Cocco, VOLUMEN 21-559-586
Cocco, VOLUMEN 21-559-586
Cocco, VOLUMEN 21-559-586
Abstract: The new reality represented by innovative technologies finds us in the search for greater
legal certainty, fewer procedures and less litigation when it comes to solving social conflicts. The
contractual matter, a transcendental legal instrument, in the field of patrimonial relations, is
renewed with the digital revolution. We seek to contribute to social peace through mechanisms that
guarantee predictability and highlighting the need for a human complement for a reasonable
assessment of the case.
Key Words: electronic contracts, smart contracts and digital revolution.
INTRODUCCION
Comenzamos dando un panorama de la materia en el derecho interno de nuestro país. En esta
primera parte hacemos referencia a la normativa actual. Vemos la sistematización contractual del
Código Civil y Comercial con las distintas leyes especiales que rigen la materia, en particular la Ley
de Defensa del Consumidor y la Ley de Firma Digital, entre otras.
Vemos a lo largo del desarrollo del trabajo, la incorporación de institutos jurídicos que vienen
principalmente a corregir las desigualdades de las partes al momento de negociar un contrato. Todo
ello en orden a las modalidades contractuales receptadas por nuestra normativa.
Así de esta forma hablamos de una primera aproximación que nos da la pauta de la existencia
de los contratos paritarios, los contratos de adhesión y los contratos de consumo. Luego pasamos
a desarrollar los contratos electrónicos y del e-commerce, para pasar a la tendencia actual con la
inteligencia artificial.
La amplitud en la regulación contractual, la libertad de formas y el principio de la autonomía de
la voluntad nos da la posibilidad de la incorporación de las nuevas tecnologías al derecho
contractual y se habla de un cambio de paradigma con la llamada inteligencia artificial.
Hablamos de los contratos inteligentes, aquellos contratos que son consecuencia de la
aplicación del manejo de grandes volúmenes de datos y de la inteligencia artificial. Existe un cambio
de paradigma y no solo en el ámbito que nos ocupa, sino en todos los órdenes de nuestra vida
cotidiana.
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Adhiero a Massnata, en cuanto dice que el esquema tradicional es desbordado por la realidad.
El contrato no solamente es un testimonio de la libertad humana, es también una técnica al tomar
forma en una convención, a la cual la ley determina aspectos y efectos. Esta técnica va a sufrir el
reflejo de las profundas transformaciones económicas y sociales que plantea el dinamismo
contemporáneo. (Garrido Cordobera, 2015)
A diferencia del Código de Vélez que receptaba la teoría clásica del contrato, el Código Civil y
Comercial de la Nación (C.C.C.N.) reconoce diferencias en el poder de negociación y ha acogido
diferentes nociones de contratos.
Por lo tanto, en la sección dedicada a los contratos vemos el contrato paritario (art. 957), el
contrato por adhesión a clausulas predispuestas (art. 984) y el contrato de consumo (art. 1093).
Las nociones de contratos reconocen diferencias en el poder de negociación de las partes, lo
que llevo a plasmar un diferente régimen de normas para cada modalidad a fin de proteger la buena
fe y corregir la debilidad contractual.
Además, con la regulación del C.C.C.N. se unifican las materias civil y comercial que permite
aunar criterios en materia contractual.
El contrato sigue siendo un acto jurídico bilateral de contenido patrimonial que crea derechos
creditorios y reales, además de modificar, transmitir y extinguir obligaciones.
El art 1137 del anterior Código Civil establecía: "hay contrato cuando varias personas se ponen
de acuerdo sobre una declaración de voluntad común destinada a reglar sus derechos".
De este concepto que actualmente sigue estando vigente, se deriva que se requiere la existencia
de dos o más partes, la existencia de una declaración de voluntad común destinada a reglar sus
derechos y que pueden tener por efecto crear, modificar, transferir o aniquilar derechos y
obligaciones.
El C.C.C.N. en su art. 957 recepta la definición doctrinal y jurisprudencial del contrato, los
encuadra en la categoría de actos jurídicos bilaterales o plurilaterales, de contenido patrimonial,
entre vivos y aceptando la mayor amplitud del negocio, desde la creación hasta la extinción del
mismo, abarcando las transformaciones de las relaciones jurídicas, no solo la creación, sino la
regulación, modificación, transferencia y extinción y no exclusivamente de las obligaciones sino
también de derechos intelectuales y reales.
Es terminológicamente más adecuado que el Código de Vélez, aclarando que las partes son el
centro de imputación de las relaciones y no las personas, y que el consentimiento de las mismas es
necesario para configurarlo, no aludiendo a la declaración de voluntad como lo hacía el Código Civil.
Mención especial merece la regulación de los contratos conexos en el C.C.C.N., que,
incorporando las redes contractuales al texto legal, se le da importancia a la finalidad económica
del contrato a la cual asisten. Son una excepción al principio del efecto relativo de los contratos
Con respecto a las leyes especiales me interesa mencionar las modificaciones en la ley de firma
digital, que también produjeron cambios importantes, como el establecimiento de la equivalencia
funcional entre documentos escritos y los que se encuentren en cualquier otro soporte como el
informático, para la plena vigencia de mismos efectos jurídicos.
Actualmente asistimos a un panorama muy distinto y que va a continuar en constante cambio
con la incorporación de la inteligencia artificial, blockchain, bitcoint, contratos electrónicos, smart
contracts, entre otros.
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De todas formas, no hay que dejar de lado que en el contrato moderno es necesario tener
presente, como dice Santos Briz, que el enfoque de lo social dentro del derecho civil ha de partir de
una visión del derecho fundamentalmente personalista, en la cual la conciliación y armonía de los
fines individuales y sociales se realice sobre la base del reconocimiento, respeto y rango preferente
que en la jerarquía de los valores corresponde a la persona humana. Todo derecho se ordena en
definitiva al fin del hombre, aunque este se desenvuelve siempre en los medios sociales. (Garrido
Cordobera, 2015).
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La parte que adhiere, si tiene la posibilidad de no celebrar el contrato, pero si decide contratar
debe someterse a las condiciones preestablecidas por la otra parte. En este acuerdo tenemos por
un lado la expresión de una de las voluntades mediante esas condiciones predispuestas y por el
otro una voluntad que se manifiesta por la adhesión a ellas.
Reconocemos que hay una desigualdad en el plano genético de la formación del contrato, que
no atenta o excluye la libertad de aceptar y que configura la potestad jurídica indispensable para
que exista acuerdo.
