Adrian Ardila

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RESPONSABILIDAD PENAL

EMPRESARIAL: ANTECEDENTES
Y APROXIMACIÓN A LA
LEGISLACIÓN EN COLOMBIA*
Adrián Danilo Ardila Torres**

Resumen: los resultados de los estudios evacuados en materia de política crimi-


nal han evidenciado la necesidad de realizar verdaderas reformas legislativas a
nivel interno y en materia de cooperación internacional con el fin de contrarrestar
el impacto negativo que en materia delincuencial vienen mostrando los riesgos
derivados de la creación de empresas que se sirven de su poder económico para
vulnerar bienes colectivos y de interés para los Estados. El derecho administrati-
vo sancionador se ha mostrado ineficiente frente a los retos propuestos por estas
personas jurídicas, quienes han utilizado a las distintas formas de asociación para

* Este artículo es un producto del trabajo realizado al interior del Grupo de Investigación de
Derecho Privado y del Proceso de la Universidad Libre de Colombia.
** Abogado de la Universidad Libre de Colombia, especialista en Derecho Penal y Criminolo-
gía; Derecho Procesal Penal; Derecho de Tierras y Contratación Estatal de la Universidad el
Externado de Colombia. Especialista en Casación Penal de la Universidad la Gran Colombia.
Magíster en Derecho Penal de la Universidad de Salamanca (España). Maestrando en Derecho
Procesal de la Universidad Libre de Colombia. orcid: 0000-0003-3271-4625. Correo: aardi-
latorres@gmail.com. Fecha de recepción: 2 de diciembre de 2022. Fecha de aceptación: 13
de abril de 2023. Para citar el artículo: Ardila Torres, Adrián Danilo. “Responsabilidad penal
empresarial: antecedentes y aproximación a la legislación colombiana”. Revista Derecho Penal
y Criminología, vol. 44, n.º 117 (julio-diciembre de 2023): 247-267.
doi: https://doi.org/10.18601/01210483.v44n117.09

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ofrecer una “fachada” de legalidad y perpetrar conductas desviadas en el seno de


la sociedad. Por esta razón se muestra como razonable efectuar ingentes esfuerzos
por utilizar la ductilidad del derecho y armonizarlo con la realidad social, imple-
mentando para el efecto un sistema propio de imputación penal para las personas
jurídicas o empresariales.

Palabras clave: Política criminal, imputación penal, persona jurídica, empresa,


persona natural, culpabilidad.

CORPORATE CRIMINAL RESPONSIBILITY: ANTECEDENTS


AND APPROACH TO THE LEGISLATION IN COLOMBIA

Abstract: The results of the studies carried out on criminal policy have shown
the need to carry out real legislative reforms at the internal level and in terms of
international cooperation in order to counteract the negative impact that the risks
derived from the creation of companies have been showing in criminal matters
that use their economic power to violate collective property and of interest to the
States. The administrative sanctioning law has proven ineffective in the face of the
challenges proposed by these legal entities, who have used the different forms of
association to offer a “facade” of legality and perpetrate deviant conduct within
society. For this reason, it is reasonable to make enormous efforts to use the ducti-
lity of the law and harmonize it with social reality, implementing for this purpose
its own criminal imputation system for legal or business persons.

Keywords: Criminal policy, criminal charge, legal person, company, natural


person, guilt.

INTRODUCCIÓN

De tiempo atrás, el Estado se ha servido de múltiples herramientas con las cuales


establece la conveniencia y la vigencia de las normas en el orden interno. Así, por
ejemplo, por medio de la política criminal reacciona jurídicamente frente a las
conductas que causan un perjuicio relevante a la sociedad y correlativamente a
los derechos de los asociados, para, de esta forma, materializar el bienestar social
ofrecido normalmente en las constituciones, entre ellas, la de Colombia.

Actualmente, en varios países de distintas latitudes y continentes, los estudios


de política criminal han puesto de presente una novedosa forma de criminalidad
organizada que se sirve de la apariencia de legalidad derivada de la creación y
mantenimiento de una empresa para cumplir con propósitos netamente ilegales.
En otros casos, también es cierto, aunque la empresa no se ha creado con una
finalidad criminal, en su seno, se pueden evacuar conductas con las que se ponen
en peligro o se perjudican efectivamente los bienes jurídicos tutelados por los
legisladores con el derecho represor.

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Puesto en evidencia lo precedente, los sistemas jurídicos en todo el orden mundial


empezaron a cuestionarse la indemnidad del principio jurídico societas delinquere
non potest, según el cual las personas jurídicas o empresariales, también llamadas
personas morales, no tienen la capacidad de cometer conductas punibles. En el
marco de esos cuestionamientos se pregonaba, entre otros, la incapacidad de estos
entes colectivos de actuar volitivamente y de sentir pesadumbre frente a una san-
ción penal. Al final se arribó a un problema mucho más complejo, la construcción
de un sistema de imputación penal destinado a las personas abstractas o jurídicas.

La identificación de los problemas emanados de la modificación en los sistemas de


imputación penal, han llevado a la elaboración de varios estudios sobre el tema de
la responsabilidad penal empresarial, tal es el caso del presente trabajo, donde se
hace un repaso por las herramientas y justificaciones de las cuales se han servido
varios países como España, México y Perú, en los que se han incluido variaciones
legales en las que se incorpora la responsabilidad penal empresarial. También se
ocupa este escrito de identificar las falencias presentadas en el derecho adminis-
trativo sancionador, que abren paso al derecho penal como última razón o último
argumento (ultima ratio) en la prevención y aplicación de normas represoras ante
la ineficacia de la anteriormente mencionada especialidad del derecho.

La incursión del derecho penal en las acciones empresariales es una muestra de


la ductilidad y la evolución del derecho a nivel mundial. Los retos planteados a
la comunidad académica como consecuencia de establecer la posibilidad de so-
meter a estos entes colectivos al derecho represor, con las garantías propias de la
criminalización y el castigo de las conductas punibles, no pueden ser considera-
dos en ningún caso como una cuestión de somero estudio y fácil conclusión. La
primera barrera a franquear es la de superar los ineludibles límites propuestos
al Estado por la dogmática penal, en el sentido de que, para que toda conducta
sea considerada como punible, ha de ser típica, antijurídica y culpable. En con-
secuencia, cualquier sistema de imputación penal para los entes colectivos debe
respetar estos parámetros.

