Rutina y Flexibilización
Rutina y Flexibilización
Rutina y Flexibilización
industrializada
Decía Marx en Ideología alemana, obra que realizó en conjunto con Engels, que las
condiciones materiales determinan algunas codificaciones mentales de los individuos, es
decir, bajo su yugo, éstos crean categorías epistemológicas con las cuales explican su
realidad y rigen su comportamiento. Categorías que están relacionadas con los campos de la
economía, de la cultura, la ética, la moral y el campo de lo político. No olvidemos que nos
desenvolvemos en un mundo compuesto por materia y si nuestra tendencia es idealista
consideraremos que existe otro plano justo en el que el ser se oculta y des-oculta en todo
momento. Pero en estos instantes es menester que dirijamos nuestras intencionalidades sólo
al plano material en el que nos encontramos y en el que podemos resinificar nuestra
existencia. Todos los elementos compuestos de átomos, que dicho sea de paso son
demasiados, se encuentran a nuestro alcance y nosotros nos encontramos al alcance de
ellos, pero dada nuestra condición humana o mejor dicho nuestra escancia, podemos
transformar la materia en aras de obtener algún beneficio a corto, mediano o a largo plazo.
Gracias a un cerebro desarrollado podemos construir y re-construir la materia, es
decir, nos es posible modificar las características secundarias de los objetos con los que
entramos en contacto. Siguiendo una ley de la naturaleza, el hombre no destruye la materia,
sólo la transforma. Según Engels, la transmutación del cerebro del mono a uno de hombre
se presentó de manera paulatina. En un primer momento de gran abundancia material y por
tanto de una gran competencia, aquellos de nuestros primeros eslabones se vieron en la
necesidad de crear artefactos que les permitiesen defenderse de los otros y consumir el fruto
de la tierra. Cada intento de creación le llevó a desarrollar determinadas habilidades, así, el
cerebro, de manera reciproca, también se desarrollaba. Los tiempos de prosperidad son
relativamente cortos, pues el hombre y sus antepasados abusan y han abusado en exceso de
sus medios. Para afrontar las vicisitudes derivadas de la escases, es necesario trabajar en
equipo, para lo cual, es indispensable una buena comunicación ya sea por señales hasta
cierto punto complejas o a través de un lenguaje que tenga como base la palabra articulada.
Así, mientras las condiciones materiales se transforman, el hombre adquiere y desarrolla
1
habilidades, destrezas y sentimientos determinados. La esencia de uno, trastoca a la del
otro, y viceversa, en un juego donde ambos se benefician y a la vez se perjudican, sea el
caso. A nivel epistemológico las grandes estructuras también sufren modificaciones con los
cambios materiales. Los conceptos y las palabras comienzan a tener otro significado, de
hecho en el léxico del vulgo y del intelectual se van construyendo nuevas palabras que
revelan la identidad de los nuevos tiempos. En el campo de la ciencia y la tecnología
también surgen nuevos descubrimientos y creaciones, verbigracia, si existen grandes
yacimientos de carbón, deben de ser explotados y para que la travesía sea efectiva se deben
construir rieles, galones, grandes escaleras, maquinaría toda etc. La materia no se crea ni se
destruye, sólo se transforma. Hay procesos naturales que realizan el cambio, hay otros
donde el hombre interviene para que el cambio se presente. Pero son las condiciones
materiales las que determinan, en un porcentaje, las estructuras sociales, económicas y
políticas con las que se rigen las comunidades humanas, sin embargo, en algunas ocasiones,
esos cambios van acompañados por cambios en las prospectivas mentales de algunos
individuos que son auto-conscientes de las aporías en las que se desenvuelven. Todo
influye para que el hombre comience a repensarse en el mundo.
Ante ello, casi como si fuera una regla general, me surge la siguiente interrogante
¿Qué repercusiones, sean éstas perversas o bondadosas, trae consigo el dominio del sistema
económico capitalista en el campo de las relaciones afectivas de los hombres? Y es que el
capitalismo como sistema económico ha transformado de manera exponencial esas
condiciones materiales que tanto nos condicionan. Esas metamorfosis inevitablemente nos
transgreden, nos conducen a actuar de una u otra manera ¿Por qué? Porque todos formamos
parte de un mismo plano. Si ello es cierto, entonces, las lógicas de trabajo con las que
funciona el sistema económico mencionado, afectaran las relaciones de los hombres en su
totalidad. Si éstos comienzan, por ejemplo, a ser arrogantes, individualistas, mucho
efectivos en el labor, pero poco efectivos en la comunicación, las relaciones entre uno y
otro hombre cambiaran de manera radical: su forma de concebirse en el mundo también se
tergiversará y las consecuencias que se desprenden de ello son verdaderos vestigios de
barbarie. Es por ello, que el meollo de éste escrito no es contestar de manera concreta a la
interrogante planteada en las líneas de arriba, más bien, se intenta construir un atisbo de las
consecuencias perversas que puede traer consigo y ha traído la reproducción constante de
2
las lógicas con que se rige el sistema económico Capitalista: Relación entre obrero y
capitalista, exclusión laboral, rutina y flexibilización. Lógicas de trabajo, claro, que no sólo
influyen en el campo laboral sino en las diferentes esferas del conocimiento en las que se
desenvuelven los individuos. En otras palabras, el objetivo es construir una especia de
diagnostico que nos permita repensar nuestra estadía en el mundo y que nos permita
también, construir verdaderos puntos de fuga, para fugarnos de lo rutinario.
El mundo de la rutina, la flexibilización enmascarada, los discursos de los
massmedia, la poca capacidad de recrearse de los hombres por la falta del tiempo que se
consume por la jornada laboral, el verse como enemigos potenciales los unos a los otros
dan pie al surgimiento de nuevas relaciones de philia o de amistad meramente superficiales,
que se basan en el interés económico y no en la benevolencia como ya lo mencionaba
Adam Smith. Es menester para cristalizar mi objetivo mostrar el espíritu del sistema
capitalista y con ello las lógicas con las que funciona. Quien mejor para revelarlas que el
propio Adama Smith y el propio Karl Marx. Paso a paso y conforme se valla atisbando
tanto el espíritu como sus lógicas, de manera simultánea, se vislumbraran las consecuencias
perversas de ellas, para lo cual seguiré una line de pensamiento frankfuriana.
3
psicológica, donde el discurso y la palabra son la herramienta fundamental para llegar al
triunfo y es que con la una y la otra se cosifican las voluntades. Las palabras, que son el
cuerpo del discurso, “primitivamente, formaban parte de la magia y conservan todavía en
la actualidad algo de su antiguo poder. Por medio de palabras puede un hombre hacer feliz
a un semejante o llevarle a la desesperación. Por medio de palabras, transmite el profesor
sus conocimientos a sus discípulos y arrastra tras de sí el orador a sus oyentes,
determinando sus juicios y decisiones.”1 Así, la historia resulta ser una lucha de
antagonismos, donde hay un solo vencedor, por ello suele decirse que la historia es “como
un duelo donde un joven retador derrota al campeón envejecido.” 2 Con nostalgia podemos
hablar de un antagonismo de estamentos o como la tradición marxista llamará, clases
sociales. Una más favorecida que la otra; una clase dominante y una clase dominada.
