Tesis - Luis Hernandez
Tesis - Luis Hernandez
Tesis - Luis Hernandez
Dirigido por:
Jerónimo Pizarro
Presentado por:
Código: 200814828
Julio de 2013
Luis Hernández
Eugenio Montejo
Agradecimientos
A Giselle Von der Walde, por su infinita paciencia y sus valiosos comentarios.
A los tres peruanos que compartieron conmigo su entusiasmo y sus conocimientos: Jorge
Tabla de contenidos
Introducción…………………………………………………………………………………1
Lenguaje visual…………………………………………………………………………13
Lenguaje cromático………………………………………………………………..........20
Lenguaje musical………………………………………………………………….........28
Conclusiones……………………………………………………………………………….60
Obras citadas……………………………………………………………………………….67
Introducción
Luis Hernández Camarero nació en 1941 en Lima y murió a las afueras de Buenos Aires en
1977, atropellado por un tren, posiblemente por decisión suya. Durante su vida estudió Letras,
Luis Hernández publicó en vida tres libros de poesía: Orilla (1961), Charlie Melnick (1962) y
Las constelaciones (1965). Después de este último, publicó únicamente en revistas y apareció
en alguna antología. Sin embargo, desde ese momento y hasta su muerte, tuvo el periodo
poético más prolífico de su vida, pues desarrolló un método alternativo de producir y poner en
La transcripción de una parte de esta obra ha visto la luz gracias a Nicolás Yerovi, un
cuadernos y los organizó en un libro, que el poeta aprobó, tituló y cuya portada ilustró. Vox
horrísona vio la luz como publicación póstuma (1978) unos meses después de la muerte de
Hernández. Posteriormente se publicó una segunda edición a cargo de Ernesto Mora, ampliada
con nuevos textos recogidos por Yerovi, que se denominó Obra poética completa (1983). Sin
embargo, estas ediciones no tienen en cuenta los mecanismos formales y materiales que tienen
utilizando varias caligrafías, e incluyó en ellos dibujos, recortes, partituras, entre otras cosas.
Universidad Católica del Perú ha digitalizado y puesto a disposición del público general. No
Álvarez
2
obstante, debido al método de circulación que escogió Hernández para difundir su obra, se
Los datos biográficos pueden a primera vista parecer accesorios para el estudio de una
obra poética determinada, pero en este trabajo responden a dos hechos: por una parte, a que
resto del mundo es mayormente desconocido; por otra parte, a que las particularidades de la
publicación, social y cultural; todo esto estrechamente relacionado desde la concepción misma
de la poesía. Por estas razones, el principio de este trabajo, y su firme convicción, es el estudio
material que lo contiene, los métodos de circulación que experimentó y las múltiples
recepciones que ha tenido. Esto con el propósito de enfocarse hacia un entendimiento global de
Los cuadernos y apuntar hacia una nueva edición que contemple de una manera integral los
múltiples aspectos poéticos que presentan. La motivación más fundamental de este trabajo está
en la pregunta inmediata que produce una obra tan particular: ¿Por qué la existencia de Los
cuadernos? ¿A qué se deben los mecanismos únicos que los componen? ¿Corresponde este
Así entonces, el objeto de estudio de este trabajo son los cuadernos autógrafos que
compuso Luis Hernández, desde su producción hasta su recepción en los lectores, bajo el
presupuesto de que las particularidades de esta obra pueden explicarse desde dos poéticas que
la unifican, y que son tanto la motivación como el resultado de una poesía sumamente
particular, que trasciende el lenguaje escrito y la materialidad misma del lenguaje. Los dos
capítulos de este texto corresponden a las dos poéticas estudiadas en la obra autógrafa: una de
Álvarez
3
los textos mismos, de la poesía en tanto una reflexión y un constante cuestionamiento sobre la
poesía del mundo y los actos del poeta para representarla; y otra sobre los significados poéticos
cómo producir poesía con las manos y entregarla como regalo, como pacto íntimo, y de alguna
manera como una botella que se lanza a un mar azaroso, es un acto poético en sí mismo, y la
declaración de la creencia en una poesía silenciosa, que se integra orgánicamente con el mundo
que en parte la creó, y que en parte ella ayuda a crear. Estas dos poéticas, aunque distintas, son
acaso complementarias, extensivas una de la otra, para formar una sola poética correlacional
los textos, de las composiciones que están en los cuadernos. Cómo los diferentes lenguajes que
dan cuenta de una poética que, explícita e implícitamente, trata la imposibilidad de representar
el mundo sólo con palabras, desde el acto de poetizar a partir de diversos lenguajes y desde las
relaciones que se establecen entre ellos. Para esto se analizarán ejemplos puntuales de
composiciones de los cuadernos en tres casos donde la poética es visible desde un lenguaje
estudiará un caso en el que la poética se explica no sólo desde los diferentes lenguajes de
representación de la poesía del mundo, sino también desde las relaciones dinámicas que se
establecen entre ellos. Y finalmente, se hará una reflexión sobre la poética de la representación
esta reflexión final se tomará como referencia un poema del venezolano Eugenio Montejo, y la
llamaremos: Del alfabeto de las palabras al Alfabeto del Mundo. Todos los poemas y
Álvarez
4
que allí se les ha dado, con número de cuaderno y número de página (c.# p.#).
de los cuadernos como una variedad de actos con significación poética. De la misma manera
que los textos son particulares para expresar una declaración poética, asimismo la manera de
compartir la poesía, en pactos íntimos y universales que se hacen con el lector. Estos procesos,
aunque externos al texto, no son ajenos al mensaje que Hernández pretende difundir, y por ello
las dos poéticas se anudan en una sola poética extensiva, que se continúa en las
cuadernos. Para ello se analizará puntualmente el cuaderno como plataforma material y marco
del texto, la puesta en circulación de los cuadernos como un proceso de publicación periférico,
que rompe con los estándares de publicar poesía a través de mediaciones editoriales y del
mercado, y la recepción específica que hace el público lector de una obra tan particular en su
correlacional en los cuadernos de Luis Hernández, sobre todo como punto de partida para
nuevos estudios de la poesía y de las poéticas que allí coexisten, y hacia una nueva edición de
esta obra que, a diferencia de las existentes, tenga en cuenta que tanto el contenido como la
forma y los formatos son esenciales para editar a Hernández, para que los lectores lo puedan
apropiar en una dimensión global de su poesía y sus significaciones. Este trabajo no pretenderá
de ninguna forma ser conclusivo sobre los significados de la poesía autógrafa de Hernández,
Álvarez
5
sino aproximarse a las preguntas sobre sus procedimientos poéticos de manera que sea útil a
camino en el estudio de la obra de Luis Hernández es uno largo que afortunadamente está
historiador y sociólogo de los libros Roger Chartier, quien hace un estudio de los libros en
sociedad: “por un lado, la comprensión y el comentario de las obras; por otro lado, el análisis
un…” 11). De igual manera, es necesario dar crédito a los demás trabajos de los que este texto
Rafael Romero Tassara, en el que se hace una rigurosa investigación de los pormenores
abierta de Umberto Eco, que sirve para estudiar las características, los propósitos y las
editorial: sobre la vida póstuma de lo escrito, de Jerónimo Pizarro, del que se toman
reflexiones sobre los procesos editoriales, sobre la importancia del editor como co-autor de una
obra póstuma y sobre la importancia de las ediciones y los libros como parte fundamental de la
Parta terminar esta introducción, hay que anotar que el título de este texto “A todos los
prófugos del mundo” es una dedicatoria de Luis Hernández, y se usa bajo la interpretación de
que cierta poesía, compuesta y leída de una forma particular, sirve para escapar de un mundo
mundo hecho de muchos lenguajes. Desde allí, y al mismo tiempo, se puede crear un nuevo
Álvarez
6
motivación de la publicación de este trabajo es que no se quede solamente en las palabras, sino
que de alguna manera contribuya al estudio y edición rigurosa de los cuadernos de Hernández.
Y sobre todo, se publica con el ánimo de promover el interés por esta obra variada y
Álvarez
7
sus cuadernos están escritos con imágenes, caligrafías, colores, partituras, etc. Una diversidad
lenguajes? Si se toman todas las partes de esta escritura excéntrica (en el sentido de que no está
expresión de un mensaje, lo que se está explorando es una reflexión sobre el acto poético
mismo, sobre poetizar un mundo que no cabe en un solo lenguaje, un mundo cuya poesía no
puede traducirse, sino que es necesario representarla desde varios lenguajes y varios sentidos, y
con profundidad. Más que en la obra escrita, la atención de la crítica póstuma se ha enfocado
a las circunstancias biográficas del poeta limeño. Es en parte gracias a este fenómeno que aún
hoy no se hayan explorado los sentidos poéticos de los mecanismos de su escritura, que se
una excentricidad puramente cosmética del poeta. Tal y como anota Luis Fernando Chueca,
“está, sin duda, la difusión –incluso mayor que la de su poesía, lamentablemente– de lo que se
puede llamar ‘la leyenda Luis Hernández’: un joven poeta, de una obra muy personal e intensa,
y una vida que bordeaba la marginalidad; un escritor con fama de loco o eterno adolescente”
(Chueca 235).
Álvarez
8
la obra poética en sí misma, más allá de la leyenda biográfica que la rodea y de las
Hace falta distinguir entre la poética de la obra publicada y la(s) poética(s) que anima(n) en
general los cuadernillos que el autor aprobó para su edición y aquellos que no logró incluir
Yerovi. […] Dejar que los poemas de Hernández hablen por sí solos, pero a la vez someterlos a
un diálogo entre ellos mismos, invitándolos a desplegarse con ese concepto de libertad que el
poeta se empeñó en inculcarles (O’Hara, “Luis Hernández: El libro…” 66).
Pero ¿qué es lo que se esconde detrás de las estrategias de escritura de los cuadernos de
Luís Hernández? ¿Qué perdemos como lectores si decidimos no atribuir una poética a las
formas paralelas a la escritura con las que poetizó? Al mirar las ediciones de su obra autógrafa
(la de Nicolás Yerovi de 1978 y la subsecuente de Ernesto Mora [1983], así como las
compilaciones que se hicieron después) es notorio que traducir una poesía rica en formas y
fórmulas a una sucesión estándar de párrafos en letra mecanografiada negra, sin todas las
técnicas gráficas que están en los cuadernos, es despojar a la poesía de gran parte de sus
significados. Aun cuando no entendamos que las caligrafías, colores, imágenes y partituras
crean una poética del texto, eliminarlos como factores en una edición significa que la poesía
que allí se presenta es una poesía simplificada, totalmente diferente, en suma, de la que se
escribió y se leyó en primer lugar, y reducida a uno solo de sus múltiples aspectos. ¿Cuánto no
dejaremos de perder si descubrimos que efectivamente hay una poética que unifica las
diferentes formas de expresión existentes en la obra autógrafa, que las significa y que brinda
unidad de obra a más de cincuenta cuadernos escritos durante casi una década? De ser así, se
haría necesaria una edición que contemple los aspectos poéticos de los cuadernos de una
Álvarez
9
Entonces, la pregunta que nos corresponde resolver ahora es cuál es la poética de la que
parten, acaso, los textos de los cuadernos hernandianos. La hipótesis que aquí se presenta, y
que se tratará de desarrollar a lo largo de este capítulo, es que la gran poética detrás de los
mundo, utilizando, como el mundo mismo que se observa, se escucha y se siente, una variedad
de lenguajes que dialogan entre sí. Es decir, que el mundo poético que se percibe, y que se
intentará representar de forma poética, no cabe solamente en las palabras, motivo por el cual
hay que inventarse un sistema de lenguajes complementarios (cromático, musical, visual) que
de una manera más completa, compleja y armónica den cuenta de lo que el mundo es, o de lo
que del mundo se quiere destacar. Hernández propone llenar los vacíos de las palabras con los
silencios de los colores, la música y las imágenes, y así expresar un mundo que se percibe a
través de todos los sentidos por medio de un sistema de lenguajes que el lector capta a través
de más de un sentido.
