Inter Lithos
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Inter Lithos
InterLithos
Grande es el Señor y muy digno de suprema alabanza; Grande eres, tú, Señor y de
gran fuerza. Tu sabiduría es inconmensurable. Y el hombre se atreve a alabarte,
precisamente él, que es una pequeña parte de tu creación. Él, que es mortal, que
tiene conciencia de su pecado y sabe que te opones a los orgullosos. 3
1
Francisco de Asís
2
Honorio III
3
San Agustín
Índice
Presentación 2
Para Triunfar en la vida 3
El hombre al encuentro de Dios 5
El abandono en Dios 8
Dios Padre 39
El compromiso. Humildad, obediencia, Castidad 45
El pecado 49
La cruz de Cristo 52
La eucaristía 55
La resurrección de Jesús 60
Principio y Fin 62
Horario 63
Bibliografía 64
Dinámica de Integración.
El Rey y los esclavos.
El coordinador general les dirá que hagan una fila con sus cosas hasta que lleguen al
lugar que se indique.
Dinámica de trabajo.
Los que ven y los que no ven.
Cada grupo se divide en dos partes, unos quedan con los ojos vendados y otros
descubiertos. Los de los ojos vendados serán guiados por la otra parte del grupo y
serán guiados hasta donde se indique.
La actitud positiva es creer. “Si puedo triunfar. Los éxitos también se hicieron para
mí. Yo fui creado para triunfar y no para fracasar”
Los que creen que pueden hacer cosas grandes las hacen. Creen que Dios los
trajo al mundo para que participen de sus propios triunfos y no para ser fracasados.
Jesús dice: “Todo es posible para el que cree” Mc 9,23
Recuerda que eres mejor de lo que crees ser. Los afortunados no son
superhombres pero han creído en si mismos.
Ser paciente. Los éxitos son el fruto de largas paciencias, la habilidad se obtiene de
la paciencia. Jesús dice: “No anden preocupados por su vida con problemas... Fíjense
en las aves del cielo: no siembran... y sin embargo el Padre del Cielo, el Padre de
ustedes las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?” Mt 6, 25-26.
Cuando dices o haces cosas con coraje, dejas una cicatriz como éste agujero en la Tabla.
Es como meterle un cuchillo a alguien, aunque lo vuelvas a sacar, la herida ya quedó
hecha. No importa cuántas veces pidas disculpas, la herida esta ahí...
Dinámica
Para triunfar en la Vida
Existe el entrenamiento, que es valida para los deportes atléticos y del espíritu:
cuando más se entrena, mejores resultados se obtienen. Y todos tenemos
capacidades espirituales que Dios nos ha dado y que nosotros tenemos dormidas.
Si estamos tratamos con Dios durante unos días, una vez regresando a la vida diaria,
nos arrastrara una necesidad de hablar con Dios.
Como es Dios.
En todos los sentidos, Dios es totalmente distinto, nuestra razón no llega a Él.
Es como si a un ciego de nacimiento que nunca vio los colores, tratáramos de explicarle
en que consiste el color verde. Imposible decirle que esta entre el rojo y el verde ya que el
no sabe que es rojo, violeta, etc. El solo entenderá que es tibio, blando, duro. Y después
de mucha explicación el ciego creyera que ha entendido que es el color verde, tendríamos
que decirle: el verde no es nada de lo que has entendido. Es absolutamente otra cosa.
Así es Dios. Decimos lo que pensamos y sentimos acerca de Él, lo que creemos que más
se acerca a Él, dice san Agustín: “¿Crees saber que es Dios? ¿Crees saber cómo es Dios?
No es nada de lo que te imaginas, nada de lo que abraza tu pensamiento. Oh Dios, que
estás por encima de todo nombre por encima de todo pensamiento, más allá de cualquier
ideal y de cualquier valor, oh Dios Viviente”.
A Dios no se le puede definir, las palabras mas altas e inesperadas no podrán encerrarlo
en sus fronteras.
El silencio de Dios.
Dinámica
El hombre al encuentro de Dios
Objetivo: Que se descubra que la solución única es Dios, de manera que nos
unamos a El por que de El somos.
El amor oblativo.
Es darlo todo con ofrenda y sacrificio a Dios. Es un amor puro por que no existe en él
compensación de satisfacción sensible. Además, es un amor puro por que se efectúa
en la fe obscura: el cristiano, remontándose por encima de las apariencias visibles de
la injusticia templa la presencia de la voluntad del Padre, permitiendo esta prueba. El
amor oblativo produce paz, el amor emotivo produce emoción.
Frente a tanta cosa negativa, en lugar de violencia el cristiano puede adoptar una
actitud de paz. En el momento que se hace presente una situación inevitable y
dolorosa el cristiano de acuerda de su Padre, se siente gratuitamente amado por él;
al instante le nace un sentimiento entre agradecido y admirado para con ese padre
de amor: la violencia interior se calma; el hijo asume la situación dolorosa; la
entrega y se entrega en la voluntad del Padre, con el «yo me abandono en ti»; y la
resistencia se transforma en un obsequio de amor puro, en una ofrenda.
«El abandono engendra un espíritu sereno, disipa las más vivas inquietudes, endulza
las penas más amargas. Hay simplicidad y libertad en el corazón. El hombre
abandonado esta dispuesto a todo. Se ha olvidado de sí mismo. Este olvido es su
muerte y nacimiento en el corazón que ensancha y dilata». Bossuet
Reflexión y aceptación.
Aceptación de la figura física
Hay personas que hicieron de su vida una profesión de disparar y destruir contra si
mismos. Por el rechazo permanente de si mismos. Alimentaron una no-declarada
enemistad en contra de su color, estatura, ojos, cabello, dientes, peso y otras partes
de su anatomía. Sienten vergüenza de ser así, experimentan inseguridad general.
Atribuyen el fracaso de su vida a la carencia de atributos físicos.
Pero dice Jesús: ¿Quién preocupándose puede añadir un centímetro a su estatura?
EL HOMBRE
"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los
creó" (Gn 1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a
imagen de Dios" (I); en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo
material (II); es creado "hombre y mujer" (III); Dios lo estableció en la amistad con
él. (IV).
A IMAGEN DE DIOS
De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su
Creador" (GS 12,3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí
misma" (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor,
en la vida de Dios.
Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona;
no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse
libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a
una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún
otro ser puede dar en su lugar.
Dios creó todo para el hombre (cf. Gs 12,1; 24,3; 39,1), pero el hombre fue creado
para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación:
Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne en sí los
elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su
cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito
al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar
su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de
resucitar en el último día (GS 14,1).
La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma
como la "forma" del cuerpo (cf. Cc. de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias
al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente;
en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su
unión constituye una única naturaleza.
Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios
es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las
"perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de
Dios: las de una madre (cf. Is 49,14-15; 66,13; Sal 131,2-3) y las de un padre y
esposo (cf. Os 11,1-4; Jr 3,4-19).
El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya hecho
"a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas, en la que
cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en cuanto
personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y
femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne"
(Gn 2,24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad
la tierra" (Gn 1,28). Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la
mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del
Creador (cf. GS 50,1).
