Tomo 03 03

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III.

ATAQUES Á LA CORUÑA Y A LISBOA.

1589.

Dispersa la grande Armada, toman los ingleses la ofensiva. — Preparan expedición


con auxilio de holandeses.—Intentan restaurar a D. Antonio de Grato en Portu
gal mediante tratado oneroso.—Atacan á la Coruña.—Son rechazados. —Acome
ten á Lisboa. — Reciben segunda derrota.—Vuelven á Inglaterra con enorme
pérdida.—Hácenles cargos.— Peste y descontento.—Tres expediciones al Maga
llanes fracasan.—Muere Cavendish.—Crucero de Cumberland en las Azores.—
Ensayo comercial en el Mediterráneo.—Turcos y argelinos.—Presa hecha á éstos
en los Alfaques.

nmenso júbilo embargaba á los protestantes de In


glaterra desde la hora en que tuvieron certeza
de haberse alejado de sus mares la flota que tan
temerosos los había tenido. Podían respirar libre
mente; el peligro de invasión había pasado; gozaban
la satisfacción de haber visto huir, por vez primera,
naves españolas, y con dificultad resistían á la tentación de
creerse autores de tamaña ventura. La reina Isabel, más que
todos ellos ensoberbecida, pero también más cauta y previ
sora, desechando las pretensiones de los rebeldes de Flandes
instándola á utilizar las fuerzas que tenía reunidas y el efecto
moral de las circunstancias para poner sitio y tomar la plaza
de Dunquerque, pensó en evitar segunda acometida de las
escuadras de España buscando á D. Felipe ocupación en sus
Estados y alejando del propio país el teatro de la guerra, para
lo cual servíale á maravilla D. Antonio, el prior de Crato,
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42 ARMADA ESPAÑOLA.

pretendiente incansable, lleno de ilusiones, empezando por


la de que bastaría ligero apoyo para que los portugueses á
una voz se alzaran proclamándole.
Como no duelen prendas en el ofrecimiento de lo que no
se tiene, se mostraba dispuesto á pagar á la Reina 5 millones
de oro por gastos de la expedición que se dedicara á su ser
vicio, dos meses después de hallarse asegurado en el solio;
3.000 ducados anuales á perpetuidad; tres pagas de gracia á
las tropas, amén del saco de las poblaciones, sin exceptuar á
la capital. Independientemente suscribiría tratados de alianza
y comercio en Portugal y sus Indias; autorización para hacer
armadas en Lisboa contra el Rey Católico, quedando en los
fuertes de la ciudad y puerto guarnición inglesa á perpetui
dad. Creábales, pues, en la península ibérica colonia, y á esto
llamaba, y han llamado en otras épocas, independencia de su
patria.
Al Gobierno inglés acomodaban las condiciones, aunque no
se consiguiera por entero con la empresa la desmembración
del territorio occidental, mal soldado todavía á la Corona de
Castilla; lo esencial en aquel entonces era la diversión á que
había de contribuir el rey de Fez con ataque por la costa de
Andalucía.
Dispuesto lo necesario con actividad que contrastaba con
la parsimonia de los armamentos castellanos, salió la expedi
ción de Inglaterra, el 13 de Abril de 1589, con unas 150 ve
las y efectivo de 23.375 hombres, el mando de la escuadra
confiado al almirante Drake y el del ejército al coronel John
Norreys ó Norris. En la instrucción real se les encargaba
destruir las naves que hallaran en los puertos y apoderarse
de alguna de las islas Azores para interceptar los tesoros de
las Indias que pasaban por ellas. En segundo término pres
tarían asistencia al de Crato para recobrar el reino de Portu
gal si la opinión pública le era favorable. Al efecto iban en
la escuadra armas y monturas con que poner en pie de gue
rra á sus partidarios '.