poesía, digamos, como uno de los grandes temas de las tradiciones poéticas: las palabras no
alcanzan para contener al mundo y su poesía; la poesía del poeta es insuficiente para expresar
la poesía del mundo. Hernández se inscribe en esta tradición, pero de alguna forma busca ir
más allá de las limitaciones del lenguaje escrito (que en sí mismas son bellas y en algún sentido
deseables) para buscar una alternativa a las palabras y así tratar de representar el mundo. Y es
que si ese mundo que nosotros creamos existe solamente en las palabras – parece decirnos el
poeta limeño –, entonces hay que convertirse en un prófugo del mundo, ir más allá de las
palabras con las que lo inventamos, para llegar a conocer otro mundo, El Mundo, cuyo
Álvarez
10
lúcido, con el / lenguaje de los colores / en la calle, con el / brillo de las casas, /
con la risa, con el / sueño, con el sonido / suave del césped a / mitad de las
En este fragmento, la voz poética habla sobre lenguajes paralelos al escrito, que dan
cuenta del mundo de una manera más completa, compleja y armónica, sin recurrir al habla o la
escritura como únicos intermediarios. Los colores, las imágenes y los sonidos son lenguajes
más “lúcidos”. No obstante, en este caso recurre al lenguaje escrito para tematizar los demás
lenguajes. Ésta es una de dos formas en las que la poesía de Hernández trata las limitaciones de
un lenguaje y presenta otros lenguajes que pueden suplirlas. Hay otra forma, una segunda que
es la que más atañe a este trabajo (por tener varias dimensiones formales y materiales) en la
que puede o no existir la limitación como tema explícito, pero en la que necesariamente estarán
presentes otros lenguajes de expresión poética como recursos formales de elipsis para
solucionar las limitaciones. De ahí que, por ejemplo, como el color azul no puede contenerse
Este recurso poético hace de los textos de la obra autógrafa de Hernández hipertextos
en uno de los sentidos que ofrece Antonio Rodríguez de las Heras: “la adquisición por el texto
de una dimensión más” (Rodríguez de las Heras 89). El otro de los sentidos, el de “la extensión
de un texto a partir de la creación de relaciones con otros textos” está igualmente presente en
Hernández. Aquí hay que hacer una salvedad al respecto: la poesía autógrafa de Hernández
está constituida sobre una base de numerosas intertextualidades que dialogan con las
limitaciones del lenguaje en un sentido tanto de contenido como de formas y formatos. Por
uso de técnicas que involucren otros lenguajes para resolverla son invenciones del peruano. Él
Álvarez
11
dialoga con ellas, haciendo un aporte personal, remitiéndose a tradiciones poéticas que van
desde las vanguardias, pasando por los contenidos y las técnicas de los simbolistas franceses
(léase Rimbaud, Verlaine, Mallarmé, Valery etc.) hasta tradiciones del romanticismo inglés
(Keats, Byron, Shelley) o alemán, y poesía sinestésica de tradición española (Juan Ramón
Jiménez). Esto solamente por citar algunos ejemplos. La red intertextual que Hernández trama
en su poesía es tan vasta que hay que dedicar a ella un estudio particular. A este trabajo, que es
más”, es posible aplicar esto a los múltiples lenguajes que integran la poesía autógrafa de
Hernández. Cada técnica para poetizar es un artefacto que lleva hacia un sentido. Un color, una
imagen o una nota musical tienen su propia significación, y deben ser leídas bajo un código de
lectura en la que un nivel (el textual, digamos) lleva a otro (el cromático, el auditivo, el visual),
que conlleva otra significación: “Por tanto, cada artefacto de lectura ofrece un espacio distinto,
Pero no es solamente que cada uno de los niveles de lectura exija ser interpretado de
manera particular; la parte central de esta poética apunta a que existe un juego de
significaciones dinámico entre los lenguajes poéticos y entre los niveles de significados y
auditivo y éste al lenguaje textual y escrito. Esto en la variedad de combinaciones que se nos
pueda ocurrir, y en muchas ocasiones, sin que se distinga una jerarquía entre los lenguajes que
la armonía que es el objetivo las voces poéticas de Hernández, y con la que están
perpetuamente obsesionadas:
Álvarez
12
que, aun habiendo unidad de obra, puesto que todo está enmarcado en el mismo juego de
representaciones poéticas, tiene también apertura, pues es el lector quien decide cómo
con lo propuesto por Umberto Eco y que ha sido llamado La obra abierta1, donde se estudian
“aquellos fenómenos de la poesía, de la nueva música, de la pintura informal, en los que más
del mundo” (Eco 56). En efecto, los cuadernos de Hernández hablan de un mundo representado
Podrá ocurrir que una obra de arte haga afirmaciones sobre el mundo a través de su propia
argumentación –como ocurre en el tema de una novela o de un poema–; pero de derecho, ante
todo, el arte hace afirmaciones sobre el mundo a través del modo como se estructura una obra,
manifestando en cuanto forma las tendencias históricas y personales que en ella se han hecho
primordiales y la implícita visión del mundo que un cierto modo de formar manifiesta (Eco 56).
Asimismo la obra autógrafa de Hernández toma un cariz de “obra en movimiento”, pues las
significaciones de sus elementos no son estáticas y unívocas, sino que varían dependiendo del
poema o del título al que pertenezcan. Es por eso que hacer una tipología del uso de los
diferentes lenguajes en Hernández es acaso imposible (el significado de un color o una imagen
varía constantemente), pues es ésta la determinación dinámica del lenguaje. De esta forma la
1
El
primero
en
relacionar
directamente
La
obra
abierta
de
Umberto
Eco
con
los
cuadernos
de
Luís
Hernández
fue
Rafael
Romero
Tassara.
De
hecho,
en
su
libro
sugiere
que
Hernández
conoció
la
propuesta
de
Eco
y
a
partir
de
ella
creó
su
poética.
La
certeza
de
eso
sólo
podría
probarse
con
evidencia
bibliográfica
o
con
un
testimonio
(que
hasta
donde
llega
el
conocimiento
de
este
trabajo,
no
existe
aún)
del
propio
Hernández.
Álvarez
13
poesía tiene una infinidad de caminos para representar el mundo, tanto en su diseño desde la
voz poética como en la interpretación que le da el lector: “La obra en movimiento, en suma, es
orientada, a insertarnos libremente en un mundo que, sin embargo, es siempre el deseado por el
autor” (Eco 96). De la misma manera, la voz poética de Hernández le dice a los lectores: “Si
Así entonces, esta poética sería el resultado de la representación del mundo desde
varios lenguajes, y desde los juegos dinámicos que habría entre ellos, tanto de parte de la voz
poética como de parte de la posición interpretativa del lector2. Veamos ahora los juegos de
Lenguaje visual
Los cuadernos de Luís Hernández son fundamentalmente obras visuales. El lenguaje de las
imágenes es allí tan importante como el lenguaje de las palabras, y ambos son tanto paralelos
como complementarios. De esta forma, las imágenes existen en tanto creadas por las palabras
(una poesía escrita que construye constantemente un mundo visual: las playas, el mar, el sol,
los bares, la ciudad, el césped, etc.), como por sí mismas. En ocasiones son independientes y en
otras necesitan de otro lenguaje para tener sentido (o más bien una pluralidad de sentidos). Es
decir, pueden usarse como ilustraciones de portadas o poemas, como cuadros independientes
2
No
puede
dejar
de
mencionarse
aquí
un
libro
en
el
que
las
condiciones
materiales
de
la
escritura
y
del
soporte
físico
determinan
las
características
de
la
poesía,
así
como
un
número
de
interpretaciones
abiertas
para
el
lector:
Blanco,
de
Octavio
Paz.
Allí,
los
colores,
la
disposición
del
texto,
la
continuidad
ininterrumpida
de
las
hojas,
las
múltiples
maneras
de
leer,
hacen
que
tanto
el
artificio
como
el
artefacto
confluyan
en
la
poesía
y
el
libro
para
crear
una
poética
sinestésica,
de
la
poesía
que
fluye
libremente,
sin
un
único
orden
determinado,
en
una
publicación
diseñada
para
ser
varios
poemas,
a
varias
voces,
dentro
del
mismo
poema.
Álvarez
14
con sentido propio, o como partes de un sistema en el que el sentido depende de la unión de la
imagen con las palabras, o de las palabras con la imagen. El uso particular de la imagen
depende de cada caso específico, y aunque no se puede establecer un patrón concluyente sobre
el uso de las imágenes en los cuadernos, sí pueden discernirse varios niveles según su
aplicación de sentido.
la portada de un cuaderno, o un poema, o una idea en la que no haya palabras. Sin embargo,
esto funciona en dos vías: la que lleva el significado del texto a la imagen y la que lo lleva en
sentido contrario, de la imagen al texto. En la primera de las vías puede haber por ejemplo un
poema anticipado por una ilustración del tema del que habla, ambos –ilustración y poema–
unificados por un mismo título. Tal es el caso de “Junto al puente de Miraflores” (c.25 p.2-3),
Déjame ver
Junto al cuadrado del pasto
El río de la noche
Y el poste plateado
Que es la luz
No el olvido.
Cierto que sepas
La imagen que ilustra el poema es un dibujo en plumones de varios colores (verde, azul,
naranja, rojo, lila, amarillo y rosa) del puente de Villena que existe en Miraflores (Lima) desde
Álvarez
15
1968. El puente representado está ubicado en la costa que da al mar (hacia el occidente), por lo
que el sol se oculta en las tardes detrás de él y sobre el mar. Y así es como se representa en la
ilustración de Hernández: un atardecer rojo en medio del puente, reflejado en el mar que se
alcanza a ver al fondo y abajo, con la famosa dedicatoria de Hernández: “a todos / los
prófugos / del m undo ”. El poema crea la imagen lingüística del puente y describe el
paisaje que lo compone: las flores, el mar al fondo, el pasto de las laderas, la luz del atardecer,
y convierte sus componentes visuales en símbolos del tiempo, la noche, la luz y el olvido. Así,
metafísicos de algo que está en la imagen, pero que está más allá: en el tiempo y el olvido y en
la luz. El atardecer se convierte en un escape del mundo hacia lo trascendente y así mismo es
figurativa en el puente y el sol, y los trazos dinámicos y desorganizados para reflejar el mar y
de la imagen reproducida, es entonces una fuga del mundo, que empieza en la descripción del
la margen de la página un cuadro con diferentes niveles de arriba hacia abajo: lo que parece ser
la luna en diferentes fases, varias letras del alfabeto, una serie de números con un fondo de
varios colores, cuadros azules rodeando uno amarillo, y lo que en apariencia son ondas de agua
en el segmento más inferior. Una composición visual que representa, hasta donde se puede
entender, el paisaje de una noche desde el cielo hasta el mar. Paralelo a ella, siguiendo un
Álvarez
16
Trazando en el cielo
Las destellantes fases
Del enigma humano
Yo vi en un bar un arco iris
Y la grandeza de la noche
Próxima a cubrir el sol
Con un abismo azul
Y en ella misma el
Noble mar quasi una fantasía
Cada nivel de escritura se corresponde en el poema con cada nivel de la composición visual:
las fases destellantes son las cuatro fases de la luna; el enigma humano pueden ser las letras de
arcoíris visto en el bar son los colores con los números; la noche cubriendo el sol son los
cuadros azules encima del amarillo; el abismo azul es el bloque azul; y el noble mar son las
ondas azules serpenteantes. Entonces, el sentido del lenguaje visual pasa a ser explicado por el
a otro, los pone a ambos en niveles equivalentes –tanto en significación como en la jerarquía
visual de los niveles del paisaje y los renglones de la escritura. Sin embargo, una parte del
sentido se mantiene críptico, como una alegoría del misterio del paisaje y de los elementos
místicos de la noche. Este tipo de composiciones visuales puede compararse fácilmente con
una obra como la del pintor argentino Xul Solar, quien, asociado a las vanguardias y al
expresionismo alemán, pintaba paisajes del cielo hasta el agua o la tierra, organizados en
niveles con ideogramas de símbolos misteriosos: “Como artista, Xul Solar fue un poeta visual.