CONTRATOS DE CONSUMO
Por otro lado, el derecho contractual ha evolucionado desde los dogmas absolutos de los
códigos decimonónicos al concepto de contrato con finalidad social y de un concepto estático
normativo a un concepto social, económico y valorativo, un contrato relacional. (Garrido
Cordobera, 2015)
Actualmente se distinguen las desigualdades de los co-contratantes y se intenta corregirlas
mediante una serie de instituciones; pasamos a observar el contrato desde la celebración, la etapa
de negociación y después de la finalización con sus consecuencias propias; poco hablamos de
contratos negociados en una dinámica donde muchos son contratos predispuestos, formularios y
contratos con condiciones generales; y pasamos de tener todo en los códigos al imperio de las leyes
especiales.
En nuestro país, en el área patrimonial, fue notable la irrupción de las relaciones de consumo,
que cruzan transversalmente el sistema, cuyos principios son prevalentes al ser una legislación de
orden público.
La protección a los consumidores se evidencia en dos ámbitos del derecho privado: el área
contractual y el área de la responsabilidad, además de la protección del derecho constitucional,
administrativo, internacional y procesal, que se ocupan de estos intereses.
La ley de defensa del consumidor también interviene en los contratos de adhesión y en los
contratos formularios. En su art. 38 establece que la autoridad de aplicación vigile que tales
contratos tengan clausulas adecuadas a la normativa de consumo.
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Por ello la tarea de la legislación y la jurisprudencia ante un contrato alterado, en el cual esa
alteración no haya sido prevista en el contrato, será la de maximizar racionalmente la utilidad. La
tarea de imputar el riesgo a aquel que puede reducirlo o absorberlo al menor costo.
El derecho contractual tiene la función de reconstrucción del contrato imputando las
consecuencias a través de normas supletorias o limitando sus alcances mediante normas
imperativas. La reconstrucción del contrato nos llevará a la base del negocio jurídico y a los
institutos correctores que cada derecho recepta, pero sobre todo a la buena fe en la celebración,
interpretación y ejecución del contrato.
En nuestro derecho vemos institutos como la lesión, la imprevisión, la frustración del fin del
contrato, el pacto comisorio tácito, el abuso del derecho, más las disposiciones de la ley del
consumidor, entre otros. Todos ellos dirigidos a proteger las relaciones contractuales y sus
múltiples incidencias.
La relación una vez constituida, se desarrolla según los principios que le son propios, teniendo
en cuenta su peculiar contenido, agotando el sinalagma genético al cumplirse, a veces
inmediatamente y conforme lo establecido o que un incumplimiento genere cuestiones del pacto
comisorio o de responsabilidad.
Pero no siempre el contrato está limitado a un ciclo de vida tan restringido, pues mediante
prestaciones recíprocas y especialmente si tiene una ejecución continuada, periódica o de larga
duración, el mismo permanece con vida como fuente reguladora del desarrollo de la relación hasta
que ésta se agote. Además, pueden plantearse casos de rescisión unilateral, excesiva onerosidad
sobreviniente o la renegociación del acuerdo.
En la actualidad el contrato tiene un fin ético y social, no es solo un instrumento de realización
de intereses económicos. Tiene una dimensión distinta que lleva a la realización del progreso
económico, ético y social de las comunidades.
EL IMPACTO DE LA TECNOLOGÍA
La cuarta Revolución Industrial responde a dos grandes fenómenos, el primero es la mutación
radical de las nociones de espacio y de tiempo con el uso masivo de nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, y el segundo son las nuevas formas de procesar datos e información,
en muchas actividades que antes solo podían realizarse en nuestros cerebros.
La Revolución tecnológica ha llegado a nuestras vidas y no es un suceso actual, se viene gestando
desde décadas atrás. En la década del 70 llegaron las placas madres, en los 80 el pc, en los 90
apareció la Internet y en los 2000 los smartphones y las redes sociales. En 2010 la revolución la
protagoniza la inteligencia artificial y los datos masivos.
La Revolución digital en general y la de los datos en particular son dos de los mayores cambios
de paradigma a nivel global que impactan fuerte y transversalmente en todas las actividades de
nuestras sociedades. (Mirassou Canseco & Hadad, 2019)
Con la revolución digital aparece en el mercado una nueva modalidad de contratación,
diferenciada de los modos tradicionales, específicamente se trata de una forma distinta de realizar
las transacciones comerciales, siendo denominado este tipo de comercio como "electronic
commerce" o "e-commerce".
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CONTRATOS ELECTRÓNICOS
Para entrar al tratamiento de los contratos electrónicos es necesario delimitar ciertos conceptos
previos necesarios para entender la temática.
La informática es una disciplina que estudia el tratamiento automatizado de la información. Por
otro lado, la telemática es la ciencia que une la informática a las telecomunicaciones y es el camino
que nos permite establecer prestaciones salvando distancias e idiomas.
Así la informática tiende a suprimir al papel como soporte de las operaciones que procesa, y las
telecomunicaciones, a eliminar la necesidad de la presencia física de las partes. De allí que López
del Carril los llame contratos telemáticos, una palabra sui generis que abarca los procesos
mencionados. (Lopez del Carril, 1993)
La masificación de las operaciones y su contenido multinacional varía el carácter de la relación
contractual típica, convenida y ejecutada con la presencia personal e igualitaria de las partes.
Los contratos electrónicos son los celebrados sin la presencia física de las partes, quienes
prestan su consentimiento en origen y destino por medio de equipos electrónicos de tratamiento
y almacenaje de datos. No se definen por su objeto, sino por el medio empleado para su realización.
El Dr. Ricardo Lorenzetti, nos brinda la siguiente noción de contrato electrónico: El contrato
electrónico se caracteriza por el medio empleado para celebrarlo, cumplirlo o ejecutarlo sea en una
o en las tres etapas en forma total o parcial...El contrato puede ser celebrado digitalmente en forma
total o parcial, en el primer caso, las partes elaboran y envían sus declaraciones de voluntad
(intercambio electrónico de datos o por una comunicación digital interactiva); en el segundo caso,
solo uno de estos aspectos es digital: una parte puede elaborar su declaración y luego utilizar el
medio digital para enviarla o se puede enviar un mail y recibir un documento escrito para firmar.
Puede ser cumplido total o parcialmente en medios digitales: en el primer caso se transfiere un bien
digitalizado y se paga con moneda digital; en el segundo, se envía un bien digital y se paga con un
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cheque bancario, o se envía un bien físico por un medio de transporte y se paga con transferencias
electrónicas de dinero. (De Paolis, 2016)
El art. 1105 del Código Civil y Comercial de la Nación define a los contratos celebrados a distancia
como "aquellos concluidos entre un proveedor y un consumidor con el uso exclusivo de medios de
comunicación a distancia, entendiéndose por tales los que pueden ser utilizados sin la presencia
física simultánea de las partes contratantes. En especial se consideran los medios postales,
electrónicos, telecomunicaciones, así como servicios de radio televisión o prensa”.
Paralelamente la ley 26.361 ubica a la compra celebrada por Internet en el Capítulo VII "De la
venta domiciliaria por correspondencia y otras", equiparándola a la propuesta de venta en el
domicilio del consumidor, sea que resida temporal o transitoriamente o bien en su lugar de trabajo.
