Hora Santa

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VÍA LUCÍS

Si se desea, después del enunciado de cada una de las estaciones, se puede decir:
L/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.
L/ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/ Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Lector
Oración Preparatoria: Señor Jesús, con tu Resurrección triunfaste sobre la muerte y
vives para siempre comunicándonos la vida, la alegría, la esperanza firme. Tú que
fortaleciste la fe de los apóstoles, de las mujeres y de tus discípulos enseñándolos a
amar con obras, fortalece también nuestro espíritu vacilante, para que nos
entreguemos de lleno a Ti. Queremos compartir contigo y con tu Madre Santísima la
alegría de tu Resurrección gloriosa. Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre, haz
que, iluminados por el Espíritu Santo, gocemos un día de la gloria eterna.
PRIMERA ESTACIÓN.
¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!

En la ciudad santa, Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la semana. Es un amanecer
glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha vencido definitivamente a la muerte. ¡Cristo vive!
¡Aleluya!
Del Evangelio según San Mateo 28, 1-7. (cf. Mc 16, 1-8; Lc, 24, 1-9; Jn 20, 1-2).
Pasado el sábado, al aclarar el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a
visitar el sepulcro. De repente se produjo un violento temblor: el Ángel del Señor bajó del cielo, se
dirigió al sepulcro, hizo rodar la piedra de la entrada y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el
relámpago y sus ropas blancas como la nieve. Al ver al Ángel, los guardias temblaron de miedo y se
quedaron como muertos.
El Ángel dijo a las mujeres: «Ustedes no tienen por qué temer. Yo sé que buscan a Jesús, que fue
crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como lo había anunciado. Vengan a ver el lugar
donde lo habían puesto, pero vuelvan en seguida y digan a sus discípulos: Ha resucitado de entre los
muertos y ya se les adelanta camino a Galilea. Allí lo verán ustedes. Con esto ya se lo dije todo.»
Palabra del Señor.

Comentario
En los sepulcros suele poner "aquí yace", en cambio en el de Jesús el epitafio no estaba escrito sino
que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha
resucitado" (Lc 24, 5-6).
Cuando todo parece que está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la última palabra, hay
que proclamar llenos de gozo que Cristo vive, porque ha resucitado. Esa es la gran noticia, la gran
verdad que da consistencia a nuestra fe, que llena de una alegría desbordante nuestra vida, y que se
entrega a todos: "hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Noticia" (1 Pe 4, 6), porque Jesús
abrió las puertas del cielo a los justos que murieron antes que Él.
Cristo, que ha querido redimirnos dejándose clavar en un madero, entregándose plenamente por
amor, ha vencido a la muerte. Su muerte redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su
resurrección gloriosa nos ha abierto el camino hacia el Padre.
Oración
Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y Muerte, sin
avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo la verdadera alegría, la alegría que
brota de un corazón enamorado y entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir
de la cruz, porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz podremos
llenarnos de ese gozo que nunca acaba.
SEGUNDA ESTACIÓN.
EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.
María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar
el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a
su encuentro.
Del Evangelio según San Juan 20, 10-18 (cf. Mc 16, 9-11; Mt 28, 9-10).
Después los dos discípulos se volvieron a casa.
María se había quedado llorando fuera, junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó para mirar
dentro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a
la cabecera y el otro a los pies. Le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les respondió: «Porque se han
llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, se dio vuelta y vio a Jesús allí, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: «Mujer,
¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella creyó que era el cuidador del huerto y le contestó: «Señor, si
tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»
Jesús le dijo: «María». Ella se dio la vuelta y le dijo: «Rabboní», que quiere decir  «Maestro». Jesús le
dijo: «Suéltame, pues aún no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi
Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes.»
María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: «He visto al Señor y me ha dicho esto.»
Palabra del Señor.

Comentario
La Magdalena ama a Jesús, con un amor limpio y grande. Su amor está hecho de fortaleza y eficacia,
como el de tantas mujeres que saben hacer de él entrega. María ha buscado al Maestro y la respuesta
no se ha hecho esperar: el Señor reconoce su cariño sin fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos
llama por nuestros nombres, personalmente, porque nos ama a cada uno. Y a veces se oculta bajo la
apariencia del hortelano, o de tantos hombres o mujeres que pasan, sin que nos demos cuenta, a
nuestro lado.
María Magdalena, una mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la Resurrección: recibe el
dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha resucitado.

