Cordova Gloria y Asesinato Del Heroe Tomo II 1145498

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Armando Barona Mesa

CORDOVA
gloria y asesinato
del heroe

Prólogo del académico Antonio Cacua Prada

TOMO II
Primera Edición:

Título original: Córdova gloria y asesinato del héroe - Tomo II

Autor: Armando Barona Mesa

ISBN: 978-958-48-7146-6
ISBN Obra completa: 978-958-48-7144-2

Diagramación:
Marcela Barona Montúa

Impresión:

Cali, Colombia, 2019


Córdova gloria y asesinato del héroe

INDICE

QUINTA PARTE
HALAGOS DE LA DICTADURA

30. LAS ACUSACIONES CONTRA CÓRDOVA POR LA MUERTE DEL


SARGENTO JOSÉ DEL CARMEN LÓPEZ EN BOGOTÁ, LOS
PERIÓDICOS ENCARNIZADOS, EPISTOLARIO CON RESTREPO,
SUCRE, BOLÍVAR Y SANTANDER. LA SITUACIÓN DE SUCRE
COMO PRESIDENTE DE BOLIVIA. .................................................. 7

31. EL VIAJE DE BOLÍVAR A BOGOTÁ Y A CARACAS.


ETREVISTA CON PÁEZ................................................................ 35

32. EL VIAJE DE CÓRDOVA HACIA BOGOTÁ Y EL JUICIO...................... 63

33. LA CONVENCIÓN DE OCAÑA ..................................................... 89

34. ASUNCIÓN DE LA DICTADURA ...................................................105

35. LA NOCHE SEPTEMBRINA .........................................................113

36. EL JUICIO Y LAS DECLARACIONES DE LOS CONJURADOS.


ACTUACIÓN DEL GENERAL CÓRDOVA. CONDENA A MUERTE
DEL GENERAL SANTANDER. AMNISTÍA........................................117

37. EL CONFLICTO CON EL PERÚ Y LA GUERRA CIVIL DE


OBANDO Y LÓPEZ. EL PERÚ TOMA GUAYAQUIL Y
GRAN PARTE DEL SUR DEL ECUADOR....................................... 175

SEXTA PARTE FINAL


LA CAÍDA DE CÓRDOVA Y SU PERDICIÓN

38. EL CAMBIO DE GOBIERNO EN EL PERÚ. LA PAZ CON


COLOMBIA. NUEVA ENFERMEDAD DE BOLÍVAR
EN BUIJO................................................................................217

39. LA IDEA DE UNA MONARQUÍA EN COLOMBIA...............................229

3
Armando Barona Mesa

40. REUNIÓN DE CÓRDOVA Y MOSQUERA EN QUITO POR


INVITACIÓN DE BOLÍVAR. LOS PASOS QUE SIGUEN.
MALEDICENCIA DE MOSQUERA Y DE OTROS CONTRA
EL HÉROE ANTIOQUEÑO. UN MENSAJE DE BOLÍVAR QUE
LEVANTA EL ÁNIMO CONTRARIADO DE CÓRDOVA........................ 251

41. EL JUEGO DE LA MENTIRA SOSTENIDA. POSICIÓN DE


SUCRE Y CÓRDOVA. ÚLTIMOS ESFUERZOS APARENTES
DE BOLÍVAR PARA RECTIFICAR. NOMBRAMIENTO DE
MINISTRO DE MARINA Y OTRAS COSAS.......................................267

42. EL VIAJE SIN REGRESO.............................................................287

43. LOS MANIFIESTOS Y DEMÁS MOVIMIENTOS.................................311

44. EL MANIFIESTO DE RESPUESTA DEL GOBIERNO...........................345

45. LAS MOVILIZACIONES..............................................................364

46. EL SANTUARIO, FINAL DEL CAMINO ...........................................377

47. ELEMENTOS PROBATORIOS Y JUICIO DE


RUPERTO HAND........................................................................387

EPÍLOGO Y CONSIDERACIONES FINALES.....................................411

BIBLIOGRAFÍA ........................................................................433

4
QUINTA
PARTE

Halagos de la dictadura
Córdova gloria y asesinato del héroe

30
LAS ACUSACIONES CONTRA CÓRDOVA POR LA MUERTE
DEL SARGENTO JOSÉ DEL CARMEN LÓPEZ EN BOGOTÁ,
LOS PERIÓDICOS ENCARNIZADOS, EPISTOLARIO CON
RESTREPO, SUCRE, BOLÍVAR Y SANTANDER. LA SITUACIÓN
DE SUCRE COMO PRESIDENTE DE BOLIVIA.

En el capítulo 23 vimos las versiones sobre la muerte violenta


del sargento del mismo ejército libertador José del Carmen
López, acaecida en Popayán. Este, como ha de recordarse, era
el amante de una hermosa ñapanga llamada Manuela Morales,
de la cual se enamoró Córdova. Como ya se dejó anotado, se
dijo en aquella época que, motivado por los celos, Córdova mató
alevosamente al sargento.
Después de la muerte del mismo, el general antioqueño
debió seguir a la campaña del Sur, inicialmente a Pasto, luego al
Ecuador y posteriormente al Perú hasta concluir, como lo hemos
visto, en la gran batalla de Ayacucho, donde se destacaron como
los grandes héroes Sucre y Córdova.
Pero es preciso decir que para los años 25 y 26 en Bogotá
habían surgido unos partidos políticos recalcitrantes que,
aunque estaban en embrión aun, iban ganando consistencia y
fuerza. Eran los civiles contra los militares de la guerra a los
que llamaban “espadones”. Y además cada uno de los hombres
destacados en la vida civil tenía un periodiquito -todo el que

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Armando Barona Mesa

quisiera editaba uno-, y casi todos eran virulentos. Desde luego


que no habiendo otras distracciones, y ya no lo era la guerra, se
leían ávidamente estos periodiquillos y se realizaban corrillos en
las esquinas para comentarlos y surgían especies y comidillas,
a veces peleas, pero fatalmente paraban en las comisiones y
debates del Congreso.
Por supuesto en Ecuador y Venezuela la cosa era igual,
mientras subía una levadura de odio contra el Libertador y contra
los militares abusadores. Así lo sentían los pueblos.
Nada entonces pasaba desapercibido; y en relación con
el crimen del sargento José del Carmen López, se fueron
apuntalando comentarios que destacaban la impunidad que
reinaba en el homicidio y que daban la sensación general de
que la ley no era la misma para todos. Esos comentarios iban en
aumento frente a la figura del héroe de Pichincha y Ayacucho.
Nada provoca más enemigos que el éxito del otro.
Los comentarios y las habladurías ya habían pasado los
linderos populares y ahora pertenecían a la gente importante.
Y así Córdova, bajo su orgullo de héroe, comenzó a sentir la
preocupación por lo que veía en el horizonte. Y bajo el impulso
de esa preocupación, lo primero que hace es enviarle una carta a
su viejo amigo Manuel José Restrepo, que vive en Bogotá y está
vinculado, como ya se dijo, al gobierno del general Santander.
Después escribirá muchas otras cartas que, por su importancia
histórica, vamos a citar y a transcribir en esta obra, porque además
traducen el ambiente general que reinaba y la interioridad de
nuestro héroe Córdova que, altanero y orgulloso no la expresa
de modo directo, pero deja ver que le carcome hondamente.
Veamos lo que escribe a Restrepo pidiendo consejo:

“La Paz, a 8 de septiembre de 1825.- Señor


doctor José Manuel Restrepo.- Mi querido amigo… Me
escribe Vicente mi hermano de esa ciudad, que sabe
positivamente se examinará en esa corte marcial una
sumaria que se me había formado por muerte ejecutada
de mi orden en Popayán, que corrían papeluchos que
decían que debía yo correr la misma suerte que el

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Córdova gloria y asesinato del héroe

coronel Infante: esto me ha incomodado sin darme


cuidado; me ha incomodado digo, porque después de
haber hecho yo con las mejores intenciones tanto por
Colombia, exponiéndome absolutamente, me indigna
que en la Capital de la república se trate de denigrar
mi conducta y en la ocasión en la que hice un muy
distinguido servicio; yo hubiera querido ver a cualquiera
otro general en las circunstancias en las que yo me hallé,
cuando, con una pequeña columna en Patía y Pasto, hice
lo que no han hecho otros con ejércitos; por fin yo no sé
por cuál ejecutado se me quiere criminar, si por dos o
tres guerrilleros enemigos que hice pasar por las armas
según las órdenes que tenía, o si por un sargento asesino,
malvado, que también hice fusilar; por cualquiera que
sea, ya le he dicho, no se me da cuidado, porque cumplí
con mis deberes, distinguiéndome en los servicios que
hice a mi patría, por valor, hombría de bien, y delicadeza
de todas mis acciones, ha sido siempre el norte que he
seguido en toda mi carrera; tengo el orgullo de haber
hecho a mi patria servicios de la más alta importancia;
y así lo que yo veo es que mi conducta militar, brillante
en Colombia y en Ayacucho, inquieta a algunos jefes
que han hecho poco en su carrera militar, pero no debo
indignarme por esto, porque así les sucede y sucederá
a todos los que se distinguen por sus buenos servicios,
de cualquier modo que sean hechos a la sociedad; éstos
serán vistos siempre con envidia, con odio. Otra cosa, y
¿por qué será ese rencor, esa rabia de muchos señores
del Congreso, otros tribunales, y de los paisanos de
alto rango contra los jefes del ejército más obediente y
de más disciplina que se han visto jamás? ¿Contra los
hombres que les han dado patria, vida y todo? Ojalá
que Colombia prospere tranquilamente siempre, que
jamás necesite de mi espada, ni de ninguna otra; estos
son mis más íntimos sentimientos. Yo suplico a Usted se
informe exactamente del caso y que me lo comunique
para hacer ver al gobierno y al público en el caso de

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Armando Barona Mesa

que se trate, porque no quiero que sordamente se me


calumnie, porque lastima demasiado mi alma la idea de
que algún miserable labrador piense mal de mí”.173

Como este asunto se estaba poniendo gris, casi negro desde


el año anterior, para el mes de abril de 1826, el Gran Mariscal de
Ayacucho escribe la siguiente misiva al Libertador:

“El General Córdova también desea un permiso para


irse a Europa según fue antes su intención. No se lo
que dirá con el aviso de que se le está encausando en
Bogotá según las últimas Gacetas que he visto y que le
mandé en el correo anterior. Yo creo que en general los
que hemos servido en la revolución no servimos para las
organizaciones del país; los doctores y los libertados nos
sacuden duro”.174

Naturalmente que tanto Sucre como Bolívar, creen en la


inocencia de Córdova y atribuyen toda la intriga y movimientos
de inconformidad al hondo sentimiento de la política que camina
aceleradamente en contra del Libertador, a quien reprochan
la dictadura que ha asumido de modo permanente en Perú, la
Constitución de Bolivia y los cargos ad vitam del gobierno tanto
en el Perú como en el nuevo estado. La mentalidad de Bolívar,
sin duda alguna, ha cambiado. La gloria lo embriaga y el poder lo
hipnotiza. Empero, no se arredra ante las dificultades presentes
y las que vienen para el militar valiente y noble que ha sido
Córdova.
Que es intemperante y agresivo, fueron defectos que antes
eran virtudes, en esa guerra brutal que durante tantos años hubo
que librar contra España y que asumió todas las características
de la crueldad. Y por supuesto, quien por allí pasó y fue un héroe,
adquirió esa manera de ser y esa rudeza. La guerra enseña a
matar y a odiar y a ser despótico.

173
Esta carta pertenece al archivo del doctor Restrepo.
174
Esta carta pertenece al archivo de O’Leary.

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Córdova gloria y asesinato del héroe

Ahora observemos como siguió el asunto y cual fue el


compor­tamiento de Córdova.

En las gacetas que envíaba Sucre se decía:

“COMUNICACIÓN. REPÚBLICA DE COLOMBIA.


Presi­dencia de la alta Corte Marcial. Bogotá, septiembre
7 de 1825.-
A. S. E. el Vicepresidente de la República. Recibido el
Oficio de V. E. de 1º. del corriente, en que pide informe
sobre cuántos militares se han mandado procesar
por disposición de este Tribunal, fecha de la orden y
comunicación a V. E. se ha decretado en 3 del mismo lo
siguiente: “En contestación, remítase testimonio de la
sentencia pronunciada en el proceso seguido al teniente
Rafael Peña, donde podrá observarse que habiéndose
prevenido al comandante general del Cauca que a su
tiempo diese aviso al poder ejecutivo para que hiciera
venir preso al General Córdova con las seguridades
correspondientes, habiendo pasado más de un año, a
saber, desde el 20 de agosto de 1824, es de creer que se
haya dado a mucho tiempo aquel aviso al gobierno, y en
la secretaría de guerra debería haber alguna constancia.
Acompáñese también copia de la sentencia pronunciada
en el proceso actuado al Coronel Galea por el homicidio
al Teniente Ramón Farías. Dios guarde a V. E. – Doctor
Félix Restrepo”.
“AUTO.- Administración de Justicia.- Bogotá,
noviembre 3 de 1825.- No habiéndose comunicado a
este Supremo Tribunal los procesos que haya tenido
la causa mandada formar contra el General José
María Córdova, detenida según la comunicación del
Comandante General del Cauca, porque el sargento
mayor Juan Nepumuceno Muñoz no puede encargarse
de su seguimiento por haber sído testigo en la del
teniente Peña, y asegurando en su oficio del 16 de mayo
último haber llamado al Teniente Coronel retirado Angel

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Armando Barona Mesa

María Varela para que la concluya; prevéngasele que dé


cuenta a vuelta de correo de lo que en cumplimiento de
lo mandado se haya hecho en la causa del expresado
general y sucesivamente del estado que tuviere hasta
que se determine en consejo de guerra; y dése noticia
al ministerio fiscal.- Doctor Restrepo, Doctor Azuero,
Pey, Obando; doctor Canabal, Doctor Cuevas, Doctor
Vergara, Doctor Malo; doctor Miño.- secretario Galvis”.

La virulencia de los periódicos de aquella ciudad en la que


los políticos eran abogados, literatos y escritores, subía. Había,
entre muchas otras publicaciones, un periódico antigobiernista
titulado El Constitucional que se explayó contra Córdova y por
supuesto contra el gobierno, por no haber hecho nada contra
éste. Santander mandó a uno de sus amigos a que contestara
tales acusaciones en otro periódico amigo del régimen, que se
llamaba La Gaceta de Colombia. Se publicó un artículo el día 4
de diciembre de 1825, que dice:

“ADMINISTRACION DE JUSTICIA. Por los documentos


que hasta hoy hemos publicado de la Suprema Corte
Marcial de la República, y por lo que tenemos pendiente
para continuar publicando, débese esperar del celo que
manifiesta dicho tribunal una buena administración
de justicia al ejército libertador de Colombia y la fiel
observación de las leyes.
“Entre sus providencias se habrá visto la que trata de
una causa pendiente contra el valiente general Córdova,
hoy comandante de la Segunda División del Ejército
colombiano auxiliar del Perú que tantos esfuerzos
empleó en la gloriosa batalla de Ayacucho.
“Desde que el ejército vio en El Constitucional número
52 un artículo en que se afirmaba que el gobierno daba
grados a oficiales mandados procesar por criminales,
mandó que el secretario de guerra le informase de lo
que constara en su despacho, y pidió noticia a la alta
corte macial acerca de los oficiales que de su orden
estaban o debían ser procesados. Resultó lo primero,

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Córdova gloria y asesinato del héroe

que ni la alta corte marcial ni el comandante general del


Cauca habían pasado al ejecutivo noticia de lo que se
había determinado sobre la causa del general Córdova
y del capitán Ignacio López y que, por consiguiente, se
ignoraba que dichos oficiales debieran ser procesados; y
lo segundo, que hasta el 7 de Septiembre del corriente
año remitió la alta corte al poder ejecutivo una copia
de la sentencia pronunciada en 20 de agosto de 1824,
en que se hace mención del procedimiento contra el
General Córdova. Por consecuencia, el poder ejecutivo
no tiene parte alguna en las dilaciones que haya sufrido
en estos casos de la administración de justicia; menos
merece cargo por el destino y ascensos que obtuvo el
General Córdova, porque él fue destinado al Perú antes
de pronunciarse la sentencia de 20 de agosto de 1824,
y sin que el gobierno tuviese conocimiento de la falta
que se dice haber cometido en Popayán, en vía al Perú,
y porque en el mismo concepto no ha hecho otra cosa
que aprobar con muy particular satisfación el grado que
le confirió en el campo de batalla de Ayacucho el general
en Jefe del ejército. Habíase diferido esta explicación,
porque necesitábamos reunir varios datos con que
debían quedar refutados los cargos del mencionado
artículo de El Constitucional, y mostrar a todas luces
las equivocaciones y falsedades de que se han valido
algunos escritores para levantar sobre las ruinas de
la reputación ajena la fortuna de sus nuevos amigos
o para vengarse de imaginarios agravios. Otro día
procederemos a responder dicho artículo”.

Tres varones consulares, Rufino Cuervo, Juan de Dios


Aranzazu y Alejandro Vélez publican bajo sus respetables firmas
el 4 de diciembre del mismo año 25 un artículo equilibrado pero
acusatorio en el rotativo La Miscelánea que decía:

“IGUALDAD LEGAL.- La Gaceta de Colombia, del


domingo 27 de noviembre, número 215, ha publicado
en su parte oficial un decreto de la alta corte marcial

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Armando Barona Mesa

en que ordena la prosecución de la causa que seguía


al General de División José María Córdova. Este joven,
cargado en laureles que había segado en los campos de
su patria, fue destinado a prestar a la república peruana
un abrazo fuerte y una espada siempre vencedora; en
su tránsito, por una fatalidad bien lamentable, dejó de
ser inocente en Popayán y tornó contra un colombiano
las armas que soló debía emplear contra el enemigo
común. Parecía que en la tierra de Manco Cápac hubiese
lavado esta mancha, combatiendo con denuedo en Junín
y en Ayacucho, con una bizarría que no olvidarán jamás
ni los tiranos a quienes escarmentó, ni los pueblos a
cuya libertad coadyuvó tan eficazmente; pero ha sido
lo contrario: ni el prestigio de tanta gloria pudo hacer
callar la ley, ni sus órganos enmudecieron al aspecto
de un guerrero cubierto de triunfos multiplicados, y en
tanto que el campo de Ayacucho añade una estrella más
a sus divisas militares, y que en el alto Perú se inscribe
su nombre en planchas de oro, el gobierno de su patria,
que ha conocido y premiado sus servicios, lo llama a sus
tribunales; ante ellos debe sufrir un juicio como cualquier
otro ciudadano, y conocer que la igualdad legal está en las
leyes, en el corazón de los colombianos y en la conciencia
de los magistrados; mientras éstos impartan con mano
igual la justicia y no permitan que un velo silencioso
cubra el asesinato del alcalde de Lucena, la impugnidad
del teniente Thompson, y los dolorosos extravíos del
General Córdova, continuaremos confesando con gusto
que gozamos de la recta administración de justicia, uno
de los objetos primordiales de la asociación”.

Córdova era orgulloso, como ya se sabe. Sentía que era un


héroe a cuyo talento y valor la patria debía estar agradecida, y
había decidido, sin vacilación alguna, pedir permiso como militar
que era a sus dos jefes -Bolívar y Sucre-, para venir a Bogotá
a ponerse a derecho, como se dice en el lenguaje de la práctica
penal. Entonces remitió un artículo al periódico La Miscelánea,

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Córdova gloria y asesinato del héroe

que por cierto había cerrado ya. Así, la carta fue publicada en
otro de los tantos periodiquitos titulado La Bandera Tricolor, el
1º. De octubre de 1826. La misiva dice:

“Cochabamba a 12 de abril de 1826.- señor redactor


de La Miscelánea en Bogotá.- Por el correo de hoy un
amigo me ha remitido el número 12 de su Miscelánea
y el número 215 de La Gaceta de Colombia. He visto
en estos papeles los dos artículos que tratan de un
acto cometido por mi cuando en Popayán estaba de
comandante general de la división Cauca. Hace algún
tiempo otro amigo me dio la noticia de que en Bogotá
se hablaba mucho, en consecuencia de la batalla de
Ayacucho, contra mí por el acto indicado, reputándolo
de asesinato, y remitiéndome al mismo tiempo un libelo
infamatorio que corría en la misma ciudad, denigrando
mi conducta; por este ruin papelucho yo no pensaba
aún presentarme al público: aguardaba una acusación
seria; por los dos artículos citados arriba, la hay. Así, hoy
mismo pido al Libertador, que está en Lima, me permita
pasar a Colombia a sujetarme al juicio de un consejo de
guerra. Esto me será tal vez la más grande satisfacción
de mi vida. Por lo que respecta a mi delicadeza, a mi
honor, a mi franca conducta militar; además, recibo
inmensa satisfacción al ver que en mi país hay libertad;
de que los trabajadores del ejército no han sido inútiles,
que se juzga por la ley, sin consideración a servicios,
destinos, etc.-
Soy de usted atento servidor, José M. Córdova”.

Un mes después de esta carta le envía otra a su antiguo


amigo el general Santander en relación con el mismo tema.
Veámosla175:

“Cochabamba, mayo 12 de 1826.- Excelentísimo


señor General Santander.- Mi general…Muy pronto espero
ver a usted porque he pedido con mucha instancia al

15
Armando Barona Mesa

Libertador el permiso para marcharme para esa capital a


presentarme al Tribunal de la justicia para que me juzgue
por el hecho acaecido en Popayán; se me castigue si soy
delincuente, o se me dé una satisfacción porque se me
ha tratado muy infamemente; esa corte marcial ha dado
en la causa que de mi orden se formó en Popayán a un
teniente Peña una sentencia muy injusta, muy parcial
a favor de ese oficial y me desaira completamente; me
presenta allí como un malvado; si yo voy, me quejaré
al congreso haré ver que Peña fue un abandonado, un
insubordinado y un desertor, y que yo procedí como
debería proceder un jefe en las circunstancias apuradas
en que me encontraba. Si yo por casualidad no estoy en
aquella época en Popayán, creo positivamente que los
pastusos se van por lo menos hasta el Valle del Cauca…
José María Córdova”.

O sea que la acusación, como se ve, era múltiple, es decir


que eran varios casos, aunque en verdad el hecho más grave era
la muerte del sargento Valdés. A continuación vuelve y escribe a
su amigo el doctor Restrepo desde Cochabamba el 10 de mayo,
y en su agobio le dice una vez más176:

“He visto después en La Gaceta de Colombia y Misce­


lánea, de su ciudad, que seriamente se forma causa, y
en consecuencia he pedido la orden al Libertador para
marcharme a esa capital, a presentarme a la corte
marcial para que se me juzgue; se lo he suplicado, me
he valido de algunos amigos que tengo cerca de S. E.,
espero que se me permitirá ir allá; sí, mi honor está
muy comprometido, y si no me vindico positivamente,
seré visto por el pueblo como un criminal que por haber
hecho algunos servicios, se me ha dispensado de la pena
que merecía; y yo no quiero permanecer a medias; si
falté, que se me fusile o se me despeje de la lista militar

176
Archivo de Restrepo

16
Córdova gloria y asesinato del héroe

de Colombia (no apetezco mucho servirla); si pruebo


que no he sido un asesino, que jamás he procedido sino
como he creído justo, que se me de una satisfacción
pública; porque de lo contrario, por las leyes, por el
honor, por todo, yo no debo aparecer en adelante como
un general de la república de Colombia.
“Salvador me escribió de Cali, remitiéndome copia
de la sentencia de que esa buena corte marcial dio en la
causa que de mi orden se formó en Popayán a un Teniente
Peña;no se necesita más que de tener una pequeña idea
de milicia para observar en dicha sentencia lo opuesta
que está a las leyes militares; la parcialidad conque se
ha dictado; bien es que esa clemente corte marcial a
cuantos juzgan presenta inocentes de la falta de que
son acusados; pero en este caso debía haber visto que
estaba comprometida la dignidad de un general y debía
haber calculado más y castigado con severidad al
teniente Peña; si se ha impreso esta sentencia y yo
voy a esa capital, yo reclamaré al Congreso contra ella;
puede que en este supremo tribunal se miren las cosas
como son en sí y se sentencie con rectitud”.

En respuesta a otra carta anterior de Restrepo, en


mayo 27 del año 26, le vuelve a escribir a éste desde
Cochabamba.177:

“Doy a usted infinitas gracias por la noticia que


me ha comunicado de la causa o motivo de que se me
sumaría en esa república, y como yo no me acuerdo si
antes he dicho a usted que la causa sería sin duda la que
en efecto; yo extraño mucho y siento que no se haya
ampliado el proceso mandado formar por la corte marcial,
para que el público vea, esto si no hay algunos viles que
depongan la impostura, que yo no he asesinado, como se
dice, al sargento Valdéz; se verá que mil circunstancias

177
Archivo de Restrepo

17
Armando Barona Mesa

concurrieron para hacerme caer, hablaré con franqueza,


en el caso de hacerlo pasar por las armas de un modo
violento y que aunque no es el modo de castigar a un
malvado, no hay un motivo para desairar a un jefe
que haya hecho bastantes servicios distinguidos a la
patria; sí, efectivamente cometí en aquella campaña los
excesos de con menos de trescientos hombres ir a batir
los enemigos que habían hecho huír al General Salom
con mil quinientos hombres, cuando yo no disponía sino
de doscientos; de cuyos movimientos resultó que los
pastusos no se hicieron dueños de Popayán y del Valle
del Cauca, y no causaron infinitos daños a la república;
éstos fueron mis excesos, y no teniendo entre diez o
doce oficiales que había a mis órdenes más que tres o
cuatro valientes, siendo los demás canalla inútil, a mí
se me incomoda porque mi carrera ha sido, es preciso
decirlo, bastante singular, porque he ascendido a fuerza
de servicios y no por favor de nadie; y por la misma
razón no tengo relaciones de importantes amistades,
ni de familia. Yo quisiera que se criminase la conducta
de todos los generales de la república en tiempos de la
guerra a muerte y después, y estoy seguro de que yo no
resultaría confundido con otros, con respecto al modo
de conducirme militar y particularmente.
“La observación que usted me hace es muy justa, es
de un hombre recto, amigo de la virtud, es de la propiedad
de usted, que todo el mundo quiere que después de
haber pasado la guerra se observen las leyes etc., y yo,
siendo un soldado, pienso con más severidad, que en
todo tiempo de paz y de guerra se observen, si no las
leyes, porque las circunstancias no lo permiten, la más
estricta justicia hasta en medio de los combates, porque
la guerra no se hace sino a un estado enemigo, y no
se trata en dañar a ningún particular, y en los tiempos
borrascosos debe el gobierno, los generales, ser más
severos porque se conserven el orden, la disciplina y se
mantenga la tranquilidad del pueblo.

18
Córdova gloria y asesinato del héroe

“¡Cuánto he sentido este suceso”, mucho en el


hecho, y más en su resultado, y ya he dicho a usted
que he pedido al Libertador me deje ir a esa capital
a justificarme; aún no sé que determinará S. E., pero
nunca iré preso porque no soy un malvado, soy un
hombre de bien, y cuanto he hecho en mi carrera ha sido
animado de celo por el cumplimiento de mis deberes…
José María Córdova”.

La insania, que pareciera prevalecer en Bogotá y Colombia,


por los motivos políticos como hemos dicho antes, buscaba que
llevaran preso desde Bolívia a Córdova.
Es evidente que en la redacción de estas cartas de Córdova
se nota una gran suficiencia de parte de éste. Era consciente
de que a nadie, por los excesos de la guerra, estaban juzgando
como a él, que indiscutiblemente era un héroe y cuyos servicios
efectivos a la independencia y libertad de América, a pesar de su
corta edad, nadie podía discutir. Y en el desespero que también
muestran las sucesivas cartas, vuelve a escribirle a Bolívar
anexándole las gacetas que le ha enviado Sucre y solicitándole
oficialmente permiso para desplazarse a Bogotá para afrontar el
juicio.

“Cochabamba abril 26 de 1826.Excmo. Señor Simón


Bolívar, Libertador de Colombia y del Perú.- Mi General…
Otro asunto me llama más la atención, sobre el que
escribí a V. E. en el correo pasado, solicitando de V. E.
me permita pasar a Colombia a sujetarme al juicio de un
Consejo de Guerra, por haber hecho pasar por las armas
a un malvado en Popayán, acto que le han querido dar el
carácter de asesinato; hacerme mirar a mí por el pueblo
como un asesino, me es muy doloroso; esta idea acibara
toda mi imaginación, y ennegrece la gloria que he por
fortuna, por casualidad, por favores de V. E., obtenidos
en los campos de batalla; V. E. que me ha formado, que
me ha dado el sér, digámoslo así, no permitirá conservar
esta criatura indigna de pertenecerle; permítame V. E.

19
Armando Barona Mesa

ir volando a Colombia, que se me juzgue, que se me


castigue con todo el rigor de la ley si lo merezco; pero
si no, que se me de una satisfacción pública; cualquiera
de los dos casos, ejecutados con energía, hará honor
a Colombia; si fuese el primero verá el mundo que no
hay consideraciones, no hay servicios, no hay nada que
detenga el brazo de la justicia; si el segundo porque sus
generales son dignos de mandar las alarmas del bravo
pueblo americano, pues cuando se les imputa alguna
falta, se someten a un juicio, y son o no son. Repito a
V. E. suplicándole me permita ir a Colombia al efecto
indicado; V. E. debe estar tan persuadido que mientras
yo exista no estaré contento, no estaré satisfecho, si
no estoy sirviendo a las órdenes de V. E. las sabe muy
bien”.178

Dentro de esta secuencia de cartas, todavía hay otra del


prócer antioqueño a su benefactor sincero en esos momentos
que era Bolívar. Le agradece con el estilo sencillo de sus misivas
no muy bien escritas la forma comprensiva como éste cree en él.
Veamos ese otro mensaje:

“Ya estaba impuesto mi General, que en Colombia


están furiosos contra mí, y que la corte Marcial había
mandado se formase causa del hecho acaecido en
Popayán y en consecuencia he pedido a V. E. la orden
para marchar a presentarme a aquel tribunal para
que me juzgue espero que V. E. que es tan justo no
consentirá jamás que un criminal esté a las órdenes
de V. E. y mandado la primera División de América; mi
General, le suplico a V. E. porque no soy un asesino; yo
no he hecho sino castigar en el acto a un malvado que
me había atropellado; yo lo haré ver así al tribunal; se
me acusará de violento en aquella ocasión, es verdad;
pero hay momentos en que se extravía la razón por

178
Archivo de O´Leary

20
Córdova gloria y asesinato del héroe

la fuerza del acontecimiento; V. E. me dirá que esos


momentos son los que un hombre debe evitar, así lo
hago yo, y aquel me fue tan sensible; cuanto puede serlo
un sentimiento. Así, siempre me manejo como creo que
conviene a la justicia y a la política, y aunque siento un
inmenso placer al ver que V. E. me es afecto, nunca me
he imaginado que esta bondad sea, sino en tanto que
yo sea virtuoso, y por esto, a más de mi conciencia me
esmero a serlo en toda la extención de la palabra; yo
sería un infame si llegase a creer que V. E. tan recto,
tan justo, disimularía, o protegería, jamás a un criminal,
porque el crimen es enemigo mortal de V. E. así, no es
por temor de los colombianos, de nadie, que yo procuro
que mi manejo sea conforme lo demanda la virtud; es
porque mis sentimientos, mi conciencia, me lo mandan
así, y el agrado de V. E. y la satisfacción de mí mismo,
es la única recompensa que apetezco.
“La conclusión de la carta de V. E. me enternece,
y cuánto siento que los sentimientos dulces que me
proporciona estén mezclados con otros que tanto me
han lastimado, quisiera contestar esta conclusión, pero
no puedo encontrar palabras que expresen bien mis
sentimientos; V. E. sabe que yo soy de V. E., con toda
mi alma, su muy humilde servidor. José María Córdova”.

Era este un tiempo de gran agitación en el Perú y en Bolivia.


El Congreso Constituyente de este nuevo país había aceptado
el 26 de mayo de 1826 la postulación de Sucre como Primer
Mandatario de la nueva nación y, por lo mismo, debía éste dejar el
comando de la División Primera Auxiliar que venía desempeñando
allí. Naturalmente nadie había con la eficiencia de Córdova para
reemplazarlo, criterio que por supuesto compartía Bolívar. Razón
suficiente para que tanto Sucre, como el Libertador aplazaran el
viaje de Córdoba a Colombia. Esta última misión en Bolivia era
sin duda más importante a la historia y a los deseos del Gran
Caraqueño. Por lo tanto le negaron provisoriamente el permiso
por él pedido.

21
Armando Barona Mesa

Curiosamente estas mismas órdenes habían sido transmitidas


al gobierno de Bogotá, cuyo Ministro o Secretario de Guerra lo era
el general Carlos Soublette, quien las confirmó no obstante que
también, como se ha visto, lo requería para que se presentase al
Concejo de Guerra por la muerte del sargento Valdés.
Por su parte Córdova había escrito el 27 de diciembre de
1826 un oficio al mismo Soublette desde la ciudad de Chuquisaca
en que le decía:

“Si por fin el gobierno de la república determinara


que yo mande en jefe a esta División auxiliar, espero
que se me ordene así con las instrucciones que tenga a
bien, porque de otro modo yo no puedo ser responsable
como hasta ahora lo he sido, pues he estado, como
lo he dicho al principio, a las inmediatas órdenes del
excelentísimo señor gran mariscal de Ayacucho,
disponiendo, S. E. siempre lo que ha creído conveniente
sobre la organización y disciplina de la División”.

Y Soublette dio respuesta:

“Abril 28 de 1827.- Contéstese: que desde que


el gobierno supo que el Libertador Presidente había
nombrado como comandante en jefe de la División de
Colombia, auxiliar a la república de Bolivia, y que de este
nombramiento se había instruido igualmente al general
Sucre como presidente de aquella, el poder ejecutivo en las
órdenes que ha dictado respecto de la expresada División,
se ha dirigido al general Córdova como comandante de
ella, y que, bajo este mismo concepto, le ha mandado, en
13 de marzo inmediato, sus instrucciones y autorizándole
para llevarlas al debido cumplimiento”.

En esas funciones de Comandante de la División Auxiliar


permaneció Córdova durante cinco meses, al cabo de los
cuales, el 13 de agosto de 1826, tanto el Libertador como Sucre
otorgaban el permiso para la movilización hacia Colombia; y en

22
Córdova gloria y asesinato del héroe

el mensaje que le enviaron conjuntamente le anexaban el aviso


del Secretario de Guerra oficializando la marcha a responder por
los cargos.
Cuando recibe este nuevo mensaje Córdova estaba en
Cochabamba; y entonces, ya en marcha, pasó por Chuquisaca
donde lo aguardaba el presidente Sucre para despedirse de él.
Realmente se querían. A esta ciudad habría de llegar Córdova el
23 de septiembre en horas nocturnas.
Ya desde Chuquisaca envió otra carta de despedida al
Libertador:

“Chuquisaca, septiembre 26 de 1826.- Excelen­


tí­
simo señor Libertador, etc., etc., etc.- Mi general:
inmediatamente que recibí en Cochabamba la benigna
carta de V. E. fecha 13 de agosto, de Lima, me puse en
marcha para venir a despedirme del General Sucre, y
pedirle pasaporte, porque estaba, como estoy, furioso
por decirle a la Corte Marcial de Bogotá que la conducta
que ha observado conmigo ha sido muy indigna, muy
ajena del primer Tribunal militar de la nación; yo me
vería en la necesidad de ponerme en parangón con
varios Generales de la República, pero sin indicarlos
para no ofender a nadie directamente, tanto en sevicios
como en conducta; y les diría, por fin, que parece que
hay una animosidad, una persecución contra mí, y en
este caso con entregarles las estrellas y sus despachos,
estábamos corrientes; pero como V. E. ha tenido
la bondad de permitirme hacer lo que me parezca
conveniente, después de haber visto las comunicaciones
particulares de V. E. al General en Jefe, y observar por
ellas que la expedición a la Habana no está muy segura,
que V. E. promete volver dentro de un año, y que para
irme siempre hay tiempo, he determinado aguardar
órdenes de V. E.; porque yéndome a Colombia, yo no
volvería sin un motivo poderoso a estos países, y ¿a
hacer qué iba yo? A decir a S. S. esta causa me degrada
hasta el fango en razón de que se me ha procesado,

23
Armando Barona Mesa

porque hice pasar por las armas a un sargento malvado,


porque dije a un oficial, que debía haber fusilado, que
era un cobarde, un infame, que había abandonado como
una muchacha un puesto que se le había confiado; que
se me hacía despreciable hasta lo ínfimo, pues que se
me juzgaba como un subalterno sin meríto, cuando a
otros…”
“Mi General, aquí me lleno de indignación, de
deses­peración, de pena de cuanto hay desagradable al
comprar mis servicios, al comprar mis sentimientos con
los que otros han manifestado mi conducta; y no me
queda otra esperanza, otra satisfacción, que es que he
correspondido al hombre de mi alma, y que tengo la
dicha de que me favorece con su aprecio. ¿soy yo acaso
un general de papel? ¿Me miran sin consideración ni
respeto porque soy obediente, porque no insurrecciono
a un pueblo o la división que mando? Mis sentimientos
y el Libertador son la garantía de la impunidad; pero si
algún día (tiemblo al pensarlo) falta V. E. y se atropella
así el poco mérito que uno se ha adquirido, entonces
habrá que manifestar que no se desprecia impunemente
a quien ha cuanto ha podido a la Patria; perdóneme,
mi General, aquí he faltado, y contra mis sentimientos,
merece compasión quien se ve tan mal tratado en su
patria:¡qué molesto vivo! ¡en qué combate se encuentra
mi amor a la gloria con semejantes laureles!.
“Por fin, mi General si V. E. quiere que vaya a Bogotá
a contestar a esos señores, mándemelo; si quiere que
vaya a algún campo de batalla ordénemelo; iré y saldré
como un Ayacucho, o moriré; aguardo, pues a V. E. como
los cristianos la vista de un Dios en figura de hombre en
un lugar que llaman cielo.“

Hay por supuesto una alta mortificación en el ánimo del


joven guerrero. Él había querido librarse de toda la humillación
que supone el juicio y haber estado presente en una expedición
a La Habana que se había planeado pero que aun era incierta.
Córdova ha estado retirado de la actividad política. Él no era

24
Córdova gloria y asesinato del héroe

un político. De ahí que se sienta su alma golpeada, sobre todo


en esta última carta al Libertador. Y de inmediato le escribe Al
Secretario de Guerra de Colombia, el mismo general Soublette:

“Chuquisaca, a 18 de octubre de 1826.- Al señor


Secretario encargado del despacho de la Guerra del
gobierno de Colombia. -Señor General: Sé que hace
mucho tiempo en esa república se me ha formado un
proceso por haber, en una causa que de mi orden el
intendente de Popayán hizo seguir a un teniente Peña,
resultado acusado de haber cometido un asesinato,
de haber intentado dar muerte a un capitán, y de
haber atropellado y depuesto arbitrariamente a dicho
teniente; luego que supe esta noticia, pedí al Libertador
permiso para pasar a esa capital a responder a tales
acusaciones; no se me contestó; repetí mi petición
por dos veces más; tampoco. Habiendo últimamente
sabido que US. de orden del gobierno, me reclamaba
para ser juzgado por lo dicho, pasé al excelentísimo
señor general en jefe el oficio que en copia acompaño,
al que su excelencia me ha contestado el que está al
pie de la misma copia ya que en el momento no se me
permite ir, no quiero que se dé al olvido una acusación
tan negra, sin vindicarme con dignidad no es necesario
que me presente a contestar; tengo a la vista copia de la
sentencia dada por la corte marcial en la causa seguida
a dicho Peña, cuya sentencia es mi acusación; me jacto
de un profundo respeto al gobierno, a las leyes de mi
patria; cualquiera sentencia que se dé, estoy dispuesto
a obedecerla; al patíbulo iría como el romano Régulo,
seguro de su muerte, se entregó a sus enemigos,
después de haber hecho presente al Senado lo que más
convenía a la Nación.
“Sí, señor general, que un tribunal de hombres
dignos de juzgar a los generales de la república, juzgue la
causa que se me ha seguido, y que sentencie este juicio
siempre ha de tener efecto, porque yo no consentiré

25
Armando Barona Mesa

que después de haber sido acusado ante la nación por


bárbaro, no se me dé una digna satisfacción; o se me
despida del servicio de la república, o se me mande al
cadalso si creen que es justo; es decir, que yo no volveré
a servir en la república sin haberme vindicado; ¿Por
qué? ¿Cómo podría yo después castigar a un soldado
de mi mando, cuando yo, habiendo sido acusado de un
negro crimen, ni me había defendido con la pureza de
mis acciones ni había sido castigado? ¿Cómo podría ser
yo vocal de un consejo de guerra para juzgar a oficiales
por acusaciones semejantes, u otras? De ningún modo
es posible permanecer jefe del ejército con semejante
mancha; o conservarme con honor ileso, o separarme
para siempre de mi país, o la muerte. Contestaré las
acusaciones.
“He sido acusado: 1º. De haber hecho salir al
teniente Peña enfermo del hospital y sin conocimiento
del médico; en el cuartel insultándolo y empujándolo;
teniendo intención de hacerlo fusilar allí, delante de la
tropa formada, de haberlo hecho poner en su calabozo;
deponerlo luego de su empleo; y últimamente hacerlo
marchar preso en la columna que seguía para Pasto.
Respondo que mandé al teniente Peña pasase al cuartel,
porque pasándolo yo a caballo por la calle del hospital,
lo vi más de una cuadra fuera de él, sentado en la
puerta de una pulpería, manifestando una completa
salud; y en prueba de ello, pregunto: ¿cómo el día que
fui a escoger a los doscientos hombres que debía llevar
para la campaña, estaba de guardia, de prevención, si
estaba enfermo? Aquel día, después de haber separado
dicha fuerza, deje a Peña, que estaba presente: -Usted
marcha y me contestó:
-No, señor; no marcho porque estoy enfermo.
-¿Qué tiene usted?
-Éstas ulceras.
Vi su pierna: nada tenía que le impidiese marchar.
Le dije:

26
Córdova gloria y asesinato del héroe

-Eso no es nada, marchará usted.


Me contestó con un tono insolente:
-No, señor, no marcho; hágame usted fusilar.
-Le dije:
-Lo haré fusilar a usted.
“Y eso debía haber hecho. Lo hice poner en un
cuarto pequeño, que estaba cerca de la prevención, con
centinela de vista no me acuerdo si reuní los oficiales
para imponerlos de la falta de aquel oficial, y que
quedaba suspenso o despuesto a su empleo; así debio
ser, ya que no lo había hecho pasar por las armas; creo
que en esta acusación en vez de culparme de violento,
debe ser de débil.
“2º.-La tentativa que hizo el General Córdova de
quitar la vida al capitán José María Cardenas en el sitio
del Salado”, respondo:
“Que aquí no hay acusación positiva. Que si yo
hubiese intentado quitar la vida a dicho capitán en
el Salado, nadie me lo hubiera impedido, porque allí
mandaba yo. Que yo debía haber hecho pasar por
las armas a dicho capitán cuando en la montaña de
Berruecos, retirándome del Juanambú, estrechamente
perseguido de los pastusos lo dejé emboscado, con un
regular piquete, para que luego que yo me adelantase
con la columna, y los enemigos se interpusiesen, él los
atacase por su retaguardia, de modo que volviendo yo,
cogiésemos algunos o los dispersásemos para que no
molestasen más, pues ya me habían matado un oficial
y tres soldados; pero aquel cobarde, indigno de llevar el
uniforme del ejército de la república, me dejo adelantar
como una cuadra, hace tirar unos pocos tiros a sus
soldados, y corre a alcanzarme; yo, que volvía creyendo
encontrarme con el enemigo en conflicto, me encuentro
con el indigno. Pregunto a los dignos militares: ¿no
debía haberlo hecho fusilar allí? No hice más que afearle
su conducta. Con respecto a la tentativa que tuve en el
Salado de quitarle la vida, para contestar permítaseme

27
Armando Barona Mesa

una disgresión: por lo regular los oficiales que aparecen


cobardes tienen bastantes conocimientos del mecanismo
de la organización de los cuerpos y compañías, y del
servicio diario y arreglo económico de la conservación
de las dichas maniobras, ejercicios, etc. y ya que no
sirven para combatir al menos sirven para conservar
el orden en sus compañías; pero el capitán Cárdenas, a
más de ser cobarde es un ignorante abandonado; no me
acuerdo por qué faltas de servicio me incomodé con él en
aquel campo, y como debía encontrarme muy prevenido
contra él por su mala comportación en todo, me acuerdo
que le dije cuanto un jefe indignado contra semejante
hombre podía decir, pues no había que tener ninguna
consideración; sin duda que le dije que merecía cuatro
balazos, porque los debió haber recibido en Berruecos.
“3º. Y el asesinato que de su orden y a su presencia
se ejecutó a bayonetazos en el sargento 1º. Carmen
Valdés, en la misma ciudad de Popayán”, respondo: Que
luego que llegué de Bogotá a Popayán, y tomé el mando
de las tropas que había allí,a las cuales pertenecía dicho
sargento, fui informado de la perversa conducta que
éste tenía y también me lo observó así el señor coronel
Ortega, intendente de aquel departamento; trato de
marchar para Pasto; me dice que estaba enfermo,
cuando estaba en formación, y por fin se queda;
marcho, y con trescientos hombres hago la campaña
que libertó a las provincias de Cauca, Antioquia y
Neiva de ser invadidas; por su puesto que todo ella
fue un conflicto. Regreso, después de dejar tranquilo el
valle del Patía hasta el Mayo, a tranquilizar a Popayán,
que se hallaba en apuros; encuentro allí al sargento
cuya fama como he dicho se aumentaba; él apaleaba
hoy a un paisano, mañana a una mujer, otro día a un
soldado, y no hay duda que yo, que no estaba tranquilo
con las circunstancias de mi campaña, no podía mirar
estas faltas con frialdad; una tarde se me aparece en
mi casa un asistente mío herido en un brazo, llorando,

28
Córdova gloria y asesinato del héroe

quejándose contra aquel sargento, quíen le había dado


de palos; yo me incomodé en sumo grado; lo mando
a buscar, no parece; a la oración salgo a la calle, y en
la esquina de la plaza lo encuentro, lo llamo, y al darle
un foetazo, como para defenderse levanta un palo que
tenía en su mano, me da en el brazo, y corre para una
calle en donde había una guardia; lo mandé parar, no
hace caso, grito a la guardia que lo aprenda, y que si se
resiste lo mate; la guardia lo saca de una casa en donde
se había metido, en la puerta trata de escaparse, y le
da unos bayonetazos, corre siempre, se mete en una
tienda, y allí fue muerto; esto se ha hecho de mi orden
y en mi presecia.
“Si esto puede acriminarse como una violencia, yo
convendré en ello ahora, que veo la república sin peligro
pero mi posición entonces no era así. Los enemigos
ponían en peligro la seguridad de un departamento;
mis arbitrios para sostener la disciplina estaban
reducidos a los medios de una entereza indomable y
de una firmeza que solo se apoyaba en la fuerza de
los soldados; el gobierno mismo parece que no tenía
a su arbitrio el triunfo de las leyes para salvar al país,
y que ahora en la calma quieren hacerse victoriosos
solo contra mí. Esto parece excusarme el no haber
mandado procesar y juzgar a aquel sargento. Si yo
hubiera permitido una desmoralización más completa
en la tropa y la de permitir que un sargento levantase
un palo contra mí, todavía me arrepentiría más que de
cualquiera otra falta de fórmulas. Mas tómese ahora
dicho acto abstractamente. Yo no lo encuentro aleve,
ni con el carácter de asesinato, y sin la más pequeña
consideración, júzguese con todo el rigor de la ley, y
senténciese; pero que este juicio se ejecute, como he
dicho al principio, por un tribunal digno de juzgar a los
generales del ejército de la república, no por el tribunal
que sentenció el 20 de agosto de 1824 la causa seguida al
teniente Peña; yo no recuso a este tribunal porque haya

29
Armando Barona Mesa

manifestado en su sentencia una animosidad contra mí,


sino porque los señores que lo compusieron parece que
absolutamente desconocen los principios que forman
la base de la disciplina militar: la subordinación; este
tribunal muy claramente hace presente en su sentencia
que el teniente Peña me ha desobedecido delante de las
tropas formadas, aunque cubren esta desobediencia con
una muy mala cobija; y pregunto: ¿Qué castigo señala la
ordenanza al soldado que así desobedece abiertamente?
Si no estoy ignorante, creo que la muerte en el acto; y
también he creído que un general comandante en jefe
puede, en circunstancias semejantes, ya que no hace
fusilar allí mismo al delincuente, deponerlo en el empleo
y hacerlo marchar con un fusil al hombro; sé muy bien
que esta facultad no se le concede por la ordenanza,
pero sí es admitida tácticamente encontrándose en
criticas circunstancias, o sucediendo casos como el de
que se me acusa; y ¿cómo han fallado esos señores
contra un general en favor de un subalterno acusado por
aquél, sin tomarle una declaración? ¿Qué fundamentos
han tomado en la causa que han examinado para decir
que yo intenté dar la muerte a un capitán? En la dicha
sentencia no se encuentra más que una inconsecuente,
indelicada y negra prevención contra mí; allí no se ha
tenido ninguna consideración, no diré a mis servicios,
porque por eminentes que sean los servicios que uno
haya prestado a su patria, jamás lo facultan para cometer
la más pequeña falta contra la sociedad; al contrario,
mientras más distinguido es por sus hechos, con más
gravedad se sonsideran sus atentados; diré que no se
ha tenido ninguna consideración a mi carácter público,
ninguna a la dignidad con que deben ser tratados los
generales de la república; por fin, allí parece que no hay
más que la intención de cortarme mi carrera. Un tribunal
que conozca sus deberes, su dignidad y que respete la
del gobierno y de sus agentes, no necesita más que
ver dicha sentencia para determinar por lo menos la
deposición de Peña y destierro del servicio militar.

30
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Concluyo, señor general, repitiendo la petición que


he hecho al principio, que se juzgue inmediatamente
dicha causa, que para ello no considero necesaria mi
presencia, pues mi defensa no es otra que la que he
dicho en este oficio, y que cualquier sentencia legal
que se dé, la cumpliré en el acto, aún hallándome a
dos mil leguas distante de ese país; la cumpliré porque
amo mucho a mi patria, porque he peleado doce años
por el restablecimiento de la ley, y ¿cómo por falta de
resignación por un instante perdería tanto tiempo de
trabajos tan nobles? -Dios guarde a S. E. señor general,
José María Córdova”.

Ya en este momento, Córdova no quería ir a Bogotá a enfrentar


el Consejo de Guerra. Presenta en el memorial la acusación y la
defensa en las diferentes causas de que lo estaban acusando. Y
se ha transcrito el documento a pesar de su extensión, porque
era la propia redacción del Héroe y su derecho a la defensa.
En el punto 3º habla del caso del sargento Valdez y -dice-
“que se juzgue inmediatamente dicha causa, que para ello que
no considero necesaria mi presencia, pues mi defensa no es otra
cosa que la que ha dicho en este oficio.” Alguien había influido
en su manera de pensar. Pero lo que sin duda alguna resalta,
es el temor de acudir y presentarse ante los jueces. Ese es un
transfondo del inconsciente que así lo dice.
Y en otra carta a Santander en que éste le comenta lo
relativo a la insurrección de José Antonio Páez, el propio Córdova
se expresa en estos términos aun de sí mismo:

“Hablemos ahora de otro criminal, de otro asesino,


de otro malvado, y qué se yo que más será, del indigno
general Córdova: ¡Qué ratos tan agradables me ha
proporcionado esa corte marcial y quien sabe quienes
más; pues, ese infame debe ser juzgado y aplicársele
la ley con rigor; pero que se examine su juicio con la
sensatez debida, sin tener por él ninguna consideración
a los pocos servicios que ha hecho a la nación; ¿No le
parece a usted esto muy bueno mi General? Pues le

31
Armando Barona Mesa

incluyo copia del oficio que por el correo pasado remití


al ministro de la Guerra, en el que me defiendo y pido
se me juzgue. Veré si el Vicepresidente de la República,
que tiene un inmenso celo porque jamás se atropellen
las leyes, la sociedad, permite que un general, habiendo
cometido un crimen se quede sin castigo; pero que si
no resulta delincuente, se le de una pública satisfacción,
para que no quede manchada la dignidad de los generales
de la República.
“En una carta que he escrito a usted anterior a ésta,
creo que me he expresado tocante a mi asunto con alguna
falta de respeto; creo que dije a usted cuando vení a
pedir pasaporte al General en Jefe, que quien me haría ir
del Perú si encontrándome delincuente yo no lo quería;
¿Quién? Mi honor, mi delicadeza, mi rango, mi carácter,
mis ideas, todo; si se me encontrara delincuente, si
esperara un castigo, marcharía siempre que no me
hubieran detinido ahora, a sujetarme ciegamente al
tribunal que el gobierno nombre para juzgarme; pero
yo espero de la amistad de usted, se lo suplico con todo
empeño, que manda inmediatamente juzgar esa causa,
se comunique al público y a mí la sentencia, que, como
he dicho, cualquiera que sea, cumpliré ciegamente. De
todos modos, si acaso ese gobierno necesita por ahora
de un mal soldado, espero que usted me mande a llamar.
Adios, mi General. Soy de usted verdadero amigo, J. M.
Córdova.179

Por supuesto Sucre, que está en dificultades al asumir


la presidencia de Bolívia que nunca cesaron, y en muchos
momentos fueron tormentosas, le aplaza el permiso de regreso
a Córdova con el asentimiento del Libertador, para mantenerlo
a su lado. Le toca entonces enfrentar en Cochabamba y en
Oruro las diferentes indisciplinas de la División Segunda, que
él comandó, e incluso las del levantisco comandante Domingo
Matute, además de otros actos violentos de los argentinos.

179
Carta del archivo del General Santander

32
Córdova gloria y asesinato del héroe

Hay una frase de Bolívar que enciende el temperamento


de Córdova, cuando aquel, en comunicación escrita con Sucre,
y ante la carga de presiones de la gente de Bogotá pidiendo
el juicio, el Libertador dice: “Tendría que perdonarlo porque
su causa estaba mala”. Córdova, que oye a Sucre leer la carta
-Ambos están en Chuquisaca-, expresa de modo inequívoco
su resolución de ir a Bogotá. No acepta perdones que suponen
culpabilidad. El viaje debe ser inmediato, como una cuestión de
honor ineludible para él.
Sucre ve la resolución de su amigo y subalterno Córdova, su
impulso irrefrenable hacia el regreso, y le escribe de inmediato
al Libertador:

“Chuquisaca, a 12 de octubre de 1826 – A. S. E.


el General Bolívar, etc., etc.,- Mi General… El General
Córdova me ha pedido anteayer permiso para irse
después que vió el artículo de la carta en que me dijo
que “tendría que perdonarlo porque su causa estaba
mala”, dijo que no quiere que le perdonen porque si es
culpable prefiere el castigo, y él está cierto de que ha
obrado bien. Le repuse que se iría pero yo lo necesitaba;
y que si sin embargo de mi exposición a U. sobre esto,
se le llamaba, entonces marcharía, pues que nunca
faltaría a la disposición del Gobierno de Colombia. Yo
no quisiera que en estas circunstancias se fuera, porque
aquí sirve bien, y allá iría a aumentar el número de los
descontentos y quejosos; y por más obediente que él
sea al Gobierno, nunca dejaría de afectarse del desaire
que han queriido hacerle. Yo creo que más ha habido
intención de los doctores de ultrajar a un General que
motivos para esta causa. Lo deduzco de sus solicitudes
para irse pues un culpable siempre teme. En fin él irá si
se le llama”.

Por su parte Córdova vuelve a escribir al general Santander


para expresarle, con la misma angustia y resolución, su decisión
de acudir a la cita, no obstante que al Ministro o Secretario de

33
Armando Barona Mesa

Guerra le ha dicho, como acaba de verse, que su presencia no


es necesaria y manda su alegato, que vimos. La nueva misiva al
Vicepresidente dice:

“Chuquisaca, diciembre 20 de 1826 – Excelentísimo


señor General Santander – Mi General: Contesto a su
apreciable carta fechada el 6 de septiembre con repecto
a mi degradante asunto; he escrito de oficio hace
algunos correos al señor General Secretario de Guerra,
pidiéndole que se juzgue mi causa por un Consejo de
Guerra y aquel oficio era mi defensa; espero que así
será, si no ha sido ya; en la inteligencia que yo no
serviré más a Colombia, ni a la Nueva Granada si no se
me juzga y se me castiga; o se me satisface según la
ley; es cosa muy graciosa: después que les he hecho
mil servicios en el Magdalena, Patía, Quito y Perú, dice
el Libertador (lo ha escrito así al General Sucre) que
tendrá que perdonarme! Que perdone a otros, yo no
quiero perdón, porque yo no sé perdonar a nadie; mi
genio no es para servir a medias; ¡qué cosa tan ridícula!
Juzgando al General que les ha dado la gloria en el
combate más importante de la revolución de América,
porque hizo pasar por las armas a un soldado de este o
de aquel modo!”

A pesar del conjunto de todos estos mensajes y episodios y la


urgencia que se había él mismo creado para el viaje a Colombia
a responder de las acusaciones, Córdova habría de ceder una vez
más a los requerimientos de Sucre, metido entonces -sin que su
ambición se lo pidiera- en una presidencia en tierra extraña, con
enemigos nativos y foráneos bravos y temibles por todos los
lados, incluso dentro de sus propias fuerzas.
Córdova aceptó quedarse aun un poco más. Se lo pedían
las personas que él más quería y acataba: Bolívar y Sucre. Pero
ya pasado el año 1826 y entrado el 27, el 11 de marzo, sin que
nada lo pudiera detener, partió en el largo viaje hacia Colombia,
pasando lentamente por Perú y Ecuador, como alguien que va a
entrar a una cueva de leones.

34
Córdova gloria y asesinato del héroe

31
EL VIAJE DE BOLÍVAR A BOGOTÁ Y A CARACAS. ENTREVISTA
CON PÁEZ

Este viaje de regreso de Bolívar sería un tanto abrumador.


El Libertador en verdad ha estado disfrutando de los halagos
mundanos de La Magdalena, pero varias preocupaciones, muy
serias, le perturban. No solo su diario vivir entre las intrigas
de una Lima cada vez más hostil, sino el cuadro revolucionario
de Venezuela, del que le informa detalladamente Santander, y
que muestra a un Páez ambicioso sin límite que ha levantado
las banderas de la lucha de clase con un odio feral contra
los mantuanos. Ha movilizado tropa en los llanos y él vuelve
demagógicamente a lucir el vestido campesino del llanero y
hasta amenaza el territorio de la antigua Nueva Granada.
La situación allí es demasiado candente y Bolívar cree que
solo su presencia y el manejo de la situación por sí mismo,
pudiera prevenir una larga guerra civil. Y hasta se habla de un
nuevo intento que haría España de reconquista, con la simpatía
de estos rebeldes revolucionarios. Así, pues, Bolívar debe viajar
y romper el hechizo del Perú.
En la madrugada del 3 de septiembre de 1826, en la compañía
de Manuela y de varias otras damas, en La Magdalena, le están
haciendo una fiesta de despedida al Libertador. Es una fiesta
ruidosa y sensual a la que se agrega el ingrediente sentimental
de la ausencia inmediata.

35
Armando Barona Mesa

Veamos cómo describe el escritor ecuatoriano180 Alfonso


Rumazo González, al que hemos citado varias veces, la partida
de Bolívar de Lima:

“La noche del 3 de septiembre, noche luminosa,


espléndida, tibia, acariciada por una tenue brisa marina,
se bailó en la Magdalena con desacostumbrado ardor. La
música y los licores no cesaban de urgir a los asistentes
hacia la plenitud de las exultaciones. Sólo Manuela y
quizás algunos de los generales sabían que esa noche
era la última de permanencia de Bolívar en el Perú. No
volvería jamás. Su obra había terminado y era preciso
abandonarla a su suerte, a la suerte de su ingratitud.
Ya no se quejarían más con su presencia; ya no le
dirían nunca más (el zambo), como solían hacerlo en
los salones, en las calles y en los campos. Había pasado
ya la media noche y comenzaba casi a anunciarse la
aurora, cuando informó a todos que iba a partir en esos
mismos momentos. El bergatín (Congreso) le guardaba
para conducirlo a Guayaquil. Las damas le rodearon
para exigirle que no se marchase. Él, ya caballero en su
tradicional caballo blanco, les dijo: “Cuando la beldad
habla, qué pecho puede reisitir. Yo he sido el soldado
de la beldad, porque he combatido por la Libertad
que es bella hechicera y lleva la dicha al seno de la
hermosura donde se abrigan las flores de la vida. Pero,
mi patria…¡ah señoras…!” No pudo continuar; una de
esas lágrimas que más de una ocasión se le subieron
hasta los párpados, sin caer al exterior, le impidieron
seguir las frases de despedida que, elegantemente,
había comenzado. Los cascos del bruto sonaron en el
patio, al golpe de los espolines; le acompañaron los
edecanes. Manuela se quedó temblando, sola con su
soledad, con una admirable serenidad exterior que

Alfonso Rumazo, autor de “Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador”,


180

que hemos citado varias veces

36
Córdova gloria y asesinato del héroe

exigía que se continuara atendiendo a las señoras hasta


que se marcharan. Y se marchó también ella, para no
volver a la famosa quinta sino a recoger los documentos
y objetos que había de custodiar”.

Es bien conocida la descripción que hace el escritor francés


Boussingault en sus memorias, y que cita Pilar Moreno de Ángel
181
, de Manuelita Sáenz en aquella época:

“Manuelita no confesaba su edad. Cuando la conocí


representaba veintinueve a treinta años; estaba en
todo el esplendor de su belleza irregular: linda mujer,
gordita, ojos oscuros, mirada indecisa, tez rosada de
fondo blanco, cabellos negros.
“En cuando a su continente, nada tan fugaz e
inapren­sible: a veces era una gran señora, a veces
una ñapanga; bailaba con igual gracia un minué o la
cachucha.
“Su conversación no era propiamente interesante
cuando se apartaba de las fiorituras galantes; era dada
a la burla pero sin sutileza. Ceceaba ligeramente, con
intención, como suelen hacerlo las mujeres del Ecuador.
Poseía un encanto secreto para hacerse adorar.”

Pero hay algo que se escapa a tan afortunada descripción:


la pasión que le salía de todas las partes del cuerpo, de su risa
suelta y el movimiento rítmico y naturalmente seductor. O el
odio en la mirada cuando odiaba sin disimulos.
Bolívar sale del Callao el 4 de septiembre de 1826. Su
ausencia de Lima desata todos los resentimientos y ambiciones de
personajes como los generales Andrés de Santa Cruz, José Lamar
y Manuel Lorenzo de Vidaurre entre otros. Esas convulsiones y
sacudimientos, que venían de antes, toman cuerpo sin disfraz en
esos momentos. Córdova será testigo de tales hechos y escribirá
unos días después una extensa carta desde Quito al Libertador,

181
José María Córdova, autora citada

37
Armando Barona Mesa

para entonces en Bogotá, en la que narra con un gran sentido


histórico aquellas jornadas. Adelante veremos este importante
documento.
Cuando Bolívar abandona Lima, ya ha hecho aprobar, en
su condición de Dictador de ese país, la Constitución Vitalicia,
derivada de la boliviana, ambas conservadoras y elaboradas
por el propio Libertador, en medio de las inconformidades y
conspiraciones que su conducta había desatado. Tenía adquirido
el compromiso de ir a encontrarse con Páez en Caracas, de
quien había recibido un mensaje de adulación en el que el León
de Apure -que ya había dado un golpe de estado y asumido el
poder en Venezuela y próximo a separarse de la Gran Colombia-
le proponía erigirse en monarca de los países liberados por su
espada, al estilo de Napoleón.
Por el hecho de que prendió la mecha en gran parte de la
opinión pública la idea de que Bolívar deseaba una corona, vale
la pena leer la carta de respuesta que éste le da al mensaje de
Páez, no obstante lo cual los enemigos crecientes del Libertador
siguieron haciendo circular la especie dañina del trono. Veamos
la carta, enviada cuando aun se encontraba en Lima:182

“He recibido la muy importante carta de usted del


1º. de octubre del año pasado, que me mandó usted por
medio del señor Guzmán183, a quien he visto y oído no
sin sorpresa, pues su misión, es extraordinaria. Usted
me dice que la situación de Colombia es muy semejante
a la de Francia cuando Napoleón se encontraba en
Egipto y que yo debo decir con él: “Los intrigantes
van a perder la patria, vamos a salvarla”. A la verdad,
casi toda la carta de usted está escrita por el buril de
la verdad, más no basta la verdad sola para que un
plan logre su efecto. Usted no ha juzgado, me parece,
bastante imparcialmente el estado de las cosas y de

182
Carta de Bolívar al general José Antonio Páez, fechada en la quinta La
Magdalena, Lima, del 6 de marzo de 1826.
183
Era un enviado especial de Páez para conducir el mensaje y hablar con el
Libertador.

38
Córdova gloria y asesinato del héroe

los hombres. Ni Colombia es Francia ni yo Napoleón.


En Francia se piensa mucho y se sabe todavía más, la
populación es homogénea, y además la guerra la ponía
al borde del precipicio. No. No había otra república tan
grande que la francesa y la Francia había sido siempre
un reino. El gobierno republicano se había desacreditado
y abatido hasta entrar en un abismo de exacreación.
Los monstruos que dirigían a Francia eran igualmente
crueles e ineptos. Napoleón era grande y único, y además
sumamente ambicioso. Aquí no hay nada de esto. Yo
no soy Napoleón ni quiero serlo, tampoco quiero imitar
a César; menos aún a Iturbide . Tales ejemplos me
parecen indignos de mi gloria. El título de Libertador es
superior a todos los que ha recibido el orgullo humano.
Por tanto, es imposible agradecerlo. Por otra parte,
nuestra populación no es de franceses en nada, nada,
nada. La República ha levantado el país a la gloria y a
la prosperidad, dando leyes y libertad. Los Magistrados
de Colombia no son ni Robespierre ni Marat. El peligro
ha cesado cuando las esperanzas empiezan; por lo
mismo, nada urge para tal medida. Son repúblicas las
que rodean a Colombia, y Colombia jamás ha sido un
reino. Un trono espantaría tanto por su altura como
por su brillo. La igualdad sería rota y los colores verían
perdidos todos sus derechos por una nueva aristocracia.
En fin, amigo, yo no puedo persuadirme de que tal
proyecto que me ha comunicado Guzmán sea sensato,
y creo también que los que ha sugerido son hombres
de aquellos que elevaron a Napoleón y a Iturbide para
gozar de su prosperidad y abandonarlos en el peligro;
o si la buena fe los ha guiado, crea usted que son unos
aturdidos o partidiarios de opiniones exageradas bajo
cualquier forma o principios que sean. Diré a usted con
toda franqueza que este proyecto no conviene ni a usted
ni a mí, ni al país. Sin embargo, creo que el próximo
período señalado para la reforma de la Constitución, se
pueden hacer a ella notables mutaciones en favor de los
buenos principios conservadores y sin violar una de las

39
Armando Barona Mesa

reglas más repúblicanas. Yo enviaré a usted un proyecto


de Constitución que he formado para la República de
Bolivia; en el que se encuentran reunidas todas las
garantías de permanencia y de libertad, de igualdad y
de orden. Si usted y sus amigos quisieran ayudar este
proyecto, sería muy conveniente que se escribiese
sobre él y se recomendase a la opinión del pueblo. Este
es el servicio que podemos hacer a la patria; servicio
que será admirado por todos los partidos que no sean
exagerados, o, por mejor decir, que quiera la verdadera
libertad con la verdadera estabilidad. Por lo demás, yo
no aconsejo a usted que haga para sí lo que no quiere
para mí, mas si el pueblo lo quiere y usted acepta el
voto nacional, mi espada y mi autoridad se emplearán
con infinito gozo en sostener y defender los decretos de
la soberanía popular. Esta protesta es tan sincera como
el corazón de su invariable amigo.”

Al leer este documento pareciera no quedar duda acerca de


que, primero se expresa como un líder conservador y segundo del
rechazo que vehementemente hizo el Libertador de la inclinación
de algunos de sus amigos o seguidores para que se coronara, y
a los cuales, con conocimiento de causa, llama él “hombres de
aquellos que elevaron a Napoleón y a Iturbide184 para gozar de
su prosperidad y abandonarlos en el peligro”.

Son muchos otros los documentos en los que el Libertador


rechazó la idea del trono y ofreció su espada para derrocar al
primero que se coronase. Pero no obstante, como lo iremos
viendo en esta obra, cayó en la idea de la dictadura vitalicia de
la Constitución boliviana y del Perú, a pesar de que bien conocía
la historia de aquel dictador haitiano, Petion, quien se hizo
proclamar Presidente vitalicio con el mal resultado que vimos
atrás.

184
Agustín Iturbide, el mexicano que cedió a la tentación de hacerse coronar
y la pagó cara.

40
Córdova gloria y asesinato del héroe

Claro está que en el año 26, cuando recibe la carta de Páez,


todavía Bolívar estaba engolosinado con lo que las gentes llaman
las mieles del poder y la gloria. Y a pesar del pensamiento lúcido
y el análisis histórico tan acertado que hace, de todas maneras
le funciona la idea de la dictadura vitalicia con un pensamiento
marcadamente conservador. Todavía eran los meses de La
Magda­lena.
Para esos momentos de la historia, había surgido el inevitable
choque y rivalidad entre los civiles cultos, casi todos como se hizo
ver antes, abogados y políticos, y los militares que se sentían
dueños de la libertad conquistada por sus espadas. Y al lado de
éstos, han surgido otros que son los intrigantes y calculadores,
precisamente aquellos de los que hablaba Bolívar con cierto
desprecio en su carta de respuesta a Páez, que halagaban al
héroe mostrándole como el demonio a Jesús en el retiro del
ayuno, todo lo que podía alcanzarse con el poder.
Uno de tales personajes fue un diplomático de Caracas,
conocedor de la historia e inteligente consejero, que fue el que le
sopló a Páez la idea de proponer al Libertador que se convirtiera
en un Napoleón americano. Se trataba de don Antonio Leocadio
Guzmán, quien incluso viajó hasta Lima con su catálogo de
sueños y la carta de Páez, a proponérselos directamente, en
el que se creía era el momento cenital de su gloria, al propio
Bolívar.
Desde luego que éste era un conocedor a fondo de la historia
y de los hombres y por lo mismo rechaza con sus palabras
iluminadas, como acaba de verse, la corona propuesta. Pero se
afianza en la idea, ya en ejecución, de lograr una integración ad
vitam del poder ejecutivo, incluso del Senado, como aparece en la
Constitución de Bolívia y en la misma que ha impuesto en el Perú.
Mas la peregrina idea de la corona del doctor Leocadio
Guzmán, a pesar del rechazo cortante del Libertador, de todas
maneras dejó cabalgando en las mentes contrarias a Bolívar y
aun en este como lo habremos de ver adelante, la percepción de
su ambición a coronarse, que fue fatal para el resto de su política
y de su vida en todos los países que su esfuerzo y sacrificio había
liberado.

41
Armando Barona Mesa

Leamos lo que acertadamente anota Roberto Botero Salda­


rriaga185 sobre este tema vital:

“Santander había logrado un magnífico éxito diplo­


mático con el reconocimiento por la Gran Bretaña de la
emancipación de Colombia, y se preparaba para abrir
pacíficamente las sesiones ordinarias del Congreso de
1826, marcando así la plenitud de la vida civil en el país.
Mas por esos días el general Páez delega ante el
Libertador, con la proposición de ceñirse una corona real,
al hábil, inteligente y diplomático don Antonio Leocadio
Guzmán; esos planes de monarquía no eran originales
del llanero de Apure; él inconsciente, obedecía a una
más alta maquinación y prestaba su adhesión a ella.
“En efecto, Guzmán partió para el Perú; y es bien
sabido que si Bolívar rechazó la propuesta, en cambio
el hábil delegado consiguió que se le diera el modelo de
una acta de dictadura para el Libertador que deberían
firmar en distintos puntos de Colombia, y un ejemplar
de la Constitución Boliviana que haría conocer, y solicitar
adhesiones para ella.
“Guzmán en su viaje de regreso tocó desde luego
en Guayaquil y el Intendente Mosquera186, intrigante y
cortesano, promovió la junta que firmara el acta traída
y presentada por Guzmán, desconociendo al gobierno
constitucional de Colombia, el 28 de agosto de 1826.
“Fue este el primer golpe revolucionario que
iniciara la serie de turbulencias en el país para llevar
a la dictadura plenísima al Libertador, destruyendo el
hermoso edificio constitucional y legal que Santander
tan hábil como pacientemente había levantado.
“Guzmán, provisto de cartas autógrafas de Bolívar
para los Generales Carreño, Páez, Urdaneta, Padilla,
Florez y el Intendente de Caracas Mendoza, continúa su
viaje de Guayaquíl a Panamá, pretendiendo con admirable
impavidez y serenidad el fuego que debería abrazar a la
República. Esas cartas contienen un mismo plan: contra

42
Córdova gloria y asesinato del héroe

expresa disposición de la Constitución de Cúcuta se


necesita la inmediata reunión de una Convención que la
reforme e invista de la plena dictadura a Bolívar.
“Y una tras otra las actas de Panamá, Cartagena,
Caracas y demás poblaciones por donde pasa Guzmán,
son firmadas y expedidas al Libertador, con cartas de
información de este habilidísimo emisario cuyo lenguaje
hubiera hecho las delicias del Príncipe, de Maquiavelo”.

O sea que, mientras el gran general Córdova tomaba su


morral rumbo a Bogotá, pasando por Lima en la que por supuesto
ya no está Bolívar y se ha producido un golpe de estado. Asiste al
desmoronamiento de la autoridad de éste, quien, como también
se ha visto, se había arrogado el título de presidente vitalicio del
Perú. Y como si esto fuera poco, asiste allí Córdova al espectáculo
de ver cómo se preparaba una guerra ofensiva contra Colombia
en busca de arrebatar territorios del Ecuador y anexar Guayaquil
al mapa peruano. Así lo expresa éste de modo dramático en la
carta anunciada que ya pronto vamos a ver.
Pero antes sigamos el curso de algunos aspectos de la
llegada de Bolívar a Bogotá en noviembre 14 de 1826. Todos
los civiles están alertas por su presencia, que será definitiva, y
tiemblan de pensar que, a pesar de que la Carta de Cúcuta de
1821 prohíbe modificaciones de la misma antes de diez años,
fuere cambiada como la del Perú, estableciendo la presidencia
vitalicia. Precisamente las actas que portaba y entregaba en las
juntas el diplomático venezolano Leocadio Guzmán, entregadas
por el propio Libertador, son una especie de referendo en favor
de que se convoque, contra el mandato constitucional vigente,
una nueva convención que modifique la Constitución vigente
desde el año 1821.
Empero, Bolívar ya en Bogotá garantizó a los bogotanos
que por ahora no iría a cambiar la Constitución sino que usaría
lo dispuesto por el artículo 128 de la misma carta del 21, una
especie de antecedente del que fue el nefando artículo 121 de
la Constitución de Núñez, que dejó tan amargos recuerdos a los
colombianos.

43
Armando Barona Mesa

Concurre en la capital como una circunstancia adicional, el


desprestigio, que en ese momento crece, del general Santander
con el escándalo del despilfarro del empréstito de los ingleses,
que los amigos de éste habían dilapidado. Y, como si fuera poco,
la amistad entre Bolívar y Santander había ido desapareciendo
hasta el punto de que el epistolario entre los dos grandes hombres
se había degradado tanto que, con muestras iracundas, Bolívar
le había prohibido al Vicepresidente que le escribiera más.
Antes de llegar a Bogotá, Bolívar había sido recibido en
Tocaima con gran regocijo de banderas, murgas y arcos triunfales,
que después se repetirían en la capital, en una tarde lluviosa y
con la presencia del General Santander, encargado del poder
ejecutivo, su gabinete, el cuerpo diplomático, las autoridades
civiles y la jerarquía eclesiástica. Era noviembre.
Pocos días estuvo Bolívar en esta ciudad helada, habiéndose
hospedado en la hermosa Quinta que le había obsequidado
el Congreso. Hubo atenciones y banquetes, el primero de
los cuales fue en Palacio, ofrecido por el general Santander
todavía encargado del poder ejecutivo. Las otras ofrecidas por
diplomáticos y por Bolívar en la propia Quinta, con bailes elegantes
que tanto gustaban a la parte cortesana del Libertador. Ahora, en
relación con la asunción de la dictadura que se temía, él mismo
anuncia que al regresar de Caracas la asumirá mediante un
decreto previsto en la Carta de Cúcuta que le entrega facultades
extraordinarias para circunstancias especiales como cuando
ocurre una gran alteración del orden público.
En estos diez días placenteros que pasó en Bogotá sin tomar
las riendas del poder y sin que hubiere expresado de modo directo
más de lo que se ha comentado, prepara su viaje vital a Caracas,
que bajo las bravuconadas de Páez se ha separado de Colombia.
Páez, como se vio páginas atrás, siempre fue díscolo y desleal
con el propio Libertador. Páez resbaladizo y sinuoso, cuando
Santander y el Congreso lo citan públicamente a juicio por esos
movimientos de deslealtad y traición en Venezuela, inicialmente
acepta con cierta humildad y hasta le envía una carta de humor
al vicepresidente en la que le pide que le ayude a conseguir una
modesta pensión en Bogotá para afrontar el proceso; pero unos

44
Córdova gloria y asesinato del héroe

días después da el golpe abiertamente y se proclama, con apoyo


de un batallón que tiene en Valencia, el mandatario de toda
Venezuela.
Bolívar llega primero a Maracaibo, de donde pasó a Coro. Y
en Coro se encuentra con una proclama de José Antonio Páez que
circula por todos los sitios. Veamos cómo cuenta estos sucesos
el general e historiador de la época Joaquín Posada Gutiérrez187:

“Llegado el Libertador a Maracaibo, pasó a Coro


inmediatamente, y se encontró allí con una proclama del
general Páez en que no se le reconocía como autoridad,
y en que se decía iba como ciudadano ilustre; y añadía
Páez: “”Él viene para nuestra dicha, no para destruir la
autoridad civil y militar que he recibido de los pueblos,
sino para ayudarnos con sus consejos, con su sabiduría
y consumada experiencia, a perfeccionar la obra de las
reformas”.
“El Libertador se irritó sobre manera con la lectura
de este documento, en que terminantemente se desco­
nocía su autoridad, y escribió al general Páez una larga y
bellísima carta, de la que transcribiré algunos párrafos:
““Yo me estremezco cuando pienso -le escribe Bolívar
a Páez-, y siempre estoy pensando, en la horrorosa
calamidad que amaga a Colombia. Veo destruída nuestra
obra, y las maldiciones de los siglos caer sobre nuestras
cabezas como autores perversos de tan lamentables
mutaciones.””
“Muchas veces manifestó después el Libertador ideas
como esta, que indicaban arrepentimiento por haber
dado la independencia a estos países. Yo también he
dudado, yo también he pensado en si no habrá sido un
paso prematuro para el que no estábamos preparados.
Pero no: la independencia es una grande adquisición,
a pesar de los desastres que nuestras locuras atraen
casi periódicamente sobre la patria: solo la extinción

187
Autor citado, Memorias Histórico Políticas, Tomo I, Edit. Bedout-

45
Armando Barona Mesa

de la esclavitud es un bien tan estimable, que basta a


compensar los males que sufrimos y que podamos sufrir
todavía.
“”La proclama de usted -continuaba el Libertador-
dice que vengo como ciudadano. ¿Y qué podré yo hacer
como ciudadano? ¿Cómo podré yo apartarme de los
deberes de magistrado? ¿Quien ha disuelto a Colombia
con respecto a mí, y con respecto a las leyes? El voto
nacional ha sido uno solo: Reformas y Bolívar. Nadie
me ha recusado; nadie me ha degradado: ¿quien, pues,
me arrancará las riendas del mando? ¿Los amigos de
usted? ¿Usted mismo? La infamia sería mil veces más
grande por la ingratitud que por la traición. No lo
puedo creer. Jamás concebiré que usted lleve hasta ese
punto la ambición de sus amigos y la ignominia de su
nombre. No es posible, General, que usted me quiera
ver humillado por causa de una banda de tránsfugas
que nunca hemos visto en los combates. No pretenda
usted deshonrar a Caracas haciéndola aparecer como el
padrón de la infamia y el ludibrio de la ingratitud misma.
¡Qué no me deben todos en Venezuela! ¿Hasta usted no
me debe la existencia?”

Es admirable ver el gesto del Libertador en esta carta que,


con su sola lectura en solitario sirvió para que el inescrupuloso
llanero comprendiera, primero la grandeza del hombre que
había creado toda la epopeya, de la que él, Páez, era una parte
pequeña siendo el gran cerebro el del caraqueño.
Y se echó para atrás sin sonrojarse por su actitud separatista,
mientras aceptaba de nuevo el ideal de la Gran Colombia, el
gobierno de Su Excelencia y la posibilidad de que se convocara
una nueva Convención que reformara sustancialmente la Carta
del 21 de la Villa del Rosario, para darle el vuelco constitucional
hacia la presidencia vitalicia y la Dictadura, que había venido
pregonando el venezolano Antonio Leocadio Guzmán. Entre
tanto ambos llegaban a Puerto Cabello donde se saludaron con
un gran abrazo.

46
Córdova gloria y asesinato del héroe

Se restablecía así la República de Colombia con toda la


autoridad creada por la Constitución y la Presidencia de Bolívar,
pero se favorecía la gran reforma de la Carta, que ésta misma
prohibía por diez años. Esa la razón poderosísima para que
Bolívar proclamara en Caracas, como vamos a verlo, que Páez
había salvado la república de sus enemigos. Esos enemigos -por
cierto- eran, sin duda alguna, Santander y los defensores de la
institucionalidad.
La visita a Venezuela duró diez días, descontando los del viaje,
que también fueron otros diez. Como se dijo, los dos hombres se
reunieron primero en Puerto Cabello y de allí pasaron a Caracas
donde le hicieron a Bolívar un recibimiento apoteósico. El pueblo
de fiesta volcado a la calle, las fanfarrias, los arcos triunfales y la
alegría desbordante, similar a otro recibimiento que se le había
tributado allí mismo en 1812. El héroe del delirio público era
Bolívar. Páez solo tenía el privilegio de estar a su lado.
Pero ya para ese entonces, los días de la que se conoce
como la Gran Colombia, estaban contados.
No obstante que nada logró conseguir Bolívar con la sola
palabra de ese Páez intransigente, solapado y sin ningún
escrúpulo, no tuvo inconveniente en declarar una amnistía
para los que rompieron el orden constitucional, cosa que hizo
mediante decreto en Puerto Cabello, y en Caracas pronunció la
siguiente proclama:

“Ayer el general Páez ha salvado a la República y


le ha dado una vida nueva. Reuniendo las reliquias de
Colombia, el general conservó la tabla de la patria, que
había naufragado por los desastres de la guerra, por
las convulsiones de la naturaleza y por las divisiones
intestinas; y en cien combates ha expuesto su vida
valerosamente por libertar al pueblo, que reasumiendo
la soberanía ha dado sus leyes fundamentales. Estas son
las leyes ofendidas: este es el pueblo que le debe gratitud
y admiración. Hoy nos ha dado la paz doméstica. Vamos
con Escipión a dar gracias al cielo por haber destruido
los enemigos de la República, en lugar de oír quejas y

47
Armando Barona Mesa

lamentos. En este día solo debe hablar la voz del gozo y


el sentimiento de la generosidad.
“El general Páez, lejos de ser culpable, es el salvador
de la patria. Así que no habiendo culpados en Venezuela
por la causa de las reformas, según el decreto de 1º de
enero, sería una violación de aquella ley sagrada el abrir
un juicio cualquiera.” 188

Este pronunciamiento del Libertador trajo complicaciones,


sobre todo en la antigua Nueva Granada. Nadie en Bogotá ha
olvidado que cuando todo esto comenzó y Páez da el golpe de
estado en Venezuela, Santander y el Congreso le iniciaron un
juicio que se adelantaría, según las voces de la Constitución, en
Bogotá que era la capital de Colombia. De ese proceso se burló
Páez; y ahora Bolívar pasa igualmente por encima de él y eleva
a Páez como salvador de la patria, provocando por supuesto la
inmensa molestia de Santander y de los miembros del Congreso.
En realidad lo que ocurría en la siquis de Bolívar era la gratitud
con Páez por haber éste acepado las poderosas razones de su
carta y el reconocimiento una vez más de su autoridad.
Desde Maracaibo Bolívar la escribe esta diciente carta a
Santander:

“Mi querido general: desde Maracaibo no he escrito


a usted porque estaba en marcha a esta plaza, a donde
llegué ahora tres días. La encontré en guerra abierta
con Valencia; tuve noticias del estado de Occidente
y de Oriente de Venezuela, donde ya se combatía, y
últimamente vino el general Silva a darme noticias
del llano, que ya ardía. Los tres días que llevo en esta
plaza los he empleado en comunicaciones con el general
Paéz, que, al fin, ha mandado reconocer mi autoridad
como Presidente de la República en todo el territorio de
Venezuela, y él mismo se somete a ella bajo el título
de jefe superior, que no tendrá otras atribuciones que

188
Cita de Manuel José Restrepo, Historia de la Revolución Colombiana.

48
Córdova gloria y asesinato del héroe

las que le son concedidas a este destino. Por mi parte,


no he podido menos que dar el decreto que usted verá;
él evita la guerra civil que devoraba ya a Venezuela y
calmando el furor de los partidos, es un triunfo para
la patria y también para la República. No puede usted
imaginarse, mi querido general, la fermenteción en que
se hallan todos los partidos en Venezuela, y la serie
de males que tenía por delante era tan terrible como
dilatada: dentro de poco no hubiéramos encontrado
sino escombros anegados en sangre. En fin, mi querido
general, la guerra civil está evitada; mi autoridad, que
es perteneciente a la República, reconocida; ¿y puede
desearse un triunfo más completo? De otro modo, cada
pueblo habría sido un escombro o un sepulcro”.

Sea oportuno recordar que las relaciones entre Santander


y Bolívar habían entrado en un proceso de franca decadencia,
cuando el Congreso de Bogotá le demoraba a éste los auxilios
que pedía, y por supuesto cuando Bolívar se había convertido
por mandato del congreso del Perú en jefe de estado de ese país
extranjero, siendo así que en esa condición, no podía mandar
tropas colombianas, según aquella Constitución del año 21,
cosa que Santander le recuerda -como se ha visto atrás- para
ofuscamiento de quien fuera su amigo y protector.
Y cuando se produce, ya Bolívar de viaje, la rebelión del
coronel José Bustamante en la División Tercera en Lima, de la
que habla con toda objetividad Córdova en la carta que hemos
anunciado y la que da pie para el golpe de estado en Perú de
Santa Cruz y Manuel de Vidaurre, el Libertador vuelve a elevar
su cólera por haber extendido Santander, en cierta manera,
un aval a José Bustamante; y es entonces cuando, cargado de
ira, le hace saber al entonces vicepresidente que no desea más
correspondencia con él. Fueron esos momentos muy ardientes.
La historiadora Pilar Moreno de Ángel189 comenta sobre el
tema:

189
Pilar Moreno de Ángel, Córdova, tomo II, Instituto Colombiano de Cultura.

49
Armando Barona Mesa

“Los bogotanos sabían que una de las bases sobre las


cuales descansaba el poder del Libertador era, según el
historiador José Manuel Restrepo, la fidelidad y respaldo
sin condiciones que siempre le había prestado la tercera
división colombiana. Ahora, cuando la insurrección
se había apoderado de esta fuerza, era lógico pensar
que había surgido la oportunidad política de derrocar a
Bolívar.
“Santander no conocía a Bustamante, y para saber
quién era, debió recurrir a los archivos militares. Le
escribió un oficio donde aparentemente le censuraba
su conducta revoltosa, pero en el fondo aprobaba las
razones de la insurrección contra el general Lara. Cuando
Bolívar se entero de la opinión de Santander montó en
cólera, tal como lo expresó a Soublette:
““Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud
de Santander, le he escrito hoy que no me escriba
más porque no quiero responderle ni darle el título de
amigo.””
“Sin embargo, la mente jurista de Santander no podía
explicarse cómo al mismo tiempo y por similares hechos
se perdonaba, alababa y premiaba a Páez, mientras
que, por el contrario se imputaba al vicepresidente la
responsabilidad.”

Santander, con un estilo elegante y asumiendo el papel de


víctima, escribió en respuesta al Libertador:

“No puedo menos que agradecer a Ud. mucho su


carta del 19 de marzo, en que se sirve expresarme que
le ahorre la molestia de recibir mis cartas, y que ya
no me llamará su amigo. Vale más un desengaño, por
cruel que sea, que una perniciosa incertidumbre, y es
cabalmente por esto por lo que estimo su declaración.
“No me ha sorprendido su carta, porque hace más de
un año que mis encarnizados enemigos están trabajando
por separarme del corazón de usted; ya lo han logrado;
ya podrán cantar su triunfo. Mi conciencia, sin embargo,

50
Córdova gloria y asesinato del héroe

está perfectamente tranquila; nada me remuerde de


que haya faltado en un ápice a la bondadosa amistad de
usted; por el contrario; estoy persuadido de que en las
delicadísimas circunstancias de que he estado rodeado,
he sido fiel a mis deberes, y fiel a la amistad de usted, y
siempre celoso defensor de su reputación.
“No escribiré más a usted, y en este silencio a
que me condena la suerte, resignado a todo espero
que en la calma de las pasiones, que son las que
han contribuído a desfigurar las cosas, usted ha de
desengañarse completamente de que ni he sido pérfido,
ni inconsecuente. Gané la amistad de usted sin bajezas,
y sólo por una conducta franca, íntegra y desinteresada;
la he perdido por chismes y calumnias fulminadas entre el
ruido de los partidos y las rivalidades; quizá le recobraré
por un desengaño a que la justicia de usted no podrá
resistirse. Entre tanto, sufriré este último golpe con la
serenidad que inspira la inocencia.
“Debo sentir el más vivo pesar al verme defraudado
del título de amigo que he sabido cultivar en una
larga serie de pruebas y de hechos irrefragables que
ninguno otro ha tenido ocasión de darle. Nueve años
de estar contribuyendo de cuantos modos me ha sido
dable al incremento de su gloria y al brillante éxito
de sus empresas patrióticas, como que merecían otro
desenlace. Y Cuando eran muy señalados sus amigos, y
cuando los sucesos no habían borrado en sus enemigos
la ojeriza con que le miraban, yo era fiel amigo de usted y
el más sumiso y obediente de los que estaban bajo sus
órdenes. Yo, obedeciendo a usted cerca de su persona
o lejos de su presencia, con tropas a mis órdenes lo
mismo que sin ellas, en el primer asiento de Colombia
como en el último, constantemente sometí mi voluntad
a la de usted y me porté con lealtad y honradez. Yo…
pero, ¿para qué me empeño en recordar unos hechos
harto notorios, si la sentencia está pronunciada y he de
sufrirla. Francisco de Paula Santander”.

51
Armando Barona Mesa

La misma historiadora Pilar Moreno de Ángel190 describe


así el ambiente que se vivía en Lima y el Perú cuando sucede el
motín de Bustamante:

“La situación que se vivía en el Perú era por demás


complicada. Derrotados los españoles, el país tenía
que soportar y mantener la tercera división colombiana
comandada por el general Jacinto Lara y, además, había
aceptado votar la impopular Constitución boliviana como
norma suprema de su sistema de gobierno. El ocio de
las tropas colombianas acostumbradas a la acción, la
ausencia de Bolívar que había partido hacía Colombia
tres meses antes, y las publicaciones hechas en los
periódicos de Bogotá que venían defendiendo con calor
y pasión el uso de medios revolucionarios para proteger
las libertades y la Constitución vigente, a más de que en
Lima el edecán del Libertador, coronel Diego Ibarra, y en
Quito el coronel José Gabriel Pérez venían sosteniendo
públicamente la tesis de que “don Simón se coronará”,
fueron las causas de la insurrección, según Córdova.
“Había nacido y se fomentaba en el Perú el senti­
miento anticolombiano, que fue muy hábilmente explo­
tado por los dirigentes peruanos, especialmente por
el presidente del consejo de gobierno, general Andrés
de Santa Cruz (a quien Bolívar al salir había dejado
encargado como presidente del Consejo de Gobierno), el
sacerdote Francisco Javier de Luna Pizarro y el presidente
de la Suprema Corte de Justicia, Manuel de Vidaurre,
quienes incitaron a la rebelión a las tropas colombianas.
Se pretendió y se obtuvieron dos objetivos: salir de las
fuerzas armadas extranjeras y abolir la Constitución
Colombiana.
“Todo estaba maduro para la insurrección: el 26 de
enero de 1827 estalló el motín en la tercera división
colombiana, encabezado por el primer comandante

190
Pilar Moreno de Ángel, Córdova, tomo 2, Instituto Colombiano de Cultura.

52
Córdova gloria y asesinato del héroe

José Bustamante. Cuatro batallones y un escuadrón de


caballería tomaron parte en el movimiento arrestando,
mientras se encontraban durmiendo, a los más altos
jefes de la división, entre otros a los generales Jacinto
Lara y Arturo Sanders, quienes con dieciséis oficiales
más fueron conducidos prisioneros al castillo del Callao
y embarcados, debidamente custodiados, en el begatín
Blucher, hacía el puerto de Buenaventura”.

Por su fuerza histórica determinante de otros acontecimientos


insalvables, veamos aun más y de una manera muy objetiva, al
escrupuloso y veraz Don Salvador de Madariaga, quien cuenta la
revolución de Bustamante de modo directo así191:

“En la madrugada del 26 de enero de 1827, Pando,


a la sazón encargado del gobierno peruano, llegaba al
Palacio y no pudo entrar por negarle acceso la guardia.
El Presidente Santa Cruz, se hallaba en Chorrillos
“enfermo”. Las bayonetas sobre las cuales el gobierno
(olvidando el dicho de Napoleón) se había sentado, eran
colombianas, es decir, la tercera división del ejército
veterano de Bolívar que se había quedado en el Perú
para que el país siguiera afecto al Dictador-Libertador.
Pero, aunque esta división, de unos 2.700 hombres,
estaba mandada por uno de los amigos más íntimos de
Bolívar, el General Lara, la mayoría de los capitanes y
subalternos era granadina: y, dirigida por el Coronel
Bustamante, Jefe de Estado Mayor, depuso a los jefes
venezolanos y se declaró por la Constitución y contra
toda dictadura. Actuaba Bustamante a instigación de
Santa Cruz y quizá también de Santander. Manuela
Sáenz, al enterarse de lo que ocurría, salió a caballo de
uniforme militar y se fue al cuartel para intentar reprimir
la rebelión contra Bolívar, pero fracasó en su intentó. El

191
Bolívar II, Salvador de Madariaga, impreso en España.

53
Armando Barona Mesa

pronunciamiento adoptó en seguida los rasgos carac­


terísticos de tales sucesos en la vida hispánica: reunióse
el cabildo y asumiendo poderes parlamentarios y hasta
constitucionales, declaró abrogada la Constitución boli­
viana, en vigor la precedente, y por lo tanto terminados
los poderes excepcionales de Bolívar. Santa Cruz,
súbitamente repuesto de su indisposición, volvió a Lima,
donde fue recibido con entusiasmo; y a los dos días
(28-II-27) declaró que “no habiendo sido bien recibida
la Constitución Política dictada por Bolívar, convoca a
los pueblos para elegir representantes a la asamblea
Constituyente”. Al día siguiente, dos oficiales salían del
Callao para Buenaventura llevando prisioneros a Lara
y demás jefes venezolanos; también llevaban informes
de Santa Cruz y Bustamante para Santander. Llegaron
estos dos emisarios a Bogotá (9-III-27), y al saberse la
noticia algunos jefes militares hicieron recorrer las calles
por las bandas de música de sus unidades respectivas,
mientras repicaban las campanas, volaban cohetes y se
gritaban vivas. Un testigo presencial y aun protagonista,
Posada Gutiérrez, escribe: “Santander se nos unió en la
calles, y nos acompañó un gran rato, mostrando en su
semblante, en sus arengas y en sus vivas a la libertad,
el intenso placer que le dominaba, aunque alguna que
otra vez no dejara de notársele una inquietud que se
esforzaba en disimular”.

En realidad toda esta confusa y múltiple contradicción


era el comienzo del fin de aquel proceso tan complicado y
sangriento como fue toda la guerra de independencia colombiana
y del suroccidente. Y todos los elementos del variado conflicto
conducían a que, de regreso a Bogotá, Bolívar asumiera de
nuevo la dictadura, como realmente iba a ocurrir. Ese era su
propósito. Agréguese que, como final de esta última visita de
Bolívar a Caracas, en un acto inexplicable de generosidad, tal
vez calculada, le regaló a Páez el máximo trofeo que recibió en
Perú después de la batalla de Ayacucho, que fue la espada de
oro con piedras preciosas.

