Las Virtudes y Valores

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PARTE II

EJE TEMÁTICO VIRTUDES Y VALORES

1.- DEFINICIÓN DE VIRTUD

La virtud es una noción clásica introducida en el ámbito de la reflexión ética y moral


que indica en principio, una cualidad buena o positiva.
La noción más clara es la siguiente:
Es un hábito operativo bueno.
Hábito: indica una cualidad estable es decir que no cambia fácilmente sino que al
contrario tiende a permanecer.
Operativos: porque se relacionan con alguna de las potencias del hombre mediante
las cuales opera, por ejemplo la inteligencia o la voluntad.
Bueno: quiere decir que perfeccionan a la potencia y por ello a la persona. La llevan
a su objeto propio.

Mediante las virtudes el hombre puede realizar actos buenos con naturalidad, con
rapidez y con agrado. Es en este sentido como podemos hablar de una persona
buena, aquella que perfecciona su vida mediante las virtudes.
Las virtudes son necesarias para cualquier persona, pues mediante las mismas se
puede perfeccionar y encontrar la felicidad más completa.

2.- CLASIFICACIÓN DE LAS VIRTUDES


Pueden ser intelectuales o morales.
2.1.- Intelectuales
Son las que perfeccionan la inteligencia y todas nuestras potencias cognoscitivas. Las
más importantes son:
La prudencia: es aquella que guía a las demás potencias a cumplir con el bien
moral.
La sabiduría: es el hábito de considerar a todas las cosas según el fin último de la
vida.
a ciencia: es la capacidad de conocer las cosas según sus propios principios.

2.2.- Morales
Son aquellas que perfeccionan la voluntad y todas nuestras tendencias sensibles. Las
más importantes son: la justicia, la templanza y la fortaleza.
Cómo se adquieren las virtudes:

Debemos decir que las virtudes se encuentran de tal modo relacionadas entre sí que
mutuamente se ayudan para constituirse. La virtud que ejerce de modo privilegiado el
sentido unitario del obrar moral es la prudencia, que dispone no sólo los medios sino
también el fin. Por eso se dice que se trata de una virtud intermedia. Es la que
dictamina la justa medida que las demás deben respetar en su actuación.

2.3.- Las virtudes cardinales


Si bien en el hombre podemos encontrar una gran variedad de virtudes que son
nombradas de diversos modos, se puede decir que hay cuatro que son cardinales.
Estas son la base de todas las demás y de diversas maneras todas se reducen a ellas.
Las mismas son la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza. Se puede decir
que todo hombre bueno debe ser prudente, justo, templado y fuerte. Veamos una
breve definición de cada una de ellas.
Prudencia: es aquella que indica la recta medida con la que se debe obrar e inclina a
obrar según la ley; la memoria para saber aprender del pasado, el arte de saber
dejarse aconsejar.
Justicia: inclina a dar a cada uno lo suyo:
a los individuos: conmutativa.
entre los ciudadanos y los gobernantes: legal.
y entre los gobernantes y los ciudadanos: distributiva.

Fortaleza: ayuda a vencer el temor y el esfuerzo para hacer el bien.


Perseverancia: constancia en el ejercicio de la virtud.
Templanza: perfecciona el disfrute de los placeres sensibles. Es la que ayuda al
hombre a gobernar su corporalidad. Pueden ser la sobriedad, la castidad, la humildad.

Aclaración: una palabra sobre los vicios:


Se puede decir que los vicios son el reverso de las virtudes en el sentido que son
también un hábito, pero en este caso a obrar en contra del bien.
Los más importantes son los llamados capitales que se los denominan así por estar a
la cabeza de los demás:
Soberbia: exagerada sobreestimación y desprecio por la ley;
Avaricia: uso desordenado de bienes materiales;
Gula: excesos en la comida y en la bebida;
Lujuria: excesos en el orden sexual;
Pereza: no hacer el bien por el esfuerzo que implica;
Envidia: deseo desordenado de los bienes ajenos y
La ira: reacción violenta hacia aquello que se considera contrario al propio bien.

La raíz de todos los vicios el amor desordenado por uno mismo.