Como poeta visual, utilizó la imagen, de la que supo arrancar la mayor fuerza comunicativa.
Álvarez
17
[…] Desde la pluralidad de las cosas del mundo y su fugacidad, Xul Solar parte en busca de
En un segundo nivel podemos encontrar la imagen asociada al texto, pero allí el sentido
no se desplaza del texto a la imagen o de la imagen al texto, sino que tanto el texto como la
significaciones. Tal es el caso del poema “Mandolina” (c.3 p.28-29), donde el poema escrito
arroja una significación, y cuando se pasa la página y se ve la imagen que lo acompaña, esa
Yo me recuerdo aun
Cuando el Sol
Era en tus ojos,
You, more lovely
Than the day
When the sun
Is in your eyes
I see you at the skye
En la página siguiente está dibujado en negro el símbolo musical de la clave de Sol, seguido
por el final del poema: “Si supieras lo sencillo / Que es hablar conmigo”.
Aquí, tanto el texto como la imagen tienen un significado propio: la escritura crea la
imagen del recuerdo de un Tú poético y del sol reflejado en sus ojos. Hasta este punto vemos el
significado del Tú amado y de la luz del astro en su mirada. Sin embargo, la imagen de la clave
de Sol en la página siguiente, que en sí misma tiene el significado de indicar un registro para
dirigir una interpretación musical, cambia el significado de la escritura, juega con él y lo abre
a una diversidad de interpretaciones: si lo que la voz poética vio en la mirada del objeto amado
Álvarez
18
era el sol, puede ser también que el sol no sea necesariamente el astro, sino alguna música
codificada en el registro de la clave de Sol, que al mismo tiempo existe dentro de la mirada. El
vínculo que une los dos sentidos es la palabra Sol, que en el contexto escrito significa algo y en
el contexto musical significa otra cosa. Ambos son lo mismo en tanto se usa la misma palabra
para designarlos, pero en la conjunción del poema con la imagen el sol reflejado en los ojos es
la luz, y también es la música de la mirada. Incluso, si lo llevamos más lejos, puede ser la
música estelar que está en el sol como una referencia de la Música de las Esferas (que más
adelante veremos en el contexto de Luís Hernández). Finalmente, los dos versos que rematan el
poema después de la imagen: “Si supieras lo sencillo / Que es hablar conmigo” dan una clave
trastocarse, y de una manera muy sencilla, puede convertirse en una variedad de significados.
La imagen en el poema abre el sentido para la interpretación, tal y como lo deseaba el poeta
Valéry, al considerar que su obra es una partitura que debe ser ejecutada por el alma de los
demás, […] insiste en que no existe el verdadero sentido de un texto. […] Por tanto, una vez
publicado, el texto se convierte en un aparato que cada cual puede utilizar ‘a su guisa y según
sus medios’, lo que supone una participación activa del receptor, quien se convierte en
responsable de una obra […] y también en creador (Brigante 80).
este aspecto conjunto de los lenguajes: “Pero junto a la lectura y al margen de ella existe y
subsiste el aspecto de conjunto de todo escrito. Las páginas son imágenes. Una página da una
impresión total, presenta un bloque o un sistema de bloques y estratos, negros y blancos, una
Álvarez
19
mancha de figura e intensidad más o menos afortunadas” (Valéry 95-96). Y ésta es una
obviedad que a menudo resulta sorprendente: toda escritura es también una imagen.
Hernández lleva esta noción más allá y crea un híbrido entre escritura e imagen, al
ocaso):
Dämmerung
Como se oculta
tras el mar
y tú también
y tú igual
y tú
la niebla
que reluce
y no olvido tu amor
ni la noble faz
del amor
Uno es el amor
Entre el título y el segundo verso está dibujado un círculo naranja. Y a un poema que
poético, se le suma que en tanto composición visual los versos azules que componen el poema
sean el mar y el círculo naranja que se hunde en el primero y el segundo verso sea el sol que
atardece. En otras palabras, el tema del poema es el atardecer, y la forma visual del poema, al
Álvarez
20
adicionarle un círculo naranja como el sol, es también el atardecer. En este punto no hay un
emoción poética que dan las palabras es diferente a la que da la imagen; mientras las primeras
hablan con palabras, la segunda habla con silencios. Y lo que se manifiesta es una
mundos. Es el efecto análogo que buscaba Apollinaire en sus caligramas, una poética conjunta
cuyos elementos, al decir lo mismo, comunicaran varias cosas: “These simultaneous readings
are all intentionally prompted by images in the text but also indicate the shifting polyvalent
value of visual signs. […] His response has been to unite literary and visual techniques, to
integrate the forces of poetry and silence” (Read 98-104). En cuanto al atardecer del poema de
Hernández, hay entonces una poética de las palabras y una poética de la imagen, pero cuando
se unen forman una nueva poética, una de la reconstrucción inclusiva de la poesía del mundo,
Lenguaje cromático
“A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu: voyelles, / Je dirai quelque jour vos naissances
latentes: / A, noir corset velu des mouches éclatantes / Qui bombinent autour des puanteurs
cruelles” (Rimbaud 420). Ésta es la primera estrofa del poema “Voyelles” de Rimbaud, que
habla de los colores de cada una de las vocales, y que se ha convertido en un paradigma de la
Los colores en la poesía, y por extensión en el lenguaje escrito, son uno de los temas de
conjunción de lenguajes sobre los que más se ha poetizado en la tradición occidental. El juego
Álvarez
21
crear imágenes, personajes y sentimientos, es uno que trata al mismo tiempo de la transmisión
de significados entre los lenguajes, y del límite con que tiene que lidiar el lenguaje alfabético
para abarcar un mundo que lo trasciende. Como en el poema no se puede contener el color
lenguaje. Sin embargo, el lenguaje alfabético no puede dejar el extrañamiento con el que trata
de aproximarse al lenguaje cromático, porque aunque lo trate con palabras, la esencia de aquél
Tal y como explica Charles A. Riley en su libro Color Codes, el uso de los colores en
el diálogo interdisciplinario es ilimitada. Por eso, una interpretación categórica del color, o lo
mismo, una codificación única, es imposible. El uso del color en las artes abre un abanico
gigantesco de significaciones que aplica tanto para el realizador de la obra como para su
receptor. En poesía, y en las demás artes, no es tan importante buscar un énfasis en el símbolo
unívoco detrás del color, sino en la variedad de maneras, en tanto mecanismos, como el
cromatismo se integra con las artes (Riley 1). Acaso porque es detrás del formato, de la forma
en la que se busca un lenguaje cromático, donde reside la poética de su uso, las limitaciones
que implica no usarlo y la posibilidades que abre hacerlo. En el caso de los cuadernos
hernandianos, hablar con un lenguaje que pueda entenderse sin la necesidad de usar palabras, o
lenguajes.
Hernández entendió esto bien. De ahí que el uso del lenguaje cromático en sus
cuadernos fuera muy amplio; nunca unívoco, sino dialogante con los demás lenguajes (escrito,
visual y musical) para representar un mundo tanto temática como formalmente polícromo, que
se abre a una variedad amplia de significados. A continuación se presentan tres maneras del
Álvarez
22
uso del lenguaje cromático en Hernández junto con tres ejemplos como ilustración. Un primer
uso, el acto locutivo de nombrar los colores, tal y como hace Rimbaud: crear un universo
poblado de colores desde el lenguaje alfabético. En un segundo uso, utilizar los colores como
un mecanismo del lenguaje visual: los colores hacen de la escritura una composición visual, e
ilustran cromáticamente una idea del lenguaje. Y en un tercer nivel, la codificación que se hace
del color para esconder un significado que solamente el conocimiento de cierto código
cromático pueda develar. En suma, nombrar, mostrar y codificar. Los usos no son
Para ilustrar el primer uso (nombrar), uno de los poemas “Chanson d’amour” (c.41
p.5-7):
Álvarez
23
Con la plenitud
De lo amado y cubren
La Estación esperada
De tu sonrisa.
Y así, de ti vistos
Los cromáticos yates
Las playas recobradas
Permiten en mi ser
La aurora y una existencia
Que sin ti no fuera.
El cromatismo de los elementos construye un universo colorido del que se desprenden los
paisajes, los recuerdos, las sensaciones y, finalmente, la existencia. Las características de los
paisajes dependen de la evocación que parte del cromatismo de los yates, así como las
poema, el sentir poético está sujeto al cromatismo del tiempo y el espacio, y el reflejo del
cromatismo en la mirada del Tú poético permite la existencia del Yo que de otra manera no
sería. En resumen, la determinación del mundo, tanto observado como representado en las
palabras, está signada por el cromatismo. De los colores depende interpretar un mundo; no
cualquier mundo, sino un mundo especifico, que da como resultado la voz poética del poema;
una voz que sin los colores no sería esa voz particular.
alfabético. El sentido del poema está en el contenido, pero el cromatismo, y lo visual que se
desprende de él, dan una profundidad al significado; una que las palabras solas no alcanzarían
a comunicar:
Álvarez
24
Los Alpes,
Los amados
De la nieve
Y de la sombra
Añil
Donde se quiebra
El agua
Sombra
De la Melancolía
Im Abendrot. Así
Hemos llegado
A través
Del bosque deleitoso
Donde habitan
La Armonía
Y el cantar:
Ahí has de ver
La flor
Que en el brocal
Se anuda al agua:
Aquel agua
Donde reside
El Sol
De otoño en Lima 1976 (c.10 p.35-37)
Álvarez
25
emergen. El atardecer al que se refiere (Im abendrot [alemán para “en el ocaso”]) está
relacionado con una de las cuatro últimas piezas compuestas por Richard Strauss, que a su vez
está basada en un poema de Joseph Von Eichendorff. El poema que inspiró la música habla
sobre el atardecer y la muerte. Por eso la voz poética mezcla los tres: la imagen evocada en
muerte del poema de Eichendorff y la música de Strauss tienen un significado, pues Garmisch
– Partenkirchen fue el lugar de muerte del músico), y el atardecer poético que ella misma trata
de evocar a partir de los dos primeros elementos. Pero es en la última parte del poema, la que
está en color naranja, donde se anudan el lenguaje poético de la imagen, las palabras y la
música, pues es en el reflejo del agua donde es visible el color del atardecer. Hay aquí una
bosque, tiene una música misteriosa, y tanto la música como las palabras encuentran su
expresión poética elegíaca en el color naranja del atardecer que se refleja en las palabras y en el
uso de los colores que esconde un significado oculto, uno que necesita de un conocimiento del
código para poder entenderse. En el caso siguiente se mostrará un poema cuyo código
cromático tiene que ver con la física; más específicamente con un fenómeno físico denominado
Álvarez
26
visible (la luz que nuestros ojos perciben) sufre un corrimiento hacia el rojo; y cuando ocurre el
proceso contrario el espectro visible sufre un corrimiento hacia el violeta. Recordemos que en
el espectro de la luz visible, el rojo y el violeta son los dos extremos cromáticos opuestos según
la longitud de onda. Para su compresión más sencilla, se puede resumir en que cuando un
objeto se aleja de un espectador fijo, su luz sufre un corrimiento hacia el rojo, y cuando se
acerca a un espectador fijo, su luz sufre un corrimiento hacia el violeta. Si el objeto se queda
quieto se mantiene en el color verde, que es el color intermedio del espectro visible. Veamos
no muy lejos de ti
dicen que muero
o en las playas
de las tardes
con aquel movimiento
asombroso del
viento en la Herradura
en 1941 no había
lo que hay ahora
peces del mar
la gota de agua
las acequias
tu aliento es
tímido y perteneces
a otro mar
a otra mar salada
y con las heridas
del mar no me
hables del nebuloso
azul de los cinemas
no me hables de la
niebla
no me hables de
las noches
enjoyadas por
los pasos no me
hables de te amo
Álvarez
27
Con el código descifrado, parece casi innecesario explicar aquí la relación cromática con el
sentido del poema. Bástenos con señalar que la relación quietud - acercamiento - alejamiento
está presente en tres niveles distintos: espacial, temporal y de sentimiento. El momento desde
donde habla la voz poética en verde se desplaza al pasado en rojo, que está lejano, y la playa y
el mar violetas son cercanas a la localización del Tú poético. Finalmente, el amor contenido en
las palabras, que se acerca en el presente, será en el futuro lejano, se alejará el amor en el
contenido en el color rojo del verso, sin modificar de manera alguna su configuración
alfabética.
