Tema 10 El Derecho Subjetivo

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TEMA 10

EL DERECHO SUBJETIVO

1. EL DERECHO SUBJETIVO: CONCEPTO Y TIPOS

El derecho subjetivo emana de una relación jurídica en la que una de las partes (sujeto
activo) es titular de un poder con respecto a algo o a alguien, mientras que las demás partes
(sujetos pasivos) tienen que cumplimentar o respetar ese poder (tienen un deber jurídico). La
relación jurídica que une a esas dos o más personas, surge de un hecho jurídico (maceta que
se cae de nuestro balcón y causa daños), acto jurídico (conducta humana no directamente
dirigida a crear la relación jurídica ej. agresión a otro sujeto que obliga al agresor a
indemnizar los daños) o negocio jurídico (conducta humana directamente dirigida a crear esa
relación jurídica, ej. matrimonio).

Dicho poder en que consiste el derecho subjetivo puede ser más o menos complejo y
puede durar más o menos tiempo. Se compone de facultades o posibilidades concretas de
actuación. El ejercicio de algunas de ellas puede dar lugar a la extinción del derecho.

Ese poder se atribuye a un sujeto para que el mismo lo ejerza según su arbitrio, que
normalmente coincidirá con sus intereses. Entre las facultades que se atribuyen al sujeto
titular del derecho, como contenido del mismo, hay que destacar la facultad de disponer del
derecho, transmitiéndolo a otro, y la facultad de exigir su cumplimiento y respeto a quien
corresponda, incluso recurriendo a la protección de los tribunales. Esas facultades de exigir
a los terceros el respeto o satisfacción del propio derecho, en alguna de sus facetas, se
denominan acciones y pueden ejercerse tanto extrajudicial como judicialmente.

El derecho subjetivo permanece idéntico mientras que no se extinga, sin perjuicio de


que pueda sufrir alteraciones en algunas de sus facultades. Éstas se desgajan a veces del
derecho subjetivo en el que se integran, adquieren independencia y vienen a constituir nuevos
derechos subjetivos. Las facultades son las posibilidades de acción que se atribuyen como
parte de un derecho subjetivo más amplio, por ejemplo, como mera desmembración de un
derecho subjetivo o incluso dando lugar a un nuevo derecho subjetivo; así, el propietario,
cede el derecho de uso o percepción de frutos, a otro, que adquiere el derecho de usufructo.

El derecho subjetivo se diferencia de otras facultades o poderes de actuación jurídicas,


atribuidas por las normas, como son las potestades. La potestad se caracteriza por imponer a
su titular una obligación, junto con la atribución de un poder: éste se concede precisamente
para que su titular cumpla la obligación. Por ejemplo, la patria potestad o la potestad tutelar.
La potestad comporta un deber. Es una situación de derecho-deber en la que el titular
desempeña una especie de cargo u oficio de Derecho privado, para cuyo ejercicio se le
confieren las facultades necesarias.

Los derecho subjetivos se clasifican del siguiente modo, según su objeto:


-Derechos de la personalidad. Son los que el sujeto tiene sobre sus propias cualidades, tanto
de la esfera corporal (vida, integridad física) como espiritual (Derecho al honor, a la
intimidad, a la propia imagen). Se enmarcan en una relación jurídica en la que en el lado del
sujeto pasivo están todos los demás sujetos con un deber de abstenerse de perturbar al titular
en el disfrute de sus propias cualidades. Por eso es un derecho absoluto, esto es, oponible
erga omnes, frente a todos.

-Derechos patrimoniales, que se atribuyen a los sujetos para satisfacer sus necesidades
primarias y secundarias. Así desde un punto de vista estático, tenemos los derechos REALES
(rex rei, derechos sobre las cosas), como el derecho de propiedad que es oponible frente a
todos, es absoluto: todos están obligados a respetar el derecho de propiedad de un sujeto
sobre un bien. Desde un punto de vista dinámico tenemos los derechos DE CRÉDITO O
PERSONALES, que nacen bien del contrato, para facilitar, no tanto el disfrute de los bienes
como el intercambio de bienes y servicios (aunque en algunos contratos ese intercambio sea
precisamente el uso de bienes propios, como en el caso del arrendamiento). Estos los
derechos de crédito son relativos pues sólo son oponibles (se pueden exigir) frente al deudor,
que es un sujeto concreto: la otra parte del contrato. Otra gran fuente de derechos de crédito
tiene lugar cuando un sujeto, sin mediar contrato, causa daño a otro en su persona (derechos
de la personalidad) o en sus bienes (derecho de propiedad). Nace el deber de indemnizar el
daño para el causante del daño y un derecho de crédito a la indemnización a favor de la
víctima. Son derechos de crédito, sólo oponibles por parte de la víctima al causante del daño
y, por tanto, relativos.
En nuestro ordenamiento, los derechos subjetivos de crédito que nacen del contrato, se
caracterizan por estar totalmente abiertos a la configuración que quieran darle las personas
en el momento de su constitución o nacimiento; por el contrario, los derechos subjetivos
reales o sobre las cosas presentan una menor flexibilidad a su libre configuración.

