Stiff - Thea Masen
Stiff - Thea Masen
Stiff - Thea Masen
Dedicació n
Nota del autor
Epígrafe
1. Capítulo uno
Epígrafe
2. Capítulo dos
Epígrafe
3. Capítulo Tres
Epígrafe
4. Capítulo cuatro
Epígrafe
5. Capítulo Cinco
Epígrafe
6. Capítulo Seis
Epígrafe
7. Capítulo Siete
8. Capítulo Ocho
Epígrafe
9. Capítulo Nueve
Epígrafe
10. Capítulo Diez
Epígrafe
11. Capítulo Once
Epígrafe
12. Capítulo Doce
Epígrafe
13. Capítulo trece
Epígrafe
14. Capítulo Catorce
15. Capítulo Quince
Má s de Thea Masen
Sobre el Autor
Rígido
Un romance de cambiaformas de objetos inanimados
Teresa Masen
Prensa dudosa LLC
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Copyright © 2023 por Dodgy Press LLC
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse, distribuirse o transmitirse de ninguna forma ni por ningú n medio
electró nico o mecá nico, incluidos sistemas de almacenamiento y recuperació n de informació n, sin el permiso escrito del
editor o autor, excepto para el uso de citas breves en un libro. revisió n y otros usos no comerciales permitidos por la ley
de derechos de autor de EE. UU.
Este libro es un trabajo de ficcion. El parecido con personas y cosas reales, vivas o muertas, lugares o acontecimientos es
totalmente coincidente.
ISBN: 979-8-9892432-3-5
Publicado por: Dodgy Press LLC
Diseñ o de portada por: Dodgy Press LLC
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Contenido
Dedicació n
Nota del autor
Epígrafe
1. Capítulo uno
Epígrafe
2. Capitulo dos
Epígrafe
3. Capítulo tres
Epígrafe
4. Capítulo cuatro
Epígrafe
5. Capítulo cinco
Epígrafe
6. Capítulo Seis
Epígrafe
7. Capítulo Siete
8. Capítulo Ocho
Epígrafe
9. Capítulo Nueve
Epígrafe
10. Capítulo Diez
Epígrafe
11. Capítulo once
Epígrafe
12. Capítulo Doce
Epígrafe
13. Capítulo trece
Epígrafe
14. Capítulo Catorce
15. Capítulo Quince
Má s de Thea Masen
Sobre el Autor
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Para las mujeres que han soportado la brecha del orgasmo en silencio, pensando que no
podían hacer nada al respecto. Las mujeres que creían que su propio placer no era tan
importante como el de sus parejas. Las mujeres que nunca han probado un juguete sexual.
Este es para ti.
***
"Tu pareja no es responsable de tu placer, pero debe invertir en ello".
Cita de Cassie Rattray, educadora sexual y fundadora de Radical Love (usada con
permiso)
***
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Nota del autor
Soy un escritor caó tico, impaciente y con TDAH y dedicar demasiado tiempo a la
investigació n me pone de mal humor (lo que hace que mi familia se ponga de mal humor).
Así que no espere que la investigació n contenida en este libro sea 100% precisa. No es una
investigació n seria. Proviene de bú squedas rá pidas en Google.
Tome el libro con cautela y aprecielo por lo que es: obscenidad ridícula con un poco de
corazó n. Nada mas.
***
Ademá s, una pequeñ a advertencia... la premisa de este libro es que el personaje principal
masculino se convierte en un consolador como parte de una maldició n. Por eso, lo utilizan
en forma de consolador sin consentimiento. Por lo tanto, el libro contiene tanto el
consentimiento dudoso como el no consentimiento, con suerte de una manera que resalte
lo importante que es que ambas partes estén comprometidas, involucradas y consientan al
participar en cualquier tipo de encuentro sexual. Pero reconozco que estaba caminando por
una línea muy estrecha y que tal vez haya fallado.
Como siempre, lee con responsabilidad y cuídate.
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Segú n el Oxford English Dictionary, el primer uso documentado de la palabra coño data de
1230. En ese momento, no era un término vulgar o despectivo, sino que simplemente se
usaba como una palabra de jerga para los genitales femeninos.
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Capítulo uno
W.
LORD RICARDO DE NORTHUMBRIA EN EL AÑ O 1341
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Capitulo dos
t
FELICITY STIFF, LA ACTUALIDAD
La mejor parte de escribir un libro es escribir las palabras “ el fin”. “ Metafó ricamente,
por supuesto, porque ya nadie escribe eso en la ú ltima pá gina de sus libros. Estaría
especialmente fuera de lugar para un libro de no ficció n sobre la historia de los
juguetes sexuales.
Aú n así, llegar a esa ú ltima pá gina es la mejor sensació n del mundo, y ahora mismo
parece que faltan siglos para hacerlo. Tengo tres textos originales extendidos sobre la mesa
de la sala de estudio de la biblioteca y cerca de veinte pestañ as abiertas en mi
computadora, pero todavía no puedo encontrar el camino hacia este capítulo. Entonces,
cuando suena mi teléfono, me apresuro a contestar, aunque me dije a mí mismo que no me
distraería.
Atornillarlo.
"Hola", digo, sin molestarme en mirar el identificador de llamadas.
"Felicity, bien, te atrapé". Mi agente, Regina, suena má s nerviosa que nunca. Ella suele ser
la má s tranquila y serena. "¿Tienes un minuto?"
"Seguro." Aparto mi silla y me levanto. Sentarme mientras hablo por teléfono es una de
esas cosas raras que no puedo hacer, como darme palmaditas en la cabeza y frotarme la
barriga al mismo tiempo. Pero pasearse por la sala de estudio de la biblioteca no es fá cil.
Apenas es lo suficientemente grande como para dar tres pasos antes de llegar a la pared y
tener que darme la vuelta.
“Acabo de hablar por teléfono con Megan en la editorial. Quiere el libro antes de fin de
mes”.
"¿Qué? No hay forma."
“Aparentemente, se está inaugurando un nuevo museo del sexo en Nueva York que
atraerá mucha prensa. Quiere aprovechar esa emoció n y publicar el libro al mismo tiempo.
Tienes que terminar antes de fin de mes”.
Es una medida de marketing inteligente y realmente quiero que este libro tenga
cobertura. Esta podría ser la oportunidad que necesito para obtener suficiente
reconocimiento que me solidifique como experto, lo que con suerte me conducirá a un
puesto de tiempo completo en un museo.
"¿Qué tan lejos está s?" pregunta Regina.
"Estoy atrapado en el renacimiento".
"¿Cuá l es la soporte?"
"No sé. Simplemente no... lo estoy sintiendo.
Su carcajada paraliza al hablante. “Bueno, empieza a sentirlo. Haz lo que tengas que
hacer. Necesitas hacer esto”. Mi cerebro todavía está tratando de ponerse al día con el
cambio en mi fecha límite cuando ella agrega: “¿Has pensado má s en mi idea? Tal vez te
ayude a sentirlo .” Se ríe de su propio chiste.
"Parece un poco engañ oso, ¿no?"
“Dame trucos, Felicity. Es lo que quieren los lectores”. Escucho escribir de fondo. "Te los
pediré yo mismo".
"No tienes que hacer eso". Odio aceptar ayuda de la gente y sé que lo superaré por mi
cuenta. Só lo necesito má s tiempo.
“Ya está hecho”, dice. "Tendrá s los tres de los que hablamos mañ ana y tienes la receta del
pan, ¿verdad?"
No voy a confesar que ya hice un consolador de pan usando esa receta, pero me acobardé
antes de probarlo. Meterme pan con levadura en mi vagina parecía una mala idea.
"Haz esto por mí, Felicity". No es una pregunta. "Las cuentas de primera mano venden
libros".
"Bien."
"Bien. Envíame los pró ximos dos capítulos antes del final de la semana”. Ella cuelga antes
de que pueda discutir.
Bueno, supongo que estoy a punto de ser follada por algunos de los consoladores y
vibradores má s famosos de la historia.
Voy a necesitar un poco de vino. O, mejor aú n, vodka.
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El falo má s antiguo se encontró en el suroeste de Alemania. Está hecho de piedra muy
pulida y data del Paleolítico. Existe un debate sobre si se usó o no como consolador,
herramienta o algú n tipo de ídolo.
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Capítulo tres
t
FELICIDAD
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Capítulo cuatro
t
RICARDO
De The Merie Ballad of Nashe His Consolador de Thomas Nashe, publicado en 1592
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Capítulo cinco
METRO
FELICIDAD
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Capítulo Seis
I
RICARDO
Lo admito, nunca me gustó acostarme con una mujer en mi vida anterior. Para
empezar, es lo que me puso en esta situació n. Pero después de pasar tanto tiempo
metido en el canal de una mujer, me siento má s que có modo con la idea. De hecho, se
siente extrañ amente como volver a casa.
Por primera vez en siglos, estoy bastante contento donde estoy. Me atrevo a decir,
incluso feliz. Estoy disfrutando mucho de estar aquí, en este momento exacto, con mi
lengua en el coñ o de Felicity.
Por alguna razó n, me encuentro enamorado de ella. Quiero beberla, consumirla, darle
placer y sentir sus muslos apretarse alrededor de mi cabeza, hacer que mi pequeñ a
historiadora silenciosa grite de éxtasis y sepa si se corre con má s fuerza con mi lengua o
con mis dedos.
