Viviana y Merlín

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Viviana y Merln Benjamn Jarns

Los enemigos de la gracia se presentan desnudos o embozados. El primero es la fuerza. Es el dragn que da vueltas alrededor de Andrmeda, de toda belleza encadenada. Hay que matar al dragn o como hizo mi Viviana convertirlo en piedra. La historia del espritu es la misma vieja historia del dragn y de Perseo. En los caminos de la gracia, acechaba el puo tosco y brutal que haba de aplastarlo. Unas veces quemaba bibliotecas, otras quemaba al mismo Perseo. Nunca pudo la fuerza soportar otro poder sobre la tierra, y en la gracia atisb siempre su rival ms poderoso. Cuanto la fuerza slo pudo lograr con el hierro y el fuego, la gracia lo logr blandiendo un lirio. Ah tenemos el maravilloso ejemplo de Jess ante la mole imperial romana. La gracia fue siempre vigilada por todas las dictaduras, porque saban que por cualquier rendija de la costra de hierro se haba de filtrar sutil, retozona la implacable enemiga. Fue siempre vigilada por todos los poderes acartonados del mundo; ella, toda flexibilidad y voluntad de cambio. Por eso la altanera y encastillada sabidura se nos hace insoportable cuando no viene del brazo con nuestra risuea amiga. Viviana supo arrastrar suavemente a Merln fuera del castillo de Arturo y... (Del libro La gracia)

INTRODUCCIN
Contar sencillamente cmo llegu a conocer a mi herona. Porque, si a Merln slo pude conocerlo por los libros, a Viviana era preciso conocerla sin dudosos intermediarios, y nunca hubiera escrito la historia de esta pequea parte de sus hazaas sin entenderme con ella personalmente. Recel siempre de las crnicas y poemas en que tomaba parte mi hada favorita. Fue tan duramente fustigada por juglares y copistas, que en seguida pens en alguna profunda y temible verdad servilmente escamoteada por los guardianes del Museo Mitolgico. Porque la tradicin goz siempre de fmulos bien retribuidos. Cuando entre los pergaminos o capiteles de cualquier poca asoman los cuernecitos de algn diablejo, por lindo que ste sea, los gordos bedeles del Museo Mitolgico reciben rdenes reservadas. Y los admiradores que all acuden han de atenerse a

catlogos amaados por escribas maquiavlicos, y los copistas que all acuden slo pueden trabajar en horas determinadas, a una luz especial. Repito que una de las vctimas de estos hombres a sueldo del pasado fue Viviana. Haba que pintarla a una hora avanzada del al tarde, a una luz muy parecida a la sombra, a la hora de cerrar, medio en tinieblas. Y nadie consigui verla a pleno sol, en toda su compleja hermosura y seduccin. Le ocurri a Viviana lo que al cuadro de Goya, El quitasol, siempre gozado a medias... Por eso yo consegu traer a mi intimidad una copia fiel de ese primor goyesco, como ahora intento copiar por m mismo el retrato del hada que hechiz a Merln. Y pienso, a veces, si ese encantador mueco de nuestro diablico aragons no ser la misma Viviana... Por qu no? Todo puede esperarse de aquel zumbn de Fuendetodos que a tantas hechiceras reales e irreales, de mayor y menor cuanta, logr inmortalizar. Poniendo a algunas en ridculo. l conoca bien sus brujas. Y por qu no derrochar sus especiales caricias pictricas con la predilecta de Ariel, enamorada de un favorito de la magia, de un vstago, en fin, del mismo prncipe de las tinieblas? Encontr a Viviana en un parque, sentada junto a una fuente, leyendo un libro. Comenzaba octubre, y el sol, el aire, los pjaros y los nios se entendan muy bien en un apacible y jovial cuarteto en el que nadie pretenda un primer trmino agresivo. Los nios eran dciles; el aire se contentaba con remover dulcemente las hojas; los pjaros no tenan pelitos que resolver; el sol haba adquirido ese tono medio, de trnsito, en que su calor no resulta medicina ni tortura, sino puro deleite. Y a lo largo del rumoroso cuarteto, la risa de Viviana iba sembrando deliciosos mordentes. Qu estara leyendo? Cortsmente, como cualquier viejo agregado al squito de Arturo, me permit acercarme... Qu queris? me dijo siempre risuea. Querra unas migajas de esa risa que con tanta longanimidad distribus entre los pjaros. Es que los pjaros son todos excelentes amigos, y de vos nada s. Quin sois y qu queris? Quisiera ser vuestro rendido amante. Eso no es profesin, en un estado de holganza. Slo esto queris: holgar conmigo? Y trabajar con vos. Si me lo permits, ser el cronista de este momento delicioso. Comentar esas pginas que con tanto os han venido a producir. Por ellas, la maana adquiri un timbre jovial el de vuestra risa, que ha transfigurado el parque. Los pjaros y los nios, el aire y el sol, toda la maana es ya una viva caja de msica de la que vos sois la varita mgica, el resorte... Porque, si vos os callaseis, de seguro la maana enmudecera el punto sobre el atad de su jbilo. Os perdono esa galante retrica y admito vuestro amor con tal de que me defendis, pluma en ristre, ante el amojamado Tribunal Supremo de la Historia. Soy Viviana. Tanto horror! Lo saba. Sois inconfundible. No perdis el tiempo en hacer gestos. He sido muy calumniada. Ahora mismo rea leyendo una envenenada historieta que de mi intimidad con Merln se permiti hacer el poeta ingls. Atreverse, un compatriota nuestro... No os precipitis. Yo no tengo patria. Soy universal. Pues bien, os ruego que eme ayudis en esta apelacin. Acercaos. Me acerqu tmidamente. Puso el libro entre mis manos y, enrgicamente aadi: Sentaos aqu a mi lado. La hierba ha perdido su humedad, pero ha conservado su blandura. Buen amigo del justo medio es hoy el sol. No charle tanto y entrese bien del proceso. Ordenar que esta sinfona matinal se convierta, mientras leis, en un coro de leves suspiros. Obedec: ...Tendida sobre el csped, la falaz Viviana, al parecer con un profundo amor y veneracin profunda, besaba los pies del vidente... Cuando acab la lectura, me alc, irritado, exclamando: Poeta fementido! Tal villana... No gritis. Bien se conoce que nacisteis en la patria del gran desfacedor de entuertos. Mi agravio no ha de producirle contusiones, como no sean las ilusorias de algn malandrn, metido a

juez. Sed, desde ahora, mi fiel abogado defensor. Y, ahora, venid conmigo. Os presentar a Merln, a quien tengo dormido en un tronco de roble tan viejo, tan hueco y tan enorme, que parece una torre desmoronada. Tambin os presentar a la reina Mab, a Titania... y a su Platero. Salimos del parque, seguimos por un tropel de gorriones que intentaban formar nuestro cortejo. Viviana los despidi con un ademn, y nos quedamos solos, bajo el sol, en una ancha avenida. Cercano ya al medioda, sin rboles y sin fuentes, el sol comenzaba a perder la nocin del justo medio. Yo hubiera sentido cansancio, de haber tenido tiempo de pensar en l; pero todos mis pensamientos, como otra bandada de gorriones, giraba alrededor de los negros rizos de Viviana, dulcemente derrumbada sobre mi brazo derecho... Y fue tal mi arrobamiento, que no advert la presencia de una sombra que, desde muy lejos, vena amenazndonos. Viviana advirti rpidamente el peligro, y me dijo: Alguien nos vigil y nos persigue. Tal vez nuestro fiscal. En el reino de las hadas de seguro conocen ya tu nombramiento. Las amigas del rey Marco, los gnomos desdeados por Ariel, todo el squito innumerable de la calumnia vil, de la ignorancia, nos acecha. Blandir mi pluma... Si t logras realizar mi defensa, nada podrn contigo. Acurdate de Sheherezada, que salv su vida contando, noche tras noche, maravillosas leyendas. Como lo realiz un genial dans, de quien aprend esta leccin. Sumergido en la faena, nunca podrs advertir la presencia de las sombras. La nuestra, ese impertinente fiscal, se va acercando. Sigamos el camino, gozosamente. Sguelo t, sin fatigas y sin tristezas, aunque todo se derrumbe sobre ti. La sombra nos lleg hasta nosotros. Y, desde lejos, pudimos ver cmo se haba transformado en cualquier inofensivo transente. Qu pena! As, al Caballero de la Mancha se le convertan los gigantes en molinos de viento, los ejrcitos en rebaos, los dragones en pellejos de vino. A la hora del esfuerzo, en plena faena, cualquier fantasma se convierte en bruma. Que acaba por teir de oro y azul nuestro profundo goce.

EL CASTILLO

El castillo del rey Arturo est construido como un organismo humano. Se divide en tres porciones con sus tres almas, cada una tan diferente de las otras como lo son, dentro de la misma piel, nuestras entraas. La planta baja cocinas, establos, bodegas rebulle de gente menuda y chismosa que trajina y brega y murmura. Es la parte del vientre y de las extremidades inferiores que realizan sus faenas sin conocer la razn de nada. Vida turbia y pintoresca, que slo enredndose a las volutas de la ancdota puede alguna vez ser soportada. Como los pies de una mesa abarrotada de sabrosas baratijas, las gentes de este sector humano se contentan con seguir ladinamente el zigzagueo de los chapines que corretean por el saln. Contemplan tal o cual aventura de los grandes desde el ltimo escaln como los limpiabotas. Se asienta encima el piso principal del castillo, la sala del Consejo, la capilla, el gran saln de fiestas, donde se departe acerca del amor, de la caza y de la guerra. Un ncleo de caballeros y de damas se ejercita en espumar de las horas sus momentos ms puros: el redondel, el acrstico, el halcn. Porque en este palacio de Caradign se practica escrupulosamente, en estos tiempos, la castidad, el metafsico amor, la cetrera y el xtasis ante la luz de la luna. Los caballeros de poca sagacidad juegan a las damas. Los ms astutos al ajedrez. Es la parte del corazn. El terreno donde florece el sus piro y el mandoble. Lanzarote es doctor en ambas disciplinas. Ginebra la etrea reina bretona, Beatriz de este crculo tejido de azucenas es maestra en artes de amor ultratelrico, en delicadas tretas por las que un pensamiento puede convertirse en lindo tropo y en prodigioso fenmeno visible. En la corte del rey Arturo cualquier dama conoce alguna para la que una metfora se convierte en hecho. Y para dar fe de esta magia, ah est el enano Gobn, gentil mancebo, de privilegiada estatura, que por su descortesa con las damas comenz un da a sentir que las mangas le colgaban mucho ms all de los dedos, que sus pies no llegaban a los estribos, que su escudo creca, creca, hasta subirle muy por encima de la cabeza; que era, en fin, un lamentable enano. Y tuvo que bajar de corcel, estrechar el cinto, cortar las mangas, subir los estribos... El mismo corcel volva la cabeza, asombrado ante aquella disminucin de peso, ante aquel cambio de jinete; y menos mal que lleg a reconocerlo, mirndolo de hito en hito, porque, de otro modo, lo hubiera lanzado por las orejas, como a un pelele. Porque a un caballo era difcil hacerle comprender tan peregrina transfiguracin de un tropo. Infeliz caballero! Se haba quedado muy chico dentro del corazn de una dama, y con la misma estatura qued fuera. Hasta volver a recuperar su gallarda dentro de algn otro corazn no podra estirar las correas y bajar los estribos. Qu angustia vivir siempre a merced de un capricho metafrico! Los caballeros de la corte del rey Arturo son hoy el ilustre ornamento de toda la cristiandad. Erec, Percival, Sagramor, Dodinel, Calogrenn... Salud! Ilustres Caballeros de la Mesa Redonda: Un da os juntasteis doce amigos bajo un roble, no para emprender la caza de la moza ms linda del reino, sino para lanzarse a perseguir el himno tan ardiente, que todos irrumpieron en el bosque, sedientos de apresar y hacer astillas aquella maga cornamenta. De rama en rama, de calvero en calvero, refulga con sarcsticas llamaradas. El ciervo de los cuernos de oro se sumergi en una fuente, que, al herirla con la punta de la espada, se encrespa y ruge como un tigre azuzado: es la fuente de las hadas. Brota en los dominios de Ariel. En ella beben Tatania, la reina Mab y Urganda la Desconocida. Los Caballeros de la Mesa Redonda! Orgullo de la Edad Media. Nunca una falange de tan insignes varones se api fraternalmente para algo tan inslito como ir en pos de unos cuernos. Sencillos y puros, eran juguetes de los espritus diablicos de los bosques como de las esquivas

doncellas del castillo, sabias en la transfiguracin del enemigo. Dichosa edad y dichosos tiempos aquellos que as hicieron hervir la fantasa de nuestro sin par Don Quijote, hacindole prorrumpir en su discurso famoso ante la docta academia manchega! La corte del rey Arturo como el arte ojival es una concentracin de energas del alma en pugna con los fieros apetitos de la carne, tradicional enemiga. En la corte del rey Arturo se doman, como los potros, las pasiones. Queda el tercer sector. Precisamente hay en l instalada una pila que sacude y empuja este dinmico grupo de perseguidores de ureos cuernos estticos amantes de rojos corazones femeninos. Encima de todo, entre el castillo y las estrellas, se yergue el torren de Merln, el cerebro del palacio. Porque este palacio repito est construido como un robusto cuerpo de varn. Arriba est Merln, que piensa y avizora, mientras en la gran sala se encienden antorchas cordiales y en los stanos rebullen los ruines apetitos. A ellos solan bajar en otros tiempos los seores en busca de sigilosas confidencias de mesnaderos y de pajes. No le falta al palacio de Arturo agilidad de movimientos, brasa interior, fra luz de cumbre; pero todo est confinado exactamente, y en el silencio nocturno no se producen corrientes oscuras entre los pisos. No ocurre como en el castillo de Tintagil, donde el libertino Marco deja abiertas todas las tajaderas, suelta a cada instante la jaura de sus ms retozones apetitos... En este castillo de Arturo, donde Ginebra puede ser cantada en tercetos, y Lancerote en escaroladas octavas reales, todo est medido y murado, como en un silogismo. Sublata mente ad sidera. La mente de Merln. De Merln, que en su atalaya vive distante de toda escaramuza del corazn, que desdea conocer. Merln, el solitario, enfrascado en la lectura de Plotino, del fosco Plotino, que jams pens en conocer el bao y ciertas famosas razones del corazn. Merln se est dejando envenenar por ese campen de alturas metafsicas. Est aprendiendo a no vivir. Slo baja al corazn del castillo cuando el rey necesita una idea. Merln baja a proveer de pensamientos al frreo y dcil concilio. Le envan un mensajero, y Merln asiste a la sesin. Arturo manda traer su cerebro como manda traer la tizona. Merln piensa y propone; Arturo y la Mesa ejecutan los designios de Merln. Los Caballeros de la Mesa Redonda luchan contra vestiglos, persiguen cuernos, aman plotnicamente, sus piran. Pero no piensan. Slo piensa el hechicero Merln. Bajo su barba de lino, siempre juvenil como un Hermes disfrazado de Padre Eterno, Merln dicen ya no tiene corazn. O es un pedernal, porque en l rebotan las miradas encendidas de la corte de Ginebra. Merln es inexpugnable. Nada pueden contra l las astutas doncellas, las frmulas, los hechizos. Centinela de s mismo, concentra su energa en descifrar enormes grimorios. Es un poeta oficial. Es una mente oficial. Es el crneo del castillo. Para quienes no conozcan a Merln, tan familiar a Cervantes, a Ariosto, a Rabelais, ser preciso recordar algunos hechos. Merln fue engendrado por un demonio en el seno de una aturdida virgen que cierta noche se olvid de rezar sus plegarias. Como Lamiel la turbulenta herona de Stendhal, Merln tuvo al diablo por padre. Su venida al mundo fue acordada en gran consejo de ministros infernales. Ocurri as. Aquel gran Viernes Santo en que bajo a los sombros subterrneos Cristo Redentor, las supremas jerarquas diablicas se dieron pronto cuenta de que Adn, Abel, Seth, Jacob, David, Isaas, Eva, Sara, Raquel, Judith, Esther, los ms ilustres inquilinos del negro territorio haban quedado prendidos en la divina redada. El concilio diablico advirti que en lo sucesivo slo habran de atenerse a huspedes indeseablesQu hacer? Sera preciso volver a declarar la guerra a Jehov? No en los cielos, donde haban sido totalmente derrotados, sino en la misma tierra; no contra Miguel, el estratega invencible, sino contra angelotes inexpertos, contra los menudos custodios recin salidos de la Escuela de Polica Angelical. Un juglar acreditado nos repite estas palabras de un miembro del consejo: Si en la tierra apareciese un hombre que, dotado de la ciencia del pretrito, del presente y del futuro, se aviniese a representar esta asamblea, a ejecutar nuestros planes Y lo mejor sera engendrarlo nosotros mismos. Sigamos el ejemplo del enemigo: escojamos una doncella virtuosa, envimosle al ms astuto de los nuestros, disfrazado de Gabriel

A lo que Luzbel replic: De ningn modo. Ese cuadro pondra en guardia a la doncella. Es muy conocido para que nosotros lo repitamos. Hay que pensar en otro. El gran concilio diablico retras mucho tiempo sus decisiones. Era muy complejo el problema. La escena de Gabriel estaba en la memoria de todos. Pero lleg una poca en que las claras verdades evanglicas se fueron tiendo del color del humo. El agua transparente de la verdad predicada a orillas del Tiberades se iba quedando turbia. Menudos gnomos satnicos iban dejando caer en ella brillante polvo extrado de los hornillos mgicos, todo policromado de herejas. Por una lenta manipulacin diablica se haban entremezclado hechiceras y milagros, profetas y brujos, ninfas y vrgenes, San Sebastin y Apolo. Al mismo Redentor se le llamaba el Caballero Jess, y en el mismo celeste Cliz se haban vertido unas gotas de vino dionisaco Y siglos ms tarde este mismo Cliz haba ay! de caer desde las manos de un sacerdote a las de un tenor. Lleg, en fin, el momento de realizar el satnico designio. Pronto se hall una virtuosa doncella, pobre y hurfana, en quien poda ensayarse la gran parodia. En vez de Gabriel, fue una astuta vieja quien se acerc a la doncella y le dijo: Triste vida la tuya sin el amor de un doncel! Y todo lo dems, segn el celestinesco rito. La hurfana rechaz las dulces insinuaciones; pero aquella noche contempl tristemente sus encantos desnudos, y record la vida risuea de su hermana menor, que diariamente retozaba con mozuelos. El Maligno asechaba Cuando la doncella se arroj llorando en la fra soledad de su lecho, el Maligno la recibi en sus brazos ardientes e invisibles, se ci a aquel talle, se enrosc a aquel pecho jadeante, encendi aquellas entraas con una chispa infernal. Y el concilio diablico celebr una magna sesin, tan llena de jocundos gritos, que la algazara se oy en lo ms alto del Empreo. Meses despus naci Merln. Cuando la doncella, acusada de libertinaje, iba a arder en una pira, el recin nacido tom la palabra para defender a su madre. Los circunstantes, aterrados, corrieron a dar cuenta al juez de que el nio, desde la cuna, haba pronunciado un vehemente discurso en defensa de su madre. Discurso que no tard en repetir ante el juez. Y las crnicas aaden que este juez hubiera desdeado tan milagrosa defensa si a ella no hubiese Merln aadido un argumento desconcertante. El juez se vio obligado a rectificar. El argumento se reduca a una ladina pregunta: Quin era el padre del inflexible juez? Nadie lo saba, excepto el nio. El padre del juez era un sacerdote. La otra madre consternada tuvo que confesarlo. Y, entonces, las dos madres quedaron perdonadas, porque la ley fue siempre amable con quienes la administran. Aunque la piadosa madre de Merln se retir a un monasterio donde llorar su culpa. Se haba dado cuenta de la infernal parodia? Seguramente. Pas las noches hasta su muerte llorando ante un muro donde un monje haba pintado la escena de Gabriel. Y cuentan que fue tenida por santa. Y que, desde el sepulcro, inspir a Fray Anglico sus geniales pinturas. Merln viv junto a ella hasta la edad de siete aos, sin dar pruebas de su diablico linaje, para no ser expulsado de la santa mansin. Tambin en esto su infernal progenitor quera parodiar al Enemigo. Una noche Merln huy de la comarca. Su pasaporte iba escrito con signos de la Cbala. Recorrera el mundo predicando el evangelio de la Magia. Pronto se le vio entre los doctores ms ilustres, discutiendo con astrnomos, prendiendo en su fiebre diablica mentes sencillas, corazones ingenuos. Lea en el pensamiento, esconda chispas rebeldes en el corazn. Era un encantador. Las serpientes de la astucia eran hebras de seda entre sus manos. As pudo tejer la red en que pronto cay Arturo y toda la Mesa Redonda. Hablaba en nombre del Seor cuyo nombre esconda. Aqu est, recatando el poder de sus hechizos. Es un brujo, aunque prefiere actuar como asesor de estos hombres de hierro, de estas damas de corazn de miel. Se entreg a la lectura de Plotino, fatigado del comercio amoroso. Ahora la tierra, con sus lagos y frondas y la carne con sus frescos racimos le son indiferentes. Al risueo amor prefiero hoy el poder. De sus frmulas mgicas est haciendo severos artculos de cdigo, duras leyes de tctica guerrera.

Ha olvidad ya la misin que le trajo al mundo? Tal vez por miedo a ser clavado a un roble como el falso profeta, Merln quiere pasarse al enemigo. Disputa ya con menos ardimiento en la mesa, donde un frentico peregrino recuerda todos los das la escena de los tres magos. Porque bajo su esclavina abrumadora de conchas, el peregrino esconde un odio roedor hacia aquel mago de religin dudosa, que urde normas de destruccin y de muerte. Desde un da que le oy hablar de cierta sustancia capaz de proveer desde lejos la muerte, lo crey un secreto enviado de Satn. Merln pronunciaba un vocablo totalmente desconocido en el mundo: plvora. Sin duda lo haba extrado de la Cbala. Porque slo el infierno poda ser capaz de inventar la plvora. Pero nadie podr atreverse a intentar nada contra Merln; lo defiende altos poderes visibles e invisibles. Arturo le debe sus mejores caballeros, sus mejores espadas, gran parte de sus tesoros. Quin no recuerda la aventura del Valle de los Peligros, ms tarde llamado Valle de Nunca Volvers, donde el hada Morgana retena en un baile perpetuo a cuantos intrpidos caminantes acertaban a penetrar all? Morgana no dara por terminado el baile hasta encontrar el caballero ideal, el caballero puro, incapaz de amor falso, que jams hubiera hecho traicin a la mujer amada. Este fue Arturo. Y Merln lo condujo a un lugar oculto, donde, en otro tiempo, haban las hadas escondido un tesoro, que luego aturdidamente olvidaron. All, al pie de un roble, estaba la anilla. Sin gran fatiga tiraron de ella, se alz la piedra y, cmo resplandeca el oro, las esmeraldas, los rubes! Arturo se estremeci de jbilo. Ginebra palmoteaba. Y, en toneles, sobre carretas, fue transportada al castillo tanta riqueza Quin podra permitirse desde entonces ofender ni aun levemente al hechicero? Adems de sabio era banquero. Pero el tesoro del Valle Peligroso no se redujo a piedras y lingotes. Al pie del mismo tronco, ms en lo profundo, hallaron un cofre y dentro de l quince primorosas espadas. Cmo centelleaban al sol! Arturo volvi a temblar de jbilo. Ginebra volvi a palmotear. Y las quince espadas fueron distribuidas entre los donceles ms briosos. Y todos regresaron de los dominios de Morgana, interrumpindose al fin aquel baile que se crea eterno. Y al llegar al castillo, despus de cantar el Te Deum, se entregaron a las delicias de un festn, que dur tres das con sus noches. De aquel banquete llamado El festn de las quince espadas conservaran los caballeros de Arturo memoria imperecedera. El vino y el amor provocaron una doble embriaguez general. Slo Merln renunci a tan adorable locura y, sin ser advertido por nadie, muy pronto abandon la mesa y subi, como todas las noches, a dialogar con las estrellas.

