La Cienca en La Política Argentina 4

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Bulcourf, Pablo

La ciencia política en la Argentina : desde sus


comienzos hasta los años 80

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Argentina.


Atribución - 2.5
https://creativecommons.org/licenses/by/2.5/ar/
Documento descargado de RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital de Acceso Abierto de la Universidad
Nacional de Quilmes de la Universidad Nacional de Quilmes

Cita recomendada:
Bulcourf, P., D´Alessandro, M. (2013). La ciencia política en la Argentina : desde sus comienzos hasta los
años 80 . Revista de Ciencias Sociales 13, 139-230. Disponible en RIDAA-UNQ Repositorio Institucional Digital
de Acceso Abierto de la Universidad Nacional de Quilmes http://ridaa.unq.edu.ar/handle/20.500.11807/1162

Puede encontrar éste y otros documentos en: https://ridaa.unq.edu.ar


SECCIÓN TEMÁTICA

La ciencia política en la Argentina.


Desde sus comienzos hasta los años 80 *

Pablo Bulcourf y Martín D´Alessandro **

La problemática de la “constelación” se desa-


rrolla a partir de nuestra convicción de que
no sólo el estado respectivo de los problemas
en los distintos ámbitos teóricos, sino tam-
bién la constelación de factores extrateóricos
codetermina cada posible paso que da el co-
nocimiento y, con ello, a la vez auspicia la
solubilidad de algunas cuestiones.
Karl Mannheim, El problema de una sociolo-
gía del saber, capítulo 1.

I. Introducción

Al momento de escribir este trabajo, la Argentina


está viviendo el descrédito de la actividad política más

*
Una primer versión de este trabajo fue presentada al I Con-
greso Latinoamericano de Ciencia Política, Universidad de Sala-
manca, 9-11 de julio de 2002. Los autores agradecen las valiosas
contribuciones de Luis Aznar, Arturo Fernández, Carlos Floria,
Mercedes Kerz, Néstor Legnani, Julio Pinto y Carlos Strasser. Mi-
guel De Luca, Alberto Föhrig, Andrés Malamud, Rodolfo Mussi,
Aníbal Pérez Liñán y Sebastián Saiegh han realizado comentarios
que no siempre se han asimilado como lo merecían. Los autores
también están en deuda con Carlos Floria y Miguel De Luca por su
generosa cesión de materiales de archivo, y con Juan Cruz Vazquez
por su colaboración.
**
Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Quilmes
y Docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires y de la
Universidad de San Andrés, respectivamente.
140 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

importante de toda su historia. Ante una crisis econó-


mica e institucional que ha llevado en pocos días a la
renuncia de dos presidentes en situaciones de caos
social, y a situaciones en las que los partidos políticos
y sus miembros y representantes son insultados, gol-
peados, y hasta sus casas incendiadas en algunos ca-
sos, la ciencia política argentina se encuentra ante lo
que quizá sea el desafío más importante de su histo-
ria. Frente a semejante turbulencia, se ha instalado el
debate acerca de la ausencia de las ciencias sociales,
tanto para predecir como para explicar estas crisis,
dejando ese espacio muchas veces en manos de perio-
distas simplistas o inescrupulosos comunicadores so-
ciales. 1 Es por eso que parece necesaria una recons-
trucción, aunque rápida y somera, de la evolución de

1
Ver, por ejemplo, La Nación (19/02/2002). Acerca de la tarea
de los teóricos, Sheldon Wolin ha establecido una diferencia entre
predicción y prevención que nuestro punto de vista epistemológico
acoge con agrado: “Por consiguiente, en lugar de criticar a los teó-
ricos por la mala ejecución de una empresa que nunca abordaron,
sería más útil indagar si el teórico político intentaba algo similar a
la predicción, pero menos riguroso. Yo sugeriría, en primer lugar,
que en vez de predecir los teóricos se han ocupado de prevenir.
Maquiavelo advierte que habrá inseguridad en ausencia de una
autoridad gobernante efectiva; Halifax, que una autoridad que se
apoya demasiado en el temor provocará a la postre resistencia.
Aunque cada una de estas admoniciones presenta cierta similitud
con una predicción, difiere de ella en dos importantes aspectos.
En primer lugar, una prevención sugiere una consecuencia des-
agradable o indeseable, en tanto que una predicción científica es
neutral. En segundo lugar, una prevención es habitualmente he-
cha por una persona que siente cierta relación con el grupo o las
personas a quienes se previene; en resumen, una prevención ex-
presa un compromiso que está ausente en las predicciones. En
concordancia con esta función de prevenir, el lenguaje de la teoría
política contiene muchos conceptos destinados a expresar señales
de prevención: algunos de esos conceptos son los de desorden,
revolución, conflicto e inestabilidad” (Wolin 1993: 22).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 141

una disciplina que necesita hoy más que nunca de


una identidad propia para hacer frente a uno de los
momentos históricos más difíciles de nuestro país.
La historia de la ciencia política en la Argentina
está plagada de marchas y contramarchas. Reveses
políticos, institucionales e ideológicos obstaculizaron
el desarrollo de esta disciplina, cuya perplejidad ac-
tual se debe, en parte, a que todavía no ha logrado
definitivamente la constitución de una comunidad cien-
tífica sólida e inserta en la sociedad.
La reflexión sobre la política y la constitución del
Estado poscolonial ha sido una materia constante en
el pensamiento argentino y latinoamericano. La inmi-
gración y la inserción en el escenario internacional, la
incorporación de los nuevos sectores a la vida nacio-
nal y, después de 1930, el juego de los grupos de po-
der en torno al Estado, han llevado a una rica litera-
tura y a un continuo debate político, aunque signado
muchas veces por la violencia y la intolerancia. Sin
embargo, son muy pocos los trabajos que podrían ca-
talogarse como “de ciencia política”. El desarrollo de
la disciplina en la Argentina y sus mecanismos de
institucionalización han sido, aunque tempranos, es-
casos y discontinuos.
Recién en la década del 60 comenzará a constituir-
se un grupo de investigadores que reclamarán para sí
el nombre de “politólogos”, independizándose del De-
recho Público. Por otra parte, es a fines de esa década
cuando por primera vez se logra un diseño curricular
de una carrera de ciencia política orientada hacia la
investigación y al conocimiento científico del fenóme-
no político acorde con los desarrollos y lineamientos
internacionales, elementos que fueron disparadores del
desarrollo de la disciplina, tanto dentro como fuera de
las universidades. Pero los golpes militares y particu-
larmente la descarnada dictadura del autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) pu-
142 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

sieron freno al desarrollo de las ciencias sociales y a


toda actividad científica en general. Ninguna más que
la ciencia política se vería afectada, dada la circularidad
entre la política como objeto de indagación y la propia
actividad política; no es posible ninguna construcción
de saber sin el marco básico de la libertad.2
Habrá pues que esperar la reinstauración demo-
crática de 1983 para ver reverdecer a la ciencia políti-
ca, con muchas restricciones, pero continuando la
construcción de un conocimiento científico de la polí-
tica que nos permita arrojar algo de luz sobre los in-
trincados laberintos del drama argentino.

II. La ciencia como construcción social.


Metodología

El desarrollo de la actividad científica nos plantea


la problemática de la “acumulación del conocimien-
to”. ¿La ciencia evoluciona en forma lineal desechan-
do viejas teorías y reemplazándolas por otras de ma-
yor valor cognitivo y correspondencia empírica? ¿O
cada construcción teórica general es autorreferenciada,

2
Como sostiene Graciarena (1974: 38): “Es indudable que hay
fuertes necesidades sociales que tienen que ser consideradas en el
trabajo científico; la ciencia y la tecnología están hoy situadas en
el centro de la vida social y posiblemente nada sea más importante
que sus contribuciones para el desarrollo social a largo plazo. Por
esa misma razón, las conexiones que se establezcan entre la socie-
dad y la comunidad de los investigadores deben ser de tal natura-
leza que trasmitan bien la existencia de aquellas necesidades so-
ciales, pero al mismo tiempo, la manera como trasmitan esas ne-
cesidades tiene que ser compatible con las pautas de trabajo cien-
tífico y con un elevado grado de autonomía de la comunidad de
investigadores. Sin autonomía y libertad personal no hay imagina-
ción ni habrá descubrimiento científico”.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 143

y por lo tanto no podemos hablar de un desarrollo cien-


tífico? La respuesta a este interrogante fue uno de los
debates centrales entre la filosofía tradicional de la
ciencia y algunas de las tradiciones posempíricas ini-
ciadas principalmente con la publicación de La estruc-
tura de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn
en 1964. La “inconmensurabilidad” paradigmática ini-
cial de Kuhn permitía sólo el desarrollo intrapara-
digmático en el período de “ciencia normal”. Las suce-
sivas aclaraciones del autor y los aportes de otros in-
vestigadores nos permiten sostener que entre las dife-
rentes tradiciones teóricas existen variadas formas de
entablar “diálogos” (Klimovsky 1994, Gaeta y Gentile
1995). Por otra parte el esfuerzo de muchos investiga-
dores en realizar estudios metateóricos comparados
ha permitido visualizar los desarrollos de enfoques,
sus problemáticas y sus cambios (Alford y Friedland
1991). De esta forma podemos ser espectadores privi-
legiados de las “mesas separadas” de Almond, las mi-
radas entre sus integrantes, sus traslados y comenta-
rios. En el sentido señalado, sostenemos el concepto Acumula-
de “acumulación compleja”, lo que presupone un de- ción
sarrollo no lineal, cruzado, y a veces fragmentario del compleja
conocimiento científico. Además, hay que tener en
cuenta la particularidad de cada disciplina y los pun-
tos de intersección entre campos, problemáticas y teo-
rías a la luz de los procesos históricos (Bulcourf 1996).
En términos generales, son varios los factores que
confluyen para constituir una ciencia. Podemos men- Campo
cionar la delimitación de un campo de problemáticas científico
como objeto de estudio, el trazado de líneas de inves-
tigación con métodos claros más o menos comparti-
dos, la constitución de una comunidad científica
autoreferenciada, su inserción en la sociedad y su re-
conocimiento por parte de integrantes de comunida-
des científicas extranjeras. Estas dimensiones, por
supuesto, deben ser abordadas teniendo en cuenta el
144 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

carácter histórico de todo proceso de construcción


social, ya que en definitiva, la actividad científica es
una más de las tantas facetas de la vida comunitaria. 3
A pesar de ello, los contenidos de la disciplina en nues-

3
“Se entiende a las ciencias como prácticas sociales en activo;
por consiguiente, están sujetas al impacto de factores económicos,
políticos e ideológicos, tanto como cualquier práctica social. Una
peculiaridad de las prácticas científicas es que producen discursos
cuya pretensión de conocimiento cree tener un estatus especial, en
cuanto es científico. En esta medida, la pregunta ¿qué es conoci-
miento científico? sólo puede contestarse tomando en cuenta el lu-
gar de las prácticas científicas presentes en una determinada socie-
dad, es decir, sus relaciones con las prácticas económicas, políti-
cas, etc. (...) Indudablemente, empero, no es esto todo lo que debe
tomarse en consideración. Las prácticas científicas tienen peculia-
ridades que permiten identificarlas como científicas. Estas peculia-
ridades no se refieren sólo a la estructura de las prácticas mismas,
sino que son propias también de sus productos. Estos productos
son conocimientos. Sin embargo, la pregunta acerca de la manera
en que llegan a ser aceptados como científicos, sólo puede contestarse
tomando en consideración una serie de factores sociales, entre los
que cabe mencionar la división del trabajo (manual-intelectual), la
estructura de poder dentro de las instituciones académicas (trabajo
intelectual), el lugar que ocupan las instituciones académicas en la
estructura de poder de la sociedad en la que están inmersas, las
formas en que determinadas concepciones se vuelven dominantes y
son impuestas a través de la propaganda (conferencias públicas,
revistas, medios masivos de comunicación) y así sucesivamente”
(Olivé 1985: 17). “Aun cuando suscriba dicha clase de crítica, esta
obra supone también que existen conocimientos objetivos de obje-
tos reales, a diferencia de las creencias meramente subjetivas. Su-
pone también como verdad que nosotros, sujetos que vivimos en
medio de redes de relaciones sociales, sólo llegamos a conocer la
realidad, natural y social, en función de nuestros sistemas de con-
ceptos determinados históricamente, y también que las teorías cien-
tíficas están restringidas a una trama conceptual, histórica y so-
cialmente determinada. No hay conocimiento fuera de los sistemas
conceptuales, y éstos varían a lo largo de la historia y en cada una
de las sociedades” (Olivé 1985: 19).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 145

tro país, que lógicamente fueron variando de acuerdo


a los problemas políticos que se percibieron como prio-
ritarios, no formarán parte de nuestra mirada, ya que
no los observaremos aquí más que complemen-
tariamente, para concentrarnos en la historia “cientí-
fica e institucional” de la ciencia política argentina.
En cuanto al establecimiento de un objeto de estudio
propio de la ciencia política, son conocidas sus difi-
cultades debido a que la actividad humana constituye
un ámbito de reflexión común a varias disciplinas que
reclaman tanto su autonomía como un abordaje par-
ticular de la diversas esferas del hombre (Sartori 1995,
D´Alessandro 1999).
Como se dijo, en términos generales la reflexión
sobre la política es rica y variada desde los comienzos
de la construcción del Estado, e incluso antes. Sin
embargo, para delimitar un campo propio de la cien-
cia política en la Argentina hemos tomado en conside-
ración, a modo de indicadores: a) publicaciones de cien- Indicado-
cia política, tomando aquí principalmente libros des- res disci-
tacados y la aparición de la Revista Argentina de Cien- plinares
cias Políticas; b) instituciones y organizaciones dentro
de las cuales se crea y reproduce el conocimiento dis-
ciplinar, tomando algunas carreras de ciencia políti-
ca, asociaciones y centros de investigación; y c) datos
referidos a los itinerarios personales de algunos des-
tacados politólogos argentinos, ya que las publicacio-
nes, las instituciones y los reconocimientos sólo co-
bran vida a través de actores y nombres concretos. 4

4
Las injusticias a que este indicador pueda dar lugar deben
adjudicarse a la torpeza más que a la intención del trabajo y sus
autores.
146 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

III. Algunas consideraciones sobre la historia


de la ciencia política

Una revisión, por más escueta que sea, de la histo-


ria de la ciencia política argentina no puede ignorar el
desarrollo de la disciplina a nivel mundial.5 En cierto
modo, y para allanar el camino a nuestra argumenta-
ción posterior, resulta ineludible referirise al conduc-
tismo. Esta corriente teórica, epistemológica y
metodológica, como es sabido, dio a la ciencia políti-
ca, a partir de los años 50, una identidad propia, dife-
renciándola claramente de los estudios jurídicos, filo-
sóficos e históricos: incorporó el análisis de procesos
y mecanismos informales, adquirió un carácter des-
criptivo y explicativo buscando uniformidades en el
comportamiento político. Al mismo tiempo, cuantifi-
caba sus estudios como lo hacían la sociología y la
economía para explicar comportamientos individua-
les y colectivos.
Entre los principales antecedentes de este movi-
miento en la ciencia política es necesario destacar los
trabajos precursores de Abbot Lowell sobre el gobier-
no, Arthur Bentley sobre el proceso político, los estu-
dios centrales sobre las bases del voto y la comunica-
ción política desarrollados por Lasswell en los Esta-
dos Unidos –como así también, siguiendo otros ejes
de análisis, la labor de Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto
y Robert Michels para el estudio de las élites y grupos
políticos y, especialmente los trabajos sociológicos de
Max Weber sobre el desarrollo del Estado moderno y
el análisis de las relaciones de poder–.
Difundido principalmente desde la Universidad de
Chicago, donde trabajaban Harold Lasswell, Gabriel

5
En el Anexo I se brinda una descripción más completa sobre
el desarrollo de la ciencia política en el mundo, a partir de las
publicaciones y autores considerados más relevantes.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 147

Almond y David Truman, el conductismo se convirtió


en el enfoque dominante en los Estados Unidos, con
un fuerte desarrollo de trabajos empíricos compara-
dos después de la Segunda Guerra Mundial. La in-
fluencia de la sociología estructural-funcionalista de
Talcott Parsons marcó el horizonte de la investigación
académica durante los años 50 y 60, en los que sobre-
salieron David Easton, Karl Deutsch y Seymour Lipset,
entre otros.
Por otro lado, la revolución conductista también creó
una comunidad politológica en los Estados Unidos. De
manera que esta corriente no fue sólo una revolución
teórica –e incluso ideológica– sino también un fenó-
meno organizativo alrededor del cual se fueron agre-
gando –u organizando paralelamente, con sus revis-
tas, congresos y universidades– paradigmas alterna-
tivos.6
En forma paralela al desarrollo académico de la cien-
cia política norteamericana se fueron desarrollando,
principalmente en Europa, diferentes corrientes den-
tro del manantial marxista, cuyo objeto central lo cons-
tituyó el debate en torno a la política y el Estado. Ca-
ben destacarse la fuerte influencia del pensamiento
de Antonio Gramsci y su reinterpretación crítica por
parte de Althusser y el estructuralismo francés, como
el debate posterior sostenido por Ralph Miliband y
Nicos Poulantzas sobre el Estado capitalista. Es im-
portante también mencionar los estudios interdis-
ciplinarios que desde la década del 30 desarrolló la
escuela crítica de Frankfurt, primero en Alemania y
luego en su diáspora europea y norteamericana, prin-
cipal antecedente de los estudios de Jürgen Habermas
y Claus Offe. Todos estos trabajos ejercerán una in-

Sobre el particular, una buena reseña se encuentra en Aznar


6

y Tonelli (1993).
148 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

fluencia central en los estudios politológicos posterio-


res al predominio conductista.
Como respuesta a la teoría de la modernización de
corte estructural-funcionalista, a mediados de los 60
surgió en América Latina la llamada “Teoría de la De-
pendencia”; de base ecléctica, intentaba explicar las
peculiaridades del desarrollo y la modernización en la
región, enfatizando las asimetrías entre los países del
primer mundo (centrales) y el resto (periféricos). La
repercusión de este desarrollo teórico propio se exten-
dió no sólo a toda América Latina sino también a los
Estados Unidos y a Europa. Dependencia y Desarrollo
en América Latina, escrito entre 1967 y 1968 por Fer-
nando H. Cardoso y Enzo Faletto, y publicado en 1969,
se constituyó en un libro de referencia de los científi-
cos sociales latinoamericanos.
El fin de la hegemonía conductista, ocurrido entre
los años 70 y 80, generó las quejas de sus más influ-
yentes cultores –las “mesas separadas” de Gabriel
Almond, por ejemplo–,7 pero significó un gran avance
para la disciplina.8 Se puso en evidencia que el saber
científico no es linealmente acumulativo sino de “acu-
mulación compleja” entre tradiciones teóricas, y que
por esa razón se puede describir al mundo desde pos-
turas diferentes (Alford y Friedland 1991). La filosofía
de la ciencia posempirista descubría, simultáneamen-
te, la estrecha relación entre el mundo social y los
científicos que lo describen, al establecer la inexisten-

7
Este artículo (Almond 1999) fue presentado por su autor por
primera vez en un paper en la Universidad de Illinois en 1987, y
publicado al año siguiente en la revista Political Science & Politics.
8
Hace poco, David Easton (1997) sostuvo que las críticas
posconductistas generaron un fructífero reacomodamiento en la
disciplina, pero que reaparecerá una hegemonía teórica y de in-
vestigación que, habiendo absorbido los debates, podrá caracteri-
zarse como neoconductista.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 149

cia de un conocimiento transparente, positivista, por-


que los investigadores y profesores modifican el mun-
do social al tratar de conocerlo; en consecuencia, las
ciencias sociales mismas modifican comportamientos
sociales, a veces a escalas enormes (Schuster 2000).
Aunque la ciencia política no es sólo norteamerica-
na, por supuesto, el resto del mundo ha sido afectado
por su gran influencia. La ciencia política europea con-
tinental, por cierto, se ha desarrollado bien como res-
puesta a los postulados de la ciencia política norte-
americana, o bien nutriéndose de su especificidad teó-
rica y metodológica, pero sin absorberla acríticamente
(Pinto 1996).