1 Cakndar of Stattpapcrs.
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ATAQUES A LA CORUÑA Y Á LISBOA. 43

Don Antonio, poseído de su papel, escribió cartas á los so


beranos, ofreciendo al de Francia concurso para sacarle de
apuros, como si estuviera realmente en el caso de brindar
protección \
Dirigiéronse las naves á la Coruña en la creencia errónea
de reunirse allí 200 naves con víveres, municiones, cables y
pertrechos en preparación de segunda jornada á Inglaterra, y
de guardarse en la plaza, mal prevenida, 5 millones en oro.
Se había ordenado, con efecto, reconcentrar en aquel puerto
vitualla, y había ya reunida cantidad de bizcocho con otros
artículos; en todo lo demás no tenían visos.de verdad los in
formes que los ingleses traían. La ciudad, defendida por an
tiguos muros, sin terraplén, reunió cinco compañías, que con
los caballeros particulares y milicia de los pueblos vecinos
llegarían á 1.500 hombres. En el puerto hacía papel el casti
llejo de San Antón; se hallaban al ancla el galeón San fosé,
de Bertendona, la nao San Bartolomé y las dos galeras de
Pantoja. Carenando y sin artillería, el galeón San Bernardo
Entraron las naves inglesas en el puerto el 4 de Mayo, des
pués de mediodía, cañoneándolas el castillo y los buques, y
en el acto empezaron á desembarcar gente con 14 lanchones
que al propósito llevaban prevenidos, poniéndola en escua
drones sobre los caminos de Betanzos y de Santiago, y las
alturas contiguas, no sin escaramuzas.
El día 5 desembarcaron tres piezas gruesas de artillería á
fin de batir á los galeones, que les hacían daño. Fue preciso
entonces incendiar al San jfuan y dar barreno al otro; las
galeras se retiraron por la ría de Betanzos dejando en la ciu
dad los soldados que tenían. Durante la noche abrieron los
ingleses trincheras, y acercaron las naves al fuerte de San
Antonio, recibiendo de sus cañones averías bastantes para
desistir del ataque por entonces y en todo el tiempo de su
permanencia. En el barrio bajo de la Pescadería, extramuros,
estuvieron más afortunados, ganándolo con muerte de unos
70 de los defensores y toma de la artillería del galeón San

' París. Archivo Nacional, K, 1569.8,62, pieza 45.


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44 . ARMADA ESPAÑOLA.

Bernardo, tendida en el muelle por estar, como antes se ha


dicho, tumbado, carenando.
Ganaron el día 6 el monasterio de Santo Domingo, tam
bién fuera de murallas; establecieron baterías á cubierto, y
antes de romper el fuego enviaron parlamento al Marqués de
Cerralbo, gobernador, diciendo «que los Generales pedían la
ciudad para la reina de Inglaterra, y que entregándosela
usarían de clemencia, no mirando á la afrenta que el año
pasado le había querido hacer nuestra armada; que no lo
haciendo se usaría el rigor de la guerra, y que, aunque estu
viese dentro todo el poder de España, la habían de tomar
dentro de dos días.'» Contésteseles que hicieran lo que tuvie
sen por conveniente, respondiendo á la batería con las de la
plaza y rechazando el primer asalto, dado por la punta lla
mada del Mercado.
El 12 volaron una mina, abriendo brecha considerable, y
otra el 14, lanzándose de nuevo al asalto, repetido el 15 y el
16, Defendiéronlos con los soldados las mujeres del pueblo,
señalándose Mayor Fernández de la Cámara y Pita. Por úl
timo, el 18 se reembarcaron, dejando dos de sus naves perdi
das, y salieron el día siguiente del puerto.
Existe un diario con pormenores del sitio y varias relacio
nes que difieren poco '; sin embargo, ni con ellas, ni menos
con las de los enemigos, se forma juicio cabal del ataque, á
que ni unos ni otros concedieron gran importancia. Entre los
historiadores ingleses no hay dos que estén conformes en el
plan, disposiciones, composición de las fuerzas de mar y tie
rra que salieron de Plymouth, y ni uno sólo que suministre
datos de los que regresaron ni de las pérdidas sufridas en
hombres y bajeles. Es penosa al orgullo nacional la confesión
de las derrotas,y aun la simple indicación de erroró desacierto
en los caudillos populare?.
Mientras algunos de estos historiadores * titulan Gran ex-