54
Córdova gloria y asesinato del héroe

Por cierto fue ese mismo Páez, quien al final de la vida


de Bolívar, le prohibiría, como a un apátrida, pisar el territorio
venezolano.
Vistos en toda su integridad estos acaeceres trascen­dentales
en las relaciones con el Perú, ahora sí veamos la anunciada carta
documental de Córdova al Libertador, fruto de una vivencia de la
mayor intensidad en el Perú, y enviada desde Quito:

“Quito, mayo 19 de 1827.- Excmo. Señor Simón
Bolívar, etc., etc., etc.- Mi General: Cuando en Bolivia
se supo el motín de la tercera División en Lima contra
sus Generales y Jefes, acababa yo de reunir en la Paz
la segunda de mi mando, para observar de cerca la
disciplina de los cuerpos que empezaba a fallar a causa
de la deserción del Teniente Matute con 160 granaderos.
Cuando esta deserción, yo había solicitado con empeño
del General Sucre permiso para marchar con uno o dos
cuerpos contra Salta, a sacar de allí los granaderos
admitidos por el General Arenales; la contestación a esta
petición fue la orden de reunión que he dicho. Viendo
yo, pues, que no hacía en Bolivia más que andar de
ciudad en ciudad, solicité, lo que había hecho repetidas
veces, permiso para venir a presentarme al Gobierno
de mi patria, que me había llamado. El General Sucre
aprovechó de está ocasión, y me encargó tomase, si
era posible, a mi paso por Lima, el mando de la división
insurrecta.
“Salí de la Paz dejando el mando de la segunda al
General Figueredo, que estaba en Puno con el batallón
Pichincha y un escuadrón de Húsares. En el camino por
Chucuíto, Puno y Arequipa, observé la opinión acerca de
las ocurrencias de Lima, y todo el mundo, clérigos, jueces
y particulares, me manifestaron el mayor disgusto, y un
deseo de la vuelta de V. E.; como los peruanos son tan
falsos no sé si sería verdad. La fuente creo que se ha
manejado con consecuencia; cuando supo el trastorno,
hizo renuncia de su destino, y no se le admitió. Santa
Cruz le ordenó embarcarse a Pichincha y al escuadrón de

55
Armando Barona Mesa

Húsares para Guayaquil, y él convino con Figueredo que


marchase para Puno para acercarse al Gran Mariscal y la
segunda División, bien es que sin el gusto de Figueredo,
nada podía hacer, y que tampoco había buques; el me
manifestó un gran sentimiento por el trastorno y me
pareció verdadero.
“Llegué a Lima, ocho días después que había
salido Bustamante con su división expedicionaria para
Cuenca y Guayaquil por Paita y Montecristi. Aunque
a Urdaneta y a Guerra y a todo oficial que llegaba al
Callao, se ponía preso en un pontón, yo fui admitido en
la ciudad sin inconveniente. Pasé una nota a Santa Cruz
comunicándole mi comisión y exigiéndole vestuario,
armas, sueldo, buque y víveres para un piquete de 130
hombres, que encontré allí convalecientes de hospital, y
para varios oficiales que habían quedado, por enfermos
unos, y otros por sustraerse del desorden: todo me lo
concedió, porque siempre que lo veía me hablaba de V.
E. disculpándose de las ocurrencias, pero de un modo
tan tosco y tan sin arte, que me daba risa.
“Vamos a la causa del motín: éste fue intentado
por Vidaurre y Santa Cruz, apoyados para seducir a
Bustamante, a los capitanes Bernaza, Arrieta, Grueso,
Lopera, Aranza y otros oficiales, en los papeles de
Bogotá, Bandera tricolor, y otros, y en la impolítica
del primer Edecán de V. E. Ibarra, y General Peréz,
quienes, el primero en Lima y el segundo en Guayaquil
y Quito, decían públicamente: Don Simón se coronará;
apoyados, he dicho, con estos fundamentos, con el
objeto del primero de destruir la Constitución boliviana
y la autoridad de V. E. en el Perú, y luego con la División
insurrecta, apoderarse del Sur de Colombia y unirlo
al Perú. La insubordinación de Páez, y agitaciones en
varios Departamentos de Colombia, eran circunstancias
que favorecían esta empresa.
“Los oficiales nombrados, los Elizaldes de Guayaquil
y algunos otros, estaban al cabo del proyecto, pero no

56
Córdova gloria y asesinato del héroe

las tropas: a estas engañó diciéndoles que los Gene­rales


y Jefes de los cuerpos eran enemigos de la Constitución,
que su deposición era para manifestar al Gobierno que
contase con su apoyo para sostenerla; nada se les dijo de
V. E., porque observaban muy bien que siendo en contra
no lo sufrían las tropas. Cuando se ejecutó el motín no se
sabía la llegada de V. E. a Bogotá, cuando supieron como
se había manejado V. E. en estos Departamentos y como
había sido recibido en Bogotá, se asustaron y tratarón
de peruanizar la División; Bernaza lo propuso a Vidaurre
y Santa Cruz, ellos lo deseaban; pero temían; primero,
que las tropas no lo consentirían; y segundo, una guerra
con Colombia, que ellos pensaban muy bien que habían
de perder; con todo, tocaron algunos resortes en los
soldados; mas cuando éstos lo entendieron, tomaron
las armas y dijeron que no cambiaban su bandera, ni
por la del cielo; no habiendo remedio, Santa Cruz fue
a cuarteles tomó la bandera de los cuerpos y con ellos
los arengó, encargándoles orden y unión a su sombra, y
con esto calmo la irritación.
“Bustamante, temiendo al General Sucre, un mes,
poco más o menos después del motín, le dio el parte
adjunto pidiéndole órdenes, cuya contestación es la que
acompaño; a los pocos días se embarcó la División para
Colombia sin decir nada al General Sucre; Bustamante
trató de engañarlo, lo mismo que lo ha procurado con
el Vicepresidente, a quién dio también parte de su
movimiento, pidiéndole órdenes, y se vino con la División
sin recibirlas y sin avisarlo de antemano a ningún puerto
ni Departamento a donde se dirigía. Santa Cruz, cuantas
veces lo ví me habló de V. E. diciéndome que le debía
favores que nunca olvidaría; ¡el ingrato que intentaba la
guerra más cruel a Colombia y a V. E.! Yo tuve una feliz
ocasión de manifestar al mundo el aprecio que tengo por
V. E., aprecio fundado en los grandes meritos de V. E. y
no en favores particulares; recibí en Lima una carta del
General Santander en la que en un articulo me habla de

57
Armando Barona Mesa

V. E., como lo verá en los adjuntos impresos: le dí a la


prensa; Vidaurre me contestó al día siguiente y me puso
en apuros; cuatro días gasté con trabajo en contestarle;
lo hice y lo hice callar; se puso furioso, llamó a Armero al
Consúl, le previno que yo con los oficiales y tropas que
aún había allí debía salir al día siguiente, que el pueblo
estaba alarmado y mucho más con las expresiones que
vertía Manuela Sáenz, la que debía también embarcarse
conmigo.
“Yo lo supe en el momento y le pase en el mismo una
nota, diciéndole que me alegraba mucho de su empeño,
porque así se me proporcionaría volando los auxilios que
yo necesitaba; no me contestó, pero al día siguiente se
me facilitó todo. Vi a Estenós, a López Aldana, a Torres
y a otros amigos de V. E. ellos me dijeron que la facción
que dominaba tenía muy poco partido, que todos los
hombres de probidad y respeto sentían muchísimo el
trastorno ocurrido, aborrecían y miraban con desprecio
al Gobierno de los dos, y sentían a V. E. Se lamentaban,
me dijeron, que V. E. hubiese prodigado tantos favores
al criminal Santa Cruz, que debió haber sido fusilado
cuando perdió la campaña en el Alto Perú, y no sabían
como se atrevió V. E. a dejar el Perú en sus manos. Se
había convocado un Congreso para el 1º. de este mes; en
Arequipa se nombraron los mismos diputados que para
el congreso pasado, Luna Pizarro, etc. Varios papeluchos
de Lima empezaban a criticar los nombramientos de
tales, en varios Departamentos; todo mundo espera un
bochinche en la reunión.
“EL pobre Santa Cruz, como es tan sinvergüenza,
hace cuanto quiere Vidaurre, aunque con la mayor
repugnancia, porque teme lo mande a pasear cuando
se reúna el Congreso. Con respecto al presidente
presunto; había opiniones por La Mar y por Santa Cruz,
pero no había uno decididamente indicado. Mucho se
teme allí la vuelta de V. E., muchos la desean, y muchos
están preparados de modo que si se dijera en Lima:

58
Córdova gloria y asesinato del héroe

“el Libertador está en Quito en camino para esta capital”,


se llevaba la trampa al nuevo Gobierno, que es cuanto
puede ser ilegítimo.
“Salí de Lima con diez oficiales y 130 hombres; en
la Punia supe por un buque que navegaba para Chile,
la sublevación en Guayaquil del batallón que había allí,
y que los Generales Valdés, Pérez y Heres se habían
dirigido para Panamá como también el Intendente
Mosquera; a pesar de todo yo entré en el río; y me
acerqué a Guayaquil; pero La Mar, que manda allí ahora,
no me permitió desembaracar, ni a ningún individuo de
los que iban conmigo; solo se me dieron víveres para
seguir a Panamá. Fui impuesto en aquel río por varios
amigos de V. E. y míos, que el señor Jefe superior del
Sur, y el señor General Comandante General de armas
de Guyaquil, abandonaron aquella ciudad, sin manifestar
la más pequeña intención de sofocar la insurrección del
batallón, cuando tenía a su disposición el escuadrón
de HUSARES, y un bergatín de guerra; que dichos
señores entregaron este buque por sacar sus intereses
y equipajes.
“Se me dijo por estos amigos que en Guayaquil
había una mayoría inmensa en la opinión en favor de la
República y de V. E. y contraria a la agregación al Perú,
de lo que ya se hablaba allí descaradamente. El General
La Mar, a quien yo vi una noche, y reconvine sobre esto,
me aseguró que él no lo consentiría jamás, que dejaría
de mandar si se le propusiese tal cosa.
“Bustamante, con el viejo López Méndez de mentor,
desembarcó en Paita, y se dirigió a Cuenca, y Antonio
Elizalde, por Montecristi a Guayaquil cada uno con la
mitad de la expedición. Cuando yo salí de Guayaquil,
ya se consideraba en Cuenca a Bustamante. Vine
a desembarcar en Esmeraldas con 70 hombres, y
me adelanté volando a reunirme aquí a Flores, y con
cualquier fuerza que hubiese, presentarme al frente de
los traídores, pues contaba con la opinión de las tropas

59
Armando Barona Mesa

que iríamos a concretar. Más llegado aquí supe que


RIFLES, en Cuenca advertido del engaño había preso
a Bustamante, a López Méndez y a otros, y que con
otra tropa que había allí venía a reunirse a Flores en
Riobamba: y este General con estas fuerzas debía salir
al encuentro de Barreto que venía de Guayaquil con las
tropas que vinieron de allí. En este caso mi comisión ha
concluido, y más habiendo encontrado aquí al General
Obando, destinado por el Gobierno a tomar el mando de
la malhadada división.
“Doy cuenta al Gobierno por este correo de todo, y
aparte y muy claramente de los insultos que el Perú ha
hecho a la nación colombiana; de la marcha repentina de
las tropas, sin previo aviso a este Gobierno y sus ordenes
en consecuencia; de haber dado Santa Cruz despacho de
Tenientes Coroneles a varios Capitanes, a Bustamante
el de Coronel, y ofreciéndole el de General, luego que
enarbolase la bandera peruana en el Juanambú; de que
a todo oficial colombiano que llegue al Callao se pone
preso en su pontón; y de que todos los colombianos que
tenían establecimiento en Pasco los han abandonado,
porque aquel pueblo se levantó gritando: ¡muera
Colombia! y quiso matar a los colombianos que había
allí. A Bustamante se dío armamento encajonado para
levantar aquí cuerpos, municiones y creo que artillería.
Todos estos motivos son muy poderosos para tomar una
venganza con las armas, para exigir que se nos paguen
como tres millones de pesos, que costó e equipo del
ejército que les dio libertad, que se pague al ejército
los ajustes y gratificaciones que aun se deben, y que
se ofrezca una garantía a los intereses que algunos
colombianos tienen en el Perú. Yo haría esta campaña
con 3000 hombres, tomaría las satisfacciones indicadas,
y pagaría a Colombia lo que costase la expedición si no
estuviese reputado por un criminal que debe ser juzgado;
por lo que seguiré pronto para Bogotá a presentarme en
juicio.

60
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Señor, mucho he molestado la atención de V. E.


con esta tan larga carta; me he atrevido a dilatarme así,
porque deseaba imponer bien a V. E. de estas cosas;
me he tomado franquezas que espero que V. E. me las
perdonará, porque un subalterno que ama a su General
debe hablarle claramente. – Señor: Soy de V. E. con el
mayor respeto, su humilde servidor Jóse María Cordoba.”

Como corolario de este documento objetivo y analítico


de Córdova puede decirse que no es fácil de entender que un
hombre tan grande como era Bolívar, fuese acumulando tantas
equivocaciones, unas cometidas de buena fe, otras por ambición.
Todo eso se fue juntando en un tiempo relativamente corto,
frente a un poderoso contendor que era el destino.

61
Córdova gloria y asesinato del héroe

32
EL VIAJE DE CÓRDOVA HACIA BOGOTÁ Y EL JUICIO

Sale finalmente Córdova del Perú en un barco que cubrirá la


ruta el Callao Guayaquil. El golpe de estado contra Bolívar, que
comenzó con la revuelta del coronel José Bustamante, ya se ha
consolidado con la salida de la división tercera y de casi todas las
tropas colombianas que dos años antes les habían consagrado
la independencia de España. El general peruano Manuel Lorenzo
de Vidaurre, ya ejerciendo el mando al lado de Santa Cruz -tal
como lo cuenta en la carta que acabamos de ver nuestro héroe
de Rionegro- lo ha notificado a éste de la orden de salida del
territorio inca, que también extiende a Manuela Sáenz, a la que
odiaban casi de modo general los peruanos por ser la querida
de Bolívar y por las glamurosas noches de La Magdalena. El
espejismo del Perú se había disuelto en el viento.
Era el 11 de abril de 1827 cuando el general Córdova debe
embacarse. Lleva un contingente de diez oficiales y 130 soldados
que había rescatado enfermos de un hospital de Lima, para cuyo
transporte pidió, como ya se dijo, al general José de Santa Cruz
los elementos logísticos necesarios. Santacruz, a pesar de sus
ambiciones y traiciones, guardaba un gran respeto por aquel
joven general a quien había visto brillar como un dios olímpico
en el campo de Ayacucho, y por supuesto, amablemente accedió
a todo lo que le solicitó. Tambien viajaba el coronel Ramón
Espina, que había participado en la insurrección de Bustamante

63
Armando Barona Mesa

y ahora lo repudiaban los peruanos. Y por supuesto también


viaja Manuela con sus dos esclavas libertas Nathan y Jonathán.
Días antes a Manuela le habían allanado su vivienda de La
Magdalena, de donde la condujeron al convento de las Hermanas
Nazarenas por órdenes del nuevo hombre fuerte Vidaurre. De
este sitio fue remitida a la casa del cónsul colombiano Cristóbal
Armero, quien intentó darle asilo. Vidaurre entonces le envió
una carta llena de arrogancia y suficiencia192:

“Con noticias muy exactas que tuve de cuanto se


imaginaba por Armero -el cónsul-, y por esa mujer,
cuya escandalosa correspondencia tanto ha insultado el
honor y la moral pública, lo hice llamar a las cuatro de
la tarde. Le dije: La Manuela Sáenz se embarcará entre
veinticuatro horas. (…)
“Señor Armero: Se muy bien cuanto se trata en
casa de U. contra el Estado. No ignoro los privilegios de
los ministros extranjeros, los que tienen sus límites. Si
U. no varía de conducta, conocerá que la administración
actual nada tiene de débil. Haré que se ponga a la casa
de U. fuego y se convierta en pavesas.”

Dos días después Manuela viajaba con Córdova.

El viaje fue movido. El Pacífico a veces lo es, otras no lo es


tanto y puede ser temible. Pero eso no impidió que la lujuria
de Manuela le pusiera el ojo al atractivo general Córdova, que
siempre había sido huidizo con ella. Lo buscó y se le insinuó en
su camarote en el marco de sus dos bellezas de ébano. Pero
Córdova, por su lealtad a Bolívar por un lado y porque tenía un
concepto un tanto anticuado del amor, rechazó la oferta e hirió
el corazón de esa mujer lasciva y pasional.
Este último comentario lo hace el autor con base en las
anotaciones de Rumazo, a quien se ha citado varias veces. Pero,
como ya se consignó antes, el académico Antonio Cacua Prada,

192
Cita igualmente hecha por Pilar Moreno de Ángel en la biografía de Córdova.

64
Córdova gloria y asesinato del héroe

de toda credibilidad, sostiene que ese incidente jamás existió


y que Manuela, no obstante ser descocada y loca, jamás le fue
infiel a su amante Bolívar. De todas maneras lo que si es cieto es
que Manuela quería a Sucre, que la dejaba participar en todos
los asuntos, pero odiaba a Córdova como hemos de ver adelante.
Cuando llegan a Guayaquil, las cosas allí han cambiado.
Como se ha contado atrás, el Libertador en el año anterior
había autorizado a aquel intrigante caballero Antonio Leocadio
Guzmán para que llevara cartas suyas en todo el recorrido a sus
amigos desde Lima hasta Caracas, en las cuales se trazaba una
estrategia especial de convocatoria de asambleas regionales que
aprobaran un aumento de las facultades de Bolívar, estrategia
que éste quería mantener en cierto sigilo. Sabía que tenía
muchos enemigos y dentro de ellos incluía a Santander como el
primero. Así, pues, él buscaba una especie de plebiscito que le
permitiera ejercer un poder mayor, dentro del cual estuvieraba
la facultad de convocar una Convención que modificara la Carta
del 21 y pudiera establecer la presidencia vitalicia.
No era una política atractiva para los demócratas o constitu­
cionalistas que así se llamaban a sí mismos. Pero era esa política
la que en ese momento ocupaba todo el interés y atención del
Libertador, como también ya se ha señalado.
En Guayaquil el mismo Libertador había designado como
Intendente en el año 26 a su amigo Tomás Cipriano de Mosquera,
quien entró por supuesto en el complot planeado contra la
Constitución por el propio Libertador y, acolitado por Guzmán,
precipitó, impulsivo como era, una revolución que aumentó las
tensiones, cuando ya era del dominio público que los peruanos,
apoyados por algunos ecuatorianos, iban a producir una agresión
a Colombia para anexarse aquellos importantes territorios,
incluído Guayaquil, que hacían parte del territorio colombiano.
El historiador Botero Saldarriaga193 describe lo que ocurrió
cuando Córdova y Manuela llegan a Guayaquil y les impiden
el desembarco. Todo es confusión e incertidumbre allí. Botero
anota:

193
Autor obra citada

65
Armando Barona Mesa

“Cuando el 28 de marzo de 1827 el coronel Urda­


neta comunicó al gobierno del Intendente Mosquera
que la Tercera División se había embarcado en el
Callao el 17 del mismo con destino a Guayaquil, las
medidas que tomó aquel intendente despertaron el
(sic) alarma entre el pueblo y, sabedores de lo que
pasaba, constitucionalistas y autonomistas, como eran,
prepararon un levantamiento que se llevó a cabo en
la madrugada del 16 de abril. Sin efusión de sangre y
con el consentimiento unánime de los guayaquileños,
aquel movimiento puso en manos del Gran Mariscal don
José de La Mar el gobierno de la provincia. Mosquera,
Valdez, Pérez, Heres, de Marquet y demás promotores
del movimiento boliviano del 28 de agosto abandonaron
la ciudad mansamente sin la menor resistencia y se
embarcaron para Panamá.
“El 26 de abril de 1827, cuando esos acontecimientos
habían traído el régimen de hecho para Guayaquil,
echaba anclas en la ría el buque que traía al general
Córdova y compañeros para Colombia. El gobierno de La
Mar les prohibió en absoluto desembarcar y en cambio
les prometió víveres y recursos para continuar a Panamá.
“Sin embargo, el general Córdova logró que su
antiguo camarada de glorias en Ayacucho le concediera
una entrevista personal, y en ella le increpó lo sucedido y
su pensamiento de segregar los Departamentos del Sur
para agregarlos al Perú. La Mar protestó enérgicamente
de ese cargo y le prometió que primero renunciaría
su Jefatura que permitir que tan criminal atentado se
consumara. Códova siguió su viaje ostensiblemente
para Panamá, hacia donde el gobierno de Guayaquil le
obligaba a marchar, pero luego hizo rumbo al puerto
de Esmeraldas, donde desembarca con setenta de sus
compañeros. Allí se encontró con el anciano ayudante
del General Bolívar, General José Gabriel Pérez, minado
por el alcoholismo, y en la indecisión de qué partido
tomaría como Jefe Superior del Sur cuando la opinión

66
Córdova gloria y asesinato del héroe

pública se le venía encima. Una marcha rápida al través


de esa agria e inmensa montaña que antes recorriera
el valiente Mourgeón, último Capitán General de Quito,
llevó al General Córdova a la capital del Ecuador el 17
de mayo de ese año.”

Es decir, pues, que la acción de los peruanos había permeado


la frágil permanencia del Ecuador en la república de Colombia,
idea con la que soñó Miranda y habría de ejecutar Bolívar.
El Ecuador estaba ya a punto de probar las infidelidades del
general venezolano Juan José Flórez, jugando a dos aguas entre
la incierta fidelidad a Bolívar que aparentaba, y la fidelidad de
cálculos a los peruanos a los que ayudaría a cometer la mayor
felonía de la historia americana: la traición y el ataque de éstos a
la patria que les dio la libertad y que afortunadamente concluiría
en favor de Colombia en el Portete de Tarqui, como lo veremos
adelante.
Manuela tomó destino hacia Quito, de donde era.
Córdova y sus acompañantes también se van hasta Quito
donde llegan el 16 de mayo de 1827 y se encuentran con el
coronel Antonio Obando, enviado por Santander y el ministro de
guerra Soublette. Ante una situación tan grave como la que se
vive con la llegada de la facción principal de la tercera división
que ha provocado, como ya se ha comentado, un régimen de
hecho en Guayaquil a cuyo mando, se recuerda, se encuentra el
Mariscal La Mar.
Pero ocurre que los hechos son contradictorios. Unas de cal y
otras de arena, como suele decirse. Y cuando la tercera división
ha causado tanto daño, se presenta una contrarevolución interna
que comanda el capitán José Ramón Bravo y pone presos al
comandante José Bustamante y a su segundo Luis López Méndez.
Esta vez se salva de la traición anunciada de Juan José
Florez, por las órdenes e instrucciones que le imparte el general
Córdova; y porque en Lima han ocurrido igualmente hechos
increíbles: el presidente Andrés de Santa Cruz, bajo el consejo
del arrogante Manuel Lorenzo de Vidaurre, convoca un congreso
con el ánimo de que escoja la Constitución anterior a la boliviana

67
Armando Barona Mesa

como la vigente. Pero ese congreso, que preside Javier Luna


Pizarro, por motivos estrictamente políticos, resuelve salir de
la situación de hecho que creó el golpe contra Bolívar y eligió
en propiedad como presidente al Mariscal José de La Mar. Están
por fuera Santa Cruz y Vidaurre. En realidad fue un golpe contra
ellos.
Y en esas condiciones La Mar le entrega el mando de
Guayaquil a Flórez, quien lo recibe en nombre de Colombia. Pero
claro que el problema con el Perú sigue vigente.
Córdova, producidos estos hechos, y muy enfermo por el
viaje que ha tenido, debe pasar veinte días de reposo en la
hacienda de un hombre rico de nombre Vicente Aguirre, coronel
del ejército, al cabo de los cuales toma, el 10 de junio, el camino
de Pasto, que tan bién conocía. De allí se va a Popayán para
enterarse más de los detalles del juicio que iba a afrontar. Claro
que la connotada historiadora Pilar Moreno de Angel sostiene
con razones muy repetables, que el viaje del Ecuador a Popayán
lo hizo Córdova pasando por Buenaventura.
El gobierno central de Colombia, que lo había apremiado
para que se presentara al proceso, ahora le envía un edicto en
el que le piden que por el bien de la patria, previendo lo que
se veía venir de parte de los peruanos, se abstuviera de viajar
a Colombia. Ya era tarde. Córdoba está en Popayán donde se
entera pormenorizadamente de lo que ha sido su proceso en
la primera fase. Falta la segunda en Bogotá en un consejo de
guerra ante la alta Corte marcial.
Esos días de Popayán son gratos. La sociedad lo apoya,
y tiene un compañero excepcional de tertulias: don Rufino
Cuervo, casado con la distinguida dama María Francisca Irisarri,
y quien desempeña el cargo de Ministro Fiscal de Justicia del
Cauca grande. Con él hace una amistad que se prolonga en el
tiempo. Son frecuentes las reuniones y bailes, paseos a los sitios
interesantes y hasta una candidata a novia, que las circunstancias
y el tiempo que siguió hicieron que se olvidara hasta su nombre.
Pero Córdova tiene que proseguir su viaje por la ruta de
Coconuco, San Agustín y Honda. El 30 de agosto sale hacia
Bogotá.Tiene veintiocho años recién cumplidos.

68
Córdova gloria y asesinato del héroe

Está llegando el 11 de septiembre. La vieja ciudad nublada


y fría. Bolívar ha regresado de Caracas el día anterior. Córdova
va a saludarlo y el Libertador lo alienta en cuanto al juicio y cree
en su inocencia.
Todos los viajes por supuesto en aquella época eran
agobiadores. Pero no había espacio a la fatiga. Bolívar tenía
adelante una multitud de problemas políticos. Córdova el juicio.
La citada Pilar Moreno de Ángel cuenta así el episodio del regreso:

“El 10 de septiembre, un día antes que Córdova,


había entrado acompañado de una gran comitiva a
la capital de la República el Libertador Presidente.
Cruzó a caballo bajo los consabidos arcos triunfales
y cuando alcanzó el altozano de la colonial iglesia de
Santo Domingo, se desmontó de su caballo y penetró
al cláustro más importante de la ciudad y a una de
las más nobles muestras de arquitectura que hubiera
construido España en nuestro país. Atravezó el patio
principal rodeado por 182 columnas y penetró por un
túnel sobre el cual se encontraba la escalera con su rico
artesonado. Alcanzó el segundo patio sobre el cual se
abría el salón máximo, cedido por la universidad tomista
para las reuniones del Congreso. Allí fue recibido por el
presidente del Congreso, quien lo esperaba en la parte
central. El fondo del recinto estaba cubierto por cortinas
de seda donde se observaba bordado el escudo de la
República. A la derecha el retrato de Bolívar, colocado
allí hacía algunos años por decisión del Congreso. Se
encontraban reunidos en pleno el Senado y la Cámara
de Representantes. Ante ellos y con la manos sobre los
Evangelios el Libertador juró sostener la Constitución
de 1821, Carta que era inviolable por un período de
diez años. El presidente del Senado, Vicente Borrero,
dirigió entonces un breve discurso en que confirmaba
sus sentimientos republicanos y su admiración por el
sistema legal que regía el país.

69
Armando Barona Mesa

“El Libertador Presidente, de la iglesia de Santo


Domingo se trasladó entonces al palacio, donde lo
esperaba Santander acompañado de los secretarios del
despacho, los miembros de los tribunales de justicia y los
principales empleados de la capital. Santander cedió a
Bolívar el sillón presidencial. Al otro día el vicepresidente
enviaba la siguiente nota:
”Bogotá, septiembre 11 de 1827
”Suplico al señor coronel Santana, edecán de S. E.
el Libertador Presidente, se sirva presentar mis respetos
a S.E. y excusarme que no lo haga personalmente por
evitarle disgustos. Si S.E. me necesitare, se servirá
avisármelo el señor coronel Santana, pues debe contar
el presidente Libertador con la más sincera consideración
y obediencia de F. de P. Santander.”

Pequeño mensaje ejemplar en redacción y en guarda de los


principios fundamentales republicanos, a pesar de la rabia que
le había expresado el Libertador.
Córdova, por supuesto, es adepto en todo sentido al Liber­
tador, a quien quiere profundamente, y mientras la política
muerde con sus opiniones a ultranza a los habitantes de esa villa
opaca, para sustraerse a la guerra verbal, pretexta la dedicación
a los requerimientos del juicio.
Santander fuera del gobierno y de la amistad con el Liber­
tador, sigue siendo el amigo de Córdova y le cuenta en extensas
misivas lo que está ocurriendo, cuando Bolívar, quien viene
de ejercer una dictadura, pasa a ejercer otra y a hacer añicos
el orden constitucional, contra todo el conjunto creciente de
republicanos liberales de la Nueva Granada.
Oficialmente el general Córdova se pone a derecho y se
convoca el consejo de guerra para que inicie sus trabajos el
8 de octubre de 1.827, bajo la presidencia del general Rafael
Urdaneta, Comandante General del Ejército en el Departamento
de Cundinamarca, juicio que se adelantaría en su propia resi­
dencia, amplia y bien dispuesta ubicada en el mejor sitio que
era la calle real. Le acompañarían dos vocales más, a saber el

70
Córdova gloria y asesinato del héroe

general de brigada Francisco de Paula Vélez y el también general


de Brigada José María Mantilla. Todos habían sido compañeros
de armas en la gesta emancipadora.
Este sería un consejo de guerra ordinario en el que los
cargos precisos eran tres: 1 Tentativa contra la vida del capitán
José María Cardenas, 2 Ultraje al teniente Rafael Peña y 3 haber
hecho dar muerte al sargento José del Carmen Valdés. Instalado
el consejo de guerra, oídas las partes y leído el expediente,
concluiría con un veredicto y posteriormente una sentencia.
Ésta sería verificable en segunda instancia por la Alta Corte
de Justicia, tribunal supremo en el que, como ha de rocordarse,
Santander nombró como magistrado al propio Córdova, quien
hubo de declinar para irse a la campaña del Sur.
El día 28 de octubre fijado, se inició puntualmente la audiencia
con la asistencia de todos los integrantes de la diligencia y por
supuesto por una nutrida concurrencia, entre los cuales estaban
presentes los ya conocidos como “constitucionalistas” y los
“autonomistas”. Entre los más destacados concurrentes estaba
don Florentino González, el gran periodista constitucionalista,
quien habría de reconstruir para su periódico El Conductor,
apartes del discurso de Córdova.
Se leyeron, como es de ley, los autos y las pruebas. Después
de cumplido ese primer paso procedimental, el presidente
Urdaneta le otorgó la palabra para su defensa al héroe de
Ayacucho y de Pichincha. Éste, según el reconstruído discurso
de don Florentino, se expresó en parte así:

“Hoy me considero, señores, con más gloria que


cuando peleaba y vencía en los campos de Boyacá,
Tenerife y Ayacucho.
“… Todo en Bolivia me convida a evadir este juicio:
al frente de tres mil veteranos cubiertos de laureles,
ardiendo en valor y dispuestos a obedecerme, con
dinero, con honores, invitados a permanecer allí por el
Jefe Supremo del Estado, con proposiciones para irme
a un país extranjero y huir de la persecución que se me
podía suscitar, todo lo he olvidado, y oyendo solo la voz

71
Armando Barona Mesa

de mi deber, que puede más en mí que los prestigios de


la victoria, que las distinciones honoríficas y cuanto un
pueblo agradecido pueda ofrecer a los que, abandonando
a su patria, van a buscar las bayonetas opresoras
para confundirlas y anonadarlas. Los tribunales de
mi patria me llamaban a responder de un cargo, y yo
debía dar a los pueblos el ejemplo de un militar lleno
de subordinación y obediencia, debía hacerles ver que
después de haber logrado llegar al último grado de la
milicia, cuando podía unirme a los descontentos con el
gobierno para libertarme de un juicio, cuando todo me
combinaba a burlarme de las autoridades y las leyes194
mismas; yo quería y debía hacerles ver que después
de darles libertad, no pretendía, por mi graduación y
mis prestigios, colocarme fuera de la condición de los
ciudadanos.”

Don Florentino, miembro de la Logia Masónica Fraternidad


Bogotana No. 1, fundada por Santander, demócrata enemigo
de la dictadura del Libertador y periodista, había asistido al
juzgamiento y había quedado sorprendido de la grandeza de
aquel militar y de su entrega. No lo conocía, y cubre el evento
para el periódico El Conductor, como se ha visto. Veamos cómo
lo cuenta él:

“Pasábamos antes de ayer, a las cinco de la tarde,


por la casa del general Rafael Urdaneta, Jefe militar
de este departamento, en la cual se hallaba reunido el
consejo de guerra de oficiales generales que debía juzgar
al ciudadano José María Córdova, general de división del
ejército colombiano, por homicidio y otros delitos de que
se le acusaba. Moviónos la curiosidad, y entrando en la
casa, tuvimos lugar de oir la lectura del proceso que se
le siguió y la brillante defensa en que, con la sencillez

194
Cita de Florentino González, El Conductor, citado por Eduardo Posada,
Biografía de Córdova.

72
Córdova gloria y asesinato del héroe

de la inocencia y el elocuente lenguaje de la justicia,


contestó este verdadero soldado de una nación libre, a
todos los cargos que sobre él se habían amontonado.
“Nos ha sido en extremo grato ver a este soldado de
la independencia y libertad de su patria, volar desde la
capital de Bolivia, en donde se hallaba idolatrado de ese
pueblo digno de mejores instituciones, rodeado de los
prestigios de la victoria, a la cabeza de un ejército que
había llevado triunfante sus pendones desde las orillas
del majestuoso Orinoco hasta muy cerca de las del Maule,
nos ha sido extremadamente grato, repetimos, verle
volver a la capital de Colombia, a dar a sus compañeros
de armas el insigne ejemplo de la ciega subordinación y
obediencia a las leyes e instituciones del suelo por quien
derramó su sangre en los combates, y en cuyas aras
sacrificó su reposo y bienestar.

“…En estos días de consternación y de luto para
Colombia, en que la insubordinación militar ha causado
males dignos de llorarse con lágrimas de sangre, en
esta época de desobediencia y de desórdenes, en que,
relajada la disciplina, el ejército, separándose de sus
deberes, deliberaba en las asambleas del pueblo, no
reconociendo otros jefes que su interés y su capricho;
el general Córdova ha hecho un servicio a la República,
porque siendo un soldado lleno de todos los prestigios
que fascinan a los pueblos y que ha llegado al último
grado de su carrera, se presenta ante los jueces que
la ley le señala para que fallen sobre las acusaciones
que se le hacen. Este sí que era digno que se le ciñese
la espada que dio a Colombia y que se prodigasen
los elogios dirigidos en otra ocasión a algún notable
personaje195; quien sabe qué de desgracias van a traer
sobre Colombia en el tiempo venidero. Córdova sí

195
Obviamente se refiere a Páez y al regalo que le hizo Bolívar de la espada de
oro que le entregaron en el Perú.

73
Armando Barona Mesa

que es el libertador de Colombia, porque nos rescata


de los males de la insubordinación, que es la que ha
ocasionado nuestros disturbios. ¿Quién, viendo a este
hijo predilecto de la victoria baja la cabeza ante la ley,
osará en adelante desoir las órdenes de los magistrados?
No creemos que haya alguno que se juzgue rebajado de
comparecer en el mismo lugar en donde se ha presentado
un general tan valiente como el que más, tan acreedor
al reconocimiento de los colombianos como el mejor de
los que hayan prestado sus servicios a la causa de la
independencia…”

El jurado deliberó y en corto tiempo absolvió de todos los


cargos al acusado, quien humildemente y con serenidad recibió
el fallo.
Empero, el trámite de la segunda instancia debía continuar,
como ya se dijo, ante la Alta Corte de Justicia, que presidía un
personaje de las más altas virtudes y calificaciones como el doctor
José Félix de Restrepo, a quien, como habrá de recordarse, había
rescatado el propio Córdova, cuando llegó de Jefe Civil y Militar a
Antioquia después de la batalla del 7 de agosto, igual que ocurrió
con don José Manuel Restrepo, el historiador y ministro, después
de que estos dos ilustres personajes habían sido, forzados por las
circunstancias, colaboradores del Pacificador Morillo. Al primero
de ellos lo nombró bibliotecario y al segundo gobernador civil de
la provincia antioqueña, como se dejó comentado al comienzo
de esta obra.
Pero antes de que se surtiera la segunda instancia, sucedió
un hecho absolutamente imprevisto:
En plena Calle del Comercio va caminando el doctor Vicente
Azuero, muy conocido en Bogotá, abogado ilustre y antiguo
miembro de la Corte de Justicia, muy amigo del general Santander
y agudo escritor y periodista. Había sido por cierto uno de los
acusadores ante el Senado del general Antonio Nariño y era uno
de los primeros opositores del Libertador.
Era el 5 de noviembre de 1887, hacia la mitad del día. De
pronto va apareciendo en el sector, con su uniforme de parada,

74
Córdova gloria y asesinato del héroe

un coronel venezolano llamado José Bolívar -no era pariente del


presidente- y quien unos días atrás había estado proclamando
públicamente que a los múltiples escritores públicos enemigos del
Libertador habría que quitarles los dedos para que no pudieran
volver a escribir. El coronel se acerca a don Vicente y de modo
cordial le da la mano mientras le pregunta si es verdad que
ha estado hablando mal de él. No le suelta la mano, mientras
Azuero trata de zafarse y explica que ni siquiera lo conoce. El
coronel le retuerce los dedos como si quisiera quebrárselos y le
da de patadas en la mitad de la calle. En esa época las aguas
negras corrían por una zanja hecha en mitad de la vía y allí lo
lleva y le sigue cometiendo atrocidades, sin que ninguno de los
contertulios, en protesta, pudieren apaciguarlo. Este Bolívar es
un hombre muy violento y se encuentra enfurecido.
Pero en ese momento aparece Córdova, también con su
uniforme reluciente. Se acerca en silencio y el coronel, sin decir
nada tampoco, en señal de respeto por el recién llegado, para el
ataque. Córdova con bondad ayuda a levantarse a don Vicente y
le da su protección mientras éste, ya bajo la sombra protectora
de Córdova, le dice lo que se merecía al coronel José Bolívar y
le recuerda la amenaza que había hecho de cortar los dedos a
los escritores. Córdova lo acompaña hasta su casa. Entonces,
admirado con el ocasional protector, y no obstante que don
Vicente había sido como escritor, y aun como magistrado unos
meses antes, uno de los que más fuerte pedía un proceso
exhaustivo contra Córdova, le ofrece sus servicios de abogado
para el juicio definitivo que debe pronto iniciarse. Ese era un
privilegio invaluable para el general.
La audiencia tuvo lugar en el edificio de la Corte, en una tarde
brumosa del mes de noviembre. Llegaron el general Córdova y
el defensor doctor Vicente Azuero. Pasaron el viejo patio colonial
y subieron a la sala austera pero imponente del segundo piso,
donde ya estaban ubicados los jueces, casi todos civiles. Solo
había dos militares en el jurado.
Presidía el doctor José Félix de Restrepo, con tantas ejecutorias
en el campo del derecho. Él era el presidente titular de la Corte.
A la derecha estaba el doctor José Miguel Pey y Andrade, con

75
Armando Barona Mesa

tantas actuaciones estelares desde el 20 de julio de 1810, en


la izquierda del presidente estaba el doctor Estanislao Vergara
Santamaría, de iguales ejecutorias de jurista; a la derecha de
Pey se hallaba el doctor Francisco Javier Cuevas. Al lado de
Vergara estaba el jurista Diego Fernando Gómez. A la derecha
de Cuevas, se había ubicado el doctor Francisco de Paula Morales
Galavis -uno de los hermanos Morales del 20 de julio- y al lado
del doctor Diego Fernando Gómez se ubicó el juez militar coronel
Remigio Márquez. A la derecha del doctor Francisco de Paula
Morales estaba el doctor José Joaquín Suárez; y el doctor Pablo
Merino ocupaba el último lugar al lado izquierdo. El Secretario de
la Sala era don Manuel Cañarete; y el Fiscal, de gran renombre,
era el coronel caleño Ramón Nonato Guerra.
Se leyeron las piezas y se practicaron algunas pruebas.
Córdova, como acusado y según las leyes de entonces, asistió al
proceso de pies. De inicio el fiscal, hombre de gran experiencia
judicial, leyó su requisitoria, que por su importancia histórica y
jurídica, transcribimos unas líneas adelante. Después, como era
procedimental, habló el acusado, y luego su defensor.
La defensa, como se esperaba, fue brillante. Discutió y
analizó elemento por elemento del recaudo probatorio, confrontó
los componentes del tipo penal vigente a la luz de las normas y
del estado de guerra que se vivía cuando los hechos. Una página
antológica del doctor Vicente Azuero, con el cúmulo de sabiduría
en el campo penal que lo acompañaba como un catedrático.
Las palabras de Córdova sonaban sinceras y sencillas, ceñidas
a los reglamentos y leyes marciales en tiempos de guerra. Y el
jurado absolvió por unanimidad, aunque con un salvamento de
voto, que en nada influía en el fallo, del presidente doctor José
Félix de Restrepo, que también trascribimos para que el lector
pueda hacer su propia apreciación.
Veamos ahora por vía de complemento documental la que
fue la ACUSACION DEL FISCAL, CORONEL RAMON NONATO
GUERRA, EN LA CAUSA SEGUIDA CONTRA EL SEÑOR GENERAL
DE DIVISION JOSÉ MARÍA CÓRDOVA, DE ORDEN DE LA ALTA
CORTE MARCIAL.

76
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Señores del Consejo:


“Ramón N. Guerra, coronel efectivo, jefe del estado
mayor del departamento, juez fiscal nombrado en la
causa seguida contra el señor general de división José
María Córdova, de orden de la alta Corte Marcial, habiendo
visto las declaraciones, cargos y confrontaciones del
expediente, me es forzoso hacer presente: Primero, de
las informalidades y fallas que se notan en el proceso son
tan esenciales que impiden al ministerio que desempeño
examinar el mérito que presta en todas sus partes,
codificar los delitos y aplicar las penas correspondientes,
como más adelante probaré, y mi conclusión es que
ahora debía contraerme a pedir que se subsanase
estas formas evacuando las diligencias indispensables
que faltan; pero en obedecimiento del decreto del 27
de septiembre ppdo., en que conforme al dictamen del
asesor previene el señor comandante general que se le
presente al Consejo de Oficiales Generales en el estado
en que se halla; forzado por la subordinación, voy a
hacer la relación sustancial de lo que consta en los autos.
“Tres graves delitos se le acusan en este proceso al
señor general de división José María Córdova: Primero,
haber hecho asesinar cobardemente al sargento
primero del Batallón Cauca, Carmen Valdés; segundo:
haber ultrajado y depuesto de su empleo al teniente del
Batallón Cauca, Rafael Peña; tercero: haber ultrajado y
atentado contra la vida del capitán José María Cárdenas.
“En la primera obran 16 declaraciones que con más
o menos circunstancias presentan el asesinato más
horroroso y feroz. Según ellas, el señor general Córdova,
a consecuencia de una queja que le dio un asistente de
haberlo estropeado el sargento Carmen Valdés, salió a
buscarlo con espada desnuda, lo encuentra, le da de palos
en la calle, huye el sargento suplicándole, lo persigue a la
carrera, llama a gritos mandando que lo cojan.
“Reconviene a la guardia de un cuartel que estaba
inmediato, pide al teniente Guerra una escolta de

77
Armando Barona Mesa

soldados armados, el sargento se refugia en la casa de


un ciudadano; hace allanarla y sacarlo a rastra. Vuelve
a darle palos y manda a la tropa que lo maten. Valdés
escapa ya herido de bayoneta y siempre suplicando; se
refugia de nuevo en una tienda, hasta meterse debajo
de una cama. Allí lo sigue el general; ordena que lo
maten. El mismo toma una bayoneta y la clava en el
pecho del sargento y castiga con una guantada a un
soldado que se rehusó a cumplir la orden de acabarlo
de matar. Tal es la horrorosa exposición que resulta de
diez y seis testigos casi todos presenciales, hallándose
ausente de la República el señor general Córdova,
pero este aspecto alevoso y criminal desaparece en las
fronteras, diligencias* del proceso y con la llegada del
acusado a Popayán a responder los cargos en juicios.
“Los testigos 4º, 5°, 6º, 7º y 8°, que expresan
las circunstancias de haber salido el general armado a
buscar a Valdés, haberle dado de palos, haber pedido
escolta al teniente Guerra, de haberle herido con su
propia mano y de haber castigado al soldado con una
guantada, se desdicen de todas estas circunstancias y
se conforman enteramente con la exposición que hace
el general en los careos a folios 128 a 131. Además
de la retractación y conformidad con la confesión del
acusado, estos testigos ya no tienen créditos legales en
juicio. EI Colón, tomo 3ro, página 604 le remiten a las
leyes comunes; y la ley 41, título 16, parte tercera, dice
que cuando algún testigo fuese contrario a si mismo en
su dicho non debe valer su testimonio.
“Los otros testigos hasta el número diez y seis que
deponen, no han sido confrontados ni careados, y por
consiguiente los dichos no hacen cargo legal en juicio.
Asi lo enseña el Colón en su formulario y otros muchos
autores citados por el señor asesor en su dictamen de 26
de septiembre. Resulta pues de todo este proceso que
el hecho queda reducido al relato que hace el general
acusado en su confesión y que en sustancia es como
sigue:

78
Córdova gloria y asesinato del héroe

“El día 28 de diciembre del año de 1823 a las 5:30


de la tarde el señor general Córdova recibió la queja de
su asistente de haberlo estropeado y herido a palos el
sargento Valdés. Mandó llamarlo y no apareció. A las
6:30 o 7:00 salió a pasear el general y encontró a Valdés
en la calle; lo reconvino por el maltrato a su asistente;
no sabe lo que respondió, pero el general procedió a
darle unos fuetazos y el sargento levantó un palo que
llevaba y por defenderse le dio al general en el brazo, le
derribó el sombrero y huyó. El general lo sigue irritado
a la carrera; grita que lo cojan; llama a la guardia de
artillería; el sargento se refugia en la casa del ciudadano
A. Arboleda; lo manda sacar, vuelve a darle fuetazos y
el sargento a defenderse con el palo entonces lo manda
matar.
“Este es el hecho probado y del que resultan tres
graves delitos
Primero: el señor general José María Córdova ha
maltratado con su propia mano al sargento primero
Carmen Valdés contra lo prevenido en el artículo 22,
tratado 8, título 40, que dice: “Prohíbo absolutamente
a los oficiales que maltraten o castiguen con palo o
espada aunque sea sin vaina, ni con acción o palabra en
que puedan quedar injuriados los sargentos, so pena de
ser suspendidos de sus empleos”; segundo: ha allanado
la casa de un ciudadano contraviniendo el artículo 169
de la Constitución; y tercero: ha mandado cometer un
homicidio muy cruel y de alevosía refinada y según la
clasificación que le da Colón en su tomo tercero, párrafo
441, y contra el expreso tenor de la real orden de 21 de
octubre de 1723, a la cual aplica Colón, tomo 3, párrafo
437, la pena capital, y el artículo 64, tratado 8, título 10,
la de ser ahorcado.
“Pero las fuertes y victoriosas excepciones que ha
presentado el señor general Córdova hacen callar estas
leyes y destruyen casi completamente todos los cargos.
El general Córdova prueba con una información de jefes

79
Armando Barona Mesa

el estado peligroso y deplorable en que se hallaba esa


provincia declarada en asamblea, enemigos superiores
al frente, la pequeña fuerza de defensa, la desconfianza
y desmoralización del pueblo, la imperiosa necesidad
de medidas fuertes y enérgicas capaces de entonar la
disciplina y la confianza. Prueba que el sargento Valdés
era conocido por el asesinato de un comerciante a quien
mató para robarlo (según indicios vehementes), su
continua embriaguez e insolencia, la precaria conducta
y la multitud de excesos que casi diariamente cometía, y
prueba por último que Valdés merecía ser la víctima de
un ejemplar de disciplina.
“El general dice que el sargento Valdés lo ofendió
dándole en el brazo con un palo por defenderse; y ha
dicho en una prueba plena y legal según el artículo 21,
tratado 8, título 10; puesto que no hay testigos que lo
contradigan, que por solo esta falta mereció según el
mismo artículo la pena de muerte. Este castigo debió
imponérsele con todas las fórmulas de las leyes.
“El general Córdova presenta a las ps. 68, 69 dos
notas del Supremo Poder Ejecutivo por las cuales se le
delegan y confieren todas las facultades extraordinarias
del decreto de 9 de octubre de 1821. El artículo 9°
de este decreto lo autoriza para imponer penas a los
criminales que sea preciso castigar sin las formalidades
rigurosas de la ley. El artículo 11 lo autoriza para obrar
discrecionalmente en lo demás de su resorte según
lo exija la salud del Estado. La expresión discrecional
encierra el absolutismo, y a un poder absoluto creado
por la ley no se le pueden hacer cargos por el modo de
proceder. Ha probado pues que él pudo desprenderse de
las fórmulas para imponer la pena de muerte al sargento
Carmen Valdés y la acusación queda destruida.
“El segundo cargo, de haber ultrajado y depuesto al
sargento Peña está reducido a nulidad completamente.
No se han oído al acusado los descargos; los cinco
testigos que deponen no se han confrontado ni careado,

80
Córdova gloria y asesinato del héroe

es decir, se halla actualmente en estado de sumario, y


en este estado ni el fiscal puede probar el hecho, ni el
consejo puede conocer en un juicio.
“La tercera acusación, de haber ultrajado y atentado
contra la vida del capitán Cárdenas, consta solamente
por el dicho del oficial agraviado, pues aunque hay otros
dos testigos, éstos se refieren a lo que le han oído a
dicho oficial y además a que esta exposición sola no
hace prueba; las leyes no le dan crédito en juicio por
haberse retractado del asunto en un careo, folio 132.
“Tanto más convencen en el ánimo del infrascrito
estas excepciones cuanto el supremo gobierno de la
República posteriormente a los hechos que se cuentan
ha empleado con mucha distinción al señor general
Córdova, lo ha colmado de honores y lo ha elevado
al último rango de la milicia. Podría decirse que tales
hechos están en calidad de cosa juzgada.
“Estos no son sofismas estudiados para salvarlo. Lo
protesto, su señoria. Mi corazón se llenaría hoy de gloria
si cumpliendo con mis deberes pidiera contra el señor
general de división José María Córdova la pena capital
que la ordenanza impone en los casos comunes al delito
que se le ha probado. Pero, ¿cuál es la ley por la cual se
le pueden hacer cargos a un hombre que no está sujeto
a ninguna, sino sobrepuesto a todas ellas? No la hay:
y todo lo que se puede decir a este hombre es que ha
hecho mal uso del poder que se le confirió, ha abusado
de la confianza de la ley. ¿Cuál es la pena establecida
contra los que abusan de este poder? Tampoco la hay,
ni podría haberla, porque esto sería sujetarlo a las leyes.
No queda pues recurso.
“La opinión pública es la única que castiga los casos
en que las leyes no hablan. Esta es la inteligencia vigorosa
que el fiscal da a las excepciones propuestas, en virtud
de la cual se ve obligado a concluir pidiendo a nombre de
la República que el señor general de división José María
Córdova sea declarado excusado de los cargos que se le

81
Armando Barona Mesa

hacen y puesto en libertad conforme al artículo 199 de


la ley de 30 de abril de 1825 sobre procedimiento, pero
con calidad de no volvérsele a conferir mando alguno
con facultades extraordinarias por haber hecho mal uso
de las que se le confirieron en 1823. Bogotá, octubre 16
de 1827.”

Es esta una pieza jurídica dictada a la luz de las circunstancias


históricas y la legalidad compleja del momento, donde como es
natural, se presentan los tres cargos que se analizan a fondo por
quien cumple la función de fiscal de la causa. El coronel Ramón
Nonato Pérez agota como fiscal el tema y dice cuál y cómo debe
ser la sentencia, excusando los cargos. El examen de la situación
legal del acusado, conforme a la ley vigente, es analítico y la
verdad es que nadie, en momentos de tanta radicalización como
aquellos, se atrevió a desconocer el peso jurídico de esa vista
fiscal, así surjan algunas discrepancias de interpretación.
EL SALVAMENTO DE VOTO DEL PRESIDENTE DE LA AUDIENCIA
DOCTOR JOSÉ FÉLIX DE RESTREPO:

“Siento mucho diferir en este grave asunto de la


opinión de mis honorables compañeros, y voy a manifestar
las razones que a ello me obligan: de autos resulta lo
siguiente (recapituló las pruebas que obraban contra el
general Córdova y ccontinuó el análisis): los principales
argumentos aducidos por el señor general y su defensor
para sostener que no había habido delito y que, por lo
mismo, la Corte debe confirmar la sentencia absolutoria
del consejo de guerra, son dos: el primero consiste en
la aseveración de que el general fue irrespetado por el
sargento, y que este delito lo reputa la ordenanza como
uno de los más graves, particularmente en tiempo de
guerra, y que ésta aún no había concluido en el sur; y el
segundo en sostener que el general acusado se hallaba
investido de facultades extraordinarias, delegadas por el
Libertador, cuando tuvo lugar el acto por que se le juzga.
Tengo la íntima persuasión de que ninguno de estos dos

82
Córdova gloria y asesinato del héroe

argumentos desvirtúa, ni atenúa, siquiera en lo más


mínimo, la fuerza de las pruebas que existen contra el
acusado en el sumario: no el primero, porque cuando se
cometió el delito no se estaba ejecutando acto alguno
del servicio militar, y la actuación revela claramente
qué era de lo que allí se trataba, y en aquella casa y
circunstancias, conforme a los principios consignados en
nuestra Constitución, el general José María Córdova y
el sargento eran dos personas iguales, y quizá éste con
mejores derechos, porque debía considerársele el jefe de
aquella habitación, de la cual, probablemente, pagaría
el arrendamiento; ni tampoco el segundo, porque no
existían en el país otras facultades extraordinarias que
las que concede personalmente al Libertador el artículo
128 de la Constitución, en ciertas circunstancias, y para
usar de ellas en casos especiales y determinados, no
pudiendo, por lo mismo, ser delegables a ninguna otra
persona. Por lo tanto, mi voto es: que el general José
María Córdova debe sufrir la pena de último suplicio, en
la plaza mayor de esta ciudad, previa la degradación
pública de su empleo militar.”

Al leer el salvamento de su voto el doctor José Félix de


Restrepo, Córdova sintió una aguda punzada en todo su ser,
pero no dijo nada. A pesar de que siempre hablaron de su
intemperancia y del favor inmenso que le hizo al doctor José
Féliz en el año de 1819, no se alteró y lo llevó con gran calma y
tolerancia. Teminada la audiencia, Restrepo, cuando pasó a su
lado, le musitó a Córdova: “General, acá privadamente celebro
su absolución, pero yo, como juez, he tenido que cumplir con mi
deber y mi conciencia.” Córdova permaneció en silencio.
El expresidente don Mariano Ospina Rodríguez, quien vivió
todo este juicio, escribió un libro sobre el doctor José Félix
de Restrepo y en él anota que después de la audiencia y el
salvamento de voto, los bogotanos vieron en público a Córdova
y al doctor Restrepo:

83
Armando Barona Mesa

“Muy poco después -dice Ospina-, el general llevando


la espada al cinto, invitó cariñosamente a su juez a dar una
vuelta por el Agua-Nueva, paseo entonces casi siempre
desierto; los que los vieron solos por allí temieron un
acto de violencia; pero sin razón. El valiente joven había
querido solamente mostrar que no tenía resentimiento
alguno contra este hombre justo, y que miraba su voto
en el tribunal como un acto concienzudo de su rectitud”.

Este episodio, como arrancado de la vieja historia repu­bli­cana


de Roma, dejaba libre al general Córdova de esta pesadilla y con
la frente en alto ante la candente opinión pública de entonces.
Después de todos los saludos y felicitaciones, en especial
el del Libertador y del General Francisco de Paula Santander
y desde Popayán el mensaje solidario y efusivo de don Rufino
Cuervo. Córdova lo primero que piensa es irse a su tierra a ver
a su familia.
Pide permiso para desplazarse a Rionegro y parte a caballo
con sus escoltas hasta Honda, en donde toma una de las
embarcaciones livianas, bajando el Magdalena.
Pero el viaje no era solo de familia y descanso, porque, como
se sabe, La política muerde y atrae. Y es así que cuando se
estaba desarrollando el juicio, ya Córdova hace parte del partido
boliviano, aun sin quererlo. Ya estaba mordido y clasificado; y
es el propio Bolívar quien le ofrece el comando de Cartagena, en
desarrollo del plan estratégico de defensa de la república y del
territorio granadino, que supone la división del territorio entre
cuatro grandes comandos militares.
Así, pues, los planes de Córdova, según este ofrecimiento,
eran seguir de Rionegro a Cartagena donde sería el comandante.
Córdova se va a caballo, en barco y en canoa. Los aires
límpidos de sus montañas y su pueblo le rejuvenecen el espíritu,
aun muy joven pero afectado con el atafago de su vida. Y hasta
logra perfilar en la permanencia en su tierra, dos nuevos amores
con dos hermosas damas llamadas Irene Sánchez Zea y María
del Rosario Botero, que después evoca en carta a su hermana
Mercedes. Era un soltero muy enamorado.

84
Córdova gloria y asesinato del héroe

Ese grato descanso en Rionegro duró dos meses, incluida


la navidad y la llegada del año nuevo de 1828 y le sirvió para ir
de cacería, de pesca, de serenatas, de bailes y de amores. Su
familia había crecido con muchos sobrinos y cuñadas y eso hizo
feliz a aquel héroe.
Empero, al ofrecimiento de irse a Cartagena que le había
hecho el propio Bolívar, alguien le mete la mano e interfiere
aquella decisión que es revocada.
Es de rigor anotar que desde el regreso de Caracas de
Bolívar las opiniones adversas a éste de los granadinos se han
acrecentado, sobre todo, como se anotó antes, por los homenajes
que le rindió a Páez a quien llamó Salvador de la Patria, más el
regalo de la espada de oro de la libertad.
Las críticas de los escritores y políticos de la antigua Nueva
Granada llovían con sus panfletos diariamente. Un aire cargado
de odio se respiraba, mientras Bolívar y Manuela, desentendidos
de tal ambiente, repetían en un comienzo las reuniones galantes
de La Magdalena en la Quinta que el gobierno le había donado y
que por cierto necesitaba reparaciones urgentes y era muy fría
para el caraqueño.
Los antagonismos eran tan encendidos que ya se había
perfilado un odio insalvable entre granadinos y venezolanos,
odio del que no se escapaba el Libertador que ciertamente era
extranjero.
No obstante, Bolívar, optimista que siempre fue, sentía
los halagos del poder y organizaba su propio partido. Había
elaborado como atrás se esbozó, un plan estratégico de cuatro
grandes cuarteles en la que hoy es Colombia, para mantener el
orden frente a la posibilidad de una confrontación civil interna,
sobre todo cuando se estuviere desarrollando la Convención de
Ocaña, ya convocada por ley del Congreso presentada de su
propia iniciativa y próxima a reunirse.
El Congreso había dictado la ley de 7 de agosto de 1827 y
por medio de ella se ordenaba la convocatoria de una Convención
que se reuniría en Ocaña y que examinaría la Constitución de
Cúcuta y la reforma en todos los aspectos que fuere necesaria.
Ocaña era una ciudad apasible y aislada de las intrigas bogotanas

85
Armando Barona Mesa

y naturalmente más próxima a las delegaciones que llegaran de


Venezuela.
Por supuesto el Libertador quería repetir algo parecido a
la Constitución de Bolivia y la del Perú cuando estaba bajo su
dominio, con una Carta constitucional que le entregara poderes
dictatoriales en vez de la corona. Ese era el propósito muy claro,
hasta allí, de Bolívar.
Dentro de este marco de acontecimientos un día le llega
a Córdova, todavía en Rionegro, la cancelación del viaje a
Cartagena. Córdova averigua la razón y le señalan que detrás de
esa noticia se encuentran sus aparentes amigos y confidentes
Daniel Florencio O´Leary y su cuñado general Carlos Soublette.
Córdova, ya estando en Bogotá, aunque tratando de disimular su
encono pero de modo directo, le escribe al Libertador en marzo
del año 1828. Ésta carta dice en parte:

“…Yo hablo francamente; no hubiera para el efecto


presentado mi firma, sino lo hubiese prometido a V.E. y
también porque tengo yo un miedo mortal a las intrigas.
Aquí he sabido que el motivo de haberse suspendido mi
destino a Cartagena ha resultado de una intriga formada
entre el General Soublette y O’Leary, por consideraciones
al General Montilla; que hicieron creer sinceramente a
V.E. que se criticaba la organización que pensaba dar
al ejército: yo no había necesitado de esta noticia,
pues, yo caí en cuenta desde que recibí la noticia de la
suspensión en Antioquia, tanto por los antecedentes con
Montilla, como porque V. E. me escribió una cosa, y el
General Soublette otra contraria. Yo estoy muy contento
de no haber ido a Cartagena: creo que me encuentro en
mejor situación, más disponible; pero he querido hablar
a V. E. con la franqueza de mi alma, para que V. E. sepa
que estoy al cabo de los enredos, y para que, aunque
este me ha tenido en cuenta, mañana no me fragüen
otro que me perjudique en extremo y me haga perder
la amistad de V. E. que es de lo que más me lisonjeo.
También me han dado a entender que se quiso sembrar

86
Córdova gloria y asesinato del héroe

alguna desconfianza en V. E. para conmigo, y que esto


tal vez contribuyó a mi destino; esto me ha sido más
sensible que todo lo demás, pues he dado las mayores
pruebas de mi conciencia y uniformidad de sentimientos
con V. E.; he conocido muy bien mi situación y creo que,
en estos tiempos de conspiraciones, de desórdenes,
de infamias y de ingratitud, he servido a la causa de
nuestros principios como el que más… Bogotá, marzo
22 de 1828.”

Como se nota, pues, Córdova tenía sus enemigos agazapados


que buscarían que perdiera la amistad con Bolívar, como lo dice
premonitoriamente en su carta. Esa premonición, en el mundo
de las intrigas de que él se queja, habría finalmente de suceder.

87
Córdova gloria y asesinato del héroe

33
LA CONVENCIÓN DE OCAÑA

Para el comienzo de la gran Convención de Ocaña la


situación de Colombia se había agudizado cada vez más. Páez
imponía su dictadura en Venezuela, mientras Bermúdez se le
oponía con ferocidad hasta el punto de desatarse, finalmente,
una guerra civil venezolana. El Sur estaba agitado por múltiples
ambiciones personales y la amenaza de una invasión del Perú,
que perseguía apoderarse de varios territorios y hacerse con el
importante puerto de Guayaquil. Páez, además, había movilizado
tropas hacia los llanos mostrando los dientes para pasar de un
momento a otro a la Nueva Granada. Bolívar quiere volver a
Venezuela en un último intento de, como lo dice él mismo, por
lo menos evitar la guerra civil en su patria. Pero aplaza el viaje
y ese se convierte es su propósito para después de que termine
en Ocaña la Convención.
En ese momento pensaba el Libertador que iba a ser salvadora
la expedición de una nueva Carta constitucional, acomodada a
la rigidez de un gobierno fuerte y central, que él entendía se
necesitaba como único remedio.
Pero era obvio que había un elemento, quizás el más
perturbador, que era el sentimiento nacionalista de los viejos
estados, en contra de los extrajeros que habían llegado con
los ejércitos libertadores y se quedaron. Cierto es que habían
fundado familias, tenían hijos y proyectos de vida, pero eso no

89
Armando Barona Mesa

era suficiente frente a ese nacionalismo a ultranza que se fue


formando.
En Bogotá odiaban a los venezolanos, en Venezuela a los
granadinos, en Ecuador a ambos y en Lima a los colombianos.
Era este un factor de perturbación determinante entre las
grandes comunidades. A los militares venezolanos en la Nueva
Granada los asociaban con el régimen dictatorial al que aspiró
Bolívar en Bolivia, en Perú y ahora en la Nueva Granada. Si
bien el caraqueño proyectaba una imagen llena de carisma, los
enemigos recalcitrantes lo miraban como un tirano que había
desdicho su palabra de desprendimiento y renuncia al poder. Y
así, cuando se produjo la convocatoria para la integración del
Congreso o Convención de Ocaña, se movieron muchos resortes
moldeados por ese conjunto de sentimientos negativos reinante.
La elección de los diputados fue reñida y a veces pasional.
Desde el momento en que se expidió, por iniciativa de Bolívar, la
ley de convocatoria de la convención, hubo cálculos electorales
y se acudió a trucos de alguna trascendencia. La polarización de
los partidos se había tranformado en ese odio que surge de la
misma polarización.
Ya se ha dicho cómo la Constitución de Cúcuta prohibía
que se le hicieran reformas a la misma antes de diez años. No
obstante la nueva ley convocaba una asamblea constituyente
que por sí misma era soberana y por lo tanto podía expedir una
nueva Carta. La prohibición de los diez años para reformar la
carta no contaba ante una nueva convención. Pero aun antes de
viaje a Caracas de Bolívar en 1827, se había dado un acuerdo
político y adquirió validez tal convocatoria.
Desde luego la agitación fue general y en todo el territorio.
Veamos lo que anota el historiador Jaime Humberto Silva
Cabrales196:

“En su artículo 4° la ley del 7 de agosto de 1827


establecía que el Congreso, en decreto separado, deter­
minaría “el número de Diputados que debe nombrar cada

196
Autor citado, tesis de grado de historiador, Univ. Javeriana

90
Córdova gloria y asesinato del héroe

provincia y el modo y forma de las elecciones”. A mediados


de agosto estaba listo el proyecto de reglamento pero,
al llegar a manos de Santander, hubo objeción de este
por un motivo: contemplaba en su texto una prohibición
explícita tanto al Presidente como al Vicepresidente
de la República para ser elegidos diputados e, incluso,
asistir a la ciudad de Ocaña durante el desarrollo de la
Convención. Santander, que obstentaba entonces la
primera magistratura de la República en un principio no
estuvo de acuerdo conque se convocara una asamblea
constitucional (Moreno, 1990, p. 396), pero terminó
aceptando el evento y viéndolo como la posibilidad de
que Colombia tuviera una Constitución más acorde con su
realidad. Redactó, eso sí, un memorando, con fecha 22
de agosto, al Presidente del Senado en donde exponía de
manera breve pero contundente la inconveniencia de que
el Presidente en servicio acompañara los debates in situ:
“Convengo en que es muy justo que no sea Diputado
el que ejerza el Poder Ejecutivo, bien sea el Presidente
o el Vicepresidente. Más si éste se halla libre de la carga
del Gobierno, no hay motivo justo para que se le impida
asistir a la gran Convención, si alguna provincia lo
elige. (…) Propongo, pues, que en lugar de las palabras
‘Presidente y Vicepresidente’ se sustituya ‘el que ejerza
el Poder Ejecutivo de la República’. (Suplemento a la
Gaceta de Colombia No. 303, 5 de agosto de 1817).
Como consecuencia del anterior memorial, el
Congreso, de mayoría santanderista, hizo las correcciones
del caso y adoptó las recomendaciones del vicepresidente.
Maravillosa jugada de Santander: además de habilitarse
él mismo -para la fecha en que se desarrollaría el evento
ya habría entregado el poder al Presidente titular- se
libraba de Bolívar, su principal oponente político”.

¿Qué discutían y cuál era la posición de los contrarios a


Bolívar, que ahora aparecían con el nombre de liberales? Dentro
de este partido, a cuya cabeza estaba Santander y del que hacían

91
Armando Barona Mesa

parte Florentino González, el poeta Luis Vargas Tejada, Francisco


Soto, José Hilario López, Obando y muchos más republicanos,
eran fundamentalmente descentralistas, a diferencia de Bolivar
que quería un régimen centralista. Veamos parte de lo que dice
en una carta al iniciar la convención Luis Vargas Tejada 197.

“La federación es el sistema preferido por el


partido liberal; pero los miembros más influyentes de
él no pretenden establecerlo de un modo que debilite
el vigor de la administración, sino que conservándolo y
consolidándolo de modo que consista en la popularidad
de las instituciones, más bien que en prestigio de
las personas, pueda ejercerse sin menoscabo de las
garantías sociales. Con este doble objeto se conviene
ya generalmente por los liberales en federar los tres
grandes departamentos de Venezuela, Nueva Granada
y el sur, dando a cada uno una administración propia,
y uniéndolos con el vínculo de un gobierno general,
cuyas atribuciones se medirán tanto cuanto lo merece
lo arduo de la materia. Para evitar el descontento de las
provincias subalternas, se les daría un pequeño concejo
municipal con atribuciones suficientes para promover de
un modo eficaz los intereses locales”.

Al otro día de esta carta escribió otra al mismo destinatario


en la que subraya:

“Y la mayoría de los diputados estamos irrevoca­ble­


mente decididos a no permitir que la libertad retrograda
de un solo paso, sin que primero se derrame toda
nuestra sangre”.

La última frase señala el punto de radicalización y de odio que


ya existía y actuaba en las personas y aun en las instituciones.

197
Carta desde Ocaña de Vargas Tejada a James Henderson de Ocaña 16 de
abril de 1828, citada Pilar Moreno.

92
Córdova gloria y asesinato del héroe

Por lo demás, lo del federalismo y el centralismo, que ya había


producido sus frutos nefastos en la época de Nariño, era en
realidad un canto de cuna al lado de la animosidad contra Bolívar,
quien iba a insistir en las amplias facultades dictatoriales, como
se ha visto.
El general venezolano Mariano Montilla, muy cercano a Bolívar
y comandante de armas en Cartagena y a quien iría a reemplazar
Córdova, como se vio unas páginas atrás, como quiera que no
podía ser elegido diputado por tener un mando tan importante,
elaboró un documento perentorio firmado por todo el estamento
militar a la Convención, con un lenguaje desbocado y en cierta
forma amenazante. Fue el mismo que, como también se vio atrás,
Córdova firmó con reservas y salvedades y censurando el “estilo
amenazador que tiene por conclusión”. Es posible que a Bolívar
no le hayan caído bien esas reservas y hubiere comenzado en él
el proceso de desconfianza contra Córdova.
Finalmente Montilla renunció al cargo y se postuló para
diputado; pero perdió la elección porque era un venezolano
entregado a Bolívar.
Vale la pena ver lo que escribe la varias veces citada histo­
riadora Pilar Moreno198 sobre un episodio en particular derivado
de las actuaciones de Montilla en esos momentos, y que iba a
agraviar más a los liberales:

“… la carta de Montilla se hizo circular para recoger


las firmas de los oficiales acantonados en Cartagena.
Casi todos tranquilamente fueron firmando, pero el
segundo jefe del batallón de Tiradores, coronel Mariano
Gómez, y siete oficiales más se abstuvieron de firmar.
Inmediatamente se ejercitaron sobre ellos toda clase
de presiones y se desató una verdadera persecución.
Entonces acudieron ante el almirante José Padilla,
comandante de marina en el litoral atlántico, quien
gozaba de gran prestigio popular en la ciudad.

198
Autora citada, José María Córdova-

93
Armando Barona Mesa

“Es menester tener en cuenta que en esos momentos


existían serias discrepancias entre el general Montilla
y el almirante Padilla, no sólo por una vieja rivalidad,
sino por incidentes aparentemente triviales que habían
ahondado aún más sus diferencias de relaciones. Es
el caso, por ejemplo, de las disputas por los favores
amorosos de una zamba jarocha que había preferido al
almirante, pese a los esfuerzos hechos por el general
para retenerla”.
“El problema subió de punto cuando Padilla resolvió
destituír al nuevo comandante general de la provincia
del Magdalena, coronel José Montes, indudable aliado de
Montilla, encabezando de esta suerte una sublevación.
“El general Montilla, que se encontraba en Turbaco,
al enterarse de lo ocurrido, se trasladó a Cartagena
y exhibió una orden secreta de Bolívar en que le
autorizaba para reasumir el mando civil y militar cuando
lo estimase conveniente. Para esta maniobra contaba
con las tropas acantonadas en la ciudad. Montilla se
trasladó durante la noche con tres batallones a Turbaco,
dejando desguarnecida a Cartagena, con el aparente
propósito de ofrecerle al almirante Padilla la oportunidad
de declararse en abierta rebeldía y justificar entonces
una acción militar que lo aplastaría.
“Padilla buscó arreglar la situación con Montilla,
pero éste se negó, El almirante viajó a Mompós desde
donde escribió a Bolívar y al presidente de la Convención
de Ocaña relatándoles los hechos. La asamblea, por
veintisiete votos contra once, aprobó una proposición
en la cual daba las gracias al almirante por su celo.
Padilla se trasladó entonces a Ocaña, de donde regresó
en un movimiento sin sentido a Cartagena. Acto seguido
Montilla lo hizo detener y lo envió prisionero a Bogotá”.

Padilla era un brillante militar, parte de cuyas acciones vimos


en la toma de Cartagena y su liberación, época desde la cual
mantuvo un agrio distanciamiento con Mariano Montilla, sórdido
venezolano, rencoroso e intrigante, en quien confiaba Bolívar.

94
Córdova gloria y asesinato del héroe

El negro -era un zambo- José Prudencio Padilla ha sido el único


militar que ha ostentado simultáneamente los máximos grados
de general y almirante de las fuerzas armadas colombianas,
ganados por méritos propios superiores en el campo de batalla.
El almirante Padilla, según lo cuenta José Manuel Restrepo,
había tratado en Mompox de levantar los ánimos contra el
gobierno y hasta llegó a la Convención a ponerse del lado de los
contrarios de Bolívar y a ofrecer su espada para favorecer a los
partidarios de la oposición. Esto y otros acumulados hizo que
el propio Bolívar fuera quien libraría la orden de captura contra
Padilla, que hizo llegar a Montilla.
El general y almirante Padilla fue enviado a Bogotá donde
permaneció en un cuartel prisionero y sin juicio hasta la noche
del 25 de septiembre de 1828, cuando los conspiradores septem­
brinos intentaron liberarlo sin que estuviera comprometido en la
conspiración; y al ser recapturado en el mismo batallón del que
no había salido, fue sometido a un juicio grosero, cargado por
Urdaneta, quien lo llevó al patíbulo. Ya volveremos sobre este
asunto.
La Convención se instaló solemnemente el día 9 de abril
de 1828 después de un Te Deum celebrado con toda la pompa
religiosa en el templo principal de Ocaña, consagrado a San
Francisco de Asis. El Libertador, como ya se dijo, no podía
estar presente en su condición de presidente en ejercicio en la
misma ciudad y resolvió llegar hasta Bucaramanga, donde le
fue facilitada una residencia que hoy lleva el nombre de Casa de
Bolívar, de amplios salones y corredores, para tener noticia allí
de todo lo que aconteciera en la asamblea.
Fue elegido presidente de la misma, dentro de una mayoría
amplia, José María del Castillo y Rada, amigo de Bolívar, y el
venezolano Andrés Navarte Pimentel como vicepresidente.
Indalecio Liévano Aguirre sostiene que el presidente fue el
acérrimo liberal doctor Francisco Soto. Mas lo que realmente
ocurrió fue que al instalarse la Convención fue presidida por
Soto, y ya instalada, se eligió la mesa directiva en propiedad
como se dijo en el comienzo de este párrafo.

95
Armando Barona Mesa

Fue designado secretario el poeta Luis Vargas Tejada, uno


de los más destacados conspiradores septembrinos.
Allí estaba Santander con todos sus partidarios, quienes
presentaron un proyecto integral contrario al del gobierno.
Lo primero que aprobó el cuerpo colegiado fue la subrogación
de la Constitución del 21, por la nueva que fuera expedida. Es
decir, en esos momentos quedaron sin una Carta Magna que
rigiera los destinos de los tres países unificados.
José Manuel Restrepo199, a la sazón jefe del gabinete del
gobierno, cuenta cómo fue esta instalación y el ambiente por
dentro que se respiraba:

“Durante el curso de estos sucesos se juntaron en


Ocaña 67 diputados, que componían más de la mitad de
los 108 que correspondieron a toda la república. Resuelta
la instalación, verificose el 9 de abril bajo la dirección
del diputado Soto. Éste pronunció un discurso excitando
a la Convención a que asegurase la independencia y
libertad de los colombianos; en él hizo fuertes alusiones
contra el gobierno del Libertador. El primer presidente
de la Convención fue el doctor José María del Castillo
y vicepresidente el doctor Andrés Navarte. Los cuatro
secretarios nombrados fueron Luis Vargas Tejada,
Manuel Muñoz, Rafael Domínguez y Mariano Escobar,
todos conocidamente del partido exaltado. El general
Santander dominaba a éste, que obtuvo muy pronto
una mayoría decidida hablando siempre de la libertad
y garantías. Otro partido, que también las quería,
pero asegurados por un ejecutivo que gozara de sus
facultades esenciales para conservar la tranquilidad y
el orden en el vasto territorio de Colombia, enfrentando
a todos los bandos políticos, era dirigido por Castillo.
Había un tercero de diputados independientes, como los
Mosquera de Popayán, los de Antioquia y otros varios que

José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia,


199

tomo VI, edit. Bedout

96
Córdova gloria y asesinato del héroe

votaban según les parecía; éstos iban a dar la victoria


al partido a que se arrimaran. La Convención de Ocaña
reunía hombres de luces, de talentos, de experiencia
y patriotismo, comparables por su número y calidades
a los que legislaron en Cúcuta. Mas por una desgracia
lamentable, muchos estaban dominados por violentas
pasiones…”

Bolívar envió un mensaje de heróicos perfiles, en el que


al final hacía desprendimiento de su ambición de poder y
ofrecía devolver, en aras de la democracia, el que se le había
depositado a sus “cansadas manos”. Nadie veía en este gesto
-reiterativo por cierto- más allá de un truco para conmover
al pueblo, frecuentemente utilizado. Pero les impuso un gran
censor, que lo fue el irlandés Daniel Florencio O´Leary todavía
coronel, por cuyas manos debían pasar todos los documentos de
la convención, que, con un correo especial, debía partir todos los
días para Bucaramanga a ponerlo en las manos del Libertador-
presidente.
El Libertador, ya se dijo, se trasladó a vivir a esta última
ciudad para seguir los debates y enviar instrucciones a sus
amigos. Su plan era proseguir -ya se anotó- después de las
deliberaciones del Congreso a Venezuela.
Una vez instalada, y con la disposición de fuerzas que se
reflejaron en ese acto, tal como lo presenta el historiador Restrepo,
tuvo en mente Bolívar que la Convención podría estar a su favor
si, como lo anota en sus confidencias al entonces coronel francés
Luis Peru de la Croix, sus amigos hubieren atraído con fino
sentido de la política al tercer bando de neutrales. Pero fueron
negativos en ese manejo parlamentario y no lo lograron, por lo
cual prevalecía mayoritariamente la delegación de Santander,
más aguerrida y combativa. Desde allí supo el Libertador que
había perdido la partida y estaba obligado a adoptar otro plan
sustitutivo.
Circularon algunas cartas en las que se denunciaba un
complot para asesinar a Bolívar, que tenía por determinador a
Santander. Bolívar, a pesar de las diferencias que lo distanciaban

97
Armando Barona Mesa

del antiguo amigo, no creyó en eso ni en que aquel pudiere


llegar a ese punto.
En Bucaramanga acompañaban al Libertador los ingleses
el médico James Moore, el coronel Belford Hinton Wilson, así
mismo el teniente coronel Guillermo Fergusson y los venezolanos
general Carlos Soublette, coronel Juan Santana y el teniente
coronel Andrés Ibarra, pariente del Libertador. A estos se sumaba
el general Luis Peru de la Croix, en ese momento con el grado
de coronel. Le confió a éste el Libertador la misión especial de
llevar un diario confidencial de todo lo que ocurriera allí, pero
sobre todo de las divagaciones y recuerdos de Bolívar, en las que
retrata certeramente a amigos y enemigos, da rienda suelta a
su pensamiento, menciona episodios del pasado y muestra un
aspecto humano de sí mismo.
Pasado el tiempo las notas que tomó el oficial francés se
convertirían en el “Diario de Bucaramanga, vida pública y privada
del Libertador Simón Bolívar”, obra en la cual, después de varias
mutilaciones y pérdidas de papeles, todavía se pueden ver esos
perfiles analíticos certeros, penetrantes y exactos que hace el
Gran Caraqueño de sus amigos y enemigos.
Durante esos días de Bucaramanga, Bolívar recibía cartas
aun hasta de sus enemigos o contrarios sobre los diferentes
aspectos de los debates. Todos por supuesto veían marchar hacia
el fracaso la ardorosa contienda, como si fuera la Convención
francesa. Nada le salía bien al gobierno, a pesar de que intenta
Bolívar hasta el engaño, haciendo creer a su amigo José María
del Castillo y Rada que iba a aceptar con ciertas condiciones el
proyecto de constitución que los civilistas proponían. Todo esto
tenía el aspecto de una comedia, solo que era de verdad.
Entre tanto el Libertador aprovechaba su tiempo de la mejor
manera posible. Enviaba nutrida correspondencia a mucha gente
y la recibía y leía con la mayor atención. Nadie como él estaba
tan pendiente de todo lo que estaba pasando. Ordinariamente
después del desayuno, el Libertador organiza paseos a los parajes
vecinos y a las casas de las haciendas, que son gratos descansos.
En todas partes lo reciben con especial cariño independiente de
la política. Era su carisma y renombre de gran Libertador; y en

98
Córdova gloria y asesinato del héroe

las noches, después de la comida, organizan bailes que antes


le gustaban tanto y ahora no, quizás porque sus movimientos
galantes que eran parte de su caractística, están disminuídos.
Otras veces juega, con apuestas incluidas, un juego de naipes
llamado ropilla y en otros momentos el tresillo. El primero le
parecía un juego de tanta enjundia, que Perú reproduce este
pensamiento suyo:

“Estando almorzando el Libertador nos dijo: “La


ropilla de anoche me ha hecho meditar: Yo algunas
veces he tenido por circunstancias que mezclarme en
partidas en qe. se ganaba ó perdia mucho dinero; en
juegos de acasea tales como el Monte, á los naipes ó el
Para-pinto á los dados, y me metia en él mas bien con la
idea de perder plata que ganarla. En la ropilla no es asi:
no es dinero que jugamos sino que cada uno de nosotros
mete al juego su parte de amor propio; cuenta su saber;
cree tener mas ciencia que los demás y esperanzado con
todo esto se halla penosamente desapointe, como dicen
los franceses, cuando la mala suerte destruye todos sus
cálculos y su saber: esto pues no sucede en los juegos
puramente de hasares ó acaso, y si en los de comercio
donde el saber entra pr. mucho: así es Sres. que yo no
puedo con sangre fría perder mi amor propio: V.Vds. me
la ganaron anoche; pero espero tener mi revancha hoy,
ó pr. hablar castellano, desquitarme”.

Dos noches después jugó y perdió en el mismo juego de


ropilla. Al otro día, al preguntarle Peru de la Croix sobre ese
pasatiempo que antes alababa, “S.E. observo que era un juego
fastidioso, que no ocupa bastante la imaginación; que su
movimiento es lento, y que era preciso hallarse en Bucaramanga
y no saber que hacer, pa ocuparse con tal diversión.-“
Es muy interesante el retrato del Libertador que hace para
esa etapa de su vida Peru de la Croix, ya con la salud bastante
quebrantada y una apariencia mayor a su edad:

99
Armando Barona Mesa

“El general en jefe Simón José Antonio Bolívar,


cumplirá 45 años el 24 de julio de este año; manifiesta
más edad y parece tener 50 años. Su estatura es mediana;
el cuerpo delgado y flaco: los brazos, los muslos y las
piernas son descarnados. La cabeza es larga; ancha en
la parte superior de una sien al otro, y muy afilada en la
parte inferior: la frente es grande, descubierta cilíndrica
y surcada de arrugas muy aparentes cuando la cara no
es muy animada, e igualmente en momentos de mal
humor y de cólera. El pelo es crespo, herizado, bastante
abundante y mezclado con canas. Sus ojos, que han
perdido el brillo de la juventud, han conservado la viveza
de su jenio (sic); ellos son hondos, ni chicos ni grandes:
las cejas son espesas, separadas, pocas, arqueadas y
están más canosas que el pelo de la cabeza. La nariz es
proporcionada, aguileña y regularmente planteada (sic).-
Los huesos de los carrillos son agudos y las mejillas
chupadas en la parte inferior. La boca es algo grande y
saliente el labio inferior: los dientes son blancos y la risa
agradable. La barba es algo larga y afilada. El color de
la cara tostado, y se oscurece mas con el mal humor:
el estado del semblante es otro; las arrugas de la frente
y de las sienes son entonces mucho mas aparentes; los
ojos se achican y se encajonan mas; el labio inferior sale
considerablemente y la boca se pone fea; en fin se vé
una fisonomía toda diferente; una cara señuda que indica
pesadumbres, pensamientos tristes, e ideas sombrías.
Contento, todo esto desaparece, la cara se anima, la
boca es risueña, y el espíritu del Libertador brilla sobre
su fisonomía.- S.E. no lleva ahora bigotes ni patillas.
“Tal es el retrato físico del Libertador: su cuerpo es
el de un hombre ordinario; su cabeza y su fisonomía
sea que examinan según los sistemas de Gal ó de
Lawather son las de un hombre extraord°, de un genio
grande, de una inmensa inteligencia, de un observador
y profundo pensador. Su retrato moral hará ver que no
son falsas aquellas señas físicas y exteriores”. ( Diario
de Bucaramanga, Peru de la Croix. Se ha transcrito tal
como figura en el original).

100
Córdova gloria y asesinato del héroe

Este brillante general Luis Peru de la Croix, que había luchado


con rango y honor al lado de Napoleón, gran masón y admirador
ferviente de Bolívar, llegó a sufrir una suerte oprobiosa cuando
un poco tiempo después llegó provisionalmente a la presidencia
José María Obando después de vencer a Rafael Urdaneta, quien
había dado un golpe de estado. Obando lo sacó del país; y
separado de su esposa colombiana y de sus hijos, debió volver
a París sin una pensión ni dinero alguno. Empeñó todo lo que
tenía y cuando nada le quedaba sino sus insignias masónicas, se
suicidó en la posada donde vivía y dejó una carta profundamente
conmovedora:

“Motivos de mi suicidio y mis últimas disposiciones.


Cincuenta y siete años, una nueva caída política, separado
de mi mujer y de mis hijos hace seis años, sin esperanza
de reunirme a ellos, sin fortuna, sin estado, la realidad
de la miseria ya presente y las perspectivas de sus
inseparables compañeras, la humillación y la ignominia,
son los motivos que me determinan a abreviar mis días,
convencido, por otra parte, de que hay más valor en
darse la muerte que en “ et prendre a la gorge” por la
horrible miseria, que en dejarse arrastrar por ella hasta
el lodo y que vivir, en fin, bajo su cruel y permanente
tiranía…” (Se ha copiado conforme el original).

Al terminar de escribir la nota, en la que finalmente señala a


Obando como el déspota que había ocasionado sus desgracias,
se acostó en el lecho y se disparó su pistola.
Mas volviendo a Ocaña, el asunto era que, desde el comienzo
de la Convención, como ya se ha anotado, nadie pensaba que
el Libertador podía ganar con sus puntos de vista. La pasión
cegaba y aun cuando hoy podemos mirar las tesis de unos y
otros sin sentir un rechazo interior, lo que se conjugaba en el
debate por cada uno desde su punto de vista era el ardiente
aferramiento a las propias opiniones de cada uno y el deprecio
por las contrarias.
Había otro motivo casi que sicológico: era el rechazo urticante
de la palabra dictadura. Tal vez Bolívar la entendía por el valor

101
Armando Barona Mesa

prístino que le dieron los romanos en la era republicana, con el


mayor ejemplo de Cincinato. Pero los liberales pensaban en el
tirano que conculcaba la libertad de los ciudadanos.
Antes de llegar al mes de junio Bolívar ya sabía este fracaso.
Su olfato de analista era certero y agudo. Al propio Perú de la
Croix200 le hizo este comentario:

“Todavía no he dicho nada a usted sobre las


noticias de Ocaña, prosiguió S.E.; sólo las conocen
Soublette y O’Leary, y voy a contarlas a usted bajo la
misma condición de reserva. Es diabólica la idea del
señor Castillo y el proyecto que sobre ella ha formado
para paralizar la mayoría de la Convención, impedir
que logre sus miras, que se sancione la Constitución
presentada por la comisión -el proyecto que había
redactado la comisión del gobierno, explicamos- y hacer
que se disuelva la Convención sin haber legalizado los
males que se propone hacer al país. En esto también
el señor Castillo ve un modo victorioso de vengarse
completamente de los que lo tenían engañado habiendo
prometido falsamente sus votos, y de vengarse igual­
mente de sus enemigos Santander, Márquez, Azuero,
etc. Para que haya convención y pueda ésta sancionar
una ley, es preciso, según el reglamento, que concurran
las dos terceras partes de los diputados que existen en
Ocaña: retirándose, pues, unos 19 o 20, falta el número
necesario y no puede haber entonces deliberación
alguna. Ya el señor Castillo está de acuerdo con aquellos
20, y me dice que del 4 al 6 de éste se irán todos de
Ocaña muy secretamente para el pueblo de Las Cruces,
y que de alli seguirán su marcha para esta villa; que
para la ejecución de su plan y ganar algunos días que
necesitaba ha tenido que engañar a Santander y a
otros directores de aquel partido, haciéndoles creer que
siempre que se hiciesen algunas ligeras modificaciones
al proyecto de Constitución, él y sus amigos votarían su

200
Diario de Bucaramanga

102
Córdova gloria y asesinato del héroe

adopción, y que, creídos con esto, Santander y los suyos


están descuidados y no llegarán a desengañarse sino
cuando los 20 estén ya fuera de Ocaña.”

El expresidente Alfonso López Michelsen, con su agudeza,


anotó sobre este episodio que fue la primera vez que estraté­
gicamente se desintegraba el quorum de un parlamento en
Colombia. Y así fue.
Bolívar, como antes se mencionó, acudió a ese truco bien
elaborado como se ve, pero al fondo del cual se encontraba
Castillo y Rada como manejador. Los veinte diputados acordaron
no entrar al recinto el 2 de junio y no lo hicieron. Se retiraron a un
pequeño poblacho denominado La Cruz, donde permanecieron
un corto tiempo y luego tomaron el camino de regreso.
Botero Saldarriaga201 relata este punto crucial:

“Poco más tuvo que esperar el general Bolívar; el


2 de junio se ausentó la minoría de las sesiones de la
Convención, y el Libertador, convencido de que sus
amigos darían aquel paso, salió de Bucaramanga el
10 del mismo mes; y desde San Gil, el 12, oficiaba al
Secretario del Interior sobre aquella ocurrencia; el 16 en
el Socorro supo la definitiva clausura de la Convención, lo
comunicó al mismo Secretario de Estado y del Despacho
del Interior, y apresuró su marcha a Bogotá.
“Tanto el Consejo de Ministros como las autoridades
militares de Bogotá habían resuelto de modo definitivo
confiarle a Bolívar la dictadura en el país y procurar la
disolución de la Convención, como “mínima de males”,
según la amplia expresión de don José Manuel Restrepo,
uno de los Ministros de Estado en ese momento.”

Hay un truco parlamentario bastante conocido: cuando no


se ha logrado reunir una mayoría para votar un determinado
proyecto, las minorías se retiran y desintegran el quorum. Se

201
Obra de Botero Saldarriaga tantas veces citada, “General José María Córdova”.

103
Armando Barona Mesa

levanta por tal motivo la sesión del cuerpo legislativo. Y a él,


como se ve, hubo de acudir Bolívar para disolver la convención de
Ocaña, en la que había depositado sus esperanzas. Eso señala, a
las claras, que la política de reeditar la constitución boliviana que
tanto lo enorgullecía o la de la dictadura del Perú que ejerció,
no tenía cabida dentro de ese cuerpo soberano. De hecho la
convención había fracasado y Bolívar, como lo acabamos de ver,
era plenamente consciente de esa ocurrencia.

104
Córdova gloria y asesinato del héroe

34
ASUNCIÓN DE LA DICTADURA

Era el jefe del gabinete presidencial del Libertador-Presidente


el historiador -al que hemos acudido obligadamente muchas
veces- José Manuel Restrepo, fanático partidario de Bolívar, como
también lo era el jefe e intendente militar de Cundinamarca,
coronel Pedro Alcántara Herrán, quien al final de una carta enviada
al Libertador, todavía en Bucaramanga, no tiene inconveniente
en decirle: “Ultimamente, lo diré con mi corazón, no conozco otra
constitución, ni otra ley, que la voluntad de V. E.”.
Todo lo que sigue parece que hubiera sido preparado de
consuno con el propio Libertador. En realidad era la jugada
alternativa en el caso de que la Convención fracasara.
La señal enviada por Bolívar para darle curso al plan, parece
haber surgido, con valor entendido, al enviar la carta del día
12 de junio al Secretario del Interior. También le envía otra a
Manuela en la que le dice, para contento de ella, que ha desistido
del viaje que tenía pensado a Venezuela, que atrás se vio. Lo de
allá era grave y urgente. Pero más lo era lo de acá.
Al otro día de recibir la carta con correo especial, desde
la mañana, el Intendente de Cundinamarca convocó, como lo
hiciera en su momento Nariño, a una asamblea de padres de
familia. La reunión tendría lugar en la tarde del mismo día 13 de
marzo en la conocida Casa de la Aduana. Todo estaba preparado.

105
Armando Barona Mesa

La gente concurrió con devoción y entusiasmo y Herrán soltó


un discurso de angustia mientras presentaba para su firma un acta
elaborada por don Manuel Álvarez Lozano, hijo del prócer don
Manuel Alvarez Casal, el tío de Antonio Nariño y quien lo reemplazó
al viajar éste a Pasto. Don Manuel fue fusilado por Morillo.
En dicha acta solicitaban entregarle a Bolívar la dictadura,
dada la situación insalvable a su juicio. Hoy se ve todo este
panorama como el empecinamiento de Bolívar, a pesar de sus
reiterados discursos de desprendimiento y renuncia al mando,
en la instauración de dictadura que le diera el poder supremo,
como dictador vitalicio.
Mientras se adelantaba esa reunión de vecinos a la que
aquellas autoridades dieron alcances de asamblea constituyente,
el general Córdova, quien a la sazón se desempeñaba como
Subjefe del Estado Mayor, pasó por allí. Por supuesto sabía de
ella. Iba a caballo y en la mano portaba un pequeño perrero de
caballería.
Entró dejando a su caballo atado al frente. Algunos de los
que concurrían, entre ellos los señores Rafael María Vásquez,
Wenceslao V. Santamaría y Juan N. Vargas, después de los
discursos de los promotores girando alrededor de esa única
salida, habían adoptado una reacción razonable y expresaron sus
protestas sosteniendo que esa reunión era ilegal, al tiempo que
expresaban su apego por la libertad que tanto había promovido
con su retórica el Héroe Caraqueño.
En ese momento montó en cólera nuestro héroe Córdova
y golpeó donde pudo con su latiguillo de montar, naturalmente
que no en las personas por supuesto. Afirmaba airado que no
consentía que se dijera en su presencia nada en contra del
Libertador.
Después, como lo narra don Marcelo Tenorio en un escrito
recopilado en el Boletín de Historia y Antigüedades titulado
“Confesión de un viejo faccioso arrepentido, sin embargo de no
tener remordimientos”202, Córdova exclamó en la misma reunión
con su voz sonora e imponente:

202
Citado por Roberto Botero Saldarriaga

106
Córdova gloria y asesinato del héroe

“!Este pueblo es sordo y es preciso hablarle


recio para que oiga! La Gran Convención, que era la
esperanza de la República, se ha disuelto; no han podido
entenderse los partidos que la componían, y Colombia
está amenazada en esta gran crisis si no se autoriza al
Libertador por un acto extraordinario para que la salve,
porque la Constitución está desvirtuada y los medios
que en ella se hallan no son suficientes en las actuales
circunstancias.”

No obstante, Córdova, según Pilar Moreno, no fimó el acta.


Según Botero Saldarriaga sí, cuando lo hicieron casi todos los
presentes. Rápidamente se pusieron a circular las copias del
acta de la reunión de vecinos por el país y se rocolectaron más
firmas. Por cierto las gentes de Antioquia se negaron a firmar
por un sentido de prudencia.
Santander observaba estos desarrollos desde su trastienda
con ojo vivo. Cuando Vicente Azuero le contó lo relativo a la
actuación de su antiguo amigo Córdova en la susodicha reunión,
aquel utilizó su mordacidad y dijo: “Nada extraño de Córdova. Su
razón tiene línea media escasa y sus bordados le han inspirado
mucho orgullo. Lo perdono de todo corazón.”
Claro está que desde antes de la Convención estaban tan
radicalizados los ánimos, que Córdova, definitivamente cercano
a la amistad de Bolívar y a su política, había entrado en un
proceso de odio -todo el mundo odiaba a uno o a otro- contra
quien había sido su amigo, el general Santander.
Ya desde los días de la Convención, abiertos los fuegos con
la participación muy activa del exvicepresidente, Córdova en una
parte de su misiva del 21 de marzo dirigida a su amigo Manuel
Antonio Jaramillo, le dice:

“… Yo no consentiré, mientras viva, ver mi patria


mandada por Santander, por un avariento, parcial,
mezquino, miserable, injusto, cobarde, artero, y todo lo
que es malo…”

107
Armando Barona Mesa

Terminada la asamblea de vecinos, que naturalmente no


tenía ninguna autoridad jurídica, ese mismo día 13 de marzo
de 1827, que fue largo, el comandante Pedro Alcántara Herrán
envió el acta con sus copias y firmas al jefe del gabinete José
Manuel Restrepo y éste, con toda la obsecuencia, en el mismo
día le dio un trámite preferencial que culminó con su aprobación
y acogida por el consejo de ministros como un acto soberano del
pueblo.
El propio Restrepo, que después habría de comprender que
todo este servilismo era equivocado, anota el episodio así en el
tomo VI de su obra203:

“Esta acta aun sin tener todas las firmas de las


personas que la suscribieron, que fueron muchas, se
remitió el mismo día al Consejo de Ministros, el que por
medio de su presidente -era él mismo-, el secretario
del Interior, contestó al intendente Herrán, que juzgaba
el Consejo “muy fundado y de imperiosa necesidad del
pronunciamiento de la capital, la que ha manifestado
en él los ardientes deseos que animan a sus dignos
habitantes por la prosperidad y estabilidad de Colombia,
lo mismo que su amor e ilimitada confianza en el
Libertador presidente”. Un mensajero especial, el coronel
Wilson, edecán de Bolívar, partió aquella misma noche
para el norte, llevando al presidente el acta aprobada y
otro oficio del Secretario del Interior en que le avisaba,
por disposición del Consejo, la aprobación que éste
había dado, y añadía: “El Consejo al emitir su opinión ha
tenido presente la gravedad e importancia de la materia,
y aunque sin tener orden ni instrucciones de S. E. para
un caso tan inesperado e imprevisto, no ha dudado en
tomar sobre sí la responsabilidad de aprobar el acta de
esta capital. Los motivos que han influído en el ánimo
del Consejo para adoptar semejante resolución han
sido los más puros, y han emanado principalmente del

203
Autor citado, Historia de la Revolución de Colombia.

108
Córdova gloria y asesinato del héroe

íntimo convencimiento en que se hallan sus miembros,


de que no hay otra medida capaz de salvar la patria,
sino constituir un gobierno fuerte y enérgico ejercido por
S. E. el Libertador. Los miembros del Consejo esperan
que su resolución, aunque de tamaña trascendencia, no
será desaprobada por el Libertador, y que por lo menos
merecerá su indulgencia.”

Es difícil de encontrar una mayor sumisión que la de este


Consejo, que además termina pidiéndole indulgencia al Libertador
por su servilismo.
Y de este solo plumazo, quedaba sin valor lo poco que se
acordó en la Convención de Ocaña y la elección de los delega­
tarios. Y por supuesto la constitución de Cúcuta de 1821. Bolívar,
aparentemente ajeno a estos movimientos, llegaría devorando
distancias a asumir en la catedral la Dictadura.
Dice el historiador venezolano Guillermo Ruiz Rivas204 que
el mismo día 13 de marzo Bolívar recibió a los comisionados de
Pedro Alcántara Herrán en El Socorro, cosa que por supuesto no
puede ser. El día 13 fue largo, pero no tanto. De todos modos
Bolívar estaba el 21 del mismo mes y año en Zipaquirá, después
de haber mandado mensaje histórico de aceptación del poder
omnímodo que le ofrecían, tanto en el acta como por parte del
Consejo de ministros presidido por José Manuel Restrepo y otros
importantes patriotas, como se ha visto; y el 23 está en Chía, ya
en las goteras de Bogotá.
Desde allí escribió al Consejo de Ministros: “Llegaré a la hora
que ustedes me señalen”. El día 24 hace su entrada llena de
alborozo a Bogotá y se dirige directamente a la catedral donde
lo esperan ceremoniosamente los magistrados de las cortes, los
militares, el gobierno, los príncipes de la Iglesia, los comerciantes
y los artesanos con la alegría de una fiesta. Allí invoca el nombre
de Dios y oye un te deum y luego se desplazan en procesión
hasta donde han levantado una gran cúpula en la que Bolívar
asume el poder supremo sin compartirlo con nadie.

204
Bolívar más allá del mito, citado en los comienzos.

109
Armando Barona Mesa

Contradicciones de un hombre grande. Bolívar ha olvidado ya


lo que le había expresado en el Diario de Bucaramanga unos días
atrás a Perú de la Croix, fracasada como estaba la expedición de
una nueva carta constitucional por la asamblea de Ocaña, sobre
su inmediato porvenir:

“Gobernar con la Constitución desacreditada, la


recha­zaran los pueblos y entraran las conmociones
civiles: dar yó mismo un código provisional, no tengo
facultad para esto y al hacerlo me llamarían con razón
Déspota: gobernar sin Constitución ninguna y según mi
voluntad, me acusarían también con justicia el haber
establecido un Poder absoluto. Declararme Dictador no
lo puedo, no lo debo ni quiero hacer”.

