PARES 2023 Sin Paz Urbana No Hay Paz Total

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Sin Paz Urbana no hay Paz Total


León Valencia A.
Director

Laura Bonilla
Subdirectora

Isaac Morales Junior Amin


Coordinador Línea Convivencia y Coordinador de Comunicaciones
Seguridad Ciudadana

Juan Manuel Rueda


María Juliana Jiménez Editor de Contenidos
Investigadora Nacional

Nicolás León Laura Sanabria


Asistente de Investigación Diagramación

Daniela Silva María Camila Rodríguez


Asistente de Investigación Diseñadora Web

Sebastián Solano
Santiago Medina
Community Manager
Asistente de Investigación

Sergio Saavedra
Realizador audiovisual

Liliana Espitia
© Fundación Paz & Reconciliación (Pares), 2023 Analista de Datos
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

Calle 26B, 4A-45, piso 15, Bogotá D.C.


pares.com.co

Este informe se terminó de editar el 2 de junio de 2023.


Elaborado por: Línea de Convivencia y Seguridad Ciudadana
Edición y diagramación por: Equipo de comunicaciones.

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ONTENIDOS
Introducción 4

¿Qué es la Paz Urbana? 6

Entre lo rural y lo urbano 6

Sobre el carácter político 7

¿Qué se necesita para lograr la Paz Urbana? 8

Política de Seguridad, Defensa y


Convivencia Ciudadana (PSDCC) 8

Ley de Sujeción y sometimiento 10

Los retos al hablar de paz urbana 12

Barranquilla 12

Buenaventura 15

Cali 17

Cúcuta 20

Medellín 22

Quibdo 26

Referencias 29
INTRODUCCIÓN
Sobre la Paz Total –la principal bandera del gobierno del presidente Petro–
hay muchos factores por revisar. Existen más dudas que claridades sobre
su materialización. Entre las variadas aproximaciones del gobierno para
definir la Paz Total, se destaca la siguiente:

El nuevo contrato social que garantizará los derechos fundamentales


de la gente en el Gobierno del Cambio […] en donde la Seguridad
Humana se basará en la protección de la vida y su plena realización
a partir de políticas sociales, medioambientales, económicas y
culturales (Ministerio del Interior, 2023)

Lo anterior da a entender que se trata de un abordaje holístico a los


asuntos de seguridad, el cual –desde el enfoque de Seguridad Humana–
introduce elementos asociados al bienestar integral de los individuos
como determinantes de un entorno seguro y digno para el desarrollo
pleno de sus derechos; ofreciendo un camino hacia la consolidación de
la paz en Colombia que se desdibujó durante el gobierno de Iván Duque.
Además, la Ley 2272 de 2022 establece la Paz Total como la política de
paz del Estado, entendida como un deber transversal y prioritario para
el mismo; introduciendo una serie de condiciones que le permiten al
Gobierno establecer mesas de negociación o procesos de sometimiento
tanto con Grupos Armados Organizados (GAO) que tienen carácter
político –como el ELN– como con los GAO o estructuras armadas con un
carácter criminal, que cometen delitos de alto impacto –como el Clan del
Golfo–.

Ahora bien, ante un propósito de esta magnitud, se traza un objetivo


especialmente retador para cualquier administración: la consolidación
de la paz implica acciones particulares para cada territorio, e igualmente
un abordaje específico para cada actor armado. Por tanto, la Paz Total se
traduce en frentes de negociación y sometimiento diversos y simultáneos.
Para ello, son necesarios elementos como: 1) un gabinete de gobierno
armonizado con la línea discursiva del ejecutivo, 2) voluntad por parte del
Congreso de la República para aprobar los proyectos de ley asociados a
la Paz Total, 3) un enfoque territorial efectivo que garantice receptividad
por parte de los gobiernos locales para facilitar la aplicación de los
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lineamientos nacionales en los territorios, 4) delimitación clara sobre los


GAO que pueden verse incluidos en este proceso, 5) legitimidad por parte
de la población civil y 6) un orden sensato por parte del Gobierno que
ofrezca claridad a todas las partes involucradas.

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No obstante, la Paz Total se desenvuelve en medio de un escenario
político erosionado por factores como decisiones inadvertidas del
ejecutivo, fuertes cambios en el gabinete del gobierno, la introducción
casi simultánea de múltiples reformas estructurales o debates sobre la
explotación de recursos minero-energéticos. A pesar de ello, el gobierno
se ha mantenido fiel al proceso, priorizando la mesa de negociación con el
ELN, abriendo la puerta a una posible negociación con las disidencias de
las FARC y dando pasos cortos hacia posibles procesos de sometimiento
con importantes organizaciones criminales a nivel nacional. Entre tanto,
se esfuerza por mantener un discurso asertivo y optimista en torno a la
agenda, matizando el peso de sus detractores y manteniendo la atención
y el apoyo de la comunidad internacional.

Teniendo en cuenta este complejo escenario, es claro que comprender


el impacto que tendrá la Paz Total en el devenir del escenario socio-
político nacional amerita un abordaje estructurado, atendiendo a las
particularidades de cada proceso y su aporte concreto a la agenda global
de Paz Total. En ese sentido, el presente documento se plantea abordar
exclusivamente el desarrollo de la Paz Urbana, una de las principales
ramas de esta agenda. Lo anterior, desarrollando tres secciones: 1) ¿qué
es la Paz Urbana?, 2) ¿qué elementos de la agenda política de Paz Total
permiten vislumbrar el devenir de la Paz Urbana?, 3) ¿cuáles son los
principales retos en Buenaventura, Medellín, Cúcuta y Bucaramanga?,
las cuatro ciudades donde se han hecho explícitos algunos avances con
relación a esta agenda.

Sin Paz Urbana no hay Paz Total

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¿QUÉ ES LA PAZ URBANA?

Si bien la Paz Urbana no es un concepto absoluto, y depende


directamente del hilo conductor que le otorgue la agenda de Paz Total,
puede entenderse como el proceso que materializa la inclusión de las
ciudades, sus conflictividades sociales y expresiones violentas de origen
delincuencial en la narrativa y hoja de ruta para solucionar el conflicto
y la violencia que aún persiste en Colombia. Esta inclusión atiende a la
necesidad de considerar a todos los actores generadores de violencia
en un solo discurso de paz: no es posible hablar de Paz Total priorizando
exclusivamente a los grupos armados con carácter político y beligerante
sin tener en cuenta las grandes problemáticas de seguridad que
enfrentan las ciudades –donde habita el 80% de la población nacional–
por la proliferación de estructuras criminales.

Entre lo rural y lo urbano

La naturaleza del conflicto armado en Colombia ha llevado a que este


sea asociado más comúnmente con los entornos rurales que con los
urbanos: hablar de la guerra es hablar de la historia del campo, y pocas
veces de las ciudades. De hecho, el enfoque territorial introducido en el
Acuerdo de Paz entre el Estado Colombiano y las FARC profundiza esta
diferencia; derivando en Planes de Desarrollo Territorial y estrategias
de despliegue institucional en los municipios primordialmente rurales
que tuvieron particular incidencia del conflicto armado. Si bien esto
era necesario y práctico en el marco de las negociaciones del Estado
con las extintas FARC, se perpetuó el abordaje de la criminalidad en las
ciudades como un asunto de delincuencia organizada o común, pero no
desde un enfoque de construcción de paz. De este modo, la dicotomía
rural/urbano se traslada de la misma manera a lo político/criminal.

Por tanto, en la práctica, la violencia que se ha vivido en las ciudades ha


sido menos priorizada en la construcción de la memoria colectiva del
conflicto armado del país, si bien hay aspectos concretos que evidencian
cómo los fenómenos de violencia en ambos contextos –rural y urbano–
tienen estrechas relaciones que le otorgan al conflicto armado una
dimensión verdaderamente nacional, y no localizada.

