Ensayo

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INTRODUCCIÓN

El presente ensayo se plantea describir el artículo, de contenido litúrgico, de

Mario Alberto Haller. Su artículo está fundamentado, principalmente, como él

mismos lo expresa, en la Ordenación General del Misal Romano, en los

comentarios de José Aldazábal y en varias ocasiones se valdrá del Catecismo

de la Iglesia Católica, de la Sacrosanctum Concilium, como de otras fuentes.

Asimismo, el autor da a conocer que su cometido o delimitación, en su

artículo, es abordar la dimensión gestual y simbólica de la celebración

eucarística. Repasa las partes de la Misa y comenta el sentido teológico y

coherente de cada una para destacar la profundidad de las mismas. Como

también los gestos o posturas de los fieles y del que preside la celebración.

Finalmente, desarrolla el sentido y la importancia de los signos sensibles, los

espacios celebrativos y las imágenes.

Sin duda, se trata de un artículo que no ofrece nuevas teorías o prácticas

sensacionales dentro de la liturgia. Sino que, adherido al magisterio de la

Iglesia, se dedica en este artículo a exponer la dimensión gestual y simbólica

de la celebración Eucarística, y en este orden, aclara ciertas prácticas que

pueden parecer o se han hecho ambiguas con el tiempo.


La celebración Eucarística: gestos y símbolos

Uno de los principios fundamentales de una celebración litúrgica, y que

nunca viene mal traer a la reflexión, es que en ella Cristo asume la

corporeidad humana (heb 10, 5). Es decir, todo gesto, símbolo o rito dentro de

la liturgia tiene como centro el acontecimiento de Jesucristo; es Jesús que, a

través de la liturgia de la Iglesia actúa de forma preeminente. No es el hombre

el que protagoniza la celebración, sino Cristo en su Cuerpo la Iglesia (Col 1,

18).

En efecto, el protagonista de la liturgia es Cristo, por ello ha de evitarse

hacer de la liturgia algo privado o cerrado (SC 26). De hecho, Haller no duda

citar en las primeras páginas el testimonio de Justino sobre las celebraciones

primitivas, donde éste resalta la “asamblea celebrante como epifanía de la

Iglesia”. Queriendo decir que, la celebración no gira en torno a un individuo o

un grupo selecto, sino en Cristo que se manifiesta en la Iglesia, no solo en la

estructura física, sino humana: en la asamblea reunida en torno a la mesa del

Señor. Mediante esta asamblea, la uniformidad de las posturas observada por

todos los participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad

cristiana, y al mismo tiempo con toda la Iglesia Universal.


A este respecto, Haller cita la pronunciación de la conferencia episcopal

Argentina (pág. 5), donde se resuelve que se mantengan los gestos y

posiciones de los fieles tal como son mencionadas en el Ordinario de la misa.

Podría decirse que el acatamiento de esta norma es válido para toda la Iglesia

Católica, a excepción de aquellos países o regiones donde con el permiso

apostólico, se permiten ciertos gestos o expresiones culturales que no están

explícitos en el misal romano. No obstante, el autor del artículo, se dedica a

comentar cada uno de los gestos y posturas: de pie, sentados, de rodillas,

genuflexión, inclinación.

Caben destacar, entre estos comentarios de gestos y posturas, ciertos datos

que sin duda pueden seguir siendo ambiguos o confusos en la cultura

venezolana. El tema de la genuflexión es uno de ellos, pues el artículo

especifica que la genuflexión ha de hacerse con la rodilla derecha hasta tocar

el suelo (pág. 7), y no simplemente agacharse y hacer una simulación de

genuflexión. Como también la genuflexión doble ante el Santísimo

Sacramento, la cual ha sido suprimida. Esto y entre otros datos que viene bien

repasar.

