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Resumen:
El propósito de este artículo es explicar, en primer lugar, los recursos de poder que han dado origen a China e India como potencias
globales en el mundo contemporáneo. Ambos Estados tienen convergencias y posturas similares en materia de política, tanto
exterior como doméstica. Sin embargo, la rivalidad y la competencia entre China e India se evidencian en tres ámbitos: 1) la escalada
de la disputa fronteriza entre China e India; 2) la desconanza de la política china hacia Asia del Sur por parte de la India. En el
centro de dicha desconanza está el aanzamiento de la alianza estratégica entre China y Pakistán, a la cual también está asociada
la rivalidad entre China y la India por el control del Océano Índico; 3) la iniciativa de la nueva ruta de seda china o BRI (Belt and
Road Initiative), por sus siglas en inglés, se constituye en un motivo de zozobra creciente entre China e India. Estos factores generan
profundas tensiones para estas dos grandes potencias en el orden orden global y regional.
Palabras clave: relaciones China-India, potencias globales, geopolítica, Asia.
Abstract:
is article is intended to explain rstly the power resources allowing China and India to become global powers in the
contemporary world. ese two countries have convergences and similar stances in their national and international politics.
However, the rivalry and competence between China and India is evinced in three elds: 1) the escalation in the Chinese-Indian
border dispute; 2) the fact that India does not trust the Chinese politics regarding the issues in South Asia, being the strategic
alliance between Pakistan and China the core of this mistrust, which is also related to the rivalry between China and India to get
control over the Indian Ocean; 3) the Belt and Road Initiative by China or BRI (Belt and Road Initiative) is becoming a worrying
issue between China and India. ese factors bring about a great tension between these two powers both in the global and regional
order.
Keywords: China-India relations, global powers, geopolitics, Asia.
China e India se erigen como dos grandes potencias del siglo XXI, caracterizadas por tener economías estables
y en crecimiento, converger en perspectivas anes en los escenarios internacionales de primer orden, en
proyectos bancarios, políticas de ciencia, tecnología e innovación, además de establecer alianzas estratégicas
en el ámbito de la seguridad. No obstante, el resurgimiento de China como potencia en el orden mundial le
ha implicado sostener una relación con India que denota una gran rivalidad: para la maximización del poder
chino en la región, India es un actor que representa un obstáculo frente a las pretensiones de hacer realidad
los megaproyectos chinos y fortalecer las alianzas y las relaciones de vecindad, lo cual es correspondido con
iniciativas del gobierno indio, que confrontan los planes de China y compiten con ellos. El presente artículo
se enfoca en las tensiones entre China e India, las cuales evidencian la rivalidad existente entre las dos grandes
potencias en el orden global y regional.
En la primera parte de este artículo se analizan los factores que explican las razones que evidencian por qué
China e India son dos grandes potencias en ascenso desde inicios del siglo XXI, destacando semejanzas en
Notas de autor
a Autora de correspondencia. Correo electrónico: dianaandreagomez@gmail.com
Papel Político, 2019, 24(2), ISSN: 0122-4409 / 2145-0617
términos de los recursos de poder que las catapultan como potencias. El concepto de potencia desde el cual
se trabaja este artículo proviene de la perspectiva de Nicholas Spykman y los criterios con los cuales se puede
identicar que un Estado es una potencia. Posteriormente, se explican los factores de tensión que complejizan
la relación China-India en el orden geopolítico y geoeconómico, como la escalada de la disputa fronteriza
entre China e India, y la profunda desconanza de la política china hacia Asia del Sur por parte de la India.
En el centro de dicha desconanza está el aanzamiento de la alianza estratégica entre China y Pakistán, a la
cual también está asociada la rivalidad entre China y la India por el control del Océano Índico. La iniciativa
de la nueva ruta de seda china o BRI (Belt and Road Initiative), por sus siglas en inglés, se constituye en un
motivo de tensión creciente entre China e India.
La relación de China con el continente asiático tiene una larga historia vinculada con su papel, desarrollado
durante siglos como actor central del sistema internacional de Asia (Yang, 1968; Garder, 2016; Kissinger,
2012; Scott, 2008, Gernet, 2005), donde los vínculos históricos con sus vecinos han sido particularmente
relevantes, pues han recibido una importante inuencia china a nivel cultural, político y económico
(O’Dowd, 2007; Abdulgani, 1981).
En el mundo contemporáneo, tal como lo sostiene el autor estadounidense Robert D. Kaplan, una Gran
China puede estar emergiendo política, económica y militarmente en Asia Central, en el Océano Índico, en
el sudeste de Asia y en el Pacíco occidental (Kaplan, 2010), como resultado del proceso de construcción de
la República Popular China (RPCh) como potencia global.
Para el propósito de este artículo, se entiende el concepto de “potencia global” desde la perspectiva
del geógrafo Nicholas Spykman (1944), quien señaló diez factores de poder que son característicos de las
potencias: supercie del territorio, naturaleza de las fronteras, volumen de la población, presencia o ausencia
de materias primas, desarrollo económico y tecnológico, potencia nanciera, homogeneidad étnica, grado de
integración social, estabilidad política y espíritu nacional.