Oración
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice que la primera visita de
tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que en ningún momento había decaído, sino para
compartir contigo la alegría del triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena,
seamos testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el gozo de no
separarnos nunca del Señor.
TERCERA ESTACIÓN.
JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES
Las mujeres se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un ángel les
anuncia que Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los apóstoles. Pero la
mayor alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.
Del Evangelio según San Mateo 28, 8-10.
Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la
vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos.
En eso Jesús les salió al encuentro en el camino y les dijo: «Paz a ustedes.» Las mujeres
se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo: «No tengan miedo.
Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allí me verán.»
Palabra del Señor.

Comentario
Las mujeres son las primeras en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran con
diligencia: su cariño es tan auténtico que no repara en respetos humanos, en el qué
dirán. Cuando embalsamaron el cuerpo de Jesús lo tuvieron que hacer tan rápidamente
que no pudieron terminar ese piadoso servicio al Maestro. Por eso, como han
aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el final, van a acabar su trabajo. Son
valientes y generosas, porque aman con obras. Han echado fuera el sueño y la pereza y,
antes de despuntar el día, ya se encaminan hacia el sepulcro. Hay dificultades objetivas:
los soldados, la pesada piedra que cubre la estancia donde está colocado el Señor. Pero
ellas no se asustan porque saben poner todo en manos de Dios.

Oración
Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para hacer
frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores o exteriores,
sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el desaliento, que nuestro
único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio porque, como aquellas mujeres, y las
buenas mujeres de todos los tiempos, queremos estar, desde el silencio, al servicio de
los demás.
CUARTA ESTACIÓN.
LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO

Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos especiales: los
soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes, precisamente para evitar que hubiera un
engaño.
Del Evangelio según San Mateo 28, 11-15.
Mientras las mujeres iban, unos guardias corrieron a la ciudad y contaron a los jefes de los
sacerdotes todo lo que había pasado. Estos se reunieron con las autoridades judías y
acordaron dar a los soldados una buena cantidad de dinero para que dijeran: «Los discípulos
de Jesús vinieron de noche y, como estábamos dormidos, robaron el cuerpo. Si esto llega a
oídos de Pilato, nosotros lo arreglaremos para que no tengan problemas.» Los soldados
recibieron el dinero e hicieron como les habían dicho. De ahí salió la mentira que ha corrido
entre los judíos hasta el día de hoy.
Palabra del Señor.

Comentario
Los enemigos de Cristo quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser robado por sus
discípulos y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y montando la guardia. Y son
precisamente ellos quienes contaron lo ocurrido. Qué acertado es el comentario de un Padre
de la Iglesia cuando dice a los soldados: "Si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y si
los habéis visto, ¿por qué no se lo habéis impedido?". Pero no hay peor ciego que el que no
quiere ver.
En lugar de creer, los sumos sacerdotes y los ancianos quieren ocultar el acontecimiento de la
Resurrección y, con dinero, compran a los soldados, porque la verdad no les interesa cuando
es contraria a lo que ellos piensan.

Oración
Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para reconocer la verdad.
Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras flaquezas, nuestra falta de entrega,
que nunca sirvamos a la mentira, para sacar adelante nuestros intereses. Que te
reconozcamos, Señor, como la Verdad de nuestra vida.
QUINTA ESTACIÓN.
PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO

Los apóstoles han recibido con desconfianza la noticia que les han dado las mujeres.
Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se acercan al sepulcro
con la rapidez de su esperanza.
Del Evangelio según San Juan 20, 3-10 (cf. Lc 24, 12).
Pedro y el otro discípulo salieron para el sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro
discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Como se inclinara, vio los
lienzos caídos, pero no entró. Pedro llegó detrás, entró en el sepulcro y vio también los
lienzos caídos. El sudario con que le habían cubierto la cabeza no se había caído como
los lienzos, sino que se mantenía enrollado en su lugar. Entonces entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero, vio y creyó. Pues no habían entendido todavía
la Escritura: ¡él “debía” resucitar de entre los muertos! Después los dos discípulos se
volvieron a casa.
Palabra del Señor.

Comentario
Pedro y Juan son los primeros apóstoles en ir al sepulcro. Han llegado corriendo, con el
alma esperanzada y el corazón latiendo fuerte. Y comprueban que todo es como les
han dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles de cómo estaba el sudario
quedan grabados en su interior, y reflejados en la Escritura. Cristo ha vencido a la
muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho de la historia, que va a cambiar la
historia. Después de este hecho, el Señor saldría al encuentro de Pedro, como
expresión de la delicadeza de su amor; y así, el que llegaría a ser Cabeza de los
Apóstoles, y tendría que confirmarlos en la fe, recibió una visita personal de Jesús. Así
nos lo cuenta Pablo y Lucas: "[Cristo] se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Cor 15,
5; cf. Lc 24, 34).

