Penal 2. Unidad 6
Penal 2. Unidad 6
Penal 2. Unidad 6
1) Hurto simple.
El artículo 162 establece: "Será reprimido con prisión de un mes a dos años, el que se
apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena".
Tipo objetivo.
-Acción típica: El núcleo central del tipo está dado por el apoderamiento de la cosa.
Realizar objetivamente la acción de hurtar exige, en nuestro derecho, apoderarse de la
cosa. La acción material constitutiva de hurto se define como el apoderamiento de cosa
mueble ajena que se sustrae o que se ha sustraído a quien la tenía consigo. Para
determinar el exacto sentido jurídico de la acción material del hurto se han propuesto
entre nuestros autores dos posiciones radicalmente antagónicas: una, que podría
denominarse de la “disponibilidad o apoderamiento”, sustentada, entre otros, por Soler,
Jiménez de Asúa, Frías Caballero, Creus, Aboso, y la otra que podría llamarse del
“desapoderamiento”, defendida fundamentalmente por Núñez y seguida, entre otros, por
Laje Anaya, Carrera y Villada.
La cuestión se puede plantear con un ejemplo, traído por Núñez: una persona viaja en
tren y el ladrón le saca la billetera. El ladrón, al ver la oposición del dueño, arroja la
billetera por la ventana, lo cual lleva a que también él pierda toda posibilidad de
apoderamiento. Pues bien, para la primera posición hay hurto tentado, todo ello, claro
está, siempre que no exista un cómplice que recoja la billetera, porque entonces para
ambos estará el hecho consumado; para la segunda postura, hurto consumado.
Teoría del desapoderamiento: El primer punto de vista atiende a la ofensa del
bien atacado por el hurto, esto es, a la tenencia de la cosa por el agraviado por el
delito, y sostiene que habrá hurto siempre que haya desapoderamiento de la
víctima, en concurrencia con la intención del ladrón de apoderarse. El hurto se
consuma, dice Núñez, tan pronto como un acto de apoderamiento del autor ha
privado a otro de la posesión corporal de la cosa, y esto sucede cuando la cosa
ya no es portada o conducida por la víctima, o ya no está en la esfera de
custodia, del agraviado o en el de su tenencia simbólica. Conseguido esto por el
autor, la propiedad ajena ya está lesionada de manera perfecta, porque el bien
que la integraba, esto es, la tenencia de la cosa, ya no la integra más: la mayor o
menor perfección de la tenencia por el autor influirá en la posibilidad de
restitución de la tenencia, pero no en la lesión patrimonial ya perfeccionada. Si
la cosa está en manos del sujeto pasivo, dice Núñez, basta con quitarla, y si está
en su esfera de custodia o de vigilancia, es suficiente con la acción de extraerla
de ella. Entonces, el carterista que opera en la vía pública consuma el hurto tan
luego como ha sacado la cosa de encima del dueño. Esta teoría considera que es
suficiente para que se perfeccione el delito que el ladrón haya privado a otro de
la posesión corporal de la cosa, con la intención de apoderarse de ella. Con el
apoderamiento de la cosa, la propiedad ajena ya está lesionada de manera
perfecta, porque el bien que la integraba-la tenencia de la cosa-ya no la integra
más. Esta teoría atiende a la ofensa del bien atacado por el hurto. esto es, a la
tenencia de la cosa por quien es agraviado por el delito (Núñez). En resumen,
para esta teoría el delito consiste en quitar la cosa de quien la poseía, con la
intención de disponer de ella (desapoderar o poner la cosa bajo el propio poder).
Teoría de la disponibilidad: Para esta teoría, el verbo típico “apoderarse” exige
el efectivo apoderamiento por parte del ladrón, esto es, la consolidación de un
poder efectivo sobre la cosa, la posibilidad de realizar sobre ella actos de
disposición, aunque sea por breve lapso. Y esto es así porque el delito se integra
con dos fases ejecutivas perfectamente diferentes: por una parte (desde el punto
de vista del sujeto pasivo del delito), la privación, el desapoderamiento de la
cosa, siendo indiferente el medio por el cual se logra; por la otra (desde el del
sujeto activo), la toma efectiva de poder sobre ella de parte del ladrón, lo cual
exige el desapoderamiento de la víctima. Para la que denominamos teoría de la
disponibilidad, el apoderamiento exige que el autor haya tenido la posibilidad de
“disponer” de la cosa, aunque sea por breve tiempo. La conducta importa la
posibilidad inmediata de realizar materialmente sobre la cosa actos dispositivos.
Todo lo que no alcance este resultado podrá o no ser tentativa, pero seguro no es
delito consumado de hurto.
Ilegitimidad. El tipo indica que el apoderamiento tiene que ser ilegitimo, es decir que
subjetivamente el autor debe saber que obra ilegítimamente. Esta ilegitimidad
constituye la síntesis de los datos objetivos del hurto, tal como se ha representado en la
conciencia del autor, y así lo ha mirado como circunstancia subjetiva del tipo. La
ilegitimidad del apoderamiento no hace referencia a la no concurrencia de causas de
justificación, ya que, como elemento típico, se muestra como un dato francamente
objetivo: el articulo excluye los casos en que el agente puede jurídicamente apoderarse
de la cosa ajena, es decir, ejercer derechos sobre ella, es decir que hay aquí una de las
causas de justificación (ejercicio de un derecho), las demás causas de justificación
sieguen girando en la órbita de la antijuricidad.
Objeto del delito. El objeto material en el delito de hurto son las cosas muebles 1) Cosa.
Según el art. 16 del CCyCN: “Los derechos referidos en el primer párrafo del art. 15
pueden recaer sobre Menes susceptibles de valor económico. Los bienes materiales se
llaman cosas. Las disposiciones referentes a las cosas son aplicables a la energía y a las
fuerzas naturales susceptibles de ser puestas al servicio del hombre.”
Las cosas, entonces, se caracterizan por dos notas esenciales: la materialidad y el valor
económico.
Un objeto es material cuando es corporal, esto es, cuando posee extensión y, por ende,
ocupa un lugar en el espacio. Lo que importa a los efectos del tipo penal es que la cosa,
además de ser material, sea susceptible de valor y de apoderamiento. Las cosas pueden
ser sólidas, líquidas o gaseosas. Los objetos inmateriales, aun cuando son bienes que
integran el patrimonio de una persona, no son susceptibles de hurto (p. ej., los
derechos). Tampoco lo son, aunque tengan existencia intelectual, las ideas científicas,
artísticas o literarias o aquellos objetos inmateriales como la luz, el sonido, el calor o el
movimiento. Con relación a la energía eléctrica, el art. 16 del CCyCN la equipara a las
cosas, y puede ser objeto de hurto en cuanto esté incorporada a un patrimonio. Con
relación al agua, el hurto sólo es posible cuando está separada del suelo (ver régimen de
aguas en arts. 235 y ss. CCyCN), en pequeños recipientes, estanques, cisternas,
cántaros~ piletas, etc. Cuando no está separada del suelo, el agua no pierde su calidad
de inmueble y, por lo tanto, sólo puede ser objeto de usurpación (a11. 182, Cód. Penal).
Carece de importancia que el agua se encuentre en propiedad pública o privada; lo que
importa, a los fines del hurto, es que se encuentre: separada del suelo. Por consiguiente,
la sustracción de agua corriente que circula por cañerías, sea que provenga de una
fuente natural o artificial, no es hurto, sino usurpación, al igual que el agua contenida en
lagos. lagunas (natura1es o artificiales), riachos, canales, acueductos, etc., salvo que se
trate de aguas que surgen en terrenos particulares y no forman un cauce natural, pues en
estos casos son aguas de propiedad del titular del terreno.
El cadáver carece de valor económico o de cualquier otra naturaleza. Las partes unidas
artificialmente al cuerpo, en cambio (p. ej., todo tipo de prótesis: dientes, miembros
articulados, pelucas), pueden dar lugar al delito, por cuanto estos objetos son cosas que
poseen un valor económico. El cadáver, no obstante, puede ser objeto de hurto cuando
ha entrado en el tráfico mercantil (p. ej., una momia como pieza de museo o de venta en
un comercio). La sangre también puede ser susceptible de hurto, sólo cuando se
encuentra separada del cuerpo humano, por ejemplo, envasada en el banco de sangre o
en un laboratorio, así como también otras partes del cuerpo, como los tejidos, órganos,
etc., para fines de trasplantes.
La cosa debe tener un valor, pero no un valor económico exclusivamente. El objeto
sustraído puede representar un interés para la víctima o para el ladrón, que les sirve para
satisfacer sus necesidades, usos o placeres, o bien representar un valor puramente
afectivo para la víctima (p. ej., cartas, autógrafos, estampitas religiosas, recuerdos de
seres queridos). Carece de relevancia, entonces, la clase de valor que la cosa tenga para
la persona (económico, moral, histórico, científico, religioso, de afección, etcétera). En
todos estos casos, la sustracción del objeto constituye el delito de hurto, por cuanto, aun
cuando puedan estas cosas carecer de valor económico para quien no sea su propietario
o dueño, están incorporadas a su patrimonio, por lo tanto, tienen un valor patrimonial.
Valor patrimonial no siempre equivale a valor económico, que es lo que sucede con
aquellas cosas que no poseen un valor económico en sí mismas ni para terceros, pero
tienen un valor de uso o de cambio y, por lo tanto, un valor patrimonial que integra el
patrimonio del sujeto. El valor '"ínfimo" o insignificante de la cosa tampoco tiene
relevancia a los fines del delito.
La cosa, además de ser material y susceptible de tener un valor, debe ser mueble. El
concepto penal de cosa mueble es una noción que no coincide totalmente con la
definición civil, y que está basada en la idea de transportabilidad. Se incluye, entonces,
a aquellos objetos que, siendo civilmente pertenecientes a la categoría de inmuebles,
pueden ser objeto de desplazamiento (estatuas, pinturas y elementos de ornamentación,
materiales de construcción, abonos, etc.). Incluso una casa, en el supuesto de su
desmantelamiento y transporte, sería perfectamente capaz de dar materia a la
calificación de robo o de hurto.
La cosa mueble, además, debe ser "ajena". Cosa ajena es aquella que no es propia ni es
susceptible de apropiación u ocupación. La cosa, para que sea hurtable, debe pertenecer
a alguien, a otra persona, sea en forma total, es decir, cuando el autor no tiene ni una
parte ideal de ella en comunidad con sus propietarios; o en forma parcial, esto es,
cuando tiene en propiedad parte de ella, como condómino o comunero hereditario. En
los casos de una sociedad, e1 hurto es posible cuando los bienes que integran su
patrimonio son distintos a los de los socios. No es hurto, sino un tipo de defraudación
(art. 173, inc. 5º, Cód. Penal), el apoderamiento de la cosa totalmente propia estando
legítimamente en poder de un tercero. Queda también al margen del delito de hurto la
apropiación de una res nullius, vale decir, aquellas cosas que carecen de dueño, que no
pertenecen a nadie y que cualquiera puede apropiarse de ellas (art. 1947, CCyCN), por
ejemplo, los animales salvajes, los peces de los mares, ríos y lagos navegables, las cosas
que se hallen en el fondo de los mares y ríos, los enjambres de abejas en estado de
libertad natural, etc.; las res derelictae, que son las cosas abandonadas por su dueño,
para que se apropie de ellas el primero que las encuentre (art. 1947.1, CCyCN) por
ejemplo, los objetos dejados frente al domicilio para que los lleve cualquier persona, y
las res perditi, que son aquellas cosas que están perdidas para su dueño, pero cuya
propiedad, posesión o tenencia no ha sido abandonada, ni objetiva ni subjetivamente
(art. 1947.4, CCyCN).
Sujeto activo: El tipo penal que nos ocupa no exige característica particular alguna en el
autor, por lo que cualquier persona puede ser sujeto activo de hurto, cualquiera que sea
capaz de realizar el acto de apoderamiento.
Por razones obvias, debe excluirse de esta universalidad de posibles autores a la
persona que se halle en la tenencia, posesión o propiedad de la cosa, entre los cuales
están también el copropietario, el socio, el coheredero (poseedores de la cosa pro
indiviso), el usufructuario, el usuario, el comodatario, el depositario, el acreedor
prendario y todo otro que tenga sobre la cosa una tenencia material, por lo que su acto
de apropiación podría configurar, en cambio, una defraudación.
Sin embargo, algunas de estas personas, al poder ser la cosa hurtada también
parcialmente ajena, si no están previa y legítimamente en poder de ella, pueden llegar a
revestir el carácter de sujetos activos de este delito.
No presenta dificultad alguna la aplicación de los principios generales sobre autoría y
participación: autor en sentido estricto será quien realiza el apoderamiento y partícipes
quienes colaboran en él. Cabe la autoría mediata; como en el caso del ladrón que le pide
a un tercero que le alcance una cartera y éste cumple con el pedido, sin sospechar que en
realidad está sustrayendo una cartera ajena: la tercera persona es una herramienta ciega
del autor, un instrumento de la voluntad de aquél debido al error de tipo.
En síntesis, autor sólo puede ser aquel que no tenga la posesión o tenencia de la cosa,
entendiendo por posesión de una cosa mueble que alguien la tenga sometida a su propio
poder de disposición material. La posesión exige que el sujeto pueda disponer de ella.
Sujeto pasivo: Tampoco exige el tipo particularidad alguna en el sujeto pasivo, por lo
que cualquier persona que detente la posesión o tenencia sobre la cosa, con las
características antes enunciadas, puede ser sujeto pasivo de un hurto, aunque la tenga
bajo su poder por un acto de apropiación ilegítima, o viciado por error, abuso de
confianza, clandestinidad, compulsión, fraudulencia o caso fortuito. Sujeto pasivo es el
tenedor de la cosa, también puede ser cualquier persona, física o jurídica.
