Antíteses 1984-3356: Issn
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ISSN: 1984-3356
hramirez1967@yahoo.com
Universidade Estadual de Londrina
Brasil
Paula Caldo∗∗
Sandra Fernández∗∗∗
RESUMO ABSTRACT
El presente artículo se propone desarrollar una This article intends to bring in a series of
serie de reflexiones en torno a las posibilidades reflections around the methodological and
metodológicas y teóricas que se abren a partir theoretical possibilities that open up the
del empleo de los epistolarios como fuentes úti- employment of epistles as useful sources for
les para el análisis de la problemática de la so- the analysis of the problem of sociability. Our
ciabilidad. En tal sentido, partiendo del análisis starting point is the analysis of the concept and
del concepto y las posibilidades teórico-meto- the theoretical-methodological possibilities
dológicas aportadas por los estudios de la socia- contributed by the studies from the sociability
bilidad al campo de la historia, nos conduciré- to the field of history. Following that, we will
mos a un estudio de caso, donde el epistolario se conduct ourselves to a case study, where the
plasma como el atajo pertinente para historiar epistle is captured as the pertinent shortcut to
las formas de sociabilidad con sujetos situados study the sociability forms with individuals in a
en un recorte temporo-espacial concreto. concrete space and time.
∗
El presente trabajo fue elaborado en el marco de la participación de ambas autoras en el
Proyecto de Investigación Plurianual otorgado por CONICET Nº 5337/05 “Identidad,
sociabilidad y política. Esfera pública y espacios privados en la Rosario de entreguerras”,
dirigido por la Dra. Sandra Fernández-; como así también en el Proyecto de Investigación y
Desarrollo: “La figura de las maestras Olga y Leticia como parte de la historia intelectual del
litoral argentino, 1935-1950” radicado en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de
Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, dirigido por el Dr. Oscar Videla.
∗∗
Doutoranda em História. Professora da Universidad Nacional de Rosario (UNR) e bolsista do
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / Argentina.
∗∗∗
Doutora em História. Professora da Universidad Nacional de Rosario (UNR) e Pesquisadora
do Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / Argentina.
Paula Caldo e Sandra Fernández
Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
Presuponemos que, por los senderos del epistolario, esos conjuntos de misivas
que quedan almacenados en archivos públicos o privados, podemos hallar una
entrada pertinente para abordar las prácticas, formas y contenidos de la
sociabilidad.
En tal sentido, la primera manifestación de nuestro ejercicio teórico
metodológico consistirá en presentar un breve balance del estado actual de la
problemática de la sociabilidad en el campo historiográfico contemporáneo.
Gimnasia que, fundamentalmente, nos permitirá esbozar el concepto y los
principales aportes de la categoría al campo de la historia. Luego, en un segundo
momento, nos circunscribiremos a un estudio de caso donde “el epistolario” se
plasmó como la entrada pertinente para plantear interrogantes alrededor de las
formas de sociabilidad en el pasado. En este segundo apartado, capitalizaremos
las teorías acerca del “género epistolar”, oriundas de la crítica literaria, en un
estudio de caso concreto: la experiencia de las hermanas Cossettini en la ciudad
de Rosario –Argentina–, de 1930 a 1950. Finalmente, tomando una pequeña
punta de la citada experiencia, cerraremos nuestra propuesta con una
aproximación a la problemática de la sociabilidad desde las cartas de viaje de
Olga Cossettini.
1 Aclaramos que el artículo que Javier Navarro (2006) publicó en el dossier de la revista
Saitabi dialoga y cita permanentemente al artículo que Jordi Canal (1997) escribió para otro
dossier con el que, en el año 1997, la revista Historia Social rindió homenaje a Maurice
Agulhon. Por tal motivo y pese a que en nuestra introducción acordamos aludir preferentemente
al dossier de Saitabi, no nos privaremos de citar el artículo de Canal.
Paula Caldo e Sandra Fernández
Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
mitad del siglo XVII había sido un neologismo, ya en el siglo XVIII se ocupó de
delimitar un atributo propio de la “gente civilizada”, naturalmente connotada;
pero, a la par, designó una práctica inherente al vínculo de lo social. El
pensamiento ilustrado sustrajo las características de la sociabilidad mundana de
los recintos de la nobleza y las posicionó como atributo de la civilidad en
general, por lo cual desde allí se piensa en un colectivo; pero, además, continuó
nombrando pequeños grupos de personas que sólo se frecuentan entre sí.