Oración
Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos hacia Ti,
sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior para responder con
prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que sepamos escuchar a los que nos
hablan en tu nombre para que corramos con esperanza a buscarte.

SEXTA ESTACIÓN.
JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES

Los discípulos están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena. Temerosos y
desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces cuando Jesús se
presenta en medio de ellos, y el miedo da paso a la paz.
Del Evangelio según San Lucas 24, 36-43 (cf. Mc 16, 14-18; Jn, 20, 19-23).
Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les
dijo: «Paz a ustedes.») Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún
espíritu, pero él les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso?
Miren mis manos y mis pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene
carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.» (Y dicho esto les mostró las manos y
los pies).
Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo:
«¿Tienen aquí algo que comer?» Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado
asado (y una porción de miel); lo tomó y lo comió delante ellos.
Palabra del Señor.

Comentario
Cristo resucitado es el mismo Jesús que nació en Belén y trabajó durante años en Nazaret, el
mismo que recorrió los caminos de Palestina predicando y haciendo milagros, el mismo que
lavó los pies a sus discípulos y se entregó a sus enemigos para morir en la Cruz. Jesucristo, el
Señor que es verdadero Dios y hombre verdadero. Pero los apóstoles apenas pueden creerlo:
están asustados, temerosos de correr su misma suerte. Es entonces cuando se presenta en
medio de ellos, y les muestra sus llagas como trofeo, la señal de su victoria sobre la muerte y
el pecado. Con ellas nos ha rescatado. Han sido el precio de nuestra redención. No es un
fantasma. Es verdaderamente el mismo Jesús que los eligió como amigos, y ahora come con
ellos. El Señor, que se ha encarnado por nosotros, nos quiere mostrar, aún más
explícitamente, que la materia no es algo malo, sino que ha sido transformada porque Jesús la
ha asumido.
Oración
Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento, incluso cuando no
te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana que existió en la historia, sino que,
vivo y presente entre nosotros, ilumines nuestro camino en esta vida y, después, transformes
nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el tuyo.

SÉPTIMA ESTACIÓN.
EN EL CAMINO DE EMAÚS

Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un caminante les devuelve
esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su compañía, sin embargo, sólo se les abren los ojos al
verlo partir el pan.
Del Evangelio según San Lucas 24, 13-32

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a una aldea llamada Emaús (...). Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no
eran capaces de reconocerlo (...) Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo
que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo ademán de seguir
adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de
caída". Y entró para quedarse con ellos.
Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les
abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"

Palabra del Señor.

Comentario
Los de Emaús se iban tristes y desesperanzados: como tantos hombres y mujeres que ven con
perplejidad cómo las cosas no salen según habían previsto. No acaban de confiar en el Señor. Sin
embargo Cristo "se viste de caminante" para iluminar sus pasos decepcionados, para recuperar su
esperanza. Y mientras les explica las Escrituras, su corazón, sin terminar de entender, se llena de luz,
"arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a la mesa, Jesús parte el pan y se les abren la mente y
el corazón. Y descubren que era el Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va
acompañando en nuestro camino diario para encaminarnos a la Eucaristía: para escuchar su Palabra y
compartir el Pan.
Oración
Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas veces estamos
desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino de la vida, en la lectura de tu Palabra y
en la celebración de la Eucaristía, donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre
nos lleve a Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.

OCTAVA ESTACIÓN.
JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS.

Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor de un primer momento da paso a la


alegría. Va a ser entonces cuando el Señor les dará el poder de perdonar los pecados,
de ofrecer a los hombres la misericordia de Dios.
Del Evangelio según San Juan 20, 19-23 (cf. Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).
Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la
tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en
medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y
el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor.
Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los
envío yo también.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a
quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les
serán retenidos.»
Palabra del Señor.

Comentario
Los apóstoles no han terminado de entender lo que ha ocurrido en estos días, pero eso no
importa ahora, porque Cristo está otra vez junto a ellos. Vuelven a vivir la intimidad del amor,
la cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas por el miedo, y Él les va a ayudar a abrir de
par en par su corazón para acoger a todo hombre. Durante la Última Cena les dio el poder de
renovar su entrega por amor: el poder de celebrar el sacrificio de la Eucaristía. En estos
momentos, les hace partícipes de la misericordia de Dios: el poder de perdonar los pecados.
Los apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este regalo precioso que Dios
otorga al hombre: la capacidad de volver a la amistad con Dios después de haberlo
abandonado por el pecado, la reconciliación.
Oración
Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque has hecho de ellos
los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos alejemos de Ti por el pecado,
ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu misericordia en el sacramento de la Penitencia.
Porque la Penitencia limpia el alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y
nos ofrece la paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate cristiano.