El 27 de agosto el gobierno expide el decreto correspondiente


por medio del cual se reemplaza la Constitución y se otorgan
esos omnímodos poderes al Libertador-presidente. Solo que
éstos no tendrían duración sino hasta el año 1830. Por lo demás,
en ese tiempo había que convocar un nuevo Congreso, también
constituyente. Ese término, por cierto, se cumplió cuando se
instaló en enero de 1830 aquella asamblea que presidió el
Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, ya de regreso al
país, y se conoció como el Congreso Admirable, tema sobre lo
cual volveremos.
En ese decreto del día 27 tácitamente se ordena la supresión
de la vicepresidencia de la República, y se nombra el gabinete
ministerial así:
Secretario del Interior, José Manuel Restrepo, Secretario
de Guerra Rafael Urdaneta, Secretario de Relaciones Exteriores
Estanislao Vergara y Secretario interino de Hacienda, Nicolás M.
Tanco.
Y es el mismo día 27 cuando el Libertador dirige a los
colombianos una proclama relativamente corta en la que explica
lo que está ocurriendo y cuáles son sus intenciones. Veamos una
parte de ella:

110
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Colombianos: Me obligo á obedecer estrictamente


vuestros legítimos deseos: protegeré vuestra sagrada
religión, como la fe de todos los colombianos y el
código de los buenos; mandaré haceros justicia por ser
la primera ley de la naturaleza y la garantía universal
de los ciudadanos; será la economía de las rentas
nacionales el cuidado preferente a vuestros servidores;
nos esmeraremos por desempeñar las obligaciones de
Colombia con el extranjero generoso. Yo, en fin, no
retendré la autoridad suprema, sino hasta el día en que
mandeís devolverla; y si antes no disponéis otra cosa,
convocaré dentro de un año la representación nacional.
“Colombianos: No os diré nada de libertad, porque
si cumplo mis promesas, seréis más que libres, seréis
respetados: además, bajo la dictadura, ¿quién puede
hablar de libertad? ¡Compadezcámonos mutuamente,
del pueblo que obedece y del hombre que manda
solo!”.

Santander, indiscutiblemente tocado, le dirige un memorial


-hoy sería un derecho de petición- al Secretario del Interior
Restrepo, pidiéndole con algún sarcasmo aclaraciones sobre el
decreto en lo relativo a la supresión de su cargo. Ese escrito dice:

“Como dicha ley guarda silencio acerca de la


Constitución de 1821, por la cual he obtenido la segunda
magistratura de la República, y no declara si en parte,
o en todo queda en receso el Código Político, me es
forzoso, para satisfacer la deuda de honor que tengo
para con la nación colombiana y para con el mundo,
que no desconoce la representación que he tenido en mi
patria, suplicar a V.S. como respetuosamente lo suplico,
se sirva declararme, si la vicepresidencia de la República
queda suprimida absoluta o temporalmente, o si he sido
privado de ella por suspensión o por destitución. Al pedir
a V. S. como órgano del poder supremo esta declaración,
estoy muy distante de reclamar un destino que no me

111
Armando Barona Mesa

conviene actualmente y que por las amarguras que me


ha hecho sufrir, celebro privarme de él: quiero solo
saber en qué términos he dejado de ser vicepresidente
de Colombia, y no dejar vacilante mi honor en el
concepto público después de cerca de diez y ocho años
de servicios a la patria sin un solo día de intervalo, tanto
en sus prosperidades como en sus desgracias. Salvando
mi honor como hombre público, y dejado bien puesto
el concepto que he procurado granjearme por acciones
decentes y legales, todo lo demás estoy dispuesto
a sacrificarlo al bien de Colombia, a la tranquilidad y
sociego público. Francisco de Paula Santander.”

Tres días pasaron al cabo de los cuales Restrepo habría


de contestarle su enjundioso memorial al general Santander
diciéndole lacónicamente -para eso es el poder pensaban- que
por decreto orgánico del 27 de agosto, había sido suprimida la
vicepresidencia de la República y por lo tanto ya él no lo era.
Para ese momento la malquerencia era recíproca y grande
entre Bolívar, también personaje de sensibles rencores, y el
exvicepresidente Santander, a quien aquel llamaba Casandro,
como ya se ha dicho, en recuerdo de aquel personaje perverso
de Macedonia, hijo de uno de los generales de Alejandro Magno,
Antípatro, y rey él mismo de ese país después de un golpe de
estado posterior a la muerte de aquel gran rey.
Sin duda que fue nociva la enemistad entre los dos grandes
hombres, pero se diría que más lo fue para el Libertador, que
nunca esperó de aquel los tratamientos que se fueron dando en
la contienda política. Porque, sin lugar a dudas las posiciones
políticas que adoptó Bolívar fueron antidemocráticas y absolu­
tistas, mientras que la de Santander fue una sola, siempre
liberal, guardiana de la constitución y el orden, del control del
gasto y de la legalidad en general.
Y es precisamente Bolívar, ya al final de su vida, cargado de
melancolía, quien en carta al general Rafael Urdaneta le dice:
“El no habernos compuesto con Santander nos perdió a todos.”

112
Córdova gloria y asesinato del héroe

35
LA NOCHE SEPTEMBRINA

La gente del común temblaba de horror por la sola mención


de la palabra dictadura y comenzó a odiar al Libertador. Le
fueron perdiendo ese aprecio de veneración que le tuvieron
en un principio y luego lo hicieron presa de escarnio público.
En Bogotá, por el color moreno que le dejó el sol, lo llamaban
Longaniza y en Lima el zambo.
Pero en honor a la verdad no puede decirse que se hubieren
llenado las cárceles y los patíbulos como en una dictadura
moderna. No, fueron días normales en el sentido de que no se
alteró la paz ni hubo agentes del gobierno persiguiendo a nadie,
salvo cuando se produjo la noche septembrina, con un complot
directo y meditado para asesinar, sin ningún miramiento, a
quien había entregado casi toda su existencia para otorgar a los
pueblos americanos la independencia.
No obstante, en el gobierno abundaban los extranjeros,
especial­mente venezolanos, que eran déspotas en su modo de
actuar y la gente en líneas generales los odiaban.
Es más, basta leer con detenimiento ese decreto del 27 de
agosto para darse cuenta que nada diabólico animaba al presidente
Bolívar en contra de sus propios y crecientes enemigos. Este
decreto era en el fondo una carta liberal con todos los principios
y garantías sociales hasta ese entonces conocidos y que, en
cierta manera tenía un contrapeso a la autoridad omnímoda del
Libertador-presidente en el Consejo de Estado.

113
Armando Barona Mesa

Empero en las calles la inconformidad crecía; y mientras eso


estaba sucediendo, se conformó una sociedad secreta literaria
denominada Sociedad Filológica que presidía un joven abogado
llamado Ezequiel Rojas, quien unos años adelante sería el
fundador del partido Liberal. Como Vicepresidente también había
otro joven bachiller en jurisprudencia llamado Mariano Ospina
Rodríguez, quien sería el fundador del partido conservador. A la
misma sociedad fueron llegando los personajes más radicales, y
otros con menor intensidad pero con la misma decisión.
Había igualmente otro grupo subersivo que encabezaba
el médico francés, revolucionario de siempre, Juan Francisco
Arganil. De su grupo hacían parte los jóvenes Agustín Horment,
también francés, Pedro Carujo militar en servicio, Wenceslao
Zulaibar, antioqueño, y otros que luego veremos.
Don Mariano, quien llegaría a ser presidente de la república
por el partido conservador, entró a tal sociedad con su hermano
inseparable Justo Pastor plenamente enterado de los verdaderos
propósitos que los animaban, no obstante su definición y filosofía
conservadora.
En el seno de esa Sociedad Filológica, en la que disimulaban
sus verdaderos propósitos con estudios literarios, nació la
conspiración septembrina. Mejor aun, dicha asociación se
conformó únicamente para eso. Nadie allí estaba bajo engaño.
Todos eran demócratas y sabían claramente lo que buscaban.
Heróicamente cada uno se imaginaba que estaba reviviendo
la historia romana en los momentos dramáticos del asesinato
-por el bien de la patria pensaban- de Julio César, convertido
igualmente en dictador. Cada uno se sentía la reencarnación de
Bruto.
Unos años después de estos agresivos episodios septem­
brinos le preguntaron a don Mariano por la paradoja de su posición
política conservadora y su participación en el atentado contra
Bolívar, de quien se decía que era conservador, y él contestó:

“Ah, mi querido amigo, como se ve que ustedes


no sufrieron los desmanes, insultos y atropellos de la
dictadura… Ni han tenido que sufrir que una barragana,

114
Córdova gloria y asesinato del héroe

como la que dominaba en palacio, insulte, humille y se


burle de sus madres, de sus esposas y de sus hijas; es
que usted no sabe lo que fue la época de la barragana.”

El asunto es que, mientras Bolívar, ya habilitada la casa


que serviría de palacio de gobierno con el nombre de San
Carlos, después del fuerte terremoto que dos años atrás había
estremecido la capital, se había trasladado a vivir allí, desde
donde ejercía ese poder pleno por el que se había empecinado.
Manuela tenía una casa a diagonal, pero iba a pernoctar
con su amante en la casona vivienda del Libertador. Ese era el
palacio de gobierno, hoy sede de la Cancillería.
Un tiempo antes Manuelita se había apoderado, con sus dos
negras Nathan y Jonathan, de la Quinta -la Quinta de Bolívar
se le dice hoy- que le había sido obsequiada al Libertador por
iniciativa del propio Santander. La quiteña, escandalosa y alegre
como era, había conformado una pequeña corte de aduladores
fiesteros, básicamente extranjeros.
Ella y sus dos negras libertas transitaban por las calles
santafereñas vestidas de hombre y cabalgaban abiertamente y
a todo galope por esas vías empedradas de la pequeña urbe,
de unos treinta mil habitantes que era la Bogotá de entonces.
Pero ella, para aumentar el escándalo, lo hacía a veces vistiendo
el uniforme de coronela con espada al cinto o desenvainada.
Además fumaba gruesos cigarros, cosa que solo hacían los
hombres.
Nada respetaban las tres; y como en la ciudad todos eran
conocidos, ellas aprendieron a reconocer a los señores y señoras
santafereñas, miembros de una mojigata oligarquía criolla que
tomaba chocolate con almojábanas y colaciones a determinada
hora de la tarde, como los ingleses hacen con el te.
Luego, cuando Manuela daba comienzo al festín en la Quinta,
una de las exesclavas imitaba con irrisión y burla a las matronas y
a sus esposos en sus caminados y en la forma de hablar. Mientras
esto o similares cosas pasaban, todos reían y bebían aquellos
finos licores extranjeros de que estaba provista la alacena. Los
asistentes casi todos eran irlandeses, venezolanos y franceses.

115
Armando Barona Mesa

Esa vieja Bogotá era una ciudad que trataba de despertar del
letargo colonial, pero conservaba sus costumbres dieciochescas
con mojigatería. Por tanto era motivo de repudio permanente
que las tres alebrestadas mujeres rompieran con esas tradiciones
y vistieran del modo escandaloso en que lo hacían. A Manuela
inicialmente la llamaban la Extranjera, después la Barragana.
Pero lo que copó todas las resistencias de los miembros
del partido opositor fue el fusilamiento en efigie del general
Santander, que ordenó realizar Manuela a finales de julio de
ese año en la Quinta. Veamos cómo cuenta esos hechos la
historiadora Pilar Moreno de Ángel:205

“El 28 de julio de 1828 Manuela preparó un agasajo


para sus amistades en la quinta de Bolívar. En la ocasión
se bebió abundantemente oporto, vino de Burdeos y
champaña. En medio de la fiesta se propuso fusilar la
efigie de Santander. Al efecto se acondicionó “un bulto
de trapo que tenía las canillas adornadas de medias
de seda negra más largas que las de un gigante”. Fue
colacado, de espaldas, en un banquillo en la entrada de
la quinta. Un tricornio adornaba su supuesta cabeza y
Manuela dibujó la cara del muñeco, mientras alguien le
colocaba un letrero que decía: “F. de P. S. muere por
traidor”.

Muy cerca de allí estaba situado un destacamento del batallón


de Granaderos a cargo del coronel irlandés Richard Crofton,
ignorante militar que había llegado de cabo con la Legión Británica.
Este se acompañó de un piquete que se hizo presente a llamado
de Manuela, al igual que de monseñor Francisco Javier Guerra y
de Mier, Dean de la catedral y uno de los invitados. Dispusieron
todo el piquete de fusilamento, mientras el Dean preparaba el
alma del condenado con oraciones de muerte. Y luego, Crofton dio
la orden de fuego. Los disparos de fusil desbarataron el muñeco y
a partir de allí siguió el jolgorio triunfal de todos.

205
Autora citada, “José María Córdova”.

116
Córdova gloria y asesinato del héroe

Era realmente indignante que esto pasara con una persona a


la que la República debía tanto. Había sido su primer gobernante y
con todas las dificultades del mundo había hecho un cubrimiento
logístico a las hazañas del Libertador.
Santander supo de todo esto en silencio y aparentemente
todo seguía igual. Córdova no lo vio así y con un espíritu de
lealtad crítica al gobierno y con mucha franqueza, pero respeto,
le dirigió al Libertador la siguiente carta:

“Bogotá, 1° de agosto de 1828. Mi general: Sé que


V. E. está impuesto del suceso ocurrido en días pasados
en la quinta de la señora Sáenz, pero tal vez no será con
la exactitud del caso. Sé que V. E. ha tenido por esto
grande incomodidad, y que ha mandado se instruya
sumaria contra los autores de tal hecho, o del crimen
más bien, porque efectivamente fue un atentado contra
el gobierno y contra V. E. mismo, contra las leyes, contra
la sociedad y la disciplina, que debe observar el ejército.
Pero estoy seguro que de esta sumaria no resultará
nada, y esto más dará motivos a los enemigos de V.
E. para apoyar su oposición y opiniones. Se dirá que V.
E. ha tolerado o disimulado semejante falta cometida
contra Santander por enemigo de V. E., y esto sería
suponer una necia y ridícula venganza. La operación
dicen que fue hecha en un muñeco figurando en él a
Santander, que fue puesto en una especie de banquillo,
y como a traidor fusilado por la espalda por soldados de
Granaderos que por desgracia estaban en aquel campo
haciendo ejercicio; con asentimiento de su comandante
Crofton sin duda, pues era miembro y estaba presente
en la función. Se ha dicho que la señora Saénz fue quien
promovió el escándalo y lo dirigió. Se ha dicho también
en el público cuando se esperaban que se fusilasen
los promotores del motín hecho por la compañía de
Granaderos en Honda y luego fueron destinados a un
cuerpo del sur que habían sido perdonados por favor
concedido a la “presidenta”. Se critica generalmente que

117
Armando Barona Mesa

la dicha se ingiere en los negocios del gobierno y que se


le oye. Los amigos de V. E. sienten mucho esta crítica y
yo más que nadie, porque ningún otro tendrá por V. E.
mayor deferencia y adhesión, y por estos sentimientos
me sería muy sensible no tener siempre la razón de
mi parte para hacer callar a los enemigos de V. E. si
alguno se atreviese a hacerme alguna reconvención.
He expuesto las premisas, las consecuencias se palpan
acabando de leer lo que he dicho, y no las deduzco aquí
porque sería demasiado mi atrevimiento: antes temo
haberme excedido en incomodar a V. E.; pero cuento
con que V. E. sino me aprecia esta franqueza, me la
disculpará al ver que procedo solamente porque V. E.
gobierne y brille sin mancha. Señor, soy de V. E. con
el mayor respeto, su muy obediente servidor, José Ma.
Córdova”.

El Libertador, a quien seguramente en el fondo no le gustó


esta carta, sobre todo porque decía en toda su plenitud la verdad,
de todas maneras contestó comprensiva y amistosamente a
Córdova:

“Mi querido general: sabe Vd. Que yo le conozco a


Vd., por lo que no puedo sentirme con lo que Vd. me
dice. Ciertamente conozco también y más que nadie las
locuras que hacen mis amigos. Por esta carta verá Vd.
que no los mimo. Yo pienso suspender al comandante de
Granaderos y mandarlo fuera del cuerpo a servir a otra
parte. El solo es culpable, pues lo demás tiene excusa
legal, quiero decir, que no es un crimen público; pero sí
eminentemente torpe y miserable.
“En cuanto a la amable Loca, ¿qué quiere Vd. que
yo le diga a Vd.? Vd. La conoce de tiempo atrás. Yo he
procurado separarme de ella, pero no se puede nada
contra una resistencia como la suya; sin embargo, luego
que pase este suceso, pienso hacer el más determinado
esfuerzo por hacerla marchar a su país o donde quiera.

118
Córdova gloria y asesinato del héroe

Más diré que no se ha metido nunca sino en rogar,


mas no ha sido oída sino en el asunto del C. Alvarado,
cuya historia no me daba confianza en su fidelidad. Yo
le contaré a Vd. Y verá Vd. que tenía razón. Vd., mi
querido Córdova, no tiene que decirme nada que yo no
sepa, tanto con respecto al suceso desgraciado de estos
locos, como con respecto a la prueba de amistad que
Vd. tiene más que razón, tiene una y mil veces razón;
y, por lo tanto debo agradecer el aviso que mucho debe
haber costado a Vd. dármelo, más por delicadeza que
por temor de molestarme, pues yo tengo demasiada
fuerza para rehusar ver el horror de mi pena”.
“Rompa esta carta que no quiero que se quede
existente este miserable documento de miseria y
tontería”.
“Soy de Vd. afmo. Amigo y de corazón, Bolívar”.

Después de leer estas dos misivas, obligado es que se diga


que Córdova escribe en ejercicio de lo que él creía era un deber
de franqueza y sinceridad con el Libertador, al que tanto amaba.
Bolívar, también con franqueza, refleja la situación en cierto
modo embarazosa, que ya había vivido en Lima con Manuela,
aunque allá ella no se había atrevido a tanto. Sabía que ésta
era intemperante, hombruna, fastidiosa, intrigante y que no
convenía a la imagen que su gloria merecía. Pero esa “amable
loca”, como con ingenio le dice, llegaba cada que la necesitaba
a su soledad -la soledad del poder- con toda la pasión, ternura
y todas las armas femeninas de la seducción que una mujer es
capaz de dar. Ella necesitaba a un hombre de tantas tempestades
como él, que había salvado su vida en Jamaica por haber dejado
su hamaca vacía mientras en otro lecho una mujer devoraba sus
ímpetus sensuales. A él le resultaba realmente imprescindible
ella cuando su alma se abatía o cuando se inflamaba aquel
espíritu de amante compulsivo.
Y desde luego que tomó medidas: prohibió a Manuela que
siguiera viviendo en la Quinta y fue cuando consiguió para ella
una residencia situada casi a diagonal del Palacio de San Carlos.

119
Armando Barona Mesa

Allí viviría ella, y cuando Bolívar la necesitase, le mandaría un


recado y ella llegaría inmediatamente a llenar con su presencia
el espacio vacío.
Frente a estos nuevos acontecimientos, curiosamente Páez,
que estaba al borde de una guerra civil con su émulo de siempre
José Francisco Bermúdez en Venezuela, aceptó la dictadura de
Bolívar y su autoridad. Leamos lo que escribe sobre este punto,
un tanto engañoso, de la asunción de la dictadura por Bolívar,
según el historiador Restrepo, a la sazón Ministro de Gobierno,
como ya se ha anotado206:

“El nuevo orden establecido en Colombia en virtud


de las facultades ilimitadas conferidas al Libertador por la
casi unanimidad de sufragios de la república, fue jurado
y celebrado en muchas ciudades con fiestas y regocijos
públicos. Más ninguna excedió en sus demostraciones a
Caracas, la patria querida de Bolívar. Ya el jefe superior
Páez había anunciado oficialmente “que los pueblos
habían levantado actas con tanto gusto como columnas
a la libertad encargado a S. E. el Libertador para darnos
todas las reformas que exigen nuestras necesidades,
nuestras costumbres, nuestro estado de civilización
y nuestros excesos…, pudiendo asegurar a usted que
el pronunciamiento que hizo la ciudad de Bogotá el
13 de junio ha reanimado la concordia entre esos y
estos pueblos con vínculos de humanidad, que harán
permanente y común su dicha”. Consecuente Páez con
estos sentimientos y acaso para imponer a la multitud,
determina que se jure con grande pompa y solemnidad
obediencia al Libertador, como a jefe supremo de
la república, revestido de facultades ilimitadas para
arreglar todos los ramos de la administración. Verificose
este acto en Caracas el 21 de septiembre por todas
las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, por
los padres de familia, y por seis batallones y dos

206
Autor, obra citada antes.

120
Córdova gloria y asesinato del héroe

escuadrones de tropa que proponían cerca de seis mil


hombres, los que formados en gran parada hicieron la
función más imponente. Parecía que todos contraían
aquel vínculo sagrado con el mayor placer, lo que
unido a la decisión que manifestaba Páez en sostener
el mando del Libertador hacía augurar con fundamentos
que la paz y la unión colombianas serían duraderas en
los departamentos del norte de la república”.

Dentro de la Nueva Granada, después de asumir la dicta­


dura, hubo muchas disputas y enfrentamientos entre los
partidos que se habían formado. Los periódicos ardían con sus
escritos y panfletos y, por supuesto unos militares chafarotes,
especialmente venezolanos, detenían por unas horas a algunos
de los encarnizados escritores que conspiraban.
En tanto estas cosas se daban, Bolívar, con alguna nobleza
pero tratando de alejar al jefe de los enemigos, nombró como
Enviado Especial y Ministro Plenipotenciario al general Franciso
de Paula Santander ante el gobierno de los Estados Unidos.
Éste, después de pensarlo y balancear el asunto, aceptó el cargo
solo si podía llevar de secretario a Luis Vargas Tejada, el poeta
subversivo. El Libertador aceptó y el antiguo vicepresidente
comenzó a organizar su viaje. Pero las reuniones de los
subversivos continuaban y se acercaban a Santander como el
gran consejero.
Este Vargas Tejada era en verdad un recalcitrante. Un
jacobino con poesía a cuestas. En una de las reuniones de los
conjurados leyó unos versos que decían:

“Si a Bolívar la letra con que empieza


y aquella con que acaba le quitamos,
Oliva, de paz símbolo, hallamos,
Esto quiere decir que la cabeza
Del tirano y los pies cortar debemos,
Si es que sólida paz apetecemos.”

121
Armando Barona Mesa

Todo lo que siguió fue un doloroso proceso de desintegración.


Se conformó el grupo que mencionamos antes del Centro
Filológico, nombre solo de apariencia e integrado por personas
de distintas vertientes, pero todos revolucionarios que no veían
otra salida que cometer el magnicidio.
Ahora, en tanto esto sucedía en el centro de la república,
llegan las noticias y los periódicos del Perú en que se reseña la
campaña incesante e intensa que se adelanta contra Colombia y
el deseo que iba tomando cuerpo de invadir el territorio de este
país.
Mas la noticia que indujo con mayor fuerza la cólera del
Libertador fue la de la invasión por parte del mariscal Agustín
Gamarra de Bolivia, donde todavía era presidente el mariscal
Sucre y contra quien se había levantado el pueblo, incitado por
la gran variante de intereses creados. Incluso el gran vencedor
de Ayacucho fue herido de gravedad en un brazo, herida que le
privó por siempre del movimiento normal del mismo.
En esos momentos gobernaba el Perú el también mariscal José
de la Mar, sin cuyo permiso actuó Gamarra. Como consecuencia
de estos hechos, Sucre, herido, renunció a la presidencia y tomó
la ruta del regreso. En el Ecuador se casó con la infiel marquesa
Mariana Carcelén de Solanda y luego, después de un corto
tiempo, prosiguió su viaje hasta Bogotá, a pedido del Libertador.
Bolívar al recibir estas nuevas se dejó mover por la exaltación
furiosa y, bajo sus efectos, envió una proclama el 3 de julio de
ese 1828 a los peruanos a los que trata hasta de miserables con
toda la censura y adjetivos que su mente enceguecida daba.
Los amenazó con la guerra, que un mes después concretaría de
modo oficial y concreto.
“!PROCLAMA! ¡SIMON BOLÍVAR LIBERTADOR PRESIDENTE
DE COLOMBIA A los pueblos del sur!
¡CIUDADANOS Y SOLDADOS!

“La perfidia del Gobierno del Perú ha pasado todos


los limítes y hollado todos los derechos de sus vecinos
de Bolivia y de Colombia. Después de mil ultrajes
sufridos con una paciencia heróica nos hemos visto al

122
Córdova gloria y asesinato del héroe

fin obligados a repeler la injusticia con la fuerza.… Os


convido solamente a alarmaros contra esos miserables
que ya han violado el suelo de nuestra hija, y que
intentan aun profanar el seno de la madre de los héroes.-
Armaos Colombia del Súr.- Volad a las fronteras del Perú
y esperad allí la hora de la vindicta.- Mi presencia entre
vosotros será la señal del COMBATE. BOLÍVAR”.

Y luego, como se dijo atrás, unos días después, el Libertador


declararía formalmente la guerra al Perú.
Esta proclama y la guerra anunciada cayó mal en todos los
ambientes de la oposición. E incluso, en el mismo Consejo de
Ministros colombiano, que, aunque de modo respetuoso, le hizo
ver a Bolívar la inconveniencia de entrar en esa contienda. Pero
ya era tarde.
En el Perú tomaron decisiones similares y se prepararon, con
un odio estimulado por los variados intereses de los principales
personajes, que no reconocían -hasta hoy- a Bolívar como su
libertador sino a San Martín. Era este un problema mayor que se
le agregaba a la precaria situación que se vivía en las postrimerías
de aquella gran Colombia.
No obstante se hicieron intentos para arreglar la dañada
situación con los peruanos. Bolívar, entrado en razón, envió a
Lima a quien se había convertido en su hombre de confianza,
el coronel O´Leary, con fórmulas de arreglo y ya estaba listo
el doctor Joaquín Mosquera para entrar en las negociaciones
diplomáticas. Se pensó entonces que ya no habría guerra y eso
tranquilizó un poco a los granadinos.
Es conveniente ver parte de la carta del 7 de agosto del general
Córdova -a quien Bolívar le había dicho que lo acompañaría al
conflicto del sur- a su hermano Salvador Córdova dentro de una
correspondencia asidua y muy sincera que mantenía con él. Le
expone las últimas novedades en relación con el Perú. Leamos207:

“Correspondencia y documentos del General José María Córdova, compilación


207

de Pilar Moreno de Ángel, edit. Kelly, Bogotá.

123
Armando Barona Mesa

“Mi querido Salvador:


“Ya creo que no tendremos guerra con el Perú;
ha ido el Coronel O´Leary a proponer un armisticio,
para después ir el señor Mosquera a arreglar la paz,
límites y relaciones; yo creo que esto se hará sin duda,
porque la última posición del Libertador y la declaración
de guerra de este Gobierno a aquel, debe haberlos
alarmado mucho y más asustado; así que deben recibir
con mucho contento las proposiones (sic) de paz; tanto
más cuanto que el General Gamarra, que había invadido
a Bolivia y se hallaba en La Paz, se ha retirado medio
huyendo, por no hacer frente a 1.500 caballos con que
de Cochabamba salió el coronel Brawn para atacarlo.
De modo que el gobierno del Perú debía tener un miedo
espantoso. Me alegraré que nada tengamos que hacer
con aquellos pobres diablos. Nos podremos en este caso
poner bien en guardia para si vuelven los españoles,
lo que tememos mucho, porque ellos últimamente han
hecho el último esfuerzo por reunir en La Habana una
fuerte expedición y se les calculan de 16 a 20 hombres,
de los que fuera de la guarnición, que siempre tienen
que dejar de 6 a 8.000 hombres, y bajas de enfermo,
podrán disponer de 10.000 hombres. Si efectivamente
vienen, yo no les tengo miedo; casi puedo asegurar que
serán destruídos en un año o poco más; al principio ellos
obtendrán algunas ventajas, pero esto durará poco.
“Pero si no hay guerra con el Perú, y no vienen los
españoles, si este Gobierno se consolida, yo me voy a
Europa probablemente a dar un paseo de dos años.
“Aquí no hay ninguna novedad. El Libertador está
bueno, gordo y contento. ….”

Las gestiones de O´Leary se hicieron, pero ya era tarde para


enmendar la situación creada por la impulsividad del Libertador
frente a la mente afiebrada y levantisca de los peruanos. No les
asistía temor por las fuerzas armadas colombianas, sino que
más bien las palabras impulsivas de Bolívar habían estimulado
sus verdaderos deseos.

124
Córdova gloria y asesinato del héroe

Justo es decir que el General Córdova, a pesar de sus triunfos


en la guerra de independencia, por esa época se encontraba
en la mayor pobreza. En realidad toda su vida fue muy pobre.
Solo vivía de los sueldos cuyo pago se atrasaba. Para intentar
comprar un solar tuvo que pedir al Libertador que lo favorecieran
con los pagos de esos atrasos. En 28 de abril de 1828 le escribe
a Salvador:

“Acabo de recibir su carta del 16. Mi destino es el de


Subjefe del Estado Mayor General, pero espero que este
cuerpo tome otra organización, según las observaciones
que he hecho al Gobierno, y entonces seré su Jefe; bien
que de todos modos yo no estoy contento aquí; vivo
pobre, lleno de apuros y de temores por mi pobreza;
quiero ir a cualquier parte a ver si la fortuna se torna en
mi favor. …” 208

Efectivamente vivía nuestro general muy pobremente en


una especie de aparta­mento dentro de una casa grande situada
al frente del Colegio de El Rosario, con sus dos edecanes y allí
también vivía el señor Marcelo Tenorio, hombre culto egresado
del mismo cláustro del Rosario, escritor y gran amigo y admirador
del general.
Córdova consciente de su precaria educación, tenía
ansiedad por completarla. Y Tenorio no solamente inició en
Córdova una etapa de conocimientos poniéndole al alcance una
obra tan significativa sobre la vida de los grandes personajes
griegos y romanos como las Vidas Paralelas de Plutarco, sino
que lo rodeó de un ambiente intelectual con el que el Héroe de
Ayacucho se sentía identificado.
Para efecto del aprendizaje de idiomas, pues como se acaba
de ver Córdova quería viajar por Europa y el mundo, Tenorio lo
puso en contacto con el oficial venezolano Pedro Carujo, al que
ya aquel conocía dentro del ejército, y quien había llegado al

208
Gran parte de las citas del epistolario de Córdova han sido tomadas de la
compilación de Pilar Moreno de Ángel, “Correspondencia y documentos del
general José María Córdova”, Edit. Kelly de Bogotá.

125
Armando Barona Mesa

grado de teniente coronel. Era éste un hombre culto, experto en


idiomas y matemáticas y además ocupaba el cargo de primer
comandante de caballería. Hay que agregar que Tenorio y Carujo
eran liberales.
Carujo pues se encargaría de darle instrucción al gran
general y por supuesto, independientemente de la política, se
hicieron grandes amigos.
A esa casa llegaba igualmente a visitarlo el que llegaría a ser
general e historiador Joaquín Posada Gutiérrez, personaje muy
conocido y gran amigo del Libertador. Él recogería una completa
historia de aquella época en sus Memorias Histórico-políticas.
Pero lo que más impacto causó en la vida del mayor general
José María Córdova en aquellos tiempos tan contrastantes para
él, ocurrió cuando una tarde fue invitado por el cónsul general
inglés acreditado en Bogotá, mister James Henderson y conoció
a su familia en la que descollaba una hija de éste llamada Fanny.
Entonces esta niña tenía solo trece años y era, según Córdova,
deslumbrantemente bella.
Hay que anotar que para ese entonces el Código Civil, ya
adoptado en la legislación colombiana que era el de don Andrés
Bello, establecía como edad hábil para casarse en la mujer la de
los doce años.
Córdova queda maravillado y se hace amigo de la familia
Henderson. Va a tomar el te a la hora ritual de los ingleses y la
ve crecer mientras admira mucho más su belleza que se acentúa
al paso de los meses. Encarga a Salvador que le mande a hacer
unos zarcillos y algunas otras cosas por los artesanos de Rionegro
y nutre su correpondencia con éste con referencias muy directas
al estado de enamoramiento puro que había alcanzado, similar
al que tuvo por aquella novia ya lejana de la época en que fue
jefe civil y militar de Antioquia con el grado de coronel, que antes
vimos. El cónsul se percata de esos amores, ya correspondidos,
y mira con buenos ojos al apuesto e importante general.
Pero mientras esto pasa, en Bogotá están sucediendo
rápidamente los acontecimientos que habrán de estremecer la
vida y la historia nacional. El Centro Filológico y otro grupo de
oficiales entre los que se destaca el comandante Pedro Carujo,

126
Córdova gloria y asesinato del héroe

llegan sin más dilaciones a la determinación de dar muerte al


Dictador.
Es una decisión irreversible de un patriotismo errado, inyec­
tado por los propios impulsos emocionales de los integrantes.
Primero pensaron ejecutar sus planes en un baile de máscaras
que se hizo en el teatro Coliseo, al frente del Palacio de San Carlos,
para conmemorar el aniversario de la batalla de Boyacá. Ese día
Manuela, informada a tiempo de la siniestra confabulación, y sus
negras, alcanzaron a advertir a Bolívar del peligro, quien salió
del sitio acompañado precisamente del general Córdova.
Veamos lo que sobre el particular consigna el escritor e
historiador de la época Marcelo Tenorio, vecino de apartamento
de Córdova como se vio, liberal y amigo de Carujo y por supuesto
del general, en orden a refutar a Florentino González que cuenta
una versión a su manera sobre la forma como se desarrolló
ese acto:

“Pocas veces se había manifestado el Jeneral Bolívar


en concurrencias de aquella clase tan contento como esa
noche, cuando una ocurrencia sumamente desagradable
para él, lo hizo salir intempestivamente, y se salvó.
Se hallaba en el patio con el Coronel Fergusson, y de
repente vio pasar desgreñada, sucia muy mal vestida a
esa misma hermosa señora que dice el señor González
se le presentó en palacio, con espada en mano la noche
del 25 “Manuela Sáenz”. Bolívar la conoció porque
iba sin máscara; y volviéndose a su edecán le dijo,
como dudando de lo que veía, “coronel, ¿es…?”, Sí mi
general. “Eso no se puede sufrir”, replicó Bolívar, y salió
precipitadamente sin despedirse de nadie. Fergusson le
preguntó si quería que lo acompañase, contestó que no.
El mismo coronel me ha referido lo espuesto. El general
Córdova, que estaba disfrazado, sin máscara, había
salido al callejón de la entrada momentáneamente, y
al pasar Bolívar junto a él, de quien no fue conocido, le
dijo “que! ¿se va U., mi general?”, sí, muy disgustado;
acompáñeme U. y le contaré”, Córdova le dio el brazo, y

127
Armando Barona Mesa

media hora después volvió al baile, donde me confirmó


lo que Fergusson me había dicho; yo guardé silencio
respecto de lo que me había pasado, hasta algún tiempo
después que lo comuniqué únicamente a Córdova, porque
no teníamos reserva duradera. Estando Carujo, después
de confesionado, preso en el estado mayor, donde
lo ví todos los días que allí permaneció, auxiliándolo
con más de trescientos pesos que la generosidad de
algunos patriotas le remitió conmigo, no solamente me
confesó la resolución que hubo de matar a Bolívar en
aquel baile, lamentando que se hubiese perdido aquella
ocasión tan favorable en su concepto, sino que satisfizo
mi curiosidad sobre varios pormenores y circunstancias
que yo deseaba saber. Algunas personas atribuyen la
salvación de Bolívar, en el teatro, a la casualidad de
que salió oportunamente, porque tenía convidados para
cenar en palacio; pero se equivocan: en la noche de
que he hablado no tenía cena ni compañía, pues si así
hubiera sido, habría asistido la familia que tenía en su
palco, y sus amigos más cercanos; esa noche de la cena
fue la de otro baile de máscaras en la que no tuvo peligro
alguno”.209 (Se ha copiado tal como figura en el texto)

Luego determinaron llevar a cabo el atentado en una visita


que hizo Bolívar al Salto del Tequendama el 20 de septiembre,
habiéndose detenido en la población de Soacha. Santander fue
consultado por Vargas Tejada para oír lo que pensaba al efecto,
y propuso que pospusieran la fecha para después de su partida
hacia los Estados Unidos, cuando él no estuviera presente, a
sabiendas de que sería el primer sospechoso. Aplazaron pues el
atentado.
Acto seguido pensaron en el día 28 de octubre, pero por la
infidencia de uno de los comprometidos, el capitán Benedicto
Triana, al contarle al subteniente Francisco Salazar lo ocurrido

209
Marcelo Tenorio, “Refutación a Florentino González”. Apareció en El Neo-
Granadino de Bogotá los días 4, 11 de marzo y 1° de abril de 1853.

128
Córdova gloria y asesinato del héroe

la noche del 24 de septiembre en una reunión secreta a la que


además asistían miembros de la Logia masónica y en la que
determinaron seguir adelante con los planes el día 28. Salazar
contó al propio Libertador lo que sabía y éste mandó a detener a
Triana y llamó al coronel Ramón Nonato Guerra, jefe del estado
mayor de Cundinamarca, para que adelantara la investigación.
Lo que Bolívar no sabía era que Guerra era uno de los
cabecillas de la conspiración. Sin embargo éste puso grillos a
Triana, pero no recibió declaración alguna ese día.
Pero lo que sí hizo fue precipitar el acto para ese mismo día
25. En realidad todo estaba meticulosamente calculado, aunque
en verdad, como se verá, mal calculado.
Acudo a la importante cita del general Joaquín Posada
Gutiérrez210, mencionado antes y muy amigo del Libertador y
del propio Córdova, sobre ese tema específico, que aquel vivió
personalmente en toda su intensidad.

“El general Santander contradecía a los fogosos


partidiarios del asesinato: su programa era la destitución
del Libertador por medio de pronunciamientos en las
provincias, que debían promover los diputados de la
Convención que participaban de sus opiniones, lo que se
trató en Ocaña mismo; convocar luego otra Convención
y someter a juicio a Bolívar. Es decir, que para el
general Santander era más seguro y de más efecto que
Bolívar, juzgado por sus más implacables enemigos, a la
manera que lo fueron Carlos I y Luis XVI -al primero de
los cuales cortó la cabeza Oliver Cromwell y al segundo
Robespierre- . muriera como éstos murieron. Así fue que
habiéndose tratado seriamente de asesinar al Libertador
el 10 de agosto en un paseo al pueblo de Soacha, a
donde fue con poca comitiva, lo impidió el general
Santander, en lo que hizo un señalado servicio, pues
muerto el Libertador y algunos de sus ministros que lo
acompañaban, habrían muerto en el acto los asesinos y

210
Autor citada, “Memorias histórico-políticas”, edit. Bedout, tomo I.

129
Armando Barona Mesa

todos los conocidamente enemigos de Bolívar, a mano


de los generales y jefes que contaban con el batallón
Vargas, con el regimiento de Granaderos, con la milicia
de infantería de la ciudad y la caballería de la Sabana”.
“Por otra parte el general Santander se oponía a que
se intentase la menor cosa antes de que él hubiese salido
de Colombia en su misión diplomática. No pudiendo
vencer esta oposición, acordaron los conjurados,
resueltos al asesinato, no dar el golpe hasta el 28 de
octubre, día de San Simón, en que con motivo de la
fiesta del nombre de Bolívar se presentarían ocasiones
favorables, y se habría ido el general Santander; cuando
uno de esos incidentes que casi siempre ocurren en las
conspiraciones numerosas, los alarmó y los precipitó
desconcertados a adelantar la catástrofe: el capitán
Benedicto Triana, uno de los conjurados, invitó sin
preacuciones al teniente Francisco Salazar a entrar en la
conspiración; Salazar, sorprendido, disimuló con Triana,
dio parte inmediatamente al comandante general del
departamento, y Triana fue preso en la misma tarde
(25 de septiembre de 1828) sin que se le tomará una
declaración formal, siguiéndose la costumbre española
que expresa esa frase: “dejémoslo para mañana...”

En la declaración que rindió el subteniente Francisco


Salazar el día 26 de septiembre, al inicio de la investigación
que asumieron desde la misma noche del atentado los generales
Rafael Urdaneta, Ministro de Guerra y el general Joaquín París,
presidente de la comisión investigadora, por órdenes directas
del propio Libertador. Salazar dice:

“Preguntando su nombre, edad y empleo, dijo


llamarse Francisco Salazar, de edad de treinta y
cuatro años, que es Subteniente del ejército retirado.
Preguntando diga si conoce al Capitán Benedicto
Triana y si ha entendido o sabido que este oficial haya
manifestado tener algún plan de conspiración contra el
Gobierno, manifestando todo cuanto sepa en el particular,

130
Córdova gloria y asesinato del héroe

el lugar, hora y personas que puedan acreditar el hecho,


dijo: que sí conoce al tal referido Capitán Triana, que
anoche, como a las once de la noche, estando el que
declarara en el cuartel de artillería en un cuarto bajo
donde está alojado, entró el dicho Capitán Triana y le
dijo las siguientes palabras: “Salazar, vengo de la Logia
donde me protegen y hemos de joder a ese viejo Bolívar
que ha dado en un tirano y he adelantado mucho con los
muchachos de Vargas y todos son muchachos decentes,
que con cuatro hombres que él tuviera le metía el pie a
doscientos, y después le dijo: ¿no sabe vuestra merced
que yo soy masón?”. A lo que le contestó el declarante:
yo no sé nada de eso, y sepa usted que soy protegido por
todos los paisanos del pueblo, y como usted no se vaya
pronto para el Cauca verá usted, y si usted me llama a
denunciar entonces le pegaré a usted una puñalada en
la cama, por lo que el declarante se salió afuera, por
cuya razón esta mañana temprano dio parte verbal al
Excelentísimo señor Libertador”.

Precipitada la ejecución del golpe por la circunstancia


anotada en la declaración que acaba de transcribirse, hay que
anotar que ese día, que cayó jueves, Bolívar, cuya salud como
se ha comentado antes había declinado, amaneció con fiebre. En
él se acumulaban los rezagos del paludismo, del tabardillo y una
amibiasis que se había concentrado en el pulmón, después de
haber perforado el diafragma. En realidad no tenía tuberculosis
como se ha pensado.
Tuvo fiebre y estaba descompuesto. Mandó a llamar a
Manuela, quien también estaba padeciendo de un intenso dolor
de muela. Ella salió para San Carlos entrada la noche y pisando
una calle mojada por la intensa lluvia que había caído. Cuando ella
llega él está tomando un baño de agua caliente que le aliviaba.
En la mañana de ese mismo día, como ya se anotó, se
había enterado, con el testimonio directo del teniente Francisco
Salazar, del plan de los complotados y de la conversación que
había tenido éste con el capitán Benedicto Triana, quien estaba

131
Armando Barona Mesa

detenido en el batallón Vargas desde hacía dos años pero quien


salía en las noches con permiso de los centinelas. Así ocurrió la
noche de 24.
Bolívar, como ya se dijo, ordenó que detuvieran a Triana y
comisionó para iniciar la investigación al coronel Ramón Nonato
Guerra, a quien le tenía confianza y quien a la sazón no solo
era jefe del estado mayor del departamento, sino comandante
del grupo de artillería que tenía bajo su cuidado el parque.
Solo que este coronel, como también se dijo, estaba altamente
comprometido con los conjurados.
Guerra sujetó con grillos a Triana, pero ante el conocimiento
que ya tenía el Libertador del complot y de los comprometidos en
la conspiración, instruyó a éstos sobre la necesidad de ejecutar
el golpe ese mismo día. Y se pusieron en movimiento inmediato.
Fuera de eso, Guerra, como asi mismo se narró, maliciosamente
no le recibió declaración a Triana en la misma fecha. O sea que
Bolívar supo y no supo a ciencia cierta que la conspiración y el
crimen se llevaría a cabo aquel fatídico 25 de septiembre.
La historiadora Pilar Moreno de Angel en su obra biográfica
de Santander, apunta:

“El grupo de asaltantes, a quienes se les había


asignado la toma del palacio, se componía de dieciséis
soldados de artillería bajo el comando del comandante
Pedro Carujo, a más de diez civiles dirigidos por Agustín
Horment. Entre los últimos se encontraban: Florentino
González, Pedro Celestino Azuero, Wenceslao Zuláibar,
Felipe Ávila, Juan Miguel Acevedo, Marino Ospina
Rodríguez, el militar venezolano retirado del servicio
activo José Ignacio López -alias Lopotez- y los artesanos
Loranzo Ortega y Nemesio Parra.” 211

Era tarde de la noche. Hacía mucho rato los conjurados se


habían reunido en casa de Vargas Tejada, y se habían asignado
trabajos en comisiones. Todos sabían que habían sido descubiertos
por Triana y el tiempo era propicio. Había luna esa noche.

211
Pilar Moreno de Ángel, Santander, edit. Planeta.

132
Córdova gloria y asesinato del héroe

A las once salieron de la casa de Vargas Tejada donde


se habían reunido, con dirección a la casa de Bolívar que se
encontraba con las puertas abiertas, protegida solamente por
veinte hombres granaderos que, salvo los centinelas, dormían.
A la cabeza de los asaltantes estaba el teniente coronel recién
ascendido Pedro Carujo. De entrada mataron con arma blanca a
los cuatro centinelas y penetraron por el viejo caserón. En esos
momentos el coronel Fergusson, edecán del Libertador, salió a
ver qué pasaba. Cuando se encuentra con los asaltantes Carujo
de frente le dispara y lo mata. Igual cosa ocurre con el joven
teniente Andrés Ibarra, pariente cercano del Libertador, al cual en
uno de los pasillos del palacio hieren con ferocidad en un brazo.
Ya en el batallón Vargas, donde pasaron los conjurados
después de comprobar que Bolívar se les había escapado, dieron
muerte alevosa al coronel José Bolívar, precisamente aquel oficial
venezolano que en episodio pasado, como lo vimos, lesionó en
las manos a don Florentino González.
Cuando sonaron voces de tumulto en el palacio, abajos
al tirano y unos cuantos disparos, Bolívar supo de inmediato
que la conspiración asaltaba el palacio desprotegido. Había
llegado la hora y, como pudo, se vistió y echó mano a su espada
desenvainada e intentó abrir la puerta detrás de la cual se oían
los gritos violentos, para enfrentarlos. Nunca fue cobarde.
Pero Manuela, llena de ánimo, que desde antes había visto un
pequeño balcón que daba con muy poca altura a la calle, le dijo
al Libertador que se lanzara por allí y buscara refugio más abajo.
Hasta ese momento no se sabía cuántos hombres habían llegado
al asalto. La situación, sin lugar a dudas, era demasiado grave.
Manuela abrió la puerta y enfrentó a los conjurados: “El
Libertador-Presidente no está aquí -les dijo-. Supo del plan de
ustedes y se fue a dormir a la casa de un amigo cuyo nombre
ignoro”. Uno de los conjurados, de nombre José López -Lopotez-,
violento él, trató de agredir a la valiente mujer con gritos contra el
Tirano. Y fue entonces cuando Florentino González, conspirador
pero un caballero, le dio a éste un empellón mientras la decía
con autoridad: “Suelte usted a la señora, que aquí no hemos
venido a matar mujeres.”

133
Armando Barona Mesa

El Libertador ya había saltado a la calle que allí estaba sola.


En el salto perdió la espada y sin ella, inerme, se soltó a caminar
con paso largo por las calles frías y solitarias de aquella noche
clara. Afortunadamente un criado de nombre José María lo ve
pasar, se acerca y lo identifica. Siguen juntos caminando en la
incetidumbre. No se sabe si el batallón Vargas, cercano al sitio,
está comprometido en el complot o no y por lo tanto siguen
de largo. Caminan rápido hacia el puente del Carmen sobre la
quebrada San Agustín que pasa por debajo, a unas cuadras de
palacio. Penetran debajo del puente entre los barrancos de la
ribera y se esconden en medio del frío de la madrugada. Bolívar
en un silencio traumático asiste mentalmente al desfile de su
propia vida, mientras su salud quebrantada se resiente más
con el frío intenso de la madrugada, en una eterna espera que
duró tres horas.
Al cabo de ese largo rato oyen pasar a algunos hombres
que claman por la libertad y no tan lejos se oyen disparos.
Después pasan otros gritando vivas al Libertador. Pero como
Bolívar no tiene acceso a la vista de esos personajes, cuando al
cabo de esas largas horas se han acercado hombres del Vargas
que dicen en voz alta que todo ha pasado y los conspiradores
han sido derro­tados, Bolívar le dice al fiel criado, que es muy
conocido de todos, que suba y verifique quienes son los que allí
están. El muchacho sube y encuentra a los soldados y oficiales
leales del batallón.
Ayudan a salir al Libertador de su escondite, le facilitan
una montura y juntos se dirigen hacia el sur a la plaza de la
catedral. Ya en ese momento el general Bolívar encuentra al
general Rafael Urdaneta rodeado de tropas y con él y otros
regresa a Palacio donde lo espera con gran ansiedad Manuela.
Es entonces, en ese reencuentro, cuando altamente reconocido
con ella, la llama “La Libertadora del Libertador”.
Se cambia las ropas mojadas y, muy contrariado con todo
lo que ha pasado, habla nuevamente de su renuncia al poder
y de no querer que haya más derramamiento de sangre por su
culpa.

134
Córdova gloria y asesinato del héroe

Urdaneta, su gran amigo y ministro de guerra le oye en


silencio, pero después le habla sobre el significado en si de
toda la conspiración y la criminalidad que han demostrado
los comprometidos. Así mismo del futuro, de la justicia, de
la política y de cómo el gobierno no puede mostrar ninguna
debilidad.
Bolívar piensa y reacciona y rápidamente pasa a la ira
contra los confabulados. Ha llegado el momento de aplicar lo
dispuesto por el decreto que, previendo una situación como la
actual, expidió él mismo en ejercicio de los poderes dictatoriales
el 28 de febrero de 1828. En dicha norma se señalan penas y
procedimiento breve para todo aquel que intentara un atentado
contra el gobierno. En ese decreto tenía prevalencia la pena de
muerte para los delitos más graves.
La misma normatividad establecía que el presidente de la
comisión investigadora debía ser el Comandante General de
las Fuerzas Armadas del Departamento; y además, que las
sentencias serían dictadas una vez oído el concepto del auditor
de guerra.
Inmediatamente se conformó por medio de otro decreto ese
tribunal que debía actuar de inmediato, acorde con la anotada
normatividad del 28 de febrero. Ese tribunal quedó integrado
así: Presidente el General Joaquín París, quien era el comandante
general del departamento de Cundinamarca, y serían miembros
del mismo el general José María Córdova, quien como ya se ha
dicho era el Subjefe del estado mayor general, además estaban
los generales Francisco de Paula Vélez, quien por razones de
salud renunció siendo nombrado en su reemplazo el primer
comandante José Arjona y José María Ortega. También estaban
los civiles doctor José Francisco Pereira, quien era ministro de
la alta Corte de Justicia y el doctor Joaquín Pareja, alto fiscal
de esta misma Corte. Entraron así mismo los abogados Manuel
B. Álvarez y José Joaquín Gori. El coronel Tomas Barriga y Brito
asumía como auditor de guerra.
El general Urdaneta, en su calidad de ministro de Guerra
debía igualmente adelantar las investigaciones de inmediato.
Urdaneta, venezolano como ya se ha dcho, es un hombre

135
Armando Barona Mesa

curtido en la lucha y muy duro de temperamento y de carácter.


Tiene además toda la legislación a su favor para iniciar y llevar
a su término, por la vía rápida, los consejos de guerra.
Esa misma noche el general venezolano con un gran equipo
de oficiales, sale a la calle y entre muchos otros prisioneros,
con razón o sin ella, detiene al general Santander, a quien
inicialmente pone a esperar unas horas en la residencia del
mismo Urdaneta. Así, pues, se da comienzo a la orgía de sangre
que fue el juicio.

136
Córdova gloria y asesinato del héroe

36
EL JUICIO Y LAS DECLARACIONES DE LOS CONJURADOS.
ACTUACIÓN DEL GENERAL CÓRDOVA. CONDENA A MUERTE
DEL GENERAL SANTANDER. AMNISTÍA

La investigación, como se ha dicho, se inicia en la misma


madrugada del día 26.
Santander, que ha oído los disparos, sale a mirar lo que está
pasando a la plaza de la catedral, hoy llamada la plaza de Bolívar.
No tiene nada que esconder. Él ha aconsejado que se abstengan
de ejecutar los planes contra el Libertador, como se ha visto
en páginas anteriores. En últimas ha aconsejado a sus amigos
que le han consultado, entre ellos A don Florentino González,
que se abstengan, por lo menos mientras él está en el país. Se
encuentra esa misma noche con el general Urdaneta con el que
participa en una conversación en la que el expresidente condena
el intento de asesinato. Y Urdaneta lo lleva a su casa y le dice
que por su seguridad espere allí. Después volverá y lo pondrá
preso.
Veamos lo que dice la historiadora Pilar Moreno de Angel212
en relación con la captura del general Santander desde la
madrugada del fatídico 25 a 26 de septiembre:

212
Pilar Moreno de Ángel, José María Córdova, citada varias veces.

137
Armando Barona Mesa

“El 26 de septiembre Santander se refugió en casa


del ministro de guerra Rafael Urdaneta. De allí fue sacado
y puesto en incomunicación. Afanosamente interrogado
para ver de establecer su complicidad en el frustrado
golpe. Y todos los demás comprometidos fueron exami­
nados cuidadosamente para ver si implicaban de alguna
forma a Santander con la conspiración. A pesar de tales
esfuerzos, ninguna prueba pudo esgrimirse contra el
Hombre de las Leyes.
“Estando así las cosas, fray Tomás Sánchez Mora
compareció frente al general Pedro Alcántara Herrán,
intendente del departamento de Cundinamarca, para
ofrecerle que Pedro Carujo se presentaría a cambio de
la garantía de su vida. Además revelaría todo cuanto
sabía sobre la conspiración. Esta oferta fue aceptada de
inmediato, porque el gobierno pensó que allí encontraría
la acusación contra Santander. Entonces el intendente,
general Pedro Alcántara Herrán, despachó acto seguido
una carta donde se acompañaba el documento legal que
le garantizaba la seguridad personal a Carujo. Dicha
misiva estaba firmada por el general José María Córdova
-a quien han encargado del Ministerio de Guerra en
reemplazo de Urdaneta quien ha pasado a investigador-
y decía:
“Garantía número 3, República de Colombia-Minis­
terio de estado en el departamento de la guerra. Sección
general. Bogotá a 22 de octubre de 1828”.
“Al señor Pedro Carujo.
“El Libertador ha recibido la representación de usted
solicitando un indulto y pasaporte para salir del país, y
ofreciendo descubrir los proyectos de la conspiración en
la que se halla usted complicado; y el Libertador usando
su magnanimidad, le ofrece a usted, por mi órgano, el
indulto y pasaporte que pide con tal que usted cumpla
con su ofrecimiento en término de veinticuatro horas.
“Dios guarde a Usted, José María Córdova”.

138
Córdova gloria y asesinato del héroe

Hasta allí los conjurados en sus declaraciones habían


eludido su responsabilidad dando explicaciones negativas y
evasivas. Pero, al ver la oportunidad de recibir la declaración
de Carujo diciendo toda la verdad, no obstante que era el más
comprometido con el intento de magnicidio, tanto el Libertador
como Urdaneta vieron propicia la posibilidad de atrapar a
Santander y a los verdaderos culpables, como lo anota la cita
precedente.
La declaración del venezolano Pedro Carujo, recién ascen­
dido a teniente coronel y uno de los más peligrosos conjurados,
se rindió el 23 de octubre. Había estado escondido en un
convento y decidió confesar para ganar entonces -como ahora
en Colombia- los beneficios con los que de otra manera no
podría haber soñado; y entonces, como se señaló antes, utilizó
como mensajero a fray Tomás Sánchez Mora, quien era su gran
amigo y profesor, para transmitir por medio de un escrito ese
propósito.
Y efectivamente en la instructiva que se le recibe cuenta todo,
pero establece enormes restricciones en cuanto a los verdaderos
propósitos del asalto a palacio que, según él, no buscaba la
muerte del Libertador sino ponerlo preso para convencerlo
de un retorno a la democracia. Ante estas limitaciones a la
verdad, el propio Urdaneta, que es quien recibe la declaración,
llama al orden al declarante porque no está cumpliendo con
lo prometido. Y a pesar de que la diigencia la extienden más,
el resultado es el mismo. Carujo es un hombre inteligente e
ilustrado. Y astuto.
Señala en lo dicho que los miembros del Centro Filológico
eran, fuera de los hermanos Ospina Rodríguez, Lorenzo Ortega,
Felipe Ávila, Luciano Roa, Celestino Azuero, Florentino González,
Miguel Acevedo y un tal Parra. Además de los anteriores
estaban Mariano Escobar, Sinforiano Hernández, José Duque,
José Gutiérrez, Ezequiel Rojas, fundador que fue después del
partido liberal, Alejo Pérez, Benito Santamaría, José Lorga
y el francés Juan Francisco Arganil. Y había aun otros cuyos
nombres se le escapaban al declarante. Veamos, a pesar de su
extensión, la primera parte de esa diligencia:

139
Armando Barona Mesa

“Declaración del comandante Pedro Carujo Octubre 23.


“En la ciudad de Bogotá a veinte y tres de octubre
de mil ochocientos veinte y ocho, el señor Juez de la
causa contra los conspiradores hizo traer a su presencia
al Primer Comandante Pedro Carujo, cómplice de tal
delito, para efecto de tomarle su declaración, y previo el
juramento de ordenanza ofreció decir verdad en cuanto
supiere y fuere preguntado, siéndolo por su nombre,
edad, empleo patria y religión, dijo llamarse como
queda dicho; que es de edad de veinte y seis años, que
es Primer Comandante de Infantería, segundo ayudante
del Estado Mayor de la República, que es natural de la
ciudad de Barcelona, en el Departamento de Maturín y
que su religión es la católica, apostólica y romana.
“1ª Preguntando qué parte tuvo en la conspiración
del veinte y cinco de septiembre, dijo ser uno de
los directores del plan formado para efectuar dicha
conspiración.
“2ª preguntando quiénes han sido los principales
autores de dicho plan, dijo que el Coronel Ramón Guerra,
el señor Agustín Horment, el señor Wenceslao Zuláibar
y el exponente.
“3ª Preguntando con qué recursos contaron, qué
personas los suministraron y con quiénes debían llevarlo
a efecto, dijo que en cuanto a recursos pecuniarios
no tiene la menor noticia de que hubiese algún fondo
destinado al efecto, porque no se creyó de ninguna
necesidad. Que respecto de elementos personales se
contaba con el Comandante de la Brigada de Artillería,
a quien se encargó hablar el Coronel Guerra y, por
consiguiente, por una vehemente presunción con todos
los Oficiales y tropa de dicho Cuerpo, con innumerables
personas del pueblo conocidas por el Coronel Guerra,
Horment y Zuláibar, y no por el exponente a causa
de su notorio aislamiento en esta capital, consagrado
constantemente al desempeño de sus obligaciones y al
estudio, y porque las conferencias que tenía acerca de

140
Córdova gloria y asesinato del héroe

la conspiración en términos serios, sólo las practicaba


con los tres individuos mencionados que estaban en
el fondo del proyecto; que conoce a algunas personas
de vista y muy pocas de nombre, las cuales solía ver
en la casa de Horment y que también se contaba con
la opinión pública y la masa total del pueblo, porque
a juicio de los tres sujetos referidos y del exponente,
estaban plenamente persuadidos del descontento y aun
exasperación general producida según la voz de todos
y la particular inteligencia de cada uno por la autoridad
omnímoda, ilimitada y temporalmente indefinida con que
se había investido al Libertador y que, según la intima
persuasión de todas, no habría sido obra de la voluntad
nacional ni producto de los deseos de V. E., sino de la
fuerza y la voluntad de algunos empleados públicos.
“4ª Preguntando quién indujo al exponente a entrar
en la conspiración, dijo que el primero que le habló
sobre la materia a fines del año pasado fue el Coronel
Guerra, pero en téminos diferentes de aquello en que
se efectuó el proyecto, pues lo que se practicó entonces
fue una junta denominada de observación y cuyo objeto
era examinar imparcial, prolija y maduramente la
opinión pública, la conducta del Gobierno y, en fin, la
marcha general de las cosas que tuviesen relación con la
República bajo el aspecto social y principalmente sobre
lo que pudiera atacar la libertad de los colombianos.
“5ª Preguntando qué individuos pertenecieron a
aquella junta de observción y en qué lugar la celebraban,
dijo que pertenecían a la junta de observación los tres
individuos ya nombrados y el exponente, y que cuando
las conferencias se celebraban entre los cuatro reunidos,
se elegía la casa de Horment y que el declarante hablaba
frecuentemente con el Coronel Guerra en la casa de éste
y en su oficina por la facilidad que tenía para ello, y que
dicho Guerra lo practicaba también con los otros dos en
la tienda de comercio de éstos y en la calle, según aquél
le decía.

141
Armando Barona Mesa

“6ª Preguntando quién habló al exponente después


del Coronel Guerra sobre la conspiración que tuvo lugar
el veinte y cinco, dijo que nadie más.
“7ª Preguntando cuál fue el objeto del plan, dijo:
que el plan y objeto primitivos a cargo de la junta de
observación era, como lo ha dicho, examinar imparcial,
prolija y maduramente la opinión pública, la conducta
del Gobierno y, en fin, la marcha general de las cosas
que tuviesen relación con la República bajo el aspecto
social y, principalmente, sobre lo que pudiera atacar la
libertad de los colombianos; y que finalmente después
del trece de junio último, el plan de la conspiración tenía
por único objeto aprender la persona del Libertador y
rogarle y obligarle en los términos suaves, respetuosos
y compatibles con su dignidad y todo lo que Colombia y
la América le deben, que se desnudase de la autoridad
omnímoda ilimitada y temporalmente indefinida con que
se hallaba investido; que hiciera proclamar de nuevo
la constitución de mil ochocientos veintiuno, tomando
de ellas las facultades extraordinarias que en caso
de turbulencias le concedía como legítimo Presidente
del artículo 128; y que convocara inmediatamente la
gran Convención que, por desgracia, se había disuelto
prematuramente para que en el sosiego de las pasiones
y con eficacia llenara el objeto para que fue reunida.
“8ª Preguntando quiénes eran los jefes de secciones en
que se hallaba distribuído el número de los conspiradores
y en qué lugar cada sección tenía sus juntas, dijo que no
está perfectamente impuesto sobre esto, pero que sabe
que Guerra, Horment, Zuláibar, el Capitán Rudesindo
Silva, el señor Juan Francisco Arganil y el exponente
fueron nombrados jefes de sección con el fin de que cada
uno, por su parte, reuniese un corto número de hombres
bien conocidos en el pueblo por su publicidad, conducta
y patriotismo; pero que el referido Arganil se excusó
de semejante comisión y fue exonerado; que ignora el
lugar en que cada sección tenía sus juntas y que las del

142
Córdova gloria y asesinato del héroe

exponente no las tenía en ninguna parte, pues por su


falta de relaciones que ha expresado anteriormente y
por la cautela que debía observar nunca tuvo sección,
porque también creía que la Brigada de artillería y
unos pocos hombres del pueblo que los otros buscasen
bastarían para efectuar la conspiración del modo que
se pensaba, y porque esperaba confiadamente que en
este caso la capital entera sancionaría el acto según la
disposición observada en el ánimo de todos; que solo
contaba por su parte con dos o tres individuos a quienes
conocía por su exaltado patriotismo y tenía intención
de solicitar en el momento que se resolviera efectuar la
conspiración.
“9ª Preguntando quién nombró al exponente y a los
demás individuos que expresa para jefes de sección, dijo
que los cuatro que componían la junta de observación.
“10. Preguntando si el exponente concurrió a la
junta preparatoria para el asalto que se tuvo en casa de
Luis Vargas Tejada, dijo que si.
“11. Preguntando si en aquella reunión, después de
haber combinado entre los concurrentes dar el golpe
aquella noche, el exponente le oyó a Vargas Tejada que
iba a darle aviso al General Santander de que aquella
noche se efectuaba la revolución, dijo que no.
“12. Preguntando qué personas concurrieron a
casa de Luis Vargas tejada a la junta preparatoria en
la que se halló el exponente, dijo que no puede dar
razón de todas las personas que concurieron a la junta
preparatoria celebrada en la casa de Vargas Tejada,
porque el exponente concurrió a ella muy temprano,
cuando todavía no había ninguno, salió y volvió a las
diez u once cuando algunos acaso habrían asistido y
salido ya, pero que se acuerda haber visto a Horment,
Zuláibar, Vargas Tejada, los Tenientes Ignacio López y
Juan Hinestrosa, a quienes el exponente previno esa
misma noche que asistieran, Pedro Celestino Azuero,
Juan Miguel Acevedo, los Capitanes Emigdio Briceño,

143
Armando Barona Mesa

Rafael Mendoza y Rudesindo Silva y otras personas de


entre las cuales unas no conoce el declarante porque las
vio aquella noche por primera vez, y de otras de que no
se acuerda, aunque quizá conozca, de vista y nombre.
“13. Preguntando qué personas indujo el exponente
para formar su sección, dijo que antes del veinticinco
sólo había iniciado por medio de Hinestrosa a los
Capitanes Briceño y Mendoza, pero sin el objeto de
que pertenecieran a su sección, y que sólo contaba
para componer ésta, como ha dicho antes, con dos o
tres personas a quienes por cautela no había querido
decir nada antes y tenía prevista para el momento de la
conspiración, y eran el Teniente López, el señor Patricio
Parada y el señor Felipe Avila, pero que al dicho Parada
nunca pudo decir nada el declarante, ni asistió a la junta
preparatoria, porque aunque lo hizo buscar por medio de
Hinestrosa desde la tarde del veinticinco, no fue posible
encontrarlo en ninguna parte.
“14. Preguntando quién fue que mandó la partida
que invadió el Palacio, dijo que el declarante mando el
piquete de dieciséis artilleros que sorprendió y tomó la
Guardia del Palacio, y que Horment mandó otro pequeño
piquete que subió al Palacio.
“15. Preguntando quién fue el que repartió las
comisiones para que obrasen en los distintos puntos
que asaltaron los conspiradores, dijo que a ninguno
particularmente se encargó esta repartición, y que se
efectuó entre todos generalmente.
“16. Preguntando en caso de mal suceso en su
empresa cuál era el plan de retirada y con qué auxilios
debían contar en ella, dijo que ningunos, porque todos
unánimente se prometían la mayor esperanza posible
de obtener el resultado que se proponían, pues tal era
la confianza que inspiraba el valor y entusiasmo que
todos mostraban por la justicia que creían caracterizaba
y defendía el acto, y por el apoyo que esperaban de toda
la capital con los pueblos circunvecinos y sucesivamente
de toda la República…

144
Córdova gloria y asesinato del héroe

“…19. Preguntando quién dio muerte al Coronel


Fergusson, dijo que el exponente, aunque no estaba
premeditada, como la de ninguna otra persona; pero
que el declarante se resolvió a ejecutarla en el momento
en que dicho Coronel se presentó armado al Palacio,
considerando que aquel Jefe, por su valor, por su rango,
por ser tan conocido de los soldados de Granaderos y
por su inmediación y afecto notorios a la persona del
Libertador, pudiera en el instante inducir una reacción
a la Guardia del Palacio que era más numerosa, según
le pareció, que aquel piquete de artilleros con que el
deponente le sorprendió y tomó.
“20. Preguntando qué parte tuvo el Oficial de
la Guardia en la sorpresa de ella y de qué modo la
sorprendieron, dijo el declarante, con los soldados de su
mando, se introdujo súbitamente con su espada en la
mano derecha y una pistola en la izquierda al cuarto en
que estaban los soldados y el Capitán Martínez, Jefe de
la Guardia, acostados; que dicho Capitán Martínez, con
sable en mano y todos los granaderos al momento que
lo sintieron adentro gritaron: a las armas y se pusieron
en pie; pero que el exponente con sus soldados,
interpuesto entre los de la Guardia y las armas de
éstos, les impidió tomarlas; le pidió el sable al Capitán
Martínez, que no pudo negarlo a pesar de su valor, por
la posición desesperada en que se hallaba; y enseguida
el exponente formó la Guardia sin armas en la calle y la
rodeó con los artilleros; que, pasada una hora o más,
Horment, el declarante y no se acuerda si alguno otro,
le dijeron al Capitán Martínez que el Libertador había
muerto, que el Batallón Vargas estaba tomado y que un
gran número de pueblo estaba reunido para obrar con
ellos y que si quería en atención a todo esto resolverse
o obrar también con ellos; que dicho Capitán Martínez,
bien fuese por el aturdimiento en que naturalmente
debía encontrarse en aquellos momentos o bien por
salir del poder del exponente y que le permitiera

145
Armando Barona Mesa

armarse con la Guardia de su mando, le contestó que sí


después de haberle preguntado repetidas veces si era
verdad que el Libertador había muerto y que el Cuerpo
de Vargas estaba tomado, a lo que el exponente le
contestaba afirmativamente, según se había convenido
para semejantes casos, y ya ha expuesto en parte de
la respuesta dada a la cuarta convención que se le ha
hecho en esta declaración; que seguidamente se dirigió
el exponente con la Guardia del Capitán Martínez, éste,
el teniente Ignacio López y alguno o algunos otros
individuos de que no se acuerda actualmente, al Cuartel
de Granaderos con el designio de tomar este Cuerpo
si fuera posible; pero que el declarante, habiendo
encontrado una partida de granaderos el declarante,
habiendo encontrado una partida de granaderos en la
Calle del Comercio y habiendo sabido que el resto de
aquel Cuerpo estaba sobre las armas con su Comandante
a la cabeza, al mismo tiempo que había observado que
Vargas estaba en la plaza, formado sin haberse tomado,
le pareció imposible tomar el Cuartel de Granaderos;
por consecuencia retrocedió con el Capitán Martínez y
su Guardia; aquél con ésta se dirigió a la plaza y se
incorporó a Vargas, y el declarante marchó a reunirse
con el piquete de artilleros que había dejado en Palacio.
…”

La declaración de Carujo, de ninguna manera convenció a


Urdaneta de que se tratara de una confesión. A Santander lo
excluye y es evasivo como se aprecia en la transcripción hecha
de la responsabilidad de los conjurados. Por tanto a quienes lo
juzgaban y al propio Bolívar les pareció que no era acreedor a los
beneficios que se habían convenido. Carujo fue hecho prisionero
y luego se le dictó con la firma de Urdaneta sentencia de pena
de muerte, que finalmente, por un indulto que dictó el propio
Libertador como veremos adelante, le fue perdonada por la del
destierro. Carujo, partió entonces para Venezuela donde vivió
muchos años participando en política.

146
Córdova gloria y asesinato del héroe

En relación con la actividad en esa noche del 25 de septiembre


del general José María Córdova, existe una contro­versia entre los
historiadores Manuel José Restrepo y Joaquín Posada Gutiérrez.
El primero le atribuye a Córdova una cierta participación en los
hechos por haber estado reunido con Carujo después de los
sucesos acaecidos en palacio y quien, como se ha visto, era su
amigo. Sostiene, en coincidencia con la misma Manuela Sáenz,
que Córdova ayudó a huir a Carujo y que lo mantuvo oculto bajo
su protección. Por supuesto Manuela odiaba a Córdova desde el
viaje en barco de regreso del Perú, que antes vimos y por lo tanto
la inquina contra éste se deriva de allí. Otro que se agregó en
contra de Córdova, de quien era enemigo, fue el coronel Tomás
Cipriano de Mosquera.
Posada le niega razón alguna a Restrepo en su afirmación
contra Córdova, porque la considera ajena a prueba alguna, igual
que lo hace la historiadora Pilar Moreno, advirtiendo que en esos
momentos la amistad y solidaridad de aquel con el Libertador
era muy estrecha y sincera.
El autor de esta obra, que hace una referencia de lo que los
historiadores de la época escribieron, no entra en tal discusión,
pero sí acude a la cita de la historiadora nombrada, cuya seriedad
y buen juicio están a la vista, sobre la participación del general
antioqueño esa fatídica noche. Veamos lo que escribe la señora
Pilar:

“A las nueve de la noche de ese 25 de septiembre


el general José María Córdova dormía apaciblemente
en su casa de la calle de la Portería. Fue despertado
súbitamente cuando irrumpió en el cuarto su primer
edecán, capitán Francisco Giraldo, quién estaba de
visita donde unas señoritas Cuervo. Allí había oído
detonaciones y el barullo, por lo que decidió regresar
rápidamente a buscar a su jefe: “Mi general, ¡levántese!
Ha habido un fuego de artillería y fusilería en los cuarteles
y han atacado el palacio del Libertador.
“Córdova inmediatamente intuyó que lo que estaba
sucediendo era el desarrollo de la posible conspiración,

147
Armando Barona Mesa

puesto que no solamente ese era el ambiente que se


respiraba en la capital, sino que hechos tan dicientes
como los sucedidos esa mañana cuando el capitán
Benedicto Triana se le habían puesto grillos después de
las acusaciones del teniente Salazar, así lo confirmaban.
El general reaccióno de inmediato y despachó uno de
sus asistentes al palacio con el objeto de prevenir al
Libertador. Este soldado al llegar a San Carlos fue hecho
prisionero por el comandante Pedro Carujo. Mientras
se vestía el general ordenó que le ensillaran el único
caballo que había en las pesebreras de la casa y envió a
su edecán Giraldo a averiguar mayores detalles.
Rápidamente salió de su casa armado de su espada
y de una sola pistola cargada, ya que la segunda que
usualmente portaba no tuvo tiempo de prepararla.
Tomó la vía más rápida y corta, así que se dirigió a
la calle de Santo Tomás, llamada también del Colegio
del Rosario, siguió por la Balvanera, los Herreros y San
Felipe Neri (actual carrera 6ª entre calles 14 y 11). En
esta última cuadra vio pasar dos personas desconocidas
que iban gritand: “Muera el tirano”. Cuando llegó frente
al palacio, Córdova encontró la guardia que habían
puesto los conspiradores y se detuvo al grito de “Quién
vive y quién es”. El héroe de Ayacucho se identificó y
no obtuvo respuesta. En esos instantes llegó el general
Joaquín París, comandante general del departamento
de Cundinamarca, a quien los soldados revoltosos le
incriminaron: “Váyase usted, general, no se meta usted
aquí, váyase usted”. Córdova y París comprendieron
que el palacio estaba en poder de los facciosos y que
éstos se habían apoderado de la persona del Libertador
y optaron por retirarse cada uno por su lado. El general
Córdova retrocedió y subió por la calle de La Moneda
(calle 11 entre carreras 4ª y 5ª) siguió por la calle
del Carmen (actual carrera 5ª entre calles 9ª y 10)
atravesando el puente del mismo nombre. Bajo el arco
de ese mismo puente en ese momento se encontraba

148
Córdova gloria y asesinato del héroe

refugiado Bolívar en compañía de uno de los sirvientes


de palacio. Empapado y tiritando, el Libertador podía
escuchar alternativamente las descargas de fusil y el
galope de los caballos. No supo que el jinete solitario que
cruzaba el puente en esos instantes era nada menos que
su fiel y valeroso amigo el general José María Córdova…”

Frente a estos acontecimientos ante los cuales era poco


lo que podía hacer un hombre solo, el antioqueño priorizó sus
actividades inmediatas y lo primero que hizo fue ir a la residencia
campestre del cónsul Hendersen para ver si Fanny, su novia y
su familia, estaban fuera de peligro; y buscó, en caso de que las
cosas se agravaran, que todos pudieran trasladarse a la finca
cercana del general Domingo Caicedo. Curiosamente Bolívar,
para él, también había pensado en buscar refugio allí mismo.
Cuando supo que allá en casa de su novia todo estaba a
salvo, Córdova regresó a San Carlos. Como había visto el palacio
invadido por los complotados y pensaba que el Libertador estaba
prisionero, pensó que era muy importante trasladarse a una
población vecina en busca de personal armado para acometer
la defensa. Córdova estaba solo en su cabalgadura. Ahora
leamos cómo continúa el relato que hemos interrumpido de la
historiadora Pilar:

“…Mariano París era coronel de milicias y se ofreció


ir él a reclutar la gente a los pueblos vecinos. Una vez
cumplida su misión volvería para ponerse a las órdenes
del general Córdova. Como consecuencia de estos
planteamientos, a las ocho de la mañana del día 26 de
septiembre, más de mil hombres provenientes de los
pueblos de la Sabana entraron armados a defender el
gobierno de Bolívar.
“En esos momentos el Coronel Mariano París hizo
saber a Córdova que por la alameda avanzaba un grupo
de soldados, y sin esperar más se dirigió a su encuentro
alcanzándolos cuando intentaban meterse a una huerta.
El grupo estaba compuesto de diecisiete hombres,

149
Armando Barona Mesa

comandados por Pedro Carujo. Venían huyendo después


de su fracasado intento golpista. “Quién vive”, gritó
Córdova, y avanzó temerariamente hacía ellos. Más
tarde Carujo declaró:
““El exponente mismo que aún tenía a sus órdenes
diez o doce soldados, encontró en la Alameda al dicho
general Córdova y no quiso matarle, antes bien le entregó
los referidos soldados que tenía””. (Carujo habla, como
era la costumbre, en tercera persona).
“El general José María Córdova salvó en esta
ocasión su vida porque Carujo, quien sí había calculado
matarlo si era necesario antes del intento de golpe o
en su desarrollo, encontró que su situación personal se
agravaría al asesinar ahora imprudentemente, cuando
el plan conspiratorio se había frustrado.
“El héroe de Ayacucho manifestó gran alegría al
encontrarse con Carujo, ya que Córdova no tenía ni
idea de que aquél formaba parte de los conspiradores,
y sus sentimientos eran de gratitud y reconocimiento
con quien era su profesor de idiomas y matemáticas.
Además, recuérdese que ambos formaban parte del
estado mayor, órgano del cual el propio Córdova era
subjefe y el teniente coronel Carujo asistente.
“El héroe de Ayacucho pidió a Carujo que sacara sus
hombres de la huerta donde estaban para que luego se
reunieran en la calle de San Victorino. Carujo aprovechó
la oportunidad para desaparecer”.

Vistos así los hechos, y por si hubiere necesidad de otros


elementos de prueba en relación con la ninguna complicidad de
Córdova con Carujo. vale la pena observar que aquel, a partir
de la madrugada del día 26, entró a hacer parte con toda su
integridad en la comisión investigadora como atrás se dejó
anotado, aunque, como lo veremos luego, fue un juez benigno y
pudo ayudar a salvar su vida a muchos de los conjurados, entre
ellos a quien fuera su defensor en el juicio que vimos antes,
el doctor Florentino González. Y en realidad fue Córdova quien

150
Córdova gloria y asesinato del héroe

determinó la conmutación de la pena de muerte del general


Santander como veremos luego.
En relación con su comportamiento en el juicio que se inició
la misma noche, obsérvese cómo cierto día estaba el general
Córdova recibiendo declaración al capitán Rudesindo Silva. El
declarante, al aceptar su participación en los hechos, advirtió
que para el atentado había sido instruido por el coronel Ramón
Nonato Guerra. Éste en esos momentos se encontraba presente,
después de haber felicitado efusivamente al Libertador por haber
salido indemne del asalto. Cuando Córdova oye al declarante
señalar la participación de Guerra, advierte con tono encrespado:
“Ah, usted es un conspirador” y lo manda a detener.
El consejo de Guerra inicialmente terminaría con una pena de
ocho años, pero el Libertador, furioso, hizo anular la sentencia,
que terminaría con pena de muerte que se ejecutó conjuntamente
con la del almirante y general José Prudencio Padilla.
Guerra, ciertamente, era uno de los principales conspiradores.
Como se vio antes, Carujo en su declaración lo señala como el
primer organizador de la comisión de asalto y es, como también
se ha dicho, el que ordena, cuando se produce la captura de
Triana, la ejecución del plan el mismo día 25 de septiembre.
Pero al llegar la hora convenida, Guerra no aparece. Se había
arrepentido y se había ido, desde temprano, a la casa del ministro
o secretario del Libertador José María del Castillo y Rada, con
quien departió al igual que con otros más de la élite de amigos
cercanos del régimen hasta altas horas de la noche.
El primer tribunal designado que presidía el general París
como antes se vio, del cual hacía parte el general Córdova,
condenó sumariamente el 29 de septiembre de ese año 28 a las
siguientes personas:
Agustín Horment, 29 años nacido en Navarrex Francia,
Wenceslao Zulaibar, 24 años, antioqueño, comerciante, tenía
tienda en la que trabajaba el anterior y con él vivía su protegido
el médico francés Juan Francisco Arganil, también comprometido
en los hechos, pero quien se escapó de la pena de muerte.
Arganil fue un personaje de mucho recorrido, un sans culotte
de la revolución francesa, que según decían, había corrido entre

151
Armando Barona Mesa

la plebe con la cabeza de la princesa de Lamballe, la mejor amiga


de María Antonieta, en una pica. Cordovez Moure213 lo pinta así:

“Era Arganil un vejete de pequeña estatura, cabellos blondos,


cutiz sonrosado, ojos azules vivísimos, de andar reposado; era
tan pobre, que lo mantenía y vestía con su trabajo su ayuda
de cámara, Francois Stevenel, fundador de la antigua fonda
denominada La Rosa Blanca, lo cual hacía presumir que fuese
persona distinguida en su país; murió en Bogotá hace unos
sesenta años, en edad muy avanzada.”

También fueron condenados el capitán Rudesindo Silva, 31


años, nacido en El Socorro y el que era comandante accidental
de artillería, el teniente Cayetano Galindo, 27 años, nacido en
Bogotá y oficial del ejército desde 1815, teniente de artillería
José Ignacio López (Lopotez), 32 años y natural de Barcelona
Venezuela. Fue el que iba a atentar contra Manuela Sáenz el 25.
Estos primeros condenados fueron fusilados en la plaza
mayor el 30 de septiembre a las doce del día y sus cadáveres
permanecieron expuestos durante un rato largo en el mismo
sitio donde los ajusticiaron.
Cuando el Libertador vio la sentencia que dejaba vivo a
Guerra, se encendió en cólera y entendió que el tribunal no
estaba funcionando bien.
Restrepo anota sobre ese tema:

“En breves días había palpado el Libertador las


dificultades que rodeaban a un tribunal colegiado
para juzgar con prontitud a los reos, y que era mejor
el unitario establecido desde febrero anterior por un
decreto suyo preexistente. Conferíase por éste la facultad
de juzgar breve y sumariamente a los conspiradores, a
los comandantes generales, comandantes de armas o
a los gobernadores de las provincias; en el mismo se
fijaban las penas con que debían ser castigados. Las
disposiciones contenidas en el mencionado decreto

213
José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé de Bogotá-

152
Córdova gloria y asesinato del héroe

eran idénticas, y también los juicios, a los que había


establecido en Colombia el vicepresidente Santander,
siempre que usaba las facultades extraordinarias
conforme al artículo 128 de la constitución. Los juicios
sumarios, las penas y los jueces designados contra los
conspiradores y perturbadores del orden público no
fueron, pues, una invención de la dictadura de Bolivar,
como falsamente se ha querido persuadir.
“Para organizar el tribunal unitario el Libertador
encargó la comandancia general del departamento de
Cundinamarca al general Rafael Urdaneta (septiembre
29), relevándole del ministerio de guerra, que confirió
al general José María Córdoba. Urdaneta, que profesaba
el principio de no excusarse jamás de cumplir los
encargos militares que se le hicieran, especialmente
por el Libertador, aceptó la comandancia general, con el
penoso y difícil encargo de juzgar a los conspiradores del
25 de septiembre. Asociado de su auditor Tomás Barriga,
dedicose con mucha actividad, grande firmeza e imparcial
justicia a terminar aquellos ruidosos procesos que tenían
agitada la capital, y consternados a sus moradores”.214

Así, pues, que Córdova queda nombrado interinamente en


el ministerio o secretaría de guerra el día 29 de septiembre,
cuatro días después del intento de magnicidio. Urdaneta entra
con su brutalidad de militar a organizar todo el rigor contra los
septembrinos, entre ellos el general Santander.
En relación con ese tema, veamos lo que declaró en la
investigación que adelantó Urdaneta y en la que Córdova fue
nombrado juez ad hoc, don Florentino González en relación con
la actuación de Santander y la suya propia:

“El señor Juez hizo traer a su presencia al señor


Florentino González para evacuar la cita que le resulta
de la anterior exposición del Primer Comandante Pedro
Carujo, y habiendo ofrecido decir verdad sobre el punto

214
Restrepo, Historia de la revolución de Colombia, tomo VI

153
Armando Barona Mesa

que se le va a interrogar, se le leyó la cita en que el


Comandante Carujo se refiere a dicho González, e
impuesto de su contenido, dijo que se acuerda que estando
una noche en la Sociedad Filológica llegó el Comandante
Carujo y sentándose al lado le dijo: “Tú tienes bastante
intimidad con el General Santander y necesitamos de una
persona que le dé parte de un negocio de mucho interés
que actualmente nos ocupa a varios amigos y a mí. Ya
habrás visto el decreto provisorio que establece un nuevo
sistema de gobierno, y veo muy bien que ni el General
Santander ni tú estarán contentos con él, ni el pueblo
tampoco, porque todos los que pensamos como ustedes
no lo estamos. Es pues, preciso que tú vayas a casa del
General Santander y le digas de parte del Coronel Guerra,
Horment y de la mía que estamos resueltos a obrar a viva
fuerza contra el nuevo sistema de gobierno porque no
es el que parece tenían los pueblos derecho a esperar.
Que se halla establecida una junta de observación, la cual
combinaba los planes y hacía prosélitos; que para aquel
día (que sería el diez o doce de septiembre) contaba
ya la junta de observación con los Oficiales y tropa de
artillería y con cincuenta o sesenta hombres decentes
ya abogados, ya comerciantes, ya oficiales retirados,
ya empleados civiles y en fin con un crecido número
de estudiantes. Que hecha esta relación, preguntase al
General Santander si en caso de que el movimiento se
lograse tomaría las riendas del Gobierno y restablecería
la Constitución de mil ochocientos veintiuno y restituiría
todas las cosas al estado en que se hallaban el treinta
de abril de mil ochocientos veintiséis, época en que
empezó el trastorno que tantas y tan tristes desgracias
a traído a Colombia” Que efectivamente, a las ocho de la
noche fue el declarante a casa del General Santander y
le hizo la misma exposición que queda inserta y entrando
en discusión sobre el fondo de la materia el General
Santander dijo: “Bien convencido estoy yo y lo está la
mayor parte de los hombres pensadores, que el gobierno
que establece el decreto de veintisiete de agosto, no es el

154
Córdova gloria y asesinato del héroe

que exigen los sacrificios de dieciocho años y la situación


política en que se halla Colombia. Desde el día en que
se publicó el decreto lo conozco. Conozco también que
será necesario alguna vez obrar a viva fuerza y derribar
el edificio; pero es preciso dejar madurar la manzana, y,
además, yo estimo mucho mi buena fama y reputación
para que se diga que se había hecho un movimiento
porque yo quería apoderarme del Gobierno y tiranizar
a Colombia; por esta razón siempre me opondré a que
haya una revolución mientras esté en el territorio. Como
usted sabe, yo debo irme dentro de poco para los Estados
Unidos. Cuando yo haya dejado las costas de Colombia,
ustedes pueden obrar de la manera que dicen y yo estaré
pronto en cualquier tiempo a restituirme al seno de mi
Patria si el Gobierno que se establezca me llama, y a
servirla en lo que se quiera, si el pueblo creyere necesario
mis servicios”.

Y adelantando un poco el comentario sobre lo que fue la suerte


de Santander, es forzoso que se diga que no fue comprometido
como autor o partícipe en la ejecución del plan criminal, sino
porque tuvo conocimiento de que se fraguaba el magnicidio y,
siendo su deber moral y legal denunciarlo, no lo hizo y guardó
silencio. Por ese motivo fue condenado a muerte, que después
se mitigaría con el destierro. Ya entraremos en esos aspectos de
la conspiración septembrina que, ciertamente, constituyen una
de las manchas históricas más aberrantes por su crueldad.
Por una cuestión de método, a pesar de su extensión, trans­
cri­
bimos una parte de la declaración que el exvicepresidente
encargado del poder ejecutivo, y el más joven que haya ejercido
la presidencia de la república en Colombia como que tenía solo
27 años cuando se encargó, rindió ante el general de división
Rafael Urdaneta, su juez del mismo rango que él:

“Preguntado si sabe la causa de su prisión, dijo:


que la presumió desde el momento que le dieron la
orden de arresto y la esperaba, porque con motivo
de la conjuración del 25 en la noche y de la posición

155
Armando Barona Mesa

política en que lo habían colocado las desavenencias de


estos dos últimos años, debía temer que se le juzgase
complicado en cualquier suceso que perturbase el orden
establecido, como lo manifestó, entre otras personas
respetables, al señor Secretario Vergara cuando habló
sobre la Legación que el Gobierno le encargaba para los
Estados Unidos. En todo caso, exige el exponente, el
testimonio del señor Vergara.
Preguntando si tuvo alguna noticia anterior a la
conspiración, sobre el plan de los conspiradores, dijo:
que de la conspiración verificada el veinticinco, no ha
conocido su plan.
Preguntando si sabe que se tramase alguna revo­
lución en contra del Gobierno actual y contra la persona
de S. E. el Libertador presidente, dijo: que el exponente
observaba descontento con el actual sistema, y como
todas las revoluciones son hijas del descontento, si
temía un movimiento; que en esta parte sucedía lo
que aconteció en Bogotá el año de mil ochocientos
diez, a saber: temerse una revolución en favor de la
independencia y no saberse cuándo ni cómo sucedería;
que, generalmente, se hablaba de los siguientes motivos
de descontento: la falta de numerario, el temor de que
se rompiesen las hostilidades con el Perú a tiempo en
que los españoles amenazaban invadir la República;
la severidad con que los rematadores de alcabala
cobraban del comercio dicho derecho; la restitución
de los conventos de los frailes; las medidas severas y
duras del Jefe de Policía y el temor de que se exigiesen
a este Departamento los empréstitos forzosos que se
habían exigido al Cauca y a Cartagena. Que también se
hablaba generalmente del disgusto que había causado
en Popayán un reclutamiento y en la Provincia de Neiva;
que todo esto, y algunos otros incidentes de menor
peso, le hacían temer un movimiento en términos
de que, conversando con el señor José Ignacio París,
le manifestó el peligro que corría la República si el

156
Córdova gloria y asesinato del héroe

Libertador Presidente salía para el Sur, y a los señores


General Urdaneta y Joaquín Mosquera les hizo observar
que debían tomar mucho interés en evitar la guerra con el
Perú, entre otros motivos, por los males que se causarían
a Colombia en su actual estado de desorganización; que
la desmoralización del Ejército, de una gran parte de
los pueblos, facilitaba los medios de que el descontento
tomase el partido que en tales casos se toma.
“Preguntando si sabía con que recursos podían contar
los descontentos con el actual sistema para verificar el
movimiento que el exponente temía, dijo: que ignora
el contenido de la pregunta, porque sus anteriores
respuestas no están fundadas sobre un plan conocido.
“Preguntando si sabe el sistema de que se valieron
los principales autores de la conspiración para buscar
prosélitos y ejecutores del plan, dijo: que como no sabe
quiénes han sido los autores, no puede dar razón a lo
que se le pregunta.
“Preguntando si el exponente concurrío a alguna
reunión antes de la noche del veinticinco, y en aquella
misma noche, en la que se tratase sobre la conspiración,
dijo: que no, y que puede presentar un diario de sus
ocupaciones de día y de noche en el mes que hace
que está en Bogotá, porque ha tenido buen cuidado de
conducirse de manera que no desconfiase el Gobierno
de él.
“Preguntando si tuvo noticia de la junta preparatoria
para el asalto que se celebró la noche del veinticinco en
casa de Luis Vargas Tejada, dijo: no.
“Preguntando donde se halló aquella noche, con qué
personas y en qué se ocupó, dijo: que en la declaración
indagatoria que se le tomó el veinticinco del mes
pasado, ha manifestado extensamente en qué se ocupó
desde por la mañana el día veinticinco, hasta que salió
la madrugada del veintiséis de la casa de su hermano
político el señor Coronel Briceño con los Generales
Ortega y Vélez, y que se refiere a ella…”

157
Armando Barona Mesa

Hubo por supuesto ampliaciones y careos con Santander;


y además la confrontación o careo con el doctor Florentino
González, quien, como vimos unas páginas atrás, admitió haberle
hecho comentario al general Santander sobre el golpe planeado
y el consejo negativo de éste. Santander por supuesto tuvo que
admitir ese hecho que declaraba su amigo. Pero fue convincente
en la exposición de sus observaciones. Empero, estaba atrapado
por haber reconocido que supo y no dijo nada, y la ley lo obligaba
a denunciar tan graves hechos.
Es fácil imaginarse la gran turbación que debió causar la
detención de un hombre de tantos servicios a la patria como
Santander. Sobre todo en un país convulcionado por la dictadura
y el despotismo que mostraban los militares venezolanos -casi
todos-. Esa fue una época sin parangón en el resto de la agitada
historia colombiana.
La sentencia de muerte firmada por Urdaneta no se hizo
esperar. El 7 de noviembre el general Santander fue notificado
de ella. El juicio era breve y sumario y estaba predeterminado
por el Libertador que sabía odiar, y sobre todo por Urdaneta.
La parte resolutiva de la misma sentencia decía:

“Por estos fundamentos y lo más que resultan de


autos, se concluye que el General de División Francisco
de Paula Santander ha infringido el artículo 26 del tratado
8°, título 10 de las ordenanzas del Ejército, que impone
pena de horca a los que intentaren una conspiración, y
a los que sabiéndolo no lo denunciaren. Ha infringido el
artículo 4° del Decreto de 24 de noviembre del año de 26,
por el que se prohíben las reuniones clandestinas, y con
más eficacia el Decreto del 20 de febrero del presente año
contra los conspiradores. En esta virtud se declara que
el General Santander se halla incurso en la clasificación
que comprende el segundo inciso del artículo cuarto de
este último Decreto, y se le condena, a nombre de la
República y por autoridad de dicho Decreto, a la pena
de muerte y confiscación de bienes en favor del Estado,
previa esta sentencia para su aprobación o reforma con
S. E. el Libertador Presidente.
“Rafael Urdaneta. -Tomas Barriga y Brito.

158
Córdova gloria y asesinato del héroe

Este fallo, no obstante que se esperaba, causó gran conster­


nación y revuelo. Todos se movieron tratando de influir en el
ánimo del Libertador para salvarlo.
Entre tanto, en su nuevo cargo, el general Córdova tuvo
oportunidad de ayudar a varios de los complotados condenados
a muerte, entre ellos al propio Santander, como lo veremos un
poco adelante. Otro fue don Florentino González, su defensor en
el juicio que se le adelantó. Veamos el desarrollo de ese episodio,
hermoso por cierto215:

“Uno de los personajes que había estado más


implicado en la conspiración era el joven Florentino
González, de 23 años, quien había nacido en Cincelada,
provincia del Socorro. Después del atentado logró escapar
y se refugió en Charalá. Sin embargo, allí fue capturado
y luego traído a Bogotá, donde se le juzgó y condenó a
muerte. El 1° de noviembre se encontraba incomunicado
en el colegio de San Bartolomé, convertido para entonces
en cárcel y cuartel. Sin embargo, Marcelo Tenorio, su
amigo y compañero masón, pudo entrevistarlo y así
relato la conversación sostenida con quien esperaba la
hora de su ejecución. Florentino González dijo a Tenorio:
““Estoi incomunicado”. No importa le contesté;
sólo quiero que me des un polvo, i advirtiendo que los
centinelas lejos de impedírmelo, se retiraron unos dos
pasos, adquirí confianza i me acerqué. Ya no te matan
Florentino, le dije; no en francés sino en el castellano
que le escribo. “Me matan el martes Marcelo, i si mañana
no fuera feriado, sería el lunes”, me contestó. “Estoi
conforme i resignado, para morir a los 23 años; pero
tengo una madre, i una hermana, que dejo abandonadas:
dícelo así al general Córdova”.
“Ayer no daba medio real por tu vida, le repliqué,
pero hoy te aseguro que no te matan. De repente oí
toses como finjidas i palmaditas, i miré para el lado

215
Pilar Moreno de Ángel, José María Córdova, citada antes.

159
Armando Barona Mesa

donde sonaban: eran los presos para señalarme al


coronel Whittle, comandante de Vargas, que desde el
patio estaba mirándome en conversación con el preso:
entonces, sí me alarmé, temiendo un mal resultado, no
solamente para mí, sino para mi amigo, i más aún para
los centinelas, pues yo no tenía relaciones con aquel jefe;
sin embargo, disimulé mi temor i me despedí diciendo:
“no hai cuidado”. Encontré el coronel a mi salida, i nos
saludamos cortésmente; pero esto no me tranquilizó,
corri a casa, i dije a Córdova lo ocurrido; él se molestó
conmigo e improbó mi imprudencia; pero en el acto
hizo llamar al coronel, quien llegó inmediatamente.
Córdova lo interesó mezclando el tono del mando con
el de la confianza, para que no se hiciese novedad por
aquel acontecimiento, i el coronel Wittle se lo ofreció y
cumplió. Lo que dio motivo a esta ocurrencia, fue otra
que tuvo lugar el día anterior: Acabamos de comer y
permanecíamos en la mesa, Córdova y yo -hay que
recordar que como se narró atrás, Córdova y Tenorio
vivían en la misma casa cerca del Rosario-, cuando
entran dos señoras llorando, i dirijiéndose al general se
ponen de rodillas exclamando la una: “señor! sálveme
a mi hijo”. Eran la madre y la hermana del joven
Florentino González. Córdova no las conocía, pero yo
sí; i sin embargo nuestra sorpresa fue igual, pues fue la
sensación que nos produjo aquel inesperado acto: pero
yo, un algo recobrado de mi primera impresión, traté de
hacerlo, i ellas no me lo permitían, sino continuaban con
sus alaridos y súplicas, en aquella posición, llamando a
Córdova su providencia. “Señoras, yo no puedo hacer
nada, les decía, el Libertador es quien tiene el poder
de perdonar o castigar: allá es donde debe ir a llorar i
suplicar”, i se entró a su sala, dejándolas en desolación
sin consuelo alguno: así salieron de casa i yo fui a
reconvenir a Córdova por la mala acojida de aquellas
señoras: mas no pude decirle una palabra, porque lo hallé
mucho más consternado de lo que es creíble. “¡Esto es

160
Córdova gloria y asesinato del héroe

mui duro! Exclamó: voi donde el Libertador “; i tomando


el sombrero se fue. No volvió a casa hasta las 10 de la
noche, que pasó a mi cuarto. “Felizmente, me dijo, hallé
en palacio hablando con el viejo a esa señora a quién
González favoreció la noche de la revolución, salvándola
de furor del negro Lopótez; i estaba tan interesada por
salvar la vida de González, que sin embargo de que
me detesta, i yo más a ella, me dirigió la palabra a mi
llegada, suplicándome la ayudase en su noble empresa”.
Señora, le contesté, con todas mis fuerzas lo haré, pues
que yo vengo con ese mismo objeto”; i enseguida referi
el patético acontecimiento de esta tarde. El Libertador,
continuó, dejó descubrir su emoción, diciéndonos:
“hablemos de otra cosa”, i volviéndose hacia la señora,
le dijo: “no morirá ese joven caballero”.

