La Pastilla Verde
La Pastilla Verde
La Pastilla Verde
La pastilla verde
Técnicas de memorización para mayores de 40 años
$meridiano
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Mapas
Los mapas mentales fueron al comienzo una técnica para memorizar, y luego
evolucionaron hacia una técnica de pensamiento de múltiples posibilidades. 95
TonyBuzAN
Herederos de aquellos esquemas del siglo XVI, hoy la atención se centra en los
denominados mapas, bien sean mapas conceptuales, surgidos a partir de las
investigaciones de Joseph D. Novak sobre la psicología del aprendizaje -siguiendo
las teorías cognoscitivas de David P. Ausubel-, o bien los mapas mentales de Tony
Buzan. A partir de aquí han ido surgiendo otros diseños similares como los mapas de
aprendizaje, mapas de ideas, etc. 96
Aun cuando no hayan sido diseñados con el propósito de constituir un sistema
mnemotécnico, lo cierto es que cumplen bastante bien la función de ayudar a la
memoria, convirtiéndose en una valiosa herramienta de memorización.
En nuestros días, la lista de la compra se dibujaría así (mapa conceptual con
estructura jerárquica):
Lista compras
_eemen,-1---------..
~ Café Sal Yogures Huevos Lejía
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Luis Sebastián Pascual
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La pastilla verde
Técnicas de memorización para
mayores de 40 años
@.meridiano
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La pastilla verde
Técnicas de memorización para mayores de 40 años
Este hbro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso por escrito del editor. Todos los
derechos reservados.
ISBN: 978-84-945256-4-3
Depósito Legal: M-28010-2016
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ÍNDICE
l. LA PASTILLA VERDE
La pastilla verde
Una taza de té
Imaginación
2. IMÁGENES MENTALES
Recursos
Absurdo
Sexo
Emoción
Un hombre y un perro
3. MÉTODO LOCI
Lugares
Una variante
Consideraciones
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4. DAR SENTIDO AL SINSENTIDO
Símbolos
Imaginabilidad
A modo de resumen
5. PERFECCIONANDO EL MÉTODO
Crear rutas
Lugares ocupados
6. OLVIDAR O NO OLVIDAR
Olvidar
No olvidar
Repasar
7. LA CUCHARILLA DE CAFE
La cucharilla de café
hnágenes raras
Un piano y un cigarro
Evolución
Conclusión
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8. ACRÓNIMOS
Juegos de palabras
Acrónimos
Inconvenientes
9. FRASES MEMORATIVAS
Frases memorativas
Refranes
Acrósticos
Cuentaletras
Problemas
10. POESÍA
Poemas
Poemas abecedario
Canciones
Cronogramas
El código fonético
¡Ajugar!
Evolución
Combinaciones
El inventor
Un modelo universal
Siglo XXI
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13. NÚMEROS LARGOS
Números largos
Método de la cadena
Método loci
Codificación dual
Caminos a Roma
Conjunción mnemotécnica
Vamos de compras
Orden
Mapas
Patrones
Mnemotecnia racional
Leyes de asociación
Principio de familiaridad
Ejemplos
Críticas
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17. LA MNEMOTECNIA EFICAZ
Pareceres
La suma
Miscelánea
La verdadera cuestión
EPÍLOGO
NOTAS
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Nota del editor
Las notas del autor (fuentes bibliográficas, observaciones, etc.) se han ubicado al final
del libro con el exclusivo propósito de facilitar una lectura fluida y sin interrupciones.
No obstante, que figuren en un lugar poco destacado no significa que carezcan de
valor o resulten de interés tan solo para eruditos, al contrario, recomendamos
vivamente al lector su consulta cuando menos en una segunda lectura más pausada, pues
enriquecen en gran medida las ideas expuestas en el cuerpo principal del texto.
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PARTE I
MNEMOTECNIA VISUAL
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l. LA PASTILLA VERDE
La pastilla verde
Está la familia reunida entorno a la mesa cuando de pronto, llegando a los postres,
alguien se acuerda de la pastilla que debía haber tomado antes de empezar a comer.
-¡Ya se me ha vuelto a olvidar la pastilla verde!
Seguro que la escena no te resulta extraña y algo parecido le habrás oído exclamar
alguna vez a la abuela, al tío ... ¡o te ha ocurrido a ti mismo! Y ya no disfrutas del postre
pensando en la dichosa pastilla y tu mala memoria.
Pues bien, permíteme señalar que normalmente el problema no es que tengas una
mala memoria, sino que no has sabido cómo memorizar correctamente el dato de la
pastilla verde a mediodía, antes de comer.
La buena noticia es que hay varias estrategias que te pueden ayudar a desterrar este
tipo de olvidos. A lo largo del libro expondré muchas de ellas pero, para empezar,
explicaré un procedimiento para acordarse de la pastilla que, no diré que sea infalible,
pero casi.
No se trata de algo extraordinario, una pequeña pastilla verde es fácil de ver. Pero
seamos originales, busquemos una forma singular de representar esa pastilla:
supongamos, por ejemplo, que entre sus cualidades está la de aclarar la voz y por eso,
el solista de Mojinas Escozíos antes de cada concierto, para cantar aquello de «verde,
me gustan tus ojos verde» se toma una de esas pastillas, precisamente de color verde.
Segunda cuestión, mediodía. La pastilla hay que tomarla a mediodía, justo antes de
comer. ¿Qué sueles hacer habitualmente a esas horas? Muchas personas, antes de
sentarse a la mesa, tienen la costumbre de encender el televisor para ver las noticias de
mediodía.
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Imagina entonces que la presentadora se dispone a dar la primera noticia cuando, en
riguroso directo, irrumpe por sorpresa en el plató de televisión el de Mojinas Escozíos
para, de rodillas y tomándole la mano, declararse cantando a pleno pulmón «verde, me
gustan tus ojos verde, verde como los astropajos, verde como los gargajos ... ».
¡Menudo caos! Los cámaras no saben qué hacer, el realizador al borde del infarto y
la presentadora, estupefacta, tan solo alcanza a decir:
-¡Pero si yo no tengo los ojos verdes!
-¡Ah! ¿No? -responde el artista, mientras se acerca para fijarse bien. Vaya
enamorado que no sabe ni de qué color son los ojos de su amada.
Una escena inolvidable, ¿verdad?
Imaginar este tipo de situaciones, cosa que en principio puede parecer un tanto
absurdo, tiene su razón de ser. El objetivo no es otro que establecer en nuestra mente un
vínculo entre la presentadora del telediario con la pastilla verde, de modo que una cosa
lleve a la otra.
Así, la próxima vez que te sientes a la mesa y enciendas el televisor, en las noticias
de mediodía la imagen de la presentadora te evocará de inmediato la escena tan
rocambolesca en la que el cantante de Mojinas Escozíos se le declaraba vociferando
«me gustan tus ojos verde» ... verde ... ¡la pastilla verde!
¿Pero esta tontería funciona? Sin duda. Cuando la pongas a prueba y,
obstinadamente, una vez tras otra obtengas resultados positivos no tendrás más remedio
que asentir.
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U na taza de té
Marcel Proust describe en su célebre novela En busca del tiempo perdido una escena
muy conocida -la famosa magdalena de Proust- en la que el sabor de una magdalena
mojada en té le transporta al pasado, cuando era un niño, evocándole recuerdos que
creía perdidos.
«Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el
drama del momento de acostarme ... » pero, tras probar una cucharada de té en la que
había echado un trozo de magdalena, tratará de buscar la causa del sentimiento que este
sencillo acto le provoca:
Con el recuerdo de su tía llega el de la vieja casa gris donde vivía, y con la casa el
pueblo, las calles, etc. En su mente, el sabor de la magdalena estaba relacionado con el
lugar donde lo experimentó por primera vez, de modo que muchos años después, al
saborear de nuevo una magdalena, recupera los recuerdos asociados a ella.
[. .. } así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann
y las ninfeas del Vzvonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas
y la iglesia y Cambray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que
va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té. 1
Esto es algo que todos hemos vivido alguna vez. Por ejemplo, si te preguntan por las
vacaciones de aquel año en Benidorm, probablemente te des cuenta de que apenas
guardas un vago recuerdo. Pero ves en televisión una avenida con palmeras y, de
pronto, te viene a la memoria aquella palmera justo delante del balcón del hotel que
estropeaba las vistas al mar, el mar te recuerda la playa llena de sombrillas, las
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sombrillas te llevan a maldecir por aquella que se atascaba y no había forma de
desplegar, etc.
Esto apunta a que las cosas no permanecen en nuestra memoria como unidades
aisladas, sino formando un entramado, una especie de red en la que los recuerdos están
relacionados entre sí de modo que uno lleva a otro, y ese al siguiente, etc.
De hecho, cuando queremos acordarnos de algo, instintivamente nos ponemos a
pensar en cosas cercanas a aquello que tratamos de recordar, con la esperanza de dar
con algún elemento que nos lleve hasta el dato buscado.
Por ejemplo, ¿cómo se llamaba aquel profesor que tenías de niño? Intentando
recordar el nombre seguramente te pongas a pensar en el colegio, la mochila con los
libros, el pupitre, la pizarra, los compañeros de clase, aquel que una vez hizo una rima
con su nombre ... ¿Cómo era? «Don Serafin, no tiene fin» -entonces, siendo niños, se
os antojaba muy alto-. Pues ahí está, a través de aquel compañero de clase te has
acordado de la rima, y con la rima ha llegado el nombre: se llamaba Serafin.
Por eso decía Aristóteles que:
Esa es la manera en que los hombres intentan recordar, como también la manera
en que recuerdan, aun cuando no lo intenten: es decir, cuando un movimiento o
impulso se sigue o sigue a otro. 2
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Imaginación
Por eso, a pesar de no ser un gran entusiasta de estas técnicas de memorización, les
otorgaba cierta validez pues, al igual que al volver a unos lugares recordamos lo que en
ellos hicimos, del mismo modo que la magdalena recordaba a Proust el pueblo de
Cambray, es muy probable que al ver a la presentadora de las noticias nos venga a la
memoria la escena en la que el solista de Mojinas Escozíos se declaraba cantando
aquello de «me gustan tus ojos verde» y, con ello, recordemos la pastilla verde, esa que
hemos de tomar todos los días a mediodía.
Ahora bien, para lograr buenos resultados, para que esta relación entre mediodía y
pastilla verde sea firme, hay que saber aprovechar correctamente el recurso de las
imágenes mentales, es decir, hay que saber aprovechar esa la capacidad que todos
tenemos de centrar el pensamiento en situaciones inolvidables creadas en nuestra mente
con un poco -o un mucho- de imaginación.
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2. IMÁGENES MENTALES
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algo más insólito que una declaración de amor en medio del noticiario? Un hecho tan
singular, creo que estarás de acuerdo conmigo, sería dificil de olvidar ...
Por tanto, cuando quieras memorizar algo:
1. Asocia el dato a memorizar con algo que te lo recuerde (la pastilla verde que toma
el vocalista para cantar lo de «ojos verde» con la presentadora que aparece en los
informativos de mediodía).
2. Construye esa asociación de forma muy llamativa (el cantante que se declara a la
presentadora vociferando «me gustan tus ojos verde ... » en directo durante las
noticias).
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Recursos
l. Inusual
Como hemos visto, hay que componer escenas insólitas, extrañas, sorprendentes ...
en definitiva, que llamen la atención. Para lograr esto un recurso muy útil es darle a
los objetos una aplicación distinta a aquella para la que fueron diseñados. Por
ejemplo, ver a una señora sentada en una silla no tiene nada de particular, pero si
imaginamos a esta señora llevando una silla por sombrero, esto desde luego sí que
es original.
2. Interacción
Debemos dotar nuestras escenas de acción, es decir, lejos de ser como una fotografia
-una imagen estática- deben ser como un fragmento de película donde hay
movimiento, donde vemos a los objetos interactuar. En el ejemplo anterior, donde
los protagonistas son una señora y una silla, podemos ver a la señora poniéndose la
silla sobre la cabeza, mirándose en el espejo a ver como le queda, ajustando la silla
sobre el peinado, etc.
3. Familiaridad
Si esta señora se parece a nuestra tía Enriqueta y la silla que está probándose a
modo de sombrero es como la de nuestro dormitorio -esa donde dejamos la ropa-
seguramente compondremos nuestra escena con más facilidad que con objetos que
nos resulten ajenos. Además, al tratarse de cosas que nos atañen directamente, nos
acordaremos más fácilmente de ellas.
4. Contexto
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Adornar, enriquecer las escenas con diversos detalles. Hoy día no es habitual el uso
de sombreros. Sin embargo, sí lo era a principios del siglo pasado, así que podemos
imaginar a nuestra protagonista con un vestido de época en un ambiente como los
que aparecen en las viejas películas de blanco y negro, probándose sobre la cabeza
una silla de estilo victoriano.
5. Detalles
Destacar en la escena los objetos que tratamos de memorizar. En nuestra
imaginación podemos crear cierto ambiente para darle originalidad al conjunto, pero
resulta más importante profundizar en detalles de los objetos que nos incumben antes
que en los elementos accesorios. Por ejemplo, pensar en el diseño del vestido de
época de la señora sería darle importancia a un elemento que no lo tiene, pues no es
«vestido» lo que queremos memorizar, sino señora y silla. Así pues, para reforzar
nuestra imagen nos detendremos en detalles de esta señora (¿es flaca o gorda?, ¿baja
o alta?, ¿rubia o morena?, etc.) y de la silla (¿es metálica o de madera?, ¿las patas
son redondas o cuadradas?, ¿el respaldo está recto o inclinado?, etc.).
6. Sentidos
Como extensión al punto anterior, buscaremos también impresiones que nos lleguen a
través de varios sentidos: el perfume de la señora (olfato), la textura de la silla
(tacto), el ruido al arrastrarla (oído), etc. Podemos reforzar el sentido de la vista
observando los colores (el tapizado de la silla, el carmín de la señora, etc.).
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Absurdo
A menudo también se aconseja, como truco para componer una escena insólita, exagerar
-por exceso o defecto- el tamaño de los objetos. Estoy de acuerdo siempre y cuando
no se lleve a unos extremos aberrantes y totalmente sin sentido. Por ejemplo, la señora
Enriqueta, que luce un buen trasero, al sentarse en el tren ha quedado encajonada entre
los reposabrazos del asiento. «¡Si es que los hacen muy estrechos!». Ahora no puede
levantarse y otros viajeros están tirando de ella tratando de liberarla ... En este caso
hemos exagerado un poco «ampliando» la figura de la señora y disminuyendo el tamaño
de la silla o asiento del tren, de forma que la escena resulta, sin lugar a dudas, de lo
más singular. Ahora bien, hacer una silla tan alta como un edificio, tal que la señora
tuviese que escalar por una de las patas para poder llegar a la cima y sentarse ... esto
sería, a mi juicio, una barbaridad totalmente fuera de lugar.
Estoy de acuerdo con Dominic O'Brien cuando afirma: «Personalmente creo que
exagerar el tamaño interfiere en mi necesidad de lógica y aumenta innecesariamente la
carga de trabajo ... ». 5
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Sexo
Si deseas recordar con rapidez, pon jovencitas muy bellas, pues la colocación de
muchachas anima admirablemente la memoria, y quien lo ve, lo ha atestiguado. 6
Como era de esperar, tal sugerencia causó revuelo por lo inmoral de la propuesta -
¡qué escándalo!, ¡qué atrevimiento!- y a pesar de que su obra fue muy conocida, en
tiempos en que la mayoría de los autores o bien eran religiosos, o bien les convenía
estar a buenas con la iglesia, este punto a menudo fue pasado por alto.7
En nuestros días, sin embargo, introducir el factor sexo como forma de lograr
imágenes llamativas es una idea generalmente aceptada, aunque el debate entorno a esta
cuestión no está del todo cerrado. Tony Buzan, por ejemplo, afirma:
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Aunque algunos manuales de mnemotecnia dicen que el sexo ayuda al recuerdo,
esto es completamente falso. El sexo, en general, sólo ayuda al sexo. Al recuerdo,
desde luego, no. 9
Lo cierto es que las imágenes de marcado carácter sexual, aun cumpliendo la función
de ser llamativas, presentan algún inconveniente. El primero es que la presencia de la
muchacha o del muchacho resulte tan arrolladora que, centrando la atención en ella,
acabes por no saber para qué demonios creaste tal imagen ( o que el pensamiento se
vaya por otros derroteros que poco tienen que ver con la mnemotecnia).
La otra cuestión es de índole moral: aun cuando este recurso no te parezca
inapropiado, ten en cuenta que a menudo compondremos imágenes con personas
cercanas a nosotros, tan cercanas como nuestros padres o hijos; imaginarlos en un acto
sexual puede resultar violento y provocar más desazón que otra cosa. 10
Por tanto, en mi opinión, las imágenes eróticas tienen cabida siempre que:
b) Se utilice siempre como opción, si la escena invita a ello, pero nunca de forma
obligada, y menos aun si no te sientes cómodo con el resultado (la mnemotecnia ha
de ser diversión, no motivo de zozobra).
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Emoción
Los textos antiguos siempre nos hablan de imágenes inusuales que nos provoquen
alguna emoción, que «conmuevan nuestro espíritu» ya sea por su singular belleza o
extrema fealdad, porque nos asustan o porque nos hacen reír, etc. En efecto, cualquier
vivencia que nos llegue al corazón -o que provoque un nudo en el estómago, que
también vale- sin duda captará nuestros sentidos y se grabará en la memoria mucho
mejor que cualquier otra anodina o irrelevante acción.
Por ejemplo, en el caso de la señora y la silla puedo dotar a la escena de un matiz
cómico (al salir a la calle la señora ha calculado mal la altura y la silla ha golpeado
contra el marco de la puerta, con tal mala suerte que al caer se ha enganchado con la
cremallera del vestido dejándola medio desnuda a la vista de todos) o un tono
dramático (su amado falleció trágicamente mientras construía con sus propias manos
esa silla para ella) o un punto de intriga (unos desalmados han secuestrado al hijo de la
señora y amenazan con hacerle daño si ella no sale a la calle llevando una silla por
sombrero).
Aunque no lo considero necesario, un truco que se recomienda a veces para lograr
escenas más emotivas consiste en incluirnos a nosotros mismos en la acción para que,
al vernos involucrados, lo sintamos todo de forma más intensa. Por ejemplo, si eres
hombre podrías imaginar que esa señora eres tú mismo disfrazado, o que trabajas de
asistenta para esa señora y le estás ayudando a fijar la silla sobre su cabeza, etc.
Esta relación entre memoria y emociones se pone especialmente de manifiesto en
una antigua costumbre medieval. En tiempos en que no habían papeles ni documentos
donde plasmar los contratos entre las gentes, entre otros motivos porque casi nadie
sabía leer ni escribir, los acuerdos se hacían de palabra y normalmente ante testigos que
pudieran corroborar los hechos en caso de litigio. Y en ocasiones, la búsqueda de la
eficacia primaba absolutamente sobre el respeto a los derechos más elementales ... del
que sufría sus consecuencias.
La costumbre era coger a un muchacho joven que, con toda la vida por delante,
durante muchos años pudiera hablar sobre el acuerdo y ayudar de esta forma a la
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perpetuación del mismo: «¿Ves, chico, aquel árbol a los pies de la colina? Ahora marca
el linde entre las tierras de Mengano y de Zutano».
Y, de pronto, mientras el muchacho fijaba la vista en el lejano árbol, le soltaban un
guantazo de los que tiran de espaldas.
Desde el suelo, con la cara ensangrentada, el desconcierto se mezclaba con un
enorme sentimiento de ira por una agresión tan desproporcionada como injusta. El
tropel de emociones hacía que aquel momento quedara grabado en su memoria de por
vida. Así, muchos años después, aquel joven -ahora ya viejo- aún recordaría:
«Estaba yo fijándome en aquel árbol que separa las tierras de Mengano de las de
Zutano cuando de pronto ... ».
Un método bastante bruto, pero eficaz. 11
Recomiendo, en todo caso, buscar emociones agradables, positivas, a fin de que el
acto de memorizar no acabe convirtiéndose en un suplicio. Además, como dice la Dra.
Anna Puig:
La gran mayoría, recordamos más fácilmente las cosas alegres que nos generan
bienestar y que, además, nos permiten aflorar un sentimiento de amor. Solemos
anteponerlas frente a aquellos sentimientos negativos que nos producen tristeza,
miedo, odio, celos ... Incluso puede ocurrir que lleguemos a bloquear el recuerdo
en el caso de este sea demasiado doloroso para nosotros. 12
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Un hombre y un perro
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¿Dónde he aparcado el coche?
Pepe trabaja en una zona donde es muy dificil encontrar aparcamiento. Normalmente,
debe recorrer las calles de los alrededores un par de veces buscando un hueco donde
estacionar. El problema de dar tantas vueltas es que, a menudo, cuando sale de trabajar
no recuerda donde demonios dejó el coche.
Pero ahora que ha descubierto la mnemotecnia y la estrategia de las imágenes
llamativas, utiliza el siguiente truco:
Todos los días, al bajar del coche, observa el lugar donde ha estacionado. Si, por
ejemplo, está aparcado frente a la panadería, imagina una original escena en la que el
vehículo cobra vida, como en unos dibujos animados, y empieza a pedir limosna a
todos los que salen de comprar el pan: «Por caridad, un trocito de pan, que mi dueño
me tiene a dos velas... ¡hace casi dos semanas que no me echa ni una gota de
gasolina!». Si ha aparcado frente al bar de la esquina, el coche, medio borracho, no
hace más que pedir una copa de vino: «¡Camarero! Un vino por aquí, que estoy seco».
Si ha estacionado bajo la nueva farola, al final de la calle, imagina al coche tratando de
ligar con ella: «¡Vamos, nena! No seas tan altiva y agáchate a darme un besito». Etc.
De esta forma, al salir del trabajo, solo tiene que detenerse un momento a ver cual es
la última barrabasada de su coche: si estaba tratando de ligar con la farola ya sabe que
se encuentra estacionado al final de la calle, donde han puesto una farola nueva; si
andaba medio borracho es porque está frente al bar de la esquina; si mendigaba pan es
porque estacionó cerca de la panadería; etc.
¡Un recurso infalible!
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3. MÉTODO LOCI
Lugares
La misma técnica que hemos utilizado hasta ahora para recordar un dato podemos
extenderla para memorizar todo un conjunto de datos. Ilustraré el proceso con un
ejemplo muy sencillo.
Supongamos que este fin de semana tienes invitados y has pensado sorprenderles con
una buena paella para comer. Bien, lo primero será acudir al mercado a comprar los
ingredientes necesarios; para no olvidar nada puedes preparar una lista de la compra ...
o utilizar las técnicas de memorización. Veamos cómo memorizar fácilmente todos los
ingredientes.
Al salir de casa camino del mercado ineludiblemente pasarás frente a las casas de
tus vecinos, así que puedes a valerte de ellos para que cada uno te recuerde una cosa.
El primer ingrediente, esencial, es el arroz, como ese que tiran a los recién casados
a la puerta de la iglesia. Imagina entonces a tu primer vecino saliendo de casa todo
engalanado para asistir a una boda pero llevando, no un paquete, sino cargando al
hombro un saco de varios kilos de arroz; ¡este no va a echar, sino a enterrar a los
novios en arroz!
Siguiente ingrediente, aceite. En la casa contigua vive un vecino muy mal hablado,
así que será fácil imaginarlo mentando a todos los santos porque se le ha atascado la
llave en la cerradura y ahora no puede entrar en casa. Como no tiene lubricante a mano
está intentando desatascar la llave con aceite de oliva, como el que se usa en la cocina.
Ahora las habas, el tercer ingrediente. Quizás conozcas la expresión «tonto del
haba» -o su versión abreviada «tontolaba»- que siempre me hace pensar en alguien
muy torpe al hablar de habas, por ejemplo, el personaje cómico de televisión Mr. Bean
(bean en inglés significa precisamente haba). Pues camino del mercado, al pasar frente
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a la casa de la señora María -tercera casa- imagino que ha ido a visitarla Mr. Bean
pero ha tropezado al entrar y se dado en la cabeza contra el marco de la puerta, por lo
que anda la señora María apurada intentando reanimar a su descalabrado amigo, ¡el
muy tontolaba! 13
Y así sucesivamente vamos asociando cada ingrediente a cada uno de los vecinos
que encontramos a lo largo de la calle. Cuando realmente estés en el mercado, para
acordarte de la lista de ingredientes rememorarás las situaciones que has imaginado con
cada vecino: el primero salía de casa cargado con un saco de arroz, el siguiente estaba
echando en la cerradura aceite de oliva, el tercero -la señora María- atendía al
«tonto del haba», etc.
Esta técnica de memorización se llama método de los lugares, pues cada lugar por
el que pasamos aprovecha para memorizar un dato. También es muy conocida por su
nombre en latín, método loci (loci significa «lugares»). 14
Si hacemos caso a Cicerón, este sistema basado en lugares e imágenes lo inventó el
poeta griego Simónides de Ceos, que vivió entre los siglos VI y V a.C. Según cuenta la
historia, tras sobrevivir gracias a los dioses al derrumbe de un edificio en el que se
celebraba un banquete -donde el propio Simónides había estado recitando unos versos
- , los fallecidos, desfigurados bajo los escombros, estaban irreconocibles, pero el
poeta logró identificar a cada cual por el lugar que ocupaba en el banquete: viendo la
esquina recordó que allí se sentaba tal persona, a su lado estaba tal otra y a
continuación, frente a la jarra de vino, se servía un vaso tal otra ... Así lo cuenta
Cicerón:
[. ..} Simónides había identificado a cada uno de los que había que enterrar por
acordarse en qué lugar estaba recostado cada cual. Y que entonces, advertido de
esta circunstancia, había descubierto que la posición de algo era lo que en
particular iluminaba su recuerdo. Y en consecuencia, que quienes quisieran
cultivar esta parcela del espíritu, deberían tomar esos lugares y, aquello que
quisieran retener en la memoria, habían de modelarlo con la mente y colocarlo en
dichos lugares ... 15
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Cómo evolucionó la técnica en la antigua Grecia no lo sabemos, pues no ha
sobrevivido ningún documento de aquella época que dé testimonio de este asunto, pero
gracias a Cicerón, Quintiliano y un desconocido profesor de retórica, 16 sabemos que
los romanos contaban con un sistema mnemotécnico plenamente desarrollado.
Quintiliano, por ejemplo, nos cuenta una forma de poner en práctica el método loci
que en aquellos tiempos debía ser tan habitual como lo es en nuestros días.
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U na variante
Supongamos que apenas conoces a un par de los vecinos que viven en tu calle; con esta
lista tan breve de lugares apenas podrías memorizar unos pocos de los ingredientes
necesarios, así que veamos una alternativa. Un sitio que seguro has de conocer bastante
bien es tu propia casa, por tanto, puedes diseñar una «ruta» por las diversas estancias:
salón, cocina, dormitorio, etc.
