Tesis Planificación Objetivos y Rendimiento
Tesis Planificación Objetivos y Rendimiento
Tesis Planificación Objetivos y Rendimiento
MECANISMOS PSICOLÓGICOS
QUE MEDIAN EN LA INFLUENCIA DEL
ESTABLECIMIENTO DE OBJETIVOS
SOBRE EL RENDIMIENTO
DE ATLETAS DE RESISTENCIA
Tesis Doctoral codirigida por el Dr. Jordi Fernández Castro y el Dr. Lluís
Capdevila i Ortís
___________________________________________________________________________
Este trabajo se ha realizado gracias a una Beca Predoctoral del Programa Nacional de Formación de
Personal Investigador, del subprograma ‘Promoción General del Conocimiento’ del MCyT; y a las
ayudas BSO2001-2518 y BSO2002-01123 del MCyT.
A mi familia.
A Jordi y a Nuri,
las mejores personas que he conocido nunca
Agradecimientos
La elaboración de una tesis doctoral es una carrera de resistencia en la que se pone a prueba la
capacidad mental y física del investigador. No obstante, lejos de ser una actividad solitaria, se
nutre de la ayuda inestimable de numerosas personas que de una manera u otra te apoyan
durante la agotadora senda que se ha de recorrer. En este momento, justo antes de cruzar la
línea de llegada, me gustaría mirar atrás y agradecer a todos aquellos amigos y colegas que
me han animado desde la grada o que me han ofrecido agua cuando más la necesitaba.
En primer lugar, querría agradecer a mis dos codirectores, Lluís Capdevila y Jordi Fernández,
por su paciencia, por su ayuda, por su trabajo, y por su confianza en mí. Ellos se encargaron
de poner serenidad en los momentos de incertidumbre.
A los atletas del F.C.Barcelona, del C.A.Castellar, de la J.A.S. de Sabadell, del Integra 2-
Hospitalet, de la U.A.Terrassa, del C.A.Laietània, del C.A.Vic, y del C.A.Granollers, y a sus
respectivos entrenadores que participaron en la investigación de una manera totalmente
desinteresada.
A los amigos y compañeros del grupo de Psicología del Deporte: Jaume Cruz, Mònica
Pintanel, Jordi Niñerola y Miquel Torregrosa.
A los amigos y compañeros del GIES: Paco Villamarín, Xavier Borràs, Sílvia Edo, Tatiana
Rovira, Toni Sanz, Ánder Chamarro, quienes se preocuparon en innumerables momentos del
estado de la investigación y me ayudaron siempre que lo necesité. En especial, mi gratitud va
a Tomás Blasco que me animó y se encargó de que no me relajara ni un solo instante. En
parte, mucha de la culpa de que hoy esté acabado este trabajo se la debo a él.
A las amigas del grupo de Historia de la Psicología: Annette Mülberger, Mònica Balltondre,
Sílvia Martínez, Maribel Díaz y Elisabeth Viaplana, que me ofrecieron su ayuda y apoyo en
todo momento.
A Mercé Boixadós, Carme Viladrich y Blas Navarro, por su ayuda y asesoramiento en los
análisis estadísticos.
Al fisiólogo Gil Rodàs, por su ayuda y asesoramiento en los temas relacionados con la
ergometría.
Guardo una especial gratitud a Eva Parrado y a Montse Valero, quienes estuvieron conmigo
en todas y cada una de las sesiones experimentales (¡hay que tener valor!) y me ofrecieron su
amistad y apoyo en todo momento.
A mi amiga Eva Romero, con quien siempre he compartido los buenos y los malos momentos.
Finalmente, quiero agradecer a mi hermano Pedro por el año que se pasó diseñando el
programa informático que posibilitó realizar las manipulaciones experimentales. Sin su
inestimable ayuda este trabajo no sería el mismo.
RENDIMIENTO ............................................................................................................ 4
i
4.2. Ganar versus perder: El papel de la comparación social .................................. 50
PARTE EXPERIMENTAL ....................................................................................... 53
PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS .............................................................................. 55
5. PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS............................................................................... 57
MÉTODO............................................................................................................................ 61
6. MÉTODO .................................................................................................................. 63
6.1. Sujetos .............................................................................................................. 63
6.2. Diseño............................................................................................................... 64
6.2.1. Asignación de objetivos alcanzables o inalcanzables ............................. 65
6.2.2. Patrón de comparación social.................................................................. 65
6.3. Tarea ................................................................................................................. 66
6.4. Procedimiento................................................................................................... 66
6.5. Material............................................................................................................. 73
6.5.1. Aparatos .................................................................................................. 73
6.5.2. Entrevista, autoinformes y cuestionarios ................................................ 74
RESULTADOS................................................................................................................... 77
7. ANÁLISIS MODERADOR: RESULTADOS DEL ANÁLISIS DE LA VARIANZA ................ 80
7.1. Efectos de la manipulación experimental sobre el rendimiento ....................... 81
7.2. Efectos de la manipulación experimental sobre los mecanismos
autorreguladores ............................................................................................... 83
7.2.1. Fuerza y nivel de autoeficacia................................................................. 83
7.2.2. Reajuste de objetivos personales............................................................. 84
7.3. Efectos de la manipulación experimental sobre las percepciones de
amenaza ............................................................................................................ 85
7.3.1. Percepción de amenaza general............................................................... 86
7.3.2. Percepción de amenaza psicosocial ........................................................ 86
7.3.3. Percepción de amenaza respiratoria ........................................................ 88
7.4. Efectos de la manipulación experimental sobre las estrategias de
afrontamiento.................................................................................................... 88
7.4.1. Disociación.............................................................................................. 89
7.4.2. Autorreproche ......................................................................................... 90
7.4.3. Apoyo social............................................................................................ 91
7.4.4. Reevaluación positiva ............................................................................. 92
7.4.5. Aumento/disminución de esfuerzo.......................................................... 93
ii
7.4.6. Asociación............................................................................................... 94
7.5. Resumen de los resultados del análisis de la varianza...................................... 95
8. ANÁLISIS MEDIADOR: RESULTADOS DE LOS MODELOS DE ECUACIONES
ESTRUCTURALES...................................................................................................... 97
8.1. Modelo propuesto para la primera fase del experimento (series 1 y 2)............ 99
8.2. Modelos propuestos para la segunda fase del experimento (series 2 y 3) ...... 106
8.2.1. Aplicación del modelo anterior en la segunda fase del experimento.... 106
8.2.2. Modelo alternativo para la segunda fase del experimento .................... 115
DISCUSIÓN...................................................................................................................... 121
9. ANÁLISIS MODERADOR: EFECTOS DE LA MANIPULACIÓN EXPERIMENTAL ........ 123
9.1. Efectos sobre el rendimiento .......................................................................... 123
9.2. Efectos sobre la autoeficacia .......................................................................... 126
9.3. Efectos sobre el reajuste de objetivos personales ........................................... 129
9.4. Efectos sobre las percepciones de amenaza ................................................... 133
9.5. Efectos sobre las estrategias de afrontamiento ............................................... 138
10. ANÁLISIS MEDIADOR ............................................................................................. 143
10.1. Primera fase .................................................................................................. 143
10.2. Segunda fase ................................................................................................. 149
10.3. Cambios a lo largo de las fases..................................................................... 154
10.4. Limitaciones ................................................................................................. 155
CONCLUSIONES............................................................................................................ 157
11. CONCLUSIONES ..................................................................................................... 159
BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................. 163
12. BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................... 165
ANEXOS ........................................................................................................................... 177
iii
PARTE TEÓRICA
Parte Teórica 3
1. Introducción
Esta investigación está interesada en analizar el efecto del establecimiento de objetivos sobre
el rendimiento de atletas de resistencia. No obstante, no parte del punto de vista tradicional
que está interesado en QUÉ características de los objetivos - especificidad, dificultad,
proximidad, etc. - son más efectivas para mejorar el rendimiento, sino que está más interesada
en averiguar CÓMO y POR QUÉ los objetivos mejoran el rendimiento; es decir, está
interesada en explorar los mecanismos, a través de los cuales los objetivos producen sus
efectos.
1) Los objetivos específicos hacen que la actividad sea más efectiva que los objetivos vagos
y generales, como hacerlo lo mejor posible, o no tener objetivos. El objetivo de hacerlo lo
mejor posible es vago y ambiguo ya que no establece claramente lo que el sujeto debe
hacer. Además, si no se da más información, este sujeto no sabrá cuando ha alcanzado
dicho objetivo.