El 2 de octubre -siete días después del intento de magnicidio-,


y bajo la autoridad del juez Rafael Urdaneta, fueron ejecutados
en la plaza mayor de Bogotá el coronel Ramón Nonato Guerra, a
quien Urdaneta le había anulado la sentencia que lo condenaba a
solo a ocho años de prisión, y le había impuesto la pena capital, y
el general y almirante José Prudencio Padilla, con el beneplácito
del Libertador Simón Bolívar.
Se los fusiló a las once de una mañana fría y lluviosa en la
plaza mayor. Y después del fusilamiento, se los colgó, tal como
hacían los españoles, de dos horcas puestas allí como castigo y
prevención para todos los habitantes de una ciudad en la que la
intelectualidad estaba en contra de la dictadura. Era como un
episodio más de la famosa pacificación de don Pablo Morillo.
Padilla había sido puesto prisionero, como se dejó anotado
en páginas anteriores, en plena convención de Ocaña por su
enemigo Mariano Montilla y por órdenes expresas del Libertador.
Padilla hombre sin luces académicas pero de gran valor militar,
ya había caído un poco en desgracia con Bolívar porque en la
larga permanencia de éste en Lima bajo las noches rumbosas
de La Magdalena, necesitándose con suma urgencia su regreso,
le había escrito preocupado por la situación interna del país una

161
Armando Barona Mesa

carta en la que en un aparte le decía ingenuamente y ajeno al


conocimiento de lo que ocurría en Lima: “¿Qué encanto especial
será el que detiene allá a su Excelencia?”
El general y almirante Padilla era un militar pundonoroso,
valiente, lleno de ideas democráticas, pero especialmente aban­
derando las reivindicaciones de su raza morena de mulato
pardo. Quería que no hubiese más discriminación en las cosas
del gobierno para los hombres afrodescendientes.
Estaba detenido en el batallón Vargas desde el tiempo de la
convención de Ocaña, como se señaló arriba, sin meterse con
nadie en todo el tiempo de su detención. Esa noche del 25 de
septiembre, cuando los conjurados llegaron, fueron a buscarlo
para ponerlo en libertad y ver si se sumaba a su causa. Él no
quería participar y era completamente ajeno a los planes contra
el Libertador. Pero los conjurados le insistieron. Estando en esas
llegó el coronel venezolano José Bolívar, recién despertado y casi
desnudo, quien vivía al lado de la celda de Padilla, armado de
su espada y le informó de lo que estaba ocurriendo. Se había
levantado precipitadamente de su cama por el ruido de los
asaltantes. De inmediato éstos lo mataron alevosamente.
Es preciso comentar que, por cierto, este coronel José Bolívar
fue el mismo que atropelló, apretándole las manos para que no
volviera a escribir, a don Florentino González cuando el juicio a
Córdova, tal como lo vimos antes.
Muerto el coronel Bolívar, los conspirados le pidieron al
general Padilla que saliera del cuartel para enrolarse con ellos,
pero éste se les escapó en la algarabía y volvió a entrar al
cuartel; y allí estaba cuando lo encontraron los oficiales adictos
al gobierno.
Algunos sostienen que había recogido la espada del coronel
Bolívar y la tenía en sus manos en esos momentos y esa dizque
fue la prueba clave de su condenación.
Pero mejor veamos cómo narró lo ocurrido aquella noche
trágica el propio almirante Padilla en la investigación de los
hechos -hay que recordar que se narra en tercera persona-:

162
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Que hallándose guardado en la prisión en el cuartel


de milicias de caballería se recogió en su cama desde
las siete de la noche, hallándose en la pieza anterior
el coronel José Bolívar; que el exponente se quedó
dormido, y bastante avanzada la noche, en que serían
las once o doce de ella, según conceptúa, el expresado
coronel Bolívar se introdujo precipitadamente y desnudo
a la pieza donde dormía el que declara, llamándole y
dándole voces en que se decía: General, que me matan;
que a ellas se levantó el exponente y el coronel Bolívar
se puso a la espalda, cubriéndose con el declarante para
no ser ofendido por una partida de diez o doce artilleros
armados y un oficial que no conoció, que le atacaban; que
el exponente le insinuó y le suplicó no matasen al dicho
coronel; pero que, desatendiéndole y amenazándole
si no se retiraba, consiguieron hacer salir al coronel
Bolívar, al que condujeron al patio del cuartel, donde le
hicieron varios tiros, subiendo entre tanto una partida
de soldados para obligar al declarante a que bajase y
tomase partido, a lo que se rehusó, manifestándoles se
hallaba preso y no debía mezclarse en tal negocio; que
consiguieron hacerlo bajar hasta la puerta del cuartel,
de donde a favor del bullicio miltar pudo escapárseles
y volvió a subir a su alojamiento, en donde encontró al
sargento y un soldado de la guardia que lo custodiaban
y se habían refugiado en aquella pieza en unión de su
asistente; que luego que se retiró la tropa que había
entrado a aquel cuartel, reunió las armas de la guardia
e hizo a su asistente cerrarse la puerta del cuartel con
llave, receloso intentasen volver a entrar a obligarle
tomar las armas, como lo habían intentado al principio,
o matarle si a ello no accedía; que así permaneció hasta
que advirtió había cesado la bulla, en cuyo acto mandó
a su asistente a que diese aviso al general Urdaneta u
otro jefe, que el exponente se hallaba en el lugar de su
arresto, habiendo dado varias voces hacia este cuartel,
diciendo Vargas, aquí se halla el general Padilla; pero

163
Armando Barona Mesa

que con el alboroto que había en este batallón no se le


oyo; que como a las cuatro y media de la mañana se le
comunicó una orden del mismo señor general Urdaneta
por el oficial Salazar para que pasase a este cuartel,
como lo verificó”.

Padilla hubo de sufrir la pena capital, y fue tan cruel el fallo


de Urdaneta, que de ser posible para sus verdugos, dos veces lo
hubieran asesinado, como que mandaron a ahorcar su cadáver.
Fue un héroe de valor y talentos comprobados y en verdad
que mucho es lo que le debe la historia a esas virtudes. Esto
hace que de siempre se haya mirado con la mayor repulsión el
crimen de que fue víctima, que el propio Bolívar considera igual
al de Piar y al de otros pertenecientes a su estrato social, como
veremos luego en una carta de él mismo.
Mas volviendo al tema de Santander, a quien la mayor parte
de la gente creía inocente, el asunto de su muerte no era cualquier
asunto, como que en ello se jugaba el destino de la dictadura
y el prestigio y la gloria del propio Libertador. Desde luego que
Bolívar, cargado de resentimiento y odio contra ese antiguo
servidor, veía allí la oportunidad de deshacerse de ese enemigo
radical, como en su momento ocurrió con Piar en Venezuela, y
Riva Agüero en Perú y acababa de ocurrir con Padilla. Al enemigo
era forzoso eliminarlo, como hacían los romanos.
No obstante en el caso de Santander el Libertador calibró las
presiones en todas las distintas esferas sociales y en los múltiples
periódicos que se editaban en la capital, y con prudencia quiso
oír antes de que Urdaneta dictara la sentencia de primer grado,
las voces del propio consejo de ministros, y así lo decidió.
Urdaneta era miembro de ese consejo por su condición de
Secretario titular de Estado en el campo de la guerra, cargo
del cual se había apartado para dirigir como juez el comité de
justicia que juzgaba a los conspiradores septembrinos, tal como
se vio antes.
Fue una reunión tranquila, a pesar de que Urdaneta era
un hombre colérico y cerrado partidario de la pena de muerte.
Dentro del consejo había opiniones en contra de la ejecución

164
Córdova gloria y asesinato del héroe

del general Santander. De ahí que Bolívar considerara que era


vital exponer unas razones con fuerza argumentativa poderosa
que midiera anticipadamente el impacto que pudiere tener la
imposición de la pena capital al general Santander.
Es preciso decir que el más caracterizado enemigo de la
ejecución del exvicepresidente lo era el doctor José Manuel
Restrepo.
Veamos como antecedente histórico cómo se desarrolla el
inicio de este encuentro, según la historiadora Pilar Moreno de
Angel en su libro Santander216 y sobre todo la vigorosa inter­
vención de Restrepo:

“Es importante tener en cuenta que no era fácil


juzgar y condenar a Santander: el antiguo vicepresidente
gozaba de un inmenso prestigio y sus ejecutorias en
la dirección del Estado lo señalaban como un hombre
de singular importancia. Además contaba con amigos y
seguidores influyentes en todos los niveles de la sociedad.
Por ello, el propio Consejo de Ministros debatió el tema
y el general Rafael Urdaneta hubo de comparecer ante
ese cuerpo colegiado para explicar el procedimiento
que se seguía en la causa contra Santander. Dos de
los ministros del despacho, José Manuel Restrepo y
Nicolás M. Tanco, estaban empeñados y pusieron todo
su esfuerzo para salvar la vida del Hombre de las Leyes.
En una de las sesiones del consejo el ambiente era tan
tenso y la cuestión debatida tan fundamental, que el
propio general Urdaneta se expresó de la siguiente
manera:
“”Ahora es cuando U. va a asombrarse. Me presento
al consejo, y cuando Castillo iba a mandar que se leyese
el proceso, pide la palabra un ministro, ¿pero quién?
Restrepo, y dice: ‘yo desearía que el señor presidente
-se refiere al presidente del Consejo- me dijiese cuál es
el objeto de esta reunión’. ‘La continuación del proceso
contra el general Santander’, respondió Castillo. ‘Pues,

216
Pilar Moreno de Ángel, Santander, edit. Planeta.

165
Armando Barona Mesa

señor’, continuó Restrepo, ‘me parece que no debemos


ocuparnos de estos (estaba trémulo y las palabras
interrumpidas) porque ni somos jueces para sentenciar,
ni somos asesores de la comandancia general; es preciso
que en un negocio de la gravedad de éste, guardemos
la circunspección que nos debe caracterizar, es preciso
que procuremos conservar nuestro buen nombre y
que evitemos la execración con que han pasado a
la posterioridad los de algunos ministros de otros
gobiernos, por haber conocido en causas de estado.
Nosotros daremos nuestra opinión al Libertador cuando
el comandante general haya fallado. (…)””

La mencionada historiadora citada continúa con este otro


comentario de interés general para los lectores:

“Para mantener su supremacía en todos los campos,


Bolívar estableció la regla de eliminar a todos los rivales
que se cruzaran en su camino: Miranda, Piar, Mariño,
Arismendi, Riva Agüero y Padilla. Sin embargo Bolívar
no calculó que la opinión pública se alzaría en favor
de Santander. Además, todos los estamentos sociales
repudiarían la nueva iniquidad cometida por el general
Rafael Urdaneta.
“Así quedó de manifiesto en la carta escrita tiempo
después por el propio Santander y dirigida al cónsul
inglés James Henderson -el suegro de Córdova-, quien
la reprodujo como informe para el Foreign Office donde
le expuso que fue: “visitado por un gran número de
personas, sobre todo mujeres, cuyos maridos temían
ir a visitarle…Seis sétimos de la parte respetable de los
habitantes de la ciudad fueron a verle o le mandaron
alguna prueba de su estima. El arzobispo y el clero
han manifestado una actitud decididamente favorable
a Santander…Estaba decidido, a lo que entiendo, que
de haberse confirmado la sentencia contra Santander,
se hubieran colocado clero y mujeres en gran número
entre él y sus soldados al tiempo de la ejecución”.

166
Córdova gloria y asesinato del héroe

Es de la mayor trascendencia que en el tema concerniente


al general Santander, por toda su importancia histórica frente
a este conjunto de hechos confusos y terribles, veamos lo que
narra el historiador, en este caso protagonista, José Manuel
Restrepo, a la sazón Secretario del Interior, en relación con la
amnistía que ellos mismos en el consejo de gobierno aconsejaron
al Libertador:

“Actuábase además el proceso del general Santander,


que excitaba mucho interés por la alta posición que había
ocupado en Colombia. Al fin se terminó su causa, y el 7 de
noviembre fue sentenciado con otros a ser pasado por las
armas; pero antes de ejecutar la sentencia, el Libertador
somete los procesos a su consejo de gobierno para que
le consulte lo que deba hacer en justicia y en política. El
presidente Castillo -se refiere a José María del Castillo y
Rada, presidente del Consejo de Ministros- y los cuatro
secretarios que formaban el consejo, después de haber
examinado los procesos, convinieron unánimemente en
que a Carujo se le cumpliera el ofrecimiento de perdonarle
la vida, extrañándole de Colombia; y que eran justas
las sentencias de muerte pronunciadas contra Florentino
González, Emigdio Briceño, Rafael Mendoza, Joaquín
Acevedo, Teodoro Galindo y Juan Miguel Acevedo; pero
que se les conmutara la pena de muerte por otras más
benignas.
“Opinó también el consejo que no se ejecutara la
pena capital impuesta a Santander, aunque era justa y
conforme al decreto de 20 de febrero, porque habiendo
sabido que Horment, Carujo y otros pretendieron ir el 21
de septiembre a matar al Libertador, que se hallaba en
el pueblo de Soacha, se militó a disuadirle de su criminal
intento, y no dio el menor aviso al gobierno o a la policía,
los que desde entonces habrían tomado precauciones
para impedir tan grande atentado. A esta grave falta
en un general de la república, se añadió que Santander
sabía la conjuración urdida, daba consejos para segurar

167
Armando Barona Mesa

su éxito, y era el jefe de la república designado por los


facciosos para mandarla cuando mataran a Bolívar.
Santander no pudo contestar satisfactoriamente cargos
de tanta gravedad; en virtud de ellos el consejo fue de
dictamen, que se le conmutara la pena de muerte en la
destitución del empleo de general, y en extrañamiento
de la república, con prohibición de volver a su territorio
sin permiso del gobierno, y con calidad de ejecutarse la
pena capital, si regresaba sin expresa licencia.
“El consejo terminó su consulta indicando lo
conveniente que sería que se concluyera la ruidosa causa
de conspiración, indultando la vida a todos los reos y
prófugos, a fin de que cesara la agitación pública y que
este negocio no distrajera la atención del gobierno.”

En realidad era el fin del proceso.


Por lo demás, es de rigor que se diga que Santander no podía
denunciar a los que tramaban el atentado contra el Libertador,
porque, aunque el golpe no fue ideado por la Masonería, los
complotados casi todos pertenecían a la Hermandad Masónica y
Santander, fundador de la Logia de Bogotá, estaba absolutamente
incapacitado para denunciarlos. Habría sido de su parte una
traición. Santander, como se ha visto, trató de disuadir a todos
los que le hablaron del asunto para que no cometieran tal crimen.
Por lo menos, mientras él estuviere en Colombia.
El Libertador, mal de su agrado, oyó las razones de su
gabinete, las sopesó y terminó aceptando el indulto general que
proponían.
Y así fue que Bolívar, preparado el documento por el general
Córdova, expidió la resolución que conmutaba la pena de muerte
al general Francisco de Paula Santander por el destierro y que
dice:

“Bogotá noviembre 10 de 1828.-Su Excelencia el


Libertador Presidente, oída la opinión del Consejo de
ministros, conmuta la pena de muerte y confiscación
de bienes, previa degradación de su empleo, sentencia

168
Córdova gloria y asesinato del héroe

dada por el Tribunal de la Comandancia General en la


persona del General Francisco de Paula Santander, en
la destitución de su empleo de General y extrañamiento
de la República con prohibición de volver a pisar su
territorio sin que se lo permita una gracia especial del
Supremo Gobierno, con calidad de que si contraviniese
en cualquier tiempo a esta prohibición, será ejecutada la
sentencia de muerte por cualquier Juez o Jefe militar del
lugar donde sea aprehendido. Que sus bienes raíces se
conserven como en depósito sin poder ser enajenados,
gravados ni hipotecados para que sean una prenda de
seguridad de que no se quebrantará la prohibición, y
un objeto en que pueda efectuarse la confiscación en
el caso contrario, para que entre tanto pueda el reo
vivir con los productos de dichos bienes. En el término
de tres días se pondrá en marcha para Cartagena en
cumplimiento de esta sentencia. Por su Excelencia, el
Ministro Secretario de Guerra, J.M. CORDOVA”.

Naturalmente que Córdova no solo había redactado el


documento, sino que había influido en esa decisión, cosa que
igualmente sucedió en el caso de Florentino González, Carujo y
algunos otros.
El indulto de la pena de Santander era pues un hecho.
Entonces Bolívar, a pesar de saber que su ministro Restrepo
era el más empeñado en salvar a Santander, le escribió:

“Bogotá, 17 de noviembre (de 1828)


“Al señor José Manuel Restrepo.
“Mi querido amigo:
“¡Con cuánto sentimiento habrá ud. oído la noticia
de la gracia hecha a Santander y sus compañeros! Bien
lo considero pero no lo he podido evitar, primero decían
mis juiciosos amigos que no se debía condenar sin
pruebas evidentes y después que no era conveniente
ejecutarlo. Últimamente me han probado que mi gloria
valía más que la patria. No soy un santo ni quiero sufrir

169
Armando Barona Mesa

el martirio. Sólo la suerte de mis pocos amigos me


detiene en este suplicio.
“Adiós, mi querido amigo.
“Soy de Ud. de todo corazón, Bolívar”

También le escribe a Páez, quien ha aceptado y celebrado


la dictadura de Bolívar -su amigo un día si, otro no- esta misiva
más extensa y diciente con fecha 16 de noviembre de 1828:

“Ud. verá en prueba de esto el resultado final de la


conspiración. La gaceta de hoy, que incluyo, le impondrá
del resultado y condena de los conspiradores y asesinos.
Mi existencia ha quedado en el aire con este indulto, y la
Colombia se ha perdido para siempre. Yo no he podido
desoir el dictamen del consejo con respecto a un enemigo
público, cuyo castigo se había reputado por venganza
cruel. Ya estoy arrepentido de la muerte de Piar, de
Padilla y de los demás que han perecido por la misma
causa: en adelante no habrá más justicia para castigar
al más feroz asesino, porque la vida de Santander es el
perdón de las impunidades más escandalosas. Lo peor
es que mañana le darán un indulto y volverá a hacer
la guerra a todos mis amigos y a favorecer a todos mis
enemigos. Su crimen se purificará en el crisol de la
anarquía, pero lo que más me atormenta todavía es el
justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar
y de Padilla. Dirán, con sobrada justicia, que yo hé sido
débil sino en favor de ese infame blanco que no tenía
los servicios de aquellos famosos servidores de la patria.
Esto me desespera, de modo que no sé qué hacerme.
Mañana me voy para el campo a refrescarme y ver si
me consuelo un tanto de tan mortales cavilaciones. Sin
embargo, me consuela mucho el espíritu que muestra
la nación por todas partes, y espero que la buena
conducta del gobierno y la ausencia de estos asesinos
mejoren todavía más el espíritu público. No es creíble el
entusiasmo con que me han felicitado todos los pueblos
de Colombia”.

170
Córdova gloria y asesinato del héroe

El traslado de Santander fue inmediato a las Bóvedas de


Cartagena, y Córdova, aun ministro de guerra encargado, dio
órdenes terminantes y perentorias al coronel Genaro Montebrune,
de quien se decía era enemigo del exvicepresidente y era el
encargado de su seguridad en el viaje, para que se lo tratara con
la mayor consideración por sus servicios prestados a la patria, y
así se hizo.
Unos días antes de este viaje punitivo, y evocando recuerdos
intensos del pasado, la señora Nicolasa Ibáñez de Caro le
envía una carta a Bolívar implorando por la vida y la libertad
de Santander. Ella no era una intelectual sino una mujer bella
y entusiasta que sabía amar a los hombres, no obstante estar
casada y con varios hijos entre ellos José Eusebio Caro, padre del
doctor Miguel Antonio Caro Ibáñez. Ambos destacados hombres
públicos, Miguel Antonio varias veces presidente de la república
y José Eusebio, su padre, gran poeta y fundador del partido
conservador.
Nicolasa, nacida en Ocaña tenía varios hermanos y hermanas
igualmente ocañeros, entre ellas una jovencita menor llamada
Bernardina, de quien Bolívar estuvo enamorado intensamente
sin lograr nada de parte de ella. Las Ibáñez hicieron una época
intensa y agitada. Santander mantuvo amores afiebrados con
Nicolasa, de la cual también estuvo prendado Bolívar antes
de estarlo de Bernardina. Dicen que sus inquietudes también
rodearon a la madre de ambas, doña Manuela.
Esposa Nicolasa, la mayor, de un ser bueno, don Antonio
José Caro, que en su gran tristeza por las liviandades de su
mujer habría de terminar ciego y recluído en un cuarto de la
parte alta donde vivían, mientras su dolor se acrecentaba noche
a noche al sentir que su consorte se regocijaba en la planta baja
con el general Santander.
El expresidente colombiano Alfonso López Michelsen,
descen­ diente de Bernardina, dice en el prólogo del libro “Las
Ibáñez”217

217
Jaime Duarte Franch, Las Ibáñez, Editorial El Ancora Edit.

171
Armando Barona Mesa

“Nicolasa Ibáñez de Caro y Bernardina Ibáñez de


González, ambas de tan rara belleza que, en la época de
la Emancipación, despertaron el amor de Santander la
primera y de Bolívar la segunda, aun cuando todavía no
es muy claro si los dos próceres, en diferentes épocas,
no estuvieron enamorados de ambas.”

Sí, según se desprende de la carta como veremos, el


Libertador también debió caer en el embrujo de doña Nicolasa.
Sus hijos, solidarios con su padre, alimentaban diariamente el
odio y el resentimiento contra los liberales que ya existían.
Así era doña Nicolasa, hermana de Bernardina, casada ésta
-ya madre soltera-, con don Florentino González. Bernardina tuvo
un novio llamado Ambrosio Plaza, coronel del ejército que murió
en un combate antes de poder cumplir su palabra empeñada
con la ocañera. Luego se dejó seducir de una especie de play
boy nacido en El Socorro, Santander, muy rico por cierto, y de
irresistible atacción para las mujeres, llamado Miguel Saturnino
Uribe. La conquistó y la hizo madre de una joven llamada Carmen
Uribe. Creció hermosa ella, se comprometió y casó con el cónsul
danés Carlos Michelsen, con una descendencia admirable, entre
la cual figura el expresidente anotado antes y muchas personas
de alta representación en el campo de los negocios y la política.
Finalmente la misma Nicolasa -sin que su carta hubiera
servido de algo- por sus no disimuladas actividades subversivas
en ese momento crucial que lo fue en alto grado, fue condenada
por el mismo general Urdaneta al destierro.
La carta de Nicolasa a Bolívar dice:

“Mi respetado General:


“No debe extrañar V.M., me dirija por medio de esta
carta a manifestarle el estado terrible de mi corazón;
cuando V.M mismo me inspiró otras veces confianza, y
cuando una idolatría sin término que he tenido por V.M,
me dan derecho a tomarme esta libertad. Si General,

172
Córdova gloria y asesinato del héroe

recuerde V.M., mi cariño y recuerde más que todo que


no puede haber en el universo entero, quien lo haya
adorado más, V.M., lo sabe. ¿Y podré yo esperar un
pesar que ya no puedo resistir, de manos de V.M.? No,
no lo puedo ni pensar. V.M., es sensible y más que todo
tiene un alma grande, ojalá me fuera permitido verlo,
de rodillas, y con estas lágrimas que aún no me dejan
escribir, yo le suplicaría a V.M., y estoy segura que
recibiría el consuelo de mano de un hombre generoso
y grande. Cuántas veces habría perdido mi vida en
obsequio de V.M., General, compadézcase V.M., de una
mujer tan desgraciada destinada solo a sufrir; oiga V.M.,
mis ruegos y consuéleme V.M. Pero al contrario, mi
corazón me dice Bolívar le dará alivio, sí, yo lo espero.
“Bien conoce V.M., el objeto de esta carta, la
amistad solo, Santander, es quien me obliga molestar a
V.M., pero le hablo a V.M. con franqueza y con todo mi
corazón; si no estuviera convencida del modo de pensar
de ese hombre y lo incapaz de cometer una felonía, no
sería yo la que hablara por él, no, esté seguro de esto; un
corazón cruel y una alma baja, la detesto; Santander es
honrado y sensible; yo no quiero General más sino que
mande poner en libertad a este hombre desgraciado que
no sufra la pena de un criminal y que inmediatamente
salga para los Estados Unidos, fuera del país, yo soy la
que descanso de tantos pesares. Espero este favor de
V.M., y no puedo menos que esperarlo; al mismo tiempo
confío en que V.M., me dispensará cuanto considere a lo
que obliga la amistad y que este bien quedará grabado
en el corazón de la más infeliz y afectísima amiga de
V.M. Nicolasa Ibáñez”.

Carta significativa y diciente, aunque no tan bien redactada.


Se repite que ella no era una intelectual sino una mujer entusiasta
que sabía amar a los hombres.

173
Armando Barona Mesa

Al cabo de estos sucesos tormentosos, Bolívar cuya salud


había venido muy a menos, como lo dice en la carta a Páez que
vimos unas páginas atrás, se fue a descansar al campo. Más
exactamente a Chía donde pensó permanecer dos meses.
Empero, los tiempos no estaban hechos para descansar; y
sobrevino una declaratoria de guerra interna desde Popayán a
cargo de los coroneles José María Obando y José Hilario López.
Veamos en el capítulo siguiente estos sucesos que tuvieron
ocurrencia el año 1829.

174
Córdova gloria y asesinato del héroe

37
EL CONFLICTO CON EL PERÚ Y LA GUERRA CIVIL DE OBANDO
Y LÓPEZ. EL PERÚ TOMA GUAYAQUIL Y GRAN PARTE DEL
SUR DEL ECUADOR.

La guerra que declaró Bolívar a los peruanos en su manifiesto


de 3 de julio de 1828, cansado de tanta perfidia de parte de
éstos y que atrás vimos, había tenido una respuesta enérgica de
parte del presidente peruano José de La Mar. Él había contestado
con otro manifiesto más agresivo y desafiante. Los tiempos
cambian y ahora éste tenía la esperanza puesta en la guerra,
como una fuente de gloria para él y su grupo. Sabía por lo demás
cuál era la situación política de Colombia y el rechazo que se
hacía de la dictadura del Libertador, que también los peruanos
habían padecido, y además, como hecho clave, que las fuerzas
que llegaron en busca de la libertad de su propio país bajo el
comando del gran Caraqueño se habían desintegrado y que con la
insurreción de Bustamante, que también vimos en precedencia,
ya no existía en Colombia una división de proyecciones temibles
y en cambio ellos sí las tenían.
De otro lado estaban frescos los recuerdos de la separación
del Alto Perú apadrinada por Bolívar, que ellos no perdonaban
al igual que tampoco las rumbosas fiestas de la Magdalena de
aquel personaje, para ellos extranjero, que se había proclamado
Dictador en esa tierra levantisca de los incas. La perspectiva de
ese pasado inmediato llenaba de ira al actual mandatario del Perú.

175
Armando Barona Mesa

En consecuencia y de modo inmediato La Mar, movilizó hasta


el territorio colombiano a un ejército de 4.000 hombres y esperaba
otros 4.000 del general Gamarra que venía precisamente del Alto
Perú, ya para entonces llamado Bolivia, donde había incursionado,
como también se vio atrás, con el ánimo de derrocar a Sucre de
la presidencia y reimplantar el dominio tradicional del estado
peruano. Cosa que nunca pudieron lograr por cierto.
Pero claro que, como también ya se anotó, sí se produjo
como consecuencia de tales hechos la reacción de los bolivianos
y la renuncia ante el congreso que lo había designado, de Sucre
herido gravemente en el brazo derecho. Por cierto que ese
abandono de la lucha por parte de Sucre de aquel territorio sí
que causó gran disgusto al Libertador.
Tomaron esas fuerzas peruanas, conforme a su ambición de
toda la vida, el puerto de Guayaquil. Habían logrado constituir
una flota de guerra con unas cuantas embarcaciones, entre
ellas la Pichincha, colombiana, de la que se habían apoderado
comprando a su tripulación con mejores salarios, y la pusieron
al servicio de esas tropas agresivas que enfilaron ataque contra
el puerto, todavía colombiano, de Guayaquil.
Así, pues, mientras en Bogotá se llevaba a cabo la conspiración
septembrina y el agitado juicio que siguió, las gentes del extenso
país que hoy es Colombia, en general, se radicalizaban más en
una oposición de odio contra el Libertador.
Ante esta agresión peruana realmente muy seria, el Consejo
de Gobierno en el que el Libertador prácticamente había
delegado el manejo de la administración, con su presidente
José María del Castillo y Rada, inició gestiones de paz con el
presidente La Mar y envió con credenciales de Representante
Diplomático Plenipotenciario de Colombia ante el gobierno
de Lima al coronel Daniel Florencio O´Leary, hombre de gran
inteligencia y conocedor de todo lo que constituía el problema
con los peruanos, como que allí había estado al lado de Bolívar,
del cual en sus comienzos era su edecán.
Este irlandés, ducho en el manejo de situaciones difíciles,
viajó de inmediato al Ecuador, y desde Guayaquil, todavía en
poder del estado colombiano, solicitó a La Mar que le extendiera

176
Córdova gloria y asesinato del héroe

un pasaporte para entrar al Perú como enviado especial. No, no


era así de fácil el camino. La Mar, muy envalentonado, contestó
con evasivas que le dijera cuáles eran las bases de su propuesta
y no le extendió el pasaporte.
Entre tanto no se puede perder de vista que en los
comienzos del año 1828 el gobierno peruano había acreditado
ante el gobierno de Bogotá como enviado Extraordinario y
Plenipotenciario al señor José de Villa.
Éste llegó y con gran meticulosidad observó los aconte­ ci­
mientos, habló en todas partes con la gente y se percató del odio
-que estimuló- que se había ganado el Libertador Simón Bolívar
al asumir la dictadura. Éste sin duda alguna, en esos momentos,
era el mayor enemigo de los peruanos y de los granadinos
demócratas. Y consigientemente se enteró a fondo de la fallida
Convención de Ocaña y de la polarización de opiniones que
reinaba.
Este Villa, que se las traía, fue también testigo de la asunción
de la dictadura por parte de Bolívar en los días anteriores a la
expedición del Decreto de 27 de agosto del mismo año 28 -que
también se vio antes-, en la misma forma que había acontecido
en el Perú, donde el Libertador también, como se recuerda, había
asumido esa figura de mando absoluto.
Nada hizo el señor Villa en plan de resolver los conflictos
diplomáticos que reinaban entre los dos países, pero sí, apro­
vechando su condición de imunidad diplomática, estableció una
serie de contactos con los liberales, en aras a que estallara una
revolución en el Sur de la antigua Nueva Granada, con una
identidad de propósitos comunes con los peruanos y una especie
de, en apariencia, asociación de ideales. Naturalmente adquirió
el compromiso de enviar auxilios económicos para sortear esa
revolución, que debía estallar simultáneamente con la invasión
proyectada por su gobierno, en el entendimiento de que esos
revolucionarios actuaban en alianza con las autoridades del Perú.
Entre los principales aliados que estableció, figuraban José
María Obando y José Hilario López, este último recién llegado de
Ocaña donde fue diputado. Todos estaban cargados de un odio
feral contra el dictador.

177
Armando Barona Mesa

Fue una misión relativamente breve la del señor Villa,


porque en corto tiempo regresó cumplida su tarea. Había
dejado una cabeza de puente en favor de los intereses de su
país, en momentos en que su gobierno se disponía a invadir a
esa Colombia que, sin duda alguna, les había proporcionado la
independencia absoluta de España con las batallas de Junín y
Ayacucho, bajo el comando del Mariscal Antonio José de Sucre
y la acción intrépida y valerosa del general José María Córdova.
Así, pues, vendría no solamente una invasión externa en
el Sur de Colombia, sino una revolución interna en las mismas
regiones meridionales, que además impediría el paso de tropas
colombianas hacia el Sur por los caminos ariscos de Pasto.
Al dar inicio de inmediato a estos planes, después de que se
cumplió el intento de la noche septembrina, el coronel José María
Obando218 comenta en su libro “Apuntaciones para la Historia” el
comienzo de su aventura:

“Habiendo acontecido en Bogotá un grande hecho


-se refiere a la conspiración septembrina-, se me había
dado con ello la señal para que yo hiciese en Popayán lo
que me tocaba hacer por el plan de Ocaña -quiere decir
que, desde Ocaña, habían planeado estos movimientos-.
El acontecimiento había resultado adverso, pero ni
esto, ni carecer de elementos para mi revolución, ni
la probabilidad de que los demás departamentos se
desanimasen, como sucedió, y me dejasen solo por el mal
resultado de la conjuración de Bogotá, me exoneraban
de la obligación de hacer lo que había ofrecido para
concurrir a la libertad de mi patria.
“Salí, pues, de Popayán y me establecí en un monte
con el coronel José Hilario López, y los capitanes Benito
María Beltrán y José Antonio Quijano. En ese célebre retiro
nos ocupamos en componer al menos cinco escopetas
dañadas y en hacer balas de un pedazo de estaño; siendo
este el principio generador con que debíamos aumentar

218
José María Obando, “Apuntamientos para la Historia, edit. Bedout.

178
Córdova gloria y asesinato del héroe

nuestros recursos, vencer la formidable fuerza de 848


hombres que tenía Mosquera, el sostenedor del tirano
en Popayán, y derribar el gran coloso que acababa de
cantar victoria en Bogotá.
Los republicanos de Popayán me remitían pequeños
pero frecuentes auxilios de municiones y armas, y mis
agentes me trajeron también de los pueblos, hombres,
escopetas y lanzas de cazar. Era preciso aprovechar el
tiempo y suplir con la audacia de la falta de fuerza: el
13 de octubre de 1828 me presenté con 90 hombres en
la Ladera, frente a Popayán, con el objeto de hacerme
sentir por aquel lado, mientras se me acababa de reunir
la gente que esperaba de los pueblos y de la misma
ciudad. Entonces tuvieron lugar algunas comisiones
que me mandaba el miedoso Mosquera, una de ellas
cometiendo la bajeza de ofrecerme con su jefe de
estado mayor, Lino Pombo, que si Venezuela también
se había revolucionado, él mismo concurriría conmigo
a revolucionar el departamento contra el tirano;
deseché semejantes necedades, y después de algunos
movimientos de provocación que ejecuté, me presenté
al fin el 11 de noviembre en el ejido Popayán con 280
hombres, número al que ascendía mi fuerza, dotado
con 400 tiros de fusil de una málisima pólvora con que
me había auxiliado ocultamente Vicente Olave, porque
él también quería pasar por liberal, sin perjuicio de
presentarse luego en las filas enemigas, como sucedió.
Pude una noche tomar el cuartel enemigo por asalto,
aprovechándome de las traiciones que me ofrecía hacer
el teniente coronel enemigo Ángel María Varela, que en
sus pretensiones de ser tenido por republicano, había
venido, siendo jefe de día, a tener conmigo una entrevista
secreta en Calicanto dándome el santo y ofreciéndome
también conducirme él mismo para facilitar el éxito del
asalto; pero la fuerza estaba en Timbío y era imposible
que llegase aquella noche.”

179
Armando Barona Mesa

Por su parte el compañero de estas andanzas, el entonces


coronel José Hilario López, en su libro de memorias219, sobre el
mismo tema hace el siguiente comentario:

“A principios de octubre del mismo año de 1828 se


recibió en Popayán la noticia de la conjuración del 25 de
septiembre anterior, sucedia en Bogotá; y aunque sus
resultados fueron funestos a los republicanos, se había
dado principio con este hecho extraordinario a la obra
de la restauración de la libertad; y por consiguiente,
nos pareció oportuno empezar nuestro movimiento,
tanto más necesario, cuanto que nos era indispensable
bajo los puntos de vista siguientes: 1°., imponer freno
a la furia del dictador, y salvar del suplicio a algunas
personas comprometidas en el asunto del 25 de
septiembre; 2°., hacer para el efecto algunos rehenes
del partido boliviano; 3°., defendernos de la persecución
que necesariamente nos suscitara; 4°., aprovechar el
momento del fervor; y 5°., animar a los otros pueblos
con nuestro ejemplo. El general Obando se hallaba en
su hacienda de Las Piedras, a tres horas distantes de
Popayán. Yo debía irme donde él sin perder tiempo, más
no podía hacerlo en el mismo día, porque era preciso
escribir antes escribir a todos nuestros corresponsales,
dándoles el anuncio de nuestra resolución, en lo que
pasé toda la noche, después de haber tomado las
precauciones convenientes”.

Se daba así comienzo a la revolución interna que tiene su


inicio en el Cauca, provincia tan grande que comprendía Pasto
hasta el Ecuador, gran parte del Chocó y hasta los comienzos
de Antioquia. Se tenía entendido que estas tropas que, como
lo anota Obando no tenían al comienzo sino 280 hombres, iría
creciendo.

219
José Hilario López, “Memorias”, edit. Bedout.

180
Córdova gloria y asesinato del héroe

La ofensiva se estrena con dos batallas que tienen lugar


en dos días sucesivos, relativamente breves: la de El Ejido de
Popayán el día 12 de octubre de 1828 donde aparentemente
gana Mosquera y la de la Ladera en la misma ciudad, el 13 del
mismo mes y año, en la que Obando derrota estrepitosamente a
Mosquera que en ese momento encarna al gobierno de Bolívar en
el Cauca. Tomás Cipriano de Mosquera, gran señor de Popayán y
amigo de Bolívar, era el comandante de la provincia y tenía a su
mando, como lo anota Obando, más de 1.800 soldados.
Como ya se dijo, este levantamiento, que así comenzaba,
era amigo de los peruanos a quienes apoyaban los dos grandes
hombres que después ocuparían la presidencia de la República
de Colombia, Obando y López. Digamos que su apoyo a los
peruanos fue fruto de un engaño, porque por supuesto ellos eran
patriotas y solo una coyuntura política un tanto dramática, los
llevó a proceder como lo hicieron. Digamos además que esas
son contradicciones de la vida que se van dando conforme a las
circunstancias.
Pero afirmemos que no hay duda de que ambos coroneles
estaban al servicio del Perú. Veamos lo que escribe Joaquín
Posada Gutiérrez220 sobre el tema:

“Dije que el Perú contaba con un poderoso auxiliar


para su injusta agresión en el partido llamado liberal en
la Nueva Granada: va a verse que dije verdad.
“Los coroneles José María Obando y José Hilario
López, el último de los cuales había sido convencionista
de Ocaña, se pronunciaron en la provincia de Popayán
el 12 de octubre (1828) contra el gobierno establecido,
manifestando que lo hacían en defensa de la Constitución
que el general Páez, el Congreso de 1827, la mencionada
Convención y las actas populares habían despedazado.
Pero lo particular de este pronunciamiento del 12 de
octubre en algunos pueblos de la provincia de Popayán,
es que la prensa peruana lo anunciara, lo asegurara y

220
Joaquín Posada Gutiérrez, Memorias Histórico-políticas, Edit. Bedout.

181
Armando Barona Mesa

casi lo detallara en Lima, un día antes que se verificase;


y que el mismo día 12 en su primera proclama dijera el
coronel Obando: “La poderosa Perú marcha triunfante
sobre el ejército de miserables”. Esos miserables de que
hablaba el coronel Obando eran los viejos veteranos
de Colombia, que formaban el ejército del Sur. Y no
se contentó con la blasfemia el coronel Obando, sino
que dijo también que el Perú, triunfante de Bolivia y de
Colombia, marchaba a proteger su alzamiento. ¿Qué se
deduce de todo esto? Dedúzcalo el lector.”

Entre tanto hay que señalar que, como se vio antes,


el Libertador Simón Bolívar, después de los episodios que
antecedieron y los padecimientos del 25 de septiembre, más
los sobresaltos del juicio que siguió, realmente estaba agobiado
y enfermo. Su padecimiento debajo del puente del Carmen en
aquella aciaga noche septembrina había quebrantado aun más
su ya débil salud.
Además, el juicio de los complotados, como también ya
se dijo, le causó un gran malestar espiritual, porque si bien
la primera reacción suya la misma noche fatídica del 25 de
septiembre fue la de no querer juicio y decretar una amnistía
general y entregar el gobierno, en la medida en que el militar
venezolano Rafael Urdaneta, de su plena confianza y ministro
de Guerra, le animaba para dar un tratamiento de mano dura a
los conjurados, el pensamiento y la voluntad del Libertador se
fueron endureciendo, teniendo en cuenta que él era un militar
que había aprendido sin estremecimientos a fusilar al que fuera
que se le atravesara en sus planes.
Así se dio inicio a los fusilamientos y el odio de Bolívar
contra los conspiradores, especialmente Santander, creció como
se aprecia en la última carta enviada a Páez, que vimos unas
páginas atrás.
Empero, a pesar de que ese era su estado anímico, tuvo la
lucidez de permitir al Consejo de Gobierno que conmutara penas
y salvara la vida, incluso al odiado Casandro, como él llamaba
-se vio también antes- al general Francisco de Paula Santander.

182
Córdova gloria y asesinato del héroe

Después del decreto de amnistía delegó aun más el gobierno


en ese Consejo de Gabinete que presidía José María del Castillo
y Rada y determinó irse de descanso al clima de Chia -más seco
que el de Bogotá- durante dos meses.
De igual modo, y pensando que después del fracaso de
Ocaña lo que debía hacerse era convocar a otra gran asamblea
constituyente, decretó la convocatoria de un congreso que habría
de reunirse en la capital el 2 de enero siguiente, con todas las
facultades para expedir una nueva Constitución. Se trataba
precisamente de ese cuerpo colegiado que, en su momento,
habría de llamarse el Congreso Admirable y que habría de
presidir el Gran Mariscal de Ayacucho.
Cumplidos esos propósitos laudables, el 18 de noviembre de
ese año 28 se trasladó a Chia, donde llegó con el propósito de
permanecer dos meses de convalescencia y descanso, como ya
se había anotado. Pero las cosas para Bolívar no eran tan simples.
Cuatro días después, el 22, hizo aparición José María Córdova,
todavía encargado del ministerio de Guerra, para visitarlo. Iba
con el propósito de recomendarle a su cuñado Manuel Antonio
Jaramillo para el cargo de gobernador de Antioquia. Antes
había estado en él durante un tiempo largo el coronel uruguayo
Francisco Urdaneta, quien había renunciado.
El Libertador accedió a ese nombramiento, lo que demuestra
que su amistad con el Héroe de Ayacucho aun estaba intacta. Y
Córdova partió satisfecho.
Fue tan buena la impresión que aun le causó Córdova al
Liber­tador, que éste ese mismo día, muy optimista, le envió una
significativa carta al ministro Manuel José Restrepo en la que le
dice:

“Chía 22 de noviembre de 1828.-Mi querido amigo


y señor: Con motivo de haber venido a verme el
General Córdoba he hablado con él sobre dos puntos
muy importantes de su ministerio: el primero es sobre
arreglar nuestra contabilidad económica de los cuerpos,
y el otro la creación de un supremo consejo de guerra
para decidir de las apelaciones. En uno y otro proyecto

183
Armando Barona Mesa

el general tiene muy buenas ideas; y por lo mismo


quiero que se tomen en consideración por el consejo.
Importa más de lo que parece la prontitud en estos
asuntos, pues la economía en el ejército y la decisión
de las causas son de urgente necesidad. Yo recomiendo
a usted y al consejo estos proyectos. - Mi mansión aquí
es envidiable y deseo que la de usted sea lo mismo.
Póngame usted a los pies de mi señora doña Teresita
-la esposa del ministro e historiador-, y en tanto soy de
usted afectísimo amigo y servidor, Bolívar”.

Sin embargo, por encima de estos planes reconfortantes,


esa misma noche hizo arribo a casa del Libertador un enviado
especial del coronel Tomás Cipriano de Mosquera, el capitán
Vicente Rodríguez de Piñeres, quien sin pausa y reventando
caballos, había llegado portador de una noticia ingrata: Los
coroneles José María Obando y José Hilario López habían iniciado
contra el gobierno una revolución que tuvo origen en la hacienda
Piedras de Obando en el Patía, y pensaban apropiarse, en colabo­
ración con los peruanos como se ha visto, de los caminos del
Sur para impedir el tránsito de las tropas colombianas en esos
momentos tan cruciales en que el Perú iniciaba acciones bélicas
contra Colombia.
Todo lo supo entonces por los pliegos en los cuales Mosquera
le daba parte, a su manera, de lo que había ocurrido en Popayán
el 12 y 13 de octubre pasado.
Esa noticia ya la sabía parcialmente el Libertador. Pero la
nueva, muy grave, era que los dos rebeldes habían derrotado en
la hacienda La Ladera, en las goteras de Popayán y actuando en
desventaja, al coronel Tomás Cipriano de Mosquera, en ejercicio
de sus funciones como intendente del Cauca y comandante de
las fuerzas armadas en la región. Mosquera, después de huir,
envió a su segundo, el coronel Murgueitio, a firmar un armisticio
con Obando y le dejó en abandono la ciudad.
En su fuga y al cabo de muchas peripecias, Mosquera logró
salir de un páramo para irse hacia La Plata, es decir, en ruta
hacia Bogotá.

184
Córdova gloria y asesinato del héroe

La noticia que recibía el Libertador, pues, era tan impactante


que inmediatamente dispuso su regreso a Bogotá para el día
siguiente y reasumió sus funciones de dictador. Y sobre la
marcha, para prevenir el peligro acechante, tomó las medidas
concretas iniciales que fueron muy simples: en primer lugar
Rafael Urdaneta volvía de inmediato al Ministerio de Guerra y
emprendería la formación de un batallón de nueve mil hombres
para la defensa de Colombia. En segundo lugar Córdova, investido
de todos los poderes, se pondría en marcha en el menor tiempo
posible, al frente de un ejército de granaderos montados, hacia
Popayán en donde se establecería una división que llevaría el
nombre del Héroe de Ayacucho.
Resulta imperioso volver al tema de la batalla de La Ladera
por la importancia que tuvo en ese momento y en los años
siguientes. Veamos lo que sobre ese asunto anota la historiadora
Pilar Moreno de Angel, a quien hemos citado muchas veces
por su seriedad. Ella describe con toda claridad lo que fue ese
encuentro en el que Obando, astuto como era, le ganó a Mosquera
utilizando una vieja treta de fingimiento de derrota por parte de
aquel. Veamos cómo lo narra esta historiadora:

“El 11 de noviembre de 1828 las fuerzas de Obando


avanzaron y acamparon en El Ejido de Popayán. Eran
280 hombres, guerrilleros reclutados al azar, mal
pre­­
parados y peor vestidos, pero con un espíritu de
combate indomable. Según el propio José Hilario López,
los mejores infantes tenían de pertrechos 16 cartuchos
y el resto de la gente 10 cada uno.
“Esa tarde salió Mosquera de la ciudad con alguna
tropa y Obando se retiró hacia la casa de la hacienda La
Ladera, situada en una colina al Suroeste de Popayán.
A las seis de la mañana del día siguiente avanzó hasta
allí Mosquera con 648 hombres. Había dejado el resto
de su tropa de reserva en el cuartel. Montando un
brioso caballo, Mosquera permaneció en la retaguardia.
Ordenó el ataque a base de tres columnas desplegadas:
la vanguardia, al mando del comandante polaco

185
Armando Barona Mesa

Fernando Sirakoski; la del centro -la guardia cívica- bajo


la dirección de su cuñado Vicente Javier Arboleda, y la
retaguardia a las órdenes del coronel Pedro Murgueitio.
“La artillería de las fuerzas gubernamentales estaba
formada por un cañón, el cual fue desplazado en la
altura de una columna que dominaba la casa donde
estaban fortalecidos los rebeldes. Cuando esta pieza
principió a disparar, la infantería de Obando se puso en
fuga desordenadamente. Mosquera entonces ordenó a
sus hombres de a pie cargar a la balloneta mientras la
caballería se lanzaba también al ataque.
Pero la aparente huída de los revolucionarios no
era sino parte de la celada estratégica preparada por
Obando. En efecto, toda su caballería estaba escondida
al final de un puente pequeño que cruzaba la honda
zanja del riachuelo de El Ejido. Como las tropas de
Mosquera debieron cambiar de frente para convertirse
casi en una fila indica, para lograr cruzar el puente, esta
circunstancia fue aprovechada ventajosamente por los
hombres de Obando, quienes lancearon sin compasió a
los atacantes. Allí perecieron los comandantes Sirakoski
y Francisco Cedeño junto con 60 de sus hombres.
Murgueitio logró huir llegando hasta Antomoreno, pero
en la acció perdió un oficial y diez hombres. Obando
capturó dos jefes, cinco oficiales y 180 soldados.
Mosquera se refugió en Popayán y procedió a pedir
la capitulación, la cual fue aceptada por Obando. …
A las seis de la tarde y mientras el teniente
coronel Lino de Pombo conferenciaba con Obando,
en el campamento victorioso de éste los términos de
la capitulación, los coroneles Mosquera y Murgueitio,
quien ya había llegado a la ciudad, salieron de la plaza
a caballo escoltados por cincuenta y cinco hombres. Se
desplazaron por el páramo de Guanacas hacia La Plata.”

Córdova luego de recibir la orden del Libertador, viajó


de inmediato hacia Popayán. No era este por cierto un viaje
previsto por él y de su agrado, porque en realidad significaba el

186
Córdova gloria y asesinato del héroe

aplazamiento de su boda con Fanny Henderson, su novia de la


que, como antes se anotó, estaba tan enamorado. Pero el deber
mandaba sobre el corazón. Y, por las cosas trágicas de la vida,
en su despedida tierna no pudo calcular que esa sería la última
vez que la vería.
Se encontró con Mosquera y Murgueitio en La Plata, y parece
ser que él, Córdova, que despreciaba la cobardía, arrogante como
era, no trató bien a Mosquera a quien ya odiaba desde Quito.
Tampoco trató bien a Murgueitio, sin calcular en ese momento
que en relación con Mosquera, se había hecho a un enemigo
endiablado, capaz de todo, incluida la mentira perversa.
Veremos este aspecto despacio en la medida en que vayan
sucediendo estos hechos. Entre tanto, leamos una carta que
dirige el Héroe de Ayacucho al Libertador desde Popayán el 27
de diciembre de 1828:

”Secretamente, y así lo digo a V. E., me he impuesto


aquí que Obando no tenía más que 200 hombres cuando
derrotó al coronel Mosquera y de este número ni cien
hombres buenos y bien armados. Mosquera tímido,
Sirakoski loco y Murgueitio tonto y fatuo, dieron buena
cuenta del departamento. Ayer tuve tanta incomodida
con Murgueitio por su impericia, como no puede V. E.
figurarse; pero las mentiras que me dijo del Pedregal,
las que me hicieron llegar a toda prisa a la Plata, las que
me dijo últimamente en Inzá, que el enemigo, fuerte de
200 infantes, iba a atacar la vanguardia que él mandaba,
y la conducta de ayer, me ha servido mucho, porque ya
lo conozco bien, y se que no le debo fiar comisión de
armas peligrosa. Es de veraz fatuo, como que le falta un
tornillo.”

Desde luego que es forzoso decir que al encontrar


abandonada la ciudad de Popayán el coronel Obando, que era
impetuoso y valiente, pudo aprovisionarse de todo y aumentar
su pie de fuerza. Mil seiscientos fusiles pasaron a su arsenal con
todo el parque de municiones. Y enseñoreado de aquella ciudad
hidalga, sin pérdida de tiempo, Obando ordenó la persecución

187
Armando Barona Mesa

de los fugitivos con Mosquera a la cabeza, que marchaban con


sus cincuenta escoltas montados y quienes habían partido por
los lados del Tambo.
Fue una persecución sin pausa ni perdón y, naturalmente,
Obando, mejor guerrero, los derrotó apabullantemente. Mos­
quera logró escapar y salvarse con un extenso rodeo por los
terrenos más inhóspitos de las montañas, en un esfuerzo contra
todos los peligros juntos.
Entre tanto Obando, que se había levantado al lado de sus
padres españoles adoptivos parte del tiempo en Popayán y la
otra parte en Pasto, dio las órdenes a López de que permaneciera
como comandante en Popayán, de donde era oriundo, mientras
él se marchaba a Pasto con un contingente que ya llegaba a
mil hombres reclutado en aquella ciudad. Conocía bien a los
pastusos y a los patianos y eso era lo que lo hacía más peligroso
a los ojos de Bolívar.
También el Libertador había sufrido a Pasto, como atrás
se dejó expuesto. Sabía cuántos sinsabores podría aun darle
a Colombia esta región. De ahí que se lo transmitiera en sus
comunicaciones a Córdova pidiéndole prudencia pero audacia.
Para él, elementalmente, era prioritario despejar el camino hacia
el Sur. Pilar Moreno221 apunta sobre ese momento:

“Las relaciones diplomáticas de Colombia y el Perú


eran accidentales y tirantes. El gobierno de Lima revivió
el viejo problema de la anexión de Guayaquil y ordenó
el bloqueo de los puertos colombianos en el pacífico.
Ocho mil soldados peruanos al mando del mariscal La
Mar, presidente del Perú y jefe del ejército, invadieron
al Ecuador y llegaron hasta la capital del Azuay. En
estas circunstancias, Bolívar designó al mariscal, Sucre
su representante personal y jefe del ejército del sur.
Mientras tanto, Obando entró en negociaciones con los
peruanos. Era por lo tanto vital en esas circunstancias
para Colombia recobrar el libre paso hacia el sur”.

221
Autora, ob.cit.

188
Córdova gloria y asesinato del héroe

El general Córdova, sagaz y astuto como era, no había


descuidado nada y le hacía saber al Libertador que no tuviera la
gran preocupación por esa revolución que él controlaba y que,
efectivamente, fue corta. También, pensando en posibilidades
futuras adversas, Córdova había ordenado a su hermano Salvador
que se dirigiera con una guarnición a Cartago, pensando en
cerrarles el camino al norte a los revoltosos. Luego tomó Totoró
en el mismo Cauca y desde ese punto, con absoluta confianza,
le dirige al Obispo de Popayán la siguiente carta:

“Totoró, diciembre 25 de 1828. Al Obispo de


Popayán. Ilustrísimo señor. Escribo a V.S.I. porque no
hay una autoridad civil legal en esa ciudad con quien
entenderme: Vengo con una gruesa división a restablecer
el orden que los Coroneles López y Obando han alterado.
Para restablecer el orden en ese pueblo engañado se
necesita política, buen modo, humanidad y bondad.
Es, pues, mi intención usar de esas virtudes; suplico
a V.S.I. lo haga entender así a esas gentes, aun a los
alucinados que hayan tomado las armas, y cuento con
que V.S.I. tomará el mayor empeño en disipar el temor
que los facciosos, con sus mentiras, hayan infundido a
los habitantes del Departamento. Dios guarde, etc. Es
copia. Córdova.

Del texto de la carta se deduce que Córdova no tenía un


deseo sanguinario de aplastar a quienes bajo engaños hubieren
llegado a la sedición. Su plan era sereno y maduro, aunque firme.
El 27 de diciembre hizo Córdova entrada en Popayán sin
ninguna resistencia. Obando, como ya se apuntó, se encontraba
en Pasto y López se había retirado estratégicamente hacia el
Sur de la provincia. José Hilario López había sido, como se vio
mucho antes, segundo oficial al mando de Córdova cuando éste
marchó a Pasto y debió batirse con Agualongo. Era digamos que
su amigo. Y lo persiguió hasta Timbío de donde se replegó hacia
La Horqueta, lugar donde lo venció fácilmente; pero López huyó
y Córdova volvió a Popayán.

189
Armando Barona Mesa

Allí, en esa tierra de hidalgos y blasones, no era muy grata


la presencia del general Córdova. Dueño en su casa, el taimado
Mosquera haría el mejor despliegue de su capacidad de intriga y
demostró toda su insania contra Córdova.
Pero en Popayán, donde antes de la dictadura todos eran
amigos de Bolívar, un grupo de notables le había dirigido a éste
un acta fechada el 21 de diciembre de 1828, documento muy
diciente en el plano político, como que rechazaba la dictadura
y le pedía a aquel el restablecimiento del orden constitucional.
Veamos cómo cuenta este episodio Botero Saldarriaga222:

“Esta permanencia de Córdova en Popayán frecuen­


tando la culta e ilustre sociedad payanesa, cuna en la
Nueva Granada de los más eminentes hombres de la
república, influyó decisivamente en su futura suerte.
Él pudo apreciar las razones que movieran a aquellos
patriotas insospechables para firmar el acta de 21 de
diciembre de ese año, en que razonada, respetuosamente,
se le pedía al Libertador que depusiese la dictadura y
dejara al Cauca bajo un régimen constitucional. Portador
de esa acta fue el ilustre doctor Manuel José Mosquera,
quien la entregó a Bolívar en el pueblo de Villavieja.
Luego pudo apreciar cómo era fuerte el partido que
representaban Obando y López; sus soldados eran
voluntarios y, en cambio el gobierno, para llenar sus
bajas tenía que apelar al reclutamiento, odioso para
aquellos pueblos, sobre todo cuando se hacía al estilo
de Murgueitio o Vicente Gutiérrez de Piñeres.”

Por su parte Bolívar, aparentemente, en esos momentos


parecía ya no tenía tanto apego al mando, tal vez por la
enfermedad o por los desengaños sufridos. Esa ambición suya
por el poder, ¿acaso había dejado de ser prioritaria?

222
Botero Saldarriaga, Córdova.

190
Córdova gloria y asesinato del héroe

Además, había encargado de todo el ejército con facultades


casi omnímodas al ministro de Estado para la Guerra Rafael
Urdaneta, mientras delegaba en el mariscal Sucre el comando
de las fuerzas y operaciones para enfrentar a los peruanos, ya
encima.
Luego el mismo Libertador se puso en moviento, dejando
de lado sus cansancios acumulados y los golpes de la salud, y
llegó a Popayán el 23 de enero de 1829. Por supuesto quería no
repetir los angustiosos pasos del Juanambú y los profundos ríos
de la región pastusa en situación de guerra interna. Para ese
momento su esperanza de eliminar ese peligro la constituía el
general Córdova, con quien aun mantenía incólume la amistad y
el cariño que siempre se tuvieron el par de héroes.
Y Córdova, según lo cuenta el historiador Marcelo Tenorio223,
el 29 del mismo mes y año -enero de 1829- en charlas casi
íntimas en el mismo Popayán, se permitió darle a Bolívar los
consejos que a continuación se citan:

“Debía pues trazarse en Popayán el primer plan de


operaciones para abrir la campaña sobre Pasto, y allí
fue donde el General Córdova, deseoso por una parte
de economizar sangre colombiana, temiendo por otra
ver comprometido el honor nacional si el Ejército del Sur
sufría desgraciadamente un fuerte revés, manifestóle al
General Bolívar lo conveniente que le parecía restablecer
el orden en los pueblos insurrectos, por medios suaves y
pacíficos, lo que creía poder conseguirse con su amnistía
en que los dos Jefes que capitaneaban la revolución,
los comprometidos todos y el territorio entero quedando
complacidos, depusiesen las armas y se sometieran de
grado al Gobierno, porque de otra manera decía que
aunque contaba con el triunfo, era quizás sacrificando la
División en las ventajosas posiciones que ocupaban los
insurrectos, pues conocía prácticamente el distinguido
mérito de aquellos dos Jefes y el de algunos de sus

223
Marcelo Tenorio, “Confesión de un viejo facioso arrepentido”.

191
Armando Barona Mesa

compañeros, así como también el carácter belicoso de


aquellos pueblos guerrilleros tan prácticos del terreno y
por consiguiente difíciles de reducir por recurso de las
armas. Tal fue el origen de la deferencia que tuvo el
Libertador en aquella ocasión con los disidentes de Pasto,
celebrando un convenio tan ventajoso y satisfactorio para
ellos que en muchos años no lo había visto la luz pública;
pues que si verdaderamente se ostentaban en él la
generosidad del Gobierno, fue debido más bien al imperio
de las circunstancias y a los buenos oficios que Córdova
hizo con su influencia con el Líbertador, favorecido
igualmente en la confianza que inspiraba a los Jefes de
la revolución, de que sería cumplido religiosamente todo
lo que se les ofrecía: pués aunque no le creían partícipe
de sus ideas, sí lo creían su amigo personal e incapaz
de faltar por ninguna consideración a lo que de alguna
manera podía comprometer su delicadeza”.

El mismo Tenorio agrega este otro párrafo de esa conversación


que a Córdova con su gran sinceridad halagaba, pero que a
Bolívar comenzó a disgustar por presentir que ese amigo, casi
un hijo, se pusiera en el bando contrario y comenzaba a darle la
razón a los enemigos de éste. Veamos:

“El General Córdova, que desde Bogotá estaba


iniciado en los misterios políticos del Libertador, mejor
aconsejado había emprendido su marcha igualmente
resuelto a no prestar sus servicios en aquella ocasión
más allá del territorio de la República, ni secundar de
manera alguna a pretensiones hostiles a la libertad
de su patria ni de ningún otro pueblo independiente.
Con tales disposiciones y apoyándose en la ilimitada
confianza que el Libertador le dispensaba, ponía en
ejercicio oportunamente en sus conversaciones privadas
todo el ascendiente que creía tener sobre aquel corazón
de aquel hombre superior, tratándolo de persuadir de
que era tiempo ya de descargarse del enorme peso
que gravitaba sobre sus hombros por tantos años de

192
Córdova gloria y asesinato del héroe

consagración a la vida pública, y que afianzase su


inmensa gloria confundiendo a sus enemigos que lo
sospechaban peligroso a la libertad; que se retirase,
en fin, definitivamente de la escena política, puesto
que tántas veces lo había ofrecido solemnemente. El
Libertador oíalo con aparente satisfacción, pero sin poder
disimular su disgusto y sorpresa por la metamorfosis de
aquel amigo a quien había creído siempre todo suyo,
política y personalmente; mas como S. E. conocía todo el
poder de su prestigio y el carácter franco y fogoso de su
joven amigo, esperaba del tiempo y las circunstancias la
ocasión de volverlo a colocar de la senda de que le parecía
extraviado. Para el efecto le halagaba manifestándole la
coincidencia de sus ideas y ofreciéndole que tan pronto
como la República se hallase tranquila y eternamente
libre de todo peligro harían juntos un largo viaje a
Europa para saborear en el Viejo Mundo la gloria que
habían adquirido en el Nuevo”.224

Había en los análisis del general Córdova un alma transparente


y llena de sinceridad. Él tenía razón en sus pensamientos y era
noble que lo dijera a Bolívar, a pesar del temor reverencial que
debía inspirarle un ser de la grandeza de éste, infatuado en su
propia gloria y, ciertamente con ansias de poder. Allí, ciertamente,
comenzó a labrarse la desgracia que estaba por llegar contra
Córdova
La historiadora Pilar Moreno, sobre ese instante histórico
escribe en su obra citada tantas veces225:

“Es importante destacar que en este momento


principaron a separarse Bolívar y Córdova. Éste, que
hasta entonces había sentido por el Libertador una
admi­ración casi reverente, principió a evaluar las
consecuencias políticas de la dictadura y, siendo un

224
Marcelo Tenorio.- Confesión.- Tomo 4º.-Págs. 389,390. Boletín de Historia
y Antigüedades.
225
Autora citada, “José María Córdova.

193
Armando Barona Mesa

demócrata integral, calculó que la disolución de la Gran


Colombia era inevitable a la muerte de Bolívar. Ya se
notaba que cada uno de los héroes y de los líderes de la
gesta emancipadora se matriculaban como granadinos,
como venezolanos o como ecuatorianos. Las razones que
habían logrado unir a los tres grupos sociopolíticos casi que
habían desaparecido y la dictadura servía de tizón para
completar la ruptura. El Libertador estaba declinando a
ojos vista. Córdova con la mirada puesta en los problemas
a que tendría que hacerle frente la República en un futuro
no muy lejano, concibió otras ideas.

La misma historiadora vuelve y cita al gran amigo de Córdova


Marcelo Tenorio, quien casi siempre estuvo identificado con él y
al tanto de sus movimientos que eran comunes, apunta:

” Lejos de nosotros -nosotros eran él y Córdova- la


triste idea de otro funesto 25 de septiembre; Nuestra
causa no es contra los hombres sino contra los malos
principios. Desgraciado el que atente contra la persona
de Bolívar: ella debe ser sagrada entre los colombianos.”

Años después, en 1867, cuando Tenorio debió declarar en


el juicio que le hicieron al general Tomás Cipriano de Mosquera
siendo presidente de la República, habló así:

“El jefe Córdova me propuso, antes de concluir el


arreglo que se hizo con Obando para que se sometiese,
que destituyésemos al Libertador, cuidándolo y respe­
tándolo mucho, pues ya estaba inútil por sus males, y
que separásemos a la Nueva Granada de Venezuela.
Que Obando se quedaría mandando en el Sur, López en
el Cauca, Herrán en Cundinamarca, y que se fijaría la
capital en Cartagena, haciéndose cargo del gobierno él y
yo como ministro general (sic) de Estado. Me sorprendió
este absurdo, y me opuse a él, pues me decía que era
necesario no hacer caso de congresos ni de abogados.

194
Córdova gloria y asesinato del héroe

Llamé a los jefes de los cuerpos a mi tienda de campaña


y los instruí del loco pensamiento del general Córdova,
para que me diesen parte de las órdenes que él
comunicase. El Libertador iba muy enfermo y no le quise
decir nada. Esto fue el principio de la desavenencia de
Córdova con el Libertador, cuyos acontecimientos con
sus pormenores son de otro escrito y de otro lugar.”226

Volviendo al tema que traíamos, y sea como fuere que haya


sido lo de los coloquios de Córdova con el Libertador, es de rigor
decir que éste, de todos modos, oyó el sincero discurso de
su amigo Córdova con respeto; y luego, unos meses después,
cuando ya las cosas principales de estos sucesos coyunturales
habían pasado, se había hecho la paz con Obando y Sucre había
derrotado en el Portete de Tarqui a los peruanos, desde Quito,
y acorde con el pensamiento expuesto por Córdova, Bolívar
pronunció el 3 de abril de 1829, la siguiente proclama:

“¡Colombianos! Después de la pacificación de Pasto,


de la victoria de Tarqui y del convenio de Jirón, me dirijo a
vosotros para felicitaros por el término que han tenido las
grandes crisis que agitaban la República. Tan prósperos
acontecimientos deben prometernos esperanzas lison­
jeras, bajo la augusta representación nacional que he
convocado para el 2 de Enero. Ventilaréis allí todos
vuestros derechos, todos vuestros intereses, y de acuerdo
con vosotros mismos, daréis un nuevo gobierno, capaz
de mantener la libertad y la independencia de Colombia.
Pero necesitamos, para lograr esta dicha, calma en las
pasiones y firmeza en los combates.
“No se ha cumplido el convenio de Jirón por parte
del Perú, alegando como pretextos nuevas injurias
contra Colombia. Nos veremos obligados a emplear la

226
Anales del Congreso “Causa contra el presidente de los Estados Unidos de
Colombia, ciudadano gran general Tomás Cipriano de Mosquera, vol. 1 edición
oficial. Citado por Pilar Moreno de Ángel.

195
Armando Barona Mesa

fuerza para conquistar la paz; y aunque la gloria sería el


producto de nuevos combates, pospondremos todo a la
consecución del reposo de la América, y en particular de
los pueblos del Sur, cuyos dolorosos y crueles sacrificios
han servido poderosamente para repeler la invasión del
enemigo. Recuperemos a Guayaquil únicamente para
cumplir con los preliminares de paz concluídos con el Perú:
no disparemos un tiro ni para defendernos, sino después
de haber agotado todo sufrimiento y de haber reclamado
en vano nuestros incontables derechos. Haremos más:
expulsados que sean los peruanos y los facciosos, de
Guayaquil, pediremos la paz a los vencidos: ésta será
nuestra vindicta. Tan moderada conducta desmentirá a
la faz del Universo esos proyectos de conquista y esa
inmensa ambición que nos suponen. Y si después de
estos rasgos de noble desinterés y de desprendimiento
absoluto, nos combaten todavía, nos calumnian y nos
quieren oprimir con la opinión del mundo, responderemos
en los campos de batalla con nuestro valor, y en las
negociaciones con nuestros derechos.
“¡Colombianos! Como súbdito de la voluntad
nacional, yo no hago más que manifestar la intención
del pueblo y la capacidad del ejército. Justo el primero
y heroíco el segundo, contemos con la victoria y con la
paz. Bolívar. -Quito, abril 3 de 1829”.227

Como se observa en este discurso del Libertador prevalece el


ánimo de entendimiento y no violencia. Y habla además de una
nueva constitución después de la reunión del nuevo Congreso y
de un nuevo gobierno. Esos pensamientos, que dan otra imagen
del dictador, coinciden, como vimos antes, con lo que le aconsejó
Córdova con transparencia de pensamiento en Popayán. Por
supuesto sobre esto volveremos en su lugar oportuno.
Retornando a Popayán, después de la llegada del Gran
Caraqueño, éste decide que Córdova mantenga el mando como

227
Felipe Larrazábal.- Vida de Bolívar.- Tomo 2°.- Pág. 477.

196
Córdova gloria y asesinato del héroe

general de la división que seguiría al Sur hasta Pasto, para


garantizar el paso eventual de tropas al Ecuador. Mosquera, por la
misma orden del presidente, entra como jefe del estado mayor e
intendente del Cauca, segundo al mando de Córdova. Mas ya las
relaciones de estos dos personajes, Córdova y Mosquera, eran
muy tirantes entre ellos, porque es obvio que al temperamento
de Mosquera quedaba muy difícil admitir la superioridad de
aquel apuesto y joven general, héroe consagrado por su valor e
inteligencia para la guerra, dones que nunca demostró Mosquera.
Y aun retrocediendo un poco, es preciso decir que acorde
con la carta de Córdova firmada en Totoró de 25 de diciembre
anterior al obispo de Popayán, que antes vimos, el general
antioqueño mandó a Mosquera a que hablara con el prelado para
que se convocara a una reunión con todos los estamentos de la
ciudad, especie de cabildo abierto.
Y se hizo la reunión con lo más prestante de la sociedad
payanesa y al final todas las gentes renovaron su adhesión al
gobierno de Bolívar, quien por supuesto en ese momento aun no
había llegado a Popayán. Se levantó en el cabildo abierto un acta
que fue enviada a través de Mosquera al Dictador Presidente,
quien solo hizo su arribo a Popayán, como antes se anotó, el 23
de enero de 1830.
Después de que Mosquera envía el acta al Libertador y
dentro de la pugna que mantenía Córdova con aquel, el general
antioqueño le remite una esquela aclaratoria al Libertador en la
que le dice:

“Mosquera manda el acta que en virtud de mi entrada


en esta ciudad, y por insinuación mía, han hecho estos
señores; él la dirige y no yo, porque me parece mejor
así y porque yo lo que quiero es que se hagan las cosas,
y me importa poco que digan después que las hice yo
u otro, aunque otro firme lo que yo he trabajado. Yo he
dado a Mosquera todas las órdenes o dictámenes que
me han parecido convenientes sobre su intendencia.
Anteayer entramos y ayer salió el correo ordinario”.

197
Armando Barona Mesa

Entrado el año 29 y proporcionadas las vituallas y elementos


logísticos, conforme a las órdenes impartidas por el propio
Bolívar, la división Córdova y sus 2.000 hombres se movilizó
hacia el Sur. La división fue dividida en tres destacamentos, en
el primero de los cuales viajaban el propio Bolívar y Córdova.
Fue, naturalmente, un camino arisco y peligroso. Pero el
presidente dictador, que conocía muy bien el alma humana,
había establecido una serie de contactos con amigos de Obando
-quien vivió en Popayán y en Pasto antes de estos hechos y
aun después- y supo de cierto que a éste no le habían llegado
las ayudas del Perú, situación que lo dejaba propenso a una
negociación. Todo este empeño por parte de Bolívar obedecía a
intereses superiores en el bien general del país, pues era, como
se ha dejado anotado, una prioridad vital despejar de enemigos
la ruta hacia Ecuador. Además, Bolívar sabía de sobra la clase
de enemigos que podían ser Obando y los pastusos. Así que una
paz con él en ese momento era un imperativo.
Entonces, al llegar al río Mayo, comienzo de la abrupta
geografía pastusa, hicieron una parada y Bolívar ordenó enviar
una comisión dialogante al lado de Obando. La integraban dos
sacerdotes de alta alcurnia intelectual y amigos en Popayán
de éste: los presbíteros Mariano Urrutia, quien era educador y
José María Grueso, en la actualidad vicario de la diócesis de
Pasto. Se entrevistaron con la mayor cordialidad y Obando, que
efectivamente no había recibido los auxilios que le prometieron
los peruanos y además se encontraba en dificultades de
operación, sabiendo por lo demás que ante el peligro externo el
país entero estaba respaldando la guerra contra los peruanos,
fue de la misma opinión.
Obando personalmente fue a recibir a los enviados a La Venta
y dialogaron con muy buena inclinación hacia la paz. Bolívar no
había llegado aun a estos sitios, pues tenía dificultades de avance
en la retaguardia con parte de la división. Entonces, agotada la
primera reunión con Obando, el presbítero Mariano Urrutia, uno
de los comisionados para las conversaciones, le envía al general
Córdova, comandante de la división, el mensaje siguiente:

198
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Sombrerillos, 21 de febrero de 1829. Señor general


José María Córdova. Muy señor mío de mi consideración y
aprecio: Desde el día jueves 19 estamos aquí de regreso
de La Venta, en donde tratamos con el coronel Obando
todo lo concerniente a nuestra misión. Nada quedó
decidido, pero los preliminares son de un avenimiento
pacífico, y a fin de instruir sobre esto a S. E. estamos
esperándolo en este punto. Ignoramos cuando llegue,
pues no tenemos otra razón que la de que ayer tarde
entraban unos pocos soldados en Mercaderes y fueron
vistos a distancia. Quisiéramos saber si Ud. ha de
venir a este punto para hablar algunas cosas por si no
pudiéramos esperar más tiempo al Libertador. Soy de
Ud. con la mejor consideración y aprecio. Afectísimo
servidor y capellán Q. B. S. M., MARIANO URRUTIA.

En realidad todo estaba listo, con algunas condiciones muy


racionales aunque ventajosas por parte de Obando. Pero veamos
como fue el desarrollo de estos hechos según el estudio fidedigno
de la historiadora Moreno de Angel228;

“El momento era por demás grave. No solamente


el terreno donde estaban situadas las dos fuerzas era
bien difícil para efectuar cualquier maniobra estrátegica,
situación geográfica de la que eran conscientes los jefes
de ambos bandos, sino que el tiempo apremiaba para
lograr el paso de las fuerzas colombianas hacia el Sur.
Bolívar entonces usó la táctica amenazante de la división
Córdova, mientras Obando a su vez asumió una actitud
amenazante. Éste supo, por intermedio de sus espías,
que el 27 de febrero, en el Portete de Tarqui, las tropas
al mando del mariscal Sucre, habían derrotado a los
peruanos y éste había firmado en Girón un tratado de
paz. Esta noticia tan solo la conocieron Bolívar y Córdova
al llegar a Pasto. Sin contar con el apoyo peruano,
Obando y López se apresuraron a firmar un tratado con el

228
Pilar Moreno, José María Córdova, tomo II

199
Armando Barona Mesa

Libertador extraordinariamente favorable. El 1º de marzo


de 1829 en la Cañada del Juanambú los comisionados
del ejército de la restauración constitucional Francisco
María Lozano y Tomás Guerrero presentaban las bases
de un acuerdo a los coroneles José de Espinar y Carlos
Eloy Demarquet, delegados del Libertador.
“Se estableció que el gobierno protegería la religión
católica en Pasto y en toda la República, como la
primera condición. Luego se decía que las gentes que
integraban el partido de oposición al gobierno “sean
cuales fueren las circunstancias hasta los prisioneros de
guerra” serían puestos en libertad. Ningún ciudadano de
la provincia de Pasto se reclutaría durante un año. No se
exigiría contribución alguna a los habitantes de la zona.
Se dejarían en Pasto armas y municiones al cuidado
de un jefe que sería escogido entre los más populares
de la región. Se tendrían en cuenta los méritos de los
empleados públicos que habían emigrado de Popayán.
… El gobierno refrendará los despachos concedidos por
el coronel Obando, excepto los dados a desertores del
ejército y algún otro criminal; pero contra éstos no se
procederá, quedarán absueltos…
“El gobierno premiará conforme a sus méritos a los
jefes y oficiales que sirven actualmente en la provincia
de Pasto. …”

Este convenido fue conocido como el Tratado de la Cañada;


y como se ve, en verdad fue altamente ventajoso para Obando y
los subversivos que le acompañaban. Pero era sin lugar a dudas
muy importante lo que a ese precio se lograba, teniendo en
cuenta que en esos momentos la marcha de Bolívar, tan urgente
como era, se había retardado por motivo de estos hechos.
Como se ha visto, estos sucesos que dan origen al tratado,
están ocurriendo el 1º de marzo, pero unos días atrás, el 27 de
febrero, el Mariscal Sucre ha enfrentado a los peruanos, ya dentro
del territorio colombiano, en un sitio conocido como el Portete de
Tarqui, en las cercanías del pueblo de Girón, hoy Ecuador.

200
Córdova gloria y asesinato del héroe

Ese día 27 de marzo de 1829 tiene lugar el combate. Los


peruanos en su irrupción al territorio de Colombia han penetrado
a Cuenca y San Fernando. Doblan en fuerzas a Sucre, plenamente
consciente de la inferioridad del ejército colombiano. Han
pasado jornadas de zozobra para las tropas del Gran Mariscal
de Ayacucho en las cuales el enemigo, a cuya cabeza estaban el
presidente La Mar y el mariscal Agustín Gamarra Messía, tenía
más de ocho mil quinientos hombres.
Sucre, que ha recorrido el territorio, conoce bien y escoge
como campo de Marte el sitio llamado El Portete. Es una región
muy fría de la escarpada cordillera de Los Andes. Hay un pequeño
valle y al fondo, como única salida, se destaca un desfiladero en
el que solo puede pasar en fila india un solo hombre al tiempo.
Sucre conoce la malicia y no se asusta con el número mayor
de las tropas del enemigo. Y, tal como hacía Napoleón cuya
estrategia de rapidez utilizando horas perdidas de la noche ha
aprendido con experiencias felices en esta guerra interminable,
dispone la noche para el trabajo de alistamiento y ataque.
Leamos cómo describe esta batalla el biógrafo venezolano de
Bolívar Guillermo Ruiz Rivas229:

“El 26 se resuelve el ataque. A las tres de la tarde


-el mariscal Sucre- hace marchar sus tropas compuestas
por 3.600 hombres de combate. La lluvia torrencial
impide un avance rápido y se presentan a Tarqui a las
nueve de la noche. Sucre tiene que conceder un obligado
descanso. Simultáneamente, Plaza -jefe peruano- ha
movilizado sobre el Portete a sus fuerzas, dejando
algunos efectivos acantonados en Girón. A las doce de
la madrugada, entre una oscuridad completa, Sucre
hizo avanzar al capitán Piedrahita con 150 hombres
escogidos y apoyados por el escuadrón Cedeño, para
preparar una sorpresa. En la sombra, los hombres se
confunden. Piedrahita se pierde. Recibe algunos disparos
de sus propios compañeros y da en las propias barbas

229
Autor citado, “Bolívar más allá del mito”.

201
Armando Barona Mesa

del enemigo, que le suelta las primeras descargas.


Así tiene que resistir un combate desigual de cerca de
media hora. A las 4.37 -de la madrugada-, llegó Sucre
con el grueso de su ejército e hizo alto en el Portete. Le
acompañaba la división de infantería y los batallones
Rifles, Yaguachí y Caracas. Tuvo que esperar a la segunda
división y a la caballería, que se habían retrasado. Ya
el sol estaba apareciendo y la niebla matinal permitía
ordenar adecuadamente los movimientos. Juntó toda la
masa de hombres y se precipitó al combate. Ante el
recio empuje de las fuerzas de Sucre cedieron las tropas
peruanas, se estableció el desconcierto y a las siete de
la mañana estaba decidida la batalla. Por desgracia, la
mayoría de las tropas del Perú se arrojo sobre el Portete,
para tratar de salvarse, pero allí fue prácticamente
exterminada por el enemigo. El balance de este triunfo
fue alarmante, pues los peruanos dejaron muertos cerca
de 1.500 soldados y 1.000 hombres más fueron tomados
heridos o prisioneros, incluyendo a 60 jefes y oficiales,
el armamento respectivo, víveres, banderas y tambores
de guerra”.

Los que quedaron vivos del ejército peruano huyeron en


desbandada. Sucre con su genio para la guerra había vencido no
obstante la mayoría numérica del enemigo; pero todo este éxito
era el resultado de su alianza con la oscuridad de cuervo de la
noche anterior.
Luego, de modo casi inmediato, mandó una comisión a Girón
donde se encontraba el presidente José Lamar para ofrecerles
a los peruanos una capitulación. Lamar, frente al inocultable
desastre, acepta. No quiere que se repita la lamentable historia
del Portete. Sabe de sobra quien es Sucre. Y se firma el tratado
de Girón, generoso para los vencidos, como era el temperamento
equilibrado del mariscal venezolano. El tratado queda sujeto a
la aprobación del congreso peruano y de Bolívar como jefe único
del Estado colombiano.
El mismo Sucre, según cita de O´Leary, comenta en relación
con ese tratado:

202
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Juzgué indecoroso a la república y a su jefe militar


humillar al Perú después de una derrota con mayores
imposiciones que las pedidas cuando ellos tenían un
ejército doble al nuestro; y quise mostrar que nuestra
justicia era la misma antes que después de la batalla”.

Durante la batalla de Tarqui, Sucre, que ostenta plenos


poderes, asciende al también venezolano radicado en el Ecuador
Juan José Flores a general de división y al irlandes Daniel Florencio
O´Leary a general. Ambos se habían destacado en la batalla.
Regresando a Pasto, si bien es cierto que Bolívar en esos
momentos ignoraba los hechos de Tarqui y el tratado que con los
plenos poderes había firmado Sucre con los peruanos en Girón,
la noticia si había llegado a Obando, quien quizás por eso se
inclinó más al acuerdo. De manera que no obstante la ventaja en
favor de los sediciosos, el tratado de La Cañada le servía mucho
a Bolívar para avanzar hacia el Ecuador donde con premura debía
hacer presencia y, por si fuera poco, para recuperar para las filas
a dos hombres tan valiosos como Obando y a López.
Obando se refiere en sus “Apuntamientos para la historia”230
al encuentro con Bolívar después de los arreglos hechos en la
Cañada, así:

“Al siguiente día de haber llegado a Pasto, supo el


general Bolívar el acontecimiento del Portete -se lo contó
él mismo-; yo había ido a dispersar para sus casas las
fuerzas que estaban en Genoy, y de regreso me recibió
lleno de alegría, comunicándome el suceso y repitiéndome
el tratamiento de general que había empezado a darme
desde que nos vimos en Chacapumba. “Esto le es a
usted (me dijo) tanto más honroso, cuanto que usted
al transar conmigo ignoraba aquel acontecimiento -En
realidad Obando sí sabía- y agrega:-.” Yo callé y lo dejé
en su error.

230
José María Obando, Apuntamientos para la Historia, Editorial Bedout S.A.

203
Armando Barona Mesa

“En virtud de las transacciones, yo quedé en Pasto


con el mando militar de la provincia, y el general Bolívar,
dejando la fuerza a órdenes del general Córdova marchó
para Quito. Pero Mosquera, que se moría de envidia y
de ira oyéndome llamar general de boca de su señor,
y presenciando las demostraciones del extremo afecto
conque me distingía y agasajaba por una razón tan
contraria al camino que él había escogido para buscar
ascensos, es decir, por haberle hecho la guerra en lugar
de adularle, padecía de continuos desvelos en busca de
algún medio para arruinarme con el poder mismo de
Bolívar.”

Tres días descansó en Pasto el Libertador maltrecho y


enfermo y siguió la marcha acelerada hacia Quito. La división
Córdova debía permanecer en Pasto a la expectativa y luego
seguiría al Ecuador. A pesar del tratado de Girón los peruanos
acrecentaban su odio contra Bolívar y sus deseos belicosos,
desconociendo como triunfo la batalla del Portete por parte de
los colombianos.
En esa ciudad de Pasto, rebelde y realista, quedaban Córdova,
Obando y Mosquera, en medio de un ambiente abiertamente
hostil. Como ya se ha dicho, los dos primeros odiaban a Mosquera
y éste, a su vez, los odiaba con el alma a ambos, sentimiento
que crecia todos los días. Y como Córdova era el jefe, se permitía
dar mal trato a un hombre de tanto orgullo como el general
Mascachochas.
Veamos sobre este aspecto una anécdota en la que Córdova
insulta a Mosquera en tono abierto y en su propia presencia, que
cita Obando en sus Apuntamientos231:

“El general Córdova me había mandado a llamar


un día, y yo encontré a este jefe irritadísimo contra
él -Mosquera- y esperándole para descargarle una de
aquellas tempestades que acostumbraba; me lo dijo

231
José María Obando, “Apuntamientos para la Historia”, ya citado.

204
Córdova gloria y asesinato del héroe

Córdova proponiéndome entrar en la pieza siguiente,


para que la oyese sin ser visto: yo que conocía aquel genio
abyecto con los poderosos y fanfarrón con los pequeños
-Mosquera- , los amarrados y los humildes, gusté mucho
de la propuesta del general y cuando sentí a Mosquera,
me retiré a oir y a ver, “Es usted un paranada (le dijo
el general con un semblante terrible): sólo para hacer
canalladas tiene usted habilidad”. El servil Mosquera
con el sombrero en una mano, temblando, se quitó con
la otra los anteojos para aumentar las señales de su
respeto o de su miedo; y el general continuó: “Yo debía
corregir a patadas su negligencia o su iniquidad: usted
está haciendo morir en el hospital a los soldados del
coronel Obando, vengando en esos infelices la oprobiosa
derrota que sufrió usted en La Ladera. Retírese usted,
canalla.”

Por supuesto la versión de este episodio la supo Bolívar por


carta de Mosquera, pero aumentada en ofensas de Córdova y
Obando al Libertador.
Es preciso anotar que antes de estos hechos gloriosos del
Portete, el mariscal Sucre, herido gravemente en el brazo derecho
que le quedó baldado, había llegado procedente de Bolivia a
Quito después de los dolorosos acontecimientos en La Paz,
cuando el general peruano Gamarra, al frente de una división
hace su irrupción en este nuevo país. Como si fuera poco, se
había formado una fuerza boliviana contra los colombianos por
ambiciones políticas; y se habían insubordinado muchos de los
lugareños que reclamaban independencia y autonomía. En medio
de esta crisis se reunió finalmente el consejo constituyente que
había nombrado a Sucre presidente, y éste presentó renuncia
de su cargo, insostenible por lo demás, y marcho hacia el norte.
Nada más quería de política ni de figuraciones. Además,
había contraído, lleno de ilusiones, matrimonio con una quiteña
nobiliaria, su novia, llamada Mariana Carcelén, marquesa de
Solanda.

205
Armando Barona Mesa

Ah esta marquesa de Solanda, un año después, mientras


Sucre se desempeñaba como presidente del Congreso Admirable
y en un último esfuerzo de unión, por encargo de Bolívar, viajaba
a Caracas donde un Páez que ni siquiera lo dejó entrar, y por
supuesto antes del inminente y horrendo magnicidio del héroe
egregio en Berruecos, había conseguido por amante a un general
caleño, de nombre Isidoro Barriga.
Este hombre brutal un día cogió en sus brazos a la niña
recién nacida, fruto del amor de Sucre, y la dejó caer fingiendo
un accidente, desde el alto balcón de la residencia de la marquesa
donde se encontraba. En los días subsiguientes el Libertador
mantuvo su disgusto con Sucre por no haber sostenido la posición
en Bolivia, que él creía sería quizás el único asidero de su gloria
en la gran epopeya del Sur. Pero cuando los nuevos hechos se
precipitan -por la declaratoria de guerra del propio Bolívar como
se ha visto- y el Perú invade el territorio de Ecuador y se apodera
de Guayaquil, Bolívar vuelve a pensar, como ya también ha sido
dicho, en la figura de Sucre, insustituíble para adelantar la difícil
campaña en gran desventaja contra La Mar y Gamarra y una
flota naval grande que ellos habían reunido. Es entonces cuando
lo nombra como el jefe de las tropas de defensa, con todos los
poderes, no obstante su deseo vehemente de retiro. Mas era
difícil decirle no a un hombre como el Libertador.
Bolívar, que ya ha recobrado todo el afecto que siente por
Sucre y además con un alto sentido utilitarista, estando todavía
en Pasto pero sin conocer los hechos del Portete, le dirige una
expresiva carta al mariscal al saber que éste ya ha decidido
aceptar la comandancia de las fuerzas colombianas que se
encuentra ejerciendo contra el Perú invasor:

“Pasto, a 8 de marzo de 1829.


“A S. E. El Gran Mariscal de Ayacucho.
“Mi querido general y amigo:
“Acabo de entrar en esta ciudad después de termi­
nada la discordia civil del modo más honroso para
el Gobierno, y más satisfactorio para el pueblo. No
he llegado solo: viene conmigo la división Córdoba

206
Córdova gloria y asesinato del héroe

compuesta de los batallones Vargas, Carabobo y Grana­


deros y de los escuadrones Granaderos de la Guardia
y Dragones del Zulia. Están en marcha otros cuerpos
que forman la reserva. Felizmente no solo no hemos
tenido considerables pérdidas en la marcha sino que
engrosaremos algo más los cuerpos dentro de pocos días
con las columnas que vienen en esta misma dirección.
“La pacificación de esta ciudad y provincia merece
bien la pena. No tiene Vds. un solo enemigo por su
retaguardia, antes bien deben Vds. contar con un ejército
de defensa, y otro más que colocado y estacionado en
el centro de la República puede acudir a donde sea
menester. Añada república, la regular administración, y
el espíritu público que se ha desplegado contra el ejército
invasor. Toda Colombia arde en deseos de venganza.
“Yo marcharé dentro de tres o cuatro días hacia
Quito.
“Antes de ayer participé a Vd. un aviso y hoy repito
a Vd. lo mismo con Demarquet, que no pudo seguir con
mis comunicaciones anteriores.
“Aquí he sabido que por fin Vd. se resolvió a
encargarse del mando del ejército del Sur. Lo he
celebrado infinito. Se asegura también que Vd. se
disponía a dar una batalla decisiva el 5 de este. Sea
enhorabuena. Ardo por saber el éxito, que espero de
la estrella que guía a Vd. en los combates y del ángel
tutelar de Colombia, haya sido próspero”.

Como se observa de esta lectura, Bolívar, tal como ya se


ha anotado, al llegar a Pasto aun no sabía de lo ocurrido en el
Portete, que ya Obando conocía en parte y celebra que Sucre
haya finalmente aceptado la designación para asumir el comando
de las fuerzas colombianas. Sabe de sobra que es irremplazable
en esta labor.
Y en Pasto, finalmente, después del envío de la carta que
acabamos de ver, se entera de que Sucre ha vencido en esa batalla
decisiva. Muy poco tiempo más permanece en la actual capital

207
Armando Barona Mesa

del Departamento de Nariño y sigue rápidamente hacia Quito.


Su presencia en Ecuador, como resulta obvio, es absolutamente
indispensable en el menor tiempo posible, sobre todo porque
también ha sido informado que el presidente La Mar, montado en
cualesquiera pretextos y argumentaciones, está desconociendo
el acuerdo de Girón y continúa la guerra.
Desde luego que la designación de Sucre, inicialmente, hizo
que se sintieran un tanto desairados el general Juan José Flores
y aun el propio Córdova, quienes veían allí una posibilidad de
poder y gloria para sus ambiciones. Pero el resultado de Tarqui
era una buena respuesta.
Estos tiempos estaban caracterizados por las intrigas y
mentiras que hacían circular los diferentes personajes, especial­
mente en la correspondencia dirigida al Libertador. No había un
gesto de solidaridad y amistad entre nadie. No, cada cual
resaltaba los defectos del otro y trataba de sacar provecho. La
urdimbre de este nutrido epistolario de escritos mentirosos o
exagerados era recogida por el recién ascendido a general,
Daniel Florencio O´leary, en un archivo intenso que fue publicado
años después. Era el propio Bolívar quien le había asignado esa
misión al oficial irlandés.
Entre tanto Obando y Córdova libraban una riña permanente
con Mosquera, Flores cuyas ambiciones no tenían límite, también
urdía con esmero de tejedor su apoderamiento del Ecuador, por
fuera de la Gran Colombia.
Y, después de la larga marcha desde Bogotá a Quito de un
Bolívar que había soportado el suplicio aciago del puente del
Carmen sobre la quebrada de San Agustín la noche del 25 de
septiembre, que resiente aun más su salud ya quebrantada,
al encontrar que no ha habido paz con los peruanos que
han continuado en Guayaquil y en otras provincias, ordena
un movimiento general de las fuerzas colombianas hacia el
importante puerto de Guayaquil, tomado por los peruanos desde
hace algún tiempo.
Es entonces cuando dispone que Córdova se movilice con su
división, incluido Obando y Mosquera hacia el Ecuador y al mar
Pacífico, y urge a Urdaneta para que reclute un gran contigente
y lo envíe hacia el Ecuador. Nadie está más convencido de la

208
Córdova gloria y asesinato del héroe

injusticia de esa guerra que él. Pero nadie como él sabe que es
preciso ganarla y él sabe cómo hacerlo. Vuelve a ser el hombre
invencible ante las dificultades.
Se moviliza pues con la tropa hacia Guayaquil. Su afán es
tanto, que desoye las voces que le dicen que el tiempo de lluvias
en la región es muy malo. Hay inundaciones, lodazales, los
caminos se borran y los cerros se derrumban, pero sobre todo
un clima ardiente plagado de zancudos que producen fiebres
palúdicas, disentería y muerte. Más de mil hombres de su ejército
sucumben -Restrepo y Botero Saldarriaga dicen que fueron tres
mil- ante estos elementos adversos y no faltan quienes lo critican
por no haber oído las voces de prudencia que le indicaban que
debía esperar. Pero él, Bolívar, también había desafiado con éxito
estos elementos de temporada de lluvias en los llanos orientales
venezolanos como se recordará. Tiene un afán dominante de
tiempo, porque se ha convocado por él mismo en el país que ha
creado la convocatoria a un nuevo congreso constituyente y hay
una agresiva fuerza opositora de liberales revolucionarios que
no aprueban su gobierno y están dispuestos a sacarlo del poder.
En esas circunstancias cargadas de presagios sobreviene
un hecho providencial. Se ha operado un cambio de gobierno
en Lima y asumen el poder el mariscal Gamara y el general
La Fuente, quienes con gran oportunismo quieren restablecer la
paz con Colombia y el tratado de Girón.
Este tratado realmente era bueno y generoso. Veamos lo que
Restrepo232, quien vivió esos hechos como miembro del Consejo
de Gobierno de Bolívar, comenta sobre él:

“Estipulose por el convenio de Girón, que las fuerzas


militares del norte del Perú y de sur de Colombia se
reducirían a tres mil hombres en cada país; que se arre­
glarían los límites de ambos Estados por una comisión,
a la que serviría de base y punto de partida la división
política de los virreinatos de la Nueva Granada y del Perú
en agosto de 1809; que la misma comisión liquidaría la
deuda del Perú a Colombia, que se pagaría dentro de
diez y ocho meses o en el término que se conviniera;
que se concederían los reemplazos por las bajas que

209
Armando Barona Mesa

sufrió el ejército colombiano auxiliar al Perú (sic), y


que se daría igualmente una satisfacción por haberse
expelido al agente colombiano residente en Lima. Se
declaró que ninguna de las partes contratantes tenía
derecho de intervenir en los negocios domésticos de
la otra. Este punto y otros varios se debían arreglar
por un tratado definitivo de paz, a cuyo efecto se
juntarían los comisionados de ambas repúblicas en
Guayaquil en el mes de mayo próximo. Además, se
comprometió el jefe peruano a nombre de su gobierno
a devolver la corbeta Pichincha, entregada por traición;
a pagar dentro de un año ciento cincuenta mil pesos
para satisfacer las deudas contraídas por escuadra y
ejército del Perú en los departamentos de Guayaquil y
Asuay; a desocupar el territorio colombiano dentro de
veinte días, devolviendo en el mismo término la ciudad
de Guayaquil con su marina y demás efectos, que los
peruanos recibieron en depósito, levantándose también
el bloqueo de los puertos colombianos del Pacífico. Por
último se declaraban las seguridades o garantías que
tendrían los colombianos en el Perú, y los peruanos en
Colombia; que se solicitaría de los respectivos gobiernos
un decreto de amnistía para todas las personas que se
hubieran comprometido en la presente guerra: y que
en ese tratado preliminar quedaría iniciada una alianza
defensiva entre las dos repúblicas, contra toda agresión
extranjera que atentara destruir la independencia y
los derechos nacionales. Convínose en que las bases
anteriores serían forzosas para el tratado definitivo que
debía celebrarse.”

El asunto que daba primordialmente lugar a la inconformidad


y rechazo por parte de La Mar del cumplimiento de las cláusulas
del tratado de Girón era que, antes de que se firmara este tratado,
Sucre, orgulloso de las armas colombianas, llena de honores en
el campo de batalla a los héroes triunfadores a los que ordena
condecorar con unas medallas que deben llevar la leyenda:

210
Córdova gloria y asesinato del héroe

“A los vengadores de Colombia en Tarqui” y ordenó,


con los plenos poderes de que estaba investido, que
en ese mismo campo se levantara un monumento que
consistía en una columna de jaspe en la que en un lado
se recordara a los héroes combatienes, en otro a los
caídos y en el centro una leyenda que dijera: “El ejército
peruano de 8.000 soldados, que invadió la tierra de sus
libertadores, fue vencido por 4.000 bravos de Colombia
el 27 de febrero de 1829”.

Claro que estas cosas llenaron de ira al señor La Mar y a sus


consejeros próximos que sintieron que se los estaba humillando
al levantar ese monumento eterno a su derrota y deseaban
continuar la guerra, pasara lo que pasara. Y aunque la fuga del
ejército peruano y sus bajas sembraban un gran pesimismo
entre los mismos peruanos, en el presidente La Mar había otras
razones de orden político, que gravitaban en su mente para no
querer el armisticio, no obstante que él había sido uno de los
negociadores por parte del Perú de dicho instrumento. Volvemos
entonces al historiador de la época José Manuel Restrepo233, para
ver lo que sucedió a continuación:

“Lamar reunió en aquella noche una junta de guerra,


cuyos miembros por unanimidad emitieron la opinión de
que “ fuera cual fuese el partido que se adoptara, bien
de combatir segunda vez, o de emprender una retirada
hacia las fronteras del Perú, el ejército se perdería
infaliblemente. Por tanto, que no había otro remedio
sino capitular.” En consecuencia apenas rayaba el día
siguiente cuando se presentó en nuestro campo un oficial
del estado mayor, solicitando por medio de un mensaje de
Lamar, que se suspendieran las hostilidades. En prueba
de la sinceridad con que se deseaba la terminación de
las diferencias existentes entre las dos repúblicas, decía
a Sucre que conociendo éste a todos los jefes del ejército

233
Autor, obra citada.

211
Armando Barona Mesa

peruano, escogiera para comisionados que negociaran


el convenio a los dos que le inspiraran más confianza
por su buena fe. El general colombiano contestó que
todos eran iguales para él, a pesar de que en Pagichapa
había manifestado sus deseos de que el gran mariscal
Gamarra fuera uno de ellos.
“Juntáronse en efecto a las diez de la mañana
(febrero 28) los comisionados colombianos general
Flores y coronel O´Leary con los generales Gamarra
y Orbegozo de parte del Perú, con plenos poderes
de una y otra parte. Apelaron los últimos para sacar
partido a la generosidad colombiana y a los intereses
de fraternidad que debían existir entre los americanos,
vínculos sagrados que habían desconocido los del
Perú en la guerra fratricida, que emprendieron contra
sus libertadores por la ambición y bajas pasiones de
algunos peruanos y de extranjeros residentes en aquel
país. Tales artes y el sistema de excesiva e impolítica
generosidad que el general Sucre había determinado
seguir, produjeron sus efectos. El convenio se firmó el
mismo día, y el 1º de marzo fue ratificado, quedando así
terminada una campaña de treinta días, …”

Fue así, pues, como se firmó el tratado de Girón, que por


supuesto debía ser aprobado por el Congreso peruano. Pero en
verdad nada estaba definitivamente claro y seguro hasta allí.
Se insistió por La Mar en que el monumento que ordenó Sucre
en el sitio de la batalla era una humillación para su país. Así lo
proclamaba públicamente éste. Y otros dijeron que en el Portete
no había habido una victoria colombiana.
Esto es lo que está pasando en Ecuador, todavía ocupada por
los peruanos, cuando Bolívar ha llegado a Pasto y se entera de la
victoria del Portete y del desconocimiento que han hecho éstos,
con su presidente a la cabeza, en relación con el tratado de
Girón. El Libertador dispone de modo inmediato la movilización
a Quito. Estos hechos complejos reclaman con urgencia su
presencia. Todo es grave.