ESTRATAGEMA

Galgos, lebreles saltando alrededor de los siervos. Palafreneros, arqueros, pajes yendo y viniendo por el patio. Los halcones en sus puos, los yelmos en sus testas, los escudos en sus brazos. Y los primeros rayos del sol arrancando chispas de las puntas de las lanzas. Gran rebullicio. Ginebra, Arturo, Lanzarote, todos los caballeros van a salir de caza. Primero baja la reina, vestida de armio, seguida de sus pajes. Una mujer enlutada se acurruca en el patio del castillo. Al ver asomar a la reina, la enlutada se le arroja, sollozando, a los pies. Quin sois y qu os sucede? Seora Soy una infeliz doncella que perdi a sus padres y toda su fortuna en la guerra contra el infiel. Qued sola en el mundo, sin amparo. Desde entonces anduve errante de castillo en castillo, narrando historias de piedad y de amor puro. Vidas de mrtires y ermitaos, de santas viudas y doncellas Conozco a toda la Corte Celestial. Sois juglaresca? Sabis alguna primorosa leyenda de amantes sin ninguna esperanza? Una conozco, mi seora, de tan ardiente y puro amor como el que vos sents por el gentil caballero que os precede. La voz se le apaga, se le anega el llanto. A travs del velo cristalino de sus lgrimas ha contemplado el azoramiento de Ginebra, que corre a poner en contacto sus odos con la boca de la astuta, mientras susurra: De quin hablis cuitada? De Galaad. Cmo lo sabes? La voz dej fluir el nombre oculto, para la intimidad, del doncel idolatrado. Un arrullo como ninguna voz, excepto la voz de Ginebra, podr nunca armonizar. Una sirena, un querubn. Empapado en caliente roco, surca el nombre la minscula distancia. Ahora es el nombre popular, el tan trado y llevado por las damas del palacio.

Lanzarote. Empapad vuestra voz, hermosa Quiz sois una hechicera. Venid. Quiero saber por quin habis conocido los dos nombres. Decdmelo. Seora La lleva aparte. En un ngulo, mientras los caballeros aguardan y los corceles relinchan impacientes, la juglaresca, ya destocado el rostro, semioculto entre los dedos, deliciosos mameles que enjaulan su risa retozona, como la ventan ojival contienen el alborozo de esas maanas de abril que forcejean por invadir un templo, habla a Ginebra: Un da Una historia encantadora es urdida entre sollozos. Cierto da, en el bosque, muerta de hambre y de cansancio, se dej arrebatar por unos ciervos. Tan miserable y flaca la vieron, que ninguno pens en cebar en ella su lujuria, sino ejercitar su piedad. La condujeron al castillo, donde recuper las fuerzas y todo el esplendor de su hermosura. Les pag recitndoles gestas de santos y caudillos. Pero el ritmo de los versos atrajo al seor del castillo Una noche asom a lo lejos, en el umbral de las cocinas donde se agrupaban los oyentes en torno a ella; aguard al final del romance, y despus la llam con voz dulce, cautiva Se llev a su cmara a la hurfana. Perdonadme, seora. Se haba prendado de m? Yo no lo creo. Quise rechazarlo, y lo logr, pero sal malherida de sus brazos. Al da siguiente el sol me sorprendi llorando mi terrible infortunio. Me encerr en una mazmorra All un hada me revel vuestro pattico amor, los dos nombres de vuestro gentil caballero. Dime! Quin es el malandrn que os maltrat? Castigaremos su vileza! Marco. Callad! Temo a ese prncipe hechicero que tiene a Viviana consigo. Es el hada ms funesta que padece toda la cristiandad. Pero a nadie contis lo que a m. Yo os proteger. Ser una tumba. Porque si os oyese el rey, pronto querra vengaros, y la lucha sera ms sangrienta que nunca. Acaso perdiera all su vida la flor de nuestros caballeros. Porque Viviana es infernal Y, decidme, qu habis odo all? Qu se trama? Qu se piensa de nosotros? Hablad sin temor alguno. Seora Hacen burla de vuestro inmaculado amor. Esta pasin celeste que han de cantar todas las arpas de la tierra se toma all a chacota. Mi seor Lanzarote Callad! Aqu llega, junto al rey. Apuesto doncel, aunque flacucho. La pasin le fue araando toda la pompa retrica del cuerpo, y slo queda de l un sutil esquema, tan puro como un terceto. Paladn estilizado, hecho de marfil y de morenos msculos ceidos. A la astuta juglaresca le retoza la alegra por todo el cuerpo. Es l! Lo ve de nuevo saltar por la pradera, acercarse aturdidamente al lago, inclinarse para atrapar burlones insectos de oro, ingenuas campanillas azules, con peligro de hundirse para siempre en la mansin de las hadas que all, en el fondo, le tienden sus brazos. Porque no fue ella misma quien una maana, en su palacio de cristal recogi a Lanzarote, aun muy nio? Qu linda historia la del tierno amante de Ginebra! La inici Merln, el diablico, que a la sazn iba y vena por un castillo, bajo la apariencia de un rubio doncel, de ojos verdes segn el texto ms antiguo, verdes como la piel de la serpiente ednica, verdes como la llama que en abril enciende los bosques y tan seductores perfiles de hada aprendi a dibujar. Fue Merln, vestido entonces de blanco la mitad derecha y de rojo la mitad del corazn. Qu lindo, Merln, con su cinto de seda bicolor y su limosnera de malla de oro! De dnde haba venido? Quin era? Se celebraba all una fiesta para obsequiar a un rey joven. El cortejo del rey husped vea en Merln un paje ms del castillo; las gentes del castillo vean a Merln uno ms del squito real. As comenz Merln sus faenas diablicas. La de aquella noche fue conducir solapadamente al regio husped a la cmara de una doncella hija del seor del castillo, y dejarlo all entregado a las locuras del amor As fue concebido Lanzarote. En la noche de una fiesta, cuando todos haban cado en las finas redes de Baco y de Merln. Meses ms tarde

La juglaresa sigue contemplando a Lanzarote. Lo ve alzar las manitas en la cuna abandonada al borde del agua. Con qu solicitud lo acarici, con qu alegra llam a las dems inquilinas del laga para que danzasen en torno a la cuna! Luego, todas queran llevrselo para all, en lo ms hondo, bordarle con diminutas esmeraldas una camisa de espuma. Pero ella, la gran seora del lago, escondiendo en sus brazos al infante, despidi a las danzarinas. Y el nio creci en el bosque, junto al hada. Quien le trajo una nodriza robusta y, aos ms tarde, un profesor de esgrima. Porque el rapaz haba de vengar la derrota de su padre, muerto en la pelea; el llanto de su madre, consumida en un ignorado monasterio. Un da ya Lanzarote haba cumplido los dieciocho aos la juglaresa recibi un magnfico presente: el ms hermoso ciervo que pudo nunca verse en la Bretaa. Se lo enviaba Lanzarote, que aquella misma noche abandon las orillas del lago para entrar en un castillo donde armarse caballero. El hada no pudo contener un llanto jubiloso al ver tan arrogante al futuro paladn. A quien, entre sollozos risueos, le dijo: Debes tener dos corazones: uno duro, como el diamante, para el vil y el traidor; otro blando, como la cera caliente, para el generoso y el fiel. Qu lejanos ya aquellos das! Lanzarote fue armado caballero por la reina Ginebra. El castillo aquel era este mismo castillo de Arturo. Y desde entonces a nadie conoce, porque sus ojos slo pueden mirar a la dulce enamorada, a la misma reina que en silencio lo idolatra. Seora susurra la taimada juglaresa: no es l? l es. Silencio. Es un arcngel! Ginebra, en plena zozobra, tapa con sus dedos la boca atolondrada. Mientras se acercan los ojos del doliente caballero, sus ojos entornados que aun guardan, avarientos, la postrer mirada de Ginebra. Sus ojos, que slo se entreabren para cambiar de inefable botn. Ojos inmensos, profundos, ebrios, insaciados, donde la reina se contempla, encandilada. Mi seora El saludo es ritual; pero se ve temblar al caballero como un feble arbustillo, en arco ante Ginebra. Viviana se aparta, llena de respeto y de risa, y deja libres los interminables saludos que ataja el rey: El da avanza. Salgamos aade Ginebra. Quin es esta mujer? pregunta Arturo. Es una hurfana desvalida, que sabe recitar leyendas de santos. Podra alegrar nuestras veladas. Queris, seor, darle albergue? Vuestra voluntad es siempre la ma. Cmo os llamis? Anglica, seor, porque en mi boca hay siempre versos alados, puros, que podra repetir un ngel. Sabris entonces referir el rapto divino del profeta. Lo s. Conozco el Carmelo como si en l me hubieran dado a luz. Conozco tambin al discpulo de Elas, y la aventura de los osos. Y la del clavo de Jael, que atraves la cabeza de su husped. Quedaos, pues. Gracias, seor. Anglica se inclina ante los reyes, que desfilan hacia el bosque al son de las trompas. Anglica sigue atisbando en los amantes un chisporroteo de locura tal como hasta hoy slo pudo sorprender en Isolda y Tristn, dos de sus vctimas. Y, llena de jbilo, se sumerge en las entraas del castillo, penetra en las cocinas y, en nombre de Ginebra, pide a un marmitn carne asada, vino y pan. Aquella misma noche Anglica refiere lastimosas leyendas de amantes sin fortuna, que conmueven a los siervos. Van estos, acudiendo, rodean a Anglica, embelesados. Por algunas mejillas, tostadas al fuego lento del fogn, corren las lgrimas. Pero llega un instante, cuando el aro de oyentes se espesa, en que Viviana cambia de tono. Basta de sufrir! Y comienza el cuento del

filn de plata, que hace estallar de risa a todo el auditorio. A la alta cima de la sabidura del vivir, por los caminos del ms risueos! Llena un relato de dolosa picarda Un monje, alucinado por el broche de una liga de cortesana que am en la montaa a un paje, cree haberse tropezado con un filn de plata. Suea, desde el ventanillo de su celda, con cavar en el terruo hasta encontrar esplndidos tesoros. Fundar opulentos monasterios, donde l ser siempre el abad. Al amanecer coge un azadn y se dispones a seguir, a toda costa, el senderillo alucinante, el rayito de luna del broche Entonces la cortesana acude, el monje se ve acosado, burlado, enloquece, quiere asesinar a la hembra diablica, corre por la montaa blandiendo el azadn, se vuelve loco La gente muda escucha atnita la voz fascinadora. No comprende el sentido del cuento: el monje fue vctima de una humilde metfora, vista surgir del cascarn de la ancdota galante. No comprende los ardides metafricos, los laboratorios de transformacin donde un broche puede aprisionar estrellas y un flanco de cortesana rolliza puede equivaler a una loma teida de rubia luz de amanecer. Pero aplaude al hechizo de aquella garganta primorosa, que sabe urdir al mismo tiempo los cuentos que arrancan el genio y los que hacen estallar la risa. Cuando Anglica advierte que entre la gente menuda del castillo se ha infiltrado el capelln, sin duda con el fin de denunciarla, cambia rpidamente el tono zumbn de su relato y mezcla en l retazos bblicos. En entonces cuando fervorosa cuenta as el misterio de los tres rboles: el blanco, el rojo y el verde: Cuando Eva, la pecadora, tom del rbol de la ciencia del bien y del mal el fruto emponzoado, arranc tambin la rama. Adn mordi tambin el fruto, pero dej la rama en manos de Eva. Fue entonces cuando ambos advirtieron que estaban desnudos y se cubrieron, Adn con sus manos y Eva con la rama. Mientras buscaban el puado tradicional de anchas hojas de higuera. Pero su Creador, siempre alerta, les llam para hacerles or la primera pltica sensacional de que los hombres tienen noticia. Y fue entonces cuando se promulg el cdigo del trabajo y el alumbramiento doloroso. Despus de lo cual el matrimonio fue implacablemente expulsado de su feliz mansin. Y Eva, que por todo equipaje se llev la rama del rbol en recuerdo del Edn, como no tena ni cofre ni armario donde guardarla, decidi clavarla en la tierra. Donde sbitamente hecho races, creci, se convirti en rbol frondoso Pero oh, prodigio! todo en l, tronco, ramas, hojas, las mismas races eran blanco, de una blancura de nieve. Qu significaba aquel milagro? Adn lo comprendi al momento: Eva, al clavar la rama en tierra, era tan pura como el aliento de los ngeles que rodeaban al trono del Altsimo. Adn y Eva respiraron satisfechos. An se obraban milagros en su obsequio. Y pronto arrancaron nuevas ramas y convirtieron aquel paraje en un bosque lunar, nveo, azucnico. Hasta que un viernes cierta voz interior les orden que cayesen, uno en brazos del otro, y, humildemente, cumplieron las rdenes de la voz, envueltos en la sombra. Cuando sta se disip, el primer rbol se haba teido de verde, y comenz a fructificar Aos ms tarde ocurri la tragedia de Can y Abel. El segundo se haba dormido bajo la verde fronda milagrosa y all fue asesinado vilmente por Can, tambin un viernes En recuerdo de tan gran perfidia, para recobrar eternamente la sangre del justo, el rbol, rpidamente, se ti de rojo. Y ces de producir flores y frutos. Y los otros rboles? pregunta un marmitn. Los otros rboles prosigue Anglica siguieron blancos los nacidos del an blanco, y verdes los nacidos del ya verde. Slo el rojo no se propag. Despus vino el diluvio Luego refiere la historia del arca, de las parejas de animales, de los conflictos de circulacin y convivencia producidos en el interior del arca Y habla, conmovedora, de la paloma y su ramita. Y de la inauguracin del mosto en la tierra, de Sem, Cam y Jafet y del viejo No, que se arriesg a suportar las desdichas de la primera embriaguez histrica Pero Anglica advierte que el silencioso capelln abandona el aposento. Ir a consultar a San Jernimo, a compulsar los ms graves comentaristas bblicos? De seguro teme haber odo alguna interpretacin hertica. Teme a los magos como tema a Simn los primeros capellanes.

Anglica no prosigue, se siente cansada, seca la garganta. Y todos agasajan ala husped. Corre si fama por las entraas del castillo. Anglica ha conquistado el vientre del palacio de Arturo Pero es preciso llegar al corazn y, desde all, con una audaz pirueta, brincar hasta el cerebro.

EL RETABLO

Difano el aire, caliente el sol, reposando el viento. Es el campo un taller de prodigios que la astuta juglaresca va revisando, uno por uno. Porque ella es el hada ms antigua de los bosques, para quien nada en ellos queda oculto, ni siquiera el misterioso rebullicio de los grmenes. Es la misma Viviana, por quien las rosas cambian de matiz y los pjaros de ritmo. Fluye de sus dedos una extraa vehemencia que acelera el pulso de un insecto, de una flor. Si ella quiere, el espectculo total de una vida de mariposa se desarrolla ante sus ojos en pocos minutos. Viviana juega transformando todo cuando le sale al encuentro: hombres, pjaros, arbustos. Al paje Bernardino, de corazn de hielo, le roz al pasar con los dedos, y el tmpano cordial se derriti en un segundo Y ahora el doncel va buscando a Viviana para que le devuelva aquella insobornable fortaleza. Porque Bernardino, que era un altivo roble, se convirti en un sauce llorn. Quintaoa se re de l; los dems pajes le invitan a escribir tercetos. Le llaman, Orlando, el apacible, porque su dolor es manso, como la brisa y el cordero. Ahora Viviana se detiene ante una diminuta fbrica de tejidos. La menuda hilandera va tendiendo sus hilos con la agilidad de Maquiavelo. Y no nos riamos de esta obrera deforme, sin garbo ni armona: el trabajo es siempre frtil a expensas del esfuerzo que rompe cualquier ritmo. La

abultada panza de esta obrera no debe hacernos rer, porque es all donde se fue almacenando el producto de la fbrica. Crece desaforadamente, pero el grosor es sobriedad. La hilandera invierte en l toda su sustancia: los hilos, al tejer la urdimbre, dejaran extenuada a la araita. Lindo espectculo ver arrancar de la menuda obrera los hilos tenues que aqu y all van engarzndose! Viviana distingue en la faena los hilos secos para formar la trama, los hilos viscosos para darle consistencia; unos ms finos, para tejer un nido; otros ms resistentes, para proteger el capullo, donde los huevecillos se acumulan. Viviana contempla a la hilandera. Concluido el trabajo, la araita descansa y espera. Ha tendido su red, una red que es ella misma, y aguarda a los incautos que han de renovar las provisiones. Viviana atiendo solcita a las faenas maravillosas de la tierra. Mientras aguarda el regreso de la corte, se tiende en un ribazo, pega el odo al corazn del bosque y escucha la palpitacin tranquila de los grmenes. Sigue el curso del da por la floracin sucesiva del as hierbas, porque Viviana conoce que cada botoncillo se abre a hora distinta, como en el cielo asoma a cada hora una estrella diferente. Ella dictar ms tarde a algn botnico el programa de este maravilloso espectculo; ella forjar algn da el reloj de Flora. Viviana acaricia una planta diminuta, el roco del sol, amiga que crece entre el musgo, a un tiempo coquetona y pdica. El sol fragua en las hojas un perpetuo roco, que no puede ya desvanecerse, porque las menudas hojas rezuman un sudor brillante, una goma, un solapado barniz para prender insectos. Viviana va siempre buscando esta hojitas diablicas, como ella misma, que siembran el campo de trampas invisibles, donde van cayendo los infelices aturdidos. Hay oculto en la verde epidermis un escuadrn de lanzas microscpicas, en alerta perenne, aguardando el paso del insecto. Cuando el insecto llega, las lanzas se abaten sobre l y la vctima es sacrificada para nutrir el roco del sol. Menudas, deliciosas astucias del campo, que Viviana conoce, como conoce las grandes astucias del castillo, los mohines cndidos de las damas que van acorralando, entre rosas, a un incauto corazn! Trampas, en apariencia, de inocente seda, que luego se cierran sobre una vida como pesadas puertas de roble y de hierro! El campo est lleno de diablicas bromas, como el aire y el mar; de caprichos sutiles, que el juglar no sabe reconocer en sus romances, donde todo es montona fiebre humana, turbio deseo disfrazado de culto. Viviana sonre, pensando en un nuevo y verdadero poema de amor, en un libro pcaro y risueo, donde se revelaran a las gentes todos estos graciosos misterios de la vida campestre, todas esta sutiles burlas de una menuda hierba, de un relmpago sonoro de copla, de una brizna de luz, de una gota de trmulo sudor. Viviana planea un ataque al cerebro el castillo. El corazn lo tiene ya a sus pies. Todos los Caballeros de la Mesa Redonda, el mismo Arturo y el sin par Lanzarote, han escuchado ya con la boca de par en par, los endiablados romances de Anglica, la doncella protegida de la reina. Una noche refiri los amores de David con la rubia Betsab, y otra noche los del rey Salomn, con la morena inmortal. Todas las fogosas enamoradas que la historia exalta o escarnece segn el punto de vista preferido encendan en la gran sala abovedada el corazn de los caballeros de Arturo. Y haca enrojecer el rostro de las damas el relato de tanta sagrada desnudez: la de Betsab sorprendida, de Susana inocente, de Jezabel moribunda entre los dientes de los perros Y la desnudez de Magdalena ensayando caricias para quebrantar el duro ceo de los prncipes de Jud, hasta el da en que derram sus perfumes en los pies del Nazareno. Y la de aquellas santas colgadas sobre el brasero, o sumergidas en la tinta de pez hirviente, o estiradas en el potro, y desprendidas de sus senos, an floridos, que luego vean marchitarse en un plato. Y aquella milagrosa intacta desnudez de Ins en el prostbulo imperial, entre soldados trmulos de lujuria Viviana fue sembrando entre las gentes de Arturo toda la artera voluptuosidad que hay escondida en los sagrados libros, y la Mesa Redonda con sus reyes y sbditos, fue cayendo en la trampa, como los cndidos insectos entre las hojas del roco del sol. Pero Viviana quiere lograr algo ms alto: quiere conquistar a Merln, a Merln desdeoso, que nunca ha accedido a escuchar a la doncella desvalida. Viviana quiere cautivar al viejo arisco, que slo mira a las estrellas.

A las estrellas y a las flores del valle. A veces Merln desciende de su inaccesible torren y pasea por los alrededores, detenindose ante algn raro arbusto, ante alguna hierba mgica. Pero es en vano intentar seguirle, salir a su encuentro. Viviana lo esper un da, en un recodo; pero el sabio torci su rumbo, escamote su presencia. Teme perder su frtil soledad? Oy tal vez hablar de la hermosura de Anglica? S, oy hablar de la hurfana; pero la belleza de las mujeres ya no le conmueve, porque hace tiempo que conoce la hermosura abstracta de los libros de Plotino. Desprecia lo perecedero, se venda los ojos ante el hechizo de unos ojos corruptibles. Oy hablar de Anglica, la genial narradora; pero l estas narraciones las conoce directamente por los textos: textos legtimos, sin interpolaciones caprichosas de juglares. Merln lee en hebreo el cuentecillo de Ruth, y no quiere orlo en bretn, quiz impregnado de malicia y picarda. Viviana ya ha meditado bastante. Esta noche habr cambio de programa. En lugar de piadosos romances, presentar a la corte de Arturo un caballero digno de sentarse en la Mesa Redonda. Un caballero enamorado. Un amor pursimo, segn hoy se elaboran en el gran saln abovedado del castillo de Caradign. Al anochecer cesan los perros de ladrar, enmudecen los criados, dejan de cotorrear los pajes y de cuchichear las dueas. La Mesa Redonda va tomando asiento a lo largo de los muros. Entra, al fin, Lazarote, los reyes. Ante la estupefaccin de todos, Viviana cuelga en el muro del fondo un amplio tapiz de color de plata, dispone una cajita, donde se apretujan algunos granos de oro luminoso, como un racimo de moscatel. Viviana pasea sus miradas sobre los espectadores y advierte, como siempre, la ausencia de Merln. Se resigna otra vez, y sonre. Despus ruega humildemente a Arturo que apaguen las antorchas. Qu intentas? Llevo la luz dentro de esta cajita. La luz y el espectculo. Hoy el cuento os lo dir el claroscuro. No comprendo. Que apaguen las antorchas y entonces comprenderis. Apagad. El saln qued en tinieblas. En el tapiz de plata tiemblan unos lamos, avanzan unas sombras Un ah! Muy prolongado acoge la aparicin. Viviana manipula en la cajita de grumos de oro. Los Caballeros de la Mesa Redonda alargan las cabezas. Quintaoa alza escandalizada los brazos. Ginebra y Lanzarote lanzan un grito do, porque comparten todas las vehemencias. Arturo, sacudido por una emocin violenta, exclama: El tapiz est embrujado! El tapiz est embrujado! repiten al unsono caballeros y damas. Callad, seores. Yo conozco bien ese tapiz inofensivo y esta cajita milagrosa. Esperad en calma. Ved cmo por ese camino avanza un muy gentil caballero. Avanza el caballero. Es alto, huesudo, esqueltico. Trae un bacn por yelmo, un puado de hojalatas por armadura, un penco por corcel. La Mesa Redonda contempla despavorida a aquel intruso. Se rehace. Didonel, el ms nervioso, lanza el primer apstrofe: Villano! Bufn! Quiere burlarse de nosotros! Fuera ese truhn! Que azoten a la intrusa! Abajo el del bacn! Es un mendigo! Un miserable histrin! Un espectro! Un mascarn, racimo de horca! Los caballeros se levantan indignados. Viviana retira del tapiz el enjuto personaje, y exclama: Damas y caballeros. Este que aqu habis visto es un insigne paladn Por los santos apstoles, no os encolericis! He aqu un protector de doncellas desamparadas, redentor de cautivas No! No! Es un farsante!