Parte Teórica 5
2) Los objetivos difíciles o que suponen un reto hacen que el rendimiento sea mayor que los
objetivos fáciles. Cuanto más difícil es el objetivo, siempre que se posea la habilidad
adecuada, mayor es el rendimiento. La combinación de los puntos uno y dos hace que la
técnica sea muy efectiva. Es decir, para obtener el máximo rendimiento, los objetivos
deben ser específicos y han de implicar un reto. Por otra parte, los objetivos no deben ser
tan difíciles que el individuo no los pueda alcanzar. Las metas no realistas deben evitarse
porque si éstas son muy difíciles el resultado es el fracaso continuo, la motivación decae y
la ejecución siguiente sufrirá un deterioro.
3) Los objetivos a corto plazo se pueden utilizar como medio para obtener objetivos más
amplios. El hecho de establecer subobjetivos evita contemplar el objetivo final como algo
superior a la capacidad de uno mismo, algo abstracto o que está demasiado lejos en el
tiempo como para tener una implicación motivacional en el presente.
6) Los objetivos deben ser aceptados para que sean efectivos. Aquellos no aceptados o hacia
los que no existe un compromiso continuado no afectarán el rendimiento. La falta de
compromiso es más fácil que se dé ante objetivos difíciles ya que requieren mayor
esfuerzo y llevan consigo un mayor riesgo de fracaso.
A partir de los resultados anteriores, Locke y Latham (1985) sugirieron que el establecimiento
de objetivos podría ser aplicado al deporte ya que también consiste en una actividad dirigida
6 Parte Teórica
hacia un fin. Como indican Locke y Latham, “de hecho, creemos que el establecimiento de
objetivos puede funcionar incluso mejor en el deporte que en otros campos, ya que el
rendimiento individual –una condición previa para que el establecimiento de objetivos tenga
efectos positivos- es más fácil de evaluar en el deporte que en otras actividades” (p. 142).
En una amplia revisión, Weinberg (1992/1995) puso en duda la utilidad del establecimiento
de objetivos, mostrando algunas investigaciones que fracasaron en su intento por demostrar la
efectividad de la técnica en el ámbito deportivo. A continuación, en la misma línea que
Weinberg (1992/1995), se revisan los resultados de las investigaciones iniciales. Estas
investigaciones, en un principio, se interesaron por analizar la efectividad de la técnica,
separando las áreas de especificidad, proximidad y dificultad de los objetivos. Algunos
estudios investigaron estas áreas simultáneamente, pero se comentarán separadamente en cada
apartado para simplificar su análisis. Como se verá, muchas de las investigaciones fueron
llevadas a cabo por el equipo de Weinberg y sus colaboradores.
Hay una gran cantidad de trabajos que han tratado de probar la hipótesis de la especificidad,
esto es, los objetivos específicos producirán mayor rendimiento que los objetivos vagos y
generales, como hacerlo lo mejor posible, o no tener objetivos. No obstante, esta hipótesis no
siempre ha sido confirmada. Así, por ejemplo, en un trabajo de Weinberg, Bruya y Jackson
(1985), los sujetos fueron asignados aleatoriamente a cuatro condiciones experimentales. En
tres tenían un objetivo específico y difícil, mientras que en la cuarta se les dijo que lo hicieran
lo mejor posible. Debían realizar una prueba de resistencia consistente en hacer el mayor
número de sentadillas posibles en tres minutos, entrenándose durante cinco semanas primero
y durante tres en un segundo experimento. Los resultados mostraron que no hubo diferencias
significativas entre las condiciones experimentales, revocando la hipótesis de la especificidad.
Tampoco Weinberg, Bruya, Jackson y Garland (1987) ni Garland, Weinberg, Bruya y Jackson
Parte Teórica 7
(1988) encontraron diferencias de rendimiento entre los sujetos con objetivos específicos y
aquéllos con objetivos generales o inespecíficos. Resultados similares hallaron Weinberg,
Bruya, Garland y Jackson (1990) que, a partir de dos experimentos, probaron los efectos
interactivos del establecimiento de objetivos y el refuerzo positivo y no encontraron
diferencias entre los grupos con objetivos específicos, tuvieran o no refuerzo positivo, y los
grupos control. Tampoco Weinberg, Bruya y Jackson (1990) lograron encontrar diferencias
entre los grupos con objetivo específico y el grupo control.
Por su parte, Weinberg, Fowler, Jackson, Bagnall y Bruya (1991) también encontraron
resultados contrarios a la hipótesis de la especificidad, tanto en la prueba de sentadillas
tradicional como en una tarea algo más compleja de tiro a canasta en baloncesto. Tampoco
Stitcher, Weinberg y Jackson ,1983, utilizando una prueba de levantamiento de pesas; ni Hall,
Weinberg y Jackson, 1983, sobre un circuito de entrenamiento (citados ambos en Weinberg,
1992/1995); ni Boyce (1994), en un estudio con tiradores experimentados de pistola,
encontraron resultados a favor de la especificidad. También se encontraron resultados
contrarios a la especificidad en Miller y McAuley (1987). En este trabajo se estudió el efecto
de un programa de establecimiento de objetivos de cinco semanas de duración sobre el
rendimiento del tiro libre en baloncesto. No se hallaron diferencias entre el grupo instruido en
establecer objetivos y el grupo control, sin objetivos.
Tenenbaum, Weinberg, Pinchas, Elbaz y Bar-Eli (1991) realizaron un estudio en el que 214
sujetos fueron asignados al azar a cinco condiciones experimentales. A los grupos
experimentales se les asignó un objetivo realista y desafiante de mejora del 40% y se varió la
proximidad del objetivo según tuvieran un objetivo a largo plazo, a corto plazo o una
combinación de objetivos a corto y a largo plazo. Las dos condiciones restantes eran grupos
controles, sin objetivo o con un objetivo ambiguo y general de hacerlo lo mejor posible. Los
sujetos debían realizar una tarea de resistencia de sentadillas similar a la comentada en los
trabajos de Weinberg y colaboradores. Se obtuvieron mejoras en el rendimiento en los grupos
con objetivos específicos pero no en los que tenían objetivos generales o no tenían objetivos.
Finalmente, Boyce (1992) realizó un estudio en el que se investigó el efecto de la proximidad
de los objetivos sobre la adquisición y retención de una tarea novedosa de disparo con rifle.
Los resultados mostraron que los sujetos con objetivos específicos rindieron más que los
sujetos del grupo control.
hombres pero si en el de las mujeres, siendo mejor en el grupo con objetivos específicos.
Finalmente, otro estudio que apoya parcialmente la hipótesis de la especificidad es el de
Weinberg, Stitcher y Richardson (1994). Éstos realizaron una investigación de campo con un
equipo de lacrosse y no encontraron resultados estadísticamente significativos a favor de la
especificidad, atribuyéndose al pequeño tamaño de la muestra (poca validez interna). No
obstante, según los autores, los entrenadores quedaron impresionados por la mejora (mucha
validez externa), por lo que consideraron que el valor práctico de los datos era importante.
En el ámbito deportivo este campo de investigación ha sido menos prolífico que el referente a
la especificidad de los objetivos (Weinberg, 1992/1995). Los trabajos que se comentan a
continuación ya se han analizado en el apartado anterior desde el punto de vista de la
especificidad. Ahora no se van a repetir las conclusiones anteriores sino que sólo se tendrá en
cuenta si se apoya o no la hipótesis de la proximidad del objetivo.
Weinberg et al. (1985; 1988) no encontraron diferencias significativas según los sujetos
tuvieran objetivos a corto plazo, a largo plazo o una combinación de ambos. Tampoco Hall y
Byrne (1988) obtuvieron datos a favor de la proximidad del objetivo al observar que los
sujetos que combinaban objetivos a corto más a largo plazo no se diferenciaban del grupo con
objetivos sólo a largo plazo. Tenenbaum et al. (1991) tampoco hallaron diferencias
significativas; si bien los sujetos que combinaban objetivos a corto más a largo plazo tendían
a mejorar más el rendimiento que los sujetos con objetivos sólo a corto plazo o sólo a largo
plazo, que también mejoraron. Finalmente, Boyce (1992), en una tarea de disparo con rifle en
sujetos sin experiencia previa, asignó aleatoriamente a los sujetos a cuatro condiciones
10 Parte Teórica
experimentales: a) objetivo a corto plazo, b) objetivo a largo plazo, c) objetivo a corto y largo
plazo y d) control, y no encontró diferencias entre los tres grupos con objetivos específicos.
Siguiendo el segundo principio de Locke y Latham (1985), los objetivos difíciles o que
suponen un reto harán que el rendimiento sea mayor que los objetivos fáciles (ver principio 2,
en apartado 2.1.1). Cuanto más difícil sea un objetivo, siempre que se disponga de la
habilidad adecuada, mayor será el rendimiento. Cuando los sujetos alcanzan los límites de su
capacidad, con objetivos realmente difíciles, el rendimiento alcanza una meseta en la que ya
no es posible mejorar. No obstante, esta hipótesis fue puesta en duda por Garland (1983;
1985). Según Garland, el incremento en la dificultad del objetivo, incluso por encima de la
capacidad del sujeto, no perjudica la ejecución, encontrándose una relación linealmente
positiva entre la dificultad de los objetivos y el rendimiento.
