La Edad Media en Capítulos Cap 1 (L Miranda)

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[2014] LIBROS DE TEXTO PARA ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS

La Edad Media
en capítulos
Panorama introductorio
a los estudios medievales

Lidia Raquel Miranda


(Editora)
LIBRO DE TEXTO PARA ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS

La Edad Media en capítulos. Panorama introductorio a los estudios


medievales. Lidia Raquel Miranda (Editora)

Mayo de 2015, Santa Rosa, La Pampa

Coordinación de Diseño: División Diseño-UNLPam


Diseño de interior: Helga Lell y Raquel Miranda

Impreso en Argentina

Cumplido con lo que marca la ley 11.723


EdUNLPam - Año 2015
Cnel. Gil 353 PB - CP L6300DUG
SANTA ROSA - La Pampa - Argentina
CAPÍTULO I
El Medioevo en metáforas y apreciaciones: la
cultura popular y la cultura académica en la
encrucijada

Lidia Raquel Miranda

1. Propuesta
Como sabemos, nadie inicia el estudio formal de ninguna
disciplina desde la nada. Por el contrario, todos estamos condicionados
de alguna manera por datos o indicios que provienen de la cultura que
nos rodea. Los estudios referidos al pasado, como el caso de los que
conciernen a la Edad Media, están particularmente sumergidos en la
cultura occidental popular, de numerosas formas, lo cual tiene,
ciertamente, consecuencias en nuestra comprensión de la historia, en
especial porque los estudios académicos suelen demandar un alto grado
de sofisticación y complejidad. Sin embargo, aunque el estudio en el
nivel superior nos provee de herramientas para desentrañar errores y
medias verdades que circulan en el dominio público, también es cierto
que la cultura popular da cuenta de cierta ―curiosidad instintiva‖ (Bull
2005: 7, mi traducción) que promueve el interés por la historia, la
literatura y el arte. La cultura popular 1 es, en síntesis, una de las formas
más comunes de pensar acerca del pasado y en cómo nos situamos en
relación a él.
Por ello, en este capítulo deseamos aprovechar el cúmulo de
imágenes sobre el Medioevo que la cultura actual nos proporciona como
inicio de nuestras reflexiones para continuar, en los capítulos siguientes,
con otras aproximaciones un poco más especializadas.

1
La denominación ‗cultura popular‘ resulta útil pero es, sin duda, una gran
simplificación pues con ella se engloba una enorme variedad de perspectivas y grados
de complejidad en lo que se refiere a manifestaciones y bagaje cultural. No nos
ocuparemos aquí de problematizar el concepto, para no apartarnos del objetivo de este
libro. Remitimos para ello a Grignon y Passeron (1989), de Certeau (2004) y García
Canclini (2010), entre otros autores.

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Lidia Raquel MIRANDA

2. La Edad Media en el imaginario actual


Si preguntáramos a distintas personas de dónde provienen sus
ideas del pasado, las respuestas revelarían una combinación de muchas
fuentes. Posiblemente se mencionarían fuentes de naturaleza académica,
pero sin duda las más seguras serían las de origen popular: tradiciones
familiares, historias para niños, cuadros en las escuelas, observaciones de
los docentes, textos escolares, contactos con la cultura de élite en la
forma de asistencia a museos y galerías, turismo, juguetes y juegos,
novelas y cuentos, televisión y películas, historietas y la lista podría
seguir. Esta circunstancia revelaría de manera explícita que el estudio
universitario de la historia no existe aislado de otras formas de
pensamiento sobre el pasado, aunque las conexiones entre ellos son
problemáticas y variables.
La realidad es que vivimos rodeados por el pasado. Estamos
expuestos a él de numerosas maneras: la historia, por ejemplo, es terreno
fértil para publicistas y diseñadores; los arquitectos pueden repetir en los
planos de sus edificios algunas tendencias del pasado; en el ámbito del
periodismo, la habilidad de contextualizar hechos actuales mirando el
pasado es considerada una prueba de juicio y agudeza; por su parte, los
museos y sitios de interés histórico solemnizan el pasado pero también lo
integran al mundo del ocio y del entretenimiento.
El rasgo más llamativo del modo en que la moderna cultura
occidental2 ‗empaqueta‘ el pasado es el gusto por la mezcla ecléctica de
diferentes períodos, lugares y civilizaciones. Numerosos juegos
electrónicos, por citar un caso, crean mundos en los cuales la clave visual
es un traje y una armadura medievales pero con tecnología y arquitectura
provenientes de diferentes fuentes. Las fantasías referidas a brujas y
brujerías condimentan la misma clase de composición, de modo
semejante a como lo hace la ciencia ficción que, en un escenario en el
futuro, suele ubicar imágenes e ideas del pasado.
Nuestra inclinación por las misceláneas es entendida como un
síntoma de la condición posmoderna 3 ya que, al haber abandonado la

2
No nos detenemos aquí en la definición de ‗cultura occidental‘ porque es
un tema que desarrollan los capítulos siguientes. Un panorama de la conformación de la
cultura occidental y algunas de sus proyecciones en el mundo contemporáneo puede
encontrarse en Ferrari y Miranda (2012).
3
El término ‗posmodernidad‘ engloba una amplia gama de
movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos surgidos a partir de la segunda

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El Medioevo en metáforas

confianza en la historia como progreso, la cultura actual ‗juega‘ con el


pasado a través de diferentes combinaciones de hechos, objetos y
perspectivas, libremente elegidas. Sin embargo, resulta oportuno
recordar, sobre todo para relativizar dicha apreciación, que colocar juntas
diferentes partes del pasado y mezclar las cosas no son invenciones
recientes: algo similar ocurría en la épica antigua y medieval, cuyas
narraciones se basaban en gestas ocurridas en siglos anteriores; o en la
literatura artúrica del siglo XIII, inspirada en hechos del siglo VI; o en el
gusto por las listas y los catálogos que, según describe Eco (2009),
promueven una suerte de ‗vértigo del infinito‘ ya que reúnen elementos
entre los que no existe ninguna relación específica. En este sentido, nada
más gráfico que la nota que incluye Eco en otro de sus textos:

Objetos contenidos en el tesoro de Carlos IV de Bohemia:


El cráneo de san Alberto, la espada de san Estéfano, una
espina de la corona de Jesús, trozos de la Cruz, el mantel
de Última Cena, un diente de Santa Margarita, un trozo de
hueso de san Vidal, una cestilla de santa Sofía, la barbilla
de san Eobano, una costilla de ballena, un colmillo de
elefante, una vara de Moisés, vestidos de la Virgen.
Objetos del tesoro del duque de Berry: Un elefante
cubierto de paja, un basilisco, maná encontrado en el
desierto, un cuerno de unicornio, nuez de coco, anillo de
casamiento de san José. Descripción de una exposición de
pop art y nouveau réalisme: Muñeca destripada de la que
salen cabezas de otras muñecas, un par de gafas con ojos
pintados en los cristales, una cruz con botellas de Coca-
Cola clavadas y una lamparita en el centro, un retrato de
Marilyn Monroe multiplicando, una ampliación de un
tebeo de Dick Tracy, una silla eléctrica, una mesa de ping-
pong con bolas de yeso, partes de automóvil prensadas, un
casco de motorista decorado al óleo, una pila eléctrica de

mitad siglo XX, que se extienden hasta la actualidad, caracterizados en diverso grado
por oposición o superación de los intereses de la Edad Moderna. Aunque se aplica a
corrientes muy diversas, todas ellas comparten la idea de que la modernidad fracasó en
su empeño de renovación radical de las formas tradicionales del arte y la cultura, el
pensamiento y la vida social. Para un análisis de la complejidad de la definición y
características de la posmodernidad recomendamos Díaz (1999).

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Lidia Raquel MIRANDA

bronce sobre un pedestal, una caja que contiene tapones de


botellas, una mesa vertical con un plato, un cuchillo, un
paquete de Gitanes y una ducha colgada sobre un paisaje
al óleo. (Eco 2004: 31, nota 2)

La única diferencia entre las colecciones de una y otra época que


muestra el texto citado reside en el hecho de que, en la era actual, el
muestrario cultural de fragmentos y piezas del pasado es mucho más
grande y diverso en antes.
Las percepciones populares del pasado pueden ser una mezcla
pero eso no nos habilita a decir que son un completo caos. En ellas
subyace una gran selección y un orden: por ejemplo, varios períodos
históricos y determinados lugares actúan como puntos de referencia; y no
todos los fragmentos son comprendidos en los mismos términos, pues
algunos tienen significación específica y otros son más difusos. Según
Bull (2005), la Edad Media entra en esta segunda categoría porque, a
diferencia de algunas otras épocas, no se expresa en un rango acotado de
imágenes y asociaciones en la representación popular.

―La civilización del antiguo Egipto duró muchos


siglos y fue rica y diversa, pero su lugar en la
cultura popular de hoy día es como un campo
compacto de imágenes y asociaciones. Uno piensa,
por ejemplo, en pirámides, templos, faraones, la
máscara de oro de Tutankamón, momias,
maldiciones de momias, jeroglíficos y Cleopatra. El
repertorio de asociaciones es pequeño pero potente
y muy importante es que cada elemento parece
reforzar la validez de todos los otros, o al menos no
debilitarla. De esta manera, pensamos que lo que
sacamos de los elementos interrelacionados es una
visión internamente consistente de ‗cómo‘ era el
antiguo Egipto. En cierto sentido, lo mismo se
aplica a las imágenes populares de Grecia y Roma
clásicas‖. (Bull 2005: 10, mi traducción)
Réplica de la máscara funeraria de Tutankamón,
exhibida en la Exposición ―Tutankamón, su tumba
y sus tesoros‖, París (Francia).
Foto. M. E. García Miranda, 2012

22
El Medioevo en metáforas

En claro contraste, aunque hay fuertes nexos con la Europa


medieval, no existe un conjunto de asociaciones tan dominante que
represente ese período y ese lugar con la claridad que un campo de
imágenes lo hace con el antiguo Egipto.

No se registran momentos icónicos de descubrimiento


para la Edad Media igual al hallazgo de la Piedra Rosetta4,
la cual reveló el misterio de los jeroglíficos, o la apertura
de la tumba de Tutankamón por parte de Howard Carter.
No hay una Pompeya medieval congelada en el tiempo
bajo la ceniza volcánica. La Edad Media parece cercana a
nosotros de alguna manera, pero eso solo hace más difícil
verla en derredor. Explorar el lugar del período medieval
en la cultura popular moderna, por lo tanto, implica
localizar varios y diferentes cabos de ideas e imágenes, no
todos los cuales encajan nítidamente unos junto a otros
(Bull 2005: 10, mi traducción).

3. Ni ángeles ni demonios
Existen diferentes expresiones intelectuales que comparan
nuestra época con la Edad Media, ya sea por identificación o por
oposición: nueva Edad Media (Eco 2004; Sacco 2004), sociedad
neofeudal (Colombo 2004), tensiones de poder territorial (Alberoni
2004), entre otras, son algunas de las fórmulas comparativas empleadas.
En efecto, establecer analogías y metáforas resulta una vía útil al
conocimiento científico para comprender y explicar los fenómenos, tanto
naturales como sociales.

