El Hombre Del Siglo - Selecciones Del Readers Digest
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Reseña
PRIMERA PARTE
Churchill.
Peter von Mendelssohn
Juegos bélicos
Lord Randolph fue uno de los hombres más distinguidos de su
época. Hizo una carrera brillantísima y cruzó como un meteoro el
firmamento de la era de la reina Victoria para avanzar desde las
últimas filas políticas de los Comunes hasta presidente de esta
Cámara. Dio nuevo vigor al partido Tory, lo condujo al triunfo y
alcanzó el pináculo del éxito al ocupar el cargo de ministro de
Hacienda cuando sólo tenía 36 años de edad. Y entonces,
Salió de Cuba con una gran pasión por el servicio activo, las siestas
y los cigarros puros; pasión que habría de cultivar durante toda su
vida.
Philip Guedalla
Voluntades contrapuestas
Por entonces, con gran satisfacción suya, el mundo comenzó a
sufrir trastornes. Los miembros de la tribu pathan se rebelaron en
las fronteras de la India con Afganistán, y Churchill movió resortes
para asegurarse una plaza entre las fuerzas de campaña enviadas a
someterlos. Cayó en una emboscada cerca del paso Khyber,
Sólo conocía tres palabras con que comunicarse con las tropas
nativas: "Maro" (mata), "Chalo" (adelante) y "Tallyho!"2 que, solía
decir, "se explica por sí misma". Describió la campaña en dos
diarios distintos, en estos términos:
"¡Yi! ¡Yi! ¡Yi! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! Centenares de balas silbaban a
nuestro alrededor. Un soldado, herido en el pecho, aparecía bañado
en sangre. A mi lado, el oficial inglés giraba sobre sí mismo, con el
rostro ensangrentado y el ojo derecho saltado. Fue toda una
aventura, sin duda".
Richard Harrity y Ralph Martin
La suerte de un teniente
Trasladado al 21 Regimiento de Lanceros, Churchill partió para el
Corresponsal de guerra
En junio de 1899 se celebraban elecciones en Oldham, y el partido
conservador persuadió a Churchill para que presentara su
candidatura a una curul en el Parlamento. Churchill perdió por
1.300 votos.
Richard Harrity y Ralph Martin
"Ningún joven puede esperar avanzar gran cosa en la vida sin recibir
algunos buenos descalabros", comentaba.
La formación de un político
Eduardo VII inauguró el primer Parlamento del siglo y de su reinado
el 15 de febrero de 1901. El delegado de Oldham ocupó su asiento
entre las últimas filas de los partidarios del gobierno.
Peter von Mendelssohn
memoria".
Ensayaba sus discursos recitándolos en voz alta. El director de un
diario escribió: "Podía oírsele hablar con voz tonante en su
dormitorio, ensayando la exposición de hechos y el ornato de sus
frases, que acompañaba de sonoros golpes dados en los muebles".
Una vez que consideraba terminado un discurso, tenía cuidado de
que los diarios recibieran copia de él con toda anticipación, y a
menudo los redactores veían con sorpresa que, lleno de confianza,
había salpicado sus manuscritos del comentario "aplausos".
Con el trascurso de los meses, sin embargo, Churchill fue
mostrándose cada vez más rebelde con su propio partido.
Virginia Cowles
El ingenio churchilliano
Churchill seguía siendo el político más detestado del país, y
mantenía viva la ojeriza de sus antiguos correligionarios a causa de
la mordacidad de sus réplicas en el Parlamento.
Lewis Broad
En cierta ocasión Churchill dijo una cosa que hizo que otro de los
diputados se pusiera en pie para protestar con tal vehemencia que
casi no lograba expresarse.
—Mi honorable colega —comentó Churchill— debería evitar el sentir
más indignación de la que es capaz de contener.
