Pena de Muerte. Revista
Pena de Muerte. Revista
Pena de Muerte. Revista
Palabras clave: derecho penal, penas, Descriptors: criminal law, penalties, case
jurisprudencia, justicia internacional. law, international justice.
* La presentación inicial de este tema, en una versión más reducida, fue hecha por el autor
en la conferencia principal del Seminario “The Death Penalty and Mexico-U.S. Relations. His-
torical Continuities and Present Dilemas”, University of Texas at Austin, el 14 de mayo del
2004.
** Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autó-
noma de México. Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
5 Mi posición constante sobre la pena capital figuró en el artículo “La pena de muerte” (edi-
ción de 1970) de mi Ma nual de pri sio nes. La pe na y la pri sión, 4a. ed., Mé xi co, Po rrúa, 1998,
pp. 239 y ss.
6 En adelante, la Convención Americana, la convención, el Pacto de San José o la CADH.
7 Cfr., principalmente, II, 2.
8 Citada también como CE o CEDH.
9 También citado aquí como PIDCP.
10 Protocolo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la abolición de
la pena de muerte, de 8 de junio de 1990; vigente el 28 de agosto de 1991.
11 Protocolo núm. 6, del 28 de abril de 1983, y Protocolo núm. 13, del 3 de mayo de 2002.
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Estado de Trinidad y Tobago; que el objeto era esencialmente idéntico en aquéllos: “todos se re-
lacionaban con las garantías del debido proceso en supuestos de imposición de ‘pena de muerte
obligatoria’ a todas las personas condenadas por el delito de homicidio intencional en Trinidad
y Tobago, siendo las únicas diferencias las circunstancias individuales de cada caso”; y que los
preceptos de la CADH, cuya violación se invocaba “eran fundamentalmente los mismos”. Caso
Hilaire, Sentencia del 21 de junio de 2002, párr. 1, n. 2. Acerca de la jurisprudencia de la corte,
en asuntos contenciosos, sobre el derecho a la vida, cfr. Remotti Carbonell, José Carlos, La Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Estructura, funcionamiento y jurisprudencia, Barcelona, Instituto Eu-
ropeo de Derecho, 2003, pp. 370 y ss.
19 Case of Soering vs. The United Kingdom, Judgment (Merits and Just Satisfaction), 23 April
1989. Se citará, igualmente, como Soering.
20 Case of Ôcalan vs. Turkey, Judgment (Merits and just satisfaction), 12 March 2003. Tam-
bién se citará como Ôcalan.
21 También mencionada aquí como Cor te Europea o tribunal de Estrasburgo.
22 Aludida, en ocasiones, como CIJ.
23 Judgment, 27 June 2001. Se citará como LaGrand.
24 Case concerning Avena and other Mexican Nationals (Mexico vs. United States of Ameri-
ca), Judgment, 31 March 2004. Se citará como Avena.
25 Sobre la formación de la CADH, cfr. Documentos básicos en materia de derechos humanos en el sis-
tema interamericano (actualizado a enero de 2004). Washington, D. C., Organización de los Estados
Americanos-Comisión Interamericana de Derechos Humanos-Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, OEA/Ser.L/V/1.4 rev. 10, 31 de enero de 2004, pp. 9 y ss.; y Conferencia
Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, San José, Costa Rica, 7-22 de noviem-
bre de 1969. Actas y Documentos (OEA/Ser.K/XVI/1.2), Washington, D. C., Secretaría Gene-
ral, Organización de los Estados Americanos.
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A. Textos internacionales
26 El artículo 27, CADH, estipula que “los Estados partes se comprometen a adoptar pro vi-
dencias, tanto a nivel interno como mediante la cooperación internacional, especialmente econó-
mica y técnica, para lograr progresivamente la plena efectividad de los derechos que se derivan
de las normas económicas, sociales y sobre educación, ciencia y cultura, contenidas en la Carta de
la Organización de los Estados Americanos, reformada por el Protocolo de Buenos Aires, en la
medida de los recursos disponibles, por vía legislativa u otros medios apropiados”.
27 Protocolo adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, “Protocolo de San Salvador”, de 17 de noviembre
de 1988, vigente el 16 de noviembre de 1999.
28 “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (ar-
tículo 3).
29 “Toda persona tiene derecho a la vida, a la libertad y a la integridad de su persona” (ar-
tículo I).
30 “El derecho a la vida es inherente a la persona humana. Este derecho estará protegido por
la ley. Nadie podrá ser privado de la vida arbitrariamente” (artículo 6.1).
31 “El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley. La muerte no puede ser
infligida intencionadamente a nadie, salvo en ejecución de una sentencia de pena capital pro-
nunciada por un tribunal en el caso en que el delito sea castigado con esta pena por la Ley” (ar-
tículo 2.1).
32 “La persona humana es inviolable. Todo ser humano tiene derecho a que se respete su vi-
da y la integridad de su persona. Nadie puede ser privado arbitrariamente de ese derecho” (ar-
tículo 4).
LA PENA DE MUERTE 1027
33 Así, ar tícu lo 1.2, CADH: “Para los efec tos de es ta Conven ción, per sona es to do ser hu-
mano”.
34 La Corte IDH ha examinado el problema de los derechos humanos con respecto a las per-
sonas morales. Hizo “notar que, en general, los derechos y las obligaciones atribuidos a las
personas morales se resuelven en derechos y obligaciones de las personas físicas que las constitu-
yen o que actúan en su nombre y representación”. Aun cuando la convención no reconoce ex-
presamente la figura de las personas morales —a diferencia del reconocimiento expreso que con-
tiene el Protocolo 1 a la Convención Europea— “esto no restringe la posibilidad de que bajo
ciertos supuestos el individuo pueda acudir al sistema interamericano de protección de los dere-
chos humanos para hacer valer sus derechos fundamentales, aunque los mismos estén cubiertos
por una figura o ficción jurídica creada por el mismo sistema del derecho”. Caso Cantos vs.
Argentina. Excepciones preliminares. Sentencia de 7 de septiembre de 2001, párrs. 27 y 29. La
CIDH invoca la resolución de la Corte Europea en el caso Pine Valley Developments Ltd. and
others vs. Ireland, en el que figuraban tres peticionarios “personas jurídicas”, que “no eran más
que vehículos a través de los cuales el señor Healy, en su condición de persona física, desarrolla-
ba una determinada actividad económica”. La Corte Europea “rechazó el argumento del Estado
y señaló que era artificial hacer distinciones entre los peticionarios para efectos de ser considera-
dos víctimas de una violación de algún derecho consagrado en la Convención Europea”. Idem,
párr. 29, n. 1.
35 Artículo 16, CADH.
36 Artículos 16, CADH, y 8.1.a. del Protocolo de San Salvador. Las violaciones a este dere-
cho se hallan expresamente sometidas a la competencia contenciosa ratione materiae de la Corte
IDH, en los términos del artículo 19.6 del mismo protocolo.
37 Cfr. Bidart Cam pos, Ger mán F., Teoría general de los derechos humanos, México, UNAM, Insti-
tuto de Investigaciones Jurídicas, 1989, pp. 195 y ss., y Rey Cantor, Ernesto, y Rodríguez Ruiz,
María Carolina, Las generaciones de los derechos humanos, Bogotá, Página Muestra Editores, 2003,
pp. 47 y ss. Sobre los componentes del sistema de derechos humanos, como dato actual de las
aportaciones “generacionales”, y su posible síntesis en un derecho individual al desarrollo, que
abarca libertad, justicia y bienestar, véase García Ramírez, Sergio, Los derechos humanos y el derecho
penal, México, Secretaría de Educación Pública, 1976, colección Septentas, núm. 254, pp.
172-173. Cfr., asimismo, mi trabajo “La jurisdicción americana sobre derechos humanos.
Actualidad y perspectivas”, en García Ramírez, Sergio, Estudios jurídicos, México, Universidad
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Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2000, pp. 280 y 281, y en
La jurisdicción internacional. Derechos humanos y justicia penal, México, Porrúa, 2003, pp. 139-141.
38 En la Opinión Consultiva OC-3 se formula un pertinente deslinde en lo que toca a los
principios recogidos por la convención a este respecto: “El asunto está dominado por un princi-
pio sustancial expresado por el primer párrafo (del artículo 4), según el cual ‘toda persona tiene
derecho a que se respete su vida’ y principio procesal según el cual nadie puede ser privado de
la vida arbitrariamente’”, párr. 53.
39 Conforme al artículo 6.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño, “los Estados par-
tes reconocen que todo niño tiene derecho intrínseco a la vida”.
40 Artículos 1 (“Obligación de respetar los derechos”) y 2 (“Deber de adoptar disposiciones de
derecho interno”) de la CADH, con correspondencia en el artículo 2 del PIDCP.
41 Cfr. Opinión Consultiva OC-18/03, de 17 de septiembre del 2003, Condición jurídica y
derechos de los migrantes indocumentados. En mi Voto razonado concurrente a esa opinión consulti-
va, manifesté: “Tomando en cuenta las características de los deberes generales de los Estados al
amparo del derecho internacional general y del derecho internacional de los derechos humanos,
específicamente, en lo que corresponde a estos extremos del jus cogens, aquellos deben desarrollar,
como se sostiene en la OC-18/2003, determinadas acciones en tres órdenes mutuamente comple-
mentarios: a) por una parte, asegurar a través de medidas legislativas y de otra naturaleza —es
decir, en todo el ámbito de atribuciones y funciones del Estado— la efectiva vigencia —no sólo
la consagración nominal— de los derechos humanos de los trabajadores en forma igualitaria y
sin discriminación alguna; b) por otra parte, suprimir las disposiciones, cualesquiera que sean su
rango o su alcance, que entrañan desigualdad indebida o discriminación; y c) finalmente, comba-
tir las prácticas públicas o privadas que tengan esta misma consecuencia. Sólo entonces se puede
decir que un Estado cumple sus obligaciones de jus cogens en esta materia, que, como se ha men-
cionado, no dependen de que el Estado sea parte en determinado convenio internacional, y sólo
entonces quedaría a cubierto de la responsabilidad internacional que proviene del incumplimien-
to de deberes internacionales”. Cfr. mi examen sobre esta opinión consultiva en García Ramírez,
Sergio, “La función consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la
OC-18/2003”, Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-18/03,
México, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2004, pp. 9 y ss.