Tipo subjetivo.
El dolo del autor del delito de hurto debe tener la intención de sacar la cosa del ámbito
ajeno y entrarla en el propio. Esto es, desapodera, para apoderarse, de manera que quien
se apodera para destruir la cosa sólo comete el delito de daño, y quien se apodera para
hacer una broma, no comete hurto. Esto lleva a que el tipo penal de hurto exija dolo
directo, pues el sujeto, conociendo las circunstancias objetivas, busca como finalidad el
apoderarse de la cosa, es decir, que se descarta la posibilidad de dolo eventual y menos
aún del obrar culposo.
El dolo debe comprender que se trata de una cosa mueble ajena, que se toma
ilegítimamente, contra la voluntad del dueño.
Si el autor cree que la cosa le pertenece, habrá un error de tipo que -al no existir la
figura culposa- convertirá en atípica la conducta aunque sea evitable. Lo mismo sucede
cuando el sujeto cree erróneamente que la cosa, por no ser ajena, es disponible por un
tercero, como en el caso de quien supone que está en presencia de una res nullius o una
res derelictae.
El hurto es un campo de demostración de la importancia del dolo en el tipo. En el caso
del sujeto que por error se lleva el sobretodo de otro en un bar, está claro que comete,
desde el tipo objetivo, el delito de hurto. Sólo se distingue en este caso su conducta del
ladrón, por la intención, esto es, la creencia de que la prenda era propia.
B) Hurto calamitoso.
La agravante tiene en cuenta, fundamentalmente, la menor defensa privada frente a
estos infortunios y, al mismo tiempo, la mayor criminalidad subjetiva que muestra quien
se vale de miserables ocasiones para robar a las víctimas de la calamidad. La ley prevé
dos hipótesis distintas: el hurto cometido con ocasión y aprovechando las facilidades
provenientes de un desastre o conmoción pública, y el hurto cometido con ocasión y
aprovechando las facilidades provenientes de un infortunio particular. Objetivamente, el
calificante exige que la sustracción se cometa con ocasión de, vale decir, en la misma
oportunidad en que ocurren los sucesos descriptos en la ley; ni antes ni después, sino
mientras se está produciendo el desastre o la conmoción pública.
El “desastre público” es un suceso dañoso de grandes proporciones, cuyos efectos
recaen sobre un número indeterminado de bienes y personas (p. ej., grandes incendios,
explosiones, terremotos).
La “conmoción pública” es también un acontecimiento de gran magnitud, que se
caracteriza por hechos violentos, perturbaciones, alborotos, corridas, etc., que originan
confusión y pesadumbre en un vasto sector de la comunidad, por ejemplo, rebeliones,
motines, protestas callejeras violentas, conflictos armados. El «infortunio particular" es
una situación de desgracia o aguda aflicción, física o espiritual, por la que atraviesa una
persona (enfermedades o accidentes, ebriedad, tentativa de suicidio, etcétera). El
infortunio debe ser del “damnificado” por el hurto, es decir, de quien ha sufrido la
acción del ladrón, no de otra u otras personas (Núñez). Por lo tanto, esta situación
(infortunio particular del damnificado), sólo tiene relación con las personas, no con las
cosas.
La agravante concurre cuando es la propia víctima quien padece el infortunio. El hurto
se califica si el autor ha aprovechado las facilidades que esas situaciones le han
brindado. De lo contrario, no resulta aplicable la agravante.
3) Hurto agravado por la condición del sujeto activo (art. 163 bis.).
Se trata de un delito especial impropio, que requiere para su realización que el agente
ostente, al momento del hecho, la condición de miembro de alguna de las fuerzas
mencionadas en el precepto. La razón de la agravante no reside únicamente en la
calidad del autor, sino en la circunstancia de que dicha investidura facilita la
perpetración del delito y dificulta las tareas de investigación. Sujeto activo puede ser
cualquier miembro integrante de la Policía Federal Argentina, policías provinciales,
Gendam1ería Nacional, Prefectura Naval Argentina. Policía de Seguridad
Aeroportuaria, Servicio Penitenciario Federal, servicios penitenciarios provinciales y
del cuerpo de bomberos, cualquiera sea
el grado, función o actividad que desempeñe al momento del hecho. De aquí que puedan
ser autores quienes se encuentren fuera de servicio, de licencia o sometidos a algún
procedimiento administrativo o judicial (p. ej., suspendidos preventivamente), no así los
que han sido exonerados de la fuerza o dados de baja, los que han renunciado al cargo o
función pública desempeñados o están gozando del retiro efectivo, pues han perdido la
calidad que los calificaba. El tipo exige que el autor haya “ejecutado” el delito, es decir,
que lo haya cometido en calidad de autor o coautor, no quedando alcanzados por la
agravante los meros partícipes, los instigadores y los encubridores, porque éstos no
ejecutan el hecho, sino que sólo intervienen, en algún grado o tiempo, en su comisión o
con posterioridad a él.
Tipo objetivo.
Acción típica: La acción típica en el robo consiste en apoderarse ilegítimamente de una
cosa mueble, total o parcialmente ajena, con fuerza en las cosas o violencia física en las
personas. Como ya se dijo, el núcleo del robo es igual al del artículo 162 del Código
Penal, pero con la diferencia en cuanto a la forma de apoderamiento, que debe hacerse
mediante el empleo de fuerza en las cosas o violencia sobre las personas. El robo no es
más que un hurto agravado por los medios comisivos: fuerza en las cosas o violencia
física en las personas, compartiendo con aquél una estructura común (las nociones de
cosa mueble, ajenidad y apoderamiento).
El fundamento de la mayor gravedad del robo con relación al hurto se encuentra en el
mayor desvalor que implica el uso de fuerza o violencia, en tanto son significantes de
una mayor habilidad, pericia o esfuerzo por parte del autor; en definitiva, una mayor
energía criminal que la que se acredita con el simple hurto.
1. Fuerza en las cosas: El hurto se califica de robo cuando se ha utilizado la fuerza
para lograr el apoderamiento. La idea de fuerza no debe ser entendida en el
sentido de aquella que se utiliza para trasladar o mover una cosa de un lugar a
otro, cualquiera sea su peso. La fuerza es un medio para el apoderamiento de la
cosa.
La fuerza supone, en primer lugar, una cosa que, por sí misma o por los reparos
relacionados con ella, opone una resistencia al apoderamiento. La fuerza se
emplea para lograr este último cuando el agente dirige su actividad a superar
aquella resistencia. La cosa opone en sí misma resistencia cuando por sus
características requiere una actividad en quien se apodera de ella que va más allá
del esfuerzo necesario para transportarla o simplemente removerla del lugar
donde estaba (el esfuerzo debido al peso de la cosa o a su volumen no constituye
la fuerza típica), como ocurre cuando forma parte de un todo del cual debe ser
separada (p.ej., cortar un trozo de perfil de hierro para apoderarse de él, dejando
el resto; de una parte de cañería, etcétera). La cosa opone resistencia por sus
reparos cuando éstos son los que exigen del agente aquella actividad; puede
tratarse de reparos intencionalmente dispuestos para evitar el apoderamiento
(p.ej., un anillo de hierro que une un cofre a la pared)o colocados con distinta
intención, pero que, no obstante, realizan esa función (p.ej., la mezcla que une
los azulejos a la pared); los reparos pueden ser de ocultamiento de la cosa
(intencional o no):admite la doctrina que quien utiliza fuerza física para buscar
la cosa (p.ej., romper la caja donde se encuentra la llave de paso de la energía
eléctrica para encender luces que le permitan penetrar a un lugar) queda
comprendido en la tipicidad.
La fuerza, según lo pone de relieve la doctrina no se ejerce en la cosa sino "en
razón de la cosa'' (Núñez, Soler, Fontán Balestra). La fuerza es una energía
física, que puede ser humana o artificial, y que produce en la cosa un cambio, un
daño o un movimiento. El concepto abarca el empleo de la energía eléctrica.
Con arreglo al texto legal, la fuerza en las cosas sólo convierte el hurto en robo
cuando se ejerce durante los actos de apoderamiento, quedando excluida aquella
que es desplegada después del apoderamiento para lograr la impunidad o para
obtener la cosa.
¿Cómo debe ser la fuerza desplegada? Hay dos posturas al respecto en la
doctrina, una mayoritaria y otra minoritaria.
La postura minoritaria entiende que la idea de fuerza requerida por la
ley exige la coexistencia de una cosa que le "oponga resistencia", sin
que importe si el uso de esa fuerza es ordinaria (normal) o
extraordinaria (anormal). La fuerza que transforma el hurto en robo es
toda aquella "necesaria" para vencer materialmente la resistencia al
apoderamiento, sin que la acción furtiva se cumpla, además, en forma
anormal o destructiva, a pesar de que, para separar la cosa de su sitio, el
ladrón hubiera hecho lo mismo que, por ser la forma normal para
desprenderla, tendría que haber hecho el propietario. La fuerza se da
siempre que el apoderamiento exija del agente el despliegue de una
energía que importe el vencimiento de resistencia, sea que ésta se
origine en la unión natural de la cosa a otras o en las particularidades
del mecanismo de unión, aunque ese despliegue sea idéntico al que
tiene que realizar el legítimo tenedor para remover la cosa (será
igualmente robo la acción de quien, para apoderarse de la rueda de un
vehículo, corta los bulones que la unen a la punta del eje, que la de
quien, empleando una herramienta, desenrosca esos bulones, porque
también en este caso ha habido vencimiento de la resistencia que se
oponía al apoderamiento). Se critica esta tesis porque tiene que arrancar
de una pauta mucho más difícil de determinar, como es la cantidad de
energía necesaria para el apoderamiento, ya que sus propugnadores se
cuidan de señalar que “no basta que una cosa esté adherida a otra”,
puesto que hay casos “de adhesión que no presentan resistencia” (unión
de la fruta al árbol,de un farol con los tornillos flojos, etcétera).
La doctrina mayoritaria exige que la fuerza sea destructiva y anormal.
Lo primero implica que se altere dañosamente (romper, cortar,
deformar) lo que rodeaba a la cosa, como parte de ella o como reparo.
Lo segundo, que la actividad del agente represente algo más de la
actividad normal que el legítimo tenedor haya de realizar para tomar él
mismo la cosa, aunque ésta exija una actividad alteradora de su estado;
la anormalidad o normalidad dependerá, por tanto, del modo del
apoderamiento (cortar con el cuchillo la cerda del caballo para
apoderarse de ella no será robo, pero sí lo sería matar el caballo para
hacerlo; cortar la fruta para apoderarse de ella no será robo, pero sí
aserrar el árbol para recoger la fruta; cortar el árbol para apoderarse de
la leña no será robo, pero sí cortar los alambres de un cerco para
sacarla; matar la oveja para apoderarse de su carne no será robo, pero sí
matar al perro ovejero que la protege, etcétera). Es por ello que la
acción requerida por el robo debe contener un plus con respecto a la
acción separativa ordinaria.
No importa si la energía desplegada por el agente es puramente física,
como si la ejerce por medio de mecanismos (p.ej., gatos hidráulicos) u
otros procedimientos dañadores (p.ej., utilización de ácido para corroer
las adherencias de la cosa), siempre y cuando se trate de una actividad
realizada por el agente del apoderamiento o por un tercero que actúa por
él o participa en su hecho (el simple aprovechamiento de la fuerza
realizada por un tercero extraño al apoderamiento del agente, no califica
el hurto como robo).
¿Sobre que cosas debe recaer la fuerza para ser típica? Soler entiende que la
fuerza puede recaer sobre: a) defensas predispuestas de cercamiento (por
ejemplo, una puerta); b) defensas predispuestas de simple guarda (por ejemplo,
un placard o una caja); c) elementos sólidos no predispuestos como defensa,
pero que retienen o contienen la cosa (por ejemplo, la pared respecto de la
puerta; d) sobre la cosa misma que ofrece resistencia natural. La resistencia
ofrecida por la cosa no debe ser totalmente dependiente de ella misma, sino que
debe depender de su colocación con respecto a otras. En definitiva, es necesario
que exista alguna resistencia efectiva, aunque no sea preordenadamente
defensiva. Se excluyen aquellos casos en los que la resistencia surge de objetos
de adorno o mero control. El daño hecho a la cosa misma, en cuanto no se
emplea como medio para sustraerla, queda absorbido por el hurto.
¿Qué vínculo debe existir entre la fuerza y el hecho? La fuerza que tiene
relevancia típica es aquella que está vinculada objetiva y subjetivamente con el
apoderamiento.
La vinculación objetiva requiere que la fuerza desplegada sea el procedimiento
empleado para concretar el hecho. Se requiere un nexo de necesidad entre ésta y
la sustracción. Toda fuerza realizada en oportunidad del apoderamiento, pero no
vinculada con este no puede ser considerada como un elemento típico de la
figura de robo.
Subjetivamente, el autor del hecho debe haber querido emplear la fuerza como
medio para apoderarse de la cosa. La fuerza realizada con otra motivación o de
modo meramente culposo no abre el camino para la imputación de este tipo
penal (quien al tomar una estatua erigida sobre un pie de mármol derriba éste y
lo quiebra; o quien ya habiendo tomado el objeto rompe otra cosa sólo con
intención de dañar no comete robo). De este doble nexo entre la fuerza y el
hecho se deriva la lógica consecuencia que el daño ocasionado con posterioridad
al apoderamiento no convierte al mismo en robo. La fuerza debe ser ejercida en
el acto de apoderarse o en las instancias previas pero siempre vinculadas del
modo antes descripto: debe ser desplegada para cometer el hecho.
