asociación entre la escritura expresiva y la rumiación,
con resultados mixtos. Por ejemplo, en estudiantes de universidad vulnerables a la depresión, con una tendencia a
reprimir las emociones, 3 días de escritura expresiva sobre eventos perturbadores llevó a reducciones en la sub-escala
de reflexión negativa (brooding) de la rumiación depresiva 6 meses después, comparado con escribir sobre eventos
triviales (Gortner, Rude, & Pennebaker, 2006). Por contraste, en una muestra de estudiantes universitarios sanos, 3 días
de escritura expresiva sobre eventos perturbadores no predijo cambios en la rumia depresiva 1 mes después (Maestas
& Rude, 2012). Resultados mixtos similares emergen con pensamientos intrusivos. En un estudio, estudiantes
universitarios que se involucraron en tres sesiones de escritura expresiva sobre un evento negativo de la vida
experimentaron mayores reducciones en pensamientos intrusivos sobre ese mismo evento 2 meses después, comparado
con estudiantes que escribieron sobre un evento positivo o temas triviales (Klein & Boals, 2001). Sin embargo, otros
estudios han fallado en encontrar un efecto de la escritura expresiva en pensamientos intrusivos (Lepore, 1997; Lepore,
Greenberg, Bruno, & Smyth, 2002; Stroebe, Stroebe, Schut, Zech, & van den But, 2002).
Otra investigación sugiere que la escritura expresiva amortigua los efectos de los pensamientos intrusivos y la rumiación.
Un estudio inicial encontró que los pensamientos intrusivos sobre el examen de registro de posgrado se asociaron con
un aumento de los síntomas depresivos durante el mes previo al examen, pero sólo para estudiantes que escribieron
sobre temas triviales (Lepore, 1997). Para estudiantes que se involucraron en escritura expresiva sobre el examen, la
asociación entre los pensamientos intrusivos y cambios en los síntomas depresivos desapareció. Esto sugiere que tan
solo una sesión de escritura expresiva amortiguó el efecto de los pensamientos intrusivos. Similarmente, la escritura
expresiva sobre una ruptura amorosa reciente hizo que desapareciera la asociación entrelos pensamientos intrusivos y
la mala salud física (Lepore et al., 2002). Más recientemente, estudiantes universitarios con un nivel elevado de sobre-
pensamiento negativo (brooding) de rasgo que realizaron 3 días de escritura expresiva sobre eventos traumáticos de
vida, mostraron una reducción en síntomas depresivos 2, 4 e incluso hasta 6 meses más tarde (Sloan, MArx, Epstein, &
Dobbs, 2008). Por contraste la rumia se asoció con un aumento de episodios depresivos en el tiempo para participantes
que escribieron sobre temas triviales.
En resumen, aunque escribir repetidamente sobre emociones asociadas con eventos perturbadores puede provocar
malestar inmediato, tiene beneficios a largo plazo para tanto la salud física como la emocional. Más aún, la escritura
expresiva parece amortiguar los efectos negativos de la rumiación privada. Este es un hallazgo curioso y potencialmente
importante al que regresaré al final de este capítulo. Primero, revisaré literaturas relacionadas pero separadas sobre la
rumia con otras personas.
Co-rumiación
En un esfuerzo para comprender mejor por qué las amistades cercanas no amortiguaron el malestar psicológica de las
niñas, la psicóloga del desarrollo Amanda Rose (2002) introdujo el constructo de co-rumiación, que ella define como
discutir extensivamente los problemas personales con otra persona cercana. La co-rumiación está caracterizada por la
frecuente discusión de problemas, recapitular el mismo problema una y otra vez, animarse entre sí a discutir los
problemas, especular sobre las causas y consecuencias de los problemas, y enfocarse en las emociones negativas. La
co-rumiación, no tiene que involucrar la discusión de un problema compartido. Más bien, está comúnmente concebida
como una pareja cercana (dos amigos, padre e hijo, parejas románticas) que discuten el problema de cada una de las
partes de una manera que redunda en la negatividad en vez ir hacia una constructiva solución de problemas. La mayoría
de la investigación ha evaluado la co-rumiación con mejores amigos del mismo sexo, aunque veremos que hay
limitaciones importantes a esta aproximación. Aunque originalmente la hipotesis era que esto ocurría solo en
conversaciones en persona, la co-rumiación entre amigos también ocurre vía texto, llamadas telefónicas y sitios de
medios sociales como Facebook (Keshishian, Watkins, & Otto, 2016; Mudrock, Gorman, & Robbins, 2015; Swearinger,
Byrd-Craven, & Kennison, 2016).
Basados en la literatura individual de rumia, Rose planteó la hipótesis de que la co-rumiación estaría asociada con
resultados interpersonales negativos. Sin embargo, basándose que en la investigación de desarrollo establece que la
auto-revelación incrementa la calidad percibida de la amistad, propuso la hipótesis de que la co-rumiación también estaría
asociada con mejores resultados interpersonales. Como tal, argumentó que la co-rumiación es un constructo complejo
que tiene ventajas y desventajas. Existe, en general, apoyo para ambas hipótesis, aunque los datos pintan un cuadro
mucho más matizado de lo que Rose originalmente planteó.
Resultados interpersonales
La co-rumiación está generalmente asociado con mayores síntomas depresivos y ansiosos, aunque los efectos son
desde pequeños a medianos y existe un nivel considerable de heterogeneidad (para una revisión, ver Spendelow,
Simonds, & Avery, 2017). La co-rumiación también fortalece la asociación entre los estresores generales y los síntomas
depresivos (Murdock et al., 2015; Starr, 2015; White & Shih, 2012). Alguna de la investigación sugiere que la rumia
individual media las asociaciones entre co-rumiación y síntomas internalizados ( Rose, 2002; Stone & Gibb, 2015). En
otras palabras, la co-rumiación con una amistad cercana podría disparar la rumia individual, que a su vez, exacerba el
estrés psicológico. La co-rumiación también hace que los problemas existentes sean más salientes, lo que podría explicar
mayor malestar emocional (Rose, Click, Smith, Schwartz-Mette, & Borowski, 2017). En un análisis de los componentes
separados de la co-rumiación, sólo recapitular lo negativo se asoció con los síntomas depresivos después de controlar
para la rumia depresiva individual (Rose et al., 2015). Otros componentes de co-rumiación (ej. recapitular los problemas,
especular sobre las causas y las consecuencias) no se relacionaron de manera única a los síntomas depresivos.
La co-rumia está asociada también con la psicopatología alimenticia en mujeres. Por ejemplo, la co-rumiación con una
amistad del mismo sexo sobre los problemas corporales o de peso percibidos predice mayor conducta de atracón y de
purga (vómito) particularmente cuando la amistad no es comprensiva y aceptante (Arroyo, Segrin, Harwood, & Bonito,
2017). La co-rumiación también está asociada con distorsiones cognitivas de la imagen corporal y psicopatología
alimenticia general (Rudiger & Winstead, 2013). Adicionalmente,, mujeres universitarias que co-rumian con sus madres
al respecto de preocupaciones del peso corporal, reportan más auto-objetificación, o ver sus cuerpos como objetos a ser
evaluados (Arroyo & Andersen, 2016). Ninguna investigación ha examinado el efecto de la co-rumiación en la conducta
alimenticia desordenada en hombres.
Las asociaciones entre co-rumiación y la externalización de problemas son mixtas. La co-rumiación está asociada con
mayor conducta agresiva en adolescentes en algunos estudios pero no otros (Criss et al., 2016; Tompkins, HOckett,
Abraibesh, & Witt, 2011). También en adolescentes, la co-rumiación predijo menos problemas de conducta
concurrentemente y 5 meses (Hankin et al,. 2010).
Entonces, aunque la co-rumiación podría tener beneficios a corto plazo para las amistades, también podría desgastar las
relaciones en el tiempo, llevando a la tensión y quizá hasta la disolución de las mismas. Una razón para esto podría ser
que la co-rumiación lleva a los adolescentes a cargar con el malestar de las amistades y experimentarlo como propio
(Smith & Rose, 2011). De hecho, la co-rumiación explica el contagio de síntomas depresivos y ansiosos durante 6 meses
en parejas de amistades del mismo sexo (Schwartz-Mette & Roe, 2012). Por lo tanto, hablar de los problemas de una
forma repetitiva, especulativa y negativa podría afectar negativamente a ambas partes de una amistad. Una vez más,
diferencias interesantes de género pueden existir. Un estudio encontró que la co-rumiación predijo mayor estrés entre
pares 9 meses después para mujeres deprimidas, pero menos estrés entre pares para hombres deprimidos (Rose et al.,
2017). Esto provee evidencia adicional de que la co-rumiación para los niños puede ser diferente en su naturaleza de la
co-rumiación para niñas.
Resumen
En suma, la co-rumiación parece tener ventajas y desventajas de ajuste. Para las mujeres en particular, contribuye o
mantiene los síntomas psicológicos, especialmente si e contenido se enfoca en estresores sociales y quienes escuchan
no brindan apoyo. Por contraste, la co-rumiación en hombres podría incluso protegerlos de los efectos psicológicos
negativos del estrés. Para poder comprender mejor estos resultados discrepantes, los investigadores tendrán que
examinar si el contenido y la naturaleza de la rumiación difiere por género. Interpersonalmente, la co-rumiación también
tiene ventajas y desventajas, en las cuales los incrementos inmediatos en cercanía y calidad de la amistad podría ser
compensada en el tiempo con un incremento en la tensión en las relaciones. También es importante notar que la co-
rumiación consiste en varias diversas facetas que pueden tener diferentes efectos sobre los resultados. Insistir en las
emociones negativas con otra persona puede contribuir a la angustia psicológica, mientras que los aspectos más
cognitivos e interactivos de la rumia (p. ej., recapitular los problemas, fomentar la conversación sobre los problemas y
especular sobre las causas y las consecuencias) pueden predecir los resultados interpersonales. Esto trae a colación la
importante pregunta de cuán similar es la rumiación conjunta a la rumiación individual, una pregunta que abordaré al final
del capítulo.
Informado por la literatura sobre escritura expresiva, el psicólogo social Bernard Rimé estudió un constructo llamado
compartir social de emociones (Rimé, 2009; Rimé, Finkenauer, Luminet, Zech y Philippot, 1998). La idea es que cuando
las personas experimentan experiencias emocionales intensas, generalmente necesitan compartir esas experiencias
repetidamente con otras personas. Los primeros estudios simplemente pedían a las personas que recordaran episodios
emocionales y respondieran preguntas sobre el alcance de su participación (Rimé, Mesquita, Boca y Philippot, 1991). En
un trabajo posterior, los investigadores evaluaron el intercambio social después de sobrevivir o experimentar alguna
experiencia emocional importante (por ejemplo, un parto, un accidente automovilístico, duelo y el genocidio de Ruanda)
o después de eventos emocionales diarios. A lo largo de muchos estudios, se reportó compartir socialmente después de
aproximadamente el 90% de los eventos emocionales importantes y aproximadamente el 60% de los eventos
emocionales diarios (Rimé et al., 1998). El compartir social ocurre tanto para experiencias emocionales negativas como
positivas. Entre más carga emocional tiene un evento, se comparte socialmente de manera más extensa, tanto
inmediatamente como a lo largo del tiempo (Curci & Rimé, 2012; Garcia, Cova, Rincon, Vazquez, & Paez, 2016; Luminet,
Bouts, Delie, Manstead, & Rimé, 2000). El patrón modal es que la gente comparta en un tiempo corto después de la
experiencia (p. ej. al día siguiente, la primer semana) y que comparta muchas veces con varios confidentes cercanos (p.
ej. padres, pareja romántica, y amistad más cercana). Por lo tanto, el compartir social parece ser un proceso repetitivo,
muy parecido a la rumia individual. El compartir social generalmente disminuye en el tiempo, aunque algunas personas
muestran un compartir social continuo hasta meses después de un evento emocional. (Cruci & Rimé, 2012).
Como hizo Rose (2002) con la co-rumiación, Rimé propuso que el compartir social tendría resultados tanto
interpersonales como intrapersonales. También sugirió que el compartir social de la emoción era de naturaleza paradójica
(Rimé, Philippot, Boca, & Mesquita, 1992). Por un lado, revivir las experiencias negativas puede ser emocionalmente
perturbador; por otro lado, confiar en otros puede cultivar la recuperación emocional y la conexión interpersonal.
Resultados intrapersonales
La asociación entre el compartir social y la experiencia emocional es compleja. Durante el compartir social de eventos
negativos, la gente reporta experimentar imágenes mentales del evento, así como emociones y sensaciones corporales
relacionadas (Rimé et al., 1991). En otras palabras, el compartir social hace que la gente re-experimente el evento
perturbador en el momento. Al mismo tiempo, la gente percibe que el compartir socialmente su emoción como algo que
ayuda. De hecho el 94% de la gente está dispuesta a compartir otra experiencia emocional en el acto. Incluso 2 meses
después de haber hablado sobre un evento perturbador, los participantes reportaron beneficios percibidos del compartir
social de la emoción (Zech & Rimé, 2005). Específicamente, percibieron que el compartir les brindó alivio emocional,
entendimiento, y sentirse comprendidos por alguien más. Por lo tanto, el compartir social tiene consecuencias percibidas
tanto positivas como negativas. Sin embargo, los resultados más comunes del compartir social que han estudiado los
investigadores son el alivio emocional y la recuperación. El alivio emocional está indicado por una duración más corta de
la emoción negativa inmediatamente después de haber compartido, mientras que la recuperación emocional es una
reducción en la intensidad emocional y/o un incremento en el bienestar a lo largo del tiempo.
El compartir social de la emoción parece estar asociado con alivio emocional inmediato, al menos para algunas
emociones. En un estudio los participantes reportaron episodios aislados de emoción negativa todos los días por varios
días, así como su compartir social de cada episodios ( Bans, Van Mechelen, Rimé, & Verduyn, 2013). El compartir social
de episodios de enojo -y tristeza- predijo una duración más corta de cada emoción negativa. Sin embargo, un estudio
similar encontró que el compartir social estuvo asociado con una reducción inmediata de la intensidad subjetiva del enojo
pero no de la tristeza (Brans, Van Mechelen, Rimé, & Verydun, 2014). En un experimento, los participantes universitarios
hicieron juego de roles como representantes de servicio al cliente y manejaron llamadas de confederados amistosos o
molestos/groseros (McCance, Nye, Wang, Jones, & Chiu, 2013). Después compartieron sus experiencias en grupos de
2 a 6 personas, todos asignados a las mismas condiciones de llamada. Comparado con una condición control sin
discusión grupal, el compartir social redujo el enojo inmediatamente después de las llamadas difíciles. Entonces, el
compartir social está asociado con el alivio inmediato del enojo, con resultados menos claros para la tristeza.
La asociación entre el compartir social de la emoción y la recuperación emocional es mixta. La investigación de
correlación, en general, ha demostrado que el compartir social no está asociado con la recuperación emocional auto-
reportada (Finkenauer & Rimé, 1998; Rimé et al., 1991, 1998). Otro estudio encontró que después de controlar para la
importancia del evento perturbador y la intensidad emocional inicial, el compartir social no se asoció a una reducción de
la intensidad emocional 3 días después del evento (Brains et al., 2013). En experimentos que instruyeron a participantes
a hablar sobre aspectos emocionales o factuales de un evento perturbador por 20 minutos, el compartir social de la
emoción no estuvo asociado con un cambio en las emociones negativas 1 semana y 2 meses después de los eventos
(Zech & Rimé, 2005). Por contraste, otros estudios han encontrado asociaciones significativas - aunque contradictorias-
. En representantes de un centro de llamadas, el compartir social sobre eventos negativos de trabajo predijo un mejor
bienestar 3 meses después, pero también mayor agotamiento emocional (Baranik, Wang, Gong, & Shi, 2014). El
compartir social después del trauma predijo mayor crecimiento post-traumático subsecuente (Garcia et al., 2016; Páez,
Basabe, Ubillos, & González-Castro, 2007; Rimé, Páez, Basabe, & Martínez, 2010). Un estudio encontró que el compartir
social se asoció con decrementos en la intensidad emocional varios días después para episodios relacionados con el
enojo pero no para aquellos relacionados con la tristeza (Brans et al., 2014). Por contraste, un compartir social repetido
sobre la misma experiencia emocional a lo largo de varios meses predijo menos reducción en la intensidad emocional
(Curci & Rimé. 2012). Entonces, aunque mucha de la literatura sugiere que el compartir social no está relacionado con
la recuperación emocional de eventos perturbadores, el efecto podría depender de la emoción negativa específica o
resultado estudiado. Más aún, el compartir social repetido del mismo evento a lo largo de los meses puede, de hecho,
mantener las emociones negativas.
La asociación entre el compartir social de la emoción y la rumia individual también es mixta. El compartir social
correlaciona con mayor rumia individual en algunos estudios pero no en otros (Baranik et al., 2014; Finkenauer & Rimé,
1998; Rimé et al., 1991, 1992, 2010). Un estudio encontró que, al controlar para la intensidad del evento emocional, entre
más rápido compartían las personas un evento, más rumiaban individualmente (Rimé et al., 1991). Por supuesto, también
podría ser que entre más personas rumien individualmente sobre un evento, más pronto compartirán socialmente. En
otro estudio, la gente tenia menos probabilidad de rumiar individualmente sobre eventos que habían compartido con otros
que sobre eventos que no habían compartido (Finkenauer &Rimé, 1998). Podría ser que la gente le da sentido al evento
durante el compartir social, así que no necesitan rumiar tanto de manera privada. Alternativamente, la gente podría
compartir eventos que ya comprendieron mejor. Finalmente, el comparitr social indirectamente predijo más rumia
deliberada vía mayor afrontamiento enfocado en problemas (García et al., 2016). Quizá el compartir social contribuye a
pensamientos repetitivos más intencionales para conseguir comprensión. Por supuesto, sin estudios longitudinales o
experimentales, la dirección de estas asociaciones no puede ser conocida.
¿Qué podría explicar los efectos mixtos del compartir social en la recuperación emocional y la rumia individual? Algunos
investigadores proponen que se debería hacer una distinción entre la cantidad (p ej. frecuencia) versus la calidad del
compartir social. Un compartir social de mayor calidad involucra revelar información emocional y personal significativa en
un contexto privado, seguro y comprensivo; evocando apoyo y aseguramiento de quienes escuchan. Compartir de baja
calidad involucra revelar material superficial en un contexto tenso, menos privado y más crítico, evocando reacciones
negativas o inapropiadas de quienes escuchan. Dos estudios apoyan esta distinción y sugieren que el compartir de alta
calidad predice mejores resultados. En pacientes hospitalizados que esperan una cirugía de bypass cardiaco, la cantidad
del compartir social se asoció inicialmente con mayor estrés pre-quirúrgico (Panagopoulou, Maes, Rimé, & Montgomery,
2006). Sin embargo, esta asociación desapareció cuando se controló para la calidad del compartir social. En cambio, un
compartir social de más alta calidad se asoció con un menor estrés pre-quirúrgico. Similarmente, en pacientes
ambulatorios de VIH/SIDA, un compartir social de más alta calidad se asoció con mejor salud física y mental general
(Cantisano, Rimé, & Teresa Munoz Sastre, 2015).
Rimé (2009) propuso una distinción más entre los dos modos diferentes de compartir social de más alta calidad que
influyen en los resultados de manera diferencial. La diferencia central entre estos modos es el tipo de respuesta de quien
escucha, que a su vez lleva a diferentes resultados para quien habla. El compartir socio-afectivo elicita apoyo, empatía
y consuelo, mientras que el compartir social cognitivo elicita re-evaluación u otros tipos útiles de re-estructuración
cognitiva. Rimé (2009) argumentó que el compartir socio-afectivo provee alivio emocional inmediato porque brinda
validación y conexión. Sin embargo, si las personas no han procesado cognitivamente el evento, este alivio puede solo
ser temporal. En cambio, el compartir social sólo proveerá verdadera recuperación emocional si habilita a las personas
a involucrarse en procesamiento cognitivo útil de los eventos perturbadores. Interesantemente, el compartir social
espontáneo tiende a ser principalmente de naturaleza socio-afectiva. De hecho, la gente reporta que la mayoría de su
compartir social evoca apoyo más que sugerencias para una re-interpretación cognitiva (Brans et al., 2013). En estudios
de los motivos, la gente comparte eventos negativos como un intento de obtener alivio emocional, apoyo social y consejo
((Delelis & Christophe, 2016; Duprez, Christophe, Rimé, Congard, & Antoine, 2015). Rimé (2009), por lo tanto, sugirió
que dado que el compartir social es naturalmente más de apoyo que cognitivo, puede proveer solo alivio emocional
temporal pero no recuperación emocional a largo plazo. Más aún, la naturaleza temporal del alivio hace que la gente
necesite compartir de manera repetida.
Algunos estudios han comparado de manera explícita estos dos modos de compartir social. Una estudio de muestra de
experiencias encontró que el compartir social socio-afectivo -pero no el cognitivo- estuvo asociado de manera única con
una duración más corta de la emoción negativa (Brans et al., 2013). Sin embargo, no hubo efecto en el modo de compartir
sobre la recuperación emocional. Por supuesto, la dirección de las asociaciones no puede ser determinada; podría ser
que los episodios emocionales mas cortos tienen menos probabilidad de disparar compartir social socio-afectivo. En un
par de experimentos, los participantes miraron un video pertubador y después compartieron sus emociones con un
confederado que se comportaba ya sea brindando apoyo ( condición socio-afectiva) u ofrecía una perspectiva diferente
de la película (condición cognitiva) (Lepore, Fernandez-Berrocal, Ragan, & Ramos, 2004). En ambos estudios, los
participantes reportaron menos malestar eocional y menos pensamientos intrusivos cuando se re-expusieron al video
dos días después de que se habían involucrado en el compartir cognitivo. En un experimento similar, el malestar
emocional y la conexión social fueron evaluados inmediatamente después del compartir social, así como dos días
después (Nils & Rimé, 2012). Interesantemente, el compartir socio-afectivo llevó a los participantes a experimentar menos
emociones negativas y no tuvo efecto en la cercanía o soledad. Dos días más tarde, después de ser expuestos de nuevo
a los videos negativos, no había un efecto del compartir socio-afectivo sobre la emoción negativa, mientras que el
compartir cognitivo de nuevo llevó a una emoción negativa menos fuerte. Para este punto ya no había efectos en las
variables interpersonales, aunque los participantes subjetivamente reportaron recibir más beneficios del compartir socio-
afectivo. En resumen, estos estudios sugieren que el compartir socio-afectivo contribuye a resultados inmediatos,
específicamente más intensas pero más cortas emociones negativas y una conexión incrementada con la persona que
escucha. Por contraste el compartir cognitivo probablemente promueve la recuperación emocional unos días después.
Resultados interpersonales
Rimé (2009) también se enfocó en las consecuencias colectivas interpersonales del compartir social de la emoción, tanto
para quienes hablan como para quienes escuchan. La investigación en esta sección se enfoca no sólo en el compartir
social en respuesta a eventos individualmente significativos sino también en el compartir social sobre eventos que
ocurrieron a muchas personas o una sociedad entera. Los desastres colectivos tales como ataques terroristas proveen
un disparador poderoso para el compartir social. De hecho el modelo de etapa social para el afrontamiento de desastres
colectivos (Pennbaker & Harber, 1993) identifica tres etapas de reacción emocional e interpersonal a los desastres e
incorpora tanto la rumia individual como el compartir social de la emoción. La fase de emergencia dura entre 1 y 4
semanas después del desastre y está caracterizada por altos niveles de ansiedad y depresión, rumia individual y
expresiones de solidaridad, así como frecuente e intensivo compartir social con otras personas. La fase de inhibición
ocurre generalmente en el segundo mes después del evento, muestra una reducción significativa en la cantidad del
compartir social pero niveles similares de rumia individual. La fase de adaptación, empieza aproximadamente de 6 a 8
semanas después del evento, y se caracteriza por una reducción en la solidaridad y la rumia individual.
La evidencia empírica apoya la teoría de que el compartir social ocurre después de los desastres colectivos. En la primera
semana después de los bombardeos terroristas del 9/11 en los Estados Unidos De Norteamérica, por ejemplo, el 98%
de los encuestados a lo largo del país dijeron que sobrellevaron la situación hablando con otras personas, y que aquellos
que tuvieron una respuesta más fuerte al estrés, se involucraron en un compartir social más frecuente (Schuster et al.,
2001). En un estudio longitudinal, los ciudadanos franceses fueron evaluados una semana, un mes y dos meses después
de los bombardeos terroristas de Charlie Hebdo en París (Pelletier & Drozda-Senkowska, 2016). El compartir social
mostró niveles altos una semana después de los ataques y se redujo en los 2 meses subsecuentes. Los investigadores
también evaluaron a los estudiantes universitarios y sus familiares 1, 3 y 8 semanas después de las bombas terroristas
en Madrid en 2004 (Rimé et al., 2010). Tanto el compartir social como la rumia individual ocurrieron a niveles muy altos
1 semana después de los bombardeos y se redujeron marcadamente a las 3 semanas e incluso más a las 8 semanas.
Interesantemente, la gente se involucró en más compartir social que en rumia individual 1 semana después del desastre,
mientras que la rumia individual fue más frecuente para la semana número 8. Entonces, la teoría y los datos sugieren
que el compartir social y la rumia individual pueden ser diferentes mecanismos de afrontamiento con trayectorias únicas
en los desastres colectivos.
Rimé (2009) planteó como hipótesis que compartir las experiencias perturbadoras con otras personas incrementa las
percepciones de empatía, similitudes percibidas, cercanía, y en última instancia el agrado mutuo. Como Rose (2002)
reconoció, la gente que se involucra en revelaciones íntimas en general agradan mas que las personas que no revelan
(Collins & Miller, 1994). En apoyo de la hipótesis de Rimé, el compartir socio-afectivo en particular contribuyó a emociones
aumentadas de cercanía y reducción de soledad para la persona hablante (Nils & Rimé, 2012). Similarmente, el compartir
social 1 semana después del bombardeo en Madrid predijo mayor apoyo social percibido en las semanas siguientes
(Rimé et al., 2010). En un experimento que ponía a prueba la solidaridad grupal, los participantes vieron una película y
después fueron asignados a hablar con otras tres personas sobre los aspectos emocionales o los aspectos técnicos de
la película (ver Rimé 2009). Hablar sobre las emociones llevó a mayores sentimientos de conexión dentro del grupo.
Similarmente, después de las bombas de Charlie Hebdo, la gente que se involucró en mayor compartir social tuvieron
más probabilidad de participar en una demostración de solidaridad, sugiriendo de nuevo que el compartir social puede
promover un sentido de conexión grupal (Pelletier & Drozda-Senkowska, 2016).
Una consecuencia de la respuesta emocional de las personas que escuchan al compartir social podría ser la necesidad
de involucrarse en compartir ellas mismas, un constructo llamado compartir social secundario. La gente a quien se le
contó una experiencia emocional por parte de alguien cercano experimentan emociones moderadamente fuertes
(Christophe & Rimé, 1997; Christophe, Delelis, Antoine & Nardino, 2008; Curci & Belleli, 2004). Este contagio emocional
podría disparar la necesidad de su propio compartir social. De hecho, entre el 66% al 85% de los participantes reportan
involucrarse en compartir social secundario. El contenido del compartir social puede consistir en detalles sobre el evento,
describiendo las reacciones del hablante original y expresando sus propias opiniones y reacciones emocionales al evento
(Christophe et al., 2008). El receptor del compartir social secundario es casi siempre una relación íntima, tal como pareja
romántica, amigo o familiar. Interesantemente, la gente es proclive a compartir incluso cuando se les ha pedido que
mantengan la información en secreto (Curci & Bellelli, 2004). La gente reporta involucrarse en compartir social secundario
de eventos intensos negativos para poder recibir soporte emocional y comparar sus reacciones y percepciones del evento
con las de alguien más (Christophe et al., 2008). De hecho, entre más intensas sean las emociones que la gente siente
después de escuchar una experiencia emocional de alguien más, le dicen a un mayor número de personas. El compartir
social secundario también es más probable de ocurrir cuando las personas escuchan historias inusuales que violan sus
propias expectativas, en contraste con una menor probabilidad cuando las historias o los narradores de ellas tienen un
fuerte contenido emocional (Harber, Podolski & Dyer, 2014). Entonces, el compartir social secundario probablemente
refleja la emoción de la segunda persona, aunque puede no ser la misma emoción que la del narrador original.
Yendo un paso más lejos, hay evidencia de que la mayoría de las personas se involucran en compartir social terciario, o
compartir algo que escucharon de segunda mano. Un estudio de campo ingenios que siguió a 33 estudiantes después
de su visita a la morgue del hospital como parte de una clase (Harber & Cohen, 2005). La intensidad de la reacción
emocional de estos estudiantes a la experiencia predijo el numero de personas a las que les contarían (compartir social
primario), el numero de personas a las que sus amigos les contarían (compartir social secundario) y el número de
personas a las que le contarían los amigos de sus amigos (compartir social terciario). De hecho, en 10 días, casi 900
personas habrían escuchado de este evento.
Debido a la propagación del compartir social, el compartir social de eventos colectivos podría tener consecuencias
sociales mayores. Específicamente, el compartir social de eventos que son relevantes para un grupo grande puede
facilitar la memoria colectiva, o recuerdos albergados ampliamente por miembros de la comunidad sobre eventos
importantes que dieron forma a la identidad colectiva (Hirst & Manier, 2008). Los recuerdos colectivos, o las narrativas
compartidas, pueden iniciar dentro y entre los individuos pero frecuentemente son formalizados en el mundo a través de
textos, arte, monumentos, museos, festividades y hasta nombres de calles. Las teorías de la memoira colectiva
argumentan que el recordar frecuente y discutir eventos comunes del pasado construye las narrativas colectivas (Hirst &
Manier, 2008) Hablar sobre eventos es una forma de ensayo de memoria y contribuye a recordar mejor dentro del
individuo. Los investigadores de memoria ha encontrado repetidamente que hablar puede propagar un recuerdo -
verdadero o falso- de una persona a otra (Coman, Brown, Koppel, & Hirst, 209). Más aún, discutir una experiencia
compartida hace los recuerdos individuales de la experiencia más similares. En suma, el compartir social de la emoción,
aún cuando se hace para brindar soporte, conexión, y alivio emocional, puede contribuir a una reconstrucción colectiva
de los eventos pasados compartidos. Una memoria colectiva más fuerte está asociada con fuerte identificación grupal (p
ej. Bellehumeur, Laplante, Lagace, & Rodrigue, 2011).
Finalmente el compartir social de los eventos emocionales compartidos también puede contribuir al clima emocional
percibido, o como los individuos piensan que la mayoría de la gente se está sintiendo en la sociedad (Rimé,2007). Los
climas emocionales frecuentemente resultan de eventos emocionales compartidos colectivamente y pueden existir de
forma separada a las emociones individuales. Son como estados de ánimo o atmósferas colectivas. Se pueden hacer
dos hipótesis. La primera, porque el compartir social puede reactivar emociones relacionadas con eventos, el compartir
social negativo podría contribuir con la percepción de un clima emocional más negativo. Por otro lado, dado que el
compartir social de la emoción lleva a una mayor intimidad y cohesión, puede facilitar un clima emocional positivo. Los
datos sobre esta asociación son mixtos. Inmediatamente después del atentado de Madrid, mayor compartir social 1
semana después de la explosión de las bombas en el metro predijo un clima emocional más positivo 2 meses después
(Páez et al., 2007). Por contraste, el compartir social después de los ataques en Paris en 2015 no se asoció con el clima
emocional percibido (Pelletier & Drozda-Senkowska, 2016). Más investigación se necesita sobre el efecto del compartir
social en el clima emocional percibido.
Resumen
En resumen, el compartir social ocurre tanto para eventos personalmente perturbadores y desastres colectivos. La
mayoría del compartir social tiende a ser de naturaleza de apoyo y contribuye con el alivio emocional inmediato y la
cercanía interpersonal. Sin embargo, solo el compartir que anima la re-evaluación cognitiva o re-estructuración puede
probablemente promover verdadera recuperación emocional en el tiempo. A pesar de la cercanía interpersonal y la
solidaridad que el compartir social puede promover, también lleva a un efecto de contagio, que a su vez puede disparar
compartir social secundario y terciario. Por esta razón, el compartir social puede contribuir a la memoria colectiva y al
clima emocional percibido. Las asociaciones transversales entre el compartir social y la rumia individual son mixtas, pero
el trabajo longitudinal sugiere que siguen trayectorias únicas. La cantidad de tiempo transcurrido desde el evento
perturbador puede moderar la correlación entre compartir social y rumia individual, una hipótesis que la investigación
futura puede poner a prueba.
Rumia colectiva
Una pregunta novedosa pero relacionada es si la gente rumia en grupos de personas similares sobre problemas
compartidos, un constructo llamado rumia colectiva. En su revisión en el campo de la rumia enojada, Denson (2013) hizo
algunas proposiciones sobre la rumia enojada colectiva. Él sugirió que volver a narrar las injusticias a uno mismo o a
otros en el grupo puede mantener el enojo a través de los años e incluso generaciones. Este proceso podría explicar
incidentes de guerra, venganza de sangre y terrorismo que son llevados a cabo décadas después de una provocación
percibida. La literatura de psicología social sugiere que la interacción social y las dinámicas de grupo pequeño juegan un
rol en la acción colectiva, o esfuerzos para mejorar la posición del grupo de uno en la sociedad. Sin embargo los
investigadores sólo han teorizado sobre el constructo de la rumiación colectiva.
Mis colegas y yo llevamos a cabo una serie de estudios para atender esta brcha. Específicamente, nuestra meta era
medir la rumiación con otros similares sobre un agravio compartido y examinar si está asociado con tanto los resultados
intrapersonales como los interpersonales. Con el fin de examinar ésta pregunta de investigación, creamos un cuestionario
de rumia colectiva basado en el cuestionario de co-rumiación (Borders, 2017; Pruzniak, Playter, & Borders, 2016) de
Rose (2002).
La medida evaluó la extensión con la cual los individuos hablan repetidamente con otros miembros sobre discriminación
percibida hacia el propio grupo. Planteamos la hipótesis de que mayor discriminación percibida estaría asociada con
mayor rumia colectiva sobre la discriminación, lo que a su vez estaría relacionado con mayor enojo e intenciones
colectivas de acción. En muestras de minorías étnicas, mujeres, y minorías sexuales, encontramos que más
discriminación percibida se asoció con más rumiación colectiva sobre discriminación. También encontramos que la
rumiación colectiva correlacionó con más enojo sobre la discriminación, más rumia individual, más identificación con el
grupo, y mayores intenciones de realizar acciones colectivas normativas en contra de la discriminación.
Después intenté manipular la rumia colectiva en un ambiente de laboratorio. Específicamente, estudiantes de licenciatura
leían un artículo sobre la mala calidad de la comida que provee a su universidad (Borders, 2018). Después de la
introducción de este agravio compartido, los participantes fueron asignados al azar a dos condiciones: escribir
expresivamente sobre el tema o discutir el asunto con otros participantes que también acababan de leer el artículo.
Interesantemente, los participantes que escribieron reportaron disminución en el enojo. Los participantes en la condición
de rumia colectiva también reportaron menor rumia individual pero más sentido de pertenencia con otros estudiantes y
un clima emocional más positivo, comparado con los participantes en la condición de escritura expresiva.
Entonces, estos estudios iniciales arrojaron información contradictoria. Por un lado, la rumia colectiva sobre la
discriminación percibida -medida en un cuestionario de características- se asoció con más enojo y rumia individual. Por
otro lado, la rumia colectiva sobre un agravio compartido -manipulado como discusión con otros estudiantes- predijo
menos enojo y rumia individual, comparado con la rumia individual manipulada. Podría ser que la rumia colectiva lleva a
un alivio emocional inmediato pero que en general, la gente que rumia colectivamente tiende a tener mayor enojo e
involucrarse en mayor rumia individual. Por supuesto, los estudios de encuestas transversales no pueden determinar si
el enojo y la rumia individual ocurrió antes o después de la rumia colectiva. En todos estos estudios, la rumia colectiva
se asoció con mayor conexión percibida e identificación con el propio grupo, reflejando los hallazgos de las literaturas de
co-rumiación y compartir social.
Conclusión
Éste capítulo revisó varias distintas literaturas, todas de las cuales se enfocan en el efecto de las expresiones repetidas
de emociones negativas y eventos asociados. A diferencia de capítulos anteriores, que revisaron principalmente las
consecuencias negativas de la rumia privada, la rumiación expresada tiene consecuencias tanto positivas como
negativas. En esta sección de conclusión, examino las similitudes y diferencias entre los varios tipos de rumiación
expresa, así como potenciales mecanismos de sus efectos.
Primero, hay algunas similitudes impactantes con los resultados interpersonales. La co-rumiación, el compartir social y
la rumia colectiva todas contribuyen a las percepciones de mayor cercanía y conexión con otras personas. Esto puede
ocurrir porque compartir sentimientos con otros incrementa las emociones congruentes entre personas, lo que puede
incrementar la identificación grupal y/o el sentido de pertenencia. Solo la la literatura de co-rumiación ha examinado las
consecuencias sociales a largo plazo de la expresión repetida, encontrando que podría afectar negativamente las
relaciones en el tiempo. En el corto plazo, este tipo de expresión evoca apoyo y genera sentimientos de cercanía. Estas
literaturas también han encontrado que la expresión en el contexto de un oyente de apoyo llevó a resultados psicológicos
positivos o a ausencia de resultados negativos.
Por contraste, el compartir social y la escritura expresiva se conceptualizan como respuestas intencionales de
afrontamiento ante un evento de vida negativo. De manera congruente, reflejando la metodología de psicología social, la
mayoría de los estudios sobre el compartir social y escritura expresiva manipulan estos constructos. Hay poca atención
en estas literaturas a las diferencias individuales de tipo rasgo. La investigación descriptiva no indica que el compartir
social es naturalmente repetitivo, en tanto que las personas comparten eventos perturbadores muchas veces, con
muchas personas diferentes. Sin embargo, no se asume que el compartir social o la escritura expresiva refleja las
tendencias generales de la expresión repetitiva, intrusiva y posiblemente no-intencional. Esto podría explicar por qué el
compartir social y la escritura expresiva no correlacionan de manera robusta con la rumia individual, al menos en el largo
plazo. Específicamente, la escritura expresiva predice mejor funcionamiento psicológico y físico, y el compartir social
contribuye al crecimiento post-traumático y bienestar y está generalmente no está relacionado con la recuperación
emocional. En una comparación experimiental inusual, Lyubomirsky, Sousa y Dickerhoof (2006) contrastaron la rumia
privada, la escritura expresiva y el hablar sobre los problemas. Específicamente, los estudiantes de universidad
escribieron, hablaron a una grabadora o pensaron de manera privada (rumiaron) sobre sus peores experiencias de vida
durante 15 minutos por 3 días consecutivos. Tanto el escribir como el hablar sobre la experiencia negativa llevó a una
mejoría en la satisfacción de vida, salud mental y funcionamiento social así como a menos síntomas físicos 4 semanas
después comparado con la rumiación privada.
¿Qué cosa de la escritura expresiva y del compartir social contribuye a mejor funcionamiento psicológico y por qué la co-
rumiación está relacionada aunque inconsistentemente, a peor funcionamiento social? Afortunadamente las
investigadoras han arrojado luz en los potenciales mecanismos de la escritura expresiva y el compartir social.
Primero, la expresión puede permitir que la gente gane comprensión y se involucre en la re-evaluación cognitiva.
Pennebaker (1993) encontró que participantes que se benefician más de la escritura expresiva utilizan cada vez más
reflexión ( p. ej. "considero" y "sé") y palabras causales (p ej. "porque", "causa" y "efecto") en el curso de su escritura. La
gente también reporta que la escritura expresiva les ayuda a darle sentido a un evento, provee significado, y les hace
sentir que quieren hablarlo con otras personas ( Guastella & Dadds, 2006). Similarmente, la escritura expresiva sobre
eventos traumáticos lleva a una reducción en la evaluación negativa del evento (p ej. incontrolable, amenazante, y
estresante), así como evitación reducida (Páez, Velasco, & González, 1999; Park & Blumberg, 2002). Interesantemente,
el contenido de la escritura expresiva progresa en las sesiones subsecuentes, de modo que los ensayos se vuelven cada
vez menos enfocados en el evento y en el pasado así como menos traumáticos (Guastella & Dadds, 2006). En cambio,
la escritura de la gente se vuelve más perspicaz, positiva, orientada al presente y futuro, y enfocada en encontrar beneficio
y re-evaluación del evento negativo. Las entrevistas en persona de hombres que han perdido a sus parejas por VIH
indicaron que las segundas entrevistas (p ej. 4 semanas, en comparación con 2 semanas, después de la muerte) se
enfocaron menos en la muerte y el pasado, más positivas y contenían mayor cantidad de palabras reflexivas
(Pennebaker, Mayne, & Francis, 1997). Entonces, el aumento de la comprensión y positividad vistos en la escritura
expresiva fue reflejado en expresiones verbales a otro individuo.
La expresión también podría proveer una oportunidad para exposición y habituación. Repetidamente describir y
confrontar una experiencia negativa podría llevar a una reducción de pensamientos y emociones asociadas, tanto por
extinción como por proveer mayor auto-eficacia en la habilidad de la propia persona de confrontar experiencias difíciles
(Sloan & Marx 20004). Apoyando este mecanismo, más frecuentes (p ej. al menos 3 sesiones) y prolongadas (p. ej más
de 15 minutos) escrituras expresivas están asociadas con mejores resultados psicológicos (Frattaroli, 2006). Más aún,
los niveles de malestar y emocionalidad durante la escritura expresiva disminuyen durante cada sesión sucesiva
(Guastella & Dadds, 2006). Tres sesiones de escritura expresiva sobre la misma experiencia traumática lleva a mejores
resultados que la escritura sobre diferentes experiencias cada sesión (Sloan, Marx, & Epstein, 2005). Estos resultados
sugieren que es la naturaleza repetitiva de la escritura expresiva la que lleva a mejores resultados psicológicos.
La expresión verbal requiere que la gente haga sus pensamientos y emociones más concretos y organizados de modo
que puedan comunicarlos de manera efectiva (Pennebaker & Beall, 1986). A diferencia de una corriente de conciencia,
a la que le puede falta precisión y coherencia, escribir y hablar usualmente requieren algún tipo de narrativa. Este proceso
de proveer estructura y etiquetas a evento perturbadores puede promover el procesamiento emocional (Lyubomirsky et
al., 2006). Por ejemplo, poner las emociones en palabras reduce la intensidad subjetiva de las emociones (Liberman,
Inagaki, Tabibnia, & Crockett, 2011). Adicionalmente, la escritura expresiva que instruye a los participantes a crear una
narrativa de un evento perturbador está asociada con menor discapacidad funcional que resulta de síntomas físicos en
comparación con la escritura de manera fragmentada (Smyth, Trye, Souto, 2001). Finalmente, el apoyo para este
mecanismo viene del trabajo extensivo de los beneficios del procesamiento concreto, tales como resolución social de
problemas mejorada, reducción de los pensamientos intrusivos, menos auto-evaluación negativa y menor cantidad de
síntomas psicológicos (ver Capítulo 10: Terapias Cognitivos Conductuales).
Similarmente, poner respuestas afectivas en palabras para poder compartirlas obliga al individuo a etiquetar sus
emociones, un componente importante la regulación emocional que puede cultivar el afrontamiento adaptativo (Zaki &
Williams, 2013). Si el compartir social también incluye nombrar y evaluar las causas de la respuesta emocional de la
propia persona, éste proceso evaluativo puede facilitar aun más el manejo. Otros investigadores argumentan que la
expresión le permite a la gente observarse experimentando, expresando y controlando sus emociones (Lepore et al.,
2002). Esto puede proveer a las persona con un sentido aumentado de auto-eficacia para manejar las emociones difíciles,
lo que puede contribuir a evaluaciones menos negativas de eventos futuros estresantes. De hecho, un estudio encontró
que la co-rumiación con un amigo se asoció con mejor regulación en respuesta tanto al enojo como a la tristeza, aunque
se relacionó con más síntomas depresivos. (Criss et al., 2016). Los autores especularon que compartir problemas con
amigos puede proveer un contexto seguro para expresar emociones negativos, llevando a un auto-manejo más efectivo.
Por lo tanto, la expresión puede incrementar la capacidad de la gente de regulación emocional.
Finalmente, algunos autores han cuestionado si la escritura expresiva y el compartir social son benéficos porque
involucran una catarsis, o liberación emocional. La idea moderna de que la catarsis es de ayuda se remonta a Freud,
quien propuso que las emociones reprimidas y no expresadas se acumulan y causan síntomas psico-somáticos, mismos
que requieren como tratamiento la expresión de las emociones negativas. Esta idea ha permeado la cultura occidental a
tal grado que mucha de la gente no experta en el tema está de acuerdo que simplemente hablar de los problemas disuelve
su impacto emocional (Scheff, 2007). Sin embargo, la investigación que existe no respalda, en general, el beneficio de la
catarsis. Por ejemplo, descargar verbalmente la ira de hecho aumenta la agresión en vez de reducirla (Lohr, Olatunji,
Baumesiter, & Bushman, 2007). Adicionalmente, la evidencia terapéutica sobre las consecuencias emocionales que tiene
hablar de los eventos traumáticos sugiere que puede llevar a malestar emocional (Lilienfeld, 2007). Aun basándonos en
la literatura presentada en este capítulo, la evidencia de la catarsis es mixta. En el momento, la escritura expresiva
generalmente lleva a más emociones negativas, mientras que el compartir social contribuye al alivio emocional inmediato
del enojo, pero no necesariamente de la tristeza. Entonces, no hay suficiente evidencia para sugerir que la liberación
emocional es un mecanismo para los efectos benéficos de la escritura expresiva y el compartir social.
En resumen, la escritura expresiva y el compartir social pueden contribuir a un mejor funcionamiento psicológico porque
engendran comprensión y re-evaluación cognitiva, proveen oportunidades para la exposición y habituación, requieren la
creación de narrativas más concretas y cultivan una regulación emocional mejorada. No hay evidencia de que estos
cambios en los patrones de pensamiento ocurran con el paso del tiempo con la rumia privada. Más aún, escribir o hablar
con otras personas sobre un evento perturbador puntual puede llevar a beneficios precisamente porque implica esfuerzos
intencionales y activos de la persona para afrontar. De hecho, es posible que la escritura expresiva y el compartir social
cambien la naturaleza y contenido de la rumia privada de modo que se convierte en algo parecido a la rumia deliberada
(p. ej. pensamientos repetitivos reflexivos y controlados que están enfocados en darle sentido a un evento) estudiado por
investigadores de TEPT (ver capítulo 2: Rumiación y desórdenes relacionados con la ansiedad). Entonces, expresar
pensamientos rumiantes a través de escritura intencional o compartir social podría gradualmente cambiar la naturaleza
y el contenido de la rumia interna, de modo que se vuelve constructivo. Esta parece una posibilidad importante que puede
examinar la investigación futura.