Resistiendo la tentació n de acariciarme, concentro toda mi atenció n en conocer de cerca
su coñ o. Lamo un labio y luego el otro. Muevo la punta de mi lengua de un lado a otro sobre
su clítoris. Lamo la tierna piel entre su entrada frontal y su agujero trasero, ya que me he
sentido bastante có modo con ambos a lo largo de los siglos. Me pregunto qué haría mi
pequeñ o historiador si le metiera la lengua en ese capullo apretado. Una pregunta que
responderé otro día, porque no creo que esté preparada para eso todavía.
Ella todavía está tan silenciosa como un libro viejo, pero sus manos agarran el borde de la
mesa como si estuviera colgando de un acantilado, revelando su tenso placer. Quiero
hacerla caer por el precipicio. Ella se mueve y muele, y es tentador redoblar mis esfuerzos y
acelerar, pero he aprendido algunas cosas a lo largo de los añ os. A veces lo mejor es lento y
constante, una fricció n continua e ininterrumpida. Eso es lo que ella necesita. Pero ella se
está moviendo demasiado para entenderlo.
Le llevo una mano al pecho y la empujo hacia abajo sobre la mesa, luego agarro sus
caderas mientras me doy un festín. Respira profundamente y su cuerpo se relaja, gracias a
un esfuerzo concertado de su parte. Esta mujer siempre está en su cabeza.
La tensió n aumenta. Sus mú sculos, tensos. Sus piernas, apretadas. Muevo mis manos
hacia sus muslos para mantenerlos abiertos. Mirando hacia arriba mientras sigo
comiéndola, noto las hinchazones y caídas de su cuerpo, tan sonrojado y tembloroso.
Espléndido. Me encanta ver el efecto que tengo en ella, saber que la estoy deshaciendo.
Mi excitació n crece junto con su placer. Polla apretada y pulsante. Bolas flexionadas y
levantadas. La necesidad de sumergirme en su calor es casi insoportable, pero me
contengo. No es só lo por el edicto de la bruja. Quise decir lo que dije acerca de que Felicity
necesitaba aprender a recibir, y quiero que ella lo aprenda conmigo. Quiero que ella reciba
su ració n.
El deseo de hacerla perder el control, hacerla gritar, hacerla jadear y jadear y correrse
por toda mi cara es tan fuerte como mi deseo de sentir su coñ o alrededor de mi polla.
Cuando cae por el borde, sus piernas sufren espasmos y salen disparadas. Siento sus
paredes internas vibrar y presiono la parte plana de mi lengua contra su clítoris para
acariciar sus réplicas.
Aú n así, el ú nico ruido que hace es un suave jadeo. Un hermoso suspiro musical.
Mi nueva misió n es arrancar a esta mujer de sus inhibiciones y de su control, escucharla
gritar mi nombre mientras cae.
Le doy un momento para que se recupere y luego, cuando está flá cida y flá ccida, le doy la
vuelta, boca abajo sobre la mesa de madera.
Con mis manos en sus caderas, me paro detrá s de ella y la levanto sobre mi polla,
hundiéndome profundamente en su capilla de tranquilidad . Y joder, ¿es fá cil? Está tan
mojada y lista para mí.
"Te sientes tan bien, Felicity". Está abierta, pero todavía abraza mi polla como un guante.
Y ella es tan maleable que me deja maltratarla donde quiera. Levanto sus caderas un poco
má s. Y deslizarse dentro y fuera.
Me muerdo la mejilla, preguntá ndome si quiere que su silencio se extienda hasta mí, o si
secretamente anhela una lengua sucia que la azote con palabras como un lá tigo. ¿Quiere ser
degradada o alabada? ¿Quiere una descripció n sucia de todas las formas en que quiero
contaminarla? ¿O cosas dulces en su oído? Joder, quiero dá rselo todo.
Reviviéndose, me mira por encima del hombro y me ofrece una sonrisa deliciosa. Esa
mirada casi me deshace. No puedo contenerme má s.
"Te gusta ser mi pequeñ a zorra desesperada, ¿no, historiador?"
"Creo que, después de siglos de uso, tú eres la puta aquí". Ella sonríe, empuja la mesa y
me clava el culo.
Gimo. “Oh, mi linda historiadora, no tienes idea de cuá nto me encantaría ser tu puta. Para
follarte en todos los sentidos, cuando quieras. Mi resistencia es mejor después de descargar
unas cuantas veces, pero todavía estoy luchando por no correrme. Podría soltarme. Ya le he
dado algunos buenos orgasmos, pero creo que quiero sacarle uno má s. Y sospecho que se
necesitará algo má s que una sensació n física para lograrlo.
“Déjame ser tu libertino, tu sinvergü enza, tu diablo desviado”. Paso una palma firme por
su columna y la enrollo en su cabello. “Voy a hacer realidad tus fantasías má s obscenas”.
"Tú ... realmente... no..." Ella está sin aliento mientras saqueo su bolso. Y por un momento,
creo que me va a decir que no es necesario. Quiero borrar ese pensamiento de su mente. A
la mierda, sá calo de sus pensamientos. Pero luego ella cambia de direcció n.
"Realmente… no quieres volver a ser un consolador, ¿verdad?"
Es más que eso. Disfruto esto, complacerte. El pensamiento errante surge
espontá neamente, y lo sofoco antes de que las palabras crucen mis labios, forzando una
risa en su lugar. "No."
Separo sus nalgas con mis pulgares para ver mejor dó nde nos unimos, dó nde entro en
ella y ella me devora. “Mírate, todavía está s fuerte después de recibir tal paliza. Todavía tan
mojado. Goteando por todas mis bolas. Llevá ndome tan profundo”.
Mis piernas arden. El sudor gotea por mi espalda. Ardiente de necesidad, digo: "Ven por
mí, Felicity".
"No puedo…"
Ella piensa que es demasiado, pero no conoce los límites de su propio cuerpo. He visto
mujeres darse placer cinco o seis veces seguidas. Nunca he presenciado tantos orgasmos
con una pareja, pero sé que ella puede hacerlo. Só lo tengo que darle lo que necesita.
Deslizo una mano alrededor de ella y presiono mi palma contra su clítoris, firme, pero no
fuerte, dejando que la fricció n de cada embestida sea suficiente. Mis dedos rozan mis
pelotas cada vez que la golpeo.
"Ahora, sé una buena chica y aprieta mi polla con tu apretado coñ o".
Ante eso, el pequeñ o y silencioso coñ o de historiadora aprieta y corta el alfiler mientras
rompo mi flecha, gritando su nombre.
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En la Edad Media, un zapato con punta puntiaguda llamado poutaine se utilizaba como
juguete sexual en las cenas. Los hombres que usaban los zapatos complacerían a la invitada
frente a ellos, levantá ndole la falda con la punta puntiaguda y luego usá ndola como un
consolador para completar a la mujer allí mismo, en la mesa.
Un escritor á rabe medieval, Ali ibn Nasr al-Katib, escribió : “Si ella tarda en correrse, él
puede tallar una sandalia de madera con la forma de un pene y excitarla con esto o con sus
dedos antes del coito”.
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Capítulo Siete
A
RICARDO
I
FELICIDAD
Si no estuviera dolorido , pensaría que lo que pasó anoche fue un sueñ o. Espera, ¿qué
estoy pensando? Por supuesto, fue un sueñ o. Probablemente solo me duele entre las
piernas porque hice lo que Regina quería y usé un maldito consolador prehistó rico
hecho de marfil.
Gimo y me doy la vuelta, tapá ndome la cara con la almohada para bloquear la luz y mi
enorme dolor de cabeza. Quizá s el vodka estaba drogado o algo así. La gente alucina cuando
está drogada, ¿verdad? No estoy seguro de por qué alucinaría con un libertino señ or
medieval que pasó siglos usando un consolador, pero supongo que las mentes son cosas
divertidas.
Quiero quedarme debajo de las sá banas y dormir todo el día, pero tengo que orinar, mi
boca está tan seca como el papel y tengo una fecha límite, así que me levanto de la cama,
con las piernas temblando, como si hubiera hecho un trabajo duro. ejercicio. ¿Qué diablos
había en ese vodka?
Llego al bañ o y me siento como un cervatillo recién nacido todo el camino. Decidiendo
renunciar a una ducha, me ato la bata y entro a trompicones en la parte principal de mi
apartamento, desesperada por tomar un café.
Lo que encuentro es a un hombre desnudo durmiendo en mi sofá con fichas esparcidas a
su alrededor. Grito, salto y tropiezo contra la pared. Se mueve, pero no despierta.
Mierda. ¡Mierda ! El hombre de mi sueñ o—no, no era un sueñ o—el hombre del
consolador está dormido en mi sala, tan desnudo como en el momento en que apareció e
igual de duro.
Me acerco má s y lo estudio má s libremente. El sueñ o lo envuelve en una paz que no vi
anoche cuando estaba todo tensió n sexual y calor. Me pregunto si dormía cuando estaba en
su forma de consolador, o si simplemente estaba perpetuamente despierto.
Su cabello castañ o cae sobre sus hombros, sedoso con suaves ondas. Tiene un poco de
pelaje creciendo en su barbilla que no estaba allí cuando apareció por primera vez anoche.
Como si estuviera congelado en el tiempo, y ahora, se está despegando y cambiando de
nuevo.
Recojo una ficha del suelo. Hay una escritura elegante garabateada, difícil de leer, pero
después de examinarla un poco, descubro lo que dice:
Las Merkins son pelucas púbicas que se utilizaron por primera vez en el siglo XV, cuando las
mujeres tenían que afeitarse el vello púbico por razones sanitarias. También se utiliza en
producciones teatrales para designar a un actor masculino como femenino, o para que una
stripper no esté técnicamente desnuda. En el siglo XVIII, las mujeres los decoraban con cosas
como cintas y flores de tela.