212
Córdova gloria y asesinato del héroe

Previamente ordena que Obando continúe en Pasto como


jefe provincial y pide a Córdova, vacilante en sus meditaciones,
que también permanezca allí con su división, a discreción de su
llamada.
Unos días después, el 15 de marzo de ese año 1829, desde
Pasto donde aun permanece, Córdova le escribe al probo general
Domingo Caicedo esta significativa misiva:

“Si el Congreso peruano ratifica los tratados, lo que


ha hecho el general Sucre en este caso es lo mejor,
lo más conveniente a Colombia y a las glorias del
Libertador. Nadie más que yo desea esta paz porque
ningún otro sufre más los padecimientos de mi querida
patria. Desde Popayán estoy diciendo al Libertador el
único camino que le queda por salvarse con Colombia
y hacer generosamente la paz con el Perú, después de
haber destruido su ejército invasor; desembarazar al
Sur de tanta tropa dejando solamente las guarniciones
necesarias; encargar del arreglo de la administración en
general al general Sucre; y volver en este año a Bogotá;
reunir la representación nacional, como lo ha prometido,
darle cuenta de su conducta; y dejarla obrar libremente;
he aquí mis deseos y lo que ya he dicho muchas veces
al Libertador. Por fortuna, el general Sucre ha cerrado
las puertas del templo de Jano; ojalá que el Congreso
peruano las remache para que el Libertador no las pueda
abrir. Usted ya sabe mis sentimientos y hasta donde he
dicho que voy; creo que no pasaré de Quito y tal vez ni
de aquí en donde usted ve, por la copia que le acompaño,
quedo detenido con la división de mi mando hasta saber
si el Congreso peruano aprueba los tratados.”

Como se nota en el texto de esta carta nuestro héroe


Córdova mantiene, con un criterio ya suficientemente elaborado,
sus convicciones de corte liberal contrarias a la dictadura y al
desconocimiento de la Constitución de la Villa del Rosario de
Cúcuta por parte de Bolívar.

213
Armando Barona Mesa

O sea que para sus malquerientes adquiría cierta confirmación


la circulante especie de que el general antioqueño se apartaba
del pensamiento y el obrar del Libertador. Ese era un crimen del
cual lo acusaban desde la noche septembrina Manuela Sáenz
y Rafael Urdaneta. Córdova no es un amigo decían desde ese
entonces.
Pero además se nota en la carta al general Caicedo que el
Héroe de Ayacucho se siente, digamos, incómodo con Bolívar,
su antiguo ídolo, por haberlo mantenido en Pasto ese tiempo sin
participar en la acción.
Claro que, en obedecimiento de sus planes, poco tiempo
después Bolívar ordena, como se ha visto, su movilización a Quito
y Guayaquil. En realidad desde el punto de vista militar tenía
razón el Libertador para dejarlo en Pasto. Las tropas de Córdova
eran un refuerzo que se necesitaba urgentemente cuando La Mar
prosiguiera la guerra. Pero sin duda alguna para ese entonces ya
la perversidad de Mosquera con su correspondencia acomodada
contra el héroe antioqueño, ha logrado el objetivo ante Bolívar.
Ya éste ha dejado de pensar que Córdova es su amigo, aunque
aun lo necesita en estos momentos dramáticos. Mejor aun, lo
entiende como su potencial enemigo y en consecuencia hay que
tenerle desconfianza y vigilarlo.

214
SEXTA
PARTE FINAL

La caída de Córdova y
su perdición
Córdova gloria y asesinato del héroe

38
EL CAMBIO DE GOBIERNO EN EL PERÚ. LA PAZ CON
COLOMBIA. NUEVA ENFERMEDAD DE BOLÍVAR EN BUIJO

En el Perú iban a acaecer hechos que no eran previsibles


frente al autoritarismo del mariscal La Mar y sus amigos. Él veía
con odio a los colombianos, sentimiento que se aumentaba por
la pérdida de la batalla del Portete, donde en verdad el ejército
del Perú había sufrido un humillante estropicio, no obstante que
doblaba al ejército de Sucre. Y es así como, tras de escamotear
el tratado de Girón, La Mar decide continuar las acciones y
envía a reforzar a Guayaquil, sometida a su poder, una división
de 2.000 combatientes a cargo del general Necoechea, gran
enemigo igualmente de Colombia. En ese momento la guerra
que se avecina es total.
Como consecuencia inmediata de la llegada de Necoechea,
el general Juan José Flores y Aramburo, que se encuentran con
fuerzas menores en un cantón de la provincia de Guayas llamado
Samborondón, debe retirarse con prudencia a otro sitio llamado
Baba, para exaltar aun más la vanidad de estos peruanos
envalentonados.
Sin embargo, el ángel de la guarda los abandona, y un día
en que estaba anclada la nave Presidente, orgullosamente la
insignia de éstos y la más poderosa de su flota, en la ría de
Guayaquil, se desató un incendio en la misma, que provocó el

217
Armando Barona Mesa

estallido de su arsenal con una explosión que aterrorizó a todos.


Ese fue un golpe terrible que cundió al interior del país inca con
una crítica ardiente contra La Mar y sus amigos, quienes a los
ojos del pueblo y de los otros dirigentes que no pertenecían a la
camarilla, dejaban la impresión de su absoluta incompetencia.
A esto se sumaba que en los meandros de la política se
rumoraba con insistencia que el orgulloso mariscal La Mar
detentaba, contra derecho, la presidencia de la república del Perú
porque no había nacido en su territorio sino en la provincia de
Cuenca en el Ecuador; y la nueva constitución peruana reclamaba
para ejercer la primera magistratura del país haber nacido en
suelo peruano. Era esta, obviamente, una medida previniendo
futuras intenciones de Bolívar, pero adquiría dimensión en el caso
de La Mar porque su posición era, sin lugar a dudas, ilegítima y
este hecho había ganado conciencia entre el pueblo que veía sus
errores como la fuente de sus infortunios.
En general el pueblo pensante del país austral, más allá
de las esferas del gobierno, veía con claridad el sin número de
yerros que había cometido la camarilla gobernante. Desatar una
guerra con Colombia no fue bueno. El ejército peruano estaba
casi destruido y naturalmente la deuda externa crecería mucho
más comprometiendo seriamente las ya deterioradas finanzas
del país. En realidad, por todos los aspectos, reinaba la ruina en
un territorio tan rico como lo era el Perú.
Bolívar, por lo demás, sabía de estos desarrollos y eso explica
el contenido total de la proclama del 3 de abril, que vimos varias
páginas atrás.
Empero, el Libertador que en verdad no quería la guerra en
esos momentos, practicaba el viejo aforismo romano que dice:
Si quieres la paz, prepárate para la guerra, y eso era lo que hacía
como se ha visto antes. Estaba animado de febril entusiasmo,
tal cual era su característica, y así ordena el movimiento de sus
tropas hacia Guayaquil.
Vale la pena volver a la pluma del historiador y miembro
del gobierno en esa época Restrepo, con pleno conocimiento
de causa, para ver los desarrollos que de modo inmediato
sobrevendrían en el campo de la política interna del Perú:

218
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Ya hemos indicado el descontento de los pueblos


por los grandes sacrificios que les obligaban hacer para
la guerra contra Colombia, guerra en que no veían objeto
alguno nacional sino el saciar las pasiones vengativas
de Luna-Pizarro, Necochea, La Mar y de otros que la
sostenían por su odio contra el Libertador.
“Ambiciosos intrigantes se apoderaron de tan justo
descontento para elevarse sobre las ruinas del partido La
Mar, que no tenía hombres de talentos gubernativos, y que
había reducido casi todos los ramos de la administración
peruana a un verdadero caos. Aprovechándose de estas
favorables circunstancias, los generales don Antonio
Gutiérrez de la Fuente, y don Agustín Gamarra, obrando
de consuno, determinan apoderarse al mismo tiempo
del gobierno supremo y del mando en jefe del ejército
del norte. La Fuente acababa de llegar a Lima con la
tercera división del ejército formada en el sur y destinada
a Guayaquil, viaje que repugnaba a todos los que la
componían. Así, poniéndose de acuerdo con el mismo La
Fuente los principales jefes y oficiales le dirigen desde
la quinta de La Magdalena -la Quinta sigue siendo una
sede del gobierno- una larga representación en que le
pintan los males que sufría la patria a causa de la guerra
en que se había comprometido a la nación; porque La
Mar no era presidente legítimo, y porque ”un gobierno
(tales eran sus palabras) nulo, sin prestigio, sin respeto
y sin sistema, no prometía ninguna esperanza”. En
consecuencia pedían a La Fuente que se resolviese a
asumir el mando político y militar de la república y a
reunir prontamente la representación nacional a fin de
que eligiera el jefe que en lo sucesivo debía mandar.
Concluían con la protesta de todos los revolucionarios
“de que estaban decididos a salvar el país a cualquier
costa”.
“Seguro del triunfo por tener a su devoción la única
fuerza que existía en Lima, el general La Fuente determina
encargarse del gobierno. Abandonado el vicepresidente

219
Armando Barona Mesa

don Manuel de Salazar y Baquijano dimitió su destino en


La Fuente, cuya renuncia fue aceptada en 5 de junio por
la diputación permanente del Congreso. Al siguiente día
La Fuente se hizo cargo del poder ejecutivo con el título
de “Jefe supremo provisorio”, mientras se instalaba el
congreso, lo que debía ser pronto. …”

El golpe de estado fue dado con arreglo a derecho. Porque


fue el congreso quien determinó encargar del poder al general
Antonio Gutiérrez de la Fuente. Y un poco tiempo después el
mismo cuerpo legislativo elegiría provisionalmente al mariscal
Agustín Gamarra, pero al mismo tiempo se convocaban elecciones
para elegir en propiedad por un período de cuatro años.
En ese certamen electoral ganaron abrumadoramente
Gamarra como presidente por cerca de un millón de votos y
Gutiérrez de la Fuente con la misma papeleta como fórmula
vicepresidencial. Vale la pena anotar que de las primeras cosas
que hizo el mariscal Gamarra fue deportar, sin conmiseración
alguna, al anterior gobernante La Mar, quien se asilaría en Costa
Rica, entonces parte de la República de Centro América -era
en ese momento una república-, donde murió de tristeza y
abandono un tiempo después.
Restrepo234 cuenta este episodio, vital para Colombia, en los
siguientes términos:

“Casi al mismo tiempo que había sucedido este


cambiamiento en Lima, ocurrió otro semejante en Piura.
El gran mariscal don Agustín Gamarra dirigió en 7 de
junio una larga carta al general Lamar concebida en el
tono de la amistad, pero que contenía duras verdades.
Decíale que el Perú caminaba a una absoluta ruina por
los desaciertos de su gobierno, y por los partidos que por
doquiera había promovido; que estaba dominado por la
facción de Luna-Pizarro y daba su confianza a jóvenes
inexpertos; que el descontento era general y que se

234
Autor, obra citada.

220
Córdova gloria y asesinato del héroe

hallaban conmovidos los departamentos del sur, sin que


él lo supiera; que el Perú estaba decidido a no sufrir por
más tiempo el ultraje de su constitución política, que
prevenía rigiera a la nación un peruano de nacimiento,
y que Lamar no lo era. Concluía aconsejándole que
fuera generoso y renunciara con decoro al mando que
obtenía inconstitucionalmente, para que lo ejercieran los
peruanos, verdaderamente interesados en la felicidad
de su patria; añadía que él estaba decidido a satisfacer
los deseos de sus compatriotas.
“Consejos dados con tanta decisión, apoyados en
tales motivos, y en la fuerza del ejército del norte, que
estaba seducido contra su jefe, eran obligatorios y una
verdadera revolución. Así no quedó a Lamar otro arbitrio
que renunciar la dirección de la guerra contra su patria,
y al mando en jefe de las armas, en el mismo general
Gamarra. Este le hizo embarcar dentro de los días
siguientes, y le deportó a la república de Centro América.”

Esto está pasando el 5 de junio de 1829. Gutiérrez de la


Fuente y Agustín Gamarra están unidos y reconocen que Bolívar
y los colombianos tenían razón y que la agresión era injusta y en
consecuencia hay que pararla de modo inmediato y buscar un
nuevo tratado que de vigencia a lo acordado en Girón y garantice
una convivencia pacífica duradera. En el país inca todo es un
caos. La economía no ha podido reactivarse mientras existe una
deuda pública enorme, inclusive con Colombia por los gastos de
la guerra de independencia. Hay que volver a comenzar la tarea
reconstructiva dentro del amparo de la paz.
Vale la pena ver lo que expresó en su proclama inaugural al
asumir el poder provisoriamente el general La Fuente:

“Una guerra insensata y fratricida provocada


artificio­­sa­mente con depravados designios; una invasión
del territorio extranjero ejecutada con la más insigne
indiscreción; la campaña que, dirigida por las máximas
más obvias del arte militar hubiera debido producir

221
Armando Barona Mesa

laureles a nuestros bravos guerreros, terminaba con


desdichas e inmerecido oprobio; los valientes salvados
de las consecuencias primeras de la ineptitud, condenados
después a perecer lastimosamente; el nombre peruano
sin mancilla en medio de los antiguos reveses de la
fortuna, ahora pronunciado con desprecio por las
naciones y con baldón por un pueblo hermano; la
constitución y las leyes holladas por satisfacer privados
e innobles resentimientos y para arrancar a la indigencia
contribuciones onerosas destinadas a fomentar la funesta
lucha; los campos yermos, las familias desoladas,
cegados todos los manantiales de la prosperidad pública…
Hé aquí en bosquejo el triste, el espantoso cuadro que
presenta el Perú, cuando debía ya saborear en paz y
alegría los goces de la abundancia y de la dicha social”.

Diciente cuadro el que pinta el otro lado de la medalla que


antes presentaba el gobierno anterior y que demuestra ese odio
feroz del mariscal de La Mar contra Bolívar y los colombianos.
Y luego, retrocediendo un poco en los desarrollos de esta
nueva política, cuando asume el poder en Lima Gutiérrez de la
Fuente, nombra al mariscal Agustín Gamarra como comandante
de los ejércitos del Norte, y le ordena:

“Que inmediatamente se pusiera en comunicación


con el jefe de las fuerzas colombianas, a fin de tratar
sobre la celebración de un convenio militar o suspensión
de hostilidades, que subsistiera hasta tanto estuviese
reunido el congreso, y deliberarse sobre la gran cuestión
de la paz o de la guerra.”

En el desenvolvimiento de estos nuevos acontecimientos


que tienen inmediata repercusión en las filas peruanas, se iban a
producir nuevos hechos muy significativos. El general Necochea,
tan duro en el gobierno de La Mar con los colombianos, en
compañía de la alta oficialidad que ocupa militarmente a
Guayaquil, renuncian y regresan al Callao. En realidad están

222
Córdova gloria y asesinato del héroe

renunciando a la guerra fratricida. Y dejan entonces encargado


del puerto y de las tropas a un coronel nacido en España pero hoy
al servicio del gobierno penuano, de nombre Miguel Benavides.
Bolívar, desde la hacienda Buijo, cantón de Samborondón
donde ha establecido su cuartel general, le envía un oficio
apremiante a Benavides exigiéndole la entrega de la ciudad y el
puerto. Éste contesta que eso no es posible, pues sus órdenes
expresas son las de defender este sitio estratégico a como haya
lugar. Pero que le aconseja que hable con el mariscal Gamarra
que se encuentra en Piura y él, Benavides, está dispuesto a
llegar de inmediato a un armisticio. Todavía es el mes de junio.
Como Bolívar mostrara su acuerdo con la propuesta,
Benavides le envía con poderes plenipotenciarios al cuartel
general de Buijo al señor teniente coronel Francisco del Valle
Ristra para negociar el armisticio. Por su parte Bolívar nombra
como negociador al general León Febres Cordero. El 27 de junio
firmaron un nuevo convenio de alto al fuego en tierra y mar.
Este acuerdo provisional y de ejecución inmediata es ratificado
por el mariscal Gamarra y también por el congreso de Lima.
Pero el congreso, acorde con el nuevo gobierno, razona que es
necesario proceder de inmediato a la elaboración de un tratado
definitivo el cual ponga fin a la guerra y armonice las relaciones
de los dos países.
Entonces pide a Gamarra, que ya ha asumido el poder, que
designe el comisionado del Perú en la elaboración de un tratado
definitivo; y el nuevo presidente, plenamente identificado con
esta política de paz, nombra para ese delicado cargo al general
peruano Agustín Lira. Bolívar ha designado por su parte al
general Antonio Guerra. Se reúnen y rápidamente convienen en
un tratado que, de entrada, establece un armisticio de tres meses
y regula todo lo demás de las relaciones colombo-peruanas. Es
el 10 de julio de 1829.
Veamos cómo cuenta esos acontecimientos el historiador
Restrepo235:

235
José Manuel Restrepo, ob. cit.

223
Armando Barona Mesa

“Después de algunas otras contestaciones el coronel


Benavides envió al cuartel general de Buijo a don Francisco
del Valle-Riestra, jefe de su estado mayor. Este se puso
de acuerdo con el general Cordero, nombrado por parte
del Libertador (junio 27), y firmaron una suspensión de
hostilidades por mar y tierra. Debía de durar mientras
regresaba el coronel Antonio Guerra -nombrado por
Bolívar-, que se había embarcado la noche anterior en
Guayaquil para ir en comisión a Piura cerca del mariscal
Gamarra. Entre tanto las fuerzas de cada una de las
partes contendoras ocupan las posiciones que tenían en
la actualidad.
“La misión del coronel Guerra había prevenido de
una excitación muy satisfactoria que el gran mariscal
Gamarra dirigió al Libertador desde Piura; oficio que
contenía las mismas ideas emitidas por Lafuente, que
ya hemos transcrito, y aún todas más explicítas. En él
se confesaban los esfuerzos que repetidamente había
hecho Colombia para evitar o terminar una guerra
injusta o fraticida, cuya culpa se atribuía enteramente
a la administración del presidente Lamar y de sus
partidiarios. Gamarra terminaba su nota proponiendo
un armisticio por noventa días, hasta que instalado el
congreso peruano, acto que debía realizarse en todo
el mes de julio, dicha corporación autorizara el jefe de
gobierno provisorio para nombrar los plenipotenciarios
que acordaran el tratado definitivo de paz, la que el Perú
deseaba ardientemente. A fin de promover en Lima este
feliz resultado, el Libertador envió de comisionado a
aquella capital a su edecán el coronel Demarquet. Este
llevaba una nota oficial y una carta particular de Bolívar
dirigida al jefe provisional del Perú; manifestábale los
sentimientos pacíficos que le animaban y la esperanza
que le hacía concebir la nueva administración de que
se ajustara la paz sin derramar nuevamente la sangre
americana en combates fratricidas, que había procurado
evitar hasta entonces no atacando a Guayaquil a pesar
de la superioridad de sus fuerzas.

224
Córdova gloria y asesinato del héroe

“La comisión a Piura del coronel Guerra tuvo feliz


resultado. En 10 de julio ajustó un convenio militar con
el teniente coronel don Juan Agustín Lira, y el mismo día
fue ratificado por el general en jefe del ejército peruano.
Estipulábase en él: primero, un armisticio de sesenta
días por mar y tierra, y la cesación del bloqueo de las
costas y puertos colombianos del Pacífico; y segundo, la
devolución dentro de seis días después de obtenida la
ratificación del Libertador, de la plaza y departamento
de Guayaquil, sin la cual el gobierno colombiano había
protestado que no podía continuar negociación alguna.
Respecto de los buques, enseres y demás útiles que se
entregaron a los peruanos con dicha plaza, se estipuló
que continuaran en depósito hasta la ratificación del
tratado definitivo de paz, sin que en ningún caso se
pudiera hacer de ellos un uso hostil contra Colombia. Se
convino en que comisionados de Colombia y del Perú se
ocuparían tan pronto como fuera posible en concluir las
negociaciones para el tratado definitivo de paz dentro
de los sesenta días del armisticio, que se prorrogarían
en caso necesario. …
“…El Libertador ratificó este convenio, que puso
término a la guerra, mas no a los sacrificios de los
pueblos. Mientras la paz no estuviera basada en un
tratado definitivo, era preciso mantener en buen pie
el mismo ejército, que era demasiado gravoso a las
escasas rentas de Colombia, y principalmente a los
arruinados departamentos del Ecuador, Guayaquil y
Asuay. Esta consideración deseperaba a Bolívar, y por
tanto se proponía activar la celebración del tratado.”

Bolívar conforme a su pensamiento firmó este convenio que,


efectivamente, acababa durante el término de tres meses la
guerra y abría la puerta para que el congreso peruano aprobara
esta política con un verdadero tratado que incluyese todos los
diferentes aspectos que debía cubrir el tratado; y en acatamiento
del mismo acuerdo, la ciudad de Guayaquil fue entregada seis
días después al Libertador.

225
Armando Barona Mesa

Era el 21 de julio y la ciudad estaba casi destruida. O sea


que, hasta allí, la victoria del Portete era una victoria pírrica.
Permaneció el Libertador en Guayaquil unos pocos días
buscando arreglar los sitios en ruinas y hablando con la gente y
regresó, con urgencias de salud, a la base cercana de Buijo.
Ya en los cuarteles, casi de inmediato, Bolívar cae grave­
mente enfermo el 3 de agosto de 1829. Su estado es deplorable:
una fiebre superior a los 40º grados, el delirio, la bilis y la
inconsciencia dejan en vilo su vida. Todos sienten que va a
morir, y hacen cálculos sobre la forma en que se repartirán los
territorios y los pueblos. Bolívar está en el sopor de la muerte
y no hubo ninguno que no viera su final encima e hiciera sus
propios planes, desmembrada la gran Colombia como un hecho
inevitable. Entre ellos estaba el propio Córdova, que también
tiene en ciernes su propio proyecto.
La postración del Libertador se extiende hasta el 18 de ese
mes de agosto, cuando convalesciente y muy débil comienza
una vez más el proceso de recuperar su salud, mientras los
problemas aquí y allá lo asedian.
Guillermo Ruiz Rivas236 describe esos momentos de grave
incertidumbre por la enfermedad del Libertador:

“El Libertador entra ahora de lleno en una grave


enfermedad y se encuentra en su cuartel general de
Buijo, atendido solamente por el fiel José Palacios, que
no le desampara. El discutido, José María Obando va
a acompañarle y cuenta que “pareció a todos ser esta
enfermedad la última de su vida: era una disentería”.
Bolívar la llama de bilis nerviosa. Está tomando líquidos
únicamente. Entre el 6 de agosto y el 18 -1829-
, el Libertador debió encontrarse gravísimo, casi en
estado de coma y pocos, muy pocos, fueron quienes le
acompañaron durante su enfermedad. Cuenta Obando
que “volviendo una noche de un profundo y dilatado
letargo, que desemejaba muy poco de la misma muerte,

236
Guillermo Ruiz Rivas, “Bolívar más allá del mito”, Librería Piñango, Caracas.

226
Córdova gloria y asesinato del héroe

abrió los ojos, buscó alrededor y no halló en su compañía


sino al propio Obando.
“-General -le dijo- mucho es lo que debo a usted.
¿Con que usted es el único que está conmigo? ¡Cuán
útil me ha sido la revolución de usted! Sin ella yo abría
muerto ignorando muchas importantes verdades. Pero
¿qué he hablado contra usted durante mi delirio?”

Mas en medio de tanta incertidumbre, el Libertador se


levanta y prosigue su lucha con el mismo optimismo. Es pues
del caso entender que al llegar a aquella ciudad de Guayaquil
el Libertador ya había cumplido con los actos posteriores a la
batalla del Portete, tal como lo registró en su proclama del 3 de
abril en forma tan elocuente como se vio antes, insistiendo en el
gesto conciliador, pero de todas maneras vigilante.
En el estado de debilidad en que se halla, decide tomar un
descanso en la isla Santay cerca de Guayaquil, donde llega el
31 de agosto. Su salud, sin duda alguna, ya no volverá a ser
la misma. En realidad parece un viejo desvalido y solo tiene 46
años.

227
Córdova gloria y asesinato del héroe

39
LA IDEA DE UNA MONARQUÍA EN COLOMBIA

La pasa bien Bolívar en la isla Santay. El mar, la brisa y el


buen clima, hacen que aumente su apetito y coma normalmente,
con lo que aumenta su peso, antes reducido al escombro. Pero
le hace falta el ejercicio del caballo, porque la isla es pequeña
y accidentada y no le es posible montar. Sus carnes se reponen
y escribe con mucha abundancia a los amigos, al gobierno y a
Páez a quien todavía tiene como amigo.
Con clarividencia sabe que los problemas con el Perú están
prácticamente resueltos, no obstante el empecinamiento de los
peruanos en pequeñas cosas que rompen el equilibrio interno de
Bolívar, como habremos de verlo en una carta al señor Vergara
que luego transcribiremos. Pero además está encima el congreso
convocado por él mismo que debe iniciar en el comienzo el año
entrante. De allí deberá salir fresca, como se ha dicho, una nueva
constitución y la formación de un nuevo gobierno, al que renuncia
de labios para afuera y seguramente para adentro también. Tiene
empeño e insistencia en los diferentes aspectos de organización
del nuevo estado, mientras en Bogotá el Consejo de Gobierno,
pensando quizás en el halago y dejándose llevar por los sueños
monárquicos de un bribón francés llamado Claude Just Henry
Bouchet de Martigny, el que había llegado como encargado de
una misión comercial del gobierno del rey francés Carlos X y se
había instalado en arrendamiento en la casa situada en la calle
del Coliseo, que un tiempo después adquiriría el general Córdova.

229
Armando Barona Mesa

Era este francés el inspirador de ese sueño dislocado que


intentaba revivir los esfuerzos de Páez, que vimos atrás, para
encarnar en Bolívar el espíritu autocrático de Napoleón.
Vinculado al ministerio de Relaciones Exteriores de Francia,
y ya en Bogotá, ha animado la idea de crear una monarquía en
la que Bolívar llevaría el mando a perpetuidad o la corona, a su
elección, y cuando se presentase su falta, el rey de aquella nación
presentaría a un príncipe de la sangre para que viniera a reinar.
En una comunicación al Ministerio de Relaciones Exteriores
de Francia, Martigny ha escrito:

“Habría necesidad de que las potencias europeas


se decidan, sea a sostener al general Bolívar, sea a
enviar a un príncipe que con la ayuda de una fuerza
impositiva traiga a este país, con un gobierno estable, la
paz exterior y la tranquilidad interior.
“Este último plan será el más asequible o ejecutable.
Yo me doy cuenta por las gentes de aquí que el general
Bolívar tiene un gran defecto: aquel de ser un colombiano.
Un príncipe católico romano y no español, sería, en
general, recibido con alegría por el pueblo cansado de
tanta agitación. El único obstáculo que yo veo sería
llevar a un tal arreglo al general Bolívar, quien tendría
siempre un partido considerable y una gran influencia.”

La venida de Martgny a Bogotá era temporal y traía una


misión exclusivamente comercial con rango de cónsul. Al término
de la misma habría de reemplazarlo un cónsul de verdad, que
fue el señor Charles de Bresson, quien hizo su arribo a Bogotá el
16 de abril de 1829. Lo acompañaba otro francés Jean Lannes,
compañero de misión.
Presentó su carta de acreditamiento ante el secretario de
Relaciones Exteriores doctor Estanislao Vergara y por supuesto
habló largamente con éste enterándose de la idea de su
antecesor. La miró con radiante expectativa. Después haría una
visita protocolaria al presidente del Consejo de Gobierno José
María del Castillo y Rada, quien muy partidario de la idea de la
monarquía le ofreció todo su apoyo.

230
Córdova gloria y asesinato del héroe

¡Vaya!!Vaya!, qué descalabro.


Pero estas ideas se fueron agrandando y calaron hondo en
el Consejo de Ministros que seguía siendo el mismo de cuando
asumió la dictadura el Libertador: José María del Castillo y Rada,
quien lo presidía, José Manuel Restrepo, Estanislao Vergara,
Rafael Urdaneta y Nicolas M. Tanco. Éstos oyeron con mucho
interés al enviado francés y se dijo por ellos que, antes del
viaje al sur de Bolívar, éste miró con buenos ojos la idea de la
instauración de un príncipe en el gobierno colombiano, frente a
la convicción de que este era un país ingobernable. No obstante,
es lo cierto, que el Libertador desde el Ecuador aun oficialmente
no se ha pronunciado sobre el tema.
Muy entusiasmado Bresson le escribe al Ministro de Rela­
ciones Exteriores de Francia tocándole el asunto como si fuera
un proyecto muy serio, pero el ministro francés rechaza con
energía la idea y le formula una severa recriminación al cónsul.
Resulta obvio, razona el ministro, que la idea proviene de unas
circunstancias coyunturales que habrán de cambiar trayendo
nuevos problemas.
No obstante este pronunciamiento, la creencia general en el
medio agitado de la política criolla era que el gobierno francés
del rey Carlos X era el promotor de la monarquía en Colombia
en arreglo con el Libertador, sin importar los enormes esfuerzos
de tantos años para derrotar a otra monarquía, con el lenguaje
de la libertad.
Esto, por supuesto, radicalizó con mayor fuerza a los
liberales, no obstante la ausencia del general Francisco de Paula
Santander quien se halla desterrado en Europa y de gran número
de ellos. Uno de estos radicalizados, quizás el más brillante y
el más noble, iba a llegar a la sublevación y a la muerte. Era
el joven general José María Córdova, como veremos un poco
adelante.
Los días 11 y 22 de mayo de 1829 el secretario de Relaciones
Exteriores Estanislao Vergara, gran amigo del Libertador y
hombre de reconocida honorabilidad e inteligencia, escribe estas
dos cartas a su jefe:

231
Armando Barona Mesa

“Está ya muy general la opinión por un gobierno


fuerte y bien establecido, por la permanencia de V. E. en
el mando durante su vida, y por asegurarle la sucesión en
un príncipe extranjero. Todos conocen que las elecciones
de presidente o de primer magistrado, si subsisten,
serán una fuente perenne de males, de transtornos y de
conmociones, y que su exhibición es precisa, es necesaria
para asegurar el orden y la tranquilidad. Estas ideas se
irán extendiendo poco a poco y el congreso, cuando se
reúna, hallará una opinión pública bien establecida que
tendrá que seguir porque no podrá contrarrestar. Aquí
se pronuncian ya altamente por una monarquía, aun los
enemigos, y no se oye otra cosa en boca de todos.”

En la siguiente misiva dice:

“Una monarquía constitucional es lo que puede


conservarnos y hacer a Colombia grande y respetada.
Estamos ya todos en este proyecto y contamos con la
cooperación de V. E. Ella comenzará en vida de V.E. siendo
presidente mientras exista, y después continuará en un
príncipe extranjero que podrá tomar el nombre de rey, o
el que quiera. V. E. conoce muy bien que con elecciones
y con gobierno alternativo, Colombia no puede marchar
y que su disolución será una consecuencia necesaria.
¡Qué remedio, pues, para impedirla! ¡Quitar elecciones,
dar unidad al gobierno y cortar aspiraciones!”

Las dos cartas no son las de un audaz secretario buscando


aceptación, sino que ambas tienen un valor entendido que no
está revelando ninguna novedad al jefe. Son una especie de
ratificación de lo ya conversado y adoptado como una política.
Este nuevo problema, en toda su dimensión pues, está vivo
antes del viaje de regreso a Bogotá del Libertador, no obstante
su ambiguo silencio.
Es claro además que el genio de Bolívar no se detenía ante
ningún problema. Su mente, para bien o para mal, se bifurca y

232
Córdova gloria y asesinato del héroe

se explaya sobre otros temas que son para él una distracción.


Dice una cosa con conmovedor acento, pero piensa otra con otro
acento igualmente convincente. O con el silencio. Es muy difícil,
aun en las encrucijadas de la historia, ubicar con certeza qué
era en su momento lo que verdaderamente estaba pensando el
Libertador frente al cúmulo de problemas que lo asediaban, gran
parte de los cuales salían de su propio cerebro.
Vale la pena leer la carta que le envía a Páez desde la isla
Santay, en la que le muestra un afecto de hermanos y se sincera
con el astuto personaje cuyas traiciones y deslealtades conocía
de sobra y bien pronto iban a mostrar su perfil verdadero de
ingratitud:

“Guayaquil, 5 de septiembre de 1829.


“Al Exmo. Señor General. José A. Páez, Etc., Etc.
“Mi querido general:
“Hace más de seis correos que no recibo carta
alguna de Vd. No sé a que atribuir tal falta, pues de mi
parte puedo asegurar que no habrán pasado dos correos
sin llevar alguna mía para Vd., y los varios amigos que
me escriben de esa ninguno me dice que se halle Vd.
enfermo o ausente, lo que hasta ahora me mortificaba
creyendo que esto fuese la causa; mas ya más bien creo
que me hayan interceptado las comunicaciones de Vd.
porque a tanto llega la inmoralidad y corrupción.
“Parece que la gente pensadora de Bogotá se ocupa
de pensar sobre el mejor modo de constituir a Colombia.
A mi me provocan con la mayor tenacidad para que les
de mis consejos y opiniones sobre el particular. Pero
viendo yo que la opinión nacional no se ha pronunciado
enteramente, como es de suma necesidad, y como estoy
cansado de prevenir que se le invite, para que lo haga,
por medio de la prensa y de los colegios electorales, sólo
les he contestado que mis opiniones están emitidas en
los documentos de mi vida pública, y que de resto nada
más puedo hacer ni decir, especialmente habiendo yo
convocado ese congreso para que dé una constitución

233
Armando Barona Mesa

y nombre un gobierno. Además, estoy muy distante


de pensar ir a Bogotá a influir en el congreso, como
algunos quisieran, porque estoy resuelto a no recibir
más la autoridad por aquellas razones y porque ya está
de más en mis manos; siéndome aún menos permitido
indicar la marcha legislativa de aquel cuerpo ni admitir
la menor concesión de su parte.
“Ha llegado el tiempo de hacer mi gusto y cumplir
con mi honor. Yo me comprometí a combatir por
la emancipación de Colombia: muchas naciones la
tienen reconocida y la España misma está pensando
en reconocerla, con cuyo paso queda asegurada para
siempre; los partidos todos se han apaciguado; la
guerra del Perú se ha concluido, y bien pronto la paz
quedará sellada, aunque sin garantías no poseyendo los
medios de arrancarlas ni siendo posible que les dé un
gobierno revolucionario. En cuanto he podido hacer en
veinte años de trabajos: ¿por qué ha de haber todavía
derecho para exigírseme que expire en el suplicio de la
cruz? Y si no fuera más que la cruz yo la sufriría como
la última de mis agonías. Jesucristo sufrió treinta y
tres años esta vida mortal; yo paso de cuarenta y seis
en ella, y lo peor de todo es que la he llevado sin ser
un Dios impasible. No más, pues, mi amigo, no más
puede ser mi martirio ni sufrimiento. Yo me alegraría
que Vd. no se excusase de venir al congreso, si, como
me aseguran, es Vd. nombrado, para que me defienda
en él del horrible suplicio del mando con que acaso me
quieren regalar todavía.
“Por acá no tenemos ninguna novedad. Seguimos
esperando el comisionado del Perú que venga a tratar la
paz con el señor Gual, lo que se verificará pronto porque
habiéndose instalado el congreso peruano el 28 del
próximo pasado, como se dice, y lo que sólo se esperaba
para emprender su marcha el comisionado, es regular
que esté ya navegando para acá. También esperamos
con ansía la fragata que últimamente hemos pedido y que

234
Córdova gloria y asesinato del héroe

¡ojalá llegase a tiempo de los tratados! Porque nos sería


bien importante presentar a los peruanos un argumento
tan poderoso como sería para ellos éste y en estas
circunstancias, y para mí de un inmenso consuelo, pues
con este buque y las fuerzas útiles que se nos devolverán
al hacer la paz, dejaría esto enteramente seguro.
“Yo voy restableciendo de la debilidad extrema en
que me dejó el furioso ataque de bilis negra que sufrí; y
me hallo en el campo a una milla de la ciudad, donde me
va bien porque hay fresco y como con apetito; de modo
que en los ocho días que llevo aquí me he repuesto
mucho. Sólo me falta terreno donde pasear a caballo,
porque esto es una isla pequeña y muy cortada por los
fangos.
“Adiós, mi querido general, quedo de Vd. su amigo
de corazón.
“Bolívar”.

Es por supuesto una carta admirable en cuanto a la sencillez


con que le escribe a Páez y va desnudando su estado interior,
no como el jefe de Páez, sino como un antiguo compañero.
No quiere, de ninguna manera, que el suplicio de la cruz -el
gobierno- lo atormente más. Se trata del sacrificio que supone
el ejercicio del mando. Quiere ser libre de esas ataduras y no
desea, en modo alguno, intervenir ante el congreso para imponer
nada. Lo del Perú, lo da por arreglado como efectivamente
estaba ocurriendo; y se siente descansado en la isla de Santay
y en vías de recuperación total de su salud que siempre fue
de hierro. Allí vuelve a exultarse su espíritu alegre y optimista,
aun considerando su separación del poder. Tal como se lo había
aconsejado Córdova en conversación que atrás vimos.
Ahora veamos la misiva que en respuesta a las dos suyas le
envía al Secretario de Relaciones Exteriores, absoluto partidario
de la monarquía que debía comenzar con el propio Bolívar,
tratando de evadir el tema principal planteado, pero al mismo
tiempo expresando la aceptación del mismo con el silencio y
divagando sobre otros temas del gobierno. Leamos esa carta:

235
Armando Barona Mesa

“Al Señor Doctor Estanislao Vergara.


“Mi querido amigo:
“He recibido la apreciable de Vd. del 15 de agosto,
en que me habla del buen estado de la opinión pública,
de lo que me alegro bastante, y doy a Vd. las gracias
por su cuidado.
“En efecto haremos la paz con el Perú, pero semejante
al armisticio; quiero decir, que nosotros cederemos en
todo y ellos no cumplirán nada. Las instrucciones del
ministro Larrea son tan lacónicas y expresas como las
de los esparciatas. Este señor ha venido ligado de pies
y manos, sin dejar de traer pretensiones exageradas.
Ya hemos convenido en un tratado en que se aseguran
o reconocen los derechos más esenciales de Colombia.
Hemos logrado como un triunfo la integridad del
virreinato de la Nueva Granada. ¿Puede Vd. creerlo?
Pues es así. El ministro ha tenido que excederse de sus
facultades para poder convenir en este punto. Se ha
asegurado también el reconocimiento de la deuda; se
ha establecido una liquidación que, al mismo tiempo,
determine de modo y plazo en que se debe pagar.
Deseo mandar una copia del borrador a la secretaría
de relaciones exteriores para que Vds. se impongan del
todo. Vd. verá que la ratificación no puede estar aquí
antes de sesenta días y, por lo mismo, yo tendré que
estar por acá ese tiempo, que no se perderá, pues que
tengo que preparar, instruir y nombrar dos comisiones;
la una para que fije los límites y la otra para que liquide
la cuenta y reclamen todo lo que tienen usurpado. Ya he
pensado en las personas que hayan de componerlas. El
coronel Mosquera irá a Lima encargado de negocios, y
como es muy activo trabajará bien.
“Yo no puedo abandonar el Sur sin dejar asegurados
los intereses y los derechos de Colombia. desde luego
diré a Vd. que no es seguro que se ratifique este
tratado, porque las pretensiones de los peruanos son
extremadas y todavía más ridículas. Tienen la osadía de

236
Córdova gloria y asesinato del héroe

pedir, primero, la posesión de lo que ocupan; segundo,


que borremos los decretos de gracia al ejército del
Sur, y derribemos la columna de Tarqui; tercero, que
demos amnistía a los comprometidos y otras muchas
necesidades de esta especie. En todos estos puntos se
violan nuestros derechos más o menos gravemente; lo
que es incompatible con nuestro honor y seguridad. Así
estamos por acá pendientes de unos locos mentecatos.
“Con respecto a expedición -sic- yo estaré alerta
para mandar fuerzas al Istmo, pues por fortuna nos
sobran fuerzas militares.
“Es muy desagradable volver a entrar en luchas con
la España; siendo lo peor que la Europa está irritada
por nuestras revoluciones diarias y nuestro detestable
sistema de gobierno que, a la verdad, no es más que
una anarquía pura. Nosotros somos los que estamos
mejor y sin embargo, no gozamos un día de tranquilidad,
siempre acosados por nuestros vecinos del Sur y del
Norte. No hay nada mas horrible que la conducta de
nuestros paisanos de este continente. Esto aflige el
alma porque, ¿Qué puede curar un mundo entero? Los
estados Unidos son los peores y son los más fuertes al
mismo tiempo.
“En estas circunstancias vamos a reunir una asamblea
para embarazarnos más y quitarme a mí tiempo. Yo
estoy resuelto a entender primero a la seguridad que a
la formación. Vd. quiere que yo vaya volando mientras
el peligro se acerca por acá. Yo obraré, sin embargo,
conforme a las circunstancias y me dirigiré a donde sea
más necesario luego que esté libre; pues en esta parte
tengo un tacto muy delicado.
“Vd. me habla de muchas reformas que deberían
ser útiles. La baja de derechos en las aduanas, restable­
cimiento de crédito público, la extracción de mulas y
ganados y el fomento de las minas. En esto último no sé
que decir ni que hacer; el restablecimiento del crédito
bajando los derechos, y la defensa del país llevándose

237
Armando Barona Mesa

las mulas y los ganados son cosas todas incompatibles


entre sí; por lo menos yo no sé cómo combinarlo. Tenga
Vd. la bondad de ponerse de acuerdo con el consejo para
que éste, de acuerdo con el de estado, me propongan
lo conveniente, a fin de ponerme a mí cubierto de los
males que preveo de estas medidas o para hacer bien,
si su adopción es útil.
“En cuanto al proyecto de Ouvrard hemos tenido la
desgracia el señor Gual, Espinar y yo de no entenderlo.
Lo peor es que la explicación nos ha parecido hipotética
por no decir arbitraria. Gual ha juzgado muy mal
del proyecto y añade que el modo de presentarlo es
indigno y además fuera de toda regla. Ouvrard no tiene
garantías ni las ofrece; tampoco presenta el proyecto; y
últimamente no podemos tratar con misterios y con un
hombre cuyo crédito es muy incierto. Yo siento mucho
que esta esperanza se me desvanezca. Vd. sabe que
hemos sido víctimas de los bribones, y, por lo mismo,
yo no me atrevo a juzgar de una cosa que no entiendo.
“Deseo ardientemente con un deseo el más puro y
vivo que autoricemos esta convención para que ejerza
funciones constitucionales; que nombre a otro individuo
presidente del estado, para que Colombia maneje sus
intereses con más acierto y yo pueda servir mejor en el
ejército, que es donde he tenido alguna fortuna. Trabajen
Vds. por allá para persuadir a todos de que esto es lo
que conviene, para que se haga sin mucha dificultad.
No hay un día en que no corrobore mis deseos, antes
manifestados a Vd.
“En esta maldita carta va muy dictada y no mejor
escrita. No tengo quien me escriba.
“Soy de Vd. de corazón.
“Bolívar”.

Se nota que no quería regresar a Bogotá antes de que el


congreso se reuniera. Sostiene, sin ambages, que “…nuestro
detestable sistema de gobierno, que a la verdad no es más que

238
Córdova gloria y asesinato del héroe

una anarquía pura…”, y es allí donde se encuentra el destello


de su pensamiento político de entonces, por supuesto acorde
con el proyecto de la monarquía que era lo que manejaba el
Consejo de Gobierno, aunque estratégicamente no lo nombra.
Es una carta eufemista, en la que él habla de un nuevo gobierno
con la nueva Carta constitucional, pero sin él en la cabeza,
aunque reservándose para el ejército, en donde cree que puede
desempeñar un mejor papel.
La historiadora Pilar Moreno de Angel237, sobre las intenciones
reales de Bolívar en relación con una monarquía encabezada por
él, apunta:

“El comisionado francés -Bresson- se enteró acto


seguido de que Bolívar, cuando se disponía a viajar rumbo
al sur para hacerse cargo personalmente de la campaña
contra los invasores peruanos, y como comentario
a su ministro Castillo y Rada, cuando éste entregó la
convocatoria para el próximo Congreso constituyente,
que pretendía reunirse al año siguiente, el Libertador
había manifestado a su ministro: “No pierda de vista que
este país no puede ser gobernado sino por un sistema
que se asemeje a aquel del cual se ha emancipado”.

Pero lo que deja la convicción plena de que el proyecto


monárquico que iniciaría Bolívar era su propio proyecto, es esta
carta al Libertador de 8 de junio de ese año 1829 de José Manuel
Restrepo238 quien era su secretario de Gobierno y gran amigo
personal e historiador, al que hemos acudido tantas veces, y
en la que da por hecho verdadero y sabido todo lo relativo a
tal iniciativa, la que, además y consensualmente convenido,
permanecería oculta para la opinión pública. Veamos esa carta
de Restrepo:

Autora, obra citada tantas veces


237

Carta citada por Luis Augusto Cuervo, en el libro “La monarquía en Colombia”,
238

publicada en Revista Moderna, tomo III, 1916-

239
Armando Barona Mesa

“Celebro mucho que usted esté de acuerdo en


la necesidad de variar de formas constitucionales.
Trabajamos activamente por todas partes, y el proyecto
va ganando opinión aun entre los enemigos del gobierno.
“Con esto y con las buenas elecciones no dudo del
triunfo en el congreso constituyente, que es quien debe
pronunciar la variación de formas.
“El punto un poco difícil es la casa que ha de suceder
a usted en el mando, y en cuya familia ha de perpetuarse
la corona por herencia.
“Mas tenemos tiempo de meditarlo. En la materia
parece que debemos adelantar el proyecto los amigos
de usted y que usted se manifieste como extraño a él,
aunque sin contrariarlo.
“Varias veces he oído decir a usted que Colombia no
tenía otro remedio que llamar a un príncipe extranjero,
y que si la nación lo llamara a usted, lo apoyaría con
todo su influjo.”

La carta, que es un documento de estado, por si sola habla de


la estrategia de Bolívar de mantener un silencio en relación con
el proyecto de monarquía que había salido de su propio cerebro.
Y como si fuera poco lo dicho en esa carta, es el mismo
ministro Restrepo quien en el tomo VI de su obra239 sostiene el
siguiente párrafo que no deja duda alguna de que el Libertador
era quien había iniciado el proyecto absurdo y antidemocrático
de la monarquía en Colombia, vacilando entre un príncipe francés
o inglés, aunque debía pertenecer a la religión católica. Restrepo
apunta:

“Bolívar fue más explícito con el encargado de


negocios de la Gran Bretaña señor P. Campbell, que
también le había escrito sobre el proyecto, que se
meditaba en Bogotá. A la mitad de septiembre recibió
Campbell una carta del Libertador, de la que dio aquél una

239
Historia de la Revolución en Colombia, autor citado.

240
Córdova gloria y asesinato del héroe

copia al secretario de relaciones exteriores de Colombia.


Hablábale en ella de las muy graves dificultades que
había para organizar la república: indicábale que acaso
el único medio sería el establecimiento de una monarquía
constitucional, llamando a un príncipe extranjero que
fuera de nuestra misma religión; mas que para esto sería
necesario contar con los auxilios de una gran potencia
como Inglaterra y Francia, que nos defendiesen de los
ataques de las demás repúblicas americanas, que acaso
harían la guerra a Colombia; que también sería muy
difícil evitar los celos de los gobiernos europeos, pues ni
la Francia querría que el príncipe se escogiera de la Gran
Bretaña, ni ésta de la Francia. Bolívar terminaba su carta
diciendo a Campbell que hiciera de este documento el
uso que gustara”.

El tema que acabamos de ver, especialmente de modo


documental, no solo es importante en cuanto acreditar la
contradicción a que había llegado Bolívar en su vida política,
como que él, siendo el padre de la libertad de seis países de
Suramérica como lo era, ahora, bajo su autoridad y mando se
adelantaba una fuerte campaña que estuvo próxima a haber
adoptado un sistema monárquico en Colombia. Tal vez estaba
desengañado del comportamiento de los sudamericanos a
quienes consideraba, como se ha dicho, ingobernables; pero
es lo cierto que esa es una mancha en la vida de un hombre
tan grande como el Libertador, al igual que lo fue su dictadura,
la entrega de su maestro Francisco de Miranda al jefe español
Monteverde y el fusilamiento de Piar y de Padilla. Así mismo fue
un error grande la constitución de Bolivia y la asunción de una
dictadura vitalicia en el Perú, igual a la de Julio César -tal vez su
modelo- en la antigua Roma y, como bien lo dijo él mismo y lo
vimos páginas atrás, también fue un error no haberse amistado
con Santander porque esa enemistad “nos ha perdido a todos”,
conforme fueron sus palabras al final. Son fallas humanas muy
grandes, aunque cometidas de todas maneras por un hombre así
mismo grande y con un destino inmortal.

241
Armando Barona Mesa

A ese cúmulo de errores humanos hay que agregar uno


más grande: el asesinato del héroe José María Córdova, quien
se proclamó en rebeldía contra el abandono de la democracia
por parte de aquel que había sido su maestro, mentor e ídolo
admirable. Estos errores de Bolívar, con los que nunca estuvo
de acuerdo, en medio de su rebeldía idealista, condujeron a
Córdova a la insurrección y a la muerte, como habremos de ver
en el siguiente capítulo.
Pero hay que apuntarlo con honradez, lo de la monarquía a
punto de suceder con la inspiración de Bolívar, no pasó a mayores
porque el mismo héroe caraqueño se convenció, aunque al final,
de que no se podía incurrir en tamaña insensatez.
Adelantando un poco esta narración, es preciso indicar que
cuando Bolívar termina su labor en el Ecuador, sin prisa alguna,
decide regresar a Bogotá ya para la instalación del Congreso,
ante el que renuncia al mando que ejerce actualmente, y al que
pudiera brindársele al futuro.
Es el 15 de enero de 1830 cuando pisa tierra bogotana;
y es lo cierto que ya estaba en contra de una monarquía o
de la dictadura. Sabía que su roll de guerrero y político había
terminado.
Para ese momento Córdova era solo un recuerdo que había
quedado tendido y muerto alevosamente en una casa donde se
había refugiado después de haberse retirado herido y derrotado
del campo de batalla del Santuario. Crimen sin duda alguna que
le causaría dolor al héroe caraqueño.
Pero hay que repetirlo, cuando este crimen ocurre el 17 de
octubre del año anterior, Bolívar aun permanecía, sin afán, en
el Ecuador, aunque su gobierno estaba en plena campaña para
la instauración de la monarquía, que fue precisamente lo que a
últimas provocó el levantamiento del Héroe de Ayacucho.
Claro que desde antes de llegar a Bogotá, ya el Libertador
había decantado su situación propia con grandes desengaños y
frustraciones y había llegado al convencimiento de que ni a su
gloria ni a él mismo convenían los compromisos del ejercicio del
gobierno, ni debía permitir bajo su influjo que se adoptase un
sistema dictatorial o monárquico, sino que la única salida debía
ser el claro imperio de la democracia.

242
Córdova gloria y asesinato del héroe

Este cambio no era sorpresivo, porque aun desde el cuartel


del Buijo el 13 de julio del 29, lo había decidido en un mensaje
al doctor Estanislao Vergara y al Consejo de Gobierno en el que
recoge sus meditados pensamientos240:

“Al señor Doctor Estanislao Vergara, ETC., ETC., ETC.


“(…) Yo he dicho hasta ahora a Vds., sí, sí, a todo
cuanto me han propuesto sin atreverme a dar mi opinión
verdadera, temiendo que interceptaran mis cartas y se
prevalieran de ellas para hacer guerra al mismo gobierno
y alarmar la multitud contra el consejo.
“Mi opinión es vieja, y por lo mismo creo haberla
meditado mucho. Primero. No pudiendo yo continuar
por mucho tiempo a la cabeza del gobierno, luego que
yo falte, el país se dividirá en medio de la guerra civil y
de los desórdenes más espantosos.
“Segundo. Para impedir daños tan horribles que
necesariamente deben suceder antes de diez años es
preferible dividir el país con legalidad, en paz y buena
armonía.
“Tercero. Si los representantes del pueblo en el
congreso juzgan que esta providencia será bien aceptada
por éste, deben verificarlo lisa y llanamente, declaración,
al mismo tiempo, todo lo que es concerniente a los
intereses y derechos comunes.
“Cuarto. En el caso de que los representantes no se
juzguen bastantemente autorizados para dar un paso
tan importante, podrían mandar pedir el dictamen de los
colegios electorales de Colombia, para que estos digan
cual es su voluntad y sus deseos; y, conforme a ellos,
dar a Colombia un gobierno.
“Quinto. No pudiéndose adoptar ninguna de estas
medidas porque el congreso se oponga a ellas, en este
extremo solamente debe pensarse en un gobierno
vitalicio como el de Bolivia, con un senado hereditario

240
Obras completas Simón Bolívar, T. III, Librería Piñango, Caracas.

243
Armando Barona Mesa

como en el que propuse en Guayana. Esto es todo


cuanto podemos hacer para consultar la estabilidad
del gobierno, estabilidad que yo juzgo quimérica
entre Venezuela y Nueva Granada, porque en ambos
países existen antipatías que no se pueden vencer. El
partido de Páez y el de Santander están en este punto
completamente de acuerdo, aunque el resto del país se
oponga a estas ideas.
“El pensamiento de una monarquía extranjera para
sucederme en el mando, por ventajosa que fuera en sus
resultados, veo mil inconvenientes para conseguirla:
“Primero. Ningún príncipe extranjero admitirá por
patrimonio un principado anárquico y sin garantías.
“Segundo. Las deudas nacionales y la pobreza del
país no ofrecen medios para mantener un príncipe y una
corte miserablemente.
“Tercero. Las clases inferiores se alarmarán temiendo
los efectos de la aristocracia y de la desigualdad.
“Y cuarto. Los generales y ambiciosos de todas
condiciones, no podrán soportar la idea de verse privados
del mando supremo.
“No he hablado de los inconvenientes europeos,
porque pudiera darse el caso que no los hubiera, supo­
niendo siempre una rara combinación de circunstancias
felices.
“En cuanto a mi, Vd. debe suponerme cansado de
servir y fastidiado por tantas ingratitudes y crímenes
que se cometen diariamente contra mí. Vd. vió el
caso extremo en el que me colocó la gran convención
de dejar sacrificar el país o de salvarlo a mi costa. El
artículo de que Vd. me habla, el más favorable que se
ha podido escribir en mi honor, únicamente dice que
mi usurpación es dichosa y cívica. ¡Yo usurpador! Una
usurpación cometida por mí! Mi amigo, esto es horrible;
yo no puedo soportar esta idea, y el horror que me causa
es tal que prefiero la ruina de Colombia a oírme llamar
con ese epíteto”.

244
Córdova gloria y asesinato del héroe

Obsérvese cómo, a pesar de que insiste en que en caso de


desorientación de los congresistas debían acudir a una consulta
a los colegios electorales manejados por el gobierno, en aras a
llegar idealmente a una presidencia y un senado vitalicio, como lo
estatuyó en la constitución boliviana; comienza a ser muy claro
el pensamiento bolivariano en relación con lo negativo de una
monarquía y aun de su propia continuación en el poder. ¿Cómo
podría llenar los anhelos de un pueblo sumido en la pobreza una
monarquía con su corte de aristócratas?
Este que así piensa es el mismo hombre que ha escrito
la Carta de Jamaica y el Delirio sobre el Chimborazo que es
un poema de gran belleza y contenido241. Pero, aterrizado de
quimeras y sueños cesarenses o napoleónicos, entiende hoy
Bolívar que su permanencia en la tierra ya será breve y que
además Venezuela debe adquirir su propia autonomía después
del sueño de la Gran Colombia. Ahora podría ser árbitro entre
las diferencias que ocurran. Desaparecido él, lo que resta es
la guerra fratricida. Ve entonces al final del túnel con luz de
estadista el destino de los países que libertó.
Y cuando llega a Bogotá instala el congreso que apenas ha
alcanzado un quorum de 47 miembros. Es el 20 de enero de
1830. Bajo su presencia el cuerpo soberano elige para que lo
presida al Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre y
como vicepresidente al obispo de Santa Marta José María Esteves.
Después de instalado el Congreso, el Libertador abandona el
recinto y deja un mensaje lapidario que es leído.
En ese mensaje242 anota:

241
“Yo venía envuelto en el manto de Iris,/ desde donde paga su tributo el
caudaloso Orinoco/ al dios de las aguas./ Había visitado las encantadas fuentes
amazónicas, / y quise subir a la atalaya del universo./ Busqué las huellas de
La Condamine y de Humboldt; / Seguílas audaz, nada me detuvo; / llegué a la
región glacial, / el éter convocaba mi aliento./ Ninguna planta humana había
hollado la corona diamantina / que pusieron las manos de la Eternidad/ Sobre
las sienes excelsas del dominador de los Andes/ Yo me dije: ese manto de Iris
que me ha servido de estandarte, / ha recorrido en mis manos sobre regiones
infernales, / ha surcado los ríos y los mares, / ha subido sobre los hombros
gigantescos de los Andes;/ la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, / y
el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. ….”
242
“Discursos y proclamas”, compilado por Rufino Blanco Fombona, Editorial
Nacional, México.

245
Armando Barona Mesa

“Simón Bolívar, Libertador presidente, etc., á los


colombianos.
“Hoy he dejado de mandaros. Veinte años ha que os
sirvo en calidad de soldado y magistrado. En este largo
período hemos reconquistado la patria, libertado tres
repúblicas, conjurado muchas guerras civiles, y cuatro
veces he devuelto al pueblo su omnipotencia, reuniendo
espontáneamente cuatro Congresos constituyentes. A
vuestras virtudes, valor y patriotismo se deben estos
servicios; á mí la gloria de haberos dirigido. El Congreso
constituyente, que en este día se ha instalado, se
haya encargado por la Provincia de dar á la nación las
instituciones que ella desea, siguiendo el curso de las
circunstancias y la naturaleza de las cosas.
“Temiendo que se me considere como un obstáculo
para asentar la república sobre la verdadera base de
su felicidad, yo mismo me he precipitado de la alta
magistratura á que vuestra bondad me había elevado.
“Colombianos: He sido víctima de sospechas ignomi­
niosas, sin que haya podido defenderme la pureza de
mis principios mismos que aspiran al mando supremo
se han empeñado en arrancarme de vuestros corazones,
atribuyéndome sus propios sentimientos; haciéndome
aparecer autor de proyectos que ellos han concebido;
representándome, en fin, con aspiración a una corona,
que ellos me han ofrecido más de una vez, y que yo he
rechazado con la indignación del más fiero republicano.
Nunca, nunca, os lo juro, ha manchado mi mente la
ambición de un reino, que mis enemigos han forjado
artificiosamente para perderme en vuestra opinión.
Desengañaos, colombianos, mi único anhelo ha sido el de
contribuir á vuestra libertad y á la conservación de vuestro
reposo: si por esto he sido culpable, merezco más que
otro vuestra indignación. No escuchéis, os ruego, la vil
calumnia y la torpe codicia, que por todas partes agitan
la discordia. ¿Os dejaréis deslumbrar por las imposturas
de mis detractores? ¡Vosotros no sois insensatos!.

246
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Colombianos: Acercaos en torno del Congreso


consti­­
tu­
yente; él es la sabiduría nacional, la esperanza
legítima de los pueblos y el último punto de reunión de
los patriotas. Penden de sus decretos soberanos nuestras
vidas, la dicha de la república y la gloria Colombiana. Si la
fatalidad os arrastrare á abandonarlo, no hay más salud
para la patria; y vosotros os ahogaréis en el océano de la
anarquía, dejando por herencia á vuestros hijos el crimen,
la sangre, y la muerte. Compatriotas: escuchad mi última
voz, al terminar mi carrera política: á nombre de Colombia
os pido, os ruego que permanezcáis unidos, para que no
seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos.
“Bogotá, 20 de enero de 1830, año 20.° de la
independencia.”

Es increíble la manera como este hombre, que verdaderamente


era providencial, presenta como diáfanas aquellas actuaciones
suyas que merecieron el gran reproche de los demócratas de
entonces y que fueron ciertamente un lamentable error humano.
Este mensaje, al que se sumaron otros más extensos en el mismo
día, señala, como en todos sus discursos y proclamas, la limpieza
de sus ideales y la obra de un gran demócrata, benefactor de
la humanidad, así haya conocido el fracaso y la derrota muchas
veces y errado por los caminos del autoritarismo. Pero conmueve
por la lucidez y la belleza conceptual.
El mismo día dejó un extenso mensaje al Congreso, del que
vale la pena ver unos apartes:

“…Dentro y fuera de vuestro seno hallaréis ilustres


ciudadanos que desempeñen la presidencia del Estado
con glorias y ventajas. Todos mis conciudadanos gozan de
la fortuna inestimable de parecer inocentes a los ojos de
la sospecha: sólo yo estoy tildado de aspirar a la tiranía.
“Libradme, os ruego, del baldón que me espera si
continúo ocupando un destino que nunca podrá alejar
de sí el vituperio de la ambición. Creedme, un nuevo
magistrado es ya indispensable para la república. El
pueblo quiere saber si dejaré alguna vez de mandarle.

247
Armando Barona Mesa

Los Estados americanos me consideran con cierta


inquietud, que pueden atraer algún día a Colombia
males semejantes a los de la guerra del Perú. En Europa
misma no falta quienes teman que yo desacredite con mi
conducta la hermosa causa de la libertad. ¡Ah! ¡cuántas
conspiraciones y guerras no hemos sufrido por atentar
a mi autoridad y a mi persona! Estos golpes han hecho
padecer a los pueblos, cuyos sacrificios se habrían
ahorrado si desde el principio los legisladores de Colombia
no me hubiesen forzado a sobrellevar una carga que me
he ha abrumado más que la guerra y todos sus azotes.
“Mostraos, conciudadanos, dignos de representar
un pueblo libre, alejando toda idea que me suponga
necesario para la república. Si un hombre fuese necesario
para sostener el Estado, este estado no debería existir,
y al fin no existiría.”

Es obligatorio decir que, sin duda alguna el héroe caraqueño


era un hombre muy superior a todos los que estaban participando
en la vida nacional de aquella época. Su capacidad descriptiva y
su pluma elegante e ilustrada, conducen al estudioso a dudar si
ese Libertador de media América podía ser mejor con la palabra
escrita o hablada, que con la espada.
Pero esta vez queda claro que había renunciado al poder que
entregaba plenamente a ese congreso que se llamó Admirable.
Y nunca retornó a él.
Adelantando el relato, vale señalar que lo que resta de su
existencia es poco. Las contrariedades que le esperaban en Bogotá
en las deliberaciones del mismo Congreso, la enfermedad y el
camino largo a través de ese río Magdalena en el que había triunfado
quince años atrás. Ahora era como el camino de los elefantes en el
regreso de su vida. Y no habría de terminar ese año de 1830.
En esa última etapa de su vida se encontraba en Cartagena
cuando recibió la infausta noticia del asesinato de Sucre en la
fatídica montaña de Berruecos; y esa nueva le causó tanto dolor
que le precipitó la pérdida definitiva de toda esperanza. Moriría
el 17 de diciembre en la ciudad de Santa Marta, quinta de San
Pedro Alejandrino.

248
Córdova gloria y asesinato del héroe

A propósito, vale la pena comentar que su enfermedad final


no fue la tuberculosis como la mayoría de la gente cree. El médico
colombiano Luis Arcila Gómez243, como lo anoto en mi libro “El
magnicidio de Sucre”244, ha hecho una valoración científica del
cuadro clínico del Libertador con los datos consignados por el
doctor Reverend en la autopsia. Y concluye:

“(… ) Con lo dicho queda demostrado que, vistas las


cosas a través de una información clínica y necroscópica
tan deficiente como la que, por razones explicables, nos
proporciona la historia, y confrontando tanto el cuadro
en conjunto como los elementos que lo integran, con
los conocimientos científicos actuales, el criterio de
probabilidad se inclina a concluir, con poderosas razones,
que el Libertador Simón Bolívar no murió a consecuencia
de una tuberculosis pulmonar, como se venía creyendo
hasta ahora, sino de un absceso amibiano del hígado
abierto en los bronquios porque no hay ninguno de los
síntomas comprobados que no concuerden con este
diagnóstico, mientras que, por el contrario, sería preciso
forzar un tanto la interpretación para encajar el conjunto
dentro de la concepción de una tuberculosis pulmonar.”

Sí, lo más seguro es que no fuera la tuberculosis la que lo


aquejara. Eso, en realidad poco importa. Es posible que el doctor
Próspero Reverend, el médico francés que lo atendió y practicó
su autopsia, no fuere una gran eminencia en medicina. Pero es
solo una curiosidad científica la que lleva al autor de esta obra
a anotar la observación anterior sobre la verdadera enfermedad
del Bolívar.

243
Luis Arcila Gómez, “La amibiasis intestinal y hepática en Colombia”, citado
por el historiador venezolano Guillermo Ruiz Rivas “Bolívar más allá del mito”
244
“El magnicidio de Sucre, juicio de responsabilidad penal”, Armando Barona
Mesa, editorial Feriva, Cali.

249
Córdova gloria y asesinato del héroe

40
REUNIÓN DE CÓRDOVA Y MOSQUERA EN QUITO POR
INVITACIÓN DE BOLÍVAR. LOS PASOS QUE SIGUEN.
MALEDICENCIA DE MOSQUERA Y DE OTROS CONTRA EL
HÉROE ANTIOQUEÑO. UN MENSAJE DE BOLÍVAR QUE
LEVANTA EL ÁNIMO CONTRARIADO DE CÓRDOVA.

Fue en los días en que se efectuaban las movilizaciones de las


tropas en el Ecuador, después de Tarqui, en medio del desastre
de las intrigas de Mosquera que vimos atrás contra Córdova,
cuando el Libertador que no había perdido aun -quizás no lo perdió
nunca- el afecto que mantuvo hacia aquel muchacho valeroso al
que él mismo ascendió a capitán a la edad de dieciocho años
cuando lo conoció en Guayana la Vieja, Venezuela, en junio de
1817, tal como vimos cronológicamente antes; dándose cuenta
de las intrigas y malas habladurías de Mosquera, y del ánimo
levantisco de Córdova -que lo tenía-, los convocó a una reunión
conciliatoria para limar asperezas.
La reunión habría de celebrarse en Quito el 16 de abril. Y
no hay duda de que hasta allí los esfuerzos del Libertador eran
saludables y buenos y que su reprensión a ambos personajes
buscaba eliminar la agresividad y volver a la concordia.
Esos buenos propósitos no llegaron a cumplirse. Mosquera,
como de todos es conocido, tenía una personalidad arrogante,
prevalida de sus ancestros familiares y de sus bienes de fortuna.

251
Armando Barona Mesa

Era megalómano y cruel. Unos años después, como en alguna


parte de esta obra lo hemos señalado, hizo fusilar friamente
en una banca del parque de Cartago, departamento del Valle
del Cauca de hoy, al coronel Salvador Córdova, el hermano del
Héroe de Ayacucho.
Pero aquella reunión de Quito tiene la particularidad de haber
sido la última vez que se encontraron Bolívar y Córdova. Todo en
adelante marcharía bajo el compás del odio del general payanés,
encaminado hacia la destrucción del otro que había cometido
el error de ser su enemigo. Desde luego que Córdova también
lo odiaba, pero su capacidad de intriga ante el Libertador era
menor y todos los días días disminuiría más, frente al trabajo
metódico del primero.
En capítulo anterior hemos visto algunas cartas y episodios
que marcaban esa torcida pasión. Y también señalamos cómo
Bolívar llegó, en relación con Córdova, a entender que éste ya
no era su amigo.
Antes de estos nuevos episodios hubo contra el antioqueño,
como también se vio, una especie de confabulación desde la
noche septembrina, encabezada por la señora Manuela, ya su
enemiga, y el general Rafael Urdaneta, ministro de guerra. Pero
Bolívar aun no atendió a tales intrigas y conservó su aprecio
por el heróico general que tantas victorias le había aportado a
la causa. Empero, esta vez el objetivo sí se estaba cumpliendo.
Y hay necesidad de entender que en esos momentos, como
se ha visto, Bolívar engolado con el poder estaba practicando
una especie de maniqueísmo según el cual el que no estaba
políticamente con él, estaba contra él. De allí que desde la
primera conversación que destacamos antes entre Bolívar y
Córdova en Pasto, éste, con el verdadero sentido de la amistad
y el afecto que le profesaba, le hubiera propuesto que dotara
a ese congreso que iniciaría labores al comenzar el año 30, de
toda la autonomía para que pudiera restablecer la democracia y
entonces él se retirara del poder cargado de gloria.
Esas palabras, conforme ha de recordarse, fueron el inicio de
la desconfianza de Bolívar hacia él, no obstante que a la postre,

252
Córdova gloria y asesinato del héroe

como acaba de verse, lo que Córdova le aconsejó se hubiere


convertido en su posición ante el congreso constituyente.
Desde luego que con este antecedente queda demostrada ante
la historia la noble sinceridad del héroe antioqueño. Empero, ya
en los momentos en que el Libertador instala el congreso con su
renuncia al poder, Córdova había quedado tendido en el campo de
batalla del Santuario, al que lo llevaron todas estas circunstancias
fatales, manejadas por la maledicencia de Mosquera.
Dispénseme el lector que volvamos a la reunión conciliatoria
de Quito entre Mosquera y Córdova para anotar que ocho días
después de haberse cumplido ésta y aligeradas las tropas en
el Ecuador por los entendimientos a que se había llegado con
los peruanos, recibe el general Córdova, todavía al frente de la
división que llevaba su nombre, un despacho del coronel José D.
Espinar, Secretario del Libertador y el cual dice:

“Republica de Colombia. Secretaría general de S. E.


el Libertador.
Cuartel General en Quito, a 24 de abril de 1829. Al
benemérito señor general de división José María Córdova.
Señor general: El Libertador presidente se ha servido
nombrar a vuestra señoría comandante general del
departamento del Cauca. Vuestra señoría se servirá pasar
a encargarse de ese nuevo destino, haciéndose una formal
entrega del, y recibiéndose de las instrucciones que de
orden de su excelencia transmití al señor coronel Andrade.
Como tal comandante general de aquel departa­
mento, incumbe a vuestra señoría la seguridad de
él sin excepción de un solo palmo de la provincia de
Pasto. Si vuestra señoría no considerase suficientes las
tropas que guarnecen aquel departamento en virtud
de la doble atención que tiene sobre Pasto y costas del
Chocó, vuestra señoría pedirá al Ministerio de la Guerra
las tropas que necesite.
“Su excelencia encarga a vuestra señoría una
atención privilegiada sobre Pasto y sobre la provincia
de Buenaventura, cuyas costas son hoy frecuentadas

253
Armando Barona Mesa

por la escuadra peruana y pueden ser invadidas de


un instante a otro. Si por desgracia en Pasto hubiese
algún movimiento, o bien en Patía, vuestra señoría
procurará sofocarlo con las tropas que están a sus
órdenes empleando todas las medidas que le sugiera
su prudencia hasta pacificarlo todo y restablecer la
tranquilidad pública.
“Tanto para la subsistencia de la guarnición del
departamento, como para la de los cuerpos que se
aumentaren o vinieren de la capital, vuestra señoría
cursará de pedir al gobierno provea de medios y recursos.
A este propósito vuestra señoría tendrá entendido que
desde el mes de febrero ha debido pasarse de Bogotá al
Cauca un contingente mensual de cuatro mil pesos que
a consecuencia de esta disposición ha debido entregar
en Popayán dos mil pesos al señor José María Marroquín,
como se participaría a aquella prefectura.
“Vuestra señoría procurará a su tránsito dar la mejor
dirección a los cuerpos de la división que han estado a su
mando, y que debe venir a la provincia de Imbaburra;
así como a las municiones y armas y demás elementos
militares que estén en Pasto y vengan de Popayán. Dios
guarde a vuestra señoría José de Espinar.”

Este secretario Espinar era un panameño que había tenido


participación inicial con los españoles y mantenía, como lo narra
el propio Libertador un tiempo después, un ansia desesperada
de figurar. En un mensaje posterior dirigido a un señor Vallarino,
Bolívar refiriéndose a Ospinar que estaba de regente en Panamá,
le dice:

“… a mí me ha tenido engañado ese mentecato


-Espinar-, yo estaba creído que tenía un corazón sano,
porque se manifestaba con sentimientos generosos;
pero si ahora todo está transtornado, hasta los hombres
han sufrido una revolución en los corazones.”245

245
Archivo del general Santander, cita de Botero Saldarriaga.

254
Córdova gloria y asesinato del héroe

Por supuesto que del oficio de Espinar a Córdova que hemos


transcrito debe deducirse que, aunque el Libertador procura
mantener vinculado al general Córdova a un cargo realmente
importante como el que se le está dando, de todas maneras queda
despojado del mando de aquella división que precisamente lleva
su apellido, la que quedará bajo otro comando en el Ecuador,
provincia de Imbaburra. Córdova, por supuesto, era inteligente
y celoso y entendía el mensaje.
Pero en ese momento se estaba produciendo un hecho
agraviante para la antigüedad del general de división y héroe
de Ayacucho, porque cuando él pasa a un puesto secundario
y casi sin mando, a su enemigo Mosquera, recién ascendido a
General y sin otro mérito que su derrota en La Ladera, lo nombra
Bolívar jefe del Estado Mayor conjunto de todo el ejército de
la república, cargo al que con justicia y en silencio aspiraba el
propio Córdova.
No obstante ese detalle, éste, haciendo gala de la obediencia
pasiva de los militares, viajó a Popayán, donde llegó el 13 de
mayo y se instaló en casa del señor Manuel José Castrillón,
personaje vinculado al gobierno y quien había sido intendente,
igual que Mosquera, del Cauca. Castrillón naturalmente tenía
más afecto por Mosquera, quien se encontraba en el Ecuador,
aunque intranquilo por la presencia de su odiado Córdova en el
Cauca. Lo cierto es que Castrillón en su Memorias, que cita Pilar
Moreno, escribió un tiempo después sobre Córdova:

“El general Córdova a su llegada resolvió alojarse en


la ciudad y comenzó a entenderse con los liberales, ya
en su casa de habitación, ya invitándolos con pretexto de
cortesía y paseos a la hacienda de Los Sauces y a otros
puntos, iniciándolos en los proyectos de una revolución
que intentaban para volcar la dictadura. Yo ya sabía de
estas ideas.”

Es claro que en medio de esa maraña de cartas insidiosas


iba quedando un ambiente de perdición para Córdova por
conspirador y naturalmente de rencor de parte de éste.

255
Armando Barona Mesa

Basta leer la carta que en prueba de la certeza de este plan


de intrigas, le envía el aun coronel Mosquera al Libertador desde
Pasto el 28 de marzo 1829, cargada de servilismo hacia Bolívar
por un lado, y de abominable maquinación contra el antioqueño:

“Pasto 28 de marzo de 1829.- Excelentísimo señor


Libertador Presidente, Simón Bolívar, etc., etc., etc. –
Mi venerado General y señor: Esta mañana escribí a
Vuestra Excelencía y dije que hablaría con más confianza
con la carta que escribiera con el oficial de Granaderos,
y aunque como antes dije a Vuestra Excelencia que sería
mejor que Vuestra Excelencía me diera permiso para ir
personalmente a Quito a hablar con Vuestra Excelencia,
todo lo que hay, y algunas ideas que yo tengo, me
explicaré, pues, con Vuestra Excelencia desde ahora.
“Si no fuesen materia de política y yo, estuviera
de antemano comprometido con Vuestra Excelencia,
a quien no debo faltar en ningún caso yo quizás no
descubriría este proyecto directamente, porque la
verdad tiene algún viso de inconsecuencia. Pero lo hago
a Vuestra Excelencia seguro que nunca será descubierto
mi nombre, porque sufriría nuevos insultos por el partido
contrario. El General Córdova cree que en ningún caso
debemos hacer la guerra al Perú, sino contraernos a
trabajar por Colombia; y que ésta no puede estar ya unida
a Venezuela, y que es preciso apoderarse de Cartagena
y Pasto, para influír poderosamente en el Congreso
constituyente, donde se dan instituciones liberales y que
la Nueva Granada en aptitud de manejarse por sí. El
cuenta con algunos jefes que opinan como él, y poder
dar impulso a este negocio.
“De algunos días a esta parte ha querido popula­
rizarse, y todos los días comen subalternos a su mesa.
Su política es de ganarse a Obando, y como juzga que
Vuestra Excelencia no está contento con el señor General
Montilla, tiene esperanzas que Vuestra Excelencia le dé
el mando de aquella plaza. El trabaja en su sistema y yo

256
Córdova gloria y asesinato del héroe

me he dado arbitrios para descubrirle sus pensamientos.


Como es preciso poner contrajuegos a estas ideas, yo
he escrito en este correo más de cincuenta cartas, para
que las elecciones del Cauca sean de buenos diputados,
que estén con nosotros, y tengo un proyecto que
sería bueno hablarlo con Vuestra Excelencia, para que
dirigiéramos a nuestra satisfacción estos negocios. Mas
diré a vuestra Excelencia que como naturalmente el
general tiene un carácter fuerte, lejos de ganarse a los
jefes, los disgusta con pequeñas cosas que no merecen
la pena de escribirse, y son solamente buenas para una
conferencia.
“Como yo he temido que las cartas por los correos
pueden ser cogidas, no he querido hablar claramente, y
siento que Vuestra Excelencia haya creído otra cosa. Por
la carta que escribí al General Torres, ya habrá conocido
Vuestra Excelencia que éstos son los compromisos
de que yo he hablado; y porque tratar un General de
relacionarse con los subalternos, es sospechoso, no
habiendo tenido esta costumbre antes. Por todo, pues,
yo desearía que Vuestra Excelencia me permitiera pasar
a Quito, para que hablemos y sepa menudamente
cuanto hay en el particular, y ver si Vuestra Excelencia
aprueba algunos pensamientos que tengo, para no dejar
que nuestro Congreso vaya a ser otra Convención.
“Me parece que con esta carta y lo que me ha dicho
Portocarrero va a escribir a Vuestra Excelencia, de quien
soy su más fiel amigo y súbdito. Tomás C. de Mosquera”.

Qué carta. Y qué carga de maledicencia contra un héroe al


que debía respeto. Y sin ninguna inhibición remata el intrigante
general Mosquera su mensaje de odio contra el héroe con esta
frase que estruja la inteligencia -y la historia-: “Yo me he dado
arbitrios para descubrirle sus pensamientos”.
Es del caso observar cómo un enemigo de Córdova tan
calificado como el general Urdaneta, un mes después del mensaje
de Mosquera que acabamos de ver, y en relación con el presunto

257
Armando Barona Mesa

plan subversivo de aquel, dice en carta igualmente al Libertador


refiriéndose a Córdova de modo rotundo: “Me atrevería a
asegurar que en este asunto obra todo menos un plan.”
Veamos la misiva de Urdaneta en que sostiene esto, por
cierto llena de arrogancia y animadversión contra Córdova, pero
de la que destacamos la frase anterior que deja mal parado a
Mosquera, aunque en el ardiente clima del odio del venezolano,
llega hasta aconsejar a su jefe Bolívar que le quite a aquel el
mando que ahora tiene en Popayán. Y así iría a ocurrir como
veremos luego:

“Bogotá, abril 30 de 1829.- A. S. E. el General


Bolívar, etc., etc., etc. – Mi apreciadísimo General:
A la vez que O´Leary me dijo algo de Pasto, llegaron
cartas del Comandante Díaz y de Mosquera, pintando
las cosas tal cual ellos las creen allí. Si esto es cierto es
necesario creer que también lo fue cuanto se dijo en los
días que siguieron a la conspiración; y a la verdad que
muchas anécdotas que hemos oído después que U. se
fue, referidas aisladamente y como en la confianza de
que todo ha pasado, me han vuelto a las sospechas que
tuve entonces, cuando yo mismo quería engañarme.
Yo no temo que él (José María Córdova) pueda hacer
nada con las tropas que tiene allí, pero este negocio
me parece que no estará basado sobre ellas, sino sobre
los descontentos, y más que todo sobre los capitulados
de Pasto. Me atrevería a asegurar que en este asunto
obra todo menos que un plan, que el carácter del
individuo. El tiene facilidad para enojarse por todo, y
para manifestarse siempre descontesto; tiene también
envidia a las acciones de otros, porque quería que todas
fuesen suyas. De aquí nace la desaprobación que da a
lo que no hace por su mano, y esto lo presenta ante los
ojos de algunos como enemigo de la causa que sigue. Yo
no me meteré a defenderlo, porque la experiencia me
ha enseñado a no responder de acciones ajenas, pero
estoy porque no hay plan.

258
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Desearía sí que U. hallase un medio de quitarlo de


ese mando, en que ya se ha hecho sospechoso, y que
fuese muy pronto. Los jefes de los cuerpos empiezan ya
por amarrar a los jefes. Quitemos peligros, mi general;
los descontentos aquí cuentan con él; acaso será sin su
anuencia, pero siempre es la esperanza de ellos. Se me
asegura que Espinar escribe muy largo, y se cree que
por él se ha sabido en Pasto quién fue la persona que
informó a U. de todo este embrollo. Suspendo mi juicio;
aunque no dejo de sentir muchas cosas que he escrito
a Espinar con la confianza que he debido hacerlo al
Secretario general de U. ¿En qué tierra estamos? ¿Cómo
nos entendemos?”.

Todo marcaba hacia ese ambiente de animadversión contra


todo el que pensara distinto al Libertador. Tampoco era un secreto
que éste estaba imbuído de la idea de que estábamos en un país
ingobernable que necesitaba de un gobierno fuerte, incluso de
una monarquía como hemos visto antes, o de una presidencia
vitalicia. Y no podía entenderse en el cerrado círculo bolivariano
que el que pensara diferente no por eso dejaba de ser amigo.
Córdova y aun el propio Sucre, debieron padecer en su
momento la ira del Libertador entendiendo éste que Córdova
ya hacía parte de sus enemigos. Es bueno leer lo que el general
Joaquín Posada Gutiérrez, que vivió la época, escribe246 sobre el
héroe antioqueño en ese período de la historia:

“Córdova, pues, no era un hombre vulgar, no era un


estúpido, no era un idiota, que todo esto junto debería
haber sido para concebir el extravagante, el insensato
proyecto de que le acusa el general Mosquera. Que fuera
arrebatado, que fuera un poco engreído con su elegante
finura y un poco petulante, no puede negarse, y es en
cierta manera disculpable en un general de división de
veintinueve años de edad, admirado de todos, estimado
de Sucre, predilecto de Bolívar, de quien era el Efestión;

246
Joaquín Posada Gutiérrez, “Memorias histórico políticas”.

259
Armando Barona Mesa

pero que la emulación, la envidia, la vanidad de los


que no podian allegársele lo minaron torticeramente,
sacando partido de sus defectos, que sin otras cualidades
y su excelso mérito tenían algunos de ellos en demasía,
también se nuestra evidentemente.
“Las contradicciones palpables en que incurre el
general Mosquera al acusar a Córdova de conspirador,
y su inverosimilitud, no pueden dejar de haber sido
percibidas por el lector atento”.

Debió de haber sido muy incómodo para el héroe antioqueño


todo lo que se estaba dando contra él, digamos que por ser
sincero y creer que en unos principios democráticos. De ahí que
enviara la carta, algunos de cuyos párrafos transcribimos,con la
franqueza de siempre:

“Pasto, abril 12 de 1829.- Excmo. señor Libertador


Presidente, etc., etc., etc.- Mi General: Contesto la
carta de 6 de abril que acabo de recibir… De mí sabe
V. E. que puede disponer como crea conveniente;
siempre he estado dispuesto a obedecer a V. E. Que
uno particularmente manifieste tal deseo, no es, creo,
un inconveniente para destinarlo a donde el servicio y la
nación lo necesiten.

“Yo no sé que el Coronel Mosquera tenga enemigos
en esta división a menos que él con su ambición fatal y
loca, se los proporcione. Sentiré que se separe porque
es un regular Ayudante general.
“Me apodero con mucho gusto del permiso que me
da V.E. por pocos días; creo que es muy conveniente
este viaje y me apresuro a efectuarlo.
Mi petición del permiso para tomar mis ajustes en
esta Comandancia para comprar un caballo, no fue una
indirecta para que V. E. me regalase uno; pero si V. E. lo
ha entendido así, no lo siento mucho. Mas no recibiría el
más hermoso que haya en la caballería de V. E. recibiré
con mucho gusto cualquiera que V. E me regale”.

260
Córdova gloria y asesinato del héroe

Espíritu sencillo pero franco. Había pedido permiso para ir a


Bogotá, muy seguramente para visitar a la novia con quien tenía
palabra de matrimonio como vimos, que el Libertador le concede
y que, por lo demás, Córdova jamás pudo realizar; y hablaba de
la compra de un caballo que Bolívar le ofrece con sinceridad. O
sea que, aun más allá de las intrigas de Mosquera y Urdaneta,
Bolívar aun quería arreglar las relaciones con el antioqueño. Pero
era abril y aun tenía vivo el deseo de la monarquía y mantenía
en consecuencia su desconfianza con el héroe de Ayacucho y con
los que no pensaran igual a él.
Es de rigor, en orden a la verificación de tan nefastos
esfuerzos para la perdición del héroe antioqueño, que veamos la
carta grosera que le envía casi un mes después, en comienzos
de mayo, el ya nombrado coronel José D. Espinar, Secretario
General del Libertador en la campaña contra los peruanos, al
general Córdova y la respuesta enérgica y altiva de éste a las
invectivas que aquel acomoda a su misiva y que, por supuesto,
tenían al fondo la mirada de Bolívar.

“General José María Córdova- Quito, 13 de mayo


de 1829.- Mi querido General y amigo: No es sino con
indecible pena que tomo la pluma para preguntar a
usted qué hay de unos rumores que corren sobre usted.
Se dice que usted va muy dispuesto a recibir los restos
del ejército del Sur, que será derrotado infaliblemente
– a fusilar a los jefes que vayan por allá por ser muy
serviles – que la guerra contra el Perú es injusta, que el
ejército peruano es en calidad superior al nuestro, que
la caballería se corre a fuetazos, en fin, mil cosas a este
tenor. El Libertador no cree nada ni yo tampoco. ¿pero
quién puede dar asenso a unas necedades que a nadie
podrán dañar sino a usted solo? Yo me atrevo a decir a
usted, en obsequio a nuestra amistad, que nunca obrará
usted con más acierto que cuando no despliegue sus
labios. Calumnia que algo queda, decía Maquiavelo247;

247
La frase es de Voltaire.

261
Armando Barona Mesa

y aun cuando estas imposturas no dañan a usted, dañan


directamente a la República, porque desmoralizan a los
hombres que natural o artificialmente se hallan poco
moralizados”.

Sin lugar a dudas es una carta insolente, sobre todo teniendo


en cuenta que el general Córdova -era su virtud y su defecto-
tenía un carácter delicado y pronto a la ira. Y naturalmente
montó en cólera y contestó con vigor y contundencia:

“Señor Coronel José D. Espinar: Mi apreciado amigo:


Cuando recibí la carta de usted, de 13 del corriente a
que contesto, se sucedieron en mi alma los sentimientos
de la admiración, de la rabia, de la indignación, de la
extrañeza, de qué sé yo. Siento mucho la indecible pena
que usted me dice ha tenido en comunicarme lo que usted
llama rumores, yo digo necedades, tonterías, miserias;
jamás carta había pensado cómo la contestaría. He tenido
intención todo el día de ayer de remitir al Libertador la
carta de usted y otra de Obando, de que hablaré abajo;
hablarle de esto sobre mi situación embarazosa en el
ejército y pedir mis letras de cuartel; pero si usted
me ha puesto su carta por encargo del Libertador, sí
prevengo que él ésta dando asenso a semejantes
inconsecuencias, S. E. no me ha escrito directamente
nada, y la amistad que le debo, los servicios que me ha
hecho, las consideraciones que me ha tenido, y el no
suscitar muchas alarmas, ni desertar en momentos tan
críticos, y cuando tengo esperanza de una restauración
pasiva, todo ha reprimido mi indignación. Contestaré
su carta pregunta por pregunta, pero me avergüenzo
de contestar a semejentes disparates, y lo hago, se lo
repito, porque presumo que usted ha sido encargado de
escribirme sobre esto.
“Decir yo que nuestro ejército sería derrotado
infalible­
mente, ¿y quién santo será? ¿No acaba el
General Sucre de derrotar bruscamente, con tres

262
Córdova gloria y asesinato del héroe

pequeños cuerpos, al ejército invasor del Perú, fuerte


de 8000 hombres, y no sabe todo el mundo que no han
quedado al Perú sino unas miserables reliquias de fuerza
armada? ¿y podría yo llamar serviles a mis compañeros
de armas, a los Jefes de una causa que estoy defendiendo
y para cuyos servicios en el ejército acabo de ofrecerme
francamente? ¿podré llamar injusta una guerra que se
hace por evitar se nos manche nuestra gloria, se destruya
nuestra reputación, se nos quite nuestro territorio, se
nos humille, en fin, hasta la más vil degradación? Pero
que tengan estas dudas de mí después que he hecho
y estoy haciendo importantes servicios a mi patria y
al Libertador, ¡esto es insultarme demasiado! ¿se me
cree tan bajo, que yo prestase mis servicios por interés
particular, por servilismo, si yo viera que no se obraba
de acuerdo con mis opiniones y del modo que creo es
el que más conviene para llevar a cabo la revolución,
sin que cueste sangre de hermanos y con la esperanza
de mejor fin? ¡Que el ejército peruano es mejor que el
nuestro! ¡esto no se puede contestar!; ¡y que usted me
haga semejante pregunta! “El Libertador no cree nada”
me dice usted; “ni yo tampoco”, muchas gracias “y
aun cuando estas imposturas no dañan a usted, dañan
ciertamente a la República, porque desmoralizan a los
hombres que natural o artificialmente se hallan poco
moralizados”, si yo entendiese esta frase satisfaría la
pregunta, pero parece se me aconseja que no corrompa
la moral de algunos porque, quitando los rodeos y
ambigüedades esto quiere decir: ¡ja! ¡ja! ¡¡moral!!!
¡¡¡palabra de cielo!!! ¡¡¡palabra divina!!! Incluyo a usted
la carta de Obando, de que hablé, al principio, para que
no se sospeche más de este hombre ni se le incomode.
Si usted quiere hacerme un servicio, no permita usted
que se me llame al ejército, que se me comprometa, que
se me ponga en el caso de pedir mi retiro; mi ambición
cesa por ahora, pero mis deseos de servir a mi patria
me obligan a permanecer aquí; mas si la calumnia

263
Armando Barona Mesa

llega hasta el exceso de considerárseme sospechoso,


mandado este Departamento, que se manden mis letras
de cuartel y mi pasaporte para Europa cuyo viaje tengo
gana de hacer hace mucho tiempo, etc. Córdova”.

Esta carta, aunque explicatoria de una conducta rechazando


otra malsana que se le quería endilgar, de todas maneras iba
dejando sus huellas de indignación, seguramente en ambas
partes -en Córdova y en Bolívar-, y se diría entonces a modo de
conclusión que los autores de la infame intriga estaban a punto de
triunfar consiguiendo lo que se proponían. Ya no eran solamente
Mosquera, Urdaneta, O´Leary, sino que se aumentaba, movido
por los vientos de la tormenta, el Secretario General José D.
Espinar, quien por cierto pronto habría de salir de su cargo por
remoción del Libertador.
Pero no cabe duda de que el punto culminante de la ruptura
a que las circunstancias condujeron a Córdova en relación con el
Libertador, sucedió cuando en esos días de Popayán el coronel
Jacinto Martel, quien era uno de los secretarios amanuenses del
aquel, envía por órdenes del propio Bolívar una carta al coronel
Florencio Jiménez, analfabeta y comandante del batallón Callao
con sede transitoria en la misma Popayán, en uno de cuyos
apartes finales decía:

“… que vigilara mucho a Córdova, oponiéndose vigo­


ro­samente a cualquier intentona de dicho general hasta
haciendo uso de su espada llegado un caso desesperado.”

Este mensaje llegó a conocimiento de Córdova, enseñado


por Jiménez bajo la insinuación, perversa desde luego, del propio
José D. Espinar, quien ocasionalmente se encontraba de paso
en Popayán. Y como era de esperarse, hizo montar en cólera
al héroe antioqueño contra el propio Bolívar. Ya había sentido
Córdova la manera sistemática como el presidente-dictador lo
iba despojando del mando de tropas, al tiempo que miraba el
éxito que iba obteniendo Mosquera con su maledicencia. Que
Bolívar mande a usar la espada contra él, ya es un plan de
enemigo cerrado.

264
Córdova gloria y asesinato del héroe

Y así el día 21 de junio del año 29 le envía la siguiente


carta, respetuosa pero cargada de sentimiento, al Libertador
Presidente:

“Excelentísimo señor Libertador presidente: José


María Córdova, general de división de los ejércitos
de la República, con el más profundo respeto suplica
a vuestra excelencia que, en atención a no ser ya
necesarios sus servicios en el ejército, ni tampoco
indispensables en destinos sedentarios, se sirva vuestra
excelencia mandar se le extiendan sus letras de retiro,
del modo que vuestra excelencia tenga a bien. Catorce
años, excelentísimo señor, hace que sirvo a la causa
de la libertad, he procurado siempre distinguirme en
el cumplimiento de mis deberes y creo, lo digo aunque
con algún rubor, que algo he contribuido a la gloria de
los ejércitos de Colombia. He servido todo este tiempo
sin interrupción y lo hago presente a vuestra excelencia
para que no me culpe de indolente a la sociedad a que
pertenezco. Si alguna vez la patria necesitare de mis
servicios, con el fuego por la gloria que siempre me
ha animado, dejaré mi retiro, volaré a los campos de
batalla y me presentaré el primero en los combates,
como lo he acostumbrado. Ahora, excelentísimo señor,
deberes particulares me llaman a su atención, al mismo
tiempo que, como he dicho al principio, no me considero
necesario en el servicio activo.
“Por todo lo expuesto a vuestra excelencia, ruego se
sirva proveer como solicito. Popayán, junio 21 de 1829
José Ma. Córdova”.

Esa es, naturalmente, una carta inundada de dignidad. Eso


era lo que correspondía hacer cuando el jefe daba por terminada
la confianza en el inferior y además llegaba hasta ordenar la
posibilidad de usar la espada contra ese héroe de tantas hazañas,
que había crecido a la imagen del propio Bolívar.

265
Armando Barona Mesa

Ah, pero es que Bolívar, tal como se ha venido comentando,


para entonces estaba totalmente convencido de que Córdova
ya no era su amigo sino un subversivo potencial en plan de
levantarse en armas. Así se lo habían pintado los enemigos. Ese
era naturalmente un convencimiento que acorde con las intrigas
y maledicencias de Mosquera y otro ser malévolo como el
general Rafael Urdaneta -si por él hubiera sido habría fusilado a
Santander-, cuyo odio contra los militares de la Nueva Granada
lo hizo siempre un ser detestable a los granadinos. Córdova,
ante esos hechos, sabía que Bolívar se había convertido en
un instrumento de perdición para él, y estaba absolutamente
obnubilado, hasta el punto de no haber tomado el permiso para
ver a su novia.

266
Córdova gloria y asesinato del héroe

41
EL JUEGO DE LA MENTIRA SOSTENIDA. POSICIÓN DE SUCRE
Y CÓRDOVA. ULTIMOS ESFUERZOS APARENTES DE BOLÍVAR
PARA RECTIFICAR. NOMBRAMIENTO DE MINISTRO DE
MARINA Y OTRAS COSAS

Desde luego que todo ese andamiaje que hemos visto,


levantado contra nuestro héroe antioqueño, era una mentira.
Entre muchas, hay una prueba que así lo confirma, incontrastable
desde el punto de vista del análisis del testimonio humano, que
es la parte pertinente de la declaración que rindió el coronel
Ramón Espina, jefe del estado mayor en Popayán en ese mismo
tiempo, la que se recibió el 5 de septiembre de ese año 29.
Veamos lo que sostiene:

“(…) …nunca le habló -Córdova- de revolución pero


que un día lo halló inmensamente irritado por una carta
que dicho general decía le había escrito el secretario de
su excelencia el Libertador en que le indicaba sospecha
acerca de su conducta, que su irritación sólo decía que
era una injusticia que se le hacía, pues era amigo del
Libertador, pero que esto podría hacerlo variar hasta
un hijo suyo, que no sabía si el general Córdova tenía
intenciones de hacer alguna revolución, qué plan se
proponía, que no tenía motivos para sospechar nada en

267
Armando Barona Mesa

este particular ni sabe con quiénes podía contar, sólo sí


lo veía juntarse con todos los paisanos de Popayán entre
los cuales y entre todo el pueblo tenía un gran partido.”

Esta declaración la tomamos de la obra de Pilar Moreno al


igual que la nota al pie que dice:248. Hay que anotar además
que en las declaraciones que se recibían en causas judiciales
el secretario ponía a hablar al declarante en tercera persona,
como se observa. Por lo demás, no hay modo de dudar de estas
palabras.
Encuentra además el lector cómo de manera rotunda este
coronel Ramón Espina, quien estaba muy cerca de Córdova en
Popayán, sostiene “que no tenía motivos para sospechar nada”,
y agrega que el general Córdova “era amigo del Libertador”.
Resulta claro, además, que antes de conocer el mensaje del
coronel Jacinto Martel al coronel Florencio Jiménez ya se había
distorsionado, a punta de las insidias que hemos mencionado, la
verdad del comportamiento del General Córdova; e incluso dentro
de los propósitos dañinos de Mosquera, se desplegaron grandes
esfuerzos para comprometer al propio general Antonio José de
Sucre, de quien los detractores sostuvieron iba a dar el golpe de
estado en asocio de su gran amigo Córdova. Infames calumnias
calculadas y repetidas hasta hacerlas aparecer como verdades.
No obstante, es lo cierto que Sucre, con toda la amistad
que profesaba a Bolívar, pensaba de modo similar a Córdova,
en lo que debía ser el congreso al cual había sido elegido como
diputado al igual que el propio Córdova y que él mismo habría
de presidir, en busca del restablecimiento de la democracia y,
además, acerca de la renuncia del cargo que debía hacer el
Libertador ante ese cuerpo constituyente, en guardia de la paz y
de su propia gloria.

248
Declaración instructiva al señor coronel Ramón Espina sobre varios cargos
que contra él resultan. Tomado por Juan de Sola, primer ayudante de estado
mayor general, por orden del excelentísimo señor general jefe superior del
distrito. Archivo Nacional de Colombia. Miscelánea general, tomo 157, fols.
432 r. a 437 v.

268
Córdova gloria y asesinato del héroe

Pero como al Libertador le cabalgaba en la mente la pulga


de la descofianza tanto sobre Sucre como sobre Córdova por las
intrigas y los chismes, pidió a O´Leary que hiciera averiguación
sobre lo que realmente pensaban estos dos héroes. Y O´Leary
hizo las averiguaciones a través de cartas que luego conservó en
su largo archivo y después fueron publicadas. Entonces Sucre
contesta el mensaje del irlandés a sabiendas de que se dirigía
era al propio Bolívar con esta carta:

“Quito, a 6 de octubre de 1829.-… “No sé que juzgar de las


noticias de su carta. Quisiera ver en ella alguna seguridad para
esta pobre Colombia; mas no me lisojeo con buenas esperanzas
porque estoy convencido de que nuestros males están en las
personas y no en las cosas. En mi humilde sentir, el Libertador
ha errado su marcha desde que obtuvo el mando supremo; y
lisonjeando a los facciosos y aspiradores ha relajado más la
moral pública y especialmente la del ejército. Las gentes dicen
aquí que él nos ha vuelto espontáneamente al año de 27, con la
sola circular para que los colegios electorales den instrucciones a
sus diputados. Yo se lo he dicho así y muy claramente. Él parece
muy cansado, aburrido y aun muy desesperado de lo que se
hará en Colombia. Esto es bien triste. Yo creo de buena fe que el
Congreso hará poco; pero es porque las cosas van así”.

