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El Libro de Mormon.

Este documento discute la autenticidad del Libro de Mormón desde dos perspectivas: los idiomas en los que fue escrito y su transmisión. Cuestiona que haya sido escrito en "egipcio reformado", un idioma desconocido, en lugar de en hebreo, y que carecemos de evidencia de este idioma aparte del Libro de Mormón. También señala que a diferencia de la Biblia, no tenemos manuscritos originales del Libro de Mormón en su idioma, lo que dificulta su estudio.

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Este documento discute la autenticidad del Libro de Mormón desde dos perspectivas: los idiomas en los que fue escrito y su transmisión. Cuestiona que haya sido escrito en "egipcio reformado", un idioma desconocido, en lugar de en hebreo, y que carecemos de evidencia de este idioma aparte del Libro de Mormón. También señala que a diferencia de la Biblia, no tenemos manuscritos originales del Libro de Mormón en su idioma, lo que dificulta su estudio.

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EL LIBRO DE MORMON

Por Antonio Hoekema


Copiado del libro MORMONISMO

En este apéndice discutiremos la autenticidad del Libro de Mormón como escritura


sagrada, cuyo propósito es dar una revelación adicional de parte de Dios.
Enfocaremos este tema desde dos puntos de vista: los idiomas en los cuales
fueron escritas las planchas, supuesto fundamento del Libro de Mormón, y la
transmisión del Libro de Mormón . [1]
LOS IDIOMAS DEL LIBRO DE MORMÓN
Los mormones afirman que el Libro de Mormón es una revelación divina, dada por
Dios, y adicional a la Biblia. Veamos si los hechos referidos a dichas escrituras y
a su transmisión soportan semejante afirmación. La Biblia, tal como la
conocemos, fue escrita en idiomas conocidos y hablados por muchos pueblos:
hebreo, arameo y griego. El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo. Al tiempo
que estos escritos fueron producidos se hablaba el hebreo en Palestina. Algunas
secciones (seis capítulos del Libro de Daniel, y dos pasajes del Libro de Esdras)
fueron escritas en arameo. El Nuevo Testamento fue escrito en griego que a la
sazón era el lenguaje común del Imperio Romano y el lenguaje literario de
Palestina. Aunque las diferencias entre el griego del Nuevo Testamento y el
griego clásico hicieron que por un tiempo los eruditos pensaran el primero como e
n una especie de “griego del Espíritu Santo”, especialmente ideado por Dios para
la comunicación de su revelación al hombre, miles de papiros extra bíblicos,
descubiertos durante los últimos sesenta años –en su mayoría documentos
comerciales escritos en griego- han demostrado que el griego koiné del Nuevo
Testamento no era sino el lenguaje de todos los días, común en aquel entonces
en todo el imperio. [2]
Si Dios hubiese querido editar otro juego de libros sagrados, era de esperara que
hubiese usado otro idioma bien conocido, cuya existencia y carácter habrían sido
fundamentados por documentos ajenos al canon. Pero los mormones afirman que
las planchas, supuesto origen del Libro de Mormón, fueron escritas en “egipcio
reformado” (Mormón 9:32); dos versículos después añade la siguiente aclaración:
“Pero el Señor conocía las cosas que habíamos escrito, y también sabía que
ningún otro pueblo conocía nuestro idioma; por eso proveyó los medios para su
interpretación”. Por lo tanto, el “egipcio reformado” es un idioma desconocido;
tampoco poseemos documentos o inscripciones de ninguna clase que confirmen
la existencia de dicho lenguaje o nos ayuden a entender su carácter. ¿Acaso era
de esperar que Dios nos diera su última revelación, supuestamente mayor, en un
libro escrito cuyo idioma era totalmente desconocido?
Continuando un poco más con esta reflexión se comprenderá toda la fuerza de
esta objeción. La existencia de copias manuscritas de los libros de la Biblia
permite que los eruditos la estudien en sus idiomas originales: hebreo, arameo y
griego. Toda persona, que alguna vez ha intentado traducir de un idioma a otro,
sabe que una traducción nunca es una reproducción precisa del texto original. En
una traducción se pierden, indefectiblemente, algunos aspectos del significado,
porque es imposible expresar completamente en el otro idioma lo que se dice en
el primero. El hecho de disponer de manuscritos bíblicos en los idiomas originales
permite a los eruditos de la Biblia (incluyendo a los ministros que manejan el
griego y el hebreo) estudiar la Biblia en su idioma original, y así recuperar los
aspectos recónditos del significado que los autores del la Biblia (y el Espíritu
Santo que los inspiró) quisieron comunicar. Sin embargo, todo esto es imposible