Marx, en el Manifiesto del partido comunista es muy asertivo o no es que
contundente, al considerar “que la historia de todas las sociedades que han existido hasta
nuestros días, es la historia de las luchas de clases.” 3 Considera que han existido, por tanto,
hombres libres y sus contrarios, los esclavos. Opresores y reprimidos se han enfrentado
siempre, el resultado y las consecuencias pueden reducirse a una disyunción: O los
opresores hunden a la clase beligerante o los oprimidos causan un cambio revolucionario en
todos los sectores sociales. Los tiempos benevolentes han quedado muy lejos, de hecho,
con tales afirmaciones que realiza Marx, la esperanza de tiempos mejores puede diluirse
como si fuese un coco de nieve en un día muy soleado, y es que si la historia ha sido
siempre una lucha de clases, ¿Qué pasará cuando la clase proletaria logré su reivindicación?
¿Sé convertirá en la clase opresora? No tenemos que olvidar que una de las características
de las sociedades modernas, que han salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, es la
reducción de los polos antagonistas. Si en la antigua Roma, por ejemplo, se hallaban en la
cadena trófica social: patricios, caballeros, plebeyos y esclavos, en la sociedad moderna
industrializada existen sólo dos clases que se enfrentan directamente, la burguesa y la
proletaria. Para Marx esta última tenía en sus manos la posibilidad de la gran reivindicación
humana o mejor dicho el final de los tiempos. Ello denota una actitud meramente
mesiánica, cual si fuera un espíritu esperando la llegada del Dios mismo. Este elemento
1
Freud, Sigmund, Introducción al Psicoanálisis, Atalaya, Barcelona, 1999, p. 12.
2
Hirschman, Albert, Las pasiones y los intereses, Fondo de Cultura económica, México, 1978, p. 12.
3
Marx, Karl, Friedich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Colofón , México, 2002, p. 123.
4
mesiánico es indispensable para entender el planteamiento de Marx. Con el fin de los
tiempos las clases sociales desaparecerían y con ello, directamente, la propiedad privada; el
mesías no es más que la clase proletaria, la autoconciencia de la historia que pide a gritos,
junto con sus muertos, que se dejen de cometer los actos de barbarie.
Son los proletarios y los burgueses los actores protagónicos del campo económico
moderno y también son ellos quienes proporcionan su estructura al sistema Capitalista:
medio de producción que se basa en la propiedad privada y en lucro de bienes. Su principal
objetivo es la producción enmarcada en un solo plano para el cumulo de riqueza. La fuerza
que utiliza, es la fuerza del hombre, su energía, su esencia, su vida. Pero ¿Quién
proporciona esa energía? ¿El proletario o el burgués? El proletariado posee su fuerza de
trabajo y solamente ello, mientras que los burgueses tienen en sus manos los medios de
producción: grandes fábricas, porciones de tierra, maquinaria novedosa para la
transformación de la materia, etc., luego entonces, son los obreros quienes dan su vida para
darle vida al sistema capitalista. Claro que es la interacción entre burgués y proletario lo
que hace eficaz al sistema. El uno le proporciona trabajo al otro, mientras que éste, al
imprimir su esencia al trabajo realizado le da un valor de cambio a aquello que ha creado, la
mercancía. Las mercancías, dice Marx en el Segundo tomo del Capital, tienen un valor de
uso y un valor de cambio. Debemos recordar que una mercancía es en primer término un
objeto externo al hombre, que modifica con su trabajo “para satisfacer necesidades […] de
cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo
del estómago o de la fantasía, no interesa en lo más mínimo,” 4 ese precisamente es su valor
de uso de una mercancía. En segundo término, una mercancía es un objeto que se
consumirá por otros que no sean sus creadores. Transformar ciertos objetos naturales en
mercancías implica invertir tiempo, esfuerzo, creatividad y trabajo, es decir la escancia del
hombre, algunas necesitarán más de aquellos tres elementos, otras menos y sin embrago
ello no destinará su valor de cambio, sino lo hará la oferta del mercado y la demanda del
mismo. El objetivo del sistema es acumular riqueza; Acumular riqueza acosta del sacrificio
del otro: Acosta de la muerte del uno y la vanagloria del otro.
Es el afán de acumular riqueza el espíritu del sistema Capitalista pero ¿De Dónde
surge tal espíritu? Recordemos que durante la Edad Media, San Agustín, aportó aristas
4
Marx, El Capital Tomo II. p. 3.
5
básicas que regularon el imaginario y las codificaciones mentales que rigieron las
actividades y el comportamiento de los hombres medievales. Consideró, por ejemplo, que
existían tres pecados que impedían al hombre conservarse en su ser bondadoso, entre esos
pecados se encontraba, el deseo del poder, el deseo sexual y deseo exacerbado de acumular
riqueza. Cada uno de ellos si se llegase a potencializar, pensaba Agustín, mermaría la
voluntad bondadosa del hombre, es decir, le impediría entrar en contacto con Dios. Así, el
hombre que rigiera su vida, motivado por algunos de esos deseos jamás sería vanagloriado.
Por lo cual, si un individuo deseará la vanagloria no tendría más remedio que llevar una
vida éticamente correcta entregada sólo a la conciencia de Dios. Sin embargo, ya sea por la
poca pericia de San Agustín o por las circunstancias de los nuevos tiempos tal ideal se
tergiverso de tal forma que “la búsqueda de honor y gloria [se convirtieron] en la columna
vertebral de la virtud y grandeza de un hombre.” 5 Siguiendo esa lógica, todos aquellos que
quisieran trascender en las esferas de lo social tendrían que entregarse al amor de la gloria,
cada vez más distanciado del amor a Dios y cada vez más cerca del amor a la riqueza. Aquí
es necesario hacer una acotación y preguntarse ¿Cómo es posible que el camino hacia la
virtud y la gloria haya cambiado de manera tan radical?
Recordemos que la época moderna trae consigo cambios verdaderamente radicales.
Algunos autores hablan de un cambio en el paradigma racional que se contrapondrá al
pensamiento medieval. Dicho cambio ocurre en todos los aspectos en los que se ven
involucrados los individuos. En lo social, en lo político, en lo económico, y por supuesto,
en lo filosófico se experimentaron grandes metamorfosis. Según Alexandere Koyré, los
cambios experimentados pueden considerarse como una revolución espiritual bastante
radical que dio como resultado el nacimiento de la ciencia y de la filosofía moderna. La
modernidad trajo consigo, pues, grandes cambios en la cosmología de los hombres, fue una
total revolución. Por ello, algunos historiadores describen dicho acontecimiento como un
fenómeno muy complejo que se caracterizó, principalmente, por la secularización de la
conciencia. Así, el hombre manifestó un interés muy grande por estudiar el mundo tangible,
olvidando, no del todo, el mundo metafísico, el mundo de Dios, el mundo trascendente.
Dios dejó de ser el centro del universo y la medida de todas las cosas y su lugar lo ocupó
aquel quien fuera obra de su creación y que pecaría de soberbia, el hombre. Por otra parte,
5
Op., Cit., Hirschman, Albert, p. 18.
6
algunos estudiosos consideran como rasgo característico de dicha revolución, la sustitución
del objetivismo medieval por la subjetividad moderna. Por tanto, el hombre se convirtió en
el productor del conocimiento, éste ya no era revelado como lo pensaba la mayoría de los
medievales.
Una vez que el mundo se seculariza, la religión deja de regular el accionar de las
colectividades. El tiempo del trabajo no lo determinará ya la institución religiosa, el tiempo
de la pereza tampoco estará en sus manos. El hombre ocupará otro eje rector que se apegue
al dinamismo de la ciencia y de la razón instrumental para controlar su accionar, la
economía. El mundo secularizado determinó, también, lo que Weber llama la proliferación
de las esferas de valor. Dichas esferas de valor son las esferas de conocimiento más
importantes en el aspecto social a lo largo de la historia del hombre: Arte, ciencia y moral.