¿Cómo podrían aplicar estos mecanismos a la co-rumiación? No hay razón para pensar que la co-rumiación no ofrece
oportunidades para exposición, concreción aumentada y regulación emocional mejorada. Al mismo tiempo, es posible
que la co-rumiación promueva quedarse atascados en negatividad continua. Debido a que la co-rumiación involucra
enfocarse en emociones negativas y motivación a hablar de problemas por parte de quién escucha, podría impedir que
la gente cambie su pensamiento a lo largo del tiempo para volverse más reflexivo, positivo y enfocado en encontrar el
beneficio. Es importante notar que el cuestionario de co-rumiación evalúa tanto los conceptos orientados a la
comprensión (p. ej. especular sobre las causas y la naturaleza del problema en sí) y las evaluaciones negativas (Rose,
2002). Debido a que la medida se evalúa como un constructo unidimensional, los investigadores podrían estar perdiendo
de vista efectos opuestos de estas dos facetas de la co-rumiación. EN un estudio que separó estas facetas, la
especulación cognitiva no tuvo relación con el malestar emocional (Rose et al., 2017). Futuros estudios deberían
examinar estas facetas por separado y explorar si es que el contenido exacto de la co-rumiación cambia con
conversaciones repetidas. Si no, esto sugeriría que hay algo de la co-rumiación, a diferencia del compartir social que
mantiene a la gente atorada en discusiones que no ayudan. Una posibilidad es que la gente que tiene fuertes tendencias
a discutir repetidamente los problemas con otras, particularmente si se instalan en emociones negativas, pueden estar
utilizando la co-rumiación menos como una estrategia intencional de afrontamiento y más como una reacción
descontrolada a emociones intolerables. La co-rumiación podría incluso funcionar como una forma pasiva de evitación
conductual.
Finalmente, quiero notar que estas literaturas atienden diferentes tipos de potenciales moderadores. La literatura de co-
rumiación ha examinado si la persona específica con quien alguien comparte (p. ej. amigo, progenitor, y pareja romántica)
y el problema específico (p. ej. social vs. no-social) influye los resultados. Esta literatura también sugiere que pueden
existir importantes diferencias de género en la naturaleza y contenido de la expresión. La literatura sobre el compartir
social se ha enfocado en la naturaleza específica a la respuesta de quien escucha, por ejemplo si es que la respuesta
brinda más apoyo emocional o promueve la re-evaluación cognitiva. Cada literatura puede beneficiarse de explorar
algunos de estos potenciales moderadores. Claramente hace falta más investigación para comprender mejor en qué
circunstancias y para quién la expresión negativa de las experiencias es útil versus maladaptativa.
Capítulo 7
Detonantes de rumia
Resumen
Este capítulo explora por qué las personas rumian. Después de describir la teoría de control influencial de la
rumia, exploro como la rumia puede ser conceptualizada en términos de la teoría de afrontamiento de Lazarus
y Folkman (1984). Después examino la evidencia empírica que demuestra que varias emociones negativas
detonan rumia. El capítulo entonces explora maneras en que diferentes eventos estresantes detonan rumia,
incluyendo características de los estresores que hacen que la rumia aparezca con mayor probabilidad, también
investigación sobre tres tipos mayores de detonantes: interpersonal, infancia y estresores relacionados con
situaciones de estigma.
Palabras clave
Rumia; teoría del control; detonantes; emociones negativas; estresores interpersonales; estresores en la
infancia; estresores de situaciones estigmatizantes;
Visión general
Este capítulo explora las razones por las que las personas rumian. Después de describir la teoría del control
influencial de la rumia, exploro como la rumia puede ser conceptualizada en términos de la teoría de
afrontamiento de Lazarus y Folkman (1984). Después examino la evidencia empírica que demuestra que varias
emociones negativas detonan rumia. El capítulo entonces explora maneras en que diferentes eventos
estresantes detonan rumia, incluyendo características de los estresores que hacen que la rumia aparezca con
mayor probabilidad, también investigación sobre tres tipos mayores de detonantes: interpersonal, infancia y
estresores relacionados con situaciones de estigma.
La suposición de la literatura sobre la rumia ya revisada es que las personas rumian acerca de algo en
particular. Puede ser un humor negativo, un síntoma de salud mental, enfermedades físicas percibidas,
interacción interpersonal, resultados temidos, eventos molestos o traumáticos, o estados de ánimo no deseados.
De hecho es difícil entender que alguien rumie sin algo sobre que rumiar. Quizás es debido a que esta
suposición es muy obvia que hay menos investigación en los detonantes de rumia que en sus consecuencias.
Esta teoría primero describe dos teorías que proponen que tipos de experiencias probablemente detonen rumia.
Después reviso la literatura empírica existente en dos tipos de detonantes: estados de ánimo negativos y
estresores.
La teoría del control propone que la rumia es detonada por discrepancias percibidas en el progreso de metas
(Carver & Scheier, 1998; Martin & Tesser, 1996). Como se discute en un capítulo anterior (Capítulo 1, rumia
y trastornos del estado de ánimo), teorías comunes de autorregulación consideran que las personas
frecuentemente comparan sus estados actuales y deseados. Si la comparación resulta desfavorable, pueden
tornar su atención internamente (atención centrada en uno mismo), presumiblemente para entender la
discrepancia y buscar formas de resolverla. Basándose en estas teorías, Martin and Tesser (1996) afirmaron
que los pensamientos rumiativos reflejan intentos mentales de las personas para reducir una discrepancia
percibida. La rumia va a repetirse hasta que las personas resuelvan esta discrepancia, ya sea por cumplir la
meta deseada o al abandonar el deseo por esta. Un importante punto de esta teoría es que la rumia ocurre en
la ausencia de demandas ambientales inmediatas. De este modo, un chico que pierde el afecto de una chica
que él ama se encontrará pensando acerca de ella y tratando de entender qué salió mal, incluso cuando está
haciendo un examen de matemáticas o jugando fútbol. Este énfasis en cambios de atención involuntarios que
desvían la atención de tareas actuales sugiere que la rumia podría no ocurrir en momentos predecibles como
inmediatamente después de un estresor.
En esta teoría, la rumia puede tener consecuencias constructivas o destructivas. De resolver una discrepancia
percibida, eso podría mejorar el estado de ánimo y otros resultados. Por ejemplo, la rumba de el chico podría
involucrar desarrollar un plan para recuperar a la chica y entonces practicar su solución mentalmente, lo cual
si es exitoso va a terminar la rumia.
Sin embargo, la rumia se vuelve destructiva si un individuo no progresa en resolver una discrepancia y se
niega a abandonar la meta deseada. En este caso la rumia solamente incrementa la atención a la discrepancia,
lo qué empeora el estado de ánimo y mantiene la rumia. En nuestro ejemplo, si el chico fracasa en recuperar
el amor de la chica, entonces continuar teniendo le como un objeto de su deseo solo va a provocar mayor gasto
de energía mental y no permitirá que su corazón sane.
Alguna evidencia respalda la idea de qué la rumia ocurre en respuesta a falta de progreso en las metas y
esfuerzos desperdiciados al alcanzar una meta. La rumia ocurre más cuando los individuos reportan bajos
niveles de cumplimiento de metas (Moberly & Watkins, 2010) . Por ejemplo, en una mujer soltera un mayor
compromiso en encontrar una pareja de vida está asociado con mayor nivel de rumiación acerca de estar
soltera. (Gebhardt, Van Der Doef, Massey, Verhoeven, & Verkuil, 2010)
En el caso de estudiantes de primer año de universidad, entre menor capacidad de continuar participando en
actividades que habían sido importantes para ellos antes de la universidad (lo que indicaría fallar en el progreso
hacia las metas) más rumiaban (Millar, Tesser, & Millar, 1988).
Un estudio preguntó a los participantes que pensaron acerca de una preocupación no resuelta que los había
estresado durante la última semana o acerca de una preocupación que había sido molesta pero que ahora estaba
resuelta (Roberts, Watkins, & Wills, 2013).
Cómo se esperaba, pensar acerca de una meta no resuelta dirigía a mayor estado de rumiación que pensar
acerca de una meta resuelta, pero sólo en las personas con altos rasgos de rumiación. En otro estudio,
En esta teoría, la rumia puede tener consecuencias constructivas o destructivas. De resolver una discrepancia
percibida, eso podría mejorar el estado de ánimo y otros resultados. Por ejemplo, la rumia de el chico podría
involucrar desarrollar un plan para recuperar a la chica y entonces practicar su solución mentalmente, lo cual
si es exitoso va a terminar la rumia.
Sin embargo, la rumia se vuelve destructiva si un individuo no progresa en resolver una discrepancia y se
niega a abandonar la meta deseada. En este caso la rumia solamente incrementa la atención a la discrepancia,
lo qué empeora el estado de ánimo y mantiene la rumia. En nuestro ejemplo, si el chico fracasa en recuperar
el amor de la chica, entonces continuar teniendo le como un objeto de su deseo solo va a provocar mayor gasto
de energía mental y no permitirá que su corazón sane.
Alguna evidencia respalda la idea de qué la rumia ocurre en respuesta a falta de progreso en las metas y
esfuerzos desperdiciados al alcanzar una meta. La rumia ocurre más cuando los individuos reportan bajos
niveles de cumplimiento de metas (Moberly & Watkins, 2010) . Por ejemplo, en una mujer soltera un mayor
compromiso en encontrar una pareja de vida está asociado con mayor nivel de rumiación acerca de estar
soltera. (Gebhardt, Van Der Doef, Massey, Verhoeven, & Verkuil, 2010)
En el caso de estudiantes de primer año de universidad, entre menor capacidad de continuar participando en
actividades que habían sido importantes para ellos antes de la universidad (lo que indicaría fallar en el progreso
hacia las metas) más rumiaban (Millar, Tesser, & Millar, 1988).
Un estudio preguntó a los participantes que pensaron acerca de una preocupación no resuelta que los había
estresado durante la última semana o acerca de una preocupación que había sido molesta pero que ahora estaba
resuelta (Roberts, Watkins, & Wills, 2013).
Cómo se esperaba, pensar acerca de una meta no resuelta dirigía a mayor estado de rumiación que pensar
acerca de una meta resuelta, pero sólo en las personas con altos rasgos de rumiación. En otro estudio, el rasgo
y la rumiación depresiva se asociaron con una persistencia más prolongada en el intento de resolver anagramas
irresolubles, lo que sugiere que los rumiantes tienen dificultades para desconectarse de problemas irresolubles
(van Randenborgh et al., 2010).
Martin y Tesser (1996) creían que es más probable que las personas reflexionen sobre las metas que son
fundamentales para su bienestar. Por lo tanto, es más probable que las discrepancias que son especialmente
amenazantes para el sentido de sí mismo, la visión del mundo y el bienestar de las personas desencadenen la
rumiación. En apoyo de esta suposición, cuanto más central es un evento vital estresante anterior para la
autoidentidad de los participantes, más rumiación reportan (Allbaugh, Wright y Folger, 2016; Groleau,
Calhoun, Cann y Tedeschi, 2013). De manera similar, un mayor desafío a las creencias y visiones del mundo
fundamentales de un trauma predice una mayor rumiación (Cann, Calhoun, Tedeschi y Solomon, 2010; Cann
et al., 2011; Danhauer et al., 2013; Lindstrom, Cann, Calhoun y Tedeschi, 2013; Zhou, Wu, Fu y An, 2015).
En un estudio diario, los eventos negativos relacionados con metas personales produjeron más rumiación que
los eventos negativos no relacionados con metas personales (Lavallee & Campbell, 1995). La rumiación medió
la asociación entre la relevancia de la meta y el afecto negativo.
La teoría del control también enfatiza la naturaleza jerárquica de las metas. Las personas persiguen objetivos
de nivel inferior para alcanzar objetivos de nivel superior. Por ejemplo, el objetivo de alto nivel (es decir,
abstracto) de ser feliz se logra cuando las personas se involucran en comportamientos específicos (es decir,
concretos) cómo hacer un trabajo significativo, criar hijos, hacer ejercicio y hablar con buenos amigos. Debido
a que las metas de alto nivel a menudo se perciben como más centrales para el bienestar de uno, es probable
que las personas rumien sobre metas abstractas de alto nivel (la evidencia de esta afirmación se revisa en el
Capítulo 10: Terapias cognitivas conductuales). Sin embargo, la teoría del control afirma además que las
personas pueden reflexionar sobre un objetivo de nivel inferior si perciben el objetivo como una indicación
de su incapacidad para lograr un objetivo de nivel superior. En algunos experimentos, los participantes
intentaron completar analogías verbales irresolubles que les dijeron que evaluaban la inteligencia general y
predecían el éxito profesional futuro (Beckmann, 1994; Koole, Smeets, van Knippenberg y Dijksterhuis,
1999). Por lo tanto, se trataba de una manipulación del fracaso en un objetivo de nivel inferior que estaba
vinculado a un objetivo de orden superior. Esta retroalimentación de fallas condujo a una mayor rumiación,
en comparación con los grupos de control que estaban distraídos, y que no recibieron retroalimentación de
fallas o recibieron información de que las analogías realmente no evaluaban la inteligencia. En otro
experimento, los estudiantes de medicina que fallaron en una tarea que supuestamente indicaba su
competencia en situaciones médicas luego tomaron otra "prueba" que estaba relacionada o no con ser médico
(Brunstein & Gollwitzer, 1996). Curiosamente, al realizar una segunda prueba que no estaba relacionada con
ser médico provocó más rumia. En otras palabras, los estudiantes de medicina reflexionaban cuando no podían
avanzar hacia una meta importante (p. ej., convertirse en buenos médicos), para compensar por un fallo
relacionado.
Algunos investigadores han evaluado las diferencias individuales en la tendencia a vincular el fracaso de los
objetivos de nivel inferior con el objetivo de nivel superior de ser feliz. En un estudio, cuanto más vinculaban
los participantes objetivos de nivel inferior (p. ej., una relación romántica, seguridad financiera y peso ideal)
con la felicidad, más rumiaban y se sentían infelices (McIntosh & Martin, 1992). Estos efectos ocurrieron sólo
para objetivos de nivel inferior que las personas deseaban pero no habían alcanzado. Otra investigación
confirma que las personas que vinculan más tienen más probabilidades de rumiar y preocuparse (McIntosh,
Gillanders y Rodgers, 2010; McIntosh, Harlow y Martin, 1995; Verkuil, Brosschot, Gebhardt y Korrelboom,
2015). Estos resultados sugieren que no existe una asociación necesaria entre eventos particulares y la
ocurrencia de rumiación. Más bien, si las personas rumian en respuesta a una experiencia (por ejemplo, llegar
tarde a una cita) depende del significado que le asignen a esa experiencia. Si llegar tarde a esa cita en particular
fue una ocurrencia única y no tiene consecuencias negativas, hay pocas posibilidades de rumiación. Sin
embargo, si llegar tarde amenaza algo de valor (por ejemplo, un trabajo, una relación, la visión de uno mismo
como puntual y responsable), es probable que desencadene la reflexión.
La teoría del control tiene cierta superposición conceptual con la teoría del estrés y el afrontamiento de Lazarus
y Folkman (1984). Estos investigadores argumentaron que los eventos se vuelven estresantes sólo cuando las
personas los evalúan como importantes y difíciles de manejar. Específicamente, las valoraciones primarias
son las evaluaciones de las personas de un evento como una amenaza potencial para su bienestar. Esto es
similar al énfasis de la teoría del control en vincular eventos con amenazas a objetivos de nivel superior. La
teoría del estrés y el afrontamiento, sin embargo, sostiene que las personas hacen una segunda evaluación
sobre si tienen la capacidad de manejar la situación. Si las personas no creen que tienen los recursos adecuados
para hacer frente a un evento importante, es probable que el evento sea percibido como estresante. Por lo tanto,
el significado asignado a una situación implica no solo su relevancia para el bienestar de uno, sino también si
las personas creen que pueden manejarlo. Después de la evaluación de los eventos como estresantes, las
personas se involucran en esfuerzos de afrontamiento o estrategias conductuales y cognitivas destinadas a
manejar los factores estresantes y las emociones asociadas. De acuerdo con esta teoría, la rumiación constituye
un esfuerzo por hacer frente a eventos que se perciben como importantes y difíciles de afrontar. En la
terminología de la teoría del control, la rumiación ocurre cuando las personas intentan hacer frente (es decir,
reducir) una discrepancia entre las demandas situacionales percibidas y los recursos personales.
Los investigadores no están de acuerdo sobre qué tipo de estrategia de afrontamiento representa la rumiación.
Hay muchos sistemas propuestos para categorizar las estrategias de afrontamiento, lo que puede causar
confusión en el campo. Lazarus y Folkman (1984) distinguieron entre estrategias centradas en el problema,
destinadas a cambiar una situación negativa, y estrategias centradas en la emoción, destinadas a gestionar las
reacciones emocionales. Otra distinción común es entre estrategias orientadas al acercamiento, o intentos
activos de manejar la situación o las emociones asociadas, y estrategias orientadas a la evitación, o intentos
de retirarse de la situación y las emociones amenazantes (Billings y Moos, 1984). Aunque la rumiación parece
inicialmente una estrategia centrada en la emoción, las personas pueden esperar que les ayude a encontrar una
solución o respuesta a una situación negativa. De manera similar, la rumia se ha explicado tanto como una
estrategia de acercamiento como de evitación (p. ej., Connor-Smith, Compas, Wadsworth, Harding Thomsen
y Saltzman, 2000).
Algunos investigadores argumentaron que las estrategias de afrontamiento deberían clasificarse por tipo de
acción, en lugar de por función (p. ej., centrada en el problema frente a la emoción) o topología (p. ej., enfoque
frente a evitación) (Skinner, Edge, Altman y Sherwood, 2003). . Específicamente, propusieron que la
rumiación constituye su propio tipo de estrategia de afrontamiento, distinta de las estrategias de resolución de
problemas, búsqueda de apoyo, escape, distracción y reencuadre cognitivo. Hasta que los investigadores
acuerden un sistema único para categorizar las estrategias de afrontamiento, este enfoque de tratar la rumiación
como una estrategia de afrontamiento única quizás tenga más sentido.
Emociones negativas
Una de las suposiciones básicas sobre la rumia es que ocurre en respuesta a emociones negativas. Muchas de
las medidas más comunes de rumiación asumen una emoción negativa desencadenante, como tristeza,
ansiedad o ira. En la teoría del estilo de respuesta, por ejemplo, Nolen-Hoeksema (1991) propuso que la
rumiación depresiva se enfoca en un estado emocional negativo en lugar de un evento de vida negativo, porque
los estados de ánimo depresivos no necesariamente tienen un desencadenante externo claro. En términos de
la teoría del control, experimentar emociones negativas puede desencadenar una discrepancia percibida entre
cómo se sienten las personas actualmente y cómo quieren sentirse (Martin y Tesser, 1996). La teoría del
control también argumenta que los estados de ánimo negativos pueden hacer que las personas perciban que
están fallando en el progreso de sus objetivos. Además, los estados de ánimo negativos persistentes pueden
hacer que las personas dejen de perseguir los objetivos deseados, lo que deja sin resolver una discrepancia
percibida (Watkins, 2008). Por lo tanto, los estados de ánimo negativos pueden contribuir directamente a una
discrepancia percibida, aumentar la percepción de fracaso en el progreso de la meta e impedir que se resuelvan
las discrepancias, todo lo cual conducirá a la rumiación.
La evidencia empírica apoya el argumento teórico de que las emociones negativas desencadenan la rumiación.
Algunos estudios utilizaron la metodología de muestreo de experiencia para evaluar el estado de rumiación y
el afecto negativo general varias veces al día. Incluso controlando el rasgo de rumiación, el afecto negativo
predijo una mayor rumiación en el siguiente punto de revisión, que en promedio ocurrió 90 minutos más tarde
(Moberly & Watkins, 2008a,b; Moberly & Watkins, 2010). Sin embargo, el afecto negativo no predijo el
estado de la rumia al día siguiente (Kashdan, Young y McKnight, 2012). Tal vez el efecto directo del estado
de ánimo negativo sobre la rumiación solo dure una cierta cantidad de tiempo (por ejemplo, 90 minutos pero
no 24 horas). También es posible que los estados de ánimo negativos específicos sean más o menos propensos
a provocar la rumiación.
Los estados de ánimo y síntomas tristes y ansiosos predicen una mayor rumiación posterior. Por ejemplo, los
síntomas depresivos predicen una mayor rumiación depresiva entre 6 meses y 3 años después (Huffziger,
Reinhard y Kuehner, 2009; Nolen-Hoeksema, Stice, Wade y Bohon, 2007). El efecto del estado de ánimo
triste en la rumia puede ser particularmente fuerte para las personas deprimidas y anteriormente deprimidas
(Huffziger et al., 2009; Ingram y Wisnicki, 1999). En la literatura sobre ansiedad social, la ansiedad por un
próximo discurso y el miedo a la evaluación negativa después de eventos sociales predicen una mayor
rumiación anticipatoria y posterior al evento, respectivamente (Fehm, Schneider y Hoyer, 2007; Penney y
Abbott, 2015). Los síntomas depresivos y ansiosos también se asocian con una mayor rumiación de ira 5 años
después (Izadpanah, Schumacher y Barnow, 2017).
Pocas investigaciones se han centrado específicamente en la ira como una emoción desencadenante. En un
estudio de muestreo de experiencia, los estudiantes universitarios informaron sobre su estado de rumiación y
estado de ánimo enojado varias veces al día durante una semana (Borders & Lu, 2017). El nivel de ira no
predijo cambios en el estado de la rumia varias horas después. En cambio, la ira solo predijo indirectamente
la rumiación posterior, a través de su efecto sobre la rumiación concurrente. Tal vez la ira por sí sola no dure
3 o 4 horas para influir directamente en la rumiación posterior. En otro estudio, los participantes describieron
una situación en la que habían sentido ira o venganza por el comportamiento de otra persona (Elshout, Nelissen
y van Beest, 2015). Los eventos caracterizados por la venganza se asociaron con más rumiación que los
eventos caracterizados por la ira. La investigación futura podría explorar más a fondo el efecto desencadenante
de los sentimientos de venganza sobre la rumia.
Curiosamente, la mayor parte de la investigación que vincula las emociones con la rumiación posterior se
centra en las emociones autoconscientes, como la vergüenza, la culpa, el arrepentimiento y los celos. A
diferencia de las emociones más básicas de tristeza, ansiedad e ira, las emociones autoconscientes
generalmente surgen después de un proceso de evaluación mediante el cual las personas se comparan con otras
o con un conjunto de estándares o metas. La mayoría de los estudios existentes examinan los efectos únicos
de la vergüenza y la culpa en la rumia. Aunque ambas emociones ocurren cuando las personas no cumplen
con los estándares morales percibidos, existen diferencias importantes (Tangney, 1996). La vergüenza surge
cuando las personas interpretan un acto o evento como un reflejo de un defecto global y duradero en ellos
mismos. Todo el yo es evaluado negativamente. Por el contrario, la culpa surge cuando las personas juzgan
un acto específico o el hecho de no actuar como incorrecto, pero no llegan a hacer generalizaciones a su yo
global. Las personas que se sienten culpables pueden sentirse mal por un comportamiento específico, pero no
necesariamente por sí mismos, y una acción correctiva a menudo puede disminuir la emoción. Debido a que
la vergüenza, pero no la culpa, indica un rechazo de todo el yo, se teoriza que influye más negativamente en
el funcionamiento psicológico y social. De hecho, la vergüenza se asocia con un aumento de la depresión, la
ira y la agresión (Orth, Berking y Burkhardt, 2006; Tilghman-Osborne, Cole, Felton y Ciesla, 2008). Por el
contrario,la culpa generalmente se asocia con una mayor toma de perspectiva, preocupación empática, deseo
de hacer las paces, comportamientos de búsqueda de perdón y reducción de la ira y la agresión (Joireman,
2004; Riek, Luna y Schnabelrauch, 2014; Tangney, Wagner, Hill-Barlow, Marshall y Gramzow, 1996). Por
lo tanto, muchos investigadores plantean la hipótesis de que la vergüenza en particular desencadena la
rumiación.
La evidencia empírica apoya tentativamente esta hipótesis. La vergüenza disposicional (es decir, propensión
a la vergüenza) se asocia con una mayor rumiación negativa general, depresiva y enojada (Cheung, Gilbert y
Irons, 2004; Cohen, Wolf, Panter e Insko, 2011; Gilbert, Cheung, Irons & McEwan, 2005; Johnson & O'Brien,
2013; Joireman, 2004; Novin & Rieffe, 2015; Peters & Geiger, 2016; Peters, Geiger, Smart & Baer, 2014).
Además, la rumiación media el efecto del rasgo vergüenza en la depresión, angustia y TLP (Cohen et al., 2011;
Joireman, 2004; Peters et al., 2014). La subescala melancólica de rumiación depresiva también media la
asociación entre los recuerdos de la infancia de ser avergonzado por otros y los síntomas depresivos en adultos
(Matos, Pinto-Gouveia y Costa, 2013). Sobre la base de estos resultados, una medida de la rumiación
autocrítica controla los pensamientos repetitivos que critican el yo por los errores, fallas, deficiencias, malos
hábitos o insuficiencia general percibidos (Smart, Peters y Baer, 2016). Varios de los ítems hacen referencia
a sentirse avergonzado, y la medida está fuertemente asociada con la propensión a la vergüenza. En resumen,
la vergüenza está relacionada con varios tipos de rumiación, incluso controlando el constructo ‘’culpa’’. Se
necesitan estudios experimentales y/o longitudinales para determinar la direccionalidad de esta asociación.
La asociación entre culpa y rumiación es mucho menos clara. Las correlaciones de estos constructos van desde
pequeñas y no significativas hasta positivas y significativas (Johnson & O'Brien, 2013; Joireman, 2004; Novin
& Rieffe, 2015; Smart et al., 2016). Además, cuando en los estudios se mide la influencia de la vergüenza
sobre la rumia. La culpa no se asocia únicamente con la rumia (Orth et al., 2006) o con una rumia menos
depresiva y enojada (Cohen et al., 2011; Peters & Geiger, 2016). ¿Qué podría explicar estos hallazgos mixtos?
Argumentando que la culpa es una construcción multidimensional, algunos investigadores han evaluado dos
componentes de la culpa: el miedo al castigo inminente y la necesidad de reparación (Caprara, Manzi y
Perugini, 1992). El miedo al castigo, pero no la necesidad de reparación, se asocia con una mayor rumiación.
Los autores sugieren que la culpa puede tener resultados desadaptativos o funcionales en función de si está
impulsada por el miedo o la empatía. Por lo tanto, los resultados divergentes con la culpa y la rumiación
podrían reflejar que la culpa es un constructo más multifacético de lo que suele evaluarse.
El arrepentimiento es una emoción estrechamente relacionada con la culpa. Mientras que la culpa
generalmente ocurre después de situaciones que involucran daño a otra persona, el arrepentimiento es una
reacción más amplia que refleja el deseo de que una situación haya sido diferente a como fue (Zeelenberg &
Breugelmans, 2008). Por lo tanto, las personas pueden arrepentirse de algo que le hicieron a otra persona o de
una decisión que tomaron para su propia vida. Los arrepentimientos, particularmente cuando no están
resueltos, provocan la rumia. Por ejemplo, los adultos mayores y los proveedores de atención médica que se
arrepintieron y no aceptaron sus acciones pasadas reflexionaron sobre lo que desearían haber hecho de manera
diferente (Courvoisier, Agoritsas, Perneger, Schmidt y Cullati, 2011; Ingersoll-Dayton y Krause , 2005). De
manera similar, en adultos jóvenes que habían experimentado recientemente una ruptura de una relación, el
arrepentimiento general y específico de la relación se asoció con una mayor rumiación sobre la relación
(Saffrey & Ehrenberg, 2007). En un estudio, las mujeres que se arrepintieron de decisiones anteriores de seguir
los roles femeninos tradicionales reflexionaron más si no hacían cambios relevantes para su carrera en la
mediana edad (Stewart & Vandewater, 1999). De hecho, la rumiación a los 43 años fue un factor mediador en
la asociación entre el arrepentimiento no resuelto (es decir, arrepentimiento sin cambio de carrera) a los 37
años y la salud física a los 48 años. En otro estudio, se entrevistó a los cuidadores de personas con
enfermedades terminales antes y varias veces después de la muerte. de sus seres queridos (Torges, Stewart, &
Nolen-Hoeksema, 2008). Las personas que tenían más arrepentimientos sin resolver 6 meses después de la
pérdida se involucraron en una rumiación más depresiva tanto al mismo tiempo como 1 año después.
Una investigación muy limitada ha examinado las asociaciones entre los celos y la rumiación. Los estudiantes
universitarios que experimentan celos por una relación romántica actual también reportan una mayor reflexión
sobre esa relación (Carson y Cupach, 2000; Elphinston, Feeney, Noller, Connor y Fitzgerald, 2013). De
manera similar, en los primeros años de la adolescencia, los sentimientos de celos por su un mejor amigo se
correlacionan con una mayor reflexión sobre los problemas con los amigos (Lavallee y Parker, 2009).
Desafortunadamente, todos estos estudios fueron transversales, por lo que no se pudo determinar la
direccionalidad entre la rumia y los celos.
En resumen, la literatura existente sugiere que varios estados de ánimo negativos predicen la rumiación
posterior. Esto se ha demostrado con estados de ánimo deprimidos y ansiosos, así como con vergüenza,
arrepentimiento y celos. Los datos son menos claros sobre la ira y la culpa. La gran mayoría de la investigación
en este campo es longitudinal en el mejor de los casos, y la mayor parte es transversal. Casi no hay estudios
experimentales que confirmen que las emociones negativas contribuyen a una mayor rumia. Además, los datos
de muestreo de la experiencia sugieren que el efecto de las emociones momentáneas en la rumia puede tener
un límite de tiempo. Esto no es sorprendente, ya que las emociones son experiencias fugaces. La siguiente
sección cubre los desencadenantes que pueden ser más duraderos.
Estresores
En un capítulo anterior (Capítulo 1, Rumiación y trastornos del estado de ánimo) se revisó la literatura
sustancial que muestra que la rumiación depresiva predice eventos estresantes posteriores, y que la asociación
entre eventos estresantes y síntomas depresivos es más fuerte para las personas que son rumiantes. Por lo
tanto, la rumiación predice e interactúa con los factores estresantes para predecir resultados más negativos.
Pero, ¿qué pasa con la otra dirección: los factores estresantes desencadenan la rumiación? El estrés y las teorías
de afrontamiento argumentan que los eventos evaluados como estresantes desencadenan la rumiación como
un esfuerzo de afrontamiento. Incluso dentro de la teoría del control, los eventos estresantes pueden
interpretarse como la creación de una discrepancia entre la situación actual y la situación ideal. Además, los
mismos conceptos de rumiación reactiva al estrés y relacionada con el trauma asumen que el pensamiento
repetitivo ocurre en respuesta a eventos estresantes o trauma. Afortunadamente, existe evidencia sustancial
que respalda este tipo de suposiciones. Comienzo discutiendo el estrés general y los factores estresantes, pero
la mayor parte de la literatura se enfoca en tipos específicos de eventos estresantes que desencadenan la
rumiación.
Las personas que experimentan más estrés en general también reportan más rumia. Los estudios transversales
han encontrado esta asociación con el estrés percibido (es decir, sentimientos globales de estar estresado), la
cantidad de eventos importantes de la vida (p. ej., ruptura, enfermedad, nuevo bebé y nuevo trabajo) o
problemas diarios (p. ej., tráfico inesperado, un atasco de impresora y la presión del tiempo en el trabajo) y
estrés crónico (Abela, Parkinson, Stolow y Starrs, 2009; Bastin, Mezulis, Ahles, Raes y Bijttebier, 2015; Cole
et al., 2015; Hankin, 2009; Herts, McLaughlin y Hatzenbuehler, 2012; Marks, Sobanski y Hine, 2010;
McIntosh et al., 2010; Nolen-Hoeksema, Parker y Larson, 1994; Shapero, Hankin y Barrocas, 2013; Zawadzki,
2015). En estudios de muestreo de experiencia, la presencia y el número de eventos negativos recientes
también se asocian con una mayor rumia (Ciesla, Reilly, Dickson, Emanuel, & Updegraff, 2012; Moberly &
Watkins, 2008b; Ruscio et al., 2015). Además, la rumiación media en la asociación entre los eventos negativos
y el estado de ánimo negativo posterior. De manera similar, la investigación longitudinal ha encontrado que
más factores estresantes de la vida tanto en adolescentes como en adultos predicen aumentos en la rumia
depresiva varios meses después (Michl, McLaughlin, Shepherd y Nolen-Hoeksema, 2013).
Una fuente importante de estrés que predice la rumia son los síntomas de salud mental. Mayores síntomas
depresivos, síntomas de bulimia y problemas relacionados con el alcohol predicen aumentos en la rumiación
depresiva entre 6 y 12 meses después en adolescentes (Nolen-Hoeksema, Larson, & Grayson, 1999; Nolen-
Hoeksema et al., 2007; Willem, Bijttebier, Claes , Vanhalst y Raes, 2014). Como se discutió en un capítulo
anterior (Capítulo 2, Rumiación y trastornos relacionados con la ansiedad), los síntomas de ansiedad social
predicen la futura rumia previa a eventos. Además, los síntomas intrusivos (p. ej., pesadillas, escenas
retrospectivas y recuerdos intrusivos) del trastorno de estrés postraumático predicen una mayor rumiación
actual y posterior (Cann et al., 2011; Evans, Ehlers, Mezey y Clark, 2007; Salsman, Segerstrom, Brechting ,
Carlson y Andrykowski, 2009). Dada la información presentada en los capítulos anteriores, la asociación entre
la rumiación y los síntomas de salud mental es claramente recíproca.
Una creciente literatura también examina la rumiación en respuesta al estrés relacionado con el trabajo. El
constructo se conceptualizó inicialmente como la dificultad para “desconectarse” o separarse del trabajo, lo
que generalmente se manifiesta como pensar en el trabajo durante las horas de ocio (Cropley, Michalianou,
Pravettoni y Millward, 2012). A veces, la falta de desconexión del trabajo fuera del horario laboral puede
reflejar encontrar el trabajo emocionante y estimulante. Otras veces, sin embargo, la dificultad para desviar la
atención del trabajo refleja factores estresantes, preocupaciones e infelicidad en el trabajo. Los investigadores
han acuñado recientemente la frase rumiación laboral negativa para referirse a la preocupación y los
pensamientos repetitivos centrados en experiencias laborales negativas que pueden extenderse a las horas no
laborales (Frone, 2015). Un mayor número de horas trabajadas se asocia con una mayor rumiación laboral
negativa durante las horas no laborales (Cropley et al., 2012). Además, muchos tipos de factores estresantes
relacionados con el trabajo, como la presión del tiempo, el conflicto con los clientes, el trabajo
emocionalmente desagradable, la gran carga de trabajo, la ambigüedad/conflicto de roles, la injusticia
percibida y el desequilibrio entre el esfuerzo y la recompensa contribuyen a la rumiación laboral negativa
(Berset, Elfering, Lüthy, Lüthi y Semmer, 2011; Fritz y Sonnentag, 2006; Frone, 2015; King y DeLongis,
2014; Long y Christian, 2015; Volmer, Binnewies, Sonnentag y Niessen, 2012; Wang et al., 2013 ). La
rumiación laboral negativa media las asociaciones entre muchos de estos factores estresantes y resultados
negativos como el consumo de alcohol, problemas de sueño e incluso un estado de ánimo más negativo a la
mañana siguiente (Berset et al., 2011; Frone, 2015; Wang et al., 2013).
Es importante destacar que los investigadores han examinado varias características de los factores estresantes
que es particularmente probable que desencadenen la rumia. Una característica que predice la rumiación es la
severidad del factor estresante. Por ejemplo, estar físicamente más cerca del epicentro de un gran terremoto,
así como una mayor exposición al combate, se asocian con una mayor rumiación (Blackburn & Owens, 2016;
Taku, Cann, Tedeschi & Calhoun, 2015). De manera similar, los índices de gravedad de la agresión (p. ej.,
más agresores, uso de un arma, mayor duración y gravedad de las lesiones) se asocian con más rumia 2
semanas después de la agresión (Kleim & Ehlers, 2008). Además de estas medidas objetivas, la gravedad y el
estrés subjetivos autoevaluados de los factores estresantes predicen más rumia (Danhauer et al., 2013;
Garrison, Kahn, Miller y Sauer, 2014; Lindstrom et al., 2013; Taku, Kilmer, Cann , Tedeschi y Calhoun, 2012;
Taku et al., 2015; Wu, Zhou, Wu y An, 2015).
Otra característica comúnmente estudiada es si los factores estresantes son controlables o incontrolables. La
teoría del control sugiere que la rumiación es particularmente probable cuando las personas no están
progresando hacia una meta, tal vez porque está fuera de su control, o cuando no han logrado avanzar desde
una meta que es inalcanzable. De manera similar, Nolen-Hoeksema et al. (1999) teorizaron que las personas
con bajo control percibido rumian en un intento de encontrar formas de controlar mejor su entorno y disminuir
la angustia. En apoyo de esta teoría, encontraron que un menor dominio predecía una mayor rumia con el
tiempo. Por el contrario, el control percibido sobre el hipotético rechazo de los compañeros no se asoció con
la rumia (Zimmer-Gembeck & Skinner, 2015). Además, otros estudios han encontrado que solo los estresores
interpersonales controlables (p. ej., peleas con amigos o familiares), pero no los estresores interpersonales
incontrolables (p. ej., el divorcio de los padres), predicen la rumiación posterior (Calvete, Orue, & Hankin,
2015; Hamilton, Stange , Abramson y aleación, 2015). Tal vez las personas rumian solo sobre los factores
estresantes sobre los que sienten que pueden hacer algo, una noción que tiene sentido intuitivo pero que no se
ha incluido en teorías anteriores. Por lo tanto, los datos son mixtos acerca de si es más probable que la falta
de control de los factores estresantes desencadene la rumiación.
Una tercera característica de los estresores es el grado de incertidumbre asociado con ellos. La incertidumbre
es una experiencia incómoda, que a menudo causa ansiedad y angustia (Bar-Anan, Wilson y Gilbert, 2009).
Las personas pueden ejercer una energía cognitiva sustancial para deliberar y resolver las incertidumbres
percibidas. Si un objetivo humano básico es reducir la incertidumbre, las personas pueden reflexionar hasta
que sientan que han alcanzado o han renunciado a ese objetivo. La asociación entre incertidumbre y rumiación
ha sido explorada en varias literaturas diferentes. Por ejemplo, una mayor incertidumbre sobre las causas de
los eventos en la vida de uno se asocia con más rumiación y preocupación, particularmente en pacientes con
depresión mayor y trastorno de ansiedad generalizada (TAG) (Kircanski, Thompson, Sorenson, Sherdell y
Gotlib, 2015; Tobin, Loxton y vecinos, 2014). En cuidados paliativos en pacientes y sus cuidadores, una mayor
incertidumbre sobre el futuro se asocia con una mayor rumiación (Galfin & Watkins, 2012). Asimismo, en
individuos que se identifican como minorías sexuales, una mayor incertidumbre sobre su orientación sexual
predice una mayor rumiación (Borders, Guillén, & Meyer, 2014). La rumiación también surge mientras se
esperan noticias inciertas, como el resultado de un examen médico, una entrevista de trabajo o el resultado de
una prueba (Sweeny & Cavanaugh, 2012). En los estudiantes que acababan de tomar el ‘’California Bar
Exam’’, la rumiación y la ansiedad correspondiente sobre el examen fueron altas inmediatamente después de
la prueba, pero alcanzaron sus niveles más altos inmediatamente antes de conocer los resultados de la prueba
(Sweeny & Andrews, 2014). Existe una última literatura que vincula la incertidumbre y la rumiación en el
campo del desarrollo de la identidad. Marcia (1966) propuso dos dimensiones para explicar cómo las personas
abordan y resuelven los problemas de identidad: exploración (es decir, considerar diversas opciones de
identidad) y compromiso (es decir, adoptar una o más de estas alternativas). A lo largo de los años, los
investigadores identificaron un tipo de exploración llamada exploración rumiante, en la que las personas se
obsesionan y cuestionan continuamente sus elecciones (Luyckx, Soenens, Goossens, Beckx y Wouters, 2008).
Esta exploración rumiante puede impedir que se comprometa y se asocia con una variedad de resultados
negativos para la salud mental (Luyckx et al., 2008; Schwartz et al., 2011).
En resumen, ciertos tipos de factores estresantes, en particular los eventos que son graves y están asociados
con la incertidumbre, tienen más probabilidades de afectar negativamente la salud mental y física. La
investigación es mixta sobre si los factores estresantes controlables versus los incontrolables predicen la rumia.
En las siguientes secciones, reviso la literatura sobre tres tipos específicos pero superpuestos de factores
estresantes: factores estresantes interpersonales, factores estresantes infantiles y factores estresantes
relacionados con el estigma.
Estresores Interpersonales
Los factores estresantes relacionados con la evaluación social y el rechazo pueden ser especialmente propensos
a desencadenar la rumiación. Sentirse rechazado puede desafiar la necesidad inherente de los individuos de
aceptación social, así como su propia identidad, preparando el escenario para una discrepancia percibida entre
su ser ideal y real (Zoccola, Dickerson y Lam, 2012). Además, las evaluaciones negativas pueden provocar
fuertes sentimientos de vergüenza. Por ambas razones, la evaluación social negativa y el rechazo podrían
desencadenar la rumiación. La evidencia empírica apoya esta teoría. Por ejemplo, las percepciones diarias de
ser rechazado y criticado por los demás se asocian con una mayor rumiación diaria en los adultos (Starr &
Davila, 2012). Las experiencias de victimización o acoso entre compañeros también predicen una mayor
rumiación varios meses después en los adolescentes (Barchia & Bussey, 2009; Herts et al., 2012; McLaughlin
& Nolen-Hoeksema, 2012). En las mujeres de minorías sexuales, la falta de aceptación de la sexualidad por
parte de los compañeros se asoció con una mayor rumiación (Kaufman, Baams y Dubas, 2017). En algunos
experimentos, estudiantes universitarios saludables dieron un discurso de 5 minutos frente a un panel
evaluativo, solos, o en presencia de una audiencia distraída (Zoccola, Dickerson y Zaldivar, 2008). En
comparación con las condiciones no evaluativas, la condición evaluativa provocó más rumia inmediatamente,
40 minutos después del discurso, más tarde esa noche y 3 a 5 días después (Zoccola et al., 2008, 2012). Estos
efectos fueron mediados por un aumento de la cognición y la emoción relacionadas con la vergüenza. De
manera similar, un experimento que manipuló el grado de rechazo recibido haciendo que los participantes
jugaran un juego de computadora de lanzamiento, encontró que los participantes que solo recibieron la pelota
dos veces (de 30 lanzamientos) informaron más rumiación que los participantes que recibieron la pelota un
tercio de las veces (Zwolinski, 2012). ). Curiosamente, incluso la anticipación del rechazo hipotético
desencadena la rumiación. La sensibilidad al rechazo es la tendencia a anticipar ansiosamente, identificar las
experiencias y reaccionar exaltadamente al rechazo. Estudios transversales y longitudinales han demostrado
que la sensibilidad al rechazo predice una mayor rumia (Orue, Padilla, & Calvete, 2014; Pearson, Watkins,
Mullan, & Moberly, 2010; Pearson, Watkins, & Mullan, 2011; Peters et al., 2015). ; Zimmer-Gembeck, 2015).
Por lo tanto, tanto el rechazo real como el anticipado y la evaluación social son probablemente
desencadenantes de la rumiación.
El escaso apoyo social percibido también puede contribuir a la rumiación. En personas en duelo, las personas
con bajo apoyo social reflexionaban más sobre la pérdida, lo que a su vez se asoció con más síntomas
depresivos y reacciones de duelo (Nolen-Hoeksema et al., 1994; van der Houwen, Stroebe, Stroebe, Schut, &
Bout , 2010). Además, los padrastros que reportaron bajos niveles de apoyo de familiares y amigos se
involucraron más en la rumiación, lo que a su vez predijo mayores síntomas depresivos 2 años después
(DeLongis & Holzman, 2005). Desafortunadamente, ninguno de estos estudios evaluó la asociación entre el
apoyo social y la rumiación en diferentes momentos. Por lo tanto, la dirección de esta asociación no está clara.
Algunas investigaciones sugieren que la rumiación predice un peor apoyo social varios meses después (p. ej.,
Flynn et al., 2010). Por lo tanto, la relación entre el apoyo social deficiente y la rumiación probablemente sea
bidireccional (consulte el Capítulo 1: Rumiación y trastornos del estado de ánimo).
La literatura emergente examina la participación de las redes sociales como un desencadenante potencial de
la rumia. La investigación es mixta sobre si la cantidad de tiempo que se pasa en los sitios de redes sociales
en general y en Facebook en particular predice más rumiación (Locatelli, Kluwe y Bryant, 2012; Tran y
Joormann, 2015; pero consulte Davila et al., 2012; Shaw, Timpano , Tran y Joormann, 2015). En cambio, el
impacto de las redes sociales en el bienestar parece depender de la calidad del uso (p. ej., Dávila et al., 2012).
Por ejemplo, cuantas más publicaciones negativas publicaron los estudiantes en Facebook, más rumiación
informaron (Locatelli et al., 2012). De manera similar, las interacciones más negativas y menos positivas con
otros en los sitios de redes sociales se asociaron con una mayor rumiación (Dávila et al., 2012). Además, el
uso pasivo de Facebook (p. ej., ver los estados y actualizaciones de otros), en lugar del uso interactivo de
Facebook (p. ej., chatear con amigos, escribir en el muro de otros), se asoció con una mayor rumiación (Shaw
et al., 2015). Cuantos más estudiantes hacían comparaciones sociales negativas mientras estaban en Facebook,
más reflexionaban 3 semanas después (Feinstein et al., 2013). En los adolescentes chinos, la adicción
autoreportada a los sitios de redes sociales y teléfonos móviles predijo una mayor rumiación (Liu et al., 2017;
Wang et al., 2018). Así, varias cualidades negativas de las redes sociales parecen predecir una mayor
rumiación.