' Las he citado en el Bosquejo encomiástico del Conde de Fuentes, Memorias de la


Academia de la Historia, t. x.
2 Monson, Camdem, Stow, Speed, Harris, Hackluyt, Lediard, Echard, Colomna-
rostrata.
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pedición á la que había de invadir los estados de D. Felipe,


pretenden otros rebajarla hasta el extremo de asegurar que
nada tenían que ver con ella la Reina ni el Gobierno de In
glaterra, afirmando era empresa particular tolerada y dirigida
al fin de embolsar escudos españoles. En la especificación de
naves y soldados hay discrepancia mayor: quién limita las
fuerzas á 4.000 soldados y otros tantos marineros; quién re
fiere que los estados de Holanda contribuyeron con bajeles
y hombres, al paso que se ven afirmaciones de haberse hecho
perdedizos los primeros sin pasar de Cabo Ushant; quién ase
gura, en fin, que á la flota salida de Inglaterra se fueron agre
gando el Conde Essex, Roger Williams, Felipe Butler y
Eduardo Wingfield \.
Lediard, que como más moderno procuró concertar las
noticias añejas, hace desembarcar en la Coruña 1.200 hom
bres, con la buena suerte de ocupar de seguida la parte baja

1 Mr. Martín A. S. Hume ha publicado en Londres, en Septiembre de 1896, es


decir, después de escrito el presente capítulo, un libro titulado Theyear aftcr tlie
armada, and othcr historical studics, habiendo examinado la correspondencia del
Embajador de Venecia en Madrid y dos relaciones contemporáneas que yo no he
visto; una castellana que posee D. Pascual de Gayangos, Relación de lo subcedido del
Armada enemiga del reyno de Inglaterra á este de Portugal, con la retirada á su tierra,
este año de 1589; otra portuguesa, existente en la Biblioteca Nacional de Lisboa,
Memoria do succeso da rinda dos Ingreses a o reino de Portugal. Registrados también
los documentos ingleses y las historias de aquellos días, halla Mr. Hume que la ex
pedición fue inspirada y propuesta á la reina Isabel por Sir John Norris, habiendo
de formarse compañía que suscribiera capital de 40.000 libras esterlinas, por lo
menos, con objeto de merodear en los dominios de España. En un principio resis
tió la Soberana á la instigación de abrir su bolsillo, mas al fin contribuyó con 20.000
libras y siete naves de las mejores de la Armada real. El Prior de Crato em
pleó el resto de sus recursos; poco á poco habían ido pasando de sus manos á las
de los usureros, ó á las de personas de las cortes de Inglaterra y Francia, las joyas
de la Corona de Portugal, que sustrajo al salir del reino; pero le quedaba todavía
un diamante, el octavo en tamaño de los mayores del mundo, que actualmente
adorna á la Corona Impeiial de Rusia, y lo empeñó para levantar fondos. El resto
necesario lo facilitaron mercaderes ó particulares persuadidos de que la empresa
proporcionaría ganancias enormes.
Juntáronse con las siete naves dichas de la Reina otras veinte de guerra, las
mayores de á 300 toneladas, y transportes menores hasta la suma de 200 velas.
Embarcaron en ellas 16.000 soldados, 2.500 marineros y 1.200 nobles de aventura;
pero en el Canal se desaparecieron sobre 20 embarcaciones con 3.000 hombres. El
Conde de Essex, Williams y compañeros, salieron de Inglaterra posteriormente,
con gran indignación de la Reina virgen, que se lo había prohibido.
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46 ARMADA ESPAÑOLA.

