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Lomo : 25mm MÁS RETOQUE PIEL Y TONOS AMARILLOS PRUEBA DIGITAL

VALIDA COMO PRUEBA DE COLOR


EXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.

DISEÑO 01/04/2024 Alba Serrano

OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN


EDICIÓN

Gala está harta de seguir atrapada SELLO MATCHSTORIES


en un círculo vicioso de dependencia COLECCIÓN
y toxicidad con su exnovio. FORMATO 15 X 23mm
RUSTICA CON SOLAPAS
NO CONCIBE UNA VIDA SIN ÉL
SERVICIO
Por ello decide dejarlo todo atrás
y alejarse completamente de él,
con la esperanza de poder sanar su corazón CARACTERÍSTICAS
y evitar la tentación de volver a caer TAMARA MOLINA QUEROL nació en Barcelona
en esa destructiva relación. y ha vivido toda su vida entre páginas. Su desenfrenada IMPRESIÓN 4/0 tintas
Huir donde no pueda hacerle daño. imaginación y creatividad la han empujado a compartir
CMYK

DONDE NO PUEDA ENCONTRARLA su pasión por la lectura y la escritura. Escritora,


creadora de contenido en redes sociales y amante
Una nueva vida en la que refugiarse PAPEL -
del sushi, Tamara sueña con llenar librerías
y con la que enfrentarse a sus inseguridades,
con sus historias.
sus heridas, sus miedos y su inoportuna PLASTIFÍCADO -

atracción hacia Gael, un chico que forma Donde no puedas encontrarme, su primera novela,
parte de su nueva rutina. es un mensaje de amor y esperanza para todas aquellas LOMO (mm) 25mm

personas que conozcan el dolor de un corazón roto.


CON QUIEN PODRÍA REDESCUBIR EL AMOR UVI -
Encontrarás más información de la autora en:
Pero Gala tiene claro que volver a abrir
su corazón no entra en sus planes. Ella sabe @xtawie RELIEVE -

que lo que necesita es centrarse en sí misma. @tawiebooks / @xtawie


BAJORRELIEVE -

Liberarse del pasado, aprender STAMPING -


a amarse y permitirse ser feliz
sin depender de nadie más FORRO TAPA -

GUARDAS -

FAJA / CARACTERÍSTICAS

10343975
IMPRESIÓN XX

Diseño de la cubierta: Planeta Arte & Diseño


Ilustración de la cubierta: © Jacobo Muñiz PLASTIFÍCADO XX
Fotografía de la autora: © Parafernalia Estudio

INSTRUCCIONES ESPECIALES
-
Donde no puedas
encontrarme
Tamara Molina

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MatchStories
Título original:esAuna
Slowcolección de Esencia Editorial
Fire Burning
© Tamara
© Paula Molina,
Hawkins, 2024
2021
© Editorial
© por Planeta,Aleix
la traducción, S. A., 2024 2021
Montoto,
Avda. Diagonal,
© Editorial 662-664,
Planeta, 08034 Barcelona (España)
S. A., 2021
www
Avda..planetadelibros
Diagonal, 662-664, .com
08034 Barcelona (España)
www .editorial.planeta.es
© Ilustraciones
www del interior:
.planetadelibros .com Shutterstock

Primera
La páginaedición:
479 es unamayo de 2024
extensión de esta página de créditos
ISBN: 978-84-08-28721-6
Depósito legal: B.
Primera edición: 6.073-2024
septiembre de 2021
Composición:
Segunda impresión:Realización Planeta
septiembre de 2021
Impresión y encuadernación: Egedsa
ISBN: 978-84-08-24636-7
Printed
Depósitoinlegal:
Spain - Impreso en España
B. 11.071-2021
Composición: Realización Planeta
Esta es unay encuadernación:
Impresión obra de ficción.EGEDSA
Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen
son producto
Printed in Spain de- Impreso
la imaginación
en Españadel autor o bien se usan en el marco de la ficción.
Cualquier parecido con personas reales (vivas o muertas), empresas, acontecimientos
o lugares es pura coincidencia.
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93 272 04 47.