tratándose del Libro de Mormón, puesto que no existen copias manuscritas de los
documentos originales que supuestamente sirvieron como base para la traducción.
Ahora bien, ¿acaso era de esperar que Dios nos diera el último de sus libros
sagrados de un modo tan diferente al usado para la Biblia? Si Dios quiso que
hubiese más copias manuscritas, en hebreo y griego, de los libros de la Biblia, que
de todo otro libro antiguo, ¿por qué nos dejó, en el caso del Libro de Mormón, con
sólo una traducción en inglés?.
La existencia del literatura extra bíblica en el idioma de la Biblia constituye un
testimonio poderoso a favor de la autenticidad de los escritos bíblicos. Pero en el
caso del Libro de Mormón carecemos totalmente de este tipo de testimonio,
puesto que no existe literatura escrita en “egipcio reformado”. Entonces, ¿qué
garantía tenemos de que realmente se hablaba y escribía el “egipcio reformado?”
No hay más garantía sino, simplemente, la palabra de un hombre: es decir, la de
José Smith. Además, la existencia de manuscritos en los idiomas originales de la
Biblia, y la existencia de literatura extra bíblica escrita en los mismos idiomas,
permiten a los eruditos de la Biblia estudiar la gramática de dichos idiomas y
realizar investigaciones lexicográficas. Pero en el caso del “egipcio reformado” es
imposible hacer todos estos tipos de estudio. ¿Por qué no disponemos de un
diccionario de “egipcio reformado”, ni de gramáticas de “egipcio reformado” como
disponemos de gramáticas y diccionarios del griego y del hebreo? ¿Era de
esperar que Dios se tomara tanto trabajo de poner estas revelaciones adicionales
en “egipcio reformado” sólo para permitir que todo indicio posterior de dicho
lenguaje desapareciera?
Pero es menester decir algo más respecto del idioma “egipcio reformado”. Nefi,
quien, según se afirma, fue el primero en grabar las planchas sagradas en “egipcio
reformado”, era judío y, según se afirma también, vivió originalmente en Jerusalén
(600 a. C.). En aquel entonces el idioma tanto escrito como hablado de los judíos
era el hebreo. [3] Por eso sería de esperar que Nefi, sus hermanos, y su padre
Lehi hablasen y escribiesen en hebreo. No obstante, mirabile dictu, descubrimos
que habiendo arribado a América, Nefi comenzó a escribir las planchas de oro en
“egipcio reformado”. Y no sólo eso, también descubrimos que las “Planchas de
Bronce de Labán”, que Lehi y sus hijos habían traído consigo, también fueron
escritas en idioma egipcio. Como ya hemos dicho, se afirma que estas planchas
de bronce contenían los cinco libros de Moisés, la genealogía de Lehi, y “muchas
de las primeras profecías, incluyendo una parte de aquellas dichas por Jeremías”.
[4] Mosiah 1:4 nos dice que el lenguaje de estas planchas era “el lenguaje de los
egipcios”.
Hemos de comprender entonces, que Nefi y sus hermanos descubrieron en
Jerusalén, seis siglos antes de Cristo, un juego de planchas de bronce con largos
pasajes de las Escrituras hebreas traducidos a alguna forma del egipcio. Sin
mencionar ahora el tipo de materiales usados para escribir (tema que trataremos
luego) sólo preguntaremos: ¿Quiénes fueron los eruditos egipcios que hicieron
esta traducción? ¿Cuál fue el propósito de la traducción? Si en aquel entonces el
idioma egipcio era tan común en Palestina como para requerir una traducción
egipcia de las Escrituras, ¿cómo es que no hemos tenido noticias de ello? Y ¿por
qué no disponemos de una copia de dicha traducción la que, de ser encontrada,
competiría, y quizá superaría en importancia a la Septuaginta? [5]
Ahora demos hacer esta otra pregunta: ¿Dónde aprendieron Lehi y sus hijos a leer
el idioma egipcio como para poder descifrar las planchas de bronce? Y, ¿dónde
aprendió Nefi a escribir el egipcio suficientemente bien como para escribir sobre
las planchas de oro? En 1 Nefi 1:2 oímos a Nefi decir: “He aquí, hago un registro
en la lengua de mi padre, que (¿el idioma?) Consiste en el saber de los judíos y el
idioma de los egipcios”. Pero ¿dónde aprendió Lehi el “idioma de los egipcios?”
¿Acaso no eran Lehi y sus hijos judíos que hablaban hebreo?
Misioneros mormones dijeron al autor que Nefi y los Nefitas escribían egipcio
porque eran descendientes de José (el padre de Manasés), que había vivido en
Egipto. Es totalmente cierto, pero toda la nación de Israel había vivido por más de
400 años en Egipto y sin embargo no hablaban ni escribían egipcio. El mismo
Moisés, instruido en toda la cultura de los egipcios, no escribía en egipcio, sino en
hebreo. ¿Cómo entonces, sabía Nefi, que nunca había vivido en Egipto, escribir
egipcio? ¿Por qué formaría este diminuto grupo de la tribu de Manasés una
excepción lingüística respecto del hebreo que prevalecía en Palestina?.