En el estudio llevado a cabo por Weinberg et al. (1987) se varió la dificultad de los objetivos,
no hallándose diferencias significativas entre los grupos. Garland et al. (1988) tampoco
hallaron diferencias entre los grupos en una tarea de resistencia, según fueran asignados a un
objetivo muy duro, uno altamente improbable o se les pidiera que lo hicieran lo mejor posible.
En otros dos trabajos Weinberg, Bruya, Garland y Jackson (1990) y Weinberg et al. (1991)
también se hallaron resultados contrarios a la hipótesis de la dificultad. En el primer trabajo,
Weinberg, Bruya, Garland y Jackson realizaron dos experimentos variando la dificultad del
objetivo en dos tipos de tareas de resistencia diferentes: realizar el mayor número de
sentadillas posibles en tres minutos y apretar el mayor tiempo posible sobre un dinamómetro a
un tercio de la fuerza máxima. En el primer experimento, los sujetos fueron asignados al azar
a seis condiciones experimentales: objetivo realista con refuerzo positivo o sin él; objetivo no
realista, de nuevo con refuerzo positivo o sin él; sin objetivo; o se les pedía que lo hicieran lo
mejor posible. Todos los grupos mejoraron a lo largo de las 5 semanas que duró la
intervención, no encontrándose diferencias entre los grupos experimentales. En el segundo
experimento, los sujetos fueron asignados a un objetivo moderadamente difícil, uno difícil,
uno irreal o a un grupo control, consistente en hacerlo lo mejor posible. Tampoco, en este
caso, se encontraron diferencias en el rendimiento entre los grupos. Por su parte, en el
segundo trabajo, Weinberg et al. (1991) volvieron a realizar dos experimentos variando la
dificultad del objetivo. En el primero, a partir de la típica tarea de sentadillas, no encontraron
diferencias entre los grupos según tuvieran un objetivo fácil, difícil o improbable. En el
segundo experimento, con una tarea de tiro a canasta en baloncesto, más compleja que la
anterior, tampoco encontraron diferencias entre los grupos experimentales.
Parte Teórica 11
Una pregunta que cabe hacerse es por qué en los estudios en el ámbito deportivo se establecen
objetivos espontáneamente, mientras en otros ámbitos, como los organizacionales, esto no
ocurre aun dándose feedback del rendimiento. Según Locke (1991), la explicación es que los
deportistas suelen estar muy motivados y, a menudo, ser competitivos. Así, aprovechan
cualquier información disponible para establecer objetivos que se conviertan en desafíos para
sí mismos.
Otro problema que explica las inconsistencias en los resultados es la falta de aceptación de los
objetivos que son asignados por el experimentador al sujeto experimental. Para saber como
rendirá un sujeto es crucial medir el objetivo personal que intenta alcanzar en respuesta al
12 Parte Teórica
Un tercer problema en la falta de diferencias entre los grupos con objetivos específicos y sin
objetivos es la no dificultad de los primeros. Para que los objetivos específicos mejoren el
rendimiento, éstos deben ser difíciles. Según Locke (1991), los grupos con objetivos fáciles
rinden menos que los grupos sin objetivos y los grupos con objetivos moderados, igual.
Desgraciadamente, según Locke, en el ámbito deportivo, los objetivos específicos han sido
establecidos de forma moderada más que difícil. Por lo tanto, un buen procedimiento
experimental debe asegurar que los objetivos específicos sean difíciles de alcanzar,
sugiriéndose que éstos no sean superados por más del 10% de los participantes. No obstante,
según Burton y Naylor (2002) y Kyllo y Landers (1995), un objetivo que no puede ser
superado por más del 10% de los participantes podría ser demasiado difícil como para
disminuir su aceptación, compromiso y rendimiento
d) Compromiso
La falta de compromiso con los objetivos es el cuarto de los problemas que impiden encontrar
diferencias entre las condiciones experimentales. En muchas investigaciones no se ha medido
y cuando se ha hecho ha sido a partir de una escala de aceptación del objetivo. Aunque el
compromiso hacia el objetivo está estrechamente ligado con la aceptación, son conceptos
distintos (Weinberg, 1992/1995). El compromiso implica la determinación por intentar
alcanzar un objetivo, pero la fuente del objetivo no está especificada. El objetivo podría ser
asignado, participativo o autoestablecido. La aceptación del objetivo implica que uno está de
acuerdo en comprometerse con un objetivo asignado o sugerido por otra persona (Locke et al.,
1981). En relación con los objetivos asignados, el compromiso indica si el sujeto los ha
aceptado (Locke, 1991).
(1992) se intentó manipular el compromiso con los objetivos haciendo que los sujetos
experimentales tuvieran que hacerlos públicos. Los sujetos fueron asignados a tres
condiciones experimentales según establecieran los objetivos públicamente, en privado o no
tuvieran objetivos (grupo control). Los sujetos de los grupos con objetivos específicos
rindieron más que el control (aunque sólo cuando en el grupo control se eliminaron los sujetos
que establecieron objetivos espontáneamente), pero no hubo diferencias en el rendimiento
según se hicieran públicos o no. No obstante, no se puede concluir que el compromiso no sea
una variable importante puesto que en este estudio no se evaluó la efectividad de la
manipulación experimental, al no medirse el compromiso de los sujetos experimentales hacia
sus objetivos.
e) Línea base
Otro problema que debe ser tenido en cuenta son las diferencias en la línea base entre las
diferentes condiciones experimentales. Cuanto más elevada sea la línea base más difícil será
superarla (Locke, 1991). En el ámbito deportivo, cuando participan atletas de elite o con
cierto nivel, la línea base suele ser alta. En esta situación, las mejoras pueden ser más difíciles
de demostrar estadísticamente al darse una situación de techo de rendimiento. Cuando nos
acercamos a los límites del rendimiento, los objetivos pueden tener poco o no tener efecto en
el rendimiento subsiguiente (Miller y McAuley, 1987). Así, cuando se bate un récord del
mundo por una centésima de segundo, esto representa una gran hazaña deportiva, pero desde
un punto de vista estadístico, seguramente, no se dan diferencias significativas respecto a la
marca anterior batida. Por ejemplo, en la prueba de 100ml, la evolución del récord del mundo
en 23 años, de 1968 a 1991, fue de 9”9 a 9”86 y en la prueba de 400ml, en ese mismo
periodo, de 43”86 a 43”29 (Sabaté y Fortunyo, 1992). Pese a estas pequeñas diferencias,
¡ningún profesional y aficionado al deporte desprecia el valor de esos progresos en el
rendimiento humano!
Ha habido intentos por evitar el techo de rendimiento. Lerner y Locke (1995) realizaron un
estudio en el que participaron aquellos sujetos de habilidad media situados en el 60% central
de la distribución muestral de rendimiento. De esta manera, los autores aseguraron la igualdad
en cuanto a la habilidad entre los diferentes grupos experimentales y se consiguió una línea
base que evitaba el techo de rendimiento. En el siguiente apartado se comentarán los
resultados de este trabajo.
f) Competición
La competición entre los sujetos que forman parte de las diferentes condiciones
14 Parte Teórica
experimentales debe ser evitada. La competición y la comparación social lleva a los sujetos
del grupo control a establecer objetivos ya que, en el fondo, los niveles de ejecución de
algunos sujetos se convierten en los objetivos de otros (Hall y Byrne, 1988; Lerner y Locke,
1995; Locke, 1991; Weinberg, 1992/1995); es decir, la competición es, probablemente, una
forma de establecimiento de objetivos. Para evitar la competición, los sujetos deben realizar
las tareas individualmente y se les ha de indicar que no revelen el rendimiento obtenido a
nadie entre las sesiones experimentales.
g) Autoeficacia
La pérdida de autoeficacia ante los objetivos que se asignan es otro problema que puede
explicar las inconsistencias en los resultados. Por lo tanto, es necesario medir la autoeficacia
ante los objetivos asignados. Ésta ha sido asociada al compromiso con los objetivos, al
establecimiento de objetivos personales y al rendimiento. En los trabajos de Weinberg y
colaboradores, comentados en el apartado 2.2, se solía medir la dificultad subjetiva del
objetivo. Esta dificultad subjetiva no es muy útil a la hora de predecir el rendimiento. Es una
medida que confunde porque por una parte refleja la dificultad real del objetivo, y por la otra,
la percepción de habilidad del sujeto. Dado que la dificultad subjetiva correlaciona
positivamente con la dificultad objetiva, pero negativamente con la percepción de habilidad,
ambos, dificultad objetiva y percepción de habilidad, tienden a anularse por lo que la medida
de dificultad subjetiva predice pobremente el rendimiento.
