El documento describe la dictadura franquista en España desde 1939 hasta 1975, incluyendo la ideología, organización política y sindical del régimen, así como el inmovilismo político hacia el final de la dictadura.
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El documento describe la dictadura franquista en España desde 1939 hasta 1975, incluyendo la ideología, organización política y sindical del régimen, así como el inmovilismo político hacia el final de la dictadura.
El documento describe la dictadura franquista en España desde 1939 hasta 1975, incluyendo la ideología, organización política y sindical del régimen, así como el inmovilismo político hacia el final de la dictadura.
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BLOQUE VII.- LA DICTADURA FRANQUISTA (1.939 – 1.
975)
ÍNDICE:
INTRODUCCIÓN
1.- INMOVILISMO Y ADAPTACIÓN DEL RÉGIMEN FRANQUISTA. AISLAMIENTO Y
ALINEACIÓN INTERNACIONAL. 1.1.- Los Fundamentos Ideológicos. 1.2.- Las Familias del régimen. Los Apoyos Sociales. 1.3.- La Organización Política del régimen: Leyes fundamentales y Organización sindical. 1.4.- El Inmovilismo Político. 1.5.- El Final de la dictadura 1.6.- Las Relaciones Exteriores.
2.- REPRESIÓN Y PROPAGANDA. EL EXILIO. LA VIDA CULTURAL.
2.1.- Represión y Resistencia en el interior. 2.2.- El Exilio. 2.3.- La Vida Cultural
3.- AUTARQUÍA Y ACUMULACIÓN. CRECIMIENTO Y DESEQUILIBRIOS
ECONÓMICOS. CAMBIOS Y DESIGUALDADES SOCIALES. 3.1.- La Autarquía. 3.2.- La Planificación del Desarrollo.
INTRODUCCIÓN.- Al concluir la guerra civil, Franco no quiso establecer una dictadura
militar transitoria. Su intención fue la de crear un nuevo Estado que desterrara toda idea de liberalismo y de democracia y, más aún, de comunismo, el gran enemigo vencido. También había que acabar con toda idea anticatólica y, por supuesto, con toda idea separatista. El nuevo régimen político se estableció como sistema totalitario, sin constitución y sin libertades democráticas, en el cual todos los poderes se concentraban en la figura del Jefe del Estado, el general Franco. Se organizó un modelo político basado en la existencia de un partido único, FET Y JONS, que estaba sometido a un jefe del partido y del gobierno, dotado con el título de Caudillo y jefe supremo de las Fuerzas Armadas. El sistema se inspiraba netamente en el de los Estados fascistas, Alemania e Italia, pero a partir de 1.945, tras la derrota de las potencias fascistas, la naturaleza de las instituciones franquistas y la articulación de los poderes fueron cambiando progresivamente. En realidad, Francisco Franco, vencedor de la guerra civil, había impuesto en España un modelo de Estado Totalitario muy difícil de definir de forma estricta, pues era un híbrido o una amalgama de dictadura militar, Estado fascista y monarquía absoluta sin rey. La voluntad dictatorial quedó bien patente a partir del desmantelamiento de todas las instituciones de la época republicana. Se suprimió la Constitución de 1.931 y con ella todas las garantías individuales y colectivas, se prohibieron todos los partidos políticos y los sindicatos y se abolieron los estatutos de autonomía de Cataluña y del País Vasco, a la vez que se prohibía toda manifestación de tipo nacionalista (Lenguas, culturas…). 1.1.- Los Fundamentos Ideológicos.- Responden, como es evidente, a la Derecha política. Están a favor de la Confesionalidad Católica del Estado y por eso la Iglesia recibirá muchos privilegios; del Poder Nacionalista, basado en la Unidad de España, la Autoridad y la Jerarquía y de un Orden social férreo que defiende la Familia y la Propiedad Privada. Desde el punto de vista ideológico, tiene gran importancia conocer algo más la figura de Franco puesto que asume todos los poderes del Estado durante casi 40 años. En realidad, Franco carece de formación política y de ideología, aunque es cierto que tiene un enorme espíritu de mando y una gran habilidad para adaptarse a los cambios que se producen durante este largo periodo de la Historia reciente de nuestro país. Finalmente, destacamos su Antiliberalismo y Anticomunismo. 1.2.- Las Familias del Régimen.- Aunque solo existe FET Y JONS, que se convierte pronto en el “Movimiento Nacional”, podemos hablar de la existencia de varias ideologías, que se conocen como las “familias” de la dictadura. Entre ellas, destacamos las siguientes: Los Monárquicos, divididos en dos grupos antagónicos, Juanistas y Carlistas. Los Juanistas, están a favor de D. Juan de Borbón, heredero de Alfonso XIII, a favor de la unidad del Estado Centralista y en contra de las autonomías políticas. Por su parte, los Carlistas, aunque están integrados en el partido único a la fuerza, están a favor de D. Javier de Borbón-Parma, de la Descentralización del Estado y de los Fueros locales. Los Falangistas, están dirigidos por Franco y son muy sumisos al dictador. Tiene mucha importancia hasta el final de la Segunda Guerra mundial, con la derrota de nazis y fascistas. No obstante, dirigen la organización sindical hasta el final de la dictadura y controlan algunos Ministerios hasta los años 60. También tuvo gran influencia en la sociedad, ascendencia que se concretó en el Frente de Juventudes, el Sindicato de estudiantes universitarios o la Sección Femenina, creada para formar política y profesionalmente a las mujeres, con “sentido cristiano y nacionalsindicalista”. Se encargaba de organizar un Servicio Social que las mujeres debían hacer, prácticamente equivalente al servicio militar de los varones. Los Católicos vinculados a dos organizaciones: Acción Católica y el Opus Dei. Acción Católica (ACNDP) surgida en Italia en 1919, con el objetivo controlar el laicismo del estado, tendrá gran importancia durante el periodo y monopolizará siempre el Ministerio de Educación. Por