La Maravilla de Ser Mortal

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Aníbal Altamirano H

LA MARAVILLA DE SER MORTAL1


El valor que se le concede tanto a la palabra como a los afectos, desde una mirada filosófica, se
analiza y reflexiona la singularidad y la mortalidad en el ser humano. Existe material que señala la
necesidad de reflexionar sobre lo mortal. En la filosofía y en la salud, la lectura sobre la muerte, a
veces, es compleja; porque, a veces también son complejos los referentes del tema. En la
reflexión de este estudio, Hegel, Levinás, Heidegger, Michel Foucault y otros estarán presente.

Es importante presentar el tema con cordialidad, con tanto corazón que nos invita a perseverar en
su lectura: reflexión y toma de conciencia, que hay en muchas veces, que la adivinen o que la
sienta más que la comprenda. Cuando se presentan las obras clásicas, se tiene que ver con su
voluntad de explorar hasta el límite de lo decible, una cosa tan mundana como es la posibilidad
de comprendernos y de vivir juntos. Incluso, cuando se piense en la muerte, se debe hacer para
reivindicar la condición mortal del hombre, que lo une al tiempo, lo singulariza y revela que es
finito e irremplazable.

¿Cómo entender la vida a partir de nuestra condición mortal?


Sí, he sentido emoción al vernos aquí, ya explicaré el porqué. Se les agradece muchísimo por
compartir tiempo de su vida, irrepetible, para estar reunidos en este momento y hablar un poco.

Yo suelo defender que en ciertos contextos las personas se dirijan de tú a tú. Generalmente, uso el
pronombre de respeto usted; pues el tuteo es un trato en el castellano muy extravagante: lo
normal es hablar de mí a ti, o que tú me hables a mí; pero de tú a tú es muy raro. En realidad, el
tuteo es hablar considerando al otro con un tú respecto a ti mismo y situándote como un tú para
él; de tal manera que tienes en cuenta al otro siendo un tú para él y que él sea un tú para ti.
Asimismo, hablar de tú a tú es hablar de igual a igual, hablar sin querer dar la lección, hablar, más
bien, con alguien que va contigo de camino; no es hablar situándote delante de él para que te
siga. Bueno, se suele decir que el buen maestro no afirma: “Hazlo bien tanto como yo”, sino
“hazlo conmigo”. También se suele decir: “No me pidas que vaya delante, igual, yo no voy”, “no
me pidas que vaya detrás de ti, igual, no te sigo”; “así que tú ve a mi lado y sé mi amigo”. Por
tanto, les voy a hablar como si fueran mortales, si hay alguno en la sala que no lo sea, se ha
equivocado de sitio. Si hay alguno en la sala que cree que no lo es, que vive como si no lo fuera, a
él le voy a pedir que se quede.

En última instancia, Séneca decía que al acabar el día con una sonrisa en los labios y con alegría
podemos decir: “He vivido”, “¡hoy he vivido!”. Así que no estoy tan seguro de que voy a hablar de
la muerte; igual voy hablar de la vida, no lo sé. Tampoco, si al hablar de la muerte no vaya a hablar
de la vida. Generalmente, solo se mueren los vivos; pero voy a decir lo siguiente: “En general, solo
se mueren los mortales”; y Heidegger distingue a los mortales y a los que se mueren porque dice,
por ejemplo, que las vacas se mueren; pero que no son mortales; que los seres humanos sí son
mortales y las vacas no. No es una desconsideración hacia las vacas, es un modo de entender la
condición de ser mortal y habrá que pensar: “¿Qué es eso?”. Durante una conversación con José
Luis Sampedro2 en un programa de radio, el 1 de noviembre del 2005, claro, hablando de la
muerte, y se dice hoy, sobre todo el miedo a la muerte suele ser un miedo a la vida en general.
Porque a lo que tenemos miedo de verdad es a vivir, no a morir; y, en última instancia, cuando
1
Aníbal Altamirano. Síntesis y reflexiones de diversos filósofos clásicos. Para entender la enseñanza de la identidad
terrenal
2
(Barcelona, 1 de febrero de 1917-Madrid, 8 de abril de 2013)123 fue un escritor, humanista y economista español que
abogó por una economía “más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos”.
En 2010 el Consejo de Ministros le otorgó la Orden de las Artes y las Letras de España por “su sobresaliente
trayectoria literaria y por su pensamiento comprometido con los problemas de su tiempo”. En 2011 se le concedió el
Premio Nacional de las Letras Españolas.

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hablamos de estos asuntos es cuando hablamos del miedo. Yo soy partidario de que tengamos
miedo, la gente sin miedo inquieta muchísimo, es más, parece que es peligrosa. Hay que ser
partidario de sentir miedo y que dudemos mucho; la gente que no duda es horrible, la que solo lo
hace también. Así que vamos a ver si somos capaces de encontrar alguna mesura, algún equilibrio
que es en lo que consiste aprender. Aprender es siempre aprender la mesura, el equilibrio, la
ponderación, la justicia. Ser mesurado no es ningún acto de debilidad, es un acto de coraje vital.
Hay que ser muy valiente para ser mesurado, para ser moderado basta con ser vulgar. Ser
mesurado es tener una concepción de lo dicho de la ponderación y, a continuación, de la justicia.
Es porque lo dicho por la justicia es una balanza, es un equilibrio; el símbolo de la justicia es el
saber sopesar y por eso ustedes son seres de palabra; porque los animales tienen voz, pero no
tienen palabra y no es lo mismo. Esto nos enseñó muy bien Aristóteles, la voz es propiedad de los
animales y sirve para expresar el gusto, el disgusto, el placer y el displacer. Pero solo los seres
humanos, él decía, solo el hombre tiene la palabra y ella sirve para expresar lo conveniente y lo
inconveniente, lo justo y lo injusto. Por tanto, los que tenemos palabra, los que somos seres de
palabra, siempre nos jugamos en nuestro decir, que es la expresión de nuestra condición mortal,
nos jugamos sobre todo el decir con justicia. Así que, si alguno no le importa la justicia, que no
diga palabras. Además, dijo que una palabra mal empleada introduce alguna suerte de
injusticia en el mundo, da miedo continuar hablando. Además, nos reúne los siguientes
aspectos: el lenguaje, la muerte y la condición del ser humano.