Así, con ayuda de imágenes llamativas, vas a relacionar cada ingrediente con cada
lugar de casa. Por ejemplo, puerta de casa -primer lugar- y arroz: unos novios que
pasaban por tu calle se han detenido justo a la puerta de tu casa y en ese momento han
empezado a echarles arroz, ¡como si tu casa fuera la iglesia! Ahora tendrás que ponerte
a barrer todo el arroz que se ha quedado en el suelo. Salón -segundo lugar- y aceite:
el truco de limpiar el suelo del salón con aceite de oliva ha funcionado muy bien, ahora
tiene un brillo excelente, ¡pero resbala una barbaridad! No puedes dar dos pasos sin
caerte al suelo (y mancharte de aceite) .
Y así sucesivamente.
Cuando quieras recordar la lista de la compra tan solo tienes que imaginarte a la
puerta de casa y, con el pensamiento, hacer el recorrido por las diversas estancias, de
modo que cada lugar te recuerde, a través de las imágenes llamativas que has
compuesto, cada uno de los ingredientes. Así lo cuenta Quintiliano:
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De este fragmento quiero destacar ciertos detalles que servirán para introducir unas
cuestiones de interés.
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Consideraciones
Primero
Observa como Quintiliano no solo habla de habitaciones, «sino también en estatuas y
otros similares objetos». Se trata de lo siguiente: salvo que vivas en un palacio, el
número de habitaciones en casa será más o menos reducido, con lo que la cantidad
de cosas que puedas memorizar está bastante limitada. Por ello, una forma de
multiplicar el número de lugares consiste en ser minucioso y considerar también
aquellos objetos que ocupan un lugar dentro de cada habitación.
Por ejemplo, estoy en el salón de casa y miro a alrededor: veo una lámpara de pie,
unas sillas, el televisor, etc. Pues bien, puedo tomar estos objetos, que ocupan un
lugar en el salón, como elementos a los que asociar aquellas cosas que deseo
recordar. Así, para memorizar la lista de la compra asociaré la lámpara de pie -
primer lugar del salón- con el arroz, las sillas -segundo lugar del salón- con el
aceite de oliva, el televisor -tercer lugar del salón- con las habas, y así
sucesivamente. De esta forma, tomando, por ejemplo, diez objetos de cada
habitación, con una casa de solo cinco habitaciones puedo diseñar una ruta de
cincuenta lugares, lo que me permitiría memorizar hasta cincuenta cosas distintas. 18
En caso de que prefieras aprovechar a los vecinos, también se puede recurrir a una
solución similar. Quizás de mi calle sólo conozca a los residentes de unas pocas
casas, pero no tengo por qué limitarme a los dueños, puedo utilizar a todos los
integrantes de la familia y asociar el arroz con el padre, el aceite con la madre, las
habas con el hijo mayor, etc. Incluso, aunque en una casa viva una sola persona,
quizás conozca a su hermano, o a su sobrino, etc. con lo que puedo imaginar que
están todos reunidos en la casa y valerme así de cada uno de los familiares -aunque
en realidad no vivan allí-, desde la abuela hasta el gato (o cualquier otro animal
que tengan de mascota).
Segundo
El desplazamiento por la casa se realiza «guardando un orden». Este es un punto muy
importante: hay que establecer y seguir siempre el mismo orden de lugares pues, de
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lo contrario, a salto de mata, es fácil que se omita algún lugar y se pierda el dato
asociado. Si empleas a tus vecinos, lo mismo:
Lo mismo sucederá con el orden de cada una de las personas de la misma casa, si
desciende sucesivamente de mayores a menores y, a continuación, de las personas
a los animales, como caballos, mulas, asnos, hasta llegar, al fin, a los perros y a
los gatos. 19
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Cuando se llegaba a la parte de memoria, todos los puntos del discurso estaban ya
estudiados y dispuestos ordenadamente, de forma que aplicar el método de los
lugares resultaba fácil: tan solo faltaría ir escogiendo una figura concreta en
representación de cada uno de estos puntos. Por ejemplo, si había que hablar de
navegación imaginaban un ancla en el primer lugar, si después de guerra, se ponía un
escudo o una lanza en el segundo lugar, y así sucesivamente. A la hora de pronunciar
el discurso repasaban la ruta: el ancla en el primer lugar señalaba que habían de
empezar con el tema de navegación, la lanza en segundo lugar recordaba que debían
seguir con el asunto de la guerra, etc.
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cuenta de que eso solo es el paso final en el proceso de memorización (salvo que se
trate de una lista de cosas que ya nos viene dada, claro está).
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El camarero que imitaba a Simónides
Es sabido que existen mil formas distintas de tomar café: está el café solo, con leche,
capuchino (con chocolate), irlandés (con whisky), caribeño (con ron), etc. Y aparte las
infusiones: manzanilla, tila, té con limón o sin limón, té rojo, etc. En cualquier
restaurante podemos encontrar una mesa con más de diez comensales sin que ninguno
repita el mismo café que ha pedido otro.
El camarero que está tomando nota, cuando regresa con la bandeja copada de diez
cafés distintos, ¿cómo sabe cuál ha de servir a cada cual? Muchos, directamente, no lo
saben y van preguntando: «A ver. .. ¿el café con ron para quién era? ¿Usted? Ahí va».
Pero hay un camarero que casi siempre recuerda aquello que ha pedido cada cliente.
¿Cómo lo hace?
• El que ha pedido café con leche está sentado justo donde se ve una mancha de
vino sobre el mantel, así que nuestro camarero lo imagina tratando de
blanquear la mancha con un poco de leche; el de la mancha de vino es café
con leche.
• El del café con ron tiene a sus espaldas un cuadro donde se ve pintado un
velero, pero bien pudiera ser en realidad un barco pirata navegando por el
caribe con las bodegas llenas de ron; quien está sentado frente al cuadro
pidió café con ron.
• La señora de la manzanilla está sentada en medio de la mesa, frente a un
adorno floral, del que la imagina arrancando algunas ramas, como si fuera
una planta de manzanilla, para echarlas en la infusión; la mujer del adorno
floral ha pedido manzanilla.
Y así sucesivamente. Cuando nuestro camarero vuelve con los cafés, basta con
observar el lugar dónde está sentado cada cual para recordar qué es lo que ha de servir
a cada uno.
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Al principio solo lo hacía con dos o tres clientes por mesa, aquellos cuyo lugar era
más fácil de identificar y crear una imagen llamativa rápidamente, pero con la práctica
ha ido mejorando la destreza para imaginar fantásticas aventuras a partir de cualquier
pequeño detalle.
Además, se ha percatado de que muchas veces los propios clientes le van dando
pistas sobre aquello que han pedido. Por ejemplo, ese señor que está un poco retirado,
sin hablar con nadie, quiere un café solo (será para seguir estando solo), chica de pelo
rojizo ha preferido un té rojo (¿será para que combine el color del té con el de su
pelo?), etc.
El resultado es que, bien por su lugar en la mesa, bien por algún detalle de la propia
persona, a través de llamativas imágenes logra recordar aquello que pidió cada uno.
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4. DAR SENTIDO AL SINSENTIDO
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Símbolos
Sé que la mayoría de los escritores griegos que han tratado sobre la memoria se
esforzaron en reunir imágenes correspondientes a numerosas palabras, de manera
que las personas interesadas en aprenderlas de memoria las tuvieran a su
disposición sin necesidad de perder su esfuerzo en buscarlas.
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Pero a renglón seguido desaprueba esta tarea por las razones que acabo de exponer:
Por eso, algo parecido a un diccionario de imágenes mnemotécnicas, hasta donde sé,
nunca se ha llegado a realizar. Lo más semejante que encontramos son los libros de
emblemas de los siglos XVI y XVII. Estas obras, muy populares en su época,
recopilaban una serie de sentencias moralizantes, generalmente en verso, acompañadas
por una figura destinada explicar y dar forma visual a la idea que expresaban. Estas
ilustraciones, que al principio solo buscaban conseguir que la obra resultara más
atractiva -que se vendiera bien--, no tardaron en adquirir un propósito mnemotécnico
y en buscar motivos que ayuden al lector a recordar con facilidad estas sentencias. 22
Por ello, no es raro ver en algunos textos de mnemotecnia de aquellos tiempos que, a
la hora de tratar el asunto de las imágenes, sencillamente remitan al lector a los libros
de emblemas, que no suelen faltar en la lista de títulos recomendados. 23
Este tipo de libros ya no son habituales en nuestros días, pero a cambio disponemos
de otros recursos muy útiles como fuente de imágenes: el cine y televisión.
Seguro que en alguna de esas viejas películas en blanco y negro has visto alguna vez
la escena del calendario o almanaque que pierde sus hojas del mes, representando el
paso del tiempo (calendario sin hojas::::: varios meses); o ese cenicero que, antes vacío,
ahora aparece lleno de colillas, señalando el transcurso de un buen rato (cenicero lleno
::::: varias horas).
Ejemplos como estos hay cientos y, s1 mtras con ojo atento, podrás encontrar
imágenes hasta para los conceptos más extraños. En la gran pantalla todo es posible,
especialmente ahora que la tecnología de efectos especiales puede incluso mostrar a
una vaca volando con tal realismo que, viéndolo, nadie dudaría ni por lo más remoto de
algo tan inverosímil como que las vacas vuelen.
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Mención aparte merecen los anuncios publicitarios: teniendo como objetivo captar
la atención del espectador, rebosan ingenio para lograr las imágenes más llamativas;
bastan cinco minutos frente al televisor para obtener excelentes figuras representativas
de sabor, limpieza, perfume, pasión, etc.
Añade a todo esto el clásico recurso literario de las novelas (Don Quijote;::::: locura;
Harry Potter;::::: magia; Astérix el Galo ;: : : astucia; etc.) y comprobarás que resulta fácil
encontrar un símbolo para casi cualquier idea.
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Palabras sustitutas (homófonas o parónimas)
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improvisado concierto de trombón en la farmacia con todos sus hombres aplaudiéndole,
o cualquier otra llamativa situación.
La gran ventaja de esta técnica es que nos permite abordar la tarea de memorizar
cosas que nos son totalmente desconocidas; para poder encontrar un símbolo de algo
necesitamos saber ese algo qué es, pero en el caso de la palabra sustituta, no. Por eso,
constituye el recurso ideal cuando hay que memorizar cosas tan raras como el nombre
de un medicamento o elemento químico, o el de una persona, una localidad, un término
extranjero, etc.
El inconveniente, que también lo hay, es que añade un punto de dificultad al meter de
por medio un elemento -la palabra sustituta- que inicialmente no estaba; en lugar de
componer una imagen que me lleve directamente de A a B, compongo una imagen que
me lleva de A a la palabra sustituta, y luego he de confiar a mi memoria natural que, por
similitud, la palabra sustituta me lleve hasta B.
La experiencia demuestra que cuando esta técnica falla el error suele darse en el
segundo paso, es decir, al ir desde la palabra sustituta hasta B. Son dos los posibles
tipos de error.
El primero, no muy usual, es que haya transcurrido tanto tiempo desde que creaste la
mnemotecnia que pienses que la palabra sustituta es el dato final a recordar, y el
verdadero dato final ni lo busques. Para evitar estas situaciones, lo que se debe hacer
es introducir en la imagen algún elemento extraño que sirva de señal o aviso. Por
ejemplo, en el caso de Ambrosio lo imaginaba sirviendo bombones en forma de letra A.
¿Por qué unos bombones de forma tan extraña? ¡Ah!, porque no es Ambrosio lo que
debo recordar, sino ambrosíA.
El segundo tipo de error, más frecuente, es que la palabra sustituta sea tan distinta de
aquella que quieres recordar que, al final, no logres dar con ella. Encontrar una buena
palabra sustituta a veces no es nada fácil. Sin embargo, constituye el elemento esencial
en el desarrollo de esta técnica, por tanto, hay que poner especial énfasis en este punto.
Una palabra sustituta debe cumplir las siguientes reglas: 24
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1. Debe ser aproximadamente de la misma longitud que la palabra original, con el
mismo número de sílabas.
Encontrar una palabra sustituta que cumpla con todas las reglas, como apuntaba
antes, es realmente dificil - a menudo, imposible- pero hay que buscar que
contemple, de estas cuatro reglas, cuantas más mejor. Por ejemplo, el caso de «trombón
cid» no cumple con la segunda regla, pero sí con la primera, tercera y cuarta; «litro»
respeta la cuarta regla a medias (entre «-tio» y «-tro» hay cierta diferencia) pero las
tres primeras se siguen a rajatabla. Es curiosamente «Ambrosio» el ejemplo más débil,
pues aquí sólo se cumple la regla tres y la uno, a medias (a pesar de escribirse con el
mismo número de letras, «Ambrosio» tiene tres sílabas, «ambrosía» cuatro).
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Imagina bilidad
Según el trabajo de F. Valle, estas son cmco de las palabras con menor grado de
imaginabilidad en nuestro idioma: empero, tal, mediante, según y pues. 25
¿Con qué figuras las representarías? Adelante, acepta el desafio y haz una pausa
para ver qué imágenes se te ocurren.
Que un término posea un bajo grado de imaginabilidad significa que es
verdaderamente dificil formar una imagen del significado de la palabra. Es decir, estas
cinco palabras serían las más dificiles de representar con imagen, lo que significa que
si eres capaz de encontrar una imagen para cada una de ellas, serás capaz de encontrar
una imagen para cualquier cosa sin mayores dificultades. A modo de ejemplo, he aquí
una posible solución:
• Empero
Al ver este término de inmediato surge la palabra sustituta «emperador», pero
se debe introducir alguna señal que nos advierta de que el término real a
recordar es otro, más breve: la imagen bien pudiera ser una estatua de un
emperador romano a la que le falta una parte, está cortada (al quitar una parte
de «emperador» se queda «empero»).
• Tal
Hace algunos años había un personaje muy popular que siempre tenía en la
boca la expresión «tal y tal», así que puedo utilizar su figura como símbolo
del término «tal». También podríamos recurrir a aquel presidente de gobierno
que en una rueda de prensa, al plantearle unas preguntas comprometidas,
respondió: «La segunda, ya ... tal». Otra posibilidad sería crear una imagen
con palabras sustitutas como cal, chal, sal, etc. (por ejemplo, una T pintada
con cal, un chal recortado en forma de T, etc.).
• Mediante
Palabra sustituta «medio guante» o «media amante»; quizás «mi diamante».
• Según
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Si has leído alguno de esos libros titulados «El mundo según Fulano» o «La
vida según Mengano» ya tienes una imagen para este término. Si eres una
persona religiosa podrías valerte de San Juan o San Lucas (por aquello de
«El evangelio según San Lucas»). Si no, puedes recurrir a la figura de
alguien que sabe o que manda mucho y por eso, para explicar algo, siempre
dices «según Zutano ... ».
• Pues
Palabra sustituta <~uez». Ahora bien, no vale unjuez cualquiera, ha de ser un
juez luciendo una toga de color púrpura (el juez púrpura). ¿Por qué púrpura?
Pues porque «púrpura» empieza con P de «pues» (la imagen tradicional de un
juez representaría la palabra <~uez», un juez de color púrpura representaría
«pues»).
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A modo de resumen
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Existe cierta discusión sobre si ofrecen mejores resultados las palabras sustitutas
creadas por nosotros mismos o aquellas propuestas por expertos con más práctica.
Aconsejo aprender a crear nuestras propias palabras sustitutas, sencillamente porque no
siempre dispondremos de alguien que vaya a buscar por nosotros las requeridas en
cada ocasión. La figura del experto solo es necesaria en el caso de niños -o adultos
con cierto retraso mental- pues, al ser incapaces por sí mismos de buscar una palabra
sustituta, no hay más remedio que proporcionársela. Ahora bien, si encuentras una lista
ya preparada, nada impide que la analices y adoptes aquellos términos que consideres
apropiados (no se trata de copiar ciegamente, sino de incorporar a tu lista particular
aquello que ves acertado o para lo que no se te ocurre nada mejor); acostumbran a dar
tan buenos resultados corno los términos creados por nosotros mismos. También suelen
ser aprovechables las palabras sustitutas construidas por amigos o compañeros que han
crecido juntos y comparten un entorno muy similar, con edad, cultura y vivencias
parejas. 26
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5. PERFECCIONANDO EL MÉTODO
Las estrategias vistas hasta ahora ponen en tus manos la solución para desterrar toda
clase de olvidos pero, si quieres ir un paso más allá -espero que sí-, será bueno
conocer el método de los lugares con más detalle para descubrir como estas estrategias
aprovechan para memorizar, no solo unos datos, sino también series sucesivas de datos.
Empecemos primero por averiguar cómo construir buenas rutas o itinerarios para
nuestro método loci.
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Crear rutas
Escribía Quintiliano, sobre quienes preparan los lugares de una ruta, que:
Supongamos que utilizarás los muebles que ocupan un lugar en tu salón como
referencias a las que ir asociando aquello que deseas memorizar. Necesitarás conocer
muy bien el orden y posición de cada mueble para luego, cuando estés en el mercado o
cualquier otro sitio, repasando la lista de muebles, cada uno te evoque el dato que le
asociaste; si falla algún lugar, fallará lo que tenías asociado a ese lugar, por tanto,
debes conocer muy bien todos los lugares que forman la ruta.
Casi todos los textos de mnemotecnia, desde los más antiguos a los más modernos,
incluyen algunos consejos de cómo confeccionar las rutas: utilizar espacios amplios,
bien iluminados, ni muy grandes ni muy pequeños, etc.
Todos esos consejos tienen su razón de ser pero, en esencia, para no olvidar ningún
lugar de los que forman la ruta, a mi juicio basta con seguir estas dos simples reglas:
establecer un orden y mantener distancias regulares. Lo explicaré con un ejemplo.
Pongamos el caso, como decía antes, de crear una pequeña ruta por el salón de casa;
vamos a escoger unos lugares para más adelante poder asociar los datos a memorizar
con los muebles situados en estos lugares.
Imagínate pues situado en la puerta del salón con todos los elementos de la
habitación a la vista. No puedes empezar a elegir lugares al azar, hay que tener un
criterio y seguir siempre un mismo orden. En estos casos se aconseja preparar un ruta
circular siguiendo las paredes, en el mismo sentido de la escritura, de izquierda a
derecha -igual que en las agujas del reloj- así que observa lo primero que
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encuentras a tu izquierda: ¿qué es, una lámpara de pié? Vale, pues ese será el primer
lugar de mi ruta. ¿Qué viene después en este mismo sentido, unas sillas? Pues ese será
el segundo lugar; y así sucesivamente.
Pero, ¡atención!, entre un lugar y el siguiente debe haber siempre más o menos la
misma separación, es decir, si entre la lámpara de pie (primer lugar) y las sillas
(segundo lugar) hay un metro de distancia, entre las sillas y el siguiente lugar debe
haber también un metro de distancia, y entre este y el siguiente otro metro; y así
sucesivamente.
¿Qué logramos con esto? Si en un momento dado no recuerdo qué elemento venía
después de la ventana, como siempre sigo el mismo sentido deduzco que ha de ser algo
que vea situado a la derecha de la ventana, y como además siempre mantengo la misma
distancia, será aquello situado a un metro a la derecha de la ventana. Es decir,
siguiendo estas reglas puedo reconstruir la ruta, de forma que en caso de duda es fácil
deducir, a partir de un lugar, cual es el siguiente. Y si soy capaz de recordar todos los
lugares sin omitir ninguno, podré rememorar todas las cosas asociadas a esos lugares
sin omitir ninguna.
En el caso de una ruta por la calle, aprovechando a los vecinos, la cuestión es más
simple: basta con ponerse a andar calle arriba -o abajo- e ir de casa en casa, desde
la más próxima a la más lejana que conozca; después, cruzar a la acera de enfrente y
volver andando en sentido inverso (así aprovechas, no solo a los vecinos de al lado,
también a los que viven enfrente).
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Numerar las rutas
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En resumen, se trata de compartimentar y señalar el número de algunas posiciones
concretas para que no sea necesario empezar a contar desde el uno.
Lo ideal, en todo caso, sería encontrar rutas donde todos los lugares estuviesen ya
numerados. Por ejemplo, si vives en un edificio, cada apartamento tendrá un número en
la puerta: aquello que memorizaste asociado al vecino del séptimo corresponderá a la
séptima posición. Pero rutas de este tipo no encontrarás muchas. Por eso una alternativa
es recurrir a la técnica del reloj que nos proporciona lugares, además de numerados,
de forma ordenada y regular. 29
Veámonos situados nuevamente en la puerta del salón con la tarea de diseñar una
ruta por esta estancia. Lo primero que haremos en esta ocasión es imaginar en el centro
de la habitación, dibujado en el suelo, un gran reloj, un reloj tan grande como la propia
habitación. La manecilla de las horas marca la una; en esa dirección, sobre el número 1
del imaginario reloj, ¿qué objeto encuentras?, ¿un diván? Pues el diván constituirá el
primer lugar de la ruta. Avancemos la manecilla hacia las dos, ¿qué objeto ocupa
aproximadamente el lugar sobre el número 2? Pues ese será el segundo lugar de la ruta.
Y así sucesivamente.
Siguiendo las horas tendremos una ruta de doce lugares en perfecto orden, a
intervalos regulares y numerados -la hora del reloj-. ¿El séptimo lugar? El que
señala la manecilla del reloj cuando son las siete.
El mismo proceso puede aplicarse a cualquier escala. Imagina, por ejemplo, un
enorme reloj dibujado en la plaza principal de la ciudad: justo en frente, a las 12, está
situada la iglesia; sobre la 1 la antigua oficina de correos; hacia las 2, la farmacia; a las
3 el bar de la plaza; etc. En nuestro paseo podemos ir asociando las cosas a recordar
con los edificios o con quienes encontramos allí: a la una el cartero, a las dos el
farmacéutico, a las tres el camarero, etc.
Incluso puedes coger un mapa y trazar el dibujo del reloj sobre un territorio que
conozcas bien. Por ejemplo, sobre España, tomando Madrid como punto central, a la
una aparece Pamplona, a las dos Zaragoza, Castellón a las tres, etc. Cuando necesite
memorizar una serie de elementos, cada uno lo asociaré con algo característico de cada
ciudad: el primero, con los toros de los sanfermines de Pamplona; el segundo, con una
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jota frente a La Pilarica de Zaragoza; el tercero, con los naranjos de la Costa de Azahar
de Castellón; etc.
Otra ventaja de tener rutas numeradas es que puedo aprovechar los lugares para
acordarme ocasionalmente de algún número. Por ejemplo, tengo una cita con el dentista
al próximo día l; imagino entonces al dentista tumbado boca abajo en mi diván
echándose una buena siesta. ¡Cómo ronca el hombre! ¿Cómo puede dormir en una
postura tan rara? Bueno, la cuestión es que al pensar en el dentista me vendrá a la mente
la imagen del diván que, al estar en la posición del 1, me recordará que la cita es el día
l.
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Lugares ocupados
¿Qué ocurre cuándo, después de haber memorizado una serie de cosas con el método
loci, quieres memorizar otra serie de cosas nuevas? En cierta forma, los lugares de la
ruta ya están «ocupados» con las imágenes de aquello que se memorizó en primer lugar.
¿Cómo proceder para memorizar ahora estos nuevos datos?
Pues igual que lo hiciste la primera vez. El hecho de que los lugares hayan sido
utilizados anteriormente no suele ser un problema: ha transcurrido algún tiempo desde
que compusiste las imágenes primeras y como desde entonces no has vuelto a prestarles
atención, el olvido habrá iniciado su tarea de limpieza y puedes volver a componer
nuevas imágenes en los mismos lugares; aún cuando al pensar en la lámpara de pie, o en
tu vecino, vuelva a la mente la imagen de algún dato anterior, este aparece como en
segundo plano y eres capaz de distinguir cual es la imagen más reciente asociada a este
lugar.
No obstante, es posible que alguna vez necesites memorizar nuevos datos sin olvidar
los anteriores o que, sencillamente, haya transcurrido muy poco tiempo entre las
primeras y las nuevas imágenes; entonces es cuando, al pensar en un lugar de la ruta,
este evocará dos imágenes con el peligro de que no sepas cual fue la primera y cual la
segunda (interferencias).
En ocasiones esto no supone realmente un problema pues, por ejemplo, si por un
lado has memorizado los ingredientes de una receta y por otro la lista de regalos de
navidad para la familia, está claro -se deduce fácilmente- que la imagen de la
corbata o del perfume no corresponde a la lista de ingredientes, ¿verdad?
Ahora bien, supongamos que vas a memorizar las listas de los alimentos buenos y
malos para el colesterol. Al utilizar la misma ruta para memorizar ambas series, al
pensar en un lugar vendrán a la mente dos imágenes de dos alimentos: ¿cuál pertenece a
lista de los alimentos buenos y cuál a la de los alimentos malos? Entonces es cuando sí
tenemos un problema.
El modo de prevenir este tipo de dificultades consiste, obviamente, en utilizar
lugares distintos. Se puede proceder de dos formas. 30
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Una consiste en preparar rutas más o menos largas y compartimentadas, de forma
que para cada lista utilizo tramos distintos. Por ejemplo, dentro de casa, los alimentos
buenos empiezan por el primer lugar del salón mientras que los malos empiezan por el
primer lugar de la cocina.
La otra posibilidad es, sencillamente, emplear rutas distintas. Puedes diseñar una
ruta en tu casa y otra en tu lugar de trabajo; para los alimentos buenos utilizas un sitio,
para los malos otro.
Si prefieres usar el método loci paseando por la calle, puedes construir una ruta con
los vecinos que viven en tu misma acera y otra con los vecinos de la acera de enfrente;
o quizás aprovechar los cruces para separar una ruta en varias partes (desde mi casa
hasta la esquina, un tramo; desde esa esquina hasta la siguiente, otro tramo; etc.).
Normalmente se aconseja practicar siempre con la misma ruta con el propósito de
que, con el uso, el recuerdo de los lugares se afiance en nuestra memoria y podamos
recorrerlos mentalmente con rapidez y sin titubeos. Sin embargo, si memorizamos
muchas cosas muy a menudo llegará un momento en que sintamos los lugares como
cargados de imágenes, es decir, que al pensar en un lugar acuda a la memoria una gran
cantidad de imágenes asociadas a dicho lugar.
Entonces es cuando conviene tener preparadas dos o tres rutas -o más- e ir
alternándolas (cada vez que se necesite memorizar algo, utilizar una ruta distinta) o bien
una ruta larga que aprovechar a tramos (cada vez que se necesite memorizar algo,
utilizar un tramo distinto). La idea es que, cuando vuelvas a utilizar la ruta inicial, haya
transcurrido el tiempo suficiente como para que los lugares se antojen «vacíos», sm
fuertes imágenes vinculadas a ellos.