Resulta aplicable a este tipo de contratos la ley 24.240 cuando derive de una relación de
consumo. No será aplicable cuando los que adquieran, almacenen o utilicen bienes o servicios, lo
hagan con la finalidad de integrarlos a procesos de producción, transformación o comercialización.
El objeto de los contratos realizados por medios informáticos se establece sobre cualquier bien
o servicio con independencia de la función que cumple. Lo distinguible recae sobre el elemento
técnico que permite el avenimiento de las voluntades con características propias.
La movilidad técnica propia de estas nuevas formas impone redefiniciones jurídicas. Hay que
distinguirlo de los contratos de servicios o productos informáticos que, si bien tiene elementos
singulares, no toma autonomía jurídica del concepto de contrato ni de las formas contractuales
conocidas, siendo comprensible dentro del esquema de la compraventa, locación, leasing, cesión
de uso, mantenimiento, prestación de servicios, en pos de la función del objeto.
Si se tratará de bienes y servicios informáticos estaríamos frente a un contrato informático
celebrado por medios electrónicos. Como los click-wrap agreements que basan su validez en el acto
de pulsar el botón de aceptación por el usuario y que se usan para comercializar software.
(Fernandez Flores, 2015)
Los contratos de bienes informáticos son los que establecen prestaciones sobre hardware y
software, elementos que forman un sistema informático. Y son servicios informáticos los que sirven
de apoyo y complemento a la actividad informática. Estos se definen por su objeto.
El principio de especialidad rige tanto para los contratos con objeto o a través de medios
informáticos. Se advierte la importancia de la terminología aplicable por lo que debe dotarse a las
palabras de un sentido claro y definido.
La modalidad más usual de celebración de contratos electrónicos es a través de los contratos
click-wrap, aquellos en los que una de las partes manifiesta su voluntad de aceptar las condiciones
redactadas por la otra, mediante un simple click en la leyenda “Acepto”, “Estoy de acuerdo” o
similar, que aparece al final del documento escrito que se muestra en el dispositivo del usuario.
Estos contratos click wrap se utilizan además para otorgar licencias de otros productos digitales
disponibles en la red como libros digitales, música, videojuegos. También es utilizado para la
aceptación de servicios digitales como adherirse a una base de datos o una red social, obtener un
espacio virtual para crear y moderar un blog, adherirse a una plataforma de compra-venta o subasta
de bienes o servicios en línea.
Ha dicho la jurisprudencia: "La situación de desigualdad entre las partes, característica de los
contratos de adhesión, se agrava en los contratos informáticos, en los cuales el cliente por
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ignorancia técnica, no puede establecer juicio sobre el producto o servicio que se le propone. En
caso de duda, el contrato debe interpretarse en contra del proveedor del servicio, quien debe
utilizar terminología clara para no confundir al adquirente". (Fernandez Delpech)
El fallo de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza constituye una verdadera lección en materia
de contratos informáticos, que se mantiene vigente a pesar del tiempo transcurrido. Criterios
adoptados en el voto de Aída Kemelmajer de Carlucci en aquella sentencia de 1990 son hoy
reproducidos por los tribunales nacionales en fallos más recientes. (Molina Quiroga, 2018).
Del mismo, se derivan conceptos claves para interpretar adecuadamente los contratos
informáticos, tales como la asimetría informativa, la inferioridad del cliente, brecha tecnológica, las
expectativas opuestas de las partes, y la caracterización como obligaciones de resultado de las
prestaciones comprometidas por el proveedor.
Allí se sostuvo que, aunque el adquirente o usuario fuera una persona avezada en el ramo
comercial de su actividad, generalmente carece de suficientes conocimientos y experiencia en
materia de utilización de equipos de elaboración electrónica de datos.
Hay entre los contratantes una gran "brecha tecnológica" que se advierte hasta en la
terminología empleada, poco comprensible para el hombre medio. El usuario, normalmente la
mediana empresa, no conoce el vocabulario informático, ni las características de las computadoras,
ni la forma o mecanismos para hacer una compra según sus necesidades.
También se afirmó que mientras el usuario es un "no profesional", el proveedor del servicio
informático sí lo es, la situación de desigualdad entre las partes, característica de los contratos de
adhesión, se agrava en los contratos informáticos, en los cuales el cliente, por ignorancia técnica
no puede establecer juicio sobre el producto o servicio que se le propone.
El usuario y el suministrado de un servicio informático se aproximan a la negociación con
actitudes radicalmente diferentes: el primero espera del contrato un resultado funcional, una
solución práctica adecuada a su problema; mientras que el segundo tiende a prometer una simple
correspondencia del sistema a determinadas características y especificaciones técnicas. Es decir, el
adquirente pretende del suministrador una verdadera obligación de resultados; el enajenante, en
cambio cree estar obligado a una de medios.
Por ello se entendió que los contratos informáticos, en caso de duda deben interpretarse en
contra del proveedor del servicio, quien debe utilizar terminología clara, para no confundir al
adquirente, dado que recae sobre aquel una obligación de información y consejo.
Con anterioridad al fallo de la Corte mendocina, la sala E de la Cámara Comercial, entendiendo
que las prestaciones informáticas integran un sistema, mencionó expresamente la garantía de
compatibilidad entre soporte físico y soporte lógico y señaló que los vicios en esta materia no
pueden ser juzgados con las pautas generales de los vicios redhibitorios. Al respecto se señaló que
la secuencia de irregularidades en el funcionamiento del equipo de computación genera
obligaciones a cargo del proveedor del equipo informático, quien explícita o implícitamente
garantiza la compatibilidad de las especies vendidas. (Molina Quiroga, 2018)
Se introdujo un nuevo concepto de entrega y cumplimiento de la prestación, al sostener que en
la compraventa de un equipo de computación no basta la mera entrega física del equipo adquirido,
e inclusive no es suficiente la instalación y puesta en marcha, sino que, a los efectos de la aceptación
del sistema y de la asunción de la obligación de pago, es necesaria la operación conforme del
conjunto de los elementos componentes del sistema y su utilidad y adecuación a los fines previstos.
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El programa de computación tiene naturaleza de ser un bien inmaterial, siendo las instrucciones
contenidas en él, y no el soporte material, el objeto inmediato de las prestaciones.
En el mismo se ha dicho que el software, en tanto bien inmaterial, no se ajusta plenamente a las
figuras jurídicas previstas para los bienes materiales o corpóreos, aunque es posible —en ausencia
de legislación específica— aplicar las normas existentes para estas en cuanto regulen situaciones
similares que admitan dicha extensión, asimilando los casos a contratos de obra, más que a una
compraventa, sin perjuicio de la licencia de uso propia de los derechos intelectuales, y que la
doctrina y la jurisprudencia coinciden en cuanto a que el proveedor informático contrae una
"obligación de resultado", que se traduce en asegurar la aptitud de tales elementos a los
requerimientos hechos por el cliente para que con ellos este último llene la utilidad que persigue.