Algunos de estos aspectos son, por un lado, que el rápido proceso de


urbanización en las principales capitales del país durante la segunda
mitad del siglo XX responde, en importante medida, al desplazamiento
forzado que se vivió en el campo; por lo cual muchas víctimas del
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conflicto armado habitan actualmente las ciudades. Por otro lado,


se tiene en cuenta que el M-19 surge en la capital como una guerrilla
urbana, constituida en cierta medida por estructuras urbanas de las
propias FARC. Igualmente, se resalta que la población universitaria
ha sido históricamente promotora de resistencia contra la violencia a
nivel nacional y consecuentemente ha sido objetivo tanto de la fuerza

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pública como de organizaciones paramilitares en el marco del conflicto
armado. En medio de este contexto, las experiencias de violencia de
cada ciudad son muy significativas: como ejemplo, se destacan los casos
de las más de 6.000 ejecuciones cometidas por paramilitares –en alianza
con miembros del cartel de Medellín– entre los años 2002 y 2003 en las
comunas 7 y 13 de la ciudad que tenían presencia guerrillera, o los falsos
positivos de Soacha en el área metropolitana de Bogotá.

Con base en lo anterior, es coherente una propuesta de paz que incluya


directamente a las ciudades, no solamente reconociendo su rol histórico
en el desarrollo del conflicto, sino como escenarios esenciales para la
construcción de paz; trascendiendo la exclusividad del enfoque hacia la
“Colombia profunda” y dando paso a la inclusión de una dinámica de paz
con sentido urbano.

Sobre el carácter político

De la mano de la dicotomía entre lo rural y lo urbano viene el abordaje


Estatal o el carácter que se le da a cada tipo de organización: mientras
que con las guerrillas hay un espacio para negociación, para las
organizaciones sin fundamento político solo se plantea su sometimiento
y desarticulación por medio de la fuerza pública. No obstante, vale la
pena indagar sobre el verdadero carácter de grupos como, por ejemplo,
el Clan del Golfo: una organización criminal de alcance nacional que
tiene presencia tanto en la ruralidad como en las zonas urbanas. Esta
organización nunca ha creado una narrativa insurgente que sea legítima
ante la población civil, no ha sido explícita sobre propósitos políticos y es
entendida como una banda criminal.

Sin embargo, puede argumentarse que las dinámicas que desempeña


en el país para poder materializar su propósito de enriquecimiento ilícito
por medio del narcotráfico, presionando incluso en procesos electorales
en algunos territorios para este fin, le daría un tinte de carácter político.
Lo anterior, en tanto que ejecutan funciones de Estado en sus zonas de
influencia al ejercer control territorial e impartir justicia por medio de las
extorsiones y amenazas.

Si bien esta perspectiva no es justificación para que el Estado otorgue


carácter político y reconozca beligerancia a un actor criminal, sí permite
analizar por qué es importante que este tipo de organizaciones hagan
parte de la Paz Total: no plantear la inclusión de todos los actores
armados es desconocer la dimensión del control que estos ejercen a nivel
nacional sobre la población civil, nublando la posibilidad de establecer
una agenda de paz en la que se vean incluidos todos los colombianos.

Ahora bien, plantear este enfoque es mucho más sencillo que


materializarlo. Siguiendo con el ejemplo del Clan del Golfo, se tiene en
cuenta que esta organización ha usado esa justificación para buscar
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un proceso de negociación con el Gobierno en el marco de la Paz Total,


mientras que este ha sido acertado en reiterar que la única vía disponible
es la del sometimiento. No obstante, el paro armado de 2022 por la
extradición de uno de los líderes de la organización (alias “Otoniel”) a
Estados Unidos y la posible influencia de esta en el desarrollo del paro
minero del Bajo Cauca Antioqueño en el primer semestre del 2023, dan
cuenta del gran control territorial que ejerce.

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Así, el escenario presenta, por un lado, organizaciones criminales que
buscan el reconocimiento de su carácter político para poder sentarse
en una mesa de negociación y aprovechar las garantías planteadas en
el marco de la Paz Total. Y por el otro se tiene un Gobierno que debe
sortear la agenda de Paz Total de manera que incluya a todos los actores
posibles, y que debe manejar distintos frentes de consolidación de paz
al mismo tiempo; mientras que se negocia en una mesa con el ELN, se
someten organizaciones criminales.

Ante estas agendas paralelas hay muchos factores con el potencial


de erosionar cualquier escenario que se mezclan con un ejecutivo
tendiente a tomar decisiones apresuradas (como el anuncio del cese al
fuego con ELN sin haberlo acordado con la guerrilla). Ejemplos de ello
son los atentados del ELN y el no respeto del cese de hostilidades que
ha sido común desde el mes de marzo, o el posible rompimiento de la
tregua entre Shottas y Espartanos en Buenaventura por influencia de
otros actores armados en el territorio rural del municipio.

¿QUÉ SE NECESITA PARA


LOGRAR LA PAZ URBANA?
Ahora bien, existen tres elementos indispensables para hablar
de un proceso de Paz Urbana estructurado y competente ante el
funcionamiento institucional del Estado, que son suplementarios para la
Ley de Paz Total: 1) una política de seguridad que conjugue los objetivos
de la Paz Total con la responsabilidad del Estado de garantizar orden e
impartir justicia, 2) una Ley que aclare las condiciones de sometimiento
para las organizaciones criminales –que según el conteo que tiene en
cuenta la Línea Convivencia y Seguridad Ciudadana de la Fundación
Paz & Reconciliación (Pares) alcanza casi 60 estructuras–, y 3) un Plan
Nacional de Desarrollo que establezca un claro hilo conductor a seguir
para toda la estructura estatal y las administraciones locales.

Política de Seguridad, Defensa y Convivencia Ciudadana


(PSDCC)

La política de seguridad que dio a conocer el gobierno ha sido aplaudida


tanto por la academia como por el sector político: ha sido un alivio
el planteamiento de una política materializable, competente y que
reconoce los avances del sector de defensa en el manejo de la seguridad.
Sin duda ha ayudado a aterrizar la visión de Paz Total del gobierno, que
ya no depende exclusivamente del hilo conductor que marquen el Alto
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Comisionado para la Paz y el ejecutivo, sino de una estructura de fondo


que sienta unas condiciones de gestión específicas para el manejo de
la Paz Total. Dicho esto, es evidente que también hay algunos factores
críticos que merecen mayor revisión.

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Como primer factor a resaltar, se tiene en cuenta que la PDSCC introduce
un enfoque territorial sin precedentes, que da cuenta de una voluntad
real de escuchar a las comunidades y tener en cuenta su percepción de la
seguridad en sus territorios para guiar el accionar del Estado; atendiendo
a tendencias de desplazamiento por conflicto armado, restricciones de
movilidad, tendencias de confinamiento, amenazas, extorsiones, entre
otros. Adicionalmente, es claro que se tiene en cuenta la percepción
sobre la seguridad proveniente de la comunidad internacional, así
como de las instancias internacionales disponibles para que el Estado
materialice apoyos concretos a la gestión de la seguridad nacional. Esta
voluntad da luces hacia la implementación de una política consciente
de la percepción de la población, así como de la apreciación de actores
externos que pueden sumar apoyos contundentes en el futuro.

En segundo lugar, aunque la recuperación del control territorial ha estado


en el trasfondo de los objetivos de las políticas de seguridad de gobiernos
pasados, este había sido entendido como el punto de llegada, y no como
el punto de partida. En su lugar, la PSDCC plantea la recuperación del
control territorial como uno de los principales objetivos; desarrollando
un enfoque que permite entender que las capacidades del Estado –
tanto en materia de seguridad como de desarrollo– solo serán posibles
en tanto que se garantice presencia y control Estatal en todo el territorio
nacional. No obstante, este objetivo se sustenta exclusivamente en el
éxito de la Paz Total, pues no prioriza el uso del monopolio de la fuerza.
Adicionalmente, la dimensión de este objetivo es complementado de
manera poco clara por el enfoque de seguridad humana, en tanto que se
da a entender que es competencia de la PSDCC garantizar los procesos
que tienen lugar una vez se garantice el control territorial, como la
garantía de servicios públicos o educativos.