4
La Piedra Rosetta es un fragmento de una antigua losa egipcia con el texto
de un decreto, publicado en Menfis en 196 a. C., que aparece en tres escrituras distintas:
el texto superior, en jeroglíficos; el del medio, en demótico y el inferior, en griego. La
comparación de las tres inscripciones posibilitó el entendimiento de los jeroglíficos
egipcios. Actualmente se conserva en el Museo Británico de Londres (Inglaterra), donde
también se expone una réplica a cuyo pie se lee ―La Piedra Rosetta. Esta es una copia
moderna de la exhibida como era cuando llegó al Museo Británico [en el siglo XIX].
POR FAVOR, TÓQUELA. La original se encuentra en la Sala 4‖ (mi traducción). Sin
duda, tanto la reproducción como el texto que la presenta recogen la afición del público
general por ‗estar en contacto‘ con los restos de épocas pasadas y fomenta la
fetichización en la cultura popular.

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Lidia Raquel MIRANDA

Y si es así para la cultura especializada, cuánto más para la


popular que, a través de referencias a la Edad Media, encuentra una
manera de hablar sobre aspectos de la experiencia moderna. Este tipo de
actividad metafórica es realizada constantemente pues la lengua que
hablamos y escribimos es abundante en metáforas, símiles y analogías, y
de manera constante describimos una cosa con referencias a algo bastante
diferente5.
El término ‗medieval‘ es usado en las películas como sinónimo
de violencia y brutalidad, tal como ejemplifica Bull (2005) con
referencias a Pulp fiction6. También en el discurso político y en el de los
medios, la palabra ‗medieval‘ tiene connotaciones negativas:
primitivismo, superstición, fanatismo, miedo, irracionalidad,
superficialidad, inflexibilidad e intolerancia son algunas de ellas.
Esta visión negativa tiene su fundamento en las concepciones
sobre la Edad Media que tenía la Ilustración7: los pensadores ilustrados,
basados en la concepción de la razón como progreso de la humanidad,
relegaron la Edad Media a una posición inferior en la visión histórica.
Desde esta perspectiva, el Medioevo fue visto como un período en el que
la humanidad estuvo impedida de realizar todo su potencial a causa del
barbarismo y la superstición. Consideraban a la religión como gran
artífice de esta situación, ya que, con la herramienta de una Iglesia
sumamente poderosa, ella protegió su poder manteniendo a la gente en la
ignorancia. La pobreza generalizada también fue la causa de que no se
motorizaran cambios durante mucho tiempo. La violencia fue moneda
corriente, el síntoma de una civilización defectuosa que fue incapaz de
mantener su propio control, según los intelectuales de la Ilustración.
Si bien el pensamiento y la cultura occidental se fueron
moviendo en diferentes direcciones desde la época de la Ilustración, sus
convicciones todavía ejercen una fuerte influencia en las sensibilidades

5
Véase Miranda y Rodríguez Chaves (2014) para comprender los alcances
semánticos del uso metafórico en verbos del español y del inglés.
6
Pulp fiction (traducido como Tiempos violentos) es un filme
norteamericano de 1994, dirigido por Quentin Tarantino y protagonizado por John
Travolta, Uma Thurman, Bruce Willis y Samuel L. Jackson.
7
La Ilustración fue un período histórico y un movimiento cultural e
intelectual europeo —desarrollado principalmente en Francia e Inglaterra— que abarcó
desde fines del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución francesa, aunque en algunos
países perduró hasta los primeros años del siglo XIX.

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El Medioevo en metáforas

actuales, lo cual permite explicar por qué la mayoría de las ideas sobre la
Edad Media son negativas en la cultura popular.
Pero no todas lo son: las hay idílicas y agradables, que sirven
para mostrar los efectos perniciosos del mundo moderno. Este tipo de
visión sobre la Edad Media surgió en el siglo XIX y subyace,
fundamentalmente, en la idea de respeto del entorno y de pasividad y
pureza del ambiente rural. Sin embargo, esta valoración también es
incorrecta porque en el período medieval se hicieron enormes cambios en
el medio ambiente: vastas franjas de bosque fueron taladas; muchos
pantanos, drenados y varias costas, alteradas. Fue, simplemente, la
tecnología disponible —y no un sentimiento de respeto y de necesidad de
contacto con la naturaleza— lo que limitó el impacto de la intervención
sobre el contexto natural.
Otra perspectiva que es frecuente a la hora de calificar la Edad
Media es la del exotismo. Lo exótico dio lugar a la aparición de la novela
gótica8: campos neblinosos, castillos en ruinas y misteriosos, ruidos de
cadenas fantasmagóricas, oscuros agüeros y portentos, labriegos
supersticiosos, monjes quejumbrosos, cámaras de tortura y siniestros
pasajes escondidos son los tópicos más frecuentes de este subgénero
narrativo, que perviven en la moderna literatura de terror.
El interés o revival de la Edad Media a partir del siglo XVIII fue
evidente en muchas manifestaciones, incluidas la poesía, la literatura en
prosa, la pintura y el teatro. Pero uno de los ámbitos culturales en los que
tuvo mayor visibilidad fue la arquitectura, no solo en lo que concierne a
la construcción, sus medios e ingeniería, sino también por la idea de que
un edificio contiene más que lo obvio. En efecto, en esta época se
concibe que un edificio puede comunicar los más grandes valores de la
sociedad que los creó, es decir que a los significados estéticos de las
construcciones se suman valores sociales y culturales, nociones de
espiritualidad e, incluso, de política. Por ejemplo, en la novela Notre-
Dame de Paris, de Víctor Hugo, publicada en 1831, la catedral es central,
como un personaje más que representa los valores y hábitos de la
civilización de 1482.

