Klaus Conrad - Esquizofrenia Incipiente (1958, 1997)
Klaus Conrad - Esquizofrenia Incipiente (1958, 1997)
Klaus Conrad - Esquizofrenia Incipiente (1958, 1997)
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Este Libro debía haberse escrito ya hace dieciséis años. Las
circuir._stãnèias imperantes lo impidieron, porque aquéllos eran
tiempos inquietos. Y al autor no le era permitido desenvolver
e-Z gran bajo de protocolos de historias, ya que otras tareas se
lo impedían. De este modo, el material recogido en los años
1941-1942 ha, dormitado durante dieciséis años. Y al pensar en
elaboraiâjfläe nuevo este material, después de tan larga espera,
nadie mejor que el autor podía darse cuenta de su insuficien-
cia. De todos modos, le pa.rece --y esto ha sido o t r o motivo
más para el trabajo- que los análisis ƒenornenológicos d e en-
tonces no han perdido en absoluto actualidad; todo lo eon-
trario.
Siempre es d i f í c i l escribir un libro en su inornento opor-
tuno. Unas veces aparece demasiado pronto, y nadie lo en-
tiende, y otras, demasiado tarde, con lo cual a nadie interesa
va. Nunca se puede saber con anterioridad, pero siempre es
posible tener la esperanza de haber elegido el 1'l"iO1'l1611ÍO opor-
ÍLIHO.
K. CONRA*D.
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LA SITUACION ACTUAL
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tenía a sí mismo no por otra cosa que un científico natural,
sino por su contemporáneo y compatriota E. HUSSERL y, en
los países de habla francesa, aproximadamente en el mismo
ser-ti-do, «por H. BERGSON. En el ¶novi~mie~n=to 1cien›tífi«co -que (par-
tió del fundador de la moderna fenomenología hemos de ver
el verdadero punto de partida de .aquello que hoy se conoce
como crisis de la Psiquiatría. Y es precisamente «crisis››, por-
que constantemente nos sentimos llamados a una decisión. Ape-
nas es hoy posible una coexistencia pacífica de estos dos
aspectos diferentes del enfermo mental --un as-pecto desde
fuera y otro desde dentro--. Y ello debido a la actualidad que
han adquirido nuevas cuestiones, como el que hayamos de
« intentar -confupren'der ›› las vivencias esquizofrénicas de nues-
tres enfermos a partir -de su biografía o bien que hayamos
de darnos por satisfechos con su aplicabilidad a partir de
factores disposicionales o de procesos químico-fisiológicos del
organismo sobre los que, por lo demás, »poco sabemos. Y hoy
en día no tenemos más relnedio que tomar posición ante este
dilema, por la simple razón de que determina cada vez más
nuestra conducta terapéutica. Porque aunque el mismo BINS-
WANGER. el creador de la psiquiatría comprensiva de la exis-
tencia humana, insistiese ha-ce ya doce años en que estaba
convencido de que la esquizofrenia era una enfermedad orgá-
nica, no deja de ser cierto de que su analítica existencial ha
encendido, con plena consecuencia, el pensamiento de que
la esquizofrenia era susceptible de psicoterapia, es de-cir, que
era curable por psicoterapia (SECHEI-IAYE,
. ROSEN, BBNEDETTI,
WENDT, etc.). Cada vez se extiende irás la noción de que la
esquizofrenia no es, en general, una enfermedad, de que el
concepto no se refiere «ni siquiera a un grupo de enferrne-
dades einparentadas por su naturaleza» (ZUTT), sino, por el
contrario, de que sería -una forma de fracaso humano, un signo
de que un hombre llegado a una crisis no es capaz de sopor-
tarla, en una palabra, una de las numerosas posbilidades de
no superación de la existencia «como tarea.
También en este caso pudiéramos decir: Hic Rhodos, hic
salta. En uno de sus primeros análisis minuciosos, el caso
«Ilse››, describe BINSWANGER la historia vital de una mujer
cuya vida entera, hasta su irás remota niñez, se encontraba
bajo el signo «de una disonancia de sus padres, muy queridos
para ella. Para que su pa-dre, idolatra-do a pesar de ser frío V
tiránico, cese en su avasallamiento de la madre, también muy
querida, hace el sacrificio místico de su mano derecha, que en
-presencia de su padre mantiene sobre la llama de la estufa, cau-
sándose graves queinaduras. Pero corno el padre no zmodi-fica
S11 actitud .frente a la madre y no se establece -el nuevo «1&ZO'
de amor» que esperaba, cae en una psicosis grave, indudable-
mente es-q.-uizo-frénica, con estado-s de agitación Y ten-dencias
suicidas, falsos reconoci-mientos .de personas e ideas referen-
ciales masivas. Después de trece meses de tratamiento en una
institución y al parecer curada -de modo definitivo, vuelve a
casa. En el sentido de su delirio esquizofrénico, que puede verse
la pluralización del padre y en la transformación del <<tú›› sin-
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guiar y del «nosotros›› dual, en la plural-dad del «ustedes›› y
«nosotros››, se vuelve pues «coniprensi-ble» partiendo de las
circunstancias biográficas y de la =te-niática de éstas.
Prueba -de la postura autocrítica del autor es que se pre-
guntara -en este estudio la siguiente cuestión : ¿Qué habría sido
d-e Ilse si el padre hubiera aceptado el sacrificio, hubiera reanu-
dado un lazo con su mujer y c o n ello su amor se hubiera <<puri-
ficado››? El autor se da esta contestación: « es posible, aunque
no seguro, que la enfermedad se hubiera detenido o hubiera
adquirido otra forma». En esta respuesta sólo sorprende la li-
rnitación-«aunque no seguro»-porque éste es el punto decisivo
y nos da la sensación de que nos deja en la estacada. Porque
si estamos convenci-dos de haber « cuinprendido» correctamente
el delirio corno «fenómeno biográfico, entonces sobraría di-c-ha
limitación dubitativa. Tendríamos que atenernos a nuestro aná-
lisis y declarar: con seguridad la psicosis se hubiera detenido
o bien no hubiera siquiera hecho irrupción.
En la posibilidad de este «¿qué hubiera sucedido si...?››
-pregunta que constantemente se nos imponía durante la lec-
tura de dicho estudio analítico-existencia1- radica una carac-
terística de todas las ciencias históricas en las que el objeto
es siempre único, no se repite, Natural-mente, nunca es po-
sible esclarecer la pregunta de modo e-mpírico, porque no
podemos hacer volver el tiempo atrás. Pero -por lo menos siein-
pre puede uno hacerse la pregunta, porque su respuesta, aun
cuando no sea deniostrable, es, en el fondo, la única prueba
de la verdad del pensamiento desarrollado. Sin contestar el
«¿qué hubiera sucedido si...?›› eludilnos totahnente la respon-
sabilidad del pensamiento desarrollado. La respuesta equivale
casi a una confesión, comparable a la del artista creador que
se confiesa en su obra, siendo imposible para nadie demos-
trar que haya hecho una falsa confesión. Del mismo r o d o ,
el autor, en su interpretación analítico-existencial, puede de-
niostrar que tenga razón, aunque, por otra parte, nadie pueda
aportar tampoco la demostración de lo contrario. Más bien lo
que hace es declararse en p.ro de -una delerminada concepción
en relación con esta unicidad histórica de una existencia es-
quizofrénica, por eje=mplo, que el sentido del delirio de <<IIse»
rada-ca en su temática específica del padre, deja libre a los
demás el pronunciarse en favor O en contra. Sólo cuando
los demás estudien de modo seinejante las fuentes, podrá él
hacer, por su parte, una declaración en pro o en contra. Por-
que apenas podrá confiar en el testimonio del autor, dado que
éste sólo ha presentado, de entre el enorme material de vi-
vencias posibles, aquello que le parecía esencial según su con-
cepción. Nos parecerá corno si hubiésemos abandonado el
campo de la ciencia en su auténtico sentido crítico-empírico
y hubiésemos entrado en el terreno, no menos seductor, del
artista intuitivo.
Nuestra objeción no se dirige en igual medida, sin em-
bargo, a todas las ciencias históricas, en las que las fuentes
suelen ser en general accesibles, de tal f o r r a que cada cual
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puede utilizarlas y oponer la interpretación de una época his-
tórica única o de una manifestación a otra interpretación dis-
tinta. Precisamente esto no es posible en la interpretación de
las vivencias de un enfermo, y no sólo por razones práctlcasB
sino sobre todo porque el psicoterapeuta, que él misino es
un sujeto, codetermina con extraordinaria intensidad la sub-
jetividad del enfermo, -con otras palabras : el material de vi-
vencias del enterito que el -psicoterapeuta A obtiene difiere
esencialmente del que el psicoterapeuta B recibe del mismo
enfermo para su interpretación.
EI escollo de la indemostrabilidad se hace p.lenamente cla~
ro cuando, como en el caso «Ilse››, se desarrolla un d-elirio
paranoico de persecu-ción al llegar a una situación de crisis
en la historia vital, y por esta razón hay que «comprender»
a partir de tal crisis no solamente su temática (en su «ser-
así», según K. SCHNEIDBR), sino también su misma génesis
(en su existencia). Si para unos la relación entre crisis y psi-
cosis parece solamente una coincidencia casual o bien que
sólo tiene fuerza impositiva en la temática, pero no en la gé-
nesis, para otros es un hecho antropológico del que no se
puede dudar. Ninguno -puede convencer nunca al otro.
Así pues, si en general, como ocurre en toda ciencia corn-
prensiva, no hay fundamentalmente ninguna posibilidad de
demostración, sino sólo la mayor o menor -probabilidad de ha-
cer las cosas comprensibles y, en el -caso particular de la in-
terpretación analítico-existencial de una existencia esquizofré-
nica, prácticamente ni siquiera existe la posibilidad de una
contrainterpretación, habremos de plantearnos la cuestión de
si por vía analítico-existencial es posible, en resumidas cuen-
tas, acercarse ¿más al problema de la esquizofrenia. Porque no
experimentainos nada en absoluto sobre el proyecto del mun-
do en la esquizofrenia, sino solamente y de modo funda-
mental- algo sobre el proyecto del mundo de la existencia,
única e irrepetible, «Ilse>› o «Ellen West» o «Jürg Zünd», et-
cétera. Lo específicamente esquizofrénico -+si es que existe
tal - nunca lo -podríamos encontrar por el camino de la in-
terpretación analítico-existencial. Hay tantos proyectos de mun-
do como enfermos esquizofrénicos. Por lo demás, no ocurriría
otra cosa si, en lugar de enfermos esquizofrénicos, se tratase
de -paralíticos generales.
Estas objeciones no se oponen a la investigación fenome-
nológica como tal, sino .sólo a la exigencia de una antropología
fenornenológica. Nosotros creernos que s-u espacio lo tiene ne-
cesariamente fuera de ..lo médico cuando se considera al hom-
bre como sujeto.
Pero también están justificadas las objeciones a la psico-
patología clínica. Citernos a ZUTT: «Un enfermo siente que
los demás le miran, le observan, le vigilan. Finalmente, cree
estar sornetido a hipnosis, de tal forma que tiene que hacer
incluso movimientos bajo la influencia de otros. Las cuatro
paredes ya no son capaces de protegerle contra »este entro-
metirniento. En ellas han instalado aparatos que escuchan. Ni
siquiera los límites de su cuerpo le defienden, porque los pen-
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sarmientos ajenos llegan hasta él en forma de voces. Hemos
esbozado aquí el cuadro cotidiano del llamado delirio para-
noico de persecución, y hemos de añadir que este síndrome
esbozado se observa de modo más o menos Manifiesto y . corn-
pleto en la mayoría de las llamadas enfermedades esquizofré-
nicas. Podemos darnos por satisfechos con la afirmación de
que se trata de humor delirante, ocurrencia delirante de un
solo miembro, percepciones delirantes birnernbres, alucinacio-
nes acústicas, alucinaciones corporales y trastornos del «yo»•
Estos síntomas serían trastornos funcionales condicionados por
un proceso, que -coexistirían sin sentido.›› ZUTT añade : «Pre-
cisamente esto ya no lo creemos. Incluso nos sorprende por-
que lo dudoso antropológicamente, lo provisional de tal des-
cripción, lo s-entiinos no ya como insatisfactorio, sino como
inquietante. Nos parece que en tal delirio de persecución se
trata de algo con un sentido antropológico UI1ÍtariO.››
La psicopatología clínica experimentó un espléndido auge
en los primeros decenios de nuestro siglo, especialmente gra-
cias a JASPERS. Pero después se detuvo con una rapidez que
diríamos desconcertante. Desde hace varios decenios no ha dado
un solo paso más. La enumeración de síntomas .esquizofreni-
cos que coexistirían sin relación entre sí, sin que se inten-
tase ordenarlos psicológicamente, ni siquiera la descripción
sutil de las vivencias -en todo el material acumulado fueron
capaces, como nos .indica ZUTT con plena razón, de animar
a contin-uar el carnina emprendido. La fatigosa escisión de
los fenómenos del delirio en percepciones, ocurrencias, re-
presentaciones, cogni-ciones delirantes, ere., como si éstas fue-
sen funcione-s elementales netainente separables en las que
habrían de descornponerse necesariamente los fenómenos del
delirio, hizo lo demás. Y en esto ladi-ca verdaderamente la
razón fundamental por la que l a investigación psicopatológica
se aplicase con tal ímpetu en una dirección tan distinta como
la de la fenomenología antropológica.
Así pues, nos encontramos hoy en una crisis ante una de-
cisión alternativa: ¿Hemos de darnos por satisfechos con la
enumera-ción de síntomas «esquizofrénicos» irás o menos es-
pecíficos, en la confianza de que exista una explicación cerebro-
patológica, es decir, en último término física, y dejar con elfo
lo esquizofrénico allí donde ha p.ermanecido desde JASPERS
(1913), conlo algo en general «incomprensible» «tenernos la
intuición de un todo que se -llama esquizofrénico, pero no lo
captamos, sino que enumerarnos gran cantidad de rasgos ais-
lados a los que llamamos «incamprensibles››, mientras que cada
uno- concibe dicha totalidad sólo por su propia y nueva expe-
riencia de contacto con tales enfermos-, o bien, a pesar de
ciertas objeciones, no fáciles de satisfacer como hemos dicho
antes, hemos de abandonarnos en la dirección totalmente di-
ferente que nos indica la antropología fenomenológica?, o lo
que es lo mismo : renunciar al progreso de la psicopatología
como ciencia y transformarnos de investigadores en poetas.
* -1= *
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Entre tanto, hace ya algunos años que apunté 1 que esta
alternativa no existe verdaderamente, -porque hay un tercer
camino que evita los inconvenientes _de un camino sin tomar
el otro con todas sus consecuencias.
La semilla de esta aparente alternativa fue sembrada ya
por el mismo JASPERS, según su exposición, el fenómeno psi-
quico aislado podríamos intentar «explicarlo›› de modo «cau-
sa l» --por tal camino se topa -pronto con la alteración de
los estragos orgánicos, se traslada el problema a lo físico y
se convierte éste de psicopatológico en fisiopatológico, ha-
ciendo posible un trataxniento científico natura1- o bien po-
demos reducirlo a otro fenómeno psíquico, con lo que <<com-
prendernos» el fenómeno -en tal caso nos movemos en la
dirección de una investigación científico~espiritual de relacio-
nes de sentido, al estilo de las ciencias históricas, y el «proble-
rna se transforma de psicopatológico en hermenéutico. En
JASPERS no encontranlos una tercera salida. En corresponden-
cia con ello, surgieron las dos direcciones divergentes : a una
se le escapó de las Insanos el campo de lo psíquico y se dedicó
a procurar el progreso de nuestros conocimientos en la pato-
logia cerebral, la fisiología cerebral, la endocrinología y la bio-
logía de la herencia, una vivencia alucinatoria no se podía
expresar de otra manera que como dato eléctrico-cerebral de
cleterininadas -partes de la corteza y una c-ualidad psicopática
del carácter, corno una fórmula glandular constitucional de-
terminada. La otra dirección profundizó de rodo científico-
espiritual en el -campo de las relaciones de sentido de lo psí-
quico, hasta tal punto que el fenómeno aislado, por ejemplo, la
vivencia alucinatoria, sólo sería comprensible partiendo de la
teniatica del proyecto del mundo, siempre único e irrepetible
del «ser-en-el-mundo» de esta existencia individual. Parecería
c o p i o si sólo fuera posible una explicación cerebro-fisiológica
O una interpretación científico-espiritual, para JASPERS no ha-
bría -una tercera posibilidad ( v é a s e , a este respecto, la Crítica,
de MATUSSEK, HÄFNER y «la .metáfora de las tres colinas, de
K. SCHNEIDER).
Nosotros intentamos volver a empuñar lo psicopatológico
psicológicamente. El creer que se explica la esencia de una
alucinación al registrar su correlación somática en la curva
eléctrica cerebral nos parece tan equivocado como -pensar que
se logra claridad respecto a dicho fenómeno cuando se cree
haber «comprendido su sentido a partir del proyecto del mundo
de esta existencia. Ambos caminos se salen igualmente de lo
psíquico : uno se va a lo infrapsíquico, a saber, lo físico; el
otro, a lo ufltrap-síquico,
I I a ~sa~b›er, »lo m e taƒís icfo-2. -Pero la psico-
I I
16
que se encuentra en el fenómeno es preciso, en primer lugar,
zmálizarlo psicológicamente. .
17
2
1.a fenomenología exige: darse cuenta de todo fenómeno aní-
.
1_
preciso saber de qué modo concebir y juez-gar cada detalle»
Este 'ingente campo de descripciones sutiles de vivencias y
de análisis de vivencias no ha sido. agotado en absoluto hasta
el presente por la Psiquiatría. Desde hace muchos dec-enios
eSta ante nosotros como un campo baldío, y espera que . lo
labremos. A esta forma de labor analítica la llamamos análisis
de la figura. Porque todo lo vivenciado 'está configurado, y el
análisis de hechos fenoménicos es siempre análisis de confi-.
guraciones. .- . . . - .
.ÍÍ En las páginas que siguen intentamos someter la estruc¡
cura vivencial del brote -esquízoƒrénico 'creciente a tal análisis
dé figura. Para ello no es necesario el gran esfuerzo ana-
ìïtico `de la problemática vital total del enfermo desde sU pri-
Mera ihfaricia, como
'exige
18
la legalidad de f a s e s dentro del brote esquizofrénico aislado.
Nuestro objetivo final será siempre el aprender a establecer,
en lugar de la inconexión entre los síntomas esquizofrénicos
o de la inconexllón en las fornlas de curso esquizofrénicas, una
relación intrínseca de la estructura que nos permita -concebir
el proceso conjunto desde puntos de vista unitarios.
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cisainente en esta época pasaron por su cabeza muchos pensamientos
respecto al futuro, en ellos surgía siempre el deseo de la carrera de
oficial. .
6)Ahora sabe él que todo era una amenaza. Hoy se explica las
cosas pensando que l a época del Servicio del Trabajo fue de prueba,
prueba para ver si servía. para l a carrera de oficial. Era preciso, sin
embargo, tomar una decisión porque se acercaba el momento del re-
torno a. Alemania. .
7 ) En la mañana que decíamos no habló con nadie, se limitó a
20
arreglarse. Le ponían un obstáculo tras otro. A1 hacer la cama se po-
nían en medio, cuando fue a lavarse había desaparecido repentinarnentc
el jarro del a g u a , se . -quería ir a algún -lado, le obstruían el carnero,
hacían gestos y decían cosas. Por todos lados pequeñas groserías. Esto
le exasperó. ContinuO también durante el trabajo. Uno agitaba u n á r -
bol para que la nieve cayese sobre él, al serrar, su compañero no hacía
esfuerzo, de modo que todo el trabajo tenía que hacerlo él.
Incluso sus mejores amigos se fueron desviando poco a poco de é l ,
y, uno tras otro, le abandonaron. Pronto se sintió totalmente solo. Esto
.le excitó de ›tal modo que .por fin empezó a ll-lorar. -¡ Tanto le afectaba
el que la bue h a camadería se transformas-e así en odio!
8) Le llevaron a la enferrnería, y el teniente estuvo hablando con él.
En aquel momento tuvo la sensación de que se había fraguado un plan
para que se dejase de pensar en ascenderle. Se quería, a toda costa,
dejarle en descubierto, le ponían trampas para que hiciera el ridículo
en público. El ascenso que se tenía pensado había de venir de la Co-
mandancia, . si él se encontraba comprometido públicamente, tendría
que renunciar a él. Esto es lo que intentaban siempre. Le hicieron me-
terse en cama y le dieron tabletas con la intención, al parecer, de que
dc modo artificial le oliera fiebre.
9) De pronto, vinieron un inédico y unos sanitarios. Tuvo que ves-
tirse otra vez y le inetieron en un automóvil. De modo curioso, en el
instante en que subía al auto, tuvo la sensación de que querían darle
una nueva oportunidad. Estaba claro que había de ser probado para
la carrera de oficial. Hablaron de papeles y de que tenía que ir a B .
Al arrancar el coche oyó cómo el conductor preguntaba: «¿Lazareto o
campo de aviación?›> Si era al campo de aviación, es que iba a volar
a Alemania para ir a la Escuela de oficiales. También al arrancar el
coche se dio cuenta de que no tomaba la dirección debida, sino q u e
iba de un lado a otro para q u e él se. desorientara.
10) Le ofrecieron un cigarrillo, y en. dicho momento supo que estaba
preparado con alguna sustancia para paralizarle la voluntad o para po-
der engañarle respecto a algo.
11) Por la calle veía muchas figuras negras, y le llamó la atención
q u e con frecuencia coches del ejército .v motoristas los adelantaban O
bien se cruzaban con ellos. En una plaza vacía estaba formada una
unidad de infantería, precisainente al pasar por delante hicieron una
maniobra determinada, esto quería decir que tuviera cuidado. Con fre-
cuencia veía letreros con nombres de lugares que se referían a su vida
anterior y que evocaban en él recuerdos. Estaba convencido ( y todavía
l o está hoy) de q u e todo esto había sido preparado. El motor empezó
a «ratear››: también esto era algo que habían tramado. Se detuvo el
coche, y asimismo pensó que era para evitar que llegase a tieinpo a l
avión. Una de las veces se detuvieron ante un letrero del ferrocarril en
el que había escrita una «N››. Esto significaba «no», como queriendo
decir que sus esperanzas eran vanas. Se volvió a repetir después. .
1 2 ) Al acercarse a B, el paisaje fue haciéndose más amigable, v con
ello su estado de ániino. El nombre de u n pueblo, «Gradigan››, signifi-
¡_
caba que iban ahora otra vez «montaña arriba» También vio coches
con una lona verde, lo cual estaba destinado a que tuviera de nuevo
«es.pe1-anzas». Ahora sólo de cuando en cuando veía figuras negras. Por l o
demás, también la gente que pasaba por la carretera había sido ins-
truida al efecto: por ello miraban de modo tan particular el coche.
Al preguntarle si piensa que habían cambiado el nombre de aquel pue-
blo con intención de engañarle, duda y dice que así lo cree aun cuando,
naturalmente, sea atrevido afirmar tal cosa. . .
13) Volvió a recuperar ánimos y trató de entablar conversación con
sus a c o m p a ñ a n t e s , pero éstos contestaban con monosílabos. También
1
E n alemán, gradigan, e s «n un gerade wieder bergan». (N. del T.)
21
durante el viaje habían recibido instrucciones. Ya dentro de B., un
conductor de tranvía hizo un ademán amenazador contra el chófer y
le insultó, esto significaba que el que iba en el coche no se había com-
portado de modo correcto con él.
14) En B. llegó al lazareto. También en éste tuvo al principio una
impresión de esperanza. A1 retirarle sus efectos personales, el empleado
tenía una carpeta <<verde›› y la ficha que rellenaron también era «verdes.
Querían infundirle «esperanza››. Después hubo de acostarse en una
caina en una habitación con ventanas enrejadas, lo cual recordaba una
prisión. Las numerosas gentes que allí se encontraban le observaban
constantemente, uno de ellos le ofreció un cigarrillo, pero a las pri-
meras chupadas sintió como si ondease una nube delante de sus ojos.
«En aquel momento es cuando verdaderamente empezó el teatro, hasta
entonces no era sino un enSayO.»
El enfermo cuenta la historia con un estado de ánimo ingenuo, casi
infantil, pero que a veces se transforma en rabia cuando recuerda cómo
jugaban con él. En el momento en que el enfermo hablaba con el mé-
dico, todas estas vivencias tenían todavía para él plena realidad, no
daba muestras en aquel momento de la más mínima comprensión del
carácter patológico de su estado.
15) Yacía en una cama junto a la pared. Las gentes :mantenían entre
sí conversaciones de las que podía cleducirse que se encontraba en un
campo de concentración. La impresión de nebulosidacl que le producían
.los cigarrillos continuó bastante tiempo, y él se esforzaba panucho por
luchar contra ello. No obstante, se encontraba COHIO paralizado, y no
sabía qué era lo que pasaba. Sólo pasado cierto tiempo recuperó una
visión clara. «Casi sin disimulo me eran hostiles.›› La gente no estaba
en absoluto bien dispuesta hacia él. <<Naturalmente, yo no sabía que
todo esto no era sino una prueba.››
Todos estaban allí observándole, por lo que decían, reconocía con
asombro que conocían bien su vida privada. Hacían alusiones a su fa-
rnilia. Después empezaron a hablar de cosas sangrientas, de romperle
la cabeza.
16) Fuera oyó el tintineo de la funda de un sable y después la voz
inconfundible de su comandante y de su coronel, parecía como si die-
ran órdenes. Volvió a oir que fuera bebían y después ruido de anima-
les. De repente, tuvo la impresión segura de que le iban a asesinar, de
que le iban a degollar como a un animal.
17) Después le llevaron junto a un médico, tenía el mismo aspecto
q u e su tío, el pagador. Este parecido le paralizaba. También tenía la
.misma voz bonachona de su tío. Empezó a perder la ilación de las
cosas. Parecía como que todo se hacía sobrenatural. También había
allí compañeros de su compañía del Servicio del Trabajo, y siempre
todo preparado con anterioridad. Sabía ahora q u e el médico tenía la
intención preconcebida de comprobar su capacidad de reacción. Dic-
taba las manifestaciones de él en una máquina, pero todo lo tergiver-
saba, de modo que quedaba de una forma totalmente distinta de lo que
él había declarado. Se opuso a ello, pero n o le hìcìero-n caso. Después
tuvo que echarse en la mesa de reconocimiento, y en ese momento es-
taba convencido de que ahora era cuando le iban a matar, porque en
el bolsillo de la bata blanca del médico asomaba una jeringa. Pero no
se trataba más que de un reconocimiento médico al que habían querido
dar otra apariencia. El quedó en la carne rígido, como muerto. Cuando
le sacaron sangre pensó nuevamente que ahora llegaba el final. Luego
Je llevaron de nuevo a la cama. v de momento le vino el pensamiento
de que el ruido que oía f u e r a significaba. que por hipnosis le iban a
transformar en un animal.
18) Entonces notó, por la transmisión de pensamientos, que se en-
contraba bajo hipnosis. Querían sacárselo todo. Todos querían conocer
22
sus Pensamientos. Cuando él pensaba algo, los demás le daban a
'.en~
tender que conocían sus pensamientos. . .
19) No tiene claro recuerdo de esta época. De un modo oscuro sabe.
sin eMbargo, que se le OcUrrió que tenía en su 'Portamonedas una hoja
de afeitar. Pensarlo y saltar por ella fue una Misma cosa; Volvió a
echarse"en la cama -precisameNte eón aquel. Momento estaba solo en el
cuarto- y se cortó las venas de las muñecas, prefería una muerte rá-
pida a este Inartirio cerebral lentos Sacó la mano de la caina y creyó
que se desangraba, incluso oía . cómo fluía la Sangre; Se dio cuenta,
"
varios juegos de sociedad, pero pronto se dio Cuenta de que las cosas-
no casabarì, Y que los delnás echaban unos dados- que ellos MisMos›
habían traído. En el ajedrez tiraban las figuras Y volvían a .Colocarlásj
en tre ellos se ayudaban y colaboraban. Todo eStaba . trarnadO ` de ì1r1"=
modo m u y ladino. Al principio, esto le divertía, pero después Llegó a"
.
23
cansarle. El fin que perseguían no estaba claro, pero de todas maneras
querían poner a prueba su atención.
26) A una tarjeta que envió a su casa contestaron sus padres con
una carta en la que no se sorprendían de -que estuviera en Marburgo,
porque estaban al corriente de su «enfermedad››. Había, pues, tres
11en
posibilidades: o los habían obligado a escribirla; o 1os hab engañado
diciéndoles que estaba <<enfermo>›, o que ellos escribieron dicha carta,
a pesar de que sabían que no estaba <<enfermo››, porque ellos mismos
estaban colaborando con otros. Una cosa estaba clara, y es que él no
estaba enfermo. Por esta razón la «visita de la sala» le parecía tan ri-
dícula, como una especie de representación teatral.
27) Las noches eran horribles. Sentía cómo observaban constante-
mente sus pensamientos. Al preguntarle en qué lo notaba, contestó :
«Por muchas observaciones» . Por ejemplo, decía: «La radio funciona
hoy: estupendamente», o bien, «Hoy ha funcionado 1na1››, o bien, cuando
pensaba alguna cosa particular, -tosían .de un modo intencionado. S1
pensaba en huir de-1 manicomio, le decía un camarada en seguida: <<OY'€,
R-a'nier, ¿quienes que ensay-Hemos hoy los caballos - y . n o $ 1narcì1emos'*››
. Si esta ba pensando en afeitarse, otro enfermo se pasaba la mano por
la barba y hablaba de afeitado. Para. no revelar sus pensalnientos a los
deinás, se esforzaba, sobre todo por la noche, en pensar en cosas ino-
centes. Tanlbién tenía la sensación .de encontrarse constante rente bajo
una presión hipnótica, lo cual le cansaba mucho. Muchas veces sus
compañeros dormían durante todo el día, para poderle observar mejor
por la noche. .
28) Tenía ahora la irnpresión de que todo no era sino una prueba
para ver si reunía las condiciones adecuadas para ser oficial. Cuando
el doctor T. le preguntó una vez: <<¡Oué!, ¿sigue -desmayado, Rainer?»,
se trataba de una crítica seria de la forma de comportarse. Le exigían
siexnpre una decisión, se esperaba de él un riesgo corporal. Había un
queso en cuya superficie aparecían pequeñas gotitas de grasa: con ello
le querían indicar que en el queso había « u n inedia odorífero››: el
queso sudaba. Esto significaba que él tenía que «arriesgarse» también.
Decidió entablar una lucha para acreditarse también corporal rente. -
29) Saltó hacia el armario para coger su traje, y por ello se enta-
bló u n a pelea con los mozos de la sala, cosa que él deseaba. Se le des-
garró la camisa. Le pusieron una inyección y pronto le empezaron a
temblar las rodillas, luego le llevaron al depar t a r e n t o número 7 , allí
perdió el conocimiento. Cuando volvió a despertarse, nuevarnente le
dominó el pensamiento de que tenía que inostrar arranque. Por eso,
una y otra vez se abalanzó agresivamente sobre los enfermeros. Sabía
que era contra los mozos contra quienes tenía que luchar, no contra
las demás personas. de la sala. . .
30) Una de las veces vio un dedo . que apuntaba hacia una puerta
en la . que había tres enfermeros. De inodo salvaje se lanzó hacia ellos .
en plena lucha, reconoció en uno a un señor de la Escuela Financiera
de el cual, a su vez, le había hablado de K. Z. El citado mozo lo
recordaba al director de su colegio. La lucha , acabó llevándole a la
cama v obligándole a mantener la cabeza bajo las mantas, lo cua] le
pareció degradante. .
31) Todo esto volvió a repetirse una y.. otra vez. Aunque sabía exac-
tamente lo que le esperaba, provocaba otra vez la pelea. .Se encontraba
b a j o la impresión de un artículo
. del .Reglamento militar en el que se
hablaba de la «educación para la vida dura». Aquí querían educarle v
hacer. de él un. hombre. Siempre había .tenido un aspecto debilucho.
Para - ponerse en un riesgo corporal tiró de un manotazo el plato que
un enfermero sostenía en la mano. -Uno de los mozos le dijo una vez 2
<<¿Pero te crees que nos vamos a dejar pegar?›› Con ello quería expresar
que él debía pegar para ser pegado. Una y otra vez le volvían a poner
en la cama y le sujetaban.
24
32) Tendía que le trasladasen a la sala de enfermos tranquilos, por-
que creía que de ese inodo perderla su oportunidad. Por esta actitud
agresiva, todo se volvió contra él finalmente, al extremo que creyó vol-
verse loco. Estaba . animado por . un solo pensamiento: «Tienes que
volver a luchar, todo está en juego, lo exigen de ti.›› Una de las veces
le habían sujetado con toallas en las cuatro extremidades. Alguien dijo
que podía seguir luchando con la cabeza, es decir, que no debía some-
terse nunca. Pero al f i n su resistencia se quebrantó totahnente. Sabía
que rompía sus ligaduras o se destruía a sí mismo.
33) Su estado de áninlo durante este tiempo no era en absoluto an-
gustioso. Estaba perfectamente claro que no se trataba de una broma.
sino de algo muy serio, de todos modos, no tenía sentimiento de hu-
millación, sino, por el contrario, se sentía tratado como todo un ene-
migo respetable. Lo único que le preocupaba era no ser lo suficientemente
fuerte. Por ello, cada vez le exigían mayor esfuerzo. Tenía la sensación
de que le tomaban m u y en serio. Siempre tenía presente las palabras
de su jefe : «Quien no quiera luchar hasta la muerte, no merece la
vida.›› Veía ahora que sólo le quedaba un camino: o resistir, o quedar
aquí . para siempre como enfermo mental. Muchas veces pensaba que
la nación sólo perduraría eternamente mientras se educase de modo
espartano a los hombres, igual que se hacía aquí. Sentía que si él per-
severaba le ofrecerían lo que deseaba: l a carrera. de oficial.
Pero finalmente su resistencia quedó rota, estaba acabado. «Sólo
entonces aparecieron las consecuencias .anímicas.›› No hablaba con na-
die, porque no habría sido. capaz de resistir. Ya no podía más. Se
encontraba sin esperanzas y de cara a la muerte. Aparte de un hombre
viejo a quien hablaba a veces, no se confiaba con nadie. Seguía estando
claramente bajo hipnosis, así, una vez bebió de un vaso casi vacío,
pero bebió durante mucho rato, a pesar de que el vaso debía de ha-
berse vaciado mucho antes. Carecía por completo de fuerzas, no podía
ya ofrecer resistencia. La observación constante -también le afectaba
Quería marcharse, aunque supiera que con ello perdería su oportu-
nidad.
35) En la sala de enfermos tranquilos continuó lo misino, aunque
en f o r m a irás rnitigada.
Todos gemían o hacían ruido al beber o tosían precisamente cuando
él quería dormirse. Siempre era con intención dc no dejarle dormir,
por la noche, él inismo velaba muchas veces. Una vez uno escribió en
el borde de un periódico un nombre: «Will Holtkamp». Esto quería de-
¡_
poco empezó a 8' .darse clara cuenta. de . que la observación databa de muy3
.
largo tiempo, que' Ya antes de l a . .época del .Servicio del Trabajo
.
25
Después de otras dos a tres semanas pasó al departamento abierto.
Dejó de tener la sensación de estar en un campo de concentración. Todo
había sido la prueba para la carrera de oficial y había fallado defini-
tivamente. Ahora creía que le iban' a enviar a casa por «enfermo :nen-
tal» o quizá «curador, y esperaba la decisión. . . .
37) Mientras hes refiere esto el ` enfermo está todo el tiempo serio,
no"*vacila, se esfuerza por expresarse de nïodo claro y significativo,
tampoco se pierde en Pormenores; laconstrucción de las frases es
normal. En su motórica da a veces impresión de algo infantil e inge-
nuo. No hay gesticulación, pero la expresión de la cara es algo tensa,
observadora, seria y recogida. En la exposición pone frecuentes rasgos
de humor y sonrisas. Da la impresión de que el enfermo ha tomado dis-
tancia de su grave estado, pero en el fondo se mantiene firme en el
contenido delirante de la prueba para la carrera de oficial. Se explora
de modo regular al enfermo en las semanas siguientes para obtener una
imagen aún más exacta de su forma de vivencia actual. Vamos a ex-
poner a continuación algunas notas derivadas de tales exploraciones.
. 38 ) A nuestras preguntas contesta el enferIno que aun encontrándose
totalmente solo nunca deja de tener la sensación de que le están ob-
Servando. Nunca, ni siquiera un segundo, se siente como si no le obser-
varan. «Ya nunca sé, ni siquiera lo sabré en el futuro, si algo es pu-
ramente casual. Es una impresión que paraliza. Contra los pensamientos
n o p u e d o hacer nada, vienen por 'sí mismos. Es triste que- toda - m i
Vi-dainterior esté expuesta de esta forma ante todas -las -demás personas.
Por. ello, t o c o se cierra en mí. Antes, por el contrario, yo * e r a mucho
rr1.áscolnunicativo, alegre y aniinado. Hasta entonces, desde luego, nun-
ca había tenido ninguna vivencia grandiosa. Y actualmente - n o se trata
.
«Sí, *naturalrnente.›› ¿Cuál es" la verdadera 'profesión .de esas gentes? «Por
ejemplo, el señor S., da la irpresión de s e r ' un provihciano,"un char-
l a t á n , si así fuera, yo. no le prestaría atención f-se trataba de un ' e n -
fermo ntanìaco de edad avanzada-, en realidad, creo que es uNa per-
26
sena m u y culta y que la charlatanería no es sino resultado de su
cultura. Porque es un verdadero acto el ser tan charlatán y requiere
una gran habilidad el desviarse siempre del terna. Es preciso poner una
atención colosal. En realidad, es una persona muy culta.» ¿Su p r o f e -
sión? «Supongo que la observación la hace de modo profesional. Tam-
bién K. -el enfermo K. tenía un defecto esquizofrenico- representa el
papel, Según creo, de que en la realidad -es un labrador. No tiene gran-
deza de espíritu, hace el papel del labrador pesadote, inhábil.» De vez
en cuando le viene el pensamiento de que otros sean observados tam-
bién igual que él, pero la observación sería recíproca, y a él mismo
( a l enfermo) le harían representar el papel de observador. Pero tales
pensamientos vuelve a desecharlos. No le parecen probables.
41) A una pregunta sobre el objetivo de la observación responde
que todo sería para poner a prueba su atención y su ingenio. ¿Nurzcn
duda? « E n los primeros tiempos dudé, pero después, conforme fui vi-
viendo todas estas cosas, desapareció la duda. Intentan hacerme pensar
que cuando salga de aquí ya no estaré soinetido a prueba. Hacen todo
lo posible porque la observación pase inadvertida, y efectivamente lo
hacen rnuy bien.›› En las peleas que se entablan en la sala, por ejem-
plo, tonta partido por alguno de los bandos sin pensar en dicho instante
en observación alguna. «Pero en seguida se ine ocurre que esto no es
sino una nueva prueba, y que estoy otra vez en evidencia» Igual pasa-
ría con las cosas de fuera del manicomio: Toma a veces parte de modo
intenso en algo y sólo después se da cuenta de que vuelve a estar en
<<evidencia››. Pero ¿y cómo tan grande aparato? «Para mi es totalmente
inexplicable. Hasta ahora yo nunca había pensado que tuviera tanta
inlportanci.a.››
42) Respecto a alguna ocupación responde que le gustaría leer algo
serio, pero no se siente capaz de ello: le alteran el Inedia ambiente, el
ruido, la distracción. « Y adeinás tampoco tengo la disposición de ánimo
necesaria para ello. Lo que Más me gusta son las novelas baratas, que
yo antes miraba despreciativa rente, no me siento capaz para lo grande
y lo bello. Me falta el estado de ánimo, lo mismo para los aconteci-
mientos políticos. No puedo concentrarme en lo impersonal. El leer
cosas de ingenio agudo cuando yo en realidad 1ne veo tan abandonado
lo sentiría como algo grotesco.
43) Sueña casi todas las noches con recuerdos antiguos, hoy, por
c._¡c_rnnlo- sobre Hersehing, el
*_ l u g a r donde f u e a la escuela- Por l a ma.-
ñana sabe con exactitud qué es lo que ha soñado. En el sueño no tiene
sensación de ser observado, niientras que así ocurre cuando se encuen-
tra en duerrnevela, pero este hecho ya no le causa extrañeza, es algo
que le es propio, ni siquiera puede representarse las cosas d e modo
distinto.
44) Intentamos ahora explicarle que pudiera tratarse de un delirio.
Basándonos en toda la anamnesis, exponernos ante sus ojos la posibi-
lidad de que su transformación radique en sí m i s m o , que esto sería
más verosímil que no la hipótesis de que el mundo externo hubiera
cambiado. Sólo existen estas dos posibilidades de interpretar procesos
tan extraños. Y es más fácil aceptar que en él se ha producido una
alteración, que no tener por real una maquinación gigantesca.
Este pensamiento lo rechaza de plano. Pueden muy bien existir tales
enfermos, pero en su caso no es nada patológico, sino que él lo ha
vivido. «M e encuentro de niodo natural tan fusionado con todo eso, que
no puedo desprendernie de ello sin más. Estoy convencido, y no puede
cambiarse nada.›› El intento superficial de detenernos en los pensamien-
tos del enfermo provoca inmediatamente en él que. encuentre.. nuevo
a p o y o . e n sus vivencias actuales. .En otra discusión detenida dice: «Lo
he tomado en consideración, :pero no puedo convencerme de . otra cosa ,
puedo plantearme la cuestión mil veces durante el día, y cada una de
ellas llegare a la misma conclusìón.>› Con semanas de anticipación sa-
27
ben chino v a a reaccionar, porque él reacciona como lo haría a tales
maquinaciones cualquier persona razonable. De este modo pueden pre-
.pararlo todo. ¿Existe en . general el delirio d e persecución? «Sí, desde
luego que existe, y en in hay las mismas manifestaciones que en los
enfermos verdaderos, esto es lo que me da tanta rabia. Cualquier pro-
fano diría que lo que me pasa no es cierto, que es algo que debe ex-
cluirse totalmente. Que lo que yo he vivenciado sólo puede ser «pato-
lógico». Lo peor de todo es que también mis padres entran en el
jLI€gO.››
Cuando, más adelante, intentamos hacer dudar al enfermo de la
realidad de sus vivencias, se hace cada vez irás claro que no quiere
discutirlas. Una de las veces dice: «¡No me vuelva a arrojar en esta
duda terrible! Déjenine, y yo viviré toda mi vida en el bello delirio de
que se me había ofrecido una oportunidad. Es la vivencia más grandiosa
que .yo haya tenido nunca. No quiero cesar en estos pensamientos. No
quiero volver a caer en la duda horrorosa.»
45) En una conversación mantenida días después de presentar al en-
fermo en clase -se discutió ante él I1a vivencia «delirante primarìa- se
descubre que de pronto ha corregido en gran medida dicho delirio. Opi-
na que pudiera haberse tratado de una enfermedad, pero duda y se pre-
gunta de vez en cuando por qué esto era así y aquello de otra mane-
ra, además, el control de los pensamientos sigue existiendo. Respecto al
enfermo W., de quien antes suponía que dirigía el control espiritual y la
maquinación de toda la banda, dice que ya no cree que lo haga, ni que
así fuera. Se pierde en cavilaciones. En su actitud está rnuy mejorado.
y durante largas frases de la conversación acepta la posibilidad de haber
estado enfermo, de todos modos, una y otra vez se opone a ello con
objeciones. A1 principio mismo de la charla dice sinceramente que « s u
opinión, doctor, sea quizá la correcta».