Por ello en el caso de los contratos informáticos se trata de una responsabilidad de tipo objetiva, y
el usuario solo debe demostrar la falta de obtención del interés que motivó el contrato, dicho de
otro modo, el incumplimiento material o formal. De su lado, la proveedora, para eximirse de
responsabilidad debe acreditar que el incumplimiento se debe a una causa exógena, es decir caso
fortuito, culpa del usuario o de un tercero. (Molina Quiroga, 2018)
En los contratos informáticos el concepto de entrega debe ser estudiado con cautela ya que no
se trata de simplemente de una cosa o una máquina, sino de sistemas, por lo cual deberá existir
una conjunción armónica y un correcto funcionamiento de todas las partes que lo integran.
Es necesaria la entrega física, la puesta en funcionamiento y en estado operativo de todo el
sistema habiendo pasado además satisfactoriamente el "test" de aceptación, con expresa
conformidad del usuario. Esto es, cumpliendo en forma integral el fin para el que fue adquirido.
Se ha dicho con respecto al deber de asesoramiento y consejo, es dable exigirle al proveedor del
servicio, en virtud de sus conocimientos tecnológicos, que advierta de forma fehaciente a la
persona que contrata sus servicios, que los mismos son insuficientes a la finalidad que busca, para
llegar a eximirse de responsabilidad. A diferencia de quién contrata sus servicios que no tiene los
conocimientos para delimitar la conveniencia o no del negocio.
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Dall Aglio discrimina tres situaciones. La primera cuando el medio telemático es instrumento de
transmisión de voluntades ya perfeccionadas; la segunda cuando este medio participa elaborando
y exteriorizando la voluntad; y la tercera cuando es un lugar de encuentro de voluntades
anteriormente perfeccionadas. (Lopez del Carril, 1993)
El primer caso es un contrato entre presentes por la inmediatez de la aceptación. El segundo
también es entre presentes mientras que el medio técnico usado no frustre la celeridad del
intercambio consensual. Y el último impone un contrato entre ausentes, debido a que las partes no
pueden conocer la voluntad del otro en el momento.
Clasificación
Por un lado, tenemos el acuerdo de voluntades concluido por medios informáticos. El emisor se
prevalece de una forma veloz y ágil al programar o establecer patrones de decisión. En este sentido
hay que distinguir la voluntad ya perfeccionada y solo emitida por el ordenador, de la voluntad
elaborada, perfeccionada y emitida por el ordenador.
Por otro lado, tenemos la prestación telemática establecida en un contrato subyacente
celebrado de manera tradicional, siempre que dicha prestación por su génesis, naturaleza jurídica
u otros factores, sea susceptible de generar un contrato telemático o informático.
Bibiana Luz Clara ha identificado dos tipos de contrato informáticos. Los contratos hechos a
medida del cliente. En este caso, las dos obligaciones principales a tener en cuenta entre las partes
son el deber de información, el de lealtad y colaboración. Deberá indicarse claramente lo que se
quiere o necesita de la manera más detallada posible. Durante las distintas etapas de este tipo de
contratación, el deber de las partes consiste en facilitar las tareas con la finalidad de lograr el
resultado deseado, basándose siempre en el principio de buena fe. Y los contratos tipo referidos a
software enlatado. Estos son típicos contratos de adhesión, en los cuales el cliente no puede
negociar las condiciones que se le proponen ni los términos del contrato siendo su única opción
aceptar o no, muchas veces haciendo solo un simple clic con el mouse.
Los contratos electrónicos pueden ser clasificados también según el tipo de relación que tienden
a regir: relaciones entre comerciantes y consumidores (business to consumer o B2C), entre
consumidores (consumer to consumer C2C) o entre comerciantes (business to bussines B2B).
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El consentimiento, elemento esencial del contrato, determinado por la convergencia entre una
oferta y una aceptación válidamente expresada (art.971, 972 y 978 C.C.C.N.), se manifestaba a
través de agentes o por medio de correspondencia epistolar en el Código de Vélez, sin embargo, no
llegaba a cubrir las comunicaciones electrónicas, que permiten una celebración a partir de una
voluntad consensual instantánea.
El C.C.C.N. establece que la oferta hecha a una persona presente o formulada por un medio de
comunicación instantáneo, sin fijación de plazo, solo puede ser aceptada inmediatamente (art.974
C.C.C.N.). De esta forma se equipara a los contratos entre presentes los que son celebrados por
medio de una comunicación instantánea.
En el art. 973 C.C.C.N. se regula la invitación a ofertar, que resulta aplicable dentro del ámbito
comercial electrónico en los casos de los sitios web, que muestran catálogos de productos u ofrecen
servicios dirigidos a personas indeterminadas. Y si fueran dirigidos a consumidores, la oferta es
vinculante en todos sus términos (art.7 ley 24.240).
En cuanto a la aceptación, una de las principales modificaciones del C.C.C.N. es la consagración
de la teoría de la recepción de la aceptación de la oferta (art.971 y 980 C.C.C.N.), por sobre la teoría
de la expedición, considerando actualmente que la manifestación de voluntad de una de las partes
es recibida por la otra cuando esta la conoce o debió conocerla.
Cambió que devino en necesario por la irrupción de nuevas formas de contratación en razón de
que las comunicaciones instantáneas, en muchos casos, suprimen la diferencia temporal entre la
expedición y la recepción de la oferta.
La aceptación puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida por el destinatario
antes o al mismo tiempo que ella según el art.981 C.C.C.N.
Los artículos mencionados permiten inferir que los contratos celebrados por medios
electrónicos pueden perfeccionarse de acuerdo a las reglas de los contratos entre presentes,
siempre y cuando exista una comunicación interactiva que permita manifestar la voluntad de
manera instantánea. Si no hay una comunicación interactiva instantánea se regirá por las reglas de
los contratos entre ausentes.
FORMA Y PRUEBA
Los fenómenos voluntarios deben exteriorizarse de manera que sea socialmente apreciable e
imputable a un hombre. El neo-formalismo apunta a la publicidad en cuanto afianzamiento de las
relaciones, la seguridad jurídica y la prueba de los contratos. Hay una tendencia cada vez más
acentuada a imponer formas menos constitutivas y sacramentales.
El C.C.C.N. estipula que siempre que no exista forma alguna impuesta por la ley, la manifestación
de la voluntad puede realizarse por cualquier medio que las partes estimen conveniente, rigiendo
en plenitud el principio de libertad de formas (art.284 C.C.C.N.).
La contratación por medios telemáticos se basa en mensajes emitidos y recibidos mediante
códigos, claves y sistema de redes, no hay un papel que contenga la declaración de voluntad de las
partes con la firma de ellas.