Este trabajo de investigación tuvo como sustento un enfoque cualitativo a través


del cual se pretende interpretar el objeto de estudio mediante los resultados que
dogmáticos y académicos han otorgado a la propuesta de criminalización de entes
morales. Paralelamente se ha empleado el método holístico, hermenéutico y críti-
co, lo cual ha permitido identificar particularmente el tema y las distintas teorías
que sobre este se han propuesto hasta la contemporaneidad.

Sobre el desarrollo técnico cabe resaltar las conversaciones sostenidas con expertos
en la materia, la búsqueda y organización temática de la jurisprudencia nacional,
así como las facilidades ofrecidas por la Universidad Libre en el suministro de
la bibliografía por medio de la biblioteca del claustro académico, así como de las

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distintas plataformas de que se sirve el Centro de Investigaciones a efectos de la


elaboración de escritos como el presente.

1. UN LEGADO DEL DERECHO PENAL ECONÓMICO

Podría decirse que desde tiempo atrás, en aquel instante en que se formó la socie-
dad incipiente a partir de un conjunto de seres humanos con una finalidad común
—bienestar—, encuentra sus raíces el denominado derecho penal económico. Es
allí por cuanto, al reconocerse el derecho de un individuo sobre una cosa y su va-
lor material, se evidenció la necesidad de proteger un naciente orden económico
ante la posibilidad de adquirir, transferir y retener cosas con un interés valorable
por los asociados en comunidad. Esto, luego de que se evidenciaran las primige-
nias nociones comerciales de bienes y servicios, que coyunturalmente implicó la
necesidad de extender esa protección a otros intereses de rango supraindividual,
dándose lugar a comportamientos que demandaban sancionar el abuso en las re-
laciones de él emanadas del ejercicio del comercio1.

Para adentrarnos en el estudio de la relativamente naciente responsabilidad penal


de las personas jurídicas o empresariales, impera hacer alusión al derecho penal
económico, como una de sus cunas y forma de proyección. Históricamente, fina-
lizando el siglo xviii y durante el xix, se introdujo la idea de la autorregulación
empresarial conforme a lo propuesto por el autor Adam Smith (economista y filó-
sofo escocés). En dicha política, el Estado desempeñaba un papel de gendarme a fin
de impedir que en el marco de las relaciones de mercado se alterara el equilibrio
que debe gobernar las relaciones comerciales entre particulares, en provecho de
algunos extremos que pudieran abusar de ciertas condiciones2.

Más adelante, en el mismo siglo xix surge una fuerte competencia en el mercado
y aparecen grandes monopolios, formas nuevas de organización mercantil carac-
terizadas por su enorme poder económico derivado de grandes asociaciones y
fusiones. Estos nuevos gigantes comerciales amenazaron la economía y su modelo
liberal. Situación que no podría ser ajena a los intereses del Estado y que motivó
la aparición en 1980 en los Estados Unidos, la primera ley que denotó la interven-
ción del gobierno en la economía. La ley Sherman Flet, a la cual se le atribuyó
el nombre del senador que la impulsó, prohibía rotundamente los monopolios y

1 Betsavé Caunedo, “El desarrollo del comercio medieval y su repercusión en las técnicas mer-
cantiles”, Dialnet (2012): 201-220. Recuperado el 30 de mayo de 2020 de https://Dialnet-ElDe-
sarrolloDelComercioMedievalYSuRepe rcusionE nLas-4364770
2 Raquel Hernández, Definición de la mano invisible (Economía simple.net., 2019), Recuperado
de https://www.economiasimple.net/glosario/mano-invisible

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regulaba la libre competencia, imponiendo sanciones financieras que, a la postre,


marcaron el nacimiento del denominado derecho económico público3.

En Colombia, las políticas estatales en materia económica se acentuaron con la


reforma constitucional de 1936, al amparo de la cual se dio inicio a la denominada
Revolución en Marcha, impulsada con la llegada de un gobierno de corte liberal
en cabeza del presidente Alfonso López Pumarejo y auspiciada por Darío Echan-
día Olaya, jurista y filósofo del municipio Chaparral (Tolima). El artículo 11 de
dicha reforma estableció entonces que el Estado podría intervenir normativamente
en la explotación de industrias y empresas públicas con el fin de sistematizar la
producción de las riquezas y dar al trabajador la protección que requería en ese
marco. En dicha normatividad se estableció la iniciativa privada económica y la
libre competencia como un derecho común a todos los ciudadanos que supone
un cierto grado de responsabilidad. Igualmente se imprimió el carácter social a
las empresas en lo que respecta a su función y las obligaciones correlativas a su
ejercicio comercial4.

Paralelamente, el Estado se abrogó la dirección de la economía, la explotación y


el manejo de los recursos naturales con el fin de alcanzar de manera paulatina los
objetivos trazados con intención social incluida la forma de organización como
Estado Social de Derecho.

De esta forma, el Estado deja a un lado su rol de espectador para desempeñar un


papel protagónico en las aptitudes cambiantes de la economía global que se pone
de presente por medio de distintas políticas públicas. Desde entonces, pone en
movimiento por medio del poder legislativo, la generación de distintas políticas
públicas que se pueden apreciar en el manejo de los créditos, el control de pre-
cios y la protección de los asociados que tiene como objeto amparar a la parte
más débil de la sociedad en la relación de consumo, el consumidor contratante.

Es claro que la necesidad de intervención del Estado en las políticas económicas


y de empresa, ya no es tan novedosa. Como expresión de esto, se justificó enton-
ces, en su momento, el nacimiento del derecho penal económico con el cual se
robustecieron las débiles murallas trazadas hasta entonces por el derecho adminis-
trativo sancionador. La aparición de grandes emporios económicos obligó, como
respuesta coherente a los cambios sociales y como apuntes político criminales, a la
emisión de una respuesta proporcional, razonable y adecuada. En sana aplicación

3 Hernando Antonio Hernández, “Derecho penal económico de coyuntura”, Revista de la Acade-


mia Colombiana de Jurisprudencia, vol. 1 (2015): 24-47.
4 Ana María Muñoz, “La reforma constitucional de 1936 y el camino hacia la construcción de la
seguridad social”, Vniversitas (2019).