46) ¿Se siente usted cambiado? No es él mismo, ya no es despreocu-
pado, aun cuando quizá lo parezca. No es más que una actitud inten-
cionada y simulada. En realidad, se siente muy inquieto y deprimido
porque le observan. «Se me figura que mi vida a partir de este mo-
mento va a estar sometida a una mala estrella, no sé cómo va a ter-
minar todo. Hay en mí un oprobio, pero tampoco se trata de esto, es
algo más íntimo, ya no :ne siento tan descargado, ya no tengo la de-
bida confianza en lo que emprendo. No es simplemente que me haya
hecho más viejo, es una mancha que hay en i n . No es posible expre-
sarlo, es algo atormentador, doloroso, que tengo en nií. Creo que ya
nunca. más estaré verdaderainente alegre, a lo más, nie convertiré en Un
estrafalario, en una especie de provinciano o de santurrón. ..››
¿Oprobio? «Toda esta vivencia pesa sobre mí, es como una sombra
q u e me acompañase constantemente. Me siento totalmente desgraciado
-sollozando_. A nadie se le ocurre pensar en esta posibilidad, en este
desarrollo que yo he padecido. Yo no digo que estuviera muy contento
de mí mismo, pero tenía la suficiente confianza en mí lnisrno. Cuando
emprendía algo no pensaba en la posibilidad de que fracasara, y ahora
sieinpre pienso: quizá sí, quizá no. Se podría llamar también f a l t a de
fuerza de voluntad. Yo vivo bajo la impresión de que ha quedado gra-
bado en mí el cuño de la inferioridad, porque parto de la idea de que
yc- no estuve enfermo. Y ahora ya no tengo pleno valor, COITIO las demás
personas.››
47) Pocos días después. es enviado el enfermo, acoinpañado de sus
padres, al Centro de licenciamiento del ejército. Se despide cordialmente
y da las gracias al autor de estas líneas por la amistad que le demostró.
En su comportamiento, su .motórica y su expresión, está relajado, ya no
hay signos de tensión. Los padres :firman una declaración en la que
toman la responsabilidad de 'llevarle a casa,. se les advierte del peligro
de suicidio. Además, se les aconseja que tan pronto como el en fermo
presentase el más mínimo signo de que sus ideas delirantes aumentasen,
28
lo lleven a la clínica psiquiátrica más próxima, para que allí le hiciesen
u n tratamiento de insulina.
48) Tres semanas después de ser dado de alta el enfermo escribe l a
siguiente carta:
«Muy honorable señor doctor C . : Transcurridas casi tres semanas
«desde que tuvieron la -bon-dad -de darmle el alta a título de ensayo, qui-ero
describirles mis irn-presiones desde -que salí del -lazareto. :Como habíamos
previsto ya, y acertadaniente, me sentía al principio muy desconfiado .v
en todas partes creía ver espías. Pero al cabo de dos o tres días esto
desapareció, y hoy tengo la alegría de poderle asegurar que me siento
libre de este sentimiento. Pero no es menos cierto que no puedo re-
nunciar a la convicción de que antes de estar en el lazareto, y mien-
tras estuve en él, me sentía observado, este pensamiento solo puedo
recordarlo con odio. Pero basándome en algunas pequeñas investiga-
ciones y observaciones que he hecho, estoy ahora convencido de que
había ido demasiado lejos en mis suposiciones. Si no fuera por algunas
pequeñas circunstancias, pero que pesan mucho, crea que me adheriría
a la opinión de usted. ¡ Me encuentro ante un enigma, y no me es po-
sible olvidar !
Finahnente, quiero asegurarle a usted una vez más mi mayor consi-
deración. Veo siempre en usted a un -gran médico y -hombre, por irás
q u e yo haya rechazado su ayuda profesional.
Muy agradecido, R. N.
29
sentido de un <<encontrarse-ante-la-decisión››. El objetivo del
deseo de l a carrera de oficial resulta inalcanzable en el mismo
orden en que el sujeto tampoco es capaz de renunciar. El o-b-
jetivo alcanzable de ser empleado de Hacienda queda desva-
lorizado en la medida en que se idealiza el objetivo inaccesible
de oficial. No hay sitio para las dos cosas a la vez : la co1n-
prensión razonable de que no es posible conseguirlo y el deseo
ardiente, que pasa por encima de todas las barreras, de al-
canzarlo. ¿Qué puede resultar de ello? Como signo de que no
se supera la crisis : el delirio. Sólo gracias a éste -es posible
unir lo incompatible: será oficial y al mismo tiempo no lo
será, le someterán a prueba y al mismo tiempo le sustraerán
a la prueba; el compañerismo se revela como hostilidad, la
propia desvalorización como einpleado de Hacienda que no
puede ser siquiera oficial se transforma en una hipervalora-
ción, en torno a la cual vendrá finalmente a girar todo el
ejército, precisamente la imposibilidad de realización del deseo
(de oficial) hace que la dinámica -en el sentido de un estan-
camiento- del deseo se desborde hasta cierto -punto de tal
forma que al final ya no deja lugar para ninguna otra cosa.
En el es-pacio de esta alma no existe ya nada irás que un deseo,
y el mundo se adapta a dicho tema. Pero al inisino tiempo
es necesario que de algún modo se cierre la posibilidad de
satisfacción, porque si no todo el Inecanisrno cesaría por sí
mismo. Sólo puede subsistir por la tensión: quieren hacerle
oficial, pero al mismo tiempo quieren impedirlo.
De este estilo sería quizá la conjetura analítico-existencial
sobre la exposición del proyecto de mundo de -este caso. Pero
en este 1nisn1o momento surge la pregunta de conciencia: ¿Que
hubiera ocurrido S`l . . . ? ¿Si dos años antes hubiera hecho su
bachillerato en 1-ugar del examen para Ha-cienda? O bien, ¿si
se hubiera legislado ya entonces -como ocurrió de hecho unos
años más tarde-- en el sentido de que el bachillerato no fuera
condición previa necesaria para la carrera de oficial? ¿Habría
quedado este joven -protegido de su brote esquizofrénico sim-
plemente porque no hubiera habido motivo para una crisis?
O bien, ¿habría aparecido quizá en el mismo Inoniento una
crisis con otra temática que fatalmente le llevara a un brote
esquizofrénico? Nadie puede contestar estas preguntas. Pero
sí se puede pedir una declaración, aun sin la posibilidad de
comprobación empírica. .
30
presión de que sus padres en cierto niodo le reprochaban que.
se contentase con la asistencia a la Escuela Superior. Algo
ejercía presión sobre él. No era necesario que abandonase la
Escuela Superior, poro-ue hasta entonces no h a b í a , intentado
rnás que hoc-er su bachillerato. Además, las notas eran en
general Satisfactorias. Coito frías tarde nos dijeron los padres
unismos, su rápida decisión de abandonar el -bachillerato sig-
nificó para ellos una desilusión. Contra lo que el enfermo su-
ponía, deseaban -que terminara la Escuela Superior. Es seguro
que los hechos no correspondían a aquella impresión de re-
.
proche. - - . .
33
3
tirante›› O «vivencia delirante», en primer lugar, porque no po-
dernos aplicarlas de i o d o adjetivado --porque «delirante›› es
palabra que JASPERS aplica, COIÍIO se sabe, a otros fenóinenos
en los que el delirio es secundario y reducible a otros fenóme-
nos psíquicos 1--, y .sobre todo porque -el -concepto del delirio
es demasiado general, y -abarca muchas otras cosas que no
tienen que ver con la conciencia de significado anormal, ade-
más, el concepto «delirio›› no es posible definirlo de modo ge-
neraL
Nos vemos, pues, obligados a introducir una noeva palabra
que se pueda aplic-ar de modo sustantivado y adjetivado, y que
corresponde -con exactitud a aquello que JASPER.S ha descrito
claramente como «conciencia de significación anormal». Si to-
mamos como paradigma de -este modo de vivenciar a la percep.-
ción delirante, no~s encontramos que ésta va siempre aco1npa-
ñada de la manifestación d-el enfermo de que sabe exactamente
que es así y que no necesita ninguna demostración de -ello. Así,
nuestro enfermo sabía que la Inaniobra que hicieron los sol-
dados con los fusiles «en la plaza significaba que debía prepa-
rarse. Este simple saber -el significado sin tener que preguntar
por -qué se sabe, -caracteriza -toda percepción -delirante. El en-
ƒermo delirante se comporta como un hombre ante una reve-
lación. El signific-ado le es dado de un modo «manifiesto›› (re-
velado), y por ello el enfermo no puede comprender las dudas
que las demás personas tienen. Por ello, hemos elegido, para el
modo de vivenciar de la conciencia de significado anormal, la
palabra apoƒaníazz la ›nlaniobra con los -fusiles fue vivenciada,
podernos decir ahora, de nlodo apofánico, la lucha fantasmagó~
rica por la noche contra los enemigos supuestos en la barra-ca
representaba todas las características de la apofonía, la obser-
vación del jefe de tropa en relación con los sacos de pan nos
permite, -por lo menos, sospechar una vivencia apofánica.
Pero ahora, mientras que solo los datos de la percepción
contenían los signos de la apofonía -de 1nodo particularmente
claro, p. ej., en el traslado al primer lazareto, en que ningún
objeto de percepción estaba libre de tales signos-, el espacio
interior, es decir, -el contenido de las representaciones, todo el
mundo de los contenidos -e imágenes internos seguían libres de
tales signos. No obstante, por la auto descripción del enfermo
sabemos que en algún momento del curso ulterior llegó la apo-
fanía a apoderarse tanrbíén del espacio interior: se dio cuenta
entonces, por la transmisión de pensamiento-s, de que se encon-
traba bajo hipnosis (18). En esto se ve claro que también sus
propios pensamientos eran vivenciados de modo apofánico, de
tal forma que al llegar a dicha fase se puede hablar ya de una
apoƒanía de todo el carnpo.
Para todo aquello que el enfermo vive de modo apofánico
fuera, es decir, en el espacio de la percepción, encuentra con
34
facilidad la palabra «que está puesto», y en cambio para todo
aquello perteneciente -al -es-pacio interno, es decir, de la repre-
sentación que contiene carácter apofánico, tiliza la expresión
de que «está hecho». Sobre todos estos fenómenos volverernos
nuevamente -porque el análisis de ~1a topología del cainpo viven-
cial apofánico es uno de los objetos más importantes de nues-
tro estudio. . . .. ` J .
. 3. Aun cuando hay datos indicadores de que hasta el fin-al
del brote este modo apofáni-co de vivenciar.no cesó., es posible,
sin embargo, hacer una subdivisión importante. En prinier lu-
gar, como podemos deducir d e l a -exposición del enfermo, per-
dura -la continuidad de sentido, y aunque está alterad-a de modo
apofánico, no obstante, está conservada como 'tal continuidad.
El enfermo es capaz de ver la -situación en su conjunto, aun
cuando dentro de una extraña reestructuración. La escena noc-
turna en l a barraca o el viaje en coche o el ingreso en el laza-
reto son vivenciados como lo que son, precisamente como esce-
na en la barraca, como viaje en auto y como ingreso en el
lazareto. El Inundo está todavía ordenado, pero se ha centrado
de modo peculiar, es decir, ha sufrido una -especie de supra-
ordenación, o de orientación, de modo semejante a las limadu-
ras de hierro que se «orientan›› en el campo magnético. Pero
después se 'produce una transformación, desde el punto de vista
de que la continuidad de sentido está transitoriamente en pe-
ligro. Ciertos hechos de la situación comienzan a dominar de
tal fornia que amenazan con hacer saltar la continuidad de
sentido: así, la exploración médi-ca es vivenciada como una
amenaza de ejecución, el enferxno- cree que le van a degollar.
Además, -la fase que sigue tiene un carácter de irnagen.nlucho
más fuerte que lo vivenciado hasta entonces, de tal forma que
nos da la impresión de que ciertos hechos viv-enciales vienen a
constituir cuadros asir tácticos en 1o-s que ya no es-posible re-
conocer una continuidad de sentido. El ruido gutural que pro-
fiere un animal fuera 7'-CS posible que en la vecindad del laza-
reto hubiera un establo, o -bien que otros ruidos se parecieran
a sonidos de anima1es- significaba: por hipnosis habían de
transformarle en un animal. Aquí, por lo menos, hemos llega-
do -a un límite. Un pa-so más, y la continuidad de se-ntido de la
situación habría desaparecido totalmente y se habría produ-
cido un desbordamiento de imágenes arquetípicas, asintáctlcas
que, sin embargo, todavía contendrían los rasgos vivenciales de
l a apofonía. .
Para esta nueva fase que en nuestro caso, de todos modos,
no- se ha alcarazado realmente sino que so-lo ha llegado a esbo-
zarse, introducimos también una nueva palabra, que intenta ex-
presar aquella forma de imágenes reveladas que ya no guardan
ninguna relación de sentido real. Hablamos de fase apocalíptica
*.
ss
vìvenciales configurados. Nos encontrarnos ya plenamente e n
la descripción del comportamiento catatónico. Las manifesta-
ciones verbales en éste no son por lo general más que forma-as
de comportamiento puramente formales, ya no s-on apli-cables
en relación con su contenido de sentido.
En el caso de terminación por la muerte podríamos hablar
de un estadio terininaì, que en el fondo no parece ser otra cosa
si-no un coma tóxico. En éste ya no es posible -encontrar con-
tenidos vivenciales. ±
El material global
1,
en el que termina la -observación . aparece -en la tabla 1, la
cual contiene la distribución de edad según el moment.o del
primer brote o -del prilner signo seguro de trastorno esquizo-
frénico, las cifras difieren un poco entre sí, porque al hacer
el estudio se vio que en una serie de casos -las priineras mani-
festaciones esquizofrénicas habían aparecido mucho antes, pero
hasta el momento de las nuevas Inanifestaciones habían que-
dado sin reconocer.
TABLA I
Elaboración del material conjw-zto según la edad
( v . Fig. 1)
16 años 3
17 -u
19 ›› 6 2
20 el.
22 » 21 18
23 25 » 19 10
26 un
28 » 18 20
29 G
31 » 18 21
32 S
34 ›› 7 15
35 1
37 » 16 12
38 1
40 » 4 9
41 0
41 » 4
38
sonalidad debidas a brotes psicóticos anteriores. Solo _quedaban,
pues, 5 casos a los que se podía aplicar la denominaclón «psico-
Patla».
de lo enfermedad.
22 -
al concluirse lo
20 observación ( 1 9 4 2 )
78
76'
74
72
70
8
6`
4.
l
2 "c.'Y
l s
\
In
- I.
- 76` - 7.9 -22 -25 '23 -81 -34 '37 -40 - 4-f~ Años
39
El caso 19 es descrito también conlo una personalidad subdepresìva,
algo débil, que diez años antes del comienzo de su psicosis intentó suíci~
darse por r u y escasos motivos.
En vista de este pequeño número de personalidades psico-
pláticas inanifiestas, a la noción de que el destino esquizofreni-
co se relnonta hasta la infancia y que ya en dicha época recibe
el cuño decisivo, debe oponerse cierta duda. .
40
mente querían enfadarle, porque sabían que era ni uy sensible. En 194'
fue destinad.o como empleado del ejército a Noruega, donde hizo irrup
cien su psicosis.
El caso 27, a los dieciséis años, se volvió obstinado, al extremo que se
producían insoportable-s discusiones con sus padres, quienes le llevaron
al Departamento de niños de la Clínica Psiquiátrica, en donde se estable-
ció el diagnóstico de «psicopatía juvenil». En las fuerzas armadas llamó
pronto la atención como hebefrénico.
El caso 101 presentó, a. los veintitrés años (en 1924), un proceso esqui-
zofrénico seguro con un aspecto peculiar «orgánico››: en mayo de dicho
año padeció un proceso gripal grave, en el que durmió mucho, convale-
cencia lenta. En octubre siguiente, nuevo episodio de gripe, con manifes-
taciones psicóticas, a partir de las cuales se desarrolló rápidamente una
psicosis catatónico grave, con catalepsia, estupor y a r r i m a . Aunque se
dudó si se tratara de una encefalitis, se llegó finalinente al diagnóstico
de esquizofrenia. Curación lenta. Contrajo matrimonio en 1929, teniendo
después dos niños; en 1941 es llamado a filas. En el ejército se declara
eiifermo- al cabo de tres meses, se encuentra angustiado, cree q u e le
van a instar, desarrolla claras vivencias de referencia y cae finalmente
en un estupor. Este se aclara lentamente, pero después apenas da datos
sobre él: por el contrario, quita importancia a la en ferlnedad. No hay
rasgos postencefalíticos.
El caso 38 pasó, durante el periodo de instrucción, cinco in eses en un
rnanicomio.
El caso 4 padeció, a los dieciséis años, un estado Nicótico : se h a b l ó
de «rasgos 111aniaco-depresivos con sospecha de hebefrenia».
El caso 85 enferrnó, en 1929, de una psicosis esquizofrénica. Solo en 1933
_había pasado cuatro años en casa sin hacer nada-- conienvó poco a
:poco a t r a b a j a r . a interesarse -corno antes por el f ú t b o l , se hizo repre-
sentante de viajes, contrajo matrinlonio en 1937, se colocó como † p e ø¢0-
-nista en 1940 en u n a :Fran e1¬*m:›resa v se presentó voluntario a ,las fuerzas
arenadas, pero hubo de ser licenciado, al cabo de cuatro semanas, debido
a «debìlidad››, en 1941 f u e alistado d e nvevø, V al cabo de n n h n s e r ï i a fl a s .
licenciado por razones sernejantes. En 1942 yo"vió a ser alistado por ter-
cera vez, siendo enviado esta vez por el WBK, por «sospecha de sirriu-
lación».
El caso 57 enfernwó cinco veces, entre 1932 y 1939, de psicosis catató-
nica de corta duración (catatonia periódica).
El caso 19 incurre, a los veinticuatro años. en 1931, en un intento de
suicidio con escasos motivos, ingresa en 1933 en el rnaniconiio con una
enferznedad esquizofrénica. Es dado de alta el año siguiente. I n g r e s a
41
en 1939 en la inarina, de la que es licenciado por «algo nervioso», en 1941
es llamado a las fuerzas armadas.
El caso 32 pasó, en 1934, por una psicosis esquizofrénica, de la que
remitió completainente con capacidad de trabajo, hasta que en 1941, poco
después de ser llamado a filas, enferinó de nuevo.
El caso 51 permaneció desde el final de 1936 hasta la mitad de 1937 en
un manicomio, por padecer esquizofrenia. Remitió hasta alistarse y en-
tonces pronto llamó la atención porque «no tenía espíritu de servicio»
Durante largo tiempo estuvo castigado y sometido a numerosos castigos
disciplinarios, hasta que se reconoció la verdadera naturaleza del asunto.
Los casos 8, 29, 41 y 93 pasaron Jaarnbìén por breves brotes esquizofré-
nicos, diagnosticados como tales, que remitieron, dejando capacidad de
trabajo, solo volvieron a enfermar al ingresar en las fuerzas armadas.
Finalmente, el caso 9 tardó dos años en ser alistado, por hallarse pen-
diente de una reclamación por un delito contra las costumbres. Fue con-
denado a un año de prisión, ingresando, poco después de ser puesto en
libertad, en las fuerzas armadas, aquí sufrió dos arrestos por indiscipli-
na. La exploración ulterior dio como resultado seguro que ya el delito
contra las costumbres había sido cometido en plena psicosis esquizo-
frénica.
42
casa ardía, todo parecía sobrenatural, fantástico, sus padres también te-
Illán un aspecto tan distinto que no sabía siquiera cómo habría de des-
cribirlos. Este ,sueño siguió impresionándole largo tiempo después de des-
pertar. . 1 . .
1,
sensación «como si se sintiera sensual» por más que nunca hubiera
tenido prácticas homosexuales, sino que, por el contrario, estaba casado
y tenía seis hijos.
El caso 3 tuvo, a los dieciocho años, en el momento de dormirse, un
extraño ensueño, del que todavía se acuerda: vio que un sujeto, con un
pañuelo encarnado al cuello, se acercaba a él. AI incorporarse en la cama,
la imagen desapareció. Mucho más tarde, poco antes de comenzar la
psicosis y durante la campaña de Francia, vio, estando acostado en su
cama de campaña, una careta de negro ante sí. También esta imagen
desapareció rápidamente. Cree que no se había dormido todavía. En esta
época se habían visto inquietados por soldados negros, que merodeaban
en las cercanías.
El caso 30, unos meses antes del comienzo de la psicosis, y cuando
caminaba sobre un puente, tuvo la extraña vivencia de que todo había
girado: lo que estaba a la izquierda aparecía ahora a la derecha, todos
los pensamientos eran inversos y siendo así que iba a la ciudad le daba
la impresión de que se alejaba de ella. Esta sensación no le parecía na-
tural, sino que le impresionaba como si hubiese sido «creada de modo
artificial». También las gentes pensaban <<sí›› cuando decían «no››. Al
cabo de pocas horas todo pasó. El enfermo se había separado en esta
época del partido comunista holandés, alistándose en la S. S.
43
El caso 24, cuando volvía al frente después de sufrir una operación
por un trastorno de los ganglios linfáticos del cuello, llamó la atención
por su conducta, por lo que fue enviado al psiquiatra ; éste le declaró
útil para el servicio. Poco después comenzó la psicosis, cuya primera ma-
nifestación fue una pelea a puñetazos con su capitán.
El caso 18 fue enviado al hospital por una gonorrea, pronto llamó la
atención por un comportamiento extraño.
El caso 6, al despertarse de la anestesia que hubo de aplicársele por
una apendicectomía, arrojó una taza de té a la cara del sanitario que se
lo servía; a partir de dicho instante se 1nanifestó de un modo tan psicó-
tico que fue enviado inmediatamente al psiquiatra.
5. Los casos 16 y 47 pasaron a la enfermería: el prilnero por una gripe
_ d u r a n t e el permiso de convalecencia se volvió psicótico-, el segundo
por reúma muscular. Este último no consintió que le pusieran inyeccio-
nes, y por ello volvió a su regimiento, donde al cabo de pocos días co-
menzó a presentar alucinaciones de modo agudo.
Los casos 32 y 116 volvieron a Alemania por trastornos gastrointesti-
nales. EI primero había presentado dichas alteraciones en años anteriores.
pero había curado bien, enfermó ahora con sospecha de úlcera de estó-
mago. En el hospital comenzó la psicosis, con un estado agudo de angus-
tia. E1 segundo caso presentó amigdalitis .v , al volver a su compañía, ca-
tarro agudo gastrointestinal, en el hospital desarrol'ó un delirio de refe-
rencia.
También el caso 42 había tenido constantemente diarreas. Para curar--
las fue enviado al hospital, y a poco de volver enfermó de su psicosis.
44
si el corazón «estuviese encogido». Permaneció largo tiempo en la enfer-
mería, en donde un día se l e manifestó la psicosis.
El caso 49 es enviado por el médico del regimiento al hospital porque
no se sentía bien: «Siempre me encuentro cansado, en el servicio militar*
le tratan a uno de tal forma, que se suprime la libertad personal» (estas
son palabras que el enfermo escribe en su primera declaración de en-
fermedad).
En el caso 82 se manifiesta su enfermedad, según él, por punzadas al
respirar, sensación de vértigo y desmayo. En las anotaciones clínicas en-
contramos: «La impresión de falta de energía, de ausencia» Es enviado a
retaguardia por estado de agotamiento, labilidad emocional y molestias
cardíacas de origen nervioso.
El caso 102 se quejaba ya, en el verano de 1942, de debilidad e n las
rodillas, molestias respiratorias constantes, nerviosidad, dolores en la bó-
veda craneana. También dice: «Cuando fumo un cigarrillo noto que en
mi cabeza algo no está en orden...>› En diciembre de 1942 aparece de
modo bastante agudo la psicosis.
A1 revisar estos pródromos que aparecen al examinar con
-exactitud la historia -previa de brotes esquizofrénicos recien-
tes resulta lo siguiente :
24 casos (23 por 100) fueron ralos escolares, de ellos 3 ( 3 por
100) presentaban una clara legastenia.
5 -casos ( 5 por 100) eran personalidades psicopáticas en el sen-
tido estricto de la palabra, en algunos de ellos no era posi-
ble descartar la sospecha de rasgos psicôticos transitorios.
22 casos (21 por 100) habían pasado ya anteriormente una
psicosis, de ellos, 9 (8,5 por 100) de tipo depresivo o dudoso,
que n o se podía diagnosticar con seguridad como psicosis,
en 13 (12,5 por loo) se trataba con seguridad . l e brotes es-
quizofrénicos.
22 -casos (21 por 100) -enfermaron en el hospital, al que habían
sido enviados por múltiples trastornos corporales.
l o
04
4 -
..
l o
GQ;
45
A. EL ANALISIS. FIGURAL DEL DELIRiO ESQUIZOFRENICO
46
gran parte de él. Sobre todo, olvidan «la motivación»U Saben
todavía que han hecho tal o cual cosa, pero ya no pueden de-
cir por qué lo hicieron.
Por ello, tiene tanto mayor importancia el testimonio de
aquellos enteritos que cuando conseguimos que nos hablen
nos dicen algo de las vivencias que tuvieron en la época del
comienzo. E in-cluso cuando no nos dicen nada sobre los moti-
vos, po-rque éstos se oculten al enfermo mismo, la exposición
de su contenido psíquico global en l a época citada nos p.ermite
todavía deducir ciertas conclusiones. Finalmente, en el terreno
de lo fenoménico muchas Veces nos Vemos remitidos a inter-
preta-ciones. ' - .
I. El trema
1. <<CONDUCTAS›› S I N SENTIDO
Caso 28 El cabo ;prinler.o, de veintidós años, Hans G., joven con dotes
sobresalientes, perdió en marzo de 1940 a su hermano en el frente del
Oeste. En febrero de 1941 enfermó de una otitis Inedia purulenta crónica,
por la que hubo de someterse durante largo tiempo a tratamiento. Ha-
cía la misma época, aproximadamente, según nos dice, tenía diferencias
con el capitán de su compañía. Le daba la impresión de que éste retra-
saba siempre su ascenso, al parecer porque (el enterito) era creyente, y
su capitán, en la vida civil, pastor protestante. Repetidas veces le pre-
guntaba sobre el asunto, y siempre le contestaba dándole esperanzas. Una
v e z que h a b l ó n su jefe snhre e l l o , é c f e se r n n n ì f e c f ñ e v i r l e n f e r n e n f e n h n -
rrido del asunto y gritó al cabo, diciéndole que se f u e r a al infierno, y
otras cosas más. Como G. precisaniente acababa de venir del tratamiento
de su otitis media y con los ruidos fuertes le dolían los oídos, al alejar-
se del capitán se iba tapando con ambas ruanos las orejas. Por esto, que
se consideró una grave f a l t a de disciplina, fue arrestado tres días y priva-
do de paseo durante catorce. Todo este tiempo, e incluso antes de co-
menzar el castigo, se encontró en un estado de tensión que no podría
describir con mayor exactitud. Dos semanas más tarde, cuando poco des-
pues de terminar su castigo fue trasladado a otra sección y en el mo-
mento en que entraba de servicio, comenzó de r o d o agudo la psicosis.
Fijérnonos en priiner lugar en la falta peco-liar Co-meticla,
la cual presenta el carácter de aquellas faltas <<incomprensi-
ble s» contra la disciplina que destacan en las esquizofrenias
de comienzo.
Oímos decir al rp_aciente que se encontró bajo una «presión››,
que no puede describir con mayor exactitud y que esperaba
el ascenso a suboficial. La situación se parece mucho a la que
vimos en el caso de Rainer, que describimos con detalle, lo
cual no es de extrañar, ya que el tema «ascenso›› era muy
lDisertación inaugural de R. WIRGES, aportación al problema del cam-
bio de estructura inicial esquizofrénico. Marburgo, 1942.
47
actual entre los cabos del ejército alemán. Nos encontrarlos
también en este caso con la misma polarización que en el otro
descrito : la conciencia de un ascenso futuro junto a una hos-
tilidad y a un impedimento, esta vez por par te del jefe. La
<<explicación›› por diferencias concesionales era de esperar.
Una vez más nos encontramos con un aumento de la ten-
sión del cainpo, en el que aparecen ciertas barreras. Des-pués,
hallamos la reprimenda por el jefe, situación que no es rara
en la vida militar. Tales <<broncas›› se ajustan a ciertas nominas
concretas : el inferior ha de recibir en posición de firmes el
<<chaparrón››, después, ha de dar inedia vuelta correctamente,
caminar hasta la puerta, volverse allí de nuevo con la misma
rigidez y, una vez más, volverse y abandonar la habitación.
No es posible hacerlo de otro modo. Ni tampoco es necesario
ser un veterano para realizar de niodo fácil este automatismo.
Desde el punto de vista de la dinámica del c a r p o , la re-
prìrnenda significa naturalmente un enorme aumento de la ten-
sión, que corresponde a un robusteciiniento de las barreras
que, corno ir uros, bloquean el campo. Este queda «con ello de
tal f o r m a oprimido que en dicha situación solo es posible un
determinado comportamiento. Ya en la vida civil es menester
ajustarse en general a. otras reglas de juego, se puede lograr
una compensación de la tensión devolviendo la injuria o ha-
ciéndolo con acto-s, es decir, que es posible, por la fuerza de
los brazos, un ataque directo a las barreras. Pero en la situa-
ción militar -correspondiente la firnieza de los Ir uros es incom-
parablemente mayor. No es posible ni un contrata-que ni una
-simple huida, porque, en el mejor de los casos, esto último
también es factible en la vida c.vi1: dar inedia vuelta y rnarchar-
se uno por su camino en el Inornensto en que se recibe una inju-
ria --por lo demás es una reacción en la que se superan gran-
des resistencias, precisamente las <<barreras›› en t-orno al cam-
po_, pero esto no puede hacerse en una situación militar. La
única posibilidad de derivación motora del agolpamiento de la
tensión del afecto es la rigidez exagerada de la posición de fir-
n1es, que precisamente por ello, como sabe todo aquel que
haya sufrido tal situación, resulta facilísimo.
Pero nuestro enfermo hizo algo sorprendente : se tapó los
oídos, porque, como dijo Irás tarde, las voces del jefe hicieron
que le ~dolieran. Por lo dernás, -su colngporta-miento fue ver-
daderan1ente razonable, pero esta acción «raZO1'1ab1€›› es, al
mismo tiempo, una «locura››. Porque tal conducta poco cas-
trense, además en un cabo primero que acaba de quejarse a
su superior porque no le han ascendido, no puede llamarse de
otro inodo. Solo sería <<razonable›› si se prescindiera de la es-
tructura de la situación dada. Pero siempre nos encontrarnos
en una «situación››, y a la «conducta no adecuada a ésta la 11a-
mamos «loca›› (extravagante, desviada).
Ahora bien, hemos oído decir al paciente, quien hasta en-
ronces había, pasado como completamente normal, que ya ha-
cía largo tieinpo que se encontraba bajo una << presion». A los
diecisiete años había tenido u n brote psicótico rnuy corto, con
48
«pesadumbre en los años del desarrollo», que se había consi-
derado como una crisis de la pubertad. A la «afectividad cor-
po ra l» aunaentada aplicando a la elevada tensión de partida
una expresión de la escuela de Lewin- -se añade ahora un
enorme aumento de tensión por la reprimenda. El enterito se
comporta precisainente cocino si por un instante hubiese per-
.dido por completo la noción de la situación, corno si se hubie-
se salido de ella. Deja de ajustarse a las reglas del juego. El
capitán, una figura importante de su tablero de ajedrez, es
salta-do como si se hubiera hecho tablas, es suprirni-do como
una pieza del molino. O dicho con mayor exactitud, es eliminado
del c a r p o como si fuera un objeto molesto, ruidoso, se cierra
una ventana para oir menos un ruido desagradable que ocurre
fuera, en la calle. Se incurre en una destrucción total de la es-
tructura de la situación como única posibilidad de librarse del
aumento de tensión, se entra en corto circuito, en el auténtico
sentido de la palabra, quizá para evitar una catástrofe mayor.
De este inodo se consiguió en seguida una disminución de
la tensión, la hiperpresión desapareció y con ello se restable-
ció la estructura de la situación. El hecho es que inmediata-
inente después de su falta el enfermo se reintegra a la conducta
inilitar, si no, no le hubieran castigado conforme a las orde-
nanzas, sino que le hubieran enviado al médico. Así pues, no es
posible llamar «inconlprensible», «carente de sentido», a esta
conducta. Tenía su sentido, aunque solo desde el punto de
vista de una distinta estructura de la vivencia, es decir, de un
-cambio de la vivencia ya producido, que de inodo .transitorio
-solo era observable en situaciones de peligro con el afecto
sometido a gran tensión. .
Caso 12. El cabo pretinero Horst B., de veintiséis años, marchó con su
regimiento, en junio de 1941, hacia el frente ruso, sirviendo como conduc-
tor de automóvil. En diciembre de 1941 es comisionado para un cursillo
de jilmaestre que ha de hacer en Alemania. Se pone en camino el 8 del
mismo mes. Durante todo el viaje, que duró tres días, se encontró en un
estado de ánimo de alegría exaltada, «como embriagado››: el inotivo era
el avance victorioso, las perspectivas de ascenso, el cursillo próximo. El
11 de diciembre llegó a R., y la misma noche, en una taberna, oyó por
la radio el discurso del Führer. Este le emocionó fuertemente y hubo
de llorar varias veces, a pesar de que se avergonzaba de hacerlo en un
local público. Inmediatamente nació en él el deseo de escribir al Führer.
Fué a su cuartel y escribió: «AI oír su discurso he tenido que llorar
dos veces, la primera, al mencionar el sector medio del frente del Este,
en el que yo mismo he servido, la segunda, al hablar de la embajada
aleinana en Washington, porque mi primo fue primer oficial de radio en
el orgulloso barco alemán Colombos, y actualmente está empleado en la
embajada alemana en América. Usted y el mariscal del Reich son las dos
xnejores cabezas de la nación. Todos los soldados alemanes esperan y
desean pasar las próximas Navidades en sus casas con sus madres.»
No quiso enviar esta carta por correo, y al día siguiente se metió en
el tren camino de Berlín; llegó a la Cancillería del Reich para entregarla
personalmente. Un teniente de las S. S. leyó la carta y le hizo marchar.
Fue después a una oficina de Correos y envió su mensaje al Führer en
forma de telegrama. Le costó 50 marcos, sorprendiéndole por lo barato-
Cuenta ahora que la noche anterior había mostrado la carta a un ins-
tructor, quien le aconsejó que no la enviara. Pero con este rechazo le
49
4
había dado a entender que debía hacerlo -el «no›› significaba en reali-
dad <<sí››--, pero que no debía decir nada delante de los demás. En el
camino de vuelta de Berlín comenzó el grave delirio de referencia, su-
mergido en una agitación maniforme con fuga de ideas, que finalmente
terminó en una catatorïïa mortal.
SO
En este caso nos resulta difícil hablar de conducta «s in
sen tid o», aunque presenta todos los signos de un corto circuito.
También se encuentran aquí la existencia previa de una presión
atorinentadora y una tensión horrible, pero que no se cornpren-
de simpleinente por la situación aguda de un avance militar..
La gran f a l t a contra la disciplina militar, en claro contraste con
.su conducta intachable hasta entonces, aparece según su mo-
tivación -riostrar a sus gentes la cultura del enernigo-- y des-
de el punto de vista de sus superiores, totahnente <<1oca›› : dos
caro-pos situacionales ìncoinpatibles son puestos en comunica-
ción. También en este caso se transgreden barreras que se
revelan quebradizas.
Lo que llamamos aqui <<límìtes›› o «barreras››, no son vallas
visibles y palpables, lo que denoininarnos «reglas del juego»
no son leyes escritas, sino la mayoría de las veces, tácitas. No
obstante, se trata de realidades que en nuestras vidas no tienen
menos importancia que los o-bjetos con-cretos de nuestro cam-
po verdadero en cada momento. Y nos preguntarnos ahora cuán-
do nosotros, los sanos, << traspasarnos» tales límites y reglas del
juego, es decir, nos los saltamos, sin darnos cuenta de ello,
se trata de un estado al q.ue solernos llamar necesidad. El refrán
« l a necesidad no respeta prohibiciones» expresa este hecho.
Nos inclinamos a supoller que también nuestros enfermos se
encuentran en una especie d e estado de necesidad, inuchas veces
sin tener clara conciencia de ello. Lo que en la estructura si-
tuacional inilítar aparece generalmente como falta de discipli-
na, es en realidad expresión de -una reacción de urgencia (de
necesidad) que debe servir para desproveer de su peligro al
anclaje en la estructura situacional del momento. Siempre ha
tenido lugar ya un proceso de destrucción, cuya expresión es
la afectividad corporal tensa, de tal forma que una pequeña
presión adicional puede tener por consecuencia el desborda-
niiento de las barreras, es decir, las conductas «s in sentido».
c
2. LA DEPRESIÓN INICIAL
Sl
por ejemplo, un asesinato. Supongamos, además, que ha logra-
-do suprimir las huellas hasta tal punto que no pueda temer
el descubrimiento. ¿Qué podemos decir del campo de sus vi-
vencias? En primer lugar esto: algo ha cambiado irreversible-
rneute, no es posible volver jamás al antiguo estado. Sin em-
bargo, el mundo parece el mismo, la silla y la mesa, los árbo-
les y las nubes son los mismos que antes. A1 1nis»mo tiempo
todo es distinto: su relación conmigo, el actor, ha cambiado,
son inocentes, no tienen culpa. Y por ello se apartan de mi, se
-desvían, no quieren saber nada de I n , me dejan en la estacada.
Salgo de este mundo, ya no estoy .anclado y albergado en él.
Y entre los hombres que nie -encuentro yo se ha hendido un
abismo. No puedo ir hacia ellos, están en la otra orilla, que no
puedo alcanzar, con la que no me un-e ningún puente, coma
no sea e-1 de la expiación. Esta otra orilla es la de la disculpa,
-o quizá mejor, la de la no -culpa. Yo también estaba antes allí
con los otro-s, pero ahora estoy aquí y solo. Porque nadie está
«de mi lado». Los veo «del otro lado» atendiendo a sus ocu-
paciones, como si no hubiera ocurrido nada. Pero yo no puedo
estar «con ellos», ya no puedo «colaborar››, no pertenezco a
ellos, me he quedado fuera del conjunto estructural de los de-
inás, en este momento es cuando soy realmente yo mismo. El
<<nosotros›› lo he perdido, la «trascendencia›› ha quedado en
duda.
La topología del campo en la viven-cia de la culpa se carac-
teriza, pues, por el abismo divisor entre -el lugar en que se en-
.c-uentra el culpable y el lugar de los otros. El abismo no es
una barrera simple, sino que tiene un carácter mucho más in-
condicional, mucho irás separador. Mientras que las barreras
se pueden saltar, allanar, destruir, o por lo -menos chocar con-
ztra ellas, niientras que por su destrucción es posible por 1o
:menos una huida a lo irla-cional, es el abistno una separación
sin posibilidad de un camino que la supere. La libertad en el
-campo parece ser mucho M a y o r : puede -uno Inoverse como
quiera, apenas está uno limitado y, sin embargo, está el abis-
nio, invisible para los otros, pero inevitable para el culpable,
sieinpre presente, imposible de olvidar por un solo in-stante.
Caso 108. El soldado A l f r e d o W., de treinta y seis años, hacía mucho
tiempo que había enviudado y que vivía con una mujer. En abril de
1940 fue movilizado. Ya entonces comenzó un sentimiento peculiar: «Es-
taba muy afectado psíquicamente, en la oficina sentía una gran presión,
para mí desconocida hasta entonces.» Hacia octubre de 1940 fue llamado
a filas, creo no poder siquiera contar lo que entonces pasó en él :
presentimientos de muerte, sensación de que «la guerra no iba a ir
bien para él, que pasaba algo». En enero del año siguiente se casó pre-
cipitadamente con la compañera de su vida, la cual quedó plenamente
sorprendida. En el permiso nupcial tuvo ictericia durante diez días.
En mayo de 1941 empezó a llamar la atención. Hacía manifestaciones
incomprensibles, rompía en sollozos y decía que no sabía por qué. En
una exploración afirmó: «Sé claramente que soy un gran criminal. No
he matado a nadie ni hecho nada semejante. Pero estoy enfermo -se-
guramente esto se lo había dicho el médico del regimiento, ya que a
éste le habían llamado la atención varias veces las autoacusaciones del
enferrno-- y de ello ha surgido posiblemente alguna acción criminal.
52
Quizá seducido por alguien he caído en una tentación, tal vez sin poder
resistir. Sé también que algunas veces he tenido sentimientos oscuros
de haber hecho algo mal, no puedo quitarme esa idea...» ¿De q u é de-
duce usted todo ello? «Es una angustia sentida oscuramente, una agita-
ción o excitación que nadie sabe de dónde viene; quizá en parte del
inconsciente..., pero no puedo más, no sé m á s , me daría de cabezadas
con la pared, haría cualquier cosa, y al mismo tiempo me siento inhi-
bido, no puedo hacer nada, puesto que todo ha sucedido y a ; tengo que
resignarme a mi amarga suerte... --se hundía en cavilaciones-. ¿Habré
revelado secretos militares?, no lo sé... --seguía meditando-, o quiza
el deseo surgido de la inquietud, de volver a casa para poder arreglarlo
todo... Quizá sea pereza para librarme del servicio militar... Sí, enton-
ces... me he... -en un mu1*mulIo- oprimido...››
El enfermo pregunta con lágrimas en los ojos: «¿Lo sabe ya m i
madre?›› -rompiendo de pronto en sollozos-. «¡Ay, he hundido a m i
familia... !›› EI paciente está extraordinariamente agitado y oprimido, in-
quieto y atormentado, se retuerce las manos, llora, mira desamparado
v repite constanteinente que no puede más, que no puede concebirlo.
El delirio de referencia, q u e después se hace cada vez más estructurado,
confirma el diagnóstico de presunción de proceso esquizofrénico.
Este caso nos lleva ya a otra variante del tierna, que tiene
una importancia fundamental para esta fase de las vivencias,
a la que la Psiquiatría clásica llama humor delirante. Antes q u e
pasemos a éste, diremos resumiendo : el trenza puede a d o p t a r
el carácter de una depresión endógena. De hecho no es posible
establecer diferencias, la semejanza de los cuadros de estado
eS tan grande que no -puede verse claro hasta qué -punto debe
hablarse sólo de «semejanza›› y no 'de «identidad». Sería una
formulación correcta, a la que nadie podría objetar, la siguien-
te : «La enfermedad esquizofrénica de X. ha comenzado como
Una depresión endógena (o manía endógena).» En cambio, nun-
ca se podría decir la proposición inversa: «La depresión o la
«manía de Y ha comenzado con una esquizofrenia.›› Esto nos
S5
indica una diferencia ƒandamental de la naturaleza de arribas
enfermedades. Hasta hoy la Psiquiatría clásica, que pone una
junto a otra ambas formas de enfermedad como si fueran uni-
=dades nosológicas de igual valor, no ha tenido esto en cuenta.
