Aberastury y Knobel Cap 2 y 3 Sujeto
Aberastury y Knobel Cap 2 y 3 Sujeto
Aberastury y Knobel Cap 2 y 3 Sujeto
La
adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico. Capítulo 2: El síndrome de la adolescencia
normal. Mauricio Knobel. Capítulo 3: Adolescencia y psicopatía. Duelo por el Cuerpo, la
Identidad y los Padres Infantiles. Paidos. Bs. As. P
En el plano sexual, se atraviesa por lo que Erikson llama “moratoria psicosexual”: no se requieren
roles específicos y se experimenta con lo que la sociedad tiene para ofrecer. El adolescente
recurre a lo que encuentra más favorable en el momento: p. ej. La uniformidad (brinda seguridad
y estima personal): todos se identifican con cada uno. También identificaciones “negativas” (es
mejor tener una identidad “negativa”, perversa, que ninguna), pseudoidentidad que oculta la
identidad latente o verdadera, identificación con el agresor, etc. Por todo ello, el adolescente
puede verse llevado a adoptar distintas identidades, transitorias (“bebé”, “demasiado serio,
adulto”, “histeroide” Lolita, etc.); ocasionales (frente a situaciones nuevas); circunstanciales
(identificaciones parciales). Todas ellas, adoptadas sucesiva o simultáneamente, aspectos de la
identidad adolescente.
Los cambios físicos pueden ser vividos, en un primer momento, como muy perturbadores.
Sentimientos de extrañeza e insatisfacción, que contribuye al sentimiento de
“despersonalización”. La integración del yo se produce por la elaboración del duelo por partes
de sí mismo y por sus objetos, y un buen mundo interno (que surge de la relación satisfactoria
con los padres internalizados) posibilita una buena conexión interior, una buena huida defensiva
que facilita el reajuste emocional y el establecimiento de la identidad adolescente.
Esta identidad adolescente se caracteriza por un cambio de relación con los padres (reales e
internalizados). Los elementos biológicos introducen una modificación irreversible: ahora, la
separación ya no sólo es posible sino necesaria. Las figuras parentales están incorporadas a la
personalidad del sujeto y este puede iniciar el proceso de individuación. Si todo se dio
correctamente en los períodos anteriores, el adolescente contará así con un yo enriquecido,
dotado de mecanismos defensivos útiles, y un Superyo que lo ayudará a encauzar la vida sexual
que empieza a poder exteriorizarse en la satisfacción genital, ahora biológicamente posible.
El grupo facilita la conducta psicopática normal. Se trata de un acting out motor (por descontrol
provocado por la pérdida del cuerpo infantil) y afectivo (producto del descontrol del rol infantil
que está perdiendo): desafecto, crueldad, indiferencia. (En el adolescente normal, esta conducta
es transitoria y rectificable, a diferencia del psicópata). En este último, el conflicto de identidad
se procesa mediante la crueldad y la desafección, como mecanismos de defensa frente a la culpa
y el duelo de la infancia perdida, que no puede ser elaborada debido a la eliminación del
pensamiento.
Una de las formas típicas del pensamiento del adolescente es el intelectualizar y fantasear
despierto. Como mecanismo defensivo: a través del pensamiento, compensa las pérdidas que
ocurren dentro de sí mismo y no puede evitar.
Se trata de un refugio interior contra la angustia. Una especie de autismo positivo que tiene por
objeto el reajuste emocional, y que se expresa en teorizaciones éticas, filosóficas, sociales, a
través del pensamiento y la producción literaria, artística, etc. Una vez más, hay que señalar que
sólo teniendo una relación adecuada con objetos internos buenos y también con experiencias
externas no demasiado negativas, podrá el adolescente llegara cristalizar una personalidad
satisfactoria.
El adolescente puede manifestarse como un ateo o un místico, a veces el mismo individuo pasa
por todo tipo de períodos mutuamente contradictorios. Las frecuentes crisis religiosas son
intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de identificaciones positivas y
del enfrentamiento con la muerte definitiva de parte de su yo corporal, así como de su
separación de los padres. Las figuras de divinidades pueden representar para él idealizaciones
que le aseguren la continuidad de la existencia de sí mismo y de los padres infantiles. Del mismo
modo, una actitud nihilista puede ser también defensiva. En ambos casos, se trata de un
desplazamiento a lo intelectual religioso de cambios concretos que ocurren en el nivel corporal
y en el plano de la actuación familiar social.
5- La desubicación temporal:
El adolescente vive con una cierta desubicación temporal; convierte el tiempo en presente y
activo como un intento de manejarlo (tipo proceso primario...) De ahí las postergaciones y
urgencias inexplicables que sorprenden al adulto en el comportamiento adolescente.
Parecería que al romperse el equilibrio de la latencia, según Bleger y Bion, por momentos
predomina la parte psicótica de la personalidad. Así la adolescencia se caracterizaría por la
irrupción de partes indiscriminadas, fusionadas, de la personalidad: las modificaciones
corporales, incontrolables, son vividas como un fenómeno psicótico y psicotizante en el cuerpo.