La revisión de Locke (1991) generó una serie de reacciones que, en algunos casos, produjo un
cambio en los procedimientos experimentales para corregir los fallos metodológicos
denunciados (Lerner y Locke, 1995) y en otros, abrió aún más el debate sobre la validez de
las críticas (Weinberg y Weigand, 1993).
Lerner y Locke (1995) realizaron una investigación en la que se intentó evitar algunos de los
problemas citados por Locke (1991). En este sentido, se trató de asegurar que los objetivos
específicos fueran difíciles; se previno el establecimiento de objetivos en el grupo control,
impidiéndoles recibir feedback del rendimiento; se midieron los objetivos personales, el
compromiso y la autoeficacia; y se igualaron los grupos por su habilidad para que el nivel de
línea base fuese la misma. Entonces, se dividió a la muestra en cuatro condiciones
experimentales según se les asignara un objetivo de mejora del 50% (objetivo moderado) o
del 90% (objetivo difícil); y según compitieran o no contra un cómplice. Además se añadió un
Parte Teórica 15
grupo control, sin objetivo, con la instrucción de rendir lo máximo posible. La tarea consistió
en realizar el mayor número de sentadillas posibles en 1 minuto, realizando 3 series con
descansos de 7 minutos entre series. Los resultados mostraron que los grupos con objetivos
específicos rindieron más que el grupo control, no encontrándose diferencias entre los grupos
con diferentes tipos de objetivos, contradiciendo de nuevo la hipótesis de la dificultad del
objetivo.
Por otra parte, el debate abierto por Locke (1991), tuvo respuesta en Weinberg y Weigand
(1993). Para ellos, las inconsistencias en el ámbito deportivo no podían ser simplemente
explicadas por los fallos metodológicos propuestos por Locke (1991). “Después de dirigir 22
experimentos, usando cerca de 1.200 sujetos, nosotros creemos que es demasiado simple
argumentar que los resultados incongruentes y equívocos puedan ser atribuidos a cuestiones
metodológicas y de procedimiento” (Weinberg y Weigand, p. 89). Concretamente, Weinberg
y Weigand creían que la motivación de los deportistas y el tipo de tareas utilizadas en este
ámbito eran factores que podrían explicar las diferencias en los resultados. En el caso de la
motivación, mientras los atletas, generalmente, participan de manera voluntaria en las
investigaciones, los trabajadores suelen participar obligadamente. “Así, los atletas y sujetos
que participan en actividades deportivas suelen estar más motivados intrínsecamente que sus
homólogos trabajadores. Debido a que el establecimiento de objetivos actúa, en parte, a través
de aumentos en la motivación, los objetivos pueden ser más efectivos en las organizaciones
que en el ámbito deportivo” (Weinberg et al., 1994, p. 168). Según Weinberg (1992/1995), en
los estudios que realizó con sus colaboradores utilizando la prueba de sentadillas, la mayoría
de los sujetos fueron seleccionados de clases de acondicionamiento físico que habían sido
escogidas voluntariamente por ellos. Tal vez, estos sujetos ya estuvieran motivados para
mejorar su forma física, siendo las sentadillas uno de los componentes. En este caso, la
adición de una meta específica no haría, necesariamente, que estos sujetos realizaran más
esfuerzo y persistieran más en las sentadillas. Esto, en cambio, podría haber sido la causa de
no encontrar diferencias entre los grupos de meta específica y los grupos control. Según
Weinberg, los estudios futuros que quieran demostrar los efectos motivacionales del
establecimiento de objetivos, deberían controlar la selección de sujetos altamente motivados.
En cuanto al tipo de tarea, hay dos aspectos importantes, uno que hace referencia a la novedad
y el otro a las características de ésta. Cuando la tarea es novedosa, como en la mayoría de
investigaciones en el terreno organizacional, y no se tiene experiencia previa, es más difícil
que los sujetos del grupo control establezcan objetivos espontáneamente. En este sentido, en
un estudio realizado con tiradores experimentados de pistola (Boyce, 1994), el 67% de los
sujetos del grupo control establecieron objetivos numéricos y específicos y el 33% restante
16 Parte Teórica
Weinberg y Weigand (1993), rebatieron, también, los errores metodológicos señalados por
Locke (1991). Por ejemplo, en la cuestión del establecimiento espontáneo de objetivos por
parte del grupo control argumentaron que una inspección de toda la evidencia indicaba que
este postulado no era cierto. Había estudios en que los sujetos del grupo control establecían
objetivos y se encontraban diferencias respecto al grupo con objetivos específicos. A este
respecto, propusieron como ejemplo el estudio de Hall y Byrne (1988) donde el 55% de los
sujetos del grupo control establecían objetivos y, sin embargo, se encontraban diferencias
entre los grupos con objetivos y sin objetivos. En otros estudios también se encontraron
diferencias entre el grupo con objetivo específico y sin objetivo y, aunque no ofrecían datos
sobre el establecimiento de objetivos espontáneo, se sabía que éste se tuvo que dar puesto que
en experimentos con metodologías similares siempre se producía. Tras revisar otros tantos
estudios llegaron a la conclusión de que parecía arbitrario decir que si el 16,7% de los sujetos
del grupo control establecían objetivos se encontrarían diferencias respecto al grupo con
objetivos específicos, pero si los establecían el 24%, no; y se preguntaban si había alguna
cantidad mínima de establecimiento de objetivos espontáneo que era aceptable para mostrar el
éxito de la técnica.
Kyllo y Landers (1995) realizaron el primer y único estudio metaanalítico que ha estudiado la
efectividad del establecimiento de objetivos en deporte. Para Kyllo y Landers la falta de
potencia estadística que muestran los estudios en el terreno deportivo es un factor
metodológico adicional que puede explicar los resultados inconsistentes entre los dominios
deportivo y organizacional. Una revisión al azar de 22 estudios, tanto del ámbito
18 Parte Teórica
organizacional como del deportivo, mostró que la media de sujetos por celda en la literatura
deportiva era de 26, mientras que en la organizacional era de 43. Kyllo y Landers concluyeron
que el pequeño tamaño de las muestras había reducido la posibilidad de encontrar resultados
favorables, aumentando el riesgo de error Tipo II. Para evitar este problema, realizaron una
revisión metaanalítica de la literatura. Examinaron 49 estudios sobre establecimiento de
objetivos en el área deportiva y de la actividad física, de los cuales, finalmente, incluyeron 36.
Cuando compararon los resultados de los grupos controles o aquéllos a los que se les pidió
hacerlo lo mejor posible con los grupos que establecieron objetivos, fueran del tipo que
fueran, se encontró un tamaño del efecto de 0,34, ligeramente inferior a los valores de 0,42 a
0,80 encontrados en la literatura general. La hipótesis de la especificidad no quedó apoyada
totalmente, ya que aunque los objetivos específicos absolutos (que compararon con objetivos
de resultado) y los objetivos específicos relativos (que compararon con objetivos de
rendimiento) mostraban efectos significativos sobre el rendimiento (tamaños del efecto de
0,93 y 0,27, respectivamente), los objetivos generales, vagos o no tener objetivos también
mostraban resultados significativos (tamaño del efecto de 0,38). En cuanto a la hipótesis de la
proximidad de los objetivos, encontraron que la combinación de objetivos a corto y largo
plazo mostraba un tamaño del efecto sobre el rendimiento de 0,48, y de 0,38 si sólo se
establecían objetivos a corto plazo. Por el contrario, el establecimiento de objetivos a largo
plazo, por sí solo, no mejoraba el rendimiento. En relación a la hipótesis de la dificultad, ésta
tampoco quedó apoyada, ya que sólo los objetivos de dificultad moderada, esos que alcanzan
entre el 10% y el 50% de los sujetos, produjeron un efecto significativo sobre el rendimiento
(tamaño del efecto de 0,53). Esto parece apoyar los datos actuales, según los cuales los atletas
universitarios y olímpicos estadounidenses, prefieren objetivos de dificultad moderada más
que objetivos muy difíciles (Weinberg, Burke y Jackson, 1997 y Weinberg, Burton, Yukelson
y Weigand, 2000). Finalmente, Kyllo y Landers recomendaron realizar más investigación,
interpretando con cautela los resultados obtenidos, ya que la tolerancia del efecto fue
calculada en 19; esto es, los resultados del metaanálisis quedarían anulados si sólo se
encontraran 19 estudios con resultados desfavorables a la técnica.