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6. OLVIDAR O NO OLVIDAR
Olvidar
¿Existe alguna fórmula que nos permita «borrar» las imágenes de nuestra memoria? Así
podríamos reutilizar los lugares de una ruta indefinidamente sin temor a interferencias,
es decir, sin que se nos pudieran confundir las imágenes viejas con las nuevas
imágenes.
En un conocido artículo de Umberto Eco, el autor italiano razonaba, en oposición al
arte de la memoria (ars memoriae), sobre la imposibilidad de desarrollar un arte del
olvido (ars oblivionalis). 31
Los antiguos tratados del renacimiento aconsejaban, para que los datos viejos no
interfiriesen con los nuevos, borrarlos imaginando los lugares vacíos, sin ninguna
imagen asociada: «y para que esta figuración sea más sólida, podemos inventarnos a un
hombre cualquiera que enfadado espanta las imágenes de todos los lugares». 32
Sin embargo, para Eco, «esta técnica permite a uno, no olvidar, sino recordar que
quiere olvidar algo».
Lo más parecido a una técnica del olvido consistiría, explica Eco, en superponer a
una imagen muchas otras lo más similares posibles hasta el punto de que, confundidos,
no logrando acertar con la imagen correcta, nos viéramos incapaces de rememorar el
dato solicitado. Sería como haberlo olvidado.
Pero esto, claro, más que olvidar consiste en inutilizar la memoria por saturación. Y
ese extremo es precisamente el que tratamos de evitar.
El psicólogo Alexander Luria retrata en el libro Pequeño libro de una gran
memoria la vida y milagros de Salomón Shereshevski, el hombre incapaz de olvidar y
cuya excepcional memoria estudió durante casi treinta años.
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En un momento dado, S -así se le nombra a lo largo del libro- decide sacar
provecho a sus facultades y entra en el mundo del espectáculo haciendo exhibiciones de
su prodigiosa memoria. En sus sesiones, uno de los juegos consistía en memorizar una
larga cantidad de cifras anotadas en una pizarra, y solía dar varias sesiones en una
misma tarde. Pero el temor de S no era que pudiera olvidar algún número, sino que al
rememorar los números se confundiese con los de una sesión anterior.
Instintivamente dio con una solución muy parecida a la que aconsejan los antiguos
tratados del renacimiento: «Tengo miedo de confundir las diversas sesiones. Por eso
borro mentalmente la pizarra y la recubro de una película totalmente opaca e
impenetrable ... ». Ahí está el hombre enfadado espantando los números fuera de la
pizarra y dejándola limpia, lista para una nueva sesión. 33
Pero el truco no siempre daba buen resultado: «Y, sin embargo, tan pronto como me
acerco a la pizarra, las cifras pueden aparecer de nuevo».
Por tanto, no habiendo una técnica segura que evite posibles interferencias, la mejor
opción es «abandonar» los lugares de la ruta durante un tiempo y dejar que el olvido
lleve a cabo su natural trabajo de «limpieza».
El paciente de Luria, por cierto, habría evitado sus problemas -o los habría
mitigado al menos- simplemente usando una pizarra distinta para cada sesión (una
rota, otra cuadrada, otra sin marco, etc.) o incluso, aun con la misma pizarra,
empleando en cada sesión un color de tiza diferente.
Disponiendo de varias pizarras, una para cada sesión, aquella de la esquina rota no
volvería a utilizarla al menos hasta el día siguiente; aun cuando recordase todos los
números puestos en ella, durante ese plazo de 24 horas ocurrirían suficientes cosas que
aprovechar como referencia temporal. Cuando los números de la pizarra volviesen a su
mente, ¿estos se propusieron antes o después de acostarse?, ¿antes o después del
desayuno? Si fue antes, se trataría de los números de la sesión de ayer y podría
distinguirlos de aquellos propuestos hoy.
Contar con varias pizarras habría sido como disponer de vanas rutas que usar
alternativamente. La cuestión es dejar transcurrir el tiempo suficiente para que, aun
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cuando al volver a la primera de las rutas sigan presentes muchas imágenes, podamos al
menos distinguir las más viejas de las más recientes.
En todo caso, S dio finalmente con una solución eficaz, pero un tanto singular:
Un día, era el 23 de abril, tuve tres sesiones seguidas. Estaba físicamente cansado
y pensaba en la forma de llevar a cabo la cuarta sesión. Temía que se me
apareciesen los cuadros de las tres anteriores ... Era un problema terrible para
mí ... ¿Vería o no el primer cuadro? ... Tengo miedo de que ocurra ... Quiero que no
aparezca... Y pensé: el cuadro ya no aparece y sé la razón: 1yo no quiero que
aparezca! ¡Ah! ... "Por consiguiente, si yo no quiero, no aparece". Entonces todo
radica en que tome conciencia de ello. 34
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No olvidar
Cuando memorizo los ingredientes de una receta o las compras de navidad, una vez
cocinado el plato o entregados los regalos puedo olvidarme de ello, dejo de prestar
atención y con el tiempo las imágenes que compuse asociando las cosas a recordar con
los lugares de una ruta poco a poco se van desvaneciendo.
Sin embargo, cuando memorizo las listas de alimentos buenos y malos para el
colesterol es con el propósito de recordarlos durante mucho tiempo: semanas, meses, o
incluso -a ser posible- durante años.
Existe la creencia de que por el hecho de haber memorizado algo con ayuda de una
técnica de memorización, ese algo ya no se olvidará jamás. Esto es falso. Quizás lo
recuerdes con más facilidad y durante más tiempo que si hubieras empleado el ineficaz
procedimiento de repetirlo una y otra vez, pero nada garantiza que un recuerdo vaya a
permanecer en la memoria para siempre.
El único modo de lograr que aquello que hemos memorizado no se olvide es,
sencillamente, repasarlo de vez en cuando; cerrar los ojos y mentalmente recorrer los
lugares para que estos vayan evocando las distintas imágenes que guardan los datos.
Si cada vez que dieses un bocado a algo sabroso te detuvieras un momento a tratar
de distinguir los sabores (a ver, esto lleva azúcar, canela, un ligero aroma a limón, etc.)
y mentalmente buscaras si alguno de esos ingredientes está en la lista de alimentos
buenos o malos para el colesterol, esta comprobación serviría de repaso, con lo que el
recuerdo de dichos alimentos buenos y malos se afianzaría en la memoria.
Practicando este ejercicio con regularidad dificilrnente olvidaríamos los datos, ya
que las imágenes memorativas que crearnos en su momento no se «abandonam>,
periódicamente volvernos a prestarles atención y, por tanto, el recuerdo se mantiene
VIVO.
Lo único que podría hacernos dudar, y aquí aparece nuevamente la cuestión de las
interferencias, es que volviésemos a utilizar la misma ruta para memorizar nuevos
datos, es decir, que creáramos nuevas imágenes vinculadas a lugares que todavía
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guardan fielmente una imagen anterior; en un momento dado podría darse el caso de
confundir las imágenes más recientes con las más antiguas.
De aquí se deduce entonces, por precaución, la siguiente regla: no volver a utilizar
lugares que guarden la imagen de algo que no se quiere olvidar.
Escribía Pedro Ciruelo, hace aproximadamente quinientos años, que podemos
servirnos de las rutas de forma fija o móvil. La primera es cuando asociamos a los
lugares imágenes que permanecerán fijas a dicho lugar indefinidamente, pues
representan datos que recordar por mucho tiempo. La segunda es cuando las imágenes
permanecen ligadas a un lugar solo temporalmente, pues transcurrido cierto tiempo
dejarán de ser necesarias y vendrán a ser movidas (sustituidas) por otras.
Por tanto, frente a las rutas habituales que iremos «reciclando» con imágenes nuevas
cuando las viejas ya no importen, tendremos otras rutas «exclusivas» dedicadas a la
memoria duradera de datos muy concretos.
Veamos el proceso completo siguiendo con el ejemplo del colesterol.
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Puedes coger la cámara y hacer fotos de cada uno de los elementos que forman la
ruta o, simplemente, anotarlos en un papel: cuando llegues a casa tendrás que
reconstruir mentalmente el trayecto y es conveniente tenerlo bien documentado para
comprobar que no omites ningún lugar.
3. Repasar
Ya solo queda programar algunos repasos. El primero será tan pronto termine de
memorizar las listas, para asegurarme de que los datos están bien memorizados.
Volveré a repetirlo al cabo de un rato, y al día siguiente. Si compruebo que lo
recuerdo todo bien, no hará falta insistir hasta al cabo de unos días; si me falla algún
punto, habrá entonces que repasarlo al menos diariamente hasta estar seguro de que
puedo recuperar cuando quiera todos los datos sin errores.
«¡Uf, menudo trabajo!» estarás pensando. Pues sí, no es una tontería que se
improvise en dos segundos, pero el objetivo también es ambicioso: recordar unos datos
durante mucho, mucho tiempo. De todas formas, si lo pones en práctica comprobarás
que no resulta tan laborioso como pueda parecer a primera vista. Destacar, tan solo, la
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importancia del repaso como elemento clave para contrarrestar el proceso natural del
olvido.
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Repasar
¿Para qué?
Primero, para comprobar que conoces bien todos los lugares que forman la ruta; si te
saltas un lugar, te saltas un dato, luego es importante confirmar que recuerdas
perfectamente todos los puntos del trayecto.
Segundo, para comprobar que generaste buenas imágenes memorativas y que al
pensar en un lugar, en tu mente sigue apareciendo la imagen asociada a dicho lugar junto
con el dato correspondiente; si una imagen es débil, es decir, si no logra el objetivo de
vincular un lugar con el dato a recordar, tendrás que analizar por qué falla y reforzarla
(revisa en el Capítulo 2 la forma de lograr imágenes llamativas).
¿Cuándo?
Un primer repaso es necesario tan pronto se haya terminado de memorizar cualquier
serie de datos, para comprobar, como señalaba en el apartado anterior, que se ha
memorizado todo correctamente. Después deberían efectuarse repasos de forma
periódica, a intervalos cada vez más espaciados: al cabo de un día, una semana, un
mes... aunque esto es muy variable, pues seguramente en algún momento intermedio
necesitarás recordar los datos y eso mismo ya servirá de repaso.
Aprovecha los tiempos muertos: parado en un semáforo, esperando al autobús, en la
cola del supermercado, etc. Repasar significa evocar las imágenes recorriendo
mentalmente cada punto de la ruta y, para eso, solo necesitas el pensamiento.
En el caso de tener que memorizar listas largas, con muchos datos, es conveniente
dividirlas en grupos pequeños (de diez, quince elementos ... una cifra con la que te
sientas cómodo, que manejes con facilidad) y cada vez que completes un grupo, hacer
un primer repaso de ese grupo; cada dos o tres grupos, un segundo repaso de los
elementos de estos grupos y cada cuatro o seis grupos, un repaso general desde el
principio. No esperes a terminar la lista completa para empezar a repasar, cada poco
comprueba que las imágenes primeras aun siguen claras en tu mente y, en función de lo
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bien que las recuerdes, decide si te conviene incrementar o s1 puede disminuir la
frecuencia de estos repasos iniciales.
¿Cómo?
Si es posible, aconsejo recitar la serie de datos memorizados en voz alta pues, como
decía Quintiliano, «[ ... ] debe ponerse alerta la atención con el sonido de la voz, para
que con un doble estímulo consiga la ayuda del habla y de la escucha». 35
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La curva del olvido
A finales del siglo XIX el psicólogo alemán Herman Ebbinghaus inauguró el estudio
experimental de la memoria mediante una serie de tests que ponía a prueba consigo
mismo. Confeccionaba listas de sílabas tomadas al azar y sin ningún sentido con el
propósito de memorizarlas. Una vez logrado su objetivo, cronómetro en mano, trataba
de medir a qué ritmo se le olvidaban.
Observó que olvidaba mucho al pnnc1p10, pero cada vez menos a medida que
transcurría el tiempo. Concretamente, tras memorizar sus listas comprobó que al cabo
de media hora ya casi había olvidado la mitad de las sílabas, y transcurrido un día
apenas alcanzaba a recordar una tercera parte, sin embargo, la mayor parte de las
sílabas que recordaba al cabo de una semana seguía recordándolas después de un mes.
Definió entonces lo que conocemos como la curva del olvido, donde se aprecia de
forma gráfica esta evolución.
A continuación se muestra dicha curva:
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1 o0%
1
---- -- ----- ---- --_,__ ---- ----- ---- ---- ----- ---- ---- --- ---- ----- ---- --- ----- ---------------·
5 0% ----- ---- -_,___ ---- --------------------- -..,. ---- ----- ---- ---- ____ ____ _,_______ _---- ---- ---
1 1 1
día semana mes
1
hora
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de que aquellas que para él tenían sentido -o que le evocaban algo en concreto- las
recordaba con mucha más facilidad que el resto e interferían en la ecuanimidad de los
resultados.
Con la mnemotecnia es de esperar que el porcentaje de recuerdo disminuya de forma
más lenta y progresiva, razón por la que, una vez comprobada la correcta memorización
de todos los datos, los repasos habrían de darse a intervalos más amplios y regulares.
Pero la eficacia de la mnemotecnia puede variar -por ejemplo, según lo hábiles
que hayamos sido con la elección de palabras sustitutas-. Por tanto, puesto que usando
las técnicas de memorización difícilmente encontraremos una constante en la curva de
la gráfica, podemos tomar como punto de partida la propuesta derivada del trabajo de
Ebbinghaus y ajustar la frecuencia según los resultados del repaso más reciente: buen
resultado -he logrado recordar casi todos los datos correctamente-, repasos más
espaciados; mal resultado -he fallado al tratar de recordar muchos de los datos-,
insistir con repasos más seguidos.
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7. LACUCHARILLADE CAFE
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La cucharilla de café
La próxima vez que vayas a tomar un vaso de leche, o un café, intenta coger la
cucharilla para remover el azúcar con la mano izquierda (o con la derecha si eres
zurdo). Adelante, pruébalo. Seguramente te asombre que algo tan simple y trivial pueda
resultar tan complicado (de hecho, en cuanto te distraigas un momento, sin darte cuenta
instintivamente cambiarás de mano, seguro).
¿Por qué ocurre esto? Pues sencillamente porque llevas un sinfin de años haciéndolo
de determinada forma, de modo que alterar la rutina así de pronto se hace raro y lo
sientes extraño, aunque se trate de algo tan insignificante como remover el azúcar con
una cucharilla de café.
Si eres una personal normal y has estado experimentando el recurso de componer en
tu imaginación escenas extrañas, singulares, insólitas, etc. seguramente en algún
momento te hayas sentido incómodo con esas elucubraciones, quizás incluso un poco
estúpido («¡A mi edad y con estas tonterías!»).
Por naturaleza, de jóvenes solemos tener una imaginación muy viva y dar rienda
suelta a la fantasía y componer imágenes de cualquier tipo no supone ningún problema.
Sin embargo, con los años vamos abandonando esa cualidad creativa para volvernos
más lógicos y racionales, hasta el punto de que alcanzada ya una edad «respetable»
resulta complicado volver a componer imágenes tan fantasiosas como las que se
proponen en estas páginas; la tarea viene a ser tan incómoda como ponerse a remover el
azúcar con la mano izquierda.
Pero lo importante del asunto -el hecho a destacar- es que se pierde la habilidad,
pero no la capacidad.
Te propongo el siguiente desafío: durante los próximos días, cada vez que cojas una
cucharilla para remover el azúcar del café -o de lo que sea- hazlo con la mano
izquierda (y, además, con movimientos circulares en los dos sentidos, de derecha a
izquierda y de izquierda a derecha, para que sea más dificil). Si eres constante, al cabo
de poco tiempo descubrirás que has adquirido una destreza que jamás creíste posible la
primera vez que lo intentaste; no será igual que hacerlo con tu mano habitual -en solo
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unos días no se puede alcanzar la maestría lograda con años, evidentemente- pero sin
duda la mejora será notable.
De igual modo, con la suficiente práctica se puede recuperar la habilidad de
componer imágenes tan sorprendentes, originales y llamativas como sea necesario para
utilizar las técnicas de memorización con éxito. De hecho, es más fácil de lo que
parece. Analicemos el tema.
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Imágenes raras
Una de las principales causas por la que los adultos, aún conociéndolo, no ponen en
práctica técnicas como el método de los lugares -especialmente los de mayor edad-
es la resistencia a crear mentalmente imágenes raras, extrañas, tal como aconsejan casi
todos los manuales de mnemotecnia. Sin embargo, y esto sorprenderá a más de uno, el
factor raro no es un requisito indispensable, pues imágenes simples también pueden ser
efectivas.
Cuando los psicólogos empezaron a interesarse por la mnemotecnia, una de las
primeras cuestiones que intentaron dilucidar era hasta qué punto las imágenes raras
favorecían el recuerdo de los datos. Los resultados, hasta la fecha, han sido de lo más
dispares; por cada estudio que defiende la efectividad de las imágenes raras,
encontramos otro que lo desmiente.
En un artículo firmado por Campos, Gómez-Juncal y Pérez-Fabello podemos leer:
¿Cómo es que las investigaciones no logran corroborar algo que se lleva poniendo
en práctica con éxito desde hace cientos de años?
Dejando a un lado la complejidad de este tipo de estudios (intenta, por ejemplo,
determinar qué es raro y qué no), debemos ser conscientes de que las imágenes raras no
son un fin en sí mismas, sino un medio para alcanzar un fin.
Si observas el detalle, a lo largo de este libro pocas veces he utilizado la expresión
imágenes raras, en su lugar escribo imágenes llamativas. ¿Por qué? Porque el hecho
de que una imagen se recuerde depende principalmente de que se le preste la suficiente
atención. Hay que buscar, por tanto, imágenes llamativas, que llamen la atención. Si
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eres capaz de centrar tu mente en una imagen, aunque solo sea un instante, esa imagen se
recordará con más facilidad que cualquier otra del montón, no importa si es rara o no.
¿Por qué entonces siempre se suele hablar de imágenes raras? Porque componer una
imagen rara es la forma más sencilla de lograr una imagen llamativa, que atraiga la
atención. Veamos el porqué.
1. Singularidad
Cuando hablábamos del efecto Von Restorff veíamos la importancia de crear
imágenes insólitas, únicas, fuera de lo común. Y normalmente las imágenes raras son
raras precisamente porque no ocurren a menudo, lo que atraerá la atención; por
consiguiente, se recordarán mejor.
2. Tiempo
Una imagen normal y corriente puede surgir rápido, pero una imagen rara requerirá
algo más de dedicación -hay que ingeniar alguna cosa que se salga de lo normal-
y necesitaremos más tiempo; cuanto más tiempo dediquemos a una imagen,
obviamente, mejor la recordaremos.
3. Interacción
Uno de los factores más relevantes a la hora de vincular dos datos consiste en verlos
interactuando, relacionándose de alguna forma y esto a menudo no será posible salvo
que compongas una imagen de lo más rara y surrealista. ¿Cómo vas a asociar, por
ejemplo, un peinado con una rana de forma lógica y natural? Lo veo complicado;
será mucho más fácil si recurres a una imagen rara.
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Recuerdo que en los calurosos días de verano, cuando a media tarde amainaba el sol
y la brisa suavizaba la sensación de bochorno, en el pueblo las mujeres acostumbraban
salir a la calle con una silla y sentarse en corro para charlar y hacer ganchillo o
cualquier otra labor. Voy a tomar este recuerdo como base para mi composición e
imaginaré a mi tía Enriqueta (señora) saliendo a la calle con una de las sillas que tenía
en el comedor (silla); utilizo elementos que me son familiares para poder imaginar la
escena con nitidez y claridad.
Pero esta escena hay que hacerla original, que destaque por algún motivo de entre
las docenas de imágenes que habré visto de una señora sentada en una silla. Se me
ocurre que mi tía Enriqueta le ha dado por salir a la calle pero en pleno invierno, así
que la imagino allí, sentada en la acera haciendo ganchillo envuelta en su bufanda, con
abrigo y guantes. Una escena de lo más original y ... sí, un poco rara, es verdad, pero
perfectamente plausible y fácil de componer (puedes imaginar que ha llevado a cabo
esta acción como acto reivindicativo para recuperar la vieja costumbre de hacer
ganchillo en la calle, por ejemplo).
Falta el elemento interacción. Será fácil: imagino la silla un poco descuajeringada y
con una pata algo corta que impide que se asiente bien, así que está mi tía Enriqueta con
un papelito bajo la pata intentando equilibrar la silla y que no se balancee, porque con
el vaivén se le va el punto. Asunto resuelto.
La escena resulta bastante sencilla y, al nnsmo tiempo, mcorpora todos los
elementos que la convierten en una buena imagen memorativa, es decir, como hemos
visto antes, bastante fácil de recordar.
Como señala Dominic O'Brien:
Es importante no olvidar que las cosas que imaginas deberían estar dentro de lo
que es posible, o que al menos tengan alguna lógica (por tanto, aunque sean
creativas, no deben ser fantásticas). Pueden ser un poco extrañas o nada
convencionales, pero en teoría si son perfectamente plausibles o posibles. 37
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Un piano y un cigarro
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Evolución
Los principiantes suelen necesitar un mínimo de siete u ocho segundos para crear una
imagen: hay que buscar un modelo, desarrollar un contexto, observar los detalles, etc.
Sin embargo, con la práctica ese tiempo desciende a la mitad -incluso menos-
debido, no solo a la destreza adquirida con el ejercicio, que es un punto importante,
sino también por ciertos cambios a la hora de trabajar con imágenes.
Un banco de imágenes
Supongamos, por ejemplo, que tras haber elaborado la escena de la señora y la silla, un
día surge la necesidad de relacionar señora con cualquier otra cosa. Ya tengo la imagen
de una señora -aquella que iba a vueltas con la silla-, por tanto no es necesario
volver a elaborar esta parte: aprovecho esa figura perfectamente definida y
simplemente imagino a la señora pero en otras circunstancias. He ahorrado tiempo.
Del mismo modo, si se presenta la tarea de asociar silla con burro automáticamente
tomo la imagen de aquella silla -que ya conozco bien- y la imagino siendo
mordisqueada por Platero; si has leído la novela de Juan Ramón Jiménez ya tendrás una
imagen clara del burrito Platero, así que la escena se compone rápidamente, pues
trabajas con figuras conocidas de antemano, muy familiares.
Es decir, cuanto más memorizas, más fácil y rápido es seguir memorizando, pues la
experiencia, además de habilidad, te ayuda a formar tu particular banco de imágenes;
evitas perder tiempo buscando figuras de las que ya dispones por haberlas preparado
en una ocasión anterior.
Una prueba típica en los campeonatos de memoria consiste en recordar en perfecto
orden los 52 naipes de un mazo de cartas bien barajadas. El tiempo máximo para la
prueba son cinco minutos, pero a los verdaderos expertos les sobra con uno (el récord
actual está en menos de medio minuto). ¿Cómo pueden memorizar la secuencia de un
mazo de cartas tan rápido?
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El primer paso es establecer o preparar una ruta de 52 lugares, pero preparada a
conciencia, de modo que no haya ninguna duda ni vacilación a la hora de saber qué
lugar va detrás de cual. Después, se debe escoger una imagen concreta para cada carta:
el as de picas puede ser una punta de lanza, el dos de corazones una pareja de
enamorados, el tres de tréboles un boleto de lotería premiado, etc. Por último, a
practicar: toman un mazo, barajan las cartas y a memorizarlas (la figura de la primera
carta se asocia con el primer lugar de la ruta, la segunda con el segundo lugar, etc.
Después, repasando los lugares, se va diciendo de memoria el orden en que
aparecieron las 52 cartas). Esto todos los días durante semanas, incluso meses.
Cuando llega el momento de la verdad, durante el campeonato, cualquier
combinación de tal carta en tal lugar seguramente ya se habrá dado en alguna sesión de
entrenamiento, con lo cual, más que crear, lo que se hace es recuperar una escena
preparada de antemano, de ahí la rapidez a la que se consigue memorizar. 39
El efecto tinaja
Todo esto, por cierto, me lleva a hablar de la gran ventaja que supone la edad.
Los jóvenes, por su propia juventud, a menudo se ven enfrentados a memorizar cosas
que desconocen o de las que solo tienen una ligera idea, lo que complica mucho la tarea
de formar una imagen; se ven obligados a echar mano de intrincadas fantasías que no
siempre concluyen en una buena imagen memorativa. Los ancianos, por el contrario, de
casi cualquier cosa que se presente seguro que tienen una experiencia previa -el
clásico abuelo con sus innumerables aventuras- y esto supone un recurso de gran
valor, pues ayuda a formar rápidamente excelentes imágenes memorativas.
Una vez tuve que memorizar la palabra tinaja. Por aquel entonces no sabía qué
significaba ese término, así que me puse a improvisar algo: imaginé una bañera (bañera
es sinónimo de tina) que se reía a carcajadas (¡ja, ja, ja!); tina + ja = tinaja. Cuando
tiempo después vi qué era una tinaja, se me fueron las manos a la cabeza: ¡qué manera
tan complicada de formar una imagen para algo tan simple como una tinaja!
Es decir, a medida que transcurren los años y vamos acumulando experiencias,
atesorando conocimientos, cambia el modo en que tendemos a formar imágenes: cada
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vez hay más oportunidad de apoyarnos en nuestras propias vivencias, lo que deriva en
imágenes más lógicas y naturales y ya no hay necesidad de elaborar intrincadas
fantasías, por lo que la tarea de componer buenas escenas memorativas resulta más
fácil (y bastante más rápido).
Bocetos
Otra cosa que cambia con la práctica es la propia forma de componer las escenas. Al
principio resulta importante lograr una visión nítida, crear un contexto, fijarse en los
detalles, etc. Sin embargo, con el tiempo estas cuestiones van perdiendo relevancia y se
logran buenas imágenes memorativas sin necesidad de elaborarlas con tanto cuidado.
Incluso llegará un momento en que con simples esbozos sea suficiente. Dominic
O'Brien, por ejemplo, afirma que:
[ ... } mis imágenes mentales no son precisas en todos los detalles. A veces son
bocetos con los colores y las formas adecuados; en ocasiones son como
caricaturas. No creo representaciones visuales perfectas. Invento ideas y
escenarios, las imágenes que me bastan para establecer la conexión mentalmente.
No obstante, si estás empezando, te recomiendo que enriquezcas tus imágenes al
máximo: cuando te sientas realmente cómodo y seguro con la práctica, podrás
empezar a abreviar. 40
Así pues, quizás llegue un día en que no necesites realmente crear una imagen, que
con la simple intención pueda ser suficiente (se ahorra tiempo no teniendo que elaborar
la imagen en todos sus detalles). Pero eso, hay que tenerlo presente, es algo que vendrá
tras mucha, mucha práctica.
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Conclusión
Este capítulo estaría de más en cualquier otro libro de nmemotecnia pues, con lo
explicado en páginas de capítulos anteriores, sería suficiente para que te iniciaras con
garantías en el manejo de las técnicas de memorización.