IV. La primera etapa de los estudios políticos

a) Los comienzos de la reflexión política

Como casi en todas las sociedades, en la Argentina


la reflexión acerca de la política es tan antigua como
los conflictos políticos mismos. Por ejemplo, a partir
de 1810, los grupos ilustrados (sobre todo porteños)
reflexionaron para estructurar al país, organizar su
régimen político y renovar su fisonomía social y eco-
nómica frente a los grupos rurales del interior. La pug-
na entre estas dos concepciones político-sociales llevó
primero al triunfo del federalismo y luego a una posi-
ción más moderada que se plasmaría en la Constitu-
ción de 1853, impuesta definitivamente en 1862 (Ro-
mero 1998). De hecho, el debate entre liberales y fede-
rales alrededor de la construcción del Estado nacio-
nal dio lugar a figuras muy importantes para la fun-
dación del pensamiento político. Estos primeros aná-
lisis de la realidad social y política argentina pertene-
cen a Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y
Domingo F. Sarmiento. Estos autores escribían con
150 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

una intención muy clara de derivar de sus textos rum-


bos de acción política definidos en pos de la moderni-
zación del siglo XIX.
Desarrollo La organización nacional de principios del siglo XX
universi- permitió el desarrollo de universidades que dieron un
tario impulso significativo a la actividad científica. En los
años 20 y al mismo tiempo que en Europa o Estados
Unidos, en las universidades de Buenos Aires, La Pla-
ta, Córdoba y El Litoral, se dictaban cursos de “cien-
cias sociales”, “ciencias de la cultura” o “ciencias del
espíritu” en las facultades de “Derecho y Ciencias So-
ciales” o de “Filosofía y Humanidades”, y cursos de
sociología y derecho político, que con contenidos afi-
nes, estaban orientados hacia el fortalecimiento de las
instituciones políticas de la Constitución de 1853, bajo
un marco positivista de confianza en la Razón. Algu-
nos de los autores y profesores, que entre otras cosas
sentaron las bases de la sociología, fueron Ernesto
Quesada, Juan Agustín García, Francisco Ramos
Mejía, José María Ramos Mejía, Juan Bialet Massé,
Arturo Dellepiane, José Ingenieros,–y más tarde, Ri-
cardo Levene–. Estos primeros “científicos sociales”
fueron importantes intelectuales y catedráticos, que
incursionaban en los tribunales, la diplomacia, la po-
lítica y las profesiones liberales; no eran profesionales
científicos de tiempo completo. Sus escritos se orien-
taban hacia la consolidación de las instituciones polí-
ticas, sociales y jurídicas, mediante explicaciones his-
tóricas y filosóficas –se consideraba que la Historia, la
Filosofía Social y el Desarrollo Público tenían mayor
grado de cientificidad– porque querían explicar una
sociedad todavía no integrada, en una universidad to-
davía destinada principalmente a la dirigencia (Fer-
nández 2002: 34).
De manera que “la ciencia política formalista”
emerge a principios del siglo XX, cuando el proceso de
organización nacional y de consolidación estatal es-
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 151

tán ya completos y comienza con vigor la interpreta-


ción del texto constitucional. A esta “ciencia política
tradicional [...] se aplica el calificativo de formalista
por su exagerada y casi exclusiva atención a los mar-
cos formales en los que la acción política se desen-
vuelve, aun cuando con diferencias apreciables en el
método utilizado. Unos enfatizan lo general, la deriva-
ción de paradigmas clásicos del pensamiento político
y la exégesis de los textos; otros buscan la raíz histó-
rica, pasando a confundirse con el campo de la “histo-
ria de las instituciones”” (Cavarozzi y Martínez
Nogueira: 14). Otros de sus representantes son
Florentino González, José Manuel de Estrada, Lucio
V. López y Aristóbulo del Valle. Cabe mencionar tam-
bién los estudios de José Nicolás Matienzo, sobre todo
la publicación de su obra El gobierno representativo
federal en la República Argentina.9
Por otro lado, el estudio de los actores políticos y
de sus comportamientos y vinculaciones con intere-
ses extranjeros comenzará aproximadamente a partir
de los años 30, desde el formato del ensayo político.
Desde la derecha nacionalista, aunque republicana,
se destacarán los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta,
desde el liberalismo Lisandro de la Torre y Jacinto
Oddone, y desde la izquierda nacionalista el grupo
FORJA, en el que se encontraban Raúl Scalabrini Ortiz,
Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo
Puiggrós y Ezequiel Hernández Arregui (Cavarozzi y
Martínez Nogueira). También podría incluirse aquí la
primera etapa de la revista católico-liberal Criterio,
fundada en 1928.

9
Esta obra, así como otras de Rodolfo Rivarola y de Ernesto
Quesada, por ejemplo, son formalistas en el sentido que están muy
apegadas al derecho público, pero no porque se limiten a la exége-
sis constitucional.
152 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

b) La Revista Argentina de Ciencias Políticas

Un acontecimiento temprano e importante para la


ciencia política argentina lo constituyó la aparición de
la Revista Argentina de Ciencias Políticas, de carácter
bimensual, publicada entre octubre de 1910 y junio
de 1928. Este hecho es muy relevante si tenemos en
cuenta que la American Political Science Review, quizá
la revista de ciencia política más influyente del mun-
do, comenzó a publicarse en 1906.
Como hemos visto, en aquellos años la corriente
formalista de la ciencia política dejaba afuera de sus
análisis el estudio de los actores políticos y el funcio-
namiento dinámico de las estructuras políticas, y con-
secuentemente, las posibilidades de cambio político.
Sin embargo, la gran pluralidad de sus páginas hacía
que la Revista Argentina de Ciencias Políticas fuera una
Rodolfo notable excepción. Su director, Rodolfo Rivarola, era
Rivarola una expresión clara de un nacionalismo compatible
con el liberalismo decimonónico (Floria 1994). De he-
cho, la revista recogió la tradición del ensayismo polí-
tico de corte juridicista liberal típica del reformismo
centenario. Allí las elites letradas involucradas en la
vida política intentaban crear una opinión pública ra-
cional y objetiva, aislada de los intereses partidistas.
Al mismo tiempo, mostraba un gran interés por las
reformas institucionales, que iban mucho más allá de
la reforma electoral de 1912 (Zimmermann 2002: 4).10

10
La concepción positivista y la ambigüedad entre el elogio y
las críticas tanto frente al régimen del 80 como frente al ascenso
del radicalismo pueden apreciarse, en el caso de los artículos de
José N. Matienzo, en Zimmermann (2002), y en el caso de Rivarola,
en Dulce (2002). En contraste, para Ancarola (1975: 15), Rivarola
fue “el último representante de la generación del ochenta”. La mis-
ma discusión, aunque desde un enfoque menos centrado en la
política, puede encontrarse en Bosch (2001).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 153

Con todo, constituyó la primera tentativa seria y cons-


tante de estudiar la política desde una perspectiva cien-
tífica (Floria y García Belsunce 1975: 264).
La decisión de realizar una publicación sobre asun-
tos políticos intentaba cubrir el espacio de reflexión
entre el diario y la edición de libros. Su director co-
mentaba en el primer número: “La revista, situación
intermedia que comienza a ser disputada por las bi-
bliotecas (publicaciones de obras de determinada di-
rección de estudios) responde a la necesidad de sínte-
sis parciales que constituyen la elaboración más re-
flexiva de un aspecto de la ciencia o de la sociedad. Se
concibe que pueda abarcar la homogeneidad indefini-
da e incoherente que de necesidad constituye la mate-
ria del diario, o que pueda circunscribirse hasta la
heterogeneidad definida del libro” (Rivarola 1910: 7).11
Rodolfo Rivarola también nos provee de una de las
primeras definiciones del campo disciplinar de la cien-
cia política. Si bien no se establecen los cánones hoy
más aceptados de la delimitación del objeto de estu-
dio, destaca el carácter “científico” y resalta las “fun-
ciones éticas de la reflexión política” al sostener: “La
política, como ciencia, cobra hoy entre nosotros la
autoridad que en todos los tiempos tuvo en las socie-
dades civilizadas. Vale para esto, entre tantas otras
cosas, la insistencia del eminente profesor español
don Adolfo Posada, en repetir que la política es una
ciencia, en un país acostumbrado a considerarla como
término de acepciones tan lejanas del concepto cien-
tífico, que personificadas la ciencia y la política se
habrían mirado como dos seres de tan opuesta con-
dición, que ambos no volverían de su asombro al ha-
llarse en el mismo mundo. [...] Pero las dificultades

11
La revista tenía un costo relativamente alto: alrededor de 3
pesos el ejemplar, mientras que Caras y Caretas tenía un costo de
20 centavos por ejemplar (Ortiz 1995: 311 n. 6).
154 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

que ha presentado y presentará siempre la determi-


nación del concepto de ciencia política, en lo que com-
prende y en lo que excluye, se atenúan con el arbi-
trio de reunir bajo un término común de ciencias
políticas, las que más inmediatamente interesan a la
conservación, función y progreso del Estado, y a la
utilidad que de él se derive a favor de los individuos.
El derecho, la administración, la economía, la socio-
logía, la historia y la educación, son materiales, por
lo menos, de la construcción de la ciencia política”
(Rivarola 1910: 7).
Situada en un tiempo en el cual la reflexión sobre
la política abonaba firmemente la “extraña” circula-
ridad entre ciencia política y acción política, la revis-
ta reflejaba este continuo en la polaridad del pensa-
miento y la acción. Rivarola lo expresa de esta forma:
“Con esto queda dicho que la Revista Argentina de
Ciencias Políticas no será órgano de estudios abs-
tractos o de vagas generalizaciones: ciencia política
es ciencia de acción, lo cual es diferente de la acción
misma, como la observación difiere de la cosa obser-
vada. Los materiales de la Revista serán de observa-
ción científica de los hechos que más directamente
puedan interesar en la formación de la conciencia
nacional” (Rivarola 1910: 8).
La Revista Argentina de Ciencias Políticas no conta-
ba con adscripciones institucionales, y era una publi-
cación independiente, mantenida principalmente por
sus suscriptores y por publicidad editorial y de dife-
rentes estudios jurídicos, lo cual también nos demues-
tra el amplio y desarrollado clima intelectual desde el
Centenario hasta los años 30. La revista estaba con-
Contenidos formada principalmente por un conjunto de artículos
de la RACP originales (más bien cortos), notas sobre la coyuntura
política, sobre jurisprudencia y comentarios de libros.
Entre los más destacados colaboradores de la revista,
además del propio Rodolfo Rivarola y su hijo Enrique
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 155

–más tarde Director de la publicación–12 se encuentra


a Leopoldo Lugones, José Nicolás Matienzo, Vicente
Gallo, Juan B. Justo, Manuel Aramayo, Isaías Ama-
do, Mario Bravo, A. Bunge, Victorino de la Plaza,
Pelagio B. Luna, Carlos A. Becú, Ernesto Quesada,
José María Sáenz Valiente, Juan A. González Calde-
rón, Adolfo Posada, Alfredo L. Palacios, Gregorio
Uriarte, Mariano de Vedia y Mitre, J. Salgado, Leónidas
Espeche, Ernesto Bott, Julio A. Roca, Joaquín V.
González, Adolfo Goldín, Ricardo Marcó del Pont, Ri-
cardo Monner Sans, Nicolás Repetto, Ricardo Levene,
Emilio Ravignani y otros.
Es llamativa la amplitud temática que desarrolla-
ban los expertos que escribían en forma asidua en la
publicación. Los más recurrentes a lo largo de los
diversos números han sido Raimundo Wilmart, R.
Rivarola, Raúl Villarruel y Luis B. Tamini, entre otros.
Esta amplitud temática, que va desde el derecho pri-
vado, la historia, la política y el derecho administra-
tivo, demuestra varias cosas. Por un lado, el arco de
preocupaciones y el clima intelectual de la época; por
otro, la falta de especialización y la generalidad de
los estudiosos y juristas argentinos, y el carácter cuasi
ensayístico de sus trabajos. Esto nos permitiría afir-
mar que si bien las preocupaciones políticas eran im-
portantes en estos comentaristas, y se visualizaba
una disciplina científica denominada “ciencias polí-
ticas”, ésta no constituía un campo autónomo de in-
dagación, y la actividad llevada a cabo por los espe-
cialistas no se entendía como una profesión indepen-
diente sino como complemento de la actividad políti-

Rodolfo Rivarola se mantuvo al frente de la dirección hasta el


12

4 de marzo de 1918, fecha en que pasó a desempeñar el cargo de


Presidente de la Universidad Nacional de la Plata. Hasta entonces
se habían completado 15 volúmenes que contenían un promedio
aproximado de 10 ejemplares por tomo.
156 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

ca y del derecho, tanto en la temática como en el tra-


bajo cotidiano.
Los tomos de la revista están sistematizados a tra-
vés de un índice temático con las siguientes áreas: 1)
Política; 2) Política Internacional; 3) Derecho civil; 4)
Derecho comercial; 5) Derecho penal; 6) Derecho in-
dustrial; 7) Derecho administrativo; 8) Legislación pro-
cesal; 9) Economía y finanzas; 10) Sociología; 11) His-
toria; 12) Educación; y 13) Varios. La distribución de
los artículos muestra el peso de las preocupaciones
temáticas: mientras las áreas Política y Política Inter-
nacional contienen el 36,81por ciento de los artículos
de la revista a lo largo de todos sus años, las áreas 3)
a 8), es decir, el agrupamiento de las ramas del dere-
cho, reúnen en total el 28,25 por ciento de los artícu-
los. Por otro lado, Economía y Finanzas agrupa el 10
por ciento, Sociología el 7,7 por ciento, Historia el 10,1
por ciento y Educación el 4,94 por ciento. La ligazón
umbilical con el derecho constituye una tendencia que,
como se verá más adelante, la publicación mantuvo
en su período posterior de 1960-61.13

c) Instituciones de la tradición formalista

En los años 20 y 30, lo que aquí llamamos la “tra-


dición formalista” estaba en pleno auge. No por ca-
sualidad, en esos años se crean instituciones que agru-
pan a los representantes de esa postura tradicional,
como la Academia Nacional de Ciencias Morales y Polí-
ticas, en 1938. En 1937 se funda el Instituto Argentino
de Estudios Políticos en Buenos Aires a manos de
Horacio Storni y Jorge Tristán Bosch, quienes la pre-

13
Ver Anexo II. Para una clasificación subtemática, se puede
consultar la existente en la “guía de consulta rápida” que se co-
menta en Ortiz (1995 y 1996).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 157

sidieron durante años y editaron en 1945 y 1946 seis


números de la Revista Argentina de Estudios Políticos.
En 1939 se fundó la Universidad Nacional de Cuyo,
que en el tránsito de los años 40 a los 50 tendrá la
primer Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. En
1973 las sedes de San Juan y San Luis de esa univer-
sidad adquirieron el rango de universidades naciona-
les, y la de San Juan montó un Departamento de Cien-
cias Políticas dentro de una Facultad de Ciencias So-
ciales.
Sin dudas, el antecedente del estudio universitario Primer
de la política en el país –y en toda América Latina– carrera
fueron las licenciaturas en Servicio Consular y en Ser-
vicio Diplomático que se crearon conjuntamente con
la Universidad Nacional del Litoral y su Facultad de
Ciencias Económicas, Comerciales y Políticas, con sede
en Rosario, en 1919. En 1923 esas licenciaturas se
organizan con un plan de estudios confeccionado en
1921. En 1927 se incorporan dos doctorados: uno en
Ciencias Políticas y otro en Diplomacia. En 1929 las
licenciaturas se transforman en la Licenciatura en
Ciencias Políticas, y en Diplomacia y Relaciones In-
ternacionales, ambas de la Universidad Nacional del
Litoral.14 Los planes de estudio se mantienen hasta
1954, momento en el que se unifican las carreras en
la de Ciencias Políticas y Diplomacia –y se conservan
ambos doctorados–, con una gran dependencia res-
pecto del Derecho Público y del Derecho Internacional
(tanto en la orientación como en el cuerpo de profeso-
res). Esta organización cambiará en 1968, cuando se
funda la Universidad Nacional de Rosario, que pasó a
agrupar a las carreras de la Universidad Nacional del
Litoral que habían funcionado en esa ciudad, particu-

Lesgart y Ramos (2002) relativizan esta fecha de 1929 como


14

la de la creación de la carrera. Ver también Yanuzzi (1998: 422).


158 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

larmente, para nuestro interés, la licenciatura de Cien-


cias Políticas y Diplomacia, a partir de ahora ya no
tan ligada al derecho e incorporando materias más li-
gadas al estudio de las instituciones y los sistemas
políticos, que luego pasó a la Facultad de Derecho y
Ciencia Política como Escuela Superior de Ciencia Po-
lítica y Relaciones Internacionales, convirtiéndose esta
Escuela en Facultad en 1973. Ya a finales de los 60 la
carrera tomó un perfil más ecléctico incorporando
enfoques más sociológicos y filosóficos junto con las
corrientes de pensamiento en boga.15 Sin embargo, no
se confluía hacia un perfil politológico, ya que se veía
a la ciencia política como una disciplina “residual”.
En realidad, “se institucionaliza antes el término cien-
cia política que sus contenidos” (Kerz 2002).
En cuanto a la investigación rosarina, los antiguos
institutos de la Escuela Superior de Ciencia Política y
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional
de Rosario serían la primer base del Departamento de
Relaciones Internacionales y del Departamento de Cien-
cia Política. Entre 1948 y 1981, el Instituto de Derecho
de Gentes (más tarde llamado Instituto de Derecho In-
ternacional ´Mario Antelo´) publicó la Revista de Dere-
cho Internacional y Ciencias Diplomáticas. Algunos nom-
bres ligados a este Instituto son Juan Carlos Puig, Mario
Cámpora, Iris Laredo y Artemio Melo. El Instituto de
Derecho Público publicó revistas entre 1938 y 1964,
aunque con distintos nombres e interrupciones.
En la Universidad Nacional de Cuyo, se fundó, a
fines de los años 50, una Carrera de Ciencia Política y
Administración Pública en la cual se destacaba la fi-

15
Entre los profesores que impartían clases a comienzos de los
años 60 cabe destacar a Eduardo Sutter Schneider, Juan Carlos
Puig, Bruno Bologna, Roberto Puig, Artemio Melo, Carlos Menosi,
Roberto Brie, Miriam Colacrai, Carlos Sánchez Almeida, Sonia
Bengoechea y Wagner Goldschmidt, entre otros.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 159

gura de Dardo Pérez Guilhou (Fernández 2001a: 260),


y en 1956 se creó, en el ámbito privado, la carrera de
ciencia política en la porteña Universidad del Salva-
dor, casa de altos estudios creada por los jesuitas.
En el año 1965 se crea en la Universidad Católica
Argentina “Santa María de los Buenos Aires” la Escue-
la de Ciencias Políticas, dirigida por Francisco Arias
Pelerano, discípulo del político y jurista nacionalista
Arturo Enrique Sampay. Con la participación activa de
profesores como Julio Irazusta, Samuel Medrano y To-
más Casares, hasta 1971 se llevan a cabo dos activida-
des de posgrado: el Doctorado en Ciencias Políticas y el
Diploma de Estudios Superiores. En 1972 comienza a
dictarse la Licenciatura en Ciencias Políticas, con una
duración de cuatro años y con tres especializaciones:
Ciencias Políticas, Relaciones Internacionales y Admi-
nistración Pública.16 En 1982 se reforma el plan de es-
tudios incorporándose un año a la carrera de grado
(Camusso 2002). En la UCA, la Carrera de Ciencias
Políticas, como su denominación en plural lo indica, no
pretendía constituir un campo de indagación autóno-
mo dentro de las ciencias sociales, sino ser una con-
fluencia de diferentes saberes considerados “políticos”.17
La orientación originaria de la carrera pretendía for-
mar dirigentes católicos comprometidos con los princi-
pios cristianos más que científicos políticos orientados

16
En realidad, esta última especialización nunca se logró
implementar por la falta de alumnos.
17
Por ejemplo, analizando las características de la Constitución,
Arias Pelerano sostuvo: “Curiosamente estas tres versiones de cons-
titución no hacen más que reflejar los distintos ángulos desde los
cuales puede ser abordado el objeto político. Desde ya que estos
ángulos dan lugar a la estructuración de diversas disciplinas, todas
ellas válidas para describir el mismo objeto de conocimiento, razón
por la cual es lícito hablar, no de una Ciencia Política, sino de Cien-
cias Políticas, en plural” (Arias Pelerano 1994: 86).
160 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

hacia la investigación empírica (Fernández 2001b).