La notoriedad...
La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que
podría llamarse una fama de prensa) ha llegado a ser considerada como un bien en
sí misma, un bien soberano, un objeto de verdadera veneración. En donde nosotros
queremos que se nos adore por lo que somos.
(Newman, mix. 5, sobre la santidad).
Dinámica
El hombre y sus ataduras
Objetivo: Descubrir que el amar a Cristo es felicidad, paz, amor y todo lo que es
bueno.
Las bienaventuranzas
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
(Mt 5,3-12).
El deseo de felicidad
¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz,
haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi
alma vive de ti (S. Agustín, conf. 10,20.29).
La felicidad Cristiana.
El Nuevo Testamento utiliza varias expresiones para caracterizar la bienaventuranza
a la que Dios llama al hombre: la venida del Reino de Dios (cf Mt 4,17); la visión de
Dios: "Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8; cf 1 Jn
3,2; 1 Co 13,12); la entrada en el gozo del Señor (cf Mt 25,21.23); la entrada en el
Descanso de Dios (He 4,7-11):
Allí descansaremos y veremos; veremos y nos amaremos; amaremos y alabaremos. He
aquí lo que acontecerá al fin sin fin. ¿Y qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no
tendrá fin? (S. Agustín, civ. 22,30)
Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al
cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2 P 1,4) y de la
Vida eterna (cf Jn 17,3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cf Rom
8,18) y en el gozo de la vida trinitaria.
"Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios". Ciertamente,
según su grandeza y su inexpresable gloria, "nadie verá a Dios y vivirá", porque el
Padre es inasequible; pero según su amor, su bondad hacia los hombres y su
omnipotencia llega hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios...
"porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios" (S. Ireneo, haer.
4,20,5).
Son felices quienes han recibido el perdón de sus pecados: Sal 32, 1-2.
El sufrimiento es una prueba de Dios y como tal la ven y la aprecian los justos, por
eso no es de extrañar que se proclame feliz a quien lo acepta: Job 5, 17; Sa/ 94, 12;
Tob 13, 16.
Porque no hay nada más infeliz que la felicidad de los que pecan (SAN AGUSTIN, en
Catena Aurea, val. 1, p. 325).
Dinámica
Cristo felicidad y no castigo
Objetivo: Analizar y descubrir el verdadero significado de cada una de las frases del
Padre nuestro.
"Estando él [Jesús] en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
"Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos."" (Lc 11, 1). En
respuesta a esta petición, el Señor confía a sus discípulos y a su Iglesia la oración
cristiana fundamental. San Lucas da de ella un texto breve (con cinco peticiones: cf
Lc 11, 2-4), San Mateo una versión más desarrollada (con siete peticiones: cf Mt 6,
9-13). la tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de San Mateo:
"Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de oración, añadió: "Pedid y se os dará"
(Lc 11, 9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus
necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo la
oración fundamental" (Tertuliano, or. 10).
¡Padre!
Antes de hacer nuestra esta primera exclamación de la Oración del Señor, conviene
purificar humildemente nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de "este mundo".
La humildad nos hace reconocer que "nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a
quien el Hijo se lo quiera revelar", es decir "a los pequeños" (Mt 11, 25-27). La
purificación del corazón concierne a imágenes paternales o maternales,
correspondientes a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan nuestra
relación con Dios. Dios nuestro Padre transciende las categorías del mundo creado.
Transferir a él, o contra él, nuestras ideas en este campo sería fabricar ídolos para
adorar o demoler. Orar al Padre es entrar en su misterio, tal como El es, y tal como
el Hijo nos lo ha revelado:
La expresión Dios Padre no había sido revelada jamás a nadie. Cuando Moisés preguntó a Dios quién era
El, oyó otro nombre. A nosotros este nombre nos ha sido revelado en el Hijo, porque este nombre implica
el nuevo nombre del Padre (Tertuliano, or. 3).
Podemos invocar a Dios como "Padre" porque él nos ha sido revelado por su Hijo
hecho hombre y su Espíritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir
ni los poderes angélicos entrever, es decir, la relación personal del Hijo hacia el
Este don gratuito de la adopción exige por nuestra parte una conversión continua y
una vida nueva. Orar a nuestro Padre debe desarrollar en nosotros dos disposiciones
fundamentales:
El deseo y la voluntad de asemejarnos a él. Creados a su imagen, la semejanza se
nos ha dado por gracia y tenemos que responder a ella.
Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios "Padre nuestro", de que debemos
comportarnos como hijos de Dios (San Cipriano, Dom. orat. 11).
No podéis llamar Padre vuestro al Dios de toda bondad si mantenéis un corazón cruel
e inhumano; porque en este caso ya no tenéis en vosotros la señal de la bondad del
Padre celestial (San Juan Crisóstomo, hom. in Mt 7, 14).
Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella
nuestra alma (San Gregorio de Nisa, or. dom. 2).
Un corazón humilde y confiado que nos hace volver a ser como niños (cf Mt 18, 3);
porque es a "los pequeños" a los que el Padre se revela (cf Mt 11, 25):
Es una mirada a Dios nada más, un gran fuego de amor. El alma se hunde y se
abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como con su propio Padre, muy
familiarmente, en una ternura de piedad en verdad entrañable (San Juan Casiano,
coll. 9, 18).
Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la
oración, ... y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir ...¿Qué puede
El, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha
permitido ser sus hijos? (San Agustín, serm. Dom. 2, 4, 16).
Padre nuestro
Padre "Nuestro" se refiere a Dios. Este adjetivo, por nuestra parte, no expresa una
posesión, sino una relación totalmente nueva con Dios.
Cuando decimos Padre "nuestro", reconocemos ante todo que todas sus promesas de
amor anunciadas por los Profetas se han cumplido en la nueva y eterna Alianza en
Cristo: hemos llegado a ser "su Pueblo" y El es desde ahora en adelante "nuestro
Dios". Esta relación nueva es una pertenencia mutua dada gratuitamente: por amor
y fidelidad (cf Os 2, 21-22; 6, 1-6) tenemos que responder "a la gracia y a la verdad
que nos han sido dadas en Jesucristo (Jn 1, 17).
Como la Oración del Señor es la de su Pueblo en los "últimos tiempos", ese "nuestro"
expresa también la certeza de nuestra esperanza en la última promesa de Dios: en la
nueva Jerusalén dirá al vencedor: "Yo seré su Dios y él será mi hijo" (Ap 21, 7).
A pesar de las divisiones entre los cristianos, la oración al Padre "nuestro" continúa
siendo un bien común y un llamamiento apremiante para todos los bautizados. En
comunión con Cristo por la fe y el Bautismo, los cristianos deben participar en la
oración de Jesús por la unidad de sus discípulos (cf UR 8; 22).
El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos
al Padre. El está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto nuestra
"patria". De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado (cf Gn 3) y hacia el
Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver (cf Jr 3, 19-4, 1a; Lc
15, 18. 21). En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra (cf Is 45, 8; Sal 85, 12),
porque el Hijo "ha bajado del cielo", solo, y nos hace subir allí con él, por medio de
su Cruz, su Resurrección y su Ascensión (cf Jn 12, 32; 14, 2-3; 16, 28; 20, 17; Ef 4,
9-10; Hb 1, 3; 2, 13).