colores. Es en la unión del lenguaje cromático con el lenguaje escrito donde está la noción
poética de desplazamiento, con el énfasis final en la movilidad del amor. Este código
cromático es común en los cuadernos de Hernández, y hace falta tener una visión global de su
explícita de él en otro texto: “Los pentagramas espaciales cubrieron todo aquel sábado de 2490,
año del Efecto Doppler - Fizeau” (c.9 p.38). Igualmente, Rafael Romero Tassara, en su
de este código:
−algunos versos que trazaba con lapiceros o plumones de colores –explica Carlos Hernández−
tenían doble significado. Por ejemplo, podía escribir en una de las cartulinas que hacía en casa:
“todo lo fugaz / es solo / un símil / Lo inalcanzable / aquí se haya / El eterno femenino / nos
llama / a lo alto”. Los dos primeros versos los escribía en azul. El resto en rojo. Aplicaba el
concepto del efecto Doppler-Fizeau de la astronomía. Azul es cerca y rojo es lejos (Romero
Tassara 142).
Álvarez
28
entre diferentes lenguajes. Y aun así, es usado igualmente para codificar significados propios,
que juegan con los de las palabras, la imagen y la música para construir un universo poético
hipertextual, que sea aprehendido por el receptor a través de varios de los sentidos.
Lenguaje musical
De los lenguajes que utiliza Hernández para interpretar la poesía del mundo, el musical es el
que más fácilmente puede asociarse de una manera natural con la poesía. El poema es de por sí
una especie de canción, que de la música toma ritmo, armonía, sonoridad. El sentido de la
oralidad y sonoridad). Tal y como escribía Ezra Pound en 1912 sobre los poetas: “we all of us
diferentes. Los códigos de lenguaje que las representan gráficamente las separan, y el lenguaje
hablado está limitado para expresar lo que puede la música en estado sonoro. Esto plantea
tiempo que encuentran fuertes puntos de unión, se chocan con barreras determinadas por las
La poesía de Luis Hernández, tan obsesionada con la música tanto en los puntos de
unión como con las limitaciones de traducción, trata de abarcar todos los espectros posibles.
temáticamente la música a un tema en poesía, y al mismo tiempo busca poetizar una música
que no se puede expresar en lenguaje alfabético, cuya expresión está en la música misma, o a
Álvarez
29
lo sumo en el lenguaje musical gráfico de las notaciones, los pentagramas y las partituras. Y
entiende también una música misteriosa, que existe en la poesía del mundo, en la armonía de la
composición misma del universo, y que está presente a lo largo del Tiempo y el Espacio.
Todo esto está presente, en sus diferentes facetas, en los cuadernos. Tanto en la parte
más directa, más temática expresada desde el lenguaje alfabético: “Cuando Haydn, mi maestro
/ En el campo / Melodioso del césped / Amado / Y sobre el aire / Se oye una melodía / Que
como una flor / crece / Entre los colores / Con que Océano / Dora el cielo / En distintos
resplandores” (c.29 p.38), como en la parte más hermética, más intraducible, que para
A diario
Puedo recordar
Yo recuerdo
a m C C B♭
F
Sobre el pasto
se oye
Los conciertos
Altamente
Loqueante (c.28 p.30).
Allí, el recuerdo de una música que produce un sentimiento no puede ser traducido como
palabras o como la descripción del recuerdo, puesto que el recuerdo mismo, y el sentimiento
que evoca, es la música, las notas musicales que la expresan. En este caso sólo se puede evocar
Álvarez
30
Hay momentos incluso en los que Hernández dedica pasajes enteros de la poesía de los
cuadernos a la obsesión con la música como forma de expresión poética. Tal es el caso del
“cuaderno de preludios y fugas” (c.31) en el que, tomando como modelo el “Clave bien
temperado” de Johann Sebastian Bach, escribe en forma de poema escrito un preludio y una
fuga para cada una de las notas de la escala musical, con semitonos incluidos. El cuaderno lo
dedica “a todos los prófugos del mundo” como un juego de palabras con la “fuga”
musical, y como una expresión de lo que significa ver el mundo desde la conjunción de
diferentes lenguajes: fugarse del mundo predeterminado que construyen las palabras para poder
ver un mundo polifónico, en donde cada voz es un lenguaje distinto, y la unión simultanea de
Este tipo de pentagramas nos lleva a la dimensión más mística y universal que Hernández le
asigna a la música en su poesía: la música de las esferas. En una de sus tantas entrevistas a
familiares, Romero Tassara logra rescatar una máxima de Hernández que explica el sentido de
la música en su poesía: “Si realmente quieres entender el universo, debes saber música” (55).
Álvarez
31
Lo que significa que la música no sólo es una parte de la poesía del mundo, sino que es el
lenguaje en el que se codifica la armonía del universo. Esto lo hace patente en los cuadernos,
donde una mística de la armonía del universo los atraviesa constantemente, y la música de las
reproducir, pero sí apreciar, y acaso, representar: “Esta no debía ser la música de las esferas,
pero se le semejaba, así como los melismas imitan al agua que fluye” (c.9 p.38).
La música de las esferas es un concepto pitagórico, que explica la armonía del universo
según un ordenamiento musical matemático místico. Como señala Romero Tassara, ésta ha
sido una noción musical que ha pervivido en la historia, y se ha usado en la Astronomía, las
radioastronomía, y concluyó que, debido a las ondas solares y su interacción con el campo
electromagnético de la Tierra, los planetas, el Sol y la Tierra emiten sonidos con características
de notas musicales cuyo orden se puede establecer como una melodía en un pentagrama. A este
tiene una equivalencia en el lenguaje alfabético, adopta también los pentagramas espaciales
como lenguaje para expresar el misterio de la música del Universo. Las partituras y
pentagramas que usa en los cuadernos son una extensión de este pensamiento: la música como
que transmite el sentido por tener una codificación musical. Pero al mismo tiempo, el sentido
de la música de las esferas, al dar armonía al universo, está en el sol visible que canta su propia
música, en el silencio mismo de la tierra que la recibe, en los atardeceres que grafica y poetiza,
y en los colores reflejados en el agua. La música, siendo misteriosa e intraducible, dialoga con
Álvarez
32
los demás lenguajes para crear las voces de la poesía del mundo que el poeta escucha e intenta
Lo que hay allí es un fragmento de El Jardín de los cerezos de Chejov, concretamente la parte
final del tercer acto, cubierto por puntos de colores, y seguido por un pentagrama en colores
verde, rojo, negro y amarillo con la inscripción “Moussorgsky / Tableaux d’une Exposition”.
A primera vista, esta página es simplemente la transcripción de una cita de la obra de teatro y
la escritura musical de algún fragmento de esta pieza del compositor ruso. Sin embargo, vista
con detenimiento, se revela como una composición a partir de dos obras escritas en lenguajes
diferentes, y una posición estética que revela la poética de la conjunción de lenguajes para
poetizar el mundo.
El fragmento de Chejov no es una cita arbitraria. En el final del tercer acto, cuando la
familia que es protagonista de la obra se entera de que ha sido subastada la hacienda en que
Álvarez
33
viven, y que contiene el jardín de los cerezos, quedan en escena dos personas: Liubov
Rebevskaia, la madre y hasta el momento propietaria, y Ania, su hija de 17 años. La madre está
llorando por la pérdida de su patrimonio y del jardín que es una alegoría de la niñez y la pureza
y la felicidad. En el fondo suena la música de una orquesta que toca para un baile. Y Ania, en
fondo, le pide a su madre que no llore, que la venta del jardín es el final de una vida pero
también el principio de otra vida. Que desde ese momento, todo lo que hay por delante es
esperanza y felicidad:
¡El jardín de los cerezos se ha vendido, ya no existe, pero no llores! ¡Tienes la vida por delante!
¡La pureza del alma! ¡Ven conmigo! ¡Vámonos de aquí! ¡Plantaremos un nuevo jardín que será
más hermoso que éste! Lo verás, comprenderás, y el gozo, un gozo sereno y profundo,
descenderá sobre tu corazón como el sol al atardecer. Y entonces sonreirás. Ven, mamá querida,
ven. (Chejov 249-250).
efecto, se trata de una pieza contenida en la obra “Cuadros de una exposición”, en la que se
unen varios interludios, cada uno de éstos inspirado en una pintura de una serie del artista y
final de la obra, “La gran puerta de Kiev”. Para entender la relación entre el fragmento de
Chejov y esta pieza musical hay que escuchar la música (esto es un imperativo; antes de
continuar leyendo este trabajo por favor escuchar “La gran puerta de Kiev”, preferiblemente en
obra: “Musorsgy’s piece matches the grandness of Hartman’s concept. ‘Kiev’ is a collage of
Álvarez
34
hymn and bell sounds which moves to a mighty climax only fully attainable in the orchestra”
(Russ 49). Lo solemne, lo emocional, lo grandilocuente, se reúnen en esta pieza, y con ella
termina la obra.
Lo que hace Hernández al conjugar estas dos apoteosis emocionales funciona en varios
niveles. En primera instancia, la pieza musical de Musorgsky estaba ya inspirada en una pieza
visual, en un cuadro de un artista amigo suyo que muestra el diseño arquitectónico de una
puerta de entrada grande y majestuosa para Kiev. Musorgsky usa un juego sinestésico en el que
que interpreta en el cuadro crea la pieza final de su obra musical: “He was discontented with
his fellow composers’ idealistic over-concern with technique and tradition and their failure to
push at the boundaries of art, something which forced Musorgsky increasingly towards writers,
philosophers, visual artists and poets” (Russ 13). En segunda instancia, Hernández pone a
dialogar el fragmento de “La gran puerta” con el fragmento de “El jardín”, al ordenarlos en la
composición visual de la página del cuaderno. Como lo que expresa la música es intraducible a
expresión enérgica). Y en el tercer nivel, Hernández utiliza varios colores para escribir el
pentagrama y las notas en él. No hay un código para descifrar el significado de cada color, pero
sí es evidente que los puntos de colores dispersos en el texto de Chejov (que son los mismos
con los que pinta la partitura) trazan la unión de significado entre ambas piezas, ambos
para expresar un sentir poético integral, que parte de los sentires particulares evocados en cada
uno de los lenguajes. No se trata de una traducción de significado de un lenguaje al otro; cada
Álvarez
35
lenguaje, en su codificación, guarda algo particular que apela a cada sentido y que lo hace
intraducible. No, lo que se propone es un diálogo entre los sentidos poéticos de cada lenguaje,
entender con esta poética que la música, la armonía contenida en la música, es asimismo la
armonía que existe en la unión de los diferentes lenguajes de la poesía del mundo.