de la ciudad, cogiendo prisionero al gobernador D. Juan de


Luna (sic), de incendiar gran cantidad de provisiones, dego
llando de paso 500 soldados. Mientras se atacaba la pobla
ción alta tuvieron (dice) nueva de aproximarse el Conde de
Andrada con ejército de 8.000 hombres apostados en puente
del Burgo, debiendo reunirse con mayores fuerzas, capita
neadas por el Conde de Altamira, y á impedirlo salieron
nueve regimientos, quedando otros cinco con Drake en
guarda de la artillería de sitio.
Aquí se distrae un tanto el escritor, ó eran muy pequeños
los tales regimientos, puesto que compone catorce con
los 1.200 hombres desembarcados; pero suplían, por lo visto,
el número con la habilidad, toda vez que deshicieron en el
acto al ejército español, matando en la persecución 3.200
hombres, sin dar cuartel á los cuitados que se escondían en
las viñas. Tomaron (sigue diciendo) de contado el estandarte
real y el campamento, con muchas municiones, dinero y vi
tualla; incendiaron los pueblos, talando los campos dos leguas
á la redonda, todo ello sin más pérdida que el capitán
Eduardo Norris y un soldado. Más singular, verdaderamente
asombroso, es que, dando vuelta á la Coruña la tropa victo
riosa, con mucho ganado recogido al paso, juzgara opor
tuno el reembarque sin proseguir el sitio, y se hiciera «sin
haber perdido un solo hombre». Murieron, sí, muchos solda
dos, mas fue de enfermedad, por abuso del vino de que esta
ban colmadas las bodegas. Historia convencional.
Continuando Drake la jornada llegó á Peniche, cuya guar
nición abandonó la plaza; desembarcó, pues, sin dificultad
12.000 hombres y algunos caballos; y mientras Norris avan
zaba á Torres Vedras, donde fue proclamado I). Antonio, se
situó el Almirante en Cascaes sin determinarse á forzar la
entrada del Tajo, defendida por D. Alonso de Bazán con
18 galeras. El primero caminó hasta los arrabales de Lisboa,
retirándose ante él en escaramuza algunas compañías caste
llanas; Drake no juzgó necesario moverse, máxime habién
dosele rendido con engaño el castillo. Aquél tuvo en el pri
mer ataque 300 muertos, pareciéndole desde entonces que la
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entrada no era tan fácil como decía el Pretendiente. Hosti


gábale de continuo el Conde de Fuentes con la caballería;
cañoneábale de flanco desde el rio D. Alonso de Bazán, y
cada día llegaban refuerzos por un lado ú otro á los espa
ñoles, habiéndolos introducido por el Tajo el adelantado
mayor de Castilla, D. Martín de Padilla, con nueve ga
leras.
Á todo esto, si bien el clero regular y, por coincidencia no
table, los hebreos en masa acudieron á recibir á D. Antonio,
proveyeron de víveres al ejército inglés y cuidaron de sus
comunicaciones prestando el servicio de espionaje, el país
permanecía tranquilo, sin que las proclamas del Pretendiente
hicieran efecto, y el Moro se estaba en su tierra; considerado
lo cual, á pesar de los ruegos y protestas del de Crato, deci
dió Norris al tercer día volver á sus naves y marchar hacia
Cascaes, abandonando los caballos y objetos de mayor em
barazo, seguido por las tropas del Conde de Fuentes, que no
le hostigó demasiado, ni llegó á ponerse bajo los fuegos de
la escuadra, contentándose con verles tomar el puente de
plata, como suele decirse, persuadido de no ser prudente
arriesgar batalla, teniendo á sus órdenes solas cuatro compa
ñías de españoles, entre 4.000 portugueses, mientras no vino
á juntársele D. Francisco de Toledo con refuerzo. Anduvo,
pues, conteniendo el ardor de las compañías de jinetes y de
arcabuceros á caballo que picaban la retaguardia, y aun así
fue tan apriesa y desordenado el rembarco, contribuyendo
los clérigos y frailes comprometidos, con el afán de tomar los
esquifes, que se dejaron olvidada una parte del equipaje de
D. Antonio, y, lo que fue peor para ellos, las cartas y listas de
personas que le favorecían.
La escuadra dio en seguida la vela, volviendo á Inglaterra
con gran número de enfermos y de descontentos, prontos á
propalar sus impresiones. Vanamente quisieron Drake y No
rris prevenir la opinión con cartas satisfactorias; la Reina les
significó desagrado por la falta de cumplimiento de sus ins
trucciones; por haber aventurado las fuerzas ante plaza sin
importancia como la Coruña, sin destruir naves, sin hacer
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48 ARMADA ESPAÑOLA.