Por su parte, Burton y Naylor (2002) han concluido que los resultados comienzan a demostrar
que la técnica del establecimiento de objetivos para mejorar el rendimiento en el ámbito
deportivo es efectiva. Según estos autores, cuando empezaron la versión inicial de su revisión,
9 años atrás, sólo encontraron 14 estudios publicados sobre el tema, dos tercios de los cuales
revelaron efectos significativos a favor de la técnica; no obstante, en la actualidad, tras revisar
e incluir 56 estudios publicados sobre establecimiento de objetivos con muestras de
deportistas, el índice de efectividad se sitúa en el 79% y, si la tendencia sigue, con la
Parte Teórica 19
Según Burton y Naylor, el debate metodológico iniciado por Locke (1991) y Weinberg y
Weigand (1993) ha fracasado en explicar porque los objetivos son menos efectivos en el
dominio deportivo que en el organizacional, y sugirieron que otros factores más influyentes
podrían explicar estas discrepancias. Cinco son los factores que se han mostrado como
posibles explicaciones para los efectos menos consistentes del establecimiento de objetivos en
deporte:
a) Muestras pequeñas
Las muestras pequeñas podrían ser las responsables de la menor consistencia del
20 Parte Teórica
c) Complejidad de la tarea
Este punto ya fue comentado anteriormente como uno de los limitantes de la efectividad del
establecimiento de objetivos. La magnitud de los efectos de los objetivos es mayor en las de
tareas sencillas que en las complejas (Wood et al., 1987). Los efectos sobre las tareas simples
son mayores y más rápidos que sobre las complejas.
Definir y concretar unos objetivos es sólo uno de los componentes del proceso de
establecimiento de objetivos. Otras estrategias como anotarlos y hacerlos públicos, desarrollar
planes de acción y evaluar los progresos respecto a los objetivos establecidos aumentan la
efectividad de la técnica. Normalmente, este tipo de estrategias no se han utilizado en la
investigación sobre el establecimiento de objetivos. Una excepción es el trabajo de Ward y
Carnes (2002) que evaluó los efectos de establecer objetivos personales y anunciarlos
públicamente sobre el rendimiento en jugadores de fútbol. El tratamiento produjo mejoras en
el rendimiento, tanto en entrenamiento como en competición.
e) Diferencias individuales
Algunos autores han llegado a la conclusión de que las inconsistencias en los resultados del
establecimiento de objetivos en el ámbito deportivo se deben a que los psicólogos sólo se han
interesado en parámetros únicos de los objetivos, como son la especificidad, la dificultad y la
proximidad, descuidando otros atributos que podrían aumentar su efectividad (Filby, Maynard
y Graydon, 1999; Kingston y Hardy, 1997). En este sentido, Burton y Naylor (2002) han
propuesto estudiar tres tipos de atributos o tipos de objetivos, además de la especificidad,
dificultad y proximidad, que podrían aumentar la efectividad de la técnica. Estos atributos
son: el foco del objetivo, la valencia del objetivo y la colectividad del objetivo.
El foco del objetivo se refiere a que tipo de objetivo se pretende cumplir, distinguiendo entre
un objetivo de rendimiento específico (p.ej. correr 100m en menos de 10 segundos) o un
resultado deseado (p.ej. ganar un partido o quedar entre los cinco primeros de la carrera).
Originalmente, el foco del objetivo distinguió entre objetivos de rendimiento y de resultado
(Burton, 1989b). Los objetivos de rendimiento están más orientados al proceso, enfatizan la
mejora personal que puede ser alcanzada independientemente de los otros (p.ej. correr en un
tiempo determinado en una carrera). Mientras, los objetivos de resultado están más orientados
al producto, enfatizando el éxito en función de procesos de comparación social (p.ej. el lugar
en la carrera, ganar o perder, etc.) (Burton 1989b; Burton y Naylor, 2002; Filby et al., 1999).
Generalmente, los objetivos de rendimiento han sido encontrados más efectivos, puesto que
son más flexibles y controlables que los objetivos de resultado. Esto ha hecho que la mayoría
de psicólogos rechacen y desaconsejen el uso de objetivos de resultado. No obstante, como
indican Filby et al. (1999), los atletas exitosos hacen un uso adecuado de los objetivos de
resultado. Así lo demuestran las revisiones sobre las preferencias en el tipo de objetivo de
jugadores de tenis jóvenes, atletas universitarios y olímpicos, que revelan que los deportistas
establecen tanto objetivos de rendimiento como de resultado y que los perciben como
igualmente efectivos (Weinberg, et al., 1997; Weinberg, Burton, Yukelson y Weignad, 1993;
22 Parte Teórica
2000). Además, la superioridad de los objetivos de rendimiento ha sido puesta en duda por
Kyllo y Landers (1995), aunque sus resultados no fueron probados directamente. Ellos
compararon los objetivos relativos y absolutos con los objetivos de rendimiento y de
resultado, aunque no queda claro si son exactamente lo mismo.
Recientemente, Kingston y Hardy (1997) han ampliado el foco del objetivo separando los
objetivos de rendimiento en dos categorías: objetivos de rendimiento y de proceso. Los
objetivos de proceso son objetivos que se establecen sobre conductas (forma, técnica y
estrategia) que son necesarias para rendir adecuadamente, mientras que los objetivos de
rendimiento se limitan a centrarse en la mejora del rendimiento total (Burton y Naylor, 2002;
Filby et al., 1999). Así, los objetivos de rendimiento todavía se centran en el producto final
del rendimiento, siendo los objetivos de proceso definitivamente más flexibles y controlables.
En este sentido, Zimmerman y Kitsantas (1996) evaluaron la efectividad de los dos tipos de
objetivos sobre una tarea de lanzamiento de dardos en sujetos noveles y encontraron que los
objetivos de proceso mejoraban más el rendimiento, la autoeficacia y la satisfacción que los
objetivos de rendimiento. Por otra parte, Kingston y Hardy (1997) en un estudio longitudinal
con jugadores de golf, demostraron algunos beneficios de los objetivos de proceso
comparados con los de rendimiento. Aunque, tanto los objetivos de rendimiento como los de
proceso produjeron mejoras en el rendimiento respecto al grupo control, el grupo con
objetivos de proceso mejoró más rápidamente que el grupo con objetivos de rendimiento,
sugiriendo algún posible beneficio en términos de velocidad de mejora. Además de este
resultado, los sujetos que establecieron objetivos de proceso comparados con los que
establecieron objetivos de rendimiento estaban más concentrados, se sentían más autoeficaces
y controlaban más la ansiedad cognitiva.
b) Autoeficacia
En este sentido, la teoría cognitiva social predice que las discrepancias negativas productoras
de insatisfacción, motivarán o desmotivarán dependiendo de las percepciones de eficacia para
alcanzar los objetivos establecidos. Según Bandura (1977), las expectativas de autoeficacia
determinan la cantidad de esfuerzo y la persistencia de los sujetos frente a los obstáculos y
experiencias aversivas. Así, las personas que poseen un bajo sentido de autoeficacia se
rendirán fácilmente ante las dificultades. En este caso, la insatisfacción puede dar lugar al
26 Parte Teórica
desánimo y al abandono de la actividad. Por el contrario, aquéllos que están muy seguros de
sus capacidades, intensificarán su esfuerzo cuando su rendimiento caiga por debajo de su
objetivo, y se sientan insatisfechos, y persistirán hasta alcanzarlo.
c) Objetivos personales
aumentar es necesario establecer un nuevo objetivo desafiante que vuelva a generar una nueva
discrepancia negativa y que ponga en marcha de nuevo los mecanismos autorreguladores
descritos anteriormente. Así pues, el reajuste de objetivos personales es el tercer elemento
autorregulador necesario para volver a crear discrepancias negativas y, así, movilizar los
esfuerzos necesarios para alcanzar los nuevos objetivos. De esta manera, este proceso de
automotivación implica un proceso dual de producción de discrepancia seguido de reducción
de la misma.
Resumiendo los resultados hallados por Bandura y Cervone (1983; 1986), según Latham y
Locke (1991), el papel que juega cada mecanismo en el proceso de aumento del rendimiento
sería el siguiente: El objetivo asignado es el objeto o resultado que la persona trata de alcanzar
y el estándar con el que evalúa su rendimiento. El feedback provee información a la persona
sobre el grado en que el objetivo está siendo alcanzado. Si el rendimiento alcanza o excede el
objetivo, el rendimiento suele ser mantenido (aunque eventualmente el objetivo puede ser
elevado a través del reajuste de objetivos personales). Si el rendimiento cae por debajo del
objetivo asignado, la mejora en el rendimiento subsiguiente ocurrirá si: a) la persona está
insatisfecha con el nivel de rendimiento obtenido; b) la persona se siente autoeficaz, esto es,
tiene confianza en su habilidad para mejorar; y c) la persona establece un objetivo de mejora
sobre su rendimiento pasado. El efecto de esos tres factores se puede observar en la Figura
3.1.
28 Parte Teórica
140 129
120
% de aumento de esfuerzo
100
80
60 50
40
21
20
0
Baja Autoeficacia Combinaciones medias Alta Autoeficacia
Objetivos bajos Altos objetivos
Satisfacción Insatisfacción
Figura 3.1. Media de cambio de porcentaje de esfuerzo en función de las diferentes combinaciones en los
niveles de autoeficacia, reajuste de objetivos personales e insatisfacción. Figura basada en la investigación de
Bandura y Cervone (1986) y extraída de Latham y Locke (1991).