Pero el documento electrónico no es el concepto de escritura entendida en el pasado, no es el
visualizado en la pantalla de un monitor de video, ni lo que se imprime. La forma electrónica es
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propia y distinguible de la que se expresa sobre un papel. Se trata de impulsos electrónicos que
simbolizan un lenguaje.
El hecho de que no sea escritura en el sentido generalmente extendido, no evita la asimilación
jurídica que se hace de un sistema de expresión de la voluntad al otro, a efectos de dotarlo de
validez.
En la Convención de las Naciones Unidas sobre Contratos de Compraventa Internacional de
Mercaderías, ley 22.765, dispone en su art. 13 que, a los efectos de esta, la expresión por escrito
comprende el telegrama y el télex.
Según la Real Academia Española, télex es un sistema telegráfico de comunicación, que se sirve
de un transmisor semejante a una máquina de escribir y de un receptor que imprime el mensaje
recibido. (Española)
Cualquier contrato podría ser realizado por medios electrónicos, además de estar consagrada
por la ley 25.506 en su art. 6, la equivalencia funcional de los documentos digitales a los
documentos escritos.
Sin embargo, existen algunos contratos que por imperativo legal no pueden ser celebrados por
medios electrónicos ya que la ley ha requerido la existencia de alguna formalidad en su celebración,
como los contratos de compraventa de bienes inmuebles que deben ser realizados por escritura
pública ante escribano, en la medida que no se ha implementado la escritura pública electrónica
La firma como elemento esencial de la expresión escrita, queda satisfecho con el uso de la firma
digital que asegura la autoría e integridad del instrumento (art.288 C.C.C.N.).
De acuerdo a la ley 25.506 un documento firmado digitalmente hace presumir, salvo prueba en
contra, que la firma digital pertenece al titular del certificado digital que permite la verificación de
dicha firma y que es íntegro, al constatar el procedimiento de verificación de firma digital del cual
resulte que el documento no fue modificado.
De esta forma la carga de la prueba se invierte, será quién alegue que la firma no corresponde
al titular del certificado digital o que el documento digital ha sido alterado desde su firma, quien
deba acreditar tales extremos.
Según los usos y costumbres, la firma digital no es usada habitualmente en el comercio
electrónico, máxime si se trata de contratos B2C o C2C.
Los usuarios normalmente manifiestan su consentimiento a través de una firma electrónica
(art.5 25.506), que equivale a un instrumento particular no firmado (art.287 y 288 C.C.C.N.), lo cual
supone que su valor probatorio estará supeditado a la ponderación de pautas establecidas en el
art. 319 C.C.C.N. Además, importa la exclusión de las presunciones de autoría e integridad a nivel
probatorio, pues la legislación exige que, en caso de ser desconocida la firma electrónica,
corresponde a quién la invoca acreditar su validez (art.5 ley 25.506). El firmante es el que debe
acreditar que elaboro el documento electrónico, lo envío, recibió, que no fue alterado, ni
interceptado.
Si se trata de contratos formales, la exigencia probatoria estará mitigada si existe principio de
prueba instrumental (art.1200 C.C.C.N.). (Grover Dorado, 2016)
En el caso de los contratos de adhesión, el predisponente se encuentra en mejores condiciones
de probar. Según Prenafeta Rodríguez, se deberá probar la existencia y contenido de dichas
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La reforma al art. 38 L.D.C., relativo a los contratos de adhesión o en formularios, dispone una
nueva obligación para los prestadores de bienes o servicios, consistente en la publicación en su sitio
web de un ejemplar del modelo de contrato a suscribir, como así también su disponibilidad en sus
locales comerciales, debiendo entregar sin cargo y con antelación a la contratación, un ejemplar
del modelo del contrato siempre que el consumidor así lo solicite. (Grover Dorado, 2016)
En la práctica, con ayuda de la ingeniería informática, se utilizan diversas formas para poner de
manifiesto la voluntad del usuario, a fin de garantizar una prueba eficaz. En la página web el
contrato se presenta arriba y los botones de aceptación abajo, o la opción de aceptación es liberada
después de corrido todo el contrato a través de la barra lateral (scrow roll), la sección ya empieza
con la opción marcada en "no acepto", haciendo que el usuario tenga que obligatoriamente
cambiar la opción para seguir. De estas formas se busca que el consentimiento y su manifestación
sean eficaces.
Se ha pronunciado la jurisprudencia norteamericana en varios casos, en los que se ha admitido
la existencia de eficacia jurídica en estos contratos, al entenderse que al "aceptar" a través de la
pantalla se manifiesta consentimiento y constituye una aceptación on-line; que efectivamente se
firmó el contrato oprimiendo el botón "acepto"; y que por ese medio fue celebrado un contrato,
como el leading case "Hotmail vs Van$ Money Pie". (Grover Dorado, 2016)
En la Unión Europea, la Directiva 2011/83/UE ("Directiva sobre los derechos de los
consumidores"), dispone expresamente la inclusión de los contratos electrónicos bajo el concepto
amplio de "contratos a distancia" (art. 2 inc. 7), además incluye a los contratos cuyo objeto es un
"contenido digital" (debe entenderse por tal a datos producidos y suministrados en formato digital,
como programas, aplicaciones, juegos, música, vídeos o textos informáticos) independientemente
de si se accede a ellos a través de descarga o emisión en tiempo real, de un soporte material o por
otros medios, además de establecer una detallada regulación del procedimiento de contratación
por Internet, que incluye disposiciones relativas a: la obligación de informar al consumidor (art. 6),
en particular en los contratos celebrados por medios electrónicos, "de una manera clara y
destacada, y justo antes de que el consumidor efectúe el pedido" (art. 8 inc. 2); los requisitos
formales de los contratos a distancia (art. 8), entre los que destacan la confirmación expresa del
consumidor de que es consciente de su obligación de pago previo a efectuar un pedido, el
etiquetado fácilmente legible con la expresión "pedido con obligación de pago" o una formulación
no ambigua que indique que la realización del pedido implica la obligación de pagar al comerciante
cuando el pedido se hace activando un botón o función similar (art. 8 inc. 2), la indicación de modo
claro y legible de restricciones de entrega y modalidades de pago aceptadas (art. 8 inc. 3), la
confirmación del contrato celebrado en un soporte duradero y en un plazo razonable (art. 8 inc. 4);
el derecho de desistimiento (arts. 9 a 16), con las naturales excepciones establecidas para "el
suministro de grabaciones sonoras o de vídeo precintadas o de programas informáticos precintados
que hayan sido desprecintados por el consumidor después de la entrega" (art. 16 inc. i), y para "el
suministro de contenido digital que no se preste en un soporte material cuando la ejecución haya
comenzado con el previo consentimiento expreso del consumidor y con el conocimiento por su
parte de que en consecuencia pierde su derecho de desistimiento" (art. 16 inc. m); la eliminación
de tasas por utilización de ciertos medios de pago (art. 19); la transmisión del riesgo de pérdida o
deterioro en los contratos en que el comerciante envíe los bienes al consumidor (art. 20); la
prohibición de las "opciones por defecto" para pagos adicionales (art. 22); la eximición de pago
respecto del consumidor que no solicitó el suministro de algún servicio de contenido digital (art.