É l estaba haciendo mi investigació n por mí. Espera, ¿es investigació n si ya sabes cosas
porque las has vivido?
Su conocimiento de la historia probablemente se limite a lo que se puede aprender
estando en la habitació n de alguien o guardado en un cajó n. Hubo un tiempo en el que la
gente exhibía con orgullo falos en sus espacios vitales, pero creo que eso habría sido antes
de su situació n particular.
“¿Listo para má s, pequeñ o historiador?” Richard dice sin abrir los ojos.
"Estas despierto."
Una sonrisa divertida levanta las líneas de su rostro. "Es difícil hablar con alguien cuando
está s dormido".
Haciendo caso omiso de su descarada respuesta, saludo las cartas y digo: "No deberías
haber hecho todo esto".
Abre los ojos y se encuentra con los míos con intensidad pecaminosa. "Pensé en ganar
algunos puntos de bonificació n".
"Bien. Bueno…” La habitació n es un desastre, fichas por todos lados, todas desordenadas.
Por eso hago las cosas yo mismo. Aunque fue muy amable de su parte. "Gracias."
"Hay otras maneras en que podrías agradecerme". Una mano se dirige a su madera
matutina, dá ndole un golpe lento.
“Eh”. Mis mejillas se encienden y mi interior dolorido protesta suavemente incluso
cuando la humedad se acumula entre mis piernas y los latidos de mi corazó n truenan en mi
coñ o. Está actuando como el cerdo que la bruja cree que es, pero por alguna razó n, a mí me
funciona. Me trago el entusiasmo. "Creo que voy a necesitar un poco de tiempo para
recuperarme".
"Eso no tiene por qué ser un obstá culo". Se sienta lentamente, abriendo las piernas
mientras se apoya en el respaldo del sofá . "De rodillas, historiador".
"¿Qué pasa con..." Saludo al lugar donde estuvo la bruja anoche.
Su mirada acalorada se clava en mí mientras acaricia su polla. "Creo que está s por
delante en este momento".
Bien. Porque cada orgasmo que me dio anoche fue só lo una cuenta. Un requisito de la
bruja. Un aro por el que saltar para conseguir lo suyo. Una carga.
Me pregunto có mo reaccionaría si me niego. ¿Se quejaría? ¿Mendigar? ¿Demanda?
¿Amenazar? De repente me doy cuenta de que estoy a solas con él. Lo ú nico que sé sobre él
es que es lo suficientemente egoísta en la cama como para ser maldecido y que ha estado
sexualmente frustrado durante siglos. No le resultaría difícil dominarme.
Un estudio cuidadoso de su expresió n perezosa me hace pensar que no llegará tan lejos.
Pero supongo que só lo hay una manera de saberlo. Sería bueno saber si puedo confiar en él,
ya que se quedará conmigo por un período de tiempo indefinido.
Doy unos pasos hacia un lado, acercá ndome a la puerta de entrada, antes de decir: "No".
Sus cejas se levantan, sorprendido. Luego se juntan mientras me lanza una mirada
intensa. "Bueno."
Mantengo sus ojos durante unos segundos, la respiració n coincide con el ascenso y
descenso de su pecho. Está claro que no le gusta, pero no está presionando ni forzando el
asunto. Decidiendo confiar en él, doy un suspiro de alivio y me dirijo hacia la cocina.
Definitivamente necesito café esta mañ ana.
Detrá s de mí, escucho un suave gemido. Cuando me doy vuelta, encuentro la cabeza de
Richard recostada en el sofá , los ojos cerrados y micromovimientos provenientes de su
hombro. Está claro lo que está haciendo. Su cabeza cae má s profundamente sobre el cojín
del sofá y sus ojos se abren y atrapan los míos. Su expresió n es de pura seducció n, sensual y
acogedora. Retá ndome a volver al otro lado del sofá y mirar. “Ella nunca dijo que no podía
disfrutar de mi propio placer. Só lo que no puedo estar con otra persona. O dejarte atrá s”.
Trago, lucho contra el impulso de ir hacia él y le doy la espalda. Mientras vierto café
molido en la cafetera, escucho pasos detrá s de mí. ¿Ya terminó ? Realmente está en apuros.
"¿Quieres café?" Pregunto.
“No lo sé”, dice. "Nunca lo tuve".
Siento su presencia como un horno a mi espalda y miro por encima del hombro. Está
apoyado contra el mostrador opuesto, su polla sobresaliendo con orgullo, envuelta en un
puñ o apretado. Sus ojos entrecerrados se desvían hacia mi trasero.
Es un espectá culo digno de contemplar. Polla en mano. Expresió n arrogante. Seguro de sí
mismo. Emitiendo una intensa energía de gran polla. No puedo apartar la mirada, así que
me giro para mirarlo, agarrá ndome del mostrador detrá s de mí para mantener el equilibrio
y evitar arrastrar mis uñ as por su pecho desnudo. No le daré la satisfacció n. No cuando esto
es só lo una cuenta para él. De hecho, de ahora en adelante, haré que espere y trabaje para
lograrlo. No me rendiré a menos que pueda demostrar que me quiere , no só lo un cuerpo
cá lido.
Pero eso no significa que no pueda disfrutar de la vista ahora mismo.
Su polla se tensa contra su mano, retorciéndose mientras sus abdominales se tensan. Su
mano libre se apoya en el mostrador. Me lamo el labio inferior y paso los dedos por el
cuello abierto de mi bata. Su mirada sigue el movimiento.
"¿Está s seguro de que no quieres jugar?" Pregunta en voz baja. "Parecías disfrutar de mi
polla en tu boca cuando era un consolador".
Aprieto los dientes para evitar que mis palabras traicionen mi resolució n. El deseo de
ceder en las batallas con mi deseo de ser má s que el precio que tiene que pagar para
conseguir su pró ximo clímax. Tal vez necesito mejorar en la recepció n, pero este momento
no se trata de eso. É l sabe que tiene muchos orgasmos y puede aceptar cualquier cosa que
le ofrezca sin corresponder, así que si me rindo, lo hará .
Mantengo mis pies en la tierra.
Sus ojos se oscurecen con desaprobació n, tal vez incluso con un poco de enojo y
frustració n. Su mano se mueve má s rá pido. Se muerde el labio inferior. Su piel se sonroja de
calor. Su mirada es castigadora y feroz. É l se acerca.
Sin tocarme, una mano me atrapa contra el mostrador mientras la otra mueve su polla de
arriba a abajo. É l gruñ e, gime y se suelta. Chorros de semen cubren mi fina bata y empapan
hasta mi vientre.
Debería enojarme por el acto dominante, pero todo lo que puedo hacer es temblar y
luchar para evitar frotarme contra él.
Con un suspiro final, se aleja, me da la espalda y entra tranquilamente al bañ o.
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El Karma Sutra habla de hombres que usan muñ ecas, calabazas ahuecadas y bambú
engrasado como juguetes sexuales cuando no hay una pareja sexual disponible.
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Capítulo Nueve
I
RICARDO
Disfruta jugando con Felicity. Haciéndola retorcerse. Una vez que hemos desayunado
y tomado café, lo cual me produce un zumbido desconcertante que no me gusta,
Felicity saca su computadora portá til para que podamos pedir ropa en línea. Estoy
familiarizado con el concepto, pero todavía me maravillo. Todo lo que pueda desear o
necesitar está al alcance de mi mano.
"¿Qué te gusta?" Ella pregunta. “Espera, esa es una pregunta tonta. No has usado ropa
desde que los hombres usaban medias”.
Me río y tiro de la manga de su suéter. "¿Qué tipo de ropa te gusta?"
"Esto no se trata de mí".
"Se supone que debo llegar a conocerte, ¿no?"
Ella mira pensativamente la pantalla. “Supongo que llamaría académico a mi estilo. Me
gusta la ropa suave, acogedora, con tonos tierra cá lidos. Un poco má s elegante, pero aú n así
có modo”.
Só lo la he visto en bata, pero me la imagino con un estilo de vestir elegante e intelectual.
Algo como lo habría usado Audrey Hepburn. Sería un buen vistazo a ella. Aunque
personalmente prefiero la bata.
Mi polla se hincha de nuevo, recordando có mo se veía anoche con esa fina seda abierta,
con los pechos y el coñ o a la vista.
Su mirada cae brevemente antes de volver a fijar sus ojos en mi cara y comenzar a
divagar nerviosamente. “Muchos escritores prefieren andar con sudaderas y pantalones de
pijama, pero encuentro que hago má s cosas cuando me visto elegante. Supongo que me
hace sentir como Virginia Wolf o algo así. Aunque no soy Virginia Wolf. Soy má s un hack
que eso. Y escribir sobre la historia de los juguetes sexuales no es precisamente
prestigioso”.
“¿Por qué lo haces entonces?”
Ella se encoge de hombros. “El sexo vende. A veces tienes que escribir algo que atraiga a
las masas antes de poder obtener el reconocimiento para escribir lo que quieres”.
“¿Qué quieres escribir?” Me acerco un poco má s al sofá , lo suficientemente cerca como
para que mi cadera desnuda presione la tela sedosa que cubre la mitad superior de sus
muslos.
Se aclara la garganta y vuelve a centrar toda su atenció n en su computadora portá til. No
estoy seguro de por qué se resiste a mí esta mañ ana, pero eso la hace aú n má s atractiva.
"Bueno", comienza. “Me gustaría escribir sobre la historia de las mujeres a lo largo de los
tiempos. Derechos de las mujeres. Políticos y de otro tipo. La brecha del placer entra en esa
categoría, de ahí los juguetes sexuales”.
Hago una mueca, le quito el portá til y empiezo a buscar entre la ropa. "Quizá s deberías
hacerte amigo de la bruja".