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del principio de fragmentariedad y de última ratio, apareció el derecho represor,


utilizando como medio el ya mencionado e incipiente derecho penal económico.

La muy resumida reseña histórica que precede, demuestra en forma clara las cua-
lidades tanto vivientes como cambiantes del derecho y la irrestricta necesidad de
adecuar las normas a los cambios sociales y culturales. La respuesta estatal debe
ser una conveniente y acertada política criminal, validando y reafirmando el na-
cimiento del derecho penal económico, ante las nuevas conductas transgresoras
del orden mercantil, con miras a regular bajo los lineamientos de la última ratio,
los novedosos comportamientos entendidos como desviados producidos en el se-
no o por medio de las empresas como personas jurídicas. De esta forma, y no de
otra, se construye un sistema que pretende irradiar una lógica entendible para sus
destinatarios, siendo preciso tomar en cuenta la vinculación que debe existir entre
las normas jurídicas y la realidad social, que torne practicable el sistema mismo5.

2. OBJETO DEL DERECHO PENAL ECONÓMICO

El derecho penal económico está definido normalmente por su estrecha relación


con un objeto político-criminal y su finalidad ineludible está representada en
la prevención de la delincuencia económica. Según Pérez del Valle 6, este tipo
de comportamientos delictivos culmina en todo caso en un complejo fenómeno
jurídico que requiere siempre del estudio de nociones no estrictamente jurídico
penales. Luego de verificar aspectos de política criminal, advierte que su funda-
mento podría pender de la producción de dos factores significativos: el desarrollo
de las sociedades modernas y la multiplicación de las formas de delincuencia.

De esta manera, el crecimiento de las sociedades es directamente proporcional


al incremento de la delincuencia en los delitos económicos, el cual se puede evi-
denciar en el aumento de situaciones para delinquir y el cambio de estructuras
socioeconómicas, que atañe las más de las veces a la estructura misma de las
empresas7. Claro resulta, entonces, que la criminalidad de empresa emerge de una
estructura delincuencial fruto a su vez del incremento en los delitos de propiedad
—económicos— y la multiplicación de formas de delinquir. Estas estructuras
utilizan como medio para su finalidad antijurídica, la portada de organizaciones
creadas con una aparente finalidad social y económica, empresas de “papel” o
empresas “fachada”, o que generan en el seno de las mismas empresas el escenario

5 Laura Zúñiga, Política criminal (Madrid: Colex S. A., 2001).


6 Carlos Pérez del Valle, Introducción al derecho penal español (Madrid: Colección de Derecho
Penal y Procesal Penal, 1998).
7 Klaus Tiedemann, Poder económico y delito (Barcelona: Ariel, 1985).

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adecuado para la concreción de conductas delictivas y violentadoras de interés


jurídicos tutelados8.

Sobre el objeto del derecho penal económico se han elaborado varios conceptos
que en general pueden congregarse en dos grandes sectores; por una parte, quienes
le otorgan relevancia a la finalidad del derecho económico, y, por la otra, quie-
nes que relievan el contenido de este. Entre los autores que consideran su objeto
por medio de la finalidad, se encuentran, Darmstaedter 9, para quien el derecho
económico es el área que regula la forma en que la sociedad satisface sus nece-
sidades y placeres. Huber10, quien señala que es el área del derecho que regula
las relaciones entre el empresario y el trabajador denominándolos las “fuerzas
activas de la economía”, y Rink11, quien lo relaciona con la especialidad del de-
recho que maneja la intervención del Estado en la concesión de apoyos y ayudas
mediante la correspondiente planeación y participación. Por su parte, Laubaderé
y Delvolvé señalan que el área legal encargada de regular la “interacción de las
reglas del derecho aplicable a las personas en su actividad económica o la activi-
dad económica simplemente”.

Ahora bien, entre los autores que consideran el objeto del derecho penal económico
en torno al contenido de este, se encuentran Jacquemin y Sharns, señalando que
se trata de una disciplina jurídica que une y desarrolla los puntos en común y los
divergentes que puedan existir entre la economía y el derecho12.

Finalmente, es pertinente convocar al profesor Bajo Fernández, quien citado por


Mir Puig13, refiere que el derecho penal económico es una subespecie del derecho
penal que tiene como denominador común la actividad económica. Así, puede de-
cirse que esta rama del derecho penal establece el conjunto de reglas y subreglas
que resguardan el orden económico en una doble perspectiva, una estricta, dirigida
a proteger los valores patrimoniales individuales y una amplia, encarrilada a la
protección de la economía de libre mercado.

Con lo anterior se puede concluir, ante la incipiente y relativamente naciente ma-


teria del derecho penal económico, las discusiones entorno a su objeto, si bien no

8 Ibid.
9 Friedrich Darmstardter, Das Wirtschaftstercht in seiner soziologischen Strucktur (Berlín:
Rothschild Berlin, 1928).
10 Ernst Rudolf Huber, Wirtschaftsverwaltungsrecht J.C.B. (Stuttgar: Moritz Langfeldt, 1954).
11 G. Rink, Wirtschaftsrecht. Carl Heymanns (Köln: 1974),
12 Ricardo Baez Martínez, Derecho económico, Colección de Textos Jurídicos Universitarios (Mé-
xico: Iure Editores, 1996).
13 Santiago Mir Puig, Juan Luis Modolell y Jose Ignacio Gallego Soler, Estudios de derecho penal
económico (Caracas: Livbrosca, 2002).

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son lejanas, ameritan un estudio profundo para arribar a una teoría que permita, a
una voz, fundamentar y consolidar su nacimiento. Sabemos que no es tarea fácil,
pero ciertamente el estado político criminal de cosas, requiere de la respuesta
estatal oportuna en material penal, como se viene diciendo.

3. LA CRIMINALIDAD Y LA EMPRESA

La empresa surge como fuente de captación de utilidades en el seno de las socie-


dades, basadas mayoritariamente en el libre consumo. Cumple una labor social
al interior de las comunidades, pues propende por su desarrollo agro-industrial
al tiempo que ofrece oportunidades a los coasociados y habitantes, mediante un
trabajo digno, de desarrollar de su vida en un ambiente de seguridad y tranquili-
dad. Sin embargo, tal función social eventualmente se puede ver empañada por la
realización de conductas antijurídicas (trasgresoras de bienes jurídicos tutelados
por el Estado a través del legislativo) en el seno de las colectividades —personas
jurídicas o empresariales—, o utilizando estas como medio.