En la parte segunda de este libro hablaremos más sobre ella.
3. FACTORES «REACTIVOS ››
56
hospital. El enfermo participó en ellas, induciendo a otro enfernlo a
luchar contra u n sargento herido. A1 mediodía del día. siguiente su
conducta era la de siempre. En general, había sido una persona de
estado de ánimo alegre. "or la tarde se produjo una clara distimia :
estuvo largo tiempo sentado en una silla y mirando fijamente a una
mancha de la pared, sin hablar, por la noche se l e echó de nienos
en el dormitorio y le encontraron en el parque vecino, donde estaba
de pie, quieto, entre los árboles. Intentó huir, después de alcanzarle
empezó a temblar, a gritar, para finalmente romper en llanto. Durante
la noche no pudo dormir, estaba medio recostado en la cama, sujetán-
dose la cabeza con las dos manos. Para el médico inforrnante, la re-
lación entre la actual depresión y el campar t a r e n t o culpable ezz el
refugio antiaéreo era evidente.
La exploración dio el siguiente resultado: Ya durante el periodo dc
instrucción había sufrido angustia. Cuando sonaba el silbato del ins-
tructor le cornenzaban las palpitaciones. En su unidad militar se había
sentido siempre bajo la misma presión. Por ello, numerosas veces fue
enviado a t r á s con las rodillas vacilantes, cuando estaba de centinela,
todo le parecía siempre «inhóspito››. Fue tratado en .el hospital a causa
de su corazón. Allí ocurrió el incidente con el sargento. Este se había
burlado de é l : «Cuando venía ponía otra cara, desorbitaba los ojos,
miraba conlo con reproche, se reía... Puede leerse en los ojos que m e
tiene odio.›› Nunca le había injuriado ni dicho nada directanlente, pero
siempre se comportaba insidiosamente: «Bastaba con que me viera para
observar que me tenía especial ojeriza, por ejemplo, decía: <<Ivluchachito,
ahora te cacé.›› También los instructores andaban rondando, se fijaban
en él constantemente y se comportaban como si estuvieran de centi-
nela. «Siempre han tenido atragantado a nuestro barracón.›› Esto h a b ía
durado tres semanas, lo cual puso a nuestro enfermo en un estado de
distimia. También entre los camaradas había algunos falsos. No era
posible confiar en ellos.
Cuando a la mañana siguiente de la pelea en el refugio antiaéreo
recibió la visita del nlédico, se encontraba en una terrible dístirnia. Ã1
mediodía salió al parque y se sentó en un banco: «Entonces todo me
pareció tan lleno de pesadurnbre que no lo podía aguantar» Salió co-
rriendo por el parque, pero se dio cuenta de que también entre los
matorrales había instructores. Se oían crujir las r a m a s , se tendieron
en el- suelo para que no los viera... Desde luego, no había pájaros,
podía oirse perfectamente que se trataba de pasos. Todo le hizo pensar
que lo más inteligente era ahorcarse. Pero no tenía nada con que pu-
diera realizarlo. « Y entonces es cuando me rodeó un montón de gente ,
no me había dado cuenta de que se acercaban» Niega q u e tuviera nos-
talgia, sin embargo, einpieza a contener los sollozosz sería mejor dejarse
morir. Nunca sabe uno quién es quién. La última vez q u e marchó el
casa con permiso, llegó alguien que evidentemente quedó sorprendido
de verlo allí. Tampoco sabe si el hijo que su mujer espera actualmente
es suyo, sea como sea, no quiere que nazca.
En este caso aparece claro otro aspecto del tierna. Es evi-
dente q u e la pelea en el refugio antiaéreo no tiene en absoluto
efecto causal, sino que, por el contrario, se ve que el enfermo
vivía va desde hacía semanas y meses en una atmósfera difusa
de desconfianza. Todo estaba dispuesto contra él, no le que-
rían, procuraban derribarle, burlarse de él. Todo esto todavía
No tiene carácter de delirio. Pero hasta nuestros días la dife-
rencia fenoménica entre la desconfianza norinal y la deliran-
te nunca ha resultado clara en la psicopatología elaborada.
S7
4. LA DESCONFIANZA
58
llevado un boleto de carbón, que él guardó con llave en su niesa. Es-
tando él ausente, y por la inisma razón, el sargento mayor N. abrió
el cajón de la mesa con una segunda llave y se llevó el boleto de
carbón. Cuando volvió K., se excitó enormemente y se comportó de
,
5. EL HUMOR DELIRANTE
60
policías, porque le parecían caras conocidas. Tenía la sensación como si
yo quisiera indicar algo, pero no sabía el qué. No puedo en absoluto
describir qué es lo que me pasaba...»
Podríarnos auinentar a voluntad el núrnero de los ejem-plos,
e incluso CII€€I'11OS que apenas existe un caso de esquizofrenia
incipiente en que falte totalmente esta vivencia caracteristica.
Las foinias vivenciales no se pueden medir ni contar corno si
fueran signos objetivos. Nos vendos obligados a que el enfermo
encuentra las palabras y simplemente a describir -lo que ve-
Inos. Con ellos podemos perdernos en datos -puramente ca-
suales. Pero quien haya explorado a muchos es-quizofrénicos
es capaz de percibir este humor delirante en sus ex-presiones,
aun cuando no sepan definirlas de inodo preciso con palabras.
Lo característico del humor -delirante es : «Pasa algo, pero
no sé qué. Dígaine usted qué es -lo que pasa...›› Coino ha des-
crito claramente JASPERS.
Construyainos ahora un caso en el que «pase algo» para
el sujeto afectado, sin que él lo sepa o pueda saberlo. Sería
éste el caso en que, por ejemplo, las demás personas tuvieran
conocimiento de la suerte trágica e inesperada -del más pró-
xiino pariente de nuestro sujeto ficticio, pero que no se atre-
vieran a decirle nada. Una persona sensible podría preguntar,
lo mismo que nos preguntan los enferxnos en humor delirante :
«¿Pasa algo? Dígame qué ocurre.›› La persona sensible, ¿en
que nota que pasa algo? Desde luego, no lo no-ta en un solo
detalle, no lo nota, por ejemplo, en que A. está -más serio que
-de costumbre, o que B. tose con esfuerzo, o que C. habla de
cosas indiferentes, o que D. no gasta las bromas tontas que
suele hacer corriente rente, o que E. contesta de modo amis-
toso como nunca lo hacía antes. Cada uno -de estos detalles
no bastaría por sí para que formulase, suspicaz, aquella pre-
gunta. Pero el conjunto de estas y otras pequeñec-s, que no
es posible -descubrir una por una, bastaría para hacer notar
que algo 11321821 que los denás le ocultan. Es, pues, el conjunto
de pequeñísiinos rasgos del medio ambiente, la fisonomía de
la situación, lo que ha adquirido un <<rasgo›› nuevo y extraño.
En el .aspecto de la situación se r e f l e j a la desgracia que ya saben
los derncís, pero que no le quieren decir. Esta desgracia es algo
más que una desgracia ordinaria, no es ni más ni f r e n o s que
el ponerse en cuestión -la propia existencia. Porque en otro
caso la situación no ado-p-taria tal expresión trágica. Si en nues-
tro ejemplo imaginario, en lugar de la muerte del pariente
más próximo se tratara de la efnferrnedad de cualquier otra
persona sin importancia, cesaría ininediatalnente la analogía
del ejemplo.
T-arnbién el humor delirante es un rasgo fisionómica del
* ,
61
al sujeto, es necesario que se haya producido en él niisnio
un cambio de la estructura -de la vivencia que nos indica ni
más ni Inenos que el ponerse en cuestión la propia existencia.
EI problema nos acerca a la mo-derna problemática filosó-
fico-existencial del «proyecto de mundo» y del «ser en el .mun-
do» del -enfermo inental. Pero yo todavía no he visto clara-
mente qué necesidad hay de emplear la terminología melin-
drosa de los filósofos para hacer aún más oscuras cosas que
por si mismas son dificiles de ver claras. El que el enfermo
inental, lo mismo que toda otra persona, viva en su «medio
inundó», no es en el fondo ningún descubrimiento nuevo. Y
el que con tal formulación resulte innecesaria toda separación
entre objeto y sujeto es algo que no me -entra en la cabeza.
Nos quedan, pues, -dos posibilidades :
Cuando e-l señor X. se despierta en un mundo oscuro, ca-
rente totalmente de luz, y no tiene ante sí más que una pared
negra y sin luIninar, puede ser que este ser-en-un-mundo-
sin-luz dependa de que unas cortinas €S¡P€SElS impidan que en-
tre en la habitación la débil claridad de una noche sin luna.
Pero si dicho señor nos -dice que en el rnisnio instante las de-
más personas V ven a la luz del sol , es decir, que «objetiva-
rnente» es de día, nos incalinanios a pensar que durante la no-
che haya quedado ciego, quizá por una trombosis arterial. Su
<<1nundo›› (en el sentido de la analítica existencial) carecería
de luz tanto en uno como en otro caso, pero en . el primero
la desaparición del campo óptico (objetiva) estaría condicio-
nada por la oscuridad, mientras que en el segundo caso hay
un cambio de estructura de su vivencia, a saber, la ceguera.
Cuando el señor Y . ve el Inundo con una fisonomía que
pone en cuestión su existencia, esto puede deberse O. bien a
que en realidad (objetivar-ente) -una condena a rnuerte aine-
nace su existencia, o bien a que ha tenido lugar un cambio
de estructura de su niodo de vivenciar, cuyo cambio significa,
a su vez, una amenaza (hwnor delirante). Indudablernente las
cosas son «distintas que en el caso del campo oscuro, ya que
entonces el enferxno mismo era capaz -de establecerla diferen-
cia, mientras q u e en el caso del señor Y., en la segunda de
las hipótesis, ya no es capaz por si mismo de ver -la -diferen-
cia, porque el cambio de estructura que se ha producido en
él ha afectado y eliminado la posibilidad -de reflexión crítica
que era posible para el ciego.
Mientras que el ciego es -capaz de <<trascender›› al mundo
de luz de los demás y darse cuenta de que él está ciego, tal
«trascendencia» ya no le es (posible al enfermo delirante. Pre-
cisamente en esto radica la esencia del delirio.
6. RESUMEN
II LA FASE APOFANI-CA
64
pero de cuarto simulaba que dormía, y asimismo que roncaba, sólo para
molestarle y observarlo. '1'ambìén oyó cerca a una mujer q u e g o l p e a f u
con una llave, así como otros ruiclos, también sobre esto tenía l a segu-
ridad plena de que era algo hecho intencionadamente en relación con él.
Siguió oyendo estos ruidos durante largo tiempo sin reaccionar, pero fi-
«nalmente acabó -fasti-dián-dole y -gritó varias veces: « ¡ Silencio!››, pero sólo
sirvió para que las cosas einpeoraran. También en el cuarto de al lado
empezaron con la misma broma, haciendo golpear puertas y originando
ruidos, para molestarle. Al gritar «¡Silencio!››, tuvo la clara sensación de
que podía obligar a los demás mediante una concentración de su propia
voluntad. Finalmente le llevaron al hospital. A la mañana siguiente ya no
notó nada extraño.
La ulterior observación solo consiguió descubrir en los días siguientes
u n a cierta inquietud y agitación: siempre estaba andando por la sala y
hablando con sus compañeros de la voluntad, pero cada vez se fue tran-
quilizando más, de tal forrara que al cabo de diez días de la noche en
1.
cuestión pudo ser enviado absolutamente sin síntomas con sus familiares
65
5
-deificaciones cualitativas, el ronquido no se ha hecho ni más
1-uerte ni Irás flojo, no se distingue en nada del ronqui-do or-
tdinario de un durmiente, rainpoco hay factores adicionales
que den motivo a la duda sobre su autenticidad, como ocu-
rriría, por ejenlplo, al simular un ronquido : un ronquido si-
inulado tendría otra fisonomía, con una observación exacta,
podríamos decir en qué reconocemos la inautentici-dad. Pero
nuestro enfermo no puede reconocerlo, lo que pc=urre es que
le -domina el saber cierto »de la inautenticidad, sin que pueda,
ni siquiera por un detalle mismo, dar razón -de ello.
Vamos a buscar ahora analogías en el campo de la psi-
cología de la percepción, en el que puede observarse algo se-
niejante : un fenómeno dado parece de pronto significar algo
-distinto que antes, sin que se haya modificado «objetiva1nen-
TC ». Tales analogías no son difíciles de encontrar, sobre todo
cuando se hacen modificaciones temáticas. Si, por ejemplo, la
figura que se encuentra al margen la concibo como dos cua-
drados secantes, el pequeño cuadrado que hay en medio «sig-
66
«no se refiere a mí», significa: «en este inés-tante yo salgo hasta
cierto punto de ni mismo y coloco a otro en el puesto que
yo habla toma-do, in encuentro en un mundo «con los otros » ,
o mejor dicho : en el niundo de los otros, en el que yo tam-
bién e s t o y » . Por un mo-mento, tengo que pasar de mi propio
inundo al mundo de los detrnás para po-der tener esta viven-
cia: «¡ No va. coninigol» Este cambio -del sisterna de referen-
cias (rnerced al cual aquel dato acústico -la 1lamada- pasa
a otra relación de significado) lo realizamos sin el más inínirno
»esfuerzo mil veces al día. Constanternente variamos »de una a
otra actitud, como podemos, e incluso tenemos que, al cam-
biar .la figura anterior, es porque no somos capaces de man-
tener una sola actitud .durante largo tiempo.
Y con esto volvernos a nuestro enfernlo : ¡ el roncar va con
é l , .pero se ve que el sujeto es incapaz de aquella trascenden-
cia necesaria para darse cuenta de su error. Parece corno pre-so
en una actitud, sin poder salir de ella. Por el contrario, pronto
se incluyen en este círculo otros datos del canopo. No sólo
-e¬1 ronquido, sino muchas otras cosas «van» p o r é-1, hasta que
llega un momento que no puede hacer otra cosa sino gritar
« ¡ Silencio! ››
Vemos que esta re-pentina incapacidad de cambiar de niodo
natural, -conto hasta entonces, el sistenia de referencias no es
posible descubrirla por sí lnis1n=a. Y esto por sí mismo no es
nada extraño, porque con gran frecuencia lo único que vemos
es el calnbio -de la figura y -no el del sistema de referencias.
El enfermo nos recuerda también a un observador que,
sentado en el tren, en un nioniento dado está convencido de
que se encuentra en reposo, inientras -que fuera el paisaje
pasa ante él, y que, por una alteración de su organización
cerebral), no sea capaz de retornar al anterior sistema de
referencias como puede el sano, quien, en el mo-mento de
arrancar el tren, sufre transitoriamente esta ilusión. De he-
cho, y según el principio de la relatividad, cualquiera de las
dos f o r r a s de ver las -cosas es «verdadera››, sólo depende del
punto de vista desde e-1 q-ue se juzgan el «repo-so» y el «nio-
vimiento››. No obstante, puede considerarse como «norrna-1» el
punto de vista de que la tierra está q-uieta y sobre ella se
producen niovi-mientos espaciales, y en cambio el otro punto
de vista, según el cual el propio lugar es el que está quieto,
como «anormal››, e incluso «lOCO››.
Tal <<locura›› desde -luego no existe, porque el que vivencia
nunca puede vivenciarse a sí mismo en movimiento, sino que
lo que ocurre es que por el propio cambio de lugar sólo se
-registra corno movimiento externo el desplazamiento relativo
entre el -sujeto y -los objetos. Si tal .locura existiera, tendría-
inos una analogía muy útil con e*l -delirio. Porque, -por lo que
respecta al inovirniento, se «daría aquella fijación del sistema
de referencias que tiene por consecuencia que todo lo que
en el espacio exterior se -mueve aparece como movido en re-
lación con el sujeto que vivencia. Por ejemplo, si tal hombre
se moviera de una habitación a otra, y volviera sobre sus pa-
sos, le parecería -al imaginarse estar en reposo- como si
la habitación Se Inovie-ra hacia él o alejándose de él. Si saliera
67
a la calle, la calzada pasaría debajo de é1, y las filas de casas
y los árboles, a sus lados. Si tal enfermo no supiera nada de
su trastorno, no acertaría a comprender adónde y por qué se
inoverían -las casas y los árboles y la calzada, con todas las
personas caminando por ella. La propia casa tendría la ama-
bilidad -de ir a él siempre que él lo deseara, y con tanta habi-
lidad que pasa-ría precisamente por la puerta, algunas veces le
asombraría la precisión -de este movimiento -dirigido. Otras
.cosas irían y vendrían sin que él pudiera saber de -dónde ni
a-dónde. Desde el punto de la perspectiva, habría niucha-s co-
sas oscuras, porque unas se -moverian junto a él muy rápidas
y otras mucho más lentas. El enfermo se parecería a un P-to-
lomeo en su pequeño y propio niicrocos-mos.
Y ahora, en analogía a esta comparación cinética de mo-
.dificación «de sistema -de referencias en el campo vivencia,
reparesentémonos otra analogía de mayor alcance: no se -trata
ahora -del movimiento de las cosas en el espacio, ni de su re-
lación con el sujeto que vivencia, sino de su ser a seca-s, de
su ser aquí y ahora, de su significado en relación con el sujeto
vivenciante. Por una modificación análoga de-1 siste-ma de re-
ferencias, en el sentido de una vivencia ptoloineica semejante,
sólo entraría en relación con e-1 sujeto aquella parte -del campo
actual a la que llegara la mirada. De esta relación nada que-
daría excluido. Las cosas ya no serían «las mismas» que antes,
aunque externamente fuesen iguales : aparecerían en otra re-
_
lación de sentido, tendrían por ello a-lterado su carácter, ha-
brian salido -de su neutralidad, se habrían destacado de su
trasfondo. Todas y cada una de las cosas significarían algo,
aunque gran parte de ellas no fueran claras. .Con ello nos
hemos acercado a 'lo específico d e la vivencia. apoƒánica, con
lo cual volvemos a nuestro caso.
La terminación del trastorno después de un tieinpo tan
breve nos indica claram-ente que se trata de algo -patológico.
El trasto-rno aparece y desaparece igua-1 que sí se tratara de
un estado de intoxicación, no según la inodalidad de las re-
acciones neuróticas. A la vista de ciertos intentos modernos
en el -cari-po de la investigación de la esquizofrenia, conviene
que esto quede siempre claro.
Si en el caso .anterior se ira-taba de una fase apofánica muy
breve - l a más corta que nosotros hemos po-di-do observar en
nuestros casos-, el caso siguiente muestra la vivencia apofá-
nica plenamente desarroll-ada, de un modo puro. En esta_ ob-
servación quisiéramos destacar en primer lugar la neutralzdad
afectiva con la que e =l enfermo registra la inodificación de las
cosas de su mundo, y en segur-do lugar, el hecho de que todos
los fenómenos del espacio externo aparecen alterados de modo
apofánico, mientras que todo el mundo interno, es decir, las
re-presentaciones, los pensamientos, los recuerdos, etc., que-
dan plenamente desafectados.
68
Caso 10. El cabo KARL B., de treinta y dos años, nos cuenta u n treinta
muy largo, que se remonta a mucho tiempo, y un comienzo insidioso del
delirio, en el que aquí no vamos a detenernos. En el resto de la expelo..
ración encontramos lo siguiente: Por la inañana fue la partida (cie su
tropa). Y entonces comenzaron las cosas. Ya cuando el suboficial vino
y le preguntó por la llave del barracón, estaba claro que era algo con-
certado para ponerle a él a prueba. Ya en el viaje en el autobús notó
en la conducta de SLIS colnpañeros que sabían algo que él no debía saber.
El traslado duró de tres a cuatro horas, y durante él se hicieron comen-
tarios especiales sobre el cuartel general del Führer, que se pensaba que
debía encontrarse en los alrededores, en alguna parte del bosque. Un
compañero le preguntó de un modo extraño si tenía pan. Cuando, hacia
el mediodía, llegaron a A., en donde había de ser relevada una sección,
se encargaron algunos compañeros de buscar alojamiento. Naturalmen-
te, esto era un truco para poderlos instruir sobre el modo cómo habían
de comportarse respecto a é l , mientras tanto, él tenía que esperar en el
autobús con otros. Volvieron a marcharse nuevos grupos de compañe-
ros y a volver otros, estaba claro que a todos ellos los instruían. Cuan-
do le designaron su alojamiento -una pequeña habitación de un coni-
pañero al que debía 1*elevar_ reconoció inmediatamente en la conducta
de este último que tenía instrucciones. No puede decir en qué lo notó,
pero se veía. Liinpió su alojamiento y bajó a la calle a comprar cigarrillos.
Tuvo que pasar por un jardín en el que estaban sentados todos los
suboficiales, e incluso el sargento y una señora. No cabe duda de que
Se sorprendieron de verle de pronto. Probablemente intentaban facilitar-
le a él aquella noche dicha dama. Un suboficial subió en seguida al
coche y se marchó, sin duda para dar parte a la oficina superior. El
enfermo volvió a su alojamiento, Y notó cómo todo giraba en torno a la
misma cuestión. Por la noche, habían convenido en reunirse en un local
público. Cuando entró, todo estaba preparado. La orquesta tocaba en un
emplazamiento que había sido preparado para someterle a él a prueba.
También la chica que vendía los cigarrillos había sido ya instruida. Cuan-
do él se sentó con sus compañeros a tomar cerveza, cada uno tenía Su
misión, todo lo que se decía había sido convenido previamente, y cada
uno- procuraba llenar su cometido del modo más natural posible. No es
q u e pasara nada particular- Cuando alguien preguntaba algo. era p a r a
obtener contestaciones determinadas. q u e él, por su parte, también daba.
Incluso cuando sus compañeros hablaban entre ellos era de algo que
se refería de un modo claro a él. Al final pagaron y cada uno se fue a
su alojamiento.
Sabía que se trataba de algo determinado, pero sin caer en qué. No
tenía miedo, porque en todo momento b o d a actuar corno Quisiera. Podía
decir q u e no estaba de acuerdo, v entonces se habría salido de todo el
juego. Pero quería colaborar, nn le i m p o r t a b a . sino Q u e , nor el contrario.
estaba orgulloso de que le confiaran una misión particular. Veía en ello
algo grandioso, único.
Aquella noche durmió bien, v por la Mañana se despertó a la hora
q u e ›le habían dicho. Fue al alojamiento del compañero H, con quien
debía hacer la contabilidad de la sección de tanques. Encontró cerrado
el cuarto de dicho compañero. Abajo había luz. y también en la bodega ,
todo estaba preparado para comprobar si le llamaba ( a él la atención.
Llamó con los nudillos en otra puerta. Cuando entró en la habitación
había un compañero en una cama. Este dijo algunas palabras, en lo cual
observó que también era algo preparado, eran insinuaciones de que (él)
era homosexual. No es que hicieran señas claras, sino por la expresión
de l a cara de los demás. Como él no era homosexual. se comportó de
un niodo completamente normal- Era ésta la cuestión q u e habían de
cornprobar repetidas veces. Después volvió al cuarto de H., el cual. ves-
tido, trabajaba ya en su mesa. Con ello se trataba de subrayar la diferen-
cia que existía entre este hombre trabajador y los demás que, perezo-
sos, estaban aún en sus camaas. H. tenía documentos secretos que él (el
69
enfermo) no debía ver. H había venido al regimiento hacía poco tiempo •
con seguridad con alguna misión respecto a él. Le dieron los papeles con
motivo de la contabilidad, pero no encontró en ellos nada importante.
Bajó al mando de tanques, donde el suboficial le instruyó sobre lo que
debía hacer, dejándolo solo de guardia. Todo siguió sucediendo, como
hasta entonces, de una forma preparada. Vino luego un sargento con un
soldado, querían tanques, pero no traían ninguna orden. Se negó a dar..
les gasolina, y envió a alguien a preguntar. Cuando vino con la respuesta
dc que podía dar la gasol-í-na, así lo hizo. Como el otro tenía que firmar,
volvió a dudar, por lo que quiso quedarse con el recibo, con el fin dc
tener en su poder un documento. Surgió una discusión, de lo que inme-
cliatamente dedujo que también era una prueba. Cuando el sargento le
ordenó que entregase el recibo, lo cual, naturalinente, era también una
prueba, no lo hizo. Con esto llamaron a su propio sargento, quien volvió
a ordenarle lo mismo, obteniendo la misma negativa. Entonces dijeron
-que -le iban a relevar. Esto tampoco le importó, porque reconoció en
todo lo que pasaba que -era algo dispuesto para probarle. Subió a s u
cuarto a preparar su equipaje. Su suboficial vino y d i j o : «¡Pero hombre,
q u é cosas está haciendo u s t e d » Contestó: «Solo lo que los demás quie-
ren que haga.›› Entonces le contó gustosamente toda la historia.
Un sargento y un suboficial le llevaron en auto otra vez a V. En el
camino observó cosas sorprendentes. Todo lo que había en la calle estaba
preparado en relación con él. Multitud de objetos estaban colocados solo
con el fin de comprobar si los observaba: p. ej., un montón de paja,
cuya presencia no se justificaría de otro rnodo, o bien rnontones de
piedras para reparar la carretera, la cual estaba en perfecto estado, al
borde del camino, de tal forma que apenas podía verse, había un cordero ,
se cruzaron con hombres en bicicleta, eran tantas cosas, que no es capaz
de recordarlas todas. Pero todo estaba allí preparado para él, casi cada
cien metros había algo, literalmente, todo lo que veía era sorprendente.
Estando él mirando por la ventanilla, notó que el sargento le observaba,
dándole a entender que veía realmente lo que se encontraba fuera.
En V. le llevaron a la compañía, donde hubo de explicarlo todo. Le
asombró que le preguntaran todo con tanta exactitud, ya que ellos debían
de saberlo mejor. Pero también esto tenía su razón. Después (tuvo que
hacer algo en V.), observó que incluso en la calle la gente estaba ins-
truida y se trataba de civiles franceses. Todo el comportamiento de la
gente, de los compañeros en el cabaret, de los franceses que pasaban a
su lado en la calle, era algo particular, estaban instruidos, y todos sa-
bían exactamente cómo se comportaría él. Todo funcionaba de un modo
grandioso. A la mañana siguiente, que hubo de hacer una visita en de-
terminado lugar, observó al esperar que todos los que se acercaban a
él, al pasar a su lado sentían una especie de angustia. Lo notaba en la
expresión de sus rostros, porque en ella había algo desgarrado, tenso,
poco natural. Tampoco los movimientos eran naturales: los mismos perros
se volvían de pronto y corrían con la cola entre las patas. «Parecían
lnu y contentos cuando de nuevo podían volverse a nlarchal*.›› Debía d c
emanar de él un efecto especial que ha^ía que la gente se encontrase
como hechizada, conlo si estuvieran en un círculo encantado.
Después le llevaron a París, al hospital de Santa Ana, donde pasó diez
días en una sala de aspecto muy amistoso. Durante estos días en Santa
Ana, oyó trabajar Ientanaente a la central del ejército. Era suficiente.
El círculo encantado en que entraban las personas que se le acercaban
desapareció. Indudablemente, seguía la observación, pero había cesado
la tensión. Cuando le llevaron de Santa Ana al tren, con otros compa-
ñeros, ya no le llamó la atención la gente de la calle, todo funcionaba
de u n modo natural. También durante el viaje todo fue normal. Al llegar
al lazareto le interrogó el médico, pero esto ya no tenía interés.
.
Después de pasar varios días sin llamar la atención por nada, este
enfermo volvió a presentar, ante nosotros, vivencias delirantes, más
adulan-te volverlemos a «hablar de esta caso (véase pág. 102 ay ss.).
70
Después de un tierna de -larga duración, que quizá Se FG-
Inontara a varios años ya en 1937 el enfermo había tenido
un encuentro peculiar, no muy claro, con un «espía» y con
un comienzo lento de la vivencia apofánica con «h um or del i-
rante», y algunas <<observaciones>› que reconocemos en cie rta s
expresiones características cocino «algo no casaba», O «eran
respuestas evasivas», o «perseguían un fin determinado», O « S e
ocultaba en ello algún significado», o «e-se juego de preguntas
Y respuestas», etc., la apofonía se apo-dera de modo progresivo
de todo el campo externo. Pronto vemos que ninguna de las
cos as externas queda libre, que todo en general es <<afectado››,
aparece bajo una luz apofánica, pero no hay elaboración, sino
que simple=mente por la exposición no es posible reconocer
de 1nodo inmediato la «lorina» de la vivencia. De-sde luego que
el enfermo se pone a pensar sobre las causas de la extraña
transformación de su inundo, pero sólo como una especie -de
observador interesado, sin la vivencia de algo indescrifptible-
inente terrible o inquietante, corno exige la analítica existen-
cial CO'I11O explicación del delirio. Nuestro enfermo creía q u e
-con decir en cualquier momento «ya no participo», bastaría
Nara quedar fuera de -la cuestión, pero el hecho es que pre-
f e r í a entrar -en ello. Por lo demás, esta actitud cainbió cuando
en nuestro hospital hubo de darse cuenta de que. desgracia-
darnente, ya no podía salir -de este juego. Cada vez de un i o d o
más categórico exigía, protestaba, y finahnente, cuando vio
q u e nadie se doblegaba a sus deseos, entró en un estu-por d e
protesta, estando todavía en el cual fue enviado a un nlani-
comio de la Prusia oriental, su país de origen. En la primera
época de la observación él aceptaba la <<empresa››.
Dondequiera que pusiera la vista, siempre parecía que el
objeto encontrado tenía una relación con él mismo. Su «n1un-
do» se convierte en un único campo de prueba, en el que todo
J o ifnlaginable está «dirigido››, «construido›› y «establecido›› v
todo se ha «preparado›› para «probarle››, como si fueran los
fastidio-res de un extraño teatro y en el que se cuidara de si
le «llamaba la atención». si lo «notaba>›, en el que «se esfor-
zaran en hacerlo lo-do -del iodo más inaparente posible». Tani-
bién hacen <<t1*ucos›› y Co-nieten <<errores››, se trata de «aba-
tirle››, la gente se -nuestra «sorprendida››, disimulan muchas
-cosas, no Quieren Cu-ue «él lo note». Todo el mundo está « i n
truido>›, todo está «hablado previainente» : h a y algunos que tie-
nen un « encargo» referente a él: incluso los transeúntes d e
l a calle están prendidos en la red. En el clímax del trastorno
nace de él mismo una especie de «círculo encantado», de i n d o
q u e todo aquello a lo que mira adquiere una cara extraña.
desgarrada, algo tenso (indicios de vivencia de ornninotencia).
En el enfermo Rainer, q u e describirnos al principio, nos
encontramos ruchas vivencias de este tipo. Sin embargo, exis-
te una »diferencia importante. Has-ta ahora no hemos oído de
nuestros en ferinos ni una sola apalabra sobre i n f l u j o del Den-
saniiento, sobre hipnosis o vivencias en sus prontos cuerpos,
v cuando les preguntarnos sobre ello lo niegan. La alteración
a f e c t a solanzente a las cosas del rnurzdo externo, a los objetos,
mientras «que no altera en nada al inundo interior--represen-
71
tachones, pensainientos, recuerdos, sentimientos, corporalidad,
etcéte-ra, -es decir, lo actualizado en el sentido de METZGER .
( E n el segundo obro-te ocurrió de modo distinto.) Así pues, la
a-pofanía se detiene en un principio ante el cama-po del «espacio
interior» (JASPERS).
En tal ejemplo nos parece que se manifiesta de mod_o in-
fniediato la necesidad de buscar lo específico de este un-do
esquizofrénico en la modificación -de lo intencional. A partir
de aquello que' se vivencia, es decir, de la temática, hemos de
sacar conclusiones retroactivas sobre el cómo, es decir, sobre
la modalidad de la viven-cia, Y en este «cómo››, admitir que se
encuentra lo esencial de la alteración. Sus forrnulaciones «ins-
trUÍdOS››, «puestos››, «trUCO››, «preparado››, «-DrUebaS», «tra1na-
fdo», «insinuado››, «diSi›Mu1adO>›, «sin llamar la atención», etcé-
tera, parecen describir rnultitud -de sucesos en lo-rno a él. Pero
-si escuchamos con atención su exposición no nos es difícil
reconocer qué es lo que realmente ha pasado. Aunque conse-
guimos ver por sus ojos --es él quien nos introduce en su
<<1nundo››-, se trasluce para el observador, a través de este
inundo -descrito de modo extraordinariamente gráfico, el Inun-
do real. En ningún momento tenemos 'dudas sobre el inodo
COIÍIO han pasado las cosas. El conjunto de sus formulaciones
quiere decir en el fondo siempre lo mismo. Porque aquello a
lo que él llama «instr.uido››, «preparado››, <<truco››, etc., es todo
lo ¡mismo : es un criterio formal de subvivenciar precisainente
la apoƒanía. Si prescin-dimos -de este criterio por un momento
y nos atenemos a Las realidades, entonces encontrarnos una
situación militar lo-talmente banal con su autobús, alojamien-
to, los camaradas, la mesa -de -la cervecería, la cantin-era, la
=calna con un compañero que duerme, la estación de gasolina,
«los vales para ésta, o si »se trata del viaje : montones de paja,
de piedras, una oveja al borde de la carretera, hombres con
bicicletas y, finalmente, el hospital. No tiene ningún otro as-
pecto distinto del -que pudiera haber visto cualquiera que via-
jara con él. Y taanpoco él lo ve diferente, sólo con la excep-
ción de que cada elemento aislado del campo torna rejación
con él. Si en nuestra consideración e-Iimináramos intenciona-
damente todos lo-s criterios formales del vivenciar V nos ocu-
pásemos de modo exclusivo- del muo-do vivenciado, del proyec-
f o de 1»nLmd+o- del enfermo, nos ocurriría como al histólogo que
describe cuidadosamente todo lo que encuentra en e-1 CaI111pO
visual, sin preguntarse por los posibles errores de-1 método
de corte o -de coloración empleados en aquello que en el cani-
po visual tiene ante sí. En este caso, posiblemente incluiría en
su descripción los mismos pre-cipìtados de colorantes, impu-
rezas o peculiaridades del preparado, que la estructura histo-
lógica de que se trate.
Pero esta vivencia a-pofánica puede adoptar inuchas fornlas
insignificantes en el campo de la percepción. No se-mpre el
campo se convierte en -un «campo de prueba» como en los
casos de Rainer y en el que acabamos de describir. La situa-
-ción cotidiana puede no poseer sino un -tenue resplandor de
sospecha.
72
Caso 83. Es u n soldado de un batallón de trabajo que se defiende
contra reproches que le hacen, por más que nadie tenga nada contra él :
<< Si usted se hubiera encontrado el 22 de mayo en las obras ine creería
todo lo que le digo. Además, lo escribía a casa. Todo estaba muy agitado,
y la causa no era propiamente el trabajo, sino que todo giraba 611 torno
a- mi aquel día. Estábamos construyendo una carretera. De pronto, y poco
antes de salir de trabajar, el sargento mayor pasó lista a algunos, los
que no fueron nombrados debían quedarse en casa. A mí no me nom-
braron, y por ello nie dirigí al sargento mayor. Este me dijo: «Usted
viene con nosotros.›› La distribución que hicieron era muy rara, no era
por grupos. ¿Por que fui precisamente yo el único a quien no llamaron?
(se encoge de hombros). Fue de todos modos una cosa muy r a r a , fuera
me asignaron u n sitio. Allí debía yo excavar, no era posible nada e n
contra. De pronto, mandaron cambiarse a otro lugar a gran par te dc
la gente. Todos se alejaron del sitio en que yo trabajaba, algunos Dasos
niás allá de la carretera .: yo me q.uedé en mi sitio con algunos del pri-
mer equipo. De pronto, el suboficial dio orden de que vo hiciera algu-
nas cosas. Esto 1ne pareció raro, y. abandone mi puesto, ocultándome
tras un árbol, donde permanecí cierto tiempo, al parecer acabó entonces
l a cosa. Vino después el subteniente R. hacia este sitio y sostuvo algu-
n a s palabras con el jefe del grupo, después se marchó a casa. Nosotros
también nos retirainos. A1 día siguiente se interrumpió el trabajo y nos
dieron la orden de abandonarlo inniediatarnente. ¿Qué significaba todo
esto? «Pues no se notó nada, todo era tan complicado, que vo no podía
ver nada de lo que ocurría en el trasfondo. Sesenta metros más lejos
había un edificio. Delante de él no se Dodía observar nada.››
Solo después de seguir preguntándole durante largo tiempo, se es-
clarece q u e se le imponía la interpretación de que estuvieran entonces
preparando un atentado contra él. Quizá hubieran querido hacer saltar
u n explosivo en el sitio en q u e él estaba solo. Pero como abandonó su
sitio, era preciso aislarlo.
También en este caso está altera-do de i o d o apofánico el
campo total de la percepción. Pero esta alteración es Panucho
irás pálida, no oímos nada de <<instruir››, «pu-esto», «prepara-
do››, etc. De todos modos. todas estas interpretaciones no son
lejanas a esta situación. Una vez más podemos. a través d e
su «subjetividad››, ver claramente la «realidad››. Nos encontra-
nios con una organización de obras inofensivas d e por sí, en
l a que nuestro enfermo deseinpeña una función sin iniportan-
cia. Pero reconocernos también que para él, en este instante,
*el cambio apofánico -de estructura de todo lo iba y venía.
q.-ue
73
para cerciorarse del estado de las cosas. Cuando un suboficial quiso im-
pedírselo, él se abrió paso empuñando la pistola. Observó inmediatamen-
te que también allí todo estaba preparado de algún modo...
El caso 12 describe el comienzo de su vivencia apofánica: al volver de
Berlín, una patrulla le había llevado detenido al cuerpo de guardia: «D u-
rante la noche iban y venían constantemente automóviles», después, du-
rante el transporte: «Todo era In uy extraño, las gentes subían y baja-
ban, había movimiento en todos lados, no había pies ni cabeza. Pero
todo era hecho en cierto modo en relación conmigo, eso lo sabía yo
bien...:›
El caso 23 nos relata de su últinia estancia en el lazareto: «Todo era
muy absurdo, tergiversado ; los sanitarios iban y venían, uno hacía así y
otro de otra manera, también hacían sonar sin motivo las sirenas de
âI3IIII1a...››
El caso 40 nos dice de la sala del hospital: «Constanteinente se mar-
chaban unos y venían otros. No conseguía saber qué pasaba» ¿Qué es
lo que había que conocer? «Lo que intentaban.›› Pero en el hospital siem-
pre entran y salen solrlados enfermos.- «Sí, pero ¿qué es -lo que tiene que
ver esto conmigo?›› ¡Nada! «Entonces, ¿por qué hacían como si todo gi-
rase en torno a mí?»
Son éstos buenos ejemplos que nos muestran de qué modo,
sin que el enfer~1no haga intentos de interpretación, vivencia
las cosas del campo que lo rodea sólo como algo << particular»,
co-n'1o <<distinto>›, sin poder decir qué es lo que propiamente
haya cambiado o sea particular. Esto dificulta inuchas veces
la anamnesis de los enfermos, -pero solo en tanto- que espe-
remos que nos diga lo peculiar que ve, lo cual, naturahnen-te,
nunca ocurre. El enfermo nos cuenta i n u l t i t u d d e banalidades
en las que sieinpre podríamos preguntar: ¿Y qué? Nos espe-
rarnos q.ue sean el preámbulo de lo esencial, pero no sigue
nada esencial, porque todos estos datos banales le aparecen
al enfermo bajo la luz anor=1na›l de la apofonía, sin que él pue-
da darnos una clara explicación de ello.
Un joven soldado de las fuerzas del trabajo creía encontrarse en una
situación en que vagamente sospechaban de él corno espía.
¿Qué es eso del espionaje? «Me dieron entonces otra colchoneta de
paja, pero tenía un roto en un lado. Yo la cosí.›› ¿Pero qué tiene que ver
eso con el espionaje? «El correo lo dejan todos los días en el mismo
sitio, yo iba a buscar car tas para iris cornpañeros...» ¿Qué es eso del
espionaje? «Me compré una cámara fotográfica en L . , se la compré a
cierto señor S., pero en el lugar de trabajo no he sacado ninguna foto-
grafía...›› Pero ¿qué es eso del espionaje? «Como yo era allí ordenanza,
siempre tenía que repartir el pan, las salchichas y todo lo demás...››
¿Es usted espía? «Cuando estaba en L. llegué hasta ver muchas pelícu-
las...›› ¿Películas de espionaje? «No, de esas no he visto ninguna, pero sí
que he visto El judío Suss...›› ¿Ha hecho usted espionaje? «Espionaje
n o he hecho verdaderamente...» ¿Es usted espía? «Ahora lo soy.›› Pero
¿cómo es que es usted espía? «En el sitio en que trabajábamos hacíamos
muchas cosas, gastábamos bromas tontas, p. ej., colgar en la chaqueta
de otro un paquete de cigarrillos y cosas así...›› Pero ¿eso qué tiene que
ver con el espionaje? «Yo hice que me dieran un número de correo de
campaña, el 04048, con un número de correo de campaña está uno más
seguro...» ¿ Y lo del espionaje? «Yo compré tarjetas en las fuerzas del
trabajo y escribía a c a s a , había que escribir...» ¿Y lo del espionaje? «Por
ejemplo, en el trabajo que hacíamos, lo aprendíamos desde el punto de
vista teórico .v la forma COIIIO había que realizarlo, con palas, picos Y
azadones...» ¿Y lo del espionaje? «Tainbién envié fotos a casa, y esto era
74
espionaje... Creo que esto es lo único, verdaderalncnte...›› (Después aclaró
que se trataba de fotos de la jura de la bandera, que todos los demás
soldados también habían enviado a casa.) ¿Quién Ze considera cz usted
espía? (No hay respuesta.) ¿Sus coznpañeros, el jefe de tropa? (No hay
respuesta.) ¿OHitler? .«Sí, eso creo , creo que sabe de mí.>› ¿Görírzg?
«Bueno, eso no lo sé, no sé hasta dónde habrá llegado la cosa...»
También aquí exis-te evidente-mente una apofonía de todo
el c.a r p o global. Pero encuentra una expreslón muy d,iferente.
No oímos decir : «preparado››, «puestOo›, «instruido››, e t c . Por
el contrario, SO' lamente existe una conciencia di fusa de ser
sospechoso y culpable, para aludir a esta sospecha emplea l a
palabra <<espionaje››, porque por su situación militar es ésta
l a atmósfera que caracteriza mejor a las circunstancias. Tam-
bién en este caso todo ha venido a incluirse en otro sistema
de significado; pero queda difuso, oscuro, indeterminado. Es-ta
borrosidad de la vivencia depende con seguridad de la borro-
sidad de la personalidad fundamental. El paciente es un su-
jeto de diecinueve años, hijo ilegítimo, enurético, ligue-rarnente
tímido, que se coinporta de un modo inmaduro de lo que
'-Más
correspondiera a su edad. Es una personalidad no plenamente
desarrollada, que, sin elllbargo, resulta muy distinta de la per-
sonalidad de su coinp-añero de trabajo Rainer N., y también
del caso 10 ( p á g . 69). En este último se trataba de un niaes-
tro deshollinador, muy inteligente, de carácter abierto, que ha-
bía destacado ya por algunos Deaueños descubrimientos.