Este es un esquema que propone una reflexión moral sobre la propia vida. Cada uno
puede completarlo de manera anónima.” 56
Los valores
En todas las fases de la acción intervienen unos criterios previos que se tienen ya
formados antes de actuar y de los que se parte para elegir el fin, escoger unos u otros
medios, etc. A estos criterios se los denomina valores. Éstos son más importantes que
los resultados.
Los valores se toman de los fines de la acción y muchas veces esos fines son los
valores que cada uno tiene.
Los valores son los distintos modos de concretar o determinar la verdad y el bien que
constituyen los fines naturales del hombre. Los valores son la verdad y el bien
tomados, no en abstracto, sino en concreto. Su característica es que valen por sí
mismos: lo demás vale por referencia a ellos.
Los valores son los que miden y les da el valor a las cosas.
Una misma cosa puede tener distinta significación, en función de la valoración
personal de cada uno.
Entre los principales valores por lo que actuamos se pueden mencionar los siguientes:
la utilidad, la belleza, el poder, el dinero, la familia, la patria, la tradición, la sabiduría,
los valores ecológicos, el rendimiento físico, Dios.
El conjunto de valores que se tiene y en función de los cuales se actúa se toman de
tres fuentes principales:
1.- lo que está vigente en la sociedad en la que se vive y que uno ve como normal,
2.- lo recibido por medio del aprendizaje y la educación, tanto en las instituciones
educativas como en la familia,
3.- lo descubierto por medio de la experiencia personal, aún indirectamente, a través
de la amistad.
El conjunto de este modo asimilado forma una tabla de valores personal y propia, que
dice qué cosas son importantes para cada uno. En esta tabla, no todos los valores
tienen la misma importancia, sino que en ellos hay una jerarquía.
56 Módulo de Higiene y seguridad, Prof. González.
Valores y modelos de conducta
Los valores se suelen encarnar y materializar, en primer lugar, en símbolos que se
respetan, no por el símbolo en sí mismo, sino por lo que representa: la bandera,
imágenes religiosas, fotos de familia, colores del equipo, etc., los cuales se constituyen
en símbolos que se defienden. El símbolo materializa y hace presenta la realidad
valorada.
Los valores son criterios por lo que se rige la acción. Pero, tanto la vida humana como
la conducta, se desarrollan en el tiempo; por lo tanto, determinados tipos de conducta
habitual dan origen a tipos de vida en los que se encarnan los valores. Eso da origen a
modelos de conducta y de vida: a alguien puede gustarle ser doctor, enfermero, etc.
Los valores no se transmiten por medio de discursos teóricos como a través de
modelos vivos y reales, que se presentan, se aprenden y se imitan. Por ello, se puede
concluir que no hay valores sin su modelo correspondiente.
El modelo que realiza un valor puede presentarse en primer lugar como héroe o ídolo.
Los héroes siempre han sido ejemplos que la humanidad ha seguido para imitar y
realizar en la propia vida. El hombre necesita tener a alguien a quien parecerse, a
quien admirar e imitar. Esto no es algo negativo en la propia vida, sino que refleja un
estilo de vida que es digno de imitación.
Y esto forma parte de la historia misma de la humanidad la presencia de ídolos o
héroes, como así también su imitación. La literatura ha reflejado permanentemente
este rasgo netamente humano. De la misma manera, la Iglesia Católica cuando eleva
a los altares a alguien, es decir, canoniza a alguna persona, lo hace con la convicción
de que esa persona es digna de imitación, quien a su vez imitó a Cristo. Por otro lado,
el arte imita permanentemente esta realidad, cuando pinta, esculpe o dibuja a alguien.
En la actualidad, los modelos se han diversificado mucho: en bastantes casos se
toman como referencia a deportistas o famosos del mundo del espectáculo, de la
política, de la moda, etc. Lo que se debe tener en cuenta es el motivo por el cual es
famoso o famosa (es decir, en dicha persona cuáles han sido sus valores para llegar a
la fama), recordando que la fama no es lo mismo que los honores. La fama es
radicalmente distinta a la honorabilidad. Y los valores hacen más referencia a la
honorabilidad que a la fama, pues se puede ser famoso sin ser honorable o también,
honorable sin ser famoso.
La verdad como conformidad con lo real:
La verdad es, en primera instancia, la realidad conocida.
El objeto de la inteligencia es alcanzar la verdad de las cosas conocidas, por ello, no
basta el conocimiento por medio de los sentidos, dado que éste no aporta el
conocimiento de la noción de verdad. En alguna medida, el conocimiento sensorial
aporta datos y es la inteligencia la que los juzga interpretando o conociendo desde
esos datos, lo veritativo. Por ello, el bien propio de la inteligencia es abrirse a lo real.
El conocimiento de la realidad puede ser teórico y práctico. Con esta distinción se está
hablando de dos tipos de verdades: una verdad teórica y una verdad práctica,
perteneciendo cada una de ellas a la razón teórica y a la razón práctica,
respectivamente.
Verdadero significa que algo es real, que una determinada cosa es de tal o cual
manera y el hombre con su inteligencia la conoce de esa manera, es decir, la conoce
tal cual es. Por ello es que al definir la verdad se dice que ésta es “la conformidad o
adecuación de la inteligencia con las cosas”. O también, conformidad entre la realidad
y el pensamiento. Esto implica sostener una postura objetiva en torno a la verdad: la
verdad depende de las cosas, de los objetos que son conocidos. Y el hombre se
adapta a ella, conociéndola. La postura contraria es el subjetivismo, donde se sostiene
que la verdad depende de los sujetos o personas que conocen. Lo que se plantea es
que hay temas en los cuales se pueden sostener verdades distintas (por ejemplo,
además de River Plate, cuál otro es un buen equipo) y en ello no hay problemas, el
tema está en verdades que son más importantes y trascendentes en las cuales no es
posible sostener distintas verdades o someterlas a un acuerdo o convención entre los
hombres (por ejemplo, que las Cámaras Legislativas sancionen desde cuando una
persona puede ser considerada como tal).
En el caso de la verdad teórica, el asunto consiste en que la ciencia va adecuándose a
la realidad. La ciencia penetra cada vez más en la realidad de las cosas, se conocen
cada vez más aspectos de la realidad estudiada. Por ejemplo, el conocimiento de que
la Tierra gira alrededor del Sol, que a su vez este sistema solar no es el único, son
verdades que fueron ignoradas durante milenios y que se las adquirió en algún
momento de la historia. Esto significa que el hombre no nace sabiendo, sino que debe
conquistar con el conocimiento la verdad de las cosas, y esta conquista lleva tiempo,
esfuerzo e, incluso, puede fallarse en ella, puede llegar a no conocerse nunca.
Negar la capacidad del hombre de conocer es caer en el escepticismo e, incluso aún
más, en el nihilismo.