Los comportamientos reprochables a los “colectivos” en el ámbito penal hacen


parte de la denominada “criminalidad de empresa” (Unternehmen-kriminalitát).
Según Schünemann, en este concepto se hace referencia a los delitos que se co-
meten utilizando como instrumento a las empresas, donde se vulneran intereses
colectivos e incluso bienes jurídicos de los mismos empleados. En la criminalidad
de empresa, propiamente dicha, no se contemplan los daños de la sociedad hacia
el exterior, engloba aquellos supuestos de los cuales son los empleados quienes
ocasionan daños a sus homólogos y a la empresa misma.14

Sobre este tópico, la profesora Zúñiga Rodríguez15 indica que la criminalidad de


empresa presenta sus propias particularidades la cuales permitirían que se hablara
de una categoría distinta y diferenciada de la criminalidad clásica o tradicional.
Ejemplo claro de ello es el hecho de que la dogmática tradicional, cuya estructura
contiene una concepción del delito que parte de una conducta individual y tiene
una sola víctima, se muestre como insuficiente para resolver casos complejos como
los que propone la criminalidad de empresa.

Los pensadores alemanes no han sido extraños frente a la posibilidad de crimi-


nalizar los comportamientos antijurídicos de las empresas entendidas como per-
sonas jurídicas, tanto en actos producidos en su interior, como aquellos dirigidos
hacia el exterior. Así, Ackermann, Eidam, Heine, Müllergugenberger, Scholz,

14 Bernard Shunemann, “Cuestiones básicas de dogmática jurídicopenal y de política criminal


acerca de la criminalidad de empresa”, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, vol. T.
41 (1988).
15 Laura Zúñiga, Política criminal., op. cit.

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Schroth, Volk, entienden consistentemente que con el aumento de la criminalidad


organizada que dirige tras una cortina representada en una empresa, una verda-
dera idea delincuencial se han rebosado los límites del derecho administrativo
sancionador, para validarse la incursión del del derecho penal. Con su estudio se
ponen de presente los importantes problemas representados en la determinación
de los responsables directos, igualmente se alude a los problemas y dificultades
probatorias16. Sin embargo, refuerza la idea de penalizar a las personas morales,
el altísimo nivel de daño que sus acciones antijurídicas representan para la socie-
dad en detrimento propio de la función social que se les fuera otorgada con las
licencias otorgadas a su creación17.

Como se aprecia, las nuevas formas de criminalidad plantean varios desafíos a


los Estados, entre ellas la dificultad a la hora de imputar su participación en las
conductas lesivas de bienes jurídicos relevantes para la sociedad. Esta complejidad
que se extiende desde la acción hasta los sujetos y se aprovecha como espectro
de impunidad para la consecución y aseguramiento del producto del ilícito. Esto
fundamenta la necesidad de una respuesta estatal oportuna y eficaz por medio
de la especialidad penal, dejando de lado las sanciones administrativas que ante
el crecimiento en la criminalidad organizada —empresarial— ha demostrado su
poca efectividad.

Resulta necesario mencionar, además, que la nueva forma de criminalidad empre-


sarial ha encontrado la manera de superar las barreras impuestas por las fronteras
estatales para trascender a la vulneración de bienes jurídicos globales y trasnacio-
nales18. En Colombia, y en general en Suramérica, basta con traer a colación a la
multinacional brasileña Odebrecht, cuyos escándalos de corrupción han alcanzado
a las esferas políticas de varios países de América Latina.

4. LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LAS PERSONAS


JURÍDICAS EMPRESARIALES EN COLOMBIA

Los fundamentos dogmáticos y las justificaciones que ofrece la política criminal


en materia de la responsabilidad penal en las personas morales y la intención de
introducir modificaciones de lege ferenda que permitan identificar y establecer
un sistema de imputación propia para estas, se muestra como uno de los temas

16 Jürgen, Lois y Wassmer, Martín, “Responsabilidad penal de las personas Jurídicas”. Sistemas
Penales Comparados (2001). Recuperado de http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/1
2303/Responsabilidad.pdf?sequence=2
17 Lois Jürgen y Martín Wassmer, “Responsabilidad penal de las personas jurídicas”, Revista Sis-
temas Penales Comparados, (2006).
18 Laura Zúñiga, “El concepto de criminalidad organizada trasnacional. Problemas y propuestas”,
Nuevo Foro Penal, vol. 12, n.° 86 (2002): 62-114. Recuperado de https://publicaciones.eafit.edu.
co/index.php/nuevo-foro-penal/arti cle/view/3646

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centrales y de mayor interés en el presente siglo. Los constantes cambios que ha


experimentado la sociedad contemporánea como consecuencia de la globalización
(entendida como el proceso en cuyo andamiento los Estados ven su soberanía,
su identidad, sus redes de comunicación, su poder y sus orientaciones, sufrir la
interferencia cruzada de actores trasnacionales) e industrialización, puede ser la
génesis que marca la necesidad de las reformas requeridas en los ordenamientos
nacionales.

Lo anterior habida cuenta las manifestaciones de poder de los entes colectivos,


quienes, aprovechando de gran poder económico se infiltran en los círculos sociales
y políticos, constituyéndose en organizaciones latentemente capaces de vulnerar
bienes jurídicos de interés para el Estado y sus coasociados.

La inminente identificación de los riesgos que emanan de la actividad comercial


de los entes colectivos, y su enorme poder lucrativo, exige indudablemente una
respuesta efectiva de las legislaciones nacionales e internacionales, así como de
la dogmática jurídico-penal. En esa dirección, varios países de la Unión Euro-
pea, tomando como reflejo la normatividad anglosajona, han abandonado el viejo
principio de la dogmática penal societas delinquere non potest, también conocido
como Universitas delinquere nequit, que pareciera entonces perder su validez y
vigencia a nivel global.