El proceso de reforma y apertura emprendido desde 1978 por la RPCh y sus políticas tendientes al
mejoramiento incontestable de las condiciones de vida de su inmensa población en un territorio de tamaño
continental, su desarrollo económico con un énfasis creciente en el fomento a la tecnología, la ciencia y la
innovación, así como su papel en el sistema nanciero internacional, entre otros, han arrojado resultados
contundentes (Bell, 2008; Yifu Lin, 1996), que junto a una política exterior abierta al mundo se han
traducido en un jugoso dividendo geopolítico (Ferguson, 2012, p. 414), el cual ha sido aprovechado en los
escenarios internacionales y en la relación con otras potencias del orden mundial. En la práctica, sus relaciones
estratégicas le signicaron a China tres triunfos concretos en política exterior: la adhesión como miembro de
la Organización Mundial del Comercio, el control geopolítico de Asia Central a través de la Organización de
Cooperación de Shanghai (Aris, 2011), y un papel mucho más dinámico en escenarios multilaterales como
el G-20 y la banca internacional.
En ese contexto, las relaciones de China con el continente asiático no pueden ser abordadas sin tener en
cuenta los aspectos mencionados anteriormente y la presencia de una potencia rival vecina del sur, la cual
también es catalogada como una potencia de tamaño continental: la India (Kissinger, 1995, p. 805) que,
como la RPCh, es una antigua civilización reencarnada como república moderna a partir de mediados del
siglo XX (Malone y Mukherjee, 2010). India es una potencia global reemergente, con una silla en el G-20, en
instituciones nancieras internacionales de creciente inuencia, con entrada al club de los Estados nucleares, y
con una actitud reconocida en la ONU respecto al mantenimiento de la paz mundial (Sidhu, Mehta, y Jones,
2013, p. 3) 1 . India se reforma económicamente después de 500 años en el escenario global (Madison, 2001), y
ejercerá una gran inuencia en la política internacional, la economía y en el ámbito militar (Organización para
Diana Andrea Gómez Díaz. China e India: dos grandes potencias rivales en el orden global y regional...
la Cooperación y el Desarrollo Económicos, 2018; Shamsi, Panhwar, Iqbal, y Cheema, 2014). Así mismo, su
gran distintivo en el sistema internacional ha sido el albergar en su seno una democracia vibrante, multiétnica
y multicultural (Sidhu et al., 2013).
A esta sociedad aglutinada a partir del hinduismo se le adjudica haber sido el primer gran taller textil
del planeta cuando en el siglo XVIII, bajo el dominio británico, exportaba el 60% de las manufacturas del
mundo, donde el algodón, las muselinas y los percales eran productos muy solicitados por ser considerados
de lujo en Europa (Darwin, 2012, p. 217). Sin embargo, a diferencia de China, India tenía unas muy
limitadas posibilidades de establecer una economía integrada, dada la carencia de vías uviales que fueran
navegables y una constante inestabilidad del poder político (Hall e Ikenberry, 2007). Igualmente, la difusión
de los conocimientos técnicos, aspecto fundamental del desarrollo tecnológico, era limitada por las barreras
instauradas por el sistema de castas (Darwin, 2012, p. 217). No obstante dichas barreras, aún presentes en la
actualidad, India es la economía de más rápido crecimiento en el mundo entre las economías de gran tamaño
(PwC, 2019), con la población en edad productiva más grande del mundo —una media de población que
frisa los 28,1 años (casi 10 años más joven que la china con 37,7 años) (Agencia Central de Inteligencia, 2019)
—, que tiene vastas extensiones de tierra para la agricultura, posee grandes reservas en recursos naturales como
petróleo y gas (Shamsi et al., 2014), y es un país con un alto desarrollo del sector servicios, especialmente en
la industria aeroespacial, de la informática y la alta tecnología (Wouters, 2013, p. 7).
En 2015 China fue catalogada como la primera economía del mundo por paridad de poder adquisitivo,
mientras India, en ese mismo año, ya ocupaba el tercer lugar en dólares ajustados por la paridad de poder
de compra, según el Fondo Monetario Internacional (2015). China registró una de las tasas de crecimiento
económico anuales más altas del mundo durante el período 2001-2010 (10,5% en promedio), incluso durante
la crisis nanciera global, no obstante, desde comienzos de 2012, el crecimiento de su economía se comenzó
a desacelerar, hasta alcanzar un 7,4% en 2014 y un 6,8% en 2015 2 , en todo caso, un ritmo de crecimiento
alto, más aun teniendo en cuenta el tamaño de la economía china. India, por su parte, registró una tasa de
crecimiento económico superior al 7,5% del 2000 al 2010, una tasa superior al 9% del 2004 al 2007, y del
8,5% del 2004 al 2010 (Parikh, Ghosh, y Binswanger-Mkhize, 2018). La estabilidad macroeconómica y las
perspectivas de crecimiento han mejorado en años más recientes. El crecimiento del PIB real indio se estima
en un 7,2% en 2017-2018 y en un 7,23% en 2018-2019 (Jha, 2019), un crecimiento ubicado en un rango muy
alto comparativamente con cualquier potencia del mundo industrializado. Por ende, ambas se constituyen en
dos de las economías más estables y de mayor crecimiento en el mundo.