En tercer lugar, el objetivo que privilegia la seguridad ambiental es


igualmente novedoso, y se conecta efectivamente con el objetivo
de control territorial. Este objetivo deja en claro la relación de los
asuntos de seguridad con los intereses de explotación de recursos y el
enriquecimiento que esto ha generado para diversas organizaciones
criminales, así como la necesidad de garantizar ecosistemas sanos para
la población civil e igualmente para el planeta. Al respecto, se tiene en
cuenta que la transversalidad de los asuntos ambientales en las agendas
nacionales puede ser muy práctico en lo que respecta a la cooperación
internacional; en tanto que la conservación es una de las grandes
banderas de la comunidad internacional. Poder introducir la solución
de asuntos nacionales como medios para lograr la conservación puede
potenciar directamente la inversión de cooperación hacía Colombia que
se había desarticulado parcialmente durante el gobierno de Iván Duque.
Finalmente, se resalta la creación del Sistema de Concurrencia y
Coordinación contra el Multicrimen, coherente con el discurso del
gobierno desde el periodo electoral. En primer lugar, sobre la definición
del multicrimen, la PSDCC lo señala como
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aquellas organizaciones nacionales y transnacionales con presencia


y con vínculos en el país, que amenazan constantemente la vida
y el ejercicio libre y pleno de los derechos ciudadanos, tanto en
territorios rurales como urbanos, y se caracterizan por la comisión
de una multiplicidad de crímenes y delitos.

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No obstante, la terminología del multicrimen, según la PDSCC, no
suprime ni reemplaza la caracterización realizada para el uso legítimo
de la fuerza según los lineamientos de DDHH. Adicionalmente, el nuevo
sistema se plantea de manera paralela a otras instancias relevantes para
abordar a las mismas organizaciones, como el Consejo de Seguridad
Nacional y la Junta de Inteligencia Conjunta que lo apoya, e igualmente
la instancia para clasificar grupos armados, que fue creada a inicios
del 2023. Por tanto, se considera que, en medio del afán por establecer
procesos y metodologías competentes con la Paz Total, el Gobierno
puede accidentarse en el manejo institucional y causar un típico caos
burocrático que, en lugar de dar practicidad, causará más confusión a la
hora de entender la Paz Total en términos organizativos. Ejemplo de ello
es que, a pesar del respaldo por parte de estas instancias al Gobierno,
este en ningún momento ha sido claro sobre los grupos armados y
organizaciones criminales caracterizados por el Estado que podrían
hacer parte del proceso de Paz Total.

Ley de sujeción y sometimiento

En el marco de la implementación de la Paz Total, a continuación,


se desglosan algunos elementos importantes de la ley de sujeción
impulsada por el Gobierno Nacional que se encuentra en el proceso de
debates en el Congreso de la República.

Dicha ley establece el tratamiento penal para el desmantelamiento de


las estructuras armadas organizadas de crimen de alto impacto, que
consiste en la suspensión de la ejecución de la pena por la contribución
del beneficiario a la implementación de la paz, colaboración con la
justicia, reparación a víctimas y resocialización. Se enfatiza en que el
tratamiento penal se concederá de manera diferenciada de acuerdo con
la gravedad de las conductas, el grado de intervención de la estructura
criminal y teniendo en cuenta sus economías ilegales y redes de apoyo.
Adicionalmente, uno de los puntos del proyecto de ley que más ruido ha
generado tiene que ver con que, a pesar de que el proyecto contempla
la extinción de dominio de los bienes de la estructura armada, en su
artículo 42 se establece que quienes cumplan con todos los requisitos
contemplados en la ley, se harán acreedores de hasta el 6% del valor de
los bienes entregados.

Por otro lado, el Gobierno Nacional ha sido enfático en su apuesta a la


Paz Total desde la consolidación del Plan Nacional de Desarrollo (PND),
estableciendo este como un eje transversal al desarrollo de las políticas
a nivel nacional encaminadas, en un principio, a la formulación de la
política pública de derechos humanos y una nueva política nacional
de drogas. Además, se menciona en el artículo 4to que, en el marco
del surgimiento del acuerdo de paz, se tendrá como punto esencial la
contribución a la verdad incluida en los acuerdos y la implementación
de medidas para el sometimiento de la justicia.
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Finalmente, con relación a la implementación de esta ley es importante


considerar que, si bien esta establece los criterios sobre los cuales las
estructuras armadas pueden adherirse a la ley de sometimiento, aún

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existen dudas frente a cómo se dará este proceso en las aglomeraciones
urbanas sin tener una hoja de ruta sobre la implementación desde
los gobiernos distritales y locales, teniendo presente la gran cantidad
de estructuras armadas y economías ilegales que confluyen en los
territorios. Justamente la ley de sujeción contempla que las estructuras
armadas que hayan incurrido en actividades ilícitas como concierto
para delinquir simple o agravado o delitos con penas iguales o menores
a cuatro años tendrán un tratamiento diferenciado partiendo del
reconocimiento de la responsabilidad penal en la comisión de delitos y
contribuyendo en la reparación materia ly simbólica de las víctimas. En
el contexto de las aglomeraciones urbanas, sería importante enfatizar
en cómo se dará este proceso en delitos de menor impacto y con mayor
complejidad de seguimiento por parte de las autoridades como lo son el
delito de amenazas y extorsión.

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LOS RETOS AL HABLAR
DE PAZ URBANA
Teniendo en cuenta los elementos que constituyen la Paz Urbana y sus
retos para la consolidación de los múltiples procesos de negociación
y sometimiento, a continuación se hace una revisión de las ciudades
donde actualmente se desarrollan procesos concretos: Barranquilla,
Buenaventura, Cali, Cúcuta, Medellín y Quibdó.

Barranquilla
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La ciudad de Barranquilla y su área metropolitana se enfrentan
actualmente a un contexto complejo y problemático en cuanto al
ámbito de la seguridad ciudadana. Este contexto se caracteriza por la
presencia cada vez más influyente de organizaciones delincuenciales
y el incremento en las cifras de comisión de delitos como el hurto y
la extorsión, lo que ha conllevado a un aumento en la percepción de
inseguridad que tienen los habitantes de esta ciudad, y por lo tanto a
la necesidad de adopción de medidas prontas y eficaces en temas de
seguridad por parte de las autoridades locales.

Para el año 2022 se presentó un incremento del 42,3% en los casos


de hurto a personas, un 9,1% en los casos de hurto a residencias y un
alarmante aumento del 124,9% en casos de extorsión con respecto al 2021
(Pares, 2023). En este contexto participan estructuras criminales como
‘Los Costeños’, al mando de alias “Castor”, quien al parecer coordina las
actividades delictivas desde su lugar de reclusión en Venezuela; ‘Los
Rastrojos Costeños’, al mando de alias “Negro Ober”, quien también
daría órdenes desde un centro penitenciario, y ‘Los Pepes’, al mando de
alias “Digno Palomino”. A esto se le suma la presencia del Clan del Golfo
y organizaciones delincuenciales más pequeñas como ‘Los Malambitos’
y ‘Los Parcheros’.

Estos grupos delincuenciales serían los principales responsables del


aumento en las cifras delictivas, principalmente en Barranquilla y
Soledad. A su vez, serían los protagonistas de situaciones de violencia
que se han registrado en el área metropolitana, como los atentados
sicariales, la detonación de explosivos o las ya cinco masacres que se
han registrado en lo corrido del año 2023 producto de las constantes
disputas por el control de las actividades ilegales y los ajustes de cuentas
que se dan entre estas estructuras.