Edward Marsh
La sombra de la guerra
De pronto e inopinadamente, por la mañana del día primero de julio
de 1911, Su Majestad Imperial, el emperador de Alemania,
despachó su cañonero Panther al puerto de Agadir, en el Marruecos
francés, a fin de proteger los intereses de los alemanes en aquel
lugar. Comenzaron a sonar las campanas de alarma de un confín a
otro de Europa.
Winston Churchill
Intermedio
Churchill recibió un cargo nominal en el gobierno: la cancillería del
ducado de Lancaster. "El cambio de la intensa actividad del
Almirantazgo a los pausados y minuciosos deberes de consejero, me
dejó sin aliento", escribiría más tarde. "Como a la bestia marina
arrancada a las profundidades del océano, o al buzo a quien se iza
repentinamente, las venas amenazaban con reventárseme".
René Kraus
"C’est la guerre"
Cuando el mayor Churchill llegó a Francia, fue llevado rápidamente
en automóvil a St. Omer, donde Sir John French, leal amigo suyo, le
dio una cordial recepción.
"¿Aceptaría usted una brigada?" le preguntó. Winston asintió de
buena gana. El jefe de una brigada tenía el grado de general de
brigada y el mando de 4.000 hombres. Churchill estipuló sin
embargo que ante todo debía entrenarse durante un mes en la
guerra de trincheras.
Virginia Cowles
Guerra y paz
"La guerra de los gigantes", como Churchill la llamó, había
terminado. Los forjadores de la paz se congregaron en Versalles
para disputarse los despojos de Alemania, y así dio principio "la riña
de los pigmeos". Churchill mostraba tener escaso interés en el
debate promovido por Wilson, pues sostenía que las fronteras son, a
la larga, la única realidad. Como representante de las potencias
aliadas se hallaba enteramente dedicado a dirigir una guerra de
proporciones considerables, aunque no declarada, contra los
bolcheviques de Rusia.
John Davenport y Charles Murphy
Momento hubo en que Moscú pudo haber caído en poder del general
Denikin, y Churchill se habría apresurado a trasladarse allá si Lloyd
George no lo hubiera disuadido, lo que consiguió con gran trabajo.
"Winston quisiera atravesar Moscú a lomos de un blanco corcel",
exclamó Lloyd George con irritación.
Pero al retirarse las tropas aliadas, los ejércitos de Kolchak se
desintegraron. El 3 de enero de 1920 las tropas de Denikin fueron
diezmadas y terminó en seguida la lucha.
La intervención de Churchill en Rusia había costado pocas vidas,
pero una enorme cantidad de dinero, de modo que sus relaciones
con Lloyd George se enfriaron. Churchill había acariciado la
esperanza de que lo nombraran ministro de Hacienda, mas, para
profundo desencanto suyo, se le otorgó, en cambio, el Ministerio de
las Colonias.
Geoffrey Bocea
Vida rústica
En las elecciones de 1922 Churchill vio derrumbarse a los liberales
y triunfar a los Tories... y él mismo se vio derrotado en las urnas por
un desconocido llamado Edwin Scrymgeour, candidato del partido
prohibicionista. Ocurrió mientras Churchill se hallaba recluido en el
hospital, víctima de apendicitis. "En un abrir y cerrar de ojos",
comentaba Churchill, "me encontré sin cargo alguno, sin escaño en
el Parlamento, sin partido y sin apéndice".
Escribió entonces The World Crisis (La Crisis Mundial), su historia
de la guerra mundial, que ocupaba cuatro tomos. Balfour la llamó
Pocos eran los que allí nadaban, si bien Winston hizo instalar un
trampolín desde el cual solía lanzar al aire su gozosa mole, para
caer en las sufridas aguas y salpicar a todos los presentes que se
Huelga general
Por dos veces más conoció Churchill la derrota. Se hallaba poco
menos que en el basurero político cuando algunos de sus viejos
amigos del partido conservador convencieron a los más diligentes
Tories para que perdonasen la antigua apostasía de Winston y lo
recibieran de nuevo en el redil. En 1924 se le concedió la segura
diputación por Epping. Después el primer ministro Stanley Baldwin
lo nombró ministro de Hacienda, segundo cargo en importancia
dentro del gobierno.