No quiero que mis palabras suenen amargas, pero lo son, y desearía que no lo fueran. He
aprendido mucho sobre las mujeres a lo largo de los añ os. No son del sexo inferior que
pensé que eran en mi juventud. Lejos de ahi. Han sido abusados, menospreciados,
reducidos y aprovechados a lo largo de los siglos. Y aú n así se elevan por encima de él,
proporcionando la columna vertebral de la sociedad. Sin agradecimiento, reconocimiento o
placer. Puedo ver el valor de querer que eso cambie, de educar a la gente sobre có mo son,
fueron y podrían volver a ser las cosas si no tenemos cuidado.
Pero sus palabras caen tan cerca de las de la bruja que se me ponen los pelos de punta.
"Oye", dice, poniendo su mano sobre mi hombro. “No estoy de acuerdo con lo que hizo,
aunque entiendo algunos aspectos. Convertirte en un objeto para ser utilizado puede ser
justicia poética, pero no es justicia en absoluto. Es abuso”.
Hago un ruido con mi garganta, sin confiar en mi voz, ni siquiera en sus palabras.
“Lamento que todavía tengas que demostrar tu valía. Lamento no haber podido pensar
en una mejor manera de salir de esto”.
Me giro para mirarla por completo. "No es tu culpa, Felicity".
"No. Pero desearía haberte liberado de ella”.
“Me está s ayudando. Eso es suficiente." Muevo las cejas. "Bueno, eso y el placer de follarte
de nuevo".
Ella se ríe un poco torpemente y me da un fuerte empujó n. "Voy a ducharme. Tú eliges la
ropa”.
Se levanta y camina hacia el bañ o del pasillo.
"¿Felicidad?"
"¿Mmm?" Su cuerpo se inclina para mirarme.
“¿Có mo crees que alguien cambia, aprende a ser menos… bueno, ya sabes?”
Hay un momento de reflexió n mientras cambia su peso y mira sus pies. “Creo que…
poniéndose en el lugar de otra persona. Imaginar lo que la otra persona podría sentir o
querer. Luego… abrirse a cuidar de esa persona… incluso si eso significa que podría
resultar herido”.
Después de que Felicity cierra la puerta del bañ o, me meto sigilosamente en su armario,
reviso las etiquetas de su talla y rá pidamente agrego al carrito algunas cosas que creo que
le gustará n antes de pagar con la tarjeta de crédito de la bruja. Me mueve una mezcla de
despecho hacia la bruja y algo má s ligeramente desconocido. No recuerdo la ú ltima vez que
le compré un regalo a alguien. Quizá s algunas flores para mi madre, recogidas
apresuradamente al costado del camino.
Quiero hacer esto por Felicity. Una especie de agradecimiento, aunque muy inadecuado.
Se siente bien comprarle algo. Imaginar su sorpresa y deleite al abrirlo.
Pero, como realmente soy un bastardo egoísta, agrego algunas cosas extra al carrito.
Regalos que son tanto para mí como para ella.
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El primer eufemismo registrado para pene es "alfiler". Data de la década de 1460.
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Capítulo Diez
W.
FELICIDAD
uando Richard sale del bañ o después de ducharse, todavía está desnudo.
A pesar de que le di una camiseta extra grande y unos pantalones
deportivos que podía usar.
Cuando se da cuenta de que lo fulmino con la mirada, dice: “Está n demasiado ajustados.
Ademá s, no estoy acostumbrado a usar ropa”.
"Al menos podrías envolverte con una toalla".
"¿Por qué habría de hacer eso?" Se pavonea hacia adelante con las manos en las caderas,
llamando aú n má s la atenció n sobre su erecció n. “Disfruto la forma en que te sonrojas
cuando intentas fingir que no está s mirando mi pipa gospel. ¿Se te hace babear la boca
cuando ves mi cañ ó n de clara de huevo?
No puede mantener la cara seria y se echa a reír antes de terminar la frase.
Me uno a él, apenas logrando pronunciar palabras entre mis risitas. "Esos no pueden ser
reales".
"De hecho lo son". Señ ala una carta sobre la mesa. "Enumeré todos los que puedo
recordar".
Su sonrisa es contagiosa, má s que un poco orgullosa, y sus eufemismos funcionan para
distraerme de su polla.
Aun así, cuando se sienta a mi lado en el sofá , le tiro una manta. Lo deja caer sobre sus
hombros, dejando su frente completamente expuesto.
"Eso frustra el propó sito". Le quito la manta de la espalda para poder colocarla sobre su
regazo. En el momento en que lo hago, me agarra y me hace cosquillas en el costado. Me río
y me retuerzo, intentando só lo a medias escapar. Me inmoviliza, sin darme má s la opció n de
liberarme, haciéndome cosquillas lo suficientemente fuertes como para hacer que me duela
el costado de tanto reír.
No recuerdo la ú ltima vez que bromeé así con alguien. ¡Y ahora un lord inglés del siglo
XIV me está haciendo cosquillas! ¿Có mo es esta mi vida?
Hay un trasfondo eró tico en la diversió n, y cuando ya no puedo reírme, juego sucio y le
doy un tiró n a sus pelotas. Inmediatamente deja de hacerme cosquillas y gime.
"No tientes a un hombre que ha estado cachondo durante tanto tiempo como yo, a menos
que quieras estar bien y só lidamente jodido".
"Quizá s lo haga." ¿Que estoy diciendo? ¿Dó nde está la resolució n de hace apenas unas
horas?
É l mueve su firme longitud contra mí y trago fuerte.
Mi teléfono suena, devolviéndome a mis sentidos. Salgo de debajo de Richard y me lanzo
hacia él. Mi agente. Esto es bueno. Una interrupció n es buena. Pero mi cuerpo presenta un
doloroso argumento mientras me alejo de Richard y respondo la llamada.
“¿Los probaste?” Regina dice en lugar de saludar.
Mi mirada se dirige al hombre que descansa en mi sofá y a la enorme polla que se ve
exactamente igual a la de color marfil que ella me envió . "Um... sí." Mi voz suena demasiado
alta y chillona.
“¿Fueron horribles? Estoy seguro de que son horribles. Esos dos ú ltimos parecen má s
bien dispositivos de tortura. Nunca entenderé por qué las mujeres no se contentan con sus
dedos. Quiero decir, hay muchas cosas que puedes hacer con los dedos y una buena
almohada”.
Se me escapa una risita. Definitivamente no creo que mis dedos o una almohada pudieran
hacer lo que hicimos anoche.
Regina pasa los siguientes diez minutos sermoneá ndome sobre la importancia de
enviarle pá ginas lo antes posible. Al parecer, la editorial está muy entusiasmada con la
promoció n de este libro. Está n respirando en su cuello, así que ella está respirando en el
mío.
Cuando cuelgo, le doy a Richard una mirada severa. “Esto es lo que va a pasar. Te
quedará s allí y organizará s el desastre que causaste anoche. Agito mi mano sobre las fichas
esparcidas. “Mientras me voy a sentar allí y terminar este capítulo. Mantendremos la
distancia y usted se comportará de la mejor manera”.
É l frunce el ceñ o. "Bien. Pero esta noche te llevaré a cenar.
“No sé si tendré tiempo para…”
"No me condenarías al matadero, ¿verdad?" Sus cejas se levantan. "Después de todo,
todavía tengo que aprender todo sobre ti".
Con un suspiro de resignació n, me siento en mi escritorio. “No se puede salir de casa sin
ropa. Pero podremos salir mañ ana una vez que todo llegue”.
Nos pusimos a trabajar, pero es difícil concentrarse cuando escribes sobre juguetes
sexuales y hay un hombre desnudo haciendo alarde de su apartamento.
La entrega de ropa de mañ ana no puede llegar lo suficientemente rá pido.
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En los añ os 1800 y principios de 1900, cuando una mujer tenía síntomas médicos o
problemas de salud mental que los médicos no podían diagnosticar, el tratamiento
consistía en “masajes pélvicos” hasta el punto del orgasmo.
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Capítulo once
I
FELICIDAD
Nunca antes me había alegrado tanto ver cajas de entrega. No es que no haya
disfrutado comerme con los ojos la polla de Richard, pero me ha resultado difícil
concentrarme en escribir. Aú n má s difícil es mantener mi trato conmigo mismo de no
volver a follarlo. No quiero ser una conquista para conseguir su propio orgasmo. Pero mi
determinació n se está debilitando.
Cuando traigo las cajas, las lleva a mi habitació n y cierra la puerta.
"¡No revises mi ropa interior!" Grito, dá ndome cuenta de que no ha estado en mi
habitació n antes. Al menos, no que yo sepa.
"¡Demasiado tarde!" É l vuelve a llamar.
Puedo escuchar la sonrisa en su voz y no estoy segura si solo me está tomando el pelo o si
realmente está buscando en mis cajones. Mierda . Dejo mi computadora y voy al dormitorio.
No es como si entrar a él fuera a revelar algo que no haya visto antes.
Pero la puerta está cerrada. "Richard, esto no es gracioso."
"Só lo un segundo. Prometo que valdrá la pena”.
Me apoyo contra la puerta y espero. “¿Te queda bien la ropa?”
"Dímelo tú ", dice, abriendo la puerta y haciéndome tropezar con él antes de darme la
vuelta. Dejé vagar mi mirada, admirando el nuevo look. Es como un profesor atractivo. El
suéter marró n oscuro que lleva incluso tiene parches en los codos. Su atuendo es un buen
complemento al vestido suéter color canela que llevo hoy. Juntos parecemos una pareja que
debería estar paseando por una librería o sentados en un café comiendo croissants.