Lo anterior ha llevado a la adopción de medidas por parte de la Alcaldía


de Barranquilla, como el patrullaje y la realización de operativos de
manera conjunta entre la Policía Nacional, la Fiscalía y el Ejército
Nacional, principalmente en puntos críticos, con el objetivo de atacar
de manera frontal a las organizaciones y desmantelar sus actividades
criminales. En este marco se ha dado la captura de numerosas personas
que participarían en estas estructuras, incluyendo algunos cabecillas
como alias “Marú”, alias “La Mona” o alias “Johana”.

Sin embargo, la presencia y actividades de estas organizaciones criminales


no parecen mermar a pesar de los operativos de las autoridades y la
percepción de inseguridad por parte de los habitantes de esta ciudad,
que parece seguir incrementando. Esto, sumado a la ya mencionada
presencia del Clan del Golfo y las subestructuras aliadas a esta
organización. Este conjunto de factores implica posicionar a Barranquilla
como un escenario de suma importancia para el Gobierno Nacional en
el marco de la puesta en marcha de la Paz Total, específicamente en lo
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que respecta a la Paz Urbana y a la posibilidad de entablar diálogos con


las estructuras criminales para que se sometan a la justicia.

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Como adelantamos en anteriores investigaciones, desde la línea de
Convivencia y Seguridad Ciudadana de Pares consideramos que, para
el futuro de la seguridad y convivencia en Barranquilla, es fundamental
tomar medidas orientadas a suplir las siguientes necesidades:

I. Fortalecer la confianza institucional. Esto implica mejorar la


articulación en tres direcciones diferentes: primero, desde la
comunicación entre el Gobierno Nacional y los gobiernos locales;
segundo, entre instancias judiciales y policiales. Y tercero, con la
ciudadanía, especialmente con los sectores más afectado como los
comerciantes y tenderos.

II. Priorizar las soluciones preventivas que aborden los


desencadenantes estructurales de la inseguridad en la ciudad. Se
debe revisar la ejecución de la política de seguridad actual y garantizar
que las acciones implementadas sean coherentes con los objetivos
del PISCC, del mismo modo se necesita analizar minuciosamente
la información oficial sobre delitos de extorsión y amenazas para
entender adecuadamente las dinámicas criminales y tomar medidas
efectivas. Los consejos de seguridad no pueden ser la respuesta para
cada hecho de violencia o aumento de la comisión de delitos en la
ciudad, sobre todo porque, como ha quedado demostrado en los
últimos meses, las soluciones planteadas en estos consejos han sido
insuficientes para frenar la inseguridad en la ciudad.

III. Promover la implementación de la Paz Total desde un enfoque


de Paz Urbana en la ciudad. Es fundamental caracterizar las
organizaciones criminales, combatir el reclutamiento forzado y
uso de menores, y analizar minuciosamente la información oficial
sobre delitos para tomar medidas efectivas. A este respecto cabe
señalar que, al contrario de algunos casos como el de Medellín o
Buenaventura, ninguna de las organizaciones criminales de alto
impacto que operan en Barranquilla han mostrado interés en
sumarse a la propuesta de Paz Urbana del gobierno. En este sentido,
la ciudad se ha convertido en un epicentro de coordinación de bandas
criminales del Caribe Colombiano, así como un corredor estratégico
para el flujo de mercados informales y control de rentas ilegales,
por lo que promover la agenda de paz, diálogo y/o negociación con
grupos delincuenciales es una prioridad para el desescalamiento de
la violencia y el control de la seguridad ciudadana en Barranquilla.

A la luz de este contexto, el panorama no deja de ser desalentador.


La implementación del plan de gobierno y el abordaje de la crisis de
inseguridad en Barranquilla han sido limitados, convirtiendo la gestión de
seguridad en un tema político. El alcalde Pumarejo ha responsabilizado
a otros actores por la falta de eficiencia en seguridad y argumentado que
la ciudad está sola ante la ola de inseguridad. Pumarejo, además, ha sido
enfático en rechazar alternativas como la negociación o el sometimiento,
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y ha priorizado (al menos desde la narrativa) la imposición de la fuerza


del Estado y el encarcelamiento de los cabecillas de las bandas.

En este sentido, las posibilidades de implementación de un enfoque


de Paz Urbana en la ciudad parecen escasas: por un lado, por la tensa

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relación entre el gobierno municipal y el Gobierno Nacional, propiciada
especialmente por la falta de coordinación y entendimiento alrededor
del tema de la seguridad; por otro lado, porque el escenario actual ha
sido propicio para el fortalecimiento del control de las rentas ilegales, la
ampliación del microtráfico y, en general, la consolidación del control
territorial de las organizaciones delincuenciales en la ciudad. De esta
manera, los incentivos propuestos por el Gobierno Nacional a través de los
mecanismos de diálogo y sometimiento parecen ser insuficientes para
unas organizaciones que han venido ganando terreno en la ciudad. Este
último aspecto es fundamental, porque la voluntad de las organizaciones
criminales ha sido uno de los pilares clave para iniciar y mantener en pie
la Paz Urbana en ciudades como Medellín y Buenaventura (epicentros
de la Paz Urbana), por lo que ante la aparente ausencia de esta voluntad
por parte de los grupos que hacen presencia en Barranquilla el escenario
no parece ser el adecuado para la implementación de la Paz Urbana.

Buenaventura
La ciudad de Buenaventura ha sido una de las protagonistas del diálogo
y los intentos de instauración de la Paz Urbana, convirtiéndose en uno de
los “laboratorios para la paz” a nivel nacional. Los avances en un eventual
escenario de paz se han dado a partir de los pactos de no agresión entre
las dos grandes organizaciones de crimen urbano de la ciudad. Así, el
pasado 22 de septiembre se logró la primera tregua de homicidios entre
Shottas y Espartanos. Esta tregua permitió que la ciudad completara
casi 90 días sin homicidios, una cifra notable para una de las ciudades
con tasas más altas de asesinatos en el país.

Sin embargo, a comienzos de abril la tregua empezó a entrar en


crisis: los homicidios incrementaron y los incipientes esfuerzos de
paz parecieron quedar en el pasado. El pasado 05 de mayo la Oficina
del Alto Comisionado para la Paz emitió un comunicado en el que
expresaba su preocupación por la continuación de la violencia homicida
en la ciudad. Este comunicado se hizo apenas días después de que
se anunciara la renovación del “Pacto por la Vida”, que tiene como
compromisos fundamentales “no matar, no desaparecer, no torturar y
evitar confrontaciones armadas con la fuerza pública”.

La situación en Buenaventura es compleja. Por un lado, estos grupos


tienen pretensiones políticas y territoriales, y su dominio en la ciudad
es tan amplio que deciden sobre la gobernabilidad del territorio. Las
prácticas que dan cuenta del control territorial son la extorsión y el
control de precios, que son prácticas comunes en la ciudad y se han
convertido en formas sofisticadas de control social. Según Juan Manuel
Torres, coordinador de la Oficina Pacífico de la Fundación Pares, “ellos
(los grupos criminales) deciden y al otro día la ciudad ya está invivible”,
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

señalando la consolidación del poder territorial que han adquirido estos


grupos. Es importante destacar que no se espera dar un estatus político
a estos grupos, pero sí se debe considerar una instancia de participación
en la que se aborden temas de desarrollo relacionados con el papel del
Estado en la región. Para Torres, entonces, es importante tener en cuenta

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que la paz en la ciudad es inestable y está sometida a la voluntad de los
grupos armados.

En este sentido, aunque la ciudad presente un panorama de pacificación


avalado por las cifras de delitos como homicidios, extorsión y amenazas
(entre enero y marzo de 2023 los reportes de homicidios se redujeron
en un 75,5%, la extorsión en un 58% y las amenazas en un 71% en
comparación con el mismo período de 2022), el contexto de violencia,
disputa territorial y negociación continúa siendo vertiginoso ante la
prevalencia de los escenarios de incremento abrupto de las acciones
violentas de los grupos armados.