8
La novela gótica, que se desarrolló desde finales del siglo XVIII y llega a la
actualidad, posee características vinculadas al movimiento estético del Romanticismo:
una ambientación romántica se conjuga con personajes extraños, peligros y problemas.
Las ubicaciones y los personajes respondían a la demanda de temas propia de la
propensión al medievalismo, el exotismo y el orientalismo de la sensibilidad romántica.

25
Lidia Raquel MIRANDA

En el interior de la catedral de
Notre Dame, una placa reza: ―En el
año 1163, bajo el pontificado del
Papa Alejandro III y el reino del
Rey Luis VII, Maurice de Sully,
Obispo de París (1160-1196)
emprendió la construcción de esta
catedral en honor de la
Bienaventurada Virgen María, bajo
el título de Nuestra Señora de
París‖ (mi traducción).

Fachada de la catedral de Notre


Dame, París (Francia)
Foto : L. R. Miranda, 2012

Pero el punto más


saliente de la reivindicación
del período medieval se halla
en la reconstrucción de
las Casas del Parlamento de
Londres, luego del incendio
de 1834. El concurso para
adjudicar la obra especificaba
que el estilo para llevarla a
cabo debía ser el gótico
perpendicular pues encarnaba
un rasgo original y distintivo
de Inglaterra. Este dato es
relevante porque por primera
vez se elegía el estilo para un
edificio oficial que, además,
era el de mayor envergadura
Vista de las Casas del Parlamento,
y jerarquía que se podía Londres (Inglaterra).
erigir. Foto: L. R. Miranda, 2013

26
El Medioevo en metáforas

Charles Barry ganó el concurso y su edificio se trasformó en un


ícono de Inglaterra. Los detalles de decoración y ornamentos
correspondieron a Augustus Welby Pugin, arquitecto y escritor que,
gracias a sus ilustraciones en libros de arquitectura gótica, había
contribuido a divulgar el estilo.
Tal como propone Bull (2005), la arquitectura al modo medieval
fue de interés para sofisticados pensadores del siglo XIX porque
reforzaba el uso de la Edad Media como una metáfora para los cambios
sociales y culturales que ellos querían ver en sus propios días.
El gusto por construir edificios al estilo medieval corre paralelo
con un interés en la forma de vida y valores de la gente que vivió en la
Edad Media original, lo cual incluye la idea de que los hombres son más
importantes que las mujeres y que hay personas con mayor nivel social
que otras. Por eso no debe extrañarnos la particular atención puesta en las
ideas y valores de la aristocracia masculina. Esto recala, obviamente, en
el código de caballería. Algunos textos de 1700 difundieron la imagen
del caballero medieval como físicamente bravo, noble, decidido,
generoso, leal con sus superiores, responsable para con sus subordinados
y considerado hacia las mujeres. La caballería vista en estos términos
positivos tuvo un doble efecto en los hombres de los siglos XVIII y XIX:
anclada históricamente en el pasado medieval, la caballería se sentía
como real y no como un ideal imposible, y esto hizo que pareciera
particularmente atractiva y relevante para los aristócratas de la época y
sus admiradores. La Revolución francesa dio por tierra con esta
celebración de clase. Pero para los aristócratas de la posrevolución, como
Chateaubriand9, por ejemplo, ese tiempo de la caballería, como sinónimo
de la Edad Media, fue un símbolo de los buenos viejos tiempos de una
sociedad armoniosa que se había perdido.
Ivanhoe, de 1819, y otras novelas de Walter Scott10 tuvieron
numerosos imitadores que fijaron la imagen del héroe caballeresco en la
mentalidad popular. Y hasta se podría sugerir que encarnaciones
posteriores de los valores del caballero medieval, como el caso de las

9
Se considera que el desatacado diplomático, político y escritor François-
René, vizconde de Chateaubriand fue el fundador del Romanticismo en
la literatura francesa.
10
Fecundo escritor del Romanticismo británico, versado en la novela
histórica, género que creó tal y como se conoce actualmente.

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Lidia Raquel MIRANDA

películas de cowboys y de acción, tienen una gran deuda con la visión de


Scott (Bull 2005).
Otro estereotipo moderno del hombre medieval es el del salvaje
vikingo. La imagen de violador y saqueador del vikingo tiene su origen
en la mitad del siglo XIX, época en que la historia académica se pone en
contacto con las sagas y otros poemas de Islandia. Escrita por monjes y
clérigos, representativos de la clase de instituciones que eran más
vulnerables a las incursiones vikingas a raíz de que sus iglesias y tesoros
eran el mejor botín, esta literatura los presenta como las fuerzas oscuras
que actúan a través de la barbarie y la violencia. La moderna arqueología,
sin embargo, ha demostrado que los vikingos estaban inmersos en una
compleja red de comercio que desacredita la imagen más difundida y
sustenta una visión más doméstica y menos violenta de los escandinavos
del Medioevo.
Los varios modos en que los vikingos han sido representados
son una buena demostración de cómo las relaciones entre visión popular
y visión académica del pasado medieval son constantemente redefinidas.
La perspectiva académica, que es más dinámica, nos ayuda a comprender
que la Edad Media fue ‗inventada‘ como fenómeno cultural,
principalmente en los siglos XVIII y XIX, y a conocer las maneras en
que permanentemente es reconstruida.
Según explica Sanmartín Bastida (2004), el término
‗medievalismo‘ puede ser entendido en tres sentidos:

[…] el estudio de la Edad Media; la aplicación de modelos


medievales a las necesidades contemporáneas; y la
inspiración en el Medievo de las formas del arte y del
pensamiento. Pero el tipo de medievalismo que
recientemente se impone en las Humanidades, y que
algunos han llamado Nuevo Medievalismo, es el
movimiento que se ocupa de abordar el primer sentido de
esta palabra, es decir, los estudios que han creado los
siglos medios que conocemos hoy día: unos estudios que
muestran las relaciones entre los ideales de una época y
los modelos de Medievo literario o histórico que se
derivan de éstos. (Sanmartín Bastida 2004: 230)