John Davenport y Charles Murphy
Se cierne la tormenta
Poco tiempo después Alemania reclamó abiertamente su derecho a
armarse de nuevo. Winston advirtió a los parlamentarios de la
Cámara de los Comunes: "No es una situación de igualdad lo que
Alemania pretende. Todas esas pandillas de fornidos jóvenes
teutones que marchan marcialmente por las calles de Alemania, con
fulgor de deseo en los ojos, no van en busca de igualdad. Andan en
busca de armas; y cuando hayan obtenido esas armas, créanme,
exigirán la devolución de sus perdidos territorios".
Virginia Cowles
La espaciosa escalinata
Churchill, en su campaña contra la política de apaciguamiento,
desplegó todas sus fuerzas. Durante mucho tiempo su voz predicó
en el desierto, pero la majestad y el vigor de su oratoria jamás se
habían puesto tan soberbiamente de manifiesto, ni aun en los
tiempos de la guerra.
Lewis Broad
SEGUNDA PARTE
Su hora de gloria
Los grandes discursos de Churchill se seguían uno a otro como el
repicar de una enorme campana. En todos los confines del mundo,
Providencia”.
John Davenport y Charles Murphy
Visita a Washington
Rodeado su viaje del más estricto secreto a causa de la censura de
tiempos de guerra, Churchill, con la más profunda sorpresa de
todos, cayó en Washington y dio nuevo vigor a la capital. El día
siguiente a su llegada tomó asiento, al lado de Franklin Roosevelt,
ante el ancho escritorio del despacho oval de las oficinas del Poder
Ejecutivo, y esperó con impasible calma mientras 200 periodistas se
apiñaban para tomar parte en una conferencia de prensa. Quienes
se arremolinaban en primera fila vieron un hombre regordete, de
mejillas como manzanas; bajo sus torcidas cejas inquietas mostraba
unos ojos azules; en su calvo y sonrosado cráneo flotaba, como una
cinta de espuma, un mechoncillo de cabellos grises como la arena; y
entre sus mandíbulas de bulldog mordía con aire belicoso un largo
cigarro negro.
Franklin Roosevelt hizo la presentación de su huésped. Los
periodistas que, por hallarse al fondo del salón, no alcanzaban a
ver, lanzaron voces. Churchill se puso en pie, sonrió y,
encaramándose en su asiento, agitó la mano. Los aplausos y
aclamaciones hicieron temblar las ventanas. Churchill se había
ganado a su primer auditorio estadounidense.
Time
Lewis Broad
Hacia la victoria
Por aquellos años se tenía en Inglaterra un afecto inmenso a
Churchill. Las muchedumbres conocían bien todos y cada uno de
sus uniformes y sombreros, su “overol”, su corbata de lazo, sus
zapatos de cremallera, su bastón, la cadena de su reloj. Al parecer,
nada podría hartarlas de verlo con el cigarro en la mano o haciendo
la V de la Victoria, y a las primeras palabras de su voz áspera y
tranquilizadora, cuando hablaba por radio, callaban todas las
conversaciones en cualquier taberna o sitio público.
“Concibe no menos de un centenar de ideas al día”, comentaba
Roosevelt, “de las cuales cuatro son buenas”.
Entre esas buenas ideas de Churchill ninguna tan sensacional
como la del tanque, que él había puesto en marcha en 1915, pero
también se le debió el impulso dado a ciertos proyectos
notablemente venturosos, tales como “Pluto”, el oleoducto con que
se hacía llegar el petróleo a Francia por debajo de las aguas del
canal de la Mancha; “Fido”, el sistema para disipar la niebla en las
pistas de aterrizaje; y “Mulberry”, el puerto artificial construido para
los desembarcos efectuados en Normandía.