Igualmente es importante tener en cuenta que la participación de la


sociedad civil es clave para lograr una negociación exitosa. Los actores
involucrados, como organizaciones de jóvenes y organizaciones
comunitarias, así como otros colectivos sociales, son clave para fortalecer
y legitimar el proceso de pacificación actual. Para ello es fundamental
contar con garantías de participación y autonomía en el desarrollo de
agendas y contribuciones. Para Torres, la falta de respaldo ha sido uno
de los problemas más grandes, permitiendo que se dejaran por fuera
muchas voces importantes en la construcción del diálogo. Por tanto, es
necesario recoger las voces disonantes, no necesariamente articuladas
al gobierno local y nacional, para poder llegar a una negociación efectiva.
En este contexto, la implementación de la política de Paz Total ha optado
por priorizar escenarios de diálogo con las organizaciones criminales
para posibilitar la materialización de la Paz Urbana en Buenaventura.
Por ende, para lograr una negociación exitosa, es fundamental tener en
cuenta los siguientes aspectos:

I. La gestión territorial y el gobierno urbano de Buenaventura están en


juego, por lo que una agenda de desarrollo y social es clave para una
posible negociación.

II. La pacificación de la ciudad no puede depender exclusivamente


de la voluntad de los grupos armados; es necesario que el proceso
cuente con la presencia de organizaciones sociales y organismos
institucionales que han participado y propiciado la continuación de la
violencia en la ciudad.

III. Del mismo, las acciones del Gobierno Nacional en búsqueda


del diálogo no pueden ser excluyentes de las acciones de la fuerza
pública para el control del orden público en la ciudad. Ganar control y
fuerza para posicionarse en la ciudad es fundamental para estabilizar
los factores de violencia, sin embargo, como afirma Torres, hasta el
momento no se evidencia que exista un plan paralelo para llegar a
posicionarse en las ciudades.

Este último punto es clave para analizar el reciclaje de bandas criminales


Sin Paz Urbana no hay Paz Total

ante un posible escenario de negociación y desarme de las grandes


organizaciones. Es importante resaltar que Buenaventura es una zona
estratégica para el flujo de las rutas de mercado informales e ilegales,
así como para el control de las rentas ilegales. Esto hace que un eventual
escenario de cese de la violencia o desarme sea mucho más complejo,

16
ya que otras estructuras criminales podrían quedarse con el control de
las rentas derivadas de estos negocios. En este sentido, estructuras de
grandes grupos como el Clan del Golfo, disidencias de las FARC y EL ELN
han venido ganando presencia en municipios aledaños a la ciudad.

La situación en Buenaventura enfrenta desafíos significativos. Si bien


se han logrado avances en la reducción de delitos de alto impacto, la
violencia es un peligro latente y desestabiliza los esfuerzos de pacificación.
Es necesario involucrar a la sociedad civil en el proceso de negociación,
garantizar su participación y autonomía, y abordar temas de desarrollo
y gobernanza territorial. Además, se debe considerar la articulación
entre las acciones de diálogo y las estrategias de seguridad pública para
lograr un control efectivo y prevenir el surgimiento de nuevas formas
de criminalidad. La construcción de la paz en Buenaventura requiere
un enfoque integral y multidimensional que aborde tanto las causas
estructurales como las dinámicas locales de violencia; mientras no se
solventen estas disyuntivas la reactivación de la guerra en la ciudad
seguirá siendo un escenario.

Cali

Sin Paz Urbana no hay Paz Total

17
A partir de la revisión que se ha hecho desde la Fundación Paz &
Reconciliación (Pares) a las dinámicas delictivas que se desarrollan en la
ciudad de Cali y los municipios de Jamundí, Palmira, Yumbo, Candelaria
y Buenaventura (que conforman la aglomeración urbana), se puede dar
cuenta, por un lado, de la presencia de algunas estructuras armadas
(GAO) y grupos delincuenciales (GDO) que se disputan las rentas ilegales
principalmente en zonas periféricas y rurales de dichos municipios, pero
que han llegado a extender su influencia a zonas urbanas, y, por otro
lado, de la proliferación de múltiples grupos de delincuencia común
(GDCO) más pequeños que desarrollan sus actividades de manera más
focalizada en determinadas comunas y zonas urbanas.

Lo anterior evidencia un panorama complejo en cuanto a la seguridad


ciudadana en esta zona del Valle del Cauca, puesto que está expuesta
a las dinámicas de la violencia que se desarrollan en el marco de las
disputas por la economía del narcotráfico, y además la acción para
la desarticulación de las estructuras que delinquen en los barrios y
comunas se dificulta debido al número de actores que hacen presencia
y su carácter más descentralizado.

En cuanto a las cifras sobre algunos de los principales delitos que


afectan a la población de esta aglomeración, se tiene que, si bien la
cifra de homicidios en el año 2022 se redujo en un 19,9% con respecto al
2021 (reportándose 1.329 casos), la cifra de otros delitos aumentó, como
el caso del hurto a personas, para el que se reportaron 27.637 casos,
lo que significó un incremento del 31,2% con respecto al 2021, y en el
que cabe resaltar que en el 39,5% de los casos se usó arma de fuego.
Para el hurto a residencias se presentó un incremento del 2,6% y para
las amenazas el crecimiento fue del 34,2% con respecto al año 2021.
Finalmente, en cuanto a resultados operativos, se tiene que la cantidad
de estupefacientes incautados aumentó en un 27,7% en el 2022 (Pares,
2023). Esto dilucida mejor las dinámicas delictivas que se desarrollan en
la aglomeración y su estrecha relación con el micro y el narcotráfico.

Con respecto a los actores que hacen parte de este escenario, cabe
primero identificar a las estructuras armadas que han llegado a hacer
presencia en la aglomeración urbana. Por un lado, se encuentra el Clan
del Golfo, que desarrolla sus actividades delictivas y disputa el control
social principalmente en el municipio de Buenaventura y su zona rural,
ya que este, debido a su carácter portuario, se convierte en un punto
estratégico para la economía del narcotráfico; no obstante, su acción
parece estar extendiéndose hacia la ciudad de Cali, situación en la que
no hay que descartar la posibilidad de que lo hagan por medio de la
subcontratación a organizaciones más pequeñas, como podría ser
el caso de la banda ‘Baudó’, que ha sido relacionada con el Clan del
Golfo. En todo caso, se ha denunciado por parte de las comunidades
sus acciones violentas, y su implicación en homicidios, desplazamientos
y desapariciones forzadas, lo cual se ha venido incrementando en los
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

meses de abril y mayo del 2023, por las disputas que mantiene con el
ELN, principalmente en Buenaventura.

Este último, el ELN, ha hecho presencia en la zona, específicamente en


Buenaventura y Cali, a través del Frente de Guerra Suroccidental, siendo

18
señalado de establecer puntos de cobro de gramaje para el paso de
sustancias estupefacientes, de realizar extorsiones, lavado de activos, y
de participar en las dinámicas del microtráfico en la ciudad de Cali. Como
se mencionó anteriormente, mantiene disputas con el Clan del Golfo por
el control social y territorial de algunas zonas rurales de Buenaventura
y, además, se han reportado enfrentamientos con disidencias de FARC.

Finalmente, se encuentra la Columna Jaime Martínez de las disidencias


de las FARC, cuya presencia se ha reportado en Cali y Jamundí, en donde
operaría a través de una célula urbana, y está implicada en atentados
con explosivos contra la Policía y participación en microtráfico.

En lo que respecta a las principales estructuras delincuenciales se resalta


a ‘Los Shottas’ y ‘Los Espartanos’ en Buenaventura, ambas bandas
producto de la división de la banda ‘La Local’, las cuales se han enfrentado
en una guerra por el control de las actividades ilícitas, que cesó a finales
del año 2022 con una tregua pactada entre ambas estructuras con el
objetivo de mostrar su intención de participar del proyecto de Paz Total
del gobierno de Gustavo Petro; esto, no obstante, no implicó que dejaran
de desarrollar sus actividades delictivas, aunque sí influyó en disminuir
drásticamente las acciones violentas entre ambas.