Lo cual es aumentado por la posibilidad real de llevar a cabo fantasías edípicas de procreación
con el progenitor del sexo opuesto.
Mientras tanto, el adolescente se rige por el tiempo corporal o rítmico (comer, defecar, jugar,
dormir, estudiar, etc.). Tiempo vivencial o experiencial. Luego vendrá la conceptualización del
tiempo, con la discriminación de pasado-presente-futuro y la aceptación de la muerte de los
padres y la propia. Sin embargo, en determinados momentos puede haber regresiones,
“La percepción y la discriminación de lo temporal sería una de las tareas más importantes de la
adolescencia, vinculada con la elaboración de los duelos típicos de esa edad. Esto es lo que
permite salir de la modalidad de relación narcisista del adolescente y de la ambigüedad que
caracterizan su conducta. Cuando éste puede reconocer un pasado y formular proyectos de
futuro, con capacidad de espera y elaboración en el presente, supera gran parte de la
problemática de la adolescencia”.
Según Freud, son los cambios biológicos de la pubertad los que imponen la madurez sexual: rol
de la procreación y definición sexual correspondiente.
Al ir elaborando el complejo de Edipo, el varón idealiza al padre, se identifica con sus aspectos
positivos, supera el temor a la castración por medio de realizaciones y logros diversos que le
muestran que también él tiene potencia y capacidad creativa. También la niña acepta la belleza
de sus atributos femeninos, reconociendo que su cuerpo no ha sido destruido ni vaciado, y
logrará identificarse con los aspectos positivos de la madre.
Con respecto a la actividad masturbatoria, en la primera infancia tenía una finalidad exploratoria
y preparatoria. Así va configurando en el esquema corporal la imagen del aparato genital. El
bebé llega al juicio de realidad de que tiene uno solo de los órganos, el otro lo reconstruye con
una parte de su propio cuerpo. Al llegar a la bipedestación, se amplían las relaciones con el
mundo y las fuentes de satisfacción, y disminuye la actividad masturbatoria en favor de la lúdica.
A lo largo de los distintos períodos, la masturbación se mantendrá con las características de
negación maníaca.
En el adolescente, tiene que ver con fantasías edípicas de la escena primaria, aceptando la
condición de tercero excluido. También es un intento maníaco de negar la pérdida de la
bisexualidad, parte del proceso de duelo. A poseer ya los instrumentos efectores de la
genitalidad pero no poder usarlos (por restricciones socioculturales), se incrementan las
fantasías incestuosas y la frustración. Por eso, la masturbación es vivida más destructivamente
y con culpa que en la infancia. Pero también tendrá una función exploratoria y preparatoria.
Muchos padres se angustian y atemorizan ante al crecimiento de sus hijos, reviviendo sus
propios conflictos edípicos. Stone y Church señalan que así como los hijos presentan una
situación ambivalente al separarse de los padres, lo mismo sucede con éstos, y llaman a esto
“ambivalencia dual”. Por otra parte, es toda la sociedad la que interviene en la situación
conflictiva del adolescente. El medio en que vive, además, determina nuevas posibilidades de
identificación e incorporación de pautas socioculturales y económicas. Es preciso reconocer un
condicionamiento entre individuo y medio en la constitución y aceptación de la identidad.
Este sentido tienen los ritos de iniciación presentes en todas las culturas: expresar la rivalidad
que los padres del mismo sexo sienten al tener que aceptar a sus hijos como sus iguales (y
posteriormente incluso admitir las posibilidad de ser reemplazados por ellos).
La actitud social reivindicatoria del adolescente es prácticamente imprescindible. Por otra parte,
gran parte de la frustración que significa hacer el duelo por la pérdida de los padres de la infancia
se proyecta en el mundo externo: los padres y la sociedad pasan a ser los que se niegan a seguir
funcionando como padres infantiles con actitudes de cuidado y protección ilimitados. Así, el
adolescente desarrolla contra ellos actitudes destructivas. Sólo si logra elaborar bien los duelos
correspondientes y reconocer la sensación de fracaso, podrá introducirse en el mundo de los
adultos con ideas reconstructivas.
El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque
muchas veces la intenta y la busca. Es una personalidad permeable, en la cual los procesos de
introyección y proyección son frecuentes, intensos y variables. Esto hace que no pueda haber
una línea de conducta determinada, que ya indicaría una alteración de la personalidad. Por eso
hablamos de “normal anormalidad”. Sólo el adolescente mentalmente enfermo mostrará una
conducta rígida. La labilidad de su organización defensiva es, en al adolescente, un signo de
normalidad.
Todo esto también es percibido por los padres e incide grandemente en ellos. Reiteramos el
concepto de ambivalencia dual, como un factor muy importante en la forma en que se logre
realizar la separación. La presencia internalizada de buenas imágenes parentales, con roles bien
definidos, y una escena primaria amorosa y creativa, permitirá una buena separación de los
padres, un desprendimiento útil, y facilitará al adolescente el pasaje a la madurez, para el
ejercicio de la genitalidad en un plano adulto.