Muchos juristas de estas universidades comienzan
a hacer ciencia política en algunas facultades vincu-
ladas a ramas de la ciencia política, estudiando, bási-
camente, el fenómeno justicialista, a causa del poco
apego de este movimiento populista a las reglas de-
mocrático-liberales formales. El peronismo, por su
parte, crea en Mendoza una Facultad de Ciencias So-
ciales y Políticas en 1952. En las universidades Cató-
lica de Córdoba y Nacional de Córdoba fueron impor-
tantes los nombres de Carlos Pizarro Crespo, Ricardo
Smith, Pedro Frías y César Enrique Romero (Mooney
y Arnoletto 1993: 275-287).

V. La “ciencia política académica”

a) el cambio aportado por la sociología

A partir de los años 40, una nueva generación (den-


tro de la cual podríamos contar a Gino Germani, José
Enrique Miguens, Juan Carlos Agulla y Norberto Rodrí-
guez Bustamante), influenciados por teorías provenien-
tes principalmente de Estados Unidos (y en parte de
Europa), cambió el estilo profesional. Así nació una nueva
profesión intelectual, destacando el papel de la investi-
gación empírica que requería, a su vez, un nuevo rol
para la epistemología y la metodología, para lo cual era
necesario un nuevo modelo de universidad. A pesar del
cambio, el rol científico de las ciencias sociales no llegó
a lograr el reconocimiento por parte de la sociedad.18
Si bien los cursos de sociología ya existían desde
principios de siglo en varios ámbitos universitarios,

18
Según Agulla, esto se dio principalmente a causa de que las
teorías sociológicas utilizadas eran elaboradas en los países desa-
rrollados para explicar una “sociedad” nacional, en el sentido
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 161

será con los trabajos de Gino Germani en el marco del


Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA (bajo la dirección de Ricardo Levene),
cuando comiencen en forma sistemática los estudios
de sociología. La importancia de Germani fue funda-
mental para la institucionalización de la sociología
científica en América Latina.19 Emigrado a la Argenti-

weberiano (Weber 1996: 33-34), que en la Argentina se había dado


sólo en la región pampeana. Y ello se había dado en los dos aspec-
tos básicos de la sociología: como ciencia social (con predominio
de las “teorías empíricas”, de origen norteamericano) y como con-
ciencia crítica (con predominio de las “teorías críticas”, de origen
europeo continental) (Agulla 1996). Un enfoque similar se encuen-
tra en Di Tella (1971). Di Tella señala allí dos problemas generales
y dos problemas específicos de la sociología y la ciencia política.
Entre los primeros están la copia de modelos teóricos extranjeros
y la radicalización del marxismo y el nacionalismo. Entre los se-
gundos, la necesidad de la formación de especialistas en territorio
latinoamericano, y la necesidad de completar y utilizar bibliotecas
antes de salir a buscar los datos que esas teorías extranjeras exi-
gen. Demás está decir que el debate político de la época también
se daba, y en gran medida e importancia, por fuera de la universi-
dad. Una reseña útil puede encontrarse en Sarlo (2001).
19
Germani fue miembro de la American Sociological Society, del
Institut International de Sociologie, de la Asociación Latinoamerica-
na de Sociología, del Instituto de Sociografía y Planeación de la Uni-
versidad Nacional de Tucumán y de la International Sociological
Association, de la cual fuera presidente. Su labor internacional lo
ubica entre uno de los sociólogos más destacados del siglo XX. Du-
rante el gobierno peronista Germani no tuvo una vinculación orgá-
nica con la universidad, a la que retornaría después del derroca-
miento del General Perón. Lamentablemente, la dictadura de la Re-
volución Argentina lo llevaría fuera del país, pasando a trabajar en
la Universidad de Harvard y posteriormente en la Universidad de
Nápoles. Murió en 1979. Entre las obras más destacadas podemos
hacer mención de La sociología científica (1955), Política y sociedad
en una época de transición (1961), Sociología de la modernización
(1969), Estudios sobre sociología y psicología social (1966), y La so-
ciología en la América latina: problemas y perspectivas (1964).
162 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

na en 1934 por la persecución fascista, se graduó en


filosofía, y entró en el Instituto de Sociología donde,
entre 1942 y 1946, llevó a cabo una serie de investiga-
ciones que primeramente se publicarán en el Boletín
del Instituto de Sociología, y que darán como resultado
la publicación de La estructura social de la Argentina
en 1955.
Gino Los trabajos de Germani eran principalmente de
Germani tres tipos: indagaciones dentro de la teoría sociológica
–especialmente sus aportes para la investigación em-
pírica–, estudios e investigaciones sobre la sociedad
argentina y los procesos de cambio social, y trabajos
de cátedra y diversos manuales de campo para la en-
señanza y realización de la tarea de investigación.
El acontecimiento más importante para la profe-
sionalización de la sociología sería la creación de la
carrera de sociología en 1957 dentro del marco de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en la cual
funcionaba desde 1940 el Instituto de Sociología. Con
Gino Germani como director desde 1955, se desarro-
lló allí una sociología (y una sociología política) orien-
tada empíricamente, también llamada “sociología em-
pírica” o “sociología científica”, en la que los procesos
de la estructura social serán determinantes de lo polí-
tico. Tenía como horizonte teórico al estructural-
funcionalismo y la teoría de la modernización,20 y como

20
La importancia de Germani para los estudios de sociología
política ha sido muy grande. En palabras de Irving Horowitz (1992:
43): “Fue en Buenos Aires que Germani primero absorbió los tra-
bajos completos de Weber, Simmel, Mannheim y otros teóricos so-
ciales alemanes clásicos. Aun antes de que éstos fuesen bien co-
nocidos en Estados Unidos, ya que disponía en Argentina de tra-
bajos relativamente completos de sociólogos de lengua alemana.
De una forma singularmente creativa, Germani unió la escuela
italiana del poder con la escuela alemana de la autoridad (...) Esta
fusión da cuenta de lo que superficialmente parece ser la deuda
de Germani con Talcott Parsons. Tal conexión logró el trabajo de
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 163

fuente de financiamiento para sus novedosas dedica-


ciones exclusivas, el CONICET y los aportes de varias
fundaciones extranjeras (Vessuri 1992)21.
La labor de Germani fue increíblemente vasta, pero
su impronta en la formación de las primeras “cama-
das” de sociólogos tuvo un valor muy relevante en tér-

Germani con el del gran teórico norteamericano. En realidad, ello


convirtió el trabajo de Germani en intelectualmente significativo
para un importante sector de opinión sociológica en Harvard, pro-
piamente Parsons mismo. La opinión de Parsons fue reforzada por
la de académicos como Seymour Martin Lipset, quien conoció ini-
cialmente a Germani en Sudamérica. Germani desarrolló una im-
ponente fusión intelectual de tradiciones, no distinta de aquella
encontrada en la teoría parsoniana de la acción social. Pero en el
caso de Germani, ello ocurrió no a través de una migración hacia
Europa sino más bien desde Europa. Si aquella fusión de tradicio-
nes hizo de Parsons el principal sociólogo a su retorno de Alema-
nia al Nuevo Mundo, el movimiento de Germani desde Italia al
nuevo Mundo lo convirtió en el más notable sociólogo político que
ingresara en el exilio”.
21
Silvia Sigal describe el cambio de la siguiente manera: “La
Sociología es probablemente el mejor ejemplo del “avasallador avan-
ce” de esas “ciencias sociales invasoras de los antes somnolientes
claustros de Humanidades” que recuerda Halperín Donghi. Dirigi-
da por Gino Germani, se crea la primera carrera de Sociología, en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires,
con un ambicioso programa de investigaciones que fijaba el perfil
del sociólogo científico. El grupo inicial de 67 alumnos pasa a 170
en 1960 y casi 2.000 en 1966, comprendiendo las tres Facultades
existentes entonces en Buenos Aires: en 1959 comenzaban los cur-
sos en la Universidad Católica y en 1963 en la Del Salvador, las dos
principales instituciones privadas. La enseñanza de la sociología se
transformaba también en las otras Universidades del país, La Pla-
ta, Córdoba, Mendoza, Rosario y Tucumán. La cohesión del grupo
que rodeaba a Gino Germani estaba en su apogeo en 1961, cuando
se realizan las Jornadas argentinas y latinoamericanas de Sociolo-
gía, que mostraron la hegemonía de la “teoría de la modernización”
y de los análisis del pasaje progresivo de una sociedad tradicional a
una sociedad moderna” (Sigal 2002: 86).
164 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

minos institucionales. Catalina Wainerman, una de


sus discípulas, 22 lo expresa de la siguiente forma:
“Consciente de que con un personal docente práctica-
mente autodidacta la licenciatura era un techo máxi-
mo que podía alcanzar la formación de los estudian-
tes, consciente de la insuficiencia de ese techo,
Germani trajo científicos sociales de los Estados Uni-
dos, de Brasil, de Italia, de Francia, y de alguno que
otro país donde ya existía formación y producción so-
ciológica. Así vinieron Rose K. Goldsen, Kalman Silvert,
Irving Horowitz, Paul Baran, Aaron Cicourel, Leslie
Kish, Nathan Keyfitz, Berndard Rosemberg, David
Nasatir, Peter Heintz, Fernando Enrique Cardoso, Enzo
Falletto (sic), Luis Costa Pinto, Alain Touraine, Johan
Galtung, Joseph Dumazedier, Albert Meister, Ales-
sandro Pizzorno, S. N. Eisenstadt, entre los que re-
cuerdo. Todos ellos venían a dictar cursos y semina-
rios por períodos breves. Como eso no alcanzaba para
adquirir un entrenamiento formal de postgrado,
Germani desarrolló una nutrida trama de relaciones
con universidades de Estados Unidos, Inglaterra y
Francia y gestionó becas para estudios de postgrado
ante el CONICET, la OEA, la Fundación Ford. Así, una
tanda de veinte o treinta de los primeros licenciados
de la carrera y de docentes salimos a hacer doctora-
dos y volvimos habiéndonos convertido en miembros
de la comunidad académica, sabiendo que, de ahí en
más, nuestras vidas habrían de transitar por la do-
cencia, por la investigación, por la publicación, por la
asistencia a congresos, por la participación en la ad-
ministración y el diseño de la ciencia y la enseñanza”
(Wainerman 1997: 15-16).

22
Entre sus estudiantes y discípulos también se encontraban
Ruth Sautu, Jorge Graciarena, Santos Colabella, Francisco Marsal,
Miguel Murmis, Eliseo Verón, Francisco Delich, Silvia Sigal, José
Paradiso, Raúl Jorrat y Juan Carlos Portantiero, entre otros.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 165

Con todo, los trabajos de Gino Germani, Torcuato


Di Tella,23 José Nun y Darío Canton, así como los de
José Luis Romero y Tulio Halperín Donghi en el cam-
po de la historiográfico, serán una piedra fundamen-
tal en el edificio de los estudios políticos modernos en
Argentina. Desde una mirada más abarcadora de las
ciencias sociales el desarrollo de la sociología
timoneado por Gino Germani tendrá una fuerte in-
fluencia en la posterior consolidación de la ciencia
política argentina. Como sostiene Waldo Ansaldi:
“Germani es uno de los `padres fundadores´ de las cien-
cias sociales latinoamericanas, las que aparecen ha-
cia los años 50 y comienzan a definirse con un perfil
singular. Se trata de un proceso todavía insuficiente-
mente estudiado, del que aquí sólo quiero señalar: 1)
las ciencias sociales latinoamericanas surgen en un
contexto de crisis y transformaciones societarias a
escala regional; 2) originariamente dominadas, en el
campo teórico-metodológico, por el funcionalismo; 3)
se enfatiza la necesidad y la práctica de la investiga-
ción empírica, orientada en primer lugar a los proce-
sos de cambio social y de modernización. La combina-
ción de estos tres elementos fundacionales provoca

Junto con Gino Germani, es uno de los primeros sociólogos


23

del país, con un interés casi siempre centrado en América Latina.


En 1964 publicó su primer libro El sistema político argentino y la
clase obrera, donde ya planteaba una necesaria reconfiguración
del sistema partidario argentino a partir de la idea de que el “na-
cionalismo popular” es una etapa en la adquisición de capacidad
política propia por parte de la clase obrera, en el contexto de otro
de sus temas, que se convirtiera en un libro en 1966: El primer
impacto del crecimiento económico. Junto a su hermano Guido fundó
el Instituto Di Tella en 1958, y lógicamente, su Centro de Sociolo-
gía Comparada. Fue fundador y presidente del IDES, centro que
desde 1961 publica la revista Desarrollo Económico, de la que fue
director entre 1971 y 1975. Ver Orlansky (1996) y De Luca y
Malamud (1996).
166 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

rápidamente –en primer lugar en el pensamiento eco-


nómico– una ruptura con la ortodoxia, abriendo paso
a interpretaciones y formulaciones teóricas novedosas,
originales” (Ansaldi 1992: 69).

b) La ciencia política juridicista

A fines de la década del 50 y comienzos de los 60 la


ciencia política comienza a consolidarse académica-
mente con dos acontecimientos relevantes: la consti-
tución de la Asociación Argentina de Ciencia Política y
la creación de la Licenciatura en ciencia política en la
Universidad del Salvador. A la caída del peronismo, el
enfoque formalista alza su voz por la necesidad de la
reorganización jurídica e institucional del país. Al mis-
mo tiempo, y como parte de un mismo proceso, nace
la Asociación Argentina de Ciencia Política. Fundada el
8 de mayo de 1957, rápidamente se afilió a la
International Political Science Association (IPSA). Su
Segundo primer presidente fue el Dr. Segundo Linares Quinta-
Linares na,24 destacado jurista que dirigía el Instituto de De-
Quintana recho Constitucional y Político de la Facultad de De-
recho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires, de la que además era profesor titular de la cáte-
dra de Derecho Constitucional, cargo que también ejer-
cía en la Universidad Nacional de La Plata. Linares
Quintana desarrollaba una intensa labor académica
tanto en la Argentina como en el exterior, asistía a
numerosos congresos y daba conferencias en las más
destacadas universidades del mundo. Simultáneamen-

24
Más tarde pasaría a ser Presidente Honorario, recayendo la
presidencia en Mario Justo López. La AACP se reorganizó y reanudó
su labor en 1984; en junio de 1985 contaba con 245 miembros (176
de ellos residían en la Capital Federal y en la Provincia de Buenos
Aires) y en diciembre contaba con 266 (AACP 1985a y 1985b).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 167

te a su cargo en la Asociación presidía la Asociación


Latinoamericana de Ciencia Política.
Desde su fundación la institución tenía un fuerte
sesgo juridicista tanto desde el punto de vista de los
temas tratados como desde la composición corporati-
va de sus miembros. 25
Las tareas que realizó la Asociación en sus comien-
zos tuvieron relevancia tanto a nivel nacional como
internacional.26 En agosto de 1959 se realizaron las
Primeras Jornadas Argentinas de Ciencia Política en el

25
La composición de la Asociación Argentina de Ciencia Política
originariamente era la siguiente: Presidente: Dr. Segundo Linares
Quintana, Vicepresidente: Dr. César Enrique Romero, Tesorero:
Dr. Fernando Isidro, Secretario General: Dr. Alberto Spota, Secre-
tario Administrativo: Dr. Antonio Castagno. Vocales: Dres. Carlos
Adrogué, Juan R. Aguirre Lanari, Jorje Aja Espil, Ismael P. Basaldúa
(h), Mario Belgrano, Germán Bidart Campos, Carlos M. Bidegain,
Roberto A. Billinghurst, Enrique L. Calot, Edmundo Correas, Ma-
nuel M. Diez, Raúl E. Dumm, Carlos S. Fayt, Héctor P. Lanfranco,
Mario Justo López, Miguel S. Marienhoff, Enrique Martinez Paz,
Héctor R. Orlandi, Roberto J. Repetto, Lucio Robirosa, Alberto
Rodríguez Galán y Ambrosio Romero Carranza. Comité Consulti-
vo: Dres. Jorge Eduardo Coll, Juan A. González Calderón, Luis
Jiménez de Asúa, Alfonso de Laferrere, Carlos R. Melo, Jorge Mi-
tre, Alberto Padilla, Alfredo L. Palacios, Juan Carlos Rébora, Car-
los Saavedra Lamas (+), Carlos Sánchez Viamonte, Féliz Sarría,
Sebastián Soler, Carlos A. Tagle, Benjamín Villegas Basavilbaso y
Clorindo Zavalía (+). Muchos miembros pertenecían a conocidas
familias argentinas, algunas de ellas “patricias”.
26
En el artículo 1 del Estatuto de la Asociación se sostenía: “La
Asociación Argentina de Ciencia Política, entidad fundada por un
grupo de personas dedicadas al estudio de la ciencia política, soli-
darias en la creencia común de que los altos ideales de libertad,
justicia y dignidad humanas sólo se realizan en el Estado de dere-
cho, tiene como propósito estudiar e investigar la ciencia política y
promover su desarrollo y perfeccionamiento en la República Ar -
gentina, manteniendo relaciones con las instituciones similares
existentes en otros países” (AACP 1960: 111).
168 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

marco de la Universidad Nacional de Córdoba.27 En el


mes siguiente la Asociación, junto con el Instituto de
Derecho Constitucional y Político de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Bue-
nos Aires, auspició la visita a la Argentina del presti-
gioso jurista y politólogo francés Georges Burdeau.28
En octubre, Linares Quintana realizó un importante
viaje al Brasil representando a la Asociación en el Con-
greso sobre Cambios Sociales organizado en Río de
Janeiro por el Centro de Pesquisas Sociales. En abril
de 1960 tiene lugar la renovación de las autoridades
de la Asociación Argentina de Ciencia Política mante-
niendo la presidencia el Dr. Linares Quintana. Du-
rante 1960 tiene lugar el Segundo Congreso Argentino
de Ciencia Política, celebrado en Buenos Aires, y con
una alta concurrencia.
En septiembre de 1961 se celebró en París el V Con-
greso Mundial de Ciencia Política de la IPSA. La Aso-
ciación Argentina de Ciencia Política estuvo represen-

27
Se estructuraron cuatro mesas redondas que debatieron so-
bre a) grupos de presión, b) amparo jurisdiccional de los derechos
y libertades constitucionales, c) la teoría de la imprevisión y su
recepción en el derecho público argentino, y d) planes y sistemas
de enseñanza de la ciencia política. En la conferencia inagural el
Dr. Carlos R. Melo pronunció una conferencia sobre “El problema
de la vigencia de las constituciones de catorce provincias”, y en el
cierre el Dr. Alberto Padilla disertó sobre “El problema de la acefalía
presidencial”. Tanto las mesas como los temas considerados cen-
trales nos muestran a una ciencia política subordinada al Dere-
cho Público y por ende a la tarea de los abogados.
28
El autor del Traité de science politique pronunció varias con-
ferencias en las universidades de Buenos Aires y La Plata. El he-
cho más importante del viaje de Burdeau constistió en la autoriza-
ción para publicar la versión castellana del Méthode de la science
politique, que se publicó como el volumen inicial de la Biblioteca
Argentina de Ciencia Política, serie perteneciente a la Asociación y
editado por la editorial Roque Depalma.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 169

tada por una comitiva de 10 miembros, encabezada


por el vicepresidente de la Asociación, el Dr. César
Enrique Romero. La comitiva argentina fue la tercera
en cantidad de miembros. Durante las reuniones del
Consejo Directivo se eligieron a los nuevos miembros
del Comité Ejecutivo, incorporándose a este cuerpo el
Dr. Linares Quintana como representante de la Ar-
gentina. Durante la década de los 70 y los 80, el actor
principal de la Asociación Argentina de Ciencia Política
será el Dr. Mario Justo López.29
Como se ve, durante sus primeros años la Asocia-
ción Argentina de Ciencia Política tuvo una intensa ac-
tividad, dentro de la cual se contaba una ambiciosa
política editorial, en convenio con Roque Depalma
Editores. Los ejes editoriales consistieron en a) la pu-
blicación semestral de la Revista Argentina de Ciencia
Política,30 b) la serie Cuadernos de Ciencia Política, y c)
la Biblioteca Argentina de Ciencia Política.

