Música y Canción en La Tradición Islámica
Música y Canción en La Tradición Islámica
Música y Canción en La Tradición Islámica
SERAFíN FANJUL
En nuestra opinión las tres posibilidades -sobre todo las dos últimas- son
perfectamente compatibles entre sí, dependiendo su mayor o menor vigencia de los
momentos históricos considerados, los lugares, las etnias, las formas básicas de
economía (de pastores, agrícola, artesanal, etc.), porque no existe una “música árabe”
común a todos los pueblos árabes, en el nivel popular, pese a la comunidad
lingilística. La música es deudora de antecedentes étnicos, sociales y religiosos muy
variados: la música “árabe” del Oriente Próximo no es la misma que hallamos en el
norte de Africa, Mauritania u otras regiones con entronques culturales todavía más
extraños como seria el caso del Sudán o Somalia. Por el contrario, es semejante en
su estructura y formas esenciales a la turca y persa. Así, todos reclaman los mismos
teóricos medievales (al-FárAbí, Ibn Siná). Se puede comprobar que la música
instrumental en su forma clásica de íaqslm -improvisación instrumental sobre las
formas clásicas árabo-turco-persas- está extendida por toda la zona.
La impronta profunda que marca a la música popular árabe es la asociación
estructural entre palabra y canto, el verso y la melodía; no interviene más que como
1. Es anoníma.
2. Su transmisión es sobre todo -o casi exclusivamente- oral.
3. Se somete a unas estructuras rítmicas, métricas y melódicas fijas al
tiempo que es fruto de una improvisación constante.
4. En ella el ~a’ir-qawwal desempeña un importante papel’.
Por otro lado hay que señalar que la música es impermeable e intransferible,
en su conjunto, de una sociedad a otra o de una época a otra2, pero parcialmente
penetra con mucha facilidad. Tal es el caso de letras flamencas que han pasado a
jotas, a huapangos, corridos, etc. De ahí también el entrecruce de ritmos y la
pervivencia -que debe entenderse en este caso sí, como factor difusionista- a lo largo
de los siglos y a través de distintas culturas o de distintos estratos culturales, por
ejemplo de instrumentos atestiguados por las pinturas faraónicas o mencionados por
Heródoto (crótalos y determinadas flautas)3 en el Antiguo Egipto y que hoy día
siguen en uso en el mismo país. Mismo caso de las albórbolas que lanzaban las
mujeres libias y de las cuales informa el mismo historiador griegot
En nuestra cultura actual poesía y canción aparecen como algo netamente
diferenciado o al menos con escasa relación entre sí y los cantores cuyas letras tienen
“contenido” son una excepción y casi una especie a extinguir, sumergidos por la
barahúnda de ritmos amorfos, omnipresentes y a su vez buen exponente del vacio y
cualquier caso responde a un sistema coherente consigo misma y con la sociedad que
la produce.
La música popular egipcia, v.g., es esencialmente homofónica, aspecto éste
en el que vienen a coincidir Jargyt y T. Alexandru (en su Antología en discos de la
música popular de Egipto), pese a que ambos reconocen una cierta polifonia arcaica
en algunos subgéneros o en la superposición de instrumentos musicales y voz. Y al
contrario de la música clásica, en la cual el papel de la palabra es secundario (por
la gran riqueza instrumental, la finura de la melodía y la habilidad del cantante), el
primer puesto en el canto popular pertenece al poeta-improvisador llamado ~á’ir, con
independencia de la cualidad de su voz y de su conocimiento técnico del canto. La
forma musical cede el paso a la literaria y se pliega a sus exigencias. El género
recitativo es tal vez el caso más notable en este sentido: en él la melodía se
desenvuelve en limites muy reducidos.
En la música popular árabe se han introducido poetas-músicos que
podríamos calificar de neopopulares (es el caso de Sayyid Darwig en Egipto o de
‘Umar az-Za’anní en Siria) quienes, salidos del pueblo e imbuidos de las tradiciones
antiguas del canto, quisieron adaptarlas a los gustos y condiciones de su medio
contemporáneo. Y tiene interés citar -aunque sólo sea de pasada- esta corriente
neopopular tanto por haber producido toda una literatura en distintos dialectos árabes
como por haber entroncado los niveles económicos de la sociedad campesina o de
las clases bajas con las preocupaciones generales de la sociedad en su conjunto (caso
de la literatura política oral en los movimientos nacionalistas9) o por haber servido
de puente entre esas comunidades rurales, con sus pervivencias ancestrales locales,
y la ideología dominante en el terreno de su máxima expresión: el religioso o el de
una eventual música-canción-danza religiosa, pues es en este ambiente -aunque las
composiciones sean anónimas y en dialecto o en un árabe menos que medio- donde
actúan y han actuado los poetas de temática religiosa.
