Modelo de Examen 3° Lengua
Modelo de Examen 3° Lengua
Modelo de Examen 3° Lengua
MODELO DE EXAMEN
PAUTAS PARA EL EXAMEN:
CRITERIOS DE EVALUACIÓN:
CONSIGNAS:
Diferencia...
La oración simple no presenta proposiciones, a diferencia de la oración compuesta que
presenta una o más proposiciones.
La oración simple presenta sólo un verbo, plantea una idea, transmite una información:
Nuestra sociedad necesita de valores como la solidaridad.
Lucho Reyna anuló a Maradona.
La oración compuesta presenta más de un verbo, plantea más de una idea:
• Nuestra sociedad necesita de valores como la solidaridad; necesita de personas
concientes, que se esfuercen por alcanzar el bien común.
• Lucho Reyna anulo a Maradona, superó al astro, fortaleció al equipo, alegró al
Perú.
ORACIONES COMPUESTAS POR YUXTAPOSICIÓN
La oración compuesta por yuxtaposición contiene proposiciones que no están unidas por
ninguna conjunción ni elemento conector. El elemento conector ha sido suprimido
dando lugar a una pausa. Esta es graficada con algún signo de puntuación (coma, punto
y coma, dos puntos, etc.).
(Primero limpiaremos el cuarto), (después recogeremos la basura).
(El tráfico había empeorado desde la mañana); (en la tarde disminuyó un poco la
afluencia de autos); (al anochecer nuevamente la autopista estaba repleta de carros).
(La cara de ellos era de absoluta tristeza): (su hijo más querido había fallecido).
(Ella pensó:) “Todo saldrá bien”).
Actividades
6. Subraya los verbos de las proposiciones y encierra entre paréntesis a las
proposiciones yuxtapuestas.
7. Realiza el análisis sintáctico de cada una de las oraciones.
a. Sus manos despedía un olor a flores; su cabello olía a bosque de eucaliptos.
b. El siempre la había admirado por su trabajo; ella siempre entregaba los informes
a tiempo; estaba seguro de su futuro ascenso; el jefe la nombraría jefe de secretarias.
c. Todos guardaban un lúgubre silencio: la madre de Héctor había fallecido.
d. Llegó, se vistió, salió corriendo hacia el aeropuerto.
e. No me conviene esa decisión; hace peligrar mi puesto de trabajo.
f. Las palmeras del jardín crecían vigorosas, sus hojas eran de un verde
increíblemente brillante.
g. Ella me contestó inmediatamente: “Todo ha terminado”.
h. No habrán de encontrarnos nunca – afirmo Roberto categóricamente.
i. Ella vestía un saco azul marino igual al tuyo; el detective la confundió contigo.
j. Trabaja poco; duerme mucho; en resumen, está aquí para nada.
REDONDILLAS:
Es una composición lírica, con estrofas de cuatro versos octosílabos. La rima es
generalmente consonante (abba).
ARGUYE DE INCONCIENTE EL GUSTO Y LA CENSURA DE LOS HOMBRE
QUE EN
LAS MUJERES ACUSAN LO QUE CAUSAN
Flores
Yo era profesor de Castellano en la Escuela Normal y a mediados del 80, en el segundo
año del bachillerato, tomé una prueba escrita de análisis sintáctico. Al devolver las hojas
corregidas sobró una. Los alumnos me dijeron que ese nombre no correspondía al
grupo. La evaluación, que había sido reprobada, llevaba la firma de un confuso Juan o
José Flores. La guardé dentro de mi portafolios.
Por las dudas, en los días sucesivos pregunté en otros cursos: todos ignoraban su
origen. Repasé las listas; en vano. Nadie apareció con ese apellido.
No me sorprendí demasiado. Un escrito aplazado era quizás eludido hasta por su
propio dueño. Probablemente abusando de mi ignorancia acerca de los integrantes de
cada grupo, alguien habría firmado con seudónimo previendo el resultado final.
Hacia septiembre, volví a examinar al segundo año. Corregí los trabajos y me encontré
-creo que lo esperaba- con otra hoja firmada por Flores. Tampoco esta vez había
aprobado.