LA PENA DE MUERTE 1029
42 La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, del 23 de mayo de 1969, dis-
pone: “Una parte no puede invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación
del incumplimiento de un tratado. Esta norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el
artículo 46” (artículo 27), que se refiere a los tratados celebrados con violación del derecho in-
terno.
43 Frecuentemente se ha observado que a la etapa inicial de proclamación (nacio nal e inter-
nacional, en sus ámbitos históricos respectivos) de los derechos humanos, seguiría la consagra-
ción vinculante (en lo internacional: a través de tratados y convenciones), y en seguida vendría el
establecimiento de “garantías”: instrumentos, generalmente jurisdiccionales, para la efectividad
de los derechos. Cfr., en lo que toca al orden internacional, las consideraciones de Norberto
Bobbio: “el problema cada vez más urgente frente al que nos encontramos no es el problema
del fundamento (de los derechos fundamentales), sino el de las garantías” (“Presente y porvenir
de los derechos humanos”, en varios autores, Anuario de Derechos Humanos 1981, Madrid, Universi-
dad Complutense, Facultad de Derecho, Instituto de Derechos Humanos, 1982, p. 10), o dicho
de otra manera: el problema “no es filosófico sino jurídico, y en sentido más amplio, político”.
El problema de la guerra y las vías de la paz, trad. de Jorge Binaghi, Gedisa, 1982, p. 130. Este ar-
tículo fue publicado, bajo su título original, “Sobre el fundamento de los derechos del hombre”,
en la Gaceta de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, México, año VI, núm. 4, abril de
1999, p. 112. Estado de derecho es, en síntesis, un Estado con sistema de garantías de los dere-
chos humanos; cfr. Bobbio, “Presente y porvenir...”, en varios autores, Anuario de Derechos..., cit.,
en esta misma nota, p. 24.
44 Cfr. Häberle, Peter, El Estado constitucional, trad. de Héctor Fix-Fierro, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2001, p. 115.
45 El artículo 31.1 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados previene que
éstos “deberá(n) interpretarse de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a
los términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin”.
1030 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
53 En la sentencia de reparacio nes, la corte estimó “conveniente recordar que, según una ju-
risprudencia centenaria y que no ha variado hasta ahora, un Estado no puede alegar su estructu-
ra federal para dejar de cumplir una obligación internacional”. Al respecto, citó la sentencia ar-
bitral del 26 de julio de 1875 en el caso del Montijo, La Pradelle-Politis, Recueil des arbitrages
interationaux, París, 1954, t. III, p. 675; y la decisión de la Comisión de reclamaciones franco-me-
xicana del 7 de junio de 1929 en el caso de la sucesión de Hyacinthe Pellat, UN, Reports of Interna-
cional Arbitral Awards, vol. V, p. 536. CIDH, caso Garrido y Baigorria. Reparaciones (artículo
63.1 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Sentencia de 27 de agosto de 1998,
serie C, núm. 39, párr. 46.
54 El párrafo 2 de este precepto previene: “Con respecto a las disposiciones relativas a las ma-
terias que corresponden a la jurisdicción de las entidades componentes de la federación, el go-
bierno nacional debe tomar de inmediato las medidas pertinentes, conforme a su constitución y
sus leyes, a fin de que las autoridades competentes de dichas entidades puedan adoptar las dispo-
siciones del caso para el cumplimiento de esta Convención”.
55 CIDH, caso Villagrán Morales y otros (caso de los “Niños de la calle”), Sentencia del 19
de noviembre de 1999, serie C, núm. 63, párr. 144.
LA PENA DE MUERTE 1033
E. Límites
64 Cfr. Pérez Tamayo, Ruy, Etica médica laica, México, El Colegio Nacional-Fondo de Cultura
Económica, 2002, pp. 177 y 178.
1036 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
Esta expresión del mismo artículo 4.1 del Pacto de San José, que
en concepto de la Corte Interamericana entraña un principio “proce-
sal”66 —a diferencia del principio “sustancial” recogido en las pri-
meras palabras del mismo precepto— distingue entre privaciones ar-
bitrarias y no arbitrarias de la vida, o bien, desde otro ángulo, repro-
badas y autorizadas. Autorizadas serían, por ejemplo, las que ocurren
bajo el amparo de una excluyente de incriminación (como en las hi-
65 México formuló la siguiente declaración interpretativa: “Con respecto al párrafo 1 del ar-
tículo 4 considera que la expresión ‘en general’, usada en el citado párrafo, no constituye obliga-
ción de adoptar o mantener en vigor legislación que proteja la vida ‘a partir del momento de la
concepción’ ya que esta materia pertenece al dominio reservado de los Estados”. Documentos bási-
cos en materia de derechos humanos en el sistema interamericano…, cit., nota 25, pp. 58 y 59. En Canadá,
el Comité sobre Derechos Humanos del Senado que examinó la posible adhesión de ese país a
la CADH, y a este respecto se pronunció en tal sentido, formuló la siguiente recomendación:
“The Committee… recommends that Canada consider making a reservation to article 4(1) in or-
der to address concerns related to the preservation of the status quo, in Canadian law, with res-
pect to abortion. This reservation should be drafted so as to make it clear that Canada does not
seek to deprive the right to life as a whole of its basic purpose, but merely to restrict certain as-
pects of it, as suggested by the Inter-American Court of Human Rights”. Enhancing Canada’s Role
in the OAS: Canadian Adherence to the American Convention on Human Rights. Report of the Standing Senate
Committee on Human Rights, May 2003, pp. 42-44 y 61.
66 Cfr. Opinión Consultiva OC-3/83…, cit., nota 16, párr. 53.
LA PENA DE MUERTE 1037
67 Supra II, 1, D.
68 Entre 1982 y 1994, es decir, a lo largo de poco más de una década, la corte emitió catorce
opiniones consultivas. A partir de 1997 y hasta el primer semestre de 2004, ha emitido cua-
tro opiniones consultivas. En contraste, las cuestiones contenciosas han aumentado considerable-
mente. En mi informe ante la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos de la Organización de
los Estados Americanos, el 11 de marzo del 2004, observé que, “a mi modo de ver, esto es el
producto de la maduración de la jurisdicción interamericana, la confianza de los órganos del sis-
tema y de los propios Estados, y el avance vigoroso de los conceptos y las exigencias de tutela de
los derechos humanos, no obstante ocasionales y transitorios problemas que difícilmente podrían
detener la marcha”. Igualmente, comenté que “en el transcurso de 2003, la corte recibió quince
nuevos casos. Esto equivale al número total de los recibidos durante 2000, 2001 y 2002, en con-
junto. Se prevé que la comisión podría presentar veinticinco nuevos casos en 2004. Pasaríamos,
pues, de cinco nuevos casos hace sólo tres años —2001— a los mencionados veinticinco en el
año que corre, es decir, un aumento de cuatrocientos por ciento. En 1998, veinte casos se halla-
ban en trámite —número que abarca los nuevos y los pendientes de diversos actos procesales—;
en el 2002, la cifra se elevó a treinta y nueve; y en el 2003, ascendió a cincuenta y cuatro, sin
tomar en cuenta los asuntos en que fue preciso dictar medidas provisionales, que pasaron de
diez en 1998 a veintitrés en el 2003”. En el mismo sentido, mi Informe ante la Asamblea General de
la OEA el 8 de junio del 2004. Cfr., sobre la trayectoria de la corte, Ventura Robles, Manuel E.,
“La Corte Interamericana de Derechos Humanos: camino hacia un tribunal permanente”, en
Cançado Trindade, Antônio, y Ventura Robles, El futuro de la Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos, 2a. ed., San José, Costa Rica, Corte Interamericana de Derechos Humanos-Alto Comisio-
nado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 2004, pp. 117 y ss.
69 Cfr. Neuman, Elías, La pena de muerte en tiempos del neoliberalismo, México, Instituto Nacional
de Ciencias Penales, 2004, pp. 380 y ss.
70 Cfr. Zaffaroni, E. Raúl, Muertes anunciadas, Temis-Instituto Interamericano de Derechos
Humanos, 1993, pp. 11-13.
1038 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
A. Relevancia
71 CIDH, caso Neira Alegría y otros, Sen tencia de 19 de enero de 1995, serie C, núm. 20,
párr. 74
72 Para ilustrar este asunto, anticiparé la invocación de mi Voto concurrente a las sentencias de
los casos de Trinidad y Tobago, sin perjuicio de ampliar infra la consideración de este tema: “Si
nos atenemos, con visión superficial, al hecho de que la pena de muerte se halla prevista en una
ley y su aplicación a los casos concretos proviene de una sentencia judicial emitida por un tribu-
nal competente, pudiera parecer excesiva la calificación de arbitrariedad en el caso que ahora
nos ocupa. En cambio, esa calificación se justifica si se utilizan algunas referencias plenamente
acreditadas ante la Corte Interamericana y expuestas en la sentencia expedida por ésta, a saber:
a) la prevención de pena de muerte, tabula rasa, para cualesquiera homicidios intencionales, sin
miramiento hacia las diversas características que éstos revisten, como se ha dicho en puntos an-
teriores del presente Voto: este dato —la existencia de una ley arbitraria-— tiñe de arbitrariedad
las condenas y, por supuesto, las eventuales ejecuciones; b) la aplicación de la pena de muerte
mediante juicios que no satisfacen, en modo alguno, ciertas exigencias del debido proceso legal,
como son las concernientes al plazo razonable para resolver la controversia y a la provisión de
asistencia legal adecuada; c) la inoperancia real, en los casos concretos del derecho a solicitar
—y, se entiende, a gestionar y sustentar— la amnistía, el indulto o la conmutación de la pena; y
d) la ejecución de una persona —Joey Ramiah— que se hallaba protegido por medidas provisio-
nales ordenadas por la corte; una ejecución antes de que hubiera un pronunciamiento de los ór-
ganos del sistema interamericano de protección de los derechos humanos constituye —como di-
jera el Comité Judicial del Privy Council— una ‘violación de los derechos constitucionales’ de los
solicitantes”.