"El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14, 17). Los
últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde
entonces está entablado un combate decisivo entre "la carne" y el Espíritu (cf Ga 5,
16-25)
En Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue cumplida
perfectamente y de una vez por todas. Jesús dijo al entrar en el mundo: " He aquí
que yo vengo, oh Dios, a hacer tu voluntad" (Hb 10, 7; Sal 40, 7). Sólo Jesús puede
decir: "Yo hago siempre lo que le agrada a él" (Jn 8, 29). En la oración de su agonía,
acoge totalmente esta Voluntad: "No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22, 42; cf
Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38). He aquí por qué Jesús "se entregó a sí mismo por nuestros
pecados según la voluntad de Dios" (Ga 1, 4).
Por la oración, podemos "discernir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2; Ef 5, 17)
Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de
hambre de la que desfallecen los hombres: "No sólo de pan vive el hombre, sino que
el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios" (Dt 8, 3; Mt 4, 4), es decir, de
su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus esfuerzos para
"anunciar el Evangelio a los pobres". Hay hambre sobre la tierra, "mas no hambre de
pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios" (Am 8, 11). Por eso, el sentido
específicamente cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra
de Dios que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía
(cf Jn 6, 26-58).
"Hoy" es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña (cf Mt 6, 34;
Ex 16, 19); no hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su
Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este "hoy" no es solamente el de nuestro tiempo
mortal: es el Hoy de Dios
Con una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro Padre. Suplicándole que
su Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos cada vez más santificados.
Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar, de separarnos
de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos volvemos a él, como el hijo pródigo (cf
Lc 15, 11-32) y nos reconocemos pecadores ante él como el publicano (cf Lc 18, 13).
En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona,
Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél
que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
"Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás,
el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la
muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera
será "liberada del pecado y de la muerte" (MR, Plegaria Eucarística IV). "Sabemos que el
que ha nacido de Dios no peca, pues lo protege lo que en él ha nacido de Dios, y el maligno no puede
tocarlo. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno " (1 Jn 5, 18-
19):
"Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31) (S. Ambrosio,
sacr. 5, 30).
Objetivo: Que el Joven retome al amigo verdadero y lo acepte como único camino y
vida.
"Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos, y son ustedes mis
amigos si cumplen lo que les mando" (Jn 15, 13-14).
Dinámica
Cristo Amigo por siempre
Reflexión
Decimos que es nuestro Amigo. Y estando a nuestro lado no solo no le hacemos
caso, sino que lo pisamos. Hablamos de que es nuestro amigo cuando no hacemos
nada por él. Cuando no lo recibimos en la misa. Cuando lo agredimos en las demás
personas. Cuando nos burlamos de los demás. Cuando no le hacemos caso…
Es fácil acercarse al cuadro de Cristo… Pero crees que a él le agrada que no le hables
a tu hermano. Que abraces al que está a tu lado que no te agrada… ¿Dónde está tu
hermano?
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mt
22,37; cf Lc 10,27: "...y con todas tus fuerzas").
Si alguien dice: “Yo lo conozco”, pero no guarda sus mandatos, ése es un mentiroso y la
verdad nó está en él. En cambio, si uno guarda su palabra, el auténtico amor de Dios está
en él. 1 jn 2, 4.
Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me
amas más que estos?” Contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo:
“Apacienta mis corderos.”
Le preguntó por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro volvió a
contestar: “Si, Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Cuida mis ovejas.”
Insistió Jesús por tercera vez: “Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se
puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó:
“Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.” Entonces Jesús le dijo: “Apacienta
mis ovejas.”
Reflexión.
Se hace una reflexión de cómo amamos a Cristo.
Desarrollo
El principio
En 1182, nace Francisco en Asís Italia. Murió, el 3 de octubre de 1226. Su padre,
Pietro Bernardone, fue un rico mercader de telas de Asís. De su madre, Pica, se dice
de ella que perteneció a una familia noble de Provenza, una provincia del sur de
Francia.
Francisco no era muy estudioso y su educación literaria nunca se completó. A pesar
de que trabajó con su padre en el comercio, nunca mostró gran interés por la carrera
mercantil, y parece que sus padres le consentían todos sus caprichos. Nadie
disfrutaba más del placer que Francisco. Muy simpático, cantaba alegremente, y
gustaba de lucir buena ropa. Bien parecido, jovial, audaz, bien educado, pronto se
convirtió en el favorito de los jóvenes nobles de Asís, el más aventajado en toda
actividad marcial, líder de las parrandas, el auténtico rey de la diversión. Pero con
todo, desde entonces ya mostraba una innata compasión por los pobres.
En la cárcel
Es una época de contrastes y movimientos. En las cruzadas hay devoción y sed de
riqueza. Cuando rondaba los veinte años, Francisco salió con sus paisanos a pelear
contra los habitantes de Perusa, en uno de tantos combates tan frecuentes entre
ciudades rivales de aquel tiempo. En esa ocasión En esa ocasión fueron derrotados
los soldados de Asís, y Francisco, que se contaba entre los que fueron capturados,
estuvo en cautividad en Perusa por más de un año. En agosto de 1203, los hombres
de la plebe y los aristócratas de Asís hicieron un tratado de paz. A consecuencia de
esto francisco y sus compañeros fueron liberados.
La enfermedad
A su regreso de Perusa, apenas piso las calles de Asís, echó por la borda sus
meditaciones, olvidó los reclamos del Señor y regresó a las fiestas. Una grave
enfermedad de extraña naturaleza y difícil diagnóstico se abatió sobre su juventud y
por largos meses lo tuvo apretado entre la vida y la muerte. Se ha de suponer que
en esos meses de convalecencia, aquel joven, empezó a la dulzura de Dios.
La noche de la libertad
Estaba el Papa Inocencio III, Francisco tenia 25 años. En Asís se preparó una
expedición militar con toda la juventud. La nobleza de la causa y la posibilidad de ser
un armado caballero cautivaron a Francisco y se alistó a la expedición. Al caer la
tarde la expedición llegó a Espoleto.
Aquella noche francisco tuvo una visitación de Dios.
-Francisco, ¿adónde vas?
-A Apulia a pelear por el Papa
-Dime, ¿quién te puede recompensar mejor, el Señor o el siervo?
-Entonces, ¿por que sigues al siervo y no al Señor?
Iba a Apulia como un cruzado para defender al Papa, estaba comprometido con su
honor, sus deseos de grandeza. En aquella noche volaron todas las ataduras. Se
sentía libre. Ya no le importaba nada. Sólo su Señor. ¿Qué explicación dar de su
regreso? Nadie entendería nada.
A Francisco bajo los efectos de la visitación, no le importaba nada de lo que dijeran y
pudo presentarse en la ciudad, absolutamente sereno.