Por otra parte, Beijing y Nueva Delhi tienen un factor a favor: las tendencias macroeconómicas indican que
a medida que los países de ingresos altos continuaron tratando de aliviar los efectos de la crisis nanciera global
iniciada en 2008, los países con economías emergentes como China e India se han desplazado paulatinamente
al sector de los servicios y ascenderán en la cadena de valor en las industrias manufactureras, potenciando aún
más la estructura de un mundo multipolar (Fan, 2014). Una de las razones para este orden multipolar, en el
caso especíco de China e India, es que tienen un continuo potencial de desarrollo y un importante horizonte
de expansión. La otra razón es el crecimiento lento de las economías industrializadas. Así lo demuestran
las cifras de organismos como el Banco Mundial (BM), que para el año 2030 pronostica que los países en
desarrollo tendrán una contribución equivalente a las dos terceras partes del crecimiento mundial (sería del
40%, si se excluye a China), representarán la mitad de la producción del planeta (30%, omitiendo a China),
y serán el principal destino del comercio mundial. Las más grandes potencias globales actuarán como polos
de crecimiento adicionales en una economía mundial multipolar 3 (Banco Mundial, 2013, pp. 6-7).
China e India comparten una perspectiva similar en materia de políticas nacionales enfocadas en el
desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación. De ahí que, después de varios años de crecimiento,
estos dos Estados hayan comenzado a surgir no solo como superpotencias económicas, sino también como
superpotencias tecnológicas (Sharif, 2015; Sigurdson, Jiang, Kong, Wang, y Tang, 2011; Sharif, 2015;
Nirmalya, 2012). En efecto, tanto China como la India tienen gobiernos profundamente comprometidos
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que en su interior alberga algunos grupos radicales con ideologías abiertamente comunalistas, directamente
enfocadas en atacar blancos islámicos.
Los territorios de importancia energética son en ocasiones los más inestables, por lo que una cooperación
conjunta entre dos países de gran inuencia podría ser determinante para mantener la estabilidad. Este es uno
de los propósitos de las acciones emprendidas en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghai
(OCS), a la que peretenecen India y China. De otro lado, evidencia de su papel en la esfera de la colaboración
militar son los cada vez más frecuentes ejercicios militares conjuntos de miembros de la OCS. Este foro
multilateral ha identicado en numerosas ocasiones la lucha antiterrorista como su objetivo prioritario, a
través de la cooperación policial y de inteligencia entre sus países miembros. Y este objetivo básico ha servido
a su vez de catalizador de una creciente cooperación entre estos dos países en ámbitos como el energético y
el cultural (Vidales, 2016).
A su vez, la conferencia periódica sobre Medidas para la Construcción de Conanza e Interacción en Asia
(CICA), que cuenta con 26 países miembros y 14 estados observadores, es un foro de diálogo y consultas
sobre cuestiones de seguridad regional en Asia en el que tanto China como India participan activamente
con el propósito de mejorar la cooperación a través de medidas multilaterales de fomento de la conanza.
Otros escenarios donde China e India conuyen y lideran iniciativas son el Banco Asiático de Inversión en
Infraestructura (BAII), donde India es el segundo mayor accionista, y el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD),
que es socio de China, dos entidades nancieras con gran proyección internacional para los próximos años.
No obstante, existen factores estructurales que complejizan el rol de India y China en el orden mundial, de
donde se desprenden sus relaciones de antagonismo.
El punto más espinoso de la relación bilateral ha tenido que ver principalmente con la delimitación de
territorios ubicados en el Tibet, Arunachal Pradesh y Aksai Chin. China reclama que la provincia autónoma
del Tíbet está y continuará estando dentro del territorio chino, además de 96 mil kilómetros cuadrados del
territorio de Arunal Pradesh y 38 mil kilómetros cuadrados de territorio en la meseta de Aksai Chin en la
región Ladakh. Existe una cuarta disputa de 2000 km de territorio cerca del estado indio de Uttarakhand.
Adicionalmente, un área fronteriza clave que es la denominada Tawang, la cual China refuta concederle a
India por ser una zona de gran signicado histórico y religioso para el budismo tibetano (Paul, 2018).
China considera como legítimo su control sobre el Tíbet desde el siglo VII 6 , empero, la distancia, lo
accidentado de la zona y la cultura nómada de los tibetanos hicieron muy difícil la sinización total. No
obstante, la reclamación de estos territorios por parte de China se relaciona con la llegada de Mao Zedong
al poder en 1949, quien, entre sus primeras acciones una vez en el mando del gobierno, envió ejércitos para
salvaguardar las fronteras del territorio chino, teniendo como referente cuando este había llegado a tener su
máxima extensión, lo cual data de la época de la dinastía Qing (1644 a 1912). Lo anterior chocó con los
intereses de la India, que pretendía salvaguardar las propiedades de todo lo que obtuvo durante la ocupación
británica (Fonseca, 2011, p. 33).
Una vez las fronteras de China fueron rearmadas por el Ejército Popular de Liberación, a inicios del
mandato del presidente Mao Zedong, resurgió el conicto territorial entre India y China por el Tíbet, y Mao
declaró la guerra a India en 1962 para combatir por la zona sur de ese territorio. China sustentó su postura en
el no reconocimiento de la validez de la rma de un documento suscrito entre Gran Bretaña y el Tíbet en 1914,
que delineaba la frontera por la parte occidental, denominada Línea McMahon. La China de Mao sostuvo
que el Tíbet no tenía derecho a ejercer soberanía, y que hacía parte de territorio chino, y tampoco reconoció
la administración india de esa área, porque cuando India declaró su independencia de Gran Bretaña, no
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proclamó la independencia de las reivindicaciones territoriales británicas, donde se incluían Aksai Chin y la
Línea McMahon. Por tales razones, China consideró inválida la rma (Kissinger, 2012, p. 201-209).