27); entre otras. (Grover Dorado, 2016)
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Las cláusulas deben ser comprensibles y autosuficientes; su redacción debe ser clara, completa
y fácilmente legible; se entienden no convenidas aquellas que efectúan un reenvío a textos o
documentos que no se facilitan a la contraparte del predisponente, previa o simultáneamente a la
conclusión del contrato (art.985 C.C.C.N.).
Estos instrumentos son hechos de manera estandarizada, buscando abarcar la mayor cantidad
de usuarios posibles, son hechos en masa. La autonomía de la voluntad queda limitada a la simple
aceptación de todos los términos del contrato para su conclusión y perfeccionamiento, o a la no
aceptación, quedándose el usuario sin el servicio o producto deseado.
Si bien la contratación electrónica se encuentra ahora más regulada por normas expresas del
CCC y la LDC, todas ellas con la suficiente flexibilidad en materia de consentimiento contractual,
debe advertirse una limitada autonomía de la voluntad en los contratos de adhesión.
Evidentemente, dejar a la parte más débil una mera posibilidad de contratar o no, sin siquiera
poder discutir el contenido de cualquier cláusula impuesta por la parte más fuerte de la relación de
consumo, constituye una gran restricción a la voluntad. No obstante, esta desigualdad per se no
alcanza para invalidar un contrato. En todo caso, para compensar una desigualdad fáctica, será
menester que el ordenamiento jurídico equilibre la balanza a través de una desigualdad jurídica
que consista en una tutela favorable a los intereses de los consumidores. (Grover Dorado, 2016)
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La disponibilidad del texto legal del contrato posterior a la adquisición del producto o servicio y
la remisión mediante enlaces o hipervínculos, transgreden el art. 10 L.D.C., particularmente cuando
se dispone que la redacción no podrá contener reenvíos a textos o documentos que no se
entreguen previa o simultáneamente, y que, cuando se incluyan cláusulas adicionales, estas
deberán ser escritas en letra destacada y suscritas por ambas partes. En el mismo sentido, se
pronuncia el art. 985 C.C.C.N. por el cual se tienen por no convenidas aquellas que efectúan un
reenvío a textos o documentos que no se facilitan a la contraparte del predisponente, previa o
simultáneamente a la conclusión del contrato.
Mostrarle al usuario el texto del contrato sin darle la opción de aceptar mediante un click, no
basta para el perfeccionamiento de un contrato, se requiere una acción positiva del usuario.
Tampoco basta dejar marcada por defecto la opción que implica la aceptación de los términos del
contrato, sin requerir acción alguna del usuario más que un click, un recurso utilizado por muchos
sitios web que, a excusa de hacer más sencillo para los usuarios los pasos a seguir para realizar con
éxito las transacciones, terminan por llevar a su máximo nivel al proceso de automatización de la
expresión de la voluntad.
Creemos que lo correcto sería que la opción de "Aceptar", aparezca al final del texto, que
requiera que el usuario baje (scroll down) hasta el final del mismo para encontrarse con ella, y que
no aparezca marcada o en todo caso aparezca marcada la opción de no aceptar, de modo que
requiera de una acción positiva que no deje lugar a dudas de la verdadera voluntad del usuario.
(Grover Dorado, 2016)
Otra práctica muy habitual es dejar cláusulas adicionales fuera del cuerpo principal del contrato
haciéndose mención de su existencia o remisión de ellas a través de un link o hipervínculo. Se induce
al consumidor mediante alguna de las disposiciones que se muestran en el cuerpo principal del
contrato a aceptar cláusulas adicionales, presumiéndose que el usuario las ha leído previamente.
Será útil la aplicación del art. 10 L.D.C., en la parte que alude a que la redacción debe ser sin reenvíos
a textos o documentos que no se entreguen previa o simultáneamente.
También es dable señalar de la inexistencia de previsión de garantía o de asesoramiento
posterior en los contratos electrónicos que el consumidor celebra con prestadores internacionales
no radicados en el país, ante un defecto en un producto o una mala prestación del servicio
contratado, contraviniendo lo dispuesto por el art. 10 inc. d), 11 y 12 (cuando se trata de cosas
muebles no consumibles), 23 y 24 LDC (cuando se trata de servicios).
La inexistencia de posibilidad de dar de baja el servicio contratado por el mismo medio a través
del cual se contrató viola el artículo 10 ter de la L.D.C., por lo que, si se contrató por medios
electrónicos, por ejemplo, en el sitio web del proveedor, debería estar disponible el mismo medio
para rescindir el contrato suscripto.
Los contratos electrónicos de adhesión de los que emergen relaciones de consumo pueden dar
lugar también a las cláusulas abusivas definidas por el art. 1119 C.C.C.N. El art. 988 C.C.C.N. en
materia de derecho de consumo deben tenerse por no escritas: las cláusulas que desnaturalizan las
obligaciones del predisponente; las que importan renuncia o restricción a los derechos del
adherente, o amplían derechos del predisponente que resultan de normas supletorias; y las que
por su contenido, redacción o presentación, no son razonablemente previsibles.
En el mismo sentido el art. 37 L.D.C. dispone que se tendrán por no convenidas las cláusulas que
desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños; las cláusulas que importen
renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen los derechos de la otra parte; y las
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cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la prueba en
perjuicio del consumidor.
Es muy habitual encontrar cláusulas de prórroga de jurisdicción y competencia, que suelen
beneficiar los intereses del proveedor al establecer que será el del lugar donde el tenga su asiento
principal, perjudicando los intereses del consumidor, al aplicársele una ley extraña y una
competencia de difícil o imposible acceso, por los costos derivados de un eventual reclamos judicial.
Estas cláusulas implican una elusión inaceptable de la legislación nacional, amén de constituir
una renuncia o restricción de los derechos del consumidor o una ampliación de los derechos del
proveedor de red social (art.37 inc. b L.D.C.). Asimismo, tales cláusulas podrían afectar el principio
de gratuidad en el acceso a la justicia (art. 53 L.D.C.) al imponer al consumidor la carga económica
de un eventual litigio en el extranjero. (Grover Dorado, 2016)
También es usual que el predisponente establezca un lugar de cumplimiento favorable a sus
intereses y perjudicial para el consumidor, el art. 1109 C.C.C.N., de aplicación al caso particular, es
explícito en tal sentido: "En los contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales, a
distancia, y con utilización de medios electrónicos o similares, se considera lugar de cumplimiento
aquel en el que el consumidor recibió o debió recibir la prestación. Ese lugar fija la jurisdicción
aplicable a los conflictos derivados del contrato. La cláusula de prórroga de jurisdicción se tiene por
no escrita".