Pero la forlna de la apofonía no depende solamente del
grado de diferenciación de la personalidad, sino también de
l a estructura actual del campo. El peq.ueño cuarto nocturno.
silencioso, en el caso 96 (véase pág. 65), tiene una estructura
de campo totalnuente -distinta de, por ejemplo, unos andenes
-de ferrocarril, en los que transitan cientos de personas. Si el
z<ronquido›› era «lo único que llamaba la atención», y por ello
lo- único que podía ser vivenciado de modo apofánico, en este
-caso es la multitud de personas la que llanwla la atención. Sólo
aquí puede afirmarse la idea .por parte -del sujeto de estar
rodeado -de una red de observadores.
El caso 54 nos comunicó, entre otras cosas: En Friburgo notó que le
seguían por la calle. Siempre eran personas distintas. Algunas veces se
paraba delante de un escaparate, y entonces los observadores pasaban
cle largo con naturalidad, haciendo como si no se tratase de él, pero
C011 la mirada daban a entender a los que venían en dirección contra-
ria, que debían continuar la observación. En Karlsruhe la situación era
totalmente absurda. La sala de espera era como un palomar. Tenía la
sensación segura de que debía ser inostrado a diversas personas. Al..
gunas veces trató de despistarlas, encaminándose intencìonadarnentc a
un falso andén de la estación. También observó que le seguían ciertas
personas, si él se volvía de pronto, ponían cara de tontos o hacían co-
lno si no se diesen cuenta de su presencia, se veía claramente q u e se
habían visto sorprendidas. En el tren, una señora -entabló conversación
con él. AI pedirle que la ayudase a subir la ni aleta por la ventanilla.
supo él inmediatamente que sólo era para mostrarle a otras personas.
Cuando dicha señora saludó cordialrnente a una persona que se encon-
traba en el andén, le susurró algo en el oído...
EI caso 28, por haber llamado la atención repentinamente (discusión
con un suboficial), fue enviaclo a la sala de observación: «Allí estuvie-
75
ron constantemente poniendo a gente delante de mí.›› Siempre entra-
han nuevas personas, de todas clases , inmediatamente notó que estaban
instruidas para que le sometieran a prueba. Todo estaba muy confuso,
de modo que él no podía ver claro. Después vinieron dos suboficiales
que iban a acompañarle a lvlarburgo. En el camino hacia la estación todo
se había transformado de un modo muy notable. Todo pasaba ante él
«como una película». Todo le pareció como preparado e irreal. Tenía la
sensación de que la guerra se acababa. Ante una puerta trabajaban dos
albañiles que le parecieron colocados allí de un modo muy cómico. Ha-
bía en el departamento del tren una persona, y él supo inmediatamente
que era un espía, fue una inspiración. Se dio cuenta en el momento en que
la vio. Se lo dijo inmediatamnete a sus acompañantes, e hicieron bajar
a dicha persona en la siguiente estación. (En realidad, y según nos re-
fieren los suboficiales que lo acompañaban, dicha persona abandonó el
departamento irritada, porque el enfermo la había estado molestando
constantemente.) En el departamento había también una señora con un
niño. A éste le regaló su reloj de pulsera y otros objetos. Dice que fue
sobre todo por la alegría que le causaba la paz, porque durante todo el
tiempo tenía la sensación segura de que se iba a declarar la paz. (Según
nos dicen los acompañantes: a dicha señora y al niño les regaló su car.
net de apuntes, fotografías y cartas, la navaja, el reloj y su aparato de
afeitar y ellos (los acompañantes) solo con dificultad pudieron recupe-
rar las cosas.) En el establecimiento psiquiátrico le pareció al enfermo
corno si todo estuviera preparado, como si fueran a rodar una película...
Después de remitir el -delirio agudo, volvimos a preguntar al enfer-
mo sobre las vivencias de la época del delirio: «Todo ruido que yo oía
desde mi balcón y todo aquello con lo que me encontraba lo elaboraba
yo en mi pensamiento, de igual modo corno si me encontrase en tierra
enemiga y estuviese con mis compañeros de centinela. Era precisamen-
te este estado de ánimo. como cuando uno en país enemigo presta aten-
ción a todo ruido y a toda cosa insignificante. Ahora, me deja frío todo
esto, todo parece de nuevo en su sitio, como en tiempos tranquilos, como
en tiempos de paz, todos los ruidos son normales, no es posible dedu-
cir de ellos ninguna conclusión. Todo ha vuelto a la normalidad poco a
poco, lentamente.»
El caso siguiente, ›de una psicosis catatónico confusa, lo
añadimos para que quede claro que también en esta vivencia,
tan distinta, están contenidos los rasgos de la vivencia apo-
fánica.
Elcaso 48 dijo al comienzo de su psicosis que se había declarado en-
fermo porque se sentía agotado. « H a n pretendido que no esté bien de
l a cabeza, pero solo se trata de un trastorno del corazón. En confianza,
quiero decirle a usted una cosa: El 5 de octubre, a las nueve de la ma-
ñana, me declararon sano en Chitigo. Es como si yo fuera Schiller O
como si fuera un cañón. Dentro de poco, cuando hable al Führer, es
posible que la guerra se acabe en sólo una hora. Todo esto no es más
que ÍeaÍTO...››
2. La percepción delirante
78
bio de figura de la vivencia. Como tratarernos de exp one r de
niodo Irás preciso, basándonos en nuestros propios ejemplos,
también destacan con inayor claridad auténticas -propiedades
esenciales en el sentí-do de la -psicología de la Gestalt. Pero
no son Irás que tales cualidades : cuando el enfermo, ante la
bata blanca del médico, manchada con algunas salpicaduras
de sangre, «sabe» de pronto que .le van a matar (véase -el caso
Rainer N.) 1, no es posible q.ue llamemos a la «atmósfera de
matadero» propiedad esencial de la bata blanca. Es seguro
que en ello pue-den ocultarse también contenidos -de signifi-
cado adquiridos. Pero tainpoco nos parece -correcto decir que
-propias
'tales «propiedades no son del objeto de -percepción
(como afirma HUBER en una discusión con MATUSSEK). A la
luz de la apofonía, para el enfermo se desprende, de mo-do
revelador, de la bata esta certidurnbre delirante, como si el
objeto «bata blanca» contuviese la esencia misteriosa de lo
propio del barbero, es decir, del manejar una navaja afilada,
'y -lo mismo de lo propio del matadero, del salpicar y ser sal-
picado con sangre, y, finalmente, también del ser cortado qui-
rúrgicamente, en una palabra, del instar y ser matado.
Nuestro lenguaje cotidiano es dernasiado pobre para captar
esta multitud -de cualidades, y n.uestra terminología científica no
dispone de ninguna expresión que corresponda a este halo de
cualidades que rodea .a toda cosa. Es preciso que pongamos
remedio a ello. En lo sucesivo a u n cuando en esta acepta-
ción de sentido hablareinos -de «propiedades esenciales» (con-
cepto que en nosotros contiene Panucho más, es decir, es más
amplio que según METZGER), la razón de ello es que -la palabra
«esencia>› 2 acierta verdaderarnente con lo «esencial>›. En la
79
bata blanca «es esencial» la atmósfera de matadero, igual que
son esenciales otras mil cosas : algunas veces, lo-do -lo contra-
río, p.or ejemplo, «la asepsia higiénica», « el deseo amistoso
de ayudar», et c. Nosotros hablamos de una «nube de propie-
dades esenciales» que como por hechizo se encuentra retenida
en las cosas, y que a veces en el delirio se libera (véase más
adelante). En ninguna otra problemática se ve inejo-r que en
ésta el que una psicología que constanternen-te estaba a la bus-
ca de elementos había de pasar por alto necesariatnente estas
cosas -precisamente es ésta la razón de que la psicopatología
clásica se detuviera-, Inientras que una psíco-lo-gía que parta
de la totalidad psíquica abre horizontes conipletainente nue-
vos. La teinática de cada percepción delirante aislada, resulta
inrnedíatamente Panucho mas clara cuando se consi-dera dentro
del marco lo-tal de la temática delirante. En el caso Rainer,
nufrnerosas percepciones delirantes se ordenan por «sí mis-mas
dentro de la tenlática global del campo de prueba: 1. El «cru-
j-ir de «las camas>›, en la escena nocturna en el bar-racón (5)
significaba: los coinpañeros se acercaban sigilosainente. 2. La
«rigidez de la =maniota=ra con .las armas» del pelotón que hacía
instrucción : ¡ guárdate! 3. La «avería del coche» : las cosas van
a salir nial (11). 4. La. gran «N›› en e-1 cartel indicador .del tren :
no, es decir, los deseos no se van a satisfacer. 5. El «toldo
verde» sobre un coche (12) : nueva esperanza. 6. El insulto .al
conductor del «coche por un cobrador de tranvía ( 1 3 ) : mejor
sería que te comportases mejor con Rainer. 7. El ruido de
anirnales (17) : le van a matar Co-mo a un aninla1. 8. Las go-
titas en el queso (28) : tiene que sudar, es decir, -decidirse de
una vez, etc.
En todos estos ejemplos puede reconocerse que entre el
objeto percibido y el contenido de la percepción delirante exis-
te una «relación›› que durante largo tiempo no se había visto
de niodo correcto. No es posible hablar aquí de Co-rnpleta in-
co-mprensibilidad. Naturevlm-ente, no hay duda de que la apo-
fanía, es decir, el hecho de que en general se «interprete de
i o d o anormal», no es comprensible.
1. El crujido durante la noche .en el dormitorio tiene -bas-
ta para hacernos idea -con que traslademos la situación a un
bosque por la noche- la <<nota›› acústica inquietante del des-
lizarse silenciosamente, pero de un modo marcado. A esta cua--
lidad corresponde naturalmente la situación total, entre otras
-cosas, la oscuridad nocturna. Si tomásemos las cosas por se-
fparado, dicten-do, por ejemplo, «del =crujir de -la C2lIII13 deduce
.el enfermo que le van a matar» (es decir, la típica -percepción
delirante inconiprensible), destruir amos aquello de -lo que se
trata. El -contenido »de una percepción delirante obtiene siem-
pre su -colorido cualitativo de la relación global en que se
-encuentra.
2. La -maniobra con las atinas -contiene en su cualidad de
vigor, en su cualidad castrense, rígida, la <<nota›› estimulante
del ¡ en guardia!
3. El ruido del motor o bien la « avería» del auto-móvil con-
tiene ya en sí lo <<metafórico››. En es-te caso, la percepción
80
delirante retrocede plenamente al terreno de la psicología nor-
mal, la <<avería›› tanibien significa : «se están torciendo las
COSaS». | .
81
6
tinado, como en los casos que comenta-mos antes (destacan
propiedades esenciales).
listas tres formas representan, según s-uponenios nosotros,
diferencias d e grado d e la apoƒcmícz. En el priine-r caso es cuan-
do está menos inarcada. Aquí hay una iniciación de conciencia
d e significación anormal, la relajación del conjunto de l a per-
cepción es insignificante, apenas destacan propiedades esencia-
les. Con frecuencia esta forma se encuentra en los .primeros mo-
anentos del -delirio, estructurándose lentamente a -partir de-1 hu-
:mor delirante.
El segundo escalón indica un grado más intenso de viven-
cia apofánica. Lo hemos encontrado enormemente marca-do en
nuestro caso 10 (pág. 69), en el que la vivencia apofánica jamás
pasaba de este escalón. Durante -el traslado al hospital vio, igual
-que Rainer, las numero-sas cosas que había en la carretera, pero
las vívenció solamente como <<puestas›› para él, en ningún mor
lento nos en-contramos una interpretación metafórica del tipo
de los ejemplos que hemos -expuesto.
De lo-dos modos, ya se nota aquí algo de la relajación .del
conjunto de la percepción y un ligero destacar de las propie-
dades esenciales, lo cual se manifiesta porque al enfermo le l1a-
ma la atención Co-mo algo muy extraño.
La tercera forma es la expresión más intensa (por el mo-
Inento) de la apofonía. _Tenelnos aquí la p.ercepción -delirante
en su sentido más estricto, es decir, aque-1 imponerse propie-
dades esenciales como signo de una alteración de la estructu-
ra global de la percepción.
En el capítulo siguiente veremos cómo cuando la a«pofanía
se intensifica más aún (en l a vivencia catatónico), a la que lla-
rnaremos vivencia apocalíptica, esta serie de escalones se am-plía
a un esca-lón más, -de tal forma que finalm-ente todo el campo
de l a percepción se transforma en una niebla de cuyalidades
puras, con lo que se asemeja a la vivencia onírica.
A continuación vamos a exponer con algún mayor detalle
una observación que nos -permite una visión del Inecanismo de
la percepción delirante, hasta cierto punto en statu nascer d i :
diera ser...» Muy pensativo : «Son muchas las cosas que por un momeñ-
to se vislumbran...›› ¿EZ qué? Después de pensar en silencio durante
largo tiempo: «Para ponerme a prueba... quizá solo sea un juego de
palabras, el cómo esté preparado, eso no lo puedo decir. . . » ¿Qué es?
« U n secante..., pero no sé qué es lo que tenga que ver conmigo. Por
más que estoy seguro de que algo tiene que ver...» ¿Qué es eso del
juego de palabras? «Eso lo sabe usted bien...» ¿Usted no lo sabe? «Sí,
82
si que lo se.. . ›› Después de vacilar: «El secante seca la tinta..., quizá
I
también a mí ine seque.›› A lo mejor, no tiene nada que ver con usted.
Sigue con sus pensamientos: « E n todas las mesas hay un secante, quizá
no tenga nada que ver conrnigo...›› ¿En qué quedarnos? «Quiza no sea
más que un error, porque uno se equivoca constantemente.››
Se le muestra una tarjeta postal con un paisaje romántico, con mon-
tañas de Segantini. « E s t o no lo he visto yo nunca antes, no puedo des-
cribirlo... No hay Inovirniento, y sin embargo, los árboles se mueven.››
¿Tiene esto algo que ver con usted? «No puedo decirle.›› ¿Es U n a alu-
sión? Afirmando: « Eso hace mucho tiempo que lo sé. ..›› Medio enfada-
do : «Pero qué es lo que aludan eso no ¿lo sé no puedo encontrarlo...»
¿De qué deduce usted que sean alusiones? «D e eso, de que usted me dé
la tar jet a. ..›› Le decimos que lo mismo que el secante, quizá ,no tenga
nada que ver con él, pero él lo acepta solo con gran inseguridad.
Se le pide que elija, entre dieciséis tarjetas con caras, la más bella.
No quiere hacer la tarea. En su estado de ánimo actual sería 1mpos1bIe.
A pesar de que insistimos inuchas veces, sigue en lo mismo. También
cuando le proponemos lo mismo, pero diciéndole que se imagine que
está en una papelería y que está eligiendo una tarjeta para mandársela
a un aniigo, se niega a hacerlo. Le preguntarnos por q u é : porque no
habría esperanzas, porque no puede escribir. Con esta petición nuestra.
el enfermo cada vez se encuentra irás perplejo. Se comporta como si
se agolparan sobre él innumerables impresiones oscuras, misteriosas,
apenas comprensibles. No sabe qué hacer con ellas. Es evidente que tiene
la sensación de encontrarse en una situación de prueba de enorine in-
tensidad, como si formalmente la decisión de su vida dependiese de la
elección de las tarjetas. Por ello se interrumpe la prueba.
Otro día, ponemos ante él el periódico Kasseler Post. Da una ojeada
al periódico y se sonríe: «No le encuentro ningún sentido.›› ¿Sentido? «Sí,
algo debe haber escondido aquí, pero no llego a ninguna conclusión.›› Se
le llama la atención sobre el titulo del periódico: Post quiere decir po-
ner, situar, llevar, difundir noticias..., es decir, «periódico de Kasseler››...
Muy pensativo... «¿Quiere decir que quizá esté en Kasseler la central de
todo este asunto? Pero es dudoso que sea esto...»
A la vista de un paquete verde de cigarrillos Eckstein: «Sí, la Natu-
raleza es verde..., la esperanza es verde ( ! ) Bueno, honradamente esto no
puedo decirlo» Lea usted, ¿qué pone? Lo lee: «Eckstein-Halpius», sí, en
brujerías yo nunca he creído.» Sigue cavilando: «La piedra angular de
1_._
83
¿Ve usted en la cajetilla d e Ecksteín el número 5? «El número 5 es
u n determinado número sencillo, con el que se calcula fácilmente...»
Mirando al médico: «Que hay dentro cinco cigarrillos» ¡Naturalmente!
Pero ¿tiene este número alguna otra significación? «No puedo imaginar-
me nada, pero sí que creo que está puesto con intención...»
¿Qué le dice a usted Jorge? Repite lentamente el nombre (es su nom-
bre de pila): «Jorge de Grecia..., que yo voy a recibir tierras de algún
modo... Desde pequeño siempre estuve interesado en ello. No sé si debo
ponerlo en relación con la política... Jorge de Inglaterra... Esto, desde
luego, iría demasiado lejos que yo tuviera alguna referencia, incluso allí.»
Completamente perplejo.
. ¿Walter? «Sí, la -leyenda de los Nibelungos habla de ellos. Walter de
Vogelweide... Walter, o tanibién director (en alemán, «Verwalter...››) Es
muy difícil establecer una línea determinada... ¿Tiene algo que ver con
usted? «Pues es fácil que tenga, pero no veo ninguna relación clara...»
El enfermo interrumpe la exploración con la observación siguiente :
«La electricidad hace mucho... Bueno, de eso me he ocupado poco, de
voltaje de corriente alterna... A eso no sé darle contestación exacta...
La electricidad entra en el asunto, yo siento continuamente pequeñas
cantidades en mi cabeza... Eso tiene algo que ver con la clave, como si
la electricidad fuese la clave de todo el asunto. Y lo mismo pasa con
la luz...›› Se pierde en cavilaciones.
Otro día: ¿En todo el asunto, de qué se trata? «Al principio, yo creía
que había algo entre el negro y el blanco... Pero es difícil expresarlo en
palabras... Ya sabe usted lo que quiero clecir.» NO, explíqueme Luís.
«Yo debo decir las cosas tal como ocurren››... Perplejo. «Una vez me
siento fuerte y en seguida débil, sin saber por qué.››
¿Ve usted el dibujo d e esta cortina? ¿Tiene algo que ver con usted?
El enfermo considera los visillos blancos y luego la cortina negra que
cuelga delante: «Dios mío, si es el mismo principio del negro y del
blanco...›› ¿Ve usted aquí el e n c h u f e y la lárrzpara que están detrás d e
usted? «Quizá deba estar de espaldas a la corriente?... ¿La lámpara...?
También tendrá su significado...»
¿Es por casualidad por lo que yo t e n g o U I T lápiz amarillo? «Tendrá
con seguridad una explicación determinada...» ¿Cuál? Mira el -tablero de
pruebas de colores, en el que hay un color amarillo con un 3 dibujado :
«Quizá el amarillo y el 3 tengan relación entre sí y el 3 sea el número
del que depende todo...››
Nos encontramos aquí hasta cierto punto con todas las for-
mas y estadios de percepción delirante en statu nascer di. Va-
mos a fijarnos en algunos puntos :
La reacción a la pregunta por e-1 <<secante›› es muy caracte-
rística. La primera reacción de que pudiera ser que tenga algo
que ver con él, nos muestra el estadio 1. Conforme sigue pen-
.sando en el secante, es decir, según aumenta el perfilamiento
de la atención y se fija más en el objeto, pasa rápidamente por
el estadio 2 : con ello debe ser sometido a prueba. Y ahora es-
tamos ya en -el tercer esta-dio, en el que, evi-dentemente, la mul-
titud de posibles interpretaciones le dejan per-plej-o: «Dema-
«siadas cosas, que se vislumbran en un momento.›› Aquí pode-
amos reconocer aquella «nube cualitativa» que está contenida en
todo objeto. Son muchísimas las posibilidades evocadas en el
canopo -de los objetos, de las formas, de lo funcional, y quizá
también de lo verbal y literal. Recordemos la -cualidad de lo
fálí-co, que -en el ›mis-mo objeto -el mango del secante- se irn-
¡ponía a un enfermo de MATUSSEK. Se «vlslunlbran››, pues, <<de-
cm asi ada s» cualidades. (Esto nos hace pensar en la prueba de
84
asociación en los sujetos normales. En el momento en que ha-
biéndose nombrado una palabra _es preciso hacer asociación
libre, p. ej., a la palabra secante- al principio se pasa .por una
fase conta característica que pudiérarnos formular a s í : «Se
vislumbran demasiadas cosas en el mo~mento.››) Después, en
nuestro enfermo se produce una -configuración: la. idea del iue-
(go de palabras aparece. Podemos también supone-r que aquí se
ha impuesto ya l a cualidad del ser secado; pero el enfermo no
quiere dejarse imponer tal cualidad. Por lo demás, es notable
el que durante instantes cortos pueda abandonarlo todo, es
decir, que no se ha pro-duci-do una gran fijación. Este constante
cambio da a la vivencia del paciente el carácter de lo perplejo.
Este es atormentador .para el enfermo, -corno si lo supiera lo~do
con plena se-guridad y no pudiera actuar sobre ello.
Ante la tarjeta postal, solo se llega al estadio 2 : el enfermo
no pasa de decir que es algo para someterlo a prueba. De todos
modos, es posible que no se entregue al estadio 3. El fracaso
en la prueba de elección -de tarjetas era -de esperar: la situa-
ción de -prueba que evoca la elección, por ser tal elección, lo
abro-ma, no sabe desde qué punto -de vista ha -de proceder, y
le parece como si tras todo ello se ocultase una decisión tras-
cendente.
La prueba con la c a j a de cigarrillos nos muestra algo seme-
jante a 'lo que ocurrió con el secante. Pasa rápidamente los
estadios 1 v 2, con ciertas impresiones extrañas cualitativas que
le hacen al enfermo. Después viene la fijación en el tercer es-
tadio, -con una lenta cristalización de ciertos intentos de inter-
pretación en torno 3 la ~Inu1~t.-i-plicida-d -de significa-dos del concepto
«Eckstein›› (piedra angular, «da-rnantes» de la barata) y. -corno
punto final de este proceso -de configuración, la idea de ' q u e
aquí pudiera radicar la <<clave›› de todo el asunto. Este des-
arrollo se -encuentra con frecuencia, cuando el enfermo se fija
durante cierto tiempo en un determinado objeto.
Tan1«bién nos parece muy nota-ble el comportamiento en »la in-
terpretación de los números. Se trata formalmente de una des-
cornposición juguetona de la ocurrencia verbal Null ouvert (cero
abierto) en dos mitades (el enfermo probablemente no sabe con
exactitud -chino se escribe la palabra, y la -descompone por so-
nido): in nulo Wehr = ninguna resistencia. Esto nos hace recor-
dar a -la conocida enferma Lola Voss, de BINSWANGER, con sus
extraños juegos -de palabras. Aquí podemos verlo in statu nas-
eendi : en la necesidad atormentadora de claridad, en el carnpo
apofánico, el enfermo se ve formal-rnente forzado a buscar cual-
Guier solución. El número 23 que le proponemos, que para él,
debido a la apofonía tiene un sentido, se ve en la necesidad de
«<interpretarlo›› de algún r o d o . En el tresillo encuentra una po-
sibilidad ( N u l l ouvert ), la descom.posición, que parece un juego,
le muestra otras posibilidades q u e él va siguiendo con curiosi-
dad, cada vez con mayor es-peranza de encontrar en ello final-
mente la «c~1ave››. Siempre renovadarnente, ante todo objeto,
ante toda figura de su - c a r p o , tiene que buscar, descifrar, cuan-
t o más tiempo perdura en un te-ma, tanto más seguro es que
termine con la pregunta: ¿Es esto q.uizá la clave del asunto?
85
Su cornportarniento parece a veces juguetón, pero no lo es en
absoluto, sino que es un comportainiento («juego en torno a
la propia existencia››) profundamente serio, atormenta-do.
Basta con que esta prueba, hecha en el a-lambique, la tras-
ladernos al campo «libre -de su percepción global para que nos
encontremos de lleno en el problema de la percepción deliran-
te. De igual modo que aquí es el director de la prueba quien
propone los objetos _ u n secante, una tarjeta postal, un pe-
riódico, un número, un no-rnbre, una Cortina--, se ofrecen por
sí mismos estos objetos del campo de forma habitual. Sienipre
hay <<algo›› en su Ca-mpo visual. siempre .aquello -que se encuen-
tra en el carnpo visual es apofánico, es decir, que se impone a
su consideración reflexiva, igual que cuando nosotros hacíamos
la prueba. Cuan-do el perfilanüento es escaso permanece en
el -estadio 1. Si no hace más que pasar de tema a terna, enton-
*ces hasta cierto punto nada pasa de este estadio. Cuando el
grado de la apofonía es mayor o permanece durante más tiempo
en un tema, se .alcanza el estadio 2, y :tenemos GIIÍOHCGS el
«campo de prueba» o el «escenario cinemato,<zráfico», Con una
(profundización aún mayor l-Iega al tercer estadio, se Dioduce la
relajación del conjunto
. de Las percepciones, y hay << liberación ››
de cualidades, es decir, .precisaren-te de aquella «nube de pro-
'piedacles esenciales» que se oculta en todas las cosas. Un paso
Irás, y la continuidad de sentido del campo se desgar-ra. Mien-
tras que hasta aquí los «objetos›› todavía siempre aparecen
-aun cuando colmo cualidades de la figura ya estén en amplia
:medida -desrealizados-- sobre un «trastorno›› de conjunto, de
una estructura situa-cional correctamente percibida, ahora todos
los objetos del campo se encuentran relajados o descompuestos
en sus propiedades esenciales. Se ha alcanzado ya el es-tadio
a-pocalíptico del «proyecto del ~mundo›› catatónico.
Aquello que llamamos «nube de propiedades esenciales», va-
TTIOS a explicitarlo más aún basándonos en el ejemplo de un
árbol. En la conciencia viril no penetramos habitualmente en
-aquel «ser esen-cial›› que a partir de -la simple vi-sualización del
árbol que ante nosotros está nos impone: -lo «crecido››, en con-
ftraposicìón a lo «fabricado», lo «natural››, en contraposición a
lo «artificial», lo «antiguo», en contraposición a lo joven V nue-
vo, lo <<elevado››, al contrario de lo que renta, lo «inflexible››.
en contra de lo q u e se enco-rva, lo «movi-do por el viento», al
contrario de lo rígido, lo «arraigado›› e <<inmóvi1››, -en contra de
lo desarraigado y movible, lo «vivo y ratrnificado», en contra
'de lo ,qeomé-trico, lo «sano Y natural», en contra de lo mórbido,
_
«lo «entroncado›› y «capaz -de resistencia», al contrario de lo de-
licado y frágil, lo «protector V albergador», al contrario de lo
que abandona, lo «›duradero››. al contrario de lo efímero, etc.
Pero también el árbol evoca las 'propiedades del bosque. Quizá
F!I bo squ e como habitáculo protector .y albergador, o como lO
inhabitable, arnenazador. inarnistoso, el bosque -como mìsterio-
So, cerrado, imánenetrable Y opaco, el bosque como lo oscuro,
lo húmedo, lo umbrío, lo que alberga toda clase -de seres vivos,
el bosque como escondite para lo erótico, el bosque como lo
infecundo, lleno de Maleza, a través del cual tiene uno que
86
abrirse carnina, el bosque Comoabundante en alimentos, en el
que se encuentran setas y fresas, etc. También nos pu- ede ser
evocado algo del valor del árbol en el sentido del valor mone-
tario por explotación de la inadera, de lo eonlerciaI, en 'el sen-
ti-do de «la repoblación forestal y del abatimiento de árboles,
en el s-entido de la posesión de tierras, es decir, de los medios
en contra de la aridez, en el sentido «de lo creador de humedad
y provocador de lluvias, etc.
Todo esto, e innumerables cosas más, se encuentran en el
«ser esencial» del árbol, todo esto es «ser eSencial» del árbol,
es el árbol. La Inultitaud de tales propiedades esenciales, inclu-
so en una cosa única, es inagotable. El concepto de asociación,
con el que la vieja psicología pretendía captar esta multitud,
es falso e imposible -de aplicar. Procede de modo atomis-ta, como
si las <<cualidades›› que acabamos de mencionar estuviesen ad-
heridas, en el sentido de sensa-ciones elementales, al «concep-
'to›› de árbol, y por ello quedasen siempre evocadas. Pero no
ocurre a-sí. Esto se ve ya en -el hecho de que en la niñez, es
decir, en la vivencia infantil, hay una riqueza inco-mparable-
mente mayor de propiedades esenciales que en la vivencia del
adulto. La experiencia empobrece nuestra -capacidad d-e viven-
ciar pro-pie-dades esenciales, y no, »como pudiera -pensarse, nos
la -hacen adquirir. En el acto de experiencia no asociamos la
propiedad «de lo elevado» a la experiencia «á1¬bol››, sino que
el dato árbol, que nos encontramos, posee de modo inmediato
esta y otras -muchas propiedades esenciales, que fenoménica-
mente son algo último, no derivable de nada. La experiencia
solo representa un papel en la medida en que, con algún mo-
tivo determinado, pasa a *la conciencia por primera vez una u
at-ra de tales propiedades es-enciales, es decir, que es «experi-
Inentada». Con esta <<experiencia›› pueden estructurarse después
objetos del «acto de experiencia», Así sería, p. ej., en el caso
»en que alguien presenciase la caída de un rayo en un árbol, y
luego, más tan-de, percibiera en el árbol también el «s=er esen-
cial» del «ser alcanzado por el rayo».
No -es posible aquí una discusión de-1 teorema de la asocia-
ción psicológica, que lo-daví-a está muy ex-tendido -en la litera-
tura psiquiátrica. Remitimos especialmente a METZGER.
. So-lo -mediante el conocimiento de esta «liberación de nro-
piedades -esenciales» en el delirio nos encontramos en condicio-
'
nos de Interpretar las vivencias -de] enfermo 1 Tempo-co cree-
'1TlO'S que estuviera justificada la resignación de la Dsicopatolo-
gía clásica, cuando capitulaba ante la «incomprensibilidad» de
la Percepción delirante. Esta no era sino consecuencia del ins~
aumento psicológico inepto, es -decir, de la psicología elemen-
tal de WILHELM WUNDT, con cuya ayuda creía la psicología po-
der resolver el problemade1 delirio. Tenía Q u e fracasar, porque
La problemática del delirio pertenece* rrzanifiestamente a la t¬esoL
f I
87
3. Vivencias de reconocimiento y de extrañamiento
* Pero ¿de dónde iban a ser sus «conoøìdos sino -de su país?
88
a él. Momentos después se dirige a él de nuevo COITIO si fue-
ra A. Este estadio de carnbio constante tiene relaciones con el
fenómeno de la competición (conipe-ti-ción de los campos vi-
suales). .
d ) El ente-rmo confiesa que no conoce a X., pero constan
temerte está iinpresionado -por el gran parecido con A., y n o
puede encontrarle a esto ninguna explicación natural.
e ) El enfermo tiene la sensación indeterminada de haber
visto ya alguna vez a X., pero no puede decir dónde. Solo
existe, pues, una vaga cualidad -de lo <<conocido››.
Se trata, Co-ino dije ya en la ocasión mencionada, solo de
escalones graduales -de uno y el mismo hecho fenoménico.
Exponemos a continuación algunos protocolos :
El caso II relata retrospectiva mente las vivencias de la fase delirante :
«...y a los acompañantes los tomaba por viejos compañeros. A1 <<señor››
médico jefe, por el señor Janssen, pero éste se parece al «señor›› médico
jefe» ¿Casualiclacl? « E s t o no puede haber ocurrido de un modo natural.
Yo estaba como en un sueño, mi novia debía de tener algo que ver con
ello...» ¿Cómo era lo del señor Janssen? « E r a una semejanza, el mismo
perfil, se me había metido en la cabeza que usted era el señor Janssen...»
1,
¿Otros conocidos? «Vi a toda la gente de mi país aqui también en
Kassel me parecía que todo pertenecía a Honnef, y que la cama era un
lecho de muerte. En Kassel creí que diversas damas eran mi novia, y
pensaba que se trataba de crirninalistas. Sobre todo, había dos mucha-
chas que creía que eran mi novia, pensé que estuviera enmascarada,
que tuviera un rostro doble...»
Al seguir preguntándole, nos dice que entonces no le causó extrañeza
considerar al mismo tiempo a dos muchachas como su novia, es decir,
como una y la misma persona. El mismo nos da la solución: «Me en-
contraba en una especie de sueño.. Creía que estaba siempre allí y que
me observarían...»
EI caso 13 pregunta durante la exploración: «Querido doctor, ¿no es
usted el hermano de ni mujer? ¿No es usted también cura castrense...?››
El caso 23 cree cue el médico del departamento del hospital es el
hermano de una amiga suya. .
El caso 28 dice : «Algunas personas se parecían extraordinariamente
a an tig uo s conocidos, incluso por sus nombres, p. ej., el enfermero
Benz: antes había tenido un suboficial que se llamaba Benz. No son
casualidades. Pudiera ser q u e tengan aquí un enfermero al que ahora
hagan aparecer con el nombre de Benz, pudiera ser así, pero yo no lo
afirmaría» «También mi vecino (un enfermo catatónico) me parece
conocido, sé con exactitud que no lo es, pero se parece al padre de u n a
chica de B.» EI enferxno cr := e que otro paciente es su hermano (el cual
había muerto). Después de remitir el delirio tiene que tomar posición
HucvaH1€flt€ ante estos falsos reconocimientos de personas. Afirma que
ni el paciente P. tiene nada que ver con su hermano, ni el paciente M.
con el padre de su amiga. ¿Cómo le vinieron tales pensamientos? «Porque
de hecho existe u n cierto Darecido.›› Cuando le objetamos que entre pa-
recido e identidad existe diferencia, da una explicación, quitando impor-
tancia a la cuestión : « ¡ D i o s rrlío, está uno en la c a i n a , no tiene nada
que hacer, y se le ocurren las cosas más t o n t a s » Que el enfermo P. fue-
se quizá su hermano se le ocurrió porque le había parecido imposible
que hubiera inuerto. Para ello era demasiado prudente. También, como
precisamente era Pentecostés, había transferido las cosas a un plano
fáustico Y había pensado en la resurrección. En general, las personas
89
que veía las comparaba con otras conocidas. «Los comparaba a todos
con personas de mi medio ambiente. Al principio tenía verdaderamente
la impresión de que eran conocidos.››
El caso 31 cuenta: «Las cara-s vine resultaban muy especiales, eran
caras muy conocidas. Al principio no sabía si estaba en Marburgo o en
Estiria, creía que estaba en Estiria, pero no con pleno convencimiento...
No habría podido nombrar a la gente por sus nombres, pero todos me
parecían conocidos.››
El caso 36 dice: «...Pero en aquel momento tenía siempre una sensa-
ción que me -recordaba involuntariamente a alguien -de mi vida, a al-
guien con quien yo tenía que ver. Pero al mirarlo más de cerca, resul-
taba diferente...»
El CoSO 44 piensa que todo hombre debe tener un doble. Aquí hay
una persona que se parece exactamente a su hermano mayor y otra a
su hermano más pequeño. De ello ha deducido que en su casa debe de
pasar algo. En el hospital hay también compañeros de trabajo de su
aldea. También sabe cómo ha podido ocurrir esto. « H a y , por lo menos,
20 personas aquí, en la sala, cuyas caras me son conocidas de la comar-
ca, incluso el casero de mi casa está... Hasta me parece que entre ellos
est á el cura.»
El caso 50 está convencido de haber visto desde la ventana a la mu-
chacha con quien se escribe. Durante una consulta en la clínica de oídos
creyó ver a su hermana Anita: « E n todo caso, el parecido era m u y
grande.›› A1 principio, creía conocer a todos los hombres que están en
la sala, los conocía de un cursillo en que había participado anterior-
lnente en Colonia. «¿O lo habré tejido yo todo?›› (El enfermo se encon-
traba en fase de consolidación.)
El caso 54 pensó que en el tren una dama le observaba. Creyó reco-
nocer en ella a una conocida de Salzburgo, aunque le parecía que debía
de haberse teñido el pelo.
El caso 87 nos relata el haber conocido a un militar que, habiendo
pertenecido antes a Infantería, ahora era aviador, «pero me pareció igual-
mente conocido.››
El caso 99 es uno de los pocos que enfermaron durante un a t a q u e
militar. En medio de un grave delirio apofánico tomó parte en el asalto
a la ciudad de Ostrow, pensando que toda la batalla era «puro teatro».
En un vehículo con soldados, q u e pasó junto a él, creyó reconocer « a
gentes de Gera» (su ciudad natal).
El caso 114 observó, con asombro. que un general q u e había visto el
día antes en l a ciudad se encontraba aquí sentado con uniforme de
sargento. No obstante. creyó reconocerle con seguridad.
El caso 12 oía continuamente voces familiares, a u n f w u e las personas
q u e las emitían eran extraños. Sospechaba q u e se trataba de conocidos,
que, para no ser reconocidos, iban disfrazados.
91
también a objetos reales del campo que rodea al sujeto, en los
que habitualmente nadie supondría cualidades fisonómicas.
El caso 12 (ebanista de profesión) hubo de permanecer, a mitad del
camino hacia el hospital, en un puesto de guardia, porque, debido a
su estado de excitación y confusión, no hubo otro modo de retenerle.
Nos cuenta lo siguiente: «La célula en la que lo metieron era evidente
que había sido construida de modo especial para él; de esto se daba
clara cuenta. Casi todas las cosas que estaban allí las había construido
él anteriormente.
La puerta, p. ej., le pareció perfectamente conocida, encontrando que
era la misma que él había confeccionado como carpintero. Había en
ella algunos signos en forma de arañazos, en los que reconocía tal hecho.
La habían traído ex profeso de Leipzig. Los zócalos estaban todos suel-
tos, y detrás de ellos se encontraban colillas... También la ventana le
era conocida: era de alguna persona familiar a él o bien que él mismo la
hubiese construido. Notó que el barniz había sido raspado en algunos
puntos... Otras cosas de la célula también le resultaron conocidas, por
ejemplo, el ojo de buey de la puerta, estaba rojo y cepillado, y el borde
negro estaba grabado, igual que él lo hacía, con las uñas. También en
el alféizar de la ventana había arañazos, como los que él de niño solía
hacer. Este alféizar lo habían traído a propósito de su casa. También
se vela .que habían puesto un cristal nuevo... En el hospital a l :que le
llevaron le designaron una habitación con tres camas. Notó que todo
giraba en torno suyo. Observó también que habían traído todas las
camas de casa, le eran conocidas , una era de su hermano, y otras, de
personas de la vecindad...
93
tainpilla, pero como esto no sería posible desde el punto de vista dc]
correo de campaña, se negó a leerla.
El caso 43 también rechaza una carta de su mujer, porque dice que
es falsa. Tampoco acepta cartas posteriores.
El caso 56 nos dice que toda la Naturaleza y todas las cosas le pu-
recen distintas, como si se encontrase en un país, en un continente dis-
tinto. No es que las cosas hubieran cambiado directamente, sino que
era como una película. Añade, mirando por la ventana: «Como si todo
fuera artificial, como si fuera una película con animales y pájaros y
todas las cosas... También en los ojos tengo algo: puedo inirar a un
punto, pero si al cabo de un minuto vuelvo a hacerlo, entonces todo ha
cambiado... Aquí hay algo que no casa.››
El caso 61 describe una escena en la que, estando al borde del canal
del Emperador Guillerrno, de pronto le apareció el mundo como embru-
jado. De súbito, el paisaje cambió radicalmente, se hizo mucho más
bello, más cálido, más familiar, como si los pensamientos estuvieran em-
brujados. Todo su estado de ánimo había cambiado. Al cabo de una
hora pasó. Estos embrujamientos solo los ha presentado pocas veces.
El caso 107 refiere retrospectivamente: « E l sol me pareció raro, de
pronto cambió a otra dirección. Lo demás no tenía nada de peculiar, sólo
era el sol lo que durante el día se me presentaba cambiado. El cómo
fuera esto posible no lo sé bien... Debe de depender de las estrellas,
porque el sol es una estrella.»
Caso 108. ««Algo me ha llamado la atenciól en el sol, pero n o consigo
pensarlo -hasta el final. No sé si el sol está en una dirección falsa del
cielo.»
El caso I I cuenta retrospectivamente de su psicosis: «Me parecía que
el sol era un aparalto de observación-...››
4. La vivencia de la omnipotencia
95
pensaba: soy como un pequeño Dios, y el tiempo se rige por mí...
-ahora volvía a dudar el enfermo-. «Pero esto no puede ser en abso-
l u t o , esto es patológico, porque yo no soy supersticioso -después volvía
a cambiar y decía, muy serio--: Pero no quiero llevar las cosas al ex-
tremo hasta el punto de hacer que hoy Ilueva.›› ¡Haga usted que luzca
el sol! El enfermo se ponía serio, miraba por la ventana (había nubes
oscuras) y pensaba: «Bueno, hoy voy a hacer que el sol vuelva a salir
por !a tarde.›› Le parecía posible que por su voluntad el sol saliera.
Pensaba que de él partía tal acción... Más tarde, después de la conso-
lidación, se le sometió a una exploración referente a este punto: « E n
cierto sentido, tenía yo ya propiedades divinas... Entonces verdadera-
mente ocurría así con el tiempo, yo mismo me asombraba de lo que
ocurría fuera cuand.o yo miraba, era colno si yo pudiera hipnotizar...»
¿Qué piensa usted sobre ello? «No quiero abusar de esta facultad, no
intento, por ejemplo, hacer que el sol luzca de noche. Otro quizá se
aprovechara de las circunstancias, quizá abusara y tentara a Dios, pero
yo no hago eso. . . » Tampoco tenía deseos de ser Dios... Y algunos días
después: «Cuando lo considero fríamente, me parece imposible. Me
ocupaba tanto de mí mismo, que no podía pensar en otra cosa. Por lo
que se refiere al tiempo y a otras cosas, yo procedía del modo que
me parecía correcto. Leía algo sobre un paisaje soleado, y fuera apa-
recía inmediatamente el sol. Existía para mi una relación, como si yo
produjera aquellos fenómenos mediante mi concentración...» La última
vez volvió a ocuparse de este asunto: Consideró dónde se encontraría
el sol y se propuso hacer desaparecer en aquella parte las nubes. Y
precisarnente por la tarde salió el sol. «Pero puede haber sido una
casualidad, porque el tiempo cambia siempre.›› Días más tarde, ya no
tenía sensación de ser influido. La sensación de poder influir sobre la
guerra había sido igual que la de su influencia sobre el tiempo. De
pronto, el enfermo se dio clara cuenta de esto.
El caso 89 nos dice durante una exploración que tuvo de pronto
ocurrencias... ¿Cuáles? El enfermo vacila y no quiere hablar. Sólo con
gran esfuerzo se consigue que lo haga: « . . . La ocurrencia de que si
m e quitaba el anillo del dedo, mi mujer iba a morir. O que si encen-
día un cigarrillo se produciría un incendio. O también que si yo bebía
alcohol me moriría... O de que tenía que presentarme al Führer para
clisculparme, aunque sin saber de qué.››
Caso 56. Durante los últimos tiempos ha tenido la impresión de tener
el poder de influir sobre el tiempo.. Este poder no partía directamente
de él, sino que era utilizado para ello por una tercera persona. Debía,
pues, ser como un instrumento. «De mi cuerpo partían fuerzas espe-
ciales.›› Pregunta perplejo: «Yo no sé... ¿Seré yo Dios? Porque puedo
prever las COSaS...››
El caso 53, que describiremos más adelante con mayor exactitud,
sólo es un instrunlento. En cuanto las personas le rodean se quedan
más quietas y algo tensas, como si esperasen algo. Todo el mundo se
comporta como si aguardara algo.