Hasta aquí, la sociabilidad puede delimitarse como aquel conjunto de
prácticas de convivialidad que caracterizaron a ciertas sociedades del pasado.
Sin embargo, los abordajes actuales en torno a la sociabilidad tienden a explicar
la naturaleza eminentemente social que fundamenta aquellas prácticas.
Justamente, en el campo de las ciencias sociales se evidencia la urgencia que
remite a convertir a la sociabilidad en una categoría de análisis. En este punto,
debemos entender a la sociabilidad como un concepto capaz de revelar prácticas
y nudos problemáticos en el campo historiográfico, pero también sociológico,
antropológico, pedagógico, etcétera. Sin dudas, como categoría, la nuestra
camina entre los bordes de las Ciencias Sociales. Como lo afirma Maurice
Agulhon (1994), se trata de una cuestión que, para lograr la plenitud
interpretativa, no debe ser privada de una lectura interdisciplinaria.
Sociedad, sociabilidad, asociacionismo, son expresiones que se involucran
mutuamente, sin llegar a ser sinónimos. Empero, todas encuentran su matriz
común en “la sociedad” y, por ende, en la Ciencia Social que las lleva en el
nombre, la Sociología.
Desde el siglo XIX en adelante, los estudios sociológicos abordaron el
problema de la socialización, las relaciones sociales, la acción social y de las
formas de sociabilidad propias de las sociedades contemporáneas. En este
sentido, podemos citar los trabajos de Simmel, pero también de Goffman,
Gurvitch, Cooley y del propio Weber. Referencias bibliográficas que, hoy en día,
salpican las páginas de las investigaciones historiográficas en torno al problema
de la sociabilidad.
Javier Escalera (2000) revisa e indica algunos señalamientos acerca de la
herencia sociológica que gravita sobre nuestro concepto. Ejercicio que lo remite
a situar a Georg Simmel como uno de los primeros en divisar un espacio
original, que iba abriéndose entre las dependencias burocráticas del Estado y las
Paula Caldo e Sandra Fernández
Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
que acudirían los posteriores estudios que versaron y versan alrededor de esta
temática. Por entonces, las principales preguntas estaban dirigidas al estudio de
la sociabilidad francesa durante el período de transición que pondría punto final
al Antiguo Régimen y abriría paso a la sociedad burguesa. Esta ubicación
espacio-temporal no obstó que, tanto el mismo Agulhon como muchos de sus
continuadores, hicieran trascender la problemática rumbo a otras latitudes,
como también la hicieran avanzar y retroceder en el tiempo.
Agulhon indicó un atajo conceptual innovador por donde acceder y
enriquecer con nuevas luces tanto la historia social como la política. Así, a
medida que pasaba el tiempo y su producción crecía, no se privó de poner en
diálogo el plano teórico con el empírico, para reforzar y reconfigurar su
conceptualización originaria.
Desde Agulhon, la sociabilidad refiere a los sistemas de relaciones cuya
naturaleza, nivel de sujeción de los miembros, número de integrantes y
estabilidad no se hallan estrictamente pautadas, pero que provocan la
vinculación y la gestación de sentimientos de pertenencia-solidaridad entre los
integrantes. Así, el concepto se iba a distinguir por la amplitud y la ambigüedad,
haciendo coincidir en él tanto las experiencias de sociabilidad recreadas en
asociaciones formales –con estatutos, comisiones directivas, locales fijos de
reunión, etcétera–, como así también situaciones de agrupamiento informal,
como los cafés, las tabernas, los paseos públicos, etcétera. Las críticas que este
concepto fue cosechando sirvieron para que su autor lo reformulara y remitiera
exclusivamente a las asociaciones como: “formes de sociabilité spécifiques”
(NAVARRO, 2006: 104).
