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Teorema de Coase - Derecho de Propiedad

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Si resulta posible subdividir el recurso común entre los distintos condóminos,

entonces la tragedia de los comunes se resuelve. Esto es así porque ahora cada
condómino extrae el bien utilizando un estoc de recurso sobre el cual sólo él tiene la
propiedad, y por lo tanto su costo de producción pasa a ser función solamente de la
cantidad de bien que él extrae. Esto hace desaparecer el efecto externo “EEi” y hace que
el costo marginal privado de cada propietario se vuelva igual al respectivo costo
marginal social.
Una solución que en ciertas circunstancias resulta equivalente a la anterior es
que todos los condóminos le cedan sus derechos de explotación a un único agente
económico, que pase a ser el único propietario del recurso común. El inconveniente que
puede tener esto es que –si el recurso en cuestión es la única fuente de producción del
bien– quien quede con el dominio del recurso habrá adquirido también poder
monopólico sobre el mercado del bien, y se verá incentivado a extraer una cantidad
menor que la eficiente con el objetivo de incrementar el precio de venta del bien. Si, en
cambio, el mercado del bien extraído del recurso común sigue siendo competitivo,
entonces el cambio de condominio a dominio tiene un efecto inequívoco de incremento
de la eficiencia, ya que ahora el único dueño del recurso común tendrá incentivos para
maximizar un beneficio privado que coincidirá con el beneficio social generado por la
explotación del recurso.

3.3. El teorema de Coase


Los dos efectos de la creación de derechos de propiedad sobre los bienes y
recursos económicos vistos en los apartados anteriores constituyen la base de uno de los
resultados más importantes de la teoría económica aplicable al análisis del derecho. Este
resultado puede considerarse como una transformación del primer teorema de la
economía del bienestar mencionado en el apartado 2.2, y recibe habitualmente el
nombre de “teorema de Coase”. Su origen está en un artículo de Ronald Coase (1960),
de cuyo autor toma el nombre.
El teorema de Coase establece que, si los derechos de propiedad están bien
definidos y no existen costos de transacción, entonces el equilibrio de mercado es
eficiente. Por “derechos de propiedad bien definidos” este teorema interpreta una
situación en la cual todos los bienes y recursos económicos tienen dueño y está claro
cuáles son las limitaciones que existen para su goce y qué puede hacerse para remover
dichas limitaciones. Por “ausencia de costos de transacción”, en cambio, lo que se
entiende es que no existen costos de negociar la transferencia de derechos entre las
partes ni de monitorear el cumplimiento de dichas transferencias.
La idea básica detrás del teorema de Coase es que la delimitación completa de
los derechos de propiedad es un instrumento que sirve para resolver virtualmente todos
los problemas de externalidades reales. Esto es así porque, en rigor, cualquier
externalidad real puede interpretarse como una situación en la cual existe una
indefinición respecto del derecho del que origina la externalidad para apropiarse de los
beneficios que genera (o respecto de su obligación de hacer frente a los costos que
acarrea) y al mismo tiempo existe una indefinición respecto de la obligación del que
recibe la externalidad de pagar por los beneficios que recibe (o de cobrar por los costos
que soporta). En el ejemplo de la inversión del apartado 3.1, quien realiza la inversión
sin tener la propiedad sobre el bien que produce no es capaz de reclamarle a quienes
luego utilizan dicho bien un pago compensatorio; en la tragedia de los comunes del
apartado 3.2, ninguno de los que explota el recurso común le está pagando al resto de

