La Guerra Como Acto Racional
La Guerra Como Acto Racional
La Guerra Como Acto Racional
ISSN: 1562-384X
sincronia@csh.udg.mx
Universidad de Guadalajara
México
Resumen: Las guerras, como acto racional planificado, son una extensión de la política
que, en los tiempos actuales, se presentan como el instrumento para prometer, no la paz
perpetua sino la democracia y la libertad en determinadas regiones del mundo. En este
trabajo vamos a pensar en primer término el concepto de las guerras sin guerra del siglo
XXI y cómo la violencia, desde su difuso papel entre medio y fin, revela la planificación
Sincronía, núm. 72, 2017 de su racionalidad. A continuación revisaremos la idea de biopolítica, probablemente
insuficiente para estos tiempos en donde se vislumbra un corrimiento teórico hacia la
Universidad de Guadalajara, México
conceptualización denominada necropolítica.
Recepción: 27 Enero 2017 Palabras clave: Violencia, Guerras sin guerra, Derechos, Verdad.
Revisado: 22 Febrero 2017
Aprobación: 29 Mayo 2017 Abstract: Wars, as a planned rational act, are an extensión of politics, that nowadays,
are present like an instrument to promise, no the perpertual peace, but democracy and
freedom in certain regions of the world. In this work we are going to consider in the
Redalyc: https://www.redalyc.org/
articulo.oa?id=513852524036 first place, the idea of wars without war in the XXI century, and how violence, from its
vague rol between mean and end, reveals the plannification of its racionality. en, we
will revise the idea of biopolitics, which is probably insufficient for these times, where a
theoretical shi towards the conceptualization called necropolitics is perceived.
Keywords: Violence, Wars without war, Rights, Truth.
orbe permite ver, por un lado, no sólo el desinterés por el Otro sino
también el modo de construir subjetividades a través de la propaganda
que impulsa la guerra sin guerra; y por otro lado, cómo la victoria ya
prevé la aniquilación de los derechos existentes para imponer nuevos
derechos. En otras palabras, es a través de la violencia del discurso que
se pretende legitimar la violencia de la acción. Jacques Derrida (2008)
afirma que “Pero es, en el derecho, lo que suspende el derecho. Interrumpe
el derecho establecido para fundar otro. Ese momento de suspenso,
esta epoché, ese momento fundador o revolucionario del derecho es, en
el derecho, una instancia de no-derecho” (p. 92). Derrida se refiere al
momento fronterizo en que se elimina un derecho y se asigna otro ¿qué
sucede con ese vacío? En la guerra sin guerra, el derecho no se negocia,
la justificación de la guerra se basa en la imposición de derechos. Por
lo tanto, esa instancia de no-derecho funciona con tal naturalidad que
ocupa el lugar del derecho. En consecuencia, no hay vacío. Benjamin
consideraba dos momentos de violencia como una oposición: la instancia
de fundación de derechos y la instancia de la conservación de esos
derechos. En cambio, Derrida (2008) deconstruye esas oposiciones: “Yo
propondría la interpretación según la cual la violencia misma de la
fundación o de la posición del derecho (rechtsetzende Gewalt) debe
implicar la violencia de la conservación (rechtserhaltende Gewalt) y no
puede romper con ella” (p. 97). En otras palabras, la violencia posiciona
nuevos derechos pero debe, a su vez, prometer la permanencia de ellos.
Por eso, para Derrida (2008) no presenta ninguna contradicción ni
paradoja la fundación y la conservación de derechos, a tal punto que
lo denomina como una “contaminación diferenzial (différantielle)” (p.
98). La conservación, por lo tanto, es complemento y continuación de la
fundación.
¿Qué pretenden fundar y conservar las guerras sin guerra, los ataques
por aire a las desarmadas poblaciones? Como sabemos, el siglo XXI se
inició con el ataque a las Torres Gemelas, aunque sería mucho más preciso
decir las imágenes con el ataque a las Torres Gemelas, ya que todos
vimos cómo el Imperio puso en funcionamiento un virtual contador de
visualizaciones del horror que superó el millar de millones de visitas. Estas
imágenes, cuasi pornográficas, que muestran los aviones penetrando en
las torres, fueron tomadas azarosamente por transeúntes en una época
en que aún no proliferaban los teléfonos celulares con cámaras. La
espectacularidad de estas imágenes permitió al gobierno norteamericano
construir un discurso hacia el interior de esa nación y hacia el resto
de occidente, en donde primaba la oposición nosotros o ellos, yo o
los otros. George W. Bush, aprovechando esta circunstancia, insistía en
que Irak poseía armas de destrucción masiva, y a pesar de que nunca
fueron halladas, EEUU encabezó en el año 2003 la invasión a ese país.
Simultáneamente a los ataques, y sin ruborizarse, Bush le prometía la
libertad al pueblo iraquí. Sin embargo, el círculo iniciado con las imágenes
de las Torres Gemelas se cerró con la ausencia de imágenes de la guerra
sin guerra en Irak. El resultado final no fue una declaración de perdón
a los iraquíes porque no poseían armas de destrucción masiva, sino que
La voz y el logos
ventajosa para el amo del momento” (p. 68). Ser el dominador implica
mucho más que establecer nuevos derechos: implica acreditarse todos los
derechos, incluso aquéllos que se decretan en nombre de la libertad y
el bienestar del derrotado. El dominador debe naturalizar su accionar,
pues subrepticiamente se apropia de la historia. El vencedor usurpa la voz
narrativa para construir un relato que contará al Otro silenciado, y se
narrará a sí mismo como el redentor que debió actuar filantrópicamente
a causa de un llamado que podríamos denominar divino, ya que nadie
puede palpar concretamente quién adjudica ese derecho. En definitiva, ser
el dominador incluye el monopolio del logos, de la palabra. Esto se debe
a que el imperialismo parte del presupuesto que el mundo se halla en un
estado de emergencia permanente y, por lo tanto, se siente evocado ante
esa necesidad. A partir de ello, queda justificada su participación en todas
las acciones.
Obtener la palabra no sólo es un ejercicio confiscatorio, sino que
además marca una diferencia entre quiénes la tienen y quiénes no.
Consecuentemente, es necesario que establezcamos la diferencia entre
palabra y voz. La voz (phoné) es lo que todos poseemos, incluso el resto de
los animales. Un grito de dolor después de un golpe puede ser expresado
por cualquier animal, pero discernir sobre el bien o el mal, sobre las causas
o consecuencias de ese golpe, a través de la palabra (logos) sólo lo puede
hacer el ser humano. Por lo tanto, poseer la palabra (en este caso, lo que
denominamos voz narrativa) significa también que hay una distinción
entre humanos y animales, entre los que pueden hablar y los que no. En
este sentido, Mladen Dolar (2007) señala que
Existe una inmensa división entre phoné y logos, y todo parece seguirse desde aquí,
pese al hecho de que el logos mismo sigue aún envuelto en la voz, que es phoné
semantike, la voz significativa que relega la mera voz a la prehistoria. Existe una
división crucial entre la palabra y la voz, un nuevo avatar de nuestra división inicial
entre el significante y la voz, la cual tiene consecuencias políticas inmediatas y
contundentes. (P. 130)
De la bio a la necropolítica
Referencias
Notas de autor