NOVENA ESTACIÓN.
JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS.

Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús resucitado.
Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado convencer. Por eso el
Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.
Del Evangelio según San Juan 20, 26-29
Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos.
Estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos. Les dijo: «La paz
esté con ustedes.» Después dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos;
extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree.»
Tomás exclamó: «Tú eres mi Señor y mi Dios.» Jesús replicó: «Crees porque me has
visto. ¡Felices los que no han visto, pero creen!»
Palabra del Señor.

Comentario
Tomás no se deja convencer por las palabras, por el testimonio de los demás apóstoles,
y busca los hechos: ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente nuestro corazón,
busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es una gracia de Dios que nos
lleva reconocerlo como Señor, que mueve nuestro corazón hacia Él, que nos abre los
ojos del espíritu. La fe supera nuestras capacidades pero no es irracional, ni algo que se
imponga contra nuestra libertad: es más bien una luz que ilumina nuestra existencia y
nos ayuda y fortalece para reconocer la verdad y aprender a amarla. ¡Qué importante
es estar pegados a Cristo, aunque no lo sintamos cerca, aunque no lo toquemos,
aunque no lo veamos!
Oración
Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y firme,
llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar contra toda
esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como dijiste al apóstol Tomás,
queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y abrazarnos con firmeza a tu palabra y al
magisterio de la Iglesia que has instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad
que libera.
DÉCIMA ESTACIÓN.

JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA

Los apóstoles han vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se han esforzado, sin
conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar de nuevo. Y la obediencia les otorga una
muchedumbre de peces.
Del Evangelio según San Juan 21, 1-6a
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció
de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de
Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos
contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron
nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que
era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la
rea a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la
multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor".

Palabra del Señor.

Comentario
En los momentos de incertidumbre, los apóstoles se unen en el trabajo con Pedro. La barca de Pedro,
el pescador de Galilea, es imagen de la Iglesia, cuyos miembros, a lo largo de la historia están llamados
a poner por obra el mandato del Señor: "seréis pescadores de hombres". Pero no vale únicamente el
esfuerzo humano, hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra, y echar las redes. En las
circunstancias difíciles, cuando parece que humanamente se ha puesto todo por nuestra parte, es el
momento de la confianza en Dios, de la fidelidad a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la extensión
del Reino, es fruto de la gracia de Dios y del esfuerzo y docilidad del hombre. Pero hay que saber
descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que afina el amor. Y Él nos premiará con frutos
abundantes.
Oración

Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de Pedro, en la Iglesia. Que
aprendamos a amarla y respetarla como madre. Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros
mismos y en nuestra actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos
siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque sólo así recogeremos
frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.

UNDÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR
Jesús ha cogido aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere ponerlo al
frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a convertirse en el Pastor de los
que siguen al Señor.
Del Evangelio según San Juan 21, 15-19.
Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más
que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis
corderos.»
Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí,
Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.»
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste
al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes
todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero
cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no
quieras.» Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a
Dios. Y añadió: «Sígueme.».
Palabra del Señor.

Comentario
Pedro, el impulsivo, el fogoso, queda a solas con el Señor. Y se siente avergonzado porque le
ha fallado cuando más lo necesitaba. Pero Jesús no le reprocha su cobardía: el amor es más
grande que todas nuestras miserias. Le lleva por el camino de renovar el amor, de recomenzar,
porque nunca hay nada perdido. Las tres preguntas de Jesús son la mejor prueba de que Él sí
es fiel a sus promesas, de que nunca abandona a los suyos: siempre está abierta, de par en
par, la puerta de la esperanza para quien sabe amar. La respuesta de Cristo, Buen Pastor, es
ponerle a él y a sus Sucesores al frente de la naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de Dios
con la solicitud de un padre, de un maestro, de un hermano, de un servidor. Así, Pedro, el
primer Papa, y luego sus sucesores son "el Siervo de los siervos de Dios".
Oración
Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son traiciones a tu amistad,
y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor. Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de
Pedro, al Santo Padre el Papa, con el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de
la unidad de la Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.

DUODÉCIMA ESTACIÓN.
LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES

Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea de
extender el Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los rincones la
Buena Noticia.
Del Evangelio según San Mateo 28, 16-20. cf. Lc 24, 44-48.
Por su parte, los Once discípulos partieron para Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. Cuando vieron a Jesús, se postraron ante él, aunque algunos todavía
dudaban.
Jesús se acercó y les habló así: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la
tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en
el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que
yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la
historia.»
Palabra del Señor.