29
Su libro más importante es el manual Introducción a los estu-
dios políticos (1969 y 1983). Aunque ubicado en el derecho políti-
co, la suya no fue una visión reduccionista de tipo jurídico: inten-
tó integrar distintas líneas teóricas y disciplinarias. En El mito de
la Constitución (1963) entendió a la democracia como forma pero
también como contenido, siempre dentro del marco constitucio-
nal. En Partidos políticos: teoría general y régimen legal (1965 y
1982) intentó una teoría general de los partidos políticos y su pa-
pel en la democracia representativa (Serrafero 1996b). Otro desta-
cado constitucionalista argentino que ha incursionado en los es-
tudios políticos desde una perspectiva similar ha sido Germán
Bidart Campos, quien publicara Lecciones de política en 1973.
30
Se editaron sólo 3 números, entre enero de 1960 y enero de
1961.
170 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

c) La Carrera de Ciencia Política


de la Universidad del Salvador

En la Universidad del Salvador, establecimiento de


Educación Superior perteneciente en ese momento a
la Compañía de Jesús, la Carrera de Ciencia Política
fue creada en el año 1956. En sus comienzos la
currícula tenía, como era de esperar, una orientación
hacia el derecho y la filosofía con preponderancia del
tradicionalismo católico-nacionalista. Entre los profe-
sores que se encontraban en ese momento cabe men-
cionar a Pichón Riviere (hermano del destacado psicó-
logo) y a Raúl Puigbó.
Emilio Saguir, director de la Carrera de Ciencia
Política desde 1984, sostiene sobre sus primeros años:
“La Universidad del Salvador (USAL) se funda en 1956
y una de las siete carreras con las cuales comienza
es Ciencia Política [...] Cierto es que la USAL comen-
zó siendo un Instituto de Ciencias Políticas, en plu-
ral, no tanto una ciencia política autónoma. Autono-
mía en cuanto la disciplina posee y construye instru-
mentos y marcos teóricos para alcanzar el conoci-
miento de un objeto de estudio específico. En aquel
momento no se tenía esa visión. Por el contrario, se
daba una yuxtaposición de materias vinculadas a la
política: historia política, filosofía política, derecho
político. A medida que la ciencia política contempo-
ránea se iba desarrollando en otros países especial-
mente en los Estados Unidos fueron arribando aquí
egresados de posgrados entre ellos Carlos Floria,
Mariano Grondona y entre otros, Natalio Botana y
Rafael Braun procedentes de Lovaina. Imbuidos de
la ciencia política contemporánea con un importante
énfasis empírico y con aspiración a construir un cor -
pus de conocimiento específico, desarrollado y con-
trolado en el interior de la disciplina, trataron de de-
linear no sólo los marcos metodológicos sino también
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 171

el campo, el objeto de estudio de esa disciplina que


pasa a llamarse ciencia política (en singular)” (Saguir
1999: 307).
La incorporación de Carlos Floria31 se da en 1967. Carlos
Floria había desarrollado durante 1966 un estudio Floria
detallado de la ciencia política norteamericana en el
marco de la beca que había obtenido de la Fundación
Eisenhower.32 Esas actividades en los Estados Unidos
le habían permitido tomar contacto con los más des-
tacados politólogos americanos, entre los cuales po-
demos mencionar a Karl Deustch, Robert Dahl, Robert
Potash, Hans Morgenthau y también con Giovanni
Sartori, quien se encontraba trabajando en los Esta-
dos Unidos y elaborando la reforma al plan de estu-
dios de la Carrera de Ciencia Política de la Universi-
dad de Florencia. Como producto de su beca el Dr.
Floria tuvo que realizar un informe final, y como anexo
había elaborado un proyecto de carrera de ciencia po-

31
Su obra es muy importante. Ha escrito, principalmente, so-
bre el nacionalismo, las relaciones cívico-militares, los regímenes
militares, la cultura cívica argentina y la transición a la democra-
cia. Ya en su célebre Historia de los argentinos (1972), escrito jun-
to a César García Belsunce, así como en Reflexiones sobre la Ar-
gentina política (1981) escoge la perspectiva del análisis político
para la interpretación de los hechos históricos, como lo evidencia-
rán conceptos como “subdesarrollo político” o “la Argentina de los
factores” (en contraposición a la de los partidos) (Serrafero 1996a).
Ver también Kerz (1996).
32
La Fundación Eisenhower se constituyó apenas terminado el
período presidencial del mandatario norteamericano y era princi-
palmente una institución destinada al desarrollo de los liderazgos,
teniendo como uno de sus principales objetivos el que los extran-
jeros conocieran en profundidad y directamente, en relación con
sus actores, diferentes ámbitos de la vida norteamericana, entre
los cuales estaban las disciplinas científicas. La fundación, ade-
más, se encargaba de concertar entrevistas con los más destaca-
dos especialistas en cada una de las áreas.
172 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

lítica basado en la experiencia adquirida y en el pro-


yecto de Sartori.33
A su regreso de los Estados Unidos, Floria intentó
primeramente realizar una carrera de ciencia política
en el marco de la Facultad de Derecho y Ciencias So-
ciales de la Universidad de Buenos Aires, pero su pro-
puesta obtuvo un fuerte rechazo por parte del núcleo
de expertos en derecho público, encabezado por Se-
gundo Linares Quintana. La vinculación de Floria con
la Universidad del Salvador se produjo con la visita
del jesuita Jean-Yves Calvez para la presentación, a
cargo del primero, de la traducción del Pensamiento
de Carlos Marx, actividad que se desarrolló en el CIAS
(Centro de Investigación y Acción Social). En esa opor-
tunidad Floria comentó su proyecto de carrera de cien-
cia política con el entonces vicerrector Padre Virasoro
S.J., quien, con el aval de Calvez, lo invitó a trabajar
en el Salvador, y en una reforma curricular a ser apli-
cada en dicha universidad. La dirección de Floria fue
acompañada por destacados investigadores, muchos
de ellos pertenecientes al círculo de la revista Criterio.
Cabe mencionar entre otros, a Natalio Botana, Marcelo
Montserrat, y al sacerdote Rafael Braun. También se
fueron incorporando al proyecto modernizador de la
USAL Guiller mo O’Donnell, Félix Peña, Roberto
Russell, Carlos Strasser y Mariano Grondona. Otra
incorporación importante al claustro de docentes del
Salvador es el regreso de un argentino radicado en

33
El trabajo del politólogo italiano establecía ejes curriculares
básicos para la enseñanza de grado de la ciencia política: un eje
económico, un eje histórico, un eje sociológico, un eje matemático,
un eje de administración pública, un eje de relaciones internacio-
nales, un eje metodológico y, principalmente, un eje de teoría polí-
tica empírica orientado hacia el estudio e investigación de los fe-
nómenos de la política contemporánea, con una fuerte articula-
ción con el eje metodológico.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 173

México, Marcos Kaplan, de orientación neomarxista


(Floria 2002).
El nuevo plan de estudios entró en vigencia en 1968, Reconoci-
teniendo sus primeros egresados en 1972. Es intere- miento
sante destacar que en agosto 1969 (durante el período externo
de la dictadura de Onganía) tuvo lugar en esa univer-
sidad el Primer Encuentro Internacional de Ciencia Po-
lítica centrado temáticamente en la problemática de la
política argentina y sus dilemas. Entre los participan-
tes internacionales se destacó Robert Dahl, quien uti-
lizó las argumentaciones expuestas por Guillermo
O´Donnell, Carlos Floria, Natalio Botana, Rafael Braun
y Mariano Grondona para construir su hipótesis so-
bre el caso argentino presente en su libro Poliarquía.34

34
Así lo dice el propio Dahl (1989: 124 n. 5): “La argumentación
y los datos de este epígrafe están tomados de las siguientes fuentes:
“Political Oppositions in Argentina”, ponencia inédita presentada
en un seminario por Guillermo O´DONNELL, quien primeramente
me indicó las líneas generales de la interpretación que expongo;
Carlos Alberto FLORIA, “El comportamiento de la oposición en la
Argentina”; Natalio R. BOTANA, “Las crisis de la legitimidad en la
Argentina y el desarrollo de los partidos políticos”; Mariano
GRONDONA, “Algunas observaciones sobre la evolución reciente del
sistema político argentino”, Rafael BRAUN, “La representatividad
de los partidos políticos y la interpretación del interés público por
parte de las fuerzas armadas: un dilema argentino” (todas estas
ponencias fueron presentadas en el Primer Encuentro Internacio-
nal de Ciencia Política, Buenos Aires, agosto 1969); Carlos Alberto
FLORIA, “Una explicación política de la Argentina”, CIAS, Revista
Mensual del Centro de Investigación y Acción Social, 16 (noviembre,
1967); Mariano GRONDONA, La Argentina en el tiempo y en el mun-
do, Editorial Primera Plana, Buenos Aires, 1967, s. d.; Darío CAN-
TON, “Military Interventions in Argentina 1900-1966”, Ponencia
presentada en la Conference on Armed Forces and Society Working
Group, International Sociological Association, London, septiembre
1967, y su “Universal Suffrage as an Agent of Mobilization”, Ponen-
cia presentada en el VI Congreso Mundial de Sociología, Evian, Fran-
cia, septiembre 1966”.
174 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

Este hecho constituye un reconocimiento que, junto a


las obras de Gino Germani y Darío Canton, también
citadas por el politólgo norteamericano, se le otorgaba
a los estudios científicos realizados en la Argentina.35
Este reconocimiento externo a la labor de los estudio-
sos argentinos constituye un indicador de la existen-
cia de una ciencia política acorde a los cánones inter-
nacionales de investigación y producción del conoci-
miento.
Este proceso de florecimiento de la ciencia política
empírica no puede comprenderse, como se ve, sin to-
mar en cuenta el contexto internacional fomentado
desde los Estados Unidos, y su contrapartida desa-
rrollista en América Latina, donde el ideario de la cien-
cia y su correlato tecnológico y político se articula-
ban con los principios de secularización, urbaniza-
ción e industrialización. El florecimiento de la cien-
cia política en el Salvador se articula, en este senti-
do, con la época de oro de la Universidad de Buenos
Aires (que en materia de estudios sociales estaba en-
cabezado, insistimos, por la sociología de Gino
Germani). Este espíritu “desarrollista” tuvo tanto su
ala “democrática” como su correlato “militar”, y los
pequeños avances logrados por esta incipiente cien-
cia política tuvieron su campo de aplicación en los
proyectos desarrollistas de ambos sectores (Pinto

35
En El orden político en las sociedades en cambio, de 1968,
Samuel Huntington (1990: 199) utiliza las argumentaciones de José
Nun y de Gino Germani para su estudio sobre el pretorianismo de
masas. Por su parte, Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto en De-
pendencia y desarrollo en América Latina citan las obras de Gino
Germani Política y sociedad en una época de transición; de Torcuato
Di Tella El sistema político argentino y la clase obrera y de Guiller-
mo O´ Donnell Reflexiones sobre las tendencias generales de cam-
bio en el Estado burocrático-autoritario (Cardoso y Faletto 1996:
111 y 197-199).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 175

2001). La Carrera de Ciencia Política de la Universi- Innova-


dad del Salvador reunía, bajo la dirección de Floria, ciones
novedades temáticas y autores norteamericanos. Efec- temáticas
tivamente, en los años 60 estaba en auge en Estados
Unidos la teoría pluralista, íntimamente ligada a la
obra de Dahl, en gran medida asociada a los cáno-
nes, sobre todo metodológicos, del conductismo. Den-
tro del espectro norteamericano, ni siquiera las críti-
cas de Sheldon Wolin y Theodore Lowi se apartaban
de una estructura discursiva que estaba profunda-
mente inmersa en la disciplina (Gunnell 1999: 37).
El pluralismo –y también el economicismo de Downs–
expresaba implícita o explícitamente la idea que la
apatía generalizada podía ser beneficiosa o funcional
para el sistema democrático, ya que la poca partici-
pación prevenía los conflictos intensos que desembo-
can en el fin de la democracia. En una palabra, pre-
gonaba la influencia de los intereses por sobre las
pasiones religiosas, personales o ideológicas. A prin-
cipios de los años 70, la creciente ideologización del
país y particularmente de los claustros universita-
rios harían que este discurso estuviera destinado a
ser desalojado en no mucho tiempo.
En efecto, este período, que se inicia orientado por Radicali-
una visión empírica, va a tener una corta duración: a zación
comienzos de los 70, el Salvador paulatinamente se ideológica
va convirtiendo en una Universidad militante, virando
el eje de la problemática del conocimiento hacia otra
faceta vinculada fuertemente con el accionar político
y las fracturas ideológicas. Ya en 1972 las posiciones
estaban fuertemente polarizadas entre los partidarios
de una “ciencia política académica” y los que propug-
naban una “ciencia política comprometida y militan-
te”. Esto produce la forzada renuncia conjunta en 1973
de los profesores del “grupo Criterio” y posteriormente
de otros docentes. A su vez, la Compañía de Jesús
estaba viviendo una gran crisis de fuerte connotación
176 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

ideológica, representada por la polarización de la or-


den en dos grupos: uno más tradicional y otro forma-
do en gran parte por sacerdotes jóvenes del denomi-
nado movimiento “tercermundista”. En esos momen-
tos se nombra Decano de la Facultad de Ciencias So-
ciales al sociólogo jesuita Padre Sánchez Aizcorbe. Las
asignaturas tenían un matiz diferente en su conteni-
do, con un fuerte eclecticismo que combinaba las teo-
rías cepalianas, el neomarxismo, la teoría de la de-
pendencia, la teología de la liberación, los autores “na-
cionales y populares”, y una mirada de fuerte crítica y
rechazo a la ciencia política norteamericana. Pero lo
importante no era ya la variedad de enfoques sino una
orientación de estudio y lectura que privilegiaba el ac-
cionar y la militancia, un pensar la teoría en función
de la praxis36 (Legnani 2002).
También la Carrera de Ciencias Políticas de la Uni-
versidad Nacional de Rosario comenzó una situación
de creciente politización de sus claustros. Ya en 1972
se concebía allí a la ciencia política como una “ciencia
de la acción” comprometida con la transformación de
la sociedad más que con la producción de conocimiento
sobre la misma. “Lo importante era la política, ese
quehacer cotidiano que determina el rumbo de la so-

36
Desde 1972 la diversidad entre las cátedras es enorme, ya que
también varios profesores remarcan su compromiso con la militancia
política. Podemos nombrar a José María Rozas, Leon Pomeranz, Luis
Sánchez Aizcorbe, Pbro. Carlos Mujica, Arturo Sampay, Eduardo
Errandonea, Alberto Acevo, Pbro. Luis Virasoro, Abel Fleitas Ortiz
de Rosas, Luis Dallanegra, y Héctor Roudil, entre otros. Pero para
comprender la dimensión de la situación, es también indispensable
observar la composición del Centro de Estudiantes que, lógicamen-
te, también estaba fuertemente ligada a la vida política nacional. De
hecho, ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y FAR (Fuerzas Ar-
madas Revolucionarias Peronistas) ganaron el Centro en 1975
(Legnani 2002). Ver también Sarlo (2001: 64).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 177

ciedad, no la ciencia. Lo que prevalecía era una idea


de compromiso y participación en la política nacional.
Leíamos mucho de todas las orientaciones teóricas,
pero una lectura orientada al hacer política, a la praxis;
se hablaba más del rol docente y su compromiso que
de académicos”37 (Kerz 2002). Por su parte, en 1973,
el rector de la Universidad Nacional “y Popular” de
Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós, decía: “La crisis por
la que atravesó el país se reflejó también en la univer-
sidad y sus estudiantes. Al hacernos cargo de esta
situación encontramos el apoyo masivo de los alum-
nos, de los no-docentes y de una parte de los docentes
para imponer la doctrina nacional. En cuanto al caso
específico de los docentes, en algunas Facultades se
debió sacar a algunos de ellos, por incompetencia o
por enseñar con una mentalidad colonial. Por eso,
desde mi punto de vista, la discusión de si la Univer-
sidad debe ser privada o estatal es una discusión ocio-
sa, porque lo fundamental es que toda Universidad,
ya sea estatal o privada, refleje en su enseñanza la

Otra vez, para comprender la actitud fuertemente militante


37

de esos años es útil analizar el Centro de Estudiantes, el cual es-


taba fuertemente vinculado con la política nacional. El arco ideo-
lógico era muy amplio, con predominio de la izquierda y el
peronismo: coexistían el Movimiento Nacional Reformista (socia-
listas de izquierda “liberal”), TEA (Tendencia Estudiantil Antiim-
perialista, de orientación marxista), la JUP (Juventud Universita-
ria Peronista, ligada a Monteneros y llamada comúnmente “La Ten-
dencia”), El Movimiento Azul y Blanco, La Juventud Radical y la
CDU (grupos de extrema derecha del peronismo). Entre los
egresados de esta época de la Universidad Nacional de Rosario
podemos nombrar a: Bruno Bologna, María de los Ángeles Yanuzzi,
Carlos Pérez Llana, Gladys Lechini, Mónica Billoni, Luis Dallanegra,
Carlos Figari, Mercedes Kerz, Olga Caballero, María Cristina
Menéndez, Osvaldo Iazzeta, Mónica Priotti, Raúl Arlotti, Lilia Puig,
Ana María Siri, Rolando Garmendia, Nilda Anglaril y Luis Cuaranta,
entre otros (Kerz 2002).
178 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

doctrina nacional e impida la infiltración del liberalis-


mo, del positivismo, del historicismo, del utilitarismo,
y yo diría hasta del desarrollismo, todas formas con
las que se disfraza la penetración ideológica en las
casas de estudio” (Sarlo 2001: 378-9).
Pero más allá de las luchas y controversias, la in-
fluencia de la ciencia política empírica tuvo un fuerte
arraigo y permanencia en la Universidad del Salvador,
hecho que se retomó y se profundizó en los comienzos
del proceso de democratización, con fuerte repercusión
en la creación de nuevas carreras a nivel nacional.
Emilio Saguir, uno de los actores de esta proyección
sostiene al respecto: “Pero a pesar de ello el grupo de
profesores académicos logró arraigar el paradigma de
la ciencia política contemporánea, construir y difundir
teorías empíricas de la política, y persuadir sobre la
importancia del método científico en la búsqueda del
conocimiento político. Y los que continuamos, que fui-
mos sus discípulos, fuimos desarrollando la Escuela
de Ciencia Política, orientados por la misma perspecti-
va, incorporando a nuestros claustros a destacados
politólogos, y adaptando la currícula de la carrera se-
gún el desarrollo de la disciplina en el país y en el mun-
do, y a la luz de los problemas políticos contemporá-
neos. Y cuando llegamos a 1983/84 realmente éramos
como una especia de oasis en el desierto. En ese mo-
mento presenciamos un incremento impresionante del
interés por la disciplina. Y en especial por una ciencia
política genuinamente científica” (Saguir 1999: 308).38