Desde ese momento, empezó a buscar la soledad. Inició a retirarse a lugares solos
para orar. Después de unas semanas, eran tanta su alegría que todos notaron su
cambio. Desde entonces se propuso en su corazón a no negar limosna a ningún
pobre que se la pidiera por el amor de Dios. Si no tenía dinero, llevaba de la mano al
pordiosero a un sitio escondido y le entregaba la camisa. Más de una vez regreso a
su casa semidesnudo. Su Madre disimulaba todo como si no se diera cuenta.
Mientras esto sucedía su padre estaba de viaje. Francisco daba lo que mas podía de
alimentos a sus nuevos amigos, los pobres. Había una gran simpatía entre madre e
hijo.
Con ropas de pordiosero. Por esos días viajó Francisco a Roma. Al salir de la
basílica, se encontró en el atrio a muchos pordioseros. Francisco poso sus ojos en el
más desarrapado de ellos lo llamó aparte. Y con tono de súplica le propuso un
cambio de vestidos. Por que quería probar el papel de pordiosero durante unas
horas. Se sentó en las escalinatas y pidió limosna a los peregrinos y llegada la hora
de la comida, participo de la mesa común de los mendigos. Francisco estaba
pensando vivamente en su Señor Jesús.
La prueba de fuego. Al volver Francisco a su casa, su comunicación con Dios era
cada vez más profunda. Mientras las cosas bellas hacían a Francisco un hombre feliz.
Lo deforme le causaba nausea, lo mismo le pasaba con los leprosos. Cuando por
alguna razón veía a lo lejos la encorvada sombra de un leproso, tomaba otro camino
o hacía un amplio rodeo para evitar su proximidad. Pero no podía seguir así. Un día
se decidió a acabar con esto.
Cabalgando se topó de pronto con la sombra maldita de un leproso extendiéndole su
brazo carcomido. Por un instante sintió repugnancia y quiso desaparecer. Pero sintió
que Dios le decía lo repugnante se tornará en agradable: Saltó del caballo como
inconsciente. Con precipitación deposito dinero en sus manos. Lo tomó en sus
brazos, aproximo sus labios a la mejilla descompuesta del hermano cristiano y lo
beso con fuerza una y otra vez. Y con un “Dios sea contigo” lo dejo. Montó a su
caballo y se alejó velozmente.
De pronto unos metros adelante, se sentía el hombre más feliz del mundo. Sentía
que el perfume más bello estaba respirando. Desde este momento estos hermanos
serán sus favoritos hasta su muerte.
La persecución.
Su Padre Bernardone quería que Francisco fuera un gran comerciante como el. Pero
al ver que no lo apoyaba en el negocio de las telas y se andaba con los mendigos y
leprosos eso era peor. Después de una larga ausencia se encuentra Bernardone con
la noticia de que Francisco se ha fugado. Sentía vergüenza, furia y frustración a la
vez.
Bernardone lanzó a parientes y vecinos en su busca y no pudieron encontrarlo.
Francisco tenía una gruta en donde esconderse, ya que aún no se sentía seguro de si
mismo. En el escondite permaneció un mes.
Al estar tanto tiempo, un día sintió vergüenza de su vergüenza y dijo: ¡Mi gran Señor
Jesucristo¡ No permitas que el miedo anide en mi corazón. Salio totalmente seguro
de si mismo entro al pueblo. Al llegar a las primeras casas lo confundieron con loco,
ya que estaba flaco, ojeroso y sucio. Pero nada le importaba al hermano. Sus ojos
estaban llenos de paz.
Le arrojaron cosas y le gritaban loco, al escuchar esto su padre arrastrado por la
furia se abrió paso entre la gente le dijo malas palabras, lo arrastró a su casa, lo
golpeo y lo encerró en el sótano. Ante todo esto francisco seguía con una gran paz.
El padre todos los días bajaba donde el, algunas veces le suplicaba otras lo
amenazaba. Pero todo fue inútil, la amistad con el Señor lo habían fortalecido.
Bernardone tuvo que salir por negocios. Pero antes de salir le puso esposas en las
manos y los pies y colocó un candado en la puerta del sótano. Llamó a su mujer y le
encargó convencer y cuidar a francisco y se ausentó.
Su madre, doña Pica simpatizaba con la posición del muchacho y se sentía feliz de
que su hijo consagrara su vida a Dios y a los pobres. Pero no podía aprobar la
manera en que abandonaba el hogar y vivía como un desarrapado. Además no
quería que estuviera Francisco en disgusto con su padre. Empezó a hablar con
Francisco de que algunas cosas no estaban bien. Con cariño insistía la madre, con
cariño rehusaba el hijo. La madre empezó a escuchar a Francisco, fue aceptando la
razón de Francisco.
A la mañana siguiente, la madre busco las herramientas necesarias y sin decir
palabras, soltó a su hijo. Sabía que tendría muchos problemas, pero ya tampoco le
importaba se había llenado de Dios.
Ya que no podía recuperar al hijo, se le ocurrió que podría recuperar otros bienes y
se fue directamente al obispado. Aceptó el obispo Guido y le informó a Francisco
para que se presentara ante él. El hermano se alegró al estar cerca del obispo. Le
pareció que se acercaba una ceremonia donde juraría fidelidad y obediencia a su
Señor.
Mucha gente acudió a la plaza de santa María, la mayoría por curiosidad. A la hora
señalada el obispo dirigió la palabra al demandado que era Francisco: Hijo mío, una
gran preocupación, no exenta de amargura ha anidado en el corazón de tu padre. Está
molesto por ti, por haber gastado inconsideradamente muchos de sus bienes. Como
deseas ingresar al servicio de Dios, sería muy conveniente que antes de dar este paso, las
cosas quedaran en orden devolviendo a tu progenitor lo que en derecho le corresponde.
Tú no sabes si estos dineros han sido ganados en forma limpia, o si fueron amontonados
sobre el sudor de los débiles. En cuya suposición, no sería justo que nuestras capillas se
levantaran con el precio de la sangre humillada.
Hijo mío, devuelve a tu padre lo que es de tu padre.
Francisco dio unos pasos hacia delante y dijo: Mi Señor, cumpliré todo lo que me
pides, y más de lo que me pides.
Francisco pidió autorización para retirarse y en un instante desapareció su pequeña
figura. Una reacción de desconcierto se apoderó de todos los asistentes. En menos
de un minuto francisco regresaba completamente desnudo, sólo una camisa. Ante el
espanto de todos avanzó tranquilamente en medio de la multitud hacia el tribunal,
llevando en sus manos el manojo de ropas. Un silencio tenso hizo presa a toda la
concurrencia.
Los salteadores
Era el hombre más feliz del mundo. Nada podía perder por que nada tenía. Caminó
por los montes admiró la naturaleza, amó a los gusanos, a todos los animales. Será
como media tarde cuando cayó sobre él una banda de asaltantes intimidándole: -
¡Alto!, ¡Identifícate!, ¡Esto es un asalto! Sin perder la alegría, el hermano respondió:
Muchachos, soy la trompeta del emperador que va anunciando su llegada.
Los salteadores al verlo mal vestido con un ridículo gabán, y sin atemorizarse
dijeron: ¡Este está loco!; y descargaron su decepción contra sus espaldas, lo
zarandearon de un lado a otro y le quitaron el gabán. Vieron un foso profundo y lo
echaron.