El encuentro con la verdad


Las verdades conocidas teóricamente pueden tratar sobre los objetos de la naturaleza,
pero también sobre cuestiones del mundo humano.
Las verdades teóricas se convierten en fines o criterios de la acción cuando se las
elige como objetivos. En ese momento esas verdades se convierten en bienes, es
decir, en algo que uno apetece o quiere tener, o en males, algo que hay que evitar. A
esos bienes que se eligen y que son fin y criterio de acción se les llama valores. Por
ello se dice que la verdad rige la conducta por medio de los valores.
La fuente de los valores y el modo en que la verdad práctica aparece en la vida
humana es triple:

avés de la experiencia vivida.


El encuentro con la verdad puede o no ser intenso, teniendo distinto carácter. Esto
depende del tipo de verdad encontrada o conocida: se puede tratar de descubrir o
conocer algo en un razonamiento matemático, en un análisis contable, en los
sentimientos de cierta persona, en el amor de Dios. En todos los casos, se trata de
una cierta iluminación que hace descubrir algo importante que antes no se sabía.
La realidad encontrada como verdad conmueve profundamente al hombre. La
primera consecuencia del encuentro es precisamente una cierta conmoción. Por
ejemplo, el descubrirse enamorado conlleva cierta conmoción.
La consecuencia inmediata es aceptar la tarea que la realidad encontrada encarga
o “impone”. Es decir, hay una apertura de la persona, asumiendo una nueva vida en
la que está incluida esa nueva realidad.
Si el encuentro con la verdad constituye una experiencia profunda y radical, se
convierte en algo permanente, porque transforma y pasa a formar parte de la propia
vida. Reconocer la validez de determinada teoría científica, la vigencia de una serie de
principios religiosos o morales, descubrir el amor de una persona, la muerte de un ser
querido, etc.; dejan una profunda y honda huella. Cuanto más alto es el valor
encontrado, y más intensa la experiencia de él vivida, más dentro de la persona queda
la experiencia. Y es que en el hombre lo que es profundo es permanente, mientras que
lo que no es permanente no es profundo, sino superficial, anecdótico, pasajero, poco
importante. Lo realmente valioso arraiga en lo más hondo de nosotros mismos, pasa a
ser algo personal, y en ello está implicada y afectada la persona misma.
El encuentro con la verdad tiene otra característica y es la de dotar de inspiración. A
partir de dicho encuentro nada es igual. La inspiración es un impulso para ejercer la
propia libertad, tratando de reproducir y expresar la realidad con la que se encontró y
encarnarla en la propia vida y obra. Por ello se dice que la verdad tiene carácter
dinamizante, dado que moviliza las facultades de la persona.
Vinculado al carácter dinamizante, surge la capacidad creadora. El hombre encuentra
en la verdad un arranque para su capacidad artística. Por ello el sentido más alto de
cualquier creación artística es expresar, es decir la verdad encontrada. Las grandes
gestas humanas (artísticas, religiosas, políticas, intelectuales, etc.) son fruto de la
inspiración que una determinada verdad ha puesto en las vidas de sus protagonistas.
Algunos concluyen diciendo que el crecimiento del hombre se realiza gracias a su
inspiración en la verdad: y esto es cierto, porque el crecimiento personal, de cada uno
se basa en pequeñas o grandes verdades que se van descubriendo en lo cotidiano de
la vida: descubrir que es lo que quiero estudiar, qué deporte practicar, la fidelidad
probada de un amigo o amiga, etc.
Relacionando la verdad teórica con la verdad práctica, se puede agregar diciendo que
hay una íntima relación entre lo que se piensa y lo que se vive, entre las verdades que
se tienen por ciertas y el modo en que éstas influyen en la conducta. Esto implica una
coherencia e integridad entre ambas verdades, entre el conocer y el obrar.
Ataques contra la verdad
Verdad Teórica: Nihilismo, escepticismo, relativismo

Verdad Práctica: Imperio del gusto, la moda pasajera

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