A partir del momento en el que se identificó el proceso mediante el cual los mecanismos
autorreguladores influían sobre el rendimiento, la investigación se centró en evaluar el papel
de dichos mecanismos como mediadores de la efectividad del establecimiento de objetivos en
la motivación y rendimiento humano. Las primeras investigaciones fueron llevadas a cabo por
el equipo de Bandura y sus colaboradores y se centraron en investigar el papel de dichos
mecanismos en el campo de las organizaciones, utilizando tareas complejas de toma de
decisiones en organizaciones simuladas (Bandura y Jourden, 1991; Bandura y Wood, 1989;
Cervone et al., 1991; Wood y Bandura, 1989a; 1989b; Wood, Bandura y Bailey, 1990). En
estas investigaciones, la complejidad de la tarea venía determinada por la necesidad de
aprendizaje de un gran número de factores. La toma de decisiones, a partir de la combinación
de dichos factores, para conseguir el mejor rendimiento de una organización que simulaban
dirigir, implicaba el procesamiento cognitivo de información multidimensional, o lo que ellos
denominaron eficiencia del pensamiento analítico. Cuanto más sistemática y eficiente fuera la
estrategia analítica, mejor rendimiento, y cuanto más errática, peor. En este sentido, junto con
los mecanismos autorreguladores, la eficiencia del pensamiento analítico fue otro de los
elementos que introdujeron en sus análisis para observar sus efectos sobre el rendimiento.
Por último, Bandura y Jourden (1991) manipularon los patrones de comparación social. El
objetivo fue probar la hipótesis de que diferentes patrones de comparación social ejercerían un
impacto diferencial sobre el rendimiento organizacional y que esto ocurriría a través de su
efecto sobre los mecanismos autorreguladores mediadores. Según Bandura y Jourden, la
comparación social opera como un factor primario en la autoevaluación de las capacidades ya
que en muchas situaciones las personas evalúan sus capacidades con relación al rendimiento
obtenido por los demás. Los sujetos dirigieron su organización intentando alcanzar un
objetivo difícil, bajo cuatro condiciones experimentales: a) según rindieran igual que un grupo
comparativo; b) por encima; c) progresivamente peor; o d) progresivamente mejor que el
grupo comparativo. Se predijo que la autoeficacia aumentaría en el grupo que fuera rindiendo
Parte Teórica 31
progresivamente mejor que el grupo comparativo, mientras que iría disminuyendo en el grupo
que fuera rindiendo progresivamente peor. Se esperaba que las variaciones en la autoeficacia,
a la vez, influirían en el nivel de los objetivos personales, en la autoevaluación afectiva, en la
calidad del pensamiento analítico y, finalmente, en el rendimiento. Los resultados más
importantes mostraron que los sujetos que mejoraron progresivamente respecto al grupo
comparativo, se sintieron cada vez más autoeficaces, más satisfechos, aumentaron el nivel de
los objetivos personales, mejoraron su eficiencia analítica y el rendimiento. El patrón fue el
contrario para los que fueron rindiendo progresivamente peor.
Auto-
Auto- ,28 (,47) satisfacción ,20 (,39)
satisfacción Objetivos
,24 (,27) personales
,26(,29)
,33 (,33) ,36 (,35) ,29 (,48) ,23 (,34)
Rendimiento Estrategias Estrategias
Autoeficacia Rendimiento Autoeficacia Rendimiento
previo analíticas analíticas
Figura 3.2. Modelo causal autorregulador en la segunda y tercera fase del experimento. Los números inciciales
en las vías de influencia son los coeficientes estandarizados significativos; los números entre paréntesis son las
correlaciones de primer orden (extraído de Bandura y Jourden, 1991).
32 Parte Teórica
Los resultados de Bandura y Jourden (1991) mostraron el orden causal de los mecanismos
autorreguladores. En la segunda fase, tras la primera serie de seis ensayos, la autoeficacia
aumentó el rendimiento directamente, y también a través de su efecto sobre la estrategia
analítica. A mayor autoeficacia, mayor eficacia en el uso de estrategias analíticas y mayor
rendimiento. El aumento en la satisfacción también mejoró el rendimiento. En la tercera fase,
tras la segunda serie de ensayos, la autoeficacia y la estrategia analítica continuaron siendo
mediadores en la mejora del rendimiento. Además, un fuerte sentido de autoeficacia fue
acompañado de un aumento en los objetivos personales que, a su vez, mejoraron el
rendimiento. En ambas fases, se encontraron relaciones significativas entre la autoeficacia y el
rendimiento, y entre el rendimiento previo y el posterior. No obstante, la comparación entre
los dos bloques de ensayos mostraron que cuanta más experiencia tenían los sujetos menor
fue la contribución del rendimiento previo y mayor la de la autoeficacia.
Las investigaciones de Bandura y colaboradores iniciaron una línea de estudio que ha seguido
hasta la actualidad. A partir de las primeras formulaciones de la teoría (Bandura y Cervone,
1983; 1986), uno de los mecanismos autorreguladores: la satisfacción o insatisfacción
derivadas de la autoevaluación de la conducta, fue perdiendo validez y se fue descartando
como mecanismo explicativo (Bandura y Wood, 1989; Wood y Bandura, 1989a; Wood, et al.,
1990). En la Figura 3.3 se puede observar el modelo de autorregulación que fue propuesto
finalmente (Early y Lituchy, 1991; Kane et al., 1996). Según Kane et al., la autorregulación
empieza cuando una persona obtiene información sobre su competencia en una tarea
específica. Basada en esta información, forma su autoeficacia y establece objetivos. El
rendimiento previo es el mayor predictor de las creencias de autoeficacia; sin embargo, la
autoeficacia y los objetivos personales también pueden ser influidos por la información
comunicada por otros, la obtenida vicariamente por la observación de modelos, etc. Los
efectos de la autoeficacia sobre el rendimiento es directa e indirecta, a través de los objetivos
personales. Los objetivos personales influyen directamente al rendimiento. El rendimiento en
la tarea sirve como información adicional que influye en la siguiente autoeficacia y reajuste
de objetivos personales. Así, los mecanismos autorreguladores son dinámicos y cíclicos; la
información obtenida influye sobre la cognición, ésta sobre la conducta para alcanzar los
objetivos, y el comportamiento orientado a alcanzarlos crea el feedback que afecta al esfuerzo
futuro o cognición.
Objetivos
personales
Rendimiento
previo y otra Rendimiento
información
Autoeficacia
Figura 3.3. Modelo de autorregulación: Relaciones entre autoeficacia, objetivos personales y rendimiento.
La validez del modelo autorregulador, con ligeras modificaciones (Button, Mathieu y Aikin,
34 Parte Teórica
1996; Mathieu y Button, 1992)1, ha sido confirmada en estudios como el realizado por
Gibbons y Weingart (2001). Estos autores trataron de probar la influencia de la eficacia
personal, los objetivos asignados y el rendimiento normativo sobre el rendimiento, mediado
por los objetivos personales y la autoeficacia. Se cruzaron dos niveles de objetivo asignado
(alto y bajo) con dos niveles de información normativa (alto y bajo) sobre el rendimiento en
una tarea de corrección de frases. Los resultados mostraron efectos simultáneos de los
objetivos asignados y la información normativa sobre la autoeficacia, los objetivos personales
y el rendimiento subsiguiente. La autoeficacia y los objetivos personales jugaron un rol
central y mediador en la influencia de los objetivos asignados, la información normativa y la
eficacia personal, sobre el rendimiento. Sin embargo, inesperadamente, la autoeficacia no
afectó directamente al rendimiento, sino sólo a través de los objetivos personales.
Entre los primeros trabajos que probaron la implicación de la autoeficacia y de los objetivos
personales como mecanismos mediadores, se encuentran el de Miller y McAuley (1987) y el
de Lee (1988). Miller y McAuley estaban interesados en evaluar los efectos de un programa
de establecimiento de objetivos de 5 semanas de duración, sobre el rendimiento en el tiro libre
en baloncesto y sobre la autoeficacia, y en examinar las relaciones entre el rendimiento y la
autoeficacia. Se encontró que la relación entre la autoeficacia y el rendimiento posterior era
más fuerte que la relación entre el rendimiento pasado y el posterior, apoyando parcialmente
1
Mathieu y Button (1992) y Button, Mathieu y Aikin (1996), realizaron sendos estudios en que analizaron la
validez de un modelo autorregulador muy similar al de Bandura y colaboradores. Sin embargo, este modelo no
tenía en cuenta el efecto directo de la autoeficacia sobre el rendimiento, sino sólo mediado por los objetivos
personales. Los autores no explican porque no analizaron esta relación.