Finalmente, en cuanto a las estructuras delincuenciales más pequeñas,


se evidencia una multiplicidad de bandas y organizaciones que, como
se mencionó en un principio, operan en barrios y comunas específicas
en toda la ciudad de Cali y los municipios colindantes; varias de estas
han sido desarticuladas mediante operativos de la fuerza pública, pero
muchas de ellas continúan desarrollando sus actividades delictivas,
asociadas principalmente al microtráfico y al hurto, sumado a otras que
no cuentan con reportes en prensa o medios oficiales. Algunas de ellas
son ‘Las Delicias’, ‘La Mazamorrera’, ‘Los Paisas’, ‘Los Illuminaty’, ‘Los
Casposos’, ‘La Tercera’, ‘África’, ‘Los del Atlo’, ‘La 40’, ‘Los Propietarios’,
entre otras.

Ante el escenario descrito, cabe señalar algunos aspectos importantes


en lo que respecta a la implementación del enfoque de Paz Urbana en
esta aglomeración. En primer lugar, la presencia de grupos armados y el
incremento en las dinámicas de violencia por las disputas que mantienen
entre sí, y además su interés en extender cada vez más sus actividades
a zonas urbanas, es un factor determinante en la configuración de las
actividades delictivas en la zona, y a este respecto es fundamental el
rumbo que tomen los diálogos y negociaciones que el Gobierno Nacional
mantiene con estos, para lo cual el panorama parece desalentador
debido a la suspensión del cese al fuego bilateral con el Clan del Golfo y
con las disidencias del Estado Mayor Central de las FARC, y la dificultad
que ha habido para concretar un cese al fuego con el ELN en el marco
de los diálogos de paz.
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

En segundo lugar, desde la Alcaldía de Cali y funcionarios del Gobierno


Nacional se ha mencionado a la ciudad como un punto importante a
nivel nacional para la implementación de la estrategia de sometimiento
a la justicia por parte de estructuras criminales en el marco de la Paz
Total, para lo cual se ha hablado de la posibilidad de acercamientos

19
con dichas estructuras, sin embargo, a mayo del presente año aún no
se conoce públicamente acercamientos por parte del gobierno con
estructuras distintas a ‘Los Shottas’ y ‘Los Espartanos’, tal vez en parte
a la dificultad que existe en caracterizar y ubicar a estas estructuras, o
porque sencillamente por parte de estas no se ha mostrado interés en
generar acercamientos o diálogos.

Un último punto se relaciona con el desarrollo de las actividades


delincuenciales a niveles territoriales más pequeños, para lo cual las
instituciones y la fuerza pública de Cali y los demás municipios de
la aglomeración han centrado sus esfuerzos en realizar labores de
inteligencia y desplegar operativos en puntos específicos para desarticular
a las bandas y fortalecer la presencia de las autoridades con el objetivo de
mejorar la seguridad. Esto, sin embargo, requeriría de una capacidad de
acción mucho mayor por parte de las instituciones debido a la cantidad
de estructuras operantes y la dificultad que puede llegar a existir en su
identificación y ubicación, lo cual se complejiza aún más si no se tiene
claro de manera precisa el nivel de incidencia que tienen las estructuras
armadas en estas dinámicas, por ejemplo, a través de la subcontratación.

Cúcuta
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

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La situación de seguridad en Cúcuta se explica a partir de la disputa urbana
existente por el control del microtráfico y las rentas ilegales. Dentro de
esta disputa hay organizaciones criminales que han sido protagonistas
por su presencia e impacto en las dinámicas de seguridad y violencia de
la ciudad.

Entre estas organizaciones destacan ‘Los AK-47’, facción del Tren de


Aragua, organización criminal proveniente de la Provincia de Aragua,
Venezuela, que ha venido ampliado su control territorial en la frontera
colombo-venezolana; el ELN, que ha ganado influencia en las zonas
urbanas de Cúcuta, generando impacto en las denominadas “trochas”
que se han convertido en escenario fundamental de la dinámica armada
y criminal en Cúcuta, principalmente por el flujo de migrantes y el flujo de
contrabando; las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, antes conocidas
como ‘Los Rastrojos’, actualmente Clan del Golfo; el Frente 33 de las FARC;
y ‘Los Pelusos’. Estos últimos dos con menos renombre en la ciudad.

En este sentido, la dinámica de violencia en la ciudad, a diferencia de


las zonas rurales, se ha caracterizado por la incidencia del homicidio y
la extorsión. Las cifras de homicidios entre enero y abril de este año, a
pesar de que presentan una disminución del 7,79% (6 casos menos) con
respecto a los mismos meses del 2022, se mantienen por encima de los
casos reportados en el mismo periodo del 2021; durante 2022 hubo un
incremento del 20,48% de los casos con respecto a 2021, y en 2023 se
evidencia un incremento del 14,28%.

Las extorsiones en lo corrido del año muestran un incremento del 89% (24
casos más) con respecto al periodo enero-abril de 2022 y un incremento
del 9,8% con respecto a 2021. De estos casos, las llamadas telefónicas y las
redes sociales sumaron el 55,72% de las denuncias durante 2022, es decir,
que la dinámica extorsiva en la ciudad se entiende a partir del uso de
canales indirectos para llevarse a cabo. Esto supone un desafío adicional
para la Policía Metropolitana de Cúcuta por robustecer y/o fortalecer la
seguridad digital de la ciudad.

Para Daniel Parra, investigador de las Oficinas de Norte de Santander


de la Fundación Pares, la dinámica de seguridad y violencia de la ciudad
es un fenómeno relativamente reciente que se explica a partir de la
confrontación de grupos armados y delincuenciales. En este sentido,
explica, previo a 2019 la ciudadanía de Cúcuta no había vivido tan
directamente los factores de violencia propios del conflicto armado, lo que
se traduce en un escenario favorable para la consolidación de grandes
estructuras armadas en la región.

De cara a los objetivos de la Paz Urbana en la ciudad, esto supone


una dificultad en al menos dos aspectos fundamentales. Por un
lado, la Paz Urbana no hace parte de la agenda pública de la ciudad,
principalmente porque no se correlaciona la situación de inseguridad
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

con la implementación del enfoque planteado por el Gobierno. De esta


manera, el abordaje del fenómeno de delincuencia, crimen y violencia en
la ciudad está desarticulado de las alternativas que ha venido ofreciendo el
Gobierno Nacional, por ejemplo, propuestas como la Ley de Sometimiento
a la Justicia no ha sido considerada seriamente como una alternativa para

21
la pacificación de la ciudad. Contrariamente, en zonas rurales como Tibú
y Catatumbo la agenda sí se ha movido en torno a la Paz Total.

Por otro lado, como causa de lo anterior, organizaciones delincuenciales


con un poder ya consolidado en la ciudad, como los AK-47, no han dado
señales que muestren voluntad para acogerse a las condiciones de
sometimiento a la justicia, o incluso de explorar la alternativa de diálogo
sociojurídico planteada por el Gobierno.

En conclusión, la situación de seguridad en Cúcuta es alarmante, con una


guerra urbana por el control del microtráfico y la presencia de grupos.
La Ley de Sometimiento no ha tenido un impacto significativo. En este
sentido, es preocupante que el tema de la Paz Urbana no esté en la
agenda pública y que no se relacione la inseguridad con la necesidad de
implementar estrategias de pacificación. Es crucial que las autoridades
locales y los ciudadanos aborden estos desafíos de manera integral,
fortaleciendo la seguridad, promoviendo la participación ciudadana y
buscando soluciones efectivas para alcanzar la pacificación de la ciudad.