No hay manual de instrucciones para morir, yo lamento que no puedan ir a casa con un manual de
instrucciones, no hemos ido a un curso para aprender a morir y ya nos han dicho los cuatro
fundamentos. Pero sí afirmo que para morirse es importante estar vivo y digo esto porque en
algunos casos la fecha de su muerte no coincide con la fecha de su fallecimiento y cuando no
coincide esto se sufre muchísimo porque hay gente que dura mucho. Pero no está exactamente
viva cuando muere y esto da origen a algunas conversaciones sobre las que no voy a hablar, por
ejemplo, sobre el derecho a la vida o a la muerte. Hay que procurar que coincida la fecha de tu
muerte con la fecha de tu fallecimiento, a veces nos preguntamos: ¿Tú quieres vivir muchos años?
Digo, sí, muchísimos, sí quiero vivir muchos años, durar depende. Bueno, son situaciones que
vienen de paso, pero que suelen decir algo y por eso cuando hablamos del vivir y del temor, de
verdad a lo que le solemos tener temor no es solo a vivir, sino a amar y eso es tremendo. Así que,
por no ingresar en lo tremendo, vamos a ir al final del banquete de Platón; en el final, cuando ya
han hablado todos del amor, cuando ya han promulgado sus discursos, incluso ha hablado
Sócrates y ha dicho el discurso de Diotima, parece que ya todos saben lo que es el amor. Si lo ha
dicho Sócrates que es el profe todos saben lo que es el amor, pues en ese momento no acaba el
diálogo; en ese momento, interrumpe la acción Acibiades y entra con una tropa de cantantes, de
músicos, con jolgorios irrumpe en la sala y le pregunta: ¿Qué haces aquí? Nosotros hablando del
amor y dice Ancibiades: “Yo no voy a hablar del amor, yo voy hablar de ti y además te voy a decir
una cosa me gustas, además te quiero muchísimo y yo quiero ser como tú, y me gusta cómo
piensas y cómo eres.”. Y creo que la filosofía empieza en ese momento y ¿qué es lo que pasa en
ese momento?, pues, pasa una cosa muy importante, que, en vez de hablar de algo, se habla
desde algo. Porque la filosofía no consiste en hablar del amor, sino como un enamorado. La
filosofía no consiste tanto en hablar de la muerte, sino en hablar como un mortal; así que puede
ser que hoy, yo no hable de la muerte, pero voy a procurar a hablar como si fuera mortal y es ahí
cuando la cosa cambia. Porque ya no es un hablar acerca de un asunto, es un hablar porque
hemos temido de lo que nos hace decir, porque es esa llamada a una escucha. Y es muy distinto
aquel que habla de un asunto que aquel que menciona que está tomado y teñido de eso que
habla. Porque es muy distinto hablar como una actividad mental que hablar de corazón. Es decir,
hablar con el alma y con el cuerpo. Descartes lo distinguiría, porque él tenía esta capacidad de
distinguir entre la res cogitans y la res extensa. Por un lado, el cuerpo y por otro lado el alma. Res

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cogitans del latín res, “cosa” y cogito, “pensar”. Bueno no le vamos a echar la culpa a Descartes,
no la tiene él, la tenemos nosotros que no nos hemos leído todos esos libros; porque él habla de
un principio de articulación entre el cuerpo y el alma y que llama “pasión”. La pasión es lo más
espiritual que tiene el cuerpo, lo más corporal que tiene el espíritu y Descartes dice: “La pasión es
el principio de articulación entre el cuerpo y el alma, que no se puede vivir articuladamente sin
pasión, que la amistad es un estado de pasión”; y por eso sin afectos no hay conceptos y que
desde luego, sino se vive con pasión, no diré que no merece la pena vivir, diré que no vivimos o
que parezca que no estamos viviendo. Si esto es así, José Luis Sampedro decía que la muerte
empieza cuando nacemos. Entonces, vivir es estar muriendo; pero, como no hay manual de
instrucciones de aprender a morir, nadie sabe cómo llegar a ser bueno en amores; nadie sabe
cómo uno puede llegar a saber latín; no sé si esa expresión sea literal o no. No hay un libro que nos
indique que se pueda conocer ciertas cosas. Es que no existe un manual de instrucciones para
aprender. Hoy está de moda que hay que aprender, me parece bien que se debe aprender.
Incluso, se habla que hay que aprender a aprender y si te encuentras con un pedagogo de cursos
enteros que hay que “aprender, el aprender, del aprender…”. Somos partidarios de enseñar a
aprender y, para enseñar aprender, un elemento fundamental es el contagiar, el contacto. Y, por
tanto, la mejor manera de aprender a vivir es vivir con alguien que vive de verdad, que vive porque
siente, vive porque cogita: es capaz de pensar. Lo que les quiero decir es que recordar ese texto de
los fundamentos de Descartes cuando habla de cogitar no significa solo pensar: es desear, es
querer. Algunos piensan que pensar es una actividad mental, existe todo tipo de personas: gente
que cree que pensar es una actividad mental y, cuando lo hacen, colocan los dedos en la frente;
cierran los puños y los ojos, como que están pensando. A ver si va a resultar que la palabra viene
del otro; si va a resultar que se aprende a morir con otro, si va a resultar que no tenemos ninguna
experiencia de nuestra verdadera muerte. Alguno, ¿tiene alguna experiencia de su propia
muerte?, de la propia muerte no hay experiencia; pero si hay experiencia de la muerte. La
verdadera experiencia de la muerte es la experiencia de la muerte de alguien a quien se quiere. Y
para que haya experiencia de la muerte es fundamental dos aspectos:
① Tienes que ser singular y
② Tienes que querer. Alguno, dirá ya tengo la solución que es no querer y si no quiero no
tengo miedo a la muerte; pues sí es verdad: si no quieres, no tienes miedo a la muerte.
Pero no te preocupes porque ya estás muerto, así que no hay ningún problema. Tú no
sabes que estás muerto, pero los demás lo huelen por esa zona. Y, por tanto, la historia ya
está que aquello que el amar a alguien es lo que nos hace temer el morir. Porque la
singularidad es la relación de uno con su propia muerte y, si alguno no tiene dicha relación:
 No tiene lenguaje
 No es mortal
 No es singular. Bueno, si consigue vivir en ese caldo de cultivo, qué se puede hacer.
Más bien, vivirá en una suerte de letargo; y por eso aquello que nos hace crecer es aquello que nos
hace también peligrar. Es muy hermoso escuchar textos de Michel Eyquem de Montaigne cuando
habla de su amigo del alma, que murió, y a quien llama el amigo “insustituto”. El amigo es
insustituible, es una especie de redundancia. Porque en realidad la singularidad consiste en que
“nadie vivirá tu vida, nadie morirá tu muerte, nadie dirá tu palabra, eres irrepetible,
inconmensurable, insustituible, único”, tu amigo dice: “Menos mal”. Lo que sí es cierto es que eres
así, es decir, mortal; y la muerte de uno no se sustituye con nadie. Se llega a oír barbaridades, uno
de los lugares donde se oyen es en los tanatorios, o velatorios; uno que tiene dos hijos y se le
muere uno, dicen: “Menos mal que tiene otro hijo”. Hay gente indescriptible, he llegado a leer en
un periódico: “hubo un gran accidente”, se imaginan el accidente; pero solo ha habido un muerto.
Como una suerte de decepción, el propio cronista, tras el propio accidente de tremenda
categoría, parece decepcionado de que no hubo muertos. Por eso, esta idea de singularidad
irrepetible le llevaba a José Luis Sampedro a preferir la mortalidad a la inmortalidad. Si han leído