su parte, el Opus Dei, fundada en España en los años 30, por S. José Mª Escrivá de Balaguer, tendrá gran importancia a partir de los años 50 hasta el final de la dictadura. Monopolizarán los Ministerios Económicos y serán conocidos como los “Tecnócratas”. La importancia que tienen ambas organizaciones origina el NACIONALCATOLICISMO, es decir, la influencia de la Iglesia fue determinante y el Catolicismo fue la principal ideología del régimen y, especialmente, de Sistema educativo. Este sistema empezará a cambiar a partir del Concilio Vaticano II (1.963), cuando la Iglesia se irá alejando paulatinamente del régimen franquista, aunque la Jerarquía seguirá apoyando al franquismo. Por otra parte, cabe destacar los apoyos sociales que recibe la dictadura. Además de la Iglesia, se encuentra el Ejército que es muy importante puesto que asegura la supervivencia del régimen; los altos oficiales asumen cargos ministeriales y son procuradores en las Cortes franquistas. Finalmente, destaca un conglomerado social formado por la oligarquía capitalista, las clases medias y los pequeños y medianos propietarios. 1.3.- La Organización Política del Régimen.- Ya sabemos que estamos en un Estado Totalitario en el que Franco concentra todos los poderes y en el que no existe Constitución. Precisamente por esa ausencia constitucional, se presenta la necesidad de elaborar unas leyes con contenido parecido al de una constitución que sirvan como tapadera que oculte la verdadera naturaleza del franquismo. Son 7 las LEYES FUNDAMENTALES que se promulgan entre 1938 y 1966. El FUERO DEL TRABAJO, de 1938, está inspirada en el Fascismo italiano (Carta di Lavoro) y establece el control por parte del Estado de todas las relaciones laborales. La LEY DE CORTES (1942) establece la composición y las funciones de la Cortes franquistas. Sus miembros se llaman Procuradores y son designados por el poder entre ministros. Miembros del Consejo Nacional de FET Y JONS, miembros de los sindicatos verticales, alcaldes de las grandes ciudades, rectores de las universidades i miembros de la jerarquía eclesiástica. Tienen solo carácter consultivo. El FUERO DE LOS ESPAÑOLES (1945) define los escasos derechos y muchos deberes de todos los españoles. Es una especie de Declaración de Derechos de una constitución. La LEY DE REFERÉNDUM NACIONAL, también de 1945, establece el procedimiento para realizar una consulta popular; solo se puede participar con un sí o un no ante la pregunta formulada. La LEY DE SUCESIÓN, de 1947, define a España como una monarquía católica sin rey. La Jefatura del Estado recae en Franco y tiene carácter vitalicio y derecho a nombrar sucesor, a título de rey. La LEY DE PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL, DE 1.958, recoge el ideario político del régimen y, por último, la LEY ORGÁNICA DEL ESTADO se promulga en 1.966, en la etapa del inmovilismo; fue sometida a referéndum y aprobada por el 95,80% de los votantes. Franco sigue teniendo todos los poderes, aunque, por su avanzada edad, separa la Jefatura del Estado y la presidencia del gobierno cargo que recae en el almirante Carrero Blanco, su más leal colaborador. El Jefe del Estado personifica la soberanía nacional, sanciona y promulga las leyes, convoca las Cortes y tiene facultad para prorrogar su duración, tiene derecho a veto y el mando supremo del ejército y la justicia se administra en su nombre… Por lo que respecta a la ORGANIZACIÓN SINDICAL, el Estado controla las relaciones laborales como establece el Fuero del Trabajo. Esta organización se basa en el corporativismo, es decir, trabajadores y empresarios se agrupan todas las ramas de producción (Enseñanza, Metal, Banca, Construcción…etc) en un intento de superar la “lucha de clases” marxista y conseguir la “armonía social”, tal y como sostiene la doctrina fascista. En nuestro país, se les conoce como los SINDICATOS VERTICALES. La Ley de Unidad Sindical de 1940, establece la afiliación obligatoria a los empresarios y trabajadores, así como su jerarquización y el control estatal. Los Sindicatos están sometidos a FET Y JONS durante todos los años de la dictadura. Todo este entramado político y sindical que acabamos de exponer constituye la base de lo que el régimen dio en llamar la DEMOCRACIA ORGÁNICA, es decir, un sistema con un jefe, un partido, un sindicato y un control riguroso y “armónico” de toda la sociedad. Un sistema sin partidos políticos, ni democracia, ni libertad. 1.4.- El Inmovilismo Político.- En esta etapa no hubo apertura hacia un sistema democrático, pero sí un atrincheramiento en el autoritarismo de la dictadura. Se produjeron tímidas medidas con el objetivo de “maquillar” el sistema: La Ley de Prensa e Imprenta de 1966, del ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne, que pone fin a la censura previa, pero no establece la libertad de expresión puesto que se siguen imponiendo multas a los medios de comunicación en caso de publicar informaciones no autorizadas por el régimen. Como medida de prevención, se establece la “consulta voluntaria”, la consulta ante la censura para saber si una información podía ser objeto de multa y cierre de publicaciones o no. Esta ley fue mal acogida por todos. La Ley de Libertad religiosa de 1967 también tuvo poca trascendencia ya que la mayoría de la población era católica, pero establece la igualdad de todas las religiones 1.5.- El Final de la dictadura.