Recordemos que durante la Edad Media toda esfera de conocimiento se encontraba regida
por una religión universal, la cual deba sentido univoco a la realidad misma, pero después
de su colapso, cada una de ellas alcanzó su autonomía. Así, el arte se institucionalizó bajo
ciertos regímenes burocráticos como denuncian Theodor Adorno y Max Horkheimer en su
Dialéctica de la ilustración. Lo mismo ocurrió con la ciencia y la moral. Cada una se
independizó y construyó sus instituciones correspondientes, las cuales se regían bajo sus
propias lógicas. Ha esto se le conoce como la fragmentación de la razón. La razón artística,
la razón moral y la razón científica dejaron de estar relacionadas entre sí. Cada campo actúa
por separado, luego entonces, la ciencia no tiene que dar cuentas morales, tampoco el arte y
lo mismo pasa con la política.
Tanto Adorno como Horkheimer se percataron del problema y le sumaban otro, el
fetiche de la idea y del concepto razón. Recordemos que ambos autores sostienen que el
hombre moderno transformó a la razón en un dogma que no podía ser cuestionado de uno u
otro modo. La razón científica fue la que predominó sobre todas las demás, ella se convirtió
en la deidad en el fetiche. Si el hombre desea controlarlo todo, como es al caso del hombre
moderno, es necesario que cuente con una herramienta que pueda transformar el entorno de
una manera casi inmediata y la razón científica se caracteriza por ello. La ciencia es del
todo funcional, eficaz, precisa y cuantificable, todos esos elementos hacen posible el
control. Todos esos mismos elementos comenzaron a regir el desenvolvimiento social del
hombre y sus configuraciones mentales. Así, surgió “un hombre metódico y disciplinado
7
que, en su autocontrol, mantiene a raya su espontaneidad,” 6 por lo tanto, no se atreve a
crear algo nuevo, a innovar, en pocas palabras, no es un espíritu libre que se atreva a
abandonar la sombra del árbol del genio. Así, el hombre moderno imita a la técnica. Con
base en ella crea su proyecto de vida: La técnica, se tiene la idea errónea, se perfecciona
con forme pasa el tiempo en un absoluto. Ella se consolida en un hábito que determina su
auto-conservación. Pongamos de ejemplo a un decorador que pinta inicialmente en círculos
y de manera torpe; nuestro pintor es un chico listo y rápidamente se percata que tal
proceder es incorrecto, pues pintar de esa forma impide que se abarque un número
considerable de superficie plana y por lógica se tardará más tiempo en realizar dicha tarea.
Midita hasta la nausea cómo tiene que proseguir y sin salirse de la norma, ahora intenta
pintar distribuyendo su espacio y con movimientos uniformes no circulares. Después de
hacer lo dicho se da cuenta que es más eficaz pintar de esa manera: se tarda menos tiempo,
abarca más superficie y con ello podrá hacer otras actividades durante el día, será más
funcional y se auto-conservará. Entonces, seguirá esa técnica, pues ella le garantiza
perfección y la repetirá, una y otra vez. El mundo de la fábrica, no tendrá otro ritmo, será el
mismo, denuncia Marx en el Trabajo Asalariado y capital. Con el triunfo de la técnica las
manifestaciones creativas del hombre sucumbieron y fueron más controlables y forzadas.
Adorno y Horkheimer con respecto a la técnica dicen lo siguiente: “La ciencia es
repetición, elevada a la categoría de regularidad precisa y conservada en estereotipos.” Al
igual que la ciencia, el hombre se tendrá que conservar en estereotipos y como lo dirá
Nietzsche en la Genealogía de la moral,7 el hombre deseará ser igual entre los iguales para
poder sobrevivir. Si nos remontamos en estos momentos al psicoanálisis, y recordamos la
proposición de que lo que repugna como extraño es lo demasiado familiar, si todos son
iguales entre los iguales y si se repugna lo familiar, entonces, habrá un estado de guerra
entre los individuos que forman parte de una colectividad que se rija por la mimesis,
independientemente de la ideología que tengan.
Dadas tales circunstancias el hombre consideró que lo fundamental en la vida era su
auto-conservación ¿Cómo y con qué medio lograrla? A través de la producción y la
riqueza acumulada gracias al trabajo y a los avances tecno-científicos. Así, el obrero tiene
que trabajar para vivir y el capitalista dar trabajo para alcanzar el mismo fin. No olvidemos
6
Mardones, José, Postmodernidad y Cristianismo: El desafío del fragmento, Madrid, Sal Terrea, 1988, p. 30
7
Nietzsche, Friedrich, La genealogía de la moral, México, Alianza editorial, 1989, p. 64-110
8
que uno y otro son los estamentos de la sociedad moderna industrializada. Los que logren
establecer una plataforma económica que les otorgue la sobrevivencia serán los
vanagloriados, los que no, serán repudiados y olvidados con el paso del tiempo. Este
cambio de horizonte de las intencionalidades de los hombres llevó a Adam Smith a
considerar al ser humano como un ente meramente económico que posee un pulso natural
al lucro, es decir, tiene un deseo exacerbado de acumular riquezas a través del intercambio
de las mismas. En su obra capital, La riqueza de las naciones Smith propone, también, un
orden metafísico bastante plausible, que sin embrago, desde un punto de vista de lo más
inmediato no es del todo real. Tal orden considera que toda acción individual de los sujetos
tiene una repercusión bondadosa en el plano social. Así, todo individuo que se esfuerce y se
comprometa en aquello en lo que es bueno para satisfacer sus intereses 8 propios, motivado
a su vez por el amor asimismo, beneficiara de manera directa a los otros que también
actuarán en pos de satisfacer sus intereses propios. Si consideramos que los hombres tienen
un talente natural por lucrar y si todos, sin más, se dedicarán a ello día y noche, entonces,
todo hombre se esforzará en consumir y producir mercancías, con el objetivo de satisfacer
intereses propios. Ello, sin duda, traerá como consecuencia la conservación de la totalidad
de voluntades que se motivan por el amor así mismas. Es éste premisamente el espíritu del
sistema Capitalista: una red causal que tiene sus cimientos en el egoísmo: red causal que
no obstante, beneficia al hombre de manera colectiva.
En este panorama los unos y los otros actuarán sin mirarse, sin sentirse y
acariciarse. En un afán de auto-conservarse trataran de no salirse de las normas ¿Cuáles
normas? las establecidas por el mercado y la fábrica. Cada hombre desesperado por no
llegar a su fin, jamás posará su vista de manera unilateral, su horizonte será el norte, es
decir, su mirada, cual fuera la de un caballo, se aposentará en un futuro no muy lejano que
llamará progreso. No todos podrán llegar acercársele, solamente los más capases lo harán.
De ser así, en un determinado momento, todos tendrán que mirar a su alrededor,
percatándose que ahí se encuentran los otros que en un primer momento habían sido
negados y que sin embargo, son fundamentales para nuestra recreación y afirmación de la
vida. He dicho en las líneas de arriba que la mayoría actuará sin mirarse, sin acariciarse y
tocarse, eso es cierto, siempre y cuando su auto-conservación no corra ningún peligro, pero
8
Entiéndase interés cómo un concepto que radica en el campo de lo económico.