Parte Teórica 35
Más recientemente, Lerner y Locke (1995) se han interesado sobre el papel mediador de la
autoeficacia y de los objetivos personales sobre el rendimiento en una tarea de resistencia. Los
resultados mostraron que tanto la autoeficacia como los objetivos personales mediaron los
efectos de los objetivos asignados sobre el rendimiento. Por su parte, Theodorakis (1995),
siguiendo una metodología multiensayo similar a la utilizada por el equipo de Bandura,
realizó un estudio cuyo objetivo era examinar los efectos de la autoeficacia, el rendimiento
previo, el reajuste de objetivos personales y las reacciones autoevaluativas sobre el
rendimiento en natación. Se hipotetizó que los objetivos personales serían afectados por el
rendimiento previo así como por la autoeficacia. También se predijo que cuanto más elevado
fuera el rendimiento, la autoeficacia, los objetivos personales y la satisfacción, mayor sería el
rendimiento futuro. Los resultados mostraron mejoras en el rendimiento en la primera serie
tras establecer los objetivos personales pero no en la siguiente. El análisis mediador mostró
que la variable que más predijo el rendimiento futuro fue el rendimiento inmediatamente
precedente y que éste, aumentó la autoeficacia, la satisfacción y los objetivos personales. Al
eliminar el efecto del rendimiento previo, se encontró que la variable más predictora del
rendimiento fue el reajuste de objetivos personales. Un resultado inesperado fue que la
autoeficacia y la satisfacción afectaban a los objetivos personales pero no mejoraban
directamente el rendimiento. Así, los objetivos personales mediaron la relación entre la
autoeficacia y la satisfacción sobre el rendimiento. En un estudio similar al anterior,
Theodorakis (1996) se planteó el objetivo de examinar los efectos de los objetivos personales,
el compromiso, la autoeficacia, el rasgo de autoeficacia, la habilidad (rendimiento en las dos
primeras series) y las reacciones autoevaluativas sobre el rendimiento en el saque de tenis.
Los resultados mostraron que el rendimiento mejoró tras establecer los objetivos personales y
que la autoeficacia, el compromiso y los objetivos personales fueron determinantes
significativos de este rendimiento. Además, el análisis mediador indicó que los objetivos
personales fueron afectados por el rendimiento previo, la autoeficacia y la satisfacción, y que
la autoeficacia y el compromiso fueron determinantes directos e indirectos del rendimiento.
Así, cuanto más confiados, satisfechos y comprometidos estaban los sujetos, establecían
objetivos más altos y mayor era el rendimiento. Finalmente, los resultados de Kane et al.
(1996) también apoyaron el modelo autorregulador en el ámbito deportivo, con luchadores.
36 Parte Teórica
Antes de continuar, merece la pena hacer un repaso a los antecedentes teóricos del sufrimiento
Parte Teórica 37
Percepción
sensorial
desagradable
Amenaza + Impotencia =
Sufrimiento
ESTADO DE ÁNIMO
Percepción
psicosocial
desagradable
transportado por el sistema cardiovascular desde los pulmones hasta los tejidos. Así, mientras
se aporte oxígeno, el sistema funcionará ilimitadamente. Por su parte, el mecanismo
anaeróbico láctico se activa cuando se realizan esfuerzos intensos, dando lugar a la
acumulación extracelular de ácido pirúvico y ácido láctico que imposibilita el funcionamiento
normal de los grupos musculares, haciendo que el esfuerzo no pueda mantenerse por mucho
tiempo. Cuando los procesos aeróbicos no pueden suplir las demandas energéticas, al exceder
el ritmo de trabajo la capacidad del sujeto, se hace necesaria la aportación del mecanismo
anaeróbico. En este sentido, al superarse el umbral anaeróbico, se produce un creciente déficit
de oxígeno y un incremento en el contenido de lactato en sangre. Si el ejercicio continúa, el
sujeto llega a alcanzar su consumo máximo posible de oxígeno (VO2max), siendo muy difícil
mantener el ejercicio por más de unos minutos. A escala perceptiva sobrepasar el umbral
anaeróbico, como se ha comentado antes, se acompaña de sensaciones de malestar, dolor y
sensaciones de ahogo al no poderse satisfacer la demanda de oxígeno de los músculos.
En relación a los aspectos psicosociales que son percibidos como desagradables, éstos se
refieren a aquéllos que tienen un significado psicológico o social indeseable para el atleta
cuando realiza una competición (Bueno, 2000; Bueno, Fernández-Castro y Capdevila, 2002).
Por ejemplo, uno de estos aspectos puede ser rendir peor que los demás. En este sentido, el
atleta puede interpretar de una manera muy diferente ir colocado en primera posición en una
competición e ir sacando ventaja a sus adversarios, que ir último y observar como se va
quedando rezagado. Otras aspectos pueden ser la falta de apoyo de otros corredores. Así, es
más fácil rendir cuando se compite teniendo referencias de otros corredores que cuando se
compite en solitario (Tripplet, citado en Cruz, 1991). También, aspectos relativos al ritmo de
la competición, que se operativiza en información cronométrica o relativa a la posición de los
oponentes, pueden ser percibidos desagradablemente. Por ejemplo, la percepción de que el
tiempo de competición se alarga, que ésta no se acaba nunca. Finalmente, ser criticado por
personas significativas para el atleta, el entrenador, compañeros, la prensa, etc., también
puede ser percibido de forma psicosocialmente desagradable.
Los percepciones anteriores, tanto sensoriales como psicosociales, serán evaluadas como
amenazas cuando los atletas comiencen a dudar de su capacidad para alcanzar sus objetivos.
En un estudio previo se diseñó y validó un cuestionario que evaluaba las percepciones de
amenaza que experimentaban los atletas de resistencia cuando los objetivos competitivos
comenzaban a peligrar (Bueno, 2000). Según Bueno, los tipos de amenazas que perciben los
atletas de resistencia mientras están compitiendo son tres:
1) Amenaza general: son preocupaciones relacionadas con las percepciones sensoriales del
Parte Teórica 39
2) Amenaza psicosocial: son las preocupaciones del atleta respecto a la interacción con otras
personas significativas dentro de la situación competitiva. Aspectos como sentirse sin
apoyo durante la realización de la prueba o rendir peor que los demás pueden resultar
amenazantes. El qué dirán o pensarán los demás (rivales, compañeros o entrenador) sobre
su rendimiento también puede perturbar al atleta mientras está compitiendo.
El atleta tratará de afrontar las situaciones que evalúe de manera amenazante. Así, las
estrategias de afrontamiento son el otro aspecto importante que determinará la respuesta
emocional. Lo que se haga para afrontar las situaciones estresantes dependerá, en gran parte,
de los recursos que posea la persona (Lazarus y Folkman, 1984/1986). Según Lazarus y
Folkman, el afrontamiento se puede definir como aquellos esfuerzos cognitivos y
conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas
específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los
recursos del individuo. Según esta definición, el afrontamiento es un proceso y no un rasgo; e
implica un esfuerzo, distinguiéndose de aquellas conductas adaptativas automatizadas. Se han
distinguido dos funciones generales del afrontamiento: el afrontamiento dirigido al problema
y el afrontamiento dirigido a la emoción. En general, las formas de afrontamiento dirigidas a
la emoción tienen más probabilidad de aparecer cuando ha habido una evaluación de que no
se puede hacer nada para modificar las condiciones lesivas, amenazantes o desafiantes del
entorno. Por otro lado, las formas de afrontamiento dirigidas al problema aparecerán más
fácilmente si tales condiciones se evalúan como susceptibles de cambio. Hay una amplia
gama de formas de afrontamiento dirigidas a la emoción. Un considerable grupo está
constituido por los procesos cognitivos encargados de disminuir el grado de trastorno
emocional, e incluyen estrategias como la evitación, la minimización, el distanciamiento, la
atención selectiva, las comparaciones positivas y la extracción de valores positivos a los
acontecimientos negativos o reevaluación. Ciertas formas cognitivas de afrontamiento
dirigido a la emoción, como la reevaluación positiva, modifican la forma de vivir la situación,
sin cambiarla objetivamente. No obstante, no todas las estrategias de afrontamiento dirigidas a
40 Parte Teórica
a) Disociación: esta estrategia sirve para que el atleta distraiga su mente y mantenga la
atención centrada en aspectos irrelevantes de la competición: sus problemas, el trabajo, la
familia, etc.
c) Apoyo social: el atleta utiliza a otros corredores, tratando de ir al mismo ritmo que éstos,
para mejorar o, como mínimo, no empeorar su rendimiento.
f) Asociación: con esta estrategia el atleta presta atención a sus sensaciones corporales y
otros aspectos relevantes de la competición (cronómetro, etc.) para ajustar el ritmo durante
la competición.