LA PENA DE MUERTE 1039
que de los seis párrafos que integran esa disposición, uno se refiere al
derecho a la vida, aun cuando ya incluye el problema de la privación
arbitraria de ésta, y los otros cinco aluden única y exclusivamente a
la más inquietante salvedad de ese derecho desde el ángulo de la re-
lación que existe entre el Estado investido de la potestad punitiva for-
mal —no sólo de la fuerza material para privar de la vida, que se ex-
playa en las ejecuciones extrajudiciales, manifiestamente arbitrarias—
y el individuo titular de ese derecho. Otro tanto ocurre, por cierto,
en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.73
75 Acerca del debate en este congreso, cfr. Schabas, William A., The Abolition of the Death Penalty
in International Law, 3a. ed., Cambridge University Press, 2004, p. 167.
76 Cfr. Neuman, La pena de muerte…, cit., nota 69, pp. 236 y ss.
77 Cfr. Ôcalan…, cit., nota 20, párr. 195.
78 Cfr. Soering…, cit., nota 19, párrs. 102 y 103. Asimismo, cfr. Schabas, The Abolition of the
Death Penalty…, cit., nota 75, pp. 260 y 261.
LA PENA DE MUERTE 1041
85 Cfr. Kreb, “Sancio nes penales…” (partes VII, IX y X)”, en Ambos Guerrero, Óscar Julián,
El Estatuto de Roma…, cit., nota 83, pp. 341-343.
86 Esto, en virtud del artículo 110, sobre “Examen de una reducción de la pena”. El párrafo
3 señala: “Cuando el recluso haya cumplido las dos terceras partes de la pena o 25 años de pri-
sión en caso de cadena perpetua, la corte revisará la pena para determinar si ésta puede reducir-
se. La revisión no se llevará a cabo antes de cumplidos esos plazos”. El párrafo 4 señala los fac-
tores que la corte tomará en cuenta para disponer, en su caso, la reducción de la pena.
87 Los cator ce Estados fueron: Costa Rica, Uruguay, Colombia, Ecuador, El Salvador, Pana-
má, Honduras, República Dominicana, Guatemala, México, Venezuela, Nicaragua, Argentina y
Paraguay. Cfr. Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, San José,
Costa Rica, 7-22 de noviembre de 1969, Actas y documentos, OEA/Ser.K/XVI/1.2, Washington,
D. C., 1973, p. 467.
88 Los catorce Estados manifestaron: “reco giendo el sentimien to ampliamente mayoritario ex-
presado en el curso de los debates sobre la prohibición de la pena de muerte, concorde con las
más puras tradiciones humanistas de nuestros pueblos, declaramos solemnemente nuestra más
firme aspiración de ver desde ahora erradicada del ámbito americano la aplicación de la pena
de muerte y nuestro indeclinable propósito de realizar todos los esfuerzos posibles para que, a
corto plazo, pueda suscribirse un Protocolo adicional a la Convención Americana de Derechos
Humanos —Pacto de San José, Costa Rica— que consagre la definitiva abolición de la pena de
muerte y coloque una vez más a América en la vanguardia de la defensa de los derechos funda-
mentales del hombre”. Idem.
89 Fue el caso de República Dominicana, que manifestó: “La República Dominicana, al sus-
cribir la Convención Americana sobre Derechos Humanos, aspira que el Principio sobre la Pros-
cripción de la Pena de Muerte llegue a ser puro y simple, de aplicación general para los Estados
de la region americana, y mantiene asimismo las observaciones y comentarios realizados al Pro-
yecto de Convención citado y que hiciera circular ante las delegaciones al Consejo de la Organi-
zación de los Estados Americanos el 20 de junio de 1969”.
90 Indicó que esta comisión “dejó constancia, en este artículo (es decir, en el examen del ar-
tículo 4), de su firme tendencia a la supresión de la pena (de muerte)”. Conferencia especializa-
da…, Actas y documentos, p. 296.
LA PENA DE MUERTE 1043
C. Protocolo de 1990
El régimen de la convención se ve ampliado —como ha sucedido
en los otros instrumentos internacionales que mencioné en el aparta-
do precedente— por el protocolo relativo a la Abolición de la Pena
de Muerte, de 8 de junio de 1990, que ha sido suscrito y ratificado
por ocho países94 y se halla en vigor.95 En los considerandos de este
97 Artículo 6.2: “En los países que no hayan abolido la pena capital só lo podrá imponerse la
pena de muerte para los más graves delitos y de conformidad con leyes que estén en vigor en el
momento de cometerse el delito y que no sean contrarias a las disposiciones del presente pacto
ni a la convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio. Esta pena sólo podrá
imponerse en cumplimiento de sentencia definitiva de un tribunal competente”.
98 Párr. 1: “En los países que no la hayan abolido, la pena de muer te sólo podrá imponerse
como sanción para los delitos más graves, entendiéndose que su alcance se limitará a los delitos
intencionales que tengan consecuencias fatales u otras consecuencias extremadamente graves”.
99 Reinhart Maurach señala que “en la selección de los recursos pro pios del Estado, el dere-
cho penal debe representar la última ratio legis”. La “hipertrofia cualitativa” del derecho penal
constituye un rasgo del Estado totalitario. Tratado de derecho penal, trad. de Juan Córdoba Roda,
Barcelona, Ariel, 1962, t. I, pp. 31 y 32.
100 La famosa obra de Beccaria, que reivindica la racionalidad de la pena, concluye con una
fórmula admirable: “para que toda pena no sea violencia de uno o de muchos contra un parti-
cular ciudadano, debe esencialmente ser pública, pronta, necesaria, la más pequeña de las posi-
bles en las circunstancias actuales, proporcionada a los delitos, dictada por las leyes”. De los deli-
tos…, cit., nota 2, p. 323.
1046 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
103 Cfr. Islas de González Mariscal, Olga, Análisis lógico de los delitos contra la vida, 4a. ed., Méxi-
co, Trillas, 1998, pp. 121 y 122.
104 En ese Voto señalo que “la legislación penal suele prever —desde hace mucho tiempo, y
muy ampliamente en la hora actual— al lado del llamado homicidio básico o fundamental,
otros tipos en los que figuran esos elementos agravadores: en función del vínculo entre los su-
jetos activo y pasivo (parricidio) de la situación en que se colocó el agente para privar de la vida
a la víctima (homicidio calificado por la ventaja o la traición), del móvil que impulsa la conducta
del autor (homicidio calificado por el propósito de obtener una remuneración o de satisfacer ob-
jetivos bastardos), de los medios empleados (homicidio calificado por el empleo de explosivos y
otros instrumentos devastadores), etcétera”.
105 La legalidad penal sustantiva fue examinada en el caso Castillo Petruzzi y otros, de 1999:
“en la elaboración de los tipos penales es preciso utilizar términos estrictos y unívocos, que aco-
ten claramente las conductas punibles, dando pleno sentido al principio de legalidad penal. Esto
implica una clara definición de la conducta incriminada, que fije sus elementos y permita deslin-
darla de comportamientos no punibles o conductas ilícitas sancionadas con conductas no pena-
les… Normas como las aplicadas en el caso que nos ocupa (se refiere a cierta legislación antite-
rrorista, aplicada a los peticionarios) que no delimitan estrictamente las conductas delictuosas,
son violatorias del principio de legalidad establecido en el artículo 9o. de la Convención Ameri-
cana”, CIDH, caso Castillo Petruzzi, Sentencia de 30 de mayo de 1999, serie C, núm. 52,
párr. 121.
106 En el Reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se previene: “En
caso de gravedad y urgencia y toda vez que resulte necesario de acuerdo a la información dispo-
nible, la comisión podrá, a iniciativa propia o a petición de parte, solicitar al Estado de que se
trate la adopción de medidas cautelares para evitar daños irreparables a las personas” (artículo
25.1).
107 La comisión manifestó a la corte que las medidas cautelares habían sido desatendidas por
el Estado, y que éste señaló que la Comisión Interamericana “ni por acción u omisión tiene ju-
risdicción para prevenir de manera alguna la ejecución de una sentencia autorizada por la Cons-
titución y las leyes de Trinidad y Tobago y que fue pronunciada por un tribunal de jurisdicción
competente”, e indicó que estaba en libertad de ejecutar las sentencias dictadas de acuerdo con
las normas del derecho interno. Cfr. CIDH, Medidas provisionales. Compendio julio 1996-junio
1048 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
2000, serie E, núm. 2, Resolución del Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 27 de
mayo de 1998, respecto de la República de Trinidad y Tobago. Casos James, Briggs, Noel, García y Bethel,
párr. 3 c), p. 276.