-Derechos de familia. Nacen de la relación jurídica que se crea por el parentesco (hecho de
la naturaleza que no es otro sino haber nacido de un determinado padre o madre), o del
matrimonio (Negocio jurídico). Son relativos (deber de alimentos entre parientes, deberes
derivados de la filiación, deberes entre cónyuges...etc.).

Atendiendo a otro criterio, esto es, en atención al sujeto pasivo de la relación jurídica
subyacente y al tipo de poder jurídico atribuido al titular, los derechos subjetivos de dividen
en:

-Derechos subjetivos absolutos: Son aquéllos que conceden un poder inmediato y directo
sobre uno mismo o sobre un objeto, que todos deben respetar por igual, hasta el punto de que
se ha venido a decir que su respeto implica una obligación pasiva universal. Son los derechos
de la personalidad y los reales o derechos sobre las cosas. En ellos la satisfacción del titular
–el sujeto activo- no radica en una especie de obligación para un tercero de hacer o de dar
algo. La satisfacción del interés del titular proviene directamente del poder de acción que el
ordenamiento le confiere sobre el objeto del derecho subjetivo, el ámbito de la realidad sobre
el que él tiene libertad de actuación. Los terceros, en tanto, tienen un deber de respeto general,
de exclusión de la esfera que sólo incumbe al titular (p. ej. derecho de propiedad).

- Derechos subjetivos relativos: Los derechos relativos son aquéllos que recaen sobre la
conducta de otra persona, que es el único sujeto pasivo u obligado principal. La
satisfacción del interés del titular viene de mano del cumplimiento, por parte del sujeto
obligado, de un concreto hacer, dar o no hacer. Conceden, por tanto, un poder sobre la
conducta de una persona, a través de la que el titular obtiene el bien o interés que el
ordenamiento vincula a su esfera de poder legítimo. Se les califica de relativos porque, a
diferencia de los absolutos, no conceden un poder inmediato y directo sobre una cosa. La
única forma de satisfacer el derecho es concediendo a su titular el poder de coaccionar al
sujeto pasivo con sanciones respaldadas por el ordenamiento.

2. EL EJERCICIO DEL DERECHO Y SUS LÍMITES: RENUNCIA DE DERECHOS,


DOCTRINA DE LOS ACTOS PROPIOS Y ABUSO DEDERECHO.

El ejercicio del derecho por su titular recibe la protección del ordenamiento jurídico,
aunque perjudique a terceros. De ahí que no se incurra en responsabilidad, ni penal (art 20.7
CP), ni civil (art. 1902 del CC) cuando, al ejercer un derecho, se cause daños o se perjudique
a terceros, aunque más adelante se señale alguna excepción.

El ejercicio del derecho comprende la exigencia de su satisfacción o respeto, a través


del ejercicio de las acciones correspondientes, recabando en su caso el auxilio de los poderes
públicos, muy especialmente de los tribunales.

Hay que tener en cuenta que frecuentemente el ejercicio de un derecho implica su satisfacción,
y ésta, a su vez, la extinción del derecho como ocurre cuando se cobra un crédito.

En principio la persona legitimada para ejercer un derecho (legitimación activa) es su


titular. No obstante, no hay que descartar situaciones en las que la legitimación corresponda
a terceros, o bien porque les venga atribuida directamente por ley en defensa de sus intereses,
o bien porque ostenten la representación legal o voluntaria del titular. La legitimación pasiva
en el ejercicio del derecho recae sobre todo sujeto que de alguna manera tenga que contribuir
a la satisfacción de aquél o tenga que respetarlo.