Por la necesidad de negar las fantasías genitales y la posibilidad de realización edípica, los
mecanismos esquizoparanoides pueden ser muy intensos, lo cual es normal y natural. Los padres
pueden ser vividos disociadamente, como muy buenos o muy malos. Las identificaciones se
hacen entonces con sustitutos parentales en los cuales pueden proyectarse cargas libidinales
(maestros, héroes reales o imaginarios, compañeros mayores).
Los cambios de humor son típicos de la adolescencia y es preciso entenderlos sobre la base de
los mecanismos de proyección y de duelo por la pérdida de los objetos; al fallar estos intentos
de elaboración, tales cambios de humor pueden aparecer como microcrisis maníaco depresivas.
Tanto las modificaciones corporales incontrolables como los imperativos del mundo externo,
que exigen del adolescente nuevas pautas e convivencia, son vividos al principio como una
invasión. Como defensa, va a retener muchos de sus logros infantiles o a refugiarse en el mundo
interno. Todo esto implica una búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo en un
plano consciente e inconsciente. Para ello, contará con el mundo interno construido por las
imágenes paternas, a través del cual elegirá y recibirá los estímulos para la nueva identidad.
Como vimos, el duelo por el cuerpo supone elaborar una doble pérdida: la de su cuerpo de niño
(caracteres sexuales secundarios) y la de la bisexualidad (menstruación y semen, definiéndose
en la pareja y la procreación).
Es en esta búsqueda de identidad cuando aparecen patologías que pueden llevar a confundir
habitualmente una crisis con un cuadro psicopático (o también psicótico o neurótico, según), en
especial cuando surgen determinadas defensas como ser la mala fe, la impostura, las
identificaciones proyectivas masivas, la doble personalidad y la crisis de despersonalización.
Todo esto se supera al elaborar los duelos, elaboración que incluye diversos procesos: a)
algunas técnicas defensivas como la desvalorización de los objetos para eludir el dolor de la
pérdida; b) la búsqueda de figuras sustitutivas de los padres, a fin de ir elaborando el retiro de
cargas. Se fragmentan las figuras parentales y se disocia la actitud respecto a los padres y a los
sustitutos (y allí surgen fluctuaciones de personalidad). c) La planificación y verbalización tanto
de lo más genérico (ej. la ubicación del hombre en el mundo) como de lo más cotidiano, como
método defensivo ante la acción que siente imposible desde dentro o desde fuera (sea en el
plano genital como en otras capacidades que todavía no puede poner en práctica). Es que la
comunicación verbal tiene el significado de una preparación para la acción. El hablar equivale
casi a la acción misma (susceptibilidad cuando no se lo escucha). La palabra y el pensamiento
ocupan en el adolescente la misma función que el juego en el niño: permitir la elaboración de la
realidad y adaptación a ella.
El duelo por el rol y la identidad infantiles; perder su rol infantil le obliga a renunciar a la
dependencia y a aceptar responsabilidades. La pérdida de la identidad infantil, debe
reemplazarse por una identidad adulta, en ese transcurso surgirá la angustia, que supone la falta
de una identidad clara.
El duelo por los padres de la infancia: renunciar a su protección, a sus figuras idealizadas e
ilusorias, aceptar sus debilidades y su envejecimiento.
Aberastury añade un cuarto duelo, al que parece otorgarle menor entidad, el de la pérdida de
la bisexualidad de la infancia, en la medida en que se madura y se desarrolla la propia identidad
sexual. Propone también que la inclusión del adolescente en el mundo adulto, requiere de una
ideología que le permita adaptarse o actuar para poder cambiar su mundo circundante.
Con respecto a las comparaciones que realiza sobre lo que ella considera adolescencia normal y
psicopatía dice lo siguiente:
El psicópata no puede elaborar sus duelos y mantiene estos síntomas inmodificados. No puede
asumir la existencia de un solo sexo en su cuerpo, ni de fusionar la imagen de los padres
adquiriendo una nueva forma de relación con ellos (el adolescente tiene que dejar de ser a
través de los padres para llegar a ser él mismo).
Psicopatía: necesita estar con gente; Tiene un insight (percepción, intuición) defensivo sobre lo
que el otro necesita y lo utiliza para su manejo; La acción es su forma de comunicación. Tiene
compulsión a actuar y dificultad para pensar. La acción no le sirve para adquirir experiencia;
Niega los sentimientos de pérdida, descuida así el objeto y a sí mismo, niega el afecto y
disminuye capacidad de goce; No elabora los duelos y no alcanza la verdadera identidad e
ideología que le permitan un nivel de adaptación creativa.
Las defensas en la psicopatía son técnicas para eludir la depresión, la culpa y la criminalidad;
por medio de ellas, el psicópata logra un aparente equilibrio. El mismo objetivo tienen las
defensas en el adolescente normal, sólo que ese aparente equilibrio sólo se logra transitoria
y parcialmente y en determinadas ocasiones.