38
Entre los egresados de la Universidad del Salvador de aque-
llos años podemos nombrar a Carlos Acuña, Ana María Mustapic,
Eugenio Kvaternik, Emilio Saguir, Julio Pinto, Daniel García Del-
gado, Nora Gorroschategui, Ricardo Moscato, Luis Brajterman,
Néstor Legnani, Hugo Pomposo, Antonio Fierens, Guillermo
Schwuenheim, Graciela Esnaola, Eduardo Salas, Alberto Bonifacio,
Marta Fernández, e Imelda Salas, entre otros.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 179

d) Los centros de investigacion privados

Si bien ya en los años sesenta comenzaba una im-


portante tarea de investigación en centros de investi-
gación independientes, ellos concentrarán casi la to-
talidad del trabajo científico de las ciencias sociales
con posterioridad al golpe militar de 1966, que des-
truye casi por completo un proyecto científico uni-
versitario y modernizante. Jorge Graciarena descri-
be aquellos momentos de una manera muy clara: “El
caso de Argentina. Se trata de una sociedad muy mo-
vilizada políticamente, con una juventud muy
radicalizada en sus orientaciones ideológicas y prác-
ticas políticas. Los horizontes políticos del país son
hoy (1971) por lo menos inciertos; hay mucha violen-
cia política y una represión constante. Hay ahora un
desajuste casi total entre las demandas de las masas
y los cuadros ideológicos predominantes en el país y
las orientaciones de las políticas gubernamentales.
[...] En las nuevas generaciones de estudiantes y
egresados jóvenes así como entre algunos represen-
tantes de las edades más maduras, la confusión en-
tre práctica científica y práctica política es extrema.
Prácticamente no hay investigación social fuera de
las oficinas de planeamiento, que hacen investiga-
ción aplicada, y algunas pocas instituciones priva-
das que llevan a cabo investigaciones de tipo funda-
mental. [...] No es fácil hacer cualquier diagnóstico
del futuro de las ciencias sociales en la Argentina. La
confrontación que podría realizarse entre estas al-
ternativas produce una exacerbación de las actitu-
des y luchas políticas, que se proyectan sobre las
universidades y que se manifiestan también dentro
de ellas, y que se mantendrán en el futuro inmediato
sin variantes importantes. En estas condiciones la
vida en las grandes universidades estará dominada
por algún tiempo, como lo está ahora, por las pasio-
180 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

nes políticas inmediatas” (Graciarena 1974: 103). 39


En este contexto, por supuesto, era una tarea casi
imposible publicar los trabajos. Sólo Desarrollo Eco-
nómico ofrecía esa posibilidad de una manera abierta
al público. 40
Los centros independientes, entonces, dieron aco-
gida a una gran cantidad de científicos sociales, mu-
chos de los cuales orientarían sus estudios hacia la
ciencia política, incluso a su regreso de sus estudios
de posgrado en el exterior. En ese éxodo se habían
enrolado Guillermo O´Donnell, Oscar Oszlak, Atilio
Borón, Edgardo Catterberg, Jorge Roulet, Dante
Caputo, Marcelo Cavarozzi, José Nun y Liliana De Riz,
entre otros (Guiñazú y Gutiérrez 1991-1992: 57 n.
18). En cuanto a los temas de investigación, en esta
época hubo un corrimiento desde el interés por los
determinantes externos del subdesarrollo hacia el
estudio del Estado y el autoritarismo. Si bien la disci-
plina más importante de las que se desarrollaban en
estos centros de investigación era la sociología, una
parte de los sociólogos se dedicó a temáticas propias
de la ciencia política: Juan Carlos Portantiero, Mi-
guel Murmis, Darío Canton, José Nun, Torcuato Di
Tella, Alberto Ciria, Juan Carlos Torre, y más tarde
Alcira Argumedo, Horacio González y Ricardo Sidicaro.
También lo hicieron algunos juristas como Carlos Fayt
o Juan Carlos Rubinstein. Muchos de ellos, sin ser
peronistas, abordaron como objeto de estudio el fenó-
meno peronista contribuyendo enormemente a su
comprensión.
Entre los centros independientes más importantes
estaba el Instituto Di Tella, creado en 1958, y que ha

39
Ver también Varsavsky (1971).
40
Fernández (2002: 44) no cree que los fuertes debates ideoló-
gicos que atravesaban a las ciencias sociales hayan desvirtuado
su vigor académico.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 181

sido el más característico de esos años.41 El desarrollo


de la investigación científica en ciencias sociales tuvo
allí su principal ámbito institucional.42 La pluralidad

41
“La fundación Di Tella y el Instituto fueron fundados el 22 de
julio de 1958, el décimo aniversario de la muerte de Torcuato Di
Tella, que había forjado el complejo industrial Siam Di Tella. La
empresa cultural que recibía su nombre serviría así como recor -
datorio y también socializaría la riqueza que había creado su ca-
pacidad empresaria. Pero la forma que adoptó ese recordatorio
reflejaba el pensamiento moderno de fines de los años 50 antes
que una anticuada filantropía (...) El modo en que los fondos pri-
vados se canalizaron hacia actividades culturales y sociales fue el
de la fundación moderna, organizada según el modelo norteameri-
cano de financiación corporativa. La fundaciones no eran bien co-
nocidas en la Argentina antes del Di Tella. (...) El Instituto no tenía
fondos propios: como institución académica sin fines de lucro, re-
cibía un subsidio de la Fundación u otras fuentes, tales como las
Fundaciones Ford y Rockefeller” (King 1985: 35-37).
42
Como sostiene Silvia Sigal: “Al esfuerzo de institucionalización
estatal se sumó el privado. En 1960 entra en funcionamiento el
Centro de Investigaciones Económicas del Instituto Di Tella, que
en 1963 cuenta con once investigadores y seis becarios realizando
posgrados en el exterior, y que será un semillero de funcionarios
en gobiernos civiles y militares. Tres años más tarde se crea, im-
pulsado por Gino Germani, el Centro de Sociología Comparada;
rebautizado Centro de Investigaciones Sociales, tiene en 1966 once
investigadores y siete asistentes. Después de la intervención de
las Universidades en 1966 el Instituto albergó el CIAP, dirigido por
Enrique Hardoy, y fundó una editorial, la Editorial del Instituto y la
Revista Latinoamericana de Sociología. Más que alejados del espí-
ritu vanguardista del “Di Tella Florida”, los centros de investiga-
ción en ciencias sociales representaban la otra vertiente de la mis-
ma preocupación prioritaria enunciada por el Instituto: “contri-
buir a la modernización cultural del país”. La institución se pro-
ponía “reunir y facilitar la formación en el más alto nivel académi-
co”, concebido según criterios internacionales, creando las condi-
ciones para un trabajo “con dedicación exclusiva”, para “el mejor
conocimiento de la realidad argentina.” (...) El “Di Tella Belgrano”,
integrante y cabal representante del flamante campo de las cien-
cias sociales se apoyaba sobre una triple base: profesionalización,
182 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

temática, teórica e ideológica fue muy grande en el


momento del “pasaje” al Di Tella, y hasta con cierto
predominio de orientaciones neomarxistas. Contaba
con nombres como los de Roulet, Jorge Sábato, Caputo,
Oszlak y Cavarozzi. El instituto se constituyó también
en el lugar de anclaje de parte de los integrantes del
“grupo Criterio” después de su retirada del Salvador.
Es aquí donde Natalio Botana desarrollará su labor de
investigador que culminará con la publicación de El
orden conservador (1977), uno de los libros –combi-
nando la historia y la ciencia política– más leídos en
la Argentina, y con traducciones ya a varios idiomas.
La dispersión de la producción y reproducción aca-
démicas que se dio en los centros de investigación son
el contraejemplo del proceso de unificación (teórica,
metodológica y organizativa) que se produjo en Estados
Unidos a causa de la revolución conductista. Durante
estos años se produce un conflicto de “visiones” en el Di
Tella, especialmente por parte de los que proponían un
análisis más integral con los factores estructurales, más
orientado hacia el estudio del sector popular, creándose
así el CEDES: “Ejemplo de los aspectos de ruptura es el
quiebre que se produce en el Instituto Di Tella, del que
se alejan una serie de investigadores, como el mismo
O´Donnell, Marcelo Cavarozzi, Oscar Oszlak, Elizabeth
Jelin, para fundar el Centro de Estudios de Estado y
Sociedad (CEDES), en el que el análisis político se ter-
mina articulando con el aporte de economistas como
Adolfo Canitrot y Roberto Frenkel, y sociólogos políticos
como Oscar Landi” (Acuña 2000: 237).
Otros centros que han desarrollado actividades de
investigación y posgrado que han tenido gravitación en

standards internacionales y desarrollismo, y estuvo inscripto en


el nuevo circuito de intelectuales modernizadores que él mismo
contribuía a generar” (Sigal 2002: 86-87).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 183

el desarrollo de la ciencia política han sido el CICSO


(Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales), crea-
do en 1966, de corte marxista; el IDES (Instituto de De-
sarrollo Económico) que publica la revista de ciencias
sociales más prestigiosa del país, Desarrollo Económico,
desde 1961. La Fundación Bariloche tuvo una impor-
tante actividad de investigación en sociología política
ligada al problema del desarrollo, entre 1967 y 1977,
con nombres como Edgardo Catterberg, Manuel Mora y
Araujo y Luis Aznar, bajo la dirección de Peter Heintz.
Los centros internacionales también ocuparon un
importante papel. La sede FLACSO-Argentina43 se creó
en 1974 y fue dirigida en un primer momento por
Emilio Mignone, comenzando rápidamente su activi-
dad de posgrado con la realización de la Maestría en
Ciencia Política, en la que enseñaban, entre otros,
Arturo O´Connell, Juan Carlos Portantiero y Emilio
de Ipola, y que quedará trunca en 1976 con el adveni-
miento del golpe militar. A partir de 1979, bajo la di-
rección de Carlos Strasser, se desarrolla la Maestría
en Ciencias Sociales con menciones en Sociología,
Ciencia Política, Educación y Relaciones Internacio-
nales,44 a la que también se le fueron agregando orien-
taciones en Estudios Agrarios, Historia y Antropolo-
gía.45 En forma conjunta con la docencia de posgrado
FLACSO ha llevado a cabo desde entonces una serie
numerosa de programas de investigación en diferen-
tes especialidades dentro del campo de las ciencias

43
La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales fue crea-
da en 1957 por iniciativa de la UNESCO como un organismo
intergubernamental de carácter regional y autónomo.
44
Estas dos últimas se independizaron más tarde adquiriendo
el status de Maestrías.
45
En esta etapa actuaron como docentes Gregorio Weinberg,
Francisco Delich, Floreal Forni, Carlos Floria, Manuel Mora y
Araujo, Oscar Oszlak, Torcuato Di Tella, Catalina Wainerman, Jorge
Sábato, Natalio Botana y Ruth Sautu, entre otros. Con el adveni-
184 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

sociales. Finalmente, CLACSO (Centro Latinoamerica-


no de Ciencias Sociales) articula desde 1966 una red
de centros de varios países de la región.
Sin embargo, aunque en muchas ocasiones adqui-
rieron un gran prestigio internacional, el reducido nú-
mero de estos centros, su desvinculación de los pro-
gramas universitarios, la falta de apoyo oficial y la cen-
sura, limitaron una mayor viabilidad y trascendencia.
En lo que hace a los enfoques teóricos de la ciencia
política, en los setentas se había establecido un cuerpo
temático específico que comenzó a tomar en cuenta fac-
tores estructurales de la sociedad y la economía. La
relación entre lo estructural, lo político institucional y
lo ideológico es el salto cualitativo que aparece en las
obras de José Nun, Marcelo Cavarozzi, Oscar Oszlak y,
especialmente en los destacados trabajos de Guillermo
Guillermo O´Donnell, quien publica en 1972 su libro Moderniza-
O’Donnell ción y Autoritarismo, convirtiéndose en una de las obras
más importantes de la ciencia política mundial.46 Al
referirse a esta etapa de la ciencia política argentina

miento de la democracia se amplía el número de docentes incorpo-


rándose Juan Carlos Portantiero, Emilio de Ipola, Félix Schuster,
Enrique Marí, Luis Alberto Romero, Jorge Dotti, Santos Collabela,
Atilio Borón, Julio Neffa, Irene Vasilachis, Alfredo Monza, Adolfo
Canitrot, Juan Sourrouille, Liliana De Riz, Ernesto López, Ana
María Mustapic, Juan Villareal, Alberto Acevo, Daniel Filmus,
Eduardo Basualdo, Osvaldo Barsky, Daniel García Delgado, y otros.
Dentro de la Maestría en Relaciones Internacionales se contaban
Roberto Russell, Carlos Escudé, Mónica Hirst, Diana Tussie, Car -
los Pérez Llana, José Paradiso y Roberto Bouzas.
46
En el muy influyente campo marxista, la revista Pasado y Pre-
sente, fundada por el joven militante del Partido Comunista José
Aricó, (que se publicó entre 1963 y 1965, y continuó luego con la
serie de los Cuadernos de Pasado y Presente) fue una fuente muy
importante para la difusión, sobre todo, de la obra de Antonio Gramsci
en América Latina. Más tarde, Aricó y Juan Carlos Portantiero fun-
darían La Ciudad Futura y el Club de Cultura Socialista. Cabe des-
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 185

Carlos Acuña señala: “La continuidad se dio en que la


Ciencia Política ya se había establecido como cuerpo
temático y disciplinar específico, lo que permitió una
identidad común y diálogo entre los exponentes de ésta
y la previa etapa. Por otra parte, y en un contexto de
progresismo ideológico e intensificación de la violencia
política, la ruptura o el “salto” estuvo en el esfuerzo de
ligar la comprensión de los procesos políticos con diná-
micas estructurales, de ligar la comprensión del Esta-
do con la de la sociedad, sus intereses y conflictos, la
política con la economía. La explicación de la dinámica
política se articula en este período, con lógicas estruc-
turales y, por ende, con perspectivas comparativas re-
gionales. La política, el Estado y su relación con la so-
ciedad, sus clases, el peronismo, la democracia, el au-
toritarismo militar, pasan a situarse “en el capitalis-
mo” y, dentro del capitalismo, en el “capitalismo perifé-
rico de América Latina” al que se lo comienza a anali-
zar comparativamente. El equilibrio entre lo estructu-
ral, lo político-institucional y lo ideológico es persegui-
do por trabajos como el de José Nun y, particularmen-
te, el de Guillermo O´Donnell que comienza a cobrar
cada vez mayor peso, primero local y después,
internacionalmente” (Acuña 2000: 235).47

tacar también la labor realizada por Ernesto Laclau en el campo


de la teoría política posmarxista desde la Universidad de Essex.
47
Lesgart (2002) destaca la evolución de los grandes proble-
mas teóricos de la ciencia política en el contexto latinoamericano.
Ellos son, en primer lugar, entre los años 60 y principios de los 70,
la cuestión del Estado, en segundo lugar, a partir de la instalación
de los regímenes militares en la región –Brasil en 1964, Argentina
en 1966 y 1976, Chile en 1973 y Uruguay en 1973–, la naturaleza
del autoritarismo y de la democracia, lo que llevó la reflexión a un
nivel institucionalista; y en tercer lugar, hacia fines de la década
del 70, la democratización. Así, el vocabulario de la ciencia políti-
ca fue incorporando nuevos conceptos que la autora analiza, tales
como “autoritarismo”, “régimen político” y “transición”.
186 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

e) La “revolución editorial” en la Argentina


y la Ciencia Política

Durante la década del 60 y casi hasta mediados


de los 70 se produce en la Argentina una verdadera
“revolución editorial” en las ciencias sociales, la que
principalmente consistió en la traducción al caste-
llano de las grandes publicaciones de los politólogos
y sociólogos contemporáneos más destacados. De
edición argentina sobresalen las editoriales Paidós,
Eudeba y Amorrortu (y más tarde, el Centro Editor
de América Latina). En el contexto latinoamericano
se destaca la labor mexicana de Fondo de Cultura
Económica.
A pesar de ser estudios centrales de la ciencia polí-
tica empírica y de otras orientaciones del pensamien-
to político, es notorio que estos textos circularan poco
entre los estudiantes de ciencia política, siendo de uso
frecuente en los estudios sociológicos, principalmente
inspirados por la mencionada influencia de Germani.
En este sentido se diferencia la carrera de ciencia po-
lítica de la Universidad del Salvador donde, como vi-
mos, ya a fines de los 60 se habían orientado los estu-
dios a los cánones de la ciencia política académica
internacional de influencia norteamericana.
Paidós publica en 1972 nueve textos fundamenta-
les de la ciencia política mundial: Karl W. Deutsch,
Los Nervios del Gobierno (1963); Robert Dahl y Char-
les Lindblom, Política, Economía y Bienestar (1962);
Gabriel Almond y G. Bingham Powell (h) Política Com-
parada (1966); Samuel P. Huntington, El orden políti-
co en las sociedades en cambio (1968); David Apter,
Política de la Modernización (1965); Helio Jaguaribe,
Sociedad, Cambio y Sistema Político. Desarrollo políti-
co: una investigación en teoría social y política y un es-
tudio del caso latinoamericano (1972); Helio Jaguaribe,
Desarrollo Político: sentido y condiciones. Desarrollo
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 187

político: una investigación en teoría social y política y


un estudio del caso latinoamericano (1972); Helio
Jaguaribe, Crisis y alternativas de América Latina:
Reforma o Revolución. Desarrollo político: una investi-
gación en teoría social y política y un estudio del caso
latinoamericano (1972); y Guillermo O´Donnell, Moder-
nización y Autoritarismo (1972).
Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos
Aires, publicó la obra de Seymour M. Lipset El hombre
político (1960), El sistema político y la clase obrera de
Torcuato Di Tella (1964) y el trabajo introductorio de
Marcel Prelot, La ciencia política (1961). Por su parte,
la editorial Amorrortu tuvo una fuerte política edito-
rial en ciencias sociales, de carácter más inter -
disciplinar y heterodoxo se destacan los trabajos de
David Easton, Esquema para el análisis político (1965);
Sheldon Wolin, Política y perspectiva (1960); Robert
Michels, Los partidos políticos (1915); Reinhard Bendix,
Estado nacional y ciudadanía (1964); David Easton,
Enfoques sobre teoría política (1967); Peter Bachrach,
Crítica a la teoría elitista de la democracia (1967); Oliver
Benson, El laboratorio de la ciencia política (1969);
James Meisel, El mito de la clase gobernante (1958); y
Brian Barry, Los sociólogos, los economistas y la de-
mocracia (1970), entre otros.

