Descartes
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Ev. Contenido
2ª EL RACIONALISMO: Descartes
EL RACIONALISMO
El racionalismo es, junto con el empirismo, una de las corrientes filosóficas más significativas del siglo
XVII, cuyos principales representantes son Descartes, Leibniz y Spinoza. Tiene como principal objetivo
construir una filosofía acorde con los nuevos tiempos que se habían iniciado gracias a la Revolución
Científica.
● Confianza plena en la razón humana: La razón es la única facultad que puede conducir al ser
humano al conocimiento de la verdad. Se refieren a una razón matemática, deductiva.
● Afirmación de la existencia de Ideas innatas: Siguiendo la tradición iniciada por Platón, los
racionalistas afirman que la mente humana no es un receptáculo vacío, ni una "tabula rasa" como
defenderán los empiristas, sino que posee naturalmente un número determinado de Ideas innatas,
unos principios innatos1 verdaderos a los que puede llegar la razón y a partir de los cuales se
alcanzarán otras verdades.
● Búsqueda de un nuevo método: Hay que encontrar un buen método que nos ayude a conocer la
verdad y el modelo a seguir va a ser el método matemático. Se trata de construir, como lo había
hecho Euclides en sus Principios de geometría, unas definiciones y unos axiomas de los que pueda
deducirse con evidencia y necesidad un sistema filosófico cerrado y completo.
VIDA Y OBRA
Descartes es, sin duda, el filósofo por antonomasia del s. XVII. De hecho, suele ser considerado como el
iniciador del pensamiento moderno.
Nació en 1596, en el seno de una familia perteneciente a la pequeña nobleza. Alumno de los jesuitas en el
colegio de La Flèche, adquirió una sólida formación humanística y filosófica-escolástica y él mismo se
formó en matemáticas, aunque se licenció en Derecho. Su obra innovadora y creativa fue producto en gran
parte de su trabajo autodidacta y de la reflexión en solitario.
Participó en la guerra de los Treinta Años “para conocer a los hombres y al mundo en la realidad, mejor que
en los libros”. Parece ser que tuvo tres sueños sucesivos que le marcaron el camino que había de seguir, que
no era otro que la búsqueda de una ciencia admirable cuyos fundamentos creía haber descubierto. Así pues,
abandonó el ejército e inició una etapa de viajes.
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*Los racionalistas defienden la tesis de que el conocimiento humano no brota únicamente de la realidad exterior. El
entendimiento no conoce la realidad externa sino las ideas presentes en la mente (el yo, la conciencia, el sujeto).
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 2º DE BACHILLERATO
Viajó durante años dedicándose al estudio de la física y de las matemáticas. Posteriormente, vivió retirado
en Holanda veinte años de su vida, estudiando física, matemáticas, anatomía, filosofía… Y finalmente,
aceptará la invitación de Cristina de Suecia, que deseaba aprender la nueva filosofía de manos de su propio
fundador. Al año siguiente, muere en Estocolmo, víctima seguramente de los rigores del invierno nórdico y
de la pasión intelectual de su anfitriona que hacía madrugar al maestro para que le enseñara filosofía en su
biblioteca a las cinco de la mañana.
Descartes elaboró una importante obra filosófica y científica, en la que destacan los siguientes títulos:
Discurso del método, Reglas para la dirección del espíritu, Meditaciones metafísicas, Tratado de las
pasiones del alma, Tratado del mundo…
Aparece así el denominado “subjetivismo”, teoría según la cual el punto de partida en el proceso
cognoscitivo se sitúa en los contenidos de la propia conciencia, y no fuera de ella.
Ante todo, el racionalismo en general y Descartes en particular, estaba interesado en averiguar lo que
podemos saber, es decir, aclarar la cuestión de la “certeza de nuestro conocimiento”, descubrir hasta
qué punto nuestro conocimiento es o no fiable.