El área denida tras la guerra de 1962 no quedó propiamente demarcada, lo que explica que permanece
como un área en continua tensión para ambas potencias. A esta realidad se suma el hecho de que los reclamos
territoriales chinos respecto al Tíbet, desde la segunda mitad del siglo XX, están íntimamente relacionados
con los intentos chinos de negar al Dalai Lama y sus seguidores cualquier área de este lugar. Esta negativa china
se sustenta en el hecho de que Beijing acusa al Dalai Lama de haber contraído una autoridad con respaldo
político, aunque estaba restringida al poder religioso. Al buscar respaldo político, el Dalai Lama contraviene
las políticas del Partido Comunista Chino en el sentido de que la religión debe guardar sus límites y no
sobrepasar la esfera de la política. Esta postura se ha rearmado aún más bajo el mandato del presidente Xi
Jinping.
Pero el enfrentamiento por la zona en disputa al sur del Tíbet surgió por las interpretaciones que tanto
China como India tienen desde antes de la historia colonial. China ha reivindicado las fronteras que su
imperio tuvo en el momento de máxima extensión, lo cual abarca la parte del Himalaya que los chinos
denominan Tíbet Sur, mientras para la India esta zona corresponde a la frontera establecida durante el
mandato británico y está circunscrita dentro del Estado de Arunachal Pradesh (Kissinger, 2012, p. 202).
No obstante, hoy se cuestiona que Beijing ha aumentado la migración de la etnia mayoritaria Han a la
región, y atenta contra la cultura tibetana a través de la reforma educativa bilingüe que institucionalizó al
idioma chino mandarín como el medio de instrucción en las escuelas primarias, con el tibetano como lengua
complementaria (Sehgal, 2010). Esta política, proyectada en el mediano plazo, muy seguramente dará como
fruto una pérdida de elementos identitarios de la cultura tibetana con la lengua como principal perjudicada.
Otras estrategias económicas empleadas por China involucran el uso de recursos no energéticos. Es el caso
de acciones como la desviación ex professo de los caudales de agua en la región en disputa fronteriza con la
India para el benecio exclusivo de China (Casarini et al., 2016).
La tensión fronteriza en la relación China-India es un factor de permanente preocupación de ambas partes,
porque como lo asevera el profesor azha Varkey Paul de la Universidad McGill en su libro e China-India
Rivalry in e Globalization Era, la historia ha demostrado que cuando dos grandes potencias en ascenso
comparten una frontera, la relación es volátil y potencialmente peligrosa. La relación entre India y China
enfrenta, en tal sentido, una serie de desafíos, entre los cuales las disputas fronterizas pueden llegar a escalar
a un punto de no retorno, teniendo en cuenta las posturas políticas de Beijing y Nueva Delhi, que tienden a
ser más enfáticas y armativas en años recientes respecto al tono del discurso de sus líderes, que han venido
abandonando el referente del Sur e incorporando posturas más acordes con la condición de grandes potencias,
a lo que se suma la creciente tendencia a mostrar que grandes potencias emergentes deben tener una capacidad
militar acorde con su peso en el orden mundial.
La desconfianza de la política china hacia Asia del Sur por parte de la India
El segundo aspecto tiene como centro a Pakistán, que es un socio estratégico muy valioso para China en su
rivalidad con la India por su ubicación geográca, inuencia en la región del Océano Índico, y como corredor
continental que conecta con el Índico.
Diana Andrea Gómez Díaz. China e India: dos grandes potencias rivales en el orden global y regional...
FIGURA 1.
Mapa de Pakistán en Asia
Huntington Archive (s. f.).
La posición geográca de la India ofrece fácil acceso a las principales rutas de transporte de petróleo desde
Oriente Medio hasta el Pacíco, cerca de los cuellos de botella de navegación del Estrecho de Ormuz en el
Golfo Pérsico y el Estrecho de Malaca, a la entrada del Mar del Sur de China y el Océano Pacíco. La zona
costera de China, por el contrario, ofrece acceso directo solo a los mares que desembocan en el Pacíco, tras el
paso por el estrecho de Malaca, el cual los buques deben recorrer para llegar a Ormuz por el cruce de todo el
Océano Índico y el Mar Arábigo, lo que implica realizar largos y costosos trayectos marítimos. En ese contexto,
Pakistán representa una ruta mucho más corta para acceder al Océano Índico, y esta es la razón por la cual
el puerto de construcción china de Gwadar en Baluchistán, al este del Golfo Pérsico, en Pakistán, es punto
estratégico para el comercio marítimo y una de las prioridades de la nueva ruta de la seda china, la denominada
“One Belt, One Road (OBOR), o la Iniciativa del Cinturón y la Ruta conocida como BRI, por sus siglas en
inglés. Constituye, a su vez, para China una plataforma para sus ambiciones económicas en Asia Central, el
Sur de Asia y el Medio Oriente (Ahmad y Singh, 2017, p. 136). Gracias a este puerto, China, que hoy es el
mayor importador de petróleo del mundo, va a tener acceso al crudo del golfo Pérsico sin tener que pasar por
el estrecho de Malaca. A su vez, las aguas marítimas de las inmediaciones de Gwadar son tan profundas como
para acomodar submarinos y portaaviones (Cai, 2017, p. 5), lo cual le permite a China mantener informadas
a sus autoridades sobre los movimientos de Estados Unidos en el golfo Pérsico y la India, la cual posee, no
muy lejos de allí, dos importantes bases navales, en Mumbai y en Gujarat. Cabe mencionar que Gwadar es,
precisamente, el punto en el que la Franja y la Ruta se encuentran, es decir, los trayectos terrestre y marítimo
de la nueva ruta de seda.
