Babel y La Biblioteca, Máscaras Del Mito en La Lingüistica
Babel y La Biblioteca, Máscaras Del Mito en La Lingüistica
Babel y La Biblioteca, Máscaras Del Mito en La Lingüistica
Xavier Laborda
(Universidad de Barcelona)
xlaborda@ub.edu
Resumen
History textbooks of linguistics explain the biblical myth of Babel and the
birth of grammar in Alexandria at the hands of Dionysius Thrax. These
passages of history, which correspond to different times, refer to two
fundamental problems of linguistics: first, the origin of language and
linguistic diversity and on the other, the invention of grammar as a tool for
text editing and formal knowledge of the language. Despite the differences,
Babel and the library of Alexandria share a mythical nature. These stories
contain elements of fiction and reality that often go unnoticed. The article
points out these elements and establishes affinities between Babel and the
library, so that it should be considered as a narrative cycle.
Keywords: Babel, Library of Alexandria, myth, story, grammar, institution,
Dionysius Thrax.
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Este estudio se ha desarrollado dentro del proyecto FFI2012–35502, “Globalización y
plurilingüismo social…", financiado por MEC (0FIL).
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En el Antiguo Testamento se hace referencia a Babel en diversos pasajes. En Génesis 11 se
narra el castigo de la torre. En Génesis 28 aparece el sueño de Jacob con la escalera que,
como un zigurat, asciende al cielo. En Isaías 45-47 el profeta celebra la liberación de los
hebreos por Ciro y clama contra los falsos ídolos en la tierra de arcilla y de alfareros. En
Jeremías 51 el profeta clama contra la “montaña destructora” de Babilonia. Finalmente, el
Apocalipsis 18 anuncia la ruina completa de Babilonia.
proveyó el Renacimiento, con la torre inacabada de Brueghel el Viejo (1563)
o la arruinada de Antonisz (1547).
Justo es tener estas explicaciones míticas por una creación poética y, por
consiguiente, intraducibles al pensamiento dialéctico o científico. Sin
embargo, los historiadores han querido extraer de ellas algunas
observaciones especulativas sobre la monogénesis del lenguaje y el paso de
la lengua original a la diversidad de una sociedad políglota. De estas
explicaciones míticas resulta relevante anotar su afinidad con la primera
obra filosófica sobre el lenguaje, el Crátilo platónico. Sus respuestas
coinciden de manera sorprendente con el mito bíblico. En un principio
intervienen el Señor y el primer hombre de la Biblia o bien, pasando al
campo de la filosofía, “el legislador en materia de las palabras” de Platón. A
estas entidades de la revelación y la racionalidad corresponde el privilegio
de imponer los nombres originales; sus personajes son seres sobrenaturales
y enigmáticos. Por otra parte, la función de las designaciones no es
instrumental, no tiene una finalidad práctica, sino que realiza una tarea
constitutiva del mundo creado; no podría ser de otro modo, puesto que en
el estadio inaugural, que carece de sociedad, la comunicación no existe.
Finalmente, se manifiesta la independencia de la cosa y su nombre, de
modo que la cosa preexiste al nombre. Cuando aparece, el nombre
substituye el gesto de señalar la cosa; la reunión de los nombres es una
nomenclatura con una función subrogada, substituta. La naturalidad de las
palabras no se halla en la vinculación necesaria entre cosa y vocablo, sino
en la capacidad natural del hombre para crear designaciones. Dicho de otro
modo, la palabra no tiene efecto sobre la cosa porque no es una fórmula
esencial, pero refiere un vínculo entre la cosa y la impresión psicológica que
provoca en el hablante.
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Para sorpresa de los contemporáneos, el relato bíblico sobre los primeros padres, Adán y
Eva, coincide en buena parte con los últimos descubrimientos de paleogenética (Esteller
2012). Los estudios de mitocondria prehistórica señalan que los humanos descienden de
siete Evas originales, que habitaron el Este de África.
que el redactor confunda los términos, sea a propósito o por impericia, para
establecer un juicio negativo de la ciudad. El término Babel deriva de
Babilonia, que en acadio recibía el nombre de Babilu. Significa la “Puerta de
los dioses”. Una etimología tan enfática atestigua la grandeza que tuvo la
ciudad.4
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Las siguientes obras aportan información arqueológica sobre Babel: A. Parrot, La torre de
Babel (Barcelona, Ediciones Garriga, 1962); J. Vicart, La torre de Babel (México, Fondo de
Cultura Económica, 2000); J. L. Montero, Arqueología, historia y Biblia. De la torre de Babel
al templo de Jerusalén (Ferrol, Sociedad de Cultura Valle-Inclán, 2008).
cincuenta y uno de largo, que daba acceso a las primeras terrazas; dos
escaleras más de ocho metros de ancho, adosadas al mismo flanco,
ascendían desde cada extremo. Vista desde el cielo, la huella de la torre
tenía la forma de una parrilla, un nombre prosaico con el que se conocía en
tiempos recientes la colina de Amran Ibn ‘Ali, el enclavamiento devastado
de la antigua torre.
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Una descripción de las medidas del zigurat de Babilonia se halla en la tablilla de Esagil (229
a.C.), que reproduce a su vez un original más antiguo. La tablilla cuneiforme (Parrot
1962:18) estipula que los pisos de la torre decrecían en superficie; de la base de 90 metros
de lado se pasaba, en el séptimo piso, a 24 metros. Las alturas eran de 33 metros hasta el
primer piso, 18 hasta el segundo y 6 en los siguientes, salvo el último, que medía 15 metros
de alto. En total, 90 metros.