No llevé a cabo más pesquisas. Ahora estaba seguro de que Flores pertenecía al
segundo A. Haber encontrado dos veces un trabajo suyo entre las evaluaciones de ese
grupo lo confirmaba. Sospeché que se trataba del nombre apócrifo de algún bromista
que había hecho dos pruebas. Una
firmada con su verdadero apellido para obtener un concepto real; la otra, que debía
atribuirse a una sombra -Flores- y que era entregada con el sólo propósito de
perturbarme.
Durante el recreo, mencioné el episodio en el buffet del colegio, delante de mis
colegas. En ese momento el comentario no produjo ningún efecto. Nunca se escucha lo
que dice realmente el otro, salvo que el discurso sea por mera casualidad el que uno
mismo está por decir.
Cuando ya iba a entrar al aula, sentí que me aferraban el brazo para detenerme. Era una
preceptora. Se la veía nerviosa.
"Sin querer -murmuró- he oído lo que relató en el bar". Le dije para tranquilizarla que
no tenía la menor importancia. Ni siquiera intentó escucharme y empezó a hablar:
"Había hace tiempo, en segundo A, un chico Flores que nunca aprobó Castellano. Era
voluntarioso y estudiaba mucho, pero sus deficiencias -mala escuela primaria o falta de
cabeza, se ve- le impidieron eximirse. Una tarde, cuando venía hacia aquí a rendir
examen por quinta o sexta vez, lo atropelló una camioneta y murió. Fue la única materia
que quedó debiendo para siempre".
La narración era bastante melodramática. Sin embargo, la mezcla de ambigüedad y
precisión entre aquellas coincidencias me inquietó por varias semanas.
Ese verano, tomé la evaluación final en segundo A. Busqué la de Flores y la aprobé sin
leerla. Al día siguiente, la dejé sobre el pupitre de un aula vacía.
Ya no volví a saber de mi inexistente alumno. Deliberadamente, deseché una última
explicación posible: la intervención de algún familiar o amigo íntimo del difunto, que
cursara en la escuela y hubiera prometido cumplir póstuma y simbólicamente su
voluntad truncada.
Para mí -y para la sombra- había una sola realidad: Flores, ese año, se eximió en la
materia que lo había fatigado".
Campesino
Vecina
Duende
Un dormitorio en el que hay un catre y un cajón que tiene arriba una vela
encendida en un porta vela de barro, un vaso con agua encima del cajón y una silla.
Muchos elementos de cartón, palo, etc., desordenados.
Campesino: (Acostado en el catre) Apurensé carajo que está por llover. Vos que llevás
el cencerro, andá adelante pa que las demás te sigan. (Intenta sentarse y no puede, se
restriega las manos por la cabeza) ¿Ande’stoy? ¿Que hora es ahurita? (Mira a su
alrededor) ¿Toy en la cama entuavía? (Se queda dormido nuevamente y patalea)
Rápido, hay que llegar al rancho, miren la tormenta que se viene, maber si cae un rayo o
una centella y nos liquida a tuitos acá mesmo. (Intenta levantarse nuevamente) ¿Qué
carajo me pasa? No poido levantarme. Tengo chucho y frío (Se incorpora en la cama)
¿Ande’stoy? (Cae en el catre y se queda dormido) Salí andate, dejame en paz. Tengo
que descansar pa dir a trabajá. Ya va cantá el gallo.
Se apaga la luz.
(Se enciende la luz y la vecina entra mirando hacia todos lados) ¡Güenos días!
¿Hay alguien? (Mira y toca las manos, se escucha el ladrido de un perro) Si está el
perro está el dueño. (Toca las manos nuevamente y escucha un gemido) Güenas y santas
tardes don. (Silencio) Caramba, algo pasa, hace días que no lo veo. (Gritando desde la
puerta) Güenos días vecino. ¿Está usted bien? (Se acerca a la cama y el hombre
permanece inmóvil) Oiga don, escuchemé. (Lo toca tímidamente) ¿Cómo está?