El método cartesiano
Para ello, Descartes pretende derribar todo el conocimiento existente hasta el momento y construir uno
nuevo, como si de un edificio en ruinas se tratara. Su proyecto supone reconstruir el saber desde sus mismas
raíces. Pero todo ello debe hacerse con un método que dirija bien la razón y nos permita alcanzar el
conocimiento. Expone su método en dos de sus obras: Discurso del método y Reglas para la dirección del
espíritu y lo define como “un conjunto de reglas ciertas y fáciles, gracias a las cuales todos los que las
observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo que es falso, y alcanzarán el conocimiento
verdadero”.
El método, por lo tanto, permitirá evitar el error. Pero, no es un simple método de exposición o demostración
de lo que ya se conoce, sino que permite aumentar los conocimientos, descubrir nuevas verdades.
Primera regla: (EVIDENCIA) Consiste en admitir únicamente ideas evidentes, es decir, ideas claras y
distintas (ideas transparentes y no confusas). La evidencia se da en la intuición, es decir, es un acto
puramente racional.
Segunda regla: (ANÁLISIS) Consiste en dividir las ideas no evidentes en tantas partes como sea posible y
requiera su solución. De este modo podrían obtenerse unas intuiciones primeras cuyo fruto sean las ideas
claras y distintas más simples, es decir, aquellas que sirvan de punto de partida.
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Tercera regla: (SÍNTESIS) Consiste en construir de forma ordenada, desde lo más simple a lo más
complejo, la idea previamente analizada.
A continuación, como ya tiene una metodología elaborada, va a intentar buscar evidencias o principios
filosóficos a partir de los cuales pueda construir su filosofía.
La duda metódica
Una vez establecidas las reglas del método, Descartes consideró que para afrontar con éxito la búsqueda de
la certeza absoluta era necesario dudar de todo.
Descartes decidió recurrir a la duda con el fin de descubrir si hay algo que resista a ella, es decir, que se
muestre como una verdad indubitable sobre la cual asentar los sólidos cimientos de su filosofía. Pretende
fundamentar definitivamente el conocimiento humano, buscando aquellas verdades que sean evidentes, de
las que no se puede dudar.
Esta duda no es una duda definitiva porque eso nos hace acabar en el escepticismo. La duda de Descartes,
al contrario, es transitoria, temporal.
Descartes no encuentra razones para fiarse de lo aprendido en los libros, ni de lo captado por la experiencia,
ni de lo descubierto por el entendimiento. Los filósofos piensan de muy diversas maneras, los sentidos nos
proporcionan imágenes que muy bien podrían ser como las que vemos en los sueños y las propias verdades
matemáticas podrían ser un simple engaño de nuestra conciencia. Puestos a dudar, hay razones para dudar de
todo, incluso de las matemáticas.
A) Los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros conocimientos; ahora bien,
muchas veces los sentidos nos engañan. No es prudente fiarse de quien nos ha engañado en
alguna ocasión, por lo que será necesario someter a duda y, por lo tanto, poner en suspenso
(asimilar a lo falso) todos los conocimientos que derivan de los sentidos y considerar que
no hay certeza alguna en ellos.
B) Ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño, (lo que nos ocurre
cuando creemos estar despiertos o cuando estamos dormidos). Esta incapacidad de
distinguir el sueño de la vigilia, por exagerado que parezca, ha de conducirnos no sólo a
extender la duda a todo lo sensible, sino también al ámbito de mis pensamientos,
comprendiendo las operaciones más intelectuales, que en absoluto parecen derivar de los
sentidos.
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C) Aun así, parece haber ciertos conocimientos de los que razonablemente no podemos dudar,
como los conocimientos matemáticos. Sin embargo, Descartes plantea la posibilidad de
que el mismo Dios que nos ha creado nos haya podido crear de tal manera que cuando
juzgamos que 2+2 = 4 nos estemos equivocando; de hecho permite que a veces nos
equivoquemos, por lo que podría permitir que nos equivocáramos siempre, incluso cuando
juzgamos verdades tan "evidentes" como la verdades matemáticas.
