Rosa y Quema

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La tala y quema, o roza y quema, es una técnica agrícola que consiste en la

deforestación de un pedazo de tierra donde se queman los árboles, arbustos y hierbas


que la habitan, con el objetivo de convertirlo en un campo de cultivo. El método
comienza cortando los árboles y plantas leñosas en un área. La vegetación caída, o
"corte", se deja secar, generalmente justo antes de la época más lluviosa del año. Luego,
la biomasa se quema, lo que da como resultado una capa de ceniza rica en nutrientes
que hace que el suelo sea fértil, además de eliminar temporalmente las especies de
malezas y plagas. Después de unos tres a cinco años, la productividad de la parcela
disminuye debido al agotamiento de los nutrientes junto con la invasión de malezas y
plagas, lo que hace que los agricultores abandonen el campo y se trasladen a una nueva
área. El tiempo que le toma a una quema y quema recuperarse depende de la ubicación
y puede ser desde cinco años hasta más de veinte años, después de lo cual la parcela se
puede talar y quemar nuevamente, repitiendo el ciclo.12

Se trata de una técnica tradicional que viene de antiguo. Durante la Edad Media, el
campesinado preparaba la tierra mediante tala y quema para su cultivo temporal. 34 La
operación del terreno se realizaba de forma continua hasta que se agotaba la fertilidad
de la tierra, y entonces la tierra era abandonada.

La tala y quema era común en las zonas de montaña donde tradicionalmente no había
campos, en las propiedades con grandes masas forestales y en las universidades y
comunas que poseían extensas tierras comunales.

En las regiones industrializadas –incluyendo Europa y Norteamérica–, la práctica fue


abandonada con la introducción de la agricultura de mercado y la propiedad de la tierra.
Sin embargo, la tala y quema sigue siendo usada en otras partes del mundo por cerca de
200-500 millones de personas.56 En 2004 se calculó que sólo en Brasil 500 000
pequeños agricultores deforestaron cada uno una media de una hectárea de bosque al
año. Es una práctica no sostenible ni escalable para grandes poblaciones humanas, por
lo que se han propuesto algunas alternativas, como talar y carbonizar.

Relacionado con la tala y quema es la práctica de la artiga,7 que es la acción (y la tierra


resultante) de roturar la tierra mezclándola con las cenizas tras la tala y quema.

Los sistemas tradicionales6 de agricultura migratoria de roza y quema, como


sistemas de producción campesina, han contribuido en el proceso de pérdida de
cobertura del bosque seco y el desarrollo de vegetación secundaria. Desde las
primeras ocupaciones humanas hace 14.500 años, los registros arqueológicos
muestran evidencias de uso del fuego para sembrar cultivos rotatorios por medio
de tala y quema (Maezumi
et al., 2018).
Según Sánchez (1981), la roza, tumba y quema se define como un sistema
de rotación de campos de cultivo, más que de cultivos, con períodos cortos de
cosecha, alternando con períodos de barbecho o rastrojo, generalmente más
largos. Como sistema de producción “
es el conjunto de elementos organizados
funcional y estructuralmente para generar bienes y servicios al ser humano a partir
de los recursos naturales” (Cordón-Suárez, 2013, p.80).
El uso del fuego en este sistema tradicional de agricultura crea un fuerte
disturbio alterando las trayectorias de la vegetación sucesional en el área de roza y
12
quema, de esta manera la sucesión vegetal conduce con el tiempo a diferentes
tipos de parches de vegetación secundaria o “rastrojos”. En el contexto de la teoría
del disturbio7 el fuego es un disturbio fuerte que afecta todos los componentes del
ecosistema, su estructura y función (Palm
et al., 2005; Parkins
et al., 2018),
además de diversos efectos ambientales en el mosaico del paisaje generando
gradientes de microclima, cambios en el carbono, nitrógeno y zonas de transición
generados por el área quemada (Jaksic y Fariña, 2015; Armenteras y Vargas,
2016; Schmidt
et al., 2017).
Triana (1992, citado por Acevedo-Osorio 2016, p.66), anota que las
comunidades indígenas de los bosques secos del sur del Tolima, al parecer,
también practicaban la “
horticultura de rotación basada en la roza, tala y quema”,
proceso bastante similar adoptado por la comunidad campesina en la Reserva
Natural Victoria.
Oliveros (2000, p.127), al estudiar los ciclos productivos de indígenas
Coyaimas y Natagaimas, encontró que:

La agricultura es la actividad principal entre los indígenas,
con carácter rotatorio definido por las épocas de lluvias: la primera
siembra en febrero y marzo, la recolección se hace entre los meses
de junio y julio; la segunda siembra entre agosto y septiembre, la
recolección entre diciembre y enero. (...) A principios del verano se
tumban los rastrojos y los bosques alrededor de las vegas de los
ríos, luego, poco antes del invierno, se quema la vegetación
tumbada y se siembra con la primera lluvia; después de tres
cosechas se deja crecer el monte y se abre una nueva roza”.
En la década de los 80-90, tuvo un gran interés la investigación sobre los
efectos del fuego en los ecosistemas y la dinámica de los procesos físicos,
químicos y biológicos que ocurren en la agricultura de roza, tumba y quema,

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