La disolución y el conflicto dentro de las relaciones románticas constituyen importantes factores de estrés
interpersonal para muchas personas. De hecho, la ruptura de una relación fue un ejemplo temprano de una
discrepancia percibida que podría desencadenar la rumiación porque las personas no estarían dispuestas a
dejarlo pasar (Pyszczynski y Greenberg, 1987). De hecho, la investigación indica que la rumiación depresiva
es especialmente prominente después de una pérdida romántica (Keller & Nesse, 2006). Entre los estudiantes
que habían experimentado el final de una relación romántica, aquellos cuyas parejas querían terminar la
relación reflexionaron más sobre la relación que los participantes que querían terminar la relación (Cupach,
Spitzberg, Bolingbroke, & Tellitocci, 2011; Davis, Shaver , & Vernon, 2003; Perilloux & Buss, 2008). Una
mayor inversión emocional y la creencia de que ellos eran los principales responsables de mantener la relación
también predijeron más rumia después de una ruptura (Collins & Clark, 1989; Davis et al., 2003). Además de
las rupturas, los comportamientos de la pareja también pueden ser fuentes de estrés. En parejas que cohabitan,
el aislamiento social de uno de los miembros se asoció con una mayor rumiación en el otro miembro (King &
DeLongis, 2014). En las personas cuya pareja romántica había cometido una transgresión en la relación (p.
ej., infidelidad, deshonestidad y comportamiento desconsiderado), un mayor miedo a perder a su pareja se
asoció con más rumiación sobre la transgresión y sobre su confrontación inicial sobre la transgresión (Roloff,
Soule, & Carey, 2001). A partir de esta literatura,
Los investigadores crearon una medida de rumiación relacional que contiene tres subescalas: rumiación sobre
una ruptura pasada, rumiación sobre encontrar una pareja romántica y rumiación sobre la incertidumbre de la
relación actual (Senkans, McEwan, Skues y Ogloff, 2015). Curiosamente, los participantes solteros
informaron más rumia en todas las subescalas que los participantes en pareja. Por lo tanto, las rupturas de
relaciones, lidiar con el comportamiento problemático de la pareja y estar soltero son todos desencadenantes
potenciales de la rumiación.
Algunos autores teorizan que la rumiación es una etapa de discusiones en serie, o conflictos repetidos en el
tiempo sobre un mismo tema (Bevan, Finan, & Kaminsky, 2008). Las discusiones en serie son comunes en
las relaciones íntimas a largo plazo, como entre parejas románticas o padres e hijos. Se propone que la
rumiación ocurra después de episodios de discusiones, tanto por frustración como por un intento de dar sentido
al conflicto no resuelto. En apoyo de esta teoría, los participantes en una relación romántica actual que
recordaron una discusión repetitiva e informaron más rumia que los participantes que recordaron una
discusión no repetitiva(Bevan, Hefner y Love, 2014). Además, una mayor intensidad percibida y la
irresolubilidad de los conflictos repetitivos en curso se asociaron con una mayor reflexión sobre el conflicto
(Carr, Schrodt y Ledbetter, 2012). Curiosamente, estos investigadores teorizan que la rumiación funciona para
aumentar la motivación para continuar con las discusiones repetitivas Bevan et al., 2008). En la terminología
de la teoría del control, el conflicto de relación constituye una discrepancia percibida, y la reflexión sobre esta
discrepancia debe continuar hasta que se resuelva el conflicto. Por lo tanto, la rumiación puede mantener
emociones negativas con el fin de fomentar un conflicto continuo, con el objetivo de una eventual resolución.
De hecho, la rumiación predijo una mayor probabilidad de un episodio de discusión durante varias semanas
(Carr et al., 2012).
Finalmente, es probable que la rumiación siga a la muerte de un ser querido. De hecho, un equipo de
investigación ha definido la rumiación del duelo como pensamientos repetitivos sobre las razones y el
significado de una pérdida y las emociones generales relacionadas con la pérdida (Eisma et al., 2014). Señalan
que la rumiación del duelo probablemente difiere de la rumiación depresiva porque las personas en duelo
comúnmente experimentan una variedad de emociones negativas (p. ej., tristeza, ansiedad e ira) y se enfocan
específicamente en dar sentido a un evento en particular (p. ej., la pérdida de un ser querido). Los análisis
factoriales de una medida para evaluar la rumiación del duelo arrojan cinco factores: rumiación sobre la
injusticia de la pérdida, el significado y las consecuencias de la pérdida, reacciones emocionales negativas
ante la pérdida, interacciones sociales relacionadas con la pérdida y pensamientos contrafactuales sobre los
eventos que la llevaron. a la pérdida (Eisma et al., 2014). La rumia del duelo se asocia únicamente con peores
síntomas depresivos y duelo complicado, incluso controlando la rumiación depresiva (Eisma et al., 2014,
2015). Una mayor centralidad de la pérdida de la propia identidad de los participantes se asocia con una mayor
rumiación del duelo (Boelen, 2012). La dificultad para dar sentido a la pérdida y un apoyo social más
deficiente también predicen más rumia (Michael & Snyder, 2005; Nolen-Hoeksema et al., 1994; van der
Houwen et al., 2010). Observo que algunos investigadores conceptualizan la rumia del duelo como algo
distinto del concepto de trabajo del duelo, que tradicionalmente ha implicado confrontar la realidad de la
pérdida y procesar activamente las emociones relacionadas (ver Stroebe et al., 2007). El trabajo de duelo
saludable promueve la resolución efectiva de problemas, la participación en comportamientos instrumentales
y la elaboración de planes de acción saludables. La investigación futura deberá probar empíricamente esta
distinción teórica entre la rumiación del duelo desadaptativo y el trabajo del duelo adaptativo.
La tendencia a rumiar es más probable en adultos que sufrieron maltrato infantil. Nolen-Hoeksema (2004)
sugirió que un historial de abuso o negligencia infantil puede predisponer a los niños a ser fisiológicamente
más reactivos al estrés, lo que a su vez podría convertirse en un enfoque en las emociones negativas y en
rumiación posterior. En apoyo de esta teoría, las personas que informan retrospectivamente haber sufrido
abuso y negligencia física, emocional y/o sexual en la niñez tienen mayores tendencias de rumiación depresiva
y enojada (Raes & Hermans, 2008; Sarin & Nolen-Hoeksema, 2010; Spasojević & Alloy, 2002). ; Zielinski,
Borders y Giancola, 2015). La rumiación también media en las asociaciones entre el maltrato infantil y varios
resultados clínicos, como síntomas depresivos, comer/beber para sentirse mejor y rasgos de personalidad
limítrofe. En los sobrevivientes adultos de agresiones, un historial de abuso infantil se asoció con una mayor
rumiación sobre la agresión reciente (Kleim & Ehlers, 2008). Por lo tanto, la rumiación podría ser un
mecanismo por el cual el trauma infantil conduce a síntomas de psicopatología en la edad adulta, incluso
cuando los síntomas ocurren en respuesta a eventos recientes (Baer, Peters, Eisenlohr-Moul, Geiger y Sauer,
2012).
Los comportamientos particulares de los cuidadores también pueden constituir factores estresantes
importantes para los niños que influyen en el desarrollo posterior de tendencias rumiantes. En general, el
cuidado caracterizado por poca atención o calidez y alta sobreprotección se asocia con una mala adaptación
en los niños (Thomasgard y Metz, 1993). En adultos, los informes retrospectivos de sobreprotección y menor
cuidado de los padres están de hecho asociados con tendencias actuales de preocupación y rumiación depresiva
y enojada (Donnelly, Renk, & McKinney, 2013; Kertz & Woodruff-Borden, 2011; Mancini, D'Olimpio,
Prunetti , Didonna y Del Genio, 2000; Muris, Meesters, Merckelbach y Hülsenbeck, 2000; Spasojević y Alloy,
2002; Williams, Harfmann, Ingram, Hagan y Kramer, 2015; Zielinski et al., 2015). La asociación entre el
rechazo de los padres en la infancia y las tendencias rumiantes en la edad adulta puede estar mediada por una
mayor creencia en esquemas desadaptativos como la privación emocional, la alienación, la vergüenza y el
autocontrol insuficiente (Quirk, Wier, Martin y Christian, 2015). Otra investigación muestra que el uso de
castigos corporales, la crianza inconsistente, los conflictos familiares y la menor cohesión están asociados con
la rumiación depresiva (Donnelly et al., 2013; Young, 2016). Cierta evidencia también sugiere que los
entornos infantiles que invalidan emocionalmente (p. ej., los padres les dicen a los niños que están
reaccionando exageradamente) predicen mayores tendencias rumiantes (Sauer-Zavala, Walsh, Eisenlohr-
Moul y Lykins, 2013; pero consulte Cox, Mezulis y Hyde, 2010) . Finalmente, los niños de 11 años cuyas
madres los alentaron a concentrarse en sus sentimientos (en lugar de la resolución activa de problemas)
después de una tarea estresante informaron más rumiación a los 15 años (Cox et al., 2010). En resumen, los
niños que sienten poco control sobre su entorno, carecen de calidez o amor de los padres, experimentan una
crianza dura o inconsistente y que no aprenden estrategias activas de afrontamiento pueden desarrollar
tendencias a rumiar en la adolescencia y la edad adulta.
Los estilos de apego son patrones de interacción aprendidos de los cuidadores que influyen en el desarrollo
social posterior. La teoría del apego propone que las interacciones de los niños pequeños con sus principales
cuidadores influyen en cómo se ven a sí mismos y a los demás, preparando el escenario para las reacciones y
comportamientos en las relaciones adultas posteriores (Bowlby, 1982). Cuando los cuidadores están
disponibles, son cariñosos y responden a las necesidades de sus hijos, los niños desarrollan un vínculo seguro
con sus cuidadores y aprenden a confiar en sí mismos y en los demás. Por otro lado, cuando los cuidadores no
brindan protección o no responden con sensibilidad, los niños pueden experimentar angustia y desarrollar un
vínculo o apego inseguro con sus cuidadores. Los apegos inseguros a menudo se caracterizan en dos
dimensiones: ansiedad y evitación. La ansiedad de apego implica el miedo a ser abandonado o rechazado por
una figura de apego, mientras que la evitación del apego implica la incomodidad de estar emocionalmente
cerca y depender de los demás. Los vínculos de infancia de los individuos con sus cuidadores proporcionan
un modelo interno que es llevado adelante en la edad adulta, influyendo en cómo experimentan y se comportan
con amigos y parejas románticas.
Cuando experimentan una amenaza de apego (p. ej., una transgresión en la relación), las personas con estilos
de apego ansioso se preocupan por si los cuidan, exageran las dificultades en la relación y catastrofizan las
consecuencias negativas de la transgresión. Todos estos factores amplifican las emociones negativas, lo que
debería contribuir a una mayor rumiación. La evidencia empírica apoya esta hipótesis, aunque principalmente
midiendo el apego adulto en lugar del apego padre-hijo. Por ejemplo, la ansiedad por el apego en estudiantes
universitarios y adultos se asocia con una mayor rumiación depresiva, rumiación del dolor, rumiación del
duelo y rumiación diaria sobre eventos negativos (Burnette, Davis, Green, Worthington, & Bradfield, 2009;
Caldwell & Shaver, 2012; Davis et al. al., 2003; Garrison et al., 2014; Lanciano, Curci, Kafetsios, Elia y
Zammuner, 2012; Saffrey y Ehrenberg, 2007; Tremblay y Sullivan, 2010; van der Houwen et al., 2010). En
la mayoría de estos estudios, la rumiación medió los vínculos entre la ansiedad por el apego y varios tipos de
angustia psicológica. Algunas investigaciones han evaluado el apego específicamente en las relaciones
románticas. Por ejemplo, los adolescentes que tenían apegos inseguros con sus parejas románticas actuales o
anteriores reflexionaban más sobre la relación (Margolese, Markiewicz y Doyle, 2005; Saffrey y Ehrenberg,
2007). En una aplicación interesante, la ansiedad por el apego predijo una mayor rumiación sobre un secreto
que los participantes ocultaban a sus parejas románticas, y esta asociación estuvo mediada por la culpa por el
secreto (Merrill & Afifi, 2015). En algunos de los pocos estudios que evaluaron el apego entre padres e hijos,
los adolescentes y estudiantes universitarios con un apego parental más inseguro informaron más rumiación y
preocupación (Brown y Whiteside, 2007; Cabral, Matos, Beyers y Soenens, 2012; Ruijten, Roelofs y Rood ,
2011). Finalmente, en niños de 9 a 12 años, la inseguridad del apego con sus madres se asoció con más
rumiación, pero solo en niños que tenían un riesgo genético de actividad hipotálamo-pituitaria-suprarrenal
desregulada (Borelli et al., 2017). En suma, el apego ansioso del adulto con la pareja y con los padres predice
una mayor tendencia a la rumiación.
La literatura no es clara acerca de si el apego evitativo también predice la rumia. Cuando se enfrentan a una
amenaza de apego, las personas con apego evitativo buscan la distancia física y psicológica, minimizan la
relación en sus mentes e intentan evitar o suprimir su angustia emocional. Por lo tanto, algunos investigadores
plantean la hipótesis de una asociación no significativa o incluso negativa entre el apego evitativo y la
rumiación. De hecho, algunos estudios encontraron cerca de cero asociaciones entre estos constructos
(Burnette et al., 2009; Caldwell & Shaver, 2012; Chung, 2014; Davis et al., 2003; Garrison et al., 2014). Por
otro lado, las personas con apego evitativo en realidad no logran escapar de la angustia y, de hecho, es probable
que estén deprimidas y ansiosas (Lee & Hankin, 2009). Por lo tanto, algunos investigadores plantearon la
hipótesis y, de hecho, encontraron que el apego evitativo se correlacionaba con una mayor rumiación (Bond
& Borelli, 2017; Lanciano et al., 2012; Merrill & Afifi, 2015; Pearson et al., 2010; van der Houwen et al.,
2010).
Curiosamente, la incapacidad para percibir y manejar correctamente las emociones y los mayores síntomas
depresivos mediaron los vínculos entre el apego ansioso y el evitativo y la rumiación (Lanciano et al., 2012;
Pearson et al., 2010). Por lo tanto, puede ser que cualquier tipo de apego inseguro agote los recursos
disponibles para el procesamiento emocional, lo que lleva a un mayor afecto negativo y rumiación.
Desafortunadamente, debido a que todos estos estudios sobre el apego y la rumia son transversales, y debido
a que la mayoría evalúa el apego adulto, no sabemos si la calidad del apego experimentado con los cuidadores
principales a una edad temprana se asocia prospectivamente con la rumia. La investigación futura deberá
confirmar si el apego inseguro infantil realmente constituye un factor estresante que contribuye a las
tendencias rumiantes posteriores.
Una literatura emergente explora las asociaciones entre los factores estresantes relacionados con el estigma y
la rumiación en las poblaciones minoritarias. La mayor parte de la investigación examina la discriminación
percibida, o la experiencia subjetiva del trato diferencial de uno mismo y/o del grupo por parte de los
individuos y las instituciones sociales. Debido a que enfatiza la evaluación, la discriminación percibida no se
limita a los hechos discriminatorios objetivos, sino que también incluye experiencias más sutiles que los
observadores externos podrían no identificar como discriminación. La discriminación por parte de individuos
e instituciones es un factor estresante central que afecta a las poblaciones minoritarias y perjudica el
funcionamiento psicológico y físico (Herek, Gillis y Cogan, 1999; Kessler, Mickelson y Williams, 1999).
Además de las percepciones de eventos discriminatorios externos, los investigadores también estudian las
creencias negativas sobre el propio grupo o el estigma internalizado. Respaldar actitudes sociales negativas
sobre uno mismo y el grupo crea disonancia cognitiva que comprensiblemente conduce a un aumento de la
angustia psicológica. Finalmente, las personas estigmatizadas pueden estar en guardia perpetuamente cuando
interactúan con los miembros del grupo mayoritario, siempre atentos a la posibilidad de posibles prejuicios o
violencia. Esta conciencia del estigma, como se le llama, constituye otro factor estresante crónico para los
miembros de grupos minoritarios (Meyer, 2003). En resumen, debido a que estos factores estresantes
minoritarios amenazan el sentido de identidad, la seguridad y el bienestar emocional de las personas, los
investigadores plantean la hipótesis de que pueden desencadenar pensamientos rumiantes.
Esta hipótesis ha sido estudiada en muestras de minorías étnicas. En un estudio diario (Hatzenbuehler, Nolen-
Hoeksema y Dovidio, 2009), los adultos afroamericanos reportaron más rumiación depresiva en los días en
que reportaron más instancias de discriminación étnica (p. ej., ser tratados con menos cortesía y respeto que
otras personas, ser insultados o insultados, amenazados o acosados, y evitados). En otro estudio, estudiantes
afroamericanos en una universidad históricamente negra completaron cuestionarios aproximadamente 6 meses
después de que George Zimmerman fuera procesado y absuelto en el tiroteo fatal de un adolescente
afroamericano, Trayvon Martin (Hacker et al., 2016). Este tiroteo y posterior juicio fue uno de los muchos
casos muy publicitados en los Estados Unidos en los que la raza desempeñó un papel potencial en el asesinato
de afroamericanos. Las experiencias previas de los participantes con la discriminación étnica se asociaron con
más rumiaciones durante la última semana sobre el juicio de Zimmerman, lo que a su vez predijo más afecto
negativo y menos disposición a perdonar a Zimmerman. De manera similar, en estudios de encuestas con
adolescentes y adultos jóvenes de minorías étnicas, la discriminación étnica percibida se asocia con una mayor
rumiación depresiva y enojada, lo que a su vez predice peores resultados clínicos, como síntomas depresivos
y tendencias agresivas (Borders & Hennebry, 2015; Borders & Liang, 2011; Liang y Molenaar, 2016;
Miranda, Tsypes, Gallagher y Rajappa, 2013; Young, 2016). En un estudio, el efecto de los factores estresantes
relacionados con el origen étnico en la rumiación de enojo estuvo mediado por mayores creencias de que el
mundo es injusto (Liang y Molenaar, 2016). Curiosamente, otro estudio encontró que la rumia enojada
interactuaba con la discriminación percibida, de modo que la discriminación predecía mayores
comportamientos de externalización solo para individuos con altas tendencias a la rumia enojada (Borders &
Hennebry, 2015). Por lo tanto, es posible que la discriminación étnica percibida aumente la rumia e interactúe
con la rumia para predecir un peor funcionamiento psicológico. Se necesitan estudios longitudinales y/o
experimentales para determinar la direccionalidad de estas asociaciones. Además, ninguna investigación ha
examinado aún si el racismo internalizado o la conciencia del estigma también están asociados con la
rumiación.
Pocas investigaciones han explorado el vínculo entre los factores estresantes relacionados con el estigma y la
rumia en las mujeres. En un estudio con mujeres de minorías sexuales, el sexismo percibido en el último año,
así como el sexismo internalizado, se asociaron con una rumiación más depresiva (Szymanski, Dunn e Ikizler,
2014). De manera similar, en una muestra universitaria, las mujeres que respaldaron más creencias en los roles
tradicionales de las mujeres (por ejemplo, las necesidades de intimidad heterosexual de las mujeres y la
dependencia de la protección de los hombres) informaron una rumiación más depresiva (Yoder y Lawrence,
2011). Los autores especularon que la rumiación depresiva es una respuesta estereotipada femenina a la
angustia emocional. Sin embargo, otra posibilidad es que el sexismo internalizado provoque angustia
psicológica, lo que a su vez contribuye a una mayor rumiación. Se necesita mucha más investigación en esta
área.
Varios estudios han examinado la asociación entre los factores estresantes de las minorías sexuales y de género
y la rumia. Por ejemplo, entre hombres y mujeres de minorías sexuales (p. ej., lesbianas, gays y bisexuales),
una mayor discriminación percibida se asocia con una rumiación más depresiva (Hatzenbuehler, Dovidio,
Nolen-Hoeksema, & Phills, 2009; Lewis, Mason, Winstead, Gaskins , & Irons, 2016; Lewis, Milletich,
Derlega, & Padilla, 2014; Lewis, Milletich, Mason, & Derlega, 2014; Szymanski et al., 2014), así como la
reflexión específica sobre los estresores de las minorías sexuales (Galupo & Bauerband , 2016; Wang &
Fronteras, 2017). Del mismo modo, en los adolescentes de minorías sexuales, las microagresiones percibidas
o los comentarios cotidianos sutiles, como alguien que dice "sabes cómo son los homosexuales..." o "No me
importan los homosexuales, simplemente no deberían ser tan públicos", predicen mayor rumiación depresiva
(Kaufman et al., 2017). La homonegatividad internalizada y la conciencia del estigma también se asocian con
una mayor rumiación (Galupo & Bauerband, 2016; Hatzenbuehler, Dovidio, et al., 2009; Hatzenbuehler,
Nolen-Hoeksema, et al., 2009; Lewis et al., 2016; Lewis, Milletich , Derlega, et al., 2014; Lewis, Milletich,
Mason, et al., 2014; Szymanski et al., 2014; Wang & Borders, 2017). Estos estudios también encontraron que
la rumiación medió en las asociaciones entre los factores estresantes de las minorías sexuales y la angustia
psicológica, los comportamientos agresivos y uso de alcohol. Los mecanismos del efecto de los factores
estresantes relacionados con el estigma en la rumia incluyen expectativas de rechazo y dificultades para hablar
con familiares y amigos sobre cuestiones de identidad sexual (Lewis, Milletich, Derlega et al., 2014; Lewis,
Milletich, Mason et al., 2014; Liao , Kashubeck-West, Weng y Deitz, 2015). En la literatura sobre minorías
sexuales, los investigadores también estudian el ocultamiento de la orientación sexual, que a pesar de ser un
intento de evitar el estigma puede resultar en pensamientos intrusivos y angustia psicológica (Meyer, 2003).
Curiosamente, la necesidad percibida de ocultación se asocia con una mayor reflexión sobre los estigmas de
las minorías sexuales en los hombres, pero no en las mujeres (Lewis, Milletich, Derlega, et al., 2014; Lewis,
Milletich, Mason, et al., 2014; Wang & Borders, 2017). Estos resultados implican que el ocultarse puede
constituir un factor más estresante para los hombres de minorías sexuales que para las mujeres. De hecho, un
estudio encontró que la discriminación percibida se correlacionó con el ocultarse para los hombres de minorías
sexuales pero no para las mujeres, lo que sugiere que la discriminación puede impulsar los esfuerzos de los
hombres por ocultar su orientación sexual (Wang & Borders, 2017). Finalmente, en el único estudio que
también incluyó a participantes transgénero, un mayor estigma de minoría de género percibido y una menor
aceptación de la identidad de género se asociaron con una mayor rumia sobre la identidad de género de uno
(Bauerband & Galupo, 2014).
Una última pregunta que se han hecho algunos investigadores es si los individuos de los grupos minoritarios
tienen más probabilidades de engancharse en la rumia. Un solo estudio encontró que los adolescentes de
minorías sexuales informaron más tendencias a la rumiación depresiva que sus pares heterosexuales
(Hatzenbuehler, McLaughlin y Nolen-Hoeksema, 2008). Las comparaciones limitadas de grupos étnicos han
arrojado resultados mixtos. Por ejemplo, algunos estudios encontraron que los afroamericanos y los asiáticos
americanos reportaron mayores tendencias a la rumia depresiva que los caucásicos/europeos americanos
(Chang, Tsai y Sanna, 2010; Lewis et al., 2016). Otros estudios no encontraron diferencias en la rumiación
depresiva o enojada entre las minorías étnicas y los participantes blancos (Borders & Liang, 2011; Mason &
Lewis, 2016; Miranda et al., 2013). Como se revisó en capítulos anteriores, las mujeres generalmente informan
más tendencias a la rumiación depresiva y la preocupación que los hombres, aunque no se observan diferencias
de género similares en la rumiación de enojo (ver Capítulo 1: Rumiación y trastornos del estado de ánimo,
Capítulo 2: Rumia y trastornos relacionados con la ansiedad, y Capítulo 3: Rumia, ira y agresión). Es difícil
saber interpretar las diferencias demográficas en una variable cognitiva como la rumia. Cualquier diferencia
sólida podría reflejar la influencia de la socialización, la biología y/o los factores estresantes que comúnmente
experimentan los miembros de varios grupos minoritarios. Además, las diferencias entre grupos demográficos
pueden enmascarar diferencias importantes dentro de estos grupos. Por ejemplo, un estudio con mujeres
lesbianas encontró que un nivel socioeconómico más bajo se asoció con una rumia más depresiva (Lewis et
al., 2016). Por estas razones, la investigación que examina factores estresantes específicos (como los revisados
en este capítulo) u otros factores que contribuyen a la rumiación es probablemente más informativa que
investigar las diferencias demográficas.
Resumen
En resumen, muchos tipos de factores estresantes percibidos, particularmente aquellos que son severos y están
asociados con la incertidumbre, inducen a la rumia. Martin y Tesser (1996) teorizaron que la rumia es
especialmente probable en respuesta a las amenazas percibidas al sentido de sí mismo y el bienestar de un
individuo. La literatura empírica apoya esto de muchas maneras. Específicamente, los factores estresantes que
involucran amenazas o pérdidas interpersonales e intrapersonales, ya sea en la niñez (p. ej., maltrato y apego
inseguro) o en la edad adulta (p. ej., rupturas y tensión laboral) y si involucran a otras personas cercanas (p.
ej., padres, parejas románticas, y compañeros) y/o instituciones sociales (p. ej., estigma percibido y sitios de
redes sociales): desencadenan la rumiación. Los pocos estudios que exploran los mecanismos de estas
asociaciones sugieren que las emociones autoconscientes, en particular (p. ej., vergüenza y arrepentimiento),
las creencias negativas (p. ej., creencias injustas en el mundo y esquemas desadaptativos) y la dificultad para
manejar las emociones negativas pueden mediar el efecto de los factores estresantes en el aumento de la rumia.
Conclusión
En este capítulo, revisé las razones por las que las personas se involucran en la rumiación. Además de la teoría
de los estilos de respuesta de Nolen-Hoeksema (ver Capítulo 1: Rumiación y trastornos del estado de ánimo),
la teoría del control (Martin & Tesser, 1996) es posiblemente la teoría más influyente en el campo de la
rumiación. Es la base de gran parte de la investigación revisada en este libro, incluida la base empírica detrás
de un tratamiento prometedor para la rumia (consulte el Capítulo 10). La noción de que la rumiación ocurre
en respuesta a una discrepancia percibida entre el estado ideal y el real de uno es una a la que vuelvo
repetidamente porque puede describir muchas situaciones particulares. Aunque muchos investigadores
afirman que la rumiación es un tipo de estrategia de afrontamiento desadaptativa, se necesita mejor evidencia
de cómo la rumiación encaja en las categorías comunes de afrontamiento comparándose con otras estrategias
de afrontamiento.
Como revisé aquí, los investigadores han examinado principalmente dos tipos de desencadenantes de la
rumiación: emociones negativas y factores estresantes. Vale la pena destacar algunos puntos sobre esta
literatura. En primer lugar, gran parte de la investigación es transversal y no experimental. Se necesitan
urgentemente estudios longitudinales y experimentales para examinar si estos desencadenantes realmente
provocan la rumia. Además, los investigadores deben explorar si estos factores desencadenantes contribuyen
a la rumia como estado o como rasgo. Es probable que algunas experiencias (p. ej., un estado de ánimo
negativo momentáneo y un estresor repentino) desencadenen la rumiación como estado, mientras que otras
experiencias (p. ej., trauma infantil, crianza sobreprotectora y exposición a la discriminación generalizada)
pueden influir tanto en los niveles momentáneos como en las tendencias a nivel de rasgo de rumia. Las medidas
de rumiación de estado y rasgo solo están moderadamente correlacionadas, lo que sugiere que la cantidad de
rumiación en un momento dado sólo refleja en parte las tendencias generales (Gianferante et al., 2014;
Moberly & Watkins, 2008a; Zoccola et al., 2008).
Finalmente, quiero señalar que solo hay un capítulo en este libro sobre los desencadenantes de la rumiación,
en comparación con los seis capítulos anteriores sobre las consecuencias de la rumiación. Este estado de la
literatura puede reflejar el interés inicial de los psicólogos en estudiar la rumia como un factor que contribuye
a problemas clínicos como la depresión, los trastornos de ansiedad y las conductas agresivas. Además, creo
que la escasez de datos sólidos sobre los desencadenantes de la rumiación refleja la suposición de que la
rumiación constituye una tendencia estable. Sin embargo, la evidencia de la investigación demuestra que
cualquier comportamiento resulta de una combinación de factores a nivel de rasgo y de contexto (Fleeson,
2001). En lenguaje estadístico, la comprensión de las desviaciones de la media en la persona proporcionan
información importante que los efectos de nivel medio no pueden proporcionar. En otras palabras, saber que
alguien tiene tendencias a la rumia es quizás menos interesante que entender cuándo o bajo qué condiciones
esa persona realmente rumia. Algunas investigaciones fascinantes evaluaron varias cualidades de la rumia (p.
ej., valencia, propósito y duración) en varias poblaciones (p. ej., estudiantes de derecho, cuidadores e
individuos sanos) cinco veces durante 7 meses (Roach, Salt y Segerstrom, 2010). Los análisis de
generalizabilidad indicaron que las inconsistencias de los participantes a lo largo del tiempo y las situaciones
representaron consistentemente la mayor variación en las cualidades de rumiación. En conjunto, por lo tanto,
la evidencia sugiere que a pesar de las tendencias estables para la rumia, los individuos exhiben una variación
considerable en la cantidad y calidad de la rumia entre contextos. Por esta razón, los investigadores deben
continuar examinando los desencadenantes de la rumiación y esforzarse por incorporar mejor los factores a
nivel de contexto en los modelos de rumiación.
Capítulo 8
Creencias, rasgos y motivaciones subyacentes a la rumiación
Resumen
Este capítulo revisa variables de diferencias individuales que pueden influir en si las personas rumian. Después
de describir la literatura sobre las creencias positivas y negativas acerca de la rumiación, paso a la teoría y la
evidencia que sugiere que la evitación y la supresión alimenta la rumiación. Luego reviso las asociaciones
entre el neuroticismo y varios rasgos relacionados (sensibilidad emocional, intolerancia a la incertidumbre,
perfeccionismo e inhibición conductual) y rumiación. El capítulo concluye con un examen de las diversas
formas en que las dificultades de regulación emocional puede contribuir a la rumiación.
Palabras clave
Rumia; creencias metacognitivas; evitación; neuroticismo; incertidumbre; perfeccionismo; inhibición del
comportamiento; Regulación emocional
Visión general
Este capítulo revisa diferencias individuales que pueden influir en si las personas rumian. Después de describir
la literatura sobre las creencias metacognitivas sobre la rumiación, paso a la teoría y la evidencia que sugiere
que la evitación y la supresión pueden alimentar la rumiación. Luego reviso las asociaciones entre el
neuroticismo y varios rasgos relacionados (sensibilidad emocional, intolerancia a la incertidumbre,
perfeccionismo e inhibición conductual) y rumiación. El capítulo concluye con un examen de las diversas
formas en que las dificultades de regulación emocional pueden contribuir en la presencia de rumia.
Como hemos visto, las emociones negativas y los factores estresantes desencadenan la rumia. ¿Son estas
asociaciones igualmente fuertes para todas las personas? Seguramente existen diferencias individuales en
cuanto a si los factores estresantes emocionales y ambientales llevan a las personas a la rumia. Este capítulo
cubre varias de estas diferencias individuales. Por ejemplo, algunas personas creen explícitamente que la rumia
será útil. Al mismo tiempo, las personas que intentan evitar pensamientos y emociones desagradables se
involucran más en la rumia. De manera relacionada, las personas que tienen un alto nivel de neuroticismo y
rasgos asociados tienen más probabilidades de rumiar. Finalmente, las dificultades con varios motivos para la
regulación emocional tienen el potencial de predecir una mayor rumiación. En este capítulo, cubro cada uno
de estos factores a su vez.
El uso de la rumia en respuesta a emociones y experiencias negativas ocurre en personas que tienen creencias
sobre los beneficios potenciales de estas actividades cognitivas. La investigación en esta área se ajusta a un
modelo más amplio que enfatiza la importancia de las creencias metacognitivas sobre el pensamiento
repetitivo (consulte el Capítulo 12: Terapia metacognitiva). La metacognición se refiere a los pensamientos
sobre los procesos cognitivos. El modelo argumenta que las personas usan la rumiación y la preocupación
porque tienen creencias metacognitivas positivas sobre la utilidad de estos procesos. Por ejemplo, las personas
pueden creer que la rumiación les ayudará a sobrellevar las dificultades, o que preocuparse les ayudará a estar
mentalmente preparados. Las personas con trastornos emocionales o vulnerables son más propensas a tener
este tipo de creencias metacognitivas positivas, que a su vez contribuyen a la rumia y la preocupación crónicas.
Investigaciones sustanciales respaldan la existencia de creencias metacognitivas positivas sobre la rumiación
y la preocupación. La mayoría de las personas con depresión mayor o disforia informan que creen que la
rumiación les ayudará a sobrellevar y comprender la depresión, aumentar la autoconciencia, encontrar sentido
a la vida, resolver problemas y prevenir errores futuros (Lyubomirsky & Nolen-Hoeksema, 1995;
Papageorgiou & Wells , 2001; Watkins y Baracaia, 2001).
De manera similar, en personas con y sin trastorno de ansiedad generalizada (TAG), los beneficios comunes
de la preocupación autoinformados incluyen aumentar la motivación, prepararse para posibles eventos temidos
y prevenir que ocurran los eventos temidos y sus consecuencias emocionales (Borkovec & Roemer, 1995;
Freeston, Rhéaume, Letarte, Dugas y Ladouceur, 1994).
Los sobrevivientes de agresiones con trastorno de estrés postraumático informan que utilizan la rumia para
tratar de deshacerse de los recuerdos intrusivos (Michael, Halligan, Clark y Ehlers, 2007). Además, las
creencias positivas comunes sobre la rumia de la ira incluyen la preparación para situaciones futuras similares,
obtener una visión y comprensión del problema y justificar una respuesta a un evento de ira (Simpson &
Papageorgiou, 2003). En general, las personas parecen tener objetivos duales de búsqueda de comprensión y
resolución de problemas cuando reflexionan (Segerstrom, Roach, Evans, Schipper y Darville, 2010;
Segerstrom, Stanton, Alden y Shortridge, 2003; Siewert, Kubiak, Jonas, y Weber, 2011; Siewert,
Kubiak, Jonas y Weber, 2013).
Las creencias metacognitivas positivas generalmente se asocian con un pensamiento más repetitivo. Las
personas con o sin depresión que tienen creencias positivas sobre la rumia se involucran en una rumia más
depresiva (Ophir & Mor, 2014; Papageorgiou & Wells, 2001; Watkins & Baracaia, 2001; Watkins & Moulds,
2005). En la literatura sobre la ansiedad social, las creencias positivas sobre la rumiación anticipatoria y
posterior al evento se asocian con una mayor rumiación (Wong & Moulds, 2010; Vassilopoulos, Brouzos &
Moberly, 2015). En un cuasi experimento, los participantes con creencias positivas altas sobre la rumia se
involucraron en una rumia más reactiva al estrés en respuesta a una tarea de anagrama difícil, en comparación
con los participantes con creencias positivas bajas (Moulds, Yap, Kerr, Williams y Kandris, 2010).
Finalmente, las personas que respaldan creencias más positivas sobre la preocupación se preocupan más,
aunque la investigación es mixta acerca de si es más probable que se les diagnostique TAG (Cartwright-Hatton
& Wells, 1997; Davis & Valentiner, 2000; Esbjørn et al., 2015; Laugesen, Dugas y Bukowski, 2003; Ruscio
y Borkovec, 2004; Wells y Carter, 2001). Por lo tanto, las creencias positivas se asocian con un pensamiento
más repetitivo, aunque no distinguen de manera sólida a las poblaciones clínicas de las no clínicas.
Las creencias metacognitivas positivas, sin embargo, son solo la mitad de la imagen. Las personas con
creencias positivas también suelen tener creencias metacognitivas negativas sobre el pensamiento
perseverante (Cartwright-Hatton & Wells, 1997; Davis & Valentiner, 2000; Papageorgiou & Wells, 2003). En
los individuos deprimidos, las creencias metacognitivas negativas a menudo reflejan la falta de control y el
daño de la rumia (p. ej., aumento de los estados de ánimo y pensamientos negativos, pérdida de tiempo) y las
consecuencias interpersonales y sociales negativas (p. ej., alejamiento de las personas y las actividades)
(Papageorgiou & Wells, 2001; Watkins & Baracaia, 2001). De manera similar, las personas comúnmente
creen que la rumia de enojo puede ser dañina, más comúnmente porque aumenta el estado de ánimo enojado
y contribuye a la pérdida de los estribos y al comportamiento agresivo (Simpson & Papageorgiou, 2003). Las
creencias negativas sobre la preocupación incluyen creencias sobre la incontrolabilidad y el peligro de la
preocupación (p. ej., incapacidad para detenerse, enfermarse con la preocupación) y la necesidad de controlar
los pensamientos (p. ej., un control deficiente indica debilidad, y responsabilidad si los pensamientos se hacen
realidad) (Cartwright-Hatton & Pozos, 1997).
Además de aumentar el afecto negativo, las creencias negativas mantienen el uso de la rumiación y la
preocupación porque las personas no creen que puedan controlar efectivamente estos procesos cognitivos.
Individuos deprimidos y no deprimidos quienes respaldan creencias más negativas reportan más rumia
depresiva (Papageorgiou & Wells, 2001, 2003; Yilmaz, Gençöz, & Wells, 2015). Las personas con TAG
también informan más creencias metacognitivas negativas sobre la preocupación que las personas con otros
trastornos de ansiedad, los que se preocupan sin el TAG y los controles que no se preocupan (Cartwright-
Hatton & Wells, 1997; Davis & Valentiner, 2000; Esbjørn et al., 2015; Ruscio & Borkovec, 2004; Wells y
Carter, 2001).
En resumen, las personas tienen creencias metacognitivas tanto positivas como negativas sobre la rumia. Las
creencias positivas sobre los beneficios potenciales de la rumiación y la preocupación pueden predisponer a
las personas a utilizar estos procesos cognitivos cuando se enfrentan a emociones o experiencias negativas.
Las creencias metacognitivas negativas sobre los peligros y la incontrolabilidad de la rumia y la preocupación
sirven para mantener estos procesos cognitivos, porque las personas quedan atrapadas en un bucle de rumia y
se sienten preocupados por su rumia, lo que solo aumenta su rumia posterior. Vuelvo a este modelo
metacognitivo con más detalle, así como al tratamiento que lo acompaña, en un capítulo posterior (Capítulo
12, Terapia metacognitiva).
Evitación
Como se discutió en el capítulo sobre la ansiedad (Capítulo 2, La rumiación y los trastornos relacionados con
la ansiedad), muchos investigadores creen que la rumiación cumple funciones de evitación. Demostrar esto
empíricamente no es fácil. Una pieza del rompecabezas es la investigación que muestra que las personas que
tienen tendencias a evitar emociones y pensamientos desagradables, de hecho, rumian más que aquellas que
no las tienen. Se han estudiado varios tipos diferentes de evitación como predictores potenciales de rumiación.
La evitación experiencial implica una falta de voluntad para experimentar e intentos deliberados de controlar
o escapar de emociones, pensamientos y estados fisiológicos no deseados (Hayes et al., 2004).
Conceptualmente, es la construcción opuesta de la aceptación, o la voluntad de experimentar todos los estados
internos, ya sean agradables o desagradables. Los estudios muestran asociaciones entre la evitación
experiencial y la rumiación. En adultos deprimidos, por ejemplo, los intentos autoinformados de evitación
experiencial después de ver fragmentos de películas tristes predijeron una mayor rumia de estado (Liverant,
Kamholz, Sloan y Brown, 2011). En una evaluación implícita de evitación, se instruyó a los adultos en duelo
para que se acercaran (p. ej., acercaran un joystick a sí mismos, agrandando la imagen de un estímulo en la
pantalla de una computadora) o evitaran (p. ej., empujando el joystick para alejar, reduciendo la imagen) en
respuesta. a una característica del estímulo (p. ej., el color de la fuente) que no estaba relacionada con el
contenido o la valencia del estímulo (Eisma et al., 2015). Uno de los estímulos, único para cada participante,
fue la fotografía de un ser querido fallecido. Durante varios ensayos, las reacciones más rápidas al empujar
que al tirar de esta imagen relacionada con la pérdida indicaron una tendencia a la evitación. Como era de
esperar, una mayor evitación implícita de pérdidas se asoció con una mayor reflexión sobre la pérdida.
Asociaciones similares entre la evitación implícita y la rumia o la preocupación surgen cuando la evitación se
evalúa mediante el uso de otros métodos (Eisma et al., 2014; Laguna, Ham, Hope y Bell, 2004; Thomas,
Raynor y Ribott, 2015). Por supuesto, ninguno de estos estudios ha determinado la direccionalidad de las
asociaciones entre la evitación experiencial y la rumiación.
Un aspecto de la evitación experiencial es la evitación cognitiva, o el uso de estrategias para evitar tener
pensamientos desagradables. Las estrategias incluyen pensar en muchos asuntos menores, distraerse con
diversas actividades y evitar objetos que puedan desencadenar pensamientos desagradables. Los estudios
transversales muestran que las tendencias a la evitación cognitiva se asocian con una mayor rumiación y
preocupación (Cribb, Moulds y Carter, 2006; Krieger, Altenstein, Baettig, Doerig y Holtforth, 2013; McEvoy,
Mahoney y Moulds, 2010; Moulds , Kandris, Starr y Wong, 2007; Olatunji, Moretz y Zlomke, 2010;
Ottenbreit, Dobson y Quigley, 2014; Sexton y Dugas, 2009). En un esfuerzo muy necesario para determinar
la direccionalidad, los adolescentes sanos informaron sobre su evitación diaria, rumia depresiva, preocupación
y estado de ánimo negativo todos los días durante 7 días (Dickson, Ciesla y Reilly, 2011). La evitación
cognitiva diaria predijo aumentos tanto en la rumia depresiva como en la preocupación al día siguiente.
Además, la rumiación y la preocupación mediaron los efectos de la evitación cognitiva en los estados de ánimo
negativos.
¿Cómo conducen los intentos de evitación a una mayor rumia? Esto parece una relación paradójica, porque la
rumiación implica insistir en una emoción, pensamiento o experiencia perturbadora, que es lo contrario de lo
que la gente intenta hacer con la evitación. Una posible explicación es que la evitación impide que las personas
resuelvan de manera efectiva las emociones negativas o tomen las medidas necesarias para abordar los factores
estresantes (p. ej., Gross & John, 2003). Desde una perspectiva conductual, la evitación impide la extinción
de un miedo adquirido. Por lo tanto, la evitación puede conducir indirectamente a un aumento de la rumiación,
a través del mantenimiento de emociones negativas y situaciones estresantes.
Otra explicación convincente se encuentra en el campo de la supresión del pensamiento. Daniel Wegner ha
pasado años estudiando los procesos por los cuales las personas intentan no pensar en imágenes y
pensamientos desagradables. Ha encontrado que a pesar de los mejores esfuerzos de las personas, los
pensamientos reprimidos a menudo son difíciles, si no imposibles, de mantener fuera de la mente (por ejemplo,
Wegner, 1994). Aquí hay un ejercicio clásico que ilustra las dificultades de la supresión del pensamiento:
“Primero, dedique un minuto a pensar mucho en un oso blanco... piense sólo en un oso blanco, imaginándose
todo sobre él”... haga una pausa de 1 minuto... “Ahora, dedique el siguiente minuto NO pensando en un oso
blanco”. oso... piensa en cualquier otra cosa que quieras, pero no te permitas pensar en un oso blanco”... pausa
por 1 minuto…
La mayoría de las personas tienen dificultades para no pensar en un oso blanco durante el segundo minuto. En
su irónica teoría del proceso, Wegner (1994) explicó este fenómeno proponiendo que la supresión del
pensamiento involucra tanto un intento activo de distracción como un proceso de monitoreo automático y a
veces inconsciente que busca constantemente pensamientos no deseados (Wenzlaff & Wegner, 2000).
Irónicamente, este proceso de monitoreo vigilante mantiene continuamente los pensamientos no deseados en
el segundo plano mental, lo que significa que pueden desencadenarse fácilmente (Wegner & Zanakos, 1994;
Wenzlaff & Wegner, 2000). Por lo tanto, irónicamente, los intentos de supresión de pensamientos hacen que
los pensamientos suprimidos sean más accesibles de lo que serían de otro modo, lo que resulta en una mayor
intrusión de pensamientos no deseados. Más aún, las personas que tratan de suprimir los pensamientos
emocionales se vuelven hipersensibles, de modo que los pensamientos llegan a producir reacciones
emocionales aún mayores que las que produjeron originalmente (Wegner & Zanakos, 1994). En esencia, la
supresión de pensamientos crea un vínculo entre los pensamientos reprimidos y las emociones asociadas
(Wenzlaff, Wegner y Klein, 1991). Cualquier experiencia de las emociones puede desencadenar el
pensamiento suprimido y, del mismo modo, cualquier experiencia del pensamiento suprimido puede provocar
las emociones asociadas.
Dada esta explicación del proceso de supresión del pensamiento, particularmente del contenido cargado de
emociones, no debería sorprender que los investigadores hayan propuesto que la rumiación sea un resultado
de la supresión del pensamiento (Gold & Wegner, 1995).
Específicamente, cuanto más intenten las personas evitar los pensamientos perturbadores, más experimentarán
esos mismos pensamientos y más molestos emocionalmente serán esos pensamientos. La evidencia empírica
apoya esta hipótesis. En estudios transversales, las personas con un alto grado de supresión del pensamiento
como rasgo también informan fuertes tendencias a la rumiación y la preocupación (Erskine, Kvavilashvili y
Kornbrot, 2007; Gosselin et al., 2007; Jones y Fernyhough, 2009; Laugesen et al., 2003; Liverant et al., 2011;
McEvoy et al., 2010; Szasz, 2009; Watkins & Moulds, 2009; Wenzlaff & Luxton, 2003). Los estudios
longitudinales proporcionan alguna evidencia de la direccionalidad propuesta. Por ejemplo, los individuos que
eran supresores crónicos del pensamiento y experimentaban altos niveles de estrés reportaron más rumia 10
semanas más tarde que los que suprimían poco o los que suprimían mucho que no experimentaban estrés
(Wenzlaff & Luxton, 2003). En relación con esto, las disminuciones en la supresión del pensamiento después
de una intervención breve predijeron una menor rumiación posterior (Nitzan-Assayag et al., 2017).
