Comunicado Ilsed Por La Presencia de Las FFAA en Rosario
Comunicado Ilsed Por La Presencia de Las FFAA en Rosario
Comunicado Ilsed Por La Presencia de Las FFAA en Rosario
No es un buen momento para sentar posturas cuando las muertes son recientes, pero lo
que se encuentra en juego en nuestro país es de una importancia tan grande que no podemos
dejar de hacerlo. No se trata únicamente de Rosario, se trata de la deriva improvisada y superficial
de toda la política sobre narcotráfico en nuestro país desde hace mucho más de diez años.
Ahora se comete el mayor error de todos, aquél que otros países han pagado y están
pagando caro. Se pretende militarizar (no sólo por la presencia ilegal e inconveniente de las
Fuerzas Armadas) y declarar la guerra al narcotráfico, olvidando que ese es el escenario donde
las organizaciones criminales y sus sicarios sin límites se sienten más cómodas.
No sólo es un grave error, sino que, además, en nuestro país se realiza de un modo
superficial, electoralista, repleto de bravuconerías patéticas (como las fotos que se están pagando
caro) y carente de toda información creíble. A los pocos días de asumir, un funcionario ya
comunica que se ha bajado el delito en porcentajes altísimos. La medida elemental de tomar el
mínimo control sobre ciertos pabellones de la cárcel se anuncia como si fuera el resultado de un
esfuerzo gigantesco. Se pretende que la realidad va a cambiar porque a los narcotraficantes les
digamos terroristas. Todas sandeces mayúsculas que ocultan una triste y peligrosa realidad.
Hace años que no nos tomamos en serio la prevención, la disuasión y la persecución
penal de los dueños de los mercados de drogas, de sus redes de apoyo (empresariales,
profesionales, políticas) y de quienes los encubren permitiendo que se financien campañas
electorales o se hacen los distraídos a la hora de controlar el flujo de dinero.
Cansa repetir siempre lo mismo, el descuido por la organización y modernización de la
policía de investigaciones, la falta de una inteligencia criminal organizada e institucionalizada, la
liviandad con que trabaja la justicia federal (casi sin condenas en Santa Fe, en relación al volumen
de casos) y su morosidad aplastante, la falta de plazas para una verdadera política de
desintoxicación, la ausencia de una verdadera prevención de esas mismas adicciones, la falta de
conocimiento sobre el volumen del mercado de drogas, la descoordinación entre las autoridades
municipales, provinciales y federales, la falta de profesionalismo de las policías y su
desfinanciación, la poca transparencia de la cooperación internacional, la debilidad del control de
los puertos y las fronteras y así podríamos seguir con listados que todo el mundo conoce, pero
que no se llevan adelante, porque supuestamente los funcionarios están preocupados por la
“urgencia”.
Digámoslo con todas las letras, el mercado de drogas es un negocio inmenso, con múltiples
patas, que no se quiere desarmar.
Hace muchos años propiciábamos que la dirigencia política se hiciera cargo de la política
de seguridad, como parte de sus deberes en una democracia moderna. Hoy debemos decir con
pesar que lo ha hecho mal: ha primado el oportunismo, la demagogia fácil, la falta de ideas y
preparación, en fin, otra de las deudas pendientes.
No se trata de Rosario, que hoy sufre. Se trata de que en todo el país seguimos haciendo
las cosas muy mal y eso no se encubre ya con unos cuantos policías federales -dicen que menos
de los que consume la seguridad de un clásico de fútbol- y unos pocos camiones “militares”
transportados penosamente al son de una marcha distorsionada.
¿Es posible cambiar esta terrible realidad? Sí, pero no de esta manera y tampoco tratando
de sacar rédito político inmediato, o declarando emergencias que sólo habilitan decisiones
grandilocuentes y compras sin control. Hace falta un conjunto de dirigentes políticos que tomen
las decisiones de fondo, con premura, como una respuesta estructural a la urgencia, y que
establezcan con fortaleza y coraje el rumbo que no abandonaremos a los pocos meses, aunque
sepan que recién veremos resultados dentro de unos cuantos años.
Hablarle claro a la población es el mínimo respeto que exige el dolor de las víctimas.