Por supuesto, se podría responder diciendo que Dios le enseñó milagrosamente.


Pero, ¿por qué hacer un milagro tan innecesario cuando ellos ya poseían un
idioma, esto es, el hebreo? Además, dado que luego las planchas habrán de ser
traducidas al inglés en forma milagrosa por José Smith; y dado que no quedarían
sobre la tierra; u dado que el milagro lingüístico sería imprescindible, ¿por qué no
aprendieron los Nefitas a hablar y escribir en inglés? Esto habría eliminado la
necesidad de una ”traducción”.
Esto nos conduce a la pregunta referida a la naturaleza del “egipcio reformado”,
idioma que Nefi, y posteriores escribas Nefitas usaron para relatar la historia de su
pueblo. La descripción oficial de este idioma y de sus caracteres se encuentra en
Mormón 9:32, “He aquí, ahora hemos escrito este relato conforme a nuestro
conocimiento, usando los caracteres que entre nosotros se llaman egipcio
reformado, que nos ha sido trasmitido, y que ha sido alterado conforma a nuestro
modo de hablar”. Desafortunadamente no poseemos ejemplos de estos
caracteres; sólo podemos suponer qué tipo de letras habrán sido. Uno desearía
que Moroni hubiese especificado si la escritura original egipcia, luego alterada por
los Nefitas, consistía en jeroglíficos, signos hieráticos, o demóticos. [6] Pero
cualquiera fuese el caso, seguramente no era una escritura alfabética dado que
ninguna de estas escrituras eran silábicas o alfabéticas. [7] Esto significa que
habrá sido extremadamente difícil aprender a usar cualquier de estas escrituras.
Ellas suman un gran número de caracteres que simboliza una variedad de objetos
y acciones. Este hecho, sumado al hecho de que la gente común no sabía
escribir, sino solamente las clases sacerdotales, [8] hace aún más asombroso el
hecho de que Lehi y sus hijos supieran leer y escribir el egipcio.
Esto plantea la siguiente pregunta: ¿Por qué escogió Dios, par lo que se supone
ser el último de sus libros de revelaciones, este lenguaje y esta escritura? En otras
palabras, ¿por qué impulsó a Nefi y a sus descendientes a cambiar el hebreo al
egipcio? Es fácil de comprender por qué, en el caso del Nuevo Testamento, se
cambió del hebreo al griego: el griego era entonces el idioma común en el mundo
del Imperio Romano, el idioma que daría mayor audiencia al evangelio. Además,
hay una segunda razón: el griego tiene un número considerablemente mayor de
inflexiones que el hebreo. Por ejemplo, tiene siete tiempos en contraste con los
dos del hebreo, por lo tanto ofrece la oportunidad de expresar muchos significados
sutiles. Por eso el idioma del Nuevo Testamento es totalmente adecuado para
comunicar una revelación más avanzada respecto de Dios y del plan de salvación
que ofrece al Nuevo Testamento. Pero ahora la pregunta es ineludible. ¿Por qué
el cambio del hebreo al egipcio? La respuesta que afirma que ese era el idioma de
la nueva tierra queda eliminada, puesto que, según se supone, dicha tierra estaba
todavía inhabitada. En lo que respecta a los Nefitas, ¿por qué motivo no habrían
de continuar hablando y escribiendo en hebreo, idioma que ya conocían?
Tampoco se puede argumentar una cierta superioridad del idioma egipcio sobre el
hebreo a fin de comunicar una revelación divina. Pues, como hemos visto, todos
los tipos de escritura egipcia eran no alfabéticos, mientras que el hebreo es un
idioma de escritura alfabética. ¿Acaso es lógico pensar que Dios cambiaría, para
lo que se supone ser el más recite de sus libros sagrados, de un idioma cuya
escritura es alfabética como el hebreo, a otro más primitivo, no alfabético, como el