La autora sostiene, además, que esa propuesta se ha ampliado


acertadamente hacia otros estudios que abordan una amplia gama de

28
El Medioevo en metáforas

realizaciones culturales (la literatura, la política, la música, la religión,


etc.), por lo cual no es solo prerrogativa de las investigaciones
académicas. De esta manera, el conocimiento del medievalismo de una
época se realiza desde una perspectiva interdisciplinar, ―cuyo éxito
dependerá de que los historiadores se sensibilicen respecto al
funcionamiento interno del arte y los estudiosos de la literatura observen
el marco social de las realizaciones estéticas‖ (Sanmartín Bastida 2004:
230).
Pensar sobre el medievalismo es un buen camino para empezar a
apreciar la complejidad de la Edad Media. Y es bueno también tener en
cuenta que los clichés de la cultura popular y los estereotipos no son
necesariamente malos. Es cierto que ellos, en general, distorsionan la
realidad, tienen que ser enfocados selectivamente para que funcionen y
siempre son extremadamente simplificadores; por eso es preciso tener
prudencia a la hora de las apreciaciones dado que el Medioevo fue
inmensamente diverso en lugares y momentos. ―Pero una apreciación de
las libertades que la cultura popular se toma con la Edad Media, por lo
tanto, es una manera de estar prevenidos y armados de antemano para ser
escépticos sobre todas las otras generalizaciones y axiomas, las que
parecen venir con un sello docto de aprobación […].‖ (Bull 2005: 41, mi
traducción).

4. Pero entonces ¿qué es la Edad Media?


Como hemos visto en los ejemplos de los párrafos anteriores, el
medievalismo se plantea como proyecto estudiar el modo en que se
desarrolló el imaginario de la Edad Media en diferentes tiempos y
culturas y cómo se aplicaron y se concibieron sus modelos en el arte, la
literatura o la historia. Las propuestas actuales del medievalismo son
congruentes además con la revisión de los presupuestos metodológicos
de la posmodernidad, ya que resulta imprescindible hoy renovar algunos
parámetros de pensamiento que se consideraban fundamentales en épocas
pasadas. Por ello, el debate en torno a las nociones compartidas sobre la
Edad Media es necesario y requiere un ineludible punto de partida:
establecer los alcances conceptuales de la palabra ‗Medioevo‘,
construcción cultural e histórica que hemos heredado de las valoraciones
que nos antecedieron en el tiempo.
La noción de Edad Media es una convención cronológica que
tiene su germen en las reflexiones de los humanistas de los siglos XV y
XVI que, con el redescubrimiento y el estudio de los clásicos, se habían

29
Lidia Raquel MIRANDA

formado la idea de un intervalo de muchos siglos ‗en el medio‘ de la


cultura de los antiguos y la cultura de su momento presente.
Por eso, para definir el concepto de Edad Media, lo más sencillo
siempre ha sido compararla con el movimiento posterior, el
Renacimiento. Lo curioso es que, en realidad, hasta muy avanzado el
siglo XIX, ni ‗Edad Media‘ ni ‗Renacimiento‘ eran denominaciones
habituales en el mundo europeo y la idea de que la época medieval fue
una continuación del mundo antiguo se extinguió muy lentamente. En el
siglo XIX el nombre ‗Edad Media‘ comenzó a reemplazar al de ‗gótico‘,
aunque dicha sustitución no fue homogénea en todos los países. La
oposición de Edad Media y Renacimiento, tal como la entendemos hoy
día, se debe principalmente a la publicación del libro de Jakob
Burckhardt Die Kultur der Renaissance in Italien: ein Versuch (La
cultura del Renacimiento en Italia: un experimento), de 1860 (Sanmartín
Bastida 2004).
Pero la periodización histórica es algo bastante reciente, lo cual
dificulta la delimitación del campo del medievalismo desde el punto de
vista terminológico, más aún si queremos prescindir del fácil recurso de
presentar a la Edad Media como claramente contrapuesta al
Renacimiento.
Además del establecimiento de cuándo comenzó y cuándo
finalizó la Edad Media, temas que se abordan en los capítulos siguientes
de este libro, el problema cronológico se extiende a otros interrogantes,
tales como cuándo empezó el interés en Europa por los siglos medios y el
reconocimiento de su especificidad 11.
Lo que resulta evidente es que nuestros hábitos mentales nos
impiden muchas veces tomar distancia de las premisas establecidas y
recibidas de las centurias anteriores, especialmente del siglo XIX:

Hoy los historiadores no discuten la oportunidad de seguir


usando el concepto de Edad Media, demasiado presente en
el uso común como para ser abolido. Pero nos recuerdan a
todos que la llamada Edad Media duró nada menos que
mil años (una duración enorme) y que no es posible que
los mil años hayan sido todos iguales. Podemos en cambio

11
No nos ocuparemos aquí de esta problemática pues excede los objetivos
del capítulo, remitimos a Sergi (2001) y Sanmartín Bastida (2004) para un repaso de
este tema.