Entre los límites al ejercicio del derecho se encuentra la buena fe. Los derechos se han
de ejercer con arreglo a la buena fe. La buena fe equivale al comportamiento correcto que
cabe esperar de cualquier ciudadano honesto. Tiene muy diversas facetas, adecuándose a las
circunstancias de cada caso. Se relaciona con la protección de la confianza que los terceros
pueden tener legítimamente en que las personas se comportarán con la corrección exigible,
y que, de lo contrario, no serán protegidas por el ordenamiento jurídico. La buena fe es lo
que se ha llamado un estándar jurídico, es decir, un modelo de conducta socialmente
considerada como arquetipo. Implica un enlace de la ética y el Derecho, una irrupción de la
ética social en el orden jurídico, un deber de comportamiento conforme a la moral social
imperante, vigente. El derecho subjetivo, por tanto, debe ejercitarse conforme a la buena fe.
Expresión del principio de buena fe se encuentra en la prohibición de ir contra los actos
propios y en el abuso de derecho, que se tratarán más adelante.

El art. 6.2 del CC regula la exclusión voluntaria de la ley aplicable y la renuncia a los
derechos en ella reconocidos. En ambos casos se trata de la extinción del derecho a través
del ejercicio de la facultad de renunciar al mismo. La diferencia estriba en que el caso de
exclusión de la ley se trata de una renuncia previa, antes de que el derecho haya nacido como
consecuencia de la aplicación de la ley, mientras que en el segundo caso la ley se ha aplicado,
el derecho ha nacido, y, consecuentemente, cabe hablar de una extinción del mismo para su
titular en sentido propio.

La renuncia se puede producir o bien mediante acuerdo o bien mediante una


declaración de voluntad unilateral, -es decir, mediante un negocio jurídico-, del titular (o de
quien fuese a serlo si no se hubiese renunciado previamente al mismo a través de una renuncia
de ley). En cualquier caso, la declaración de voluntad deberá ser clara, precisa, inequívoca,
aunque pueda ser tácita. Incluso cuando la renuncia se realiza mediante negocio jurídico
unilateral, no cabrá la revocación del mismo a partir del momento en que quien pueda
beneficiarse de la renuncia haya tenido conocimiento de ella.

La renuncia previa al derecho o renuncia de ley no presenta problema alguno cuando


la ley sea de naturaleza dispositiva. En cambio, semejante renuncia previa no es posible con
respecto a las leyes de naturaleza imperativa, puesto que ello es contrario al interés o al orden
público.

La renuncia posterior al derecho, una vez nacido el mismo, no se encuentra limitada en


principio por la naturaleza de la norma en que se base el derecho en cuestión. Cabe la renuncia
posterior a derechos derivados de leyes imperativas al igual que la de los derivados de leyes
dispositivas. Ej. Una persona no puede renunciar previamente a su derecho a la integridad
corporal, pues es irrenunciable, pero sí puede renunciar a la indemnización por su lesión
cuando ésta ha sido producida, por ejemplo, por un artículo de prensa.

La doctrina de los propios actos es una doctrina jurisprudencial, que ha recibido el


apoyo de la doctrina de los autores, y que se basa en el principio de la buena fe. Es un supuesto
de protección de la confianza suscitada en terceros con la propia conducta. Se trata de evitar
que esa confianza quede injustificadamente defraudada como consecuencia de una conducta
contradictoria con la anterior, que carezca de justificación suficiente. La doctrina de los
propios actos impide ejercer un derecho, por ser contrario a la buena fe, cuando previamente
se ha dado a entender con la propia conducta, que no se quería ejercer.
En cuanto a la doctrina del abuso de derecho, hay que señalar que tiene un origen
jurisprudencial, sin perjuicio de los antecedentes históricos, que venían a condenar los actos
de emulación. Dicha jurisprudencia se basó igualmente en el principio de buena fe, junto con
la aplicación del principio de artículo 1902 del CC (proclama el nacimiento de un derecho de
crédito por causación de un daño) según el cual el que causa daño a otro, por culpa, está
obligado a indemnizarle. Esa regla no opera cuando el causante del daño ha actuado en el
ejercicio de un derecho. La doctrina del abuso del derecho establece una nueva excepción a
esa excepción anterior, estableciendo que sí que hay que indemnizar a la víctima cuando
quien ejerció su derecho lo hizo abusivamente. El artículo 7.2 CC equipara el abuso del
derecho con el ejercicio antisocial del mismo. Se trata pues de un ejercicio del derecho
extraño o contrario a su finalidad o función social.

No es preciso que exista por parte de quien incurre en el abuso una intención de dañar.
Basta con que, prescindiendo de cualquier consideración subjetiva, el ejercicio del derecho
que se pretenda rebase clara y ampliamente, dadas las circunstancias del caso, lo que pueda
considerarse como un ejercicio normal, dando lugar a un resultado inmoral o antisocial.

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