egipcio, que obviamente sería menos preciso que el hebreo y el griego en
comunicar aspectos sutiles de significación? Finalmente, si el idioma egipcio era,
en algunos aspectos, superior al hebreo, y totalmente adecuado para comunicar la
revelación final, ¿por qué, entonces, permitió Dios que desapareciera de la tierra
todo vestigio de dicho idioma junto con todos los documentos originales? Si desde
el principio Dios tenía la intención de dejarnos solamente una traducción inglesa
de dichos documentes, ¿por qué no podía haberse hecho esa traducción del
hebreo en lugar del “egipcio reformado?”
Pero el Libro de Mormón plantea otro gran problema lingüístico. Como hemos
visto, Moroni aparentemente completó el registro de su padre Mormón añadiendo
dos libros propios. Uno era el Libro de Ether. Según se supone, éste era un
resumen de las veinticuatro planchas de Ether (Ether 1:2). Ether había sido un
profeta de los jareditas y uno de los últimos sobrevivientes de dicha raza. Los
jareditas, sin embargo, no hablaban egipcio; “ellos conservaban una lengua
acuñada conforme a la de Adán “. [9] El mismo Libro de Ether nos dice que
después de la confusión de lenguas, en la torre de Babel, la de los jareditas no fue
confundido como todas las demás (1:33-37). En vista de que Ether era jaredita,
parecería lógico suponer que escribiese en el lenguaje de los jareditas, idioma que
deba haber sido totalmente distinto al “egipcio reformado”. Aquí estamos ante otro
asombroso fenómeno lingüístico: Moroni, cuyo idioma era el “egipcio reformado”,
pudo descifrar y resumir las planchas escritas en idioma jaredita, idioma
semejante al que hablaban Adán y Eva, sin la intervención de ayuda sobrenatural,
tal como, según se supone, fue la otorgada a José Smith para su trabajo de
traducción.
En efecto, Moroni debe haber sido un lingüista sobresaliente. Aparentemente
también sabía hebreo, porque, nótese lo que dijo según Mormón 9:33:
“Y si nuestras planchas habrían sido suficientemente grandes, habríamos escrito
en hebreo; pero el hebreo también había sido alterado por nosotros; si habríamos
podido escribir en hebreo, he aquí no habría habido imperfecciones en nuestro
relato.”
De esta afirmación Talmage deduce que los nefitas manejaban el hebreo hasta
ser exterminados. [10] También esto fue un sobresaliente logro. De acuerdo al
comentario de Talmage, los nefitas vivieron como pueblo bilingüe durante un
período de mil años (desde 600 antes de Cristo hasta 421), capaces de leer y
escribir tanto el “egipcio reformado” como el hebreo. DE modo que superaron a
los judíos de Palestina que, después del cautiverio, ya no usaban hebreo como
idioma cotidiano. SE habían familiarizado más y más con el arameo.[11]
Además, es una pena que estos nefitas que sabían leer el hebreo, no tuviesen
una copia hebrea del Antiguo Testamento, y en cambio debían depender de una
traducción egipcia hecha sobre planchas de bronce.
Ahora bien, quisiéramos saber por qué Moroni (y su padre Mormón) no
escribieron las planchas en hebreo, lo que, según Mormón 9:33, habría resultado
en un registro más perfecto. Se alega que las planchas no fueron suficientemente
grandes. Esto, por cierto, es extraño. ¿Por qué no escribieron, tanto Moroni como
mormón, con letras hebreas más pequeñas? Si el registro habría sido más
perfecto en hebreo, y si los nefitas sabían leerlo ¿cómo es que estos hombres no
hicieron todo lo posible por comunicar la revelación usando el mejor medio a su
alcance?
Si tratamos de reconstruir la escena, la respuesta parece ser aún más extraña. Si
uno conoce dos idiomas y trataría de decidirse por uno con objeto de anotar un