30
El Medioevo en metáforas

hallar cierta coherencia en los cinco o seis siglos centrales


de la Edad Media (alrededor del año mil, desde la
expansión franca hasta el desarrollo municipal),
entendidos como la infancia de la Europa moderna, de su
cultura multiétnica (latino-germánica, esencialmente), de
sus formas de convivencia, de sus funcionamientos. (Sergi
2001: 28-29)

La base del problema de la definición de Edad Media parece


residir en el conjunto cronológico y geográfico de lo que normalmente se
incluye en el rótulo de ‗medieval‘. ‗Edad Media‘ es un nombre
prácticamente inmanejable. Y a tal punto lo es que con frecuencia la
cultura general simplifica la caracterización del período en la idea de
‗feudalismo‘, que corresponde, en verdad, a unos pocos siglos del largo
período de mil años, término que, además, suele ser empleado con las
acepciones de la modernidad y no con el sentido original.
A partir de esta constatación —es decir, de las grandes
diferencias que existen entre el principio, la parte media y el final de la
Edad Media que llevan a popularizar la caracterización del Medioevo en
el concepto de lo ‗feudal‘—, Bull (2005) se cuestiona acerca de la
utilidad de usar el largo período de diez siglos (del V al XV) para
enmarcar un período histórico. Tal vez no existan respuestas
satisfactorias para este interrogante y resulte más cómodo mantener las
denominaciones que nos ha legado la tradición.
Pero sí es posible intentar alguna definición de la Edad Media,
tarea que los intelectuales e historiadores siguen realizando y sigue
movilizando el debate. Rescatamos aquí, en honor a la brevedad de un
libro como el que nos convoca, las definiciones de tres pensadores, Sergi
(2001), Eco (2004) y Le Goff (2008), a cuyos textos remitimos para
completar esta aproximación a nuestro tema:

La Edad Media es la era de la experimentación política y


social: sin prejuicios, sin principios, o, para expresarlo
mejor, con principios subvertidos, pero siempre
exuberantes. Es una larga fase histórica en la que no se
cree fidedignamente en la razón, pero tampoco
exclusivamente en lo mágico. No se cree en el estado
como encuadramiento concreto de lo cotidiano, pero se
evocan continuamente los ideales de res publica o de

31
Lidia Raquel MIRANDA

Sacro Imperio Romano. Se teoriza sobre un orden celestial


que se refleja en la tierra, en una especie de álgida
inmovilidad, pero es normal encontrar un obispo del año
mil que habla de carreras que han llevado, en tres
generaciones, a una familia a pasar de ser siervos a
caballeros. La Revolución francesa, al derribar el
feudalismo, creía que había dado el golpe de gracia a la
Edad Media. En realidad, había derribado la caricatura de
la Edad Media, una sociedad inmóvil, ésa sí, piramidal.
(Sergi 2001: 124-125)

¿Qué hace falta para construir una buena Edad Media?


Ante todo, una gran Paz que se desmembra [sic], un gran
poder estatal internacional que había unificado el mundo
en cuanto a lengua, costumbres, ideologías, religiones, arte
y tecnología y que en determinado momento, por su propia
complejidad ingobernable, se derrumba. Se derrumba
porque en las fronteras están presionando los ―bárbaros‖,
que no son necesariamente incultos, sino que traen nuevas
costumbres y nuevas visiones del mundo. Dichos bárbaros
pueden penetrar con violencia, porque quieren apropiarse
una riqueza que se les había negado; o pueden infiltrarse
en el cuerpo social y cultural de la Pax dominante
haciendo circular nuevas fes y nuevas perspectivas de
vida. […]. Por instinto, perseguían la fe que, a distancia,
parecía más peligrosa para el sistema [el cristianismo],
pero por lo general una gran tolerancia represiva permitía
aceptar todo. El colapso de la Gran Pax (militar, civil,
social y cultural a un tiempo) abrió un período de crisis
económica y de falta de poderes, pero ha sido sólo una
reacción anticlerical justificable la que ha permitido que se
considerase la Era de las Tinieblas como una época tan
―oscura‖; efectivamente, incluso la Alta Edad Media (y
puede que más que la Edad Media posterior al año 1000)
fue una época de increíble vitalidad cultural, de diálogos
apasionantes entre las civilizaciones bárbaras, la herencia
romana y las semillas cristiano-orientales, de viajes y
encuentros, con los monjes irlandeses que atravesaban
Europa difundiendo ideas, promoviendo lecturas,

32
El Medioevo en metáforas

inventando locuras de todas clases… En pocas palabras,


en ella maduró el hombre occidental moderno, y en este
sentido es en el que el modelo de una Edad Media puede
servirnos para comprender qué está sucediendo en
nuestros días: a la ruina de una gran Pax sucedieron crisis
e inseguridad, chocaron civilizaciones diferentes y se fue
dibujando lentamente la imagen de un hombre nuevo.
(Eco 2004: 13-14)

Mi Edad Media, por tanto, consiste en esto: una larga fase


de la historia, un período de elaboración y construcción
del mundo moderno que, en el siglo XX, ha abandonado la
relativa moderación de aquélla en la guerra. La Edad
Media es nuestra juventud; tal vez sea nuestra infancia.
(Le Goff 2008: 27)

Con su propia terminología y con el estilo que los caracteriza,


los tres autores coinciden en la valoración de la Edad Media como el
extendido período en que se forjó el hombre occidental. Para ellos es una
convicción que el Medioevo constituye, más que cualquier otra época, la
―matriz de nuestro presente‖ (Le Goff y Truong 2005: 29).

5. ¿Por qué y para qué la Edad Media?