- En 1973 y en aplicación de la LOE, Carrero Blanco es nombrado presidente del gobierno, se trata de una persona muy autoritaria y afecta a los ideales del “Movimiento Nacional”. El contexto del momento es complicado ya que aumenta la oposición al franquismo, existe un enfrentamiento dentro del régimen entre aperturistas (a favor de hacer reformas) e inmovilistas (en contra de cualquier reforma), se producen numerosas huelgas en el país y se inicia el Proceso 1001 contra Comisiones Obreras, sindicato de ideología comunista, dirigido por M. Camacho. En diciembre, ETA mata a Carrero Blanco lo que supone un durísimo golpe a la única persona que podía mantener unido al franquismo, ya que Franco tenía bastantes problemas de salud. Le sustituye como presidente Arias Navarro que intenta una apertura “controlada” que fracasa por la oposición del “búnker”, es decir, los inmovilistas. Esta situación viene acompañada por el inicio de la crisis económica, con aumento de la inflación, el incremento del déficit en la balanza de pagos y el retorno de inmigrantes. El Franquismo ya no se puede justificar por el “milagro económico”. Además, continúa la represión contra las huelgas de los trabajadores y la prensa. Se promulga la Ley Antiterrorista que produce nuevos encarcelamientos y penas de muerte entre las que cabe destacar la de Puig Antich, ejecutado por garrote vil en 1974 y las de 1975 cuando se fusila a 3 miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) y 2 de ETA (Euskadi Ta Askatasuna), los últimos muertos a manos de la dictadura, a pesar de los miles de telegrama enviados a Franco como protesta por parte del Papa y de los países democráticos. El rechazo internacional ante las ejecuciones provocó la retirada de embajadores de muchos países de España. El final de las dictaduras de Portugal y Grecia dejaba a España como el único régimen dictatorial de Europa Occidental. La cuestión de la descolonización del Sahara se complicó cuando Marruecos reclamó el territorio y organizó la Marcha Verde en noviembre de 1.975. España acabó cediéndolo a Marruecos y Mauritania, incumpliendo las promesas de autodeterminación hechas a la población saharaui. El 20 de noviembre de 1.975 muere Franco y le sucede como Jefe del Estado Juan Carlos I de Borbón, elegido por el dictador como sucesor. La oposición no acepta la monarquía de Juan Carlos ya que considera que será una continuación del franquismo y plantea la ruptura del sistema para llevar a España hasta una democracia plena. El Ejército y el Búnker no aceptan la evolución hacia la democracia. ¿Qué iba a pasar? Se preguntaban los españoles…
1.6.- Las Relaciones Exteriores.- La situación internacional condicionó las circunstancias
iniciales del régimen en cuanto a la política exterior. Se aprecian dos fases: 1ª) AISLAMIENTO INTERNACIONAL entre 1.939 y 1.950. Durante los años de la II G M, España estuvo enfrentada a los Aliados por iniciativa propia o como sujeto pasivo, ya que se vinculó estrechamente a las potencias fascistas debido a sus afinidades políticas e ideológicas y como compensación a la ayuda prestada por Alemania e Italia a Franco durante la guerra civil. España se mantuvo neutral al principio ya que su lamentable situación hacía inviable su entrada en la guerra, pero esta postura cambió a consecuencia de las entrevistas que sostuvo con Hitler (Hendaya, 1940) y con Mussolini (Bordighera, 1941). Entonces cambió la Neutralidad por la política de la NO BELIGERANCIA: España sigue sin entrar en la guerra, pero apoya abiertamente a las potencias del Eje, enviando la División Azul y la Aviación Azul a Alemania para luchar exclusivamente en el frente ruso entre 1941 y 1944. Los dos cuerpos (Infantería y Aviación) de voluntarios quedaron bajo el mando del ejército alemán. A partir de 1.943, se retira la no beligerancia para volver a la NEUTRALIDAD, debido al giro de los acontecimientos militares a favor de los Aliados, ya que los nazis fueron derrotados en la batalla de Stalingrado. Franco se distancia de las potencias fascistas porque se da cuenta de que van a perder la guerra. Cuando termina la guerra en 1.945, los Aliados someten al régimen a una dura condena política y al aislamiento internacional. En 1.946 la ONU condena el régimen de Franco por ser fascista y no democrático y recomienda que se retiren los embajadores de los países miembros de la ONU de España, vetándole el acceso a los organismos internacionales. Esta resolución tuvo mucho éxito y España quedó totalmente aislada. Únicamente contó con el apoyo de Portugal (dictadura de Oliveira Salazar) Y de Argentina (régimen peronista de extrema derecha). 2ª) APERTURA HACIA OCCIDENTE desde 1.950 hasta el final. A partir de 1.949 se produce un cambio radical en la situación internacional a consecuencia del enfrentamiento entre los aliados democráticos y la URSS que origina la Guerra Fría. Para el bloque capitalista, liderado por EEUU, el fascismo de Franco quedó en segundo plano ante su carácter marcadamente anticomunista y el valor estratégico y militar de la Península Ibérica. Estados Unidos consiguió que la ONU revocase la resolución de condena y a partir de 1.950 los embajadores extranjeros vuelven a España y se inician conversaciones bilaterales. 1.953 es el año de los éxitos diplomáticos del Franquismo. Se firma el Concordato con el Vaticano en el que España sigue concediendo enormes privilegios a la Iglesia a cambio de su apoyo y el Tratado con Estados Unidos que supone la cesión de España de bases militares, a cambio de ayuda económica. El tratado incluye acuerdos secretos que suponen, en la práctica, la sumisión de España a los intereses de Estados Unidos. Finalmente, España es admitida en la ONU (1955) e ingresa en algunas organizaciones internacionales: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y OCDE. Se inician negociaciones con la CEE y se firma un acuerdo preferente en las relaciones comerciales en 1970, aunque España no entra en la CEE puesto que no tiene un régimen democrático. También se descolonizan Marruecos en 1.956 y Guinea Ecuatorial en 1.968, quedando el tema del Sahara occidental sin resolver.