2. Violencia física en las personas: El hurto se transforma en robo mediante la
violencia “física” en las personas, que se realiza para el apoderamiento o
después de él para asegurar sus resultados.
El robo con violencia es un delito pluriofensivo, en la medida en que la
violencia puede afectar, además del patrimonio, la salud física del sujeto pasivo.
En realidad, lo que se hace es integrar una misma conducta típica en un delito
complejo, ya que de otra forma debería haber sido tratado como un concurso
entre hurto y lesiones, o amenazas, según el caso. Tal como está configurado, sin
embargo, lo predominante es el atentado patrimonial, de forma que el recurso a
los procedimientos violentos, lo que hace es aumentar el injusto de un hecho
cuyo componente básico es la lesión de la propiedad ajena.
La violencia es, en este tipo, el despliegue de energía física para vencer
materialmente la resistencia que el sujeto pasivo opone o puede oponer al
apoderamiento (vis absoluta).
La violencia física consiste en la efectiva aplicación de una energía física,
humana, animal o mecánica, fluida o química, real o simulada, sobre una
persona para vencer la resistencia a la sustracción de la víctima, ya sea ejercida
sobre la misma o sobre un tercero. No es necesario que la violencia afecte la
integridad física del sujeto agredido. La violencia debe ser efectiva, es decir que
no puede considerarse tal aquella que el agente no haya desplegado de modo
concreto, como por ejemplo sucedería si el autor del delito lleva consigo un
arma que no utiliza. Es por ello que se considera que la acción debe ser
objetivamente violenta, esto implica que el mero temor de la víctima del hecho
no es suficiente para calificar a la acción como tal. La violencia que se precisa
para que se configure el robo es la que consiste en un acometimiento físico
agresivo, aplicado directamente sobre las personas.
Debe existir, al igual que con la fuerza en las cosas, una vinculación objetiva y
subjetiva entre la violencia y el apoderamiento. Esto quiere decir que debe ser la
violencia física lo que permita al sujeto apoderarse o lograr la impunidad
posterior al apoderamiento, y esta violencia debe ser querida por el autor como
medio para lograr cualquiera de las dos cosas.
Momentos de la violencia. Con arreglo al texto legal, la violencia puede tener
lugar antes del robo (p. ej., el sueño producido hipnóticamente por el empleado
doméstico al patrón para que luego, por la noche, actúen los ladrones -violencia
preparatoria-), en el acto de cometer el robo (momento que va desde el comienzo
de los actos de ejecución hasta el final de la consumación -violencia
concomitante-) o después de cometido el robo para procurar su impunidad (se
debe haber consumado el apoderamiento o el desistimiento de la tentativa y,
posteriormente, el ladrón ejercer la violencia para lograr su impunidad o la de un
participante en la “comisión” del delito -violencia posterior-, no de quien no
tomó parte en el robo, p. ej., el que planificó el delito). La violencia implica
siempre un despliegue de energía para vencer materialmente la resistencia
opuesta por el sujeto pasivo, sea en actual ejecución (para hacerla cesar) o
destinado a evitar que la persona sobre la que recae pueda, de manera eventual,
ponerla en ejecución cuando todavía no lo ha hecho, con lo cual el robo se da
igualmente cuando el agente ejerce violencia sobre quien está incapacitado para
desplegar resistencia (p. ej., violencia sobre un paralítico).
¿Se acepta la violencia moral o intimidación? La norma textualmente requiere la
existencia de “violencia física” en las personas. Ésta, como su nombre lo indica,
es violencia directa ejercida sobre otra persona. Vitale señala con acierto que
debe ser distinguida de la “violencia moral” o “intimidación”, que es la que se
concreta con la amenaza de causar un mal futuro.
La intimidación es la acción de inspirar en el sujeto pasivo, por medio de
injustas amenazas, un temor fundado de sufrir un mal inminente y grave sobre
su persona, libertad o bienes. En este sentido, la violencia física no puede ser
equiparada a una amenaza o intimidación. Solo será violencia física la directa
intervención sobre el cuerpo de un ser humano. A pesar de esta clara
delimitación conceptual, la mayoría de los autores y la jurisprudencia de modo
casi abrumador han entendido que la violencia física requerida por el tipo
también abarca la llamada vis compulsiva (intimidación o violencia moral), y de
su mano ingresan al tipo penal acciones como la de apoderarse de una cosa ajena
mediante amenaza con armas, entendiendo que la amenaza es causante de una
intimidación en la víctima. Actualmente y de modo mayoritario, se sostiene que
se encuentra presente la violencia física exigida por la norma no sólo mediante
el acometimiento de carácter violento y físico sobre las personas sino también
mediante la llamada intimidación o violencia moral. Los autores nacionales y la
jurisprudencia en su mayoría se han encargado de extender los límites de la
violencia física de tal modo que abarque la violencia moral.
Entendemos que la interpretación adecuada es que la violencia física en el robo
es sólo la aplicación de violencia contra el cuerpo de las personas quedando
absolutamente excluida la intimidación o violencia moral. No de otro modo
puede ser entendida la norma cuando su letra es absolutamente clara y elocuente,
y sus antecedentes normativos nos aportan precisión sobre la intención del
legislador. Extender la tipicidad hacia la violencia moral implica ceder ante la
tentación de hacer decir a la norma aquello que resulte razonable para no dejar
lagunas.
Con claridad explica Vitale que: “...Tal como se desprende del principio
constitucional de legalidad ("nullum crimen ...", previsto expresamente en el art.
18 de la Constitución Nacional), nadie puede ser penado por un hecho que no se
corresponda exactamente con la descripción legal efectuada antes del hecho que
se juzga (nadie puede ser penado sin "ley anterior", dice el citado art. 18)...” , por
el mismo principio -señala- ninguna ley penal puede ser aplicada a situaciones
análogas.
Al iniciar este apartado hemos tratado de diferenciar lo que es la violencia
física de la violencia moral. Existiendo una distancia -considerable y evidente-
entre ambos conceptos, el hurto por medio de intimidación (violencia moral) no
podrá en modo alguno constituir un robo. El operador jurídico puede coincidir o
no con esta solución, pero lo que no debe hacer es apartarse de lo que dice la
letra de la ley. Existen pocas controversias legales donde la mayoría se haya
volcado hacia una interpretación con tan endeble soporte argumental.
Por su parte, Buompadre expresa: “Todo lo que es violencia física por sí o
porque tiene que considerarse como tal, empleada como medio de
apoderamiento, constituirá robo; todo lo que radique en un procedimiento
intimidatorio no equiparable a la violencia física para apoderarse o lograr una
disposición patrimonial estará, en principio, comprendido en la extorsión.
Nosotros creemos que la distinción debe provenir desde la acción: cuando hay
apoderamiento del agente (aprehensio), hay robo; cuando hay disposición de la
víctima (entrega, traditio), hay extorsión”.
Tipo subjetivo.
Se trata de un delito doloso. No existe el tipo culposa para el delito de robo. Comparte
con el hurto las características del tipo subjetivo. Los extremos comisivos contemplados
como fuerza en las cosas y violencia en las personas deben estar dirigidos al
apoderamiento y ser queridos por el autor con esa finalidad. Es decir, como ya vimos al
tratar el tipo objetivo, ambas características tienen que estar vinculadas de modo
objetivo y subjetivo con el apoderamiento.
No habrá robo, sino hurto, aun cuando exista violencia en las personas o fuerza en las
cosas si éstas no son queridas por el autor como medio para concretar el apoderamiento
(o para facilitarlo o procurar su impunidad en el caso de la violencia física).
Subjetivamente, entonces, la fuerza debe haber sido querida por el agente, como
procedimiento relacionado con el apoderamiento. El daño meramente culposo de la cosa
misma o de sus adherencias, no confiere tipicidad a la energía desplegada. Por eso no es
robo el caso de quien toma una estatua que se encuentra sobre un pie de mármol y al
hacerlo, se le resbala y se quiebra la cosa. Y tampoco configura el robo la fuerza
realizada con distinta motivación, como la de quien, habiéndose apoderado de la cosa,
sigue destruyendo por espíritu vandálico.
También en el caso del robo con violencia en las personas, debe existir una relación
con el apoderamiento, para lo cual la letra del Código emplea la preposición “para”. De
modo tal que la violencia ejercitada en mera concomitancia con el contexto de la
ejecución de un hurto, no alcanza a éste para transformarlo en un robo, siendo muy
claro que el móvil debe ser precisamente el de lograr su impunidad. Si al ladrón lo
impulsa cualquier otro motivo, la agravante no concurre, como, por ejemplo, si le pega
una cachetada al dueño por puro espíritu de vejación.
Autoría y participación.
La fuerza en las cosas y la violencia en las personas que califican como robo al tipo
penal se extienden a todos los partícipes, aun cuando por la división de tareas no sean
todos los partícipes autores materiales de la violencia o la fuerza en las cosas. Quien
ejerce materialmente la violencia puede ser diferente del que concreta el apoderamiento,
y sus interrelaciones se rigen por las reglas de la coautoría y, en general, por las del
concurso de personas en el delito.
Considerando que el conocimiento posterior de lo realizado no puede ser el dolo, quien
se incorpora a un grupo de coautores que han realizado “fuerza en las cosas” (por
ejemplo, romper una ventana o una puerta) y consecuentemente se están apropiando de
cosas, y toma a su cargo una parte de la tarea de apoderamiento, sólo realizará una
conducta típica de hurto, porque la fuerza en las cosas ya estaba hecha y acabada
cuando el sujeto ingresó al plan criminal.
Consumación y tentativa.
En el supuesto de robo con fuerza en las cosas, como aquélla debe ser anterior o
concomitante con el apoderamiento, el robo se consuma con este último. Nos
remitimos, al respecto, a la explicación hecha al tratar el tema de la consumación del
apoderamiento en el hurto. En los casos de robo con violencia física en las personas,
cuando la violencia se ejerce antes o durante el apoderamiento, el delito se consuma, al
igual que en el hurto, con el apoderamiento.
Cuando la violencia se ejerce después del apoderamiento, para lograr su impunidad, el
delito se consuma con la concurrencia de ambos elementos, en tanto antes del ejercicio
de la violencia sólo existe un hurto consumado, mientras que la tentativa de
apoderamiento con violencia consumada para lograr la impunidad, configura sólo un
robo tentado.
El problema de este artículo surge cuando se lo debe separar del art. 80 inc. 7. Sobre
esta cuestión se han formulado distintas opiniones, las cuales pueden ser agrupadas en
tres corrientes principales: a) Por un lado están quienes entienden que dentro del art.
165 sólo caben conductas cul;osas y pretermtenc10nales. Es la posición de Soler, López
Bolado y Damianovich de Cerredo; b) Otro grupo de autores consideraque el precepto
abarca tanto los homicidios dolosos (simples) como los culposos. Son de esta opinión
Núñez, Blasco Femández de Moreda, Chiappini, Laje Anaya y Creus, entre otros; c) Por
último, una tercera corriente acepta sólo el homicidio doloso no comprendido en el art.
80, inc. 7°, del Cód. Penal. El resultado culposo (hom1c1d10 culposo) tiene solución a
través de las reglas del concurso real de delitos. Sostienen esta posición Fontán Balestra,
Gómez y Tozzini.
El art. 165, como dice Núñez, es compatible con el dolo de homicidio simple. El autor
debía prever que de su accionar (violencia física, disparo de arma, etc.) "podía resultar"
un homicidio (dolo eventual). Si frente a esa Previsión, el autor continuó con su obrar
ignorando la posible consecuencia, el h01nicidio resultante encaja en los límites de la
agravante que estamos estudiando, por aplicación del dolo eventual. Los resultados
culposos (por ejemplo, el asaltante que huye y se le escapa un disparo de consecuencias
mortales) no quedan abarcados por la disposición, sino que deben ser resueltos mediante
la aplicación de los principios generales del concurso de delitos. Las diferencias entre
las figuras de los arts. 165 y 80 inc. 7', sólo pueden establecerse desde un plano
subjetivo. En ambas hipótesis, el agente mata. Pero, si ha matado "para" robar, el hecho
encuadra en la figura del homicidio agravado por conexidad con otro delito; si, en
cambio, "al robar" ha matado, la figura aplicable es la del robo agravado del art. 165. El
homicidio del art. 80, inc. 7°, presenta un elemento subjetivo especial (para o por) del
que carece el delito contra la propiedad. En la figura del robo agravado, la muerte,
aunque previsible, representa un suceso que no ha estado anticipadamente en los planes
del autor. Se trata de una consecuencia eventual. El robo con homicidio es un delito
complejo, que exige la consumación de los dos hechos que lo componen (el
apoderamiento violento y la muerte).
La participación criminal es posible y se rige por las reglas comunes.
La tentativa, en cambio, parece difícil de imaginar, ya que, ocurrido el homicidio, el
tipo penal está ya consumado. Creus dice: “Para que esta figura agravada de robo pueda
considerarse consumada, es necesario que se conjuguen la acción propia del robo con la
ocurrencia de la muerte. Pero dándose esta última con motivo u ocasión de un robo cuyo
apoderamiento quedó truncado en tentativa, constituye ya el tipo consumado del art.
165, porque éste no requiere que el robo se haya consumado. Pero el robo tentado o
consumado, con cuyo motivo o en cuya ocasión se ha tentado un homicidio, no nos
sitúa en el tipo del art. 165, porque, normalmente, el dolo directo exigido por la
tentativa nos llevará a los supuestos del art. 80, inc. 7, y, en todo caso, faltando ese dolo
y no dándose el resultado de muerte, tampoco podremos estar en la agravante del art.
