Felipe Pigna

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Inicio Artículos Ascenso y auge del peronismo (1943-1955)

Historia de la lucha por el voto femenino, por Felipe


Pigna

Autor: Felipe Pigna

El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas votaron por primera


vez, luego de que en septiembre de 1947 se aprobara la ley 13.010. Fue
un camino largo.

Desde fines del siglo XIX las mujeres argentinas venían luchando por la
obtención de sus derechos cívicos. Cecilia Grierson, aquella notable
mujer que había decidido estudiar medicina para curar a su amiga
Amalia Koenig que padecía una enfermedad que por entonces era
incurable, transformándose en la primera mujer que pudo graduarse
como médica en 1889, participó en aquel mismo año en Londres del
Segundo Congreso Internacional de Mujeres y en septiembre de 1900
fundó el Consejo de Mujeres. En 1907 la socialista Alicia Moreau de Justo
creó el Comité Pro-Sufragio Femenino. Estos impulsos influyeron
decididamente para que en mayo de 1910, en pleno centenario, Buenos
Aires fuera elegida como sede del Primer Congreso Femenino
Internacional con la participación de delegadas chilenas, uruguayas y
paraguayas donde se reclamó enérgicamente el derecho de las mujeres
a votar. Otra de las pioneras fue Julieta Lanteri quien tras un sonado
juicio logró su carta de ciudadanía y que se la inscribiera en el padrón
municipal en 1911. Se convirtió en la primera mujer de toda Sudamérica
en ejercer el derecho al voto en las elecciones municipales celebradas el
26 de noviembre de aquel año. En marzo de 1919 lanzó su candidatura
a diputada nacional por la Unión Feminista Nacional y contó con el apoyo
de Alicia Moreau de Justo y Elvira Rawson. El resultado fue magro pero
importante simbólicamente: obtuvo 1.730 votos.

En 1911 el diputado socialista Alfredo Palacios había presentado el


primer proyecto de ley de voto femenino en el Parlamento Nacional,
faltaba aún un año para que se sancionara la Ley electoral conocida
como Ley Sáenz Peña de voto secreto, universal (o sea masculino en el
lenguaje político de la época) y obligatorio. El proyecto de Palacios ni
siquiera fue tratado sobre tablas. Las mujeres eran consideradas
incapaces por el Código Civil de 1871. Recién en 1926, por la Ley
11.357 alcanzaron la igualdad legal con los varones aunque esa
igualdad, que estaba muy lejos de ser respetada en los hechos, era tan
relativa que no incluía el derecho al voto ni la patria potestad
compartida.

Gracias al impulso de Aldo Cantoni, las mujeres sanjuaninas se


convirtieron en abril de 1928 en las primeras en votar en todo el país.

En 1929, un compañero de ideas de Palacios, Mario Bravo presentó un


nuevo proyecto que dormiría –golpe de Estado mediante- el sueño de los
justos en los cajones de la cámara por tres años hasta que pudo ser
debatido a comienzos de septiembre de 1932. En apoyo a la ley llegaron
al Parlamento 95.000 boletas electorales firmadas por otras tantas
mujeres de todo el país con la siguiente consigna: “Creo en la
conveniencia del voto consciente de la mujer, mayor de edad y
argentina. Me comprometo a propender a su mayor cultura”. Pocos días
después, el 17 de septiembre, la Cámara Baja le daba media sanción a
la ley propuesta por el diputado socialista Mario Bravo que facultaba a
las mujeres para votar. Durante el debate el diputado derechista Bustillo
pidió el voto calificado para la mujer en medio del abucheo generalizado
de cientos de señoras y señoritas que colmaban los palcos del
parlamento, mientras que el socialista Ruggieri, celebraba, en medio del
aplauso de las damas presentes “la coincidencia de todos los sectores en
el deseo de libertar a la mitad del pueblo argentino, la parte más
delicada y sufrida, y la más oprimida, dándole participación directa en
nuestras luchas cívicas” 1. El legislador ultra conservador Uriburu, se
opuso en estos cavernícolas términos al proyecto: “Cuando veamos a la
mujer parada sobre una mesa o en la murga ruidosa de las
manifestaciones, habrá perdido todo su encanto. El día que la señora
sea conservadora; la cocinera, socialista, y la mucama, socialista
independiente, habremos creado el caos en el hogar”. 2

La Ley no pudo pasar esa defensa infranqueable del pensamiento


retrógrado que era el Senado argentino de los años 30. Pero la bancada
socialista, la que más hizo por la concreción del voto femenino a lo largo
de nuestra historia, acompañada por el impulso de la mujer del fundador
del Partido, Alicia Moreau de Justo, insistió sin éxito con proyectos
presentados por el diputado Palacios en 1935 y 1938. Este último fue
apoyado por una declaración de la Unión de Mujeres Argentinas, firmada
por Susana Larguía y Victoria Ocampo.

Desde aquel proyecto de Palacios de 1911 se presentaron otras 22


iniciativas legislativas hasta que el 9 de septiembre de 1947 pudo
sancionarse finalmente la ley 13.010 que establecía en su primer
artículo:” Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos
y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen
las leyes a los varones argentinos.”

El 23 de septiembre Evita debutó como oradora en el balcón de la Casa


Rosada, lo haría para hablar ante una multitud convocada por la
CGT que celebraba la obtención el voto femenino. Comenzaba a sonar
estridente y metalizada por los altavoces, aquella voz enérgica que
quedaría para siempre en el recuerdo de todos los argentinos, los que la
amaban y los que la odiaban. Aquella voz inconfundible dijo
entonces: “Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del
gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos.” Y
remarcó que se trataba de una “..victoria de la mujer sobre las
incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas
repudiadas por nuestro despertar nacional”. 3

Lejos de alegrarse las dirigentes opositoras de todo el arco político desde


la izquierda a la derecha, que venían luchando por lograr el voto
femenino y la total integración de la mujer a la política, sintieron que
Evita les arrebataba una reivindicación histórica y una anhelada
conquista.

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