nada en las Terceras; sin favorecer de veras la causa del


Prior de Crato *.
Tuvieron ellos buenos abogados, diligentes en esparcir no
ticias de descargo, como, por ejemplo, la de que, si antes de
volver hubieran saqueado los arrabales de Lisboa, se llevaran
botín considerable, por estar los almacenes de los muelles
llenos de mercancías; pero que D. Antonio miró por los in
tereses de sus vasallos (que así los llamaba) y privó á los bri
tánicos de la mayor ventaja de la expedición. Aseguraban
haber destruido mucha vitualla preparada para otra expedición
y obligado á los castellanos á quemar por su mano mayor
cantidad. Que tomaron en Cascaes 15 naves con provisiones;
apresaron después otras 60 de las ciudades anseáticas, que
transportaban trigo «contra la prohibición de la Reina», y
escarmentaron á 20 galeras que se atrevían á atacar la reta
guardia. Por último, que habían quemado la ciudadde Vigo»
talando su territorio y Uevádose 150 cañones.
Todas estas especies copiaron los historiadores, insertando
las relaciones de Drake y Norris *; sin embargo, aunque no
confesara ninguno que perdieron por enfermedades y com
bates al pie de 10.000 hombres, ó sea la mitad de la gente;
dos navios en la Coruña, cuatro que echó á fondo el Adelan
tado de Castilla, tres que incendió D. Alonso de Bazán en la
persecución de la retaguardia, algunos más que tuvieron in
cidencias fortuitas, no faltó escritor, como Echard, sincero
en expresar que si la expedición mortificó nuestro orgullo é
hizo temibles á los ingleses, costóles muy cerca de 6.000 sol
dados ó marineros muertos, «no tanto por las manos de los
enemigos, como por las enfermedades causadas por el clima,
el vino y las frutas que comían»; concepto repetido por el
holandés Larrey, historiador poco escrupuloso, como se sabe,
y mucho más apasionado que los ingleses tratándose de Es
paña ó del Catolicismo, que para él venían á ser una misma
cosa.

William Monson, menos condescendiente, estimó que si


' Calendar of State papen. .
1 Hakluyt, t. n, pág. 134.—Lodge, t. n, pág. 389.
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La armada en la rada de Calés.


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ATAyUES Á LA CORUÑA V Á LISBOA. 49

las pérdidas sufridas por España en la jornada del año ante


rior, daban ú entender á la Reina y al país que habían de ha
llarla indefensa, y que sería sencillo sentar el pie en la Pe
nínsula, haciéndose dueños de su comercio y del de las
Indias, que éste era el objetivo de la expedición, poco diestros
anduvieron los jefes en no ir derechos á Lisboa, en vez de
exponerse al fracaso de la Coruña. Otras muchas faltas co
metieron, á su juicio; y si omite la de no haberse atrevido
Drake á forzar la boca del Tajo, que es á lo que otros atribu
yen principalmente el mal suceso, no pretende excusarle por
la falta de palabra que empeñó de hacerlo.
Los escritos españoles del tiempo no se recomiendan tam
poco, en general, por la reflexión ó la templaza de aprecia
ciones, fijándose más en los incidentes que en el fondo de lo
que la invasión significaba '.