(Silencio) Parece que está enfermo (Lo sacude) Oiga don, risponda acá’stoy pa
ayudarlo, abra los ojos y miremé. (Lo sacude bruscamente) ¡Ay Dios mio! Parece que
está muerto. (Se sienta al pie de la cama)
Campesino: (Comienza a tirar patadas y tira la vecina al suelo) Salí, salí de acá.
Vecina: (Levantándose) ¿Por qué me trata ansí? Solo quiero ayudarlo.
Campesino: ¿Quién es usté?
Vecina: Soy su vecina.
Campesino: ¿No será la muerte que viene a buscarme?
Vecina: No.
Campesino: Debi de ser el molesto duende.
Vecina: Comprienda, soy la que vive en el rancho más próximo. Loy’stao extrañando.
Hace días que no lo veo pasar llevando las ovejas a pastar y tomar agua. Por eso hi
venio a verlo.
Campesino: Encienda la vela.
Vecina: Si’ta encendida. Miremé.
Campesino: ¿Ande está el agua bendita? Estu es un malefecio.
Vecina: No vecino. Está tuito sudao, usté tiene fiebre. Está enfermo, necesita ayuda.
Campesino: Yo’stoy bien y no necesito ayuda de naide. (Intenta incorporarse y no
puede, la vecina lo ayuda) ¿Ande’stoy? ¿Qué hora es?
Vecina: (Busca en el bolsillo de su delantal una pastilla y le alcanza con el vaso de
agua que hay arriba del cajón) Se ve que la fiebre lo tiene mal. Suponiendo que está
enfermo y traido una aspirina. Tome, con estu se va mejorá.
Campesino: ¡No! Deme un tesito de yuyo, no tomo remedios.
Vecina: No sea testarudo, estu le va hacé bajá la fiebre.
Campesino: Ya’hi dicho que no.
Vecina: Si no toma no le va bajar la fiebre y esos pogres animales en el corral no dan
más. Hace mucha calor y usté lleva días sin atenderlos.
Campesino: ¿Cuántos días?
Vecina: No los hi contao, pero varios. Se van a morir las ovejas con tanta calor. Tome
el remedio.
Campesino: De mala gana lo tomo. Con mucha agua que tengo sed.
Vecina: (Alcanzándole el agua y la pastilla) Tome.
Campesino: Vayasé y gracias (Toma el remedio, se acuesta y se duerme)
Vecina: ¡Pogre hombre! (Se sienta al pie de la cama y el vecino dormido la patea y tira
al suelo de nuevo) ¡Que lo parió! Una lo ayuda y ansí degüelve la atención. (Se
incorpora)
Campesino: (Despertándose asustado) ¿Qué me pasa?
Vecina: Vuela en fiebre y la calor no lo ayuda. Escuche como balan esos pogres
animales, y venío pa llevarlos pal ciénego.
Campesino: No. Ya me vua componé.
Vecina: Pero mire cómo está. Dejemé que lo ayude.
Campesino: Usté no sabe ande las llevo.
Vecina: Soy del pago.
Campesino: Li dicho que no.
Vecina: Pero si tiene fiebre, con la calor, los animales se le van a morí.
Campesino: A mis animales los manejo yo. Ahura vayasé que me siento un poco
mejor.
Vecina: Es por la aspirina que ha tomao, eso le va durá un rato.
Campesino: ¿Qué acaso usté es medica?
Vecina: No. (Yéndose hacia la puerta) Pogres animales están roncos de tanto balar, se
van a morir, no sea testarudo, se siente mejor porque li’ha bajao la fiebre, pero eso es
por un ratito.
Campesino: Usté mesma lo ha dicho, no es medica. Vaya pa su rancho y déjeme
tranquilo que ya van a llegar mis hijos. Mire ande vivimos, en medio de los cerros, ni
camino hay, por eso no han venio entuavía.
Vecina: Hombre tenia que ser, tan testarudo. Ojala puedan aguantar las ovejas con vida.
Debiera darse cuenta que en la casa li hace falta una mujer. (Se va)
Campesino: (Lo ve al duende que ingresa, intenta esconderse bajo la cobija pero el
duende lo agarra) Soltame duende y mierda.