Medellín
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

22
En la capital antioqueña, para el año 2022 se observó un incremento del
21,9% en el delito de extorsión, un 29% con respecto al delito de hurto
a personas y un crecimiento significativo del 75,8% con relación a la
incautación de estupefacientes (Pares, 2023). Frente a este panorama,
resulta importante mencionar la participación de estructuras criminales
de alto impacto como ‘La Oficina’, ‘La Terraza’, ‘Los Pachelly’, ‘Los Triana’ y ‘El
Mesa’, que son grupos con un poder territorial consolidado especialmente
en las comunas y el área metropolitana del Valle de Aburrá.

Del mismo modo, resulta importante mencionar que en el Valle de Aburrá


confluyen múltiples estructuras criminales y grupos armados organizados
(GAO) que se disputan el control territorial como es el caso del Clan del
Golfo y el ELN que tienen una presencia importante en los municipios de
Bello e Itagüí, en donde se disputan rentas delictivas como el narcotráfico
y extorsiones a comerciantes. Así mismo, también se ha logrado
identificar la presencia de alianzas entre estructuras delictivas como es el
caso de ‘Los Pachelly’ y el Clan del Golfo, quienes, según informes de las
fuerzas armadas, estarían fortaleciendo sus operaciones criminales con el
intercambio de armas en el municipio de Bello (EL TIEMPO, 2022).

Así, el escenario de Paz Urbana en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá


se enfrenta a múltiples retos relacionados con la presencia de grupos
de delincuencia común organizada (GDO) y la apuesta por establecer
un diálogo socio jurídico con estos grupos. En este sentido, la ciudad de
Medellín se ha convertido en la ciudad capital del país en donde la agenda
de Paz Urbana ha logrado movilizarse con mayor contundencia, junto
con Buenaventura. Al día de hoy, existen avances considerables en los
acercamientos con bandas delincuenciales de la ciudad a tal punto que
delegados del gobierno y expertos afirman que en los próximos días se
logrará la instalación de mesas de negociación entre el Gobierno Nacional
y estas bandas criminales. Este contexto ha puesto a Medellín como el
epicentro de desarrollo e implementación de la Paz Urbana.

El Alto Comisionado de Paz, Danilo Rueda, se ha referido a la fase de


acercamiento como un proceso que busca la implementación de
protocolos que permitan dar garantías al diálogo social con cabecillas de
las bandas criminales en el territorio. Al respecto surgen interrogantes
relacionados con el desarrollo de una eventual negociación con estos
grupos: ¿cuáles son los incentivos de estas organizaciones para acogerse a
las condiciones políticas y judiciales que ofrece el Gobierno Colombiano?,
¿hasta dónde está dispuesto a ceder el Gobierno Nacional con tal de
cumplir con las expectativas de estos grupos?

Entre las bandas que han mostrado voluntad para el diálogo se


encuentran ‘La Oficina’, ‘Los Pesebreros’, ‘El Mesa’, ‘La Terraza’, ‘Los
Pachelly’, ‘Niquía Camacol’, ‘Los Triana’ y ‘La Agonía’, que abarcan la
mayoría de las estructuras ilegales armadas que operan en Medellín y
el Valle de Aburrá. Según el Alto Comisionado para la Paz estas bandas
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

agrupan “el 95% de las grandes estructuras ilegales armadas del Valle de
Aburrá”. Estas bandas tienen una relación con alrededor de 350 a 400
combos, que son organizaciones de base que se relacionan a través de la
subcontratación de estos grandes grupos. De esta manera, se estima que
el proceso involucraría a entre 12.000 y 14.000 personas vinculadas directa
o indirectamente a estas bandas.

23
Con este fin, se ha designado a tres personas para liderar conversaciones
con miembros de ‘La Oficina’ y otras bandas en las cárceles. Jorge Mejía
Martínez ha sido uno de los facilitadores más importantes en esta etapa
de acercamientos con bandas y grupos delincuenciales, en este sentido,
el exconcejal de Medellín y exsecretario de Gobierno de Antioquia ha
afirmado que son múltiples los puntos a tener en cuenta en este proceso
de conversación. Entre ellos se destacamos:

I. La ausencia de un marco jurídico sólido. Como se mencionó


anteriormente, la ley de sometimiento publicada a inicios de este año
no se ha terminado de debatir en el Congreso, lo que ha dejado sin
respaldo jurídico esta primera etapa de acercamiento. En este sentido,
se ha evidenciado buena voluntad por parte de las organizaciones
criminales para participar en las negociaciones; una de las pruebas de
esta voluntad es la declaratoria de cese de hostilidades entre las bandas
y combos de la ciudad. A la fecha este cese ha mostrado resultados
positivos en la disminución de las cifras de homicidios. Para mayo de
este año se presentó una reducción del 10% con respecto al mismo
mes del 2022. De esta manera, la disposición que han mantenido los
grupos ha sido un factor clave para el sostenimiento de la Paz Urbana
en Medellín.

II. Por lo anterior el Comisionado de Paz ha dicho que esta primera fase
de acercamiento ha avanzado a tal punto que pronto se podrá pasar
a una segunda fase en la que se espera la instalación de una mesa de
negociación sociojurídica. Con este fin, se han analizado alternativas
jurídicas que consoliden el proceso, por ejemplo, la Ley 975 de 2005
(Justicia y Paz), que da luces sobre el desarrollo del proceso con
personas privadas de la libertad.

III. A pesar de que desde el Gobierno han afirmado que se viene


desarrollando, al día de hoy no existe un protocolo consolidado en
el que se delimite el proceso de negociación. De esta manera, se ha
trabajado en un documento que prevea las “situaciones, soluciones y
circunstancias” que podrían poner el riesgo el proceso, no obstante, la
publicación y/o consolidación de este documento no es un requisito
indispensable para la instalación de la mesa de diálogo. Al respecto,
es importante señalar que la publicación de este tipo de documentos
no solo blinda de validez jurídica el proceso, sino también lo legitima
a la luz de la sociedad. La Paz Urbana no puede operar en el vacío,
sino que debe consolidarse como una política con un horizonte, unas
metodologías y una delimitación lo más claros posibles; si el proceso
continúa dependiendo de una eventual buena voluntad y confianza
entre organizaciones criminales y Gobierno Nacional, sus posibilidades
de expandirse por las demás ciudades del país serán reducidas.

IV.La participación de la ciudadanía es clave en este proceso. Hasta


Sin Paz Urbana no hay Paz Total

el momento, sin embargo, ha sido una deuda pendiente, ya que los


acercamientos se han dado de manera bilateral entre cabecillas y
delegados del Gobierno. En un escenario de instalación de la mesa de
negociación es casi un hecho que habrá un representante delegado de
la sociedad que represente a los movimientos sociales y comunitarios

24
de la ciudad, no obstante es clave que el Gobierno Nacional piense en
estrategias que permitan una incidencia de estos movimientos que
se vea reflejada más allá de una representación en la mesa. Como lo
argumenta Giorgios Tsaborpopoulos, analista que sigue de cerca el
proceso en Medellín, el espacio de negociación debe legitimarse desde
abajo y movilizar la agenda desde los barrios y comunas afectadas, de
otra manera se corre el riesgo de que otro actor ocupe el territorio, en
este sentido, “no se trata de un desarme sino de atacar las causas que
han permitido esa violencia”.

De manera paralela (aunque no descoordinada), en la ciudad se han


adelantado procesos de discusión y reflexión que buscan contribuir a la
implementación de la Paz Urbana. Por ejemplo, el encuentro “Ciudades
por la Paz”, en el que se ha hecho alusión a la importancia de convocar
a los procesos organizativos sociales dentro de la fase de negociación
en aras de contribuir al desescalamiento de las violencias, partiendo de
la participación de la sociedad civil en este proceso. Adicionalmente, se
priorizó a la ciudad como espacio de implementación de una eventual
paz territorial, destacando las dinámicas y diferencias entre los entornos
rurales y urbanos como una característica fundamental para una eventual
negociación.