El papel utilizado para la impresión de este libro está calificado


como papel ecológico y procede de bosques gestionados de manera
sostenible.

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Capítulo 1

Gala

—Es un gilipollas, un cerdo y un imbécil.


—¡Lola!
—¿Qué? Si es verdad y tú también lo piensas —continuó sin im-
portarle el empujón que Elena le había dado para que cerrase el pico.
—Pero ten un poco más de tacto... —susurró esta, como si desde su
regazo no pudiera oírla—. ¿Quieres hacerla llorar todavía más o qué?
—¡Lo que quiero es que lo mande a la mierda de una vez!
—Me ha mandado a la mierda él a mí... —gimoteé.
Ambas me miraron con cara de estar viendo a un cachorrito aban-
donado en un contenedor de basura, y no las culpo, porque así me
sentía yo. Abandonada, rota y vacía, esperando a que quien me había
dejado tirada dentro de una caja de zapatos húmeda y mohosa volvie-
se tarde o temprano a recogerme.
Sabía lo que iba a pasar aquella noche como todas las anteriores
veces, pero saber que te van a romper el corazón no te hace libre del
dolor que conlleva.
Elena se inclinó para darme un beso en la frente mientras jugaba
con mis mechones castaños entre sus dedos. Lola estaba en la cocina,
recolectando cualquier alimento que encontraba en los armarios que
no luciera como pienso para conejos, en un intento por consolarme.
Como en las películas americanas, donde la protagonista rompe con
Chad, el capitán del equipo de rugby, y sus amigas la consuelan plan-
tándole una tarrina de helado de dos kilos en el regazo.
Solo que ni Darek era el capitán del equipo de rugby, ni en el con-

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gelador de Elena había helado. Lo más similar que encontró Lola fue
una tarrina congelada, hecha con proteína en polvo sabor galleta, una
especie de postre casero que se prepara Elena para los días que le en-
tra el antojo de dulce. Lola prefirió dejar el poco apetitoso mejunje
en su sitio.
—¿No te da vergüenza tener la nevera así de vacía? —rechistó
mientras iba dejando la indigente recolecta en la mesa de centro—.
¿Cómo pretendes que la consuele? ¿Con un trozo de brócoli? ¿O con
estas barritas para pájaros?
—No son barritas para pájaros, son de espelta. Y te recuerdo que no
puedo tener nada en la despensa mínimamente procesado porque al-
guien que yo conozco viene a atracarla cada dos por tres. ¿Dónde están
las rosquillas que me compré hace tres días, eh? ¡Confiesa!
—Aquí —se recochineó acariciándose la barriga.
Elena le lanzó un cojín.
No pude evitar reírme mientras me secaba las mejillas con las pal-
mas de las manos. Me levanté del regazo de Elena y me acomodé a
su lado.
En cuanto me despedí de Darek, las llamé y no tardaron ni quince
segundos en coger mi llamada, porque, al igual que yo, sabían lo que
iba a suceder aquella noche, así que, como las mejores amigas del
mundo que son, estaban preparadas. Lola pasó a recogerme y fuimos
al piso de estudiantes donde vive Elena, que se ha convertido en nues-
tro punto de reuniones.
Su compañera de piso, Alejandra, nos llama Las Chicas Superpo-
derosas, que es como llaman en México a Las Supernenas. Según
ella, solo hace falta observarnos cinco minutos para saber quién es
cada una de ellas. Alejandra es muy simpática y educada, hace unos
platos riquísimos, que son una de las razones por las que estamos
siempre de okupas en el piso. La otra razón principal es que Elena y
yo somos compañeras de clase, ambas estudiamos Enfermería y des-
de el día en que nos tocó hacer un trabajo juntas no nos hemos vuel-
to a separar.
Lola, por otro lado, es esa amiga con la que llevas toda la vida y con
la que, a pesar de pasar épocas menos unidas que otras, el vínculo
siempre se mantiene fuerte. Se podría decir que yo he sido el puente
de unión entre ellas dos, y ahora se han convertido en un par de seño-
ras cascarrabias pero inseparables.