Caso 48. Al preguntarle qué tal le v a : «Mejor de día en día, pero
no sólo respecto a mí, sino -a =toado el mundo. Yo se-lvaré a .todos los
hombres...›› ¿De qué unodo? «No -debo decirlo. Yo sé que los que aquí
había antes eran enfermos mentales, pero se han salvado todos -se
señala con el dedo a sí mismo--. En el futuro será de otro modo :
no ha-brá espectáculos, ni radio, ni trabajo-..., ni agua, signo sólo vino ,
mi enemigos..., será como un paraíso, el mundo será salvado por mi
y por mi mujer. Soy el primer pastor del rebaño... El último discurso
del Führer era mío, .sólo -que se 'lo oh-ice pronunciar a él...››
«El caso 21 explica que está en conexión con Adolfo Hitler, quien le
ha otorgado plenos poderes. Ahora, por orden suya, 'toda la ciudad de
M. quedará arrasada. Van a sufrir tanto los justos como los pecadores.
96
I-la exigido que se pusiese en función toda la :.11¬Lìllería dc l a patria, la
cual va a clespedazarlo todo... A todos los oficiales se les van a imponer
¡fuer tes castigos, etc.
5. La anastrøphé
presivos
tirándose por la ventana, al que siguió un periodo de confusión, aparece
en primer lugar un estado de perplejidad, con una angustia sorda, re-
lativa al tema de la ejecución: «Todo me es misterioso... Pero me van
a ma tar. ..›› , después, con desconfianza progresiva, comienza a hablar
de una máquina con la que solo él puede trabajar. Reconoce falsamente
a las personas de su medio ambiente, y supone que sean antiguos corre-
ligionarios social-demócratas, con quienes había colaborado en un Ino-
virniento clandestino contra los nazis. Cada vez con mayor exigencia
pide que le den finalmente su traje y una muchacha, que le alojen en
cualquier parte, porque entonces en seguida sería <<distribuidor». Todo
esto, dicho muy seriamente, como si se tratase de un acontecimiento
político estatal importante. Sabe qué es lo que hay en juego, lo ve todo
de modo transparente, sabe que todo gira en torno suyo, que quieren
apoderarse de él y que debe permanecer neutral. Después de largos in-
tentos inútiles para descubrir su secreto, conseguimos finalmente ad-
quirir una imagen de su temática. El tiene la vida eterna, ha muerto
ya varias veces y siempre resucita, cuando tiene trato sexual, es posible,
con su esperma, inyectándolo a otra persona, transmitir a ésta la vida
eterna. Toda la guerra, e incluso todo el mundo, giran hasta cierto punto
en tor o a 'l p s sien -d su «p son . P.o qu quien disponga de él se
asegur re la vida eterna. Pero para esto es necesario una máquina que
elabore del :no-do necesario el semen. Por ello, él no necesita más que
dos muchachas y una casa, para poder, sin limitaciones, hacer poner
inyecciones. En París está la máquina, que sólo a él puede servir. En
el próximo capítulo hablaremos de un trastorno de la vivencia del
tiempo ligado a estos fenómenos.
99
que le rodean le iniran, pero no sólo las personas de su vecin-
dad inmediata, sino también los extraños de la -calle, a donde-
-quiera q-ue vaya, las cosas están puestas -en relación a él, a él
se refieren, y también experimenta lo mismo cuando oye la
radio o lee el periódico. De esto se deduce, de modo obligado,
l a convicción de que todo, el m.un~do entero, toma relación
con él.
Pero este ser observado constantemente por el mundo tiene
una laguna notable. El enfermo Rainer, que describimos al
principio, nos dice, respecto a ella, en una autoobservación «muy
rica en consecuencias (pág. 19) : Se ha-ce todo lo posible porque
'si
la observación sea -lo más inaparente posible..., p. ej., toma
parte o la-r-tí-do por alguno de los lados en las disputas que
tienen lugar en la sala, sin pensar en el mismo instante en ob-
servación alguna: «solo después se -me ocurre que no es más
»que una prueba para mí, y que me ha hecho fundamentalmente
quedar en evidencia». Y lo mismo ocurriría con las cosas que
existen fuera (-es decir, en el mundo.) : Algunas veces toma parte
intensamente en algo, y solo después se da cuenta de que ha
vuelto a caer en la trampa. Si le preguntamos qué es lo que
entiende por << quedar en evidencia» resulta =claro que se refiere
a la observación, que -había clvidado por un instante. C.uan-do
vuelve a pen-sar en ella, le resulta claro, retrospectivamente,
que también el episodio que acaba de ocurrir se encontraba en
el marco del escenario «puesto››, es decir, en la situación de
prueba.
Esta autoobservación nos parece extraordinariamente impor-
tante. Porque nos muestra que en la vida hacia ade-lante, p-1e-
namente irrefifexiva, olvidada -de sí mismo, es decir, en e1-vivir-
en-las-cosas o, empleando una expresión de BINSWANGER: en el
ser-en-el-niundo~por-en-cima-del-mundo, la apofonía calla, -de
:nodo transitorio ya no está presente. Cuando toma parte apa-
sionadamente por uno u otro de los lad-os, e-1 enƒernaø ya no
nota nada del ser observado. Solo «después››, es -decir, solo
cuando se vuelve a sí mismo reflexionando, tiene nuevamente
conciencia de ser observado, es de-cir, que lo que acaba de vi-
venciar recae bajo -la luz apofánica y por ello aparece «inautén-
IÍCO», <<«puesto››, «preparado para someter a prueba su atención».
Por -ello, ›de modo plenamente consecuente, resulta para él la
.convicción -de que ha vuelto a << caer», es decir, que no ha nota-
fdo que todo el episodio que provocó su participación había si~do
preparado intencionada-mente. En -la aplicación limita-da, es de-
cir, cuando el sujeto está olvida-do del propio <<yo››, parece faltar
la vivencia apofánica, ésta solo existe en l a conciencia rey-le..
xiva.
JASPERS dice, respecto a la autorreflexión: «Toda clarifica-
-ción de la vida anímica -comienza con la escisión entre sujeto
y objeto ( « y o » y «objeto»). Aquello que sentimos, que viven-
ciamos, aquello a lo que aspiramos, se nos hace claro en el re-
presentar. La claridad solo s-e da en el volverse objeto, volverse
figura, volverse pensable, en una palabra, -en la objetivación.
Solo dentro de esta escisión tiene lugar la ulterior reflexión :
me vuelvo a mí miscrno al ejecutar la reflexión a mí mismo, al
100
realizar la autorreflexión. Reflexiono a todos los contenidos, a
todas las imágenes y símbolos a lo-s que en un principio estaba
fijado, sin reflexión, -como objetos, y ITIG pregunto qué e s l o
que €II&I1...››
La apofonía obliga al hombre, hasta cierto punto, a la refle-
xión. La «significación anormal» de las =cosas del pericarnpo,
vivenciada en actitud reflexiva, suprime, en el momento en que
ocurre, el-vivir-hacia-adelante ingenuo. Porque obliga a la obser-
vación permanente, y con ello a una actitud reflexiva. La «rela-
ción» peculiar en que el mundo entra en »contacto con el « y o »
es ya una expresión -d-e -esta a¬ctit~ud reflexiva.
Desde el 1no›n1ento del comienzo de la vivencia apofánica
el enfermo se encuentra preso, ya no es capaz de una «-tras-
-cendencia». Ya no -puede olvidarse de sí mismo, ya no puede
ser en las «cosas››, es decir, ya no puede ser -en «los otros».
¿La vuelta al <<yo››, que nonnalrnente a título de reflexión es
una liberación de la oscuridad inconsciente de la vida no r-e-
flexiva (animal), se convierte por la apofonía en apresamiento
_
del lo. Este apresamiento es lo que proporciona el genuino
fundamento -de la viven-cia: «todo gira en torno a m í » , Ya nada
puede sustraerse a la referencia «al yo, ya no e-s posible la .tras-
cendencia. Por ello, el enfermo -casi I1I11'1C-a es capaz de parti-
fcipar cuando, hasta cierto punto en un trabajo común, se
intenta llevarle a .un -giro «copernicano» : todas estas rnodifi-
caciones tan enigmáticas del mundo serían mu=cho más -fáciles
de explicar suponiendo que el mundo fuera en realidad el mis-
cmo que hasta entonces y fuera el enfermo quien estuviera al-
terado. Finalmente, hay una enfermedad a la que se denomina
«delirio de persecución», en la que sabemos que los pacientes
nunca se consideran a sí mismos enteritos. Aun cuando fuera
posible que él mismo se encontrase afectado de tal enferme-
dad, -el enfermo simplemente no lo sabe. Este intento lo he repe-
tido yo- en numerosos casos. Respecto al caso 69 (Rainer N.),
nos referirnos a ello. -El hecho de que en este caso el enfer-
mo tuviera un mago vislumbrar, el -hecho de que hiciese
realmente una corrección, con seguridad sólo depende de la
consolidación en la que el enfermo entonces se encontraba
( v é a s e respecto a esto la pág. 144). En la vivencia delirante
florida nunca se consigue crnov-er al -enfermo a un ensayo de
p_aciente
1.
«anastrophé» Nlientras que la «1¬eflexión›› es aquella faculta-d
«específicamente humana, que distingue al hombre del animal,
de adquirir conciencia de sí mismo ---facultad que también
contiene el fenómeno de que el «yo›› es el ¿punto m-edio, es
decir, el punto de referencia de la vivencia -del mundo, pero
siempre con la posibilidad de emprender un cambio del sis-
teina de referencia-, la anastrophé significa, en el sentido de
un «volver atrás» hasta ciento punto la enfermedad o el espas-
frno de la reflexión: aquella vivencia esquizofrénica específica
de haberse vuelto el «punto medio del mundo.
No es necesario demostrar en qué medida aquello a lo que
corrienteinente se llama «egocentrismo››, Co-mo propiedad ca-
racterial en el terreno de lo normal, sólo de un mo=do externo
tiene relación con el fenómeno que aquí tratamos. De este
egocentrismo sólo deriva - y no sería de esperar otra cosa-
una existencia «paranoide››, pero - y -de acuerdo con K. SCHNEI-
DER., estamos convencidos de el1o- no existen aquí «transicio-
nes g r a d a l e s ››.
Apoyaría y anastrophé tienen relación entre sí, del mismo
:modo que objeto y sujeto, que yo y objeto. Mientras que apo-
ƒanía designa a la alteración del mundo y de sus objetos en
su relación con el sujeto, anastrophé es la forma en la que
el «yo›› se manifiesta a sí mismo, es decir, oculpan«do el punto
rrnedio del <<-mundo››. Nosotros concebiríamos esta relación »como
una ley que quedaría expresada en esta frase: Siempre q u e
exista vivencia apoƒánica, el «yo» se transforma anastróƒica-
mente, e inversamente, sielnpre que a-parece una vivencia anas-
trófica, aunque sólo sea de modo inicial, también -los objetos
se modifican de modo apofánico. Y esta relación recíproca
.también existe en el grado en que la vivencia está marcada :
'siempre que una es Jnuy intensa, lo es también la otra, y vi-
'ceversa. Los -dos conceptos no son, i p U € S , más que -las dos
caras de una y la mis-ma cosa, a saber, del cambio de _estruc-
tura específico -precisamente esquizofrénico- de la vivencia.
102
clones que afectan profundamente, es decir, los procesos de
larga duración con numerosos brotes «atacan» -a la vivencia
del tiempo. Cuando se trata -del primer brote - y 1;a.n1bién e N
la clínica , rara vez he obtenido datos sobre aquellas pecu-
liares .alteraciones de la estructura que FISCHER pudo recoger
en 1930. Tampoco es casus-lidad que sólo el caso -entre tod as
mis observaciones que se transformó con máxima rapidez,
literalmente ante nuestros -ojos, en un estado terminal esqui-
zofrénico grave, nos manifestara un fenómeno In uy extraño
-de vivencia alterada -del tiempo. En el capítulo anterior esbo-
zamos con brevedad la historia previa del -caso.
El caso 76, al preguntarle quiénes eran verdaderamente las personas
que había en la sala -acababa de decir precisamente que las conocía
a todas-, nos contestó: «Son todas personas que ya han muerto. Yo
he visto ya el cadáver de cada uno de ellos -corrigiéndose-; no de
cada uno de ellos..., pero sí de muchos a los que habían fusilado...
Conozco a todos los que están allí dentro.›› ¿Están muertos? <<No, ac-
tualmente viven otra vez...›› ¿ Y cómo es eso? «Porque -enfadado-
ahora todo es distinto...» ¿Vuelven a vivir los muertos? «Sí, natural-
mente, y cuando durante tanto tiempo se ha avanzado en el tiempo.,
las cosas vuelven hasta el primer año de la vida... Todo va hacia atrás...
Puede usted hacer conmigo lo que quiera -lloroso--, puede martiri-
zarme, como lo han hecho ya... Dime a mi mujer... Sabe usted que
actualmente todo va hacia atrás.›› (¿?) «Sí, en vez de hacia adelante,
todo vuelve atrás. No sabía que me fueran a matar o a fusilar... Lo
que sí sé es que Rodl me ha apuñalado en el costado derecho con la
bayoneta... Yo siempre tengo la edad actual, tengo vida eterna, los
demás, en vez de hacerse más viejos, se vuelven cada vez más jóvenes...
Yo permanezco siempre sobre la tierra, no muero nunca, me conoce
el mundo entero... Yo he sido matado ya numerosas veces, pero eso no
importa. Aun cuando rodase sobre mí un tren, volvería a estar como
antes, igual que estoy aquí sentado. Ayer me pegaron un tiro aquí
--se señala el pecho--, y morí... El mundo entero me busca, yo soy
Cristo, por ello pueden hacer de mí lo que quieran.››
El caso 30 decía una vez que el tiempo se había parado: Mediante
hipnosis se puede conseguir que alguien viva en cinco minutos lo que
otro viviría en cuatro meses...
104
siento elevado, n e siento más lúcido que todos los delnás. Hay un ser
invisible que ITIC da esto. Pero vuelve a desaparecer. Son rnornentos lu-
Ininosos que aparecen, y en ellos me vienen los pensamientos...››
a) La inspiración
108
bía en mí una efervescencia, un temperamento de tal f o r r a que si al _
quien se me hubiera puesto en el camino me hubiera sentido obligado a
matarlo». Algo le decía dentro de él: ¿Debo penetrar en un campo de
concentración y desde allí hablar? Tenía un impulso de hablar, pero al
mismo tiempo sabía que si lo hacía sólo pensarían de él que era un
enfernio mental. Lo único que hizo fue entrar corriendo en una comi-
saría de Policía y gritar: « ¡ Y o creo en Dios!›› Le detuvieron, hicieron
venir a su mujer, la cual le llevó a h. . _n_c,n- . . Se había sentido arrastrado bor
todo el asunto. Sentía que había un peligro para Alemania y este peligro
le impulsaba. Desde entonces no le ha abandonado la sensación de que
si no actúa rápidamente y s i n o dice todo lo que tiene que decir, habrá
peligro para Alemania.
6) Al día siguiente se sentó a la mesa y quería desnudarse y lavarse,
porque eran sus horas libres antes del servicio del mediodía. Mientras
estaba sentado su vista fue atraída hacia el cielo, allí vio una nube ama-
rilla que de pronto cayó del cielo y con la misma rapidez volvió a subir
a él. Igual que una pelota que se tira contra la pared y rebota. Ni si-
quiera hoy sabe de qué se trató: una vivencia extraña, una nube rojo-
¡_
109
pero se la devolvieron inmediatamente. Sólo pasado cierto tiempo llegó
a ver claro que en todo esto se trataba de un castigo que se iba a dar
a l pueblo judío, antes de eniprender una lucha. N o sabía él si había de
dirigir esta lucha o solamente darle curso como mediador. El prefería
ser mediador, porque no tenía cualidades de luchador. Algunas veces
entraba en conexión espiritual con el Führer. En sueños tenía algunas
veces la sensación de haber estado reunido con el «ojo lloroso del
Führer». En tiempos anteriores había visto una vez al Führer, mientras
comía en Düsseldof en el hotel en que él servía.
10) Más tarde se dirigió a la editorial Roma, de Lorch, que publi-
caba un calendario astrológico, encargándoles su horóscopo, esto era
en el invierno de 1939. A esta editorial también envió el manuscrito
completo. Pero recibió una «contestación totalmente disparatada»: le
advertían que debía tener cuidado con su manuscrito. El Führer se
bastaba a si mismo para saber lo que tenía que hacer. Eran fantasías
con las que debía tener -cui-dado. Después -de esto abandonó su intento.
En la primavera de 1939 dejó Würz=bu.rg.o y se trasladó a Wie-sba-den,
para buscar colocación. En aquel tiempo las inspiraciones habían cesa-
(lo. Obtuvo empleo como maestre en un hotel, en el que permaneció has-
t u el final de la estación. Después pasó a Petersberg. Las vivencias se
hacían cada vez menos frecuentes, y ahora trabajaba en la elaboración
del manuscrito. La invasión del protectorado volvió a conmoverle in-
tensarnente.
12) Poco a poco fue viendo claro que no podía publicar su obra,
porque hubiera dado lugar a una sublevación, no la hubieran podido
comprender, y quizá le hubiesen considerado como enfermo mental.
Hubiera preferido haberlo abandonado todo y que no le hubieran con-
fiado tal misión. Algunas veces soñaba con un empleo agradable, o, me-
jor aún, hacerse independiente y llegar a tener una pequeña taberna,
en donde viviría feliz con su mujer.
13) Pero en Wiesbaden pronto recomenzaron las vivencias. Se metió
en la cama, donde se sentía como un niño pequeño, débil y tembloroso.
Al cerrar los ojos tenía apariciones felices: vio la imagen de Jesús con
l a cruz, y una vez también una cabeza con hojas de palma, otra vez
vio un gallo sobre la tapia. Eran imágenes agradables, que durante todo
el día deseaba volver a ver. Algunas veces oía también señales dadas
con golpes. En alg uno s momentos intentaba rechazar estas vivencias,
pero la conciencia le decía: «¿No quieres hacerlo?››, como si no estu-
viese bien que las eludiera.
14) Luego fue, poco a poco, don-dose clara cuenta de lo .que ver.da-
deramente significaban todas sus profecías y escri-tos: se tra~tab.a de un
mensaje de Días sobre los futuros aconteciunientos, el Espíritu Sa-nto
.se lo inspiraba. Se trata-ba de 1~a .defensa de la -fe. Trabajó en ello de
tal forma que en agosto -de 1940 lo tenía ya preparado. La declaración
Pd@ guerra en el otoño =de 193-9' le había excitado mucho, pero no repre-
sentó ningún :papel especial. Trabajó más tan-de en el -Metrogpol, des-
pués en e1 Ku-rhaus, hasta -que ›le llamaron a filas. «Con anterioridad ya
sabía que le iban a llamar. Una voz le decía claramente: «22 de agosto-
nseptiem-bre», Ahora 'sabía él que esto -significaba el -tiempo en que había
,de hacerlo todo. -Cu-ando le llamaron a fi-las ›tenía ya acabado el men-
saje. Habí-a trabajado »durante un trimestre, ocupa-an-do unas 60 páginas
.escritas a ›máqu-ina. Cuando se presentó en #la oficina rmzili-tar le dijo
en seguida al sargento mayor -que él no «de-bía manejar armas de fuego.
'Pero el sargento le echó una reprimen-da terrible y le dijo -que si vol-
vía a decir tal cosa lo fusi-laría. Con -ocasión -de una -mancha remitió el
~«m-ensaje» -a su comandante. Aparentemente éste estaba ya informaado
¡de ello. A su capi-tán le Co-munzìcó una visión inquieta-nte -que había
ten=do: era como -si a1.guien -quisiera establecer cables desde I-nglaterra
¡por Inedio -de una masa -líquida de ›materia inflamable. -El capi-tán le
»dijo que no debía diré-girse a él más que cuando hubo-ies-e algún emotivo.
110
15) El período de instrucción le resultó muy difícil. Muchas veces
los reclutas :nas jóvenes le hacian de II1€11QS= Esto le dolía, Pero él
perseveró en su einpeño. Finalmente, en septiembre de 1940, su compa-
ñía f u e enviada a Francia. En el camino desempeñó repetidas veces el
papel de intérprete, porque hablaba buen francés. Todo el traslado f u e
para él enormemente fatigoso, el mismo período de instrucción había
sido superior a sus fuerzas. Al llegar a N. padeció fiebre, encontrándose
completamente destrozado, de forma que no podía ni andar. Le apare-
ció claro el sentido de una frase del mensaje, que todavía seguía escri-
biendo: «Inglaterra debía deponer la espada y entregarse» Esto habla
de transmitírsele a la intelectualidad inglesa, porque ésta quizá influyera
sobre el pueblo para que depusiera las armas. Recuerda también que
una vez oyó de pronto por la radio cómo decían, en inglés: «Jesucristo
va a descender en el momento en que llegue la hora.›› Al preguntarle si
él mismo es Cris-to, vacila LLÍ1 -momento y contesta que sólo es un após-
tol. De Cristo mismo él no sabe nada. Le habían llevado al hospital,
y del hospital a nuestro servicio.
16) En -la época actual no tiene inspiraciones. Solo de cuando en cuan-
do ve signos luminosos vivos, largas rayas en la habitación o en el cielo ,
cuando mira para arriba ve largos rayos, luego un fuego redondo, a
veces también manchas negras, como pelotas de goma: «Para mi se trata
de elementos que luchan entre sí en el cielo. Hay otras veces en que yo
tiemblo debido a su acción, que es ejercida sobre mí. Estas manifesta-
ciones son diarias. Yo las veo, y algunas veces también aurnentan de
tEl1'I12lñO.››
17) Ahora es como si tuviera que esperar las cosas que han de venir.
Siente que hay algo sobre él. Los compañeros le llamaban «el Santo» y
se burlaban de él. En Santa Ana, en París, había otro enfermo que tam-
bién se mofaba intensamente. Ahora tiene miedo de que América entre
en guerra. Entonces no le cabría más remedio que intervenir, apelar a
Inglaterra y a Francia, habría una revolución, «porque no es posible
hacer siempre la g u e r r a , cuesta mucho dinero, el comercio y el tráfico
es lo que se necesita». Siente COIIIO si tuviera que intervenir y mantener
conversaciones en pro de la paz y de la libertad. Como si hubiera de en-
carnar al Führer. Piensa que si a la intelectualidad inglesa se le permi-
tiera ver el «mensaje›› con seguridad se pondrían de nuestro lado. Está
seguro de que cuando se concierte la paz quedará liberado de su mi-
sión. Después, lo que más le gustaría es ocuparse de arte. Piensa que la
cristiandad comenzará cuando termine la guerra. Estos dos mil años pa-
sados no habrían sido verdadera cristiandad, porque constantemente
ha habido guerras, los hombres se han matado y han vivido de un
modo absolutamente contrario a lo cristiano. El mismo no es sino un
instrumento. Las personas, tan pronto como se acercan a el se quedan
más quietas y algo tensas, como si esperaran algo: «Todo el mundo se
comporta como si esperara alguna cosa.››
18) Desde su ingreso no se ha producido ninguna modificación en
su estado. Externamenl e no se observa nada de sus vivencias. Está ca-
llado, modesto, cortés, y durante la visita a la sala se comporta de un
modo totalmente normal. Su actitud y su tónica son naturales y rela-
jadas. Pronto entra en confianza y cuenta de modo abierto sus vivencias
internas. Todavía tiene de cuando -en cuando vivencias internas intensas,
que le sobrecogen. Se estremece de excitación interna, gime y se lamen-
ta, mueve las manos en actitud defensiva, está cubierto de sudor, pero
cuando 'tales estados ceden, no ha bl a. Se -tiene a sí mismo por aquel
que puede y debe salvar a Europa de una catástrofe, piensa escribir al
arzobispo de Colonia y recordarle que debe mantener abiertas las puer-
tas de la casa de Dios, desde el primer canto del gallo hasta el último.
También va a escribir al pueblo inglés, porque puede haber entendi-
miento y terminar la guerra. Aprovecha una salida para visitar al cura
local, con quien mantiene una larga conversación.
111
19) A continuación exponemos algunas «direcciones y artículos de
fe» de un gran manuscrito que el enfermo, poco después de ser dado
de alta, pone a nuestra disposición.
«Direcciones y artículos d e fe verdaderos
113
genes de origen libre, que aparecen en la conciencia niedita-
sarnientos «yo-luntarìos», ya -que dice de éstos : «yo los pienso»,
tiva, y que el sujeto sano también suele distinguir de los pen-
y en cambio de las ocurrencias dice: «se me ocurren», Los
pensamientos que él piensa son igualmente libres, y sólo aque-
11o que al enfermo se le <<ocurre›› -en estado de fatiga- es
objeto de alteración apofánica. Es comprensible que al apa-
recer la apofonía los -contenidos hayan de presentarse en for-
ma de «inspiración››. Podemos, pues, formular: en -la apoƒa-
nía la ocurrencia se transƒornza en inspiración. .
En todo nuestro material no hemos encontr-ado irás que
un caso -de esta índole, lo cual es signo de lo rara que es esta
ferina de vivencia apofánica.
El caso 26 se encontraba, como observador de artillería, en un ataque
importante. Empezó a ocuparse de problemas religiosos y se preguntaba
por qué precisamente él quedaba indemne cuando tantos compañeros
caían a su lado. Se dedicó cada vez más a disquisiciones filosóficas, y
un día vio de pronto, claramente, que tenía que escribir todos sus pen-
samientos sobre la vida psíquica humana, así como la relación entre..1as
sensaciones, los sentimientos y la voluntad, en forma de una especie; de
sistema filosófico, pero tenía la clara sensación de que «gobernaba una
fuerza superior». Cuando quiso enviar al Führer una carta muy amplía,
de unas diez páginas, le remitieron al hospital psiquiátrico. En los dis-
tintos departamentos que recorrió hasta llegar a nosotros encontró difi-
cultades con los médicos y los enfermeros, debido a su enorme agitación ,
durante todo este tiempo no se observó nunca una verdadera vivencia
delirante apofánica en el espacio externo. Su estado remitió al cabo de
pocas seinanas.
También aquí encontrarnos, aunque de forra nluy debili-
tada, el mismo f r o d o vivencial que en el «caso anterior.
Algunos enfermos también tienen en sus erzsueños, en los
que se trata del hecho de la «ocurrencia›› en forma pura, la
sensación segura .de que han sido inspirados. V a l g a el si-
guiente ejemplo :
El causo 102 nos dice que le envían sueños. Sabe exactamente que no
son sus propios sueños, porque él nunca ha soñado: «Esto se sabe, se
siente, es algo muy distinto, es un cuerpo extraño, como si quisieran en-
trar sentimientos extraños en el cuerpo, y ello debilita los nervios, porque
se trata de un cuerpo extraño... Uno duerme, pero siente cómo esto se
mete en el cuerpo, por el agotamiento, por la pesadez, es precisamente
como si uno hubiera de renunciar al control.››
La observación muestra lo penetrante que tiene que ser la
vivencia de sueño apofánico. Indudablemente es importante
que quede claro que también aquí -sólo al llegar al momento
de la reflexión, es decir, al recordar los sueños después de
despertarse, es cuando aparece la vivencia apofánica. En el
sujeto sano también, sólo al recordar de modo reflexivo, es
capaz -de experimentar algo en reja-ción con sus sueños.
De todos niodos, es Panucho más frecuente que en el in-s-
-tan-te -en que la apo-faní-a penetra en el es*pa*ci-o interior, todo
aparece sumergido simultáneamente en la luz de lla concien-
cia de significación -anormal. Entonces se producen aquellas
vivendi-as características *de «con›tro~l y di-fusión «del «pensamien-
to, a cuyo comentario v i n o s a dedicarnos ahora.
114
b) La d i f u s i ó n del pensaznienio
ción de la percepción»,
Apenas se ha intentado nunca estudiar de :nodo más pró-
xiino el fenólneno visto corno problema psicológico. Sieinpre
se veían no más que dos posibilidades : o bien la explicación
del fenómeno desde el punto de vista somáti-co -quizá redu-
cíéndolo a la estructura cerebral- o bien por la comprensión
psíquica en el sentido -de las relaciones comprensivas (JAS-
PERS). El p1*imer canino, a falta -de datos palpables cerebro-
patológicos, quedaba tan cerrado como el segundo -por el
dogma de la <<íncornprensibilidad» del delirio-. La conse-
cuencia no podía ser otra que la que de -hecho se produjo :
los problemas quedaron detenidos en el estadio de una -des-
cripción sutil. De todos lodos, no era posible evitar que al-
gunos fenólnenos raros fueran descritos de iodo panucho Irás
minucioso -debido a su curiosidad- que otros, menos apa-
rentes, pero que en el fondo tenían mayor importancia. Cuan-
-do lo que se hace es coleccionar describiendo, no puede haber
en el fondo nada «inlportante›› o «sin importancia», sino que
todo tiene la misino trascendencia. El conoce-pto de fundatnen-
tal y el concepto .de accesorio sólo son posibles desde u n
punto de vista supraordinario.
Esto se refiere especialinente al fenómeno, que vamos a
estudiar ahora, de la cliƒusión del pensamiento. Es una de las
vivencias es-quizo-frénicas más frecuentes, .y =el psìquia-tra o1^i~en-
tado fenonienológicaïnente tiene que hacer -constantemente
-con ella. JASPERS sólo dedicó a este fenómeno algunas línea s
«en el capítulo sobre «Conciencia del yo», en el que establece
.una contraposición con lo externo, sólo aporta un ejemplo
-(apoco «signi-ficativo).
I › Añadainos algunos -otros ejeinplos :
El caso II da los noinbres de algunos enfermos que oyen sus pensa-
mientos: «Oyen mis pensamientos y todo lo que yo hago. No hace falta
q u e miren, porque lo ven igual. El cómo sean los aparatos, no lo sé, debe
de tener relación con la luz, constantemente pienso en ello. Es :muy inte-
resante» El mismo no puede oir los pensamientos de los demás. Al pe-
1:5
cl irle que ponga un ejemplo, añade: «Querían meterme en la cabeza la
palabra «teniente general››... Lo repiten todos y me llevan a puntos que
han representado un papel en mi vida. Pero quieren que sea así, me clan
los pensamientos y entonces yo los hablo y ellos los oyen...»
116
En el últirno caso se trata de un honrado hijo de labrado-
res, de Prusia oriental, cuya temática es la del sargento, que
-durante largo tiempo le -condena hasta que logra -que Se abra
su corazón (el del enferlno), de tal fornia que puedan leerse
todos sus pensamientos, hasta que al anal le ha -dominado,
sobre esto escribe también cartas ingenuas a casa. No es di-
fícil descubrir la inarcada situación de partida : al comenzar
la apofonía, el sargento del cuartel, que sienapre -hablaba mal-
diciendo, y que probablemente descargaba sobre este mozo
torpe rayos y truenos, era el factor de fuerza actual y domi-
nante, que gobernaba sobre el - c a r p o , era la gran barrera. E l
que los pensamientos salgan »del corazón y no del ce reb ro,
corresponde a una concepción ingenua de la que po drí am os
aportar fácilmente ejemplos etnológicos.
El caso 7 nos refiere que por las noches no tiene sueño y que cons-
tantemente le llaman. «Mis pensamientos son leídos por la autoridad
militar. Yo he leído niuchas coxnunicaciones originales, libros de guerra
y otros. Por la lectura de mi pensamiento no puedo dormir, no puedo
controlarme.»
Reconocernos aquí cólno en el estado hipnagógico aparece
la sonorización del -pensamiento, que falta -completamente -du-
rante el día, y también de qué nlodo la actitud reflexiva cons-
tante impide, naturalmente, el sueño.
Caso 36. En este caso ocurría igual con las deinás personas. El en-
fermo puede leer algo, sin decir una palabra. O bien pensar siniplernentc,
_
y las demás personas dejan ver que conocen sus pensamientos. Piensa
en s u casa, y hay alguien que dice a un tercero algo, aunque no 1¬.a
visto al enfernio, resulta que tiene sus pensamientos. Si el enfermo pien-
sa en otra cosa, entonces el otro vuelve a saberlo, y así sucesivamente.
«Pero no sé cómo es esto posible...››
El caso 91 nos indica que la difusión del pensamiento es como si
hubiera «diez cabezas como la mía». Nota que sus pensamientos son
dirigidos: son dirigidos y le viellen a la cabeza. También pueden captar
sus propios pensainientos. Tan pronto como ponen en marcha el apara-
to, no sabe qué hacer con las cosas : no puede escribir ni hacer ninguna
otra cosa. Entonces empieza en su cabeza un ruido de trueno, todo gira
en torno a esta i d e a que le han inducido. Después de pedirle que nos
describa esto con mayor detalle aduce que para ello tendría que estar
instalado el aparato. «Durante la noche no funcionaba, es corno si yo
hubiera nacido de nuevo. También hoy por la mañana estaba yo bien,
pero entonces volvió a empezar.››
EI caso 108 nos dice, al preguntarle: «Sí, eso es posible. La lectura
del pensamiento es algo que existe. Tengo la impresión de que pueden
leer mis pensalnientos.›› ¿Etz qué lo nota? «Cuando yo tengo pensainien-
tos, p. ej., de .coger a alguien del brazo, en el mismo mo=ment=o- hay o t r o
que coge a un ccfinipañero suyo- del brazo. Si solamente fuera una vez,
podría ser casualidad, porque dos personas pueden tener pensamiento
semejante en el mismo momento. Pero cuando ocurre de diez a quince
veces seguidas, entonces ya no eS casualidad» El que los pensamientos
sean controlados e inspirados, desde luego no es nada patológico, adc-
znás, no depende de él, sino de los otros. De esto está firmenientc con-
vencido.
Los protocolos permiten ver con toda claridad el fenó1ne--
no; De todos modos, es d1fíc11 que nos -demos cuenta de qué
nodo es vivenciado verdaderalnente. El enfermo nunca puc-
117
de expllìear en qué nota esta difusión del pensainiento. La
explicación a favor de coincidencias (véanse los casos 13, 36,
56, 108) no son, evidentemente, sino intentos . de . explicación.
La coincidencia casual entre dos contenidos .se pierde en la
apofania. Siempre surge la nota de lo intencionado. Tales
coincidencias viven-ciadas apofánicainente contienen para el
enfermo algo llamativo : un pensamiento banal (p. ej., -de en-
-cender un cigarrillo) coincide casualxnente con la 1nis1na
actuación en otra persona. A la luz apofánica, la relación no
aparece conto una coincidencia: los dos sucesos aparecen
juntos en una relación, en una especie de relación de condi-
-ciona1niento. Este es el efecto de la apofonía.
Pero esto sólo no basta. Sirve al enfenno -como una espe-
-cie de conñrxnación de una alteración del proceso de su pen--
c.on-
-saniiento, la cual es vivenciada con independencia de tal
firinación. A estos resultados nos llevan con seguridad los
nurrnerosos experilnentos siinples que yo he emprendido con
los enfermos (véase, p. ej., el caso 56). Si pediinos al enfermo
que piense en un número, siempre oímos que el paciente es-
taba -conven*ci=do de que =habíafinlos pensado con é=1 el núiniero,
o bien que lo habíainos oído, o que de algún modo lo había-
ITIOS leído : sea -como sea, que lo sabíamos. Y esto sin que haya
en absoluto ninguna demostración de coincidencia.
Si nos atenemos a esta _ . Dequeña prueba y la comparamos
con l a que .ches-cribimo-s en la página 83, e-n la que a un enfer-
nio con graves .percepciones delirantes le decíamos un núrne-
ro, ve reinos que desde el principio en este último caso el su-
jeto pensaba que tenía algo que ver con él, y por reflexión tra-
taba de resolver -de algún niodo el enigma. En la medida en
que el número es -concebido, en la medida en que destaca
como figura del trasfondo, la <<relación›› aparece de modo in-
ïnediato, no es derivada ni significa .una conclusión obtenida.
La -figura aparece ininediatarnente en una especie de relación
de forma con el <<yo>›. En esto consiste el rodo apofánico de
vívenciar.
En el caso presente, el sujeto piensa él mismo el número,
cl núlnero no destaca c o n o figura de lo externo, sino de un
t r a s f o n d o interno. Y ahora de r o d o inmediato, al surgir la
Vel g u r a , y sin que sea necesario deducir O sacar conclusiones,
se establece una relación entre la figura y el exterior. Eviden-
tem ente es -enZ m i s i o ƒeziórrzeno-, solo que en sfentido inverso.
<< Yo ›› .y «In1.1n=d-'O ›› se «ene-uent-ran en cierto sentido en una unión
polar: no es posible que en un lado se altere nada sin que se
1provo-que en el otro lado una al›te›ración.
Esto nos da motivo para hablar aquí de una apofonía del
espacio í†n,te1~no. La difusión .del pensa›nliento según esto, sería
si-mfplenienvte el 1'Ít8'V€Í"$Q de l a ¡no-metía de la percepción .deli-
rante. De i~g=uaIl in-odo -que en la figura destacada del *trasfon-
I L
118
culiar también a lo exterior. No son sino los dos lados d e
uno y el ¡mismo proceso, es decir, de la apofania. El rnanifes-
tarse (abrirse) de la significación del mundo externo corres-
(pon-de al abrirse de los contenidos del inundo interior. El num-
do interior y el exterior e m p i e z a n a c'o1nz¿ni.':arse. Así se ori-
gina el que en la apofonía los pensamientos estén abiertos a
todo el Inundo.
_
uno de los signos Irás iinportantes de l a protopatía
que yo aplico, basándoine en HEAD, a estos orados de desinte-
oración en el calnbio de figura del rendhniento . Para nos-
otros es indudable que también la percepción delirante debe
concebirse corno una fornia - s i bien particular
nombre
de una
rnutaciórz protopática del rendiwvziento. Tarnbién «aq-ui se trata
de des-diferenciación. Pero al estudiar la apofonía del espacio
interior nos encontrarnos con fenóinenos que podemos inter-
*pretar de un -modo .análogo a COITIO lo hi=ci.mos con :la perceup-
I
120
_
rencias. Uno p.uede querer leer intencionadainente el texto, O
bien puede simplelnente pasar la mirada por él. Este en fe rm o
nues~tr-o- tiene una ligera le-gwa-stenia, no es bus-n le- cto r, sino
que va fatigosalnente de palabra -en palabra. Esta tensión de
concentración aumenta de niodo evidente r -la sonoriza-ción -del
I
pensamiento.
El caso 102 nos habla sobre el comienzo de su trastorno. En clicient-
bre de 1942, en el regimiento, inientras cortaba el pelo a un sargento, ya
que era experto peluquero, oyó de pronto un murmullo. Al mirar en el
espejo, el sargento sonrió. Oyó cómo éste decía que (el enfermo) era
también capaz de transmisión del pensaxniento, y que de tal mo do po-
dían conversar. Era como si los pensamientos pasasen de la cabeza a
la máquina de cortar el pelo, llegando por último a él; literalmente,
salían de la cabeza. No se horrorizó, ni sintió especie- alguna de angu
tia, sino solo se sorprendió al oir de pronto los pensamientos. del sar-
gento. No -le pareció que fuera -nada malo. ««So«1o una semana más .tarde
es cuando empezaron a enfadarse tanto por ello, a aprovecharse de
ell o.» ¿Quién? « N o es posible decirlo. Desde luego, no partió del sar-
gento, porque siguió clurmiendo como siempre. Debió de haber sido
«alguno de -los cc-mpañe1*os.››
Después dice: La transmisión del pensamiento no ocurre constante-
mente: son conversaciones del pensamiento. Y no es solo que por sus
pensamientos le sean transmitidos a él por los demás, sino que también,
de modo inverso, puede él, por sus pensamientos, alcanzar a los demás.
Le pedinios que piense en un número de tres cifras : está firmemente
convencido de que sabemos el número porque él, por vía del pensa-
iniento, lo ha dicho. Otra vez: Cualquier persona es capaz de transnii-
tirle a él pensamientos. Algunas veces intenta defenderse de ello, porque
He hace sufrir. IPero enft-onces insten-tan, ~me=diante presión, borrar sus ¡pen-
samientos. Co=n ello se- inezcla-n -los pensamientos propios y los ajenos.
Cuando la presión es excesiva, se ve obligado a ceder, y entonces los
demás ganan la partida. Este lenguaje en la cabeza es constante, y surge
de los demás compañeros. Los pensamientos son de índole política, O
bien pensarnì-entes cori-dianas tota»1=mente bana-1es. T -alnbién hay muchos
[pensa-mientos sexuales. Estos son más «para recib-i1¬lo~s en el cene-bro que
para o r l o s con los oídos.
Aquí nos encontrarnos, hasta cierto punto, en el límite en-
t r e el pensamiento y la audición. Es una mezcla policroina de
pensarnientos inés-pira-dos y pensados por el sujeto inisino, que
aunque .no s-on oídos prec1san1e~n-te de un mo-do real, no obs-
tante, -son :percibidos en cierta forma sensorial.
El caso I I relata : « E n el momento en que pienso algo, otro dice los
pensamientos. Hay unas ocho a diez personas capaces de ello.›› Por
ejemplo, si está escribiendo una carta y busca una palabra, en ese
misino momento en que la está pensando, oye de pronto que alguien
la pronuncia. La dicen en voz muy baja. Poco tiempo después nos dice,
mirando para atrás : «Cuando escribo una carta, él ( u n enfermo deter-
lninado) ine va diciendo antes cada palabra. Todo lo he oído antes f r a s e
por frase. Respecto a la f o n a c i ó n de frases, no es que éstas se oigan
directainente en voz alta, sino en tono de susurro. De todos modos, no
puede existir ningún aparato en el que se vea lo que uno escribe. Eso
debe de ocurrir a través de los pensamientos. En seguida oyen Inés
pensamientos. Esto lo noto yo en diversas palabras» La siguiente ob-
servación es terrible: «L o que yo leo lo van diciendo al inismo tiern-
po, lO .oigo con toda exactitud fuera, en la terraza». Cuando, . a mod.o de
prueba, se `pone ante él . u n texto, está plenalnente_convencido de que
quien lo hace lo va oyendo. Lo nota en los ojos (el enfermo). « E n los
121
4
a.
aprobando en todas las niaterias, nuevarnente, en 1939, fue a D. para
continuar su instrucción, aprendiendo en otros tipos de aviones, con lo
que adquirió la categoría de piloto jefe. Finalinente, llegó a pertenecer
al personal estable de aviación, habiendo de volar en aviones y con
frecuencia transportar a altos oficiales en diversas direcciones. Durante
todo este tiempo, oyó voces ininterrumpidainente. A cualquier cosa que
él hiciese, como encender un cigarrillo o comer, las voces decían: «Aho-
ra, turna», «Ahora Conie», o bien: «Ahora enciende un .pi-tillo.» Pero
estas observaciones nunca eran hechas en la habitación en que él se
encontraba, sino en la vecina. Algunas veces intentó hacer precisamente
lo contrario de lo que en verdad quería, p. ej., apagaba un cigarrillo
cuando lo que quería era encenderlo, pero entonces la voz decía inme-
: «'Aho›r›a do a.paga››, «ahora ha-ce tío Icentrarìb de lo «que que-
-.cliatainente
ría». Tiampoco sabe qué juego se traen -entre .el-los. Tiene .siempre la
impresión de que controlan sus pensamientos. E incluso en momentos
en que no piensa nada, también dicen: «Ahora no piensa nada.›› Siem-
pre lo oye como .si no fueran sus propios pensamientos, porque- siem-
pre es fuera, -e-n la habitación de al la-do-. En un local, en Giessen, lo
pasó nial. Decían que él hacía todo aquello que se le decía. Por ello
ejecutaba siempre precisamente lo contrario. Tenía entonces la impre-
sión de que procedía de una determinada persona que estaba sentada
unas mesas niás allá. También volando oía las voces, aun cuando estu-
viera completa rente solo. Decían: «Ahora p`erde altura», o bien, «ahora
gana altura››: «Realrnente, yo no sé chino era posible esto, porque esta-
ba completamente solo, no lo comprendo...›› Añade que al ganar altura,
volando solo, esto no lo percibía tan exactamente. Es algo que había
que tomar con exactitud, y por ello la observación iba intencionada-
niente dirigida a é l .