D) Sin embargo, dado que la posibilidad anterior puede parecer ofensiva a los creyentes,
Descartes plantea otra opción: la de que exista un genio malvado que esté interviniendo
siempre en nuestras operaciones mentales de tal forma que haga que tomemos
constantemente lo falso por verdadero, de modo que siempre nos engañe. En este caso,
dado que somos incapaces de eliminar tal posibilidad, puesto que realmente nos engañamos
a veces, hemos de considerar que todos nuestros conocimientos son dudosos.
Sin embargo, Descartes intuye que hay algo de lo que puede estar seguro, una evidencia que tiene que
admitir en el propio ejercicio de la duda universal: la evidencia de que está dudando, es decir, pensando.
Quizá ninguno de sus pensamientos sea fiable, pero sí el hecho de pensar, y ahí sitúa él la base del
conocimiento, la única verdad que es posible admitir como segura:
Esta verdad es tomada por Descartes como el primer principio evidente de su filosofía. Es una verdad
clara y distinta de la que pueden deducirse todas las demás verdades. Esta evidencia, “Pienso luego existo”,
no es el resultado de una deducción sino que es un principio inmutable del que no se puede dudar, una
intuición simple de la mente.
Una vez descubierta esa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del
saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias
que se siguen de ella.
Pero todavía, piensa Descartes, es necesario garantizar esto, porque podría haber un genio maligno,
probablemente el mismo Dios, que se complaciera en engañarnos, que nos hubiera hecho pensar de tal
manera que aceptáramos como verdaderas las ideas claras y distintas sin que en realidad lo fueran. Así pues,
hay que asegurarse de que Dios existe y de que no actúa de mala fe para que sea el garante de nuestra
razón.
2. LA EXISTENCIA DE DIOS
Descartes, a través de su método y empleando la duda metódica, ha descubierto una primera verdad
indudable: la existencia del yo como sujeto pensante. A continuación, para ser fiel a su método, ha de
demostrar que no existe ningún Dios malvado que nos haga equivocarnos y así también, demostrar la
existencia de la realidad exterior a la mente. Pero si el contenido de mis ideas –y con ellas la realidad- han
sido puestas en duda, ¿Cómo puede el sujeto pensante dar el salto a la realidad exterior a la mente? Según
Descartes, sólo Dios lo hace posible.
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Descartes demuestra la existencia de Dios a partir de tres argumentos diferentes. Los tres parten de la idea
de Dios. El peso de las demostraciones descansa en el principio escolástico, que Descartes admite, de que
toda causa ha de tener al menos tanta realidad como su efecto, de modo que la idea de Dios (efecto) exige la
existencia de un Ser tan perfecto como el que la idea significa, es decir, Dios (causa).
1. El que yo pueda dudar y suspender el asentimiento respecto a lo que a primera vista parece evidente
demuestra que soy imperfecto, puesto que en ello advierto mis dudas y mis carencias. Y si soy capaz
de saberme imperfecto es porque tengo en mi mente la idea de un ser infinitamente perfecto con
quien me comparo. Pero, ¿de dónde procede tal idea?
● Ideas facticias: son las ideas que construye mi imaginación a partir de otras ideas, como por ejemplo
la idea de marciano, de gnomo o de centauro.
● Ideas adventicias: son las ideas que proceden de la experiencia externa, las obtenemos a través de
los sentidos. Por ejemplo, la idea de mariposa, árbol o frío.
● Ideas innatas: son las ideas que el entendimiento posee por naturaleza. Son aquellas ideas que
encuentro en mí mismo. Solo este tercer tipo de ideas son claras y distintas y, por lo tanto, principio
del conocimiento verdadero.
La idea de perfección no puede ser adventicia, ya que ni yo ni las cosas del mundo somos perfectos.
Tampoco puede ser una idea facticia, puesto que no poseo elementos para crearla. Debe ser, entonces, una
idea innata puesta en mi interior por un ser realmente infinito y perfecto: Dios. Dios, por tanto, existe.