El hecho de que la poesía de los cuadernos autógrafos esté a simple vista compuesta en su
mayoría por palabras, y el hecho de la calificación general de Luis Hernández como “poeta”,
llevan a que los demás lenguajes que usa para componer el universo poético de los cuadernos
queden relegados a un segundo plano. Los colores, las imágenes, las partituras, son
considerados a menudo como adiciones cosméticas, como adornos a la poesía de las palabras.
estudio se podría abrir a las demás disciplinas que pueden encontrar valor en la obra de
Hernández. Artistas, músicos, incluso físicos y matemáticos, harían del estudio de la obra
contenida en ella, exige una vista descentrada, en la que, una vez más, “no hay orden ni
desorden” en los lenguajes que implementa. Los cuadernos son obras de poesía, sí, pero
también son obras de arte visual, aplicaciones de teorías científicas y una sucesión de obras
26.
Álvarez
36
Allí hay una sucesión de símbolos a dos colores que, si se tienen en cuenta los contenidos de
las páginas que siguen, son una ilustración para “El Sol lila”, uno de los títulos que componen
la obra autógrafa y que, como los demás, está fragmentado en los diferentes cuadernos. Si se
observa con atención la composición de esta página se puede entender un mensaje codificado
en los diferentes lenguajes que allí coexisten. De arriba abajo, hay dos figuras que parecen o
símbolos matemáticos o símbolos de indicación musical; luego, hay una clave de sol encerrada
en un círculo; a continuación, dos líneas con una parte del alfabeto de la a a la g seguidos por
la frase “et cóntera”. Hasta este punto todo está en color violeta (o para estar más acordes con
el título, en lila). Debajo, y en color rojo, hay tres líneas de lo que parecen ser carritos en fila.
De nuevo, los diferentes lenguajes componen allí una conjunción de significados que
hacen de aquella cosa varias cosas. Los símbolos en s o f son en música una directriz de las
partituras para interpretar la música con mayor o menor grado de energía y sentimiento.
Cuando hay uno significa que se debe tocar forte y cuando hay dos significa que la pieza debe
tocarse con emoción superlativa: fortissimo. Esto nos dicta de entrada un lenguaje musical en
la composición, que continúa con la clave de sol encerrada en un círculo que hay
Álvarez
37
de la escala musical, a saber: La, Si, Do, Re, Mi, Fa, Sol; y la frase “et cóntera” significa en
dirección de interpretación musical una repetición del estribillo o el “conjunto de tres versos
con que se da remate a la sextina” (Rae.es). Los carritos que están abajo en las tres líneas
pueden hacer las veces de notas musicales sobre las líneas horizontales de un pentagrama: las
ruedas de los carros pueden ser Negras o Corcheas y las carrocerías uniones entre las notas: ♫.
Vista desde un lenguaje visual, sin embargo, la composición es un paisaje en tres planos
de visión. Un primer plano son los carritos rojos que siguen las líneas de tres carriles en una
autopista. El segundo plano son las letras del alfabeto, que representan las líneas del mar
proyectado hacia el horizonte. Y el plano más alejado es el sol (el círculo con la clave de Sol
Desde el lenguaje cromático, los dos colores hacen de la composición una aplicación
del efecto Doppler-Fizeau. Ésta es una idea cósmica que se extiende a través de la poesía de
Hernández y que se concreta en los poemas de “El sol lila”. El Sol y el mar son de color
violeta, y los carros en la ciudad de color rojo. Todo esto tiene la significación de que, para la
voz poética, el lenguaje natural de los astros, el mar, el atardecer, es más cercano que el de lo
inmediato, lo terrenal, acaso lo urbano. Y al tiempo, la noción romántica de que lo dicho por la
lo artificial se aleja.
todos los lenguajes que utiliza para poetizar, la edición de la obra desestimando estos lenguajes
constituye una dislocación, una ruptura de la unidad poética. El poema aquí no es sólo la unión
3
Romero
Tassara
describe
una
composición
similar
de
un
paisaje
musical
encontrado
en
un
cuaderno
que
se
ha
llamado
“La
libreta
Bayer”
(60).
Álvarez
38
de palabras. El significado poético no deriva tampoco de las palabras hacia los otros lenguajes;
poder contener el mundo en palabras. De allí surge la necesidad de usar otros lenguajes, y de
combinarlos, para interpretar un mundo que canta o que calla en varias voces. El alfabeto del
mundo, una idea tomada de un poema con el mismo nombre del venezolano Eugenio Montejo,
alfabético. Por eso es que idea mecanismos a partir de la conjunción de los lenguajes; si no
Álvarez
39
para resolver la imposibilidad, sí para aproximarse a ella de una manera distinta, de forma que
de la imposibilidad misma surja una poesía dinámica que no deje de intentar representar la
Esta obsesión por la imposibilidad lingüística tal vez explique la cantidad de alfabetos
que se pueden encontrar a lo largo de sus cuadernos. Son alfabetos que se repiten, cambian los
volver a empezar. ¿Qué busca Hernández con esta anotación alfabética obsesiva? Dos de estos
alfabetos, “Zoo” (c.4 p.17-21) y “Prelude 9” (c.31 p.27), pueden ayudarnos a encontrar una
interpretación.
En “Zoo” cada letra del alfabeto está acompañada por el dibujo de un animal cuyo nombre
empieza por la letra designada. El dibujo está en color azul y la letra en color rojo, lo que una
vez más podría aplicarse al concepto de acercamiento y alejamiento del efecto Doppler-Fizeau.
Además, los dibujos de algunos de los animales están configurados para, con su figura, imitar
la letra que los acompaña. Por ejemplo, el ave que está al lado de la letra A tiene las
Álvarez
40
extremidades dispuestas para simular una letra A. Lo mismo la C del caracol y la E del
elefante. Aquí hay una idea de acercamiento entre el mundo (o al menos su representación) y el
alfabeto con que intenta contenerse. El ave no tiene que estar contenida en la palabra ave, sino
que puede ser ella misma, o su representación visual, la primera letra del alfabeto. Lo mismo
Así entonces, el alfabeto que compone la poesía de Hernández tendrá siempre una
imposibilidad de traducir el mundo, pero si se expanden los signos del alfabeto mismo con
la manera de operar del límite entre el mundo y su representación poética. El alfabeto ahora
puede contener como signos los colores, los dibujos y las notas musicales, tal y como muestra
“Prelude 9”, en el que a la sucesión repetitiva del alfabeto se le adicionan signos de notación
poética, el poeta asimila el mundo por medio de los signos de los que dispone, pero como el
mundo no puede ser asimilado por el lenguaje, lo que resulta de la poesía es la constitución de
poética, y desde allí se crea un nuevo mundo a partir de la poesía. Sin embargo, el alfabeto de
Álvarez
41
alfabético. Esto crea un universo de relaciones y caminos dentro de la propia poesía, pues en el
diálogo que existe entre los lenguajes no hay un sentido unívoco ni un solo camino. La poesía
representación de la poesía del mundo que parte no del mundo mismo, sino de la lectura y
interpretación del mundo que hace el poeta. El mundo nuevo es todavía un artificio, pero un
artificio, si se quiere, más articulado que el del lenguaje alfabético. Y sobre todo, un artificio
fuga del mundo es, finalmente, escapar del mundo cerrado que construye el lenguaje
alfabético, y crear a la vez un mundo poético constituido por las relaciones interminables entre
Álvarez
42
¿Qué implicaciones tiene plantear que la poética de la obra autógrafa de Hernández no termina
esa escritura, y se tiene en cuenta la manera como ésta viaja y es recibida? Tras estudiar la
poética contenida en los cuadernos, ahora corresponde explorar una nueva hipótesis crítica: a
saber, que los cuadernos mismos, ya no como «portadores» de un texto, sino como objetos en
sí, por como han circulado y las maneras como han sido y son apropiados, en suma, por todo lo
que son y lo que devienen, contienen una poética, pero también son, en sí mismos, un
manifiesto poético. Siguiendo a Roger Chartier, en su análisis del camino que hace el libro
desde su producción hasta su recepción, hay que tener en cuenta tanto los aspectos textuales
como los materiales, pues ambos son determinantes para entender una obra en toda su
Las transacciones entre las obras y el mundo social no consisten únicamente en la apropiación
estética y simbólica de objetos comunes, lenguajes y prácticas rituales o cotidianas, como
pretende el “New Historicism”; conciernen más fundamentalmente a las relaciones múltiples,
móviles, inestables y anudadas entre el texto y sus materialidades, entre la obra y sus
inscripciones (Chartier “Qué es un…” 14).
Esta relación entre el texto y el soporte material que lo contiene (que se extiende luego a cómo
se publica y cómo se recibe) es necesaria para entender de un modo integral la dinámica de los
cuadernos en el caso de Luis Hernández; sobre todo si se estudia su obra bajo la sospecha de
que tanto el texto como su materialidad, y la manera como llega a los lectores, son actos
conscientes que implican un significado articulado. No tener en cuenta los aspectos materiales
Álvarez
43
y lo que de ellos se desprende sería ignorar una parte tan importante para la poética de
Se trata de una empresa tan compleja y delicada, que después de leer una y otra vez un texto, de
discutirlo e indagar por su valor como capital simbólico, casi nadie se preocupa por indagar
cómo fue producido y, sólo en algunas ocasiones, alguien se interesa por el soporte material
que lo contiene y enmarca. En consecuencia, a la visibilidad de los textos corresponde la
invisibilidad de los libros (Pizarro 10).
Invisibilizar los libros en el caso de Hernández es a todas luces muy difícil de hacer.
Como se señalaba en el capítulo anterior, la mayor parte del reconocimiento póstumo de este
autógrafa, todo muy de la mano con el aura mística de sus circunstancias biográficas y su
valido aquel estatus de leyenda urbana, todo desde una perspectiva periférica y anti-
institucional. Sin embargo, vale la pena estudiar este fenómeno más allá de las conjeturas
biográficas que se puedan hacer sobre el descontento del poeta con la industria editorial o con
el aparato crítico que falla en reconocer la genialidad de su arte. Una pregunta que pareciera
completamente elemental, y que a menudo falla en formularse, es la que se hace Edgar O’Hara
sobre la naturaleza de los cuadernos y su significación poética: “¿Qué son, pues, los
cuadernillos y qué plantea Hernández a través de ellos?” (O’Hara “Luis Hernández: el libro…”
70).
A la luz de lo que proponen los textos de los cuadernos, tanto en contenido como en
forma, sobre la poesía como un acto que trasciende las palabras, puede pensarse la
una propuesta poética. Los cuadernos no tienen un orden determinado, y los títulos que allí
Álvarez
44
existen están dispersos, con fragmentos existiendo en unos y otros. Están escritos a mano,
ejemplar que existe; no hay más de uno. Que sean manuscritos no los hace de ninguna manera
borradores o pre-textos («avant-texte», en francés); son obras escritas como obras terminadas,
con intención de pasar directamente a manos del lector. Igualmente, el proceso de publicación
es uno que evade toda la mediación de un editor y de una industria editorial: de la mano del
poeta pasa a los ojos del lector. Es un proceso de publicación marginal, pero es una publicación
al fin y al cabo. Y todo esto determina que, como son producidos y publicados de una forma
particular, así mismo sean leídos de una forma particular. Lo inusual de la producción y
circulación signa una lectura igualmente inusual. Y entonces, el mensaje poético se mantiene
desde el texto y su materialidad como un pacto con el lector, en el que el significado íntimo de
obra abierta en el sentido que da Umberto Eco, en la que no exista la mediación de un orden y
Pero ¿qué misterio llevaba a Hernández a realizar estos actos? ¿Euforia? ¿Locura? ¿O era algo
que después de algunos azares tomó forma y LH se dio cuenta de que allí estaba su propuesta y
además, así llevaría a extremos alucinantes y masivos sus acciones poéticas? (Romero Tassara
141).