122
tiempo u n peculiar extrañamiento de los contenidos del pru-
upio =pensa›n1›ìento. Se des-arrolla *lenta-n1en.te 'a «partir e un
I
=.c1
I
124
ante que nos encontramos en los casos graves de trastorno
del pensamiento.
El siguiente caso, cuya enfermedad esquizofrénica pasó
inadvertida durante largo tiempo en el regimiento, representa
un ejemplo muy fecundo de este tipo. Incluso, tras una breve
observación en un hospital neumológico -de Tubinga, se pensó
que no se trataba más que de un desarrollo psicopático en
una personalidad querulante. Solo después de un procediniien-
to judicial incoado contra él, por una reclamación que había
hecho, llegó a nuestro hospital.
'.
125
Los text-os de Psiquiatría clásica han recogido numerosos
de estos ejemplos como signos de pensamiento disgregado,
alógico y confuso en la esquizofrenia. Hemos intentado tradu-
cir a un lenguaje comprensible el curso del pensamiento des-
=p=ués «de Ilarga-s conversaciones con el paciente, conservando
en lo posib-le su fon-rnulación. E-sta traducción
m 1 puede expre-
s-afrse así (las frases o-mitidas p-or e-=1 paciente están entre pa-
réntesis) : .
126
pies, formulaciones Y empleos inexactos de determinadas ex-
-presiones. Vemos, p. ej., en el escrito de este enfermo que en
las pri-meras diez páginas aparece veinticuatro veces la expre-
sión « p a r a la restauración definitiva de mi honor y Iris dere-
chos», en las primeras cinco páginas encontrarnos once veces
-la expresión «la extreina medida, que nie ha sido irnpuesta,
de la reclarnación», o bien nos encontrarnos con numerosas
aplicaciones incorrectas de expresiones, como «el otro camino,
único que puedo aunar, como soldado...›› Es evidente que el
enfermo quiere decir : « E l único camino aunable o -conciliable
con mi cualidad de soldado...››, o bien: el único camino que
puedo seguir en tanto sea soldado. Constantemente -se pone en
evidencia que el pensainiento no consigue una conformación
clara en el lenguaje, sino que es prematuro, que permanece
-en una fase ininadura y es aglutinado con los pensamientos
siguientes. Cada motivo se une al siguiente, nada está plena-
mente madurado, sino que queda oscuro y confuso. De este
modo, el conjunto a-dquiere aquel estilo de lenguaje tan ca-
ra-c.terí›s›ti›co que ¡COIIOCCIIIOS por tantos documentos =d-e esqui-
z-o-frén-ic-os. -Pero el análisis exacta de este trastorno no-s haría v i
salirnos del marco que nos hemos propuesto aquí del análisis
de la-s vivencias esquizofrénicas en el brote esquizofrénico
agudo.
127
lnolestias .I desde que fue herido, ninguna noche se encuentra libre de
ellas. . .
Esta observación inuestra que se habla de <<corriente›› en
un caso en que tiene lugar un proceso fisiológico ordinario :
la erección. Esto nos indica que en el lenguaje del enfermo
« c o r r i e f - z t e › › parece significar simplemente lo «hecho» en el
cuerpo.
El caso 31 relata: Por la noche, cuando el vigilante nocturno pasa
las hojas de su libro, surge una «corriente›› que es transrnitida a su
cama, quizá; debajo del suelo. « Y me pasa por todo el cuerpo, colno un
golpe que hace daño a los nervios...»
Esta observación permite ver claramente que 110 existen
«parestesias›› en el sentido neumológico habitual. El pasar de
las hojas del libro era en el silencio -de la noche el único ruido,
y en general -el único e-stínflulo sensorial. Destacaba como fi-
gura perfilada del campo sensorial casi vacío. Pero también
el sujeto normal sensible pudiera decir: « E l pasar de las ho-
jas «pinchadas››, el roce del papel me hacía daño.›› Esta sen-
sación corporal -de un estímulo acústico destacado en un cam-
-po vacío aparece en la .apofonía en nuestro enfermo corno «co-
rriente» que le une con el lugar del estímulo. Una vez más,
una demostración «de que con seguridad las parestesias en sen-
ti-do neumológico no -representaban ningún papel.
El caso 89 marchó con permiso, porque por un treinta que había du-
rado varias semanas -interpretado como estado de depresión- llegó a
llamar la atención en el regimiento. En el tren, durante el viaje, tuvo
de pronto la sensación segura de que en sus vestidos había veneno,
<<com-o si hubiera caído sobre mí un gas fluido». -Corrió, presa de pánico,
al retrete del vagón, se desnudó, miró los vestidos sin encontrar nada
y se envolvió en una cortina que encontró en un paquete que un com-
pañero le había dado con encargo de enviarlo a su mujer. Por l o antirre-
glamentario de su atuendo, en cuanto bajó del tren, llamó la atención de
la guardia, que le encarceló.
También esta observación muestra de qué modo repentino
pueden aparecer sensaciones cutáneas de interpretación poco
clara. No obstante, nos parece posible que la simple presión
de los vestidos, es decir, una de las vivencias -sensoriales nor-
:nales que f o r r a n el trasfondo de nuestro g†1oba=l sensorial,
pfu-do, -en -la apofonía Isúbita, aparecer -de tal modo en Prim-er
! I I
128
que no puede luchar en absoluto. «Por la corriente en que el demonio
se oculta, y si uno no está bien afirmado, es desgarrado.» La corriente
le rodea por todas partes, y por ello ya no es capaz de hacer n a d a . . ;
Caso 5. (Un oficial inglés, que en cautividad emperró con la idea de
que le iban a castrara): « N o me discutirá usted que ayer hicieron fun-
cionar el aparato.›› Los rayos venían de abajo, y el foco estaba dirigido
hacia él. ' .
No obstante, ninguno de estos ejemplos nos da una idea
clara sobre cómo hayamos de interpretar -de .un modo verda-
deramente fenoménico las sensaciones del enfermo. Constan-
temente siente uno motivo para creer en una sensación neu-
rológica. Pero esto, con -seguridad, no es acertado. Mas adelan-
te exponemos otra observación que nos permitió interpretar
con -bastante claridad que de he-cho no se trata más que d e
una apoyaría en la esfera global, en aquellos casos en que el
suje-to cree encontrarse bajo la ìnfiluencia de una corienwte.
El caso IO se encuentra, según nos cuenta, desde hace varios dios,
bajo la acción de un aparato. Hace poco estuvo en la ciudad. Durante
el carninn trate estaba. ya. nreparadçn
-..--___-_ ,_ Las nerscmas,
_. en la. calle, estaban
informadas, se hacían señas y le dirigían durante todo el camino. Esto
debe de tener relación con el aparato del que parte todo: una especie
de aparato de ondas que de algún modo puedan poner «más fuerte» y
« m á s débil». Cuando lo ponen con toda su intensidad, él se encuentra
sin voluntad, y entonces tiene que hacer todo aquello que el aparato le
inspira, incluso los movimientos más pequeños son regulados directa-
mente y hechos. Cuando el aparato funciona «flojo», todo esto solo ocu-
rriría en forma de indicio, siendo posible entonces para él su propia
voluntad. En el camino a la ciudad fue totalmente dirigido, se encontraba
totalmente sin voluntad. También ocurría que a veces los influjos in-
terferían entre sí, con lo cual el resultado no era completamente exacto.
Pero por lo demás todo sucedía COIHO si fuera regido por un reloj, in-
cluso en el más ligero detalle.
Escribió una carta de felicitación a su mujer, por su cumpleaños.
Tanto la escritura como el contenido estaban regulados desde fuera ;
esto lo notó en seguida. No era su propia redacción, ni tampoco la
forma era suya. «Porque yo conozco mi escritura.» Incluso todo movi-
miento al escribir, todo, estaba indudableinente «regulado desde lejos».
Después de comer estuvo de visita en casa del doctor R. También al
ir a su casa fue permanentemente <<regulado›› desde lejos. Tenía plena
claridad, lo veía todo, lo observaba. Pero todo movimiento estaba escrito
previamente, no en su propio movimiento. Cuando el aparato estaba
.puesto fuerte, también en la cama todos sus movimientos estaban di-
rigidos. El paciente se atormenta constantemente pensando en cómo
puede funcionar todo esto. Debe de ser una central o un aparato que
dirija desde algún lugar todo el asunto, o quizá sea desde el castillo
En las callejuelas estrechas debía ser de las personas de quienes par-
tiera la acción que le dirigía. Estaría dirigido de una persona a otra
¿No es admisible el caso de que las personas de la calle no estuvieran
incluidas en el asunto, o bien que fueran neutrales? (El enfermo, al ha-
cerle esta pregunta, se sonríe. ¡Tan imposible le parece la cuestión!)
Ha observado, además, que cuando conectan la corriente los latidos
del corazón se aceleran, esto es muy notable.
El paciente, otro día, nos relata una vivencia que ha tenido en la
sala. Estaba escribiendo, y todo naturalmente estaba «hecho››, como
siempre, funcionando como por obra de un reloj. Entonces oyó en él
un a «vo z», o bien como una especie de inspiración de que debía ir a
la mesilla de noche y tomar un cigarrillo. Esto lo hizo. Pero era la
mesilla de noche de su compañero de sala W. Este se quejó en seguida
129
9
de que le había. quitado un cigarrillo. No lo comprendió, porque no había
hecho sino solo aquello a que le obligaba el aparato. Después, el escribir
le resultó muy extraño. Simplemente, era algo fabuloso que se le ocu-
rriese tan fácilrnente, incluso que los pensamientos fluyesen rápidos y
sin esfuerzo,. todo mejor que antes. .Unicamente que tenía que poner
inucha atención para seguir la transmisión. Esto . seguía de modo auto-.
matico, como por un reloj. Se sentía «dirigido desde lejos», igual q u e i
fuera. No hacía falta que pensara, bastaba con escribir. Naturalrnente,
era necesaria una cierta actitud vigilante para que lo uno casara con lo
otro. Al preguntarle si también la decisión de escribir una carta a su
mujer había sido hecha por el aparato, nos contestó afirmativa rente,
aunque después -de un instante de vacilación.
132
algunos hospitales intermedios, llega el paciente, cuatro meses después
del comienzo de su enfermedad, a nuestro hospital.
Aquí se encontraba relativa rente ordenado, y dijo que ya hacía un
año que no podía concentrarse del modo deseado. Constantemente tenía
dolores en los miembros, el sacro y los riñones, y también dolor en el
corazón. EI 1 de septiembre se declaró enfermo, enviándole a la enfer-
mería. Allí todo le había parecido «muy raro», Venía de sus compañe-
ros cree él, quizá tenía relación con la hipnosis. Una vez la ventana se
cerró de pronto, y le llamó la atención pensando que se refería a él :
Quizá había recibido deinasiado aire: « N O sé a ciencia cierta la relación0»
El 12 de septiembre había oído en la guardia la voz de su mujer, y otra
voz de un hombre viejo de su pueblo, quien anteriormente, y por un
dolor de estómago, le había recetado té. Oyó claramente que su mujer
le decía: «Vienen dos generales, tienes que salir fuera y ser el primero
que forme, porque con ello te ascenderán.» Inmediatamente tomó su
fusil y salió. De un modo oscuro sabe también que le llevaron al cuartel ,
pero a partir de tal mornento le falta todo recuerdo. Sólo en el manico-
mio de Egefing recuerda haber visto a su mujer. En la muñeca tenía una
herida supurada que no sabía cómo se había hecho. A partir de dicho
momento, ya no cesa la co nt in ui da d de los recuerdos.
El enfermo sufrió semanas más tarde, estando ya asistido por nos-
otros, un brote semejante que también comenzó por quejas de dolores
reumáticos, por lo que se le administró un choque de Pirarnidón (12 de
marzo). El 17 de marzo estaba alterado, decía a gritos el nombre de su
mujer, se revolcaba en la cama y no era posible sujetarle. Algunos días
más tarde dijo que había tenido la sensación como si su m u j e r hubiese
sido asesinada. Al cabo de catorce días fue recuperándose lentamente,
sin poder hacer ninguna declaración precisa sobre su psicosis.
133
invitó al capitán de su compañía a un viaje a Berlín, pero que antes
había que fusilar a los tres sargentos. El diagnóstico de clasificación,
hecho por dos especialistas de renombre, fue el de «manía››. Al llegar
ante nosotros, en un estado de intensa agitación, con fuga de ideas y
amanerado, no estaba lo suficientemente ordenado como para explorar-
le,. emplea, una tras otra, palabras sin sentido y fragmentos de frase,
con los que va refiriéndose a cosas de su círculo visual. Cuenta: «Yo
soy uno, y dos lo niandaré hacer, y tres sois vosotros, y cuatro no es
nada, cinco es mi comida, y seis el jabón, y siete sigo adelante, ocho no
sé, nueve...» Pero lo dice en un susurro tan bajo que no es posible
entenderle, mientras continúa contando constantemente. Durante todo
este tiempo da la impresión de que tiene un remolino policromo de
pensamientos o de palabras en la cabeza, pero que no los expresa en
alta voz. Numerosas estereotipias, inoviinientos de pellizcamiento y de
hacer señas, constante inquietud motor?. gesticulación, guiños. En el
comportamiento se manifiestan r ruchos :rasgos lúcidos, de ensayo, ca-
SLlal€s.
La agitación remite poco a poco, quedando un grave estado residual
con ecolalia, ecopraxia y motórica de perplejidad. El enfermo se com-
porta de un modo vacío, eufórico, disgregado y sin impulso.
También aquí encontramos un estadio prodrómico que se
extiende a muchos meses. No tenemos ningún dato sobre sus
vivencias internas, pero -podemos suponer con seguridad una
alteración -de éstos. Después comienza de modo agudo una fase
apoƒáníca, con temática de espionaje, la cual le da también
motivo para entrar en una especie de hiperactividad con las
armas mismas. Después, al cabo de poco tiempo, aumenta el
estado, llegando a una agitación de tipo maniaco, con completa
descomposición del campo en fragmentos.
. El caso 105 era considerado en su regimienl:o, estacionado en Grecia,
como .un sujeto muy cerrado. Según informes del médico del regimiento,
todos los intentos de establecer con él u n contacto más íntimo fraca-
saban. Algo le oprirnía, algo que no era posible hacerle contar. Suponían
que se trataba de circunstancias tristes de familia. Nunca era posible
hacerle reír, por más que sus compañeros hicieran cuanto podían porque
los acompañase a diversiones. El 19 de octubre de 1941, al atardecer,
llamó la atención de sus compañeros que comenzara a <<hablar›› de modo
confuso: el tranvía no iba derecho, sino inclinado hacia la derecha. Era
un enredo de los griegos. Paró un automóvil de las fuerzas armadas, y
el oficial que iba en él le «rniró de un inodo tan particular» y no enten-
día el alemán. Por la noche se levantó de pronto, tomó su fusil, corrió
al puesto de guardia, robó rnunición y manejó el arma tan rápidamente
que los centinelas no pudieron impedir que disparase dos tiros contra
unos peatones griegos, afortunada inerte, los disparos no acertaron con
su blanco. Fue necesario arrebatarle el fusil por la fuerza. En el camino
hacia el lazareto intentó arrojarse en la calle al paso de un camión, y
después desde lo alto de un muro al mar. Finalmente, le ataron. AI
entrar el médico gritó estereotipadamente: «Todo debe estar en orden...
Yo soy un muchacho decente.›› Durante la primera exploración por el
psiquiatra declaró sentir: «.,.A veces, en la nuca, algo así como electrici-
.
134
-palrnotea en su rnuslo-..., etc. Impresión general: angustia estática
grave, que va auinentando, extrema perplejidad, ojos ni uy abiertos y
fijos, piel cubierta de sudor, gran tensión interna, signos de fuga d e .
a-buscar
un suboficial. Le enseñamos algunos datos que constan Cn la historia - y
no los cree, dice que debe de tratarse <`e un error. No tiene sentido.
Se acuerda de que le pusieron una camisa de fuerza, porque atacó a los
mozos enfermeros, pero no sabe por qué lo hizo: «De todos n o d o s , los
enfermeros eran ni uy rudos, esto es necesario que lo diga.›› Tiene clara-
mente tendencia a quitar importancia a la cuestión, aunque el hecho es
que la mayor parte de los recuerdos le faltan. Siempre vuelve a lo mis-
mo: el calor y las nloscas.
Después de un mes de trema. en que se encuentra oprimido
y ensimismado, comienza de modo agudo una apofonía que dura
pocas horas : súbitas vivencias de significación, COIHO si exis-
tiese un complot de los griegos contra su unidad, observaciones
sospechosas en la calle, esto llega muy rápidainente a un má-
ximo, en el que intenta actuar con las arrias. Entonces, desapa-
rición rápida de la coherencia, dándose él cuenta de esto clara-
mente en su primera exploración. Intensa agitación angustiosa.
fragmentos de vivencias. Impresión general de enfermedad gra-
ve. La psicosis dura meses, llegando a una remisión relativa-
mente buena, pero con una amnesia casi total de los conteni-
dos psicóticos.
También en estos tres casos la uniformidad de la psicosis,
O . mejor dicho, lo .típico de estas psicosis en uniforme, ilumina
las ~circunstaltlcias. .Lo que nos f-parece importante es lO siguen;
t.e : después- de Lina larga fase de tierna, Q u e sólo se diferencia
de - los casos colnentados hasta aquí por la aparición de unos
sentimientos corporales alterados, que pudiéramos titular como
hipocondriacos», vemos de qué rodo tan agudo se pasa por
una fase apoƒánica segura : conciencia de significación anormal,
difusión del pensamiento y percepción delirante con la temá-
tica habitual de hipnosis y espionaje. Si nosotros hubiéramos
tenido que explorar al paciente durante las horas de comien-
zo - d e su enfermedad, no cabe duda de que frente al cuadro
de . estado. hubiérarnos tenido muy en cuenta. el diagnóstico de
<<.fo1¬ma . pafioanoide de esquiz-olfreni-a8›. Pero .esta fas-e «pasa rápi-
dainente a .una psicosis catatónico con agitación ni uy grave, y
generalmente después a una fase de estupor con catalepsia, eta
cétera. Cuando el es-tado remite, se. vuelve =a pasar por una f a s e
paradoide, les decir, ~apo-fánica. " .
135
Esta evolución bastante típica, que la experiencia clínica
nos confirma una y otra vez, nos hace pensar que la psicosis
eatatónica reptes-en-ta hasta cien-to ¡punto un grado más pro-
fundo de aquello q u e en el capítulo anterior hemos estudiado
detenidamente a título de apoƒanía.
Aunque creo que esta afirmación no sor-prenderá de modo
especial a nadie que tenga experiencia clínica, sin embargo, no
puedo dejar de decir que en los manuales de Psiquiatría el he-
cho no aparece claramente descrito. Siempre nos encontramos
con la forma catatónico puesta simplemente al lado de la pa-
ranoide, v hallamos la a f i n a c i ó n de que la una puede Dasar a
la otra. Pero siempre quedan las dos, una al lado de la otra,
como dos formas posibles, nunca queda esclarecido el punto
decisivo : es preciso pasar siempre por una de las fo-rmas ( l a
paranoide) para que se llegue a la otra ( l a catatónico). Esta
noción me parece de importancia decisiva para comprender la
naturaleza de las vivencias catatónicas.
mujer...
Una única lnirada al rincón de la habitación donde está el
objeto banal desemboza el mundo demoniaco de las «esencias»
y del mi-smo modo toda mirada se encuentra con algo, el oído
destapa estos -demonios que, en mil ruidos y objetos, solo «s e
dan en esencia» a una inirada única.
Pero todavía se añade la apoyaría del espacio interior. Tam-
bién aquí enconftra-mos .tres esca-lones : en sal primero, 1-a difu-
A 1
=.m-undo
I
140
El carácter apocalíptico de las imágenes no deja nada que
desear, especialmente cuando se tiene en cuenta qué datos ví-
vencia-les <<objetivos›› con-stituyen aquí el fundamento: Se trata
evidentemente del ruido -del agua que en los hoteles de varios
pisos o en los hospitales b a j a por los tubos verticales de
desagüe, cuan-do se ha-ce funcionar en un piso superior el ino-
doro o el desagüe de la bañera. Preguntar por la determinante
de las imágenes es asunto de los psicólogos profundos. Hay
analogías con motivos initológicos : el mito de Tántalo, a quien
›los dioses presentaron c-ocrno ali*n1ento los pedazos de su hija
-Pelolp-s, 'cuadros -arquetípicos en el Berti-do de C. G. JUNG, o bien
orgias fantásticas sadicas, en el sentido de FREUD.
A nosotros so-lo nos interesa aquí lo formal : en la apo-fanía,
en el paso gradual a la apocalipsis quizá más intensificado aún
por la relajación en l a conciencia en el momento de dormirse-
ha avanzado tan-to el predominio de poropiedades esenciales que
el ruido de «desagüe y algunos otros ruidos nocturnos del hos-
pítal- libera para el en-termo las cualidades demoníacas con-
tenidas en él del «ser ahogado en agua» y del «ser arrastrados
cadáveres por el tubo de desagüe». Esta ferina vivencial tiene,
naturalrnente, relaciones in uy íntinïas con los sueños, y nos-
otros estamos convencidos de que sería .posible Inanejar los
contlenidos ~de=lirantes' d e mzowdo' psicoanalítico ,del misino mioldo
que los contenidos de las sueños. Desde el punto de vista for-
Inal psicológico son lo mismo: la liberación de lo cualitativo en
la figura, por el e f e c t o d e tendencias determinantes de la per-
sonalidad.
El caso 82 ingresa por un estado de agotamiento corporal, con que-
jas d e repleción abdominal, como si la comida. no pudiera pasar del es-
tómago. Caracterización psíquica por el médico: blando, quejurnbroso,
no verdaderamente depresivo. Después de ocho días de hallarse en el
hospital le encuentran un día por la mañana en el retrete: se ha arran-
cado el pene y el escroto con un alanibre. Está muy agitado, ríe y llora,
y explica que ha querido eliminar los pecados: «No quiero ir al ataúd...
del mismo ¡nodo que se va a la mujer... Yo siempre quise decir la verdacl,
pero no la dije, porque algún día ha de llegar la mentira... Voces se
oyen de los parientes, porque uno no se atreve a familiarizarse con
ellos, debido a que son el prójimo más cercano...»
Ó
Sigue un largo estado de confusión con fragmentos de frases incohe-
rentes: «...Gusanos en las orejas...›› «...Tenía que esterilizarme...» «Uno
de mi pueblo está aquí...›› Durante una exploración está sentado, angus-
tiado, en una silla, se muestra extremadainente distraído, perdido, sal-
tando una de las veces y diciendo que ya no tiene medula espinal; re-
tiene la respiración y de pronto sopla fuertemente, mira por la ven-
tana. Cree que algo sale de su corazón, pone su mano bajo la camisa,
en la región cardiaca, y mira después la mano, con precaución, como
si esperara que estuviera llena de sangre. Después se agarra la garganta
y dice que es más pequeña: «Yo no dejo que me llenen de pan, ya no
tengo pulmones, aunque he tenido venas, pero me las han quitado...
Por ello no debo dejar q.1e ine llenen de pan... Estoy seco por dentro...
Fuera está el submarino, ellos podrán prestarnos un pulmón... Me
parece como si se me hubiera parado aquí (región occipital) la medula
espinal_»
Nos llama aquí la atención cómo una sensación corporal,
la de plenitud del abdomen como si no pasara la comida
141
del estimago-, de la «hipocondrí.a›› prepsicótica, da forma aho-
ra a .la vivencia corp_ora1 de la apocalipsis : «No dejo que me
rellenen
1 I
con PaN.›› Tanrbien el ata-que brutal contra el propio
cuerpo es la forma apocalíptica de liberación de las tentacio-
nes sexuales. La temática de la propia corporalidad domina
aquí la vivencia.
En la desinhibición .uniforme, el lenguaje puede tener el
carácter de la fuga de ideas. A pesar de la semejanza entre
estas forraras de vivencias y las vivencias oníricas, el estado,
muchas veces de aspecto tóxico, no -presenta -signos de entur- .
142
nos inclinamos a buscar un sentido más profundo. La reali-
. son sólo juegos, y esta expresión debe
dad es que tanlp_oco
emplearse siempre con precaución. Es frecuente que se pueda
sospechar algún sentido, como en los siguientes ejeinplos :
Caso 82 -en una carta que envía a casa-: << Estoy en Giessen -non1-
bre de una ciudad que significa <<regar››-, me acaban de regar, y el río .
Sprel precisamente ha acertado, es decir, que es el que durante más
tiempo me ha curado. Si sigo estando aquí... Saludos a todos los
que me desean bien...››
Caso 48. «Ya sé quién estuvo aquí ayer. Herinann Guiri-ng. Lo he
sabido porque a mediodía he comido venado asado.››
Caso 56. ¿Córrzo está usted hoy? «Ahora no hago de vientre, y esto
debe de tener que ver con algo... A lo más, es la silla de usted, porque
usted es el juez. Yo supongo que es la silla del juez...›› Al preguntarle
qué es lo que quiere decir, explica que las deposiciones siguen mal, por
la vida descansada y la alteración del aire, esto puede tener causas na-
turales, pero quizá la pregunta haya aludido a algo distinto. ¿El qué?
Vacilando: «Que precisamente toda la Mier... sale, ¿no es así?›› Y hace
con la mano un movimiento de rechazo. ¿Qué quiere usted decir? «Pues
que tiene que haber alguna razón de por que estoy yo aquí y de qué es
lo que se oculta... todo esto no es irás que Mier...››
Aquí reconocemos : la pregunta sobre cómo está el enfer-
nio, evoca su molestia intestinal, con el concepto Stuhl 1 (silla)
se . evoca el sentido doble de la palabra «silla del juez». (Los
esquizofrénicos se referían inuchas veces al autor de estas lí-
neas, llamándole juez supreino.) La «silla del juez» adquiere
ahora relación con la razón por la cual el enfernïo está en el
hospita1, es decir, con aquello que se oculta «detrás», y esto,
a su vez, adquiere relación con la «silla›› (deposiciones), es
decir, con aquello que finalmente se revelará. El que jamás
consiga «sacar›› lo que «se oculta detrás» tiene un parecido
fisonómico, una especie de fisonomía semejante, con el «no
poder sacar» lo que se oculta (estreñi-iniento) «detrás» (es de-
cir, en el intestino). Todo .esto nos recuerda a la charlatane-
ría de muchas interpretaciones psicoanalítiCas de imágenes
oníricas. El error en cuestión -consiste en ver una racionalidad
fina! en estas cosas, racionalidad que con seguridad no se
oculta en ellas. La realidad es que al enfernio le vienen ocu-
rrencias simplemeiite porque en la apocalipsis, lo mismo que
en el sueño, está abierto al inundo de las imagenes. Los pa-
recidos fisonóinicos se le imponen con mayor fuerza de lo que
2.
143
mo fundamental : la conciencia de participar en el gobierno'
del mundo, O bien de ser el único culpable de todos los pe-
cados del mundo, y por ello haber de ser aniquilado. Estos
hechos forman la estruct-ura. Todo lo demás no es sino visio-
nes raras y casuales.
Pero lo que nos parece quedar sólidainente es lo siguiente :
la forma catatónico de la esquizofrenia no se debe poner al
lado de la forma paranoide, fenoznenológícamente, es decir,
a partir de las vivencias del enterito, representa una profun-
dización de los grados vivenciales apofánicos que predominan
en ésta. De aquí viene el que casi nunca aparezca una des-
t1¬u›cción =alpo-clalílptica de la Gestalt (en el sentido -de la carta-
tonía) sin que se haya .pasado por una fase . apofánica, por
muy corta que sea, que pue-de presentar todos los signos de
una psicosis <<paranoide››. También en dirección inversa -¬pres-
cindiendo de ciertas excepciones, «de las que todavía habla-
remos más ade1ante-- es posible observar la transición por
estas fases apofánìcas.
1': =': =':
IV. LA CONSOLIDACION
144
unificación anormal perduró durante algunas semanas, pero las
vivencias habían perdido actualidad. La «observación›› conti-
nuó, pero ya no le excitaba tanto. Podía experimentar con
ella, podía pensar esto o lo otro, y, sobre todo, podía «a ct ua r
como si no pasara nada», es decir, que podía contenerse ante
_
la apofonía de sus vivencias. El intento de «giro copernicano»
_
--y así proponernos llamar al intento de convicción del en-
fermo para que tenga comprensión de -su enfermedad- fra-
casó totalmente en un principio (44). Pero pocos días más tar-
de pareció aceptarlo repentinamente. Des.pués hubo algunas
oscilaciones en este sentido; aceptaría mi opinión -de que se
trataba de una <<enferrnedad›› y que no había existido tal com-
plicada «observación››-, a no ser que..., y entonces venían
detalles de la psicosis que le parecían una prueba irrebatible
de . que tenía razón. Pero finahnente recibimos s-u carta de
despedida (48) en la que se observaba que había llegado a una
corrección -casi completa, a partir de la época en que fue dado
de alta. Pudiera decirse -que el delirio se había «apartado de
él». Esta imagen no es demasiado buena, porque contiene la
implicación de que el delirio fuera algo externo, que como una
costra pudiera desprenderse. Esta imagen puede ser apta siem-
pre que se mantenga uno dentro de la imagen de una lesión
grave, .de una herida, en la que después de formada la cicatriz
la costra se desprenda. Pero más vale que »digamos : el agrie-
tamiento apofánico se había consolidado lentamente.
Ahora bien, en esta evolución regresiva nos encontramos
una peculiar resistencia. Nos hace la impresión de que el -su-
jeto no quiere apartarse de la idea de ser el centro de u n
poderoso sìsteina de observación. Una vez nos dijo (pág. 2 0 )
(44) : « ¡ No me vuelva usted a arrojar en esta horrible duda!
Déjeme, y viviré siempre en el bello delirio, que me ofreció
una oportunidad. Es la más grandiosa experiencia que jamás
he tenido. No quiero abandonar estos pensamientos... No quie-
ro volver a despeñarme en esta duda atroz...»
Y aquí radica, en nuestra opinión, el punto básico de la
hoy tan actual pregunta sobre la psicogenia de la esquizofre-
nia. De aquí podría surgir la confusión - y así ha ocurrido
de que resulta claro de dónde todo el delirio de nuestro en-
fermo torna su dinámica : no queria renunciar a la carrera
de oficial, sobre todo porque no veía ninguna posibilidad de
realización, así, huía al delirio --corno última posibilidad, como
«última oportunidad», como «la más grandiosa experiencia»
que tuvo jamás-. La psicosis -delirante no seria, pues, más
que un arreglo (en el sentido de ADLER), una realización de
deseos en el campo de «la ficción, aun cuando irreal, una es-
pecie de sueño despierto de semanas de duración, del que en
un principio no podía ser «despertado» y del que más tarde
activamente se re-sistía a abandonar. Como alguien que medio
1 .
145
10
A esta posibilidad de explicación, que naturalmente puede
ser discutida, se oponen, sin embargo, muchas cosas, por lo
inenos otra posibilidad, que también hemos -de discutir: al
cesar la apoƒanía, es decir, al comenzar la consolidación, las
vivencias son valoradas en el sentido de la finalidad, son trans-
ïorniadas en un aumento -de la autovaloración y son tal-seadas.
mecanismo que se aproxima a aquel de nuestra psique nor-
mal, según el cual todo lo captabfle se utiliza para un fin. La
psicosis lleva en un principio a una radical autodesvaloriza-
ción, cuando hizo irrupción el delirio -recuérdense las viven-
cias terribles que llevaban incluso hasta el suicidio--, y ahora,
con la consolidación, se .produce una autovalorización compen-
sadora. Este mecanismo no es en absoluto raro, porque las
enferniedades pasadas se ven siempre corno una batalla en
la que se ha combatido de modo triunfante y de las que, como
de una condecoración, se enorgullece uno. Aquella vivencia
anastrófica de ser el punto medio, es apropiada precisamente
por su temática a la fijación neurótica. (Ya en un principio
subrayamos que el contenido del delirio --el ser así, en el ,
posibilidad .
146
rurales. Un fragmento íxnportante entre éstos es, conto cree-
mos, la consolidación.
En esta fase, y tanlbìén en los recuerdos retrospectivos,
olmos con frecuencia expresiones como la siguiente :
Caso 10. En estos días la central de fuerza cesó poco a poco de tra-
bajar, pero la observación continuó.
Caso 11. Cuando su novia vino a visitarle, de pronto «todo le resultó
claro». Por ello se tranquilizó. «Me parecía verdad el delirio de perse-
cución, es decir, que yo era perseguido realmente, por ello llegué al
d€lÍIIÍO...››
Caso 12. Nos dijo, cuando vino a nuestro hospital: «Aquí no se me
ocurrió nada nuevo», después que poco tiempo antes pasara por una
fase grave apofánica. Solo catorce días después aparecen nuevamente
vivencias delirantes.
El caso 28 dijo, después de remitir el delirio: « Como yo tenia el
bello nombre Gottbehiit (protegido por Dios), creía que Dios me protegía,
pero ahora veo que soy tan pecador como los demás... Antes me encon-
traba en un estado de sueño, pero ahora todo vuelve a ser habitual-..
La enfermedad, desde luego, consistía en imágenes y representaciones
l`alsas, y ahora, en carnbio, en la calle todo es natural, mientras que
antes todo estaba «puesto››, como en las películas...» A la pregunta sobre
cómo se explica esto, nos contesta que anteriormente todo estaba d e
verdad puesto. « E n las películas todo está puesto.» Unas semanas más
tarde: «Ahora todo ha pasado, ya casi no puedo ni acordarme...»
El caso 31, después de mejorar, fue trasladado a la sala de enfermos
tranquilos. Piensa que quizá todo no fuera sino una estupidez: todo
aquello que «allá arriba» se había imaginado. Desde luego, sospechaba
que había espionaje, pero no podía ser en realidad, porque, si no, se
hubiera producido algo. Presenta tendencia a la bagatelización. No puede
responder a nuestras preguntas sobre vivencias anteriores : «Todo me
parecía muy raro.››
El caso 40 dice que se había irnaginado que tenía que convertir a
todo el mundo, pero no sabe cómo llegó a tal idea.
El caso 50 nos relata cómo todo le parecía «muy conocido››: «¿O es
que yo llegué a tramarlo todo? Entonces tenía que estar muy loco, al
considerar verdadero todo aquello.››
El caso 56, después de una remisión aparentexnente muy buena, dijo :
«Y o no sé, mi cuerpo debe de estar alterado, puedo hacer lo que quie-
ro, pero las ideas de persecución no soy capaz de desc-:char1as...»
El caso 72 cree finalmente que todo « n o era sino una prueba». Sabían
que él era sensible y hacían todo lo posible para medir su sensibilidad.
EI caso 89, en la fase de consolidación, piensa: «Algunas veces creo
que hay personas detrás de mí. Y después pienso que no son más que
los nervios, porque mi hermano también es nervioso.» (Su hermano se
.encuentra en la institución, con el diagnóstico de esquizofrenia.)
EL caso 108 opina que todavía hacen observaciones. «Al principio me
costó mucho el superarme para no prestar oídos, pero ahora ya no oigo
más, ya no me intereso. Si siguiera ocupándome de ello, creo que lo
pondría todo en relación conmigo y lo concebiría en este sentido. Pero
también puedo considerarlo como simples conversaciones que oigo.››
147
cia --en este momento se oyen ruidos en el pasillo-. Anteriormente siem-
pre hubiera pensado que esto tenía que ver conmigo. A p a r t i r del ruido,
con seguridad hubiera intentado derivar un juicio relativo a mí... Siem-
pre Sabía que tenía alguna relación, siempre tenía yo la sensación inde-
terminada de ' q u e no había nada involuntario, sino que todo se des-
arrollaba intencionadamente. Naturalmente, para mi no había nada ca-
sual. Nunca tenía la sensación de que algo fuera por casualidad, por
ejemplo, como en el caso de estos ruidos que oímos ahora.›› Esta sen-
sación algunas veces era mayor aún... Le pedimos que nos dé un ejem-
plo. «Cualquier palabra en un periódico que estuviera a mi alcance»,
entonces era como si tal palabra no fuera pura casualidad, como si yo
hubiera precisamente de llegar a leer tal palabra. Si algún tiempo más
tarde . yo volvía a ver el mismo periódico, entonces era distinto, era
algo que fluctuaba...›› Después nos dice que siempre que oía decir algo
lo ponía en relación con aquello que él mismo hacía en aquel instante
o pensaba o consideraba. .
14.9
libro: « A través de dos o tres personas yo (Cristo) estaré entre vosotros.››
Como él creía ser Cristo, pensaba que el jefe clínico era Dios Padre.
Ahora ya no cree que sea Cristo. La remisión, de todos modos, no duró
panucho tiempo, sino que pronto apareció un nuevo brote de la enfer-
Jnedad.
Es te caso nos inuestra chino, en esta existencia, igual que
en los casos de BINSWANGER, es posible descubrir una temá-
tica fundamental que se remonta hasta la infancia: la bús-
queda del padre, a quien él, como hijo ilegítimo, no conoce.
Este anhelo» -del -padre -era imposible de satisfacer en la misma
medida en que ahora domina corno terna en su concepción del
mundo. Una vez más se pudiera argumentar en el sentido de
los psicogenetistas : la huida en el delirio era la única forma
de realizar sus deseos, si bien en un plano irracional. P-ero
no es posible comprender cómo es que el delirio remite para
volver a aparecer y más tarde nuevamente cesar. Nos parece
Irás probable suponer que el delirio, que por causas endógenas
aparece con independencia de esta temática, satisface el deseo.
por la razón de que en el momento en que comienza el de-
lirio existe tal intensa temática de deseo. En todas las figuras
de autoridad -con las que establece contacto -en su <<jefe››
civil, en los «jefes clínicos» encuentra al padre buscado, que
también es «Dios Padre», »viniendo él a ser Cristo, en Dios
Hijo. Con ello halla también explicación de la apofonía y de
la anastrofé. Nos parece posible que el delirio -pueda ser una
forma -de satisfacción de =deseos, a semejanza del sueño, pero
no creemos que aparezca sólo por satisfacer el deseo, del mis-
mo inodo que tampoco pensamos que el sueño se establezca
para que en el ensueño se satisfagan los deseos. Por repre-
sentar delirio y ensueño, mecanismos psicológicos semejantes,
tienen también en común el factor de la satisfacción de de-
seos.
* * 9:
V. EL ESTADO RESIDUAL
152
titud que le faltan las fuerzas. También tiene muchos dolores corpora-
les: =<¿Ya sabe usted como es eso, doctor, dolores en todo el cuerpo?,
aquí y allá...›› El enferrno se conduce de un modo confuso, con mu eca s,
pierde el hilo e intercala preguntas sin guardar debidamente las distan-
cias. El único placer para él sería el cine, porque puede Seguirlo. Incluso
le proporciona una cierta tensión. A veces llega a conmoverlo, pero esto
es raro. Tiene que ser algo que no sea triste. No se mete demasiado en
el arg'unento, sino que observa el arte de la representación. Una buena
película puede incluso hacerle alegrar.
154
marcharse de la habitación se queda parado delante de un armario,
1nira un poco dentro, se vuelve, intenta hacer algo así como un saludo
militar, pero no le s a l e , quiere decir algo y se va silencioso.
Henios expuesto los protocolos con bastante detalle con
el fin de, aprovechándonos de la uniformidad de las psicosis,
hacer destacar del modo irás claro posible lo típico, lo que
se repite. Lo que más llama la atención en todos los casos es
la pérdida de la fuerza de tensión.
De esta modo se denomina a un hecho objetivo que, por
serlo, resulta utilizable en la ferina simple de exposición que
aparece en la descripción de la conducta, caracteriza a la
conducta : la fuerza de tensión de los modales, de la actitud,
la forma y marera como se aborda y se consigue un objetivo.
A esto se refiere también la imagen de la reducción del arco
intencional (BERINGER).
Pero este concepto se refiere también a un hecho ƒenorné-
nico. Es la vivencia de la pro-pia fuerza de decisión o fuerza
de voluntad. Todo .lo qu e los enfermos nos cuentan trata de
esta falta de fuerza de tensión en relación con objetivos leja-
nos, con los grandes planes de la vida, las metas profesiona-
les, etc., así como en relación con cualquier orientación diaria,
aunque sea muy pequeña. Este fenómeno es sentido ya en la
decisión de comprar un paquete de cigarrillos en el -próximo
estanco. En toda descripción aparece esta vivencia de falta de
iinpulso interno, de fuerza de de-cisión, de concentración, de in-
terés, de ener-gía, de empuje.
Nos llama la atención el que durante la psicosis apenas se
habla de ello. Los enfermos agitados muestran a veces enormes
rendimientos y una gran fuerza de decisión. Basta sólo pensar
en los intentos de suicidio, en la intensidad con que -piden
que se los deje salir del manicomio, en los actos de violencia
y en otras formas -de resistencia. Generalmente, sólo al llegar
a la fase de consolidación aparecen quejas de sentimientos . de
cambio, en el sentido de una disnlinución energética lenta.
Se tiene también la impresión de que esta alteración fue es-
tableciéndose de rodo insidioso e inaparente durante el pro-
ceso psicótico intenso y que sólo ahora se hace visible.
Algunas veces también durante la psicosis nos encontra-
lnos referencias a una alteración en este sentido. Nuestro caso
Rainer, creía, en el punto culminante de su psicosis, que tenía
que demostrar su fuerza de voluntad. «Luchaba›› como un león
contra los rozos -presentando el cuadro típico de -un estado
de agitación catatónica- hasta que sintió que sus fuerzas « se
paralizaban››. Quizá. aquí tuviéramos ante los ojos la reduc-
ción del potencial energético hasta cierto -punto in statu nas-
cendi : el enfermo ya en la psicosis vívenció esta disminución
energética, intentó movilizar -en un último esfuerzo todas sus
reservas de voluntad, saliendo de esta lucha cambiado, empo-
brecido energéticamente. En el estupor catatóni-co aparece de
inodo inmediatamente visible la grave reducción del contenido
energético.