2.- REPRESIÓN Y PROPAGANDA. EL EXILIO. LA VIDA CULTURAL.- La profunda
represión del enemigo político que se practicó en la Guerra Civil tuvo su continuación en la posguerra. Concluida la Guerra, poblaban las cárceles españolas más de doscientos mil presos políticos republicanos, que fueron objeto de diversos tipos de condena. Otra parte de los vencidos había buscado la salvación en el exilio. 2.1.- Represión y resistencia en el interior.- La dictadura de Franco tuvo siempre como principio la represión y la destrucción de los que él creía enemigos de España, la “Antiespaña” (todos los que no aceptaban el triunfo de los rebeldes). Este propósito costó miles de víctimas o penalidades inmensas a muchas personas que pudieron salvar su vida. El 9 de febrero de 1.939 se publicó la Ley de Responsabilidades Políticas, con la que el régimen pretendía ejercer la depuración total de todas las personas que de una u otra forma habían colaborado con la República desde 1.934. El increíble argumento jurídico de esta Ley era la consideración de que quienes permanecieron fieles a la República eran los verdaderos reos de rebelión y del delito de oponerse al triunfo del Movimiento Nacional. En 1.940 se añadió a ella la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería. Así, junto a los juicios militares que llevaron a la pena de muerte a muchos defensores de la República (en torno a 40.000), se establecieron juicios civiles por razones políticas que podían acabar en penas de prisión, de confiscación de bienes, de separación de sus puestos de trabajo o de destierro. Las cárceles españolas estuvieron llenas de vencidos en la guerra y de nuevos opositores al régimen hasta bien entrados los años cincuenta. En 1.963, cesaron los tribunales militares y se creó el Tribunal de Orden Público (TOP), elemento clave de la represión a partir de aquel momento. Pero la oposición al régimen se hizo creciente, sobre todo, desde los tiempos finales de la Segunda Guerra Mundial. No sólo comenzaron a recomponerse las organizaciones de algunos grupos políticos (PSOE, UGT, PCE o CNT), sino que empezó una nueva forma de lucha, la de las guerrillas o maquis, que fueron auspiciadas por el Partido Comunista desde Francia y que llevaron a la invasión guerrillera del Valle de Arán en el verano de 1.944, pero la intervención de la Guardia Civil y del Ejército limitó su capacidad de actuación a determinadas zonas rurales. A partir de 1.948, las guerrillas fueron desapareciendo. Por otra parte, a pesar de estar prohibidas las huelgas, en los grandes núcleos industriales de Cataluña y el País Vasco ocurrieron con cierta frecuencia, sobre todo a causa de las duras condiciones de vida y los bajos salarios de la clase trabajadora. También adquirió gran resonancia la protesta universitaria de Madrid en 1.956, que condujo al cierre de la Universidad y a la declaración del estado de excepción en todo el país. El carácter minoritario de la oposición al franquismo hasta los años cincuenta, cambió en la década de los sesenta. Al crecimiento de la oposición en el interior contribuyó en gran medida el gran cambio social que se estaba operando. Había aparecido una nueva clase obrera; una nueva burguesía no relacionada con los orígenes del régimen franquista que pedía más democracia, y la oposición intelectual, especialmente en la Universidad, se hacía más agresiva. De los sindicatos de anteguerra (UGT y CNT) sólo el primero tenía una cierta actividad clandestina. Fue la Ley de Convenios Colectivos de 1.958, por la que se podía negociar entre empresarios y trabajadores condiciones de trabajo para toda una rama de la producción, la que de manera indirecta dio lugar al nacimiento de un nuevo tipo de actividad obrera: el aprovechamiento desde dentro de las posibilidades que el sindicalismo vertical daba para actuar. Así nacieron las Comisiones Obreras, un nuevo sindicato clandestino comunista. Otros grupos obreros, como las HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) y la USO (Unión Sindical Obrera), completaron el panorama de un nuevo sindicalismo clandestino. En la Universidad aparecieron organizaciones estudiantiles frente al oficial SEU (Sindicato Español Universitario); estos grupos tenían tendencias políticas diversas. También surgieron nuevos movimientos sociales, como asociaciones de vecinos, agrupaciones culturales, algunos grupos religiosos, que entraron en la política de oposición más o menos abierta al régimen. Los años sesenta presenciaron las primeras manifestaciones masivas en las calles y un aumento extraordinario de la conflictividad laboral. Toda una generación de jóvenes que no habían vivido la Guerra Civil nació entonces a la política. En los años 60 se recompuso el panorama de la oposición al franquismo, a través de la renovada actividad de los viejos partidos políticos (PSOE y PCE), o por medio de la aparición de nuevos grupos a la izquierda y a la derecha, desde la socialdemocracia hasta el liberalismo monárquico. El régimen persiguió toda oposición, pero no pudo impedir su desarrollo clandestino. Hasta entonces, la dirección de los grupos clásicos de oposición al régimen había estado siempre en el exilio, pero desde entonces la oposición que vivía dentro de España empezó a reclamar la dirección de estos grupos. Este fenómeno fue de especial importancia en el PSOE, porque acabó dando lugar a la completa renovación de sus dirigentes (Congreso de Suresnes, 1.973). Los monárquicos liberales fundaron grupos políticos como la Unión Española. Los grupos socialistas y socialdemócratas se multiplicaron y tuvo importancia el que fundó el profesor Tierno Galván, el PSP (Partido Socialista Popular). Otro de los grupos de crecimiento rápido fue el de los demócratas cristianos. Una de las acciones que tuvo mayores repercusiones fue lo que los periódicos franquistas llamaron el “contubernio de Munich”. En el IV Congreso del Movimiento Federal Europeo, celebrado en Munich en 1.962, coincidieron por primera vez la oposición española en el exilio y los llegados desde el interior de España. En Munich se pidió la desaparición del régimen de Franco y el paso a un sistema democrático. Los asistentes a aquella reunión fueron encarcelados o desterrados a su regreso. También aparecieron grupos que se llamaron en conjunto la Nueva Izquierda. La influencia del maoísmo, del trotskismo o de las doctrinas de acción violenta dio lugar a la aparición de grupos políticos más radicales, como la ORT (Organización Revolucionaria de los Trabajadores), la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) y algunos otros. De algunos de ellos se desgajaron núcleos terroristas, como el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). Finalmente, empezaron a promocionar manifestaciones importantes los partidos nacionalistas en aquellos lugares donde existía una tradición nacionalista: el PNV en el País Vasco, Esquerra Republicana y Convergencia Democrática en Cataluña. En 1.959 se creó ETA, organización que desde 1964 apostó por acciones de tipo terrorista. 