material de cierta importancia, ¿sería lógico hacer la decisión en base al tamaño
de las planchas sobre las cuales escribir? ¿Acaso no sería factor decisivo la
mayor competencia del escritor en uno de los dos idiomas? Pero si la competencia
del escritor fuese igual en ambos idiomas –cosa poco probable- ¿no se decidiría
entonces, por aquel que mejor comunicase el material que debe ser transmitido?
Según la afirmación de Moroni dicho idioma habría sido el hebreo. No obstante,
no se usó el hebreo. ¿Suena lógico esto?
Además, ¿sería lógico pensar que Dios permitiría que su revelación fuese escrita
en un idioma cuyo resultado sería un relato algo imperfecto, simplemente por falta
de espacio sobre las planchas? Si era importante que el relato fuese lo mejor
posible -¿y por qué no habría de serlo?- ¿por qué no cuidó Dios de proveer a
Mormón y a Moroni de suficiente cantidad de planchas grandes?.
LA TRANSMISIÓN DEL LIBRO DE MORMÓN.
Nos ocuparemos ahora del tema referido a la transmisión de los documentos que
se suponen ser básicos al Libro de Mormón. Aquí también descubriremos una
cantidad de contradicciones. En el siglo sexto antes de Cristo los materiales más
comunes sobre los cuales escribir eran el papiro y el cuero (o piel animal); los
hebreos también usaban la madera y trozos de cerámica. En Palestina se
encontraron sólo contadas tablillas de arcilla con escrituras cuneiformes, y estas
eran, obviamente obra de extranjeros.[12] En aquellos días el material para la
edición de libros eran los rollos, construidos de cuero o papiro. En ellos se unían
varias hojas mediante una costura o cemento de pegar.[13] Este método era
tan común en la producción de libros que la Biblia usa con frecuencia la expresión
“el rollo del libro” (megillathseepher) cuando se trata de describir un libro. Nótese
particularmente que el capítulo treinta y seis del libro de Jeremías usa esta
expresión muchas veces. El libro de Jeremías fue escrito alrededor de 600 años
antes de Cristo. Además queda completamente claro que el rollo mencionado por
Jeremías 36 no era de metal, puesto que el rey usó un cuchillo para cortarlo en
pedazos. Por supuesto, debe mencionarse que el uso de metal no era del todo
desconocido, puesto que en Qumran se descubrió un rollo de cobre. Sin
embargo, en este caso no se trataba de una plancha sino de un rollo, que data de
una época posterior a los seiscientos años antes de Cristo. Generalmente se lo
adjudica al siglo primero antes de Cristo.
En vista de estos hechos, ¿es lógico pensar que la planchas de bronce que
contienen un largo pasaje del Antiguo Testamento en egipcio pertenezcan al sexto
siglo antes de Cristo? Aparentemente hemos discutido el problema del idioma que,
según se afirma, tienen grabadas estas planchas; pero el uso de metal para la
redacción de un extenso documento, tal como se lo ha descrito, presenta un
problema mayor aún que el del idioma. El único otro ejemplo de escrituras sobre
metal es el mencionado rollo de cobre de Qumran; pero aquí también se trata de
un rollo y no de planchas.[14]
Una pregunta similar podría hacerse respecto de las “planchas de oro” que
contienen los registros hechos por los nefitas. Los manuscritos que en América
Central y México datan del tiempo precolombino generalmente son hechos obre
tela o papel.[15]. Se sabe que fanáticos sacerdotes hispanos quemaron gran
número de estos manuscritos precolombinos –evidencia de que no podían haber
sido hechos de metal [16] ¿Es de suponer entonces, que lo habitantes
prehistóricos del continente americano hayan conservado sus registros sobre
planchas de oro?