Este capítulo pretende aproximarse a los significados de esas acciones poéticas desde la
procesos de creación y distribución una declaración sobre el acto de poetizar, y junto a ello,
una reflexión sobre cuál es la función del acto poético entre el poeta y su lector. Esto traza un
puente de unión entre la poética de los textos, la pluralidad de los lenguajes, su materialidad, y
Álvarez
45
la materialización de una poesía en un formato y una distribución que sean extensivos de ese
mismo mensaje. En el acto de crear con las manos, de comunicar personalmente, está
igualmente la intimidad de la poesía que se transmite, que a su vez determina cómo sea
apropiada por el lector, y cómo el lector pueda seguir creando la obra a medida que la toma
Finalmente, de haber una poética de los cuadernos que sea extensiva de la poética de
los textos, habría que reflexionar sobre los procesos editoriales póstumos de la obra de
Hernández. Habría que revalorar el tratamiento editorial que se le ha dado y acaso, incluir en
las ediciones nuevas las consideraciones que parten de que el libro mismo transmita un
Un poeta que en su juventud tuvo la oportunidad de tener algunos de los cuadernos de Luis
Hernández en las manos cuenta su experiencia4. Los cuadernos están rodeados de un aura
misteriosa, casi mística. Cuando la persona que los tenía en su poder los sacó del empaque, lo
hizo con una especie de devoción religiosa, con el cuidado de tener en las manos un objeto
delicado y precioso. Asimismo recibió los cuadernos el joven poeta. Pasó las páginas con los
dedos y los dedos le quedaron pintados de colores por el contacto con los plumones con los
que estaban escritos los versos y hechos los dibujos. Cuando devolvió el cuaderno, una parte de
Este hecho anecdótico es un claro ejemplo de lo que representa el libro como soporte
poeta (sobretodo si es un archivo póstumo) es emocional. Pero en la mayoría de los casos, los
4
Arturo
Higa:
comunicación
personal.
Álvarez
46
textos literarios que no estaban pensados para publicación directa, sino como ensayos previos
de textos posteriores que habrían de ver la luz después de pasar por el filtro editorial y del
mercado de publicación. A lo sumo textos que nunca fueron publicados. En el caso de Luis
Hernández, el cuaderno autógrafo, con los colores de los plumones tan frágilmente adheridos al
papel, es lo que el lector final tiene en las manos, y es exactamente lo que estaba pensado para
ser leído. De allí es de donde se lee la poesía. La intención de la plataforma material es que su
materialidad, al igual de la poesía, lleve al lector hacia un significado poético. Ese significado
está velado en parte por una intención autoral y en parte por la interpretación que el lector
quiera asignarle; pero en cualquier caso, hay una intención consciente y una acción poética
que historiadores y sociólogos de los textos como Donald McKenzie y Roger Chartier han
reflexionado al respecto, Fernando Bouza anota que “no ya la disposición del texto, sino la
propia materialidad de lo escrito, en no importa qué clase de registro textual, sería susceptible
Esto, aplicado a los cuadernos de Hernández, adquiere un sentido mucho más directo.
puesta en circulación, hace que el mensaje poético del texto sea extensivo a uno implícito en la
existencia del cuaderno. Veamos ahora tres características del cuaderno autógrafo como
soporte material.
En primer lugar, hay una correspondencia entre la materialidad específica del cuaderno
Hernández. Si tenemos en cuenta lo expuesto en el capítulo 1 sobre los diferentes lenguajes por
medio de los cuales se expresa la poesía: que los colores, las imágenes, las partituras
Álvarez
47
comunican sentido tanto como las palabras, entonces podemos entender cómo la materialidad
ideal que busca la poesía puede ser igualmente expresada en la materialidad concreta del
soporte físico que la contiene. El cuaderno mismo, con las configuraciones artesanales e
posible leer poesía en el mar, en el sol, en los jardines, en las ciudades, también es posible leer
poesía en un objeto que esté estéticamente dispuesto para ser bello (una poesía paralela y
a tener una significación de reliquia, y el valor de una obra de arte. De ninguna manera es
manera como se embellece su materialidad lo eleva a la categoría de una obra de arte no sólo
tiempo una obra de arte visual, una especie de escultura material y una obra poética textual. A
todas luces, es un dispositivo que merece conservación y cuidados no sólo por su contenido,
sino por el formato material en el que los contenidos existen. El cuaderno, como las palabras,
merece ser conservado, cuidado, exhibido. Y como las palabras, comunica un mensaje poético
de belleza y de configuración visual y material que se correspondan con aquél: “Al fin y al
cabo, el libro, como objeto, es el marco y el soporte de otro producto, que es el texto” (Pizarro
234).
directamente de la mano del poeta a la mano del lector, y en cuya manufactura no existe la
una publicación masiva que hiciera genérico un mensaje poético diseñado para ser único e
Álvarez
48
quería que fuera, y nada más que eso. Tiene un sentido íntimo pues el cuaderno se entrega en la
mano, de quien lo hizo a quien lo lee, y está hecho por la mano del poeta como una extensión
material de la configuración poética del mundo que ideó en su poesía. Es decir, casi que
contiene la representación material del mundo, hecha artesanía con las manos, como un
equivalente de la representación poética del mundo hecha poesía con los otros lenguajes. Es
una poesía directa, con volumen, y como en el caso del joven poeta y su encuentro con los
cuadernos, literalmente se puede tocar con los dedos y llevarse un poco de ella estampada en
las manos.
debemos recordar que no existe texto fuera del soporte que lo da a leer (o a escuchar) y que no
hay comprensión de un escrito cualquiera que no dependa de las formas en las cuales llega a su
lector. De aquí, la distinción indispensable entre dos conjuntos de dispositivos: aquellos que
determinan estrategias de escritura y las intenciones del autor, y los que resultan de una
decisión del editor o una obligación del taller (Chartier. “El mundo como…” 55).
Respecto a esto, hay que señalar que de la obra autógrafa de Hernández hay dos tipos de
la editorial que lo publicó (1978). En el estudio paralelo de ambos pueden verse las
implicaciones de la materialidad en los cuadernos de Hernández, pues el libro que edita Yerovi
omite todas las consideraciones materiales de la obra, hasta el último detalle, y la convierte en
un libro estándar desprovisto de la poética de su materialidad. Acaso haya una nueva edición
compararlas (la de Hernández mismo y la de su editor póstumo) puede arrojar luz en la primera
desde la oscuridad que proyecta la segunda. Hacer una edición que trate de copiar todos y cada
Álvarez
49
uno de los aspectos materiales de los originales resultaría en un sinsentido, pues sólo existen en
los originales mismos. Pero acercar, así sea como representación, la obra a la materialidad
primigenia con la que se expresó la poesía puede dar una idea que lo que aquella configuración
mayor o menor medida. Sin embargo, como cuenta Jerónimo Pizarro, hay casos en los que el
autor evade este proceso y se convierte en editor y publicador (haciendo la debida distinción
entre editing y publishing) de su propia obra. Uno de estos casos es el del poeta Konstantinos
Kavafis, quien “editó durante años sus poemas en hojas sueltas y folletos. Su poesía circuló así
entre amigos y personas allegadas, y sólo después de su muerte, en 1933, se reunió en un solo
volumen (Poiēmata [Poemas], 1935)” (Pizarro 249). Podría pensarse entonces que Kavafis fue
inédito hasta después de su muerte, pero la producción y circulación voluntaria de sus textos,
sin importar que no pasaran por la mediación editorial y de publicación, dio como resultado
presupuesto para la publicación del libro: “Del acto privado de la escritura al texto público,
como objeto de circulación y consumo cultural, hay un proceso de mediación que hace posible
el libro, que constituye al ‘escritor’ en ‘autor’, que inserta la obra en el espacio de una
literatura” (Pizarro 11). Casi que el libro, en últimas, podría pensarse como el producto
resultante de esta mediación, y si no pasa por ese proceso, perdería acaso el estatus de libro.
Como señala Roger Chartier: “es conveniente recordar que la producción, no sólo de libros,
sino de los propios textos, es un proceso que, más allá del gesto de la escritura, implica
Álvarez
50
libreros, editores, maestros impresores, cajistas, correctores” (Chartier “Qué es un…” 13). Pero
entonces, si se doblan las reglas de esa mediación editorial, si se eliminan los intermediarios y
si se lleva a cabo la publicación como una extensión de la escritura, ¿podría pensarse en una
los textos escritos y dispuestos materialmente, en un soporte que les da unidad de obra y que
tiene organización editorial, llegan a las manos del lector, cumpliéndose así el proceso de
en la propiedad del receptor y del universo social y literario de la luz pública. Éste es el caso
de los cuadernos de Luis Hernández, como lo fuera el de Konstantinos Kavafis casi medio
siglo atrás en otra parte del mundo. Hernández publicó sus cuadernos sin publicarlos: cuando
los componía, los regalaba a sus familiares, a sus amigos y conocidos, o simplemente a
personas que se cruzaba en la calle. Así los ponía en circulación, evadiendo el proceso editorial
y de distribución que requeriría una publicación más ortodoxa. Los cuadernos, y la poesía en
ellos, llegaban a sus destinatarios sin tener que ser extrapolados a agentes externos que
necesariamente harían de su autoría un proceso colectivo. Esto, anudado una vez más a la
forma y contenido de los textos, es una acción poética en la que la transmisión del mensaje
Romero Tassara documenta la acción de regalar los cuadernos, y la conecta con la intención de
apertura que el poeta dispuso para su obra. Uno de los entrevistados por él, cuenta:
Álvarez
51
Pelícano”, un “Canto al cerro, al Musgo o al Alba azul”, y así. Cuando regresábamos a tierra
firme me decía: “un ratito”, y a cualquiera le regalaba lo que había escrito. Lo hacía en silencio.
Solo se acercaba y le daba sus poemas. Poco se quedaba con lo que hacía (Romero Tassara
134).
mundo, de regalar poesía. Funciona como lo haría un mensaje escrito que se pone en una
botella y se lanza al mar: la trayectoria del mensaje no depende de un riguroso diseño del
mercado editorial, sino del azar y la deriva a la que se entregó la botella. El cuaderno de poesía,
después de regalado, puede recorrer un camino propio, en el que puede encontrar o no destino;
puede pasar de mano en mano, puede encontrar un receptor que lo lea, y acaso puede
sentido, es abrir el mensaje poético al mundo y su dinámico azar, y al mismo tiempo, es firmar
un pacto íntimo con la persona a quien se entrega el cuaderno. Sin intermediarios, sin
Este acto que el editor y poeta peruano Arturo Higa denomina un “Pacto cultural”5 está
información de una manera que no sea alterada por ningún agente externo, que no sea
subtitulada y, sobre todo, que no sea adaptada a un lenguaje ajeno al directo con el que se
expresa el poeta. El significado poético de esta acción periférica va más allá de un acto
contestatario contra un sistema establecido y contra los mecanismos de difusión literaria más
establecidos, o contra la crítica que determina con sus juicios las maneras como el receptor lee
lo publicado. Entre otras cosas, el mensaje encriptado en la acción tiene que ver con una
5
Comunicación
personal.
Álvarez
52
comunicación directa, como la de la poesía del mundo con el poeta que la recibe, sólo que en
un sentido inverso: del poeta y la construcción del mundo que él crea a través de su artificio,
directamente hasta el lector que la recibe en sus manos y la apropia. De esta forma, lo que el
poeta comunica es una acto paralelo, en la forma comunicativa, a lo que el mundo le comunica
a él en un nivel primigenio.
Por lo demás, la publicación de los cuadernos tiene otras características que van de la
mano con lo anterior. Primero, la poesía tiene un carácter transferible, móvil, que impide el
movimiento.
entre el poeta y el receptor de la poesía. El acto crea un código comunicativo que hace que la
Tercero, que aunque haya intimidad en el acto de comunicación, puede lo mismo, y sin
ser contradictorio, haber un significado de compartir con quien se quiera la poesía, por
ejemplo, cuando se regala a un extraño. En ese sentido el acto íntimo pasa a ser un acto de
comunicación con el mundo entero, con quien tenga ojos para ver lo que al mundo se entrega:
“Allí estaba su obra para quien tenga ojos y la halle en algún sitio sin necesidad de comercios
ni aparatos publicitarios. Allí estaba su obra como una bofetada ante los poetastros con cantos
de sirenas y persiguiendo ‘laureles’, aunque estos sean los mismos de los tallarines” (Romero
Tassara 188-189).