1 En el referido Elogio del Conde de Fuentes he recopilado las noticias, haciendo


distinción de narraciones serias, cual las de Herrera, Cabrera de Córdoba y Ba-
via, y de las más movidas, que es útil, sin embargo, conocer. El portugués Faria
y Sousa, cuya inclinación al Prior de Crato nunca ocultó, decia que por no haber
entrado Drake por el Tajo «Norria y D. Antonio le llamaron abiertamente cobarde,
y á la verdad (anadia), él en todas las acciones antecedentes por nuestras marinas,
pudo conseguir nombre de valeroso, pues en las que salió pujante no fue resistido;
en la Coruña, donde lo fue, salió avergonzado De las enfermedades contraidas
por la falta de lo necesario para sustentarse fueron (los ingleses) arrojando muchos
cadáveres al mar y perdiendo navios; y convertido el mal en pestilencia, la sem
braron en Plemua, de donde se transmitió por toda Inglaterra con grave daño, en
que se mantuvo largos días. Estas fueron las ganancias llevadas de Portugal á aquel
reino, que tan grande las esperaba, con que apareció agora más pena en aquella
isla por haber enviado una armada á España, que en España antes por la que habia
enviado allí.» (Europaportuguesa, t. ni, part. I.*, cap. IV, pág. 96.)
La peste y luto de Inglaterra mencionan de un modo parecido Juan de Arque-
Hada (Sumario de prohezasy casos de guerra), y Fr. Juan de Victoria (Sucesos del
reinado de Felipe //) aumentando éste en su manuscrito los datos con el desem
barco en Vigo, á la sazón pueblo de 150 vecinos, que despechado entregó Drake á
las llamas, dando ocasión á que dijeran «iba hecho milano y no osaba acometer
sino á lagartijas». Agrega que alli acudió D. Luis Sarmiento, señor de Salvatierra,
mató al invasor 500 hombres y le hizo 200 prisioneros, y varios más las zabras que
siguieron la retaguardia hasta la costa misma de Inglaterra, utilizando la desmora
lización en que iba la escuadra.
En lo último no hay exageración: D. Bernardino de Mendoza dio cuenta al Rey
de haberse amotinado en Londres la soldadesca, reclamando las pagas en tan mala
forma que fue necesario hacer escarmiento ahorcando á cuatro de los alborotado
res, y relativamente á enfermedades hacen fe las cartas de Tho. Fenner (Calendar
of Statepapers, 14 Julio), expresando que casi toda la gente de la armada iba do-
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50 ARMADA ESPAÑOLA.

No sin alguna razón se estimó en España, y fuera de ella,


desquite del mal suceso en Inglaterra, y victoria doble la
conseguida en Galicia y en Portugal'; nada lo prueba mejor

líente. En su navio, de 300 hombres de tripulación, sólo tres se libraron del con
tagio, y murieron 114; casi la mitad. Aun entre los historiadores ingleses, John
Lingard no se muestra entusiasta ni panegirista. Drake y Norris, dice, eran dies
tros en el arte de componer despachos oficiales, mas como conectivo existen las
cartas de lord Talbot á su padre, contando que al caer la muralla de la Coruña
perecieron por torpeza 300 ingleses. «Hemos perdido más gente que ellos, escribía,
sin otra ventaja que la de acostumbrar á los nuestros á las armas.» En Lisboa, si
gue refiriendo, la persecución del Adelantado de Castilla hizo mucho daño á la ar
mada, aunque eran muy escasas sus galeras. Fenner juzgó acción miserable á la resis
tencia que se las opuso. Don José de Santiago y Gómez, en la Historia de Viga y
su comarca, impresa en Madrid en 1896, da por averiguado que el 29 de Junio
de 1589 entró Drake en el puerto con doscientas trece velas: desembarcó de 7 á 8.000
hombres, entró á saco en la villa, que contaba por entonces unas 600 casas; las in
cendió, asi como también las de la villa de Bouzas y el convente de la isla de San
Simón, costándole estos hechos pérdida de 700 hombres.
Mr. Hume, en The year afler thc Armada, libro anteriormente citado y el último
que trata de la jornada, hace buena pintura del tristísimo papel desempeñado por
el pretendiente D. Antonio, considerado entre los expedicionarios como mero ins
trumento, aunque hubiera extendido las ofertas y compromisos al reconocimiento
de vasallaje á Inglaterra en caso de salir airoso. La situación de las autoridades
españolas, dice, llegó ;i suma gravedad por la escasez de los soldados con que con
taban y la actitud de los portugueses, que en gran masa miraban á los ingleses
como libertadores. Disculpa el proceder de Drake con la disidencia de Norris: el
primero quiso embocar el Tajo con toda la armada, cual iba; el Coronel prefirió el
desembarco en Peniche; y como quedaran los navios sin soldados, y aun sin gente
bastante al servicio de la artillería, no creyó prudente el Almirante arriesgarse en
estas condiciones.
Al salir de Cascaes de regreso, iban arrojando al agua por cientos los muertos
de epidemia. Las galeras españolas atacaron la retaguardia; apresaron ó echaron á
fondo tres naves y otra incendió su Comandante, viéndose reducido al extremo.
Sin embargo, Drake entró en Vigo, incendió la población que estaba abandonada
y sin defensa, taló los campos, hizo el mayor daño que pudo.
A Inglaterra no volvieron más de 5.000 hombres de los que habían salido, y fue
ron licenciados, dándoles á razón de cinco chelines por persona, que no era poco,
ajuicio de los armadores, porque habían estado mantenidos todo el tiempo.
1 He visto, como muestras de publicaciones de neutrales, estas dos:
Brief discovrs de tovt ce qvi c'estpaste en l'armee d'Angleterre aux costez d'Espaigne
& Portugal despuis le quatriesme de May iusques a la desroute de la dicte Armee. Tra-
dvit d'üalien en francois sur la coppie imprimee a Millan. A Lyon. Par Iehan Parras-
son, 1589, 8.", 7 fojas.
Avis de la victoirc dv Roy Catholiqve centre l'Ar.glois en Espagne. Contenant la
dcffaiete de quince mil hommes & quarante Nauires des plus grandes. Suyuant les Me-
moires qu'cn a recen VIllustrissime Ambassadeur d'Espagne Don Bemardin Mendoza.
A París. Chex Robert k Fizelier. Auecpermission, 8.°, 7 fojas.
En la esencia difieren poco estas relaciones. Extreman los actos de impiedad
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ATAQUES Á LA CORUÑA Y A LISBOA. 51