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—Deja de mirar el móvil esperando a que te escriba —me increpó
Lola—. En un minuto lo has desbloqueado tres veces.
—No estoy esperando a que me escriba. —Dejé el teléfono en la
mesa y me crucé de brazos.
—Sí lo estás esperando, ya estás esperando a que vuelva, ¡como
siempre! —gruñó poniendo los ojos en blanco.
—Ni espero ni quiero que vuelva —mentí.
—Sí quieres, mentirosa.
—¡Que no!
—Que sí.
—Déjala estar —le chistó Elena.
—Pues que lo admita.
—Que no quiero, pesada.
—Sí quieres.
—¡Que no!
Frustrada, cogí un cojín y hundí mi cara para ahogar un grito en él.
Levanté la vista y me encontré a mis amigas con las cejas enarcadas
en un gesto de escepticismo. Aunque me molestaba que no me creye-
ran, estaban en todo su derecho, porque ni yo misma lo hacía.
Ni yo misma lo hago.
Quiero hacerlo, quiero dejar de esperar que vuelva, dejar de fingir
que lo creo cuando me dice que ha cambiado porque prefiero refu-
giarme en la mentira a afrontar la realidad.
Después del reglamentario discurso de las niñas implorándome
que no volviera a recaer con Darek, que tenía que mirar por mí y mi
bienestar, que una ruptura duele pero se supera, que he de quererme
y valorarme, bla, bla, bla...
Lo bloqueé de todos lados.
¿Serviría de algo? No lo sé, seguramente no, pero en ese momento
sentí que era lo mejor que podía hacer. Durante un rato quise creer que
la solución era fingir que lo había borrado de mi vida mientras ignora-
ba mis sentimientos viendo Vengadores: Infinity War por tercera vez,
comiendo comida para pájaros y arropada por mis señoras amigas.
Pero no, no funcionó.
Por más que intentaba evadirme, mi cabeza no dejaba de darle
vueltas y vueltas al tema: a Darek, a la ruptura, a la necesidad que
tengo de él, de su atención, de gustarle y de complacerlo, a pesar de
que en el fondo sabía, y sé, que no se lo merece.

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No me merece a mí, pero me tiene atrapada, adicta a las migajas de
amor que me brinda entre herida y herida. Me jodió tanto darme
cuenta de que me tenía siempre ahí para él... Había perdido el control
absoluto de mi vida porque se lo había entregado a él a cambio de su
miserable amor.
Un amor podrido.
Yo misma me había metido en la boca del lobo y no sabía cómo
salir. El mismo lobo tampoco quería que saliera, pero necesitaba ha-
cerlo.
Necesitaba salir de ahí.
Necesitaba huir.
—La Tierra llamando a Gala. —Elena chasqueó sus dedos frente a
mí—. ¿En qué piensas?
—En huir —respondí impulsivamente.
—¿Qué? —preguntaron al unísono.
—Le quedan veinte minutos a la película, espérate y ahora te llevo
a casa —continuó Lola.
—No, no de aquí.
—¿De dónde entonces? —preguntó—. Elena, cariño, mira la fecha
de caducidad de estas barritas de alpiste, que a esta niña le está dando
una intoxicación alimentaria.
Sus voces ya se habían convertido en un ruido de fondo al que no
podía prestarle atención, porque los latidos de mi corazón retumba-
ban demasiado fuerte en mis oídos. Con una respiración cada vez
más acelerada, me hice un ovillo, abracé mis piernas y escondí la ca-
beza entre ellas intentando controlar la ansiedad y la tensión, que in-
crementaban por momentos.
—Quiero acabar con todo, desaparecer, huir —deliré entre sollo-
zos más para mí misma que para ellas—. Quiero mandarlo todo a la
mierda, tener el valor de alejarme de él y que desaparezca por com-
pleto de mi vida, ¡hasta dudar de si realmente todo ha sido real o solo
una pesadilla!
Un largo silencio invadió la habitación. Solo se oía mi profunda
respiración por encima de las voces de la película, así que, consciente
de mi estado y del numerito que estaba montando, intenté controlar-
la poco a poco. Mis amigas me dejaron espacio, me permitieron unos
minutos de calma, hasta que, una vez más tranquila, Elena se acercó
un poquito más a mí y, frotándome la espalda, susurró:

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—¿Sabes cuál es el problema, Gala? —Su voz era cuidadosa—. Que
quieres echar de tu vida a quien le has dado el control absoluto sobre
ella. Tu vida es de Darek, y eso es lo primero que tienes que cambiar.
—Mi vida es Darek —gimoteé.
—Joder, tía —rechistó Lola—. ¡Pues manda a tomar por culo esa
vida y hazte una nueva! Pero no puedes estar cada dos por tres con el
corazón roto, ni yo quiero tener que volver a enfrentarme a ese arma-
rio lleno de comida para pájaros por tener que consolarte de nuevo.
—¡Que no es comida para pájaros! —rechistó Elena dándole un
codazo.
Mientras ellas se enzarzaban en una absurda discusión sobre la
alimentación de Elena, yo le daba vueltas a lo que me acababan de
decir. A pesar de ser dos desequilibradas mentales sin nociones tera-
péuticas, a veces dan muy buenos consejos sin saberlo. Y ese fue uno
de ellos. Supe que tenían toda la razón. Mi vida ya no era mía, era de
Darek. Sentí que sería mucho más fácil crear una nueva que intentar
recuperar la que él controlaba.
La que sigue controlando.
Pero por poco tiempo.
En ese preciso instante se me pasó por la cabeza una idea que creí tan
descabellada que ni siquiera la expresé en voz alta. También sentí que
era algo que quería decidir yo sola, y decírselo a ellas era hacerlas partí-
cipes de mi decisión. Ya me podía imaginar a Lola soltarme algo como
«¡Hazlo, joder! Ten un par de ovarios», y a Elena repensarlo en un prin-
cipio pero acabar siendo cómplice de Lola, apoyándola con un «Gala,
atrévete, es algo que te vendrá muy bien, priorízate a ti por una vez».
Esa noche me lo planteé como un delirio cualquiera.
Pero he acabado haciéndolo.
Todavía no sé si me arrepiento o no, pero aquí estoy, arrastrando
una pequeña maleta camino de la puerta de embarque. Mis pasos son
acelerados, casi automáticos, mi mente está decidida a llegar lo antes
posible para que no me dé tiempo a repensarlo. En cuanto me suba al
avión, no habrá vuelta atrás. Este será el punto final entre Darek y yo.
Lo he decidido. Lo conseguiré.
Aunque tenga que poner mar y tierra de por medio.

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Capítulo 2

Gala

Me desperté de mejor humor del que había tenido los últimos días.
Me obligué a prepararme un par de tostadas y un café con leche y me
di una rápida ducha de agua tibia para espabilarme. En mi maravillo-
so Peugeot 208 verde botella del 2000, que me regalaron mis padres al
cumplir los dieciocho, me dirigí a las prácticas de Enfermería mien-
tras canturreaba los hits que sonaban en la radio, fingiendo que mi
mundo no se desmoronaba.
Hacía solo una semana que había empezado el curso y todavía es-
taba un poco desubicada porque este año era diferente de los anterio-
res. Estaba en el tercer año de la carrera de Enfermería, donde el curso
se divide en dos períodos: el de prácticas profesionales y el de forma-
ción, que son básicamente las clases teóricas.
En mi caso decidí empezar por el período de prácticas y, aunque
en segundo de carrera ya había tenido mi primer contacto práctico
con la profesión, fue mucho más breve, en un Centro de Atención
Primaria de un pequeño barrio, donde todo estaba bastante tranqui-
lo, nada que ver con lo de este año.
Por decisión propia, esta vez había solicitado que las prácticas fue-
sen en un hospital, porque al fin y al cabo es donde me gustaría traba-
jar en un futuro. Tenía que admitir que, aunque las estuviese disfru-
tando mucho, se me estaban haciendo un poco abrumadoras, más aún
con todo lo sucedido con Darek dando vueltas en mi cabeza continua-
mente, como si viviese observando una película de terror en bucle.
Sentía que no estaba al cien por cien en lo que hacía. No es que