LEW1N y sus discípulos han estudiado por primera vez aque-
155
llo que en la psicología cotidiana se suele llamar <<energía››,
«fuerza de tensión» del horambre, y lo han hecho como si se
tratara realmente de efectos de fuerzas a semejanza de las
fuerzas físicas. Y este intento resultó ser un enfoque e r í s t i c o
muy_ fructífero. El hombre, con su querer y desear, con su an-
gustia y sus temores, sus intereses y sus impulsos, es en reali-
dad un «sistema energético» muy diferenciado. Energía natu-
ralmente siempre en sentido psíquico. Así, -por ejemplo, en la
tensión de la necesidad el hombre se vive a sí mismo en «ten-
sión» hacia el objetivo necesitado. En todo campo vivencias
se forman fuerzas de atracción y de repulsión, que podemos
tratar como vectores o potenciales en campo de fuerza, aun
.
cuando .
desde luego siempre será preciso tener en cuenta las
dlferenclas entre los efectos de fuerza psíquicos y físicos.
LEWIN desarrolla estos pensamientos d-e modo consecuente :
en general, para que pueda producirse algo psíquico, una di-
rección hacia algo o una huida de algo o cualquier movimien-
to -aun cuando sólo fuera el cazar una mosca es necesaria
una tensión de necesidad, una especie de sistema de tensión.
Constantemente estamos formando tales sis-temas de tensión,
se com-pl.ica11 con otros sistemas colaterales internos, y trata-
mos de que surja la liberación de la tensión mediante la satis-
facción de la necesidad. Con independencia de los instintos y
de su satisfacción instintiva. ya la resolución de un problema
es la <<relajación›› de una tal <<tensión››, que se había estableci-
do al plantearse el problema.
Para la formación de estos constantes sistenias de tensión,
sin los que no sería concebible lo psíquico, es necesario un
aporte de energía. Pero como en el cama-po de lo psíquico, es
decir, de lo cualitativo, no podernos medir los cuantos de ener-
gía, quedamos reinitidos solamente a una comparación. Sabe-
mos, por ejemplo, que no podemos -perseguir a un mismo tiem-
po diversos objetivos dispares con la misma intensidad máxima,
es -decir que ocurre como si hubiera siempre una cantidad de
energía actual, disponible en cada momento, que »fuera limita-
da. Es posible ta-mbién <<dispensar›› las energías, <<dirigirlas
hacia un punto» «dividirlas›› O bien «-distribuirlas con senti-
do» , podemos con mayor o tenor rapidez <<disponer›› de ella.
A partir de estos factores se construyen también ciertas pro-
piedades de carácter. Toda persona dispone -de un potencial
energético fijo, o dicho mejor aún, lo-do individuo es un tal
potencial energético. Todo hombre vivencia la medida de esta
fuerza de tensión en la fuerza de SU. voluntad, en la intensidad
de sus deseos y s-us intereses, en la dinámica de sus atraccio-
nes y rechazos. Este potencial constituye una especie de equi-
librio fluctuante, una constante, con independencia de que en
un momento determinado se exija del individuo más o Inenos
energía. Pudiéramos establecer una comparación con el «po-
tencial de guerra» de un país, que constituye- una inagnitud
constante durante la -paz, lo mismo -que durante la guerra, es
decir, cuando se gasta constantemente una gran cantidad de
material de gr-erra. . .
Creemos que nos aproximamos de modo máximo al tras-
156
torno residual específico esquizofrénico si hablamos de u n a
.
reducción . del potencial
. . energético. E s una alteración qu e no
existe n i puede existir en los sanos. El san o pu ed e en cie rto s
períodos de su vida no utilizar sus energías o Ina lga sta rla s,
pero el potencial que él Inislno es permanece igual com o tal .
Sólo en los lesio-nados cerebrales cabra la du da si no Se ha
prod-ucido también una reducción del potencial. De hec ho, nos-
otros hemos visto defectos de los glóbulos frontales que re-
cardaban de modo .peculiar a los defectos esq uiz ofr én ico s.
Para tal reducción del potencial es fundamental que en todo
sistema de tensión estructurado, desde el cazar una niosca
hasta el perseguir los unes vitales propuestos, falte un aporte
de energia. Para tal sistema de tensión, en el sentido de ten -
sión de necesidad (LEWIN) está reducida la tensión. Esto se re-
conoce de un nlodo partícularrnente -bueno en las descripcio-
nes del caso 85 ( p á g . 152) , no encontramos más que «pérdida
de fuerzas», es decir, que siernpre le falta energía, y tiene que
econonïizarla. Ya no puede alegrarse: porque la alegría desde
el punto de vista de la dinámica de los afectos significa for-
mar sisteinas de tensión. En los casos particularinente graves
surge así el «síndrome de la pluma rota» : el enfermo ya no
es capaz de formar ninguna tensión de necesidad y perniane-
ce, dondequiera que se le ponga, <<parado›>, como un reloj con
la cuerda rota. Pero en cuanto desde fuera alguien sustituye
el impulso que falta y le estimula a hacer algo, entonces es
capaz durante breve tiempo de realizar la actividad en cuestión,
por más que pronto se detiene, igual que un reloj, cuyo péndu-
lo llega a dar un par de oscilaciones al agitarlo.
En las consideraciones siguientes, con -el en de disponer de
una expresión manejable relativa a aquellas alteraciones resi-
duales esquizofrénicas específicas, hablareinos de «reducción
del potencial energético». Este proceso de transformación pe-
culiar, al que queda sometido el individuo, podríamos repre-
sentárnoslo, por medio de una comparación, con la transfor-
mación energética que sufre por ejemplo un pedazo de carbón
en el proceso de la combustión. Desde el estado estacionario
previo de potencial energético elevado pasa -por la oxida-
ción- a un estado estacionario de potencial energético redu-
cido. La pérdida de potencial puede -ser escasa o intensa. La
oxidación misma el proceso de transformación correspon-
dería en esta comparación al brote psicótico. La gravedad de
las manifestaciones psicóticas no tendría relación directa con
la gravedad del gasto energético, del mismo modo que existen
oxidaciones insidiosas -cuando el aporte de oxígeno es esca-
so- que tienen por consecuencia una gran pérdida de poten-
cial, e inversamente --cuando el aporte -de oxígeno es inten-
so- llar f a s In uy vivas que apenas alteran el potencial.
En la descripción de estas alteraciones específicas del es-
tado residual esquizofrénico sieni-pre nos vemos remitidos a
imágenes y comparaciones, porque no podemos determinar
cuantitativamente la magnitud de esta reducción energética. Si
empleamos continuamente la coniparación de la <<energía›> psí-
quica, no hemos de olvidar que no se trata más que de una
1 S7
imagen, pero en muchos aspectos es casi más que una simple
imagen, y desde tantos puntos de vista acierta tanto con lo esen-
cial, que en nuestra opinión es imprescindible el empleo de esta
imagen, sobre todo teniendo en cuenta que al físico no le ocu-
rre otra cosa en su concepto de «energía›› física. Trabaja con
dicho concepto sin saber claramente de qué se trata en el
fondo.
158
B. LOS TIPOS DE CURSO
largos.
Por tanto, no nos interesan los tipos de curso de <<la›› esqui-
zofrenia, sino el problema del tipismo del curso del brote esqui-
zoƒrénico. Porque también a-qui se forman configuraciones de
curso muy diferentes, y en la literatura encontrarnos, respecto
a esta cuestión, relativamente in uy pocas observaciones siste-
rnáticas.
Vamos a utilizar una vez irás nuestro caso típ.ico Rainer,
corno una especie de modelo ideal del brote esquizofrénico, y
vainas a estudiar las posibilidades de desviación de este mo-
delo, tanto desde el punto de vista teórico, como empírico. Este
Inodelo ideal aparece descompuesto en fases de la inanera si-
guiente:
Fase 1." Fase prodrónlica de t1¬en'1a, que dura de un noes
hasta años.
Fase 2." Comienzo agudo de la fase apofánica, a veces en
dos pasos : primero, apofonía del espacio exterior (conciencia
de significación anormal, percepción delirante, etc.) y después
del espacio interior (difusión del pensamiento, voces, etc.).
Fase 3." Destrucción más o menos rápida del campo situa-
tivo en vivencias puramente imaginales (oníricas), se la 11an1a
fase apocalíptica.
Fase 4_a. Movimiento de retroceso, de comienzo lento, con
una desintegración gradual de la apofonía, fase de consolida-
ción, que termina con el giro copernicano : corrección comple-
ta o parcial del delirio.
Esta regresión, sin embargo, no termina en el punto de
partida de la personalidad íntegra, porque durante el curso psi-
cótico se ha producido una reducción -del potencial energético..
Con ello resulta un estado residual que se distingue de la es-
tructura de partida, se ha producido un cambio permanente de
la estructura.
159
Ahora bien, de este modelo ideal pueden imaginarse desvia-
ciones en las -más distintas direcciones. Una fase se acorta o
se alarga a costa de otra, una fase recaba hasta cierto punto
el acento de todo el suceder. Teniendo en cuenta los datos ern-
píricos, elaboramos los siguientes tipos :
_
Tipo 1 . El proceso hasta cierto founto no pasa de la fase 1.
a,
apenas entra en contacto con la fase 2.° en su momento inicial,
y después -de algunas semanas regresa hasta el punto de par-
tida. En consecuencia, la pérdida de potencial es mínima.
Tipo 2. El proceso recorre la fase 1_a y entra en la fase 2.°,
para, al cabo de pocas semanas, regresar al punto de partida,
sin haber alcanzado la tercera fase. Tanibión en este caso la pér-
dida de potencial es -pequeña.
Tipo 3. (El caso ideal que hemos tomado anteriormente
como modelo.)
Tipo 4. Se pasa por las fases 1_a y 2_a -de modo tan objetivo,
que apenas se Inanifiestan o bien pasan inadvertidas, de tal
forma que sin que haya transcurrido una psicosis reconocible;
se origina un estado residual inevitable con tan gran pérdida de
esencial energético, que se pro-duce una especie de detención.
de las fuerzas arriadas.
Tipo 5. Aparentemente, el proceso no pasa de la fase 1_a
pero pronto llega a una reducción residual tan grave, del po-
tencial -energético, que se produce una especie de detención.
Tipo 6. IE11 proceso sólo a=11canza 'la fase 2.a*, p-ero 'con ello
se origina un gasto tan intenso de potencial energético, que la
detención tiene lugar en este grado.
Tipo 7. Después de varios brotes el proceso alcanza la
fase 3.a*, y con ello hay una pérdida de potencial tan intensa que
el desarrollo se -detiene en este punto.
Si consideramos nuestro inmaterial de enfermos según estas
posibilidades, nos encontramos que aparecen todas estas for-
~In.as a 1Iíetu›1-O d=e variar-tes de curso. -Natura=l1ne€1r1›-, nunca es po-
sible hacer delimitaciones exactas, porque se trata de cuyadros
típicos, y, no obstante, es posible, sin grandes dificultades, la
inclusión de todos nuestros casos en estos tipos. Son evidentes
las relaciones con los tipos conocidos del curso esquizofrénico.
La tabla II nos permite una visión general de la forma en
que los casos del material se reparten nulnéricanlente en estos
1'
pos.
Y ahora vamos a examinar cada una de estas formas típicas
en detalle, aun cuando de modo resumido. Los tipos 1 a 3 los
designamos como brotes, y los tipos 4 a 8 como tlpos pro~ce¿
sales. .
1 Los obro-tes
TABLA II
N ú m . de c a s o s
Tipos G e n e r a l m e n t e denominados
( = °/0)
n o esquizofrénicos 10 ››
161
11
Por la noche, en la habitación, como si pasara algo... Tengo una opre-
sión en el pecho que me va hacia arriba... Es como . si el espíritu
inuriese lentamente... No puedo hacerme una idea clara de ello... Cuan-
do quiero escribir una carta, simplemente me ocurre que ya no sé ha-
cerlo, y son mis compañeros, que me excitan con todos sus gestos, esto
ocurre muchas veces, todo el día, desde la mañana a la noche... Hay
gente que se divierte en molestar a los demás...››, etc. El enterito vive
constantemente en una a t m ó s f e r a de influencia muy difusa, impalpable,
sin que pueda percibirse una vivencia apofánica clara. Después de varios
meses de observación fue dado de alta sin alteración principal.
De moda muy semejante se caracterizan los demás CaSOS.
Todos llamaron por primera vez la atención en su regimiento
por su distimia angustiosa, todos expresan continuamente el
temor a la ejecución: en el periódico dicen que los van a
fusilar, o bien el sargento mayor ha dicho «Te vamos a fu-
silar desde el punto de tiro», se ha hablado de ello, por la
disolución de las fuerzas armadas es preciso fusilarle, o bien
simplemente tiene miedo de que «puedan›› fusilarle. Uno de
los enfermos explicaba: Me van a llevar hoy a través de la
»ciudad y se ha dicho: «La gente hace observaciones cada vez
que yo salgo al balcón.›› A esto se añaden autoinculpaciones
de ser una mala persona, un cobarde, un holgazán, que siern-
pre ha tenido miedo, pero el miedo siempre sale de dentro :
«Yo no quería llamar la atención y cada vez me encuentro
más atrás.›› En el primer plano suele haber un sentimiento
difuso de influencia. El enterito se siente observado, pero al
preguntarle con mayor precisión sólo contesta : «Porque siem-
pre están detrás de mí. >› ¿Quién? Ha sido uno, pero ya se
ha marchado. Un enfermo dice que cuando viene del retrete
los d i r á s le miran, aunque no se-be por qué. Todo lo hacen
para molestarle. Siempre ha tenido miedo, adeinás, de que le
den veneno en el c a f é , uf que sólo sea por broma. Un enfer-
mo amplía este sentimiento de influencia también por lo que
respecta a su mujer, y cree que ella l e engaña, no considera
auténticas sus cartas, o por lo nienos le parecen sospechosas.
Otro enfermo dice entre sollozos : « Y o podría ser como los
demás, pero siempre hay algo que me retiene y que no sé
.qué es.›› Otro paciente designa a sus compañeros como «tan
raros, tan cambiados» : «Siempre tengo una sensación muy
rara, como si estuvieran tras de mí, como si nie persiguieran.»
En todos hay un gran peligro de suicidio, y muchos de
ellos hicieron un intento. Uno de los pacientes escribió a sus
parientes : «Si queréis veri re otra vez antes que yo me
embrutezca, venir pronto.›› Otra vez explicó que por no ser
ya -dueño «de sus pensamientos tenía inieclo de corneter un
CIliI11€II1 contra las costumbres.
En su campar-tamiento externo todos estos enfermos están
atormentados, angustiados, muchas veces desesperados, se re-
traen, nunca salen de sí y no es posible tranquilizarlos hablán-
doles. Uno de los enferrnos tenía a su rnadre en el manicomio,
.con un diagnóstico de melancolía, en la historia encontramos
la siguiente observación: «No es posible excluir la sospecha
de una esquizofrenia tardía: representaciones graves de COIs
denación y aniquilación.›› Después de ser dado de alta canse
162
quimos obtener informes cie la mujer, y en ellos encontramos
descrito un residuo claro: Está otra vez ocupado en la casa
comercial de siempre, pero sólo trabaja la Imitad. de la ior-
nada. En -su conlportamiento se ve que es «el polo opuesto
al de antes». En inuchas cosas no piensa reflexivamente , se que-
da parado a la mitad de la conversación, conto si hubiera per-
dido el hilo. Entonces se queda inirando perplejo. Ya el ir El
buscar carbón le resulta difícil, se queja constantemente de
cansancio. «Seguraxnente tiene miedo ante algo indeterrnina-
do.›› En cuanto viene la noche no se atreve ya a salir de casa.
Y con todo esto surge la pregunta: ¿Se trata en estos ca-
sos de una depresión O de una esquizofrenia? Estamos seguros
-de que estos casos generalmente se diagnostican como depre-
siones angustiosas y no como esquizofrenias. Pero constituyen
por si mismos un grupo que presentan algunas di-ferencias con
las demás depresiones y además relaciones con el círculo de
[formas esquizofrénicas. Nunca se llega a vivencias apofánicas
en sentido estricto. Con seguridad hay vivencias delirantes, pero
'quedan tan indeterminadas y difusas, se diluyen tanto en una
sensación de amenaza y de influencia, que realmente solo pue-
de hablarse de un estado de ánimo delirante o de una dis-
.
¡posición al delirio.
. Pero si tenernos en cuenta que la fase del trema, tan bien
en cursos con seguridad esquizofrénicos, puede tener el ca-
rácter de una depresión angustiosa y que esta «depresión››
puede perdurar durante todo el brote esquizofrénico, y que
otras veces un estado de ánimo elevado maniaco perdura du-
rante el brote, entonces la anterior pregunta alternativa nos
*parece que no es correcta. La depresión endógena (n1eIanco-
lía) puede, igual que la manía endógena, servir de introducción
-a un proceso esquizofrénico. Y por ello no deja de ser una
›fase endógeno-depresiva o maniaca. En nuestra opinión sería
»conveniente abandonar totalmente la alternativa de la pregunta
mencionada. Mientras no existan vivencias apofánicas, habla-
mos de depresión. Y si, corno ocurre en los casos de psicosis
angustiosa, se añade la mutación de la figura vivencial --en
-el paso a la apofanía- entonces puede hablarse en general de
luna forma aislada de trema, y si, en un momento posterior
-se desarrolla una auténtica fase de apofonía, entonces habla-
mos de brote esquizofrénico, sin que por ello el anterior diag-
nóstico de depresión endógena fuera falso.
Tipo 2.
Se trata aquí de una forma del brote esquizofrénico que
pasando por la fase del 'crema alcanza un grado elevado de
vivencias apofánicas --un ejemplo de -esto es el caso 10, pá-
gina 69--, pero que nunca llega al grado vivencia d-e la apo-
calipsis. Nuestro material contiene 19 de estos casos, cuya
esencia se agota en un rico delirio de referencia. De estos 19
casos, 5 tuvieron brotes psicóticos anteriores, de éstos, 3 fue-
ron distimias totalmente abortivas, breves y dudosas. Sólo 2
fueron brotes auténticos, semejantes al actual.
En esta forma de la enfermedad -un delirio floreciente de
163
referencia y de significación con la sensación de que todo gira
en torno al enfermo, percepciones delirantes abundantes y di-
fusión del pensamiento es frecuente que se discuta la cues-
tión del condicionainiento psicógeno, por un lado porque la
psicosis no alcanza el grado de la vivencia apocalíptica, y por
otro porque, al cabo de algunas semanas, se produce u n a . cu-
ración casi .ad integrzzm. Heinos hablado ya de la tendencia a
la fijación psicógena en la fase de consolidación. El tipo 2
representa, pues, aquello que en otros libros se llama psicosis
de referencia. Muchos de los casos -pertenecientes a este tipo
han sido repetidainente citados en páginas anteriores. Es es-
pecialmente característico quizá el caso 54, cuya fase apo›fá-
nica se encontrará en la pág. 75, la consolidación en la .pá-
gina 154 y los residuos en la pág. 148. La cuestión del condi-
cionamiento psicógeno del delirio, en el sentido del delirio
sensitivo de referencia, la estudiarernos brevemente en el úl-
timo capítulo.
Tipo 3.
Reúne aquellos brotes que comienzan con una fase de tre-
ma, pasan por una fase delirante apofánica, la cual, final-
mente, se desarrolla hasta la destrucción en la fase apocalip-
tica. . Cuando el desarrollo es =fulminante, la segunda fase es
relativamente corta. En conjunto nuestro material presenta 31
casos. De ellos, 9 en-fermaron anteriormente una vez con brotes
pslcóticos. Entre dichos 31 casos se encuentra también nuestro
caso típico Rainer, así conto numerosos casos citados con de-
talle en el texto precedente. Pasada la fase apofánica el brote
remite lentamente. Este tipo es, pues, aquel de cuya natura-
leza esquizofrénica g-eneralniente no se duda, incluso cuando
sigue una buena remisión. A consecuencia de la buena capa-
cidad de regresión, no se suele hablar aqui de las. «formas››
ordinarias de la esquizofrenia. Después no se habla de esqui-
zofrenias paranoides o -catatónicas, sino que desde hace largo
tiempo se está de acuerdo en que el brote esquizofrénico pue-
de contener sintomatología tanto paranoide como catatónico
Con estos tres tipos quedan caracterizados los brotes autén-
ticos que remiten. Son formas de enfermedad -que aunque sue-
len .curar dejando ligeras alteraciones residuales, sin emba±1¬go,
regresan extraordinariamente, de tal fornia que puede hablarse
de una <<curación›› del brote.
El gran porcentaje (58 por 100) de curaciones después de
enfermar por primera vez -admitiendo la limitación de que
en un cuarto de los casos habían precedido manifestaciones
psicóticas breves :nuestra que el proceso esquizofrénico pue-
de curar en una gran proporción. No cabe duda de que mu-
chos de los casos curados pueden volver enfermar, pero lo
a.
y vacío.
Caso 49. (La hermana del padre, esquizofrénica.) Relnitido por el mé-
dico del regimiento por su conducta llamativa: hasta entonces no llamó
la atención, p e r o hace poco q u e está en filas. (Sobre la historia ante-
rior véanse las páginas 39 y 45.) Intensa gesticulación, conducta ama-
165
merada, observaciones peculiares : «Si voy a Alemania, no se acaba la
guerra nunca.›› Como si fuera de forma casual, nos encontramos anota-
das las siguientes manifestaciones : siempre tiene miedo a estar con sus
demás compañeros, porque descubren sus pensamientos. Cuando le pre-
guntamos con mayor precisión respecto a esto: Ya le ha ocurrido
anteriormente el que leyeran sus pensamientos: «Se fijan mucho y al
cabo del tiempo se dan cuenta de lo que pasa...››
El caso 97 llamó la atención en el regimiento por su estado d.e de-
fecto con grave alteración, no obstante, no es posible encontrar datos
referentes a una psicosis anterior. Desde el principio es imposible una
exploración ordenada. AI preguntarle cómo se encuentra: «Algunas veces
oigo algo, pero no comprendo la técnica. Cuando alguien hace algo y
yo no lo entiendo, yo tengo que... Algún entendimiento... Cuando hablo
alto... Cuando hacen señas..., son varios... Esto es algo propio de las
personas.›› ¿Qué señas? « A veces pasan, son varios... Habla uno alto y
entienden... Por lo demás, no me interesan, usted ya lo sabe...››
El caso 98 llamó la atención en el regimiento por un serie de actos
extraños, pero no por ello se pensó en una psicosis. Fue numerosas
veces a reconocimiento, porque pensaban que quería zafarse del tra-
b a j o , una vez se enganchó con una alambrada, tuvo un choque con
un suboficial. Durante la exploración está inhibido, muy serio, miran-
do fijamente al vacío. A una de las preguntas dice una vez: «Es bas-
tante desagradable que le observen a uno los rnoviinientos internos más
secretos. Cuando me siento inhibido, los demás lo notan igual que
yo... Es hipnosis, yo no era tan tímido... Pero no es que uno se sienta
especialmente i-nhibido por la ~hìpnosis.›› De cuando en cuando, manifesta-
ciones sin interés, entre las que destacan las que aquí hemos repetido,
ya que nos indican vivencias apofánicas, por lo demás, apehas nada
que observar. Sólo es extraño en su comportamiento, que da impresión
de estado de defecto.
El Caso 100 nos dice, cuando ingresa por primera vez en el lazareto :
el pensamiento se le ha hecho cada vez más pesado. Se encuentra te-
meroso, inseguro, tímido, excitado. Mantiene consigo mismo coloquios
incomprensibles. Siempre quiere hablar al médico para decirle que no
está enfermo, que es que quieren aniquilarle. Sólo nos llama la aten-
ción por su síndrome de la «cuerda rota», por el grave trastorno del
impulso. ¿Cómo ve usted el porvenir? «Si no encontrara ninguna . otra
cosa... que pudiera encontrar... como labrador... los primeros tiempos...
Ya veremos... a ver qué ocurre-.. Los primeros tiempos no otra cosa...,
no otra cosa..., ya veremos...» De modo semejante, nunca dice más que
fragmentos de frases, repitiéndose, obstruyérdose, siempre que no se
le ponga en marcha, igual que un reloj al que se le hubiera roto l a
cuerda. Junto a esto no encontramos signos de vivencias delirantes
actuales.
El caso III no había llamado nunca la atención hasta tres días antes
del ingreso. La noche de un viernes estuvo en el cine, y a la mañana
siguiente hablaba de modo confuso -1'lO hay notas exactas en la hoja
que le acompaña al enviárnosle-. En el hospital llama la atención en
seguida por su gran pérdida de iniciativa, da impresión de defecto grave.
Sólo cuando se le pregunta dice que piensa que ya no se encuentra en
el mundo, que ve imágenes que no sabe interpretar, que está como loco :
«Si yo volviera a representarme caras conocidas, sabría dónde estoy.~›
¿Voces? «Lo que las personas de la sala dicen no es algo neutral ,
siempre pienso que están locos o que soy yo el loco...» Sólo su espíritu
está aquí. En otra ocasión dice que su espíritu duerme, y por ello él
cree a veces que ya no está en el mundo, que ya ha muerto. Reza mu-
cho, y una de las veces manifiesta que es un gran pecador, y el médico,
su juez que ha de juzgarle. Pero todo ello sin fuerza y sin que se mues-
tre interesado, de tal forma que no molesta por su conducta, sino que
generalmente se queda en un rincón sin hacer nada y con la mirada
perdida.
166
Todos estos casos muestran que casi sin manifestaciones
psicóticas perceptibles puede establecerse un grave e ins idi os o
es-tado residual del que po-demos decir que consiste en una
intensa pérdida de potencial. Si los examinamos con ma yo r
exactitud, podemos encontrar ciertos puntos de apoyo que IIOS
indican que en estos casos hay vivencias apofánicas. Es preciso
escuchar también aquello que -dicen entre líneas. Entonces
oímos que hay una sensación sorda de que les adivinan los
pensamientos, de que sus s-entimientos más ocultos son ob-
servados, escuchamos alguna vez la palabra «hipnoSsSs›, ha-
blan de señales que les hacen. Existe una sensación difusa de
influjo de -extrañamiento: todo es para ellos nuevo y desco-
nocido. Pero de todas estas cosas no nos hablan espontánea-
1nente ni tampoco -cuando en una exploración detenida insis-
timos. Ofrecen un cuadro pálido inaparente del que sólo
destaca la alteración de la conducta en el sentido de la pérdida
de potencial.
Esta forma del proceso recibe en la psiquiatría actual la
denoaninación de derrzentia simplex. En una variante bien co-
nocida que se caracteriza por una grave pérdida de porencial,
junto a rasgos de vivencias apofánicas muy escasos.
Tipo 5 .
Es indudable que la apofonía verdadera, tal corno se ob-
serva en el adulto, no se presenta en el niño. Evidentemente
depende de un cierto grado de diferenciación de la psique,
siendo éste un problema que nunca se ha sometido a investi-
gación sistemática. .
Nosotros formularnos ahora la hipótesis de que especial-
mente cuando el proceso es muy precoz, antes de terminar la
pubertad -en una época en la que la estructura todavía no
ha obtenido su carácter delirante, y en ciertas circunstancias
incluso también cuando el comienzo es más tardío- la psi-
cosis apenas pasa de la fase del trenza, mientras que puede
producirse una pérdida tan intensa de potencial que ponga
en peligro el ulterior desarrollo anímico Porque en todo des-
arrollo hay una dinámica que no es otra cosa sino aquel po-
tencial energético que queda afectado en el proceso esquizo-
frénico. En tal caso, la vida psíquica, -en el sentido de u n
desarrollo hacia adelante, una elección de metas y una orien-
tación hacia ellas, ya no es posible, o bien queda muy re-
ducida.
Nuestro material contiene en conjunto 8 casos, que inclui-
I11OS -en este grupo. Sólo presentamos un caso paradigmático.
167
inmediatamente la hipermotilidad de carácter casi coreiforme, es grose-
ro, está agitado constantemente, con indicios de fuga de ideas, escanda-
liza constantemente, insulta, acoraete a los demás, presenta movimientos
estereotipados. No manifiesta vivencias delirantes, a las preguntas sobre
cómo ve el futuro, no da respuestas razonables. En conjunto hay una
sensación difusa de influjo. La agitación disminuye un poco en el curso
de la observación, pero en conjunto queda el cuadro sin modificar, has-
ta que el enfermo, después de medio año de observación, es trasladado
a un hospital de su país (Austria).
Aquí el estado de ánimo fundamental es excitado-eufórico
y da impresión de maniforlne, igual que nos encontramos en
ciertas formas de tierna. Pero pronto, sin que aparezcan viven-
cias apofánicas reconocibles, se realiza una transformación de
la personalidad -que lleva a un vaciainiento casi completo de
la estructura global.
Los deinás casos de este grupo son semejantes. En todos
ellos encontramos un comienzo precoz de alteraciones ma-
nifiestas entre los dieciocho y los veinticuatro años, en mu-
chos hay motivos fundainentados para sospechar que las pn-
meras alteraciones se remontan a l a época escolar, ya que los
rendimientos escolares eran sorprenclentemente malos. Como
si fuera un hilo rojo, se ve cómo se extiende a lo largo de la
historia previa la incapacidad de respetar la disciplina, de
tal forma que en este grupo no hay ningún caso que por lo
inenos no haya sido castigado una vez en el servicio militar.
Uno de los casos nos fue enviado por -un juez militar, otro fue
castigado debido a una conducta inmoral con niños. Sólo en
un caso se encontraron vivencias delirantes apofánicas claras,
pero también en éste el comienzo del proceso era muy an-
terior: este enfermo pertenecía a una. familia numerosa, de
ocho hijos, todos habían hecho el bachillerato y alcanzado
un grado académico, mientras que él fue el único que fracasó,
la familia, finalmente, le colocó en un oficio manual, en donde
apenas conseguía ganarse su sustento. Al ser llamado a filas.
a los treinta y un años, llama la atención por su forma de ser
'poco diestra. Ingresa en el lazareto y allí pasa por una breve
psicosis delirante con rasgos vivenciales claramente apofánicos.
En los casos de este grupo se trata, pues, del tipo de curso
-conocido hace tiempo en la clínica con el nombre de hebeƒre-
mia. -Los límites entre este grupo y el cuarto son imprecisos.
Tipo 6.
Este grupo contiene 13 casos, de los cuales cuatro habían
pasado ya anteriormente por una psicosis. Comienza aquí el
proceso, igual que en los demás casos, con una rfase de trema,
que después, de modo relativamente agudo, se desarrolla con-
teniendo vivencias delirantes apofánicas. Pero más tarde la
fase de consolidación se hace esperar. Las vivencias delirantes
uno regresan, sino que, por el contrario, se hacen cada vez
más rígidas y monótonas. Se ve que, a la inversa que en los
brotes, cada vez parece menos probable el llegar a conseguir
con el enfermo una conversación relativa a sus contenidos de-
lirantes. Y si esto fuera todavía posible al principio de la
168
psicosis, al cabo de algunas seinanas se ha llegado a un estado
de cerrazón incornparabletnente más intensa frente al peri-
mundo. Todo parece enormemente endurecido, el lenguaje se
hace rígido, y todo formulístico. Apenas se registran oscila-
'ciones o cambios del estado de ánimo. En la mayor parte de
los casos hay una cierta destrucción del lenguaje, en el que
empiezan a dominar determinadas expresiones, que siempre se
repiten, mientras que la estructura gramatical de la frase su-
fre. Sólo presentamos un caso característico de este tipo.
Caso 35. Un sujeto de treinta y cinco años, de origen alemán, yugos-
lavo, viene por primera vez a los veintidós años (1928) a Alemania, en
donde trabaja como campesino en una granja. Por entonces pertenece
a un cuerpo de voluntarios. Vuelve a Yugoslavia, y de nuevo a Alema-
nia a los treinta y dos años (1938) para solventar la cuestión de su ser-
vicio militar. La temática actual de l a vigorización, de los leptomorfos
integrantes del SS. civil, es la de la vida ascética, para conservar la
sangre «pura››. Ya en su juventud hizo vida vegetariana, tomando mu-
cha miel y sin fumar ni beber nunca, tampoco jamás tuvo contacto
sexual, porque se había construido la teoría de que si se vive virtuosa-
miente, los hijos resultan personas de mayor valor, esto se puede com-
probar en el hecho de que cuando los padres son virtuosos, el primer
hijo siempre está mejor dotado que los hijos ulteriores. Hasta el mo-
mento en que a él le engendraron, habían vivido sus padres todavía en
virtud, pero entonces empezaron a «alocarse››. Esto se nota en sus otros
hermanos. El enfermo es el mayor de seis hijos. Esta idea de la sangre
« p u r a › › naturalmente es fomentada por las consignas racistas nacional-
socialistas, con las que él entró en contacto a través de las SS. También
en el ejército se ocupa con frecuencia de su manía de la «sangre». De-
searía que le trasladasen, ya que en su unidad no se encuentra a gusto
y vive en tensión. En ella escenifican «habladurías››. Lo que se oculte
detrás, no lo sabe. De todos modos, hacen observaciones relativas a que
le han sacado la sangre, toda la «fuente» -el local en que su unidad
está acuartelada «tiene t u sangre»_, «se ha comerciado con tu sangre».
Al principio, según nos dice, no prestaba atención a estas habladurías,
que se niantenían sólo a sus espaldas. Pero cuando los niños de la calle
empezaron a hacer observaciones y señas, y personas mayores total-
mente desconocidas con las que se encontraba en la ciudad, empezaron
a hacer lo mismo, ya no se pudo contener. Como al mismo tiempo
tenía dolores en la espalda y en los testículos, se dio cuenta de que
tales habladurías se basaban realmente en algo verdadero, que por la
noche, bajo narcosis, le pinchaban a través de la espalda en el corazón
y le sacaban sangre. También le habían puncionado los testículos y el
cerebro, o bien porque tales órganos eran en él valiosos, o bien para
dañarlos y hacerle estéril. El 13 de febrero de 1941, finalmente, el en-
fermo presenta a su comandante una reclamación en la que expone
toda la cuestión. Dice en ella que todo el regimiento tiene sangre de
él y que por ello le llaman el «donante››. Cree que ha venido voluntario
al hospital para q u e le midan la sangre, ya que le falta mucha. Pero
tan, pronto como ingresa, se queja de que le han encerrado entre locos.
Todo soldado tiene derecho a la reclamación. Al preguntarle por las
razones de que sufra tal entuerto, da a entender que es algo que par-
te de las altas esferas : le hacen insinuaciones secretas por motivos po-
líticos, con los que mezcla cuestiones confesionales, sin que se logre
tener una idea más clara de lo que quiere decir.
En esta fase se detiene el desarrollo, quedando así hasta el presente.
Según nos informa una revisión del caso, el enfermo se encuentra lo-
davía en un manicomio de Aleniania central. Sus escritos de reclaina
ción, que ha continuado elaborando diariamente durante el primer año
169
tienen siempre el mismo aspecto. En ellos hay quejas por lesión desu
salud y de su porvenir. ¡ S u vida anterior es irreprochable, tampoco
ha sido bebedor ni ha padecido enfermedades sexuales! ¡Su estado ha
sido creado artificialmente! Por su vida de continencia ha conseguido
tener grandes glándulas --según el testimonio de médicos extranjeros,
las mayores que ellos hayan visto nunca--. El es meridional y tiene
un gran temperamento, el retenerle sería opresión psíquica, etc.
Vemos cómo la teinática delirante se desarrolla, igual que
-siempre, de la temática actual de la vida del sujeto, y en
cierto modo se fija con el comienzo de la apofonía. Factores
casi casuales, como la palabra «donante››, que con seguridad
representaba un papel en dicha época en el regitniento, ya
que se recogía sangre para conservarla, son incluidos en el
sistema, con lo que rápidamente cuaja la historia delirante.
La apofonía se apodera de todo el campo, junto a percepciones
delirantes hay también sonorización del pensamiento. Pero ya,
casi a partir -del corienzo, aparecen signos de rigidez.
¡La primera reclamación a su comandante se distingue de los
miles de reclamaciones =que ha escrito hasta el presente, sólo
porque en aquélla la disgregación era menor y era más legible.
Las reclarnaciones verbales del porqué le retienen, pronto se con-
vierten en meras fórmulas. Ya no hay fuerza tras ellas. Las
formula regularmente, como si fueran un hecho más, igual
que el comer y el dormir, el enfermo no espera que le liberen.
En general no espera nada, porque ya no «presta atención»_
Al «prestar atención» pertenecen la tensión, la orientación, la
fuerza. Pronto ya no conserva más que la actitud externa de
.la reclamación, que se ha convertido en actitud permanente.
Ha tenido lugar una detención casi coinpleta, como la que todo
psiquiatra de manconiiO conoce de sobra. Es el cuadro típico
de l a esquizofrenia parcmoide con un ligero rasgo querulante.
No todos los 13 casos de este grupo son tan marcados,
quizá en alguno hayalnos formulado un pronóstico demasiado
desfavorable y no hayamos podido esperar a que llegue la con-
solidación. Pero según mi impresión el pronóstico puede esta-
blecerse con bastante seguridad, es decir, que se puede resolver
la cuestión de si es de esperar o no la consolidación.
Tipo 7.
Esta forma de curso esquizofrénico, la más grave de todas,
se caracteriza porque se alcanza muy rápidamente un estado
final apocalíptico, y otras veces al cabo de varios brotes, es
una catatonia grave, con una pérdida de -potencial Tan intensa
que el desarrollo queda detenido en esta fase. En el curso de
los procesos largos pueden producirse ciertas Inodificaciones.
El estudio de -cada una de éstas es cuestión de una observación
a largo plazo. Pero el estado final catatónico apenas se modi-
fica, en su cuadro de estado, al cabo de años de duración.
(Véase más adelante.)
Los 10 casos de nuestro rnaterial no pretenden ser irrepro-
chables, porque el tiempo de observación no fue lo suficien-
temente largo. De ellos tres terminaron con la muerte, en dos
se trataba de una catatonia aguda mortal auténtica, y en el
170
_
tercero el cuadro no era tan claro. M.urió en un estado cata-
tonico grave, de pulmonía. A continuación, un ejemplo de uno
de los que sobrevlvieron :
Caso 74. Un cabo primero, de veintisiete años, reinitido por el 1né-
-dico -del reglaren=to. Dice que no se declaró él enfermo, sino simple-
mente que le han enviado aquí. Primera caracterización: grave inhibición
psicomotora, lágrimas en los ojos, sólo con esfuerzo Se consigue que
conteste. Lo hace afirmativamente a la pregunta sobre sensación de
hipnosis, pero no dice nada más. Se le traslada con el diagnóstico de
cuadro depresivo. Es observado en un hospital intermedio, porque du-
rante media hora estuvo riendo sin el más leve motivo. Al ingresar
en nuestro hospital está ya catatónico, rechaza la comida, acomete a los
otros enfermos y corre por la sala desnudo. Es imposible la explo-
ración.
A partir de este momento el cuadro ya no se modifica más. El en-
fermo está en la sala de observación, vestido sólo con una camisa y j u n t o
a su cama. No se rnueve de dicho sitio, expresión facial inrnóvil, ges-
ticulaciones, ligero «marcar el paso». Cuando le hablamos tiene una
mirada perpleja, interrogante, pero no contesta. A1 pedirle que se siente,
obedece vacilando, pero se queda al borde de la cama, en una postura
incómoda. Otras órdenes que le damos no las obedece. Al cabo d e u n
-rato se -levanta, mira perplejo y se queda en pie. Le levantamos pasi-
vamente el brazo y lo conserva en esta posición durante seis minutos,
para después bajarlo poco a poco. Durante meses está en u n estado
semejante. Sólo de cuando en cuando una relajación que dura pocas horas
y en la que le exploramos: ¿Po-r qué no ha hablado durante t a n t o tient-
po? «Yo nunca he hablado mucllo.›› ¿Qué le ha pasado a usted en los
ult ima s meses? «H e tenido unos dolores de cabeza terribles...›› ¿Ha te-
nido usted alguna otra molestia? «No, realmente nada, nunca había es-
tado entre tantas gentes...›› ¿Pero usted es soldado? «Sí, eso sí, pero
nunca había estado en un hospital...» ¿Voces? Niega. ¿Por qué estaba
usted siempre en pie al lado d e la cama? «Eso era por casualidad 5' por
otro lado no lo era... ›› El enfermo hace todo lo que le pedimos, pero,
por lo demás, está como perdido, como ensoñado, sin prestar verdadera
atención. Al cabo de pocas horas vuelve a aparecer el estado estupo-
:roso profundo en el que el enfermo, totalmente ininfluible, es trasla-
dado a un manicomio de su país.
También en este caso la grave pérdida de potencial, q u e
no puede imaginarse mayor, alcanza a la psicosis en el lno-
mento en que se manifiesta con máxima intensidad, se pro-
duce una detención completa de toda la vida psíquica, que-
dando el cuadro de la ƒorrrza catatóníca de la e s q u i z o f r e n i a ,
de la psiquiatría clásica. Son muy notables los «aclararnientos››
que en tales enfermos se logran a veces, incluso también por
tratamiento con electrochoque. Casi siempre nos revelan que
hace ya Panucho tiempo que no hay vivencias delirantes en el
sentido estricto de l a palabra, es decir, en el sentido de la
apofonía. Siempre que se consigue que el enfermo «se des-
pierte», está completamente norrnal, o por lo menos sin' alto;
raciones apofánicas. La psicosis, en el sentido de un «proceso
de transforrnación» actual, ha quedado hace tiempo detenido,
se alcanza un estado estacionario. Si por reservas desconocidas
el potencial vuelve a llenarse temporalmente, entonces aparece
una «personalidad normal» no psicótica. Y con esto tienen
relación las reacciones, sorprendenteinente normales, de los
viejos catatónicos durante las alarmas aéreas, que consiguen
171
concentrar transitoriamente los restos de potencial energético.
Desgraciadamente, tales «curaciones maravillosas» no perdu-
ran, es decir, que el potencial vuelve a agotarse rápidamente,
retornando al antiguo estado. Cuando I se consiguiera encontrar
alguna forma -de sustituto energético, que se aportase al enfermo
I
Fase
Tiempo
In
Bro tes
(fip os I - 3 )
Tr e=mo Forma hebefrénico
(tipos 4 - 5 )
. _ . . - F o r m o poranoide
(tip o 6)
Apofoníc:
Termino!
APENDICE
175
también él interpreta falsarnente, supone, sospecha, desconfía,
se equivoca constantemente a consecuencia de sus interpretacio-
nes erróneas, reconoce falsalnente a personas, no entiende bien
y vive en un mundo alterado, hostil contra él, cuyo punto medio
él representa. Pero tampoco es esto un delirio, sino solo una
reacción de la personalidad por inseguridad en sí mismo y ego-
centrismo, con todas sus consecuencias para la estructura de
la vivencia. Entre los celos, como reacción de la personalidad,
y el delirio de celos, existe la diferencia de cambio funcional
protopático, en último término, un proceso -somático, y por lo
mismo no comprensible. Desde luego, no hace falta mucho para
-que se dé el paso desde lo uno a lo otro. El celoso ya por la
.intoxicación al-cohólica del cerebro puede convertirse en un en-
Ierrno con delirio de celos, el desconfiado, por la destrucción
senil del cerebro, en un paranoico. Pero siempre es preciso que
se traspase un límite, que en último término radica en lo so-
mcitico.