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el libro El secreto de José Antonio Prieto, es un libro de una sociedad que ha vencido a la muerte
y, una vez que la ha vencido, hay un insurrecto que quiere morir. Uno se tiene que quedar en la
edad y que la elige y, una vez que lo ha hecho, no puede tener hijos porque se pierde y ahí se
queda. Saben ¿qué es una recreación del cáncer hiperbárica Sevilla, calidad de vida oxigenada, y
en ese libro, que es un debate de Sevilla, “pues el insurrecto que quiere morir le hacen un juicio y
el juez le hace una pregunta: ¿Usted para qué quiere morir? Yo quiero morir para que cuando esté
mirando las estrellas sea irrepetible, ese momento no vuelva jamás, tenga la densidad y la
inmensidad de la eternidad. Quiero morir para que cada instante sea eterno, quiero morir para
que este momento, que estamos aquí y ahora, que les deseo que no sea el más hermoso de su
vida, este momento no volverá jamás, nunca más”. Eso le da una intensidad, una densidad y una
verdad en el momento, que no es el sentido del momento, porque el momento no tiene mucho
sentido, como es evidente. El sentido del momento, es el sentido que le damos nosotros al
momento y, por tanto, hay cosas que solo se tiene si se dan. El que no ha descubierto que hay
cosas que solo si se dan es el que está primero en morirse. Por ello, una de esas cosas son las
gracias, las gracias las tenemos solo cuando las damos; el conocimiento solo se tiene si se
comparte; el sentido de la vida solo se tiene cuando tú se la das. Y eso alcanza una plenitud y una
intensidad que los grecolatinos llamaban como un ejercicio, ejercitarse en el morir, era una
relación entre el ejercicio y el saber, que era aprender a “Vivir cada día como si fuera el último,
nunca perturbados, nunca apáticos, e ahí la perfección del carácter.” Marco Aurelio (121-180 d.C.),
Meditaciones., vivir cada momento de tu vida como si fuera único. Yo pensaba en agradecer que
ustedes estén aquí, pues les tengo que dar muy malas noticias:
① Somos efímeros, alguno dirá: “Tranquilo, porque no sé muy bien lo que quiere decir eso”;
pues ahora vas a perder la tranquilidad, efímero. Píndaro dice que somos efímeros,
epameroi significa que somos seres de un día, seres cotidianos, seres de a diario, como el
pan, como antes era el periódico de cada día y cada día, como dice Marco Aurelio, pasan
todas las estaciones del año, que cada momento son todas las estaciones de la vida, en
cada instante está la plenitud de la vida, que en un instante se vive y en un instante se
muere. Desde luego, hay un artículo de Juan José Millas 3, desde el punto de vista
surrealista, atractivo que habla “La Biografía de una mosca”, creo que vive 16 o 17 días,
pero no les parece poco, ellas viven esa vida. Nosotros la mayoría del tiempo estamos
perdidos, o no estamos. Y, por tanto, cuando estamos podemos vivir cada momento con
densidad, con esa intensidad y con esa verdad. Marco Aurelio nos propone que con esa
densidad seamos capaces de tener dignidad en el vivir, y si se tiene en el vivir también se
tiene en el morir. Tenemos que afrontar a aquellos que tienen la dureza de vivir en
situaciones de mucha soledad, de mucha penuria, de mucha indefensión, de mucho
desamparo; y que este es un drama para la sociedad contemporánea, donde ahora vivimos
o duramos más años y en la que tenemos que afrontar con toda seriedad lo que eso quiera
decir y quiera significar y ¿cómo afrontar eso? Con toda libertad, para que sea la muerte un
acto de vida, que la muerte forme parte de nuestro propio vivir. La placidez en el morir
tiene que ver con la dignidad con que uno ha podido vivir, pero este privilegio de vivir
como un mortal, me parece que lo tenemos que cultivar sin melodramatismos. Porque
morirse es una tragedia, pero hay tanto melodrama en esto de morirse, y melodrama sin
tragedia exactamente. Todo se pone melodramático, es muy duro; lo que es muy duro es
perder a alguien a quien tú quieres. Uno se puede reponer de todo, pero de lo que no se
puede reponer es de eso: de la pérdida de un hijo; uno no se repone nunca a nadie, eso no

3
Este artículo apareció, en el diario El país de España, en la edición impresa del sábado, 02 de agosto de 2008.

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se te pasará; si solo con soñar te despiertas con esa posibilidad, tienes que aprender a vivir
con ese vacío tremendo en tu vida para siempre, aprender a vivir tu vida en una carencia,
en una fractura, en una huella, aprender a vivir quebrado, destrozado. Entonces, la
experiencia que tenemos es que solo podemos vivir en esa ausencia de vida, que es la
pérdida de la persona a quien queremos. La pérdida en tiempos de COVID es aún más
dolorosa. Muchas personas no han podido realizar los rituales religiosos, velar a sus
muertos y enterrarlos. Asimismo, contar con la presencia física de otros familiares y
amigos en dichos momentos difíciles.

② La segunda mala noticia es la enfermedad, es el otro preludio de la muerte y nos enseña


algunas cosas: la salud social, la salud pública, la salud mental. La amistad y la
comunicación como remedios para esa enfermedad, el propio Montaigne hablaba de las
enfermedades modernas, decía que las enfermedades de ahora son las guerras, las
persecuciones de los indios, la pobreza, etc.; qué enfermedades más raras, ninguna fue del
propio ser humano. Encontrar también referencias en otros seres ejemplares, hay
personas que son referencia para nosotros, que saben vivir con dignidad su condición
inmortal, que no viven olvidando esa condición, que viven cada momento con una plenitud
y una entrega más grande; con densidad que, cuando ingresan a un espacio, solo con
verlos cobra otra densidad y otra verdad: ¿dónde están esos seres ejemplares, de
referencia, de horizonte, aquellos que nos acompañan a vivir? Se encuentran en una
relación de uno con su propia muerte y que los llaman a vivir su propia condición
constitutiva de su soledad. Porque, desde luego, quien no asume su propia soledad no
asumirá su propia muerte. Bueno, asumir nuestra propia soledad es algo complicadito. De
hecho, solemos echar la culpa a los otros de la ausencia de amistad y colaboración;
solemos pensar que los otros son la causa de nuestra soledad y no es así; es, más bien, la
singularidad y, por tanto, somos seres solitarios. Otra cosa es que seamos adolescentes
hasta muy tarde, los hombres, incluso, siempre adolescentes. Esta sensación que no
tienen los otros, de tener esa singularidad, esa soledad constitutiva sin remedio como
escuela del aprendizaje del morir. Bueno, sin remedio, también es cierto que si quieres a
alguien y alguien te quiere no estarás solo. Es un poco más llevadera la soledad, por ello,
no dejamos de unirnos sin dejar de estar solos porque constituimos, como dice Nietzsche,
un archipiélago y el archipiélago es el conjunto de islas unidas por lo que les separa. Así,
queridos archipiélagos, desde este aislamiento de nuestra soledad que hace que cada
palabra estando todos juntos oyendo lo mismo, ahora mismo cada uno está recreando lo
que yo digo, convirtiéndolo en palabra propia, haciendo que resuene lo que he dicho,
convirtiéndolo en algo diferente de lo que he dicho, haciendo que le diga algo; incluso,
más allá de lo que yo digo. Esto se llamaba logos, son las lecciones de Plutarco sobre el
arte de escuchar donde dice: “Hay que preparar muy bien las conferencias, no solo a las
que uno va a dar, sino a las conferencias donde uno va a ir”. ¿Ustedes se han preparado
bien? Porque estar preparado bien es dejarse decir algo, no creer que uno lo sabe todo y
mejor que los demás, es estar en disposición de recibir la palabra para recrearla, para
verlos en esta actitud tan amable, de escucha, para saber que se han preparado
estupendamente bien. Pero después de todo esto, les quiero decir que también son seres
humanos y eso ¿qué quiere decir? Porque esas preguntas que se hacía Kant: ¿qué puedo
conocer? (Metafísica), ¿qué debo hacer? (Ética) ¿qué puedo esperar? (Religión), y una
cuarta pregunta: ¿qué es el hombre?, este último cuestionamiento resume las otras tres.
Así que con esta cuarta vamos a construir las otras tres, ¿qué se puede esperar?, yo añado:
¿qué se puede esperar de un hombre? Para no llevar el tema mal, ¿qué se puede esperar
siendo un ser humano?, ¿qué puede saber si es un ser humano? Pero ¿qué te has creído