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hiciera las cosas mal, pero sabía que podía dar mucho más de mí y me
fastidiaba no poder hacerlo, porque mi cabeza no estaba donde debía
estar. Era como si mi cuerpo funcionara de forma automática, como
si de un robot se tratara, mientras mi conciencia estaba desconectada
del plano terrenal.
Me sentía fuera de mí misma.
Si eso tiene algún sentido.
En general, mi mente es como una montaña rusa. Tengo días en
los que estoy genial, pero otros en los que me siento destrozada.
Ratos buenos que en un instante se convierten en llantos y también
llantos con los que arrojo toda mi tristeza y me quedo bien a gusto,
sintiendo que todo el dolor ha terminado, que he conseguido liberar-
me de él. Pero ni la tristeza ni la rabia se acaban: se esconden, pero
vuelven a aparecer.
Puto desamor.
Puto Darek.
Habían pasado nueve días desde la ruptura y aún no me había es-
crito. Bueno, puede que lo hubiera hecho, pero lo seguía teniendo
bloqueado en todas las redes sociales, así que, si me había enviado
algún mensaje, no podría haberlo sabido. Tampoco creía que me hu-
biera enviado nada, aunque podría haberlo desbloqueado solo por
comprobarlo, a ver si volvía a enviarme alguno, a ver si volvía a bus-
carme...
—¿Para qué, estúpida? —me regañé en voz alta—. No necesitas
que te hable, no lo necesitas.
«Sí lo necesito.»
Como si del destino se tratara, empezó a sonar por la radio la can-
ción 11 razones de Aitana. Subí el volumen tanto como para dejar de
oír mis pensamientos y la canté a viva voz, desgarrándome la gargan-
ta mientras me martirizaba imaginándome a Darek frente a mí.
—«¡Nunca te creí, siempre me engañé! ¡Nunca quisiste cambiar!
—Las lágrimas recorrían furiosas mis mejillas, no quería ni pensar
cómo llevaba el maquillaje—. ¡Nunca me reí, siempre te lloré y no
más! Once razones para olvidar...»
Once no. Tenía veinte, treinta o incluso cuarenta para olvidar a
Darek.
Pero seguía sin poder hacerlo.
Sigo sin poder hacerlo.

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Camino del hospital, me topé con carteles que indicaban la apro-
ximación al aeropuerto y, por momentos, fantaseé con seguir las indi-
caciones. Ir al aeropuerto, coger un vuelo a vete a saber dónde e irme.
Huir sin pensarlo. Dejarlo todo atrás y empezar una nueva vida en la
que yo tuviera el control. Nada de Darek. Yo sola, conmigo misma.
Fruncí el ceño con fuerza, como si de aquella manera pudiese es-
trujar los pensamientos que rondaban mi mente e incitarlos a que
inundaran todos los demás. Sentí una profunda presión en el pecho
en ese instante, el anhelo de aquella fantasía se volvió más intenso,
más real. Verdaderamente quería hacerlo, quería desviarme del cami-
no, seguir la flecha:

[M-14] Aeropuerto ➡

De forma automática, mi mano decidió pulsar el intermitente, mis


brazos decidieron girar ligeramente el volante a la izquierda y cambié
de carril.
Pero a escasos metros de desviarme por la salida, me desperté del
delirio en el que estaba sumida, di un brusco volantazo que podría
haberme causado un accidente y me recoloqué en mi camino. El co-
che que circulaba a pocos metros detrás de mí me pitó con furia y vi
por el retrovisor cómo me dedicaba una serie de improperios que no
llegué a oír, pero los cuales podía imaginarme.
No pude hacerlo, no pude irme.
En ese momento sentí que se me estaba yendo la cabeza completa-
mente. ¿Cómo iba a hacer semejante estupidez? No sabía ni cómo era
posible que me estuviera planteando algo así.
Puede que realmente se me esté yendo la cabeza.
Porque, cuatro días después, lo he hecho.

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