165: tendremos dos tipos funcionando en concurso.”.
Diferencia con el art. 92 (el cual remite al 80 inc. 7 criminis causa). La diferencia con
las lesiones agravadas del art. 92 reside en el tipo subjetivo. En el delito contra la
integridad personal, el autor lesiona “para” preparar, facilitar, consumar u ocultar otro
delito, asegurar sus resultados o procurar impunidad, o “por” no haber logrado el fin
propuesto (art. 80, inc. 7º). En esta modalidad, el autor lesiona para consumar el robo
(quiere la acción y el resultado); en el delito contra la propiedad, el autor quiere el robo
(la cosa), pero pueden no figurar en su previsión los resultados más graves (p. ej., el
caso de las lesiones accidentales). Precisamente porque las diferencias residen en el
dolo, los límites entre una y otra figura se toman harto confusos, razón por la cual tal
vez resulte aconsejable la supresión de una de las dos agravantes.
Arma es todo que aumenta el poder ofensivo del hombre. Todo objeto capaz de
producir un daño en el cuerpo o salud de la persona. Arma es todo elemento destinado a
ofender o a defenderse.
a. Con arreglo al nuevo texto legal; es necesario hacer una distinción: en el concepto
de arma del art. 166, párr. 1 º, del inc. 2º, quedan comprendidas las armas propias
(específicamente destinadas al ataque o la defensa) como las impropias equiparadas a
las propias (armas fabricadas con otro destino, pero que pueden ser utilizadas para
ocasionar un daño -p. ej., armas blancas-), y las verdaderamente impropias que, por sus
características, se adecuen a las razones de ser de la agravante, como serian ciertas
herramientas de punta o filo (guadañas, horquillas, azadas) o los objetos de gran poder
contundente (bastones, garrotes, etcétera). En cualquier caso, debe tratarse de armas
propias no de fuego, impropias, o de utilería cuando son empleadas en sentido
impropio, vale decir, no como armas sino como objetos contundentes. Dentro del párr.
2º, inc. 2º, del artículo, por el contrario, quedan comprendidas únicamente las armas de
fuego en sentido propio, vale decir, aquellas armas verdaderas operativamente aptas
para el disparo, y en sentido impropio, esto es, cuando son usadas como objetos
corntundentes.
En el art. 166, párr. 3°. primera parte, inc. 2º, que hace referencia al arma de fuego
cuya aptitud para el disparo no pudiera tenerse de ningún modo por acreditada, por
último, quedan comprendidas las armas de fuego no aptas para el disparo (no
operativas), sea por defectos en el mecanismo (p. ej., falta de percutor), por carecer de
idoneidad para hacer correr peligro a la persona de la víctima, por estar descargadas o
por otras insuficiencias en su funcionamiento. Se trata de supuestos de “arma simulada”
o “falsa arma” que, aunque pueda resultar apta para aumentar la intimidación de la
víctima, no tienen --como dijimos- capacidad funcional para poner en peligro su vida o
integridad física. Pero, en cualquier caso, tiene que tratarse de un arma de fuego. El párr.
3º, última parte, del inc. 2°, de la mencionada disposición penal, abarca la llamada arma
de utilería, vale decir, todo objeto que represente un réplica, reproducción, símil o
imitación de un arma, sea o no de fuego (p. ej., un revólver o un cuchillo de juguete).
Quedan comprendidas en el tipo, entonces, las llamadas "armas de juguete", pero no
aquellas situaciones en las que se sin1ula 1a violencia a1mada (p. ej., presionar con el
dedo la espalda de la víctima simulando la existencia de un arma), pues en estos casos
no existe arma de utilería (o de ninguna clase), es decir, un objeto con apariencia de
arma. La mal llamada “arma de utilería” (porque técnicamente no es un arma), para que
quede incluida en esta disposición debe ser usada en sentido propio (como arma), pues
si fuera empleada en sentido impropio (como objeto contundente) el tipo se desplazaría
hacia la figura del art. 166, párr. 1 º, inc. 2°.
La ley reprime el robo cometido con armas, vale decir, que no resulta suficiente para
configurar la agravante la sola portación del arma, salvo que ella sea significativa o se
encuentre exhibida de modo ostensible que demuestre que va a ser usada. La comisión
del robo con armas exige la utilización del arma, esto es, su empleo para doblegar o
evitar la resistencia de la víctima en el contexto de la acción violenta, y en los
momentos ejecutivos del apoderamiento hasta su consumación. La utilización del arma
con anterioridad a esos actos ejecutivos (para preparar o facilitar) o con posterioridad
(para lograr el fin propuesto o la impunidad), no sirven para calificar, sino que dejan
vigente la figura del art. 164.
Defensa sobre la que debe recaer la fuerza: Estas defensas son las paredes, cercos,
techos, pisos, puertas o ventanas. La fuerza tiene que recaer sobre los elementos que lo
forman o dotan de seguridad o solidez al conjunto (tableros, jambas, cemento, tirantes,
cubiertas, etc.) o incluso sobre los sistemas de seguridad que están adheridos a ellas,
formando un todo con ellas. Ej.: el pestillo de la cerradura. Pero se puede
razonablemente dudar en la aplicación de la agravante cuando la fuerza se hace recaer
sobre accesorios que no integran el corpus de la defensa, aunque tengan por función
aumentar su seguridad Ej.: el candado colocado fuera de la puerta, el madero que
apuntala una ventana, etc. Los objetos de la fuerza tienen que constituir defensas
opuestas al apoderamiento de la cosa, lo cual reclama: 1) Que cumplan verdadera
función de defensa (no lo son los que tienen una función distinta, como ocurre con los
vidrios comunes y las telas protectoras de insectos, aunque la cuestión es discutible), y
no que simplemente importen una simbólica función de cercamiento Ej.: precintos. Y en
segundo lugar 2) Que estén dotados de suficiente solidez para oponerse realmente al
apoderamiento porque su naturaleza compacta (maderas, hierros, ladrillos, etc.), o su
colocación Ej.: un techo de paja, exigen un esfuerzo para superarlos Ej.: no sería
calificado el robo en el cual hubiera horadado una pared de papel de arroz.
Lugar habitado: Lugar habitado es aquel que, en el momento del hecho, está destinado o
sirve efectivamente de morada, permanente o transitoria, a una persona, aunque ésta
esté ausente al momento de producirse el robo. Vale decir que deben existir rastros o
indicios, por ejemplo, muebles, ropas, diversos enseres, de que en el lugar viven
personas. El abandono del lugar, sea temporario o definitivo, excluye la agravante. Las
dependencias inmediatas son aquellos espacios accesorios a la vivienda, que forman
parte integrante de ella. Son los sitios contiguos, próximos o cercanos a la vivienda (p.
ej., el garaje, la bodega, el patio, el altillo y el galpón). Lo importante es que conformen
un todo, una sola unidad, con el lugar.
En ambas hipótesis (perforación o fractura), los actos de fuerza deben recaer sobre
cosas u objetos que hayan sido colocados o predispuestos como medios de defensa
cercamiento o protección. La defensa puesta para la protección de la cosa puede ser
exterior o interior. La efracción que califica el robo es la que se realiza tanto para entrar
como para salir del domicilio. Los objetos sobre los que debe recaer la efracción están
expresamente enumerados en la ley: pared, cerco, techo, piso, puerta o ventana. La
acción destructora del ladrón puede producirse sobre la totalidad de estos elementos· o
sólo sobre alguna de sus partes. Pero, recordamos, la figura exige como acto
consumativo, cualquiera sea la entidad del daño, el apoderamiento de la cosa. Tanto el
tipo consumado como la tentativa de robo calificado absorben el daño causado en las
cosas.
I) Robo agravado por la condición del sujeto activo (art. 167 bis).
Se trata de un tipo especial impropio, que justifica el mayor reproche penal teniendo en
cuenta no só1o la cualificación del sujeto pasivo, sino la circunstancia de que dicha
investidura facilita la perpetración del delito y dificulta las tareas de investigación. La
disposición es exactamente igual a la del art. 163 bis, motivo por el cual para su estudio
hacemos la remisión.
Tipo objetivo.
Acción típica: La acción típica consiste en apoderarse ilegítimamente del animal ajeno.
Se trata de un tipo penal común de sujetos indiferenciados; por lo tanto, cualquier
persona puede ser sujeto activo o pasivo. Los animales deben ser ajenos ya sea en forma
total o parcial (si el que comete abigeato es condómino).
La figura requiere que la sustracción del animal debe haberse materializado dentro de
un establecimiento rural o en ocasión de su transporte (en viaje o en sus distintos
tramos). El concepto de establecimiento rural ha sido incorporado por la Ley Nº 25890
al art. 77 del Cód. Penal, con el siguiente texto: "todo inmueble que se destine a la cría,
mejora o engorde del ganado, actividades de tambo, granja o cultivo de la tierra, a la
avicultura u otras crianzas, fomento o aprovechamiento semejante". Se trata, como
puede apreciarse, de un concepto normativo y de textura abierta, pues incluye a
cualquier otro lugar que se destine a '"actividades semejantes". La definición legal
concluye aludiendo a otras crianzas, fomento o aprovechamiento semejante, con lo cual
deja abierta la posibilidad de incluir en el concepto otros establecimientos en donde se
desarrollen actividades similares a las descriptas (p. ej., reproducción de iguanas, ranas
y lombrices o de caracoles terrestres comestibles). Quedan fuera del concepto de
establecimiento rural aquellos que se ocupan de actividades diferentes a las agrícola-
ganaderas y avicultura (p. ej., la actividad minera o la piscicultura). La ubicación del
establecimiento rural es indiferente; puede encontrarse en el ejido urbano (ciudad, villa
O pueblo, incluso en una isla) o fuera de él, y estar cercado o no. Lo que importa es que,
por su propia naturaleza, se trate de un establecimiento rural el cual, además, debe ser
ajeno al autor de la sustracción.
La nueva formulación del delito, haciendo hincapié en el apoderamiento del ganado
dentro del establecimiento rural, lleva a una consecuencia no deseada: la sustracción de
un animal dentro del establecimiento rural (como también en ocasión de su transporte,
desde el momento de su carga hasta el de su destino o entrega, incluyendo las escalas
que se realicen durante el trayecto) configura el delito de abigeato, pero la sustracción
de una tropilla de animales que es arreada por baqueanos al costado de rutas (corno
suele ser costumbre en nuestros campos) configuraría un hurto simple, lo cual permite
inferir que, al parecer, al legislador le ha preocupado más brindar mayor protección
legal al inmueble (establecimiento rural) que a la riqueza ganadera del país.
Con arreglo al texto legal, entonces, la sustracción del ganado debe realizarse en
Ocasión de su transporte, lo cual se concreta desde preciso momento en que los
animales son cargados en algo que los recibe (que los carga) y los conduce de un lugar a
otro, de manera que, si se llevan en tropilla, se arrean, pero no son "'cargados" al medio
de transporte, la sustracción sólo quedará en los límites de la figura básica, siempre que
la acción haya sido desplegada dentro del establecimiento rural. Si la sustracción se
produce mientras los animales son conducidos caminando, en tropilla, hasta el lugar en
donde van a ser cargados al transporte, pero todavía no se ha producido el proceso de
carga, el hecho queda fijado como hurto o robo, según las circunstancias.
Agravante. El párr. 2° del art. 167 ter establece una primera agravante del delito
castigando con una pena de entre tres y ocho años de prisión, "si el abigeato fuere de
cinco o más cabezas de ganado mayor o menor y se utilizare un medio motorizado para
su transporte".
Para que opere la agravante el apoderamiento debe recaer sobre cinco o más cabezas
de ganado, en el mismo contexto de la acción típica, y que se utilice para su transporte
un medio motorizado. Se trata, como puede apreciarse, de un tipo mixto complejo, de
varios actos~ que requiere para su consumación una pluralidad de acciones
(apoderamiento y transporte motorizado). Apoderamiento sin transporte conduce a la
figura simple (p. ej., el arreo de los animales). El transporte, en este supuesto,
perfecciona la consumación del tipo agravado. El medio motorizado no es el "medio"
para consumar el apoderamiento sino, simplemente, el medio de transporte.
Hiper agravantes: El art. 167 quater establece que se aplicará de cuatro a diez años de
reclusión o prisión, si concurrieren algunas de las siguientes circunstancias:
a) Apoderamiento realizado en las condiciones previstas en el art. 164 (Robo de
ganado). Con arreglo a esta disposición, el abigeato se agrava si se lo comete con fuerza
en las cosas o con violencia física en las personas, sea que la violencia tenga lugar antes
del abigeato para facilitarlo, en el acto de cometerlo o después de cometido, para
procurar su impunidad. Las circunstancias típicas del robo han sido explicadas en el
capítulo correspondiente y allí hacemos la remisión. Sólo queda por destacar que, si el
abigeato se cometiere empleando un arma de fuego, es de aplicación la agravante
genérica prevista en el art. 41 bis del Cód. Penal y no la agravante específica del robo
con armas del art. 166, inc. 2º, por cuanto -como antes se dijo- no son aplicables al
abigeato las agravantes del hurto ni del robo.
b) Alteración, supresión o falsificación de marcas o señales utilizadas para la
identificación del animal. La marca y la señal en el ganado sirven no solamente para
identificar al animal sino también a su propietari.9, que las tiene registradas en los
organismos respectivos. Según el art. 1 ºde la Ley Nº 22939, Ja marca es la impresión
que se efectúa sobre el animal de un dibujo o diseño, por medio de hierro candente, de
marcación en frío, o de cualquier otro procedimiento que asegure la permanencia en
forma clara e indeleble que autorice la Secretaría de Agricultura Ganadería, Pesca y
Alimentos, mientras que la señal es un corte o incisión, perforación, o grabación hecha a
fuego, en la oreja del animal. Con arreglo a esta ley, la marca se aplica al ganado mayor,
y la señal al ganado menor.