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que eres?, traducción del oráculo de Delfos que dice conócete a ti mismo. Cuando habla
del conócete a ti mismo, Michel Foucault nos lo recuerda, no es una incitación a la
autognosis, donde uno tiene que conocer su propia interioridad, su propio yo. El oráculo
de Delfos cuando dice eso, nos recuerda: “Te aviso para que te enteres que no eres un
Dios”. A veces acabamos creyendo que somos distintos, igual a los dioses y no finitos.
Somos efímeros, en soledad, con una singularidad irrepetible donde puedes encontrar el
maravilloso consuelo de la amistad, la colaboración y donde puedes aprender a vivir cada
instante irrepetible y dar densidad a tu vida y plenitud a tu propia existencia, pero
dándoselo tú. No esperes que el sentido de la vida se encuentre en una excursión que va
tras el sentido de la vida; y a veces decimos: “Este año no la acabo de encontrar”, pues tú
busca, si es lo que tienes que dar, lo tienes que poner y para eso hay que estar vivo: para
ser mortal hay que estar vivo. “Me fui a los bosques porque deseaba vivir
deliberadamente, enfrentar solo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo
que ella tenía que enseñarme, y no que cuando estuviese por morir me diese cuenta de
que no había vivido” - Thoreau

Además, tener cuerpo y alma en Platón, él usa la palabra freurá para el alma, pero freurá no es
una cárcel significa “vigilancia”, “vigilada”, “el que vela por el alma”. Freurá es lo que hace una
madre o un padre cuando a media noche mira a ver si el hijo todavía respira: esto no es de
primerizos. Es de primerizos, de segundos, de terceros mirar si respira. Es develar, es lo que hace
el cuerpo respecto al alma, así que los grecolatinos paganos entendían que la mejor manera de
cuidar el alma es cuidar bien el cuerpo. Por lo tanto, cuida el cuerpo y, entre los cuidadores del
cuerpo, estaban la conversación, la buena alimentación, la higiene, las relaciones normales. Lo
que querían decir también, la Meditatio in morte, en latín, que es exactamente una meditación
sobre la muerte, en la escritura, en la lectura, esto eran los ejercicios de lo que hablaban los
grecolatinos para aprender a morir. Y ¿ Meditatio in morte? La premeditación de la muerte, no era
pensar en la muerte. El asunto es en cada instante, la experiencia del instante e irrepetible que le
da eternidad al propio instante; es que es un instante, vivir ese instante y esto es prepararse para
aprender a morir. Incluso, hay que suicidarse todos los días, muchísimas veces; no una vez por
todas esto hay que procurar no hacerlo, sino todos los días, eso cuando dice exactamente Séneca,
al acabar el día. Séneca con alegría y una sonrisa en los labios decir hoy he vivido, al final del día lo
has vivido de maravilla y la mosca lo dice en 16 días. Ahora levántate a la mañana siguiente,
resucita, es un gesto político, es un resucitar para empezar el día de nuevo, para estrenarse, para
ser capaces de hacer una experiencia de un día de un ser efímero. Y estos ejercicios que se hacían
consistían en hacer los ejercicios todos los días, desde el amanecer hasta el crepúsculo; y cuando
habla Séneca con una alegría y una sonrisa en los labios, uno tiene que decir: “Hoy he vivido”; uno
puede decir: “¿Se puede ser mortal y se puede ser alegre?”, “¿Se puede ser mortal y se puede ser
feliz?” Pues, si se puede ser feliz. Desde luego, Hegel dice que el gran Dios, el buen Dios, ese sí
que es feliz todo el rato; pero nosotros los mortales, esporádicamente y a ratos, lo somos. He
leído un libro de Emilio Lledó, 2017, “El elogio de la infelicidad”. Espero que el título sea
suficiente para lo que quiero decir, y, por tanto, si Michel Foucault tiene razón, en las formas de
situar el pensamiento: “Pensar ni consuela ni hace feliz. Pensar se arrastra lánguidamente como
una perversión; pensar se repite con aplicación sobre un teatro; pensar se echa de golpe fuera del
cubilete de los dados”4, así que yo no garantizo que los mortales sean felices, lo siento. Ahora, que
los mortales podemos ser dichosos, vivir gozosamente y estar muy contentos eso sí que lo
garantizo, no solo lo garantizo; sino que digo que solo un mortal puede ser eso y cuando he

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Poco antes de su muerte, Foucault no ocultaba sus intenciones de reencontrarse con Deleuze. Y será Deleuze el
elegido para hablar en las honras fúnebres de Foucault. Además, le dedicará un libro a su obra, llamado sobriamente
“Foucault” que fuera escrito “por necesidad propia, por admiración hacia él, por conmoción ante su muerte, ante su
obra interrumpida”.

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citado a un asunto de las pasiones de Kant, digo que en su último libro sobre el “tratado de las
pasiones” publicado por él, dice que el fruto de la pasión es exactamente la dicha de vivir, el gozo,
la alegría de vivir; y sí que creo que un mortal puede tener la alegría de vivir, ser gozoso y dichoso.
Si Hegel tiene razón, solo el buen dios aristotélico es capaz de ser feliz, veremos de qué se trata.
Bueno, hablemos del dios aristotélico, es el padre que no se muere nunca por lo que dice, ese Dios
aristotélico, ¿por qué siempre es feliz? Y dice que ese es un señor que sabe tocar, ese si sabe tocar,
esa toca como hay que tocar, incluso se toca como hay que tocar, eso dice Aristóteles. Además,
este modo de ser es propio, a diferencia de nosotros que no sabemos tocar. Incluso, que hay que
tocar como Dios, tocar como el pensamiento toca al pensamiento, tocar con tu pensamiento el
pensamiento de alguien, tocar, única y exclusivamente, como el pensamiento es capaz de tocar y
recuerdo, el contagio, contacto viene de esa palabra y cuando se dice que se educa por contagio,
que se aprende tocando con el pensamiento, con el pensamiento de otro, y aviso también que
cuando alguien toca tus pensamientos te puedes ir preparando porque si te descuidas le acabas
queriendo y por eso esta experiencia de un nuevo tocar, de aprender el pensamiento como una
relación y no como una actividad mental. Sinopsis de La muerte un amanecer:
El trabajo de la doctora Elisabeth Kübler-Ross 5 nos confirma que la muerte es un pasaje hacia otra
forma de vida, y nos hace comprender que la experiencia de la muerte es casi idéntica a la del
nacimiento, puesto que se trata del inicio de otra existencia, el paso a un nuevo estado de
conciencia en el que también se experimenta, se ve y se oye, se comprende y se ríe, y en el que
existe la posibilidad de continuar el crecimiento espiritual. Gracias a ella sabemos que una luz
brilla al final del camino, y que a medida que nos aproximamos a esa luz blanca, de una claridad
absoluta, nos sentimos llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que podamos
imaginar.
Aprender a morir, es también aprender a pensar en relación con el otro, aprender a vivir con otro,
no hablar al otro; sino hablar con él. De tal manera, que solo con él hablas; asimismo, les quiero
decir que yo no suelo hablar así cuando estoy solo. Ya que yo hablo así porque están ustedes,
porque hablo con ustedes y, por tanto, aprender a morir es aprender a aceptar, aprender a
reconocer y aprender a querer al otro; es aceptar la existencia del otro. Hay gente que vive como
si no existieran los demás, están en cierto modo muertos, están en cierto modo acabados. Yo no
quiero estar acabado, acabado quiere decir finiquitado, y quiere decir finado, me gusta cuando se
dice al muerto “el finado”. Una cosa que hay que ser es íntegro, pero no acabado. Sin embargo,
nadie espera estar acabado, salvo cuando esté finiquitado, esté finado, y por eso una de las
finalidades para aprender a morir es aceptar nuestra limitación, finitud, las carencias, ausencias,
debilidades, tus insuficiencias. Así que un arrogante combate, en cierto modo, la muerte, pero a
través de un procedimiento falso que es la ignorancia porque la arrogancia es la forma suprema
de la ignorancia. Aprender a morir, es aprender a reconocer la existencia de los otros, quienes
también quieren, también sueñan, también sufren, también desean. He llegado a comprender
que cuando eres el padre de alguien te das cuenta que existen los otros, alguien dirá no ofendas a
los que no tienen hijos, primer aspecto que saben perfectamente que existen los demás sin
necesidad de tenerlos; segundo, no te ofendas tú mismo, que has necesitado tener un hijo para
enterarte que existen los demás. Esto no quiere decir que se reescriba la mediación con el otro a
través de la filiación; lo que quiere decir, es que el reconocimiento de la existencia del otro es la
antesala de la libre acción de una sumisión al temor de la muerte; con otros esto siempre es
posible. Alguien dirá: “¿Qué filosofía es aceptar aprender a morir?”, aprender a morir y aceptar la
muerte con complacencia y que esto se puede ejercitar, probablemente, estamos aquí haciendo
un ejercicio hacia el morir. Aprender a morir no significa que cuando vayas a morir eso no vaya a
ser duro, no es una pérdida o un extravío; eso no significa que no haya sensación de ausencia o de
carencia. Eso significa que hay un espacio para la memoria, para el recuerdo, para rememorar y
5
Elisabeth Kübler-Ross (1984 publicación origianl, reeditada en 2008). La muerte un amanecer. Madrid, Luciérnega.