Tales aproximaciones –e incluso redefiniciones– quedan reflejadas en el
libro de Maurice Agulhon Historia Vagabunda, publicado por primera vez en
1988 y traducido al español en 1994. Un texto que, como lo indica su título, en
cada uno de sus capítulos recorre un abanico de temas. El libro, lejos de seguir
un hilo problemático, resulta ser la compilación de distintos artículos acerca de
diferentes temas abordados por el historiador a lo largo de su carrera. En aquel
deambular, el primer sitio que atrae y detiene el merodeo de la Historia
vagabunda es, justamente, el de las sociabilidades.
Ahora bien, la Historia vagabunda nos muestra un Agulhon preocupado,
ya no por la sociabilidad de los sectores burgueses o de la nobleza, sino por la
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Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
primeros poseen recursos para comprar o alquilar, los otros deben inflamar la
imaginación para construir puntos de encuentro en lugares tan dispares como
accesibles: un parque, el taller, la taberna o la habitación.
Agulhon dice: “El tema de estudio propuesto es la sociabilidad, entendida
como la aptitud de vivir en grupos y consolidar los grupos mediante la
constitución de asociaciones voluntarias” (1994: 55). Siete años después de
haber explicado que la sociabilidad refería a un “sistema de relaciones”, ahora lo
hace entendiéndola como una aptitud humana que provoca la asociación
voluntaria. Sin dudas, no es igual estudiar la sociabilidad entendiéndola como
un “sistema de relaciones” que como una “aptitud de vivir en grupo”. Mientras
que, en el primer caso, prima la estructura, en el segundo lo hacen los sujetos.
Entonces, las preguntas y las fuentes donde auscultar la problemática son
redefinidas, en un sustancial acercamiento a la etnología.
Asimismo, el desafío es entender a las sociabilidades “en plural”. El plural
no es sólo una consecuencia de las diferentes prácticas y los diversos actores
sociales que la movilizan, sino de una división más sutil que el mismo Agulhon
reconoce. Se trata de la “sociabilidad formal” y de la “informal”. Cuando nuestro
historiador afirma que la sociabilidad refiere a la aptitud que lleva a los sujetos a
agruparse de manera voluntaria en asociaciones, sin dudas está estrechando el
vínculo entre sociabilidad y asociacionismo. Vínculo que se estrecha y se
concentra al diferenciar con claridad tanto los niveles de
formalidad/informalidad de las prácticas como el carácter claramente
institucionalizado de tales relaciones.
De ahí las vaguedades que muchas veces se instalan al disociar los análisis
entre sociabilidad y asociacionismo. Si bien diferentes, ambos conceptos
permiten avanzar sobre estudios alrededor de lo social que arrojan luz sobre
aspectos no sólo inexplorados, sino muchas veces opacados a partir de
abordajes excesivamente montados sobre lecturas institucionalistas de las
formas asociativas de las sociedades contemporáneas.
En sí, las prácticas asociativas institucionalizadas contribuyen a la
formación de los valores propios del liberalismo político –en particular, el
nacionalismo y una visión del mundo según la cual la sociedad puede ser
construida por la voluntad colectiva. Desde esta perspectiva, el proceso histórico
que desemboca en entidades orientadas por la coalición y la representación de
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Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
4 En el año 1987 fallece Olga Cossettini, dejando como herencia a su familia y, por medio de
ésta, a la ciudad de Rosario, todos los vestigios que el tiempo le permitió acumular sobre su
práctica pedagógica –entiéndase por ésta no sólo la efectuada en las aulas, sino también sus
producciones editoriales, conferencias, pinturas, correspondencia, etc. Entonces, será su
hermana Leticia quien, impulsada por un grupo de sus ex alumnos/as, decidió hacer de aquella
herencia un lugar de memoria para la sociedad rosarina. Así, se efectúa la donación al Instituto
de Investigación en Ciencias de la Educación, conocido bajo la sigla IRICE. Desde entonces
comenzaron a realizarse tareas de catalogación y conservación de los fondos documentales para
dar forma al Archivo de las hermanas Cossettini. Pero estas tareas cobraron un mayor impulso
cuando, en el año 2006, el archivo pasó a integrar el patrimonio del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
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Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
5 Sánchez Vázquez define al trato social como “una conducta normativa que trata de regular
formal y exteriormente la convivencia de los individuos en la sociedad, pero sin el apoyo de la
convicción y adhesión íntimas del sujeto (característico de la moral) y sin la imposición
coercitiva del incumplimiento de las reglas (inherentes al derecho)” (1992: 99).