Para Pakistán, con quien China tiene relaciones desde hace 60 años, las inversiones de ese país en su
territorio han sido numerosas, principalmente en materia de infraestructura. En términos estratégicos, ambas
naciones se han vuelto interdependientes, lo que ha representado un desafío a la soberanía de la India,
manifestado en hechos como el sucedido en agosto de 2010, en la frontera occidental, cuando Pakistán
permitió la entrada de entre 7000 y 11.000 soldados chinos para entrar a Cachemira, y a la disputada región
de Gilgit-Baltistán para ayudar en la construcción de un tren de alta velocidad y la vía de comunicación desde
el este de China al puerto naval de Gwadar (“Pak Handing over De-facto Control”, 2010). Estas obras de
infraestructura hoy día hacen parte del denominado “Corredor Económico China-Pakistán”, un proyecto de
gran envergadura que contempla diferentes megaobras para facilitar el comercio desde China hacia el Océano
Indico, solo atravesando Pakistán. Entre ellas se destacan tres: la construcción de uno de los aeropuertos de
mayor altitud del mundo en Tashkurgán; la carretera transnacional más alta del mundo —en medio de la
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cadena montañosa del Karakórum—, que conecta la frontera china con el puerto de Gwadar; y el ferrocarril
de Khunjerab, una línea de gran altitud que correría al lado del Karakorum y enlazaría el noreste de Pakistán
con la ciudad china de Kashgar.
FIGURA 2.
Los proyectos viales de China en Pakistán
Siddiqui, Sabena, 2015. China Pakistan Economic Corridor: a Gamechanger. Al-Rasub.
Recuperado de: https://www.alrasub.com/china-pakistan-economic-corridor-a-gamechanger/
Con miras a asegurarse un futuro con Pakistán como gran aliado, China lo ha blindado con armamento,
constituyéndose en el primer comprador de armas de China. Cabe decir que China es el 5 mayor exportador
de armas del planeta. En el periodo 2014-2018 el 37% de la armas exportadas desde China al mundo tuvieron
como destino Pakistán, un primer lugar que viene ocupando desde 1991 (Stockholm International Peace
Research Institute, 2019, p. 5). India, por su parte es el segundo mayor importador de armas del mundo
después de Arabia Saudita, y el primer importador de armas en Asia con un 15% del mercado, le siguen China
y Pakistán (Stockholm International Peace Research Institute, 2019, p. 6). Lo anterior es un indicador del
clima de zozobra en la relación entre China e India, lo que se explica por las tensiones persistentes entre
Pakistán e India, donde el interés nacional de preservar territorios que ambos reclaman ha generado una
carrera armamentista y una política de contención mutua, lo cual diculta una salida pacíca y en el corto
plazo para ambos Estados. En efecto, el Estado de Pakistán, fundado en 1947, producto de una ola separatista
del territorio indio, representa el asunto de política internacional más sensible para la India. La separación
de una porción de su territorio junto con el quebrantamiento de la unidad nacional signicó un hecho de
peso que tiene como corolario la existencia de territorios fronterizos que están aún en disputa como la región
de Gilgit-Baltistán en Cachemira, lo que ha motivado múltiples enfrentamientos y hechos de violencia entre
ambos Estados, y genera constantes tensiones en la zona fronteriza.
La estrecha relación y el apoyo permanente de China a Pakistán, especialmente en materia militar, son
motivados en gran medida para lograr los objetivos chinos y contener las pretensiones de la India en la
región. China ha apoyado el programa nuclear pakistaní y ha ejercido presiones internacionales para limitar
las ambiciones nucleares de India, país que desde hace varias décadas ha impulsado el desarrollo de su propio
programa de armamento nuclear, y para defenderlo, abiertamente se ha referido a “la amenaza china” (Deng,
2007, p. 151).
El cambio más signicativo en la evaluación de las intenciones de China lo demostró India en 2008, cuando
el Ministro de Defensa indio hizo un llamado a las fuerzas armadas para pedirles que se prepararan para
una guerra “en dos frentes”, contra China y Pakistán (Unnithan, 2010, p. 21), debido a que analistas de
defensa de la India consideran que China está siguiendo una estrategia prolongada de contener a India en el
subcontinente, y que el centro de esta estrategia gira en torno a la alianza entre China y Pakistán. La “doctrina
de los dos frentes” requiere que el ejército de la India mejore su capacidad militar para lograr la superioridad
en el combate sobre Pakistán, y para disuadir o, si es necesario, defenderse contra un ataque de China en el
mediano o largo plazo, así como proteger los intereses geopolíticos de la India en la región del Océano Índico.