Con respecto a las políticas de privacidad (condiciones de protección de datos), que se incluyen
cuando los contratos tienen por objeto el suministro de contenido digital y requiere una recolección
y procesamiento de datos personales, suelen estar en documentos separados y en realidad son
cláusulas que integran el contrato principal, esenciales a los fines de informar al usuario si existe
una base de datos en la que se van a incluir sus datos personales, quién es el responsable de la
misma, cuál va a ser la finalidad, si se van a ceder o no y a quién, y cuáles son sus derechos.
Estas políticas pueden encontrarse reñidas con las disposiciones de orden público de la Ley
25.326 de Protección de Datos Personales como en materia de consentimiento del titular de los
datos, de tratamiento de datos sensibles, de derechos del usuario de informarse, acceder, rectificar,
actualizar y/o suprimir sus datos personales erróneos o falsos, generando así una disparidad en el
equilibrio contractual que implique una renuncia de derechos del consumidor o una ampliación de
los derechos del proveedor de red social y que dé lugar a una cláusula abusiva. (Grover Dorado,
2016)
Dentro de la contratación de servicios informáticos que permiten al usuario subir y personalizar
contenidos digitales, normalmente con el objeto de compartirlo con otros usuarios (blogs, video
juegos en red, redes sociales), una de las cláusulas que usualmente se manifiestan como leoninas
por constituir una renuncia a derechos del usuario son aquellas que otorgan de manera irrevocable,
perpetua y con licencia mundial, los derechos sobre el material del usuario al proveedor del servicio
informático, quien, a su vez, ve ampliados sus derechos a disponer libre e irrevocablemente de
derechos de propiedad intelectual, cuando en realidad, la licencia debiera ceñirse a otorgar una
autorización para que el proveedor pueda disponer de dicho material con la única y exclusiva
finalidad de prestar el servicio al usuario en los términos explicados las condiciones generales de
contratación. (Grover Dorado, 2016)
Cabe destacar que, si el contenido de propiedad intelectual involucra datos personales y/o
derecho a la imagen y/u otros vinculados con derechos personalísimos, las consecuencias
patrimoniales derivadas de su violación no pueden ser fijadas como daño directo por la Autoridad
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de Aplicación (art. 40 bis L.D.C.), rigiendo el principio de reparación plena (art. 1740 C.C.C.N.).
(Grover Dorado, 2016)
Por otro lado, no hay obstáculos legales para las "cláusulas compromisorias", que tienen por
objeto prever un arbitraje como mecanismo de solución de disputas que surjan en caso de
incumplimiento contractual. Pero ellas no deben limitar el ejercicio de acciones judiciales o
condicionar el ejercicio de derechos de los consumidores.
Aquellas cláusulas que excluyan o limiten la responsabilidad del proveedor por los daños
causados al consumidor por el producto adquirido o el servicio prestado y/o respecto de cualquier
resarcimiento o reembolso legalmente exigible, serán consideradas abusivas.
En relación a la responsabilidad contemplada por la L.D.C., sea cuando existe una deficiente
prestación del servicio (art. 23 L.D.C.), o cuando resulta del vicio o riesgo de la cosa o de la
prestación del servicio (art. 40 L.D.C.), ambas en perjuicio del consumidor, cabe resaltar que aquella
será solidaria para el productor, el fabricante, el importador, el distribuidor, el proveedor, el
vendedor y quien haya puesto su marca en la cosa o servicio.
La solidaridad aplica a los daños patrimoniales y no a los daños derivados de la violación de los
derechos personalísimos del consumidor, su integridad personal, su salud psicofísica, sus afecciones
espirituales legítimas, las que resultan de la interferencia en su proyecto de vida ni, en general, a
las consecuencias no patrimoniales (Art. 40 bis in fine L.D.C.). Aquí rigen los principios generales de
la responsabilidad civil (arts. 1708 y ss. C.C.C.N.).
Para todos los casos vistos, resulta aplicable el art. 10 del C.C.C.N. cuando tales cláusulas
constituyan un abuso del derecho, cuando se contrarían los fines del ordenamiento jurídico o se
exceden los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
El 1118 C.C.C.N. las cláusulas, emerjan o no de contratos de adhesión, pueden ser declaradas
abusivas aun cuando sean negociadas individualmente o aprobadas expresamente por el
consumidor. El límite legal está dado por el art. 1121 C.C.C.N. cuando dispone que no sean
declaradas abusivas las cláusulas relativas a la relación entre el precio y el bien o el servicio
procurado; y las que reflejan disposiciones vigentes en tratados internacionales o en normas legales
imperativas.
El art. 1122 C.C.C.N. establece una serie de pautas a tener en cuenta en relación al control
judicial de estas cláusulas. Y el art. 37 L.D.C. establece que los términos abusivos se tendrán no
convenidos, sin perjuicio de la validez del contrato y de su eventual integración en sede judicial.
LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
El uso de Internet ha generado un crecimiento exponencial del volumen y tipo de datos. Estos
son producidos a gran velocidad y de forma continua por nosotros y a través de transacciones
diarias realizadas con nuestros celulares, computadoras y tablets.
La inteligencia artificial la encontramos en todos lados, desde correctores ortográficos en
nuestros dispositivos electrónicos; diccionarios predictivos; reconocimiento facial para validar
nuestra identidad; el reconocimiento de la huella dactilar en nuestros móviles como contraseña
para acceder a nuestros móviles; hasta la predicción de nuestros gustos personales que hacen las
redes sociales a través del almacenamiento de nuestros patrones de búsqueda y de visitas, además
de traernos publicidad del producto que previamente buscamos.
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este modelo cerrado y las soluciones jurídicas del modelo clásico no responden a las necesidades
del mundo actual.
Los contratos relacionales son de larga duración y de clausulas abiertas que dan flexibilidad a las
partes para futuros acuerdos, cuando se planean negocios complejos a largo plazo o en economías
tan cambiantes como la nuestra, en donde se pueden prever clausulas de ajuste de precios o
redistribución de los riesgos.
Hoy al contrato se lo piensa como un proceso que liga a sus partícipes y se dirige a una finalidad
específica, que atraviesa distintas fases en su desarrollo comenzando por las tratativas, la
conclusión, ejecución y el período post-contractual. Es una figura con vida propia que lejos de nacer
y morir en un mismo momento, se extiende y está sujeto a mayores eventualidades que las
previstas anticipadamente.