Es un loco disfrazado! Calma, seores mos. Es un loco, tal vez; pero un loco enamorado, como todos vosotros. Y en modo alguno pretende ofenderos. Dejadlo llegar. Tiene su alma cautiva por la sin par Dulcinea. Quin es esa dama? Alguna ramera! Alguna mendiga! Dnde tiene su castillo? Calmaos. Hay en El Toboso, lugar famoso de Espaa, un esplndido palacio, donde mora esta dama. El caballero se llama Don Quijote de la Mancha, y no es culpa suya si ha enflaquecido tanto. Tambin, por sus hazaas, es llamado el Caballero de los Leones. Permitidme haceros ver El tapiz se ilumina y el penco avanza trabajosamente, seguido del labriego, montado en un burro. Quin es ese? El escudero. Fuera! Fuera! La gritera es espantosa. Silbidos, mueras, cortezas de fruta hienden el espacio. Todos los pajes, todos los escuderos arremeten contra el infortunado labriego, que se borra del tapiz precipitadamente. Y todos lo puos se alzan contra Viviana, que intenta huir. En el umbral blanquean unas barbas solemnes. Merln, Merln! El hervor se apaga bajo la ducha fra de las barbas. Qu sucede? Dice, severamente Merln. O el tumulto desde mi atril. Cuntame, Arturo. Seor, una burla incalificable. De quin? De Anglica, la juglaresa. Traedla Merln. Llega Viviana, oculto el rostro por las manos. Apenas logra contener su regocijo. Seor Se retiran los reyes, damas y caballeros, dejando solos a Viviana y Merln. Te conozco, diablejo dice el sabio en voz baja. Deb figurarme que era t cuando me contaron tus hazaas. Has querido burlarte de nosotros, eh? Pues va ha serte muy difcil conseguirlo O, cul es t propsito? Vine en tu busca, Merln, sabio mo. Calla insensata! No quiero descubrirte por no suscitar la guerra contra tu amante. Slo te quiero a ti. Eso es todo. Lo dems son despreciables aventuras. Vete del castillo! No; mientras no lo domine por completo. Me fastidia esta sala, corazn plaidero, donde slo florece el suspiro y el mandoble. Quiero escalar el torren donde t piensas. Quiero posarme en el crneo del castillo. Nada intentes. Te denunciara a Arturo, y arrastraramos la aventura de una guerra con Marco, el infiel. Te quiero, Merln! Silencio! y, dirigindose a la corte, aade: Dejad tranquila a Anglica y marchaos ya a descansar. La juglaresa abandonar pronto el castillo, y en tanto permanezca en l no usar de esta mquina endiablada, donde tiene encerrados los espectros del hombre del bacn y del labriego. No podis an comprender el espectculo. An no lleg el tiempo en que podamos soportar nuestra propia caricatura. Idos, dormid tranquilos. Todos, en silencio, besan la mano del anciano y salen. Viviana aguarda. Vete. No te obstines. Quiero subir contigo. No perturbar tus meditaciones. Slo llenar el hueco donde podra enrollarse un dcil y mimoso perrito. Enrolla tu tapiz y duerme. Me debo hoy a la Va Lctea.

Y lentamente abandona el saln. Viviana arroja su maquinita al foso y, acurrucndose en un sitial, fragua nuevas aventuras. Cuando todo el castillo enmudece, abandona su refugio y sale, cautelosa, a la gran terraza almenada, desde donde se domina el campo, los senderos que van a morir a la puerta del recinto. Un centinela, pegado a su lanza, cubierto de hierro, quiere arrojar de all a aquella importuna. Cuando la reconoce, una sonrisa fluye de aquel armatoste crujiente, la lanza vuelve a pegarse, inmvil, al guardin. Eres t, Anglica? Qu se te ha perdido aqu? Ya escuch el estruendo de tu fiesta Qu arrojaste al foso? Una maquinita de resucitar la historia. No te comprendo. Nadie lo ha comprendido. Pero es culpa ma. Porque quise anticipar, no resucitar, la historia Algo muy peligroso. No te comprendo. Lo s. Tu vida es de radio ms corto. Y eso es, tal vez, la felicidad. No sueas con abarcar el mundo. Quiz te contentas con tu haber de mensajero. Y con el amor de una mujer que me aguarda siempre all, en aquella hondonada. Ve aquel puntito rojo entre las sombras de dos rboles? All vive. All suea conmigo. Para decrmelo encendi la hoguera. Ahora slo deseara saber Quisiera verla soar. Tampoco ella desea nada, excepto mi amor. Conozco esas mujeres. Tiene miedo a una vida ms alta, se contenta con un amor dcil, bien pegadito a ella, con una casita y un jardn y unas palomas. El volar les da miedo Pero el centinela no escucha a Viviana. Con los ojos clavados en el puntito rojo, contina inmvil, sordo, mudo, absorto. A Viviana se le ocurre una idea diablica. Qu haras t ahora por verla soar? Oh! No puedo abandonar mi servicio. Te convertir en pjaro nocturno. Volars hasta ella. Dame tus hierros y tu lanza, yo vigilar por ti. Regresa pronto. Sbitamente el centinela se convierte en bho. Viviana se encierra en la armadura, empua la lanza y queda all inmvil, contemplando la hoguera. El bho se pierde en las sombras, recorre la distancia en pocos instantes, se posa en una rama, desde donde ve el interior e su casita Sobre un lecho de pieles su amada retoza un rollizo marmitn. Desde las cocinas de Arturo han viajado hasta all trozos de buey asado, frutas, mielY un jarro de vino. La viste soar? Dice Viviana, devolviendo poco despus su lanza al mesnadero. Quien fosco, sombro, responde: Los matar al amanecer. No hars tal. Sfrelo todo en castigo de tu aturdida curiosidad. Quisiste saber, y el saber es siempre dolor. No pienses en matar, porque yo vigilo y te convertir e bho cuantas veces empues el arma contra ellos. En un bho que lo sabr todo, que lo ver todo, aun lo ms hondo y oscuro, pero no podr realizar nunca sus proyectos de venganza. El smbolo es inactivo.

LA SEDUCCIN

Abiertos estn y vacos todos los ventanales del palacio. Reyes y caballeros, damas y pajes, perros y corceles, todos fueron de caza al bosque prximo. El aire y el sol irrumpen alegremente en las enormes estancias, que slo pueden calentarse quemando robles enteros. Mudo est el castillo. Slo all en lo ms alto, habla Merln con Apolunio de Tyana, con Plotinio, con Simn, con Melchor, Gaspar y Baltasar. Mientras Lanzarote, al lado de Ginebra sigue hablando ingenuamente del modo de adiestrar un halcn, de cmo ha de preparrsele la comida, del arte de cubrirle los ojos Habla de su halcn favorito como de un camarada. Pero sus ojos queman a la reina, y la reina se deja lentamente consumir. Arturo cabalga junto a Leonor, su prima, la prometida oficial de un ilustre paladn agregado a la Mesa. Les siguen los dems caballeros, que comentan las escasas virtudes de Anglica, la hermosa fugitiva que tom Ginebra a su servicio. Quiz ya amen todos a Viviana; pero en la corte del rey Arturo el amor se encierra en las conchas ms duras, serpea, silencioso, por las mdulas. Podr, quiz, mover el sol y todas las constelaciones pero no es fcil que mueva indiscretamente un brazo, ni menos una boca. Como a potros, se doman aqu ya se dijo las pasiones.

Slo los ojos, este pobre y cobarde sentido el dcil sentido, el de la blanda holgazanera, slo los ojos se mueven lnguidamente, recogiendo copiosos botines de miradas. Trama difana de espritus que se cruzan en vuelos sumisos, como de una lnguida mirada. Cada noche, de un suspiro incandescente. Amor que podra cantarse en bien rimados tercetos. Pero olvidamos a Anglica, a esta Anglica retozona que trajo al castillo de Arturo el filtro envenenado de Tristn. Dnde est la juglaresa? Aqu est, junto a una acequia, contemplando, al parecer un acarreo de polen, el tumulto que produjo en el agua la cada de un pajarillo muerto. Pero algo ms hondo la preocupa. Esta adiestrando sus ojos color tabaco en mirar como slo puede mirar una sirena, en rizar su pelo negro como slo puede rizarlo quien lo utiliza como red. Y en afilar el pulido ncar de sus uas, como slo lo afila quien quiere producir a lo largo de la carne ese elctrico surco capaz de hacer vibrar, durante horas enteras, un pobre cuerpo hechizado. Aqu est Viviana, de piel color pan tostado, tejida en el bosque con hebras de sol, a merced del viento. No quiere ser blanca, de ojos azules, para no imitar a Ginebra. Quiere ser negra como la esposa del Cantar, aunque no quiere imprimir a sus vehementes madrigales un ritmo de triste melopea. Ni puro espritu, ni sola carne quejumbrosa. Colores intermedios, elaborados, cautelosos, de serpiente, son los que forman hoy su mscara. Su cuerpo, diestramente insinuado bajo un tenue brial, se ajusta a cnones eternos, pero hay en toda su estructura esas menudas elipsis por donde suelen asomarse los diablillos de la provocacin. No quiere ahilarse, ni destacar demasiado sus tersas convexidades. Viviana distribuye sus encantos con la precisa maestra para, delicadamente, ofrecerlos al hirsuto Merln Cuando cree bien templadas sus armas de seducir, abandona el menudo espectculo del pajarillo difunto y del acarreo del polen en un rizo del agua, y penetra lentamente en el castillo. No por la puerta principal, como los amores por contrato, sino por el postiguillo, como los amores por amor. Viborilla que se desliza por la escalera del torren del sabio, que entreabre otro postigo, que fisgonea Merln, cerca de un ventanal, est releyendo a Plotino. Aprende a despreciar la belleza sombra, estela, vestigio efmero de la nica belleza, de la belleza infinita. Merln est leyendo: Es preciso huir hacia el objeto de quien estas bellezas son imgenes(Y medita unos momentos en la fbula del hombre atolondrado que pereci sumergido por atrapar en las hondas su propia imagen). De la misma manera aquel que quiere asir la belleza de los cuerpos, que es incapaz de desprenderse de ella, se hundir Merln, Merln! susurra el hada. Merln se vuelve, colrico, y al ver en el umbral a Viviana, dice bruscamente: Vete! Me vas a hacer perder la honda emocin de esta frase de Plotino! Viviana rompe a rer, cierra tras s la puerta y va hacia el hechicero: Vengo a hacerte compaa. Me encantan los librotes. Apenas los leo, porque suelen estar escritos por gentes vanidosas e insufribles; pero siempre hallo en ellos lo que falta ah abajo. Arturo, el pobre, es tonto. Y toda la Mesa Redonda. Viviana, te prohibo sembrar la discordia en el palacio. Hablar de ti la reina y te arrojar a los perros. Bah! La sorprend embelesada bajo los ojos del pursimo Lanzarote. Yo blandir mi secreto como una daga si intentis arrojarme del castillo. Supe atrincherarme, sabio mo. Eres perversa. Cauta, nada ms. Guardo ya muchos de esos secretos. Una fortuna en papeletas de intimidades; las precisas para sostenerme aqu hasta el da en que t y yo, Merln, huyamos juntos. Ests loca? Merln, Merln, qu haces aqu con la nariz hundida en el texto de Plotino? Por qu no sales a cazar con el rey? Por qu no bajas al patio, donde los pajes y las doncellas de Ginebra te ensearn oh, hurao maestro! lecciones de coquetera que no sabes? Archivo ambulante: si no estudias para vivir ms intensamente, por qu estudias? Quiero hacer ms felices a los hombres.

Te va a derrengar el pasado. Te arrastra el porvenir. Eres, a un tiempo, guardin y profeta, historia y futuro, y no sabes erguirte en el umbral de cada da para exprimir el zumo del minuto que pasa. Ests abarquillado, reseco, porque en ti no hace mella lo que sucede mientras no te ofrezcan ya momificado. Vives de fiambres, de despojosEres necio, Merln! Mi amigo tiene razn: Eres un pobre bestezuela condenada a rumiar eternamente el mismo pasto. Eres necio, Merln! A nadie podrs hacer feliz, ni siquiera a ti mismo Por qu no intentas buscar tu felicidad en mis brazos, como en otro tiempo? Merln se encoleriza, y Viviana re jovialmente. Merln quiere arrojar por la angosta escalerilla a la traviesa Viviana, la amenaza con denunciarla al rey; pero el hada comienza a danzar ante el mago, inventa diabluras nuevas. Ahora cuenta ancdotas del castillo, imita el escorzo angelical del pursimo Lanzarote cuando contempla a Ginebra, la cara bobalicona de Arturo, el melifludo ademn de Ginebra cuando recoge las palabras impolutas del sin par caballero Lanzarote. Multiplica sus travesuras, acenta su picante gesto de golfillo Merln acaba por sonrer. Qu hacer con tal diablejo? Merln va desarrugando su huraa. La retozona gatita va a vencerle. Se le acerca, se le cie, le quema. l reacciona. Vete! Mi juventud se extingui hace ya tiempo, en el bosquecillo de Diana. Merln, Merln Quiero ser entre tus manos uno de esos librotes que acaricias con tanto mimo, uno de esos librotes que abres tembloroso, como se desnuda a una virgen. Vete! Mi fiebre amorosa se apag bajo la ducha fra e la luna, cuando corretebamos juntos en torno a la fuente de las hadas. Merln, Merln Quiero ceir tus sienes con mis dedos rojos de fiebre, tejer para tu cabeza una elctrica guirnalda que haga hervir tus pensamientos. Vuelve a tu antigua fiebre, mi amor. Vete! Mi cabeza es blanca, como una alta cumbre donde ya no pueden amarse los pjaros ni germinar semillas. Merln, Merln Quiero ser una florecilla de granado que sangre en tu boca, que queme tus labios como la brasa del profeta. Porque t sers eternamente joven, como la misma sabidura. Vete! No mientas. La sabidura envejece. Slo la gracia desconoce el invierno. Slo ella vive en perpetuo mayo. Merln, Merln Quiero ser una mosquita de oro que se prenda dcilmente en el lino enfurruado de tu barba. Mi perpetua juventud quiero prenderla, como un manojo de rosas, a tu cabeza, a tu pecho robusto. Vete! Las rosas van a helarse en mi cabeza o en mi pecho. Merln, Merln Deja que mi voz se filtre por tus odos, que te arae en la mdula, que prenda en tus miembros esa inquietud que iban perdiendo en el sitial. Djame envolverte en mi red! Vete! Conozco bien tu magnetismo. Acabars por enervarme, por dejarme intil para las grandes hazaas del pensamiento. Merln, Merln No me dejes. No quiero vivir abajo, oyendo contar cmo se caza el jabal, cmo se adiestra el halcn. Abajo hay guerreros e ancho pecho y brazo robusto, que han aprendido la cmoda ciencia de amar sin aventura. Su cerebro eres t, y yo te quiero a ti, sabio mo. Soy la tenaz aventurera de los siglos, que cada da sale a caza del espritu ms alto de la tierra. Soy en estos das la nica aventurera, a quien a todas horas amenaza el cuchillo y la pira. Bah! Tintagil te aguarda. Fuiste la concubina de un rey. All te aguardar siempre nuestro peor enemigo, Marco, el astuto, el mendaz. Nadie me aguarda en Tintagil. All estuve porque tambin he querido conocer el reino de la astucia y de la mentira; pero yo nunca podra enlazarme al rey Marco sino en una noche de clera, cuando el mundo me cerrase todos los caminos de la clara verdad, de esa clara verdad que t creas desde el atril mirando a las estrellas y a los hombres. Nadie me aguarda en el reino donde tienen su asiento la angostura de espritu, la burla maligna, la negacin, en suma. Quiero afirmar contigo el verdadero imperio de la luz. Enlazada a ti, quiero crear un nuevo mundo.

Merln vacila, se pasa la mano por la frente, quiere preguntar a los astros, consultar a Plotino, buscar en Herclito la definitiva respuesta Balbucea: No te comprendo, Viviana. Me comprenders en cuanto recuperes tu plena libertad, en cuanto el palacio se abra para nosotros y nos dispare hacia el ardiente corazn del mundo. Quiero estar sola contigo, bajo el sol, junto al agua, en medio del bosque. Quiero llevarte conmigo. Te quiero, Merln! Dejarse raptar como si Viviana fuera el hroe y l, Merln, un viejo mago de la tierna doncella? Merln sonre ante estos nuevos modos de entender la galantera. Toda la historia caballeresca derribada por un capricho de Viviana! A dnde querr llevarle esta diosa infernal, despus de convertirlo en una voluble Proserpina? A qu guerra de Troya querr empujarle, despus de hacer de Merln una Helena casquivana? Hubo unas mujeres fuertes en Siria, en Germania, en la misma Roma que hacan de su virginidad un broquel y de su palabra viril un dardo. Se apartaban de amor y se consagraban al combate. Unas fueron jueces; otras generales; otras diosas de rojos cabellos y de pechos metlicos, donde rebotaban las miradas viriles sin lograr hacerlos nunca estremecer. Haban endurecido su carne, haban hecho de ella una alta roca inaccesible y soberbia ante las praderas floridas del autor que desdeaban. De su pecho nuca flua la leche, ni de su boca el nctar que reaviva el corazn de los hombres. Llegaban a amputarse un pecho, si el pecho era un obstculo a sus maniobras guerreras. Dispara un dardo fue para ellas ms noble que amamantar a un nio. Derribar un ciervo fue para ellas ms gozoso que besar en plena boca a un doncel Estas vigorosas doncellas, en cuyo cuerpo ceudo se iban lentamente allanando los voluptuosos aleores, estirando las lneas ondulantes, apagando la lumbre de los ojos, endureciendo los labios; estas mutiladas doncellas pudieron algn da lanzarse a los bosques y al mar, hacerse cazadoras y piratas, arrebatar hombres del atril, como aquella por quien el hombre cambi de rumbo se enrollaba al tronco bblico, cuyas ramas eran otros tantos folios colmados de ciencia divina, cmo podr lanzarse a los bosques o al mar llevndose a la grupa, o en el buque fantstico, el cerebro del castillo de Arturo? Sigue Viviana enroscndose a los pies del hechicero, adiestrando sus finos dedos en acariciar las rodillas de Merln, sus manos, que nunca podran manejar los remos ni las riendas: manos de serafn cado, hechas slo para pasar lentamente las hojas de un gran libro coral, de un grimorio hermtico, donde los nerviosos dedos femeninos forjaran el mejor arabesco, donde la cabecita diablica compondra la mejor vieta. Sera Viviana piensa Merln un escudero incomparable en estas lentas batallas de la sabidura. Un escudero silencioso, capaz de bruirle el arma de una intuicin, de aligerarle todo el peso del abrumador instrumental para quien la ciencia se adquiere grado a grado, estrella a estrella. En el fro lecho de este monarca de la sabidura quiere filtrarse otra vez la juventud de una mujer Y hacia l le va empujando lentamente el terrible enemigo. Lento y suave como el mpetu que arrastra la savia a lo largo del tronco. Cuando Merln llega a este punto, palidece, crispa las manos, tiembla su barba florida. Pensar en Viviana como se piensa en un aclito! Viviana junto a l, pegada su carne diablica a la serena carne del sabio! Ni siquiera junto a l, en pie, ante el gran facisto! Imposible! Vuelve a exclamar: Vete! Pero ya con mucha menos energa. Viviana sonre. Uno a uno, fue leyendo en toda la lnea sinuosa del pensamiento de Merln. Conoce en qu punto surgi la forma de una manecita rosa arrastrando el folio, cundo el pecho desnudo calent el fro sueo del monarca. Quiere avanzar. Y tal vez se precipita. Porque Merln, al sentirse enlazado, al percibir en su mejilla el roce de los labios en llama, realiza un ltimo, un desesperado esfuerzo, se desembaraza del prfido escudero, brinca del lecho, arroja bruscamente de s todas las imgenes asesinas, empuja, violento, a Viviana, que cae derrumbada al pie del atril, sin fuerzas para reanudar su ruego, empaadas sus pupilas, sin resortes sus brazos, helada su boca, vencida. Vete!

Se levanta, sin mirar a Merln. Silenciosamente, con un gran jbilo dentro, muy dentro del pecho, abandona el torren, baja muy despacio la gran escalinata y, al pasar junto a una ventana, no puede contener la risa. All est inmvil, contemplando a Viviana con ojos lastimeros, el bho. Qu hiciste desdichado? El bho no responde. Inclina la cabeza como pidiendo perdn. Viviana, gravemente, prosigue: Voy a devolverte tu figura humana, pero a condicin de que nunca has de volver a intentar vengarte. Si reincides, yelo bien, sers bho eternamente. Y reaparece el mesnadero, que quiere besar a Anglica las manos. Lo s todo. Una noche te acercaste a las cocinas decidido a asesinar al marmitn. Llevabas ya desnudo tu pual. Pero yo vigilaba. Por qu no los dejas? Su amor traicionero ser su propio castigo. Llegar una noche en que morir en ellos el deseo y entonces l buscar de nuevo tu amistad y ella tu amor, que hoy olvidan. No te impacientes. Sintate dice un sabio a la puerta de la tienda y vers pasar el cadver de tu enemigo. Ella me jur eterno amor. Al amor hay que ir hacindolo revivir cada momento. A la mujer hay que reconquistarla cada da. Confiaste demasiado en un punto de arranque No. Hay que ir, hora por hora, mereciendo el amor. l puede ofrecerle regalos. Yo soy pobre. Engrandece tu amor, hazlo rico, sacrificndote. Y no pienses en volver otra vez a m con esta splica. No podr repetir el conjuro. Te quedars para siempre convertido en pajarraco nocturno. Lo sabrs todo, pero no podrs remediar nada. Ya te lo dije. Promteme que no has de volver a desnudar el acero sino en servicio del rey Arturo o para defender al desvalido o a una dama. Lo prometo.