2.2.- El Exilio.- En la fase final de la Guerra Civil abandonaron España por los Pirineos, hacia Francia, o por algunos puertos mediterráneos hacia el Norte de África, algo más de cuatrocientas mil personas comprometidas con la República. La mayoría de ellas regresó pronto al país, cuando la situación se hizo más difícil en Europa una vez comenzada la Guerra Mundial y cuando el régimen prometió no proceder contra quienes no hubieran cometido delito. Con todo, alrededor de cien mil personas permanecieron en el exilio: en Francia, en Argelia y Marruecos y una notable cantidad atravesó el Atlántico para trasladarse a países de la América hispana. La emigración española a América como consecuencia de la Guerra Civil es uno de los episodios más notables de la posguerra. La mayoría fueron a México, el país que acogió generosamente a un mayor número de españoles, gracias al empeño político de su presidente Lázaro Cárdenas. Otros fueron a Argentina, Chile, Venezuela o Cuba, entre otros países. La emigración en México produjo un gran impacto en aquel país, pues en ella figuraban importantes escritores e intelectuales, muchos de los políticos más representativos de la República y numerosos profesionales cualificados. En México, en 1.945, se reanudó la actividad de la República española en el exilio gracias al apoyo sustancial del gobierno mexicano. Allí se celebraron las Cortes republicanas y se eligió un gobierno republicano, una institución en el exilio que se mantuvo hasta 1.977. En Francia se estableció igualmente una importante colonia de emigrados españoles, especialmente en las ciudades del sur (Toulouse, Albi, Perpignan y Burdeos). Muchos de ellos eran también dirigentes políticos republicanos. Las penalidades de estos emigrados, llevados al principio a campos de concentración (como el célebre de Argelès), fueron inmensas. Bastantes de estos emigrados contribuyeron a la resistencia francesa contra los nazis. En Francia acabaron su vida algunas de las más ilustres figuras de la República española: Manuel Azaña, Francisco Largo Caballero, tras su internamiento en un campo de concentración nazi, o el poeta Antonio Machado. 2.3.- La vida cultural.- La ruptura de la tradición liberal de la cultura de la Edad de Plata como consecuencia de la Guerra Civil, vino seguida de lo que fueron unos años oscuros en la vida cultural. El régimen de Franco, en estrecha connivencia con la visión intelectualmente trasnochada de la Iglesia católica, que había llamado a la sublevación militar “Cruzada”, impuso la llamada cultura del nacionalcatolicismo. Esta ideología oficial, excluyente y antiliberal, impregnó con sus formas autoritarias la cultura española durante decenios. Las manifestaciones culturales en la literatura, las artes plásticas, el pensamiento filosófico, jurídico o social y la educación, estuvieron siempre controladas por la censura, por la que necesariamente había de pasar todo aquel producto cultural que pretendiera ver la luz. El período de 1.939 hasta aproximadamente mediados de la década de los sesenta, fue el más oscuro para la cultura española en todo el siglo XX. La represión y el exilio de muchos intelectuales, científicos y literatos borraron el rastro de florecimiento científico, literario, en las artes plásticas y en la filosofía, que se había dado en España durante los años veinte y treinta. En estos años oscuros fue muy difícil conocer en España la cultura del extranjero, pues su entrada era cuidadosamente controlada. La censura afectó también de forma acusada a la prensa a través de la ley que promulgó el régimen en plena guerra. El tema de la Guerra Civil sólo podía aparecer en el arte, la literatura y el cine reflejando la visión de los vencedores. En esa primera etapa sólo quienes comulgaban con el régimen podían desarrollar su labor intelectual. Entre ellos cabe citar a Pemán, uno de los autores preferidos del régimen, Agustín de Foxá, Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar o Pedro Laín Entralgo. Estos tres últimos, con los años, abandonaron sus iniciales posiciones falangistas y terminaron por mostrarse críticos con el régimen. La auténtica miseria cultural que había caracterizado a la España de Franco en los años de la posguerra, empezó a experimentar un tímido cambio a finales de los cincuenta y a lo largo de los sesenta. Sin embargo la limitada apertura (Ley de Prensa de Fraga), tuvo como fruto la aparición de una cultura de oposición. A partir de ese momento, buena parte de la intelectualidad española se separa abiertamente del régimen. Novelistas como Sánchez Ferlosio, Delibes, Ana Mª Matute, Carmen Martín Gaite, Gonzalo Torrente Ballester o Luis Martín Santos son algunos nombres de esa nueva generación. Una nueva poesía, de claro contenido político, fue la desarrollada por Gabiel Celaya o Blas de Otero. En el teatro destacó Antonio Buero Vallejo y en el terreno de la filosofía apuntan figuras como Julián Marías, Zubiri, Ferrater Mora o Aranguren. También es de destacar la importante renovación en el terreno de la historiografía impulsada por Jaime Vicens Vives. En el cine, dos cineastas rompieron con los tópicos del cine español: se trata de García Berlanga (Bienvenido Mister Marshall) o Juan Antonio Bardem (Calle Mayor). También se produjo una clara ruptura con la pintura académica gracias a la aparición del grupo Dau al Set de Barcelona y El Paso en Madrid con pintores como Antoni Tàpies y Antonio Saura o el escultor Eudardo Chillida.