que las cartas de los católicos de las islas Británicas, espe


cialmente la del Primado de Irlanda, suplicando, en nombre
de la fe católica, al rey de España, que después de Dios era
la única esperanza, enviara un socorro de 12 ó 14.000 hom
bres á la nobleza y al pueblo, que combatían ya contra los
opresores '; nada mejor que los temores de Isabel y la
premura con que envió las fuerzas todas de que podía
disponer, antes de que el fuego de la insurrección tomara
incremento; mas si reflexivamente se comparan las dos aco
metidas, hay en favor de la inglesa resultados, moral y ma
terial, no conseguidos por el poderoso monarca católico;
hollar el territorio enemigo, amenguar la reputación de su
fortaleza, mostrarlo vulnerable, y esto con el vigor y la rapi
dez de quien tiene aprendidas las ventajas de la guerra ofen
siva y allega elementos con que hacerla.
Con éstos procuraron diversiones al punto principal de
sus planes, organizándolas, sobre todo, en las Indias, donde
buscaban los recursos, restándolos al adversario. Un navio,
encomendado al capitán Andrés Merik, salió de Portsmouth
con idea de repetir en el mar del Sur las correrías de Drake
y Cavendish, sólo que no lució para él tan limpia estrella;
en el estrecho de Magallanes desaparejaron las borrascas al
bajel y tuvo que retroceder á Inglaterra destrozado. Juan
Chidley, que siguió la misma senda con escuadra, no logró
que entrara en el peligroso pasaje más que una de las naves,
y tras muchos contratiempos, dando vuelta también hacia
Europa, naufragó en la costa de Normandía. El mismo Ca-

cometidos por los luteranos contra los objetos del culto católico en todas partes
donde estuvieron, subiendo las pérdidas de los ingleses á 15.000 hombres y 40
navios, por combates, temporales y hambre. El Adelantado de Castilla, picando la
retaguardia de la escuadra, desfondó á los buques rezagados con 700 hombres, sin
tener por su parte más que dos muertos y 10 heridos. Algo de esto se comprueba
por los partes de D. Martín de Padilla {Colección Sans de Barutell) y de la acción
terrestre por la información que hizo el capitán de caballos D. Sancho Bravo de
Acuña, de haber cargado á los ingleses en Cascaes y tomado dos banderas que
depositó en la capilla de su propiedad en la catedral de Sigüenza.
1 Archivo de Simancas. Estado, Flandes. Leg. 596, fol. 106. — La carta, escrita
en latín con fecha 27 de Diciembre, firma Milerus O'Huigin, Tuanensis, in Hiber-
nia Archiepiscopus.
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jj ARMADA ESPAÑOLA.