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recordar que haya tenido el placer de haber convivido con ciertas personas, para disfrutar que
hemos conocido a ciertas personas, para vivir como un gozo el privilegio de haber conocido a
ciertas personas y para ser capaces de hacerlos compatibles con el dolor de su ausencia
irremediable. La muerte es el sinsentido, podemos otorgarle algún sentido, pero ¿por qué?, es
una pregunta que acompaña al vivir, porque cuando la vida no va bien surgen estas preguntas:
¿pero por qué tengo que vivir?, ¿por qué vivo?; la que más se escucha es ¿por qué alguien se
muere?
Heidegger dice somos seres para la muerte, “solo el hombre muere, los animales cesan” sentimos
nervios, no porque diga que somos seres para la muerte, sino por la lectura que hace de eso;
porque además lo vincula como una especie de asepsia respecto a los sentidos de los seres
humanos y la relación con la nada de la angustia. Menos mal que los franceses hablan muy bien el
francés, esto nos ayuda mucho para algunas cosas; significa no es solo ser para la muerte, es estar
por ella, es estar por alguien, como cuando de niños decíamos yo estoy por María José, estoy por
Martha, estoy por Pedro, etc., es una suerte casi de tensión y amor. Nosotros estamos para poder
vivir impulsados a vivir como mortales, a cuidar nuestro cuerpo para el cuidado del alma, Según la
propuesta filosófica de Michel Foucault6, la cura de sí mismo – el autos- el autocuidado constituye
el mismo fundamento de la ética. Dado que el ser humano es hábil y vulnerable, debe tener
cuidado de sí para poder mantenerse satisfactoriamente en la existencia. Cada cual es,
primeramente, responsable de sí mismo, de su cuerpo, de su alma, de su vida física y de su vida
espiritual.
El que cuida su cuerpo bien, en el sentido que hemos dicho, cuida verdaderamente su alma y que
no es necesario entender. Cada uno tiene sus propias convicciones y respetadas de un modo
convencional, entender también aquello que anima nuestra propia vida, aquello que no se reduce
sin más la mera satisfacción de los honores, los poderes y las riquezas; porque ser mortal y
aceptarse como mortal es una puesta en cuestión de los valores dominantes de un tiempo, este
tiempo, que no quiere asumir la propia finitud y la propia mortalidad a cambio de hacernos vivir
por aquello que no merece la pena vivir; es toda una política de los placeres, los honores, las
riquezas, la satisfacción del tener frente a las posibilidades de vivir.
Antes comentábamos, cómo para algunas culturas, esto de la muerte es mejor que ni se vean, que
ni se sepan y mientras tanto vivimos consumiendo, vivimos construyendo el mundo como
combustión el mundo mismo. Ser mortal es también un gesto político, de rebeldía y de
insurrección contra los valores dominantes, contra una sociedad que solo busca como combustión
de la propia vida: Siempre añoro aquellas tardes de luz con aquellos atardeceres donde allí se
nutría mi vida, una plenitud y una intensidad que hacía que mi alma fuera rebelde. Así que hay
muchas formas de ser insurrecto, una es pasear al atardecer a la orilla del mar.

Preguntas o reflexiones: ¿Cómo las diferentes culturas, filosofías, religiones y ahora que estamos
en occidente toda una concentración de filosofía y religión en ese sentido? Las diferentes
maneras de acercarse al mundo de la muerte, los rituales. ¿Qué puntos tienen en común, qué
puntos les diferencian?

Una cosa que libera la vida es aprender que existe muchas maneras de hacer las cosas bien, hay
muchas maneras de ser un buen profesor de universidad, aunque alguien piense que solo hay una;
hay muchas maneras de ser una buena mujer, ser un buen hombre, de vivir tu propia dimensión
con el espíritu, algunos con la religión (estoy citando casi a Wilhelm Dilthey), otros a través de la
poética, otros a través del derecho, otros a través de la filosofía; y, por eso, cuando uno aprende
las cosas desde la raíz de lo común, aprende el hecho de ser mortales; aprende a comprender, no
solo a entender, porque se puede comprender cosas que no se entienden. Hay mucha gente que
6
Francesc Torralba Roselló, Luciano Sandrin, Nuria Calduch-Benages (2014). Cuidarse a sí mismo. Madrid,PPC
Editorial.