Sin embargo, he querido escribir estas líneas en un último intento por despertar tu
interés y curiosidad acerca de las imágenes mentales e inspirar la suficiente confianza
para que, al menos, decidas que «no pasa nada por intentarlo» y compruebes que esto
de las imágenes memorativas realmente da buenos resultados. Constituyen un pilar
fundamental en la nmemotecnia y, sin ellas, es mucho lo que se pierde: sería como tener
un automóvil y no superar los 15 km/h por no usar el cambio manual de marchas.
Tan solo me queda una advertencia: ¡que nadie ponga la edad como excusa! Sí, es
verdad que la edad conlleva cierto declive fisico, pero no necesariamente intelectual.
«La pérdida de memoria no es una consecuencia inevitable del paso de los años»,
afirma el Dr. Gary Small, 41 y es fácil encontrar multitud de ejemplos que lo demuestran.
Dominic O'Brien, de quien me he servido en algún punto de este capítulo, ganó su
octavo campeonato mundial de memoria con 44 años, superando en cada edición a un
amplio plantel de veinteañeros. 42 Cuando Javier Moreno organizó el primero de estos
campeonatos en España, en el año 2014, el ganador nacional fue Paco Páez con 59 años
(le faltaba un mes para cumplir los 60).43
Es obvio que quien domina las técnicas de memorización puede lograr verdaderas
proezas memorísticas independientemente de su edad, y aunque se podrían mencionar
muchos más ejemplos, en el fondo sería irrelevante. Lo importante será ver qué logros
llevas tú a cabo tan pronto adquieras cierta habilidad como la que he descrito
anteriormente con respecto a la cucharilla de café.
En palabras de David Snowdon:
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PARTEII
MNEMOTECNIA VERBAL
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8. ACRÓNIMOS
Juegos de palabras
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Acrónimos
Podríamos definir un acrónimo -sin ser muy académico- como una palabra formada
a partir de la unión de letras de otras palabras a las que representa. Por ejemplo, las
siglas ONU forman un acrónimo que significa Organización de las Naciones Unidas;
UCI representa Unidad de Cuidados Intensivos; OVNI es Objeto Volador No
Identificado; etc.
La idea en este caso es que cada letra del acrónimo nos evoque una palabra cuya
inicial es precisamente esa letra. De esta forma, a partir del acrónimo trataremos de
reconstruir los datos que nos interesa recordar. Un par de ejemplos:
• Los celíacos no deben comer nada que lleve TACC: Trigo, Avena, Cebada o
Centeno.
• Ante una lesión hay que proceder según PRICE: Proteger, Restringir (el
movimiento), Ice (hielo), Compresión y Elevación.
Y otro ejemplo antiguo, para que veas que esto no es precisamente un invento
reciente: andaba Colón descubriendo nuevas tierras cuando Remando de Talavera,
primer arzobispo de Granada y hombre de confianza de los Reyes Católicos,
refiriéndose a los pecados, escribía las palabras que transcribo a continuación:
Pueden ser retenidas estas diez maneras de accidia y tibieza ó de pereza, por este
vocablo tisicupero, en el cual son diez las letras, entendiendo por cada letra una
manera. Por la t, tardanza; por la i, inquietud; por la s, sueño; por la segunda i,
inconstancia; por la c, curiosidad; por la v, verbosidad, que es parlería; por la p,
parquedad de corazón; por la e, evagación del pensamiento; por la r, rancor; por
la o, ociosidad.45
En estos casos, además, como cada letra indica un dato, observando la longitud de la
palabra obtendremos la cantidad de datos que le acrónimo encierra.
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Inconvenientes
Primer problema
Los acrónimos apuntan hacia el dato, pero no son el dato a recordar, tan solo ejercen de
indicador. Esto significa que recordar un acrónimo no garantiza que podamos recuperar
los datos que nos interesan.
Por ejemplo, casi todo el mundo conoce acrónimos como NASA y, sin embargo, casi
nadie sabe lo que significan realmente cada una de las letras que lo componen
(National Aeronautics and Space Administration).
Debemos tener en cuenta, por tanto, que los acrónimos solo son eficaces cuando
conocemos y dominamos bastante bien la materia sobre la que tratan, de forma que con
apenas una pequeña indicación -las letras del acrónimo- somos capaces de
reconstruir la información final sin dificultad.
Segundo problema
Los acrónimos deben ser fáciles de memorizar, pues de nada sirve un acrónimo si a la
hora de la verdad no logramos recordarlo.
Para ello debemos procurar construir palabras que «suenem> bien, es decir, que
guarden el mayor parecido posible a términos coloquiales. Hay que evitar palabras
raras o impronunciables como, por ejemplo, cuando se juntan varias consonantes
seguidas (o cuando, simplemente, no hay ninguna vocal).
Por suerte, existen diversas formas de lograr acrónimos armoniosos que suenen bien
al oído -y a la memoria-. Veamos algunas:
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Por ejemplo, las únicas consonantes que en español pueden escribirse dobles son C,
R, L y N; 46 uniéndolas sin más obtenemos un vocablo incomprensible, pero
añadiendo algunas vocales la cosa cambia y surge el nombre CaRoLiNa, un término
común mucho más fácil de recordar. En este caso las vocales actúan solo de relleno,
sin que posean significado alguno.
Es posible crear una palabra o término que tenga la propiedad de recordar una
serie de cosas a partir del análisis de cada una de sus sílabas. Por ejemplo, si
quisieras recordar los nombres de diversas personas, podrías reducirlos a una
sílaba y formar con todas estas sílabas una palabra. Por ejemplo, pongamos el
caso de tener que recordar a alguien llamado Aurelius, y otro llamado Ximus, y un
tercero de nombre Linus, y otro llamado Arnaldus, y de otro llamado Torquatus. En
este caso podría formar con las primeras sílabas de todos estos nombres la
palabra Auxiliator. 47
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d) Extraer letras de cualquier posición
Nada nos obliga a usar siempre letras iniciales, también podernos formar los
acrónimos con las terminaciones de los datos, o incluso combinando ambas cosas.
Por ejemplo, el famoso bit surge de «Binary digIT» (inicial más letras finales);
motel aparece al combinar «MOtorn y «hoTEL». Un ejemplo clásico era Banesto,
que se tornaba de «BANco ESpañol de crédiTO».
Pero cuando las letras empiezan a salir bien de aquí, bien de allá, ahora torno una
letra, ahora una sílaba, etc., se corre el riesgo de que el acrónimo acabe convirtiéndose
en un galimatías indescifrable. Lo aconsejable es buscar fórmulas simples e introducir
estos saltos y carambolas tan solo corno excepción.
Tercer problema
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9. FRASES MEMORATIVAS
Frases memorativas
Normas
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busca en las operaciones nemotécnicas flores retóricas, o bellezas de dicción, sino
frases mordientes, por más absurdas que sean, por más sandeces que contengan, por
más desatinos que digarm. 48
Por ejemplo, aunque repitieras cincuenta veces «Tomar la pastilla verde a
mediodía» estoy convencido de que seguirías olvidándote de la dichosa pastilla,
pues esa frase no hay por donde cogerla; no tiene ningún atractivo ni nada
representativo del mediodía. Sin embargo, una frase como la del ejemplo dará
mejores resultados -especialmente si a mediodía sueles encender el televisor y
subir el volumen para oír mejor las noticias-, pues está redactada de modo un tanto
singular; aun cuando se entiende perfectamente, suena un poco rara, razón por la que
le prestarás más atención y la recordarás mejor.
3. Las frases deben ser concisas y breves, es decir, no hay que enredarse poniendo más
palabras de las necesarias, pues cuanto más larga sea la frase más dificil será de
recordar, obviamente.
Ahora bien, tampoco es cuestión de ponerse a escribir en modo telegrama. Por
ahorrar dos palabras no merece la pena arriesgarse a formar una frase absurda e
incomprensible (y, en consecuencia, más dificil de recordar). Las frases han de ser
originales, breves, pero con sentido.
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Para acordarte de realizar dicha llamada, podrías preparar una frase de este estilo: «La
siesta no la voy a disfrutar sin antes averiguar la hora de la fiesta».
Aun cuando se entiende bien, la frase suena un tanto original, empieza con la siesta
(la tentación de después de comer) y termina con la hora de la fiesta (el dato a
descubrir); tiene además la extensión justa, cumpliendo su cometido sin palabras de
más o de menos.
Así, cuando la modorra te tiente con echar una cabezadita, la idea de la siesta te
llevará a pensar en la fiesta y en esa llamada pendiente de realizar.
Aplicaciones
Recordarás que dejábamos pendiente en el capítulo anterior dar con una solución para
el tercer problema de los acrónimos. ¿Cómo acordarse, por ejemplo, de que los
alimentos prohibidos para los celíacos se esconden tras el acrónimo TACC? Pues
componiendo una frase memorativa que vincule ambos datos. Procederé así:
Exagerando los extremos de la última C voy a imaginarla como una O, de forma que
el acrónimo forme la palabra TACO, el típico plato de la cocina mexicana. Con esto
formo la frase:
«Un celíaco en un restaurante mexicano, ¡peligro!, que no pida un TACO».
Siguiente ejemplo. Asociemos ahora lesión con PRICE, que significa «precio» en
inglés. Aprovechando un famoso eslogan publicitario, cambio unas cuantas palabras y
compongo esta frase:
«Curar una lesión, para los ingleses, no tiene PRICE».
El meter a los ingleses de por medio es porque el acrónimo se corresponde con una
palabra en inglés.
Y el tercer ejemplo. ¿Lo intentamos también con los pecados y TISICUPERO?:
«Pecador infame, en el infierno arderás por el insulto, ¡acusar al arzobispo de
TISICUPERO!».
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Refranes
De grandes cenas
están las sepulturas llenas.
O este otro:
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Este ejemplo lo ví en un pequeño libro para estudiantes. Para acordarse, en un
sistema de coordenadas cartesianas, de que el eje de abscisas es el horizontal -no
vertical- se recurría a este refrán:
El eje de abscisas,
es el que pisas.
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Acrósticos
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y última consonante ... acordarse solo de esto ya sería una proeza, ¡como para además
ponerse a deducir, a partir de aquí, los elementos químicos!
Está claro que cada cual se las ingenia como mejor puede para retener aquellos
datos que necesita saber de memoria, pero hay que buscar siempre fórmulas simples,
pues se corre el riesgo de que al final resulte más fácil memorizar los datos -
directamente- que usar una mnemotecnia.
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Cuentaletras
Otro tipo especial son aquellas frases memorativas cuya única finalidad es la de
representar números. Por ejemplo, para acordarse del famoso número pi -
3'1415926535- tenemos esta conocida expresión: «Sol y luna y cielo proclaman al
Divino Autor del Cosmo».
O esta otra: «Con 1 hilo y 5 mariposas se pueden hacer mil cosas».
¿Y dónde están los números? Fácil: observa bien las frases ... y cuenta las letras de
cada palabra. Veamos, como ejemplo, la primera de ellas:
6 5
Otra divertida frase muy conocida entre los sufridos estudiantes de matemáticas;
para recordar los dígitos del número e (número de Euler o constante de Napier:
2,718281828):
«El trabajo y esfuerzo de recordar e revuelve mi estómago». 5º
Como estas, existen muchas otras frases para la memoria de muy diversos datos,
pero lo adecuado es crear nuestras propias frases para recordar nuestros propios
números: carné de conducir, tarjeta de crédito, etc. Además, la tarea de componer la
frase es casi un requisito, pues ayuda en gran medida a la memorización.
Mi único consejo, si quieres poner en práctica esta técnica, es que intentes introducir
en la frase memorativa alguna palabra relacionada con el significado del número.
Si vas de vacaciones a Tenerife quizás quieras memorizar el teléfono de la oficina
de turismo, 922 635 192; bastará con recordar una frase como esta:
«Relájense en el parque del Teide y disfruten, ¿ok?».
Hubiera sido apropiado incluir aquí la palabra turismo (7 letras) o Tenerife (8
letras) pero, como en el teléfono no aparece ningún siete ni ocho, las he sustituido por
Teide pues, al fin y al cabo, es uno de los principales atractivos turísticos de la isla.
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Así, para recordar el número de teléfono, bastará con pensar en el Teide y la frase que
compuse con esta palabra.
Un último apunte: el número cero, si surge en alguna ocasión, se representa con
palabras de diez letras (sustituirlo por un hueco o espacio en blanco complicaría un
tanto las cosas ... ).
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Problemas
Tanto la técnica del acróstico como la de contar letras -especialmente esta última-
tienen un peligro: la más mínima variación en la frase generará datos falsos. Para que la
nmemotecnia funcione en estos casos es imperativo reproducir las frases con total
exactitud. Y no siempre es fácil, pues acoplar las frases a los datos requiere a menudo
casar palabras de forma poco habitual. Señalo a continuación algunas de las
equivocaciones más comunes:
Si tengo la frase «en los prados andé mucho» es fácil que al rememorarla diga «por
los prados andé mucho»; básicamente la frase es la misma, transmite la misma idea,
pero no es igual empezar con «em> (2 letras) que empezar con «por» (3 letras). También
sería fácil cometer el error de cambiar «andé» (4 letras) por «caminé» (6 letras) o por
«paseé» (5 letras): ¡cuidado con los sinónimos! Igualmente hay que observar los
plurales y tiempos verbales: un error común sería sustituir «andé» por «anduve» o «los
prados» por «el prado».
Menos habitual, aunque no extraño -especialmente cuando se construyen frases un
tanto forzadas-, es que cambiemos el orden de las palabras o que se omita (o se
añada) algún término. Por ejemplo, para ajustar el final de la expresión del caso
anterior al número 54 escribiría «mucho andé», pero lo natural es que digamos al revés,
«andé mucho», con lo que está latente el error de acabar diciendo 45 cuando lo
correcto es 54. Igualmente, si la expresión original fuese «en los prados grandes andé
mucho» es posible que al cabo de un tiempo recordásemos los prados pero no el
adjetivo de «grandes», por lo que nos faltaría un número.
Es decir, en el caso particular de acrósticos y cuentaletras, asegúrate de conocer la
frase memorativa a la perfección.
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10. POESÍA
Poemas
Para recordar el número pi con varios decimales ( cuenta el número de letras de cada
palabra):
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cociente diametral siempre inmedible
soy de los redondos aros. 53
¡Desata pues tu vena poética! También puedes componer las frases memorativas en
forma de versos.
Guillermo Antón Pardo sugiere que las mejores estructuras para memorizar son los
pareados (como en los refranes), cuartetos y romances. También aconseja la métrica
octosílaba y, para lograr la rima fácilmente, ejecutar el truco de introducir el dato a
recordar al principio del verso y finalizar con una palabra de terminación muy común
como -ión, -ar, -er, -ir, -ado, -ido, etc.
Aquí reproduzco su ejemplo para recordar los estados excepcionales recogidos en
el artículo 116 de la Constitución Española:
En la alarma el gobierno
por decreto legisló
Informando al Congreso
sin demora y dilación
101/209
Después que el gobierno en pleno
presentó proposición
Personalmente, sin embargo, soy partidario de poemas más breves, aunque desvelen
menos información; no todo el mundo se ha de ver en condiciones de crear -y
memorizar- ejemplos como el anterior.
Por ello, creo que la fórmula que mejor se adapta a propósitos mnemotécnicos son
los epigramas, poemas breves e ingeniosos centrados en una única idea. 55
Por ejemplo, para acordarnos de la pastilla verde a mediodía podríamos improvisar
algo de este estilo:
Otro caso: te has quedado sin dinero y después de rebuscar sin éxito por todos lados
no queda más remedio que echar mano de la tarjeta de crédito pero ... nunca recuerdas
el número secreto o PIN. Quizás lo memorices mejor con ayuda de un poema;
supongamos que la cifra es 2150:
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Poemas abecedario
Si tuviera que ser memorizado, repasando el abecedario, cada letra iría dando pie a
cada uno de los sucesivos versos, siendo entonces más fácil de recordar.
Por ejemplo, en un capítulo anterior veíamos un acrónimo construido con los cuatro
alimentos prohibidos para los celíacos (trigo, avena, cebada y centeno: TACC).
También podría intentar recordar esos mismos datos memorizando este poema
abecedario:
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Este tipo de poesía, en realidad, no es más que un caso particular dentro de los
poemas acrósticos, aquellos que esconden un mensaje leyendo ciertas letras en vertical
(generalmente, las iniciales de cada verso). El más famoso en español seguramente sea
el que encontramos en el prólogo de La Celestina, aunque existen muchos otros
ejemplos.
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Canciones
Un último recurso, quizás más válido como entretenimiento que como mnemotecnia,
consiste en sustituir la letra de una canción cambiando las palabras originales por
aquellas otras que deseamos memorizar.
Se trata de ponerle nuevo texto -el que a ti te interesa recordar- a esa melodía
pegadiza que no hay forma de quitarnos de la cabeza. La idea es que el ritmo de la
canción ayude a recordar esa nueva letra con información más relevante.
Por ejemplo, ¿recuerdas aquel famoso tema Macarena que cantaban Los del Rio?
Siguiendo con el caso de los celíacos, intentaría introducir en la letra los cuatro
cereales recomponiendo el texto así:
Aunque está claro que esta «Macarena» no debería tener problemas con el gluten ...
En fin, para obtener buenos resultados, la única directriz es que intentes no alterar
demasiado la letra original, manteniendo la rima y el ritmo que ya conoces.
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11. PALABRAS NUMÉRICAS
Cronogramas
En nuestros días, por cronograma entendemos una especie de calendario sobre el que
se van dibujando las distintas fases de un proyecto. Sin embargo, en tiempos pasados,
cuando el latín era el idioma formal en Europa, un cronograma era una frase compuesta
generalmente en celebración de algún evento, en la cual sobresalían ciertas letras -de
mayor tamaño, a veces escritas en tinta roja para que destacasen más- que, según el
sistema de numeración romano, representaban el año del suceso.
Por ejemplo, este cronograma celebraba el nombramiento de Federico I como rey de
Prusia en 1701:
Si sumamos las letras que en números romanos tienen valor -las que aparecen
resaltadas- obtenemos el número del año: 1 + 500 + 1 + 100 + 5 + 1 + 5 + 5 + 50 + 1
+ 1O+ 1 + 1000 + 5 + 10 + 5 + 1 = 170 l.
Estos cronogramas fueron muy populares en los siglos XVI y XVII, aunque tan solo
en la Europa central o septentrional (en países del sur como España o Italia los
cronogramas serán prácticamente desconocidos 58 ). Incluso hubo una época en que se
puso de moda entre los editores indicar el año de publicación de los libros con un
cronograma, en lugar de usar números, y aun hoy podemos encontrar en inscripciones
de pedestales, o sobre la puerta de algunos edificios históricos, un cronograma
señalando la fecha de su construcción. 59
Algunas veces -muy pocas, todo sea dicho-, estos cronogramas se creaban con un
propósito mnemotécnico, para recordar la fecha de determinado suceso, convirtiéndose
106/209
en verdaderas frases memorativas. Por ejemplo, para recordar la gran hambruna del
año 1315 que asoló una amplia zona de Alemania, se escribió este cronograma:
«Ut lateat nullum tempus famis, ecce CVCVLLVM». 60
Sumando el valor de las letras de cucullum obtenemos: 100 + 5 + 100 + 5 + 50 + 50
+ 5 + 1000 = 1315 (reorganizando las letras seguramente se aprecie mejor: M = 1000,
C + C + L+ L= 300, V+ V+ V= 15: mil trescientos quince).
Pero formar este tipo de frases, buscando la coincidencia de las letras oportunas
para lograr el valor del año, constituía todo un desafio (no resulta nada fácil ni aún
sustituyendo el latín por lenguas vernáculas). Y descubrir el año escondido en la frase
era casi como descifrar un acertijo. Para que estos cronogramas tuvieran éxito como
recurso mnemotécnico había que hallar una forma mucho más fácil y rápida de convertir
números en palabras y palabras en números.
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El código fonético
• Uno. El número uno tiene una grafia similar a la letra t, así pues esta será la
primera consonante que asignemos. Por similitud fonética -la d se pronuncia
de forma similar a la t-, añadiremos también al número uno la consonante d.
108/209
• Cinco. ¿Recuerdas como se escribe el cmco en números romanos? ¿Y el
cincuenta? Así pues, al número cinco le asignamos las letras v y l.
• Ocho. La letra ges la que más se parece escrita al número ocho. También le
asignaremos la x por su similitud de pronunciación con el sonido «ch» de
«ocho».
• Nueve. Para el nueve nos reservamos las letras p y b, que además de tener un
sonido similar, fácilmente nos recuerdan un 9 al dibujarse también con una
línea y un círculo.
Todavía nos queda un número, el cero. No podemos emplear su inicial c por estar
asignada al número cuatro, pero sí podemos utilizar su siguiente consonante, la r, que
además es la última letra que nos queda libre.
Aquí hemos utilizado todas las consonantes simples que aparecen en nuestro
abecedario, sin embargo, se quedan en el aire los sonidos que no representamos con
una letra, sino con dos (consonantes compuestas). Me refiero al sonido «rrn de carro,
«ll» de llama y también «ch» de charco. Vamos a utilizarlos asignando rr al cero (igual
que la r), II al cinco (igual que la 1) y ch al ocho por formar parte de la palabra que
define al propio número.
En resumen, nuestra relación número/letras quedará confeccionada según se muestra
en la siguiente tabla: 61
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o 11
r
1
rr
1 t d
2 n ñ
3 m w
4 e k q
1
5 V 1 ll
1
6 s z
7 f j
8 g X ch
1
9 p b
Esta tabla se conoce como el código fonético, porque alrededor de cada número
suelen agruparse las letras de fonética similar. 62 También hay quien la llama código
numérico o alfanumérico. 63
110/209
¡A jugar!
Recuerda que las frases memorativas siempre se construyen situando los datos
importantes al principio y al final de la frase. Por eso, estas frases memorativas a modo
de cronograma empiezan citando un hecho y terminan con la palabra numérica que
representa el año del suceso.
La palabra numérica puede dividirse y ser en realidad dos:
111/209
(t=l s=6 r=O 1=5·
' ' ' '
el Quijote se publica en 1605)
Esto no supone ningún problema porque el número del año es una cifra de cuatro
dígitos. Por tanto, en lo que debemos fijarnos es en las cuatro últimas consonantes, no
importa que aparezcan en una sola, o en dos palabras seguidas.
De hecho, ni siquiera es necesario considerar todas las consonantes de la penúltima
palabra, tan solo las necesarias para formar la cifra del año:
Los artículos, pronombres, conjunciones, etc. que aparezcan entre las palabras
numéricas, salvo excepciones, no se suelen tener cuenta, su función es solo de nexo:
«Picasso nació camino del hospital en un TaXi con óXiDo».
(t=l, x=8, x=8, d=l;
Picas so nace en 18 81,
la preposición «con» no representa ningún número)
Cuando ya se sabe que el suceso ocurre después del año mil (y antes del dos mil), se
puede recurrir a una palabra numérica que refleje solamente los últimos tres dígitos del
año, el uno inicial se sobreentiende:
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dígitos del año:
113/209
Evolución
Este tipo de frases tuvo mucho éxito sobre todo a mediados del siglo XIX, cuando
llegan a publicarse libros que básicamente no son más que una extensa recopilación de
expresiones de este tipo. 64
Muchos de estos libros estaban encaminados a introducir este sistema mnemotécnico
en las escuelas puesto que, aunque en principio solo se usaban para memorizar fechas
-al fin y al cabo, es una evolución de los antiguos cronogramas-, pronto se vio su
utilidad para memorizar cualquier tipo de número. 65
Longitud del río Amazonas: 6437 km:
Pero nada impide aplicar este sistema a cuestiones más prácticas de nuestro día a
día.
Nunca recuerdas tu talla de pantalones, la 46:
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La combinación del candado de la bicicleta, 661:
En este último caso, cuando hay que memorizar dos datos ( día y mes), en lugar de
utilizar dos palabras numéricas seguidas al final de la frase se puede optar por frases
más largas divididas en dos partes; uno de los datos se sitúa al final de la primera
parte, el otro al final de la segunda. El mismo caso podría verse así:
Esto nos permite evitar confusiones. Pensemos, por ejemplo, en tener que recordar
el número 333: no existe ninguna palabra con tres M, así que tendríamos que usar una
expresión como «mi mamá», pero entonces podría surgir la duda de si eso representa
dos datos -3,33- o bien solo uno -333-. La solución es el recurso que acabamos
de ver: un dato, una simple frase; dos datos, una frase de dos partes. Un par ejemplos
más:
Conoces la calle donde vive tu amigo Carlos, pero nunca recuerdas el número 61,
puerta 5:
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«En la oficina de correos van rápidos como un tiro, han de despachar muchos
sobres, paquetes, notificaciones, etc.».
(t=l, r=O; t=l, c=4).
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Combinaciones
En ocasiones hay que hacer ciertos malabarismos, cuando los números no aparecen
solos, sino junto con algún dato más. Pensemos, por ejemplo, en las matrículas de los
automóviles, que actualmente en España están formadas por cuatro números y tres
letras:
Para acordarse de la matrícula «3432 HMA»:
«¿Dices que mi coche es muy común?
(IIF3,c=4,IIF3,n=2)
¡Pues no verás que haya muchos ªsí!».
117/209
118/209
12. HISTORIA DE LAS PALABRAS NUMÉRICAS
El inventor
~11 11~~~112
1 1 o
~~DD~ll~f~1~1=g~1~1=~1~1=m~l~I=n~II
6 7 8 9
□□□□□CIJ[TI[JJ[TI[TI
Así -sigo sus prop10s ejemplos-, el número 1632, en lugar de decir mil
seiscientos treinta y dos se podría abreviar como parce, prace o a.fice, expresiones
mucho más cortas; el número pi (3,14159) se resumía en el término cadator, 7854 era
gluo y el 5236 tecar.
Estas palabras carecían de cualquier significado y no se propone en el texto ninguna
técnica para memorizarlas: simplemente constituían abreviaturas que, según Hérigone,
resultarían más fáciles de recordar que el propio número en sí.
119/209
Esta idea no tuvo muchos seguidores, qmzas eclipsada por la propuesta de
Winkelmann -mucho más eficiente desde el punto de vista mnemotécnico- o quizás
sencillamente porque pasó desapercibida: Hérigone expone la idea, no en un libro de
mnemotecnia, sino en un pequeño capítulo de seis páginas dentro de un extenso tratado
de matemáticas de varios volúmenes. 67
De hecho, parece ser que en el mundo de la mnemotecnia nadie supo de Hérigone
hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando un italiano llamado Benedetto Plebani,
conocedor de las técnicas de memorización, descubre por casualidad el trabajo del
francés y reconoce su valor. 68
El sistema que utilizamos en nuestros días deriva pues del trabajo de Winkelmann
(incluso quienes lo llaman «herigoniano» utilizan en realidad el modelo de
Winkelmann, no el de Hérigone ), pero lo curioso del caso es que probablemente
tampoco sea correcto atribuir el invento al autor alemán.