Las acciones que conducen a la mayor penalidad son la alteración, que supone la
sustitución de la marca o señal verdaderas por otra distinta de pertenencia del autor o de
un tercero; la supresión implica la desaparición de la marca o señal que tenga el animal,
sin que se las reemplace por otras, mientras que la falsificación importa la adulteración
de la marca o señal verdaderas, o la creación, en todo o en parte, de una marca o señal
falsas.
c) Falsificación y utilización de certificados de adquisición, guías de tránsito, boletos de
marca o señal, o documentación equivalente. Se trata de una hipótesis de mayor
penalidad fundada en la mayor gravedad del injusto al violarse dos bienes jurídicos: la
propiedad del ganado y la fe pública que merecen los documentos falsificados o usados
en el proceso de transporte y comercialización del ganado. Conforme está redactada la
norma penal, estas conductas deben cometerse para consumar el abigeato. Ello implica
que el autor de la falsificación no necesariamente debe ser el autor del abigeato, pues
bien puede tratarse de un tercero ajeno a los actos de apoderamiento, circunstancia que
podría conducir, cuando es la misma persona el sujeto activo de ambas conductas
ilícitas, a la existencia de un concurso real de delitos. El autor del delito debe falsificar o
utilizar ciertos y determinados documentos que son material o ideológicamente falsos y
que tienen relación con el proceso de comercialización o tránsito del ganado.
d) Participación en el hecho de personas dedicadas a la actividad agropecuaria. Se trata
de una figura especial que exige una determinada condición o cualidad de la persona
participante en el abigeato, pues la mayor penalidad no alcanza a cualquiera que haya
intervenido en el hecho delictivo, sino a una determinada categoría de sujetos, como son
los que se dedican a la crianza, cuidado, faena, elaboración, comercialización o
transporte de ganado o de productos o subproductos de origen animal. La agravante
comprende cualquier grado de participación en el abigeato (autoría, complicidad
primaria o secundaria e instigadores), es decir, abarca tanto a quienes, en sentido
general, han tomado parte en la ejecución del hecho como a aquellos que han prestado
una contribución, cooperación o ayuda a éste. Quedan fuera de la tipicidad agravada los
encubridores, porgue no participan del delito. Tratándose la cua1ificación normativa en
un elemento del tipo agravado, la condición de autoría deberá ser objeto de
comprobación en el caso judicial.
e) Agravante por la calidad de funcionario público. El tipo se agrava cuando en el
abigeato "participare un funcionario público que, violando los deberes a su cargo o
abusando de sus funciones, facilitare directa o indirectamente su comisión". La
agravante exige la concurrencia de varias condiciones: la participación de un sujeto que
reúna la calidad de funcionario público, que al momento de la realización del hecho
delictivo se encuentre en el ejercicio de su actividad funcional (sólo puede violar los
deberes atinentes al cargo o abusar de sus funciones quien se encuentra en el ejercicio
activo de la función pública) y que, con su participación, haya facilitado de manera
directa o indirecta la comisión del hecho. De no reunirse cualquiera de estas
condiciones, el tipo se desplaza a la figura básica.
f) Pluralidad de partícipes. Se trata de una agravante fundada en la pluralidad de
personas participantes en el hecho, y la mayor severidad en la sanción se justifica por
las mayores posibilidades de consumación que presenta el delito cuando es realizado
con el concierto de varias personas. El tipo exige la participación en el hecho de tres o
más personas y no como, por ejemplo, en el homicidio, que se cometa el hecho "con el
concurso de dos o más personas"; por lo tanto, aquí es suficiente para la concurrencia de
la tipicidad agravada la intervención de tres (mínimo legal) o más personas en el
abigeato, con prescindencia del grado de participación que hayan tenido (coautores,
cómplices o instigadores). La inimputabilidad de alguno de los participantes no excluye
la agravante, siempre que uno de ellos tenga capacidad de culpabilidad. Si en el
abigeato interviniere un menor de dieciocho años, resultará de aplicación el art. 41
quáter del Cód. Penal, cuyo texto incrementa la escala penal del delito en un tercio del
mínimo y del máximo para los mayores que hubieren participado en él.
Incremento de la pena por calidad del autor. El art 167 quinque establece, juntamente
con la pena privativa de libertad, la aplicación de 1a pena de inhabilitación especial por
el doble del tiempo de la condena, si e1 culpable fuere "funcionario público o reuniere
las condiciones personales descriptas en el art. 167 quater, inc. 4º. Esta especie de pena
conjunta sólo es aplicable para el autor que, reuniendo alguna de las calidades
establecidas en la norma (funcionario público o persona dedicada a la crianza, cuidado,
faena, elaboración, comercialización, transporte de ganado, de productos o de
subproductos de origen animal), fuere condenado por un delito de los que están
previstos en el Capítulo II bis del Título VI del Código Penal. El último párrafo del
artículo establece que, además de la pena de inhabilitación especial, se aplicará una
pena de multa al culpable equivalente de dos a diez veces del valor del ganado
sustraído. Esta especie de pena abarca únicamente los delitos previstos en el Capítulo II
bis (en todos los casos "antes previstos", dice la ley), no así a los otros delitos.
incorporados por 1a nueva legislación que también tienen relación con el abigeato, por
ejemplo, los supuestos comprendidos en los arts. 248 bis, 277 bis, 277 ter y 293 bis.
Tipo objetivo.
Acción típica: La acción típica consiste en obligar a otro, esto es, compeler, exigir, hacer
cumplir una cosa o un mandato. La conducta no consiste en intimidar a la víctima sino
en “obligar” a ésta, a través de los medios típicos, a realizar una prestación con
significado patrimonial. La acción típica del delito de extorsión, contemplada en la
primera parte del artículo 168, consiste en obligar a otro, mediante intimidación, a
entregar, enviar, depositar o poner a su disposición o la de un tercero aquello que
constituye el objeto del delito. Creus sostiene que la ley contempla la llamada
intimidación propia y dos casos de intimidación engañosa
Medios comisivos.
1. Intimidación propia: Por intimidación debe entenderse un medio de "compulsión
puramente moral que consiste en la amenaza de un mal para lograr una
prestación de carácter patrimonial". Esta intimidación debe producir un efecto
psicológico sobre la víctima, que consiste en el obligarla a la prestación exigida,
por el temor de sufrir el mal amenazado.
La intimidación que requiere la figura de la extorsión es puramente moral, no
física, como se requiere en el delito de robo. Constituye la amenaza (verbal,
escrita o por cualquier signo) de sufrir un mal grave e inminente si no se cumple
con las pretensiones del sujeto activo: entregar, enviar, depositar o poner a
disposición de éste o de un tercero los elementos enumerados en la norma legal.
El mal amenazado debe ser a futuro, por lo tanto, no es una amenaza la referida
a un mal pasado. Creus pone el ejemplo de la persona que amenaza con no
devolver lo robado, aunque el caso es diferente si el agente amenaza que no dará
el remedio para una enfermedad.
El mal amenazado debe ser grave e idóneo. Esto quiere decir que debe tener
entidad suficiente como para obligar al sujeto pasivo a realizar la entrega. Es
indispensable que sea idónea para infundir un real temor al sujeto pasivo. El mal
puede ser tanto en la persona, bienes o intereses legítimos del sujeto pasivo.
Ningún interés legítimo se excluye en el delito de extorsión. Núnez pone como
casos la tranquilidad espiritual, sus derechos o la incolumidad de esos intereses
en relación de terceros. Pero siempre debe tener el asunto un interés económico.
La intimidación requiere que se reclame algo injusto. Tanto objetivamente
como subjetivamente la intimidación debe ir hacia una lesión patrimonial (delito
contra la propiedad), de otra persona, ajena, que es la privación de cosas, dinero
o documentos que produzcan efectos jurídicos. Así, si lo pedido es legal, no se
dará la extorsión, sin perjuicio de que quede como conducta típica la coacción.
Por lo tanto, debe tratarse de una privación ilegítima, "en el sentido de que el
bien no le sea debido por la víctima al autor, pues no hay lesión patrimonial
cuando el objeto de que se ha privado al dueño, le era debido a la persona que lo
exigió.
2. Intimidación engañosa: Se trata de medios comisivos previstos por el primer
párrafo del artículo 168 del Código Penal. Es también aquí requisito
imprescindible la injusticia de la exigencia, y que esa injusticia sea conocida por
la víctima. En la simulación de autoridad o invocación de falsa orden de la
misma, el sujeto activo actúa representando a una autoridad pública, viciando la
voluntad del sujeto pasivo, quien produce el desplazamiento de la cosa en manos
del extorsionador. La coacción moral resulta del temor que se provoca en la
víctima de imaginarias represiones que pueden derivársele del desconocimiento
de la autoridad simulada o de la desobediencia a la supuesta orden de ella. En
este supuesto media el engaño con que se induce a la víctima a creer que se trata
de una autoridad verdadera o de una orden auténtica. De allí que, a simple vista,
pareciera que la figura se asemeja a la estafa. Para diferenciar ambas figuras,
debe tenerse en cuenta que en la extorsión se exige, además de la simulación, la
utilización de ésta como medio intimidatorio, obligando al sujeto pasivo a
entregar algo que tampoco entregaría a un funcionario real, pues la exigencia es
injusta en ambos casos. Otro criterio rector, en estos supuestos, debe ser el de
establecer qué elemento ha primado en el ánimo de la víctima: si el temor o el
engaño. En general, la víctima de una defraudación va en busca de una ventaja y
está contenta con lo que sucede hasta el momento en que despierta a la realidad.
En cambio, la víctima de la extorsión sabe de entrada que padece un mal y
procura evitarse un peligro inminente.
La intimidación engañosa se puede presentar de dos formas: a) Simula ser
autoridad pública: Quien, sin serlo, invoca ese carácter para formular la
exigencia. Cuando la ley habla de autoridad, se refiere a quien tiene competencia
para formular la exigencia, por ende, puede ser autor de este modo extorsivo el
empleado o el funcionario público que no tiene tal competencia y que por ende
no es “autoridad” en el sentido de la ley; b) invoca falsa orden de autoridad
pública: Quien, sin presentarse como autoridad pública, invoca una falsa orden
de esa autoridad para fundamentar su exigencia. Los casos en que quien se
presenta es una verdadera autoridad, pero lo hace con una falsa orden, o de
cualquier otro sujeto con falsa orden, pueden caer dentro de los tipos de falsedad
documental.
Objetos del delito: Los objetos de esas acciones a las que se ha obligado al sujeto
pasivo, son cosas, dinero o documentos que produzcan efectos jurídicos.
- Cosas: Cosas muebles, según el concepto utilizado en el tipo de hurto.
- Dinero: Es la moneda (nacional o extranjera) con valor corriente en el país, o sea la
que tiene curso legal en él.
- Documentos: El concepto genérico de documento como manifestación escrita, firmada
por el otorgante, que produce efectos jurídicos.
Tipo subjetivo: Ésta es una figura dolosa, de dolo directo. Exige el conocimiento del
tipo penal y la voluntad del autor de obligar a otro a entregarle los objetos a que hace
referencia el tipo de extorsión. Es importante analizar cuál es el contenido del dolo; el
autor debe llenar los requisitos del tipo, de manera que tiene que tener conciencia del
medio empleado, el fin propuesto y la significación de la relación funcional, por lo que
debe actuar consciente de la intimidación, la amenaza que produce un efecto en la
víctima, siempre con el fin de lesionar la propiedad ajena. Como es obvio, no se admite
otro dolo que el directo.
En la extorsión es interesante analizar los posibles errores, como ser: no creer que el
medio es intimidatorio, lo que llevaría al error de tipo, o creer que se tiene derecho a la
intimidación, lo que llevaría al error de prohibición.
A) Extorsión de documentos.
La figura está prevista en el art. 168, párr. 2. La diferencia con el tipo básico reside en
dos circunstancias: en el empleo de violencia como medio para cometer el ilícito
(además de los medios comunes exigidos por el tipo básico) y en los actos exigidos a la
víctima, esto es, la suscripción o la destrucción de documentos de oh ligación o de
crédito.
La violencia exigida es la violencia física. La misma que estudiamos en el robo. En
esta hipótesis, el autor obliga a la víctima a suscribir o destruir el documento de
obligación o de crédito. Se "suscribe' un documento cuando se lo firma, de modo que
puede ser jurídicamente exigible. La firma al pie del documento implica el
reconocimiento de la obligación o del crédito. Se "destruye" un docun1ento cuando se
lo hace cesar en su existencia material, rompiéndolo, quemándolo, borrando sus partes
esenciales, haciéndolo desaparecer, etcétera. El documento de obligación o de crédito,
vale decir, aquel instrumento que representa el derecho de exigir la cosa que es objeto
de la obligación (que es un crédito), o de dar una cosa, que es una deuda, es el objeto del
delito.
Respecto del momento consumativo, hay que hacer una distinción: si se trata de la
acción de destruir un documento, el delito se consuma cuando la destrucción se ha
producido. Si se trata, en cambio, de la acción de suscribir un documento, la
consumación se realiza cuando el documento ha salido del poder del firmante, ya que
sólo entonces surge el peligro de vulneración del bien jurídico protegido. En ambos
casos, la tentativa es posible.