En efecto, India también está comprometida en crear una poderosa presencia naval en el Océano Índico. Para
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ello se ha hecho a dos portaviones, tres submarinos Arihant de propulsión nuclear construidos en India (Khan,
2009) 7 , planea tener tres grupos de aeronaves de ataque a portaaviones en 2022, y espera construir o adquirir
seis nuevos submarinos y treinta y un nuevos buques de guerra. En continuidad con dichas iniciativas, en 2018
se hizo pública la decisión del Ejército de la India de llevar a cabo reformas extensas y de gran alcance con el
objetivo de mejorar sus capacidades de combate de guerra y enfrentar con ecacia todos los desafíos posibles
que enfrenta la India a lo largo de sus fronteras con China y Pakistán. En el frente marítimo, la Armada reforzó
signicativamente su presencia de buques de guerra en la región del Océano Índico, y llevó a cabo un total
de 35 ejercicios marítimos multilaterales y bilaterales solo en el año 2018, lo que constituye una cifra muy
alta. Según datos ociales, 33 barcos de la Armada de la India en promedio están desplegados allí todos los
días. El gobierno también está considerando establecer una base naval en la isla Asunción en las Seychelles
(“Signicant steps towards modernization”, 2019).
Por su parte, el Exim Bank de China ha nanciado préstamos de bajo costo para la ejecución de cuatro áreas
clave: el Puerto de Gwadar, energía, infraestructura para el transporte y cooperación industrial. Estas áreas
clave se traducen en proyectos de infraestructura, como ampliar la carretera del Karakorum y las carreteras
de enlace, para extender las líneas de ferrocarril, la construcción de puentes y presas hidroeléctricas y ampliar
la cobertura de las telecomunicaciones, para lo cual ya en 2010 se habían contratado 122 empresas chinas
(Corredor Económico Chino-Pakistaní, 2019). El objetivo central de China en su proyecto globalizador que
la vincula con Pakistán es reducir sustancialmente su dependencia en el estrecho de Malaca para continuar
proveyéndose del suministro de petróleo de Oriente Medio, pero reduciendo sustancialmente los costos y
tiempos de desplazamiento. Cabe decir que los barcos que surcan el mar desde China para pasar por dicho
estrecho deben atravesar primero el Mar del Sur de China, lo que explica también por qué esta es otra zona
de alta tensión y de disputa para China y sus vecinos de la región.
India se encuentra geográcamente ubicada en una zona estratégica de conectividad de China con Oriente
Medio y África. En el marco del BRI, en la actualidad China cuenta con 6 rutas terrestres, marítimas y
ferroviarias. Al sur las rutas se conectan con India y Pakistán, al igual que las rutas marítimas que se dirigen
hacia África y Europa. La posibilidad que tiene China en la actualidad, para evitar cualquier tensión o amenaza
en los puertos de la India, es abrir alternativas en la isla de Sri Lanka y directamente en Pakistán, zonas de
gran sensibilidad para India.
De hecho, China ha aanzado vínculos con el Sur y Sudeste Asiático a través de proyectos e iniciativas
concretas en su proceso de apertura económica, lo cual ha eclipsado el poder de India en la región. En 2007,
China respondió a las solicitudes de Sri Lanka para la construcción del proyecto del puerto de Hambantota
en la unión del mar Arábigo y la Bahía de Bengala. También construyó el puerto de aguas profundas de Kyauk
Phyu en el oeste del estado de Rakhine de Myanmar, cerca de los campos de gas de Shwe, que se cuentan entre
las mayores reservas naturales del mundo. Myanmar trabajó en la construcción de un oleoducto y ferrocarril
que unen Kyauk Phyu y la provincia de Yunnan, al suroeste de China. Por otra parte, empresas chinas,
japonesas y coreanas invirtieron en el Proyecto Dawei de Desarrollo, otorgado por el gobierno de Myanmar
a un conglomerado con sede en Bangkok, el plan es suministrar energía para Tailandia (“Unblemished
Coastline in Myanmar”, 2010). Bangladesh también recibió apoyo de China para construir un puerto de aguas
profundas en Sonadia y la autopista Chittagong-Kunming a través de Myanmar.
Ya en 2010, el reconocido analista geopolítico Robert D. Kaplan advertía que la presencia de la India puede
contrarrestar la creciente inuencia china en Myanmar y Tailandia, así como lo que algunos temen que sea
la aspiración china para la consolidación de una “cortina de bambú” en el sudeste asiático (Kaplan, 2010, p.
127). Esto se correlaciona hoy día con los proyectos que China ha emprendido en la región en el marco del
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BRI. Se trata de puertos, aeropuertos, vías férreas y carreteables además de rutas marítimas y aéreas, así como
redes de cable óptico que permitan la conectividad entre China y Asia, África y Europa (y más recientemente,
América Latina). En el caso particular de los puertos, algunos gobiernos, y especícamente el Departamento
de Defensa de los EE. UU, han criticado el hecho de que estos estén siendo ocupados también por bases
militares chinas para blindar su proceso de expansión económica, al que han denominado el “collar de perlas”,
el cual se extiende a lo largo de las costas del Océano Índico, donde los intereses chinos por el control de las
rutas comerciales han generado que lugares estratégicos estén siendo ocupados por China. Es el caso de la
transformación del mapa urbano de Sri Lanka, donde adyacente a Colombo, su capital, se está erigiendo una
ciudad desde 2014, Colombo Port City, ciudad portuaria y distrito nanciero en el corazón del Índico, que
se proyecta estará terminada en 2022 y cuenta con el músculo nanciero chino para su construcción.