EL LTIGO DE VENUS

Viviana desciende al corazn del castillo. En cada rellano, su frente, no muy ensombrecida por la repulsa del sabio, va deshaciendo un frunce. Cuando acaba de bajar la escalera, y el paje Bernardino se le acerca tmidamente pidindole sonrisas, Viviana ya ha recuperado toda la jocunda luminosidad de su rostro, que nunca haba perdido su corazn. Y otorga al paje e regalo que pide. Merln ha despertado en ella una violenta ambicin de nuevas seducciones. Ensayar un tipo nuevo de sonrisas, las empapar de ingenua picarda, les aadir un guio truhn. O inventar un gesto pdico, una mirada abatida, que al caer sobre su cuerpo como para huir del ave de rapia que es toda mirada de varn, para buscar un refugio honesto entre el brial, desgarrar el brial, subrayar cada ondulacin de su carne, conducir los ojos del hombre al mismo nido de donde las vrgenes querran apartarlo. Y los ojos de Viviana, cerrados sobre su cuerpo estremecido, sern los cmplices ladinos de estos otros ojos encandilados, desmesuradamente abiertos, del doncel que la contempla, del paje Bernardino. Anglica! Qu quieres, buen amigo? Fuiste a profanar el recinto del sabio. A profanarlo, no. Quise mezclar en l un poco de mi jbilo. Hacerle bajar de la zona de las nieves perpetuas. Merln no quiere tu alegra. Por qu? Porque la alegra de una mujer suele ser mensajera de las congojas del amor, y Merln no gusta ya del amor. Piensa y vigila mientras los amantes suean. El gran amor es pura exaltacin. Vuela por encima de todos los dolores. El gran amor es risueo. Con la ms alta alegra. El tuyo, s. Dmelo. Yo acepto sus congojas. Soy joven. Eres un nio. Te arrollara, como arrolla el turbin a una caa. Slo quiero a Merln, porque Merln es dura roca y me hara estallar en espuma de siete colores. Mi amor, en su firmeza, se multiplicara como las palmas en el techo de un templo y las joyas de sol en un vitral. En tu fragilidad, mi amor se convertira en un pajarillo asustado. Eres muy pequeo para resistir un torrente. Contntate con mis leyendas y mis versos, lluvia menuda que empapa y estremece, pero no mata. Recita, al menos, para m solo. MI ingenio, como el pan y los peces de Jess, quiero que sea para todos. Slo mi amor ser para Merln. Avanza por una galera. En un recodo oscuro, el paje, bruscamente, intenta abrazar a Viviana. Se oye una carcajada. Bernardino, entre sus brazos, slo encuentra un poco de aire violento, que lo derriba, que le azota el rostro. Mientras escucha la voz burlona de Anglica: Pobrecita caa! Prfida! Vagabunda! De alguna banda de bufones habrs huido para no caer en las manos del verdugo que por algn hechizo diablico ir a llevarte a la hoguera. He de denunciarte! Llora de rabia, pegado al suelo; recuerda a aquellas volatineras que, entre mendigos, acrbatas y taedores de arpa y de lira, recorren los caminos divirtiendo a los seores cuando vuelven de caza. Un salto mortal le hizo brincar de sus brazos! Bien hicieron los concilios en escribir inexorables preceptos contra estas desdichadas. Cuntas historias cont de ellas un peregrino lleno de conchas de vino de Palestina! Concurran al campamento de los reyes, asistan a las coronaciones, sembraban el impudor en troncos, ferias y mereados. Alguna de ellas consigui filtrarse en el ejrcito de Godofredo, que fue a rescatar el sepulcro de Cristo. S, Anglica ser alguna de aquellas vagabundas que seguan a los cruzados por los caminos benditos de Judea, alguna de esas hbiles

soldaduras que ahora remueven el bolsillo y el deseo de los rijosos caballeros andantes. Es doncella? Es viuda? Es alguna esposa repudiada por esas torpezas de que hablan los fabliaux? Pero el infeliz Bernardino no consigue arrancar de su mente a la hechicera. Ni de su corazn. Se incorpora. Flota en el aire un perfume. El perfume de un verso? Bernardino echa a andar. Desciende a los stanos del castillo. De pronto, la voz de Anglica le atrae como el cebo atrae al pez. Rodeada de otros pajes, entre rudos marmitones, dueas huesudas y fornidos mesnaderos, Anglica recita la encantadora hazaa de RuthPorque de nuevo sorprendi entre los oyentes la cara astuta del celoso capelln. No oste nunca dice la historia de Ruth, breve como un cuento, sencilla como el amor de pastores, rebosante de campo y de ternura? Veris. Se llega a una rica heredad por un sendero bordeado de nopales y espinos en flor. Lejos, entre cedros altivos, albean los muros de Beln a la luz de la cruda y cegadora del sol. Es cercano el medioda. En el trigal, unos recorren los manojos, otros atan las gavillas; los ms expertos abaten giles las espigas de oro, bien tostadas y crujientes. Llamean, como plata bruida, entre las mieses maduras, las hoces afiladas donde cabrillea el sol. En el aire dormido flota lnguidamente la ltima nota de su cantar Desde el alcor moteado de amarillos botoncillos de margaritas aguarda Booz la hora oportuna para distribuir a los siervos el pan mojado en vinagre, las manzanas olorosas, las tortas de miel Pero sus ojos, entornados por la lumbrarada estival, se abren absortos para mejor recorrer en las pupilas toda la clara y pura luz, toda la gracia armoniosa de una linda doncella. All est, curvada sobre el rastrojo, recogiendo las espigas dispersas, a espaldas de los siervos. A veces, como dolorida por el penoso esfuerzo, se yergue grcil y bella, como una diosa antigua, y alza al azul sus ojos turbios por el lento gotea de su frente de ncares. Es Ruth, la moabita responde a la pregunta de Booz el joven que cuida de los segadores. Todo vibra de gozo juvenil al encantador efluvio de la bella extranjera. Booz sabe con qu filial, con qu dulce ternura la doncella laboriosa mitig la amargura de Noem. Booz comienza a recoger en su alma el suave perfume de virtudes de aquella otra alma encendida en amor al desvalido Booz tal vez medita: He aqu a Ruth, que ilumin estos campos con una lumbre nueva: como la lmpara del sacrificio por sus hermanos. Esta es la nueva mujer de quien se narra tan dulce historia de renunciacin Donde tantos escribimos deber, ella escribi amor. Y a su luz las dems palabras se desvanecieron en la sombra. Esta es la nueva lmpara de magas refulgencias, precursora de otra ms viva y eterna luz. Por eso creo ver sobre los blondos rizos de la piadosa moabita el dedo luminoso de Jehov Por eso ella merece recibir no las espigas dispersas, sino todas las gavillas de mis eras, todas las rojas granadas de mis huertos, todos los rubios panales de mis colmenas Y todo el amor de los hijos de Beln! Y dice as el Libro Santo: Y como Booz hubo comido y bebido, y su corazn estuvo contento, retirse a dormir a un lado del montn. Entonces ella vino calladamente, y descubri los pies, y se acost Y aconteci que, a la media noche, se estremeci aquel hombre, y palp: y he aqu, la mujer que estaba acostada a sus pies Entonces dijo: Quin eres? Y ella respondi: Yo soy Ruth, tu sierva Obed se llam el hijo de Ruth y de Booz. Obed fue padre de Isa. Isa fue padre de David, rey y poeta Siguiendo la cadena patriarcal, hallaramos al fin al Hijo de Mara, que fue llamado Cristo. Jess fue ciertamente esa luz futura de la que Ruth traa al mundo un destello encantador Jess revelara a las gentes, en toda su maravillosa fascinacin, la palabra inefable, nica, redentora: amor. Quin es Noem? Pues nuestro hermano. Noem es el hambriento de pan, de cario, de verdad. Como Ruth, sigamos a Noem por los caminos espinosos del dolor. Nuestra patria est donde ella sufre. As slo as el Hijo de Booz y de David volcarn sobre nosotros las espigas de oro de su Gracia, los peregrinos rubes de su Sangre, las divinas nforas de su AmorY sta es la sencilla leccin que hoy nos ensea Ruth, la gentil espigadora de los trigales de Beln!

En las entraas del castillo todos los instintos se ha puesto de pie azuzados por Anglica. Cmo los va despertando uno a uno con su ltigo florido! Alarga el auditorio las cabezas, estrechando el cerco. Cuando la domadora los tiene a todos en un haz comienza a jugar con ellos en la pista. Hace pasar los ms audaces por aros de plata, por falsos panderos de papel de seda. Los hace pasar al reino de lo maravilloso, al pas de las leyendas, donde el amor es presa difcil, como una ciudadela defendida siempre por los ceudos, por los inexorables concilios. El paje escucha, embelesado, el romance de El ltigo de Venus. Un da, el abad Restituto quiso rectificar la Naturaleza. Haba en el huerto una cascada dividida en dos porciones muy semejantes a dos piernas transparentes de mujer. Henchanse al comienzo, se apretaban forjando dos rodillas perfectas, volvan a henchirse hasta perderse en la corriente. Aquellas dos caderas difanas perturbaban el sueo del abad Restituto, y un da quiso por sus propias manos desviar unas piedras para juntar en uno aquellos dos voluptuosos manojos de agua. Alz una maana el pico; iba a dejarlo caer furiosamente contra la grupa desnuda; pero una densa rama de fresno le azot la frente, le ceg los ojos, le oblig a dejar el pico, ya blandido. Cuantas veces alz el arma destructora, otras tantas le azot la frente el latigazo de una rama. Desisti. Se acogi humildemente a la clemencia divina y ah qued el agua modelando a su gusto los dos preciosos muslos, obra maravillosa de la Naturaleza, designio inescrutable del poder sumo. Henchanse al comienzo, se apretaban forjando dos rodillas perfectas, volvan a hechirse hasta perderse en la espuma como en un lecho de novia. El abad prohibi a los monjes pasar por all sin recitar el salmo: Bendice, oh agua, al Seor! Tambin hizo escribir un poema en dos cantos donde se comparaba las haces del agua a las columnas del templo de Sin. Pero las gentes profanas que supieron lo ocurrido llamaron muy pronto a la cascada El ltigo de Venus. El abad Pretextato quiso ms tarde torcer, desde fuera del huerto, el curso de las aguas; pero los picos y palas se destrozaban intilmente sin lograr rectificar la sabia Naturaleza. Otra vez se desisti. Hasta que un da Un novicio cndido, un adolescente, se olvid, frente a la cascada, de rezar el versculo sagrado, y fue tal el ardor pdico que irradiaban sus mejillas de nio, que las dos columnas voluptuosas se fundieron, se soldaron para siempre. Porque slo aquel novicio, entre todos los monjes, haba visto en la cascada no un cuerpo truncado de mujer, sino el olvido de un versculo. Y aquellas piernas transparentes no volvieron a abrirse ms. Anglica, previo un mohn candoroso, enmudece. Comienza a hervir el comentario en torno de la astuta juglaresa. Bernardino avanza, decidido a desenmascara a la vagabunda; pero en aquel momento Anglica extiende los brazos y reanuda sus leyendas. Os contar ahora el milagro de un cuadro que pudo llamarse La manzana, pero por misericordia del Altsimo se llam Fe, Esperanza y Caridad. Una noche Alguien abri la puerta cautelosamente. No es Merln quien viene a or a la hechicera? Se desliza sin ruido; se incorpora, como una sombra, al ltimo aro de oyentes. Como viene embozado hasta los ojos, nadie, excepto Viviana, ha sorprendido la presencia del mago. Un marmitn le toma por algn caballero de la Mesa, que desea mantenerse incgnito, y quiere, respetuoso, abrirle acceso hasta la primera fila de oyentes; pero Merln con un sobrio ademn, impone silencio y quietud. Viviana prosigue su relato. Chispean sus ojos de color de tabaco, y sus labios hmedos moldean sus palabras, tindolas de roja voluptuosidad; tiembla su pulso de alegra, y por las puntas de ncar de sus dedos fluye la savia elctrica de sus nervios. Y sigue contando: El mendigo pintor vino pidiendo albergue y trabajo. Lo encerraron en un aposento donde haba de pintar todas las virtudes, porque all reposara luego una doncella, hurfana de reyes, a punto de llegar al castillo. El mendigo pidi de comer para seis das, y rog que nadie, durante aquel tiempo, penetrase en la estancia. As ocurri. Pero, finado el plazo, y viendo que el pintor no daba seal alguna de vida, penetr el seor en la estancia, y all, entre un olor a azufre, contempl, lleno de clera los muros pintados. Estaban llenos de ninfas descocadas, de faunos en celo y de impdicas meretrices del Olimpo! Frente al lecho de la virgen, Paris ofreciendo la manzana. Ola a azufre; la ventana estaba abiertaLas tres diosa lascivas sonrean cnicamente al caballero.

Cuando vino la doncella, ya los muros haban sido recubiertos de espesa cal, y las tres diosas vestidas pdicamente de Fe, Esperanza y Caridad. Era muy pronto para resucitar los dioses; y slo Satn poda ya pensar en traerlos nuevamente al mundo! Paris fue trocado en monje, y en lugar de la manzana, le fue pintada en la mano una azucena del candor. Nadie pudo dar con el pintor mendigo. Anduvo, al parecer, recorriendo la comarca, dejando una estela de lbricas imgenes. Algn da tom el cuerpo de mujer. Una maana despert con su canto a todas las gentes de un castillo. Al borde de un foso rompi a rer estrepitosamente. Cuando fueron a atraparla para meterla en un horno encendido, se convirti en humo espeso, huyo de sus perseguidores, dejndoles en las manos un olor insoportable a azufre. Cuenta despus Anglica la leyenda de Blanca, Marcela y Luscinda, tres pastoras de Espaa que una noche fueron a baarse en el Jaln, donde continuaban alegremente retozando los gnomos burlones que all repetan los epigramas de Marcial. Estos mismos gnomos se acercaron al borde del agua y robaron a las tres doncellas toda una ropa, que haban colgado de un chopo. Cuando ellas se dieron cuenta comenzaron a gritar desaforadamente, pero no fueron escuchadas hasta el amanecer. Un cazador furtivo vio, por fin, las tres cabezas suplicantes y, aunque al principio las tom por imgenes diablicas porque slo al diablo se le ocurre enviar a los hombres esta clase de sorpresas, acab por correr a una abada prxima, donde le facilitaron tres pardos hbitos de desecho. De espaldas a la tentacin, el cazador furtivo fue entregando a cada doncella un hbito, y luego pudo ver que Blanca tena el pelo rubio, Marcela lo tena rojo y Luscinda negro. Y las tres infelices tiritaban bajo la estamea harapienta, porque haban pasado toda la noche dentro del agua, con gran miedo de ser vistas y escarnecidas por algn jovenzuelo del contorno. Pronto vio el cazador que estaba frente a otras tantas pulmonas fulminantes. Que fueron curadas por la intercesin del patrn de la abada, ya que fue preciso socorrer en seguida a las doncellas bajo el techo conventual. El abad Pamfilio era un santo; pero ello no impidi que negras nubes de calumnia envolviesen el sagrado recinto. Decan las gentes azuzadas por los diablicos gnomos que despus de una estrepitosa orga en la misma sala capitular los monjes, ebrios, haban arrojado al ro a Blanca, Marcela y Luscinda, y ellos se haban disfrazado con las ropas de las tres doncellas. Porque jams fue encontrada la pista de los trajes: los gnomos, astutos, los haban, naturalmente, encerrado en las entraas de la tierra. Y las infortunadas jvenes fueron desde entonces sealadas con la marca infame del deshonor. Tuvieron que huir a la ciudad de Len, donde les fue imposible servir ni siquiera en las cocinas, porque traan la fama salpicada de negro. Desdichadas! Slo un camino, el ms triste, les quedaba: el venderse, y as lo hicieron. Se entregaron a los ms altos caballeros de Len y de otras ciudades, siempre llorando por su vida maltrecha, mientras los diablicos gnomos rean estrepitosamente a las orillas del ro Marcial. Hasta que ya, muy cerca de la vejez, y en posesin de una fortuna, se retiraron a un monasterio que las tres fundaron en el mismo lugar en que perdieron sus trajes y la fama. Todo el oro ganado con la venta de su belleza lo invirtieron en aquel nuevo monasterio, que lleg a ser ejemplar. Y cuentan que Blanca, la rubia, pag todo el oro con que fue sobredorado el retablo mayor, y an se clculo hoy por los jvenes el nmero de noche de placer que el retablo cost a la donante. Dicen tambin que Luscinda, la negra, pag todo el bano de las columnas del baldaquino. Y Marcela, la roja, los tapices de terciopelo grana que decoran el presbiterio y la capilla donde las tres reposan bajo mrmoles primorosamente esculpidos. Y llegaron a ser consideradas como santas, tal como lo fueron Mara de Egipto, Pelagia y Margarita de Cortona. Cuentan que, todas las noches, las tres pastoras siguen llamando a los cazadores furtivos, pidindoles la limosna de un traje. Que su recuerdo enciende la sangre de los jvenes que por all transitan, y que alguno de ellos se arroj al agua no s si para calmar su fiebre o para abrazarse a alguna diablica imagen suscitada por los gnomos de Marcial, el cnico poeta aragons, el burln impenitente.

Merln se retuerce dentro de su disfraz. Querra lanzarse contra Viviana y apagar en aquellos labios encendidos el satnico relato. Cuantas veces invoca Viviana una forma desnuda, una escena voluptuosa, sus dedos, como sierpes rosadas, trazan lneas ardientes en el aire, llenndolo de curvas superficiales, de perversas geometras. La escuchan todos jadeantes, como sumidos tambin en el horno encendido, en un aire azuzado por invisibles centellas. Viviana, por fin calla. Teme haber sacudida con demasiada violencia aquellos cuerpos. Quisiera despedirlos, corre tras de Merln, que le lanza su primera mirada de vencido. Viviana quisiera correr en pos del mago, pero el mago desaparece. Y el auditorio aguarda en silencio otro romance. En el silencio tan preado de voluptuosidad, que Viviana teme de pronto sentir desgarrado su brial y mordida su carne. Teme verse ceida sbitamente por estos brazos nervudos que tiemblan de deseo. Y, sonriendo, se despide y huye, dejando abrasada la noche, rotos los frenos, abiertas todas las esclusas del deleite. Las entraas del castillo ardern en el fuego diablico encendido por Viviana, hasta el amanecer. Y, muy temprano, Viviana sale como de costumbre a retozar por la pradera. Quiere situarse entre Merln y el sol, porque sabe que desde su torre el hechicero saludar tambin al nuevo da. Viviana sube a un montculo, dejando que el viento le cia el traje a sus delgados miembros. Desde su torre, Merln podr ver claramente aquella fina escultura que parece desdear. La ver apenas velada, porque el tejido, aquella maana, es transparente. Ariel fue quien lo trajo, como quien trae una rfaga. Merln, si quiere ver el sol, tendr que verlo a travs del gil cuerpo estremecido, hecho dorada y pura llama.

EL RAPTO

Cuatro das despus Viviana penetra de puntillas, sin interrumpir al mago, que sigue meditando sobre el atril. Viviana dej en el umbral todas sus travesuras; su misma irrefrenable alegra la ha colgado del dintel, como un pandero. Ensaya una faz de pajarillo asustado. Roza el pavimento un jirn de gasa, que hace volver los ojos a Merln. El mago sonre irnicamente al verla perrillo medroso acurrucarse bajo el atril. As, acurrucada bajo un lamo, la vio por primera vez una maana tan llena de luz verde, que el cuerpo desnudo de Viviana pareca envuelto en gasas. Recuerdo encantador! La ve en otros tiempos, cuando aun, adolescente, viva al borde del lago con Dyonas, bajo las caricias de la blanca diosa de los bosques. Porque ella es nieta de Diana. Retozaba entonces bajo los serenos ojos de su abuela; pero se encoga bajo la ardiente mirada de Apolo. Cuando Merln, que paseaba por el bosque, lleg a aquel paraje, Viviana habra apenas salido de su niez, y su hermosura el ms primoroso juguete de las hadas, presididas por la luna. Merln, de fro corazn, de ojos nunca turbios por la voluptuosidad, flaqueo al ver a Viviana, porque estaba escrito que un da la graciosa nieta de los dioses haba de romper aquel hielo obstinado. Estara loco pensaba aquel da Merln si me dejase arrastrar por una frgil belleza de muchachaE intent pasar sin saludarla; pero Viviana, que ya senta espesarse alrededor de sus grciles encantos la luz que criptaza unos lamos, se adelant a Merln, dndole la bienvenida. T, quin eres? dijo el sabio. Una de las favoritas de Diana. Mi madre me concibi soando. Nac con el primer brote de una primavera nadie sabe cul, porque todas son una y la misma. Pero por qu lo preguntas? No lo adivinas todo? Poco despus ya jugueteaban al borde del lago, como chiquillos traviesos. Y Merln, por complacer a Viviana, traz con su varita mgica tres grandes crculos concntricos, dentro de los cuales susurr palabras misteriosas. Debi de invitarla a una danza a seres invisibles, porque muy pronto salieron de detrs de los rboles, del fondo del lago, muchachas y donceles, gallardamente vestidos, que empezaron a bailar al son de una msica de flautas y tamboriles. Y la fiesta dur hasta que el cansancio rindi a unos y a otros. Cuando Viviana cerr los ojos, todo se desvaneci. Al abrirlos de nuevo, Merln la contemplaba amorosamente. Y fue entonces cuando Merln pens hacer de Viviana una maestra en artes de embrujar, a cambio de su amor. Te ensear mi ciencia si me quieres. Pero aquel da nada le ense. Ella quiso aprender al menos el conjuro por el cual la selva se poblaba de msicos y danzarines; pero Merln aplaz sus lecciones. Slo ms tarde le ense a torcer el curso de los ros y a convertir en esmeraldas las gotas de lluvia que quedaban colgadas de las hojas. Tambin le ense cmo las araas tejen su red y las abejas funden en el panal las ms ricas esencias de las flores. Todas las menudas historias de los pjaros que se esconden entre las ramas y de los gusanillos que se esconden bajo las piedras las fue conociendo Viviana. El bosque y el lago ya no tenan secretos para ella; pero, ante todo, quera saber que hilillos mueven al hombre, cules eran los verdaderos resorte del amor y del odio, de la desesperacin y de la fe. No le bastaba conocer la vida de los campos y de los ros, el ir y venir de los grmenes por el aire, de las venas de agua por las entraas del bosque; quera escudriar en las del hombre, conocer los terribles conjuros que lo

paralizan o lo mueven, que lo convierten en fro autmata o en febriles ascuas. Quera aprender el conjuro que hace dormir a los hombres, que los convierte en juguete de las hadas. Cmo podra adormecer a un hombre hasta que yo misma fuese a despertarlo? Porque de este modo prosegua la astuta mi padre no advertira tu presencia cuando entrases a verme. Pero Merln se resisti a revelar el conjuro, porque de sobra conoca sus peligros. Hasta que una tarde se despidieron tristemente. Viviana, enfurruada, le haba negado sus besos; l, con esfuerzos heroicos, haba mantenido su decisin de no revelarle sino los secretos del agua y del aire, de las races y de los grmenes. Y ya no volvi ms al lago aquel donde con tanto ardor lo aguard siempre Viviana. Fue desde entonces cuando empez a evitar la cercana de la mujer y se encerr en lo ms alto del castillo, rodeado de viejos y momificados camaradas. All slo recibi las serenas caricias del viento y de la lluvia, nunca los ardientes mimos, que aturden y agotan. Pero Viviana sigui soando con Merln. A todo trance haba de arrancarle aquella frmula por la que el doncel ms vivaracho se convierte en un leo. A toda costa habra de conseguir la receta del adormecer a los hombres. Ahora, la astuta, contempla embelesada al mago. Por qu estar ya mirando al cielo, si an no est abierto el enorme grimorio astral, donde Merln va deletreando la historia futura?... Viviana, en silencio, comienza oh, taimada! a sonrer. Merln, Merln Por qu contemplar ahora el cielo si por l slo cruzan nubes nubes corinto, nubes malva, nubes de color de sangre, jirones de gasa de alguna area Viviana, quiz de esta misma perrillo medroso, que se acurruca bajo el atril, que afila sus uas para caer sobre la presa? Vas a buscarle el contorno a una nube? Por qu sigues la vaga estela de ese pjaro, el nerviosismo intil de esa rama? Vas a formular una ley o a forjar un hexmetro? En silencio, centelleantes las pupilas, asiste Viviana a la contemplacin del mago. Ve retornar a sus cuencas las miradas fugitivas de Merln; las ve encogerse en su reducto, erizadas de angustia; las ve caer al suelo, fulminadas por un pensamiento asesino. Porque Viviana oy la explosin. Viviana oy engarzarse, fundirse en el cerebro de Merln las fatales palabras: Una palabra de ella tena ya ms sentido que las frases de todos los filsofos del mundo. Y Merln quiere huir de ese pensamiento que, dentro de l, todo lo va desmoronando. Huir, huir!... Ya su vida, ante la callada invasin, slo podra tener este sentido: el de una perenne huda. Pero huir, de qu? Y dnde ocultarse? Alternativamente, Merln siente vehementes deseos de escuchar otra vez a la enemiga, de verla desaparecer para siempre, de verla de nuevo saltar, brincar, retozar, traviesa, loca. Y Viviana, astuta, contina sumergida en su muda y febril expectacin. Inclina Merln la cabeza. La yergue, triunfal, Viviana. Merln intenta articular alguna frase; pero su voz describe absurdas espirales dentro de la garganta. Viviana refrena, al mismo tiempo, el mpetu de su claro alborozo. Qu cerca est la victoria! Aun reparte Merln sus miradas por los abarquillados infolios, buscando en ellos alguna frmula para desviar el terrible acoso; pero todos estos volmenes son ya secas virutas que comienzan a arder entre las manos temblorosas del mago. Ya piensa Merln en otro libro ardiente ms verdadero que el de Ovidio, donde el amor pudiera explicar bien sus lecciones. Probablemente se compondra de frenadas congojas, de sabias interjecciones, porque ningn idioma es capaz de llegar a lo ms hondo de esta divina locura. De qu poco nos sirve este o aquel idioma cuando queremos transformar la csmica violencia del amor! El ms astuto ingeniero no sabra encontrar ese fino cable elctrico que hiciese arder las palabras, que las tiese del matiz preciso. Cmo hallar un transformador para tan alta energa? Ciegas formas universales, Cmo encontraros un cauce individual, bordeado de claras imgenes? Merln, ya en franca retirada, aparta los ojos de los libros y se esconde dentro de s mismo, concentra su mirada en su propio cuerpo olvidado. Por qu, al fin, se acuerda de l? Le invade un enorme desaliento. Un cuerpo ya sin gracia, sin belleza; una tan gastada envoltura del espritu eterno nio comienza a dolerse de su crcel. Por qu no habr vivido, por qu ha de seguir viviendo al mismo comps? Al iniciarse el descenso por la rampa de la vida debi pensar que el espritu continuaba, siempre joven, en la cumbre.