Las personas con estados de ánimo negativos son particularmente incapaces de suprimir los pensamientos no
deseados. Por lo general, las personas suprimen los pensamientos al pensar en otras cosas. Cambian de un
distractor a otro dependiendo de lo que tengan en mente,
como una corriente desenfocada de conciencia (Wenzlaff et al., 1991). Por ejemplo, la progresión del
pensamiento de una persona típica mientras trata de no pensar en un oso blanco puede incluir pensamientos
sobre aspectos de la habitación, recuerdos recientes, planes para próximos eventos, etc. Sin embargo, el estado
de ánimo de las personas influye en el tipo de distractores que seleccionan. En un estudio seminal, las personas
deprimidas usaron más pensamientos de distracción negativos durante la supresión que las personas no
deprimidas, ya sea que estuvieran suprimiendo pensamientos positivos o negativos (Wenzlaff, Wegner y
Roper, 1988). También experimentaron más intrusiones de pensamientos negativos durante un período de
expresión posterior que los participantes no deprimidos, lo que indica una falla en suprimir los pensamientos
negativos. Curiosamente, los participantes deprimidos reconocieron que los distractores positivos suprimirían
los pensamientos negativos mejor que los distractores negativos. Sin embargo, incluso cuando se les
presentaron posibles distractores positivos, las personas deprimidas utilizaron más distractores negativos para
suprimir los pensamientos negativos que las personas no deprimidas. Por lo tanto, las personas deprimidas
seleccionaron automáticamente pensamientos de distracción negativos durante la supresión, incluso en contra
de su mejor juicio. Estos hallazgos sugieren que las personas con estados de ánimo negativos son
particularmente propensas a reflexionar, porque sus esfuerzos por suprimir los pensamientos funcionarán de
la manera opuesta a la que les gustaría. De hecho, los intentos fallidos de supresión están más fuertemente
asociados con las tendencias de rumiación que los intentos exitosos de supresión (Andrews, Troop, Joseph,
Hiskey y Coyne, 2002; Dieler, Herrmann y Fallgatter, 2014; Hertel y Gerstle, 2003; Ryckman y Lambert). ,
2015). La investigación futura deberá determinar si esto es particularmente cierto para las personas con estados
de ánimo negativos.
En resumen, las personas con inclinaciones a evitar pensamientos y emociones perturbadoras son más
propensas a reflexionar. Una de las razones de esta aparente paradoja es que los esfuerzos por suprimir los
pensamientos desagradables tienden a provocar una mayor intrusión de los mismos pensamientos. La evitación
también puede conducir indirectamente a una mayor rumiación, a través del mantenimiento de estados de
ánimo negativos y factores estresantes. En conjunto con la sección anterior, es más probable que la rumiación
siga a emociones negativas y factores estresantes para las personas que creen que será útil y que tienen
tendencias a la evitación. Curiosamente, las personas que tienen creencias metacognitivas positivas sobre la
preocupación tienen más probabilidades de mostrar tendencias de evitación experiencial y supresión del
pensamiento (Laugesen et al., 2003; Ruiz & Odriozola-González, 2016). Una característica común de estos
constructos es la suposición, explícita o no, de que los pensamientos pueden y deben manipularse para un
objetivo final deseado (p. ej., comprender o prepararse para una situación, dejar de tener un pensamiento o
una emoción en particular). Tiene sentido que esta suposición haga que la gente
más propensos a responder a las emociones negativas y situaciones estresantes con rumiación o preocupación.
Rasgos de personalidad
Neuroticismo
El neuroticismo implica la tendencia a experimentar fuertes emociones negativas y una mayor reactividad a
los factores estresantes. Cuando se conceptualiza como una predisposición temperamental (por ejemplo,
biológica), el neuroticismo a menudo se denomina afectividad negativa. Las personas con alto nivel de
neuroticismo experimentan ansiedad, tristeza y hostilidad frecuentes e intensas. También tienen reacciones
más negativas a los principales factores estresantes y problemas diarios (Suls & Martin, 2005). No en vano,
el neuroticismo constituye una vulnerabilidad para desarrollar síntomas de depresión y ansiedad.
Los psicólogos han especulado durante mucho tiempo que los resultados negativos asociados con el
neuroticismo se deben en parte al aumento de la rumiación y la atención centrada en uno mismo (Watson y
Clark, 1984). Evidencia sólida apoya esta asociación propuesta. El neuroticismo y la afectividad negativa se
asocian con la rumiación y la preocupación en niños, adolescentes y adultos jóvenes sanos, así como en
individuos con depresión mayor (Broeren, Muris, Bouwmeester, Heijden, & Abee, 2011; Muris, Roelofs,
Rassin, Franken, y Mayer, 2005, Nolan, Roberts y Gotlib, 1998;
Roberts, Gilboa y Gotlib, 1998; Roelofs, Huibers, Peeters, Arntz y van Os, 2008; Spinhoven, Drost, de Rooij,
van Hemert y Penninx, 2016; Trapnell y Campbell, 1999; van der Houwen, Stroebe, Stroebe, Schut y van den
Bout, 2010; Verstraeten, Bijttebier, Vasey y Raes, 2011; Verstraeten, Vasey, Raes y Bijttebier, 2009). La
afectividad negativa incluso predice una mayor rumiación depresiva 2 años después (Mezulis, Simonson,
McCauley, & Vander Stoep, 2011). Debido a que se propone que existen diferencias temperamentales a una
edad temprana, algunos investigadores han evaluado la afectividad negativa en la infancia. Por ejemplo, los
informes retrospectivos de los estudiantes universitarios sobre una tendencia infantil a la afectividad negativa
se asociaron con una mayor tendencia actual a la rumia de enojo (Sauer-Zavala, Geiger y Baer, 2013). En un
impresionante estudio longitudinal, los informes de las madres sobre la afectividad negativa de sus hijos a la
edad de 1 año predijeron la rumia autoinformada de sus hijos a los 13 años (Mezulis, Priess y Hyde, 2011).
En todos estos estudios, la rumiación medió las asociaciones entre neuroticismo o afectividad negativa y
diversos síntomas clínicos.
Sensibilidad emocional
La sensibilidad emocional es la creencia de que las emociones negativas tienen consecuencias dañinas e
indeseables. Por ejemplo, las personas pueden creer que las emociones negativas y la excitación emocional
los dañarán físicamente, los volverán incapaces de funcionar socialmente o en el trabajo, indicarán que se
están “volviendo locos” o “teniendo una crisis nerviosa” y los obligarán a hacer algo dañino para ellos mismos.
o alguien más. Comprensiblemente, las personas que creen esto tienden a experimentar una fuerte ansiedad y
miedo en respuesta a las emociones negativas. Como tal, la sensibilidad emocional se considera una
manifestación primaria del neuroticismo (p. ej., Norton y Mehta, 2007).
La evidencia transversal sugiere claramente que las personas que temen las emociones negativas tienen más
probabilidades de involucrarse en pensamientos negativos repetitivos. Tanto en individuos sanos como en
pacientes con problemas de salud mental, el miedo a la ansiedad, la tristeza y la ira se asocian con una mayor
rumiación depresiva, rumiación enojada y preocupación (Giorgio et al., 2010; Hong & Cheung, 2015; Lee,
Orsillo, Roemer, & Allen, 2010; Mennin, Heimberg, Turk y Fresco, 2005; Olatunji et al., 2010; Robins, Keng,
Ekblad y Brantley, 2012; Roemer, Salters, Raffa y Orsillo,
2005; Sexton y Dugas, 2009). Además, la rumiación media los vínculos entre la sensibilidad emocional y los
resultados clínicos como la depresión y la agresión. Curiosamente, incluso el miedo a las emociones positivas
se asocia con una mayor rumiación.
Los exámenes longitudinales y experimentales de estas asociaciones son difíciles de encontrar. Un estudio
longitudinal encontró que el miedo a las emociones predijo aumentos en la preocupación 3 meses después
(Sugiura & Sugiura, 2015), aunque otro sugirió que la preocupación era un predictor más fuerte de sensibilidad
a la ansiedad futura (Dugas, Laugesen, & Bukowski, 2012). En un experimento, estudiantes universitarios
sanos vieron una "conferencia pregrabada" de psicología que les informó que los altos niveles de ansiedad son
dañinos (Buhr & Dugas, 2009). En comparación con los participantes que aprendieron que la ansiedad es
normal e inofensiva, los participantes en la condición de sensibilidad a la ansiedad se preocuparon más por
hacer una presentación oral.
La sensibilidad emocional puede estar asociada con la rumiación por varias razones. Primero, las emociones
fuertes secundarias en respuesta a las emociones negativas iniciales pueden desencadenar directamente la
rumiación. En otras palabras, la sensibilidad emocional debería interactuar con la experiencia de emociones
negativas iniciales para predecir una mayor rumiación a través de mayores emociones secundarias. Esta
hipótesis aún no ha sido probada. En segundo lugar, las personas que temen las emociones negativas hacen
todo lo posible para evitar experimentar emociones negativas. De hecho, la sensibilidad emocional se asocia
con una mayor evitación experiencial y cognitiva, así como con la supresión del pensamiento (Lee et al., 2010;
Mahaffey, Watson, Clark, & Kotov, 2016; Mansell & McEvoy, 2016; Olatunji et al., 2010). ; Roemer et al.,
2005; Sexton & Dugas, 2009; Wegner & Zanakos, 1994). Por lo tanto, el miedo a las emociones negativas
también puede aumentar indirectamente la rumiación a través de intentos de evitación y supresión.
intolerancia a la incertidumbre
Otra manifestación primaria del neuroticismo es la intolerancia a la incertidumbre (McEvoy & Mahoney,
2013; Norton & Mehta, 2007; van der Heiden et al., 2009). Mientras que la sensibilidad emocional es la
tendencia a percibir las emociones negativas como amenazantes, la intolerancia a la incertidumbre es la
tendencia a percibir la incertidumbre o la ambigüedad como una amenaza. Este rasgo de personalidad implica
tanto una deseo activo de previsibilidad y parálisis cognitiva y conductual en respuesta a la incertidumbre
(Birrell, Meares, Wilkinson y Freeston, 2011).
Perfeccionismo
El perfeccionismo es otra manifestación de neuroticismo de orden inferior (p. ej., Smith, Sherry, et al., 2016;
Smith, Stephens, Repper y Kistner, 2016) que se asocia con la rumia. Definido generalmente como la
tendencia a luchar por la mejora personal y establecer altos estándares para uno mismo (Short & Mazmanian,
2013), el perfeccionismo se conceptualiza como un fenómeno multidimensional. Muchas de las facetas
específicas del perfeccionismo que estudian los investigadores se pueden agrupar en dos factores de orden
superior: preocupaciones perfeccionistas y esfuerzo perfeccionista (Bieling, Israel y Antony, 2004; Frost,
Heimberg, Holt, Mattia y Neubauer, 1993; Stoeber y Otto , 2006). Las preocupaciones perfeccionistas
incluyen la percepción de las personas de que sus seres queridos les imponen estándares altos (p. ej.,
perfeccionismo prescrito socialmente), preocupaciones sobre los errores que han cometido y dudas sobre su
capacidad (Frost, Marten, Lahart y Rosenblate, 1990; Hewitt y Flett, 1991). ). El ‘’esfuerzo perfeccionista’’
incluye las tendencias a establecer altas expectativas y metas para uno mismo (p. ej., perfeccionismo orientado
hacia uno mismo, estándares personales) y a valorar la organización. En general, las preocupaciones
perfeccionistas predicen mayores síntomas depresivos y ansiosos y exacerban los resultados negativos del
estrés. Los efectos del ‘’esfuerzo perfeccionista’’ no están claros, ya que ha sido tanto un factor de riesgo
como un factor protector contra la depresión (p. ej., Enns, Cox y Clara, 2005; Smith, Sherry, et al., 2016;
Smith, Stephens, et al., 2016). El ‘’esfuerzo perfeccionista’’ también se asocia con la escrupulosidad y un
afrontamiento más activo (para una revisión, véase Stoeber & Otto, 2006). Por lo tanto, existe un debate en el
campo sobre si el ‘’esfuerzo perfeccionista’’ constituye una forma adaptativa de perfeccionismo.
Las preocupaciones perfeccionistas están fuertemente asociadas con la rumiación. En estudios transversales,
el perfeccionismo socialmente prescrito, la preocupación por los errores y las dudas sobre la propia capacidad
se correlacionan con más rumiación y preocupación.
(Blankstein y Lumley, 2008; Brown y Kocovski, 2014; Di Schiena, Luminet, Philippot y Douilliez, 2012;
Egan, Hattaway y Kane, 2014; Flett, Madorsky, Hewitt y Heisel, 2002; Harris, Pepper y Maack, 2008; Luyckx,
Soenens, Goossens, Beckx y Wouters, 2008; Nepon, Flett, Hewitt y Molnar, 2011; O'Connor, O'Connor y
Marshall, 2007; Olson y Kwon, 2008; Santanello y Gardner , 2007; Short y Mazmanian, 2013; Stöber y
Joormann, 2001). Además, la rumiación y la preocupación median las asociaciones entre las preocupaciones
perfeccionistas y los síntomas depresivos, ansiosos y somáticos. Algunos estudios longitudinales han arrojado
luz sobre la direccionalidad de esta asociación. Un estudio pidió a los estudiantes universitarios que
completaran un diario de errores todos los días durante 5 días, en el que registraron los errores que cometieron
(Frost et al., 1997). Dos semanas más tarde, los participantes con una preocupación perfeccionista alta
reportaron más rumiaciones sobre el error más importante que los participantes con una preocupación
perfeccionista baja. En los empleados académicos, las dudas sobre la propia capacidad predijeron más rumia
y preocupaciones relacionadas con el trabajo durante las vacaciones posteriores (Flaxman, Ménard, Bond y
Kinman, 2012). En individuos socialmente ansiosos y saludables, las preocupaciones perfeccionistas de rasgo
y estado predijeron una mayor rumiación posterior al evento 1 o 2 días después de una tarea de habla que
inducía ansiedad (Brown & Kocovski, 2014; Cox & Chen, 2015).
La asociación entre el esfuerzo perfeccionista y la rumiación es menos clara. Por un lado, el perfeccionismo
auto orientado se correlaciona con una mayor rumiación y preocupación (Flett, Coulter, Hewitt y Nepon, 2011;
Flett et al., 2002; Nepon et al., 2011; O'Connor et al., 2007; Olson y Kwon, 2008; Short y Mazmanian, 2013).
Por otro lado, los estándares personales y la organización no están fuertemente asociados con la rumiación, o
con la preocupación o la exploración rumiante en estudiantes universitarios (Di Schiena et al., 2012; Harris et
al., 2008; Luyckx et al., 2008; Santanello & Gardner , 2007; Stöber & Joormann, 2001). ¿Qué podría explicar
estos resultados mixtos? Algunos autores sugieren que los hallazgos contradictorios reflejan una variación
compartida entre el esfuerzo perfeccionista y las preocupaciones perfeccionistas (Stoeber & Otto, 2006). De
hecho, controlar el perfeccionismo prescrito socialmente debilitó drásticamente las asociaciones entre el
perfeccionismo orientado hacia uno mismo y la rumiación (Blankstein & Lumley, 2008). Los hallazgos
contradictorios también podrían deberse a las diferencias entre varias medidas del esfuerzo perfeccionista. La
mayoría de los ítems que evalúan el perfeccionismo orientado hacia uno mismo son más extremos en su
redacción (por ejemplo, “Exijo nada menos que la perfección de mí mismo”) que los ítems que evalúan los
estándares personales (por ejemplo, “Espero un mayor desempeño en mis tareas diarias que la mayoría de las
personas. ”). Una redacción más extrema se asocia con resultados más negativos (Blasberg, Hewitt, Flett,
Sherry y Chen, 2016). Por lo tanto, es posible que las diversas medidas del esfuerzo perfeccionista en realidad
no evalúen el mismo constructo. Específicamente, el perfeccionismo de uno mismo puede desencadenar la
rumiación, mientras que apuntar a la excelencia puede no hacerlo. Otra posibilidad es que el ‘’esfuerzo
perfeccionista’’ solo lleve a la rumiación cuando las expectativas de las personas y los esfuerzos por lograrlo
no tengan éxito. Cierta evidencia sugiere que el esfuerzo perfeccionista predice la depresión solo para las
personas que experimentan estrés relacionado con el logro (Békés et al., 2015). La investigación futura debería
examinar si es más probable que el esfuerzo perfeccionista prediga la rumiación de las personas que
experimentan factores estresantes que desafían sus nociones de éxito.
Sensibilidad al refuerzo
La teoría de la sensibilidad al refuerzo de Gray (1982) proponía la existencia de sistemas de base
neurobiológica que sustentan los rasgos de personalidad del neuroticismo y la extraversión. Más
específicamente, argumentó que el neuroticismo refleja principalmente la sensibilidad al castigo, mientras que
la extraversión refleja principalmente la sensibilidad a las recompensas. Aunque estos sistemas motivacionales
son necesarios para la supervivencia, pueden conducir a una disfunción psicológica (p. ej., miedo/ansiedad e
impulsividad, respectivamente) cuando cualquier sistema es demasiado dominante.
La versión actual de esta teoría propone tres sistemas separados de base biológica que sustentan las tendencias
conductuales de las personas (Corr & Perkins, 2006; Gray & McNaughton, 2003). El sistema de enfoque
conductual (BAS) responde a las recompensas y al cese del castigo. Activa emociones como la esperanza y la
felicidad que fomentan conductas de acercamiento (Randles, Flett, Nash, McGregor, & Hewitt, 2010).
Caracterizada por el optimismo, la búsqueda de sensaciones y la impulsividad, la sensibilidad BAS alta predice
el uso de sustancias y la agresión (Bijttebier, Beck, Claes y Vandereycken, 2009). El sistema de lucha, huida
y congelación (FFFS) responde al castigo inmediato o amenazas de daño. Activa emociones como el pánico,
el miedo y la ira que inician conductas de escape, evitación y/o lucha. La alta sensibilidad de FFFS se asocia
con fobias y trastorno de pánico. Finalmente, el sistema de inhibición conductual (BIS) es responsable de
resolver los conflictos de objetivos, como entre BAS (aproximación) y FFFS (evitación), o dentro de cada uno
de estos sistemas. Cuando se detecta un conflicto (por ejemplo, "¿Huyo de esta silla de dentista o soporto el
dolor para tener dientes más limpios?"; “¿Seguimos teniendo sexo o vamos a calmar a nuestro bebé que
llora?”), el BIS provoca ansiedad para inhibir comportamientos en curso, dirigir la atención a la amenaza y
motivar una evaluación controlada de la situación. Así, mientras que el BAS motiva comportamientos de
acercamiento apresurado y el FFFS motiva formas activas de evitación, la inhibición del comportamiento
permite un acercamiento cauteloso o la evitación pasiva de una amenaza percibida (Corr, 2013). Cuanto mayor
sea el conflicto percibido y la ansiedad resultante, más probable es que el BIS inhiba el comportamiento
mediado por BAS y facilite el comportamiento mediado por FFFS. Una alta sensibilidad del BIS es un factor
de riesgo para la ansiedad y los síntomas depresivos (Bijttebier et al., 2009; Degnan, Almas y Fox, 2010). La
teoría revisada y la evidencia de apoyo muestran que tanto FFFS como BIS están asociados con el
neuroticismo, mientras que un BAS alto está asociado con la extraversión (Gray y McNaughton, 2003; Heym,
Ferguson y Lawrence, 2008).
Los investigadores proponen que la sensibilidad BIS conduce a la rumiación y la preocupación porque las
personas quedan mentalmente atrapadas en un conflicto percibido (Corr & Perkins, 2006).
Desafortunadamente, la investigación empírica que respalda esta hipótesis no es concluyente. Debido a que
pueden desencadenar emociones negativas e inhibición del comportamiento, BIS y FFFS en la teoría original
no se diferencian adecuadamente. En consecuencia, la subescala BIS original confunde la ansiedad
relacionada con BIS y el miedo relacionado con FFFS. Dicho esto, la sensibilidad del BIS se asocia
sólidamente con una mayor rumiación y preocupación (Broeren et al., 2011; Denson, Pedersen y Miller, 2006;
Izadpanah, Schumacher y Barnow, 2017; Keune, Bostanov, Kotchoubey y Hautzinger, 2012; Leen-Feldner,
Zvolensky, Feldner y Lejuez, 2004; Li, Xu y Chen, 2015; McGregor, Gailliot, Vasquez y Nash, 2007; Randles
et al., 2010). Desafortunadamente, no podemos saber si estas asociaciones están impulsadas por la sensibilidad
BIS o la sensibilidad FFFS, o ambas. En un estudio poco común que separó estos procesos, tanto BIS como
FFFS se asociaron con una mayor rumia (Randles et al., 2010).
Curiosamente, algunos investigadores también argumentan que la sensibilidad BAS predice la rumia.
Específicamente, es probable que las personas con alta sensibilidad BAS se concentren en recompensas
futuras, lo que abre la puerta a la frustración cuando no se cumplen sus esperanzas (Renn, Steinbauer y Fenner,
2014). Se propone que esta discrepancia entre los estados deseados y actuales contribuya a la rumia. Sin
embargo, la asociación entre la sensibilidad BAS y la rumia es mixta en la literatura. Por ejemplo, la
sensibilidad general de BAS se correlaciona con una rumia más general y depresiva (Li et al., 2015; Renn et
al., 2014), pero no está asociada con una rumia enojada (Denson et al., 2006; Izadpanah et al., 2017) . Estos
hallazgos mixtos podrían reflejar la naturaleza multifacética de la sensibilidad BAS, que generalmente se
evalúa a través de tres
subescalas: impulso (es decir, persistencia de la meta), búsqueda de diversión (es decir, búsqueda de
recompensas inmediatas) y respuesta a la recompensa (es decir, motivación para recompensas anticipadas).
Los estudios que han examinado estas subescalas separadas encuentran la correlación más sólida entre la
respuesta a la recompensa y la rumia (Keune et al., 2012; Li et al., 2015; Randles et al., 2010). El hecho de
que la capacidad de respuesta a la recompensa también se asocie generalmente con una mayor ansiedad
relacionada con el BIS llevó a algunos investigadores a sugerir que la capacidad de respuesta a la recompensa
del BAS y el BIS comparten la característica de centrarse en el futuro o el pasado, respectivamente, para el
logro de objetivos, los cuales pueden contribuir a pensamiento repetitivo (p. ej., Heym et al., 2008).
En resumen, la evidencia sugiere que los tres sistemas motivacionales, o al menos algunas facetas de ellos,
están asociados con una mayor rumiación. Sin embargo, la mayoría de los estudios no han evaluado BIS y
FFFS por separado. Además, los investigadores deben examinar por qué la sensibilidad BAS a menudo se
asocia con una mayor rumiación, cuando la extraversión muestra correlaciones no significativas o negativas
con la rumiación (Bagby & Parker, 2001; McEvoy & Mahoney, 2013; Svansdottir et al., 2013; Trapnell &
Campbell, 1999). Además, algunas teorías recientes sugieren que las sensibilidades BAS, FFFS y BIS
interactúan para predecir los resultados (Corr, 2002). Por ejemplo, alguien podría tener tendencias a retraerse
y angustiarse por los conflictos percibidos (es decir, BIS) y también estar motivado para obtener recompensas
(es decir, BAS). Sin embargo, el único estudio que probó esto con rumiación no encontró tal efecto interactivo
(Izadpanah et al., 2017). Claramente, se necesita más trabajo teórico y empírico para comprender los efectos
de las sensibilidades BAS, FFFS y BIS en la rumia.
Resumen
Esta literatura variada demuestra que el neuroticismo y varias predisposiciones relacionadas (sensibilidad
emocional, intolerancia a la incertidumbre, perfeccionismo y sensibilidad a la inhibición del comportamiento)
están todas asociadas con una mayor rumiación. Estos rasgos también se asocian con una mayor evitación
(Mahaffey et al., 2016; Mansell & McEvoy, 2016; Santanello & Gardner, 2007). De hecho, los investigadores
proponen el concepto de la cascada neurótica (Suls & Martin, 2005), en la que los individuos con alto nivel
de neuroticismo reaccionan con más fuerza a los factores estresantes de la vida (es decir, sensibilidad FFFS y
BIS) y evalúan muchas experiencias como amenazantes (es decir, sensibilidad emocional, intolerancia a la
incertidumbre y perfeccionismo), lo que conduce a tendencias simultáneas para centrarse en estas experiencias
(es decir, la rumiación) y suprimir los pensamientos negativos (es decir, la evitación). Como sabemos, estas
respuestas solo resultan en el mantenimiento de un estado de ánimo negativo. Curiosamente, las personas con
un alto nivel de neuroticismo también informan haber experimentado eventos de vida más negativos, que
desencadenan esta cascada. Por lo tanto, puede ser que los factores estresantes discutidos en el capítulo anterior
no siempre sean independientes de los rasgos de personalidad que se tratan aquí. En otras palabras, las personas
con alto nivel de neuroticismo y todas sus manifestaciones tienen más probabilidades de experimentar tanto
factores estresantes reales como discrepancias percibidas, lo que hace que la rumiación frecuente sea un
resultado probable.
Regulación emocional
La regulación de las emociones se refiere a los procesos mediante los cuales los individuos influyen en las
emociones que tienen y cómo experimentan, expresan y entienden sus emociones (Gross, 1998). La regulación
emocional efectiva a menudo implica ser consciente de las emociones y aceptarlas, diferenciar entre varias
emociones (es decir, claridad), mantener el autocontrol cuando se experimentan emociones negativas y usar
estrategias de regulación del estado de ánimo de manera efectiva (Gratz & Roemer, 2004; Mennin, Holaway,
Fresco, Moore y Heimberg, 2007; Salovey, Mayer, Goldman, Turvey y Palfai, 1995). Las estrategias de
regulación del estado de ánimo incluyen actividades que apuntan a reparar estados de ánimo negativos o
mantener estados de ánimo positivos, como ejercicio, relajación, pensar positivamente, escuchar música y
hablar con alguien (Thayer, Newman y McClain, 1994). ¿Cómo podría contribuir la regulación de las
emociones a que las personas participen en la rumiación? Una posibilidad es que las personas usen la
rumiación cuando carecen de habilidades de regulación de emociones más adaptativas que puedan reducir las
emociones negativas. Otra posibilidad es que las personas recurran a la rumiación cuando creen que deben
hacer todo lo posible para arreglar un estado de ánimo negativo. Una tercera posibilidad, más controvertida,
es que las personas recurren a la rumiación cuando quieren mantener o aumentar una emoción negativa.
Las personas con habilidades de regulación de emociones débiles experimentan emociones negativas más
intensas, tienen poca claridad sobre las emociones, encuentran aversivas las emociones negativas y no manejan
sus emociones de manera efectiva y adecuada. Varias facetas de la mala regulación de las emociones están
fuertemente asociadas con la rumia.
La falta de aceptación y la evitación de las emociones negativas predicen una mayor rumiación. En línea con
la literatura revisada anteriormente sobre la sensibilidad emocional, cuanto más severamente se juzgan las
personas por tener emociones negativas, más rumian y se preocupan (Liverant et al., 2011; Salters-Pedneault,
Roemer, Tull, Rucker, & Mennin, 2006; Williams, Harfmann, Ingram, Hagan, & Kramer, 2015). En adultos
con depresión diagnosticada, luego de una inducción de un estado de ánimo triste, una menor aceptación de
la experiencia emocional predijo una mayor rumiación del estado (Liverant et al., 2011). Un constructo
relacionado es la supresión expresiva o la inhibición de la expresión emocional (Gross, 1998). Al igual que
las personas que intentan suprimir los pensamientos, quienes suprimen su expresión emocional de hecho
sienten más emociones negativas y menos emociones positivas (Gross & John, 2003). No es sorprendente que
la supresión expresiva también se asocia con más rumia (Boyes, Hasking y Martin, 2016; Gross y John, 2003).
En resumen, los hallazgos de la literatura sobre regulación emocional son paralelos a los discutidos
previamente sobre las asociaciones entre la no aceptación emocional y la rumiación.
Las personas que tienen una percepción de baja capacidad para reparar estados de ánimo negativos y mantener
estados de ánimo positivos también son más propensas a rumiar. De hecho, evidencia sólida muestra que la
baja capacidad percibida de regulación del estado de ánimo se asocia con más rumiación y preocupación
(Lischetzke & Eid, 2003; Ramos, Fernandez-Berrocal, & Extremera, 2007; Salguero, Extremera, &
Fernández-Berrocal, 2013; Salters- Pedneault et al., 2006; Williams et al., 2015). Una construcción
relacionada es la orientación negativa al problema, o la tendencia a dudar de la capacidad de resolución de
problemas y ver los problemas como irresolubles. A través de varios estudios, las personas con orientación
negativa al problema reportan mayor rumiación y preocupación (González, Ibáñez, & Barrera, 2017; Laugesen
et al., 2003; Robichaud & Dugas, 2005; Sugiura, 2007). De manera similar, la autoeficacia implica la creencia
de que uno tiene la capacidad de lograr con éxito los resultados deseados y enfrentar los desafíos. Las personas
con menor autoeficacia tienen más tendencia a la rumiación (Di Giunta et al., 2017; Ebner, Schulte, Soucek y
Kauffeld, 2018; Takagishi, Sakata y Kitamura, 2013). En resumen, la falta de confianza en la propia capacidad
para regular las emociones y resolver desafíos se asocia con una mayor rumiación.
La dificultad para identificar las propias emociones también desencadena la rumiación, tal vez como un intento
de buscar claridad emocional. La mayoría de los estudios han encontrado que la poca claridad se asocia con
más rumiación y preocupación, aunque los efectos a veces son muy pequeños (Lischetzke & Eid, 2003;
Salguero et al., 2013; Salovey et al., 1995; Salters-Pedneault et al., 2006; Vine, Aldao y Nolen-Hoeksema,
2014; Williams et al., 2015). Un equipo de investigación descubrió que la baja capacidad percibida en la
regulación del estado de ánimo mediaba el vínculo entre la baja claridad emocional y la rumiación (Salguero
et al., 2013). Esto sugiere que la confusión acerca de las emociones puede llevar a la gente a creer que no
pueden reparar los estados de ánimo negativos, lo que a su vez desencadena la rumiación.
Teóricamente, una mayor conciencia de las propias emociones debería estar relacionada con la rumiación,
porque ambas implican atender a los estados emocionales (Gross, 1998). Sin embargo, la literatura empírica
sobre esta asociación es mixta. Algunos estudios han encontrado que la tendencia a prestar atención a las
emociones está asociada con una mayor rumiación (Lischetzke & Eid, 2003; Salguero et al., 2013; Salovey,
Stroud, Woolery, & Epel, 2002; Swinkels & Giuliano, 1995) , pero otros han encontrado asociaciones
pequeñas y no significativas (Ramos et al., 2007; Salters-Pedneault et al., 2006; Williams et al., 2015). Estos
resultados contradictorios tienen varias posibilidades. Primero, el efecto de la atención sobre las emociones
puede depender de la naturaleza de las emociones que experimentan las personas. La atención a los estados
de ánimo neutrales o positivos puede ser una actividad inofensiva que no provoca pensamientos repetitivos,
mientras que la atención a los estados de ánimo negativos puede desencadenar la rumiación (Swinkels y
Giuliano, 1995). Otra posibilidad es que la conciencia emocional tenga resultados positivos o negativos
dependiendo de si las personas creen que pueden reparar los estados de ánimo negativos. Un estudio encontró
que la conciencia emocional predijo un mayor bienestar para las personas con una percepción alta de
reparación del estado de ánimo, mientras que predijo un peor bienestar para las personas con una baja
percepción de reparación del estado de ánimo (Lischetzke & Eid, 2003) ). Así, las personas que habitualmente
atienden a sus emociones pueden rumiar solo si también creen que no tienen las habilidades para manejar las
emociones que están notando. Finalmente, los efectos de la conciencia emocional pueden ser no lineales, con
una cantidad moderada de atención que permite a las personas rastrear y responder a sus estados de ánimo de
manera adaptativa, pero muy poca atención indica una evitación desadaptativa y mucha atención indica un
nivel poco saludable de atención y rumiacion centrada en uno mismo.
Una literatura de investigación se centra en el papel percibido de las emociones y las reglas internas para
responder a las emociones. Las personas generalmente interpretan los estados de ánimo como información
sobre si se ha alcanzado una meta deseada (Martin y Davies, 1998). Los estados de ánimo positivos a menudo
indican que se ha alcanzado una meta. Por el contrario, las personas pueden interpretar los estados de ánimo
negativos como una indicación de que no han alcanzado o progresado en una meta en particular. Esto se alinea
con la idea de discrepancia de objetivos percibida, de modo que un estado de ánimo negativo puede indicar a
las personas que existe una discrepancia percibida. Sin embargo, en lugar de que un estado de ánimo negativo
desencadene automáticamente la rumia, algunos investigadores sugieren que el efecto de los estados de ánimo
negativos en el comportamiento (por ejemplo, la rumia) depende de las reglas de parada inherentes de las
personas (Meeten & Davey, 2011). Las reglas de parada son reglas explícitas o implícitas que las personas
usan para definir los objetivos de una tarea. Por ejemplo, algunas personas dejan de comer cuando sus platos
están objetivamente vacíos, mientras que otros dejan de comer cuando están subjetivamente llenos. Estas
reglas de parada pueden influir en cómo las personas responden a los estados de ánimo positivos y negativos.
Un estudio instruyó a los participantes que estaban en estados de ánimo positivos o negativos para generar
una lista de aves (Martin, Ward, Achee y Wyer, 1993). A la mitad de los participantes se les dijo que dejaran
de enumerar las aves cuando ya no les gustara hacerlo, mientras que a la mitad se les pidió que se detuvieran
cuando pensaran que habían generado suficiente. Los autores esperaban que los mismos estados de ánimo
pudieran tener diferentes efectos en el comportamiento (por ejemplo, cuánto tiempo trabajaban las personas
en la tarea, cuántas aves generaban) dependiendo de la regla de parada. De hecho, cuando se les pidió a los
participantes que dejaran de enumerar pájaros cuando ya no los disfrutaran (es decir, si tenían ganas de
continuar con la regla), los participantes con estados de ánimo negativos se detuvieron antes que los que tenían
estados de ánimo positivos. Por el contrario, cuando se les pidió a los participantes que se detuvieran cuando
pensaran que habían generado suficiente (es decir, tantos como pudieran gobernar), aquellos con estados de
ánimo negativos trabajaron más tiempo que aquellos con estados de ánimo positivos. Dicho de otra manera,
la combinación de un estado de ánimo negativo con una regla ‘’tanto como puedas’’ condujo a la mayor
persistencia en la tarea. Los investigadores pronto apreciaron las implicaciones potenciales del pensamiento
repetitivo. Específicamente, la combinación de un estado de ánimo negativo con una tendencia a emplear una
regla de parada máxima debería conducir a la rumiación y la preocupación (Meeten & Davey, 2011).
La evidencia empírica de esta hipótesis surgió por primera vez en estudios sobre la preocupación. En esta
investigación, los participantes pasaron por una entrevista catastrofista, en la que se les preguntó “¿qué es lo
que más te preocupa de [tu principal preocupación actual]?”, y luego se volvió a preguntar sobre su respuesta
a la primera pregunta, y así sucesivamente. hasta que los participantes no pudieron pensar en más respuestas.
Cuando se les indicó que participaran en la entrevista utilizando la regla de ‘’tanto como puedas’’, los
participantes que estaban de mal humor generaron más respuestas catastróficas sobre su principal
preocupación que los participantes que estaban de buen humor (Meeten & Davey, 2011). Por el contrario,
cuando se les indicó que usaran una regla de continuar según ‘’como se sienta’’, los participantes con estados
de ánimo negativos generaron menos respuestas catastróficas. Resultados similares fueron encontrados al
comparar los rasgos de preocupación altos y bajos en lugar del estado de ánimo positivo y negativo inducido
(Startup & Davey, 2001). Específicamente, el estado de ánimo negativo experimentado por los que se
preocupan en combinación con una regla de ‘’continuar hasta que puedas’’ contribuyó a más catastrofismo
sobre una preocupación actual. Los estudios no experimentales también muestran que las personas, con y sin
TAG, que informan haber adoptado una regla de ‘’detenerte cuando no puedas más’’ sobre su preocupación,
informan una mayor preocupación como rasgo y generan más respuestas en una entrevista catastrófica (Dash
& Davey, 2011; Davey, Startup, MacDonald , Jenkins y Patterson, 2005; Meeten et al., 2016; Turner, 2010).
En resumen, el comportamiento de preocupación parece ser provocado por estados de ánimo negativos
combinados con una regla de parada: continuar hasta que sea posible.
Las reglas de parada también se han explorado como contribuyentes a la rumia depresiva. En una adaptación
de la entrevista catastrofista, se preguntó a los participantes “¿Por qué [su tema principal de depresión reciente]
los hace sentir deprimidos?”, y así sucesivamente hasta que dejaron de proporcionar nuevas razones para estar
deprimidos (Watkins & Mason, 2002). . Al utilizar la regla de ‘’tanto como puedas’’, los participantes con
estados de ánimo negativos inducidos generaron más respuestas que los participantes con estados de ánimo
positivos (Hawksley & Davey, 2010). De manera similar, los rumiadores depresivos generaron más razones
para sentirse deprimidos al usar la regla ‘’tantos como puedas’’ que los no rumiantes (Watkins & Mason,
2002). Se encontraron los mismos resultados al comparar participantes con y sin depresión mayor (Chan,
Davey, & Brewin, 2013). Además, los participantes deprimidos eran más propensos a usar una regla de
‘’tantos como puedas’’ en respuesta a los estados de ánimo negativos en su vida cotidiana, y una mayor
aprobación de esta regla de parada se asoció con un mayor rasgo de rumiación depresiva.
En resumen, esta literatura sugiere que las personas que creen que deben hacer todo lo posible para corregir
los estados de ánimo negativos probablemente reflexionen o se preocupen. Esto puede ocurrir porque los
individuos que utilizan habitualmente la regla de detenerse cuando ya no puedan más, aplican esta regla a su
pensamiento repetitivo, persistiendo hasta que creen que han resuelto completamente el “problema” de la
rumiación o la preocupación. Desafortunadamente, un estado de ánimo negativo existente proporcionará
retroalimentación de que no han logrado su objetivo, por lo que la rumiación y la preocupación continúan.
Las teorías de regulación de las emociones suelen asumir que las personas quieren minimizar las emociones
negativas (p. ej., Larsen, 2000). Sin embargo, en algunas situaciones, puede ser funcional desear mantener una
emoción negativa. El modelo de estado de ánimo como input (Martin & Davies, 1998) propone que las
personas buscan resultados positivos, no estados de ánimo positivos. Por lo tanto, si un estado de ánimo
negativo conduce a un resultado positivo, entonces las personas pueden tratar de mantener ese estado de ánimo
negativo. De manera similar, la explicación instrumental de la regulación emocional propone que lo que las
personas quieren sentir es un equilibrio entre placer y utilidad (Tamir, 2009). Específicamente, cuando los
beneficios inmediatos (es decir, el placer) superan los beneficios a largo plazo (es decir, el placer retrasado
derivado de la búsqueda exitosa de una meta), las personas prefieren las emociones placenteras. Sin embargo,
cuando los beneficios a largo plazo superan a los beneficios inmediatos, las personas prefieren las emociones
útiles, aunque sean desagradables. Cualquiera que haya pospuesto salir con amigos para pasar horas o incluso
días estudiando para un examen está familiarizado con este equilibrio. Estas teorías sugieren que las personas
pueden rumiar porque tienen una razón para mantener o aumentar un estado de ánimo negativo. En la siguiente
sección, se revisan algunas de las razones propuestas por las que las personas quieren mantener o aumentar
los estados de ánimo negativos (ver Tamir, 2016).
Motivos de desempeño.
Las emociones pueden ayudar a las personas a optimizar su desempeño para alcanzar las metas deseadas.
Como ejemplo, una estrategia que utilizo a menudo para motivarme a hacer ejercicio es pensar en lo tristes
que estarán mis hijos si muero joven debido a problemas de salud. En otras palabras, a veces avivo mis miedos
relacionados con la salud para ponerme ropa deportiva y salir por la puerta. La evidencia empírica de los
motivos del desempeño implican varias emociones específicas. Primero, las personas prefieren experimentar
tristeza cuando necesitan involucrarse en un pensamiento analítico cuidadoso. Una gran cantidad de literatura
sugiere que el estado de ánimo triste promueve el procesamiento deliberativo y analítico que mejora la
precisión en tareas complejas. Por ejemplo, aunque las personas emiten juicios más negativos cuando están
tristes o deprimidas, sus juicios suelen ser más precisos que los de las personas felices (Strunk & Adler, 2009).
En una serie de experimentos, las personas que estaban de mal humor y que esperaban participar en una tarea
cognitiva desafiante que requería precisión y pensamiento analítico tenían más probabilidades de elegir
escuchar música triste que individuos con un estado de ánimo neutral (Cohen & Andrade, 2004). Cuando se
les preguntó por qué, los participantes indicaron que creían que un estado de ánimo triste, con el enfoque y el
pensamiento profundo que lo acompañan, los ayudaría a realizar mejor la tarea.
Las personas pueden optar por experimentar miedo si su objetivo es evitar las amenazas (Tamir, 2009). En un
estudio, los participantes que esperaban jugar videojuegos en los que tenían que evitar monstruos
amenazadores prefirieron escuchar música que indujera miedo (Tamir & Ford, 2009). De hecho, cuanto más
esperaba la gente que la música les diera miedo, más querían escucharla. De manera similar, las personas que
implícitamente indicaron que el miedo es útil para evitar amenazas, eran más propensas a preferir estímulos
inductores de miedo antes de una tarea amenazante (Tamir, Chiu y Gross, 2007). Estos resultados sugieren
que las personas pueden no ser conscientes de sus motivos para aumentar las emociones negativas pero, sin
embargo, pueden comportarse en consecuencia. Algunas personas también pueden creer que la ansiedad
contribuye a un mejor rendimiento. De hecho, la ansiedad puede aumentar la motivación y el esfuerzo mental
en una tarea, lo que lleva a un mejor desempeño (Nieuwenhuys & Oudejans, 2012). En una prueba de esto los
participantes con alto nivel de neuroticismo eligieron experimentar ansiedad antes de dar un discurso (Tamir,
2005). Además, la elección de experimentar ansiedad (frente a felicidad) predijo un mejor desempeño en una
tarea difícil. Por lo tanto, las personas neuróticas pueden preferir sentir ansiedad cuando se involucran en
tareas cognitivamente exigentes porque piensan que mejorarán su desempeño.
Las personas relacionan sentirse enojados con tener éxito en un conflicto. En un estudio, se preguntó a los
participantes si preferían recordar ciertos eventos y escuchar selecciones de música en particular antes de jugar
videojuegos de confrontación (Tamir, Mitchell y Gross, 2008). Aunque los participantes esperaban que la
música y los recuerdos molestos fueran desagradables, era más probable que los eligieran (frente a la música
y los recuerdos emocionantes) antes de jugar videojuegos de confrontación. Además, los participantes que
escucharon música enojada se desempeñaron mejor en videojuegos de confrontación (es decir, mataron a más
enemigos). En un estudio diferente, se les dijo a los participantes que desempeñarían el papel de un propietario
que tenía que negociar con un inquilino que no había pagado el alquiler (Tamir & Ford, 2012). Los
participantes a quienes se les dijo que su objetivo era obtener el dinero de inmediato (es decir, condición de
confrontación) prefirieron ver fragmentos de películas que provocaban ira y recordar recuerdos molestos,
mientras que los participantes cuyo objetivo era mantener una relación a largo plazo (es decir, condición de
colaboración) actividades preferidas que inducen la felicidad. De hecho, los participantes enojados tuvieron
más éxito en lograr que sus compañeros de interacción pagaran el dinero solicitado.
Motivos sociales
Las emociones también pueden ayudar a las personas a lograr objetivos sociales específicos. Específicamente,
las personas pueden preferir sentir emociones particulares para obtener algo que quieren de otras personas.
Por ejemplo, la tristeza puede provocar comportamientos de ayuda de los demás, especialmente cuando una
persona está tratando de obtener ayuda para sobrellevar una pérdida. En un estudio, los individuos imaginaron
pedir ayuda a un compañero de clase sobre un próximo trabajo que no habían comenzado (Hackenbracht &
Tamir, 2010). Aquellos a quienes se les dijo que una calificación baja reduciría drásticamente sus posibilidades
de obtener una pasantía de verano (es decir, condición de pérdida) eran más propensos a preferir experimentar
y expresar tristeza al pedir ayuda, en comparación con las personas a quienes se les dijo que una buena
calificación aumentaría su posibilidad de obtener una pasantía (es decir, condición de beneficio). Por otro
lado, la ira inspira a las personas a hacer algo y hacer más concesiones al individuo enojado (van Kleef, De
Dreu y Manstead, 2004). Curiosamente, las personas también reportan un mayor respeto por alguien que está
enojado (Averill, 1983). De hecho, en una serie de estudios, los individuos apoyaron más a un político o
candidato a un cargo cuando el político o candidato expresó enojo, en comparación con la tristeza, y este
efecto ocurrió porque atribuyeron mayor competencia, estatus y salario al individuo enfadado (Tiedens, 2001).
Así, mientras que la tristeza puede provocar un comportamiento de ayuda, la ira puede provocar un
comportamiento de respeto y sumisión.
Las emociones también pueden aumentar el sentimiento de pertenencia social. En un estudio, cuanto más
querían los estudiantes israelíes sentirse parte de la sociedad israelí, más elegían experimentar tristeza en un
día nacional de duelo porque creían que sentirse triste aumentaría su sentido de pertenencia (Porat, Halperin,
Mannheim, & Tamir, 2016). Además, el aumento experimental de la necesidad de pertenencia de los
participantes contribuyó a una mayor preferencia por sentirse triste en ese día en particular. A veces, la
pertenencia social requiere emparejar emociones con otra persona. Por ejemplo, los participantes felices que
esperaban interactuar con una pareja triste optaron por leer noticias tristes, versus noticias felices o neutrales
antes de la interacción (Nelson, 1997). De manera similar, los participantes que estaban preparados con
objetivos de afiliación tenían más probabilidades de hacer coincidir sus emociones con las emociones
anticipadas de un futuro compañero de interacción (Huntsinger, Lun, Sinclair y Clore, 2009). Por lo tanto, las
emociones negativas pueden ser fundamentales para fomentar la pertenencia
Las emociones no solo ocurren a nivel individual. Las emociones grupales se experimentan debido a la
identificación de las personas con un grupo en particular. Las emociones grupales, especialmente si son
compartidas entre los miembros del grupo, fomentan la solidaridad grupal (Mackie, Devos, & Smith, 2000;
Páez, Rimé, Basabe, Wlodarczyk, & Zumeta, 2015). La ira grupal también predice la disposición de las
personas a participar en el activismo político en nombre del grupo (van Zomeren, Postmes y Spears, 2008).