El libro Tabularum mnemonicarum de Johannes Buno aparece un año antes de la
obra de Winkelmann. Aquí encontramos impresas en los márgenes palabras que, según
el mismo código que descubriremos después, representan el año del suceso que se está
describiendo en los párrafos junto a ellas. Esto significa que Buno ya conocía la
propuesta de Winkelmann antes de que este la publicase. Y el hecho de que utilicen el
mismo sistema de la misma forma hace sospechar que ambos debieron aprenderlo del
mismo lugar, de algún autor previo para nosotros desconocido. 69
No podemos, por tanto, asegurar a ciencia cierta quién fue el verdadero inventor del
sistema de las palabras numéricas.
También hay que decir que al principio la idea no tuvo mucha repercusión. Richard
Grey, figura de gran relevancia en la mnemotecnia inglesa del siglo XVIII, fue el
primero en alcanzar el éxito con este sistema, que personaliza con algunos cambios a su
gusto. No obstante, se usará poco fuera de las islas, pues su propuesta era algo
compleja y se apoyaba en características propias del inglés, siendo dificil de adaptar a
otros idiomas.
Será en la Francia del siglo XIX, tras la caída de Napoleón, donde surgirá la idea
que revolucionará el sistema de las palabras numéricas -y toda la mnemotecnia, en
120/209
realidad- hasta el punto de que su huella todavía está muy presente en el modelo que
utilizamos hoy.
121/209
Un modelo universal
Aimé Paris era un abogado francés que había estado trabajando en un nuevo modelo de
estenografia (taquigrafia), sistema que, mediante una serie de signos representativos de
aquello que articulamos al hablar, permite anotar las palabras sobre el papel tan rápido
como se habla.
En un momento dado, cae en la cuenta de que existe cierto paralelismo entre la
agrupación de letras en signos taquigráficos y la agrupación de letras en números, tal
como mostraba el código fonético que Feinaigle había estado divulgando por Francia
unos años antes. 70
Se le ocurre entonces la idea de asignar a los números, no las letras, sino los
sonidos que pronunciamos al hablar (como se hacía en estenografia). Así, por ejemplo,
al número 1 le asigna las articulaciones dento-linguales (sonidos t, d), al 2 las nasales
(n), etc. Su código fonético no muestra una relación número/letras, sino una relación
número/articulaciones, articulaciones que representará con consonantes seguidas de la
vocal «e»: te, ne, me, etc. 71
l 2 3 5 6 7 8 9
1 11 11 11~1 11 11 11 11 11~
te ne me le che ke fe pe
1 11 11 11~] 11 11 11 11 11~
1
de
11
gne
11 l□I ille
11
je
11
gue
11
ve
11
be [~]
Este cambio tiene más trascendencia de lo que pueda parecer en principio, ya que
casi todos los idiomas poseen palabras con consonantes que al hablar no se pronuncian.
En francés, por ejemplo, el término temps se pronuncia algo así como /tal: aquí solo
hay un sonido consonántico, el de la T, por tanto, esta palabra equivaldrá a un simple 1
(aunque se escriba con cuatro consonantes).
Para facilitar el proceso de conversión, aparecen nuevos conceptos como «disecar»
y «esqueleto»: disecar una palabra significa reducirla a sus articulaciones, que
constituirán el esqueleto de dicha palabra. Por ejemplo, disecando la palabra paloma
122/209
obtengo el esqueleto pe-le-me, a partir del cual fácilmente se deduce el número 953; el
esqueleto de cielo sería se-le ( observa que la C en cielo no tiene el sonido de K, sino
de S), que se convierte en el número 65.
Es decir, a partir de ahora habrá que prestar atención al sonido de las palabras, no a
su escritura.
Esto tiene sus ventajas, pues significa que el mismo código fonético puede ser válido
para distintos idiomas. Incluso podría utilizarse en lenguas que no guarden relación
alguna con el alfabeto latino (al fin y al cabo, el valor está en los sonidos, no en las
letras). Por ejemplo, el kanji correspondiente a «sol» en japonés tiene una
pronunciación como ltaiyó/: el único sonido consonántico en esta palabra es el de la
articulación te, por tanto, dicho ideograma equivale a 1.
Tenemos, pues, un modelo universal exportable a cualquier idioma.
La idea tiene una gran aceptación y pronto se divulga por toda Europa occidental,
llegando incluso a Estados Unidos (en España lo descubriremos gracias al trabajo de
Pedro Mata y su Manual de mnemotecnia de 1845). Se publican libros, como indicaba
en el capítulo anterior, con extensas listas de frases memorativas ya preparadas -
según este nuevo modelo- para la memorización de un sinfin de datos; e incluso
surgen los diccionarios mnemotécnicos, diccionarios de números donde cada cifra va
acompañada por una lista de palabras numéricas equivalentes a dicha cifra según el
código fonético. 72
Todo este movimiento se conocerá después como la escuela francesa o mnemotecnia
francesa del XIX, con su epicentro en la capital de Francia y su origen en las lecciones
de Aimé Paris durante los años veinte de aquel siglo.
Pero este sistema tiene un ligero inconveniente: en el modelo original directamente
convertimos las palabras en número a partir de sus consonantes, pero ahora se añade el
paso intermedio de analizar primero la pronunciación de la palabra para, a partir de los
sonidos, deducir el número que le corresponde. Esto no supone un gran obstáculo,
desde luego, pero resta fluidez al proceso de convertir palabras en números y números
en palabras.
123/209
El hecho es que durante la segunda mitad del siglo XIX acaba imponiéndose una
solución intermedia. Se vuelve a la clásica tabla con la relación número/letras, pero
con una serie de cambios muy característicos enfocados a mantener la idea de
considerar en las palabras su sonido.
En español, la letra C se dividirá en C fuerte ( cuando se pronuncia como la C de
casa) y C suave (cuando se pronuncia como la C de cielo) y aparecerá dos veces:
asociada a un número junto con K y Q cuando se trate de la C fuerte, y repetida en otro
número junto con S y Z cuando se trate de la C suave. Algo parecido ocurre también
con la G (no es lo mismo la G de garganta que la G de gemido). Y la letra V siempre
irá ligada a B, ya que ambas tienen casi idéntica pronunciación.
Es decir, a la hora de asignar las letras a los números primará por encima de todo la
fonética de dichas letras. De esta forma, podemos hacer la conversión directa de letras
en números pero, en casos singulares como la C, estamos obligados a respetar el sonido
de la palabra, tal como establece la mnemotecnia francesa.
124/209
Siglo XXI
Este último modelo será el que predomine a lo largo del siglo XX, llegando
prácticamente hasta nuestros días sin más cambios que los derivados de las manías
particulares de cada autor. Sin embargo, en los últimos tiempos empieza a observarse
cierta divergencia.
Por un lado, están los que consideran el modelo francés como el auténtico y
verdadero modelo a seguir, donde las palabras numéricas se construyen e interpretan
conforme a su pronunciación. 73
Por otro lado, están quienes buscan solamente el aspecto práctico y dan prioridad a
un modelo sencillo y rápido, obviando cualquier criterio fonético si con ello se logra
alguna ventaja: una letra un número y se acabó; las palabras numéricas se construyen e
interpretan conforme a su escritura.
Ninguna opción es mejor que otra. De hecho, en español, salvo por singularidades
como la letra C, ambas formas de trabajar resultan casi idénticas. Personalmente, me
inclino por la segunda opción porque me parece más simple y ofrece mayor libertad a
la hora de redistribuir la relación número/letras (no es obligatorio ceñirse a la
fonética).
Por ejemplo, en mi código fonético la V aparece desligada de la B y se asocia al
número 5. ¿Por qué?
El número 9, con tres consonantes (P, B, V), se podrá encontrar en muchas palabras,
sin embargo, el número 5, con una sola consonante (L), es de esperar que esté presente
en una cantidad bastante menor. Es decir, será más fácil encontrar palabras numéricas
con el 9 que con el 5. Pero trasladando la letra V al número 5 obtendré un mejor
equilibro entre cantidad de palabras con el 9 y con el 5, sin alterar la fácil relación
entre letra y número (en números romanos, V es precisamente cinco).
Un rápido cálculo para estimar la diferencia: analizando las 2000 palabras más
frecuentes del español observo que con la letra L hay 460 palabras; con las letras P, B o
V, 699 palabras. Es decir, aplicando el modelo francés el número 5 lo encontraría en
460 palabras, frente a las 699 en las que aparecería el 9. Pero si asigno la letra V al 5
125/209
los resultados son estos: con las letras Lo V, 575 palabras; con las letras P o B, 558
palabras. Unas cifras más parejas, lo que apunta a una relación número/letras más
racional: será igual de fácil o dificil encontrar palabras numéricas tanto para un número
como para el otro. 74
De todos modos, cada cual es libre de proceder como guste. La mayoría de personas
utilizan el código fonético que aprendieron en su día y siguen con el mismo porque no
saben de otras posibilidades. En este capítulo, sin embargo, he querido hacer una pausa
para explicar el porqué de las cosas, de modo que quien lo desee pueda construir su
propio código fonético siguiendo los parámetros que considere más apropiados.
126/209
t
d
/ v7 s D
~11\ z
Q¿!V
b
Q p
127/209
13. NÚMEROS LARGOS
Números largos
128/209
«Muchos decimales de pi fueron técnicamente delatados por un puñado de
silenciosos y malvados chips».
(técnicamente, t=l, c=4;
delatados, d=l, 1=5;
puñado, p=9, ñ=2;
silenciosos, s=6, 1=5;
malvados, m=3, 1=5;
chips, ch=8, p=9)
No obstante, a pesar del esfuerzo, es posible que el resultado final no siempre sea
satisfactorio (una frase como la anterior, la verdad, muy fácil de recordar no es).
Veamos pues la alternativa de trabajar con varias frases memorativas.
129/209
Método de la cadena
Aquí el problema está en cómo agrupar o aunar estas frases de modo que después nos
vengan a la memoria fácilmente, en el orden adecuado.
Una posible solución nos la proporciona Eiximenis cuando allá por el siglo XIV
escribía: «Si has de hablar de diversas materias, haz que la palabra final de cada frase
coincida con la inicial de la frase siguiente, de forma que las primeras frases o materias
vayan dando paso a las segundas».
La idea es que cada frase de paso a la siguiente al coincidir el final de una con el
principio de la otra. De este modo, en lugar de una serie de frases sueltas, obtenemos
una serie de frases enlazadas, fáciles de reproducir en el orden correcto.
Pongamos, siguiendo con nuestro ejemplo de los decimales de pi, que las palabras
numéricas escogidas son estas:
Como puedes ver, el final de cada frase evoca el inicio de la siguiente, formando una
sucesión de frases que nos señalan, a través de las palabras numéricas presentes al final
y principio de cada oración, los distintos dígitos a recordar.
Esta técnica se conoce como el método de la cadena, pues cada expresión va unida
a la siguiente formando una cadena de frases memorativas. También recibe el nombre
de método del enlace. 76
Por supuesto, no solo aprovecha para unir palabras numéricas, puede emplearse
para memorizar cualquier serie de datos, por absurda que sea. ¿Qué tal la lista de reyes
130/209
Godos (Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, etc.)?
Observa como se busca la rima, la cacofonía, o cualquier otro recurso que ayude a
crear oraciones sonoras, originales, extravagantes ... y, con ello, expresiones fáciles de
recordar.
El punto débil de este sistema es que si se rompe la cadena, es decir, si olvidamos
alguna frase, perdemos la pista que nos lleva al resto de expresiones y ya dificilmente
lograremos recuperar ninguno de los datos que siguen.
Por eso, el método de la cadena se aconseja solamente cuando se trata de memorizar
una lista más o menos breve (diez, quince ... veinte datos a lo sumo) pues cuantas más
frases, más probable es que falle alguna, y a partir de esa se perderán las siguientes,
con lo que el volumen de datos olvidados puede ser importante.
Ante este problema, una alternativa es utilizar el método de los lugares.
131/209
Método loci
La forma de proceder es la de siempre, relacionar cada uno de los datos -las palabras
numéricas en este caso- con cada uno de los lugares de una ruta o itinerario: es decir,
en nuestro caso, primer lugar con educado (141), segundo lugar con alpino (592), etc.
Como estamos en la parte dedicada a la mnemotecnia verbal, en lugar de establecer
esta relación con ayuda de llamativas imágenes, utilizaremos frases memorativas como
estas, aprovechando a los vecinos:
Como siempre, repasando los lugares, cada uno me evocará una frase memorativa
cuyo último término representa los dígitos que deseo recuperar. Frente al método de la
cadena, la ventaja en este caso es que si olvido alguna frase, bueno, habré perdido unos
dígitos, pero podré seguir con los siguientes datos a partir de los siguientes lugares.
En el caso de cifras verdaderamente largas convendría, con un poco de paciencia,
construir frases más elaboradas, que representasen cada una, por ejemplo, cinco
dígitos:
«Mi primer vecino creo que está bobo, en vez de adoptar un perro ha educado un
lobo» (d=l, c=4, d=l; 1=5, b=9).
«El siguiente vecino casi no puede respirar, ¡pobre chaval!, se ha dado un golpe y
tiene el tabique nasal mal» (n=2, s=6, 1=5, I1F3, 1=5).
Etc.
132/209
La ventaja aquí no es solo un menor número de frases memorativas: s1 en un
momento dado necesito recuperar los dígitos a partir del diez, como van de cinco en
cinco, bastará con empezar por la frase memorativa del tercer lugar ( evito así tener que
ir llevando una cuenta desde el inicio).
Un viejo truco para memorizar los cien primeros decimales de pi consistía en
confeccionar diez frases de diez palabras cada una (1 O frases x 1O palabras = 100),
siendo la primera consonante de cada palabra el equivalente a un decimal. La primera
frase tendría los decimales del 1 al 1O; la segunda, los decimales del 11 al 20; etc. De
esta forma, si alguien preguntaba por los decimales de pi a partir del 60, sencillamente
rememorando la séptima frase, y convirtiendo la primera consonante de cada palabra en
número, se podían recitar estos decimales sin ningún problema. Había variantes como,
por ejemplo, hacer frases más cortas, de cinco palabras, y considerar de cada palabra
la primera y última consonante, etc.
133/209
Las cien palabras clave
Un sistema tan antiguo como el método loci es normal que con el tiempo haya dado pie
a nuevos esquemas o diseños.
A finales del siglo XV y principios del XVI la moda era sustituir los lugares por
letras del abecedario, de modo que las rutas o itinerarios se construían con series de
objetos -o personas- dispuestos alfabéticamente.
Pedro de Rávena, por ejemplo, tomaba a sus arrugos Antonio (primer lugar),
Benedicto (segundo lugar), etc. e iba asociando a cada uno de ellos los distintos datos a
memorizar. Cuando quería recordar estos datos, repasaba el abecedario: A, primer
lugar, sería lo relacionado con Antonio; B, segundo lugar, lo relacionado con
Benedicto; etc.
También era habitual crear estas rutas con listas de animales, aunque había que ir
con cuidado: si para la A se elegía Asno, para la B no convenía seleccionar Burro, pues
sería fácil confundir una cosa con otra. Estos animales se tomaban de la realidad o de
la mitología; por ejemplo, la D podría ser un dragón mientras que la U sería un
unicornio.
Otros preferían crear rutas con objetos cuya figura recordase el perfil de las letras:
A era un compás abierto, o una escalera de tijeras; B la silueta de un laúd; C una
herradura; etc. Para recordar los datos, al igual que antes, se repasaba el abecedario:
A, primer lugar, sería aquello relacionado con el compás; B, segundo lugar, lo
relacionado con el laúd; etc. 77
Estos sistemas basados en el orden de las letras se conocen como método del
abecedario. 78
Una ruta corta también se podría construir considerando, en vez de letras, números:
primer lugar = clavo (recto como el 1), segundo lugar = cisne (silueta del 2), tercer
lugar= tridente (forma del 3), etc. 79
Frente a las letras, la ventaja de trabajar con números es que para recordar el
séptimo dato, por ejemplo, basta con pensar en aquello que se relacionó con la figura
del siete, no es necesario llevar la cuenta desde el principio.
134/209
El inconveniente es que la cosa se complica un poco a partir del nueve, cuando las
cifras se forman con dos dígitos, aunque es verdad que se puede seguir adelante con un
poco de imaginación: 1O = palo y pelota de golf, 11 = dos hermanos gemelos juntos de
pie, etc.
También se podría intentar representar los números, no con una figura de trazo
similar, sino con símbolos: 1 = ave fénix (solo hay una), 2 = zapatos (siempre van de
dos en dos), 3 = triángulo (objeto de tres lados), etc. O quizás con palabras sustitutas: 1
= tuno, 2 = tos, 3 = pez, etc. 80 Pero en ambos casos sigue presente la dificultad de
representar cifras de dos o más dígitos.
Con la aparición del código fonético surgió la posibilidad de formar rutas con
objetos equivalentes a palabras numéricas: primer lugar= tea (1), segundo lugar= Noé
(2), tercer lugar= humo (3), etc. Así, siguiendo con el ejemplo de los decimales de pi,
asociaríamos tea (t=l, primer lugar) con «educado», Noé (n=2, segundo lugar) con
«alpino», humo (m=3, tercer lugar) con «sello», etc.
En este caso, a la ventaja del acceso directo a los datos -¿El dato 37? Aquel
asociado a mijo (m=3, j=7)-, se añade la facilidad de crear rutas tan largas como sea
necesario; si se requiere una ruta de cien lugares, bastará con preparar una lista de cien
palabras numéricas (equivalentes a las cifras del 1 al 100). 81
Pero un buen observador se percatará de que aquí hay un problema. Por ejemplo, si
asocio humo (3) con sello (65), ¿cómo sé que eso significa 65 en tercer lugar y no al
revés, es decir, número 3 en el lugar 65?
El modo de prevenir estas confusiones consiste en aprovechar el hecho de que cada
número puede esconderse tras varios términos (el 1, por ejemplo, puede ser té, tea, tía,
etc.), así que escogeremos, de entre todas las posibles palabras numéricas de un
número, una en concreto para representar siempre el lugar -posición-, utilizándose
el resto simplemente para cantidades. A esa palabra especial escogida para representar
el lugar, para distinguirla de las demás, se denomina palabra numérica clave o,
sencillamente, palabra clave.
Por ejemplo, puedo elegir tea como palabra clave para el 1, Noé como palabra
clave para el 2, etc. La presencia de Noé (n=2) tomando un té (t=l) significa que el
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número uno está en el segundo lugar, al igual que el dibujo en miniatura de una tea (t=l)
sobre la uña (ñ=2) significa que en primer lugar aparece el número dos (recuerda que
las palabras clave -tea y Noé en nuestro caso- siempre representarán el lugar).
Aquí van unos consejos para que te animes a construir tu particular lista de cien
palabras clave:
• Escoge como palabra clave alguna formada por tantas sílabas como dígitos
tiene el número que representa, es decir, palabras de una sola sílaba para los
números del O al 9, de dos sílabas para el resto hasta el 99. Por ejemplo, el
cero pudiera ser aro o rey mejor que arroyo, aunque los tres términos tienen
el mismo valor.
• Si en una palabra clave eliges la letra T para el número uno, siempre que sea
posible, continua utilizando la T también en el resto de palabras clave. Así, si
elegiste toro para el número 1O (letra T), podrías seleccionar teta para el 11,
tuna para el 12, timo para el 13, etc. Si por el contrario elegiste duro (letra
D), aconsejaría dedo para el 11, duna para el 12, dama para el 13, etc.
Es cierto que en el día a día rara vez surgirá la necesidad de memorizar una serie de
cien datos, por lo que parece exagerado preparar una lista tan larga de palabras clave.
Pero el añadido de llegar hasta cien tiene una ventaja: si en un momento dado necesito
memorizar rápidamente unos números, en lugar de perder tiempo buscando las palabras
numéricas apropiadas, puedo echar mano de palabras clave ya conocidas (aunque sea
haciendo caso omiso a la norma de que las palabras clave solo representan lugares).
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Por ejemplo, recibo una llamada del departamento comercial: necesitan
urgentemente una copia de la factura 3274. En ese momento no puedo detenerme a
buscar palabras numéricas para el 3274, así que recurro a la lista de palabras clave que
tengo preparada, mano (32) y foca (74); esa factura la ha hecho a mano una foca.
Aunque la llamada me pille conduciendo camino de la oficina -o tomando el sol en la
playa-, gracias a las palabras clave puedo memorizar el número de factura al instante.
Si se tratase de un dato importante, más adelante ya buscaría una forma más apropiada
de recordarlo pero, de momento, las palabras clave me sirven para salir del paso. ¿Qué
factura había que buscar? La escrita a mano por una foca, es decir, la 3274.
Por tanto, aunque solo sea como pasatiempo, te invito a tomar papel y lápiz y
preparar tu lista de cien palabras clave. Si llegas a dominarla bien, además de disponer
de una ruta de cien lugares, estarás en condiciones de memorizar casi cualquier número
de forma rápida y eficaz. 82
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14. DOS MEJOR QUE UNO
Codificación dual
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Caminos a Roma
Dice el refrán que «todos los caminos conducen a Roma». Podría objetarse que eso
será verdad según en qué sentido andemos, claro, pero lo que no admite duda es que
cuantos más caminos lleven a Roma, más fácil será llegar a Roma. Es decir, cuando
más recursos mnemotécnicos utilicemos para memorizar un dato, más fácil será
recordarlo.
Frases que se ven
Las frases memorativas ofrecen mejores resultados cuando describen una situación
llamativa fácil de «ver» (imaginar) o cuando, sencillamente, llevan asociada una
imagen.
Por ejemplo, «Las noticias de mediodía, meJor las escucharía si me tomase la
pastilla verde»: puedes imaginar a alguien que guarda junto al televisor un frasco de
pastillas verdes tal que, a diario, para oír mejor las noticias de mediodía, en vez de
subir el volumen se toma una de estas pastillas verdes, que agudizan el oído.
«Para publicar el Quijote, Cervantes tuvo que pagar primero una TaSa ReaL»: aquí
es fácil imaginar a Cervantes con su manuscrito bajo el brazo rascándose el bolsillo
frente a la ventanilla de hacienda, pagando de mala gana la tasa real que le permitiera
publicar su obra.
Aunque la base de estas mnemotecnias es una frase memorativa -sistema verbal-,
la imagen actúa de complemento, reforzando la idea expresada -sistema visual-.
Quizás en un momento dado no recordemos exactamente las palabras, pero a través de
la imagen podemos recuperar el sentido del texto y llegar hasta la información precisa
(noticias de mediodía> pastilla verde; publicación Quijote> tasa real, 1605), logrando
así una mnemotecnia más efectiva.
Esto condiciona en cierta forma el proceso de elaborar frases memorativas: no basta
con una oración que enlace la palabra inicial con la final, deberá además expresar una
idea que fácilmente podamos convertir, representar o asociar a una imagen.
Por ejemplo, retomando el caso en que pretendíamos asociar señora con silla, con la
mnemotecnia verbal el objetivo se alcanza fácilmente mediante esta frase:
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«La señora que va a Sevilla, pierde su silla».
De acuerdo, quizás como frase memorativa no sea tan acertada como la anterior,
pero en cambio describe una situación muy llamativa -la señora con una silla sobre la
cabeza- y da pie a formar una imagen o, mejor aún, toda una historia que justifique la
pregunta, lo que ayuda en gran medida a fortalecer el vínculo entre señora y silla.
Por tanto, aun cuando las frases constituyen un recurso mnemotécnico por sí mismas,
también tenemos la opción de construirlas de modo que evoquen una imagen, añadiendo
así un componente visual que las haga más eficaces. 84
140/209
me gusta -«Esta señora desvaría: ¿cómo va a llevar sobre el peinado una silla?»-,
así que para que case bien con la imagen amplío la escena imaginando a un dependiente
que trata de disuadir a la señora de usar una silla por sombrero, pero ella insiste, de ahí
la expresión del dependiente que actuará como frase memorativa.
Acompañar las imágenes con una frase tiene también otra utilidad.
Normalmente, cumplido su objetivo, dejamos de prestar atención a las escenas que
componemos y, con el tiempo, las olvidamos. Si algún día futuro nos viéramos en la
tesitura de tener que memorizar otra vez los datos que representaban, habría que
empezar nuevamente a componer imágenes ... salvo que en su momento hubiéramos
tenido la precaución de anotar las frases memorativas que acompañaban cada escena.
Repasando estas frases memorativas casi todas ellas nos recordarán las imágenes que
llevaban asociadas, logrando así recuperar fácilmente las mnemotecnias creadas en su
momento.
Por tanto, aunque normalmente el ejercicio de las imágenes mnemotécnicas no
contempla el uso de frases memorativas, esto es sumamente aconsejable cuando al
recurso visual -imagen-- quieras añadir el recurso verbal -frase memorativa- para
tener las máximas probabilidades de recuerdo. Y también cuando preveas que en el
futuro pueda ser necesario repasar estas mnemotecnias.
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Conjunción mnemotécnica
l3 fase: Reconstrucción
Supongamos que deseo recordar que litterae significa carta en latín. Bien, el primer
paso consiste en buscar una palabra sustituta que suene parecido pero con un
significado concreto que conozca bien, lo que Atkinson denomina «palabra clave».
Se me ocurre, por ejemplo, litera; esta será la palabra clave para litterae.
l3 fase: Relación
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Ahora construyo una imagen mnemotécnica en la que vinculo litera con carta (el
significado de litterae). Me viene a la memoria la escena de una vieja película en la
que unos soldados recibían correo y se ponían a leer las cartas tumbados en literas,
otros después escribían cartas de respuesta acostados también boca abajo en la
litera. Para hacer la escena más completa, imagino a uno de ellos despotricando:
«¡Escribir una carta con buena letra es imposible tumbado en esta litera!» (frase
memorativa).
3ª fase: Recuperación
Una vez establecido este vínculo debería ser capaz de recordar el significado del
término extranjero a través de la palabra clave. ¿Qué significa litterae? Litterae se
parece a litera; litera me evoca la escena de unos soldados tumbados en esa litera
escribiendo una carta; luego litterae debe ser carta.
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1. Reconstrucción/ Palabra clave.
¿Sabes cómo se dice «fútbol» en Estados Unidos? Soccer, que prácticamente es
igual al término que deseo aprender (la palabra clave puede ser cualquier palabra
que conozca, no necesariamente ha de aparecer en el diccionario).
3. Recuperación.
¿Qué significa socer? Se parece a soccer, que es corno llaman al fútbol en Estados
Unidos; eso me recuerda la escena de mi suegro jugando al fútbol en ese país;
entonces, está claro, socer significa suegro.
A falta de suegro, se puede recurrir a la figura de ese actor que hace de suegro en
alguna película o serie de televisión, o al suegro de algún amigo, etc.
144/209
recepcionista, o quien sea, a todos recibe con la misma cantinela: «A estas alturas
del verano ... ».