Me hizo traicin este cuerpo piensa Merln. Si l no responde a mi afn de perenne juventud, qu podr hacer de mis sueos, de mi energa espiritual intacta? Viviana lee gozosamente en los ojos de Merln. Porque ella conoce los secretos del rejuvenecimiento: los aprendi al borde del lago; fue Ogrin, su maestro, el viejo ermitao, confidente de Isolda y de su triste amigo. Pero Merln sigue meditando: Cuerpo mo, adversario cruelIntil es que huya de ti. Acabars por ahogarme entre tus resquebrajados muros. Nunca te tuve en gran estima: por eso aborrec los espejos o los tom siempre a pura broma. Ante ellos nunca me quise ver tal cual soy: me daba miedo. Y para desfigurar mi rostro, le sacaba la lengua, me burlaba de l, de todo mi cuerpo, de todo mi yo visible. Me has llegado a parecer una cosa despreciable, cuando no indiferente Pero un da lleg en que te querra el ms garboso de la tierra. No por envanecerme yo de ti, sino porque ella se envanesie de subrayar con jbilo mi presencia. Viviana apenas si ya puede resisto su gozo. Le brota por los ojos, por las puntas de los dedos, como un surtidor de gracia inagotable. Merln vuelve a ser suyo, como en aquel tiempo, junto al lago divino. Pero l sigue tan atolondrado, que ha perdido su don de adivinar el pensamiento. Y sigue aferrado a su monlogo: Porque en algn instante creer vislumbrar que su amor se detiene en mi lamentable superficie, en vez de hundirse en lo profundo, y entonces, entonces, qu terrible miedo a perder el encanto de su voz, de sus manos, de su frente! Me aniquilar un terrible miedoPor ti, miserable cuerpo mo, por tu falta de gentileza, perder al fin su amor! Qu vale, que puede valer su espritu vigilante, un alma encendida, la ms intensa vibracin cordial, la agudeza ms punzante, dentro de esa deleznable envoltura? Por eso te desprecio como nunca, cuerpo mo sin gracia. Desprecio tus arrebatos, aun los ms vivaces, porque no son producto de vehemencias deliciosamente armonizadas. Artificialmente quise dividirte en zonas, y t, zona desdeada, te llenaste de salvaje maleza, de primitivos mpetus. Volviste a la edad de las cavernas, mientras el resto pensaba en su amor rimado en preciosos alejandrinos. Viviana se acerca en silencio, poco a poco, a recoger las ltimas zozobras del sabio. Quiere ponerles un remate encantador, acerca su boca a la de l para prender entre ambas, golosamente, la ltima incertidumbre fugitiva. Merln, tenazmente, prosigue: Este mrmol juvenil, convertido en arcilla, a punto siempre del desmoronamiento No morir, pero ya siempre mis barbas seguirn nevadas, como los Alpes, y mi piel llena de grietas, como el rastrojo. Puedo convertirme en nio, como alguna vez lo hice, por broma, entre los ingenuos caballeros; pero podr convertirme en doncel, por el amor, ante Viviana? Cuerpo mo No te mim, nunca te atend, y ahora te vengas. No podr embellecerle, lamentable cuerpo mo. Siempre me has de ser infiel, escollo perenne de la juventud inmarcesible de mi espritu. Viviana acerc tanto su boca a la del sabio que, entre las dos, no podran volar las mariposas. Merln, Merln! Por qu no estudias ya en el sublime pergamino astral, que solemnemente se va desarrollando, ya barrido, al pasar, el frgil escenario de la tarde? Vas a formular una ley o a forjar un hexmetro? Una mano, la pia ardiente de unos dedos entre otras manos temblorosas. Una mano que va lentamente subiendo hasta una boca. Estalla la roja chispa que rompe tanta elctrica tortura. Una mano de Viviana, que asciende hasta la boca de Merln, como el manojo de jazmines del Cantar. Una mano que acaricia y, sin dejar de acariciar, empuja. Viviana sale del torren, arrastrando dulcemente a Merln, como se arrastra a un nio. Viviana lleva en alto una lmpara. Cruzan un largo corredor, bajan al patio. Todos duermen ya, menos el centinela, que se inclina, absorto, al pasar el mago. Baja, apenas rechinante, el puente levadizo. Ya estn en el campo. Viviana vencedora al fin arroja al foso la lmpara y se cuelga a Merln, toda temblando. Se le cie voluptuosamente; le susurra:

Te llevar al fondo de mi fuente encantada, donde hay para nosotros un lecho de coral. Nos llevar un monstruo, obediente a mi voz, que conoce todos los caminos de Bretaa. Un monstruo? Algn dragn? Conozco el de Andrmeda Conozco muchos, pero suelen ser indmitos. Viviana sonre. Creste que mis manos nunca podran domar un potro, como las walkyrias; ni disparar un arco, como las amazonas; ni remar sobre la tempestad; como las eumnides? Me creste frgil porque me viste subrayar, tal vez demasiado, mis dones de felino Perdn, Viviana. Eres un nio, Merln. No sabes que poseo unos ojos capaces de seducir al hierro, de domesticar al rayo, de hacer pasar las fuerzas desconocidas de la tierra por los nervios de este dragn inmvil; por unas entraas duras, inertes, que al sentirse fecundadas por un roco que t no conoces, que yo mujer de todos los siglos ya conozco, comienza a vibrar con tal mpetu, que toda la mquina rompa a andar ms rpida que un corcel, ms gil que una nave, con la vehemencia de un pjaro Merln, ven conmigo. Su lomo se hiende, sumiso, para que nosotros podamos injertarnos en l, vibrar con l, rasgar con l los espacios. Soy tu vctima, Viviana. Mi juguete quiz, pero slo unos momentos. Despus, en el reposo, ser un cojn para tu pulso en fiebre. All aguarda el monstruo, dando resoplidos. Se le encienden bruscamente los ojos enormes de dragn. Viviana y Merln se sumen en un vientre, donde la voz se ahoga y las entraas acarician Un crujido frreo del monstruo, un ronco alarido y, de pronto, el paisaje rasga en dos para abrir paso a los enamorados. Viviana y Merln se lanzan aturdidos en busca del lago de su infancia. Merln va viendo desfilar atropelladamente, por las mejillas de Viviana, tropeles de fantasmas. rboles, muros, colinas proyectan ellos su perfiles inconcretos, precipitados. En este pequeo ruedo, que tantas veces se disputan dos emociones hostiles, se entabla hoy una escaramuza, en la que luchan, embozados, todos los elementos del paisaje. El campo inicia una infernal zarabanda, que deja atnito a Merln. Teme ser vctima de algn poder diablico, y, azorado, pregunta con los ojos a Viviana. No, no es un diablico artilugio le contesta ella. Es un hallazgo del hombre que nos e cont entre tus profecas, Merln. Porque Viviana no tiene edad ninguna y escoge de cualquier poca sus medios de seduccin y de transporte. Mira esa rueda. Con ella aade se tortura el espacio. Este maravilloso tormento de la rueda nunca lo vi en nuestros libros, mi amor. Merln ya est sosegado. Siente fro, se apretuja contra Viviana, que le va arrancando sombras de la frente. Y otra vez la mano de Viviana se alza como una flor. Los trmulos dedos pilluelos ateridos se acurrucan de nuevo en el quicio de una boca. Y los nervios de Merln van subiendo, reacios, torpemente, los yertos posos del ayer, fros cadveres de emociones, que se derraman hechos ceniza, dejando libre el pecho para instalarse en l un nuevo encantamiento. Siguen yendo y viniendo sombras por el rostro, por las manos de Viviana: palomas que repiten su vuelo, alborozadas, hacia el nido caliente de unos labios. El paisaje, tambin en fiebre, multiplica sus primorosos brincos. Merln, Merln Qu fue de aquella frase de Plotino, de aquella austera frase que hizo aicos Viviana? No juntars ya los pedazos, porque de pronto se te hizo visible esta otra verdad: Una palabra de ella tena ya ms sentido que las frases de todos los filsofos del mundo.

ISOLDA Y TRISTN

Buen hallazgo. En una colina se yergue el ermitao Ogri, que, siempre sentencioso, dispara los viajeros su montona pltica. Hermanos mos Por qu el mpetu de vuestro amor os arrastra as de miseria? Hasta cundo durar vuestra locura? Un tizn satnico ha encendido vuestro pecho Ea, valor! Arrepentos! De otro modo, el infierno os arrastra a su seno ardiente! Es el San Juan de Brocelianda. A todas las parejas de amantes les repite la metfora del tizn. Isolda y Tristn pasaron huyendo por aqu, Ogrin repiti su amenaza. Pero nadie le hace caso. Excepto la vehemente Isolda, que, sollozando, contest: No puedo arrepentirme de haber amado ni de seguir amando. Aqu estoy, junto a ti, ahora y siempre aadi, enlazada a Tristn, Pero nuestros cuerpos, seor, nunca han llagado al supremo abrazo! Yo os juro! Y entonces, Ogrin, el hurao inquilino de las selvas, llor. Y Tristn con l. E Isolda con Ogrin y Tristn. Y una bandada de pjaros con Ogrin, Tristn e Isolda. Eran los precursores de una poca toda de sollozos. S se inici el Romanticismo. Merln nada oy, porque los brazos de Viviana le tenan sumergido en un mundo delicioso donde nada se oye ni ve. Viviana, siempre alerta, presiente, al ver al ermitao, que no andar muy lejos Isolda y Tristn. Habrn cumplido su juramento histrico? O todo fue una argucia para poder contar con la santa complicidad de Ogrin? Cuando ya el importuna nos pierde de vista de Viviana dice:

Merln, sabio mo: hemos llegado a la colina de la Cruz Bermeja. Sabas que entre unos lamos, sobre un lecho de hojas secas, estn ahora durmiendo Isolda y Tristn? Qu intentas ahora? Llegar hasta su lecho con el primer rayo de sol; ver cmo se enlazan bajo el orvallo de mbar y miel. Sabas que yo fui quien elabor el filtro que hace arder perennemente sus entraas? Qu les hiciste, perversa? Inmortales. A costa de un lento morir. Morir de sentirse vivir intensamente. Morir del deleite ms profundo: sentirse, gota a gota, fluir la vida. Vers cmo sonren cuando dulcemente les hiera el sol. Eres diablica! El diablo cuentan que tiene t como padre, dolo mo. Es falso! Yo soy hijo de toda la antigedad. Pedante alcurnia, hecha de virutas de pergamino. Pero yo convertir ese pergamino yerto en epidermis viva. Quiero, hiedra ma, que aprendas el arte de enroscar tus miembros a mi fiebre, el de fundir nuestras bocas. Ven aqu, viejo mo. Isolda y Tristn son dos buenos maestros. Tus mejores discpulos. Son los dos enamorados ms ilustres de toda nuestra enorme Edad, que ellos, por la virtud de mi filtro, Merln, por la virtud de mi filtro, hecho de savia femenina, sabrn hacer delicada. Vamos a ver cmo duermen y cmo despiertan. Se internan en el bosque. Van apartando ramas, asomndose por entre ellas, en silencio, como rapaces que buscan solamente un nido. Aqu, aqu estn! susurra Viviana. Bajo un frondoso baldaquino, hecho de bruidos troncos y anchas hojas verdes, reposan los dos enamorados. Tristn anduvo todo el da persiguiendo un ciervo; Isolda se fatig ms que nunca recomponiendo su brial. Duermen profundamente, juntas las cabezas, cogidas las manos, ocultos bajo brazadas de heno. Mira sus ojos, agrandados por la fiebre. Y sus manos delgadas, y sus mejillas, consumidas por la brasa de un filtro. Eres diablica, Viviana! Los cuitados seguramente han roto el pacto. Qu pacto? El que hicieron con Ogrin. Lo s todo. Conozco el juramento de Isolda. Tambin s, que vosotras presididas por el revoltoso Ariel, habais decidido sacrificar a los amantes, hacindoles quebrantar sus promesas. Por qu lo hicisteis? Por amor al arte. Un siglo ha de venir en que la muerte de Isolda se convierta en un captulo glorioso, en que este amor, que hoy es tortura y muerte, se convierta en goce y en vida intensos. Djame hacer, Merln! Tu sabidura es dolor, nuestra gracia es alegra. Ariel, que presidi nuestra asamblea, nos lo dijo. Y habl de ti con gran respeto. Sin l as hablaba, sin a sabidura y el dolor, la gracia y el placer seran irresistibles. Nosotros, sin l, nada tenemos que hacer en la tierra. Y la reina Mab y el hada Morgana aplaudieron estrepitosamente. Pero ahora, para evita runa catstrofe inmediata, quiero gastar una broma a los dos enamorados. Nunca podr perjudicar a su historia un nuevo captulo. Eres diablica, dolo mo! La hierba comienza a chispear alrededor del tlamo. Al travs de la techumbre una hebra rubia, encendida, comienza a electrizar las hojas, resbala por los troncos, baja a anillarse con las hebras de Isolda, esparcidas por la hierba, sus hermanas; tropieza y juguetea con unos dedos plidos, hundidos en el pecho de Tristn. Mira susurra Viviana el anillo de esmeraldas del rey Marco. Va a perderlo. Tanto enflaqueci el amor a la cuitada, que acabar por desprendrsele el anillo Merln, Merln, debemos evitar que siga enflaqueciendo. Djame. No nos basta con haberlos sorprendidos en su tierna conjuncin?

Merln, Merln, qu nio eres! Eres un infantil como todos los sabios. Cunta falta estaba yo haciendo en tu vida, viejo mo! Pensabas que nuestro viaje aqu slo tena por objeto una contemplacin intil? Cmo poda yo pasar por aqu sin dejar rastro? Qu intentas? Ahora vers. Por dondequiera que t y yo vayamos, nuestra Edad, diablicamente, es decir, bajo los signos de la gracia y de la sabidura, debe quedarse transfigurada. Dame ese aburrido acero que escondes bajo tu hopalanda. Quieta! Viviana llega hasta los dos amantes, aparta el haz de heno y sonre al contemplar el espectculo escondido bajo el haz. Ordena, maternal, las ropas, abre una pdica zanja entre los cuerpos y en ella instala solemnemente la espada de Merln. As, desnuda, solemne, categrica, la espada de Merln garantizar en aquel amanecer la pureza de Isolda y de Tristn. Ni un rizo de viento. Ya ni las hojas se besan. El bandaquino verde y oro se convierte en altar. Ginebra y Lanzarote podran aqu aprender una celeste leccin de amor. Amor pursimo, como el famoso aliento del querube. Viviana sonre ante las miradas asombradas del sabio. Cuando termina de componer el escenario se prende del brazo de Merln. Viejo nio, vamos ya a buscar nuestro dosel. En las fuentes de las hadas hay lechos maravillosos. Lo quieres al gusto clsico o hecho de pieles, al gusto primitivo? De lino, o de paja, como en los mitos cristianos? Quieres por techumbre las estrellas o un tropel de estalagmitas? O quieres que yo invente un arte nuevo, por ejemplo, el barroco, para decorar nuestro aposento? No te burles, Viviana. Yo soy viejo. Para qu yacer contigo? Cuanto yo toco rejuvenece. No reconozco edad. Bajo techos de cualquier estilo o de ninguno, bajo las estrellas, har de ti una brasa. Pondr mi espada entre los dos. Nio, nio moPara qu piensas que vine yo aqu sino para despojarte de ese intil smbolo? Ah quedar entre nuestros dos amigos. No resisto ms tu burla, Viviana. Voy a recuperarla. Quieto! Marco va a venir, y es preciso salvarlos. Quiero salvarme yo. La castidad no salva a nadie. Tiene, eso s, la virtud de enmohecer la vida. Vamos, Merln! Se oye un murmullo sospechoso, como de chasquidos de armas, de voces que ordenan con imperio. Merln aguza los odos. Alguien viene y muy precipitado. Es el rey! Vamos a escondernos, Merln en ese roble. Ha llegado la hora en que Marco debe sorprender dormidos a Isolda y Tristn. La escena va a ser divertidsima. Me resigno. Lo contar despus todo a los juglares. Pobrecillos! Ellos no dirn nunca la verdad. Contarn la verdad que acaricie los odos de quien mejor les pague. Creo en la tradicin. Para qu descifro yo mis pergaminos? Te diviertes as, viejo mo. Es un juego. Una ciencia. Un lento juego intil. Porque la tradicin se te escapa; el tiempo viejo donde ests siempre sepultado se te borra. Slo yo, slo quien vive intensamente el da de hoy, podr interpretar fielmente los signos del pasado. Y ser de alguna utilidad en los siglos venideros. Suben a una rama. La barba flotante de Merln se enreda en la hojarasca. Desde su escondite contempla al rey Marco, que baja del corcel. Un guarda le sostiene el estribo y ata las riendas del caballo a una rama de encina. Merln comienza a temblar. Vamos a presenciar un doble asesinato! Merln, Merln, para qu estoy yo aqu, en mi atalaya, dirigiendo este captulo de nuestra gloriosa Edad? Historia o leyenda? Quin es capaz de separarlas? Ni t ni nadie.

Tiemblo a pesar de todo. El rey no matar a nadie. Mralo. Marco desenvaina su espada y se encamina hacia los dos amantes dormidos. Aparta las hojas cmplices, asoma la cabeza entre los troncos; luego irrumpe todo l bajo el casto baldaquino, blandiendo la espada. Qu sorpresa! Merln sigue asustado; Viviana no puede contener la risa, pero Marco nada advierte. Toma la risa por un susurro. Y se desprende de su pesado manto: la cadenilla de bronce tintinea contra las ramas. El rey se desprende asimismo de su enojo; su clera se le desliza, nervio a nervio, hasta sumirse en tierra. Viviana ha cortado la corriente. Merln, no tiembles por los enamorados. El rey ha visto la espada. Oye a Marco: vers qu divertido es un esposo que tiene fe. Marco, absorto, contempla la centelleante muralla divisoria, el sacro muro infranqueable. Dos gorriones, que asisten a la escena, bosquejan tmidamente un trino. Va a estallar el pecho del rey. Se anuncia el aria con una doble y pattica exclamacin que ha de repetirse exactamente en todos los folletines de la cultura occidental: Cielos! Qu veo? Los gorriones contienen su chiar. Viviana abre una pausa en su risa retozona. Merln, tal es su inquietud, que est a punto de caerse del roble. El rey prosigue: Voy a matarlos? Tanto tiempo viviendo juntos en el bosque sin sucumbir a su deseo! Si en ellos anidase la perfidia, hubiera colocado esa espada entre los dos? Oh, esposa ma, atormentada y fiel! Porque t sabes que esa espada desnuda, al separar los cuerpos, asegura tambin las almas contra todo deseo impuro. Si ellos se hubieran amado frenticamente, hubieran desafiado la clera divina desnudando as el acero? Reposaran con tan casta inocencia? No! No ser yo quien destruya esta paz angelical! No ser yo quien los mate! Sera un crimen sacrlego derramar esta sangre; sera pisotear villanamente una sagrada tradicin. Si ellos muriesen a mis manos, por todos los siglos, yo, ilustre representante de mi Edad, me vera escarnecido; por todos los castillos los juglares publicaran mi vileza. YoYoYo Se pasa la mano por la frente. Parece haber olvidado alguna cosa. Los dos gorriones repiten oficiosamente el trino, como para alentarle. Viviana da con el codo a Merln. El pobre ha perdido la memoria. No recuerda su papel. Por fin, Marco prosigue: Yo quiero, eso s, hacerle presente que anduve muy cerca de ellos, que quise su muerte y vigil y admir su castidad Y Dios tenga lstima de todos! Muy bien! susurra Viviana, mientras respira satisfecho Merln. El sol cae de lleno sobre la frente de Isolda. El rey se arranca sus guantes de armio y cierra con ellos las rendijas por donde se filtra el haz de rubio. Despus toma el anillo de su esposa fcilmente, porque el dedo est esqueltico y en su lugar coloca el rey aquel otro anillo que un da fue regalado por Isolda. Luego toma la espada de Merln y la cambia por su real acero. Contempla meditabundo a los amantes tiernamente y suspira: Qu escena para un bello romance! Y se va. Lo ves? dice Viviana. Se ha portado muy bien el pobre Marco. Si no acertamos a venir! Le creas tan fiero y ya ves Aparte del monlogo, un poco pedante, el rey ha estado discreto. Vamos. Que ellos continen su historia, como nosotros vamos a continuar la nuestra. Y mi espada? No te hace falta. Si quieres armas yo te regalar mi cofrecillo de flechitas de oro con la punta mojada en mi filtro. Siempre tu filtro. Tu humorismo! Pero mi filtro no mata. Azuza, estimula, hacer vivir con ms intensidad. Estos desdichados me deben su amor, que es toda su vida, como el rey Marco me debe su preciosa cornamenta de oro. Es el ciervo ms decorativo de toda nuestra enorme Edad.

Eres cruel, Viviana. Traviesa nada ms. Y ahora vmonos, viejo mo. Nos aguarda el dragn de entraas de hierro, que ya tiene apagado los ojos. Antes de que el sol nos queme ardern juntas nuestras bocas. Mi espada! Entre nosotros dos slo podr ya un ramo de mirtos. Se van. Los dos gorriones bajan cantando hasta posarse en el pomo cincelado de la espada. Lo picotean creyndolo forjado de luminosos granitos de trigo. Se detiene ante dos menudas esmeraldas, vivaces ojillos de reptil que asustan a los pjaros. En su vuelo rozan la frente de Isolda, que se despierta azorada. Tristn, amor mo. Qu? Qu pasa? Un pjaro vino a despertarme. Vamos a continuar nuestra leyenda. Somos lo enamorados ms ilustres de la poca, y es preciso inventar algo interesante. Piensa en nuestros altos destinos. Altos y tristes. Porque, no somos la representacin del amor imposible? No hay amor imposible. Si existe, claro es que fue posible. Bah! Confunde el amor con el logro de eso mismo que suele acarrear la muerte del amor. Tristn abre desmesuradamente los ojos. Isolda prosigue su discurso implacablemente: Precisamente, el amor vive y crece en el camino, no en la estacin de trmino. No sutilices en vano. Est hablando como un libro, no como una mujer. Los libros disecan la pasin ms viva. Perdname. Eran frases de Ogrn. Repito una leccin del ermitao. Lo presuma. Qu va a decir l? Es un profesor de abstinencias Me fastidia. Tristn malhumorado, se incorpora; su brazo tropieza con la espada del rey. Estamos perdidos, Isolda! Nos ha sorprendido el rey! Huyamos! Contemplan atnitos la espada. Por fin, Isolda aade solemnemente: Recuerda, amor mo, que nuestra pasin pertenece a la posteridad. Aun en medio de la mayor congoja no pierdas nunca la gallarda, ni en el gesto ni en la frase. Desde todos los pueblos del mundo millares de ojos arrasados en lgrimas nos contemplan.