Por lo tanto, las personas pueden optar por sentir ira grupal hacia los miembros del grupo externo si la ira se
alinea con las metas de su grupo. En una serie de estudios, los israelíes judíos que apoyaban una ideología
más derechista (p. ej., preservar el poder israelí, tener actitudes perjudiciales) mostraron una mayor preferencia
por sentir ira hacia los palestinos, incluso controlando qué tan enojados querían sentirse en general (Porat,
Halperin y Tamir, 2016). Esta preferencia ideológicamente motivada por la ira, a su vez, predijo una mayor
ira en respuesta a varios eventos políticos y apoyo a políticas más agresivas.
Motivos de autoverificación
Finalmente, las personas a menudo están motivadas para verificar cómo se ven a sí mismas, y las emociones
pueden desempeñar un papel en este proceso. Por ejemplo, las personas con baja autoestima estaban menos
motivadas para disminuir los sentimientos de tristeza, en parte porque estos sentimientos les eran más
familiares y porque no creían que merecían sentirse bien (Wood, Heimpel, Manwell y Whittington, 2009). De
manera similar, aunque podrían haber elegido ver estímulos felices, las personas con depresión mayor
eligieron ver imágenes tristes y escuchar música triste con más frecuencia que las personas no deprimidas
(Millgram, Joormann, Huppert y Tamir, 2015). Incluso cuando fueron entrenados para usar una estrategia para
disminuir sus reacciones emocionales a las imágenes tristes, las personas deprimidas optaron por usar la
estrategia para aumentar sus reacciones a las imágenes tristes. Por lo tanto, las personas tristes eligieron
intencionalmente aumentar sus estados de ánimo tristes. Se han encontrado resultados similares con el miedo
y la ira, en el sentido de que las personas con un mayor rasgo de miedo e ira querían experimentar miedo e
ira, respectivamente, porque estaban familiarizadas con estas emociones (Ford y Tamir, 2014; véase también
Tamir, 2005).
Resumen
En resumen, las personas pueden optar por mantener las emociones negativas con los objetivos a más largo
plazo de mejorar el desempeño, evitar amenazas, aumentar el comportamiento deseado de los demás, fomentar
la pertenencia social con individuos y grupos y verificar sus puntos de vista sobre sí mismos. El modelo
instrumental de regulación emocional (Tamir, 2009; Tamir, 2016) y la mayor parte de esta literatura de apoyo
no incluye la rumia como un constructo relevante. Sin embargo, parece probable que la rumiación sea un
mecanismo importante por el cual las personas mantienen y aumentan las emociones negativas que tienen un
propósito instrumental. La investigación futura debería examinar si estos objetivos instrumentales particulares
para las emociones negativas predicen una mayor rumiación negativa.
Conclusión
En este capítulo, examiné las creencias, los rasgos de personalidad y las motivaciones que hacen que las
personas sean más propensas a reflexionar. Específicamente, las personas que rumian son más propensas a
experimentar fuertes emociones negativas en respuesta a los factores estresantes (es decir, neuroticismo),
temen las emociones negativas y la incertidumbre, tienen preocupaciones sobre la calidad de su propio
desempeño (es decir, preocupaciones perfeccionistas) y experimentan ansiedad en respuesta a amenazas o
conflictos percibidos (es decir, sensibilidad BIS). Los rumiantes también tienen dificultad para identificar y
comprender sus emociones, creen que son incapaces de manejar sus emociones de manera efectiva e
interpretan los estados de ánimo negativos como una indicación de la necesidad de esfuerzos continuos para
"resolver" el problema percibido (es decir, dejar las reglas). Experimentar las emociones como intensas, poco
claras y aversivas y creer que las emociones no se pueden modular de manera efectiva sin un gran esfuerzo
puede, comprensiblemente, llevar a las personas a querer evitar las emociones desagradables, lo que solo
alimenta una mayor rumiación. Finalmente, las personas pueden reflexionar porque creen que estas estrategias
serán útiles, ya sea para enfrentar y prepararse para los problemas percibidos (es decir, creencias
metacognitivas), o potencialmente para mantener estados de ánimo negativos que los ayudarán a lograr las
metas deseadas. El material cubierto en este capítulo y en el anterior plantea varias posibilidades y preguntas
interesantes que abordaré brevemente.
Al comienzo de este capítulo, sugerí que las creencias, los rasgos y las motivaciones moderan el efecto de los
desencadenantes en la presencia y frecuencia de la rumia. Sin embargo, una posibilidad complementaria es
que los disparadores tratados en el capítulo anterior puedan influir en los constructos tratados aquí, y viceversa,
para desencadenar rumia. Por ejemplo, mencioné anteriormente que las personas con alto nivel de
neuroticismo experimentan más factores estresantes en la vida. Como otro ejemplo, la inhibición del
comportamiento infantil, una manifestación del neuroticismo, puede influir y ser influida por los
comportamientos de los padres (por ejemplo, cuidado, sobreprotección, apego), que a su vez modera el efecto
de la inhibición del comportamiento en resultados como la rumia (Degnan et al. , 2010). Finalmente, aunque
la mayoría de las investigaciones prueban una interacción entre el estado de ánimo negativo y las reglas de
parada, también es posible que los estados de ánimo negativos provoquen una regla de parada, porque las
personas interpretan el estado de ánimo negativo para indicar que su objetivo aún no se ha cumplido. De
hecho, un experimento reciente encontró que la aprobación de una regla de ‘’tanto como puedas’’ para la
preocupación medió el efecto del estado de ánimo negativo inducido en la preocupación (Dash & Davey,
2011). Por lo tanto, los desencadenantes y las tendencias disposicionales que se tratan en estos dos capítulos
pueden desempeñar papeles tanto mediadores como moderadores en la rumia. Se necesita mucha más
investigación para comprender la interacción de múltiples predictores de rumiación.
Una pregunta interesante que surge al examinar los predictores de la rumiación es si la rumiación es intencional
o no intencional. El campo parece estar separado por este tema. Por un lado, la evidencia sobre las creencias
positivas sobre la rumiación implica que la rumiación ocurre como respuesta a intenciones conscientes. De
manera similar, la sugerencia de base empírica de Segerstrom de que el pensamiento repetitivo varía a lo largo
de una dimensión de propósito (p. ej., buscar comprensión y nuevas ideas versus resolver problemas y mejorar
la certeza) asume intencionalidad (p. ej., Segerstrom et al., 2003). Además, el papel potencial de las
motivaciones con respecto a las emociones deseadas podría sugerir que la rumiación es un intento intencional
de lograr un estado cognitivo o emocional deseado. Por otro lado, la teoría del control argumentaba que la
rumiación es una respuesta cognitiva automática e involuntaria a una discrepancia percibida (Martin y Tesser,
1996). Otros investigadores han clasificado la rumia como una forma involuntaria de afrontamiento (Connor-
Smith, Compas, Wadsworth, Harding Thomsen y Saltzman, 2000). En su marco de rumiación de hábitos y
objetivos, Watkins y Nolen-Hoeksema (2014) argumentaron que los hábitos se desencadenan por señales
contextuales, en lugar de objetivos e intenciones. De hecho, incluso cuando a las personas les gustaría o tienen
la intención de detener un comportamiento habitual como la rumiación, resulta difícil porque el hábito es
resistente al cambio. Empíricamente, las personas informan que rumian y se preocupan más de lo que
pretenden y que temen que la rumiación y la preocupación sean incontrolables (ver también el Capítulo 2:
Rumiación y trastornos relacionados con la ansiedad). El hecho de que la rumia se perciba como incontrolable
sugiere que el grado en que la gente rumia no es intencional. La investigación futura debería abordar más
explícitamente esta cuestión de la intencionalidad.
Resumen
Este capítulo revisa la literatura empírica sobre los correlatos cognitivos y neurales de la rumia. Primero
exploro la evidencia que vincula la rumiación con varios procesos de control cognitivo, como la inhibición, la
actualización, el cambio de escenario y la atención. Interpreto los hallazgos a la luz de las teorías sobre la
rumia y los procesos cognitivos. Luego, el capítulo describe la investigación sobre la rumia y el cerebro,
específicamente los estudios de imágenes de estructuras y redes cerebrales. Me concentro en la investigación
y las teorías sobre tres redes cerebrales interrelacionadas: la red de modo predeterminado, la red de
prominencia y la red ejecutiva central.
Palabras clave
Rumia; inhibición; actualización; cambio de conjunto; atención; estructuras cerebrales; red en modo
predeterminado; red de prominencia; red ejecutiva central
Visión general.
Este capítulo revisa la literatura empírica sobre los correlatos cognitivos y neurales de la rumia. Primero
exploro la evidencia que vincula la rumiación con varios procesos de control cognitivo, como la inhibición, la
actualización, el cambio de escenario y la atención. Interpreto los hallazgos a la luz de las teorías sobre la
rumia y los procesos cognitivos. Luego, el capítulo describe la investigación sobre la rumia y el cerebro,
específicamente los estudios de imágenes de estructuras y redes cerebrales. Me concentro en la investigación
y las teorías sobre tres redes cerebrales interrelacionadas: la red de modo predeterminado (DMN), la red de
prominencia (SN) y la red ejecutiva central (CEN).
Todas las teorías existentes sobre la rumia afirman que es principalmente un proceso cognitivo. En
consecuencia, algunos investigadores han explorado si los déficits cognitivos y los sesgos en el procesamiento
de la información emocional están asociados con la rumia. Otros investigadores están tratando de entender
cómo la rumia se asocia con el funcionamiento del cerebro, con el fin de obtener una mejor comprensión del
estado mental subyacente de la rumia. La investigación presentada en este capítulo es emocionante y también
constituye una desviación de la investigación principalmente clínica descrita en capítulos anteriores. En
consecuencia, proporciono descripciones básicas de las diversas pruebas cognitivas y estructuras cerebrales
cubiertas en esta literatura.
Cognición
El control cognitivo, también conocido como funcionamiento de ejecución, implica la capacidad de ajustar y
dirigir los recursos cognitivos para completar comportamientos dirigidos a objetivos y optimizar el
rendimiento. Combina varias habilidades cognitivas de orden inferior interrelacionadas, como (1)
actualización de la memoria de trabajo, (2) cambio de conjuntos y (3) inhibición (Miyake et al., 2000). El
control cognitivo también suele abarcar varios tipos de atención, incluida la atención selectiva, la asignación
atencional y el sesgo atencional. En estas secciones, defino cada constructo y reviso la literatura empírica que
explora si los déficits en estos procesos de control cognitivo están asociados con la rumia.
Varias teorías de la rumia y la cognición proponen que los déficits en el control cognitivo contribuyen al uso
de la rumia, particularmente cuando las personas están de mal humor. Por ejemplo, Joormann (2010) propuso
un modelo en el que la combinación de emociones o pensamientos negativos y déficits en la inhibición
conducen a un mayor acceso a material negativo y dificultades para expulsar material negativo de la memoria
de trabajo. Estos déficits, a su vez, aumentan la rumiación y conducen a dificultades para usar estrategias más
adaptativas (p. ej., reevaluación) para reparar el estado de ánimo. La hipótesis de la desvinculación deteriorada
(Koster et al., 2011) se basa en la teoría del control (consulte el Capítulo 7: Desencadenantes de la rumia) para
comprender la rumia como un proceso normal en respuesta a eventos vitales estresantes o negativos. Por lo
general, este pensamiento crítico, reflexivo y centrado en sí mismo resuelve el problema y/o se vuelve
incómodo después de un tiempo, lo que lleva a las personas a cambiar su enfoque a otra parte. Sin embargo,
las personas que tienen un control atencional deteriorado tendrán dificultad para desconectarse de sus
pensamientos repetitivos, lo que resultará en una rumiación crónica. En otras palabras, esta hipótesis sostiene
que el control atencional deteriorado hace que las personas sean incapaces de desconectarse de la rumia
normativa. Por supuesto que las personas que están deprimidas exhiben un control atencional reducido,
especialmente de la información negativa relevante para ellos mismos, lo que establece un ciclo recíproco de
control atencional deficiente que conduce a la rumiación, lo que conduce a una peor depresión y control
atencional. En relación con esto, Whiter y Gotlib (2013) propusieron que los estados de ánimo negativos
contribuyen a reducir el alcance de la atención, lo que limita el rango de pensamientos y acciones que se
activan y son accesibles, lo que aumenta la probabilidad de repetitividad. centrándose en los mismos
pensamientos negativos con el tiempo. En resumen, las teorías y la evidencia sugieren que la rumia se mantiene
por déficits cognitivos en el contexto de estados de ánimo negativos.
Establecer cambio
El cambio de conjuntos implica la capacidad de alternar entre múltiples tareas o conjuntos mentales. La
dificultad con el cambio de conjuntos a menudo se denomina perseveración o inflexibilidad cognitiva. La
asociación entre la rumia y el cambio de set ha sido examinada de diferentes maneras. Muchos estudios
prueban el cambio de conjuntos utilizando material presentado externamente. Por ejemplo, la tarea de
clasificación de tarjetas de Wisconsin les pide a los participantes que clasifiquen las tarjetas de acuerdo con
las reglas cambiantes (Heaton, Chelune, Talley, Kay y Curtis, 1993). Para hacerlo bien en la tarea, los
participantes tienen que cambiar su comportamiento de clasificación de cartas en respuesta a los comentarios
que reciben que les dan pistas sobre las reglas que deben seguir. En un estudio, los estudiantes universitarios
con un alto nivel de rumiación depresiva tenían más probabilidades de continuar usando reglas que ya no eran
correctas, lo que sugiere dificultad con el cambio de conjuntos (Davis y Nolen-Hoeksema, 2000). En una tarea
de aprendizaje invertido, los participantes aprenden a través de la retroalimentación a seleccionar un estímulo
de un par, y luego, a la mitad de la tarea, la retroalimentación se invierte, de modo que el estímulo previamente
correcto se vuelve incorrecto. En estudiantes universitarios saludables, la rumiación depresiva y enojada se
asoció con un aprendizaje de inversión más lento (Whitmer & Banich, 2012). Por lo tanto, los rumiadores
tuvieron dificultades para cambiar a nuevas asociaciones cuando ya no eran relevantes. Se encontraron
resultados similares utilizando otras medidas de desplazamiento de conjuntos (Altamirano et al., 2010; De
Lissnyder et al., 2010).
El cambio de configuración también se puede evaluar utilizando información generada internamente, en lugar
de información presentada externamente. En la tarea de cambio interno, los participantes ven una serie de
rostros enojados o neutrales y se les indica que mantengan un recuento mental silencioso del número de rostros
en cada categoría de emoción. Cuando se presenta una nueva cara, los participantes presionan la barra
espaciadora tan pronto como hayan actualizado su conteo mental para ambas categorías. Cuando una cara
nueva pertenece a una categoría diferente a la cara anterior (es decir, una prueba de cambio), los participantes
deben actualizar una categoría diferente a la que acaban de actualizar. Por lo tanto, la diferencia en el tiempo
de reacción entre las pruebas de cambio y no cambio constituye una medida de la capacidad de cambio.
Además de la condición emocional, en la que clasifican los rostros como enojados o neutrales, los participantes
también completan una condición no emocional en la que clasifican los rostros como masculinos o femeninos.
En participantes deprimidos, disfóricos y sanos, la rumiación depresiva se asocia con tiempos de reacción más
altos, lo que indica una mayor dificultad con el cambio de escenario, solo en la condición emocional (Beckwé,
Deroost, Koster, De Lissnyder y De Raedt, 2014; De Lissnyder, Koster , & De Raedt, 2012; De Lissnyder et
al., 2012; Koster, De Lissnyder, & De Raedt, 2013). En un estudio que evaluó a adultos con depresión remitida,
un peor cambio de escenario predijo la rumia depresiva 1 año después, y la rumia medió en la asociación entre
el cambio y los síntomas depresivos (Demeyer, De Lissnyder, Koster y De Raedt, 2012).
Sin embargo, otros estudios no lograron encontrar una asociación entre la rumia y el cambio de set. Por
ejemplo, en adultos previamente deprimidos y sanos, una versión diferente de la prueba de clasificación de
tarjetas de Wisconsin no se asoció con el rasgo de rumiación depresiva (Aker et al., 2014). De manera similar,
en varios estudios transversales con adolescentes y adultos deprimidos y no deprimidos, la rumiación del rasgo
no se asoció con varias medidas de cambio de escenario (Connolly et al., 2013; Davis & Nolen-Hoeksema,
2000; Meiran et al., 2011; Piguet et al., 2016; Wagner, Alloy y Abramson, 2015; Whitmer y Gotlib, 2012;
Wilkinson y Goodyer, 2006). Los moderadores pueden explicar estos hallazgos mixtos. Un estudio encontró
que la rumia depresiva como rasgo se asoció con dificultades para cambiar de pensamientos autogenerados a
información proporcionada por el entorno, pero sólo en individuos con síntomas depresivos altos (Rochat,
Billieux y Van der Linden, 2012). En un raro experimento, adultos deprimidos y no deprimidos se
involucraron en las clásicas manipulaciones de rumiación y distracción antes de completar una tarea de cambio
de escenario (Whitmer & Gotlib, 2012). La rumia inducida contribuyó a establecer dificultades de cambio
solo en los participantes deprimidos, en comparación con la distracción. En relación con esto, en estudiantes
universitarios sanos, el cambio de conjunto deficiente solo predijo la rumia depresiva 6 a 10 semanas más
tarde para individuos con altos niveles de factores estresantes de la vida actual (De
Lissnyder et al., 2011). Por lo tanto, como hemos visto a lo largo de este libro, la asociación entre la rumiación
y los déficits en el cambio de conjuntos puede surgir solo en personas que ya están deprimidas o estresadas.
Inhibición.
Una literatura sustancial vincula la rumia con la inhibición alterada (para revisiones, ver Joormann, 2010;
Koster, De Lissnyder, Derakshan y De Raedt, 2011; Mor & Daches, 2015; Whitmer & Gotlib, 2013). El
término se refiere en términos generales a ignorar, desconectarse y resistir la distracción de información
irrelevante, así como a anular las tendencias conductuales automáticas (Friedman & Miyake, 2004). La
inhibición permite a las personas responder de manera flexible y adecuada y ajustar su comportamiento y
respuestas emocionales a situaciones cambiantes (Joormann, 2010).
Friedman y Miyake (2004) identificaron tres componentes de inhibición. (1) La resistencia a la interferencia
proactiva es la capacidad de inhibir la información generada internamente que antes era relevante pero que
desde entonces se ha vuelto irrelevante. Esto a veces se denomina inhibición cognitiva o supresión de material
irrelevante, y se cree que implica una interferencia verbal-lingüística. (2) La resistencia a la interferencia de
distracción es la capacidad de resistir la distracción de información en el entorno externo que no es relevante
para la tarea. Se cree que implica interferencia perceptiva. Finalmente, (3) la inhibición de la respuesta se
refiere a la capacidad de suprimir deliberadamente las respuestas conductuales dominantes y/o automáticas.
Se cree que esta capacidad implica principalmente interferencia motora. Curiosamente, la inhibición de la
información que distrae y la inhibición de la respuesta están muy relacionadas, tal vez reflejando el hecho de
que ambas habilidades requieren mantener un objetivo frente a respuestas motoras más dominantes o
información perceptiva que distrae en el entorno (Friedman & Miyake, 2004). Por el contrario, la inhibición
de la información previamente relevante no está relacionada con la inhibición del distractor o de la respuesta,
lo que sugiere que la resistencia a la información generada internamente y con base lingüística es una habilidad
única.
Los investigadores han utilizado varios métodos para probar las asociaciones entre la rumia y los déficits en
la inhibición de información previamente relevante. Una de esas evaluaciones es la tarea de Primado afectivo
negativo. Este procedimiento consiste de varios pares de ensayos: un ensayo principal y un ensayo de prueba
(Joormann & Siemer, 2004). En cada prueba, los participantes ven dos adjetivos: una palabra de distracción
que se les dice que ignoren y una palabra objetivo que califican como positiva o negativa. En la condición de
primado negativa, los participantes deben ignorar un distractor emocional en la prueba preliminar y luego
responder a una palabra de la misma valencia en la siguiente prueba. Cuanto más hayan inhibido los
participantes la valencia del distractor de la prueba principal, más lento será su tiempo de respuesta para el
objetivo en la prueba. En la condición de control, el distractor de prueba principal y los objetivos de prueba
tienen valencias emocionales diferentes. La asociación entre la rumia y la inhibición de la tarea de primado
negativa es inconsistente en varios estudios. En estudiantes universitarios sanos, la rumiación depresiva rasgo
se asoció con una inhibición deficiente en esta tarea, incluso controlando los síntomas depresivos (Joormann,
2006). Los rumiadores altos no mostraron diferencias en el tiempo de respuesta entre las condiciones de
primado negativo y control, lo que indica que no pudieron inhibir la valencia de la palabra distractora inicial.
Sin embargo en un estudio posterior no logró replicar este resultado (Zetsche & Joormann, 2011). En adultos
deprimidos, la rumia depresiva se asoció con un efecto de primado negativo, aunque este resultado no se
encontró en adultos previamente deprimidos o sanos (Joormann & Gotlib, 2010). Una forma alternativa de
probar el primado negativo es usar imágenes (por ejemplo, caras felices y tristes) en lugar de palabras. Aunque
dos estudios no lograron encontrar una asociación transversal entre la rumiación depresiva y el priming
negativo usando rostros, un estudio encontró que una inhibición más pobre de las caras tristes predecía la
rumiación depresiva 6 meses después (Goeleven, De Raedt, Baert, & Koster, 2006; Zetsche & Joorman, 2011).
En resumen, las asociaciones entre las tareas de primado afectivo negativo y la rumiación se mezclan en la
literatura. Algunos investigadores sostienen que estas tareas particulares en realidad no evalúan la inhibición
(p. ej., Friedman & Miyake, 2004). Afortunadamente, existen otros paradigmas que evalúan la inhibición de
material previamente relevante.
Los procedimientos de inhibición inversa requieren que los participantes se desconecten de la información
que antes era relevante pidiéndoles que cambien su atención a una nueva tarea. En un estudio, por ejemplo, a
los participantes se les presentaron cuatro caras, una de las cuales variaba de las otras caras en una de tres
dimensiones: emoción (por ejemplo, feliz o enojado), género (por ejemplo, masculino o femenino) o color
(por ejemplo, feliz o enojado). , oscuro frente a gris claro) (De Lissnyder et al., 2010). Poco antes de ver las
cuatro caras, los participantes vieron una palabra clave que indicaba la dimensión que debían usar para
identificar la cara que se desviaba de las otras caras. En las secuencias inhibitorias, el orden de los tres ensayos
sucesivos fue a–b–a (por ejemplo, emoción, género y emoción), de modo que los participantes tenían que
volver a una dimensión descartada recientemente. El tiempo adicional que los participantes tomaron para las
secuencias inhibitorias, en comparación con las secuencias de control de c-b-a (por ejemplo, color, género y
emoción), fue un índice de dificultades inhibitorias. Los rumiadores altos exhibieron una inhibición alterada
de caras enojadas. De manera similar, en una versión no emocional de esta tarea utilizando rectángulos de
diferentes dimensiones, las dificultades de inhibición se asociaron con una mayor rumiación depresiva en
estudiantes universitarios sanos (Whitmer & Banich, 2007). En resumen, la dificultad para eliminar
información que ya no es relevante al cambiar la atención se asocia con una mayor rumiación.
La rumia también está relacionada con dificultades para inhibir información previamente relevante en la
memoria a largo plazo. Algunos estudios han instruido a los participantes a olvidar el material que acaban de
aprender. Por ejemplo, primero se pidió a los estudiantes universitarios disfóricos y no disfóricos que
memorizaran pares de palabras (Hertel & Gerstle, 2003). Cada par de palabras constaba de un adjetivo positivo
o negativo y un sustantivo neutro (p. ej., acogedor frente a silla eléctrica). Luego, a los participantes se les
presentaron adjetivos y se les pidió que dijeran el sustantivo asociado lo más rápido posible o que evitaran
decir el sustantivo asociado. Como prueba final, se pidió a los participantes que recordaran el sustantivo
asociado a todos los adjetivos originales, independientemente de las instrucciones previas. Tanto para los
estudiantes disfóricos como para los no disfóricos, las tendencias a la rumiación se asociaron con menos olvido
de los sustantivos de los conjuntos suprimidos. Es probable que esto se deba a que sus esfuerzos de supresión
fueron menos exitosos. En un experimento similar, los participantes con un alto nivel de rumiación depresiva
nuevamente mostraron menos olvido de las palabras que se suponía que debían olvidar, incluso controlando
los síntomas depresivos (Joormann & Tran, 2009). Mientras que estos dos estudios examinaron los déficits en
el olvido intencional de información, los investigadores también exploraron si la rumiación está asociada con
déficits automáticos en la capacidad de inhibir información en la memoria a largo plazo (Whitmer & Banich,
2010). Los participantes primero aprendieron pares categoría-ejemplo (p. ej., fruta-naranja; fruta-fresa) de
diferentes categorías (p. ej., fruta, metales). Luego practicaron recuperando algunos pares pero no otros.
Finalmente, se pidió a los participantes que recordaran todos los ejemplares de cada una de las diferentes
categorías. Por lo general, los ejemplares no practicados que pertenecen a categorías que se practican tienen
menos probabilidades de ser recordados que los ejemplares de categorías que no se practican en absoluto. Los
investigadores creen que esto ocurre porque cuando los participantes practican la recuperación de algunos
ejemplares en una categoría, la información relacionada pero no deseada se inhibe automáticamente para
facilitar la recuperación de la información deseada. Sin embargo, los estudiantes universitarios con mucha
rumiación mostraron un mayor recuerdo de los ejemplares no practicados de las categorías practicadas. Estos
resultados sugieren que los rumiadores tienen problemas para inhibir automáticamente la información en la
memoria a largo plazo.
En resumen, las dificultades para inhibir información previamente relevante parecen estar asociadas con la
rumiación, en todos los tipos de procedimientos distintos de las tareas de Priming afectivo negativo. Estas
asociaciones emergen tanto en los participantes deprimidos como en los sanos. A continuación, reviso la
evidencia sobre las asociaciones entre la rumiación y los otros dos componentes de la inhibición: la inhibición
de la información que distrae y la inhibición de la respuesta.
La rumiación se asocia de manera inconsistente con la inhibición de la información que distrae. A diferencia
de los paradigmas anteriores, que evalúan la interferencia de representaciones internas de material previamente
rechazado, algunas tareas evalúan la inferencia de información presentada simultáneamente. En la versión
emocional de la prueba de acompañamiento, por ejemplo, los participantes ven una palabra objetivo en verde
y tres palabras de distracción en rojo. Se les dice que ignoren los distractores e indiquen lo más rápido posible
si la palabra objetivo es positiva o negativa. En los juicios de conflicto, la valencia del objetivo es diferente
de la valencia de las palabras distractoras; en los ensayos neutrales, todas las palabras distractoras tienen una
valencia neutral. Los tiempos de respuesta más lentos para las pruebas de conflicto, en comparación con las
pruebas neutrales, sugieren que las palabras emocionales irrelevantes interfieren con la tarea. En adultos sanos
y deprimidos, un estudio no encontró asociación entre la rumiación depresiva como rasgo y la capacidad de
ignorar los distractores emocionales (Zetsche, D'Avanzato y Joormann, 2012). En un estudio diferente con
estudiantes universitarios sanos, la rumiación depresiva como rasgo se asoció en realidad con una menor
interferencia en esta tarea, lo que sugiere una mejor capacidad para ignorar la información negativa que distrae
(Zetsche & Joormann, 2011). Otros investigadores probaron la asociación entre la rumia de rasgos y la
inhibición de distractores relevantes para uno mismo (Daches, Mor, Winquist y Gilboa-Schechtman, 2010).
En este procedimiento, los participantes universitarios escribieron recuerdos autobiográficos relacionados con
cada una de las ocho palabras: cuatro palabras sobre el tiempo y cuatro sobre la familia. Este procedimiento
inicial aseguró que estas ocho palabras se volvieran relevantes por sí mismas. Luego, los participantes
participaron en una prueba de clasificación acelerada en la que vieron una palabra sobre el tiempo o la familia
y la categorizaron con precisión. En algunos ensayos, solo se presentaron las ocho palabras pertinentes u ocho
palabras no pertinentes. Otros ensayos incluyeron las 16 palabras, lo que requiere que los participantes presten
atención a una dimensión mientras ignoran la variación en la relevancia personal. Los tiempos de reacción
más largos en estos ensayos mixtos en comparación con los ensayos no mixtos indicaron interferencia. Como
era de esperar, la rumiación como rasgo se asoció con una mayor interferencia por parte de la información
relevante. En resumen, aunque la inhibición de los distractores negativos no está claramente asociada con la
rumiación, la inhibición de los distractores relevantes para sí mismos puede verse afectada en los rumiantes.
La asociación entre la inhibición de la respuesta y la rumia se ha evaluado mediante la tarea de Stroop, con
resultados mixtos. En esta tarea, las personas ven palabras de colores (p. ej., rojo, azul y verde) que están
impresas en tinta de diferentes colores. En la tarea original de Stroop (1935), todas las palabras están impresas
en colores de tinta incongruentes (p. ej., "rojo" impreso en tinta verde). Se instruye a las personas para que
digan en voz alta el color de la tinta, en lugar de lo que dice la palabra, lo más rápido que puedan sin cometer
errores. Esta tarea evalúa principalmente la inhibición de la respuesta, ya que requiere que las personas anulen
el impulso más fuerte y automático de leer la palabra (Miyake et al., 2000). En dos estudios, no hubo
asociación entre el rendimiento de Stroop y el rasgo de rumiación depresiva en adultos deprimidos, obsesivo-
compulsivos y sanos (Aker, Harmer y Landrø, 2014; Meiran, Diamond, Toder y Nemets, 2011). En una
modificación de la tarea de Stroop original (Kane & Engle, 2003), las pruebas incongruentes se mezclan al
azar con pruebas congruentes (p. ej., "rojo" impreso en tinta roja). En esta versión, la rumiación depresiva
como rasgo en los estudiantes universitarios se asoció con una mayor precisión en las pruebas incongruentes
y una respuesta más lenta en las pruebas congruentes, todo lo cual sugiere que los rumiadores estaban menos
distraídos y mantuvieron el objetivo de nombrar colores mejor que los no rumiantes (Altamirano, Miyake y
Whitmer). , 2010). Por el contrario, los estudiantes disfóricos inducidos a rumiar cometieron más errores en
la tarea de Stroop que los participantes no disfóricos inducidos a rumiar o los participantes en la condición de
distracción (Philippot & Brutoux, 2008). En resumen, las asociaciones entre la rumiación como rasgo y la
inhibición de la respuesta en la prueba de Stroop no son significativas o son positivas. Sin embargo, un
experimento encontró que la rumia inducida condujo a un peor desempeño en individuos disfóricos.
Otros procedimientos que evalúan la inhibición de la respuesta también exhiben asociaciones inconsistentes
con la rumia. En la tarea anti sacádica, se instruye a los participantes para que miren en la dirección opuesta a
una señal visual que aparece repentinamente en su campo visual periférico (Miyake et al., 2000). El
desempeño en estas pruebas anti sacádicas generalmente se compara con las pruebas pro sacádicas, en las que
se instruye a los participantes para que miren hacia la señal visual. Un estudio encontró que los ‘’rumiadores
rasgo' exhibieron tiempos de respuesta más lentos que los no rumiantes en las pruebas anti sacádicas, pero no
en las pruebas pro sacádicas (De Lissnyder et al., 2011). Este patrón de resultados sugiere que los rumiadores
tenían más dificultad para inhibir las respuestas automáticas al material no emocional. En la tarea emocional
de pasar/no pasar, los participantes ven una serie rápida de caras felices o tristes presentadas brevemente. En
algunos ensayos, la mayoría de las caras son felices y se les indica a los participantes que presionen un botón
para cada cara feliz. En otros ensayos, la mayoría de las caras están tristes y los participantes presionan un
botón para cada cara triste. Por lo tanto, la prueba mide la capacidad de inhibir las respuestas dominantes a
información negativa y positiva. En los rumiadores de alto rasgo, la rumia melancólica se asoció con mayores
errores en los ensayos negativos, lo que sugiere una mayor dificultad para inhibir las respuestas a la
información negativa (Vanderhasselt, Kühn y De Raedt, 2011). Finalmente, la tarea de la señal de alto instruye
a los participantes a responder a un estímulo presentado brevemente (Logan, Carr y Dagenbach, 1994). Sin
embargo, si los participantes escuchan una señal de alto (p. ej., un pitido) después de que se haya presentado
el estímulo, se supone que deben abstenerse de responder. Además, la latencia de inicio de la señal de parada
es variable, de modo que aumenta si los participantes retienen con éxito su respuesta en la prueba de parada
anterior (es decir, haciendo que la tarea sea más difícil) y disminuye si los participantes fallan en la prueba de
parada anterior. Tres estudios con adultos deprimidos, previamente deprimidos, ansiosos y sanos no
encontraron una asociación entre la rumiación del rasgo y la inhibición medida por la tarea de la señal de
parada (Aker et al., 2014; Introzzi, Andrés, Canet-Juric, Stelzer, & Richard's, 2016; Lau, Christensen, Lawley,
Gemar y Segal, 2007). Por el contrario, un estudio no publicado encontró que, en comparación con la
distracción inducida, la rumia inducida contribuyó a una peor inhibición de esta tarea en los participantes
disfóricos, pero no en los no disfóricos (Whitmer & Gotlib, 2013).
En resumen, las asociaciones entre la rumia y la inhibición de la información que distrae y la inhibición de la
respuesta son mixtas. La rumiación rasgo puede estar relacionada con la dificultad para inhibir los distractores
relevantes para uno mismo, aunque no está relacionada o está relacionada con una mejor inhibición de los
distractores emocionales. Además, la rumiación del rasgo está relacionada con una peor inhibición de la
respuesta en algunas tareas (p. ej., antisaccade y go/no go emotional), pero no está relacionada con otras tareas
(p. ej., Stroop y stop-sign). Los dos estudios que manipularon la rumia encontraron un efecto negativo en la
inhibición de la información que distrae y la inhibición de la respuesta sólo en individuos disfóricos. Por lo
tanto, la capacidad de inhibir la información que distrae y la inhibición de la respuesta no está fuertemente
asociada con las tendencias generales a la rumiación, aunque la rumiación inducida en personas que ya
presentan síntomas depresivos puede afectar estas formas de inhibición.
Atención
Un estudio examinó la asociación entre la rumiación y la capacidad de asignar atención entre dos tareas, como
sucede cuando las personas realizan múltiples tareas (Levens, Muhtadie y Gotlib, 2009). En el procedimiento,
los participantes deprimidos y no deprimidos vieron un conjunto de tres palabras, seguidas de una sola palabra
de sondeo, y tenían que indicar si la palabra de sondeo estaba en el conjunto de palabras más reciente. En
algunos ensayos, la palabra de sondeo no estaba en el conjunto de palabras recientes, pero sí en los dos
conjuntos anteriores, lo que creaba la oportunidad de interferencia. Para hacer que la tarea sea más difícil, y
que refleje la multitarea que ocurre en la vida cotidiana, los participantes también tuvieron que contar la
cantidad de palabras en cada conjunto de palabras que encajan en varias categorías (por ejemplo, cosas para
guardar en caso de incendio). Por lo tanto, el diseño de este estudio evaluó la capacidad de redirigir, o asignar,
la atención entre dos tareas simultáneas y resolver la interferencia entre tareas. En los participantes deprimidos,
la rumiación melancólica se asoció con un peor desempeño en las pruebas que requerían tanto el desvío de la
atención como la resolución de la interferencia entre tareas. No surgió tal asociación para los participantes no
deprimidos. Los autores concluyeron que las personas deprimidas pueden tener dificultades para desvincularse
de los pensamientos rumiantes porque tienen deficiencias en la asignación efectiva de sus recursos
atencionales.
Los investigadores también han examinado si la rumiación está relacionada con la atención selectiva a la
información negativa, un constructo llamado sesgo atencional. Un método común para medir el sesgo
atencional es la tarea de sondeo de puntos. En esta tarea, dos estímulos (por ejemplo, palabras o imágenes) se
presentan brevemente en diferentes lugares de la pantalla de una computadora. Uno de los estímulos es de
valencia neutra y el otro es emocional. A continuación, aparece un punto (es decir, una sonda) en una de las
dos ubicaciones y se indica a los participantes que respondan a la sonda lo más rápido posible. Los
participantes presumiblemente responden más rápido a las sondas que aparecen acompañadas en lugar de las
que aparecen en ubicaciones sin acompañamiento. Si los rumiadores prestan más atención al material negativo,
deberían responder más rápido a las sondas que reemplazan el material negativo. La evidencia de esto es
mixta. En adultos deprimidos y no deprimidos, la rumia depresiva rasgo se asoció con tiempos de reacción
más rápidos cuando la sonda reemplaza las palabras negativas (Donaldson, Lam y Mathews, 2007). En otras
muestras sanas, sin embargo, el sesgo atencional para las imágenes negativas no se asoció con la rumiación
como rasgo o estado (Hilt & Pollak, 2013; Onie & Most, 2017). Además, la rumia inducida (frente a la
distracción) no contribuyó a un aumento del sesgo atencional para las palabras negativas (Brookes, Sharpe y
Dear, 2017; Donaldson et al., 2007). Otras medidas de sesgo atencional que no se basan en la atención espacial
también arrojaron asociaciones mixtas con el rasgo de rumiación depresiva (Alderman et al., 2015; Onie &
Most, 2017).
¿Qué podría explicar estos resultados mixtos? Las puntuaciones de sesgo atencional tradicionales pueden
confundir el compromiso y la desconexión atencional. Por ejemplo, un sesgo atencional para los estímulos
negativos podría indicar un mayor compromiso inicial (es decir, una respuesta más rápida cuando la sonda
reemplaza un estímulo emocional) o dificultad para desconectarse (es decir, una respuesta más lenta cuando
la sonda reemplaza un estímulo neutral). Los investigadores pueden desenredar estos efectos agregando
ensayos en los que ambos estímulos sean neutrales. En este caso, los tiempos de reacción más rápidos cuando
la sonda reemplaza un estímulo emocional, en comparación con un estímulo neutral en una prueba neutral-
neutral, indican un mayor compromiso con el material emocional. Los tiempos de reacción más lentos cuando
la sonda reemplaza un estímulo neutral en una prueba emocional neutral, en comparación con una prueba
neutral-neutral, indican dificultad para desconectarse del material emocional. En un estudio, la rumia de estado
se asoció con una mayor dificultad para desconectarse, pero no para involucrarse, solo en estudiantes
universitarios disfóricos (LeMoult, Arditte, D'Avanzato y Joormann, 2013). En estudiantes universitarios
sanos, por el contrario, la rumiación no se relacionó con la dificultad para desconectarse (ver también Brookes
et al., 2017). Por lo tanto, la rumiación puede estar relacionada con problemas para desconectarse del material
emocional, pero no del compromiso atencional, para personas deprimidas.
Control esforzado
Algunos cuestionarios de autoinforme intentan medir estos mismos constructos. El constructo de control
esforzado (Rothbart, 1989) incluye la capacidad de involucrarse intencionalmente tanto en la inhibición de la
respuesta como en el cambio de configuración. Se conceptualiza como un rasgo de temperamento
autorregulador. En investigaciones transversales con niños y adolescentes, un control menos esforzado se
asocia con una mayor preocupación y rumiación melancólica (Verstraeten, Bijttebier, Vasey y Raes, 2011;
Verstraeten, Vasey, Raes y Bijttebier, 2009). Por el contrario, el control esforzado según lo autoinformado a
los 12 años no se asoció con la rumiación depresiva a los 14 años (Mezulis, Simonson, McCauley y Vander
Stoep, 2011). Curiosamente, un menor control esforzado en jóvenes de 8 a 16 años predijo indirectamente un
aumento en la rumiación depresiva 18 meses después, a través de un mayor estrés (Snyder & Hankin, 2016).
En otro ejemplo más de la importancia de las interacciones entre los predictores de la rumiación, una
asociación transversal entre el control esforzado y la rumiación rasgo fue más fuerte para los adolescentes con
alto neuroticismo (Verstraeten et al., 2009). De manera similar, un estudio longitudinal encontró que el control
esforzado evaluado en niños de 4,5 años se asoció con una mayor rumiación de rasgos en la adolescencia solo
para los participantes que tenían una alta afectividad negativa (Hilt, Armstrong y Essex, 2012). Por lo tanto,
el efecto del control esforzado sobre la rumia puede ser indirecto (a través de un mayor estrés) y/o moderado
por rasgos de personalidad estables (por ejemplo, afectividad negativa).
Resumen
En resumen, la rumiación se asocia más consistentemente con algunos déficits cognitivos que con otros.
Específicamente, independientemente de si las personas están deprimidas o no, la dificultad para eliminar
información negativa irrelevante de la memoria de trabajo y la inhibición de información previamente
relevante se asocian con una mayor rumiación. Por lo tanto, un mecanismo cognitivo subyacente a la
rumiación puede ser la dificultad para dejar ir la información que una vez ocupó la atención. Curiosamente,
las dificultades para inhibir información previamente relevante también predicen una mayor supresión del
pensamiento (Friedman & Miyake, 2004), un constructo claramente relacionado con la rumia (ver Capítulo 8:
Creencias, rasgos y motivaciones subyacentes a la rumia). Estos resultados sugieren que el control inhibitorio
influye en la efectividad de los intentos de suprimir los pensamientos. Las personas con una capacidad más
débil para inhibir material previamente relevante y eliminarlo de la memoria de trabajo pueden tener más
rebotes de pensamientos no deseados, lo que a su vez contribuye a la experiencia de rumiación.
Varios déficits y sesgos cognitivos parecen estar solo o particularmente asociados con la rumiación en
individuos que están deprimidos o tienen una alta afectividad negativa. Este es el caso de la dificultad para
manipular la información en la memoria de trabajo, desconectarse del material emocional (un componente del
sesgo atencional), el cambio de escenario, la asignación atencional y la atención sostenida, así como el control
esforzado autoinformado. Estos resultados se alinean con las teorías descritas anteriormente que sugieren que
la rumia se mantiene por déficits cognitivos en el contexto de estados de ánimo negativos.
Desafortunadamente, la mayoría de los estudios sobre rumiación y cognición no son experimentales, lo que
deja abierta la cuestión de la direccionalidad. Aunque varias teorías asumen que los déficits cognitivos
contribuyen a la rumia, también es posible la otra dirección. De hecho, la teoría de la asignación de recursos
propone que el proceso de rumiación agota los recursos cognitivos disponibles para otras actividades mentales
relevantes para la tarea (Hertel, 2004; Watkins y Brown, 2002). Los experimentos que muestran que la rumia
inducida contribuye a una peor inhibición de la respuesta y al cambio de configuración respaldan esta teoría
(Philippot & Brutoux, 2008; Whitmer & Gotlib, 2012). Otros experimentos han encontrado que, en
comparación con la distracción inducida, la rumia inducida conduce a problemas de concentración y más
pensamientos que interfieren mientras leen un pasaje solo en participantes disfóricos (Lyubomirsky, Boehm,
Kasri y Zehm, 2011; Lyubomirsky, Kasri y Zehm, 2003). Además, un estudio longitudinal mostró que la
rumiación contribuyó a una peor atención sostenida y cambio de set 15 meses después (Connolly et al., 2013).
Como ocurre con tantos constructos, parece más probable que la rumiación comparta una asociación
bidireccional con los déficits cognitivos. La investigación futura tendrá que probar esto más explícitamente.
Cerebro
La rumiación implica un procesamiento cognitivo sostenido de material emocional y centrado en uno mismo.
Como acabamos de revisar, la rumia también se asocia con déficits en la inhibición, la atención y otras
manifestaciones del control ejecutivo. En consecuencia, los investigadores han utilizado varios métodos para
identificar las manifestaciones neurológicas de este tipo de procesamiento.
Los potenciales relacionados a eventos (ERP) son cambios observados en la actividad eléctrica del cerebro en
respuesta a eventos discretos. En el campo de las emociones, los ERP se evalúan comúnmente en respuesta a
estímulos emocionales como imágenes negativas (para una revisión, consulte Hajcak, Weinberg, MacNamara
y Foti). Se han identificado varios componentes ERP específicos, algunos ocurren inmediatamente (p. ej., 300
ms) después de un estímulo y otros ocurren hasta varios segundos después de un estímulo. Un componente
ERP en particular, el potencial positivo tardío (LPP), comienza 300 ms después de un estímulo y dura varios
segundos. Como tal, se cree que el LPP refleja un procesamiento elaborado y sostenido del contenido
emocional. En consecuencia, algunos estudios han examinado la asociación entre la rumia y la LPP. En los
estudiantes universitarios, la rumia inducida, pero no el rasgo, se asoció con una mayor LPP solo en respuesta
a imágenes desagradables (Lewis, Taubitz, Duke, Steuer y Larson, 2015). Tanto en mujeres adolescentes
deprimidas como no deprimidas, la rumiación del rasgo se asoció con una LPP más grande en respuesta a las
pérdidas que a las victorias, incluso controlando los síntomas depresivos (Webb et al., 2017). Por el contrario,
la rumia rasgo no se asoció con un componente ERP diferente que refleje el procesamiento inmediato de
pérdidas y ganancias. De manera similar, la rumiación aprendida en la crianza se asoció con una mayor LPP,
pero no se asoció con el componente de procesamiento inmediato, en respuesta al fracaso (Whiteman &
Mangels, 2016). Estos resultados proporcionan evidencia basada en el cerebro de que la rumiación está
asociada con el procesamiento elaborado y sostenido de material emocional negativo. La mayor parte de la
investigación sobre la rumia y el cerebro se ha centrado en las estructuras y redes cerebrales. En concreto, los
investigadores han investigado su asociación con estructuras y redes implicadas en el procesamiento
emocional negativo y autorreferencial, así como en la inhibición y el control ejecutivo. La mayoría de esta
investigación se basa en imágenes de contraste dependientes del nivel de oxígeno en la sangre, que identifica
el nivel de oxígeno en la sangre en varias regiones del cerebro utilizando imágenes de resonancia magnética
funcional (fMRI). El fundamento de este método es que la actividad neuronal depende de que los glóbulos
rojos liberen oxígeno. Por lo tanto, los cambios relativos en la sangre oxigenada y desoxigenada indican
inactividad y actividad relativas, respectivamente, de varias regiones del cerebro.