8
Li ‘noii
9>tenis ib,’. p. 106.
Por ejemplo. en uit ttionwnts’ histórico <eít Egipto> en que el pueblo desaprobó actitudes poco piadosas dc
alguitos descarriad os, se compo .so un oíuií,’íwil en e] que se pedía la cabeca del apóstata: ‘‘Uní, se pone a proeta-
otarse proleta verdadero!! y pretende 9tic subió a tus ci elos y rlcantó la Veidad!!. Iblis le arrastró y exírav i ó del
earoí no verdade roN. Levanta. ti, ini 511<’. y dcc reía su ti,tiene!! pttes las> gentes sabitus: dictan,inau qticest’> es bereila
en verdad’’. IR. .Sálih. ol—Iuííti/,, oX—lo ‘ti isa, p. 84>: sohie participación dcl pt.íctstí, y pí’oycceión en la política del
en la resistencia contra extranjet’sts t/c!. U. Sálilí. o/—Fiitiéíí ,,.k—½,Msí’u. (Pp. 84 ‘. ss.> it más esaetaníetite
contra la idusinistracion ct,lttnial. Vhf A. ‘Abrí al—Mafld. 1.1 luí/li itwtiíruíqi.s.íci Ip. 24] sot,rc la matailta dc Ditis
y —
rísvas perpetrada pat’ luís ingleses: sobre lcnóií,eítiss parejos en ‘lúne, puede verse M ..tl—Marzííqi. uii~Si/r,i.l..
tui>! ti, l—i’u¡/óda, íi/—caboi”’,t,-/í’,’,i Y y 55.> ~l~óne;1962: por último, baste recordar la copiosa prisdtteeioit dc
eflncitin política que al]uíni ett la epoca (le Naser a proposíto detentas tales cutítio la evacuación inglesa, el patata—
bisíní,, el suscialisíno, e] cttoperaíivisntuí, o cl p:tneeirieíí pro y siníple tiííuttsictttbles títulos: Níísir. H:thi’t, al—títatá—
yiui.at-Mtis’ííliyya. etc.).
Música y canción en la tradición islámica 57
Música e islam.
It>
AI-Fárúqi “Islam and Arf’. ‘SL XXXVII (1973>. Pp. Sl-IDO
Susbre Isla nl y artes, rió, también M. Kñmi 1 al—Qudsi’ 9 M. 3 ayr ad—Dar’, u>- Fc,,>’> cíftciulT se,!ít,ít,~—hií uf—
“Se dice que existen en el mar animales que hacen oir a veces sonidos
melodiosos y armónicos y hay compositores que han tratado de
reproducirlos pero sin éxito.”
12 Parece ser tíecesaris’ o, andar V. Nl.. siendo se rs di,. se remecíle y tít aje la i na’, cta de sacar diíícríts de ti nos
ciegí’s, y ‘‘truis ulute lo lingeii por seittttrtt ‘tít It’ sictid,>. teíiiendu, mus buientí vista. qute sc <sien en tas plazas y
calleN priticipales dc los titares ar:iitdes dests~s rciou’s, y atgííítíss a prt’pósittí pata etIí’,a cantar con gtiit;irtas
uiurtís i nstrtí mentos coplas impresíts y venderlas dc shicestss apóeri lbs sin ni ti guna atí bridad, y atil> atgt.iaas Veces
escaitclt~loss,s’’. Y laíííbién sc podrá reineutiar la ‘ttanera de pedir y sacar dincr~ís de los clute itilie!> coil eitili>ití—
as y ííi-u~s nstrutnietttíss. y hacen ntit iovciiciu’nes c’ín íítí~~s petillos cIte s:,ttan por arct’s, puies dait ti nsesítí:í ‘utí—
si ótt de íscíu’s cIad de los n~ueb:icbtís CUtO 1:1 de ti rri O:>’’. It’. Pérez de 1 lerren,. A ‘ítpoí’o Ji’ cabos. M ~dí’id.cd. lispa’
sa Calpe, t 975. Pp. 44-5).