Necesitamos el pasado para anclarnos a nosotros mismos y
proyectarnos hacia el futuro que deseamos. Esta aserción puede sonar
como los slogans políticos tan corrientes en nuestros días, pero utilizar el
pasado para reforzar el presente no es una invención moderna: en la Edad
Media, las historias que se contaban estaban siempre relacionadas con
dinastías particulares o personas distantes en el tiempo; o, mucho antes,
el cristianismo aprovechó todo el pasado institucional del judaísmo,
narrado en el Antiguo Testamento, para asentar y legitimar su propia y
reciente historia, contada en el Nuevo Testamento.
Para los individuos y los grupos sociales el pasado es un
depósito de imágenes e historias que permiten instalar un sentido y crear
y sostener identidades, como hemos visto en los ejemplos mencionados
en este capítulo. Sin embargo, es frecuente que se cuestione o se ponga
en tela de juicio la ‗relevancia‘ de los estudios medievales, y destaco el
término puesto que es una elección sutil que la mayoría de las veces
esconde una idea restrictiva acerca de la ‗utilidad‘ que deberían tener los

33
Lidia Raquel MIRANDA

estudios universitarios, sustentada en los efectos eminentemente


prácticos de algunos de los campos académicos.
Las respuestas de los medievalistas a este tipo de planteos han
sido muchas. Por ejemplo, se sostiene que el pasado en sí mismo es un
recurso con dimensiones social y económica. En los países europeos, ese
argumento es sólido: el turismo y las industrias a él asociadas emplean
mucha gente y, además, son fuente de ingreso de dinero desde el
extranjero. El argumento hace agua cuando se refiere a países donde no
existe historia medieval, como es el caso del nuestro. Otro fundamento
afirma que el estudio de la Edad Media tiene un valor intangible, como
todas las áreas de las humanidades; pero esta idea de que los estudios
medievales forman parte de nuestra alma colectiva más parece un anhelo
que un efecto claramente observable.
Sin duda, el punto problemático se halla en la ‗vulnerabilidad‘
de ciertas áreas de especialidad académicas (estudios medievales,
estudios clásicos, filosofía, artes y cultura) en el debate acerca del valor
académico en la sociedad moderna, debate que, en realidad, lleva varios
años de vigencia.
El ataque más común se refiere a lo lejano que está el Medioevo
como para que proporcione muestras valiosas de cómo el pasado y el
presente se interconectan; sin embargo, esto carece de sustento porque el
objetivo del estudio de la historia no es el de establecer relaciones
mecánicas de causa-consecuencia que expliquen el mundo actual, razón
con la que están de acuerdo incluso los historiadores del tiempo presente.
Otra perspectiva contra el medievalismo es la que sostiene que
se trata de la ―reliquia de una visión histórica eurocéntrica y pasada de
moda‖ (Bull 2005: 107, mi traducción). O sea que el medievalismo,
como los estudios clásicos, carga no solo con el mote de irrelevante por
su lejanía cronológica sino también por su (supuesto) conservadurismo
ideológico. Afirmaciones de ese tipo evidencian un palmario
desconocimiento de los avances y cambios metodológicos de la
disciplina, que corren paralelos a los de otros campos científicos, no solo
de las humanidades12.
Pero no hay duda de que el tema de la ‗relevancia‘ ejerce mucha
influencia, como en las elecciones de qué carrera estudiar, de qué libros

12
Para un análisis de estas problemáticas en nuestro marco académico local,
sugerimos la lectura de Miranda (2006).

34
El Medioevo en metáforas

publicar, de qué carreras les conviene a las universidades y otras


instituciones educativas ofrecer. Por ello, no es equivocado estar a la
defensiva y desarrollar argumentos a favor de la importancia de los
estudios medievales como disciplina académica.
Tal como propone Bull (2005), lo más adecuado es empezar la
discusión evitando las generalizaciones extremas y procurando, en
cambio, focalizar ejemplos puntuales de cómo lo que ocurrió en la Edad
Media todavía nos afecta. Para desarrollar esa línea argumental, el autor
elige el caso de la lengua inglesa porque considera que, además de que la
enseñanza de la lengua y la literatura forma parte de los programas
académicos de las universidades, la lengua es una clave para observar
cómo los individuos y los grupos funcionan cultural, social, política e
ideológicamente, y esa sola característica ya la convierte en un tema de
investigación histórica. Más aun, la lengua puede proveer evidencia de
muchos procesos históricos que tuvieron repercusiones más allá del
dominio específicamente lingüístico, por ejemplo en las transformaciones
de los modelos sociales, en las crisis políticas, en los desarrollos
tecnológicos, en las reformas educativas, en las migraciones y en los
encuentros coloniales entre diferentes personas. ―Mucho de la historia, en
pocas palabras, ha dejado su marca en la lengua‖ (Bull 2005: 108, mi
traducción).
Las lenguas, como sabemos, son el resultado de largas
mutaciones (Junyent 1993), y el desarrollo de las cronologías de los
idiomas europeos sigue diversos caminos. Al pensar en la relevancia de
la Edad Media para la lengua inglesa, Bull (2005) tiene presente cuánta
historia ha pasado desde el año 1500, lo cual le permite valorarla en una
escala conveniente. En 1500, el inglés pertenecía a un grupo de dialectos
hablados por probablemente menos de 3 millones de personas (de hecho,
la densidad de población había descendido en los siglos XIV y XV como
consecuencia de las plagas y las hambrunas). La lengua estaba limitada a
las Islas Británicas y era solo una de las lenguas habladas en las distintas
partes de dicho archipiélago. No se puede negar que el inglés era la
lengua más importante de la más poblada y políticamente poderosa
entidad de las Islas Británicas, pero no había logrado un dominio fuera de
esta pequeña área. Para el año 2000, sin embargo, el inglés se ha
convertido en un fenómeno verdaderamente global. Es la primera lengua
de alrededor de 350 millones de hablantes, y es comprendida y usada por
otro número similar de personas. Se estima que alrededor de 1000
millones de personas alrededor del mundo estudian inglés, en distintos