3.- AUTARQUÍA Y ACUMULACIÓN. CRECIMIENTO Y DESEQUILIBRIOS ECONÓMICOS,
CAMBIOS Y DESIGUALDADES SOCIALES.- Al aislamiento del régimen en el exterior le correspondía una economía cerrada en el interior, que se empezó a liberalizar poco a poco, coincidiendo con la apertura de España hacia Occidente, a partir de los años cincuenta. 3.1.- La Autarquía.- La política económica de este periodo estuvo condicionada tanto por la situación interior como por las circunstancias exteriores: 1.- La larga guerra civil dejó al país en una situación ruinosa. 2.- El estallido de la IIª G. M. Privó a España de la posibilidad de abastecerse de sus necesidades en el exterior. 3.- El bloqueo internacional, tras la IIª G.M., prolongó la situación de aislamiento económico. Por tanto, esta etapa estuvo marcada en España por una política económica basada en la autarquía, impuesta tanto por la necesidad de autoabastecerse sólo con sus propios recursos, como por una decisión política que la consideraba la mejor solución para la independencia del país. A ello se añadió el optimismo oficial que pretendía alcanzar el autoaprovisionamiento en sólo cuatro años. La política económica de autarquía aspiraba a una rápida industrialización del país y, para conseguirlo, se apoyó en las actuaciones siguientes: el intervencionismo del Estado en todos los aspectos de la economía; un fuerte proteccionismo que, incluso, obligaba a las empresas a pedir licencia para realizar las inevitables importaciones; la creación de empresas estatales en los sectores industriales: Instituto Nacional de Industria (INI) ; la nacionalización de sectores económicos considerados clave para la economía nacional, como los ferrocarriles (creación de RENFE), o la Compañía Telefónica. La desviación de recursos hacia el sector industrial no se tradujo en un aumento de su producción, pero sí perjudicó a la producción agraria, que resultó insuficiente para alimentar a la población y obligó a establecer un sistema de racionamiento de los alimentos que duró hasta 1.952. La escasez y el racionamiento provocaron la aparición del mercado negro (no controlado por el Estado) en el que los bienes alcanzaban un precio muy superior al que hubieran tenido en un mercado libre y legalizado. En los años cincuenta la economía española se abrió poco a poco hacia el exterior. Sin embargo, las importaciones aumentaron a un ritmo muy superior a las exportaciones. El déficit comercial fue equilibrado, primero con préstamos y ayudas económicas exteriores, a las que siguieron poco después algunas inversiones extranjeras; pero finalmente se debió recurrir a las reservas de divisas que disminuyeron de año en año al final de la década. En consecuencia, era urgente un reajuste de la economía, ya que el camino seguido hasta entonces sólo conducía al colapso final. El reajuste se inició con el Plan de Estabilización de 1.959, que supuso el punto de arranque del “desarrollismo” de los años sesenta. Entre 1.940 y 59, la población creció, pero a un ritmo más lento que en las dos décadas anteriores. La tasa de natalidad continuó su tendencia decreciente, pero el factor fundamental fue el descenso de la tasa de mortalidad, que se redujo de forma progresiva hasta situarse por debajo del 10 por mil en los años sesenta. En cuanto al trasvase de la población del campo a la ciudad, fue constante durante todo el periodo con destino a los focos industriales: Vizcaya, Barcelona, Valencia y Madrid. Los inconvenientes de esta emigración masiva fueron el despoblamiento del campo, en especial en la España interior, y la escasez de viviendas y, por tanto, el chabolismo en las grandes ciudades que no estaban preparadas para acoger al aluvión de inmigrantes. Finalmente, los cambios económicos y el trasvase de población también repercutieron en un cambio de la estructura ocupacional a lo largo del periodo: el sector primario se redujo de más de la mitad de la población activa en 1.940, al 40% de los trabajadores en 1.960, lo que repercutió en el correspondiente aumento de los sectores secundario y terciario. Sin embargo, el sector agrario todavía era muy alto al final de la etapa y su disminución fue lenta comparada con la que se produciría a partir de los años sesenta, en que España adquirió una estructura moderna, similar a la de Europa. En el aspecto social, como han señalado varios autores, la Guerra Civil en España no acabó con el final de las operaciones militares, sino que continuó en el espíritu de revancha y en la depuración de la posguerra. Por consiguiente, al margen de los criterios normales de clasificación social de los años 40 y 50, existía una línea divisoria que separaba con claridad al bando de los vencedores del de los vencidos. España continuaba siendo un país agrario y atrasado no sólo económica sino también socialmente. Sus rasgos más destacados eran tres: la escasa importancia numérica de las clases medias, la polarización social en dos grandes grupos muy diferenciados entre sí (la reducida y rica oligarquía agraria, industrial y financiera, por un lado, y la gran mayoría de la población rural y urbana, con un bajo nivel de renta, por otro) y la reducida movilidad social, ante la escasez de oportunidades para progresar de forma económica. La escasez general de bienes provocaba una subida constante de los precios que no era compensada por los aumentos salariales. Si hubiera que elegir dos términos que definieran los difíciles años de la posguerra española, éstos serían hambre y racionamiento. La política autárquica y la insuficiente producción agrícola y ganadera obligaron a establecer un sistema de racionamiento de alimentos básicos, mediante cartillas familiares o individuales que duró hasta 1.952. Por otra parte, la picaresca y la corrupción generalizada desviaban parte de la escasa producción hacia el mercado negro, donde los bienes alcanzaban precios abusivos que permitieron a más de uno amasar auténticas fortunas, a costa de una población acuciada por la necesidad, especialmente en las ciudades. 