Duende: Te viá llevá a la acequia. (Lo arrastra hacia fuera, tomándolo del cuello)
Campesino: No me ahogués, dejame respirá. Mi duele tuito. ¡Ay! (Lo saca de escena)
Duende: (Trayéndolo al interior) No podís seguir ansí.
Campesino: ¡Ay! (Gritando) Despacito qui parece que las coyunturas se van a rompé.
Duende: (Mientras lo va arrastrando) Hombre testarudo, no querís vivir. Mejor morite,
no tomís los remedios, no te dejés ayudar con la vecina. Esta noche voy abrir el corral
de las ovejas pa liberate de’so.
Campesino: ¡No! Via perdé el ganao. Cuándo vengan mis hijos se van hacé cargo.
Duende: Lo mesmo se va perdé el ganado con la calor. Y no esperés a tus hijos.
Campesino: Vi’hacé lo que quierás pero no habrás el corral.
Duende: Entón te vas morir antes que lleguen tus hijos.
Campesino: Entendé, no quiero morirme. Pero por favor alzame, mi duele tuito. (El
duende sigue arrastrándolo, el campesino comienza a toser, el duende lo tira en la
cama y al campesino le da un ataque de tos) Ya estoy mejor. (Inspira profundamente
por la nariz hasta que se le pasa la tos) Ya viene mi’jo más chico y soñao que venia a
caballo, no se diande lo ha sacao. Antes podia ir a esperarlo al camino, pero ahura sin
ningún animal de carga, tuito se complica. Tengo sed, alcanzame el agua.
Duende: Demasiado trabajo dás. Agarrala vos, ahí está, arriba del cajón.
Campesino: Maber. (Estira la mano) No alcanzo.
Duende: Ya’s tenio mucha’gua en la acequia, ya’stá. (Se ríe)
Campesino: ¡Por favor! (Con voz susurrante) Dame, me muero de sed.
Duende: Ahí’ta. Estirá la mano.
Campesino: (Se estira y cuando la está por agarrar, el duende le corre el vaso) No
llego.
Duende: Ves que sos inútil, estirate más. Ya estás cerquita, dale un poquito más. (Sigue
corriéndole el vaso)
Campesino: (Se estira tanto que se cae de la cama) ¡Ay! Ayudame. ¿No vis que’stoy
enfermo? Me quiero sanar, tengo qu’estar bien pa cuando llegue mi’jo. (Intenta
levantarse y no puede) Él viene pa’cerse cargo de tuito.
Duende: (Se ríe y lo ayuda a levantarse) Caminá, dale apurate. (Le patea los pies) No
me hagás reir, sos muy tonto. (Lo pone en la cama)
Campesino: ¿Por qué me decís eso?
Duende: ¿A cuál del montón de hijos que tenís esperás?
Campesino: Ya ti dicho, el más chico, el que si’do al último.
Duende: Pero si nenguno ha dao señal de vida dispués que han partio.
Campesino: Tengo la seguridá que nenguno mi’ha olvidao. No puden vení, esu es tuito.
Duende: Aceptá que se´han olvidao.
Campesino: Estu es invento tuyo. Yo toy seguro qui tuitos mi recuerdan. No pueden
llegá, por la lluvia la senda si’ha borrao. (Se incompora, agarra el vaso de agua y le tira
en la cara al duende) Andate, malo. (El duende se va)
Vecina: (Ingresando) Es usté muy desordenao y güeno tantos años solo desde que
enviudao. Debiera llamar a su hijo. Si usté quiere puedo dir hasta el pueblo y le pido al
maistro que le escriba una carta y que’l mesmo la lleve cuando pueda pal correo.
Campesino: No y no. No se pa que viene, a joder nomás. Mejor vaya a su rancho y
déjeme tranquilo. Ni se le ocurra hablá de mi viudez, es como si no lo estuviera, mi
mujer está en mi corazón.
Bajo de un coposo pino
llorando me lamentaba
y el pino como era tierno
de verme llorar lloraba.
Vecina: No lo escucho, mejor voy a llevar las ovejas a pastar y cambear el agua de
riego, ya le toca a su rastrojo.
Campesino: Ni se le ocurra, ya viene mi’jo.