En el mismo sentido, se ha fortalecido la Mesa Humanitaria y de Paz de


Antioquia, mecanismo que articula diferentes actores y organizaciones
de la sociedad civil como campesinos, víctimas, étnicas y religiosas.
Desde la Mesa Humanitaria han exigido al Gobierno que no se espera a
la construcción de una hoja de ruta de negociación para tener en cuenta
a este tipo de organizaciones, sino que las voces de las comunidades
y los procesos, territorios y organizaciones deben hacer parte de esta
construcción.

De esta manera, a pesar de las dificultades que se han atravesado,


se han logrado avances significativos en los acercamientos con estas
bandas delincuenciales del Valle de Aburrá. El escenario en la ciudad de
Medellín continúa siendo favorable para una eventual negociación con
estos grupos, especialmente por las muestras de buena intención que
han mostrado los grupos delincuenciales. Aun así, no es suficiente con
manifestaciones de buenas intenciones para consolidar un proceso de
negociación, el Gobierno Nacional debe priorizar la construcción de un
marco jurídico sólido, con alternativas jurídicas razonables. Al mismo
tiempo, debe contar con la participación activa de la ciudadanía, no solo
como forma de legitimidad social, sino como parte esencial del camino
hacia la reparación y la no repetición, así, es fundamental trascender
el ejercicio del desarme para atacar las causas estructurales que han
propiciado la violencia.

El escenario del Valle de Aburrá parece adecuado para fortalecer el proceso


y asegurar la sostenibilidad de la Paz Urbana, lo que ha permitido que la
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

ciudad de Medellín se convierta en el epicentro de la Paz Urbana en el país.


En este contexto, es crucial que el Gobierno Nacional realice un esfuerzo
exhaustivo para definir las estrategias, mecanismos, metodologías,
procedimientos y alcances de estas negociaciones. El futuro del proyecto
de Paz Urbana a nivel nacional está estrechamente ligado a cómo se
desarrolle en la ciudad de Medellín.

25
Quibdó

El contexto de seguridad y convivencia en Quibdó se ha caracterizado


por el aumento en las cifras de violencia en delitos como los homicidios
y la extorsión. Según el SIEDCO, en 2022 el municipio tuvo un aumen $to
del 20,7% en los homicidios (169 casos) con respecto a los reportes de
2021. La extorsión, por su parte, tuvo un comportamiento similar al del
2021, mostrando un incremento del 0,4% (270 casos). Este escenario se
explica en gran medida gracias a la disputa territorial de organizaciones
de delincuencia común que hacen presencia en el municipio,
particularmente, desde la pandemia las luchas por el control territorial
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

han venido aumentando.

La confrontación entre grupos delincuenciales se ha desarrollado a la luz


de las disputas armadas entre ELN y Clan del Golfo que tienen lugar en los
territorios rurales del departamento. La presencia y confrontación de estas
dos organizaciones ha sido un escenario propicio para la consolidación de

26
grupos delincuenciales en las zonas urbanas de Quibdó, sacando provecho
de las relaciones de subcontratación para expandir su control territorial.
La Defensoría del Pueblo ha advertido sobre el reposicionamiento de los
frentes El Boche y Resistencia Común del ELN, sin embargo, su presencia
sigue siendo menor a la que ostentan las AGC.

En este contexto, destacan cinco grupos que se han beneficiado de las


dinámicas de disputa y expansión territorial entre el ELN y las AGC: ‘Los
Mexicanos’, ‘RPS’, ‘Locos Yam’, ‘Los Zetas’ y ‘Nuevo Renacer’. Según la misma
Defensoría ‘Los Mexicanos’, organización dedicada fundamentalmente a
la extorsión y el sicariato, cuenta con cerca de 300 jóvenes que trabajan
de manera directa e indirecta, lo que la convierte en la organización más
grande e importante del municipio. En el mismo sentido, según la línea
de Democracia y Gobernabilidad de la Fundación Pares, Chocó es uno de
los departamentos con mayores índices de violencia político-electoral en
lo corrido del año, en gran medida gracias a las constantes amenazas que
el grupo ‘Los Mexicanos’ ha ejercido.

A pesar de este álgido contexto, las organizaciones de ‘Los Mexicanos’ y


‘RPS’ anunciaron su intención de participar en el proceso de Paz Urbana
que viene adelantando el Gobierno Nacional. En diciembre de 2022
pactaron un cese al fuego unilateral en el que afirmaban poner freno a
actividades ilícitas como hurto, extorsión y homicidio por una duración
de dos meses. De esta forma, Quibdó entró a ser una de las ciudades
priorizadas por la Paz Urbana, empezando procesos de acercamiento con
la Oficina de Alto Comisionado para la Paz.

Para mediados de febrero (fecha en la que vencía el cese al fuego), la


OACP expidió un comunicado en el que afirmaba que, luego de reunirse
con estos grupos delincuenciales, se tomó la decisión de mantener el
cese de actividades violentas y extorsivas en la ciudad. Adicionalmente,
los ‘Locos Yam’ se sumaron a la lista de grupos manifiestan intención de
hacer parte del proceso de Paz Urbana, bajo el compromiso de disminuir
la violencia en el municipio.

Hasta la fecha, la Fiscalía General de la Nación ha registrado una


disminución del 42% de los casos de homicidios en lo corrido del año (42
casos menos que en 2022). La OACP, por su parte, ha visto con buenos
ojos esta manifestación por pacificar la ciudad y afirma que los resultados
se pueden constatar con las autoridades locales, comerciantes y la
comunidad en general.

De esta forma, la fase de acercamientos entre estas organizaciones y el


Gobierno Nacional la ha liderado la OACP en compañía de la iglesia católica
y la MAPP OEA. Asimismo, se ha contado con la presencia de delegados
del Ministerio de Vivienda y Vicepresidencia, y una delegación de la Unión
Europea. De igual forma, ha habido acercamientos con comunidades,
líderes juveniles y presidentes de Juntas de Acción Comunal. Cabe acotar,
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

sin embargo, que no se conoce una hoja de ruta o un documento de


protocolo que especifique los puntos en la agenda y los mecanismos de
negociación. Al margen de esto, la OACP ha sido explícita en manifestar
tres puntos fundamentales:

27
I. La rendición de cuentas de estas organizaciones va a ceñirse a los
mecanismos de justicia ordinaria previamente aprobados por el
Congreso de la República y la Corte Constitucional. En este sentido,
se desestima la utilización de mecanismos de justicia transicional, así
como la instalación de tribunales especiales de paz.

II. A pesar de lo anterior, se busca generar espacios de diálogo con


organizaciones sociales, comunitarias, jóvenes y población en general,
en el que se aborden temas como los derechos de las víctimas,
garantías de no repetición y las transformaciones urbanas.

III. Culminada la fase de acercamiento y exploración con estos grupos,


se pueda concretar una segunda fase de conversaciones sociojurídicas.
Siguiendo el ejemplo de la negociación con organizaciones del Valle
de Aburrá, se espera la instalación de una mesa de negociación entre
delegados del Gobierno Nacional y las organizaciones delincuenciales
en la que se profundice la hoja de ruta del proceso.

En este sentido, en el marco de los adelantos del proceso de Paz Urbana,


Quibdó se suma al Valle de Aburrá y Buenaventura. Aun así, dentro de
esta lista de aglomeraciones y municipios urbanos, Quibdó pareciese
ubicarse tercero en la lista de prioridades del Gobierno Nacional, es decir,
la agenda de Paz Urbana en el municipio está sujeto al desenvolvimiento
y desarrollo que tenga en los otros centros urbanos.
Sin Paz Urbana no hay Paz Total

28
Referencias
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en Cali, Observatorio de Seguridad responde. Consultado en https://www.
elpais.com.co/cali/a-que-obedecen-la-mayoria-de-homicidios-en-cali-
observatorio-de-seguridad-responde.html

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al Gobierno Nacional para que las ciudades sean epicentros de la
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