108 La CADH faculta a la corte para adoptar medidas “provisionales”, en los siguientes térmi-
nos: “En casos de extrema gravedad y urgencia, y cuando se haga necesario evitar daños irrepa-
rables a las personas, la corte, en los asuntos que esté conociendo, podrá tomar las medidas pro-
visionales que considere convenientes. Si se tratare de asuntos que aún no estén sometidos a su
conocimiento, podrá actuar a solicitud de la comisión” (artículo 63.2). Como se advierte, la fa-
cultad de la corte se ejerce en casos de “extrema” gravedad y urgencia. Tanto las medidas “cau-
telares” de la comisión como las “provisionales” de la corte son, en esencia, expedientes precau-
torios a propósito de bienes jurídicos que corren un alto riesgo y cuya pérdida o menoscabo
causaría a los individuos —beneficiarios de las medidas— un daño irreparable en el goce o ejer-
cicio de derechos fundamentales. En el caso a consideración, la corte actuó a instancia de la
Comisión Interamericana; el litigio no se había sometido aún al tribunal a través de la demanda
correspondiente. En la especie, las primeras medidas provisionales se adoptaron en la Resolución
del Presidente de la Corte, del 27 de mayo de 1998, a la que se aludió en la nota anterior, a favor de
los sentenciados James, Briggs, Noel, García y Bethel. La sucesión de medidas y otras comunica-
ciones en torno a este asunto puede verse en el citado Compendio julio 1996-junio 2000 (menciona-
do infra n. 111), pp. 275 y ss.
109 Conforme al artículo 78.1 de la CADH, la denuncia entró en vigor al cabo de un año de
su notificación. En consecuencia, la corte retuvo competencia, ratione temporis, para conocer de he-
chos ocurridos antes de que concluyera ese plazo, como en efecto ha sucedido a través de casos
sometidos mediante demandas de la Comisión Interamericana. En las sentencias del 1o. de sep-
tiembre del 2001, el tribunal interamericano afirma su competencia: “El 26 de mayo de 1998
Trinidad y Tobago denunció la Convención y de acuerdo con el artículo 78 de la misma, esta
denuncia tuvo efecto un año más tarde, el 26 de mayo de 1999. Los hechos a los que se refiere
el presente caso ocurrieron con anterioridad a la entrada en vigor de la denuncia hecha por el
Estado. Por lo tanto, esta corte es competente, en los términos de los artículos 78.2 y 62.3 de la
convención, para conocer el presente caso y dictar sentencia sobre la excepción preliminar pre-
sentada por el Estado”, párr. 28.
110 La sección 2 del capítulo VIII de la CADH se refiere a “Competencia y funciones”. No
enuncia las categorías de aquélla, sino establece las disposiciones competenciales de las que pu-
dieran derivar dichas categorías. Los artículos 61, 62 y 63.1 aluden a la competencia contencio-
sa: resolución de controversias planteadas a la corte a través de una demanda. Los artículos 64 y
65 instituyen la competencia consultiva. El artículo 63.2 recoge la que he llamado competencia
preventiva, que se reconoce a la corte aun en ausencia de contienda, es decir, antes de que ope-
re la jurisdicción contenciosa, en sentido estricto. Entonces no hay litigio o contienda —esto es,
contención— y tampoco existen partes procesales, porque todavía no hay proceso. La acción
que ejerce la comisión solicitante tiene entidad propia, y el procedimiento y las decisiones del
tribunal se instalan en el marco de una categoría competencial asimismo propia. Examino este
punto en mi “Reflexión sobre las medidas provisionales en la jurisdicción interamericana”, pre-
LA PENA DE MUERTE 1049
114 Las medidas se basaron en los artículos 41 del Estatuto de la CIJ y 75.1 de su Reglamento.
El mandamiento judicial se emitió en los siguientes términos: “(a) The United States of America
should take all mesasures at its disposal to ensure that Walter LaGrand is not executed pending
the final decision in these proceedings, and should inform the Court of all measures which it has
taken in implementation of this Order; (b) The Government of the United States of America
should transmit this Order to the Governor of the State of Arizona”. LaGrand, párr. 32. En este
procedimiento, el Solicitor-General de Estados Unidos de América emitió su punto de vista en el
sentido de que “an order of the International Court of Justice indicating provisional measures is
not binding and does not furnish a basis for judicial relief”. El mismo 3 de marzo, la Suprema
Corte de Estados Unidos de América desestimó la moción de Alemania para que se atendiera la
orden de medidas provisionales, haciendo ver, como motivo del rechazo, la tardanza del gobier-
no alemán en presentar su solicitud, así como los obstáculos existentes desde la perspectiva del
derecho nacional estadounidense: “(t)wo central factors constrained the United States ability to
act. The first was the extraordinarily short time between issuance of the Court’s Order and the
time set for the execution of Walter LaGrand… The second constraining factor was the cha-
racter of the Untied States of America as a federal republic of divided powers”. La misma suerte
corrieron las gestiones del propio Walter LaGrand ante la Suprema Corte. Cfr. idem, párrs. 33-34
y 95.
115 La CIJ examinó los textos inglés y francés del ar tículo 41 del estatuto, que mueven a dis-
crepancias (en español, el artículo 41.1 dice: “La corte tendrá facultad para indicar, si considera
que las circunstancias así lo exigen, las medidas provisionales que deban tomarse para resguardar
los derechos de cada una de las partes”; énfasis agregado) , y concentró su estudio sobre el “ob-
jeto y fin del tratado”, que debe interpretarse de “buena fe”, con el propósito de permitir que el
instrumento alcance las consecuencias que le son inherentes. Para esto, el tribunal internacional
invocó el derecho internacional consuetudinario, que se refleja en el artículo 31 de la Conven-
ción de Viena sobre el Derecho de los Tratados. La CIJ señaló que la orden sobre medidas pro-
visionales, del 3 de marzo de 1999, “was not a mere exhortation. It han been adopted pursuant
to Article 41 of the Statute. This Order was consequently binding in character and created a le-
gal obligation for the United States”. LaGrand, párr. 110. No sobra recordar, a este respecto,
que “debe rechazarse toda interpretación susceptible de despojar al convenio o parte del mismo
de su plena eficacia” (subrayado del autor). Verdross, Alfred, Derecho internacional público, trad. de
Antonio Truyoy y Serra, Madrid, Aguilar, 1957, p. 145,
116 Avena, párr. 21. En este caso, el gobernador del Estado conmutó la pena capital por cade-
na perpetua.
LA PENA DE MUERTE 1051
120 “El objeto y fin del tratado se determinará(n) a través del análisis del texto del tratado.
Normalmente será suficiente examinar el preámbulo, pues... es en éste donde normalmente se
encuentran enunciados el objeto y fin del tratado”. Acosta Estévez, José B. y Espaliat Larson,
Astrid, La interpretación del derecho internacional público y derecho comunitario europeo, Barcelona, Promo-
ciones y Publicaciones Universitarias, 1990, pp. 97 y 98.
121 Opinión Consultiva OC-3/83…, cit., nota 16, párr. 61.
122 La Corte IDH sostiene que “el objeto y fin de la Convención Americana es la protección
de los derechos humanos, por lo que la corte siempre que requiera interpretarla debe hacerlo en
el sentido de que el régimen de protección de derechos humanos adquiera todo su efecto útil”.
Informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Art. 51 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-15/97 del 14 de noviembre de
1997, serie A, núm. 15, párr. 29. Cfr., ahí mismo, la nutrida jurisprudencia de la Corte Intera-
mericana a este respecto. En mi Voto razonado concurrente a la sentencia de fondo y reparaciones de
la Corte Interamericana en el caso de la Comunidad Mayagna (Sumo) Awas Tingni, del 31 de agosto
de 2001, señalo que “el objeto y fin de la Convención Americana sobre Derechos Humanos se
concentran en el reconocimiento de la dignidad humana y de las necesidades de protección y
desarrollo de las personas, en la estipulación de compromisos a este respecto y en la provisión de
instrumentos jurídicos que preserven aquélla y realicen éstos” (párr. 4 del voto mencionado).
LA PENA DE MUERTE 1053
123 CIDH, caso Hilaire, Excepcio nes preliminares, Sentencia del 1o. de septiembre de 2001,
párr. 90. La declaración de Trinidad y Tobago “facultaría a éste para decidir en cada caso con-
creto el alcance de su propia aceptación de la competencia contenciosa de la corte en detrimen-
to del ejercicio de la función contenciosa del Tribunal. Además, concedería al Estado la potestad
discrecional para decidir qué asuntos puede conocer la corte, lo que privaría el ejercicio de la
competencia contenciosa del Tribunal de toda eficacia” (párr. 92). Aceptar esa declaración —se
agregó— “conduciría a una situación en que la corte tendría como primer parámetro de refe-
rencia la Constitución del Estado y sólo subsidiariamente la Convención Americana, situación
que acarrearía una fragmentación del orden jurídico internacional de protección de los derechos
humanos y haría ilusorios el objeto y fin de la Convención” (párr. 93). En el mismo sentido, las
sentencias sobre excepciones preliminares, también del 1o. de septiembre de 2001, en los Casos
Constantine y otros y Benjamín y otros.
124 Los tratados sobre derechos humanos no entrañan obligaciones ante otros Estados, “sino
hacia los individuos bajo su jurisdicción” (párr. 94 y 95, en que se mencionan coincidencias in-
ternacionales y se invoca la jurisprudencia de la propia Corte Interamericana). Sobre ésta, cfr.
CIDH, El efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC 2/82 del 24 de septiembre de 1982, serie A, núm. 2,
párr. 29; y CIDH, caso del Tribunal Constitucional. Competencia, Sentencia del 24 de septiem-
bre de 1999, serie C, núm. 55, párr. 41, y caso Ivcher Bronstein. Competencia, Sentencia del 24
de septiembre de 1999, serie C, num. 54, párr. 42.
125 Algunos ordenamientos prevén la imposición de cierta pena cuando se acredita la comisión
de determinados delitos. Se contempla esta mandatory sentence para evitar la benevolencia judicial,
y conseguir, de esta manera, la mejor prevención de la criminalidad. Cfr. Cole, George F., The
American System of Criminal Justice, Monterey, California, Brooks-Cole Publishing Company, 1983,
p. 363. En la sentencia del caso Wooson vs. North Carolina (1976), la Suprema Corte de Esta-
dos Unidos de América consideró que la mandatory death penalty contravenía las enmiendas octava
y décimocuarta. Cfr. Latzer, Death Penalty Cases. Leading U.S. Supreme Court Cases on Capital Punish-
ment, Butterworth-Heinemann, 1998, pp. 69 y ss.