3. En tercer lugar elabora un argumento muy parecido al argumento ontológico de San Anselmo.
Descartes mantiene que de la idea de Dios como ser infinitamente perfecto se deduce necesariamente
su existencia, ya que perfección máxima y existencia se identifican. (Un ser perfecto no sería
perfecto si no existiera).
Queda demostrada así la existencia del sujeto que piensa y la existencia de Dios. A continuación,
Descartes considera que Dios, perfecto y sumamente bueno, no puede engañarnos con respecto a la certeza
de los conocimientos matemáticos. Recupera de esta forma casi todo lo que había puesto en duda sobre
la base de un Dios que se convierte en el garante de la veracidad del conocimiento.
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Hasta ahora ha llegado a la conclusión de que es una sustancia que piensa (res cogitans) y de que hay,
además, un ser perfecto (res infinita). Y con esto como punto de partida prosigue para demostrar la
existencia del mundo exterior (res extensa).
En cuanto a todas esas ideas que tenemos de la realidad exterior, las ideas adventicias, podría ser que todo
fueran simplemente imaginaciones o imágenes de sueños o simples ilusiones.
Pero también la realidad exterior tiene algunas cualidades que podemos reconocer con la razón. Esas
cualidades son las relaciones matemáticas, es decir, todo aquello que puede medirse, como la longitud, la
anchura y la profundidad.
Esas cualidades “cuantitativas” son tan claras y evidentes para la razón como que yo soy un ser pensante.
Sin embargo, las cualidades cualitativas como el color, el olor y el sabor, están relacionadas con nuestros
sentidos y no describen realmente la realidad exterior.
Por lo tanto, a pesar de todo la naturaleza no es un sueño y para ello Descartes vuelve a recurrir a la idea de
un ser perfecto. Cuando nuestra razón reconoce algo clara y nítidamente, como es el caso de las relaciones
matemáticas de la realidad exterior, entonces tiene que ser así. Porque un Dios perfecto no nos engañaría.
Descartes invoca a la “garantía de Dios” para que lo que reconocemos con nuestra razón también
corresponda a algo real.
Así, Descartes ha llegado a la conclusión de que es un ser pensante, que existe Dios y que además
existe una realidad exterior.
Siguiendo las reglas del método, Descartes logró un conocimiento muy simple de la estructura de la
realidad: concretamente llegó a la conclusión de que hay tres ideas claras y distintas que, por lo tanto,
podemos aceptar con certeza: Idea de yo (res cogitans), de Dios (res infinita) y de mundo (res extensa).
Estos conceptos se corresponden con tres realidades o sustancias, dentro de las cuales la razón, según
Descartes, puede englobar cualquier otra realidad.
Ahora bien, ¿qué entiende Descartes por cosa o sustancia? En los Principios de filosofía escribió que
entendemos por sustancia aquello que “existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para existir”.
Descartes reconoció que, en sentido estricto, esta definición solo se podía aplicar a Dios (res infinita): Él es
el único ser que no necesita de otro para existir ya que todas las demás cosas dependen de Él.
Sin embargo, afirmó que el yo (res cogitans) y el mundo (res extensa) pueden denominarse sustancias
porque, a excepción de Dios, no necesitan para existir de ninguna otra cosa distinta de ellas mismas. Para
explicar las sustancias creadas, distinguió entre atributos y modos:
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● Los modos son aquellas propiedades que no son esenciales para la sustancia y que pueden variar. Por
lo tanto, mientras que no es posible distinguir entre la sustancia y su atributo, hay que afirmar que los
modos no se identifican con la sustancia y necesitan de ella para existir. Serían modos de la sustancia
extensa la figura y el movimiento, porque no son esenciales para ella y son variables. De manera
análoga, serían modos de la sustancia pensante dudar, entender, afirmar, amar, odiar, juzgar…
Para Descartes, no puede haber modos en Dios, pues no está sometido a variación alguna.