9
si ésta lo corre, por culpa del otro, éste se convertirá en un enemigo potencial a vencer,
entonces, lo tocaremos para hacerle daño, le envidiaremos y le odiaremos, querremos
derrotarle para conservarnos y en ese afán podremos incluso unirnos con los otros y una
vez obtenido el triunfo, ese que fue nuestro aliado se convertirá a su vez en nuestro
enemigo. Spinoza en su Ética demostrada según el orden geométrico define al odio como
una mala proyección imaginativa que va acompañada de una sensación de tristeza. 9 Cuando
alguien tiene odio a otro individuo, además de reflejar su estado de ignorancia, es porque
existe una mala relación, lo que degenera en tristeza. Estas malas relaciones son las que
proliferan dentro de la logística del sistema Capitalista, que nos motivan a ver al otro como
competencia, como enemigos a vencer, como aquel camicace que puede derribar nuestro
endeble castillo epistemológico de verdad. Entonces ¿Qué tipo de relaciones existen en este
tipo de sociedades? Existe una interacción meramente superficial, no profunda o sincera,
existe una interacción vana, mediocre y meramente egoísta. Es por ello, que el hombre sólo
se comunica con otros seres pensantes para satisfacer necesidades egocentricas, es decir,
para satisfacer a su propio yo. En esa situación, claro que existe el trabajo en equipo, sin
embrago, ese trabajo dista de crear comunidad. El trabajo en equipo sólo produce un
embotamiento de la responsabilidad individual y moral. Hay una regla general que se
reproduce constantemente en los discursos coloquiales que se presentan en las sociedades
modernas: trabajar en equipo siempre es mejor, eso es lo que dice el discurso. El trabajo en
equipo, en una sociedad edificada sobre una estructura capitalista, no tiene otro objetivo
más que el de debilitar el compromiso del ser humano como ente ético, político y
económico. Así, suele decirse que los errores que cometemos no tienen raíz en nuestras
acciones, sino en las acciones de los otros. El Otro resulta ser el culpable de nuestros
malestares y por tal motivo se convierte en nuestro infierno, pero también en nuestro
sustento, en nuestro salvador. El ser humano es sociable por naturaleza, no obstante, tal
naturaleza se ha corrompido por diversos factores: el hombre visto como Dios al crear la
tecnología, el asesinato de Dios por el mismo motivo, el surgimiento del sistema capitalista
y sus secuaces que son la democracia y el liberalismo, por mencionar algunos. Hoy se
pagan las consecuencias: No hay comunidad verdadera, pero si interacción superfula. "El
hombre está condenado a ser libre" y esa libertad le ha llevado a desvalorizar el "para sí" al
9
Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico, Madrid, Editorial Nacional, 1980, p. 135,
Libro Tercero, proposición XIII.
10
convertirse en la peor de las bestias. No hay duda de que no podemos escapar de la
enfermedad: Si el mundo esta enfermo, entonces, todos lo estamos: "Somos nosotros y
nuestras circunstancias." Así puedo asegurar que hoy "Nadie está solo en esta tierra ¡pero
todos son solitarios en este mundo!" Tales afirmaciones se comprenderán con mayor
claridad en los siguientes apartados donde se mostrará con distinción las lógicas con las que
funciona el sistema Capitalista, lógicas de trabajo y distribución del mismo, que tienen
repercusiones en otros campos sociales.
En la riqueza de las naciones, Adam Smith sostiene que la división del trabajo trae consigo
beneficios en la estructura económica de las naciones, esa división es fundamental para el
enriquecimiento de las mismas. Además, cuando existe división de trabajo en el proceso de
las manufacturas, es casi inevitable que se suscite tanto una evolución humana como una
tecno-científica. En primer lugar, piensa Smith, porque el obrero se especializa en la
realización de una operación hasta cierto punto sencilla. Al tener una sola ocupación en la
vida aumentará notablemente su pericia y con ello su técnica. Ya que sólo se dedica a una
sola actividad, cualquier obrero, tendrá tiempo de sobra para el ocio, que sin embrago no
aprovechará sino para ser más productivo y lograr esa estabilidad económica que le permita
ser vanagloriado, que le permita auto-conservarse. Y esto es tan cierto, que cuando el
hombre está en sus tiempos libres piensa, la mayor parte del tiempo, cómo mejorar su
producción, por ello Smith considera que: “una parte de las máquinas empleadas en las
manufacturas, en las cuales se halla muy subdividido el trabajo, fueron al principio inventos
de artesanos comunes, pues hallándose ocupado cada uno de ellos en una operación
sencilla, toda su imaginación se concentraba en la búsqueda de métodos rápidos y fáciles
para ejecutarla.”10 Así, la división de trabajo ocasiona que los obreros desarrollen una
mayor destreza, que disminuyan el tiempo de producción y por último, gracias a ese tiempo
disponible y de sobra, tengan la capacidad y creatividad de construir máquinas que faciliten
y abrevien el trabajo.
10
Smith, Adam, Investigación sobre la naturaleza y causa de La riqueza de las naciones, Antología esencial,
Buenos Aires, Fondo de Cultura económica, 1998, p. 6.
11
Tal división, según el filósofo escocés, no se deriva del ingenio humano, sino de la
naturaleza egoísta del mismo. Smith sostendrá que las relaciones que hay entre los
individuos de una sociedad Capitalista están basadas en el interés económico y sólo en él.
Si cada individuo se dedica a una sola actividad como se ha señalado en las líneas de
arriba, entonces, cada uno necesita del otro paras ser, existir y vivir. Cada cual contribuirá
para que los demás pululen libremente por el mercado. Pongamos un ejemplo para entender
lo dicho:
Y esa gran cadena de efectos y causas pueden subdividirse casi hasta el infinito. Tal
afirmación puede ser mirada con muy buenos ojos, pues a primera instancia podemos ver
un planteamiento que afirma y reafirma una comunidad sólida. No obstante, Smith
considerará que la interacción de un obrero con un artesano y con otro obrero y así
sucesivamente serán meramente egoístas y como se dijo en las líneas de arriba,
económicas. En consecuencia, cuando un hombre deseé obtener la ayuda de otro hombre,
ese que ha pedido la ayuda no debe esperarla de la benevolencia. Dice Smith de manera
contundente que: “el hombre reclama en la mayor parte de las circunstancias, la ayuda de
su semejantes y en vano puede esperarla sólo de su benevolencia. La conseguirá con mayor
11
Ibídem, p. 7.
12
seguridad interesando en su favor el egoísmo de los otros.”12 La cita anterior refleja dos
cosas a saber, que es imposible prescindir de los demás y que el egoísmo como categoría
sustancial y epistemológica, es la base del pensamiento filosófico y del sistema capitalista.
Si la ayuda mutua no se da por benevolencia y sí por conveniencia, para conseguirla será
necesaria una confrontación entre egos o intereses individuales. Esa lucha tendrá un solo
objetivo, re-direccionar los intereses de los otros a los nuestros. El eslogan que
caracterizaría a esa forma de actuar, sería el siguiente: “Dame lo que necesito y obtendrás
lo que deseas. Pero ¿qué sucede cuando esa re-direccionamiento no se consolida de la
manera más optima? El odio del uno al otro crece, lo que evitará que haya una interacción
vaga y ante ello la idea de comunidad se disipa. De hecho, el no satisfacer los intereses de
los otros a lo largo de la historia, a un nivel macro, ha ocasionado guerras de las más
crueles, el ejemplo más reciente, la guerra de los Estados Unidos de Norte América con los
países de Medio Oriente.