3.2.- La Planificación del Desarrollo (1.959-1.973).- El gobierno formado en febrero de 1.957 incorporaban en los principales ministerios económicos (Hacienda y Comercio) a dos miembros del Opus Dei. Se iniciaba así lo que sería un proceso de ocupación progresiva de cargos ministeriales por parte de miembros de dicha organización, calificados como los tecnócratas, ya que su labor se orientaba a la eficacia económica, técnica y administrativa, al margen de los planteamientos franquistas de la época anterior. Los nuevos ministros impusieron un cambio de orientación en la política económica autárquica, cuyos resultados habían situado al país al borde de la ruina. Las primeras medidas adoptadas iban dirigidas hacia una liberalización económica que permitiera al país salir de su aislamiento e incorporarse a la economía europea. Así surgió el Plan de Estabilización de 1.959, cuyo último objetivo era equilibrar la balanza de pagos y reajustar la economía española, sentando las bases para un desarrollo posterior. El Plan incluía tres grandes conjuntos de medidas, cuyos objetivos concretos eran los siguientes: 1.- La estabilización de los precios. 2.- La flexibilización de la economía española, eliminando los controles intervencionistas del Estado. 3.- La liberalización de las relaciones económicas exteriores, devaluando la peseta y facilitando las inversiones extranjeras. Como se había previsto, el resultado inmediato fue una inicial recesión económica, con disminución de salarios y aumento del paro. Sin embargo, a medio plazo, el Plan fue un éxito; los problemas iniciales eran el precio inevitable que debía pagarse para sacar a la economía española del callejón sin salida en que se encontraba y reorientarla hacia un futuro desarrollo, basado en posibilidades reales y no en absurdas pretensiones de autarquía. Además, se optó por desarrollar una política de planificación económica indicativa que se puso en marcha mediante la elaboración de los Planes de Desarrollo. El proyecto consistía en iniciar un desarrollo acelerado, en el que coincidieran los objetivos económicos del Estado con los intereses de los empresarios privados, para lo cual se concedía a los que aceptaran libremente las condiciones del Plan ventajas fiscales, financieras y laborales; las empresas públicas, en cambio, debían someterse obligatoriamente al Plan. Una de las características más destacables de estos Planes era la creación de los llamados polos de desarrollo. Para alcanzar un crecimiento equilibrado, distribuyendo las fuentes de riqueza por todo el territorio nacional, se eligieron ciertas zonas atrasadas, pero con posibilidades económicas, y a las empresas que se instalaron allí les concedieron importantes ayudas y ventajas. Así se crearon entre 1.964 y 1.972 doce polos de desarrollo. De 1.964 a 1.975 se elaboraron tres planes de desarrollo cuatrienales, pero el último de ellos se abandonó en 1.973, coincidiendo con la crisis económica internacional de ese año. Si se valora globalmente la evolución de la economía española entre 1.960-73, se extrae la conclusión de que España vivió una época de crecimiento acelerado que, en cuento a indicadores macroeconómicos la colocaron en un nivel de desarrollo próximo al de Europa occidental. Sin embargo, se aprecian desequilibrios y deficiencias en la base de ese “milagro económico” que se manifestarían con todas sus consecuencias a partir de la crisis de 1.973. Entre los resultados positivos, cabría señalar como más importantes los siguientes: La renta per cápita aumentó en más del doble entre 1.960 y 70. El producto nacional bruto se triplicó en el mismo período. Se emprendió una modernización de todos los sectores económicos, en especial la industria, impulsado sobre todo por las empresas químicas, del metal y del automóvil. El sector terciario también experimentó un notable avance, apreciable sobre todo en la mejora de transportes y en el crecimiento del subsector turístico, debido a la creciente y masiva llegada de turistas extranjeros a las costas. Finalmente, la agricultura aumentó de forma considerable su producción, mejorando sus rendimientos y su productividad mediante la incorporación de nuevas técnicas, fertilizantes y maquinaria. Entre los aspectos más negativos del modelo de desarrollo seguido por España destacan fundamentalmente: El mantenimiento de un nivel de vida muy bajo de salarios, que permitió a los empresarios una gran acumulación de beneficios. Los desequilibrios regionales generados por el desigual crecimiento de los distintos territorios de España. Frente al desarrollo espectacular de algunas zonas (País Vasco, Cataluña, Madrid...), otras quedaron reducidas a un estado de atraso económico y despoblación. Los desajustes en el empleo de los factores de producción. Se optó por un modelo de crecimiento acelerado, que desaprovechaba en gran medida la mano de obra disponible en el país y daba preferencia a la inversión de capital; lo que aumentaba la productividad a corto plazo de las empresas, pero sin que se produjera un aumento paralelo y proporcional del empleo. En consecuencia, una parte importante de la población activa hubo de emigrar al extranjero, huyendo del paro y de la miseria. Se ha discutido mucho si el espectacular desarrollo de los años sesenta en España se debió a una acertada política económica del Estado o más bien aconteció con independencia de ella, al amparo de una favorable coyuntura internacional. En este sentido no debe olvidarse que después de la IIª G.M. Europa conoció un crecimiento económico sin precedentes, prolongado hasta la crisis del 73. España se benefició de manera indirecta de esta situación por tres vías: La entrada masiva de