El mecanicismo
Descartes, siguiendo a Galileo, diferencia entre las cualidades primarias, objetivas (extensión y movimiento)
y las cualidades secundarias, subjetivas (color, olor, sabor…)
Y reduce así el mundo físico a extensión. Las demás cualidades corpóreas, como el color o el sabor son
meras impresiones subjetivas provocadas por estímulos del mundo físico, pero que no existen en las cosas.
Descartadas esas cualidades subjetivas, el universo físico queda compuesto de materia extensa en
movimiento.
A partir de las ideas de extensión y movimiento se pueden deducir todas las leyes de la física. El mundo
físico es comprendido como una multiplicidad de partículas simples que están en continuo dinamismo,
según una serie de leyes mecánicas. En sus obras de física, presenta una concepción mecanicista del
mundo. Según esta doctrina, el mundo es una máquina que funciona de acuerdo con el principio de
causalidad y las leyes de la mecánica.
La existencia del hombre se conoce en la conciencia y por la conciencia propia (cogito, ergo sum), o sea del
pensamiento. Pensar, no es sólo conocer intelectualmente, sino querer, imaginar y sentir: «las funciones
de ver y de oír son pensamientos (sensualismo)». El hombre verdadero, el yo humano, es la substancia
pensante (res cogitans) o el alma sola. El cuerpo es sólo un instrumento, una máquina (machinamentum
quoddam) inerte, inanimada e independiente de la acción del alma, como la de ésta es independiente de los
movimientos del cuerpo; de manera que ni el cuerpo influye en el alma por medio de la sensación y demás
funciones orgánicas, ni aquélla en el cuerpo por medio de la voluntad: Machinamentum quoddam est
(corpus hominis) ex ossibus, nervis, musculis, venis, sanguine et pellibus ita aptatum et compositum.
En Las pasiones del alma, Descartes intentó solucionar este problema apelando a un centro fisiológico: la
glándula pineal, una pequeña glándula situada hacia la mitad del cerebro, que, a través de la sangre y de los
nervios, relaciona la res cogitans con la res extensa, orienta el movimiento e influye sobre el alma.
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Descartes piensa que sólo el ser humano tiene alma. Los animales pertenecen plenamente a la realidad
extensa. Su vida y sus movimientos se realizan mecánicamente. Consideró a los animales como una especie
de autómatas complejos.
Los seres humanos, en cambio, son seres duales, también ocupan un espacio pero piensan. Lo que significa
que el hombre tiene un alma y un cuerpo extenso al mismo tiempo.
Mientras se encontraba ocupado en la fundamentación teórica del saber, Descartes elaboró una moral
provisional, pero nunca llegó a sistematizar una moral definitiva.
La moral provisional, que debía ayudarlo a ser decidido en sus acciones y vivir lo más feliz posible mientras
dudase de sus pensamientos, quedó formulada en Las pasiones del alma y en el Discurso del método en
cuatro reglas:
Se trata de mantener una actitud prudente (Aristóteles), viviendo tranquilo, para lo cual era necesario
acomodarse a la sociedad en que se encontraba.
2. Ser firme y resuelto en mis acciones. Si no sé qué opinión es mejor, seguiré la más probable.
3. Vencerme siempre a mí mismo y cambiar antes mis deseos que el orden del mundo y
acostumbrarme a creer que no tenemos totalmente nada en nuestro poder excepto nuestros
propios pensamientos. Aceptar que hay cosas que no podemos cambiar. (Estoicismo)
Hay que desear lo que se pueda alcanzar y olvidarse de lo que sea imposible. De este modo,
podremos mantenernos felices y conseguir la libertad individual.
La permanente defensa que realiza Descartes del sentido común, de la racionalidad humana guiada
por un método, valdría también para el comportamiento moral: cuando se actúa racionalmente,
cuando la voluntad obedece al entendimiento, la acción es virtuosa, lo cual, según Descartes, produce
felicidad, que es el objetivo que persigue la ética.