Se levantó, vio que la zanja era muy onda, salio como pudo y vio que ya no estaban
los salteadores y dijo: Pobrecillos asaltan y roban por que les falta pan y cariño.
Construyo la capilla con ayuda de la gente, pedía aceite para la lámpara y limosna
para comer. Con el paso del tiempo se fueron uniendo a él más personas y se
establecieron en una capilla también reconstruida llamada Maria de los Ángeles o
Porciúncula.
La primera entrevista.
Cuando llegaron a la explanada del palacio pontificio. Francisco les dijo a sus
compañeros que esperaran. Y avanzó con tranquilidad hacia la puerta del edificio.
Preguntando hacia donde dirigirse caminaba mirando a todas partes.
Cuando estaba por llegar a la cámara papal. Se encontró con la figura imponente de
Inocencio III. Al instante el pobre de Asís se echo a sus pies y apresuradamente
comenzó a hablar.
-Buenos días, Santísimo Padre. Me llamo Francisco y soy de Asís. Vengo a sus pies para
pedirle un privilegio: el privilegio de vivir al pie de la letra el Evangelio. Deseo tener el
Evangelio como única inspiración y legislación de nuestra vida, no tener rentas ni
propiedades, vivir con el trabajo de nuestras manos…
Al verlo tan sencillo y tan puro el Santo Padre al hermano no le corto la palabra al
instante. Pero después de las primeras frases el pontífice dijo: -¡Bueno, bueno!
Como queriendo decir ¡basta!
Al instante callo el hermano. Se hizo un silencio mientras el Pontífice se recuperaba
de la sorpresa. Entonces el hermano aprovecho para decir:
-El Señor mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo evangelio. Hace dos
años que comencé yo a vivir esta forma de vida. Después el Señor me dio hermanos.
Ellos están afuera. En pocas palabras hemos redactado una reglita…
Y cuando comenzaba a sacar la reglita, el Pontífice hizo un leve movimiento que
quería decir: Hasta aquí no más.
-Urgentes y gravísimos problemas cuelgan de mis hombros, Francisco hijo de Asís –dijo
el Papa- Soy viejo. No puedo atender personalmente todo. Si quieres que te escuche,
pide recomendación y espera tu turno. Y, dando media vuelta, se fue.
Francisco miró como se alejaba. De regreso pensaba – Tiene razón el Santo Padre
carga con el mundo a cuestas. Sus problemas son graves. Los nuestros son poca cosa. No
quería robarle su tiempo. Sólo quería que dijera un “está bien” a nuestra petición.
Hubo un silencio prolongado –No tenemos nada –comenzó hablando pobre de Asís-
No tenemos estudios ni preparación intelectual. No tenemos casa ni propiedades. Nos
faltan influencias políticas. Solo tenemos ignorancia e impotencia.
No podemos ofrecer a la Iglesia universidades para formar combatientes para la defensa
de la verdad. No tenemos lugar para cobijar a los hombres que quieran consagrarse a
Dios. No tenemos nada, no podemos nada, no valemos nada…
Justamente por eso, por que somos impotentes y débiles como el Crucificado. Desde
nuestra inutilidad el Todopoderoso sacará las energías inmortales de salvación. Y por
medio de nosotros, indignos, inútiles, ignorantes y pecadores quedara patentizado que no
salvan la ciencia, el poder o la organización, sino sólo nuestro Dios y Salvador.
El cardenal se levanto sin decir nada y se retiró para que francisco no lo viera con
lágrimas en los ojos. Regreso y dijo – Francisco de Asís, ve a la capilla y reza . El por su
parte fue rápidamente con el Santo Padre y pidió una audiencia urgente. El pontífice
se alegró mucho y ordenó que se suspendieran las audiencia para recibir al pobre de
Asís.
El pontífice hubiese querido decirle ahí mismo: Tienes mi bendición comienza. Pero
era necesario que los cardenales le sometieran a prueba.
Había un grupo de cardenales que no se convencía y analizaba fríamente el
programa.
"Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12,
3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá,
Padre!" (Ga 4, 6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo.
Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por
el Espíritu Santo. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el
Bautismo, primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su fuente en el Padre y se
nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo
en la Iglesia.
El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia
en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu
enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3).
Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las
personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con
el Padre y el Hijo recibe una misma adoración gloria" (Símbolo de Nicea-
Constantinopla). Por eso se ha hablado del misterio divino del Espíritu Santo en la
"teología" trinitaria, en tanto que aquí no se tratará del Espíritu Santo sino en la
"Economía" divina.
La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del
Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces
oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la
transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18),
en la Tienda de Reunión (cf. Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex
40, 36-38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-
12). Pues bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. El es
quien desciende sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella
conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es El quien
"vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro,
Santiago y Juan, y "se oyó una voz desde la nube que decía: Este es mi Hijo, mi
Elegido, escuchadle" (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, la misma nube la que "ocultó a
Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo
revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento (cf. Lc 21,
27).
El dedo. "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). Si la Ley
de Dios ha sido escrita en tablas de piedra "por el dedo de Dios" (Ex 31, 18), la
"carta de Cristo" entregada a los Apóstoles "está escrita no con tinta, sino con el
Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón"
(2 Co 3, 3). El himno "Veni Creator" invoca al Espíritu Santo como "digitus paternae
dexterae" ("dedo de la diestra del Padre").
EL ESPIRITU EN EL TIEMPO
En la Creación
La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura
(cf. Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3, 20-21; Ez 37, 10).
Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del
Emmanuel (cf. Is 6, 12) ("cuando Isaías tuvo la visión de la Gloria" de Cristo: Jn 12,
41), en particular en Is 11, 1-2:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el Espíritu del
Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y temor del
Señor.
Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de
Isaías (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2):
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena
Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia del Señor.
719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el
"hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías
(cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del
Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad,
"vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con
respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad
de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se
queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo ... Y yo lo he visto y doy
testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36).
El Espíritu Santo preparó a María con su gracia . Convenía que fuese "llena de gracia"
la madre de Aquél en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente"
(Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura gracia, como la más humilde de
todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del Omnipotente. Con
justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3,
14; Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, es la acción de gracias de todo
Al término de esta Misión del Espíritu, María se convierte en la "Mujer", nueva Eva
"madre de los vivientes", Madre del "Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella
está presente con los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu"
(Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar
en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia.
Cristo Jesús
Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que él mismo no ha sido
glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a poco,
incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será
alimento para la vida del mundo (cf. Jn 6, 27. 51.62-63). Lo sugiere también a
Nicodemo (cf. Jn 3, 5-8), a la Samaritana (cf. Jn 4, 10. 14. 23-24) y a los que
participan en la fiesta de los Tabernáculos (cf. Jn 7, 37-39). A sus discípulos les
habla de él abiertamente a propósito de la oración (cf. Lc 11, 13) y del testimonio
que tendrán que dar (cf. Mt 10, 19-20).