Sin duda alguna este es el pensamiento honrado y sin


sospecha de un hombre tan grande como Sucre y, por cierto, de
cualquier otra persona honrada que meditara sobre el inmediato
porvenir con un sentimiento patriótico y democrático.
Mas es obligado decir que aunque no trascendió a los
hechos, sin duda alguna sí hubo un acuerdo para adoptar un
plan de acción entre Sucre y Córdova cuando aun estaba éste
en el Ecuador. Vale la pena, en aras a confirmar ese aserto, ver
lo que expresó con objetividad y serena observación en aquellos
días el encargado de negocios de Estados Unidos en Bogotá,
señor W.H. Harrison en un informe a la Secretaría de Estado a
cargo del señor Van Buren -julio 28 año 29-:

269
Armando Barona Mesa

“…el General Sucre se hallaba bastante resentido


con el Libertador, porque habíale improbado -aunque
privadamente- su conducta demasiado generosa con el
ejército peruano; así, pues, el Gran Mariscal, alarmado
y temeroso de un golpe de mano fuerte de los que sabía
dar aquel hombre inexorable cuando era dominado
por la fogosidad de sus pasiones, preparábase con
todo el poder y la influencia que tenía sobre el Ejército
y el pueblo ecuatoriano para contrariar las miras que
descubriese de anular los tratados celebrados por
satisfacer venganzas personales, y bajo las apariencias
de un mejor orden de cosas y de organizar un Gobierno
estable y vigoroso, dar en tierra con las instituciones
y principios que Colombia había proclamado y que el
mismo Libertador había jurado sostener.
“El General Córdova sentía las más grandes
simpatías hacia la persona del Gran Mariscal y el mayor
respeto por las opiniones y el talento de este grande
hombre, bajo cuya dirección había sido el héroe de
Ayacucho; mientras que Sucre, a su vez, dispensaba
toda su confianza y deferencia al joven guerrero, a
quien se creía (así se expresó varias veces) deudor en
gran parte de sus mayores glorias. Natural era, pues,
que al verse y hablarse estos dos grandes amigos se
comunicasen sus ideas y que de esta confianza recíproca
resultase la combinación de un plan que desconcertase
para siempre todos los proyectos indebidos del hombre
peligroso a la libertad. Convinieron, pues en que debía
el General Córdova volverse al Cauca, a tomar el mando
militar de aquel Departamento, que le fue encargado
desde que tuvo su entrevista con el Libertador, quien
quedó, o aparentó quedar, plenamente satisfecho con
las explicaciones que Córdova le diera, sin que éste
por su parte lo fuera con las protestas de S. E. sobre
la rectitud de sus miras, porque ya las había dejado
conocer y en ninguno de sus actos inpiraba la confianza
de que volvería sobre sus pasos. Córdova, en fin, se

270
Córdova gloria y asesinato del héroe

puso en marcha para Popayán, después de haber


acordado definitivamente con Sucre que éste daría la
voz en el Ecuador a la cabeza del ejército y que Córdoba
la diese en el Departamento de su mando, dirigiéndose
previamente al General Páez, a quien creían dispuesto
en darla en Venezuela en tan feliz oportunidad y con
cuyo apoyo y cooperación creían consumada la obra del
restablecimiento del imperio de la Constitución y de la
Ley, sin disparar un fusil”.

Hay naturalmente seriedad en lo que apunta el diplomático


americano y seguramente todo lo que expone fue inicialmente
acordado así entre los protagonistas en teoría y en palabras.
Pero lo cierto es que Sucre fue reconquistado por Bolívar, que
tenía sus mañas convincentes, a lo que hay que recordar que los
rodeaba un gran afecto; y por lo tanto el Gran Mariscal, aunque
sin cambiar sus convicciones, oyó al Libertador en cuanto ya había
cambiado de opinión y pensaba, con una recuperada grandeza,
en separarse del mando definitivamente. Por su parte Córdova
jamás intentó el levantamiento de sus tropas en Popayán.
En adelante y en relación con éste, todo discurrió en ese
tira y afloje vacilante, mientras el gran mariscal se aprestaba
ya, con el aval de Bolívar, para ir a Bogotá -sin importarle su
reciente matrimonio-, a presidir aquel congreso sobre el que
aun recaían esperanzas de salvación. Y no sobra decir que por
su parte Córdova siempre estuvo dispuesto en sus planes hacia
el inmediato futuro, a regresar a Bogotá, donde también él había
sido elegido representante al congreso.
Cumple además hacer referencia a que la dictadura de Bolívar
había sido sumamente aflictiva para el pueblo colombiano y,
después del fracaso de la Convención de Ocaña, encontrándose el
gobierno en plena campaña para la instauración de la monarquía
bajo la inspiración disimulada del dictador-presidente, se habían
creado en el pueblo granadino sentimientos de amargo rencor,
sobre todo contra los militares venezolanos, incluido el propio
Libertador.

271
Armando Barona Mesa

Ese sentimiento, agregado de otros elementos de discordia


que herían profundamente a Córdova, finalmente fijaban en éste
una posición radical irreversible contra la causa del Libertador.
Pero en este clima de incertidumbre y ofuscación que le ha
dejado la carta de Jiménez, el héroe antioqueño recibe desde
Buijo una nueva correspondencia del Libertador con fecha 13
de julio de 1829, en la que éste lo nombra ministro de Marina,
distinción que irrita más al héroe antioqueño porque en el fondo
lo que quiere hacer Bolívar es honrarlo con un honor discutible,
pero alejándolo absolutamente del mando de tropas, bajo el
imperio de la desconfianza. El despacho del Libertador dice:

BOLÍVAR, LIBERTADOR PRESIDENTE DE LA REPÚ­


BLICA DE COLOMBIA, etc., etc., etc.- Habiendo transcu­
rrido el término de la licencia que se concedió al Ministro
de Estado del despacho de marina, benemérito General
de División Carlos Soublette, cuyo despacho ha estado
reunido accidentalmente al de Guerra, y no pudiendo
retenérsele este destino incompatible con el que
actualmente desempeña en Venezuela.
DECRETO: - Artículo único. El Benemérito General de
División José María Córdova se encargará del Ministerio
de Estado en el Departamento de Marina. - El Secretario
General queda encargado de comunicar este decreto a
quienes corresponda.- Dado en el Cuartel General de
Buijo, a 13 de Julio de 1829.- 19 – Simón Bolívar. – Por
S. E. -José D. Espinar”.

Cualquiera pensaría que al elevar a Córdova a la dignidad


de un ministerio, Bolívar quería demostrarle más su afecto a
aquel amigo. Pero, conforme lo sabían tanto el Libertador
como Córdova, ya nada era lo mismo. Y Córdova, altamente
predispuesto como se encontraba, lo que ve allí es un ultraje
más, porque naturalmente el Ministerio o Secretaría de Marina
carecía de cualquier mando efectivo de tropas. Eso, finalmente,
desbordó la copa. Y como respuesta Córdova escribe:

272
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Popayán, agosto 5 de 1829. Exmo. Señor Liber­tador


Presidente. -Mi General: cuando no esperaba de V. E. carta
particular y en ésta el resentimiento de mi separación,
mandándome solamente mis letras de retiro, V. E. me
escribe con la bondad, condescendencia y confianza de
siempre y decreta mi elevación a un puesto honorífico. Es
esto el exceso de atenciones y favores gratuitos para un
hombre que si algo merece no es tanto.
“Si hubiera sucedido como yo lo esperaba, como ya
me preparaba a un nuevo método de conducirme, no me
hubiera sorprendido, no estaría en la inquietud en que
ponen a una alma sensible sentimientos contradictorios,
pero todos tiernos y delicados. Pero no mi General,
yo no he perdido mi ambición a la gloria y a la buena
reputación, yo no perdería la más pequeña ocasión que
se me presentare de adquirir semejantes laureles, por
irme a casar en Bogotá o en cualquier otra parte; en
verdad que estoy muy enamorado más no he perdido
el juicio, y si no pudiera conciliar el amor con el deber,
siempre abandonaría el culto del primero, por rendir
homenajes al segundo.
“Inmediatamente que llegue el Coronel Andrade le
encargaré del mando militar del Departamento y me iré
para Bogotá, de paso por Antioquia, para ver a mi familia
un momento; esta vuelta no será más de un mes, y
como la marina tiene en nuestro gobierno muy poco que
hacer, creo que no es muy urgente mi pronta llegada y
que es indispensable este permiso que me tomo”.

Obsérvese, primero, que Córdova no renuncia al cargo que le


otorga el Libertador-presidente. Ironiza finamente la designación,
pero da a entender que después del permiso “largo de un mes”
que se toma cuando encarga del comando del departamento
al coronel Andrade, asumirá ese destino, o el de diputado al
congreso, que no lo define. Y aprovecha con la misma ironía para
decirle a su ídolo de antes: “No mi general, yo no he perdido mi
ambición a la gloria y a la buena reputación… por irme a casar
a Bogotá.”

273
Armando Barona Mesa

Al día siguiente de esta carta al Libertador, en agosto 6, le


escribe a su hermano y confidente Salvador:

“El Libertador ha negado mi petición. En vez de


mandarme las letras de cuartel, me ha mandado el
despacho del ministro de marina. (¡Qué sé yo de
marina!). Su E. calculó lo mejor que podía. Estando
yo en aquel ministerio parece que estoy fuera de dar
peligro, aunque en un puesto más eminente. Allí ni
mando hombres ni armas. Y al mismo tiempo creen que
me alucinan con darme esta colocación; que olvido los
disgustos que acaba de causarme; y que creyéndome
bien colocado, anteponga mis intereses particulares a
los de la República.
“Andrade viene a relevarme. Espero que llegará en
estos ocho días, y que yo podré salir de aquí antes de
que acabe este mes. Pasaré el Valle, Palmira, Cali, Buga
y Cartago. De aquella ciudad mandaré por Quindío mi
equipaje y caballos (a Bogotá), e iré en un salto a ver
a Vuestra Merced, a mi madre y amigos, de modo que
espero llegar a Rionegro o Medellín poco más o menos
el 15 del próximo.”

Otra vez, como puede apreciarse de la lectura, en su carta


sincera de familia, los planes del general son los de llegar a
Rionegro primero, para seguir a Bogotá después de la visita a su
madre y demás familiares. Es por eso que anuncia el anticipo del
envío de su equipaje a la capital desde Cartago y por la vía del
Quindío. O sea que, hasta allí, el destino del héroe antioqueño
aun no lo ha decidido, aunque tiene claro que su viaje a Antioquia
es solo un viaje intermedio de saludo y su meta de llegada es
Bogotá.
Y es precisamente en esos momentos, antes del 30 de
julio, cuando en Quito el Libertador apenas conoce la misiva de
Córdova donde pide las letras de retiro, como reacción a la carta
de Jacinto Martel dirigida a Florencio Jiménez, que, como se vio,
le hizo conocer con perversidad al héroe antioqueño el coronel
panameño Espinar.

274
Córdova gloria y asesinato del héroe

Bolívar también monta en ira y, no obstante la larga


extensión de su misiva que redacta y firma él mismo, trata
con preocupación de darle explicaciones a aquel general hasta
entonces de sus mayores afectos.
Como un paréntesis, el historiador Botero Saldarriaga hace
ver que no es verosimil la autoría perversa de Bolívar en esa
carta a Jiménez249 y que lo más seguro es que, de acuerdo con
sus propias razones, Bolívar no intentó hacer matar a Córdova
como éste lo dedujo. Veamos lo que anota Botero:

“No es verosímil que Bolívar hubiera dado aquella


orden a Jiménez y así lo asegura en la carta que
vamos a insertar; pero tampoco es inverosímil que sus
secretarios, de acuerdo con la conducta que observaban
para con Córdova, hubieran adulterado el pensamiento
del Libertador y estampado la frase equívoca que tan
profundamente hirió a aquel General.
“Es lo cierto que Bolívar no perdonó la indiscreción
de Espinar y lo apartó del ejército.”

Esta nueva carta de Bolívar a Córdova fue enviada, como


lo explica el propio Libertador, en otra misiva anexa para el
ministro de guerra, su gran amigo Rafael Urdaneta, dándole a
éste el arbitrio de enviarla a su destinatario o no, según las
circunstancias del momento. Dice así:

“Guayaquil, julio 30 de 1829. – Al señor General J.M


Córdova. – Mi querido General. He quedado aturdido
con lo que acabo de saber por Espinar relativamente a
una carta que mandé a escribir a Jiménez a tiempo que
se le daban ordenes para traer su batallón al Sur. La
historia de esta carta es muy sencilla y U. debe creerla
porque yo lo digo; y si usted no lo creyeré no tendré
otra pena, sino que usted no me conozca.

249
Botero Saldarriaga, Córdova, tantas veces citado.

275
Armando Barona Mesa

“U. sabe muy bien que yo he sospechado siempre, y


con justicia, de los jefes que antes me han declarado la
guerra. Como el batallón debía pasar por Patía y Pasto
temía que quisieran hacer una traición para apoderarse
de él y de las armas y municiones que traía. También
temía que mis cartas me las interceptaran como estaba
sucediendo con diferentes correspondencias de Bogotá;
y para lograr que Jiménez viniera bien advertido, tomé
la medida de mandar la carta a Quito para que de Quito
la mandaran a una persona cualquiera a Popayán que
se la entregara a Jiménez. Como éste no sabe leer, y
lo sabe todo el mundo desde el alto Perú, por lo que no
lo hicieron Comandante de un Cuerpo; como no sabe
leer, digo, era natural que diese la carta a cualquier otro
que se la leyese; y a fin de que no recayese la malicia
sobre los jefes del Patía o de Pasto, y se les avisara, y
por lo mismo hicieran ALGO, llamé a Martel y le dije:
escriba U. con tal fecha (que no me acuerdo) a Jiménez
una carta, diciéndole que “le doy las gracias por haber
cortado la insurrección de su batallón con la muerte del
oficial que la intentó y que lo mismo debía hacer con
cualquier otro y de cualquier grado que fuese; y que yo
lo hacía responsable del batallón y de la guarnición.
“La carta se le escribió y se le mandó poner un
sobre para el Dr. Torres que debía mandarla a Popayán
a fin de que no vieran en Pasto de que iba de Riobamba
sino de Quito, donde yo no estaba; y por consecuencia
infiriesen que no era mía y que no la abrieran. Firmé la
carta sin leerla, como LO HAGO muy frecuentemente
cuando estoy de prisa; y sucede también que tengo que
enmendarlas cuando las leo; porque Martel se olvida de
las palabras y pone las que se le ocurren.
“Aquí tiene usted la historia de la carta; y yo no
tengo más culpa que haber querido precaver un
daño horrible en Pasto, pues como me iba para Piura
SOSPECHABA ALGUNA insurrección en aquel lugar luego
que yo estuviera lejos, y es preciso convenir que este
temor era justo.

276
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Ahora dígame U. pidiendo yo el batallón que


necesitá­bamos con urgencia ¿Qué sospecha pudiera yo
tener de los jefes de Popayán, que pudiera evitar Jiménez
viniéndose con su cuerpo? Yo podía decir que temía
por López o Sarria o cualquiera otro. Mas la verdad es
que no temía sino de Pasto. Si yo sospechara de U. ¿no
me ha pedido U. la Presidencia del Consejo de Guerra?
¿lo tendría yo a U. ahí, con tropas, que he mandado
reemplazar cuando las he pedido? ¿cuántas órdenes y
contraórdenes no he dado sobre el CALLAO? ¿No sé yo
que U. quiere irse a Bogotá por la inocente causa de su
pasión? ¿No era público que Jiménez no sabía leer? ¿NO
LE HUBIERA MANDADO UN RECADO MAS BIEN? Pues
esto, y mucho más, prueba lo cierto.
“Diré a usted con franqueza que no solo uno sino
muchos me han hablado desde Bogotá sobre U. y que
nunca he creído nada, nada. Si lo hubiera creído mi
conducta hubiera sido otra. Cuando lo han acusado a U.
más, he hecho de U. mayores confianzas; y cuando U.
debiera agradecerme esta verdadera magnanimidad, se
atreve U. a creer que esa miserable carta la he escrito con
referencia a U. Mucho hemos debido haber cambiado,
U. o yo, para que tales sospechas hayan entrado en
nuestros corazones. Yo he sido confiado siempre, y U.
siempre leal; por lo mismo no cabe semejante flaqueza
de nuestra parte.
“Digo a Ud. que aun viendo mi letra no ha debido
usted creer semejante carta, así como yo no he creído
a las personas que me han dicho haberle visto y oído a
U. mismo, y entienda U. que estos individuos no lo han
DEJADO DE SER CREIDOS por mí, sino en esta ocasión.
“Repito que no he visto la carta, y que Martel SE HA
SORPRENDIDO AL OIR las palabras que U. cita, diciendo
que no se acuerda haberlas escrito. Por lo mismo yo
deseara que usted me mandase la carta, o una copia de
ella, como lo tuviera por conveniente.

277
Armando Barona Mesa

“En fin las cosas han llegado a tal ESTADO que ya U.


ha dado asenso a una sospecha tan injuriosa, y lo que
es más, tan cruel, pues matar a los Jefes por simples
sospechas, es el colmo de la abominación. Por mi parte
protesto a U. que no he variado de opinión por la que
hace a su noble carácter y lealtad; y que sea lo que
fuere de los sentimientos que en U. queden, no creo
que nunca dejaré de amarle, como lo he hecho hasta
ahora con la más pura sinceridad. TENDRE sinembargo
el DOLOR de haber cometido una imprudencia que me
ha hecho aparecer con un aspecto odioso a los ojos de
un General que estimo por sus servicios y su amistad. Mi
culpa, no obstante, ha sido la de haber querido evitar un
mal que en las circunstancias pasadas hubiera arruinado
la República, pues con los peruanos por delante y una
nueva traición de Pasto habría sido infalible NUESTRA
destrucción. Sepa U. querido General que hace mucho
tiempo que estoy resuelto a dejar el mando de la nación,
y cada nueva INCOMODIDAD DE ESTAS ME CONFIRMA
EN MI ANTIGUO PARTIDO. U. es joven, y por lo mismo
puede servir bien a su país, y ojalá que sea U. más feliz
en él que lo que yo he sido.
“Mientras tanto, reciba usted los sentimientos de mi
perfecta estimación: Bolívar”.

Claro que el Libertador con el incidente de la carta a Jiménez


quedó, al igual que Córdova, transtornado. Sin duda que esta
última engorrosa misiva a Córdova le había costado un esfuerzo
y una gran mortificación, como lo anota en la misma. Y entonces
escribe simultáneamente al general Rafael Urdaneta la otra carta
de la que acabamos de hacer mención y en la que dice mucho,
mucho, sobre la verdadera situación ya, casi definida, con el
general Córdova. Veamos:

“Guayaquil, agosto 3 de 1829.- Al Excelentísimo


señor General Rafael Urdaneta. Mi querido General:
Acabo de recibir un billete de usted diciendo que no hay
novedad por allá, de lo que me alegro mucho.

278
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Remito a usted una carta para el General Córdova,


a fin de que usted la lea y se imponga de su contenido,
que por cierto es uno de los sucesos más desagradables
que puedan darse, como usted verá. Usted sabe muy
bien lo que yo he pensado siempre de Córdova: usted
sabe que en medio de tántos chismes y enredos contra él
yo me mantuve siempre firme en su favor, y después de
mi noble comportamiento resulta que Córdova cree que
yo lo he mandado matar. Nunca lo he pensado contra
Santander ni contra otros monstruos, he iba hacerlo
contra un hombre benemérito y del que nunca he tenido
que quejarme de la menor falta.
“Esto me tiene muy desagradado; y tanto más, que
trata uno con personas que no son capaces de conocerlo
por más pruebas que uno dé de su carácter.
“Cuando yo lo nombro Ministro -se refiere al nombra­
miento de ministro de Marina- sale con sus locuras y con
unas cartas que el diablo que se las entienda; la que me
escribe a mí no me parece tan desordenada como la que
hace a Espinar. Parece que está desesperado, según el
estilo que tiene; habla de llantos y de lágrimas, y esto
me llena de mayor pena, pues que prueba la sencillez
de su carácter, aunque arrebatado e injusto conmigo.
Su sospecha es tan ofensiva que no la puedo tolerar,
sin tener yo otra culpa que querer salvar al país de la
anarquía y de mayores ruinas, como era muy prudente
preverlas cuando me iba para Piura con pocas fuerzas y
a tentar una aventura.
“Yo confieso que he cometido una falta no habiéndole
escrito a él lo que le decía a Jiménez pero como se decía
que estaba muy amigo de Obando, y él lo defendía con
mucho calor, no me pareció bien hacerle esta advertencia.
Esto es lo cierto y lo único que hay; todo lo demás es
injusto, y la sospecha abominable, a lo menos yo no
puedo aun convencerme de que la carta diga alguna
cosa que pueda ser injuriosa a Córdova, y por lo mismo
quisiera ver lo cierto.

279
Armando Barona Mesa

“Si usted lo viere en condiciones de convencerse,


entréguele mi carta, si no, no, porque de otro modo me
sería muy desagradable que se la dieran, pues es ya
demasiado verse úno calumniado de una vil sospecha
y tener que satisfacer a quien nos ofende con ella.
Arregle usted este negocio como tenga por conveniente,
persuadiéndose de que si usted lo convence de su
injusticia, quedaré muy satisfecho. Si usted quiere
decirle la verdad pura y limpia, hágalo usted, pues éste
es el mejor medio de persuadir”.

Lo dicho en este mensaje reviste todos los aspectos de


una gran sinceridad. Es humano, simple y persuasivo. Allí se
siente la presencia de un Bolívar preocupado por el amigo en
quien advierte síntomas de locura, aunque reconoce el error
de no haberle participado el movimiento del analfabeta coronel
Jiménez, y aduce como razón, que se decía que Córdova era
muy amigo de Obando, a quien Bolívar siempre miró con recelo
y desconfianza. Tenía el Libertador, era evidente, temor de una
revolución contra él y un nuevo atentado. Y por supuesto, su
orgullo siempre se encuentra levantado. Humano por cierto.
Florencio Jiménez, de quien Bolívar dice que era un
analfabeto, fue un aguerrido militar uruguayo que tomó parte
en muchas acciones y en quien Bolívar tenía confianza. Y fue
además, bajo las órdenes de Urdaneta, un elemento adiestrado
para darle muerte en Antioquia a Córdova.
Pero la carta de Bolívar no la recibió Córdova. Urdaneta
no juzgó, de acuerdo con las instrucciones que le dio aquel, ni
conveniente ni necesario el envío de la misma, que solamente
incorporamos para poder apreciar lo que pasaba por la mente del
Libertador en aquellos momentos tormentosos. Así se deduce de
un apunte de Urdaneta que recoge Botero Saldarriaga250:

“En efecto, en postdata de carta del General Urdaneta


para Bolívar, de fecha 29 de septiembre de 1829, dice:
“Adición – Por fortuna no había mandado la carta de usted

250
Autor, obra citada.

280
Córdova gloria y asesinato del héroe

para Córdova”. Ese por fortuna de Urdaneta, le corrige


los sentimientos humanitarios y nobles, la admiración y
respeto que tan profundamente inspiran ambos héroes,
Bolívar y Córdova, con un desgraciadamente la carta no
llegó a manos de la víctima del Santuario!
“Confirma indudablemente esta correspondencia
la aseveración que hace el biógrafo y pariente de
Córdova, Federico Jaramillo Córdoba, que la orden
recibida por el Coronel Jiménez fue decisiva para que
Córdova abandonara a Popayán, después de renunciar
irrevocablemente su comando en aquel departamento.
Además, otras tentativas de asesinato arrostró allí el
General Córdova, según sus correspondencia de familia”.

Se diría que hasta allí, Córdova no había pensado en levantar


una revolución. O quizás sí, pero lo disimula. Eran tiempos de
decir todo lo contrario de lo que se iba a hacer. Pero el hecho
de que anuncie en el permiso de un mes que se ha tomado el
viaje a Rionegro solo para visitar la familia, indica que de todos
modos el destino final era Bogotá, a donde envía su equipaje
desde Cartago en medio de la confusión reinante. Es posible
que su deseo fuera el de ver a su novia, quizás casarse con ella;
o que su destino final era aceptar ese ministerio para el que
estaba nombrado, tal como lo dice en su carta de agosto 5 que
acabamos de ver: “Como la marina tiene en nuestro gobierno
muy poco qué hacer, creo que no es muy urgente mi propia
llegada y que es indispensable este permiso que me tomo…”
Hay que agregar que en los días de Popayán se desataron
peligrosas incursiones de los enemigos, instigados por Mosquera
y con la presencia de Jiménez, con la orden de darle muerte
a Córdova. Era en esos momentos un hombre con las horas
contadas y al final debió de turnar sus domicilios en casa de
distintos amigos para escapar a los asesinos que lo seguían
como una sombra.
La Academia de Historia de Colombia publicó con el título
de “Córdova una biografía”251, en la cual se puede mirar una

251
Academia Colombiana de Historia, “Córdova”, biografías del siglo XIX, 1980,
Editorial Kelly, Bogotá.

281
Armando Barona Mesa

narración desde la casa-museo del héroe teniendo al frente


muchos documentos. Ahora, para saber lo que estaba pasando
en Popayán, transcribirmos:

“La cabeza de Córdova estaba, cabe decirse, puesta a


precio, y el puñal mercenario lo aguardaba en la sombra.
Urdaneta y el Consejo de Ministros deseaban salir de él,
a todo trance, como el primer obstáculo para sus planes.
“Bolívar no era ya su amigo, y recomendaba que se
le matase, llegado el caso. Y como ese caso lo podían
y querían hacer llegar sus inmediatos enemigos de
Popayán, Mosquera, Jiménez, España, Espinar, etc.,
etc.; claro está que los medios debían ponerse por obra,
y se pusieron. Razones de Estado no faltan.
“Escribimos en la casa del mártir y tenemos ahora
a la vista los documentos y dolorosos autógrafos de su
vida, que puede ver el público.
“Se estableció contra él un siniestro sistema
de espionaje, y todas sus palabras, sus visitas, sus
relaciones eran comentadas y adulteradas en el cuartel,
por Mosquera y Jiménez, etc., y luego dirigidas al general
Bolívar y al Consejo de Ministros.
“Al amanecer del 3 de julio encontró, bajo la puerta,
dos anónimos en caracteres diferentes, en que se le
prevenía: “Mi querido General, un antiguo compañero
de armas que admira su gloria le advierte que su vida
está en peligro, y que use de precauciones. C.”
“Otro le decía: “Se que hay órdenes secretas de
asesinarlo; salga usted armado de noche.”
“Varias noches tocaron y llamaron a su puerta voces
supuestas y desconocidas.
“Invitado un día a una comitiva en la posesión de
un señor Caldas, por sus amigos, terminada la comida,
lo llamó con disimulo un hombre de formas atléticas,
de mirada hosca, de fuerzas hercúleas, “el azote de las
comarcas de Timbío y Paispamba, antiguo guerrillero
realista”, y el mismo que pocos meses más tarde en
la mañana del 4 de junio de 1830 se vio con el Gran
Mariscal, por última vez.

282
Córdova gloria y asesinato del héroe

“”Mi general, le dijo, a mí me gustan los valientes,


y aunque usted nos derrotó a Obando y a mí, no lo
odio a usted: pero guárdese, porque he empeñado mi
palabra de matarlo si sale usted de noche o lo veo sin
testigos. Le advierto que tiene usted muchos espías y
enemigos. Adios.” Una linda señorita, de alta prosapia,
que creemos vive todavía, y que lo amaba tiernamente le
dijo llorosa: “”Se que Tomás Mosquera y Jiménez están
comprometidos a que usted no salga vivo de Popayán;
pero como son tan cobardes, aguardan la ocasión de
asesinar al Héroe de Ayacucho.”

Desde luego que el hombrón que le dijo que él había


empeñado su palabra para matarlo era Juan Gregorio Sarria,
gran amigo de Obando y comprometido unos meses después
en el magnicidio de Sucre. Esa pues era la situación que estaba
viviendo Córdova en aquel Popayán de entonces, epicentro de
intrigas y crímenes.
Claro está que Córdova, que no era un sujeto pasivo, sí
ensayó levantar la revolución desde esta ciudad, como puede
deducirse del comentario narrativo muy diciente que hace el
general José Hilario López252:

“Su primer cuidado (refiriéndose a Córdoba) fue


saber qué pensaba yo respecto de las cosas políticas,
e infundirme una gran desconfianza relativamente al
general Bolívar, persuadiéndome que éste persistía en
su antiguo proyecto de dominar sin rienda alguna; y que
mientras él (Bolívar) existiera en Colombia no había que
contar con libertad; que para conquistar ésta era preciso
una nueva revolución, para la cual contaba con muchas
provincias, principalmente con la de Antioquia; pero
que era preciso principiar el movimiento en Popayán, y
extenderlo en todo el Cauca; que él se hallaba resuelto
a ponerse a la cabeza de la revolución, y que yo sería su

252
“Memorias”, José Hilario López, Bolsilibros de Bedout 47. Medellín.

283
Armando Barona Mesa

segundo. Mi repuesta fue la siguiente: “General, lástima


es que usted no hubiera pensado esto mismo a fines del
año pasado, pues todo se habría entonces conseguido
a medida de sus deseos. Usted era el único general,
y su hermano Salvador el único jefe en toda Colombia
que hubiera impuesto respeto en el Departamento del
Cauca después del triunfo de la Ladera, porque a sus
cualidades militares reunían las de conocer el país y sus
habitantes. Yo provoqué a usted muchas veces para que
se entendiese conmigo y aun le aseguré que el general
Obando y yo nos pondríamos a sus órdenes; pero usted
no quiso oírme, y nos hostilizó hasta el extremo de
haberme obligado de retirarme a Pasto y hecho frustrar
todos nuestros proyectos. ¿Qué hubieran podido contra
nosotros todos los otros generales de Colombia, una
vez penetrados en el territorio de Patía, acosados por
nuestras guerrillas, por el clima y por la falta de toda
clase de recursos? Habrían tenido que sucumbir, y sus
soldados habrían engrosado nuestras filas y contribuído
a llevar el pabellón de la libertad a todos los ángulos de la
República en donde él no tremolase entonces. ¡Cuántos
males se hubiera evitado, cuántos bienes se hubieran
producido y cuánta gloria habríamos reportado!
“Sin embargo, yo aplaudo los sentimientos que
usted abriga, y su resolución de combatir la dictadura
hasta el restablecimiento de la libertad; pero en cuanto
al fondo del proyecto, permítame usted que le de mi
opinión con toda franqueza, pues no estoy enteramente
de acuerdo con él.
“Usted sabe que a principios del año entrante debe
reunirse en Bogotá un Congreso constituyente que
ha sido convocado por el general Bolívar para hacer
una constitución, basada sobre los mismos principios
republicanos que la de Cúcuta, y que en virtud de
esta promesa, tantas veces repetida por Bolívar, es
que nosotros consentimos en el tratado de la Cañada.
Usted sabe que los pueblos de Pasto, Patía, Popayán y

284
Córdova gloria y asesinato del héroe

Caloto, que nos han seguido en el movimiento contra la


dictadura, están persuadidos de esa circunstancia, y que
nuestros soldados han ofrecido solemnemente respetar
el tratado, mientras él lo sea por parte de las autoridades
dictatoriales. Usted sabe que hasta hoy esas autoridades
lo han respetado con religiosidad y no nos han dado
motivos para hacer la más ligera reclamación. Usted
sabe que siendo condicional nuestra pasiva sumisión, a
esas autoridades o por mejor decir, estando convenidos
en guardar una especie de neutralidad hasta que se nos
dé la nueva Constitución, en el concepto de que no se
nos ha de faltar a ninguna de las cláusulas del tratado,
nosotros no debemos entre tanto obrar contra el actual
orden de cosas. Yo he dado mi palabra de ser consecuente
a los compromisos que se contrajeron en Juanambú
con el Dictador, y nunca me será lícito perjurarme. Si
el Congreso constituyente no nos diese la constitución
liberal que reclama la opinión; si el Dictador se opusiese a
la reunión del Congreso que él mismo ha convocado; o si
de cualquier manera se nos faltase a las seguridades que
se nos han dado a todos los comprometidos en la pasada
revolución, usted puede contar con mi cooperación para
combatir la tiranía hasta el restablecimiento de la libertad,
y puede contar igualmente con que estos pueblos oirán
mi voz, y se levantarán en masa para reconquistar sus
derechos, puesto que por el mismo hecho quedarían
disueltos los lazos que hoy nos ligan hasta cierto punto a
la autoridad de Bolívar.
“El general Córdoba, que me había oído atentamente,
me replicó de esta manera: “Usted tiene razón en
cuanto a no querer faltar a su palabra; pero este exceso
de delicadeza no me parece muy patriótico, porque se
pierde la mejor ocasión de destruir la dictadura.

Palabras sabias las de este hombre que unos años después


fue el autor de la ley que eliminó para siempre la esclavitud y fue
un gran presidente de la República.

285
Armando Barona Mesa

Entonces, ya decidido el perfil de las cosas, en una Popayán


plagada de peligro para él, toma camino Córdova en medio de
su incertidumbre pensando en ir a Bogotá, pero sobre la marcha
y ya en Rionegro, cambia de opinión.
Es muy posible que en esos momentos de soledad y angustia
haya decidido levantarse en armas en su tierra como lo había
pensado antes -era por cierto un hombre de armas tomar- y
romper los afectos que durante catorce años, como bien lo
recuerda él, lo unieron al destino del Libertador y a la causa de
la Independencia.
Es claro, como ya lo analizamos, que la pérdida total del
afecto entre los dos grandes héroes se produjo con la carta de
Bolívar al coronel Florencio Jiménez. Pero en todo ese enredo
hay un punto que, por más que se explique por Bolívar en la
carta que no recibió Córdova, deja el sinsabor de no convencer.
Es forzado. Bolívar dice que muchas veces firmaba sin leer lo que
le escribían sus secretarios. Pero Córdova lo conocía demasiado
para aceptar esa excusa. El convencimiento por parte del héroe
antioqueño sobre los graves agravios de Bolívar fue total; y su
ofensa, por más que hubiere intentado no sentirla, cada vez le
llegaba más profundo.
Y así aprendió a aparentar en sus cartas lo que no era y a
decir como si fuera su pensamiento, lo que estaba muy lejos de
él. Fue de este modo como se dieron en sus inicios las cosas,
como una gran comedia de equivocaciones.
Se advierte hoy que los sucesos llegaban con un toque de
tragedia griega. Lo que no se quería, era aquello por lo que más
presionaba el destino.

286
Córdova gloria y asesinato del héroe

42
EL VIAJE SIN REGRESO

Efectivamente, como lo había anunciado Córdova en el último


mensaje al Libertador que vimos líneas atrás, unos días después
llegó el coronel José Escolástico Andrade a Popayán y el héroe
de Ayacucho lo encargó de la comandancia del departamento del
Cauca. Quedó libre de la atadura y vale la pena resaltar que no
se había propiciado de modo real, como lo dijeron sus enemigos
tantas veces, ningún levantamiento de las tropas que tenía bajo
su comando.
El 21 de agosto de ese 1829 salió de Popayán, siguiendo
por el camino tradicional hacia el Valle del Cauca. Seguramente
iba montado en el caballo que Bolívar, como antes vimos, le
había regalado. Le acompañaba su edecán, capitán Francisco
Giraldo. Es un camino inicial de montañas suaves bordeado de
ríos de lento y profundo cauce. Después de un largo trecho se
encuentra con el río Palo, a cuyas orillas había tenido lugar su
primera batalla triunfante -todas sus batallas lo fueron, menos
la del Santuario-, siendo un adolescente de quince años y había
sido ascendido a teniente.
Córdova llega finalmente al valle del río Cauca -no había
departamento pues todo el vasto territorio pertenecía a la
provincia del Cauca grande- donde ya había estado tantas
veces- y, sin darse prisa, va encontrando a Cali, a Palmira que
entonces todavía se llamaba Llano Grande, a Buga y a Cartago.

287
Armando Barona Mesa

Desde esta última ciudad le dirige una carta a su suegro, el


cónsul Henderson el 1º de septiembre en la que le dice “… qué
hermoso es el valle que he andado. Es lo más bello que conozco
de América…”
Para esos momentos en el país se había intensificado la
campaña del gobierno en favor de la monarquía; y aunque
Bolívar estaba ausente, de todas maneras se sabía que él era
el gran promotor de ese proyecto. Así, pues, cuando el Consejo
de Gobierno agilizaba la campaña, Córdova y los demócratas
pensaban en que había que tomar medidas fuertes. Es más, el
ministro plenipotenciario de los Estados Unidos, señor Harrison,
algunas de cuyas notas a su gobierno hemos visto, se había
convertido en un elemento más de la inconformidad y, se diría,
de la necesidad de adoptar tales medidas. Veamos de nuevo
lo que escribe el historiador Botero Saldarriaga253 sobre ese
momento en que Córdova se hallaba en Cartago:

“Al llegar a Cartago -Córdova- tenía resuelto


no emprender nada activo antes de esperar nuevas
instrucciones de Bogotá -de los demócratas-. Así
lo comunicó a sus copartidarios de aquella ciudad:
“”Dentro de quince o veinte días tendrás la Provincia en
armas, desconocida la dictadura del General Bolívar y
restablecido el imperio de la constitución. Sin embargo
no me moveré hasta recibir tus últimas comunicaciones.
“Harrison, bien informado por los políticos bogotanos,
en nota al Secretario Van Buren de 7 de septiembre de
1829, dice:
““Córdova obrará con prudencia. Se espera que en
octubre o principios de noviembre él principiará a obrar
con la publicación de una proclama dirigida al pueblo””.
“El diplomático americano, convencido hasta la
evidencia de que el espíritu público era adverso decidida­
mente a la aventura de la monarquía, confiaba en una
reacción inmediata y favorable a la república. Pero el
Consejo de ministros, bajo la férula de Urdaneta, resolvió

253
Autor, ob. cit.

288
Córdova gloria y asesinato del héroe

cancelar sus credenciales al señor Harrison, y el 26 de


septiembre se anticipó éste a despedirse del Gobierno. Al
día siguiente escribió una larga carta al Libertador de la
cual tomamos este párrafo: ““Estad seguro, señor, que el
momento que anuncie la continuación del poder arbitrario
en vuestras manos, será el principio de las turbulencias
que requerirán todos vuestros talentos y energía para
sofocarlos. Vos podéis lograrlo. El ejército disciplinado
que tenéis a vuestra disposición puede ser demasiado
poderoso contra una población inerme, indisciplinada y
esparcida; pero un esfuerzo malogrado no la contendrá y
vuestros sentimientos serán continuamente atormentados,
estando obligado a hacer la guerra a aquellos que estaban
acostumbrados a llamaros su padre y a invocar las
bendiciones del cielo sobre vos, y no por otra causa que
por su adhesión a los principios que vos mismo le
enseñasteis a respetar más que sus vidas”.

Es esta, ciertamente, una carta atrevida de un diplomático.


En realidad, como se lee en la cita, le costó el puesto. Ah, pero
cuánta sabiduría encierra y cuánta verdad. Es un mensaje no
de enemigo, sino de amigo haciendo ver al Libertador lo que
en esos momentos no veía y solo pudo apreciar con dolor unos
meses después.
Como dato importante ese diplomático, cuyo nombre
completo era William Henry Harrison, era un hombre de vastos
conocimientos y talento y al regresar en 1829 a su país, se
incorporó a la política y un corto tiempo después, se convirtió en
el noveno presidente de los Estados Unidos de América.
Córdova, como se aprecia, debía iniciar su campaña con una
proclama, que la hizo y luego veremos. Tal era lo convenido como
se ha visto. Y ha estado conversando, con su alta autoridad
moral, en estas ciudades vallecaucanas, sin dejar una huella
palpable. Reuniones de amigos una tras otra y la voz sonora
y timbrada del Héroe exponiendo los últimos acontecimientos
en la capital, de los cuales está ampliamente informado por la
intensa correspondencia que va y viene, no obstante las largas
distancias y los esfuerzos de los enemigos para interferirlas.

289
Armando Barona Mesa

Claro que se creía que Córdova no deja huellas, pero de


las gentes que lo escuchan van saliendo diarios mensajes al
gobierno, especialmente al más recalcitrante de los ministros,
el más duro y cruel, general Rafael Urdaneta. Anónimos por
supuesto. Veamos uno de estos:

“Primer anónimo dirigido al General Pedro Alcántara


Herrán, prefecto de Cundinamarca:
“Señor prefecto: Septiembre 3 de 1829. Actual se
está haciendo la revolución más espantosa y revienta
en octubre o noviembre sin falta. El general Córdova y
sus edecanes han bajado seduciendo, declarando contra
Bolívar, tirano, asesino que se quiere coronar; ha dicho
que vuestra señoría está por la revolución y mil hombres
conque cuenta en Popayán. Estos señores le han
respuesto que espere a que se dicte la ley que en vista de
ello determinarán. El ha seguido por la Posta a tomar los
3000 fusiles que hay en Antioquia, y con la gente que está
reclutando el otro loco del hermano Salvador para tenerle,
venir sobre está provincia, arruinarla o comprometerla.
Juan José Rovira, desterrado de Bogotá al Chocó, aquí
se ha quedado y es su satélite seductor. Active vuestra
señoría la defensa de la provincia, dé sus órdenes al
Chocó, a donde han ido emisarios. López y Sarria son
de su partido para levantar el grito a un tiempo, así lo
ha dicho, y que cuenta con mil hombres; aquí no sacó
partido, ni en Tulúa, pero si con el jefe político de Buga
y en Anserma. Este loco intrigó con el jefe de Palmira,
que no mandase los fusiles que allí había, fingiendo
que no hay mulas. Esto es hecho y muestra ruina sin
duda. Si vuestra señoría no manda inmediatamente 600
hombres repartidos en Bufú, Velásquez y Caramanta,
a cortar los tres pasos del Cauca, inter se entretiene
da tiempo a reforzar la provincia, y de no, corre mucha
sangre. Vuestra señoría no desprecie este aviso, pida
informes a los jefes políticos con indagaciones y verá
si digo verdad. No me suscribo porque mi vida no está

290
Córdova gloria y asesinato del héroe

segura si se descubre. En Pasto hay que poner hombres


de mucha confianza porque cuenta con ellos también. A
los anónimos se les da crédito, pero no a los que avisan
de conspiraciones o rebeliones peligrosas. Vuestra
señoría guarde este aviso que mi signo es este :::)
(Tenga vuestra señoría por cierto que todo el Valle es
constitucional pero consecuente. Bolívar ha invitado la
nación para Congreso y que elija sistema de gobierno.
El 2 de enero no ha llegado ni pasado para acusarlo;
por el contrario, toda rebelión impide la reunión y no es
culpable en este caso de que retarde el Congreso. A Cali
también pasó Córdova, la cosa es hecha y tan pública,
que con solo su mandar a hacer investigaciones, está
descubierta. Al consejo doy aviso, indicándole haber
dado aviso a vuestra señoría como más inmediato para
el pronto remedio.”

No puede caber duda acerca de que quien esto escribe está


diciendo la verdad y además es persona bien informada. Son
hechos concatenados a lo que ya sabemos que era el pensamiento
de Córdova en esos momentos. Y hay un segundo anónimo
-seguramente habrá muchos más- dirigido al señor Secretario o
Ministro de Guerra, que es, como se sabe, Urdaneta, quien está
dotado por el Libertador de las más amplias facultades para usar
la fuerza, prevenir revoluciones o asonadas, en fin para reprimir
cualquier manifestación de querer el retorno a la Constitución
del 21, fusilando si fuere necesario. Veamos qué dice un segundo
anónimo254:

“Cartago, septiembre 17. Señor secretario: Avise


usted al Libertador que el general Córdova ha pasado
para Antioquia declamando él y sus edecanes contra él
públicamente, que es un tirano asesino que se quiere
coronar y que de espinas se la ha de poner; públicamente

254
Estos dos anónimos los hemos tomado de la obra citada tantas veces de
Pilar Moreno.

291
Armando Barona Mesa

ha convocado a los jefes políticos y sujetos distinguidos


a que se preparen algunos chisperos que tiene de su
parte como son don francisco Escobar y J. J. Rovira,
miembros de la conspiración y no descubiertos.
“Córdova, para impulsar su proyecto nos ha dicho
que cuenta con López, Sarria, Gallardo, otros oficiales y
mil hombres en Popayán. Amenaza que el que no entra
con sus ideas sus bienes y personas lo pagan.
“Aquí nos ha declarado su plan y es: que 3.000 fusiles
que hay en Antioquia se los toma, porque su hermano
Salvador le tiene gente lista y el gobernador para volver
contra esta provincia apoyado de sus satélites Rovira,
Escobar, López, Sarria, Gallardo y otros , y a los que no
se comprometen quitarles la vida y bienes, revolverlo
todo para que no se reúna el Congreso, porque dice que
todos son partidarios de Bolívar, y lo colocan vitalicio,
y después emperador; que a Herrán ya le ha dado el
título de gentil-hombre. Escobar ha labrado un puñal
que parece pluma, para pasarle el corazón a Bolívar.
Los hombres honrados de esta provincia no se quieren
meter en nada, y si lo hacen será forzados. Ha dicho que
Bolívar no tiene gente, que todo pereció en el choque
de los peruanos, y de peste en Guayaquil. El trueno
revienta en noviembre precisamente, a no ser que se
le opongan los honrados de Antioquia como los de ésta.
“Esto es público en todas partes y probable en todos
los lugares, y si no se toman las providencias activas
todo se pierde; yo no tendría embarazo en suscribirme,
pero como en esta maldita época nadie tiene garantía en
su vida, ni bienes, no lo hago pero tenga usted presente
que mi signo es este ::: ).
“Al prefecto le he dado aviso y he escrito muchas
cartas sobre que aborte el plan.
“Esta carta va fingida para que piensen que es
alguna licencia que pide el Capitán Espinosa, y no la
intercepten; no es Espinosa, es otro.”

292
Córdova gloria y asesinato del héroe

Como se ve en estos escritos anónimos, bien informados


y claros, Córdova con cierta ingenuidad, creyó que podía sacar
mil hombres de Popayán con sus armas y avituallamientos. Y de
igual modo pensó que, como había hecho nombrar gobernador
de Antioquia a su cuñado, don Manuel Antonio Jaramillo, que
nombró Bolívar a instancias de Córdova -como también se vio
atrás-, y su hermano querido Salvador estaba al mando de
tropas en aquella provincia, podía levantar un ejército con su
sola presencia y su palabra.
En realidad no estaba ocurriendo esto, pues como lo dice
el último anónimo, para los demócratas o liberales, lo prudente
era esperar la reunión del congreso para ver en concreto éste
qué decidía sobre el nuevo gobierno. Claro que, conforme se
anota en uno de los anónimos transcritos, el héroe antioqueño
entendía que el congreso próximo tenía ya una mayoría a favor
del Libertador para aprobarle todo, preparada por la intensa
campaña que con instrucciones del propio Bolívar, había montado
su Consejo de Gobierno.
La vida, en su mayor parte, es un espejismo. Es claro además
que el malestar y repudio a la monarquía era casi general, pero
la gente lo que no quería era que se precipitara una acción
sangrienta o guerra civil, no obstante repudiar una dictadura
vitalicia y después una monarquía.
Córdova, con sus jugadas calculadas aunque no definiti­
vamente comprometido con ellas, emprende desde Cartago la
ruta hacia Anserma, Marmato y Riosucio. Y así, cabalgando con
intensidad, llega emocionado a Rionegro el 8 de septiembre.255
Mas nadie podría calcular que sobre ese hombre casi solitario
estaba recayendo un plan siniestro para eliminarlo por parte del
venezolano Rafael Urdaneta y el beneplácito de los validos del
régimen, entre ellos Mosquera.
El autor José María Arango C., vecino de Rionegro y gran
amigo de Córdova, en publicación hecha por sus descendientes
y bajo la autoridad de la Academia Colombiana de Historia256

255
Pilar Moreno sostiene que fue el 8 de septiembre cuando Córdova llegó a
Rionegro. Botero Saldarriaga al igual que José María Arango sostienen que fue el 7.
256
José María Arango, “El Santuario”, Editorial Kelly, Medellín

293
Armando Barona Mesa

describe detalladamente en su obra “El Santuario” la llegada de


Córdova a Rionegro así:

“El 7 de septiembre de 1829 se encontraba de


gala la espartana y monumental ciudad de Rionegro.
A la vez que empezaba en su víspera a conmemorar
su importante anual festividad, la Natividad de Nuestra
Señora, preparaba con exquisita bizarría selectas diver­
siones a que con notable avidez concurrían los moradores
de las vecinas poblaciones.
“Desde el principio de aquella noche se vio el
templo iluminado con profusión y repleto de almas. Las
sonoras voces del órgano complemento de la dulzura
y suavidad del canto, avisaban la celebración de los
oficios preparatorios para la fiesta de la patrona, que
debía tener lugar el día siguiente.
“Abundante muchedumbre se apiñaba en las aceras
y plaza de la ciudad. El adorno de iluminación y su
conveniente disposición, daban a todo aquel conjunto
el aspecto de un brillante sol en pleno día. Todo aquel
confuso montón aguardaba con ansia uno de esos
espectáculos de gran regocijo para nuestras gentes: era
el de los juegos pirotécnicos artificiales que pronto debía
producir la fruición esperada. En uno y otro costado
de la plaza, desde el uno hasta el otro extremo se
habían extendido cuerdas, destinadas a cierta evolución
del fuego, llamadas idas y venidas en aquella época,
imitaciones artilleras hoy. La hora se acercaba y el
pueblo estaba ansioso. Un incidente vino a suspender,
casi en lo general, aquella gran colmena de humanas
abejas, que, a manera de enjambre, se movía de uno a
otro punto.
“En uno de los ángulos de la plaza, donde se
encuentra la casa municipal (de ayuntamiento en
aquella época) se presentaron dos personajes, quienes
llamaron la atención del concurso, uno de estos, bien
cabalgado, se distinguía por su chaqueta de finísimo

294
Córdova gloria y asesinato del héroe

paño azul guarnecida de relucientes y anchos galones


de plata, sus lustrosas botas de caballería que cubrían
sus piernas, y su finísimo y ancho sombrero de paja;
y, más que todo, por su bien erguida cabeza y sus ojos
cuyas miradas causaban sorpresa. De su ancho cinto
encarnado pendía una lujosísima espada, la misma que
pocos días antes había desnudado con honra sin igual
en Ayacucho.
“El otro era un joven de muy hermosa presencia,
pero que revelaba estar cruzado entre la raza india y
la noble. Su vestido era simplemente el de un soldado
raso. (Téngase presente que el vestido militar por sí sólo
infundía miedo y respeto en aquel tiempo, y era parte
para que las gentes se retirasen a prudente distancia).
“Se comprenderá, pues, que se habla del famoso
guerrero, general José María Córdova, y de su ordenanza
Juan José Niño, único compañero en aquella noche y
muy querido de su jefe por su bien acreditada fidelidad.
“También lo había acompañado hasta el tránsito de
la Ceja a Rionegro, su edecán el comandante D. Francisco
Giraldo, reliquia sagrada de nuestra independencia,
quien en el día de aquella última jornada se separó de él
para unirse a su familia en aquella misma noche.
“Frente a la casa de Ayuntamiento tropezó el general
con dos de las dichas cuerdas que, como se ha dicho,
estaban tendidas, y como por lo bajas pusieron alguna
dificultad a su entrada, desenvainó su espada, las cortó
y se abrió paso, dirigiéndose a la casa de su madre,
situada en la acera norte de la plaza. A seis pasos de
la puerta de su casa fue detenido nuevamente por las
cuerdas, por lo que allí mismo desmontó y entró a su
conocido y antiguo hogar.
“No teniéndose noticia de aquel viajero pudiese
estar siquiera en camino, júzguese cuál sería la sorpresa
de la familia cuando se oyó una voz que dijo: “¿Dónde
está mi madre?”

295
Armando Barona Mesa

“La anciana doña Pascuala Muñoz, tantas veces


probada por el cielo, con el doloroso sacrificio de tres de
sus hijos, purificada así en el crisol divino, se presentó y
dijo: “¿Quién es?”. Es su hijo José María que viene a su
lado, quizá por la última vez!”.

Es preciso señalar que este autor dice que el general habló


bajo el efecto de la emoción con su madre esa noche. Pero es
la verdad que ni doña Pascuala, ni nadie, lo esperaban ese día
en casa no obstante que el general, que había nacido el 8 de
septiembre de 1799, ese día cumplía la edad de treinta años,
es decir, todavía le alumbraba el sol de una juventud que en
realidad nunca había tenido.
Esa la razón para que Córdova le enviara a doña Pascuala,
su madre, una nota que dice:

“Rionegro, septiembre 8 de 1829.- Madre mía.


Esta noche a las siete llegué a esta ciudad, y ya he
bailado. He sentido mucho no haberla encontrado aquí
pero el viernes iré a las diez u once a almorzar con
Vuestra Merced. Manuel Antonio vendrá mañana y nos
volveremos juntos.
“Mil abrazos a Mercedes y a Marina. José María”.257

O sea que queda fuera de duda, primero, que el general


llegó el día 8 de septiembre a Rionegro, segundo, que su madre
no estaba en casa porque no lo esperaba ese día.
Eran, como se ha anotado, las siete de la noche y es fácil
imaginarse el alborozo que la presencia del general causó en ese
ambiente festivo de Rionegro, y en esa casa querida de todos los
habitantes. Rápidamente fueron a visitarlo y a saludarlo la gente
importante y no importante del pueblo.
Uno de sus mejores amigos, aun desde antes de la jefatura
civil y militar de Antioquia que desempeñó el general, era don
Pedro Sáenz, quien lo invitó a casa de don Sinforoso García,

257
Esta nota pertenece al archivo del coronel Salvador Córdova.

296
Córdova gloria y asesinato del héroe

también su amigo, a una cena con baile con la que se celebraba


el matrimonio de su hija Estanislao (sic) Sáenz Montoya y sobrina
política de Sinforoso. Fue una fiesta a toda gala a la que el general
asistió a las nueve de la noche. Bailó la contradanza y el sarao
con su bella sobrina María Antonia Carvajal Córdova, comió y
cuando llegó el momento de hacer el brindis, le dieron ese honor
al general Córdova. Éste brindó por la libertad y el regreso a la
constitución del 21 que Bolívar había eliminado el día en que con
el acta de una reunión de vecinos, asumió la dictadura plena y
total. En sus palabras con su sonora voz de militar, recordó cómo
se preparaba ahora la entronización de una monarquía, sistema
contra el que había luchado el pueblo desde 1810.
La gente, especialmente los jóvenes, lo oyeron con respeto
y algunos soltaron voces encrespadas contra el dictador.
Al otro día invitó a los más importantes personajes a una
reunión en su casa. Entre ellos se encontraban el capitán José
María Botero Villegas, Juan de Dios Aranzazu, futuro presidente
de la República, capitán José Ignacio Bernal, teniente Pio Quinto
Gómez, subteniente Andrés Alzate. La primera reunión había
sido social, esta ahora era de tinte exclusivamente político.
Veamos cómo narra esta reunión el médico Antonio Mendoza,
asistente a la misma y citado por Pilar Moreno de Ángel258:

“El médico bogotano Antonio Mendoza, quien ejercía


entonces su profesión en Rionegro, nos dejó el siguiente
relato:
“El día 9 el General convocó para una reunión en
su casa a los señores Juan de Dios Aranzazu, capitán
José María Botero Villegas, capitán José Ignacio Bernal,
teniente Pioquinto Gómez, subteniente Andrés Alzate y
al que esto escribe.
“Córdova, poniéndose en pie cuando todos
estuvimos presentes manifestó estas o semejantes
ideas: “Que todos los sacrificios hechos y toda la sangre
derramada para consolidar la república eran estériles,

258
“José María Córdova”, Pilar Moreno, citada tantas veces.

297
Armando Barona Mesa

puesto que ya se trataba de plantear la monarquía,


y que el general Bolívar había usurpado todos los
poderes públicos, declarándose dictador; que él había
regresado a su país natal decidido a poner término a
esos desmanes, y un dique al torrente devastador;
que para Antioquia estaba reservada la gloria de hacer
resistencia a tamañas iniquidades; y que él se pondría
al frente del pronunciamiento”. Concluyó excitándonos a
exponer nuestras ideas sobre el particular, con absoluta
franqueza. El que esto escribe tomó la palabra y dijo:
“que abundaba en los mismos sentimientos que había
expresado el general, y que si no teníamos rey con
corona, tendríamos un presidente con senado vitalicio;
que era preciso luchar y luchar sin tregua en favor de
la República”, pero agregué enseguida: “General, usted
goza de un prestigio grande, inmenso, en el ejército;
los enemigos le temen; por lo mismo, y en el acto en
que usted se pronuncie contra la dictadura, se lanzarán
tropas de Bogotá, las que existen en la costa y las que
se hallan en el sur; de suerte que usted, rodeado por
todas partes, no tendrá tiempo para organizar un solo
batallón. La lucha, pues, será funesta a los republicanos
y usted debelado, entregará esta provincia -donde el
nombre de Bolívar es querido y respetado- a los azares
de una guerra fratricida. Opino por que esperemos un
poco más, o mejor dicho, por que aguardemos qué
efecto produce en la nación el proyecto de dictadura;
entonces obraremos en connivencia con otras provincias
y con seguridades de mejor éxito.
“Tocó su turno al doctor Juan de Dios Aranzazu, quien
con el lenguaje poético y la fraseología armoniosa que
le eran peculiares, explanó mis argumentos dándoles
mayor realce y concluyó diciendo: “Pero general, usted
que está nombrado representante al Congreso, ¿Por
qué no va allá y en plena cámara pinta la situación
de la República, invoca sus grandes servicios a la
patria, muestra las heridas de la Nación, tan grandes

298
Córdova gloria y asesinato del héroe

y tan profundas a la vez, y hace presente a todos los


abismos a que vamos a precipitarnos? De esa manera
los verdes laureles de Ayacucho brillarán con el fulgor
de la más espléndida y majestuosa aureola. No vacile
usted, general: escuche nuestros consejos patrióticos y
desinteresados.
“Agradó a Córdova el discurso de Aranzazu y
dirigiéndose a los militares dijo: “Y ustedes caballeros,
¿Qué opinan?
“El capitán José Ignacio Bernal contestó: “Usted
sabe, general, el afecto que le profesamos y el caso
que hacemos a sus órdenes; pero el lenguaje de estos
señores es el de la verdad.
“El general Córdova, con semblante risueño,
exclamó: “Desisto, pues, por ahora, de la guerra; voy
a Santa Rosa, a Antioquia y a otros pueblos a sondear
la opinión y a conferenciar con las personas influyentes,
y a mi regreso tendremos otra reunión”. Disuelta la
asamblea, salió Córdova; afuera se encontró con su
ayudante el señor Giraldo, y le dijo: “Ya no hay nada.
Váyase usted a ver a su señora madre”.

Cuánta sensatez se encuentra en estas opiniones de amigos.


Lo lógico era que Córdova, designado diputado al congreso, como
lo anota el eminente doctor Aranzazu, expusiera en el recinto de
ese cuerpo soberano sus opiniones, como lo irían a hacer todos
los que pensaban como él, que no eran pocos. No obstante,
como lo acabamos de ver, Córdova creía que en ese congreso
iba a haber una mayoría bolivarense que todo lo impondría.
Y entonces, como aporte del destino -vaya una ironía-, es el
propio Libertador, como lo vimos antes, quien al instalar las
sesiones a comienzos del año 30, desistió de la odiosa iniciativa
de la monarquía y entregó el poder -para siempre- ante esa
asamblea soberana. Lo que quiere decir, sin lugar a dudas, que
el sacrificio al que por un ideal democrático se entregó el Héroe
de Ayacucho fue absolutamente innecesario.

299
Armando Barona Mesa

Córdova, ya se ha dicho, era terco, decisivo y definido. Ya


había tomado la decisión de encabezar la revolución, como hemos
visto en los anónimos transcritos antes, y se encontraba cada
vez más ofendido con su ídolo de antes cuyos procedimientos
hoy repudiaba. Ya para entonces había abrazado con devoción
el partido de los liberales, ausentes como estaban Santander,
Vicente Azuero y todo aquel olimpo de radicales desterrados.
Y algo más, en realidad su orgullo lo llevaba al convencimiento
de que su solo nombre y su bandera aglutinarían un ejército que
podría reforzarse por los que se levantaran con el mismo motivo
en otras regiones.
A todo esto había que agregar algo peor: Bolívar sabía bien
que, aunque le dispensara atractivos destinos como lo estaba
haciendo, aquel militar cuyo coraje y valor en el campo de
batalla le había granjeado tantas victorias, por ningún motivo se
devolvería de sus propósitos, aunque en ello estuviere su vida
como el máximo sacrificio que podía entregar.
Córdova siguió pues viajando por su tierra y conversando
con la gente, como lo había anunciado, en busca de constituir
un ejército.
Entre tanto Bolívar, preocupado y furioso desde el Ecuador,
con desgano para volver -o como parte de una estrategia-,
desde Babahoyo, el 28 de septiembre, le envía una carta muy
significativa al Secretario o Ministro de Relaciones Exteriores
Estanislao Vergara, uno de los más fervientes monarquistas,
que, por sí misma, dice mucho en relación con la preocupación
que le causaba su antiguo amigo José María Córdova, con el cual
quiere agotar todos los medios persuasivos para que desista de
sus empeños. Mas se deja ver en la misiva la rabia que había
venido acumulando contra él. La carta dice:

“Babahoyo 28 de septiembre.
“El General Urdaneta presentará al Consejo una
queja contra el General Córdova, él verá este asunto
con juicio. Si todavía es tiempo de emplear a este
sujeto en Holanda, usted puede hacerlo, pero volando,
sin perder un momento, no se pare usted por firmas ni

300
Córdova gloria y asesinato del héroe

por formas. Yo mando, no obstante, un papel con mi


firma para que usted lo llene (siempre que el Consejo
esté de acuerdo en que esta medida sea conveniente).
Debe tenerse presente que si no admite Córdova y
mañana se le acusa, él alegará esta oferta como prueba
de inocencia y de confianza de parte del Gobierno. El
caso es delicado y puede empeorarse. Sin embargo, no
podemos descuidar una medida conciliatoria, aunque
está probado que Córdova no se arrepiente ni se cura.
Vea usted la carta de González que tiene el General
Urdaneta. Allí se alaba de que no le he ganado con el
Ministerio de Marina“.

Esta carta, lamentablemente, no fue motivo de atención por


parte del Consejo de Ministros, porque la rebelión, para la cual
estaba minuciosamente preparado Urdaneta y el Consejo de
Gobierno, se dio antes de que se cubriera la enorme distancia
desde el Ecuador, en el galope de tantas postas del correo.
Cuando finalmente llega, Córdova ya había sido asesinado.
El Gobernador de la provincia de Antioquia era como se sabe
el doctor Manuel Antonio Jaramillo, cuñado del héroe antioqueño,
quien había sido nombrado bajo insinuación de aquel al Libertador
cuando éste se había retirado a Chía a pasar su convalescencia
después de la noche septembrina. Y se encontraba en ejercicio
de sus funciones.
Reemplazó él al coronel uruguayo Francisco Urdaneta, quien
había desempeñado por tiempo largo ese cargo y después pasó
a jefe militar de la provincia. Cansado, renunció y se fue para
Bogotá. En su reemplazo como comandante de las fuerzas
militares fue nombrado el coronel Salvador Córdova.
El coronel uruguayo era una persona afable, que había
construido una cálida amistad con la familia Córdova, e incluso con
la señora madre del general, doña Pancracia. Y de un momento
a otro regresó a Medellín sin haber sido nombrado para cargo
alguno. Es probable que haya ido en misión secreta impartida
por el general del mismo apellido, aunque algunos sostienen que
asumió de buena voluntad y por su propia iniciativa la misión
que hemos de ver:

301
Armando Barona Mesa

Cuando Córdova llega a Rionegro y sucede el episodio del


brindis para luego adelantar los primeros contactos, ya Urdaneta
se encuentra en Medellín. Y sin ostentar autoridad ninguna,
ordena a unos pocos soldados el arresto de sus antiguos amigos
el General, su hermano Salvador el coronel a cargo de la milicia
que existe en Medellín y del propio gobernador Manuel Antonio
Jaramillo.
Leamos como cuenta esta parte de la historia el autor
Roberto Botero Saldarriaga259:

“Como lo hemos dicho, y queda comprobado en el


folleto que con el título de LOS AMIGOS DE LA VERDAD
fue publicado en la Imprenta de Manuel Antonio
Balcázar, en la ciudad de Rionegro el año de 1829,
Francisco Urdaneta era uno de los relacionados de la
familia Córdova, en Medellín, y frecuentaba aquella casa
donde se le acogía con cariño y distinción.
“No podía ignorar la llegada del General a Rionegro
y la promesa que en el billete que hemos insertado
antes hacía a su señora madre de visitarla al siguiente
día viernes, es decir, el 11 de septiembre. Cuando
tuvo informes el día 10 de los brindis y de la reunión
provocada por el mismo General Córdova, en la que
se aplazó todo movimiento inmediato revolucionario,
resuelve por sí y ante sí, sin tener mando efectivo ni
civil ni militar, aprehender al General, a su hermano y
a su cuñado el Gobernador de la Provincia. ¿Por qué no
esperaba la llegada del General a Medellín para inquirir
con él de sus intenciones? ¿Por qué, sin mando alguno,
efectuaba un verdadero pronunciamiento al ponerse al
frente de las tropas veteranas estacionadas en Medellín
y ordenar la prisión de las autoridades legítimamente
constituidas? ¿Por qué se apresuraron los oficiales de la
guarnición a reconocerle como Jefe militar y a cumplir
sus órdenes contra las autoridades civiles y militares
que habían jurado respetar y obedecer?

259
“Córdova”, autor citado.

302
Córdova gloria y asesinato del héroe

“La historia solo puede responder a estos interro­


gantes que Urdaneta, enviado desde Bogotá -cuando
Córdova salía de Popayán hacia Medellín- traía una
misión política que cumplió aun cuando lleno de miedo
y no obtuvo todos los laureles que se prometía. El
modo como entregó la ciudad de Medellín y sus parques
fue demasiado bochornoso para un jefe de su alta
graduación.
“El coronel Urdaneta tenía de ese modo a sus
órdenes ciento veintitrés veteranos, un grupo de oficiales
valientes y disciplinados, más mil quinientos fusiles y
abundantísimo parque. El 11 de septiembre envía al
capitán Manuel Herrera, mestizo de origen peruano y
valiente soldado de la independencia, al frente de una
escolta de veinticinco veteranos a Rionegro, con la orden
de aprehender a los Córdovas y Jaramillos y traerlos con
toda la seguridad del caso prisioneros a Medellín.
“Herrera verificó su marcha durante la noche, y en
las primeras horas de la madrugada se encontraba con
sus soldados cerca de la ciudad de Rionegro. Creyendo
dar una sorpresa al General Córdova y encontrarle
completamente solo y descuidado, se alarmó extraordina­
riamente al oir que el tambor batía la Generala en las
calles de la ciudad y que una no común animación
dejaba oir sus rumores hasta cerca de donde habían
llegado sus avanzadas. Luego fue informado de que el
General, avisado por posta desde Medellín, organizaba
la resistencia con un grupo de entusiastas voluntarios.
El capitán Herrera se retiró precipitadamente por la vía
de Santa Elena hacia la ciudad de donde había salido”.

A este cuadro que describe con marcada sincronización los


movimientos del coronel Urdaneta descrito con tanto realismo
por el doctor Botero, se torna obligatorio ver lo que cuenta sobre
ese episodio el general Joaquín Posada Gutiérrez en su obra
Historia de la Revolución en Colombia, tomo IV y quien estaba
en esos momentos en pleno ejercicio militar en aquella época.

303
Armando Barona Mesa

Él muestra con gran rigor histórico e imparcialidad aquellos


hechos:260

“En Medellín, capital de la provincia, se pintó esa


zambra juvenil con unos colores oscuros, aterradores,
que no tenía. Los hombres de seso que en ella se
encontraron, procuraban evitar las consecuencias de
las ligerezas cometidas aconsejando a Córdoba y a sus
amigos de la prudencia, y se esforzaban en impedir que
siguieran adelante en el camino que ellos indicaban.
El señor Jaramillo -el gobernador cuñado- y el coronel
Córdoba fueron los más empeñados en calmar y disuadir
a su hermano, y ya lo habían conseguido cuando
impru­ dencias contrarias produjeron acontecimientos
lamentables, que indudablemente no habrían ocurrido
sin ellas.
“La alarma producida en Medellín por las noticias
exageradas que circularon sobre los brindis del día 8,
continuaba, suponiéndose que había juntas revolucio­
narias, que se trataba realmente de un pronunciamiento
en Rionegro, y algunos exaltados bolivianos creyeron
que se debían tomar providencias fuertes para evitarlo.
“En Medellín estaba el coronel Francisco Urdaneta
(después general) sin mando y sin fuerza alguna, y le
persuadieron que debía salvar la provincia tomando
medidas para prender en Rionegro al general Córdoba,
al gobernador y el comandante de armas; lo que era un
verdadero pronunciamiento de diferente género del que
temían. El coronel Urdaneta se dejó persuadir, y con la
idea de hacer un servicio, mandó veinte hombres de la
milicia en silencio en la misma noche (18 de septiembre)
a Rionegro, ciudad que dista seis leguas de Medellín, a
aprehender a los tres hombres mencionados. Apenas
empezó a reunirse la partida salió furtivamente un posta

260
Joaquín Posada Gutiérrez, “Historia de la Revolución en Colombia”, tomo IV,
editorial Bedout, Medellín.

304
Córdova gloria y asesinato del héroe

de Medellín a avisar a Córdoba y a sus compañeros el


riesgo en que estaban, con cuyo aviso se prepararon
en el acto a la resistencia, reuniendo unos cuantos
hombres de milicia de infantería y diez jóvenes decentes
de lanza a caballo. El oficial comandante de la partida
de Medellín, al llegar a Rionegro, creyendo sorprender,
fue sorprendido con la noticia de que le esperaban, y
regresó al trote, en lo que hizo bien. Eran las dos de la
madrugada.
“Tardó Córdoba dos horas en saber que la partida
que iba a aprehenderlo se había regresado; así fue que
aunque la siguió, no pudo alcanzarla.
“En Medellín, el Coronel Urdaneta mandó tocar
generala, y nadie se presentó, y aunque hizo esfuerzos
por alarmar la población y reunir gente, todo fue en
vano. A las ocho de la mañana se presentó Córdoba
con su ejército de 50 hombres sobre Medellín, ciudad de
veinte mil almas, y aunque el coronel Urdaneta con la
poca gente que tenía, pensó en hacer resistencia, se vio
pronto rodeado de los principales vecinos, es decir, de
los ricos, suplicándole que procurase una transición, para
que no se derramase sangre, y evitar mayores males:
frase que ha tenido muchas veces entre nosotros una
influencia fatal, haciendo derramar más sangre al fin
que la que se hubiera derramado al principio. Urdaneta,
que no podía confiar en los pocos milicianos que había
reunido, que no sabía la fuerza que trajera Córdoba,
cedió, y entró en transacciones con este general, de las
que resultó que cesara toda resistencia, que el coronel
Urdaneta se viniese inmediatamente para esta capital
y que Córdoba, ofreciendo garantías a sus contrarios,
tomase posesión de Medellín, declarándose general en
jefe del ejército de la Libertad, el que una hora después
llegaba a cien hombres.
“En Medellín encontró 2.000 fusiles, muchas muni­
ciones y otros elementos de guerra.”

305
Armando Barona Mesa

“Haber dejado Córdova venir -a Bogotá donde escribe el


general Posada- al coronel Urdaneta, lo perdió.”
O sea que hasta allí, por el bandazo torpe del coronel
Urdaneta, Córdova, cuatro días después de su llegada, entró a
ganar, como él lo pensaba, la primera gran batalla sin disparar
un tiro. Era ahora el dueño de Medellín y de Rionegro.
El 12 de septiembre entraron tanto Córdova como Urdaneta
a Medellín. Éste, sin más demoras, se apareció con el visto bueno
del general en la Tesorería donde se hizo pagar sus viáticos
de viaje, no obstante no estar aparentemente desempeñando
ninguna función. Y luego, con todos los pasaportes firmados por
el general, tomó camino abierto y sin obstáculo para Bogotá.
Pero, como lo anota el general Posada, el haber dejado que
el coronel Urdaneta se escapara hacia la capital, hizo que al final
todo se perdiera para Córdova como habremos de verlo.
Lo que siguió después, continúa narrándolo el general
Posada así:

“El 26 de (septiembre) llegó a esta capital -por


supuesto se refiere a Bogotá- la noticia circunstanciada
de dichos sucesos, enviada de Nare por el Coronel
Urdaneta, e inmediatamente el Consejo y el general
Urdaneta (Rafael) tomaron las medidas más eficaces
para que ochocientos hombres de la guarnición
veterana que estaban disponibles, salieran para Honda
al siguiente día, como en efecto así se verificó, con el
general de brigada Daniel F. O’Leary, que fue nombrado
para mandar la expedición. El Consejo tomó además
cuantas medidas eran conducentes para impedir que
la revolución se propagase, y en efecto no pasó de
Antioquia, bien que tampoco en aquella provincia fue
secundada por los pueblos, a pesar de la actividad y
energía que Córdova desplegara para conseguirlo. Dos
oficiales se dijo que proyectaban una contrarrevolución
apoderándose de un cuartel de reclutas, y los fusiló
Córdoba inconfesos en el acto, sin forma de juicio, sin
embargo de las súplicas de su cuñado Jaramillo, de su

306
Córdova gloria y asesinato del héroe

hermano Salvador y de otros ciudadanos respetables.


Es digno de anotarse que en toda revolución liberal se
empieza por asesinar a algunos infelices para inspirar
terror: el que causó esta arbitrariedad en Antioquia,
hizo gritar a todos humildemente: “¡Viva la libertad!”.

Resaltemos algunos aspectos de estos sucesos narrados por


los calificados historiadores que hemos citado. Cuando Córdova
con sus pocos soldados recién reclutados inicia marcha hacia
Medellín en busca de la patrulla que mandó el coronel Urdaneta,
éste inundado de miedo por el valor del héroe antioqueño,
resolvió mandarle a dos de sus hombres, con bandera blanca
a dialogar. Córdova los vio venir y los esperó. El autor de la
época José María Arango261, a quien ya hemos citado, cuenta
este episodio:

“Poco había descendido la fuerza cuando, de un


punto de donde se ve una pequeña colina, por donde
empina el antiguo camino para llegar a Bocaná, se
divisaron dos indeterminables cuerpos movedizos. El
general con esa prevención absoluta que le era peculiar,
pidió su anteojo de larga vista, que Niño, su ordenanza,
terciaba. Intentó mirar, pero faltaba una de las lentes de
uno de los extremos del instrumento. Ambos Córdovas
eran excasos de vista, por familia, por lo que el general
dijo: “Venga alguno que tenga buena vista”. “Aquí hay
un ojo de águila”, observó el coronel Salvador Córdova,
llamándonos nos ordenó: “Colóquese Ud. sobre este
tronco o árbol (un cauce) y observe quién viene”.
“Son dos a caballo”, informamos; “el que viene
adelante trae una cosa blanca atravesada.
“La guardia que marchaba hasta aquel momento
cubriendo el movimiento de la tropa, pasó delante de
ésta con el general a la cabeza.

“El Santuario”, José María Arango y C., obra editada con el patrocinio de la
261

Academia Colombiana de Historia, Edit. Kelly, 1980-

307
Armando Barona Mesa

“Al llegar al puente de “Bocaná” ordenó a los diez


soldados se desplegasen en guerrilla en forma de
descubierta.
“Tiempo suficiente tenían los emisarios de Urdaneta,
que no eran otros que los percibidos confusamente, de
haber llegado al punto expresado antes, con mucho,
que la guardia, y sinembargo no se presentaban, por lo
que el general, que estaba muy cerca a nosotros, nos
dijo: “Ud. se ha equivocado”.
“Por fin se vió aparecer una larga bandera blanca
levantada. Tal fue la que habíamos visto atravesada.
“Con mucha pausa se acercó uno de los mensajeros.
D. José María Uribe Restrepo, al general, permaneciendo
el otro a larga distancia.
“Corto fue el diálogo.
“- ¿El caballero de dónde viene?
“Un tanto pálido y con voz floja entrecortada,
contesto:
“-Vengo, Usía, de parte del coronel D. Francisco
Urdaneta a manifestarle que él desea que Usía desista
de sus propósitos, y que en este caso gozará de las
mayores garantías, no sólo en la provincia sino ante del
poder del general Bolívar.
“Algo más dijo para terminar.
“- ¿Y no es otra su misión, caballero?
“-Usía he cumplido.
“-Vuelva Ud. a Urdaneta y dígale que si no me
entrega la plaza, esta misma tarde lo fusiló.
“Con bastante más celeridad que aquella con que
llegaron dichos emisarios regresaron asustados a
comunicar el recado”.

Necesario es que puntualicemos que ya en estos momentos,


el camino de Córdova no tenía regreso, como que se habían
agotado todos los medios persuasivos. Éste era, como se sabe,
orgulloso y muy valiente. Pero todas sus consideraciones en lo
relativo al respaldo que ganaría en la empresa de la revolución

308
Córdova gloria y asesinato del héroe

contra Bolívar habían fallado porque, independientemente de la


toma de Medellín en las circunstancias que acaban de detallarse,
no era como él creía que los pueblos en delirio saldrían a aclamarlo,
ni tampoco que su autoritarismo al fusilar a los contrarios era lo
que movería a los hombres antioqueños. En esa época turbulenta,
curiosamente, eran la cordura y la decisión inteligente las
que decidían lo que había qué hacerse. Y entonces, frente a
este cuadro negativo para él, su altivo corazón y su orgullo
ardían de ira.
Se dice además que al discurrir su primera noche en
Rionegro, ya el día 8 de septiembre -o el 9 según algunos- en
casa del hermano del alma Salvador, donde pernoctó esa noche,
cosa que también hizo el joven José María Arango y C. autor del
libro El Santuario -que hemos citado antes-, después de la fiesta
del matrimonio y del brindis, Arango se despertó por la mañana
cuando oyó en voz alta un pequeño diálogo:

“El general: Tu eres un cobarde.


“El coronel: Así será, pero se corre un peligro.
“El general: No se corre peligro cuando se llena un deber.”

Córdova el general, ardiente de su propia pasión, no siente


el peligro, lo desprecia y entiende que ya no hay regreso. Resta
entrar a la encrucijada, sin ningún temor, no obstante que todos
le señalaron el claro peligro de muerte.
Diez años después de la desigual batalla del Santuario, el
22 de enero de 1840, el coronel Salvador Córdova escribiría su
declaración sobre tales hechos diciendo:

“Poco cauto se manifestó Urdaneta -se refiere al


coronel- recordando el año de 29 en que echó el celo
a sus debilidades. Habló en la provincia de Antioquia,
y después de haber transcurrido diez años solamente
delante de multitud de testigos que presenciaron los
hechos, y no temo que se me contradiga, pues como
acostumbro a expresar la verdad. Me invitaba mi hermano
desde Pasto para que hiciésemos un movimiento en

309
Armando Barona Mesa

favor de la libertad de los pueblos, y siempre le contesté


manifestándole lo aventurado del paso, y que en mi
concepto era estemporánea cualquiera revolución. Llegó
a Rionegro mi expresado hermano poseído de los mismos
proyectos, y por desgracia algunos brindis indiscretos
dieron publicidad a sus ideas: pronto se traslucieron
en Medellín, y entonces a instigación de algún chispero
concibió Urdaneta el quijotesco plan de aprehender al
general Córdova; pero para guardar el pellejo destinó
una partida, la que protejida por las tinieblas de la noche
debió sorprendernos en Rionegro. Un amigo nuestro, el
Sor. Francisco Carrasquilla tuvo la bondad de ponerse
en camino, estraviando el que había tomado la partida,
y dándonos aviso de las tramas de Urdaneta, se disipó
mi indecisión, tocamos jenerala, y acudiendo algunos
jóvenes, los armamos a la lijera con 30 malos fusiles y
muy pocas municiones y nos pusimos en marcha para
escarmentar a nuestro manchego competidor. Este,
con un excelente parque a su disposición y más de 200
hombres entre veteranos y buenos milicianos, se rindió
a la primera insinuación, pidiendo garantías para sí y
entregando vilmente a sus compañeros de armas.”

Vale la pena finalmente y para terminar este capítulo, indicar


que, como lo dice el coronel Córdova en la declaración anterior,
en un principio ni siquiera la familia, incluyendo al gobernador
Jaramillo, acompañó al Héroe de Ayacucho en su empeño de
levantarse en armas. Éstos solo se decidieron después de la
imprudencia del coronel Urdaneta.

310
Córdova gloria y asesinato del héroe

43
LOS MANIFIESTOS Y DEMÁS MOVIMIENTOS

Cuando el coronel Urdaneta le envía una comunicación al


general y jefe de su mismo apellido desde Nare -donde ha llegado
cuando Córdova lo deja que se vaya de Medellín- rindiéndole
un parte de lo ocurrido en esta ciudad, el ministro de Guerra
Urdaneta, investido con todos los poderes que le ha otorgado el
Libertador, ordena con prioridad reunir un batallón de ochocientos
veteranos, especialmente venezolanos y extranjeros, es decir,
no nacidos en esta geografía; y nombra como comandante de
esa misión a un irlandés, ya ostentando el grado de general -lo
ascendió en Tarqui el Mariscal Sucre- Daniel Florencio O´Leary,
antes amigo de apariencia del general Córdova, aunque siempre
lo odió. Él debe ir a enfrentarse con éste.
Las órdenes son terminantes, si no se rinde, había que
acabarlo. El irlandés se moviliza de inmediato hacia Honda, donde
gana el río Magdalena, camino expedito hacia Antioquia. Debe
cuidarse, son sus instrucciones más radicales, que la revolución
no se extienda a otras zonas de la antigua Nueva Granada.
Córdova entre tanto, y con febril agitación, en compañía de
su hermano Salvador y de su cuñado Manuel Antonio Jaramillo,
ya levantados en rebeldía por la acción torpe del coronel Francisco
Urdaneta, constituyen con cien hombres lo que llamaron el
Ejército de la Libertad y trataron de restablecer el contingente
de provincia con el nombre de Batallón Mejía No. 3, haciendo

311
Armando Barona Mesa

homenaje al prócer Liborio Mejía, e intenta levantar otro batallón


con el nombre de Girardot. Esos esfuerzos, porque nadie quería
la guerra, solo alcanzaron a constituir un pequeño cuerpo de
poco más de cuatrocientos hombres, casi todos reclutas.
Don Mariano Ospina Rodríguez, que como se recordará
había participado en la noche septembrina, se ofreció como
secretario amanuense de Córdova y le ayudó con fortuna en la
nutrida correspondencia que salía del despacho del general.
Luego lanza su primera proclama al pueblo antioqueño:

“ANTIOQUEÑOS: Mi rápida venida a esta provincia,


y circunstancias posteriores, os han alarmado. Nada
importante en este mundo se hace con la tranquilidad
de la vida común.
“Consecuente a mis principios republicanos y en el
amor a la libertad, y por consiguiente desesperado de
la conducta y proyectos del General Bolívar, que oprime
toda la república, he determinado, hace muchos días,
ponerme al frente de los verdaderos patriotas y hombres
libres, para frustrar las miras ambiciosas y restituir a
la nación su libertad perdida. Todo lo tenía previsto y
dispuesto, cuando la alarma contra mi, promovida en
esta ciudad por un jefe que así lo creyó de su deber,
no ha hecho más que salvarme de algunas dificultades
que el tránsito repentino de la quietud, de los esclavos
a la libertad de los ciudadanos debía naturalmente
presentarme. Ya me encuentro, pues, en la situación
que deseaba para dar principio a la grande obra de la
restauración de nuestra libertad. Desde ayer está de
hecho desconocido el gobierno del general Bolívar;
inmediatamente se hará en las ciudades y cantones,
con las formalidades que demanda un acto tan solemne.
El fuego de la libertad, encendido en esta provincia, se
comunicará como la electricidad hasta Pasto, y luego a
toda república porque este mismo fuego está encendido
en el pecho de todo honrado colombiano.

312
Córdova gloria y asesinato del héroe

“En un manifiesto que se está redactando, presentaré


al mundo los motivos y objetos de mis movimientos,
aunque aquéllos son bien conocidos, los presentaré
en serie ordenada, y éste no es otro sino hacer que
tengamos constitución y leyes, principios y garantías,
derechos y libertades. Paisanos míos ¿no amais estas
cosas? Estoy seguro que sí y cuento con vosotros.
La organización del gobierno de los departamentos y
provincias, y la administración de la hacienda, continuará
sin más alteración que la de algunos empleados, que se
tema perjudiquen a nuestras operaciones: alteraciones
que en el sistema legal sólo toca hacerlas a la soberanía
en su representación nacional. Yo no soy más que un
soldado defensor de los derechos de la sociedad, y de
los derechos de los hombres.
“ANTIOQUEÑOS: ¡Viva la constitución de Cúcuta,
viva la libertad! -Medellín 14 de septiembre de 1829. -El
General José María Córdova”.

Anuncia, como se observa, que se está redactando un


manifestó al mundo en que se expresan puntualmente los
motivos de su levantamiento y convocatoria al pueblo. Ese
documento se terminó y envió el 21 de septiembre como una
carta al Libertador Simón Bolívar, que luego veremos.
Con este primer manifiesto Córdova pensó en recolectar
firmas de la misma manera que se hizo, como se recordará, en
la junta de vecinos de Bogotá que había convocado el 13 de junio
de 1828 el intendente de la provincia de Cundinamarca, general
Pedro Alcántara Herrán, fecha en la cual tuvo inicio, mediante la
firma de un acta, la dictadura.
En aquella reunión, como debe recordarse, Córdova había
participado con un perrero de caballería para imponer su criterio
a los que discrepaban. Sobresale que por las contradicciones
de la vida, entonces era favorable al golpe de estado contra la
Constitución de 1821. Ahora daba inicio a otra acta en favor de
sus nuevos propósitos, que multiplica por todas partes y por
todos los medios a su alcance, en procura de recoger firmas de
respaldo. Es lo que se ha llamado el sistema de las actas.

313
Armando Barona Mesa

El gobernador Jaramillo entonces se encuentra en Rionegro


y allá le hace llegar su cuñado la proclama y adicionalmente otra
proclama complementaria para que a los lados firmen vecinos
dispuestos a enfrentarse con el gobierno en aras a hacer imponer
el criterio democrático y la Constitución.
Esa proclama la ha firmado el día anterior y dice:

“LIBERTAD. - Medellín, septiembre 13 de 1829.


Al señor gobernador de la provincia. Con acerbo
dolor he llegado al fin a convencerme que el tremendo
poder con que rige el General Bolívar la República
es tan vicioso e ilegal en su origen, como tiránico en
su ejercicio. Yo, que desde mi primera juventud me
he consagrado todo al servicio de mi patria y que he
trabajado sin cesar por la Independencia, no puedo
ya más ser tranquilo espectador de la opresión en que
gimen mis conciudadanos, y estoy resuelto a ponerme
al frente de los libres, para restituir a la nación sus
institucionales legítimas y sus leyes.
“Por vagos temores sobre esto, un jefe ha creído
de su deber hacer armas contra mí; me ha sido preciso
ponerme en defensa, y han tenido lugar los sucesos
de que Us. está impuesto. Por consecuencia de ellos,
han quedado en mi poder todas las armas y elementos
de guerra que hay en esta capital, y en el momento
doscientos buenos soldados resueltos a seguirme.
“Persuadido de la libertad de principios de Us. y del
patriotismo desinteresado que le anima, confío en que
me prestará toda su cooperación, y corresponderá con
resolución al noble grito que hoy se da en esta provincia
a favor de la libertad de la nación.
“Hallará Us. extensamente detallados los motivos
que me han impelido a esta empresa, en un manifiesto
que me propongo presentar muy en breve a todos los
pueblos de la república y que trasmitiré a Us.
“En consecuencia sírvase Us. mandar que en toda la
provincia sea desconocida y no obedecida la autoridad

314
Córdova gloria y asesinato del héroe

del General Bolívar y la de su consejo de ministros que


a su nombre gobierna en Bogotá: que sea observada
la constitución legítima de la república, en todo lo que
no se oponga al paso que ahora damos; y que para el
día de mañana, 14 del corriente, sean convocadas todas
las autoridades, empleados y vecinos notables de esta
ciudad, para que expongan sus sentimientos y opiniones
sobre esta noble empresa, y este acto se haga con la
solemnidad debida. El mismo paso deberá darse en
todas las demás capitales de cantón, para cuyo efecto
así lo prevendrá Us.
“Acompaño a Us. copia de la proclama que hoy doy
a los antioqueños, para el conocimiento de Us. y el de las
autoridades subalternas de la provincia. -Dios guarde a
Us. - José María Córdova”.

Trataba el general Córdova, como se ha hecho ver, de revivir


aquí aquel sistema de las actas, que como es sabido se había
estrenado el 20 de julio de 1810 y que hizo complementar
Bolívar después del fracaso de la Convención de Ocaña con la
convocatoria del general Pedro Alcántara Herrán, como se ha
visto. Había quedado sentada una jurisprudencia para adoptar
medidas trascendentales.
De hecho la misma autoridad expresada en una dictadura que
ahora exhibía Bolívar, era resultado de aquella acta de vecinos. Y
la gente de la provincia -o el cantón- inicialmente iba firmando,
con la excepción del obispo, monseñor Mariano Garnica, quien
argumentó que él había jurado fidelidad al régimen y no podía
incurrir en falso juramento.
No obstante el primer entusiasmo, comenzó a observarse un
fenómeno social que iba creciendo: las gentes fueron entrando en
un pánico lento pero constante. Era el miedo a las tortuosidades
de la guerra inminente; y se fueron alejando de los centros
urbanos, buscando refugio en la cordillera y en otras poblaciones.
Córdova, como se sabe, era tenaz en sus propósitos y, sin
importarle este fenómeno, incrementó su acción proselitista y el
día 16 de septiembre envió un nuevo manifiesto:

315
Armando Barona Mesa

“MANIFIESTO. Que el General Córdova presenta a los


colombianos para informarlos de los motivos y objeto de
su pronunciamiento. -Al presentaros esta rápida ojeada
sobre los acontecimientos y la infortunada suerte de mi
cara patria, quiero que la Nueva Granada, Venezuela,
Colombia toda y el mundo entero se persuadan de mis
sentimientos, y que si en mil combates expuse gustoso
mi vida, no fue sino por la libertad, por una constitución
que abriera las puertas de la felicidad, y en que las leyes
y no los hombres mandaran.
“Desgraciadamente ha desaparecido esta pers­pectiva
encantadora, y un hombre, un hombre solo, profanando
el santuario de las leyes, ultrajando los derechos del
ciudadano, abusando de la confianza de los pueblos y
despedazando sagrados pactos, se ha elevado al
absolutismo por una escala de que he apartado la vista
con horror.
“Vuelvo al suelo que me vio nacer, para manifestar
a mis caros compatriotas los procedimientos del General
Bolívar. Todas sus miras son de ceñirse una diadema y
de rodearse de algunos millones de esclavos. Es preciso
oponernos a una contra el torrente y volar al combate
para salvar la patria.
“Empecemos por los hechos: el triunfo de
Ayacucho, que asegura toda la libertad de la América
del sur, lisonjea las miras del presidente, quien cree que
Colombia, Bolivia y el Perú son de su pertenencia, y que
la suerte le ha asegurado ese bello patrimonio; resuelve
encadenarlas, y cambiando la guirnalda nacional por
la corona de los reyes, delira con el imperio y da la
constitución de Bolivia. Así rasgó el velo que le tenía
oculto; se erige presidente vitalicio, proscribe hasta la
religión de la tierra, la deja en el cielo, y según su sistema
él será el sol que dará calor y vida al nuevo mundo.
Llega a la capital del Perú, disuelve el congreso y recibe
por medio de la intriga el mismo título y las mismas
facultades extraordinarias. Guzmán, en esta época,

316
Córdova gloria y asesinato del héroe

viene en comisión al Istmo y a Cartagena, y realiza


los planes que nadie ignora, con poderes absolutos
y oficiales. Toca también en Guayaquil, Maracaibo y
Venezuela, y llena su comisión de un modo que no deja
duda. El presidente vuelve a Colombia, y cuando los
pueblos se hallaban en la mayor desesperación, cuando
por todas partes bamboleaba la libertad, las esperanzas
renacen de repente: La gran Convención se reúne en
Ocaña, cien hombres virtuosos van resueltos a hacer el
código de la felicidad: estos dignos representantes de la
nación deponen las pasiones y se revisten de un heroico
patriotismo; sólo se trata de restablecer el orden, de
crear un gobierno sólido y de depositar en manos de
los ciudadanos el libro santo de las leyes. Todos nos
engañamos: el general se presenta en Bucaramanga,
amenaza con su presencia, mueve algunos cuerpos de
tropa y pone un sitio disimulado; nada de esto intimida:
algunos serviles luchan con el partido liberal; pero
menores en número y luces desertan, como único medio
para disolver la representación y frustrar de un modo
indecoroso los más bellos proyectos. El General Bolívar,
viendo que sus ideas se han desvanecido a fuerza
de entusiasmo y resolución, medita aterrar con las
bayonetas, compromete a las municipalidades a hacer
actas proclamándole dictador y luego las destruye.
“Colombianos: esta ha sido la conducta de aquel
hombre de prestigio que por tanto tiempo nos ha
fascinado. ¿No es razonable que sacudamos este yugo
ignominioso y que combatamos por la gloria tantas veces
mancillada? ¿No es justo que detengamos los progresos
del absolutismo y que, consultando a nuestro propio
honor y a nuestros intereses, formemos una barrera
al torrente de desgracias que hoy nos amenaza? Yo ya
desenvainé la espada y no la devolveré a su lugar hasta
que no vea reconquistada la libertad. Todo seguirá una
marcha uniforme: la administración de la hacienda y sus
empleados serán los mismos; no trato de reformas, sólo

317
Armando Barona Mesa

soy un soldado que os conducirá a la victoria: Tenerife,


Pichincha y Ayacucho testigos son de mi fanatismo por
la libertad. La representación nacional, que los pueblos
convocarán libremente, y no por maniobras y ardides,
hará el código que os ofrezca garantías.
“Entre tanto, sigo el hilo de mi discurso. La
conspiración del Cnel. Obando se hubiera difundido
con rapidez, y como un golpe eléctrico se hubiera
experimentado por todas partes. Cuatro hombres, sólo
cuatro, dieron el grito cuyo eco resonó felizmente; sus
filas engrosaron, y puso en fuga a quinientos ilusos que
militaban bajo las órdenes del Comandante del Cauca;
en Pasto habría destrozado la división que el presidente
y yo conducíamos; pero es preciso confesarlo: le escribí
persuadiéndole a que desistiera, temiendo una invasión
del Perú, o que prestásemos ocasión a un nuevo triunfo de
los españoles, facilité así que pasasen a quito. Guayaquil
estaba entonces invadido por las lluvias; los peruanos
se habían apoderado de la marina; no había una canoa
para llevar las tropas más adelante de Bodega: manda al
general Flores que ataque esta plaza; se le dan razones
para disuadirlo de una empresa tan temeraria; él insiste,
y el ejército, como el de Napoleón en Rusia, es victima
de la estación, y se ha sacrificado casi en la totalidad,
quedando reducidos cuerpos de seiscientos hombres a
menos de ciento. ¿En tan triste situación que sucede?
Que el Libertador de Colombia, Perú y Bolivia se prestara
a tratar con un comandante desconocido, y últimamente
capitula con el general Gamarra, quien le promete entrar
en Guayaquil, pero llevando consigo todos los buques y
armas que el jefe Illingrot había depositado en el de la
escuadra peruana, hasta que el triunfo decidiera a quién
debía pertenecer. ¡Así perdimos el honor de las armas
por los tratados del Piura! Mas espero que el mundo se
acordará de Ayacucho, y que en el campo de batalla
nadie nos habría resistido. Los bravos de Colombia han

318
Córdova gloria y asesinato del héroe

dejado pisar sus banderas; pero el Presidente sigue


con sus maquinaciones, y no ha tenido rubor en decir:
“No hay fe en América: las constituciones son libros;
los trabajos, papeles y la vida, un tormento”. ¿Y quién
sino él ha roto la constitución, violado los pactos, y
despreciado los tratados, preparándonos el tormento?
“No nos cansemos amigos: es preciso vencer o
morir. ¡Oh patria mía, los destinos se abren una carrera
inmensa de gloria! ¡Síguela y justifica la admiración que
te tributa el mundo! Que vengan los representantes del
sur, que se formen actas, que el ejército… Pero no; mis
compañeros de armas no pueden cometer un parricidio,
los que me han seguido en las batallas no se atreverán
a manchar su honor; los que han partido conmigo el
triunfo, jamás, jamás cambiaran el hermoso título de
libertadores por el de asesinos, Antes bien, jefes y
soldados alistados bajo los estandartes de la libertad:
bien sabéis que sé vencer y no os perderé sino entre
bosques de laureles!
“Venezolanos, granadinos, habitantes del Ecuador,
a todos vosotros convido: todos sois colombianos,
rompamos las cadenas, expongamos nuestras vidas,
renunciemos por unos momentos a los placeres que
la sociedad nos brinda; no perdamos los sacrificios de
diez y nueve años. Una causa santa nos reúne; un solo
sentimiento nos debe animar: conquistar el poder, para
ponerlo bajo la salvaguardia de las leyes. Yo cuento
con vuestros esfuerzos: si me abandonáis, seré victima
del honor, de mi deber, de mis sentimientos; marcharé
al cadalso con la impavidez con que mil veces me he
presentado al enemigo, moriré, sí, pero la historia dirá
que el general Córdova ha hecho el sacrificio de su vida
antes que faltar a sus juramentos, antes que faltar a su
firmeza y antes que ser el instrumento de la esclavitud.
Medellín, septiembre 16 de 1829. -El general José María
Córdova”.