vendish les siguió con seis navios sin tomar por agüero la
pérdida de uno de los pataches al salir, ahogándose 42 hom
bres, principio de la serie de desdichas que diferenció este
viaje del anterior. Tardó más de cuarenta días en llegar á la
Línea; enfermó casi toda la gente, teniendo que detenerse
en el Brasil porque convaleciera del cuerpo, sin sospecha de
agravamiento en dolencias latentes del espíritu. Habiendo
entrado en el estrecho y surgido en el puerto dei Hambre, la
padecieron todos, amén de los fríos y trabajos con que acabó
de manifestarse el descontento, no sólo de los marineros,
sino también de los capitanes, que se trataban entre sí, al
decir de cronista suyo, corno judíos y turcos. Esto no era más
que preludio de la insubordinación y del motín abierto con
que al fin obligaron al jefe á volver al Brasil. En esta travesía
se perdieron dos barcos, y al llegar á San Vicente se desertó
el que quedaba, dejando á Cavendish los heridos y enfermos
y llevándose los cirujanos. Después de muchas aventuras,
nuevos motines por insistencia en volver al estrecho contra
la voluntad de la mayoría de la gente, escaramuzas con los
portugueses, que mataron ó hicieron prisionera á la que des
embarcó en la isla de San Sebastián á procurarse víveres.
Todavía sin ellos, sin agua, sin los brazos necesarios á la
maniobra, repugnaba tanto que le yieran llegar á Inglaterra
en aquel estado, como á sus marineros continuar la jornada,
cuyo fin se ignora. El recuerdo de la nao Santa Ana, de la
sedería con que la otra vez forró las velas, y de los lingotes
de oro estivados por lastre, amargarían el desdichado fin del
aventurero entre las ondas *.
Entre tantos desastres acarició el año 1589 á Jorge Clifford>
conde de Cumberland, hasta entonces desgraciado en las
empresas marítimas, con crucero fructuoso en las Azores,
adonde fue con 13 naves, la capitana de 900 toneladas y 450

• Vargas Ponce: Relación del último viaje al estrecho de Magallanes. — The last and
disasterous Voyage of thatfamous navigator Mr. Tko-Candish.—Naviganthtm at Itinc-
rantium Bibliotheca, t. i, lib. v, cap. ni. — Los tres últimos cantos del poema de
Barco Centenera, La Argentina, están dedicados á la infeliz expedición de Ca
vendish.
Instituto de Historia y Cultura Naval

ATAQUES Á LA CORUÑA Y Á LISBOA. 53

hombres. Llegando el 6 de Septiembre á la isla de Fayal,


apresó siete navios surtos en el puerto, uno de ellos de la
India, con riqueza. Volvió el día 14 contra la población, que
saqueó, y se mantuvo por allí hasta principios de Octubre,
haciendo otras adquisiciones de naves del Brasil y una de
Nueva España, aunque le mataron 80 hombres '.
Señal de vitalidad y desarrollo de las industrias navales
dieron además los ingleses, ensayando este año expediciones
mercantiles al Mediterráneo con objeto de abrir camino al
tráfico directo. Enviaron un grupo de ic navios armados,
con prevención de pasar el estrecho de Gibraltar á la ida y
vuelta con tiempos hechos, en que las galeras de España no
pudieran aguantar la mar, y les salió muy bien la experiencia,
hallando acogida en Genova y Venecia *. Verdad es que
tuvieron en favor el entretenimiento de las dichas galeras,
dispuestas á resistir á la armada turca que había hecho mo
vimiento hacia Trípoli, gobernada por Asan Bajá, y á defen
der la costa de las continuas algaradas de argelinos, castiga
dos en el mes de Abril con la presa de nueve fragatas y 246
moros y turcos, que se les hizo en los Alfaques *.

1 Carta do capitáo Gaspar Goni;alvez Dutra a Lopo Gil Fagundes, em Lisboa


sobre o que aconteceo na llha do Fayal. Archivo dos Afores, t. II, pág. 304.—
Barrows: Memoirs of the naval worthics.— Cumberland.— Correspondencia de D. Ber-
nardino de Mendoza. Paris. Archivo Nacional.
2 Reales cédulas. Colección Sans de Barutell, art. 3.0, núm. 563.
% ídem id., art. 6.°, núm. 114.
Instituto de Historia y Cultura Naval

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