13
At—lt,sltíl. It. p. 372.
Música y canción en la tradición islámica 59
14
Farítíer. ‘‘Tbe retigious musie of Islam”, iRAS. 1952. 9. 61.
15
Sííbí’e la puistuira del Islam tiente a la música eíi luís prinieros ticoipos. ‘¡e/. A. as— Sdfi. ‘‘flamH a ta’ riji y—
ya...”. 7*, titayo 1971, p. 214. en que se recogen diversas anécdotas quíc pese a su suispeeboso aií’c dc apócrilas sir-
ven para reltejar un esutido de opinión.
16
Fartiter, “Tbc religitíus...”, p. 69.
17 Los antiguos géneros serían: nasb, sinad (ritmo lento y reiterativo) y el haza9 (ritmo rápido “que
an-astra los corazones y excita el pensamiento), vid, A. as-Súñ, “Lamba”, p. 213.
Tanto por el mencionado as-Sññ como por al-Ibíllil mismo (It, p. 385),
Mauss, p. 208,
20 Lane, Manners. pp. 384-389.
21 Que Potocki ( Voyages, lp, 88) denominara raghonaz: ¿tal vez una mal transcripción por gawúz¡2.
60 Serafín Fanjul
elegantes por consistir -dice- en el bamboleo furioso de las caderas: “Comienza con
cierto decoro (sic) pero pronto, por las miradas, por el choque de los címbalos, o por
el ritmo creciente acaban dando un espectáculo similar al descrito por Marcial
(Epigr, 79) y Juvenal (Sat, XI, y, 162) referido a las bailarinas de Gades”22.
En ese revoltijo de baile, flauta verso, mujeres (u hombres) y vino era fácit
que la música recabara desde muy pronto la condena del pietismo o de cualesquiera
gentes de costumbres morigeradas y pacatas. Así en el Libro de los avaros2~3 uno
de los tacaños, Abñ-l-’Ás, al argumentar en pro de la austeridad, sobriedad etc.
concluye : “el canto es un viento que al soplar, hace caer la hombría cabal, una
necedad corruptora, un sonido que pasa”. Y en el batiburrillo se incluye cualquier
entretenimiento que proporcione solaz y esparcimiento al espíritu, hasta la lectura-
recitación de maqdmat en las mezquitas por lo que pudieran tener de ficción y
creación 24 No obstante, la mano se carga -entre los placeres dudosos- en la
música, como compañera continua de deshonestidades, así al-Bagdád&al relatar las
iniquidades de la secta mazyarf dice: “los mazyaríes eran los secuaces de Maz,yár,
que tenían instituida una noche para juntarse a beber vino y oir música, tanto
hombres como mujeres y al apagarse las candelas los hombres se lanzaban a
desflorar a las mujeres”. Aquí aparece clara la asociación de música con transgresión
con pecado patente, pues esta referencia está comprendida entre otras en que se
menciona a ciertas sectas iraníes que practicaban la promiscuidad sexual.
En el mismo sentido abunda al-Ib.~Thi si bien -como ya indicábamos- él
rechazaba esta clase de argumentos26: “Quienes condenan el canto aducen que pone
el corazón en un estado de sobreexcitación, que conturba el espíritu, que ilevaalas
diversiones frívolas e incita a los placeres”. A continuación, el mismo autor recuerda
Corán, 30,5 (que parece no tener nada que ver con el tema) y termina recogiendo
varias anécdotas que traen por los pelos badil, auténticos o prefabricados, o frases
del Corán igualmente sacadas de contexto y cuyo objetivo es resaltar la ilicitud o
inconveniencia del canto en sentido amplio. No es, pues, extraño que en este
ambiente de pietismo más o menos sincero el gobierno mameluco egipcio prohibiera
en 1449 (misma época de al-Ib~ihT) la flauta y el tambor en el interior de las
22
Soslayamos la discusión -por estéril-de los problemas que plantea Lane (p. 387) cuando deja volar
su imaginación: “From the similarity of <he Spanish fandango to the dances of Chawázee.we might mier
that it was introduced into Spain by the Arab conquerors of that eountry. were we ííot informed that <he
Gaditanae, or females of Gades, were fanious for sucb performances in the times of the early Roman
Emperor. However, tbough it hence appears ¡ha! tbe licenl.ious mode of dancing bere described has so long
been practised in Spain, it is no! improbable that it was originally introduced into Gades froto tbe East,
perhaps by the Phoenicians”,
23
Viré, nuestra traducción de al-Yábiz, Libre’ de los ayo ros. Madrid, ed. Nacional, 1984, p. 210.