3. Recuperación.
¿Qué significa aestas? Aestas aparecía en una frase que decía «A estas alturas del
verano ... » ¡Ya está! Aestas significa verano.
Al revés de cómo ocurría en el ejemplo anterior, aquí recurro a una frase
memorativa para establecer la relación entre la palabra clave y el significado,
actuando la imagen más como complemento que como base de la mnemotecnia.
Plantas
Los mismos principios que conforman la técnica de la palabra clave, que aquí hemos
utilizado como ayuda en el aprendizaje de idiomas, se aplican en la memorización de
todo aquel material que nos es desconocido.
Por ejemplo, hay una conocida anécdota de Beniowsky, figura de mediados del siglo
XIX, en la que el autor relata como descubre los rudimentos de esta técnica por su
cuenta, apurado en la necesidad de dar con el modo de memorizar los nombres
científicos de las plantas. 86
En sus tiempos como estudiante de medicina, dos veces por semana, durante una
hora, los alumnos tenían ocasión de visitar el jardín botánico y observar diversas
plantas medicinales; se identificaban mediante un número que debían buscar en el
catálogo para descubrir el correspondiente nombre científico. El desafio consistía, más
que recordar ese extraño nombre en latín, en recordar qué nombre correspondía a cada
planta; describe Beniowsky cómo pasaban las semanas sin que apenas fuera capaz de
identificar una planta por su nombre, ni de dar el nombre de una planta que tuviera a la
vista.
Pero un día, en la pensión donde se alojaba, una de las hijas de la patrona le
preguntó por el nombre de uno de los estudiantes que a diario veían pasar a través de la
ventana. «Ryloski» (pescador en polaco), le respondió, nombre que a ella le pareció de
lo más apropiado pues, por sus facciones, su forma de andar, etc. tenía todo el aspecto
145/209
de un pez. Beniowsky observó que, a pesar de no conocerlos de nada, madre e hijas
hablaban con propiedad de los habituales transeúntes teniéndolos perfectamente
identificados mediante apodos como Capalarga, Botasviejas, Narizotas, etc.
Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de que también él podría identificar las
plantas por alguna propiedad y esa propiedad, relacionarla con el nombre científico de
la planta: «[ ... ] comencé por bautizar estas plantas a la manera en que mi patrona y su
ingeniosa hija bautizaban a los estudiantes de la Universidad, es decir, dándoles los
apodos que su vista, olor y tacto, espontáneamente me sugeríam>.
La primera planta que observó con esta idea en mente era de flores pequeñas,
blancas, con pétalos superpuestos como tejas, por lo que se le ocurrió el nombre de
techumbre nevada. Su nombre científico, según catálogo, era Achiloea millefolium, que
le sugería la figura de un águila de mil plumas. Entonces se le ocurrió una imagen de
alta montaña, con casas de tejados nevados sobrevolados por águilas de mil plumas,
logrando establecer así una relación entre la planta y su nombre.
Básicamente, Beniowsky está siguiendo los mismos pasos descritos en el apartado
anterior, con la salvedad de que no solo busca una palabra sustituta para el término
extraño -el nombre científico- sino también para la planta, pues plantas hay muchas
y es necesario poder identificarlas, cada una, de forma única e inequívoca.
3. Recuperación.
¿Cómo se llama esa planta de flores pequeñas, blancas, de pétalos superpuestos?
Por su aspecto, debe ser la que tiene el apodo de «techumbre nevada»; las casas de
tejados nevados aparecen en una estampa invernal de altas montañas, sobrevoladas
146/209
por águilas de mil plumas; esto de «águilas de mil plumas» se parece a «Achiloea
millefolium»; luego el nombre de la planta es Achiloea millefolium.
Nombres
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las llaves tras la oreja, y las llaves me recordarán de manera inmediata el nombre de
Pedro.
Fácilmente se advierten en este proceso los mismos pasos detallados en las páginas
anteriores. Algún ejemplo más.
Me presentan a Paco, que lleva la cabeza rapada. Paco resulta que también es el
nombre de mi peluquero, así que imagino una desternillante escena en la que este nuevo
Paco acude a la peluquería del otro Paco, el peluquero, que cuando lo ve empieza a
exclamar: «¡Pero a qué vienes aquí! ¡Si no tienes ni un pelo!, ¿qué quieres que corte?
Vuelve cuando tengas melena ... ». Imposible olvidar que el de la cabeza rapada se
llama Paco.
Esther tiene ojeras y una expresión cansada, como si no hubiera pegado ojo en toda
la noche. Su nombre, por otra parte, se parece mucho a estera. La imagen surge por sí
misma: se ha pasado la noche acostada en una estera y la incomodidad no le ha dejado
dormir apenas, de ahí esas ojeras. Se me ocurre además este refrán: «Si no quieres
amanecer con ojeras, no duermas sobre esteras». Cuando vuelva a verla sus ojeras me
recordarán la estera y la estera su nombre: Esther.
Quizás no sean estos los ejemplos más acertados pues, si al cabo de un tiempo veo a
Paco con el pelo crecido, o a Esther sin ojeras, me faltará el elemento que señalaba el
nombre y no podré recordarlo. Por eso se aconseja fijar siempre la atención en rasgos
invariables y evitar cosas como el peinado, el vestido, el colgante ... o cualquier otro
elemento que pueda cambiar de un día para otro.
Sin embargo, si durante la fiesta trato con Paco o con Esther, es probable que acabe
por aprenderme sus nombres y no necesite recurrir más a la mnemotecnia. En todo caso,
se puede hacer el siguiente intento. Cuando vuelva a ver a Paco con pelo lo más
probable es que me sorprenda el cambio. ¿Dónde está la novedad? Ahora ya no lleva la
cabeza rapada, y el de la cabeza rapada en aquella fiesta se llamaba Paco. Luego,
aunque le haya crecido el pelo, el nombre seguirá siendo el mismo, es decir, Paco. Lo
mismo ocurre con Esther. ¿Qué ha cambiado? Ya no tiene ojeras; ojeras> estera; estera
= Esther. Este recurso no es infalible pero, a menudo, es suficiente.
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Números
Por último, el clásico ejemplo donde se combina la técnica de la palabra clave con
las palabras numéricas.
Seguro que en tus tiempos de estudiante tuviste que lidiar con la tabla periódica de
elementos y llegaste a memorizar el número atómico de muchos de ellos. Y seguro que
casi de ninguno de ellos te acuerdas ya. ¿Cuál era número atómico del litio? Pero es
probable que aún lo recordases, o te costaría muy poco volverlo a memorizar, si en su
día hubieses utilizado la mnemotecnia. La forma de proceder sería así:
Primero, como siempre, hay que representar o convertir los datos en algo material,
algo que se pueda ver y tocar. En un capítulo anterior aprovechaba el recurso de las
palabras sustitutas para convertir «litio» en «litro», pasando así de algo desconocido
(litio) a algo tangible con lo que componer una imagen (la jarra de un litio de cerveza).
Los números también son algo abstracto, el 3 puede indicar una cantidad o una
posición, pero carece de imagen, no es algo que pueda representar visualmente. Pero
esto se soluciona con ayuda del código fonético, que me permite convertir números en
palabras, palabras de algo concreto que sí puedo representar visualmente. Por ejemplo,
humo (m=3).
Ya solo queda, para recordar el que el litio tiene el número atómico 3, componer una
imagen que vincule una jarra de un litio de cerveza con humo. El proceso para poder
hacerlo será fácil: imagino un día caluroso, me acerco al bar y le pido al camarero una
jarra bien fresquita de un litio de cerveza, pero cuando voy a echar un trago veo que
está caliente, tanto que hasta sale humo (m=3).
Además, voy a acompañar la escena con una frase memorativa que pueda
aprovechar para repasar estos datos en el futuro:
«¡Camarero! Este litio de cerveza está caliente. ¡Tan caliente que hasta sale humo!»
(risas de todos los clientes del bar).
Mediante esta técnica establezco un vínculo entre litio y humo (3), de forma que una
cosa lleva a la otra.
¿Más ejemplos?
149/209
Magnesio, número atómico 12.
Magnesio se transforma en MacNesio, el nombre escocés del monstruo del lago
Ness; el número 12 puede ser tuna (t=l, n=2). Resulta fácil imaginar una tuna
cantándole a MacNesio a orillas del lago: «En un lago de Escocia, una extraña
figura asoma. ¿Qué es eso? Es Magnesio». Se puede adornar la escena con
Magnesio, al sonido de la bandurria, asomando la cabeza a ver qué escándalo es
ese, aterrorizando a todos los de la tuna (12) ...
Gran verdad es
Que todos los bares en Francia
Tienen un cheffrancés.
Vale, como poema no es gran cosa, pero tiene su gracia, se recuerda fácilmente y me
ayuda a establecer la relación entre Francia y chef (87).
150/209
PARTE ID
MNEMOTECNIA RACIONAL
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15. CON UN POCO DE SENTIDO COMÚN
Vamos de compras
Supongamos que necesitas comprar algunas cosas en el mercado. Hace falta arroz,
yogures, lejía, huevos, café y sal.
-¡Bah! -pensarás-. Tan poca cosa la recordaré sin necesidad de ninguna técnica
de memorización.
Es cierto, parece exagerado tener que recurrir a algún sistema como el método de
los lugares para algo que, además, dentro de media hora ya no será necesario seguir
recordando. Y, sin embargo, muchas veces al llegar a casa:
-¡Maldita sea! Se me ha olvidado ... (añadir tras los puntos suspensivos cualquier
elemento de la lista).
Una vez más, el olvido no se debe a una mala memoria, sino a un mal procedimiento
(o ausencia de procedimiento). En efecto, para memorizar esa breve lista de cosas no
hace falta echar mano de un sistema mnemotécnico como los analizados en capítulos
anteriores, bastará simplemente con un poco de sentido común.
Observemos durante un instante los elementos de la lista: hay tres cosas que
habitualmente se guardan en la alacena (arroz, café y sal), dos que necesitan estar
refrigeradas (yogures y huevos) y una última que escondo bajo la pila del fregadero
(lejía). Por tanto, en lugar de tener una lista al tun-tun, lo lógico sería disponer las
cosas de esta forma:
Arroz - café - sal /
yogures - huevos /
lejía.
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(¡esto parece una cuenta atrás!).
Por tanto, cuando esté en el mercado, me imagino entrando en la cocina y repaso las
tres cosas que he de comprar para la alacena, las dos del frigorífico y la última para el
fregadero . ¡Esta vez seguro que no olvido nada!
Aunque realmente no estoy memorizando los elementos de la lista, el simple hecho
de disponerlos ordenadamente siguiendo un criterio lógico es suficiente para que logre
recordarlos sin problemas.
Probemos otra vez. ¡Te vas a la playa! Has de coger las aletas, la sombrilla, el
bronceador, las chanclas, la toalla, las gafas de buceo ... ¡y el bañador! (no serías el
primero que al llegar a la playa se da cuenta de que el bañador se ha quedado en casa).
¿Cómo confeccionarías esta lista para no olvidar nada? Propongo papel y lápiz y
dedicar un par de minutos a reorganizar la lista, anotando los distintos elementos en el
orden que consideres más adecuado. ¡Adelante!
Ahora, antes de seguir con la lectura, sin revisar ninguna nota cierra el libro e intenta
repetir de memoria todos estos elementos.
¿Qué tal? Seguramente lo hayas recordado todo al primer intento. ¿Habrías obtenido
el mismo resultado simplemente tratando de repetir la lista inicial? Sin duda, los
resultados son mejores cuando, previo a cualquier intento de memorización, se impone
un orden lógico.
Personalmente, confeccionaría la lista de la forma que expongo a continuación,
siguiendo una secuencia compuesta por tres pasos:
Bañador - chanclas /
sombrilla - toalla - bronceador /
aletas - gafas buceo.
Siguiendo una línea temporal, al llegar a la playa lo primero que hago es vestir el
bañador y calzar las chanclas; luego, en la arena planto la sombrilla, extiendo la toalla
y me pongo bronceador; por último, en el agua, las aletas y gafas de buceo.
Aunque en realidad salga de casa con el bañador puesto, repasando esta secuencia
me aseguro de no olvidar nada.
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Orden
¿Hasta qué punto este sistema basado en el orden resulta eficaz como técnica de
memorización?
En un experimento, realizado a finales de los años sesenta, se facilitó a un grupo de
personas una lista de 112 palabras perfectamente ordenadas y clasificadas. Por
ejemplo, zafiro, esmeralda, diamante, rubí aparecían en el apartado de piedras
preciosas; caliza, granito, mármol, pizarra se catalogaba en otro apartado de piedras
no preciosas; y así sucesivamente.
A otro grupo de personas se le mostró las mismas palabras pero distribuidas al azar,
es decir, sin ningún orden lógico. Después se les preguntó a todos los participantes
cuántas de las 112 palabras recordaban. 89
Los del primer grupo recordaron un promedio de 73 palabras, los del segundo
apenas 20.
Es decir, el simple hecho de mostrar los datos ordenados potenciaba el recuerdo en
más del triple. Y eso que el orden ya venía dado: si los sujetos del estudio hubiesen
tenido que buscar y establecer el orden correcto de las palabras por sí mismos, el nivel
de recuerdo hubiera sido superior casi con toda seguridad.
Ahora bien, hay un detalle a tener en cuenta.
A la hora de ordenar y clasificar los datos, en ningún apartado debe haber más de
siete unidades. A partir de esta cifra es como si nuestra mente empezara a confundir las
cosas y la probabilidad de olvidar algún ítem aumenta sustancialmente (algunas
personas empiezan a tener dificultades ya a partir de cuatro elementos -de ahí que a
veces se aconseje no sobrepasar las cuatro unidades por grupo-; otras, sin embargo,
pueden recordar sin problemas ocho, nueve, o más elementos; la mayoría suele
mantener un buen recuerdo de hasta siete unidades, que es la cifra señalada).
Si se diera el caso de que algún apartado incluyese más de siete ítems, la solución
sería dividir ese apartado en varios subapartados, de modo que los elementos se
distribuyesen en grupos más pequeños. Por ejemplo, si en nuestra lista de la compra
hubiera más de siete cosas a guardar en el frigorífico, lo que haría sería establecer una
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subdivisión y distinguir entre los estantes de arriba y los de abajo -o cualquier otro
tipo de separación--, es decir, considerar dentro del frigorífico varias zonas de modo
que en cada lugar no hubiese más de siete elementos.
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Una nueva mnemotecnia
Durante el siglo XVI, al mismo tiempo que la antigua nmemotecnia del método loci
basada en lugares e imágenes alcanza gran popularidad, también se elevan voces en
contra de este tipo de artificios.
Dejando a un lado cuestiones políticas y religiosas -que también han de jugar un
papel fundamental en el devenir de la nmemotecnia-, los humanistas del renacimiento
ven en estas técnicas el eco de viejas prácticas medievales, oscuras y primitivas, donde
aprender es memorizar sin ser consciente de lo que se memoriza. «Trabajamos
únicamente para llenar la memoria, y dejamos vacíos conciencia y entendimiento»,
escribe Montaigne.
Hay que desterrar pues esta clase de ejercicios que solo ayudan a convertir a los
hombres, cual loros, en meros repetidores de lo que oyen.
Para estos intelectuales, la verdadera memoria deriva del estudio y análisis de la
materia, no de absurdas elucubraciones. Un buen ejemplo son las palabras de Erasmo
de Rotterdam cuando en su De ratione studii afirma: «Aunque no niego que se puede
auxiliar la memoria con lugares e imágenes, sin embargo la mejor memoria se basa en
tres muy importantes cosas, a saber, estudio, orden y solicitud». 91
El terreno está abonado para el nacimiento de una nueva nmemotecnia basada en la
lógica y el razonamiento. Como veíamos al principio, el simple hecho de analizar y
disponer ordenadamente una lista de elementos ya resulta de gran ayuda a la memoria;
en estos principios se apoyarán los nuevos sistemas, que valiéndose de de tablas,
ruedas, árboles y todo tipo de diagramas, 92 muestran la información perfectamente
ordenada y clasificada. 93
Petrus Ramus (Pierre de la Ramée ), con sus análisis dialécticos y clasificaciones
dicotómicas, era capaz de presentar cualquier materia en forma de esquema de llaves;
156/209
en el siglo XVI seguramente habrían escrito nuestro ejemplo de la lista de la compra
así:
Alacena 1 Arroz
Café
Sal
Lista
Frigorífico !Yogures
compras Huevos
Fregadero Lejía
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Mapas
Los mapas mentales fueron al comienzo una técnica para memorizar, y luego
evolucionaron hacia una técnica de pensamiento de múltiples posibilidades. 95
TonyBuzAN
Herederos de aquellos esquemas del siglo XVI, hoy la atención se centra en los
denominados mapas, bien sean mapas conceptuales, surgidos a partir de las
investigaciones de Joseph D. Novak sobre la psicología del aprendizaje -siguiendo
las teorías cognoscitivas de David P. Ausubel-, o bien los mapas mentales de Tony
Buzan. A partir de aquí han ido surgiendo otros diseños similares como los mapas de
aprendizaje, mapas de ideas, etc. 96
Aun cuando no hayan sido diseñados con el propósito de constituir un sistema
mnemotécnico, lo cierto es que cumplen bastante bien la función de ayudar a la
memoria, convirtiéndose en una valiosa herramienta de memorización.
En nuestros días, la lista de la compra se dibujaría así (mapa conceptual con
estructura jerárquica):
Lista compras
_eem
en_,____._____
~ Café Sal Yogures Huevos Lejía
158/209
Arroz
Ala cena Café
Sal
Lejía Freg ade ro . , . Yo9ures
Fngonf1co , - - - -
-------~ Huevos
¿Por qué estas figuras resultan de ayuda a la memoria? Son varias las razones que
contribuyen a ello:
• Atención
Aunque se trate de algo tan simple como la lista de la compra, organizar los
distintos elementos implica prestarles atención, bien que solo sea para
leerlos. Y cuanto más tiempo tengamos centrada la atención en algo, mejor lo
recordaremos, es obvio.
• Significado
Del mismo modo, para poder orgamzar los elementos necesitamos
conocerlos. Si yo no supiera qué es un yogur no sabría si guardarlo en el
frigorífico o en la alacena: tendría que informarme al respecto, buscar
similitudes o discrepancias con el resto de elementos y así, finalmente,
deducir su sitio. Todo esto haría que recordase bien ese elemento que ha
exigido tanto trabajo.
• Relaciones
Aun cuando conozca bien todos los elementos de la lista, he de detenerme un
momento a analizar los puntos en común de unos con otros -para planificar
qué grupos formar-, estableciéndose cierto vínculo entre aquellos elementos
pertenecientes a la misma categoría (por ejemplo, los yogures se asocian con
los huevos porque ambos necesitan estar refrigerados). Eso favorece que al
159/209
pensar en un elemento me vengan a la memoria todos los demás que, por tener
esa característica común, pertenecen al mismo grupo.
• Orden
La disposición lógica de los grupos (incluso de los elementos dentro de cada
grupo) siguiendo un orden determinado, permite fácilmente deducir los puntos
de una secuencia. En nuestro ejemplo, los grupos se disponen en el mismo
orden en que aparecen al entrar en la cocina: primero es la alacena, a
continuación se sitúa el frigorífico, etc. Realmente no necesito memorizar los
grupos, basta con seguir el orden establecido para que vayan surgiendo por sí
I111Smos.
También podría entrar a valorar la forma o figura del esquema (memoria espacial),
la numeración o imágenes asociadas a cada punto (si las hubiera), etc. Y esto cuando se
trata de una lista que ya nos viene dada. Si se tratase de formar un diagrama a partir de
un texto habría que sumar otros factores como la simplificación, la fragmentación,
97
palabras clave, etc.
En definitiva: el análisis y tratamiento de la información, al que obliga el diseño de
estos diagramas, conlleva una serie de operaciones que ayudan en buena medida a fijar
los datos en la memoria.
160/209
Patrones
1 2 3 4
2 3 4 5
3 4 5 6
4 5 6 7
Etc.
161/209
Y S. se puso a memorizarla sin más, sin darse cuenta de la sencilla secuencia de los
números: «A nuestro juicio esta es la prueba más evidente de que el proceso de
memorización de S. es muy distinto del proceso de memorización lógica, propia de
cualquier conciencia desarrollada». 98
Si tuvieras que memorizar esta matriz de letras ...
L A I A R
A S L V D
p T L E E
... verías que resulta muy fácil simplemente leyendo las líneas en vertical.
Son dos casos que dificilmente se darán en la vida cotidiana, cierto, pero muestran
lo útil que puede resultar un análisis previo pues, si encuentras un patrón, la tarea se
simplifica mucho: en lugar de memorizar todos los datos, basta con memorizar la
fórmula que genera los datos.
Contaré una anécdota que sirva de ejemplo. Durante mucho tiempo, nunca logré
recordar el orden correcto de las letras en el término extranjero «John»; empezaba por
«Jo», eso está claro, pero nunca sabía si seguía con «hn» o bien era «nh».
Los consejos que encontramos en los antiguos tratados del renacimiento para estos
casos pasan, primero, por buscar una imagen para cada letra (J pudiera ser Jirafa, que
empieza por J; O, Oso; H, Hormiga; N, Nutria) y después memorizar esta secuencia de
imágenes, en el orden correcto, mediante algún sistema mnemotécnico. La idea era que
la inicial de cada objeto fuese señalando las sucesivas letras que forman el nombre.
¡Como matar moscas a cañonazos!, es decir, una solución demasiado compleja para
un problema tan nimio. No es de extrañar que ante estas directrices muchos
162/209
concluyesen, tanto hoy como entonces, que el arte de la memoria no es más que una
colección de desatinos. Culianu afirmará: «Estos son unos ejemplos de extrema
degeneración de la mnemotecnia que no deben confundirse con los verdaderos
procedimientos ni con las realizaciones sorprendentes de este arte». 99
La solución fue mucho más simple. Un día, dispuesto a poner fin a este problema,
empecé a darle vueltas a la palabra y de seguida me di cuenta que las letras H y N
aparecen en «John» en el mismo orden con que aparecen en el abecedario, es decir,
primero la H y luego la N. Ya nunca he vuelto a olvidar cómo se escribe este nombre.
Por eso se ha dicho alguna vez que «para tener memoria, hay que tener astucia», 100
pues en el momento que te percates que algo es igual a, o justo al revés de, o surge a
causa de, etc. el proceso de memorización está encauzado.
163/209
16. LA MNEMOTECNIA OLVIDADA
Mnemotecnia racional
Corría el año 1844 cuando un joven estudiante de medicina asistió en Praga a un curso
de mnemotecnia impartido por Carl Otto Reventllow, autor de origen danés, pero que se
movía principalmente por la zona de Alemania y Austria promoviendo - a su modo y
en alemán- las ideas de Aimé Paris, tan de moda por aquel entonces.
Edward Pick, nuestro protagonista, atraído por esta materia, pronto se convierte a su
vez en maestro e inicia sus propios cursos de memorización. Pero, conforme avanza en
sus estudios de psicología, cada vez se siente más incómodo con estos procedimientos;
se le antojan demasiado artificiales, contrarios al funcionamiento natural de la mente.
¿Por qué unas cosas se recuerdan con más facilidad que otras? Es indagando en estas
cuestiones -opina- donde se han de encontrar los verdaderos principios de una
mnemotecnia natural y eficaz.
Con sus conclusiones dará impulso un nuevo movimiento que en su apogeo, hacia
finales del siglo XIX, se autodenominará «Mnemotecnia Racional».
¿En qué consiste esta mnemotecnia racional? Bien, simplificando mucho, podríamos
explicarlo así: la mnemotecnia visual busca establecer relaciones o asociaciones
mediante imágenes (por ejemplo, cuando vinculamos un lugar de la ruta con el dato a
recordar mediante una escena o imagen); la mnemotecnia verbal busca el mismo
resultado pero mediante artimañas como las frases memorativas, que actúan como
vinculo de unión entre la palabra inicial y la final; la mnemotecnia racional también
persigue el mismo fin, pero mediante reflexiones que pongan de manifiesto alguna
relación lógica entre dos ideas, de modo que a partir de una podamos deducir la otra.
Por ejemplo, «mediodía» y «pastilla verde». Podríamos seguir esta línea de
pensamientos. Mediodía: el mediodía marca el momento del sol en su cenit; se verá el
sol si no llueve; si se dan a la vez sol y lluvia es probable que veamos el arcoíris; el
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arcoíris tiene muchos colores; el color de en medio (mediodía) es el verde; color
verde, como el de la pastilla verde.
La idea es que habiendo encontrado, mediante diversos razonamientos, un vínculo
entre ambos elementos, la presencia de uno nos lleve al otro induciéndonos a repetir la
misma línea de pensamientos.
Para entender el concepto, imagina nuestra mente como un laberinto; en el punto de
entrada está «mediodía» y en el otro extremo «pastilla verde»: tenemos que buscar a
través de este laberinto el camino entre un punto y otro, extendiendo el hilo de Ariadna
que nos permita después, cuando queramos recuperar la idea asociada a «mediodía»,
volver a recorrer la senda que nos lleve hasta la «pastilla verde».
Aquí no hay sinsentidos como esas imágenes absurdas de la mnemotecnia visual, o
esas rebuscadas frases de la mnemotecnia verbal. Aquí no hay más útiles que la lógica
y la razón trazando un orden, un camino, que nos lleve de un punto a otro.
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Leyes de asociación
Pero para que esos saltos de una idea a otra no se desvanezcan en la memoria cual
azucarillos en el agua, tienen que apoyarse en el funcionamiento natural de nuestra
mente, es decir, en lo que E. Pick denomina «las leyes que gobiernan la reproducción
de ideas» 101 y que, en verdad, no son más que las leyes de asociación de Aristóteles, de
las que el antiguo filósofo griego habla en su obra De memoria et reminiscentia. 102
Estas leyes variarán en nombre y número según quien escriba sobre ellas. Para
Edward Pick son cuatro (analogía, oposición, coexistencia, sucesión); Loisette presenta
tres (inclusión, exclusión, concurrencia) que en realidad son siete, pues la primera se
subdivide en cinco; para Ernest Word son nueve, que pueden agruparse en tres
categorías principales (contigüidad, comparación, secuencia); etc. 103
En nuestro ejemplo, se darían las siguientes leyes definidas por E. Pick:
Descubrir las leyes que ngen la relación entre una idea y otra es lo que,
teóricamente, afianzaría el recuerdo de estas ideas en la memoria; sería como poner en
las intersecciones del laberinto señales apuntando en la dirección correcta. De este
modo, el pensamiento podría lograr su objetivo y recorrer así el camino desde el
primer dato hasta el dato final sin perderse en el recorrido.
En la práctica, la función habitual de estas leyes será obligarnos a centrar nuestra
atención en los términos relacionados, de modo que cuanto más tiempo mantengamos la
atención sobre ellos, tratando de discernir que ley se aplica en cada ocasión, más
fácilmente se fijen en la memoria.