La división del trabajo es indispensable para el buen funcionamiento de las
sociedades industrializadas. Los obreros, en este caso, son el primer motor de ellas, los
burgueses, los alfareros, los albañiles, etc., son turbinas secundarias, pero, también,
indispensables. Por lo anterior, pongamos énfasis en la relación obrero capitalista que tiene
como resultado el enriquecimiento de las naciones. Advirtamos algo, si el obrero
desaparece de la cadena trófica social, todos los harán. Despeguemos de una pregunta ¿Qué
determina el salario del obrero? Los salarios del trabajo dependen, según Adam Smith, del
acuerdo trascendental que logren establecer las partes involucradas, en este caso los
obreros, por un lado y por el otro los poseedores de los medios de producción que llamaré
patrones o capitalistas. Llegar a un acuerdo no es nada sencillo, pues aquellos que sólo
poseen su fuerza de trabajo desean obtener de su esfuerzo una grata remuneración, mientras
que los patrones desearían, desde lo más profundo de su alma, dar lo menos posible, sin
embargo, quien regula los precios del salario son la oferta y la demanda. Pero es claro que
hay una relación indispensable entre ambos, por ello se necesitan mutuamente. En un juego
de tropeles el obrero re-significa a su antítesis, el patrón, al otorgarle su estatus, su
identidad y como si fuera poco, del mismo modo, le proporciona poder. En tanto que es un
juego, ambas partes participan, entonces, sin remedio, el patrón, que también posee fuerza
12
Ibídem, p. 8.
13
de trabajo pero que le es innecesario potencializarla, le otorga identidad, fuerza y poder al
obrero.
De ese juego o de esa relación ambos se benefician, a tal grado que consolidan sus
intereses. Ante ello surge la siguiente interrogante, en ese juego displicente de esencias
¿Quién necesita más del otro? Supongamos que todos los obreros de cierta región se reúsan
a trabajar, ya sea porque sus condiciones laborales son pésimas o simplemente porque están
cansados. En tal escenario los propietarios de los medios de producción a un sin emplear a
un solo trabajado “pueden generalmente vivir un año o dos, disponiendo del capital
previamente adquirido mientras que los obreros no podrán subsistir ni una semana, pocos
resistirán un mes, y apenas habrá uno que soporte un año sin empleo.” 13 Por lo que el
trabajador necesita más del patrón que éste de él. Marx en su Manuscrito primeo ya lo
decía también, pero con un sentimiento más belicoso, pues sostenía que “el salario está
determinado por la lucha abierta entre el capitalista y el obrero. Necesariamente triunfa el
capitalista. El capitalista puede vivir más tiempo sin el obrero que éste sin el capitalista.” 14
Así, la relación que emprenden ambos es in-proporcional en cuanto al equilibrio de poder.
Cuando ello es de esa manera, y no de otra, la relación resulta ser un tanto tormentosa y
muchas veces termina siendo violenta, dependiendo de las circunstancias presentadas.
Durante su interacción, las codificaciones de ambos, sufren una metamorfosis mientras
emprenden una carrera desigual para obtener la auto-conservación. En tiempo de
prosperidad la paz reinara, pero cuando la adversidad aparece, cuando las peripecias y las
aporías se presentan, las malas proyecciones psicológicas también lo hacen. Éstas, según la
tradición psicoanalítica son defensas internas que ayudan al ser humano a afrontar las
tragedias de la vida culpando a otros de ellas.
Adorno y Horkheimer en su Dialéctica de la ilustración, consideran que esas malas
proyecciones se asientan en determinados individuos y contra determinados grupos
sociales. Así, el obrero considera que los antagonismos que se le presentan en un
determinado momento y que le afectan en demasía, son producidos por algunas acciones
deliberadas de su antítesis, el capitalista. Éste resulta ser, por tanto, la figura que se tiene
que superar, pues representa el des-fortunio, la muerte, la destrucción y la desigualdad. La
válvula de escape pera al obrero, para escapar de su muerte es afrontar de manera directa
13
Ibídem, p. 18.
14
Marx, Karl, Manuscritos, Barcelona , Atalaya, 1993, p. 55.
14
las aporías, es superarlas, destruirlas desde el fondo, es destruir, en pocas palabras, al
mismísimo capitalista. Las mismas lógicas se presentarán en el imaginario de los
capitalistas, por lo tanto, el obrero resulta ser el culpable de los problemas a los que se
enfrenta. Se presenta así, un escenario nada grato donde el espíritu de la Diosa Atenea se
filtra en lo más hondo de la psique humana. Ante esa situación los unos y los otros se
observan como enemigos. El sentimiento de odio, tristeza y miedo determinaran su actuar.
¡Claro que en esos escenarios se presentarán convenios y relaciones sólidas entre
determinados grupos en aras de garantizar la conservación! Pero, esas relaciones de
conveniencia egoísta, cesarán una vez consolidado el triunfo y los que fueron aliados, ahora
se convertirán, sin nostalgia, en enemigos, en contrarios. Estos problemas señalados se
derivan del espíritu egoísta que hecha andar los motores del sistema capitalista. Ese
egoísmo justificado, ese egoísmo que llevará, supuestamente Adama Smith, a todos a la
riqueza y a la vanagloria no hace más que, introducirnos directamente en la tormenta,
donde todos somos contrarios. La relación obrero capitalista es turbulenta, basada en el
egoísmo económico como hemos observado. En tiempos de crisis la confrontación es casi
inevitable y sin embargo ésta no ha conducido a su final al género humano. El hombre que
es un ser social por naturaleza ya no se relaciona con su semejante motivado por la
benevolencia en el sistema capitalista, lo hace más bien, motivado por satisfacer su interés
propio. Dentro y fuera de los círculos laborales tal lógica se presenta y se potencializa
gracias a los ritmos de vida cansinos, bélicos y monótonos que determina la producción
industrializada como lo veremos en los siguientes apartados.
La lucha encarnizada por el trabajo: el juego de resinificarse por en cima del otro
Es necesario […] que las partes presentes en el mercado tengan libertad de vender y
comprar a cualquier precio al cual puedan contratar con alguien, y todos son libres para
producir, vender y comprar cualquier cosa que se pueda vender15
Y sin embargo, adquirir los medios de producción y poder competir con las grandes
trasnacionales que cuentan con plataformas ya bien solidas tanto en lo tecnológico como en
lo científico, es bastante complicado. Se necesitarían décadas para que un individuo y su
descendencia toda, reúna los recursos suficientes para formar un imperio mercantil y aun
reuniendo el capital suficiente tendría otras desventajas, a saber, que su producto sería
desconocido y por tanto poco confiable y si los consumidores potenciales tienen tal
impronta del producto, estos no lo consumirán.
La libertad está presente en los albores de la venta, el consumo y la producción, no
obstante, las condiciones y las circunstancias no favorecen a todos de igual manera. No
importa si es fortuna, buena suerte o mala suerte, los hombres y sus circunstancias se verán
anclados el uno al otro y de esa manera emprenderán un viraje sin retorno. Algunos
construirán imperios, otros, simplemente aguardarán introducirse al imperio. Así, ese
15
Hayek, Friedrich, Camino de servidumbre, México, Alianza, p. 67.
16
individuo que desea apropiarse de los medios de producción gracias a su trabajo no es del
todo iluso pero lo que sí es claro y distinto, es que ignora las lógicas con las que se rige el
mercado, lógicas que no menos montuosas que el Leviatán o el Behemoth destruyen
lentamente a todos los hombres. Ya seamos obreros, capitalistas, profesioncitas o
soñadores, si nos encontramos dentro de un sistema capital actuamos motivados por
intereses económicos, por tanto deseamos, a toda costa, un salario y un empleo. Tal
escenario condujo a Marx a que considerase la restructuración y configuración de la
dimensión simbólica del hombre. De entes creativos y solidarios, dentro del sistema
burocrático competitivo, nos hemos transformado en capital viviente; en fuerza de trabajo
productora de capital o como lo dirá Dussel, nos hemos transformado en valor valorizado.