319
Armando Barona Mesa

Este, sin lugar a dudas, es un manifiesto heroico, noble y


honrado, sin que se le vea la ambición horadando en el trasfondo.
Todo lo que dice es verdad. Resaltan, por supuesto, los errores
humanos de Bolívar a quien aun respeta y cuya vida, por encima
de todo, debe preservarse. Sus compañeros de armas no podrán
cometer ningún parricidio, ordena el manifiesto. Esto es, que
sigue considerando a ese dictador contra el cual se levanta,
como el antiguo Padre de la Patria.
Y en cuanto a él mismo, Córdova ya vislumbra cómo, en
medio del abandono por parte de las gentes, le espera la muerte
honrosa del paredón. “Marcharé al cadalso con la impavidez con
que siempre me he presentado al enemigo.”, dice con orgullo de
héroe. Primero está el honor y el deber y después la vida, que
cede su campo a los primeros. Pero lo que no advierte es que
su vida le sería privada después de cometerse con él un crimen
alevoso, estando ya herido y vencido.
Dentro de ese dinamismo febril, el 18 de septiembre
envía una carta larga y significativa buscando un aliado, que
es una especie de memorial de agravios, a José Antonio Páez
en Venezuela, cuando éste casi había agotado el proceso de
separación de la Gran Colombia. Ese mensaje, cuya copia le fue
enviada al Consejo de Gobierno y al propio Libertador, dice:

“Medellín, septiembre 18 de 1829.- Excelentísimo


señor General en jefe, José Antonio Páez. Señor: los
juramentos reiterados con que el general Bolívar ha
prometido tantas veces sostener y respectar la libertad
de Colombia; las opiniones liberales que manifestaba en
sus escritos la veneración que en otro tiempo parecía
tener por los derechos del pueblo; y estar yo persuadido
de que el título glorioso de Libertador de su patria es
más estimable que todas las coronas del universo, y
de que no habría un hombre tan insensato que quisiera
renunciar a él por dominar a sus hermanos me habían
persuadido que no era posible que el general Bolívar,
despreciando el honor y la gloria, aspirase a tiranizar
su patria. Yo veía la alarma de los hombres libres, que

320
Córdova gloria y asesinato del héroe

ocupados en examinar su conducta habían penetrado


sus miras ambiciosas, como los delirios de un excesivo
celo; y quería hallar en ellos escritos públicos que ponían
en claro sus proyectos criminales, los desahogos de la
envidia o la expresión de temor de genios asustadizos,
que se formaban fantasmas para espantarse ellos
propios. Al ver sus hechos contrarios a la constitución y
a las leyes, me figuraba que él obraba arrastrado de la
fuerza de las circunstancias, o que su razón se desviaba
momentáneamente, sin que su corazón tuviese parte
alguna en estos descarríos; y esperaba que hechos
posteriores borrarían estas manchas que eclipsaban
su reputación; que sensible al honor, él volvería sobre
sus pasos, y avergonzado de haber abandonado la
senda de su deber, corregiría sus extravíos, y con
su arrepentimiento ganaría de nuevo la estimación
y el afecto de los pueblos; mas en vano he esperado
largo tiempo. Cuando al fin meditando detenidamente
sobre sus procedimientos y comparando los hechos, he
penetrado sus miras, mi razón se indigna al aspecto de
los escandalosos atentados que forman la serie de su
conducta en estos últimos años. Y viendo ya claramente,
Sor. Excelentísimo, que lejos de buscar el camino de la
enmienda, se quita sin pudor la máscara para dejar ver
sus nefandas pretensiones, mi patriotismo se inflama
contra este general, que con vanos juramentos ha
tenido engañada y seducida su patria, y que tiene el
descaro de ofrecerle, en medio de sus sacrificios, un
yugo ignominioso.
“Yo examino y comparo las promesas y los hechos
del general Bolívar, y sólo hallo inconsecuencias y
contradicciones. Si V. E. duda de esta verdad, recorra la
serie de sus acciones y quedará enteramente convencido.
V. E. le ha visto en el Perú proclamar la libertad, hablar
de garantías y de derechos, mientras que por medios
siniestros disuelve el congreso que legalmente se iba
a reunir, y valiéndose de las intrigas, del temor y las

321
Armando Barona Mesa

amenazas, los obliga a recibir esa constitución odiosa


que el pueblo detestaba; y con sus perfidias, él provoca
el enojo y el odio de la nación peruana, que saliendo
de la abyección en la que la había dejado, y animada
de venganza, nos proporciona una guerra fratricida,
más perniciosa por sus consecuencias en el porvenir
que por los males que nos ha causado, que no son de
poca consideración. A su vuelta del Perú, cuando las
instituciones fundamentales regían en toda la república,
él obra en todas partes con el más completo absolutismo,
sin respectar leyes o constitución: en vano claman
entonces los escritos públicos para contenerlo, él sigue
la marcha comenzada, y resuelto a dominar la patria,
sólo oye su ambición. Se convoca una convención que
constituya la república, y V. E. sabe cual ha sido su
proceder con respecto a esta corporación: contando con
tropas en Cartagena, Mompós y Bogotá, y estableciendo
su cuartel general en Bucaramanga, le pone un sitio
disimulado; le hace insultar por atrevidas y amenazantes
representaciones; dirige allí a sus agentes, y mueve
todos los resortes de la intriga; mas como a pesar
de esto los representantes, fieles a sus juramentos
obraban conformes a los intereses del pueblo, y desoían
las gestiones de la ambición, él hace disolver esta
asamblea por medio de cuatro hombres vendidos a su
poder. Después de este acto nada respeta, ni su propio
honor. Se hace declarar árbitro de la república; y no
se avergüenza de ofrecer a Colombia un decreto que él
llama constitución, en que, para insultar los principios,
se declara legislador, poder ejecutivo y juez en último
recurso. Pero ¿quién creyera que este decreto, que
habría dejado satisfecho al déspota más descarado, no
contentase la ambición del general Bolívar? Y por una
inconsistencia de las que tantas veces han empañado
su reputación, él lo deroga, pareciéndole que restringía
demasiado su poder. Es necesario, señor excelentísimo,
haber olvidado que hemos jurado ser libres, que hemos

322
Córdova gloria y asesinato del héroe

prodigado nuestra sangre en el campo del honor por la


libertad al pueblo de la arbitrariedad, para poder mirar
con impavidez la patria reducida al triste estado de no
tener otra ley que la voluntad y el capricho de un hombre
solo.
“No quiero molestar a V. E. con la relación de esta
cadena de atentados que forman la conducta política del
general Bolívar. Yo he tenido la desgracia de presenciar
una gran parte de ellos y V. E. no ignora los más
escandalosos.
“Estimulado por los sentimientos liberales, que
jamás se han apartado de mi corazón; cansado de
esperar que el general Bolívar, movido por el clamor
unánime de todos los pueblos, y sensible a la gloria
de que su ambición lo ha privado, renunciara a sus
proyectos criminales, y restituyera a Colombia la
libertad que le ha usurpado; y desengañado, al fin,
por sus últimas acciones, que en nada piensa menos
que en restablecer la libertad, y que todas sus miras
se encaminan a cimentar la tiranía, yo he cedido a los
gritos de mis compatriotas y a las instigaciones de mi
corazón; he levantado en esta providencia el estandarte
de la libertad, y todo el pueblo se decide con entusiasmo
por tan justa causa; de todas partes corren los hombres
libres a incorporarse con nosotros, y todos protestamos
morir mil veces antes que sufrir la tiranía. Si, señor
excelentísimo, tal es nuestra resolución, y no hay cosa
que pueda hacernos desistir de ella. La decisión y ardor
que en todas partes se manifiesta por la libertad me
persuade, de un extremo a otro de la república, se
valdrán los pueblos de esta ocasión para dejar ver su
odio contra la tiranía y sacudir el yugo que los oprime.
“Yo estimo a V. E. sobre mi corazón para hacerle
la injusticia de creer, por un solo instante que preste
su apoyo o su aquiescencia para que el general Bolívar
tiranice la república. Sí, señor, todos estamos persuadidos
que la espada que fue y es el terror y el exterminio de los

323
Armando Barona Mesa

enemigos de la independencia y libertad de Colombia, lo


será también de cualquier tirano doméstico que intente
esclavizarla. ¿Pues qué tiene V. E. que temer ni qué
esperar del general Bolívar? ¿De qué le es V. E. deudor?
¿Acaso será de su heroísmo, de sus hazañas o de sus
sacrificios? V. E. se sostuvo en los Llanos, sin necesidad
de este general, a despecho del poder español, entonces
formidable; y nadie duda de que V. E. solo, sin la
ayuda de este general, habría reconquistado la libertad
de Venezuela, como tan gloriosamente después lo ha
sostenido; ¿y podremos creer que el general Bolívar,
sin la espada del general Paéz, hubiera exterminado
al ejército español? De ninguna manera. ¿Y porque
el general Bolívar haya sido electo presidente de la
república, y porque abusando de la confianza de los
pueblos haya destrozado las instituciones de su patria,
vendría uno de los más ilustres héroes de la América,
a doblar humildemente su cerviz a las plantas de este
orgulloso general que se pretende entronizar? No,
señor excelentísimo, no hay quien tenga la insensatez
de creerlo. Por la persuasión íntima en que estoy de
que V. E. será siempre uno de los más firmes y seguros
apoyos de la libertad de Colombia, me dirijo a V. E. para
invitarlo que en esta ocasión que la Nueva Granada,
desobedeciendo el gobierno tiránico del general Bolívar,
proclama la libertad bajo los auspicios de la constitución
de Cúcuta, llame V. E. también a la libertad los pueblos
de Venezuela. Yo aseguro que, de un extremo a otro de
la república, todos los pueblos responderán a esta voz.
¿Pues quién temería al pretendido monarca, viendo la
Nueva Granada con las armas en la mano para defender
la libertad, y al general Paéz a la cabeza de los bravos
de Venezuela, ofrecerle un apoyo?
“No es posible que V. E. dude de las intenciones
del general Bolívar. Acaban de venir a mis manos las
bases a que el futuro congreso constituyente debía
sujetarse para redactar la constitución, y que se van a

324
Córdova gloria y asesinato del héroe

publicar. Según ellas, tendríamos un presidente vitalicio


con facultad de nombrar sucesor, mandar el ejército
y nombrar todos los empleados civiles y militares,
incluso el vicepresidente y los secretarios del despacho,
que le serían responsables, y cuyas atribuciones les
señalaría el mismo: gozaría también del veto absoluto y
tendría un senado vitalicio hereditario, cuyos miembros
nombraría. La representación nacional estaría reducida
a uno por cada cincuenta mil almas, y debería recibir del
presidente los proyectos de ley que había de discutir. Las
atribuciones y modo de proceder de todos los tribunales
tocaría igualmente al presidente el designárselas. V. E.
conocerá claramente que este presidente es más que
un monarca, cuyo nombre se cambia cautelosamente,
pensando alucinar a los pueblos con formas republicanas:
aunque en vano, pues aun los más imbéciles deben
reconocer que no queda al ciudadano alguna garantía
cuando hay un magistrado que dispone de la legislatura,
de la administración de justicia y de la fuerza armada.
“Y no siendo posible que V. E. quiera tener por
recompensa de su heroísmo, de sus sacrificios, de
sus triunfos, el título degradante de vasallo de un
monarca, todos confiamos que V. E. desconociendo el
gobierno arbitrario del general Bolívar, se ponga a la
cabeza de los hombres libres de esos departamentos;
que establezca conmigo relaciones, y poniéndonos de
acuerdo, destruyamos para siempre el despotismo.
Unámonos, y la libertad triunfará sin remedio.
“No es tiempo ya, señor excelentísimo, de dudar de
la esclavitud de Colombia; es criminal ya la demora en
resistir a las pretensiones tiránicas del general Bolívar.
El se apresura a deshacerse de cuantos se oponen a sus
miras. Unos perecen en los cadalzos, y bañan con su
sangre la tierra que habían libertado; otros, proscriptos,
son arrojados de su patria a que habían prodigado su
sangre y sus servicios. El patriotismo y el mérito son
ya delitos. Y no espere V. E. que él deje en la república

325
Armando Barona Mesa

hombre capaz de levantar el grito contra su tiranía. Él no


tiene aún bastante fuerza para sacrificarlos de un golpe;
pero divididos, él se vale de los unos para deshacerse
de los otros.
“Yo acabo mi carta suplicando a V. E. que oiga el
clamor de los pueblos que imploran nuestra protección
y que poniéndose de acuerdo conmigo, les prestemos
nuestro brazo para sacudir las cadenas de la esclavitud:
que V.E. deseche de su lado esos hombres que el
general Bolívar ha comprado para tenerlo rodeado,
porque conociendo el corazón de V.E. teme a cada
instante que, puesto a la cabeza de los republicanos de
Venezuela, dé en tierra con su tiranía. Profundice V.E.
en el pecho de todos los ciudadanos honrados, y verá
que todos abrigan en su corazón los sentimientos que
he manifestado a V.E.
“Dígnese V.E. aceptar los sentimientos de estimación
y afecto con que tengo el honor de ser de V. E. muy
atento y obediente servidor, JOSÉ MARÍA CÓRDOVA”.

Esa, por cierto, es la proclama de un hombre enterado de


todo lo sucedido, visto desde su propio enfoque. Y hay en ella
una energía que trasciende e impone la acción inmediata, en la
que tanto Páez como Córdova estaban empeñados.
Ve Córdova en su desvarío presente a aquel guerrero vene­
zolano -que un día intentó fusilarlo- un posible aliado al que le
abre las fronteras en la lucha ardiente por la libertad contra la
dictadura o la monarquía o la implantación de la antidemocrática
constitución de Bolivia, que son las tres alternativas propuestas
por el Consejo de Gobierno con el visto bueno del Libertador,
como se ha visto antes.
La carta, ciertamente, es conmovedora para el que esto
escribe, porque si bien se registran hechos dolorosos de nuestra
historia con absoluta verdad, naturalmente que el estado de
ánimo que se fue creando durante varios meses acumulados
iba dándole un tinte pasional a lo escrito. Era la concienzuda
memoria de Córdova, pero aumentada por la deformación de la
ira. El hombre ineludiblemente es un ser de pasiones.

326
Córdova gloria y asesinato del héroe

El 21 de septiembre envía al general Bolívar y lo difunde


en Medellín, el otro documento que a varias manos se estaba
preparando, como ya lo había anunciado, en forma de carta. Es,
por supuesto, extensa pero de gran importancia histórica, por lo
cual invitamos a todos a leerla. Veámoslo:

“República de Colombia. - Comandancia en jefe


del ejército de la libertad.- Medellín, septiembre 21 de
1829,- Excelentísimo señor Libertador Simón Bolívar.
Señor: Es penetrado del más profundo respeto y
poseído de un profundo sentimiento que me dirijo a
V. E. para manifestarle la resolución que he tomado
impelido del honor y de los motivos que he tenido. Largo
tiempo combatido mi espíritu por ideas contrarias,
que chocándose entre sí, mantenían mi juicio en
suspenso, yo me dejaba arrastrar del torrente de las
circunstancias, esperando a que el curso de los hechos,
ilustrando mi razón, descubriese la senda por donde el
deber me ordenaba dirigir mis pasos. Lleno mi corazón
de gratitud hacia el primero de los libertadores de mi
patria; entusiasta admirador del mérito; idólatra de la
libertad del pueblo y sincero defensor de los principios,
yo he sufrido señor excelentísimo, un largo y penoso
conflicto para decidirme en la materia más importante
que hoy puede presentarse a un colombiano, esto es,
decidir cuáles son las intenciones de V. E. con respecto
al gobierno de Colombia; o lo que es lo mismo; si
continuando la República bajo el actual gobierno de V.
E. recuperará o no su antigua libertad. Como esto no
debe inferirse sino de la conducta política de V.E. es de
ella que mi reflexión se ha ocupado.
“Yo examino las protestas y los juramentos de V.E.
solemnemente prestados en los Congresos de Guayanas
y Cúcuta, las opiniones expresadas en sus escritos, sus
manifestaciones de desapego al mando, y las repetidas
renuncias de la primera magistratura; y no hallo en todo
esto sino el modelo de un perfecto republicano; amor y

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Armando Barona Mesa

respeto a los principios; una veneración religiosa por las


leyes y un odio decidido contra el gobierno monárquico.
Los procedimientos de V. E. en la primera época de mi
carrera política, que yo cuento hasta su dictadura en
el Perú, no parecen desmentir sus fundamentos. Esta
conducta, que cautivó la admiración y el afecto no sólo
de Colombia sino de la América y del mundo entero, no
permitía ni aun a los más desconfiados sospechar cosa
alguna de las ideas republicanas de V. E.: ella había
hecho tal impresión sobre mi espíritu que cuando los
hechos posteriores de V. E. alarmaron a los republicanos
celosos, que clamaban con ardor para que volviese al
camino de la ley que parecía abandonar, mi corazón se
resistía a escucharlos, y buscaba razones para disculpar
la conducta de V.E. Mucho tiempo batallaron en mi
espíritu las razones que me persuadían que V. E. estaría
siempre por los principios que profesan los hombres
libres de Colombia; y que sostendría un gobierno popular,
representativo, alternativo y electivo; y los hechos que
conducen a que V. E. ha abandonado sus primeras
ideas, y se propone darnos una monarquía disimulada,
envuelta en exterioridades republicanas. Los primeros
procedimientos de V. E., sus promesas, sus juramentos,
su reputación y su gloria, eran las garantías que teníamos
para creer lo primero. Y la cadena de los hechos desde
la publicación de la constitución de Bolivia hasta estos
últimos días son las razones que, según la atención con
que se examinaban y el grado de confianza que en V. E.
se tenía, han ido convenciendo sucesivamente a todos
los colombianos, que V. E. ha renunciado a los principios
que Colombia, la América y los hombres libres de toda
la tierra profesamos.
“Yo quiero, señor excelentísimo, hacer a V. E. una
sucinta relación de algunos de los hechos más públicos y
otros y conocidos, que manifiestan lo que V. E. se propone
con respecto a Colombia, y que al fin me han decidido a
abrazar el partido que acabo de tomar. Comienzo por

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Córdova gloria y asesinato del héroe

la constitución de Bolivia. V. E., sin duda, expresó en


ella el sistema de gobierno que creía más conveniente
para Bolivia, el Perú y Colombia, pues que V. E. obligó
al Perú a que la aceptase, y la propuso a Colombia
como el único medio de salvarla de la anarquía en que
procuraba ponerla. Que V. E. haya obligado al Perú a
recibir esta constitución, es cosa que nadie duda al ver
el furor con que aquel pueblo se apresuró a despedazarla
inmediatamente que hallo una ocasión oportuna: el
enojo con que quería tomar venganza de este ultraje,
provocándonos a una guerra de que nadie ha sacado
otras ventajas que ver los males de sus adversarios,
y no contando por nada las pruebas que contra V. E
han amontonado los escritores de aquella nación. Es
igualmente cierto que V. E. intentaba establecerla en
Colombia; pues todo el mundo ha visto el oficio dirigido
por el secretario general de V. E. a las autoridades de
Guayaquil; la carta del señor Cristóbal Menoza, y otros
muchos documentos que lo comprueban, y que V. E.
hasta ahora no ha desmentido. Y siendo el Presidente
vitalicio e irresponsable que aquel código establece,
un verdadero monarca, que tiene facultad de que los
mismos reyes carecen, tal es la de nombrar sucesor: es
claro que V. E. se olvidaba ya de los principios liberales
que la América ha adoptado y que V. E. ha jurado
tántas veces sostener. El clamor unánime que en toda la
República se levantó contra ese código debió manifestar
a V. E. cuánto aborrece Colombia las ideas políticas en él
expresadas; y que continuando la marcha constitucional
que entonces seguía no era posible que se resolviera
jamás a dejar una constitución liberal para abrazar otra
que ya detestaba.
“Entonces V. E. valiéndose de los movimientos
de Venezuela, que no tenían otro pretexto que la
administración del Vicepresidente y los deseos de
reformas y que comenzaban ya a calmar, envió a Leocadio
Guzmán con cartas credenciales para que a nombre de

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Armando Barona Mesa

V. E. invitase los pueblos a la rebelión y a la anarquía,


haciéndoles desobedecer la constitución de la República
y proclamar la de Bolivia y a V. E. dictador; hecho
comprobado con la exposición del señor Argote, que
hacía de intendente en el Istmo a la llegada de Guzmán,
con la acta de la municipalidad de Panamá y con otros
varios documentos que no han sido contradichos. A todo
se hizo patente la influencia de V. E. en el trastorno de la
república, al ver las ciudades pronunciarse al tránsito de
Guzmán, en sentido contrario de lo que pocos días antes
habían expresado. Es necesario, señor excelentísimo,
que V.E. tuviese la resolución más decidida de sustituir
a las instituciones liberales que regían a Colombia, otro
sistema de gobierno que es, sin duda, el expresado en
la constitución boliviana, para poner en fermentación la
república valiéndose de medios que tántos males nos
han causado y cuyo ejemplo será funesto en lo futuro.
“Se presenta V. E. en Colombia, y no hallando
entonces pretexto los trastornadores del estado para
continuar despedazando la república, la quietud y el
orden renacen en todas partes. No hay quien no esté
persuadido de que el haberse puesto V. E. entonces a
la cabeza del gobierno como presidente constitucional
habría bastado para que el buen orden continuase
sin necesidad de medidas extraordinarias, que nos
han arrastrado a la dolorosa situación en que nos
hallamos. ¡Cuántos males nos habría evitado V.E.! Pero
lejos de ponerse de parte de las leyes y sostener una
constitución que casi en toda la república se defendía
con ardor, contra la cual nada habían podido probar los
que pretendían reformas, y que no tenía parte alguna
en los males que sufrían los pueblos, y que era nada
en comparación de los que han experimentado después
de roto el código de las garantías, V. E. promete que
la constitución será violada y que se reunirá una gran
convención que, quizá, se esperaba sancionaría el
código que se ofrecía a Colombia. Este acto, que los

330
Córdova gloria y asesinato del héroe

pocos ilustrados en el verdadero estado de la república


creían necesario en aquellas circunstancias habría sido
disimulable si la conducta de V. E. en esta época no
hubiera manifestado otra cosa. Pues, cuando terminado
el período de su primera presidencia y no habiendo
prestado aun el juramento que la constitución exigía
para tomar posesión de esta misma magistratura, para
que había sido segunda vez electo, V. E. hablaba como
un dictador, o sea como un presidente con facultades
extraordinarias, no teniendo entonces autoridad alguna
por la ley; y haciendo al mismo tiempo en sus renuncias
las protestas más expresivas de odio al mando y deseos
de separarse de él. El Congreso, aterrado entonces con
la autoridad absoluta con que V. E. a despecho de la
opinión y de la ley obraba en todas partes, no hizo sino
plegarse a sus deseos.
“Él se negó a admitir la renuncia de V. E. y convino
en que la gran convención se convocara, a pesar de la
resistencia de los más celosos e ilustrados representantes
que, despreciando el miedo, sostuvieron con valor las
instituciones fundamentales de su patria. Si el romper
una constitución y negarse un pueblo entero a cumplir
sus juramentos, con el pretexto de leyes inconvenientes,
es el ejemplo más funesto para la posteridad, no es
menos cierto que las públicas violaciones de las leyes
fundamentales de un estado, hechas sin rubor por
el primer magistrado, es el medio más seguro para
arrastrar a un pueblo a la desobediencia y al desprecio
de las instituciones, a la rebelión y a la anarquía.
“Después de haber dejado en quietud a Venezuela,
V. E. volvió a la capital de la república, en donde hizo
aprobar por el congreso los decretos que había expedido,
no obstante ser la mayor parte de ellos contrarios a la
constitución. Durante el tiempo que V.E. permaneció
en aquella ciudad, cuando las leyes y la constitución
debían regir y todos los ciudadanos debían prometerse
a su sombra la más perfecta seguridad, sucedió todo lo

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Armando Barona Mesa

contrario a los que habían manifestado o se creían tenían


ideas opuestas a los proyectos de V. E. Es verdad que
V. E. no mandaba por decretos perseguir a nadie, pero
una tropa de militares a cuyas órdenes está la fuerza
armada que había en aquella ciudad, y que algunos de
ellos eran de la comitiva de V. E. rompían las imprentas,
maltrataban a los impresores, perseguían con insultos
y amenazas a los escritores públicos y a todos aquellos
cuyas ideas liberales eran mejor conocidas, hasta llevar
su insolencia a ultrajar de un modo brutal e ignominioso
a los ciudadanos más respetables. Tamaños atentados
que no se habían experimentado hasta entonces, tenían
por objeto reducir a un profundo silencio por medio del
terror a los republicanos celosos que no podían con
razones combatir.
“Llegada la época señalada por el congreso, se reunió
en Ocaña la gran convención, que sin embargo de haberse
convocado contra la constitución, era mirada por toda la
nación como el último asilo de la libertad. Y V. E., lejos de
permanecer retirado de esta corporación, sin mezclarse
en cosa alguna relativa a sus decisiones, con pretexto
de pasar a Venezuela, parte de la capital y, acercándose
a Ocaña todo lo posible, establece su cuartel general en
Bucaramanga; en Via sus edecanes a la convención, y
contando con tropa en Bogotá, en Mompós y Cartagena,
parece tomar una actitud hostil y amenazante contra
este cuerpo que, en aquellas circunstancias en que todos
estaban temerosos de V.E., necesitaba, para deliberar
con libertad, que no hubiese ni el menor indicio que le
inspirase desconfianza. A varios representantes cuyas
ideas liberales eran muy conocidas se les negaron sus
auxilios para su transporte a Ocaña. Al fin V.E. mismo,
pretendiendo hacer recibir en la convención alguno de
los efectos, que ella, quien únicamente tocaba calificar
sus miembros, no había querido admitir, por no incurrir
en ellos los requisitos necesarios. Parece que se creía
con autoridad bastante para disputar sus resoluciones al

332
Córdova gloria y asesinato del héroe

cuerpo constituyente de la nación, y que desconocía que


éste obraba soberanamente. V.E. protestaba sostener
sus decretos contra la convención, que era lo mismo
que protestar desobedecerla, si no obraba conforme a
sus determinaciones. Y no siendo V. E. sino presidente
encargado del poder ejecutivo, es claro que no tenía
otra autoridad para oponerse a la convención que la que
le daba la fuerza de que disponía.
“Yo no puedo, señor excelentísimo, comparar
la conducta de V. E. en esta ocasión con aquel
comportamiento respetuoso que guardaba en los
congresos constituyentes de Guayana y Cúcuta, sin
quedar persuadido que ha habido en V. E. un cambio
absoluto de principios y de miras. La brevedad de esta
carta no me permite detenerme a referir todos los
hechos que hicieron reprensible la conducta de V.E.
con respecto a la convención nacional. Dejemos aquí
su relación, sin recordar siquiera el modo con que fue
disuelta aquella corporación; demos una rápida ojeada
sobre algunos hechos posteriores que han tenido mayor
influencia, tales como las actas en que se desconocía la
autoridad de la gran convención y se elegía V. E. árbitro
absoluto de los destinos de la república.
“La primera celebrada en la capital el 13 de junio
de 1828 es la victoria más patente de la fuerza contra
la opinión. El primer indicio que el pueblo tuvo de
este acto fueron los rumores que el 12 por la noche
comenzaron a correr de que el batallón VARGAS, que
formaba la principal guarnición de aquella ciudad, se
había municionado y estaba preparado para hacer el 13
una revolución.
“Como esta noticia era esparcida por algunos
oficiales de aquel cuerpo y por personas que debían
tener conocimiento de los negocios públicos, nadie lo
dudaba. El 13 aparece una proclama del intendente
del departamento en que, suponiendo una próxima
invasión de los españoles, una decisión abierta en la

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Armando Barona Mesa

gran convención a desoír el voto los pueblos y una


completa determinación en V. E, a dejar la república
abandonada a sus angustias, convoca a los padres de
familia a una junta para resolver lo que sea necesario
para salvar la república de la supuesta anarquía en que
debía quedar. Los sujetos más respetables y capaces de
discurrir sobre un punto tan importante, aterrados con
los preparativos de la fuerza, se abstuvieron bien de
concurrir, temiendo ser atropellados, y aun los menos
advertidos se abstuvieron de asistir porque todos temían
el ultraje de la fuerza armada, pero el intendente había
convidado particularmente a las personas más conocidas
por sus ideas antiliberales, y los partidarios interesados
del absolutismo habían recorrido los campos y juntando
algunos hombres que no tenían quizá ni noticia de que
existiera una convención, y mucho menos el estado de
las cosas. Era con estas personas que el acta se iba
a hacer. A pesar de la resolución manifiesta que había
de obligar al pueblo por la fuerza a aceptar y firmar la
acta que se llevaba preparada, no faltaron ciudadanos
eminentemente celosos que tomaron la palabra para
oponerse a aquel acto: pero no se les dejó discurrir,
permitiéndoles únicamente dar su voto, mientras que
a los que iban preparados para defender el atentado
se les dejaba hablar cuanto querían. Al fin las ideas
expresadas por el intendente y consignadas en el
acta que iba redactada y que se fingió escribir allí, se
sancionaron: ellas estaban reducidas a desobedecer
todo lo que dimanase de la convención y a revestir
a V. E. de las facultades indefinidas para gobernar la
república. Jamás se ha visto al pueblo plegarse con más
repugnancia al imperio de las bayonetas. Todos temieron
por las personas liberales insultados y perseguidos por
aquella turba de militares de que ya he hablado. Me he
detenido en los pormenores de esta acta, porque todas
las que se celebraron en la república, con más o menos
violencia, se hicieron de la misma manera; y por que

334
Córdova gloria y asesinato del héroe

es en virtud de estas actas que V. E. gobierna hoy a


Colombia con un poder ilimitado. Mas siendo estos actos
contrarios a la constitución que entonces regía y que no
había motivo alguno para desobedecer, siendo a más de
esto falsos los principales hechos que los motivaban, y
habiendo sido arrancados por una violencia escandalosa,
es evidente que son por muchas razones nulos, y que
lo es igualmente la autoridad que por ellos se intentaba
dar a V. E. y de la cual se sirve hoy para gobernar de un
modo absoluto toda la república. Es pues por tanto, un
deber de todo ciudadano negarle la obediencia.
“Como los hechos que acabo de referir a V. E., y
otros muchos cuya relación me haría casi interminable,
me habían convencido de que V. E., abandonando sus
primeras ideas, piensa en dominar la patria, recibí
del general Carmona la noticia de que los restos del
ejército del sur, de donde él venía, y la mayor parte
de los representantes de aquellas provincias estaban
abiertamente resueltos a que V. E. se ciña la corona, como
el único medio de conciliar el buen orden y estabilidad
de la república. Yo he creído, señor excelentísimo,
que en estas circunstancias no podía permanecer más
tiempo espectador tranquilo del oprobio de mi patria,
sin traicionar mis juramentos y faltar vergonzosamente
a mi deber. Todos hemos jurado sostener la libertad de
la república bajo un gobierno popular, representativo,
alternativo y electivo, cuyos magistrados deben ser todos
responsables; y sin renunciar al honor, no podríamos
prestar nuestra aquiescencia a la continuación de
un gobierno absoluto ni al establecimiento de una
monarquía, sea cual fuere el nombre de su monarca.
Por lo que, cediendo a los gritos de mi deber y a los
clamores de estos pueblos que ardiendo en amor a la
libertad, me llamaban con ansia para que puesto a su
cabeza los conduzca por el camino de la ley, he venido a
esta provincia en donde el pueblo, invocando la libertad
y desconociendo el gobierno de V. E. como nulo y

335
Armando Barona Mesa

adquirido únicamente por la fuerza, se ha proclamado


la constitución de Cúcuta. Yo he jurado con todo este
pueblo sostenerla, y morir antes que sufrir la tiranía en
Colombia.
“Cuando, obedeciendo a las órdenes imperiosas
de mi honor, he abrazado la resolución que acabo de
manifestar a V. E., yo me he hallado en la situación
más amarga; la estimación, el afecto, y los particulares
favores que V. E. me ha dispensado siempre; el respeto
y este sincero amor que me animan hacia la persona de
V. E., han combatido fuertemente mi pecho. Mas ¿qué
sentimiento habrá que no calle a la voz del patriotismo
que habla un corazón inflamado por el fuego santo de
la libertad? Bruto en el senado, condenando a muerte
a sus dos hijos, por salvar la libertad de Roma, puede
ofrecer a V. E. una imagen de lo que mi espíritu ha
sufrido al empuñar la espada para contener la marcha
con que V. E. se apresura a encadenar a mi patria.
“Yo parto al Cauca, en donde aquellos pueblos,
hostigados por un gobierno absoluto y penetrados de
amor por la libertad, me esperan ansiosos para sacudir
el yugo. Todos mis proyectos se encaminan a que se
establezca el orden constitucional. No es mi ánimo atacar
a V. E.; pero si se pretende obligar por la fuerza a estos
pueblos a volver al yugo de un gobierno arbitrario, que
acaban de romper, yo sostendré su libertad hasta con la
última gota de mi sangre, aunque me sea muy doloroso
dirigir las armas contra V.E.
“Dígnese V. E. aceptar los sentimientos de mi
estimación y sincero afecto, José María Córdova.
Rionegro. - En la imprenta de Manuel Antonio Balcázar.-
Año de 1829”.

Córdova, aun reteniendo la jefatura civil y militar de


Antioquia, envía el manifiesto a su destinatario el Libertador en
Babahoyo. El 27 de septiembre viaja el capitán Pedro Restrepo
con ese destino. Veamos cómo narra la historiadora Pilar Hoyos
ese episodio:

336
Córdova gloria y asesinato del héroe

“El 27 de septiembre de 1829, Córdova extendió


pasaporte y pagó viáticos al capitán graduado Pedro
Restrepo para que se trasladara en comisión al sur, en
busca del cuartel general del Libertador, con el objeto
de hacerle entrega de la carta en la cual le explicaba
los motivos de su pronunciamiento. Logró llegar
hasta Cartago, donde fue aprehendido por las fuerzas
gobiernistas que habían salido de Popayán rumbo a
Antioquia al mando del coronel José Escolástico Andrade,
quien informó al Libertador presidente:
“”En el momento ya de montar a caballo en Cartago,
para regresarme a esta ciudad, recibí avisos de que
llegaba al pueblo de Anserma un comisionado del
general Córdova, con comunicaciones cerca de vuestra
excelencia. Mandé traerlo preso y con una pequeña
escolta le remití a la capital de Bogotá, a disposición de
su excelencia el señor ministro de la guerra. Para tomar
esta medida me impelieron dos causas. La primera fue la
de no permitir agentes de un faccioso insigne penetrase
a pueblos tranquilos y transitase por todos ellos, hasta
presentarse ante vuestra excelencia, que indignado
provocará más su justa venganza contra el ingrato
general, que ha desconocido la autoridad de vuestra
excelencia. La otra fue porque no podía permitir que
con pretexto de conducir pliegos a vuestra excelencia,
se pusiese en ejercicio la sedición y las instigaciones.
Antes de mandar a aquel enviado, le quité los impresos y
comunicaciones que ahora tengo el gusto de acompañar
a vuestra excelencia. El traía una circular para todos los
jueces políticos de los cantones del Valle, que no pudo
entregarles y que también adjunto.

Está firmada en Popayán el 15 de octubre de 1829. Dos días


antes de la muerte del general antioqueño. O sea que cuando
este nuevo correo llegó a las manos del Libertador, ya Córdova
había muerto varios días atrás.

337
Armando Barona Mesa

De todos modos el general Bolívar, que había hecho el


esfuerzo que antes vimos de nombrar a Córdova como ministro
diplomático ante el gobierno de Holanda, enterado ya por
varios medios de la correspondencia nutrida de la época del
levantamiento definitivo del héroe antioqueño, mandaría esta
otra carta al Consejo de Gobierno:

“República de Colombia- Secretaría General de su


excelencia el Libertador – Cuartel General de Babahoyo,
a 4 de octubre de 1829 – Al honorable señor presidente
del consejo de ministros.
“Señor:
“En el correo pasado he dirigido al consejo, de
orden del Libertador presidente, una exposición sobre la
tortuosa conducta del señor general José María Córdova
en estos últimos tiempos.
“A pesar de las repetidas delaciones que se han
recibido, su excelencia no se atrevía a persuadirse
que este general fuese capaz de tamaña empresa en
mengua de su misma reputación. Así es que me contraje
en mi citada nota a someter al juicio y prudencia del
consejo las medidas que convendría tomar para impedir
una conflagración extensa desde el Ecuador hasta
Cundinamarca.
“Mas en el próximo correo se ha recibido el
anónimo que acompaño a vuestra señoría. Por él y por
innumerables cartas venidas del Valle del Cauca, Popayán
y otras partes, no admite duda que hay un plan de
insurrección -que esta debe estallar simultáneamente-,
y que los progresos de este mal serían incalculables
a no oponerse por el gobierno providencias eficaces y
enérgicas. Designándose tiempo, día, cuerpos, lugares
y personas, sería una criminal apatía permanecer en
inacción y dejar consumar un plan único de insurrección
militar y popular.
“El señor general Córdova ha desmerecido la
confianza del gobierno. Por esto, y por la incompatibilidad

338
Córdova gloria y asesinato del héroe

que resulta de haber recaído en los ministros el


nombramiento de diputados al Congreso, su excelencia
ha dispuesto se encargue de los ministerios de Marina y
Guerra el señor general Pedro Alcántara Herrán, y que
el señor general Domingo Caicedo se encargue de la
Prefectura de Cundinamarca.
“Su excelencia dispone que el señor general Córdova
sea juzgado con arreglo a ordenanza y leyes y decretos
vigentes, como un conspirador. Al efecto su excelencia
espera que por el consejo se dicten las providencias
necesarias a la justificación del crimen de sedición
perpetuado hasta el día por dicho general.
“Adicción: La disposición antecedente no altera en
ningún modo la amplia autorización que su excelencia
confirió al consejo para resolver en este negocio; de
suerte que si en virtud de ella se ha tomado alguna
medida suave, prudente y de tal eficacia que anule el
influjo pernicioso del general Córdova, su excelencia
difiere en todo a la resolución del consejo.
“Tengo el honor de ofrecer a vuestra señoría las
protestas de consideración y respeto con que soy de
vuestra señoría muy obediente servidor, JOSÉ DE
ESPINAR”.
Claro está que se había creado un ambiente insalvable para
Bolívar, en cuya vida afectiva ya había desaparecido Córdova.
Lo que ahora correspondía hacer era, ciertamente, la reprensión
del crimen.
Hay que resaltar, por otra parte, que los que han participado
durante un tiempo largo en un ambiente de batalla, están
familiarizados con todas las incomodidades, traiciones y con la
muerte misma. Especialmente la del enemigo. Hay que fusilar al
que eventualmente deja de ser un incondicional, y es tan fácil
dar la orden.
Bolívar era como todo guerrero, fácil en dar ese tipo de
órdenes, como se ha visto a lo largo de esta obra, sin que fuere
necesario que quedara constancia o no de los procedimientos.
Córdova también lo hacía.

339
Armando Barona Mesa

Veamos en esos mismos días aciagos este episodio narrado


por José María Arango y C.:

“Dos capitanes de la fuerza de Urdaneta, adheridos


a la nuevamente organizada por Córdova, con sus
mismos cargos, continuaban cada uno a la cabeza
de su compañía respectiva, como más veteranos. No
aseguramos, pero sí se barruntó que algunos enemigos
de la causa del general, decidieron a esos dos capitanes a
insurreccionarse, como en efecto lo hicieron; pero ni los
que obraron tras bastidores, ni los encargados de ejecutar
tan peligroso plan tuvieron el valor y talento suficientes
para desarrollarlo. Aquellos desgraciados capitanes:
Herrera, de quien hemos hablado como comisionado
para la aprehensión del general en Rionegro, y Vélez,
giraron por su propia cuenta una letra que cubrieron a 24
horas vista, y que perentoriamente cobró el general. El
capitán Herrera era un mulato de musculación atlética,
y de fisonomía simpática y agradable. El otro, un oficial
muy valiente y ninguno de los dos era casado, como se
ha afirmado en algún escrito.
“La morada de Córdova en Medellín, en los pocos
días que allí permaneció, era la casa de su señora madre,
doña Pascuala Muñoz, situada a una cuadra de distancia
de la plazuela de San Juan de Dios. De allí al cuartel de
la fuerza había como doce cuadras.
“Hallábase el general sentado a la mesa, con su
estado mayor, cuando se presentó un sujeto que le era
muy adicto, diciéndole:” General: dos compañías de la
fuerza con sus capitanes a la cabeza se han sublevado: el
motín es grave”. Córdova se levantó, tomó un cuchillo de
los de la mesa, y sin acordarse de su sombrero, recorrió
en un instante el trayecto mencionado. Su hermano
Salvador montó en una bestia, en pelo, y partió también
sin darle alcance, y lo mismo hizo el estado mayor. Unos
pocos pasos faltaban al general para llegar al lugar de la
guardia, cuando con su natural imponente voz le intimó
rendición de armas. La guardia obedeció y le dio paso.

340
Córdova gloria y asesinato del héroe

“En uno y otro costado de los corredores del cuartel


estaban en formación con sus capitanes a la cabeza
las dos compañías. La presencia y, más que todo, la
aterradora mirada de aquel rayo de la guerra, bastó
para dejar anonadados a los insurrectos.
“Al instante las dos compañías fueron organizadas
con oficiales de confianza.
“Herrera y Vélez quedaron en capilla y al siguiente
día, después de recibir los auxilios espirituales, marcharon
al cadalso.
“Frente a la casa del popular patriarca don Alejo
Santamaría, fueron colocados los banquillos. Sentados
allí y vendados los culpables, el capitán Herrera levantó
su venda, y fijando su vista en la escolta, con voz clara y
firme, pausada y sonora dijo: “Cambien a aquel soldado
que es un recluta y no sabe disparar un fusil”. Pocos
momentos después ya no existían.”

Este conmovedor párrafo lo escribe don José María Arango y


C262, testigo presencial de estos hechos aunque escritos muchos
años después, y a quien por su importancia histórica ya hemos
citado antes.
También es apropiado que hagamos una transcripción de otro
de los que vivieron este momento, el doctor Juan C. Llano, autor
de la primera “Biografía del General Córdova”,263 y el cual relata
lo de la traición de los capitanes José Antonio Vélez y Manuel
Herrera, a los cuales había invitado el general a una fiesta en
su casa de Medellín y le habían jurado fidelidad absoluta en la
conformación de la nueva fuerza. Llano cuenta:

“El domingo siguiente, como de seis y media a siete


de la noche, refrescaban tranquilamente en casa del
general, y toda la familia estaba reunida en el comedor.

262
José María Arango y C., “El Santuario” 1898, publicado por la Academia
Colombiana de Historia, como se anotó.
263
Juan C. Llano, “Biografía del general José María Córdova”, publicada en
1876, Imprenta Echeverría Hermanos, y republicado por la Academia Colom­
biana de Historia, Editorial Kelly, 1980.

341
Armando Barona Mesa

“De repente tocan fuertemente a la puerta, y con


acento precipitado y jadeante llaman al general. Era el
comandante Alzate, uno de los oficiales, que acaba de
tener un disgusto con Vélez y Herrera, por no haber
estado esa tarde en el cuartel, y por no querer tomar
parte en la traición que a la hora debía perpetrarse.
“Mi General, le dijo, dentro de una hora Vélez y
Herrera estarán aquí, con una fuerza armada para
asesinarlo a usted, al coronel, a las señoras y a los
mismos niños de su casa. Está todo pronto en el cuartel;
acabo de saberlo y vengo a avisarlo mi General”.
“El impávido coronel Salvador Córdova, tomó un
cuchillo de la mesa, saltó sobre uno de sus generosos
corceles, y se lanzó al cuartel…
“El general se caló un poncho con más lentitud, se
ciñó la espada de siempre, llamó a Niño, su edecán, y
partió al cuartel por la Quebrada abajo, para llegar más
pronto y entrar por la retaguardia. La familia quedó en
consternación. Daba el reloj la 7 de la noche.
“!Cuántos acontecimientos están suspensos de
aquella hora siniestra!
“… Los dos Córdovas llegaron al cuartel. El coronel
fue el primero, teniendo entendido que nunca derramó
una gota de sangre, que era misericordioso … Al llegar,
se lanzó del caballo, tomó al centinela por el cuello, le
arrancó el arma, y a la vez, … ¿qué es esto? Rindan
las armas y ¡!!” -gritó-. Al punto se lanza sobre Vélez
que intenta resistir, y lo oprime con su planta en el
suelo. Sale Herrera, y Córdova le da el grito de “Traidor,
ríndete” y lo desarma en el acto.”

Lo que siguió fue el fusilamiento al otro día a esos dos


traidores, partes, como lo dice el autor citado, de un plan
preconcebido por el coronel Urdaneta. Es necesario tener en
cuenta este elemento si se trata de hacer un enjuiciamiento de
la conducta ese día del general Córdova y de su hermano.

342
Córdova gloria y asesinato del héroe

Y es de obligado comentario resaltar con que furia obró, en el


caso de los capitanes Herrera y Vélez, el general Córdova cuando
los mandó a fusilar. Dentro de la precariedad con que había
conformado un diminuto ejército rebelde, la pérdida de esas dos
compañías constituía un golpe mortal para sus propósitos. Y esa
manera de ordenar la muerte hacía parte, por decirlo de alguna
manera, de las reglas de juego en todo el largo proceso de la
independencia y primeros años de la República. El que fallaba
se moría fusilado. Y el que vencía invocaba el famoso Derecho
de Gentes. Así fue todo el siglo XIX y gran parte del XX, y lo
sabían de sobra los capitanes Herrera y Vélez. También lo sabían
Córdova y Bolívar. Era la justicia de la guerra.
Volviendo al tema de las proclamas, el Consejo de Gobierno se
enteró en su momento de cada una de ellas. El general Córdova,
de cuyos movimientos estaban pendientes los ministros, se las
envió al igual que a todos los personajes de alguna importancia.
De tal manera que ese Consejo gobernante tenía acceso casi
inmediato -salvo las distancias- a tales documentos, incluída la
carta a Páez.
Enterados pues de los mismos, los ministros de inmediato
hacían partir correos especiales hacia Babahoyo donde se
encontraba el Libertador debatiéndose en su propia encrucijada:
contra sí mismo por sus propias contradicciones, contra
la enfermedad que lo consumía y contra la razón cuando de
implantar la dictadura vitalicia y posteriormente la monarquía,
se trataba. Bolívar contestaba como moviendo fichas a distancia
en un juego de ajedrez que era real.

343
Córdova gloria y asesinato del héroe

44
EL MANIFIESTO DE RESPUESTA DEL GOBIERNO

Frente a las afirmaciones pormenorizadas del rebelde general


antioqueño en sus diferentes manifiestos, especialmente la carta
a Bolívar que acabamos de ver, el Consejo de Gobierno bajo la
ponencia del presidente José María del Castillo y Rada, elaboró un
documento muy extenso de respuestas puntualizadas a Córdova,
con un lenguaje que, como se aprecia de su lectura, muestra su
sesgo contestario y parcializado, con palabras desconsideradas
y a veces brutales, tal como no debía ser un documento de
gobierno, y celebrando la suerte adversa del general Córdova,
sin importar toda la gloria que había dejado escrita en la historia
de este país.
En realidad el extenso documento, en el que transcriben los
diferentes párrafos de los manifiestos de Córdova para darles
inmediata respuesta, es una diatriba contra él. Tal vez por esa
razón salió sin las firmas de los miembros del Consejo. Ese detalle
precisamente evidencia que no todos estuvieron de acuerdo ni
con la redacción ni con el contenido.
Empero y a pesar de su extensión, el seguimiento del proceso
histórico amerita, por su importancia, que sea incorporado a
continuación para el conocimiento pleno del lector264, con la
ortografía y redacción originales:

264
El documento, según anota Botero Saldarriaga, fue publicado en la Gaceta
de Colombia No. 436 de 25 de octubre de 1829.

345
Armando Barona Mesa

“EL CONSEJO DE MINISTROS A LOS COLOMBIANOS.


“Colombianos: Ya sabéis que el General José
María Córdova, que después de haberse publicado el
decreto orgánico de 27 de agosto del año 1828 sirvió
provisionalmente los ministerios de guerra y marina,
mandó la división de operaciones sobre Popayán y acepto
el nombramiento en propiedad de ministro de marina,
levantó el estandarte de la rebelión en la provincia
de Antioquia, a donde fue sin licencia y sin ningún
carácter público. Allí desconoció al gobierno nacional,
se sobrepuso al gobierno de la provincia, se ha erigido
en jefe supremo, ha pretendido excitar a sus pacíficos
habitantes a la rebelión, y hace todos los esfuerzos para
levantar y organizar un cuerpo de tropas con que invadir
a los departamentos pacíficos.
“Testigos de los sucesos que han procedido, de todos
los acontecimientos que han pasado entre nosotros, de
las deliberaciones populares y de los actos del Libertador
y de su gobierno, estáis en aptitud de calificar y apreciar
justamente la conducta de Córdova.
“El lo conoce, y por eso ha publicado un manifiesto,
firmado en Medellín a 16 de septiembre, impreso en
Rionegro, para informaros de los motivos y objetos
de su pronunciamiento, seguramente para justificarse
a vuestros ojos, y con la necia esperanza de obtener
vuestra aprobación.
“En estas circunstancias, cuando el Libertador en
los confines meridionales de la república, el consejo ha
creído conveniente hablaros, no con el fin de impugnar
una rapsodia tan despreciable como es el pretendido
manifiesto, sino con el de poner en claro el crimen
manifiesto de un traidor, sus torpes consecuencias, sus
miras y desmesuradas pretensiones, sus falsedades, su
necia vanidad y el alto desprecio con que trata a sus
conciudadanos.
“No os juzga el consejo tan escasos de buen sentido,
que pudieseis dejaros alucinar, y que no seáis capaces

346
Córdova gloria y asesinato del héroe

de conocer la enormidad del crimen de Córdoba, y la


simpatía de los motivos rebuscados: no hay pueblo
que, en medio de una tormenta tan deshecha como la
hemos corrido en cuatro años seguidos, haya mostrado
tanto juicio y tantas virtudes. Mil veces habéis burlado
las esperanzas de los ambiciosos, y habéis burlado
las turbaciones que promovieron los demagogos. El
consejo sólo quiere presentaros el crimen de Córdoba
en su verdadero punto de vista, notar la inconexión
de sus fundamentos y facilitaros el modo de juzgar su
manifiesto: para ello seguirá, en cuanto lo permita el
desorden de los hechos que han de esclarecer, el de los
motivos con que ha querido engañaros.
“Empecemos por los hechos: el Libertador da la
constitución de Bolivia. Este es el primer motivo de
Córdoba: ved los términos con que lo agrava: “El triunfo
de Ayacucho, que asegura la libertad de toda la América
del Sur, lisonjea las miras del presidente: cree que
Colombia, Bolivia y el Perú, son de su pertenencia: que
la suerte le ha asegurado este bello patrimonio: resuelve
encadenarlas, y cambiando la guirnalda nacional por
la corona de los reyes; delira con el imperio, de la
constitución de Bolivia.
“Todo este período no contiene más que palabras
vacías, reunidas para reducir la siniestra interpretación
de un acto no sólo inocente sino que honrará siempre la
memoria del Libertador. El triunfo de Ayacucho debió no
sólo lisonjear, sino también, y principalmente, satisfacer
las miras del Libertador. Se había propuesto S. E. dar la
independencia a su patria, y se la dio con gloria, a costa
de mil triunfos que han llenado al mundo con su nombre.
Se le llamó con insistencia y ruegos por los próceres del
Perú, seguros de que repetiría en el antiguo imperio de
los Incas los prodigios que habían obrado su genio y su
espada en la tierra clásica del valor y de las virtudes
marciales, para que les diese la independencia, que no
habían podido obtener en catorce años de lucha. Sale de

347
Armando Barona Mesa

su patria, pisa el Perú: éste, en su conflicto, entrega sus


destinos al héroe de la América: se encarga del mando,
inspira a sus soldados, vuela el ejército hasta Ayacucho,
es vencido allí el más fuerte y numeroso ejército que
nunca tuvo España en estas regiones, y el fruto de aquella
esplendida victoria es la creación de dos repúblicas,
independientes y libres. Las miras del Libertador fueron
cumplidas, y naturalmente debió quedar satisfecho,
porque había hecho el mayor bien a una inmensa región,
erigiendo en tres estados independientes pueblos que
antes fueron colonias oprimidas y abyectas. Jamás ha
visto en ellas sino hijas preciosas de su constancia,
de su valor y de su desinterés: nunca las ha mirado
como su patrimonio: estaba reservado al pérfido e
ingrato Córdoba atribuir al modelo del desinterés y el
patriotismo sentimientos tan torpes y tan claramente
desmentidos por sus hechos heroicos. ¿Cómo puede
suponerse que resolviera encadenar las tres repúblicas,
quien acababa de quebrantar sus antiguas cadenas? La
prueba de aquella suposición es que el Libertador dio la
constitución de Bolivia.
“Bolivia comenzaba a ser: ella veía en el Libertador
a su fundador y a su padre, apreciaba justamente
su experiencia y su saber, y le pidió un proyecto de
constitución. Lo dio, y no lo ofreció sino como un
proyecto: se examinó, discutió y adoptó por su asamblea
constituyente, cuando el Libertador existía a muchas
leguas de distancia; y bajo esa constitución gozó Bolivia
de tranquilidad y de orden, y comenzaba a prosperar,
cuando sucesos tan extraordinarios como notorios
turbaron su quietud. En éstos, que son evidentes, ¿hay
algo que pueda justificar las torpes imputaciones de
Córdoba? Presentar un proyecto de constitución a un
pueblo que lo pide, ¿puede ser un hecho que imprueben
la razón y la justicia? Seguramente ignora Córdoba que
en un hecho semejante está apoyada la gloria inmortal
de Licurgo.

348
Córdova gloria y asesinato del héroe

“¡¡¡En Bolivia, o en el hecho de presentar el proyecto


de constitución para Bolivia, rasgó el Libertador el
velo que le tenía oculto!!! Sí (dice Córdoba), se erige
presidente vitalicio, destierra la religión de la tierra,
la deja en el cielo, y, según su sistema, él será el sol
que dará calor y vida al nuevo mundo. Pocas veces se
reúnen con una mentira tan imprudente tántas inepcias:
¿ha oído alguno que el Libertador haya sido presidente
vitalicio o temporal de Bolivia? ¿ha estado Córdoba
fuera de Colombia y tan separado de los negocios de la
América del Sur, que haya podido ignorar que desde que
Bolivia adoptó su constitución fue elegido presidente el
general Sucre, gran mariscal, de Ayacucho? Así miente
Córdoba a sus conciudadanos, cuando pretende hacerles
cómplices de su crimen e instrumentos de su soñada
elevación.
“Supone también que el Libertador ha desterrado la
religión de este mundo y que la ha dejado en el cielo.
Todos han leído el precioso discurso con que el Libertador
acompañó desde Lima, con fecha 25 de mayo de 1826,
el proyecto de constitución, y todos han entendido el
lugar a que alude esta especie del manifiesto. En él
sólo quiere justificar el motivo de no haber incluido
en el proyecto un artículo sobre la religión del estado,
omisión estudiaba también en la constitución de Cúcuta,
a pesar de que no faltaron diputados que pretendiesen
lo contrario; porque a lá verdad, ¿no es una manifiesta
incoherencia que en un país donde felizmente no existe
sino una religión profesada por todos sin contradicción, se
introduzca entre las leyes políticas que han de organizar
y limitar los poderes públicos una sobre religión? ¿Acaso
los constituyentes de un pueblo pueden prescribir la
religión como la forma de gobierno? Nadie duda, ni lo
ha dudado jamás el Libertador, que la religión es un
poderoso apoyo de los estados, y que la de Jesucristo,
única verdadera, es el fundamento de los gobiernos, y la
más amiga de la libertad; pero la religión no pertenece

349
Armando Barona Mesa

a las leyes políticas; es la higiene del espíritu, y debe


tener tánta cabida en una constitución política como la
higiene que ha de conservar la salud de los hombres.
Córdoba, a sus vicios, quiere añadir el de la hipocresía;
y por mostrarse hipócrita ha descubierto también en
esta parte su ignorancia. ¡Córdoba escandalizado de que
el Libertador haya colocado el objeto de la religión y los
altos juicios de Dios en el cielo! ¡Y por este destierro se
ha resuelto a infringir todas las leyes divinas y humanas,
a rebelarse contra el gobierno, a erigirse en dictador en
su país!
“Al mostrar Córdoba tánto escándalo, une ideas tan
inconexas, que manifiesta toda la pobreza de su cabeza.
En el discurso citado del Libertador, desenvolviendo el
plan de su proyecto, dice estas palabras: “El presidente
de la república viene a ser, en nuestra constitución,
como sol que, firme en su centro da vida al universo”.
Habla de la república de Bolivia y se propone manifestar,
por una comparación muy propia, la ventaja de que
la primera magistratura sea perpetua; porque en los
sistemas sin jerarquías se necesita, más que en otros,
un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y
los ciudadanos, los hombres y las cosas. Sin embargo,
Córdoba, por malignidad o por mala inteligencia, reúne
este punto inconexo con el de la religión desterrada,
para dar a entender que él Libertador se propuso fijar la
religión en el cielo a fin de hacerse el sol que diera calor
y vida al nuevo mundo: de todos modos nunca podrá
negarse que ha dado ser y vida a tres repúblicas.
“Supone Córdoba que el Libertador llegó a la
capital del Perú, que disolvió el congreso, que recibió
el mismo título del presidente vitalicio, y las mismas
facultades extraordinarias. El Libertador estaba en Lima
cuando dirigió el proyecto de constitución, cuando fue
adoptado por Bolivia, cuando aquella república eligió
por presidente vitalicio al Gran Mariscal de Ayacucho; y
poco después vino a Colombia, por el mes de agosto del

350
Córdova gloria y asesinato del héroe

año de 26. En diciembre adoptó el Perú la constitución


de Bolivia, eligió al Libertador por su presidente, y
entonces el Libertador estaba en Venezuela: es por lo
mismo falso que regresase a la capital del Perú, que allí
recibiese el título de presidente vitalicio, ni las facultades
extraordinarias, que se suponen las mismas, sin saber a
cuáles hagan relación.
“No ignoréis, colombianos, que el Libertador precipitó
su vuelta del Perú por las agitaciones que manifestaron
en Colombia desde abril de 1826. S.E. fue vivamente
conmovido por la primera noticia que recibió del
acontecimiento de Valencia; penetró sus causas; previo
sus consecuencias; temió una disolución; y resolvió venir
a ejecutar lo que hizo, calmar los ánimos y restablecer el
orden. Conoció que debía obrar con mucha actividad al
tiempo que se encontró detenido por los movimientos en
el sur; por lo mismo anticipó cartas dirigidas a calmar los
espíritus, y a Guzmán para que de palabra manifestase
sus deseos, relativos a contener las turbaciones y a
procurar arreglos oportunos que las evitasen en lo
futuro. Guzmán vino como un dependiente de la casa
del Libertador, sin comisión especial, sin carácter público
y sin tales poderes absolutos y oficiales, como supone
el manifiesto. Pasó por Guayaquil, Panamá, Cartagena
y Maracaibo para llegar a Caracas, porque éste es el
camino, y todos esos pueblos son tránsito necesario.
¿Cuáles son los planes que realizó, y nadie ignora, cuál
fue la comisión que llenó de un modo de que no dejó
duda? La que trajo fue absolutamente confidencial,
dirigida a contener la propagación de los trastornos; y
lo cierto es que se contuvo, y que al comenzar el año de
27 el orden y la tranquilidad reinaban en Colombia.
“En septiembre de 27 volvió a esta capital el Liber­tador,
y encontró decretadas por el congreso, negativamente,
la dimisión de la presidencia de la república, que había
dirigido desde Caracas, y la convocatoria de la gran
convención para el día 2 de marzo de 1828 en la ciudad

351
Armando Barona Mesa

de Ocaña. Desde luego se encargó del gobierno, e hizo


todos los esfuerzos de su parte para que se reuniese
la convención. No se mezcló en las elecciones; y para
dejarlas en la más amplia libertad se fue al campo, y se
conservó allí hasta que se hicieron las de esta provincia
en esta capital.
“Reunióse la convención de Ocaña. No es ahora la
oportunidad de hablar de esos mil hombres virtuosos,
que dice Córdoba fueron resueltos a hacer el código
de la felicidad, ni de examinar si aquellos dignos
representantes de la nación depusieron sus pasiones:
si se revistieron de un heroico patriotismo para tratar
únicamente de restablecer el orden, de crear un
gobierno sólido y depositar en manos de los ciudadanos
el libro santo de las leyes: todos saben la historia de la
convención de Ocaña; y millares hay que han leído el
proyecto de constitución con que se quiso establecer el
ORDEN y crear un gobierno sólido.
“Engañáronse, en efecto aquellos hombres virtuosos
y todos sus adherentes: el pueblo colombiano nunca
quiso ser el instrumento ciego de los ambiciosos, ni el
juguete de los que invocan su nombre para hacer su
propia fortuna.
“Empero, es una impostura digna de Córdoba,
suponer que la mansión del Libertador en Bucaramanga
fue meditada; que desde allí amenazó con su presencia
a la convención; que movió algunos cuerpos de
tropa y puso un sitio disimulado. La permanencia del
Libertador en Bucaramanga fue casual, ocasionada por
los acontecimientos de Cartagena en el mes de marzo,
los cuales le retuvieron allá como punto más propio
para ocurrir en tiempo a los peligros de aquella plaza
importante. Ni en el lugar de su residencia, ni a muchas
leguas de Ocaña hubo un soldado: aquellos dignos
representantes gozaron de la más extensa libertad, y
no hay un acto que muestre que el Libertador intentara
hacerles violencia. Por el contrario, procuraron abusar

352
Córdova gloria y asesinato del héroe

de su extrema libertad; y orgullosos con la superioridad


numérica que habían adquirido con imposturas y con
sus esfuerzos demagógicos, se esforzaron para imponer
a sus codiputados el yugo a que se proponían uncir
más adelante al pueblo, engañándole con el nombre de
libertad. Los llamados serviles, menores ciertamente en
número, porque ésta es la suerte desgraciada del género
humano, seguros de que no podían hablar ya a la razón,
ni luchar por más tiempo con fruto, con el ciego espíritu
de partido prefirieron separarse, aunque se disolviera la
convención, a contribuir a que los mil hombres virtuosos
organicen constitucionalmente la disolución de Colombia.
La historia imparcial revelará algún día los misterios de
aquellos sucesos, y la posteridad hará justicia a quien
la tenga.
“El Libertador y Colombia vieron desvanecidas
las esperanzas por las maquinaciones del espíritu de
partido y de la ambición enmascarada ¿y cuál fué su
conducta posterior? Medita, dice Córdoba, aterrar con las
bayonetas, compromete a las municipalidades a hacer
actas proclamándole dictador, y luego las destruye.
¿Cuál es el acto de terror de las bayonetas? Vosotros lo
sabéis, colombianos; las tropas quedaron en sus puntos,
y no hubo un solo movimiento militar desde junio hasta
el atentado del 25 de septiembre.
“Disuelta la convención después de haber declarado
por unanimidad de sufragios que era necesaria y
urgente la reforma de la constitución, los pueblos se
consideraron expuestos a los furores de la anarquía y
a los estragos de la guerra civil; por un instinto casi
simultáneo y propio de su buen sentido proclamaron al
Libertador jefe supremo del estado, y le encargaron los
destinos de la patria. Esta proclamación fue general, y
en lugares tan distantes no ha podido sospecharse con
justicia la influencia que se supone. La deliberación de
los pueblos solo es comparable a la que se manifestó el
año de 10 en toda la America: el instinto del bien y el vivo

353
Armando Barona Mesa

deseo de preservarse dé un riesgo inminente obraron


en Colombia el año de 28 como en toda la América del
año de 10. La más perfecta libertad se notó en ambas
épocas, con la única diferencia de que, en la última,
sólo Córdoba quiso hacer violencia el día 13 de junio en
la reunión popular que hubo en esta capital, a uno de
los ciudadanos que tomo la palabra para manifestar su
opinión. Mil testigos existen de su conducta escandalosa
en aquel día, conducta que desaprobaron los llamados
serviles, como que debía cubrirles de vergüenza, En
todos estos actos las municipalidades tuvieron la menor
parte, si bien son de aquellos en que no debieron
excusarse de tomar alguna.
“El Libertador no las ha destruido. Es preciso confesar
que ellas estaban mal constituidas, y que conservando
las formas, las denominaciones y las facultades que
tuvieran bajo el régimen español, se encontraban
frecuentemente embarazadas para hacer el bien, y
muy expuestas a cada paso a obrar el mal, excediendo
o traspasando los límites de sus atribuciones. De aquí
procedieron los clamores y las quejas contra ellas; y
en circunstancias de existir un gobierno provisorio,
encargado, principalmente de restablecer el orden y la
concordia, resolvió el Libertador suspenderlas todas con
el objeto de tomar informes circunstanciados, y oír la
opinión pública sobre ellas, a fin de que después pueda la
ley restablecerlas y reconstituirlas con los conocimientos
necesarios: ¡cuánta distancia no hay entre la prudente
resolución del Libertador y la cautelosa destrucción que
supone el manifiesto!
“Córdoba pasa en silencio la conjuración del 25 de
septiembre, seguramente los remordimientos le han
forzado a callar sobre esta materia, y por eso hace una
transición violenta a la conspiración del coronel Obando
en la cual descubre su complicidad y pone de manifiesto
su perfidia.

354
Córdova gloria y asesinato del héroe

“No es tampoco oportuno recordar ahora aquel


acontecimiento. Los facciosos engañaron cruelmente al
coronel Obando; y este jefe que pudo, aunque tarde,
penetrar sus miras, desistió de su empresa, cedió a la
razón y a la justicia, se reconcilió con el honor y con las
leyes, entró nuevamente en su deber, y está en el día
en el ejército colombiano, después de haber contribuido
a restablecer el orden turbado en el departamento del
Cauca.
“Pero Córdoba confiesa que estuvo en comunicación
con él durante aquel trastorno, y esta confesión es la
de su criminalidad, y la que persuade que fue, como
lo denunció la voz pública desde el amanecer del 26
de septiembre, uno de los asesinos, cómplice de la
conjuración del 25.
“Si el consejo no debiera hablaros el lenguaje que
conviene a su dignidad, si pretendiera daros a conocer a
Córdoba en toda la fealdad de su carácter, de su conducta
y de sus crímenes, se detendría a descubriros todos los
misterios que envuelve su confesión; pero ni es necesario
ni conveniente ocuparse de tales objetos; su propósito
es analizar el manifiesto para que os penetréis de la
futilidad de los motivos con que ha pretendido Córdoba
justificar su crimen, como si los crímenes admitiesen
justificaciones.
“Desciende Córdoba a hablar de la llegada del
Libertador a los departamentos del sur, a principios de
este año; y después de suponerse (obra de su extrema
vanidad) que le allanó el paso, vuelve a cargarle con
imputaciones falsas que, o muestran su malignidad o
su ignorancia de hechos bien conocidos. Asegura que
el Libertador mandó al general Flórez para que atacase
la plaza de Guayaquil, cuando estaba inundada aquella
ciudad por las lluvias, cuando los peruanos no se habían
apoderado de la marina, cuando no había una canoa
para llevar las tropas de Bodegas más adelante; que se
le dieron razones para disuadirlo de una empresa tan

355
Armando Barona Mesa

temeraria: que insiste; y el ejército, como el de Napoleón


en Rusia, es víctima de la estación, se sacrifica casi en la
totalidad, y quedan reducidos cuerpos de 600 hombres
a menos de 100.
“En todo esto nada hay de cierto sino la ocupación
de nuestra pequeña escuadra por la del Perú: ni el
Libertador mandó atacar la plaza, ni se le dieron razones
para disuadirlo, ni hubo insistencia de su parte, ni el
ejército se sacrificó. Este existe, numeroso y respetable,
sin más bajas que las inevitables en nuestras campañas,
y Córdoba en esta parte se muestra tan ignorante o tan
maligno como en todas sus vociferaciones.
“En tan triste situación (continúa), ¿qué sucedió?
que el Libertador de Colombia, Perú y Bolivia, (responde)
se prestó a tratar con un comandante desconocido, y
últimamente capitula con el general Gamarra, quien le
prometió entrar en Guayaquil, pero llevando consigo
todos los buques y armas que el jefe Illingrot había
depositado en el de la escuadra peruana, hasta que
el triunfo decidiera a quién, debía pertenecer. Así es
(añade) que hemos ponderado el honor de las armas
por los tratados de Piura!!! mas espero (concluye) que
el mundo se acordará de Ayacucho, y que en el campo
de batalla nadie nos había resistido.
“Todo este período no contiene mas que un fárrago
de inepcias que serán un testimonio constante de la
torpe incapacidad de su autor. En la Gaceta del Gobierno
se han publicado oportunamente todos los documentos
relativos a los hechos a que quiere aludir el manifiesto.
Celebróse un armisticio provisional, y no podía hacerse
sino con el jefe que mandaba la plaza ocupada. Debió
ocurrirse al general en jefe del Perú para concluir uno
general, por el tiempo necesario para negociar y concluir
el tratado definitivo de paz; y a esto llama Córdoba, que
ha sido general de la república, ¡capitular con el general
Gamarra! Cierto que cuando se estipuló la rendición
de Guayaquil, se reservó el general del Perú retener

356
Córdova gloria y asesinato del héroe

nuestros buques, armas y municiones hasta la paz


definitiva: el Libertador tuvo siempre empeño en que no
se turbara, y en obtenerla después que se turbó: después
de la brillante victoria de Tarqui, la moderación del
Libertador hace su gloria, y estaba reservado a Córdoba
hacerle un crimen del hecho que servirá para siempre
para probar su prudencia, su moderación y la injusticia
de sus enemigos. Esta es cuestión de Colombia con el
Perú, y el mundo imparcial hará la justicia que no puede
discernir Córdoba. El honor de las armas colombianas
está puro e ileso, sin haber recibido mengua por el
armisticio celebrado en Piura, que Córdoba apellida
malamente tratados; y no sólo Ayacucho, sino mil
campos, y últimamente el glorioso de Tarqui recordarán
al mundo que en la batalla nadie nos ha resistido y que
los heroicos jefes de Colombia sabrán siempre vencer,
no sólo a los enemigos externos, sino también castigar
a los rebeldes y traidores.
“Las banderas de Colombia están enarboladas y
flamean con gloria: nadie las ha pisado: sólo Córdoba
ha querido hollar las leyes, prolongar los males, turbar
la paz que se iba estableciendo y arruinar a su país.
“Estos males, por desgracia, se han hecho epidé­
micos en la América, y por eso se ha dicho que las
constituciones son libros, los tratados papeles y la vida
un tormento, expresiones que quiere atribuir Córdoba
al Libertador y que, sin contar que sean suyas, repite
el consejo apoyándose en los sucesos coetáneos de que
todos somos testigos.
“¿Es el Libertador quien ha roto la constitución?
Colombianos, recordad los hechos pasados a vuestros
ojos: cuando el Libertador pisó en 1826 las riberas de
Colombia, su constitución estaba hollada; y cuando volvió
a la capital en 1827, para encargarse del gobierno, ya el
congreso constitucional había decretado la convocatoria
anticipada de la gran convención, la cual, en su único
acto solemne, imparcial y arreglado, declaró que era

357
Armando Barona Mesa

necesaria y urgente su reforma. Todos estos actos, y


los vicios internos de ella, la hicieron caer en desprecio.
El Libertador la sostuvo todo el tiempo que la consideró
como la ley querida de los colombianos; pero desde que
dejó de serlo, si no obra suya, por sus defectos capitales,
por el clamor de los pueblos y por actos tan repetidos
y solemnes ¿pudo ser un deber sostenerla con violencia
y ponerla en vigor por la fuerza? ¿cuáles son, pues, los
pactos que ha violado el Libertador y los tratados que ha
despreciado? Recientes pruebas tenéis de su generosa
buena fe en Colombia, y de su respeto aun a tratados
violados por los extranjeros.
“No nos cansemos, colombianos, Córdoba es un
criminal injustificable, es ingrato, pérfido, hipócrita,
traidor y rebelde: oprimido con el cúmulo de beneficios
que recibiera del Libertador, se irrita de debérselos;
su estúpida vanidad le impele a procurarse un primer
puesto, porque no puede tolerar ser subalterno; y
creyendo que en su país encontraría prosélitos, porque
contaba con unos pocos descontentos, penetra en él y
levanta el estandarte de la rebelión. ¿Con qué misión
un general, sin carácter público actual, se sobrepone al
gobernador de una provincia, y desconoce y pretende
hacer desconocer al gobierno nacional que todos los
pueblos obedecen, como que es su obra, y del cual han
recibido los beneficios del orden y de la paz? Esto es lo
que ha hecho Córdoba: ¿No es éste un crimen, no es
el crimen de alta traición? ¿qué sería entonces de las
leyes, del orden, de la seguridad, fundamentos de las
sociedades y objeto de los gobiernos?
“Si a cada general, a cada ciudadano, a cada
soldado fuera lícito hacer lo que ha hecho Córdoba,
nunca contaríamos con gobierno, con leyes, ni con
orden, porque cada individuo se creería con derecho
para sobreponerse a todos y para organizar los estados
a su agrado. En tal caso valiera mas la sociedad de las
fieras, o habitar los desiertos. El deber de un ciudadano,

358
Córdova gloria y asesinato del héroe

aún el más elevado, es vivir sumiso al gobierno de su


patria y tolerar sus mismas irregularidades, mientras
exista bajo de él, pues para evitarlas tiene el derecho de
emigrar. Jamás puede levantarse uno como reformador
sin cometer un gran crimen; crimen capital, porque
ultraja las leyes, y crimen horrendo, porque es contrario
a la majestad del pueblo.
“Colombianos, decidid si los motivos alegados por
Córdoba pueden justificar su crimen a vuestros ojos.
Considerad primero que en los primeros días del año
próximo debe reunirse el congreso para dar cumplimiento
a la constitución de Cúcuta, a la resolución del de 27, a
la declaratoria de la constitución de Ocaña y a vuestros
mismos votos. Las elecciones os muestran que ninguna
asamblea se ha reunido jamás en Colombia que fuera tan
digna de vuestra veneración. Casi todas las provincias se
han esmerado en elegir a los ciudadanos más acreedores
de vuestra confianza: La mayor parte de los diputados
son próceres de la revolución, hombres del año de
10, ocupados desde entonces en conquistar vuestra
independencia y asegurar vuestra libertad; ciudadanos
experimentados, que han trabajado incesantemente por
vuestro bien en los campos de batalla, en el gabinete, en
los congresos, en las legislaturas, en los tribunales y en
los gobiernos de los departamentos. Corría tanto riesgo
la libertad invocada por Córdoba en el corto espacio de
cuatro meses! ¿No pudo ese nuevo Licurgo esperar el
transcurso de tan corto período para contribuir, como
diputado por la infeliz Antioquia, a efectuar las reformas
que desea? ¡Qué! ¿ha querido ser el único reformador
de su patria, o no se ha considerado que podría mostrar
tanto valor en el congreso como ha querido ostentar
en su. rebelión? ¿no habría valido más que en aquella
asamblea hubiera hecho de palabra la exposición de
sus motivos para sostener la necesidad de un gobierno
sólido y de las libertades públicas, que hacerlo del modo
infame con que se ha conducido?

359
Armando Barona Mesa

“No, colombianos: Córdoba no se ha propuesto un


fin santo: su estúpida vanidad le ha perdido. Fijad vues-
tra atención en los dos últimos párrafos de sü manifiesto
y os convenceréis que la desmedida ambición que le
devora es el único motivo de su conducta. El convida a
los venezolanos, a los granadinos y a los habitantes del
Ecuador a romper las cadenas para conquistar el poder
y ponerlo bajo la salvaguardia de las leyes; pero los con-
vida a que le sigan como a jefe y se sometan a su poder.
Todo su lenguaje está teñido de su vanidad: convida
a los que le han seguido en las batallas, a los que han
partido con él el triunfo; y a todos les dice: “bien sabéis
que sé vencer y que no os perderé, sino en bosques de
laureles”. ¡Hay mayor fatuidad! Yo cuento con vuestros
esfuerzos, concluye, como si tuviera poderes del cielo, o
los hubiera recibido de sus conciudadanos para tratar a
todos como súbditos. Anuncia que si le abandonáis será
víctima del honor, de su deber, de sus sentimientos, y
marchará al cadalso, con la impavidez con que mil veces
se ha presentado al enemigo; que morirá, pero qué dirá
la historia: el general Córdoba hizo el sacrificio de su
vida antes que faltar a sus juramentos, antes que faltar
a sus promesas y antes que ser instrumento de la es-
clavitud. El os conoce poco, os conoce mal cuando duda
si le abandonaréis: lo abandonaréis sin duda, y él será
víctima, no del honor que ha manchado ni del deber que
ha infringido, sino de sus perversos sentimientos; y la
historia dirá: que Córdoba, que fue elevado al más alto
grado de la milicia, y a uno de los primeros puestos del
estado por la generosidad del Libertador, se hizo digno
de toda la severidad de las leyes por haber faltado a sus
promesas y sus juramentos, por haber sido rebelde al
gobierno nacional y pretendido esclavizar a su patria en
nombre de la libertad.”

Unos pocos días después de haberse discutido el farragoso


escrito en el seno del Consejo, fue publicado en la Gaceta oficial

360
Córdova gloria y asesinato del héroe

por el propio general Rafael Urdaneta, sin que ninguno de sus


miembros, hasta ese momento, lo hubiere firmado -un tiempo
después lo harían-. El Libertador-presidente le ha dado para que
lo publique su aprobación al presidente Castillo y Rada, quien
después le envía a Bolívar esta carta, que corre en los archivos
de O´Leary sin precisarse su fecha:

“Me es satisfactorio que haya sido del agrado de


usted el manifiesto del Consejo; U. habrá notado que se
ha publicado sin firmas. No se firmó, mas no sé por qué.
Dicté el borrador, le pasé al examen y censura de los
Ministros; alguno me manifestó que estaba concebido
en términos muy acres y me añadió que le parecía tal,
porque no podíamos saber en que pararía el negocio.
Contestéle que le había dictado mi corazón, que en el
caso yo no sabría hablar de otro modo, que enfermo yo
no había pensado si no en presentar un bosquejo y que
los ministros podrían corregirlo o refundirlo como les
pareciese, y que en todo caso reclamaba el borrador. No
se volvió a hablar de esto ni supe del manifiesto hasta
que lo ví impreso. De todos modos es lisonjero haber
adivinado la intención de U. y que él le haya merecido
su aprobación.”

361
Córdova gloria y asesinato del héroe

45
LAS MOVILIZACIONES

El 29 de septiembre se reúne de urgencia el Consejo de


Ministros. Al concluir la tarde el presidente del mismo José
María del Castillo y Rada le escribe de urgencia al Libertador la
siguiente misiva:

“Bogotá, 29 de septiembre. Recibirá usted por


los ministros respectivos la noticia desagradable de la
sublevación de Córdova en Antioquia. Ruego a usted que
no se deje efectar demasiado de este acontecimiento: él
producirá un nuevo escándalo en el mundo, ocasionará
algunos gastos y perjudicará considerablemente aquella
provincia. Ayer han marchado cerca de 800 hombres de
línea; hoy sale el general O´Leary que ha de mandar en
jefe; y el general Urdaneta, que entra hoy mismo en el
ejercicio de las funciones de jefe superior militar, sigue
también hoy para Honda. Nuestro plan es no dar tiempo
a Córdova; él no tiene fuerzas, en Antioquia encuentra
poca cooperación. Córdova es perdido, y un ejemplar
castigo hecho en él contendrá escándalos tan repetidos.”

Lo que era obligatorio para el Consejo, explicablemente por


cierto, era que se esperara un “ejemplar castigo”. No podía ser
de otra manera cuando se es gobierno.

363
Armando Barona Mesa

Desde luego que el ejemplar castigo debía ser, sin duda


alguna, la muerte del que se había atrevido a levantarse en
revolución, y en realidad no importaban las circunstancias del
levantamiento. Ese, por supuesto, era el criterio general sobre
el castigo.
Además es preciso agregar que aun cuando la justicia que
se ejerce sea la que antes amparaba los juicios sumarios y los
consejos de guerra, también éstos debían estar sujetos al derecho
de gentes, que así fuera solamente definitorio hacía obligatorio
el derecho de defensa y el levantamiento de un expediente. Era
la legalidad de entonces.
Ya se dijo cómo había sido escogido para comandar la
excursión punitiva el irlandés general Daniel Florencio O´Leary.
Éste, conjuntamente con el ministro Urdaneta, había escogido
la división y el personal de oficiales con los que iría a cumplir su
misión, gran parte de los cuales eran venezolanos e ingleses. Allí
estaban el coronel Carlos Castelli, el prusiano Henrique Lütsow,
el coronel inglés Thomas Murray, el también inglés Richard
Crofton que había fusilado en efigie al general Santander en la
Quinta de Bolívar, el capitán Salvador Alzate, el teniente irlandés
Dabney O´Carr y por supuesto el también irlandés Rupert Hand
con grado de capitán recién ascendido a comandante -lo que
hoy en día es teniente coronel- y muchos otros venezolanos y
granadinos. Esta división se llamó batallón de Occidente.
Salió de Bogotá rumbo a Honda al mando del general
O´Leary el 29 de septiembre y el 5 de octubre se embarcaron
en Honda, donde se incorporó con alguna otra fuerza adicional
el coronel Francisco Urdaneta. Hasta esta ciudad los acompañó
el propio ministro Rafael Urdaneta, pendiente de que no
hubiera pérdida de tiempo. Además la operación comprendía a
discreción otros dos batallones, el primero de los cuales era el
batallón Tiradores a cargo del teniente coronel Gregorio Urreta
con seiscientos hombres y el segundo era el batallón Boyacá
con otros 600, ambos batallones bajo el comando del general
venezolano Mariano Montilla, atento a todos estos movimientos.
Aun había otro tercer batallón a discreción, que era el que venía
de Popayán y había llegado a Cartago a cargo del coronel José
Escolástico Andrade.

364
Córdova gloria y asesinato del héroe

Era un plan general de todas las fuerzas para impedir que, de


alguna manera, no obstante que era conocido por todos la falta
de apoyo a Córdova en Antioquia, la rebeldía pudiese extenderse
a otras provincias.
Los amigos del gobierno quieren que haya la mayor severidad
en prevención de otras sublevaciones. Montilla, en carta a José
Manuel Restrepo, le dice en la parte principal del mensaje:

“Opino lo mismo que Ud. con respecto a la


sublevación del general Córdova y a que la masa del
pueblo antioqueño no está por la revolución; pero si ella
es tratada con la misma consideración que lo fue la del
25 de septiembre, no hay duda que jamás saldremos de
conspiraciones. Yo soy de concepto que a todo el que se
encuentre con armas en la mano se le aplique la pena de
la ley, y a los que firmaron el acta de Rionegro multarlos
por lo menos en los gastos ocasionados a la nación por
este tumulto.”

La marcha de O´Leary no tuvo contratiempo alguno y


cumplió su itinerario fluvial. Córdova desde Medellín se entera
de esta movilización el día 9 de octubre y dispone las medidas
de precaución y defensa apropiadas. Era un estratega y se
muere de la risa del avance del irlandés O´Leary, que cree como
los demás que Córdova carece de fuerzas. “!Tontos! -dice el
general- Veremos si ya tengo fuerza para andar por sí propio y
despedazarlos…”
José María Córdova había trajinado por los ariscos territorios
antioqueños desde niño, al lado de su padre. También lo había
hecho cuando el Libertador a través del vicepresidente Santander
le confió la misión de acabar con los reductos españoles en la
provincia y, siendo casi un muchacho con el grado de coronel, fue
nombrado jefe civil y militar de Antioquia, como ha de recordase
cronológicamente; y venció en esas tierras de empinadas
montañas a los últimos españoles.
Sabía él, pues, cómo y dónde debía ser el ingreso de O´Leary
y sus tropas desde las aguas del Magdalena a Antioquia. En esa

365
Armando Barona Mesa

ruta solo había una posibilidad y era a través de una pequeña


población conocida como Nare, caserío de pescadores. Era la
única puerta de entrada viajando desde Honda.
Experto en guerra de guerrillas, el general antioqueño envió
una partida hasta ese lugar al mando de quien era su edecán,
el valiente capitán Francisco Giraldo, para que dificultara la
llegada del enemigo. Pero O´Leary, quien se había formado
íntegramente en el ejército libertador, también conocía la guerra
de guerrillas; y a discreción envió a 25 hombres al mando del
capitán Salvador Alzate, quien haciendo un rodeo por la población
vecina de Soplaviento, pasó sin que nada anunciara el ataque, a
Nare y vencieron a la pequeña fuerza de Giraldo, quien a duras
penas logró huir. Nare ya era un puerto tomado y allanado para
el ingreso del general gobiernista. No obstante, sería una ruta
sembrada de dificultades naturales.
El autor antioqueño Roberto Botero Saldarriaga265, conocedor
del terreno antioqueño, describe así aquella ruta tal como debió
cumplirla O´Leary y que concluye en Santuario. Veamos para
ilustración del amable lector:

“Saliendo de Nare con dirección a la montaña y para


penetrar en la provincia de Antioquia, había que subir
el río de aquel nombre en canoas a estilo primitivo,
labradas en troncos de árboles como lo hacían los
salvajes, se navegaba de este modo hasta el punto
llamado Juntas, en donde se unen el Nare y el Samaná.
De este punto en adelante se transitaba por el estrecho
y anegadizo sendero que sobre las vegas lagunosas y
palúdicas conduce hasta los bohíos de Canoas. Por entre
lo más agrio de las selvas continuaba ese camino hasta
descender a las orillas del río Balseadero, sobre el cual
existía un rústico puente para atravesar su peligrosa
corriente. Desde aquí la senda se desarrollaba en fuerte
pendiente de ascensión y pasaba por los ranchos del
Trapiche, el Totumo y Bijagual hasta culminar en la

265
Roberto Botero Saldarriaga, “Córdova”, citada tantas veces

366
Córdova gloria y asesinato del héroe

región de los Páramos en lo más alto de la cordillera, al


oriente de la Ceja de Guatapé, para descender luego al
caserío de El Peñol. En el punto del Trapiche arrancaba
una intransitable trocha que terminaba en San Carlos
y por los Bahos conducía a la alquería del Santuario.
Empleábanse ordinariamente y por los habituados a
aquellos viajes ocho o diez días en el camino de Nare al
Peñol atravesando la montaña.”

Esta complicada excursión del ejército bolivariano era


conocida en detalle por el general Córdova, pendiente de cada
movimiento. Es por eso que desde el comienzo consideró
como elemento vital de su defensa la destrucción del puente
del Balseadero. Si eso se hubiera hecho, lo más seguro es que
O´Leary y su gente no hubieran podido pasar.
El plan de defensa de Córdova, gran conocedor de estos
territorios, surgió con fina astucia de inmediato. Manda a su
hermano a ejecutarlo y consiste en destruir el puente de
Balseadero sobre el río Guatapé para obligar al general O´Leary
con sus tropas a desviar su ruta tomando hacia Guatapé, en
medio del escarpado terreno, casi inaccesible. Ya en estas
condiciones se impondría a los pueblos vecinos, bajo amenazas
de muerte, que no pudiera nadie asistir con alimentos a los
ochocientos hombres al mando del general irlandés. Y así, a
pesar de la inferioridad numérica de las tropas rebeldes, podría
aprovechar la situación y destruir al ejército invasor.
Era sin duda un plan genial por su misma elementalidad.
Pero surgió una traición -como casi siempre- y se arruinaron
tales planes y como consecuencia, Córdova debería enfrentar
de modo directo a su enemigo en una desventaja de tres a uno.
Leamos cómo describe esa traición el historiador presencial
de estos hechos y gran amigo de Córdova, Juan C. Llano266 a
quien ya hemos citado:

266
Juan C. Llano, “Biografía del general Córdova”, antes citado.

367
Armando Barona Mesa

“… en su plan de defensa -Córdova-, y luego que supo


que el batallón Occidente entraba ya a esta provincia,
por la montaña de Juntas, auxiliado y engrosado por los
pueblos de Marinilla, Peñol, San Carlos, Bahos, dispuso
para poder hacer frente con alguna probabilidad, que
su hermano el coronel Córdova levantase un sistema
de trinchera a la entrada de la montaña de Juntas, por
donde debía llegar el enemigo, y ordenó la cortada
del puente de Caldera, para obligarlo a que tomase
precisamente la dirección de Guatapé, y cortarle a todo
trance la retirada.
“El coronel Córdova cumplió y satisfizo, como quien
era y como sabía, su importante comisión de vida
o muerte; construyó en toda la vía, elegido el punto
militar, atrincheramiento inexpugnable de madera
y roca, con excavaciones para la caballería, a fin de
aguardar con 100 hombres una columna veterana de
1000, acostumbrados a vencer. Todo dependía de la
destrucción de aquel puente, para empeñar el combate
a favor de las fortificaciones construídas. La lucha final
de 300 reclutas contra 1000 veteranos y 300 más que
engrosaron la columna invasora, era a todas luces
funesta y decisiva para Córdova, sin aquella medida.
“El mismo general O´Leary, cuando vio después
aquellas trincheras, aseguró que si el puente hubiera
sido destruido, “no habrían pasado por allí ni los
pájaros.” El mismo coronel Castelli asilado en la casa
del respetabilísimo caballero don Juan Crisóstomo
Campuzano, que nos lo refiere ahora mismo, le dijo:
“Veníamos todos enfermos, sin recursos ya, sin
provisiones para un día más, y si nos queman entonces
el puente, estábamos perdidos”.
“El general O´Leary pasó con toda su gente,
abastecido de provisiones, engrosadas sus filas, y el
puente no fue destruido, a pesar de anticipadas órdenes
terminantes. ¡Desgraciado general!”

368
Córdova gloria y asesinato del héroe

El general Córdova había sido traicionado por quien se


fingía su gran amigo y había luchado bajo su mando en las
cercanías de Cartagena, señor Miguel Ramírez de Marinilla, a
quien había entregado la cantidad de doscientos pesos para
esa labor fundamental de defensa. Éste recibió el dinero y no
solamente no tumbó el puente, sino que dio aviso inmediato a
sus paisanos, que ya habían traicionado al Héroe de Ayacucho
pasando a engrosar las filas del gobierno dictatorial al mando
del irlandés.
La población de Marinilla siempre tuvo una tendencia conser­
vadurista. Esta vez no era la excepción. Desde el cura párroco,
de mucha escucha ante las gentes tradicionalistas, hasta los
campesinos arraigados a su parcela, veían con gran simpatía la
instauración de una monarquía en Colombia y simpatizaban con
gran sentimiento con la gestión del gobierno fuerte que ejercía
Bolívar desde el Ecuador y a través de ese Consejo de Gobierno
de personas recalcitrantes en el proyecto de la traída de un
príncipe real de Europa. Y, por supuesto, gran parte de aquellos
marinillos robustecieron las fuerzas del extranjero O´Leary, en
contra del héroe antioqueño.
Córdova, que era fácil en ponerse furioso, reventó de ira y
envió esta carta al párroco:

“República de Colombia. Comandancia en jefe del


ejército de la libertad. Cuartel General de Rionegro, a
13 de octubre de 1829. A los señores Cura de Marinilla
y Coadjutor, señor Celedonio Trujillo, Ramón Gómez y
Andrés Alzate. Ustedes han hecho armas contra mí y
me están haciendo la guerra; veremos quien la sabe
hacer mejor, si ustedes o yo. Si esta noche, o a las cinco
de la mañana del día 14 no se me presentan ustedes,
a las seis de la mañana le pego fuego a la ciudad de
Marinilla. Dios guarde la República y los enemigos sean
aniquilados. José María Córdova.”

Pero la amenaza era una forma de presión que se ejercía en


esos tiempos y no un acto de barbarie, que desde luego no iría a

369
Armando Barona Mesa

cumplir. Bolívar también había amenazado con destruir a Bogotá


cuando lo envió Torres en la época de don Bernardo Alvarez, el
tío de Nariño que asumió el poder en su ausencia.
El día 12 Córdova se entera que O´Leary ha pasado el
puente de Balseadero después de la traición del marinillo Miguel
Ramírez que vimos, con su batallón de Occidente y ha llegado
al territorio antioqueño. Dispone entonces el héroe antioqueño
la movilización de sus trecientos hombres desde la ciudad de
Medellín rumbo a Rionegro. Previene a los avanzados de su
tropa que destruyan todas las canoas que puedan. El 7 a medio
día el irlandés pasa el puente del Balseadero o la Caldera, que él
había mandado a destruir. Y a pesar de que O´Leary avanza, en
realidad no la tenía suave, pues carecía de información en medio
de las abruptas montañas sobre el camino que debía tomar.
Y es entonces cuando, con un aparente sentido humanitario
que según lo admiten algunos debía provenir del propio ministro
Rafael Urdaneta, piensa en enviar a un gran caballero antioqueño,
que siempre sirvió a las órdenes de Córdova, a que inicie un
diálogo final de disuasión con éste. Se trataba del comandante
José Manuel Montoya, muy amigo de los dos Córdovas. Montoya
recibe de su superior esta misiva para que entregue al general
rebelde:
“COMUNICACIÓN. Comandancia en jefe de opera­
ciones sobre Antioquia. Cuartel general en Nare, a 7 de
octubre de 1829. Al señor general José María Córdova.
Señor: Al saber el gobierno que el orden público se
había interrumpido en esta provincia por la disidencia
V. S. y convidarle de mi parte a poner un término a los
males que V.S. ha causado. Ruego a V.S. se sirva dar
entera fe a cuanto el señor Comandante Montoya le diga
de mi parte, y le permita su pronto regreso a mi cuartel
general.
“Tengo el honor de ser de V. S. atento, obediente
servidor, Daniel F. O´Leary.”

Recibida esta representación por el comandante Montoya,


él dirige con gran consideración a su admirado general Córdova
esta otra:

370
Córdova gloria y asesinato del héroe

“COMUNICACIÓN. Balseadero, a 12 de octubre


de 1829. Al señor General José María Córdova. Señor
General: Autorizado por el señor comandante en jefe de
la división de operaciones sobre Antioquia, para transigir
con Us. de un modo que, a la vez que sea decoroso al
gobierno nacional, evite el derramamiento de sangre
colombiana, propongo a Us. una entrevista en la Ceja
de Guatapé, en donde a la vez podamos ajustar las
bases de una transacción que asegure la tranquilidad en
esta provincia bajo las solemnes garantías que dará el
gobierno a los que, por desgracia, se hallen en disidencia.
“El gobierno, siempre inclinado a la clemencia desea
tocar todos los medios de una pacífica conciliación antes
que llegar al extremo de las armas.
“El señor general comandante en jefe cuyas
intenciones están en consonancia con las del gobierno,
ofrece por mi conducto la paz a nuestros conciudadanos,
y yo, señor general, me linsonjeo anticipadamente
de que Us., sensible a la voz de la humanidad, se
prestará gustoso a un avenimiento razonable, antes
que el gobierno despliegue sus inmensos recursos para
aniquilar las fuerza de que Us. pueda disponer.
“Con sentimientos de consideración soy de Us.
atento y obediente servidor, J. Manuel Montoya.”

Es innegable que había una gran consideración en esta


carta. Pero Córdova, observaba solo algunas expresiones que no
satisfacían su motivación que era el restablecimiento del orden
constitucional y el abandono de la delirante idea de la monarquía
y la dictadura vitalicia. Entonces, sin acceder al encuentro,
respondió con esta carta categórica:

“CONTESTACIÓN. República de Colombia. Coman­


dancia en jefe del ejército de la libertad. Cuartel general
en Rionegro, a 12 de octubre de 1829. Al señor J. Manuel
Montoya. Acabo de recibir la comunicación que usted
como comisionado por el señor comandante en jefe de

371
Armando Barona Mesa

la división que me ataca, me pasa proponiéndome una


entrevista en la Ceja de Guatapé. Me dice usted que es
con el objeto de transigir conmigo de un modo que, a la
vez que sea decoroso al gobierno nacional, se evite el
derramamiento de la sangre colombiana, asegurando la
tranquilidad de esta provincia bajo solemnes garantías
que dará el gobierno a los que, por desgracia, se hallen
en disidencia. Me dice usted que el gobierno, siempre
inclinado a la clemencia, quiere tocar todos los resortes
de una pacífica reconciliación, antes de llegar al extremo
de las armas; que sensible yo a la voz de la humanidad,
me prestaré gustoso a un avenimiento razonable, antes
que el gobierno despliegue sus inmensos recursos para
aniquilar las fuerzas de que puedo yo disponer.
“A la verdad que el oficio de usted, que contesto
tiene pocos gérmenes de paz, amenazando a un veterano
con el aniquilamiento, y todo su contenido está fundado
sobre principios falsos, que por supuesto desconozco. Me
alegraré mucho de encontrarme pronto con esas fuerzas
con que se trata de aniquilarme, para probar al mundo
que soy siempre el mismo. Desconozco la nacionalidad
del gobierno que hay en Bogotá; estoy bien persuadido
que es todo lo contrario, que es un gobierno que la nación
detesta, y al que está sujeta por las bayonetas. Esta
provincia, el Chocó, que se me ha unido, el Cauca, que
me mira con los ojos de la esperanza, y toda la república,
no quieren tranquilidad sin libertad; no hay transacción
con la tiranía; que continúe el señor general comandante
en jefe, de quien usted depende, ufano del triunfo, que
el campo de batalla lo decidirá. No quiere esto decir que
yo esté ansioso de la guerra; me repugna tanto como
me encanta su gloria, pero he tomado las armas para
libertar mi patria de la tiranía y no las depondré sino
cuando la vida me abandone. Si lo que usted me viene
a proponer es que la constitución recuperará su imperio
y la ley su marcha, entonces abrazaré gustoso a usted;
si esta no es la base de su comisión, vamos al campo.
Dios guarde a usted, José María Córdova.”

372
Córdova gloria y asesinato del héroe

Montoya, especialmente por su gran aprecio al general,


no se conformó con la respuesta y con no ver a ese viejo amigo
superior. E insistió. Se puso en el camino que necesariamente
debía usar Córdova y lo esperó en El Peñol. Entonces el general
mandó a su hermano el coronel y le expresó que si realmente
quería verlo que lo hicieran en un sitio llamado el Bijagual y
que no llevara a más personas sino al amigo, coronel Anselmo
Pineda. La nota que le envía a Salvador dice:

“Márchese Vmd. con todos al Bijagual. A José Manuel


lo dejará vmd. pasar, pero que venga con Pineda. Diga
vmd. a José Manuel que tengo quinientos hombres muy
resueltos, y que no pase del Peñol que allí me aguarde
con Pineda.”

Tan pronto se encontraron reanudaron las expresiones de la


vieja amistad. Era el 14 de octubre. Montoya había sido su leal
subalterno en la campaña de Cartagena que vimos arriba. Eran
paisanos y amigos con todos los años de cercanía. El comandante
Montoya insiste en las razones de su carta, y comedidamente
Córdova se acoraza en una sola posición: el abandono por parte
del gobierno de la empresa monarquista y el retorno de la vigencia
de la constitución del 21. A nada más puede ceder el hombre de
la bandera en alto de la rebeldía. Por supuesto Montoya nada
puede aceptar en relación con esos dos puntos, y sabe que
tampoco O´Leary. Amigablemente se separan y Montoya parte
para Rionegro, donde también se acerca el general, y allí se
vuelven a ver, en la paz del pueblo donde todos se conocen y
son amigos.
Montoya insiste en los logros de la paz y en el no derramiento
de sangre colombiana. Córdova se aferra más a su posición
ideológica e idealista. Es entonces cuando Montoya, en su
condición de militar le dice:
“-General, el gobierno tiene todos los recursos y todas las
fuerzas y eso hace imposible vencer.
“El general responde con su voz sonora:
“-Si es imposible vencer, no es imposible morir.”

373
Armando Barona Mesa

Pero hay algo más que decir sobre las aproximaciones de


Montoya al general Córdova: ellas eran parte distractora de la
estrategia de O´Leary. Se trataba de una farsa, contando con
la sinceridad de aquel comandante movido en engaño. Así se
desprende de la carta que hacía parte del archivo del mismo
O´Leary, en la que el día 15, es decir dos días antes de la muerte
del Héroe de Ayacucho, Urdaneta le rinde informe al Libertador
al Ecuador:

“Bogotá, octubre 15 de 1829. Excelentísimo señor


Libertador Presidente, etc., etc. Mi apreciadísimo general:
Nuestro asunto del día es el general Córdova. Ya he dicho
a Ud. antes que la expedición salió el 5 de Honda. El
7 desembarcó en Nare, y tomó todo el destacamento
que tenía Córdova allí, sin escapar ni el comandante: el
mismo 7 una barquita armada tomó el paso de Juntas
y 100 cazadores siguieron inmediatamente a ocupar el
puente de Balseadero en mitad de la montaña, lo que
debió suceder el 9. En este día llegó O´Leary a Juntas y
seguía su marcha. Por la Secretaría remito copia de su
última nota, y de las instrucciones que dio a Montoya para
que pasase a donde Córdova: esta comisión tiene por
objeto entretener a Córdova mientras nuestras tropas se
ponen fuera de la montaña. Conseguido esto, la pérdida
de Córdova es segura, pues él no tiene más que reclutas
y los que más exageran su número le dan 600; otros
creen que no es posible que los tenga. Sea lo que fuere,
hoy precisamente debe estar pisando O´Leary el primer
pueblo de Antioquia. Yo no creo que Córdova entre en
negociaciones, pero tampoco es ese nuestro objeto sino
pisar la provincia. Montoya puede disolver las fuerzas de
Córdova, o la mayor parte de ellas, si logra hablar con
cualquiera de sus parientes y amigos.”

Se dice que en la guerra y en el crimen todo vale. Y valía


quizás que O´Leary y Urdaneta se valieran de un hombre honrado
y noble como José Manuel Montoya para crear el espejismo de
una aproximación. Pero lo que hay allí es una gran perfidia.

374
Córdova gloria y asesinato del héroe

De todas maneras el héroe que hay en Córdova se agiganta


cuando hace sobreponer sus ideales y sus nobles motivaciones
de lucha a unos principios por encima de cualquier interés
mezquino como los puestos que le ofrecieron de ministro de
Marina y el de jefe de la delegación colombiana ante el gobierno
de Holanda. Esas atractivas posiciones no doblegaban a este
hombre, crecido en su grandeza cuando todos lo veían pequeño
y sin más acompañamiento que el de unos cuantos reclutas.
Ni siquiera el dolor anticipado de la muerte pudieron en estos
momentos cruciales doblegar al héroe, que renacía en medio de
la política de equivocaciones de Bolívar.