Anteriormente ya hemos mencionado que no se han conservado copias de las


planchas originales que sirvieron a José Smith para su “traducción”; los mormones
afirman que Smith tuvo que devolver las planchas a su custodio Moroni.[17]
Esto nos conduce al tema de la traducción. José Smith, un hombre carente de
estudios en “egipcio reformado” pudo, no obstante, traducir los escritos al inglés.
Como sabemos, los mormones afirman que Smith hizo la traducción en forma
sobrenatural, mediante la ayuda del "Urim y el Tumim”. [18] Como hemos visto,
aquí ya hay una gran disparidad entre la Biblia y el Libro de Mormón. Al darnos la
Biblia, Dios nos dio los manuscritos en hebreo y griego, los que pueden ser
traducidos mediante ayuda lexicográfica. ¿Es de suponer que Dios haya cambiado
totalmente su método, y en el caso de su revelación posterior, que se supone ser
superior, nos diera la traducción pero no el lenguaje original? ¿Es lógico pensar
que un hombre, carente de estudios, pueda traducir caracteres extranjeros a
través de unas piedras?
Debemos analizar la naturaleza de esta supuesta traducción. Se recordará que,
conforme a Talmage, no hay reservas respecto de la correcta traducción del Libro
de Mormón, puesto que dicha traducción se efectuó mediante el don y el poder de
Dios.[19] Esto significa entonces, que la traducción de José Smith difiere de
todas las demás traducciones que se han hecho; la de Smith fue inspirada y por
eso totalmente libre de error. Esto también significa que el manuscrito original de
la traducción de Smith debería ser el documento más autorizado, puesto que
encierra la traducción tal como fue recibida de Dios. Entonces, esta traducción
original no admite cambios, puesto que un solo cambio derrotaría la teoría original
de la traducción infalible. El hecho, sin embargo, es que desde la primera edición
del Libro de Mormón, en 1830, se efectuaron numerosos cambios.[20] Al
comparar solamente el primer capítulo de la edición de 1830 con el de la edición
de 1950, descubrí nueve cambios, sin contar los de puntuación. Un número de
estos cambios corrigen obvios errores gramaticales. Por ejemplo, “mi padre ha
leído y vio” ha sido cambiado en “mi padre ha leído y visto”; “tu poder, y bondad, y
misericordia es sobre todo los habitantes de la tierra” ha sido cambiado a “tu
poder, y bondad, y misericordia son sobre todos los habitantes de la tierra”; “las
tiernas misericordias del Señor son...” ha sido cambiado a “las tiernas
misericordias del Señor son...” ¿Es lógico suponer que la siguiente oración haya
sido inspirada por Dios? : “Y cuando Moroni hubo dicho estas palabras, se
adelantó entre el pueblo ondeando en el aire la rotura de su manto de modo que
todos pudiesen ver la inscripción que había escrito sobre ella...” (Alma 46:19). La
oración ha sido cambiada, y ahora se lee: “...ondeando en el aire la parte rota de
su manto, de modo que todos pudiesen ver la inscripción que él había escrito
sobre ella...” Hay correcciones doctrinales. En la página 25 de la edición de 1830
leemos, “Y un ángel me dijo, he aquí el Cordero de Dios, y también el Padre
Eterno”. Esto ha sido corregido, ahora lee: “He aquí el Cordero de Dios, sí, el
mismo Hijo del Padre eterno” (1 Nefi 11:12).
¿Es de suponer que una traducción inspirada por Dios contenía errores
gramaticales y doctrinarios? Los mormones no tienen ningún derecho de excusar
dichos errores alegando que Smith carecía de una educación formal, porque
también afirman que la traducción toda fue hecha “mediante el don y poder de
Dios”, y que “en ningún sentido es producto de erudición lingüística”.[21]
Cuando alguna vez sucede que las traducciones de nuestra Biblia presenta
errores, no tenemos problemas en admitir que el traductor cometió un error. Al fin
y al cabo, ningún traductor es inspirado. Pero los mormones no pueden admitir
que la traducción original de Smith contenga un solo error gramatical.
Otro problema que tenemos con la “traducción” de Smith es que usa 27.000