24 Vid. al-Wan~arisi, Mi”yñr, 1, 24.
25
AI-Bagdádf, Mujiasor kitúb aI-farq bayna al-fi raq, rey. P. Hitti. El Cairo, 1924. p. 147.
26 Mustatraf, II, 379.
Música y canción en la tradición islámica 61
mezquitas, noticia recogida por Ibn Tagrí Birdí27 y que -por otra parte- confirma
que se tocaban y por tanto las autoridades se veían impelidas a prohibirlo.
Sin embargo, tal vez sea en la obra de Ibn ‘Arabí al-Mursí -que seguía la
Risála de al-Qu~ayrí25- donde encontramos una actitud más decididamente contraria
a los deleites sensibles y a la inducción a la sensualidad que la música -dice-
produce. Empieza el místico refiriendo su propia experiencia, anterior a su
adscripción al sufismo:
Cuando ‘Ibn ‘Arabí quiere exaltar las virtudes de alguno de sus maestros
sufíes y su perfección en la vida mística destaca su enemiga para con las artes
musícales y poéticas:
“Enseñaba (Abíl ‘Abd Alláh b. Yumhñr) la lectura alcoránica y la lengua
árabe. Jamás enseñó en sus lecciones textos poéticos (...). Me refirió Abú 1-1-fasan al-
‘Ulmání: “Aprendía yo, siendo niño, lecturas alcoránicas bajo la dirección de este
maestro, cuando oyó tocar un adufe, y, poniéndose los dedos en las orejas, calló de
repente y sentóse durante un rato. Luego me preguntó: -¿Ha cesado ya de sonar ese
adufe o no?”. Yo le respondí: “No”. Y en vista de que el mido continuaba, se
levantó, y con los dedos tapándose todavía las orejas se marchó a su casa. Desde ella
me envió a llamar; fui y terminé de darle mi lección de lectura alcoránica. Cuando
oía a alguien recitar en voz alta en la mezquita una decena de versículos alcoránicos
a guisa de plegaria, se tapaba las orejas”30. La audición musical se contrapone a la
del texto coránico3t y en cualquier caso se estima como elemento que rebaja el
27
Al respecto vid. E. Bannerth, “La Rifá’iyya en Egypte”, MIDEO, lO, l970, p. 2l.
Ed. El Cairo, l3l8 H., p.
29 M. Asín, Vidas de santones andaluces. Madrid l933, pp. 35-36.
grado de concentración mística y reduce la santidad del sufí que tal haga: “Si veis
al novicio inclinado a la práctica del canto religioso, tened por cierto que todavía
queda en su alma un resto de afición a la frivolidad”. Consideraba, por tanto, Abñ
Yazid el canto religioso una frivolidad para el novicio y un grave infortunio para el
iluminado”32. Sin llegar a la prohibición tajante para quienes no se dedican a la vida
contemplativa, si declara con virulencia lo inadecuado y desmerecedor de su
condición que música y canción son para los iniciados en el sufismo: “Todos los
maestros de espíritu que hayan practicado el ejercicio del canto religioso, una de dos:
o bien habrá sido antes de alcanzar el grado de confirmación en la unión con Dios
-y en tal periodo el canto religioso es ilícito, a nuestro juicio-, o bien habrá sido
después de alcanzar dicho grado y, en tal hipótesis, si practican ese ejercicio con
sujeción a las condiciones taxativas que explicamos en otros lugares, puede pasar;
pero teniendo en cuenta que con ello el tal maestro habrá descendido del sublime
grado en que ya estaba a otro inferior y menos perfecto, por buscar un deleite
sensible”3>. Aunque pese a ello, el místico murciano lo admite para las gentes
comunes34.