375
Córdova gloria y asesinato del héroe

46
EL SANTUARIO, FINAL DEL CAMINO

En realidad a José María Córdova nada lo ha arredrado en


su corta y agitada existencia. Y así, cuando las cosas toman su
perfil definitivo, de inmediato, escribe una orden de acción que
comunica a su hermano267. Dice:

“COMANDANCIA EN JEFE DEL EJÉRCITO DE LA


LIBERTAD. Cuartel General en Medellín a 10 de octubre
de 1829. Al señor Coronel Salvador Córdova Comandante
de Armas. El enemigo sin duda se apoderará de Juntas y
hará escala allí para reunirse y prepararse para atravesar
la montaña. Debe encontrar un millón de dificultades,
y dificulto que antes de seis días que permanezca allí,
pueda alistarse. Mayores serán sus trabajos, si todos los
habitantes de Canoas y demás del tránsito se retiran a
los montes con cuanto tengan, y para que lo hagan así,
ordéneselos Us. en el momento, imponiendo pena de la
vida a la familia y a los hombres que no lo hagan; no
dejando en sus casas ni una olla, ni una totuma; que
marche el oficial Alzate a llevar esta orden a aquellos
habitantes. Mándale Us. también orden al suteniente

267
Del archivo del coronel J Salvador Córdova.

377
Armando Barona Mesa

Calle que no se retire sino a la vista del enemigo,


que manda parte de toda novedad que haya; y, que
precisamente haga retirar a los montes, a derecha e
izquierda, aquellas familias, amenazándolas con pena
de la vida si auxiliaren con una papa, con un grano de
maíz a los enemigos. Estos pobres diablos se los va a
llevar el Diablo en esa montaña tan cruda, y cuando se
vaya acercando a la Ceja pasaremos revista de ellos, sin
novedad. Mande Us. volando tales órdenes y con mucha
firmeza. Dios guarde a Us. José María Córdova.”

Córdova sale de El Peñol a donde se había trasladado desde


Medellín en averiguación de la ruta que traía O´Leary. Es el 15
de octubre al oscurecer. Va a cumplir la cita con la muerte y viaja
toda la noche en medio de las más terribles dificultades y bajo
un intenso y constante aguacero. Conserva sin embargo la duda
sobre el trayecto exacto de O´Leary.
Entonces uno de sus oficiales, el capitán Anselmo Pineda,
cuyo padre y demás familiares son bolivarianos y viven en El
Santuario, se presta para partir de inmediato a verificar cuál era
la ruta del irlandés. Sale de El Peñol y llega en la noche donde su
padre al que engaña diciéndole que él es amigo del gobierno. Y
esa misma noche se aproxima al campo donde viene marchando
el batallón de Occidente y verifica el dato que es necesario enviar
de inmediato al general Córdova. Entonces le pide a su amigo
de infancia José Manuel Gómez que parta él a encontrar a los
rebeldes en El Peñol y le informe al general sobre la posición de
O´Leary. Es 16 de octubre y Gómez llega al caer de la noche.
Entonces Córdova ordena la movilización inmediata en medio
de la oscuridad a través del agreste rumbo a El Santuario.
Llegan finalmente al clarear la mañana del 17 de octubre,
fatigados y con hambre al punto de encuentro obligado. Llevan
todos las ropas empapadas y sin que nadie hubiera dormido
ni comido. Ordenan sacrificar ganado que asan y comen y de
alguna manera duermen un corto tiempo. Todo indica que es la
hora decisiva. Y Córdova, a pesar de su inferioridad numérica del
3 a 1, va a cumplir su cita.

378
Córdova gloria y asesinato del héroe

El historiador Juan C. Llano268, amigo como se ha visto de


Córdova y presencial de los hechos, en su obra antes citada
cuenta lo que siguió:

“El general, que había seguido ya de Rionegro, con su


pequeña división de 200 hombres, a reunirse al coronel y
empeñar el combate en la vía premunida -sic- por donde
debía venir el enemigo, supo en el Alto del Chocho a
tres leguas de Rionegro, que O´Leary había pasado con
toda su fuerza, y que se avanzaba rápidamente por San
Carlos, hacia el Santuario y la capital.
“Córdova retrocedió, caminando toda la noche,
en un invierno rigoroso -sic- y tenaz, por una trocha
fragosa, en medio de las tinieblas; y a las ocho de la
mañana, del 17 de octubre, llegó al pobre caserío del
Santuario, hoy un hermoso pueblo.
“El sueño, el hambre, el frío y el cansancio hacían
indispensable la reparación de las fuerzas, para continuar
la jornada o empeñar una lucha. Los fusiles estaban
cubiertos de lodo y penetrados de agua; los pertrechos
mojados, los reclutas rendidos de fatiga. Cuatro leguas
de montaña, en una noche tenebrosa, con un aguacero
a torrentes, equivalen a una batalla.
“Dispúsose que las armas y vestidos se reparasen
y fuesen expuestos al sol de aquella mañana; se trajo
ganado para racionar la fuerza, y mientras que los unos
distribuían raciones, otros secaban sus vestidos, se
proveían de alimentos, o daban otras disposiciones para
restablecer los descalabros de la noche, y aguardar el
combate.
“No se creyó pelear aquel día.
“Córdova, azarado por la traición del puente, empa­
pados los vestidos, rendido por el sueño, devorado por
la inquietud, cedió a la naturaleza y se reclinó sobre el
hombro de uno de sus amigos y compañeros; a poco

268
José María Arango y C. “El Santuario”, citados antes.

379
Armando Barona Mesa

dormía profundamente. Era la víspera de su eterno


sueño. No había pasado una hora, cuando se vio
coronada una de las alturas por una partida enemiga, a
menos de diez cuadras de distancia. …”

El sol iluminaba el campo verde en el pequeño valle ligera­


mente inclinado, en el centro del cual había una casa. Al finalizar
la cuesta, de la montaña salió un soldado del enemigo. Detrás iba
otro y muchos más. Córdova, acabado de despertar, los vio. Iban
bajando en la medida en que tomaban posiciones. Era la infantería
veterana de muchas batallas. También venían amanecidos, pero
fueron tomando las posiciones que sus superiores les indicaban.
El último que salió fue O´Leary con su estado mayor.
El general Córdova ya se había incorporado y ordenaba a sus
escasas tropas dividirse en tres y asumir los puntos estratégicos
de defensa. No hubo quien no supiera que iban a morir y no hubo
tampoco alguno que decidiera huir. En medio de la inferioridad
numérica se perdían en el espacio verde y frío de la mañana, con
un sol que alumbraba ya todo el paisaje.
El mismo José María Arango y C. está presente en el combate.
Es un joven que ama a Córdova y lo observa todo, con el detalle
que en medio del tropel se escapa. Él cuenta esta fase final:

“El general organizó rápidamente su fuerza, dividién­


dola en tres grupos formados en masa; el de la derecha,
expuesto a mayor peligro, al mando del segundo
jefe, comandante Benedicto González y del bravo
capitán Ramón Escalante (a. Zarco); el de la izquierda
encabezado por el coronel Salvador Córdova y el capitán
Anselmo Pineda; y el del centro, constante de la mitad
de la fuerza, al lado del general. Una parte de este grupo
central, donde nos encontrábamos al lado del general,
y éste mismo, quedaron al frente del enemigo visible,
y la otra, inspeccionada por el edecán de Córdova, D.
Francisco Giraldo y por el famoso capitán Braulio Henao,
permaneció por algunos momentos oculta tras la casa
que allí había.

380
Córdova gloria y asesinato del héroe

“Un momento después alguno de los encargados de


correr la campaña le avisó al general que sobre la altura
del frente, en ambos extremos, se habían presentado
soldados; y él con su anteojo observó que el enemigo
empezaba a ocupar la colina oriental.
“Tuvimos luego ocasión de ver los altos y negros
morriones de baqueta sobre las cabezas de aquellos
veteranos, cuyos vestidos, desgrarrados y sucios,
denunciaban las peripecias del tránsito: nada menos
habían sido los días, las noches, las fatigas y el hambre
de aquellos abnegados hombres, acostumbrados a toda
clase de penalidades.
“Antes de entrar en la lid descollaron tres militares
en la altura, quienes, después de unos instantes de
curiosa observación, descendieron un poco, en tanto
que al toque de las cornetas se iba cubriendo la altura
de guerrilla con el mayor orden.
“Encontrándose O´Leary con sus dos edecanes a
distancia de poder hacer oir su voz, se oyeron en la
mayor parte del campamento estas palabras:
“-! Córdova, entrégate: no sacrifiques a esos pocos
reclutas¡
“-El general con voz sonora y fuerte, y que sellaba
su irrevocable resolución, le contestó:
“-Córdova no se entrega a un vil extranjero
mercenario y asalariado. Primero sucumbe.” O´Leary
tornó a su puesto.”

Hay dos versiones más sobre este punto, al comienzo de


la batalla, del cruce entre Córdova y O Leary, que siempre
aparentó ser su amigo, pero son intrascendentes. La versión
que a juicio del autor es la más aceptable sin duda alguna, es la
del compañero de Córdova José María Arango y C. que hemos
transcrito.
Es el momento ansiado por los dos jefes. En el pequeño valle
inclinado de El Santuario hay solamente dos casas. Córdova se
halla cerca de una, donde ha establecido su puesto de mando.

381
Armando Barona Mesa

Viste una esclavina negra y una casaca del mismo color con
bordados de seda, pantalón ceñido claro y botas de cuero altas.
Remata con un sombrero de jipijapa, que era lo que se usaba
por todos en campaña. Aquella habría sido una mañana hermosa
de la montaña, si no fuera porque ese sol pálido marcaba un
camino diferente. Ante los hechos ya encima, dispuso que
hacia la coyuntura de la sierra se desplazara el valiente capitán
Braulio Henao con un pequeño contingente. Es posible que,
como lo anotara el general Alvaro Valencia Tovar, ya en el campo
ardiente, Córdova recordara la geografía y lo que fue la batalla
de Ayacucho en donde las fuerzas españolas entraban desde lo
alto, en descenso, al campo de batalla. Vale la pena volver al
testigo actuante en la batalla José María Arango y C.269:

“Cubierta la colina por aquella bien organizada fuerza


-se refiere a las fuerzas de O´Leary- y obedeciendo al
toque de corneta respectivo, rompióse súbitamente en
todas las filas un fuego graneado, tan activo y tan nutrido,
que la granizada de plomo y la negra nube formada por
el humo de la pólvora, ofrecieron el espectáculo de la
más horrorosa tempestad, pues efectivamente venían
de lo alto las descargas.
“Algunos que no presenciaron aquella infausta
tragedia, han manifestado que la batalla duró tres
horas. Esto es o puede ser aceptable si el tiempo que
computa hasta la completa ocupación del campo; mas
para el destrozo y para decidirse, tres cuartos de hora
bastaron. Véanse si no las órdenes que transmitió
Córdova al romperse el fuego. Al capitán Braulio Henao
que ocupase a la cabeza de su compañía la altura
que dominaba el enemigo, y al resto de la fuerza que
sostuviese su puesto a pie firme.
“Imposible fue su cumplimiento. Los soldados del
intrépido cuanto valeroso capitán Henao, rodaban
muertos unos y heridos otros por la pendiente de su

269
“El Santuario”, José María Arango y C., edit. Kelly

382
Córdova gloria y asesinato del héroe

pretendido ascenso; y no sabemos, ello es un misterio,


por qué designio de la Providencia se salvaron el
expresado capitán, su teniente D. Gregorio Naranjo, D.
Juan M. Hernández y unos pocos soldados, siendo así
que el primero de éstos iba a la cabeza de su compañía.
“No hay para qué hacer mérito de la bravura de
Córdova. Era imposible que no estuviese a la altura de
su fama, aunque viese seguro su término, así como
presenciaba el de sus soldados que caían a cada paso
muertos a su lado. En presencia de aquel espantoso
cuadro un soldado pretendió salvarse huyendo: la lanza
del general lo atravezó.
“A su turno el general recibió una bala en su pecho;
pero continuó la lucha.”

La batalla fue cruenta y dura, no obstante su brevedad.


Córdova quizás evocando lo que fue la de Ayacucho, como lo
recuerda el general Valencia Tovar, dispone el ascenso de una
parte de sus tropas hacia el sitio de donde van saliendo los
amigos del gobierno para atacarlos con furor, pero, como lo
observa Arango y C. en la cita anterior, no obstante que con esta
acción genera una especie de descontrol en la tropa de O´Leary,
que fue reconocido en carta a Bolívar por éste mismo, el irlandés
termina avasallando en un término no mayor de cuarenta y cinco
minutos a las pequeñas fuerzas del héroe antioqueño.
Para esos momentos, cuando la lluvia de balas alternaba
con la lluvia física, recibe un nuevo tiro de fusil en la pierna. La
herida del pecho le dañó la articulación del brazo. La de la pierna
le produjo una considerable hemorragia. No pudo continuar la
lucha y se acercó en su caballo a la casa principal del campo,
que ha servido de hospital para el sinnúmero de heridos. Cuando
se va a bajar del caballo el animal recibe una herida mortal.
Su estafeta de apellido Niño acude en su auxilio y le ayuda a
incorporarse.
Y es entonces cuando se acerca su hermano el coronel y le
brinda su cabalgadura para que emprenda en ella su retiro y se
salve. El general contesta que ellos son los que deben salvarse,
al tiempo que viendo al enemigo encima les increpa: ¡Cobardes!.

383
Armando Barona Mesa

Entra con dificultad en la casa hospital en donde hay


bastantes heridos entre ellos su edecán Francisco Giraldo y lo
acomodan en una caja grande que sirve de lecho. Ha perdido
mucha sangre y el dolor de las heridas es acuciante. Todo en
realidad ha terminado y Córdova sabe que han perdido. Cuando
aparece el coronel Castelli que está verificando la derrota de
los insurgentes y dialoga con el propio general Córdova a quien
pregunta si se ha retirado de la batalla y éste contesta que sí.
Entonces registra el fin del combate con los toques cifrados de
corneta y hace conducir por el teniente Miguel Flórez a un llanito
a algunos prisioneros a los que trata amablemente. Córdova
además le pide que le diga a O´Leary que desea hablar con él.
Castelli entonces se retira.
Sale de la casa el mismo coronel y continúa la persecución
del valiente capitán Henao, quien aún se encuentra en la lucha y
trata de abandonar el campo. Y en esa labor, estando cerca del
general O´Leary, le rinde el parte correspondiente. O´Leary le
impone unas censuras y Castelli en medio de la agitación propia
del final del combate sigue su camino. El irlandés entonces se
baja del caballo y lo sigue unos pasos adelante sujetándole la
casaca militar. Le presenta disculpas por el mal trato dado, que el
coronel Castelli acepta y luego le informa que en la misma casa
de donde acaba de salir se encuentra herido el general Córdova,
quien le ha pedido que le diga que quiere hablarle. O´Leary de
modo intempestivo le ordena: “Mátelo inmediatamente”. Esta
orden la escuchan los igualmente coroneles Crofton y Francisco
Urdaneta. Castelli, con gran sentido humanitario se niega a
cumplir la orden macabra de su superior.
Y es en ese momento en el cual el rudo comandante
Ruperto Hand aparece, sable en mano montado en su caballo
y en persecución de algunos en retirada. Arrecian los disparos
del batallón gobiernista y la gente trata de huir en desorden.
El caballo de Hand es muerto en plena acción y el jinete sale
disparado. Se levanta un poco perturbado y es allí donde el
general O´Leary, su compatriota, le ordena que entre en la casa
y de muerte al héroe vencido.

384
Córdova gloria y asesinato del héroe

Orden alegre para quien ha llegado al gusto por la sangre


y la muerte. Y es así que entra con el sable que ha mantenido
en la mano inquiriendo: “¿Quien es Córdova? El general es
posible que se haya imaginado a qué llegaba ese hombre
huracanado y amenazante. Pero con su mismo valor responde:
“Yo soy Córdova”. Y sin que mediaran más palabras ni tiempo, el
extranjero descarga el primer golpe con el largo y pesado sable
sobre la mano izquierda que, con una actitud defensiva y refleja,
la víctima levanta tratando de esquivar el golpe y de la cual salen
disparados varios dedos por el aire en medio de un surtidor de
sangre.
En menos de un segundo vuela el siguiente golpe sobre el
cráneo descubierto del general y entra profundo entre la piel y
el hueso a la masa encefálica, mientras el cuerpo del Héroe de
Ayacucho se desplaza del rústico lecho en que se encuentra hacia
el piso. La herida es mortal, lo sabe perfectamente el agresor y
sale haciendo sentir sus tacones sobre el rústico piso de madera.
Lo que siguió fue el abandono y el dolor. Toda la gente de la
casa fue saliendo con sus heridas, seguidas por los vencedores
arrogantes. Mientras Córdova aun con habla, pedía un poco de
opio, que desde antes se usaba como paliativo para el dolor
intenso, mientras su mente divagaba por los viejos recuerdos
expresando órdenes delirantes en las batallas vividas. Era la
agonía precediendo la muerte.
Entre tanto una hermosa y joven mujer llamada Fanny
Henderson, en medio de la bruma y el frío bogotano, formulaba
al aire su pregunta: ¿Dónde estará mi amado?, ¿Por qué tardará
tanto en llegar a sellar nuestro amor ante Dios?

385
Córdova gloria y asesinato del héroe

47
ELEMENTOS PROBATORIOS Y JUICIO DE RUPERTO HAND

Nadie podrá negar válidamente y con ajuste a las pruebas


judiciales y a la ley de entonces y de ahora, que lo que hace
O´Leary al ordenar matar a un hombre herido y vencido como
estaba Córdova, constituía un asesinato.
El acto era resultado de un designio criminal agravado, que
seguramente, como ya se ha dicho antes, podía provenir del
ministro Urdaneta, o podía ser el resultado de su propia iniciativa
individual, lo que realmente es igual. Esa conducta tanto para
el ejecutor como para el determinador, constituye un homicidio
agravado o asesinato.
A esa clara conclusión se llega considerando en el caso
de O´Leary el aprovechamiento de la posición ventajosa de
comandante en jefe de aquellas tropas y la rendición de aquel
héroe en incapacidad de defenderse ante el enemigo. Todo
indica además que había premeditación, es decir, que la orden
de matarlo era algo previsto desde antes. Todo ese conjunto
fáctico arroja la absoluta convicción de que son circunstancias
de alta agravación desde el punto de vista del derecho. Como
decía el antiguo código penal de 1936, “El homicidio toma la
denominación de asesinato cuando el hecho se cometiere: 2.
Con premeditación y alevosía acompañada de motivos innobles
o bajos.” Esto con respecto a O´Leary.

387
Armando Barona Mesa

Y respecto de Hand, de nada le sirve argumentar en su


defensa que había recibido una orden superior, a sabiendas de
que su inteligencia le debía marcar el lindero de la licitud e ilicitud
del acto. Y en relación con que Córdova estaba sacando una
pistola para atacarlo, como se verá luego que argumenta en su
defensa Hand, es una excusa grotesca cuando el hombre entra
-dicho por él mismo- a cumplir una orden de su compatriota y
jefe O´Leary.
Vale la pena agregar, buscando un contexto exacto con la
verdad real, lo que declararon los que vivieron estos tristes
hechos y lo que de entrada apunta Gabriel Jaime Arango270
sobre lo que fue el ataque brutal a Córdova por parte de Hand.
Agréguese lo que ocurrió después:

“Y sin más, el irlandés procedió a matar al general,


propinándole dos sablazos. El primero le cercenó algunos
dedos de la mano izquierda que levantó en actitud de
protección, el segundo le penetró en el cráneo. Pero
Córdova no murió al instante, la vida se le escapó sin
prisa entre las heridas. Sus últimas palabras no fueron
gloriosas, agobiado por el dolor, entre frases delirantes
pidió opio, el que normalmente se usó en ese tiempo
para narcotizar o sedar a los soldados heridos. El crimen
ocurrió entre las dos y las tres de la tarde, pero parece
que el General no murió sino hasta las cinco de ese
mismo día.
“Aún muerto, el general José María Córdova, fue un
problema para su vencedor. Se dio la orden de depositar
el cadáver en una fosa común, mas fue reclamado por
personajes importantes de Rionegro, para ser enterrado
en el mausoleo familiar. El general Córdova muerto se
había convertido en algo más que un héroe; O´Leary
“previendo lo que pudiese ocurrir en Rionegro, con
hipócritas condolencias y ofrecimientos a la familia
de Córdova, ordenó que se le enterrara oscuramente

270
“El asesinato de un héroe”, edit. Temis, 2010. Gabriel Jaime Arango Toro.

388
Córdova gloria y asesinato del héroe

en Marinilla en la tierra hostil y en tumba ajena, para


evitar la delirante apoteosis con que Rionegro habría
consagrado los despojos de su hijo máximo”. Se sabe
que fue el señor Sinforoso García quien reclamó el
cadáver en campo de El Santuario, y el doctor Jorge
Ramón de Posada quien le dio digna sepultura en el
cementerio de Marinilla.”
“…
“Lo dicho explica por qué el cadáver del héroe
pernoctó en la ciudad de Marinilla la noche de su muerte,
teniendo lugar su velada en el estrecho pasadizo de una
de las casas de dicha ciudad. (…)
“… Por eso el cadáver del General fue velado en un
pasadizo donde quedó tendido, por sobre él pasaban
las gentes del triunfo; pero que el timbre de la nobleza
y gran figura de Córdova aclaman hoy ante la historia
algún perdón para el trato que recibieron sus mortales
restos y sus sacrificios sobre el altar de la patria.”

O sea que, ante el cadáver de quien había mostrado su gran


valor en Junín y Ayacucho no hubo señales de respeto. O´Leary
hizo trasladar los despojos a Marinilla donde sabía que existía
una gran indisposición contra el general antioqueño y se negó
a permitir que la madre del mismo condujera a su hijo muerto
a Rionegro al mausoleo de la familia. Y así pasó ese cuerpo sin
vida, ennegrecida la cabeza por la sangre vertida, una noche de
velación que más fue de burlas e irrespeto. Era la arrogancia de
aquel general irlandés.
El mismo O´Leary, creyendo haberse convertido en un
héroe, hace que su subalterno el coronel Murray expida el boletín
siguiente que presenta 0 bajas en el batallón de Occidente por 1
del jefe del ejército de la libertad y 145 de la tropa que habían
quedado tendidos en el campo:

“República de Colombia – Estado mayor de la


expedición sobre Antioquia – Resumen de los muertos y
heridos en la acción de El Santuario.

389
Armando Barona Mesa

“La división nuestra:


“Muertos: Jefes (-); Oficiales (1); Tropa (7) –
Heridos: Jefes (-); Oficiales (-); Tropa (15).
“La del enemigo:
“Muertos: Jefes (1); Oficiales (2); Tropa (145) –
Heridos: Jefes (-); Oficiales (3); Tropa (35).
“El jefe enemigo muerto es el general José María
Córdova.
“Rionegro, a 19 de octubre de 1829 – 19°.
“El jefe. Tomás Murray”

Tampoco cabe duda de que, no obstante la inferioridad


numérica del general Córdova, en los inicios de la batalla que,
como se ha visto duró dos horas -aunque los momentos decisivos
fueron menos-, la estrategia desarrollada por el héroe dio mucho
qué hacer al comandante O´Leary, por lo cual éste recibe algunas
críticas de Bolívar, como habremos de verlo a continuación.
Miremos antes la forma como, el mismo día, el oficial irlandés le
envía al Libertador el informe sobre esta batalla:

“Marinilla a 17 de octubre de 1829.


Excmo. Sr. Libdor. Presidte. Simón Bolívar.
“Mi General:
“Me ha cabido el honor de haber derrotado al ingrato
que injurió el nombre de V. E. Esta mañana encontré con
Córdova y sus tropas formadas en El Santuario. Después
de una media hora de fuego, le obligué a retirarse de
la primera posición que tomó. El se formó por 2ª vez
en una excelente posición, y al trabar la acción me
reconoció y me llamó. Mandé cesar el fuego cuando
Córdova se adelantó y en alta voz me dijo: “General
O´Leary, ¿quiere U. salvar la República?”. Le contesté
afirmativamente. Entonces gritó: “Viva la República”, y
le contesté: “Viva el Libertador”. Siguió rogándome, y al
fin se dirigió a los Antioqueños que yo mandaba con el fin
de seducirlos. Entonces hice tocar diana, y le mandé que
se retirara. Dos horas duró la acción. Córdova peleo con

390
Córdova gloria y asesinato del héroe

un valor más que heroico, llamándome por mi nombre


spre. que me reconoció en el campo, para reunirme con
él. Yo spre. le traté de traidor y de ingrato en estos
encuentros. Cuando fue completamente derrotado, se
encerró en una casa que hice tomar a viva fuerza. Aquí
recibió Córdova una herida mortal. Pidió hablarme y me
dijo que era pa. recordarme de nuestra antigua amistad
y de manifestar su sentimiento de haberse combatido
conmigo. El pobre diablo me dio lástima, porque mi
corazón es compasivo. Su última petición era de que le
diera un poco de opio. A esta hora habrá expirado.
“Yo apenas tuve tiempo pa. escribir cuatro letras al
Gobno. y me vine volando aquí pa. avisar a V. E. este
importante suceso.
“Mi general, mi corazón me dice que he llenado mi
deber. Hubiera muerto si no hubiera vengado a V. E.
y a la verdad una vez que la acción parecía favorable
a Córdova busqué esa muerte que él recibió por no
presentarme delante de V. E. como un desgraciado.
“Admita V. E. mis respetos y créame de V. E. spre.
fiel servidor, Daniel F. O´Leary.

No puede dudarse de la infamia con que el señor O´Leary


trata de hacerse grato al Libertador. Llama pobre diablo al héroe
al que mandó a martirizar y por supuesto admite que fue él
quien ordenó su muerte infame en la forma en que se ha dejado
expuesto. “busqué esa muerte que él recibió por no presentarme
delante de V.E. como un desgraciado.”
O´Leary negó después la acusación de ser el determinador
de ese asesinato, que había admitido el propio Hand, como se ha
dejado anotado, pero esta carta, al momento de haber ocurrido
el crimen de El Santuario, releva de cualquier otro argumento o
negación.
Veamos ahora lo que escribió de respuesta Bolívar el 10
de noviembre, ya en movilización de regreso a Bogotá, desde
Pasto:

391
Armando Barona Mesa

“Pasto, noviembre 10 de 1829- Al señor general


Daniel F. O´Leary.
“Mil gracias mi querido general por la victoria de El
Santuario; ella nos ha dado paz y a V. gloria. Reciba V.
pues la enhorabuena que bien la merece por su intrépido
valor y constante sufrimiento. Déle V. de mi parte las
más expresivas gracias a la división de su mando que tan
heroicamente se ha portado en una cosa nacional y al
mismo tiempo mía; por este doble motivo soy grato a los
valientes que han peleado por la patria y por el gobierno.
“Magníficas son las proclamas de V. y aún más
magnífica su conducta generosa y noble con los vencidos.
Yo doy a V. las gracias por ese nuevo servicio hecho a
ese país y a mí. Dé V. el indulto a S. Córdova y dígale que
me ha pagado con ingratitud y me ha faltado a su oferta
de Popayán; pero debe salir del país por algún tiempo
porque de otro modo él mismo tendría mucho que sufrir
y el gobierno habría de observarlo con disgusto.
“El ministerio de la Guerra hará la propuesta de los
beneméritos que merezcan ascenso en esa división.
Debemos ser justos pero no pródigos porque los más de
esos oficiales son muy nuevos y en prueba de ello duró
el combate más de dos horas.
“V. me dice que yo creía que V. sería derrotado;
nunca lo creí, y si algo me ha irritado es la resistencia
y demora de la victoria que yo creía debía ser facilísima
por causa de los reclutas de Córdova.
“No se enfade V. por esta declaración pues no debo
ocultar nada de lo que pienso mucho más con V. a quien
amo de corazón más que nunca.
“Bolívar.
“P.D. Estoy en marcha y con los correos cruzados de
norte a sur y de sur a norte.” [rúbrica de Bolívar].

Desde luego que en la carta, aunque resalta el reproche


por la duración del combate frente a unos reclutas, sobresale
el regocijo del Libertador por el resultado total de la acción,
que según él defendía una cosa nacional y otra personal de él.

392
Córdova gloria y asesinato del héroe

Ofrece libertad para el coronel Salvador Córdova, pero condicio­


nada a un destierro que, aunque con cierta amabilidad, anuncia
implacable. No existe para él el recuerdo de aquel noble
personaje muerto en defensa de sus convicciones democráticas,
sino el anuncio de algunas gratificaciones a los vencedores en
El Santuario. Y a pesar de saber -era el comentario público-
que Hand había irrogado la brutal agresión al herido e indefenso
Héroe de Ayacucho, no sale de su escritura reproche alguno sino
satisfacción por el conjunto del suceso.
Esto demuestra que no es verdad aquello de que al tener
noticia de la muerte del Héroe de Ayacucho el Libertador
haya exclamado la conmovida frase donde llama a Córdova
“Mi Efestión, mi amigo, mi valeroso Ney…”. No, lo que se encuentra
es la enorme satisfacción por la victoria. Y ya está en Pasto de
regreso lento a Bogotá conservando todavía su apego al poder.
Engreído con la gloria que cree haber ganado, O´Leary
el mismo día 17 de octubre lanza un manifiesto a sus tropas
que complementariamente es necesario leer, y que hace parte,
además, del envío con la carta a Bolívar, al cual se refiere éste
con grata aceptación.

“Proclama de O´Leary, después de la batalla.


El comandante en jefe, a las tropas de su mando:
“Soldados! Hoy hace veinte días que el gobierno os
encargó de la gloriosa misión de pacificar a esta provincia
y castigar a los traidores. Unas marchas penosas y un
combate terminaron vuestra empresa y atestiguan
vuestro valor y vuestra constancia. La victoria os ha
coronado de laureles y el gobierno premiará vuestra
lealtad.
“Soldados! Ese cadáver que contempláis con triste
indignación era un hombre mimado por la fortuna. La
generosidad del Libertador lo elevó al último merecido
grado de la milicia y le prodigó los más honoríficos
destinos. Embriagado por la prosperidad, atentó contra
su bienhechor y contra su patria. ¡Que su suerte sirva
de ejemplo a los ingratos y a los traidores! y vuestra
conducta de modelos a los leales servidores de Colombia!

393
Armando Barona Mesa

“Soldados! Yo, que he participado de vuestras


fatigas y de vuestros peligros, y que tuve la gloria de
conduciros al triunfo, os doy las gracias en nombre del
Libertador y de Colombia. Marchemos ahora a enjugar
las lágrimas de las viudas y de los huérfanos de las tristes
víctimas que nos rodean: La generosidad resplandece
las hazañas de los bravos.
“Cuartel general en el Santuario, a 17 de octubre de
1829. Daniel F. O´Leary”.

Es claro que en el texto lo primero que se advierte es el


servilismo de aquel oficial irlandés para alabar la generosidad
grande del Libertador al consagrar al héroe, pasando por encima
de sus méritos militares en los campos de batalla donde se
obtuvo gracias a su talento la victoria que benefició, primero
que todo, al ego gigantesco del Libertador.
También envió O´Leary un informe al alto gobierno
sosteniendo cuál había sido la grandeza de su victoria. En realidad
son irrelevantes sus razones porque contienen un engaño que es
el ocultamiento de lo que verdaderamente sucedió, que fue un
asesinato.
La historiadora Pilar Moreno hace alusión a que, agotado el
crimen de Córdova por Ruperto Hand, el señor general Daniel
Florencio O´Leary, en pleno campo de batalla lo asciende a éste
al grado de primer comandante; y unos días después, el 3 de
diciembre de ese año 29, el gobierno central ratifica mediante
despacho ese ascenso con retroactividad al 17 de octubre cuando
se libró la batalla de El Santuario y se ejecutó brutalmente al
héroe. Esa es la mejor demostración de que el gobierno estaba
comprometido en el horrendo crimen que adquirió todos los
aspectos del crimen político utilitarista, haciendo sentir el peso
de la violencia injustificada como un medio válido de lucha.
Como dato curioso, en el libro vivencial que recoge todos los
aspectos de lo que fueron los hechos de El Santuario, del mismo
José María Arango C. 271 se acota que, después de la movilización
incómoda que le hicieron en una rústica barbacoa a Córdova

271
“El Santuario”, autor citado.

394
Córdova gloria y asesinato del héroe

hacia Marinilla, ya herido de muerte y en medio del escarnio que


debió sufrir allí su persona, en el trance moribundo en que se
encontraba, se le acercó un cura conocido suyo y le ofreció sus
servicios religiosos. Leamos el incidente en la pluma de aquel
autor:
“El asesino -Ruperto Hand, agotado su crimen- se
retiró con presteza.
“Córdova rodó sobre el pavimento apagándose en
sus pupilas el brillo terrible de su mirada, que en otras
circunstancias habría aterrado al inicuo victimario, así
como habría aterrado aún a los más valientes. La sangre
que vertía de sus heridas formando arroyo, arrastraba el
polvo. Con todo, sus ojos se entreabrían en alguno que
otro instante.
“Persona de crédito que presenció la extinsión de
aquella nobilísima vida, se pronunció así:
“Ya los ojos del general se habían cerrado; mas su
intelectualidad se conservaba, cuando un sacerdote de
Marinilla, se acercó al moribundo a ofrecerle los auxilios
espirituales, en estos términos:
“Pepillo... ¿Quieres confesarte?”
“Córdova abrió los ojos, se fijó, y le dijo: “No seas
majadero”, y los cerró por última vez.”

Como se ha visto, gran parte de la gente de Marinilla llegó a


odiar a Córdova y éste también a ellos.
En el mismo libro de Arango C. aparece una entrevista hecha
a quien había sido el edecán del general Córdova, sacrificado en
El Santuario, y en aquel entonces capitán Francisco Giraldo. Éste
continuó su carrera militar y ascendió hasta llegar a general. A la
edad de noventa años fue entrevistado sobre muchos aspectos
de lo que fue aquella batalla. Y vale la pena, para darse una idea
real sobre el aspecto y la personalidad del General José María
Córdova, ver lo que contestó cuando fue inquirido sobre ese
tema específico:

“-General, ¿cómo era Córdova?


“-El general Córdova, era el hombre más buen mozo
que puede figurarse.

395
Armando Barona Mesa

“- ¿Cómo era? Insistimos.


“Era así, así, ni alto ni bajo; tenía un porte marcial
que no he visto en otro; al caminar cojeaba un poquito; el
óvalo de la cara era hermoso, la tez blanca y sonrosada,
ojos grandes y rasgados que chispeaban; era lampiño.
Tenía grande afición al baile, se enloquecía por las
mujeres; con sus amigos era afable y complaciente,
menos en las horas en que estaba sombrío. En el último
tiempo de su vida se aficionó tanto al estudio, que no
soltaba el libro de las manos; Bolívar le quiso como a la
niña de sus ojos; alguna vez le oímos decir: “Es el único
militar honrado que conozco”.

Ahora veamos una parte apabullante de la prueba testimonial


de quienes presenciaron estos hechos conmovedores y trágicos.
Comencemos con el teniente Antonio Navarro, de las fuerzas de
Córdova y cuya declaración completa sobre lo presenciado por él
puede verse en el libro compilado por Enrique Ortega Ricaurte,
Jefe del Archivo Histórico Nacional272, la que por su importancia
histórica vale la pena transcribir en lo pertinente:

“Declaración del segundo testigo, Teniente Antonio


Navarro.
“Dijo que el día diecisiete de octubre del año de mil
ochocientos veintinueve se presentó en la acción de El
Santuario, de la Provincia de Antioquia, de Sargento 1°
aspirante de la segunda compañía del Batallón Mejía,
a órdenes del señor General Córdova, para resistir la
invasión del General O´Leary; que dicha acción dio
principio a las diez del referido día diecisiete; que
después de haberse decidido la batalla por el General
O´Leary, fue herido de un balazo en el hombro derecho
el señor General Córdova, retirándose por este motivo

272
“Asesinato de Córdova”, compilación del juicio por el asesinato de aquel
héroe de Enrique Ortega Ricaurte, Jefe del Archivo Histórico Nacional, Prensa
de la Biblioteca Nacional 1942.

396
Córdova gloria y asesinato del héroe

a una casa que está en el mismo campo donde se dio la


batalla; que el (que) declara entró después del General
en la referida casa por estar herido; que a poco momento
de esto se presentó un señor oficial que no conocía por
entonces pero que después supo era el Coronel Tomás
Murray, Jefe del Estado mayor de la División vencedora;
que dicho señor, en el momento que conoció al señor
General Córdova, lo trató con consideración, por cuyo
motivo le suplicó el General le llamase al General
O´Leary; que a esto le preguntó el referido Coronel
Murray si estaba ya rendido, a lo que le contestó dicho
General que lo estaba, protestándole entonces el Coronel
Murray iría a llamar al General O´Leary, marchándose
al efecto; que después de algunos momentos de esto
se presentó en la casa en que se hallaba el General
Córdova el Comandante Ruperto Hand, preguntando
quién era el General Córdova, a lo que le contestó el
mismo General, desde la cama en que estaba: “yo soy”;
que a esto dijo el Comandante Hand: “tome usted”,
dándole varios sablazos; que el General Córdova no hizo
ninguna resistencia ni dijo palabra alguna, cayéndose de
la cama en que estaba a causa de las referidas heridas
que recibió de manos del Comandante Hand…”

Como en otra parte se anotó, el estilo de las declaraciones


judiciales de entonces utilizaba el modo narrativo de hablar en
tercera persona y de manera escueta, como se observa en esta
declaración, de la que es imperativo resaltar el comportamiento
del coronel Tomás Murray y la orden brutal de darle muerte
que imparte O´Leary, quien no se hace presente al llamado del
Córdova, vencido y herido y sin poder defenderse, sino que en
su lugar mandó al comandante Ruperto Hand, quien entró con
ímpetu a matar al héroe.
Este Ruperto Hand era un hombre atrabiliario que había
llegado con la Legión Británica a la isla Margarita en Venezuela.
Nacido en Dublín en 1800. En Maturín se desafió a duelo con
William Jackson Adam, quien le pegó un pistoletazo que le voló

397
Armando Barona Mesa

los genitales siendo muy joven y esta quizás haya sido la causa
de su gran resentimiento. También había matado a sablazos a un
soldado al que le hendió profundamente el cráneo. El sable de
los irlandeses era amplio, parecía una peinilla pero más largo y
pesado. Naturalmente O´Leary conocía toda esta trayectoria de
su compatriota y sabía de sus brutalidades. No querían juicio ni
supervivencia alguna del héroe antioqueño, como luego veremos.
Pero aunque la versión que Hand entregó en una carta al
cónsul británico y luego ratificó como su declaración ante el
juez de la investigación, trata burdamente de justificar el hecho
poniendo a Córdova en posición de intentar sacar una pistola,
cosa que con sensatez nadie puede aceptar, de todas maneras
sostiene que recibió órdenes directas de su jefe O´Leary para
dar muerte al héroe herido y vencido. Veamos un aparte de
esa declaración dirigida inicialmente al cónsul de Inglaterra en
Colombia273:

“Al Cónsul de su Majestad Británica. -Cartagena.


-Castillo de San Felipe274, agosto 23 de 1831.
“Atravesando a galope aquel llano, fue herido mi
caballo y murió; yo fui arrojado a cierta distancia y
recibí una violenta contusión en la cabeza, la cual casi
me dejó sin sentidos; yo me levanté y corrí hacia el
cuerpo de tropa más inmediato con mi sable desnudo,
sin conocer amigos de enemigos, determinado a buscar
venganza, sin estar cierto de que no estaba herido. En
este momento encontré a O´Leary, quien me dijo: “Vaya
usted a esa casa, señor, y si Córdova es en ella, mátelo
usted”. Obedecí como el relámpago, y encontrando un
oficial en la puerta que me hizo alguna resistencia, ésta
me enfureció más. Yo entré, había mucha confusión, se
disparaban algunos tiros detrás; apenas me recuerdo de

273
“Asesinato de Córdova” Proceso contra Ruperto Hand, Enrique Ortega
Ricaurte, 1942, Biblioteca Nacional.
274
Ruperto Hand se encontraba detenido en el castillo de San Felipe cuando se
inicia la investigación en 1831, en el gobierno de don Joaquín Mosquera y
Figueroa, después del golpe de estado de Urdaneta en 1830.

398
Córdova gloria y asesinato del héroe

lo que pasó; alguna persona, como queriendo escaparse


de mí, dijo: “Este es Córdova, este es Córdova;” creo
que él estaba detrás de una pila de morrales colocados
como para protegerlo de las balas que pudiesen entrar
por la ventana. Al descubrirlo con la vista vi claramente
que sacaba una pistola del bolsillo de sus calzones con
intención de tirarme. Yo corrí encima y al momento lo
sablee e inmediatamente me retiré e informé a O´Leary…”

Son muchas las declaraciones coincidentes que se recepcio­


naron en el proceso contra Hand, que se inició en el año 1831,
es decir cuando ya había desaparecido Bolívar de la escena
de la vida y Obando había derrotado en el campo de batalla a
Rafael Urdaneta, quien había dado un golpe de estado contra
el gobierno constitucional de don Joaquín Mosquera. Se ordenó
entonces abrir el proceso contra el comandante efectivo Ruperto
Hand.
Curiosamente el que inició esa causa fue el coronel José
Manuel Montoya, aquel amigo de Córdova, quien se entrevistó
dos veces con éste antes de El Santuario, como ha de recordarse.
Veamos otras declaraciones muy importantes en la misma
instrucción sumarial, en orden a dejar la convicción plena y
completa sobre la forma como acaecieron estos hechos dolorosos
y trágicos y la autoría intelectual y material de los mismos en
cabeza del general O´Leary y de Ruperto Hand:

“DECLARACIÓN del 11° testigo Coronel Tomás


Murray275
“Preguntando, habiéndole leído las citas que resultan
en la declaración del segundo Comandante de Ejército
Francisco Giraldo y la del Teniente primero del Batallón
número cuarto José Antonio Navarro, que se hallan en el
testimonio remitido a esta capital por el Mayor de Plaza
de Cartagena, exponga cuanto le consta en el particular,
dijo que se halló en la acción del Santuario de Jefe del

275
“Asesinato de Córdova” , autor citado.

399
Armando Barona Mesa

Estado Mayor de la División O´Leary, y que después


de cesado el fuego por el centro, el que declara reparó
que una sección de la tropa vencedora que trataba de
ocupar una casa por la izquierda, lejos de atender a los
toques repetidos, mantenía un fuerte tiroteo, se dirigió
a ese punto con el objeto de averiguar su motivo; que al
llegar ahí consiguió cesase el fuego e hizo abrir la puerta
de la expresada casa; que en un cuarto de ella encontró
al difunto General José María Córdova sentado en una
cama con varios otros individuos que el declarante no
conoció; que allí cumplió con deber ofreciéndose a dicho
General, quién únicamente le encargó buscase quien
le curase la herida de bala que había recibido en la
coyuntura del hombro izquierdo; que después de haberlo
colocado solo en otra cama, salió con el objeto de traer
el cirujano y no de llamar al General O´Leary; que al
salir encontró al Edecán de este Jefe, Teniente Dabrey
Ocarr, a quien, en saliendo, referí la suerte del General
Córdova, cuando entró el Capitán graduado de Primer
Comandante Ruperto Hand; que éste preguntó: “¿en
dónde esta Córdova?” Que el declarante le contestó que
estaba en la casa herido y rendido; que Hand entonces
gritó: “por el Ser Supremo, yo le quitaré la vida”; que
el que declara entonces le preguntó: “¿es usted inglés
y va a manchar sus manos con la sangre de un hombre
rendido?” Que Hand le dijó en contestación: “sí, y con la
del que se atreva a oponerse”. Que el Teniente Ocarr al
oír esta expresión desenvainó su sable con el objeto de
sostener al declarante; que entonces dio Hand un paso
atrás y dijo en inglés: “yo tengo orden de matarlo”;
que inmediatamente el que declara se dirigió al General
O´Leary, quien ya habiá llegado frente de la casa y le
gritó en voz alta ante a la tropa: “General, allá esta
Hand asesinando al General Córdova”; que O´Leary
le contestó con una exclamación grosera y se fue a
caballo a otra parte; pero que después de un rato volvió

400
Córdova gloria y asesinato del héroe

a donde el declarante y le dijo en términos suaves:


“usted, Murray, ha hecho muy mal en interponerse en
este asunto; Yo di orden a Hand para matarlo, pero no
hay que decirlo a nadie”; que el que declara se dirigió
de nuevo a la expresada casa, y de nuevo encontró a
Hand, quien ya salía de ella; que al mismo tiempo llegó
el Coronel Ricardo Crofton, quien preguntó: “¿en dónde
está Córdova?” Que entonces Hand le contestó: “he aquí
su sangre,” alsando al mismo tiempo su sable teñido de
sangre desde la punta hasta la guarnición.
“CERTIFICACIÓN del 12° testigo General Francisco
Urdaneta:276
“Francisco Urdaneta, de los Libertadores de Vene­
zuela y Cundinamarca y General de brigada de los
ejércitos de la República, etc.,
“Certifico: en virtud de la orden del señor Coman­
dante General de este Departamento, fecha dos del
pasado, corroborada en treinta del mismo, y leída la
cita que se me hace en la declaración del segundo
Comandante Francisco Giraldo a fojas cuatro vuelta, y
contrayéndome en todo a ella, digo: que, efectivamente,
oí en el campo de batalla a los ex Coroneles Crofton y
Castelli, que el General O´Leary había dado la orden
para que matasen al General José María Córdova dentro
de la casa en que estaba guarnecido, la que se hallaba
a veinte o veinticinco pasos de la izquierda de nuestro
centro; que habiendo reconvenido el que suscribe al
mismo Hand sobre el hecho después de algunos días
del suceso, me respondió: “esté usted seguro de que si
no hubiera tenido orden, no habría tratado de rematar
la persona del General Córdova.” Certifico últimamente
que en otra ocasión que sobre el asunto hable con el ex
Coronel Castelli, me aseguró lo mismo que me había
dicho antes en compañía de Crofton, y añadió que la

276
“Asesinato de Córdova, autor citado.

401
Armando Barona Mesa

orden había sido dada en mi presencia, en idioma inglés,


por lo que no la había yo entendido. Es cuanto puedo
decir en el asunto, sin atreverme a asegurar otra cosa
además de lo expuesto. “Bogotá, diciembre primero de
mil ochocientos treinta y uno. Francisco Urdaneta”.
“DECLARACIÓN del ex Coronel Carlos Castelli. 13°
testigo277.
“Preguntando, habiéndole leído las citas que resultan
en las certificaciones que ha dado en este proceso el
señor General de Brigada Francisco Urdaneta a folio
ciento treinta y uno, y que exponga cuanto sepa el
particular, dijo que es todo cierto cuanto expone el señor
General Francisco Urdaneta en su certificación; que el
declarante llegó al paso de carga sobre la casa de la
misma marcha, en la cual había dispersado los enemigos
que tenía a su frente; que entonces le abrieron fuego de
la dicha casa cuando se hallaba a muy cortos pasos de
distancia; que allí mandó cesar el fuego a viva voz y
con los cornetas, tanto para evitar el daño que podían
causarse unos a otros las partidas o guerrillas que se
dirigen sobre el mismo centro, cuanto por organizar con
calma el ataque de la causa, sin exponerse a mucha
pérdida; pero que, reparando que el fuego que salía de
ella no era muy vivo y que sin embargo podían sacrificar
a los jefes y oficiales a tiro seguro, dejó dos compañías
en un llanito a cincuenta pasos y corrió con una partida
sobre el pequeño corredor que tenía dicha casa; que allí
estaba reuniendo los que iban llegando de las guerrillas,
cuando un prisionero le dijo que en la casa se hallaba el
General Córdova, a lo que le contestó él en alta voz, que
si no se rendía le quemaría la casa; que inmediatamente
salieron unos cuantos oficiales de ella, se le presentaron
y los mandó hasta con sus espadas a la cuarta compañía
mandada por el Capitán (entonces Teniente) Miguel
Hoyos, que era una de las que se hallaban en el llanito;

277
“Asesinato de Córdova, Enrique Ortega Ricaurte.

402
Córdova gloria y asesinato del héroe

que en esto llegó el General O´Leary allí donde estaba


el que declara, vertiendo algunas expresiones ofensivas
hacia el declarante, y pasaron entre los dos expresiones
muy agrias, sobre las cuales se dirigió el declarante a las
dos compañías, reparando al mismo tiempo que unas
tropas enemigas que supo después eran mandadas por
el Comandante Nao que se dirigían a una altura cercana;
que en esto el General O´Leary echó pie a tierra,
siguiendo sus pasos, y pudiéndole alcanzar apenas por
los faldones de la casaca lo jaló, diciéndole que le pedía
mil perdones y que estuviese persuadido que no había
pensado en ofenderle; que él le contestó que estaba
muy bien y que no tuviese cuidado por la tropa enemiga,
que aún se hallaba reunida, y señalando la casa de
cuyo corredor venían ambos les dijo: “ahí tiene usted
el General Córdova mal herido”, sin embargo de que el
declarante aún no lo había visto, ni se le había rendido;
que entonces el General O´Leary le dijo imperiosamente
en inglés: “mátelo usted”, a lo cual no le contestó sino
con una mirada expresiva, negándose a cumplir dicha
orden, siguiéndose siempre su camino hacia las dos
compañías, dando órdenes para la reunión general de
las guerrillas; que, en este momento, dicho General vio
allí cerca al Comandante Ruperto Hand levantándose de
una caída de a caballo que le acababan de matar de la
casa, y le dio la orden también en idioma inglés y en
presencia del General Francisco Urdaneta y no sabe de
quiénes más para que matase al General Córdova; que
después supo el declarante por dicho del Comandante
Murray y el Teniente Ocarr que el expresado Comandante
Murray se había opuesto a que el Comandante Hand
matase al General Córdova hasta que le dijo que tenía
orden positiva del General para hacerlo, y que por esta
pequeña resistencia había el señor Comandante Murray
recibido una seria reprensión del General O´Leary,
diciéndole que cómo se había atrevido a oponerse a la
ejecución de sus órdenes.”

403
Armando Barona Mesa

La sentencia de primera instancia, según la ley procesal de


entonces, debía ser dictada o ratificada por el Alcalde Municipal
de Cartagena, mediante proyecto elaborado por quien hacía las
veces de fiscal. Así se hizo el 11 de abril de 1833 condenando
al sindicado Hand a diez años de prisión. Veamos el texto que
publica Ortega Ricaurte ya citado antes:
“SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

“Señor Alcalde Municipal.


“Habiendo leído atentamente la presente causa
seguida contra el ex Comandante Ruperto Hand por la
muerte del benemérito General José María Córdova,
he hallado que por un número respetable de testigos
se encuentran plenamente comprobados los hechos
siguientes: Primero, que el diecisiete de octubre del año
veintinueve, después que dicho General fue derrotado
con sus tropas por las que estaban al mando del ex
General O´Leary en la acción de El Santuario, Provincia
de Antioquia, se retiró herido de un balazo a una
casa que se hallaba inmediata, en donde permaneció
algún tiempo con otros varios individuos de su división
dispersa. Segundo, que a pocos momentos después
entró en ella el Coronel Tomás Murray, Jefe del Estado
Mayor de la división vencedora, quien habiendo tratado
con todas las consideraciones debidas la persona
del finado General Córdova, le preguntó si estaba ya
rendido, a lo que contestó que sí lo estaba, suplicándole
le llamase al expresado ex General O´Leary. Tercero,
que enseguida se presento el ex Comandante Hand en
dicha casa preguntando quién era el General Córdova, a
lo cual habiendo respuesto éste que él era, le descargó
varios golpes en la cabeza con el sable que llevaba en la
mano, causándole con ello algunas heridas. Cuarto, que
este suceso tuvo lugar hallándose el General Córdova
recostado en una cama y desarmado y sin oponer la
menor resistencia a su agresor. Quinto, en fin, que a
pocas horas después de este acontecimiento ha muerto

404
Córdova gloria y asesinato del héroe

dicho General, y teniendo en consideración: primero,


en que todas las circunstancias en que éste se hallaba
colocado cuando fue herido por el ex Comandante Hand
lo constituían en un estado de perfecto rendimiento,
y que, por tanto, era de contemplarse como un
verdadero prisionero, pues si bien es cierto, como
algunos de los testigos del sumario lo aseveran, que
de la mencionada casa se dispararon algunos tiros a
la división vencedora antes de aquel suceso, también
lo es que ya entonces habían cesado las hostilidades
y que las tropas del ex General O´Leary entraban en
ella libre y francamente, como se comprueba con el
hecho de haberlo así ejecutado el Coronel Murray y el
mismo ex Comandante Hand; segundo, que las leyes de
las guerras sancionadas y admitidas generalmente por
todas las naciones civilizadas reprueban absolutamente
una conducta semejante a la observada por éste con
el prisionero benemérito General Córdova, tanto más,
cuanto no consta que él hubiese infrigido el derecho
de gentes para con sus enemigos; tercero, que el
artículo 15, título 17, tratado 7° de las ordenanzas
del Ejército previene clara y terminantemente que a
los oficiales prisioneros se les trate con la decencia y
generosidad correspondiente a su carácter; cuarto, que
por lo mismo es incuestionable que el ex Comandante
Hand ha cometido una infracción digna de un ejemplar
escarmiento, sin que pueda exculparse con el superior
mandato de su Jefe, porque ni éste pudo estar autorizado
para comunicar una orden tan bárbara como contraria
al derecho de gentes, y para hollar las ordenanzas,
cuya observancia se recomienda, tanto a todos los
jefes y oficiales del Ejército por el artículo 5°, título 17,
tratado 2° de ellas mismas, ni aquél debió cumplirla
atento a la naturaleza del mandato que se le confiaba,
el cual había de constituírlo indispensablemente en un
violento infractor de las leyes más humanas; quinto,
que no habiéndose reconocido las heridas en el cadáver

405
Armando Barona Mesa

del General Córdova, está en duda cual haya sido la


verdadera causa de su muerte, pues ha podido ser efecto,
o de las heridas que le dio el ex Comandante Hand, o del
balazo que antes había recibido en la acción, o de una y
otra cosa; sexto, que en este estado de oscuridad y de
duda no es aplicable al reo la pena capital señalada por
las precitadas ordenanzas en su artículo 64, título 10,
tratado 8°; séptimo, y finalmente que siendo un hecho
plenamente comprobado que el procesado hirío con
ventaja o alevosía al benemérito General Córdova, se
halla fuera de toda duda que se ha hecho merecedor a la
de diez años de presidio, impuesta por el artículo 65 del
mismo título y tratado; por todos estos fundamentos soy
de sentir que, en nombre del Estado y por autoridad de
la ley, se condene al expresado ex Comandante Ruperto
Hand a la pena de diez años de presidio en esa plaza.
Este es mi concepto, y si usted se conformare con él se
servirá consultar su sentencia con S. E. el Tribunal de
Apelaciones del Distrito.
“Mompós, 11 de abril de 1833.
“Doctor Aquilino Alvarez”
El alcalde ratifica el proyecto, que es notificado al reo:
“De conformidad.
“José María de Castillo
“Proveyóse por el señor Alcalde Municipal de
primera elección José María de Castillo, en Cartagena,
a veinticuatro de abril de mil ochocientos treinta y tres.
“En el mismo día pasé a la cárcel pública e impuse
al señor Ruperto Hand, y dijo: que apelaba de la
resolución que se le notifica para el Superior Tribunal de
Apelaciones. Y lo firmó.
“Hand.-Marín

Este fallo, no obstante la brevedad, es impecable y justo


en lo que tiene que ver con la exposición de los hechos y el
análisis de la culpabilidad. Empero, desde el punto de vista de
la medicina legal, vale la pena considerar que, en primer lugar

406
Córdova gloria y asesinato del héroe

el general rendido estaba vivo y tenía conciencia de sí mismo


con las primeras dos heridas que recibió antes de la irrupción
brutal del comandante Hand, cuando preguntó por él y el general
contestó: Yo soy Córdova. En consecuencia, teniendo en cuenta la
herida del cráneo profunda con penetración de masa encefálica,
es posible decir, sin duda alguna, era una herida necesariamente
mortal y que, por supuesto determinó el deceso de la víctima.
FALLO DE SEGUNDA INSTANCIA

“Vistos los autos criminales seguidos contra el ex


Comandante Ruperto Hand por la muerte ejecutada
en el General José María Córdova en el campo de El
Santuario, Provincia de Antioquia, el día diecisiete
de octubre de mil ochocientos veintinueve, venidos
en apelación a este Superior Tribunal de la sentencia
pronunciada con dictamen de letrado por el Alcalde
Municipal 1° de esta ciudad, en veinticuatro de abril
de este año, en que se condena al acusado a la pena
de diez años de presidio, y considerando: primero, que
se halla probado por el dicho de casi todos los testigos
examinados en la causa que el ex Comandante Hand,
después de concluída la acción de El Santuario entre las
tropas del Gobierno, mandadas por el ex General Daniel
Florencio O´Leary y las de la Provincia de Antioquia,
mandadas por el referido General Córdova, dio Hand
a éste, estando ya rendido dentro de una casa, varias
heridas mortales en la cabeza con un sable, dejándole
por muerto; segundo, que la intención de Hand fue
deliberada y decidida a perpetrar este homicidio, como
lo manifestó a la entrada en la casa al Coronel Murray
y a otros individuos; tercero, que aún cuando Hand
hubiese recibido orden del General O´Leary, Jefe de la
División vencedora para ejecutar este crimen, no debió
cumplirla, pues que la obediencia a los superiores que
exige la ordenanza, es sólo para los asuntos del servicio,
sin que pueda extenderse a cometer un asesinato contra
el derecho de gentes, como lo es no dar cuartel a los

407
Armando Barona Mesa

enemigos rendidos, mayormente en las guerras civiles,


como era la que había puesto en armas la Provincia de
Antioquia; en las cuales deben reservarse los prisioneros
para que sean juzgados a su tiempo por la autoridad
legítima; cuarto, que la orden dada por el General
O´Leary al ex Comandante Hand para matar al General
Córdova, habiendo sido dada de un modo reservado y
en el idioma inglés para que no se trascendiese, como
lo asegura el Coronel Castelli en su declaración, da
bien a conocer el carácter de maliciosa clandestinidad
(impropia de los actos legítimos) con que se trataba de
privar a la patria de un oficial General que había hecho
tantos y tan distinguidos servicios en favor de la libertad
e independencia, lo que debió hacer conocer a Hand que
no estaba en el caso de cumplir la orden del Jefe, como
lo hizo el Coronel Castelli; quinto y último, que no consta
que el Gobierno que entonces regía, haya aprobado la
muerte del General Córdova en el modo que se ejecutó,
pues aunque Hand fuese premiado, sería en virtud de
su buen comportamiento en la acción, como lo fueron
los demás oficiales, constando además por la orden de
nueve de septiembre de mil ochocientos treinta y uno,
constante en testimonio a fojas dos, que el Supremo
Gobierno ha mandado encausar al ex Comandante Hand
como autor del asesinato prepetrado en la persona del
referido General Córdova. Con estos fundamentos y
oído el señor Fiscal, administrando justicia en nombre
del Estado y por autoridad de las leyes segunda y
décima, título veintitrés, y décima, título veintiséis,
libro octavo de la Recopilación Castellana, concordantes
con el artículo sesenta y cuatro de las ordenanzas del
Ejército, revocándose la sentencia apelada, se condena
al ex Comandante Ruperto Hand a que sufra la pena de
último suplicio. Pero en atención a que el delito cometido
por Hand ha sido en circunstancias de haber salido de
una acción de guerra en que había sufrido una caída
del caballo, y por consiguiente que por el acaloramiento

408
Córdova gloria y asesinato del héroe

en que se hallaba es presumible que no estuviese en


aptitud para reflexionar que no debía cumplir la orden
de su Jefe para matar al general Córdova, suspéndase
la ejecución de la sentencia hasta la resolución del
Supremo Poder Ejecutivo, a quien se dará cuenta con
testimonio de esta sentencia, de la primera instancia
y de la vista del señor Fiscal, para si S. E. tiene a bien
conmutarle la pena ordinaria conforme a las facultades
que le concede la Constitución en su artículo ciento seis,
atribución décimaoctava, con costas.
“José María del Real. -Ignacio Cabero. -Pedro F.
Castellón.
“Proveyóse por Su Excelencia el Tribunal de Apela­
ciones del Distrito, en Cartagena, a ocho de agosto de
mil ochocientos treinta y tres.
“Francisco de la Espriella
“En el mismo día impuse del auto superior que
procede al señor Fiscal (hay una rúbrica).
“Espriella.
“Seguidamente lo notifiqué al señor Ruperto Hand.
“Certificó: que habiendo pasado a la cárcel pública
de esta ciudad en que se halla preso el señor Ruperto
Hand para imponerle la sentencia que antecede, por no
haberlo podido hacer el día de ayer por haberme retirado
enfermo de la oficina, me ha manifestado el Alcaide
señor José Agrasot que a las siete de la noche del día de
ayer se ha fugado de la prisión, y para que conste firma
conmigo la presente, en Cartagena, a nueve de agosto
de mil ochocientos treinta y tres. José de Agrosot. José
Angel Calderón, Oficial Mayor.”

En aquella época, como lo dice el fallo, el presidente tenía el


poder de conmutar la pena capital. Se había disuelto la república
de Colombia que incluía a Venezuela, Nueva Granada, Ecuador
y Panamá que siguió siendo parte del territorio granadino. Por
elección popular se había elegido al general Francisco de Paula
Santander, quien ejercía el cargo en Bogotá.

409
Córdova gloria y asesinato del héroe

EPÍLOGO Y CONSIDERACIONES FINALES

Lo dejaron enterrado en una fosa común en tierra no amiga,


a pesar de las solicitudes de los deudos que querían llevarlo al
mausoleo familiar en Rionegro. Su madre doña Pascuala Muñoz
debió alejarse con el alma estrujada de Marinilla dejando allí,
en una tumba desconocida al mayor de sus afectos. Su cuerpo
y su memoria fueron considerados como los de un traidor y se
miraron con desprecio.
El general Pedro Alcántara Herrán, aquel que había fraguado
lo relativo a la reunión de vecinos de Bogotá donde aprobaron
el manifiesto que dio lugar a la dictadura de Bolívar, que vimos
en detalle, había sido nombrado gobernador de la provincia de
Antioquia.
Precisamente dos días después del asesinato del general
Córdova, con cierto sentido cínico O´Leary le escribe al nuevo
gobernador, su gran amigo:

“Mi querido Herrán: Felicito a U. por la pronta pacifi­


cación de su departamento y el castigo exenplar de los
facciosos. Ya no habrán más revoluciones porque tiempo
ha el patíbulo estaba pidiendo un general.
“Ruego a U. se sirva hacer entregar las adjuntas
cartas a sus rótulos. Soy de U. afmo. amigo y compañero,
D. F. O´Leary”

411
Armando Barona Mesa

Y vaya que el triunfalismo y la desvergüenza llenaban


todas las instancias. El gran héroe O´Leary le envía al coronel
Andrade, que sigue en el comando de Popayán, esta misiva:

“Señor Coronel Andrade:


“Va esa buena noticia p.a q. e U. la haga volar
a donde esté S. E. -se refiere a Bolívar- He mandado
un gober. interino al Chocó p.a arreglar todo aquello
y fusilar a Vargas como Caudillo de la facción. Con
un ejemplar basta. Es preciso adoptar la política del
Libertador y economizar la sangre en cuanto lo permitan
las circunstancias.
“No me tenga U. y el Sr. Arroyo p.r usurpador. Mi
deber era apagar las insurreciones y aunq.e me metí en
el dep.to de U.U., me deben perdonar por el servicio que
les he hecho.
“Todavía no se de U.s. Dentró de 10 días me iré
para Bogotá, pues no hay más que hacer.
“Memorias a los S.S. Arroyo, Joaqu.in Mosq.ra y R.
Arboleda y créame spre. de U. D. F. O´Leary”

Con muestras de desprecio por los valores de la vida y el


conocimiento y aceptación plenos y con regocijo del crimen
cometido por O´Leary y su ejecutor Ruperto Hand, el secretario
de Estado, señor Estanislao Vergara, quien como se ha visto
muchas veces era uno de los mayores corifeos del propósito de
instaurar una monarquía en Colombia, le escribe al Libertador el
8 de noviembre de ese año 29 quien ya ha llegado a Popayán:

“El general O´Leary nos ha quitado el trabajo de


hacerle causa a Córdova. El lo ha hecho ir a dar cuenta
de su conducta ante otro tribunal, que en vida no más
le ha juzgado y hecho que las leyes se cumplieran en él.
Nueve balazos, según dice el cirujano que estuvo con
él, en una carta que he visto, recibió en el cuerpo: la
mano derecha no apareció y el brazo izquierdo le quedó
sin uso, en un sablazo que recibió. ¿Y no es esto haber

412
Córdova gloria y asesinato del héroe

sido verdaderamente fusilado, y haber sufrido el castigo


que merece por la ley de conspiradores y aún más?
La Providencia es muy justa y se manifiesta de todos
modos favorable a Colombia y a vuestra excelencia: no
contrariemos, pues, sus decretos, y continuemos con
vigor la marcha que hemos seguido para hacer la dicha
de este país.

Pero O´Leary, con todo el triunfalismo de la victoria, habrá


de gratificar aun más a su súbcubo teniente coronel Ruperto
Hand y lo nombra interinamente gobernador del Chocó con el
único objeto de que vaya con sus tropas a asesinar al gobernador
Fermín de Vargas, hijo de uno de los precursores de nuestra
independencia al lado de Nariño y Miranda, Pedro Fermín de
Vargas, quien a la sazón se encuentra de gobernador de esa
provincia.
Es un liberal, como lo fue su padre y ha mostrado abiertas
simpatías con el hoy desparecido general José María Córdova.
La misión confiada al irlandés Hand es conocida por el
gobernador actual, quien escribe la carta siguiente al general
O´Leary:

“República de Colombia
“Departamento del Cauca. Gobierno del Chocó.
Sala del despacho en Quibdó, a 28 de octubre de
1829.
“Al señor comandante en jefe de la división de
operaciones sobre Antioquia.
“Acabo de ver las comunicaciones oficiales que V.
S. ha dirigido a este señor Juez político, datada en 18
del corriente. Por ella veo que V. S. después de haber
destrozado las tropas que levantaron el estandarte de la
libertad en Antioquia; después de haber cortado el hilo
a la apreciable existencia del bizarro general Córdova;
y después de haber uncido nuevamente al carro de la
tiranía ese hermoso territorio, amenaza a esta provincia
con la devastación y la muerte si no comete la bajeza de

413
Armando Barona Mesa

contrariar su pronunciamiento cambiando la guirnalda


de laureles por las cadenas y por el sello de la esclavitud
más degradante. Yo, a la verdad, me escandalizo cuando
veo a los que se titulan libertadores amenazando con
la muerte a hombres que han sabido uso (sic) de su
libertad manifestando a la faz del universo sus opiniones
republicanas; pero no es este el primer ejemplar que
se presenta en la escena de nuestra patria; ya estamos
a ver correr en los patíbulos la sangre de los libres, y
esta idea triste ha colocado el heroico pueblo de mi
mando en el caso de preferir una muerte gloriosa en el
campo de batalla. La situación geográfica nos protege:
la santidad de nuestra causa nos aníma; y V.S. podrá
dominar esta provincia cuando no exista uno solo de sus
hijos. Sin embargo, la consideración de que se pelea con
hermanos es muy dolorosa y yo no tengo embarazo en
sacrificarlo todo por evitar desastres. Si V.S. no viene
sediento de sangre, si ama a su patria adoptiva, todo
se puede subsanar solicitando una garantía absoluta del
gobierno en favor de todos los habitantes de la provincia;
y si no determine lo que tenga conveniente.
“Dios guarde a V.S.
“Fermín Vargas

El Consejo de Ministros no aceptó el nombramiento de Hand


como gobernador interino, por lo cual debió regresar a Medellín
con su compañía enferma por la picadura de los mosquitos. Pero
para congraciarse con él y su jefe, fue nombrado posteriormente
como comandante en Chagres, provincia de Panamá. No cayó bien
allí y dicen además que incendió esta población. Naturalmente
que quien lo habría de reemplazar en el Chocó, coronel Pedro
Murgueitio, puso preso a Vargas y lo envió para Medellín. Pero
no lo mataron.
Fue en ese tiempo, el 5 de septiembre de 1830 cuando
tuvo lugar el golpe de estado contra el presidente constitucional
Joaquín Mosquera, quien había reemplazado al Libertador, y el
vicepresidente encargado, general Domingo Caicedo. Tuvo inicio

414
Córdova gloria y asesinato del héroe

entonces una breve dictadura de Rafael Urdaneta. Hand estaba


con ellos, los bolivarianos. Bolívar se encontraba en su viaje final.
Pero cuando dicha dictadura cayó militarmente frente a la
reacción de Obando y López, el coronel Tomás Herrera puso
preso a Hand en Panamá y lo envió a la cárcel de Cartagena
a órdenes del coronel José Manuel Montoya, comandante a la
sazón del Magdalena, cuya sede era en esa ciudad.
Entonces el coronel Montoya ordenó el 26 de septiembre de
1831 al sargento mayor de la plaza, Fernando Lozada, mediante
oficio No. 160, que abriera la investigación contra Ruperto Hand
por el asesinato del general Córdova.
Se transcribieron atrás los dos fallos de primera y segunda
instancia y además la nota que dejó la secretaría cuando iba a
ser notificado el fallo condenatorio de segunda instancia y se
comprobó que el condenado había huído la noche anterior de
la cárcel de Cartagena. Allí había estado preso por más de un
año. Complementaria a esa constancia la secretaría del Tribunal
agrega esta otra nota al alcalde, que era el funcionario de
conocimieento que había dictado el fallo de primera:

“Mediante la fuga que resulta de la anterior diligencia


del reo Ruperto Hand, pásese orden al Alcalde 1°
Municipal que conoció de la causa en primera instancia,
para que haga las averiguaciones correspondientes sobre
dicha fuga, procediendo con arreglo a derecho contra los
que resulten que lo han protegido o auxiliado, librando
igualmente las órdenes requisitorias convenientes para
lograr la captura del reo prófugo.”

Con relación a esta fuga hay que decir que la víspera el alcalde
de Cartagena, como consecuencia de la alteración del orden
protagonizado por el cónsul británico en una fiesta desbordada,
mandó a poner preso a éste, no obstante su condición de agente
del Rey británico. Hubo por supuesto las protestas y movimientos
de gentes. Y en medio de tal barullo, Ruperto Hand aprovechó
el momento. Fue realmente un gran escándolo el que se armó y
éste lo aprovechó, mediante un soborno, para huir.

415
Armando Barona Mesa

El general Santander, que muerto Bolívar había regresado y


lo habían elegido presidente de la república, en una carta que le
envía el 18 de septiembre de 1833 al coronel Salvador Córdova
le dice:

“Hand fue condenado a muerte por la Corte de


Justicia del Magdalena, pero se ha fugado de la cárcel
dándole dos mil pesos al alcaide.”

El fugitivo Hand huyó para Venezuela, ya disuelta la Gran


Colombia. Según la legislación vigente entonces, que se conservó
en Venezuela, Hand había adquirido la nacionalidad colombiana
y luego cuando se disuelve la Gran Colombia, la venezolana.
Y entró al ejército donde le validaron el grado. Y cuando al
cambio del gobierno en la Nueva Granada la cancillería a cargo
de quien fuera un gran amigo de Córdova en Popayán, como
se vio muy atrás, el doctor Lino de Pombo, reclama ante su
homóloga venezolana a Hand para que se cumpla su sentencia,
ésta contesta, siguiendo instrucciones de Páez y acudiendo a
los argumentos diplomáticos que dan para todo, negando la
justa petición. O sea que el magnicidio en relación con el autor
material se quedó flotando en el inmenso mar de la impunidad.

416
Córdova gloria y asesinato del héroe

Daniel Florencio O´Leary, estaba incurso en el mismo grado


de responsabilidad que el ejecutor material como determinador
del magnicidio del héroe. Pero a pesar de haber reconocido,
como acaba de verse en la carta al Libertador del mismo día del
asesinato -17 de octubre- que él dispuso la muerte del Héroe
de Ayacucho para vengar al Libertador, no tuvo inconveniente
en negar después esa autoría. Y entonces, casi que como un
premio, el régimen de la dictadura lo nombró en sus postrimerías
como Ministro Plenipotenciario representante de Colombia -hoy
en día embajador- ante el gobierno de los Estados Unidos. Sin
embargo, al producirse la renuncia al ejercicio de todo poder
por parte de Bolívar ante el Congreso Admirable y entrar en
ejercicio el gobierno constitucional de don Joaquín Mosquera,
reemplazado en sus inicios por el general Domingo Caicedo, tal
nombramiento fue revocado.
Y se dio inicio a una investigación ordenada por el propio
coronel Manuel José Montoya, que de nada sirvió.
Veamos en el libro del gran historiador Botero Saldarriaga
lo que anota sobre la trayectoria siguiente al crimen de parte de
O´Leary:

“A principios de 1830 regresaba el General O´Leary


a la capital desde la ciudad de Medellín, concluída su
campaña de Antioquia. Poco después se le nombró
Comandante Jefe de la División que se preparaba en

417
Armando Barona Mesa

Pamplona para obrar de acuerdo con la División de


Riohacha sobre los disidentes Venezolanos, conforme
a los planes del Libertador. El congreso entonces
reunido no aceptó ninguna medida de agresión contra
Venezuela, y Bolívar expidió el decreto de 12 de febrero
de 1830, por el cual nombraba al General O´Leary
Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario
cerca del Gobierno de los Estados Unidos. O´Leary
regresó entonces de Pamplona a Bogotá. Empero
cuando el CONGRESO ADMIRABLE restauró el régimen
constitucional en el país, y don Joaquín Mosquera fue
nombrado Presidente de la República, uno de sus actos
más significativos fue el Decreto por el cual declaraba
insubsistente el nombramiento hecho pocos días antes
por el Libertador-Presidente en el General O´Leary para
Ministro de Colombia en Washington, como puede verse
en el siguiente suelto que tomamos de la Gaceta de
Colombia, No. 371, de 21 de junio de 1830: “S.E. el
Presidente de la República ha tenido a bien exonerar
al señor General Daniel Florencio O´Leary del cargo de
enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de
Colombia en los EE.UU. de América. Actualmente se
ocupa el gobierno del nombramiento de la persona que
deba reemplazar al señor O´Leary en este destino”.
“Para O´Leary se abría el juicio político sobre las
largas actuaciones como sostenedor decidido de la
dictadura boliviana y como conocido propagandista de
la implantación de la monarquía en Colombia, en esta
restauración del régimen constitucional; y el Decreto del
Presidente Mosquera, rudo y concreto, le marcó sin duda
alguna la misma vía que siguieron todos los elementos
irreductibles y caracterizados de la muerta dictadura. A
Cartagena marchó el Edecán del Libertador, en donde
éste organizaba lentamente entre las exigencias de los
conspiradores contra el gobierno republicano que la
nación se había dado por medio de su más competente
y genuina representación, O´Leary iba a engrosar el
número de los descontentos.”

418
Córdova gloria y asesinato del héroe

El general inglés Daniel Florencio O´Leary fue sin duda un


bolivariano definido y resuelto, monarquista y lo que hoy se
podría llamar un hombre de derecha. Su reacción negativa al
gobierno constitucional del doctor Joaquín Mosquera, presidente
y el general Domingo Caicedo vicepresidente, fue absoluta.
Y cuando su amigo el general Rafael Urdaneta dio el golpe de
estado con el batallón Callao el 5 de septiembre de 1830 contra
éstos, O´Leary estuvo completamente de acuerdo y trató de
levantar sin éxito un movimiento igual y solidario en Cartagena.
Pero se diría que el país estaba saturado de la dictadura y la
revolución de Urdaneta solo duraría hasta el 30 de abril. Éste
buscaba que el Libertador, desprendido totalmente del poder y
en viaje hacia el Atlántico, regresara y asumiera nuevamente la
dictadura.
Cuando O´Leary y Mariano Montilla hicieron el mismo levanta­
mento en Cartagena, en representación del nuevo gobierno el
general venezolano José Ignacio Luque los enfrentó y sometió.
Y fue ese mismo militar, venezolano además, el que deportó a
O´Leary y a otros más, dada su condición de revolucionarios
extranjeros, a Jamaica.
Allá fue a parar el general inglés despojado de su rango
y cargado de pasión contra el gobierno del general Francisco
de Paula Santander. Y fue en Jamaica desde donde escribía
profusamente notas en los medios de comunicación del Caribe
contra el nuevo gobierno granadino. O´Leary era un hombre
muy ordenado y pertinaz; y fue de allí desde donde organizó
su gran archivo de toda esa época, conservando todo lo que le
entregó en Perú Manuelita Sáenz. Es un archivo muy grande e
importante al que hemos acudido en la preparación de esta obra
muchas veces.
El tiempo también le alcanzó para escribir allí sus extensas
memorias, que después publicaría su hijo al que llamó Simón
Bolívar O´Leary.
Es necesario ver el siguiente documento dirigido al señor
Juez Municipal de Marinilla en relación con el proceso que se
intentó adelantarle por la muerte de Córdova:

419
Armando Barona Mesa

“Sr. Juez Munícipal: Prescindo si el exgeneral O´Leary


debe ser o no juzgado militarmente, pues desde el 27 de
febrero último se ha resuelto esta cuestión por el Señor
Auditor de Guerra de la plaza de Cartagena remitiéndose
a un auto dictado por S.E. la corte de apelaciones del
distrito judicial de Cundinamarca, en que declara en
igual o semejante caso que los reos de esta naturaleza
deben ser juzgados por las justicias civiles y el actual en
el territorio donde perpectuó el crimen, y por este hecho
fue declarado usted Juez competente de la causa.
“Por tanto y contrayéndome al estado del expediente
que es el de aprehender al criminal, recibirle su
exposición instructiva, etc., continuando la causa hasta
sentencia conforme a las leyes comunes, y no teniendo
noticia segura dónde se halla el sindicado O´Leary,
y siendo muy probable de que no esté en el interior
de la N. Granada que es hasta donde se extiende la
legislación civil y la facultad de juzgar de los Tribunales y
principalmente la de un juez municipal, pues pasando el
asunto los confines de la Nación, ya pertenece al dominio
del Derecho de Gentes, y por consiguiente se debe
proveer y resolver conforme a las negociaciones, pactos
y tratados celebrados entre las Naciones. En tal virtud
soy de concepto de que oficie U. al señor Gobernador
de la Provincia, insertando esta resolución para que su
señoría, de acuerdo con su excelencia el Poder ejecutivo
y por medio de la secretaría del interior y relaciones
exteriores, se digne indagar en qué país extranjero se
halla el referido O´Leary, y pedirlo y ordenar que se
ponga a la disposición del juzgado.
“Mientras tanto U. suspenderá todo procedimiento,
pues cualquier diligencia que practique será infructuosa
si el reo no está en la esfera de su jurisdicción. Es mi
dictamen. Rionegro, julio 28 de 1832. José María Duque.

Cabe anotar que el argumento de la ausencia del acusado


no puede tener buen recibo para los efectos de suspender el
proceso penal, como lo ordena el señor Duque en su mensaje de

420
Córdova gloria y asesinato del héroe

julio 28 de 1832. Todo proceso penal, y aun en aquella época,


se puede y debe adelantar aun con reo ausente como se decía
entonces, hoy procesado ausente. Pero esa suspensión ordenada
por Duque y la larga ausencia en Jamaica de quien fuera el autor
intelectual del magnicidio de Córdova, hizo que hasta allí llegara
ese proceso.
O´Leary estuvo en Europa en varias misiones y hasta
funcionó como secretario de quien era su cuñado, el general
Carlos Soublette, diplomático ante el gobierno de España con
la cual se buscaba mantener una relación comercial. Visitó su
país y a sus familiares y fue reconocido como súbdito inglés y
vinculado al servicio exterior por el gobierno de su Majestad
británica. Volvió a Caracas como cónsul y luego pasó a Bogotá
como encargado de negocios. Ya tenía la inmunidad diplomática
que se le respeto. Cumplida esta misión regresó a su país un
corto tiempo, pero volvió una vez más y para siempre a Bogotá
donde dejó de existir en el año de 1854. Curiosamente cuando
murió, superados los odios de la dictadura, se le rindieron
honores más que todo como a diplomático. El presidente de la
república a cargo de esas ceremonias, lo fue uno de sus más
grandes contradictores: José María Obando.

421
Córdova gloria y asesinato del héroe

Aun tenía vacilación el Libertador-presidente entre la idea de


un gobierno monárquico y la renuncia al poder. Lo había meditado
mucho, a pesar de que el Consejo de Gabinete ministerial
mantenía vigente la idea de la monarquía, inicialmente con el
apoyo de aquel, como se estudió atrás. La salud de Bolívar, tal
como se ha reseñado, era inestable y frágil. La fiebre lo aturdía
constantemente y un vómito oscuro le atormentaba mientras la
tos se acentuaba en sus bronquios lastimados. Viajar las largas
distancias desde el actual Ecuador hacia Bogotá por los tortuosos
caminos empinados y con piedras entre los grandes precipicios
y a través de paisajes y climas variables sobre el lomo de una
mula lenta o un caballo brioso, era estremecedor. No obstante
la voluntad de hierro como sus sentaderas -lo llamaban entre la
tropa Culo de Fierro- lo mantenían de pie y en actividad.
De Pasto, de donde había contestado el 10 de noviembre a
O´Leary la carta que vimos sobre la muerte de Córdova, tomó
la ruta hacia Popayán pasando por Almaguer y los ardientes
caminos del Patía.
Llegó a la ciudad hidalga el 21 del mismo noviembre de
1829. Los patricios payaneses lo recibieron con la misma alegría
y afecto que siempre le habían profesado. En esos momentos
aun, como ya se dijo, afloran por su mente las ideas de que
la democracia en los países latinoamericanos no tenía un clima
adecuado porque sus gentes no estaban preparadas para la lucha
por el poder. Lo había visto en Bolivia, en Perú y en el Ecuador

423
Armando Barona Mesa

de donde llegaba después de más de un año de ausencia y había


afrontado una guerra entre hermanos. También en Venezuela.
Lo sabía igualmente por lo que ocurría en México y en aquella
república Argentina donde las rencillas internas le impidieron
al libertador San Martín permanecer en ese suelo que él había
libertado.
El esfuerzo de la liberación de España y la larga y dolorosa
guerra que a ella condujo se había conseguido a un costo muy
alto para que se perdiera frente a las ambiciones personales y
sin medida de los políticos y militares. Ese era su dilema como el
de Hamlet. Y esa la razón para que pensara con algún optimismo
en la posibilidad de acudir a otro estilo de gobierno, y según
lo advierte don Manuel José Mosquera en una carta del 22 de
noviembre, es decir al otro día de la llegada del Libertador,
éste ha expresado allá en Popayán, ante sus amigos con cierto
optimismo, que el gobierno inglés le ha ofrecido su apoyo y
algunas seguridades para el éxito de un gobierno monárquico.
Empero, los patriotas de Popayán le hicieron ver el error
de tal pensamiento que por cierto había mancillado su gloria
y había causado tanto transtorno. Las voces sabias despejaron
la confusión indecisa, frente a lo cual, derrumbada su salud y
sus sueños y reconociendo la equivocación en que había estado,
él mismo decide enviar al Consejo de Gobierno un manifiesto
rectificatorio en el que asumía la posición oficial que antes para
el gran público había mantenido en silencio.
En el Consejo se produce una reacción, humana por cierto, de
rechazo a la nueva posición, ya irreversible, de Bolívar. Estamos
en la antevíspera de la instalación del Congreso constituyente
que él mismo llamó Admirable. Son momentos críticos, como
han sido los tiempos anteriores. El Libertador, por descanso y
por la meditación de todo el cuadro de debate que habría de
tener por escenario el Congreso, permanece tres semanas en
Popayán, al cabo de las cuales reinicia su camino pasando por la
vía del Cauca Grande hacia el Valle del Cauca.
Y desde la hacienda El Japio, en las proximidades de Quilichao
y Caloto, envía a Bogotá a su gabinete la orden terminante de
su política ya adoptada de modo definitivo, tal como le veremos

424
Córdova gloria y asesinato del héroe

después de la cita siguiente de José Manuel Restrepo, miembro


del Consejo de Ministros, como ya es sabido e historiador278
sobre estos hechos puntuales:

“Tres semanas se detuvo el Libertador en Popayán


(diciembre 15). Desde allí escribió una carta a Paéz
Contestándole la que éste le escribiera inquiriendo cual
era su pensamiento acerca del proyecto de monarquía.
Decíale Bolívar que no le parecía debían cambiarse las
instituciones de la República, y que tocaba al congreso
constituyente establecer la forma de gobierno que más
conviniera a los pueblos; que su ánimo decidido era dejar
para siempre la presidencia del Estado, y continuar sus
servicios como general en jefe del ejército, apoyando
con toda su autoridad, influencia y recursos al nuevo
magistrado que eligiera el congreso. Invitaba a Paéz que
le ayudara en esta empresa patriótica, ya fuera que se
escogiese para presidente al mismo Paéz, o ya a otro,
pues decía que sin esta cooperación no se lisonjearía de
poder conservar la existencia de la república. Expresábale
que si era nombrado Paéz para jefe del Estado, Bolívar
serviría con gusto bajo sus órdenes. En seguida le exigía
que le hablase con la mayor franqueza sobre sus planes
y deseos. Protestábale su ardiente amor a Venezuela,
con cuyo interés se hallaban íntimamente ligado los
suyos propios, por lo cual debía formar una liga sincera
y cordial: “pero tenga usted entendido para siempre,
añadia, que la suerte de Colombia esta dependiente de
la de Venezuela, y la de Venezuela de Colombia. Mucho
y mucho más podría añadir a usted en esta carta, que
sería nunca acabar. Por lo mismo me refiero en todo a
lo que diga a usted Austria, que va bien empapado de
mis ideas, que se reducen a dos palabras: sostener al
congreso”.
“En los apuntamientos que diera al mensajero
Austria, manifestó a Paéz que no opinaba por la
monarquía, porque estaba seguro que los pueblos no

425
Armando Barona Mesa

cambiarían sus formas republicanas; decía que en la


actualidad, lo mismo que en otros tiempos, su único
norte era la conservación de las libertades públicas y
de la mayor suma de garantías individuales que fuese
dable; pero que no expresaba opinión alguna a fin de que
los pueblos por medio de sus representantes escogieran
una forma de gobierno que emanara de la fuente pura
de la nación.
“S. E. ha dicho antes, añadía, que jamás cambiaría
su título de Libertador por el de emperador ni rey, y que
éste ha sido y es el voto más sincero de su corazón; y
por último, que aun cuando Colombia entera, del modo
más decidido y resuelto, quisiera un rey, S.E. no sería
el monarca.
“Esta declaración tan terminante, publicada por
los mismos enemigos del Libertador en Venezuela, es
la contestación más victoriosa que puede darse a las
calumnias forjadas allí mismo, de que Bolívar aspiraba
a coronarse.
“Terminaba el Libertador los apuntamientos que
diera al comandante Austria para conocimiento del
general Paéz, rogando a éste y a todos sus conciudadanos
que cooperasen con él a salvar su gloria, porque esta
gloria no era la propiedad exclusiva de su persona; que
pertenecía a Colombia, y que siendo de Colombia debía
conservase inmaculada.
“El mismo día que el Libertador expresara estas ideas
marchó hacia el Valle del Cauca. Entre tanto el consejo
de ministros recibió la fuerte y severa improbación que
Bolívar había dado a la negociación entablada con los
gobiernos de Inglaterra y de Francia; el contenido de
aquella nota fue en extremo sensible a sus miembros.
Apresuráronse, pues, a contestar los cargos que se
les hacían, y en nuestro concepto lo verificaron en 8
de diciembre con muy sólidos fundamentos. Decían
al secretario general que el Libertador en su nota
escrita en Buijo a 6 de julio último, insistiendo en la

426
Córdova gloria y asesinato del héroe

de 4 de abril, había prevenido al consejo que abriera


una negociación con una o más potencias para obtener
su protección, mediación o salvaguardia, y libertar a
Colombia y a la América entera de la anarquía que la
devoraba y de la colonización europea que nuevamente
la amenazaba; que el consejo había juzgado insoluble
el problema, y que ninguna potencia quería encargarse
de protegernos, si no veía que se trataba de establecer
un orden de cosas duradero, fijo y permanente, capaz
de refrenar la anarquía y de burlar las esperanzas de
sujetarnos, que pudiera haber concebido la España,
aprovechándose de nuestros desórdenes; que por tan
poderosos motivos había creído el consejo que no podía
obtenerse resultado alguno favorable en la negociación
prevenida, sino se excitaba el interés de la Francia y
de la Gran Bretaña con el proyecto de fundar una
monarquía, único arbitrio practicable, aunque erizado
de muy graves dificultades, que halló el consejo para
obtener el éxito que se proponía el Libertador; que hizo
aun menos de lo que se le previno pues debía solicitar
para la América entera “la mediación, protección,
influencia, custodia o salvaguardia de uno o más Estados
poderosos que la preservaran de la anarquía erigida en
sistema y del régimen colonial que la amenazaba, y que
fuera un regulador”. A pesar de esta orden terminante
el consejo se abstuvo de tratar nada respecto de las
demás repúblicas américanas, porque vio claramente
que tal negociación comprometería sobre manera al
gobierno de Colombia, si llegaba a traslucirse aquella
petición, la cual, hecha según los deseos del Libertador,
podría vulnerar la independencia nacional. “El consejo
modificó, añadía, la disposición de S.E., reduciéndola
a los términos en que la creyó asequible. Tal vez erró
en esto; pero sus intenciones fueron puras, y su ánimo
cumplir con la orden de S.E. conservando intactas y sin
mengua las prerrogativas nacionales.”

427
Armando Barona Mesa

Hubo pues en el Consejo un movimiento de inconformidad


con la nueva apertura de Bolívar, sobre todo porque como lo
vimos en páginas anteriores, no cabía ninguna duda de que el
origen de la idea de una dictadura vitalicia y una corona había
surgido de sus propios pensamientos, aunque estratégicamente
ocultó el tema y lo dejó para que solo lo plantearan sus ministros.
Es claro, además, que la insurrección y levantamiento
ideológico de Córdova y su propia muerte, tuvieron causa en
la diferencia que tuvo éste con esas ideas que los ministros
convirtieron, con gran estridencia, en la política oficial del
régimen, y que contaba con la vigilancia silenciosa del Libertador,
informado de todos los movimientos y detalles y, por supuesto
ilusionado con ella.
También debe recordarse que fue precisamente en la ciudad
de Popayán donde el Héroe de Ayacucho en diálogo casi íntimo
con el Libertador le dio, con toda la franqueza y sinceridad de
que era capaz, el consejo a aquel héroe caraqueño al que quería
como a un padre, para que dejara fluir la democracia y se retirara
del poder, como ha de recordarlo el lector.
Ya se dijo que en su marcha hacia Bogotá el Libertador tomó
camino hacia el norte en vez de hacerlo por el oriente; y pernoctó
y acampó con sus escoltas, antes de llegar a Cali, en la hacienda
Japio entre Quilichao y Caloto. Desde allí hizo que su secretario
Espinar dirigiera al Consejo de ministros esta circular terminante
ya anunciada antes:

“REPUBLICA DE COLOMBIA -Secretaría General


-Cuartel General en Japio a 18 de diciembre de 1829.
Señor Ministro de Estado del despacho de relaciones
exteriores. Señor: Versándose el acta del consejo
ministerial sobre fundar una monarquía, cuyo trono
(cuaquiera que fuese su denominación) debía ocupar
S.E. el Libertador Presidente, y por lo mismo sostener
a todo trance sus cimientos a beneficio de su sucesor,
S.E. creyó de su deber improbarlo, porque su misma
consagración a la causa pública sería infructuosa desde
que, mancillada su reputación por un acto contradictorio

428
Córdova gloria y asesinato del héroe

de su carrera y de sus principios, entrase en la trillada


senda de los monarcas.
“S.E. está resuelto a separarse indefectiblemente
del mando, no debe comprometerse a continuar en él,
burlando así las esperanzas de la nación y del consejo,
a cuyos respetables miembros profesa S. E. el más
profundo reconocimiento.
“Es cuanto puedo decir a Us. de orden de S.E. en
contestación a su distinguida nota de 8 del que rige.
“Soy de Us. con perfecto respeto muy ovediente(sic)
servidor. -José D. Espinar.

Así quedaba definida una política de rectificación.


Censurable, naturalmente, que el Libertador se lave las
manos y deje todo el pecado o el dislate si fuere mejor así decirlo,
al Consejo de Ministros, en especial al señor Vergara y por
supuesto a Urdaneta. En fin, a todos los ministros o secretarios
de su administración.
Conforme lo narramos anticipadamente en algunos capítulos
anteriores, Bolívar entró a Bogotá el 15 de enero de 1830.
Instaló el Congreso donde se había conformado una mayoría en
contra de sus deseos iniciales, que por supuesto bajó el tono de
la ardentía cuando el Libertador en forma elocuente expresa con
todas las palabras su desprendimiento del mando y el rechazo
rotundo de una corona. Antes citamos un párrafo final cargado
de sublimidad. Escribe para la historia del mundo. Y vale la pena
volver a leerlo en su punto central:

“!Colombianos!, he sido víctima de sospechas igno­


mi­niosas, sin que hayan podido defenderme la pureza
de mis principios. Los mismos que aspiran al mando
supremo, se han empeñado en arrancarme de vuestros
corazones, atribuyéndome sus propios sentimientos,
haciéndome parecer autor de proyectos que ellos han
concebido, representándome, en fin, con aspiración a
una corona que ellos me han ofrecido más de una vez,
y que yo he rechazado con la indigación del más fiero

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Armando Barona Mesa

republicano. Nunca, nunca, os lo juro, ha manchado


mi mente la ambición de un reino, que mis enemigos
han forjado artificiosamente para perderme en vuestra
opinión. …”

Bolívar pronuncia varias arengas y proclamas dirigidas todas


al Congreso, donde renuncia a todo poder, aunque en el fondo
aun alberga algunos deseos de figuración, colocándose como el
jefe militar de aquella Colombia tan estremecida por los hechos.
Un hombre superior, sin duda, con grandes ideas, la mayoría
buenas pero otras no tanto y definitivamente algunas malas. En
el momento culminante de su vida se atreve a corregir y admite
como un error lo desarrollado después de la Convención de Ocaña
y la dictadura que habría de sobrevenir luego de la fima del acta
subsiguiente de la reunión de vecinos que convocó, en perfecto
acuerdo con él, su incondicional amigo general Pedro Alcántara
Herrán; y lo que siguió con aquella absurda idea de la monarquía.
Él era de siempre un liberal y se había convertido en un
hombre cavernario de extremos. En este final procura acudir a
la pluma y a la palabra para dar una imagen atemperada con la
gloria ya ganada, pero de ninguna manera son verdaderos los
nuevos argumentos donde niega los pasados. Con serenidad hoy
tenemos el conocimiento de todo lo que fueron esos tiempos y la
mentira montada a posteriori.
Vale la pena mirar lo que dice en uno de los párrafos del
informe principal al Congreso, en el que expresa que no se ha
derramado sangre en esos tiempos de dictadura. No obstante ha
de referirse a la sangre de quien fuera un ser de su entraña afectiva
como Córdova, atribuyéndole a Dios su fatal desaparición:

“Me es grato deciros que para terminar las disenciones


domésticas, ni una gota de sangre ha empañado la
vindicta de las leyes; y aunque un valiente General y sus
secuaces han caído en el campo de la muerte, su castigo
les vino de las manos del Altísimo, cuando de la nuestra
habrían alcanzado la clemencia con que hemos tratado
a los que han sobrevivido. Todos gozan de la libertad a
pesar de sus extravíos.”

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Córdova gloria y asesinato del héroe

Según el general Bolívar fue el Altísimo quien mató a


Córdova con un sablazo irlandés que le perforó el cerebro, al
igual, seguramente, que a Padilla. En realidad Dios puede con
todo.
No le salió bien al Libertador su relación con el nuevo Congreso,
ni fue grato para él tener que acceder a la separación de su país
natal, Venezuela, entregada a aquellos militares con los que tuvo
tantas dificultades en la fragua de la independencia de ese país
donde él tenía, como lo dice, todos sus afectos y los intereses
familiares de mantuano separado de los bienes heredados, de lo
cual no quedaba sino una mina de oro improductiva.
De ahí que cuando, bajo el agobio de la enfermedad en
aumento -ya dijimos antes que seguramente no era tuberculosis
lo que padecía sino un acceso de amibiasis que había subido por
el peritoneo y entrado a las cavidades pulmonares- emprende
ese largo camino por el río que Gabriel García Márquez retrata
en su obra “El general en su laberinto”, lo que queda en su
mente son los recuerdos de esa lucha titánica que duró casi toda
su existencia, tan cargada de dificultades a través del eterno
camino entre el bien y el mal.
Es posible que en algún momento haya pensado que si
hubiera oído a Córdova en la reflexión de Popayán, su gloria no
tendría la mancha de la muerte alevosa del Héroe de Ayacucho,
así ésta se la haya atribuído, desconociendo la verdad, al Altísimo.
La gloria de aquel general antioqueño creció y crece a pesar
de sus grandes defectos humanos. Pero la gloria de Bolívar llegó
hasta el pedestal de los inmortales; y de allí, como lo dijo el
poeta peruano José Domingo Choquehuanca, aumenta “como
crecen las sombras cuando el sol declina…”
Fue tan grande lo que hizo, que sus errores y defectos no se
ven. Así es el mito, a pesar de que su cuerpo y espíritu hubieron
de sufrir al final tanta aflicción y desengaños.
Los restos del general José María Córdova fueron finalmente
trasladados el 8 de abril de 1832, dos años largos después, de
la oscura tumba en Marinilla -tierra hostil para él- donde fueron
llevados, a la tierra de sus afectos, Rionegro, donde reposan al
lado de un gran monumento hecho por Rodrigo Arenas Betancour.

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Armando Barona Mesa

Claro que los muertos ya no se ocupan de esos asuntos, pero


los vivos sí por ese sentimiento necesario y humano que es el de
volver a vivir la historia para aprender de ella todo lo bueno y lo
malo que puede dar el hombre.
En el periódico “Constitucional antioqueño”, de 22 de abril
de 1832, al registrar el traslado de aquellos restos sagrados a la
ciudad de sus afectos, Rionegro, que era como decir que volvían
a su hogar, en uno de sus apartes dice para los anales de la
historia:

“Depurada así esta tierra de los monstruos que


la mancillaron, se levanta hoy majestuosamente -la
efigie de Córdova- de entre sus escombros, organizada
sabiamente y regida por las virtudes y el saber.
Desaparecen las discordias y los odios que los tiranos
supieron sembrar, y disipada ya la niebla, los granadinos
se reconocen y estrechan con abrazos fraternales. ¡Qué
espectáculo tan digno de los héroes que se sacrificaron
por la libertad!”.

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Córdova gloria y asesinato del héroe

BIBLIOGRAFÍA

38. Memorias Histórico Políticas, Joaquín Posada Gutiérrez,


Tomo I, Edit. Bedout.
39. Córdova, Pilar Moreno de Ángel, tomo II, Instituto Colom­
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41. La convención de Ocaña y la formación de los partidos
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Córdova, compilación de Pilar Moreno de Ángel, edit. Kelly,
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47. Apuntamientos para la Historia, José María Obando, edit.
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50. Causa contra el presidente de los Estados Unidos de
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Mosquera, Anales del Congreso vol. 1 edición oficial.

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Armando Barona Mesa

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56. El Santuario, José María Arango, Editorial Kelly, Medellín
57. Biografía del general José María Córdova, Juan C. Llano,
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Editorial Kelly, 1980.
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59. “Asesinato de Córdova, Enrique Ortega Ricaurte, Jefe del
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1942.
60. Asesinato de Córdova, Proceso contra Ruperto Hand,
Enrique Ortega Ricaurte, 1942, Biblioteca Nacional.

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