Comentario
Los últimos días de Jesús en la tierra junto a sus discípulos debieron quedar muy
grabados en sus mentes y en sus corazones. La intimidad de la amistad se ha ido
concretando con la cercanía del resucitado, que les ha ayudado a saborear estos
últimos instantes con Él. Pero el Señor pone en su horizonte toda la tarea que tienen
por delante: "Id al mundo entero...". Ese es su testamento: hay que ponerse en camino
para llevar a todos el mensaje que han visto y oído. Están por delante las tres grandes
tareas de todo apóstol, de todo cristiano: predicar, hablar de Dios para que la gente
crea; bautizar, hacer que las personas lleguen a ser hijos de Dios, que celebren los
sacramentos; y vivir según el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el
Maestro, el Señor.

Oración
Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato de
predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en nosotros el deseo
de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la alegría de tu Resurrección, para
que así el mundo crea, y creyendo sea transformado a tu imagen.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ASCIENDE AL CIELO
Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del Padre,
ahora vuelve al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está en el cielo, y
desde allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.
De los Hechos de los Apóstoles 1, 9-11 (cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).
Dicho esto, Jesús fue arrebatado ante sus ojos y una nube lo ocultó de su vista. Ellos
seguían mirando fijamente al cielo mientras se alejaba. Pero de repente vieron a su
lado a dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Amigos galileos, ¿qué hacen
ahí mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado volverá de la misma manera
que ustedes lo han visto ir al cielo.»
Palabra de Dios.

Comentario
Todos se han reunido para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la separación,
pero el Señor les ha llenado de esperanza. Una esperanza firme: "Yo estaré con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Por eso los ángeles les sacan de esos
primeros instantes de desconcierto, de "mirar al cielo". Es el momento de ponerse a
trabajar, de emplearse a fondo para llevar el mensaje de alegría, la Buena Noticia, hasta
los confines del mundo, porque contamos con la compañía de Jesús, que no nos
abandona. Y no podemos perder un instante, porque el tiempo no es nuestro, sino de
Dios, para quemarlo en su servicio.
Jesucristo ha querido ir por delante de nosotros, para que vivamos con la ardiente
esperanza de acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado a la derecha del Padre,
hasta que vuelva al final de los tiempos.

Oración
Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has destinado para
los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos ayude a trabajar sin
descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca de brazos cruzados, sino que
hagamos de nuestra vida una siembra continua de paz y de alegría.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS

La promesa firme que Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un Consolador.


Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se derrama sobre la Iglesia
naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.
De los Hechos de los Apóstoles 2, 1-4
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó
toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del
Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
que se expresaran.
Palabra del Dios.

Comentario
Jesús, el Hijo de Dios, está ya en el cielo, pero ha prometido a sus amigos que no
quedarán solos. Y fiel a la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía al Espíritu
Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Muy pegados a la Virgen, Madre de
la Iglesia, reciben el Espíritu Santo. Él es el que llena de luz la mente y de fuego el
corazón de los discípulos para darles la fuerza y el impulso para predicar el Reino de
Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la Iglesia". A partir de este momento la Iglesia,
que somos todos los bautizados, está en peregrinación por este mundo. El Espíritu
Santo la guía a lo largo de la historia de la humanidad, pero también a lo largo de la
propia historia personal de cada uno, hasta que un día participemos del gozo junto a
Dios en el cielo.

Oración
Dios Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma, Consolador y Santificador nuestro, inflama
nuestro corazón, llena de luz nuestra mente para que te tratemos cada vez más y te
conozcamos mejor. Derrama sobre nosotros el fuego de tu amor para que,
transformados por tu fuerza, te pongamos en la entraña de nuestro ser y de nuestro
obrar, y todo lo hagamos bajo tu impulso.

ORACIÓN FINAL: Señor y Dios nuestro, fuente de alegría y de esperanza, hemos vivido
con tu Hijo los acontecimientos de su Resurrección y Ascensión hasta la venida del
Espíritu Santo; haz que la contemplación de estos misterios nos llene de tu gracia y nos
capacite para dar testimonio de Jesucristo en medio del mundo. Te pedimos por tu
Santa Iglesia: que sea fiel reflejo de las huellas de Cristo en la historia y que, llena del
Espíritu Santo, manifieste al mundo los tesoros de tu amor, santifique a tus fieles con
los sacramentos y haga partícipes a todos los hombres de la resurrección eterna. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Todos: Amén.

CONCLUSIÓN:
Guía: Anunciemos a todos la alegría del Señor resucitado, Aleluya, aleluya.
Todos: Demos gracias a Dios, Aleluya, aleluya.

Paz y Bien.

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