VI. La reapertura democrática

El golpe de 1976 trajo consigo el cierre de muchas


de las carreras de ciencia política y la disolución de
las pequeñas y precarias comunidades científicas que
se habían constituido, así como la persecución de
muchísimos científicos sociales argentinos.
Para el Proceso de Reorganización Nacional, toda
actividad intelectual que no estuviera al servicio del
régimen era sospechada de subversión, y por lo tanto,
188 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

sus cultores corrían riesgo de muerte, desaparición o


tortura. Esto provocó un nuevo éxodo y una terrible
paralización de la actividad. Los centros de investiga-
ción se vieron en muchos casos presos de la auto-
censura, o necesitados de recurrir a la consultoría
sobre temas ya desligados de los grandes debates po-
líticos e ideológicos para poder sobrevivir. Durante las
dos últimas dictaduras, las universidades se convir-
tieron en “las universidades de las catacumbas”48 en
las que, a pesar de todo, se logró mantener alguna
reflexión social crítica. Pero en esas condiciones, la
“comunidad” académico-intelectual se reinstitucio-
nalizaría en la medida de lo posible por fuera del Es-
tado, e incluso, por supuesto, por fuera del país.
A partir de 1976, entonces, los centros privados
se convirtieron nuevamente en prácticamente los
únicos ámbitos de trabajo para los científicos políti-
cos. Cabe mencionar nuevamente a Carlos Strasser
en FLACSO, a Francisco Delich y Mario Dos Santos
en CLACSO (Delich dirigió entre 1978 y 1989 la re-
vista Crítica y Utopía), a Guillermo O´Donnell y Oscar
Oszlak en el CEDES, a Natalio Botana en el Instituto
Di Tella, a Darío Canton en CICSO y a Dante Caputo
en CISEA. La Universidad de Belgrano también cum-
plió en esos momentos un importante rol. La Facul-
tad de Estudios para Graduados organizó los docto-
rados en Sociología, Historia y Ciencia Política, y las
maestrías en Relaciones Internacionales, Metodolo-
gía de la Investigación y Política Económica Interna-
cional. Muchos investigadores y docentes que no se
radicaron en el extranjero tuvieron allí una alterna-
tiva a la expulsión masiva en el sistema nacional (Pin-
to 2002). 49

48
El término es de Gregorio Klimovsky, retomado en Lesgart (2002).
49
Entre otros docentes podemos mencionar a Gregorio
Klimovsky (dirigió la Maestría en Metodología de la Investigación),
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 189

Al mismo tiempo, se publicaron en el país cuatro


textos de referencia mundial, cuyo tema central era,
precisamente, la Argentina, con la intención de expli-
car el fenómeno peronista y, con matices ideológicos
diferentes, la actuación de las Fuerzas Armadas ante
la “imposibilidad” de construir un régimen democráti-
co liberal a causa de la participación y la polarización
políticas: Samuel Huntington, No es fácil elegir (1978);
Robert Potash, El Ejército y la política en la Argentina
(1981); Peter Waldmann, El peronismo 1943-1955
(1981) y Alain Rouquié, Poder militar y sociedad políti-
ca en la Argentina (1982).
Al llegar la democracia en 1983, a pesar del rena-
cer del pluralismo y la libertad, y la clara intención
del nuevo gobierno de restablecer y fortalecer los es-
tudios de ciencias sociales, por ejemplo en el CONICET,
el Estado ya estaba con serios problemas económicos
como para liderar un proceso educativo y científico
expansivo. La ciencia política se volcó casi por com-
pleto al estudio de la teoría de la transición hacia la
democracia y el análisis de las instituciones democrá-
ticas de gobierno. El EURAL (Centro de Investigacio-
nes Europeo-Latinoamericanas), bajo la dirección de
Atilio Borón, y el Centro Latinoamericano para el Aná-
lisis de la Democracia (CLADE), cuyos principales in-
tegrantes fueron José Nun, Emilio de Ipola y Juan
Carlos Portantiero, se sumaron a los centros de inves-
tigación existentes hasta ese momento.
Con todo, fue el comienzo de una nueva etapa en la

Mario Justo López, Juan Carlos Agulla (dirigió el doctorado en


Sociología), Oscar Oszlak, Marcelo Monserrat, Carlos Floria (diri-
gió el doctorado en Ciencia Política), Roberto Russell, Félix Luna,
Julio Pinto, Manuel Mora y Araujo, José Luis de Imaz, Enrique
Zuleta Puceiro, Ruth Sautu, Catalina Wainerman, Teófilo Goyret,
Félix Loñ, Daniel Rodríguez Lamas y Mario Serrafero (Kerz 2002).
190 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

ciencia política argentina,50 a partir de la cual comen-


zaron a abrirse varias carreras de ciencia política tan-
to en universidades públicas como privadas, 51 desta-
cándose la creación de la Carrera de Ciencia Política
en la Universidad de Buenos Aires. Esta nueva etapa
se centró, principalmente, en la revalorización y el
estudio del proceso democrático y su consolidación,52
como así también en una serie de trabajos sobre el
tipo de régimen político (centrados en el debate parla-
mentarismo versus presidencialismo), el funcionamien-
to de las instituciones democráticas, y los actores po-
líticos, sobre todo en el Consejo para la Consolidación
de la Democracia, una comisión asesora del Poder Eje-
cutivo creada a fines de 1985 y presidida por Carlos

50
Para Lesgart (2002: 101-102), la reorganización y renovación
de la ciencia política se dio a partir de la ruptura institucional de
1976, ligadas a los debates sobre un futuro deseado. Ese fue, para
la autora, el contexto que permitió la fabricación intelectual (más
a menudo fuera que dentro del país) de las nuevas cuestiones teó-
ricas, el nuevo vocabulario y una nueva manera de hacer ciencias
sociales.
51
En 1979 el Ministerio de Justicia y Educación de la Nación
tenía registradas en su Guía de Carreras 6 universidades que ofre-
cían la licenciatura en ciencia política (2 de ellas eran universida-
des nacionales y 4 universidades privadas). En 1986 el Ministerio
contaba 8, y en 2000 contaba 15 universidades (7 nacionales y 8
privadas) (Kandel 2001). En 1979 los graduados en ciencias socia-
les con estudios de posgrado concluidos no llegaba al 1 por ciento
(Vessuri 1992: 347).
52
Como ejemplo se pueden mencionar las Jornadas sobre con-
solidación democrática de la Universidad de Belgrano en septiem-
bre de 1985, cuyas ponencias fueron luego publicadas en VV.AA.,
Sobre la consolidación de la democracia, Bs. As., Editorial de Bel-
grano, 1987. Participaron en ese evento Mario Justo López, Luis
Sánchez Agesta, Christoph Muller, Enrique Baloyra, Jacques
Zylberberg, Carlos Escudé, Juan José Llach, Natalio Botana, Car-
los Floria, Alberto Spota, Enrique Zuleta Puceiro y Karl Deutsch.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 191

Nino, conformada por varias personalidades sociales


y políticas, cuyo objetivo era contribuir al debate para
una eventual reforma constitucional, para lo cual or-
ganizó varios eventos con profesores e investigadores
internacionales como Juan Linz (que fue su principal
influencia), Giovanni Sartori, y Guido Calabresi, de la
Universidad de Yale.53

a) la ciencia política en la Universidad de Buenos


Aires

Ya en 1982, a propósito de reflexionar sobre el XII


Congreso Mundial de Ciencia Política celebrado en Río
de Janeiro, e impactado por el sistema universitario
de ciencias sociales en Brasil, Oscar Oszlak señala-
ba: “La política universitaria oficial desestimuló sis-
temáticamente la actividad científico-social. Cuesta
creer que la Universidad de Buenos Aires no cuente
con una licenciatura en ciencias políticas, adminis-
tración pública o disciplinas afines. Casi no existe
país latinoamericano que no ofrezca carreras de este
tipo en varias de sus universidades nacionales, que
no haya organizado posgrados o apoyado la investi-
gación y publicación regular de revistas y obras cien-
tíficas. En la Argentina son escasas las carreras y
centros de investigación universitarios en ciencias
sociales que han sobrevivido a la represión, el des-
aliento y la falta de horizonte [...] Ni los partidos po-
líticos ni los organismos gubernamentales disponen
de los cuadros técnicos y científicos dedicados a re-
flexionar, sistemáticamente, acerca de los innume-
rables problemas que compondrán la agenda de un

53
El Consejo produjo dos dictámenes y el libro AA.VV.,
Presidencialismo versus parlamentarismo. Entre los asesores esta-
ban Daniel Sabsay, Jorge Mayer y Marcela Gianzone, entre otros.
192 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

futuro régimen democrático [...] Corresponde al Es-


tado un decidido cambio de actitud que permita crear
el interlocutor académico de la gestión gubernamen-
tal” (Oszlak 1982).
En febrero de 1984, el Rector Normalizador de la
UBA, Francisco Delich, tomó la iniciativa y nombró
una comisión que presidió Carlos Strasser con el ob-
jetivo de diseñar un plan de estudios para la creación
de una carrera de ciencia política. La “Comisión
Strasser” produjo el “Informe de la Comisión para el
estudio de la creación de la Carrera de Ciencia Políti-
ca y sus planes de estudio”, conocido como el “Infor-
me Strasser”, que fundamentó el plan de estudios pro-
puesto en la necesidad de la política democrática y
sus instituciones, y de su conocimiento teórico e inte-
lectual.
Carlos La interacción interdisciplinaria y el hecho de que
Strasser la mayoría de los miembros de la “Comisión Strasser”
había estudiado en el exterior del país,54 dio como re-
sultado un diseño original. Edgardo Catterberg estre-
nó luego el cargo de Director de la Carrera a princi-
pios de 1985. En abril de ese mismo año el Consejo
Superior Provisorio de la UBA aprobó la creación de la
carrera de Licenciatura en Ciencias Políticas sin ha-
ber aprobado su plan de estudios ni tampoco su ubi-
cación en una unidad académica.55 Finalmente, el plan
propuesto se aprobaría en julio, con algunas modifi-
caciones hechas por la Comisión de Enseñanza del
Consejo Provisorio, y la Carrera abriría sus puertas

54
Además de Strasser, participaron regular mente Waldo
Ansaldi, Hugo Alvarez Natale, Natalio Botana, Eugenio Bulygin,
Edgardo Catterberg, Mario Dos Santos, Osvaldo Guariglia, Carlos
Herran, Oscar Landi, Mario Justo López, Roberto Martínez
Nogueira, Oscar Oszlak, Carlos Pérez Llana, Eduardo Rabossi y
Beatriz Rajland.
55
Más tarde se ubicaría en la Facultad de Ciencias Sociales.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 193

en 1986, con una conferencia inaugural a cargo de


Norberto Bobbio.56
Entre las dificultades que se presentaron, el cam-
bio de rector parece haber desacelerado el impulso del
proceso inicial, a lo que se sumaría el hecho de que
algunos prestigiosos intelectuales no se presentaron
a los concursos realizados y las dificultades de la in-
tegración dentro de la nueva facultad.57
Esta apertura intentaba, por un lado, concentrar
la actividad académica que se encontraba tan disper-
sa en centros de investigación no universitarios, y por
otro, la formación de una masa intelectual democráti-

56
El 5 de mayo de ese año, se publicó una recordada editorial
del diario La Nación, en la que se explicitaba la preferencia de los
estudios de ciencia política como una actividad de posgrado. La
enseñanza de grado, se reconocía, era muy útil en otros países,
pero en Argentina, como la enseñanza media no tiene orientacio-
nes humanísticas o clásicas que brinden “una sólida formación en
aspectos culturales esenciales para seguir con provecho la carrera
elegida”, ingresarían a la Carrera de Ciencia Política jóvenes “inte-
resados en asuntos políticos que a diario afectan la sensibilidad
juvenil”, con “la sana ambición por ocupar en el futuro posiciones
políticas”, pero “confundiendo, en la mayor parte de los casos, esos
intereses y ambiciones con los estudios sistemáticos, rigurosos y
de estricta naturaleza académica y científica que son propios de
los ámbitos universitarios”. Como la ciencia política es una carre-
ra puramente académica, continuaba, que sin duda confiere una
“alta dignidad intelectual”, esos jóvenes obtendrían un título ca-
rente de valor profesional a excepción de la docencia, y “al cabo de
poco tiempo comenzarán a sentir el peso de la frustración. Y re-
sentimiento porque la sociedad no los ocupa o no los destina a los
cargos o las posiciones que, erróneamente, supusieron que se les
ofrecerían cuando la iniciaron” (La Nación 5/5/1986).
57
En 1992 se elabora una propuesta de reforma del plan de
estudios que incluye cuatro orientaciones en la cursada y diez
incumbencias profesionales, que regiría a partir de 1993. Hasta
1998 la UBA había expedido 520 diplomas en ciencia política
(Kandel 2001: 5).
194 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

ca e influyente en la dirección de la política a través


de la transmisión del conocimiento científico de la
política (Pinto 2001).

b) La Sociedad Argentina de Análisis Político

Todavía en esos tiempos convivían dos asociacio-


nes de estudios en ciencia política. La vieja Asociación
Argentina de Ciencia Política, de corte más juridicista,
y la más reciente Sociedad Argentina de Análisis Políti-
co, formada principalmente por estudiosos del fenó-
meno político de corte más empírico. A fines de los 90
se disuelve la primera de estas asociaciones, quedan-
do la SAAP como la representante ante la International
Political Science Association (IPSA) en el país. El ma-
yor peso de la SAAP ya había quedado demostrado al
ser la entidad argentina organizadora de uno de los
hechos más importantes para el desarrollo de la cien-
cia política en la Argentina, y sobre todo para su reco-
nocimiento internacional: la realización en Buenos
Aires del Congreso Internacional de Ciencia Política
organizado por la IPSA en 1991. Más aún, esa enti-
dad, centro neurálgico de la ciencia política mundial,
tenía en ese momento como presidente al argentino
Guillermo O´Donnell (1988-1991).
Edgardo El trabajo encarado por la SAAP y su segundo pre-
Catterberg sidente, Edgardo Catterberg, ha permitido un incre-
mento significativo del intercambio entre diferentes
instituciones. Para algunos, incluso, su Primer Con-
greso Nacional en 1993 ha sido un verdadero relan-
zamiento de la disciplina en el país, tanto hacia aden-
tro como por la presencia de algunos importantes
politólogos extranjeros. En referencia a la Universi-
dad Nacional de Rosario, María de los Angeles Yanuzzi
comenta: “Mantenemos contactos bastante fluidos con
los principales centros nacionales en los que se dicta
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 195

Ciencia Política. Si bien ha sido con la Universidad de


Buenos Aires con la que hemos mantenido tradicio-
nalmente un mayor intercambio, hoy podemos decir
que nos encontramos en permanente contacto con la
Facultad de Ciencia Política de Mendoza, con el Cen-
tro de Estudios Avanzados de Córdoba y con politólogos
de Santa Fe. Para ello ha contribuido mucho la labor
que llevó adelante la SAAP. La realización de los Con-
gresos Nacionales ha abierto un canal de comunica-
ción para todos aquellos que vienen trabajando en
Ciencia Política en todo el país” (Yanuzzi 1998: 420).

VII. La ciencia política y el estudio


de las Relaciones Internacionales

El estudio de las Relaciones Internacionales en la Ar-


gentina tiene una historia que, en términos generales,
no difiere mucho de aquella de la ciencia política. Su
desarrollo y enseñanza siempre estuvo ligada a, o den-
tro de, la ciencia política, y por lo tanto a pesar de algu-
nas particularidades que abordaremos en este aparta-
do, su derrotero académico no podría ser muy diferente.
En toda América Latina, la rigidez de las políticas
exteriores de los países, fuertemente condicionadas por
potencias hegemónicas a nivel mundial hasta los años
60, no hacía de los estudios internacionales un tema
atractivo desde el cual surgieran oportunidades con-
cretas y/o atractivas como para describir o para in-
fluir sobre la realidad. En un primer momento, en el
debate entre idealistas y realistas, predominaron los
primeros. Las condiciones de atraso y de alta inesta-
bilidad llevaron a los autores, casi todos ellos diplo-
máticos, a poner el acento en el derecho y las institu-
ciones internacionales, como una herramienta de res-
guardo frente a las intervenciones de los países cen-
trales. De aquí la preocupación juridicista por contra-
196 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

rrestar el poder de las grandes potencias más que por


cuestiones teóricas o metodológicas, sobre las cuales
no se hizo un gran aporte. Los cultores de la realpolitik,
por su parte, se orientaban ya desde los años 40 hacia
el enfoque geopolítico, pero sin contar tampoco con
grandes preocupaciones teóricas o empíricas.
Como se dijo anteriormente, el estudio de grado en
estudios internacionales fue inaugurado en Argentina
por la Universidad Nacional del Litoral en 1929, que
se mantuvo durante muchos años dentro de estos es-
quemas tradicionales, descriptivos y juridicistas.
A partir de los 60, a pesar de que los procesos de
transnacionalización y fragmentación del escenario
mundial cambiaban las condiciones imperantes hasta
el momento, las recurrentes crisis internas y el atraso
económico hicieron que los científicos sociales se vol-
caran preponderantemente a cuestiones políticas, so-
ciales y económicas internas. En Argentina, a esto debe
sumarse la inestabilidad política (y por lo tanto sus
proyectos de vinculación con el exterior) y su conse-
cuente crisis de la actividad académica y científica, en
especial a partir del golpe de Estado de 1966. Sin em-
bargo se produce un cambio en el ámbito de las Rela-
ciones Internacionales. Ya desde los 50 comenzaban a
utilizarse de manera progresiva nuevos enfoques teó-
ricos, a pesar de la persistencia del patrón jurídico-
normativo. Son de mención el crecimiento del realis-
mo desde una perspectiva periférica e integracionista
a nivel regional, de la mano de Juan Carlos Puig58 y

58
En Rosario, Puig impartía Derecho Internacional Público con
una orientación realista basada en el juego de los actores interna-
cionales y con una orientación hacia la investigación empírica.
Dentro de estos investigadores cabe destacar primeramente a Bruno
Bologna e Iris Laredo. El grupo de internacionalistas de Rosario
ha sido el primero y el más influyente del país, por lo menos hasta
el advenimiento de la democracia (Kerz 2002).
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 197

Gustavo Ferrari, y los trabajos sobre estructuras y Juan


procesos de toma de decisiones de Juan Archibaldo Carlos
Lanús y Carlos Pérez Llana. Puig
En la década del 60 la Universidad del Salvador, la
Universidad Católica de Córdoba, La Universidad Ca-
tólica Argentina, la Universidad Kennedy y la Univer-
sidad Nacional de Cuyo crearon carreras de ciencia
política en las que se incorporaron materias vincula-
das al ámbito internacional, o bien orientaciones en
Relaciones Internacionales. Más tarde, la UNR en 1978,
la USAL en 1978, la UCA en 1979 y la UCC en 1981,
modificaron sus planes de estudio para poder incor-
porar nuevas tendencias académicas en este campo.
Sin embargo, la USAL fue la única que incluyó tres
materias específicas dedicadas al estudio de temas
latinoamericanos: Política internacional latinoameri-
cana, Sistemas políticos comparados latinoamerica-
nos y Análisis de política internacional latinoamerica-
na. A pesar de este y otros intentos modernizadores,
los problemas económicos de las universidades, y la
escasez de recursos humanos que se apartaran de las
viejas tradiciones juridicistas, enciclopedistas y
geopolíticas, impidieron un desarrollo novedoso. Su
unidad de análisis básica seguía siendo el Estado-na-
ción y las relaciones políticas entre ellos, negándose a
incluir otros actores y tendencias, o enfoques
integradores de otras disciplinas en sus análisis y pro-
gramas, y por ello no lograban comprender la comple-
jidad de las vinculaciones internacionales contempo-
ráneas.
Como se vio anteriormente, los años 60 y 70 se vie-
ron arrastrados por una muy fuerte politización e
ideologización, tanto del Estado como de la sociedad
civil, y el ámbito universitario no fue ajeno a ese pro-
ceso. En el ámbito específico de las Relaciones Inter-
nacionales, uno de sus cultores más reconocidos, Ro-
berto Russell, sostuvo que “la división en “escuelas”,
198 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

motivada más por conflictos ideológicos que por pre-


ocupaciones académicas genuinas, derivó en un en-
frentamiento que arrasó con el diálogo y el pluralismo
[...] en el caso de las relaciones internacionales la si-
tuación se vio especialmente agravada debido al esca-
so nivel de desarrollo alcanzado por la disciplina en el
país hasta ese momento” (Russell 1985: 29).
Recién con la creación de la Maestría en Relaciones
Internacionales en la Universidad de Belgrano en 1977
se empezará a vislumbrar un cambio. Hasta ese mo-
mento, la única publicación en el ámbito universitario
era la rosarina Revista de Derecho Internacional y Cien-
cias Diplomáticas.
Fuera del ámbito universitario, la creación de dife-
rentes institutos, tanto públicos como privados, no
contribuiría demasiado para revertir el atraso en el
plano de la investigación (Russell 1985: 33-38). Los
trabajos importantes producidos fueron en su mayo-
ría producto exclusivo del esfuerzo personal de sus
autores. El Instituto de Servicio Exterior de la Nación
(ISEN), creado por la cancillería argentina en 1963,
también sufrió el impacto de las crisis políticas inter-
nas y de los problemas de las universidades. El Cen-
tro de Estudios Internacionales Argentinos (CEINAR)
produjo en 1975 la Revista Argentina de Relaciones
Internacionales. Esta publicación dejó de salir en 1981,
para reaparecer en 1983, pero muy ligada a la
geopolítica: su director publicó un artículo titulado “La
integración latinoamericana: una utopía deprimente”.
El Instituto Argentino de Estudios Estratégicos y de
las Relaciones Internacionales (INSAR) publica desde
1961 la revista Estrategia. El Consejo Argentino para
las Relaciones Internacionales (CARI) fue creado en
1978 y se encarga principalmente de tareas de difu-
sión.
El estudio de las Relaciones Internacionales en la
Argentina tuvo un importante impulso en los años 80.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 199