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femenina.
Sin dudas, las maestras, por su condición letrada, no quedaron al margen
de la escritura epistolar. Pensemos en las jovencitas que debieron trasladarse
del pueblo a la capital provincial, de la casa paterna al internado, persiguiendo
el objeto de realizar sus estudios. También hagámoslo en el caso de esas mismas
muchachas, que se asentaron luego en lugares impensables para ejercer la
docencia, como les sucedió a las ya legendarias maestras estadounidenses
traídas al país por Sarmiento. Todas, encontrándose lejos de su terruño y sus
afectos, empuñaron la pluma para capitalizar las potencialidades de la escritura
epistolar y, de ese modo, estar cerca de la distancia. Tampoco debemos
desatender el hecho de que la burocracia, que fue calando su espacio dentro de
los engranajes del sistema educativo, alimentó la escritura de epístolas de
carácter administrativo o formal.6
En este marco, el recurso frecuente a la escritura de cartas por parte de las
hermanas Cossettini queda situado y fundido en el paisaje socio cultural de la
época. Así contamos hoy con la cantidad de epístolas que, conservadas y
ordenadas por Leticia Cossettini, conforman el epistolario del archivo.7
Suponemos que ellas son un recorte, el considerado conveniente y
representativo, entre tantas otras que se habrán escrito y que hoy se perdieron
en los vaivenes del tiempo. Lo creemos así porque el gesto de la consignación
lleva, en su reverso, los necesarios usos del olvido o, en palabras de los
archiveros, criterios de selección.
Ahora bien, ya situándonos frente al material y a los efectos de realizar una
descripción interpretativa del mismo, comenzamos esbozando cierta
información numérica. El epistolario cuenta con casi 1.900 cartas, a las que se
suma un corpus de telegramas. Cartas y telegramas, repetimos, en su mayoría
recibidos por Olga y Leticia. En el conjunto, las únicas cartas escritas por las
hermanas son aquéllas enviadas a sus familiares más directos e incluso entre
ambas, durante sus viajes o por motivos laborales que las apartaron de la ciudad
8 Cartas de Olga en su viaje a Estados Unidos a fines del año 1941 y los primeros meses del año
1942, en Archivo Cossettini.
9 Nora Bouvet entiende que la escritura de una carta pone en funcionamiento una matriz o
dispositivo colectivo de enunciación particular que proporciona los modos de convertirse en
enunciador; de construir al otro como destinatario y de organizar el tiempo, el espacio y la
temática de la escritura epistolar. En este sentido, “modelos, fórmulas, topos, lugares comunes,
intertextos, toda una retórica, un manual, un archivo: el archivo epistolar, eco de múltiples usos
privados y públicos y de múltiples perspectivas que lo han conformado a lo largo del tiempo”
(BOUVET, 2006: 65). El modo en que cada escritor emplea los elementos del citado dispositivo
representa indicios para rastrear los distintos tipos o estilos epistolares: la carta de amor, la
administrativa, la profesional, la intelectual, la esquela familiar, de condolencias, de saludos, de
visita, etcétera.
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Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
El barco, al igual que el viaje, son lugares de paso. Olga, como viajera, sabe
quién es, qué hace, con qué fin viaja y adónde tiene que regresar, pero, pese a
ello, los meses de la odisea la convierten en viajera y la predisponen a labrar
nuevos vínculos y relaciones. En este punto, es preciso traer a cuento el
concepto ya citado de sociabilidad, según el cual la sociabilidad es “la aptitud de
vivir en grupos y consolidar los grupos mediante la constitución de asociaciones
voluntarias” (AGULHON, 1994: 55). Asociaciones que pueden ser formales –con
estatutos, reglamentos, comisiones ejecutivas, etcétera– o informales –las
reuniones en los cafés, restaurantes, parques, etcétera–. Justamente, el viaje en
general y el barco en particular son espacios de sociabilidad informal, donde los
protagonistas necesitan trazar relaciones voluntarias. Y Olga, sin representar
ninguna excepción, llama a estas relaciones: amistad.