Vecina: Ni’stando enfermo usté compriende, que testarudo.
Campesino: Vaya a la mierda.
Vecina: Aunque usté no quiera, ya’hi llevao las ovejas al corral y cambeao el agua en el
rastrojo. No quiero que se mueran ni los animales, ni las plantas. (Se va)
Campesino: (Haciendo un esfuerzo se baja de la cama y se arrastra por el suelo
buscando) Vieja y mierda que si mete en lo que no le importa. Tengo que’ncontrar la
escritura pa darle a mi’jo cuando llegue.
Duende: (Apareciendo a los saltos muy contento) Adivine qui ha pasao con sus ovejas.
Campesino: No se.
Duende: Tuitas andan por ahí, sueltas. (Anda a los saltos, cambiando las cosas del
lugar, encuentra cigarrillos y se pone a fumar, primero deja los cigarrillos dónde los
encontró y después riéndose a carcajadas, los esconde en otro lugar)
Campesino: ¿De que te reís? (Silencio) No piode ser. Si la vecina mi’ha dicho que las
ha encerrao en el corral.
Duende: (Riéndose a carcajadas) Tuitas están sueltas. Yo mesmito las hi largao.
Campesino: Duende y mierda, salí de acá. Dejame buscar la escritura pa darle a mi’jo
cuando llegue. (Sigue buscando, encuentra su bastón que es un tronco de árbol y le
pega al duende que se retira a los saltos. Da vuelta el cajón y entre un montón de
papeles la encuentra) Acá está. (Se la muestra al duende) La vua dejá abajo el vaso,
ansi la tengo a mano. Vení ayudame a dar güelta el cajón, alzame y poneme en la cama.
(El duende esconde la escritura y en vez de ayudarlo lo aleja de la cama y se va)
Vecina: (Tocando las manos) Con su permiso.
Campesino: Ya viene a joder de nuevo. Dentre.
Vecina: Parece que’n el apuro y dejao mal cerrao el corral de las ovejas. No se por
dónde andan. Venga, vamo a tomá un poco de aire. Por suerte y traido pancito dulce, ya
le hago el mate cocido. (Se va)
Duende: No comás lo de la vecina, te poide envenenar.
La vecina lo saca a la puerta arrastrando al campesino y lo sienta en una silla.
Vecina: ¡Que barbaridá, mire cómo está! Sientesé, el aire fresco le va’ce bien. Respire
hondo.
Campesino: Usté se aprovecha de mi debilidá. ¿Por qué no me deja en paz? En vez de
molestarme debiera ir a buscar y encerrá los animales. Es tuito lo que tengo, vieja de
mierda, no me perjudique.
Duende: (Desde extraescena) Retala, despachala.
Campesino: Es mejor que se vaya.
Vecina: Solo quiero ayudarlo. Pero si recién salimo a tomar aire puro. La pieza está
muy sucia, mejor voy a darle una limpiadita.
Campesino: Ni se le ocurra. Cuide el ganado.
Duende: Sacala cagando.
Campesino: Él tiene razón, vayasé.
Vecina: Acá no hay naide más, no sea testarudo, aproveche de respirá qui estu le va
hacé bien. Voy a buscar la pichana pa limpiar la pieza. (Se va)
Duende: No la dejís entrar. (Se presenta) Me parece que lo mejor pa vos es que te
muerás.
Campesino: No seas malvao, yo quiero viví. Ya me vua saná del Chaga. (Agarra el
bastón y le tira bastonazos al duende)
Duende: Lo mejor pa vos es que te muerás, pa vivir ansí, mejor es morirse.
Campesino: Cuando llegue mi´jo y me ayude tuito va se destinto.
Duende: Diande va vení, si nunca se’acordao de vos.
Campesino: Mis hijos me quieren.
Duende: Ni se acuerdan de vos, estás enfermo, no tenís a naide, pa que vivir, mejor
pasar pa otra vida.
Si la magrecita tuya
levantara la cabeza
y vieras cómo vos vivís
se moriría de tristeza. (Se va)
Vecina: (Apareciendo con la escoba de pichana) ¿Pero que le pasa? Está temblando.