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Principio de familiaridad
Etc.
Etc. Hay que limpiarlo
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algún elemento común o muy similar entre ambas que sirva de nexo de unión, que actúe
de enlace.
Retomemos nuestro viejo ejemplo de la señora y la silla. Del concepto de señora es
fácil obtener muchas ideas, una de ellas podría ser «cansada» (el término señora se
utiliza a menudo para referirse a una mujer de cierta edad que seguramente se cansará
con facilidad); la silla también es un objeto muy conocido del que saldrán muchas
ideas, por ejemplo, «descansar» (entre otras cosas, las sillas se usan para sentarse y
descansar). Lo que viene a continuación resulta obvio: señora> cansancio> silla.
La conclusión, por tanto, es que para establecer fácilmente relaciones hay que
analizar con detalle características y propiedades de cada objeto -trazar phantoms,
que diría el autor polaco- hasta encontrar ese punto o denominador común a través del
cual quedarán vinculados ambos objetos, logrando así que al pensar en uno de ellos,
consigamos que nos venga a la memoria el otro.
Es un poco como imitar a Sherlock Holmes. El famoso detective sería capaz deducir
un sinfin de datos con un rápido vistazo, observando detalles que a los demás se les
pasarían por alto. Si le echara un ojo a la señora empezaría a deducir: mujer, entrada en
años (por las arrugas del rostro), marido (lleva anillo de casada), probablemente con
hijos, sobrepeso (el vestido le viene muy ajustado), se cansa con facilidad (por esos
kilos de más), etc. Y la silla: asiento cuadrado, grueso, de madera, ebanista, pesada,
demasiado pesada para lanzarla a la cabeza de alguien, más útil como asiento para
descansar ...
Cada detalle observado es un phantom que puede servir de enlace, de gancho.
Cuantos más phantoms tracemos -cuanto mejores seamos imitando a Sherlock Holmes
- más fácil será encontrar un punto en común que nos permita relacionar un término
con otro, estableciendo así un vínculo entre ambos.
Para los momentos en que no estemos muy inspirados, existen dos procedimientos
que nos pueden ayudar a encontrar-irradiar- nuevas ideas.
El primero consisten en formular la típica lista de preguntas del tipo ¿qué?, ¿quién?,
¿cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde?, etc. Por ejemplo, en el caso de la silla, podríamos
formular estas preguntas:
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• ¿Qué es? Un mueble.
• ¿De qué está hecha? De madera.
• ¿Quién la ha hecho? Un ebanista.
• Etc.
El otro recurso consiste en aprovechar las leyes de asociación, que también pueden
servir de guía para sugerir nuevas ideas. Siguiendo con el ejemplo de la silla:
• Ley de coexistencia, silla> mesa (donde hay una silla suele haber una mesa).
• Ley de oposición, silla> suelo (si no hay silla, hay que sentarse en el suelo).
• Ley de sucesión, silla > sentarse (ante una silla, lo normal es sentarse en
ella).
• Ley de analogía, silla > sillón (una versión de silla, más cómoda y grande,
sería el sillón; se podría añadir sofá, mecedora, etc.).
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Ejemplos
Con estas cuestiones, resumen breve de algunos de los puntos más interesantes de la
mnemotecnia racional, se intentará desarrollar un método universal con el que superar
con éxito cualquier desafio memorístico. Veamos algunos ejemplos que tomo del
norteamericano Alphonse Loisette, probablemente el autor que mayor renombre alcanzó
con estas ideas ( aunque al final acabaría con bastantes problemas y totalmente
desprestigiado ). 107
Listas de nombres
Para memorizar la lista de los presidentes de Estados Unidos se van analizando los
nombres de dos en dos, buscando alguna relación entre ellos, con el propósito de
recorrer después la lista entera, del primero al último, simplemente rememorando los
vínculos hallados (tomo el fragmento que corresponde a James Buchanan, Abraham
Lincoln, Andrew Johnson, Ulises S. Grant):
Números
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solo 2; también, si la separamos en dos partes tenemos 672 y 265, que justamente
terminan y empiezan por 2 (ley de concurrencia), siendo además esta la cantidad que
separa 67 de 65. Concluye Loisette que habiendo advertido estas circunstancias, ha de
ser dificil olvidar la cifra. 108
Para los números también utilizaba el código fonético (analytic substitutions), pero
como sistema alternativo.
Idiomas
Uno de los casos que mejor muestra la esencia de esta mnemotecnia racional lo tenemos
en el modo en que se adquiere vocabulario de lenguas extranjeras. Veamos un par de
ejemplos de cómo se construye la línea de pensamientos para llegar desde la palabra
original en inglés a su equivalente en latín:
• Heart = cor:
Heart (corazón) ... Heart-sick (enfermo del corazón) ... fainting (desmayo)
... cordial (tónico) ... cor.
• Book= liber:
Book (libro) ... printed thoughts (pensamientos escritos) ... freedom of
thought (libertad de pensamiento) ... liberty (libertad) ... liber.
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Críticas
Este intento por crear una nmemotecnia sena, científica, alejada de las fantasías y
requiebros de las nmemotecnias visual y verbal, tuvo una vida relativamente efimera.
Aunque encontremos rastros de su presencia en tiempos posteriores, su protagonismo
no va más allá de las primeras décadas del siglo XX.
Una de las críticas habituales era que si para memorizar una lista de palabras hay
que añadir otras intermedias que hagan de puente entre una y otra (como en el caso de
los idiomas, por ejemplo), esto, lejos de ser una ayuda, será un problema, pues la
dificultad aumentará al increentarse el número de palabras. ¿No es un sinsentido que
para memorizar diez términos tengamos que recordar cuarenta, cincuenta o más?
El hecho es que esta nmemotecnia racional, a pesar de que parte de unos principios
muy válidos, falla al intentar convertirla en un modelo universal, especialmente si se
trata de memorizar un volumen más o menos extenso de datos. Dos al menos -a mi
criterio- son los pecados que la condenan.
El primero es que, comparativamente, reqruere bastante tiempo y esfuerzo. Es
necesario concentrarse y darle muchas vueltas a cada dato (especialmente frustrante si
ves que pasa el tiempo y no encuentras una relación); cuando estos datos son muchos, la
tarea no es poca cosa.
El segundo es que estas asociac10nes o relaciones suelen ser un tanto endebles,
razón por la que se requiere invertir bastante tiempo, no solo en encontrarlas, sino
también en repasarlas con frecuencia, hasta que queden bien fijadas en la memoria.
Derivado de lo anterior, la tarea de memorizar acaba convirtiéndose en un suplicio,
lo que significa que tarde o temprano se abandonará. Estos procedimientos no difieren
mucho de la típica memorización por repetición; cierto es que se añade un elemento
nuevo, la búsqueda de un orden, una lógica, pero esto no necesariamente ha de resultar
interesante o divertido (puede, de hecho, ser una tarea bastante ingrata). A la larga,
puestos a aburrirse de todas formas, mejor hacerlo sin la complicación añadida de
buscar relaciones de ningún tipo.
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Así pues, la ineficiencia de estos sistemas hizo que la moda de la mnemotecnia
racional no durase mucho, y la prueba es que los protagonistas de este capítulo y sus
propuestas están, desde hace tiempo, totalmente olvidados.
¿Por qué, entonces, escribir estas páginas? Porque la mnemotecnia racional, aun
cuando no sea el sistema definitivo que en su día pretendieron sus impulsores,
constituye el último paso, el último peldaño, en la consecución de una mnemotecnia
eficaz.
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17. LA MNEMOTECNIA EFICAZ
Pareceres
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Y los sistemas artificiales, por muy seductores que puedan parecer a primera
vista, tienen todos un defecto común cuando se les quiere aplicar a cualquier
estudio: se complican de tal manera que embrollan la memoria en lugar de
desarrollarla y necesitan en su aplicación más esfuerzos intelectuales que harían
falta para retener la cosa directamente; esto sólo bastaría para condenarlos [. ..}
Y aun cuando estos sistemas fuesen prácticos, que no lo son, sólo servirían,
escasamente, para ayudar al recuerdo de las fechas. llO
Por otro lado, la mnemotecnia siempre ha tenido una vertiente lúdica que algunos
magos e ilusionistas han sabido aprovechar para entretener y asombrar al público: unas
veces se simula una memoria prodigiosa capaz de retener cualquier cosa propuesta por
los asistentes, otras se memorizan las cartas de la baraja para acertar con el naipe
elegido o escondido por un espectador, etc. m Esto ha provocado que a menudo se vea
la mnemotecnia como una simple atracción de feria, una trivialidad:
Por tanto, bien fuese por una cuestión de prestigio, bien porque realmente
consideraban lo visual como algo inútil, los protagonistas de esta mnemotecnia racional
pasarán por alto el hecho de que sus ideas constituyen el complemento perfecto a la
vieja, vetusta, mnemotecnia visual (y verbal).
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La suma
De hecho, en el siglo XIII, cuando Sto. Tomás de Aquino lee las palabras de Aristóteles
sobre la memoria (base de la mnemotecnia racional) y las de Cicerón sobre la memoria
de los rétores latinos (base de la mnemotecnia visual), no observa aquí ninguna
contradicción, al contrario, las toma como elementos de un mismo sistema. Tanto es así
que cuando en su magna obra Summa Theologiae surge la cuestión de la memoria, se
detiene para explicar «cuatro procedimientos que ayudan al hombre a progresar en la
memoria» 113 donde aparecen principios tanto de la mnemotecnia visual como racional.
Si empieza con una clara alusión al tema de las imágenes llamativas ...
El primero, buscando algunas semejanzas con las cosas que intentamos recordar,
pero que no sean imágenes corrientes, ya que siempre nos sorprenden más las
cosas inusitadas y les prestamos mayor y más intensa atención ...
. . .es para, a continuación, siguiendo las ideas del filósofo griego, incidir en la
importancia de un esquema lógico que presente toda la información perfectamente
ordenada y clasificada:
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Cuando con ayuda de imágenes llamativas asociamos cada dato a un lugar de la ruta,
lo que hacemos es establecer un orden en ese conjunto de datos -el orden de los
lugares-, de modo que es a través de un esquema bien definido, la ruta o itinerario,
como logramos después recordar estos datos. Por tanto, aquí tenemos una parte racional
(el orden lógico de los lugares) y una parte visual (las imágenes llamativas que asocian
cada dato a un lugar de la ruta); es la suma de ambas lo que genera una mnemotecnia
eficaz.
Pero, además, los típicos recursos de la mnemotecnia racional que descubríamos en
el capítulo anterior, enfocados a encontrar una relación lógica entre los elementos,
también son muy útiles en la composición de una imagen llamativa o frase memorativa.
Estos elementos servirán para ayudarnos a crear o reforzar el vínculo entre lugar y
dato.
Recuperemos el ejemplo de memorizar arroz, aceite de oliva, habas, etc., en esta
ocasión aprovechando los lugares dentro de una habitación: hay que asociar, mediante
imágenes llamativas, estos datos con lámpara de pie, sillas, televisor, etc. ¿Cómo
encontrar imágenes que aúnen ambos elementos (lugar-dato)? Construyendo primero
una relación que me lleve de un punto a otro.
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• Televisor - habas: televisor> programa entretenimiento> humor> Mr. Bean
> bean = haba. La imagen: me estoy desternillando frente al televisor viendo
un programa de Mr. Bean (que, por cierto, aparece en el mercado comprando
habas para hacer una paella). Frase memorativa: «Enciendan el televisor y
"bean" sin trabas a Mr. Bean comprar habas».
• Etc.
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Miscelánea
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La verdadera cuestión
Echemos un vistazo por última vez al ejemplo con el que iniciábamos esta aventura, el
de la pastilla verde.
Una simple pastilla es algo concreto que, en principio, no debería presentar ninguna
dificultad a la hora de imaginarla en cualquier contexto. Sin embargo, resulta algo soso,
no se presta mucho a vivir situaciones llamativas. Entonces pienso en sustituirla por
algo más original. ¿Qué puede ser? Veamos qué ideas se me ocurren a partir del
concepto de pastilla verde: pudiera ser el arcoíris (incluye el color verde de la
pastilla), Hulk (el personaje de comic también verde; esa pastilla sabe tan mal que
cuando Bruce Banner se toma una acaba transformándose en Hulk), el grupo Mojinas
Escozíos (siempre se toman una de estas pastillas para aclarar la voz y cantar aquello
de «verde, me gustan tus ojos verde»), etc.
Mediodía; mediodía sí resulta un poco más ambiguo, hay que transformarlo en algo
concreto, quizás el sol (cuando está en su cenit marca el mediodía), quizás la
presentadora de las noticias de mediodía, etc.
Si observas bien, estoy siguiendo aquel procedimiento descrito en el capítulo
anterior consistente en sacar ideas de cada dato, buscando a ver qué elementos se
prestan a establecer una mejor relación. Así es como al pensar en la presentadora de
las noticias (su voz aterciopelada, vestido elegante, figura esbelta, etc.) caigo en la
cuenta de que su aspecto es justo opuesto al que luce el solista de los Mojinas
Escozíos, estos dos personajes no casan ni de casualidad ... ¿Casan? ¡Ya tengo la
escena! El de los Mojinas Escozíos cantando «verde, me gustan tus ojos verde»
(pastilla verde) para pedir en matrimonio a la elegante presentadora de las noticias de
mediodía (mediodía).
Aquí tenemos:
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• Mnemotecnia verbal. La letra de la canción dedicada a la presentadora de las
noticias (mediodía): «verde, me gustan tus ojos verde» (pastilla verde): frase
memorativa.
• Mnemotecnia visual. Escena de la presentadora (mediodía) sorprendida por
la actuación del vocalista (pastilla verde) en directo, durante las noticias;
imagen llamativa.
La confluencia de los tres sistemas deriva en una mnemotecnia realmente eficaz. Por
eso, llegados a este punto, la verdadera cuestión es: mañana a mediodía, ¿te acordarás
de la pastilla verde?
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EPÍLOGO
Las páginas de este libro exponen los diversos procedimientos que a través de los
tiempos se han ideado para ayudar a la memoria. Es cierto que existen algunas técnicas
que no se citan en el texto -tampoco es cuestión de convertir este libro en un catálogo
- , pero se tratan, por lo general, de variaciones o casos particulares de alguno de los
métodos vistos aquí. 116
Normalmente, el recurso más utilizado es el de las imágenes mentales, llamativas
escenas en las que aparece el dato a recordar. Sin embargo, hay personas a quienes les
resulta dificil crear este tipo de composiciones ( de hecho, últimamente se empieza a
hablar bastante del término «afantasía» para referirse a la total incapacidad de algunos
individuos para formar imágenes mentales de cualquier tipo). Obviamente, estas
personas se inclinarán más por mecanismos verbales o racionales antes que por las
imágenes.
Además, según el dato a memonzar, es de suponer que prefieras un tipo de
mnemotecnia u otra. Yo, por ejemplo, los nombres extranjeros tiendo a diseccionarlos
analizando cada letra en busca de alguna relación lógica, sin embargo, los números
suelo convertirlos en palabras numéricas que asimilar con ayuda de imágenes
llamativas.
Te invito, por tanto, a experimentar. No hay leyes que obliguen a memorizar tal cosa
de tal modo (y, de haberlas, habría que eliminarlas): cada persona es un mundo con sus
preferencias, sus limitaciones, sus necesidades, etc. y es la experiencia quien irá
indicando la mejor forma de actuar, para tí, en cada caso. Incluso es posible que con el
tiempo acabes desarrollando tu técnica particular.
Así pues, aquí termina el libro, pero la aventura ... ¡acaba de empezar!
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NOTAS
CAPÍTULO 1
I Final del primer capítulo de la primera parte del volumen 1 (Por el camino de
Swann).
3 Quintiliano, Institutio oratoria, XI, ii, 17. Esto es lo que hoy los psicólogos
llaman «memoria dependiente del contexto»; véase a Alan BADDELEY -y el curioso
experimento con buzos- en su libro Su memoria, Madrid, Debate, 1984, pág. 105.
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CAPÍTULO 2
4 Hedwig von REsTORFF. Über die Wirkung von Bereichsbildungen im Spurenfeld.
Psychologische Forschung, vol. 18, 1933, pág. 299-342.
6 Tomo este fragmento de la edición bilingüe del Phoenix que Luis MERINO JEREZ
incluye en su libro Retórica y artes de memoria en el humanismo renacentista,
Cáceres, UEX, 2007, pág. 147.
7 DELLA PORTA creo que es el único que expresará esta idea sm tapujos al
recomendar poner en los lugares «mujeres bellísimas de las que hayan gozado, o a las
que hayan amado y rendido homenaje» (L'arte del ricordare, Nápoles, 1566). Pero la
mayoría de quienes mencionan la idea es, como en el caso de Juan DE AGUILERA (Ars
memorativa, Salamanca, 1536), para desaconsejarla por ser algo impropio de
«hombres honrados y buenos cristianos». Algunos irán un paso más allá, como ARIAS
MONTANO (Rhetoricorum libri quattuor, Amberes, 1569), que viendo como el amor
trastorna el juicio de los enamorados («Que evite el amor quien desee parecerse a los
sabios y pretenda ser provechoso para sí y para los demás ... ») considera imposible
que el pensamiento, turbado por la muchacha amada, esté en condiciones de memorizar
nada.
8 Tony BUZAN, Cómo utilizar su memoria, Bilbao, Deusto, 1987, pág. 43.
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1º Joshua FOER, por ejemplo, comete el error de utilizar por norma escenas de
carácter sexual; en su libro explica como llega un momento en que crear imágenes
«implicaba incorporar a miembros de la familia a escenas tan subidas de tono que temí
estar mejorando mi memoria a costa de atormentar mi subconsciente. [ ... ] Le expliqué
mi dilema a Ed. Lo conocía bien. "Yo acabé sacando a mi madre de la baraja -contó
- . Te recomiendo que hagas lo mismo".» (Los desafíos de la memoria, Barcelona,
Seix Barral, 2012, pág. 214).
11 Al parecer, hay varios documentos que relatan esta costumbre. Personalmente lo
descubro leyendo a Vives: « ... existe la costumbre en algunos pueblos, al establecer los
límites de los campos, de golpear duramente a los muchachos que asisten, a fin de que
recuerden más firme y prolongadamente aquellos límites» (Juan Luis VIVES, De anima
et vita, II, 2). Los cinéfilos encontrarán eco de estas prácticas en la película El reino de
los cielos, ambientada en tiempos de las cruzadas. Cuando el Barón Godofredo de
Ibelin, herido de muerte, siente llegar su fin, decide nombrar caballero a su hijo Balian.
La breve ceremonia termina con estas palabras: «Este es tu juramento ... » ¡zas! « ... y
esto es para que no lo olvides».
12 Anna PUIG, 10 criterios para conservar la memoria, Madrid, ces, 2015, pág. 67.
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CAPÍTUL03
13 Para ser exactos, las paellas se hacen con garrofó (también conocido -según leo
en la wikipedia- como pallar, habones, judía de Lima, haba de Lima, poroto pallar o
guaracaro ). Aunque se tiende a considerarlo como un tipo más de haba, debo
puntualizar que en realidad pertenece una especie de planta distinta.
14 En otras épocas, sobre todo en el siglo XIX y principios del XX, también era
común el nombre de «método topográfico» (del griego topo [i-óno ], lugar).
15 Marco Tulio CICERÓN, De oratore, II, 350-360. Esta aventura de Simónides debió
ser muy popular en la Antigua Roma, pues Quintiliano afirmaba haber oído diversas
versiones de la misma (véase Quintiliano, Institutionis oratoriae, XI, ii, 14). En
nuestros tiempos, la narración más fantástica seguramente sea la de Sheila ÜSTRANDER
(Supermemoria, Barcelona, Grijalbo, 1992) o la de Joshua F0ER (Los desafíos de la
memoria, Barcelona, Seix Barral, 2012).
16 Me refiero al anónimo autor de la obra conocida como Rhetorica ad Herennium.
17 Marco Fabio QUINTILIAN0, Institutionis oratoriae, XI, ii, 20.
18 Tony Buzan popularizó la expresión «habitación romana» para referirse a este
modo particular de poner en práctica el método de los lugares. Otros lo denominan
«palacio de la memoria» pero por error, pues este nombre, como veremos más
adelante, conlleva ciertas particularidades.
19 Pedro CIRUELO. Expositio libri missalis peregregia, Alcalá de Henares, 1528 ( en
el anexo De arte memorandi, folio cclxxvi y siguientes).
20 Marco Fabio QuINTILIAN0, Institutionis oratoriae, XI, ii, 19.
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CAPÍTUL04
21 Rhetorica ad Herennium, III, 23 (traducción de Salvador Núñez; Retórica a
Herenio, Madrid, Gredas, 1997, pág. 206-207).
22 Diego de SAAVEDRA FAJARDO, en el prólogo de sus Empresas políticas de 1640,
lo deja claro:«[ ... ] i sirvan las figuras de memoria artificiosa».
23 Juan Lorenzo PALMIRENO, por ejemplo, en el tercer capítulo dedicado a la
memoria dentro de su Tertia & ultima pars rhetoricae de 1566, cita: el Symbola
heroica de Claude Paradin, el Petri Costalii Pegma, los Emblemata de Alciato -por
supuesto-, Hieroglyphica de Pieri Valeriana, los Ori Apollinis Hieroglyphica,
Symbola de Boccacio y un libro titulado Picta Poesis (¿el Picta Poesis de Barthélémy
Aneau?).
24 Estas reglas las he compuesto a partir de mi experiencia personal. El lector
experto encontrará ligeras diferencias con lo señalado por otros autores.
25 Francisco VALLE ARROYO, Normas de imaginabilidad, Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Oviedo, 1998.
26 Véase al respecto, por ejemplo, los trabajos de CAMPOS, AMOR y GoNZÁLEZ
«Different strategies for keyword generation» (Journal of Mental Imagery, 2004, vol.
28 [3-4], 51-58) y «The importance of the keyword-generation method in keyword
mnemonics» (Experimental Psychology, 2004, vol. 51[2], 125-131).
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CAPÍTULO 5
27 Marco Fabio QuINTILIANO, Institutionis oratoriae, XI, ii, 18.
28 Rhetorica ad Herennium, III, 18.
29 La técnica del reloj es una de las pocas cosas de las que puedo presumir, pues es
una idea original mía (al menos, tal como se explica en estas páginas). La describo por
primera vez en un artículo que, a petición de Luis García Carrasco, escribí para su blog
<www.elartedelamemoria.org> enjunio de 2013.
30 En realidad, el mnemonista experto encontrará otros modos de enfrentarse a este
problema con éxito. Por ejemplo, incorporando un nuevo elemento a las imágenes: las
de los alimentos malos serán oscuras, tenebrosas, tristes, mientras que las de alimentos
buenos serán brillantes, alegres, radiantes; cuando un lugar evoque dos imágenes, la de
carácter positivo corresponderá al alimento bueno, la de carácter negativo al malo.
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CAPÍTULO 6
31 Eco presenta el texto inicialmente en 1966 en un simposium, pero no se publica
hasta 1987 con el título Ars oblivionalis. Sulla difficolta di costruire un 'ars
oblivionalis; se conocerá sobre todo a partir del año siguiente con la traducción al
inglés titulada An ars oblivionalis? Forget it ! En español aparece con el título Sobre la
dificultad de construir un Ars Oblivionalis (Revista de Occidente, ISSN 0034-8635,
Nº 100, 1989, pág. 9-28); también podemos consultar en internet la traducción de Javier
Santa Cruz, <http: //javistacruz.com/?p=l258>.
32 Jorge de TREBISONDA en Rhetoricorum libri quinque, Venecia, ca. 1435. Tomo la
cita de la edición que Luis MERINO JEREZ presenta en Retórica y artes de memoria en
el humanismo renacentista, Cáceres, UEX, 2007, pág. 111.
33 Menos conocidos, pero más acordes a este caso, son los remedios para olvidar
que proponía FERREIRA DE VERA (Memoria artificial, Lisboa, 1631): «O primeiro
remedio sera imajinar, que naquelles paineis estao huas cortinas negras, & quando
quizer esquecerme corre/as hei co a imajinar;ao» (El primer remedio será imaginar
que en aquellos paneles hay unas cortinas negras, y cuando quiera olvidar he de
correrlas con la imaginación).
34 Alexander R. LURIA, Pequeño libro de una gran memoria, KRK, Oviedo, 2009,
pág. 114.
35 Marco Fabio QuINTILIANO, Institutionis oratoriae, XI, ii, 33.
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CAPÍTULO 7
36 Alfredo CAMPOS, Rocío GóMEz-JUNCAL, María José PÉREZ-FABELLO. «Efecto de
las imágenes raras y del reaprendizaje sobre la memoria» en Revista Galega-
Portuguesa de psicoloxía e educación, vol. 16 (1,2), año 12-2008, ISSN: 1138-1663,
pág. 169-182.
37 Dominic O'BRIEN, Consigue una memoria asombrosa, Barcelona, Paidós, 2012,
pág44.
38 WüLLEN, WEBER & LowRY, «Bizarreness versus interaction of mental images as
determinants oflearning», Cognitive Psychology, 1972, 3, 518-523.
39 Los especialistas, en realidad, tienen preparada una figura para todos los posibles
pares de cartas, de forma que a cada lugar asocian la figura, no de una, sino de dos
cartas; eso significa la mitad de lugares y la mitad de escenas, con lo que se puede ir -
en teoría- el doble de rápido. Algunos incluso lo intentan con tres cartas en cada
lugar, con el objetivo de poder memorizar toda la baraja con solo 17 o 18 imágenes.
40 Dominic O'BRIEN, Consigue una memoria asombrosa, Barcelona, Paidós, 2012,
pág44.
41 Gary SMALL, La biblia de la memoria, Barcelona, Urano, 2003, página 9.
42 «"Hola, Dominic. ¿Cómo es que te han admitido en esta ocasión? He oído decir
que tienes cuarenta y dos años." Esto fue lo que me preguntó un estudiante americano de
diecisiete años el primer día del Campeonato Mundial de memoria de 1999». Con esta
anécdota inicia Dominic O'Brien el libro que publicaba al año siguiente (Aprende a
recordar). Tras presentar el texto, termina la introducción diciendo: «Y, por cierto,
aquel viejales de cuarenta y dos años ganó en seis ocasiones el Campeonato Mundial
de Memoria». Todavía lo ganaría dos veces más.
43 En la nota de prensa de la web <www.spanishmemorychampionship.com>: «Se da
la circunstancia de que Páez era el único senior participante ( cumplirá 60 años el
próximo mes), demostrando que la edad no es óbice para que con buen método y mucho
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43 En la nota de prensa de la web <www.spanishmemorychampionship.com>: «Se da
la circunstancia de que Páez era el único senior participante ( cumplirá 60 años el
próximo mes), demostrando que la edad no es óbice para que con buen método y mucho
entrenamiento se puedan lograr buenas marcas en este deporte mental».