Alan Moorehead
Trabajaba continuamente, día tras día, noche tras noche. Tenía una
sólida e inquebrantable conciencia de su deber. Recuerdo que me
hallaba presente en una reunión del Gabinete de Guerra en que se
propuso que se concediera unas semanas de vacaciones a los
decanos del servicio civil.
“Supongo que, si ustedes insisten, tendré que acceder”, repuso
Churchill, “pero confieso que no comprendo cómo alguien que tenga
el privilegio de desempeñar un papel en esta formidable lucha puede
soportar la idea de verse relevado de sus obligaciones ni aun
durante cinco minutos”.
Robert Menzies
mayo de 1945.
La Orden de la Bota
Once semanas después, Churchill, por decisión del pueblo, era
relevado de su cargo.
El partido laborista había hecho que se celebraran elecciones, y en
parte la caída de Churchill obedeció probablemente a la gran
admiración que se le tenía. Para muchas , personas, Churchill
estaba ya por encima de la política: era un símbolo y una
inspiración, una institución, comparable incluso con la Corona
misma; pero ya no era, ciertamente, el hombre capaz de acometer
las imperativas y monótonas-*- tareas que exige el diario gobernar
en época de paz. Aparte de esto, es posible que hubiera, en los
perversos laberintos de la naturaleza humana , el secreto deseo de
hacer daño a aquel hombre a quien se amaba demasiado.
Alan Moorehead
Jefe de la Oposición
Dirigió la Oposición durante cinco años henchidos de
acontecimientos, y dio rienda suelta a su espíritu de mordacidad,
que se mostraba ingenioso, irónico, a veces demoledor.
J. G. Lockhart
de la OTAN.
Lewis Broad
A los 76 años Churchill no era el mismo hombre que había sido diez
años antes. Tenía los hombros algo más caídos; las mejillas le
colgaban de las mandíbulas de bulldog. Su andar, sin embargo, era
aún vivo, y bajo las cejas prominentes sus ojos eran todavía capaces
de chispear y relampaguear con el fuego de antaño.
Amigos y enemigos habían observado en el habla de Churchill cierta
tendencia a farfullar y vacilar, más en el calor de aquella última
campaña electoral, teniendo la victoria una vez más al alcance de la
mano, el anciano líder no dio muestra alguna de tal decadencia. En
un discurso pronunciado en Plymouth pidió que se le diera la
oportunidad de conducir a su patria nuevamente a la grandeza y a
la paz.
“Es el último premio que pretendo alcanzar”, dijo.
La votación fue tranquila; la emoción vino después del escrutinio. El
26 de octubre de 1951 Clement Attlee se dirigió al palacio de
Buckingham para presentar su dimisión al rey Jorge VI. La noticia
corrió por todo el mundo: “¡Winston está de vuelta!”
Time
Churchill se retira
En marzo de 1955 los lectores de los diarios se enteraron con
asombro de que por fin Churchill cedería el lugar a sir Anthony
Eden, que había sido designado sucesor suyo. Los bromistas habían
venido haciendo cuchufletas acerca de las esperanzas, al parecer
3 Literalmente, “Porque es un buen compañero". Se trata de una tradicional can-ción inglesa (N.
de la R.)
ofrecérselas a su esposa.
Geoffrey Bocca
Despedida de la Cámara
Febrero 21, 1964. Sir Winston ha declarado que ya no volverá a
presentarse candidato al Parlamento. Pero en sus últimas semanas
como Muy Honorable Representante por Woodford, acude a la
Cámara de los Comunes siempre que puede.
Dos mensajeros vestidos de chaqué abren de par en par las grandes
puertas fronteras a la galería de la prensa, y en el umbral aparece
una silla de ruedas. Dos miembros del Parlamento, pertenecientes
al partido Tory, conscientes del gran honor de que son objeto,