(Le pone la mano en la frente y el campesino se la saca de un tirón) Vuela en fiebre y
no tiene nengún remedio. Me voy hasta mi rancho a buscar algo, Ya güelvo. Estu de dir
y golver me está cansando, si usté quiere me puedo mudar pa’ca hasta qui se mejore.
Pienseló. (Se va. El vecino con gestos la despacha protestando)
Duende: (Aparece vestido con ropas del hijo) Hola tata. Aca’stoy y venio a llevarte.
Campesino: Hijo mio, yo sabia que ibas a golver. (Intenta incorporarse) Vení
abrazame.
Duende: Si tata. (Se acerca y lo zamarrea)
Campesino: ¿Qué te pasa hijo?
Duende: Te vua demostrá cuánto te quiero. (Lo toma del cuello y comienza a
ahorcarlo)
Campesino: ¡Ay!
Vecina: (Apareciendo, el duende desaparece) Tranquilo, ya’i güelto. Tome la pastilla.
Campesino: Ya no hace falta, ha venio mi’jo. Agarre la escritura que está bajo del vaso
pa que se la demo. Tuito está risuelto,
Vecina: Ande’stá que no la veo.
Campesino: Ahicito.
Duende: Acá’stoy. (Se expresa dándole ritmo de canto)
Campesino: Mireló.
Vecina: No lo veo.
Campesino: Ahicito nomás.
Duende: Acá’stoy. (Se expresa de la misma forma con mayor volumen)
Campesino: ¿Qué está ciega?
Vecina: No lo veo. Ya compriendo, es la fiebre qui lo hace delirá.
Campesino: No es fiebre, es la calor. Deme la escritura qui se la voy a entregá, ansí se
hace cargo de tuito. Está bajo el vaso.
Vecina: Acá no hay naida.
Campesino: Usté está ciega, no ve.
Duende: (Se ríe a carcajadas) Si es bruja la va encontrá.
Campesino: Ayudemé a levantá. (La vecina lo ayuda) Mire, ya poido pararme. (Quiere
caminar y se cae sobre la cama) Es tanto tiempo en el catre. (Dirigiéndose al hijo) Es
güena la vecina, metida en lo ajeno, por eso no me gusta. Lo que pasa hijo es que vos no
la conocís. No tengai miedo de comer lo qui hace, también dale la ropa pa que te lave, la
batea está rota y no te vas dir al río vos, mejor qui lo haga ella, pa eso es mujer.
Vecina: ¡Cuánta tontera que habla!
Duende: No me gusta esa mujer.
Campesino: Vení ayudame, me tengo que parar. (El duende lo ayuda a pararse y a dar
unos pasos) Acercame a la silla (Cuándo está cerca, lo deja solo, se ríe a carcajadas y
tambaleándose llega a sentarse y el duende se va) ¡Que güeno, ya poido caminar solo!
Vecina: (Sorprendida) Muy bien, me gusta verlo ansí, cuanta mejoría, a podío
levantarse.
Campesino: Ahurita tuito va mejorá, ya va ver. Mi’jo va cultivá los rastrojos y no nos
va faltar naida.
Vecina: ¿Cómo va vendé o va’cer trueque si no hay camino pa salí?
Campesino: Ya va vení Vialidá a trabajá, si no habia naida pa sacá, por eso estamo
aislao.
Vecina: Hace años que no se acuerdan de nosotro.
Campesino: Los parrales se van poné lindos, hasta vino vamo hacé de nuevo. Lo vamo
a vendé y ganá mucha platita.
Vecina: Usté sueñe nomá.
Campesino: Ahura la testaruda es usté.
Vecina: Maber, digamé cómo va’cer.
Campesino: No se, pero esu no importa.
Vecina: Lo veo pior, más enfermo, no se cómo ha llegao a la silla.
Campesino: Toy mucho mejor. (Comienza a temblar nuevamente) Pachamama, Magre
Tierra, tené compasión de mi. (Temblando) ¿Será la fiebre? ¡No es la calor qui hace!
(Tiembla más fuerte) ¡Terremoto! Pachamama, Magre mia no temblís ansí, tené
compasión de mi. Que la tierra no me trague, que no se parta y me haga sufrí.