La mayor barrera de contención con que se enfrentan los académicos jurídico-


penales, al momento de justificar la responsabilidad penal de las personas jurídicas
o morales, es la de crear un sistema de imputación y un catálogo de sanciones,
creado con el fin de contrarrestar las nefastas consecuencias que ha identificado la
política criminal interna e internacional, emanada de los riesgos en la operación
de las grandes empresas, así como la utilización de empresas con el fin de cometer
conductas ilegales valiéndose de su apariencia de legalidad. Sin duda, demoler
con premisas sólidas la contención creada por el principio arriba mencionado, es
el mayor de los retos. Dicho principio se fundamenta en varias premisas:

i) Imposibilidad de actuar de las personas morales o corporativas (actuar voli-


tivo).

ii) La dificultad que representa sancionar con penas privativas de la libertad a


dichas personalidades abstractas.

iii) El problema y la complejidad que subyace al momento de establecer respon-


sabilidades en los infractores, autores y partícipes (codelincuencia).

iv) El compromiso de la categoría dogmática de la culpabilidad en las acciones


desplegadas por las personas morales, ya que solamente el hombre como
persona natural, posee los elementos bio-psicológicos que permiten orientar

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y dirigir su voluntad. Elementos que lo convierten en verdadero sujeto de


derechos, en tanto es el único que los reúne en el ámbito jurídico, Vicenzo
Manzini, citado por Zaffaroni19.

Javier Cigüeña e Íñigo Ortiz, sintetizan los problemas que representa la creación
de un sistema de imputación para las personas morales en tres aspectos funda-
mentales. 1. Su consabida incapacidad de actuar de manera independiente, ya
debe actuar siempre por medio de órganos de dirección y personas físicas, lo que
supone que su enjuiciamiento provendría de acciones y omisiones de un hecho
ajeno. 2. La necesidad de acreditar un elemento subjetivo a la hora de realizar
el procedimiento de imputación (dolo, culpa o preterintención) que solo pueden
emanar de un individuo de la especie humana y no de un ente abstracto. 3. Y rea-
lizar el juicio de culpabilidad, el cual recaería sobre una persona diferente a la
que ha realizado la acción típica y antijurídica, soslayando, de esta manera, este
principio estructural básico del derecho penal 20.

Al otro extremo emergen igualmente argumentos que permiten justificar dog-


mática y político-criminalmente la implementación de un sistema de imputación
penal propio y particular para las personas empresariales. Como primera medida
se muestra sólida, la creación de riesgos propia de la generación de una persona
jurídica con un enorme poder lucrativo, lo que aumenta la probabilidad de una
acción antijurídica. Como segundo punto, la creación de un sistema de imputa-
ción tal, generaría en los directivos de las empresas la conciencia necesaria para
la prevención de los delitos al interior de su sociedad y, de esta manera, evitar
correlativamente los perjuicios emanados de una posible condena. Reforzar la
eficiencia de la responsabilidad penal individual, como base de la democracia,
es, por paradójico que parezca, el tercer argumento para la implementación de la
responsabilidad empresarial, pues, no se pretende de ninguna manera suplantar
la primigenia forma de imputación por la que hoy se demanda o requiere.

El último argumento emerge de las nefastas consecuencias derivadas de los pro-


cesos de globalización y las modificaciones en materia tecnológica que normal-
mente vienen a constituir y generar una verdadera “sociedad del riesgo”. Merced
al surgimiento de estos hechos sociales, las legislaciones ordinarias han perdido
vigencia para identificar y llevar a juicio a los responsables reales de los hechos
delictivos que se materializan por medio de grandes compañías. Así, mientras las
corporaciones aumentan su poder, el Estado se muestra gaseoso y confuso para
neutralizar el Corporate Power con sus marcos jurídicos habituales21.

19 Eugenio Raul Zaffaroni,Tratado de derecho penal (Ediar, 2014).


20 Jesús Silva, Lecciones de derecho penal económico y de la empresa (Barcelona: 2020), 77.
21 Ulrich Beck, La sociedad del riesgo (Bracelona, Buenos Aires, México: Paidós, 2002).

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Al hablar de la pérdida de eficacia del ordenamiento jurídico tradicional, se hace


referencia a la imposibilidad que surge en la actualidad para el derecho adminis-
trativo sancionador de contrarrestar las acciones lesivas-graves ocasionadas por
grandes empresas. Estas últimas en desarrollo de su actividad vulneran frecuen-
temente y de manera significativa bienes jurídicos individuales y colectivos de
manera considerable. En síntesis, las consecuencias jurídicas que se derivan de
la imposición de una sanción administrativa resultan ineficaces e insuficientes,
cuando de imponer multas a grandes colectividades organizadas se trata, pues,
gracias a su fluctuoso caudal económico, podrían solventar sin ningún inconve-
niente cualquier tipo de sanción monetaria.

Sobre la materia, Santiago Mir ha referido al estudiar la L.O 5 de 2010 española,


en lo que respecta a la categoría dogmática de la culpabilidad, que las sanciones
administrativas, también sometidas a esta categoría, no suponen el mismo grado
de “censura ético-jurídica propia de la pena, de modo que no presupone la misma
posibilidad de culpar que las penas criminales” 22. Así afirma la existencia de res-
ponsabilidades en ambas especialidades del derecho, pero con criterios disímiles.

En dirección a la criminalización de los entes colectivos, el mismo autor ha man-


tenido una concepción en la cual no resulta necesario modificar la idea básica del
derecho penal con miras a establecer un sistema propio para las empresas. En su
sentir, resulta innecesario prescindir de las exigencias de una acción humana, su
aspecto subjetivo (dolo, culpa y preterintención —esta última solo para el caso
colombiano—), ni de un sujeto activo capaz de controlar su forma de actuar. En
suma, no impera para Santiago Mir la necesidad de hilvanar una novedosa teoría
del delito en esta materia, acomodando el sistema existente bajo el entendido de
una responsabilidad sin culpa de la empresa, basada en el hecho ajeno, subsidia-
ria. Esto bastaría para construir un esquema dirigido a las personas jurídicas en
el que, acatando el principio de culpabilidad, frente a estas no se hable de penas,
sino de sanciones o medidas23.