Igualmente, la India se encuentra en territorios de rutas férreas estratégicas. La propuesta denominada la
Red China Transcontinental atravesará tanto el norte como el centro de China, Asia Central e India con
ramales que conducen hacia el Sudeste Asiático, Oriente Medio y los Balcanes, con destino hacia Europa. La
importancia de la India para la consecución de este proyecto es fundamental (Casarini et al., 2016), por lo
cual, en caso tal de que China consiga llegar a algún acuerdo con la India para lograr sus objetivos, seguramente
India estará en condiciones inferiores a China en materia de control interno y marítimo a lo largo y ancho
de su territorio.
Otras zonas que se encuentran en el marco del BRI son también estratégicas, como bien lo es la región
de Asia Central. Esta área representa una zona de interés económico tanto para India como para China
en la medida que suple las reservas energéticas necesarias para su crecimiento económico, siendo entonces
considerada como una zona de alto interés geoestratégico. El control de los territorios de mayor riqueza en
hidrocarburos del mundo, particularmente de gas, genera inestabilidad y es uno de los objetivos en disputa
entre los países con mayor poder e inuencia crecientes, ahora entre ellos, China e India. El simple hecho
de que China genere mayores lazos de dependencia con esta región implica para la India una amenaza a su
crecimiento económico futuro.
La lejanía entre ambos países puede ser perjudicial para los objetivos de la ruta, como bien lo es para la
seguridad regional. A este respecto, China concibe como viable la participación de India en operaciones de
seguridad conjuntas para proteger los territorios propensos a las disputas (Valderrey y Lemus, 2017). No
obstante, persisten otros grandes obstáculos para China en su camino para lograr sus propósitos. Las tensiones
directas de India con Pakistán implican que la región de Sri Lanka —y en adición, Myanmar— se haya
convertido así en un espacio de inuencia militar indio, por lo que la cercanía hacia estas zonas, o posiblemente
un incremento del poder de China allí pueden redundar en una confrontación directa entre China e India.
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FIGURA 3.
Las nuevas rutas de la seda
Straits Times Graphics (2017).
Así mismo, respecto a la postura del gobierno indio frente a la iniciativa china de la Franja y la Ruta, India
ha efectuado fuertes declaraciones según las cuales no considera al BRI como un esfuerzo verdaderamente
multilateral. El gobierno indio, en cabeza del primer ministro Narendra Modi, ha manifestado abierta
y públicamente su distancia crítica frente al gobierno chino y su iniciativa del BRI. De acuerdo con el
Ministro de Asuntos Exteriores de la India, se trata de “una iniciativa nacional china”. En respuesta a la ruta
marítima de la seda de China, la India dio a conocer el “Proyecto Mausam”, que tiene como objetivo volver
a conectar y restablecer las comunicaciones, revivir rutas históricas y fortalecer vínculos culturales con países
de todo el Océano Indico, “lo que conduciría a una mejor comprensión de los valores y preocupaciones
culturales” (Gobierno de la India, 2018, p. 1). Este es un indicativo de la preocupación india por los alcances de
China. Lo anterior se ve agravado por el hecho de que el BRI propuesto por Beijing correría a través de Gilgit-
Baltistán, provincia de Pakistán, territorio que, como se explicó anteriormente, la India considera en disputa.
Esto demuestra que los conictos fronterizos están a la orden del día mientras se lleva a cabo la iniciativa
china del BRI.
A su vez, recientemente India se ha vinculado al naciente proyecto “Indo-Pacíco” alentado por Japón,
Estados Unidos y Australia, con miras a generar en el futuro un importante contrapeso a China al centrarse
en aanzar relaciones a través de los océanos Índico y Pacíco, lo cual tiene un impacto en materia económica,
pero su fondo es de un claro alineamiento en materia política. China debe enfrentarse así con los intereses
indios en muy distintos frentes y niveles, lo cual signica que cada iniciativa China en el orden global y regional
tiene serias implicaciones para India, y viceversa.
Conclusiones
A pesar de las similitudes entre estas dos potencias en materia de recursos de poder —como poseer territorios
de tamaño continental que albergan una población inmensa, un crecimiento económico estable, posturas
políticas domésticas similares de mano dura, en este caso en relación con tendencias proclives al extremismo
islámico; políticas de Estado que incentivan la ciencia, la tecnología y la innovación—, perviven aspectos que
generan una gran rivalidad entre India y China, que atraviesan no solo sus relaciones bilaterales, sino también
su política exterior más amplia, su política económica y sus relaciones políticas en el orden global. Se trata de
factores que pueden mover fuertemente a posiciones de hostilidad entre ambos países. En ese sentido, son de
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resaltar como los más grandes desafíos para su relación, de una parte, las tensiones fronterizas aún abiertas a
pesar de los acuerdos del pasado. Por otra parte, para la India el gran desafío en materia de seguridad y defensa
lo constituye de manera incontestable la relación China-Pakistán. Y el escenario más volátil para el desarrollo
de las tensiones es el Océano Índico noroccidental. Por eso también puede armarse que China pone en la
mira a la industria naviera mundial, la cual registrará en los próximos años un incremento en su desarrollo
y magnitud, y continuará impulsando el crecimiento económico de ese país y de sus potencias rivales como
India. No obstante, Beijing deberá recurrir a una acción diplomática hábil pero contundente, un recurso de
poder que le puede asegurar el dominio de rutas marítimas, alentado con su colosal músculo nanciero, para,
a través de estas, tener acceso permanente y estable a mercados vitales de energía y alimentos.