EL CONSEJO

Gran conflicto. Al amanecer, la luna de cobre que cuelga en medio del patio de Caradign deja escapar tres gemidos. Un paje la golpea, llamando a consejo. Doblan las campanadas como para un funeral. Todo el palacio de Arturo se agita confusamente, sin que nadie sepa con certeza lo que ocurre. Lo que ocurre es que ha perdido la cabeza. Ha perdido ha Merln. Escuderos, marmitones, pajes, dueas, hombres de armas, paladines, reyes, todos van de un lado a otro en angustiosa convulsin. En la angustiosa convulsin de un cuerpo decapitado que sigue rebullendo unos instantes. Poco despus, en la sala de consejo, aun no dorada por el sol, que hoy no madruga, Ginebra y Arturo declaran abierta la sesin. Todos se miran consternados. El silln de la derecha del rey est vaco. Est vaco, pues, todo el consejo. La Mesa Redonda se mira los brazos, ya intiles, sin cerebro que enfile los golpes; se mira los pies, ya sin sentido, porque han perdido la brjula. Slo el capelln, interiormente, da gracias al cielo por la ausencia del mago. Aunque presenta los dems un rostro compungido. Tambin Lanzarote del Lago est a punto de llorar. Ginebra llora, efectivamente. Comienza el consejo con una insensatez que ser famosa. No fue entonces cuando Arturo inici su discurso con las famosas palabras: Nosotros, los caballeros de la Edad Media Arturo se detiene, azorado, cmo seguir tan lamentable preludio? Los caballeros cuchichean. Lanzarote mira al techo en espera de uno de esos celestes ababoles, que en los das de gran espectculo, suelen bajar a arder sobre las frentes ilusionadas. El consejo es apenas un sordo rumor en torno a un silln vaco. Slo un milagro puede salvar al rey, definitivamente anclado en su pomposa frase. Slo el paje Bernardino, enamorado locamente de Anglica, piensa en el hada traviesa. La busca por todas partes, entre las dueas, entre los mesnaderos, entre los marmitones. Baja a las cocinas, a los stanos; sube a la gran sala abovedada; tmidamente pregunta a un escudero: Viste a Anglica? Dos das ha que no la veo. Anoche nada nos recit. Sufra un fuerte dolor al costado. Y le traje hierbas para hacerle un cocimiento Tena calentura. El escudero contempla en silencio a Bernardino. Despus sonre y le susurra al odo: Tambin t tiene calentura. Cuando hablas de Anglica tus ojos fosforecen como tizones del infierno. Andas atolondrado, descuidas tu faena Yo s qu te ocurre. He seguido tus pasos. Bernardino inclina la cabeza, consternado. Ya conocen su secreto. El amor en el castillo de Arturo ha de ser invisible, recatado hasta la mudez y la tortura. Cllate.

Callo. Pero quiero decirte que evites la mirada de Anglica. Hay en ella tal alegra, que no parece de este mundo. Hay en ella tal malicia, que ese otro mundo no ser precisamente el de los ngeles. Mientes. Te perdono porque siempre suelen ir juntos demencia y amor, y t ests, hasta la enajenacin, enamorado de Anglica. Pero ella bien poco se cuida de ti. Te abandona. La encontrar, aunque se esconda en el mismo Tabernculo. No blasfemes y busca mejor. Bernardino sigue buscando. Cuando todas las entraas del castillo le han ya defraudado piensa en acometer la atrevida empresa de hurgar en el cerebro. Qu importa, si ya Merln no ha de asustarle con sus barbas arriscadas y su varita mgica, que puede convertir a un paje en un ratn? El amor es ms fuerte que cualquier brujera. Bernardino entreabre la puerta de la cmara prohibida. Nadie. Recorre el interior. Nada. Contempla el atril. Hay all un grimorio abierto, un pergamino prendido del grimorio. En el pergamino, unas letras de fuegoBernardino lee: Os robo a Merln, porque sois indigno de tenerlo por cabeza, infelices esclavos del corazn: T, pobre Arturo, cuya frente no acaba de retoar; vosotros, Ginebra y Lanzarote, cuyo amor es tan inmaculado como necio. Os robo a Merln, cuya sabidura es intil entre gentes cobardes, que voluntariamente se mutilan. Cuando lleguis a contemplaros y la frente predestinada definitivamente retoe, mientras el verdadero amor retoa. Quiz os restituya el pensamiento. Entretanto, infelices, seguid en vuestro mezquino y puro arrobo. Caballeros de la Mesa Redonda; no salgis en mi busca. No soy una tmida gacela, ni un medroso ciervo. No soy Anglica; soy Viviana, que, risueamente, os desdea. Bernardino est a punto de desmayarse. Desprende el pergamino y baja a ponerlo en manos de su seor, el caballero Franconio, quien lo lee atropelladamente, mientras su rostro se esconde bajo oleadas de prpura, bajo oleadas verduzcas, alternativamente. Seor, Anglica nos ha engaado. Callad, paje. Destruyamos este horrible pergamino. Si lo leysemos ante el consejo, qu espantosa catstrofe! Yo dir en voz alta la verdad acerca de la Prfida. Llevadlo, hacedlo trizas y arrojadlo al foso. Bernardino corre a destruir aquella burla, y Franconio corre a la sala del consejo y desde la puerta grita: Seor, acabo de saber la verdad: Merln huy con Viviana. Cmo pudo llegar hasta aqu la hechicera? claman desde todos los ngulos del recinto. Viviana leg al castillo bajo el disfraz de una cuitada juglaresa, de Anglica. En su boca floreca siempre la leyenda dorada, pero en su pecho se fragu siempre nuestra negra ruina. Cmo lo sabis Franconio? MI paje los vio cruzar el puente levadizo. Cmo los centinelas pudieron darles paso? Cmo estos villanos de nada dieron cuenta? SeorOlvidis que Viviana es hechicera, y seguramente la guardia, bajo el filtro satnico, se convirti en un inofensivo y grotesco piquete de sonmbulos. Todo el consejo enmudece. La verdad les abruma. Rebulle un poco entre la niebla de su propia indecisin, hasta que Didonel, el rubicundo Didonel, de ureas guedejas y corazn intrpido, dice en voz alta: Busquemos a Merln! Jbilo, algazara. Arturo humilla su cabeza en la actitud de pensar. Aunque no piensa, porque le falta cerebro. De pronto una pregunta helada: Dnde? Porque si a Merln se lo llev Viviana, la concubina de Marco, no estarn ya los dos en Tintagil? Y si as aconteci, no habr que declarar al rey la guerra? Lanzarote insina: Se habrn refugiado en Tintagil?

Guerra al impdico Marco! claman todos los caballeros enamorados. La Mesa Redonda hierve de impaciencia. Crujen los hierros, rechinan los dientes, golpean el pavimento los recios espadones. Arturo respira satisfecho por haber salido del atasco. El capelln sonre, no puede ya contener su alborozo. Guerra a Marco, el obsceno! A Tintagil! Pero Ginebra mujer al fin alza su voz. Viviana no roba a Merln para llevarlo al castillo del fementido prncipe. Se lo lleva para esconderse juntos en algn palacio encantado, oculto en las entraas del bosque. Al bosque! Dice Didonel. Al corazn del bosque! Y cmo topar con la argolla? Qu argolla? La de la piedra de entrada al subterrneo. Andaremos a gatas por entre los rboles hasta topar con ella. Y si encontramos muchas? El bosque est lleno de espritus diablicos. Iremos probando una por una. Y el conjuro? Todos callan aterrados. Falta la frmula. El ssamo. Y el archivo de las frmulas es Merln. Han dado la vuelta al crculo de su ignorancia. Arturo sigue en la actitud de pensar, pero su mente vaca no logra fraguar un pensamiento. Lanzarote se encierra en una dolorosa mudez; pero en su ardiente imaginacin all donde se forjan las hiperbreas maravillas que luego adjudica a la reina principia a rebullir su propia infancia. Viviana! El lago! Un nio que corretea a orillas de un quieto espejo verde, seguido por los ojos amantes de una mujer! Es ella misma. Ahora recuerda la irona con que la astuta Anglica lo contempl una tarde, al volver de una escaramuza. Era ella misma, la dama del lago, la graciosa inquilina de la fuente de las hadas. Cmo no reconoci en ella a la dulce amiga de su infancia? Mientras permaneci junto a ella conoci los menudos secretos de las araas, de los pjaros, de la espuma verde que cada abril vuelve a inventar en el bosque. Y, uno por uno, todos los colores del amanecer y del ocaso. Tambin, alguna vez, los pensamientos oscuros que bajan a ennegrecer el corazn de los hombres. No adivin el de Lionel, que una tarde cabalgaba junto a Lanzarote, desde entonces el mejor discpulo de las hadas? Era un nio Lanzarote y ya cea espada, una pequea espada que Viviana hizo forjar a los gnomos artfices del fondo del lago. Tena grabado en la empuadura el nombre de VivianaY el de Galaad Lanzarote inclina la cabeza, abrumado bajo el peso de su terrible inquietud. Cmo salir al encuentro de su maestra, de su hada madrina? Fingir una jaqueca, se quedar en el castillo para proteger a la reina, junto a la cual todos los recuerdos se convierten en pavesas. Juntas las manos, Ginebra y Lanzarote rogarn al Altsimo por el feliz xito de la expedicin. Porque nadie quede prendido en las redes asesinas de algn espritu burln. Porque vuelvan a Merln al crneo del castillo y Viviana contine recogiendo infantes al borde del lago, en su verdadero papel de hada madrina. Qu empuj ala hechicera a arrastrar a Merln? Cmo el sabio pudo, ya nevada su cabeza, dejarse llevar por la eterna juventud de Viviana? Acaso el amor nunca se da por vencido, acaso prosigue enturbiando nuestra mente hasta la decrepitudSe lo dir a Ginebra aquella noche. Te amar piensa decir aunque mi cuerpo se desmorone y mis ojos apenas gocen ya tu hermosura. La nieve de mi invierno se convertir en ascuas al llegar a mi pecho Ya Lanzarote ve en Merln no al cerebro del castillo, sino al corazn. Y fue Viviana la genial recreadora. Es maestra del amor. El mismo Lanzarote no aprendi de ella a amar desafortunadamente a su alta dama? Cmo le acongoja pensar en esta ofensiva a la escuela del amor y del saber! Y de nuevo el nio Galaad torna a correr por el mismo borde del lago

Caballeros de la Mesa Redonda! Vuelve a gritar el rubicundo Didonel. Vayamos por parejas al bosque. Busquemos, investiguemos! Al azar? Al azar. Y el cielo nos proteja. Se levanta la sesin y se disponen a salir. Partirn sin rumbo fijo, despus de or las preces del capelln. Ginebra aconseja proceder con astucia. Teme las armas de Viviana; teme la risa, su acerba irona. Viviana guarda en su carcajada un manojo de secretos que, al dispararlos sobre la hostil mesnada, enrojeceran los rostros de los ms glidos paladines. No olvidar nunca que la Mesa Redonda inaugur sus hazaas persiguiendo unos cuernos de oro. Entretanto, Bernardino llega hasta una ventana abierta sobre el foso. Saca del pecho el pergamino y se dispone a destruirlo y arrojarlo; pero antes lo lleva amorosamente a su pecho, lo acaricia, busca el nombre idolatrado, lo besa, aun a riesgo de quemarse la boca Comienza a romperlo; pero recorta cuidadosamente el trozo donde esta escrito Viviana. El resto lo va arrojando al foso. Un centinela grita: Qu arrojas ah? Un secreto de Estado. Es orden de mi seor Franconio. Pero los trozos no llegan al suelo. Los arrastra el viento unos instantes, el mismo viento los agrupa y recompone. Bernardino advierte aterrorizado que alguien le arranca del corazn el trozo oculto. Es el mismo viento quien lo conduce a los otros, quien lo incrusta en su exacto hueco. Y, ya reconstruido, el pergamino caracolea un momento en el aire, toma bien la direccin del sabio. Se introduce, diablico, silbando irnicamente, en el vaco y mudo crneo del castillo.

EL HECHIZO

Entretanto Viviana se sienta en las rodillas de Merln, y forja con los dedos un peinecillo de ncares, que recorre amorosamente la barba del mago. Descansan bajo un roble, junto a la fuente de las hadas. Un poco de tul subraya los finos relieves de Viviana, su tez suave, amasada con el sol y espuma verde de los bosques. Por qu el implacable Tensin la llam siempre falaz y taimada? Por qu prodig tanto el tremendo y teolgico vocablo sierpe? S, en efecto. Viviana es la viborilla de los capiteles romnticos, que crece y se refina en artes de fascinar, a lo largo de los claustros ojivales. Es la temible y adorable sierpe de toda serenidad paradisaca, con Adn o con Arturo. Es la mensajera de la torturada inteligencia; es decir, de Luzbel. La inteligencia es el mismo demonio. Viviana es tambin el mismo demonio. Cuntame el viaje de Diana, mi blanca abuelita susurra VivianaQuiero ortela a ti, sabio mo, porque en tu boca la historia ms descolorida se llena de luz. Merln cuenta el viaje de Diana a estas frondas bretonas. De todos los bosques, prefera el de Brocelianda, donde los ciervos solan tener cornamenta luminosa, como de plata encendida. En tiempos de Virgilio, poco antes de la llegada de Jess, Diana caz en estos bosques durante algunos aos y, al borde de este lago, se hizo construir por los sufridos proletarios de la mitologa, por los gnomos, una quinta de mrmol, donde vena a descansar de sus largas excursiones. La acompaaban dos ninfas, que le llevaban el aro y las flechas; pero una noche en que las ninfas quedaron muy atrs, cay de un roble, riendo como un loco, un doncel hijo del rey de este pas que haba seguido los pasos de la divina cazadora. Diana se lo llev a la quinta y, aquel mismo da, le hizo jurar que renunciara a su trono por seguir a la amada. As lo hizo el aturdido joven, y entonces ella lo llam Fauno, sin importarle mucho el alto linaje del mancebo. Durante dos aos la divina noctmbula pas los das con el doncel, ebrio de jbilo, porque la blancura de Diana aturde como aturde el rojo vino. Pero, transcurrido ese tiempo, Diana se enamor de otro doncel, cado de un lamo cuando, en pleno xtasis, contemplaba a la divina husped de las sombras. El nuevo amante se llamaba Flix y era de baja condicin, pero Diana quera ignorar siempre estas menudas circunstancias de los hombres. Y entonces Flix sinti celos de Fauno, y dijo a la Encantadora: O Fauno desaparece, o desaparezco yo de tu lado. Tan profundo es su amor, que jams ha de dejarnos tranquilos.

Y resolvi Diana hacer morir a Fauno. Un da el hijo del rey, herido por una flecha, lleg tambalendose a este lugar donde corra un manantial que tena el poder de curar sbitamente. Pero hall seco el manantial. Una de las ciervas de Diana lo haba herido; la otra ninfa haba secado el manantial. A las quejas de Fauno, acudi la Encantadora, diciendo: Se sec el manantial, pero puedes curarte de este modo: Tindete aqu, en el cauce seco, y procura dormir. Yo te cubrir con hierbas medicinales, olorosas. Fauno se tendi, y entonces Diana dej caer una gran piedra que fue la lpida de Fauno. Por las junturas derram plomo derretido, hasta consumir rpidamente el cuerpo del galn. Entonces fue al encuentro de Flix y le cont lo ocurrido; pero l, temblando de clera, grit: Prfida! Quin podra quererte despus de tan villana accin? Y, agarrndola por las trenzas, le cort la cabeza. Se oy una estrepitosa carcajada. Se vio huir el cuerpo de Diana, seguido de sus ninfas, todo blanco y retozn. Por la gran herida del cuello brotaba un surtidor de nieve y azucenas. Todo el bosque retembl con la huda, y ya nunca volvi Diana a corretear por l. La bruma envolva todo el campo. Slo algunas noches pasaban por las cimas de los rboles, salpicndolos de blanco roco, la husped inasible Y Flix se volvi loco. Mucho tiempo anduvo mirando hacia lo alto, recibiendo en plena frente las gotas de lo que l crea sangre de su vctima. De una de sus hijas naciste t. Y el sepulcro del Fauno est ah. Lelo: Aqu yace Fauno, amigo de Diana. Ella lo amo con gran ternura, pero le hizo morir cruelmente. Siempre mi abuelita fue muy aturdida. Como su nieta. Viviana se acurruca bajo la hopalanda de Merln. El pecho del mago retiembla al sentir enroscrsele la irresistible viborilla. Merln es hoy un nido, un regazo. El que fue siempre atalaya, telescopio! Los rizos sombros de Viviana dibujan en la honda blanca que fluye de las mejillas de Merln menudos guios irnicos. Son como vivarachos trinos en una grave pgina de canto gregoriano. La seduccin est cumplida. Merln ha inclinado la cabeza; sus labios se posan en los ojos penetrantes de Viviana. Dentro del hechizo van saltando todas las espirales que le mantenan rgido, inflexible, ante la frgil belleza. Adoraba el concepto puro; pero Viviana hizo trizas el concepto y se instala en su lugar, delicioso campen de lo concreto. Merln adora ya a Viviana. El hada se desprende de los brazos trmulos del sabio y comienza a triscar sobre la hierba. Canta y danza alegremente. Corona de amapolas y violetas a Merln. Repite una cancin de Lanzarote, donde se habla de la incertidumbre del amor. Habla a su amante de las bromas de la gloria, de la dulzura de morir amando. Nada hay ya firme dentro de Merln. Comienza a dudar. De s mismo, de su sabidura, de todo lo que no sea su vehemente deseo de hoy. Ya mira recelosamente a la posteridad, que no sabr juzgarle. Dentro de Merln se van desmoronando las ideas anquilosas que en l fue amontonando el facistol. Porque Viviana lo ha subido a un alambre, donde Merln comienza a baliar nerviosamente. El grave sitial se ha convertido en un trapecio. La sala capitular, en una pista. Merln, Merln Ests a punto de adiar a Plotino tu hosco y sucio camarada; ests a punto de proclamar lo ingrave como nico de toda firme y viva arquitectura. Ests a punto de declarar a tu cuerpo ese cuerpo que te ense a odiar Plotino rey y seor de todo el pequeo mundo humano. Tu cuerpo en total armona, no como el castillo de Arturo, donde cada porcin est en pugna con el resto. Tu cuerpo en ritmo perfecto de ademanes e impulsos con la cpula del crneo, bajo el cual zigzaguea el pensamiento, y esa eterna, esa nerviosa viborilla de la duda, Viviana sagaz, a un tiempo delicia y tortura. Con el pecho abombado por un tropel de emociones, que se ensancha a cada estmulo que viene a dar en l con el cuento de la lanza. Con tus pies y tus manos, que realizan o vacilan, que se adelantan o retroceden, que se deciden, al fin, por obedecer al ukase de la graciosa dictadora. Tu cuerpo en total armona, no como en el inhumano retablo medieval, donde la mitad

inferior es desdeada o hundida en tinas de hirviente pez, donde los Lanzarotes y Ginebras se enfrascan en un amor que sabe a culto, donde la mujer sabe a concepto puro, es decir, a nada. Viviana vigila a Merln, lee en si frente. Qu se est fraguando all dentro? Hoy no puede ser una teora filosfica, sino un puado de versos. A las preguntas de Viviana, contesta el mago: Estaba departiendo con mi peor enemigo, con el insaciable Cronos. Me estaba burlando de l. Escucha: Ya no te tengo miedo, viejo glotn, aunque devores mi caudal e minutos o de siglos, mi vida a flor de piel, que t en vano marchitas. Asistir desde lejos al banquete; me reir de ti, de tus dientes voraces, que en vano intentan clavarse en la verdad de mi vida. Porque, ya, qu alta valla entre tus dientes y mi vida! Qu muro transparente! T ah, detrs, creyendo que me engulles; yo aqu contemplndote desde el suave recinto de estos brazos. Desde el claro de luna de esta frente, desde el menudo crter de tus besos. Desde estos otros dientes deliciosos que, en vez de triturarme, me construyen. Estarn siempre abiertas sus pupilas para avisarme de tu brinco, de tu zarpa traicionera. Cmo, as, tener miedo, fosco anciano de barba ensangrentada? Te cedo mis instantes huecos, fros, mientras yo aqu, al borde de estos ojos, fabrico un nuevo tiempo inaccesible. Porque de cualquier da lejos de ella quedar apenas un instante, pero del minuto inagotable en que ardan juntas nuestras vidas har un da sin noche, sin cansancio. Me mirar ese da aos eternos, y borrar de mi ntimo almanaque el resto intil de horas, de centurias. No cuentes con nosotros; mi reloj no quiere obedecerte desde que un da te sorprendi desconcertado, porque no sabes, no, medir el xtasis! Ebria maana en que rompimos, locos de jbilo, tus leyes; en que ella quebrant los viejos cdigos y se arroj, vibrante, a mis alturas. A esa llama, a esa cumbre donde t ya no riges, no muerdes, no transcurres! Alta pira, inaccesible, indcil siempre a norma, a ritmo de aqu abajo que ella misma no invente y vivifique. Hurao Cronos de la barba lauda: engulle neciamente nuestros das sin tutano, nuestras horas sin mdula; puedes devorar nuestros despojos. Nunca podrs llegar hasta la cumbre, blanca de luz de estrellas, donde la gracia y el saber se funden.