44 David SN0WDON, 678 monjas y un científico, Barcelona, Planeta, 2002, pág. 96.
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CAPÍTULO 8
45 Fray Remando de TALAVERA en Breve forma de confesar (en Escritores místicos
españoles, Miguel Mir [ed.] , Madrid, 1911, pág. 7).
46 Ejemplos: C en acción, R en carro, Len llover, Nen innovar.
47 «Quando ex sillabis formatur una diccio uel unum uocabulum, quarum
sillabarum quefibet est memorabile aficuius memorabilis in sillaba collocati, uerbi
gracia: uolo recordari de aliquibus nominibus hominum, collocabo eos in aliquibus
sillabis ex quibus conficiam unam diccionem, uerbi gracia: uolo recordari de
quodam uocato Aurelius et de afio uocato Ximus, et de tertio nominato Linus, et de
afio dicto Arnaldus, et de afio dicto Torquatus; ex primis sillabis predictorum
nominum conficiam istam diccionem: Auxiliator». Francesc EIXIMENIS en Ars
Praedicandi Populo, ca. 13 77 (en «L' Ars praedicandi de Francesc Eiximenis» de
MARTÍ DE BARCELONA, Estudis Universitaris Catalans, Barcelona, 1936, 21, pág. 3-
40).
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CAPÍTULO 9
48 Pedro MATA, Manual de mnemotecnia, Madrid, 1845, pág. 69.
49 Para un análisis más detenido, véase el artículo «Mnemotecnia del refrán. La rima
y las estructuras» de Alejandra MÉNDEZ PÉREZ en la revista Paremia (número 5, 1996,
pág. 183-186).
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CAPÍTULO 10
51 «[ ... ] nam sicut facilius versus ediscimus quam prosam orationem ... ».
QUINTILIANO, Institutionis Oratoriae, XI, ii, 39.
52 Juan Luis VIVES en De ratione dicendi (El arte retórica, Ana Isabel Camacho
[trad.], Barcelona, 1998, pág. 227). También Walter J. ÜNG observa esta idea: «El
pensamiento extenso de bases orales, aunque no en verso formal, tiende a ser
sumamente rítmico, pues el ritmo ayuda a la memoria, incluso fisiológicamente»
( Oralidad y escritura, Buenos Aires, 2006, pág. 41 ).
53 Cada idioma tiene sus propios poemas de pi; el más antiguo, según Albaiges, es
francés y aparece en 1879. El ejemplo de esta página, de Manuel Golmayo,
seguramente sea el más conocido en español, pero no el único: otro ejemplo notable
pertenece a Rafael Nieto París, colombiano que publica en 1888 un poema de seis
estrofas. Véase al respecto el capítulo «Literatura mnemotécnica» en LIPO, literatura
potencial española de Josep Maria ALBAIGES (< www.mnemotecnia.es/a64>).
54 Guillermo ANTÓN PARDO, Técnicas de memoria para oposiciones, Sevilla, MAD,
2005, pág. 57.
55 Juan de IRIARTE lo definía así, precisamente con un epigrama: «A la abeja
semejante, / para que cause placer, / el epigrama ha de ser / pequeño, dulce y
punzante».
56 «Tales poemas, en los que cada estrofa o cada verso van encabezados por una de
las letras que componen el alfabeto de la lengua en que se escriben, aparecían ya en la
Biblia y en los antiguos escritores cristianos [ ... ] se trataba de un recurso
mnemotécnico, basado en el orden sucesivo que presenta el abecedario, que ayudaba a
una rápida y eficaz memorización del texto -un himno, por ejemplo- destinado a la
recitación o el canto». Mariano QUIRós GARCÍA, «Los poemas abecedarios en lengua
castellana de Fray Francisco de Osuna (OFM)», en Castilla: Estudios de literatura,
ISSN 1133-3820, Nº 22, 1997, págs. 155-178.
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CAPÍTULO 11
57 La frase viene a decir algo así como «Federico, piadoso y feliz primer rey de
Prusia». Uno de los muchos cronogramas recopilados por James HILTON en su volumen
Chronograms Collected de 1895, pág. 270. Según indica, aparece en un grabado del
rey realizado por Peter Schenck, junto a unos versos firmados por David Koogstranus.
58 Incluso en nuestros días, en español tan solo he encontrado una breve referencia a
los cronogramas en las páginas finales del libro Verbalia, de Marius SERRA.
59 En internet, la Wikipedia en alemán -véase Chronogramm- muestra fotografias
de varios casos.
60 La frase podría traducirse como «Para no olvidar los tiempos de hambruna, he
aquí una capucha». No parece que esta oración tenga más finalidad que incluir de
alguna forma el término cucullum, aun a costa de carecer de cualquier sentido; si en su
momento tuvo un significado especial, hoy lo desconocemos. Quizás la capucha guarde
alguna relación con las lluvias exageradas que al parecer fueron la causa de las malas
cosechas de aquel año -la capucha aprovecha para resguardar la cabeza de las
inclemencias del tiempo-, pero solo es una especulación.
61 La letra h se omite por no tener pronunciación, así como la letra y que podría
confundirse con la vocal i.
62 Winkelmann tomó la primera consonante del abecedario (b) y la asignó al número
1, la segunda consonante (c) al 2, etc. Después, las consonantes que sobraban las fue
distribuyendo junto aquellas de fonética más similar. Así, al 1 (b) le añadió la p; al 2
(c) le añadió la k; etc. A principios del siglo XIX otro alemán, llamado Gregor von
Feinaigle, pensó que sería más fácil acordarse de qué letras corresponden a cada
número si, en lugar de seguir el orden alfabético, las asignaba buscando alguna
similitud entre el número y la letra. Así, recompuso el código y asignó al 1 la t, porque
tienen un trazo similar; al 2 la n, por aquello de que se escribe con dos palitos; etc.
Desde entonces, casi todos los que han escrito de mnemotecnia han copiado o
construido su código fonético basándose en el modelo de Feinaigle.
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63 En realidad, ha recibido muy diversos nombres. Morris YOUNG, un autor bastante
sensato con esto de la nomenclatura, la denomina «Phonetic numeral code» o «Figure
alphabet» (How to Develop an Excepcional Memory, Philadelphia, 1962, pág. 27).
64 Por ejemplo, Leitfaden der Mnemotechnik für Schulen (1846) de Otto
REVENTLOW, o Slater 's sententiae chronologicae (1848) de Eliza SLATER. El reverendo
Timothy BRAYSHAW es conocido por componer un poema de 2300 versos -Metrical
mnemonics (1849)-, donde cada verso es una frase memorativa, con su
correspondiente hecho histórico y su palabra numérica señalando el año del suceso.
65 En este sentido, en España tenemos el ejemplo -tardío- de Avelino MARTÍNEZ y
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CAPÍTULO 12
66 Se sospecha que Pierre Hérigone pueda ser en realidad un pseudónimo de Clément
Cyriaque de Mangin.
67 Los matemáticos que lean a Hérigone vendrán a considerar esta idea como una
excentricidad y no le prestan mayor atención. Gaspar ScHOTT, en su -también-
Cursus mathematicus, dirá al respecto: «[. ..} ingeniosa quidem est, sed nec
necessaria est, nec utilis, nec jucunda» (aunque ingeniosa, no es necesaria, ni útil, ni
agradable).
68 «Nel 1867, mentre scorrevo per certe mie ricerche matematiche i tre grossi tomi
Cursus Mathematici Petri Herigoni, Parisiis 1634, m 'imbattei casualmente nel
capitolo intitolato: arithmetica memoria/is ... ». A Plebani le sorprenderá este capítulo
porque en la época era habitual atribuir la idea de las palabras numéricas a Richard
Grey. Benedetto PLEBANI, en su libro L 'arte della memoria, Milán, 1899.
69 Al parecer, Winkelmann y Buno eran compañeros de clase en Marburg, y cuando
el segundo se traslada a estudiar a la universidad de Sorn, en Dinamarca, invitará a su
amigo a pasar una temporada con él. Se especula si fue allí donde conocieron el
sistema de las palabras numéricas, de la mano de un profesor de retórica de aquella
universidad, Niels Aagaard, que también ejercía de bibliotecario. Buno nos da una
pista en su libro Historische Bilder de 1672, donde afirma que este sistema
mnemotécnico lo descubrió en un viejo manuscrito de la biblioteca, pero no aporta más
datos. Es muy probable se refiera a un manuscrito de la biblioteca de la universidad de
Sorn, pero esto nos conduce a un callejón sin salida: al cerrar la universidad en 1665
unos libros fueron vendidos, otros trasladados a la biblioteca de la universidad de
Copenhague, que se perdió en un gran incendio el año 1728.
70 Esta similitud de aprecia claramente si observamos, por ejemplo, la tabla de los
diez grupos consonánticos de Conen de PRÉPEAN en su Sténographie Exacte de 1813.
71 Inicialmente, el código fonético de Aimé PARIS no era más que la clásica tabla con
la relación número/letras, pero con el tiempo evolucionó al modelo
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número/articulaciones que expresa mejor el concepto de atribuir valor a la
pronunciación. Esta tabla la encontramos en sus últimos libros publicados a partir de
1829.
72 En francés tenemos el Dictionnaire mnémotechnique de los hermanos CASTILH0,
del que se publicarán varias ediciones hasta 1835; en inglés es muy conocido el
Phreno-mnemotechnic dictionary de FAUVEL-GOURAUD, de 1845; en español, Pedro
MATA proyectó un Diccionario de las palabras numéricas, pero no lo llegó a terminar.
73 En la adaptación al español del libro Su memoria de Kenneth L. HrGBEE (quien,
por cierto, comete algunos errores al narrar la historia de este sistema), Javier de la
Fuente confecciona un código fonético bastante extraño, pero lo más fiel posible a la
fonética de nuestro idioma. Su propuesta es esta: 1 = b, v, p; 2 = d, t; 3 = n, l; 4 = m; 5 =
s; 6 = g, j, q, k; 7 = f; 8 = ch, ñ, y; 9 = r; O = z, c. Más tradicional es el modelo de la
Dra. Julia C0R0MINAS en su adaptación al español de un clásico de mediados del siglo
XX, Cómo desarrollar la memoria, de Bruno FURST: 1 = t, d; 2 = n, ñ; 3 = m; 4 = r, rr;
5 = 1, 11; 6 = j, g (suave), y; 7 = k, c (fuerte), g (fuerte), q; 8 = f; 9 = p, b, v; O= z, s, c
(suave).
74 Para quien desee verificar las cifras, el proceso ha sido el siguiente: las palabras
las he obtenido del Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), versión 3.2 de
junio de 2008, listado de frecuencias, que ofrece la Real Academia Española desde su
página web ( en el momento de escribir estas líneas, la dirección es
<http://corpus.rae.es/lfrecuencias.html>). Después las he importado a una base de datos
MySQL desde donde he lanzado simples consultas del tipo «SELECT COUNT(*)
FROM listado WHERE palabra LIKE '%1%' ORpalabra LIKE '¾v¾'».
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CAPÍTULO 13
75 Alpino es una conocida marca de lápices de colores.
76 Este sistema también es muy utilizado en la mnemotecnia visual. Se trata de
sustituir las frases memorativas por llamativas imágenes en las que se relacionan los
elementos de dos en dos. En este caso, la primera imagen asociaría «educado» con
«alpino» (por ejemplo, escena de un señor muy educado intentando comprar en una
tienda de alpinismo lápices de la marca alpino), la segunda imagen relacionaría
«alpino» con «sello» (por ahorrar un dinero, trata de dibujar con lápices alpino el sello
de la carta), la tercera «sello» con «miel» ( están marcando con un sello las colmenas
que producen más miel), etc. De esta forma, la escena del señor educado comprando
lápices alpino enlazaría con la escena de lápices alpino dibujando un sello, y esta con
la escena de los sellos sobre las colmenas de más miel, etc.
77 Los dibujos de objetos con forma de letra (abecedarios ilustrados) se remontan al
Ars memoriae de Jacobus PuBucrus (dentro del Oratoriae artis epitomata de 1482);
son básicamente las mismas figuras que después reproduce RoMBERCH ( Congestorium
Artificiose memorie, Venecia, 1533) y que servirán de modelo para otros autores.
78 Algunas fuentes atribuyen la idea original al poeta alemán Konrad CELTIS
(Epitoma in utramque Ciceronis rhetoricam, fugolstadt, Drucker des Celtis, 1492),
pero este autor, en realidad, lo que divulgó fue una forma de expandir el sistema, ya
conocido en su tiempo, pero limitado a tantos lugares como letras hubiera en el
abecedario. Su propuesta consistía en combinar cada consonante con las cinco vocales
y formar así una ruta con términos que empezaran, no con la letra inicial, sino con la
sílaba inicial resultante de estas combinaciones: ba, be, bi, bo, bu, ca, ce, ci, co, cu, etc.
De esta forma lograba rutas mucho más largas y con los lugares agrupados de cinco en
cmco.
79 La ilustración más antigua que conozco con figuras en forma de números aparece
en la obra Ars memorativa de Gulielmi LEPOREI (Toulouse, 1523, Fo. 13). El invento de
este sistema se atribuye a veces, por equivocación, a Henry HERDSON (Ars memoriae:
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The art of memory made plain, London, 1654); este autor fue probablemente el primero
en presentarlo en Inglaterra -y en inglés-, pero la idea ya era conocida desde mucho
antes.
80 Quien más desarrolló el sistema de las palabras sustitutas fue John SAMBROOK a
finales del siglo XIX (How to strengthen memory, Lincoln [England], 1896); mientras
normalmente no se buscaban palabras para representar números más allá del diez o
quince, él construyó un modo de representar cualquier cifra, pero limitado al idioma
inglés.
81 Este sistema ha recibido muchos nombres. Tony BUZAN lo denomina «majar
system», Harry LoRAYNE <<peg system» ( en español se ha traducido como «sistema del
colgadero»: las palabras numéricas actúan como perchas de las que cuelgan los datos a
recordar). También se ha llamado a veces «método fonético» (de combinar método loci
+ código fonético).
82 Si algún número se resiste y no encuentras una palabra clave apropiada, busca
ayuda en la web: <www.mnemotecnia.es/a2>. También dispones de una aplicación que
convierte números en palabras: <www.mnemotecnia.es/cvnumpal.php>.
200/209
CAPÍTULO 14
83 «Quien fue a Sevilla, perdió su silla»: se utiliza en el sentido de que si abandonas
tu puesto para atender otros asuntos, al volver puede que lo encuentres ocupado y no lo
puedas retomar. Al parecer, se basa en un hecho real que vivió el arzobispo de Sevilla,
don Alonso de Fonseca, en el siglo XV
84 No conozco ningún estudio que indague en los posibles aspectos mnemotécnicos
de los pliegos de cordel y romances de ciego pero, sin duda, en estos elementos
habríamos de encontrar buenos ejemplos de cómo aunar recursos verbales y visuales.
85 Juan VELÁZQUEZ DE AzEVEDO en Fénix de Minerva o arte de memoria, Madrid,
1626.
86 Narran esta aventura autores como Edward PrcK (On memory, London, 1861),
Ernest WooD (Educación de la memoria, Barcelona, 1929) o Pedro F.
CHRISTOPHERSEN (Mnemotecnia, Buenos Aires, 1946). El texto original lo encontramos
en la obra de BENIOWSKY A handbook of phrenotypics, publicada en Londres en 1842,
pág. 30.
87 Cito a Harry Lorayne porque gran parte de su fama la consiguió en espectáculos
donde memorizaba los nombres de todo el público asistente (y en ocasiones eran
cientos de personas): «De todas las exhibiciones que suelo hacer, la que más éxito
tiene, probablemente, es la de recordar cómo se llaman todos los concurrentes».
88 El de Nicolás Fernández de Moratín: «Admiróse un portugués / de ver que en su
tierna infancia/ todos los niños en Francia/ supiesen hablar francés ... ».
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CAPÍTULO 15
89 Gordon H. BOWER et al. «Hierarchical retrieval schemes in recall of categorized
word lists». Journal of Verbal Learning and Verbal Behavior, 1969, vol. 8, pág. 323-
343.
90 MoNTAIGNE I, 25: «De la educación de los hijos a la señora Diana de Foix,
condesa de Gurson». Ensayos de Montaigne.
91 Tomo esta cita de la obra de YATES, El arte de la memoria, Barcelona, Siruela,
2005, pág 150. El texto original de Erasmo dice así: «Eam tametsi locis et imaginibus
adiuvari non inficior, tamen tribus rebus potissimum constat optima memoria,
intellectu, ordine, cura». Básicamente está repitiendo la opinión de Quintiliano, quien
a pesar de reconocer cierta utilidad a las técnicas «Verdad es que yo no quisiera negar
que estos recursos indicados sean útiles para algunos casos ... », finaliza diciendo:
«Pero si alguno me pregunta acerca de la única y de la que es el arte mayor de la
memoria, mi respuesta es esta: ejercicio y aplicación, aprender mucho de memoria,
reflexionar mucho, y si puede hacerse cada día, es el recurso de más poderosa
eficacia» (lnstitutionis oratoriae, XI, ii, 23 y 40). Erasmo se ratifica en esta idea
cuando en uno de sus diálogos, Ars notoria, cuestionado sobre la posibilidad de algún
atajo en los estudios, concluye: «Yo te aseguro que no he conocido otro arte de
aprender que la solicitud en el trabajo, el amor al saber y la perseverancia en el
estudio» (Boletín de la academia de la historia: «Veinte Coloquios de Erasmo», Tomo
108, Cuaderno II abril-junio 1936, pág. 429).
92 Véase la web <www.mnemotecnia.es/a24>.
93 «Al preparar un sermón, utilizaba un arte por el cual, dibujado un árbol, disponía
en las ramas los temas y los lugares; creo que lo hacía a causa de la memoria, que de
ese modo recibía no poca ayuda». Palabras de Federico Borromeo sobre su primo San
Carlo Borromeo, destacada figura del siglo XVI, donde pone de manifiesto la utilidad
mnemotécnica de estos diagramas. Tomo la cita de Lina BoLZONI, La estancia de la
memoria, Madrid, Ediciones Cátedra, 2007, pág. 74-75.
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94 Véase a Paolo Rossr en Clavis Universa/is, México, FCE, 1989, pág. 22.
95 Tony BUZAN, El libro de los mapas mentales, Barcelona, Urano, 1996, pág. 168.
96 Existen también otros diseños, desde luego, pero para mi propósito bastará con
estas figuras, probablemente las más populares en nuestros días.
97 No es mi propósito desvelar todos los aspectos de estas figuras -hay libros
enteros dedicados a ello-, tan solo poner de manifiesto, brevemente, su utilidad como
recurso mnemotécnico.
98 Alexander R. LURIA, Pequeño libro de una gran memoria, Oviedo, KRK, 2009,
pág. 122.
99 loan R. CULIANU, Eros y magia en el Renacimiento, Madrid, Siruela, 1999, pág.
66. Para Culianu, la mnemotecnia tiene una vertiente práctica -que fácilmente puede
derivar en absurdos, como parece el caso- y otro componente filosófico o mágico,
donde verdaderamente se centra el interés del historiador rumano: «El Renacimiento
conoce dos artes de la memoria: uno, estrictamente utilitario, que degenerará muy
rápidamente en los alfabetos de Romberch y Rossellius, e incluso en algunos impresae
y emblemas de carácter exclusivamente lúdico; el otro, prolongación de la mnemotecnia
medieval y del arte universal de Raimundo Lulio, tiene como finalidad, utilizando
diversos métodos, la constitución de un mundo de fantasmas que se supone pueden
expresar, por aproximación, las realidades de orden inteligible que nuestro mundo sólo
refleja como una copia lejana e imperfecta».
lOO Jacqueline RENAUD, Cómo adquirir una supermemoria, Barcelona, Iberia, 1994,
pág. 7.
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CAPÍTULO 16
101 <<Laws governing the reproduction of ideas», Edward PICK en On memory,
London, Trübner, 1861, pág. 76.
º
1 2 Podemos consultar el texto de Aristóteles en la traducción de Francisco de P.
SAMARANCH de las obras Del sentido y lo sensible y De la memoria y el recuerdo
reunidas en un solo volumen por la editorial Aguilar (se ha reimpreso en múltiples
ocasiones; en la edición de 1962, véase pág. 91).
103 Edward PICK, On memory, London, Trübner, 1861, pág. 76; Alphonse Lo1SETTE,
Assimilative memory, New York, Funk & Wangnalls, 1896, pág. 3-4; Ernest WooD,
Memory Training, Chicago, Theosophical Press, 1925, pág. 18 y siguientes.
104 Esta es una reproducción -con las palabras en español- del dibujo que
encontramos en el opúsculo de BENIOWSKY A handbook of phrenotypics, Londres,
1842, pág. 17. Observándolo surge la duda de si cuando Tony Buzan empezó a dibujar
sus primeros mapas mentales estaba reinventando lo inventado o simplemente nunca se
acordó de citar a Beniowsky como una de sus fuentes. En todo caso, ninguno de los dos
puede atribuirse el mérito de haber dado con una idea revolucionaria; véanse estas
palabras de Orazio Toscanella en el siglo XVI: «Se puede también obtener materia de
la forma siguiente: escribiendo siempre el tema principal en el centro de una hoja de
papel, y poniendo alrededor todas las cosas principales que el hombre puede imaginar
que se hacen al respecto, y elegir las más conformes a su pensamiento» (Modo di
studiare le pisto/e di Cicerone, Venecia, Giolito, 1560, pág. 54). Tomo la cita de Lina
BüLZONI, La estancia de la memoria, Madrid, Cátedra, 2007, pág. 105-106.
º
1 5 El ejemplo del autor polaco: un concepto como «mesa» es algo conocido de lo
que será fácil trazar muchos phantoms, siendo por tanto muy familiar (se representa con
un icono formado por un pequeño círculo en el que convergen varias flechas);
«chicholo», sin embargo, es un término desconocido que dificilmente sugerirá algo, no
tendrá phantoms, siendo entonces poco familiar (icono de un pequeño circulo con una
sola flecha, o ninguna).
204/209
106 En este caso estaríamos ante una relación compuesta. Frente a una relación simple
(A> vínculo > B), la relación compuesta es aquella que presenta elementos mediadores
(A> vínculo> X¡ >vínculo> X2 >vínculo> B).
º
17 Al parecer, Loisette (pseudónimo de Marcus Dwight Larrowe) era uno de estos
personajes que, con tal de acaparar fama y prestigio -y cuanto dinero pudiera obtener
de ello-, no dudaba en presentar como suyas ideas que copiaba de otros. En
Inglaterra, Edward PrcK llegará a escribir: «Sorne three or four years ago, a
gentleman from America "discovered" (in my book I suppose) the same laws, giving
them new names, calling analogous ideas "inclusion, " opposite ideas "exclusion, "
and neither analogous nor opposite ideas "concurrence. "» (Hace tres o cuatro años,
un caballero americano «descubrió» -en mi libro, supongo- las mismas leyes,
dándoles nuevos nombres, llamando a las ideas análogas «inclusión», a las ideas
opuestas «exclusión» y a las ideas ni análogas ni opuestas «concurrencia»). APPLEBY
publicará un pequeño libro, Loisette s memory system compared with mnemonics,
también en Inglaterra, donde pone en evidencia al norteamericano comparando sus
textos con los textos originales de otros autores. Pero su mayor enemigo lo encontrará
en casa, en la figura de George FELLOWS y su libro "Loisette" exposed (podría
traducirse como Loisette al descubierto), donde reproduce íntegramente, a propósito,
un texto de nuestro protagonista bajo la premisa de que, no siendo su obra original, no
ha de poder denunciarle por violar el copyright.
108 «Thought about in this way, or in any other, the series becomes fixed in mind,
and will be hard to forget». Alphonse LorsETTE, Assimilative memory, New York, Funk
& Wangnalls, 1896, pág. 39.
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CAPÍTULO 17
109 Si alguien que desconoce las técnicas de memorización te ve recitar cien
decimales de pi -por ejemplo-, pensará que tienes una gran memoria pero, en
realidad, no es así, pues tal proeza ha sido gracias a un sistema mnemotécnico (si
verdaderamente poseyeras una gran memoria habrías retenido esos números con solo
leerlos, no hubieras necesitado recurrir a técnica alguna). Por tanto, siendo exactos, a
esta persona podrás prometerle que le enseñarás a memorizar, pero no podrás
prometerle una mejor memoria: recordará mejor aquello que haga el esfuerzo de
memonzar con ayuda de alguna técnica, pero su capacidad natural para recordar
seguirá siendo tan buena o mala como siempre. No existen pociones mágicas.
11 º W. W ATKINSON en Nuestra memoria, pág. 153-154. Se publica en Barcelona por
Sintes sin fecha indicada, pero estimo que alrededor de 1925. Se trata, en todo caso, de
una adaptación al español del título Memory culture de 1903. Aun cuando transmite
correctamente la idea, la traducción no es muy fiel al texto original, que dice así: «They
may aid in the memorizing of special things, but they do not strengthen or develop the
memory as a whole, and in the end are apt to confuse and bewilder the mind and
render weak the ordinary faculties of memory».
206/209
113 «Et sunt quatuor per quae horno proficit in bene memorando» Iia-IIae q. 49 a. 1
ad 2. Las citas en español las tomo de la edición dirigida por los Regentes de Estudios
de las Provincias Dominicanas de España, Suma de Teología 111, Madrid, 1990, pág.
418-419.
114 La elección de los nombres no es casual. Las figuras de Allan PAIVIO, Alan
BADDELEY y Kenneth HIGBEE son muy conocidas por sus estudios sobre la memoria.
115 La secuencia completa, detalladamente, sería:
· mediodía> presentadora noticias mediodía: ley de sucesión.
· presentadora noticias> Mojinos Escozíos: ley de contraste.
· Mojinos Escozíos > «verde, me gustan tus ojos verde»: ley de sucesión.
· «verde, me gustan tus ojos verde»> pastilla verde: ley de analogía.
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EPÍLOGO
11 6 Por ejemplo, los «casilleros mentales» de Ramón Campayo no son, m más m
menos, que una lista de cien palabras clave (véase capítulo 13). El «método Golfera»
de Gianni Golfera, o la «técnica Geisselhart» de Oliver Geisselhart, básicamente son
un método loci donde los lugares se han sustituido por números (véase también capítulo
13). El «Ben system» de Ben Pridmore no es sino un código fonético donde las vocales
también tienen valor, aprovechando ciertas características de la fonética inglesa (dudo
que sea útil salvo para quienes hablan inglés con la misma pronunciación que
Pridmore ). El «sistema Dominic» de Dominic O'Brien -y sus extensiones (o
exageraciones) como el sistema PAO o el PAOLO- quizás sea el único que aporta
relativa novedad, aunque la idea de las combinaciones es conocida y utilizada desde
hace mucho.
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Más información en:
www.lapastillaverde.com
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