Aunque la investigación que vincula la rumia con regiones individuales del cerebro ha arrojado resultados
interesantes, un enfoque más nuevo para comprender las conexiones entre el cerebro y el comportamiento es
aún más prometedor. Los investigadores son cada vez más capaces de identificar redes cerebrales a gran escala
que incluyen varias regiones del cerebro y las conexiones entre ellas (Menon, 2011). Las redes cerebrales se
pueden definir por la conectividad estructural, en la que los investigadores identifican las conexiones de
materia blanca entre las regiones del cerebro mediante resonancias magnéticas o análisis post-mortem. Más
comúnmente, los investigadores usan IRMf para evaluar la conectividad funcional, que es cuando varias
regiones del cerebro se activan al mismo tiempo, lo que lleva a correlaciones más fuertes de lo esperado entre
sus niveles de activación. Las redes cerebrales vinculan regiones del cerebro que pueden no estar relacionadas
proximalmente en sistemas que están implicados en distintas funciones cognitivas, emocionales y/o
conductuales. Al tratar de comprender las conexiones entre el cerebro y la psicopatología, los investigadores
investigan la actividad aberrante tanto dentro de redes cerebrales individuales como entre múltiples redes. En
esta sección, describo varias redes cerebrales que son relevantes para la rumia, así como la investigación sobre
las asociaciones entre la rumia y la conectividad funcional dentro y entre estas redes.
La red por default (DMN) ha recibido una atención sustancial en la neurociencia de los trastornos mentales
(Broyd et al., 2009; Hamilton, Farmer, Fogelman y Gotlib, 2015). La DMN está involucrada en el
procesamiento autorreferencial, o la capacidad de reflexionar sobre uno mismo (Nordhoff et al., 2006;
Schneider et al., 2008). La DMN normalmente está activa cuando las personas están despiertas y descansadas.
De hecho, la activación de DMN se asocia con una mayor variabilidad de la frecuencia cardíaca, una medida
sólida de la actividad parasimpática y una indicación de estados corporales de descanso (Thayer,
Åhs,Fredrikson, Sollers y Wager, 2012). Es importante destacar que la DMN está implicada en actividades
como divagar, soñar despierto y recordar, actividades mentales en las que las personas se involucran
naturalmente cuando no están activamente involucradas en tareas que exigen atención o dirigidas a objetivos.
Todos estos procesos mentales implican un desacoplamiento del pensamiento consciente de la percepción
inmediata (Tops, Boksem, Quirin, Ijzerman y Koole, 2014). Por lo tanto, la DMN puede ser parte de un sistema
que controla la cognición y el comportamiento en entornos familiares y predecibles, trabajando a partir de
modelos internos existentes. En estas situaciones relativamente poco desafiantes y poco exigentes, las
personas tienen el lujo de desviar sus pensamientos de lo que sucede a su alrededor y, en cambio, dejar que
sus pensamientos se desvíen hacia un contenido mental que es irrelevante para sus circunstancias actuales.
Los dos centros principales de la DMN incluyen (1) partes de la corteza prefrontal medial (mPFC) y la corteza
cingulada anterior adyacente (ACC) y (2) la corteza cingulada posterior (PCC) y el precúneo adyacente
(Hamilton et al., 2015) . Específicamente, las regiones ventrales (es decir, la parte inferior) del mPFC y el
ACC determinan si varios estímulos externos e interoceptivos son autorreferenciales (Etkin, Egner y Kalisch,
2010; Nordhoff et al., 2006). El PCC y el precuneus están implicados en la recuperación e integración de la
información autobiográfica almacenada en la memoria a largo plazo y en la adopción de la perspectiva en
primera persona (Cavanna & Trimble, 2006). Trabajando juntas, estas regiones de la DMN crean y evalúan
representaciones mentales auto-relevantes, usando información autobiográfica almacenada en la memoria a
largo plazo (ver Fig. 9.1). Este tipo de procesamiento en el que las personas explican cómo las representaciones
internas son importantes para uno mismo puede comenzar en respuesta a algún estímulo externo, pero puede
continuar desvinculado de las percepciones actuales (Smallwood et al., 2013).
Figura 9.1 Regiones del cerebro de la red por default. Fuente: Adaptado de Sandrone y Catani (2013). ©2013
por Wolters Kluwer Health, Inc. Reimpreso con autorización.
Los resultados en individuos deprimidos son más complejos. La rumiación como rasgo generalmente se asocia
con una mayor activación y conectividad funcional dentro de las regiones DMN en personas deprimidas y
anteriormente deprimidas (Farb, Anderson, Bloch y Segal, 2011; Zhu et al., 2012). Sin embargo, el efecto de
la rumia inducida es mixto. En algunos estudios con participantes con depresión actual y remitente, la rumia
inducida condujo a una mayor activación de la mPFC ventral, PCC y precuneus (Burkhouse et al., 2017;
Cooney, Joormann, Eugène, Dennis, & Gotlib, 2010) Sin embargo, otros estudios no lograron encontrar
efectos de la rumia inducida en la activación de la región DMN para participantes deprimidos o rumiadores
rasgo (Freton et al., 2014; Johnson, Nolen-Hoeksema, Mitchell y Levin, 2009). Algunos investigadores
sugieren que las personas deprimidas y los rumiadores rasgo pueden tener una activación de DMN
crónicamente elevada al inicio, por lo que las inducciones de rumiación no conducen necesariamente a
mayores aumentos en la activación (p. ej., Lemogne, Delaveau, Freton, Guionnet y Fossati, 2012). En apoyo
de esta hipótesis, en comparación con los controles sanos, las personas con depresión muestran una menor
desactivación de las regiones DMN durante las tareas cognitivas y emocionales, en comparación con el reposo,
lo que sugiere que tienen dificultades para apagar su mayor autoenfoque en el estado de reposo, incluso cuando
se les pide que presten atención. a estímulos externos (por ejemplo, Grimm et al., 2009, 2011).
Otros investigadores se han centrado en el papel del ACC subgenual (es decir, el más bajo) en la rumia
depresiva. La actividad en el ACC subgenual (también llamado corteza cingulada subgenual) se asocia con un
aumento de la tristeza, el retraimiento y la depresión (Hamani et al., 2011). En adultos deprimidos, la
rumiación depresiva rasgo se asocia con una activación más fuerte del ACC subgenual durante el
procesamiento autorreferencial de palabras negativas (Siegle, Thase y Carter, 2006). Los participantes
deprimidos también exhiben una mayor activación del ACC subgenual durante la rumia inducida que los
controles sanos (Cooney et al., 2010). De hecho, los investigadores especulan que una mayor conectividad
entre las regiones DMN y el ACC subgenual puede constituir una interpretación neurológica de la rumia
depresiva (Hamilton et al., 2015). Específicamente, si el procesamiento autorreferencial (mediado por el
DMN) se combina con un estado de ánimo triste (mediado por el ACC subgenual), surge la rumiación
depresiva. La mayoría de la evidencia apoya esta hipótesis. En participantes sanos, la rumia inducida conduce
a una mayor coactivación en mPFC, PCC y ACC subgenual, en comparación con el estado de reposo y la
atención plena inducida (Farb et al., 2007; Kross, Davidson, Weber y Ochsner, 2009). Además, en
participantes deprimidos y no deprimidos, una rumiación depresiva de rasgo ‘alta’ se asocia con una mayor
conectividad en estado de reposo entre el PCC y el ACC subgenual (Berman et al., 2011).
Red de prominencia
Estructuralmente, el SN incluye la ínsula anterior (es decir, frontal) y la circunvolución frontal inferior
adyacente (IFG), el ACC dorsal (es decir, superior) y la amígdala. La ínsula anterior está implicada en la
detección ascendente de las discrepancias percibidas y en la coordinación de varias regiones del cerebro para
facilitar el acceso a los recursos necesarios cuando se detecta una discrepancia destacada (Menon y Uddin,
2010). El ACC dorsal está involucrado en la evaluación de estados emocionales y conflictos, así como en el
uso del procesamiento de arriba hacia abajo para responder a las discrepancias emocionales percibidas (Etkin
et al., 2010). Parte del PFC ventrolateral, el IFG izquierdo en particular está implicado en el procesamiento
elaborativo, específicamente en la reevaluación del significado y la asimilación de nueva información en
modelos internos existentes (Tops et al., 2014). Finalmente, la amígdala es el centro de alarma de nuestro
cerebro, lo que proporciona una identificación rápida de amenazas potenciales (LeDoux, 1996). Una vez que
suena la alarma, la amígdala alerta al hipotálamo, que activa el sistema nervioso simpático y el eje HPA (ver
Capítulo 5: Rumiación y funcionamiento físico). Cuando todo funciona correctamente, estas estructuras
trabajan juntas para detectar un evento externo o interno y determinar que requiere un procesamiento cognitivo
autónomo y/o superior. Sin embargo, el SN puede juzgar erróneamente la importancia de eventos internos o
externos particulares, desencadenando respuestas autonómicas o cognitivo-conductuales inapropiadas. En
consecuencia, la disfunción del SN puede ser una característica central de la ansiedad, la depresión, el dolor y
los trastornos por sustancias (Menon, 2011).
La rumiación se asocia con la activación de la ínsula anterior mayor, el ACC dorsal y el IFG izquierdo. En
adultos deprimidos, la rumia inducida conduce a una mayor activación de la ínsula y del ACC dorsal que la
distracción (Cooney et al., 2010). De manera similar, los participantes sanos exhiben una mayor activación de
la ínsula anterior durante la preocupación inducida, en comparación con una grupo de control(Servaas et al.,
2014). En adultos sanos, el rasgo de rumiación depresiva se asocia con una mayor ínsula anterior y una
activación del IFC izquierdo durante tareas emocionales (Paul, Stanton, Greeson, Smoski y Wang, 2013; Ray
et al., 2005). En un estudio, una mayor rumia diaria se asoció con una mayor activación de ACC dorsal y IFG
izquierdo durante el descanso que mientras se realizan tareas de velocidad (Kühn et al., 2013). En adultos
sanos, la rumia inducida conduce a una mayor activación en el IFG izquierdo, en comparación con el estado
de reposo, la distracción y la atención plena inducida (Farb et al., 2007; Denson et al., 2009). En un estudio
de estudiantes universitarios sanos, la rumia melancólica como rasgo se asoció con una mayor actividad en el
ACC dorsal mientras realizaban una tarea en la que tenían que inhibir una respuesta dominante a las caras
tristes, en relación con la inhibición de una respuesta dominante a las caras felices (Vanderhasselt et al. .,
2013). Curiosamente, los rumiadores realizaron la tarea tan bien como los no rumiantes, pero al hacerlo
reclutaron más activación de ACC. Esto sugiere que los rumiadores necesitaban más recursos mentales para
inhibir con éxito una respuesta dominante.
La investigación sustancial también vincula la rumiación con una mayor activación de la amígdala. Por
ejemplo, en adultos deprimidos y no deprimidos, una rumiación depresiva más alta se asoció con una
activación más fuerte de la amígdala, al tiempo que indicaba si las palabras negativas eran relevantes para
ellos (Siegle et al., 2006). De manera similar, la rumiación depresiva como rasgo se asoció con una mayor
actividad de la amígdala durante las tareas emocionales negativas en comparación con las positivas (Siegle,
Steinhauer, Thase, Stenger y Carter, 2002), y esta mayor actividad de la amígdala para los rumiadores se
mantuvo incluso después de que los participantes habían pasado a una actividad emocional. tarea no emocional
(Mandell, Siegle, Shutt, Feldmiller y Thase, 2014). Estos resultados sugieren que en los rumiadores, la
excitación por la información negativa persiste incluso cuando esa información ya no es relevante.
Experimentalmente, en comparación con la distracción inducida, los participantes deprimidos exhibieron una
mayor activación de la amígdala durante la rumia inducida que los participantes no deprimidos (Cooney et al.,
2010). Finalmente, las participantes femeninas vieron imágenes negativas y neutras y recibieron instrucciones
de aumentar o disminuir su emoción negativa en respuesta a cada imagen, o simplemente mirar la imagen
(Ray et al., 2005). Cuando se les pidió que aumentaran su afecto negativo o simplemente miraran imágenes
negativas, los participantes con un mayor rasgo de rumiación exhibieron una mayor activación de la amígdala.
Mucha menos investigación ha examinado la rumia y la conectividad entre las regiones del SNC. En un estudio
con mujeres sanas, más pensamientos no deseados autoinformados durante el descanso se asociaron con una
mayor conectividad funcional en estado de reposo entre el IFG izquierdo y el cuerpo estriado, otra estructura
perteneciente al SN (Kühn, Vanderhasselt, De Raedt y Gallinat, 2014). En un experimento, estudiantes
universitarios sanos pensaron en un recuerdo inductor de ira de una manera objetiva y positiva (es decir,
condición de reevaluación), mientras se concentraban en las causas y consecuencias (es decir, condición de
rumia analítica), o mientras se enfoca en los aspectos emocionales del evento (es decir, condición de rumia de
enojo) (Fabiansson, Denson, Moulds, Grisham, & Schira, 2012). Curiosamente, no hubo diferencias en la
activación de regiones cerebrales específicas por condición: todos los participantes mostraron una mayor
activación en la ínsula anterior, IFG y amígdala. Sin embargo, la conectividad significativa entre el IFG y la
amígdala surgió solo para los participantes en las dos condiciones de rumia. Los autores interpretan estos
resultados para sugerir que la rumia puede requerir mayores esfuerzos en el control cognitivo en un intento de
contrarrestar el aumento de la excitación emocional. Alternativamente, la mayor conectividad podría reflejar
un mayor pensamiento abstracto por parte de los lóbulos frontales (por ejemplo, la reflexión sobre los
sentimientos de enojo, la planificación de la venganza y el sentido de los eventos pasados) que se retroalimenta
y aumenta la excitación y las emociones de enojo.
El CEN (red ejecutiva central) mantiene y manipula la información en la memoria de trabajo y también es
responsable de la toma de decisiones y la resolución de problemas en la búsqueda de un comportamiento
dirigido a un objetivo (Menon, 2011). Mientras que el DMN muestra activación durante los estados de vigilia
en reposo, el CEN muestra activación durante las actividades cognitivas y emocionalmente desafiantes. Sus
ganglios principales incluyen la PFC dorsolateral y la corteza parietal postero lateral. La corteza parietal
posterior lateral integra información sensorial e interoceptiva para facilitar la atención sostenida. El PFC
dorsolateral manipula el material en la memoria de trabajo y sopesa las posibles respuestas de comportamiento.
Además de la participación en la toma de decisiones prácticas, el CEN también está implicado en el
procesamiento orientado a tareas (por ejemplo, de arriba hacia abajo) necesario para una regulación emocional
efectiva. La hipoactividad de CEN se asocia con depresión y diversos trastornos cognitivos (Menon, 2011).
Debido a que los déficits de la memoria de trabajo están asociados con una mayor rumia, como se revisó
anteriormente, varios investigadores plantearon la hipótesis de que la rumia estaría asociada con una menor
activación de CEN. Sin embargo, la evidencia existente es mixta y se centra exclusivamente en la PFC
dorsolateral. Por un lado, más pensamientos no deseados autoinformados durante el descanso se asociaron con
una menor activación en estado de reposo en el PFC dorsolateral en mujeres sanas (Kühn et al., 2014).
Además, en adultos jóvenes sanos, el autoenfoque rumiante inducido durante el descanso condujo a una menor
activación del PFC dorsolateral que el autoenfoque experiencial (Freton et al., 2014). Por el contrario, la rumia
inducida se asoció con una mayor activación de la CPF dorsolateral en participantes deprimidos que en
controles sanos, en comparación con la distracción inducida (Cooney et al., 2010). De manera similar, la
preocupación inducida condujo a una mayor activación en la PFC dorsolateral tanto en los participantes con
GAD como en los controles sanos (Paulesu et al., 2010; Servaas et al., 2014). En estudios correlacionales, la
rumiación y la preocupación como rasgos se asociaron con una mayor actividad de la CPF dorsolateral durante
las tareas que requieren control ejecutivo (Forster, Nunez Elizalde, Castle y Bishop, 2015; Vanderhasselt et
al., 2011). Estos resultados podrían sugerir que los rumiadores tienen que reclutar más recursos de atención
para poder desconectarse con éxito del material negativo. De manera similar, una mayor activación en
individuos deprimidos podría indicar un mayor esfuerzo para regular las emociones durante la rumia. Por lo
tanto, la rumia puede estar asociada con una menor activación de la CPF dorsolateral en reposo en individuos
sanos, un patrón que refleja el hecho de que la CEN suele ser menos activa cuando la DMN está activa
(Hamilton et al., 2011). Por el contrario, la rumia puede estar asociada con una mayor activación de la PFC
dorsolateral durante tareas cognitivas o emocionalmente exigentes, o para personas deprimidas, porque se
necesitan más recursos ejecutivos para superar los efectos de la rumia. Claramente, se necesita más
investigación para probar esta y otras hipótesis sobre los vínculos entre la rumia y la activación de CEN.
También debo señalar que ningún estudio ha examinado las asociaciones entre la rumia y la activación de la
corteza parietal posterior o la conectividad entre las regiones del CEN.
Dos modelos diferentes proponen que la rumia refleja conexiones no óptimas entre estas redes cerebrales,
particularmente la SN y la DMN. La teoría de los sistemas de control predictivo y reactivo (Tops et al., 2014)
propone que debido a que la rumia implica la elaboración de las discrepancias percibidas, es probable que
implique una conectividad funcional entre la DMN y el SN, en particular el IFG izquierdo y la ínsula anterior.
El procesamiento elaborativo mediado por el SN idealmente debería facilitar el afrontamiento adaptativo a
situaciones nuevas y problemáticas. Sin embargo, cuando el SN se empareja demasiado estrechamente con el
DMN, el resultado puede ser un procesamiento elaborativo de discrepancias irresolubles y/o internas, lo que
da como resultado un procesamiento rumiante egocéntrico e improductivo. Es casi como si el SN secuestra la
DMN, de modo que la autorreflexión adaptativa, que normalmente se lleva a cabo durante situaciones seguras
y mediada por la DMN, se vuelve reactiva y elaborativa en respuesta al peligro percibido o a las discrepancias
internas (Tops et al., 2014).
La evidencia apoya esta hipótesis. Por ejemplo, los síntomas depresivos y ansiosos se asocian con una mayor
conectividad funcional entre la ínsula anterior y las regiones de la DMN (Dennis, Gotlib, Thompson y
Thomason, 2011; Horn et al., 2010). En adolescentes con depresión remitida, una rumiación depresiva de
rasgo ‘alta’ se asocia con una mayor conectividad en estado de reposo entre la amígdala (que representa el
SN) y el PCC (que representa el DMN) (Peters, Burkhouse, Feldhaus, Langenecker y Jacobs, 2016). En un
estudio con adultos sanos, la rumia inducida condujo a una mayor conectividad funcional entre la ínsula
anterior y la mPFC ventral (que representa la DMN), en comparación con la atención plena inducida (Farb et
al., 2007). Curiosamente, esta conectividad no fue evidente en los adultos que habían participado en un
entrenamiento de atención plena de 8 semanas. En cambio, los participantes del entrenamiento de atención
plena exhibieron conectividad funcional entre la ínsula anterior y el PFC dorsolateral (que representa el CEN),
lo que sugiere una mejor capacidad para regular la excitación emocional. Finalmente, en individuos con y sin
GAD, las inducciones de preocupación conducen a una conectividad más fuerte entre las regiones SN y DMN
(Makovac et al., 2015; Simmons et al., 2013).
El modelo de red triple (Menon, 2011) propone que el SN, en particular la ínsula anterior, es crucial para
determinar la interacción dinámica entre el CEN y el DMN (ver Fig. 9.2). Durante el procesamiento de
información impulsado por estímulos, el CEN generalmente se activa y el DMN se desactiva. Cuando el SN
determina que algún estímulo requiere un mayor procesamiento cognitivo, idealmente activa el CEN y
desactiva el DMN. Sin embargo, las conexiones entre SN y CEN y/o DMN pueden ser demasiado fuertes o
demasiado débiles. El enfoque propio inflexible y desadaptativo que caracteriza a la rumia en particular puede
estar asociado con demasiada conectividad entre el SN y el DMN y la correspondiente incapacidad para
cambiar al CEN. Esto, a su vez, probablemente socava la capacidad para el funcionamiento cognitivo efectivo
y la regulación emocional.
Figura 9.2 Interacciones entre el modo predeterminado, Red de prominencia y Redes ejecutivas centrales.
Fuente: De Nekovarova, T., Fajnerova, I., Horacek, J. y Spaniel, F. (2014). Bridging disparate symptoms of
schizophrenia: A triple network dysfunction theory. Frontiers in Behavioral Neuroscience, 8, 171. Available
from https://doi.org/10.3389/fnbeh.2014.00171 (Nekovarova, Fajnerova, Horacek, & Spaniel, 2014).
En un estudio que examinó esta hipótesis, el dominio relativo de la DMN sobre la CEN se asoció con una
mayor rumia, en adultos deprimidos pero no en controles sanos (Hamilton et al., 2011). Por el contrario, la
ponderación reflexiva como rasgo se asoció con un dominio relativo de la CEN sobre la DMN. Estos
resultados pueden sugerir que la reflexión requiere más esfuerzo que la rumiación pasiva. Además, los adultos
deprimidos mostraron un aumento en la activación de la ínsula anterior (es decir, SN) al inicio del aumento
de la actividad de CEN, luego de un pico de actividad de DMN. Por el contrario, los controles sanos mostraron
el patrón opuesto de aumento de la actividad de la ínsula al inicio del aumento de la actividad de DMN, luego
de un pico de actividad de CEN. Este segundo patrón de resultados sugiere que en los individuos deprimidos,
el pensamiento autorreferencial (es decir, la rumiación) es desagradable o lo suficientemente importante como
para que la ínsula lo "perciba", lo que lleva a un cambio en la actividad de la red. En adultos sanos, por el
contrario, es más probable que la ínsula considere que el pensamiento de nivel superior es más destacado, lo
que lleva a un cambio a un estado cerebral de reposo.
Resumen
En resumen, la rumiación se asocia con actividad eléctrica cerebral que sugiere un procesamiento sostenido
de material emocional negativo. Esto puede reflejar una hiperactivación de y entre la DMN y el SN, que en
conjunto contribuyen al procesamiento autorreferencial y elaborado de las amenazas y discrepancias
percibidas. Este tipo de procesamiento ocurre a expensas de la atención sostenida, la memoria de trabajo
efectiva y la toma de decisiones deliberada, mediada por el CEN, que son necesarios para la regulación
emocional adaptativa.
Conclusión
En este capítulo, revisé la literatura sobre los correlatos cognitivos y neurales de la rumia. En conjunto, la
evidencia sugiere que los déficits en la capacidad de eliminar e inhibir material emocional y relevante para
uno mismo previamente relevante pueden ser la base de la rumiación en general. Además, la rumiación
también parece ser mantenida por otros déficits cognitivos (p. ej., cambio de escenario, sesgo atencional y
atención sostenida) en el contexto de la emoción negativa. Estos resultados cognitivos complementan los
hallazgos de imagen de que la rumia está asociada con la hiperactivación en el DMN y el SN a expensas del
funcionamiento adecuado del CEN. Específicamente, el procesamiento elaborado y autorreferencial toma el
control en lugar del control cognitivo efectivo frente a los desafíos percibidos.
El concepto de que la rumia crónica o desadaptativa implica conexiones demasiado fuertes entre la
prominencia SN y DMN integra otras ideas discutidas a lo largo de este libro. Los teóricos de la
autorregulación han argumentado que el pensamiento repetitivo y centrado en uno mismo es una respuesta
natural y adaptativa a las discrepancias percibidas. Por lo tanto, el pensamiento centrado en sí mismo no es
necesariamente algo que sucede cuando las personas están en reposo, sino cuando perciben una amenaza que
necesita una respuesta. Por el contrario, otros tipos de pensamiento repetitivo que se eliminan de la percepción
inmediata (p. ej., divagar, soñar despierto y recordar) tienden a ocurrir cuando las personas están en reposo.
Por lo tanto, a diferencia de otras formas de atención centrada en uno mismo, la rumiación puede implicar un
pensamiento centrado en uno mismo que se produce en un estado de estrés percibido, no en reposo.
Una limitación importante de la literatura revisada aquí es la naturaleza correlacional de la mayor parte de la
investigación. Como tal, no podemos saber si estos patrones cognitivos y neurales contribuyen a la rumia o
constituyen mecanismos por los cuales la rumia conduce a las diversas consecuencias emocionales y
conductuales discutidas en capítulos anteriores. Sin embargo, esta investigación es invaluable para encontrar
correlaciones más objetivas de un constructo que se evalúa principalmente mediante medidas subjetivas de
autoinforme. La investigación continua debería arrojar conocimientos novedosos e importantes sobre las
causas, la naturaleza y las consecuencias de la rumia. Como se revisa en un capítulo posterior (consulte el
Capítulo 10, Terapias cognitivas conductuales), los investigadores también están comenzando a adaptar
algunos paradigmas cognitivos descritos anteriormente para disminuir el procesamiento rumiante. Por lo tanto,
una mejor comprensión de los correlatos cognitivos y neurales de la rumiación también puede contribuir a
tratamientos efectivos.
Capítulo 10
Resumen
En este capítulo, se revisa la eficacia empírica de la terapia cognitivo conductual (TCC) para tratar la
rumiación. Después de explorar la evidencia de la TCC tradicional y de la falta de comprensión de sus
mecanismos, se describe un paquete de tratamiento que específicamente se enfoca en el tratamiento de la
rumia: la TCC enfocada en la rumiación. Se explican sus bases teóricas, se describe la terapia en sí misma y
se examina la investigación que apoya su eficacia. Finalmente, se repasan una serie de intervenciones que
involucran la modificación de sesgos cognitivos que muestran ser prometedoras para reducir la rumiación.
Palabras clave:
Rumiación; terapia cognitivo conductual enfocada en la rumiación; teoría del control elaborado; modificación
de sesgos cognitivos.
Panorama general
En este capítulo, se revisa la eficacia empírica de la terapia cognitivo conductual (TCC) para tratar la
rumiación. Después de explorar la evidencia de la TCC tradicional y de la falta de comprensión de sus
mecanismos, se describe un paquete de tratamiento que específicamente se enfoca en el tratamiento de la
rumia: la TCC enfocada en la rumiación. Se explican sus bases teóricas, se describe la terapia en sí misma y
se examina la investigación que apoya su eficacia. Finalmente, se repasan una serie de intervenciones que
involucran la modificación de sesgos cognitivos que muestran ser prometedoras para reducir la rumiación.
Una potencial intervención para tratar la rumiación es la TCC. Este amplio término generalmente se refiere a
los tratamientos que combinan la terapia cognitiva tradicional con varias técnicas conductuales. La principal
premisa de la terapia cognitiva tradicional es que cambiando la forma en la que las personas piensan cambiará
sus sentimientos y comportamientos (Beck, 2011). Los patrones negativos y/o distorsionado de pensamiento
son identificados y cambiados a través de un proceso llamado restructuración cognitiva. Los terapeutas ayudan
a los clientes a cambiar el contenido de sus pensamientos al poner a prueba las distorsiones cognitivas y
sustituyendo los pensamientos problemáticos con respuesta más adaptativas a los eventos de su vida. Por
ejemplo, una paciente que está molesta con su novio porque no le llamo una noche podría tener pensamientos
negativos como “Mi novio ya no me ama” o “Debí haber hecho algo malo para que no llame”. El terapeuta le
ayudaría a la paciente a identificar la falla lógica en esos pensamientos (ejemplo – lectura de pensamientos o
saltarse a conclusiones), evaluar la evidencia en contra de esos pensamientos (ejemplo – “Él me dice que me
ama muy seguido”) y a generar revaloraciones más adaptativas/útiles (ejemplo – “Quizás se quedó dormido
temprano”, “Debería preguntarle porque no llamo”). Con el tiempo, el terapeuta y el paciente identificaran
creencias nucleares profundamente enraizadas (ejemplo – “No merezco amor”) que sirven como un filtro para
la experiencia y la interpretación de los eventos vitales. A través de técnicas similares, el paciente aprenderá
a debatir y cambiar estas creencias nucleares. La TCC es una intervención con apoyo empírico para una amplia
gama de problemáticas, especialmente para los trastornos de ansiedad, bulimia, problemas con el control de
la ira y problemas de estés en general (Hoffman, Asnaani, Vonk, Sawyer & Fang, 2012)
Aunque la TCC se enfoca en cambiar el contenido de los pensamientos, los investigadores también han
examinado si está disminuye el proceso de razonamiento rumiativo. Predeciblemente, mucha de esta
investigación se ha hecho con pacientes deprimidos. La TCC para la depresión típicamente combina terapia
cognitiva con activación conductual, una técnica que apunta a incrementar el involucramiento de los paciente
con actividades placenteras y gratificantes. Las investigaciones han encontrado que un programa grupal de
TCC con una duración de 6 – 8 semanas contribuye significativamente a disminuir la rumiación en adultos
con puntuaciones altas en síntomas depresivos (Evans et al., 2013; Manicavasagar, Perich & Parker, 2012).
En pacientes con depresión mayor, la TCC más el tratamiento estándar (TAU2) llevo a mejores resultados en
la disminución de la rumia que el tratamiento estándar por si solo (Wilkinson & Goodyer, 2008). De igual
manera, cuatreo sesiones de activación conductual combinadas con un entrenamiento atencional (revisar el
capítulo 12: Terapia metacognitiva) llevaron a una disminución de la rumiación 1 semana y 1 mes después
del tratamiento (Moshier & Otto, 2017)
Los investigadores también han examinados si la TCC reduce la preocupación en pacientes con trastorno de
ansiedad generalizada (TAG). La TCC para TAG típicamente reemplaza la activación conductual con un
entrenamiento en relajación, una práctica de resolución de problemas y el uso de “tiempo fuera para la
preocupación”, en donde los pacientes tienen como instrucción el preocuparse intensamente durante un
periodo determinado de tiempo para después no preocuparse el resto del día. Además, los pacientes son
expuestos frecuentemente a estímulos ansiogenos con la finalidad de disminuir su evitación a la respuesta de
ansiedad (Borkovec, Newman, Pincus / Lytle, 2002; Ladouceur et al., 2000). Tanto el tratamiento individual
como el grupal de la TCC para el TAG reducen efectivamente la preocupación (para un metaanálisis ver
Covin, Ouitmet, Seeds & Dozois, 2008). De la misma manera, la TCC virtual disminuye la preocupación
(Paxling et al., 2011, Robinson et al., 2010)
¿Cuáles son los potenciales mecanismos por los que la TCC reduce el pensamiento repetitivo? Un potencial
mecanismo es la revaloración o la búsqueda activa de una alternativa – usualmente positiva – sobre la
interpretación y comprensión de un evento doloroso. La revaloración ha sido reconocida desde hace mucho
como una respuesta adaptativa de afrontamiento a experiencias negativas (ejemplo - Gross, 2001). Tanto la
rumiación como la revaloración involucran pensamientos sobre un evento doloroso, pero el contenido y la
naturaleza de los eventos difieren en maneras significativas sobre las emociones subsecuentes. De hecho,
muchos investigadores teorizan que la rumiación y la revaloración comparten como proceso subyacente la
habilidad (o inhabilidad) de inhibir material negativo (Cohen, Daches, Mor & Henik). Específicamente, un
2
TAU o “Treatment as usual” se refiere al tratamiento estándar que reciben las personas para determinadas problemáticas de
acuerdo a los recursos accesibles en su comunidad o sistemas de salud, por lo que varía de acuerdo a cada contexto.
Normalmente se refiere al tratamiento farmacológico.
buen control cognitivo previene la rumiación y facilita la revaloración y viceversa. Por otra parte, la rumiación
dificulta la inhibición, mientras que la revaloración facilita la inhibición. Este modelo sugiere que mejorar la
habilidad de las personas para involucrarse en revaloraciones positivas debería contribuir a una disminución
en la rumiación. Desafortunadamente, los investigadores aún no han podido poner aprueba esta hipótesis.
Algunos experimentos han comparado la rumiación y la revaloración al pedirle a los participantes recordar un
eventos molesto y después rumiar al respecto o involucrarse en una revaloración positiva (Denson, Mouds &
Grisham 2012; Ray, Wilhelm & Gross, 2008). Como se esperaba, la revaloración llevo a un menor enojo que
la rumiación. Sin embargo, estos experimentos no presentaron evidencia de que la revaloración realmente
disminuyera la rumiación.
Otro posible mecanismo es la distracción. La activación conductual es una intervención común y efectiva para
la depresión y se enfoca en el involucramiento en actividades placenteras y reforzantes a corto plazo para
mejorar el estado de ánimo triste, anhedónico y letárgico de las personas (Jacobson et al., 1996). La teoría
original de los estilos de respuesta (Nolen – Hoeksema, 1991) propone que utilizar distracciones placenteras
o neutrales puede desviar la atención de las personas lejos de su estado de ánimo negativo y ayudarles a
enfocarse en pensamientos y actividades que son positivamente reforzantes. Ejemplos comunes de actividades
distractoras incluyen salir a correr, ver una película con amigos o concentrarse en el trabajo (Nolen –
Hoeksema, Wisco & Lyubomirsky, 2008). Como se revisó en un capitulo pasado (ver capítulo 1, Rumiación
y trastornos del estado de ánimo) los estudios experimentales que comparan la rumiación inducida con la
distracción generalmente han encontrado que la distracción disminuye el estado de ánimo triste inmediato en
participantes que ya están deprimidos (Watkins, 2008). Un experimento encontró que 8 minutos de distracción
inducida (ejemplo – pensar acerca del diseño de un centro comercial local) llevo a la disminución en el estado
de rumiación en adolescentes, comparado a la rumiación inducida (Hilt & Pollak, 2012). No obstante, ningún
otro estudio a la fecha a experimentado si la distracción realmente disminuye la rumiación.
Es más, la teoría y la investigación sugieren que la distracción no es una respuesta ideal para los eventos
negativos a largo plazo. En una reformulación de su teoría, Nolen – Hoeksema sugirió que el uso crónico de
la distracción puede alimentar la evitación y la supresión, lo que llevaría a un incremento tanto del estado de
ánimo negativo como de la rumiación (Nolen – Hoeksema et al., 2008). De hecho, la evidencia empírica para
los beneficios a largo plazo de la distracción de los síntomas depresivos no es robusta, especialmente en
investigación prospectiva (Nolen – Hoeksema et al., 2008; Rood, Roelofs, Bogels, Nolen – Hoeksema &
Schouten, 2009). Una razón para esto es que la distracción puede ser difícil de lograr y mantener y que las
personas pueden tener dificultades generando alternativas apropiadas a sus pensamientos rumiativos. De
hecho, las personas a menudo exhiben una distracción desenfocada o cambian de un distractor a otro
dependiendo de lo que les pasa por la cabeza (Wenzlaff, Wegner & Klein, 1991). Es probable que este tipo de
salto desorganizado de un tema a otro no este absorbiendo o este reforzando lo suficiente para aliviar el estado
de ánimo deprimido. El estado de ánimo de las personas también impacta en el tipo de distractores que
seleccionan.
Específicamente, los individuos deprimidos tienen mayores probabilidades de utilizar pensamientos negativos
como distractores cuando intentan la supresión de su malestar (Wenzlaff et al., 1991; Wenzlaff, Wegner &
Roper, 1988). Como es de esperarse, experimentan más intrusiones de pensamientos negativos de forma
subsecuente, indicando un fallo en el intento de supresión del malestar. Interesantemente, los individuos
deprimidos reconocen que los distractores positivos serán menos efectivos que los distractores negativos. No
obstante, aun cuando se les presenta la posibilidad de utilizar los distractores positivos utilizan más los
distractores negativos. Así, inclusive en contra de su mejor juicio, las personas deprimidas automáticamente
seleccionan los pensamientos negativos como distractores. Tomando todo lo dicho hasta ahora, estos hallazgos
sugieren que la distracción instruida – sea por manipulación experimental o en terapia – pueden mejorar los
estados de ánimo negativos a corto plazo porque mantienen la atención de las personas en pensamientos
incongruentes con su estado de ánimo actual (ejemplo – pensamientos positivos). Sin embargo, los individuos
podrían seleccionar distractores congruentes con su estado de ánimo cuando están por su cuenta, donde
desafortunadamente les lleva a más rumiación y a estados de ánimo negativos.
En conclusión, la TCC tradicional reduce tanto la rumiación depresiva como la preocupación (Spinhoven et
al., 2018). No obstante, este tratamiento no está formulado específicamente para la reducción de la rumia y
los mecanismos por los cuales disminuye aún no han sido identificados. Además, la TCC parece ser menos
efectiva tratando pacientes deprimidos con altos índices de rumiación (Ciesla & Roberts, 2002; Schmaling,
Dimidjian, Katon & Sullivan, 2002). Esto podría ser porque al abordar el contenido en lugar del proceso de
pensamiento, la TCC no aborda de forma efectiva un flujo constante y fuerte de pensamientos negativos
(Watkins, 2016). Además, enfocarse en el contenido de los pensamientos por sí mismo podría disparar más
pensamientos repetitivos, especialmente en pacientes vulnerables a la rumiación. Finalmente, muchos
pacientes con historial de depresión experimentan síntomas residuales entre los que se incluye la rumiación
(Roberts, Gilboa & Gotlib, 1998). Por lo tanto, los investigadores de la TCC tradicional se han visto en la
necesidad de desarrollar tratamientos que específicamente se enfoquen en la rumiación. En este capítulo, se
revisa un paquete de intervenciones mayores – RFCBT3 – así como una serie de intervenciones breves que
involucran la modificación cognitiva.
Además de Susan Nolen – Hoeksema, Edward Watkins es quizá el nombre más importante en el campo de la
rumiación. Además de publicar una impresionante cantidad de investigación básica en un periodo de 20 años,
él ha contribuido a varios avances teóricos importantes y ha desarrollado la terapia cognitiva conductual
enfocada en la rumiación (RFCBT; Watkins, 2016). Aunque esta terapia tenía la intención de centrarse en la
rumiación como síntoma residual de la depresión, la investigación básica sugiere que tiene el potencial de
disminuir los pensamientos repetitivos en un rango de síntomas clínicos. En esta sección primero se revisan
3
Rumiation focused Cognitive Behavioral Therapy – Terapia cognitiva conductual enfocada en la rumiación
las contribuciones teóricas de Watkins. Después, se describe la RFCBT y la investigación que apoya su
eficacia.
Teoría
La RFCBT se basa en dos importantes premisas sobre la rumiación: (1) Las consecuencias negativas de la
rumiación se deben principalmente al procesamiento cognitivo abstracto y (2) la rumiación excesiva es un
hábito mental. Estas premisas constituyen importantes extensiones a la teoría del estilo de respuestas y a la
teoría del control de la rumiación (véase Capitulo 1: Rumiación y trastornos del estado de animo y capitulo 7:
Disparadores de la rumiación) y tienen implicaciones importantes para el tratamiento de personas que rumian.
En su intento de comprender el efecto de la rumiación depresiva, Watkins noto que involucra dos componentes
separados: (1) Auto – enfoque (por ejemplo – la atención a los síntomas depresivos) y (2) un estilo abstracto
de procesamiento (Watkins & Teasdale, 2004). El procesamiento abstracto (a veces llamado analítico) se
enfoca en metas de alta jerarquía (por ejemplo – la felicidad o el éxito) así como en el significado, las causas
y las implicaciones de las experiencias. Por contraste, el procesamiento concreto (a veces llamado
experiencial) se enfoca en metas de baja jerarquía (por ejemplo – terminar este capítulo), así como como
detalles específicos y sensoriales de la experiencia. Un modo de procesamiento se enfoca en las preguntas del
“porque” de las cosas; el otro se enfoca en el “que” y el “como”. Watkins (2008) propuso que estos diferentes
modos de procesar llevan a diferentes resultados.
Para comparar estos dos modos de procesamiento, Watkins adapto la manipulación clásica de la rumia
propuesta por Nolen – Hoeksema. Los participantes leyeron las mismas 28 oraciones durante 8 minutos pero
fueron presentados con una de dos instrucciones (ejemplo – Watkins & Teasdale, 2004). En la condición del
procesamiento abstracto, los participantes fueron instruidos a pensar acerca de las causas, significados y
consecuencias de sus síntomas y sentimientos. En la condición del procesamiento concreto, los participantes
fueron instruidos a enfocarse en la experiencia de sus síntomas y sentimientos. Las comprobaciones de las
manipulaciones indican que ambas manipulaciones incrementan el autoenfoque, pero solo el procesamiento
abstracto incrementa el pensamiento analítico. Comparado con el procesamiento concreto, el procesamiento
abstracto lleva a un incremento de recuerdos generales, un estilo más negativo de atribución y a evaluaciones
más bajas de autoestima/autovaloración en participantes deprimidos o participantes valoraciones altas de
rumiación rasgo (Crane, Barnhofer, Visser, Nightingale & Williams, 2007; Lo, Ho, & Hollon, 2010; Rimes
& Watkins, 2005; Sanders & Lam, 2010). Interesantemente, estos estudios no encontraron ningún efecto del
procesamiento abstracto vs el procesamiento concreto sobre los auto - reportes del estado de ánimo. En lugar
de eso, ambas manipulaciones incrementan el ánimo disforico en los participantes deprimidos, en comparación
con los participantes nunca deprimidos (ver también Watkins & Moulds, 2005). Watkins (2008) argumentaba
que esto es consistente con la teoría de los estilos de respuesta porque ambas manipulaciones inducen la
atención en el “sí mismo”, que es asociada con un peor animo disforico (ejemplo Mor & Winquist, 2002)
A pesar de la falta de un efecto principal en el ánimo negativo, Watkins hipotetizó que el modo de
procesamiento incrementa la reactividad emocional a un estresor. Él puso a prueba esta hipótesis en varios
experimentos (Moberly & Watkins, 2006; Watkins, 2004; Watkins, Moberly & Moulds, 2008). El
procedimiento básico era que los participantes leyeran varios escenarios, pero la mitad de ellos eran instruidos
a imaginarse los detalles concretos de la escena (en otras palabras procesamiento concreto) y la otra mitad
eran instruidos en evaluar las causas, los significados y las implicaciones de cada escenario (en otras palabras,
procesamiento abstracto). Después, todos los participantes experimentaron el fracaso en una tarea que
supuestamente predecía el éxito profesional y académico (en otras palabras un estresor). Los participantes
sanos en la condición abstracta mostraron mayores incrementos en el ánimo negativo y decrementos en el
ánimo positivo después de la tarea fallada que los participantes en la condición concreta (Watkins et al., 2008).
Dos estudios encontraron este mismo efecto solo en participantes que tenían una alta disposición a la rumia
(Moberly & Watkins, 2006; Watkins, 2004). Otra investigación que utilizo este mismo procedimiento
encontró que el procesamiento abstracto estaba asociado con una mayor indecisión y dificultades para tomar
decisiones, particularmente en individuos que síntomas depresivos (Di Schiena, Luminet, Chang & Philippot,
2013)
Watkins (2008) también propuso que el procesamiento abstracto contribuye a la generalización de eventos
negativos. Consideré, por ejemplo, a una persona que tiene un desacuerdo con un colega y después cree que
todos siempre se molestan con él y que no puede hacer nada bien (Van Lier, Vervliet, Boddez & Raes, 2015).
Por no estar enfocado en detalles específicos, el procesamiento abstracto puede incrementar este tipo de
respuesta generalizada a eventos negativos, que a su vez es muy probable que contribuya a los síntomas
depresivos. Dos experimentos pusieron a prueba esta hipótesis. En una, un grupo de adolescentes fue
entrenado en procesamiento abstracto o procesamiento concreto y después participaron en un paradigma de
generalización – condición (Van Lier, Vervliet, Vanbrabant, Lenaert & Raes, 2014) En este paradigma un
estímulo (ejemplo - la foto de un tren con asientos azules) fue primero emparejada con un resultado negativo
(ejemplo – el conductor gritándote). Para medir la generalización, los participantes evaluaban sus expectativas
de que hubiera un resultado negativo basándose en estimulos que fueran mas o menos similares al estímulo
inicial (ejemplo – asientos morados o rojos). Los resultados indicaban que el procesamiento abstracto lleva a
una mayor generalización negativa, pero solo en participantes con síntomas depresivos altos. En otro
experimento, los participantes veían imágenes de caras molestas emparejadas con sus propios nombres y caras
felices emparejadas con el nombre de otras personas (Van Lier et al., 2015). Los participantes eran instruidos
en pensar acerca del significado o las causas de las expresiones faciales (en otras palabras procesamiento
abstracto) o acerca de las características sensorioperceptuales de las caras (en otras palabras el procesamiento
concreto). Como era esperado, los participantes que se engancharon en el procesamiento abstracto mostraron
mayor generalización de las caras enojadas a sí mismos.
En conclusión, estos experimentos demuestran que el procesamiento abstracto lleva a un incremento en los
pensamientos negativos, sesgos de generalización en la memoria, mayor reactividad al fracaso y a la
generalización de eventos negativos particularmente en individuos vulnerables (ejemplo – individuos con
síntomas depresivos o tendencia a la rumia). Basado en estos resultados, Watkins (2008) desarrollo el modo
de procesamiento atribuido a la rumiación. Elaborando el la teoría del control de la rumiación (Stober, 1998),
Watkins propuse que el procesamiento abstracto es a menudo problemático porque es menos sensible a los
cambios en el ambiente y fracasa al intentar sugerir acciones específicas que sean útiles para afrontar
efectivamente una situación. Este tipo de procesamiento en particular es contraproductivo en situaciones
estresantes o novedosas. Por ejemplo, cuando un niño comienza a ir a una nueva escuela o un adulto está en
duelo por la pérdida de su matrimonio, rumiar sobre la meta abstracta de ser feliz no provee una guía específica
sobre cómo proceder en dicha situación.
En lugar de eso, en situaciones poco familiares o difíciles, el procesamiento concreto es mucho más
constructivo. El procesamiento constructivo se enfoca en las demandas inmediatas de la situación, que muy
probablemente lleven a una efectiva resolución de problemas. El procesamiento concreto es además más
adaptativo en situaciones difíciles porque es menos probable que elicite sobregeneralizaciones negativas y una
reactividad emocional negativa ante los eventos.