palabras de la versión inglesa King James de la Biblia.[22] ¿Era de suponer que
textos de las planchas de oro fuesen traducidos, por inspiración divina, a un
lenguaje exactamente igual al de la Biblia en su versión King James?
Finalmente consideremos el testimonio del profesor Charles Anthon, que se ofrece
en La Perla de Gran Precio referido a la autenticidad de los caracteres tomados de
las planchas y a su correcta traducción.[23] Se recordará que Anthon, al ver los
caracteres con su traducción, afirmó, según la autobiografía de Smith, que la
traducción era “correcta, más que la de toda otra traducción que había visto del
egipcio” (Perla de Gran Precio, 55). Pero, en Mormón 9:34 leemos: “Pero el Señor
sabe... que ningún otro pueblo conoce nuestro idioma; por eso él había preparado
medios para su interpretación”. Si esta afirmación es veraz, ¿cómo podía saber el
profesor Anthon que la traducción era correcta? Si, por otra parte, él podía emitir
un juicio en cuanto a la corrección de la traducción, no es verdad que “ningún otro
pueblo conoce nuestro idioma”.
Tanto Budvarson y Walter Martin reproducen la carta que l profesor Anthon envió
el 17 de febrero de 1834 al señor E.D. Howe, respecto de la veracidad de las
declaraciones que se le atribuyen en La Perla de Gran Precio.[24] Pero, aunque
no existiera dicha cara, cualquier persona bien informada respecto del profesor
Anthon sabría que nunca podría haber dicho lo que, según La Perla de Gran
Precio, dijo. Este documento afirma que Anthon, habiendo visto algunos de los
caracteres, que se suponían ser copiados de las planchas de oro, las calificó de:
“egipcios, caldeos, asirios y arábigos” (p.55). Sin embargo, era de esperar que un
erudito indicara el tipo de escritura egipcia: jeroglífica, hierática, o demótica.
Suponiendo ahora que “asírico” equivale a asirio, y “caldeo” a alguna forma de
arameo, notaríamos que el profesor habría afirmado que los caracteres de cuatro
idiomas diferentes constituían una escritura fácilmente legible. Este problema se
complica más aún, cuando observamos que la escritura cuneiforme usada por los
asirios (signos silábicos y vocales) nunca llegó a ser una escritura alfabética,[25]
que ninguna de las escrituras egipcias era alfabética, y que tanto el arameo como
el arábigo eran escrituras alfabéticas. ¿Acaso es de suponer que los caracteres
de cuatro idiomas diferentes, d ellos cuales dos son alfabéticos y dos no, pudieran
comunicar un mensaje lógico? Usando una ilustración, esto sería como tratar de
escribir una oración usando algunas letras del alfabeto inglés, junto a algunas
consonantes hebreas, además de algunos caracteres japoneses y otros chinos.
¿No es esto suficiente para dejar en evidencia que el profesor Anthon, si en
verdad era un erudito, jamás pudo haber dicho lo que La Perla de Gran Precio
afirma que dijo? Por lo tanto, podemos descartar este testimonio, aparentemente
erudito, como totalmente invaledero.
Nuestra conclusión es que la historia del supuesto “origen” del Libro de Mormón
contiene tantas contradicciones y absurdos que nunca puede haber sido un
vehículo auténtico de revelación divina. En las palabras de un escritor mormón:
“Este libro (el Libro de Mormón) debe ser verídico, o falso. Si falso, es una de las
imposiciones más astutas, malvadas y descaradas que el mundo haya jamás
conocido, calculada para engañar y arruinar a millones de personas que lo
recibirían sinceramente como la palabra de Dios, creyendo estar seguros sobre la
roca de la verdad hasta despeñarse, junto a sus familiares en completa
desesperación”. [26]
Mi sincera convicción es que a la luz de la evidencia presentada en este apéndice,
el Libro de Mormón resulta ser precisamente lo que Orson Pratt, en la parte final
de la cita anterior, sugiere que puede ser. Yo creo que es una de las imposiciones
más astutas y malvadas que este mundo haya jamás conocido.

***

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