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Aníbal Altamirano H

dice: “Me basta con que me comprendan, aunque no me entiendan”, cuando alguien me dice: “Yo
te entiendo”, yo me asusto; si no me entiendes, no me importa; asumes mi propia condición y
queriendo, sin entender, me comprendas que hay otros caminos exactamente iguales a los que tú
tienes; entonces, no hace falta que me entiendas, basta que me comprendas. Con esto quiero
evidenciar la pluralidad de formas del espíritu, como dice Wilhelm Dilthey, la tolerancia, con la
forma de que cada uno vive la relación con su propio vivir, algunos con la religión, otros con la
poesía, o el Derecho o la Filosofía o de una cultura o de otra cultura. Esos propietarios del espíritu,
esos que quieren patrocinar al espíritu de la vida y de la razón, eso es partidista, sectario del
pensamiento que quieren decir esta es, la única, la correcta. Cuando alguien dice que esto es el
pensamiento verdadero, por lo menos, ya estamos claros de decir alguna cosa que no es un
pensamiento. Por tanto, la razón nos lleva a que cada uno forme su propia expresión, derecho a la
diferencia, por favor, ser raros. El poeta René Char dice: “Desarrollar nuestra legítima rareza”.
Así que a mí me gusta la gente rara, no digo rarita, y rara significa inclasificable, peculiar, singular,
que vive sus propias convicciones y que desarrolla sus propias posibilidades de vida; por eso, digo:
“Derecho a la diferencia”; pero añado: “Sin diferencia de derechos”. Lo común, es lo común de los
derechos, los derechos son universales y no se pueden limitar a asuntos culturales, políticos,
religiosos. Por ejemplo, estoy en contra de la pena de muerte y esto es un derecho, no
simplemente cultural; trabajaré con otros que puedan pensar lo mismo, por eso, cuando hablo a
favor de la rareza, de la pluralidad, de la singularidad, de las opciones de vida, de las religiones, he
puesto un límite, el límite es el límite de los derechos, el respeto de los derechos. Porque los
derechos no tienen días, no son estados de ánimo; los derechos son humanos porque son
derechos para todos los seres humanos, sin excepción en todas las condiciones, en todos los
espacios y en todas las culturas. Por eso, cuando alguien dice: “Es que yo tengo una religión”, me
parece estupendo, no tengo ningún problema en que la tengas. Además, te deseo que seas muy
feliz, pero derechos sí quiero que tengamos: derecho a la diferencia sin diferencia de derechos. Yo
recibo con respeto, no hago proselitismo de la verdad frente a las convicciones de los demás y
además digo que el mejor discurso es tu forma de vivir, la verdadera palabra de uno es su
verdadera vida. Hegel, siendo filósofo de la razón, dijo que no hay nada que no se haya hecho sin
pasión, sino dijo también que el verdadero ser es el obrar. Cuando alguien dice mientes, mientes,
si mentir no es lo contrario de lo que uno piensa, mentir es vivir lo contrario de lo que uno dice; no
pedimos que vivan como yo pienso, sino que viva según lo que él dice que piensa; más bien para
entendernos y para eso respecto a la diferencia, respecto a la singularidad, respecto a la rareza.
También ayúdame para que te comprenda por la forma de ser medianamente coherente y tener
convicciones, valores, principios que me permitan identificarte, no vaya a ser que me pase contigo
lo que me pasó en la historia de Gregorio Samsa; cuando aquella mañana que se levantó y al
mirarse en el espejo se encontró convertido en un insecto, como dice la metamorfosis de Franz
Kafka. Si tú eres un caballo a mí me parece fenomenal, pero si mañana eres una jirafa, igual, no
me confundes. La razón común, por citar a García Calvo y a Heráclito, nos hace pensar que todos
nosotros somos seres humanos, que todos somos mortales y finitos, y que todos tenemos
dignidad. Porque ningún ser humano es un medio, El ser humano es un fin en sí mismo y nunca
puede ser utilizado como medio. Kart Rahner nos recuerda que: el ser humano es persona que
consciente y libremente se posee. Por tanto, está objetivamente referido a sí mismo, y por ello no
tiene carácter ontológicamente de medio, sino de fin; posee, no obstante, una orientación -
saliendo de sí- hacia personas no ya hacia cosas. Por todo ello le compete un valor absoluto y, por
tanto, una dignidad absoluta7. Ningún ser humano es superior a otro; lo último mencionado me
parece el programa político más extraordinario, ningún ser humano es superior a otro en ninguna
condición ni con ninguna razón ni con ningún privilegio, con ninguna suerte de explicación y con
estos valores: respeto y respeto a los demás.

7
Abya Yala, (2007). El sujeto en la educación, Universidad politécnica Salesiana -Ecuador. Editorial, pp. 91-131

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Aníbal Altamirano H

La verdad que eres una delicia y, por eso, esto está tan lleno, ya veíamos advertidos la pregunta:
¿Qué se le dice a la persona que siente la muerte de alguien, no con pena, sino con desgarro, quizá
por nuestra tradición judeocristiana porque se plantea en términos de justicia o de injusticia?
Bueno, dos cosas:
1. Se dice que las gracias que uno da son las gracias que uno recibe, yo te considero un agraciado y
te las devuelvo.
2. He dicho en más de una ocasión lo que voy a decir ahora, así que no pretendo eludir el
repetirme, te voy a contestar muy rápido; pero luego seguiré hablando, no sé, esa es la respuesta
que te voy a dar.

Una vez hablando en una cárcel de Lima, estos presos eran todos hombres. Les hablo a ellos y uno
me dijo: “Lo que más me duele estar aquí es que he defraudado a mis hijos. Tengo tres hijos y ya
no me quieren. He perdido su confianza, tenía treinta y tantos años, ¿qué puedo hacer para ganar
su confianza?”, le dije: “No sé”. Seguí hablando pero la verdad es que no sé, y sabes lo que pasó,
que se pusieron de pie los presos, dieron una ovación; yo que era estudiante de filosofía, en
especial de metafísica y era de citar mucho a Heidegger descubrí que el mayor aplauso que me
habían dado era por decir “no sé” una vez; y yo he pensado qué es lo que oyeron que fue muy
inmediato y no fue una razón intelectual, sintieron a lo mejor que me ponía en su lugar o que
estaba a su lado, me sentí desbordado porque hay cosas que uno no sabe; y ¿quién ha dicho que
no hay que decir alguna vez “no sé”?, ¿quién ha dicho que “no sé” no es una respuesta de
consagrar la pregunta cómo pregunta? Porque hay preguntas que son cuestiones y hay cosas que
no puedes dejar de plantearte, pues no sabes qué responder. Vamos a citar el principio de la
crítica de la razón pura que empieza prácticamente así, hay cosas que uno no sabe que plantearse
y no sabe qué responder, “ejemplo es el tema de Dios, la inmortalidad del alma, uno no sabe qué
responder, pero no puede dejar de plantearse”. Siento un poco parecido con la pregunta hecha,
yo no sé lo que se le puede decir, pero voy a seguir hablando porque si me callara cada vez esto
podría durar mucho menos; a veces, hablamos no porque sabemos, hablamos porque
perseguimos aquellos que queremos saber, porque vamos tras de algo, porque lo buscamos y lo
necesitamos; es que buscamos lo metafísico, es decir, a la ciencia buscada, no a la ciencia que es
posesión, la que persigue lograr.