Los argumentos favorables a música y canto discurren por vías paralelas y
semejantes, si bien de sentido contrario. En priíner término -y como era de esperar-
el punto de apoyo principal es el Corán, aunque en la misma línea de los detractores,
trayendo frases por los pelos y llevando el agua al propio molino aún careciendo de
acetre. El ya mentado al-lb=1ht5señala: “Cieno comentarista dijo a propósito de las
voces hermosas estas palabras de Dios el Altísimo: “El da a sus criaturas lo que
quiere” (Corán. 35,1)”. La base justificativa de la licitud, en el plano puramente
religioso no puede ser -como vemos- más delicuescente.
En segundo lugar se aducen anécdotas o historias referidas a Mahoma que
e. ~tcuidhi, acrítíase tan contrito y emocionado, como si sus entrañas estuviesen en ebullición”
(Santones, p. 60>
32 Santones, p. 48.
Santones, p. 40-4!,
34”Nosotros no lo prohibíamos, antes bien declarábamos lícito el recitar poesías y e! cantar, en la
medida que la Revelación textualmente consigna. y sólo después de eso tratábamos de la imperfección que
implica ese ejercicio crí los grados de la vida espiritual” (Santones. p. 50). y aforriori: (en el Magreb) por
lo que toca a los sufíes que en estas tierras practican el ejercicio del canto religioso para provocar el
éxtasis, realmente toman la religión como cosa de juego y divertimiento. No les oyes decir otra cosa que:
“¡He visto a Dios y me ha dicho esto y me ha hecho lo otro!”. Pero si a seguida le preguntas, a ese tal.
cuál sea la realidad mística que Dios le otorgó o el misterio que le reveló en su trance extático, no
encontrarás sino un deleite sensible y una voluptuosidad satánica: el demonio es. en efectu, quien por
medio dc su lengua lanza gritos; y tílientras el otro iluso, el cantor, sigue rebuznando sus versos él pierde
el sentido (Santones, p. 23).
~> Mustaeraf II, p. 372.
Música y canción en la tradición islámica 63
vendrían en apoyo del canto y la flauta36: desde una regañina recogida en los dos
Sahi’h que dirige a Abíl Bakr, quien pretendía expulsar a unos músicos, hasta
conversaciones con ‘Á’i~a como la que reseñamos a continuación: “No hay acuerdo
sobre la licitud del canto. La mayor parte de los habitantes del Ui9áz lo consideran
algo lícito, en tanto la mayoría de los iraquíes lo condenan. Quienes admiten su
licitud aducen como prueba de sus tesis aquellas palabras que el Profeta dirigiera a
Hássán: “Bravos guerreros combaten a los Banñ ‘Abd al-Manáf, pero -¡por Dios!-
que tus versos son más mortíferos para ellos que las mismísimas flechas”. También
se cita en apoyo de la legalidad del canto el siguiente diálogo habido entre El y
‘Á’i~a : “¿Habéis llevado -le dijo- a la novia a su esposo?”. “-Sí” -contestó ella-.
“¿Habéis tenido cuidado de hacerla acompañar por algún cantor?”. “-No”, replicó
ella. “-¿Cómo -señaló el Profeta- no sabes, pues, que los ansúr son gentes que gustan
de escuchar palabras rimadas?”37.
Al-Ib,~ihi, por su parte, concluye: “El canto no es censurable, si no hace
referencia a nada prohibido y no se puede condenar en una boda un banquete, una
fiesta de ‘aqíqa o en otras conmemoraciones, pues el canto es, en si mismo, un
estímulo que favorece los placeres lícitos o recomendables”38. En la discusión, que
ya venia de antiguo, el autor egipcio no hace sino reproducir ideas concomitantes de
otros polemistas precedentes. Como no podía ser menos, un polígrafo racionalista y
preocupado por los temas de su tiempo como al-Yáhiz, cinco siglos anterior a al-
Ib.ghi, ya se pronunciaba sobre la cuestión: “Todo lo que no está prohibido en el
Libro de Dios ni en la Sunna del Profeta está permitido y es libre y no es sobre la
aprobación o desaprobación de los hombres donde hay que apoyarse para encontrar
una prueba de su rectitud y una invitación a considerarlo licito”3». Pero el mismo
al-?áhiz no se sustrae al modo de argumentar al uso trayendo a colación referencias
al Profeta: “No vemos nada malo en el canto, pues su base está en la poesía revestida
de música: la sincera es buena, la mentirosa es mala. El Profeta dijo: “Hay sabiduría
en la poesía “40 . Y de seguida, al-Yáhiz, según su técnica argumental, pasa a
relativizar la cuestión situándola en los términos de normalidad lógica que tanto
mostrara en diversos campos y en resuelta oposición a los espíritus estrechos que en
su época -como en todas- proliferaban: “Si la música fuera ilícita por el mero hecho
de que distrae de pensar en Dios, resulta que hay numerosos relatos, comidas y
bebidas, contemplar jardines, plantas olorosas, la caza, los placeres sexuales y tantos