No se ha afeitado desde que volvió a ser hombre, por lo que tiene una barba de dos días
que complementa perfectamente su apariencia. Me pregunto có mo se sentiría entre mis
piernas.
En sus manos tiene una de las cajas má s pequeñ as. "¿Esto es para reciclar?" Pregunto.
"Puedo eliminar a los demá s también".
"No." Me pasa la caja. "Esto es para ti."
Con una mano apoyada en la parte superior del marco de la puerta, se inclina hacia
adelante, esperando que abra la caja. Hay un entusiasmo en su expresió n que es diferente
de cuando quiere tener sexo. Es casi infantil y algo adorable.
"¿Qué es?" Levanto la parte superior de la caja y veo un montó n de ropa cuidadosamente
doblada.
"Es un regalo." Se acerca má s y me rodea con el aroma cítrico de mi champú , aunque en él
huele diferente. Coge el objeto superior y lo sostiene en alto. Es un jersey de mujer de color
burdeos oscuro, bonito, suave y claramente caro. Colocando el suéter sobre su brazo, toma
la siguiente prenda. Un vestido camiseta en color marró n tostado. Luego, un par de
pantalones de un verde tan oscuro que casi son negros y una bufanda con una mezcla de
colores otoñ ales. Cada artículo es algo que habría elegido por mí mismo.
"Escuchaste", le susurro, mirá ndolo a él en lugar de a la ropa ahora. "¿La bruja se enojará
porque gastaste su dinero en mí?"
É l sonríe. "Ella no me dio un presupuesto y se supone que debo aprender a preocuparme
por otra persona, ¿verdad?"
La dulce calidez que estaba sintiendo se retira como una cierva que huye de un cazador.
“¿Así que esto es só lo un truco para demostrarle que no eres tan egoísta como ella cree?”
"No, Felicidad." Sus nudillos rozan mi mejilla. "Esto se debe a que quería hacer algo
bueno por ti".
“¿Para meterme en los pantalones?”
É l se ríe. “¿Siempre eres así de desconfiado? ¿Recuerdas cuando hablamos de recibir?
Sostiene la pila de ropa en su brazo. “Todo esto fue só lo un agradecimiento. Porque quería
darte algo”.
Vuelve a meter la mano en la caja. Hay má s que aú n no ha revelado. Antes de levantarlo,
se inclina tan cerca que sus labios rozan mi oreja. "Pero estas cosas, bueno, las compré con
la esperanza de que me dejaras poner mi pin en tu bolso".
Si no estuviera tan excitado en este momento, me reiría de su ú ltimo eufemismo, pero
todo lo que puedo hacer es tragar y lamerme los labios mientras deja la caja en el suelo y
saca tres cajas má s pequeñ as. "Primero, te conseguí algunos amigos".
Dos vibradores diferentes y un plug anal. "Por favor, dime que esos no son realmente
amigos tuyos".
É l se ríe. “No hay manera de que permita que otro hombre se acerque a este coñ o. De
ninguna forma”.
Su pulgar roza el hueso de mi cadera, frota el pliegue de mi muslo sobre mis pantalones y
se mueve hacia adentro para apenas rozar mi clítoris, observando mi cara para evaluar mi
reacció n.
Nos quedamos encerrados en el lugar por un minuto, una batalla de voluntades y deseos.
"Algú n día pronto, me rogará s que use uno de estos vibradores en tu clítoris y el otro en tu
trasero, mientras follo tu carcaza".
"Engreído", susurro, con la respiració n ronca.
"Pasé cientos de añ os como tal".
Pone un poco má s de presió n sobre mi clítoris con su pulgar. Mi cuerpo canta una nota
aguda de necesidad. Contengo la respiració n, tratando de resistir el balanceo contra la
fricció n, pero no me alejo.
Se retira demasiado rá pido y mi cabeza da vueltas. Un tornado de deseos encontrados.
Volviendo a colocar los vibradores en la caja, usa ambas manos para sostener una
pequeñ a pieza de lencería de encaje. Es una especie de traje, del color de los labios
mordidos y los moretones recientes. Tirantes finos en la parte superior. Un escote que llega
hasta la pelvis. Una entrepierna apenas visible. Todo de encaje y transparente.
Nunca había usado algo así antes, pero la idea de usarlo para él inmediatamente me pone
caliente y resbaladiza. Toma una de mis manos y la pasa a través de la manga con tirantes
finos, luego la otra, de modo que la tela apenas visible cuelga sobre mi frente.
"¿Pruébalo por mí?" Su voz es ronca y profunda. Se hace a un lado y me indica que vaya al
dormitorio.
Pego mi espalda al marco de la puerta. "No sé si debería".
"¿Por qué no?"
"Um... no estoy... seguro." Mis razones para reprimirme de repente parecen endebles y
trilladas. Ha demostrado ser considerado, ayudá ndome con mis notas de investigació n e
incluso comprá ndome ropa que me encanta pero que no gastaría dinero en mí. La lencería
es má s atrevida de lo que elegiría, y claramente tanto para él como para mí, pero también
es hermosa. Me sentiría hermosa usá ndolo. Especialmente con la forma en que me mira
ahora.
Durante los ú ltimos dos días, me preguntó sobre mí y realmente escuchó mis respuestas.
Hemos hablado de nuestras familias, de mis escritos e incluso de mis relaciones pasadas.
Nunca me hizo sentir que no estaba prestando atenció n o que no quería salir de la
conversació n. Creo que simplemente está agradecido de tener alguien con quien hablar,
ansioso por aprender má s sobre el mundo que extrañ a.
Está claro que quiere otro orgasmo para él, pero ¿qué chico no lo quiere? Diablos, ¿qué
persona no lo hace? Con mucho gusto tomaría otro. Especialmente después de tanto culo de
hombre desnudo en exhibició n. ¿Está tan mal que tenga razones egoístas para querer hacer
esto? Todos lo hacemos, ¿no?
Paso a su lado de lado, sin molestarme en mantener la distancia, dejando que mis pechos
rocen su pecho. É l sonríe y me agarra de la cintura. "Tal vez debería ayudarte a ponértelo".
"Ve a sentarte en el sofá como un buen chico y saldré en unos minutos".
"Primero", dice, sosteniendo la parte superior del marco de la puerta y bloqueando el
camino hacia el dormitorio. “No soy un buen chico. Y segundo, no iré a ninguna parte sin un
beso”.
A pesar de todo lo que hicimos esa primera noche, nunca nos besamos. Se sintió
demasiado íntimo. Pero ahora... "Hazlo".
No se lanza como lo hizo las otras veces que hemos estado físicos. Esta vez se demora.
Sus labios revolotean sobre los míos como una suave brisa. Sus manos permanecen en el
marco de la puerta, mientras las mías se deslizan por su pecho.
El rastro de su lengua en mis labios es terriblemente lento. Cuando trato de profundizar
el beso, él se retira y besa mi nariz antes de regresar a mi boca, sus labios se abren para
envolver mi labio inferior y chupar. Una larga sensació n de deriva recorre mi cuerpo en
ondas. Utilizo mis manos en puñ os en su camisa para acercarlo hasta que sus caderas
presionan contra las mías.
Me duelen los pechos al ser tocados, así que los empujo contra su pecho. El beso cambia,
la intensidad aumenta como su polla rígida contra mi vientre. Sus manos abandonan la
puerta para agarrar mis hombros, inmovilizá ndome en mi lugar mientras su lengua se
introduce en mi boca. Jadeo, pero el ruido es amortiguado y robado. Sus dientes rasgan mi
labio inferior y calma la sensació n con su lengua. Cuando me levanta, lo rodeo con mis
piernas mientras él me lleva al dormitorio y cierra la puerta de una patada detrá s de
nosotros.
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Uno de los primeros vibradores se llamó The Manipulator. El motor era tan grande que
intimidaba a los pacientes, por lo que lo guardaron en una habitació n separada y solo la
punta vibratoria sobresalía por un agujero en la pared.
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Capítulo Doce
F
RICARDO
Elicity sabe a fresas que desayunó . Dulce y agrio. Quiero saborear cada pedacito de
ella.
Bajá ndonos a la cama, dejé que mis manos vagaran debajo de su suéter ajustado para
recorrer su suave piel. Arrastro un pulgar debajo de la parte inferior de su sostén y sonrío
durante nuestro beso cuando ella curva su espalda, presionando sus pechos má s cerca.
"Qué hambre", murmuro.
Ella no responde, pero la urgencia de su beso se intensifica y lucha por levantarse la
camisa mientras está presionada entre la cama y yo. Me retiro para ayudarla, rompiendo
nuestro beso, lo que la hace hacer pucheros. Me río y beso la punta de su nariz.
"Me permitirá ." La lencería que todavía estaba puesta sobre ella va primero y luego su
suéter, dejando al descubierto un brasero de encaje debajo. Es un rojo brillante y travieso.
El color del pecado y la sensualidad. “¿Te pusiste esto por mí, historiador? ¿Esperabas que
lo viera?
Ella traga y mira hacia otro lado, tratando de evitar mi mirada. Le engancho la barbilla y
le devuelvo la atenció n. "Palabras, Felicity".
"Tal vez." Su voz es suave y tímida. Me pregunto si mi pequeñ o historiador está nervioso.
"¿Quieres esto? Podemos parar ahora mismo. En cualquier momento que desee."
“No quiero parar”.
El alivio que me llena es tan dulce como su sabor. "Bien."
Salto de la cama, vuelvo a la caja junto a la puerta y saco los vibradores. Sus ojos se abren
como platos y un pequeñ o escalofrío recorre su cuerpo.