El crecimiento de las ciencias sociales en general y el


desarrollo de la teoría de las Relaciones Internaciona-
les en Estados Unidos despertarían el interés por ini-
ciar investigaciones más formales en instituciones más
académicas. A partir de 1984, la Facultad Latinoame-
ricana de Ciencias Sociales (FLACSO), inició un pro-
grama de investigación en relaciones internacionales
(los posgrados de FLACSO datan de 1979), y un área
de especialización en Relaciones Internacionales en
1985.
En esta nueva etapa, a diferencia de años anterio-
res, la mayoría de los autores son académicos, se tra-
baja con un universo analítico más acotado y preciso,
se explicitan los supuestos teóricos y metodológicos
(generalmente desarrollados previamente en Estados
Unidos), hay preocupación por hallar nexos entre la
teoría y los datos, y se evidencia un esfuerzo por cons-
truir teoría (Russell 1992: 14).
En este sentido deben señalarse los aportes de Ro-
berto Russell sobre sistemas de creencias de los líde-
res, de José Paradiso sobre la historia de la política
exterior argentina; y trabajos “realistas”: los de Carlos
Escudé sobre el “realismo periférico”, que tiene en
cuenta la política exterior en combinación con la inte-
rior, los del mismo autor sobre cultura y política exte-
rior, y los de Carlos Pérez Llana.
Lamentablemente, los últimos gobiernos constitu-
cionales tuvieron grandes dificultades para recuperar
el prestigio de la función docente y de la investiga-
ción. Tampoco pudieron brindar el marco, la infraes-
tructura, ni la ayuda adecuada que requiere la elabo-
ración de perspectivas propias que contemplan ade-
cuadamente los intereses y las necesidades tanto na-
cionales como regionales. Como testigo de los vaive-
nes y desencuentros antedichos se evidenciaron el
vacío académico e informativo, tanto en la sociedad
civil como en el Estado, durante el conflicto que casi
200 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

lleva a la Argentina a la guerra con Chile en 1978, en


la irracionalidad más absoluta que significó la Guerra
de Malvinas en 1982, así como los cambios repentinos
de la política exterior argentina, llenos de exageracio-
nes y mentiras, que siguen haciendo difícil la inser-
ción y credibilidad internacional del país.

VIII. La ciencia política y sus proyecciones.


Conclusión

A partir de mediados de la década del noventa los


principales ejes problemáticos lo constituyen los es-
tudios sobre el tipo, calidad y condiciones del régimen
democrático; y los trabajos sobre la administración y
políticas públicas, especialmente en materia de refor-
ma del Estado y gestión municipal. Desde el punto de
vista teórico toman envergadura las discusiones
epistemológicas, el rational choice, la nueva economía
política, el neoinstitucionalismo, el debate entre libe-
rales y comunitaristas, muchos de estos temas fuer-
temente ligados también a discusiones filosóficas.
Este desarrollo, con todo, nos muestra la imposibi-
lidad de la construcción de una comunidad científica
sólida en la ciencia política argentina. Si bien el im-
pacto del conductismo y el funcionalismo fue impor-
tante en nuestro país –la sociología de Gino Germani
es ejemplo de ello– no tuvo una consecuencia
organizativa en la disciplina. Por eso el eclecticismo y
la diversidad de enfoques, temas, preocupaciones que
parecen imperar en nuestra disciplina en nuestros
días, son producto de su particular desarrollo, como
hemos visto, signado por discontinuidades y crisis
económicas. Si bien tal diversidad no es algo negativo
per se –más bien creemos lo contrario–, incide mucho
en la poca comunicación, diálogo profesional, acadé-
mico y de investigación que existe hoy entre nosotros.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 201

Por ello, para superar esta situación de aislamiento,


resulta fundamental el intercambio y el afianzamien-
to institucional y organizativo de nuestra disciplina,
el empeño en la organización de los congresos, y en la
edición de libros y revistas, para ir construyendo, de-
finitivamente, una comunidad politológica, ya que los
errores políticos de los países están íntimamente liga-
dos con las debilidades de sus científicos e intelectua-
les. Ya en 1969 Carlos Floria decía que la ciencia polí-
tica argentina no había vivido aún los tiempos evolu-
tivos de su afirmación como sí lo había hecho la cien-
cia política de los Estados Unidos, y que, para poder
hablar de una crisis, antes la ciencia política de nues-
tro país debía darse una biografía (Floria 1969). Aun-
que no compartimos la visión evolucionista ni la de-
nuncia del “ideologismo”, propios de una época, pre-
sentes en ese texto, sí creemos que es cierto que la
tarea autobiográfica de la ciencia política, como la de
tantas otras historias argentinas, ha sido, al menos
hasta nuestros días, lateral, parcial y discontinua. Por
otro lado, para continuar con la comparación, si la
ciencia política norteamericana siempre ha sido de-
mocrática y ha cumplido un rol en la sociedad, en Ar-
gentina, por el contrario, no ha ilustrado en modo al-
guno a la ciudadanía, ha servido poco a mejorar el
funcionamiento del Estado, y con serias dificultades
se ha proporcionado alumnos e investigadores.59
Al estar tan atada y tironeada por los grandes cam-
bios políticos e institucionales del país, la circularidad
con la realidad no resultó de gran ayuda. La ciencia
política nunca pudo desarrollar un proceso importan-
te y centralizador de institucionalización, ni por lo tan-
to tampoco pudo generar discusiones y debates re-
flexivos comunes sobre lo que la ciencia política debe

Para el papel pedagógico de la ciencia política estadouniden-


59

se, ver Leonard (1999: 81-82).


202 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

ser en la Argentina. Por supuesto que hubo muchos


avances (la Revista Argentina de Ciencias Políticas en
1910, al crearse la Carrera de Ciencias Políticas en
Rosario en 1929, al reformar la Carrera en la Univer-
sidad del Salvador en 1969, y también al crear la ca-
rrera de grado en la Universidad de Buenos Aires),
pero las contramarchas fueron muy fuertes como para
satisfacer las expectativas previas e impidieron el de-
sarrollo de una identidad común como disciplina, y de
una conciencia clara acerca de sus objetivos. Más bien,
hubo diversas líneas de investigación, tradiciones po-
líticas, enfrentamientos teórico-ideológico-políticos,
emplazamientos institucionales y líderes académicos
distanciados y muchas veces recelosos de los demás.
Estas líneas no suponen una adhesión al lamento de
Almond por la existencia de “mesas separadas” (Almond
1999) sino un intento de llamado de atención acerca
del derrotero de nuestra disciplina, que aún no ha lo-
grado consolidarse como tal.
A fin de cuentas, creemos que esta breve historia
de la ciencia política en Argentina, aunque incomple-
ta, no debe ser leída como algo instrumental, como
una narración que sólo enlaza datos, sino como rela-
cionada con la historia, la cultura, la política y la praxis
académica. En definitiva, una historia que se justifica
porque en última instancia, siguiendo a Mannheim,
se refiere a la relación de los argentinos con el saber
objetivo de sus problemas históricos.
Para finalizar, es muy difícil concluir que se ha con-
formado una comunidad académica sólida y vigorosa
para enfrentar los desafíos que se le presentan ac-
tualmente. Mirando en sentido retrospectivo aquel re-
verdecer del comienzo de la democracia en los 80, se-
ría ahora necesario elaborar un balance autocrítico
de, parafraseando a Norberto Bobbio, las promesas in-
cumplidas de la ciencia política.
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 203

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la formación de los estados nacionales en América
Latina y Estados Unidos (1820-1920), Universidad de
San Andrés, Bs. As., 16 y 17 de mayo.
210 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

Resumen

Este trabajo es una historia “científica e institu-


cional” de la ciencia política argentina. La ciencia po-
lítica en nuestro país ha sufrido numerosos reveses
políticos, institucionales e ideológicos que obstaculi-
zaron su desarrollo, por lo que todavía no ha logrado
definitivamente la constitución de una comunidad cien-
tífica sólida e inserta en la sociedad. Se argumenta
que la década del 60 ha sido clave en su proceso cons-
titutivo. A modo de indicadores, se toman en cuenta
publicaciones de ciencia política, carreras, asociacio-
nes, centros de investigación, y datos referidos a los
itinerarios personales de algunos destacados politó-
logos argentinos.

Palabras clave

ciencia – ciencia política – universidades – pu-


blicaciones – Argentina
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 211

Anexo I
Reseña de la política mundial

Con la publicación de The English Constitution de


Walter Bagehot en 1865, y posteriormente, en 1908
de The government of England de Abbot L. Lowell y de
Process of Government de Arthur Bentley comienzan
los estudios empíricos sobre los fenómenos políticos,
en los que ya se perfila la orientación conductista que
tomarán la mayor parte de las investigaciones poste-
riores. Junto a estas obras aparece en 1906 la American
Political Science Review, que ha guardado continuidad
hasta nuestros días. En esos días, los estudios socia-
les se encontraban fuertemente relacionados con el
desarrollo de la psicología experimental conductista
de John Watson, quien publica sus obras Behaviorism
en 1912 y Psychology from the Standpoint of a
Behaviorist en 1919. Las principales caracterísiticas
del behaviorismo consisten en la utilización de la ex-
perimentación controlada dentro del método científi-
co, centrando su análisis en los procesos readaptativos
de la conducta, tanto animal como humana, y en los
mecanismos de estímulo-respuesta.
La teoría del conocimiento presente en la mayoría
de los trabajos de la ciencia política norteamericana
es producto de la confluencia de tres factores: la tra-
dición empirista anglosajona, el neopositivismo lógico
del Círculo de Viena (con nombres como Carnap,
Schelick, Neurath, Feigl, Hempel y Nagel), y finalmen-
te el pragmatismo autóctono de John Dewey. Las cien-
cias naturales se constituían como modelos para to-
das las disciplinas científicas, y posteriormente, mu-
chos autores incorporaron el racionalismo crítico de-
sarrollado por Karl Popper. Los ejes del debate
epistemológico aportado por la “filosofía dura de la cien-
cia” se pueden sintetizar en: a) la necesidad de esta-
212 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

blecer un criterio de demarcación entre “ciencia” y “no


ciencia” –especulación metafísica o pseudo-científica–
; b) la utilización de los cánones y procedimientos del
método científico como aspecto central del proceso de
investigación; c) la adopción de estrategias metodo-
lógicas de tipo inductivas o hipotético-deductivas para
la construcción o corroboración de hipótesis; d) la se-
lección de técnicas de tipo cuantitativas dentro de la
estrategia de investigación; y e) la separación axiológica
entre conocimiento científico de la política y actividad
política, intentando mantener una fuerte “neutralidad
valorativa” (Kolakowsky 1981).
En 1925 Charles Merriam publica New Aspects of
Politics. La importancia de los estudios de Merriam lo
llevarán a la presidencia de la Asociación Americana
de Ciencia Política en 1926 y colocarán al conductismo
como el enfoque dominante en los Estados Unidos,
difundido principalmente desde la Universidad de
Chicago, donde trabajaban Harold Lasswell, Gabriel
Almond y David Truman. Los aportes de Merriam re-
presentan una confluencia del desarrollo de la ciencia
política y los estudios comunicacionales. En 1927 se
publica Propaganda Technique in the World War, que
cuenta con un análisis de los principales temas de la
propaganda alemana, francesa, norteamericana e in-
glesa durante los años de la Gran Guerra. El proble-
ma de las razones que orientan el voto lo llevarán a la
publicación en 1936 de Politics: Who gets, What, When,
How. Power and Personality, de 1948, aborda el rol de
los políticos frente al liderazgo, retomado luego en 1965
en World Revolutionary Elites. Studies in Coercive
Ideological Movements. También realiza un análisis
cuantitativo del lenguaje del poder en su obra Language
of Politics ampliado en 1966 con la publicación de The
General Inquirer. A Computer Approach to Content
Analysis.
Después de la Segunda Guerra Mundial se lleva a
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 213

cabo en los Estados Unidos un fuerte reacomodamiento


de la investigación social, en el que toman un desa-
rrollo inusitado los trabajos empíricos comparados.
Muchos de estos estudios serán el sustento empírico
para la implementación de la política exterior del go-
bierno en un mundo marcado por la división bipolar
de la Guerra Fría.
La influencia de la sociología estructural-funciona-
lista de Talcott Parsons marca el horizonte de la in-
vestigación académica durante los años 50 y 60. Da-
vid Easton publica en 1953 The Political System. An
Inquiry into the State of Political Science y en 1965 Es-
quema para el análisis político, incorporando al enfo-
que conductista los aportes de la Teoría General de
los Sistemas elaborada por Ludwing von Bertalanffy
(ver Von Bertalanffy 1992). En 1963 Karl W. Deutsch
publica The Nerves of Government. Models of political
communication and control, empleando la cibernética
para el estudio de los procesos de comunicación polí-
tica. El estudio de los procesos políticos será aborda-
do por los trabajos de Samuel Eisenstadt The Political
Systems of Empires, publicado en 1962, Seymour M.
Lipset The First New Nation publicado en 1963, y el
estudio de Reinhard Bendix Nation-Building and
Citizenship publicado en 1964. Gabriel Almond y
Bingham Powell publican en 1966 Comparative Politics:
A Devolopmental Approach, libro central para el estu-
dio comparado del proceso de desarrollo político des-
de el enfoque estructural-funcionalista.
El otro enfoque existente para el estudio de la con-
ducta política proviene de la utilización de los aportes
de la teoría económica neoclásica, especialmente de
los trabajos sobre la sinonimia entre mercado y políti-
ca elaborados por Joseph Schumpeter (Bachrach
1984). En 1957 Anthony Downs publica Teoría Econó-
mica de la Democracia, explicando la acción del voto
de los ciudadanos a partir de una concepción econó-
214 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

mica de la acción política de base utilitarista. Mancur


Olson también desarrolla una teoría de la acción polí-
tica racional, publicando en 1965 The Logic of Collective
Action. El modelo de Olson sostiene que es el cálculo
racional de los individuos lo que determina su deci-
sión o no de cooperar en una acción colectiva. Para
este autor un bien público o colectivo no puede reali-
zarse si no se logra un beneficio específico para cada
individuo, subordinándose a éste toda acción colecti-
va. Durante los 60 James Buchanam y Gordon Tullock
publican su obra El cálculo del consenso, intentando
analizar los procesos de institucionalización política a
partir de cálculos racionales y modelos econométricos,
influenciando a D. Muller en su destacada obra Elec-
ción pública (ver Casas 1984).
Mientras se desarrollaba la ciencia política en los
Estados Unidos, el pensamiento europeo de fines del
siglo XIX nos ofrecía una ciencia política mucho más
vinculada con el derecho político y con la tradición
filosófica. En 1888 el británico James Bryce publica
The American Commonwealth y en 1921 Modern
Democracies, obras de orientación empírica e institu-
cionalista. George Sabine da a conocer A History of
political theories en 1936, empresa posteriormente
ampliada en 1951. También, desde la década de los
años 50, Isaiah Berlin ha venido desarrollando un con-
junto de estudios sobre historia de las ideas políticas,
escritos entre 1955 y 1979, y publicados con el título
de Against the Current. Essays in the History of Ideas.
Durante la transición entre los siglos XIX y XX se
desarrolló en Italia un movimiento científico basado
en la concepción realista de los estudios políticos ape-
lando a la paternidad de Maquiavelo. Vilfredo Pareto
llevó a cabo un recorrido intelectual desde la ingenie-
ría y la economía hacia la sociología, elaborando la
amplísima obra Tratado de Sociología General, en la
que propone una visión de la sociedad como un siste-
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 215

ma de partes interconectadas. Retomando la tradición


de Maquiavelo y Vico, Pareto realizará una teoría de
las elites en clave cíclica del cambio y de la naturaleza
de la composición de las elites gobernantes; prevale-
cerán los zorros, políticos astutos que utilizan la inte-
ligencia, o los leones, políticos aguerridos cuya prin-
cipal capacidad es el uso de la fuerza.
Robert Michels, antiguo militante del ala izquier-
da del Partido Social Demócrata Alemán, realizará un
estudio de este partido en su obra Los partidos políti-
cos, formulando la denominada “ley de hierro de la
oligarquía”, que se convertirá en un elemento básico
del análisis organizacional. Gaetano Mosca publica
dos textos fundamentales para la ciencia política: La
clase política y Elementos de ciencia política (ver Meisel
1986). Utilizando un enfoque realista y elitista, Mos-
ca realiza un análisis histórico del cambio político y
de las formas de dominación bajo el sustento de lo
que denominará “fórmula política”, concepto funda-
mental para los estudios de legitimación de los regí-
menes políticos.
Provenientes del campo sociológico hay que desta-
car por supuesto los aportes realizados por Emile
Durkheim y de Max Weber. En Las reglas del método
sociológico, Durkheim fundamenta su teoría del cono-
cimiento social y las estrategias metodológicas más
aptas para la investigación empírica dentro del campo
neopositivista. Desde Alemania, Max Weber elabora los
elementos de una sociología empírica comprensivista,
bajo la confluencia tanto del historicismo alemán como
del pensamiento neokantiano representado por Rickert
y Windelband, utilizando y adaptando los trabajos de
Wilhelm Dilthey sobre la comprensión en las ciencias
sociales y aplicándolos al estudio de la acción social.
La contribución de Weber a la ciencia política será fun-
damental: el estudio de las relaciones sociales que
involucran poder, dominación y autoridad, al igual que
216 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

su definición del Estado moderno, constituyen el punto


de partida de la teoría del Estado (Giddens 1995).
En Francia el desarrollo de la ciencia política se
vincula al paulatino desplazamiento del estudio jurí-
dico de las instituciones políticas hacia un análisis de
los procesos políticos y los elementos ideológicos que
orientan las acciones de estos grupos. En 1932 Georges
Gurvitch publica L´idée de droit social, y Georges
Burdeau Méthode de la science politique en 1959. El
estudio de los grupos y partidos políticos ha sido un
eje de preocupaciones para la ciencia política france-
sa posterior a la Segunda Guerra Mundial: en 1951
Maurice Duverger publica Les partis politiques, y Jean
Meynaud Les groupes de pressión en France en 1958.
El estudio de la administración pública, sus aspectos
organizacionales y la dinámica estatal están represen-
tados en obras tempranas del pensamiento politológico
francés: la obra de Georges Renard La théorie de
línstitution, essai dóntologie juridique, publicada en
1930, se constituyó como punto de partida de investi-
gaciones posteriores. En 1946 Paul Roubier publica
Théorie générale du droit, y en 1957 salen a la luz los
trabajos sobre el desarrollo de las instituciones de
Roland Maspetiol La société politique et le drit y de P.
C. Timbal Histoires des institutions et des faits sociaux.
El estudio de las ideas políticas se ve reflejado en dos
obras homónimas tituladas Histoire des idées politi-
ques, una de Jean Touchard publicada en 1959, y otra
de Marcel Prelot, publicada en 1961.
A partir de mediados de los años 60 comienza una
fuerte influencia de la ciencia política norteamericana
en Europa, confluyendo así los problemas de la meto-
dología comparativista clásica de los Estados Unidos
y la sociología histórica de cuño europeo. En esta últi-
ma orientación se destaca el trabajo del sueco Stein
Rokkan.
Dentro del enfoque comprensivista o hermenéutico
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 217

hemos mencionado los aportes iniciales de Max Weber


y la filosofía alemana, los cuales han sido retomados
a fines de los años sesentas. Dentro de los autores
más destacados debemos mencionar a H. G. Gadamer
con su libro Verdad y método. Fundamentos de una
hermenéutica filosófica, publicado en 1961, y el traba-
jo de Paul Ricoeur Hermenéutica y Acción, de 1973.
Los aportes de Jürgen Habermas constituyen un gran
intento de síntesis tomando elementos de la Escuela
Crítica, el funcionalismo y la tradición hermenéutica
alemana, destacándose sus trabajos Zur Logik der
Sozialwissenschaften, de 1967, y Erkenntnis und
Interesse, de 1968.
A partir de la década del 70 comienza una gran re-
novación en la ciencia política con los aportes del filó-
sofo y jurista Norberto Bobbio, y el desarrollo de una
orientación comparativista de influencia norteameri-
cana centrada en la Universidad de Florencia. La con-
fluencia de ambas orientaciones se centra en la re-
flexión alrededor de la democracia. Se destacan el tra-
bajo de Giovanni Sartori de la década del sesenta y
ampliado en 1987 titulado The Theory of Democracy
Revisited, su Partidos y sistemas de partidos, de 1976,
los estudios de Norberto Bobbio compilados en El fu-
turo de la democracia de 1984, y la investigación de
Leonardo Morlino Cómo cambian los regímenes políti-
cos de 1980. Como núcleo central de este movimiento,
desde 1971 se ha venido publicando la Rivista Italiana
di Scienza Política. Caben destacarse también los tra-
bajos colectivos del Dizionario di Política compilado por
Bobbio y Nicola Matteucci en 1976 y el Manual di
Scienza Politica compilado por Gianfranco Pasquino y
publicado en 1986. En la misma línea pero fuera de
Italia, el politólogo holandés Arend Lijphart publica
en 1984 Democracies, uno de los estudios compara-
dos más destacados de la ciencia política (Morlino 1989
y Sola 1996).
218 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