Bien jurídico protegido: En toda extorsión hay un ataque a la libertad, por una parte, y,
por otra, un ataque a la propiedad, que se afecta por el rescate que se debe pagar a los
efectos de lograr la libertad perdida, ya se trate de un derecho de la propia víctima
sustraída, retenida u ocultada, o de un tercero, que paga. Además, en el secuestro
extorsivo hay un doble ataque a la libertad: 1) El común a todas las extorsiones, dirigido
contra la libertad psíquica o de autodeterminación, generalmente de un tercero, que será
el destinatario de la exigencia, atemorizado por el mal que puede sufrir el secuestrado, y
2) el específico de esta figura, que es el que menoscaba la libertad ambulatoria de la
víctima de la extorsión, o de un tercero.
El secuestro extorsivo es un delito pluriofensivo que se caracteriza, precisamente, por-
una ofensa al patrimonio a través de un atentado a la libertad individual. Se trata de una
figura de peligro para el derecho de propiedad, de carácter permanente, cuya
materialidad perdura en el tiempo, mientras se mantiene la situación de privación de
libertad del sujeto pasivo. Puede ser sujeto activo o pasivo cualquier persona.
Tipo objetivo.
Las acciones típicas son sustraer, retener u ocultar. Por sustracción debe entenderse la
acción de sacar a la persona del lugar en que se encuentre, del lugar al que pertenece,
donde desenvuelve su vida en libertad, o bajo la guarda de terceros. Retener es obligar a
la persona a permanecer en un lugar determinado durante un lapso que puede ser más o
menos prolongado, lo que lo saca de su ámbito de libertad. Ocultar equivale a esconder
a la persona, lo cual se logra trasladándola a un lugar desconocido por terceros, de modo
que se dificulte la acción de encontrarla.
La intimidación puede surgir del mantenimiento de la privación de libertad o del temor
por la seguridad del rehén.
El rescate es el precio exigido por el secuestrador, que puede ser de dinero, bienes o
una prestación de carácter patrimonial cualquiera, puesto como condición para la
liberación de la víctima. El rescate puede exigirse al propio secuestrado o a un tercero, y
puede aprovechar al autor o a alguna otra persona.
Sujeto pasivo es, en principio, la persona privada de libertad y quien debe pagar. Pero
como en la estafa, una puede ser la detenida y otra el sujeto pasivo, en el sentido de que
debe pagar el rescate, ya que es éste principalmente un delito patrimonial.
Tipo subjetivo.
El delito es doloso. El sujeto activo actúa con el conocimiento y la voluntad de privar
de la libertad a una persona para sacar un rescate. Esta finalidad del autor constituye un
dolo directo, ya que, no concurriendo, desaparece el tipo subjetivo del delito, que es
incompatible con el dolo eventual o indirecto. Ni la simple representación, ni la
certidumbre de que se ofrecerá un rescate, convierten al autor de una privación de
libertad en autor de un secuestro extorsivo". Por ejemplo, si el precio no se pide por la
liberación, sino por otro motivo, como sería mejorar las condiciones de la detención, no
habrá extorsión, sino otro delito contra la libertad personal.
Consumación y tentativa.
Este delito no exige el logro del rescate, siendo suficiente con que éste concurra en el
dolo del autor, que priva de la libertad para sacar rescate. Entonces, el hecho se
consuma en el momento de la privación de la libertad con finalidad de pedir rescate,
siendo incluso innecesario que la víctima de la maniobra se entere de la exigencia del
autor.
Esta conclusión surge clara de la circunstancia de que, según lo dispone el segundo
párrafo, si el rescate se obtiene, la pena será mayor.
Se admite la tentativa, que podría darse con los actos ejecutivos llevados a cabo para
privar la libertad de la víctima.
En el segundo supuesto no es admisible la tentativa, pues vemos que previo al logro
del cobro del rescate, el delito ha sido consumado con la privación de la libertad.
Agravante: La pena se eleva a ocho años si el autor lograre su propósito, vale decir, el
rescate, el "precio de la libertad" del secuestrado. No alcanza a llenar el tipo la sola
circunstancia de que la víctima de la extorsión se haya desprendido de los bienes que
componen ese precio, si ellos no han ingresado en la esfera de disposición del agente o
del tercero; en este último caso no se pasa de la figura básica; la agravante se consuma
con la ocupación de los bienes por aquéllos.
Atenuante: El párr. 6º del art. 170 reduce la pena del participe de un tercio a la mitad
cuando, "desvinculándose de los otros, se esforzare de modo que la víctima recupere la
libertad, sin que tal resultado fuese la consecuencia del pago del precio de la libertad".
El precepto introduce una categoría similar al "arrepentido" de otras leyes (p. ej., Leyes
Nº 24424, de reforma al régimen de los estupefacientes, y 25241, sobre hechos de
terrorismo), inspirado en la idea de conseguir una mayor eficacia en la lucha contra este
tipo de delitos. Se trata de buscar con ello una solución "normativa" para aquellos que
tienen cierta intervención en el secuestro (sólo los partícipes), instándolos-precio
mediante de una mejora en su situación penal- a prestar una colaboración activa en la
liberación de la persona secuestrada, por ejemplo, aportando datos útiles que conduzcan
al descubrimiento del escondite en donde se encuentra la víctima o que lleven a la
captura de otros intervinientes en el delito, entre otros supuestos.
Con arreglo al texto legal, la norma sólo beneficia a los partícipes en el delito, no a
otros intervinientes como los autores, coautores, instigadores, encubridores, etc., y dicho
beneficio se encuentra condicionado a que las personas "delatadas" tengan una
responsabilidad mayor en el hecho que la del aportante de la información.
C) Sustracción de cadáveres (art. 171).
La acción material del delito está dadc1 por el verbo "sustraer'', que quiere decir tanto
como apoderarse, apropiarse, quitar, tomar el cadáver del lugar en que se encuentre,
etcétera. No es indispensable que el agente conserve el cadáver de modo que pueda
devolverlo; igualmente incurre en el delito quien lo sustrajo con la finalidad típica y se
deshizo de él por cualquier motivo (p. ej., por las dificultades para guardarlo). El objeto
de la sustracc1on t1en~ que ser un cadáver, vale decir, los restos de un cuerpo muerto de
lo que en vida fue una persona humana. Quedan excluidos, por consiguiente, el cuerpo
muerto de un animal, así como los huesos sueltos o restos de un muerto, o las cenizas
que se conservan en una urna. Con respecto al feto, los restos de una manipulación
abortiva de pocos días de gestación no parece que puedan responder al concepto de
cadáver exigido por la norma penal, pero sí tal vez si se tratara de un feto de varios
meses_ Es cadáver, sin embargo, el cuerpo muerto momificado; no así el esqueleto que
se encuentra en exposición para su venta o exhibición por ejemplo, en librerías
especializadas en ciencias médicas, o para observación o estudio del público en general
(v. gr., en museos, laboratorios, etc.). En estos casos, el cadáver es res commercium y
puede, por ende, ser susceptible de hurto o defraudación, pero no de esta clase de
extorsión.
Sujeto activo como pasivo puede ser cualquier persona. Se trata de una figura
especializada subjetivamente, teniendo en cuenta que la disposición de manera expresa
exige que la sustracción del cadáver lo sea para hacerse pagar su devolución. Cualquier
otra finalidad que no sea la de obtener un precio en dinero u otro valor de contenido
patrimonial (p. ej., por broma, por venganza) excluye el delito. Por ende, es un tipo
subjetivamente configurado, de los llamados "intencionales de resultado cortado", sólo
compatible con el dolo directo. Se consuma con la mera sustracción del cadáver,
siempre que el autor persiga el propósito de hacerse pagar por su devolución. La sola
sustracción sin que concurra el móvil subjetivo previsto en la norma es atípica. La
tentativa resulta admisible.
Elementos de la estafa.
Ardid o engaño: Éstas son las dos únicas modalidades previstas en la ley para
caracterizar la estafa (o valiéndose de cualquier otro ardid o engaño, dice el precepto
legal). Los otros medios que enuncia (enumeración meramente ejemplificativa), no son
más que otros de los tantos ardides o engaños de que puede valerse el autor para
defraudar. El engaño-al igual que el ardid-, es un elemento intelectual o inmaterial, cuya
génesis se produce en la psiquis del individuo. El "ardid" es un artificio empleado hábil
y mañosamente para el logro de alguna cosa; el «engaño", en cambio, es la falta de
verdad en lo que se dice, piensa o hace. Son dos formas distintas de suscitar un error
mediante la modificación de la verdad objetiva, en forma parcial o total.
En cada caso debe establecerse aquella idoneidad en relación a la mentalidad y
condiciones personales de las víctimas, pues lo que para una persona de cultura superior
y de despierta mentalidad puede resultar una burda mentira, para otros sin esas
cualidades resulta un ardid eficiente e idóneo.
El derecho puede (y debe), exigir un cierto nivel de diligencia que le permita al sujeto
descubrir el fraude, por lo que la protección penal no debe producirse cuando la
indolencia, la excesiva credulidad y la omisión de precauciones elementales hayan sido
las verdaderas causas de la eficacia del engaño. No habrá estafa, por tanto, por falta de
engaño suficiente, aunque se haya producido un error y, como consecuencia, un
perjuicio patrimonial, si con una diligencia adecuada con las circunstancias el sujeto
pasivo hubiera podido descubrir el ardid y poner al descubierto la acción engañosa.
Simple mentira: Poco importa -hemos dicho-- si el medio empleado por el autor h~
consistido en la sola afirmación de un hecho incierto -simple mentira-, si fue
acompañado o respaldado por actos o hechos de cierta entidad objetiva, tendientes a
crear un error en la víctima. Si la mentira ha engañado al sujeto y éste ha dispuesto
patrimonialmente en su perjuicio o en el de un tercero, como consecuencia del obrar
mentiroso del autor, entonces debemos concluir que la mentira ha configurado un medio
engañoso y, por lo tanto, ha sido idónea para perfeccionar la estafa.
Aspecto subjetivo.
La estafa es un delito doloso, dedolo directo. No son admisibles las formas culposas ni
el dolo eventual. Es un delito material y de resultado, requiriendo para su consumación
la producción de un perjuicio en el patrimonio de la víctima o de un tercero.
Se han señalado dos elementos como integrativos del aspecto subjetivo de la acción
típica:
1) El ardid y su destino: si la conducta se despliega en orden a producir el error de la
víctima, se requiere que el agente conozca la falsedad de la idea que transmite. No
puede engañar quien a su vez esta engañado. La falsedad requiere congruencia entre lo
que se sabe y lo que se transmite, quien en la creencia de lo que no hace otra cosa que
proponer un negocio a otro, aunque arriesgado, lo convence para que aporte el capital
no lo engaña, por más que la perdida sea segura, si esto lo desconocía el agente. (Ver
culpabilidad).
2) Motivación de la conducta del agente: Debe haber ilegitimidad del beneficio
perseguido por el agente. En nuestro ordenamiento, habiéndose producido la disposición
patrimonial perjudicial, es indiferente que haya llegado o no a convertirse en beneficio
para el autor o para un tercero. Sin embargo, la doctrina acuerda que el proponerse un
beneficio ilegitimo como resultado de la acción estafadora es un requisito subjetivo de
ella, ya que se trata de una exigencia propia de la noción de defraudación. Tiene que ser
un beneficio ilegitimo: cuando la prestación de la víctima es debida por ella al agente o
al tercero, no hay estafa. Quien utiliza un ardid para lograr que alguien pague lo que le
debe realmente o le devuelva lo que tiene que devolverle, no estafa, ya que el
patrimonio del sujeto pasivo del engaño no se ve perjudicado por quitarse de él lo que
debía quitarse, no se trata por ende de una prestación no compensatoria que como
dijimos es imprescindible en la figura.
El fraude: El fraude tiene que estar constituido por un ardid o engaño, como ocurre en la
estafa. No se trata aquí de la simple diferencia entre lo debido y lo entregado, sino de la
vigencia de un engaño que induce a la víctima en error, suscitando en ella la falsa
creencia de que recibe lo debido. No constituye fraude la simple propaganda exagerada
o engañosa, que no impide al receptor verificar las características de lo que se le
entrega, sino del acto positivo del engaño que lo hace errar pese a la posible
verificación. Puede darse por medio de un verdadero ardid constituido por maniobras
tendientes a inducir en error Ej.: mezclar mercadería de una calidad con otra de distinta
calidad, haciendo que la verificación se haga sobre los continentes de mercaderías de la
calidad debida, falsear las inscripciones del peso neto en los continentes, etc. o por una
simple mentira y aun por el silencio engañoso cuando la ley obliga al vendedor a
entregar mercaderías de determinada calidad o de determinadas proporciones, al margen
de la verificación del adquirente Ej.: en el caso de los medicamentos.
Culpabilidad: El dolo de este delito exige el conocimiento de las diferencias entre lo que
se entrega y lo que se debe, el error sobre esta circunstancia puede excluir la
culpabilidad. Exige también la voluntad de utilizar el fraude para perjudicar a un
patrimonio por medio del error creado en el sujeto pasivo, con lo cual solo es admisible
el dolo directo.
2) Apropiación y omisión de restituir indebidas. Art. 173 Inc. 2º: “El que con perjuicio
de otro se negare a restituir o no restituyere a su debido tiempo, dinero, efectos o
cualquier otra cosa mueble que se le haya dado en depósito, comisión”.
Es una defraudación por abuso de confianza (No es el abuso de confianza que vimos en
el Art. 172, en el que funciona como engaño para inducir en error a la victima y lograr
por ese medio la disposición patrimonial perjudicial.) Este es el abuso de confianza que
constituye una de las especies de defraudatorias (cuadro), donde el bien que es objeto
del delito se encuentra ya en poder del agente en virtud de un negocio jurídico
preexistente y el perjuicio se produce porque el agente dispone de tal objeto en
violación a las obligaciones creadas por dicho negocio.