126 El legislador de Trinidad y Tobago aprobó la Offences against the Person (Amendment) Act,
2000, que reformaría la Ley sobre Delitos contra la Persona, y que no había entrado en vigor al
tiempo de la sentencia de la Corte IDH. En los términos de esta enmienda, habría tres catego-
rías de homicidio, a saber: capital murder o murder 1, murder 2 y murder 3. La primera abarca los su-
puestos de mayor gravedad: homicidios calificados con elementos que regularmente traen consi-
go, como se observa en derecho comparado, la máxima penalidad y que en la especie se hallan
1054 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
sancionados con pena capital; homicidios de menor gravedad, con otras características, que se
sancionan con prisión perpetua, y homicidios culposos. Esta regulación ya aparece en el derecho
correspondiente a otros Estados de la región, que tipifican con pormenor diversas hipótesis de
privación intencional de la vida.
127 En Jamaica, la Act to amend the Offences against the Person Act (14 de octubre de 1992), distin-
gue entre capital murder, punible con pena de muerte, y non-capital murder, sancionable con prisión
perpetua.
128 Caso Hilaire, Constantine y Benjamín y otros…, cit., nota 18, párr. 102.
129 Ibidem, párr. 103.
LA PENA DE MUERTE 1055
130 Así, la Observación General núm. 6 de 1982, del Comité de Derechos Humanos de Nacio-
nes Unidas en relación con el ar tículo 6.2-6 del Pacto: abo lir la pena de muerte “para los crí-
menes que no son los más serios” (párr. 100), así como diversos casos conocidos por el comité.
En el mismo orden, el tribunal interamericano mencionó la sentencia de la Suprema Corte de
Justicia de los EU en el caso Woodson vs. North Carolina, de 1976: la condena obligatoria a la
pena de muerte viola las enmiendas VIII, sobre trato cruel o inusual, y XIV, acerca de debido
proceso. La jurisprudencia de la Suprema Corte estadounidense no ha sido uniforme. Conviene
recordar que en la sentencia del caso Furman vs. Georgia (1972) declaró que la pena capital
constituía un castigo cruel e inusitado; cuatro años más tarde, en la sentencia dictada en el caso
Gregg vs. Georgia (1976) rechazó que esa sanción fuese siempre, per se, cruel e inusitada. Cfr. so-
bre este punto y, en general, acerca del desarrollo de la jurisprudencia estadounidense en mate-
ria de pena de muerte, Latzer, Death Penalty Cases…, cit., nota 125. La referencia a los casos Fur-
man y Gregg puede verse en las pp. 3-4, 69 y ss. En el sentido de la sentencia correspondiente
al caso Woodson vs. North Carolina, cfr. también Roberts vs. Louisiana (1977) 431 US 633.
131 En la sentencia sobre el litigio citado, la corte señaló: “En el derecho de gentes, una norma
consuetudinaria prescribe que un Estado que ha ratificado un tratado de derechos humanos debe
introducir en su derecho interno las modificaciones necesarias para asegurar el fiel cumplimiento
de las obligaciones asumidas… En el presente caso, al mantener la censura cinematográfica en el
ordenamiento jurídico chileno (artículo 19, núm. 12, de la Constitución Política y Decreto Ley
núm. 679) el Estado está incumpliendo con el deber de adecuar su derecho interno a la Conven-
ción de modo a hacer efectivos los derechos consagrados en la misma, como lo establecen los ar-
tículos 2o. y 1.1 de la Convención”. CIDH, caso “La última tentación de Cristo” (Olmedo Bus-
tos y otros vs. Chile), Sentencia de 5 de febrero de 200, serie C, núm. 73, párrs. 87 y 88.
132 CIDH, Responsabilidad internacional por expedición y aplicación de leyes violatorias de la
Convención (artículo 1o. y 2o. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opi-
nión Consultiva OC-14/94 del 9 de diciembre de 1994, serie A, núm. 14, párr. 43.
1056 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
gor la Constitución. Los componentes de la minoría en las otras sentencias fueron Lord Bing-
ham of Cornhill, Lord Nicholls of Birkenhead, Lord Steyn y Lord Walker of Gestingthorpe.
137 La sección 3.1 de la United Kingdom Human Rights Act 1998 dispone que los tribunales
interpretarán las disposiciones de esta ley de manera que resulten compatibles con las previsio-
nes internacionales, “en la medida en que sea posible” lograr esa compatibilidad.
138 “In the Court of Appeal and in argument much emphasis was laid on the very high inci-
dence of murder and the widespread use of firearms in Jamaica. These facts are well known to
the Board and are, regrettably, notorious. Criminal conduct of the kind described is not unk-
nown in the United Kingdom. So long as those conditions prevail, and so long as a discretionary
death sentence is retained, it may well be that judges in Jamaica will find it necessary, n ortho-
dox sentencing principles, to impose the death sentence in a proportion of cases which is, by in-
ternational standards, unusually high. But prevailing levels of crime and violence, however great
the anxiety and alarm they understandably cause, cannot affect the underlying legal principle at
stake, which is that no one, whatever his crime, should be condemned to death without an op-
portunity to try and persuade the sentencing judge that he does not deserve to die”. Lambert
Watson vs. the Queen, párr. 64.
139 Al respecto, es muy interesante la posición de la minoría en la sentencia del caso Charles
Matthew vs. The State (Trinidad and Tobago), párrs. 34 y ss., así como el voto particular de
Lord Nicholls of Birkenhead, quien señaló, ante la cuestionable y persistente admisión de la man-
datory death penalty: “Times have changed. Human rights values set higher standards today. The
common endeavour, to rid the world of man’s inhumanity to man, has noty ceased. Conduct,
once tolerated, is no longer acceptable. Murder can be committed in all manner of circumstan-
ces. In some the death penalty will plainly be excessive and disproporcionate… To condemn
every person convicted of murder to death regardless of the circumstances is a form of inhuman
punishment. A sentence of death which lacks proportionality lacks humanity —The three coun-
tries which these appeals are concerned have human rights values at the very fore front of their
constitutions. Among the fundamental human righte expressly enshrined is prohibition of cruel
and unusual punishment in section 5 of the Constitution of Trinidad and Tobago, inhuman pu-
nishment in section 17 of the Constitution of Jamaica, and inhuman punishment in section 15 of
the Constitution of Barbados. Each country has also entered into international commitments of a
like nature—. Despite these constitutional and international guarantees the governments of these
countries insists in continuing to inflict on their citizens a form of punishment which, by today’s
standards, is inhuman. Each government justifies its mandatory sentences of death for murder by
pinting to a transitional saving clause in the country’s constitution in respect of laws in force
when the constitution was adopted. Each government seeks thereby to clothe a form of inhuman
punishment with continuing constitutional legitimacy and an appearance of human rights res-
pectability. I do not believe the framers of these constitutions ever intended the existing laws sa-
1058 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
ving provisions should operate to deprive the country’s citizens of the protection afforded by ri-
sing standards set by human rights values. The saving clauses were intended to smooth the
transition, not to freeze standars for ever. The constitutions of these countries should be inter-
preted accordingly, by giving proper effect to their spirit and not being mesmerised by their let-
ter. A literal interpretation of these constitutions meand that the law of Jamaica, a country
which has taken steps to distinguish between different types of murders, is held to be unconstitu-
tional, whereas the laws of Barbados and of Trinidad and Tobago, where no ameliorating steps
have been taken, are held to be constitutional. This is bizarre. Self-evidently, and interpretation
of the constitutions which produces this outcome is unacceptable. A supreme court of a country
which addopts such a literal approach is faliling in its responsabilities to the citizens of the
country. A constitution should b interpreted as an evolving statement of a country’s supreme
law”. Charles Matthew vs. The State, párrs. 66-70.
140 Las Salvaguardias de 1984 indican: “Sólo podrá ejecutarse la pena capital de conformidad
con una sentencia definitiva dictada por una autoridad competente, tras un proceso jurídico que
ofrezca todas las garantías posibles para asegurar un juicio justo, equiparables como mínimo a
las que figuran en el artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, incluido
el derecho de todo sospechoso o acusado de un delito sancionable con la pena capital a la asis-
tencia letrada adecuada en todas las etapas del proceso” (párr. 5). A esto se puede añadir, como
un derecho específicamente marcado para la hipótesis de pena de muerte (además de que lo sea
como garantía judicial general en los términos del PIDCP), que “Toda persona condenada a
muerte tendrá derecho a apelar ante un tribunal de jurisdicción superior, y deberán tomarse me-
didas para garantizar que esas apelaciones sean obligatorias” (párr. 6), así como la prohibición
de ejecutar la pena cuando esté pendiente un procedimiento de apelación u otro recurso (párr. 8).
El Comité de Derechos Humanos sostiene que la imposición de pena de muerte al cabo de un
juicio sin las garantías del debido proceso ni recurso de revisión constituye per se una violación
del derecho a la vida (Reid vs. Jamaica, de 1987, y otros posteriores, como Wright vs. Jamaica, e
igualmente los atinentes a Jamaica, de L. Simmons, de A. Little, y de R. Henry).
141 En este sentido, se ha pronunciado la Corte IDH en la Opinión Consultiva OC-16/99,
párr. 137 y resolutivo 7. La disposición, contenida en diversos instrumentos, que impide impo-
ner la pena capital sin proceso (without a ‘trial’) implica la observancia de diversos extremos: pre-
sunción de inocencia, asistencia jurídica, tiempo adecuado para la preparación de la defensa,
plazo razonable (without delay) para la realización del proceso e imparcialidad del tribunal. Cfr.
Schabas, The Abolition of the Death Penalty…, cit., nota 75, p. 370.