Enfáticamente, Watkins (20089 argumentaba que a veces las personas que más se benefician del
procesamiento concreto son las que dificultades tienen para engancharse en el. Las teorías de la autoregulación
(ejemplo – Carver & Scheier, 1998) sugieren que como base, los individuos se enganchan en el procesamiento
abstracto, pero que se mueven a un procesamiento más concreto en tiempos difíciles. Esto es similar a lo
descrito por la famosa jerarquía de necesidades propuesta por Maslow: Cuando las necesidades básicas de las
personas (ejemplo - comida, protección) son satisfechas, tienen el lujo de enfocarse en metas de alta jerarquía
(ejemplo – relaciones y felicidad). No obstante, cuando las cosas salen mal, la habilidad de cambiar
flexiblemente a un procesamiento concreto es adaptativa. Watkins noto que esta habilidad de cambiar
flexiblemente entre modos de procesamiento es deficiente si las personas carecen de suficiente control
ejecutivo o de una autoestima estable y si creen firmemente que es importante encontrarle un sentido a los
sentimientos y a los problemas. Por supuesto, estas tendencias caracterizan a personas con depresión. De este
modo, mientras las personas saludables cambian de un procesamiento concreto a uno abstracto cuando se
enfrentan a una dificultad o a una novedad, los individuos en riesgo a deprimirse continúan enganchadose en
un procesamiento abstracto. Esta deficiente habilidad de regular su modo de procesamiento lleva a la
rumiación crónica abstracta y a sus consecuencias negativas.
La investigación que examina el nivel de abstracción de la rumiación apoya esta hipótesis de desregulación.
Por ejemplo, los individuos deprimidos evalúan su rumiación acerca de los problemas presentes de manera
más abstracta que los pacientes que se recuperaron de una depresión o los pacientes que jamás han estado
deprimidos (Watkins & Moulds, 2007). En un estudio de muestreo de experiencia, estudiantes con síntomas
depresivos altos reportaron un mayor pensamiento abstracto en su día a día (Takano & Tanno, 2010). De igual
forma, estudiantes con un historial de trauma se involucraron durante 4 minutos en una rumiación depresiva
acerca de un evento pasado y otorgaron muestreos del contenido de su rumiación (Goldwin, Behar & Sibrava,
2013). Los codificadores evaluaron el contenido de la rumia como más abstracto en los participantes con
síntomas más graves de estrés postraumático en comparación con los participantes con síntomas menos graves.
La preocupación también se caracteriza por un pensamiento concreto reducido. Por ejemplo, estudiantes con
mayores tendencias a la preocupación generan descripciones menos concretas sobre los potenciales riesgos y
consecuencias de problemas específicos (Stober, 1998) De igual manera, los pacientes con TAG describen sus
preocupaciones en términos menos concretos que los pacientes saludables de un grupo control (Stober &
Borkovec, 2022). En un interesante estudio, una serie de participantes sanos se involucró en cinco periodos
consecutivos de pensamientos repetitivos sobre eventos futuros potencialmente positivos, negativos o
neutrales (Behar et al., 2011). En general, el pensamiento repetitivo futuro se volvió progresivamente menos
concreto mientras los periodos pasaban. De esta manera, aún en los individuos sanos, la rumiación continua
se vuelve abstracta, sugiriendo que mientras más rumie la gente, más difícil se vuelve el cambiar de forma
intencional a una forma de procesamiento más constructiva y productiva.
Relacionado a este último punto, Watkins & Nolen – Hoeksema (2014) propusieron que la rumiación excesiva
se combiente en una respuesta habitual a determinadas situaciones (ver también Hertel, 2004). Los hábitos
son comportamientos automáticamente ejecutados, lo que significa que las personas se involucran en ellos sin
darse cuenta o hacer un intento consciente. Los habitos son difíciles de controlar y no requieren muchos
recursos cognitivos para ser ejecutados. Como evidencia para esta conceptualización de rumiación rasgo como
un habito, una mayoría de rumiadores disforicos reportan que su rumiación es automática y compulsiva
(Watkins & Baracaia, 2001). Además, la rumiación rasgo está asociada con tendencias a involucrarse en
pensamientos negativos sobre uno mismo que ocurren a menudo, son involuntarios, comienzan sin consciencia
y son difíciles de controlar (Verplanken, Friborg, Wang, Trafimow, & Woolf, 2007)
Watkins y Nolen – Hoeksema proponen que dos principales características sobre los hábitos son importantes
para comprender la rumiación excesiva y su tratamiento. Primero, reflejando los principios del
condicionamiento clásico, los hábitos se desarrollan cuando los comportamientos se realizan de forma
frecuente en los mismos contextos. Al igual que el sonido de una campana puede eventualmente hacer que un
perro salive en anticipación a la comida, también un estado de ánimo particular o un ambiente estresante puede
disparar el proceso rumiativo. Es importante mencionar que estas asociaciones entre las situaciones y las
respuestas no están mediadas por ninguna meta implícita o explícita. En otras palabras, el hábito de rumiar
puede ser disparado sin ninguna intención o esfuerzo claro. Esta conceptualizaciones aparentemente difiere
de la noción de que la rumiación refleja esfuerzos conscientes de resolver incongruencias percibidas o
creencias de que la rumiación incrementa el insight y comprensión. No obstante, Watkins y Nolen – Hoeksema
proponen que sin importar la razón por la que la gente inicialmente se enganche en la rumia, si repetidas veces
rumian en el mismo contexto (ejemplo – animo deprimido o estresor crónico), ese contexto eventualmente se
convertirá en un detonador para la rumiación. Aún más, mientras la rumiación pueda inicialmente ocurrir
como respuesta a una discrepancia personalmente significativa, la rumiación habito podría eventualmente ser
disparada por cualquier estimulo que genere un ánimo negativo (ejemplo – ver una película triste). Por
supuesto, es más probable que esta asociación si las personas carecen de un rango mayor de respuestas de
afrontamiento o de una habilidad para cambiar entre modos de procesamiento.
Segundo, los hábitos son insensibles a los cambios en metas o resultados. La teoría tradicional del control de
la rumiación afirma que la rumiación cesa cuando las personas obtienen una meta deseada o abandonan una
meta imposible (Martin y Tesser, 1996). En contraste, Watkins y Nolen- Hoeksema sugieren que una vez que
la rumiación es una respuesta habitual puede ocurrir después de que una meta ha sido conseguida o descartada.
Esto podría explicar porque los individuos deprimidos y ansiosos rumian y se preocupan aun cuando
reconocen las consecuencias negativas de estos comportamientos. La teoría metacognitiva (ver capítulo 8:
Creencias, rasgos y motivaciones detrás de la rumiación y capitulo 12: Terapia metacognitiva) argumenta que
las creencias negativas acerca de la rumiación mantienen la rumiación porque las personas no creen que
puedan controlar lo que piensan. En contraste, este modelo propone que este es un proceso involuntario en el
que las personas continúan rumiando a pesar de estar al tanto de sus consecuencias.
Terapia:
Con una explicación teórica se intentara describir la RFCBT. Diseñada específicamente para tratar los
pensamientos rumiativos, la RFCBT se apoya en las contribuciones teóricas de Watkins. Un objetivo primario
del tratamiento es ayudar al paciente a modificar su estilo de procesamiento. Los pacientes son entrenados
para engancharse en pensamientos y comportamientos que son concretos, específicos, activos y compasivos -
en lugar de abstractos, pasivos y evaluativos. Otro objetivo primario es romper el hábito de utilizar la
rumiación como respuesta a determinados activadores. Porque los hábitos no responden a nuevas metas o a la
información de resultados, la RFCBT no busca modificar el contenido de los pensamientos a través de la
reestructuración cognitiva. En su lugar, la terapia ayuda a los pacientes a identificar y después evitar o alterar
la exposición a situaciones que disparan la rumiación. En suma, a través de la práctica y la repetición los
pacientes aprender a reemplazar la rumiación abstracta con respuestas incompatibles y más constructivas
(ejemplo – procesamiento concreto, comportamiento activo).
Watkins (2016) ha diseñado un manual de tratamiento detallado para la RFCBT dirigido para terapeutas. La
terapia está diseñada para ser impartida en 12 sesiones presenciales de una hora. Como la TCC tradicional, la
RCBT utiliza un formato estructurado, establecimiento de agenda, tareas para casa, folletos, cuestionamiento
socrático y experimentos conductuales. Las sesiones iniciales sirven para explicar la lógica del tratamiento y
por qué la rumiación es el foco de la terapia. Usando información obtenida de las experiencias del paciente,
el terapeuta subraya las consecuencias negativas de la rumiación. El terapeuta también explica que la
rumiación es una manera natural de responder a problemas no resueltos que desafortunadamente se ha
convertido en una manera aprendida, habitual y automática de responder.
El primer mayor componente de la terapia involucra la realización de un análisis funcional, una técnica
prestada de la terapia de conducta tradicional que identifica los antecedentes únicos (ejemplo – situaciones
disparadoras) y las consecuencias (en otras palabras las funciones) de un comportamiento especifico (ejemplo
– la rumiación) para cada paciente individual. Esta información es usada para guiar todas las decisiones sobre
las intervenciones subsecuentes. Como parte del análisis funcional, los pacientes registran sus episodios de
rumiación entre las sesiones y toman nota de los eventos, emociones y pensamientos inmediatamente antes de
la rumiación (ejemplo – mi novio no me llamo como lo esperaba; me sentí triste y ansiosa; pensamiento “´
¿Qué hice mal?” y “Él no me ama”.), así como los efectos de la rumiación (ejemplo - “me sentí deprimida”).
El terapeuta también realiza preguntas para entender la función de la rumiación para cada paciente. La RFCBT
propone que las funciones comunes de la rumiación incluyen el evitar sentimientos incomodos, buscar la
comprensión sobre un evento, incrementar la motivación para la acción, prepararse o planear para eventos que
se anticipan y generar racionalizaciones o justificaciones. Después de analizar varios episodios rumiativos, el
terapeuta desarrolla una conceptualización sobre as funciones de la rumiación para ese particular paciente y
bajo qué condiciones (ejemplo – cuando, donde y con quien) usualmente ocurre y no ocurre. Los terapeutas
también pueden utilizar el análisis funcional para comprender la variabilidad de la rumiación, como por
ejemplo cuando es que la rumiación es breve en comparación de cuando es de larga duración y cuando es
funcional en comparación de cuando es disfuncional, así como lo que el paciente hace para detener o
interrumpir la rumiación.
Una vez que los disparadores y las funciones de la rumiación del paciente son comprendidos, el terapeuta
selecciona intervenciones que preverán y reemplazaran las rumiaciones disfuncionales. Un objetivo de la
terapia es cambiar el ambiente del paciente para reducir o evitar los disparadores comunes de la rumia. Cuando
se trabajan los disparadores ambientales, el terapeuta debe considerar que aspecto de una determinada
situación está provocando la rumiación. Por ejemplo, los pacientes podrían rumiar cuando recién se despiertan
en la mañana porque se sientes solos y tristes o porque se sientes abrumados por todo lo que tienen que hacer
en el día. Basándose en esta variedad de disparadores de la rumiación, el terapeuta podría animar al paciente
a hacer algo activo (ejemplo – ejercicio) inmediatamente al despertarse o a hacer una lista de cosas de lo que
tiene que hacer ese mismo día. Otros disparadores comunes de la rumiación podrían incluir sentirse solo,
aburrido, experimentar un ánimo negativo, ser recordado de eventos traumáticos o dolorosos y tener periodos
de rutina o reflexión (ejemplo – al manejar a casa del trabajo o hacer planes a futuro).
Además de prevenir o evitar los detonadores de la rumia, el paciente aprende formas alternativas de responder
a los activadores con los que se enfrente. Esta es particularmente importante cuando los detonadores son
estados internos negativos como emociones, porque estas experiencias no pueden ser realmente evitadas. Se
le enseña a los pacientes que si notan una señal de advertencia en particular deberán engancharse en una forma
alternativa de responder en lugar de la rumiación. Una buena alternativa de respuesta es un comportamiento
incompatible con la rumiación, que se enfoque en suplir su función hipotética y que tenga una alta probabilidad
de convertirse en un nuevo hábito. Las respuestas alternativas más comunes son la relajación, la solución de
problemas, el llamar a un amigo, ser asertivo e involucrarse en actividades placenteras. Así como en la terapia
de conducta tradicional, el terapeuta le pide al paciente que practique estas respuestas alternativas y que las
repita en respuesta a detonantes ya identificados.
Otro objetivo principal de la terapia es ayudar a los pacientes a cambiar de un estilo de procesamiento abstracto
a otro más constructivo. Los terapeutas primero ayudan al paciente a identificar su pensamiento abstracto y
como los hace sentir. Por ejemplo, se le puede pedir al paciente que vívidamente se imaginen a sí mismos en
una situación dolorosa reciente y que se pregunten a sí mismos el “porque” de las cosas. (Ejemplo – “¿Por
qué esto me pasa a mí?”) y que noten cuales son los pensamientos y sentimientos resultantes. Luego, se les
pide repetir el ejercicio pero ahora se les pide que se pregunten él “como” de las cosas (ejemplo – “¿Qué
detalles noto?” o “¿Cómo resuelvo este problema o aprendo de ello?”). Este ejercicio podría ayudar a los
pacientes a darse cuenta de las desventajas del pensamiento evaluativo y abstracto y de los beneficios de una
forma más concreta de pensar.
El entrenamiento en el pensamiento concreto requiere que el terapeuta guíe la práctica del paciente hacia el
procesamiento concreto de los eventos negativos de su vida. Utilizando una situación dolorosa presente o
reciente en la vida del paciente el terapeuta emplea un ejercicio de visualización que consiste en tres partes.
Primero, el paciente se imagina a sí mismo y se enfoca en los detalles sensoriales de la situación (ejemplo –
lo que observa, los sonidos, los olores y las sensaciones internas) así como en los detalles que hacen que la
situación sea única en términos de tiempo, espacio o contexto. A continuación, el terapeuta guía al paciente a
darse cuenta de la secuencia de eventos que lo llevaron a esa particular situación, así como a cualquier señal
que le indicara que esa dificultad se aproximaba y a cualquier potencial salida donde se pudo haber actuado
diferente o donde una decisión pudiera haber cambiado lo que sucedió. Finalmente, se le pide al paciente que
visualice que cosas le gustaría que fueran diferentes y los pasos específicos que pueden tomar para seguir
adelante y manejar la situación. Después durante varias sesiones, los pacientes practican aplican este ejercicio
de pensamiento concreto para varios eventos de su vida. Además, se les pide que practiquen de manera diaria
en su casa.
Además del entrenamiento en el procesamiento concreto, los terapeutas pueden encaminar a los pacientes a
practicar la inmersión4 y la compasión, ya que constituyen estados mentales que Watkins argumenta son
incompatibles con la rumiación abstracta. La inmersión enfatiza el proceso sobre el resultado, atención
detallada al presente, contacto directo con la emoción sentida y una falta de comentario evaluativo. La
compasión es otra forma de combatir las autoevaluaciones negativas de la rumiación abstracta y sacar a las
personas de sus propias cabezas. Los terapeutas pueden utilizar ejercicios de visualización como el reimaginar
momentos donde los pacientes estuvieran completamente inmersos en una actividad (ejemplo – en un estado
de fluidez) o experimentando compasión. Los terapeutas también podrían motivar los pacientes a buscar
oportunidades de experimentar inmersión y compasión por sí mismo y por otros. Este ejercicio tiene el
potencial de encaminar al paciente al procesamiento concreto y de proveerle con experiencias agradables,
donde ambas deberían contribuir al decremento de la depresión.
4
Se refiere a estar completamente inmerso en una actividad.
Aunque la RFCBT fue originalmente diseñada como una terapia individual, Watkins (2016) también ha
desarrollado adaptaciones grupales y en línea. La RFCBT grupal es típicamente impartida en 6 – 10 sesiones
con duraciones de 1 -2 horas cada una. Los grupos consisten en 6 – 12 pacientes con uno o dos terapeutas
grupales. El contenido visto es el mismo que el de la RFCBT individual, aunque el formato grupal necesita
más estructura, psicoeducación y discusión grupal. La RFCBT grupal tiene la ventaja de permitir a los
miembros normalizar, proveer apoyo y generar alternativas más adaptativas a la rumiación.
La RFCBT en línea (llamada MindReSolve) consiste en seis modulo, donde cada uno consiste de 2 – 5 paginas.
Los pacientes son instruidos a completar un módulo semanal o bi-semanalmente. Estos módulos incluyen
texto psicoeducativo, fotografías, viñetas con personas deprimidas y videos de actores dando testimonial de
pacientes y explicando las estrategias de afrontamiento. Las viñetas y los videos son ajustados para encajar a
pacientes de diversos géneros y edades. También contiene cuestionarios en línea, escalas evaluativas,
ejercicios, actividades y audio grabaciones de ejercicios experienciales usados en la RFCBT (ejemplo –
relajación y procesamiento concreto). Además, hay terapeutas que leen las respuestas de los pacientes al final
de cada módulo y proveen retroalimentación en línea. Estas respuestas proveen motivación, apoyo y guía en
los ejercicios y los planes. Los pacientes no pueden progresar al siguiente modulo sin leer la retroalimentación
de los terapeutas del módulo que completaron. Para hacer este aspecto del tratamiento más factible, los
terapeutas utilizan planillas para escribir la retroalimentación, aunque pueden escribir sus propios comentarios
y reacomodar la presentación de os módulos si pudiera parecer de ayuda para un paciente en particular.
Investigación de apoyo
Ya que la RFCBT es un tratamiento relativamente nuevo, solo unos cuantos estudios publicados han puesto a
prueba su eficacia como un paquete de tratamiento completo. Afortunadamente, otras investigaciones han
examinado la eficacia del entrenamiento en procesamiento concreto como un único tratamiento. Además, la
investigación básica apoya los beneficios del procesamiento concreto en participantes con síntomas de
trastornos del estado de ánimo, ansiedad y trastornos alimenticios. Esta literatura será revisada en la próxima
sección.
Unos cuantos estudios han puesto a prueba la eficacia de la RFCBT individual para la depresión. En una
prueba inicial, 14 pacientes con depresión residual resistente a la medicación recibieron hasta 12 sesiones de
RFCBT individual (Watkins et al., 2007). La rumiación depresiva y los síntomas fueron medidos durante cada
semana del periodo base, cada semana durante terapia y dentro de 4 semanas después de haber completado la
terapia. La RFCBT llevo a reducciones significativas de tanto los síntomas depresivos como la rumiación
depresiva. Al final de la terapia, el 71 por ciento de los pacientes cumplió los criterios para respuesta al
tratamiento (en otras palabras – un decremento de por lo menos el 50 por ciento de la línea base de los síntomas
depresivos) y un 50 por ciento cumplió el criterio de remisión completa. También hubo un 71 por ciento de
reducción en los diagnósticos conmorbidos (ejemplo – trastornos de ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo
y bulimia) de la línea base al post tratamiento. Watkins et al. (2011) entonces condujo un ensayo de control
aleatorio comparando TAU a RFCBT + TAU en pacientes con depresión residual resistente a la medicación.
Todos los pacientes tenían que estar tomando medicamento antidepresivo y el TAU consistía del manejo de
la medicación de forma ambulante. Como era esperado, el RFCBT + TAU llevo a un decremento mayormente
significativo de los síntomas depresivos, la rumiación depresiva y los diagnósticos conmorbidos en
comparación con el tratamiento de solo el TAU. De hecho, el 81 por ciento de los participantes que recibió
RFCBT + TAU logro responder al tratamiento, comparado con el 26 por ciento de los participantes que
recibieron solo TAU. Además, el cambio en la rumiación mediaba la asociación entre condición y cambio en
síntomas depresivos. Otro ensayo asigno aleatoriamente a adolescentes que remitieron de depresión mayor a
RFCBT o a solo a evaluación (Jacobs et al., 2016). Similar a ensayos previos, la RFCBT llevo a un mayor
decremento de la rumiación y los síntomas depresivos, comparado con la condición de control.
Resultados similares han sido encontrados con grupos y RFCBT en línea. En un ensayo de tratamiento, se
seleccionó adultos jóvenes para participar porque obtuvieron puntajes altos en medidas de rumiación y
preocupación pero no cumplían criterios de depresión mayor o trastornos de ansiedad (Topper, Emmelkamp
Watkins & Ehring, 2017). Los participantes fueron aleatoriamente asignados a RFCBT en línea, RFCBT
grupal o una lista de espera en condiciones de control. Tanto el grupo de la RFCBT en línea como el grupo de
la RFCBT grupal mostraron una reducción significativa de preocupación y rumiación, así como una reducción
de síntomas depresivos y ansiosos inmediatamente después del tratamiento comparados con los de la lista de
espera. Estos efectos fueron mantenidos en el seguimiento que se realizó un año después. Además, la RFCBT
grupal y la RCBT en línea mostraron reincidencias significativamente más bajas de depresión mayor o TAG
después de 1 año, comparado con el grupo de lista de espera. Estos efectos fueron mediados por una menor
rumiación y preocupación. Los grupos de tratamiento en línea y tratamiento grupal no mostraron diferencias
en sus resultados. Similarmente, un grupo independiente de investigación encontró que la RFCBT grupal
reducía los síntomas depresivos y la rumiación en pacientes con depresión residual, en comparación con un
grupo de lista de espera en condiciones de control (Teismann et al., 2014). Estos efectos fueron de nuevo
mantenidos en el seguimiento que se realizó un año después.
Un interesante estudio puso aprueba los efectos de la RFCBT en síntomas del trastorno estrés postraumático
(TEPT) (Sezibera, Van Broeck, & Philippot, 2009). La muestra consistió de 22 adolescentes huérfanos que
sobrevivieron al genocidio de Rwandan en 1994, todos con criterios cumplidos para TEPT. El tratamiento
ocurrió 13 años después del término del genocidio. Durante el tratamiento, los participantes se involucraban
en la exposición narrativa a las experiencias traumáticas e identificaban los pensamientos relacionados, las
emociones y los esfuerzos por adaptarse. Además de estos procedimientos comunes de la TCC, también se
involucraban en un análisis funcional de la rumiación y practicaban alternativas más adaptativas que la
rumiación (ejemplo – la autoapertura y el compartir emociones con otros). Los síntomas de TEPT de los
participantes se redujeron significativamente en comparación del antes y después del tratamiento. De hecho,
el 18 por ciento de estos participantes ya no cumplía criterios de TEPT inmediatamente después del
tratamiento y 2 meses después del final de la terapia.
El entrenamiento en el procesamiento concreto como única técnica o adjunta al TAU también parece ser
efectiva. Por ejemplo, Watkins et al. (2012) asigno pacientes al azar con diagnóstico de depresión a TAU,
TAU + entrenamiento en procesamiento concreto o TAU + entrenamiento en relajación. Después de una sola
sesión de 90 minutos de entrenamiento en procesamiento concreto o entrenamiento en relajación, se pidió a
los pacientes que se involucraran en una práctica diaria de 15 a 30 minutos en casa de lo aprendido en sesión
durante por lo menos 6 semanas. Después de 8 semanas, los pacientes que recibieron TAU + entrenamiento
en procesamiento concreto reportaron menos síntomas ansiosos y depresivos que aquellos que recibieron
TAU, especialmente si comenzaron que niveles menos severos de depresión. Estas diferencias fueron
generalmente mantenidas en un seguimiento de 3 – 6 meses. Además, TAU + entrenamiento en procesamiento
concreto resulto en un mayor decremento en la rumiación depresiva, sobregeneralización negativa y
descripciones de problemas de forma abstracta en comparación con el TAU o TAU + entrenamiento en
relajación. Otro estudio asigno aleatoriamente a pacientes de hospicio que reportaban niveles significativos de
síntomas depresivos o ansiosos a un entrenamiento en procesamiento concreto o a una lista de espera en
condiciones de control (Galfin, Watkins & Harlow, 2011). Después de una sesión de entrenamiento de 30
minutos, los pacientes practicaron por 10 minutos al día durante cuatro semanas. Durante este tiempo, el
entrenamiento en procesamiento concreto llevo a una reducción significativa de la preocupación y los síntomas
ansiosos, pero no en los síntomas depresivos. En un esfuerzo por aplicar este entrenamiento a estudiantes de
licenciatura, estudiantes disfóricos fueron asignados a un entrenamiento diario en procesamiento concreto de
1 semana o a una lista de espera en condiciones de control (Mogoase, Brailean & David, 2013). Esta vez, no
hubo una sesión de entrenamiento inicial y los participantes se involucraban en el entrenamiento en
procesamiento concreto solo con escenarios hipotéticos (en otras palabras – no autobiográficos). Los
participantes que recibieron entrenamiento en procesamiento concreto mostraron un incremento en el
pensamiento concreto comparados con los de la lista de espera en condiciones de control. No obstante, no
hubo efectos en los síntomas depresivos o la rumiación depresiva. Entonces, la eficacia del entrenamiento en
procesamiento concreto podría requerir un entrenamiento personal inicial o practica con escenarios
personalmente relevantes.
Otros estudios incluyen relajaciones guiadas como parte del entrenamiento en procesamiento concreto.
Específicamente, los participantes se involucraban en un procedimiento guiado de 10 minutos de relajación
muscular progresiva antes de comenzar en el entrenamiento en procesamiento concreto, de forma que pudieran
dirigir su atención en las experiencias sensoriales directas y mejorar su concentración. En una muestra de
participantes históricos, una única sesión de 70 minutos de entrenamiento en procesamiento concreto y una
práctica diaria de 30 minutos por 7 días llevo a un mayor decremento en síntomas depresivos y rumiación
comparado a solo la relajación (Watkins, Baeyens & Read, 2009). Como se esperaba, la rumiación depresiva,
los síntomas depresivos, la autocrítica, la sobregeneralización y las descripciones abstractas de problemas se
redujeron más para participantes que recibieron el entrenamiento en procesamiento concreto, comparado con
los de la lista de espera en condiciones de control
Aunque la RFCBT y el entrenamiento en procesamiento concreto no han sido probados en una amplia gama
de poblaciones, la investigación básica apoya los beneficios del procesamiento concreto. Estos estudios han
comparados manipulaciones abstractas autodirigidas contra el procesamiento concreto autodirigido, como fue
descrito anteriormente en este capítulo. Sin embargo, mientras la investigación revisada anteriormente ofrece
evidencia para los efectos perjudiciales del procesamiento abstracto, la investigación revisada en esta sección
sugiere que el procesamiento concreto incrementa los efectos positivos y disminuye los efectos negativos para
participantes con un rango de trastornos mentales.
Varios estudios se han enfocado en los síntomas de TEPT y en la rumiación enfocada en el trauma. En
sobrevivientes de accidentes de vehículos motorizados, un mayor procesamiento concreto de los pensamientos
rumiativos fue correlacionado con una menor severidad de síntomas depresivos y de TEPT meses después del
accidente (Ehring, Frank & Ehlers, 2008). Además, la concreción de la rumiación únicamente predecía una
inferior severidad de síntomas de TEPT, aun controlando la significativa contribución de la frecuencia de la
rumiación. Varios experimentos análogos han comprado los efectos del procesamiento abstracto contra el
procesamiento concreto en el desarrollo de pensamientos intrusivos. Por ejemplo, después de recordar un
evento de vida negativo que habían experimentado en los últimos 5 años, los participantes escribieron acerca
de dicho evento negativa usando procesamiento abstracto o procesamiento concreto (Santa María, Reichert,
Hummel & Ehring, 2012). No hubo un efecto de condición en el ánimo. No obstante, los participantes de la
condición concreta mostraron una mayor reducción de recuerdos intrusivos durante y 36 horas después de la
sesión experimental que aquellos en la condición abstracta. En otro estudio, mujeres estudiantes leyeron varios
escenarios y fueron instruidas a imaginar detalles concretos (en otras palabras procesamiento concreto) o a
evaluar las causas, significados e implicados (en otras palabras procesamiento abstracto) de cada escenario
(Schaich, Watkins & Ehring, 2013). Todas las participantes después vieron un corto de una mujer siendo
violada y golpeada. No hubo un efecto de la condición en el ánimo negativo. El procesamiento concreto llevo
a menores intrusiones que el procesamiento abstracto, pero solo en individuos con puntuaciones altas en
rumiación rasgo. Finalmente, las participantes saludables fueron entrenadas en utilizar ya fuese el
procesamiento abstracto o concreto mientras miraban seis clips traumáticos (White & Wild, 2016). Una vez
más, las participantes que se involucraron en el procesamiento concreto reportaron menores recuerdos
intrusivos en respuesta a los filmes y tuvieron menores síntomas postraumáticos 1 semana después comparadas
con las participantes que se involucraron en el procesamiento abstracto.
Otros investigadores se han enfocado en participantes con ansiedad social. En un estudio, estudiantes
universitarios con autoreportes bajos y altos en ansiedad social se involucraron en procesamiento abstracto o
concreto por 8 minutos (Vassilopoulos, 2008). En participantes con ansiedad social alta, el procesamiento
concreto disminuyo el ánimo ansioso, mientras el procesamiento abstracto mantenía el ánimo ansioso. Los
participantes con ansiedad social en la condición de procesamiento concreto también reportaron pensamientos
más positivos en un ejercicio de enlistar pensamientos, comparados con los de la condición del procesamiento
abstracto. Utilizando el mismo procedimiento en participantes con ansiedad social alta, el procesamiento
concreto disminuyo las autovaloraciones de ser indigno e incompetente mientras que el procesamiento
abstracto mantuvo estas autovaloraciones negativas (Vassilopoulos & Watkins, 2008). En este experimento,
no hubo un efecto de la condición en el ánimo triste o ansioso. A través de dos experimentos, entonces, el
procesamiento concreto fue más adaptativo que el procesamiento abstracto en individuos con ansiedad social.
No hubo efecto del modo de procesamiento en participantes con baja ansiedad social.
Algunos experimentos han manipulado las condiciones del procesamiento abstracto contra el procesamiento
concreto antes o después de la presentación de discursos. En 12 pacientes diagnosticados con trastorno de
ansiedad social, los procesamientos abstracto y concreto fueron individuos después de un discurso de 3
minutos (Nilsson, Lundh & Viborg, 2012). Los participantes que se involucraron en el procesamiento concreto
mostraron menores pensamientos negativos. Interesantemente, las autoevaluaciones negativas del desempeño
del discurso fueron asociadas con más rumiación post evento solo para los participantes que primero se
involucraron en el procesamiento abstracto. En otras palabras, el procesamiento concreto pareció debilitar la
asociación entre autopercepción negativa del desempeño y rumiación post evento. En contraste, otro estudio
encontró que para los participantes con ansiedad social alta el procesamiento concreto antes y después del
discurso les llevo a tener más creencias desadaptativas (ejemplo – “Debo tener la aprobación de todo”, “Si
cometo un error, los otros me van a rechazar”), comparado con el procesamiento abstracto (Wong & Moulds,
2012). Entonces, si el procesamiento concreto es adaptativo o desadaptativo antes o después de una tarea
estresante para las personas con síntomas de ansiedad social no es claro. Ya que la atención autodirigida en
general contribuye a los síntomas de ansiedad social (ejemplo Norton & Abbott, 2016), cualquier tipo de
procesamiento autodirigido antes y después de la situación ansiogena podría ser problemática. La futura
investigación necesita distinguir los roles de la atención autodirigida y el modo de procesamiento en personas
con ansiedad social.
Finalmente, el procesamiento concreto muestra beneficios para personas con síntomas de trastornos
alimenticios. En mujeres con y sin síntomas de trastornos alimenticios, los investigadores indujeron un
autoenfoque abstracto o concreto en las emociones y sensaciones corporales de las participantes (Rawal,
Williams & Park 2011). Las participantes entonces se imaginaron comiendo alimentos que se consideraban
extremadamente engordadores. Así como con estudios anteriores, no se observó una diferencia entre el ánimo
experimentado en las condiciones abstracta o concreta. No obstante, en mujeres con alta sintomatología,
aquellas que se involucraron en un autoenfoque abstracto creyeron que era más probable que subieran de peso
solo por pensar en comer alimentos que engordan. Además reportaron más intentos de evitación de emociones
negativas disparadas por tareas imaginarias. Estos resultados fueron generalmente replicados en pacientes con
anorexia cuyo peso había sido parcialmente restaurado. Además, La mujeres con anorexia en la condición
abstracta reportaron un mayor incremento en su peso percibido después del ejercicio imaginal, lo que sugiere
que el procesamiento abstracto también puede incrementar la distorsión de la imagen corporal.
En resumen, la gran cantidad de estudios que ponen a prueba la eficacia de la RFCBT muestran que disminuye
la rumiación, la preocupación, los síntomas clínicos de depresión, ansiedad y TEPT. Además, en sesiones
individuales de entrenamiento en procesamiento concreto sumadas con sesiones diaria de práctica en casa
generalmente resultan en una disminución de la rumiación y la preocupación comparado con grupos control
de TAU, lista de espera o relajación. Finalmente, en participantes con síntomas de depresión, TEPT, fobia
social y trastornos alimenticios la manipulación del procesamiento concreto generalmente disminuye síntomas
específicos de los síntomas (ejemplo – problemas sobre resolución de problemas, recuerdos
sobregeneralizados, pensamientos intrusivos y evaluaciones negativas autodirigidas). Interesantemente, el
modo de procesamiento no aparece influir en el ánimo negativo. En lugar de eso, el procesamiento concreto
afecta la calidad y el contenido de los pensamientos de las personas.
Modificación cognitiva
En un cambio de las tradicionales intervenciones en psicoterapia, los psicólogos cognitivos han desarrollado
entrenamientos breves que se enfocan en las asociaciones (revisadas en el capítulo 9: Rumiación, cognición y
el cerebro) entre depresión, rumiación, sesgos cognitivos o déficits. A menudo llamada modificación de
cogniciones sesgadas (CBM5), estos entrenamientos usualmente usan versiones de tareas experimentales
originalmente dirigidas a evaluar déficits cognitivos o sesgos (para una revisión ver Mor & Daches, 2015). En
estas breves intervenciones, sin embargo, las tareas estaban modificadas para dirigir repetidamente a los
participantes a responder a determinados estímulos de formas que son atípicas a las respuestas de los
individuos con depresión. A diferencia de la TCC o la RFCBT, que intentas cambiar el procesamiento
cognitivo desde un acercamiento “top down” (de arriba abajo), la CBM apunta a modificar los procesos
cognitivos utilizando un procesamiento “bottom – up” (de abajo hacia arriba). Watkins y Nolen Hoeksema
(2014) argumentaron que la CBM tiene el potencial de disminuir la naturaleza habitual de la rumiación, porque
involucra el entrenamiento repetitivo de las respuestas deseadas y porque se enfoca en procesos de aprendizaje
que a menudo están fuera del control y la consciencia. Diferentes versiones de la CBM abordan varios sesgos
y déficits cognitivos.
5
Por sus siglas en inglés – “Cognitive bias modification”
negativas y hacia señales neutrales o positivas. Por ejemplo, estudiantes universitarios disfóricos se
involucraron en una tarea “dot probe6” o puntos paralelos en los que una palabra triste y una neutral fueron
mostradas brevemente en la parte superior o inferior de la pantalla de una computadora y después fueron
reemplazadas por uno o dos puntos (Yang, Ding, Dai, Peng & Zhang, 2014). Los participantes fueron
instruidos en presionar un botón indicando la ubicación de los dos puntos (en otras palabras, el objetivo) tan
rápido como fuera posible. Para los participantes en la condición de CBM, el 90 por ciento de los objetivos
aparecía en la posición de la palabra neutral – efectivamente dirigiendo su atención lejos de la palabra negativa.
En la condición de control, el objetivo aparecía con una misma probabilidad en la posición de la palabra triste
y neutral. Después de sesiones de 8 – 12 minutos de este procedimiento durante 2 semanas, los participantes
en la condición CBM reportaron una mayor disminución en la rumiación, comparados con los de la condición
de control. Además, la rumiación 4 semanas después del entrenamiento medió el efecto del cambio en el sesgo
atencional en los síntomas depresivos 8 semanas después del entrenamiento. En un estudio diferente, los
participantes vieron dos palabras y fueron instruidos a indicar la valencia de una (en otras palabras – el
objetivo) palabra mientras ignoraban la otra (en otras palabras – el distractor) palabra (Daches & Mor, 2014).
En la condición de inhibición la palabra objetivo era neutral y la palabra distractor era negativa el 85 por ciento
del tiempo; En la condición de atención negativa la palabra objetivo era negativa el 85 por ciento del tiempo.
Los estudiantes de licenciatura que puntuaban alto en rumiación rasgo se involucraron en esta tarea de
entrenamiento 4 veces durante 2 semanas. Como era esperado, los participantes en la condición de inhibición
reportaron una disminución de la rumiación rasgo.
Otra versión de la CBM se enfoca en la tendencia de individuos deprimidos para interpretar la información
ambigua como negativa. En este entrenamiento, los participantes son presentados de manera repetitiva con
escenarios ambiguos que son resueltos en una forma positiva o negativa. Por ejemplo, el escenario “Le pides
a un amigo que revise un trabajo que realizaste. Ellos te retroalimentan con comentarios como…” podría
terminar positiva o negativamente (Lang, Blackwell, Harmer, Davison & Holmes, 2012). En la condición de
CMB, todos los escenarios terminaban positivamente, presumiblemente entrenando a un nuevo sesgo positivo
al interpretar la información ambigua. Además, los participantes eran instruidos a imaginarse de manera vivida
en situaciones ambiguas con resoluciones positivas. Este uso de imaginería mental positiva esta hipotetizado
como un mecanismo importante para superar los sesgos cognitivos negativos en la depresión. En pacientes
con depresión mayor, 1 semana de práctica diaria de CBM llevo a una disminución de pensamientos intrusivos,
comparados con la condición de control con un número igual de resoluciones positivas y negativas (Lang et
al., 2012). Otro estudio con pacientes deprimidos encontró que 1 semana de práctica diaria de CBM
disminuiva la rumiación depresiva, comparado a una condición de control que estaba instruido a solo escuchar
pero no imaginarse a ellos mismos en cada situación (Torkan et al, 2014). Aún en estudiantes de licenciatura
seleccionados por puntuar bajo en rumiación, una sola sesión donde se imaginaban asi mismos en escenarios
ambiguos con finales benignos llevo a menores estados de rumiación que el imaginarse así mismo en
6
Prueba utilizada para estudiar la atención selectiva creada en 1986 por McLeod, Tata y Mathews
escenarios con finales negativos (Hertel, Mor, Ferrari, Hunt & Agrawal, 2014). Dado el éxito de esta versión
de la CBM, un equipo de investigación ha probado la eficacia de una semana de CBM seguida de 10 semanas
de TCC – ambas ofrecidas vía internet (Williams, Blackwell, Mackenzie, Holmes & Andrews, 2013; Williams
et al., 2015). En pacientes con depresión mayor, este tratamiento combinado llevo a una mayor reducción de
la rumiación, comparado con las condiciones de lista de espera o de control activo.
Otra forma en la que los investigadores han intentado incrementar el funcionamiento ejecutivo es usando una
prueba de flanqueo8. En este procedimiento, los participantes ven una linea de cinco flechas y tienen que
indicar si la flecha del medio va a la misma dirección (en otras palabras, si es congruente) o si va en dirección
opuesta (en otras palabras, incongruente) que las otras cuatro flechas (Eriksen & Eriksen, 2974). Responder a
los ensayos incongruentes activa el control ejecutivo porque requiere inhibir la influencia de distractores. De
hecho observar un estímulo incongruente de flanqueo antes de ver imágenes emocionalmente negativas reduce
7
Por sus siglas en inglés - Paced Auditory Serial Attention Test – es una prueba utilizada para evaluar las funciones ejecutivas de
una persona
8
Conocida en inglés como “Flander Task” creada por Barbara Eriksen y Charles Eriksen. Son una serie de pruebas usadas para
evaluar la habilidad de un individuo de suprimir respuestas inapropiadas en un contexto en particular
la interferencia típicamente activada por el material emocional negativo (Ejemplo – Cohen, Henik & Moyal,
2012). Un estudio probo si este procedimiento reducía la rumiación y sus asociaciones con el afecto negativo
(Cohen, Mor & Henik, 2015). En este procedimiento, los estudiantes de licenciatura primero respondieron a
un estímulo de flanqueo y después vieron una imagen negativa o neutral en una pantalla. En la condición de
entrenamiento, la imagen negativa era precedida de un ensayo de flanqueo incongruente el 90 por ciento de
las veces: Lo opuesto era verdad para la condición control. Como se esperaba, los participantes en la condición
de entrenamiento exhibieron menos estados de rumiación. Además, en la condición de entrenamiento – pero
no en la de control - la rumiación depresiva no fue significativamente correlacionada con un estado de tristeza.
En otras palabras, un breve ejercicio que activa el control ejecutivo al procesar material emocional negativa
sirvió para reducir la rumiación y eliminar la asociación entre rumiación y ánimo negativo.
Finalmente, reducir el sesgo de recuperar recuerdos negativos también podría reducir la rumiación. El
entrenamiento de memoria competitiva (COMET9 por sus siglas en inglés) se enfoca en la tendencia de
individuos deprimidos de recuperar material negativo de la memoria de largo plazo. Esta intervención está
basada en la teoría (revisada en el Capítulo 3: Rumiación, ira y agresión) de que las redes asociativas de una
memoria de largo plazo conectan recuerdos relacionados, pensamientos, sentimientos y tendencias de
comportamiento. Entonces, una red depresiva vincula el ánimo triste, los pensamientos pesimistas, recuerdos
negativos y comportamientos relacionados con el aislamiento. La activación de cualquiera de estas partes en
una red asociativa - ´por medio de la rumiación, por ejemplo – activa otros componentes almacenados en la
red. El COMET para la rumiación depresiva entrena a los individuos a dejar ir el material negativa al
involucrarse con y de forma más aceptable los pensamientos y las emociones negativas de manera que las
redes negativamente asociadas se activen menos. Los pacientes hacen esto identificando los recuerdos
personales de aquellos momentos en los que fueron capaces de dejar ir o de ser indiferentes (ejemplo – notar
que no vale la pena pensar en algunas cosas) o al adaptar una actitud de aceptación (ejemplo - algunas cosas
son como son). Después de recordar de manera repetitiva un recuerdo que involucrara indiferencia o
aceptación, los pacientes practicaban el aplicar indiferencia o aceptación a un problema personal que activaba
la rumiación. Con una práctica repetitiva, los pacientes deberían volverse más capaces de soltar de problemas
personales molestos, en lugar de responder a ellos con rumiación. En pacientes con depresión mayor, 7 u 8
semanas de COMET + TAU grupal llevaron a una mayor disminución en la depresión rumiativa en
comparación con solo TAU (Ekkers et al., 2011; Korrelboom, Maarsingh & Huijbrechts, 2012). La rumiación
continuó disminuyendo durante 3 meses después del tratamiento y estos resultados se mantuvieron durante el
seguimiento de 6 meses que se realizó (Korrelboom et al., 2012)
En resumen, CBM que se enfoca en los síntomas depresivos ha entrenado a los participantes a reducir la
atención de las señales negativas e interpretaciones negativas de información ambigua, ha mejorado la
memoria de trabajo y el funcionamiento ejecutivo y ha disminuido la recuperación de recuerdos negativos.
Todos estos entrenamientos también parecen haber reducido la tendencia a la rumiación depresiva y los
9
Competitive memory training
beneficios se han mantenido varios meses después. El hecho de que inclusive una sola sesión de CBM redujera
la rumiación apoya la idea de que el proceso habitual de pensamientos repetitivos puede ser modificado de
manera efectiva por un enfoque de abajo hacia arriba/”bottom up”. De hecho, Watkins y Nolen – Hoeksema
(2014) argumentan que el entrenamiento en procesamiento concreto es otra forma de CBM que involucra la
práctica repetitiva de atender a detalles específicos, la secuencia y el contexto de eventos molestos/estresantes.
La investigación futura podría examinar si la disminución de los sesgos cognitivos y los déficits son
mecanismos por los cuales la RFCBT reduce la rumiación y los síntomas psicológicos.
Conclusión:
En este capitulo se revisó la evidencia que demuestra que la TCC tradicional reduce la rumiación en individuos
deprimidos y la preocupación en pacientes con TAG. No obstante, por varias razones los investigadores ven
la necesidad de desarrollar tratamientos que se enfoquen específicamente en la rumiación. La RFCBT es uno
de esos tratamientos, basada en las importantes contribuciones teóricas de Watkins. Específicamente, la
RFCBT refleja las nociones de que las consecuencias negativas de la rumiación se deben principalmente al
procesamiento cognitivo abstracto y que la rumiación excesiva es un hábito mental. De acuerdo a esto, la
RFCBT le enseña a los pacientes a sustituir la rumiación abstracta con un procesamiento más concreto y a
identificar los detonantes contextuales y las funciones mantenedoras de la rumiación habitual. Aunque es una
terapia relativamente nueva, la evidencia empírica inicial apoya la eficacia de la RFCBT - y algunos de sus
componentes – para reducir la rumiación y un rango de síntomas clínicos.
Además de la RFCBT, que es un tipo tradicional de psicoterapia, breves intervenciones enfocadas en modificar
sesgos cognitivos y déficits muestran resultados prometedores al reducir la rumiación. Estas intervenciones se
enfocan en los procesos abajo arriba/”bottom up” y utilizan procedimientos prestados de los paradigmas de la
psicología cognitiva (ejemplo – la prueba de flanqueo). La suposición detrás de estas intervenciones es que el
promover el funcionamiento ejecutivo y re – entrenar los sesgos implícitos en el procesamiento de la
información y la recuperación de memoria contrarrestara la naturaleza habitual de la rumiación.
Esta presunta naturaleza habitual de la rumiación sugiere que es un proceso automático, involuntario,
incontrolable y a veces inconsciente. Un argumento alternativo es que la iniciación y persistencia de la
rumiación refleja creencias conscientes acerca de los beneficios y los peligros de la rumiación (ver Capitulo
12: Terapia Metacognitiva). Preguntas acerca de si la rumiación es un proceso consciente/inconsciente,
intencional/involuntario y automático/controlado no se han podido esclarecer. Watkins y Nolen – Hoeksema
(2014) sugieren que la rumiación puede comenzar de una manera (ejemplo – intencionalmente y controlada)
y después gradualmente convertirse en algo diferente (ejemplo – involuntaria y automática). Una mejor
comprensión de la rumiación podría certeramente informar sobre tratamientos existentes y futuros.