“No he…” comienza, luego se interrumpe.
"¿No tienes qué, Felicity?"
Se sienta, mira al suelo y frota la tela de sus pantalones entre sus dedos.
"La manivela fue la primera vez que usé un juguete sexual". Las palabras salen una tras
otra sin un respiro entre ellas.
La idea de que mi historiador sea un novato en juguetes sexuales provoca que una nueva
excitació n impregne mi ser. Mi polla se tensa dolorosamente contra la cremallera de mis
pantalones. ¿Quién pensó que las cremalleras eran una buena idea? Los cordones eran muy
superiores. Ahora entiendo la necesidad de los boxeadores. Quizá s debería haberme puesto
algunos después de todo.
"Quédate ahí y quítate la ropa", le digo. "Regresaré enseguida".
Llevo los vibradores al bañ o y rá pidamente les doy una limpieza profunda. Una vez hecho
esto, regreso con Felicity. Está completamente desnuda, como le pedí, pero está acurrucada
de costado formando una bola protectora, temblando encima del edredó n.
"Ven aquí", digo, pará ndome al lado de la cama y colocando los vibradores sobre una
toalla que traje del bañ o. Ella obedece maravillosamente y se acerca, todavía tratando de
cubrir lo má s posible de sí misma. Me acuesto en la cama y la rodeo con mis brazos,
acercá ndola a mi costado e ignorando mi polla enojada.
"Podemos simplemente abrazarnos", le digo, acariciando su espalda.
"No." Ella se aleja y me mira, con una nueva determinació n en su voz. “Quiero… solo
estoy…”
"¿Nervioso?"
"Mmm no." Tira de mi camisa y vuelve a evitar mis ojos. Maldita sea, quiero sacarle la
timidez a esta mujer.
"Creo", dice ella. "Estoy... bueno, avergonzado".
"¿Sobre el uso de juguetes sexuales?"
"Sobre lo que quiero."
Oh . Una nueva pieza del rompecabezas que es Felicity encaja en su lugar. Mi nuevo
objetivo no es só lo hacerla jadear, gemir y gritar de placer, sino apropiarse de ello , tomarlo
para ella, disfrutarlo, descubrir exactamente lo que quiere y pedirlo. Entonces puedo
dá rselo.
Aunque puede que sea necesario un poco de persuasió n.
“¿Crees que hay algo que no he visto o en lo que no he participado, Felicity? No me
asustará s”.
"¿Qué pasa si... qué pasa si los juguetes me hacen correr má s rá pido... o má s fuerte que,
bueno, quiero decir..."
"¿Que lo que hiciste conmigo?" Termino por ella con una sonrisa y ella asiente
cautelosamente. Me río y beso su frente. Es dulce que esté preocupada por mi ego, pero es
innecesario. Mi comprensió n de los juguetes sexuales ha cambiado mucho a lo largo de los
añ os. “¿Labra la tierra la azada o el agricultor?”
Su cabeza se inclina hacia un lado. "El granjero."
"¿Y quién usará estos juguetes contigo, Felicity?"
"Tú ."
"Bien. Entonces, ¿quién te hará venir? ¿Un poco de plá stico o la mano que lo suelda?
"Tú ", dice con un poco má s de confianza. " Vas a hacer que me corra".
“Puede que sea un bastardo egoísta, pero estoy dispuesto a utilizar todas las
herramientas a mi disposició n. Voy a hacer que te corras con mis dedos, mi lengua, mi polla
y todos los juguetes sexuales que pueda tener en mis manos. Joder, te haré montar en una
zanahoria si eso te excita; no sería la primera vez que las mujeres utilizan la comida en su
beneficio.
Su risa rompe la tensió n en su cuerpo. Ella se inclina y me besa. "Vas a ser muy bueno
para mi investigació n".
"Voy a ser muy bueno para tu coñ o". La pongo boca arriba y la beso por su cuerpo hasta
el tesoro escondido entre sus piernas. Después de só lo unas pocas lamidas de su clítoris,
está empapada y temblando. "¿Está s lista, Felicity?"
Ella asiente.
"Palabras", ordeno.
"Sí. Estoy listo."
Enciendo uno de los vibradores y lo paso sobre su clítoris. Sus piernas se doblan y su
espalda se arquea. "Eso es todo. Que respuesta tan hermosa. Tan perfecto."
Lo apago de nuevo y lo introduzco lentamente en su apretado centro, dividiendo mi
mirada entre su cara y el juguete que desaparece en su coñ o. Mi polla celosa protesta
pateando mi cremallera y haciéndome maldecir el artilugio infernal que mantiene subidos
estos modernos pantalones.
Felicity se muerde los labios con fuerza, como si no quisiera dejar escapar ningú n sonido.
Por ahora, dejaré que se salga con la suya, pero eso só lo solidifica mi determinació n de
doblegarla.
Manos codiciosas alcanzan mi suéter, pero las aparto. "Si quieres tener algo que hacer
con tus manos, lubrícalas".
Le entrego una botella de lubricante y el tapó n anal. "Un poco en mi dedo también".
Dejando el vibrador dentro de ella, lo cambio a la configuració n má s alta. Felicity reprime
un delicioso chillido.
"Recuerda lo que se supone que debes hacer, pequeñ o historiador".
Parpadea un par de veces, respira profundamente y rocía un poco de lubricante en mi
mano y luego sobre el tapó n anal. Enciendo el segundo vibrador y lo hago girar sobre sus
pezones. Sus ojos se ponen en blanco. Siento una profunda sensació n de satisfacció n por la
forma en que se convierte en masilla en mis manos.
"Sostén esto donde quieras". La cambio por el tapó n anal y ella vuelve a colocar el
vibrador en sus pezones. “Eso es todo, mi pequeñ o historiador provocativo. Te gusta que te
molesten los pezones, ¿no?
Ella no responde. Ella todavía se está conteniendo. Pero no por mucho. Haré que haga
tanto ruido que los vecinos se preocupará n. Pero seré paciente al respecto.
Redirigiendo mi atenció n, provoco su entrada trasera con mis dedos. Al principio se
tensa, pero las sensaciones de los otros vibradores pronto la distraen. Cuando deslizo un
dedo, ella presiona hacia atrá s, tomando má s por su propia voluntad. Cuando estoy seguro
de que está abierta y relajada, le coloco el tapó n anal. Apenas está dentro de ella antes de
que tenga un orgasmo.
Ella cabalga en silencio los hermosos temblores de su placer mientras la arrastro por los
hombros hasta el borde de la cama.
Cuando sus mú sculos se relajan, saciada por el orgasmo, va a sacar el vibrador de su
coñ o.
"Oh, no, pequeñ o historiador". Tomo su mano y la llevo a su pecho, acariciá ndola con su
palma debajo de la mía. "Aú n no hemos terminado con eso".
"Pero te quiero."
Sus palabras hacen que mi corazó n se acelere y se acelere. Quiero darle lo que quiere.
Pero ella aú n no se ha derrumbado y tengo planes para ella.
"Primero, vas a meter mi polla en tu garganta y luego, cuando te atragantes con mi
semilla, se la daré a tu coñ o".
Finalmente me bajo la cremallera de los pantalones, liberando mi agradecida polla.
Quitá ndome la camisa y los pantalones, disfruto de mi desnudez. La ropa es realmente
incó moda.
A Felicity se le cayó el vibrador que estaba usando en sus pezones durante su orgasmo,
así que lo levanto de la cama. "¿Sabes a dó nde va a llegar esto, Felicity?"
Ella niega con la cabeza. Sonrío y vierto un poco de lubricante en mi mano, aplicá ndolo
sobre el vibrador. Desde mi posició n al lado de la cama, con su cabeza justo frente a mí y su
cuerpo estirado, me inclino sobre ella y la beso mientras meto el juguete sexual en mi
trasero.
Una vez que está completamente dentro, lo dejo allí, como una especie de tapó n anal, y lo
enciendo. Choques de placer recorren mi cuerpo, suben por mi polla, suben por mi
columna, vibran en mis dientes y hacen que mi corazó n lata con fuerza. Gimo y echo la
cabeza hacia atrá s, luchando contra el impulso de correrme demasiado rá pido.
Cuando mis ojos se encuentran de nuevo con Felicities, ella me mira con gran y salvaje
entusiasmo. Pero só lo para estar seguro, pregunto: "¿Está s bien para continuar?".
“Sí”, dice con un gemido entrecortado, que inmediatamente cubre mordiéndose los labios
nuevamente.
Tiro de sus hombros, tirando de ella para que su cabeza caiga sobre el borde de la cama
alta, con el cuello apoyado en el colchó n mientras su cabeza cuelga libre.
Toco mi polla en su barbilla. "Abierto."
Ella duda por un momento, sus ojos brillan con algo parecido al desafío, pero abre la
boca. Interesante. ¿Mi pequeñ o historiador quiere ser un mocoso? En este momento, estoy
demasiado ansioso por saberlo.
En el momento en que su boca se abre, me inclino sobre ella, casi en una posició n 69,
pero con su cabeza un poco al revés y mi torso levantado. Gimo de placer mientras la
alimento con mi polla. Ella se siente increíble.
"Eso es todo. Lleva mi polla tan profundamente hasta tu garganta. Hago una pausa y
retrocedo cuando tiene arcadas, dejá ndola recuperar el aliento. "Toca mi muslo si necesitas
que pare".
Con una mano apoyada en la cama como apoyo, tomo el vibrador que todavía está en su
coñ o y lo arrastro completamente sobre su clítoris antes de empujarlo nuevamente hacia
adentro. Arrastres lentos y constantes que golpean su clítoris, las partes profundas del
interior y luego su clítoris nuevamente.