Torren de cristal, de ti lejano, en un hoy, en un siempre gozoso, hora presente y nica, viva llama que nace de estas dos puras fiebres enroscadas. Viviana sigue leyendo en la frente de Merln. Y de pronto recuerda que el amante oculta un hechizo por el cual los hombres se convierten en inmviles estatuas. Y entre zalmoneras pide al mago aquel hechizo. Hay un libro, apenas de veinte pginas, y aunque stas con mrgenes muy anchas, donde as lo cuentan los juglares aprendi Merln aquel secreto. Cada pgina tiene en el centro un pedacito de texto no mayor que un borroncillo, y en cada borroncillo se esconde un tremendo conjuro escrito en un idioma hace tiempo extinguido. Las mrgenes estn llenas de garabatos, de renglones apretados, cruzados por otros tambin muy juntos. Aqu est la exposicin del texto y la condenacin de cada hechizo. Todo oscuro, embrollado. Pero Merln pas largas vigilias descifrando los mrgenes. Nadie, ni aun Merln, puede leer el texto; slo Merln puede leer el comentario. Viviana redoble sus mimos. Merln se niega a revelar su secreto, cada vez ms dbilmente Pero, al fin, sucumbe bajo una lluvia de caricias. De pronto, Viviana se lanza de las rodillas del mago blandiendo un arma nueva. La paga con un beso largo, interminable, y loca de jbilo se dispone a esgrimirla, brincando, como David, ante el primer vestiglo que asome por el bosque. Entretanto, Sagramor y Didonel, con sus escuderos, recorren el bosque preguntando por Merln. La Mesa Redonda reparti sus caballeros por toda la comarca. A los cuatro jinetes precede Ogrin, el ermitao Ogrin, que sigue la pista a todos los amantes, hoy ms que nunca frentico, encolerizado por las hirientes bromas de Viviana, por la que siente un odio negro, como lo siente por el mismo Satans, de quien la cree mensajera. El ermitao Ogrin, que recorre la selva comiendo, como el Bautista, langosta y miel silvestre, vestido de esparto, bebiendo el agua en el hueco de sus manos, se adelanta a los dos caballeros, diciendo: Quiero hacer la seal de la cruz ante la hechicera. Cuando haya abatido su poder, acercaos. El diablo padre de Merln nada podr contra vosotros. Seris inexpugnables. Ruido de armas, de corceles, de ramas sacudidas al pasar. Voces enfurecidas. Viviana se adelanta, con la sonrisa en los labios, en direccin de Ogrin. Es un puro embeleso este cuerpo flexible, hecho de juncos, de ncares, de pmpanos verdes. Cuando Ogrin va a trazar sobre el hada el signo de la cruz ella rompe a rer alegremente. Se filtra un rayo de luna por las ramas de los fresnos, desciende hasta Ogrin, lo envuelve en un tenue cendal blanco Es Diana, que se precipit a ayudar a su nieta. El conjuro detiene la mano de Ogrin en su punto ms alto, cuando comenzaba a trazar el signo de la cruz. Y all queda el intrpido bretn, con todos sus harapos, en la actitud del Bautista maldiciendo a la madre de Salom. Todo de mrmol, rgido para siempre, sobre una pea, al borde del camino. Mientras los caballeros, llenos de pnico, retroceden. Viviana sale al encuentro del rubio Didonel, que la rechaza, agresivo. Nada queremos contigo! Venimos en busca de Merln. Noble maestro! prosigue en alta voz. Al fin te encontramos. El castillo de Arturo est decapitado. Vuelve con nosotros! Viviana se interpone, no deja hablar a Merln, dice tmidamente a los recin llegados: Os llevaris a Merln; pero antes quiero obsequiaros con mi vino y con mis danzas. Aparta, maldita! Van a prorrumpir en insultos; pero los contiene la barba de lino. Azorados, dejan obrar a Viviana, que comienza a girar en torno a ellos, repitiendo las palabras del hechizo. Cuando Merln se da cuenta ya el hechizo comienza a producir sus frutos, y los dos caballeros, poco a poco, se van endureciendo, acartonando, petrificando. Los escuderos, llenos de terror, corren a dar la noticia. Qu has hecho, desdichada? Vers, Merln. Los pondremos uno a cada lado de la fuente para que asusten a los pjaros. No me rias. Slo eran dos armaduras, y eso lo siguen siendo. Lo seguirn siendo eternamente. El hechizo no pudo paralizarles el espritu, porque apenas lo tuvieron. Son eso que ves: un duro

caparazn. Nada han perdido. He realizado su deseo: convertirlos en estatuas, detenerlos en su gesto ms ufano. En una galera del Museo Mitolgico los pondremos de centinelas. Merln quiere romper el hechizo, volver al torren, huir de los brazos de Viviana. Es en vano. La hechicera cie con sus brazos desnudos la cintura de Merln, y el pobre cuerpo, encendido, se doblega, se relaja, se rinde. Ven, viejo mo. Volveremos al palacio de Arturo, aun palacio de Arturo que yo voy a construir. Quiero ofrecerte un peregrino espectculo. Soy duea de tu hechizo, como t lo eres de los mos, y puedo tambin ser, como t, profeta. Quiero que asistas a uno de los trances ms famosos de la historia que comienza. Hablo naturalmente de la historia del espritu, no de la que puedan continuar esos fantasmones de hierro que pululan por la corte del pobre rey Arturo. Es un espectculo nacido de mi misma travesura. Una vez ms asmate a la fuente de las hadas.

ALTISIDORA

Amanece. Lo anuncian los pjaros, lo subrayan las hojas. Porque desde los rizos del agua viene triscando un fresco y retozn airecillo. Del pecho de Merln han desaparecido las negras guedejas, el pcaro rostro de Viviana, que haba all reposado toda la noche.

Se levanta, sobresaltada. Dnde estar Viviana? Qu nueva travesura andar urdiendo? Habr salido al camino a conversar con los labriegos, transformada en vieja mendiga, como ayer? Cmo le divierte conocer as las noticias de la corte! Loa campesinos deforman las noticias, cambian los nombres a los hroes, atribuyen hazaas de uno al otro. Picotean en el honor de las damas, inventan orgas, ritos diablicos, escenas de sangre y de lujuria. Al desparramarse por el campo, la vida de los castillos se nutre de ancdotas que haran sonrojar a un verdugo, se salpica de cieno. O, al contrario, si se trata de algn santo varn su vida se va enriqueciendo y elevando a lo sublime. En el campo todo pierde sus verdaderos lmites. El vicio desciende a la extrema abyeccin, la santidad sube a las ms altas zonas de la gloria. Y el amor slo puede ser de barro o de diamante, bestial o anglico. El de Viviana ha sido inscrito en la tabla de los ms viles. Y Merln aparece ya como una vctima de cierta diablica trama, urdida en los infiernos para destruir el reino de Arturo y ensanchar los dominios de Marco el infiel. Porque los juglares se precipitaron a divulgar por las cabaas y cenobios la gran noticia. Triste epopeya la de Merln, arrancando a sus estrellas por una legin de negros demonios presididos por Viviana, disfrazada de ngel y poeta! Viviana trajo al bosque algunos versos: Sus alas son de murcilago, Huelen a betn y a azufre. Sobre la selva, azorada, Forman una negra nube. Las puertas abre Viviana A la infernal muchedumbre. Al torren del castillo Todos en silencio suben Al recordar los versos Merln no puede contener una carcajada. Viviana, desde lejos grita: Viejo mo! All est, sentada bajo un chopo, a orillas del lago, contemplando el ir y venir de los insectos. Merln se acerca y le pregunta: Dnde estabas? Qu hacas? Estuve serenando el agua. El aturdido Ariel nos haba enviado una brisa impertinente. Pero ya he logrado que todo se serene, para ver juntos, viejo mo, lo que ocurre aqu dentro. Mira. Ya el agua es transparente, como el aire. Qu ves en el fondo? Un hombre inmvil. Bajo esta lente mgica quiero que vibren los hombres y los siglos. Dejemos por hoy a los aturdidos juglares que no nos comprenden. Qu ves ah? Veo el patio de un castillo. Tambin t ests ofuscado. No es castillo, es una venta. Es el corral de una humilde hospedera del Sur. Veo una lanza. Prodigiosa transformacin! De pronto, en el corral, brota una lanza, un retoo en medio de la paz aldeana. Es un puntero enfilado hacia los dos, hacia la enorme pizarra donde cada guarismo es un orbe maravillo. Porque all adentro abre la noche sus abanicos de estrellas. Que giran en torno a un pozo, a un caballero esqueltico, aun bacn. Y esta lanza es la perpendicular trazada desde un astro al plano montono de la tierra. Eje estremecido de todo un orbe espiritual nuevo. Delgado puente tendido entre dos mundos. Tallo enjuto que arranca de una tierra esquilmada y se hunde en la sombra, vibrante por la savia que recorre el brazo de un loco. Trmulo pararrayos que hace besarse dos fluidos, el sublime patetismo que rezuman las nubes y la carcajada risuea de la razn que se re de s misma.

Quiero dice Viviana provocar en la punta de esa lanza un ozono, una temperatura enrarecida que no puedan resistir todos nuestros guerreros petrificados. Yo arrancar de esa punta de hierro chispas geniales. Qu intentas? Merln, Merln Ahora me toca a m profetizar. Calla y mira Ves a ese muchacho asomado a la ventana? No puede dormir. Pas la jornada acurrucado en una carreta que le dej tullidos los huesos. Oye, Merln, los ruidos de la ventana. Hombres, pjaros, mulos, perros Y las risas destempladas de dos prostitutas que luchan con los arrieros por algn maraved. Vagos gemidos de catres agobiados por cabriolas placenteras. El rapaz abandon su montoncillo de paja y contempla la noche colmada de luceros. Esta noche de tus tiempos, Merln. La noche en que tus tiempos van a desvanecerse bajo la sal del genio. Se van apagando los candiles, con todos sus nimbos de borrosas caras, de mohines pcaros. Slo quedan las estrellas jugando al escondite entre las nubes, retozando tras los aros de sus rbitas, que parece van a romperse en un choque con los ebrios cometas, con esas estrellas aturdidas, disparadas por algn serafn mal entrenado. Ese hombre est contando las estrellas. S. Pretende sorprendes la luminosa telegrafa que gobierna en silencio los mundos? El divino idioma incomprensible? No. Es un loco. Slo pretender lo que yo quiera, Merln. Es Lanzarote, que suea con la reina. Cmo? Ya vers. Mira cmo avanza de puntillas las dos mozas. Vienen desgreadas, hmedos los ojos, con restos de vino en el pecho, medio desnudas. Quieren ofrecer al loco una virginidad ya muchas veces revendida. Son las dos primeras mozas que vienen a rerse de ti. De m? De ti, de nuestros caballeros de hojalata, de nuestros guerreros de piedra, de tus libros cabalsticos, de toda tu Edad, de todo tu mundo. Y ya las ves, son dos infelices en venta. Despus vendrn duquesas, doncellas andantes, damas doloridas, burguesitas acongojadas por contradicciones. Pero haba que comenzar por el peldao ms bajo Las doncellas y el rapaz, de pechos en el alfizar, siguen contemplando, escruta el nuevo fenmeno venteril. No gusta de que le interrumpan. Las mozas conocen los arrebatos del loco, que acaba de poner a un arriero en trance de morir, y enmudecen. El loco nada ve, porque los tres rostros estn sumergidos en la sombra que proyecta el alero. Cansado de atisbar, suspira profundamente, piensa en alguna travesura de Viviana, piensa en Merln, en Arturo, en la Mesa Redonda. Hunde los ojos e el pozo, de donde espera ver surgir una forma de mujer: Ginebra o Beatriz? El loco no se aparta del brocal, ventana abierta hacia la intimidad de la tierra, por donde se vislumbran, all abajo, esos ojos azules, tan serenos, del agua que amamanta las races. Al brocal abre un sendero hacia el pas de los fecundos silencios. Por l se va a la ciudad encantada. Por l se va hacia el perenne regocijo creador. En la caliente entraa de la tierra se dan cita los grmenes para lanzar, jubilosos, contra la dura epidermis, su lluvia de flechas verdes. Pero el loco nada sabe de esas cosas y sigue pensando en vagos esquemas de mujeres. Y las mozas, al or suspirar al husped, suspiran tambin cmicamente. Va abriendo el loco ondas risueas que rebasan el corral, que saltan al campo, que inundan los caminos, que van mudando el paisaje espiritual del orbe. Este loco es un signo de admiracin, es una firme antena, es, adems, una columna de escarnio. Bosqueja el gesto soberano de la fuerza capaz de mantener enhiesto un smbolo. Va a ingresar en una Orden nueva de Caballera, donde l ser el gran maestre y el caballero nico. Qu mentecato! dice Merln. Ya te conozco. Eres el mismo hombre del estuche de luz. Un comediante! Dnde aprisionaste ese fantasma?

Es un mueco genial. Ahora mismo va a ser armado caballero. En el castillo de Arturo no me dejaron comenzar la ceremonia. Una farsa! Sernate, Merln. Contempla el severo ritual Brota de los establos una tmida lucirnaga. Es el ventero, con un cabo de una vela en una mano y un libro en la otra. Les hace seas a las mozas y al chicuelo Acuden todos. El muchacho sostiene el cabo de la vela y el ventero busca una frmula entre las cuentas del pienso: la oracin ritual por la que un hidalgo espaol loco ha de convertirse en genial caballero del mundo. De aquel librote, lleno de rateras, va a salir la palabra mgica. De all, de all, mejor que de ningn tieso antifonario. Quien toma bacines por yelmos, pencos por alazanes, meretrices por vrgenes y truhanes por caballeros, bien puede tomar el libro de la cebada por la Biblia. Muchos ideales menesteres le han sido confiados a este loco. La ceremonia esa momia rgida, helada que queda de las religiones cuando de ellas se ha exprimido la mdula es esta noche puesta en la picota. A Merln le acomete un furibundo deseo de lanzarse ala agua, de destrozar al fantasma. Quieto, Merln! Sigue contemplando al loco. Ahora el libro comienza a hervir de signos mgicos, como el tuyo. El ventero est mascullando alguna deuda fielmente anotada. Dos piensos, tres piensos no cobrados Los nmeros ms viles vuelven hoy a ser aquellas antiguas cpsulas repletas de sentido. Se ve temblar la llama entre los dedos del muchacho. Se ve a las dos meretrices ceir al loco la espada, calzarle las espuelasSe mofan de su propia virginidad alquilada, que el husped cree intacta, como el libro del pienso, se mofan de los Santos Evangelios, y el cabo de la vela, de las siete lmparas, y las brbaras frases del ventero, de todas las frmulas de Merln, de todos los hechizos por los que se crean los reyes, los pontfices, los dioses! En esta noche, no se resquebrajan, no se derrumban todos esos espectros que suele apuntalar la lanza? Este falso caballero es el eje de una esplndida mascarada. Viviana y Merln no estn contemplando, en plena noche de los tiempos, la transmutacin de todos los valores? Todo se sumerge y se deshace en medio de una danza jovial. Quin invent el humorismo que nunca podr ninguna Mesa Redonda comprender? Quin invent esa lanza que ahora est apuntando a las estrellas, presta a hundirse en el vientre de cualquier malandrn? Yo invent ese brocal abierto hacia las frtiles entraas de la tierra dice Viviana. Yo invent ese camino hacia el febril latido de los grmenes incansables que hoy producen una espiga y maana un genio. Djame, Viviana. No, sigue mirandoReconoces esa figura esqueltica, enlutada, que se acerca sentada en una carroza? Esto es una farza de villanos! Han querido burlarse de m! Merln se encrespa. All est su propia caricatura, a los pies de una ninfa envuelta en mil velos de seda de plata. Suavemente llega a los odos de Merln una msica de chirimas, de arpas, de lades. Y la figura se alza, se descubre, dejando ver la mesma figura de la muerte, descarnada y fea. Merln, convulso, dice a Viviana. Quin es el audaz que as se burla de m? Te ceg la clera, Merln. Dnde est tu poder de adivinar? Es un poeta quien as te dej en los huesos. Pero aun no acabaste de sufrir. Has de escuchar tu propia voz. Mrate bien Vas a recitar unos versos. No te asustes. No son tan malos. No siempre de tu boca han de salir frmulas cabalsticas. T me has transfigurado. Recitar versos, como en un torneo banal de poesa y de amor Qu decadencia! E inclina, abrumado, la cabeza. De lo profundo van saliendo los versos cervantinos: Yo soy Merln, aquel que las historias Dicen que tuve por mi padre al diablo

(Mentira autorizada de los tiempos), Prncipe de la Mgica y monarca Y archivo de la ciencia zorostrica, Enluto a las edades y a los siglos Que solapar pretenden las hazaas De los amantes bravos caballeros, A quien yo tuve y tengo gran cario. De los magos o mgicos contino Dura la condicin, spera y fuerte, La ma es tierna, blanda y amorosa, Y amiga de hacer bien a todas gentes. En las cavernas lbregas de Dite, Donde estaba mi alma entretenida En formar ciertos rombos y carteres, Lleg la voz doliente de la bella Y sin par Dulcinea del Toboso Merln no puede resistir ms. Se tapa los odos, se aparta bruscamente del agua. Viviana corre tras l, diciendo: No quieres asistir al desfile? No. Es demasiada burla. Renuncio a contemplar en esos espejos deformados. Esto es el futuro? Lo ms sublime puesto en manos de farsantes. No! Prefiero volver al castillos de Arturo, sufrir al capelln, padecer un rey bobalicn, una reina infiel, unos pajes insolentes. Vers a Altisidora burlarse, como yo, de Lanzarote. No, no. Eso es cruel. Lo fue siempre la vida con cuanto quiere huir de ella. No puedo seguir tus travesuras. T no tiene edad; yo soy de estos siglos. Slo mis nietos podrn caer en tus brazos, Viviana. Descansa en mi seno, hazte nio en mi regazo. Quisiera volver al castillo, derrumbarme con l. Soy su cerebro. Tu puesto son mis brazos, no el sitial del castillo de Arturo. All piensas, pero no dominas. Aqu, mis travesuras son tus dciles siervas; slo tu pensamiento es el rey. Y, cundo, en dnde, podr ser el rey el pensamiento?

EL BALADRO

Merln recorre el bosque del brazo de Viviana. Al pasar los amantes, las ramas se inclinan, los arroyos acrecen su caudal, los troncos rebrillan ms tersos, los pjaros multiplican sus primores. Pero Merln avanza cabizbajo, silencioso. Re conmigo, Merln. Olvida al Caballero de la Triste Figura. Alza esa frente, que yo voy a desarrugar con mis besos. Quiero presentarte a mis dciles gnomos, que usan barba florida como t. Y a Mab, la diminuta. Y a un silfo, que tae el lad hecho de juncos. Titania, mi gran amiga, te contar sus divertidos sueos. Merln nada responde. Quiero presentarte las maravillas de mi reino. Mira esta gruta, sintate en esta silla de troncos. Hace siglos hubo cerca de aqu un monasterio. En esta silla se sentaba un juglar, a quien los monjes hospedaban a cambio de himnos para las fiestas de los santos, que el juglar compona con facilidad y galanura. Pero un da los monjes sorprendieron aqu sentado al diablo. El poeta haba compuesto un licencioso epitalamio para las bodas de una alta princesa. Antes de acabar de leerlo, el padre, ofendido, lo arroj de la mesa del festn y, por temor al abad, no mat al atrevido. Mientras el poeta acuda al banquete, el diablo ocupaba la silla. Por toda la comarca circularon coplas de aquel apitalamio, hasta enfurecer al prncipe, que delat al juglar. Fue el insolente condenado al tormento de la gota de agua en esta misma silla, y aqu muri repitiendo obscenos endecaslabos y blasfemias No me escuchas? S. Todo el bosque esta embrujado. Tambin cuentan que Juno, arrojada otra vez del Olimpo, vino a pedir albergue al monasterio, disfrazada de azafata. Minti que le haba despedido de la corte por intrigas del bufn, y el abad lo crey todo. Le hizo sentar en el csped, le trajo de comer y all qued dormida. Al da siguiente el mismo abad le condujo a esta gruta, donde Juno, mientras dorma, despert los apetitos del abad. El abad quiso besarla, pero Juno despert y, llena de olmpica soberbia, dio al monje una ruidosa bofetada, que fue reproducindose por el contorno. Porque Juno, sabio mo, no quera

abades, sino dioses y subdioses. El abad se coloc un pauelo, como si le hubiera atacado un terrible dolor de muelas; pero durante un ao no se le desinflam la mejilla. Tuvo que ir a confesarse con el Papa, y al volver de Roma levant aqu un baldaquino a la Virgen Madre, que despus destruyeron mis gnomos. Pero las gentes llamaron a este lugar La siesta de Juno Qu tienes viejo mo? Nada. Pensaba en ese infeliz monje. Otros dicen que ella no era Juno, sino cierta altiva castellana, fugitiva de un caballero que la sorprendi en brazos de un juglar. Lo cierto es que desapareci de esta comarca sin dejar ms huella que una tremenda hinchazn en la mejilla del abadCrees t en la vuelta de los dioses? Querrs decir en la reaparicin de. Porque estn siempre entre nosotros, eso s, bien escondidos. Cundo asomarn definitivamente la cabeza? Cuando Viviana los llame. Eres diablica. Te quiero, Merln. No quisiera aburrirte mucho con las leyendas de mi bosque. Pero haca falta en tu cerebro un poco de bruma de poeta. Cegar los ngulos de esa pura geometra de tu razn con lindos arabescos. Te dejas definitivamente engaar, sabio mo? Flota la barba de Merln, segn el capricho del viento, y sus deseos, segn e capricho de la amante. Lejos del atril, de su anteojo y sus pergaminos, siente que se le va haciendo visible el sentido profundo de la vida. Por cada estrella que se le huye, rozan sus dedos la epidermis satinada de un flor; por cada yerto smbolo que se borra, acaricia sus pies el lomo curvo de una vida palpitante. Merln va asistiendo a una lenta resurreccin de las cosas. El brazo de Viviana le pone en ardiente contacto con la misteriosa electricidad de la tierra. Tena el orbe encasillado, Merln; eras el mejor entomlogo del orbe, viejo mo; pero el orbe se te iba helando entre los dedos, se te iba petrificando all, en tu torren. Creas tocar una vida y slo tocabas un esquema. De las cosas slo te llegaba su irradiacin abstracta. Vivas en un mundo categrico Pero me fatiga perder mi pensamiento a tanta cosa voluble y caediza. Tu inquieto mundo abre ante m, cada minuto, una encantadora rosa de los vientos. Comienza a ser vctima d eun aterrible dispersin. Merln, viejo mo Antes podas formular una ley; pero no es mucho ms humano formular una duda? Eres cruel, Viviana. De la roca firme, en efecto, me has lanzado a una lancha que perenne zozobra. Te has incorporado a la verdadera vida. Ahora lejos de tus abarquillados pergaminos tu ritmo es el mismo ritmo de estos rboles, de estos insectos, de esas nubes. Yo que slo miraba hacia los astros! De los astros slo baja la fra luz de una norma. De la tierra sube siempre el clido jadeo de una fecundacin. Yo, que slo contemplaba el cielo! El cielo es una cosa que nosotros mismos creamos contemplndola. La tierra es algo que, al contemplarla nos crea. Yo, que slo saba la ciencia de los nmeros exactos! Pero olvidabas la ciencia de las cosas humildes. Eras altanero como uno de esos dioses que no aceptan la duda. Era preciso que yo prendiese en ti mi incurable fiebre. Dame un beso. De pronto, un estruendo. Los Caballeros de la Mesa Redonda van juntando sus parejas, avanzan ya en escuadrn por lo ms espeso del bosque. Cuando tropiezan con el rubicundo Didonel, hecho inmvil estatua, prorrumpen en alaridos, en maldiciones, en blasfemias. Algunos, medrosos, retroceden. Otros ms audaces, prefieren seguir la pista de los encantadores, arrostran locamente el peligro de ser incorporados al reino mineral. Nos buscan, Viviana. Poblaremos el bosque de estatuas.