Capítulo 11
TERAPIAS PARA LA RUMIA BASADAS EN MINDFULNESS
Resumen
En este capítulo, reviso el potencial de las terapias relacionadas con mindfulness para tratar la rumiación y la
preocupación. Aunque estos tratamientos se desarrollaron originalmente sin considerar de forma explícita la
rumiación, su eficacia para reducir la preocupación repetitiva ha sido sólida. Comienzo explicando los
conceptos de mindfulness y los constructos relacionados, así como las formas tradicionales de cultivar la
atención plena. Posteriormente, reviso la literatura básica -tanto correlacional como experimental- que vincula
los constructos relacionados a la atención plena (mindfulness) con la rumiación. Por último, el capítulo termina
con la descripción de varios tratamientos basados en mindfulness y la evidencia de su eficacia para reducir la
rumiación y la preocupación.
Palabras clave
Rumiación; preocupación; mindfulness; aceptación; descentramiento; compasión; terapias basadas en
mindfulness; MBSR; MBCT; ACT
Introducción
En este capítulo, reviso el potencial de las terapias relacionadas con mindfulness para tratar la rumiación y la
preocupación. Aunque estos tratamientos se desarrollaron originalmente sin considerar de forma explícita la
rumiación, su eficacia para reducir la preocupación repetitiva ha sido sólida. Comienzo explicando los
conceptos de mindfulness y los constructos relacionados, así como las formas tradicionales de cultivar la
atención plena. Posteriormente, reviso la literatura básica -tanto correlacional como experimental- que vincula
los constructos relacionados a la atención plena (mindfulness) con la rumiación. Por último, el capítulo termina
con la descripción de varios tratamientos basados en mindfulness y la evidencia de su eficacia para reducir la
rumiación y la preocupación.
El mindfulness tiene sus raíces en el budismo y en otras antiguas tradiciones espirituales. Aunque adopta una
visión del mundo y un código ético específicos, al igual que cualquier religión, el budismo en el fondo es una
teoría psicológica. De hecho, una vez escuché a Su Santidad el Dalai Lama bromeando con un grupo de
destacados psicólogos occidentales: "Ustedes han estudiado la psicología durante menos de 100 años.
Nosotros llevamos estudiando psicología desde hace más de 2000 años". En esta tradición, la atención plena
es sólo una de un conjunto de prácticas interconectadas que son necesarias para acabar con el sufrimiento
humano, siendo esto el objetivo final de los practicantes espirituales (Keng, Smoski y Robins, 2011). Sin
embargo, las conceptualizaciones occidentales de mindfulness generalmente suelen ser independientes de
cualquier filosofía espiritual o prácticas éticas.
Los psicólogos occidentales han ofrecido varias definiciones de mindfulness, la mayoría de estas generalmente
implican dos componentes: (1) la conciencia intencional del momento presente y (2) una orientación de
aceptación, curiosidad y calidez (Bishop et al., 2004; Shapiro, Carlson, Astin y Freedman, 2006). En otras
palabras, mindfulness abarca un tipo particular de atención y un conjunto de actitudes relacionadas con la
propia experiencia.
La conciencia centrada en el presente describe la observación y el reconocimiento del continuo flujo cambiante
de las propias sensaciones, pensamientos y los sentimientos. Conseguirlo no es sencillo. Muchas personas
pasan gran parte de su vida mental centrada en el futuro o en el pasado, incluso cuando no se están preocupando
o rumiando. Mantener la conciencia centrada en el presente es un proceso que implica intención y esfuerzo
requiriendo tanto la capacidad de mantener la atención en lo que está ocurriendo como la capacidad para
cambiar la atención de un aspecto de la experiencia hacia otro (Keng et al., 2011).
La atención plena también incluye ciertas cualidades -o actitudes- que uno trae intencionadamente a la
conciencia centrada en el presente. En concreto, la difícil tarea de conseguir de la conciencia centrada en el
presente se combina con la aceptación, la curiosidad y la calidez. En lugar de prestar atención con una actitud
evaluativa o crítica, las personas que practican mindfulness cultivan intencionadamente la apertura y la
curiosidad por lo que sea que esté ocurriendo. De hecho, los caracteres japoneses de mindfulness combinan
los símbolos de mente y el corazón (Shapiro et al., 2006), enfatizando la importancia de la bondad en la
conciencia pura. Estas actitudes son especialmente importantes cuando las sensaciones, los pensamientos y/o
las emociones del momento presente son desagradables o indeseadas1. En ocasiones, las personas se preguntan
si la aceptación significa que tienen que resignarse pasivamente a una mala situación, o por el contrario, que
pudieran adoptar cualquier comportamiento destructivo que deseen. Sin embargo, la aceptación se refiere a
las experiencias internas, más que a las situaciones externas o a las opciones de comportamiento. Significa la
voluntad de experimentar plenamente los acontecimientos internos, a medida que surgen y luego pasan, sin
preocuparse por ellos o evitarlos. Practicar intencionadamente una actitud de aceptación puede fomentar la
capacidad de no luchar continuamente por las experiencias internas agradables (por ejemplo, la felicidad y la
comodidad) o por alejar las experiencias aversivas (Shapiro et al., 2006).
Merece la pena mencionar otras actitudes asociadas a la atención plena.
Shapiro et al. (2006) sugirieron que el mindfulness conduce a un cambio de perspectiva en el que las personas
son capaces de observar sus experiencias sin verse inmersas en ellas. Este descentramiento, también llamado
defusión cognitiva, es la capacidad de observar objetivamente las emociones, los pensamientos y las
sensaciones como experiencias separadas de uno mismo. A veces se denomina "yo observador", esta habilidad
permite a las personas darse cuenta de que "este dolor no es mío" y "estos pensamientos no son míos". En
otras palabras, las personas aprenden a des identificarse del contenido de su propia mente. Desde una
perspectiva budista sobre el descentramiento, se propone que la atención plena proporciona una visión sobre
la transitoriedad de todas las sensaciones, pensamientos y emociones (Grabovac, Lau, & Willett, 2011). Esta
comprensión de la impermanencia ayuda a las personas a darse cuenta de que los pensamientos y las
emociones son solo eventos mentales fugaces, no aspectos inherentes de uno mismo. Con este entendimiento,
las personas se apegan menos a los contenidos mentales placenteros y son menos evasivas del contenido
mental desagradable. Al igual que la aceptación no es resignación, el descentramiento no significa volverse
insensible a las emociones o sensaciones fuertes. Por el contrario, las emociones y sensaciones se
experimentan plenamente mientras duren, con la clara comprensión de que todas las experiencias van y vienen
de forma natural.
Aunque el descentramiento implica un retroceso para lograr la claridad, el mindfulness también fomenta una
cálida adopción de la experiencia actual. Esta calidez ha sido operacionalizada como autocompasión y gratitud
(Rosenzweig, 2013; Voci, Veneziani y Fuochi, 2018). La autocompasión es una forma de relacionarse con
uno mismo cuando se sufre. En concreto, los individuos que son autocompasivos se tratan a sí mismos con
amabilidad, entienden que el sufrimiento es una experiencia humana común, y son capaces de mantener los
pensamientos y las emociones dolorosas en equilibrio de la conciencia (Neff, 2003). La otra cara de la
autocompasión es responder al propio sufrimiento con un auto juicio, creyendo que nadie más sufre de la
misma manera y fijándose en las propias experiencias internas. Al cultivar el mindfulness de todas las
experiencias, las personas desarrollan la capacidad de relacionarse con su propio sufrimiento con amabilidad
y conexión. La gratitud es la percepción de haber recibido un beneficio personal que no fue buscado, ganado
o merecido (Emmons & Stern, 2013). Comparte con la autocompasión una apreciación de interconexión de
todas las personas, pero se centra en la generosidad de los demás o de la vida en general. Las personas que
practican mindfulness son menos propensas a desear cosas que no tienen y es más probable que aprecien lo
que realmente está presente en la vida. Como dijo una vez un amigo mío: "En cada minuto ocurren muchas
más cosas de las que podemos percibir o apreciar plenamente”.
}
Cultivar la atención plena
La atención plena, tanto como característica y como estado, puede desarrollarse con la práctica. Sin embargo,
mantener la conciencia centrada en el presente y la aceptación durante más de un momento requiere
compromiso y trabajo duro (Germer, 2013). Si no me crees, deja de leer un minuto y comprueba cuántas
respiraciones puedes seguir hasta el final, desde el comienzo de la inhalación hasta el final de la exhalación,
sin que tu atención se vea arrastrada por otros pensamientos o sensaciones. Sea cual sea el número de
respiraciones que hayas seguido, se trata de una experiencia de atención plena. Para la mayoría de la gente,
ese tipo de atención intensa e intencionada es la excepción y no la regla. Afortunadamente, el mindfulness
puede reforzarse tanto con la práctica informal como con la formal.
La práctica informal consiste en cultivar intencionadamente la atención plena en las actividades cotidianas.
Muchas actividades pueden ser una oportunidad para practicar mindfulness, aunque las más comunes en la
terapia son comer, caminar, lavar los platos, ducharse o conducir. Este tipo de actividades suelen ser tan
rutinarias que las personas tienden a realizarlas en piloto automático, sin prestar plena atención a la actividad
y, en cambio, se pierden en sus propios pensamientos. En cambio, la práctica de la atención plena invita a las
personas a atender intencionadamente cada aspecto de su experiencia durante una sola actividad. Al prestar
atención de este modo mientras estoy lavando los platos, por ejemplo, podría notar el sonido del agua corriendo
y el tintineo de los platos, el calor húmedo del agua en mis manos, el resbalamiento del jabón y la aspereza de
la esponja, el dolor de espalda, las sensaciones de respiración en la garganta y el abdomen y pensamientos
como "¿habrá terminado ya mi hijo de bañarse?".
Practicar este tipo de mindfulness una o varias veces al día ayuda a la gente a darse cuenta de que cada
momento es una oportunidad para enfocarse en el presente. También ayuda a las personas a sintonizar con sus
cuerpos y mentes y a notar cómo reaccionan a los acontecimientos del mundo exterior. La gente no tarda en
darse cuenta de lo mucho que su mente quiere huir frecuentemente del presente y al mismo tiempo de cómo
permanecer concentrado en una actividad casi siempre provoca una mayor sensación de calma que la
preocupación por otras cosas.
La práctica formal del mindfulness implica varios tipos de meditación. Es común que la gente crea de forma
errónea que la meditación implica un estado de bienestar y de relajación total en el que los pensamientos se
apagan. Aunque algunas personas pueden experimentar momentos fugaces como éste, la meditación no
consiste en alcanzar ningún estado mental o físico concreto. En cambio, es una oportunidad para fortalecer las
habilidades de concentración y atención plena, sin realizar ninguna otra actividad de la vida cotidiana. Como
muchos tipos de ejercicio físico, puede ser bastante agotador. La psicología budista distingue entre dos tipos
de meditación (Germer, 2013).
La meditación de concentración consiste en centrar la mente en un único objeto excluyéndolo de otros. El
foco de atención puede ser la respiración, una palabra o frase concreta (como en la meditación trascendental),
un punto del cuerpo, la llama de una vela o una imagen mental. En cuanto la gente se da cuenta de que su
mente se ha desviado, vuelven a tomar conciencia del objeto con suavidad. Este tipo de meditación ayuda a
desarrollar la capacidad de mantener intencionadamente la atención en una cosa a la vez, y puede contribuir a
calmar la mente.
En la meditación de atención plena (también llamada meditación de insight o vipassana), las personas
permiten que su atención se mueva de un objeto a otro a medida que los objetos entran en su conciencia. Por
objetos, me refiero a cualquiera de los cinco sentidos, así como a los pensamientos y las emociones. Por
ejemplo, en un minuto de meditación sentada, mi conciencia puede pasar del sonido del aire acondicionado a
la sensación de aire frío en mis fosas nasales al inhalar, al pensamiento de que debería llamar a mi madre, al
dolor en el pie izquierdo o al aburrimiento. Lo que la mayoría de la gente nota, incluso con unos pocos minutos
de meditación de atención plena es que los pensamientos y las emociones dominan su conciencia. A veces, la
mente revolotea de un tema a otro (lo que los budistas llaman "mente de mono"), y otras veces la atención de
la gente se fija en un pensamiento o una emoción en particular. La gente también puede notar juicios que
hacen sobre sus propios pensamientos y emociones, lo que lleva a una serie de pensamientos y emociones
secundarios. En lugar de intentar cambiar todo esto, el propósito de la meditación de atención plena es
examinar con detalle cómo funciona la mente y en particular, comprender las diferentes formas en que nuestra
mente contribuye a nuestro propio sufrimiento.
En la práctica típica, se combinan las meditaciones de concentración y de atención plena, porque se
complementan muy bien. La gente suele empezar con concentración hacia la respiración, para desarrollar un
control atencional básico y estabilidad. A continuación, pueden empezar a ampliar su conciencia para incluir
otras experiencias (por ejemplo, sonidos, sensaciones físicas y pensamientos). Y siempre que la mente se
atasca en algún lugar que no sea el momento presente, la gente puede volver a concentrarse en su respiración
para recuperar la estabilidad.
Con esta introducción a la atención plena y a los conceptos relacionados, se revisó la investigación básica
sobre las asociaciones entre los constructos relacionados con el mindfulness y la rumiación. El resto del
capítulo se centrará en los tratamientos relacionados con mindfulness y la evidencia de su eficacia para reducir
la rumiación.
Constructos relacionados con el mindfulness y la rumiación
Muchos psicólogos han observado los sorprendentes contrastes entre mindfulness y los constructos
relacionados con la rumiación. Por ejemplo, la atención intencionada al momento presente contrasta con la
concentración incontrolada en el pasado (es decir, la rumiación) o futuro (es decir, la preocupación). La
atención plena también fomenta la capacidad de cambiar la atención de una cosa a otra, mientras que la
rumiación se caracteriza por una atención rígida y atención a un problema percibido (Ingram, 1990). Las
actitudes concientes de no juzgar y de compasión son incompatibles con la naturaleza evaluativa y negativa
de la rumiación. El descentramiento permite prestar una atención desapegada al proceso de pensamiento,
mientras que la rumiación implica la inmersión en el contenido de los pensamientos (Wolkin, 2015). La
conciencia de la naturaleza fugaz de las experiencias internas va en contra de los intentos rumiativos de
controlar o evitar los pensamientos y emociones desagradables.
Una amplia bibliografía muestra que el rasgo mindfulness se asocia, de hecho, con un menor rasgo de
rumiación. En participantes sanos, por ejemplo, el reporte de un rasgo de mindfulness se asocia generalmente
con rasgos menores de rumiación depresiva, de ira y de rumiación negativa en general (Brown & Ryan, 2003;
Burg & Michalak, 2011; Evans & Segerstrom, 2011; Feldman, Dunn, Stemke, Bell, & Greeson, 2014; Peters,
Eisenlohr-Moul, Upton, & Baer, 2013; Raes & Williams, 2010; Selby, Fehling, Panza, & Kranzler, 2016). El
mindfulness también está relacionado con una menor preocupación, tanto en muestras clínicas como no
clínicas (Evans & Segerstrom, 2011; Lee & Orsillo, 2013; Roemer et al., 2009). Del mismo modo, los
meditadores regulares a largo plazo informan menos rumiación y evitación que los no meditadores (Lykins &
Baer, 2009). Un estudio encontró que el mindfulness estaba asociado con el grado en que la rumiación se
experimentaba como incontrolable (Raes y Williams, 2010). El rasgo mindfulness también parece debilitar el
efecto de los estresores en la rumiación. Por ejemplo, en adolescentes sanos, el estrés diario era menos
probable que predijera el aumento de un estado de rumiación para las personas con un alto nivel de capacidad
de mindfulness (Ciesla, Reilly, Dickson, Emanuel y Updegraff, 2012). Del mismo modo, la asociación entre
la injusticia percibida en el lugar de trabajo y el rasgo de rumiación de rasgo fue más débil para los individuos
con alta capacidad de mindfulness (Long y Christian, 2015). En resumen, el rasgo mindfulness está asociado
con menos rumiación y preocupación, tanto en general como en respuesta al estrés.
Los psicólogos proponen que la disminución de la rumiación es un importante mecanismo del efecto de
mindfulness en los resultados psicológicos (por ejemplo, Holas & Jankowski, 2013). En apoyo de esto, la
rumiación media la asociación entre el rasgo mindfulness y el malestar psicológico en estudiantes sanos
(Coffey & Hartman, 2008; Coffey, Hartman y Fredrickson, 2010). Del mismo modo, la rumiación depresiva
media la asociación entre el rasgo mindfulness y los síntomas depresivos, tanto de forma simultánea como a
lo largo del tiempo, en muestras deprimidas y sanas (Alleva, Roelofs, Voncken, Meevissen, & Alberts, 2014;
Desrosiers, Vine, Klemanski, & Nolen-Hoeksema, 2013; Petrocchi & Ottaviani, 2016; pero véase Royuela-
Colomer & Calvete, 2016). La preocupación y la rumiación también median las asociaciones entre el rasgo
mindfulness y una menor ansiedad y síntomas del trastorno de estrés postraumático (Desrosiers et al., 2013;
Hanley, Garland, & Tedeschi, 2017; Im & Follette, 2016; Thompson, Arnkoff, & Glass, 2011). Así mismo, la
rumiación media en las asociaciones negativas entre mindfulness y la ira y la agresión (Borders, Earleywine,
& Jajodia, 2010; Borders & Lu, 2017; Eisenlohr-Moul, Peters, Pond, & DeWall, 2016; Peters et al., 2015).
Aunque correlacionales, estos hallazgos sugieren que el rasgo mindfulness conduce a una menor rumiación,
lo que a su vez contribuye a mejores resultados clínicos.
El rasgo mindfulness también debilita la asociación entre la rumiación y el mal funcionamiento psicológico.
En un estudio, el rasgo mindfulness interactuó con el rasgo depresivo, de modo que en los individuos con bajo
nivel de mindfulness, la rumiación se asoció con más síntomas depresivos (Brennan, Barnhofer, Crane,
Duggan, & Williams, 2015). Del mismo modo, para los individuos con bajo rasgo de mindfulness, una mayor
rumiación se asoció con una mayor respuesta fisiológica al estrés (Daubenmier, Hayden, Chang y Epel, 2014).
Otro estudio encontró que individuos con bajo rasgo de mindfulness mostraron una relación más débil entre
el estado y la ira concurrente, pero una relación más fuerte entre la rumiación y la ira posterior (Borders & Lu,
2017). Estos resultados, aunque aparentemente contradictorios, pueden reflejar los componentes básicos del
mindfulness. El mindfulness puede no ser capaz de detener la interacción momento a momento de la rumiación
y emociones negativas, pero puede ayudar a las personas a ser más conscientes de sus pensamientos y
sentimientos. Durante periodos de tiempo más largos (por ejemplo, varias horas) la atención plena puede
disminuir la reactividad emocional de los individuos a los pensamientos rumiativos desagradables. El apoyo
a ambos modelos de mediación y moderación no es necesariamente contradictorio. En conjunto, la evidencia
sugiere que el rasgo mindfulness contribuye a reducir la rumiación y, al mismo tiempo, desvincula los vínculos
entre la rumiación y los resultados negativos.
Además de los numerosos estudios sobre el rasgo de mindfulness, los investigadores han probado los efectos
de la práctica breve de mindfulness en el laboratorio. Los participantes realizan de 8 a 12 minutos de
respiración consciente guiada, en la que se les instruye para que observen las sensaciones físicas de la
respiración sin juzgarlas y que se mantengan regresando su atención a su respiración. El efecto de esta
inducción de la atención plena sobre la rumiación es variado. En algunos estudios, los participantes
universitarios y adolescentes -sobre todo mujeres- que practicaron la respiración consciente después de
haberles inducido un proceso de rumiación, mostraron una disminución del estado de rumia, en comparación
con varias condiciones de control (Hilt & Pollak, 2012; Villa & Hilt, 2014). Del mismo modo, tras de un
evento de inducción a la rumia, los individuos con trastorno de ansiedad social que participaron realizando un
ejercicio de respiración consciente informaron de una disminución del afecto negativo sobre la rumiación, en
comparación con las condiciones de control (Cassin & Rector, 2011). Sin embargo, cuando los participantes
universitarios no pasaron por una manipulación previa de rumiación, la respiración consciente guiada aumentó
la rumiación en comparación con las condiciones de control (Feldman, Greeson, & Senville, 2010). Otro
estudio proporcionó a los participantes universitarios breves inducciones de mindfulness varias veces durante
un solo día (Huffziger et al., 2013). Esta inducción implicaba la lectura de 10 afirmaciones destinadas a inducir
la atención plena (por ejemplo, "atiende conscientemente a tu respiración durante unos segundos" y "toma
nota de tus pensamientos y sentimientos sin juzgarlos"). También en este caso, las inducciones de mindfulness
condujeron a aumentos en el estado rumiación. Así que, aunque la práctica breve de mindfulness en personas
que ya estaban en un proceso de rumiación logró reducir dicho proceso y su efecto negativo asociado; la
práctica del mindfulness por sí sola incrementa la rumiación.
¿Cómo podemos entender estos resultados contradictorios? Es importante tener en cuenta que la mayoría de
los participantes en estos experimentos presumiblemente no estaban familiarizados con la práctica o la
filosofía de mindfulness. Para la mayoría de las personas, el hecho de que se les pida que se aparten de sus
actividades normales y presten atención a su respiración o sentimientos puede fomentar una atención centrada
en sí mismo, desencadenando así pensamientos rumiativos. Sin embargo, si las personas ya están rumiando
sobre sí mismas, pedirle que presten atención a la respiración puede distraerlos de sus pensamientos. Esto
concuerda con la investigación que se ha descrito anteriormente y que muestra que el mindfulness disminuye
la asociación entre los factores de estrés y la rumiación. Si la rumiación inducida se percibe como un
estresante, breves inducciones de mindfulness pueden servir de distracción a corto plazo. En relación con esto,
los experimentos que comparan directamente los efectos de la rumiación frente al mindfulness, contra
inductores de distracción, generalmente se ha encontrado que el mindfulness conduce a decrementos similares
en estados de ánimo negativos como lo hace la distracción (Broderick, 2005; Huffziger y Kuehner, 2009;
Sauer y Baer, 2012; Singer y Dobson, 2007). Por supuesto que el mindfulness es conceptualmente lo opuesto
a la distracción, porque fomenta la atención a las experiencias no deseadas, en lugar de evitarlas. En los
novatos, sin embargo, la respiración consciente puede ser más parecida a la distracción a corto plazo que a la
característica de mindfulness. Es necesario seguir investigando para entender si una breve respiración
conciente en los principiantes constituye realmente una inducción significativa de mindfulness.
Para profundizar en este punto, cabe señalar que el componente de conciencia centrada en el presente del
mindfulness fomenta la conciencia de las experiencias internas, lo que resulta similar a la atención centrada
en uno mismo (Baer, 2009). Los estudios que examinan varios componentes de mindfulness apoyan esta
noción. Específicamente, el componente de no juzgar del mindfulness se asocia sistemáticamente con una
menor rumiación y preocupación, mientras que la conciencia centrada en el presente de las experiencias
internas y externas a menudo se asocia con una mayor rumiación (Alleva et al., 2014; Evans & Segerstrom,
2011; Fisak & von Lehe, 2012; Peters et al., 2013; Petrocchi & Ottaviani, 2016; Royuela-Colomer & Calvete,
2016). En otras palabras, aunque la atención sin juicios predice menor rumiación, la atención centrada en el
presente puede engendrar más rumiación, al menos en los novatos. Curiosamente, una mayor atención
centrada en el presente se asocia con un mejor funcionamiento psicológico en los meditadores habituales, pero
un peor funcionamiento psicológico en estudiantes no meditadores (Baer et al., 2008). Por lo tanto, los efectos
del componente de la conciencia centrada en el presente del mindfulness pueden depender de si las personas
tienen experiencia con la atención plena y la meditación. Sin embargo, el componente de actitud de
mindfulness está sistemáticamente asociado con mejores resultados, incluyendo menos rumiación. Esta
conclusión también está respaldada por la investigación sobre los constructos relacionados con la atención
plena.
Como se revisó en un capítulo anterior (véase el capítulo 8: Creencias, rasgos y motivaciones de la rumia),
una mayor evitación de la experiencia o la falta de voluntad para sentir la experiencia y los intentos deliberados
de escapar de las experiencias internas no deseadas, predicen mayor rumiación. Dicho de otro modo, una
mayor aceptación de las experiencias internas se asocia a una menor rumiación. Los psicólogos clínicos
también investigan un constructo llamado flexibilidad cognitiva, que combina la aceptación de las
experiencias con un comportamiento acorde con los propios valores. ²
La flexibilidad cognitiva se asocia a una menor rumiación y preocupación tanto en muestras clínicas y no
clínicas (Bjornsson et al., 2010; Bluett, Homan, Morrison, Levin, & Twohig, 2014; Cowdrey & Park, 2012;
Cribb, Moulds, & Carter, 2006; Giorgio et al., 2010; Morina, 2011; Spinhoven, Drost, de Rooij, van Hemert,
& Penninx, 2016). En un estudio, la flexibilidad cognitiva y la rumiación interactuaron, de manera que la
rumiación solo predijo los síntomas depresivos para las personas con baja flexibilidad cognitiva (Bjornsson et
al., 2010). Por lo tanto, al igual que con el mindfulness, la flexibilidad cognitiva puede conducir a una menor
rumiación y también a la disminución de los efectos negativos de la rumiación.
Los investigadores también han estudiado la asociación entre el descentramiento y la rumiación. El
descentramiento se correlaciona con una menor rumiación de rasgo, reacciones negativas al estado de
rumiación, y creencias positivas sobre la rumiación (Ayduk & Kross, 2010; Feldman et al., 2010; Gillanders
et al., 2014; Kaiser, Andrews-Hanna, Metcalf, & Dimidjian, 2015; pero véase Nitzan-Assayag, Aderka, &
Bernstein, 2015). Un experimento comparó los efectos de un breve entrenamiento en descentramiento con un
breve entrenamiento en reestructuración cognitiva sobre la angustia relacionada con la rumiación (Yovel, Mor,
y Bernstein, 2015). Se pidió a estudiantes universitarios sanos que recordaran un acontecimiento desagradable
y un pensamiento triste asociado y luego se les indujo a rumiar sobre el evento y el pensamiento. A
continuación, leyeron un breve razonamiento y completaron un ejercicio relacionado con la reestructuración
cognitiva (p. ej., registro del pensamiento de pensamiento) o de descentramiento (por ejemplo, escribir el
pensamiento al revés, visualizar el pensamiento desde diferentes puntos de vista). En comparación con las
condiciones de control, tanto la reestructuración cognitiva y la descentralización redujeron el estado de ánimo
negativo. Sin embargo, sólo en el grupo de descentralización, la mejora del estado de ánimo se asoció con la
creencia metacognitiva de que los pensamientos están separados de uno mismo.
Por último, unos pocos estudios examinaron las asociaciones entre la autocompasión, la gratitud y la
rumiación. Un rasgo mayor de autocompasión y gratitud está relacionado con menos rumiación depresiva,
rumiación de ira y preocupación (Fresnics & Borders, 2017; Krieger, Altenstein, Baettig, Doerig, & Holtforth,
2013; Leary, Tate, Adams, Batts Allen, & Hancock, 2007; Liang et al., 2018; Raes, 2010; White et al., 2017).
Estos estudios han encontrado generalmente que la rumiación provoca los efectos de la autocompasión en los
resultados clínicos como los síntomas depresivos, ansiedad, ira y agresión. En un experimento, se pidió a los
estudiantes que recordaran un acontecimiento de los últimos 5 años que les hiciera sentirse avergonzados
(Johnson y O'Brien, 2013). Los participantes en la condición de escritura de autocompasión hicieron una lista
de las formas en que otras personas experimentan eventos similares, escribieron un párrafo expresando
comprensión y amabilidad hacia ellos mismos y describieron sus sentimientos sobre la experiencia de forma
objetiva y no emocional. En comparación con los participantes que escribieron sobre sus sentimientos más
profundos acerca del evento, los participantes en la condición de escritura de autocompasión mostraron una
mayor disminución del rasgo de rumiación dos semanas después.
En resumen, el mindfulness disposicional se asocia con una menor rumiación, tanto en general como en
respuesta al estrés. Se han encontrado resultados similares con las "hermanas de la atención plena"
(Rosenzweig, 2013), como la aceptación, la flexibilidad cognitiva, el descentramiento, la autocompasión y la
gratitud. Curiosamente, la rumiación puede funcionar tanto como un mecanismo como un moderador del
mindfulness. En otras palabras, en meditadores experimentados y en personas que experimentan estrés, la
atención plena contribuye a disminuir la rumiación, lo que a su vez predice mejores resultados clínicos. Al
mismo tiempo, el rasgo de rumiación parece desacoplar las asociaciones entre el estrés y el malestar
psicológico. Los investigadores apenas están comenzando a explorar mediadores de la asociación entre el
mindfulness y la rumia. Por ejemplo, una mejor regulación de las emociones y un mayor desapego provoca la
asociación entre el rasgo de mindfulness y la disminución de la rumiación (Coffey y Hartman, 2008; Coffey
et al., 2010). Las investigaciones futuras deberán seguir explorando estos y otros mecanismos del efecto de
mindfulness en la rumiación. Los investigadores también necesitan comprender mejor los efectos divergentes
de la conciencia centrada en el presente frente a los componentes de la actitud de mindfulness, así como la
forma en que estos componentes interactúan con la experiencia previa con mindfulness.
Terapias basadas en la atención plena
El uso de la meditación por parte de los psicólogos occidentales no es nuevo. En la década de 1960, muchos
psicoanalistas se interesaron por el budismo zen y por el potencial de la meditación para aumentar el insight
en los pacientes. En la década de 1970, los investigadores estudiaron los efectos fisiológicos de la meditación
trascendental. Sin embargo, no fue hasta la década de 1980 que la meditación de atención plena se incorporó
a las intervenciones psicológicas para problemas clínicos. En particular, Jon Kabat-Zinn comenzó a utilizar la
meditación de atención plena para tratar a pacientes con dolor refractario y ansiedad difícil de tratar. Desde
entonces, las terapias basadas en la atención plena y la aceptación han alcanzado una gran popularidad,
generando cientos de estudios empíricos, libros, CDs y cuadernos de autoayuda. Muchos psicólogos se
refieren a este movimiento como la tercera ola de las terapias conductuales, después de la segunda ola de la
terapia cognitiva (Hayes, 2004).
En las siguientes secciones, describo la terapia de Kabat-Zinn, así como otros tratamientos populares basados
en la atención plena. Estas terapias se han utilizado eficazmente con pacientes con trastornos mentales y
enfermedades físicas crónicas (para revisiones, véase Baer, 2003; Grossman, Niemann, Schmidt y Walach,
2004; Hofmann, Grossman, & Hinton, 2011; Keng et al., 2011; Öst, 2008; Vøllestad, Nielsen, & Nielsen,
2012), así como con adultos, adolescentes y niños (para revisiones y metaanálisis, véase Kallapiran, Koo,
Kirubakaran, & Hancock, 2015; Zoogman, Goldberg, Hoyt, & Miller, 2015). También se han sido adaptados
para entornos escolares y laborales (para revisiones, véase Virgili, 2015; Zenner, Herrnleben-Kurz y Walach,
2014). La revisión de su eficacia y efectividad general está más allá del alcance de este libro. Sin embargo, en
los casos en los que existe investigación, incluyo pruebas de la eficacia de estos tratamientos para reducir el
pensamiento repetitivo, principalmente la rumiación y la preocupación.
Reducción del estrés basada en la atención plena
La reducción del estrés basada en la atención plena (MBSR) es posiblemente la más conocida de las recientes
terapias occidentales basadas en la atención plena y se enseña ahora en todo el mundo a poblaciones tanto
sanas como clínicas (Kabat-Zinn, 2013). Para las personas que no quieren o no pueden asistir a MBSR en
persona, varios libros de autoayuda cubren las mismas técnicas e ideas (Forsyth & Eifert, 2007; Stahl &
Goldstein, 2010). El núcleo de la MBSR consiste en el entrenamiento en prácticas formales e informales de
prácticas de atención plena. El programa suele durar 8 semanas y consiste en sesiones semanales de grupo de
2,5 horas dirigidas por uno o dos terapeutas. Además, suele haber un retiro de meditación de 6 horas entre las
sesiones 6 y 7. Los pacientes también deben practicar ejercicios formales de atención plena todos los días en
casa durante 45 minutos.
Los ejercicios formales de atención plena incluyen el escaneo del cuerpo, el yoga suave y varios tipos de
meditación. En el escaneo del cuerpo, los pacientes deben dirigir su atención a varias partes del cuerpo,
normalmente empezando por los pies y subiendo hasta la cabeza. Se les anima a prestar atención a lo que surja
en cada zona sin intentar cambiar ninguna experiencia. El ejercicio ayuda a desarrollar la atención sostenida,
la atención flexible, la capacidad de ser consciente de los pensamientos y sentimientos sin reaccionar a ellos,
y a tener actitudes de amabilidad y no juzgar. El yoga suave también se introduce al principio de la MBSR,
con el propósito de cultivar la amabilidad y la conciencia del cuerpo. Estas prácticas sientan las bases para
iniciar una práctica regular de la meditación.
Primero se introduce la meditación sentada, con un énfasis explícito en prestar atención a la respiración. Con
la práctica diaria, los participantes adquieren experiencia en notar las sensaciones de la respiración, cuándo y
dónde divaga su mente, y la intención de volver a la respiración. Gradualmente, la MBSR amplía el foco de
atención durante la meditación a las sensaciones corporales, los sonidos, los pensamientos, los sentimientos y
la conciencia sin elección (es decir, cualquier cosa que surja en la conciencia). Los participantes pueden
realizar la meditación a pie, que consiste en caminar de forma rápida o lenta con la intención de mantener la
conciencia de las sensaciones corporales mientras se mueven. Por último, la meditación de la bondad amorosa
cultiva intencionadamente sentimientos de bondad y compasión hacia uno mismo, hacia los demás y hacia
todas las personas. En cada una de estas prácticas formales de meditación, el objetivo no es silenciar la mente.
Más bien, los participantes aprenden a mantener su atención en lo que está sucediendo en el momento presente
(por ejemplo, pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales) sin intentar cambiar nada. Al hacerlo, los
participantes aprenden por experiencia que todos los acontecimientos internos van y vienen por sí mismos.
Además de los ejercicios formales de mindfulness, el MBSR anima a los participantes a realizar prácticas
informales a lo largo del día, con el fin de incorporar la atención plena en las tareas cotidianas. Por ejemplo,
se practica la atención plena al comer, vestirse lavar los platos, ir al trabajo y comunicarse. También se enseñan
ejercicios de meditación breves (por ejemplo, de 3 minutos) que pueden realizarse en cualquier momento en
que las personas se encuentren en una situación difícil. La idea de estas breves meditaciones es sintonizar con
la respiración y el cuerpo en varios momentos del día, sobre todo en los momentos que generalmente producen
una sensación de irracionalidad, preocupación o rumiación.
El foco sobre el material didáctico y las discusiones de grupo en la MBSR se centran en el afrontamiento del
estrés. Por ello, algunas actividades se centran específicamente en la preocupación y la ansiedad. Por ejemplo,
el "worry surfing" consiste en imaginar una preocupación o un miedo como una ola. Los pacientes aprenden
a notar las señales de advertencia de que se acerca una ola y luego simplemente observar la ola en su cresta y
en su caída. En lugar de responder a la preocupación con cualquier tipo de comportamiento, se anima a los
pacientes a "subirse a la ola", simplemente notar su cuerpo, sus emociones y sus pensamientos cuando la ola
alcanza su punto máximo y luego se aleja. Una vez que pasa la ola, se felicita a los pacientes por su esfuerzo
para montarla y se les recuerda que volverán a surgir más olas, pero que pueden tener la misma actitud de
atención y saber que todas las preocupaciones y emociones llegarán a la cresta y pasarán, como las olas. Este
proceso de "cabalgar la ola" se aplica a cualquier emoción, pensamiento o deseo. Suele ocurrir de forma natural
durante la meditación tranquila, aunque los terapeutas de la MBSR pueden ayudar a los pacientes a realizarla
mediante una meditación guiada.
La MBSR disminuye la rumiación en pacientes con diversos trastornos mentales y enfermedades físicas
crónicas. Por ejemplo, la MBSR redujo la rumiación depresiva en participantes con un historial de trastornos
del estado de ánimo (Ramel, Goldin, Carmona y McQuaid, 2004) y en mujeres con un trastorno del estado de
ánimo relacionado con la menstruación (Bluth, Gaylord, Nguyen, Bunevicius y Girdler, 2015). En pacientes
con trastorno de ansiedad generalizada (TAG), la MBSR contribuyó a disminuir la preocupación tanto
directamente (Vøllestad, Sivertsen y Nielsen, 2011) como indirectamente a través del aumento en la atención
plena (Hoge et al., 2015). Además, la rumiación y la preocupación disminuyeron tras la MBSR en adultos
diagnosticados de ansiedad social (Goldin y Gross, 2010; Goldin et al., 2016; Vøllestad et al., 2011). Un
MBSR modificado para adultos recientemente expuestos a un trauma disminuyó indirectamente la rumiación
a través de la disminución de la supresión del pensamiento supresión del pensamiento (Nitzan-Assayag et al.,
2017). En pacientes con cáncer, la MBSR condujo a una mayor reducción de la rumiación y la preocupación
que una condición de lista de espera (Campbell, Labelle, Bacon, Faris, & Carlson, 2012; Labelle, Campbell,
& Carlson, 2010; Labelle, Campbell, Faris y Carlson, 2015).
Los investigadores también han examinado el efecto de la MBSR sobre la rumiación y la preocupación en
participantes no clínicos. En adultos sanos, por ejemplo, la MBSR generalmente conduce a mayor disminución
de la rumiación y la preocupación que un control en lista de espera, especialmente en el caso de los
participantes con alto nivel de atención plena (Jain et al., 2007; Robins, Keng, Ekblad, & Brantley, 2012;
Shapiro, Brown, Thoresen, & Plante, 2011; Shapiro, Oman, Thoresen, Plante, & Flinders, 2008). En un tipo
de estudio de desmantelamiento estudio, se asignó aleatoriamente a estudiantes universitarios sanos para que
recibieran 3 sesiones semanales de sesiones semanales de entrenamiento en meditación sentada, escaneo
corporal o yoga consciente (Sauer-Zavala, Walsh, Eisenlohr-Moul, & Lykins, 2013). Los tres tipos de práctica
formal de práctica de mindfulness formal condujeron a reducciones en la rumiación. La MBSR también se ha
adaptado para entornos escolares y laborales. Por ejemplo, la MBSR administrada en 12 sesiones de 30-50
minutos durante la jornada escolar condujo a una disminución de la rumiación en estudiantes de primaria
(Sibinga et al., 2012; van de Weijer-Bergsma, Langenberg, Brandsma, Oort y Bögels, 2014). Del mismo
modo, los profesores de primaria y de primaria y secundaria que recibieron MBSR adaptado específicamente
a los educadores informaron de disminuciones en la rumiación (Crain, Schonert-Reichl, & Roeser, 2017).
La MBSR también contribuyó a reducir la rumiación en terapeutas en formación y profesionales de la salud
(Martín-Asuero & García-Banda, 2010; Shapiro, Brown, & Biegel, 2007). Por último, los programas breves
(es decir, de 3 a 4 sesiones) basados en Internet de Internet basados en el MBSR redujeron la rumiación sobre
el estrés (Michel, Bosch, & Rexroth, 2014; Querstret, Cropley, & Fife-Schaw, 2017).
Terapia cognitiva basada en la atención plena
La terapia cognitiva basada en la atención plena (MBCT) se desarrolló originalmente para prevenir las recaídas
depresivas en pacientes con un historial de episodios depresivos graves (Segal, Williams y Teasdale, 2013).
Fue creada por terapeutas cognitivos que estudiaron e incorporaron aspectos importantes de la MBSR. Por lo
tanto, la MBCT es muy similar a la MBSR pero añade algunos componentes tradicionales de la terapia
cognitiva. Al igual que el MBSR, suele incluir 8 sesiones semanales de grupo de 2,5 horas, un retiro de
meditación de 6 horas y 45 minutos de práctica diaria en casa. Los ejercicios formales de atención plena
incluyen el escaneo del cuerpo, la meditación sentada y caminando, y el yoga. El programa no incluye la
meditación formal de la bondad amorosa, aunque fomenta todos los mismos tipos de prácticas informales de
atención plena que el MBSR.
Dado que la MBCT se desarrolló para la prevención de recaídas depresivas, gran parte del material didáctico
y las discusiones de grupo se centran en el pensamiento depresivo. Por ejemplo, se enseña a los pacientes a
identificar cómo su estado de ánimo actual afecta a los pensamientos automáticos que surgen en cualquier
situación. A diferencia de la terapia cognitivo-conductual tradicional (TCC), que puede intentar la
reestructuración cognitiva de los pensamientos automáticos negativos, las experiencias repetidas de
meditación enseñan a los pacientes que los pensamientos no son verdaderos ni permanentes. Además, la
MBCT introduce una metáfora como eje de su justificación del uso de la atención plena para prevenir las
recaídas depresivas. En concreto, el modelo MBCT afirma que existen patrones centrales de actividad cerebral
llamados modos de la mente. Estos modos son análogos a los engranajes de un coche: cuando la mente se
dedica a diferentes tipos de actividades, se utilizan diferentes marchas, cada una con sus propias funciones y
características. Al igual que un coche, la mente sólo puede estar en uno de estos modos a la vez. Los dos
modos más relevantes para prevenir las recaídas depresivas son los modos de hacer y de ser.
El propósito del “modo de hacer” es hacer las cosas y resolver los problemas percibidos. El “modo de hacer”
puede ser muy útil para cumplir con objetivos en el mundo exterior. Sin embargo, cuando las personas aplican
el modo de hacer al mundo interno de pensamientos y sentimientos, acaban rumiando o preocupándose
constantemente deseando que las cosas sean diferentes. Esta actividad suele ser frenética, lo que lleva a los
autores del MBCT a denominar el uso problemático de este modo como "drivendoing" (impulso a hacer).
Debido a que el foco del “impulso a hacer” son los pensamientos y sentimientos, estos eventos internos se
experimentan como reales. Este modo también preocupa a las personas hasta tal punto que no están en sintonía
con el momento presente. El modo opuesto al modo de hacer frenético e impulsado por los objetivos es el
“modo ser”. El propósito de este modo es permitir y aceptar lo que está ocurriendo en el momento presente,
sin tratar de cambiar nada o alcanzar objetivos. Los acontecimientos internos, como los pensamientos y los
sentimientos se perciben de la misma manera que los sonidos externos, como eventos pasajeros que llegan a
la conciencia y luego se van. Las personas son menos reactivas automáticamente a los acontecimientos
internos desagradables y son más capaces de tolerarlos. En otras palabras, en el “modo ser” la relación de las
personas con sus pensamientos y sentimientos dramáticamente diferente.
Claramente, el “modo ser” constituye un estado de atención plena, mientras que el “modo hacer” describe la
experiencia de la rumiación. Ambos modos pueden funcionar durante cualquier actividad. Por ejemplo, uno
puede lavar los platos tanto en el “modo hacer" como en el “modo ser": los platos se lavan igual, pero la
experiencia subjetiva varía drásticamente. Del mismo modo, la gente puede meditar tanto en el “impulso a
hacer” como en el “modo ser". El propósito de esta metáfora es explicar por qué las personas experimentan
recaídas depresivas y proponer un antídoto. El “impulso a hacer" puede no desencadenar la aparición de
estados depresivos, pero mantiene y exacerba los estados de ánimo tristes una vez que se detectan. Por lo
tanto, el “impulso a hacer" es considerado el primer patrón de pensamiento que prepara a las personas para
una recaída depresiva. Por desgracia, para las personas que ya tienen un historial de episodios depresivos, el
“impulso a hacer" suele ser un proceso mental bien conocido y familiar. La MBCT pretende prevenir las
recaídas depresivas ayudando a los pacientes a aprender a identificar y disminuir la tendencia a responder a
los eventos internos desagradables con el “impulso a hacer". En su lugar, se utilizan ejercicios de atención
plena para cultivar la capacidad de alcanzar y permanecer en el “modo ser”.
La MBCT disminuye el pensamiento repetitivo en pacientes que actualmente sufren depresión o la padecieron
en el pasado. En ensayos controlados aleatoriamente con pacientes deprimidos actualmente o en el pasado, el
MBCT tradicional condujo a una disminución de la rumiación depresiva y la preocupación en comparación
con las condiciones de lista de espera (van Aalderen, Donders, Peffer, & Speckens, 2015; Batink, Peeters,
Geschwind, van Os, & Wichers, 2013; Geschwind, Peeters, kker, van Os, & Wichers, 2011; Keune, Bostanov,
Hautzinger, & Kotchoubey, 2011; van den Hurk et al., 2012; van Vugt, Hitchcock, Shahar, & Britton, 2012).
Los análisis posteriores de los datos de seguimiento de 12 meses de todos los participantes que recibieron
MBCT indicaron que mientras los síntomas depresivos permanecieron estables, la rumiación siguió
disminuyendo a lo largo del año (van Aalderen et al., 2015). Cuando se compara con tratamientos cognitivo-
conductuales más tradicionales, la MBCT parece ser igualmente eficaz para reducir la rumiación
(Manicavasagar, Perich, & Parker, 2012; McIndoo, File, Preddy, Clark, & Hopko, 2016). Las versiones de
MBCT adaptadas para adolescentes y adultos mayores con depresión actual o remitida también condujeron a
la disminución de la rumiación y la preocupación (Ames, Richardson, Payne, Smith, & Leigh, 2014; Deplus,
Billieux, Scharff, & Philippot, 2016; Foulk, Ingersoll-Dayton, Kavanagh, Robinson, & Kales, 2014). Otros
investigadores han combinado la MBCT con otros componentes del tratamiento. Por ejemplo, la MBCT con
ejercicios adicionales de la terapia centrada en la compasión y la meditación de bondad amorosa disminuyeron
la rumiación en pacientes con depresión crónica (Graser, Höfling, Weßlau, Mendes y Stangier, 2016). Un
equipo de investigación combinó la MBCT con la TCC basada en la exposición para individuos que se
encontraban en un episodio depresivo mayor (Kumar, Feldman y Hayes, 2008). En un ensayo abierto de esta
terapia, los pacientes mostraron disminuciones en la rumiación depresiva y la inflexibilidad cognitiva entre el
pre y el post-tratamiento.