Si bien se entiende que el escenario de la Organización de Cooperación de Shanghai se caracteriza por
un fuerte liderazgo por parte de China, dado que se constituye en una herramienta para la defensa de sus
intereses nacionales, en la medida que la India sea percibida como un actor relevante dentro de la toma de
decisiones y China disminuya su posición de amenaza, se podría llegar a estudiar la posibilidad de una alianza
más pragmática entre ambos Estados.
La nueva ruta de la seda acarrea grandes desafíos, tanto para China como para el orden mundial, debido a
que para la RPCh se constituye en su macroproyecto globalizador, lo cual se percibe para potencias como India
como un factor amenazante para la estabilidad nacional y del orden internacional asiático. En efecto, para la
India, el BRI signicaría perder la posición de inuencia que ha ido construyendo a lo largo del tiempo entre
sus vecinos, donde se vería afectada en la región su posición hegemónica, tanto cultural como económica, así
como la posibilidad de abastecerse de recursos energéticos en el Asia Central, el aumento de tensiones en los
territorios fronterizos, las disputas constantes con Pakistán, y la disminución de capacidad de maniobra en el
orden multilateral. Para China, la relación con India le representa un constante dilema, dado que es también
una potencia, y de la cual es socio y rival, dependiendo del contexto: para la maximización del poder chino
en la región es un actor que representa un obstáculo frente a las pretensiones de hacer realidad los proyectos
chinos y fortalecer las alianzas y las relaciones de vecindad; mientras que, paradójicamente, es un gran socio
con perspectivas anes en los escenarios internacionales de primer orden, en proyectos bancarios, en alianzas
estratégicas del ámbito militar y del proceso de reconguración del orden mundial. Esta ambivalencia, pero
principalmente la rivalidad y la competencia que caracterizan la relación China-India, está generando un
alineamiento de Estados aliados de cada bando, como Estados Unidos y Japón, que se inclinan claramente
hacia India; y Rusia junto a Estados pequeños, pero del área de inuencia regional como Tailandia y Nepal,
que le apuestan a China.
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Notas
1 India es uno de los mayores contribuyentes de tropas a las misiones de mantenimiento de la paz bajo el mandato de
la ONU. A partir de agosto de 2015, es el tercer país en la lista de las tropas totales y los conocimientos técnicos
proporcionados (total = 7960 efectivos), con lo que su aporte es mayor al del Reino Unido, Estados Unidos, Rusia y
China (Gupta, 2015).
2 Mientras grandes potencias occidentales critican el hecho de que desde 2014 la economía china venga desacelerándose,
es importante observar que este fenómeno tiene su origen en su política económica denominada “La nueva normalidad”,
centrada en un menor crecimiento de las exportaciones y un mayor aumento el consumo interno. La RPCh viene
migrando desde un modelo de crecimiento basado en la inversión a otro basado en el consumo. Se llama “normalización”
al paso de una nación recién industrializada a algo mucho más parecido a las economías maduras de Norteamérica, Europa
Occidental y Japón. Por tal motivo, la reducción del crecimiento en China se tradujo en una signicativa caída, no solo
en la demanda externa por los productos primarios que se exportan a la RPCh, sino también en sus precios. Ver más en
Lynn (2015).
3 A su vez, el Banco Mundial proyecta que, como consecuencia del rápido y continuo crecimiento de las economías
emergentes, tendrá lugar una expansión sin precedentes de la clase media global. Se estima que, de menos de 1,8 mil
millones de personas en la clase media en 2009, se ascenderá a alrededor de 5 mil millones en 2030, de los cuales casi dos
tercios vivirá en Estados ubicados en Asia, en particular en India y China.
4 Como menciona Sundbo (1998, p. 1), “desde el punto de vista de la economía, la innovación es una actividad que crea
un crecimiento económico”.
5 Sobre este tema, consultar Mukherjee (2015, p. 173).
6 La princesa china Wencheng se desposó con un rey tibetano, con lo cual esta región fue anexionada a China y el budismo
penetró en ese país. Más tarde, la ocupación mongola sobre territorio chino y sobre el Tibet generó una mayor integración
del Tibet bajo la dinastía Yuan (1279-1368), fundada por los invasores mongoles. Sobre este tema ver Feigon (1996),
Grunfeld (1987) y Barnett y Akiner (1994).
7 Los arihant están armados con quince misiles capaces de transportar ojivas nucleares a una distancia de 750 kilómetros,
para ser reemplazados en el futuro con misiles que tiene unos 3500 kilómetros de alcance (Khan, 2009).
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