Son amigos de Arturo o esbirros de Marco? El rey Marco no piensa ya en nosotros. Recuper a Isolda, la de los rubios cabellos, y todo lo dems le deja indiferente. Cmo lo sabes? Titania, mi amiga, me lo cont esta noche. Marco no ha advertido nuestra burla. En cambio, Arturo ha ledo mi mensaje. Qu mensaje? Lo escrib mientras dormas y lo clav en tu facistol. Un reto? Una broma. Quiero volver a mi ciencia, que calma; descansar de tus nervios, Viviana. Me fatiga tanta inquietud. Djame! Descansa aqu, viejo mo, en la hornacina de este tronco. Por qu no salir al encuentro de las buenas gentes de Arturo? Al fin, son mis amigos. Querran llevarte enseguida a tu inmvil sitial y t perteneces a la vida libre. A la vida nerviosa, abrumadora, querrs decir. No hay otra. Slo la muerte no desmorona mi fatiga. Y yo no quiero que mueras. Descansa aqu, viejo mo, en el hueco de este roble. Durmete al abrigo del aire y del sol, mientras yo salgo al encuentro de la Mesa Redonda, que pretende arrebatarnos. Los convertir a todos en piedra. De toda la corte de Arturo har un ejrcito de estatuas. Quiero que, en largas filas uniformadas, adornen las avenidas del mundo para que las institutrices enseen mas cmodamente la historia a los nios. Merln, abrumado, meditabundo, se deja conducir por Viviana, penetra con ella en el interior del rbol, se sienta all, en silencio. Viviana le da un beso en la frente y, de puntillas, comienza a girar alrededor del tronco. Las palabras del conjuro son apenas una leve palpitacin en sus labios. Pero a la tercera vuelta Merln lo adivina todo y prorrumpe en su famoso, en su formidable grito: Viviana! Qu has hecho? Viviana!! Durmete ya, viejo mo, hasta que definitivamente podamos los dos, fundidos en uno, dominar la tierra. Descansa ah mientras yo enfurezco y petrifico a estos hombres de hierro y de cuero. Yo volver por ti cuando de todos ellos slo quede su sentido decorativo. Y Viviana se hunde, saltando, en lo ms espeso del bosque en busca de la Mesa Redonda. Los rboles se retiran a su paso, como las aguas del mar ante los favoritos de los dioses. Su alegra se va prendiendo a las ramas, que estallan en vivaces retoos. Va dejando una estela de pjaros, su guardia de honor. Ladinamente, sin ser vista, va girando Viviana alrededor de sus perseguidos. De su boca, eternamente lozana, sigue fluyendo el terrible conjuro. Y cuando los caballeros advierten la presencia de su mortal enemiga es ya tarde para atravesarla con sus flechas. Una argolla de nieve oprime sus gargantas; desde los pies al crneo, toda su carne se les va pavorosamente endureciendo, hasta cambiarse en piedra. Toda la Mesa Redonda est ya paraltica; se convierte en ornamente escultrico del bosque. En los calveros, en la encrucijadas, se yerguen, alta la frente enfurruada, asustando a los pjaros, los famosos paladines de Caradign Excepto Arturo y Lanzarote, que en la gran sala abovedada, uno a cada lado de la reina, ensartan frases sin sentido, comentando la tardanza de sus infortunadas huestes. Excepto Arturo, Lanzarote y Ginebra, cuya parlisis es de otro linaje. Porque es el alma lo que tienen paraltico: el amor ha petrificado dentro de ellos los resortes, las palancas, los espirales de la accin. Aunque, como sus caballeros, son tambin un ilustre ornamento de toda la cristiandad. Blanco tringulo amoroso, incapaz de hacer retoar nada! Conflicto puro! Viviana repite una delgada meloda que acaba de ensearle un jilguero. Despus, acude otra vez al rbol, se cie a Merln, aparta de los labios inmviles los suyos retozones e increpa en voz sonora al marmreo ejrcito: Yo, cuando me plazca, volver a estos miembros queridos la vibracin que hoy les robo; pero vosotros, soldados, cuyas ideas son tan romas como aguda es vuestra espada, continuaris siempre

ah, todo de piedra, cerebro y corazn. Yo, cuando me plazca, har que arda otra vez esta mquina yerta, y de la brasa surgir siempre un Merln nuevo capaz de arder sin consumirse; pero en vosotros nada puede arder ni renacer, hombres indecisos entre el miedo sabidura vergonzante y la violencia falso dinamismo. Siempre ser joven la tierra mientras estalle un beso en nuestras bocas, nio mo, mientras se enlacen nuestros miembros forjando un tronco robusto. Pero la tierra seguir rpidamente envejeciendo en manos de esos hombres cuya ley es desmoronar, aniquilar todo lo vivo. Ah quedad, hombres duros, cuyo cerebro est aqu entre mis manos, ceido con la diadema de mis guedejas! Nunca volver a vosotros esta preciosa ebullicin por quien el mundo es habitable y adorable! Estampa un beso mucho ms apasionado y lento en la boca de Merln, y en voz alta prosigue: Hombres de hierro y de piedra, vanos hombres paralticos, que en todas las avenidas del mundo hacis ondear al viento vuestros intiles penachos: os desprecio! Y se asoma a los ojos profundos de Merln, se tiende junto a l, all se queda embelesada, cautiva. Los tiesos guerreros siguen petrificados. En sus hombros comienzan a posarse los gorriones. Y as sigue. Aun siguen Y cuenta un juglar que el paje Bernardino anduvo buscando a Viviana, sin comer ni dormir, durante dos das con sus noches. Sin miedo al terrible conjuro, recorra el bosque llamando a gritos a su amada, que, en su embeleso, nada oy hasta llegar el tercer da. Empujado por el frentico amor, se iba acercando el doncel a la fuente de las hadas, y Viviana, desde lejos, ley su propio nombre escrito en letras de fuego en aquel angustiado corazn. Sinti lastima del paje. Lo vio a punto de rasgarse el pecho con un pual: tales eran sus congojas, y fue entonces cuando contest a las insistentes llamadas. Qu quieres, Bernardino? Quiero tu amor. No lo querras si me vieses. Los gnomos han arado mi rostro, negruzco ya por el sol. Mi cuerpo ha perdido sus hechizos. Mis miembros, lentamente, se van petrificando. Slo me queda la voz. Cuando t quieras te hablar desde muy lejos. No quiero hacerte sufrir mi desencanto. Maquinaciones tuyas! Quiero verte. Este pual ha de clavarse en mi corazn, que arde por ti, si lo desdeas. No, no es burla. Aljate! Conserva de m la primitiva imagen. Hoy, todos mis aos se asoman ya por los surcos de mi carne, como roedores que agujerean un muro. Huirs de m si te acercas! Ignorabas que yo era tan vieja como el pensamiento humano? Pero Bernardino ya nada escucha y se precipita al claro del bosque donde aguarda Viviana. Al verla lanza un gemido angustioso, intenta clavarse el pualTiene delante a una viejecita, en curva, casi juntndose las rodillas con la punta de la nariz, resquebrajada, de color de ceniza, con un resto de luz en los ojos, con su cristalina voz por todo encanto! Viviana lucha con l, le arranca el pual, que arroja al lago. Pudo convertir en piedra a Bernardino, pero siente por l una gran piedad. Y lo despide con estas palabras: Te mando que vivas. Busca la choza del ermitao Ogrin y all encontrars buen albergue, libros y frutas. Cultiva el huerto y lee en el libro de la sabidura. Necesitamos cronistas que pongan en claro nuestra Edad para que las generaciones futuras nos comprendan y admiren. Bernardino, demacrado, extinto, inclina la cabeza por miedo a tropezar de nuevo con aquellos ojos que un da lo abrasaron, abandona en silencio el claro del bosque sin volver la cabeza. Viviana, lentamente, se va irguiendo hasta recuperar su estatura juvenil; se le van cayendo del rostro el polvo y la ceniza de los siglos; su piel queda tersa, fragante, olorosa; de sus ojos brota nuevamente la luz que sedujo a Merln. Y se restituye al tronco de roble, susurrando: Merln, viejo mo! Cmo poda conmoverme la fiebre de un nio? LE libr de la petrificacin. Ser un discpulo tuyo por amor mo. Merln, mi eterno amor! Aqu estoy, junto a ti, ahora y siempre!

APOTEOSIS

Viviana embelesada sigue contemplando a Merln, dormido. La flotante barba de lino reposa, hecha fibras de alabastro, sobre el inmvil corazn del hechicero. Pero ocurre entonces nadie sabe cundo que la piedra quiere ensayar en esta barba sus proyectos de evasin, quiere dejar de ser masa abrumadora y convertirse en gil instrumento del espritu. Ocurre entonces que en este mrmol quiere pasar del reino inerte mineral al reino vivo de los smbolos. Romper su crcel y alzarse a las nubes, atrevida como un surtidor, exacta como un dardo.

La piedra siente correr por su red arterial un zumo extrao. En lo profundo de ella nunca haba dejado de latir un corazn. En la barba de lino se ensayan proyectos de cardina, de macolla, de gablete. Y Viviana asiste a los ensayos de la piedra. Anuda, destrenza, retuerce las fibras de alabastro, crea maravillosas traceras. Viviana est mirando de hito en hito a Merln, y como en sueos, sigue repitiendo el conjuro, el terrible conjuro por el cual la vida se convierte en piedra Y, entonces, sbitamente se da cuenta del poder de su hechizo: Hacer vivir a la piedra, hacerla entrar en la zona del espritu, castigarla, domearla como un cuerpo asceta, para hacerla dcil instrumento de una idea! Si la vida puede trocarse en piedra, por qu la piedra, al mismo conjuro, no podr vivificarse? Con un dulce salmo, con un versillo insinuante del Cantar, Viviana repite rtmicamente su conjuro. Y todo en torno se va transfigurando. Los cobija una inmensa glorieta, los defendan del sol ramas entremezcladas, los aislaban del mundo enormes troncos; pero todo va rectificando sus perfiles, su color, su pompa intil. De pronto, la glorieta va adquiriendo una clara expresin de eternidad. Las rboles estran sus troncos, las ramas se lanzan con ms mpetus al encuentro de otro empuje semejante. Ya no quedan troncos, sino fustes. Ya no quedan ramas, sino ojivas. Ya no quedan hojas, sino la bveda apretada. Ya no quedan redondeles de sol, sino florones de oro. Y cuando alguna rama rebelde no acierta a encajarse dentro de los haces interiores, brinca a la intemperie y all fragua un caprichoso botarel. Y todos los pequeos monstruos que voltijeaban por el bosque van huyendo de la crcel de piedra, y al querer lanzarse al aire libre quedan presos en la maravillosa arquitectura, ya convertidos en grgolas. Divino conjuro! La piedra ya no es ese pobre cuerpo pesado que tiende a hundirse en el polvo, sino un mpetu sabio y gracioso que tiende a rasgar el cielo. Gracia y sabidura! El conjuro de los dos amantes ha creado un mundo nuevo de formas. Deja inerte a la fuerza bruta, pero empapa de agilidad a la fuerza eterna. Viviana y Merln han inventado un arte! El lamo se ha convertido en palmera; la algaraba, en armona. La luz se ha tamizado, se ha hecho trigo rubio y sutil. Los florones del sol se han extinguido, son como joyas mates, gigantescas, donde se besan los remates de las palmas. La luz est gozando de una voluptuosidad trnasfigurada, porque de pronto se rasgan los muros, comienzan a penetrar en el recinto paisajes enteros luminosos, todas las leyendas de Viviana se van escribiendo en imgenes centelleantes, verdes y rojas, violetas y malvas, amarillas y azules El lecho de Merln se alarga, se cubre de un tapiz de alabastro como el de un devoto fundador, como el del sabio fundador de un arte peregrino. Viviana se tiende junto a l, con un dedo en los labios, inclinada hacia el corazn inmvil. Y los mismos pliegues del brial de Viviana se van quedando rgidos, inmviles. Pierde su fresco verdor, se va tiendo de blanco. Un tenue soplo fro le va acariciando las manos, las mejillas, la frente. Su piel va apretando los porosCae en un profundo sopor. El milagro ojival le ha devuelto su conjuro en oleadas fascinadoras. Su misma creacin la ha deslumbrado. Lentamente se le van endureciendo los pies, le trepa el hielo por los francos, por el vientre, le llega al corazn Viviana ha quedado tambin dormida. Como la piedra es ya, aqu, todo espritu, los dos amantes se han incorporado a la maravillosa fbrica donde se acaba de resolver el gran problema: armonizar la fuerza con la gracia y la sabidura. Que los nervios sean a un mismo tiempo canal de energas y abanico de filigranas, robusto esqueleto y primoroso relieve. Como la piedra es ya, aqu, todo vehemencia, vida en plenitud, los dos amantes se funden en su propia maravilla. La piedra sacude sus grillos, es tan libre, es tan audaz como la fantasa. Coquetea como una mujer, se disfraza con arreos de fragilidad, de sutileza. Piensa en esconder toda robustez como un pecado, en slo ofrecer a los ojos gracia luminosa, vibracin inerme, carne en vivo, perfil desnudo. Los dciles gnomos se apretujan en el corazn de los fustes. En los ventanales, un tropel de obreros sigue ejecutando diestramente los proyectos de la reina Mab. Titania se arranca un sueo de

la frente y con l forja un primoroso retablo. Fino encaje, patticas escenas dibujadas. Lo forja tan alto que araa la bveda, pero un nuevo empuje alza la construccin hasta las nubes. La techumbre desaparece, slo quedan all arriba besos de palmas que se cruzan, antiguas savias vegetales convertidas en fe, hechas claro, flexibles, palpitante misticismo. Viviana y Merln duermen. Pasaron meses? Aos? Siglos? Ya no hay pjaros ni cfiros, pero una maana rompe el silencio un turbin de arpegios, que brota de un bosquecillo de tubos de metal, de un haz de gargantas infantiles La primera en despertarse es Viviana. Cuando abre los ojos, al verse tallada en alabastro, sonre. Porque ella sabe que no tardar en convertirse en msculos rojos, flexibles, juguetones, ondulantes. Aun contempla unos momentos a Merln, tendido en su lecho de santo fundador Risuea, tan vivaz como nunca, deshace el conjuro. Merln se pasa la mano por los ojos. Merln! Santo mo! Viviana! Mi amor! Es preciso abandonar esta glorieta que nuestro conjuro ha convertido en nave. Ya ves qu maravillas ha podido crear un beso nuestro! Merln se incorpora, mira alrededor, aguza los odos. Qu es esto? Piedra que quiere vivir. Se ha vengado de mis burlas, Merln. Sobre nuestro lecho de amor viva con ms mpetu que nosotros. Pero esto es imposible! Puesto que es, es posible. No sutilices, Viviana. Este bosque se ha vuelto loco. Esta enorme fbrica est enferma, es un producto de la fiebre, padece delirio de grandezas. Es vehemencia pura. Lo ms hermoso de la tierra. Pero la vehemencia no puede resistir as mucho tiempo. Es un estado de trnsito, de extrema tensin. Trnsito dicen que es toda la vida. Merln. Vivir intensamente, eso es vivir. Puesto que el milagro se obr, slo nos resta admirarlo. Al fin, es obra nuestra. Y esa msica? Son unos nios que vinieron relevar a los pjaros. Aguarda. Quiero orlos. Nos queda mucho por hacer en el mundo. Vmonos. Merln la sigue, en silencio. Ya en el campo, dice Viviana: Merln, te acuerdas del caballero que velaba las armas en la venta? Pronto va a comenzar su historia. Vete a la cueva de Montesinos y all preprale una sabrosa aventura. No conozco esa cueva. La hallars en Espaa. En la tierra de Rodrigo, ese clebre aventurero? Rodrigo pelea por Cristo y pelea por Mahoma. Pero el pueblo y sus juglares slo reparan en el mpetu de ese brazo. No ve movedizas intenciones, sino ruidosas hazaas. No me gusta Rodrigo. Hay en l una sequedad y una violencia insoportables. A penas me gusta lo que se cuenta de Espaa. Todo all parece reseco o enftico. Un da le las aventuras de Florinda, la hija famosa del exarca Julin, con otro Rodirgo, con el rey de Toledo Es insoportable! Sin delicadeza, sin ternura alguna. Todo crespo, enjuto, hostil. Erizado de anatemas. Sensualidad requemada, desnuda, brutal, que implacablemente se espa: eso es hoy toda Espaa. Creas que todo iba a suceder como en el castillo de Arturo, donde la nica misin del capelln apenas es bendecir los platos? En cambio, en la corte del rey don Rodrigo un monje cualquiera obliga al rey a meterse en una tinaja llena de serpientes De unas serpientes que comienzan por comerse al rey, t sabes por dnde? No te burles, Viviana. Y djame aqu, entre nuestros juglares. Nuestra vida es muy dulce. Tenemos piedad del mismo Judas. Una vez San Brandn fue a visitar al infeliz.

Lo s. Est en el Polo subido a una roca. All solitario padece su infierno. Al Polo va San Brandn, una vez a la semana, a consolar al ex apstol. Le lleva refrescos. Qu ternura! Merln, Merln, a quin puede ocurrrsele instalar en el Polo una sucursal del infierno? Refrescos al Polo! Es verdad Qu humorismo! Veo en ello tu mano. Ternura y humorismo son mis dos alas, viejo mo. Quisiera volar con ellas sobre Espaa. Va a serte difcil. La dulzura celta est muy lejos de la adustez castellana. Repito que no veo ni una sola sonrisa en toda la vida de ningn Rodrigo. Sensualidad brutal y penitencia brutal Florinda, despus de sus hipotticos deleites, y como signo de la desfloracin, enva a su padre un huevo corrompido. No es acritud y huraa e la patria de los Rodrigos. Hay all continuadores de Sneca, pero tambin de Marcial. S que en alguna parte he de encontrar poetas enamorados del vino y del amor. No todos los clrigos son como el del castillo de Arturo, pero tampoco los penitentes andariegos son todos como el fresco Ogrin, ya convertido por nosotros en tiesa figura de retablo. Mab, la menuda amiga de Ariel, me habl una noche de sus viajes a Espaa. Haba tropezado en Castilla con un arcipreste encantador. Rimaba sus mpetus como un juglar de juventud en ascuas. Y puedo decirte que MAb acab por hacer traicin a Ariel, se prend del arcipreste y le arranc un encendido loor de la mujer chiquita. MAb es una insensata. El arte le seduce. Y aquel arcipreste taa maravillosamente la flauta de Virgilio. Son fras como la nieve, e arden como el fuego dice la mujer pequea. Son fras de fuera, con el amor ardientes Y las compara al grano de la buena pimienta y el terroncillo de azcar, a la pepita de oro y al menudo ruiseor, a la rosa chiquita y al frasquito de perfume. Sabor, gracia, donaire. Solaz e alegra dice, placer e bendicin. Aunque el muy truhn dice tambin: Del mal tomar lo menos Y acaba: Por ende de las mujeres la mejor es la menor. Es buen tcnico el arcipreste. Pues ganas me dan de achicar mi estatura y buscarlo. Lo tendr preso el arzobispo. Me filtrar en la crcel y le seguir dictando rimas para que llene a Espaa de sana jovialidad. Hace falta sacudrla un poco. Aunque MAb no me lo perdone, ir en busca del poeta de las menudas amantes. T! Para qu? No te opongas, Merln. Quisiera suavizar la hosquedad de esas vidas. Preparar continuamente burlas Quieres que pida albergue en el castillo donde fraguarn tu lamentable caricatura? El capelln no es menos hurao que Ogrin, el harapiento. Saldr a tu encuentro. No te recibirn. Me cambiar todo el nombre. Como siempre. Es mi destino ir siempre embozada por el mundo. T sabes por qu, mejor que nadie, sabio mo. All me har llamar Altisidora. Ya tengo elegido mi poeta. T, entretanto, ve a Andaluca. Hay all un vino de oro que te ha de rejuvenecer. Y, de paso, desenmascara a un falso hechicero que recorre Granada y Cdiz hacindose pasar por Apolunio de Tryana, resucitado. Creo que su verdadero nombre es Artafio. Vende talismanes y pretende adivinar el futuro por el canto de los pjaros. Yo, en cuanto al Caballero de la Triste Figura termine su aventura conmigo, ir a buscarte a la cueva. Pero no juegues con esa frmula en Espaa. Te quemarn si te descubren. Cudate bien la barba, mi amor; yo me cuidar del conjuro. S bien dnde esconderme. Al ir a abandonar el bosque petrificado, Viviana rompe a rer, ms jovial que nunca. Ha visto en el sepulcro de alabastro, a los pies de la estatua ya erguida de Merln, un bho. El bho de siempre. De qu te res?

De este pobre mesnadero Ya te contar. Le quemaba una pasin, no pudo resistirla y yo acab por salvarlo, convirtindolo en smbolo. Siglos enteros ha dormido a tus pies, sabio mo. Ya te acompaar siempre. Qu quieres decir, Viviana? Es una de mis hazaas. Ya la conocers durante el viaje. Vmonos. Se besan apasionadamente; el dragn de ojos de llama abre su lomo, y los amantes, incrustados en l, se lanzan alegremente al espacio en direccin a Espaa. Mientras un rollizo clrigo, en la capilla gtica, comprueba todo asustado la fuga de dos estatuas.

EXHORTACIN

El juglar se adelanta hacia el pblico. Con un gesto detiene a los impacientes

Que se iban a marchar, y dice:

Damas y caballeros: La leyenda ha terminado. Ya conocis la ciudadela que, segn los viejos expositores, pretendi desmantelar Viviana. Desmantelar? No. El juglar de estos das opina de otro modo: Viviana intent convertirla en una estructura armoniosa, hacerla vivir, crecer, desmoronarse a su tiempo, morir. Viviana intent establecer vivas corrientes entre los tres pisos. Quiso hacerla flexible, graciosa, ms amable. Desdivinizarla quiz un poco. La Edad Media tuvo su relicario en el castillo de Arturo. Viviana hubiera querido zarandear alegremente el ceudo relicario. Viviana acudi a luchar contra una Edad Media acartonada. Porque ella es la otra Edad Media. LA verdadera, hecha carne, de sangre y de espritu. Como Afrodita brot de la espuma blanca del mar, Viviana ha brotado de la espuma verde de los bosques. Es la alegra de la tierra, que va de castillo en castillo sin lograr en ninguno no hacer asiento. Es la Travesura, aunque muchos la llaman Rebelda. Podris verla siempre: en cualquier coro catedralicio asoma la puntita de la lengua. Desde algn respaldo enmaraado, desde cualquier hornacina os har mohines jocundos, agazapada a los pies de un angelote. Su perfume provisional fue el incienso; su refugio, el capitel y el bajorrelieve. Es all donde entonces se escondi. Por eso jams fue procesada y tostada por los venerables inquisidores. Tres gracias cont la antigedad ; tres gracias luminosas que se extinguen a la sombra de un patbulo porque este patbulo proclama la nica gracia: la gracia que nace de la espuma de los cielos. La tierra y el mar son desdeados en nombre del aire azul, teln de boca del gran teatro donde termina la melflua y nica representacin Pero las fuerzas elementales de la vida le oponen tenazmente otra gracia, que desde el patbulo es llamada siempre delito. Y toda la Edad Media es un hondo conflicto entre dos gracias, entre dos sentidos de la vida: el de trnsito y el de permanencia gozosa, aunque fugaz. Se niega a la vida otro sentido que no se el de viaje, pero la misma vida afirmar siempre su derecho a ser considerada como fin. Pavoroso conflicto. Las tres gracias antiguas se nos convierten en dos, y en dos rivales que aspiran, como siempre, a la ideal manzana. Por qu no reducirlas a una sola, a la nica gracia verdadera, a la que surge de la armoniosa plenitud de las fuerzas humanas? Esta gracia podra representarla fielmente Viviana, nuestra encantadora amiga de hoy y este encantadora no es aqu ningn piropo, es una definicin. Damas y caballeros: Aplaudid si me di maa para abrirles el vientre a estos dos muecos; silbad si realic con poca destreza tan arriesgada autopsia. Y, ahora, od: Que en todos nuestros actos nunca olvidemos lo que hay de ms humilde lo que es zcalo y basamento en nuestra vida: la raz vegetal, el turbio instinto. Que lleguemos a dominar el pensamiento despus de atravesar y conocer nuestras zonas ms oscuras. Slo as podremos conocer y amar el humorismo, la alegra del conocer y comprender ese producto vital, no fruto de biblioteca, savia humana que de lo ms bajo del hombre puede subir a alas estrellas. Que slo se burle de las torpes falsificaciones del amor, del herosmo, del saber y del sentir. No lo comparis con sus muchas imitaciones: el humorismo es incomparable. Porque es un producto claro y limpio del alambique espiritual, con sabor a toda la fbrica humana: sexo, corazn y mente. Por eso el humorista es el poeta verdadero, quien slo puede manejar totalmente esa magnfica lira que vibra entre la tierra y el sol: el hombre. Del smbolo ms ceudo es capaz de construir un

ruiseor baln para que lo zarandee un nio. Desde lo ms infantil es capaz de hacer llegar a lo ms profundo. El terreno donde opera es ilimitado; pero nunca se desva por laberintos de perversa razn. Si Viviana busca a Merln es porque Merln es un nio que juega con sus grimorios y catalejos, como el nio juega con sus menudos orbes de papel. Gracia, verdad, bondad y poesa: he aqu los cuatro puntos cardinales del humor. Nunca en la sabia mezcla de estos componentes podr entrar la acritud. El humor es un producto sano. Su nica efervescencia es la risa. La del nio, o la del hombre que sabe convertirse en nio. A quien el alegre espectculo del mundo o la felicidad de alguno de sus hombres contriste, el humorismo nunca podr servir de estimulante, sino de txico. Envenena a quien no puede bien asimilarlo. No lo tomen los enfermos del espritu. Tngalo siempre a mano ya hay magnficos almacenes en el gran arte de estos tiempos el sano del espritu, el limpio de corazn. Y aqu termino. Que en todos nuestros actos, aun en los ms menudos, vayamos siempre del brazo con la pareja ms encantadora de toda la Edad Media y de todas las edades. Con la gracia y la sabidura. Con Viviana y Merln.

GRATIAE ET SAPIENTIAE LAUS

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