35
Lidia Raquel MIRANDA

niveles. La extraordinaria expansión y diversificación de la lengua tiene


muchas y complejas causas, pero el punto de tensión es que estos
desarrollos no pueden ser comprendidos sin considerar la situación que el
inglés tenía en el año 1500.
No hemos desarrollado en estas páginas la historia completa de
la lengua inglesa, reseña que realiza Bull (2005) acabadamente13, pero sí
hemos comentado sus conclusiones porque resultan muy ilustrativas. El
modelo argumentativo que el historiador inglés propone es retomado, con
estilos propios, en dos capítulos de este libro, en los que las autoras
proponen, por un lado, un repaso histórico de las instituciones jurídicas y
filosóficas de la Edad Media que han tenido y tienen efectos en el
pensamiento jurídico hispánico e, incluso, argentino (capítulo 3); y, por
otro, un panorama de la historia de la lengua española con énfasis en la
interrelación de los fenómenos lingüísticos con el marco social y cultural
(capítulo 7).
Otro aporte interesante que desarrolla Bull se refiere al
imperativo del ―presentismo‖ (presentism) que se halla instalado en el
debate sobre la relevancia y que tiene incidencia sobre algunas palabras,
entre las que ubica el término ‗cruzada‘ y sus distintas acepciones ya en
el Medioevo y en sus actuales significaciones (Bull 2005: 120-131).
A partir de ese planteo, el autor recala en el problema de la
alteridad. ¿Qué significa la alteridad en la Edad Media? Sin duda, no se
trata de una sino de muchas alteridades, que se constatan en los planos
social, político, económico y cultural. Como ejemplo pueden señalarse
los distintos tipos de enfrentamientos que Rodrigo Díaz de Vivar, como
protagonista del Poema de Mio Cid, tiene en la obra14. Por una parte, los
‗otros‘ religiosos son los infieles contra quienes se enfrenta en el campo
de batalla. Pero también están presentes los ‗otros‘ sociales y políticos,
que están encarnados por la vieja nobleza (los infantes de Carrión) y la

13
Véase concretamente Bull (2005:108-136). Una exposición similar que
relaciona los aspectos lingüísticos con los histórico-culturales para el caso del inglés,
pero escrito en español, se encuentra en Miranda (2014b: 65-90), capítulo que
recomendamos por sus alcances didácticos. Asimismo, sugerimos la lectura de Miranda
(2007), para una revisión de las perspectivas históricas en el estudio de las lenguas, y de
Miranda (2014a: 13-46), para una síntesis de la características socio-históricas del
español de América.
14
El Poema de Mio Cid es un cantar de gesta anónimo, compuesto en el siglo
XII, que relata las hazañas heroicas del infanzón castellano Rodrigo Díaz, conocido
como ‗el Campeador‘.

36
El Medioevo en metáforas

nobleza de línea francesa (el conde de Barcelona) 15. El caso aludido es


una prueba vigorosa de por qué la Edad Media es relevante para nosotros.
Las personas del período medieval eran distintas, no solo de nosotros,
habitantes del siglo XXI, sino también entre ellas mismas.
El episodio se inicia cuando los
protagonistas regresan de una fiesta
temática de disfraces sobre la Edad
Media. Sheldon se queja fastidiado de
los detalles anacrónicos que detectó.
Sus amigos le demuestran que el
hombre moderno no puede representar
enteramente al pasado, lo cual se
aprecia en la imagen (las bolsas con la
comida comprada, el ascensor y las
escaleras de fondo) y en el tipo de
ropa interior que usan (que no se ve).
El juego de palabras se asienta en el
significado de codpiece (bragueta)
que, además de significar la abertura
delantera de los pantalones, refiere a
la pieza de la armadura que cubría las
Fotograma de ―The Codpiece Topology‖ (La
partes pudendas del caballero.
topología de la bragueta) de la segunda
temporada de la comedia norteamericana The ―Todos los tiempos y los lugares son
Big Bang Theory (2008). históricamente específicos y, por lo
tanto, discretos y únicos. ¡Lo
Imagen rescatada de http://www.taringa. sorprendente sería que la gente en la
net/posts/ imagenes/13482127/The-Big-Bang- Edad Media hubiera vivido como
Theory-solo-para-nerd.html (03/05/14) nosotros!‖ (Bull 2005: 132, mi
traducción).

En una era en la que mucha gente, a lo largo de todo el mundo,


se ve poco favorecida, en lo que se refiere a las diferencias culturales, por
la globalización, y cuando cada vez más frecuentemente se afirma que
solo somos la manifestación visible de las características determinadas
por nuestro ADN, es de vital importancia entender la liberadora riqueza
que significa la diversidad humana, a través del tiempo y del espacio.
Dicho todo lo anterior, creo que, sin duda, la Edad Media es
relevante para comprender nuestros días.

15
Para un tratamiento detallado de este tema, remitimos a Gil de Gates
(1996).

37
Lidia Raquel MIRANDA

6. Comentario final
Llegados a este punto y, a partir de todas las ideas que hemos
comentado, pensamos que examinar la cambiante relación del presente
con el pasado y las formas en que imaginariamente se ha codificado —y
se codifica— la Edad Media es un buen punto de partida para favorecer
el acercamiento a los estudios medievales, tarea que emprendemos en los
capítulos siguientes que conforman este libro.
Las imágenes colectivas, como hemos visto, arrastran y
redefinen las de épocas anteriores y, en lo que se refiere a lo medieval,
tanto la cultura popular como la académica son dependientes de
prejuicios ideológicos y estéticos arraigados por numerosas mediaciones.
Nuestra propuesta es, en atención a ello, tratar de evitar toda
aproximación que sea ahistórica y acrítica, ya que las manifestaciones del
Medioevo afloran en un espacio de complicadas interrelaciones, en una
dinámica de cambio en la que los aspectos estéticos se mezclan con los
políticos, los culturales y los sociales.

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El Medioevo en metáforas

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