divisas, como consecuencia del desarrollo del turismo. La inversión de capital extranjero en el país. La emigración española a Europa que tuvo dos efectos positivos; uno económico: la recepción de las remesas de los emigrantes y otro, político y social: los obreros desocupados en España encontraban una salida en la demanda creciente de mano de obra en Europa, y se evitaba así lo que hubiera sido un foco de conflictividad social y política por parte de la población en paro. El desarrollo económico se reflejó también en los comportamientos demográficos. Desde 1.960 hasta 1.975 la población española se incrementó en un 20%, pasando de algo más de 30 millones a casi 36, lo que representa el mayor índice de crecimiento de todo el siglo XX. Paralelamente, descendió fuertemente la tasa de mortalidad infantil y la esperanza de vida aumentó. Otra de las consecuencias importantes del proceso de desarrollo económico en la década de los 60 fue la transformación de la estructura ocupacional de la población, que adquirió las características propias de un país desarrollado. El trasvase de población del campo a la ciudad es la manifestación en el plano demográfico de las transformaciones producidas por el desarrollo económico: el despegue de la industria y los servicios atrajo la mano de obra sobrante de la agricultura. Por primera vez en nuestra historia, la población activa tanto del sector secundario como del terciario superaba a la del primario, reducida en más de 10 puntos porcentuales entre los años 60 y 70. El crecimiento económico también permitió iniciar el camino hacia un Estado del bienestar que mejoraba las condiciones de vida de la población en general. La modernización consistió en la transformación de una sociedad típica de país subdesarrollado, predominantemente rural y polarizada, en una sociedad mayoritariamente urbana y de clases medias (en 1.970, éstas representaban un 54% de la población). El aumento económico repercutió en una elevación del nivel de vida, con importantes cambios en las pautas de consumo: Mejoró la alimentación. Se multiplicó la construcción de viviendas, aunque el ritmo de construcción fue insuficiente ante el aluvión de inmigrantes procedentes del campo y se desarrolló en gran parte sin la adecuada planificación y con fines especulativos, por lo que no se resolvió el viejo problema del chabolismo y sí aparecieron otros inconvenientes: edificios de escasa calidad en nuevos barrios periféricos o ciudades dormitorio, sin infraestructuras ni equipamientos adecuados. Mejoró también la dotación de los hogares, con una creciente adquisición de teléfonos, frigoríficos o televisores. Sin duda el indicador que mejor ilustra la incorporación de España a la sociedad de consumo fue el espectacular incremento de la demanda de automóviles. En 1.969 una cuarta parte de las familias españolas disponía de vehículo propio y en 1.977 la cifra alcanzaba ya a la mitad de las familias. El famoso modelo Seat 600 se convertía en un símbolo de la época. También se creó un sistema moderno de Seguridad Social, obligatoria y unificadora de todas las prestaciones económicas y sanitarias, dejando atrás el disperso sistema de seguros sociales independientes, propio de la etapa anterior. El punto de partida fue la Ley de Bases de la Seguridad Social de 1.963 que condujo a una serie de mejoras sanitarias, ya que se modernizó de forma notable la red de hospitales y el número de miembros del personal sanitario. No obstante si se compara el Sistema de Seguridad Social español de esa época con los sistemas europeos, el nivel de prestaciones del español era muy inferior, incluso en su aspecto más destacable, la asistencia sanitaria, que todavía dejaba en 1.975 fuera de su cobertura a un 20% de la población española. Las condiciones de trabajo experimentaron un cambio trascendental como consecuencia de la flexibilización de las relaciones laborales derivada de la Ley de Convenios Colectivos. La nueva ley permitía la negociación directa entre empresarios y trabajadores de un mismo sector, cuyos acuerdos se recogían en un convenio que establecía mejores condiciones que las establecidas por el Estado. También se produjo en estos años de desarrollismo la mejora de la educación. En los años 60 se intentó aumentar la red de centros educativos, extender la enseñanza obligatoria hasta los 14 años de edad y reducir el analfabetismo de la población adulta. Para ello, los presupuestos del Estado aumentaron el porcentaje del gasto destinado a educación, lo que se manifestó en una extensión del sistema educativo, aunque no se alcanzaron los objetivos previstos por falta de medios económicos. Respecto al papel ideológico representado por la Iglesia en el ámbito de la educación, también se produjeron cambios. El nacionalcatolicismo de la etapa anterior entró en crisis, debido a los nuevos planteamientos de renovación que se abrían camino en el seno de la Iglesia y que acabarían concretándose en el renovado espíritu que surgió del Concilio Vaticano II. El cambio más decisivo se produjo en el periodo final del franquismo al promulgarse la Ley General de Educación de Villar Palasí en 1.970. Entre sus características esenciales destacan dos: Era una reforma general que abarcaba, por primera vez desde el siglo XIX, todo el sistema educativo, desde la enseñanza primaria hasta la universitaria. Establecía la gratuidad de la enseñanza primaria (EGB) tanto en los centros públicos como en los privados, lo que implicaba tener que subvencionar a estos últimos. Proporcionar los medios necesarios para una aplicación estricta de la Ley hubiera supuesto un desembolso económico muy elevado que el Estado no estaba en condiciones de afrontar, por lo que sus resultados se distanciaron de los objetivos. Sin embargo, en el curso 74-75 la casi totalidad de la población infantil estaba escolarizada.