En punto a la criminalización de las “conductas lesivas” que despliegan las em-


presas, se han manejado y propuesto dos modelos para sustentar la existencia y
plausibilidad de fincar una responsabilidad penal en su contra. El de la autorres-
ponsabilidad o de la responsabilidad propia (donde las empresas responden por sus
hechos propios) y la heterorresponsabilidad o sistema vicarial (donde la empresa
responde por los hechos realzados por personas naturales o físicas adscritas a ella).
Sin embargo, pese a la anterior propuesta y distinción, tenemos claro que ningún

22 Santiago Mir, Mirentxu Corcoy y Martín Gómez, Responsabilidad de la empresa y compliance


(Madrid, 2014), 7.
23 Santiago Mir, Mirentxu Corcoy y Martín Gómez, Responsabilidad de la empresa y compliance
(Madrid, 2014), 5.

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dogmático que trate el tema ha tenido como viable un sistema vicarial puro “no
solo porque son abiertamente incompatibles con la lógica jurídico-penal, sino
además por su insuficiencia político criminal”24. Adicionalmente, tampoco se tie-
ne noticia de que en alguna legislación contemporánea se haya implementado un
modelo tal, razón más que suficiente para inferir que, dogmáticamente hablando,
los sistemas implementados hasta hoy tienen como base la heterorresponsablidad.

Por otra parte, justifica la intervención de un nuevo modelo penal en estos casos,
la insuficiencia de la especialidad administrativa, como se ha venido diciendo,
en donde una persona jurídica puede ser sancionada con la pérdida de la licen-
cia para actuar —cancelación de personería jurídica—, y su representante legal
(persona natural) con la inhabilitación para ejercer el comercio. En estos even-
tos, concurrentes en la actualidad, grandes corporaciones creadas como medios
para delinquir, han hallado —no obstante aquello— la manera de continuar con
su empresa criminal, sirviéndose de otras personas (sin inhabilitación alguna en
materia administrativa), para crear nuevas empresas y, de esta manera, continuar
trasgrediendo bienes jurídicos de interés penal. En el tope de estas empresas “fic-
tas” o “fachada”, siempre se encuentra un grupo económico de poder, que halla
la manera de sortear las inhabilidades para ejercer ciertas actividades (impuestas
por el derecho administrativo sancionador) y continuar con la empresa criminal.

El anterior es uno de los muchos ejemplos que se podrían citar, al margen y de


conocimiento común (tristemente), muchas empresas son creadas con la intención
de legalizar dineros obtenidos como producto de actividades ilícitas, también co-
nocido como el lavado de activos. Por esto se insiste en acoplar y reforzar las dos
áreas del derecho (administrativa y penal) con miras a promover en las empresas
los programas de prevención y detección de riesgos que a la postre tornen en in-
necesaria la intervención del sistema represor del Estado como última medida de
intervención. El derecho administrativo sancionador, aislado como se venía traba-
jando de tiempo atrás, no ha impedido que al interior de las empresas se generen
riegos propios de la operación que redunden en conductas lesiva, lo mismo que
no ha impedido que se utilice a las empresas como medio para cometer delitos
de impacto económico y ambiental, en su mayoría.

Otras latitudes han optado por un sistema ecléctico que fusione las dos especia-
lidades al servicio de una solución adecuada, tal parece ser el caso de Italia, que
con el Decreto Legislativo 231 de 2001, “supero” los obstáculos que proponía el
derecho penal clásico, muy de su historia, el cual se resistía a superar los férreos
principios del humanismo y el derecho penal dirigido a personas de carne y hueso,
así como de la responsabilidad personal 25.

24 Jesús Silva, Lecciones de derecho penal económico y de la empresa (Barcelona, 2020), 78.
25 Sergio Seminara, “Compliance e diritto penale: lésperienza italiana”, trad. Gallego, José, Mir,

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Afirma Sergio Seminara, catedrático de la Universitá Di Pavia, que el legislador


italiano ha decidido “vadear” el problema, admitiendo que si bien del ilícito em-
presarial se deriva una responsabilidad de corte penal, a la cual se deben imprimir
las garantías penales, debe darse paso a un tertium genus que mezcle rasgos de
los sistemas penales y administrativos. Así se justifica que al final se impongan
sanciones administrativas a las conductas delictuales emanados de los entes co-
lectivos, en el marco de un procedimiento “para-penal”.

En dirección a su criminalización en general, para cualquier latitud, tampoco


puede escapar a la vista de cualquier dogmático, el notorio y claro hecho concer-
niente a la denominada expansión del derecho penal frente a esta nueva forma
de criminalidad. Así, el derecho represor que bajo la égida de la ultima ratio
reaccionaba a posteriori como respuesta a una acción típica, se ha transformado
“en un derecho de gestión (punitiva) de riesgos generales y, en esa medida, se
ha administrativizado” 26. Indudablemente la visión de la responsabilidad penal
respecto del sujeto activo está cambiando en toda América Latina. Así se puede
concluir a partir de los distintos instrumentos internacionales signados por varias
naciones de esta parte del continente.

En Colombia indudablemente la persona jurídica y la persona natural son total-


mente diferentes. Su diferencia principal radica en la perceptibilidad, mientras la
persona natural es tangible, la persona jurídica es abstracta en esencia. Sin embargo,
también tienen cualidades en común. Así, en la legislación colombiana, persona
es aquel sujeto capaz de ejercitar derechos y contraer obligaciones. Por su parte,
a los entes colectivos también se les reconoce como sujetos de derechos con plena
personalidad y sus respectivas medidas de protección, exigibles de diversas formas.

El atributo de la personalidad jurídica —sujeto de derechos y obligaciones— emerge


claro de la normativa constitucional, en el marco de la cual se ha pronunciado el
máximo tribunal, afirmando que “de la persona jurídica es absolutamente posi-
ble predicar derechos y obligaciones, su base proviene directamente de la Carta
Superior”.

En efecto, con la Sentencia de Constitucionalidad C-510 de 1997 refirió el máximo


tribunal que toda persona —sin excluir a la persona jurídica— tiene derecho a
que su conducta se juzgue en los estrados judiciales bajo las normas básicas que
cobijan y gobiernan el debido proceso. Igualmente informó que, antes de cualquier

Santiago, Corcoy, Mirentxu y Gómez, Martín, Responsabilidad de la empresa y compliance


(Madrid: 2014), 129.
26 Jesús María Silva Sánchez, La expansión del derecho penal. Aspectos de política criminal en
la sociedades posindustriales (Madrid: Civitas, 2012).