Por fin llega la Hora de Jesús (cf. Jn 13, 1; 17, 1): Jesús entrega su espíritu en las
manos del Padre (cf. Lc 23, 46; Jn 19, 30) en el momento en que por su Muerte es
vencedor de la muerte, de modo que, "resucitado de los muertos por la Gloria del
Padre" (Rm 6, 4), enseguida da a sus discípulos el Espíritu Santo dirigiendo sobre
ellos su aliento (cf. Jn 20, 22). A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu
se convierte en la misión de la Iglesia: "Como el Padre me envió, también yo os
envío" (Jn 20, 21; cf. Mt 28, 19; Lc 24, 47-48; Hch 1, 8).
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer
efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el
Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos
ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que es
caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a
nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5,
25)
Espíritu Santo
La Misión
Los laicos
Son, pues, los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que
forman el Pueblo de Dios y que participan de las funciones de Cristo. Sacerdote,
Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo
cristiano en la Iglesia y en el mundo" (LG 31).
A ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades
temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen
a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor" (LG
31).
Tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en
asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación sea conocido y
recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más
apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el
Evangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan
necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría
de las veces su plena eficacia (cf. LG 33).
"Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están
maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más
abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la
vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se
realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia,
todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que
ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía
uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos,
como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo
mismo a Dios" (LG 34; cf. LG 10).
Cumplen también su misión profética evangelizando, con "el anuncio de Cristo
comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra". En los laicos, esta
evangelización "adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de
que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo" (LG 35):
Perseverancia en Cristo
Objetivo: descubrir que seguir a Jesús cuesta el darse a su mismo todo por los
demás.
Desarrollo:
Cristo no ha llamado a servir, nos ha elegido. Tiene propuestas diferentes para cada
persona y quiere que demos fruto. No solamente es creer en Dios nosotros mismos,
sino llevar con a muchos a conocerle.
“Ustedes no me eligieron a mí; he sido Yo quién los eligió a ustedes para que vayan y
den fruto, y ese fruto permanezca.” Jn 15, 16.
En ocasiones decimos que estamos bien con Dios y que no es necesario hacer tanto
alarde, pero Jesús dice: No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, Para entrar en el
Reino de los Cielos; Más bien entrará el que hace la voluntad De mi Padre del Cielo. Mt 7,
21
Nos es difícil muchas veces dejar las cosas del mundo y hacer las cosas de Dios, pero
Jesús dice: “El que vive su vida para sí, la perderá, y el que sacrifique su vida por mi
causa, la hallará”. Mt 11,39.
Dinámica
Perseverancia en Cristo
Dios Padre
Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es "el Primero y el Ultimo"
(Is 44,6), el Principio y el Fin de todo. El Credo comienza por Dios Padre, porque el
Padre es la Primera Persona Divina de la Santísima Trinidad; nuestro Símbolo se
inicia con la creación del Cielo y de la tierra, ya que la creación es el comienzo y el
fundamento de todas las obras de Dios.
UN SOLO DIOS
Dios es Único: no hay más que un solo Dios: "La fe cristiana confiesa que hay un
solo Dios, por naturaleza, por substancia y por esencia" (Catech.R., 1,2,2).
A Israel, su elegido, Dios se reveló como el Único: "Escucha Israel: el Señor nuestro
Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu fuerza" (Dt 6,4-5). Por los profetas, Dios llama a Israel y a todas
las naciones a volverse a él, el Único: "Volveos a mí y seréis salvados, confines todos
de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro...ante mí se doblará toda
rodilla y toda lengua jurará diciendo: ¡Sólo en Dios hay victoria y fuerza!" (Is 45,22-
24; cf. Flp 2,10-11).
Creemos firmemente y afirmamos sin ambages que hay un solo verdadero Dios,
inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu
Santo: Tres Personas, pero una Esencia, una Substancia o Naturaleza absolutamente
simple (Cc. de Letrán IV: DS 800).
Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que soy" o
también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe
llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un
Nombre revelado y como la resistencia a tomar un nombre propio, y por esto mismo
expresa mejor a Dios como lo que él es, infinitamente por encima de todo lo que
podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su nombre es
inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres.
Solo Dios ES
Dios es único; fuera de él no hay dioses (cf. Is 44,6). Dios transciende el mundo y la
historia. El es quien ha hecho el cielo y la tierra: "Ellos perecen, mas tú quedas,
todos ellos como la ropa se desgastan...pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus
años" (Sal 102,27-28). En él "no hay cambios ni sombras de rotaciones" (St 1,17). El
es "El que es", desde siempre y para siempre y por eso permanece siempre fiel a sí
mismo y a sus promesas.
Por tanto, la revelación del Nombre inefable "Yo soy el que soy" contiene la verdad
que sólo Dios ES. Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen y sin
fin.
Dios es la Verdad
"Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios" (Sal
119,160). "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad" (2 S 7,28);
por eso las promesas de Dios se realizan siempre (cf. Dt 7,9).
La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del
gobierno del mundo ( cf.Sb 13,1-9). Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf.
Sal 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas
creadas en su relación con El (cf. Sb 7,17-21).
El amor de Dios es "eterno" (Is 54,8). "Porque los montes se correrán y las colinas
se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará" (Is 54,10). "Con amor eterno
te he amado: por eso he reservado gracia para ti" (Jr 31,3).
Pero S. Juan irá todavía más lejos al afirmar: "Dios es Amor" (1 Jn 4,8.16); el ser
mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al
Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo (cf. 1 Cor 2,7-16; Ef 3,9-12); él
mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha
destinado a participar en Él.
Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que
poseemos vienen de él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1 Co 4,7). "¿Cómo
pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116,12).
Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido
hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26).
Es usar bien de las cosas creadas
Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad:
EL PADRE
Los cristianos son bautizados en "el nombre" del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
y no en "los nombres" de estos (cf. Profesión de fe del Papa Vigilio en 552: DS 415),
pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el
Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.
"La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu
Santo sean con todos ustedes" (2 Co 13,13; cf. 1 Cor 12,4-6; Ef 4,4-6).
Las personas divinas son realmente distintas entre si. "Dios es único pero no
solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente
nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos
entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el
Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son
distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo
quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215:
DS 804). La Unidad divina es Trina.
En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de
Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el
Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu
Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia
1442: DS 1331).
El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a
Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom
8,14).
EL TODOPODEROSO
De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el
Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que es esa
omnipotencia universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige
todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es
misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad"
(2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18).
EL CREADOR
"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1). La creación es el fundamento
de "todos los designios salvíficos de Dios", "el comienzo de la historia de la
salvación" (DCG 51), que culmina en Cristo.
"Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera
que lo que se ve resultase de lo que no aparece" (Hb 11,3). "hizo el cielo y la tierra"
(Sal 115,15;124,8;134,3).
En el principio, Dios creó el cielo y la tierra": tres cosas se afirman en estas primeras
"Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado"
(Ap 4,11). "¡Cuán numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho con
sabiduría" (Sal 104,24 "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre
todas sus obras" (Sal 145,9).
Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear (cf. Cc.
Vaticano I: DS 3022). La creación tampoco es una emanación necesaria de la
substancia divina (cf. Cc. Vaticano I: DS 3023-3024). Dios crea libremente " de la
nada" (DS 800; 3025):
EL CIELO Y LA TIERRA
El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es "el Creador del cielo y de la tierra", y
el Símbolo de Nicea-Constantinopla explicita: "...de todo lo visible y lo invisible".