En los últimos años se ha sustentado cada vez más la tesis
de l a comprerzsibilidad del delirio, sin distinguir -con suficiente
precisión entre la comprensibilidad de la temática del delirio,
que siempre es compre-nsible. y l a génesis del de-lirio-, que nunca
es comprensible. Pero es que incluso cuando tal límite se traza
con precisión, ocurre que hoy en día en muchas partes no solo
se cree -comprender lo que el enferino vivencia en su delirio,
sino también el hecho de que se haya vuelto delirante. Solo en
esta forma nos -parece en general que la discusión pueda tener
sentido. Esto lo resumirnos de -forma genérica en torno al pro-
blema del delirio sfeznsitivo de reƒevfiencia (KRETSCHMER).
En el curso de la elaboración de nuestro inmaterial henios
rechazado 5 casos, porque surgían dudas respecto al diagnóstico
de esquizofrenia, precisamente por tener en cuenta un posible
diagnóstico de delirio sensitivo de referencia. No solo la temá-
tica, sino también la aparición del delirio parecía comprensible.
Circunstancias particulares que preceden inrnediatarnente al co-
mienzo del delirio eran causa de que aparecieran, a la luz difu-
sa de la coinprensibilidad, nienos el tema que la génesis. A con-
tinuación -exponemos uno de tales casos :
Caso 106. Un oficial de señales y claves del Estado Mayor, de cuarenta
y un años de edad (en la vida civil, inspector municipal), muy justo..
meticuloso, pícrico, algo grueso, fue operado el 21 de octubre de 1937
de un bocio con Basedow. Desde entonces se encontraba bien de estado
general. El 24 de mayo de 1941 ingresó en el hospital en un estado
agudo de angustia, con ideas de persecución y fue repatriado con el
diagnóstico de esquizofrenia. La historia 1.-revia, puesta en claro merced
a las declaraciones de sus superiores, así como a su propio relato
a posteriori, puso de manifiesto que su matrimonio, que había durado
ya trece años, siempre estuvo lleno de tensiones, porque su mujer no
era capaz de administrar, y el dinero no bastaba para los dos hijos y
para mantener la casa. En el curso del tiempo hubo cada vez más dis-
cusiones, que llevaron finalmente a que él le quitara, en 1938, la admi-
nistración de l a casa. EI 1 de marzo de 1941 recibe, en su destino del
sur de Francia, la <<carta›› de separación de su mujer, en la que le pide
que consienta en la separación. Dos días más tarde vuelve él (el enfermo)
a casa para salvar, por los niños, lo que se pudiera. Pero su mujer
no deja que hable con ella, de tal forma que él llega a suponer que
176
detrás de todo se oculta otro hombre. Pocos días después cree verla a
la luz de la luna con otro hombre. Reacciona a ello con un intenso
espasmo de estómago y violentos dolores abdominales, de tal forma que
se ve obligado a permanecer durante seis días en un hospital. Su de-
claración: «Con seguridad hubiéramos podido volver a llevarnos bien,
pero ha habido gente extraña en la casa que ha incitado la cuestión»,
muestra que por su parte había voluntad de reconciliación. Después
tiene que volver a su unidad. El 10 de mayo extravía una libreta de
apuntes en la que había notado señales secretas importantes del noti-
cias y de clave de la Marina. La busca desesperado, pero no la encuen-
tra. Da conocimiento de ello a su superior, quien, desde luego en tono
de broma, le dice: «Eso le cuesta la cabeza.›› Pero el enfermo lo tomó
en serio y respondió: «Prefiero dispararme un tiro en la cabeza» Poco
días más tarde recibe permiso para asistir al juicio de separación, que
tiene lugar el 16 de mayo. El abogado de la parte opuesta le propone
que consienta en tomar sobre si la mitad de la culpa. Como nota que
« . . . Ya entonces mis nervios estaban destrozados››, consiente en todo.
A su retorno al servicio empeora rápidamente su estado. Hace «afirrna-
ciones peculiares», como que al sacarle un diente se ha puesto malo.
Supone que en el empaste había veneno y lo lleva a la farmacia militar
para que lo investiguen, esto es lo que por primera vez llama la aten-
cion de los demás. Después afirma que en la recámara de su pistola hay
arena, de tal forma que no funciona el mecanismo de carga. Inmedia-
tamente sospecha que se trata de «una bribonada común», y entonces
se da cuenta de que la libreta de apuntes que tanto había buscado es
evidente que se la han sustraído. Declara en la gendarmería de campo
la cuestión de la pistola. Cuando dos gendarmes van a su cuartel para
conducirle a la gendarmería, con el fin de que preste declaración, dice
en seguida que «le quieren llevar a otro sitio» y se niega a acompañar-
los, aunque les da la pistola al pedírsela. Ahora cree que cualquier
persona inofensiva está detrás de él, considera a las gentes como SS de
incógnito, cierra la puerta de su cuarto con cerrojo, de tal forma que
qui-en -quiera e t r a r ha de dar primero su [nombre y hablar con el
durante algún r a t o , sólo le deja entrar cuando reconoce la voz. Incluso
su superior, en quien antes tenía confianza, se ve privado una de las
veces de poder entrar. Finalmente, algunos compañeros a los que ha
dejado entrar consiguen envolverle en una conversación y, mientras le
van hablando, le sacan de su cuarto, dirigiéndose al hospital. Mientras
pueden distraerle con la conversación, consiguen también influir sobre
él. Pero llega un momento en que de pronto se para y dice: «Ahora
vamos a volver», con lo que todo se estropea.
En el hospital presenta un estado paranoico agudo, con angustia y
tensión. La primera noche consigue escapar del departamento psiquia-
trico. A la salida del hospital habla excitado con el centinela y no deja
que le lleven en auto, tampoco se deja sacar sangre, porque sabe con
exactitud lo que se proponen, que es quitarle la vida. Escapa de pronto
a la sala de guardia. y allí dice: «Suboficial de servicio, me pongo bajo
su custodia personal.›› Sólo con esfuerzo fue nuevamente traído al depar-
tamento. Sostenía que allí estaba un automóvil, lo que no era cierto,
en el que se lo quería -ll-e-var a otra parte. De dos religiosas a las que
vio casualmente en la proximidad, sospechó que estaban allí dispuestas
para recogerle. En la exploración física se dejó examinar después de
haber investigado detenidamente el estetoscopio. Se le mantuvo en cama
con sedantes y se tranquilizó, pero en los días siguientes comenzó a
tener el temor de estar enfermo de sífilis, mostrando una erupción
cutánea sin importancia. En el interrogatorio apareció que se encontraba
desde hacía algún tiempo con el sentimiento de estar hipnotizado. Como
prueba de ello decía que durante el último permiso a su casa, la tarde
anterior a su viaje, se sentó en una silla mirando a una taza de té
japonesa, «quedando suspenso» y sin ser capaz de levantarse de su
177
12
asiento. Supuso que esta impotencia era debida a influjos hipnóticos.
También hacía un par de semanas que oía susurros, que se reforzaron
en los últimos días. No sabía lo que decían las voces. Tenia calambres.
Creía que por no haber tenido ningún contacto sexual desde el invierno
de 1940 sus nervios estaban descompuestos.
El paciente fue enviado, con la sospecha de esquizofrenia, a París ;
allí apareció francamente mejorado. Interpretaba que sus camaradas le
habían jugado una nala partida. No le fue posible .comprobar el silen-
cio que había sobre ello. Tras esto, se le repatrió con la sospecha de
simulación. $1 ingreso en nuestro lazareto estaba completamente orde-
nado, hacía una buena crítica y adinitía haber tenido autorreferencias
de toda clase: «Habla supuesto que yo debía ser quizá objeto de expe-
rimentación a raíz de mi enfermedad de Basedow. A1 pensar hoy nue-
vamente sobre ello debo sostener que era sólo imaginación.›› No pudo
tampoco aclarar cómo pensó sobre la sífilis y no recordaba ningún de-
talle de Bordeaux. ¿Hipnosis? «Es posible que yo lo haya dicho; tuvimos
a principios de mayo una representación de un hipnotizador que real-
mente hizo cosas interesantes.» Quisiera sostener la afirmación de que
haya sido un estado de debilidad: «La depresión moral tras la sepa-
ración, tuvo que actuar.›› ¿Voces susurradas? «No tengo ningún recuer-
do para poder hablar sobre ello.›› El paciente fue enviado a su casa en
estado normal.
Está bien claro que aquí no se presenta ninguna vivencia
apofánica. El paciente se encontraba en un intenso estado an-
gustioso, desconociendo su perimundo en el sentido de reali-
zación de su angustia, la que deseaba disipar. En este aspecto
recuerda los casos de psicosis angustiosas. En éstas, sin ernbar-
go, no se presentan las características del humor delirante. A1
preguntar sobre la hipnosis, .observaniçs que no existe ninguna
difusión de pensamiento o inspiración en el sentido de apofa-
unía. Asimismo las «voces susurradas›› no son -ningún típico
pensamiento sonorizado-. ¿Se puede entonces deducir compren-
siblemente el delirio de la situación? Contestaríamos negativa-
mente a esta pregunta. Es probable que el stress afectivo del
enfermo, que anteriormente fue operado de bocio basedowiano
- s i utilizamos la Inoderna .palabra stress--, no hubiese aumen-
-tado de no darse esta situación de separación inminente plan-
teada contra su voluntad. Quisiéramos creer que la situación
afectiva, llevada a la más alta tensión, actuó en la debilitada
constitución hormonal, permitiendo el nacimiento y la irrupción
del delirio que estaba en el fondo. Nos parece significativo que
el delirio no haya tenido por tema la separación matrimonial,
sino la agenda de notas, ya que ésta, en el momento de la ex-
plosión de la enfermedad, tenía la mayor actualidad.
Muy parecido fue el caso 25, un atleta de treinta y ocho años..
torpe y primitivo, de las proporciones de un antropoide, al «que
se le injurió su mujer pocas semanas antes de su llamada a
filas. teniendo -que dejar a sus dos pequeños 'hijos en manos
-extrañas, para llegar a su incorporación militar. Esto significó
para él, -que era conductor, una carga psíquica especial. No
podía distinguir las graduaciones, no comprendía las órdenes
y estaba desorientado en el cuartel. Cinco serranas después de
su incorporación, cayó -en un estado de en-gustia psicótica, sien-
do enviado al lazareto, pidiendo temblorosamente y castañe-
teándole los dientes que se le dejara vivir, preguntando cuán-
178
do se efectuaría su sentencia de rnuerte. Interrogado sobre si
sentía voces, dijo que oía una VOZ interna, la que decía que
sería llevado al sótano. Después, juntando las -manos, pidió que
se le pusiera una inyección, rogándolo ruidosamente. La psico-
sis se extinguió rápidamente en el lazareto. También suponemos
aquí, para la intensa -carga afectiva de personas desampara-
das, una irrupción delirante por el camino de un similar tras-
torno hormonal. Otros dos casos tienen una temática sexual :
uno (caso 16) -enfermó nledio año después de su primera y única
visita a un prostíbulo, de una psicosis con humor delirante, to-
-dos sabían la cosa y conversaban sobre ello, tratándole como a
un leproso, hablando sobre él, porque había contraído una en-
Íermedad sexual, y poco a poco se iba envenenando, creyó que
sería fusilado. Otra cosa importante no había. Mejoria tras
tratamiento cardiazólico. El otro (caso 14), un oficial inglés de
un campo de concentración, desarrolló un delirio de referencia
con el tema de la masturbación, pensando -que todos sus -cama-
radas cuchicheaban a sus espaldas, si bien él, como oficial in-
glés, no había hecho nada. De los alemanes na supuso él nada,
pero sí de los franceses. Finalmente se negó a comer, porque
pensaba en su estado de irritabilidad era debido a las drogas.
Tan pronto como el paciente fue distanciado del cainpo de
concentración desaparecieron estas ideas. .
Quisiéramos dejar abierta la pregunta de si aquí se trata
de un brote abortivo, cosa que tenernos por posible, ya que se
presentan reacciones paranoides de la personalidad parecidas
al delirio. He intentado anteriormente un análisis estructural de
1_
tales reacciones
El último caso (caso 66) llamó la atención porque en un
viaje de permiso por Francia hacia su casa, donde quería des-
posarse, un año después de la muerte de su madre, «para que
mi novia reenlplace a mi madre», hizo alusiones e insinuaciones
de sus -compañeros de viaje, respecto a su acaparamiento de
Inercaderías francesas, las que él había pensado llevar en dife-
rentes maletas COIIIO regalo de boda a su novia. Dejó, atolondra-
do, las maletas en el vagón, se presentó en Colonia al oficial de
estación, fue allí interrogado y conducido, sin equipaje, a Kassel.
Todo le pare-cía carnbiado : «Yo n o sabía qué era lo que pen-
saba.» Así que se le trajo inmediatamente al lazareto, donde
Inostró una clara vivencia apofánica, .pudo comunicarse con su
¿novia por pensamiento hablado, estaba confuso y se consolidó
después de un tratamiento por cardiazol. -Posterìorrnente se
supo que ya semanas antes de es-te viaje de permiso notó que
le tiraban indirectas para irritarlo, que se le hablaba «cómica-
rnente» de cosas políticas en las que se le quería meter. Áquí
se trata de un corto brote esquizofrénico. La dependencia corn-
prensible de la mala conciencia y del delirio de relación está
solamente en la temática.
-Resumiendo, CI"€€III1OS que todavía el no sufí-ienternente pre-
ciso delirio de referencia oculta diferentes cuadros : reacciones
179
de personalidades paianoides, formas delirantes no esquizofre-
nicas con evidente temática delirante especial, algunos de los
deseos de satisfacción --p. ej., el condicionado delirio erótico
en los maníacos_ y, finalmente, brotes esquizofrénicos. Es
necesario un muy exacto análisis estructural del campo -situati-
vo, para aclarar la esencia de tales trastornos. Tales análisis
de los paranoides no esquizofrénicos, sin campo de vivencias
apofánicas, ha sido intentado modernamente por la fenomeno-
logia antropológica. Creemos que estos estudios sobre existen-
cia, arnbien-.te y condición perturbada (ZUTT, KULENKAMPFF) son
un complemen-t-o Signi-ficatifvo.
180
Esta comprensión de la esquizofrenia como una clase espe-
cial de neurosis sale de los relatos cuya consecuencia es que
la esquizofrenia puede ser curada por una pura psicoterapia ,
resultado de fundamental importancia que una prueba crítica
de tales comunicaciones debe hacer comprensible.
Sería así invertido completamente el concepto sobre clase .v
esencia de la enfermedad. En la literatura alemana se toma re-
petidainente un caso. -Es el de René, de M. SECHEHAYE (publi-
cado por priinera vez en 1947), parece provisional que el hecho
del xxi-to psicoterapéutico pueda ser fundamentado por este
único caso. Las publicaciones de ROSEN en los Estados Unidos
han sido sometidas a una aguda crítica por los autores america-
nos. Pero en el .caso Re-né no se ha dudado hasta ahora de que se
]' 7
181
-con pequeñas y grandes manifestaciones histéricas. Esto lo qui-
siéramos justificar en trazos sintéticos : es seguro que René
tuvo desde su temprana infancia una educación que debió de
originarle un -estado preneurótico al prender la situación en
ella. No fue deseada por sus padres antes de nacer, sin embar-
go, fue educada por la madre como una niña mimada a con-
secuencia de la holgada situación de su casa. Muy pronto hubo
discordia entre los padres, que discu.tían delante de la .niña y,
finalmente, apareció la separación de ambos, lo que trajo por
consecuencia un empleoramìento de la situación económica. No
marfil=lará a nadie que ya a los -cinco años sobr-evinieran los
primeros síntomas de ahogo. Apareció un grave cuadro osten-
tativo-dernostrativo (KÚNKEL). La enferma desarrolló este esta-
do como << sentimiento de irrealidad» : todo le parecía corno in-
anensurable, muy grande, más lejano, más extraño. más irreal.
Esto sucedía, como ella misma informó, porque el padre tenía
una amante. Hasta entonces. su mundo infantil fue brutal y
prematuramente desmoronado, antes que la maduración tuviera
lugar y pudiera comprender el mundo del adulto en su ampli-
tud y heterogeneidad. Aparecieron en esta época sueños angus-
tiosos -(agujas en el pajar) y fantasías angustiosas (cabezas de
-cuervo) los que demuestran una vivida fantasía infantil, pero
no implican esquizofrenia.
Después -de haber alcanzado como buena alumna el último
curso de la escuela primaria. ganando varios premios, cayó en
un estado que explica de la siguiente manera- «Durante las ho-
ras de clase. en medio del trabajo silencioso, Vo oía el bullicio
de la calle, un tranvía próximo llevaba gente hablando, un ca-
ballo relinchaba, un auto tocaba su bocina y me pareció que,
en la inmovilidad, cada uno de estos ruidos eran como recorta-
dos, separados de los objetos de los que salían y cada uno sin
su sí2niƒícado.›› Esta descripción de las cosas, cada una sin su
significado, se repite varias veces y caracteriza la vida en el
sentido de la <<irrealidad››. Según nuestra experiencia, aparece
en la esquizofrenia justamente lo contrario: «Un tranvía lleva
gente hablando, un caballo relincha, un auto toca su bocina,
pero todo esto significa algo, yo no sabía lo -que significaba,
pero todo se relacionaba de alguna manera connligo.››
La enferma habla de «ardiente exaltación», d e una inclina-
ción hacia la Naturaleza, el viento y el bosque. Esto pertenece
al mundo de la pubertad de una mu.ier de los quince a los die-
ciséis años, la cual, entre tanto, fue llevada a un sanatorio por
un infección tuberculosa. Allí describe una vivencia que para
ella misma parece señalar el conlienzo de la psicosis la pre-
sentación de una «desmedida y terrible angustia» que la sobre-
coge rápidamente, si bien ya antes ha tenido numerosas men-
ciones de «horrible angustia» y «espantoso tenlor››. Pero ahora
estaba allí la verdadera angustia, como brarna el viento fuera
en la noche -de Año nuevo : «Yo no -dormía por la noche, para
poder escuchar los aullidos y quejidos que participaban en mis
desesperados gritos. Mi alma lloraba y suspiraba con el viento,
y fue creciendo en mí la creencia de que el viento traía un men-
saje que yo debía adivinar. Pero ¿cuál? Yo no lo sabla.››
182
Esta es la narración romántica de las tormentosas emocio-
nes del corazón puberal de una mujer. pero no la descripción
de una esquizofrenia. Esto sería como oir el inurmullo de las
ramas susurrando fuera sin naturalidad, haciéndolo alguien
para amenazar o causar temor. Pero probablemente apenas se-
ría notoria esta modificación que ocurría en su alrededor.
A pesar de esta «desmesurada›› v «terrible›› angustia frente
a la tormenta, en los días siguientes visita la animosa muchacha
-de dieciséis años, sin especial necesidad, a una amiga en un
sanatorio cercano en este bosque, extraviándose en la niebla
intensa que existía, a pesar de la tormenta. Allí brotó en su an-
gustia el sentido del mensaje del viento : «El viento helado del
Polo Norte quería destrozar la Tierra. Quizá era también una
advertencia, un signo de que la Tierra estallaría.» Aquí nació la
vivencia de fin del mundo que no es una vivencia esquizofré-
nica de fin del mundo, sino la fantasía de una joven neurótica.
Este «fin del mundo» era imaginado, era una expresión de su
grave «angustia de mundo» neurótico, pero no la específica vi-
vencia que solo puede aparecer en la esquizofrenia.
Permaneció largamente en el sanatorio y «se hizo la t o n t a » ,
gritó y rio haciendo bromas para ahuyentar su angustia. A q u í
comienzan, según nuestra opinión, las primeras manifestacio-
nes puramente histérìca-s, las que la ayudan después a descargar
insoportables tensiones. (La auto descripción, en conjunto, es la
de una marcada histérica de gran valor.) «Aparte de mis crisis
de irritabilidad, yo era normal...›› La enferma hacía de madre
de las otras enfermas para desempeñar un papel (el de madre).
Vuelta a casa, fue durante dos años una joven activa y respon-
sable, que sola, y con poco dinero, dirigió una casa de seis
personas y educó a su herinana mas pequeña, que resultó una
buena alumna. Se pudiera quizá aceptar un brote esquizofrénico
que se curó. Pero no hay información sobre la consolidación, al
contrario, aumentó -el estado de irrealidad, de «espantosa an-
gustia». temblaba y continuaron las vivencias del siguiente
tipo: «E l Sol brillaba en el cielo azul v nos -calentaba la espalda-
Yo vi, sin embargo, una llanura inconmensurable, ilimitada, con
horizonte infinito. Los árboles y los setos eran de cartón. des-
parramados por la llanura como los de los bastidores de un
teatro... y yo estaba con In amiga perdida, sin fronteras en este
espacio...›› Esta vivencia surrealista del m-undo, que puede re-
conocerse sin -dificultad en la pintura de Dalí y otros surrealistas
fue vivida simultáneamente con el sol caliente y el cielo azul.
René pudo así, evidentemente, entrar y salir a su gusto del
agradable sol a la irrealidad, v de allí volver nuevamente, irás
o menos así: «Vivía el sol cálido en el cielo azul, pero yo...»
Este «salto» no -puede realizarlo el esquizofrénico.
También la amiga estaba transformada, era extraña e irreal :
«...Ciertamente la reconocía bien, sabía su nombre y todo lo
relacionado con ella, pero me parecía extraña, irreal, estatuaria...
Vi .sus ojos... Comprendía sus palabras y. sin embargo, sentí que
1ne acompañaba .una extraña...» Se podía decir, en cambio, en
la esquizofrenia : «Noté que no era mi amiga, per@ lo había pre-
parado para que de ello no me diera cuenta...››
183
René: «Hice desesperados esfuerzos para atravesar este muro
invisible que nos separaba...››
El esquizofrénico: «Noté en seguida que no era mi ami-ga,
pero no me dejó notarlo...» Tras el inútil intento de aproxima-
ción, René se calló, « quedando aislada y sola». Otra vez de ma-
nera parecida: <<...Y yo estaba aquí adentro, perdida, aislada,
fría, desnuda a la luz y sin meta. Una pared de hierro me sepa-
raba de los hombres y las cosas. Alli estuve en medio de aquel
desconsuelo con indecible desesperación, nadie me prestaba
ayuda. Estaba sola, en completo aislamiento.››
Ninguno de nuestros 107 esquizofrénicos ha sufrido por el
aislamiento en el delirio apofánico. A1 contrario. cada uno sufre
de un estado de temor por la mezcla de hombres y cosas. Este
temor existe todavía cuando está solo en su habitación. El mar-
tirizante jamás estar solo, no lo arrastra a la desesperación. Al
contrario, la vivencia del aislamiento y la soledad es una típica
forma de vivencia neurótica, al menos, en la forma descrita. Se
separa de su amiga «destrozada por el cansancio y la mortal
tristeza», para volver a preparar la cena con « el corazón deses-
perado y vacío».
Resalta ya en este lugar lo que aparece a lo largo de todo
el relato: la ininterrumpida llamada a la compasión del lector
y la frecuencia de la palabra «yo», que de cuando en cuando
está repetida, mientras en la típica esquizofrenia falta comple-
tamente: «...un tal temor, que yo empecé a sollozar... Una an-
gustia terrible me envolvió... Eran momentos torturantes... Mi
alma entera lloraba y gemía... Me ahogaba una horrible angus-
tia... El temor crecía en mí hasta el paroxismo... Yo sufrí terri-
blemente... La angustia crecía y era siempre Irás intensa, inde-
cible, horripilante... Mi desesperación era ilimitada... Sentimien-
tos de culpa con desesperación insoportable me hacían bramar
delante del dolor... Me oprimía una indecible e ilimitada fal-
ta...››, etc. No se encuentra literalmente, en la totalidad de la
autodescripción, ninguna página en que no aparezcan frecuen-
temente tales superlativos. En mis 107 auto descripciones de es-
quizofrénicos no hay ninguna narración de este estilo. si bien
numerosos enfermos tuvieron serios intentos de suicidio. Todos
ellos estaban presos en su ni-undo, Jnodificado como para estar
en situación de que los demás se compadeciesen de ellos.
Continúa después la primera irrupción de l a separación, un
mecanismo -que desde FREUD Conocenmos suficiente-mente -como
mecanismo neurótico, y que en los es-quìzofrénicos apenas se ha
encontrado. La muñeca Riquette comienza a desempeñar un
papel, -primero no de otra forma que como lo hace una muñe-
ca en la existencia de una púber.
Sigue una confesión importante. Como consecuencia de la
angustia dice: «Yo quisiera estar loca, a fin de escapar de esta
angustia.›› La situación hogareña dio continuado y nuevo pábu-
lo a la neurosis : su madre que «prefirió siempre a su hermana
más joven, que le exigía y que le escatimó su amor. En esta si-
tuación tuvo lugar el primer contacto con la analista, con la
que inmediatamente --como podría haber sucedido de otra for-
184
ma- resultó una intensa transferencia: «Solo con ella I11€ sen~
tía segura..., cuando posaba su brazo en mi honlbro...»
De aquí en adelante hay una continuada solicitud por en-
-contrar el amor de la inadre. Mucho es comprensible a partir
del deseo de no perder «mi costosa islita de realidad en el de-
-sértico Inundo de mi alma.››
Comprende por vez primera que su angustia es un encubier-
lo sentimiento de culpa por su temprana masturbación y su
odio a los hombres : «Yo rastreé en mí una enorme y terrible
culpa.›› El esquizofrénico diría en esta situación .• «Se me qui-
-sera dar a entender que n1e tienen por un organista, queriendo
imputarme una culpa.›› René se siente desmesuradamente cul-
pable y busca al «perseguidor››. Oímos hablar aquí por vez pri-
mera de un perseguidor, pero de ninguna manera en el sentido
«de un vivir paranoide. Más bien descubre inmediatamente, « que
el perseguidor no fue otra cosa que la máquina eléctrica», «ya
que en su fantasía todo giraba y se excitaba con corriente
eléctrica, hasta que todo pudiera saltar en una horrible ex-
¦p1OSÍÓI1 en el aire». Con esta máquina denolnina el sistema con
«el que sería castigada. Este sistema era «un gran Inundo uni-
tario, abarcaba a todos los hombres, cada uno era para los
otros responsable. Así, cada acción de un hombre tenía reper-
cusión en los otros. Todos los hombres estaban entre ellos in-
rterdependientes, bajo el signo de la culpa. Todos pertenecían
al sistema, pero solo pocos tenían conciencia de ello. Estos eran
los que estaban iluminados, como yo...».
Este -era e'I núcleo de su «d-elirio» : una exposición alta-
mente espiritual -de la existencia humana se empapa con mira-
da religiosa del cristianismo oriental del que es digno Dosto-
yevsky. Este nace supuestamente en la cabeza de un «esqui-
zofrénico» de dieciséis a diecisiete años. Pero no conozco
ninguna auto descripción de esquizofrénico con semejante racio-
nalización de tal mundo sernirreligioso. Es reconocible que en
la terminología esquizofrénica aparecen frecuentemente concept
tos como aparatos, máquinas, corriente eléctrica, pero aquí están
en un falso lugar. El esquizo-frénico se dedica al esclarecimien-
to inmediato de la difusión del pensamiento, del pensamiento
sonorizado y de todas las vivencias registradas como <<hechas››.
Aquí, sin embargo, hay un racional esclarecilniento de la tota-
lidad, sin tener la menor relación con la vida inmediata.
De modo semejante ocurre también «con las ya esperadas
«voces»: «Interiormente, risa burlona y frases, las que repetían
irónicamente lo que yo narraba.›› Nuestros enfermos -oían, ma-
yormente sin risas burlonas, aquellas cosas banales que eran
prehabladas.
Continúan largas descripciones en las que los otros despo-
jan su alma, son enmascarados, títeres, mecánicos, irreales, pero
René es el único corazón sensible y digno de compasión en este
mundo encaratulado. Esto son fantasías no esquizofrénicas, =c1a-
ras en BREUGHEL, el esquizofrénico se siente a sí mismo expues-
to como autómata, como -marion-eta, <<dirigido››, «articulado a
distancia», «con ii posiciones», <<hipnotizado››, cuyos pensamien-
tos son leídos.
185
Todas estas agravaciones son abiertamente necesarias para
convencerse de que la <<mamá›› era sìenlpre -conseguida durade-
ramente. Pronto la «rnarná›› estableció la regresión con poder.
No -está claro quién comenzó, entonces también mamá se pres-
tó a ello: «la -pequeña René no necesita tener ninguna angus-
tia, mamá está con ella para protegerla», lo que precipitó la
regresión de la enferma al estrato de niña pequeña. La « peque-
ña» René hablaba de sí misma en tercera persona, inventando
un lenguaje simbólico infantil y entendiéndose por signos pri-
mitivos. Que todo tiene cuño neurótico no desconocido, aparece
suficientemente en el texto.
El «sistema›› dio entonces órdenes : p. ej., «quemar mi mano
_
derecha O la -casa en «que me encuentro». Ejecutó algunas de
las órdenes y se resistió a otras, teniendo por ello la «impre-
sión de lo artístico y comediante». Esta media sensación de
representar en realidad un teatro se encuentra no raramente
en histéricos, mientras los esquizofrénicos solo tienen la viven-
»cia inmediata de que desempeñan un papel delante de los otros
q u e construyen alrededor de ellos unos bastidores. tan natura-
les, que parecen verdaderos. Las cosas alrededor de René no
son jamás «montadas›› en este sentido v no significan tampoco
--en sentido de la percepción delirante--, ni tampoco están en
relación entre eIlas. Más bien es la inversa: ella vio todas las
cosas, «tan cortanteinente delimitadas, independientes, abrillan-
tadas mineralmente, de tal forma iluminadas y tirantes que con
-desesperante angustia se inspiró... Las cosas empezaban a exis-
tir... Era mi existencia la que me angustiaba».
Tengo por bastante improbable * Q U É una joven -de diecisiete
o dieciocho años, sin haber leído a SARTRE, aplique el concepto
-«existencia›› de esta manera. Según lo que yo conozco. SARTRE
ha introducido, por primera vez en la literatura, el concepto
existencia» en esta forma. en su novela La náusea. En el
año 1930 no había aparecido todavía esta obra, así que esta
parte del diario bien puede provenir de una posterior modifi-
cación. Podemos dar alguna fe-cha: en 1938 abandonó la enferma
-el tratamiento, curada (tenía veintiséis años). En el mismo año
se publicó La nausee, de J. P. SARTRE.
Desde allí, aparece una descripción literaria que, por des-
gracia, recuerda algunas veces una Irala novela de librerías
ambulantes, compárese la segunda cara, esperaría en casa, pues
irían a buscarla de la clínica, 'pero ella regresó clarividente a
«mamá›› para -escapar de la <<prisión››. Durante todo este tiem-
po, tuvo «espantosas vivencìas>›, trabajando como secretaria.
Por <<orden›› del sistema, debió quemar un día, en una estufa.
su -mano derecha
J . . a-sí »como el Uri-nier -esquizofrénico «de BIS-
[ I I
189
c. RESUMEN Y PERSPECTIVA
191
los demás y también por sí mismo, «de fuera», «de arriba»,
como «perspectiva de pájaro», como esencia entre otras esen-
cias, como habitante de la tierra entre otros habitantes de la
tierra, corno viajero en tranvía entre otros viajeros. Se puede
cambiar por tanto ƒacultativ-alnente el sistema de referencia.
Este -cambio se puede realizar en cada oportunidad: al-
guien llama en la calle. Se vive primeramente como punto Ine-
dio de su propio mundo. Se llama a sí mismo, él mismo <<pien-
sa», vale decir, se vive el llamado como dirigido en referencia
consigo mismo. Una mirada a través de la ventana informa
que la llamada no es para nosotros, sino para otro. En este
momento, se mueve él en otra relación de significación. Ha
tenido lugar un cambia del sistema de referencia. Estamos en
el punto medio volcados hacia fuera, hemos ejecutado la trans-
posición y nos colocamos cerca de los otros, los que. están con
nosotros en el mundo común del que es llamado. El mismo
proceso es también posible en sentido inverso, con la vivencia
del « ¡ ah!›› : esto me sirve a mí, hasta ahora no fue notado por
leí porque el llamado se refería a otro.
El esquizofrénico tiene perdida en su psicosis esta posibi-
lidad de «transposición», Ya 110 puede ejecutar aquel cambio
que nosotros realizamos por la inirada a través de la ventana
mientras decimos: « ¡Ah!, esto no va con nosotros». Por esta
razón, todo va con él. Donde está su mirada o dirigido su foco
de atención todo le sirve y se refiere a él. Esta y nO otra es la
esencia de la apoƒanía.
La imposibilidad de <<transposición›› lo POI1€ en una situa-
ción «como si -fuera un prisionero' de su « yo ››, y en un con-srtante
acto de lucha reflexiva debe girar nuevamente en aquello en
que se origina la situación de la vida. Finalmente, el conjunto
de los acontecimientos del mundo gira alrededor de él. Aquí
está -la esencia de la anastrofé.
Apofanía y anastrofé pertenecen en conjunto a uno y el
mismo fenómeno. No son separables entre sí, aunque no siem-
pre tengan anrbas igual expresión en la autorrepresentación de
los enfermos. Son indicios de un profundo cambio de estruc-
tura de la vida. .
He intentado, con mi trabajo, hacer un análisis figura de los
trastornos del cerebro. El principio ha sido elaborado de for-
Ina penetrante, teniendo por fundamento las clases de modi-fi-
caciones de los más altos rendimientos psíquicos. Creo haber
encontrado un trastorno de la función figural diferencial e in-
tegral. La estructura de los rendimientos se monta en caracte-
rísticos escalones. A1 comienzo está siempre un fenómeno que
describimos como pérdida de los grados de libertad, consis-
tente en la imposibilidad ~de cambio facultativo =del sistema de
referencia. EI afásico ha perdido su libertad, no -puede com-
prender en manera diferente la significación de las palabras,
el aléxico no puede entender el carácter de la palabra escrita
y no puede, en consecuencia, leer en la fisonomía como lo hace
el sano, el agnóstico no tiene la libertad discrecional para
comprender las configuraciones. No podría jamás, voluntaria-
mente, realizar un *cambio como el de la figura de la página 39
192
Todos estos enfernios experinlentan una pérdida de los grados
(le libertad. El delirio como tal incapacidad de cam bia r fac ul-
tativainente el sistema de referencia pertenece, e n es ta lín ea
de trastornos formales, a un alto <<nivel›› en el sen tid o dc
JACKSON-. Existiendo allí siempre el probleina del trastorno
de los instruinentos y el de la totalidad contestarnos en el últ i-
ITlO sertido. Nuestro t-rabajo -de la fenomenología de los tras-
tornos a-fásicos del lenguaje tiene por principio inferir una
ampliación de los resultados hasta el nivel del fenómeno de-
lirante, como ya hice en mi primera publicación programática
1.
Según mi convencimiento, sólo por el camino de la patología
cerebral es posible un acceso fructífero al problema del deli-
rio. Este muestra también en la construcción de los cursos
físicos que, en su tipo --naturalmente a un «nivel›› in uy alto--.
tiene correspondencia con los rendimientos de la patología ce-
rebral.
El rodo apofánico de vivenciar no aparece rápida y total-
Jnente de forma inesperada, sino que se prepara en u n a prefasc
de la en-fer-ineda-d que no=so›tros 1-la~m a=mos trenza. E n él, l a
«U*ansposición» es amenazada. Y ciertainente esto hace su es-
tado tal como es. La totalidad del campo psíquico aparece cir-
cundado de barreras, la libertad es en cada :momento más y
más limitada, nace un estado de necesidad y se precisan reac-
ciones de urgencia. Así aparecen frecuenteni-ente incornprensi-
bles actos y deslices «sin sentido», los que pueden preceder a
l a irrupción de la psicosis. El fondo afectivo (LBWIN) crece, se
presenta un estado de tensión que es vivido COITIO intranquili-
dad, sentiiniento de presión, depresión o angustia. La iniposi-
bilidad de transposición es experimentada como abismo que
separa al individuo de los otros. Continúa frecuentemente el
específico tono de culpa, y es -característico de la vivencia cul-
posa el que haga vivir separado de los otros por un invisible
abisinio. Así brota, en este inisrno suelo, el sentimiento de per-
juicio y de desconfianza .corno muestra de incapacidad de
«transposición›› del «yo››, nuevamente vuelto sobre sí misino.
La irrupción -de la apofonía se inicia por el humor delirante,
un calnbi-o de l a fisionomía de la totalidad del c a r p o psíquico,
l a q-ue en=te-npreta-mo-s co›1no expresión de la i-n›fraest1-uc=tura. La
-primera manifestación del delirio esquizofrénico se presenta
en el momento en que la <<transposición›› se torna completa-
mente imposible.
Este suceso avanza en su ir archa con la aparición de la vi-
vencia apofánica. Como signo de un lento proceso de destruc-
ción del cainpo perceptivo sobreviene una marcada acentua-
ción de la esencia de las cualidades (MATUSSEK) que frente a
las estructurales, incluyen lentamente todas las esferas del
campo actual de la percepción. La percepción delirante de la
psicopatología clásica es percepción de propiedades -esenciales
a l a luz de la apofania. Fenómenos de reconocimiento (reco-
nocimiento de personas, etc.) y de extrañamiento son típicas
193
13
exipn-esiones de esta do›mí11an+cia «de .las propiedades -fisionóiní-
cas. La anastrofé, esto es, el <<yo›› vertido hacia el punto inedia
del inundó propio, hace que no sea posible la <<transposición››.
Se vive operando sobre el «inundo›› (vivencia de oinnipoten-
-cia) en la misma medida como el <<IT1L1I'1dO›› es vivido operando
sobre el sujeto.
Pero en la apofonía no es sólo coinprendido el espacio ex-
terior, con frecuencia aparece igualinente modificado apofáni-
caniente el espacio interior - a ve-ces, también primero-: cada
ocurrencia se ¡nuestra en la apofonía corno «inspiración››,
inostrando e-1 contenido del pensanúento corno «abierto», pu-
diendo entonces ser leído por cualquiera. Cuanto más aumenta
el »proceso de destrucción. tanto n a s dominan en el campo de
la percepción las propiedades esenciales, empezando a relajar-
se la conexión de las percepciones. Igualmente aumenta la vi-
vencia de difusión de los pensamientos en forma de «voces››
perceptibles que no pueden ser ya reconocidas corno produc-
ciones propias. Como el acentuado encontrarse sobre el .YO.
talnbién la representación del mundo es vivida con referencia,
esto es, el inundo accesible : el tabique entre el mundo y el yo
se vuelve transparente. Hasta -este punto se trata de una una-
ne ra »de nlan«t°níln'1iento de conexión con la totalidad, O sea el
inundo objetivo permanece todavía conto continuo.
Pero fìnallnente se roinpe con amplitud esta situación de
conexión que hasta aquí todavía posibilita un contacto con los
enfermos. La fase apocalíptica coinienza. Las fisuras de la co-
nexión perceptiva progresan y así aparecen las «nubes de las
propiedades esenciales» que contienen las cosas, una inunda-
ción .de «G-SSI1CÍEIS» es la coros-e-cuencia, una comiplefta asir taxis
de cuadros anega el cainpo total, lo que resulta lnuy parecido
al mundo vivencial del sueño. Pero todo permanece señalando
la apofonía y la anastrofé. Sobre ello viene también la pérdida
de la ordenación de todos los pensamientos, aparece una des-
integración del lenguaje y en el «yo›› que se ha hecho inde-
pendiente dominan las <<voces›› del canopo interno.
Si el proceso no progresa hasta el estaco terminal sobre-
viene lentamente un estado de consolidación. Así corno en el
cansino hacia el punto de culminación debe ser atravesada la
fase apofánica hasta alcanzar la apocalíptica, así en el camino
de vuelta debe presentarse también el vivencia apofánico. En
argot clínico significa : para llegar a la psicosis catatónico es
atravesada siempre una corta fase vivencia paranoíde, la que,
según el desenlace de la psicosis catatónico. puede aparecer
nuevamente hasta sobrevenir la construcción del delirio. Se
demoes-tra la catatonia, por tanto, fenómeno-Zógicamente, como
un esta-Zón siguiente* al vivenciar paranoia.
La consolidación puede conducir a un giro copernicano,
consistente en que se posibilita nuevainente la <<transposición>›.
Entonces el en ferino puede realizar aquel giro, que le perrníte
representarse a sí misino desde fuera y, por ello, reconocer
que la lnodificación no procede del exterior y no está en el
mundo, cocino hasta entonces creía. sino que yacía en el inisino.
Sería por ello curada la psicosis cuando no persisten resi-
194
dios. Estos pueden acoinpañarse, al niisnio tiempo, de una
reducción del potencial energético. Esta pérdida del potencial,
que puede ser de in uy pequeña intensidad -siendo quizá una
inodificacíón específícaniente esquizofrénica , -puede alcanzar
ya en el priiner brote gran extensión. Esta extensión depende
de si la consolidación llega hasta aquella nomina en que puede
desarrollarse el giro copernicano. Si no ocurre esto, perrnane-
-ce la consolidación estacionada en algún sentido, resultando
u n €S|Í&11COI1'1Í€11ÍO› del que pueden originarse formas de curso
paranoide o catatónicas duraderas. S1 el suceder psicótico to-
tal apenas se ha desarrollado en l a priinera fase del tienta,
aun-que llegue a provocar grandes pérdidas de potencial lo
que ocurre cuando el proceso es nluy precoz- p. ej., cuando
empieza en período pub eral, entonces resultan las f o r r a s clí-
nicas de la demencia simple y la hebefrenia, y eventuahnente
la esquizofrenia infantil.
Q'- Q.:
J \ n
diagnóstico
195
caso »René (SECHEHAYE) en qué sentido no «puede haberse =tra-
tado de una esquizofrenia.
No puede negarse que en ciertos procesos orgánicos cere-
brales (raros), pueden observarse semejantes mecanismos,
(p. ej. en las psicosis tóxicas o epilépticas). Esto corrobora
nuestro convencimiento de que también el vivenciar esquizofre-
ni-co debe apoyarse en -un =Ca-mbio condicional *de función C6I`I-=›-
bral, confio KLEIST ha postulado siempre desde otros supuestos.
Pudiéramos, en nuestro análisis, insistir reiteradarnente en que
la modificación debe tener corno fundamento una clesdiƒeren-
ciaciórz funcional. El sobresalir de las propiedades esenciales
lo encontrarnos dondequiera. en el análisis del cambio de rendi-
Inientos de heri-dos cerebrales, en la a f a s i a y alexia, la agrafia
y la agnosia, todos, trastornos -de la función conffi-gural diferen-
I
rece llevar todas las características del cambio ƒigurcal I=-*s2to- es,
una pérdida de las funciones efpicríticas, conservan-dose las pro-
topáticas. También el parentesco del mo=do -de viv-enciar apocalip-
tico con el sueño habla en este sentido. y jamás titubeamos en
señalar a los sueños como consecuencia de una rnodificación
de los rendimientos cerebrales. Finalmente, también la reduc-
-ción del potencial energético tiene el carácter de un trastorno
orgánico cerebral y es llamativamente parecido a la pérdida
de impulsos de los enfermos frontales.
Consideremos finalmente que es no-torio que la enfermedad
ataca al núcleo central del vivenciar -que diferencia al hombre
-del animal: el «yo›› y la capacidad reflexiva de « transposición»,
obteniendo entonces una cierta indicación de dónde debe ser
I
buscada «la fino-difi-cación
I i m -del -substrato: «debe tratarse de un
r
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