Mientras tanto, un placer eléctrico y caliente se dispara desde mi culo hasta mi polla. Ella
me chupa como una profesional, incluso en la posició n incó moda, y no puedo apartar la
boca de ella. Conduciendo el vibrador profundamente dentro, llevo mis labios a su clítoris y
lo chupo. Ella se tensa maravillosamente mientras se separa. Apenas tengo tiempo de salir
de su boca antes de correrme, derramá ndome por todo su cuello y pecho.
Es el mejor orgasmo de mi vida.
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A medida que las baterías se hicieron má s pequeñ as y los vibradores se volvieron má s
accesibles, se anunciaron como “cura para todo”, desde el cutis hasta el estreñ imiento.
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Capítulo trece
METRO
RICARDO
Má s tarde, en la Europa medieval, los anillos para el pene se hacían de marfil o metales
preciosos y se utilizaban como forma de joyería. En ocasiones, fueron creados con añ adidos
que estimulaban el clítoris.
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Capítulo Catorce
R
FELICIDAD
I
RICARDO
Tengo una idea de lo que quiso decir la bruja, pero no estoy cien por ciento seguro.
Felicity me trajo de vuelta chupá ndome, así que tal vez si me follo el anillo del pene
con la lengua, Felicity recuperará su forma humana.
Me coloco el anillo alrededor de la lengua y lamo alrededor del círculo, pero no pasa
nada. Me lo metí todo en la boca, chupando el metal frío. Nada.
¡Mierda! El pá nico aprieta mi pecho como una soga. El requisito de la bruja de liberarme
había sido algo que nadie había pensado en hacer en siglos. Así que tal vez tenga que hacer
algo que nadie haría con un anillo para el pene. ¿Qué diablos podría ser eso?
Camino por la habitació n, incapaz de pensar en nada má s que el uso típico. Quizá s fue tan
simple como eso. El uso típico. Corriendo a la cocina, tomo un poco de aceite de oliva y
cubro el metal liso con suaves pinceladas. “Perdó name, Felicity. Sé que puedes oírme y voy
a sacarte de esto. Lo siento mucho."
Sentá ndome en el sofá , deslizo mi polla dentro del ring, esperando…
Tal vez…
¿Cambió ? Crecer…
No.
Yo espero.
Y espera.
Nada.
¿Necesito llegar al orgasmo usá ndolo? Se siente como una traició n, follarme a Felicity de
esta manera, excitarme cuando ella no tiene nada que decir, cuando ni siquiera tiene la
opció n de su propio clímax, cuando no es la persona plena y exuberante que conozco y que
me importa. Quiero decir, ya estoy dentro de ella, pero disfrutar de ella cuando no puede
participar se siente... mal.
"No puedo hacerlo", susurro. “Oh, cariñ o, lo siento mucho. Encontraré otra manera.
Pero… no puedo hacerlo”.
En el momento en que las palabras salen de mis labios, el anillo del pene vibra y, entre un
suspiro y otro, Felicity aparece ante mí, su coñ o apretando mi polla y sus piernas a
horcajadas sobre mi regazo.
Un grito ahogado sale de ella y mueve las caderas. "Vaya, eso se sintió raro".
"Oh, gracias a la mierda". La rodeo con mis brazos y la beso con fuerza.
Ella se ríe durante el beso como si todo fuera nada, pero hay un tono tembloroso en el
sonido y sus ojos está n hú medos de lá grimas.
"Lo siento mucho", digo contra su mejilla. "Lo siento mucho".
"Tengo un aprecio completamente nuevo por có mo pasaste los ú ltimos cientos de añ os".
"Me alegra mucho que no hayas tenido que experimentar eso". Mis labios se encuentran
con los de ella en un beso lento y ardiente. La levanto y me deslizo hacia atrá s con la
intenció n de salir de ella. Que la follen no es lo que necesita en este momento. Me alegro de
que esté bien, de que esté aquí conmigo, sana y salva.
Ella agarra mis caderas y detiene mi retirada, apretando sus paredes alrededor de mi
polla. "¿A dó nde crees que vas?"
Quiero darle espacio, no hacerla sentir incó moda por el hecho de que le metí mi polla
cuando era un anillo para el pene. Pero Felicity, la mujer perfecta que es, me mantiene
firme dentro de ella y arquea su espalda, empujando sus pechos hacia adelante. Mi chica
quiere ser buena y follada.
"No voy a ir a ninguna parte, cariñ o". Le doy una amplia sonrisa. "Só lo me estoy poniendo
un poco nervioso". Cuando solo mi punta toca sus labios, la jalo hacia abajo sobre mi polla y
la empujo de nuevo. Felicity gime.
"Acabamos de vencer a una bruja". Ella se ríe con sus labios contra mi pecho.
Con otro empujó n largo y completo, agrego: "Y derroté una maldició n".
Agarro sus muslos con má s fuerza, justo debajo de su trasero, me levanto y la llevo hacia
la pared. Cada empuje es lento y constante mientras uso mi agarre sobre ella para levantar
y bajar su coñ o resbaladizo a lo largo de mi polla rígida. Dulce carajo, se siente bien.
Mis mú sculos arden y el sudor se pega a mi piel. Felicity acaricia mi cuello, tan silenciosa
como siempre.
"¿Te gusta eso?" Pregunto. "¿Ser follada contra una pared con tus piernas alrededor de mi
cintura y tu coñ o alrededor de mi polla?"
Ella asiente con la cabeza. Le muerdo la barbilla. “Dime, Felicity. Abre esa dulce boca y
dilo”.
"Sí." Sus labios forman la palabra sin apenas emitir sonido. Muy silencioso. Muy suave.
Demasiado tímido. Estoy decidido a lograr que ella se abra a mí. No só lo su coñ o, sino su
mente. Su corazó n.
"Dilo", ordeno. "Dime que te gusta."
Ante mi tono agudo, sus ojos se dilatan, los círculos oscuros se expanden en sus
hermosos iris azules. Su sexo revolotea a mi alrededor.
“¿Te gusta mi polla en tu coñ o? ¿Quieres mas?" Dejo de empujar, la inmovilizo contra la
pared con mis caderas y levanto una mano para ahuecar su mandíbula, deslizando mi
pulgar dentro de su boca. Ella chupa el dedo y me dejo deleitar con la llamarada de calor
que sube por mi brazo y baja hasta mi polla antes de tirar de su mandíbula hacia abajo y
abrirle la boca. "Dilo. Grítalo. Dime qué carajo quieres, todos tus secretitos má s sucios. Me
pertenece. Todo ello. Déjame escuchar lo que quieres. Déjame dá rtelo”.
Ella gime, pero ahora tengo cuatro de mis dedos metidos en su boca, manteniendo
abierta su mandíbula, impidiéndole hacer lo que le pido.
“Cuando saque mis dedos de tu boca, dirá s cada pequeñ o pensamiento que tengas en la
cabeza. Vas a gemir, a lloriquear y a dejar de reprimirte, a dejar de guardar todo dentro.
¿Entender?"
Las lá grimas se acumulan en las comisuras de sus ojos mientras asiente con la cabeza.
"Buena niñ a." Beso su frente.
Cuando saco la mano, ella traga. Su boca se abre y luego se cierra de nuevo. Muevo mi
pelvis contra la de ella, observando su expresió n con atenció n. En su mirada brilla la
desviació n, algo casi travieso, mezclado con una fuerte dosis de dudas e inseguridad. Me
doy cuenta de algo en ese momento. Mi pequeñ a historiadora no quiere ser una buena niñ a.
Ella quiere ser una mocosa. Quiere liberarse de ser la mujer inteligente, capaz,
independiente, que no recibe bien, que no quiere ser una carga y siempre agrada a los
demá s.
No, mi pequeñ o historiador quiere ser malo . Lo sospechaba antes, pero ahora estoy
seguro. Si le doy lo suficiente, la empujo lo suficiente para que supere su incomodidad e
inseguridades, gritará . Estoy seguro de ello. Ella gritará tan linda por mí. Ella só lo necesita
un empujó n.
Le tiro el pelo. "Te dije que me dijeras lo que quieres".
Ella traga de nuevo, nerviosa, y luego se aprieta los labios con valentía entre los dientes.
Palo de golf. Yo sonrío. Pequeñ o mocoso perfecto. Suelto la pierna que estoy sosteniendo y
aflojo la presió n de mis caderas contra las de ella para que pueda deslizarse sobre sus pies.
Suavemente, acaricio con la mano el borde de la línea del cabello, hasta la mandíbula y
hasta la boca. Esta vez no fuerzo la entrada. Necesito que ella sepa algo antes de ir a donde
voy a llevarnos. Mis dedos rozan sus labios. Ella sostiene mi mirada.
“Voy a darte lo que quieres y vas a ser muy amable y ruidoso conmigo, pero primero
necesito que sepas que si quieres que esto termine en algú n momento, solo dímelo. Tienes
el poder aquí. ¿Bueno?"
Ella respira temblorosamente. "Bueno."
"Bien." El fuego arde en mis venas, ardiendo en la punta de mi polla donde se acumula
toda la sangre. Juro que me hago má s grande só lo de pensar en có mo podría resultar esto.
“Ahora dime lo que quieres. Sin reprimirse”.
"Quiero…" Ella respira profundamente antes de terminar con "chuparte la polla". Quiero
que seas contundente. Para mandarme”. Otro respiro profundo. “Quiero pelear contigo y
que me lleves. Quiero… ser tu puta sucia”. Su cara se contrae de nerviosismo. “Finge, por
supuesto. Y só lo si quieres. No es necesario, yo só lo...