La expresión "cielo y tierra" significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica
también el vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo y
tierra: "La tierra", es el mundo de los hombres (cf Sal 115, 16). "E1 cielo" o "los
cielos" puede designar el firmamento (cf Sal 19, 2), pero también el "lugar" propio
de Dios: "nuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16.
Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano Sol, que
alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado mi
Señor!
La Pobreza (Humildad)
El Verbo llama pobreza en el Espíritu a la humildad voluntaria de un espíritu humano y
su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: Se hizo
pobre por nosotros (2 Co 8, 9) (S. Gregorio de Nisa, beat, 1).
Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El respecto a todo y a todos y les propone
renunciar a todos sus bienes (Lc 14, 33) por El y por el Evangelio (cf Mc 8, 35). Poco
antes de su pasión les mostró como ejemplo la pobre viuda de Jerusalén que, de su
indigencia, dio todo lo que tenía para vivir (cf Lc 21, 4). El precepto del desprendimiento
de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos.
Todos los cristianos... han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de
las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de
pobreza evangélica, buscar el amor perfecto (LG 42).
Bienaventurados los pobres en el espíritu (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un
orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres,
a quienes pertenece ya el Reino (Lc 6, 20):
La obediencia
En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No
hay verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la
desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado
(cf Rm 6, 17).
Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. S. Pablo habla
de la obediencia de la fe (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el
desconocimiento de Dios el principio y la explicación de todas las desviaciones morales
(cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en El y dar testimonio de El.
Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que estos
dispongan para su bien o el de la familia. Hijos, obedeced en todo a vuestros padres,
porque esto es grato a Dios en el Señor (Col 3, 20; cf Ef 6, 1). Los niños deben obedecer
también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes
sus padres los han confiado. Pero si el niño está persuadido en conciencia de que es
moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla.
Los hijos deben a sus padres respeto, gratitud, justa obediencia y ayuda. El respeto filial
favorece la armonía de toda la vida familiar.
El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias
a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios
y el servicio de la comunidad política. Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que
es de Dios (Mt 22, 21). Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5, 29)
La integridad de la persona
La persona casta mantiene la integridad de las fuerzas de vida y de amor depositadas en
ella. Esta integridad asegura la unidad de la persona; se opone a todo comportamiento
que la pueda lesionar. No tolera ni la doble vida ni el doble lenguaje (cf Mt 5, 37).
La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad
humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se
deja dominar por ellas y se hace desgraciado (cf Si 1, 22). La dignidad del hombre
requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e
inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o
de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda
esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con
eficacia y habilidad los medios adecuados (GS 17).
El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las tentaciones
debe poner los medios para ello: el conocimiento de sí, la práctica de una
ascesis(renuncia a las cosas terrenas y lucha contar los impulsos carnales) adaptada a las
situaciones encontradas, la obediencia a los mandamientos divinos, la práctica de las
virtudes morales y la fidelidad a la oración. La castidad nos recompone; nos devuelve a
la unidad que habíamos perdido dispersándonos (S. Agustín, conf. 10, 29; 40).
La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a
impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.
El dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerar adquirida de
una vez para siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida (cf Tt
2, 1-6). El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas épocas, como cuando se
forma la personalidad, durante la infancia y la adolescencia.
La castidad tiene unas leyes de crecimiento; este pasa por grados marcados por la
imperfección y, muy a menudo, por el pecado. Pero el hombre, llamado a vivir
responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, es un ser histórico que se
construye día a día con sus opciones numerosas y libres; por esto el conoce, ama y realiza
el bien moral según las diversas etapas de crecimiento (FC 34).
La castidad representa una tarea eminentemente personal; implica también un esfuerzo
cultural, pues el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la sociedad misma
Resumen
Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro
en los cielos; luego ven, y sígueme (Mt 19, 21). Esta respuesta no anula la primera. El
seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida (cf
Mt 5, 17), sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro, que
es quien le da la plenitud perfecta. En los evangelios la llamada de Jesús, dirigida al joven
rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es
relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad (cf Mt 19, 6-12.21.23-29).
Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.
En Nazareth
Definición de pecado
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al
amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a
ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana.
Ha sido definido como una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna (S.
Agustín, Faust. 22, 27; S. Tomás de A., s. th., 1-2, 71, 6).
El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus
ojos cometí” (Sal 51, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y
aparta de El nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una
rebelión contra Dios por el deseo de hacerse como dioses, pretendiendo conocer y
determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así amor de sí hasta el desprecio
de Dios (S. Agustín, civ. 1, 14, 28)
La diversidad de pecados
La variedad de pecados es grande. La Biblia contiene varias listas. La carta a los
Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: “Las obras de la carne son
conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia,
celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas
semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen
tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (5, 19-21; cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10;
Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3, 2-5).
Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o
según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los
mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran
El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita
una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se
realiza ordinariamente en el marco del sacramento de la Reconciliación:
Cuando la voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad por la que
estamos ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo, tiene causa para
ser mortal... sea contra el amor de Dios, como la blasfemia, el perjurio, etc., o
contra el amor del prójimo, como el homicidio, el adulterio, etc... En cambio, cuando
la voluntad del pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden,
pero que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo, como una
palabra ociosa, una risa superflua, etc., tales pecados son veniales (S. Tomás de A.,
s. th. 1-2, 88, 2).
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: Es pecado mortal lo
que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno
conocimiento y deliberado consentimiento (RP 17).
La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de
Jesús al joven rico: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes
testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre (Mc 10, 19). La
gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo.
La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra
los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.
El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, antes bien será
reo de pecado eterno (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12, 10). No hay límites a la
misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia
de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación
ofrecida por el Espíritu Santo (cf DeV 46). Semejante endurecimiento puede conducir
a la condenación final y a la perdición eterna.
La cruz de Cristo.
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a
dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i
o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto, el que quebrante uno
de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el
Reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ese será grande en el
Reino de los cielos" (Mt 5, 17-19).
Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los
judíos. Porque según el testimonio del Apóstol, "de haberlo conocido ellos no habrían
crucificado jamás al Señor de la Gloria" (1 Co 2, 8). Nosotros, en cambio, hacemos
profesión de conocerle. Y cuando renegamos de El con nuestras acciones, ponemos
de algún modo sobre El nuestras manos criminales (Catech. R. 1, 5, 11).
Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú quien con ellos lo has
crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los
pecados (S. Francisco de Asís, admon. 5, 3).
Es verdad que en esta ciudad hubo una conspiración de Herodes con Poncio Pilato, los paganos y el pueblo
de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste. Pero solamente consiguieron lo que tú habías
decidido y llevabas a efecto. Hch 4, 27-28
"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El
nos amó y nos envió a su Hijo como victima por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. 4,
19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).
"no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Cc
Quiercy en el año 853: DS 624).