La esencia del hombre transmuta a capital, así, él crea al hombre y éste a su vez crea
al capital. Hay un juego de espejos donde ambos se reflejan de manera constante. En un
marco donde el dinamismo se presenta en toda hora, el hombre pierde su dimensión
simbólica como lo hemos señalado, se pierde asimismo en una catarsis meramente material.
Degenera en una mercancía, en pocas palabras, que desea jugar dentro de las estructuras
mercantiles y “en el momento en que no trabaja pierde sus intereses y con ello su existencia
[…] para el hombre que no es más que trabajador [y por tanto mercancía] sus propiedades
humanas sólo existen en la medida en que existen para el capital.”16 Es precisamente por
ello, que todo hombre desea, hasta la nausea, introducirse en un ámbito económico, desea
ser una mercancía y como tal poseer un valor, tanto de uso como de cambio. Marx observa
ya con muy malos ojos la pérdida simbólica del hombre, es decir, su transformación a
capital: a cosa que flota en aguas turbulentas y por hacerlo en todo momento siempre se
encuentra en peligro. Con la configuración de la capa simbólica del hombre, de manera
simultánea, pierde su auto-conciencia histórica y lo que representa ello. Hegel en la
introducción de la Fenomenología del espíritu, afirma de manera contundente que el
hombre es hombre en tanto que deviene en un yo. Influido ya por Descartes, Spinoza, Kant,
y combatiendo al gran empirista Hume, Hegel, construye un sistema para explicar el
desarrollo o el desenvolvimiento de la conciencia misma. Hegel considera que la
conciencia natural, debido a diferentes momento lógicos, tiene que devenir en espíritu;
justo en ese momento el hombre será un ente pensante que se piensa a si mismo, es decir,
16
Op., Cit., Marx, Karl, Manuscritos, p. 127.
17
será auto-consiente, pero no solamente de que él es, sino de que también ha sido en un
despliegue histórico en el que ha derramado, sangre, creatividad, talento e ideas. 17 Si el
hombre pierde su dimensión espiritual o su dimensión simbólica, poco a poco se olvida de
su pasado; de los procesos materiales y culturales que le llevaron a consolidarse en el ahora.
Dado que el hombre es una mercancía, el resto de las mercancías corre la misma
suerte. Los procesos históricos y culturales que influyeron en su construcción son olvidados
tal y como se hace con los muertos de la contra-historia que forman parte de la historia
total. Pongamos un ejemplo para clarificar lo dicho. En tiempos arcaicos, el hombre
transportaba, con mucha fatiga, los elementos indispensables para su vida por medio de su
cuerpo. La fatiga y el cansancio que se derivaba de dicho trabajo, le condujeron a buscar
otras alternativas. Para ello, los análisis intelectivos fueron fundamentales. Esos ejercicios
de la mente y de la memoria, posiblemente, influyeron en el desarrollo del cerebro; lo
volvieron más creativo. Así, el hombre encontró y construyó, transformando la materia,
artefactos que le ayudasen a transportar todo tipo de productos, sin mencionar que
domestico algunos animales. Cada acción que le condujo a consolidar su deseo de reducir
la fatiga, le llevó a interactuar consigo mismo, con los otros, con la naturaleza: le enseñaron
sus límites y sus potencias; sus límites corporales y sus límites mentales. El resultado fue
“plausible” pues el hombre creó carretas tiradas por fuerza animal, automóviles, trenes, etc.
Con ello vemos que cada mercancía muestra en lo más profundo de sí, la esencia del
hombre y el desarrollo de la autoconciencia del mismo o como dirá Hegel, el desarrollo de
su espíritu. No obstante, debido a la transvaloración que han sufrido las mercancías ello se
ignora. Entonces, queda sólo la interacción entre capital viviente con capital de producción
y materia sin historia, sin retos, sin alabanzas y reminiscencias. Marx llamó a ello el fetiche
de las mercancías. Fenómeno que se derivaba de la ignorancia de los hombres al considerar
que las mercancías son causa de sí, esto quiere decir que no necesitan de otra cosa para ser.
Marx dice lo siguiente al respecto:
Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una
relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida
entre los mismos hombres [algo que ellos mismos ignoran] Por eso, si queremos
encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones
nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan
17
Hegel, Friedrich, Fenomenología del espíritu, Madrid, UAM Ediciones; Abada Editores, 2010. P.p. 143-
161.
18
seres dotados de vida propia, de existencia independiente y relacionados entre sí y con
los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano
del hombre, A esto es a lo que yo llamo fetichismo.18
El hombre se reduce a una mercancía sin historia y esencia; su valor, pues posee
uno, es determinado por los otros que se encuentran dentro del mercado, por ende, su
subjetividad espiritual comienza a desvanecerse o mejor dicho a degenerar en valor
económico. Y en tanto mercancía, puede re-crearse, crearse, reproducirse e incluso
destruirse. En ese escenario el hombre queda a la merced de otras mercancías que en la
menor provocación y ventaja tratarán de sobrepasarlo, sin importar los procedimientos y las
circunstancias de los contrincantes. Como si se tratase de una carrera armamentística, todos
querrán llegar primero a la meta y llegando a ella todos lucharan por conservarla. ¿Cuál es
la meta en este caso? Consolidarse como mercancía, como valor que valoriza. Algunos no
podrán soportar los arrebatos de la lucha, otros lo harán por un momento nada especial. Por
ello, no todos tienen la dicha de ser capital viviente. Se ha dicho que el trabajador 19 existe
como tal, cuando existe para él un capital, es decir un salario. El sujeto que no posea
trabajo, es en consecuencia, inexistente y en el peor de los casos una figura que se tiene que
destruir. Los buenos samaritanos que poseen un trabajo tendrán que evitar a aquellos que
no lo tienen, pues de lo contrarío podrían perder el suyo. “El pícaro, el sinvergüenza, el
pordiosero, el parado, el hombre de trabajo hambriento, miserable y delirante, son figuras
que no existen para ella [la economía política] (…) son fantasmas que quedan fuera de su
reino.”20 Si suponemos que todo individuo desea reconocimiento, en un intento
desesperado, esos fantasmas, trataran de re-significar su existencia y competirán con los
otros para obtener sus puestos. Ya Adam Smith sostenía que existe una capacidad de carga
en el mercado de todas las naciones, por tal motivo, no todos pueden poseer un trabajo
remunerado. Para obtenerlo, se tendrá entonces, que competir nada más y nada menos que
con los otros que poseen trabajo y con otros tantos que desean, también, ser valorados. La
competencia, han sostenido muchos especialistas en economía política, es fundamental para
las organizaciones capitalistas, pues “no sólo exige una adecuada organización de ciertas
18
Marx, El Capital Tomo II. p. 38.
19
Entiéndase trabajador como todo ente que produce trabajo productivo o improductivo pero que es
remunerado.
20
Op., Cit., Marx, Karl, Manuscritos, p. 128.
19
instituciones como el dinero, los mercados y los canales de información […] sino que
depende, sobre todo, de la existencia de un sistema legal apropiado, de un sistema legal
dirigido, a la vez, a preservar la competencia y a lograr que ésta opere de la manera más
beneficiosa posible.”21 No obstante, esa competencia, degenera en una lucha encarnizada
por sobrevivir, pues, cada individuo observa a su semejante como un objeto servible o
inservible que puede destruirse en pos del beneficio. En una plataforma donde hay escases
de empleos los sujetos se observan como enemigos potenciales a vencer, consecuencia de la
disipación de la corteza simbólica del ser humano. Sartre, en su celebérrima obra de teatro
A puerta cerrada, ya lo mencionaba, los otros resultan ser nuestro infierno, porque
determinan nuestra forma de actuar, ellos determinan nuestra miseria.