LA PENA DE MUERTE 1059
142 Al respecto, cfr. CIDH, El hábeas corpus bajo suspensión de garantías (artículos 27.2, 25.1
y 7.6 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-8/87 del 30
de enero de 1987, serie A, núm. 8, párrs. 27 y ss., y CIDH, Garantías judiciales en estados de
emergencia (artículos 27.2, 25 y 8a. Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión
Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987, serie A, núm. 9, párrs. 20 y ss. La Convención
Americana constituye —se ha reconocido— el instrumento internacional que con mayor clari-
dad instituye la inderogabilidad de las garantías del procedimiento bajo estados de excepción, lo
cual resulta aplicable en las hipótesis de aplicación de la pena de muerte. Cfr. Schabas, The Aboli-
tion of the Death Penalty…, cit., nota 75, p. 372. Igualmente, cfr. Meléndez, Florentín, La suspensión
de los derechos fundamentales en los estados de excepción según el derecho internacional de los derechos humanos,
El Salvador, 1999, esp. pp. 100-104, 122 y ss., y 251 y ss.
143 En las Salvaguardias de las Nacio nes Unidas hay una regla adicional concerniente a la
prueba: “Sólo se podrá imponer la pena de muerte cuando la culpabilidad del acusado se base
en pruebas claras y convincentes, sin que quepa la posibilidad de una explicación diferente de
los hechos”. Párr. 4.
144 Párr. 148. Se invoca la Opinión Consultiva OC-16/99, párrs. 134 y 135.
145 Opinión Consultiva OC-3/83…, nota 16, párr. 53.
1060 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
146 La legalidad penal implica que la ley punitiva sea escrita, previa a la realización del hecho
punible, y estricta, en el sentido de que establezca con claridad las características de aquél. Cfr.
Muñoz Conde, Francisco y García Arán, Mercedes, Derecho penal. Parte general, Valencia, Tirant
lo Blanch, 1996, p. 100; y Malo Camacho, Gustavo, Derecho penal mexicano, México, Porrúa,
1997, pp. 106-109.
147 En cambio, la retroactividad es admisible —y en algunos casos exigible— cuando se trata
de nuevas normas que mejoran la situación del reo: porque suprima el carácter delictuoso de
una conducta, agregue excluyentes de responsabilidad o causas de extinción, modere la punibilidad,
etcétera. El artículo 9, CADH, ordena, en su parte final, que “si con posterioridad a la comisión del
delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello”.
148 Cfr. infra nota 154.
LA PENA DE MUERTE 1061
149 Párr. 68. Este pudiera ser el caso de México, si se entiende que la pena de muer te subsiste,
no obstante su derogación, en la ley ordinaria y su abolición de facto en la jurisdicción militar,
para los delitos contemplados por el artículo 22 constitucional. Cfr. Islas de González Mariscal,
Olga, “La pena de muerte en México”, en Díaz-Aranda, Enrique e Islas de González Maris-
cal, Olga, Pena de muerte, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2003, pp. 57 y
ss. Se halla en curso una reforma a los artículos 14 (a propósito de privación de la vida) y 22
constitucionales, que suprime la pena de muerte, en los términos de una iniciativa presentada en
la Cámara de Senadores en abril del 2004.
150 Cfr. Schabas, The Abolition of the Death Penalty…, cit., nota 75, p. 376.
151 Opinión Consultiva OC-3/83…, cit., nota 16, párr. 56.
1062 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
153 Quien presentó la ratificación del protocolo, añadió: “declaro, debido a imperativos consti-
tucionales, que consigno la reserva, en los términos establecidos en el artículo II del protocolo
en cuestión, en el cual se asegura a los Estados partes el derecho de aplicar la pena de muerte en
tiempo de guerra, de acuerdo con el derecho internacional, por delitos sumamente graves de ca-
rácter militar”.
154 Cfr. caso Castillo Petruzzi…, cit., nota 105, párr. 128, y caso Cesti Hurtado, Sentencia del
29 de septiembre de 1999, Corte Interamericana de Derechos Humanos, San José, Costa Rica,
2000, párr. 151.
155 Cfr. García Ramírez, Sergio, La Corte Penal Internacional, 2a. ed., México, Instituto Nacional
de Ciencias Penales, 2004, esp. pp. 68 y ss.
156 Así, el artículo 74.2 previene que “tan pronto co mo once Estados hayan depositado sus res-
pectivos instrumentos de ratificación o de adhesión, la Convención entrará en vigor. Respecto a
todo otro Estado que la ratifique o adhiera a ella ulteriormente, la Convención entrará en vigor
en la fecha del depósito de su instrumento de ratificación o de adhesión”. La Convención entró
el vigor el 18 de julio de 1978, una vez que la hubieron ratificado Colombia (31-VII-1973), Cos-
ta Rica (8-IV-1970), Ecuador (28-XII-1977), El Salvador (23-VI-1978), Grenada (18-VII-1978),
Guatemala (25-V-1978), Haití (27-IX-1977), Honduras (8-IX-1977), Panamá (22-VI-1978), Re-
1064 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
158 Barbados ratificó el 5 de no viembre de 1981, y expresó: “En cuanto al párrafo 4 del ar -
tículo 4, el Código Penal de Barbados establece la pena de muerte en la horca por los delitos de
asesinato y traición. El Gobierno está examinando actualmente en su integridad la cuestión de la
pena de muerte que sólo se impone en raras ocasiones, pero desea hacer una reserva sobre este
punto, ya que en ciertas circunstancias podría considerarse que la traición es delito político y cae
dentro de los términos del párrafo 4 del artículo 4”. Cfr. Documentos básicos en materia de derechos hu-
manos en el sistema interamericano…, cit., nota 25, pp. 54 y 55.
159 El gobierno de Guatemala ratificó “haciendo reserva sobre el artículo 4, inciso 4, de la
misma, ya que la Constitución de la República de Guatemala, en su artículo 54, solamente ex-
cluye de la aplicación de la pena de muerte, a los delitos políticos, pero no a los delitos comunes
conexos con los políticos”. La ratificación con reserva se presentó el 27 de abril de 1978. El
Estado retiró luego la reserva, al cambiar la normativa constitucional interna. Este retiro apare-
ce en el Acuerdo Gubernativo 281-86, del 20 de mayo de 1986, y operó a partir del 12 de agos-
to de 1986. Cfr. Documentos básicos en materia de derechos humanos en el sistema interamericano…, cit., no-
ta 25, p. 57.
160 En la ratificación del 3 de junio de 1993, Dominica señaló: “Se expresan reservas acerca
de las palabras ‘o crímenes comunes conexos’”. Cfr. Documentos básicos en materia de derechos humanos
en el sistema interamericano…, cit., nota 25, p. 64.
161 Opinión Consultiva OC-3/83…, cit., nota 16, párr. 68.
162 Las preguntas formuladas por la Comisión Interamericana fueron: “1. ¿Puede un gobierno
aplicar la muerte a delitos para los cuales no estuviese contemplada dicha pena en su legislación
interna, al momento de entrar en vigor para ese Estado la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos? 2. ¿Puede un gobierno, sobre la base de una reserva hecha al momento de la
ratificación al artículo 4o., inciso 4 de la Convención, legislar con posterioridad a la entrada en
vigor de la Convención imponiendo la pena de muerte a delitos que no tenían esa sanción cuan-
do se efectuó la ratificación?”.
163 Neuman estudia este punto bajo el rubro “Ruptura del Convenio Internacional y retorno a
la pena de muerte. El caso de Guatemala”. Cfr. La pena de muerte…, cit., nota 69, pp. 264 y ss.
1066 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
167 Formulada “por cuanto en las leyes de Trinidad y Tobago no existe prohibición de aplicar
la pena de muerte a una persona de más de setenta (70) años de edad”. Cfr. Documentos básicos en
materia de derechos humanos en el sistema interamericano…, cit., nota 25, p. 63.
168 El artículo 6.5 del pacto previene que “no se impondrá la pena de muerte por delitos co -
metidos por personas de menos de 18 años, ni se la aplicará a las mujeres en estado de gravi-
dez”.
169 El párrafo 3 de las salvaguardias señala que “no serán condenados a muerte los menores
de 18 años en el momento de cometer el delito, ni se ejecutará la pena de muerte en el caso de
mujeres embarazadas o que hayan dado a luz recientemente, ni cuando se trate de personas que
hayan perdido la razón”, supuesto, este último, que se ha considerado en alguna legislación y ju-
risprudencia nacionales, pero no en la CADH.
170 “Para los efectos de la presente Convención —indica el artículo 1 de la Convención sobre
los derechos del niño, del 20 de noviembre de 1989—, se entiende por niño todo ser humano
menor de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcan-
zado antes la mayoría de edad”.
171 El mismo precepto proscribe la aplicación a estos menores de prisión perpetua sin posibili-
dad de excarcelación.
172 El delito es instantáneo cuando “la consumación se agota en el mismo momento en que se
han realizado todos sus elementos constitutivos”; permanente o continuo, cuando aquélla “se
1068 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
177 El ar tículo 6.4 del Pacto IDCP señala: “Toda persona condenada a muerte tendrá derecho
a solicitar el indulto o la conmutación de la pena. La amnistía, el indulto o la conmutación de la
pena capital podrán ser concedidas en todos los casos”. El párrafo 7 de las Salvaguardias de Na-
ciones Unidas indica: “Toda persona condenada a muerte tendrá derecho a solicitar el indulto o
la conmutación de la pena”; y el párrafo 8 añade: “No se ejecutará la pena mientras este proce-
dimiento esté pendiente”.
178 El nuevo Código Penal mexicano para el Distrito Federal previene que la amnistía “extingue
la pretensión punitiva o la potestad de ejecutar las penas y medidas de seguridad impuestas, en
los términos de la Ley que se dictare concediéndola”. Se trata, pues, de un acto del Poder Legis-
lativo (a diferencia del indulto, que lo es del Ejecutivo, como potestad de “gracia”) y opera sobre
la persecución (investigación y enjuiciamiento) y la ejecución (en tanto que el indulto sólo actúa
en la etapa ejecutiva).