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sanción, se debe demostrar en el proceso que se han infringido de manera concreta


el ordenamiento jurídico que regula determinada actividad.

En la misma línea, y sobre el idéntico tópico, la Sentencia C-320 de 1998 de la


Corte Constitucional, que analizó la constitucionalidad de algunos artículos del
proyecto de ley que reformó el Código Penal de 1980, estableció la viabilidad de
imponer sanciones a las personas morales por los hechos delictivos derivados del
desarrollo de su objeto social. En este caso en particular, el tribunal hizo especial
referencia a los delitos de incendio, el daño en obras de defensa, la provocación de
inundación o derrumbe, o la tenencia, fabricación y tráfico de sustancias u objetos
peligrosos y todos los delitos contra el medio ambiente.

En consideración a dicho pronunciamiento jurisprudencial se puede advertir la


forma inicial en que la Corte Constitucional abordó la necesidad inminente frente
a la protección de bienes jurídicos tutelados por el legislador y fundamentales
para la sociedad. Paralelamente afirmó que la decisión final de modular la res-
ponsabilidad penal corporativa o empresarial, le corresponde irrefutablemente
al poder legislativo, en atención a su libertad de configuración en la materia. En
concreto, estableció el tribunal, que cuando la acción prohibida por el catálogo
de las penas es factible de ser evacuada por una persona moral o empresarial —y
no exclusivamente por una persona natural—, circunscribir la imputabilidad a la
persona natural reduce el ámbito de protección acotado por la norma. Así, para
determinadas conductas punibles, la inserción de un sistema de imputación para
las personas morales se muestra como necesario para proteger los bienes jurídi-
camente tutelados por el Estado.

A pesar de que el máximo tribunal constitucional ha facultado o dado vía libre


al poder legislativo para regular lo fundamental en torno a la implementación de
este tipo de responsabilidad, en la Ley 599 de 2000 —Código Penal— la persona
individual continúa siendo el objeto central del proceso penal, con lo cual se con-
servan las penas y las medidas de seguridad como consecuencias subsiguientes al
delito. Esto ratifica que el proceso penal colombiano reafirma la teoría dogmática,
según la cual, el sujeto activo de la conducta debe comprender la ilicitud de su ac-
tuar volitivo y determinarse conforme a esa comprensión, por un lado. Por el otro,
debe actuar con culpabilidad como categoría ineludible del delito. Este criterio está
previsto en el artículo 12 que enmarca la posibilidad de penalizar únicamente las
conductas evacuadas con culpabilidad, erradicando la responsabilidad objetiva.
Igualmente, como respaldo del criterio en mención, se puede apreciar el inciso 1.°
del artículo 33 de la misma norma que se señala como causas de exclusión de la
capacidad en materia penal: la inmadurez sicológica, trastorno mental, diversidad
sociocultural o estados similares.

De hecho, se señala en el artículo 318 del mismo código el delito de urbaniza-


ción ilegal, que cuando dicha conducta fuere realizada por una persona jurídica,

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responderán penalmente los representantes, así como la junta directiva que tu-
viese relación en la toma de la decisión que dio origen al acto delictivo. De esta
manera, en Colombia no es posible sancionar penalmente a una persona jurídica,
no porque no se avenga a lo constitucional, ya que la Corte Constitucional en las
sentencias C–320 y C–674 de 1998 admitió que era apenas lógico que se tomaran
medidas en contra del ente jurídico involucrado en un delito, sino porque no existe
una norma que consagre dichas sanciones.

La ley 1762 de 2015, que reformó el Código Penal, modificó el artículo 43, el
cual establecía una medida que no puede considerarse pena directa a la persona
colectiva, ni se fundamenta en un delito cometido por esta. De manera un tanto
simple, se limitó a establecer una inhabilitación para el ejercicio de la actividad
comercial. Este canon se reflejó en el artículo 65 de la Ley 600 de 2000, que fue
demandado por inconstitucionalidad, al considerar que reñía con el artículo 29
Superior del Debido Proceso. Al resolver dicha demanda, la Corte Constitucional,
en Sentencia C-558 de 2004, declaró condicionalmente exequible la norma, en el
entendido de que la medida preventiva que se toma cuando dentro del proceso re-
sulta demostrado que una persona jurídica desarrolla actividades delictivas, tiene
efectos suspensivos y el juez debe decidir si la sanción se convierte en definitiva
en la sentencia del proceso.

Posteriormente, la determinación constitucional en comento fue incluida en la Ley


906 de 2004 (nuevo Código de Procedimiento Penal), en su artículo 91, en el cual
se estableció la facultad de suspender a las personas jurídicas en su ejercicio y/o
cerrar temporalmente de locales o establecimientos de comercio, al evidenciarse
motivos fundados que permitan inferir su inclinación al desarrollo sistemático de
conductas desviadas. Estas sanciones claramente se corresponden con medidas
administrativas y no penales en estricto sentido, al evidenciarse su naturaleza de
sanción accesoria.

Al margen de lo anterior, los entes colectivos como “sujetos pasibles” de respon-


sabilidad penal en el derecho represor colombiano, se encuentran relacionados en
el Código Penal, Ley 599, artículo 29, que establece la posibilidad de imputar a
quienes actúan como miembros de un órgano o en representación de una persona
jurídica. Así, emerge claro que en Colombia se viene aplicando en la materia un
sistema de responsabilidad penal para las personas jurídicas basado en la hetero-
rresponsabilidad, pero fincado en un sistema ecléctico, similar al sistema italiano,
en el que no se establecen penas propiamente dichas, sino sanciones administra-
tivas al ente colectivo.

Se evidencia entonces la alejada intención de penalizar a la persona jurídica en


Colombia desde el hecho primario de imponerle medidas cautelares y no penas
como tal, en la normatividad adjetiva-procesal y no desde el código represor ofi-
cial, esto es, el catálogo propio de las penas principales y accesorias, Ley 599 de

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2000. Esta circunstancia confirma que en Colombia todavía se mantiene incólume


el principio societas delinquere non potest. El fundamento para la aplicación de
medidas penales en contra de las personas jurídicas, en este momento no es la
responsabilidad penal que se pueda predicar de estas, sino que se justifica en la
responsabilidad penal de la persona natural —individualmente considerada— que
actúa a través de ella, a la cual se le imponen medidas administrativas.