Vecina: Voy a traé unos trapos mojaos, ya güelvo. (Se va)
Duende: (Se ríe desde extra escena) Ja,ja. Ahurita va sabé la vecina lo qui es güeno.
Campesino: Hijo vení, se amable con ella, acordate que li tenís que dar la ropa pa que
la lave.
Duende: Quedesé tranquilo tata.
Vecina: (Se acerca para ponerle los trapos mojados en la frente y el duende lo retira)
¿Qué le pasa don?
Campesino: Naida.
Vecina: (Ella quiere agarrarle la cabeza y el duende la lleva para el lado opuesto)
Quedesé quieto.
Campesino: Toy quieto.
Duende: (Se rié a carcajadas y le hace cosquillas al campesino) Vamos a provocá una
muerte alegre.
Campesino: No me hagás cosquillas.
Vecina: No le hago cosquillas, quedesé quieto, ansí no poido poner los trapos.
Campesino: Hijo, quedate quieto.
Vecina: La fiebre lo hace ve visione.
Campesino: Mireló. Ai’stá.
Vecina: Tamo los dos solos.
Duende: (Sale arrastrándolo hacia la puerta) Decile que te mire. (Al soltarlo el
Campesino se cae al suelo)
Campesino: ¡Hijito mio! Vení abrazame. (Estira sus brazos hacia el duende)
Prometeme que te vas hacer cargo de tuito el campo y junto a tus hermanos van a golver
a poner estu como era antes, cuándo tu mama estaba con nosotros. Ansí voy a saber que
siempre mos’io una verdadera familia. Que tuitos nos amamos, que jamás mi’han
olvidao.
Vecina: No se que le pasa. Tiene tanta fiebre que da lástima y por acá no hay ni una
enfermera. El año pasao vino por última vez, cuando li’ha traido los remedios pal mal
de Chagas, capaz que esa enfermedá ha empiorao. (Haciendo un gran esfuerzo lo
levanta y lo pone en la cama)
Campesino: Yo’stoy bien. Ahura con mi’jo me vua compone. Usté no sabe naida.
Duende: Mandala a la mierda.
Campesino: Vayasé a la mierda.
Vecina: Entuavía que lo ayudo me trata mal.
Duende: (Regresa, lo levanta y lo hace caminar) Decile que estás bien.
Campesino: Ya se poide dir, mire, estoy bien. (El duende le da un golpe en la nuca, el
campesino se desmaya, el duende lo mira un momento y lo tira al piso.)
Vecina: Dios bendito, si ha desmayao por el esfuerzo. Algo tengo que hacé. Este
hombre está muy mal (Lo levanta como puede y lo arrastra hacia la silla) Tatita Dios
ayudame a salvarlo. Segurito que el mal de Chagas lo’ha afectao.
(Lo quiere sentar y no puede, el campesino vuelve a caer, corre a dónde quedaron los
trapos mojados y le pone en la frente) Via ve si respira (Acerca la cara a la nariz) Está
vivo entuavía. No se qué hacé. (La vecina va desesperándose cada vez más) Le viá
masaje en el corazón. (Le abre la camisa y lo mira) No poido, tiene el corazón grande,
capaz que por salvarlo lo liquido. Ay Virgencita del Valle iluminame, decime qui tengo
que hacé. (Comienza a llorar) Vua rezá. (Juntas las manos y comienza a rezar)
Campesino: (Hace un ruido ronco) Grrr.
Vecina: Dios bendito.
Campesino: ¡Ay! ¿Ande´stoy?
Duende: Este cristiano no se muere nunca. Yo lo via ayudá.
Vecina: Vecino miremé.
Campesino: (Tiembla, se relaja completamente y habla con voz susurrante) Vení hijito,
abrazame juerte. ¿Pa’nde vamo?
Duende: (Lo abraza un momento) Al único lugar que podís dir. Pal otro mundo.