1070 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
179 Esta jurispruden cia se ha formado a través de diversas sentencias: así, las correspon dientes
a los casos Loayza Tamayo (Reparaciones), de 27 de noviembre de 1998, y Castillo Páez (Repa-
raciones), de la misma fecha. En el caso Barrios Altos, con sentencia de fondo del 14 de marzo
de 2001, se reitera y profundiza: “Esta corte considera que son inadmisibles las disposiciones de
amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad
que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de
los derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y
las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables recono-
cidos por el derecho internacional de los derechos humanos”. Cfr. mi voto concurrente en
CIDH, caso Castillo Páez. Reparaciones (art. 63.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. Sentencia del 27 de noviembre de 1998, serie C, núm. 43, pp. 60 y ss., también reco-
gido en “Cuestiones ante la jurisdicción internacional”, en Cuadernos Procesales, México, año V,
núm. 13, septiembre de 2001, pp. 21 y ss., y reproducido en García Ramírez, Sergio, La jurisdic-
ción internacional…, cit., nota 155, pp. 354 y ss., y mi estudio de este asunto en “Dos temas de la
jurisprudencia interamericana: ‘proyecto de vida’ y amnistía”, en ibidem, pp. 258 y ss.
180 Infra, sub II, 7.
181 Ha llamado la aten ción la resolución del gobernador de Illinois, del 11 de enero del 2003,
que conmutó las penas de muerte impuestas en dicho Estado de la unión americana, por penas
privativas de la libertad. La medida comprendió a algunos sentenciados abarcados por la de-
manda mexicana en el caso Avena, ante la Corte Internacional de Justicia, del que también me
ocupo en este trabajo.
LA PENA DE MUERTE 1071
La corte abundó:
El artículo 4.6 leído en conjunto con los artículos 8 y 1.1, los tres de la
Convención Americana, pone al Estado frente a la obligación de ga-
rantizar que este derecho pueda ser ejercido por el condenado a pena
de muerte de manera efectiva. Así, el Estado tiene la obligación de im-
plementar un procedimiento de esta índole que se caracterice por ser
imparcial y transparente, en donde el condenado a pena capital pueda
hacer valer de manera cierta todos los antecedentes que crea pertinen-
tes para ser favorecido con el acto de clemencia.183
182 Caso Hilaire, Constantine y Benjamín y otros vs. Trinidad…, cit., nota 18, párr. 186.
183 Ibidem, párr. 188.
184 Avena, párrs. 140 y ss.
1072 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
1. Consideración introductoria
185 Cfr., además de la edición oficial de la Corte IDH, Opinión Consultiva OC-16 e la Corte
Interamericana de Derechos Humanos del 1o. de octubre de 1999 solicitada por el gobierno de
Méxi co so bre el te ma “El dere cho a la in for ma ción so bre la asisten cia con sular en el mar co
de las garantías del debido proceso legal”, con “Prólogo” de Héctor Fix-Zamudio e “Interven-
ción” de Sergio González Gálvez, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 2001. Igualmen-
te, mi referencia a esta opinión consultiva en “La función consultiva…”, en Corte Interamerica-
na de Derechos Humanos. Opinión Consultiva OC-18/03…, cit., nota 41, pp. 28 y ss.
186 Se menciona esta Opinión Consultiva en el caso Ôcalan, fallado por la Corte Europea en
2003, no así por las sentencias de la Corte Internacional de Justicia en los casos LaGrand y Ave-
na, aun cuando dicha Opinión Consultiva fue invocada por participantes en aquellos procesos.
187 Sobre este último punto, cfr. Abrisqueta Martínez, José, El derecho consular internacional (Las
relaciones consulares entre los Estados y la institución consular en los momentos actuales), Madrid, Reus,
1974, esp. pp. 326 y ss. Acerca de la comunicación con los nacionales, cfr. pp. 339 y ss. Inicial-
mente, esta comunicación quedó reconocida en la costumbre internacional; luego fue incorpora-
da en el sistema convencional. En la conferencia de Viena, de la que provino el Convenio sobre
Relaciones Consulares, las estipulaciones del artículo 36 suscitaron reparos. Mayor fue la admi-
sión de estas reglas en el Convenio Europeo sobre Funciones Consulares, del 11 de diciembre de
1967. Ibidem, pp. 340-342.
LA PENA DE MUERTE 1073
188 Así, en lo que atañe a grupos vul nerables, OC-17/02, acerca de menores de edad: con di-
ción jurídica y derechos humanos del niño; OC-18/03, también relacionada con extranjeros:
trabajadores migrantes indocumentados; caso de la Comunidad Mayagna Awas Tigni, sobre de-
rechos de comunidades indígenas.
189 En la sentencia del caso Avena, la Cor te Internacional de Justicia mencio nó: “Its findings
as to the duty of review and reconsideration of convictions and sentences have been directed to
the circumstance of severe penalties being imposed on foreign nationals who happen to be of
Mexican nationality… the fact that in this case the Court’s ruling has concerned only Mexican
nationals cannot be taken to imply that the conclusions reached by it in the present Judgment
do not apply to other foreign nationals finding themselves in similar situations in the United Sta-
tes”. Párr. 151.
1074 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
190 Cfr. infra, nota 218, acerca de la opinión disidente del juez Jackman.
191 Esta convención, de 1963, “es el primer intento serio y efectivo de uniformar y codificar
parte de la normatividad de esta rama jurídica” (consular). “Al mismo tiempo que transforma en
norma convenida gran parte del derecho consular consuetudinario, afirma que las normas con-
suetudinarias ‘continuarán rigiendo las materias que no hayan sido expresamente reguladas por
las disposiciones del presente Convenio’, abriendo, así, ancho camino a la costumbre internacio-
nal extra y secundum legem”. Abrisqueta, El derecho consular…, cit., nota 187, pp. 86 y 98.
192 La Opinión Consultiva OC-16 recoge y formula estos derechos en el “Glosario” que figura
en el párr. 5.
193 El artículo 36.1 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares contiene, en este
punto, diversas referencias temporales que coinciden en el sentido de apremio, urgencia, premu-
ra con el que deben atenderse ciertos derechos, mediante el cumplimiento de determinadas obli-
gaciones, para permitir que la norma alcance, con plenitud, el “efecto útil” que se pretende. Así,
este precepto señala que “si el interesado lo solicita, las autoridades competentes del Estado re-
ceptor deberán informar sin retraso alguno a la oficina consular competente de ese Estado cuando,
en su circunscripción, un nacional del Estado que envía sea arrestado de cualquier forma, dete-
LA PENA DE MUERTE 1075
nido o puesto en prisión preventiva. Cualquier comunicación dirigida a la oficina consular por
la persona arrestada, detenida o puesta en prisión preventiva, le será asimismo transmitida sin de-
mora por dichas autoridades, las cuales habrán de informar sin dilación a la persona interesada
acerca de los derechos que se le reconocen en este apartado”. En la versión inglesa se dice: “if
he so requests, the competent authorities of the host State shall, without delay, inform the consular
post of the sending State if, within its consular district, a national of that State is arrested or
committed to prison or to custody pending trial or is detained in any other manner. Any com-
munication addressed to the consular post by the person arrested, in prison, custody or deten-
tion shall also be forwarded by the said authorities without delay. The said authorities shall inform
the person concerned without delay of his rights under this sub-paragraph” (énfasis agregado).
194 Este derecho a información y asistencia se halla en el artículo 16.7 de la Convención Inter-
nacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y sus Fami-
liares, de 1990, concebido en los siguientes términos: “Cuando un trabajador migratorio o un fa-
miliar suyo sea arrestado, recluido en prisión o detenido en espera de juicio o sometido a
cualquier otra forma de detención: a) Las autoridades diplomáticas o consulares de su Estado de
origen, serán informadas sin demora, si lo solicita el detenido, de la detención o prisión y de los
motivos de esa medida; b) La persona interesada tendrá derecho a comunicarse con esas autori-
dades. Toda comunicación dirigida por el interesado a esas autoridades será remitida sin demo-
ra, y el interesado tendrá también derecho a recibir sin demora las comunicaciones de dichas
autoridades; c) Se informará sin demora al interesado de este derecho y de los derechos deriva-
dos de los tratados pertinentes, si son aplicables entre los Estados de que se trate, a intercambiar
correspondencia y reunirse con representantes de esas autoridades y a hacer gestiones con ellos
para su representación legal”.
195 En los casos LaGrand y Avena, la Cor te Internacional de Justicia examinó las diversas fi-
guras contenidas en el artículo 36 de la Convención de Viena, a propósito de las relaciones que
se establecen o se pueden establecer entre el detenido, el Estado de detención y el Estado al que
corresponde la función consular. Sostuvo que ese precepto crea un “régimen de interrelaciones
previsto para facilitar la implementación del sistema de protección consular”. Avena, párr. 29.
1076 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
196 Esta referen cia se relaciona con las atribucio nes de la Corte IDH para emitir opinio nes
consultivas. El artículo 64.1 de la CADH indica que “(l)os Estados miembros de la Organización
podrán consultar a la corte acerca de la interpretación de esta Convención o de otros tratados
concernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados americanos. Asimismo,
podrán consultarla, en lo que les compete, los órganos enumerados en el Capítulo X de la Carta
de la Organización de los Estados Americanos, reformada por el Protocolo de Buenos Aires”.
Esta última estipulación sustenta la formulación de solicitudes por parte de la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos, que igualmente se apoya en el artículo 19.d) del estatuto de la
comisión.
LA PENA DE MUERTE 1077
197 Cfr. CIDH, Interpretación de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre en el marco del artículo 64 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Opinión Consultiva OC -10/89 del 14 de julio de 1989, serie A, núm. 10, párr. 36.
198 Así: Human Rights Watch-Americas, CEJIL (Centro por la Justicia Internacional), Interna-
tional Human Rights Law Institute, de De Paul University College of Law, Death Penalty Focus
de California, Minnesota Advocates for Human Rights, abogados de José Trinidad Loza y otros
juristas, en lo individual.