La tenencia de los objetos: Es presupuesto del delito que el autor tenga lo objetos bajo
su poder o custodia. Es indispensable que esa tenencia se le haya transferido con
implicancias jurídicas (poder) o como mero poder de hecho (custodia), pero siempre
tiene que tratarse de una tenencia que se ejerza autónomamente respecto de la que
ejercía quien ha entregado la cosa.
La mera entrega que no excluye la tenencia anterior no queda comprendida en el tipo,
tal ocurre en las relaciones de servicio en que el empleado cumple funciones de guarda
de los objetos dentro de la esfera de tenencia del principal (domésticos, encargados de
hacienda, capataces, etc., aunque se discute la situación de los serenos y los cajeros), en
las que el servidor que se apodera de las cosas que guarda comete hurto y no esta
particular defraudación. Sin embargo, la existencia de una relación de servicio no
descarta por si la vigencia del tipo, ya que si la guarda que en cumplimiento de esas
relaciones se realiza queda fuera de la esfera del poder del principal, asume caracteres
de custodia y hasta de poder autónomo, que coloca los objetos en la tenencia del
servidor Ej.: cuando al servidor se le otorgan facultades de mandatario, como puede ser
el capataz encargado de transportar y vender la hacienda en el mercado. Tampoco caben
en el tipo los supuestos de entrega momentánea sin animo de transferir la tenencia de
los objetos Ej.: guarda que recibe un billete para cambiarlo lector que recibe u libro para
leerlo en la biblioteca, cuyo apoderamiento ilegitimo no pasa del hurto.
Origen de la tenencia. Obligación de entregar o devolver: El poder adquirido por el
agente sobre la cosa tiene que ser un poder no usurpado: debe engendrarse en el
otorgamiento que de el le ha hecho el anterior titular de la tenencia, en virtud de un
negocio jurídico. La ley requiere la existencia de un titulo por el cual se ha hecho la
transferencia. Dicho titulo pude ser: Un acto jurídico privado: convención o hecho
unilateral con relevancia jurídica.
- Un acto jurídico público: actos funcionales que otorguen custodia, siempre que no
entre en la esfera de la malversación propia o equiparada.
Además tiene que tratarse de un titulo que produzca una obligación de entregar o
devolver por parte del agente, constituyéndolo en una tenencia temporal. Quedan
descartados como títulos creadores de la obligación típica: Los que otorgan al agente la
facultad de disponer de la cosa o apropiársela, ya sea por habérsela dado en propiedad,
ya sea por habérsele autorizado a sustituirla por otra, como en las hipótesis del deposito
irregular (Art. 2220 C. Civil).
Quedan incluidos como títulos creadores de la obligación típica: Aquellos en que la
cosa, sin ser transferida en propiedad al agente, le es entregada, supeditando su
devolución, o la del objeto equivalente a una determinada condición Ej.: la entrega en
comisión, en la si no se produce la venta, la cosa debe ser devuelta y si se produce, tiene
que entregarse el precio cobrado. En este caso, es el titulo el que tiene que haber
fundamentado la entrega y no rugir la obligación de esta, con posterioridad, en virtud de
otras circunstancias negociales Ej.: no devolver la cosa adquirida y no pagar el precio
que se estipulo por ella. De lo dicho se infiere que no se da el delito cuando el agente no
recibió la cosa de un anterior tenedor en virtud de alguno de los títulos antes
mencionados, sino que fue el mismo agente quien creo su poder sobre ella. - Lícita Ej.:
fabricándola, en cuyo caso aunque el agente haya asumido el poder sobre la cosa por
encargo de otro, no habrá delito, puesto que la cosa no le fue entregada en el sentido
típico, o - Ilícitamente Ej.: cobrando ilícitamente la acreencia de un tercero, en cuyo
caso solo puede darse una estafa en perjuicio de quien entregó mal la cosa.
Acciones típicas: Las acciones típicas importan un abuso de poder que el agente ejerce
en virtud de la entrega que se la ha hecho por el titulo creador de su obligación de
entregarla o devolverla. Ellas son las de negarse a restituir o no restituir. - Negarse a
restituir: Importa la omisión de realizar el acto debido con la cosa, contenido en la
obligación de entregársela a un tercero distinto de aquel que la había entregado al
agente. - No restituirla: implica también la omisión del cumplimiento de la obligación
creada por el titulo, que en este caso se traduce en la devolución de la cosa a quien se la
entrega al agente en cumplimiento de aquel. Las dos acciones se refieren a una omisión
del cumplimiento de esas obligaciones a su debido tiempo, es decir, al tiempo fijado
expresamente en el titulo mismo, en su defecto, al tiempo determinado según los
principios generales del derecho civil (Art. 509 C. Civil), por ende cuando el tiempo de
la devolución no surja del titulo, hay que constituir en mora al agente para que su
omisión resulte penalmente típica. No se dará la ilicitud, y por ende no habrá delito, en
los casos en que la omisión del obligado este justificada, como en los casos de retención
legitima de la cosa Ej.: Art. 510 C. Civil (obligaciones reciprocas). Las omisiones
pueden referirse a la totalidad o a parte de lo entregado ya se trate en este segundo caso
de una pluralidad de cosas separables, o que la separación la haya realizado el propio
agente Ej.: devolver un anillo sin la piedra que lo adornaba.
Objetos del delito: Son cosas muebles, dinero o valores ajenos (efectus), o sea que no
hayan pasado a ser propiedad del agente. Quedan fuera del tipo los inmuebles, cuya no
restitución obligatoria o su apropiación pueden constituir usurpación.
El perjuicio: Como cualquier defraudación, requiere que se perjudique un patrimonio,
que puede ser el de quien realizo la entrega al agente o el de un tercero Ej.: el
propietario tiene a cosa depositada por otro, el tercero a quien por cualquier concepto
debía entregarse la cosa. En los casos de omisión de entrega o restitución, el perjuicio se
consuma con la mera privación temporal del bien por parte de quien tuvo que disponer
legítimamente de el en un momento determinado y no logro adquirir ese poder, tal
privación temporal constituye una lesión patrimonial.
3) Suscripción engañosa de documentos. Art. 173 Inc. 3º: “El que defraudare, haciendo
suscribir con engaño algún documento”.
Objeto del delito: El objeto es algún documento. Este pude ser público o privado, pero
siempre tiene que tratarse de un documento cuyo contenido implique un daño
patrimonial o plantee la posibilidad de causarlo. Lograr la firma de un documento que
carece de esos efectos no cabe en la hipótesis de este artículo, aunque nuevamente su
utilización engañosa puede situar la conducta en el Art. 172.
4) Abuso de firma en blanco. Art. 173 Inc. 4º: “El que cometiere alguna defraudación
abusando de firma en blanco, extendiendo con ella algún documento en perjuicio del
mismo que la dio o de tercero”.
Tenencia de la cosa: Es presupuesto del delito que la cosa la tenga un tercero por titulo
legitimo. La cosa de cuya tenencia se priva tiene que estar actualmente en poder del
ofendido, no basta el derecho de él a tenerla si no ha entrado en la tenencia. La falta de
entrega de la cosa propia respecto de la que alguien puede tener derecho a tenerla, no es
más que un incumplimiento contractual, excluido de los límites del ilícito penal. Esa
tenencia en ejercicio tiene que ser legitima por parte del tercero, es decir, debe proceder
de un titulo valido, entendiéndose por tal en el tipo, al que sin transferir el dominio de la
cosa otorgue su tenencia en cualquier carácter (como garantía, o con finalidades de uso
o goce), siempre que importe la concesión de un derecho sobre ella al que la ha recibido
(no basta la tenencia en la que el tenedor es un mero guardador, como ocurre en ciertos
casos de deposito judicial). El titulo puede originarse en un convenio de partes, en un
acto de autoridad (embargo, depósito en poder del embargante), o en el ejercicio de un
derecho (derecho de retensión). Se tarta de un acto oneroso o gratuito, ya que el
perjuicio defraudatorio no se constituye en una disposición patrimonial del actual
tenedor, sino en la frustración del derecho que esta ejerciendo. No hay delito cuando el
tenedor detenta la cosa por un titulo ilegitimo, como ocurre cuando ha intervertido el
titulo por el cual tenia, o cuando ese titulo es nulo o ha caducado en sus efectos en el
momento en que se realiza la acción típica.
Objeto del delito: El objeto del delito es una cosa mueble, según el concepto que se ha
dado en el delito de hurto.
Consumación: Al tratarse de una defraudación, esta requiere como en los demás casos,
un perjuicio efectivo. La interpretación de la extensión del perjuicio esta dividida en la
doctrina: - Núñez: considera que el perjuicio se determina en la frustración del ejercicio
del derecho. - Soler: Extiende la comprensión del perjuicio a cualquier tercero, aunque
no fuere el actual tenedor de la cosa. La tentativa es aceptable, ya que cualquiera de las
acciones posibles, son susceptibles de realizarse mediante distintas etapas ejecutivas
antes de llegar a la consumación.
6) Contratación simulada y falsos recibos. Art. 173 Inc. 6: “El que otorgare en perjuicio
de otro, un contrato simulado o falsos recibos”.
Esta es una figura especial del fraude, ya que la autonomía del tipo penal particular se
condensa en el hecho de que el contrato simulado o el falso recibo constituyen en si
ardides perjudicantes o pueden emplearse como medios de maniobras engañosas que
induzcan en error a la víctima para hacerle disponer de su propiedad de modo no
compensatorio. En la primera hipótesis la simulación es un engaño, en la segunda,
integra el engaño.
- Falso recibo: También es un caso de simulación. Se entiende por tal toda constancia
que acredite un pago, cualquiera que sea la forma que adopte (la redacción de un
documento, la inserción de la expresión pagado en una factura). El recibo es falso
cuando se refiere a un pago no realizado, o no realizado en la cantidad que se expresa o
cuando se dice realizado por una persona distinta o a persona distinta de la que se hace
constar Ej.: el falso recibo dado por el proveedor al habilitado de una empresa para que
este lo deduzca de las ganancias o lo exija como gasto realmente realizado.
En muchos supuestos del Art. 173 Inc. 6º, estaremos ante la actividad de un
administrador infiel, más cuando el acto de administración infiel se determina en una de
las simulaciones enunciadas por ese inciso, este desplaza la figura del Art. 173 Inc. 7º.
El perjuicio puede producirse con el mismo otorgamiento (cuando el contrato o recibo
implican por si la disposición de la propiedad) Ej.: el otorgamiento de una escritura
traslativa del dominio, la entrega del recibo liberador de una deuda, o con la utilización
posterior del contrato simulado Ej.: cuando por el se ha creado un crédito a favor de un
tercero. En este último supuesto es admisible la tentativa, el otorgamiento es el acto de
tentativa, el logro del cobro del crédito creado alcanza la ejecución. Claro esta que
cuando el contrato simulado o el falso recibo solo procuran disimular un perjuicio ya
causado, no es esta la figura aplicable, sino la correspondiente al acto que causo el
perjuicio, así el administrador infiel que retiro indebidamente el dinero de una sociedad,
y después e hace otorgar falsos recibos para disimular aquellas extracciones, comete el
delito del Art. 173 Inc. 7º y no Inc. 6º.
7) Administración infiel. Art. 173 Inc.7º: “El que, por disposición de la ley, de la
autoridad o por un acto jurídico, tuviera a su cargo el manejo, la administración o el
cuidado de bienes o intereses pecuniarios ajenos, y con el fin de procurar para sí o para
un tercero un lucro indebido o para causar daño, violando sus deberes perjudicare los
intereses confiados u obligare abusivamente al titular de éstos”.
El texto legal es bastante amplio, y abarca situaciones genéricas, y antes que una
defraudación por fraude, es principalmente una defraudación por abuso de confianza, ya
que no necesita el engaño para que se produzca el perjuicio, son el abuso de los poderes
que autor ejerce en virtud de un acto anterior preexistente, de ahí, que no sea adecuada
la denominación “administración fraudulenta”
Acción típica: La acción es la de perjudicar los interés confiados u obligar abusivamente
al titular de ellos, violando los deberes que se originan en el ejercicio del poder que
ejerce el agente. Es presupuesto del delito que el agente ejerza un poder sobre bienes o
intereses de otro, por disposición de la ley, como ocurre con los representantes legales,
de una autoridad, como ocurre con los tutores o curadores designados judicialmente, o
por cualquier otro acto jurídico, como ocurre con la institución de mandatarios, la
elección de representantes y directores de una sociedad o la concesión de cualquier
facultad de administración, aunque fuere especifica.
El poder ejercido puede ser:
- Manejo de bienes e intereses: es decir, el uso o utilización de ellos (uso y usufructo).
- La administración: que implica la facultad de disposición.
- El cuidado de tales bienes: que tiene quien, sin poder disponer autónomamente de
ellos, esta encargado de la vigilancia, conservación y aplicación (albaceas, liquidador,
etc.) Todas estas facultades pueden coincidir en el mismo agente sin que por ello se
multiplique la delictuosidad. Tales facultades pueden ejercerse sobre bienes (cosas,
derechos patrimoniales), o intereses (gestiones, concreción de negocios jurídicos), total
o parcialmente (condóminos que administran la cosa común) ajenos.
Por tanto, autor de este delito solo puede serlo quien maneja, administra, o custodia
bienes e intereses. Los terceros que intervengan en las acciones perjudicantes con
conocimiento de su carácter, solo pueden ser cómplices.
Violación de los deberes: Las acciones tienen que constituir una violación de los
deberes del agente en sus funciones de manejo, administración o custodia. En tal sentido
puede decirse que el delito se conforma en una infidelidad defraudatoria. Los límites de
esos deberes son los determinados por la ley, las disposiciones de la autoridad o las
cláusulas de los convenios o estatutos que dan origen a la facultad o que la han regulado
con posterioridad Ej.: modificaciones del mandato, o por las instrucciones validas del
principal. Las violaciones pueden concretarse por medio de acciones no permitidas o
ilícitas en su modo Ej.: operar con divisas extranjeras cuando el principal expresamente
instruyo que se operara en moneda nacional, o por omisiones que importen
incumplimiento de los deberes Ej.: abandono de bienes, dejar de ejercer actos de
preservación de los intereses, extensión que se afirma con la consideración de la
circunstancia de que los intereses perjudicados. Tienen que ser los confiados al agente,
que comprenden además de los que le han sido entregados para cumplir con sus
funciones, los que se han producido en relación con ellos en el transcurso de su función,
incluidos los que ha originado el propio agente al desempeñar su gestión Ej.: las
ganancias que ha obtenido en la realización de un negocio. Si el perjuicio lo consumía el
agente al margen de sus deberes, o sin relación con los bienes o intereses que son el
objeto de su gestión, la circunstancia de que este unido con el perjudicado por la
relación jurídica antes explicado, no lo constituye dentro de esta figura, sino en otras del
titulo Ej.: hurtos, o de este mismo capitulo Ej.: apropiación ilícita de un mueble
entregado para cumplir con el las funciones, pero no para cumplirlas sobre el, como
puede ser un automóvil para trasladarse al lugar de las gestiones.
Elemento subjetivo: El tipo contiene un elemento subjetivo que asume una doble
dirección:
1) La acción que perjudica u obliga abusivamente tiene que haber sido encarada por
autor para lograr un lucro indebido para el o para un tercero: Es decir a) Para convertir
en su provecho o en el de un tercero el perjuicio patrimonial o para que dicho perjuicio
le reporte otro provecho de carácter económico Ej.: abandonar una gestión en perjuicio
del mandante ante una institución bancaria, para obtener en ella un préstamo bajo
interés en su favor, o b) Para que el crédito constituido por la obligación abusiva entre
en su patrimonio o en el de un tercero u obtener cualquier otra ventaja relacionada con
aquella.
2) También admite la ley que la acción haya sido emprendida para dañar el patrimonio,
o sea, para disminuirlo sin voluntad de convertir directa o indirectamente el perjuicio en
beneficio del agente o de un tercero.
8) Defraudación por sustitución o supresión de documentos. Art. 173 Inc. 8º: “El que
cometiere defraudación, sustituyendo, ocultando o mutilando algún proceso, expediente,
documento u otro papel importante”.
En este caso estamos en presencia de una defraudación por fraude, las acciones tienen
que estar dirigidas a inducir en error a quien tiene la facultad de producir una
disposición patrimonial perjudicante o decidir sobre ella.
Culpabilidad: Se acredita que el dolo requerido por la figura es solo el directo, puesto
que en el agente debe mediar la voluntad de realizar las acciones para inducir en error
con el fin de perjudicar.
9) Estelionato. Art. 173 Inc. 9º: “El que vendiere o gravare como bienes libres, los que
fueren litigiosos o estuvieren embargados o gravados; y el que vendiere, gravare o
arrendare como propios, bienes ajenos”.
Se trata de una defraudación por fraude, el adquirente, el que obtiene la seguridad
constituida por el bien o el uso de el, lo hace engañando sobre su calidad jurídica,
inducido ello por el silencio o la ocultación del autor.
Acciones típicas:
1) Vende: el que con las formalidades exigidas por la ley (escritura publica si se trata de
inmuebles Art. 1184 Inc. 1º C. Civil), se obliga a transferir a otro la propiedad de una
cosa por un precio (Art. 1323 C. Civil). No es indispensable que se haya efectuado la
tradición de la cosa, ya que la venta a que se refiere el Código Penal es el respectivo
contrato, no la adquisición perfecta del derecho real, pero no se puede decir que ha
vendido quien solo ha prometido una venta, como ocurre en los casos en que el contrato
no se ha perfeccionado por falta de las formalidades legales Ej.: el simple boleto de
compra venta de inmueble, sin perjuicio de que el hecho pueda constituir estafa.
2) Grava: El que constituye sobre la cosa un derecho real de garantía (hipoteca, prenda,
anticresis), pero no lo hace quien solo constituye una obligación personal sobre la cosa
Ej.: obligarse a devolver la cosa en virtud de un pacto de retroventa. Tampoco
constituye gravamen la inhibición general que ha recaído sobre el agente, ni la
afectación del bien a un privilegio derivado de un acto jurídico cualquiera que no creen
aquellos derechos reales de garantía a los que nos referimos.
3) Arrienda: el que por un precio, concede a otro el uso o goce de una cosa (Art. 1493 C.
Civil).
Objeto del delito: Los objetos del delito son cosas, muebles o inmuebles, que sean
litigiosas o estén embargadas o gravadas o sean ajenas.
- Litigiosas: cuando actualmente es motivo de un juicio en el que se discute su dominio
o condición Ej.: si esta o no gravado.
- Embargado: cuando por un acto jurisdiccional ha sido individualizadamente afectado
al pago de un crédito, sea que haya sido secuestrado, o que el embargo se encuentre
asentado en el respectivo registro, es decir tiene que tratarse de un embargo
efectivamente trabado, no basta la existencia del pedido de parte ni la orden del juez
mientras esta no se haya cumplido.
- Gravado: cuando pesa sobre el un derecho real de garantía, debidamente constituido
con las formalidades exigidas por la ley para que el gravamen pueda ser opuesto a
terceros. La venta de cosa ajena como propia puede constituir la estafa del Art. 172
cuando ha mediado un ardid estafatorio por parte del agente para aparentar ser
propietario de la cosa, o un engaño ocultador de la condición de ajena de ella, o un
estelionato cuando el autor se ha limitado a venderla silenciado dicho carácter,
incumpliendo su obligación de revelarlo al adquirente. Como todo fraude estafatorio,
tiene que estar dirigido a inducir a error al sujeto pasivo sobre la condición del bien
respecto del cual contrata. Esto resulta claro cuando se trata de un acto de ocultación: la
disimulación no puede tener otra finalidad que el engaño, pero está presente también en
el silencio: el agente calla para que el sujeto pasivo no conozca la condición del bien y
contrate como si ella no existiera o fuera distinta.
10) Defraudación so pretexto de remuneración. Art. 173 Inc. 10º: “El que defraudare,
con pretexto de supuesta remuneración a los jueces u otros empleados públicos”. Es una
defraudación por fraude, ya que es el engaño que sufre la victima sobre el hecho o la
procedencia de la remuneración lo que determina su prestación.
Diferencia con el supuesto de influencia mentida del Art. 172: En el Art. 172 el agente
cobra para usar la influencia que tiene ante cualquiera (que puede ser un particular o un
funcionario público), mientras que en la figura del Art. 173 Inc. 10 obtiene la prestación
para aplicarla al pago de una remuneración que promete falsamente dar al juez o a un
empleado público.
Contenido del engaño: El engaño que produce el agente reside en la falsa afirmación de
que debe remunerar a un juez o a un funcionario para obtener o por haber obtenido algo
de la actividad funcional de ellos. Tiene que ser una remuneración supuesta, es decir, la
que no solo no es debida sino que además el agente no esta dispuesto a entregar y quiere
convertir en provecho propio o de un tercero. En los casos en que la remuneración se
refiere al contenido de un cohecho activo o pasivo, o a una dadiva ilícita de otro
carácter, no hay defraudación, sino que de hacerse la remuneración al funcionario, el
“supuesto defraudado” se convertiría en autor de cohecho, y por ello no puede verse
ilícitamente defraudado, porque de ningún modo yerra sobre lo “debido” de la
prestación que entrega. En esta defraudación hay un error típico en la victima, quien
cree que jurídicamente se debe la remuneración y a el debe tender el fraude del agente.
No es sujeto pasivo de este delito quien entrega la prestación sabiendo que no debe
hacerla, aunque crea erróneamente que el agente se la va a entregar al funcionario. En
realidad, en un sistema como el nuestro, en que los particulares no tienen que remunerar
la actividad de los funcionarios públicos, según Creus, no se justifica la supervivencia
histórica de la figura.
11) Desbaratamiento de derechos acordados. Art. 173 Inc. 11: “El que tornare
imposible, incierto o litigioso el derecho sobre un bien o el cumplimiento, en las
condiciones pactadas, de una obligación referente al mismo, sea mediante cualquier acto
jurídico relativo al mismo bien, aunque no importe enajenación, sea removiéndolo,
reteniéndolo, ocultándolo o dañándolo, siempre que el derecho o la obligación hubieran
sido acordados a otro por un precio o como garantía”.
Aunque se la ha presentado como una defraudación por abuso de confianza (Soler), si
tenemos en cuenta que aquí el agente no es el que ha obtenido el poder de hecho sobre
el objeto en virtud de una preexistente relación jurídica, sino el que continua en poder
del objeto o conserva sobre el facultades dispositivas de cualquier orden en virtud de la
naturaleza o condiciones del negocio jurídico realizado, vemos que en realidad se trata
de una defraudación por abuso de la situación jurídica o de hecho. No es pues, ni un
caso de fraude, ni tampoco de abuso de confianza.
Los medios: Los medios con que el autor puede producir tales resultados pueden ser: -
Actos jurídicos: puede ser la enajenación de la cosa o cualquier otro que otorgue
derecho a un tercero sobre ella, pero tiene que tratarse de un acto real. Si el acto fuera
simulado estaríamos en el tipo de. Art. 173 Inc. 6º. - Hechos: los hechos pueden ser los
de: a) Remover: es decir quitar el bien del lugar donde se encontraba, siempre que no
estuviera en poder del sujeto pasivo, puesto que entonces se trataría del delito previsto
en el Art. 173 Inc. 5º. b) Retenerlo: es decir negar su entrega para que el sujeto pasivo
no ejerza o continúe ejerciendo el derecho o gozando de la garantía constituidos sobre el
bien. La simple falta de entrega del bien, a lo que se obligo el agente en virtud del
negocio jurídico, mientras no frustre un derecho o una garantía constituidos, sino que se
traduzca en un mero incumplimiento de obligaciones asumidas, no es en si delictuoso.
c) Ocultarlo: es decir, hacerlo desaparecer para que no se pueda ejercer el derecho o
lograr el cumplimiento forzado de la obligación. d) Dañarlo: menoscabarlo en su
integridad o en sus posibilidades de utilización norma.
La ley 24441 dispone un régimen de ejecución de hipotecas por parte del acreedor,
siempre que se trate de hipotecas “en las cuales se hayan emitido letras hipotecarias” o
aquellas “en que se hubiese convenido expresamente someterse a las disposiciones” de
la ley en el aspecto ejecutivo. El sujeto pasivo es por ende, el acreedor hipotecario.
Quien lo represente no puede caer en el particular tipo penal, sin perjuicio de que quede
comprendido en otro de carácter defraudatorio. El tipo describe dos conductas punibles:
1) Ejecutar hipoteca en perjuicio del deudor a sabiendas que este no se encuentra en
mora. 2) Omitir maliciosamente los recaudos establecidos para la ejecución
extrajudicial. Lo que significa, una elevación de la tentativa a delito consumado, como
en cualquier defraudación la consumación requiere perjuicio, la malicia de la omisión
refiere aquí al medio, es decir, ella debe estar enderezada en procura de ese perjuicio.
16) Art. 173 Inc. 16º: “. El que defraudare a otro mediante cualquier técnica de
manipulación informática que altere el normal funcionamiento de un sistema
informático o la transmisión de datos.”
La usura sucesiva. Está prevista en el art. 175 bis, párr. 2°, y consiste en la adquisición,
transferencia o utilización de un crédito usurario. Debe tratarse de un crédito usurario
obtenido en la forma descripta en el párr. 1 ° de la disposición, vale decir, a través de
una usura de crédito o de una usura extorsiva. Lo que hace el autor en esta modalidad es
simplemente hacer circular (negociar) el crédito obtenido en las condiciones originales.
Sujeto activo puede ser cualquier persona, pero debe ser una persona distinta al autor de
la usura originaria. El delito se comete con la adquisición (p. ej., compra), transferencia
(p. ej., cesión, venta) o utilización (p. ej., hacer valer el crédito judicialmente) del
crédito, sea en forma onerosa o gratuita. Lo que importa es Ja negociación de la usura
principal. Subjetivamente, el tipo exige que el autor obre a sabiendas acerca de· ¡a
naturaleza usuraria del crédito originario y la voluntad "deliberada" de procurar su
negociación; por lo tanto, sólo resulta posible el dolo directo. Se consuma con la
realización de las acciones típicas.
Agravante. El art. 175 bis, párr. 3°, contempla un tipo agravado de usura, denominado
usura habitual. La agravante funciona para el "prestamista" o '"comisionista" usurarios
cuando desarrollan su actividad de manera profesional o habitual. Se trata de sujetos que
intervienen en la gestión o negociación de operaciones usurarias. El prestamista es
quien presta o entrega el dinero, mientras que el comisionista es el que actúa de
intermediador para Ja obtención del crédito usurario. En ambos casos, el agente debe
actuar "'profesionalmente", esto es, haciendo de su actividad un medio de vida (Núñez:
fuente permanente de ingreso) o “habitualmente”, vale decir, acostumbrado a este tipo
de actividad, manifestando una tendencia a la usura. No es necesaria la reiteración de
actos, es suficiente con un solo acto que manifieste una tendencia a la actividad
usuraria.