otros que quitan y distraen de pensar en Dios
42 Vid, M. Eliade. IP de las creencias e ideas religiosas. Madrid, cd, Cristiandad, 1978. 1. p. 325.
“ Mustatraf, II, p. 373.
“Santones. p. 44-5.
Santones. p. 46.
Música y canción en la tradición islámica 65
Vid, nuestra traducción de Jbn Hauñsa. A Iravés del Isla,n. Madrid, Alianza Editorial, 1987. p. 275,
etc.
Sobre cánticos religiosos en Egipto, vid. A. Mursí. al-ligniyya a.í-.<a’bivva. El Cairo 1970. p. 90
y 55.
S. Jargy, OHen¡, 1958, p. 120.
Música y canción en la tradición islámica 67
56 “(En tas bodas)...en la España musulmana era, en cambio, el albogue, y hay muchas referencias
a su uso en tas bodas, contra lo que clamaban los alfaquíes rigoristas”, F. de la Granja, “Del perro de Olías
y otros perros”. Al-Aada/as, XXXVII (1972), p. 469.
Farmer, “‘rlie religious music of Islam”, iRAS, 1952, p. 62.
Recuérdese, v.g. que en el mawwñl-romance de 1-Jasan y Naima el impedimento para una relación
normal <es decir con boda) entre los jóvenes era la profesión del mozo (músico ambulante).
Lane, p. 353.
Vid A. Belhalfaoui, La poésie arabe magbrebine d’expression populaire. Paris 1973,
68 Serafín Pan/al
6>
Fartner, iRAS, 952, p. 64.
62 M.Qandfl al-Baqíl, Susuar mm adabi-nó as-raM p. 96-97.
63 A. M. Goichon, La viefé~ninine ai, Mzab, II, Paris. 1927, p. 242.
Música y canción en la tradición islámica 69
Sobre la ‘aqíqa, vid. Lane, Manners. p. 54, nota 6; y T. Fahd, “Les fétes de l’tslam”, REÍ, XLVtt,
1979, fasc, 2, p. 201,
65 E. Bannerth, “Une chanson populaire de pélérinage”, MIDEO, 6 (1959-61), Pp. 403-404; otros
cantos de peregrinos en Siria-Egipto, vid al-Baqil, Wahdai al- ‘ddár wa-t-taqáltd bayna Misr wa-f-Sám,
El Cairo, 1963, p, 96 y ss,
66~ iargy, La po¿sie populaire traditionnelle chantée au Proche Orient arabe, Paris 1969, pp. 265,
286 y st.
70 Serafín Fanjul
(Estribillo)
Con cuidado, barbero, con cuidado..
Hazme oir la llantina del pequeño.
Ojitos míos!
(Estribillo)
Aquí está su mamá sentada sin el velo
y en la muñeca pulseras por cientos.
Aquí está su papá sosteniendo la bandeja
para repartir los refrescos del niñito.
Ojitos míos!
Sólo circuncido al pequeño, pequeñito,
el de la candela que alumbra y alumbra.
Entró con sus remedios y sus cuchillas.
Entró el maestro en nuestro patio interior,
despacito a por él...
Cuando llegue, su tío tomará las ropas.
Sólo circuncido al pequeño pequeñiro.
58.
el de la candela que alumbra y alumbra
67 Murst p. 46 y 49.
Otros textos sobre circuncisión pueden verse: en Argelia (Goichon, 1, 160 y U. 76); en Tónez (a$-
Sádiq ar-Rizq¡, al-A gani’ ar-ziinusiyva, Túnez, 1967, p. 171-4); en Libia (al-Qatiál, al-A dab a~-~a’bFff
Lih¿y¿L p. 141 y Ss.); en Siria-Egipto (al-BaqIl, Wahdat..., p. 91).