“Entiendo, cariñ o. Te tengo. Sea sucio, sea necesitado, sea vulgar. Sin juicio. Quiero tu
sexualidad salvaje, lasciva y descarada. Déjame volverte salvaje”.
Siento el cambio en ella mientras me da una sonrisa coqueta y se pone de rodillas.
"Esa es mi chica. Ahora, abre esa boca sucia y trá gate mi polla”. Agarro su cabello, acerco
su cara a mi entrepierna y uso la punta de mi polla para abrir sus labios. “Qué chica tan
sucia, metiéndome entre tus labios. Rogando por una polla para llenar cada uno de tus
pequeñ os y estrechos agujeros. Tal vez debería volver a sacar el vibrador y el plug anal,
trabajar duro mientras me atragantas. Te gustó eso, ¿no?
Ella gime, maldita sea. Las vibraciones suben por mi eje para apretar mis bolas.
"Eso es todo. Mi pequeñ a y sucia historiadora, sé una trompeta para mí, una ramera
llorona y mendiga”. Tiro de su cabello, inclino su cabeza lo suficiente para llamar su
atenció n. "Ruega por mi. Ruega que te folle la boca, el coñ o y el culo.
Ella habla alrededor de mi polla, palabras incoherentes, pero ya no se contiene por
completo. La baba le gotea por la barbilla. Le palmeo el crá neo y le muestro el ritmo que
quiero, luego lo suelto y apoyo mis manos en la pared mientras ella me da la mejor mamada
de mi vida. Mi sangre zumba como mil abejas. Juro que vibro lo suficiente como para
rivalizar con uno de los juguetes sexuales que hemos estado usando.
"Joder, eso es todo", grito. “Llévame por tu garganta. Tan desesperado. ¿Está s mojada,
Felicity? ¿Está s empapado por mí?
Justo antes de correrme, agarro su cabello, lo envuelvo alrededor de mi puñ o y lo uso
para levantarla y ponerla de pie. "Gime por mí, seductora".
En el momento en que se pone de pie, reclamo su boca, frotando mi polla contra su
clítoris. Esta vez gime un poco má s fuerte.
"Sí", jadea. "Sí."
Sonrío tan grande que me duelen las mejillas. "Ahí está ella. Ahi esta mi chica."
Usando su cabello como una especie de correa, la tiro suavemente hacia el dormitorio y
la tiro sobre la cama, lo suficientemente fuerte como para que se queje, pero no lo
suficiente como para que le duela. La fuerza suficiente para hacerla sentir que no es la
buena chica que todos creen que es, como si fuera la mujer traviesa, lasciva, deseada y
sexual de sus sueñ os. De mis sueñ os también.
Avanzo hacia ella. Besa la planta de su pie. Chú pale el dedo del pie. Mordisquea el interior
de su pantorrilla. Lame el interior de su muslo. Giro mi lengua alrededor de su clítoris.
Muerde su vientre. Amamanta un pecho. Pellizca al otro. Cambiar. Raspo mis uñ as a lo largo
de sus muslos. Pongo su labio inferior entre mis dientes. No puedo tener suficiente. No
puedo tocarlo todo lo suficientemente rá pido. Quiero cada parte de ella a la vez. Para
probar cada pedacito de ella.
Otro gemido se convierte en un gemido. Seguido de uno má s fuerte. “Por favor, señ or
Richard…”
Joder, eso es suficiente para mí. Ella está jadeando y jadeando y llamá ndome señor . Una
oleada de victoria baila en mi pecho. Presiono mi polla contra su abertura, tan mojada y
resbaladiza por la excitació n. Un coñ o que quiere ser follado. "¿Qué tanto quieres mi polla?"
Un gemido se abre paso a través de sus labios y entra en mi boca. La punta de mi polla
presiona su clítoris y ella balancea su pelvis, buscando má s fricció n.
Me sumerjo dentro de su honeypot lo suficiente para pintar su abertura con líquido
preseminal, luego abro un camino con la cabeza de mi polla desde su clítoris hasta su
perineo. Una y otra vez.
Hace ruidos que son francamente salvajes. Cada sonido hace que mi pene palpite. Tan
hermoso.
"Te gusta eso, ¿no?" Envuelvo mi mano detrá s de ella y aprieto la nuca. "Quieres que te
folle con mi polla de marfil. Quieres que derrame mi semen dentro de ti, sobre ti. Pequeñ a
descarada sedienta, ¿no? Dilo."
"Por favor, por favor, usa tu polla dura para hacerme correr". Ella estalla en una risita y
entierra su rostro en una mano. "No. Esto es horrible. No puedo hablar sucio. Es demasiado
incó modo”.
La empujo y muerdo el punto del pulso en su cuello. "Apó yate en ello".
Dá ndonos la vuelta para que ella esté encima, gimo. Gruñ o. Maldigo. Le muestro lo que
quiero decir. “Mó ntame como si fuera tu sucio secreto. Como si yo fuera tu profesora de
historia y no deberías haber venido aquí, pero eres una chica tan traviesa que no pudiste
resistirte. Como si fueras una maldita sú cubo enviada para enviarme a una muerte
temprana. Como si fueras mi amante que sabe que es el mejor polvo de mi vida. Fó llame,
Felicity. Sé la mujer sexualmente poderosa que quieres ser”.
Ella gime, levanta las caderas y luego se empala en mí. Su ritmo se acelera. Se mueve y se
retuerce hasta que encuentra el á ngulo que necesita.
"Joder, sí", jadea. "Te necesito. Arruíname”.
Finalmente, ella se está rompiendo.
Mi piel se calienta y se tensa. Mú sculos tensos. Se necesita todo mi control para mantener
la compostura mientras las malas palabras se escapan de la boca de Felicity, palabras
sucias mezcladas con ridículos eufemismos histó ricos, como si estuviera buscando un
vocabulario que no puede encontrar. Nada lo suficientemente bueno para describir el
sentimiento.
Ella mueve sus caderas, apretá ndome con fuerza para que estemos unidos todo el
tiempo, la polla follando dentro de ella. Nunca alejarme de donde ella me necesita.
"Tó cate", ladro, sin aliento por la hermosa mujer que rebota en mi polla como si fuera un
consolador hecho especialmente para ella. “Dije que te toques, Felicity. Ahora. Toma lo que
quieras."
Parece un poco nerviosa, pero con sus ojos puestos en mí, desliza su mano hacia su coñ o,
bifurca mi polla y frota su palma contra la perla entre sus piernas.
"Oh", gime ella. "Sí", gime ella. "Joder", se queja ella. “Sí, mi señ or, sí”, grita.
Un calor relá mpago me golpea, pulsaciones rá pidas y aleteantes, golpean y retroceden.
Los espasmos de su coñ o me llevan con ella. Pierdo el control, golpeo, golpeo mis caderas
hacia arriba y hacia abajo hasta que ella rebota como si estuviera montando un toro. Tetitas
meneá ndose. Cabeza echada hacia atrá s. Jadeando mientras continú a apretando y
corriéndose.
"¡Joder, Felicity!" Grito mientras me derramo dentro de ella, hinchá ndome con una ola de
placer seguida por un profundo charco de gratitud por estar aquí con ella.
"Gracias por salvarme, Felicity", le digo, poniéndola encima de mí.
Su sonrisa es suave y satisfecha. "Gracias por salvarme, Dick". Ella se ríe. "Me acabo de
dar cuenta de algo".
"¿Qué?"
"Durante cientos de añ os, fuiste un idiota llamado Dick". Su risita se convierte en risa
total. No creo que sea tan divertido como ella, pero le doy una suave risa antes de apretarla
con fuerza. “¿Te parecería bien si me quedara aquí un rato má s?”
Ella suspira y acaricia mi cuello. "Má s que bien".
"Bien", es todo lo que digo, aunque creo que es un pensamiento mucho má s peligroso y
convincente. Quiero quedarme para siempre.
***
Muchas gracias por leer Stiff . Esta idea se me ocurrió con fuerza y rapidez, después de leer
algunos otros romances sobre objetos inanimados este añ o (a saber, Desquiciado y Relleno
, ¡ve a verlos!). No podía sacarme de la cabeza la idea de un hombre condenado a ser un
consolador, simplemente seguía frotá ndose contra mí, exigiendo venir al mundo.
No soy un escritor particularmente divertido por naturaleza, pero espero que este libro
te haya hecho sonreír y reír tanto como lo hice yo cada vez que pensé en este proyecto.
También espero que te haya dado una erecció n femenina, o que te haya puesto rígido, como
puede ser el caso de cualquier hombre que esté leyendo (*cara de guiñ o*).
Si esta historia hiciera alguna de esas cosas por usted, ¿se tomaría tres minutos para
dejar una reseñ a ?
Muchas Gracias Por Leer!
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Má s de Thea Masen
Serie Rose Rising Alien Romance:
CHOCAR
FURTIVO
BESTIA
TUYA
COMPAÑ EROS
OTRA VEZ
FIEBRE
OTRAS
Y má s pró ximamente
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Sobre el Autor
TERESA MASEN
Thea Masen nunca pensó que escribiría un romance eró tico. La primera vez que leyó un
libro picante, se sintió tan avergonzada que no pudo terminarlo. Ahora, pasa sus días
ocultando la pantalla de su computadora a sus adolescentes y sus noches leyéndole
fragmentos picantes a su esposo.
En sus libros encontrará s sexo interesante, profundidad emocional y finales felices. Si
quieres historias de amor con un toque má gico e imaginado, has venido al lugar indicado.
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trabajo, recomendaciones de libros que está leyendo y otras cosas librescas.
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