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los condóminos por el costo extra que les acarrea ni está recibiendo de ellos ningún
pago por los perjuicios que ellos le ocasionan. Tanto un caso como el otro se solucionan
asignando los derechos de propiedad de manera clara. Si el que efectúa la inversión es
dueño del bien que se produce con esa inversión, ahora puede apropiarse de los
beneficios generados por la misma; del mismo modo, si los condóminos se reparten el
recurso común entre ellos, cada uno pasa a hacerse cargo de los costos que genera
(porque el estoc del recurso que disminuye con la explotación deja de ser grupal).
El mensaje del teorema de Coase, sin embargo, es más poderoso y sorprendente
de lo que parece indicar la descripción anterior. Esto es así porque lo que el teorema
expresa no es solamente que existe una asignación de derechos de propiedad que
implica que los mercados llegarán luego a una solución eficiente; dice además que
cualquier asignación de derechos de propiedad (siempre que la misma esté bien
definida) garantiza dicha eficiencia. Esto puede verse en los casos analizados
anteriormente. Si suponemos, por ejemplo, una situación en la cual quien efectúa una
inversión no es el dueño del bien que se produce con dicha inversión (pero está claro
que dicho dueño es un tercero perfectamente identificado), entonces el que tiene los
derechos de propiedad sobre ese bien que eventualmente va a producirse puede ser
capaz de asegurar dicha producción contratando la inversión a cambio de una
determinada compensación monetaria. Del mismo modo, si el dominio sobre un recurso
recae sobre una persona que no tiene interés en explotarlo (pero sus derechos de
propiedad sobre el mismo están claros), el que quiera participar en la explotación tiene
la posibilidad de efectuar una oferta para adquirir una porción del recurso en cuestión o
para alquilar dicha porción por un determinado período de tiempo. Tanto en uno como
en otro caso la externalidad que existía cuando los derechos de propiedad no estaban
bien definidos ha desaparecido, y los beneficios y costos sociales terminan siendo
tenidos en cuenta de algún modo por las personas responsables de tomar las decisiones.
Una característica importante del teorema de Coase es que la irrelevancia que
postula respecto de la asignación de los derechos de propiedad tiene que ver con la
eficiencia del resultado que se obtiene pero no con la distribución del ingreso que surge
como consecuencia de dicha asignación. En efecto, si los derechos de propiedad sobre
un recurso común se le asignan a uno solo de los condóminos, el resultado en cuanto a
la distribución del ingreso será diferente al que se obtiene si el recurso se reparte por
partes iguales entre todos los condóminos. Lo que el teorema de Coase dice es que,
cualquiera sea el reparto de derechos que se haga originalmente, la posibilidad de
efectuar transacciones garantizará el uso eficiente del recurso común. Si, por ejemplo, lo
más eficiente es que una sola persona se dedique a la explotación del recurso, entonces
el mercado llegará por sí solo a una solución por la cual todos los dueños de alguna
fracción del mismo terminarán vendiéndole o alquilándole a dicha persona. Si, en
cambio, lo más eficiente es que el recurso termine repartido entre muchas personas, un
único dueño terminará aceptando fraccionar su propiedad y la venderá o dará en alquiler
a múltiples interesados. Lo que diferirá entre una situación de asignación original
múltiple a muchas personas y una asignación original única a una sola persona es quién
pagará y quién cobrará por los derechos comerciados. En el caso de que todos los
condóminos originales reciban derechos de propiedad sobre una fracción del recurso
común, no tendrán que pagar nada para explotar dicha fracción y cobrarán una cierta
suma si deciden venderla o alquilarla; en el caso de que sólo una persona quede con
todos los derechos de propiedad, quienes quieran explotar el recurso deberán pagarle a
dicha persona, la cual no necesitará comprarle nada a nadie si quiere explotar el recurso
por sí misma.