Además de consecuencias motivacionales, los objetivos también son una fuente de estrés.
Como se ha visto en el apartado anterior, en deportes de resistencia, el estrés que sufren los
42 Parte Teórica
Para empezar a desmembrar este entramado, se hipotetiza que la autoeficacia puede influir
sobre las percepciones de amenaza y las estrategias de afrontamiento. Según Lazarus y
Folkman (1984/1986), la autoeficacia es un tipo de creencia de control específica de la
situación que hace referencia al grado en que el individuo cree que puede determinar o
modificar sus relaciones estresantes con el entorno. La autoeficacia junto con las alternativas
de afrontamiento, influyen sobre la emoción y sobre el afrontamiento. Cuando la autoeficacia
aumenta y el individuo juzga sus recursos como más adecuados para satisfacer las demandas
que le presenta la situación, su relación pasa a ser evaluada como más controlable y, por
consiguiente, como menos amenazante. Por el contrario, al disminuir la autoeficacia, la
persona puede juzgar sus recursos como poco adecuados, la relación pasa a ser evaluada como
incontrolable, aumentando la amenaza, y afectando al tipo de estrategias de afrontamiento
utilizadas. La influencia de la autoeficacia sobre las percepciones de amenaza y las estrategias
de afrontamiento también ha sido puesta de relieve por Bandura (1986/1987; 1990). Según
Bandura, los juicios de autoeficacia regulan el funcionamiento humano a través de cuatro
procesos psicológicos: cognitivos, motivacionales, afectivos y selectivos. En relación a los
procesos afectivos, las creencias de la gente en sus capacidades afectan a la cantidad de estrés
que experimentan ante situaciones amenazantes. La eficacia percibida a la hora de afrontar
amenazas potenciales opera como un mediador cognitivo de las reacciones de estrés y
ansiedad, jugando un rol central en el control de la ansiedad. En este sentido, los sujetos
experimentan un alto grado de amenaza cuando realizan tareas en las que se perciben a sí
mismos ineficaces, pero a medida que aumenta la autoeficacia, el grado de miedo disminuye.
Parte Teórica 43
Así, la ineficacia percibida para afrontar amenazas potenciales hace que éstas resulten
temibles. Si una persona se considera incapaz de controlar adecuadamente las posibles
amenazas, tendrá poderosas razones para temerlas, se preocupará excesivamente por sus
deficiencias de afrontamiento y vivirá las situaciones de reto de manera amenazante. Por el
contrario, las personas seguras de sí mismas no les perturbarán las posibles amenazas que
surjan en su vida, ya que sentirán que son capaces de afrontarlas adecuadamente. En
definitiva, la gente que crea que puede ejercer control sobre las amenazas potenciales no se
verá perturbadas por ellas, pero aquellos que piensen que no pueden manejarlas,
experimentarán altos niveles de ansiedad (Bandura, 1990).
Apoyando las ideas anteriores, Haney y Long (1995) y Bueno (2000) hallaron que la
autoeficacia influía sobre las percepciones de amenaza y las estrategias de afrontamiento. Así,
Haney y Long, en un estudio con jugadoras de baloncesto, fútbol y hockey sobre hierba, en
una situación de rendimiento simulado, encontraron que las deportistas que experimentaban
menores niveles de autoeficacia y control usaban estrategias de afrontamiento evitadoras y
distractoras. Aunque en ese estudio no se evaluaron las percepciones de amenaza, los
resultados parecen indicar que cuando las personas se enfrentan a situaciones amenazantes y
se perciben a sí mismas como ineficaces, suelen emplear estrategias de afrontamiento
consistentes en la evitación de las amenazas, sin enfrentarse directamente a ellas. Por su parte,
Bueno (2000), en un estudio con atletas de resistencia, observó que la evaluación
precompetitiva de la autoeficacia y la autoconfianza, constructos asociados teóricamente
(Vealey, 1999), se relacionaba significativamente con las percepciones de amenaza y las
estrategias de afrontamiento usadas por los atletas durante la competición. En este sentido, los
atletas que creían más en sus capacidades y confiaban más en ellos mismos, antes de
competir, percibieron menos amenaza general, se autorreprocharon menos, aumentaron más
su esfuerzo y se apoyaron menos en otros corredores durante la competición.
persuasión verbal; y los estados fisiológicos y afectivos. En relación a la última de las fuentes,
Bandura cree que las personas prestan atención a sus estados fisiológicos y afectivos (como el
estado de ánimo) a la hora de juzgar sus capacidades. El estado fisiológico incluye tanto la
activación autonómica (Bandura, 1977) como los niveles percibidos de fatiga, la forma física
y el dolor (Bandura, 1986/1987; Feltz, 1992/1995; Feltz y Riessinger, 1990; Villamarín,
1999). Según Bandura, el individuo interpreta su activación somática ante situaciones
amenazantes como signos globales de vulnerabilidad. Además, en actividades donde se
requiere fuerza y resistencia, el individuo interpreta la fatiga, el jadeo, los dolores y la forma
física como indicadores de ineficacia física (Feltz, 1992/1995; Feltz y Riessinger, 1990). No
obstante, la información anterior, por sí sola, no afecta a la autoeficacia. Lo que afecta a los
juicios de eficacia de las personas es la interpretación que se hace de esta información. En este
sentido, no es la intensidad de las reacciones emocionales o físicas lo importante, sino como
éstas son percibidas e interpretadas. La evaluación cognitiva de las fuentes de activación
fisiológica afecta a la forma en que los estados fisiológicos aumentan o disminuyen la
autoeficacia (Bandura, 1997). En este sentido, la percepción de amenaza, uno de los tipos de
evaluación cognitiva (Lazarus y Folkman, 1984/1986), puede afectar a la autoeficacia en
sentido negativo. Percibir excesiva amenaza durante una prueba de resistencia y hacer uso de
estrategias de afrontamiento poco adaptativas, como el autorreproche o la disminución de
esfuerzo, podría causar disminuciones en la autoeficacia. A su vez, como se ha comentado
anteriormente, la disminución en autoeficacia podría fomentar evaluaciones de amenaza y el
uso inadecuado de estrategias de afrontamiento (el trabajo de Haney y Long (1995) así lo
demuestra). Por lo tanto, parece probable que, efectivamente, se pueda hablar de una relación
bidireccional o recíproca entre autoeficacia, percepciones de amenaza y estrategias de
afrontamiento. La investigación de Rudolph y McAuley (1996) también parece apoyar esta
conclusión. Estos autores examinaron los efectos de la autoeficacia preexistente sobre las
percepciones de esfuerzo durante una prueba de resistencia (correr 30 minutos en un tapiz
rodante al 60% del consumo máximo de oxígeno) y de estas percepciones de esfuerzo sobre
las cogniciones de eficacia tras el ejercicio. Observaron que había una relación recíproca entre
ambas; concretamente, a mayor autoeficacia preejercicio menor percepción de esfuerzo
durante la prueba y ésta, a la vez, aumentaba la autoeficacia postejercicio. Esta misma
reciprocidad se podría dar entre la percepción de amenaza y la autoeficacia, medida antes y
después de un ejercicio físico.
El último aspecto que queda por tratar es el que hace referencia a las relaciones entre las
percepciones de amenaza, las estrategias de afrontamiento y el rendimiento. La revisión de la
literatura muestra que hay una falta de estudios que hayan explorado estas relaciones. Así, la
investigación que relaciona las percepciones de amenaza experimentadas durante la
realización de actividades deportivas y el rendimiento es prácticamente inexistente. Sólo un
estudio (Bueno, Capdevila y Fernández-Castro, 2002) trató este aspecto, mostrando que el
aumento en percepción de amenaza se asociaba a rendimientos inferiores, no pudiendo
alcanzar los objetivos previamente establecidos. Otros enfoques actuales, que guardan alguna
similitud, corresponden a los estudios de Hammermeister y Burton (1995) y Kirkby (1996) en
pruebas de ultrarresistencia (48h) que encontraron que el dolor y el estado de ánimo negativo
aumentaban según se prolongaba la competición y que los pensamientos negativos se
relacionaban negativamente con el rendimiento.
parte, Haney y Long (1995), en su estudio con jugadoras de baloncesto, fútbol y hockey sobre
hierba, encontraron que el uso de estrategias de afrontamiento que denotaban implicación,
compromiso y aceptación activa para manejar los eventos estresantes (engagement), se
asociaba con aumentos de rendimiento, mientras que el uso de estrategias que implicaban
evitación o distanciamiento de los eventos estresantes (disengagement), se asociaba con
disminuciones en el rendimiento. Finalmente, Gaudreau, Blondin y Lapierre (2002)
encontraron que el uso de una estrategia similar a la disminución de esfuerzo (behavioral
disengagement) contribuía a que jugadores de golf no alcanzaran sus objetivos de
rendimiento.