Como complemento de estas estimaciones cabe tomar la referencia de edificaciones que han
perdurado parcialmente. El zigurat mejor conservado es el de Dur Kurigalzu, cerca de
Bagdad, del que perdura un núcleo que se eleva a los 57 metros. Formaba parte de una
ciudad fortificada y su construcción puede remontarse al siglo XV a.C.
caldeos por el emperador persa Ciro II en el año 539 a.C. Como
consecuencia literaria de su exilio, Babilonia fue un tema recurrente en el
Antiguo Testamento, ya que apareció no sólo en el Génesis sino también en
los libros de los profetas y en el Apocalipsis, bajo el dudoso título de
representar un orden urbano e inmoral.
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Sobre la dificultad material de la construcción de un zigurat conviene considerar que se
trata de una obra erigida y modificada en diversos momentos históricos. En la última reforma
del zigurat de Babilonia, se ha calculado que, con los recursos técnicos de la época de
Nabucodonosor y una dotación de mil obreros, se pudo recrecer el zigurat en tres años
(Vicari 2000:71).
supremo, Marduk, con celebraciones que tenían su mayor esplendor en la
fiesta de año nuevo, en primavera. Para propiciar la fertilidad de los campos
se seguía un ceremonial solemne en el que una doncella yacía con la
divinidad, que estaría representada por el rey.
La gramática de Alejandría
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Es un tópico enumerar la lista de los bibliotecarios de Alejandría, una información que sirve
para disimular la falta de información sobre la institución y que crea la ilusión de fortaleza y
pervivencia. Los responsables de la biblioteca fueron –con algunas diferencias según las
fuentes–Demetrio de Falero (de ca. 295 hasta el 282 a.C.), Zenodoto de Éfeso (hasta ca.
260), Calímaco de Cirene (hasta ca. 240), Apolonio de Rodas (hasta ca. 230), Eratóstenes de
Cirene (hasta el 195) Aristófanes de Bizancio (hasta el 180), Apolonio el Idógrafo o el
Clasificador (hasta ca. 160) y Aristarco de Samotracia (hasta el 131 a.C).
programa filológico no se corresponde con el contenido de la Gramática,
puesto que sólo desarrolla los conceptos que han quedado fijados como
puramente gramaticales. La lectura en voz alta era una actividad corriente y
necesaria, que requería pericia para interpretar unos documentos
gráficamente difíciles. La escritura carecía de letras minúsculas, así como de
la mayoría de signos de puntuación y de espacios entre palabras y párrafos.
De ahí que la primera tarea del gramático sea enseñar a leer, con atención
“al gesto, a la prosodia y a la distinción de las palabras”. Para ello distingue
las letras griegas, en sus variedades vocálicas y consonánticas, las sílabas y
las palabras.
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De la abundante pero irregular bibliografía sobre la biblioteca de Alejandría destaca por su
sentido crítico la obra de Hipólito Escolar, La biblioteca de Alejandría (Madrid, Gredos, 2001).
Otros títulos consultados son éstos: L. de Castro Leal, La Biblioteca de Alejandría (Barcelona,
Laia Libros, 2008); P. de Jevenois, Biblioteca de Alejandría. El enigma desvelado (Badajoz.
Esquilo, 2009); R. Macleod. The Library of Alexandria (Nueva York, I. B. Tauris, 2000); J. J.
Riaño, Poetas, filósofos y bibliotecarios. Origen y naturaleza de la antigua Biblioteca de
Alejandría (Gijón, Trea, 2005).
institucional de los edificios y, finalmente, el destino trágico del símbolo,
que sucumbe a la ambición humana o a la destrucción del fuego.
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La comprensión de la biblioteca de Alejandría resulta nítida al identificar su modelo, que
contrasta con los inmediatos. El modelo mesopotámico, que le precede, tiene una función
administrativa o de archivo. También es anterior la biblioteca “homérica”, que tiene una
función científica y docente en centros como la Academia platónica o el Liceo aristotélico.
Con posterioridad a Alejandría, con el encargo de César al gramático Marco Terencio Varrón
en el 47 a.C, la biblioteca pública romana inaugura un modelo realmente abierto a un
colectivo amplio.
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La intervención de César en Alejandría no se limitó a la guerra y la política, puesto que
añadió el ingrediente novelesco de sus amoríos con Cleopatra, de los que nació Ptolomeo XV
Cesarión. Aunque en el incendio sólo ardiera un navío civil, como parece, cargado con
papiros nuevos para la exportación, la figura de César suministró material para crear una
leyenda oprobiosa contra él.
exaltación real fueron los propósitos a los que sirvió el Museo alejandrino.
En definitiva, el Museo fue el instrumento para agrupar intelectuales con
cuyo esfuerzo se propagó la imagen benéfica del monarca.
Bibliografía
Eco, Umberto & Jean-Claude Carrière (2009): Nadie acabará con los libros,
Barcelona, Lumen, 2010.
Law, Vivien & Ineke Sluiter , ed. (1995): Dionysius Thrax and the Techne
Grammatike, Múnster, Nodus Publication.