En forma paralela al desarrollo académico de la cien-


cia política norteamericana se fueron desarrollando,
principalmente en Europa, diferentes corrientes den-
tro del manantial marxista, cuyo objeto central lo cons-
tituyó el debate en torno a la política y el Estado. Ca-
ben destacarse la fuerte influencia del pensamiento
de Antonio Gramsci y su reinterpretación crítica por
parte de Althusser y el estructuralismo francés, como
el debate posterior sostenido por Ralph Miliband y
Nicos Poulantzas sobre el Estado capitalista. Esta “dis-
puta teórica” reflejó las posiciones respecto a la natu-
raleza del Estado y a las estrategias de cómo estu-
diarlo. En 1968 Poulantzas publica Political Power and
Social Classes. Miliband publica The State in Capitalist
Societies en 1969. La controversia entre ambos auto-
res se reflejó en una serie de artículos mutuamente
referidos publicados en la revista inglesa de orienta-
ción marxista New Left Review. Por su parte, siguien-
do una línea instrumentalista, en los Estados Unidos
William Domhoff publica en 1970 The Higher Circles.
The Governing Class in America y en 1978 The Powers
That Be: Processes of Ruling Class Domination in
America. Es importante también mencionar los estu-
dios interdisciplinarios que desde la década del 30 de-
sarrolló la escuela crítica de Frankfurt, primero en
Alemania y luego en su diáspora europea y norteame-
ricana, principal antecedente de los estudios de
Habermas y Claus Offe. En Inglaterra Perry Anderson
se propone analizar el desarrollo histórico de los mo-
dos de producción y los sistemas de dominación polí-
tica publicando en 1974 dos obras centrales Linkages
of the Absolutist State y Passages from Antiquity to
feudalism y en 1976 su análisis histórico comparado
de las corrientes del marxismo Considerations on
Western Marxism. A su vez, Alan Wolfe publica en 1977
The Limits of Legitimacy y Göran Therborn What does
the ruling class do when it rules? en 1978 y The ideology
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 219

of power and the power of ideology en 1980, contribu-


ciones fundamentales al estudio de los procesos ideo-
lógicos y de legitimación. Todos estos trabajos ejerce-
rán una influencia central en los estudios politológicos
posteriores al predominio conductista (Alford y
Friedland 1991, Carnoy 1993).
Como respuesta a la teoría de la modernización de
corte estructural-funcionalista, a mediados de los 60
surgió en América Latina la llamada “Teoría de la De-
pendencia”; de base ecléctica, intentaba explicar las
peculiaridades del desarrollo y la modernización en la
región, enfatizando las asimetrías entre los países del
primer mundo (centrales) y el resto (periféricos). La
repercusión de este desarrollo teórico propio se exten-
dió no sólo a toda América Latina sino a los Estados
Unidos y a Europa. Dependencia y Desarrollo en Amé-
rica Latina, escrito entre 1967 y 1968 por Fernando
H. Cardoso y Enzo Faletto, y publicado en 1969 con
versión corregida y aumentada en 1978, se constituyó
en un libro de referencia de los científicos sociales la-
tinoamericanos.
Desde los años 80 en los Estados Unidos se produ-
ce una fuerte fragmentación en los niveles teórico y
metodológico por una parte, y en los estudios de áreas
por otra. Sin embargo, en términos de prestigio los
“economistas”, en la denominación de Brian Barry, han
logrado un predominio considerable expresado en la
densidad de artículos de las tres principales revistas
generales de ciencia política norteamericanas (Ameri-
can Political Science Review, Journal of Politics y
American Journal of Political Science). En el aspecto
metodológico prevalecen los métodos estadísticos y
matemáticos complejos e innovadores, y en lo teórico,
el empleo de modelos matemáticos y de teoría de la
negociación. En el área de la política comparada, don-
de se encuentran los “latinoamericanistas”, se fue pro-
duciendo una paulatina sofisticación metodológica con
220 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

la combinación del neoinstitucionalismo y la teoría de


los juegos sin llegar a la formalización matemática.
En este área cobrarán prestigio cuatro publicaciones:
Comparative Politics, Comparative Political Studies,
World Politics y Latin American Reserch Review.
Hacia fines de los 90 se fue gestando un descon-
tento generalizado por el predominio de teorías cada
día más formalizadas que, paradójicamente, la mayo-
ría de los politólogos no sólo no podían leer, sino que
no eran de interés para ellos. Esto ha generado varias
reacciones, por un lado las exigencias de cambio en
los criterios editoriales de la APSA desde un punto de
vista institucional, y la búsqueda de metodologías “cua-
litativas” en términos de corroboración de hipótesis,
desarrolladas por autores como David Collier y Theda
Skocpol (Perez Liñán 2002). En el campo de los estu-
dios latinoamericanos la combinación de análisis que
combinan variables institucionales, variables estruc-
turales y el juego de actores con metodologías esta-
dísticas sofisticadas han ido ganando terreno y han
permitido un nutrido análisis de la situación y cali-
dad de las democracias latinoamericanas (Coppedge
2000 y Mainwaring 2000).
Cuadro 1
Cantidad de artículos según su clasificación temática
LA

Tomos Tomos Tomos Tomos


Tomos I Tomos
Áreas XIII XVII XXV a XXVIX
a VIII IX a XII 1 Total
a XVI a XX XXVIII a XXXII
Anexo II

2
Política 79 38 32 18 22 23 212
Política Internacional 30 39 14 23 10 7 123
Derecho Civil 20 7 14 6 3 6 56
CIENCIA POLÍTICA EN LA

Derecho Comercial 7 4 4 2 2 3 22
Derecho Penal 36 10 9 4 6 12 77
3
Derecho Industrial 5 7 5 3 4 2 26
Derecho
ARGENTINA

16 6 5 1 7 7 42
Administrativo
Legislación procesal 16 2 11 1 1 3 34
de Ciencias Políticas (1910-1928)

Economía y Finanzas 20 9 37 9 13 3 91
Sociología 30 7 8 16 8 1 70
Historia 36 16 8 14 14 4 92
Educación 19 6 11 6 1 2 45
Varios 3 4 6 6 1 - 20
Total 317 155 164 109 92 73 910
Datos complementarios sobre la Revista Argentina

Fuente: Sistematización metódica de la Revista Argentina de Ciencias Políticas.


Notas: 1Faltan los datos relativos a los tomos XXI a XXIV. 2Hemos unificado el Área Política con el
Área Derecho Político dado que la diferenciación recién comienza en el tomo XIII. 3El Área Derecho
Industrial, a partir del tomo XVII pasó a denominarse Derecho Industrial y Legislación Laboral.
221
222

Cuadro 2
Distribución porcentual de artículos según su clasificación temática por tomos

Tomos Tomos Tomos Tomos


Tomos Tomos
XIII a XVII a XXV a XXVIX a
ÁREAS I a VIII IX a XII 1
XVI XX XXVIII XXXII
Política2 24,92% 24,51% 19,51% 16,51% 23,91% 31,50%
Política Internacional 9,46% 25,16% 8,53% 21,10% 10,90% 9,60%
Derecho Civil 6,30% 4,51% 8,53% 5,50% 3,26% 8,21%
Derecho Comercial 2,20% 2,60% 2,43% 1,83% 2,20% 4,10%
Derecho Penal 11,35% 6,45% 5,50% 3,70% 6,52% 16,43%
Derecho Industrial3 1,60% 4,50% 3,04% 2,75% 4,34% 2,73%
Derecho Administrativo 5,04% 3,87% 3,04% 0,91% 7,60% 9,60%
Legislación procesal 5,04% 1,30% 6,70% 0.91% 1,08% 4,10%
Economía y Finanzas 6,30% 5,80% 22,56% 8,25% 14,13% 4,10%
PABLO BULCOURF
Y

Sociología 9,50% 4,51% 4,90% 14,70% 8,70% 1,40%


Historia 11,35% 10,32% 4.90% 12,84% 15,20% 5,50%
Educación 6,00% 3,87% 6,70% 5,50% 1,08% 2,73%
Varios 0,94% 2,60% 3,66% 5,50% 1,08% -
TOTALES 100% 100% 100% 100% 100% 100%
Fuente: Sistematización metódica de la Revista Argentina de Ciencias Políticas.
Notas: 1Faltan los datos relativos a los tomos XXI a XXIV. 2Hemos unificado el Área Política con el
Área Derecho Político dado que la diferenciación recién comienza en el tomo XIII. 3El Área Derecho
Industrial, a partir del tomo XVII pasó a denominarse Derecho Industrial y Legislación Laboral.
MARTÍN D´ALESSANDRO
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 223

Cuadro 3
Distribución porcentual de artículos según su
clasificación temática

1
Áreas Porcentaje
2
Política 23,30%
Política Internacional 13,51%
Derecho Civil 6,15%
Derecho Comercial 2,41%
Derecho Penal 8,50%
3
Derecho Industrial 2,85%
Derecho Administrativo 4,61%
Legislación procesal 3,73%
Economía y Finanzas 10%
Sociología 7,70%
Historia 10,10%
Educación 4,94%
Varios 2,20%
Totales 100%

Fuente: Sistematización metódica de la Revista Argentina de


Ciencias Políticas.
Notas: 1Faltan los datos relativos a los tomos XXI a XXIV
2
Hemos unificado el Área Política con el Área Derecho Político
dado que la diferenciación recién comienza en el tomo XIII.
3
El Área Derecho Industrial, a partir del tomo XVII pasó a de-
nominarse Derecho Industrial y Legislación Laboral
224 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

Anexo III
Textos argentinos de ciencia política (1908-1989)

Ofrecemos aquí un listado de libros y textos argen-


tinos aparecidos hasta los años 80. No pretende ser
ésta una lista exhaustiva ni tampoco otorgar una im-
portancia o influencia mayor respecto de aquellos tex-
tos que, debido a las limitaciones propias del trabajo
y de los autores, no están presentes.

1908: Rodolfo Rivarola, Del régimen federativo al uni-


tario.
1910: José N. Matienzo, El gobierno representativo fe-
deral en la República Argentina
1911: Ricardo Levene, Los orígenes de la democracia
argentina
1915: Ernesto Quesada, Historia de las ideas socia-
les: fuentes y métodos de estudio
1918: José Ingenieros, Evolución de las ideas argenti-
nas
1943: Carlos R. Melo, Los partidos políticos argentinos
1944: Enrique Ruiz Guiñazú, La política argentina y el
futuro de América
1946: José Luis Romero, Las ideas políticas en Argen-
tina
1947: Ricardo Levene, Historia de las ideas sociales
argentinas
1950: Carlos Bidegain, El Congreso de los Estados Uni-
dos de América
1955: Gabriel del Mazo, El radicalismo: notas sobre su
historia y doctrina, 1922-1952
1955: Gino Germani, La estructura social argentina
1956: Rodolfo Puiggrós, Historia crítica de los partidos
políticos argentinos
1958: Carlos Strasser, Tres revoluciones: 1930, 1943
y 1955
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 225

1959: Alfredo L. Palacios, La comunidad Iberoamerica-


na. Bolívar y Alberdi
1961: Sergio Bagú, Argentina en el mundo
1961: Germán Bidart Campos, Grupos de presión y fac-
tores de poder
1961: Mariano Grondona, Política y gobierno
1962: Gino Germani, Política y sociedad en una época
de transición
1963: José Campobassi, Carlos Fayt, José L. De Imaz,
Mario J. López y Luis Pan, Los partidos políticos.
Estructura y vigencia en la Argentina
1963: Silvia Sigal, La formación de los partidos políti-
cos: la UCR
1963: Mario J. López, El mito de la Constitución: tres
ensayos sobre la democracia
1964: Alberto Ciria, Partidos y poder en la Argentina
moderna (1930-1946)
1964: Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari, Política ex-
terior argentina 1930-1962
1964: Torcuato Di Tella, El sistema político argentino y
la clase obrera
1964: José Luis de Imaz, Los que mandan
1965: Rafael Bielsa, Significación de la Burocracia
1965 y 1982: Mario J. López, Partidos políticos: teoría
general y régimen legal
1965: Arturo E. Sampay, Carl Schmitt y la crisis de la
ciencia jurídica
1966: Darío Cantón, El parlamento argentino en épo-
cas de cambio
1966: Juan A. Lanús, Un Mundo sin orillas
1966: Benigno Martínez Vázquez, El sufragio y la idea
representativa democrática
1967: Guido Di Tella, Las etapas del desarrollo econó-
mico argentino
1967: Mariano Grondona, La Argentina en el tiempo y
en el mundo
226 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

1967Inés Izaguirre, Imagen de clase en los partidos


políticos argentinos: el caso del radicalismo
1967: Juan C. Molina, Ficción y realidad de la demo-
cracia
1968: Segundo Linares Quintana, La nueva ciencia po-
lítica y constitucional
1968: Héctor Martinotti, Historia del saber político
1968: José Nun, El golpe militar de la clase media
1969: Atilio Barneix, La ciencia política. Su objeto
1969: Iris Laredo, Problemática de la solución de los
conflictos intrabloques
1969 y 1983: Mario J. López, Introducción a los estu-
dios políticos
1969: Félix Luna, El 45
1971: Mario Cámpora, Revolución tecnológica y depen-
dencia externa
1971: Roberto Martínez Nogueira, Restricciones políti-
cas y administrativas en el diseño e implementación
de políticas
1971: Florencio Sánchez, Democracia directa para los
argentinos de hoy
1972: Gregorio Badeni, La opinión política: un enfoque
político de la opinión pública
1972: Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo, La Re-
pública conservadora
1972: Carlos Floria y Horacio García Belsunce, Histo-
ria de los argentinos
1972: Floreal Forni, Reflexiones sobre la relación entre
clases sociales y partidos políticos
1972: Segundo Linares Quintana, Sistemas de parti-
dos y sistemas políticos. El gobierno de las leyes y
el gobierno de los hombres
1972: Guillermo O´Donnell, Modernización y autorita-
rismo
1972: Juan Carlos Portantiero y Miguel Murmis, Es-
tudios sobre los orígenes del peronismo
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 227

1972: Jorge Vanossi, El misterio de la representación


política
1973: Germán Bidart Campos, Lecciones elementales
de política
1973: Natalio Botana, Rafael Braun y Carlos Floria, El
régimen militar 1966-1973
1973: Darío Cantón, Elecciones y partidos políticos en
la Argentina
1973: Guillermo O´Donnell y Delfina Link, Dependen-
cia y Autonomía
1973: Jorge Seco Villalba, El poder político
1974: Torcuato Di Tella, Clases sociales y estructuras
políticas
1974: Carlos Strasser, Sociedad política y ciencia polí-
tica
1975: Eduardo Capestany, Filosofía política
1975: Alberto Spota, Lo político, lo jurídico, el derecho
y el poder constituyente
1979: Omar Bravo, Historia de la instituciones argenti-
nas
1977: Virgilio Beltrán (comp.), El futuro político argen-
tino
1977: Germán Bidart Campos, Las elites políticas
1977: Natalio Botana, El orden conservador. La política
argentina entre 1880 y 1916
1977: Natalio Botana, El orden político en la Argentina
moderna
1977: Guillermo O´Donnell, Estado y alianzas en Ar-
gentina
1978: Mario Amadeo, Manual de Política Internacional
1978: Pedro Frías, El proceso federal argentino
1978: Roberto Etchepareborda, Historia de las relacio-
nes internacionales argentinas
1978: Juan A. Lanús, El orden internacional y la doc-
trina del poder
1979: Gino Germani, Democracia y autoritarismo en la
sociedad moderna
228 PABLO BULCOURF Y MARTÍN D´ALESSANDRO

1979: Iris Laredo, Los regionalismos en la estructura


mundial de poder
1979: Artemio Melo, Compendio de Ciencia Política (vol.
I, Teoría Política)
1980: Marta Díaz de Landa, La ciencia política y el po-
der político
1980: Manuel Mora y Araujo e Ignacio Llorente
(comps.), El voto peronista: ensayos de sociología
electoral argentina
1981: Liliana De Riz, Retorno y derrumbe
1981: Carlos Floria (comp.), Reflexiones sobre la Ar-
gentina política
1981: Ricardo Zorraquín Becú, El federalismo argenti-
no
1982: Gregorio Badeni, El voto
1982: Guillermo O´Donnell, El Estado burocrático-au-
toritario
1982: Oscar Oszlak, La formación del Estado argenti-
no
1983: Marcelo Cavarozzi, Autoritarismo y democracia:
1975-1983
1983: Emilio de Ipola, Ideología y discurso populista
1983: Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y
la declinación argentina, 1942-1949
1983: José Paradiso, La era de las superpotencias
1983: Juan Carlos Torre, Los sindicatos en el gobierno
1973-1976
1983: Artemio Melo, Compendio de Ciencia Política (vol.
II, Institucionalización y dinámica política)
1984: AA. VV., Lecciones para demócratas en transi-
ción
1984: Natalio Botana, La tradición republicana: Alberdi,
Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo
1984: Efraín Del Castillo, Sindicalismo: factor de po-
der político
1984: Carlos Escudé, La Argentina: ¿paria internacio-
nal?
LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA 229

1984: Juan A. Lanús, De Chapultepec al Beagle. Políti-


ca Exterior Argentina: 1945-1980
1984: Oscar Oszlak (comp.), “Proceso”, crisis y transi-
ción democrática (2 vols.)
1984: Dardo Pérez Guilhou, El Pensamiento Conserva-
dor de Alberdi y la Constitución de 1853
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Fuente: Elaboración propia.

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