1078 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
B. Derecho humano
199 Punto 1: se opina “que el artículo 36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consu-
lares reconoce al detenido extranjero derechos individuales, entre ellos el derecho a la informa-
ción sobre la asistencia consular, a los cuales corresponden deberes correlativos a cargo del Esta-
do receptor”. Cfr., asimismo, párrs. 68 y ss. de la Opinión Consultiva.
200 Así, se cita (párr. 78, n. 66 de la Opinión Consultiva): Rules governing the detention of persons
awaiting trial or appel before de Tribunal or otherwise detained on the authority of the International Tribunal for
the Prosecution of Persons Responsable for Serious Violations of International Humanitarian Law Committed
in the Territory of the Former Yugoslavia since 1991; as amended on 17 November 1997; IT/38/Rev.7;
regla 65.
201 Avena, párr. 26.
LA PENA DE MUERTE 1079
202 Punto 2: se opina “que el artículo 36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consu-
lares concierne a la protección de los derechos del nacional del Estado que envía y está integra-
da a la normativa internacional de los derechos humanos”. Cfr., igualmente, párrs. 68 y ss., y
107 y ss. de la Opinión Consultiva.
203 Cfr. párr. 109.
204 Cfr. Avena, párr. 139. En LaGrand, la CIJ no estimó necesario analizar el carácter de este
derecho como “derecho humano”, alegado por Alemania, en virtud de que se había establecido
la violación de un derecho individual consagrado convencionalmente. Cfr. LaGrand, párrs. 78 y 126.
1080 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
205 Punto 4: se opina “que la observancia de los derechos que reconoce al individuo el artículo
36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares no está subordinada a las protestas
del Estado que envía”. Además, cfr. párrs. 88 y ss. de la Opinión Consultiva.
206 Párr. 96.
207 Cfr. párrs. 58, 63 y 64.
LA PENA DE MUERTE 1081
208 En la célebre sentencia de la Suprema Corte de Estados Unidos de América en el caso Mi-
randa vs. Arizona, de 1966, redactada por el Chief Justice Warren, la mayoría sostuvo: “when
an individual is taken into custody or otherwise deprived of his freedom by the authorities in any
significant way and is subjected to questioning, the privilege against self incrimination is jeopar-
dized. Procedural safeguards must be employed to protect the privilege and unless other fully ef-
fective means are adopted to notify the person of his right to silence and to assure that the exer-
cise of the right will be scrupulously honored, the following measures are required. He must be
warned prior to any questioning that he has the right to remain silent, that anything he says can
be used against him in a court of law, that he has the right to the presence of an attorney, and that if
he cannot afford an attorney one will be appointed for him prior to any questioning if he so desires.
Opportunity to exercise these rights must be afforded to him throughout the interrogation. After such
warnings have been given, and such opportunity afforded him, the individual may knowingly and intelli-
gently waive these rights and agree to answer questions or make a statement. But unless and un-
til such warnings and waiver are demonstrated by the prosecution at trial, no evidence obtained as a
result of interrogation can be used against him” (énfasis agregado). Cit. Weaver, Russell L. et al, Criminal
Procedure. Cases, Problems & Exercises, West Group, St. Paul, Minn., 2001, p. 389.
209 Punto 3: se opina “que la expresión ‘sin dilación’ utilizada en el artículo 36.1.b) de la Con-
vención de Viena sobre Relaciones Consulares, significa que el Estado debe cumplir con su de-
ber de informar al detenido sobre los derechos que le reconoce dicho precepto al momento de
privarlo de libertad y en todo caso antes de que rinda su primera declaración ante la autoridad”.
Cfr., asimismo, párrs. 98 y ss. de la Opinión Consultiva.
210 Cfr. LaGrand, párr. 68, y Avena, párrs. 85 y ss.
1082 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ
aptitud de este último para regular las relaciones entre los Estados y los
seres humanos bajo sus respectivas jurisdicciones. Por lo tanto, esa cor-
te debe adoptar un criterio adecuado para considerar la cuestión sujeta
a examen en el marco de la evolución de los derechos fundamentales
de la persona humana en el derecho internacional contemporáneo.214
E. Consecuencias de la violación
Hubo resolución dividida en cuanto al efecto que debe asignarse a
la violación del derecho a la información. Por mayoría de seis votos
contra uno, la corte consideró que esa inobservancia afecta las garan-
tías del debido proceso y entraña una violación del derecho a no ser
privado de la vida arbitrariamente; en consecuencia, genera responsa-
bilidad internacional del Estado por este concepto y hace surgir el
deber de reparación a cargo de aquél.217 Un juez objetó el alcance
que la mayoría reconoció a la información sobre asistencia consular
en el conjunto del proceso, lo cual trae consigo, a su vez, el cuestio-
namiento de los efectos procesales de la violación.218
Es relevante mencionar que en el planteamiento del caso Avena, el
Estado demandante solicitó la restitutio in integrum, con anulación del
procedimiento desarrollado tras la violación del derecho de informa-
ción sobre la asistencia consular, y la consecuente invalidación de las
sentencias dictadas por la justicia interna, así como la exclusión de
todas la pruebas obtenidas en contravención de la Convención de Vie-
na en los futuros procesos contra los mexicanos abarcados por la de-
manda de México y, en su hora, por la sentencia de la Corte Inter-
nacional. Ésta se remitió a la resolución del caso LaGrand y reiteró
la posición adoptada en dicho juicio: existe un derecho (y el conse-
cuente deber estatal) a la revisión y reconsideración de los casos cues-
tionados, tomando en cuenta la violación cometida y el perjuicio cau-
sado por ésta al inculpado en el curso del proceso. Corresponde a
Estados Unidos de América resolver la forma de realizar esa revisión
217 Punto 7, adoptado por seis votos contra uno: se opina “que la inobservancia del derecho a
la información del detenido extranjero, reconocido en el artículo 36.1.b) de la Convención de
Viena sobre Relaciones Consulares, afecta las garantías del debido proceso legal y, en estas cir-
cunstancias, la imposición de la pena de muerte constituye una violación del derecho a no ser
privado de la vida ‘arbitrariamente’, en los términos de las disposiciones relevantes de los trata-
dos de derechos humanos (por ejemplo, Convención Americana sobre Derechos Humanos, ar-
tículo 4; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo 6), con las consecuencias
jurídicas inherentes a una violación de esta naturaleza, es decir, las atinentes a la responsabilidad
internacional del Estado y al deber de reparación”. Igualmente, cfr. párrs. 125 y ss. de la Opi-
nión Consultiva.
218 El juez Oliver Jackman precisó su parecer en los siguientes términos, expuestos en una
“Opinión parcialmente disidente”: “los conceptos de relevancia, proporcionalidad, oportunidad
y sobre todo necesidad, son herramientas indispensables para valorar el papel que juega un de-
recho dado en la totalidad de la estructura del debido proceso. En este análisis es difícil ver co-
mo una disposición tal como la del artículo 36.1.(b) del Tratado —que es esencialmente un de-
recho de un extranjero acusado por un asunto criminal a ser informado de un derecho de
aprovechar la posible disponibilidad de asistencia consular— pueda ser elevado al estado de ga-
rantía fundamental, universalmente exigible como una conditio sine que non para cumplir con los
estándares internacionalmente aceptados del debido proceso”. CIDH, Opinión Consultiva
OC-16/99, pp. 125 y ss.
LA PENA DE MUERTE 1085
224 Cfr. Avena, párrs. 107 y ss. Para que esta violación alcance al artículo 36.2, se requiere que
el pronunciamiento de la justicia nacional tenga carácter definitivo y no pueda ser modificado
en alguna etapa posterior del enjuiciamiento, porque entonces se estaría en la hipótesis reproba-
da por ese párrafo 2: el ordenamiento interno impediria que tengan pleno efecto los derechos
reconocidos en el párrafo 1 del artículo 36. Cfr. párrs. 112-114.
225 Punto 8: se opina “que las disposiciones internacionales que conciernen a la protección de
los derechos humanos en los Estados americanos, inclusive la consagrada en el artículo 36.1.b)
de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares, deben ser respetadas por los Estados
Americanos partes en las respectivas convenciones, independientemente de su estructura federal
o unitaria”. Cfr. las consideraciones sobre este asunto, en párrs. 138 y ss. de la Opinión Con -
sultiva.
226 El artículo 28 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ordena: “Las disposi-
ciones del presente Pacto serán aplicables a todas las partes componentes de los Estados federa-
les, sin limitación ni excepción alguna”. En lo que toca a la Convención Americana hay que to-
mar en cuenta tanto las obligaciones generales del Estado (artículos 1 y 2) como la llamada
“claúsula federal”, epígrafe que ostenta el artículo 28. Este obliga inmediatamente a los Estados
nacionales, en los términos de su propia competencia (artículo 28.1), y señala además que “con
respecto a las disposiciones relativas a las materias que corresponden a la jurisdicción de las enti-
dades componentes de la Federación, el gobierno nacional debe tomar de inmediato (énfasis agre-
gado) las medidas pertinentes, conforme a su constitución y sus leyes, a fin de que las autorida-
des competentes puedan adoptar las disposiciones del caso para el cumplimiento de esta
Convención”.
227 Caso Garrido y Baigorria, Reparaciones (art. 63.1 Convención Americana sobre Derechos
Humanos). Sentencia de 27 de agosto de 1998, serie C, núm. 39, párr. 46.
LA PENA DE MUERTE 1087
IV. APÉNDICE
228 El artículo 29 de este instrumento, bajo el epígrafe “Ámbito territorial de los tratados”,
previene: “Un tratado será obligatorio para cada una de las partes por lo que respecta a la tota-
lidad de su territorio, salvo que una intención diferente se desprenda de él o conste de otro
modo”.
229 Párr. 140.
1088 SERGIO GARCÍA RAMÍREZ