De alguien que sientes como desgarro de una injusticia o justicia, probablemente lo puedes
querer, acompañar, hacerte cargo de su situación; pero yo soy partidario de no darle muchas
conferencias, igual hay que darle un abrazo, hay que estar al lado de él. El silencio es una forma
elocuente de decir, igual hay que hacerle que hay otra razón de comprender en la vida de
continuar viviendo, igual no hay que quitarle importancia. Cuando a nuestros hijos le decimos se
ha muerto tu abuelo, pero “se ha muerto” dicen ¡mucho!; y lo que quiero también decir es esta
percepción de que cuando algo ocurre es un desenlace efectivamente y una ruptura, algo se ha
desatado, un vínculo y no puedes hacerte la idea de que no vas a volverte a ver, eso es
impensable. Eso solo se puede entender por la experiencia de cada día, lo que uno puede estar es
estar cerca, pero hay gente que te da una conferencia y, luego, a lo mejor, no está cerca y creo
que lo que hay que hacer es quererle y acompañarle, que tiene razones para vivir; pero yo no
tengo ningún manual para aconsejar. Soy el antiterapeuta, el antipsicólogo de guardia, yo no
tengo ni idea de qué decir; por eso, empecé diciendo que “no sé”, y si hay alguien en la sala, en las
redes, en la vida ordinaria que lo sabe, por favor, que nos eche un cable. He dado algunas cosas
para acompañar los no sé. Somos víctimas de algo, unas más importantes, y por eso el sentir de
alguien cercano sea más difícil, hay que estar cerca para entender esa pregunta; tampoco sé lo
que significa “estar cerca” por eso cuando hablo es ratificar más tu pregunta, darle importancia,
también se ha dicho que la Filosofía no es siempre solución a las preguntas, sino es ser capaz de
facilitar el acceso a la verdad, una buena pregunta, pero ¿cómo se plantea una buena pregunta de

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Aníbal Altamirano H

algo sobre su respuesta? Hablando sobre ella, para que su pregunta brille sobre su verdad, a mí
me parece una pregunta de verdad, como al siguiente que pregunte, le diga que “no sé” a lo mejor
ya no pregunta, no es a lo que me refiero.

¿Qué miedos son los que se mueven en los estamentos políticos para aceptar el derecho a la
muerte digna?
El derecho a una muerte digna significa el derecho a morir en unas condiciones que supongan el
respeto a la dignidad de la persona humana. La muerte es el último acontecimiento importante
de la vida y, por ello, la persona tiene el derecho a disponer del ámbito de libertad suficiente para
vivirla responsablemente. El hecho de que la muerte se produzca en el marco del grave deterioro
físico y psíquico que el fin de la existencia lleva generalmente consigo, no ha de servir para
aminorar este derecho, sino para urgirlo todavía más8.

No tomarlo como política, por ejemplo, en los parlamentos se aprueba la ley a la muerte digna.
Una propuesta si es aprobada por todos los grupos no es patrimonio, ante casos de médicos que
merecen toda la amistad y afecto. Porque hay que garantizar a los profesionales de la sanidad que
no tengan problemas legales, hay que ver la legalidad, la familia qué medios tiene, tener corazón,
acompañar hasta el final que la muerte sea un acto digno de tu propia vida. Ahora hay otro paso,
otro tema, el tema de la eutanasia que es un asunto muy serio que la sociedad debe plantearse y
debe, con serenidad, estudiar y evaluar qué hacer sobre esto; yo no doy la respuesta en lo que
debe hacerse, solo digo que es un asunto que ha de hablarse con serenidad, con moderación, con
mesura, con amor a las personas y a su libertad, a su dignidad. Dicho esto, en varios países, se
está dialogando el tema, si alguien lo ve, algo muy pronto, esperamos 600 años más y luego
hablamos o esperamos, pero sí tenemos que hablar. Y no estoy hablando del suicidio, esto es otra
cosa, otro tema del que deberíamos hablar en este tiempo y sociedad, en los adolescentes. Lo de
la muerte digna es incuestionable, hay que proponer morir rodeados de los nuestros, las
condiciones en que debe morirse deben aliviar el dolor humano; eso de que el dolor redime se lo
dirás a todos, porque también destruye, y el dolor verdaderamente también aniquila contextos,
liquida familias, relaciones y hunde también todos afectivos. No se puede decir que a través del
dolor pueda hacer acciones meritorias, y uno, como ser humano, según sus propias convicciones,
pero nos ha costado mucho socialmente, incluso desde ámbitos sanitarios que el dolor debe
perseguirse, que debe combatirse y, desde luego, los casos irreversibles para acompañar
dignamente. Ante la muerte inevitable y próxima, lo importante no es curar, sino cuidar, aliviar y
acompañar9.

La muerte es un acto de la vida, no es que uno viva y después se muera, es que se muere
precisamente porque está vivo y entonces hay que hacer de la muerte un acto digno de la vida, y
ahí es donde se defiende que nadie salga desprotegido. A veces, ante el disfraz de temor y
convicciones, hay muchos intereses; pero el derecho a la muerte digna es un derecho y los
derechos no son negociables, y no son estados de ánimo. Por lo tanto, esperamos que ese
derecho esté reconocido en todas las regiones y en todas las sociedades.

Mi más sincera gratitud por este momento único, singular que se ha compartido; el hecho que se
valore tanto, se reivindique la soledad, la singularidad, lo único, lo irrepetible. Pero, al mismo
tiempo, en esta sociedad, prima el adopcionamiento, la agrupación, incluso, la extravagancia
hasta la rareza que se ha reivindicado. En muchas ocasiones, el raro, el extravagante y buscando
la aprobación de los demás, ¿hasta qué punto es compatible con tanta información, con tanta

8
José Antonio Pagola Elorza (2014). Id y curad. Madrid, PPC Editorial.
9
José Antonio Pagola Elorza (2014). Id y curad. Madrid, PPC Editorial.

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Aníbal Altamirano H

necesidad del otro esa búsqueda de la soledad y esa reivindicación de la singularidad frente a ese
adopcionamiento tan colectivo que está?

Yo soy un gran defensor de lo común, de la comunidad, de la comunicación, vamos, son las


mismas palabras. Pero solo se puede ser común y si somos singulares e irrepetibles, solo se es
singular en el seno de lo común, solo se es diferente en el corazón de lo común, solo es diferente
lo común fuera de lo común no se es diferente; fuera de lo común se es indiferente. Digo esto,
porque mucha gente quiere ser singular y diferente y, por tanto, ser indiferente; y para ser
diferente como en el seno de lo común pues pondré el ejemplo de “dos casos que los grecolatinos
consideraban una singularidad sin vida, un solitario sin vida y era la esclavitud era aquel que no
tenía vida”, porque exactamente la esclavitud consistía en no tener los derechos de una
comunidad, donde no hay comunidad ahí hay esclavitud. Nos tendremos que preguntar si en
nuestra sociedad no hay esclavitud, la soledad, estar desamparado, arrojado a la pobreza
absoluta; la pobreza es la gran soledad, la máxima soledad. Además de la esclavitud, los
grecolatinos le llaman ser idiota, el idiota perdido, no es un asunto intelectual, no es un asunto de
capacidad, de deficiencia; es un asunto de comunidad, el idiota era el que no tenía ninguna
sensibilidad por los asuntos sociales, políticos o públicos, no sé si queda alguno, pero yo he visto
por ahí que se aproxima. Por tanto, el no tener sensibilidad social, política y pública-no digo
politiquería, policastro, sectarismo- era el que no tiene dimensión común y yo no quiero ser ni
esclavo ni idiota.

