Penal 2. Unidad 6

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Derecho Penal 1. Unidad 6: Delitos contra la propiedad.

Bien jurídico protegido: Esa protección de la ley penal no se reduce a la propiedad en el


sentido de dominio de la ley civil, sino que se extiende a los que le otorga el Art. 17 CN,
que comprende no solo el dominio y demás relaciones jurídicas con las cosas,
constitutivas de derechos reales, sino también el poder que se tiene sobre bienes o que
se puede llegar a tener en virtud de derechos que reconocen su fuente en relaciones
personales (obligaciones).
La protección penal se extiende tanto a la tenencia, posesión, dominio y demás
derechos reales, cuanto al poder sobre las cosas procedentes de otros títulos o de
situaciones jurídicas que conceden facultades idóneas para aumentar los bienes de una
persona, ya se encuentren dentro del patrimonio del sujeto, ya operen todavía como
expectativas ciertas Ej.: el derecho al pago de una indemnización por daños. Y más
todavía, la ley penal protege la pertenencia que tiene origen en un título vicioso y hasta
ilícito, frente a terceros sin derecho a poner fin a la pertenencia invalida o ilegitima Ej.:
al ladrón se le puede hurtar la cosa que el a su vez hurto, cuando el que se la quita no es
el legítimo tenedor anterior a ella. En el Código Penal vamos a encontrar
exclusivamente la protección de la llamada propiedad común (en contraposición a la
propiedad especial). De lo dicho se infiere que los bienes mencionados en los distintos
delitos contra la propiedad son los que poseen la característica de ser apropiables por
determinadas personas con exclusión de otras, en cuanto tienen naturaleza económica,
aunque su valor sea exiguo en relación al cambio, como veremos al tratar del hurto.
La propiedad especial (derechos intelectuales, ideas, inventos, patentes, etc.) queda
reservada a la protección por leyes especiales Ej.: la ley de propiedad intelectual,
procedimiento legislativo que viene impuesta por la naturaleza de los derechos de que
se trata en este Título.

Diferencia entre los tipos penales de este título.


Hurto: La característica viene dada por el hecho de que el sujeto activo se apodera
(toma, sustrae) una cosa mueble del sujeto pasivo, trasladándola materialmente de la
esfera de disposición de éste a la suya propia, con una especie de clandestinidad, esto es,
sin que el sujeto pasivo oponga resistencia.
Robo: Si a los elementos del hurto, se añade la violencia sobre las personas, o la fuerza
en las cosas, para lograr el apoderamiento, se tiene el robo.
Extorsión: En la extorsión, la cosa es entregada por la persona misma, habida cuenta de
la intimidación que sufre.
Estafa: En la estafa, la cosa es entregada, ahora voluntariamente por el sujeto, pero con
una voluntad viciada, por el error sufrido por el engaño.
En términos más amplios, con respecto a un bien, la acción delictiva puede consistir en
apoderarse de él, en obligar a darlo, o en hacérselo dar, en quedarse con él, en quitárselo
al que había concedido derecho en tenerlo, en defraudar la confianza general y en
destruir.

1) Hurto simple.
El artículo 162 establece: "Será reprimido con prisión de un mes a dos años, el que se
apoderare ilegítimamente de una cosa mueble, total o parcialmente ajena".

El delito requiere el actual mantenimiento corporal de la cosa, que constituye la


tenencia, por parte de alguien: si no existe una cosa tenida por otro, el agente no puede
cometer el delito. Tenencia quiere decir "tener la cosa bajo poder", lo cual implica que,
para la perfección del delito, debe haberse operado la transferencia de la cosa del
"poder" del tenedor al "poder" del ladrón. Esta situación de poder se manifiesta en el
preciso instante en que el agente tiene la "posibilidad inmediata de realizar
materialmente sobre la cosa actos dispositivos, posibilidad de la que se carecía antes de
la acción, porque la cosa estaba en poder de otra persona, fuese poseedor o simple
tenedor" (Soler). La tenencia que la ley tutela prescinde de cuál sea el título o su causa.
Abarca tanto a la tenencia legítima como a la ilegítima. Hurtar una cosa a quien a su vez
hurtó, es también hurto. Al ladrón se le puede hurtar la cosa que él, a su vez, hurtó,
cuando el que se la quita no es el legítimo tenedor anterior de ella.
Bien jurídico: El bien jurídico protegido en el delito de hurto es la propiedad, aunque la
cuestión no es tan clara, motivo por el cual merece que sea aclarada. En principio sólo
se protege, en este caso, la propiedad sobre cosas muebles, aunque vale aclarar que ello
no significa que, como consecuencia del apoderamiento, el derecho quede destruido,
puesto que mientras la cosa exista, la propiedad se mantiene incólume. De manera que
no es tan cierto que sea la propiedad el bien jurídico protegido.
El bien protegido por este delito es la tenencia de las cosas muebles. En el hurto no se
protege el dominio de las cosas sino su tenencia, contra los actos de apoderamiento
realizados por quienes no tienen derecho a hacerlo. El ataque al dominio sin vulneración
de la tenencia de la cosa no constituye hurto (aunque puede quedar encuadrado en las
defraudaciones).

Tipo objetivo.
-Acción típica: El núcleo central del tipo está dado por el apoderamiento de la cosa.
Realizar objetivamente la acción de hurtar exige, en nuestro derecho, apoderarse de la
cosa. La acción material constitutiva de hurto se define como el apoderamiento de cosa
mueble ajena que se sustrae o que se ha sustraído a quien la tenía consigo. Para
determinar el exacto sentido jurídico de la acción material del hurto se han propuesto
entre nuestros autores dos posiciones radicalmente antagónicas: una, que podría
denominarse de la “disponibilidad o apoderamiento”, sustentada, entre otros, por Soler,
Jiménez de Asúa, Frías Caballero, Creus, Aboso, y la otra que podría llamarse del
“desapoderamiento”, defendida fundamentalmente por Núñez y seguida, entre otros, por
Laje Anaya, Carrera y Villada.
La cuestión se puede plantear con un ejemplo, traído por Núñez: una persona viaja en
tren y el ladrón le saca la billetera. El ladrón, al ver la oposición del dueño, arroja la
billetera por la ventana, lo cual lleva a que también él pierda toda posibilidad de
apoderamiento. Pues bien, para la primera posición hay hurto tentado, todo ello, claro
está, siempre que no exista un cómplice que recoja la billetera, porque entonces para
ambos estará el hecho consumado; para la segunda postura, hurto consumado.
 Teoría del desapoderamiento: El primer punto de vista atiende a la ofensa del
bien atacado por el hurto, esto es, a la tenencia de la cosa por el agraviado por el
delito, y sostiene que habrá hurto siempre que haya desapoderamiento de la
víctima, en concurrencia con la intención del ladrón de apoderarse. El hurto se
consuma, dice Núñez, tan pronto como un acto de apoderamiento del autor ha
privado a otro de la posesión corporal de la cosa, y esto sucede cuando la cosa
ya no es portada o conducida por la víctima, o ya no está en la esfera de
custodia, del agraviado o en el de su tenencia simbólica. Conseguido esto por el
autor, la propiedad ajena ya está lesionada de manera perfecta, porque el bien
que la integraba, esto es, la tenencia de la cosa, ya no la integra más: la mayor o
menor perfección de la tenencia por el autor influirá en la posibilidad de
restitución de la tenencia, pero no en la lesión patrimonial ya perfeccionada. Si
la cosa está en manos del sujeto pasivo, dice Núñez, basta con quitarla, y si está
en su esfera de custodia o de vigilancia, es suficiente con la acción de extraerla
de ella. Entonces, el carterista que opera en la vía pública consuma el hurto tan
luego como ha sacado la cosa de encima del dueño. Esta teoría considera que es
suficiente para que se perfeccione el delito que el ladrón haya privado a otro de
la posesión corporal de la cosa, con la intención de apoderarse de ella. Con el
apoderamiento de la cosa, la propiedad ajena ya está lesionada de manera
perfecta, porque el bien que la integraba-la tenencia de la cosa-ya no la integra
más. Esta teoría atiende a la ofensa del bien atacado por el hurto. esto es, a la
tenencia de la cosa por quien es agraviado por el delito (Núñez). En resumen,
para esta teoría el delito consiste en quitar la cosa de quien la poseía, con la
intención de disponer de ella (desapoderar o poner la cosa bajo el propio poder).
 Teoría de la disponibilidad: Para esta teoría, el verbo típico “apoderarse” exige
el efectivo apoderamiento por parte del ladrón, esto es, la consolidación de un
poder efectivo sobre la cosa, la posibilidad de realizar sobre ella actos de
disposición, aunque sea por breve lapso. Y esto es así porque el delito se integra
con dos fases ejecutivas perfectamente diferentes: por una parte (desde el punto
de vista del sujeto pasivo del delito), la privación, el desapoderamiento de la
cosa, siendo indiferente el medio por el cual se logra; por la otra (desde el del
sujeto activo), la toma efectiva de poder sobre ella de parte del ladrón, lo cual
exige el desapoderamiento de la víctima. Para la que denominamos teoría de la
disponibilidad, el apoderamiento exige que el autor haya tenido la posibilidad de
“disponer” de la cosa, aunque sea por breve tiempo. La conducta importa la
posibilidad inmediata de realizar materialmente sobre la cosa actos dispositivos.
Todo lo que no alcance este resultado podrá o no ser tentativa, pero seguro no es
delito consumado de hurto.

En opinión de Buompadre, la teoría de la disponibilidad consulta con mayor precisión


las exigencias del tipo delictivo. La teoría del desapoderamiento, al exigir que el hurto
se consume con el solo despojo, con la intención (dolo) específica de disponer de la
cosa, anticipa la etapa consumativa a un grado que resulta inadmisible y que puede, en
la práctica, conducir a soluciones verdaderamente injustas. Piénsese, por ejemplo, en el
caso del ladrón que, en el momento de tomar el objeto del poder de la víctima ("tiene" la
cosa), se ve sorprendido por la oportuna intervención policial o de un tercero, lo que
permite el inmediato recupero de la res furtiva; el hurto ya estaría consumado. Para la
teoría de la disponibilidad, en cambio, el ladrón sólo tomó o quitó la cosa de su lugar,
pero no alcanzó a consolidar su poder sobre ella, esto es. no tuvo la-posibilidad "real"
de disponer del objeto sustraído, como sucedería, por ejemplo, si, no obstante, la
sorpresiva presencia policial, el ladrón logra escapar en una veloz motocicleta, o en
aquellos supuestos en que la cosa es consumible y el autor la ingiere mientras es
perseguido. El apoderamiento se caracteriza por la posibilidad de que el agente pueda
realizar sobre Ja cosa actos materiales de disposición, posibilidad que no nace mientras
pueda ser impedida por la víctima, la autoridad u otra persona que acuda en su auxilio.
Pero, una vez transcurrido ese momento, el delito está irrevocablemente consumado. El
criterio de la disponibilidad, cuya aplicación al caso concreto puede conducir al delito
consumado o a su tentativa, predomina actualmente tanto en doctrina corno en la
jurisprudencia.

Para determinar el momento consumativo de estos delitos de apoderamiento,


históricamente se han formulado numerosas teorías, no obstante lo cual sólo habremos
de considerar aquellas que más difusión han tenido en el ámbito doctrinal, a saber, las
teorías de la attrectatio, apprehensio, amotio, ablatio e illatio.
La teoría de la attrectatio (teoría del contacto o de la contrectación, para algunos).
entiende que el hurto se consuma con el mero tocamiento de la cosa; la teoría de la
aprehensio (aprehensión), consiste en la simple captación material del objeto o en poner
la mano sobre la cosa ajena; la teoría de la amotio (remoción) exige la remoción o
traslado de la cosa del lugar en donde se encontraba; la teoría de la ablatio (privación)
que exige quitar la cosa de la esfera de custodia de su tenedor, según la cual el
apoderamiento se consuma cuando la cosa es transportada o trasladada de un lugar a
otro fuera del circulo de su tenedor; la teoría de la illatio (destinación) se alarga el
momento consumativo a aquel en el cual el agente ha logrado trasladar la cosa al lugar
al cual la destinaba para aprovecharla o utilizarla de cualquier modo.
De todas estas teorías, las de la attrectatio y apprehensio sólo tienen un mero valor
histórico, de manera que el debate se ha centrado entre las teorías de la amotio y de la
ablatio. La doctrina y la jurisprudencia se inclinaron por la teoría de la ablatio.
1. Aprehensio rei: El hurto consiste en aprehender la cosa, aunque no se la
remueva. Esta teoría peca por constituir una defensa excesiva de la tenencia de
la cosa, pues la protege antes de que ella haya sido excluida, tan pronto como el
ladron ha puesto su mano sobre el objeto
2. Amotio rei: Considera que el hurto se consuma con la remoción de la cosa.
Aunque exige más que la teoría anterior, pues requiere que el autor traslade la
cosa de un lugar a otro, tampoco supone necesario el aniquilamiento de la
tenencia ajena, pues la remoción de la cosa puede hacerse dentro del ámbito
material de custodia de su tenedor, sin que por ello el delito deje de consumarse.
Es decir, se consuma el delito de hurto con la sola remoción de la cosa, dentro
del ámbito o esfera de custodia del dueño, sin necesidad de sacarla del lugar. El
momento consumativo está dado por el simple hecho de que el ladrón tome la
cosa con intención de apropiársela. Entonces, el ladrón que va apilando las cosas
que saca de un armario, ya cometió el hurto.
3. Ablatio rei: Se considera como momento consumativo del hurto, aquel cuando el
autor no solo ha removido la cosa, sino que lo ha hecho sacándola del ámbito
material de custodia de su tenedor. Es, sin lugar a dudas, la teoría mas científica,
porque no siendo el hurto una simple violación del señorío del tenedor sobre su
cosa, sino un atentado a su tenencia, lo lógico es que se considere consumado
recién cuando aquella ha sido aniquilada. La ablatio se producía una vez que la
cosa había sido trasladada o transportada fuera del lugar del hurto y de la esfera
de custodia o actividad del perjudicado.
La teoría de la ablatio rei incluye el concepto de esfera de custodia,
construcción dogmática referida al ámbito en el cual una persona ejerce actos de
tenencia, posesión o dominio; este ámbito no se encuentra delimitado y depende
del caso concreto su determinación, es decir, que existe esfera de custodia en
cualquier lugar y no necesariamente dentro del espacio físico donde se encuentra
la persona. En otras palabras, el de la esfera de custodia es un concepto jurídico
no solamente referido a la casa o al lugar de depósito, sino que encierra la
posibilidad de ser determinado en cada situación y de acuerdo con las reales
relaciones objetivas.
Dice Pessina, representante de esta tesis, que, si se entra en la casa de otro para
cometer el delito de hurto, la salida del ladrón de la casa es condición necesaria
para que el hurto se pueda decir consumado. Pero, si dos personas viven en la
misma casa, pero en diversa habitación, una de ellas no consuma el hurto sino
cuando lleva la cosa fuera de la habitación en la que se encontraba. Siguiendo
con esta postura, si dos personas viven en la misma habitación, el hurto se puede
decir consumado cuando la cosa es sacada de aquel reducido recinto en el cual
está contenido todo lo que pertenece al dominus de éste, y es llevada,
escondiéndosela, sea en otra parte, sea entre los objetos mismos del sustractor.
4. Illatio rei: Esta teoría exige que, además de cumplir con los pasos de las tres
teorías antes mencionadas -es decir, tocar, remover y sacar la cosa fuera de la
esfera de custodia del dueño-, que el sujeto activo lleve la cosa a lugar seguro.
Algunos van todavía más allá, y exigen que el ladrón haya sacado provecho de
la cosa obtenida o de la locupletatio. Esta teoría implicaría dejar en la impunidad
innumerables hechos lesivos del patrimonio.

Ilegitimidad. El tipo indica que el apoderamiento tiene que ser ilegitimo, es decir que
subjetivamente el autor debe saber que obra ilegítimamente. Esta ilegitimidad
constituye la síntesis de los datos objetivos del hurto, tal como se ha representado en la
conciencia del autor, y así lo ha mirado como circunstancia subjetiva del tipo. La
ilegitimidad del apoderamiento no hace referencia a la no concurrencia de causas de
justificación, ya que, como elemento típico, se muestra como un dato francamente
objetivo: el articulo excluye los casos en que el agente puede jurídicamente apoderarse
de la cosa ajena, es decir, ejercer derechos sobre ella, es decir que hay aquí una de las
causas de justificación (ejercicio de un derecho), las demás causas de justificación
sieguen girando en la órbita de la antijuricidad.

Objeto del delito. El objeto material en el delito de hurto son las cosas muebles 1) Cosa.
Según el art. 16 del CCyCN: “Los derechos referidos en el primer párrafo del art. 15
pueden recaer sobre Menes susceptibles de valor económico. Los bienes materiales se
llaman cosas. Las disposiciones referentes a las cosas son aplicables a la energía y a las
fuerzas naturales susceptibles de ser puestas al servicio del hombre.”
Las cosas, entonces, se caracterizan por dos notas esenciales: la materialidad y el valor
económico.
Un objeto es material cuando es corporal, esto es, cuando posee extensión y, por ende,
ocupa un lugar en el espacio. Lo que importa a los efectos del tipo penal es que la cosa,
además de ser material, sea susceptible de valor y de apoderamiento. Las cosas pueden
ser sólidas, líquidas o gaseosas. Los objetos inmateriales, aun cuando son bienes que
integran el patrimonio de una persona, no son susceptibles de hurto (p. ej., los
derechos). Tampoco lo son, aunque tengan existencia intelectual, las ideas científicas,
artísticas o literarias o aquellos objetos inmateriales como la luz, el sonido, el calor o el
movimiento. Con relación a la energía eléctrica, el art. 16 del CCyCN la equipara a las
cosas, y puede ser objeto de hurto en cuanto esté incorporada a un patrimonio. Con
relación al agua, el hurto sólo es posible cuando está separada del suelo (ver régimen de
aguas en arts. 235 y ss. CCyCN), en pequeños recipientes, estanques, cisternas,
cántaros~ piletas, etc. Cuando no está separada del suelo, el agua no pierde su calidad
de inmueble y, por lo tanto, sólo puede ser objeto de usurpación (a11. 182, Cód. Penal).
Carece de importancia que el agua se encuentre en propiedad pública o privada; lo que
importa, a los fines del hurto, es que se encuentre: separada del suelo. Por consiguiente,
la sustracción de agua corriente que circula por cañerías, sea que provenga de una
fuente natural o artificial, no es hurto, sino usurpación, al igual que el agua contenida en
lagos. lagunas (natura1es o artificiales), riachos, canales, acueductos, etc., salvo que se
trate de aguas que surgen en terrenos particulares y no forman un cauce natural, pues en
estos casos son aguas de propiedad del titular del terreno.
El cadáver carece de valor económico o de cualquier otra naturaleza. Las partes unidas
artificialmente al cuerpo, en cambio (p. ej., todo tipo de prótesis: dientes, miembros
articulados, pelucas), pueden dar lugar al delito, por cuanto estos objetos son cosas que
poseen un valor económico. El cadáver, no obstante, puede ser objeto de hurto cuando
ha entrado en el tráfico mercantil (p. ej., una momia como pieza de museo o de venta en
un comercio). La sangre también puede ser susceptible de hurto, sólo cuando se
encuentra separada del cuerpo humano, por ejemplo, envasada en el banco de sangre o
en un laboratorio, así como también otras partes del cuerpo, como los tejidos, órganos,
etc., para fines de trasplantes.
La cosa debe tener un valor, pero no un valor económico exclusivamente. El objeto
sustraído puede representar un interés para la víctima o para el ladrón, que les sirve para
satisfacer sus necesidades, usos o placeres, o bien representar un valor puramente
afectivo para la víctima (p. ej., cartas, autógrafos, estampitas religiosas, recuerdos de
seres queridos). Carece de relevancia, entonces, la clase de valor que la cosa tenga para
la persona (económico, moral, histórico, científico, religioso, de afección, etcétera). En
todos estos casos, la sustracción del objeto constituye el delito de hurto, por cuanto, aun
cuando puedan estas cosas carecer de valor económico para quien no sea su propietario
o dueño, están incorporadas a su patrimonio, por lo tanto, tienen un valor patrimonial.
Valor patrimonial no siempre equivale a valor económico, que es lo que sucede con
aquellas cosas que no poseen un valor económico en sí mismas ni para terceros, pero
tienen un valor de uso o de cambio y, por lo tanto, un valor patrimonial que integra el
patrimonio del sujeto. El valor '"ínfimo" o insignificante de la cosa tampoco tiene
relevancia a los fines del delito.
La cosa, además de ser material y susceptible de tener un valor, debe ser mueble. El
concepto penal de cosa mueble es una noción que no coincide totalmente con la
definición civil, y que está basada en la idea de transportabilidad. Se incluye, entonces,
a aquellos objetos que, siendo civilmente pertenecientes a la categoría de inmuebles,
pueden ser objeto de desplazamiento (estatuas, pinturas y elementos de ornamentación,
materiales de construcción, abonos, etc.). Incluso una casa, en el supuesto de su
desmantelamiento y transporte, sería perfectamente capaz de dar materia a la
calificación de robo o de hurto.

La cosa mueble, además, debe ser "ajena". Cosa ajena es aquella que no es propia ni es
susceptible de apropiación u ocupación. La cosa, para que sea hurtable, debe pertenecer
a alguien, a otra persona, sea en forma total, es decir, cuando el autor no tiene ni una
parte ideal de ella en comunidad con sus propietarios; o en forma parcial, esto es,
cuando tiene en propiedad parte de ella, como condómino o comunero hereditario. En
los casos de una sociedad, e1 hurto es posible cuando los bienes que integran su
patrimonio son distintos a los de los socios. No es hurto, sino un tipo de defraudación
(art. 173, inc. 5º, Cód. Penal), el apoderamiento de la cosa totalmente propia estando
legítimamente en poder de un tercero. Queda también al margen del delito de hurto la
apropiación de una res nullius, vale decir, aquellas cosas que carecen de dueño, que no
pertenecen a nadie y que cualquiera puede apropiarse de ellas (art. 1947, CCyCN), por
ejemplo, los animales salvajes, los peces de los mares, ríos y lagos navegables, las cosas
que se hallen en el fondo de los mares y ríos, los enjambres de abejas en estado de
libertad natural, etc.; las res derelictae, que son las cosas abandonadas por su dueño,
para que se apropie de ellas el primero que las encuentre (art. 1947.1, CCyCN) por
ejemplo, los objetos dejados frente al domicilio para que los lleve cualquier persona, y
las res perditi, que son aquellas cosas que están perdidas para su dueño, pero cuya
propiedad, posesión o tenencia no ha sido abandonada, ni objetiva ni subjetivamente
(art. 1947.4, CCyCN).

Sujeto activo: El tipo penal que nos ocupa no exige característica particular alguna en el
autor, por lo que cualquier persona puede ser sujeto activo de hurto, cualquiera que sea
capaz de realizar el acto de apoderamiento.
Por razones obvias, debe excluirse de esta universalidad de posibles autores a la
persona que se halle en la tenencia, posesión o propiedad de la cosa, entre los cuales
están también el copropietario, el socio, el coheredero (poseedores de la cosa pro
indiviso), el usufructuario, el usuario, el comodatario, el depositario, el acreedor
prendario y todo otro que tenga sobre la cosa una tenencia material, por lo que su acto
de apropiación podría configurar, en cambio, una defraudación.
Sin embargo, algunas de estas personas, al poder ser la cosa hurtada también
parcialmente ajena, si no están previa y legítimamente en poder de ella, pueden llegar a
revestir el carácter de sujetos activos de este delito.
No presenta dificultad alguna la aplicación de los principios generales sobre autoría y
participación: autor en sentido estricto será quien realiza el apoderamiento y partícipes
quienes colaboran en él. Cabe la autoría mediata; como en el caso del ladrón que le pide
a un tercero que le alcance una cartera y éste cumple con el pedido, sin sospechar que en
realidad está sustrayendo una cartera ajena: la tercera persona es una herramienta ciega
del autor, un instrumento de la voluntad de aquél debido al error de tipo.
En síntesis, autor sólo puede ser aquel que no tenga la posesión o tenencia de la cosa,
entendiendo por posesión de una cosa mueble que alguien la tenga sometida a su propio
poder de disposición material. La posesión exige que el sujeto pueda disponer de ella.
Sujeto pasivo: Tampoco exige el tipo particularidad alguna en el sujeto pasivo, por lo
que cualquier persona que detente la posesión o tenencia sobre la cosa, con las
características antes enunciadas, puede ser sujeto pasivo de un hurto, aunque la tenga
bajo su poder por un acto de apropiación ilegítima, o viciado por error, abuso de
confianza, clandestinidad, compulsión, fraudulencia o caso fortuito. Sujeto pasivo es el
tenedor de la cosa, también puede ser cualquier persona, física o jurídica.

Tipo subjetivo.
El dolo del autor del delito de hurto debe tener la intención de sacar la cosa del ámbito
ajeno y entrarla en el propio. Esto es, desapodera, para apoderarse, de manera que quien
se apodera para destruir la cosa sólo comete el delito de daño, y quien se apodera para
hacer una broma, no comete hurto. Esto lleva a que el tipo penal de hurto exija dolo
directo, pues el sujeto, conociendo las circunstancias objetivas, busca como finalidad el
apoderarse de la cosa, es decir, que se descarta la posibilidad de dolo eventual y menos
aún del obrar culposo.
El dolo debe comprender que se trata de una cosa mueble ajena, que se toma
ilegítimamente, contra la voluntad del dueño.
Si el autor cree que la cosa le pertenece, habrá un error de tipo que -al no existir la
figura culposa- convertirá en atípica la conducta aunque sea evitable. Lo mismo sucede
cuando el sujeto cree erróneamente que la cosa, por no ser ajena, es disponible por un
tercero, como en el caso de quien supone que está en presencia de una res nullius o una
res derelictae.
El hurto es un campo de demostración de la importancia del dolo en el tipo. En el caso
del sujeto que por error se lleva el sobretodo de otro en un bar, está claro que comete,
desde el tipo objetivo, el delito de hurto. Sólo se distingue en este caso su conducta del
ladrón, por la intención, esto es, la creencia de que la prenda era propia.

Antijuridicidad. Como hemos visto en la parte general, la acción ilícita de apoderarse


desaparece en los casos en que el autor esté amparado en una causa de justificación.
Dentro del delito de hurto, el estado de necesidad como causa de justificación ha dado
lugar a la institución llamada del hurto famélico.
Consumación y tentativa. Como el delito se integra por dos fases ejecutivas,
perfectamente diferentes, que son el desapoderamiento de la cosa, por un lado, y por el
otro, la toma efectiva de poder sobre la cosa por parte del ladrón, recién en este punto se
consuma el delito. Mientras el traspaso del poder efectivo a las manos del ladrón esté en
condiciones reales de ser impedido, la lesión no está consumada. Sólo se puede hablar
de consumación si el agente puede disponer materialmente de ella, aunque sea por unos
breves instantes.
El hurto se consuma con la completividad del apoderamiento de la cosa, es decir, con
la creación de las posibilidades de disposición de ella por parte del agente. El solo hecho
de haber logrado el desapoderamiento con la intención de apoderarse, constituye
tentativa, esta se extiende aun a la simple penetración en la esfera de custodia de la cosa
cuando ella puede considerarse materialmente acotada, aunque no se haya alcanzado a
perpetrar el desapoderamiento Ej.: entrar en el chiquero para hurtar un cerdo sin
conseguir asirlo, meter la mano en el bolsillo para alcanzar la cartera que se pretendía
extraer, sin alcanzarla. Pero penetrar en una esfera de custodia para sacar una cosa que
no se encontraba en ella constituye un delito putativo, como tal impune, sin perjuicio de
que esa conducta importe otro delito diferente Ej.: violación de domicilio.
Existirá delito de hurto en grado de tentativa cuando pese a la aprehensión de la cosa
por el sujeto, es sorprendido “in fraganti” o perseguido inmediatamente después de
realizado el hecho, sin solución de continuidad, hasta darle alcance, sin que en ningún
momento pudiera disponer de lo sustraído.

2) Hurto calificado (agravado) art. 163.


Las agravantes, en su versión original, se estructuraban en base al objeto y al lugar
(incs. 1, 5 y 6), por la ocasión (inc. 2), el medio (inc. 1 última parte, inc. 3), y el modo
(inc. 4).
Desde otro punto de vista, podemos clasificar las agravantes según tres vertientes
básicas: las dificultades de custodia de los bienes, por parte del tenedor; la función que
tiene el bien, y la naturaleza del obstáculo que tiene que vencer el autor para perpetrar el
apoderamiento. Es decir, se agrava el delito cuando existen dificultades de custodia, sea
en razón de la situación en que esos bienes tienen que ser dejados (como en el caso del
abigeato, hurto campestre, vehículo dejado en vía pública o en lugares de acceso
público); por particulares circunstancias que afectan al sujeto pasivo (hurto calamitoso),
o por ambas causas a la vez (hurto de mercadería transportada).
También se agrava el delito por la naturaleza del objeto sobre el que recae (cercos, por
su función de protección), o de otros objetos que quedan afectados en su función por la
conducta típica (hurto con escalamiento, uso de llave falsa o ganzúa).

A. Hurto campestre (art. 163 inc. 1).


Con arreglo al texto introducido por la Ley Nº 25 890, pueden distinguirse cuatro tipos
con relativa autonomía: el hurto campestre propiamente dicho, el hurto de maquinaria o
instrumento de trabajo, el hurto de productos agroquímicos, fertilizantes u otros
instrumentos similares y el hurto de elementos de los cercos. Aunque la distinción entre
estas figuras se realiza por los objetos, se da un elemento común concerniente a la
situación de todos ellos: los objetos deben estar situados en el campo.
Por "campo" debe entenderse todo lugar fuera del radio poblado y alejado de sitio
habitado, o de sus dependencias (patios, adyacencias, jardines, huertos, etc.) y recintos
habitados: corrales, establos, galpones, pequeños cercados inmediatos a la casa. La
expresión-como puede apreciarse-presupone que la cosa ha sido dejada sin la debida
protección, resguardo o custodia, razón que fundamenta la mayor tutela de la ley penal y
justifica el mayor reproche, de estas cosas dejadas en una situación de indefensión
frente a la acción del ladrón.
a) Hurto campestre propiamente dicho: Concurre esta agravante cuando el hurto se
relaciona con productos separados del suelo, dejados en el campo. La doctrina es
coincidente en afirmar que la expresión “productos” abarca los “frutos”. La
expresión comprende tanto los productos vegetales (aquellos que la tierra da o
produce y se separan del suelo) y los minerales. En nuestra opinión, la razón es
de estos últimos, pues la ley no hace ninguna distinción al respecto. Tanto da
que se trate de un producto que la tierra produce como que se lo saque o extraiga
del suelo, como sucede con los minerales. Para que proceda la agravante los
productos deben estar separados del suelo en el momento del apoderamiento, es
decir, separados de su natural adhesión, ya sea estibados, embalados o sueltos.
La separación debe ser una obra humana, que surge del juego armónico de las
palabras separados y dejados, ya que dejados señala una actitud voluntaria.
Para la ley es suficiente con que estén "separados" del suelo, es decir, juntados,
amontonados, cosechados, etcétera. Queda fuera de la disposición todo aquello
que no sea un producto del suelo, como la miel de las colmenas o los productos
de los animales; por ejemplo, el guano. La separación debe ser obra humana (de
quien tiene derecho a hacerlo, o del ladrón, pues si así fuera el caso el empleo de
fuerza podría trasladar el hecho al robo), no de la naturaleza. Parece irracional,
se tiene dicho, calificar el hurto de frutos caídos por un vendaval o por una
tormenta.
Para que concurra la agravante, los productos separados del suelo deben haber
sido dejados en el campo, es decir, en situación en la que el tenedor no pueda
ejercer la vigilancia inmediata sobre él.
b) Hurto de maquinaria o instrumentos de trabajo: Puede tratarse tanto de máquinas
que multiplican mecánicamente o facilitan el despliegue de la fuerza humana
(tractores, arados, rastras, etc.), como de cualquier otro instrumento que no
cumpla mecánicamente esa función (guadañas, hoces puntales, lonas, etc.).
Tienen que ser maquinarias o instrumentos destinados al trabajo, es decir,
específicamente destinados a la producción, separación, recolección, extracción,
etc. de los frutos o productos incluidos los minerales (vagonetas, perforadoras,
etc.), de acuerdo con la extensión que se otorga al tipo. El hurto puede afectar a
la totalidad o a parte de la maquinaria o instrumentos, Ej.: apoderarse de la
bomba inyectora del tractor. Los objetos deben ser dejados en el campo, lo cual
indica que los objetos no deben estar bajo la custodia directa del tenedor o de un
tercero que la ejerza por él.
c) Hurto de productos agroquímicos, fertilizantes u otros insumos similares: La
reforma ha agregado los "productos agroquímicos, fertilizantes u otros insumos
similares'', que son todos aquellos que se utilizan frecuentemente en las labores
agrícolas con el fin de potenciar el rendimiento de la tierra (p. ej., fertilizantes,
fungicidas, defoliantes, insecticidas, herbicidas). Se trata de una regulación
abierta ("u otros insumos similares"), que permite la incorporación de nuevos
productos o especialidades que la ciencia y la técnica vayan descubriendo y
elaborando. Para que opere el calificante, al igual que en los supuestos
anteriores, los productos deben haber sido dejados en el campo.
d) Hurto de elementos de los cercos: Esta agravante tiene su razón de ser en la
función rural que cumplen los cercos. La agravante se basa fundamentalmente
en la función que cumplen los cercos, la cual no es únicamente la de limitar una
propiedad, sino que principalmente está dada por la protección que efectúa sobre
el ganado, evitando que éste se disperse, de los productos agrícolas, maquinarias
y herramientas. El alambrado sirve para la conservación y custodia del
inmueble: si éste no se encuentra protegido por medio de esas líneas materiales
de separación, el cuidado de los animales propios se dificulta, y la protección
contra invasiones ajenas se hace difícil. La sustracción debe recaer sobre
“alambres u otros elementos de los cercos” (postes, varillas, tranqueras. etc.),
siempre -claro está- que el cerco exista al 1nomento de la acción furtiva. Debe
tratarse de un cerco en funciones (de cerramiento y, al menos simbólicamente,
de seguridad). Comprende todo tipo de cerco, no sólo aquel que está hecho de
alambre (cerco de palos, ramas, etcétera). La norma vigente -contrariamente al
texto derogado- no requiere la destrucción total o parcial del cerco para tener por
consumado el hurto calificado; es suficiente con el apoderamiento ilegítimo de
sus elementos, «aunque con la conducta típica se produzca la destrucción total o
parcial", de manera que la discusión acerca de esta cuestión, ha perdido
actualidad. Vale decir que también se configura un hurto simple si el
apoderamiento recae sobre un cerco que estaba ya destruido total o parcialmente.

B) Hurto calamitoso.
La agravante tiene en cuenta, fundamentalmente, la menor defensa privada frente a
estos infortunios y, al mismo tiempo, la mayor criminalidad subjetiva que muestra quien
se vale de miserables ocasiones para robar a las víctimas de la calamidad. La ley prevé
dos hipótesis distintas: el hurto cometido con ocasión y aprovechando las facilidades
provenientes de un desastre o conmoción pública, y el hurto cometido con ocasión y
aprovechando las facilidades provenientes de un infortunio particular. Objetivamente, el
calificante exige que la sustracción se cometa con ocasión de, vale decir, en la misma
oportunidad en que ocurren los sucesos descriptos en la ley; ni antes ni después, sino
mientras se está produciendo el desastre o la conmoción pública.
El “desastre público” es un suceso dañoso de grandes proporciones, cuyos efectos
recaen sobre un número indeterminado de bienes y personas (p. ej., grandes incendios,
explosiones, terremotos).
La “conmoción pública” es también un acontecimiento de gran magnitud, que se
caracteriza por hechos violentos, perturbaciones, alborotos, corridas, etc., que originan
confusión y pesadumbre en un vasto sector de la comunidad, por ejemplo, rebeliones,
motines, protestas callejeras violentas, conflictos armados. El «infortunio particular" es
una situación de desgracia o aguda aflicción, física o espiritual, por la que atraviesa una
persona (enfermedades o accidentes, ebriedad, tentativa de suicidio, etcétera). El
infortunio debe ser del “damnificado” por el hurto, es decir, de quien ha sufrido la
acción del ladrón, no de otra u otras personas (Núñez). Por lo tanto, esta situación
(infortunio particular del damnificado), sólo tiene relación con las personas, no con las
cosas.
La agravante concurre cuando es la propia víctima quien padece el infortunio. El hurto
se califica si el autor ha aprovechado las facilidades que esas situaciones le han
brindado. De lo contrario, no resulta aplicable la agravante.

C) Hurto con ganzúa o llave falsa.


La razón de la agravante reside en el hecho del empleo de ciertos medios por parte del
ladrón que requieren astucia o habilidad para vencer las defensas preconstituidas de la
cosa y que revelan su mayor peligrosidad. El tipo excluye el uso de violencia. Esta
agravante tiene su razón de ser en la mayor actividad del autor para vencer los
obstáculos que se oponen al apoderamiento, lo cual revela su mayor peligrosidad.
El obstáculo que supera el agente, es el cerramiento del lugar donde se encuentra la
cosa o de la atadura que la une a otros objetos o que de otro modo impide o dificulta su
apoderamiento. Es un presupuesto de la agravante, por tanto, que la cosa este protegida
por una cerradura (mecanismo que funciona con llave) con la llave echada. El lugar
puede ser un recinto (cubierto o no), de cualquier material, o un contenedor de cualquier
especie (vitrinas, cajas, etc.), así como cualquier instrumento que se oponga a la
sustracción por medio de cerraduras que unen la cosa con otras Ej.: cadenas cerrada con
candado que une herramientas al puntal de un techo.  No se da la calificante cuando la
cerradura no es el medio de protección, sino un mecanismo para dar movimiento al
objeto, como lo sería la llave de ignición del automotor, sin embargo el auto en si
mismo es un lugar donde pueden guardarse objetos, por lo que si lo que se abre son las
puertas para hurtar algo que se encuentra en el interior, se configura el tipo.
La ley hace referencia a ganzúa, que es todo objeto o instn1mento que, sin ser llave,
permite, mediante maña o destreza abrir las cerraduras. Generalmente, se trata de un
alambre doblado en la punta o bien de otros objetos que cumplen la misma función de
abrir la cerradura (p. ej., un clavo, una chapita). Cualquier instrumento que se utilice,
sea o no una llave~ es apto para configurar el hurto agravado. Llave falsa es aquella que
no está específicamente destinada por su dueño para abrir la cerradura (no es la
verdadera), pero también es falsa la "llave verdadera" sustraída, hallada o retenida. En
estos casos, para que funcione la agravante, la llave verdadera debe haber sido utilizada
ilegítima1nente, es decir, en contra de la voluntad de su dueño. La llave verdadera se
vuelve falsa cuando ha sido sustraída, hallada o retenida. Llave sustraída es aquella que
ha sido quitada -invito domine- a su dueño o tenedor, o sea, sin su consentimiento. No
encuadran en esta figura la llave entregada por error o la que ha sido olvidada puesta en
la cerradura, pero debe considerarse llave sustraída la que ha sido escondida por su
tenedor o titular del conocimiento de terceros. Llave hallada es aquella que, no tenida
por su titular, es encontrada por el ladrón, o por un tercero que se Jada a aquél. La llave
retenida es aquella que el ladrón o un tercero, con su consentimiento, ha conservado en
su poder contra la voluntad de quien se la entregó, o por cuya orden le fue entregada.
Estos instrumentos tienen que ser utilizados como llave, es decir, para hacer funcionar el
mecanismo de la cerradura; si se los utiliza de otro modo (p. ej., una llave de gran
tamaño como palanca) podrá darse otro tipo (p. ej., robo), pero no hurto calificado. Se
realiza la agravante cuando se emplean estos instrumentos tanto para penetrar al lugar
en donde se encuentra la cosa objeto de la sustracción como para salir de éste con la
cosa sustraída.
Es imprescindible que el autor tenga conocimiento de la existencia de la circunstancia
de agravación. Este principio adquiere importancia sobre todo cuando ha mediado la
intervención de un tercero en la entrega de la llave falsa, o en la sustracción de la
verdadera, circunstancia que por lo menos, tiene que conocer el agente, si es que no
actuó en connivencia con él.

D) Hurto con escalamiento.


La agravante se funda en la inutilidad de la defensa privada, frente a la habilidad del
ladrón para violar el recinto donde se encuentra la cosa, que revela su mayor
peligrosidad al vencer las defensas opuestas para evitar el apoderamiento.
Escalamiento es toda penetración por una vía que no está destinada a servir de entrada"
(Proyecto 1891), que implique la superación de una defensa real consistente en
obstáculos de altura o descensos que exigen esfuerzo, actividad o artificio. Lo que
importa, entonces, para que concurra esta calificante, no es la sola circunstancia de
ingresar a un lugar por una vía no permitida o no destinada a ese fin, sino en «vencer"
una defensa, un obstáculo, que ha sido predispuesto como resguardo de la cosa y para lo
cual el ladrón debe realizar un considerable esfuerzo, habilidad o maniobra. La
exigencia del escalamiento queda satisfecha cuando se superan defensas por ascenso o
descenso (por alturas o vías subte1Táneas), interiores o exteriores. Subjetivamente, el
escalamiento debe haberse realizado “para hurtar”; si el autor ha escalado por otras
razones y, en el lugar aprovecha y comete un hurto, no se daría la agravante, por más
que escale para salir. El ascenso o descenso es para hurtar, no para subir o bajar con una
cosa hurtada. Eso es así por cuanto lo que fundamenta el mayor reproche es la mayor
peligrosidad que representa aquel que, con maña, habilidad o destreza, vence las
defensas predispuestas “para evitar el apoderamiento” de la cosa. Si escala para salir del
lugar “con la cosa hurtada”, quiere decir que ya consumó el apoderamiento.
La defensa de la cosa debe ser real, efectiva, no meramente simbólica o decorativa (p.
ej., una verja muy baja en el frente de la casa no implica una defensa real de la cosa),
pero sí lo son aquellas que tienen una considerable altura y que son difíciles de escalar,
o por lo menos que exigen del autor un esfuerzo superior al normal. Si la defensa de la
cosa se ve debilitada por la propia obra del dueño, por ejemplo, la actitud negligente de
dejar una escalera o una pila de ladrillos, que permitieron fácilmente al ladrón entrar al
lugar, no concurre la calificante. Determinar cuál es la altura o la profundidad
apropiadas, así como el esfuerzo realizado o la maña empleada para vencer los
obstáculos, constituyen cuestiones de hecho que deben ser apreciadas en cada caso en
particular.

E) Hurto de mercaderías o cosas transportadas.


La razón de la agravante radica en la menor protección que ciertas cosas tienen por el
lugar en donde se encuentran y por el momento en que se lleva a cabo el ilícito,
circunstancias que aumentan los riesgos propios de un viaje y que impiden una eficaz
vigilancia privada, siendo este transporte mas propenso a ser víctima de los “piratas del
asfalto”.
El delito requiere la concurrencia de distintos elementos: uno, que la sustracción
recaiga sobre “mercaderías” (art. 77, Cód. Penal), o bien sobre otras cosas muebles
transportadas y el otro elemento reside en que el hurto se cometa entre el momento de la
carga de las cosas y el de su destino o entrega, 0 durante las escalas que se realicen. Al
referir la ley que se trate de mercaderías o cosas muebles transportadas, está
supeditando la imputación a objetos que se encuentran en “situación de transporte”, vale
decir, en proceso de traslado entre los momentos y lugares señalados en la norma. La
ca1ificación alude a un proceso dinámico, en movimiento, de la cosa. El hurto debe
circunscribirse a un “objeto en traslación”, pues desde el momento en que se produce la
carga la cosa “ya” está en situación de transporte, en desplazamiento. Por consiguiente,
no califica el hurto la sustracción de las mercaderías que aún se encuentren en el
depósito, mientras no haya dado comienzo el proceso de carga.
La agravante comprende el transporte terrestre, aéreo y marítimo o fluvial, urbano o
interurbano, para lo cual puede utilizarse también cualquier clase de vehículos; no están
comprendidos el transporte a pie o por medio de animales o artefactos mecánicos (p. ej.,
el carro del supermercado, el biciclo de reparto).

F) Hurto de vehículos dejados en la vía pública o lugares de acceso público.


La preferente protección de la ley está dada, tanto por la naturaleza del objeto
protegido (vehículo) como por la especial situación en que se encuentra (vía pública),
situación que revela un verdadero estado de indefensión de la cosa objeto de tutela. El
agravante responde a la necesidad impuesta a su propietario de dejarlo en determinadas
situaciones que llevan consigo un riesgo; esto es, al igual que en el abigeato, se refuerza
la tutela jurídica cuando menor es la tutela de hecho. El delito consiste en el
apoderamiento ilegítimo de un vehículo que ha sido dejado en la vía pública o en un
lugar de acceso público. Vehículo es todo artefacto o medio de traslación que se utiliza,
precisamente, para el transporte de personas o cosas y que se desplaza por tierra, aire o
agua. El tém1ino abarca a toda clase de vehículos, aunque no sean de los propulsados a
motor, por ejemplo, la bicicleta o el triciclo, siempre que sirvan para el transporte de
objetos o de personas.
El hurto se agrava sólo si el vehículo fue dejado (colocado, estacionado, aparcado), por
su dueño o tenedor, en la vía pública o en un lugar de acceso público, sin ningún tipo de
custodia que implique una defensa de la cosa, aún en aquellos casos que posean
mecanismos de autodefensa (p. ej., alarma, llave especial de encendido, interruptor de
marcha). Si el vehículo estacionado en la vía pública ha quedado con personas en su
interior, tampoco se da la agravante, por ausencia de indefensión de la cosa. Por vía
pública debe entenderse todo lugar que se encuentre afectado al uso directo del público,
por ej. calles, plazas, paseos, puentes, caminos, etc., por donde circulan las personas o
cosas en general. Por lugar de acceso público debe entenderse aquel en el que, no siendo
una vía pública, se permite el ingreso y uso del público en general, por ej. playas de
estacionamiento, aunque sean privadas, pues lo que importa es que el público pueda
transitar libremente. Quedan fuera del concepto los garajes privados o de alquiler, así
como cualquier otro sitio que ofrezca cierta defensa de la cosa.

3) Hurto agravado por la condición del sujeto activo (art. 163 bis.).
Se trata de un delito especial impropio, que requiere para su realización que el agente
ostente, al momento del hecho, la condición de miembro de alguna de las fuerzas
mencionadas en el precepto. La razón de la agravante no reside únicamente en la
calidad del autor, sino en la circunstancia de que dicha investidura facilita la
perpetración del delito y dificulta las tareas de investigación. Sujeto activo puede ser
cualquier miembro integrante de la Policía Federal Argentina, policías provinciales,
Gendam1ería Nacional, Prefectura Naval Argentina. Policía de Seguridad
Aeroportuaria, Servicio Penitenciario Federal, servicios penitenciarios provinciales y
del cuerpo de bomberos, cualquiera sea
el grado, función o actividad que desempeñe al momento del hecho. De aquí que puedan
ser autores quienes se encuentren fuera de servicio, de licencia o sometidos a algún
procedimiento administrativo o judicial (p. ej., suspendidos preventivamente), no así los
que han sido exonerados de la fuerza o dados de baja, los que han renunciado al cargo o
función pública desempeñados o están gozando del retiro efectivo, pues han perdido la
calidad que los calificaba. El tipo exige que el autor haya “ejecutado” el delito, es decir,
que lo haya cometido en calidad de autor o coautor, no quedando alcanzados por la
agravante los meros partícipes, los instigadores y los encubridores, porque éstos no
ejecutan el hecho, sino que sólo intervienen, en algún grado o tiempo, en su comisión o
con posterioridad a él.

4) Robo simple (art. 164).


El robo es un delito que responde típicamente a la estructura básica del hurto
(apoderamiento, ilegitimidad, cosa mueble ajena), y a cuya textura se agregan, como
modalidades comisivas, la fuerza en las cosas y la violencia física en las personas. De
aquí puede inferirse~ sin más, que el hurto es el género y el robo una especie,
circunstancia que conduce a afirmar que no puede existir robo si no concurren todos y
cada uno de los elementos constitutivos del hurto. Entre ambas figuras se da una
hipótesis de concurso aparente de leyes. Por lo tanto, todos los elementos estudiados
para el hurto, son de aplicación en esta figura.

Tipo objetivo.
Acción típica: La acción típica en el robo consiste en apoderarse ilegítimamente de una
cosa mueble, total o parcialmente ajena, con fuerza en las cosas o violencia física en las
personas. Como ya se dijo, el núcleo del robo es igual al del artículo 162 del Código
Penal, pero con la diferencia en cuanto a la forma de apoderamiento, que debe hacerse
mediante el empleo de fuerza en las cosas o violencia sobre las personas. El robo no es
más que un hurto agravado por los medios comisivos: fuerza en las cosas o violencia
física en las personas, compartiendo con aquél una estructura común (las nociones de
cosa mueble, ajenidad y apoderamiento).
El fundamento de la mayor gravedad del robo con relación al hurto se encuentra en el
mayor desvalor que implica el uso de fuerza o violencia, en tanto son significantes de
una mayor habilidad, pericia o esfuerzo por parte del autor; en definitiva, una mayor
energía criminal que la que se acredita con el simple hurto.
1. Fuerza en las cosas: El hurto se califica de robo cuando se ha utilizado la fuerza
para lograr el apoderamiento. La idea de fuerza no debe ser entendida en el
sentido de aquella que se utiliza para trasladar o mover una cosa de un lugar a
otro, cualquiera sea su peso. La fuerza es un medio para el apoderamiento de la
cosa.
La fuerza supone, en primer lugar, una cosa que, por sí misma o por los reparos
relacionados con ella, opone una resistencia al apoderamiento. La fuerza se
emplea para lograr este último cuando el agente dirige su actividad a superar
aquella resistencia. La cosa opone en sí misma resistencia cuando por sus
características requiere una actividad en quien se apodera de ella que va más allá
del esfuerzo necesario para transportarla o simplemente removerla del lugar
donde estaba (el esfuerzo debido al peso de la cosa o a su volumen no constituye
la fuerza típica), como ocurre cuando forma parte de un todo del cual debe ser
separada (p.ej., cortar un trozo de perfil de hierro para apoderarse de él, dejando
el resto; de una parte de cañería, etcétera). La cosa opone resistencia por sus
reparos cuando éstos son los que exigen del agente aquella actividad; puede
tratarse de reparos intencionalmente dispuestos para evitar el apoderamiento
(p.ej., un anillo de hierro que une un cofre a la pared)o colocados con distinta
intención, pero que, no obstante, realizan esa función (p.ej., la mezcla que une
los azulejos a la pared); los reparos pueden ser de ocultamiento de la cosa
(intencional o no):admite la doctrina que quien utiliza fuerza física para buscar
la cosa (p.ej., romper la caja donde se encuentra la llave de paso de la energía
eléctrica para encender luces que le permitan penetrar a un lugar) queda
comprendido en la tipicidad.
La fuerza, según lo pone de relieve la doctrina no se ejerce en la cosa sino "en
razón de la cosa'' (Núñez, Soler, Fontán Balestra). La fuerza es una energía
física, que puede ser humana o artificial, y que produce en la cosa un cambio, un
daño o un movimiento. El concepto abarca el empleo de la energía eléctrica.
Con arreglo al texto legal, la fuerza en las cosas sólo convierte el hurto en robo
cuando se ejerce durante los actos de apoderamiento, quedando excluida aquella
que es desplegada después del apoderamiento para lograr la impunidad o para
obtener la cosa.
¿Cómo debe ser la fuerza desplegada? Hay dos posturas al respecto en la
doctrina, una mayoritaria y otra minoritaria.
 La postura minoritaria entiende que la idea de fuerza requerida por la
ley exige la coexistencia de una cosa que le "oponga resistencia", sin
que importe si el uso de esa fuerza es ordinaria (normal) o
extraordinaria (anormal). La fuerza que transforma el hurto en robo es
toda aquella "necesaria" para vencer materialmente la resistencia al
apoderamiento, sin que la acción furtiva se cumpla, además, en forma
anormal o destructiva, a pesar de que, para separar la cosa de su sitio, el
ladrón hubiera hecho lo mismo que, por ser la forma normal para
desprenderla, tendría que haber hecho el propietario. La fuerza se da
siempre que el apoderamiento exija del agente el despliegue de una
energía que importe el vencimiento de resistencia, sea que ésta se
origine en la unión natural de la cosa a otras o en las particularidades
del mecanismo de unión, aunque ese despliegue sea idéntico al que
tiene que realizar el legítimo tenedor para remover la cosa (será
igualmente robo la acción de quien, para apoderarse de la rueda de un
vehículo, corta los bulones que la unen a la punta del eje, que la de
quien, empleando una herramienta, desenrosca esos bulones, porque
también en este caso ha habido vencimiento de la resistencia que se
oponía al apoderamiento). Se critica esta tesis porque tiene que arrancar
de una pauta mucho más difícil de determinar, como es la cantidad de
energía necesaria para el apoderamiento, ya que sus propugnadores se
cuidan de señalar que “no basta que una cosa esté adherida a otra”,
puesto que hay casos “de adhesión que no presentan resistencia” (unión
de la fruta al árbol,de un farol con los tornillos flojos, etcétera).
 La doctrina mayoritaria exige que la fuerza sea destructiva y anormal.
Lo primero implica que se altere dañosamente (romper, cortar,
deformar) lo que rodeaba a la cosa, como parte de ella o como reparo.
Lo segundo, que la actividad del agente represente algo más de la
actividad normal que el legítimo tenedor haya de realizar para tomar él
mismo la cosa, aunque ésta exija una actividad alteradora de su estado;
la anormalidad o normalidad dependerá, por tanto, del modo del
apoderamiento (cortar con el cuchillo la cerda del caballo para
apoderarse de ella no será robo, pero sí lo sería matar el caballo para
hacerlo; cortar la fruta para apoderarse de ella no será robo, pero sí
aserrar el árbol para recoger la fruta; cortar el árbol para apoderarse de
la leña no será robo, pero sí cortar los alambres de un cerco para
sacarla; matar la oveja para apoderarse de su carne no será robo, pero sí
matar al perro ovejero que la protege, etcétera). Es por ello que la
acción requerida por el robo debe contener un plus con respecto a la
acción separativa ordinaria.
No importa si la energía desplegada por el agente es puramente física,
como si la ejerce por medio de mecanismos (p.ej., gatos hidráulicos) u
otros procedimientos dañadores (p.ej., utilización de ácido para corroer
las adherencias de la cosa), siempre y cuando se trate de una actividad
realizada por el agente del apoderamiento o por un tercero que actúa por
él o participa en su hecho (el simple aprovechamiento de la fuerza
realizada por un tercero extraño al apoderamiento del agente, no califica
el hurto como robo).
¿Sobre que cosas debe recaer la fuerza para ser típica? Soler entiende que la
fuerza puede recaer sobre: a) defensas predispuestas de cercamiento (por
ejemplo, una puerta); b) defensas predispuestas de simple guarda (por ejemplo,
un placard o una caja); c) elementos sólidos no predispuestos como defensa,
pero que retienen o contienen la cosa (por ejemplo, la pared respecto de la
puerta; d) sobre la cosa misma que ofrece resistencia natural. La resistencia
ofrecida por la cosa no debe ser totalmente dependiente de ella misma, sino que
debe depender de su colocación con respecto a otras. En definitiva, es necesario
que exista alguna resistencia efectiva, aunque no sea preordenadamente
defensiva. Se excluyen aquellos casos en los que la resistencia surge de objetos
de adorno o mero control. El daño hecho a la cosa misma, en cuanto no se
emplea como medio para sustraerla, queda absorbido por el hurto.
¿Qué vínculo debe existir entre la fuerza y el hecho? La fuerza que tiene
relevancia típica es aquella que está vinculada objetiva y subjetivamente con el
apoderamiento.
La vinculación objetiva requiere que la fuerza desplegada sea el procedimiento
empleado para concretar el hecho. Se requiere un nexo de necesidad entre ésta y
la sustracción. Toda fuerza realizada en oportunidad del apoderamiento, pero no
vinculada con este no puede ser considerada como un elemento típico de la
figura de robo.
Subjetivamente, el autor del hecho debe haber querido emplear la fuerza como
medio para apoderarse de la cosa. La fuerza realizada con otra motivación o de
modo meramente culposo no abre el camino para la imputación de este tipo
penal (quien al tomar una estatua erigida sobre un pie de mármol derriba éste y
lo quiebra; o quien ya habiendo tomado el objeto rompe otra cosa sólo con
intención de dañar no comete robo). De este doble nexo entre la fuerza y el
hecho se deriva la lógica consecuencia que el daño ocasionado con posterioridad
al apoderamiento no convierte al mismo en robo. La fuerza debe ser ejercida en
el acto de apoderarse o en las instancias previas pero siempre vinculadas del
modo antes descripto: debe ser desplegada para cometer el hecho.
2. Violencia física en las personas: El hurto se transforma en robo mediante la
violencia “física” en las personas, que se realiza para el apoderamiento o
después de él para asegurar sus resultados.
El robo con violencia es un delito pluriofensivo, en la medida en que la
violencia puede afectar, además del patrimonio, la salud física del sujeto pasivo.
En realidad, lo que se hace es integrar una misma conducta típica en un delito
complejo, ya que de otra forma debería haber sido tratado como un concurso
entre hurto y lesiones, o amenazas, según el caso. Tal como está configurado, sin
embargo, lo predominante es el atentado patrimonial, de forma que el recurso a
los procedimientos violentos, lo que hace es aumentar el injusto de un hecho
cuyo componente básico es la lesión de la propiedad ajena.
La violencia es, en este tipo, el despliegue de energía física para vencer
materialmente la resistencia que el sujeto pasivo opone o puede oponer al
apoderamiento (vis absoluta).
La violencia física consiste en la efectiva aplicación de una energía física,
humana, animal o mecánica, fluida o química, real o simulada, sobre una
persona para vencer la resistencia a la sustracción de la víctima, ya sea ejercida
sobre la misma o sobre un tercero. No es necesario que la violencia afecte la
integridad física del sujeto agredido. La violencia debe ser efectiva, es decir que
no puede considerarse tal aquella que el agente no haya desplegado de modo
concreto, como por ejemplo sucedería si el autor del delito lleva consigo un
arma que no utiliza. Es por ello que se considera que la acción debe ser
objetivamente violenta, esto implica que el mero temor de la víctima del hecho
no es suficiente para calificar a la acción como tal. La violencia que se precisa
para que se configure el robo es la que consiste en un acometimiento físico
agresivo, aplicado directamente sobre las personas.
Debe existir, al igual que con la fuerza en las cosas, una vinculación objetiva y
subjetiva entre la violencia y el apoderamiento. Esto quiere decir que debe ser la
violencia física lo que permita al sujeto apoderarse o lograr la impunidad
posterior al apoderamiento, y esta violencia debe ser querida por el autor como
medio para lograr cualquiera de las dos cosas.
Momentos de la violencia. Con arreglo al texto legal, la violencia puede tener
lugar antes del robo (p. ej., el sueño producido hipnóticamente por el empleado
doméstico al patrón para que luego, por la noche, actúen los ladrones -violencia
preparatoria-), en el acto de cometer el robo (momento que va desde el comienzo
de los actos de ejecución hasta el final de la consumación -violencia
concomitante-) o después de cometido el robo para procurar su impunidad (se
debe haber consumado el apoderamiento o el desistimiento de la tentativa y,
posteriormente, el ladrón ejercer la violencia para lograr su impunidad o la de un
participante en la “comisión” del delito -violencia posterior-, no de quien no
tomó parte en el robo, p. ej., el que planificó el delito). La violencia implica
siempre un despliegue de energía para vencer materialmente la resistencia
opuesta por el sujeto pasivo, sea en actual ejecución (para hacerla cesar) o
destinado a evitar que la persona sobre la que recae pueda, de manera eventual,
ponerla en ejecución cuando todavía no lo ha hecho, con lo cual el robo se da
igualmente cuando el agente ejerce violencia sobre quien está incapacitado para
desplegar resistencia (p. ej., violencia sobre un paralítico).
¿Se acepta la violencia moral o intimidación? La norma textualmente requiere la
existencia de “violencia física” en las personas. Ésta, como su nombre lo indica,
es violencia directa ejercida sobre otra persona. Vitale señala con acierto que
debe ser distinguida de la “violencia moral” o “intimidación”, que es la que se
concreta con la amenaza de causar un mal futuro.
La intimidación es la acción de inspirar en el sujeto pasivo, por medio de
injustas amenazas, un temor fundado de sufrir un mal inminente y grave sobre
su persona, libertad o bienes. En este sentido, la violencia física no puede ser
equiparada a una amenaza o intimidación. Solo será violencia física la directa
intervención sobre el cuerpo de un ser humano. A pesar de esta clara
delimitación conceptual, la mayoría de los autores y la jurisprudencia de modo
casi abrumador han entendido que la violencia física requerida por el tipo
también abarca la llamada vis compulsiva (intimidación o violencia moral), y de
su mano ingresan al tipo penal acciones como la de apoderarse de una cosa ajena
mediante amenaza con armas, entendiendo que la amenaza es causante de una
intimidación en la víctima. Actualmente y de modo mayoritario, se sostiene que
se encuentra presente la violencia física exigida por la norma no sólo mediante
el acometimiento de carácter violento y físico sobre las personas sino también
mediante la llamada intimidación o violencia moral. Los autores nacionales y la
jurisprudencia en su mayoría se han encargado de extender los límites de la
violencia física de tal modo que abarque la violencia moral.
Entendemos que la interpretación adecuada es que la violencia física en el robo
es sólo la aplicación de violencia contra el cuerpo de las personas quedando
absolutamente excluida la intimidación o violencia moral. No de otro modo
puede ser entendida la norma cuando su letra es absolutamente clara y elocuente,
y sus antecedentes normativos nos aportan precisión sobre la intención del
legislador. Extender la tipicidad hacia la violencia moral implica ceder ante la
tentación de hacer decir a la norma aquello que resulte razonable para no dejar
lagunas.
Con claridad explica Vitale que: “...Tal como se desprende del principio
constitucional de legalidad ("nullum crimen ...", previsto expresamente en el art.
18 de la Constitución Nacional), nadie puede ser penado por un hecho que no se
corresponda exactamente con la descripción legal efectuada antes del hecho que
se juzga (nadie puede ser penado sin "ley anterior", dice el citado art. 18)...” , por
el mismo principio -señala- ninguna ley penal puede ser aplicada a situaciones
análogas.
Al iniciar este apartado hemos tratado de diferenciar lo que es la violencia
física de la violencia moral. Existiendo una distancia -considerable y evidente-
entre ambos conceptos, el hurto por medio de intimidación (violencia moral) no
podrá en modo alguno constituir un robo. El operador jurídico puede coincidir o
no con esta solución, pero lo que no debe hacer es apartarse de lo que dice la
letra de la ley. Existen pocas controversias legales donde la mayoría se haya
volcado hacia una interpretación con tan endeble soporte argumental.
Por su parte, Buompadre expresa: “Todo lo que es violencia física por sí o
porque tiene que considerarse como tal, empleada como medio de
apoderamiento, constituirá robo; todo lo que radique en un procedimiento
intimidatorio no equiparable a la violencia física para apoderarse o lograr una
disposición patrimonial estará, en principio, comprendido en la extorsión.
Nosotros creemos que la distinción debe provenir desde la acción: cuando hay
apoderamiento del agente (aprehensio), hay robo; cuando hay disposición de la
víctima (entrega, traditio), hay extorsión”.

Tipo subjetivo.
Se trata de un delito doloso. No existe el tipo culposa para el delito de robo. Comparte
con el hurto las características del tipo subjetivo. Los extremos comisivos contemplados
como fuerza en las cosas y violencia en las personas deben estar dirigidos al
apoderamiento y ser queridos por el autor con esa finalidad. Es decir, como ya vimos al
tratar el tipo objetivo, ambas características tienen que estar vinculadas de modo
objetivo y subjetivo con el apoderamiento.
No habrá robo, sino hurto, aun cuando exista violencia en las personas o fuerza en las
cosas si éstas no son queridas por el autor como medio para concretar el apoderamiento
(o para facilitarlo o procurar su impunidad en el caso de la violencia física).
Subjetivamente, entonces, la fuerza debe haber sido querida por el agente, como
procedimiento relacionado con el apoderamiento. El daño meramente culposo de la cosa
misma o de sus adherencias, no confiere tipicidad a la energía desplegada. Por eso no es
robo el caso de quien toma una estatua que se encuentra sobre un pie de mármol y al
hacerlo, se le resbala y se quiebra la cosa. Y tampoco configura el robo la fuerza
realizada con distinta motivación, como la de quien, habiéndose apoderado de la cosa,
sigue destruyendo por espíritu vandálico.
También en el caso del robo con violencia en las personas, debe existir una relación
con el apoderamiento, para lo cual la letra del Código emplea la preposición “para”. De
modo tal que la violencia ejercitada en mera concomitancia con el contexto de la
ejecución de un hurto, no alcanza a éste para transformarlo en un robo, siendo muy
claro que el móvil debe ser precisamente el de lograr su impunidad. Si al ladrón lo
impulsa cualquier otro motivo, la agravante no concurre, como, por ejemplo, si le pega
una cachetada al dueño por puro espíritu de vejación.

Autoría y participación.
La fuerza en las cosas y la violencia en las personas que califican como robo al tipo
penal se extienden a todos los partícipes, aun cuando por la división de tareas no sean
todos los partícipes autores materiales de la violencia o la fuerza en las cosas. Quien
ejerce materialmente la violencia puede ser diferente del que concreta el apoderamiento,
y sus interrelaciones se rigen por las reglas de la coautoría y, en general, por las del
concurso de personas en el delito.
Considerando que el conocimiento posterior de lo realizado no puede ser el dolo, quien
se incorpora a un grupo de coautores que han realizado “fuerza en las cosas” (por
ejemplo, romper una ventana o una puerta) y consecuentemente se están apropiando de
cosas, y toma a su cargo una parte de la tarea de apoderamiento, sólo realizará una
conducta típica de hurto, porque la fuerza en las cosas ya estaba hecha y acabada
cuando el sujeto ingresó al plan criminal.

Consumación y tentativa.
En el supuesto de robo con fuerza en las cosas, como aquélla debe ser anterior o
concomitante con el apoderamiento, el robo se consuma con este último. Nos
remitimos, al respecto, a la explicación hecha al tratar el tema de la consumación del
apoderamiento en el hurto. En los casos de robo con violencia física en las personas,
cuando la violencia se ejerce antes o durante el apoderamiento, el delito se consuma, al
igual que en el hurto, con el apoderamiento.
Cuando la violencia se ejerce después del apoderamiento, para lograr su impunidad, el
delito se consuma con la concurrencia de ambos elementos, en tanto antes del ejercicio
de la violencia sólo existe un hurto consumado, mientras que la tentativa de
apoderamiento con violencia consumada para lograr la impunidad, configura sólo un
robo tentado.

5) Robos calificados (agravado).


Las agravantes tienen en cuenta, por una parte, los efectos resultantes de la violencia,
como el robo con homicidio (art. 165) y el robo con lesiones (art. 166, inc. 1). Por otra
parte, el legislador ha considerado el modo de comisión del hecho, y agrava el delito
cuando éste se comete con armas (art. 166, inc. 1), en despoblado o en banda (en
distintas combinaciones de la presencia o ausencia de cada uno de estos elementos, arts.
166, inc. 2 in fine; 167, incs. 1 y 2), con perforación o fractura (art. 167, inc. 3), o
cuando concurra alguna de las agravantes del hurto (arts. 167, inc. 4, y 163).

A. Robo calificado (agravado) por homicidio (art. 165) “Homicidio en ocasión de


robo”.
Dice el artículo 165: “Se impondrá reclusión o prisión de diez a veinticinco años, si
con motivo u ocasión del robo resultare un homicidio”.

El problema de este artículo surge cuando se lo debe separar del art. 80 inc. 7. Sobre
esta cuestión se han formulado distintas opiniones, las cuales pueden ser agrupadas en
tres corrientes principales: a) Por un lado están quienes entienden que dentro del art.
165 sólo caben conductas cul;osas y pretermtenc10nales. Es la posición de Soler, López
Bolado y Damianovich de Cerredo; b) Otro grupo de autores consideraque el precepto
abarca tanto los homicidios dolosos (simples) como los culposos. Son de esta opinión
Núñez, Blasco Femández de Moreda, Chiappini, Laje Anaya y Creus, entre otros; c) Por
último, una tercera corriente acepta sólo el homicidio doloso no comprendido en el art.
80, inc. 7°, del Cód. Penal. El resultado culposo (hom1c1d10 culposo) tiene solución a
través de las reglas del concurso real de delitos. Sostienen esta posición Fontán Balestra,
Gómez y Tozzini.
El art. 165, como dice Núñez, es compatible con el dolo de homicidio simple. El autor
debía prever que de su accionar (violencia física, disparo de arma, etc.) "podía resultar"
un homicidio (dolo eventual). Si frente a esa Previsión, el autor continuó con su obrar
ignorando la posible consecuencia, el h01nicidio resultante encaja en los límites de la
agravante que estamos estudiando, por aplicación del dolo eventual. Los resultados
culposos (por ejemplo, el asaltante que huye y se le escapa un disparo de consecuencias
mortales) no quedan abarcados por la disposición, sino que deben ser resueltos mediante
la aplicación de los principios generales del concurso de delitos. Las diferencias entre
las figuras de los arts. 165 y 80 inc. 7', sólo pueden establecerse desde un plano
subjetivo. En ambas hipótesis, el agente mata. Pero, si ha matado "para" robar, el hecho
encuadra en la figura del homicidio agravado por conexidad con otro delito; si, en
cambio, "al robar" ha matado, la figura aplicable es la del robo agravado del art. 165. El
homicidio del art. 80, inc. 7°, presenta un elemento subjetivo especial (para o por) del
que carece el delito contra la propiedad. En la figura del robo agravado, la muerte,
aunque previsible, representa un suceso que no ha estado anticipadamente en los planes
del autor. Se trata de una consecuencia eventual. El robo con homicidio es un delito
complejo, que exige la consumación de los dos hechos que lo componen (el
apoderamiento violento y la muerte).
La participación criminal es posible y se rige por las reglas comunes.
La tentativa, en cambio, parece difícil de imaginar, ya que, ocurrido el homicidio, el
tipo penal está ya consumado. Creus dice: “Para que esta figura agravada de robo pueda
considerarse consumada, es necesario que se conjuguen la acción propia del robo con la
ocurrencia de la muerte. Pero dándose esta última con motivo u ocasión de un robo cuyo
apoderamiento quedó truncado en tentativa, constituye ya el tipo consumado del art.
165, porque éste no requiere que el robo se haya consumado. Pero el robo tentado o
consumado, con cuyo motivo o en cuya ocasión se ha tentado un homicidio, no nos
sitúa en el tipo del art. 165, porque, normalmente, el dolo directo exigido por la
tentativa nos llevará a los supuestos del art. 80, inc. 7, y, en todo caso, faltando ese dolo
y no dándose el resultado de muerte, tampoco podremos estar en la agravante del art.
165: tendremos dos tipos funcionando en concurso.”.

B) Robo calificado (agravado) por lesiones (art. 166 inc. 1).


Con arreglo al texto legal, sólo las lesiones graves (art. 90) y las gravísimas (art. 91)
califican el robo. Las lesiones leves quedan absorbidas por la violencia propia que
importa la comisión del delito contra la propiedad. El tipo abarca tanto las lesiones
dolosas como culposas, incluso las preordenadas al robo y los resultados
preteritencionales.
Producida la lesión, el delito queda consumado aunque el robo haya quedado en grado
de tentativa. Por lo tanto, resulta inadmisible la tentativa del delito agravado. Como en
el caso anterior, para que se dé el tipo calificado se requiere la ocurrencia de la lesión y
la consumación o la tentativa del apoderamiento ilegítimo. La lesión preordenada al
robo, sin que éste haya alcanzado la etapa de ejecución, queda en el art. 92 del Cód.
Penal. El robo consumado o tentado con actividad del agente finalmente encaminada a
lesionar, pero que no se concretó en lesión, tampoco sitúa el supuesto en el art. 166, ya
que faltando el resultado de la violencia que la disposición requiere, esa actividad, no
obstante su preordenación, quedará subsumida por la figura de robo del art. 164.
La participación criminal se rige por las reglas comunes, los mismos enunciados
respecto del art. 165. La participación criminal atiende a las dos ofensas, y los partícipes
en los que falte la convergencia intencional de ambas ofensas sólo responderán por el
tipo básico. Es aplicable la disposición en los casos en que, siendo varios los que
hubieren ejercido violencia física sobre la víctima, se ignorase quién aplicó la violencia
productora de la lesión, toda vez que la norma permite imponer la pena agravada a todos
cuantos hubieran intervenido como agresores en el robo.

Diferencia con el art. 92 (el cual remite al 80 inc. 7 criminis causa). La diferencia con
las lesiones agravadas del art. 92 reside en el tipo subjetivo. En el delito contra la
integridad personal, el autor lesiona “para” preparar, facilitar, consumar u ocultar otro
delito, asegurar sus resultados o procurar impunidad, o “por” no haber logrado el fin
propuesto (art. 80, inc. 7º). En esta modalidad, el autor lesiona para consumar el robo
(quiere la acción y el resultado); en el delito contra la propiedad, el autor quiere el robo
(la cosa), pero pueden no figurar en su previsión los resultados más graves (p. ej., el
caso de las lesiones accidentales). Precisamente porque las diferencias residen en el
dolo, los límites entre una y otra figura se toman harto confusos, razón por la cual tal
vez resulte aconsejable la supresión de una de las dos agravantes.

C) Robo con armas (art. 166 in. 2).


Art. 166 inc. 2: 2. Si el robo se cometiere con armas... Si el arma utilizada fuera de
fuego, la escala penal prevista se elevará en un tercio en su mínimo y en su máximo. Si
se cometiere el robo con un arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudiera
tenerse de ningún modo por acreditada, o con un arma de utilería, la pena será de TRES
a DIEZ años de reclusión o prisión.

El agravante se da en razón del medio empleado. Este supuesto comprende el uso de


armas por parte del sujeto activo y contra el sujeto pasivo. El fundamento de esta
agravante se centra en el mayor poder ofensivo que detenta el sujeto activo, que
redunda, por el contrario, en el mayor estado de indefensión de la víctima.

Con respecto al fundamento de la agravante, la doctrina desarrolló una teoría subjetiva


y otra objetiva. Para la teoría subjetiva, el fundamento del mayor reproche estaría dado
por el mayor poder intimidatorio que produce el empleo de un arma y el mayor estado
de indefensión que provoca en la víctima, sin que adquiera relevancia la capacidad
operativa-funcional del arma. La teoría objetiva, por el contrario, atiende al “peligro
concreto y real” corrido por la víctima, ante el empleo de un arma que aumenta el poder
ofensivo del agente, circunstancia que requiere la concurrencia de un instrumento
funcionalmente operativo (arma apta para el disparo) y que se encuentre cargada al
momento del hecho o con posibilidades de ser cargada en tal momento. Para nosotros,
las razones que se conjugan para intensificar la pena son, por un lado, el mayor poder
intimidante del arma y, por el otro, el peligro que constituye para el agraviado la
utilización del arma por parte del agente.

Arma es todo que aumenta el poder ofensivo del hombre. Todo objeto capaz de
producir un daño en el cuerpo o salud de la persona. Arma es todo elemento destinado a
ofender o a defenderse.
a. Con arreglo al nuevo texto legal; es necesario hacer una distinción: en el concepto
de arma del art. 166, párr. 1 º, del inc. 2º, quedan comprendidas las armas propias
(específicamente destinadas al ataque o la defensa) como las impropias equiparadas a
las propias (armas fabricadas con otro destino, pero que pueden ser utilizadas para
ocasionar un daño -p. ej., armas blancas-), y las verdaderamente impropias que, por sus
características, se adecuen a las razones de ser de la agravante, como serian ciertas
herramientas de punta o filo (guadañas, horquillas, azadas) o los objetos de gran poder
contundente (bastones, garrotes, etcétera). En cualquier caso, debe tratarse de armas
propias no de fuego, impropias, o de utilería cuando son empleadas en sentido
impropio, vale decir, no como armas sino como objetos contundentes. Dentro del párr.
2º, inc. 2º, del artículo, por el contrario, quedan comprendidas únicamente las armas de
fuego en sentido propio, vale decir, aquellas armas verdaderas operativamente aptas
para el disparo, y en sentido impropio, esto es, cuando son usadas como objetos
corntundentes.
En el art. 166, párr. 3°. primera parte, inc. 2º, que hace referencia al arma de fuego
cuya aptitud para el disparo no pudiera tenerse de ningún modo por acreditada, por
último, quedan comprendidas las armas de fuego no aptas para el disparo (no
operativas), sea por defectos en el mecanismo (p. ej., falta de percutor), por carecer de
idoneidad para hacer correr peligro a la persona de la víctima, por estar descargadas o
por otras insuficiencias en su funcionamiento. Se trata de supuestos de “arma simulada”
o “falsa arma” que, aunque pueda resultar apta para aumentar la intimidación de la
víctima, no tienen --como dijimos- capacidad funcional para poner en peligro su vida o
integridad física. Pero, en cualquier caso, tiene que tratarse de un arma de fuego. El párr.
3º, última parte, del inc. 2°, de la mencionada disposición penal, abarca la llamada arma
de utilería, vale decir, todo objeto que represente un réplica, reproducción, símil o
imitación de un arma, sea o no de fuego (p. ej., un revólver o un cuchillo de juguete).
Quedan comprendidas en el tipo, entonces, las llamadas "armas de juguete", pero no
aquellas situaciones en las que se sin1ula 1a violencia a1mada (p. ej., presionar con el
dedo la espalda de la víctima simulando la existencia de un arma), pues en estos casos
no existe arma de utilería (o de ninguna clase), es decir, un objeto con apariencia de
arma. La mal llamada “arma de utilería” (porque técnicamente no es un arma), para que
quede incluida en esta disposición debe ser usada en sentido propio (como arma), pues
si fuera empleada en sentido impropio (como objeto contundente) el tipo se desplazaría
hacia la figura del art. 166, párr. 1 º, inc. 2°.
La ley reprime el robo cometido con armas, vale decir, que no resulta suficiente para
configurar la agravante la sola portación del arma, salvo que ella sea significativa o se
encuentre exhibida de modo ostensible que demuestre que va a ser usada. La comisión
del robo con armas exige la utilización del arma, esto es, su empleo para doblegar o
evitar la resistencia de la víctima en el contexto de la acción violenta, y en los
momentos ejecutivos del apoderamiento hasta su consumación. La utilización del arma
con anterioridad a esos actos ejecutivos (para preparar o facilitar) o con posterioridad
(para lograr el fin propuesto o la impunidad), no sirven para calificar, sino que dejan
vigente la figura del art. 164.

Autoría y participación. El concierto previo para cometer un delito de robo con


violencia o intimidación, que no excluya a priori todo riesgo para la vida o la integridad
física de las personas, responsabiliza a todos los partícipes directos del posible resultado
lesivo, y, por tanto, de la propia acción coactiva que consiste en el empleo de armas, de
tal forma que, aunque ésta sea utilizada únicamente por uno de los concertados, su
mayor peligrosidad se comunica o trasvasa a todos los demás partícipes en la acción.
Pero si no existe este concierto previo, y uno de los autores sorpresivamente extrae el
arma, esta circunstancia no puede imputárseles a los otros cómplices.

D) Robo en despoblado y en banda (art. 166. Inc.2).


Se califica el robo, en razón del lugar en donde éste se comete -despoblado y por la
concurrencia de la actuación de lo que se ha dado en llamar una banda.
Ambas circunstancias deben darse en forma conjunta y necesariamente para que la
conducta desplegada por los actores tipifique la figura del artículo 166, inciso 2,
segunda parte, es decir, tal como lo expresa el artículo, la acción típica debe ser
cometida en “despoblado y en banda”.
Las razones de la calificante son que a la situación de indefensión de la víctima o de la
cosa, originada por el lugar, se une el mayor poder vulnerante de la actuación de la
banda, esto es, del modo de actuar de los agentes.

Despoblado: La razón del incremento en la penalidad se debe al mayor desamparo que


tienen las personas o las cosas en lugares que, por sus propias características, revelan
una menor posibilidad de auxilio o socorro. La indefensión se acentúa por la soledad del
lugar. La noción de despoblado admite una concepción absoluta y otra relativa. La
concepción absoluta exige que el lugar donde se cometió el delito esté fuera del radio
poblado, esto es, fuera de los lugares habitados de las ciudades, villas, pueblos o aldeas
y sus calles, plazas y baldíos inmediatos; la concepción relativa requiere que el lugar,
fuera del radio poblado, por sus características (lugar solitario), impida que la víctima
pueda recibir el auxilio de otras personas. Despoblado es, entonces, un concepto
relativo, con lo que se quiere significar que el lugar de comisión del delito, además de
estar fuera del radio poblado. debe revelar una carencia de posibilidades de asistencia o
apoyo a la víctima o a las cosas por parte de otras personas. Despoblado no equivale a
"descampado", a campo abierto o a cielo descubierto, sino a lugar solitario en el cual la
concurrencia de auxilio es claramente dificultosa, sino imposible. Para la aplicación de
la agravante carece de relevancia que la víctima esté o no presente en el momento de
cometerse el hecho. Basta con las características del lugar en donde se ha llevado a
cabo.
La doctrina suele considerar despoblado al lugar del hecho, cuando se trata de un lugar
fuera del radio poblado de ciudades, villas o parajes, cuando hay dificultad para el
auxilio de terceros, o favorecimiento de la impunidad por ausencia de pobladores.
Es decir, que la circunstancia de que un sitio, dentro de esos parajes, pueda estar
deshabitado, como el caso de un baldío, o parque, no convierte al lugar en despoblado.
Y del mismo modo, un campamento, compuesto por un gran número de personas,
aunque esté en campo abierto, no es un despoblado a los efectos de la agravante.
Pero no debe identificarse este concepto con el de campo abierto, en el sentido de
campo raso, a cielo descubierto, pues éste se relaciona más bien con la ausencia de
construcciones, mientras que puede haber un despoblado, en los términos del Código
Penal, por ejemplo, donde hay un casco o puesto de estancia, si se dan las circunstancias
antes expuestas.
El despoblado es, entonces, el lugar poco poblado o frecuentado, y distante de casas
habitadas, lo cual constituye un elemento que significa desamparo para la víctima o sus
bienes, e impunidad para el ofensor.

En Banda: Las razones de agravación son complejas: a 1a situación de indefensión de la


víctima o de la cosa, se une el mayor poder vulnerante de la actuación de la banda. Por
banda debe entenderse el conjunto de tres o más individuos que integran una asociación
criminal, con objetivos preconcebidos para cometer toda clase de delitos en forma
indeterminada. Si el grupo no reúne estas características, vale decir, si no constituye una
verdadera organización delictiva, la intervención en la ejecución de uno o más delitos
determinados debe regularse de acuerdo con las reglas generales de la participación
criminal. La mera pluralidad de agentes no configura una banda. Ésta es la opinión
dominante. El término banda, en nuestro ordenamiento penal, es sinónimo de asociación
ilícita y en este sentido debe ser interpretado.

F) Robo en poblado y en banda.


El inciso 2 califica el robo simple, en las circunstancias que concurran dos factores;
éstos son, que el delito sea cometido en lugar poblado, entendiéndose por poblado -por
oposición a lo explicado cuando se estudió la definición de despoblado- aquel lugar
dentro del radio urbano, esto es, de las ciudades, villas, pueblos, aldeas, y sus calles,
plazas y baldíos inmediatos, donde le es posible a la víctima obtener auxilio de terceros
para sí y para sus bienes, y que los autores actúen en banda. Nos remitimos, en lo
pertinente, a lo dicho más arriba en relación al concepto de banda, que para nosotros es
equivalente al de asociación ilícita.
El fundamento de esta agravante se centra, principalmente, en el estado de indefensión
en el que se halla la víctima, ya no por el lugar en que ésta se encuentra, sino por el
número de personas que concurren en el robo.

G) Robo con perforación o fractura (art. 167 inc. 3).


La fractura o efracción sólo califica el robo si se lo comete en un lugar habitado o en
sus dependencias inmediatas. Esto es así por un doble motivo: por un lado, porque se
trata de una exigencia expresa del tipo y, por otro lado, porque el fundamento de la
mayor penalidad no radica en la sola destrucción de la cosa sino en la violación del
derecho a la intimidad de la víctima, que se ve afectado por los actos de fuerza
provenientes del accionar del ladrón que vencen las defensas materiales predispuestas
para su resguardo. Además. la fractura exige el quebrantamiento, corte, destn1eción con
daño de características especiales (romper a hachazos una puerta, hacer volar con
explosivos los barrotes de una reja). No hay fractura cuando a la defensa no se la ha
quebrantado destructivamente (p. ej., cuando se han separado los barrotes sin
quebrarlos).
La agravante proviene tanto de la peligrosidad revelada por el agente, al utilizar
medios muy vulnerantes para vencer las defensas que se oponen al apoderamiento,
como del hecho de que con su acción viola el domicilio del sujeto pasivo, pudiendo
crear eventualmente peligro para las personas.

Perforación y fractura: La particular fuerza agravatoria es la perforación o fractura.


La fractura: exige el quebrantamiento, corte, destrucción con daño de características
especiales (romper a hachazos una puerta, hacer volar con explosivos los barrotes de
una reja, etc.). No hay fractura cuando la defensa no se la ha quebrantado
destructivamente Ej.: cuando se han separado los barrotes sin quebrarlos.
Perforación: Importa la idea de horadar o atravesar la defensa por cualquier medio
(fuerza humana, mecánica, química, energía de otras clases, como el fuego) aunque no
tenga un resultado destructivo en el sentido expuesto en la fractura, Ej.: quien levanta
sin romper, una chapa o las tejas de un techo, no perfora, aunque no lo destruya
quebrantándolo. Tanto la perforación como la fractura tiene que realizarlas el autor del
apoderamiento o un tercero en connivencia con él, sin que importe la oportunidad, en
cuanto estén relacionadas con la perpetración del robo. Ej.: el que día antes perforo el
cerco, para poder perpetrar cuando decida apoderarse de la cosa). La acción de quien
aprovecha la perforación o fractura realizadas por un tercero que no participa en su
acción o sin que aquel participe en la acción de este, no califica el hecho (ni si quiera
llega a ser robo si no hay otra fuerza ejercida por el agente), aun cuando el tercero las
haya practicado para perpetrar, con anterioridad otro robo.

Defensa sobre la que debe recaer la fuerza: Estas defensas son las paredes, cercos,
techos, pisos, puertas o ventanas. La fuerza tiene que recaer sobre los elementos que lo
forman o dotan de seguridad o solidez al conjunto (tableros, jambas, cemento, tirantes,
cubiertas, etc.) o incluso sobre los sistemas de seguridad que están adheridos a ellas,
formando un todo con ellas. Ej.: el pestillo de la cerradura. Pero se puede
razonablemente dudar en la aplicación de la agravante cuando la fuerza se hace recaer
sobre accesorios que no integran el corpus de la defensa, aunque tengan por función
aumentar su seguridad Ej.: el candado colocado fuera de la puerta, el madero que
apuntala una ventana, etc. Los objetos de la fuerza tienen que constituir defensas
opuestas al apoderamiento de la cosa, lo cual reclama: 1) Que cumplan verdadera
función de defensa (no lo son los que tienen una función distinta, como ocurre con los
vidrios comunes y las telas protectoras de insectos, aunque la cuestión es discutible), y
no que simplemente importen una simbólica función de cercamiento Ej.: precintos. Y en
segundo lugar 2) Que estén dotados de suficiente solidez para oponerse realmente al
apoderamiento porque su naturaleza compacta (maderas, hierros, ladrillos, etc.), o su
colocación Ej.: un techo de paja, exigen un esfuerzo para superarlos Ej.: no sería
calificado el robo en el cual hubiera horadado una pared de papel de arroz.

Lugar habitado: Lugar habitado es aquel que, en el momento del hecho, está destinado o
sirve efectivamente de morada, permanente o transitoria, a una persona, aunque ésta
esté ausente al momento de producirse el robo. Vale decir que deben existir rastros o
indicios, por ejemplo, muebles, ropas, diversos enseres, de que en el lugar viven
personas. El abandono del lugar, sea temporario o definitivo, excluye la agravante. Las
dependencias inmediatas son aquellos espacios accesorios a la vivienda, que forman
parte integrante de ella. Son los sitios contiguos, próximos o cercanos a la vivienda (p.
ej., el garaje, la bodega, el patio, el altillo y el galpón). Lo importante es que conformen
un todo, una sola unidad, con el lugar.

En ambas hipótesis (perforación o fractura), los actos de fuerza deben recaer sobre
cosas u objetos que hayan sido colocados o predispuestos como medios de defensa
cercamiento o protección. La defensa puesta para la protección de la cosa puede ser
exterior o interior. La efracción que califica el robo es la que se realiza tanto para entrar
como para salir del domicilio. Los objetos sobre los que debe recaer la efracción están
expresamente enumerados en la ley: pared, cerco, techo, piso, puerta o ventana. La
acción destructora del ladrón puede producirse sobre la totalidad de estos elementos· o
sólo sobre alguna de sus partes. Pero, recordamos, la figura exige como acto
consumativo, cualquiera sea la entidad del daño, el apoderamiento de la cosa. Tanto el
tipo consumado como la tentativa de robo calificado absorben el daño causado en las
cosas.

H) Robo agravado por circunstancias: Se remite a lo explicado en el apartado de hurto


calificado.

I) Robo agravado por la condición del sujeto activo (art. 167 bis).
Se trata de un tipo especial impropio, que justifica el mayor reproche penal teniendo en
cuenta no só1o la cualificación del sujeto pasivo, sino la circunstancia de que dicha
investidura facilita la perpetración del delito y dificulta las tareas de investigación. La
disposición es exactamente igual a la del art. 163 bis, motivo por el cual para su estudio
hacemos la remisión.

J) Robo, concurso con otros delitos.


a) Lesiones: La violencia que se ejerce sobre las personas en la comisión del delito de
robo puede constituir las lesiones previstas por el artículo 89 del Código Penal.
En tal caso, se presenta el problema de determinar si éstas quedan subsumidas en el
delito de robo, por haber sido ocasionadas por la violencia requerida para este tipo
penal, o concurren con el robo. En este último caso, preguntarse en qué forma lo hacen.
La primera solución es que ley no deja entregado al régimen del concurso de delitos,
según sucede en otros casos, el modo violento y el resultado lesivo, sino que,
considerando que éste integra siempre el tipo del robo, a la lesión leve la mira como
integrante de la violencia propia de una figura calificada. Se sostiene, al respecto, que
entre la violencia requerida para el robo y las lesiones leves media una relación de
consunción (principio de consunción estudiado en penal 1), que la torna inescindible y
que permite definirla como de concurso aparente de tipos penales.
Un fallo sostuvo que el delito de lesión leve concurre con el de robo cuando aquélla se
produjo como consecuencia de la violencia ejercida, pero sin establecer qué tipo de
concurso se debía aplicar. Ello ocasionó jurisprudencia contradictoria, en la que se
aseguró, por un lado, que entre ambos delitos media un concurso real, pues el plus,
como resultado de la violencia ejercida, es un delito distinto del robo simple. Y por otro,
que se trata de un concurso ideal, toda vez que la violencia desplegada contra la víctima
lesionada excede claramente la ínsita en el tipo penal de robo, y hasta la necesaria para
reducirla.
Soler, por su parte, interpreta que el empleo del término genérico violencia no absorbe
cualquier género de violencia que alcance a constituir una infracción autónoma de
lesiones; por lo cual éstas, de existir, deberán concurrir materialmente con el delito de
robo. Aunque, aclara, pueden ser absorbidas las equimosis o escoriaciones levísimas que
supone necesariamente casi toda violencia en las personas.
En caso de configurarse lesiones de las previstas por los artículos 90 y 91 del Código
Penal, se aplica la agravante contenida en el artículo 166, inciso 2 del Código Penal.
b) Privación ilegal de la libertad: La privación de la libertad personal, inherente al
modo violento usado por el ladrón, es absorbida por el robo, en tanto constituye
precisamente la forma de obligar a soportar la consumación o de impedir la persecución
y recuperación de la cosa o la detención del culpable. Aclara Creus, al respecto, que, si
bien la privación de libertad que constituye el ejercicio mismo de la violencia tipificante
del robo queda absorbida por él, no sucede lo mismo con la que se autonomiza de ese
ejercicio. Se absorbería en el caso de la inmovilización del sereno de obra para impedir
su reacción mientras se produce el apoderamiento, pero no en la toma de un rehén para
impedir la posterior persecución policial.

K) Abigeato (art. 167 ter.).


El abigeato es el apoderamiento ilegítimo de un animal ajeno, dejado en el campo
(anteriormente considerado como hurto de ganado), hoy es un hurto simple. Se trata de
un tipo mixto alternativo, cuya consumación coincide con el apoderamiento del animal
en cualquiera de las modalidades previstas en el tipo (en el ámbito físico de un
establecimiento rural o durante el transporte del ganado). Por tratarse de un delito
autónomo, no le son aplicables las agravantes propias del hurto ni del robo, ni -
consecuentemente- la excusa absolutoria del art. 185. No obstante, la nueva regulación,
el bien jurídico protegido sigue siendo la propiedad del ganado mayor o menor.
El abigeato afecta a los productores ganaderos. Dentro de estos animales se distingue
el ganado mayor, que comprende el ganado bovino mular y equino; y el menor, que es
el porcino, caprino u ovino. El hurto de bípedos, como gallinas, no es abigeato.

Tipo objetivo.
Acción típica: La acción típica consiste en apoderarse ilegítimamente del animal ajeno.
Se trata de un tipo penal común de sujetos indiferenciados; por lo tanto, cualquier
persona puede ser sujeto activo o pasivo. Los animales deben ser ajenos ya sea en forma
total o parcial (si el que comete abigeato es condómino).
La figura requiere que la sustracción del animal debe haberse materializado dentro de
un establecimiento rural o en ocasión de su transporte (en viaje o en sus distintos
tramos). El concepto de establecimiento rural ha sido incorporado por la Ley Nº 25890
al art. 77 del Cód. Penal, con el siguiente texto: "todo inmueble que se destine a la cría,
mejora o engorde del ganado, actividades de tambo, granja o cultivo de la tierra, a la
avicultura u otras crianzas, fomento o aprovechamiento semejante". Se trata, como
puede apreciarse, de un concepto normativo y de textura abierta, pues incluye a
cualquier otro lugar que se destine a '"actividades semejantes". La definición legal
concluye aludiendo a otras crianzas, fomento o aprovechamiento semejante, con lo cual
deja abierta la posibilidad de incluir en el concepto otros establecimientos en donde se
desarrollen actividades similares a las descriptas (p. ej., reproducción de iguanas, ranas
y lombrices o de caracoles terrestres comestibles). Quedan fuera del concepto de
establecimiento rural aquellos que se ocupan de actividades diferentes a las agrícola-
ganaderas y avicultura (p. ej., la actividad minera o la piscicultura). La ubicación del
establecimiento rural es indiferente; puede encontrarse en el ejido urbano (ciudad, villa
O pueblo, incluso en una isla) o fuera de él, y estar cercado o no. Lo que importa es que,
por su propia naturaleza, se trate de un establecimiento rural el cual, además, debe ser
ajeno al autor de la sustracción.
La nueva formulación del delito, haciendo hincapié en el apoderamiento del ganado
dentro del establecimiento rural, lleva a una consecuencia no deseada: la sustracción de
un animal dentro del establecimiento rural (como también en ocasión de su transporte,
desde el momento de su carga hasta el de su destino o entrega, incluyendo las escalas
que se realicen durante el trayecto) configura el delito de abigeato, pero la sustracción
de una tropilla de animales que es arreada por baqueanos al costado de rutas (corno
suele ser costumbre en nuestros campos) configuraría un hurto simple, lo cual permite
inferir que, al parecer, al legislador le ha preocupado más brindar mayor protección
legal al inmueble (establecimiento rural) que a la riqueza ganadera del país.
Con arreglo al texto legal, entonces, la sustracción del ganado debe realizarse en
Ocasión de su transporte, lo cual se concreta desde preciso momento en que los
animales son cargados en algo que los recibe (que los carga) y los conduce de un lugar a
otro, de manera que, si se llevan en tropilla, se arrean, pero no son "'cargados" al medio
de transporte, la sustracción sólo quedará en los límites de la figura básica, siempre que
la acción haya sido desplegada dentro del establecimiento rural. Si la sustracción se
produce mientras los animales son conducidos caminando, en tropilla, hasta el lugar en
donde van a ser cargados al transporte, pero todavía no se ha producido el proceso de
carga, el hecho queda fijado como hurto o robo, según las circunstancias.

Agravante. El párr. 2° del art. 167 ter establece una primera agravante del delito
castigando con una pena de entre tres y ocho años de prisión, "si el abigeato fuere de
cinco o más cabezas de ganado mayor o menor y se utilizare un medio motorizado para
su transporte".
Para que opere la agravante el apoderamiento debe recaer sobre cinco o más cabezas
de ganado, en el mismo contexto de la acción típica, y que se utilice para su transporte
un medio motorizado. Se trata, como puede apreciarse, de un tipo mixto complejo, de
varios actos~ que requiere para su consumación una pluralidad de acciones
(apoderamiento y transporte motorizado). Apoderamiento sin transporte conduce a la
figura simple (p. ej., el arreo de los animales). El transporte, en este supuesto,
perfecciona la consumación del tipo agravado. El medio motorizado no es el "medio"
para consumar el apoderamiento sino, simplemente, el medio de transporte.

Hiper agravantes: El art. 167 quater establece que se aplicará de cuatro a diez años de
reclusión o prisión, si concurrieren algunas de las siguientes circunstancias:
a) Apoderamiento realizado en las condiciones previstas en el art. 164 (Robo de
ganado). Con arreglo a esta disposición, el abigeato se agrava si se lo comete con fuerza
en las cosas o con violencia física en las personas, sea que la violencia tenga lugar antes
del abigeato para facilitarlo, en el acto de cometerlo o después de cometido, para
procurar su impunidad. Las circunstancias típicas del robo han sido explicadas en el
capítulo correspondiente y allí hacemos la remisión. Sólo queda por destacar que, si el
abigeato se cometiere empleando un arma de fuego, es de aplicación la agravante
genérica prevista en el art. 41 bis del Cód. Penal y no la agravante específica del robo
con armas del art. 166, inc. 2º, por cuanto -como antes se dijo- no son aplicables al
abigeato las agravantes del hurto ni del robo.
b) Alteración, supresión o falsificación de marcas o señales utilizadas para la
identificación del animal. La marca y la señal en el ganado sirven no solamente para
identificar al animal sino también a su propietari.9, que las tiene registradas en los
organismos respectivos. Según el art. 1 ºde la Ley Nº 22939, Ja marca es la impresión
que se efectúa sobre el animal de un dibujo o diseño, por medio de hierro candente, de
marcación en frío, o de cualquier otro procedimiento que asegure la permanencia en
forma clara e indeleble que autorice la Secretaría de Agricultura Ganadería, Pesca y
Alimentos, mientras que la señal es un corte o incisión, perforación, o grabación hecha a
fuego, en la oreja del animal. Con arreglo a esta ley, la marca se aplica al ganado mayor,
y la señal al ganado menor.
Las acciones que conducen a la mayor penalidad son la alteración, que supone la
sustitución de la marca o señal verdaderas por otra distinta de pertenencia del autor o de
un tercero; la supresión implica la desaparición de la marca o señal que tenga el animal,
sin que se las reemplace por otras, mientras que la falsificación importa la adulteración
de la marca o señal verdaderas, o la creación, en todo o en parte, de una marca o señal
falsas.
c) Falsificación y utilización de certificados de adquisición, guías de tránsito, boletos de
marca o señal, o documentación equivalente. Se trata de una hipótesis de mayor
penalidad fundada en la mayor gravedad del injusto al violarse dos bienes jurídicos: la
propiedad del ganado y la fe pública que merecen los documentos falsificados o usados
en el proceso de transporte y comercialización del ganado. Conforme está redactada la
norma penal, estas conductas deben cometerse para consumar el abigeato. Ello implica
que el autor de la falsificación no necesariamente debe ser el autor del abigeato, pues
bien puede tratarse de un tercero ajeno a los actos de apoderamiento, circunstancia que
podría conducir, cuando es la misma persona el sujeto activo de ambas conductas
ilícitas, a la existencia de un concurso real de delitos. El autor del delito debe falsificar o
utilizar ciertos y determinados documentos que son material o ideológicamente falsos y
que tienen relación con el proceso de comercialización o tránsito del ganado.
d) Participación en el hecho de personas dedicadas a la actividad agropecuaria. Se trata
de una figura especial que exige una determinada condición o cualidad de la persona
participante en el abigeato, pues la mayor penalidad no alcanza a cualquiera que haya
intervenido en el hecho delictivo, sino a una determinada categoría de sujetos, como son
los que se dedican a la crianza, cuidado, faena, elaboración, comercialización o
transporte de ganado o de productos o subproductos de origen animal. La agravante
comprende cualquier grado de participación en el abigeato (autoría, complicidad
primaria o secundaria e instigadores), es decir, abarca tanto a quienes, en sentido
general, han tomado parte en la ejecución del hecho como a aquellos que han prestado
una contribución, cooperación o ayuda a éste. Quedan fuera de la tipicidad agravada los
encubridores, porgue no participan del delito. Tratándose la cua1ificación normativa en
un elemento del tipo agravado, la condición de autoría deberá ser objeto de
comprobación en el caso judicial.
e) Agravante por la calidad de funcionario público. El tipo se agrava cuando en el
abigeato "participare un funcionario público que, violando los deberes a su cargo o
abusando de sus funciones, facilitare directa o indirectamente su comisión". La
agravante exige la concurrencia de varias condiciones: la participación de un sujeto que
reúna la calidad de funcionario público, que al momento de la realización del hecho
delictivo se encuentre en el ejercicio de su actividad funcional (sólo puede violar los
deberes atinentes al cargo o abusar de sus funciones quien se encuentra en el ejercicio
activo de la función pública) y que, con su participación, haya facilitado de manera
directa o indirecta la comisión del hecho. De no reunirse cualquiera de estas
condiciones, el tipo se desplaza a la figura básica.
f) Pluralidad de partícipes. Se trata de una agravante fundada en la pluralidad de
personas participantes en el hecho, y la mayor severidad en la sanción se justifica por
las mayores posibilidades de consumación que presenta el delito cuando es realizado
con el concierto de varias personas. El tipo exige la participación en el hecho de tres o
más personas y no como, por ejemplo, en el homicidio, que se cometa el hecho "con el
concurso de dos o más personas"; por lo tanto, aquí es suficiente para la concurrencia de
la tipicidad agravada la intervención de tres (mínimo legal) o más personas en el
abigeato, con prescindencia del grado de participación que hayan tenido (coautores,
cómplices o instigadores). La inimputabilidad de alguno de los participantes no excluye
la agravante, siempre que uno de ellos tenga capacidad de culpabilidad. Si en el
abigeato interviniere un menor de dieciocho años, resultará de aplicación el art. 41
quáter del Cód. Penal, cuyo texto incrementa la escala penal del delito en un tercio del
mínimo y del máximo para los mayores que hubieren participado en él.

Incremento de la pena por calidad del autor. El art 167 quinque establece, juntamente
con la pena privativa de libertad, la aplicación de 1a pena de inhabilitación especial por
el doble del tiempo de la condena, si e1 culpable fuere "funcionario público o reuniere
las condiciones personales descriptas en el art. 167 quater, inc. 4º. Esta especie de pena
conjunta sólo es aplicable para el autor que, reuniendo alguna de las calidades
establecidas en la norma (funcionario público o persona dedicada a la crianza, cuidado,
faena, elaboración, comercialización, transporte de ganado, de productos o de
subproductos de origen animal), fuere condenado por un delito de los que están
previstos en el Capítulo II bis del Título VI del Código Penal. El último párrafo del
artículo establece que, además de la pena de inhabilitación especial, se aplicará una
pena de multa al culpable equivalente de dos a diez veces del valor del ganado
sustraído. Esta especie de pena abarca únicamente los delitos previstos en el Capítulo II
bis (en todos los casos "antes previstos", dice la ley), no así a los otros delitos.
incorporados por 1a nueva legislación que también tienen relación con el abigeato, por
ejemplo, los supuestos comprendidos en los arts. 248 bis, 277 bis, 277 ter y 293 bis.

6) Extorsión (art. 168).


Los delitos de extorsión son los típicos delitos que se consuman con la cooperación
artificiosa de la víctima; son delitos "'complejos" y "'pluriofensivos", porque ofenden un
interés patrimonial y la libertad personal. En estos delitos (a diferencia de los delitos de
apoderamiento -p. ej., hurto, robo-, en los que el desplazamiento de la cosa se produce
prácticamente sin la intervención de la acción de la víctima), el desplazamiento de la
cosa objeto del delito se produce por la actividad de la misma víctima, quien es la que
entrega o pone la cosa a disposición del autor, pero con su voluntad viciada por la
coerción. Estos delitos suponen, entonces, un ataque a la libertad de 1a persona que no
es un fin en sí mismo, sino un medio para atacar la propiedad ajena, que es el bien
jurídico prevalente.
Bien jurídico protegido: Estas figuras se encuentran dentro de los delitos contra la
propiedad, aunque la extorsión, por el medio empleado para cometerla, que es la
coacción moral, también constituya un ataque a la libertad de la víctima. Para que una
acción sea considerada extorsión, debe significar un atentado contra ambos bienes
jurídicos, esto es, la propiedad y la libertad.
La esencia de la extorsión, la característica que la diferencia de los demás delitos
contra la propiedad, radica en que el extorsionador emplea una coacción moral contra la
víctima, para obtener de ella, en forma ilícita, un beneficio patrimonial.

A) Extorsión básica o común (art. 168).

Tipo objetivo.
Acción típica: La acción típica consiste en obligar a otro, esto es, compeler, exigir, hacer
cumplir una cosa o un mandato. La conducta no consiste en intimidar a la víctima sino
en “obligar” a ésta, a través de los medios típicos, a realizar una prestación con
significado patrimonial. La acción típica del delito de extorsión, contemplada en la
primera parte del artículo 168, consiste en obligar a otro, mediante intimidación, a
entregar, enviar, depositar o poner a su disposición o la de un tercero aquello que
constituye el objeto del delito. Creus sostiene que la ley contempla la llamada
intimidación propia y dos casos de intimidación engañosa

Medios comisivos.
1. Intimidación propia: Por intimidación debe entenderse un medio de "compulsión
puramente moral que consiste en la amenaza de un mal para lograr una
prestación de carácter patrimonial". Esta intimidación debe producir un efecto
psicológico sobre la víctima, que consiste en el obligarla a la prestación exigida,
por el temor de sufrir el mal amenazado.
La intimidación que requiere la figura de la extorsión es puramente moral, no
física, como se requiere en el delito de robo. Constituye la amenaza (verbal,
escrita o por cualquier signo) de sufrir un mal grave e inminente si no se cumple
con las pretensiones del sujeto activo: entregar, enviar, depositar o poner a
disposición de éste o de un tercero los elementos enumerados en la norma legal.
El mal amenazado debe ser a futuro, por lo tanto, no es una amenaza la referida
a un mal pasado. Creus pone el ejemplo de la persona que amenaza con no
devolver lo robado, aunque el caso es diferente si el agente amenaza que no dará
el remedio para una enfermedad.
El mal amenazado debe ser grave e idóneo. Esto quiere decir que debe tener
entidad suficiente como para obligar al sujeto pasivo a realizar la entrega. Es
indispensable que sea idónea para infundir un real temor al sujeto pasivo. El mal
puede ser tanto en la persona, bienes o intereses legítimos del sujeto pasivo.
Ningún interés legítimo se excluye en el delito de extorsión. Núnez pone como
casos la tranquilidad espiritual, sus derechos o la incolumidad de esos intereses
en relación de terceros. Pero siempre debe tener el asunto un interés económico.
La intimidación requiere que se reclame algo injusto. Tanto objetivamente
como subjetivamente la intimidación debe ir hacia una lesión patrimonial (delito
contra la propiedad), de otra persona, ajena, que es la privación de cosas, dinero
o documentos que produzcan efectos jurídicos. Así, si lo pedido es legal, no se
dará la extorsión, sin perjuicio de que quede como conducta típica la coacción.
Por lo tanto, debe tratarse de una privación ilegítima, "en el sentido de que el
bien no le sea debido por la víctima al autor, pues no hay lesión patrimonial
cuando el objeto de que se ha privado al dueño, le era debido a la persona que lo
exigió.
2. Intimidación engañosa: Se trata de medios comisivos previstos por el primer
párrafo del artículo 168 del Código Penal. Es también aquí requisito
imprescindible la injusticia de la exigencia, y que esa injusticia sea conocida por
la víctima. En la simulación de autoridad o invocación de falsa orden de la
misma, el sujeto activo actúa representando a una autoridad pública, viciando la
voluntad del sujeto pasivo, quien produce el desplazamiento de la cosa en manos
del extorsionador. La coacción moral resulta del temor que se provoca en la
víctima de imaginarias represiones que pueden derivársele del desconocimiento
de la autoridad simulada o de la desobediencia a la supuesta orden de ella. En
este supuesto media el engaño con que se induce a la víctima a creer que se trata
de una autoridad verdadera o de una orden auténtica. De allí que, a simple vista,
pareciera que la figura se asemeja a la estafa. Para diferenciar ambas figuras,
debe tenerse en cuenta que en la extorsión se exige, además de la simulación, la
utilización de ésta como medio intimidatorio, obligando al sujeto pasivo a
entregar algo que tampoco entregaría a un funcionario real, pues la exigencia es
injusta en ambos casos. Otro criterio rector, en estos supuestos, debe ser el de
establecer qué elemento ha primado en el ánimo de la víctima: si el temor o el
engaño. En general, la víctima de una defraudación va en busca de una ventaja y
está contenta con lo que sucede hasta el momento en que despierta a la realidad.
En cambio, la víctima de la extorsión sabe de entrada que padece un mal y
procura evitarse un peligro inminente.
La intimidación engañosa se puede presentar de dos formas: a) Simula ser
autoridad pública: Quien, sin serlo, invoca ese carácter para formular la
exigencia. Cuando la ley habla de autoridad, se refiere a quien tiene competencia
para formular la exigencia, por ende, puede ser autor de este modo extorsivo el
empleado o el funcionario público que no tiene tal competencia y que por ende
no es “autoridad” en el sentido de la ley; b) invoca falsa orden de autoridad
pública: Quien, sin presentarse como autoridad pública, invoca una falsa orden
de esa autoridad para fundamentar su exigencia. Los casos en que quien se
presenta es una verdadera autoridad, pero lo hace con una falsa orden, o de
cualquier otro sujeto con falsa orden, pueden caer dentro de los tipos de falsedad
documental.
Objetos del delito: Los objetos de esas acciones a las que se ha obligado al sujeto
pasivo, son cosas, dinero o documentos que produzcan efectos jurídicos.
- Cosas: Cosas muebles, según el concepto utilizado en el tipo de hurto.
- Dinero: Es la moneda (nacional o extranjera) con valor corriente en el país, o sea la
que tiene curso legal en él.
- Documentos: El concepto genérico de documento como manifestación escrita, firmada
por el otorgante, que produce efectos jurídicos.

Tipo subjetivo: Ésta es una figura dolosa, de dolo directo. Exige el conocimiento del
tipo penal y la voluntad del autor de obligar a otro a entregarle los objetos a que hace
referencia el tipo de extorsión. Es importante analizar cuál es el contenido del dolo; el
autor debe llenar los requisitos del tipo, de manera que tiene que tener conciencia del
medio empleado, el fin propuesto y la significación de la relación funcional, por lo que
debe actuar consciente de la intimidación, la amenaza que produce un efecto en la
víctima, siempre con el fin de lesionar la propiedad ajena. Como es obvio, no se admite
otro dolo que el directo.
En la extorsión es interesante analizar los posibles errores, como ser: no creer que el
medio es intimidatorio, lo que llevaría al error de tipo, o creer que se tiene derecho a la
intimidación, lo que llevaría al error de prohibición.

Consumación y tentativa: El momento de consumación, es el momento del


desapoderamiento: el delito se consuma cuando el sujeto pasivo se ha desapoderado de
la cosa, sin que sea indispensable que el agente o el tercero hallan llegado a apoderarse
de ella, y mucho menos que se realice el beneficio ilícito. Este momento depende de la
especie de acción de desapoderamiento que haya de realizar la víctima, cuando esta sea
la de enviar, depositar o poner a disposición, el principio antes enunciado no puede
ponerse en duda: la consumación se da cuando se haya enviado la cosa, aunque no haya
llegado a destino, o depositado o puesto a disposición, aunque no haya sido ocupado por
el agente o el tercero. Pero eso no pasa con la entrega, en la que el delito se consuma
cuando el objeto es dado al autor o al tercero, en cuyo caso el momento del
desapoderamiento se confunde con el del apoderamiento. La tentativa, se determina por
la formulación intimidatoria de la exigencia a través del comienzo de la formulación de
la amenaza o de la falsa innovación de autoridad u orden de ella. Aquí si es necesario
examinar con detenimiento la idoneidad del procedimiento intimidatorio empleado,
pues si el fracaso de la intimidación se origina en su inidoneidad, estaremos ante la
tentativa de delito imposible en tanto que, si el fracaso depende de otras causas ajenas a
la voluntad del agente, siendo el medio idóneo para intimidar, estaremos ante la figura
principal en tentativa.

A) Extorsión de documentos.
La figura está prevista en el art. 168, párr. 2. La diferencia con el tipo básico reside en
dos circunstancias: en el empleo de violencia como medio para cometer el ilícito
(además de los medios comunes exigidos por el tipo básico) y en los actos exigidos a la
víctima, esto es, la suscripción o la destrucción de documentos de oh ligación o de
crédito.
La violencia exigida es la violencia física. La misma que estudiamos en el robo. En
esta hipótesis, el autor obliga a la víctima a suscribir o destruir el documento de
obligación o de crédito. Se "suscribe' un documento cuando se lo firma, de modo que
puede ser jurídicamente exigible. La firma al pie del documento implica el
reconocimiento de la obligación o del crédito. Se "destruye" un docun1ento cuando se
lo hace cesar en su existencia material, rompiéndolo, quemándolo, borrando sus partes
esenciales, haciéndolo desaparecer, etcétera. El documento de obligación o de crédito,
vale decir, aquel instrumento que representa el derecho de exigir la cosa que es objeto
de la obligación (que es un crédito), o de dar una cosa, que es una deuda, es el objeto del
delito.
Respecto del momento consumativo, hay que hacer una distinción: si se trata de la
acción de destruir un documento, el delito se consuma cuando la destrucción se ha
producido. Si se trata, en cambio, de la acción de suscribir un documento, la
consumación se realiza cuando el documento ha salido del poder del firmante, ya que
sólo entonces surge el peligro de vulneración del bien jurídico protegido. En ambos
casos, la tentativa es posible.

B) Extorsión mediante amenazas al honor o de violación de secretos (art. 169).


El precepto tipifica la clásica figura conocida como "chantaje". Los elementos de este
delito son los mismos que hemos tratado al analizar el art. 168, por lo que hacernos allí
la remisión. La diferencia con la figura básica de extorsión reside sólo en el medio
empleado por el autor: en este caso se emplean amenazas de imputaciones contra el
honor o de revelación de secretos. Carece de importancia que la imputación con la que
se amenaza sea verdadera o falsa, pues, cualquiera fuere el caso, puede lesionarse el
honor de la víctima.
En la otra modalidad, el término "secreto" hace referencia a algo que se mantiene
dentro de una esfera reservada, íntima u oculta, del individuo, que es, precisamente, lo
que a la víctima interesa preservar. La criminalidad de la conducta radica en los efectos
que el acto extorsivo importa: el temor del sujeto pasivo a que un aspecto de su vida
íntima adquiera notoriedad por la indebida divulgación. El secreto, corno en el supuesto
anterior, puede pertenecer a la víctima o a un tercero.

B) Secuestro extorsivo (art. 170).

Bien jurídico protegido: En toda extorsión hay un ataque a la libertad, por una parte, y,
por otra, un ataque a la propiedad, que se afecta por el rescate que se debe pagar a los
efectos de lograr la libertad perdida, ya se trate de un derecho de la propia víctima
sustraída, retenida u ocultada, o de un tercero, que paga. Además, en el secuestro
extorsivo hay un doble ataque a la libertad: 1) El común a todas las extorsiones, dirigido
contra la libertad psíquica o de autodeterminación, generalmente de un tercero, que será
el destinatario de la exigencia, atemorizado por el mal que puede sufrir el secuestrado, y
2) el específico de esta figura, que es el que menoscaba la libertad ambulatoria de la
víctima de la extorsión, o de un tercero.
El secuestro extorsivo es un delito pluriofensivo que se caracteriza, precisamente, por-
una ofensa al patrimonio a través de un atentado a la libertad individual. Se trata de una
figura de peligro para el derecho de propiedad, de carácter permanente, cuya
materialidad perdura en el tiempo, mientras se mantiene la situación de privación de
libertad del sujeto pasivo. Puede ser sujeto activo o pasivo cualquier persona.

Tipo objetivo.
Las acciones típicas son sustraer, retener u ocultar. Por sustracción debe entenderse la
acción de sacar a la persona del lugar en que se encuentre, del lugar al que pertenece,
donde desenvuelve su vida en libertad, o bajo la guarda de terceros. Retener es obligar a
la persona a permanecer en un lugar determinado durante un lapso que puede ser más o
menos prolongado, lo que lo saca de su ámbito de libertad. Ocultar equivale a esconder
a la persona, lo cual se logra trasladándola a un lugar desconocido por terceros, de modo
que se dificulte la acción de encontrarla.
La intimidación puede surgir del mantenimiento de la privación de libertad o del temor
por la seguridad del rehén.
El rescate es el precio exigido por el secuestrador, que puede ser de dinero, bienes o
una prestación de carácter patrimonial cualquiera, puesto como condición para la
liberación de la víctima. El rescate puede exigirse al propio secuestrado o a un tercero, y
puede aprovechar al autor o a alguna otra persona.

Sujeto pasivo es, en principio, la persona privada de libertad y quien debe pagar. Pero
como en la estafa, una puede ser la detenida y otra el sujeto pasivo, en el sentido de que
debe pagar el rescate, ya que es éste principalmente un delito patrimonial.

Tipo subjetivo.
El delito es doloso. El sujeto activo actúa con el conocimiento y la voluntad de privar
de la libertad a una persona para sacar un rescate. Esta finalidad del autor constituye un
dolo directo, ya que, no concurriendo, desaparece el tipo subjetivo del delito, que es
incompatible con el dolo eventual o indirecto. Ni la simple representación, ni la
certidumbre de que se ofrecerá un rescate, convierten al autor de una privación de
libertad en autor de un secuestro extorsivo". Por ejemplo, si el precio no se pide por la
liberación, sino por otro motivo, como sería mejorar las condiciones de la detención, no
habrá extorsión, sino otro delito contra la libertad personal.

Consumación y tentativa.
Este delito no exige el logro del rescate, siendo suficiente con que éste concurra en el
dolo del autor, que priva de la libertad para sacar rescate. Entonces, el hecho se
consuma en el momento de la privación de la libertad con finalidad de pedir rescate,
siendo incluso innecesario que la víctima de la maniobra se entere de la exigencia del
autor.
Esta conclusión surge clara de la circunstancia de que, según lo dispone el segundo
párrafo, si el rescate se obtiene, la pena será mayor.
Se admite la tentativa, que podría darse con los actos ejecutivos llevados a cabo para
privar la libertad de la víctima.
En el segundo supuesto no es admisible la tentativa, pues vemos que previo al logro
del cobro del rescate, el delito ha sido consumado con la privación de la libertad.

Agravante: La pena se eleva a ocho años si el autor lograre su propósito, vale decir, el
rescate, el "precio de la libertad" del secuestrado. No alcanza a llenar el tipo la sola
circunstancia de que la víctima de la extorsión se haya desprendido de los bienes que
componen ese precio, si ellos no han ingresado en la esfera de disposición del agente o
del tercero; en este último caso no se pasa de la figura básica; la agravante se consuma
con la ocupación de los bienes por aquéllos.

Atenuante: El párr. 6º del art. 170 reduce la pena del participe de un tercio a la mitad
cuando, "desvinculándose de los otros, se esforzare de modo que la víctima recupere la
libertad, sin que tal resultado fuese la consecuencia del pago del precio de la libertad".
El precepto introduce una categoría similar al "arrepentido" de otras leyes (p. ej., Leyes
Nº 24424, de reforma al régimen de los estupefacientes, y 25241, sobre hechos de
terrorismo), inspirado en la idea de conseguir una mayor eficacia en la lucha contra este
tipo de delitos. Se trata de buscar con ello una solución "normativa" para aquellos que
tienen cierta intervención en el secuestro (sólo los partícipes), instándolos-precio
mediante de una mejora en su situación penal- a prestar una colaboración activa en la
liberación de la persona secuestrada, por ejemplo, aportando datos útiles que conduzcan
al descubrimiento del escondite en donde se encuentra la víctima o que lleven a la
captura de otros intervinientes en el delito, entre otros supuestos.
Con arreglo al texto legal, la norma sólo beneficia a los partícipes en el delito, no a
otros intervinientes como los autores, coautores, instigadores, encubridores, etc., y dicho
beneficio se encuentra condicionado a que las personas "delatadas" tengan una
responsabilidad mayor en el hecho que la del aportante de la información.
C) Sustracción de cadáveres (art. 171).
La acción material del delito está dadc1 por el verbo "sustraer'', que quiere decir tanto
como apoderarse, apropiarse, quitar, tomar el cadáver del lugar en que se encuentre,
etcétera. No es indispensable que el agente conserve el cadáver de modo que pueda
devolverlo; igualmente incurre en el delito quien lo sustrajo con la finalidad típica y se
deshizo de él por cualquier motivo (p. ej., por las dificultades para guardarlo). El objeto
de la sustracc1on t1en~ que ser un cadáver, vale decir, los restos de un cuerpo muerto de
lo que en vida fue una persona humana. Quedan excluidos, por consiguiente, el cuerpo
muerto de un animal, así como los huesos sueltos o restos de un muerto, o las cenizas
que se conservan en una urna. Con respecto al feto, los restos de una manipulación
abortiva de pocos días de gestación no parece que puedan responder al concepto de
cadáver exigido por la norma penal, pero sí tal vez si se tratara de un feto de varios
meses_ Es cadáver, sin embargo, el cuerpo muerto momificado; no así el esqueleto que
se encuentra en exposición para su venta o exhibición por ejemplo, en librerías
especializadas en ciencias médicas, o para observación o estudio del público en general
(v. gr., en museos, laboratorios, etc.). En estos casos, el cadáver es res commercium y
puede, por ende, ser susceptible de hurto o defraudación, pero no de esta clase de
extorsión.
Sujeto activo como pasivo puede ser cualquier persona. Se trata de una figura
especializada subjetivamente, teniendo en cuenta que la disposición de manera expresa
exige que la sustracción del cadáver lo sea para hacerse pagar su devolución. Cualquier
otra finalidad que no sea la de obtener un precio en dinero u otro valor de contenido
patrimonial (p. ej., por broma, por venganza) excluye el delito. Por ende, es un tipo
subjetivamente configurado, de los llamados "intencionales de resultado cortado", sólo
compatible con el dolo directo. Se consuma con la mera sustracción del cadáver,
siempre que el autor persiga el propósito de hacerse pagar por su devolución. La sola
sustracción sin que concurra el móvil subjetivo previsto en la norma es atípica. La
tentativa resulta admisible.

7) Estafa y otras defraudaciones (art. 172).


El Capítulo IV agrupa una variada gama de figuras delictivas bajo una denominación
común (“Estafas y otras defraudaciones”), circunstancia que pone de relieve dos
aspectos que interesa destacar: a) por un lado, que todos los delitos que están previstos
en este capítulo son defraudaciones y que, entre estas defraudaciones, figura la estafa.
Dicho con otros términos, que la defraudación es el género delictivo y la estafa la
especie. b) por otro lado, la expresión genérica defraudación utilizada en la
denominación permite inferir que, para todas las figuras allí reunidas, la nota común es
el perjuicio patrimonial (o lesión del patrimonio ajeno). No puede haber estafa o abuso
de confianza, como regla general, sin perjuicio patrimonial.

Diferencia entre la estafa y el abuso de confianza: a) La estafa se caracteriza por un


vicio inicial causado por el fraude del autor, el cual genera la prestación de contenido
patrimonial. En el abuso de confianza, en cambio, no hay un fraude inicial. La relación
original entre las partes del acto es legítima. La actividad defraudatoria del agente
aparece con posterioridad a esa relación jurídica preexistente, el fraude es sobreviniente.
b) En la estafa, el dolo del autor es siempre anterior, ex ante, a la prestación patrimonial;
en los abusos de confianza es posterior, ex post, vale decir, que aparece luego de que las
partes han formulado el acuerdo inicial lícito. c) En la estafa, la relación jurídica inicial
entre el autor y la víctima es ilegítima, la confianza es lograda mediante fraude lo cual
determina la entrega de la cosa. En los abusos de confianza existe una relación
situacional legítima por su origen, de verdadera confianza entre las partes. d) En la
estafa, como consecuencia del fraude, la relación jurídica inicial es siempre nula, por
vicio del consentimiento. En el abuso de confianza, por no concurrir el fraude, el acto
jurídico inicial no es nulo sino licito. e) Por último, puede decirse que en la estafa la
entrega de la cosa se hace siempre a título traslativo de dominio, posesión o tenencia y
casi siempre para no ser restituida. Se confiere al sujeto activo el poder de disposición
de la cosa. En el abuso de confianza, en cambio, la entrega es siempre a título precario,
sin otorgar facultad de disposición alguna sobre ella, generalmente, con la obligación de
entregar o devolver.

Tipo penal de estafa (art. 172).


La estafa es la acción de defraudar a otro mediante cualquier ardid o engaño,
definición que nos permite deducir que la “acción” material del delito consiste en
defraudar a otro, vale decir, en emplear un fraude con una finalidad concreta y
determinada: lograr de un tercero una disposición patrimonial que se traduce, por lo
general, en la obtención de un beneficio indebido para el autor y en un perjuicio
económico para la víctima o para un tercero. La defraudación, en suma, no es más que
la causa de un perjuicio patrimonial injusto y el fraude es el medio de que se vale el
autor para conseguir ese resultado.

Elementos de la estafa.
Ardid o engaño: Éstas son las dos únicas modalidades previstas en la ley para
caracterizar la estafa (o valiéndose de cualquier otro ardid o engaño, dice el precepto
legal). Los otros medios que enuncia (enumeración meramente ejemplificativa), no son
más que otros de los tantos ardides o engaños de que puede valerse el autor para
defraudar. El engaño-al igual que el ardid-, es un elemento intelectual o inmaterial, cuya
génesis se produce en la psiquis del individuo. El "ardid" es un artificio empleado hábil
y mañosamente para el logro de alguna cosa; el «engaño", en cambio, es la falta de
verdad en lo que se dice, piensa o hace. Son dos formas distintas de suscitar un error
mediante la modificación de la verdad objetiva, en forma parcial o total.
En cada caso debe establecerse aquella idoneidad en relación a la mentalidad y
condiciones personales de las víctimas, pues lo que para una persona de cultura superior
y de despierta mentalidad puede resultar una burda mentira, para otros sin esas
cualidades resulta un ardid eficiente e idóneo.
El derecho puede (y debe), exigir un cierto nivel de diligencia que le permita al sujeto
descubrir el fraude, por lo que la protección penal no debe producirse cuando la
indolencia, la excesiva credulidad y la omisión de precauciones elementales hayan sido
las verdaderas causas de la eficacia del engaño. No habrá estafa, por tanto, por falta de
engaño suficiente, aunque se haya producido un error y, como consecuencia, un
perjuicio patrimonial, si con una diligencia adecuada con las circunstancias el sujeto
pasivo hubiera podido descubrir el ardid y poner al descubierto la acción engañosa.
Simple mentira: Poco importa -hemos dicho-- si el medio empleado por el autor h~
consistido en la sola afirmación de un hecho incierto -simple mentira-, si fue
acompañado o respaldado por actos o hechos de cierta entidad objetiva, tendientes a
crear un error en la víctima. Si la mentira ha engañado al sujeto y éste ha dispuesto
patrimonialmente en su perjuicio o en el de un tercero, como consecuencia del obrar
mentiroso del autor, entonces debemos concluir que la mentira ha configurado un medio
engañoso y, por lo tanto, ha sido idónea para perfeccionar la estafa.

Detrimento patrimonial y perjuicio: La defraudación constituye un ataque a la propiedad


que se configura en un detrimento patrimonial. Puede atacar, la tenencia o posesión
valiosa, el dominio, el lucro que se espera de una actividad propia, o de la atención de
un crédito, las seguridades constituidas por un embargo o por un documento liberatorio
de una deuda, etc.
La disposición debe ser perjudicial para el patrimonio de que se trate, o sea tiene que
concretarse en una disminución del patrimonio.
El suscitamiento del error en el sujeto pasivo: El fraude tiene que haber causado el error
del sujeto pasivo, a quien se dirige la acción, lo cual no se da cuando no fue la actitud
engañosa del agente la que origino el error, sino una circunstancia o conducta
totalmente extraña a él y con la cual no contaba. La maniobra de fraude tiene que
determinar el error de la persona, si por ejemplo ella tiende a equivocar los controles de
una máquina expendedora, para que acuse más de lo debido, no hay estafa sino hurto.
Pero eso no ocurre cuando la alteración de la maquina es el medio al que se acude para
engañar a la persona que la emplea para controlar la medida de la prestación que se debe
realizar Ej.: alterar una computadora que se utiliza en la determinación de los sueldos.

Aspecto subjetivo.
La estafa es un delito doloso, dedolo directo. No son admisibles las formas culposas ni
el dolo eventual. Es un delito material y de resultado, requiriendo para su consumación
la producción de un perjuicio en el patrimonio de la víctima o de un tercero.
Se han señalado dos elementos como integrativos del aspecto subjetivo de la acción
típica:
1) El ardid y su destino: si la conducta se despliega en orden a producir el error de la
víctima, se requiere que el agente conozca la falsedad de la idea que transmite. No
puede engañar quien a su vez esta engañado. La falsedad requiere congruencia entre lo
que se sabe y lo que se transmite, quien en la creencia de lo que no hace otra cosa que
proponer un negocio a otro, aunque arriesgado, lo convence para que aporte el capital
no lo engaña, por más que la perdida sea segura, si esto lo desconocía el agente. (Ver
culpabilidad).
2) Motivación de la conducta del agente: Debe haber ilegitimidad del beneficio
perseguido por el agente. En nuestro ordenamiento, habiéndose producido la disposición
patrimonial perjudicial, es indiferente que haya llegado o no a convertirse en beneficio
para el autor o para un tercero. Sin embargo, la doctrina acuerda que el proponerse un
beneficio ilegitimo como resultado de la acción estafadora es un requisito subjetivo de
ella, ya que se trata de una exigencia propia de la noción de defraudación. Tiene que ser
un beneficio ilegitimo: cuando la prestación de la víctima es debida por ella al agente o
al tercero, no hay estafa. Quien utiliza un ardid para lograr que alguien pague lo que le
debe realmente o le devuelva lo que tiene que devolverle, no estafa, ya que el
patrimonio del sujeto pasivo del engaño no se ve perjudicado por quitarse de él lo que
debía quitarse, no se trata por ende de una prestación no compensatoria que como
dijimos es imprescindible en la figura.

Tipos de fraude del art. 172.


**Solo se mencionarán, leer la descripción de cada uno en libro de Buompadre**
1. Nombre supuesto.
2. Calidad simulada.
3. Falsos títulos.
4. Apariencia de comisión.
5. Influencia mentida.
6. Abuso de confianza.
7. Apariencia de bienes, créditos, empresa o negociación.

Estafa procesal: Se trata de una de las tantas modalidades de fraude previstas en la


enunciación genérica del art. 172, de manera que los principios generales aquí
explicados son aquí de aplicación.
La estafa procesal carece de tipificación autónoma en el Código Penal, pero no deja de
ser una forma de fraude que se desarrolla en un proceso y quien padece el engaño es el
juez con competencia para dictar la resolución de la que deriva el perjuicio patrimonial
para la parte contraria o un tercero. Configura un caso de desdoblamiento entre la
víctima del fraude y el ofendido por el delito, en el que la víctima es el juez y el
ofendido es la parte o el tercero sobre quien recaen las consecuencias económicamente
perjudiciales del fallo judicial. Se trata de un caso de "estafa en triángulo", esto es, una
modalidad defraudatoria en la que el agente engaña a otra persona para que le haga
entrega de una cosa perteneciente a un tercero.
EI sujeto activo del delito, en principio, es el demandante. Sujeto pasivo pueden ser, el
demandado o un tercero. Sin embargo, en algunos supuestos también el demandante
puede ser sujeto pasivo, por ej. cuando el ejecutado y el tercerista se pone de acuerdo
para perjudicarlo.
Toda estafa procesal existe sólo cuando la parte se vale de elementos de pn1eba
fraudulentos. No basta afirmar con decir mentiras o falsedades en un escrito judicial,
por más maliciosas o temerarias que sean, sino que se requiere de elementos que tengan
aptitud para engañar al juez y se los introduzca en el proceso con esa finalidad. Negar el
pago no es estafa, pero sí lo es presentar un falso recibo para que el juez, engañado,
emita un fallo contrario a los intereses económicos de la otra parte o de un tercero. La
estafa procesal -como toda estafa- necesita del engaño, el cual puede manifestarse de
infinitas maneras, por ej., el uso de prueba documental falsificada, el uso de documentos
verdaderos pero fraudulenta y artificiosamente empleados, etc. Lo demás sólo podría
ser, en palabras de Núñez, una iniusta petitio.

Casos especiales (art. 173).


1) Defraudaciones en el cumplimiento de contratos u obligaciones sobre la entrega de
cosas debidas. Art. 173 Inc. 1º: “El que defraudare a otro en la sustancia, calidad o
cantidad de las cosas que le entregue en virtud de contrato o de un título obligatorio” .

El fraude: El fraude tiene que estar constituido por un ardid o engaño, como ocurre en la
estafa. No se trata aquí de la simple diferencia entre lo debido y lo entregado, sino de la
vigencia de un engaño que induce a la víctima en error, suscitando en ella la falsa
creencia de que recibe lo debido. No constituye fraude la simple propaganda exagerada
o engañosa, que no impide al receptor verificar las características de lo que se le
entrega, sino del acto positivo del engaño que lo hace errar pese a la posible
verificación. Puede darse por medio de un verdadero ardid constituido por maniobras
tendientes a inducir en error Ej.: mezclar mercadería de una calidad con otra de distinta
calidad, haciendo que la verificación se haga sobre los continentes de mercaderías de la
calidad debida, falsear las inscripciones del peso neto en los continentes, etc. o por una
simple mentira y aun por el silencio engañoso cuando la ley obliga al vendedor a
entregar mercaderías de determinada calidad o de determinadas proporciones, al margen
de la verificación del adquirente Ej.: en el caso de los medicamentos.

El perjuicio: El perjuicio se determina en esta particular defraudación por la diferencia


en menos entre lo que realmente se entrega y lo que se debía entregar: el valor de lo que
se entrega tiene que ser inferior al valor realmente debido, ya sea porque:
- La sustancia (naturaleza de lo entregado), es distinta,
- La calidad (características que hacen que una cosa se adecue mejor o peor al objeto
para el que haya de utilizársela), diferente, o porque
- La cantidad de lo entregado (número, peso, medida) no es la debida. Pero cuando se
trata de una diferencia en el peso de las cosas, el ardid no puede estar constituido por el
uso de falsas pesas o medidas, pues en ese caso estaríamos en el tipo del Art.174 Inc. 2º.
Para que el perjuicio se produzca, es menester que la victima del engaño o un tercero
(que puede no ser el titular del patrimonio afectado en los casos de desdoblamiento del
sujeto pasivo y perjudicado), hayan cumplido la correlativa obligación que les
correspondía como parte del negocio jurídico que motivo la entrega de la cosa, cuando
habiéndose realizado la entrega fraudulenta, esa obligación no se ha cumplido, el delito
ha quedado en grado de tentativa.
Objetos del delito: Son las cosas en cuanto objetos corporales susceptibles de valor.
Pueden ser muebles o inmuebles, respecto de estos segundos seria poco probable que se
pudiera defraudar en la sustancia, pero no lo sería tanto en la calidad Ej.: disimulando la
tierra mala implantando vetas de tierra buena, o en la cantidad Ej.: mostrando títulos
falsos que señalen una extensión mayor que la que realmente tiene el campo que es
objeto del contrato.

Elemento normativo: La entrega de la cosa defectuosa en la medida, calidad o sustancia,


tiene que realizársela por debérsela en virtud de un contrato o de otro titulo obligatorio,
en esta ultima clasificación queda comprendido cualquier negocio jurídico que no sea
propiamente un contrato, aun cuando sea impuesto por decisiones jurisdiccionales,
como seria el caso de quien entregara cosas distintas de las debidas en virtud de una
sentencia que lo obligaba a hacérselo, obteniendo el respectivo documento liberatorio.
Tiene que tratarse de títulos validos, el titulo nulo no genera obligación alguna, pero
puede operar un titulo anulable, que si la genera, si el hecho ocurre mientras no haya
sido declarada la nulidad. Además, solo quedan comprendidas las obligaciones que
provienen de títulos que crean relaciones onerosas, los gratuitos, no pueden provocar el
perjuicio patrimonial requerido típicamente, ya que no implican contraprestación
alguna.

Culpabilidad: El dolo de este delito exige el conocimiento de las diferencias entre lo que
se entrega y lo que se debe, el error sobre esta circunstancia puede excluir la
culpabilidad. Exige también la voluntad de utilizar el fraude para perjudicar a un
patrimonio por medio del error creado en el sujeto pasivo, con lo cual solo es admisible
el dolo directo.

2) Apropiación y omisión de restituir indebidas. Art. 173 Inc. 2º: “El que con perjuicio
de otro se negare a restituir o no restituyere a su debido tiempo, dinero, efectos o
cualquier otra cosa mueble que se le haya dado en depósito, comisión”.

Es una defraudación por abuso de confianza (No es el abuso de confianza que vimos en
el Art. 172, en el que funciona como engaño para inducir en error a la victima y lograr
por ese medio la disposición patrimonial perjudicial.) Este es el abuso de confianza que
constituye una de las especies de defraudatorias (cuadro), donde el bien que es objeto
del delito se encuentra ya en poder del agente en virtud de un negocio jurídico
preexistente y el perjuicio se produce porque el agente dispone de tal objeto en
violación a las obligaciones creadas por dicho negocio.

La tenencia de los objetos: Es presupuesto del delito que el autor tenga lo objetos bajo
su poder o custodia. Es indispensable que esa tenencia se le haya transferido con
implicancias jurídicas (poder) o como mero poder de hecho (custodia), pero siempre
tiene que tratarse de una tenencia que se ejerza autónomamente respecto de la que
ejercía quien ha entregado la cosa.
La mera entrega que no excluye la tenencia anterior no queda comprendida en el tipo,
tal ocurre en las relaciones de servicio en que el empleado cumple funciones de guarda
de los objetos dentro de la esfera de tenencia del principal (domésticos, encargados de
hacienda, capataces, etc., aunque se discute la situación de los serenos y los cajeros), en
las que el servidor que se apodera de las cosas que guarda comete hurto y no esta
particular defraudación. Sin embargo, la existencia de una relación de servicio no
descarta por si la vigencia del tipo, ya que si la guarda que en cumplimiento de esas
relaciones se realiza queda fuera de la esfera del poder del principal, asume caracteres
de custodia y hasta de poder autónomo, que coloca los objetos en la tenencia del
servidor Ej.: cuando al servidor se le otorgan facultades de mandatario, como puede ser
el capataz encargado de transportar y vender la hacienda en el mercado. Tampoco caben
en el tipo los supuestos de entrega momentánea sin animo de transferir la tenencia de
los objetos Ej.: guarda que recibe un billete para cambiarlo lector que recibe u libro para
leerlo en la biblioteca, cuyo apoderamiento ilegitimo no pasa del hurto.
Origen de la tenencia. Obligación de entregar o devolver: El poder adquirido por el
agente sobre la cosa tiene que ser un poder no usurpado: debe engendrarse en el
otorgamiento que de el le ha hecho el anterior titular de la tenencia, en virtud de un
negocio jurídico. La ley requiere la existencia de un titulo por el cual se ha hecho la
transferencia. Dicho titulo pude ser: Un acto jurídico privado: convención o hecho
unilateral con relevancia jurídica.
- Un acto jurídico público: actos funcionales que otorguen custodia, siempre que no
entre en la esfera de la malversación propia o equiparada.
Además tiene que tratarse de un titulo que produzca una obligación de entregar o
devolver por parte del agente, constituyéndolo en una tenencia temporal. Quedan
descartados como títulos creadores de la obligación típica: Los que otorgan al agente la
facultad de disponer de la cosa o apropiársela, ya sea por habérsela dado en propiedad,
ya sea por habérsele autorizado a sustituirla por otra, como en las hipótesis del deposito
irregular (Art. 2220 C. Civil).
Quedan incluidos como títulos creadores de la obligación típica: Aquellos en que la
cosa, sin ser transferida en propiedad al agente, le es entregada, supeditando su
devolución, o la del objeto equivalente a una determinada condición Ej.: la entrega en
comisión, en la si no se produce la venta, la cosa debe ser devuelta y si se produce, tiene
que entregarse el precio cobrado. En este caso, es el titulo el que tiene que haber
fundamentado la entrega y no rugir la obligación de esta, con posterioridad, en virtud de
otras circunstancias negociales Ej.: no devolver la cosa adquirida y no pagar el precio
que se estipulo por ella. De lo dicho se infiere que no se da el delito cuando el agente no
recibió la cosa de un anterior tenedor en virtud de alguno de los títulos antes
mencionados, sino que fue el mismo agente quien creo su poder sobre ella. - Lícita Ej.:
fabricándola, en cuyo caso aunque el agente haya asumido el poder sobre la cosa por
encargo de otro, no habrá delito, puesto que la cosa no le fue entregada en el sentido
típico, o - Ilícitamente Ej.: cobrando ilícitamente la acreencia de un tercero, en cuyo
caso solo puede darse una estafa en perjuicio de quien entregó mal la cosa.

Acciones típicas: Las acciones típicas importan un abuso de poder que el agente ejerce
en virtud de la entrega que se la ha hecho por el titulo creador de su obligación de
entregarla o devolverla. Ellas son las de negarse a restituir o no restituir. - Negarse a
restituir: Importa la omisión de realizar el acto debido con la cosa, contenido en la
obligación de entregársela a un tercero distinto de aquel que la había entregado al
agente. - No restituirla: implica también la omisión del cumplimiento de la obligación
creada por el titulo, que en este caso se traduce en la devolución de la cosa a quien se la
entrega al agente en cumplimiento de aquel. Las dos acciones se refieren a una omisión
del cumplimiento de esas obligaciones a su debido tiempo, es decir, al tiempo fijado
expresamente en el titulo mismo, en su defecto, al tiempo determinado según los
principios generales del derecho civil (Art. 509 C. Civil), por ende cuando el tiempo de
la devolución no surja del titulo, hay que constituir en mora al agente para que su
omisión resulte penalmente típica. No se dará la ilicitud, y por ende no habrá delito, en
los casos en que la omisión del obligado este justificada, como en los casos de retención
legitima de la cosa Ej.: Art. 510 C. Civil (obligaciones reciprocas).  Las omisiones
pueden referirse a la totalidad o a parte de lo entregado ya se trate en este segundo caso
de una pluralidad de cosas separables, o que la separación la haya realizado el propio
agente Ej.: devolver un anillo sin la piedra que lo adornaba.

Objetos del delito: Son cosas muebles, dinero o valores ajenos (efectus), o sea que no
hayan pasado a ser propiedad del agente. Quedan fuera del tipo los inmuebles, cuya no
restitución obligatoria o su apropiación pueden constituir usurpación.
El perjuicio: Como cualquier defraudación, requiere que se perjudique un patrimonio,
que puede ser el de quien realizo la entrega al agente o el de un tercero Ej.: el
propietario tiene a cosa depositada por otro, el tercero a quien por cualquier concepto
debía entregarse la cosa. En los casos de omisión de entrega o restitución, el perjuicio se
consuma con la mera privación temporal del bien por parte de quien tuvo que disponer
legítimamente de el en un momento determinado y no logro adquirir ese poder, tal
privación temporal constituye una lesión patrimonial.

Consumación y tentativa: El delito se consuma con la realización del perjuicio. La


tentativa es imposible.
Animo de beneficio: Es indispensable el animo de beneficiar a un tercero o a si mismo
con la acción abusiva. Cuando ese animo falta en el agente, podemos estar ante otros
delitos Ej.: delito de daño, cuando el incumplimiento de la restitución de la cosa haya
tenido origen en la destrucción de la cosa.
Culpabilidad: El dolo se constituye por el conocimiento de la obligación de entregar o
devolver creada por el titulo y el carácter ajeno del objeto y por la volunta de omitir las
obligaciones respectivas.

3) Suscripción engañosa de documentos. Art. 173 Inc. 3º: “El que defraudare, haciendo
suscribir con engaño algún documento”.

Acción típica: La acción es la de defraudar haciendo suscribir con engaño un


documento, por lo que es necesario que el agente despliegue un engaño para obtener la
firma de un documento apto para defraudar. Si lo que se obtiene por medio del engaño
es un documento ya firmado, estaremos ante el tipo del Art. 172.

El fraude: El fraude propio de esta especie de defraudación lo constituye, el engaño que


induce en error al sujeto pasivo sobre el carácter del documento o su contenido y por
ende, sobre su trascendencia en el orden patrimonial. Cuando el error no recae sobre
esos extremos, sino sobre otros elementos Ej.: la victima cree obligarse con una persona
pero lo hace con otra distinta, estaremos ante el tipo del Art. 172.

Objeto del delito: El objeto es algún documento. Este pude ser público o privado, pero
siempre tiene que tratarse de un documento cuyo contenido implique un daño
patrimonial o plantee la posibilidad de causarlo. Lograr la firma de un documento que
carece de esos efectos no cabe en la hipótesis de este artículo, aunque nuevamente su
utilización engañosa puede situar la conducta en el Art. 172.

Carácter del delito. Consumación: Para la consumación de esta defraudación es


indispensable que se irrogue el perjuicio patrimonial. La circunstancia de que la acción
típica esta constituida por la de defraudar afirma que este es un delito de resultado (y no
un delito de peligro como parte de la doctrina ha tratado de afirmar sosteniendo que el
delito se consumaba con la firma del documento por el sujeto pasivo).
- Cuando en virtud de la existencia del documento mismo se produzca el perjuicio
patrimonial, como pasaría en los casos en que el documento que se hace firmar es
liberatorio de una obligación que favorecía el patrimonio, o en si implique una perdida
del bien de que se trate Ej.: firma de la escritura traslativa del dominio a favor de quien
ya posee el inmueble, el delito se consuma con la suscripción del documento y la
tentativa se presentara con el despliegue de los medios engañosos para lograr la firma.
- Cuando el documento faculte al agente o a un tercero para obtener algo del patrimonio
que el agente ha tratado de ofender, la consumación ocurre cuando se haya obtenidota
prestación utilizando el documento suscripto a raíz del engaño, antes de esa
circunstancia, aunque se haya conseguido la firma del documento, estaremos ante una
tentativa.
En este último caso la duplicidad de acciones, cuando el uso del documento para
obtener la prestación sea, a su vez, engañoso Ej.: engañar al librado de la letra de
cambio, la estafa del Art. 172 consumirá la acción imperfecta del Art. 173 Inc. 3º. Así
también, el logro de la firma con la finalidad de engañar a un tercero no constituirá una
tentativa de ese delito, sino una tentativa de la estafa si se empleo el documento con esa
finalidad.

4) Abuso de firma en blanco. Art. 173 Inc. 4º: “El que cometiere alguna defraudación
abusando de firma en blanco, extendiendo con ella algún documento en perjuicio del
mismo que la dio o de tercero”.

No queda muy en claro en la doctrinas i se trata de una figura de fraude o de abuso de


confianza. Para algunos se trata de una estafa especializada por la forma particular del
fraude (Núñez), para otros es un delito en que se conjugan ambas formas, la de fraude y
la de abuso de confianza, este se determina por la acción de extender abusivamente el
documento y aquel por la inducción a error, con la cual e determina la prestación
consumatoria del perjuicio (Soler), pero esto último además de no ser típicamente
necesario puede llevar al hecho al campo de la estafa y si pensamos que en la obtención
de la firma en blanco no tiene que mediar engaño, no parecerá inexacto sostener que es
una figura de defraudación por abuso de confianza, el agente abusa del poder jurídico
que una persona le ha otorgado al darle la firma en blanco y por ese medio defrauda, no
engaña sino que abusa.
Acción típica. La preexistencia de la firma en blanco: Siendo la acción típica la de
defraudar, extendiendo con la firma en blanco que se ha dado, un documento
perjudicante para el patrimonio de quien había otorgado esa firma o de un tercero, el
delito requiere por ende, la preexistencia de una firma en blanco en poder del agente. 
La firma en blanco puede estar constituida por un pliego firmado en blanco o por un
documento firmado que solo ha sido parcialmente extendido, dejando en blanco
espacios correspondientes al monto de la obligación o a otras modalidades del negocio
jurídico que pueden tornarlo más o menos gravoso para el obligado pero no es típico
aquel cuyas omisiones no tengan esa influencia patrimonial. Para que se trate de una
firma en blanco en el sentido de la ley, el suscriptor tiene que haber tenido la voluntad
de obligarse, otorgando un mandato al tenedor del pliego par que extienda en el un
documento (determinado o indeterminado, como ocurre en los casos de mandatos
generales), o complete parcialmente el extendido.  No es documento firmado en
blanco, el documento que estando completo en sus enunciaciones, contiene espacios en
blanco que son aprovechados por el agente para insertar declaraciones perjudiciales para
el otorgante o para un tercero. En este caso habrá falsificación y eventualmente una
estafa, en este caso falta la materialidad e la acción para que se de el tipo. Tampoco es
típico el documento firmado en blanco que se ha entregado al agente en custodia, pero
sin mandato para que el lo llene, que también puede configurar una estafa al ser
utilizado para obtener una prestación. Hay abuso de una actividad que de no existir,
hubiese sido legítima.

La tenencia de la firma en blanco: Requiere el delito que el pliego firmando en blanco o


con blancos que pueden llenarse con efectos patrimoniales, haya sido dado por el
firmante o por un tercero autorizado, al agente. Tiene que tratarse de una entrega
legítima. Cuando el agente ha usurpado ilegítimamente el poder sobre el pliego firmado
en blanco o el documento parcialmente extendido en blanco EJ.: cuando lo hurto u
obtuvo extorisivamente, o por cualquier otra causa lo tiene sin que le haya sido
entregado en la forma antedicha Ej.: por haber encontrado el hecho de completarlo y
utilizarlo para defraudar deja el caso en el supuesto de estafa.
El abuso: El agente abusa de la firma en blanco cuando extiende con ella algún
documento distinto de aquel para el cual se le había otorgado el pertinente mandato, o
completa el parcialmente extendido con cláusulas distintas de las que sabía que había
dispuesto incluir el firmante. Teniendo en cuenta que el documento es aquí el medio
defraudatorio, el abuso se concreta con la confección de un documento o con la
introducción de cláusulas que tengan por efecto gravar el patrimonio de modo no
debido.

Consumación: Al tratarse de una defraudación, el delito requiere perjuicio efectivo para


el patrimonio del firmante o de un tercero.
Parte de la doctrina ha pensado que la consumación se da con el uso del documento,
aunque no se irrogue el perjuicio y aunque no han faltado quienes opinaron que aquella
se presentaba al extenderse el texto o completarse abusivamente el parcialmente
confeccionad, no cabe duda de que tales soluciones no responden al carácter
defraudatorio del delito y esos actos pueden configurar solo la tentativa. El perjuicio se
constituye por el efectivo menoscabo del patrimonio. El perjuicio se puede irrogar por
medio del documento en si mismo, o por medio de su utilización por el propio agente o
por terceros, se dan, por ende, las mismas circunstancias de consumación y tentativa que
analizamos en el Art. 173 Inc. 3º. Es menester que el documento abusivamente
extendido no contenga una obligación compensatoria, Ej.: no seria delito extender un
recibo en el pliego en blanco con el que se acreditara un pago que realmente se había
realizado, aunque la firma en blanco no se hubiera dado con ese objeto. El perjuicio
puede recaer sobre el patrimonio del propio firmante o sobre el de un tercero, pero, en
este segundo caso, es necesario que el firmante posea facultades jurídicas para obligar al
tercero, si ello no fuese así, el uso del documento abusivamente llenado podría consistir
en el ardid estafatorio del Art. 172.

5) Frustración de los derechos originados en una tenencia acordada (hurto impropio).


Art. 173 Inc. 5º: “El dueño de una cosa mueble que la sustrajere de quien la tenga
legítimamente en su poder, con perjuicio del mismo o de tercero”.

Carácter de la figura: La primera cuestión que se plantea es la referente a la localización


del tipo. Evidentemente no se trata de un hurto, puesto que el agente no actúa sobre una
cosa ajena, y por esa misma razón tampoco es un daño, sino que se trata de una
defraudación, ya que se frustra el derecho que legítimamente ejerce el ofendido. Pero en
cuanto defraudación, tampoco es posible situarla entre las clasificaciones que hemos
visto (cuadro), por lo menos no con facilidad, porque el fraude no es indispensable,
aunque en algunos casos pueda existir. Tampoco es propiamente un supuesto de abuso
de confianza, porque el agente en el momento de actuar, carece de poder de hecho sobre
la cosa y es precisamente esa ausencia de él un presupuesto del delito. Más bien como
en el caso del desbaratamiento de derechos del Art. 173 Inc. 11, esta más cerca de ser
una especie de abuso de situaciones, ya que al quitar la tenencia ejercida por el ofendido
se frustra su derecho.

Tenencia de la cosa: Es presupuesto del delito que la cosa la tenga un tercero por titulo
legitimo. La cosa de cuya tenencia se priva tiene que estar actualmente en poder del
ofendido, no basta el derecho de él a tenerla si no ha entrado en la tenencia. La falta de
entrega de la cosa propia respecto de la que alguien puede tener derecho a tenerla, no es
más que un incumplimiento contractual, excluido de los límites del ilícito penal. Esa
tenencia en ejercicio tiene que ser legitima por parte del tercero, es decir, debe proceder
de un titulo valido, entendiéndose por tal en el tipo, al que sin transferir el dominio de la
cosa otorgue su tenencia en cualquier carácter (como garantía, o con finalidades de uso
o goce), siempre que importe la concesión de un derecho sobre ella al que la ha recibido
(no basta la tenencia en la que el tenedor es un mero guardador, como ocurre en ciertos
casos de deposito judicial). El titulo puede originarse en un convenio de partes, en un
acto de autoridad (embargo, depósito en poder del embargante), o en el ejercicio de un
derecho (derecho de retensión). Se tarta de un acto oneroso o gratuito, ya que el
perjuicio defraudatorio no se constituye en una disposición patrimonial del actual
tenedor, sino en la frustración del derecho que esta ejerciendo. No hay delito cuando el
tenedor detenta la cosa por un titulo ilegitimo, como ocurre cuando ha intervertido el
titulo por el cual tenia, o cuando ese titulo es nulo o ha caducado en sus efectos en el
momento en que se realiza la acción típica.

Acciones típicas: La acción típica es la de sustraer la cosa, lo cual explica la tradicional


denominación de este delito como “hurto impropio”. La conducta de sustraer (según el
grueso de la doctrina) implica no solo conductas de apoderamiento propias del hurto,
sino cualquier otro procedimiento mediante el cual se quita la cosa de la tenencia
legitima del sujeto pasivo, sea para desplazarla a una distinta esfera de tenencia, sea
cuando menos, para colocarla fuera de aquella.

Objeto del delito: El objeto del delito es una cosa mueble, según el concepto que se ha
dado en el delito de hurto.

Consumación: Al tratarse de una defraudación, esta requiere como en los demás casos,
un perjuicio efectivo. La interpretación de la extensión del perjuicio esta dividida en la
doctrina: - Núñez: considera que el perjuicio se determina en la frustración del ejercicio
del derecho. - Soler: Extiende la comprensión del perjuicio a cualquier tercero, aunque
no fuere el actual tenedor de la cosa. La tentativa es aceptable, ya que cualquiera de las
acciones posibles, son susceptibles de realizarse mediante distintas etapas ejecutivas
antes de llegar a la consumación.

Autoria y participación: El autor es el duelo de la cosa mueble que esta en la legítima


tenencia del sujeto pasivo del delito. Tiene que tratarse del duelo de la totalidad de la
cosa. En el caso de un condómino, que no obra en connivencia con los otros
condóminos, su hecho, será hurto, estafa o daño, según cual sea la acción que haya
llevado a cabo sobre la cosa.

Culpabilidad: La culpabilidad dolosa del tipo exige el conocimiento de la legitimidad de


la tenencia ejercida por el sujeto pasivo y de su subsistencia en el momento de la acción,
el error sobre tales presupuestos puede excluir la culpabilidad y la voluntad de privar a
aquel de la cosa, sustituyéndola.

6) Contratación simulada y falsos recibos. Art. 173 Inc. 6: “El que otorgare en perjuicio
de otro, un contrato simulado o falsos recibos”.

Esta es una figura especial del fraude, ya que la autonomía del tipo penal particular se
condensa en el hecho de que el contrato simulado o el falso recibo constituyen en si
ardides perjudicantes o pueden emplearse como medios de maniobras engañosas que
induzcan en error a la víctima para hacerle disponer de su propiedad de modo no
compensatorio. En la primera hipótesis la simulación es un engaño, en la segunda,
integra el engaño.

Acción típica: Es la de otorgar el contrato simulado o el falso recibo. Cuando el contrato


o el recibo no han sido otorgados sino que han sido confeccionados (materialmente) por
el agente con el fin de perjudicar mediante su utilización, dicho agente incurrirá en una
figura de estafa que operara en concurso con la de falsificación pero no se dará este
delito.

Codelincuencia: Tal carácter de la acción indica la exigencia de una codelincuencia en


la figura todos los otorgantes del contrato tienen que actuar con la culpabilidad típica y
todos son autores, todos los que otorguen o admitan el recibo falso deben obrar también
con ese dolo y adquieren igualmente carácter de autores.

Contrato simulado y falsos recibos:


- Contrato simulado: Es contrato simulado el que se da en los casos del Art. 955 C.
Civil, puede ser una simulación absoluta o relativa (Art. 956 C. Civil), pero no cualquier
simulación civilmente ilícita (Art. 957 C. Civil a contrario) cae dentro del tipo penal,
sino la que esta destinada a engañar o sea a inducir en error a un tercero sobre una
prestación que ha hecho o va a hacer, para perjudicarlo. Por otra parte las simulaciones
que tienen por objeto frustrar a efectividad de las ejecuciones de los acreedores en
procura del pago de sus créditos o del cumplimiento de las obligaciones civiles en
general, o sea, los casos en que la simulación no origina por si la procedencia de la
prestación por parte de la eventual perjudicado, caben dentro de los límites del capitulo
V de este título y normalmente en la insolvencia fraudulenta del Art. 179 bis, y no en el
Art. 173 Inc. 6.

- Falso recibo: También es un caso de simulación. Se entiende por tal toda constancia
que acredite un pago, cualquiera que sea la forma que adopte (la redacción de un
documento, la inserción de la expresión pagado en una factura). El recibo es falso
cuando se refiere a un pago no realizado, o no realizado en la cantidad que se expresa o
cuando se dice realizado por una persona distinta o a persona distinta de la que se hace
constar Ej.: el falso recibo dado por el proveedor al habilitado de una empresa para que
este lo deduzca de las ganancias o lo exija como gasto realmente realizado.

El resultado típico. Cuestiones referentes a la confluencia de figuras: La acción es la de


otorgar los documentos en perjuicio de otro, y es perjuicio debe tener origen en la
simulación misma, ya porque el acto en si dispone engañosamente de la propiedad, ya
porque del mismo modo elimina del patrimonio del perjudicado un crédito que este no
podrá ya exigir o las seguridades que avalan su efectividad, ya porque crea una
obligación a su cargo que carece de causa real. Pero para que el acto simulado pueda
originar un perjuicio, es necesario que al menos entre uno de los otorgantes del contrato
simulado y el dador, requirente o aceptante del falso recibo, medie una relación jurídica
con el sujeto pasivo que permita que el engaño surgido de la simulación pueda
efectivamente perjudicar al titular del patrimonio: la existencia de un mandato y otra
condición jurídica que le permita disponer o contratar con efectos jurídico por o para
aquel, o de admitir o dar recibos por él. Esta condición típica permite distinguir la figura
de la de desbaratamiento de derechos del Art. 173 Inc. ºº, en la que el derecho o
seguridad que se desbaratan son los mismos que el agente ha otorgado o creado a favor
del perjudicado, en tanto que en el Art. 173 Inc. 6º, lo que se frustra es el derecho o la
seguridad ya existentes otorgados por un tercero distinto del agente que los desbarata
con su simulación, debiéndose insistir, sin embargo, en que, pese a tal exigencia, no es
una figura de abuso de confianza, puesto que el procedimiento utilizado es el engaño.

En muchos supuestos del Art. 173 Inc. 6º, estaremos ante la actividad de un
administrador infiel, más cuando el acto de administración infiel se determina en una de
las simulaciones enunciadas por ese inciso, este desplaza la figura del Art. 173 Inc. 7º.
El perjuicio puede producirse con el mismo otorgamiento (cuando el contrato o recibo
implican por si la disposición de la propiedad) Ej.: el otorgamiento de una escritura
traslativa del dominio, la entrega del recibo liberador de una deuda, o con la utilización
posterior del contrato simulado Ej.: cuando por el se ha creado un crédito a favor de un
tercero. En este último supuesto es admisible la tentativa, el otorgamiento es el acto de
tentativa, el logro del cobro del crédito creado alcanza la ejecución. Claro esta que
cuando el contrato simulado o el falso recibo solo procuran disimular un perjuicio ya
causado, no es esta la figura aplicable, sino la correspondiente al acto que causo el
perjuicio, así el administrador infiel que retiro indebidamente el dinero de una sociedad,
y después e hace otorgar falsos recibos para disimular aquellas extracciones, comete el
delito del Art. 173 Inc. 7º y no Inc. 6º.

Culpabilidad: La culpabilidad requiere la dirección de la voluntad al otorgamiento del


acto simulado para perjudicar engañosamente con el. Solo admite el dolo directo.
Lógicamente el conocimiento de la simulación del acto y de su destino perjudicante
deben poseerlo todos los codelincuentes, aun aquellos con quienes no se da la relación
jurídica preexistente que signa la delictuosidad de este fraude.

7) Administración infiel. Art. 173 Inc.7º: “El que, por disposición de la ley, de la
autoridad o por un acto jurídico, tuviera a su cargo el manejo, la administración o el
cuidado de bienes o intereses pecuniarios ajenos, y con el fin de procurar para sí o para
un tercero un lucro indebido o para causar daño, violando sus deberes perjudicare los
intereses confiados u obligare abusivamente al titular de éstos”.

El texto legal es bastante amplio, y abarca situaciones genéricas, y antes que una
defraudación por fraude, es principalmente una defraudación por abuso de confianza, ya
que no necesita el engaño para que se produzca el perjuicio, son el abuso de los poderes
que autor ejerce en virtud de un acto anterior preexistente, de ahí, que no sea adecuada
la denominación “administración fraudulenta”
Acción típica: La acción es la de perjudicar los interés confiados u obligar abusivamente
al titular de ellos, violando los deberes que se originan en el ejercicio del poder que
ejerce el agente. Es presupuesto del delito que el agente ejerza un poder sobre bienes o
intereses de otro, por disposición de la ley, como ocurre con los representantes legales,
de una autoridad, como ocurre con los tutores o curadores designados judicialmente, o
por cualquier otro acto jurídico, como ocurre con la institución de mandatarios, la
elección de representantes y directores de una sociedad o la concesión de cualquier
facultad de administración, aunque fuere especifica.
El poder ejercido puede ser:
- Manejo de bienes e intereses: es decir, el uso o utilización de ellos (uso y usufructo).
- La administración: que implica la facultad de disposición.
- El cuidado de tales bienes: que tiene quien, sin poder disponer autónomamente de
ellos, esta encargado de la vigilancia, conservación y aplicación (albaceas, liquidador,
etc.) Todas estas facultades pueden coincidir en el mismo agente sin que por ello se
multiplique la delictuosidad. Tales facultades pueden ejercerse sobre bienes (cosas,
derechos patrimoniales), o intereses (gestiones, concreción de negocios jurídicos), total
o parcialmente (condóminos que administran la cosa común) ajenos.
Por tanto, autor de este delito solo puede serlo quien maneja, administra, o custodia
bienes e intereses. Los terceros que intervengan en las acciones perjudicantes con
conocimiento de su carácter, solo pueden ser cómplices.

Violación de los deberes: Las acciones tienen que constituir una violación de los
deberes del agente en sus funciones de manejo, administración o custodia. En tal sentido
puede decirse que el delito se conforma en una infidelidad defraudatoria. Los límites de
esos deberes son los determinados por la ley, las disposiciones de la autoridad o las
cláusulas de los convenios o estatutos que dan origen a la facultad o que la han regulado
con posterioridad Ej.: modificaciones del mandato, o por las instrucciones validas del
principal. Las violaciones pueden concretarse por medio de acciones no permitidas o
ilícitas en su modo Ej.: operar con divisas extranjeras cuando el principal expresamente
instruyo que se operara en moneda nacional, o por omisiones que importen
incumplimiento de los deberes Ej.: abandono de bienes, dejar de ejercer actos de
preservación de los intereses, extensión que se afirma con la consideración de la
circunstancia de que los intereses perjudicados. Tienen que ser los confiados al agente,
que comprenden además de los que le han sido entregados para cumplir con sus
funciones, los que se han producido en relación con ellos en el transcurso de su función,
incluidos los que ha originado el propio agente al desempeñar su gestión Ej.: las
ganancias que ha obtenido en la realización de un negocio. Si el perjuicio lo consumía el
agente al margen de sus deberes, o sin relación con los bienes o intereses que son el
objeto de su gestión, la circunstancia de que este unido con el perjudicado por la
relación jurídica antes explicado, no lo constituye dentro de esta figura, sino en otras del
titulo Ej.: hurtos, o de este mismo capitulo Ej.: apropiación ilícita de un mueble
entregado para cumplir con el las funciones, pero no para cumplirlas sobre el, como
puede ser un automóvil para trasladarse al lugar de las gestiones.

Resultados típicos. Elemento objetivo. Consumación: Para cumplir con la tipicidad la


violación de los deberes tiene que haber originado cualquiera de estos resultados:
1) Perjudicar los intereses confiados: El perjuicio es aquí cualquier menoscabo que sufra
el patrimonio por la acción u omisión infiel del agente. En este caso, el delito se
consuma con la efectiva causación del perjuicio, o sea cuando se ha producido la
disposición económica que reduce el patrimonio. No es indispensable que se traduzca
en beneficio para el agente o para un tercero (lo cual puede integrar el aspecto subjetivo
de la figura, pero no el objetivo). Tampoco se necesita como paso previo, el debate
sobre la rendición de cuentas, si es que el perjuicio surge de otros elementos; pero
cuando únicamente puede determinárselo a través de la rendición de cuentas, el delito
queda consumado cuando el agente deja de pagar la diferencia en el tiempo fijado, o
cuando, mediando una falaz rendición, ha obtenido la aceptación de su gestión o el
recibo por el saldo falso, aunque esos actos se produzcan por medio de una sentencia
judicial (en este sentido la cosa juzgada civil no es óbice de la existencia del delito y a la
aplicación de la punibilidad – en contra Soler).
- Tentativa: en consecuencia, si el perjuicio no ha llegado a producirse, el acto violatorio
de los deberes perpetrado por el agente, con las finalidades típicas puede constituir
tentativa.
2) Haber obligado abusivamente al titular del patrimonio: Obliga abusivamente al titular
del patrimonio cuando erige créditos a favor de terceros contra ese patrimonio que no
están justificados, por no ser ni necesarios ni útiles para su gestión. Aquí la
consumación no recaba el perjuicio efectivo por medio de la atención de la obligación a
cargo del patrimonio: basta con que se lo haya obligado, es decir, con se haya hecho
nacer la posibilidad del perjuicio que puede materializarse en el correspondiente pago.
- Tentativa: aunque la tentativa podrá ser menos común que en el caso anterior, no deja
de ser posible.

Elemento subjetivo: El tipo contiene un elemento subjetivo que asume una doble
dirección:
1) La acción que perjudica u obliga abusivamente tiene que haber sido encarada por
autor para lograr un lucro indebido para el o para un tercero: Es decir a) Para convertir
en su provecho o en el de un tercero el perjuicio patrimonial o para que dicho perjuicio
le reporte otro provecho de carácter económico Ej.: abandonar una gestión en perjuicio
del mandante ante una institución bancaria, para obtener en ella un préstamo bajo
interés en su favor, o b) Para que el crédito constituido por la obligación abusiva entre
en su patrimonio o en el de un tercero u obtener cualquier otra ventaja relacionada con
aquella.
2) También admite la ley que la acción haya sido emprendida para dañar el patrimonio,
o sea, para disminuirlo sin voluntad de convertir directa o indirectamente el perjuicio en
beneficio del agente o de un tercero.

Culpabilidad: Según lo determinado en el elemento subjetivo, solo puede admitirse el


dolo directo. No se admite el dolo eventual, ni siquiera cuando se busca un lucro
indebido, porque la acción tiene que ser emprendida con la voluntad expresa de dañar.
No hay culpabilidad típica en la acción de quien la ha emprendido sabiendo que viola
sus deberes y que de ella puede resultar daño, si no quiere expresamente causarlo (en
contra Soler).

8) Defraudación por sustitución o supresión de documentos. Art. 173 Inc. 8º: “El que
cometiere defraudación, sustituyendo, ocultando o mutilando algún proceso, expediente,
documento u otro papel importante”.
En este caso estamos en presencia de una defraudación por fraude, las acciones tienen
que estar dirigidas a inducir en error a quien tiene la facultad de producir una
disposición patrimonial perjudicante o decidir sobre ella.

Acciones típicas: La acción típica es la de defraudar por medio de sustituciones,


supresiones o mutilaciones. Si tenemos en cuenta cuales son los objetivos de esas
actividades, veremos que ellas deben recaer sobre instrumentos que prueben algo
relacionado con una disposición patrimonial pendiente de realización Ej.: acreditación
de la existencia de una obligación, o que se haya realizado Ej.: acreditación de un pago.
- Sustituye: el que cambia la prueba por otra de distinto sentido o significación.
- Mutila: el que destruye parcialmente la prueba existente, variando de ese modo su
sentido o significación.
- Oculta: el que hace desaparecer, impidiendo su utilización en el momento oportuno,
los instrumentos que acreditan una determinad circunstancia o incumple con la
obligación de presentaros cuando la ley, la convención o un hecho precedente suyo Ej.:
haberse apoderado ilícitamente del documento, se la impone. En este último caso
tenemos un supuesto de comisión por omisión.

Objetos del delito: Los objetos de estas actividades pueden ser:


- Procesos: es decir la prueba que constituye u obra en un expediente judicial
- Expedientes: es decir, la prueba obrante en actuaciones labradas por autoridad publica
no judicial Ej.: un sumario administrativo.
- Documentos.
La ley requiere que se trate de documentos importantes, calificación que se extiende a
los distintos objetos no obstante el singular empleado por el texto, estando de acuerdo la
doctrina en que esa calidad se refiere a aquellos que tengan una significación
patrimonial tal que puedan producir efectos de ese carácter. Reuniendo tal calidad, es
indiferente que el documento sea verdadero o falso Ej.: la falsa acreditación de una
rendición de cuentas, ya que no es la fe publica el bien jurídico protegido en este caso,
sino el patrimonio. Por ello es suficiente con que la acción determine un falso juicio que
tenga repercusiones patrimoniales, aunque el documento no sea verdadero, pero lo es,
puede darse un concurso ideal con la falsificación por supresión del Art. 294 Código
Penal.

Consumación y tentativa: Como cualquier defraudación, se consuma con el perjuicio


patrimonial, derivado de la sustitución, mutilación u ocultación pero no ya simplemente
con el completamiento de estas acciones. Su realización sin que se haya llegado a
producir la disposición patrimonial perjudicante deja el hecho en tentativa, aunque
también constituye tentativa el emprendimiento de estas acciones con la finalidad típica,
cuando no se las haya completado por causas ajenas a la voluntad del autor.
Aspecto subjetivo de la acción: Esa finalidad, implícitamente reclamada por la ley, es la
de inducir en error a una persona, que puede ser el titular del patrimonio o un tercero
con facultades para disponer de aquel, con el objetivo de que se haga la disposición
perjudicante o se deje de requerir o disponer el beneficio que tiene que corresponder al
patrimonio. Ej.: cobro de un crédito a favor de el.

Culpabilidad: Se acredita que el dolo requerido por la figura es solo el directo, puesto
que en el agente debe mediar la voluntad de realizar las acciones para inducir en error
con el fin de perjudicar.

9) Estelionato. Art. 173 Inc. 9º: “El que vendiere o gravare como bienes libres, los que
fueren litigiosos o estuvieren embargados o gravados; y el que vendiere, gravare o
arrendare como propios, bienes ajenos”.
Se trata de una defraudación por fraude, el adquirente, el que obtiene la seguridad
constituida por el bien o el uso de el, lo hace engañando sobre su calidad jurídica,
inducido ello por el silencio o la ocultación del autor.
Acciones típicas:
1) Vende: el que con las formalidades exigidas por la ley (escritura publica si se trata de
inmuebles Art. 1184 Inc. 1º C. Civil), se obliga a transferir a otro la propiedad de una
cosa por un precio (Art. 1323 C. Civil). No es indispensable que se haya efectuado la
tradición de la cosa, ya que la venta a que se refiere el Código Penal es el respectivo
contrato, no la adquisición perfecta del derecho real, pero no se puede decir que ha
vendido quien solo ha prometido una venta, como ocurre en los casos en que el contrato
no se ha perfeccionado por falta de las formalidades legales Ej.: el simple boleto de
compra venta de inmueble, sin perjuicio de que el hecho pueda constituir estafa.
2) Grava: El que constituye sobre la cosa un derecho real de garantía (hipoteca, prenda,
anticresis), pero no lo hace quien solo constituye una obligación personal sobre la cosa
Ej.: obligarse a devolver la cosa en virtud de un pacto de retroventa. Tampoco
constituye gravamen la inhibición general que ha recaído sobre el agente, ni la
afectación del bien a un privilegio derivado de un acto jurídico cualquiera que no creen
aquellos derechos reales de garantía a los que nos referimos.
3) Arrienda: el que por un precio, concede a otro el uso o goce de una cosa (Art. 1493 C.
Civil).

Objeto del delito: Los objetos del delito son cosas, muebles o inmuebles, que sean
litigiosas o estén embargadas o gravadas o sean ajenas.
- Litigiosas: cuando actualmente es motivo de un juicio en el que se discute su dominio
o condición Ej.: si esta o no gravado.
- Embargado: cuando por un acto jurisdiccional ha sido individualizadamente afectado
al pago de un crédito, sea que haya sido secuestrado, o que el embargo se encuentre
asentado en el respectivo registro, es decir tiene que tratarse de un embargo
efectivamente trabado, no basta la existencia del pedido de parte ni la orden del juez
mientras esta no se haya cumplido.
- Gravado: cuando pesa sobre el un derecho real de garantía, debidamente constituido
con las formalidades exigidas por la ley para que el gravamen pueda ser opuesto a
terceros. La venta de cosa ajena como propia puede constituir la estafa del Art. 172
cuando ha mediado un ardid estafatorio por parte del agente para aparentar ser
propietario de la cosa, o un engaño ocultador de la condición de ajena de ella, o un
estelionato cuando el autor se ha limitado a venderla silenciado dicho carácter,
incumpliendo su obligación de revelarlo al adquirente. Como todo fraude estafatorio,
tiene que estar dirigido a inducir a error al sujeto pasivo sobre la condición del bien
respecto del cual contrata. Esto resulta claro cuando se trata de un acto de ocultación: la
disimulación no puede tener otra finalidad que el engaño, pero está presente también en
el silencio: el agente calla para que el sujeto pasivo no conozca la condición del bien y
contrate como si ella no existiera o fuera distinta.

Consumación y tentativa: El perfeccionamiento del delito se da con la concurrencia del


perjuicio. El perjuicio se da:
1) En los casos de venta, en el pago del precio o en la transferencia de su cosa por el
sujeto pasivo, ya que el dominio se adquiere sobre un bien del que no se podrá disponer
libremente a causa de su condición.
2) En el caso del arriendo, cuando se paga el precio porque el uso o goce de la cosa
puede verse restringido en las modalidades de su ejecución en el tiempo, a raíz de la
condición del bien.
3) En el caso del gravamen, cuando se realizo la prestación patrimonial que aquel
aseguraba, o si ya estaba realizada, cuando se lo constituyo, porque la seguridad jurídica
que brinda no tiene la efectividad o la extensión que erróneamente el sujeto pasivo
creyó que poseía, a causa del desconocimiento de la condición del bien. En este ultimo
caso, si el gravamen que se constituye prevalece sobre el que ya existía, no se da el
perjuicio (se podrá estar ante un desbaratamiento de derechos otorgados respecto del
titular de este ultimo)  El delito se consuma con la recepción de la contraprestación
por parte del agente, no basta que el sujeto se haya desprendido de aquella en virtud del
negocio engañoso, si el agente (o un tercero por el) no la recibió. En este supuesto el
delito queda en tentativa, como también el caso de que haya perfeccionamiento formal
del negocio jurídico de que se trate, en las circunstancias típicas, sin que el sujeto pasivo
se haya desprendido del bien que constituye la prestación.

Culpabilidad: La culpabilidad requiere el conocimiento por parte del agente de la


condición en que el bien se encuentra y la voluntad de negociar con el a fin de recibir la
prestación del sujeto pasivo, sin que este conozca aquella al llevar a cabo el negocio.

10) Defraudación so pretexto de remuneración. Art. 173 Inc. 10º: “El que defraudare,
con pretexto de supuesta remuneración a los jueces u otros empleados públicos”. Es una
defraudación por fraude, ya que es el engaño que sufre la victima sobre el hecho o la
procedencia de la remuneración lo que determina su prestación.

Diferencia con el supuesto de influencia mentida del Art. 172: En el Art. 172 el agente
cobra para usar la influencia que tiene ante cualquiera (que puede ser un particular o un
funcionario público), mientras que en la figura del Art. 173 Inc. 10 obtiene la prestación
para aplicarla al pago de una remuneración que promete falsamente dar al juez o a un
empleado público.

Contenido del engaño: El engaño que produce el agente reside en la falsa afirmación de
que debe remunerar a un juez o a un funcionario para obtener o por haber obtenido algo
de la actividad funcional de ellos. Tiene que ser una remuneración supuesta, es decir, la
que no solo no es debida sino que además el agente no esta dispuesto a entregar y quiere
convertir en provecho propio o de un tercero. En los casos en que la remuneración se
refiere al contenido de un cohecho activo o pasivo, o a una dadiva ilícita de otro
carácter, no hay defraudación, sino que de hacerse la remuneración al funcionario, el
“supuesto defraudado” se convertiría en autor de cohecho, y por ello no puede verse
ilícitamente defraudado, porque de ningún modo yerra sobre lo “debido” de la
prestación que entrega. En esta defraudación hay un error típico en la victima, quien
cree que jurídicamente se debe la remuneración y a el debe tender el fraude del agente.
No es sujeto pasivo de este delito quien entrega la prestación sabiendo que no debe
hacerla, aunque crea erróneamente que el agente se la va a entregar al funcionario. En
realidad, en un sistema como el nuestro, en que los particulares no tienen que remunerar
la actividad de los funcionarios públicos, según Creus, no se justifica la supervivencia
histórica de la figura.

Consumación y tentativa: El perjuicio se concreta con la entrega de la prestación que no


va a ser aplicada a la remuneración. Si la remuneración es aplicada hay que hacer
algunas distinciones:
1) Si el sujeto pasivo creyó de buena fe que la remuneración era debida y el agente la
aplico a un cohecho u otra dadiva ilícita, la defraudación sigue existiendo, porque la
prestación no es jurídicamente compensatoria (Contra Núñez y Fontan Balestra).
2) Si el sujeto pasivo sabía que la prestación estaba destinada a una remuneración ilícita,
no existe defraudación, por ausencia de error relevante de la victima.
3) Si la prestación se hace o trata de hacerse, el eventual sujeto pasivo pasa a ser autor
de cohecho activo o de su tentativa o de la prestación de dadiva. La consumación se da
en los casos que indicamos como realmente delictuosos, con la dacion de la prestación
al agente por parte del sujeto pasivo. Admite tentativa.

Culpabilidad: El dolo reside en el conocimiento de la falsedad de la procedencia de la


remuneración y en la voluntad de invocarla para lograr la prestación de la victima.

11) Desbaratamiento de derechos acordados. Art. 173 Inc. 11: “El que tornare
imposible, incierto o litigioso el derecho sobre un bien o el cumplimiento, en las
condiciones pactadas, de una obligación referente al mismo, sea mediante cualquier acto
jurídico relativo al mismo bien, aunque no importe enajenación, sea removiéndolo,
reteniéndolo, ocultándolo o dañándolo, siempre que el derecho o la obligación hubieran
sido acordados a otro por un precio o como garantía”.
Aunque se la ha presentado como una defraudación por abuso de confianza (Soler), si
tenemos en cuenta que aquí el agente no es el que ha obtenido el poder de hecho sobre
el objeto en virtud de una preexistente relación jurídica, sino el que continua en poder
del objeto o conserva sobre el facultades dispositivas de cualquier orden en virtud de la
naturaleza o condiciones del negocio jurídico realizado, vemos que en realidad se trata
de una defraudación por abuso de la situación jurídica o de hecho. No es pues, ni un
caso de fraude, ni tampoco de abuso de confianza.

Presupuesto. Existencia de un negocio jurídico: El delito requiere la preexistencia de un


negocio jurídico en virtud del cual el agente haya otorgado a otro un derecho sobre un
bien o haya pactado sobre el mismo una obligación de carácter personal. Tiene que
tratarse de un negocio jurídico valido, y en principio oneroso, ya que el derecho debe
haber sido acordado por un precio o como garantía del cumplimiento de una obligación
o la obligación debe ser asumida por un precio.
- El derecho a que se refiere el tipo, es cualquier derecho real sobre un bien mueble o
inmueble (el concepto de bien no se extiende aquí a los inmateriales), resultando
indiferente que aquel se encuentre en poder del sujeto pasivo o del agente (siempre que
el primero sea ya el titular del derecho, por el perfeccionamiento formal del respectivo
negocio), puesto que, en cualquiera de esos supuestos, se puede desbaratarlo en el
concepto típico.
- La obligación personal se refiere también a un bien de la naturaleza antes dicha, con lo
que, en principio solo quedaran comprendidas las obligaciones de dar.
- El delito requiere un precio acordado por la concesión del derecho o la asunción de la
obligación haya sido pagado en su totalidad o en la medida pactada hasta el momento en
que el agente realiza la acción típica, o la garantía ya se encuentre constituida pues de
otro modo no existiría posibilidad de perjuicio.

El perjuicio: Dicho perjuicio se determina en el hecho de que, no obstante el pago del


precio, el sujeto pasivo ve frustrado el derecho sobre el bien al no poder ejercerlo o al
no poder hacerlo con la libertad y certidumbre propias del modo en que lo adquirió, o al
ver disminuida la medida o la efectividad de la garantía constituida por el bien, o al no
poder exigir normalmente del agente el cumplimiento de la obligación sobre el mismo
bien en las condiciones que se pactaron y con miras a las cales se pago o comenzó a
pagar. Los resultados de las acciones típicas los enuncia la ley:
1) La frustración del derecho sobre el bien consiste en tornarlo imposible, incierto o
litigioso. a) Imposible: cuando el derecho real tiene que dejarse de ejercer. b) Incierto:
cuando su existencia se torna jurídicamente dudosa. c) Litigioso: cuando la continuación
del ejercicio del derecho queda supeditada a un litigio jurisdiccional con un tercero.
2) Con referencia al cumplimiento de la obligación, el delito se da cuando la acción del
agente: a) Lo incapacita para ese cumplimiento. b) Cuando el cumplimiento se hace
dudoso. c) Cuando el cumplimiento queda pendiente del litigio jurisdiccional con un
tercero.

Los medios: Los medios con que el autor puede producir tales resultados pueden ser: -
Actos jurídicos: puede ser la enajenación de la cosa o cualquier otro que otorgue
derecho a un tercero sobre ella, pero tiene que tratarse de un acto real. Si el acto fuera
simulado estaríamos en el tipo de. Art. 173 Inc. 6º. - Hechos: los hechos pueden ser los
de: a) Remover: es decir quitar el bien del lugar donde se encontraba, siempre que no
estuviera en poder del sujeto pasivo, puesto que entonces se trataría del delito previsto
en el Art. 173 Inc. 5º. b) Retenerlo: es decir negar su entrega para que el sujeto pasivo
no ejerza o continúe ejerciendo el derecho o gozando de la garantía constituidos sobre el
bien. La simple falta de entrega del bien, a lo que se obligo el agente en virtud del
negocio jurídico, mientras no frustre un derecho o una garantía constituidos, sino que se
traduzca en un mero incumplimiento de obligaciones asumidas, no es en si delictuoso.
c) Ocultarlo: es decir, hacerlo desaparecer para que no se pueda ejercer el derecho o
lograr el cumplimiento forzado de la obligación. d) Dañarlo: menoscabarlo en su
integridad o en sus posibilidades de utilización norma.

Consumación y tentativa: El hecho se consuma con la realización de las acciones


frustratorias, puesto que el perjuicio se produce cuando, ya realizada la disposición
patrimonial por la adquisición del derecho o por la constitución de la obligación,
aquellas impiden los normales efectos de la contraprestación. Por consiguiente la
tentativa no es admisible, puesto que a la realización de esas acciones le es inherente la
frustración del derecho o la garantía.
Culpabilidad: La culpabilidad exige en el autor el conocimiento del derecho que pesa
sobre el bien, de la garantía u obligación constituidas sobre el y la voluntad de realizar
las acciones típicas. No es indispensable que se haya querido directamente frustrar el
ejercicio de los unos o el cumplimiento de la otra, por lo que el dolo eventual, al menos
en ciertos casos, podría ser compatible con la figura. Lógicamente en este caso, el
agente debe haber previsto el efecto frustratorio de las acciones que quiere realizar.

12) Defraudaciones del titular fiduciario, el administrador de fondos comunes y el dador


de contrato de leasing. (Defraudación de los derechos de los contratantes). Art. 173 Inc.
12: “El titular fiduciario, el administrador de fondos comunes de inversión o el dador de
un contrato de leasing, que en beneficio propio o de un tercero dispusiere, gravare o
perjudicare los bienes y de esta manera defraudare los derechos de los co-contratantes.”
(Agregado por ley 24.441).
1) Titular fiduciario: es quien ha recibido una cosa en fideicomiso, obligándose a ejercer
dicha propiedad “en beneficio de quien se designe en el contrato” y a transmitirla “al
cumplimiento del plazo o condición al fiduciante, al beneficiario, o al fideicomisario”
(Art. 1º ley 24441). Esta ley también ha modificado el código civil sustituyendo el texto
del Art. 2662 por el siguiente “Dominio fiduciario es el que se adquiere en razón de un
fideicomiso constituido por contrato o por testamento, y esta sometido a durar
solamente hasta la extinción del fideicomiso, para el efecto de entregar la cosa a quien
corresponda según el contrato, el testamento o la ley” (Art. 73 ley 24441).  El titular
fiduciario es un verdadero administrador del fideicomiso, por lo que la conducta punible
será, en general la de perjudicar los bienes que lo constituyen, disponiendo
indebidamente de ellos, gravándolos o disminuyendo de otro modo su entidad.
2) Administrador de fondos comunes de inversión: es quien esta encargado de la
inversión y custodia de fondos, que constituyen un “patrimonio integrado por valores
mobiliarios con oferta publica, metales preciosos, divisas, derechos y obligaciones
derivados de operaciones futuras y opciones, instrumentos emitidos por entidades
financieras autorizadas por el Banco Central de la Republica Argentina, y dinero,
pertenecientes a diversas personas a las cuales se les reconocen derecho de copropiedad
representados por cuata partes cartulares o escriturales” (Art. 78 ley 24441,
modificatorio del Art. 1º de la ley 24.083 – ley de fondos comunes de inversión- ).
3) Dador del contrato de leasing: Es quien da cosas en locación, por medio de un
contrato al que se agrega una opción de compra a ejercer por el tomador-locatario (Art.
27 ley 24441). Alguna dificultad puede presentar la circunstancia de que la ley requiere
que el dador sea una “entidad financiera o una sociedad que tenga por objeto la
realización de este tipo de contratos” (Art. 27 Inc. A ley 24441). Se entiende entonces
que la respectiva punición ha de recaer sobre los directivos de la entidad o sociedad.

13) Ejecución extrajudicial de inmuebles (Defraudación en subasta extrajudicial). Art.


173 Inc. 13º: “El que encontrándose autorizado para ejecutar extrajudicialmente un
inmueble lo ejecutara en perjuicio del deudor, a sabiendas de que el mismo no se
encuentra en mora, o maliciosamente omitiera cumplimentar los recaudos establecidos
para la subasta mediante dicho procedimiento especial.” (Agregado por ley 24.441).

La ley 24441 dispone un régimen de ejecución de hipotecas por parte del acreedor,
siempre que se trate de hipotecas “en las cuales se hayan emitido letras hipotecarias” o
aquellas “en que se hubiese convenido expresamente someterse a las disposiciones” de
la ley en el aspecto ejecutivo. El sujeto pasivo es por ende, el acreedor hipotecario.
Quien lo represente no puede caer en el particular tipo penal, sin perjuicio de que quede
comprendido en otro de carácter defraudatorio. El tipo describe dos conductas punibles:
1) Ejecutar hipoteca en perjuicio del deudor a sabiendas que este no se encuentra en
mora. 2) Omitir maliciosamente los recaudos establecidos para la ejecución
extrajudicial. Lo que significa, una elevación de la tentativa a delito consumado, como
en cualquier defraudación la consumación requiere perjuicio, la malicia de la omisión
refiere aquí al medio, es decir, ella debe estar enderezada en procura de ese perjuicio.

14) Defraudación del tenedor de letras hipotecarias (Omisión de asentamiento de pagos


en letras hipotecarias). Art. 173 Inc. 14º: “El tenedor de letras hipotecarias que en
perjuicio del deudor o de terceros omitiera consignar en el título los pagos recibidos”
(Agregado por ley 24.441).
Las letras hipotecarias son “títulos valores con garantía hipotecaria” (Art. 35 ley
24441), que emite el deudor (Art. 38) y son transmisibles por endoso (Art. 40). Tiene
directa relación con el tipo penal del Art. 41 de la ley 24441: “las letras hipotecarias
tendrán cupones para instrumentar las cotas del capital o servicios de intereses. Quien
haga el pago tendrá derecho a que se le entregue el cupón correspondiente como único
instrumento valido acreditativo. Si la letra fuere suscriptible de amortización en cuotas
variables podrá omitirse la emisión de cupones; en este caso el deudor tendrá derecho a
que los pagos parciales se anoten en el cuerpo de la letra (…)” El nuevo tipo penal del
Art. 173 Inc. 14º se refiere pues, a esta segunda modalidad de la letra hipotecaria,
comprender en esta la primera modalidad implicaría una integración analógica de la ley,
aunque la omisión de la entrega de cupones puede quedar abarcada en el tipo del Art.
172. En este caso la conducta ilícita es la no inscripción del pago en la letra hipotecaria.
15) Art. 173 Inc. 15º: “El que defraudare mediante el uso de una tarjeta de compra,
crédito o débito, cuando la misma hubiere sido falsificada, adulterada, hurtada, robada,
perdida u obtenida del legítimo emisor mediante ardid o engaño, o mediante el uso no
autorizado de sus datos, aunque lo hiciere por medio de una operación automática.”
(Incorporado por ley 25.930)

16) Art. 173 Inc. 16º: “. El que defraudare a otro mediante cualquier técnica de
manipulación informática que altere el normal funcionamiento de un sistema
informático o la transmisión de datos.”

8) Usura (art. 175 bis).


El art. 175 bis, párr. 1 contemplados tipos distintos de usura:
1) El aprovechamiento de la necesidad, ligereza o inexperiencia de otra persona. La
"acción" consiste en hacerse dar o prometer, en cualquier forma para sí o para un
tercero, intereses u otras ventajas pecuniarias exorbitantes o desproporcionadas con la
prestación. La figura exige un hacer por parte de ambos sujetos. La expresión
aprovechándose se integra a la acción típica, en el sentido de que el sujeto activo debe
conocer la situación en que se halla el sujeto pasivo y valerse de esa situación para
obtener una ganancia desmedida. En estos casos, el autor se aprovecha de situaciones
que ya existen; no las crea. Sin aprovechamiento, no hay delito. Por necesidad debe
entenderse toda situación de apremio, forzosa, que limita la libertad de elegir. Debe
configurar un verdadero infortunio, pero tampoco puede ser identificada con indigencia
o pobreza. Una persona de gran patrimonio y solvencia económica puede padecer la
necesidad requerida por el tipo penal. Carece de importancia la causa que la origina, que
puede incluso ser inmoral o ilícita (p. ej., quien necesita devolver el dinero sustraído) o
viciosa (v. gr.; por adicción a estupefacientes).
La necesidad debe ser real y no imaginada por la víctima; de lo contrario, no se
perfecciona el delito. Quedan también fuera del tipo las operaciones especulativas o
tendientes a lograr buenos negocios, del mismo modo que el préstamo de dinero
destinado a juegos de azar. La necesidad puede ser de orden económico o de cualquier
naturaleza. La cuestión carece de mayor importancia. Por ligereza debe entenderse
aquel obrar precipitado, sin la suficiente reflexión o merituación de la operación que se
realiza. La inexperiencia es la ignorancia o falta de saber o advertimiento en materia de
negocios o transacciones. Finalmente, el tipo exige que el sujeto pasivo dé o prometa
intereses u otras ventajas pecuniarias evidentemente desproporcionadas con la
prestación. El '"interés usurario", por su indeterminación conceph1al, debe ser materia
de valoración judicial. Lo usual es que se tenga en cuenta la tasa de interés que supera
los valores corrientes en plaza, o bien las circunstancias económicas del momento. Las
otras ventajas pecuniarias a que hace referencia el texto legal tienen más relación con el
tipo de usura real que con el simple préstamo de dinero. Son ejemplos de esta categoría
la obligación de entregar cosas muebles o inmuebles; prestación de distintas actividades
laborales, profesionales o de servicios, etc. Lo que importa es que estas ventajas sean
valorables económicamente. La desproporción entre las prestaciones debe ser evidente,
esto es, manifiesta, llamativa, notoria. No se trata de una simple falta de equivalencia
entre lo que el usurero exige y lo que el deudor da o promete. Debe, además, ser
excesiva, exorbitante, carente de causa. Se trata, en suma, de una cuestión que queda
librada a la prudente discrecionalidad judicial. Esta clase de usura se consuma con el
hacerse dar o prometer, aunque basta la simple promesa para que el delito quede
perfeccionado. El delito es instantáneo y de efectos permanentes.

2) La otra clase de usura contemplada en el art. 175 bis, párr. 1 º, consiste en el


otorgamiento de recaudos o garantías de carácter extorsivos. La '"acción" aquí es la
misma que en el párrafo anterior, sólo que en esta modalidad la diferencia reside en el
carácter extorsivo de los recaudos o garantías exigidos por el autor. Los "recaudos" o
"garantías" son resguardos o aseguramientos que toma el acreedor para, en caso de
incumplimiento del deudor, contar con una herramienta eficaz para coaccionarlo a que
cumpla con la prestación (p. ej., la exigencia de cheques en blanco). Precisamente, el
carácter extorsivo o estos instrumentos reside en que posibilitan al usurero amenazar al
deudor con formular una denuncia criminal si no cumple con su obligación de pago. Lo
que importa destacar en esta modalidad usuraria es que el tipo no exige la desproporción
en las prestaciones. Debe tratarse de un débito con ventajas pecuniarias normales, pues
lo que fundamenta el injusto típico es el carácter extorsivo que rodea a la conducta y no
la desproporción o exorbitancia de la prestación. El delito es doloso y se consuma
cuando el autor se hace otorgar los recaudos o garantías de carácter extorsivo.

La usura sucesiva. Está prevista en el art. 175 bis, párr. 2°, y consiste en la adquisición,
transferencia o utilización de un crédito usurario. Debe tratarse de un crédito usurario
obtenido en la forma descripta en el párr. 1 ° de la disposición, vale decir, a través de
una usura de crédito o de una usura extorsiva. Lo que hace el autor en esta modalidad es
simplemente hacer circular (negociar) el crédito obtenido en las condiciones originales.
Sujeto activo puede ser cualquier persona, pero debe ser una persona distinta al autor de
la usura originaria. El delito se comete con la adquisición (p. ej., compra), transferencia
(p. ej., cesión, venta) o utilización (p. ej., hacer valer el crédito judicialmente) del
crédito, sea en forma onerosa o gratuita. Lo que importa es Ja negociación de la usura
principal. Subjetivamente, el tipo exige que el autor obre a sabiendas acerca de· ¡a
naturaleza usuraria del crédito originario y la voluntad "deliberada" de procurar su
negociación; por lo tanto, sólo resulta posible el dolo directo. Se consuma con la
realización de las acciones típicas.

Agravante. El art. 175 bis, párr. 3°, contempla un tipo agravado de usura, denominado
usura habitual. La agravante funciona para el "prestamista" o '"comisionista" usurarios
cuando desarrollan su actividad de manera profesional o habitual. Se trata de sujetos que
intervienen en la gestión o negociación de operaciones usurarias. El prestamista es
quien presta o entrega el dinero, mientras que el comisionista es el que actúa de
intermediador para Ja obtención del crédito usurario. En ambos casos, el agente debe
actuar "'profesionalmente", esto es, haciendo de su actividad un medio de vida (Núñez:
fuente permanente de ingreso) o “habitualmente”, vale decir, acostumbrado a este tipo
de actividad, manifestando una tendencia a la usura. No es necesaria la reiteración de
actos, es suficiente con un solo acto que manifieste una tendencia a la actividad
usuraria.

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