Después de años de rezar para que sus sueños se realizasen, un grupo de leñadores
se acercó a los árboles. Cuando uno se fijó en el primer árbol, dijo: "Este parece un
árbol de buena madera. Estoy seguro de que puedo venderlo a un carpintero". Y
empezó a cortarlo. El árbol quedó contento, porque estaba seguro de que el
carpintero haría con él un cofre para un tesoro. Ante el segundo árbol, otro leñador
dijo: "Este es un árbol resistente y fuerte. Seguro que puedo venderlo a los
astilleros". El segundo árbol lo oyó satisfecho, porque estaba seguro de que así
empezaba su camino para convertirse en un navío poderoso. Cuando los leñadores
se acercaron al tercer árbol, él se asustó, porque sabía que, si lo cortaban, todos sus
sueños se quedarían en nada. Un leñador dijo: "No necesito nada especial de mi
árbol. Me llevará éste". Y lo cortó. Cuando el primer árbol fue llevado al carpintero,
lo que hizo con él fue un comedero de animales. Lo pusieron en un establo, y lo
llenaron de heno. No era esto lo que él había soñado, y por lo que tanto había
rezado. Con el segundo árbol se construyó una pequeña barca de pescadores. Todas
sus ilusiones de ser un gran navío, portador de reyes, se acabaron. Al tercer árbol
simplemente lo cortaron en tablones, y lo dejaron contra una pared. Pasaron los
años, y los árboles se olvidaron de sus sueños. Pero un día un hombre y una mujer
llegaron al establo. Ella dio a luz, y colocaron al niño sobre el heno del pesebre que
había sido hecho con la madera del primer árbol. El hombre querría haber hecho una
pequeña cuna para el niño, pero tenía que contentarse con este pesebre. El árbol
sintió que era parte de algo maravilloso, y que se le había concedido tener el mayor
tesoro de todos los tiempos. Años más tarde, varios hombres se subieron a la barca
hecha con la madera del segundo árbol. Uno de ellos estaba cansado, y se durmió.
Mientras cruzaban un lago, se levantó una tormenta fortísima y el árbol pensaba que
no iba a resistir lo suficiente para salvar a aquellos hombres. Los otros despertaron
al que estaba dormido. El se levantó, y dijo: "¡Cállate!", y la tormenta se apaciguó.
Entonces el árbol se dio cuenta de que en la barca iba el Rey de reyes. Finalmente,
tiempo después, se acercó alguien a coger los tablones del tercer árbol. Unió dos en
forma de cruz, y se los pusieron encima a un hombre ensangrentado, que los llevó
por las calles mientras la gente lo insultaba. Cuando llegaron a una colina, el hombre
fue clavado en el madero, y levantado en el aire para que muriese en lo alto, a la
vista de todos. Pero cuando llegó el siguiente Domingo, el árbol comprendió que
La eucaristía
La Eucaristía en la Salvación
.
El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la
pasión los escandalizó: Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo? (Jn 6, 60).
La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de
ser ocasión de división. También vosotros queréis marcharos? (Jn 6, 67): esta
pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a
descubrir que sólo El tiene palabras de vida eterna (Jn 6, 68), y que acoger en la fe
el don de su Eucaristía es acogerlo a El mismo.
La institución de la Eucaristía
El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había
llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de
una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13, 1-17). Para
dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles
partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su
resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno.
Los tres evangelios sinópticos y S. Pablo nos han transmitido el relato de la
institución de la Eucaristía; por su parte, S. Juan relata las palabras de Jesús en la
sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo
se designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6).
Llegó el día de los Azimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; (Jesús)
envió a Pedro y a Juan, diciendo: “Id y preparadnos la Pascua para que la comamos”...
fueron... y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y
les dijo: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de
Dios”... Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo que
va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío2. De igual modo, después
de cenar, tomó el cáliz, diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a
ser derramada por vosotros” (Lc 22, 7-20; cf Mt 26, 17-29; Mc 14, 12-25; 1 Co 11, 23-
26).
Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén
se dice: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión
fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones... Acudían al Templo todos los días
con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el
alimento con alegría y con sencillez de corazón (Hch 2, 42.46).
Preparación
El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre,
y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6, 53).
Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan
grande y santo. “Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo
del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces
del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y
bebe su propio castigo (1 Co 11, 27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado
grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
La eucaristía
Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20)
presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos
(cf. Hb 13, 20).
La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4,
9). Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados (cf. Cc. de Roma
del año 745; DS 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. DS 1011;
1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Cc de Toledo IV en el
año 625; DS 485; cf. también Mt 27, 52-53).
El sepulcro vacío
"¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24,
5-6
"Doy mi vida, para recobrarla de nuevo... Tengo poder para darla y poder para
recobrarla de nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó" (1 Te 4,
14).
Solo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre": Cristo (cf. Jn 16,28). "Nadie ha
subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-
10).
"Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32).
Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías,
cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le
dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su
imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás"
(Dn 7, 14). Artículo 7 “DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”
Resurrección de Jesús
Misa de clausura
Objetivo: Que tanto participantes, como equipo de servicio acudan a la fiesta del
Señor.
Cantos: Misionero, Leproso, Otra humanidad, Liberación
Fin
Objetivo: Que los padres reflexionen junto a los hijos, de que ambos se necesitan
mutuamente.
Cantos: Misionero.
Es un principio cada vez que Dios nos llama para ser mejores
Se invita a algunos Jóvenes a dar su testimonio de qué les pareció el retiro.
se les invita a seguir a Cristo a través del grupo
Bibliografía
Muéstrame tu Rostro
Ignacio Larrañaga
San Pablo
El Hermano de Asís
Ignacio Larrañaga
San Pablo
www.encuentra.com
Se revuelven y se entrega uno a cada persona, diciéndoles que no lo vean hasta que
se les indique (Esto es por equipo)
Al terminar de repartirlos se indica que a la cuenta de 3, busquen cada quien a su
pareja por medio de señas del número que les tocó. Cuando todos hallan encontrado
a su pareja. Pasan al frente una persona de cada equipo de la frase a explicarla,
resaltando por que Cristo es felicidad y no castigo, según la frase que les toco.
Se coloca el Póster de Cristo bajo una alfombra. Pasarán por equipos al frente a decir
su porra donde todos deben de pasar por la alfombra
Espíritu Santo
Se hace una reflexión de cómo el agua recibida es como el Espíritu Santo que llega
sin ser visto, que llega a quien está dispuesto a recibirlo y en cualquier momento.
Perseverancia en Cristo
La cruz de Cristo
La eucaristía
Que cada equipo realice un colage o una ilustración de qué es para ellos la Eucaristía
y como los ayuda en su vida
Resurrección de Jesús
Material: Cuadro de Cristo
Se forma un círculo, se les pide que se sienten y cierren los ojos para meditar un
poco sobre la muerte de Jesús. Imaginarse que sintió su madre, que sintió el Padre.
Sus discípulos y amigos. Y después cuando resucitó que experimentaron.
Entra una persona en el centro mostrando un cuadro grande de Jesús.
Se les pide a los participantes que abran los ojos y vean que Cristo no está muerto.
Que quiere vivir en cada uno de nosotros. Que quiere ser uno con nosotros. Que
quiere estar con nosotros y que nosotros estemos con Él por siempre.