Cuarto, la comunicación de la poesía no está dada por una transacción mercantil que la
receptor lo reciba como una sorpresa, con la dinámica orgánica con la que se comparte una
Álvarez
53
conversación. Y de ahí en adelante, que quien recibe se convierta así mismo en agente del
los cuadernos, hay una crítica implícita contra el sistema elaborado que domina la circulación
de la poesía y de la literatura en general. Y hay una desacralización del libro tradicional como
objeto de culto, demostrando con el cuaderno cuánto más significado puede existir en el
Es pertinente recordar aquí el caso del argentino Macedonio Fernández, cuya escritura
socialización son una declaración estética, y que, al igual que los artefactos hernandianos, por
Álvarez
54
significados que son extensivos de la materialidad de los textos y de las plataformas físicas que
los contienen. Estos significados pueden interpretarse de diferentes maneras, pero en cualquier
caso desmienten noción alguna de gratuidad o de vacuidad que se pueda asociar con la puesta
en circulación que hizo Hernández de sus cuadernos. Después de su muerte, una publicación
póstuma, ésta sí construida desde la mediación editorial, tuvo lugar (la Vox Horrísona
publicada por Nicolás Yerovi en 1978, y la edición que siguió en 1981 y luego en 1983)6. Ésta
se publicó como un libro estándar, y como ya se mencionó, evadiendo los elementos materiales
de la poética de los cuadernos. Allí se publicó otra obra, y como es una obviedad apuntar, no
autógrafa de Hernández siguiendo un camino paralelo al que trazaron sus cuadernos: del
significado al texto, del texto al cuaderno, del cuaderno al mundo y al lector, para llegar a la
conclusión de que todo el ciclo conlleva una acción poética única y dinámica. Y es el lector
quien debe anudar ese significado, quien debe interpretarlo y quien debe darle continuidad. El
6
La
insistencia
en
señalar
las
diferencias
abismales
entre
la
obra
de
Hernández
y
lo
que
después
se
convertiría
en
la
edición
póstuma
de
Yerovi
nace
de
un
interés
en
lo
que
podría
arrojar
un
estudio
comparativo
entre
las
dos.
Aunque
ése
no
es
el
propósito
directo
de
este
trabajo,
se
menciona
con
la
esperanza
de
que
una
investigación
posterior
lo
aborde
como
objeto
de
estudio.
Álvarez
55
Tal y como anota Roger Chartier, el lector es un paso determinante en la historia social
y cultural del texto y el libro “no sólo porque las formas se modelan sobre las expectativas y
competencias atribuidas al público al que apuntan, sino porque las obras y los objetos producen
su campo social de recepción y tanto más en cuanto que no son producidos por divisiones
cristalizadas previas” (Chartier El mundo como… 114). Es decir que la recepción, en últimas,
determina al libro que recibe; pero al mismo tiempo, el libro determina la existencia y
convirtiéndose al tiempo en un nuevo público, que leyó una poesía heterodoxa de una manera
Esto es apenas una muestra de que en el caso de Luis Hernández estamos asistiendo a los más
recientes pasos de una creciente ‘fama’, iniciada antes de la muerte del poeta, cuyo aumento
progresivo es indiscutible luego de ésta. Y que se corresponde con la vigencia que –de modo
casi unánime y a diferencia de lo que ocurre con algunos de sus contemporáneos de los sesenta–
mantiene su obra entre los poetas más jóvenes, que lo colocan en un definitivo pedestal (Chueca
234-235).
La fama que alcanzó la obra de Hernández, impulsada definitivamente por lo particular de todo
el espectro de su acción poética, hizo de sus cuadernos y de él mismo una ficción construida
colectivamente que ha llegado a constituir una leyenda urbana. Es difícil encontrar un solo
artículo sobre Luis Hernández sin alguna alusión a este estatus de leyenda que se configuró a
partir de la socialización de la poética de los cuadernos. Para tener una idea del fenómeno, y
teniendo en cuenta que Hernández es un poeta relativamente desconocido, basta con escribir su
Álvarez
56
iniciativas independientes que hay sobre su obra y su vida. Así entonces, el público terminó
por construir la dimensión global que representan los cuadernos y toda la poética que enmarcan
y significan. Y de la misma forma, los cuadernos crearon ese público particular desde la
especificidad que representan los textos, los diferentes lenguajes con los que se poetiza, la
configuración material del cuaderno y la forma única de poner en circulación la obra. Romero
El lector ideal de Vox Horrísona [los cuadernos autógrafos] debía ser un lector cómplice,
creador, imaginativo, alguien listo a participar en un eterno juego de permutaciones, a
inmiscuirse en un universo más líquido que sólido, más poliforme que uniforme, más cambiante
que rígido, fijo solo hasta nuevo aviso, donde el poema válido sería el poema que alcanzara a
ser recordado, ya que en este espacio sobre todo la emoción perdura (Romero Tassara 162).
Esta nueva posición del lector se corresponde una vez más con la Obra abierta
propuesta por Umberto Eco, que se ajusta tan bien a la obra autógrafa de Hernández. Hay un
determinada de tal manera que no carezca de azar, y que sus múltiples elementos creen una red
inter-relacionada en el universo social del que son ahora pobladores. Finalmente, el lector que
recibe la obra tiene la capacidad de interpretar sus significados, pero es un elemento central en
el ciclo de la obra porque su interpretación abre todavía más los múltiples sentidos; y en la
apropiación del interprete, la obra se expande todavía más, se transforma y alcanza nuevas
significaciones:
La poética de la obra abierta tiende, como dice Pousseur, a promover en el intérprete “actos de
libertad consciente”, a colocarlo como centro activo de una red de relaciones inagotables entre
las cuales él instaura la propia forma sin estar determinado por una necesidad que le prescribe
los modos definitivos de la organización de la obra disfrutada (Eco 74-75).
Álvarez
57
Con aquel lector establecido por la poética global de los cuadernos en esta nueva posición
central, la obra no solamente alcanza el estatus de Obra abierta, sino que va más allá y se
Este alcance está determinado por cómo la poesía de Hernández fue y es asumida por
los lectores desde entonces y hasta hoy día, no sólo en el momento en el que ellos la reciben,
sino a partir de cómo la apropian y cómo la siguen expendiendo a partir de las propias acciones
inspiradas en ella. Es tal vez arriesgado proponer que la obra de Luis Hernández cambió el
curso de cómo se leía, asumía y reproducía la poesía en el Perú en buena parte de la segunda
mitad del siglo XX, pero no es menos cierto afirmar que a partir de aquel fenómeno los
alcances de la poesía se abrieron hacia nuevos caminos, y que ciertamente los lectores de
ejemplos está en el poeta peruano José Watanabe, quien apropiaba la obra de Hernández y la
a propósito de José Watanabe, cabe decir que fue admirador de LH. Según Lorenzo Osores,
Watanabe “tenía la costumbre, en la época que frecuentábamos los bares de Lima, de llenar las
paredes de los baños con estos conocidos versos de Luis Hernández: ‘Solitarios son los actos
del poeta, como aquellos del amor y de la muerte’. Graffiti poco común y demasiado fino que
un vago mancilló cierta vez añadiéndole una procacidad alusiva al pecado de Onán” (Romero
Tassara 362).
Estas formas particulares de reproducir la obra por parte de los receptores se explican en el
hecho de que la obra misma que los despierta sea igualmente particular. No significa lo mismo
la poesía escrita en tipografía en una hoja blanca que escrita con las manos en colores en un
Álvarez
58
pared de una calle. El hecho de que la obra de Hernández tenga configuraciones especiales,
signa también que su recepción y lo que de allí salga tenga igualmente características fuera de
expande incluso hasta el acto humorístico del vago que interviene el graffiti en la pared
intervenida por el poeta: del acto solitario que es el amor, la muerte y la poesía, lo convierte en
obra escrita, los otros lenguajes allí presentes que el intérprete recibe son expandidos,
reproducidos, trasladados (en un acto esencialmente hernandiano) a otras formas de arte. Edgar
quienes más han comprendido el movimiento pendular de esa poética […] son los artistas
peruanos. En nuestra casa en Seattle destacan dos bellos homenajes de Carlos Runcie Tanaka a
la belleza siempre esquiva cantada por el poeta. […] Otro artista, pintor más joven (nacido en
1976), es Jaime Domenack, quien realizó una muestra de cuadros (‘Chaycuna years’) en estilo
pop y tomando como figura central a Luis Hernandez, incluso inmiscuyéndolo entre escenas de
la familia Domenack. […] Luego vendrá, en octubre del 2002, la exposición colectiva más
ambiciosa: el homenaje (‘A Luis Hernández, a quien no conocimos’) de ocho plásticos en el
centro cultural de España (O’ Hara “Treinta años de misterios…” 39-40-41).
Así, la obra ha continuado abriéndose, y aún hoy, sigue creándose después de varias décadas
Finalmente, la poética de los cuadernos está dada por todo el fenómeno colectivo en los
Pero este fenómeno viene desde la materialidad misma de los cuadernos, desde el significado
que codifica que una poesía diferente esté escrita de manera diferente, en plataformas
materiales inusuales que se dejan navegar en el mundo para crear una red de poesía intratextual
Álvarez
59
y flotante. La poética de los cuadernos es una continuación de aquélla vista en los cuadernos de
la poética: todo lo que está en la poesía misma, en las formas de poetizar, se materializa en lo
concreto y viaja para llegar al mundo, y para continuarse en las dinámicas que allí sucedan. El
discursivo y pintado y sugerido; un mundo transportado. Con estas dos poéticas extensivas,
Luis Hernández consigue ser (él en su poesía) un prófugo del mundo, y al tiempo hacer de los
Álvarez
60
Conclusiones
El desarrollo de este trabajo ha sido motivado por una pregunta con respecto a la naturaleza y
las características de los cuadernos de Luis Hernández: ¿Qué significan los cuadernos, qué
poética hay escondida en los diferentes lenguajes que allí se encuentran, y en la manera como
cuadernos, desde los poemas mismos y desde las herramientas teóricas propuestas, no es
irresponsable afirmar que no hay gratuidad o azar en el experimento que Hernández llevó a
cabo: componer poesía con palabras, lenguaje musical, imágenes y colores, y luego hacerla
navegar en una plataforma material única, que fuera recibida de manera igualmente única por
los lectores, constituye una serie de actos que dan cuenta de una manera de reconfigurar el
mundo a través de la poesía; de leer la poesía del mundo, de interpretarla, y luego de escapar
del mundo para ver y crear un nuevo mundo en la unión de los lenguajes de que el poeta
dispone. Compartir este nuevo mundo, darlo a conocer y determinarlo para que se siga
expandiendo en las interpretaciones de los lectores no es solamente una declaración sobre los
actos del poeta, sino también sobre la naturaleza misma de la poesía en tanto un mensaje que es
emitido y recibido: la poesía no puede estancarse; es dinámica y cambiante; debe estar viva.
Asimismo es la tarea del poeta componerla: el poeta debe emular los procesos en los que la
poesía existe y se mueve en el mundo, sólo así estará en armonía con la poesía del mundo, y
sólo así su arte se inscribirá en aquella armonía que no debe ser quebrada. La poesía entonces
no es unívoca, sino que existe en una red intrincada de significados que existen desde varios
actuar desde varios frentes, desde varios actos que comunican los sentidos que percibe y que
intenta atrapar con las manos, las palabras, las notas musicales, los colores, las imágenes, y los
barcos de papel en los que guarda todas esas cosas y manda a navegar. La poesía se escribe
Álvarez
61
desde las palabras como desde los demás lenguajes; desde la voz del poeta como desde sus
actos. Y también se escribe desde la lectura, desde la interpretación y desde los silencios.