Cada trabajo, sin duda posee un valor distinto en el mercado y cada hombre, del
mismo modo, tiene un peso monetario distinto que está relacionado de manera directa con
el trabajo que desempeña. Además, “solemos decir de un hombre rico que vale mucho
dinero, y de un hombre pobre que vale poco.” 22 Si con esa lógica regimos nuestras
codificaciones mentales, consideraremos que existen empleos con mayor peso social. Ese
mayor peso social lo determina la oferta y la demanda del mercado, asimismo, se determina
por exigencias intelectuales que se derivan de las condiciones materiales de un determinado
momento. Así, algunos tendrán mejor salario que otros, pues sus empleos serán distintos,
unos más peculiares que otros. Inevitablemente, aquel que acumule más riqueza con su
fuerza de trabajo tendrá mayor peso social, estará por encima de aquellos que no son capital
y también de aquellos que por no tener las mismas habilidades acumulan menos riqueza.
Así, unos valen más y otros valen menos. Si le sumamos a ello que no todos eligen de
manera gustosa su empleo, el rencor, la esquizofrenia, y la envidia se presentan en las
relaciones de los individuos. Seguramente, piensa Marcuse, hay algún trabajo que satisface
en lo más hondo de manera libidinal, es decir, que es más que agradable en su ejecución,
algo que conduce a la catarsis y el trabajo artístico, cuando es genuino, puede causar ese
desenvolvimiento del individuo, sin embargo, la mesa de las relaciones de trabajo sobre las
que se ha basado la civilización moderna, seguro es de otro talante. Freud señala en El
malestar de la cultura, que “el trabajo diario de ganarse la vida ofrece una particular
21
Op., Cit., Hayek, Friedrich, p. 68.
22
Op. Cit., Smith, Adam, p. 22.
20
satisfacción cuando ha sido seleccionado libremente,” 23 pero cuando se selecciona
motivado por elementos coercitivos que tienen su origen en las circunstancias individuales
de cada individuo un malestar florece dentro de este. De hecho el trabajo que ha
aumentado la riqueza de la naciones y su base material “fue principalmente trabajo con
esfuerzo, enajenado, doloroso y miserable y todavía lo es. La realización de tal trabajo
difícilmente gratifica las necesidades e inclinaciones individuales. Fue impuesto sobre el
hombre por la necesidad brutal y la fuerza bruta.” 24 Ello dio como resultado un trabajo
enajenado que nos vuelve contra nuestros semejantes; un trabajo enajenado que condujo a
los hombres al olvido de su lado creativo y del desarrollo de su espíritu; un trabajo que los
orilló a concebirse máquinas. Máquinas que trabajan en todo momento y en toda hora
buscando ser reconocidas por el otro, pero a su vez intentando destruirlo. Al hombre
máquina no le apetece ser un fantasma en medio de tantos muertos, quiere trabajar de
manera ardua para auto-conservarse sin importar el costo. La vida rutinaria que determina
la lógica productiva del sistema capitalista distancia a un más a los hombres quienes en un
intento patético de socializar sólo dicen hola y un hasta luego.
23
Freud, Sigmund, El malestar de la cultura, Madrid, Alianza, p. 34.
24
Marcuse, Herbert, Eros y civilización: Una investigación filosófica sobre Freud, México, Editorial Joaquín
Mortiz, 1968,p. 98.
21
siglo mencionado el hogar era el centro físico de la economía. En el campo, por ejemplo,
las familias producían parte de sus artículos indispensables para la vida y cultivaban, para
sí, una cantidad de insumos para el consumo diario. En ciudades como París, Londres o
Lyon, los artesanos tenían su sede en la casa familiar que fungía, por tanto, como un taller:
zapateros, panaderos, lecheros, etc. realizaban sus respectivos trabajos en su hogar. Ello lo
hacían mediante reglas establecidas por sus necesidades y capacidades. Sin embargo,
cuando la fábrica se convierte en el centro de la recreación económica, los hombres
tuvieron que salir del hogar para poder, así, ganarse el pan de cada día. En esos lugares el
trabajo que se realizaba era meramente rutinario lo que en un primer momento parecía traer
consigo orden.
Ese orden se derivaba de un trabajo meramente rutinario y por serlo es un trabajo
planificado y cuantificado. Elementos, ambos, que permiten la producción en serie y la
auto-conservación de la fábrica. Para Diderot ese tipo da trabajo no implicaba solamente la
repetición monótona y mecánica de un movimiento. Realizando algunas analogías entre el
trabajo del obrero y el trabajo de un artista, el enciclopedista francés, estaba seguro de que
cada repetición aceleraba el proceso de creatividad de aquel que las estaba realizando, y
del mismo modo consolidaba una técnica que le permitiría encontrar la esencia de sí
mismo. Cual fuera un artista, el obrero, al desarrollar su creatividad y la técnica podrá
acelerar la marcha de la producción, pues se atreverá a jugar con los materiales y a realizar
variaciones en sus actos. Gracias a la repetición y al ritmo el trabajado puede alcanzar “la
unidad de la mente con la mano.” Pero son Adam Smith y Karl Marx quienes rompen con
este ideal y prototipo de trabajo. La rutina, para ambos, no hace más que corromper el
espíritu. El economista escoces sostenía que la división del trabajo, como lo vimos en la
parte segunda de este escrito, exige que se presente una mayor especialización en el mismo,
lo que conduce a los hombres a desempeñarse en una sola función. El tiempo total del
trabajo, en este caso, será consumido en la realización de una sola actividad. Por ejemplo;
en la actualidad existen empresas pequeñas que se dedican a la fabricación de pantalones de
mezclilla. En los grandes talleres en los que se realizan, existen múltiples divisiones e
incluso subdivisiones donde los trabajadores realizan su trabajo. Cada uno de ellos,
comprometido con lo que realiza, imprime tiempo, creatividad y esfuerzo en una sola
actividad. Con el tiempo, y ello es inevitable, se especializan en ella, así, cuando el
22
hilandero intente cortar los trazos perfectos con los que se realizará la prenda, le será muy
complicado sino es que imposible en el peor de los casos. Así, los individuos que se ven
obligados a trabajar en esas circunstancias se especializarán en una sola actividad, además,
estarán condenados a tener un día mortalmente aburrido, pues realizarían una minúscula
actividad durante el proceso de creación total. En un momento dado, la rutina resulta ser
contraproducente sino es que auto-destructiva, porque ella obliga a que los seres humanos
no se repiensen así mismos, lo que produce a su vez que pierdan el control de sus propios
esfuerzos. Y sin ese repensarse la muerte mental del sujeto es inevitable. En uno de los
pasajes más controvertidos de La riqueza de las naciones dice Adam Smith:
Así, el obrero y los que no son obreros, que pasan todos sus años dedicados a una
sola operación o actividad convierten a ésta en su fetiche. Incluso los filósofos, que hacen
una labor digna de esfuerzo, se llegan a especializar tanto en su labor que el día menos
pensado se dan cuenta que son inútiles en otras áreas o en otras esferas de la vida que
sobrepasen lo intelectual. Especializarse en una labor embota nuestras mentes. No podemos
ignorar el hecho de que se le ha considerado al sistema capitalista como un sistema auto-
suficiente, es decir, que no posee contradicciones y lagunas. En él, forzosamente, todo se
planifica con el afán de controlar cada acción y si la repetición rutinaria garantiza la
armonía, no hay duda de que la planificación se basara en la rutina. Todo funciona como un
mecanismo bien organizado. Los individuos se apegan a esas lógicas, pero hay un
inconveniente brutal, cuando algo falla en el sistema, todo lo que se ha meditado con todo
detalle se viene abajo. En el caso de los hombres, cuando las circunscritas cambian
brutalmente y no les favorecen no tendrán capacidad de reacción, pues se han
acostumbrado a repetir los mismos pasos que un determinado momento les han sido
efectivos. No hay más que morirse en el marasmo o encontrar un punto de fuga que le
fugue de ese momento. El hombre embota su mente con la rutina ello le hace menos
solidario y le resta capacidad de reacción frente a las peripecias. Richard Sennett, haciendo
un análisis de la obra de Adam Smith, Teoría de los sentimientos morales, sostiene que la
23
solidaridad es un sentimiento moral espontáneo, “estalla cuando un hombre o una mujer
comprenden de repente los sufrimientos o las tenciones de otro. No obstante […] la rutina
oprime la solidaridad.”25 Así, el hombre vuelve su mirada asía los otros sólo para observar
su decaimiento y alegrase con el, pues un hombre menos, significa más oportunidades para
auto-conservase; la solidaridad desaparece con el trabajo rutinario y los hombres se
observan ya como extraños.