Campesino: Este en mi’jo amado, llevame con vos, dame esa felicidá. (Lo levanta y lo
lleva en sus brazos)
Vecina: (Contempla un momento el lugar dónde estuvo el campesino como si aún
estuviera allí) ¡Dios bendito, está finao! (Se persigna. Se arrodilla, hace la Señal de la
cruz en la supuesta frente del campesino, acomoda el cuerpo cruzando los brazos sobre
el pecho.) Que descanse en paz.
(Se incorpora y mirando al cielo exclama mientras el duende desaparece con el cuerpo)
¡Muerte desconsiderada!
Me quitaste todo el bien,
cargaste con quién quisiste
cargá conmigo también.
APAGÓN
"El duende" es un cuento que escribí en 1979 cuando tenía 13 años de edad y cursaba
el primer año del Bachillerato en la Escuela Normal de Rosario de la Frontera. Es uno
de mi primeros cuentos. Fue publicado en 1997 como parte del libro "Fuego de los
Tiempos" con el cual gané el 1º Premio Provincial de Literatura en Salta en 1991, en
la categoría narrativa corta (Jurado Carlos Hugo Aparicio, Benjamín Toro y
Margarita Ferrari).
En ese primer año de la escuela secundaria yo andaba ocupado en las lecturas de los
cuentos de Horacio Quiroga y de Juan Carlos Dávalos y, por supuesto, con toda la
inspiración que significaban las narraciones orales de mi abuelo Eleuterio Ovallo,
gaucho arriero de los cerros del oeste de Rosario de la Frontera, conocedor de coplas y
leyendas y de las tradiciones lugareñas como nadie.
"El duende" junto a "Poema de los tapiales", fue incluido en los "Cuadernos de
Orientación Docente" publicados por el Consejo de Investigación de la CUNSa
coordinado por la Prof. Susana Alicia Constanza Rodríguez y en la "Antología de
textos narrativos" de la Universidad Nacional de Salta (Desembarcos en el papel,
2005), con una recomendación para ser trabajados por los alumnos en el aula (Carlos
Jesús Maita).
EL DUENDE
(Cuento)
–Qué le habrá pasao que no vuelve –dijo don Baltasar mirando el monte desde la
puerta de tablas del rancho.
–Y, si ha yebao las boliyas, dejuro que estará entretenío con los hijos de la Juana, pué -
comentó doña Eulalia con el disfraz que cosía sobre las rodillas.
El calor de la siesta quemaba. El monte parecía de rescoldo bajo el cielo sin manchas.
Las moscas zangoloteaban la quincha, azotaban la vieja fiambrera de los quesos y había
que espantarlas a cada momento. Ese día empezaba el carnaval, por eso doña Eulalia
preparaba los disfraces y había mandado a Josesito a buscar los caballos para bajar a la
carpa.
Adentro del rancho estaba fresco. El hombre se quitó las alpargatas bigotudas y se
tumbó en el catre. Pero pronto lo alertó un relincho y tras el relincho el grito que le dio
su mujer:
–¡Salí a ver, Balta, salí a ver! ¡Ha yegao sin jinete el zaino del chango!
Don Baltasar pegó un brinco. Afuera estaba el caballo sin montura, rayado por el sudor
y los garabatos recios. Doña Eulalia le pasó una mano por el lomo y el bicho bellaqueó
impresionado.
Josesito nunca demoraba. Siempre regresaba a más tardar en cuatro horas, pero había
pasado un día entero y entonces era lógico
afligirse.
Aguardaron un rato. Eulalia siguió preparando los disfraces para ir a la carpa de los
Colchi. Arriba andaban los chalchaleros y los ketupíes dibujando fiestas en las ramas.
Lejos remaban dos pares de cuervos y una brasita salpicaba los brazos de piedra de un
algarrobo negro.
Y cuando el sol se hundió en el silencio del monte, con la tarde sangrando en la cresta
de los árboles, mi zorrito blanco y yo, el duende, pusimos en la tumba del niño unas
florcitas de acacia. Él fue nuestro amigo. Las veces que habremos tinqueado bolillas en
algún descampado. Yo no lo maté como dice la gente. Tal vez ha sido un puma muerto
de hambre, pero yo no fui, mamacita, claro que yo no fui.
Carlos Jesús Maita, Rosario de la Frontera, Salta, 1979
BIBLIOGRAFIA: