Artistas Del Barroco
Artistas Del Barroco
Artistas Del Barroco
El Barroco en Italia
De la misma forma que en los siglos anteriores, en el siglo XVII Italia estaba en la avanzada de las
artes visuales. El centro artístico estaba en Roma, desde donde se difundió el nuevo estilo que se
caracterizó en la pintura por representaciones naturalistas que apelan a los dramas más profundos.
Bernini fue el artista que marcó el nuevo camino en escultura y arquitectura, donde la
espectacularidad y la puesta en escena se combinan con una recuperaci ón de la belleza y las
proporciones clásicas. Su participación en la finalización de la basílica de San Pedro y las obras que
incluyó en su interior sirvieron de modelo para artistas contemporáneos y para el resto de los
artistas en la historia de arte.
Caravaggio
Michelangelo Merisi da Caravaggio (Milán, 1571 - Porto Ércole, 1610) es considerado uno de los
artistas más sobresalientes de esta época. Aunque su vida fue corta y plagada de momentos
complejos, supo producir un corpus de obra que marcó el arte de su época y lo erigió como un
modelo para artistas posteriores. La mayor parte de su producción se dedicó a temas religiosos
donde revisó las bases del arte clásico y actualizó los modelos. Caravaggio realizó una revolución en
la pintura, ya que eligió utilizar como modelos a personas corrientes y de clase baja, con su ropa rota
y sus pies sucios. Esta nueva idea se oponía al canon clásico que tendió a idealizar a las figuras
sagradas representándolas de forma bella y sublime.
A la vez, actualizó la forma de componer: solo representa a los personajes y los elementos esenciales
para el relato. Además, los coloca cercanos al espectador e iluminados con luces puntuales que
atraen la atención y organizan la composición. Los fondos tienden a perderse en la oscuridad,
eliminando así los paisajes o las arquitecturas que podrían desviar la atención.
Caravaggio es, además, un maestro del claroscuro: su manejo del contraste entre las luces y las
sombras le permite ambientar las escenas cargándolas de dramatismo a la vez que organiza la
lectura poniendo foco en los puntos más destacados.
1 - Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571 - 1610). Judi th y Hol ofernes (1599). Óleo sobre tela (145 x 195 cm). Galería
Nacional de Arte Antiguo, Palazzo Barberini, Roma.
La escena que Caravaggio relata en esta obra proviene de una historia bíblica del Antiguo
Testamento. En el contexto de las guerras de los judíos contra los asirios, un pueblo judío queda
esclavo del general asirio Holofernes. Judith es la heroína: una bella viuda que seduce y engaña al
general invasor, emborrachándolo para, una vez indefenso, decapitarlo. Su criada la asiste, trayendo
un paño para envolver la cabeza-trofeo. Los judíos son liberados gracias a la hazaña de Judith.
Caravaggio elige mostrar la escena más importante de todo el relato: el instante justo en que Judith
atraviesa el cuello de Holofernes con una espada. Vemos la sangre que brota feroz desde sus arterias
recién cortadas y que aún no llegó a manchar la almohada. La cara de Holofernes es de dolor total:
su boca abierta en un grito, mientras sus ojos se posan en su asesina pidiendo clemencia.
Por su parte, Judith toma del pelo a su víctima y aleja su cuerpo. Se la nota tranquila y decidida
(aunque su ceño fruncido indica un poco de asco por la sangre que se derrama). Ella no disf ruta el
momento, no es sanguinaria.
Esa actitud contrasta con la de su criada, quien se aproxima para ver bien de cerca cómo suceden los
hechos. Fija su mirada en la espada que se desliza por el cuello de Holofernes, quiz ás sintiendo que
se hace justicia.
Caravaggio no gastó tiempo en ambientar la escena; todo eso serían distracciones. Completó el
fondo con un complicado paño rojo, que refuerza el rojo de la sangre sobre la almohada blanca.
Cuentan que esta obra causaba horror en quienes la veían por primera vez en su ubicación original
en el Palaccio Zambeccari en Bologna. Y realmente no cuesta demasiado creerlo ya que (aunque
lamentablemente estemos acostumbrados a las imágenes violentas) al verla por primera vez el
espectador tiende al fruncir el ceño como Judith y luego a acercar su nariz a la tela como su criada,
maravillado por el cuadro.
Esa identificación que logra Caravaggio entre los personajes y el espectador era precisamente uno
de los objetivos de la pintura de esta época. Conmover, persuadir y que la imagen no pasara
desapercibida ante el público. Por ese motivo, el artista compone con los mínimos elementos pero
con los máximos recursos, apelando a la violencia o rozando el mal gusto para atraer y grabar en el
espectador el mensaje.
2 - Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571- 1610). La cena de Emaús. (1601). Óleo y temple al huevo sobre tela (141 x
196 cm). National Gallery, Londres.
Según la Biblia, luego de la crucifixión dos de los discípulos de Jesús se dirigían a la ciudad de Emaús.
Jesús resucitado se les presentó y los acompañó, aunque no lo reconocieron ya que tenía un aspecto
distinto. Esa misma noche en la cena, Jesús bendijo el pan, lo partió y lo pasó a los otros. En ese
momento, los discípulos lo reconocieron y Jesús desapareció.
Caravaggió tomó el momento exacto de la sorpresa, con los brazos abiertos de Santiago y Cleofás,
que intenta levantarse de su silla. El único que no se sorprende es el posadero que sirve la mesa y
espera.
La diagonal que describen los brazos de Santiago sirven como una entrada rápida hacia el centro de
la composición: Jesús está representado más joven y sin barba, retomando la iconografía del buen
pastor. Su cara está iluminada por un foco dirigido: las luces que utiliza Caravaggio se adelantan
unos cuantos siglos a los spots que se utilizan hoy en teatro, ya que no vemos en la escena ninguna
fuente de donde provenga esa luz (recordar que en esa época se usaban velas). La iluminación
proviene desde la izquierda y cae certera en el centro de la mesa, proyectando sombras bien
definidas. El fondo se hunde en la penumbra, evitando representar elementos que distraigan del
tema principal.
Cleofás de espaldas, al igual que la frutera en el borde de la mesa en un equilibrio mágico, convocan
al espectador quien se siente incluido en la escena. El codo de su ropa está roto como la gente
común que Caravaggio veía por las calles. Así, trae la escena al cotidiano, a lo más cercano del
espectador para reforzar la identificación.
La naturaleza muerta que pintó Caravaggio sobre la mesa merece un análisis aparte. El
pormenorizado estudio de las texturas de los alimentos, del brillo y la transparencia del vidrio y el
agua en la jarra dan cuenta de la maestría del artista, quien además fue el introductor de un nuevo
género artístico: la naturaleza muerta.
3 - Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571 - 1610). Ces ta con frutas (c. 1596). Óleo sobre tela (46 x 64 cm). Pinacoteca
Ambrosiana, Milán.
Los géneros artísticos son categorías que agrupan los diversos temas que se toman en la pintura. El
primer género y el más importante de todos es el género histórico. El género histórico abarca todas
aquellas obras en las que se relata una historia, pudiendo ser esta un hecho mitológico, bíblico, de la
historia antigua o reciente. Lo más importante de este género es que relate con los medios
adecuados la historia de referencia. El género histórico abarca a los demás géneros, ya que necesita
del retrato para los personajes incluidos; del paisaje, de las escenas de costumbre y de la naturaleza
muerta para las ambientaciones y contextos. Además implica un excelente manejo de la
composición para organizar la imagen y hacer clara la lectura.
El género del retrato (como su nombre lo indica) es aquel cuya finalidad es reproducir el rostro de
algún personaje. En caso de que el pintor no conozca al personaje que deba retratar, le dará un
rostro ideal basado en investigaciones. El género del retrato siempre estuvo reservado a las clases
altas y a personajes importantes de la historia. Este género es tan antiguo como el género histórico,
ya que durante siglos no existía otro método para conservar la imagen de las personas. Sufrirá un
retroceso y reformulación con el desarrollo de la fotografía.
Las escenas de género o cuadros de costumbre son cuadros en general de pequeñas dimensiones
donde se representan pequeñas escenas de la vida cotidiana. Son muy comunes en Flandes, y
también se genera un gusto por ese género en toda Europa durante el Barroco y el Rococó. Las
escenas livianas toman personajes anónimos en actitudes comunes, intrascendentes.
La naturaleza muerta o bodegón es un género que nace durante el Barroco. Consiste en cuadros que
representan frutas, alimentos, flores o bebidas. En algunos casos tambi én se representan objetos
costosos de cerámica, porcelana, plata y oro.
El paisaje es un género mucho más moderno que los anteriores, nace en el siglo XVIII y se focaliza en
la representación de la naturaleza y al aire libre. También dentro de este género se representan
puertos, que se denominan marinas. Nos adentraremos en su estudio más adelante.
Volviendo a la naturaleza muerta, se considera tradicionalmente que este Cesto con fruta es la
primera obra de este género en la historia del arte. Probablemente haya sido un desprendimiento
de otras obras de Caravaggio, como se observó anteriormente en la Cena de Emaús. Esta pintura no
es una simple composición bella con flores y frutas sino que, muy al contrario, está impregnada de
complejos significados.
Caravaggio pintó con extraordinaria maestría un conjunto de frutas del final del verano: uvas, higos,
membrillos, manzanas y peras como símbolo de las fiestas de recolección al final de una larga
temporada de trabajo y antes de que comience el invierno, momento en que se detiene la vida. Si
bien algunas de las frutas representadas lucen frescas y apetecibles, otras tienen marcas, manchas y
avanza su putrefacción. Las hojas se muestran secas y marchitas. El artista utiliza el arreglo de frutas
como una metáfora sobre a la vida y la muerte.
Así, el Cesto con frutas se presenta como una vanitas, vocablo que proviene del latín y significa
vanidad. Pero vanitas no alude al sentido de arrogancia o engreimiento de una persona en la
sociedad. Apartado de ese sentido cercano, las vanitas son representaciones que evocan cuestiones
profundas sobre la finitud de la vida, realidad cercana y a la vez tan esquiva.
Por lo tanto, este tipo de bodegones y naturalezas muertas funcionan como un memento mori,
locución latina que significa “recuerda que morirás” y que pone su acento en la fugacidad del tiempo
(tempus fugit) y de la vida. El recuerdo de la muerte se utiliza para referir a que el cuerpo es
temporal pero el alma es eterna. La iglesia emplea estas imágenes para hacer palpable que nuestro
tiempo en nuestro cuerpo en la Tierra es solo un breve lapso, que luego se continuará eternamente
en el cielo, el purgatorio o el infierno, según nuestras acciones.
Las vanitas serán un topos (método normalizado de construir o tratar un tema) del Barroco al que se
alude a través de la inclusión dentro de las obras de arte (ya sean de género histórico, retratos o
bodegones) de relojes de arena, calaveras, péndulos y frutas o flores marchitas entre otros
elementos que sirven para simbolizar la naturaleza efímera de la vida y el paso del tiempo. También
puede incluirse dinero, joyas y armas considerados bienes terrenales que desaparecen con la muerte,
frente a la cual todos somos iguales y todo desaparece.
Carracci
Los Carracci son una familia de artistas provenientes de Bologna. Los hermanos Agostino Carracci
(1557 - 1602), Annibale Carracci (1560 - 1609) y el primo de ambos Ludovico Carracci (1555 - 1619)
fueron los más destacados de esta familia y fundaron una academia en Bologna, desde donde se
enseñó y difundió el estilo barroco. Ellos trabajaron en conjunto para grandes encargos como
pinturas en el Palazzo Fava y el Palazzo Magnani.
En sus trabajos individuales, de los tres el más importante es Annibale Carracci, en quien se observa
una tendencia más cercana al clasicismo y que se contrapone el naturalismo de las producciones de
Caravaggio.
4 - Annibale Carracci (1560 - 1609). Domi ne, quo va dis? (1601 - 1602). Óleo sobre tabla (77,4 x 56,3 cm). National Gallery,
Londres.
Este es un tema raro, ya que no está relatado en la Biblia y hay pocas obras de arte que lo hayan
tomado. Según la tradición, la escena se ubica luego de la muerte de Cristo, cuando San Pedro
predicaba en Roma para fundar la nueva iglesia. Perseguido por los romanos, San Pedro escapa por
la Vía Appia cuando se encuentra con Cristo con la corona de espinas y las marcas de los estigmas (es
decir, Cristo Resucitado que ha vencido la muerte) llevando su propia cruz. San Pedro le pregunta
“Señor, ¿dónde vas?” (en latín, “domine, quo vadis?”) a lo que Cristo responde que iba a Roma a ser
crucificado por segunda vez. Eso hace cambiar a San Pedro de opini ón, quien decide volver a Roma
donde más tarde sería crucificado.
El cuerpo de Cristo es bello, monumental, proporcionado y armonioso. Carracci elige idealizar a sus
personajes, siguiendo con la herencia de la historia del arte. La composición es equilibrada: la
rigidez de las líneas rectas de la cruz se balancea con las líneas curvas del manto rojo que cae sobre
el costado de Cristo. La diagonal que describe la cruz se repite en el manto del santo para generar
una unión entre ambos personajes. La luz proviene de la izquierda iluminando suavemente el
cuerpo de Cristo y destacando el rosto sorprendido de San Pedro. Al igual que Caravaggio , Carracci
elije mostrar el momento exacto, que se nota en el gesto de sorpresa de San Pedro, sin embargo, no
elude la representación del espacio. El paisaje del fondo recuerda las composiciones del
Renacimiento y ubica la escena en las afueras de Roma, ya que sobre la derecha incluye arquitectura
clásica. El paisaje funciona como un marco que contiene a las personas, con las verticales de los
árboles sobre un lado y las columnas del otro.
El Barroco en Francia
A partir del siglo XVII Francia se constituye en uno de los Estados más poderosos de Europa. Desde la
corte francesa se utiliza al arte como un instrumento de construcción de poder y de difusión de ideas.
La producción artística se incentiva directamente desde el Estado, buscando rivalizar con Italia.
En el año 1648 se funda la Real Academia de Pintura y Escultura en París, lo que da un marco
institucional y un patrocinio estatal a la formación de los artistas. Esta institución de enseñanza se
entiende como un primer paso hacia la autonomía artística, ya que concibe a la pintura y a la
escultura como disciplinas específicas que requieren de saberes y de una formación específica,
separada de los gremios y de los artesanos.
Poussin
Nicolas Poussin (Normandía, 1594 - Roma, 1665) es considerado el pintor francés más importante
del siglo XVII, aún cuando se estableció en Roma a sus 30 años y desarrolló su carrera allí hasta su
muerte. Poussin es uno de los artistas más influyentes de Francia, modelo a seguir para sus
contemporáneos y para las generaciones que le siguieron. En su obra se observa un profundo
estudio del tema a la vez que una fuerte influencia clásica en sus composiciones.
5 - Nicolas Poussin (1594 - 1665). Et i n Arca dia ego o Los pastores de la Arca dia (1637-1638). Óleo sobre tela (85 x 122 cm.)
Museo del Louvre, París.
En la escena se muestran pastores idealizados de la antigüedad clásica rodeando una tumba sobre la
que han descubierto la frase et in Arcadia ego, locución latina que significa “y también en Arcadia
estoy”. La obra es, entonces, un memento mori. La Arcadia es un país imaginario: un lugar donde
reina la paz y la felicidad, un ambiente idílico habitado por pastores que llevan una vida sencilla en la
naturaleza. Allí, donde todo es belleza y tranquilidad, los pastores se encuentran con una tumba,
porque allí también está presente la muerte.
Rigaud
Hyacinthe Rigaud (Perpiñán, 1659 – París, 1743) fue el retratista de la corte francesa más importante
de su época. Se desempeñó como pintor de corte bajo las órdenes de Luis XIV y Luis XV produciendo
retratos en los que se muestra el fasto de la realeza y la corte con delicadeza y buen gusto.
6 - Hyacinthe Rigaud (1659 – 1743). Retra to de Luis XIV (1701). Óleo sobre tela (277 x 194 cm). Museo del Louvre, París.
“El Estado soy yo” es una frase que se le atribuye a Luis XIV que resume las características de la
monarquía absolutista que estableció en su gobierno. Eso mismo es lo que dice este retrato pintado
por Rigaud en 1701. El objetivo de la obra es mostrar el poder que acumulaba el Rey Sol, y por eso lo
retrata con todos los atributos que indican su dignidad: luce su atuendo de coronación bordado con
la flor de lis y forrado con piel de armiño, solo reservada a los reyes. La textura de los brocados, los
encajes y los bordados es sutil y perfecta, para que podamos apreciar la riqueza con la que está
vestido. Los paños de la ropa se expanden en el espacio, pintados con minuciosidad y cuidado. El
azul se compensa con un gran paño rojo del cortinado del fondo donde se repiten los complejos
pliegues. El Rey lleva su espada, su cetro y junto a él está colocada la corona. Luis XIV lleva una
robusta peluca de pelo natural, muy de moda en la época (al igual que los zapatos de taco). El artista
eligió un punto de vista bajo para que su alteza real, en una postura corporal elegante y majestuosa,
nos mire fijo desde lo alto marcando su rango superior. El entorno es una de las ricas habitaciones
del palacio, con tapices, alfombras y arquitectura que remite al modelo cl ásico realizada con lujosos
y coloridos mármoles.
El objetivo de un retrato como este no es simplemente conservar el rostro del rey, como es la
finalidad de cualquier otro retrato. Este tipo de obra se denomina retrato de aparato ya que se
utilizan para mostrar el poder el Estado frente al pueblo. Su finalidad, por lo tanto, es mostrar y
construir poder para el retratado, reafirmando su rango e importancia dentro de la estructura
estatal. El retrato en definitiva denota el poder del Estado, es decir, el poder de Francia dentro y
fuera de sus fronteras.
El Barroco en España
Durante el siglo XVII España se encuentra sumida bajo una crisis política, sobre todo bajo el reinado
de Felipe III (1598 - 1621), quien es protagonista de una creciente decadencia. Sin embargo, las artes
experimentaron un devenir excepcional. La corte, al igual que en Francia, se establece como un gran
centro artístico, acompañado aquí por las órdenes religiosas que encargan gran cantidad de obras
con fines propagandísticos del Catolicismo y la Contrarreforma.
Durante este periodo tienen gran desarrollo los géneros del retrato y del bodegón, acompañado
también por obras de tema religioso donde abundan las imágenes de la Pasión de Cristo y las vidas
de los santos, ahondando en su ascetismo y su devoción mística.
Velázquez
Diego Velázquez (Sevilla, 1599 - Madrid, 1660) es uno de los artistas más importantes que España ha
dado al mundo. Su tiempo de esplendor sucedió bajo el reinado de Felipe IV, quien lo nombró pintor
real cuando Velázquez tenía 24 años. Realizó los retratos de la familia real (Felipe IV a caballo, 1634),
a la vez que produjo obras de género histórico (La rendición de Breda, 1634 - 1635) y bellísimas
escenas de género (Vieja friendo huevos, 1618 y El aguador de Sevilla, 1620). Su obra evidencia una
evolución y cambios muy marcados luego de sus dos viajes a Italia (1629 - 1631 y 1649 - 1651)
donde estudió la obra de Giorgione y Guercino, como así también a los grandes maestros Miguel
Ángel y Rafael en Roma. En las obras de Velázquez se observa un tránsito desde escenas con luces
más cercanas a Caravaggio hasta su última producción donde su pincelada liviana y libre se imprime
en composiciones luminosas y brillantes.
Respecto a lo anterior, se puede ver el análisis de sobre la obra La fábula de Aracne (Las hilanderas),
c. 1655-1660., a cargo de Javier Portús, Jefe de Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del
Museo Nacional del Prado.
Sobre este tema, además debemos señalar que la inclusión de imágenes dentro de los cuadros es
una característica de las obras del Barroco. En las pinturas es común ver citas de otras obras del
pasado, como es el caso de esta obra de Velázquez, o por ejemplo San Hugo en el refectorio de los
Cartujos (c. 1635 - 1655) de Francisco de Zurbarán, donde se observa la presencia de un cuadro en
donde se aprecia a la Virgen y el Niño acompañados de San Juan Bautista, como así también la
inclusión de veduta (que significa “vista” en italiano) a través de ventanas donde se ven paisajes
rurales o urbanos y agregan información a la obra.
Para observar un uso magistral de la idea del cuadro dentro del cuadro, se puede revisar el análisis
de La Vista (1617) de Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, a cargo de Teresa Posada,
Conservadora del Departamento de Pintura Flamenca y de las Escuelas del Norte del Museo del
Prado.
Pedro Pablo Rubens (Siegen, 1577-Amberes, 1640) y Jan Brueghel el Viejo (Bruselas, 1568 - Amberes,
1625) son artistas de la escuela flamenca. Rubens tuvo influencia internacional, ya sea a partir de su
estadía en Italia como también a partir de sus visitas a España e Inglaterra por misiones diplomáticas.
Por su parte Jan Brueghel el Viejo proviene de una gran familia de artistas y se destacó por sus
naturalezas muertas con flores y paisajes. Su padre Pieter Brueghel es quizás más reconocido,
identificado con sus paisajes caracterizados por las vistas a vuelo de pájaro y la inclusión de
pormenorizadas escenas de género (por ejemplo: Los juegos de niños, 1560).
Murillo
Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617 – 1682) es conocido por las obras de temática religiosa que
realizó en su Sevilla natal. Aunque también trabajó escenas de género y retrato, alcanzó fama por
sus imágenes de la Inmaculada Concepción. Al comienzo, su obra se caracterizaba por luces
escenográficas, pero hacia el final de su vida derivó en imágenes plenas de color y luz.
7 - Bartolomé Esteban Murillo (1617 – 1682). Inma culada Concepción de los Venerables o de Soult (c. 1678). Óleo sobre
tela (274 x 190 cm). Museo del Prado, Madrid.
Murillo enmarcó a la Virgen con zonas oscuras en el ángulo inferior derecho y un gran cortejo de
ángeles que revolotean a su alrededor describiendo l íneas curvas. Su cuerpo se separa del fondo
celestial a partir de un resplandor que la despega y la enaltece. La Virgen se presenta triunfal y
apoteótica, en un suave movimiento ascensional. Su rostro es joven y bello, demostrando su infinita
bondad. Está de pie sobre una peana y pisa una medialuna, símbolo de la castidad.
Este tipo de representaciones dieron a Murillo la distinci ón de mejor pintor de su época y, por lo
tanto, fundador de un estilo de representación para la Virgen María que fue retomado en
incontables oportunidades y que sigue vigente hasta la fecha.
Rubens
Pedro Pablo Rubens (Siegen, 1577 – Amberes, 1640) fue un artista de fama internacional. Trabajó
con un gran taller a su cargo que lo ayudaba a satisfacer la demanda constante de sus obras. Se
destacó con magnificas composiciones mitológicas, religiosas e históricas a la vez que produjo
delicados retratos familiares.
8 - Pedro Pablo Rubens (1577 – 1640). El ra pto de las hijas de Leucipo (c. 1618). Óleo sobre tela (224 x 211 cm). Alte
Pinakothek, Munich.
El cuadro toma como fuente el texto Idilios de Teócrito, donde se relata cómo Cástor y
Polux, gemelos hijos de Leda y Júpiter, raptan a Hilaíra y Febe, las hijas de Leucipo, rey de Mesenia.
Ellas estaban comprometidas para casarse con otros hombres, pero son tomadas por la fuerza por
los hermanos, también conocidos como los Dióscuros. Ellos eran grandes jinetes, por lo que Rubens
decide retratarlos junto a sus caballos.
El grupo humano describe en una complicada composición, con los cuerpos contorsionados y
abiertos hacia el espacio. Para lograr una escena dinámica y compleja, Rubens configuró la escena a
partir de diagonales: nuestros ojos ingresan por el paño rojo, junto a la cabeza del caballo que mira
directamente al espectador. Desde allí bajan en una diagonal que pasa por las cabezas alternadas de
los dos hombres y la mujer. Siguiendo la mirada del segundo Di óscuro, llegamos a la cabeza de la
mujer rubia que lucha por escapar y volvemos a descender, en este caso por una diagonal en sentido
opuesto, recorriendo todo su cuerpo desnudo y en torsi ón. Al llegar a su talón, regresamos hacia
arriba y nos encontramos con Cupido que nos mira mientras sostiene las riendas del caballo. A la vez,
el grupo se inscribe dentro de un círculo perfecto, generando un movimiento en espiral.
La escena nos da la pauta de los estudios que Rubens hizo de El Laocoonte, las esculturas de Miguel
Ángel en las tumbas mediceas (particularmente la figura de la Noche) y del Rapto de las Sabinas de
Giambologna. Por lo tanto podemos afirmar que durante su estancia italiana, que se extendi ó entre
1600 y 1608, el artista se dedicó a estudiar tanto el arte de la antigüedad como también del
Renacimiento y el Manierismo.
La excesiva expresividad y los contrastes profundizan el drama de la escena. Mientras los pálidos
cuerpos femeninos se abren y se despliegan tratando de escapar, los robustos hombres cierran y
contienen, con una piel tostada, que acentúa su rusticidad.
Rembrandt
Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Leiden, 1606 – Amsterdam 1669) es el más excelso de los
pintores holandeses. Su vida estuvo marcada por un éxito profesional temprano, con ganancias y
una vida acomodada. Sin embargo, la desgracia personal y la ruina económica invadieron sus últimos
años. Se autorretrató en numerosas oportunidades, donde es posible rastrear su vida, sus gustos y
sus experiencias.
Se destacó como retratista: produjo bellísimos retratos individuales y de grupo para diversos
gremios. Es uno de los más importantes grabadores de la historia del arte.
9 - Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606 – 1669). La l ección de anatomía del Dr. Ni colaes Tulp (1632). Óleo sobre tela
(169,5 x 216,5 cm.) Galería Real de Pinturas Mauritshuis, La Haya.
Rembrandt pintó esta obra a sus 26 años y es el primer retrato de grupo que realizó. Era costumbre
en esta época en los Países Bajos que los gremios encargaran retratos donde se incluyeran los
rostros de sus más importantes representantes. Muchos artistas se dedicaban a este mercado, pero
Rembrandt lo revolucionó: en lugar de colocar a las personas sentadas en torno a una mesa, unas
junto a otros, quietos y mirando al espectador, el artista decidió montar escenas donde mostraba
los representados en sus tareas profesionales.
Este cuadro fue encargado por el gremio de los cirujanos, entre los cuales el Dr. Nicolaes Tulp era
uno de sus más importantes representantes. Él era anatomista, y aquí se lo muestra dando una de
sus clases en las que discute con sus colegas: junto al él están los demás cirujanos importantes del
gremio y sus nombres están escritos en el papel que sostiene el hombre del centro.
En esa época sólo se permitía una disección al año, en general de cuerpos de malhechores
ejecutados, con lo cual estas clases se convertían en eventos públicos y se realizaban en un aula
magna frente a una gran cantidad de gente.
Rembrandt hace un trabajo pulido y simple de los rostros, iluminados teatralmente para destacarlos
del fondo y de sus oscuras ropas. En el centro se resalta la palidez del cuerpo muerto. Es interesante
señalar la exactitud con la que el artista representó la anatomía interna en el brazo: un artista debe
estudiarla para saber pintarla y de esa manera representar el cuerpo en movimiento. Solo
entendiendo como funcionan los huesos, músculos y tendones los artistas pueden representar
torsiones y movimiento.
Vermeer
Jan Vermeer (Delft, 1632-1675) ha pintado las más hermosas escenas holandesas. Es un artista del
que se sabe muy poco, tanto de su vida como de su formación, aunque experimentó cierto éxito en
su Delft natal. Nos ha legado una pequeña colección de obras, ya que solo se conocen 33 o 35
cuadros de su autoría (los especialistas no acuerdan sobre la autenticidad de algunas). En su mayoría
se trata de cuadros donde se describen escenas en interiores en casas holandesas, trabajadas con
una diáfana luz. También pintó paisajes urbanos y algunas escenas religiosas.
El arte de la pintura es una de las obras de mayor tamaño de la producción de Vermeer y una de las
mejores piezas de su corpus artístico. La obra nos introduce en el taller de un artista, a quien vemos
de espaldas retratando a una modelo que personifica a Clío, la musa de la historia y la poesía heroica.
Podemos identificarla por los atributos que porta: la corona de laurel representa la gloria y el honor
eternos, mientras la trompeta evoca la fama y el libro simboliza la historia.
Una cortina se descorre en el primer plano, como si nosotros mismos la estuviéramos sosteniendo
para espiar en esta escena íntima de la “cocina del artista”. Por encima del hombro vemos el
proceso de producción que es un buen testimonio ya que, lamentablemente, no sabemos mucho de
la técnica de trabajo de Vermeer. No han quedado dibujos preparatorios, ni documentos que nos
den más pistas que lo que está en las pocas obras que disponemos. Aquí podemos ver que colocaba
un fondo preparatorio gris y que la corona de Clío está previamente esbozada con tiza. Luego la
pinta ayudándose con una varilla negra que le permite apoyar su mano y tener una posici ón más
cómoda.
La cortina junto con el techo crean un ingreso teatral, desde una zona de oscuridad hacia la luz que
entra por la ventana e ilumina suavemente el rostro de la modelo y todo el taller. Una de las claves
en la obra de Vermeer es la luz: prístina y suave, la luz natural entra por la ventana para iluminar los
puntos focales de las escenas. Así, el artista logra escenas íntimas, cargadas de una atmósfera de
silencio y recogimiento.
La pared frontal del taller está dominada por un gran mapa de los Países Bajos. Tal como relata
Svetlana Alpers en El arte de describir, los holandeses eran grandes productores de mapas, como así
también de otro tipo de ilustraciones. Algunos historiadores proponen que la arruga en el centro del
mapa es una alusión de Vermeer a la ruptura que se dio en el norte de Europa y que devino en la
separación de Holanda y Flandes.
El pintor está vestido ricamente, mostrando de esta manera su clase social. Su atelier también puede
pensarse dentro de una casa de buena posición, tanto por sus dimensiones, como por la rica araña
que cuelga del techo.