Ahora bien, una vez establecido todo esto, cabe preguntarse cuál es el papel de la
edición de las obras de Hernández para dar cuenta de las poéticas que sus cuadernos
expresaron de una manera tan compleja. Sobre todo teniendo en cuenta que las ediciones de
esta obra particular son póstumas, y que las respuestas sobre la naturaleza de la poesía no
saldrán de la voz de un poética empírico, sino de las voces poéticas de su obra, y de las
maneras en que ésta se inscribió en el mundo. Si en los cuadernos los diferentes lenguajes eran
único lenguaje que se tiene en cuenta es el de las palabras, y que se compone en un libro
estándar, sin consideraciones estéticas materiales? A la luz de lo que representan las poéticas
en la poesía, y la poesía como fruto de las poéticas, cabe preguntarse entonces, ¿Cómo debe
de una parte de ella), que mal que bien fueron avaladas por el propio Hernández. Estas
ediciones hacen parte de la obra del poeta, y también de la tradición que se ha construido
alrededor de Hernández durante más de tres décadas de lectura póstuma. Por ello, una nueva
edición de Los cuadernos no debe descartarlas, sino trabajar sobre su precedente y ver en ellas
los límites y alcances que una nueva edición póstuma puede proponer para recrear esta obra
única.
Aquella Vox Horrisona que compiló y editó Nicolás Yerovi, y que publicó en 1978, es
la base de toda edición póstuma de Hernández. De ella se desprende la llamada Obra poética
completa editada por Ernesto Mora en 1983. Estas dos son, en una parte mayoritaria, los
Álvarez
62
vehículos de difusión masiva de la obra autógrafa de Hernández, por lo menos hasta el montaje
de la web facsimilar-digital de Los cuadernos por parte de la PUCP. Hay que empezar por
resaltar la importante labor de recopilación que hizo Yerovi en la década de los 70, pues sin
peruana) conocido la obra de Luis Hernández. No obstante, este trabajo primigenio dejó
abiertas muchas posibilidades de la edición de Los cuadernos que nunca fueron puestas en
práctica. Lo mismo va para la edición de 1983, cuyo aporte más importante fue el de aumentar
los poemas recogidos y poner en circulación más ejemplares (el tiraje de ambas ediciones fue y
es hasta hoy uno muy pequeño). No hace falta decir que ambas ediciones hacen caso omiso de
los diferentes lenguajes usados en los cuadernos: sólo utilizan poemas compuestos por
misma forma, la noción material de los cuadernos está allí descartada, y se presentan como
libros que pretenden emitir un mensaje escrito, pero no como libros que codifiquen un mensaje
en su misma constitución material. También hay que anotar que las transcripciones tienen
errores ortográficos y de puntuación con respecto a los poemas de los cuadernos, y que la
diagramación y el uso del espacio es a menudo descuidada y más proclive a buscar una
economía del espacio que a transmitir una relación entre el contenido poético y su disposición
espacial. En resumidas cuentas, estas ediciones muestran una interpretación muy fragmentada
de algunos poemas de Hernández, y desechan otros aspectos (por ejemplo, las imágenes) por
no poderlas traducir a un lenguaje alfabético de impresión. Aunque son ediciones valiosas por
lo que contienen y representan, se quedan cortas para dar cuenta del entendimiento y la forma
nuevo tipo de edición que se corresponda con una interpretación más integral de todos los
significantes en una variedad de aspectos de la poesía de Los cuadernos. Se hace necesaria así
Álvarez
63
una edición distinta que dialogue con las existentes, que se inscriba en el mismo ánimo de
transmitir la poesía, pero que aporte algo nuevo a la manera como puede ser accedida por los
Cómo editar lo único sin que deje de ser único, pero pueda hacer parte de un corpus plural y no
pierda alteridad? ¿Cómo editar lo único y mostrar todos sus significados, que no residen sólo en
su alegada unicidad? ¿Cómo conciliar materialidad y sentido, de modo que las huellas que se
borren lo hagan después de haber proporcionado el mayor número posible de pistas, y el sentido
no dependa sólo de una lectura subjetiva o de una serie de conjeturas? (Pizarro 237).
Tal y como señala Jerónimo Pizarro, la edición es un acto estrechamente ligado con la
interpretación. Por ello, cualquier edición nueva de Los cuadernos de Hernández tendrá que dar
cuenta de una manera particular de ser leída e interpretada. Así, los actos del editor deben ser
consecuentes con una interpretación articulada tal y como los actos del poeta son consecuentes
con las poéticas que lo motivan. Sobra decir que toda edición nueva de Hernández debe estar
soportada en una interpretación seria y documentada, que proponga algo que no se haya
mostrado todavía sobre Hernández, pero que lo haga rigurosamente fundamentada en la obra
edición definitiva. Sin embargo, la obra de Hernández, vista desde las poéticas que la puedan
definir, exigiría al editor ciertas consideraciones textuales y materiales para mantener algo del
significado propuesto en principio por Los cuadernos. Una nueva edición de éstos estaría
determinada por ciertos límites que radican en lograr transmitir un significado contenido en los
originales (en parte explicado en que sean originales) mediante un producto que no lo sea; que
sea una representación de ellos. Necesariamente la edición póstuma será diferente de los
originales, y necesariamente perderá algo del significado que ellos representaron en sus
Álvarez
64
que hay desde los cuadernos mismos y todos sus significados imposibles de reproducir de
manera absoluta, a las ediciones de Yerovi y Mora, tan distanciadas de ellos, acaso la opción
para una nueva edición se encuentre en la escogencia de un término medio, que no pretenda
reemplazar o imitar cabalmente todas y cada una de las particularidades de los cuadernos
(porque obviamente no es posible), pero que no se aleje totalmente de sus significados; que si
no puede imitarlos completamente en forma y contenido tal vez pueda representarlos, dar
cuenta de ellos de una manera distanciada pero en la que el lector pueda efectivamente ver que
la poesía de Hernández no estaba hecha solamente de palabras. Habría también que tener
cuidado de mantener la poética de la obra abierta de Los cuadernos en la nueva edición; que la
poesía no termine allí, que no pretenda ser concluyente sobre la obra de Hernández, sino que
Bajo estos parámetros, y teniendo siempre en mente las poéticas de Los cuadernos,
una nueva edición debería necesariamente tener ciertas consideraciones estéticas materiales:
debería ser un libro-objeto, que hable en su materialidad tanto como en su contenido, pues,
significado. Además, si se quiere representar algo de este significado, el libro resultante debe
ser uno valioso tanto en su contenido como en su materialidad, de una manera similar (aunque
unicidad.
Otra consideración respecto a una nueva edición llevaría al tipo de edición específica a
utilizar. ¿Por qué no una edición facsimilar de los cuadernos? Esto naturalmente es una opción.
de la “Libreta Bayer” con resultados afortunados: se comunican tanto la obra como los
Álvarez
65
facsimilar los cuadernos de forma póstuma obligaría a publicarlos todos, tal y como existen,
sin una distinción o capacidad de selección entre las obras. No habría lugar allí para la
interpretación, para la continuación de la obra, y dado que la publicación digital por parte de la
de Los cuadernos posiblemente no haga un aporte nuevo tan significativo como podría
De igual manera, habría que pensar en los criterios de unidad que determinarían una
nueva edición de Los cuadernos. Una opción es seguir el modelo de Yerovi y organizar la obra
dentro de los grandes títulos que compuso Hernández: El sol lila, El estanque moteado, El
curvado Universo, El jardín de los cherris, etc. Sin embargo, hay que apuntar que en los
cuadernos los títulos están desordenados. Es decir, que fragmentos de cada título están
dispersos entre muchos de los cuadernos, lo que da a entender que, aunque es uno
la unidad obligatoria que se le puede dar a su obra. Otra opción de unidad es un ordenamiento
cronológico de los cuadernos: que se editen por años según el proceso progresivo de la obra de
Hernández a través del tiempo. Este es un tipo de organización igualmente válido, pero hay que
apuntar que la clasificación cronológica de Los cuadernos es un trabajo que todavía queda por
Las posibles interpretaciones de la obra autógrafa de Luis Hernández dan lugar a varios
caminos para su edición póstuma. Puede pensarse también en una edición con textos anotados,
en donde se contemplen las variantes de los poemas, con comentarios editoriales (aunque ésta
iría en contravía con las características temáticas y formales de aquella poesía, que desafía y
desacraliza los modelos académicos). Pero cualquiera que sea el caso, la edición resultante de
Álvarez
66
la interpretación no puede ser silenciosa; debe estar sustentada en una interpretación articulada
Este trabajo tiene, como anexo, una propuesta de edición muy sencilla y a manera de
ejemplo de lo que aquí se ha desarrollado acerca de las poéticas de Los cuadernos. Para
alcanzar ese punto medio entre la obra original, con todas sus características formales y
importante, se ha optado por un modelo en el que hay transcripción mecanografiada, pero que
los significados de la obra original, sí tratan de representarlos, con el objetivo de que el lector
pueda ver significado en las múltiples formas de poetizar que coexisten en la poesía de
Hernández. La unidad que se presenta allí no es una temática o cronológica, sino la de forma y
formato que da un orden y un mismo sentido no unívoco a toda la obra de Los cuadernos.
Para finalizar, La obra autógrafa de Luis Hernández exige al lector una manera
descentrada de leer la poesía, de concebirla, de percibirla. La poesía del mundo, todas las
poesías del mundo, tienen un equivalente en las múltiples poesías del poeta, que nunca pueden
ser una sola. Las poéticas de los cuadernos exigen ver la poesía con ojos más abiertos, exigen
maneras, y desde el diálogo de los lenguajes construir un universo. Las nuevas ediciones
deberán conservar este sentido de libertad, para que exista igualmente en lo que tomen para sí
Luis Hernández es todavía un poeta por conocer. Los nuevos acercamientos críticos,
junto con las nuevas interpretaciones editoriales, son el pasaporte para que su obra tenga el
Álvarez
67
Obras citadas
Primarias
http://biblioteca.pucp.edu.pe/luis_hernandez/lh_flash.html
−− Vox Horrisona. Ed. y comp. Nicolás Yerovi. Editorial Ames: Lima, 1978.
−− Obra poética completa. Ed. Ernesto Mora. Punto y Trama: Lima, 1983.
Secundarias
Anderson Winn, James. “1. The poet as singer”. Unsuspected Eloquence: A History of the
relations between Poetry and Music. Yale University Press: New Haven, 19981.
Bouza, Fernando. “De lo material en el texto”. En: ¿Qué es un texto?. Roger Chartier,
Fernando Bouza, Pedro M. Cátedra y Antonio Rodríguez de las Heras. Comp. Roger
Brigante Rovida, Anna María. Obstinado rigor. La teoría de la acción poética de Paul Valéry.
Chartier, Roger. ¿Qué es un texto?. Roger Chartier, Fernando Bouza, Pedro M. Cátedra y
Antonio Rodríguez de las Heras. Comp. Roger Chartier. Círculo de Bellas Artes:
Madrid, 2006.
Álvarez
68
Chejov, Antón. El jardín de los cerezos. Trad. Manuel de la Escalera. Editorial EDAF: Madrid,
1982.
Chueca, Luis Fernando. “Luis Hernández: ciudad del pus / del fango / de los misteriosos
http://fresno.ulima.edu.pe/sf%5Csf_bdfde.nsf/imagenes/B316A582A36A32EF05256F
C50055E494/$file/10-lienzo24-chueca.pdf
Eco, Umberto. Obra abierta. Trad. Roser Berdagué. Editorial Ariel: Barcelona, 1979.
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