Un siglo después de Smith, Marx potencializa la denuncia como lo vimos en
apartado de arriba. El trabajo rutinante y enajenado, para el filósofo alemán, no sólo
ocasiona que el hombre se olvide de sí mismo, sino que se olvide de toda su dimensión
simbólica. Por ello Marx dice:
Como quiera que el trabajo enajenado convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre,
lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también
hace del género algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en
medio de la vida individual. En primer lugar hace extrañas entre sí la vida genérica y la
vida individual, en segundo término convierta a la primera en abstracto, en fin de la
última, igualmente en su forma extrañada y abstracta.
Pues, en primer término el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma,
aparece ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una sociedad, de la
necesidad de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embrago, la vida
genérica. Es la vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter
dado de una especie, su carácter genérico y la actividad libre consiente, es el carácter
genérico del hombre. La vida misma aparece sólo como medio de vida.26
Con lo dicho en las últimas líneas podemos aseverar que las sociedades capitalistas
han tenido un progreso material casi imparable, pero el progreso moral se ha quedado atrás
y parecería que en vez de aumentar decae sin detenerse. Con los nuevos avances
tecnológicos y el dinamismo del mercado, hoy se habla de una flexibilización que combate
a la rutina. El término flexibilización entró en el idioma inglés en el siglo XV; “su sentido
original deriva de la simple observación que permitía constatar que aunque el viento podía
doblar un árbol, sus ramas volvían a la posición original.” 27 Aplicando el término a la
conducta del hombre éste hace referencia al carácter flexible que debe poseer para
confrontar al desgastante mundo del trabajo rutinario. Debemos ser, por ende, flexibles
frente a los cambios radicales del mercado, pero ¿cómo lograrlo? ¿cómo de-construir la
25
Sennett, Richard, La corrosión del carácter: las consecuencias personales del nuevo capitalismo,
Barcelona, Anagrama, 2005, p. 38.
26
Op., Cit., Marx, Karl, Manuscritos, p. 115.
27
Op. Cit., Sennett, Richard, p. 48.
24
rutina del mercado que siempre cambia y entonces el cambio deviene en rutina? ¿Cómo
combatirla? He escuchado que en las grandes cadenas de comida rápida, los trabajadores
no se desempañan una sola función, pues fungen como meseros, chefs, conserjes,
administradores, pintores, choferes e incluso como jardineros y ello es a lo que llaman
flexibilización. Consideran los grandes especialistas que no especializarnos en una sola
actividad nos da herramientas suficientes para disolver la rutina y recrearnos como seres
humanos en nuestra forma genérica, pero no entienden que esa flexibilización no es más
que una gran mascarada, ya que, la vida rutinaria seguirá presente en tanto que se trabajará
para ser capital; se combatirá al otro que resulta ser un enemigo potencial. Todas las
mañanas tendremos que levantarnos, trasladarnos al lugar donde laboremos, discutir con el
jefe: lavar, planchar, preparar la hamburguesa, son actividades que tendremos que hacer
durante toda la vida en una sociedad capitalista industrializada. Esos que dicen que la
flexibilización es nuestro punto de fuga no se percatan que las rutinas de trabajo se han
transformado en proyectos de vida.
28
Cinzano, Martin, Perdido, México, UACM, 2011, p. 12
25
incluso nuestro yo; Ya lo decía Descartes: Pienso, si y solo si, Dios existe, por tanto, si
Dios muere yo dejo de ser, dejo de existir.
Es bien cierto que cada hombre se desenvuelve en diferentes círculos de
pertenencia: (Gilberto Giménez) la familia, la iglesia, el estado, la escuela y un gran etc. En
la familia el papel es el de hijo, el de padre o el de la madre, sea el caso. Mientras que en el
estado o eres mandatario o ciudadano; perteneces a la burocracia o no perteneces a ella. En
la escuela se puede ser el profesor o el alumno. Y el mismo proceder se da en los diferentes
círculos. Es claro que hay un constante dinamismo en la vida del hombre máquina, porque
en un momento se es hijo y en otro alumno. Pero se ha dicho que el hombre es estático, sí
lo es, pues no tiene capacidad de asombro. Además no tenemos que olvidar las máximas
lanzadas por Marx en El manifiesto del partido comunista. En él se dice que las actividades
del hombre serán reguladas por el mercado, es decir por las infinitas transformaciones
impredecibles de la económica. Así, el hijo está con el padre para tener un sustento
económico y el padre mantiene al hijo, pues ve en él una potencia futura de mano de obra,
que el día de mañana puede ser el sustento de la familia. El profesor imparte cátedra, por
amor al conocimiento, pero también para tener una solida base económica, mientras que el
alumno juega entre las aulas con la esperanza de un mañana mejor. El hombre es estático
en el campo del asombro mientras que su vida es dinámica, pues está subordinada a las
demandas del mercado que se transforman sin cesar a sus leyes y a sus vicios. No importa
el circulo de pertenecía donde se encuentre un sujeto, sus actividades estarán cosificadas
por el sistema económico. Bajo esa lógica el mundo es desencantado y se convierte en una
bóveda llena de millones de mercancías. Los sujetos degeneran en mercancías que desean
introducirse en el mercado, en otras palabras, todo hombre desea su auto-conservación al
convertirse en capital viviente. Como mercancía está a merced de las demandas del
mercado y como el mercado tiene límites no todos podrán jugar en el juego. Así, unos y
otros, motivados por intereses meramente económicos y segados por la rutina, tratarán de
vencer al otro; trataran de convertirse en tesoros cotizados; trataran de degenerar lo más
posible su esencia prístina. En esa competencia encarnizada por sobresalir, las relaciones
sociales pasan a convertirse en juegos estratégicos donde los otros, que no son nosotros,
fungen como piezas fundamentas frente a los tiempos de intemperie. Aquí el ganador es el
que tanga mejor organizado el juego: unos harán alianzas esporádicas con otros y cuando la
26
victoria se presente esos lazos se extinguirán y los papeles se invertirán, pues los que fueron
amigos se convertirán en enemigos. La lucha resulta ser una lucha de todos contra todos,
donde la solidaridad desaparece y la benevolencia no es más que una categoría que revela
que en un tiempo pasado, posiblemente, el hombre actuaba motivado por el género
humano.
27