Por tanto, estamos desafiados por ser singular sin ser esclavo o idiota, vivir en comunidad sin ser
homogéneo; el singular que te permita no estar buscando el aplauso social, esto es difícil en esta
sociedad que estamos viviendo, porque cuanto te descuidas terminas manejado por otros. Por
eso, hemos mencionado el ejemplo de la balanza, la ponderación, en cuanto te descuidas vas a un
lado y así ya estás viviendo para merecer el aplauso de la gente. Estamos empeñados en gustar de
nuestra seguridad, también es razonable, estás haciendo lo que los demás esperan que hagas. Es
importante, desde esa singularidad, construir una palabra propia, una palabra que nadie dice
porque es la suya. Cuando empecé a escribir, perdón que hable de mí, pero es a quien conozco
más. Estos libros académicos que redactaba los comencé a cambiar por una forma de lenguaje
más próximo. Incluso, también diría a expresar mis sentimientos en algún lugar; lo que más me
sorprendió es que cuanto más singular yo creía que era, más común era de lo que yo decía;
cuando cuentas algo que crees que vas a contar que solo te pasa a ti, lo que descubres es que eso
le pasa a la mayoría de las personas. Esto que tú crees que la experiencia con la cama, con la
almohada son tuyas, eso le pasa a todos y esto es una cosa extraordinaria y muy Hegeliano “que
la singularidad es la concreción de la individualidad mediada por la particularidad para ser un
universal”. Pero esto no va a entrar en el examen. Lo único que quiero decir es que solo se es
singular en lo común, lo que verdaderamente singular que nos pasa es en el modo de vivir lo
común de cada uno y por eso nos podemos comunicar, ¿sabes por qué nos podemos comunicar?
Porque somos común, de ahí viene la comunicación, no nos podríamos comunicar si no fuéramos
comunes. La pregunta fundamental de la filosofía de Aristóteles, lo que lo tiene enloquecido es
que nos podamos comunicar, lo que hace Emilio Lledó citando a Aristóteles es que nosotros
somos unos bichos rarísimos, porque somos unos bichos que decimos ruidos que significan cosas,
fone sanentike, palabras con ruidos que significan cosas de común. Por eso, lo que es más común
es la palabra, pero subraya: hemos perdido la palabra, ya no somos seres de palabra, dice Steiner,
George, vivimos en el tiempo de la pospalabra, ¿dónde está la palabra? Todos se han perdido de
voces, ¿dónde está la conversación?, ¿dónde está esa palabra común que compartimos, que nos
hace vivir por algo o que nos hace luchar, perseguir por algo, construir un país, construir una
sociedad, luchar contra la injusticia?, ¿quiénes son los sujetos de esa palabra, ¿dónde estamos
nosotros? La singularidad más universal que existe es la palabra en común, y por eso, incluso, el

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más solitario vive la soledad de esa palabra, por eso me gusta la escritura, por eso animo que
todos escribamos un poquito, incluso, a mano, las cartas a alguien es complicado ahora, ¡qué
susto da cuando llega al buzón una carta escrita a mano!, ¡qué susto que no sea del banco!; estos
son ejemplos grecolatinos, ellos decían que así se cuidaba la palabra por medio de la escritura, el
pensar y la escritura son las formas en que Nietzsche dice sí a la vida. Aquí se realiza la doble
ecuación vivir es pensar y pensar es vivir de manera irrefutable 10. El ejercicio, la buena lectura, la
higiene, la premeditación acerca de la muerte, el ser capaz de conversar con alguien, el pasear.
¿Qué hace Cicerón con sus amigos que se va a orillas del mar a comer naranjas, a pasear, a
escribir? Eso era aprender a morir y aprender a vivir. No es imprescindible hacer metafísica para
eso, está muy bien hacerla para eso.

Una frase de Nietzsche, gran vitalista, que decía: “El pensamiento del suicidio es un consuelo
poderoso. Ayuda a pasar más de una mala noche”, que pensar en el suicidio lo había ayudado a
soportar más de una noche. ¿Qué es el suicidio no como acto sino como idea, saber que en última
instancia nuestra vida en el fondo depende de un acto que puede ser ejecutado por nosotros
mismos? y ¿qué sentir revulsivo puede tener eso para luchar durante la adversidad que nos da la
vida? La idea del suicidio como idea, creo que es una liberación de la eternidad por lo cual se le
devuelve la finitud al ser y hay un empoderamiento de la propia vida y con ello un revulsivo y un
alcicante de las adversidades que nos encontramos.

En París el profesor Emil Cioran, decía: “Vivir con la idea del suicido es estimulante”, le quitaron
las clases porque se suicidaban los alumnos. Cada vez que él defendía que nadie se suicida en acto
de desesperación, sino en un acto de insoportable lucidez, que los insomnes son potenciales
suicidas, luego en España se ha escrito mucho y traducido por Fernando Savater. Cioran escribe a
unos estudiantes de filosofía de España que le habían preguntado que, si se podía vivir sin
fundamento, qué cosas tendría en la cabeza y responde con una carta estupenda, se tradujeron
toda una noche pensando en ella, regala una frase estupenda: La lucidez es incompatible con la
respiración, es muy inquietante, una cierta sensación de que a veces, incluso, ver demasiado claro
es muy inquietante. El pensamiento de Nietzsche, muy hermoso, tiene mucho que ver con la
libertad, con la libertad de tu propia vida, ser dueño de tu propio vivir, la percepción de que tu vida
en alguna forma está en tus manos, la percepción de la suerte de tu vivir, que vivir es aceptar cada
instante el vivir, es una decisión, que cada instante estamos decidiendo vivir. Por eso, la idea del
suicidio es que estás en cada momento eligiendo vivir, vivir es elegir, vivir es decidir, vivir es
preferir a vivir. Y, ahí aparece, entonces la idea del suicidio, no tanto como idea de una
eliminación; sino como un poco el horizonte de la posibilidad de saber que tú estás cuidando y
velando por tu propia existencia en el hecho de que cada instante no te estás suicidando; esto
sería, un poco, la plenitud de la libertad de tu propia existencia. De hecho, cuando uno se
desespera dice: “Ve suicídate”. También es verdad el misterio del suicidio, hay libros
extraordinarios sobre esto. A veces, hay un punto de misterio enorme, tanto como la densidad
que habla Cioran del suicidio, sino como una especie de asunto mucho más sin sentido, que es lo
que nos produce este temblor del enigma del suicidarse, Nietzsche: “El pensamiento del suicidio
es un consuelo poderoso. Ayuda a pasar más de una mala noche”, dice que la alegría y la libertad
de saber que con ese horizonte lo que estamos haciendo es preferir vivir y esa libertad es muy
positiva. Ahora mismo, no me apetece morirme, y me da alegría saber que no me apetece y me
da alegría que quiero vivir, y me da alegría que elijo vivir, es mi preferencia, mi gusto, mi elegancia
vivir. He dicho elegancia, esa palabra significa saber elegir, tener la gracia o el don de elegir,
elegante es la persona que sabe elegir; elegante no es el que va bien vestido, mal vestido, bueno,
también en eso de que hay que elegir; elegante es tener el don, la gracia, salero que es la sal de
saber elegir y por eso va bien decir que cada vez que estamos vivos, estamos eligiendo vivir
10
Crescenciano Grave (2014). El pensar trágico: Un ensayo sobre Nietzsche, Ediciones Quivira.

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porque siempre está el horizonte de esa posibilidad que, más bien, enuncia de nuestra libertad de
vivir que es como se ha dicho, el suicidio. Pero de ahí no se deduce que hay que suicidarse, yo más
bien soy partidario que hay que evitarlo; de ahí se deduce que hay que Vivir libremente será, pues,
vivir según la naturaleza; y como la naturaleza, en general, y en especial la del hombre, está
regida por la razón, vivir según la naturaleza es vivir según la razón 11, a plenitud de nuestra
existencia.

11
Manuel Mindán Manero (2009). Historia de la filosofía y de las ciencias, Instituto de Estudios Turolenses.

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