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La eficiencia del equilibrio de mercado en una situación de derechos de
propiedad bien definidos depende crucialmente de la ocurrencia del supuesto contenido
en el teorema de Coase sobre ausencia de costos de transacción. La interpretación de
esta condición resulta más problemática y controvertida que la de la condición de que
los derechos de propiedad deben estar bien definidos, ya que en rigor utilizar los
mercados para realizar transacciones es algo cuyos costos no siempre están claros. Una
posible interpretación de la condición de ausencia de costos de transacción es suponer
que la misma exige que todos los costos involucrados en una transacción puedan
transformarse en “precios” que un agente económico paga y que otro agente económico
recibe. Un costo de transporte, por ejemplo, puede fácilmente interpretarse como el
costo de un servicio que alguien realiza y por el cual puede recibir un pago
compensatorio, que esté a cargo de las partes que quieren realizar una transacción. El
costo de negociar un contrato, en cambio, implica frecuentemente erogaciones que las
partes realizan y que implican un dispendio de recursos que no beneficia ni a uno ni a
otro contratante. La existencia de costos de transporte, por lo tanto, sería compatible con
una situación de ausencia de costos de transacción; la de costos de negociación de los
contratos, en cambio, implicaría la existencia de verdaderos costos de transacción en el
sentido del teorema de Coase.
El interpretar la ausencia de costos de transacción como un reaseguro de que el
equilibrio de mercado va a ser eficiente si los derechos de propiedad están bien
definidos es sin embargo erróneo si la definición de costos de transacción es la
enunciada en el párrafo anterior. Lo que permite la ausencia de costos de transacción es
eliminar una de las causas posibles de ineficiencia del equilibrio de mercado (las
externalidades reales), pero no sirve para eliminar los problemas de eficiencia
originados en el ejercicio del poder de mercado. En efecto, si volvemos al ejemplo de la
tragedia de los comunes y analizamos las dos formas posibles de solución que
evaluamos anteriormente (reparto de la propiedad entre todos los condóminos originales
y asignación de la misma a un único dueño), la ausencia de costos de transacción nos
garantiza la posibilidad de que tanto los derechos sobre el recurso como los bienes
surgidos de la explotación del mismo se comercien libremente. Pero si, como
consecuencia de una determinada asignación, lo que se crea es un monopolio sobre los
bienes producidos (capaz de influir sobre los precios de mercado de dichos bienes),
entonces la asignación de los derechos de propiedad no es neutra en términos de
eficiencia.
Gráfico 3.3

D CmS

Im

Q
0 Qm Qe

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Lo expuesto puede verse en el gráfico 3.3, en el cual hemos representado cuál
sería el resultado de asignar los derechos de propiedad sobre un recurso común a una
sola persona que pasara a convertirse en monopolista del mercado del bien que se extrae
del recurso. En dicha circunstancia, el nuevo propietario único enfrentará toda la
demanda del bien (D), y para maximizar sus beneficios igualará su ingreso marginal
(Im) con el costo marginal social de utilizar el recurso. Esto generará una situación de
sub-explotación del recurso ahora monopolizado, que implicará un nivel de producción
(Qm) inferior al socialmente eficiente (Qe). Si la asignación de los derechos de
propiedad se hubiera hecho de manera fraccionada entre múltiples propietarios, este
problema de monopolización no habría tenido lugar, y el equilibrio de mercado se
hubiera establecido en el punto en el cual el precio de demanda se iguala con el costo
marginal social, y hubiera inducido por lo tanto un nivel de producción eficiente.

Gráfico 3.4

P CmS

D = Im

Q
0 Qm = Qe

La diferencia entre una situación de monopolio y una de competencia (una vez


resuelta la tragedia de los comunes) no existe en cambio en un caso como el
representado en el gráfico 3.4, en el cual la entrega del recurso a un solo propietario no
le permite al mismo adquirir una posición en el mercado de “Q” que lo faculte para
influir sobre el precio del bien. En una circunstancia como ésa, tanto un propietario
único como un conjunto de propietarios múltiples con derechos de propiedad bien
definidos terminan igualando el precio de demanda con el costo marginal social,
produciendo la cantidad eficiente del bien bajo análisis (Qm = Qe).
Para que el teorema de Coase pueda interpretarse como una proposición que
demuestra la eficiencia del equilibrio de mercado en cualquier circunstancia resulta
necesario hacer una interpretación más estricta del significado de la expresión “ausencia
de costos de transacción”. Dicha interpretación es la que considera que los costos de
transacción son nulos cuando la negociación es tan perfecta que resulta posible que
alguien se apropie de todos los excedentes que el mercado es capaz de generar. Esto
quiere decir que, por más que la asignación de derechos de propiedad cree poder de
mercado, dicho poder puede ser ejercido de modo tal que su posesión no implique una
pérdida de eficiencia en equilibrio. Según esta definición, por lo tanto, una situación de
monopolio simple sería un caso en el cual los costos de transacción no son nulos (ya que
el monopolista no puede negociar separadamente con cada comprador y debe
contentarse con establecer un único precio para todos sus clientes).
Los costos de transacción sí serían nulos, en cambio, en una situación de
monopolio perfectamente discriminador (en la cual el monopolista se apropia de todo el