Si se ha superado el modelo clásico y estático del contrato, como la codificación en la cadena de
bloques, que se vale de ser inmodificable para la seguridad del sistema y autoejecutable, permitiría
la introducción de clausulas abiertas cuando el código del contrato tiene acciones establecidas con
su respectivas consecuencias se va a ejecutar de acuerdo a ese código y en base a cierta información
exterior, con su oráculo, que verifica que se den las condiciones necesarias para su ejecutabilidad,
podría llegarse a cubrir todas las eventualidades que existen, podría llegar a cubrir el detalle o la
riqueza de los hechos y no provocar injusticias o estancamiento (memoria biológica diferente a la
memoria informática).
CONTRATOS INTELIGENTES
Si bien no aparecen aún en nuestra normativa de forma expresa, ni existen precedentes
judiciales al respecto, podemos definirlos como programas informáticos. Estos facilitan, aseguran,
hacen cumplir y ejecutan los acuerdos registrados entre dos o más partes en la blockchain.
Los algoritmos que lo componen operan bajo la característica de no poder ser controlados por
ninguna de las partes y con una ejecución automatizada.
El código de programación funciona con algoritmos llamados if then o if then else. Función que
permite crear una variedad de elementos calculados de maneras distintas para agrupar, filtrar,
rotular, excluir, o segmentar los resultados, dependiendo si la expresión se cumple o no.
IF (si) THEN (valor verdadero) ELSE (valor negativo) ENDIF (resultado)
El resultado depende de si la condición se cumple o no, la cual desencadenara una acción.
Las partes se ponen de acuerdo en las clausulas que los van a obligar, arman el programa en
base a ello y lo suben al blockchain con la ayuda de un experto en informática. A partir de allí el
contrato analiza las condiciones ejecutando un algoritmo u otro, dependiendo de lo que acontezca.
Suele estar compuesta por una interfaz de usuario y emular la lógica de las clausulas contractuales.
La verificación de los presupuestos que operan como condiciones se da con la búsqueda de
información externa y se satisface con el concepto de oráculo. El oráculo es una herramienta
informática que le permite al smart contract auto-ejecutarse al verificar previamente cierta
información como por ejemplo precios oficiales de divisas o información de la torre de control sobre
el despegue de vuelos. Esto implica recurrir a una fuente externa por fuera de la blockchain.
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DESAFÍOS JURÍDICOS
La normativa general del contrato contiene criterios para verificar si un smart contract puede
tener validez jurídica y capacidad para ser legalmente exigible. Nuestro sistema legal le reconoce a
la autonomía de las partes el poder concretar acuerdos legalmente exigibles y el poder contratar
libremente en los términos que consideren.
Mientras se cumplan las exigencias básicas del derecho contractual, el tener un objeto lícito
como el modo de formalizarlo, no contravengan normas legales imperativas, que exista
consentimiento válido entre las partes y obedecer a una causa lícita.
La tecnología blockchain como sistema de registro cumple con el concepto de documentos
digitales con firmas electrónicas, incorporados a nuestro derecho en el art. 5 y 6 de la ley 25.506 de
firma digital. Y el art. 10 de la ley 27.446 que modifica la anterior, consagra una presunción iuris
tantum: “Cuando un documento electrónico sea firmado por un certificado de aplicación, se
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presumirá, salvo prueba en contra que el documento firmado proviene de la persona titular del
certificado”.
Con respecto a la voluntad de las partes, para la validez del consentimiento debe ser posible
acreditar que en la formalización del contrato las partes son expertas en el lenguaje de
programación utilizado para crearlos, o que aún no siéndolo se han formulado las clausulas en un
lenguaje natural, o que se han efectivamente comprendido.
En las relaciones de consumo, a la habitual posición de desventaja entre la parte predisponente
y el consumidor, se suma el desconocimiento de las tecnologías sobre las cuales se construye el
contrato y las particularidades de su ejecución automática. De esta forma existirá un especial deber
de información, base fundante del derecho al consumidor.
Asimismo, los contratos inteligentes que no se concluyan entre personas físicas o jurídicas, sino
entre computadoras o cosas conectadas a través del Internet de las cosas (IoT), como una heladera
que compruebe la falta de manteca y emite una orden de compra al supermercado que a su vez
remite el producto al domicilio del propietario de la heladera.
La ley solo admite la contratación entre personas, así que a los efectos legales siempre habrá
que buscar quién es la persona física o jurídica que tiene el control sobre el dispositivo, y a quién
se le atribuirán las obligaciones y responsabilidades pertinentes.
Si bien la característica de los contratos inteligentes es la fiabilidad en las transacciones entre
partes que no se conocen y en un entorno sin intermediario centralizado, habrá de verificarse si
desde el punto de vista probatorio en caso de litigio, los tribunales consideraran que se han
generado bases suficientemente sólidas sobre la identidad de las partes, el consentimiento sobre
el contenido de lo acordado, y de la fecha y de la hora.
Las aplicaciones de esta tecnología en el mundo actual lo vemos en la empresa internacional
Uber, que proporciona a sus clientes vehículos de transporte con conductor, a través de su software
de aplicación móvil, que conecta a pasajeros con conductores de vehículos registrados, los cuales
ofrecen un servicio de transporte a particulares. En función de un programa aportado por un
tercero se concertan y ejecutan acuerdos entre el chofer o el transportista y el cliente o
transportado, previendo la gran mayoría de las circunstancias que se puedan suceder.
CONCLUSIONES
El desarrollo de la tecnología y su aplicación al derecho nos permite visualizar nuevas formas de
hacer, nos da pie a ser creativos, nos alienta a ser innovadores y a repensar nuestra realidad.
La masificación de las operaciones y su contenido multinacional permitió variar el carácter de la
relación contractual típica, convenida y ejecutada con la presencia personal e igualitaria de las
partes.
Aparecen los contratos electrónicos, los celebrados sin la presencia física de las partes, quienes
prestan su consentimiento en origen y destino por medio de equipos electrónicos de tratamiento
y almacenaje de datos. Estos se imponen en virtud de la celeridad y rapidez que permite el medio
por el cual son celebrados.
Luego la inteligencia artificial, frente al fenómeno de los datos masivos, busca mitigar el agobio
de la multiplicidad y diversidad de datos que existen para resolver problemas concretos. Nos vemos
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en la necesidad de contar con la rapidez de los buscadores a fin de tener la información más
relevante para el análisis de problemas legales.
La aplicación de la inteligencia artificial al derecho debe tener como objetivo facilitar el trabajo
del sujeto aplicador del derecho o de quién asesora sobre una problemática en particular, y por
sobre todo no debe pretender remplazar la subjetividad humana.
La memoria biológica recuerda lo importante, olvida lo insignificante, reconstruye el pasado
constantemente y les da distintos valores a diferentes memorias, esta es su particularidad y su
importancia, a diferencia de la memoria digital que lo recuerda todo sin reinterpretarlo ni valorarlo.
La inteligencia artificial deberá ser usada como un medio para formular juicios informados, pero
no puede por sí misma sustituir el discernimiento humano.
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