Ahora bien, toda celebración eucarística empieza con los ritos iniciales, que

empieza con la entrada y culminan con la oración colecta. Cada uno de estos

momentos está colmado de símbolos muy significativos teológicamente. La


procesión de entrada: el paso de la esfera humana a la divina (pág. 7). El beso

del sacerdote en el que venera al altar, signo del amor entre el Esposa y la

Esposo. El signo de la cruz mediante el cual se confiesa la fe en el acto

redentor de Jesús en la cruz, signo del misterio de Cristo. Sucesivamente el

acto penitencial con el golpe en el pecho mientras se recita el Confiteor, o los

domingos con la aspersión del agua como signo del bautismo.

Por consiguiente, corresponde ahora la liturgia de la palabra y la liturgia

eucarística. En la liturgia de la palabra se exalta sobre todo la lectura del

evangelio, la cual viene acompañada varios signos, ya que el Evangelio es un

modo de presencia de Cristo: la proclamación de un ministro ordenado, el

evangeliario, la procesión con el evangeliario, el uso del incienso y entre otros

(véase, pág. 10-11).

Luego corresponde la liturgia eucarística, cargada también de gestos y

símbolos que no pueden ser ignorados o relativizados. En este espacio existen

tres momentos relacionados con los gestos y palabras de Jesús en la última

cena: Jesús partió el pan… Jesús dio gracias y pronuncio la bendición… Jesús

partió el pan… En efecto, en este momento tiene lugar presentación de los

dones, traídos por los fieles, luego presentado por el sacerdote a través de

oraciones, gestos y símbolos (pág. 12-13). La plegaria eucarística, corazón de

la misa, tiene los siguientes elementos: prefacio, aclamación, epíclesis,


narración de la institución y consagración; anamnesis, oblación, intercesión y

doxología (pág. 15).

De entre todas las partes, la doxología es el momento en el que más

solemnemente se ofrece al Padre la gran ofrenda: el cuerpo y sangre de Cristo

y cuya ofrenda se una a la Iglesia (pág. 16). Haller, además, cita a Aldazábal

cuando éste dice que: “es la elevación más antigua y la más importante, y la

que con mayor énfasis debe hacer el presidente” (pág. 16). Precisamente, el

gesto de “elevar” con más intensidad, es un signo que exterioriza la

preeminencia del momento. Símbolo, Barquisimeto

Finalmente, la oración del padre nuestro, el ósculo de la paz, la fracción del

pan, la mostración de la hostia consagrada al pueblo de Dios para luego la

comunión del sacerdote y de los fieles, los cuales reciben de manos del

sacerdote el cuerpo de Cristo. En conclusión, parece oportuno traer la cita del

papa Benedicto XVI en la página 21, “todas las comunidades cristianas han de

atenerse fielmente a las normas vigentes, viendo en ellas la expresión de la fe

y el amor”.
Títulos:
- Premisas
Cristo asume la corporeidad humana (heb 10, 5). Una celebración sacramental está tejida de
signos y símbolos. Pg. 2. Justino da testimonio de las primeras liturgias. Pg. 3

- De la dispersión a la reunión: la asamblea celebrante


San Justino no escribe de ritos, pero habla de reunión como espacio humano (no de estructura
física como loes el templo) Toda asamblea celebrante es epifanía de la Iglesia. Las acciones
litúrgicas no son acciones privadas. Pg. 3, Siempre se debe preferir la celebración comunitaria. Pg.
4

- Gestos y posturas: de pie, sentados, de rodillas, la genuflexión y la


inclinación
La prioridad es el bien común antes que cualquier postura. La uniformidad de las posturas es
signo de unidad entre los miembros de la comunidad cristiana (señala en qué momentos hay que
estar de pie)

- Los ritos iniciales


- La liturgia de la Palabra
- Liturgia Eucarística: Presentación de los dones o preparación del altar,
el saludo de la paz, la fracción del pan.
- La mostración de la hostia sagrada al pueblo de Dios : la comunión
del sacerdote y de los fieles, el modelo de recibir la comunión (en la
boca o en la mano), la comunión bajo las dos especies, la postura al
recibirla
- Los espacios celebrativos: el altar, el Ambon, la sede y otros asientos,
las imágenes, los vasos sagrados, las vestiduras litúrgicas, los libros
litúrgicos
- Conclusiones

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