Sobre las medidas administrativas, se mantiene vigente la Ley 1778 de 2016, impone
sanciones administrativas, “Por la cual se dictan normas sobre la responsabilidad
de las personas jurídicas por actos de corrupción transnacional y se dictan otras
disposiciones en materia de lucha contra la corrupción”. En esta norma, se reafirma
la intención del Estado en mantener el manejo de las trasgresiones antijurídicas
generadas por las empresas, bajo la égida del derecho administrativo sanciona-
dor. En esta disposición se establecen sanciones comunes, tales como la multa, la
inhabilidad para contratar con el Estado colombiano, la publicación de la sanción
en medios de comunicación y en las páginas web de la empresa, así como la pro-
hibición de recibir cualquier tipo de incentivo estatal por el término de 10 años.

La prerrogativa legal en comento fue objeto de modificación por medio de la re-


ciente Ley 2195 de 2022, conforme a la cual se toman medidas para fortalecer la
responsabilidad administrativa de las personas jurídicas en Colombia, llamando
poderosamente la atención que asuntos netamente penales, como la corrupción
empresarial, sigan recibiendo un tratamiento extrapenal en sentido estricto.

Al margen del tratamiento normativo, académicamente se han desarrollado varios


artículos científicos en los que se traba la relación en cuanto a la responsabilidad
de las empresas y las personas naturales, sus causas, justificaciones y legitima-
ciones. Así, se han desarrollado trabajos tendientes a explicar la teoría del daño
y la responsabilidad médica, como también la carga de la prueba en los proce-
dimientos realizados por personas jurídicas. Al respecto, se puede consultar al
profesor José López Oliva 27

Con todo, el tribunal Constitucional mantiene abierta la posibilidad de sancionar


a las personas jurídicas declarando la responsabilidad penal autónoma de estas.
Por tanto, es cuestión de tiempo para que el legislador establezca los términos en
los cuales será posible judicializar penalmente a las personas jurídicas e impo-
nerles sanciones por los delitos que cometan. Mientras tanto la doctrina y la po-
lítica criminal han sido consecuentes en la necesidad de implementar un sistema
propio para la imputación de la responsabilidad penal para las personas jurídicas
o entes colectivos.

27 José López Oliva, “La carga de la prueba en el procedimiento de cirugía plástica en Colombia”,
Revista de la Universidad Libre de Colombia (2015).

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CONCLUSIONES

Resulta claro, entonces, que en materia político-criminal las empresas constituyen


un factor de peligro y riesgo alimentado por la globalización, utilizadas (no en
todos los casos) por los delincuentes para asegurarse un espectro de impunidad
en el desarrollo de sus conductas ilícitas, que mal conducidas, causan un daño
relevante a bienes jurídicos relevantes para el derecho penal y la sociedad. Dicho
lo anterior, se debe insistir en un sistema de imputación naturalmente penal para
las personas jurídicas, habida cuenta que en la actualidad no se les imponen pe-
nas a dichas colectividades, sino sanciones administrativas, incorporadas en el
ordenamiento penal.

Se debe ahondar en la necesidad de justificar la punición de las personas jurídicas


cuando se ven envueltas en delitos por actividades que se entienden dentro del cauce
de su objeto social. También se debe dejar de lado, como eje central, a la persona
física como sujeto activo de la acción, pues esta únicamente se sirve de la aparente
inmunidad que le significa actuar por medio de la empresa o corporación. Por lo
tanto, es al ente colectivo a quien se debe dirigir la atención represiva y a quien
se le debe declarar finalmente la responsabilidad penal, respetando las normas
rectoras y los derechos fundamentales conforme lo ha sentado la jurisprudencia
de la Corte Constitucional. De este modo, se toman medidas que hacen efectiva
la protección del bien jurídico tutelado.

En Colombia, se ha tratado de implementar un sistema de heterroresponsabili-


dad, donde, emulado el sistema italiano al establecer un modelo tertium genus
que fusiona la especialidad penal y la especialidad administrativa en un intento
por resolver la ausencia de culpabilidad de las personas jurídicas abstractas y, de
esta manera, se pretende “salomónicamente”, evadir el compromiso netamente
penal que se deriva de las grandes afecciones a los bienes jurídicos individuales
y colectivos que son perpetradas al interior de las empresas y, por ellas mismas,
hacia el exterior por medio de agentes, representantes o trabajadores a su cargo.

La responsabilidad por el hecho ajeno a que hacen alusión Santiago Mir y Jesús
Silva Sánchez, en sus diferentes productos académicos, ofrece escenario de solución
inicial al tema en debate. Sin embargo, la categoría dogmática de la culpabilidad
sigue ofreciendo resistencia a la posibilidad de penalizar de manera directa a los
entes colectivos, y, por esta razón, se le han establecido como consecuencias ju-
rídicas a su actuar antijurídico, sanciones administrativas accesorias y no penas
propiamente dichas. El debate debe continuar, hasta lograr, en sentido de este
servidor, un consenso que implique una solución completamente penal, pues el
derecho administrativo sancionador se sigue mostrando ineficiente ante la grave
y creciente vulneración de bienes con relevancia jurídica, habilitando la inter-
vención de la órbita penal, la ductilidad del derecho y la política criminal, como
herramientas conjuntas para ofrecer una solución plausible.

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Responsabilidad penal empresarial 265

Se espera haber denotado la necesidad de propender, en nuestro país, por una le-
gislación independiente en la cual se legitime la responsabilidad penal empresarial
en sentido estricto y se regule su actividad al interior de la sociedad, con el fin
de proteger a los asociados de los riesgos derivados de la actividad comercial y,
de esta forma, encarrilar a las empresas por el respeto fidedigno de los derechos
sociales, individuales y colectivos. Si bien es un tema denso y bastante profundo,
todos estamos en la obligación social de hacer nuestro aporte académico, para
lograr el bienestar común que, en este caso, es una regulación integral e indepen-
diente al respecto.

Esperamos igualmente más adelante, tratar el espinoso tema de la categoría dog-


mática de la culpabilidad con el rigor que amerita el problema suscitado, pues
abordarlo, estudiarlo y proponer una solución hipotética en estas cortas líneas,
además de resultar claramente presuntuoso, sería completamente irrealizable.

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