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excedente del consumidor) o en un equilibrio eficiente de monopolio bilateral (en el
cual las ganancias del comercio se maximizan y se reparten de acuerdo con la
preferencia intertemporal y la aversión al riesgo de las partes). Nótese que esta
definición tan amplia de costos de transacción no sólo implica que el poder de mercado
no genera ningún problema de eficiencia sino que la información asimétrica tampoco lo
hace, debido a que –en una negociación que no tiene ningún costo– la obtención de
información para negociar se supone que es también completamente gratuita.
La necesidad de incorporar tantos elementos dentro del concepto de costos de
transacción hace que, como principio de economía positiva, el teorema de Coase tenga
una aplicación muy limitada. Pero esta escasa aplicación resulta ser al mismo tiempo la
base de su poder como idea para evaluar las normas jurídicas. En efecto, si los costos de
transacción no son nulos, lo que el teorema de Coase nos dice es que una adecuada
asignación de los derechos de propiedad puede servir para: a) reducir tales costos, y b)
hacer innecesarias transacciones costosas. Al primero de dichos corolarios, Cooter y
Ulen (1997) lo denominan “teorema normativo de Coase”, y lo enuncian como un
principio que dice que el derecho debe estructurarse de modo que se eliminen los
impedimentos para los acuerdos privados. Un ejemplo de cómo la asignación de
derechos de propiedad logra esto se da en los casos de externalidades entre vecinos. Si,
por ejemplo, no resulta claro si una persona tiene derecho a utilizar la pared medianera
que separa su inmueble del de su vecino para realizar determinada obra, la ejecución de
la misma implicará primero la necesidad de que ambos vecinos definan quién tiene
derecho a hacer qué cosa en dicha pared medianera. Si las reglas de aprovechamiento de
las medianeras están en cambio bien definidas (es decir, si los derechos de propiedad
sobre las mismas están bien separados entre los vecinos), la construcción de la obra en
cuestión implicará simplemente el ejercicio de un derecho originario o a lo sumo una
negociación para determinar un pago compensatorio de un vecino al otro.
Al segundo corolario normativo del teorema de Coase, Cooter y Ulen lo
denominan “teorema normativo de Hobbes”, en referencia a la obra de Thomas Hobbes,
filósofo inglés del siglo XVII. Este principio dice que el derecho debe estructurarse de
modo que se minimice el daño causado por las fallas de los acuerdos privados, y que
por lo tanto los derechos de propiedad deben asignarse a la parte que probablemente los
valore más. Si resulta posible aplicar este principio, los costos de transacción resultan
menos importantes como un impedimento para llegar a una asignación eficiente de los
recursos económicos, ya que dicha asignación pasa a depender menos de las
transacciones (que se vuelven menos necesarias). El ejemplo de los vecinos visto en el
párrafo anterior puede resultar útil para ilustrar también este principio. Si se supone que
la obra que el vecino va a ejecutar en la pared medianera es algo cuya utilidad para él es
mucho mayor que el perjuicio que le puede causar al otro vecino (por ejemplo, es una
habitación ubicada dentro de su propio terreno que usa a la medianera como una de sus
paredes de soporte), establecer que tiene derecho a hacerla sin tener que negociar con
nadie es un modo efectivo de ahorrar costos de transacción a nivel social. Si, en cambio,
se trata de una obra cuya utilidad es dudosa y cuyo perjuicio al otro vecino es
probablemente elevado (por ejemplo, es una chimenea que arroja humo directamente
hacia la casa del otro vecino), el teorema normativo de Hobbes nos dice que lo más
beneficioso es que el derecho de autorizar o desautorizar la obra recaiga sobre el
presunto damnificado.

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