En tal sentido, nos aventuramos a afirmar que las cartas de Olga se
detienen en dos momentos y espacios de sociabilidad: el tiempo transcurrido en
el barco y su estadía concreta en Estados Unidos. Como ya dijimos, el barco es
un lugar donde todos/as los/as que allí coinciden están de paso. Olga comienza
sus apuntes de viaje ni bien ingresa al barco. Este gesto nos habla de la soledad
y de la añoranza que la mujer experimenta. El deseo de escribir cartas que
rápidamente lleguen a destino implica, por un lado, mantenerse ligada a una
tradición –la escuela Carrasco, su familia en Rosario– y, por otro, al escribir lo
que hace, al leer en el manuscrito de cada carta su nueva situación, va
construyendo el antídoto que le permitirá afrontar y reconocerse en la nueva
circunstancia. Escribir podría implicar escribirse-identidicarse en una nueva
condición, la de viajera. Alguien dijo que la identidad es la respuesta a una
pregunta práctica: quién hizo qué (ARFUCH, 2002); y Olga, en cada carta,
ejecuta un ensayo de respuesta a esta interrogación. Es decir, en cada carta se
describe viajera.
A su vez, ella afirma, desde su primera carta, que “todos son amigos”. Pero
en la oración contigua alude a las diferencias idiomáticas que la separan de sus
compañeros de mesa y del personal doméstico del barco. Durante los primeros
días de su viaje, la afecta un terrible mareo que la obliga a recluirse en su
camarote; entonces dirá:
El mareo me ha tenido mal casi hasta llegar a Santos. Atribuyo el
malestar a la fatiga de los últimos tiempos. La mucama que me atiende
Paula Caldo e Sandra Fernández
Por los senderos del epistolario: las huellas de la sociabilidad
Llegar a New York implicó dejar atrás esos lazos de amistad consolidados
en el barco y lanzarse a la búsqueda de otros nuevos. En aquella gran ciudad,
que la conmovía por sus progresos y magnitud, ella no se sentía totalmente sola,
puesto que percibía el respaldo de la Beca de la Fundación Guggenheim y de las
autoridades de aquella institución. En consecuencia, su primer acto en el país
del norte fue acudir a aquellas oficinas. Donde es recibida con cordialidad y
encuentra a Susana, quien será la encargada de guiarla por aquel territorio.
Junto a la agitada agenda que la aguardaba: cargada de visitas a escuelas,
museos, conferencias y entrevistas, la esperaban también nuevas amistades.
Una de ellas era Marie Carrol:
Ayer llegamos con Susana a la casa de Marie Carroll, amiga de Susana
y que vive a 9 millas de la capital. Su casa en medio del bosque de
robles, pinos, y álamos, es encantadora. Algo del encanto y la
simplicidad de estos sueños de niña imaginándonos en una casa en el
bosque a través de los cuentos. Los pájaros cantan al amanecer en coro
que me recuerdan al nuestro. Los manzanos cargados de frutas
maduras y el prado verde y pequeño que va inclinándose hasta el linde
del bosque, dos vaquitas paciendo. He regresado al día siguiente a la
ciudad para volver a casa de Marie al sábado por la tarde y hacer
tallarines el domingo.15
La comida es uno de los momentos del día en que Olga accede al encuentro
de amigos norteamericanos.
Algunos ricos de esta ciudad acostumbran algunas veces al año a
invitar a los estudiantes de International House a pasar una tarde o un
fin de semana en sus propiedades y hacen ellos mismos los honores de
la casa. Hoy fuimos invitados por los DODGE –lo escribo en grande
para significar los millones– a pasar la tarde en una de sus casas de
campo a pocas millas de New York. Una magnífica casa del siglo XVIII
con un maravilloso parque a orillas del Hudson. El matrimonio Dodge,
una hija y algunos parientes nos esperaban y poniendo la casa a
nuestra disposición atendían a los invitados familiarmente mientras
que las señoras… en cada sala junto a una mesa de dulces y bebidas
calientes servían ellas mismas a sus invitados. La casa está llena de
recuerdos, viejos recuerdos de familia, retratos, muebles, utensilios y
vitrinas repletas de objetos recogidos de sus viajes. Simple el ambiente
y cálida la acogida. El otoño en el parque es un ensueño.16
Un breve cierre
Bibliográfía
Corpus documental