69 Jomier, J. Corbon, “Le Ramadan au Caire en 1956”, MÍI.>EO. 1956, 3.
AI-Waníañsi, Mí”ydr. III, p. 252.
Música y canción en la tradición islámica 71
“La mayor parte de los derviches son egipcios; sin embargo, entre ellos se
cuentan numerosos turcos y persas. No hube de esperar mucho: enseguida
comenzaron sus movimientos y como no me había apartado lo bastante lejos me
encontré en un-instante rodeado por unos cuarenta que, con los brazos extendidos y
las manos juntas, habían formado un gran circulo. Por un momento pensé permanecer
donde estaba y sumarme al dikr, pero luego, reflexionando, comprendí lo absurdo del
intento y el riesgo de ser descubierto por lo que resolví salir de allí. Los derviches
que componían el amplio anillo (el cual encerraba cuatro de las columnas de mármol
del pórtico) comenzaron a ejecutar el dikr, exclamando una y otra vez “Alláh”,
arqueando a cada grito cabeza y cuerpo y dando un paso hacia la derecha, de modo
que todo el corro se movía rápidamente en redondo. Tan pronto como iniciaron este
ejercicio, otro derviche, un turco de la orden Mawlaw¡, en el centro, se puso a girar
sobre si mismo con los brazos estirados hasta que la velocidad del movimiento llegó
a ser tanta que sus vestidos se extendieron y volaban como una sombrilla abierta. Así
continuó durante unos diez minutos, tras lo cual se inclinó ante su superior, que
estaba en pie dentro del círculo, sin dar signos de fatiga o mareo y se unió a los
otros derviches que en el corro no habían parado de proclamar el nombre de Dios
con gran vehemencia mientras se movían hacia la derecha’(Lane, pág. 432).
76
La mujer en las sociedades primitivas. Barcelona. cd. Península, 971, PP. 181-2.
Vid Fanjul, El mawwñl egipcio, p. 66.
Cervantes, El licenciads’ Vidriera en Obras Completas. Madrid, Aguilar, t949, p. 886.
Música y canción en la tradición islámica 73
“Los zikkfr (o ejecutantes del dikr/zikr) eran unos treinta extendidos en una
elipse, la mayoría de ellos derviches Ahmadíes, gentes de las clases bajas vestidos
medianamente y muchos de ellos con turbantes verdes. En un extremo del grupo
había cuatro mun#id (o cantores de poesía) y con los cuales se encontraba un músico
que interpretaba la flauta (nñy). El dikr empezó unas tres horas después de ponerse
el sol y duró dos horas.
Los intervinientes comenzaron recitando la Fátiha juntos todos, tras haber
exclamado su jeque: “al-Fátiha”.
Bibliografía
19 1-205.
Fanjul. S., Canciones populares árabes. Madrid, 1976.
Fanjul, S., El mawwál popular egipcio. Madrid, 1977.
Fanjul, 5., Literatura popular árabe. Madrid, 1977.
Farmer, H. G., “The religious music of Islam”, iRAS, 1952, pp. 60-65.
Farmer, H. O., “The music of TIte A rabian Night”, JRAS, 1944, Pp. 172-185 y
iRAS, 1945, Pp. 40-60.
Gerold, T., La musique au Mayen Áge. Paris, 1932.
Hammíidi IbráhTm, “an-Núba wa-usíilu-há fi l-Magrib”, 7=,10, año 8, 1977, p.
181.
Heródoto, Hisloria. Madrid, Gredos, 1977.
Husayn ‘AlT Mahfúz, Qñmíis al-masíqa al- ‘arabiyya. Bagdad, 1977.
I-Iusayn Nassár, a&-=i’ir a.f-ga’bí al- arabí El Cairo, 1962.
Al-Ib.~ihi, al-MusíatrafJrkullifann mustazraf, (tr. Rat.), Paris, 1899.
-Janheinz, J.. Muníu. Las culturas neoafricanas. México, FCE, 1963.
Jargy, 5., “Chant populaire et musique savante en Proche Orient Arabe”, Oriení,
¡958, 1, Pp. 107-122.
Jargy, 5., La poésie populaire traditionnelle chaníée au Proche Oriení Arabe. Paris,
1970.
76 Serafín Fanjul